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CARTA DE UN HIJO ADOLESCENTE

Expulsado de las plácidas playas de mi niñez y arrojado a las


aguas turbulentas de mi adolescencia, necesito un puerto de
llegada para definir el rumbo de mi travesía. En este momento de
cambios, que llaman crisis, corro el riesgo de perderme y tengo la
oportunidad de encontrarme. Busco mi identidad como persona y
debo darle un sentido a mi vida. Mi rebeldía es el “gateo” hacia mi
independencia, y me desafía para que alcance mi caminar con
libertad comprometida.
Mi ebullición sexual me desafía a definirme como persona,
comprometiéndome en el amor.
Mi desorientación ante los valores ofrecidos me desafía a
jugarme por ellos con decisión y criterios propios.
Mi temor y mi inseguridad ante el futuro me desafían a tener el
valor y el coraje para encarar con esperanza mi vida como tarea.
Mi efervescente fantasía me desafía para que ensaye en sueños
los que serán mis proyectos de mañana.
Mi confuso sentimiento de culpa me desafía para que alcance
una recta conciencia moral, para juzgar mis conductas.
Mi doloroso sentimiento de soledad me desafía para el encuentro
conmigo y para la convivencia y comunión con mis hermanos.
Mi vacilante valoración de mí mismo me desafía para que busque
y logre la seguridad de mi autoestima.
Mi incertidumbre vocacional me desafía para que encuentre mi
modo de inserción social, prestando un servicio a Dios y al prójimo.
Y en esta encrucijada de mi vida necesito de ti:
que me descubras,
que me comprendas y valores,
que me aceptes y me AMES como la persona que soy.
Espero de ti la guía de tu palabra, avalada con el testimonio de
tu vida, como un MODELO para mi camino.

Tu hijo adolescente

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