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OCTAVO DÍA DE LA NOVENA A SAN RAFAEL ARCÁNGEL

Médico y medicina de los dolientes, guía y defensor de los caminantes, abogado y protector de los
pretendientes y consuelo y alivio de los afligidos

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén


Levantando el corazón a Dios, procurando alentar la confianza y avivar la fe, haciendo presente con la
consideración a toda la corte celestial y a la reina de los ángeles como especial abogada nuestra, en
cuya presencia con humildad, dolor y arrepentimiento dirá de todo corazón

Señor mío Jesucristo, Dios y Hombre verdadero, Creador y Redentor Mío, por ser vos quien sois, y
porque os amo sobre todas las cosas, me pesa de todo corazón de haberos ofendido, y propongo
firmemente de nunca más pecar, de apartarme de toda ocasión de ofenderos, confesarme y cumplir la
penitencia que me fuera impuesta, y os ofrezco mi vida, obra y trabajo en satisfacción de todos mis
pecados. Y como os suplico, así confió en vuestra bondad y misericordia infinita, me los personareis
por los merecimientos de vuestra preciosa sangre, pasión y muerte, me daréis gracia para enmendarme
y para perseverar hasta la muerte Amen.

Glorioso Arcángel San Rafael, sagrado príncipe de los siete que asisten al trono supremo del mismo
Dios, si es para gloria de su majestad divina y para honra de vuestra alteza que yo consiga lo que deseo
y pido en esta Novena, alcanzadme esta gracia del señor, y si no, enderezad mi petición y pedid a Dios
aquello que más me conviniere para mayor gloria suya , vida, salud y provecho de mi alma.

Día Octavo

Del Libro de Tobías

“Entonces Tobías llamó a Rafael y le dijo: «Hermano Azarías, toma contigo cuatro criados y dos
camellos y vete a Ragués. Dirígete a Gabael, dale el recibo y hazte cargo del dinero; invítale también a
que se venga contigo a la boda. Tú sabes que mi padre lleva cuenta de los días, y uno solo que demore,
le doy un gran disgusto; ya ves que Ragüel me ha conjurado, y que no puedo desatender su deseo.»
Rafael se puso en camino para Ragués de Media con los cuatro criados y los dos camellos y fueron a
pernoctar en casa de Gabael. Le presentó el recibo y le dio la noticia de que Tobías, hijo de Tobit, se
había casado y le invitaba a la boda. Gabael se levantó, le entregó todos los sacos de dinero, con los
sellos intactos, y los cargaron sobre los camellos. Levantándose de madrugada, partieron juntos para la
boda y llegados a casa de Ragüel encontraron a Tobías puesto a la mesa. Y como se levantara a toda
prisa para saludarle, Gabael rompió a llorar y le bendijo diciendo: «¡Hombre bueno y honrado, hijo de
un hombre honrado y bueno, justo y limosnero! Que el Señor te conceda las bendiciones del cielo a ti, a
tu mujer, al padre y a la madre de tu mujer. ¡Bendito sea Dios, que me ha permitido ver un vivo retrato
de mi primo Tobit!» Tobit, mientras tanto, llevaba cuenta, uno por uno, de los días de ida y vuelta.
Cuando se cumplió el plazo sin que el hijo hubiera regresado, pensó: «¿Habrá algo que le retenga allí?
¡Acaso haya muerto Gabael y no haya nadie que le entregue el dinero!» Y empezó a ponerse triste.
Ana, su mujer, decía: «Mi hijo ha muerto y ya no se cuenta entre los vivos.» Y rompió a llorar y a
lamentarse por su hijo, diciendo: «¡Ay de mí, hijo mío! ¡Que te dejé marchar a ti, luz de mis ojos!»
Tobit le dijo: «Calla, hermana, no pienses eso. Él está bien. Habrán tenido algún contratiempo allí, pero
su compañero es hombre de fiar y uno de los nuestros; no te inquietes por él, que debe estar cerca.»
Ella le replicó: «Déjame, no intentes engañarme. Mi hijo ha muerto.» Y todos los días se iba a mirar el
camino por donde su hijo había marchado. No creía a nadie. Y cuando se ponía el sol, entraba en casa y
pasaba las noches gimiendo y llorando, sin poder dormir. Cuando se pasaron los catorce días con que
Ragüel había determinado celebrar la boda de su hija, se dirigió a él Tobías y le dijo: «Déjame regresar,
porque estoy seguro que mi padre y mi madre están pensando que ya no van a volver a verme. Así que
te ruego, padre, que me permitas regresar al lado de mi padre. Ya te dije en qué situación le he dejado.»
Ragüel respondió a Tobías: «Quédate, hijo; quédate commigo y yo enviaré mensajeros a tu padre Tobit
para que le den noticias tuyas.» Pero Tobías replicó: «No. Te ruego que me permitas volver al lado de
mi padre.» Entonces Ragüel se levantó y entregó a Tobías su mujer Sarra y la mitad de todos sus
bienes, criados, criadas, bueyes y carneros, asnos y camellos, vestidos, plata y utensilios, y les dejó
partir gozosos. Al despedirse de Tobías le dijo: «¡Salud, hijo, y buen viaje! El Señor del Cielo os guíe a
vosotros y a tu mujer Sarra por buen camino y que pueda yo ver vuestros hijos antes de morir.» A su
hija Sarra le dijo: «Vas al lado de tu suegro, pues desde ahora ellos son padres tuyos igual que los que
te han engendrado. Vete en paz, hija. Que tenga buenas noticias de ti, mientras yo viva.» Y
saludándoles, se despidió de ellos. Edna dijo a Tobías: «Hijo y hermano queridísimo: Que el Señor te
devuelva y que yo viva hasta ver tus hijos y de mi hija Sarra antes de morir. En presencia del Señor te
entrego a mi hija en custodia; no le causes tristeza en todos los días de tu vida. Vete en paz, hijo. A
partir de ahora, yo soy tu madre y Sarra es tu hermana. ¡Ojalá pudiéramos vivir juntos todos los días de
nuestra vida!» Y besando a los dos, los dejó partir llenos de gozo. Tobías salió de casa de Ragüel
contento y gozoso, y bendiciendo al Señor del Cielo y de la tierra, rey de todas las cosas, porque había
llevado a buen término su viaje. Bendijo a Ragüel y a su mujer Edna y les dijo: «Que pueda yo
honraros todos los días de mi vida.» Cuando llegaron cerca de Kaserín, que está frente a Nínive, dijo
Rafael: «Tú sabes bien en qué situación dejamos a tu padre; vamos a adelantarnos nosotros a tu mujer
para preparar la casa, mientras llegan los demás.» Prosiguieron, pues, los dos juntos; el ángel le dijo:
«Toma contigo la hiel.» El perro seguía detrás de ellos. Estaba Ana sentada, con la mirada fija en el
camino de su hijo. Tuvo la corazonada de que él venía y dijo al padre: «Mira, ya viene tu hijo y el
hombre que le acompañaba.» Rafael iba diciendo a Tobías, mientras se acercaban al padre: «Tengo por
seguro que se abrirán los ojos de tu padre. Untale los ojos con la hiel del pez, y el remedio hará que las
manchas blancas se contraigan y se le caerán como escamos de los ojos. Y así tu padre podrá mirar y
ver la luz.» Corrió Ana y se echó al cuello de su hijo, diciendo: «¡Ya te he visto, hijo! ¡Ya puedo
morir!» Y rompió a llorar. Tobit se levantó y trompicando salió a la puerta del patio. Corrió hacia él
Tobías, llevando en la mano la hiel del pez; le sopló en los ojos y abrazándole estrechamente le dijo:
«¡Ten confianza, padre!» Y le aplicó el remedio y esperó; y luego, con ambas manos le quitó las
escamas de la comisura de los ojos. 13.Entonces él se arrojó a su cuello, lloró y le dijo: «¡Ahora te veo,
hijo, luz de mis ojos!» Y añadió: ¡Bendito sea Dios! ¡Bendito su gran Nombre! ¡Bendito todos sus
santos ángeles! ¡Bendito su gran Nombre por todos los siglos! Porque me había azotado, pero me tiene
piedad y ahora veo a mi hijo Tobías. Tobías entró en casa lleno de gozo y bendiciendo a Dios con toda
su voz; luego contó a su padre el éxito de su viaje, cómo traía el dinero y cómo se había casado con
Sarra, la hija de Ragüel, y que venía ella con él y estaba ya a las puertas de Nínive. Tobit salió al
encuentro de su nuera hasta las puertas de Nínive, bendiciendo a Dios, lleno de gozo. Cuando los de
Nínive le vieron caminar, avanzando con su antigua firmeza, sin necesidad de lazarillo, se
maravillaron. Tobit proclamó delante de ellos que Dios se había compadecido de él y le había abierto
los ojos. Se acercó Tobit a Sarra, la mujer de su hijo, y la bendijo diciendo: «¡Bienvenida seas, hija! Y
bendito sea tu Dios, hija, que te ha traído hasta nosotros. Bendito sea tu padre, y bendito Tobías, mi
hijo, y bendita tú misma, hija. Bienvenida seas, entra en tu casa con gozo y bendición.» Todos los
judíos de Nínive celebraron fiesta aquel día. También Ajikar y Nabad, primos de Tobit, vinieron a
congratularle". Palabra de Dios. Te alabamos Señor.

Oración

Dios y Señor de los Querubines, que están adornados de perfectísima Sabiduría yo os ofrezco los
merecimientos de estos sapientísimos Espíritus y los de vuestro Arcángel San Rafael, que con
admirable Sabiduría se dio a conocer, manifestando su excelentísima naturaleza a sus dos
encomendados y amigos Tobías Padre e Hijo, y les reveló los soberanos secretos y maravillas de Dios,
dejándolos muy ilustrados en su conocimiento y santo temor yo os suplico que por la ilustración de este
Santo Arcángel alumbréis mi entendimiento para que yo logre la verdadera ciencia de saber serviros,
agradaros y temeros, y también me otorguéis la gracia que os pido en esta Novena a mayor honra y
gloria vuestra. Amén.

(Aquí se rezará tres veces el Padre nuestro y Ave maría y después se dirá a San Rafael lo siguiente.)

Santísimo Príncipe de la Gloria y poderoso Arcángel San Rafael, grande en los bienes de la naturaleza,
grande en los dones de la gracia, grande en el ardor de la caridad, grande en el resplandor de la
sabiduría, grande en la piedad con los hombres, grande en el poder contra los demonios, grande en la
dignidad, grandísimo en la Humildad, Medicina de Dios, Médico de la salud, Príncipe de los Médicos,
Prefecto de la curaciones, Salud de los enfermos, Luz de los ciegos, Gozo de los afligidos, Custodio de
los caminantes, Guía de los peregrinos, Maestro de los que desean la perfección, Protector de la virtud,
Celador de la gloria de Dios, Ensalzador de la limosna, del ayuno y de la oración: ruégote, piadosísimo
Príncipe, por aquella caridad con que acompañaste a Tobías el mozo guardándolo de muchos peligros,
librándole a él y a Sara su Esposa de aquel cruel demonio Asmodeo, sanando al anciano Tobías de la
enfermedad que padecía en sus ojos, y llenándole su casa y familia de muchos bienes, me asistas en las
enfermedades, me acompañes en los caminos y me defiendas del demonio y de la torpeza, para que
viviendo castamente en esta vida, merezcamos ver la luz de Dios en la eterna: y también os suplico me
alcancéis lo que pido en esta Novena, si es para mayor gloria de Dios y bien de mi alma. Amén

(Alentando cuanto se pudiere la confianza, con las palabras que a cada uno le dictare su afecto se
pedirá a San Rafael el favor especial que desea conseguir y luego para obligar más a Dios pondrá por
intercesión a la Reina de los Ángeles diciendo esta)

Oh soberana Reina de los Cielos y Señora de todos los nueve Coros, María Santísima, digna Madre de
mi Señor Jesucristo, Templo vivo de la Divinidad, depósito de los tesoros, de su gracia, principio de
nuestro remedio, restauradora de la universal ruina de linaje humano, nuevo gozo de los Santos, gloria
de las obras del altísimo y único instrumento de su omnipotencia: Confiesóte por Madre dulcísima de
misericordia, refugio de los miserables, amparo de los pobres y consuelo de los afligidos, y todo los
Espíritus Angélicos y los Santos, todo lo confieso; y lo que en tí y por tí alaban a la Divinidad y la
Glorifican, todo lo alabo! todo lo glorifico! y por todo te bendigo! Magnifico, Confieso y Creo. Y pues
el poder divino convida a todos los pobres desvalidos, ignorantes, pecadores, grandes, pequeños,
enfermos, flacos, y a todos los hijos de Adán de cualquier estado, condición y sexo, Prelado, Príncipes
e inferiores para que vengan por su remedio a su infinita y liberal Providencia, por la intercesión de la
que dio Carne humana al Verbo, porque sola ella es poderosa para solicitar nuestro remedio y
alcanzarle, por tanto, Sagrada Reina de todas las Jerarquías, os pido y suplico en nombre de todas ellas,
nos alcancéis de vuestro querido Hijo la exaltación de su Santo nombre en todas las cuatro partes del
mundo, la salud espiritual de todas las almas, la extirpación de las herejías, la ruina del soberbio
príncipe de las tinieblas , la universal extensión de la santa iglesia, la paz y concordia entre los
príncipes cristianos, para que todos eternamente alabemos el Santo Nombre de Jesucristo, a quien sea
gloria por infinitos siglos de los siglos amén.

Salve a San Rafael.

Dios te Salve Rafael


Salúdote mi portento
Con luna de firmamento
Y caudillo de Israel

Salve, Salve Arcángel, Salve

Dios te Salve, Fuente pura


En que corre la piedad
De la divina bondad
Al bien de toda criatura

Patrono a quien invocamos


En los peligros mayores
Imploramos tus favores
Dios te salve a ti llamamos

Una mujer del encuentro


La desterró al paraíso
Solamente porque quiso
Darle gusto a la serpiente

Pero vos por tu poder


Del infierno lo ha sacado
A ese diablo disfrazado
Que sedujo a la mujer

Por tanto a ti suspiramos


En ese valle de penas
Que se rompan las cadenas
Te pedimos y aclamamos

Conocemos que pecamos


Ante los ojos divinos
Somos mortales e indignos
Te pedimos y aclamamos

Pero volviendo tus ojos


A los ingratos mortales
Se acabaron nuestros males
Y los divinos enojos

Dispensa nuestros enojos


Si son enojos los ruegos
Dale vista a tanto ciego
El ciego pide la vista

Oh clemente, oh piadosa
Oh dulce Virgen María
Nuestro Jesús en el huerto
De aquella madre bendita
Gozos a San Rafael

Con viva fe y alegría


Diga todo labio fiel:
Oh Divino Rafael.
Sé nuestro médico y guía.

Siendo ya Tobías anciano


Por añadidura ciego
Manda su hijo a Gabelo
Por un dinero prestado
Pues su fin era cercano
Como ya lo presentía.

Le dice con amargura


Vete con el Dios del Cielo
Pero lleva la escritura
Para cobrar el dinero
Quedo yo sin mi consuelo
Sin mi luz y mi alegría.

Al punto el hijo convino


Y su viaje se prepara
Mas solamente repara
En que no sabe el camino
Pero el auxilio divino
Su obediencia dirigía.

Un joven se le presenta
Y se ofrece acompañarlo
Y estar cada día a su lado
Hasta que a su casa vuelva.
El hijo a su Padre cuenta
De esta feliz compañía.

Del Tigris en la corriente


Un feroz pez se ocultaba
Que devorar intentaba
A este joven inocente
Pero el ángel prontamente
Detuvo su alevosía.

Con sin igual compañero,


Del joven cuida Rafael
Y en la casa de Ragüel
Lo deja y se va a Gabelo
A recibir el dinero
Que le adeudara a Tobías
Vuélvese a su compañero
Con la deuda cancelada
Y con singular esmero
Le aconsejó se casara
Con la hermosísima Sara
Porque así Dios lo quería.

Celebrando el desposorio
Vuelven los tres a Tobías
Al anciano que creían
Que se hallaba en abandono
Pero el nuevo matrimonio
Le devuelve la alegría.

Otros singulares bienes


El Ángel trajo al Patriarca
Pues con la dote de Sara
Se aumentaron sus haberes,
Y por milagro patente
Volvió a ver la luz del día.

Bendita sea tu pureza


y eternamente lo sea
pues todo un Dios se recrea
en tan graciosa belleza
a ti Celestial Princesa
Virgen Sagrada María
Yo te ofrezco en este día
alma, vida y corazón
Mírame con compasión
no me olvides Madre mía

Y danos tu Bendición
que sea la del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo
San Rafael Arcángel. Ruega por nosotros.

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