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MUJER MADRE, MUJER HIJA

“Despertó Adán del sueño profundo que le había infundido el Señor para extraerle una
costilla, y al ver a Eva exclamó: “Esto si que es ya hueso de mis huesos y carne de mi
carne”. Y el Hacedor añadió: “Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá
con su mujer y serán dos en una sola carne”.
Desde entonces se ha cumplido la ley del Génesis.
La mujer por el hecho del matrimonio se convierte en esposa y deviene en madre.
Un aforismo jurídico reza: El amor que baja es más fuerte que el amor que sube, y un
principio de derecho ordena: los hijos excluyen a cualquier otro heredero.
Este fundamento legal tiene su engendro en el amor de los padres para sus hijos, y es
verdad, nada tiene más valor en el corazón maternal y paternal que el amor a sus vástagos.
Sin embargo, en el amor de madre suelen haber imperfecciones. Madres hay que quieren
a un hijo más que a otros, madres hay que refiriéndose al tercero dicen: “no estaba
programado, nació por descuido”. ¡Que horrible suena! Lo que pudo ser fruto del amor
resultó ser secuela del egoísmo y del placer.
Madres hay que trabajan mucho tiempo fuera de casa.
Madres hay que principian a estudios en la universidad cuando precisamente están
edificando su hogar y es que la profesión de madre es incompatible con cualquier otra
profesión a tiempo completo.
Desde que la mujer trae al mundo a un ser madurado por nueve lunas en su entraña debe
acabar con sus afanes y ansías de brillo, de fama o de fortuna.
Si argumenta que no alcanza el sueldo del marido que debe ir a la universidad o completar
una carrera, habría que decirle que está formando parte de un deplorable esquema que se
llama maternidad irresponsable, pues antes de casarse debió de lograr la profesión
anhelada, y planificar la subsistencia del hogar.
Madres hay que se cansan de sus hijos, incapaces de vislumbrar que un día, el tiempo de
alas grandes, se los arrancará para situarlos en un destino definitivo y añorarán entonces
los días en que sus hijos las cansabas.
Y cuando no es el estudio o el trabajo, es la vida social y se pierde la madre mil primicias
por una tarde de bridge o de canasta, o deja al hijo devanando la apretada madeja de sus
horas que es la tarde cuando la mamá no está en la casa.
Así es el amor de madre, sin igual, tiene también imperfecciones.
Pero si a veces, la mujer falla como madre, a veces también falla como hija.
Cuando la mujer se casa y adquiere de inmediato su calidad de esposa y espera su calidad
de madre, parece olvidar su condición de hija. El olvido va desde cantar “que es harina
de otro de costal” hasta el rechazo a que su madre intervenga en la vida de sus nietos.
Pero eso sí, cuando va al trabajo o al mundo social, y no tiene con quien dejar a sus hijos,
recurre a su madre, convirtiéndose en sirvienta distinguida (sujeto de deberes, pero sin
correlativo disfrute de derechos).
1
Pero ¿Se acuerda la hija de tener delicadezas con su madre?
Etapa más triste para una madre cuando los hijos se casan y se van, no hay otra, por eso
ellos deber estar conscientes de que, al poner los cimientos de su felicidad, están
instituyendo la desdicha y soledad de ella.
Si la madre enviuda, una de las hijas decide llevarla a vivir a su casa. Pero la madre que
acaba de perder su complemento a trasladarse a casa de su hija, lo pierde todo. Tendrá así
un cuarto para los muebles, los cuadros, las flores serán las que su hija determine. Ella no
será más que una huésped distinguida.
Se de madres que no pueden recibir a sus amigas porque “no tienen casa”.
Conozco también situaciones de varias hijas que conciertan entre ellas la estancia de la
madre en sus respectivas casas por turno, un año en cada casa, así la carga les será más
ligera. Y la madre otrora la reina del hogar, se trueca en gitana distinguida que después
de las doce de la noche del 31 de diciembre levantará su carpa para instalarla en otro
lugar.
Otro aspecto es la hija solterona.
Aquella de las hermanas que no logró casarse recibe automáticamente como trofeo de su
soltería, un ancla: la madre; solo la hija solterona tiene al criterio de las casadas
obligaciones con su progenitora, ellas no, ellas se deben a su esposo, a sus hijos, a su
trabajo.
Por supuesto hay excepciones, pero el grueso de las mujeres-madres deberían hacer una
revisión de su comportamiento como hijas.
¿Pensáis que, por el hecho de casaros, acaba vuestra responsabilidad de hijas?
¿Tenéis pequeñas atenciones con ella?
¡Estad vigilantes! Verdad es que los hijos nada deben a sus padres, los trajeron al mundo
sin su consentimiento o conocimiento, pero, aunque verdadero pasa al dominio de una
contabilidad brutal. Tal argumento no puede animar en corazones nobles.
Asumid, hijas entre todas la carga de la madre, no hagáis esclava de ella a la hija solterona.
No la tengáis de huésped rotativo cierta unidad de tiempo.
No sé si habrás reparado que no quiero suponer siquiera la colocareis en un asilo porque
la mera idea me estremece hasta la raíz.
Costead entre todas un apartamento. Allí será la reina, atesorará sus vejestorios, sus
cachorros, los recuerdos de sus hijos, los retratos antiguos.
Allí saboreará la dicha de poseer un rincón del mundo en exclusividad que podrá
arreglarlo como y cuando le dé la gana, en el que pueda meter a sus gatos y a sus comadres
sin molestar a nadie.
Buscad una mujer que la acompañe y vosotros quizás por turno podréis ir a pasar la tarde
gris con ella.

2
Preocupaos por su salud y compartid en común los gastos que su enfermedad ocasione; y
más provisoriamente aún haced un fondo para las emergencias.
Y una alerta más: respetad su libertad, porque cuando envejecen vosotras queréis que se
vista como os place; y que vayan a los lugares que creéis conveniente; que se vuelvan sí,
como vuestras hijas, pero solo para el amor y la ternura.
El querer a vuestros hijos no agota la capacidad de amar a vuestras madres.
Además, lo ordenó el Señor en su cuarto mandamiento.
En este día dedicado a la mujer, sintamos el orgullo de ser tales, Dios nos quiso mujeres;
nos hizo socias de la creación, nosotras ponemos el dolor de nuestra carne y Él el alma,
el soplo de la vida para la perpetuación de la especie.
Y en esta hora, en que nos concientizamos de nuestro género, no olvidemos nuestra
condición de madre e hija, el propósito de esta charla ha sido la liberación de la madre
cuando los hijos se van y queda sola.
En cada amanecer y en cada caso, rezad por ella.

Escrito por: Sarah Flor Jiménez

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