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La Teoría Del Apego: April 2018
La Teoría Del Apego: April 2018
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Humberto Persano
Universidad de Buenos Aires
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Introducción
El ser humano nace en un estado de profundo desvalimiento y ello implica una profunda
dependencia de otro ser humano para poder sobrevivir. Específicamente, el ser humano
depende, durante un período muy prolongado de la madre, o de quien desempeñe la fun-
ción maternante. Durante estas primeras etapas la alimentación es el punto de encuentro
más importante con el otro, implica un lugar de soporte inicial indispensable. El estado
de desvalimiento es una condición innata en los seres humanos producto de la profunda
dependencia. Sus manifestaciones se evidencian a través de diversos estados emocionales
arcaicos absolutamente necesarios para poder comunicar al otro ese estado de desvalimien-
to y lograr su auxilio.
Los niños cuando se sienten desvalidos, están angustiados, suelen expresarlo través del
llanto, que implica una señal de auxilio para la madre. Si ella no acude en su ayuda opor-
tunamente, el niño cae en un estado de desilusión que se manifiesta por una caída del tono
emocional. Como veremos en otro capítulo de este libro, Margaret Malher denominó a esta
modalidad de respuesta “bajada del tono” y se caracteriza porque los niños experimentan
una pérdida de interés en el ambiente, una disminución de la movilidad y de la gestualidad;
a su vez, también presentan una preocupación concentrada en su interioridad, su estado
pareciera como si evocaran imágenes (Mahler, M.; Pine, F.; Bergman, A. 1975).
La caída del tono emocional es un paso más en el reclamo de atención, va más allá de la
angustia, implica que el niño ha estado angustiado por un tiempo considerable, hasta que
ha caído en la cuenta de que el otro no acude en su auxilio. Sin embargo, si la madre acude
en su auxilio la “bajada de tono” desaparece; si en lugar de la madre acude otro en su auxilio
el niño llora. Si el niño continúa en soledad, implica que él/ella ha permanecido un tiempo
prolongado sin el soporte o auxilio del otro; ha emitido una señal de auxilio y la misma no
ha sido interpretada o satisfecha adecuadamente, ya sea porque el agente de cuidado no es-
taba disponible o porque no responde con la suficiente empatía para satisfacer las necesida-
des del niño. En consecuencia, si el niño/a expresa su disgusto y no recibe respuesta frente
a su demanda de auxilio experimentará tristeza.
Estas vicisitudes del desarrollo del niño y la importancia de la presencia de otro ser
humano para su constitución psíquica fueron estudiadas y mejor explicadas a partir de
los aportes realizados por la Teoría del Apego desarrollados por John Bowlby (1969). Para
desarrollar este marco conceptual teórico Bowlby aplicó los aportes de la Etología al Psicoa-
nálisis.
El Apego
El apego (attachment) es la tendencia a establecer lazos emocionales íntimos con indi-
viduos determinados como un componente básico de la naturaleza humana, presente en
forma embrionaria en el neonato y que prosigue a lo largo de toda la vida. El apego es el
vínculo afectivo que une una persona a otra, específica, claramente preferida y diferenciada.
La figura de apego es vivida como más fuerte y protectora. El vínculo de apego mantiene
unidas a la díada a lo largo del tiempo. El aspecto central del apego es que confiere una sen-
sación de seguridad, protección y confort. Surge como una respuesta innata que aumenta
la probabilidad de supervivencia en el niño recién nacido (Olza-Fernández, I. et al. 2014),
(Bowlby, J. 1969).
La Teoría del Apego es una teoría acerca de la importancia que desempeña el apego en el
desarrollo de la constitución mental del infante humano, su desarrollo emocional, la adqui-
sición tanto de seguridad, como confianza y confort. También, postula la importancia que el
medio ambiente tiene en la organización psíquica, así como también las consecuencias que
la separación emocional produce en el bebé sobre su desarrollo psíquico. Los estudios sobre
la separación afectiva llevados a cabo por autores como Spitz, Robertson y Harlow demos-
traron las consecuencias negativas que la separación afectiva produce sobre el desarrollo
emocional tanto del infante humano como de los infantes primates.
El concepto de apego (attachment) no es asimilable al concepto de vínculo (bonding),
aunque existen relaciones entre ambos conceptos. Para aclarar las diferencias entre apego
y vínculo podemos decir que un individuo puede estar vinculado a más de una persona,
pero siempre se trata de un número pequeño de personas. El vínculo según Bowlby es un
lazo relativamente duradero que se establece con un compañero, mientras que el apego es
una disposición para buscar proximidad y contacto con una figura específica y su aspecto
central es la constitución de una sensación de seguridad. Tanto el vínculo afectivo como el
apego, son estados internos (Paes Ribas, A.; Seidl de Moura, M. L. 2001). El apego implica
la búsqueda de proximidad por parte del niño, mientras que el vínculo refleja un proceso
similar de naturaleza inversa; desde los padres hacia el niño.
La figura de apego surge como la persona que está disponible para satisfacer las necesi-
dades del bebé. Esto implica estar la mayor parte del tiempo presente para que se desarrolle
un vínculo de apego. La disponibilidad no sólo es temporal, sino que la figura de apego debe
estar disponible también emocionalmente para el bebé y que tenga respuestas empáticas
para con el niño. Bowlby pensaba que el vínculo de apego está determinado por fuertes
raíces biológicas y que la alimentación no es necesariamente el origen de las conductas de
apego entre el bebé y el cuidador.
Como todos nacemos en una condición natural de estado de desvalimiento, podemos
llegar a presentar diversos grados de perturbaciones, si el aporte emocional del otro no está
disponible. Por lo tanto, para el desarrollo de la personalidad es muy importante, que en los
primeros años de vida, el niño tenga una figura de apego significativa; generalmente esta
función es desempeñada por la madre, si ella no está disponible la tarea la realiza algún otro
sustituto que desempeñe ese rol. La figura de apego es importante porque posibilita darle
seguridad al niño, puesto que alguien acudirá en su auxilio cuando él/ella lo necesite y en
consecuencia, progresivamente podrá esperar la llegada de ese auxilio por períodos cada
vez más prolongados. En un determinado momento de su desarrollo el infante tendrá la
suficiente confianza básica para saber que ese aporte llegará. Esta ritmicidad de secuencias
de frustración-gratificación es lo que resuelve la angustia por desvalimiento inicial en los
pequeños, puesto que la llegada de la gratificación es lo que queda inscripto como calidad
de experiencias de satisfacción. Éstas posibilitan esperar la llegada del placer, luego de ex-
periencias dolorosas y frustrantes como acontece con el hambre.
Sistemas Motivacionales
El ser humano nace con una serie de sistemas motivacionales interrelacionados, con el
objetivo de promover la satisfacción y la regulación de las necesidades básicas. Entre estas
necesidades se destacan, especialmente para el infant, la búsqueda de protección, llevada a
cabo por personas específicas, la cual resulta determinante y primordial para su desarrollo
saludable. La teoría del apego postula que diversos sistemas motivacionales interactúan en-
tre sí en forma compleja.
Los sistemas motivacionales y conductuales son:
• El sistema del apego.
• El sistema de la afiliación (pertenencia a grupos).
• El sistema de alimentación.
• El sistema sexual.
• El sistema exploratorio.
Un sistema es un conjunto de respuestas o un repertorio de conductas cuyo objetivo
es satisfacer un tipo específico de necesidad. Estas conductas se acompañan de factores
emocionales. Cada sistema puede ser activado, en un determinado momento, en respuesta
a determinados estímulos tanto internos como externos. Algunos sistemas pueden ser acti-
vados al mismo tiempo y de manera sinérgica (Marrone, M. 2001).
Apego y Emociones
Más recientemente Jaak Panksepp (1989; 1998) ha propuesto diversos sistemas cerebrales
independientes que subyacen a las emociones en los mamíferos y entre ellos el ser humano,
tal como fuera expuesto por Mac Donald (1991). A continuación, se explicitan los mismos.
• El sistema de Expectativa Anticipatoria es un sistema de apetencia que funciona para
que el mamífero se ponga en contacto con lo que necesita para sobrevivir desde su
medio ambiente. A su vez, es un sistema de recompensa que le provee un sentimiento
subjetivo de placer cuando la misma es obtenida; además provee una sensación posi-
tiva frente a la inesperada recompensa recibida.
• El sistema de Enojo-Furia es un sistema defensivo que subyace a la agresión predato-
ria y a la furia.
• El sistema de Temor-Ansiedad implica la capacidad de responder a la amenaza con
temor y/o huida.
• El sistema de Separación-Distress-Pánico es un sistema que interviene en la aflicción
que sobreviene ante la separación, tal como fuera descripto en la teoría del apego por
Bowlby (1973), y que se ocupa de la búsqueda de proximidad.
• El sistema Lúdico o de Satisfacción Sexual participa también en el placer subjetivo que
provocan las actividades lúdicas sociales y las aproximaciones eróticas y sociales que
acontecen frecuentemente entre los mamíferos.
En todos los sistemas motivacionales intervienen diversas emociones, que están pre-
sentes en las propias motivaciones y que también se desencadenan por los estímulos que
provienen del medio ambiente. Como se expresa en referencia a las emociones, Panksepp
(1998) sugiere que las emociones primarias están determinadas genéticamente y que por
ello se encuentran presentes en todos los niños, sin embargo, dichas emociones se moldean
a través del intercambio con el ambiente que la vida ofrece.
Observaciones naturalísticas
El primer grupo de experiencias se desarrolló en Estados Unidos, mediante observa-
ciones directas en salas de Pediatría del Mount Sinai Hospital de Nueva York, que fueron
llevadas a cabo por René Spitz; quien siguiendo antiguas observaciones que apuntaban que
los niños en las casas de expósitos, como se denominaba a los asilos para niños, confirmó
que los niños deprivados emocionalmente se iban poniendo cada vez más tristes y morían
de la propia tristeza. Spitz observó que los niños hospitalizados durante períodos prolon-
gados y que habían perdido el contacto con la figura de apego materna, desarrollaban un
tipo de condición caracterizada por el llanto, la falta de interés y permanecían en sus camas
sin voluntad para levantarse. A esta aflicción la denominó depresión anaclítica (Spitz, R.A.
Wolf, K. 1946).
La depresión anaclítica es la consecuencia de la deprivación emocional sobre el propio
niño, es provocada por la separación afectiva prolongada y se manifiesta a través de dife-
rentes estados. El primer estado luego de la deprivación emocional se manifiesta a través
de la caída del tono emocional; lo cual implica, que el bebé se encuentra hiporeactivo, es
decir que responde poco a los estímulos. Este fenómeno es un indicador de que el peque-
ño ha estado un tiempo prolongado en estado angustioso y que ha caído en la cuenta de
que el auxilio materno no llega y en consecuencia sufre una desilusión significativa. Como
consecuencia de ello, el niño se entristece y luego se deprime; cae su tono emocional, no
se muestra reactivo al medio, no responde a estímulos del propio medio ambiente, tiende a
estar más dormido. Se refugia en el sueño y en la autosensorialidad.
Lo que descubrió Spitz fueron las consecuencias de la separación afectiva de la figura de
apego estable en la mente del niño. Estos niños hospitalizados eran asistidos adecuadamen-
te, el personal de enfermería cubría minuciosamente sus necesidades, cuidados personales
y nutricionales; sin embargo, este personal rotaba cada seis horas, entonces estos niños,
cuando transcurría un tiempo lo suficientemente prolongado sin una figura significativa de
apego, desarrollaban una condición de irremediable desnutrición denominada marasmo,
donde la mayoría de ellos moría. A pesar de que ellos eran alimentados parenteralmente,
no respondían al aporte nutricional y morían por infecciones intercurrentes. Los niños que
están en estado de deprivación, suelen sufrir una caída del tono emocional, tienen poco
interés por succionar o por aceptar la alimentación.
Muchos casos de desnutrición infantil están asociados a estos problemas, donde la co-
existencia de un medio ambiente poco facilitador, desde el punto de vista del aporte nutri-
cional, también lo es desde el punto de vista de aporte emocional. En consecuencia, esos
niños se encuentran en una severa situación de riesgo. Es decir, cuando los niños presentan
una caída del tono emocional, ya pueden ser considerados niños en riesgo. Se los considera
vulnerables porque no pueden resolver por sí solos la adquisición de los aportes nutriciona-
les. Inclusive, si la alimentación no está acompañada de un soporte emocional significativo,
esos niños pueden llegar a rechazar el alimento ofrecido.
Los niños del estudio de Spitz cuando llegaban a la condición crítica de marasmo, aun-
que luego lograran adquirir una figura de apego significativa, presentaban una condición de
innegable irreversibilidad. La condición de irreversibilidad está determinada por un punto
crítico; puesto que una vez que ya se han inscripto experiencias de abandono significati-
vas, el niño comienza a desinvestir progresivamente el mundo externo; aunque a posteriori
aparezca nuevamente una figura de apego, el momento crítico ya ha sido franqueado. Por
ello, los niños estudiados por Rene Spitz parecían carentes de expresividad emocional, no
reconocían ni siquiera el auxilio externo. Por más que tenían el aporte nutricional adecua-
do, al haber carecido del aporte emocional adecuado, los niños rechazaban el alimento y
en algunos casos también rechazaban a la figura de cuidado. Esta condición se observa en
aquellos niños que han padecido experiencias vinculares demasiado negativas.
La alimentación humana sin una figura social de sostén resulta imposible. Este fenómeno
en el marco del amamantamiento natural se resuelve en buena medida, porque existe un con-
tacto físico, lo cual implica un encuentro regular con una figura de apego. El niño asocia el
aporte nutricional junto con experiencias emocionales de naturaleza placentera. Si la alimen-
tación es artificial (biberón), ello no implica que no ocurra el contacto piel a piel con la mamá,
porque ella también puede hablarle, tocarlo, mirarlo mientras lo está amamantando; aunque
la situación ideal sería que ambos estén en contacto piel a piel y amamantamiento natural.
Entender la problemática de lo que implica la pérdida afectiva, implica comprender la
importancia que tiene la Teoría del Apego desarrollada por Bowlby. La pérdida afectiva,
deja un impacto en la mente de los niños lo suficientemente importante como para que se
desarrolle; primero una caída del tono emocional; luego cuadros mucho más graves, como
son las depresiones anaclíticas infantiles y en situaciones extremadamente graves cuadros
terminales como es el marasmo infantil.
Las observaciones de Spitz fueron plasmadas en un film que él mismo desarrolló deno-
minado Enfermedades psicogénicas en los niños (Spitz, R.A. 1952) y que sirvió para cambiar
las modalidades de atención de los niños en los servicios de Pediatría. Sus observaciones
permitieron cambiar para siempre la hospitalización de los niños quienes siempre deben ser
acompañados por sus padres.
Observaciones Sistemáticas
El segundo tipo de experiencias realizadas que posibilitaron confirmar la teoría del ape-
go se refiere a las observaciones directas sobre las consecuencias que produce la separación
afectiva materna sobre los niños. Estas observaciones fueron registradas en forma sistemá-
tica mediante films y fueron llevadas a cabo por un matrimonio de investigadores ingleses
que se dedicaron a la observación de niños. Estas observaciones sistemáticas se plasmaron
en el film A Two-Year-Old Goes to Hospital (Robertson, J. 1952). Sus estudios también veri-
ficaron la teoría del apego; se trata de James Robertson y Joyce Robertson. Ellos colaboraron
con Bowlby explorando las consecuencias de la pérdida afectiva, motivada por las experien-
cias de separación entre la madre y el niño, debida a procesos de hospitalización materna.
Aquellos niños pequeños que eran separados por períodos prolongados de sus madres ex-
presaban ciertas fases descriptas por el propio James Robertson y John Bowlby (1952) frente
a la pérdida afectiva y que luego fueron corroboradas por estudios empíricos (Ainsworth,
M. & Bowlby, J. 1991). La secuencia de dichas fases es la siguiente:
Observaciones Experimentales
El tercer tipo de investigaciones llevadas a cabo acerca de la importancia de la prime-
ra relación amorosa con la madre o con un subrogado materno y las consecuencias de la
deprivación emocional fue desarrollado por Harry F. Harlow, psicólogo e investigador de
la conducta de monos rhesus en el laboratorio de primates de la Universidad de Wisconsin
hacia fines de la década del ’50.
Sus observaciones experimentales consolidaron la teoría del apego al demostrar la im-
portancia que tiene la experiencia de contacto en los primates y las consecuencias nefastas
que la deprivación emocional generó sobre las crías. Las conclusiones de sus estudios se
extendieron hacia los seres humanos, por la similitud que existe entre ambos mamíferos.
Hoy en día tampoco podrían replicarse sus experimentos en primates, debido a las conse-
cuencias sobre la conducta que dichos estudios provocaron sobre ellos. Las experiencias de
deprivación afectiva y social, fueron tan contundentes como nocivas para estos animales;
por lo tanto, actualmente están prohibidas. David Hall, director del Vilas Park Zoo, Wiscon-
sin Regional Primate Research Center manifestó, en una carta fechada el 15 junio de 1989,
la crueldad de los estudios de Harlow, a los cuales consideró innecesarios puesto que las
observaciones que había realizado Rene Spitz ya habían corroborado a su entender la teoría
del apego.
Harlow planteó que los primeros impulsos a ser satisfechos por el infante son muy bási-
cos y es la propia madre quien se ocupa de satisfacerlos. Sus estudios lo llevaron a concor-
dar con las ideas de Bowlby, acerca de una necesidad del infante de satisfacer un contacto
íntimo y de aferramiento con el objeto. Con esta hipótesis Harlow decidió experimentarla
empíricamente con primates. Los infantes macacos se diferencian, entre otras cosas, del
infante humano porque nacen con un nivel de desarrollo mayor y cuando están fuera del
útero, el mismo es mucho más rápido. Sin embargo, las respuestas básicas relacionadas con
los afectos, incluyendo el cuidado, el aferramiento y la exploración auditiva no exhiben una
diferencia fundamental entre ambas especies. Inclusive las respuestas frente al temor, a la
frustración y la capacidad de aprender presentan similares secuencias entre los bebés de
ambos grupos de especies (Harlow, H. 1958). Harlow observó que los infantes macacos se
aferraban a frazadas y a los pedazos de tela que recubrían sus jaulas en búsqueda de con-
tacto; estas observaciones se asemejan a las del propio Bowlby con respecto a la necesidad
del contacto piel a piel. Harlow también observó que cuando los bebés monos, durante los
primeros cinco días de vida, sobrevivían en jaulas de alambre lo hacían con dificultades; en
tanto que, si introducían un cono de alambre recubierto de tela, ellos estaban mucho mejor.
En cambio, si esa tela era esponjosa crecían saludablemente (Harlow, H. 1958).
Las observaciones impresionaron a Harlow porque, más allá de la alimentación que los
bebés monos llevaban a cabo, lo que más buscaban los pequeños macacos era el confort
que les otorgaba el contacto. Para ello diseñó un experimento que consistió en preparar dos
modelos de subrogados maternos: uno consistió en un prototipo cónico de alambre con
una actitud postural similar a la de una madre y el otro, que poseía la misma forma, estaba
recubierto por goma esponjosa, forrado de felpa suave y con una fuente de calor constante.
Estas características permitían que el subrogado materno estuviese disponible en forma
constante las veinticuatro horas del día (Persano, H. L. 2006).
El experimento inicial consistía en evaluar la variable confort frente al contacto, ambos
dispositivos sustitutos maternos estaban cerca de la jaula de los monos bebés. Los investiga-
dores dividieron a los monos bebés de 2 o 3 días de vida y en condiciones de amamantarse,
en dos grupos diferentes. Los dispositivos estaban dispuestos de la siguiente manera:
a) En el primer grupo cuatro bebés monos eran alimentados por el sustituto forrado en
tela suave, mientras que los dispositivos de alambre no lo hacían.
b) El otro grupo, también compuesto por cuatro monos bebés, estaba organizado de
manera inversa, el subrogado materno de alambre estaba provisto de leche para ali-
mentar y el dispositivo forrado en tela no.
Todas las jaulas estaban recubiertas de felpa y el piso desnudo, el experimento duró ca-
torce días. Con el tiempo, los pequeños alimentados por los dispositivos de alambre comen-
zaron a incrementar el tiempo de permanencia con el subrogado materno cubierto de tela,
aunque éste no los alimentara. El experimento se extendió así por 165 días consecutivos y
se obtuvieron las diferencias entre los grupos observados. Los bebés monos, alimentados
por subrogados de alambre, comenzaron a permanecer cada vez menos tiempo con este
subrogado y tendían a acercarse cada vez más tiempo al dispositivo de felpa; mientras que
los alimentados por el subrogado de tela permanecieron junto a él en forma estable. Estas
experiencias evidencian que el sistema de apego de contacto, a una piel suave, cumple un
rol cada vez más importante y desplaza al sistema de alimentación (Persano, H.L. 2006).
Sucesivamente también llevaron a cabo un experimento con grupos controles. Uno de
ellos, permaneció todo el tiempo con el subrogado de alambre, en tanto que, el otro perma-
neció con el subrogado forrado en tela. La composición de la leche era idéntica y la ganancia
de peso fue similar. Lo notable de las observaciones resultó en que las características de
heces eran diferentes; las de los monos alimentados por los subrogados de alambre eran
mucho más blandas y tenían evidencias de algún tipo de componente inflamatorio, lo cual
fue interpretado por los investigadores como una respuesta psicosomática de este grupo de
monos más deprivados emocionalmente.
Las conclusiones determinaron que los subrogados de alambre eran biológicamente ap-
tos, pero psicológicamente ineptos para los bebés macacos. El subrogado de alambre estaba
desprovisto de un suficiente contacto y confort.
Patrones de Apego
La teoría del apego posibilita conceptualizar que los seres humanos tenemos una pro-
pensión a establecer lazos afectivos duraderos hacia otros seres humanos significativos.
John Bowlby consideró que cuando los infants se sienten amenazados o perciben que se en-
cuentran en peligro, se activa el sistema de apego con el objetivo de mantener la proximidad
de los propios pequeños a sus figuras de apego (Bartholomew, K. & Horowitz, L. M. 1991).
El permanecer cercanos, a sus figuras de apego, les posibilita desarrollar un sentimiento
de seguridad y una base sólida de confianza. Bowlby también describió que los niños con
apego seguro podían explorar el ambiente con mayor curiosidad. Desde las investigaciones
con primates Harry Harlow también confirmó que ellos podían ser más curiosos cuando
eran criados por sus propias madres y que la deprivación emocional temprana cancelaba la
curiosidad ambiental y también generaba conductas de retracción.
De acuerdo con los postulados de la teoría del apego, los niños internalizan las experien-
cias con sus figuras de apego cercanas, ya sea que hayan respondido sensiblemente o
no, a sus necesidades. De modo tal que estas tempranas relaciones de apego se trans-
forman en un prototipo para relaciones futuras fuera del entorno familiar, así como
también son un protopipo para configurar representaciones mentales de los otros (ob-
jeto) o de sí mismo (self). El apego puede constituirse, entonces, en un patrón o mo-
dalidad estable para relacionarse. Este patrón puede ser observado y tipificado a partir
de los dieciocho meses de edad.
obtener la cercanía del otro, disminuye la curiosidad y el interés por la exploración. Estas
figuras de apego tienen comportamientos ambivalentes para con el niño, puesto que suelen
aproximarse al él sólo para satisfacer sus propias necesidades de vinculación sin tener en
cuenta las propias del bebé (Barroso Braojos, O. 2014).
Un vínculo de apego puede o no ser recíproco. Aunque en la infancia, el niño establece
un vínculo de apego (attachment) con sus padres, el vínculo de los padres hacia el niño no
es de apego, ellos tienen con el niño otro tipo de vínculo afectivo (bonding) son figuras de
cuidado para el niño (Ainsworth, M. 1989). Los padres tienen sus propias figuras de apego,
que no son el niño. Las figuras de apego en la adultez son otros adultos. Las figuras de apego
de los ancianos son muchas veces sus propios hijos. Quien cumple la función de la figura de
apego puede variar a lo largo de la vida, pero la función que cumple es siempre la misma:
brindar sostén, calmar, regular emocionalmente (Di Bártolo, I. 2016).
Los vínculos de apego son pocos a lo largo de la vida y pueden interaccionar entre sí.
Uno de los padres puede tener un apego seguro y el otro inseguro y el niño desarrollará el
vínculo de apego con la figura más cercana. Los patrones de apego son transmisibles entre
generaciones, pero no son heredables, sino que son patrones que se incorporan como mo-
delos de funcionamiento mental durante el desarrollo del sujeto. Las relaciones interperso-
nales devienen en patrones de apego estables en la mente del sujeto y persisten a lo largo de
la vida. A veces, distintas relaciones interpersonales pueden modificar el patrón de apego.
Lo mismo ocurre con los tratamientos psicoterapéuticos que al incorporar nuevos modelos
mentales pueden modificar los patrones de apego.
Neurobiología y Apego
En el momento del parto intervienen una cascada de eventos neuroendócrinos que fa-
vorecen la relación de apego entre la madre y el bebé. Entre ellos se destacan las hormonas
ocitocina y prolactina y las endorfinas que son neuropéptidos opiodes endógenos. Todas
ellas facilitan la lactancia materna y la relación de apego entre el niño y su madre (Olza-
Fernández, I. et al. 2014).
Algunas situaciones generan un escenario donde estos eventos neuroendócrinos están
alterados tales como: La separación de la díada madre-hijo, las manipulaciones neurohor-
monales durante el parto como la aplicación de anestésicos que son antagonistas opioides,
la administración de ocitocina sintética para inducir el parto, el parto pretérmino que de-
termina bebés prematuros o la intervención quirúrgica cesárea (Olza-Fernández, I. et al.
2014).
Estas disrupciones neurohormonales durante el periparto generan cambios, tanto en la
madre como en el niño. Estas disrupciones pueden producir en la madre dificultades en
las habilidades de maternaje, así como eventos psicopatológicos tales como la aparición
de depresión postparto y un aumento de stress que puede provocar un auténtico trastorno
de stress postraumático. En el neonato las consecuencias de esta disrupción producen una
disminución del volumen del hipocampo y problemas psicopatológicos del desarrollo tales
como un incremento de la ansiedad y dificultades en el apego. Estos niños son más procli-
ves a desarrollar problemas psicopatológicos tales como una mayor propensión al autismo,
dificultades en la alimentación, dificultades atencionales y problemas de aprendizaje (Olza-
Fernández, I. et al. 2014).
El parto natural, debido a la estimulación de la vagina, produce un aumento de la ocito-
cina no sólo a nivel local sino también a nivel central. Este aumento de la ocitocina a nivel
cerebral aumenta las conductas de maternaje. A su vez, el parto natural también aumenta
en nivel de cortisol plasmático y ha sido descripto como stress del parto. El cortisol aumen-
tado aumenta también las conductas de maternaje y la posibilidad que la madre aumente la
capacidad olfativa y posibilite identificar al bebé por su olor. El pasaje a través del canal del
parto produce una liberación masiva de neurohormonas. Aumenta la liberación de nora-
drenalina, cortisol y vasopresina en el bebé y produce una estimulación eléctrica masiva en
el cerebro del mismo. Ello posibilita la estimulación del olfato del niño que puede también
reconocer a su madre y esto promueve el apego a ella.
Desde el punto de vista neurobiológico se observó también, en crías de chimpancés
separados de sus madres durante largos períodos, que las dendritas de las neuronas del sis-
tema límbico no se desarrollaban y en consecuencia se alteraban las conexiones neuronales
con otras áreas cerebrales. Como consecuencia de ello también, las conexiones dendríticas
resultan imprecisas e inestables. Estos chimpancés desarrollaban un comportamiento agre-
sivo y no podían reconocer a otros monos, ni someterse a las reglas de la sociedad chimpan-
cé. Los otros evitaban su contacto (Rygaard, N. 2005). Estos hallazgos son extrapolables a
los seres humanos por las similitudes que ambas especies tienen en el desarrollo del cerebro
límbico. Los niños que sufrieron experiencias de abandono en períodos críticos de su desa-
rrollo tienden a tener una mielinización precoz de los circuitos frontolímbicos, que acarrea
como consecuencias dificultades en la regulación afectiva y trae aparejado un aumento de
los niveles de hormonas ligadas al stress (Gee, D. G. 2016).
Estudios llevados a cabo en monos Rhesus que fueron criados entre pares y no con
su madre biológica determinaron que estos chimpancés pequeños presentaban reacciones
extremas adrenocorticales y noradrenérgicas ante la separación social en comparación con
monos criados por sus madres. Estas conductas persistían hasta la adolescencia e incluso en
monos adultos jóvenes (Suomi, S.J. 1999). Se observó una disminución de metabolitos se-
rotoninérgicos (5-HIAA) en el líquido cefalo-raquídeo de estos monos, consecuentemente
con las observaciones que concluyen que la disminución de serotonina (neurotransmisor)
está relacionado con la aparición de depresión y agresión. La disminución del 5-HIAA en
los monos criados entre pares fue mayor que en los criados por sus madres y consecuente-
mente con las conductas observadas, esta disminución persistió hasta la adolescencia y la
juventud (Suomi, S.J. 1999).
para la relación que posteriormente desarrollaran el bebé y su mamá; tal como evidenciaron
Mary C. Blehar, Alicia F. Lieberman y Mary D. Slater Ainsworth (1977).
Los bebés se apegan a ambos padres al mismo tiempo, aunque generalmente la mayo-
ría pasa menos tiempo con sus padres que con sus madres (Lamb M. 1998). La madre y el
infante tienen un vínculo automático, en tanto que el padre establece un vínculo mucho
después del nacimiento del niño. Por ello, es muy importante que el padre se involucre en el
momento del parto y que esté disponible para el niño en caso que la madre no pueda soste-
nerlo. La inclusión temprana de la figura paterna posibilitará un apego más estrecho con él.
La incorporación de la figura paterna en el cuidado del bebé, tanto en el contacto piel a piel
establecido durante el baño como el que se despliega durante la alimentación y el acicalado
del bebé posibilitarán un apego más firme del padre con el niño o la niña. En este sentido la
importancia que el contacto piel a piel, desplegada desde el mismo parto, aporta seguridad
y confianza para el bebé y posibilita el despliegue de vínculos más estables, seguros y salu-
dables (Persano, H. L. 2006).
La relación con una figura de apego estable y sensible posibilita que esta figura se con-
sidere una base segura para el niño. La presencia de una figura estable, afectuosa y sensible
permite que el niño explore el ambiente con curiosidad y se sienta seguro para tolerar se-
paraciones cada vez más prolongadas de su figura de apego, en búsqueda de la exploración
del entorno.
En un estudio de meta-análisis sobre ocho muestras independientes y significativas,
por su tamaño (n=4441), se encontró que la relación entre seguridad y la capacidad de
establecer vínculos con pares fue muy significativa (Groh, A.M. et al. 2014). El tipo de pa-
trón de apego durante la temprana infancia está relacionado, en forma significativa, con la
posterior capacidad de establecer lazos sociales durante el resto de la infancia e inclusive
adolescencia. Los patrones de apego seguro correlacionan positivamente con la capacidad
de vincularse socialmente. En cambio, los patrones de apego inseguros y desorganizados
correlacionan en forma inversamente proporcional; lo cual quiere decir que estos niños
presentan dificultades para establecer vínculos con pares y para desarrollar competencia
social (Groh, A.M. et al. 2014).
La “Teoría de la Mente”, establecida por Premack y Woodruff (1978) es útil para permi-
tir explicar, interpretar o predecir conductas en términos de estados mentales, tales como
creer, pensar o imaginar (Baron-Cohen, S. et al. 1993). Peter Fonagy, basándose en esta
teoría, estableció la importancia que tiene la comprensión empática de la mente del bebé
por parte del agente de cuidado. Fonagy propuso un concepto que resulta fundamental para
comprender la recreación subjetiva de la experiencia con un objeto. Él describió el proceso
de mentalización que acontece en la mente del niño, cuando éste intenta comprender los es-
tados mentales concientes e inconcientes de los otros. Fonagy relacionó la teoría de la mente
con la teoría del apego. Sus estudios concluyeron en la definición del concepto: función re-
flectiva (reflective functioning) que implica la capacidad para entender los estados mentales
de los otros en relaciones significativas (Fonagy, P. et al. 1991). La relación madre-bebé es
prototípica para el futuro desarrollo de los patrones de apego y de la función reflectiva del
hijo. También, esta conceptualización es útil para comprender la dificultad que se observa
en aquellas madres que no pueden interpretar lo que sus hijos sienten, que a su vez, puede
ser interpretada como la incapacidad de la propia madre para lograr estados mentales (Fo-
nagy, P. & Target, M. 1996).
En consecuencia, la aparición de estados mentales posibilita la emergencia del sí mismo
(self) en el niño, lo cual le permite comprenderse tanto a sí mismo como a los otros y esto es
posible gracias a la experiencia de verse reflejado (mirrowing) en el espejo de las relaciones
significativas con los primeros agentes de cuidado. Por lo tanto, el desarrollo del sí mismo,
la capacidad de establecer estados mentales para comprender a los demás y para consigo
mismo depende, en gran medida, de los patrones de apego internalizados a través de las
interacciones cotidianas con las figuras de apego que posibilitan la capacidad de represen-
tabilidad mental (Fonagy, P. & Target, M.1997). Esta capacidad permite la comprensión de
los otros en términos de intersubjetividad.
Sin embargo, no todos están de acuerdo en relacionar apego con intersubjetividad. Para
algunos autores el apego sólo es responsable de la búsqueda de seguridad, mientras que la
función primordial de la intersubjetividad es la de facilitar la comprensión social, la comu-
nicación y la comprensión de otras mentes (Cortina, M. & Liotti, G. 2010). En este punto
existe una intersección entre la capacidad de representabilidad mental, dada por las inte-
racciones tempranas que toman como prototipo la relación madre-bebé, y la adquisición
a través de la evolución humana de la capacidad de cooperación mutua y la interacción
intersubjetiva entre sujetos.
Conclusiones
La teoría del apego resulta fundamental para comprender la importancia de las mani-
festaciones arcaicas del psiquismo y su relación con los vínculos. Durante el proceso de
alimentación de un niño todos estos factores intervienen y el nutrirse es un fenómeno, com-
plejo e intrincado, que está indisolublemente relacionado con los afectos y las emociones
desplegadas durante las relaciones que se establecen entre el niño y sus padres o cuidadores.
Los estudios sobre la teoría del apego posibilitaron cambios significativos en la atención
de salud. Las aplicaciones de los estudios de Spitz, Robertson y Bowlby concluyeron con una
campaña para que los niños fuesen hospitalizados junto con sus madres. En nuestro país
el pediatra Florencio Escardó fue quien instrumentó estas prácticas, a partir de los conoci-
mientos vertidos por los desarrollos en la teoría del apego. Estas experiencias determinaron
cambios radicales en los sistemas de salud de países desarrollados, donde se cambió la con-
cepción de hospitalización infantil. El film de Robertson ayudó a mejorar la calidad de vida
de los niños hospitalizados en el mundo occidental, aunque inicialmente resultaron muy
controvertidos en la comunidad médica, terminaron siendo determinantes para la vida de
los niños hospitalizados. Tanto los trabajos de Rene Spitz quien también desarrolló el film,
Grief: A Peril in Infancy (Spitz, R. 1946) como los films de Robertson fueron aportes que
cambiaron la atención de los niños para siempre.
La teoría del apego posibilitó una comprensión mucho más profunda del psiquismo
temprano y de las consecuencias negativas que la separación emocional produce en el desa-
rrollo mental del infante. También, este modelo teórico posibilitó mejorar las condiciones
de hospitalización en salas de Pediatría, Neonatología, unidades de neonatología especiali-
zadas en niños prematuros y en salas de internación de adultos donde la deprivación emo-
cional es significativa, tal como acontece en unidades de terapia intensiva o unidades coro-
narias. Este modelo también permite comprender la deprivación emocional y la depresión
que acarrea la separación afectiva en adultos mayores cuando son apartados de su familia.
La teoría del apego también resulta útil para comprender algunos aspectos de las con-
secuencias que la deprivación emocional produce en los niños que puede desencadenar
en sujetos adolescentes conductas antisociales (Winnicott, D. 1954). A su vez, este marco
teórico también es útil para comprender algunos aspectos de la psicopatología en general,
tales como los trastornos de la personalidad, la depresión, el consumo problemático de
sustancias y las diversas formas de adicción, así como las manifestaciones de desórdenes
relacionados con la ansiedad y el comportamiento alimentario. Los niños con apego desor-
ganizado que generalmente presentan situaciones adversas en su niñez son más proclives
a padecer no sólo síndromes disociativos sino también psicosis y entre ellas esquizofrenia
(Read, J. & Gumley, A. 2010). Los aportes de la teoría del apego a la práctica clínica en ge-
neral son muy vastos.
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