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Relación entre el Camino Neocatecumenal y el concilio Vaticano II

Enrique Bonete

Durante los primeros siglos de la iglesia, en un mundo completamente pagano, cuando alguien quería ser cristiano, y
por tanto bautizarse, se le iniciaba a través de un tiempo de catequización que, por ello mismo, se denominaba
"catecumenado". En nuestro contexto social de no creencia se ha visto cada vez con mayor claridad, por parte del
Magisterio, la urgencia de re-evangelizar a los católicos y proponer la fe a los alejados. En esta circunstancia eclesial
el "Camino Neocatecumenal" constituye un instrumento al servicio de los obispos dentro de las parroquias para
acercar a la fe cristiana a tantas personas que, por las presiones de la secularización, la han perdido o nunca la han
vivido en profundidad.

Cómo nació esta realidad eclesial? Tuvo su primer germen entre los pobres de las chabolas de "Palomeras Altas" de
las afueras de Madrid, alrededor del año 64. La experiencia del joven Kiko Argüello ( un laico y pintor español
convertido del existencialismo ateo) de que Cristo, "Siervo de Yahvé", estaba vivo y presente entre los más
miserables de aquellas chabolas, junto con la experiencia de Carmen Hernández (una misionera licenciada en
Química y Teología) de las novedades conciliares y del misterio pascual a través del liturgista P. Farnés en Barcelona,
fueron las semillas que, cayendo en el surco de las barracas llenas de miseria (delincuentes, ex presidiarios,
prostitutas, gitanos...), hicieron surgir una síntesis teológico-catequética ("Kerigma") que, con los años y en medio de
sufrimientos y dificultades, se desarrollaría como un camino de gestación a la fe o Neocatecumenado.

El entonces Arzobispo de Madrid, D. Casimiro Morcillo, al regreso del concilio, pudo conocer de cerca aquella
primera comunidad de las chabolas y se percató de que concretaba algunas de las novedades conciliares. Fue él
quien, con discernimiento pastoral, impulsó a Kiko y Carmen a llevar esta experiencia de evangelización y de
comunidad a las parroquias de Madrid, de otros lugares de España y de Italia. El redescubrimiento de la Vigilia
Pascual, con las renovaciones litúrgicas, catequéticas, teológicas, eclesiológicas que había diseñado el Vaticano II,
fueron tomando cuerpo en el Camino Neocatecumenal en la misma medida en que se extendía por todos los
continentes a través de numerosos "catequistas itinerantes" (presbíteros con seglares que abandonan sus trabajos y
hogares para evangelizar en cualquier parte del mundo requeridos por los obispos). Gracias a la fecundidad del
Concilio, aquellas semillas plantadas milagrosamente hace ya unos treinta años en los suburbios madrileños, han ido
germinando como instrumento de evangelización en las parroquias para abrir un camino de iniciación cristiana tanto
a los ya bautizados como a los paganos y alejados de la Iglesia. Esta iniciación cristiana de adultos actualmente está
presente en unas cuatro mil parroquias, con muy diferentes contextos socioeconómicos, repartidas en más de
setecientas diócesis de casi cien naciones de los cinco continentes.

El convencimiento - acrecentado por los años - de que el Camino Neocatecumenal concreta y potencia aspectos
fundamentales del concilio Vaticano II, me ha impulsado a escribir estas páginas para mostrar en qué medida el
Trípode (PALABRA-LITURGIA-COMUNIDAD) en que se apoya la pastoral de esta iniciación cristiana de adultos no
podría concebirse, ni llevarse a la práctica parroquial, sin el respaldo que los documentos conciliares expresamente
le concede. Es justamente desde el espíritu y la letra de estos documentos, desde donde cabe comprender la
fecundidad espiritual del Trípode en que se basa este camino. Vamos a comprobar la estrecha armonía que existe
entre el Camino Neocatecumenal y el Vaticano II, tanto en lo que se refiere a los modos y contenidos de la
predicación e interpretación de la Escritura (PALABRA) , como a las formas renovadas de celebrar los sacramentos
(LITURGIA), y a la eclesiología que se vive en la comunión entre los hermanos (COMUNIDAD). Soy consciente de que
el tema requeriría un estudio más extenso que el que cabe presentar en esta revista. Sin embargo, a pesar de la
brevedad, espero mostrar cuál ha sido, a mi personal entender, la contribución del Camino Neocatecumenal en la
puesta en práctica de muchas sugerencias renovadoras del Concilio. Es más, me atrevería a decir que justamente
una de las razones principales por la que este proceso de iniciación cristiana se ha revelado tan fecundo en distintas
zonas del mundo cabe encontrarla en que ha sabido canalizar, sintetizar y hacer vivir a amplios sectores de la Iglesia
- curas, fieles laicos, religiosos - en el seno de miles de parroquias dimensiones fundamentales del Concilio.
Sobre la Palabra

Relevancia de la Escritura.

Es bien sabido que la Palabra de Dios es uno de los pilares fundamentales de este proceso de iniciación a la fe. El
contenido esencial de las primeras catequesis para constituir la comunidad se extrae de la Palabra, cuyo centro es
Jesucristo, su muerte y su resurrección ("Kerigma"). Todas las semanas hay en las comunidades una Celebración de
la Palabra, preparada por un grupo de hermanos que proclama textos del Antiguo y del Nuevo Testamento. Se
escucha con suma atención, se medita, y ante ella se responde personalmente. Siendo siempre Jesucristo el centro
de la Palabra. Según la fase del camino en que se encuentre cada comunidad se entra en la escritura desde aspectos
distintos (conceptos, personajes, temas, etapas, libros ...). A la luz de la Palabra se va modelando la fe y la moral de
los que la escuchan.

Se podría afirmar que todo lo que se vive durante años en las comunidades en torno a la Palabra de Dios sólo ha sido
posible gracias a la Constitución Dogmática Dei Verbum; la interpretación "cristocéntrica" de la Escritura (DV 17,18),
la insistente presentación del ambiente cultural judío (DV 12) de los textos principales que introducen a las distintas
etapas del camino, la importancia que se concede al Antiguo Testamento y a la unidad de ambos Testamentos (DV
15-16), la constancia en apoyar las interpretaciones de la Escritura en textos de los Santos Padres, de la Tradición y
del Magisterio (DV 10), la difusión de Vocabularios Bíblicos y de la Biblia de Jerusalén en las comunidades por sus
rigurosos paralelos y aclaratorias notas exegéticas (DV 25), el tiempo dedicado a escrutar personalmente la Escritura
en uno de los pasos de este itinerario de fe, y por último, el presupuesto hermenéutico que subyace a todas las
celebraciones de que a través de la proclamación de la Palabra en un contexto orante se establece un diálogo entre
Dios y el hombre (DV 25)...

Afirmar, como se ha hecho en algunas ocasiones, que las alegorías con las que Kiko interpreta la Escritura son
favorecedoras de su propia trayectoria religiosa y determinan todas las posibles interpretaciones en el Camino, es
olvidar que en miles de comunidades repartidas por el mundo se proclaman todas las semanas centenares de textos
distintos, y miles de catequistas y presbíteros predican desde su propia experiencia de fe y conocimiento de la
Escritura apoyándose en textos bíblicos del momento litúrgico. Evidentemente no todos los hermanos de las
comunidades, entre los que hay de muy distinto nivel cultural y social, no todos los catequistas, poseen
conocimientos rigurosos de los métodos histórico-críticos de interpretación de la Escritura. Pero este acceso no
agota toda la riqueza espiritual y vital de los textos bíblicos. Hay otros niveles de lectura (la hermenéutica alegórica,
literaria, existencial, mística, modélica, moral ...), que sin negar las aportaciones científicas de la exégesis
contemporánea, acercan de una manera más penetrante y viva la Escritura a los problemas humanos en los que
están inmersos quienes se sitúan ante la Palabra. Y ésta es también una de las aportaciones más llamativas del
Camino Neocatecumenal : la capacidad de acercar, de manera profunda y sencilla a la vez, el acontecimiento
salvífico de Cristo a través de un lenguaje directo y liberador. Lo que para tantos católicos no era más que un
voluminoso libro de adorno en sus casas, que no sabían comprender ni relacionar con sus vidas, tras el paso por esta
iniciación cristiana se convierte en un libro vivo e iluminador de sus diversas situaciones históricas; siendo así
posible, como dice el Concilio, que "llena más y más los corazones de los hombres" (DV 26).

b. Antropología bíblica

Por otra parte, se ha subrayado en alguna ocasión, que la antropología que se transmite a través de la predicación de
la Palabra en el Camino Neocatecumenal es "pesimista". A mi modo de ver, el término pesimista y su contrario
optimista, no son los más adecuados para expresar lo que es el hombre según la Revelación, según la Tradición de la
Iglesia, según el Vaticano II y según el Camino Neocatecumenal. El problema es mucho más serio. Desde el Gn 3 y sus
implicaciones en la historia de la salvación, pasando por Rm 7,14 , Hb 2,14-15, etc..., se constata una antropología
según la cual el hombre vive, como dice la misma Gaudium et Spes, en una lucha y sometido a esclavitud. Y ésta es la
que hay que hacer patente a los hombres para que pueda ser acogido el Evangelio, la resurrección de Cristo, como
una buena noticia, como una "liberación de las ataduras del pecado y del miedo a la muerte. Los párrafos del 10 al
18 de este gran documento exponen sin duda la base antropológica que subraya la predicación del Kerigma en el
Camino Neocatecumenal, ya desde las primeras catequesis de los años sesenta. Aquellos textos conciliares ilustran
magistralmente cuál es la situación existencial de todo hombre. Y por otro lado, el n. 22 nos expresa el hombre
nuevo, los frutos liberadores de la resurrección de Cristo. Sería deseable que los lectores meditasen el n. 13, que
refleja la situación del hombre al que hay que predicar el Evangelio.
Igualmente, afirmar, que la concepción de la sociedad que se posee en las comunidades es también pesimista, por
cuanto aquella combate a Dios, supone olvidar que la misma Gaudium et Spes recalca, junto a los aspectos positivos
de las sociedades avanzadas - que nadie sensato podría negar -, los males que en ellas se desarrollan, derivados del
corazón humano: " Es cosa cierta que las perturbaciones, tan frecuentes en el orden social, provienen, al menos
parcialmente, de la misma tensión de las estructuras económicas, políticas y sociales. Pero más radicalmente
proceden de la soberbia y egoísmo del hombre, que pervierten también el ambiente social. Pues cuando la realidad
social es afectada por las consecuencias del pecado, el hombre, que nace ya inclinado al mal, encuentra
continuamente nuevos alicientes para el pecado, que ya no puede superar si no es con grandes esfuerzos y con la
ayuda de la gracia. (GS 25). Y este enfoque del Vaticano II sobre el hombre y la sociedad al igual que el del Camino
Neocatecumenal, procura ser fiel a datos esenciales de la Revelación. Está presente en una parte sustancial de esta
Constitución dogmática (36, 37, 38, 39, ...), y se inspira en el texto de Rm 12,2 ("No os acomodéis al tiempo
presente"), recogido en el n. 37, justamente el que analiza la actividad humana en la sociedad viciada por el pecado.

Sobre la liturgia

Hablando de la espiritualidad del Camino Neocatecumenal se ha llegado a afirmar que es más propia del monacato
que del laicado, porque los miembros de las comunidades, a partir de una de las etapas del itinerario de fe, rezan
individualmente - y unidos los matrimonios - todos los días Laudes, y con la comunidad en Adviento y Cuaresma. Y
también porque viven la liturgia - y especialmente la Eucaristía - con la solemnidad y el ritualismo propios de los
monjes y monjas de clausura, consumiendo energías y tiempo en "interminables" liturgias.

Cuando se oyen - o se leen - estos comentarios, uno tiene la impresión de que no se conoce la trascendencia que
concede el Vaticano II en la Constitución Sacrosanctum Concilium tanto a la Eucaristía como al Oficio Divino y a los
Tiempos Litúrgicos. Sin este texto conciliar, tan reformador y fomentador de la Liturgia, no se comprendería la
solemnidad y la riqueza participativa de las celebraciones eucarísticas en las comunidades. Además, no es casualidad
que el Trípode del Neocatecumenado sea "Palabra-Liturgia-Comunidad", pues emana directamente de los propios
textos conciliares, y en concreto de SC (6, 7, 9, 10).

Y si son tan fecundos los frutos cristianos que el Vaticano II atribuye a la Liturgia en los textos indicados más arriba, y
en concreto a la Eucaristía, qué hay de malo en celebrarla solemnemente, con toda la riqueza de signos, con la
máxima participación de los fieles ( como se recomienda también en SC 30, 35, 48), si constituye la fuente, la fuerza
y la cumbre de la vida cristiana? Teniendo presente este documento conciliar, cabe pensar que los laicos no estamos
llamados a disfrutar de los dones que el Espíritu Santo derrama en las celebraciones eucarísticas? No parece que el
Concilio restrinja la riqueza de la Eucaristía para los monjes y las monjas. Ni tampoco se puede afirmar desde este
mismo documento que rezar Laudes o Vísperas, en definitiva, que el Oficio Divino, sea específico del monacato o
vida consagrada. En el n. 100 podemos leer una recomendación conciliar que desde hace muchos años es vivida con
agradecimiento en todas las comunidades tras una intensa iniciación a la oración: "Se recomienda asimismo que los
laicos recen el Oficio Divino, o con los sacerdotes o reunidos entre sí, e incluso en particular".

Sin duda alguien puede pensar que hay muchas tareas sociales más urgentes que celebrar solemnes Eucaristías, o
salmodiar comunitariamente Laudes por la mañana antes de ir a trabajar, y que las energías de los laicos habría que
gastarlas dedicándose al mundo de la marginación, comprometiéndose con la sociedad, trabajando con
organizaciones no gubernamentales... Me consta que no son escasos los que trabajan en Cáritas y otras
organizaciones sociales católicas, al mismo tiempo que recorren los pasos de este camino de fe. Además, sé por
propia experiencia, que son cuantiosas las sumas de dinero y de bienes que con cierta regularidad - y siempre
discretamente - las comunidades reparten entre los más pobres de sus parroquias o entregan al obispo para las
necesidades diocesanas.

De todas formas, teniendo en cuenta lo que recomienda el Concilio, igualmente cabría sugerir a los grupos cristianos
entregados a tareas sociales de todo tipo, sin duda valiosísimas y necesarias, que quizá están devaluando la
predicación de la Palabra de Dios, la Liturgia y la vida comunitaria. En el fondo, nos encontramos con enfoques
pastorales sensibles a diversas percepciones de la función de la Iglesia en el mundo actual. Sin embargo, lo que no
tiene ningún sentido es negar la inspiración conciliar de la espiritualidad y de la reforma litúrgica que se vive en este
camino de iniciación cristiana de adultos. Hubiera sido difícil su difusión internacional y su acogida por parte de los
laicos de diferentes clases sociales y niveles culturales, si no fuera porque concretan de manera viva aspectos
fundamentales de la renovación litúrgica impulsada por la Sacrosanctum Concilium.
Sobre la Comunidad

Las numerosas Comunidades Neocatecumenales están compuestas, como es bien conocido, de todo tipo de
personas: cultos, ignorantes, ricos, pobres jóvenes, ancianos, matrimonios, solteras, viudas, sacerdotes, monjas,
funcionarios, parados, obreros, médicos, maestros... Y además de todas estas diferencias de edad, sexo, rango y
situación profesional, las personas poseen distintos caracteres: los hay afectuosos y fríos, flexibles y dogmáticos,
pacientes y exigentes, obedientes y rebeldes, críticos y sumisos, orgullosos y humildes, inquietos y pasivos, seguros y
dubitativos, crédulos e incrédulos, astutos y sencillos., lobos y corderos... Hay de todo ! Una fauna humana
completa. Por ello mismo, uno de los aspectos más llamativos en estas comunidades es justamente que tan agudas
diferencias y barreras son poco a poco limadas por la fuerza del Espíritu Santo, suscitándose una comunión y
fraternidad tan duradera en años que sólo es explicable gracias a la acción de la Palabra de Dios y de los
Sacramentos vividos comunitariamente. Los defectos y pecados de las personas que están recorriendo este camino
de maduración en la fe, como de cualquier católico, pueden ser más o menos patentes. Pero también sus virtudes y
carismas que florecen gracias a la riqueza espiritual que, generalmente, se vive en las comunidades.

La insistencia del Neocatecumenado en que la fe ha de vivirse en pequeñas comunidades en nuestro contexto


secularizado proviene claramente de la eclesiología derivada de la Lumen Gentium. El concilio Vaticano II habla de la
Iglesia en distintos lugares como comunidad, y refleja también en muchos de sus textos, como hemos ya
comprobado, la estrecha unión del Trípode "Palabra - Liturgia - Comunidad". Según el Concilio, en las comunidades
locales, por pequeñas, débiles y pobres que sean, está presente la iglesia de Cristo. Se recalca el Trípode en este
documento cuando afirma que en las comunidades locales se congregan los fieles por la predicación del Evangelio de
Cristo y se celebra el misterio de la Cena del Señor a fin de que por el cuerpo y la sangre del Señor quede unida toda
la fraternidad (LG 26).

Por otra parte, la misión tan destacada de los laicos (unidos siempre a un presbítero que representa a la persona de
Cristo y al obispo, según LG 28) en todo el proceso evangelizador del Camino Neocatecumenal es sólo pensable
desde los números 30-38 de la Lumen Gentium. Este documento constituye un gran respaldo a la inmensa tarea
evangelizadora de centenares de catequistas itinerantes laicos que han salido de las comunidades, que abandonan
sus puestos de trabajo y su lugar de residencia para ir a cualquier parte del mundo, acompañados de presbíteros, a
predicar el Evangelio, sin ningún tipo de seguridad, a donde les llamen y les envíen los obispos. Asimismo, de las
comunidades se están ofreciendo numerosos matrimonios con sus hijos pequeños - son ya más de trescientas
familias - que tras abandonar sus casas, sueldos, parientes y países, se distribuyen por grupos, junto con presbíteros,
en zonas alejadas de la Iglesia, especialmente conflictivas y pobres, para predicar a Cristo Resucitado donde lo
soliciten y los envíen los obispos, colaborando así en la nueva evangelización. En realidad, están siguiendo una
práctica que ya existía con san Pablo (Rm 16,3 ss., Flp 4,3) y que sugiere también en el n. 33 de la Lumen Gentium.

La fe en comunidad, además de éstos, va suscitando y perfilando otros muchos carismas: diáconos, catequistas
locales ( de adultos, de jóvenes, de niños), acólitos, lectores, cantores, ostiarios, vírgenes, viudas, casados... También
surgen cada año de las comunidades numerosas chicas jóvenes que han ido sintiendo poco a poco, a través de las
Celebraciones de la Palabra y de las Liturgias, la llamada de Dios a consagrarse definitivamente a la vida monástica
(actualmente son casi quinientas chicas las que están entrando en monasterios de las más diversas órdenes
religiosas). Y asimismo, la reincidente predicación del Kerigma por parte de los catequistas, la vida sacramental
(Eucaristías y Celebraciones Penitenciales) y la fraternidad comunitaria, está siendo un continuo semillero de
vocaciones al presbiterado (han salido ya de las comunidades más de dos mil jóvenes para prepararse al sacerdocio,
ya sea en alguno de los 28 seminarios Redemptoris Mater repartidos por todo el mundo, o en los Seminarios de las
diócesis en que se ubican sus respectivas comunidades). Todas estas vocaciones y carismas para el servicio de la
Iglesia Universal que florecen en las comunidades son fruto de la continua escucha de la Palabra, de la fuerza de la
Eucaristía y de la vida comunitaria.

Por último no quisiera concluir este artículo sin referirme a la experiencia evangelizadora de los Seminarios
"Redemptoris Mater", sobre los que existe más de un prejuicio infundado: se piensa, por ejemplo, que los futuros
presbíteros están al servicio de Kiko, que no son diocesanos, que reciben una formación teológica a su aire... En
primer lugar, hay que tener presente el hecho de que los seminaristas reciben la formación teológica en las
Facultades más cercanas al seminario. En segundo lugar, en los seminarios que no cuentan con tales Facultades
están colaborando numerosos e importantes profesores de distintos centros teológicos y bíblicos. Impresiona la
disponibilidad y la fructífera colaboración que profesores de varios países ( la mayoría no mantienen ninguna
relación con el Camino Neocatecumenal) están ofreciendo en los seminarios dispersos por todo el mundo que, por
diversas circunstancias, no cuentan con centros teológicos cercanos. Creo que se está iniciando con estos profesores
itinerantes una nueva forma de enseñar teología, siempre vinculada a la Liturgia y a la Palabra. Y en tercer lugar, los
futuros presbíteros no están al servicio de Kiko, sino que dependen del obispo de la diócesis en la que se ha erigido
el Seminario Internacional, como señala el n. 10 del Decreto Conciliar "Prebyterorum Ordinis" (7 de diciembre de
1965) y el documento de la Sagrada Congregación para el Clero "Postquam Apostoli" (25 de marzo de 1980).

Una de las novedades de estos seminarios es la de conjugar la iniciación cristiana en comunidad con la formación
teológica y litúrgica específica de los presbíteros. En muy poco tiempo varios obispos han abierto estos seminarios
en sus diócesis. En la actualidad son ya más de veinticinco (Roma, Madrid, Varsovia, Medellín, Takamatsu (Japón),
Bangalore (India), Lima, Berlín, Santo Domingo, Brasilia, Estrasburgo...). Estos seminarios, además de su espíritu
misionero e internacional, son diocesanos, es decir, dependen plenamente del obispo, como indican sus estatutos y
reglas de vida, y como demuestra la experiencia de estos años en las diócesis donde han sido ordenados ya un total
de 200 presbíteros. La mayoría de ellos están insertados en la pastoral de las parroquias de la propia diócesis, y una
parte ya ha sido enviada en misión por el propio obispo.

Por todo lo dicho en este breve trabajo, creo que queda suficientemente claro que el Trípode que sostiene toda la
pastoral neocatecumenal coincide con dimensiones fundamentales del concilio Vaticano II. De hecho , através del
Neocatecumenado, las cuatro grandes Constituciones Conciliares: "Dei Verbum (PALABRA), "Sacrosanctum
Concilium" (LITURGIA), "Lumen Gentium" (COMUNIDAD), y "Gaudium et Spes" (MISIÓN DE LA IGLESIA EN EL
MUNDO ACTUAL), se han ido convirtiendo desde finales de los años sesenta en fuerza evangelizadora para que sea
anunciada la buena noticia de la muerte y resurrección de Jesucristo (EL KERIGMA) - oportuna e inoportunamente -
tanto a los católicos que necesitan ser fortalecidos en la fe, como a los alejados de la Iglesia que anhelan ser
iniciados en el Cristianismos.

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