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¿CÓMO NOS CONSUELA DIOS CUANDO MUERE UN SER

QUERIDO?
2 Corintios 1:3-7.

Predicado por el Presbítero: Diego Teh Reyes, el miércoles 10 de abril


2019, a las 10:00 horas, en la funeraria Ramírez, durante el velorio del
hno. Bernardo Sosa, padre de Miriam y de Rubén Sosa Sosa,
miembros de la iglesia “El Divino Salvador”.
 
INTRODUCCIÓN:  Aunque por nuestra fe, tenemos la seguridad de
que nuestro ser querido se ha ido a estar con el Señor, y que está
vivo, y que ahora mismo se encuentra en el cielo, todavía hay pesar y
dolor en el corazón, especialmente de quienes convivieron con él de
manera muy cercana.  Como esta situación de la muerte, aunque la
libramos algunas veces en la vida, y nuestros seres queridos la libran
también algunas veces, finalmente es inevitable; y cuando un ser
querido se nos va de esta vida, nos duele, y entonces, queramos o no,
necesitamos consolación.  Una palabra amable que nos inspire
seguridad, siempre la necesitamos; por lo que ¿quién es mejor para
darnos consuelo en estas circunstancias, sino Dios?
   En nuestra lectura bíblica de 2 Corintios 1, al final de versículo 3, el
apóstol Pablo nos dice acerca de Dios que Él es: “Dios de toda
consolación”, por lo que podemos estar seguros que Él tiene algo que
decirles hoy para dar consuelo a ustedes que sienten profundamente
la partida de don BERNARDO SOSA.  Como el consuelo de Dios llega
a nuestras vidas por medio de Cristo el Hijo de Dios, el apóstol Pablo
describe la cantidad de la consolación disponible, diciendo
que: ABUNDA TAMBIÉN por el mismo Cristo NUESTRA
CONSOLACIÓN” (2 Corintios 1:5b).
   Pero, ¿cómo nos consuela Dios? En el mensaje de este momento,
les voy a compartir, que cuando nuestros seres queridos cristianos
parten hacia la eternidad, Dios nos consuela por medio del
conocimiento de sus promesas. / ¿Cuáles son las promesas por medio
de las cuales Dios nos consuela cuando nuestros seres queridos que
son cristianos, parten hacia la eternidad? / Voy a compartirles tres de
estas promesas consoladoras.
   La primera promesa consoladora por medio del cual Dios nos
consuela cuando nuestros seres queridos parten hacia la eternidad,
es:

I.- CON LA PROMESA DE DESCANSO. 


   Uno de los beneficios de los trabajadores según nuestra Ley Federal
del Trabajo es gozar de un día de descanso semanal, pero también de
un período de vacaciones anualmente para descansar de nuestros
trabajos. No es por pereza, pero anhelamos el día de descanso.  No
es por el dinero que nos pagan sin trabajar los días de nuestras
vacaciones, sino lo que anhelamos es el descanso.

   Cuando una persona ha estado enferma durante mucho tiempo,


cuando una persona ha vivido enfrentando siempre muchas presiones
de la vida, uno anhela descansar de todas estas cosas.  Cuando
acudimos a Cristo, hay una promesa de descanso que nos consuela.
La promesa expresada en una bienaventuranza,
dice: “¡Bienaventurados los muertos que de aquí en adelante mueren en el
Señor! Sí, dice el Espíritu, para que descansen de sus arduos
trabajos” (Apocalipsis 14:13).  Nuestros seres queridos que creyeron
en Jesucristo, y que se mantuvieron fieles a él hasta el último
momento de sus vidas, reciben este descanso no solamente es de
trabajos, sino de aflicciones, problemas, pecados.  Ya no tendrán más
estas experiencias que estando en vida no fueron nada fáciles.
   Esto nos consuela porque Jesucristo “el Señor”, según sus propias
palabras, él es quien evita que el creyente vaya “… al fuego que no
puede ser apagado, / donde el gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se
apaga” (Marcos 9:43b-44).  Allí es donde van los que no creen en
Jesucristo.  Allí sí que no hay descanso.  Pero los que creen en Cristo
van al descanso eterno, nada menos que en la presencia celestial de
Dios.
.

   La segunda promesa consoladora por medio del cual Dios nos


consuela cuando nuestros seres queridos parten hacia la eternidad,
es:

II.- CON LA PROMESA DE RESURRECCIÓN.


   Creo que a ningún ser humano nos gustaría morir.  Nos gustaría vivir
para siempre.  Incluso, quienes voluntariamente recurren al suicidio,
muy en el fondo, si no fuera por su impotencia e incapacidad de
procurar la solución de sus problemas, en realidad anhelan vivir lo más
que se pueda disfrutando las bondades de la vida.  Pero, como la
muerte natural o accidental es inevitable, Dios tiene un consuelo para
satisfacer nuestro anhelo de vivir para siempre, y de tener siempre con
vida a nuestros seres queridos.

   Cuando Jesús visitó a las hermanas de su amigo Lázaro que ya


había fallecido, él le dijo especialmente a Marta: “Yo soy la resurrección
y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. / Y todo aquel que
vive y cree en mí, no morirá eternamente. …” (Juan 11:25, 26a).  El
apóstol Pablo, también a los Corintios, a quienes les estaba diciendo
que Dios es DIOS DE TODA CONSOLACIÓN, / el cual NOS
CONSUELA EN TODAS NUESTRAS TRIBULACIONES”, y
que “ABUNDA TAMBIÉN por el mismo Cristo NUESTRA
CONSOLACIÓN” (cf. 2 Corintios 1:3-5), también les había explicado
en una epístola anterior que: “en un momento, en un abrir y cerrar de
ojos, a la final trompeta; porque se tocará la trompeta, y los muertos serán
resucitados incorruptibles, …” (1 Corintios 15:52b).
   Esto es consuelo para nosotros, porque sabemos que nuestro ser
querido que murió siendo creyente en Jesucristo, no está perdido en el
olvido o en la aniquilación, pues, aunque su alma ya vive en el cielo
con Dios, un día su cuerpo resucitará recuperando su alma para ser
hecho perfecto una vez para siempre.

   La tercera promesa consoladora por medio del cual Dios nos


consuela cuando nuestros seres queridos parten hacia la eternidad,
es:

III.- CON LA PROMESA DE RECOMPENSAS.


   El Señor da buenas recompensas en esta vida presente a quienes
creemos en él. Jesús durante su ministerio terrenal anunció a las
gentes diciéndoles: “yo he venido para que tengan vida, y para que la
tengan en abundancia” (Juan 10:10). Vida abundante, es una
recompensa presente para los que creen en Jesús. Vale la pena creer
en él.  Aquellos que no han creído y recibido a Jesucristo como
salvador personal deben abrir su mente y su corazón creyendo en él
para tener esa vida abundante, o sea, una vida que disfruta al máximo
las bendiciones de Dios.   Pero, esto no es toda la recompensa para el
presente, pues el apóstol Juan en su primera epístola dice: “Amados,
ahora somos hijos de Dios” (1 Juan 3:2a).  Esto es otro beneficio
presente.
   Pero a la afirmación de que “ahora somos hijos de Dios”, san Juan
añade otra afirmación que tiene que ver con la eternidad, de la cual
dice: “y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser” (1 Juan 3:2b).  Es
decir, hay algo reservado para después de nuestro encuentro eterno
con Dios.  Será algo sorprendente que solamente sabremos de qué se
trata cuando ya estemos allá.  Pero, nuestro ser querido que ya se nos
adelantó, ya se ha llevado la mejor sorpresa de su vida.
   Allí hay moradas celestiales y eternas (cf. Juan 14:2).  Allí veremos a
los profetas, a los salmistas, a los poetas, a los apóstoles y, hasta a
Jesús mismo que es lo más relevante del cielo. Los redimidos de
todas las edades van a estar allí. Las huestes angelicales, millones de
ellas, nos esperan en el cielo. Pero, también veremos a nuestros seres
queridos ¡Qué recompensa más consoladora!   Por eso nos consuela
saber que nuestro ser querido ha partido para descubrir y recibir como
propias, las bendiciones eternas de Dios, preparadas solo para los que
creen y sirven a Jesucristo estando aquí en la tierra.

   CONCLUSIÓN: Todos los que hoy estamos aquí, que apreciamos la


vida y persona que ahora ha partido en su alma para encontrarse en
los cielos con su Señor y Salvador Jesucristo, nadie se sienta
desconsolado.  Hagamos nuestro, cada uno de los consuelos de Dios
que hoy hemos encontrado en la palabra de Dios.  Dios les consuela
con su promesa del verdadero descanso, con su promesa de la
resurrección, y con la promesa de que hay recompensas para los que
llegan con Él.  Que Dios consuele a cada uno de los presentes.

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