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Mitos griegos Maria Angelidou Adaptacion de Miguel Tristan Laas edtoricles Papmadogolos Publisfing y Vicens Vines buat eoprodiucial un liter sie veinsisie iia griggos, com feria ce Maria Augelidoue o ihusteacionce de Sree Finn fa parser eaficitn se hoy selecciemedo catoeee mits de fas veintiiuno que eeunprter ef bre original, y ef texte de Maria Angelidow hee salu aukeptrly aenpliacy refrains por ei exevitor Miguel Tristin para su eifusdea em et dontiito eden tive. Primera edlicién, 2008 Heiiapresiones, 20, 2090 OID, 201, 2011 Sota neimprestin, 2011 Depésite Legal: B, 37.222-201) ISBN: O78-84-116- 9065-6 Num, de Orden V.V.s OXS7 © MARLA ANGELIDOU Sobre ol texto original. © SVETLIN Sobre las ilastracionses (© MIGUEL TRISTAN Sobre teadaptackin del texto original yas motas. © SANTIAGO MURAS Sobce las actividades © PAPADOPOULOS PUBLISHING ‘Sole la coprodceidn dl Libro original, BVICENS VIVES PRIMAIIA, S.A. 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BEEBES (ndice SE Mitos griegos Prometeo, el ladrén del fuego Lacaja de Pandora Deucalion y Pirra Apolo y Dafne Hercules y la hidra de Lerna Ef rapto de Europa ‘Teseo y el laberinto de Creta El vuclo de fearo Edipo y el enigma de la Esfinge El desafio de Aracne El ore de Midas Perseo y la cabeza de Medusa Orfeo en el infierno Ulises'y el caballo de Troya Actividades 23 29 36 a a 4 9 65 72, 7 86 99 Prometeo, el ladron del fuego Al principio de los tienapas, los dioses establecieron su hogar en la cima del monte Olimpo, cerca de las estrellas,' En aquel lugar idilico, levaban una vida de lo mas placentera: paseaban con calma por sus amenos y coloridos jardines, celebraban grandes banquetes cn sus palacios de mérmol y tomaban a todas horas néctar y ambrosia, un licor yun alimente dulcisimos que asegu- raban su inmortalidad, Mientras tanto, los hombres hacian su vida abajo, en la Tie- ra, Habian sido creadas con arcilla, y pasaban sus dias cultivan, do los campos y criando ganado, En los momentos dificiles, re- zaban a los dioses para pedirles auxilio, y después les agradecian la ayuda recibida haciéndoles ofrendas.’ De cada casecha que les hombres recogian y de cada animal que sacrificaban, quemaban Ta mitad en los templos, y asi a oftenda, convertida en humo, llegaba hasta la cima del Olimpo, Todo iba bicn hasta que un dia, tras haber matado a un ro- busto buey para comérselo, los hombres empezaron a discutir sobre qué parte del animal debfan quedarse y cual tenian que entregar alos dioses. 1 E1Olimpo-es un monte real, que s cuenta entre los mis altos de Grecia, 2 ofremdo: regalo que se le hace a-un dins para mostrarle agradocimieme por un favor 0 para pedirle ayuda, MITOS GRIEGOS —Quedémonos con la carne y quememos los huesos —pro- ponian unos. —jNo digais locuras! —exclamaban otros—. Si les damos a los dioses la peor parte, nos castigardn sin piedad. —Pero jde qué vamos a alimentarnos si entregamos la carne? El mismisimo Zeus, padre de los dioses, entro en la disputa. —lLa carne del buey debe ser para nosotros —dijo. Los hambres, sin embargo, se resistieron a entregarsela, asi que la discusién se prolongé durante mucho tiempo. Al final, Zeus propuso que fuese Prometeo quien decidiera como debia repartirse el buey. —Prometeo es sabio y justo —dijo—, y encontrard la solu- cién mas adecuada, Los demas aceptaremas su decisidn y, en adelante, todos los animales sern repartidos tal y como Prome- teo disponga. Prometeo pertenecia a la raza de los titanes, que habian sido engendrados antes incluso que les dioses, Todo el mundo Io ad- miraba por su sabiduria y astucia. No sélo podia prever el futu- ro, sino que dominaba todas las ciencias y todas las artes: la me- dicina y las matematicas, la midsica y la poesia... Su mente era poderosa y veloz como un caballo al galope. Cuando Zeus le ex- puso el dilema del reparto del buey, Prometeo se senté a medi- lary entablé en su conciencia un largo didlogo consigo mismo. —Fs natural que los hombres se resistan a entregar la carne —se dijo al prineipio—. Son elles quienes han criado al buey, y tienen derecho a quedarse con la mejor poreién. —Si, Prometeo —se contesté a si mismo—, pero olvidas que los dioses son codiciosos y egoistas. No aceptarin que los hom- bres se queden con la carne... PROMETEO. ADRGN DEL FUEGO —Pero los dioses no la necesitan... Beben néctar a todas he fas, y disponen de ambrosia para lenar su estémago. En cam. bio, los hombres han de comer para sobrevivir... —Si les entregas la carne a los hombres, Zeus se enojard. —Entonees, hay que conseguir que Zeus crea que la decision de quedarse con los huesos la ha tomado él mismo. Prometeo ides enseguida la trampa que necesitaba. Luega despellej6 el buey, lo descuartizé y dividid los restos del anima en dos grandes montones. Cuando todo estuve lista, llamé. Zeus y le dijo que eligiese el montén que prefiriera. —Escoge bien —le advirtio—, porque ya sabes que, en ade lante, todos los animales que sacrifiquen los hombres se reparté ran del mismo modo que este buey. Prometea dijo aquellas palabras con la cabeea baja, para evi- tar que Zeus reconociera en sus ojos el brillo temeraso del enga- fio. Zeus miré los dos montones. Uno le parecié gris y poce apetitose, mientras que el otre le atrajo por su brillante aspecta Asi que ne tuvo que pensdrselo mucho. Sefialé el montan res- plandeciente y dijo: —Ese es para nosotros. Hermes, ¢l hijo de Zeus, se hallaba presente en la conversa- 2 Como era experto en idear trampas, ne resultaba facil en- ganarle, Se acercé al oido de Zeus y le dijo en um susurrot —WNeo te precipites, padre. Hay algo extrano en este reparto, 3No has visto que Prometeo ha agachado la cabeza al hablarte? El siempre mira la cara... 4 Eldios Henmes suele actuar como mensajero de los otros dicses, y es el pro- tector de los viaieras ¥ los mercaderes. asi comm de Ins kideenes y Ins menti- Foss. n PROM >. EL LADRON DEL FUEGO —Soy el padre de los dioses —replicé Zeus—, asi que es logi- co que Prometeo me tenga algo de miedo. No es el primero que agacha la cabeza al mirarme. ¥ te aseguro que no sera el Gltimo. Luego, Zeus, volvid a dirigirse a Prometeo, senald el montén que le apetecia y dijo: —jNos lo Ilevamos! Zeus no tardé en advertir el gran error que habia cometido. Sucedia que Prometeo habia puesto en un montéu la carne y lag visceras del buey, y luego lo habia tapado tode con el estémago, que es la parte més sosa del animal. En el otro montén, habia colocada los huesos y los tendones, pero los habia cubierto con la grasa, cuyo brillo despierta el apetito. Zeus, por supuesto, ha- bia clegico este iltimo montén. Asi que, cuando Meg a la cima del Olimpo y descubris el engano, se volvia loco de rabia. —;Prometve se ha burlado de mil —rugid, y su célera se no- té en la tierra, porque el cielo se Hené de rayos—. ;Pero voy a vengarme, ya lo creo! De ahora en adelante, los dioses nos com- formaremos con la piel y los huesos de los animales, ;pero los hombres tendran que comerse la carne cruda! En efecto, aquel mismo dia, Zeus les rabé el fuego a los hom- bres para que tuyieran que comerse los alimentos crudas, Sin fuego, la vida en la ‘Tierra se volviG insoportable. Las hombres no podian hacer nada contra el frio glacial que les helaba las manos ni contra el miedo a la oscuridad que los atormentaba de noche, Prometes, al verlos suftir tanto, se canmovie, «Pobre genten, se dijo, che de ayudarles de alguna manera», Al dia siguiente, Prometeo subié al monte Olimpo y, sin que nadie lo viera, acercd una pequefia astilla al fuego que Zeus les habia arrebatado a los hombres y la guardd en uma cdscara de x EE nuez, De regreso a la Tierra, en- cendié con aquella astilla una an torcha y s¢ la regald a los hombres para que pudieran calentarse de nueva. Pero, cuando Zeus vio desde el Olimpo que el fuego volvia a arder en la Tierra, su furia no tuvo limites. —jPrometeo nos ha vuelto a enganar! —bramé—, ;Nos ha dejado en ridiculo delante de toda la humanidad! Zeus se vengd entonces por partida do- ble. Primero castigé a los hombres enviin- doles a una mujer llamada Pandora, de la que o5 hablaré mas adelante. Luego, mandd que encade- naran a Prometeo a una de las montafias del Cau- caso, cerca del mar Negro. Alli, el titan pasé. mi- les de anos nde a in paderse maver, soparti cielo abierto el frio intenso de la noche y el ca- nite del cia, Cada mafiana, Zeus envia- ba una feroz dguila al Caucaso para que le comiese el higado a Prometea, y cada noche el higado se regeneraba por si mismo, para que el aguila pudiese devorarlo de nue- vo al amanecer. La vida de Prometeo, pues, se convirtié en un auténtico inferno, pero Zeus siempre pensd que el cas- tige era justo, pues no habia falta mds grave que engafiar a las dioses. 4 La caja de Pandora Un dia, poco antes de enviar a Prometeo al Caucaso, Zeus bajé del Olimpo para visitar a su hijo Hefesto. Hefesto era herrera, y trabajaba en una oscura cueva subterramea situada en la soleada lo mas parecido al infierno. El fuego estaba siempre encendido, y el hierro al rojo vive irradia- ba us calor insoportable. ¥, sin embargo, Hefesto se sentia muy a guste en aquel lugar, donde trabajaba sim descanso, dia y no- la de Lemnos.’ Su fragu a era che, fabricando cadenas para los presos, herraduras para los ca- ballos, cascos y espadas para los guerreros... En realidad, Hefes- to utilizalsy el trabajo para aislarse de los otros dioses, que se burlaban de él porque era feo y cojo. Nunea recibia visitas, ast que se qued6 de lo mas sorprendido el dia en que Zeus entré en su fragua —i Que te trae por aqui, padre? —pregunts. Zeus tenia la mirada ausente. Parecia perturbado por un gra ve disgusto. rameteo nos ha engafiado de nuever —dijo—, Primero, nos dejé sin carne, y ahora ha subide en secreto al Olimpo y les | Hefesto era el dios griego del fuego y de la herreria; Lemnos es una isla del anar Egeo, situada cerca de Turquia. aller donde trabaja el Iherrero, calentande los metates eon fuego Afrodita eva la diosa del amor, y poseia una belleza perfecta, Saltaba a la vista que cualquier mujer que se le pareciera desper- taria grandes pasiones entre los hombres. Hefesto, pues, modelé una figura con arcilla a imagen y semejanza de Afrodite. Empleo toda la fuerza de sus grandes manos para dar forma al trones, a la cabeza,a los brazos y a las piernas, y luego fue modelando los fines labios, el largo cuello, la espesa melena... La belleza de la criatura era tan deslumbrante que Zeus, sentado en la sombra, quedé impresionado. —Se Hamara Pandora —le dijo a Hefesta—, porque Ilevara en si todos los dones imaginables.* Entonces, Hetesto se inclind sobre Pandora con la intencién de soplarle en la boca, pues asi era como se les infundia a los hombres el aliento dela wida, Pero Zeus lo detuva. § Ranslona,en griegs, significa'Llena de dones’ 16 hha dovuelto el fuego a los hombres... jNos ha dejado en ridieu- lo! Pero voy a demostrarle hasta dénde llega nuestro poder. Les daré un escarmiento a los hombres que nunca olvidardn. ;Quie- res ayudarme, Hefesto? —Naturalmente, padre. Dime: ;qué debo hacer? —Quiero que crees a una mujer. —jA una mujer? En aquel tiempo, ya existian las diosas, pero la Tierra atin no habia sido pisada por ninguna mujer, —La utilizaré para vengarme de los hombres —explicé Zeus, —1¥ como quieres que seat —Ha de ser muy hermosa, Fijate en Afradita y hazla como ella. —Fspera, Hefesto —dijo—: una criatura perfecta merece el soplo perfecto. Entonces, Zeus llamd a los cuatro vientos: el del norte, que traia el frio; el del sur, que traia cl calor; el del este, que trafa las penas y las alegrias; y el del oeste, que trafa palabras, muchas pa- Jabras. En cuanto los vientos soplaron sobre Pandora, la criatura empezd a maverse. Luego, Zeus convacd a los dioses y les dijo: —Quiero que le conceddis a esta mujer todos los dones que pueda tener un ser humana, Durante todo un dia, los dioses desfilaron por la fragua de Hefesto para concederle a Pandora los mas variados dones; dul- aura y gracia, inteligencia y picardia, habilidad para tejer y la- brar Ja tierra, fertilidad para dar a laz muchos hijos, buena voz para cantar, una sonrisa amable que inspiraba confianza... Cuan do Pandora hubo cecibida todos los danes, Zeus le dijo: —Ahora ya estiis preparada para ir junto a los hombres. Pero antes debo entregarte mi regalo... Miralo. Zeus sacé una preciosa caja de oro y se la tendié a Pandora, —Es muy bonita... —dijo ella—. Qué hay en el interior? —Es mejor que no lo sepas, Pandora, Ahora prométeme que nunca, bajo ningdin concepto, abrirds esta caja. —Lo prometo, —Tienes mi bendicién, Pandora —dijo Zeus, y toc con sua- ad la cabeza de la joven—. iAh, se me olvidaba! Quiero ha- certe un dltimo regalo... Entonces, Zeus hinché sus pullmones de ire y sopld sobre el cuerpo de Pandora. De ese modo, le proporcioné un ultimo don, el mas peligrosa de todos: la curiosidad. Luego, Hermes, el mensajero de los dioses, conduje a Pando- ra hasta la Tierra, y la dejé a las puertas de la casa del titan Ej meteo, Epimeteo era el hermano de Prometeo, pero no se le pa- recia en nada, Mientras que Prometeo era habil y astuto, Epime- teo destacaba por su torpeza y su ingenuidad. Cuando Epimeteo vio a Pandora, qued6 tan deslumbrado por su belleza que deci- dié casarse de inmediato con ella. —No lo hagas —le dijo Prometee. —iPor qué no? —teplicé Epimeteo—. ;Qué hay de malo en casarse con una mujer? La soledad, hermano, es una carga muy pesada, y estoy seguro de que Pandora me alegrard la vida... —Esa muchacha es un regalo de los dioses, y los dioses nos detestan desde que les robé el fuego. — Quieres decir que Pandora es un castigo? {Menudo dispa rate! pCdmo va a ser un ¢: stigo una mujer tan hermosa, que can- ta. come los pajaros y me mira con tanta dulzurat —Te olvidas de que puedo ver el futuro —concluys Prome- teo—, y sé que Pandora no nos traera nada bueno. Epimeteo, sin embargo, estaba tan enamorado que no hubo forma de hacerle cambiar de opinién., A los pocos dias se casé con Pandora, y fue feliz con ella durante cierto tiempo. Con los dones que habia recibido de los dieses, Pandora lend la casa de su maride de bonitos tejidos y planté en su din las mas her- 9 MITOS GRIEGOS mosas flores. A todas horas se ofan risas y cantos en aquel hogar afortunado, Pandora aprovechaba cualquier ocasidn para acari- ciar a su esposo y dirigirle tiernas miradas, asi que Epimeteo no podia pedirle nada més a la vida, Pandora, en cambio, no logra- ba ser felia del todo, porque, noche y dia, ofa en su interior una Yor que preguntaba sin descanso: —;Qué habré en la caja de oro? ;Que habri en Ia caja de oro? La invisible avispa de la curiosidad se habia apoderado del al- ma de Pandora, y zumbaba en sus ofdos con virulencia —1Qué habra en la caja de oro? ;Que habri en la caja de oro? Antes de dejarla partir, Zeus le habia colgado a Pandora una cadena de oro al cucllo. La joven la miraba de continuo, con cierta ansiedad, pues de la cadena colgaba una Javecita dorada que servia para abrir la caja de oro, Mas de una vez, Pandora es- tuvo a punto de descolgar la llave y abrir la caja, pero siempre acabaha por decirse: «No, n0 puedo hacerlo. Le prometia Zeus que jamais abriria esa cajan. Sin embargo, llegé un dia en que Pandora no pude aguantar mas. Su curiosidad era tan fuerte que ni siquiera podia dormir, asi que cedié al fin a la tentacién y abrid la caja. Al instante, so- 6 un zumbido atronador, como el de un enjambre de miles de abejas enloquecidas. Pandora comprendié que habia cometida un grave error, ¥ ¢s que Zeus habia encerrado en aquella caja to- manos: la das las desgracias que arruinan la vida de los seres h fealdad y la mentira, la tristeza y la angustia, el odio furibundo, el trabajo inutil que agota y no sirve de nada, la peste que mata Pandora no levanté la tapa de la caja mas que un poquito, pero fue suficiente para que salieran al mundo ‘ntos, la maldad, la a hombres y bestia: todas las desgracias. Empujadas par los MITOS GatEGas mentira y la enfermedad alcanzaron todas las casas de la Tierra, y enseguida empezaron a oirse gemidos de dolor y lantos de Kistima, Era lo que Zeus esperaba: su venganza acababa de completar- se. Desde las alturas del Olimpo, el dios sonrié y dijo con solem- nidad: —Ahora los hombres comprenderin de una vez para siem- pre que no se debe engafiar a los dioses. La Tierra habria quedado completamente aniquilada de no haber side por la ultima cosa que salié de la caja: un leve alien- to, una bendicién. Hefesto la habia colocado a escondidas en el fondo de la caja, porque amaba a Pandora, que era su creacion, y No queria verla morir, Aquella bendicidn era la esperanza. Mo- vides por ella, los hombres decidieron seguir adelante a pesar de todas las desgracias. No importaba lo mucho que tuvieran que sufrir: los hombres conservarian siempre la esperanza en una vida mejor, en la que no existieran el dolor ni la pena, la guerra ni la muerte, Deucalidn y Pirra Cuando Pandora abrié su caja, los hombres empezaron a gue- rrear entre si. Se libraron batallas:en campos y ciudades, y se de- rraméd sangre en todos los rincomes de la Tierra. Zeus, indigna- do, fulminé con sus rayos a cientos de personas, para advertirles de que debian abandonar toda violencia, Pera los hombres no hicieron caso. Entonces, Zeus oscurecié el cielo y bramé: —(Puesta que sois barbaros como animales, os borraré de la faz de la tierra! {Que el agua inunde el mundo hasta que no que- de nadie con vida! La tierra quedé a oscuras, y durante nueve dias y nueve no- ches, lovié sin pausa, Hasta aquel momento, las aguas habian sido placidas: el ancho mar se mecia con stavidad, los lagos pa- recian dormir un suefio profundo y los rios discurrian serenos hacia la inmensidad del océano. Pero, con el diluvio, el mar se volvid bravo y peligroso, los rios arrasaron pueblos y ciudades, ¥ la tierra entera quedé sumergida bajo un profundo manto de agua, Sélo dos personas lograron sobrevivir: Deucalidn y Pirra, que eran marido y mujer. Deucalién era hijo del titan Prometeo. Un dia, habia ido a visitar a su padre al CAucaso, y habia llorado al verlo encadenado, a la espera del dguila que habria de escarbarle en cl costado para comerle el higado. Como podia prever el fu- x 3 fempo las terribles imtencio- ines de Zeus, ast que avis. a Deucalién de la gran catéstrofe que se avecinaba, —Zeus va a sepultar la tierra bajo el humanidad entera desaparecera, pera ti podras salvarte si si- qua —le dijo—, y la gues mis consejos... Tienes que construir un area’ en ella con tu esposa. Deucalién siguié las instrucciones de su padre, Construyé el yen cuanto empicce el diluvio, te embarcara arca, la lend de alimentos y, en cuanto empezé el diluvio, se embarcé con su esposa. Durante nueve dias y nueve noches, los dos navegaron bajo la lluvia implacable, en medio de una pro- funda oscuridad. A veces, el viento formaba grandes remolinos en el agua, y Deucalién y Pirra tenian que abrazarse a la proa’ del barca para no caer por la borda. Al fin, la Huvia ces6, los rios volvieron a su cauce y el mar re- cobré la calma. En el horizonte asomé entonees la cima del monte Athos,” y fue alli donde Deucalidn atracé el area, y donde esperé durante semanas a qué las aguas desbordadas se evapo- rasen. Cuando la tierra volvid a ser visible, Deucalion y Pirra descendieron del monte Athos en busea de algdn ser humana, pero no encontraron @ nadie, Al ver que el mundo estaba vacio, Pirra se echd a llorar. —Ciilmate —le dijo su esposo—. Rezaremos a los dioses y nos protegerdn. Al pie del Athos habia un templo cansagrado a Temis, la dio sa de la justici Por supuesto, se hallaba abandonado: el suelo area} especie de barca, 2 prow: parte delantera de an bares 3 Bl Athos es una zona montaiiosa situadd en el noreste de Grech 35 MITOS GRIEGOS estaba cubierto de fango y ramas mojadas. Pero seguia siendo un lugar santo, y Deucalién y Pirra se arrodillaron ante el altar. Con vor humilde, Deuicalién pregunts: —Dinos, Temis, ti que has dictado las leyes eternas, jvolverd a haber hombres y mujeres en el mundo? La respuesta tardé en llegar, como si la misma diosa ignorase la respuesta a aquella ansiosa pregunta. Pero, después de una larga espera, la voz solemne de Temis resoné en el santuario pa- ra decir: —Si queréis repoblar el mundo, arrojad a vuestras espaldas los huesos de vuestra madre. De los huesos que tires ta, Deuca- lién, nacerdn hombres, y de los que lances wi, Pirra, nacerin mujeres. Pero tenéis qué arrojar los huesos con los ojos tapados, pues no 0s corresponde ver un prodigio tan asombroso... Cuando Temis callé, Pirra exclamé escandalizad: —jHa dicho que lancemos los huesos de nuestra madre! Deucalién se habia quedado pilido. —Asi es —dijo, tan desconcertado como su esposa. —;Pero no podemos violar la sepultura de nuestras madres! —advirtié Pirra—, jEs un sacrilegio! —2Y qué podemos hacer? —replicé: Deucalién con voz tristi- sima—. Nuestra obligacién es obedecer a los dioses... —{No digas locuras, Deucalién! ;Si desenterramos a nuestros antepasados, el espiritu de los muertos nos atormentara sin des- canso! Deucalisn y Pirra salieron del templo cabizbajos y desconcer- tados, ;Qué podian hacer? Si no obedecian a Temis, los dioses se ta de respeto hacia una cosa sagrada 4 sacrilegia: 26 DEMGALION ¥ PIR enojarian y, si obedecian, enojarian a los muertos. Parecia que, hicieran lo que hicicran, iban a equivocarse. Abat lidn y Pirra echaron a caminar. Avanzaban sin rumbo, pisando el manto de lodo que les egaba hasta los tobillos. Deucalian, aturdido por las palabras de ‘Temis, iba pensando en voz alta, con la vista clavada en el suelo. los, Deuca- —Es imposible que los dioses nos hayan aconsejado un cri- men —decia—. Las cenizas de los muertos son sagrat cluso en las guerras s¢ le concede de vez en cuando una tregua al enemigo para que pueda enterrar a sus difuntos. No, seguro que Temis queria decirnos algo que no hemos entendido... Los hue- sos de nuestra madre tienen que ser... De pronto, Deucalién lo comprendié todo. —1Ya sé lo que ha querido decir Temis! —exclams, loco de is, ¢ in- contento, y arrancé un jirén de su tinica® y lo partié en dos—. Ten, véndate los ojos con esto —le dijo a su esposa—, y luego agdchate, recoge una piedra y arrojala a tu espalda por encima de los hombros. Pirra obedecié sin entender. Se vend6 los ojos, se agaché y empez6 a palpar la tierra a ciegas. Deucalién hizo lo mismo, y enseguida reconocié por el tacto una roca del tamafo de un pu- fio. Entonces, se puso en pie y lanzé la piedra a su espalda, por encima de su hombro, El milagro fue inmediato. Al hundirse en el barro, la roca se reblandecié y comenzé a crecer como si tuviera vida propia, igual que una escultura que emerge de la piedra, Alcanzd la al- + pedazo de tela; frirrion: especie de manto large con el que se vestian los hombres y mujeres de Grecia, Roma y otras civilizaciones antiguas. 7 4 MITOS GRIEGOS tura de un hombre, y entonces empezé a cobrar forma: apare- cicron el tronco y la cabeza, los brazes y las pietnas, la boca y los ojos. Deucalién no pudo verlo, pero se alegré al pensar que, a sus espaldas, habia nacido el primer hombre del nuevo mundo. Una tras otra, Deucalién y Pirra fueron arrojando cientos de piedras a sus espaldas, Las rocas que recogian eran, en efecto, los huesos de la Tierra, que es la madre de todos los hombres. De las piedras que arrojaba Deucalién nacian varones, y de las que titaba Pirra nacian mujeres. Las piedras blancas originaban hom- bres blancos, y las negras hombres negros; las piedras pesadas se convertian en personas robustas, y las ligeras en personas delga- das. En poco rato, pues, la playa se llené de hombres y mujeres, de nifias ¥ nifios, unos feos y otros agraciados, unos alegres y otros melancédlicos. De ese modo, Deucalién y Pirra crearon la segunda humanidad, que poblé el mundo en poco tiempo y lo llené de alegrias y tristezas, rencores y amistades, esperanzas y fracasos, 28 Apolo y Dafne A los dioses les pasa lo mismo que a los hombres: jamds olvidan su primer amor. Asi que no importaba cudntos afios pasasen: el dios Apolo nunea podria borrar de su memoria a la bellisima Dafne, la ninfa que lo habia enamorado en su juventud.! Apolo ¢ra el dios de la poesia y la musica. Cuando conocié a Dafne, acababa de matar a la serpiente Pitén, un monstruo des- comunal que tenia su guarida en una oscura cueva de la region griega de Tesalia. Pitén era una bestia sanguinaria que andaba en busca de carte a todas horas, Mataba a las ovejas de los reba- fos, a las vacas que pastaban en los valles, a los pastores que echaban la siesta a la sombra de los drboles y a las ninas que se banaban en los arroyos. Desesperados, los hombres suplicaron a los dioses que los librasen de aquella pesadilla, y entonces Apolo ‘viaj6 hasta Tesalia, se situé ante la cueva de Pitén y acribillé? a la bestia con una Iuvia de flechas. Pitén intenté defenderse, pero fue en vano, y perdié la vida sobre un charco de sangre. ‘Tras aquella hazata, Apolo se volvié terriblemente orgulloso: se pasaba la vida hablando bien de sf mismo y presumiendo de la valentia que habfa demostrado al enfrentarse a Pitén. 1 En Ja mitologia gricga, las mifas son divinidades que tienen apariencis de muchschas y que habitan en las cuewas, los bosques, los rios, las fuentes... 2 aeribillar: causar numerosas heridas a una persona o animal, 29 —Soy el mejor arquero del mundo —repetia a todas horas. Lo peor fue que Apolo, a fuerza de quererse tanto a si mismo, empezé a despreciar a los demas. Un dia, se cruz6 en uno de los bosques de Tesalia con el pequefio Eros, el dios del amor, y aca- bo discutiendo con él, Eros tenia la apariencia de un chiquillo inocente, gue volaba de aqui para alla con sus pequefias alas. Encar- gado de propagar el amor por el mundo, se dedicaba a lanzar fle- chas al corazén de la gente, con las que despertaba grandes pa- siones. Las disparaba con un arco diminuto, porque, como Eros era un nino, no tenia fuerzas para levantar un arco de tamaiio normal. El caso es que el dia en que se cruzé con Eros, Apole miré aquel arco que parecia de juguete y dijo entre risas: —jEs el arma mis tonta que he visto en mi vida! sPara qué la usas, para Matar mariposas? —Mariposas? —replicé Eros, indignado—. jEres muy gra- cioso, Apolo, pero éndate con ojo, no sea que algin dia tengas que pagar por tus burlas! Tal vez no he matado a ninguna ser- piente con mi arco, pero deberias saber que mis flechas han en- loquecide de amor a hombres y diose: —jMenuda hazaial —se carcajeé Apolo—. Si dependiera de tus flechas, Pitén atin andaria por aqui matando rebafios... —Yo en tu lugar no despreciaria el poder de mi arco, Apolo, #0 es que no sabes que el amor ha movido a los reyes a librar 30 He — APOLO Y DAENE guerras sanguinarias? ;Es que no te han dicho que, por amor, los poetas han escrito sus mejores yersos y algunas mujeres han lorado de pena hasta desgarrarse el corazén? Dime, Apolo, ipo- drias enloquecer ti a alguien con tus flechas? 20 lograr que un hombre saltara de alegria? 0 que se arrojara al mar por pura desesperacién? Apolo respondié con wna mueca de desprecio. —Déjate de palabreria, muchacho —dijo—, y apartate de mi camino, que tengo prisa. El pequefio Eros enrojecié de rabia. Eché a volar para quitar- se de enmedio, pero, desde el cielo, le lanzé a Apalo una severa advertencia. —iRecordards toda tu vida este momento! —le dijo—. jure por el padre Zeus que tendras tu merecido! Eros cumplié su amenaza, Para vengarse de Apolo, se valid del arma que mejor conocia; el amor, Aquel mismo dia, lanzd dos flechas desde el aire: una de oro y otra de hierro. La de oro tenia la punta de diamante y servia para enamorar a la gente, mientras que la de hierro estaba rematada con una punta de plomo y provocaba un rechazo absoluto del amor. Eros lanzé la flecha de oro contra el corazén de Apolo, y disparé la de hierro contra el pecho de Dafne, una de las ninfas mas hermosas de Te- salia. Como los dos flechazos fueron indolaros, ni Apolo ni Daf- ne se dieron cuenta de que sus vidas estaban a punto de cambiar para siempre. Hasta aquel dia, Apolo ni siquiera se habia fijado en Dafne. Para él, era una ninfa mds, a la que a veces veia cazando por el monte o bafidndose en el rio. En cambio, desde que recibié el flechazo de Eros, no pudo quitérsela de la cabeza. Se pasaba to- i 3h do el dia pensando en ella, y abandons la caza y el canto, a los que solia dedicar la mayor parte de su tiempo. Lo tinico que le apetecia era contemplar a Dafne, pues su corazén ardia de amor igual que la paja arde en el fuego. Dafne, en cambio, no queria saber nada de Apolo, y cada vez que lo veia, echaba a correr 0 se escondia entre los arboles, porque su misma presencia le hacia sentir incémoda. Llegé un dia, sin embargo, en que no pudo es n para pedirle que quivar a Apolo, y el dios aprovechs la oca se casara con él. —Jamés me casaré —dijo Dafne—: el amor no me interesa, —2Es que un dios como yo te parece poca cosa? —No es que desprecie tu amor, Apolo: es que na quiero el amor de nadie. Naci libre, y me he propuesto permanecer libre hasta el fin de mis dias. A pesar de aquella negativa, Apolo no perdié la esperanza. Ni siquiera parecia disgustado, pues ;como iba a molestarse con una muchacha a la que amaba con locura? Miraba los ojos de se fijaba en sus Dafne, y no podia creerse que fuesen tan bellos: manos, y le parecia imposible concebir otras mas delicadas, ‘To- do en Dafne le gustaba; su largo cuello y su espesa melena, sus dien tes blancos y sus labios de un rojo encendido, sus ojos oscu- Fos y su piel del color de la nieve. Se moria por abrazarla, por acariciar sus mejillas, por cubrirla de besos... Dafne reparé en los ojos de Apolo y, de repente, tuvo miedo, porque descubrid en ellos la mirada de un ser obsesionado con una sola idea. Pen- s6 que Apolo seria capax de cualquier cosa con tal de abrazarla, y Se asusto tanto que ech a correr por el bosque, —iNo te vayas, Dafne —grité Apolo—, no quiero hacerte dano! a2 APOLG Y¥ DAENE Pero Dafne se perdid de vista enseguida. Apolo echo entonces a correr tras la ninfa igual que el lobe tras el cordero. Durante la carrera, Dafne le parecié mas hermosa que nunca, pues el viento desnudaba sus hombros, agitaba su tunica y formaba graciosas ondas en su larga melena. Dafne corria tan aprisa que, en cierto instante, se creyé a punto de perder el alicnto. Las zarzas del basque le arafaban los tobillos, y los guijarros del suelo se le clavaban en los pies, pero no notaba el dolor, porque lo Gnico que sentia era un miedo terrible. Tenia que correr, huir, ponerse a salvo, pues estaba segura de que, si se detenia, Apolo se lanza- ria sobre ella, loco de amor. — Dafne! —oyé decir, La voz soné en aquel momento mas préxima que nunca. Dafne volvié la cabeza, y entonces vio que Apolo estaba a punto de rozarle el hombro. La ninfa palidecié: preferia morir antes que soportar las caricias de Apolo, el calor de su aliento, la locu- ra de sus ojos... Entomces Dafne vio que se acercaba a las orillas del rio Peneo y pensé que alli se encontraba la unica salvacién posible. — Padre, ayidame! —gritd con todas sus fuerzas. Dafne cra deres divinos. Podia, entre otras cosas, prever el futuro y trans- formar a las personas en bestias, —jAytidame, padre, por piedad! —repitié Dafne. Penco arremoling sus aguas, alarmado. Llevaba algtin tiempo disgustado con su hija, porque ella se negaba a casarse y a darle nietos, pero no dudé en prestarle su ayuda, pues la queria con toda su alma. De repente, Dafne dejé de corret, y su cuerpo se de Peneo, quien, como todos tos rios, tenia po- volvié rigide como una piedra. Una fina costra cubrié su pecho ™ 33 APOLO ¥ DAPNE y endureci6 su vientre, sus blancos brazos se convirtieron en ra- mas, y su larga cabellera se transformé en una copa de espesas hojas. De sus pies nacieron raices que se hundieron en la tierra, y su rostro, su bello rostro de rosadas mejillas, s¢ transformé en una dura corteza. Peneo habfa pensado que la mejor manera de salvar a su hija era despojarla de su forma humana, asi que ha- bia convertido a Dafne en un laurel, en el primer laurel que exis- 16 en el mundo, Cuando Apolo vio lo que habia pasado, rompié a llorar como un nino. Ya no importaba cuanto amor le ofreciese a Dafne: ella nunea podria corresponderle. Roto de dolor, Apolo acaricié las hojas del laurel, besé sus ramas y abrazé su recio tronco, y en- tonces le parecié que el arbol temblaba entre sus manos. —Nunea te alvidaré, Dafne —dijo con voz tristisima—. Ya no podras ser mi esposa, pero en adelante serds mi Arbol. Y asi fue. Desde aque! dia, la citara y la aljaba* de Apolo per- manecieron colgadas de las ramas del laurel, y el dios decidid convertir aquel arbol en un simbolo de gloria, asi que dispuso que las hojas del laurel sirvieran para coronar a los generales victoriosos y para honrar a los grandes poetas.' 3 cffura: instrumento musical de cuerda parecido al ladd; aljaba: caja portatil que sirve pura Hevar las flechas a cuestas. 4 El mito de Dafne ofrece una cxplicacién legendaria ‘a una costumbre que se mantuyo en Europa durante sighos, y que consistia en premiar con una cora- na de laurel a las militares, atletas o poetas destacados. De hecha, Dafne, en gringo, significa ‘laurel, HEIRESS RA Hercules y la hidra de Lerna En aquel tiempo remoto en que los dioses se aparecian de conti- tuo ante ls ojos de los seres humanas, abundaron los héroes, hombres excepcionales que ponfan su fuerza, su corajé y su as- tucia al servicio de los demas, Entre todos ellos, ningune fue tan admirado como Hercules, de quien se decia que habria padido veneer a un ejército de miles de soldados sin ayuda de nadie, Enérgico y corpulento, Hércules era insuperable en la lucha, en la caza yen ef manejo de las armas. Siendo wa recién nacido, ya dio pruebas de su fuerza descomunal el dia en que un par de serpientes se deslizaron en su cuna para darle muerte. Lejos de asustarse, Hércules las agarré con sus récias manios cuello hasta estrangularlas y las entrelazd para formar con ellas una siniestra trenza. Fucron mauchas las ocasiones en que Hér- cules salvé al mando de un serio peligro, El les apreté el fue, par ejemplo, quien acabé con la hidra del pantano de Lerna, un mons- trua nacido en fos infiernos que tenia mas de cincuenta cabezas, semejantes a serpientes de afila- dos colmillos. La hidra se alimentaba de ovejas y vacas, y su aliento era tan venenasa que secaba las cosechas y cau: muerte de todo el que lo respiraba. Por su fiereza y brutalidad, parecia un animal indestructible, pero Hércules viajé hasta el saba la pantano de Lerna con el propdsito de poner fin a su vid Cuando lleg6, la bestia dormia dentro de su guarida, en una cueva situada a orillas del pantano. Hércules la obligé a salir lanzando al interior de la cueva una docena de flechas a la habia prendido fuego, con lo que la atmdsfera dentro de la gruta se volvié irrespirable. En cuanto la hidra aparecio, se hizo evi- dente su furia asesina, Los cien ojos del monstruo brillaban co- mo brasas, y sus cincuenta bocas lanzaban unos rugidos ensor- decedores que habrian bastado para matar de terror a cualquie- ra. Hercules se defendia de la bestia con una Iluvia de flechas, que que en realidad no sirvi cuerpo de la hidra, ya que las escamas de su piel eran duras co- mo rocas. El monstruo, pues, siguié avanzando, a tal velocidad y de nada, pues ninguna se clavé en el con tanta decisién que levantaba grandes oleadas de barro en el pantano. Enseguida, lego a pocos pasos de Hercules, quien ha- bria muerto en aquel mismo instante, envenenado por el aliento de la hidra, de no ser porque habia tomade la precauci6n de ta- parse la nariz y la boca con un pedazo de tela En cuanto la hidra estuvo a su alcance, Hercules levanté la poderesa maza de olive que llevaba siempre consigo y comenzd a golpear al monstruo con fiereza. Mas de cien mazazos cayeron sobre sus cabezas, pero la bestia apenas se resintié. Hércules 1 Ler sula del Peloponeso, en la que aby 11 griega situada en bo pe atiales y habia un lago. reg daban las ma a7 MITOS GRIEGOS El héroe, sin embargo, fue lo bastante agil como para saltar ha- Gia atras en el momento preciso, y de esa manera se salvé de morir estrangulado, Desde aquel instante, fa lucha fue encarnizada. Hércules cortd una segunda cabeza, y cl prodigio se repitis: del muddn? emer. gieron tres cabeza mutilaba’ a la bestia, mis fuerte y peligrosa se volvia. De qué le servian el valor y Ia fuerza ante un monsiruo tan terrible? ;Qué podia hacer? ;Acaso su destino era morir en aquel pantano, de- vorade por una bestia inmunda? Hércules estaba al borde de la desesperacién, Por un momento penss que la hazana que habia emprendido no estaba al alcance de sus posibilidades. ¥ su vida hubiera acabado alli mismo de no ser porque, en el momento menos pensado, el héroe oyé junto a sus aides una vor que le susurraba: —Busca la cabeza de oro... Sin dejar de esgrimir su espada, Hercules miré de reojo a su alrededor y comprobé que no habia nadie a su lado, ;Quién ha- bia pronunciado aquellas palabras? sAcaso el miedo le hacia de- Hrar?* nuevas, Parecia increible, pero cuanto mas —Soy la diosa Atenea® —oyo entonces—, y he venide en for- ama de brisa para ayudarte. Si quieres acabar con la hidra, busca su cabeza de oro... —5u cabeza de aro? & mufién: en este caso, “parte del cuello que sigue waida al euerpa tras ef corte! 3 mutilar: cortar una parte del cuerpo de tina persona o animal, 4 delirar: tener alucinaciones, Atenea, hija de Zeus, era la diosa de la inteligencia, las artes 1a estrategia ‘militar: Se la solia representar provista de una lanza y un easco y con wria Ie shuza en ef hombre que simboliziba su sabidutia, 40 —Si. Esa bestia tiene una cabeza de oro, que es la que la hace inmortal. Si se la cercenas,* la hidra dejara de respirar... Hercules, sin abandonar la lucha, miré una por una las cabe- zas de la hidra, y en el primer momento, todas le parecieron idénticas. ;Cuadl podria ser la cabeza inmortal? xCémo distin guirla, si todas eran igual de feroces? De pronto, sucedié algo decisive. El monstruo giré en redonde ¥ cambié asi de posicion con respecto al sol. Un rayo de luz dlumindé entonces una cabeza situada en el centro de su cuerpo, que desprendia un brillo in nfundible: ¢| brillo del ore, Entonces, Hércules levanté la es- pada con las dos manos y descargé un mandoble brutal sobre aquella cabeza. El instante que siguid se le hizo eterno. El héroe note los lati- dos de su propio corazon, ¥ el cansancio acumulada en el brazo se le hizo insoportable, La cabeza de oro de la hidra salté por los aires y eayé al pantano, Entonces, él monstruo lanzé un rugido: ensordecedor, el tiltimo rugido de su vida, y se desplomé sobre el barro, Héreules habia vencido, y en cuanto recobré las fuer- zas, enterrdé la cabeza de oro bajo la roca mas pesada que encon- tré, para asegurarse de que la hidra no volveria a ver jamas la luz del di 6 cercenar: cortar por la base. Py SERRE EAA El rapto de Europa En la calida ciudad de Tiro, a o las del Mediterraneo, reinaba un hombre llamado Agenor.' Tenia cinco hijos varones yuna Unica hija:la hermosisima Europa, Europa tenia ¢l rostro mis delicaco que pueda imaginarse, una sonrisa luminosa y una mi- tada tan dulce y suave como el tacto del terciopelo, ‘Tado en ella era de una Iamativa belleza: los brazos blancas come el marfil, los anclares pausados, la risa sonora, la larga cabellera de rizos anaranjados que le llegaba hasta los tobillas... El rey Agenor sa- bia que una muchacha coma Europa pedia volver locos de amor a los hombres, asi que no permitia que su hija fuese sola a nin- guna parte. El mismo, o alguno de sus hijos, la vigilaban de dia y de noche, Asi que, durante muchos aftos, ningdn hombre ajeno ala familia pudo contemplar a Europa, Las dioses, en cambio, si podan verla, y el mis poderoso de todos, Zeus, qued6 fascinado por la belleza de Europa. De he- cho, llegé a pensar tan a menudo en ella que acabé por obsesio- narse con aquella muchacha: era como un adolescente aturdido Por el fuego del primer amor. Soflaba con fundirse en un abrazo con Europa, pero na le parecia ficil conseguirlo. Zeus sabfa, en ¥ Tira era une antigua ciudad costera de Oriente Préximo, Estabva situada en el actual Libane, y hoy se la conoce con el nombre de Siir a EL RAPTO DE EUROPA efecto, que, si se presentaba ante aquella joven a cara descubier- ta, haciéndose pasar por un hombre cualquiera, el padre y los hermanos de Europa le cerrarian el paso. Europa, mientras tanto, Hevaba una vida placentera, y dedi- caba todo su tiempo al juego y los paseos. Un dia en que estaba en la playa con sus amigas, recogiendo flores entre los matorra- les, distinguid a lo lejos un rebafio de bueyes, Eran veinte o trein- ta animales de pelaje pardo, tan comunes que apenas lamaban la atencidn. Sin embargo, en un extremo de la manada habia un toro que destacaba por su belleza: era corpulento y tan blanco como la nieve, y tenia un pelaje resplandeciente ¥ unos cuernos en forma de media hina que brillaban como el oro. —j{Mirad qué toro mas hermoso! —exclamé Europa, y eché- @ correr hacia el animal. — Ten cuidado! —le advirtieron sus amigas—. ;Puede ser Pp ligroso! Pero Europa no hizo caso: se acercé al toro y¥ comenzo a aca~ riciarle el cuello. El animal parecia muy ddcil,’ pues se dejé to- car sin hacer el menor movimiento. Entonces, Europa les grité a sus amigas: —iVenid, no sedis tan miedosas! {No os imagindis el pelo tan Suave que tiene! —jNo te acerques tanto! dado, Europa, no sea que te haga dafiol Pero Europa no sentia miedo alguno. —iQué dafio me va a hacer? —dijo—. ;No vi como un corderito? iTen cui- eplicaron las amigas— que es manso 2 diel: manso, tranquila. 43 MITOS GRIEGOS Seducida por el tora, Europa lo abrazé con ternura, le colgé en el cuello una guirnalda de flores que acababa de tejer con sus propias manos y le susurré una cancién al oido. Los hermanos de la joven lo estaban viendo todo, Pero no se acercaron, porque Pensaron que el toro era inofensivo. Al final, Europa se confié tanto que acabé por trepar al lomo del animal, E] tore acepts el juego, y comenzé.a caminar a paso lento por la orilla del agua, Europa se rea, feliz dé sentirse dueita de aquel animal tan pode- toso, La escena era tan deliciosa que incluso las amigas de la jo- ven s¢ olvidaron del miedo y rompieron a ref Pero el peligro, auinque invisible, estaba presente, pues aquel toro no era lo que parecia. En realidad, se trataba de un dios me- tamorfoseado’ en bestia: aquel toro era el mismisimo Zeus, que habia decidido transformarse en un loro juguetén para acercar- sea Europa y ganarse su confianza. Claro que el juego no era mis que el primer paso: Zeus queria algo mas, pues su corazén ardia en el fuego incontrolable del amor, De repente, ocurrié algo inesperado, Un fuerte temblor sacu- 4ié la tierra y entonces el toro se lanz6 como una flecha mar adentro, dejando un rastro de espuma tras de si, Europa, asusta- da, se agarré con todas sus fuerzas ala espalda del toro, Pasado un instante, giré la cabeza para mirar atrés, y entonces vio que la playa quedaba ya muy lejos, Sus hermanos y sus amigas le es- taban gritando alguna cosa, pero sus palabras resultaban inaudi- bles. «Qué sera de miz», se pregunté Europa, angustiada, Aca- baba de comprender que en aquel toro habia algin engaiio, y su Corazdn se lend de terror. 3 metamorfoseado: transkormade, MITOS GRIEGOS EL toro se detuvo al llegar a Creta, una isla de altas montaitas y fértiles‘ Hanuras. Alli, cerca de una fuente, Zeus le revelé a Eu- ropa quién era él en realidad, y, bajo la sombra de los plitanos, ‘a abrazé por vez primera y le descubrié todos los secretos del amar... Europa tuvo tres hijos con Zeus y se quedé para siempre a vi- vir en Creta, pues el padre de los dioses le regal la isla para que fuera la patria de sus hijos y sus nietos, En cuanto a Zeus, volvié Pronto al Olimpo, pero siempre guardé un magnifico recuerdo de su romance con Europa, Y, para que quedara un testimonio eterno de su amor, colocé en el firmamento® unas cuantas estre- las dispuestas en forma de toro, Todavia hoy, cuando miramos al cielo por la noche, podemos ver esa resplandeciente figura, a la que los sabios Haman «constelacién de Tauro»,* 4 fértiles: que dan cosechas abundantes y muchos frutos. 5 firtiamente: cielo, # Algunos mitos gricgos explican de un modo legendario por qué ciertas cons: telacioncs, ex decir, conjuntos de estrellas, parecen formar un determinado dibujo. Si miramos al cielo y unimos las estrellas de la constelacién de Tauro con tina linea imaginaria, obtenemos un perfil semejante al de un toro, cu riosided que, segrin el mito, se debe a la voluntad de Zeus de que se recuer- den eternamente sus amores con Europa, 46 Teseo y el laberinto de Creta De los tres hijos que tuvo Europa, uno llegé a ser rey de Creta, 1 Se llamaba Minos y era un hombre ambicioso, pues no se | a gobernar sobre su isla, sino que embareé a menudo a su ejér- cito con el propdésito de conquistar territorios en la orilla norte del Mediterrineo, Atenas y Mégara, entre otras ciudades griegas, cayeron en sus manos, lo que convirtié a Minos en uno de los hombres mais respetados y temidos de su época Minos habia tenido dos hijas con su mujer, Pasifae. Aunque Jas queria con locura, su mayor deseo era tener un hijo varén para nombrarlo heredero de su imperio. Asi que el dia en que Minos supo que Pasifae estaba embarazada por tercera vez, una plicida sonrisa le ilumins la cara, Presintié que la criatura que venia en camino era el varén que tanto habia deseado y se pro- metié que le daria una educacién magnifica para que, cuando legase a ser rey, se ganase el aprecio de todos los hombres y mu- jeres de Creta Sin embargo, cuando Pasifae dio a luz, la alegria de Minos se quebré en pedazos, pues el recién nacido no tenia nada que ver el rey habia sofiado, Era un ser monstruoso, con cabeze de toro y cuerpo de hombre, al que pronto se le empez6 a llamar «el Minotauro», ‘el toro de Minos: con el nifio q uando el rey lo vio por vez primera, se enojé tanto que se encaré con su esposa. aT » —iEs ponde, Pas menstruo no puede ser hijo mio! —le grito—. Res- : 3eon quién me has engafiado? Pasifae no tuvo mds remedio que confesar la verdad. Lloran- do a ligrima viva, explicé que habia tenido amores con un tore, un magnifica tora blanco al que habia visto pastando en uno de los valles mas verdes de Creta. Al oir aquello, Minos se quedé pensative. Recordé la historia de su propia madre, que habia lle gado a Creta a lomos de un falso toro, y sospeché que tal vez el animal que habia enamorado a Pasifae era en realidad un dios, Por eso mismo, descarté la idea de matar al Minotauro, pues te. mia provocar la ira de los dioses si Ilegaba a darle muerte. Ya mas sereno, Minos le dijo a su esposa: —Ese monstruo es una vergiienza para nuestra familia, asi que lo esconderemos para que nadie pueda verlo. Aquel mismo dia, Minos mandé llamar a un arquitecto del que habia oido hablar mucho. Se Iamaba Dédalo, y era un in- ventor genial. —Quiero que consiruy as un laberinto —le dijo Minos —iUn laberinto? —pregunté Dédalo. —Si, un palacio con una distribucién tan compleja que quien entre en él no encuentre jamis la salida Con su admirable ingenio, Dédalo levanté en Cnosos! un pa- lacio unico en el mundo. Estaba compuesto por miles de salas y pasillos comunicados entre si, y uno podia caminar durante dias por el interior de aquel edificio sin encontrar nunca la salida, pues siempre acababa por volver a estancias y corredores en los nue‘en la antigiiedad a capiral de Creta, yl lugar donde residia el de la ist 49 MITOS GRIEGos que ya habia estado. Sélo un dios, con su inteligencia ilimitada, po- dria haber descubierto el camino que Hevaba a la salida Fue alli, en aquel edificio infer- nal, donde Minos encerré al Mi- notauro. Para que pudiese ali- mentarse, el rey obligaba todos los aios a siete muchachas y siete mucha- chos a entrar en el laberinto, donde eran devorados por el monstruo. Las victimas del Minotauro llegaban de las ciudades que Minos habia conquistado en el nor- te, donde todo el mundo sufria el ho- rror de aquel cruel impuesto de sangre. EI Minotauro Nevaba nueve anos dentro del laberinto cuando llegé a Creta un grupo de jévenes proce- dente de Atenas. Entre ellos, se en- contraba el propio principe de la ciudad, un muchacho muy apues- to y con fama de hombre valiente que se lamaba Teseo. A pesar de que su destino era morir devorado por el Minotauro, Teseo hizo el viaje hasta Creta con una entereza ejemplar que sorprendié a sus compatie- fos. Cuando uno de ellos le pregunté como po- dia estar tan tranquilo sabiendo que se dirigia hacia la muerte, Teseo le respondid: —Porque confio en mi mismo. Sé que voy a derrotar al Mi- notauro y que regresaré con vida a Atenas. Parecia una fanfarronada, pero para conseguir su propésite, Teseo no sdlo contaba con su valor sin limites, sino también con el aliado imprevisto del amar. Sucedié que, el dia en que Teseo Hegé a Creta, habia una her- mosa muchacha en el puerto. Era Ariadna, la hija mayor del rey Minas. acelers n cuanto vio a Teseo, Ariadna noté que su corazén se ba y tuvo la sensacién de que necesitaba de aquel mucha- cho para ser feliz en la vida. Nunca antes habia visto a un hom bre tan hermoso como ‘Teseo, y la entristecid saber que su desti- no era morir devorado por un monstruo. Aquella noche, Ariadna no logré dormir, pucs no hacia mas que pensar en Teseo. De madrugada, cuando todo el mundo dormia, se cubrié con wa manto y abandon6 en secreto el pala- cio real de Cnosos, Unos minutos después, Dédalo oyé que Ila- maban a la puerta de su casa y, cuando salié a la calle, se quedé de lo mas sorprendido. Fra Ariadna. — Qué os ocurre, princesaf —pregunté—. ;C6mo es que ve- nis a estas horas, ya solas? Pasad adentro, que la noche es fria. Ariadia entré en la casa de Dédalo, y enseguida confess el motivo de su visita; se habia enamorado de ‘Teseo ¥ habia toma- do la determinacion de salvarle la vida. Maestro —le dijo a Dédalo—, ti eres la tinica persona que puede ayudarme... Dime qué he dé hacer para salvar a Teseo ¥ te lo agradeceré hasta el fin de mis dias. Piensa que si ese mu chacho muere, yo también moriré de tristeza... 5E MITOS GRincos Dédale no supo qué decir, EI dolor y la ingenuidad de Ariad. nalo enternecieron, pero Pensé que no debia ayudarla, ‘Si salvara a Teseo —dijo—, vuestro Padre creeria que lo he traicionado... —Os lo ruego —suplicé Ariadna, ¥ s€ eché a los pies de Dédalo con los ojos baiiados en ldgrimas, El dolor de la joven era, en fin, tan sincero y conmavedor que Dédalo acabs Por ceder a su deseo. Le explicé a Ariadna que lo Snico que necesitaba ‘Teseo para salvarse era un hilo de seda y una espada, y le conté PASO a paso todo lo que debia hacer aquel muchacho para escapar con vida de] laberinto, Un rato después, protegida auin Por la oscuridad de la noche, Ariadna visite el calabozo donde Teseo estaba encerrado a la es- Pera de que los soldados de Minas lo condujesen hasta e! labe- una espada que tenia la hoja de oro, y le explicé como debia usar aquellas dos cosas, Teseo, conmovido, pregunié: —Decidine, Princesa, sedmo Puedo agradeceros Io que estais haciendo por miz No hizo falta que Ariadna dijese una sola palabra, Sus meji- Has enrojecigron de tal modo que Teseo comprendié al instante que Ia joven estaba enamorada. Entances, el Principe Je estreché las manos ¥ dijo con voz dule No sufrdis, Princesa, Saldré con vida del Jaberinto, ¥ 08 Ile- varé conmigo a Atenas, Al alba, log soldados de Minos fueron en busca de Teseo ylo condujeron a través de las calles de Chosos hasta las puertas del laberinto, Teseo parecia contento, ¥ en sus labios asomaba una leve sonrisa, asi que muchos lo tomaron per loca, 52 — iCémo puede sonreir si s¢ encamina hacia la muerte? —se preguntaba todo el mundo, Una vez en el interior del laberinto, Teseo siguié las in ciones que le habfa dado Ariadna. Primero, até el cabo del hilo de seda a las puertas del laberinto, y luego, mientras avanzaba por el interior del palacio, fe desenrollando el carrete. De ese modo, cuando quisiera volver a la calle, no tendria mas que en- rollar de nuevo la seda en el c mino de la libertad. rrete, y él hilo le mostraria el ca ‘Todo salid segtin lo previsto, Con su ejemplar valentia, Teseo se enfrenté al Minotauro y le dio muerte clavandole en el cora- z6n la espada de oro, que deslumbré al monstruo con su brillo portentoso. Al atardecer, cuando Tesco salié del laberinto, Ariadna estaba esperandolo, con la inquietud en el corazén y los ojos llenos de lagrimas. Los dos se besaron por primera vez y, dos horas mas tarde, a la luz de la luna, se hicieron a la mar con rumbo a Ate- nas. DIRS RARER El vuelo de fcaro A veces, la fortuna de unos hombres trae consigo la desgracia de otros, Asi, la victoria de Teseo sobre el Minotauro arruina para siempre la vida de Dédalo. ¥ es que, cuando Minos supo que Te- sco habia escapado del laberinto y se habia fugado de Creta en Puinbahfa de Ariadna, se enfurecié tanto que acudié en busca de Deédalo y le dijo a gritos: — Que los dioses te castiguen, maldito traidor! Acaso no te Pedi que construyeras un edificio del que nadie pudiera salir? iMe has fallado, Dédalo, y lo vas a pagar caro! jHoy mismo te encerraré en el Jaberinto, y haré que tu hijo te acompafie para multiplicar tu suftimiento! Supongo que sabras eémo escapar del edificio, pera te aconsejo que no lo intentes, pues voy a dejar una pareja de guardianes vigilando la salida, y tendrn ordenes dé cortaros la cabeza si os ven aparecer, El hijo de Dédalo se lamaba Icara y estaba a punto de cum- plir catorce afos, Era un joven travieso ¥ atreviclo, de pelo riza- de y sonri Cnosos lo adoraba, Todos los habitantes de la ciudad, Pues, se apenaron mucho al saber que nunca mas volverian a ver a learo, También Dédalo se qued6 abatido por la tristeza. Entré en el laberinto cabizbajo, y pasé sus primeras horas de encierto sumi- doen un profundo silencio. No padfa soportar la idea de que su Picara, y tenia un caracter tan alegre que la gente de FL VUELO DE ic hijo tuviera que vivir y morir alli dentro, asi que se empeiid en encontrar como fuese una manera de salir de aquel edificio in. fernal. Su mente, féttil como un almendro en una eterna prima- vera, comenz6 a barajar ideas, y al poco rato, Dédalo exclamé: —i¥a lo tengo! jSaldremos de aqui volando como los pajaros! —No digas disparates, padre —replicé Icaro. con tristeza— #Desde cuando los hombres pueden volar? —Es que no tienes confianza en mi, muchacho? ; Vamos, ale- gra esa cara de una vez y aytidame, que tenemos mucho trabaja por delante! El laberinto Nevaba nueve anos en pie, y, en ese tiempo, la hierba habia crecido en algunos pasillos, la Huvia habia formado estanques en ciertos rincones, las abejas habian construido pa- nales en las vigas, y sé habian acumulado restos de animales aqui y alli. De manera que Dédalo no tuvo dificultades para en- contrar los materiales que necesitaba para su invento. Trabajé sin descanse durante todo un dia, y ala mafana siguiente le mos- tré a Icaro dos pares de alas. Las habia fabricado con unas ca- fas, unidas con cera y forradas con pumas. Entusiasmado, Dé dalo exclamd: — Vamos a ser los pajaros mas extrafios del mundo...! Con ayuda de unas cuerdas, padre e hijo se ataron las alas a la espalda. Luego, dedicaron un buen rato a aprender a manejar- las, y al final consiguieron moverlas con tanta soltura como si hubieran nacido con ellas. Habia Iegado Ja hora de escapar del laberinto, y entonces Dédalo le advirtié a su hijo: —Esciichame, Icaro: no debes volar demasiado bajo, porque cuando lleguemos a mar abierto, las olas empaparian tus alas, y se volverian tan pesadas que caerias al mar. 55 Tcaro sonrid. —No te preocupes, padre —dijo—; volaré lo més alto que pueda, —No, hijo, tampoco debes volar demasiado alto, cas mucho al sol, el calor derretird la cera que mantiene unidas las cafias, y tus alas se desharin. 3Has entendido? Site acer- » padre, ~ Entonces, emprendamos el vuclo, ¥, sobre todo, no te apar- tes de mi lado pase lo que pase. Icaro empezé.a batir las alas con rapide, de arriba abajo, tal y como le habia ensefiado su padre. Su cuerpo se fue elevando, Primero con lentitud y luego mas aprisa, y cuando volvie la ca. beza para mivar atrés por vez primera, el laberinto ya se veia pe- jo se aleja- queno como una miniatura. Dédalo, al ver que su h ba, tomé impulso y eché a volar. Habia decidido que viajarian lejos de Creta, en direccién al narte, donde habia muchas islas en las que podrian empezar una nueva vida, Desde la tier ra, los campesinos y los pescadores miraban Hengs de asombro a aque- las dos pajaros tan grandes y extranios. caro, levado por el go- 20 de la ingravidez! y entusiasmado con la belleza del cielo, rom- pié a reir, y su risa sond cristalina como el agua de un arroyo. Se sentia tan feliz que movia las alas cada vex con mas fuerza, y vo- laba mis y mas alto: arriba, muy arriba, mis arriba aun... Dédalo, en cambio, tardé en acostumbrarse al milagro del vuelo. Durante un buen rato, se sintié incémodo, pues no deja- ba de pensar que los hombres han nacido para tocar la tierra con los pies. Sin embargo, acabé por olvidarse de sus temores y, | ingravides: capacidad de sostenerse en el aire, MLTOS GRIEGOS mientras volaba, comenié a sofiar con la nueva vida que les es- Peraba alli donde el viento los levase. Sonriente, gird la cabeza para mirar a su hijo, y de pronto una mueca de terror le defor- mé la cara, jlcaro no estaba ni detras ni delante, ni encima ni debajo! Dédalo la bused por todas partes, pero no consiguié en- contrarlo, Al fin, fij6 su vista en el mar y descubrié que el mu- chacho flotaba sobre el agua, inmévil como un cadaver, de es- paldas al cielo. A su alrededor vagaban las cafas de sus alas, dis- persas. Roto de dolor, Dédalo comprendié la terrible verdad: su hijo, incansciente y temerario? como todés los jovenes, habia confiado demasiado en su propia habilidad, habia querido volar mis alto que los pajaros, y el sol habia castigado su soberbia’ de- rritiéndole las alas para que se ahogara en el mar... ae 2 temeraria: demasiado atrevido, imprudente 3 soberbia: cualidad del que se cree superior a los dems, exceso de confianzs €f una mismo, 58 Edipo y el enigma de la Esfinge Los dioses del Olimpo eran muy severos con todo aquel que los defraudaba. Algunes, como Hera, tenian un cardcter tan venga- tivo que no perdonaban jamds una ofensa,’ En cierta ocasion, Hera decidié castigar a los habitantes de Tebas* por un crimen cometido en la ciudad, y se sirvid de la Esfinge para conseguirlo. La Esfinge era un monstruo colosal que habia nacido en el cora- zon de Africa. Tenia cabeza y torso de mujer, patas de ledn, cola de serpiente y unas enormes alas de dguila, Hera le ordend que se apostara en un desfiladero situado en el camino de Tebas, por el que tenian que pasar por fuerza todos los que ibam a la ciu- dad. En cuanto se acercaba un viajero, la Esfinge le cerraba el paso y le obligaba a detenerse. —Si quieres seguir adelante —le decia con voz muy dulce—, deberds responder a un acertijo. Al viajero lo invadia entonces un miedo atroz. Con un nudo en la garganta, preguntaba: —3¥ qué pasard si no atino con la respuesta? —Que no tendré mas remedio que castigarte por tu comple- ta ignorancia. 1 Hera, espasa y hermana de Zeus al mismo tiempo, era la diosa de los matei- monios y la protectora de las partos. 2 Tebas es una ciudad griega situada a unos 45 km al norocste de Atenas. x 39 MITOS GRIEGOS La Esfinge, con la vox mas dulce que pueda imaginarse, pro- nunciaba entonces su enigma, que decia asf: Séle tiene una voz, Yanda con cuatra pies por la mafiana, dos al mediodia y tres por la noche. Cuantos menos pies tiene, mas veloz corre. Silo conoces, te ama, pero si na lo conoces, lucha contea ti y te destrucye. Ante la enorme dificultad del e igina, el viajero empezaba a sudar ¥ a temblar de miedo. Aunque hacia todo lo posible por encontrar la respuesta, los minutos Pasaban en vano, pues el mismo terror le impedia pensar con claridad. La Esfinge, mien- tras tanto, esperaba impasible, como si no. tuviera prisa alguna, pera, al cabo, rompia su silencio para decir: —No sabes la respuesta, jverdad? El viajero ni siquiera contestaba. ;Para qué ibaa decir nada si ya sabia que su muerte era irremediable? Entonces, la Esfinge estiraba los brazos, acercaba las manos al cuello del viajero y apretaba con todas sus fuerzas hasta estrangularlo. ¥, cuando notaba que su presa habia dejado de respirar, se lanza- ba sobre ella y la devoraba sin compa- sign, Durante cierto tiempo, la Esfin- ge sembré el terror en el camino que llevaba a Tebas, Los labrado- res de la zona dejaron de pasar por el desfiladere, y Jos metca- deres de otros lugares renun- 60 EDIFO ¥ TL ENIGMA DE LA ESFINGE ciaron a viajar a Ia ciudad. La Esfinge, pues, empezo a pasar ham- bre, asi que algunos dias volaba hasta Tebas en busca de alguna victima facil. Solia sentarse en lo alto de las murallas de la ciu- dad y, en cuanto aparecia alguien, se abalanzaba sobre él. Fueron muchas las ocasiones en que las calles y plazas de Tebas queda- ron regadas por la sangre de un niffo que jugaba en un caballo de madera, de un labrador que iba al mercado a comprar un cintaro o de una muchacha que habia salido a pasear en com- pania de sus amigas. Nadie podia evitar los ataques de la Esfinge, y todos los habitantes de Tebas asumieron con resignaci6n que podian ser devorados por el monstruo el dia menos pensado. La tinica manera de acabar con el peligro era resolver el oscuro acer- tijo que la Esfinge proponfa a los viajeros, pero nadie parecia ca- paz de llevar a cabo una hazafia tan extraordinaria. Las cosas cambiaron de repente gracias a un forastero Ilama- do Edipo. En realidad, Edipo habia nacido en Tebas, aunque ¢l mismo no lo sabia, porque se habia criado lejos de la ciudad. Cuando era un recién nacido, sus padres fueron advertidos de que aquel nino les iba a acarrear muchas desgracias, asi que de- cidieron abandonarlo en el monte. Por fortuna, unos pastores lo encontraron y le salvaron la vida. Edipo era mil inteligente, y confiaba tanto en su sabiduria que acudié a Tebas sin mas pro- pasito que resolver el enigma de la Esfinge. Al ver que un foras- tero se acercaba, la Esfinge se interpuso en su camino y le pre- gunté: —iAdénde vas, viajero? —A Tebas —respondié Edipo con voz firme. —Pues no pasaras de aqui a no ser que me des la respuesta a un acertijo. 61 MITOS GRiEGos —Dimelo y trataré de responder. Entonces la Esfinge dijo: Sdlo tiene una voz, Yanda con cuatro pies por la mafiana, dos al mediadta y tres par la noche. Cuantos menos pies tiene, mis veloz corre, Si lo conoces, te ama, pero si no lo conoces, lucha contra ti y te destruye. Edipo escuchd el enigma con la mayor atencién, esforzindo- se por desentranar su oculto sentido. Intenté abstraerse y olvi- darse de Ja Esfinge, pero, aun asi, no Iograba dar con la salucién, Al final, recogié un palo que él un circulo en el suelo y se metié dentro, pues pensaba que de esa manera podria aislarle de todo lo que le rodeaba y concen- trarse mejor, Edipo se pasé mas de una hora en el interior del circulo, pensando sin descanso, y al fin, con voz clara y patente, dijo: —La solucién a tu enigma es el hombre. El hombre tiene w voz con la que habla. Por la mafiana, ¢& decir, cuando es un re- cién nacido, va a cuatro patas,como los perros, porque gatea. Luego, cuando llega a adulto-y se encuentra en el mediodia de su vida, camina sobre sus dos pies y es capaz de correr a gran velocidad. En cambio, por la noche, cuando envejece, se apoya en su bastén, su tercer pie, y anda con dificultad. Ademis, el hombre debe abrir los ojos de le mente y el corazin para cono- cerse a si mismo; si se conoce bien, se convierte en su mejor ala vera del camino, trazé con amigo, pero, si no llega a conocerse, se transforma en su peor enemigo y se destruye a si mismo. 62 Ta cara de la Esfinge, que siempre se mastraba impasible o falsamente dulce, adquirié de pronto un gesto aspero. Edipo ha bia descifrado el enigma, y la Esfinge no supo aceptar su derro- ta. Sus ojos se volvieron rojos de rabia, sus garras empezaron a temblar y su cuerpo entero se tensd como una cuerda que so- Porta un peso enorme, pues la ira le quemaba por dentro como una Hlamarada. Al final, la Esfinge perdié el control sobre sf mis. ma y se quité la vida arrojndose desde la cima de la montatia, Edipo, feliz con su victoria, siguié su camino hacia ‘Tebas, adonde Hegé en el momento mas oportuno, pues aquel mismo dia habia muerto el rey de la ciudad, Los habitantes de Tebas nombraron 2 Edipo su nuevo monarca para agradecerle la ayu- da impagable que les habia prestado, Pareefa que Edipo lo tenia todo para ser feliz, pero, mpo después, vivid una gran trage- dia y acabé arrancdndose las ojos de pura desesperacién. Suce- dia que aquel hombre tan inteligente no se conocia a si mismo tan bien como creia... Pero ésa es otra historia 64 SEGRE EARA REARS AA ERE ASAR RASA) El desafio de Aracne Hace mucho, muchisime tiempo, existié a orillas del mar Medi- terrdneo un pais llamado Lidia. Aunque sus costas eran muy be- llas ¥ sus prados tenian un verde cautivader, lo que hacia de Li- un pais tnico era la piirpura, un extrano molusco que se criaba en sus playas. Las purpuras tenian una concha retorcida de color gris y un aspecto muy poco atractivo, pero todo el mun- do las buscaba con afiin porque guardaban en sus entranas un auténtico tesoro: un tinte carmesi tan intenso como los destellos de los rubies, Los tejidos tefides con purpura quedaban tan hermosos que la gente no se cansaba de mirarlos nunca. Reyes y emperadores de todo el munde pagaban grandes cantidades de oro a cambio de una ttinica tenida con purpura, ¥ princesas de todas las na- ciones acudian a Lidia para comprar un velo carmesi que realza- DS GRIEGOS se su belleza. De modo que los mercados de Lidia estaban siem- pre muy concurridas, y-el dinero corrfa en abundancia por todo el reino, En Lidia reinaba un hombre llamado Idmén. Se habia enri- quecido gracias a su vista aguda, que le permitia distinguir con gran facilidad la valiosa purpura entre la arena de la playa. Id- mén era viudo, pero no estaba solo: tenia una hija Hamada Arac- ne, bella y muy inteligente, que era la mejor tejedora de Lidia, Las telas que urdian las manos de Aracne eran tan perfectas que dejaban boquiabierta a la gente, y parecia que los animales y Personas bordados en sus tejidos fuesen a salirse de la tela en cualquier momento. Aracne, consciente de su habilidad, solia proclamar en vox alta que no habia en el mundo una tejedora mejor que ella. Es mas, en cierta ocasién se atrevié a decir: —iSoy incluso mejor que Atenea! Atenea, que era la diosa de las hilanderas y las bordadoras, enrojecié de ira al oir aquellas palabras, —Pero jqué se ha creido esa muchacha? —bramé—. ;De mo- do que se cree mejor que yo? Pues ahora mismo la ensefaré a ser mas humilde.., Aquel mismo dia, Aracne vio entrar en su taller a una ancia- na de pelo blanco que caminaba ayudéndose con un bastén, La mujer se pasé un buen rato examinando los tejidos expuestos en el taller, y en cierto momento le Ppregunté a Aracne: —jLos has hecho tu? —Ast es —respondié la joven con evidente orgullo—. Soy la mejor tejedora de Lidia. —Pensaba que s6lo las manos de una diosa podian tejer unas telas tan perfectas... 66 EL DESAPIO DE ARAGNE —Yo sé tejer mejor que la mismisima Atenea. —No digas ese, muchacha, o Atenea te castigard. Los dioses no perdonan a quienes los desprecian —Yo no desprecio a nadie : me limito a decir la verdad, Soy mejor tejedora que Atenea, eso es todo. —Te repito, nina, que si Atenea se ofende. — Que se ofenda si quiere! $i Atenea estuviera aqui delante, la retaria a competir conmigo, y asi le demostraria con hechos que soy mejor tejedora que ella. La anciana se alteré mucho al oir aquellas palabras, Su cuer- po entero se tensé, y parecié cambiar por efecto del enojo. De repente, las arrugas desaparecieron de su rostro, su pelo blanco se volvié oscuro, y sus Ojos recobraron el brillo de la juventud. Costaba creerlo, pero la anciana se habia convertido en una jo- ven bellisima, alta y de rasgos delicados. Entonces, Aracne pensé replicé Aracne— que aquel extrano prodigio s6lo podia tener una explicacién... Eres Atenea, ;verdad? —dijo. —Claro que soy Alenea. Supongo que, si me hubiera presen- tado en tu taller con mi verdadera forma, no habrias tenido el coraje de proclamarte mejor que yo... —WNo creas que te tengo miedo —le advirtid Aracne—. Sigo pensando que say mejor tejedora que wi, Asi que, si quieres, po- demos competir. Estoy segura de que tejeré una tela me jor que la tuya. Atenea le lanzé a Aracne una mirada desafiante, pero la joven no se inmuts. es orgullosa, Aracne, muy orgullosa —dijo la diosa—. Puesto que asi lo quieres, competiremos. Y espero que no te arrepientas de haber ido tan lejos. .. oF Enseguida corrié la voz de que Aracne se iba a enfrentar con Atenea, y decenas de personas de toda la ciudad acudieron al taller de Aracne a presenciar el desafio. Las dos ri- vales se situaron delante de sus respectivos telares, y entonces Atenea dija: —Empecemos! ‘Tanto Aracne como Atenea comenzaron a moyer sus manos con una habilidad y una rapidez asombrosas, Atenea tejié: un ta- piz de seda, fino como el aire, y lo bordé con un dibujo que exaltaba el poder de los dioses. Zeus aparecia en el centro, senta- do en fa cima del Olimpo, y alrededor se encontraban Apolo y pare- cia con un casco en la cabeza y con la lechuza de la sabiduria apoyada en el hombro. El tapiz entero, con sus alas figuras de impresionante aspecto, venia a recordar que los dioses eran to- dopoderosos: creadores de la tierra, sefores del mar, duefios del cielo y reyes eternos de la humanidad. Aracne, por su parte, tejid un velo de lino, ligero como el agua, y lo bord6 hasta la tltima esquina, Al contrario que Ate- nea, habia representado lo peor de los dioses. Aparecian Poseidén, Eros y Afrodita, asi como la propia Atenea, que Zeus convertido en toro para engafiar a Europa, Hermes robando las vacas de Apolo, y Crono comiéndose a sus hijos. Aracne queria MITOS GRIEGOS dar a entender que los dioses no son en absolute mejores que Jos seres humanos, pues también ellos son apasionados y menti- 1 Tosos, injustos ¢ imprudentes, avariciosos y perversos. Cuando las dos rivales acabaron su trabajo, los curiosos que habian presenciado el duelo se quedaron mudos de asombro. Tanto el tapiz de Atenea como el velo de Aracne eran admira- bles, Parecia que el tejido de una diosa tenia que ser por fuerza mejor que el de una mujer, pero el velo deslumbrante de Aracne no tenia nada que envidiar al tapiz resplandeciente de Atenea, ni por st: color, ni por su forma ni por los brillos que despedia. Fra una obra perfecta, y Aracne, Ilena de orgullo, les pregunté a los presentes: —Decidme, ;quién ha ganado? Atenea se dio cuenta de que el velo de su rival era impecable, y su corazén ardié de envidia. No podia perdonarle, ademis, que hubiera utilizado su tejido para insultar a los dioses. Con los ojos enrojecidos por la rabia, Atenea se lanz6 sobre el velo de Aracne y exclamé: —jEsto es lo que opino de tu tela! La diosa estaba tan enojada que rasg6 en pedazos el velo de Aracne, y golpeé la cabeza de la joven con la lanzadera’ de su te- lar. Aracne comprendié entonces el gran error que habia come- tido al desafiar a una diosa, y se sintié tan avergonzada que de- | Las escenas elegidas per Aracne muestran, en efecto, comportamientos in- morales. Ya sabemos que Zeus se metamorfosed en tore para engafiar y se ducir a Europa (pigs. 42-46). De Hermes, por su parte, se cuenta que, una vez, aprovechd un descuido de su hermano Apolo para roharle el ganado, Ei: nalmente, el dios Cramy se camia a sus hijos en cuanto nacian a fin de con- servar su reino, pues le habian predicha que uno de ellos lo destroaari 2 Janzadera: pieza de cercimica que se usa para entrelazar los hilas en el telar, 70 PL DESAFIO DE ARAGNE se6é morir. De modo que corrié hasta un rincon del taller, donde habia una cuerda colgada del techo, y se fa pasé alrededor del cuello. Todos los presentes rompieron a gritar al ver que el cuer~ po de Aracne se balanceaba a tres pies del suelo, pero no se atre- vieron a acercatse a la joven, por miedo a avivar el enfado de Atenea. Al final, la propia diosa se compadeci6, asi que se acercé a Aracne y la sostuvo con sus brazos para salvarle la vida. —Th falta ha sido grave —le dijo—, pero la muerte es un castigo excesivo. Dejaré que vivas, Aracne, pero: permanecerads colgada, y lo mismo les pasard a todos tus descendientes. Atenea rocié entonces a Aracne con el jugo de una hierba ma- gica que llevaba siempre consigo, y de ese modo la joven tejedo- ra se transformé en un pequefo insecto de cabeza pequenia y patas muy largas. Al mismo tiempo, la cuerda que antes le rodea- ba el cuello se convirtié en un finisimo hilo de seda que le salia del vientre, Atenea miré a Aracne y le dijo: —Dedica tus dias a tejer con ese hilo que sale de tu cuerpo, ¥ asi la vida se te hara més levadera. Aracne, pues, s¢ pas el resto de su vida tramando finisimas redes en los rincones y alimentandose de los insectos que que- daban atrapados en cllas. ¥ asi han vivido siempre las araias, descendientes de aquella orgullosa muchacha de Lidia que co- metié el error de creerse mejor que los dioses.’ 5 Fl mito explica, como vemos, el arigen de las arafias, animal al que.en grte~ go, se designa precisamente con la palabra arace. 7 ma SRE RCRA El oro de Midas El hombre estupido rara vez alcanza la felicidad, pues a0 sabe valorar lo que tiene, La historia de Midas asi lo demuestra, Midas era hijo del rey de Frigia,! un pais bendecido por los dioses donde los arboles estaban siempre cargados de frutos, las flores desprendian un olor embriagador y el ganado crecia sano ¥ tobusto. Desde el principio, quedé claro que Midas estaba des- tinado a ser rico, Cuando acababa de nacer, una hilera de hor- migas desfilé hasta su cuna yamontoné sobre su boca un punia- do de semillas de trigo. Al ver aquello, la nodriza* del pequefio estuvo a punto de enlaquecer de alegria. —ilas hormigas han llenado de trigo los labios de vuestro hijo —te explicé al rey—, y esa quiere decir que ser muy rico! Midas fue, en efecto, un hombre afortunado, Al morir su pa- dre, comenzé a reinar ¥ como en Frigia no habia problemas, se Pasaba la mayor parte del tiempo paseando por el campo, Le encantaban las cosas hermosas, de modo que hizo plantar en He sion de Oriente Proxima situada en li actual Turguia, La #l Pactolo, un rio que se cita af final de ests historia, 2 modticn: mujer que criaa un nif que no es suyo, 72 La suerte de Midas comenzé a cambiar por casualidad. Un dia, el dios Dionisos, acompafado por su séquito,’ pasé por Fri- Iba cantando y bailando, como siempre, porque Dionisos era el dios del vino y de las fiestas. Sus acompariantes se tamba- leaban a causa de lo mucho que habian bebido, y uno de ellos, el viejo Sileno, acabé dormido en el jardin de Midas. A la manana iguiente, un jardinero lo encontré bajo un rosal y lo condujo ante el rey. Midas traté a Sileno con gran amabilidad y lo alber- go en su palacio durante Cuando Sileno se reencontré con Dionisos, el dias le én par él. —iDeénde te habias metido, mi querido Sileno? —le pregun- té—. No sabes cuanto te he echado en falta...! —Me quedé dormido bajo un rosal, pero Midas ha cuidado muy bien de mi. Me ha invitado a espléndidos banquetes, me ha dejado dormir en la mejor cama de su palacio y les ha ordenado asus criados que me acompafiaran hasta aqui. (Qué gran anfitrién!! —dijo Dionisos—. Hoy mismo iré a verlo y lo premiaré por lo bien que te ha tratado. z dias. un abrazo muy carifioso, pues sentia auténtica adorac’ Dionisos, en efecto, acudié en busca de Midas y le dijo: —TTk concede el den que me’ pidas, Dime .qué es lo que mak te gustaria? Midas no podia creerse su buena suerte. Durante un buen ra- to, estuvo pensando en qué pedir. No era ficil decidirse, pues Midas era un hombre poderoso y rico, que tenia casi todo lo que uno puede desear en la vida... Pero habia un don que na- 3 séquito: grupo de gente que acompafia a una persona importante. 4 anfitrion: persona que acoge a otra en su casa, 73

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