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¿Empatía vs simpatía?

: La
verdad sobre la empatía
¿Suenan iguales pero realmente son lo mismo? Descubre un poco más sobre las
diferencias entre la simpatía y la empatía.
SER - HUMANO
VÍA EXPRESA, ANDREA DEL AGUILA
¿Alguna vez te ha pasado que alguien que quieres te cuenta algo terrible y lo único que empieza
a surgir en ti es una increíble necesidad de decir algo para que se sienta mejor? Empieza la
urgencia de pensar en el discurso perfecto, las palabras mágicas, las soluciones que arreglarán
todo porque es alguien que quieres mucho y tú tienes que ser su superhéroe “empático”. Pues,
¿qué pasaría si te digo que esa reacción heroica en realidad no es empatía? En esta nota te
contamos un poco más acerca de la verdad sobre la empatía.
No pretendo sonar al diario de Bridget Jones pero en este mundo el dolor es inevitable. Es
incómodo y nos remueve por dentro pero es también necesario y nos enseña mucho pues hace
que surjan cosas hermosas como las ganas de luchar o la compasión por el otro, que es una
de las cosas que nos hace humanos. Y con esto quiero hablar sobre la empatía, ese don
maravilloso de sentir con el otro.
Pero tengamos cuidado, es necesario entender realmente lo que esto significa. También, es
necesario sentir al otro sin hacerse daño a uno mismo. Entonces, ¿Cuál es el límite para la
empatía? No creo que exista una medida exacta de dosis empática sino más bien una definición
correcta de lo que significa ponerse en la piel de otro. Y es que muchas veces nos confundimos
y creemos que tenemos que ser simpáticos para ponernos en el lugar de otra persona… esa sed
de ser queridos.
Theresa Wiseman, una tutora en enfermería que se dedicó al estudio de la empatía en
profesiones humanas tales como la enfermería, expone 4 ingredientes esenciales para tenerla:
tener perspectiva, eliminar a los juicios de valor, reconocer las emociones y comunicar que las
reconocemos. Entonces ¿Qué es la empatía realmente?
Tener empatía es ver el mundo como el otro lo ve

Lo cierto es que para tener empatía hay que tener perspectiva.


Solo de éste modo podremos visualizar la forma en que los demás ven las cosas. Cada quien es
un mundo entero, con estaciones distintas y tornados personalizados. Entonces, para ser
empáticos necesitamos reconocer que cada persona tiene una forma distinta de percibir al
mundo y para poder ponernos en su lugar, debemos intentar mirar a través de esa perspectiva
pues esa es la verdad a través de sus ojos.
¿Qué es lo que piensa y siente esa persona? Sabiendo esto podemos intentar entender qué es lo
que realmente ve sobre lo que le pasó, qué retiene, qué escucha, qué hace al respecto. Cada
quien tiene su propia versión de la realidad, por ende, ponerte en los zapatos del otro no se trata
de intentar caminar por esa persona o buscar cambiar la forma en la que ve a esos zapatos
tan incómodos para nosotros, eso es simpatía. La empatía, por otro lado, se trata de insertarte ‘en’
la perspectiva que tiene y, desde ahí, sentir con ella, sintonizar con sus emociones sin intentar
cambiarlas.
En la empatía juzgar está prohibido

La empatía escucha para comprender, la simpatía escucha para responder.


Evitar los juicios de valor quiere decir que no podemos juzgar el mal que atormenta al otro,
ya que al hacerlo lo que nos cuenta se sesga. Por eso, para tener empatía hace falta (ponerte entre
paréntesis por un rato) e intentar soltar todas las ideas que tienes sobre qué es lo correcto o
incorrecto para ti, las palabras que quieres o necesitas decir en ese momento, qué deseas hacer,
qué preocupaciones pasan por tu mente, etc. Y enfocar toda tu atención en la otra persona y en
lo que necesita realmente. Esto es necesario porque, a diferencia de la simpatía que busca
consolar, aliviar o ser aceptado por el otro, la empatía busca conectar.
Un ejemplo para conocer más sobre lo que le pasa a alguien podría ser, en lugar de preguntarle
de frente y acusar ¿Por qué le pegaste? preguntar ¿Qué pasó que hizo que le pegaras? Ahí no
acusamos lo que hizo, sino más bien preguntamos sus razones para hacerlo.
La empatía reconoce la emoción que siente el otro

Se necesita sensibilidad para poder ser consciente y detectar la emoción que la persona está
sintiendo: cólera, alegría, tristeza y un océano de emociones más. Se trata de sentir con el otro,
de ver las olas, sentirlas cercanas pero sin ahogarse en el intento. Por ello, se dice que la empatía
es una “participación afectiva”, pues con ella te sumerges en el mundo del otro para poder
reconocer lo que está sintiendo en ese momento.
Asimismo, para lograrlo hay que tener valor para conectar desde nuestro interior. Ser
empático es una decisión que te deja en una inmensa vulnerabilidad ya que para sintonizar con
el dolor de otro se debe encontrar en nuestro interior que sintonice con este y a nadie le gusta
encontrar sus propias debilidades. Sin embargo, ello puede generar una conexión muy genuina
entre dos personas.
Una vez que reconoces la emoción toca decir que lo has hecho

Para tener empatía se debe reconocer la emoción del otro para luego comunicar que entiendes
lo que te dice. Imagínate que ya te diste cuenta de lo que está sintiendo Jorge, ahora toca decirle
que lo estás haciendo, que no es lo mismo que intentar decirle una solución o enseñarle un listado
de cosas positivas en su vida porque ahí estamos haciendo de todo menos aplicar la empatía.
Recuerda que la simpatía intenta hacer las cosas “mejor”, la empatía busca sintonizar con esas
cosas tal y como son pues busca acompañar al otro, no solucionar sus problemas. Entonces,
se trata de decir que notas su malestar y que estás ahí para ella/él/ellxs. Sin más ni menos.
Por ejemplo, una buena forma de comunicarle a alguien que lo estás entendiendo, es
reformulando lo que te dice con tus propias palabras. De ese modo le haces saber que estás atento
a lo que te expresa y sintonizas con sus emociones.
Para ser empático no tienes que decir las palabras perfectas

Ya sabes que no hay respuestas correctas. Pienso que nuestro primer impulso cuando
escuchamos al dolor es querer mejorarlo. Una persona simpática usa mucho los “por lo menos”:
por lo menos no estás enfermo, por lo menos tienes dinero, por lo menos tienes una oportunidad.
O los “es normal”: es normal sentirse así, es parte del ciclo de la vida que de viejo te enfermes,
pero ¿qué es normal? ¿No dicen que lo que es normal para una araña es un caos para una mosca?
Entonces ten cuidado y no minimices los dolores, todos se sienten muy feroces a través de los
ojos de cada uno.
Lo que realmente mejora una situación es la conexión

La empatía es conexión, la simpatía desconecta.


Y bueno, tampoco crucifiquemos a la simpatía. Todos la hemos aplicado y no nos hace malos.
Pienso que es una respuesta al temor que todos tenemos al dolor humano. Rehuimos de él como
si fuera el lobo del cuento. Nos encrespa la piel y acelera al corazón. Entonces, no sale de la
lógica que cuando alguien que amamos nos dice que sufre, automáticamente busquemos acabar
con su dolor, ya sea queriendo transformarlo o minimizándolo, la cosa es que no le duela más.
Eso no nos hace buenos o malos, pero si nos hace no empáticos. Por ello, la empatía es una
práctica diaria de la cual aprender.
En un mundo como el nuestro, la conexión sana. Cada uno lucha sus propias batallas pero sentirse
sostenido puede ser muy reconfortante cuando sientes que el mundo te aprieta. Entonces, si
alguien te cuenta su nube negra no tienes que idear un discurso perfecto que vaya a acabar con
su mal mágicamente porque eso no existe. La mayoría de veces cuando contamos nuestro dolor
a alguien no buscamos las palabras exactas que nos harán sanar porque sabemos que eso es poco
probable. En cambio, lo que buscamos son dos oídos dispuestos a escuchar con amabilidad, un
par de manos cálidas, un abrazo genuino en donde dejarnos ir por un rato. Es muy raro que una
respuesta verbal vaya a hacer sentir mejor a alguien. Lo que en realidad sostiene y cura es la
conexión. No está mal no saber qué decir pues un abrazo o una mirada de complicidad dicen más
que mil palabras.
¿Nacemos con empatía?
Nacemos con un regalo en el cerebro que nos da la capacidad de poder reconocer y reflejar lo
que los demás hacen y sienten, esto gracias a un grupo de neuronas conocidas como las
neuronas espejo, las cuales permiten que respondamos a lo que observamos del otro. Por ejemplo,
si alguien bosteza, también bostezamos o si a alguien le da un ataque de risa no podemos evitar
matarnos de risa también. Lo increíble de esto es que no solo ocurre con conductas visibles sino
que también nos permite reaccionar a emociones. Así, cuando vemos a alguien llorar,
automáticamente nuestro cuerpo se prepara para responder a ese llanto. Asimismo, existe una
habilidad que nos permite predecir y comprender pensamientos y acciones de los demás
gracias a algo llamado teoría de la mente.
¿Hermoso no? Venimos programados con la base de todo esto; sin embargo, no nacemos siendo
empáticos. Esta más bien es una habilidad que se va formando gracias al adecuado desarrollo
social y emocional que tenemos desde que somos pequeños y empezamos a conectar con el
mundo.
Ahora, te toca a ti y puedes empezar intentando ser más consciente de los otros.
A veces caminamos mirando tanto hacia la pantalla del celular que ya hasta parecemos jorobados.
Nos olvidamos de observar lo que nos rodea. Intenta volverte más consciente de tu ambiente
y de aquellos que lo conforman. ¿Cómo están? ¿Estarán teniendo un buen día? Despierta tu
curiosidad respecto al bienestar de los demás, intenta observar los detalles, presta atención
cuando alguien te habla y no escuches por escuchar, abre un poco más el foco de tu mirada, eso
te acercará más a un acto empático.
Tomado de: VÍA EXPRESA, ANDREA DEL AGUILA

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