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Los rayos X son radiación electromagnética, del mismo tipo que la luz visible, las

microondas
empleadas para calentar los alimentos o las ondas de radio que emite y detecta
nuestro
teléfono móvil. Su longitud de onda oscila entre 0,001 nm y 10 nm (1 nm = 10-9 m).
Son
invisibles y, además, muy energéticos.

Esto hace que atraviesen obstáculos con facilidad, y esta característica es la que
resulta tan útil en medicina. En efecto, cuando un haz de rayos X llega a nuestro
cuerpo, atraviesa las partes blandas, como los músculos, pero es absorbido por las
partes más duras: los huesos. Por eso, si colocamos una pantalla adecuada tras la
parte del cuerpo que queremos examinar, obtendremos una imagen del interior del
organismo, con los huesos claramente diferenciados.

La mayoría de las radiografías — incluyendo las de las piernas, la cabeza, los


dientes o el tórax— no expone los órganos reproductores a un rayo X directo, y se
puede usar un delantal deplomo para proporcionar protección de una dispersión
radioactiva.
La excepción son las radiografías abdominales, que exponen tu abdomen — y a tu
bebé —alrayo X directo. El riesgo de daño al bebé depende de su edad gestacional
y de la cantidad de exposición a la radiación. La exposición a una dosis
extremadamente alta de radiación en las dos primeras semanas después de la
concepción puede resultar en un aborto espontáneo.
Pero estos niveles de dosis no se usan en los diagnósticos basados en imágenes.
La posibilidad de que una radiografía durante el embarazo cause daño a tu bebé no
nacido es muy pequeña. Generalmente, los beneficios de la información diagnóstica
de una radiografía
superan el posible riesgo para el bebé. Pero si te han hecho un gran número de
radiografías abdominales en un corto tiempo antes de que supieras que estabas
embarazada, tu bebé
podría verse afectado.

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