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Ramiro en la Escuela de los Piratas


Ramiro va a la Escuela de los Piratas "El Loro Pelado" y le
dieron como tarea de Escritura Piratesca contar una aventura en
alta mar. El problema es que él todavía no realizó ningún viaje y
no sabe qué podría contar. Pero su suerte va a cambiar durante
el fin de semana y se verá embarcado en la más grande aventura
de su vida...

Juan Pedro Me Loughlin


Juan Pedro Me Loughlin nació en Buenos Aires
en 1952. Es docente, escritor y actor. Es conocido
por sus libros y relatos dedicados a un público
infantil y juvenil, y ha recibido distinciones como
la Faja de Honor de la SADE y el Premio UTE a la
Innovación Educativa. En esta misma colección ha
publicado f/ increíble robo del escondite secreto,
Un misterio que cayó del cielo y ¿Quién se onimo
o bojar al sótano?

Ilustraciones de
Nahuel de Vedia

JLL,
ISSN 97B-950-i53-5R9-5

e
� 1 macmillan
education -1 cántaro
,co
; f11 cántaro
Ramiro en la Escuela
de los Piratas
Juan Pedro Me Loughlin
Ilustraciones de Nahuel de Vedia

f11 cántaro
1-tora d�
Lectura
Coordinadora de literatura: Karina Echevarría
1-tora dE"
Corrector: Mariano Sanz
Coordinadora de Arte: Natalia Otranto L�ctura
Diagramación: Ana G. Sánchez
Ilustraciones de reloj: Pablo Camba
Ilustraciones de tapa e interior: Nahuel de Vedia

¡Qué placer, leer!


Mr Lot1ghlin, Juan Pedro
Ramiro en la escuela de los piratas/ Juan Pedro Me Loughlin : ilustrado por ¡Qué placer, leer un libro interesante, ocurrente,
Nahuel de Ved,a. - la ed. la rcimp. - Boulogne. Cántaro, 2021.
96 p. : 20 x 14 cm - (Hora de lectura : S2) emocionante!
ISBN 978-950-753-589-.5 ¡ Qué placer seno, 1r pasando las páginas de un
J. Narrativa Argentina, 2. Literatura Infantil. J. Vcdia. Nahuel de. ilus. 11 Titulo. cuento de misterio!
CDD A863.9282
¡Qué diversión, descubrir cómo bailan las palabras
de una adivinanza y dejar que vengan los chisporro­
© Editorial Estrada S.A., 2019
Avda. Blanco Encalada !04, San Isidro, provmua de Buenos Aires. Argentma
teos de los trabalenguas!
Internet: wwv..,.puertodepalos.com.ar
Queda hecho el depósito que dispone la Ley 1 1.723.
Hora de Lectura es una colección para leer en�.
Impreso en la Argentina/ Prmtcd in Argentina
ISBN 978-950-753-589-5
buena hora.
Para que disfrutes de autores argentinos contem­
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o I¿\ transformación de t:Ste libro. en i.:ualqu1t!1 forma o por cualqlller medio, sea electróntco
poráneos y descubras el universo literario.
o mecánico. tnediante fotocopias. digitalización y otros métodos. sm el permi<.o prcv10)
l'scrito del eJ,wr Su mfrarncín está pmada por las kyes 11.723 v 2�.446.
Para que salgan los libros de los rincones polvo­
rientos y olvidados, y se vuelvan protagonistas de un
Primna ed1c1ón. prm1cra rc1mpreqon.
J-:::i:ta obra st: tt'rmmó dl'. unpnmtr t·n .:;t:ptlemhre de 202 l. en los talleres U1.: l.atmgrdtll:d.
placer compartido.
Rocamora 4161, Ciu<la<l A11tcínoma de Buenos /\.tres, Argentma
Los libros de la colección Hora de Lectura están
estructurados en jugosas secciones que posibilitan un
mejor acceso a la literatura.
La obra presenta textos de diferentes y variados
géneros, que conforman el multifacético rostro de la
literatura para los chicos de hoy. Las ilustraciones co­
laboran con la construcción del sentido de los textos
y refuerzan el valor estético de la palabra.
En Apunten... ¡juego!, encontramos consignas de Ramiro en la Escuela
comprensión, producción y narración oral que nos de los Piratas
permiten generar un espacio de placer compartido
en el aula, y hacer de la lectura y de la escritura acti­ Juan Pedro Me Loughlin
vidades comunitarias.
En la sección Aquí me pongo a contar, los auto­
res hablan acerca de su vida y de su trabajo, en res­
puesta a una entrevista que muestra los entretelones
y la cocina del oficio de escribir.
En Las mil y una hojas, te brindamos datos cu­
riosos vinculados con los textos. Para que abras así
algunas de las tantas puertas al mundo que la litera­
tura ofrece.
¡ Sean todos bienvenidos a esta propuesta para dis­
frutar de la buena literatura en una profunda y crea­
tiva Hora de Lectura!
Capítulo 1
El Tormenta

Se despertó muy temprano. Estiró la manta sobre


su litera y abandonó el camarote del barco.
Luego de ir hasta el tonel de agua y lavarse la cara
se puso su sombrero de tres puntas con pluma azul.
Subió la escalera que iba a cubierta y se alegró de ves
un día despejado mientras el sol empezaba a asomar­
se por el horizonte.
-Agua y fuego -dijo en voz baja. Le gustaba ese
momento del día en que los rayos naranjas empeza­
ban a resbalar por el espejo de agua.
De pronto recordó que si no se apuraba iba a que­
darse sin desayuno. Entró en el comedor. Ya esta­
ban los marinos sirviéndose el mate cocido desde una
enorme olla.
Ramiro en la Escuela de los Piratas 9

-¡Ramiro! Llegás en el momento justo -Danilo,


el joven y robusto cocinero, sujetaba en sus enormes
manos una canasta que parecía muy pesada-. Aca­
ba de salir bien calentito el mejor desayuno que pue­
das comer.
El chico vio cómo se abalanzaban los piratas antes
de que la canasta llegase al suelo y tuvo que apresu­
rarse para hacerse de un pan de buen tamaño que en­
tibiara sus manos. Después fue hasta la olla y se sirvió
bastante mate cocido en un cacharro de lata. Aunque
tenía nueve años su apetito era tan enorme como el
del más fuerte tripulante de ese barco, el Tormenta.
-Vamos, niño -lo apuró Ventura, el contramaes­
tre-, o llegarás tarde a la Escuela de los Piratas.
-¿Algún día me enseñarás a leer, Ramiro? -D9_­
nilo mordisqueaba el único pan que había quedado
en el fondo de la canasta.
-¿Y vos me enseñarás a cocinar?
-Así será -sonrió el cocinero y pasó por las me-
sas levantando cacharros y gritándoles a los otros pi­
ratas-: ¡A ver si algún día se acostumbran a llevar las
cosas a la pileta! ¡Oue soy el cocinero, no su sirviente!
Ramiro vació de un trago el contenido de la ja­
rra y se fue comiendo su pan que por cierto estaba
10 Juan Pedro Me Loughlin Ramiro en lo Escuelo de los Piratas 11

sabroso. Admiraba la habilidad que tenía Danilo en poder lograr convertirse en lo que sabía que iba a ser:
la cocina. Además era su amigo. A veces se mostra­ un pirata. Se acomodó el sombrero de tres puntas y
ba malhumorado, pero detrás de ese gigante quejoso se aseguró de que la pluma azul sobresaliera por en­
había un pirata sensible que se esforzaba por tener la cima de su cabeza.
comida lista cuando sus compañeros, cansados por el
duro trabajo diario, llegaban hambrientos a la barra­
ca. Los guisos eran su especialidad y todos repetían,
y al pasarle el pan al plato para no perder nada de ese
manjar, los dejaban relucientes, como recién lavados.
Danilo siempre decía que no hay trabajos menores,
simplemente había que querer lo que uno hacía. Y
no es que se quedaba escondido en la cocina cuando
había un combate. Su espada era un enorme cucha­
rón y sus grandes manos, tenazas que podían chocar
dos cabezas del mismo modo como hacía chocar dos
huevos para hacer una tortilla.
-No te olvides tu bolsa con los útiles -el grito
venía desde arriba, donde el vigía, Marcelino, saluda­
ba a Ramiro con una mano porque con la otra se su­
jetaba al palo mayor.
-Acá está -y el chico señaló su bolsa donde lleva­
ba un catalejo para mirar bien lejos, la espada de ma­
dera para practicar esgrima, la brújula para aprender
a orientarse y otras tantas cosas que necesitaba para
,,...

Capítulo 2
La escuela de piratas "El Loro Pelado"

El pueblo donde se reunían los piratas de todas


partes del mundo se llamaba Puerto Perdido.
Desde lejos Ramiro pudo ver el letrero que decía:
11E l Loro Pelado 11
Escuela de Piratas para niñas y niños
En la puerta se encontró con su amigo Donato y
su amiga Aurora, una niña de pelo muy largo atado
en su espalda con un nudo marinero.
-Miren -les decía ella con una gran sonrisa
mientras mostraba su espada de madera-: hoy te­
nemos espadeo.
-Se llama esgrima -la corrigió Ramiro.
-Como se llame -respondió Aurora-, es la clase
que más me gusta.
14 Juan Pedro Me Loughlin

El muchacho miró a su amigo. Ninguno de los dos


tenía interés de que les tocara practicar con Aurora.
Era muy buena con la espada.
-¿Estudiaron la vida de Morgan, el Capitán de la
Noche?-preguntó la niña.
-Yo no conseguí el libro. Dicen que está agotado.
¿Era para hoy? -se inquietó Donato.
-Sí. Yo lo fui a leer en los pergaminos que hay en
la biblioteca del pueblo -Aurora era una chica cum­
plidora de sus tareas.
-La historia de Morgan es terrible. Mi capitán
Marcial protesta porque nos hacen leer cosas de esos
malvados piratas.
-El profesor Montagne repite siempre que debemos
aprender la historia de toda la piratería, también la de
esos terribles piratas, para no cometer los mismos erro­
res -ahí estaba otra vez Aurora con sus explicaciones.
-Ese profesor Montagne ... -Donato apretó los
dientes-, ya me puso dos malas notas en lo que va
del mes.

-
-¿ Qué querés, si no hacés las tareas?
-Ya, Aurora -se enfureció Donato-, que no sos
la maestra. ¿Así que los dos leyeron su historia en la
biblioteca? ¿Y fueron juntos?
16 Juan Pedro Me Loughlin

-No -lo cortó Ramiro mientras se ponía un poco


colorado-, a mí me la contó Abelardo, un pirata que
luchó contra Morgan y que ahora vive en el Tormenta.
-¿Luchó contra Morgan y sigue vivo? -incrédu­
la, Aurora abrió muy grande los ojos-. Ya debe ser
muy viejo.
-Está jubilado, pero no se acostumbra a vivir en Capítulo 3
tierra firme y el capitán lo deja seguir estando a bor­ Fin de semana largo
do. Me contó que pudo escapar cuando su barco nau­
fragó. Estuvo aferrado a unas maderas por días en el
mar hasta que lo rescataron. Sabe todo sobre la vida Ramiro y su amigo salieron juntos de la escuela.
de Morgan. -Suerte que no me tocó hacer esgrima con Auro­
-Bueno, ya que los dos saben la historia del Ca­ ra -comentó aliviado Ramiro.
pitán de la Noche, como buenos amigos me la conta­ -Pobre Américo, le tocó a él y no la pasó nada
rán en el primer recreo. No quiero que Montagne me bien -se lamentó Donato.
ponga la tercera mala nota. Américo era un chico que siempre andaba malhu­
Sonó la campana y todos callaron porque iban a morado y llevaba sobre el hombro a su loro Picolargo.
izar la bandera de Puerto Perdido. Esa mañana había sido vencido por Aurora en la
clase de esgrima y eso empeoró su mal humor.
-Al menos Américo se aprendió muy bien la lec­
ción de Las diez reglas básicas de los piratas -lo de­
fendió Ramiro.
-Siempre tan estudioso, todo el tiempo anda con
los libros bajo el brazo, y de tanto usarlos ya tienen
18 Juan Pedro Me Loughlin Ramiro en lo Escuelo de los Piratas 19

las hojas estropeadas -protestó Donato mientras re­ -Para mí será muy sencillo. Pondré un barco que
corrían un sendero que los llevaba a las afueras del vuela. Le pondré El Bergantín Alado, luego unos bru­
pueblo-. Y se la pasa molestando con las reglas para jos acechando, un poco de dama prisionera, otro poco
ser un buen pirata. ¡Si los piratas no tienen reglas! de valiente pirata al rescate. Y un final feliz. Ya está.
-En eso te equivocás -Ramiro se detuvo de re­ -¿Te creés que escribir es tan fácil? Si fuese una
pente-. No se podría convivir en un barco o en cual­ receta de cocina le pediría ayuda a Danilo.
quier lado sin reglas. -Como quieras, Ramiro. Si no querés venir a la
-Lo bueno es que tenemos por delante un fin de fiesta te la perderás. Bueno, acá termina el pueblo. El
semana largo -Donato cambió de golpe la conver­ camino es bien largo hasta el puerto.
sación. -Caminaré con paciencia -Ramiro levantó su
-¡Ah, claro! El lunes es el Día Universal de la Pi­ sombrero de tres puntas rematado con la pluma azul,
ratería. a modo de saludo.
-En Puerto Perdido habrá una gran fiesta. ¿Ven­ -¿Por qué vivís en un barco?-preguntó Donato.
drás? -Es una larga historia y ahora mi estómago dice
-Si el capitán me da permiso, sí. Aunque quizás que debo llegar a la hora del almuerzo.
me lleve mucho tiempo hacer esa tarea difícil que nos Se despidieron y Ramiro recorrió a paso firmé �1
dio la profesora de Escritura Piratesca. resto del camino. No podía sacarse de la cabeza la ta­
-¿ Qué tarea? rea que debía hacer en ese fin de semana.
-No puede ser que lo olvides apenas salís de cla- Al llegar, Ventura lo esperaba al pie de la plancha­
se. Quiere que escribamos una aventura en el mar. da de embarque.
-¿Y cuál es el problema? -¿A que no sabés qué, muchacho? -le dijo en­
-¿Cómo no lo entendés, Donato?Vivo a bordo de tusiasmado.
un barco, pero nunca estuve en el mar. ¿Cómo voy a -¿Hay queso y dulce, de postre? -imaginó el
inventar una aventura de lo que no sé cómo es? niño.
20 Juan Pedro Me Loughlin

-No. Algo mejor: mañana nos hacernos a la mar.


-¿Cómo, se van a navegar?
-Nos vamos, y vos venís con nosotros.
Ramiro saltó sobre Ventura y lo abrazó. Es que
no era para menos. Nunca lo llevaban cuando hacían
viajes por el mar.
-¿Estás seguro? -el muchacho no podía creerlo. Capítulo 4
-El mismo capitán Marcial me lo dijo. Y yo que- Ramiro, el vigía
ría darte la sorpresa. La cara que pusiste fue impre­
sionante. Así que preparate, harás tu bautismo en el
mar. Marcial Fondu, capitán del barco Tormenta, le
sonreía:
-Será tu primer viaje, muchacho, ¿creés que es­
tás listo?
-¿ Que si estoy listo? Hace mucho que estoy e_s-

perando vivir una aventura.
-Bueno, tanto corno aventura no. Será un viaje
corto. Llevaremos unas mercancías a la Isla de los Pája­
ros Cantores. El lunes cuando caiga el sol estaremos de
vuelta. Y no tendrás que faltar a la escuela el martes.
-Al fin conoceré lo que es hamacarse sobre las
olas.
-Mientras no te marees -rio el capitán, quien se
quedó mirando al muchacho. Recordó aquel día en
21 Juan Pedro Me Loughlin Ramiro en lo Escuelo de los Piratas 23

que llevó a su barco a ese bebé que había encontrado -En realidad me manda el capitán para que me ha­
abandonado en la puerta de la taberna. Y ahí estaba bles sobre el trabajo de vigía. ¿Te tomás vacaciones?
ahora, parado frente a ese jovencito tan entusiasta-. -Sí, me quedaron quince días del año pasado y
Una cosa más, nuestro vigía se tomará vacaciones, así quiero visitar a mi madre que vive en la región de Ba­
que... ¿ te animás a ocupar el puesto? rranca de las Piedras, en el extremo opuesto de Puerto
-¿Yo, vigía? Perdido. ¿Así que me vas a reemplazar?
-Vigía suplente. Eso sí, necesito que estés aten- -Solo por el tiempo de tus vacaciones -se apuró
to por cualquier barco o tormenta que aparezca a lo a aclarar Ramiro.
lejos. -Bueno, lo primero es que traigas tus cosas a este
Ramiro empezó a trepar por el palo mayor. camarote.
-No tan rápido, muchacho, saldremos mañana -¿Acá?
al amanecer. Andá a almorzar, que Danilo ha hecho -Claro, en la puerta está el cartel que dice que
una carne asada con papas que está para chuparse este camarote es del vigía.
los dedos. Y mejor hablá con Marcelino antes que se -Pero ... -Ramiro dormía en una gran barraca
marche del barco. Así te cuenta cómo es el trabajo con otros marineros y no le entraba en la cabeza q�e
�·
de vigía. podía tener un camarote para él solo.
El niño corrió por la cubierta y pasó por delante de -Pero no te entusiasmes mucho -lo cruzó Marce­
Abelardo, el pirata jubilado, quien le gritó: lino con una sonrisa-, no empecés a poner posters de
-¡Cuidado, muchacho! A ver si te rompés un hue­ moda, como el del capitán Mediavita, que ganó el pre­
so, que recién acabamos de lavar la cubierta. mio al pirata del año, ni pinturas de la hermosa pirata
Ramiro se detuvo ante un camarote que decía: "Vi­ Aurora. Quiero las paredes limpias. Ahí tenés el ojo de
gía". Entró porque la puerta estaba abierta. Marcelino buey para disfrutar la vista del mar desde acá abajo.
terminaba de empacar dos bolsos grandes. -Te devolveré el camarote tal cual me lo entregás
-¿ Qué hacés aquí, Ramiro, venís a despedirme? ahora. Contame cómo es tu trabajo.
Ramiro en la Escuela de los Piratas 25

-Bueno, te diré que está muy mal considerado últi­


mamente. Hay pocos que siguen estudiando para vigía.
-¿Vos tenés título de vigía?
-Sí: cuando terminé mis estudios en la Escuela de
los Piratas elegí la carrera de Vigía Profesional, válido
para barcos de hasta tres mástiles. En ese momento
eran muchos los anotados, pero terminamos pocos.
Es que todos creen que ser vigía es pasarla ahí senta­
do, no.haciendo nada, aburrido.
-¿ Y cuál es el trabajo?
-Primero no tenés que sufrir de vértigo, por ejem-
plo. Y después, tener paciencia es indispensable.
-Sí, no tengo vértigo. Lo de la paciencia, bueno ...
-No te preocupes, la construirás. Pero lo principal
es estar bien atento. Que el sueño o el cansancio no te...
venzan. Allá arriba sos los ojos del barco. Debés saber
que mientras trabajan, comen o duermen, los tripu­
lantes confían en vos. Saben que apenas veas un bar­
co, una isla o las lejanas nubes de una tormenta vos
serás el que lo verás primero. Y darás la voz de aler­
ta. Después el capitán decidirá lo que hay que hacer.
Tu grito de: "Tierra a la vista", "Barco a babor", debe
llegar claramente a todos los rincones de la embarca­
ción. ¿Tenés catalejo?
26 Juan Pedro Me Loughlin

-Sí... bueno... -se desilusionó Ramiro-, es uno


que solo sirve para aprender en la escuela.
-Tomá -y Marcelino le alcanzó a Ramiro un
hermoso catalejo de acero que tenía unos lentes que
permitían ver más allá del horizonte-. Cuidalo, lo
heredé de mi padre. También era vigía.
-No puedo creerlo -Ramiro no salía de su asom­ Capítulo 5
bro al ver esa maravilla-, lo cuidaré como el más Ahora sí, a navegar
grande tesoro.
-Limpiá los lentes, todos los días, con un poco de
alcohol. Y ahora debo irme. El viaje es largo y quiero Al fin el Tormenta logró romper las primeras olas y
llegar a mi pueblo antes de que oscurezca -Marce­ alejarse del puerto.
lino chocó su mano con la del muchacho y cargando Ramiro, allá arriba, con los dos ojos bien abiertos
el segundo bolso salió del camarote rumbo a las es­ recorrió la maravilla de las aguas que se movían al
caleras. ritmo de las olas. Gracias al catale1· o de Marcelino).
Ramiro se quedó en el camarote con el catalejo en podía acercar el lugar donde el mar se juntaba con el
la mano. Pensaba qué querría estudiar después que cielo, el horizonte.
terminara la Escuela de Piratas. Solo sabía que debe­ Sí, a los nueve años, Ramiro, sin el parche en el
ría aprender todos los oficios de un marino. Porque ojo, disfrutaba desde lo más alto del barco su primer
lo que él quería para su futuro era ser capitán de un viaje sobre las inquietas aguas del mar. Se había su­
barco, el capitán Ramiro. jetado por debajo de la barbilla el sombrero de tres
puntas con la pluma azul.
No había pasado ni una hora de navegación cuan­
do Ramiro pudo ver a lo lejos muchas nubes oscuras:
28 Juan Pedro Me Loughlin Ramiro en la Escuela de los Piratas 29

-Tormenta a estribor -gritó el muchacho. Ramiro miraba hacia el horizonte a través del ca­
-¡Por las barbas de Neptuno! -se sorprendió talejo prestado, montado en una caseta de madera y
Marcial-. Ventura, ¿no me dijiste que el fin de se­ sujetándose con el otro brazo al extremo del mástil.
mana iba a estar totalmente despejado? Ni una nave en trescientos sesenta grados. Solo ne­
-Yo no tengo la culpa, capitán -se atajó el con­ gros nubarrones. Miró hacia abajo y vio las manos del
tramaestre-, ayer mandaron la paloma mensajera contramaestre que le indicaban que bajara.
con el pronóstico del Centro de Observación de Puer­ Inmediatamente se acomodó el parche y comenzó
to Perdido. Aquí tiene el papel que traía la paloma, a deslizarse por la soga, y en segundos golpeó con sus
atada en sus patas. pies la_cubierta del Tormenta.
El capitán leyó el pequeño papelito que tenía es- -Muchacho -le dijo Ventura-, todos los hom­
critas dos líneas: bres están almorzando. Está bien que te tomes en
Buen tiempo para todo el fin de semana 11
11
• serio tu trabajo, pero debés alimentarte si no querés
11Nublándose hacia el atardecer del domingo 11
• que te lleve una ráfaga de viento.
-¡Maldición! No se puede ya creer en los pronós- -Es que el chico es muy obediente y le pedí que
ticos -Marcial se mostraba muy contrariado-, lle­ estuviera atento a esta tormenta que me tiene muY,.
vo telas muy delicadas en las bodegas. Ventura, tomá preocupado -el que intervenía ahora era Marcial
cuatro hombres y asegurate que estén bien envueltas. Fondu-. Vamos a comer, luego volvé a tu puesto.
No quisiera que se mojaran si llueve y hay filtraciones. Ramiro salió disparado y los jefes rieron al ver lo
A lo largo de esa mañana el mal tiempo los acom­ que podía hacer un buen apetito.
pañó permanentemente. Y todo empeoró al mediodía. -Un vigía suplente de nueve años -sacudió la ca­
Las nubes volvían a cerrarse amenazantes, pero ni una beza Ventura-, esta tripulación es realmente extraña.
gota había caído hasta el momento desde el cielo. -Podés confiarle tu vida a ese muchacho. Parece
-¡Ey, bajá de una vez! -los gritos de Ventura no un niño, pero su dura vida lo ha hecho madurar muy
llegaban hasta el puesto del vigía suplente. rápido.
Ramiro en la Escuela de los Piratas 31

-Se lo nota muy avispado. Si no se descuida es el


más listo de la tripulación.
-¿No podemos ir más rápido?-preguntó de gol­
pe Marcial.
-Están las velas totalmente desplegadas y vamos
a todos los nudos que lo permite el barco sin que se
deshaga en pedazos. A pesar de ser pequeña, esta es
una embarcación pesada. Además tuve que ir a corre­
gir el r?mbo tres veces. El timonel no es muy bueno.
-No quisiera tener que arriar las velas por los
vientos cruzados. Deberíamos echar el ancla y queda­
ríamos a merced de la tempestad. Todo lo que quiero
es llegar a tiempo a la Isla de los Pájaros Cantores y
hacer la entrega.
El capitán subió al puente de mando para confir-.,.
mar si el rumbo era el correcto.
-¡Qué barbaridad! -gritó Marcial Fondu después
de comprobar con sus aparatos que se habían desvia­
do dos grados a babor-. Voy a hacerme yo mismo
cargo del timón -y se dirigió hacia el castillo de proa.
En unos segundos descargó su furia sobre el ti­
monel al que le arrebató el gran círculo y corrigió la
dirección moviendo con precaución las barras de ma­
dera que servían para manejar el timón.
32 Juan Pedro Me Loughlin Ramiro en lo Escuelo de los Piratas 33

Ramiro ya estaba de regreso y dispuesto a subir su marcha normal. Giró hacia el castillo de proa y vio
a su puesto cuando lo sacudió el movimiento del al pequeño Ramiro manipulando el timón.
barco. El capitán corrió hacia el lugar donde el mucha­
Marcial Fondu había dejado el timón y traía a ras­ cho parecía dominar con destreza semejante círculo
tras al timonel que no podía sostenerse en pie. de madera. Cuando llegó a dos metros vio cómo el
-Ventura, vení acá, apurate -bramaba el capitán. niño vigía suplente se las arreglaba para fijar al piso
El contramaestre apenas resbalaba por la cubierta trozos de madera que le ayudaban a asegurar el ti­
sosteniéndose de los aparejos. El timón giraba enlo­ món. El capitán sonrió. Se acercó y tocó un hombro
quecido sin que nadie lo controlara. del muchacho, quien se sobresaltó, tan concentrado
-Este hombre está borracho, ¿no te diste cuenta? estaba en la tarea.
¿ Cómo se hizo del licor si la bodega está con candado -Me tomé el atrevimiento, capitán -dijo muy
y vos tenés las llaves? -al capitán ya no le importa­ serio Ramiro-: saqué de su oficina el papel con las
ba que su barco girase sobre sí mismo. coordenadas y corregí el rumbo.
-Es ... que ... es que ... ayer sin darme cuenta ... -¿Dónde aprendiste a manejar un timón, mucha­
dejé abierta por unos minutos la bodega mientras su­ cho?
bía los víveres. Solo cinco minutos. -¿ Se acuerda que le pedí permiso para quedarm�­
-Tu trabajo es controlar que todo esté bien. Otro dos veces por semana en la escuela después de hora?
debe subir los víveres. Bajá a este hombre al calabozo Bueno, es que el "Holandés 11 dio unos cursos de ma­
hasta que se le pase la borrachera. nejo de barcos.
-¿Al calabozo, señor? -¿El viejo "Holandés" está dando clases en la es­
-Es el menor castigo que puedo darle. Ahora ten- cuela de Puerto Perdido?
go que evitar que el Tormenta siga girando -y de -Sí, el mismo. Igual no es lo mismo practicar en
pronto Marcial interrumpió su furia. Vio que ya no un timón simulador que en medio de una tormenta.
necesitaba sostenerse y que el barco había retomado Hice lo que pude.
34 Juan Pedro Me Loughlin

-Y lo has hecho excelente. Solo que tenemos un


problema.
-¿Cuál, señor?
-T erremos que encontrar un nuevo vigía.

Capítulo 6
Un ataque a traición

Ventura, viendo que todo funcionaba normalmen­


te bajó a los calabozos para ver al timonel que había
sido puesto prisionero por el capitán. No le gustaba
que los hombres de la tripulación estuvieran en ese
lugar, que consideraba para los enemigos. Lo vio que;.
dormía aún su borrachera sobre el piso húmedo de la
celda. Abrió la cerradura y sacudió al marinero.
-Vamos, hombre. ¡Despertate, irresponsable!
-Ventura -dijo el otro apenas pudo abrir los
ojos-. El capitán ha sido injusto conmigo. Por nada,
me ha tratado como a un desgraciado.
-No tomás en cuenta la gravedad de tus actos.
Además, fuiste uno de los últimos que se incorporó
a la tripulación. Y yo mismo te contraté. No hagas
36 Juan Pedro Me Loughlin Ramiro en lo Escuelo de los Piratas 37

que me arrepienta. Andá a la barraca y tratá de que la puerta de la taberna. No podía llevarlo a su casa,
el capitán no te vea por un buen tiempo, hasta que vivía solo y casi siempre estaba en el mar. Y tuvo la
se le pase el enojo. loca idea de llevárselo a los marinos de su barco. Eran
-¿No volveré al timón? bribones, pero tenían un corazón de oro. Y criaron al
-Por ahora lo está manejando Ramiro, y muy bien niño con la rudeza de los hombres de mar, pero tam­
por cierto. Date un baño y ponete en condiciones. bién con la nobleza de los verdaderos marinos. Quería
El marino no contestó, sacó la mirada del vacío y a ese niño como al hijo que no había tenido. Y esta­
la cargó de ira. Se le había pasado de golpe la borra­ ba orgulloso de él. No quiso molestarlo y bajó a cu­
chera y no soportaba haber sido reemplazado por un biert�. Estaba tan metido en sus pensamientos que
niño. Eso le molestaba más que haber sido recluido no vio una figura escondida detrás del bote salvavi­
en un calabozo. das que estaba al pie del castillo de proa. El hombre
Subió a las barracas donde dormía, para cambiarse subió sin hacer ruido por una escalerilla. El pequeño
de ropa. No había nadie porque todos estaban traba­ Ramiro estaba concentrado en evitar que el fuerte
jando en cubierta. Sacó de un grueso abrigo un objeto oleaje cambiara el rumbo de la nave. Por eso no pudo
envuelto en una funda de cuero. La abrió y tomó una advertir nada hasta que tuvo al marino encima. Pud<?.
filosa daga con mango de madera labrada. También esquivar el primer ataque cuando sintió un ruido a
colocó una cachiporra en la faja de su cintura. Fue la sus espaldas y lo vio venir. Pero su pierna derecha se
primera vez en el día en que sonrió. Subió a cubierta. enredó en una soga suelta en el piso. Y ahí fue cuan­
Ya no tenía frío. Lo quemaba el fuego de la venganza. do la cachiporra le golpeó la cabeza y lo derribó. El
El pequeño Ramiro ya le había tomado la mano al agresor lo tomó del cuello y sacó la navaja, pero el
timón. muchacho logró atrapar uno de los palos que usaba
Marcial Fondu lo miraba apoyado en la baranda para trabar el timón y lo descargó sobre el rostro del
del puente de mando. Nuevamente recordaba cuan­ atacante. Este rodó por la escalera y perdió la daga. Al
do había encontrado a un bebé llorando a gritos en hombre le dolía terriblemente la nariz, tenía la camisa
38 Juan Pedro Me Loughlin

ensangrentada y huyó del lugar cuando escuchó vo­


ces a pocos pasos de allí.
El silencio volvió a reinar después de los ruidos de
la lucha. Nadie los había escuchado. Las voces se fue­
ron alejando. Y el atacante fue a meter la cabeza den­
tro de un balde de agua y se metió dentro de un bote
salvavidas. En la proa del barco, Ramiro finalmen­ Capítulo 7
te se había desvanecido sobre las manchas de sangre La isla de los fuegos saltarines
propias y de su atacante, las que se habían mezclado
sobre el piso de madera mientras el timón giraba sin
sentido sobre sí mismo. Marcial Fondu estaba desconsolado.
En la camilla de la enfermería yacía el muchacho,
pálido, con la cabeza vendada. Belisario, el enfermero
del Tormenta, hacía lo que podía.
-Perdón, señor -Ventura había entrado en la en-,.
fermería-: revisé el lugar cerca de las escalinatas que
van al timón y encontré esto detrás del primer escalón.
Una daga con hoja muy filosa era sostenida desde
el mango por el contramaestre. La hoja estaba limpia.
-Buen trabajo, Ventura. Es del canalla -se enfu­
reció Marcial Fondu.
-Perdone, capitán -interrumpió Belisario-, pero
deberían decirle al timonel que venga porque debo re­
visarle la nariz. El golpe fue muy duro.
40 Juan Pedro Me Loughlin

-¿Qué golpe y qué timonel? -se extrañó Mar­


cial Fondu.
-Yo puse al antiguo para poder seguir viaje. No
tenemos otro -aclaró Ventura.
-¿Acaso lo liberaste? -se asombró el capitán.
-Eh ... sí ... Sé que lo debería haber consultado.
Pero el pobre hombre se escondió avergonzado den­
tro de un bote salvavidas. Además se golpeó la nariz.
Le metí la cabeza en una cuba de agua y se lo traje
a Belisario para que le arreglara la nariz, pero se fue.
Estaba ansioso en ayudar a conducir la nave.
-¿Decís que creés que tiene la nariz rota? -el ca­
pitán pensaba de prisa-. ¿Te das cuenta, Ventura,
lo que has hecho?
-Yo, eh ... no ... no me diga que usted piensa que
él es ... no...
-Ese miserable quiso vengarse y recuperar su pues­
to. Lo cierto es que el muchacho se defendió -adivinó
Marcial y se lanzó fuera de la enfermería con los ojos
inyectados por la furia y el alma golpeada por la an­
gustia.
Ventura y el capitán corrieron hacia proa. El con­
tramaestre sentía cómo la culpa le mordía el corazón.
Subieron de a cuatro los escalones.
42 Juan Pedro Me Loughlin Ramiro en la Escuela de los Piratas 43

El malvado timonel se los vio venir, pero no pudo -Aquí estoy, señor -Marcial notó que Ventura
reaccionar porque Ventura le asestó un puñetazo que estaba muy nervioso y pensó que el contramaestre
lo hizo dar dos vueltas en el timón antes de estrellar­ estaba de verdad sufriendo por el error cometido. Un
se contra el piso. error que al capitán podría costarle la vida de su...
-Traicionaste mi confianza -le gritó el contra­ hijo. Nunca lo había llamado así. Deseaba poder te­
maestre, pero el hombre no pudo escucharlo porque ner la oportunidad de decirle esas palabras.
se había desmayado. -¿ Qué ves ahí, Ventura?
El capitán se puso al mando del timón y Ventura -Parece ... una noche cerrada y un mar muy pi-
arrastró al traidor de regreso al calabozo. cado.
Así trascurrieron las horas. Nadie podía convencer -¿Y esa isla con luces ... está en las cartas de na­
a Marcial Fondu de que dejara por un rato el timón vegación?
y comiera algo. Solo ordenaba que cada hora Danilo -¿Dónde, señor? -Ventura se esforzaba y solo
le llevara el parte médico de Ramiro. Y Danilo no te­ veía la oscuridad que empezaba a rodear al Tormenta.
nía nada que decir. El muchacho seguía desmayado. -Ahí, mirá por mi catalejo esa isla encendida por
fuegos que saltan sobre la costa: ¿apareció así d_,.e
Marcial sentía el cansancio de haber pasado toda golpe?
la tarde frente al timón. Ya era de noche. De pronto, -Eh ... no puedo decirle nada, capitán -Ventura
a través de su catalejo pudo ver las costas de una isla notaba a Marcial Fondu con el rostro demacrado y
extrañamente iluminada. los ojos cargados de sueño. Pero no distinguía ningu­
-¡Tierra, tierra! -gritó reemplazando la tarea que na luz, ningún fuego a través de las poderosas lentes
debía hacer el vigía suplente del suplente, y del cual del catalejo.
se podían escuchar los ronquidos desde cubierta, a -Ventura ... -dijo el capitán lentamente. Hubo
pesar de que estaba en lo más alto del barco-; estoy una larga pausa.
rodeado de inútiles. -¿Decía, señor? -el contramaestre pensaba que
44 Juan Pedro Me Loughlin

tantas horas frente al timón y el ataque contra el


niño estaban trastornando a su capitán.
-Ventura -volvió a hablar Marcial-, ¿no enten­
dés? Esa que estamos viendo es la misteriosa Isla de
los Fuegos Saltarines.

Capítulo 8
La terrible tempestad

-¡Capitán, capitán! -una voz de niño se escu­


chó detrás de Fondu y del contramaestre. Ambos se
dieron vuelta y vieron a Ramiro con unas vendas que
envolvían su cabeza.
-¿ Qué hacés acá? -se alarmó el contramaes:-_
tre-. ¿Por qué no está cuidándote Belisario?
-El pobre tuvo que ir a curar a Danilo que se que­
mó una mano haciendo la cena. Deberían comprar
nuevos utensilios de cocina. Los que usan ya están
muy estropeados.
-¿Qué ves ahí adelante, muchacho? -el capitán
señaló hacia el hueco negro de noche y agua. Parecía
que era lo único que ocupaba su atención.
46 Juan Pedro Me Loughlin Ramiro en lo Escuelo de los Piratas 47

-¿ Qué veo? Que el tiempo está empeorando. En el mismo instante en que el capitán gritaba sus
Tendremos un temporal. ¿Qué debería ver, capitán? órdenes, un relámpago iluminó toda la nave. La luz
-Nada, nada -se resignó Marcial-, lo importan­ duró unos segundos y el trueno apagó las voces de
te es que estás mejor; regresemos a la enfermería. Marcial. Las olas gigantescas empezaron a barrer la
Ventura, encargate del timón. cubierta. Los hombres no daban abasto y el veterano
-Sí, señor -cuando se quedó solo, Ventura vol­ Abelardo, jubilado1 se sumó a las tareas como en los
vió a mirar hacia la oscuridad y se preguntó en voz viejos tiempos.
alta-: ¿Qué le estará pasando al capitán que ve mis­ -Achiquen, achiquen sin cesar -la orden de
teriosas islas encendidas? Marcial Fondu hizo que decenas de hombres empe­
zaran a devolver el agua con grandes baldes hacia el
Toda la embarcación empezó a sacudirse. El viento mar.
soplaba muy fuerte y los hombres estaban realizan­ En ese instante la lluvia se desató con fuerza. Una
do las tareas de plegar las velas para que el navío no ola de tamaño excepcional se levantó varios metros
fuera arrastrado por las ráfagas. sobre el Tormenta y se descargó con furia contra el
Al llegar a la enfermería el capitán le dijo a Ramiro: barco. El trinquete más cercano al mascarón de proa,.
-Vos te vas a quedar acá, recostado. Aún estás no resistió y se partió en dos. La pesada madera fue
muy débil. De buena te has salvado. Tengo que dar a dar de lleno en la cabeza de Marcial, quien cayó so­
las órdenes precisas para que no nos vayamos al fon­ bre la barandilla y quedó con medio cuerpo colgan­
do del mar. do hacia el mar. Danilo1 quien había abandonado la
De pronto el viento se hizo más intenso y las nu­ cocina para ayudar en la cubierta, trató de sujetarlo
bes se volvieron más amenazantes. de las piernas, pero el peso del cuerpo y la ropa mo­
El barco recibía la furia de la tormenta y se sa­ jada hicieron que se le resbalara de las manos. Como
cudía subiendo y bajando la proa y la popa ince­ una bolsa de papas el capitán cayó a las bravas aguas
santemente. del mar.
Ramiro en la Escuela de los Piratas 49

-¡Hombre al agua! -gritó el vigía suplente del


suplente que se había atado al palo mayor para que
el viento no se lo llevara.
Toda la tripulación se paralizó. El agua y el viento
seguían haciendo su trabajo destructor, pero los hom­
bres habían visto bien: el capitán estaba bajo las he­
ladas aguas del mar. La lluvia cada vez arreciaba más
y el barco se sacudía de un lado a otro.
-Una soga, marinero, atame una soga-una dimi­
nuta figura apareció desde la oscuridad. El marinero
hizo lo que le pedían y enredó una soga en la cintura
del recién llegado.
-¿Pero qué diablos? ... -se desesperó el viejo
Abelardo-: si es Ramiro.
-Suelten toda la soga. Cuando les dé un tirón l.�
arrastran a cubierta. Yo traeré al capitán-y, sin de­
jar que nadie reaccionara, el niño se arrojó al mar.
Ramiro se hundió profundamente en el agua hela­
da. El sombrero con la pluma desapareció junto con
su cabeza. Los marineros, en cubierta, habían en­
cendido teas para iluminar el mar donde, tras unos
momentos de duda, Ramiro descubrió el cuerpo de
Marcial. Por dos veces se hundió con él mientras
las olas les pasaban por encima. A la tercera logró
50 Juan Pedro Me Loughlin Ramiro en lo Escuelo de los Piratas 51

sujetarlo y lo rodeó con la soga. Tiró de ella y fuertes Tocios los que estaban en cubierta se miraron unos
brazos comenzaron a izarlos. Ramiro sintió el ardor a otros. Nadie sabía cómo explicarle a Ventura que
de la soga quemándole los brazos, pero aguantó apre­ el capitán se encontraba en su camarote y que el que
tando los dientes. estaba al mando era el pequeño Ramiro.
-Hop, hop, hop, hop-acompañaba el viejo Abe­
lardo el movimiento de los hombres. Al llegar a la ba­
randilla, las manazas del cocinero levantaron los dos
cuerpos empapados, les quitaron la soga y los tendie­
ron en cubierta. Ramiro se puso de pie de un salto y
le realizó respiración artificial al capitán.
-¡Nos salió bien el muchacho! -se alegró Abelar­
do, totalmente rejuvenecido.
Al instante Marcial Fondu sacudió su cuerpo y arro­
jó agua por su boca, pero volvió a perder el sentido.
-Llévenlo al camarote, colóquenle unas compre­
sas en la nuca y envuélvanlo en mantas para devol­
verle el calor al cuerpo.
Cuatro hombres cargaron con el capitán sin ad­
vertir siquiera que cumplían la orden de un niño de
nueve años. El barco se sacudía menos y el contra­
maestre, en el timón, y ajeno a lo que sucedía en cu­
bierta gritó:
-Ya pasamos lo peor, capitán, la tormenta se está
yendo. ¿Me escucha, capitán?
Capítulo 9
Muy redondo, el sol, y muy rojo

La noche había pasado y se había tragado la tor­


menta.
Un sol enorme, muy redondo y muy rojo se iba le­
vantando desde el este.
Sus rayos abrazaban al barco y secaban la cubier�_
ta. Las ropas mojadas de los marinos colgaban de la{
cuerdas que sostenían las velas. Tres hombres arregla­
ban el trinquete que se había roto la noche anterior.
El barco navegaba a buen ritmo conducido por
Ventura.
En el camarote del capitán se encontraba este jun­
to a Belisario, Ramiro y Abelardo, el pirata jubilado.
-Danilo, quitame ya estas compresas de la cabeza.
No me duele más -y el cocinero-enfermero obedeció

54 Juan Pedro Me Loughlin

de inmediato-. He dormido bien toda la noche -en­


seguida miró a Ramiro-: me salvaste la vida ... hijo.
-Bueno ... hice lo que pude -el niño se estreme­
ció al ser llamado de ese modo-. Lo único que lamen­
to es que perdí el sombrero de tres picos con la pluma
azul que me habías regalado cuando cumplí los siete.
-No te pregunto dónde aprendiste a nadar por­
que me vas a decir que en la escuela hay clases de na­
tación y...
-No pa ... , digo, capitán -se sonrojó Ramiro-.
Me enseñó Abelardo cuando yo tenía cinco años.
Practicábamos en las costas de Puerto Perdido -el
pirata jubilado infló el pecho de orgullo.
-Pronto llegaremos a la Isla de los Pájaros Canto­
res. Belisario, cambiale a mi muchacho las vendas de
la cabeza, que aún tiene la herida que le hizo ese ca­
nalla. Llegaremos al mediodía y, después de entregar
la mercancía, la tripulación tendrá unas horas libres.
A la tarde quiero que estemos regresando -y vol­
viendo a mirar al niño completó-: no quisiera que
pierdas tus clases del martes.
Belisario salió rápidamente del camarote para ir a
buscar vendas en la enfermería, y cuando Abelardo
iba a hacer lo mismo el capitán lo detuvo.
56 Juan Pedro Me Loughlin Ramiro en la Escuela de los Piratas 57

-No, vos no. Vení, quiero preguntarte algo. -¡Ah, sí! Mi memoria no anda bien últimamente.
-Sí señor. Pero era un secreto -aclaró Abelardo.
-Vos tuviste muchas historias en el mar. Decime, -Bueno, ahora lo sabe toda mi clase-sonrió Ra­
¿qué sabés de la Isla de los Fuegos Saltarines? rmro.
-¿Qué dice, capitán? -la cara de Abelardo se -Y decime, Abelardo -el capitán no estaba aún
transformó. satisfecho-, ¿por qué ni Ventura ni mi hijo pudie­
-Algo sabés, contame -insistió Marcial. Ramiro ron ver esa isla?
los observaba detenidamente. -Porque... -el viejo pirata hizo una pausa- ...
-Capitán -el pirata jubilado empezó a hablar porqu� dicen, y esto ya es leyenda, que solamente
lentamente-, casi nadie sabe cuál fue la razón por pueden ver esa isla los capitanes de los barcos. Y lo
la que el pirata Morgan, el Capitán de la Noche, nun­ más raro de todo es que siempre aparece en distin­
ca volvió a aparecer por Puerto Perdido. tos lugares.
-Dicen que se mudó a otros mares porque quería -Algún día -comenzó a decir Marcial Fondu-,
luchar con el pirata Sandokán, el Tigre de la Malasia. algún día iré a averiguar qué sucede realmente en ese
-Rumores para engañar a los tontos. Lo que su­ lugar.
cedió con el Capitán de la Noche es... -¡Ni se le ocurra, capitán! -exclamó Abelardo-:
-...que se acercó a las costas de la Isla de los Fue­ mire lo que le pasó al Capitán de la Noche.
gos Saltarines, y esos fuegos quemaron su nave. No -No importa, algún día alguien debe develar el
quiso soportar esa humillación y desde entonces es misterio.
un simple pirata de un barco que nadie conoce-Ra­ Ramiro miró a ambos hombres y pensó que ese
miro intervino con seguridad en la conversación. alguien iba a ser precisamente él, algún día, cuando
-¿¿Cómo sabés eso??-a dos voces, Marcial Fon­ fuera el capitán de su propio barco.
du y Abelardo abrieron grande los ojos.
-¿No te acordás, Abelardo, que me lo contaste?
Capítulo 10
La aventura de escribir una historia

El resto del viaje transcurrió con normalidad.


Aguas calmas acunaban al barco que a buena veloci­
dad se dirigía hacia su destino.
-¡Tierra a la vista! -gritó Ramiro, el vigía su­
plente, quien había recuperado su puesto. "'
-¡La Isla de los Pájaros Cantores! -se alegró el
capitán, y todos los hombres gritaron de alegría pen­
sando en el medio día libre que tendrían en el pueblo.
Ventura, quien seguía al mando del timón, corri­
gió el rumbo y lo dirigió hacia las costas. Anclaron
a buena distancia y con grandes botes empezaron a
trasladar la mercancía.
-¡Ah, buenos tiempos eran los de antes! -se la­
mentaba el viejo Abelardo, apoyado en la barandilla-.
60 Juan Pedro Me Loughlin

Cada vez hay menos combates en alta mar. Esas sí que


eran aventuras. Los cañones saltaban sobre las trone­
ras y nosotros armados hasta los dientes...
-Ya basta, Abelardo, con esas viejas historias -lo
cortó Danilo, el cocinero-. Ayudame a mantener
el fuego encendido que con esta mano vendada me
cuesta mucho. Quizás alguno de los hombres quie­
re almorzar antes de ir al pueblo. Aunque no lo creo,
pues están ansiosos por ir a divertirse en las tabernas.
Abelardo suspiró y fue a la cocina. En su mente se
repetían las escenas de aquellas luchas.
-¿En qué pensás, Abelardo?-Ramiro había sor­
prendido al pirata jubilado sumergido en sus pensa­
mientos.
-En los viejos tiempos de piratas en que buscába­
mos tesoros y abordábamos barcos. Ya se fueron ...
-No lo creas, Abelardo. Cuando yo sea capitán iré
por los siete mares en busca de tesoros y justicia para
los desamparados.
-¿Ouerés ser capitán? Buena idea. Lástima que
no estaré ahí para disfrutarlo.
-¿ Qué decís? Si vas a vivir hasta los ciento cin­
cuenta años.
Y el viejo y el niño se rieron con grandes carcajadas.
62 Juan Pedro Me Loughlin Ramiro en lo Escuelo de los Piratas 63

El capitán Marcial Fondu estaba contento. Había conderse en ese camarote para atacar al muchacho
entregado toda la mercancía y había logrado un buen cuando volviera del pueblo.
precio por ella. Ninguna tela se había estropeado du­ Decidido, empuñó firmemente el remo y de un pun­
rante la tormenta. Todos sus hombres habían ido a tapié abrió la puerta dispuesto a derribar al intruso.
disfrutar la tarde libre en el centro del pueblo y te­ -¿¿¿Eh, qué hacés acá??? -.Marcial Fondu se de­
nían orden de volver cuando empezara a caer el sol. tuvo con el remo en lo alto al ver a Ramiro arrodilla­
Quería iniciar el regreso antes que oscureciera. do en el piso con un catalejo en la mano.
El capitán prefirió quedarse en el barco. Tenía un -¡Qué susto, capitán! Estoy tratando de ver si no
prisionero y no quería dejarlo solo en el calabozo. Él se rompió alguna lente del catalejo de Marcelino. Re­
mismo iba a llevarle la comida. cién se cayó de la mesa. No me perdonaría nunca
Colocó el dinero en la caja fuerte de la cabina de haberlo dañado -y por fin el muchacho miró a tra­
mando y empezó a bajar las escaleras hacia la cocina vés del ocular y comprobó con alivio que todo esta­
para buscar qué llevarle al prisionero. ba bien.
Cuando atravesó los pasillos donde estaban los ca­ -¿No fuiste al pueblo? -el capitán fue bajando
marotes de la tripulación escuchó un ruido. Marcial lentamente el remo hasta apoyarlo en el suelo-. ¿Por

Fondu se detuvo. ¿Acaso el antiguo timonel había qué te quedaste a bordo?
escapado de su celda? Lamentó no llevar su espada -Para escribir -contestó Ramiro señalando un
encima. Sabía muy bien de dónde provenía el ruido: tonel que hacía de mesa donde había varios pergami­
el tercer camarote. Tornó un remo que alguien había nos, una pluma y tinta.
dejado descuidado en el piso. Lo utilizaría como arma -¿Escribir qué? -al capitán todavía le latía con
en caso de ser necesario. fuerza el corazón.
Sin hacer ruido se acercó a la puerta del camaro­ -El trabajo que tengo que entregarle el martes a
te. Decía: "Vigía". Entonces el capitán pensó que el la profesora de Escritura Piratesca. El viernes salí de
bandido seguramente se había fugado e intentaba es- la escuela preocupado por no saber qué escribir. Y he
64 Juan Pedro Me Loughlin Ramiro en lo Escuelo de los Piratas 65

vivido tantas cosas en estos días y tengo ahora tanto justo cuando estoy solo en el puente de mando de mi
para escribir que aún no me decido -y Ramiro se­ barco? ¿Y si mejor escribo sobre la terrible tormenta
ñaló los pergaminos vacíos y la pluma metida en el que arrojó al capitán al agua? ¿O cuando fui atacado
tintero. por el antiguo timonel? ¡Cuántas cosas para escribir!
-Bueno, supongo que pronto se te ocurrirá algo. ¿Cuál elijo? -y de pronto a Ramiro se le iluminó el
Voy a llevarle comida a nuestro prisionero -y Mar­ rostro, sacó la pluma del tintero y con sumo cuidado
cial Fondu se dirigió hacia la puerta con la intención empezó a escribir con buena letra sobre el pergamino.
de marcharse.
-¿Qué hará con él? -la pregunta de Ramiro de­
tuvo al capitán.
-Lo que debo hacer. Entregarlo a las autoridades
de Puerto Perdido. Intentó matarte. El odio y la ven­
ganza nunca fueron buenas compañías para un ma­
rino -y el capitán antes de cerrar la puerta dejó caer
sus últimas palabras-: Escribí una buena historia,
hijo.
El muchacho sonrió. No se acostumbraba a tener
un padre, aunque Marcial Fondu siempre había ac­
tuado como tal.
Se sentó frente al tonel. Desplegó el pergamino y
colocó cuatro piedras en las puntas para que no se en­
rollara de nuevo. Antes de tomar la pluma pensó: ¿So­
bre qué escribiré? ¿Una historia en donde se aparece
en medio de la noche la Isla de los Fuegos Saltarines
Capítulo 11
Solo falta el título

Ramiro llegó a la escuela 11 El Loro Pelado" exac­


tamente a las ocho de la mañana. Lo supo al mirar
el enorme reloj de arena que estaba en el medio del
patio de tierra. Llevaba su bolsa con los útiles al
hombro y varios pergaminos enrollados en su mano
izquierda.
Se acercó al grupo formado por Aurora, Donato,
Américo y su loro Picolargo.
-¿Por qué no viniste a la Fiesta por el Día de la
Piratería Universal? -preguntó Donato.
-¿ Qué te sucedió en la frente que tenés ese ven­
daje? -agregó Aurora.
-¿Por qué no traés tu sombrero de tres picos con
la pluma azul? -siguió Américo.
68 Juan Pedro Me Loughlin Ramiro en lo Escuelo de los Piratas 69

-Pluma... prrrrr ... Pluma... prrrrr -terminó Pi­ izquierda los pergaminos que traía sujetos con un
colargo. cordel.
Ramiro miró a sus amigos y decidió contestar las -¡Por todos los lobos marinos! Olvidé hacer la ta­
preguntas por orden: rea -se lamentó Donato.
-No vine a la fiesta porque me llevaron por pri­ -¿Escribiste esa cantidad de pergaminos? -se ad­
mera vez a un viaje en alta mar haciendo de vigía miró Aurora.
suplente, tengo este vendaje porque me atacó un mal­ -Pergaminos... Prrrrrr ... Pergaminos ... prrrr -se
vado mientras manejaba el timón, y perdí mi sombre­ apuró Picolargo.
ro de tres picos con la pluma azul cuando me arrojé -Oíme -se disgustó Américo-, sos mi loro. Te­
al agua en medio de una tormenta para rescatar al ca­ nés que repetir mis últimas palabras -Picolargo en­
pitán Marcial Fondu. cogió el pico avergonzado.
Se produjo un silencio largo antes de que los tres -Aunque tengo un problema. Me pasé todo el
reaccionaran: tiempo que estuvimos anclados en la Isla de los Pája­
-Sí, claro. ¿Fuiste vigía y timonel en tu primer ros Cantores escribiendo pero ...
viaje? -se burló Donato. -¿Pero qué? -los tres, a coro, esperaban que Ra-._
-¿Te atacaron, estás bien?-se angustió Aurora. miro terminara la frase.
-¿Salvaste de morir ahogado a tu capitán? -se -...me falta el título.
asombró Américo. La campana sonó; todos se callaron y giraron ha­
-Capitán ... prrrrrr ... Capitán ... prrrrrr -culmi­ cia el mástil donde empezaban a izar la bandera de
nó Picolargo. Puerto Perdido.
-A las tres preguntas, sí -sonrió Ramiro-. Fue El director comenzó a dirigir la canción de la isla
una increíble aventura que me dio muchas ideas moviendo rítmicamente el gancho que tenía en la
para la tarea que debemos entregar hoy a la profe­ mano derecha. Y todos cantaron:
sora de Escritura Piratesca -y levantó con su mano
70 Juan Pedro Me Loughlin

Es Puerto Perdido la isla pirata,


el hogar más fiel de los navegantes
que buscan tesoros de oro o de plata
enfrentando batallas y olas gigantes.

Es Puerto Perdido el refugio seguro


de todas las naves piratas del mundo.
En nuestras tabernas se bebe el futuro
de las aventuras en mares profundos.

Cantemos, hermanos piratas, unidos,


que esta es tierra de paz verdadera,
porque todo el año en Puerto Perdido
se vive por siempre en la primavera.

Al terminar la canción algunos aplaudieron, otros


silbaban, los más saltaban hasta que el director gol­
peó su gancho contra el metal del mástil y todos se
callaron. En medio de un leve murmullo empezaron
a ir cada uno a su sala.
Mientras caminaban, Aurora le dijo a Ramiro:
-Para tu cumpleaños voy a regalarte un sombrero
de tres picos con pluma azul.
-Gracias -se sonrojó el muchacho.
72 Juan Pedro Me Loughlin Ramiro en lo Escuelo de los Piratas 73

-¿Y qué vas a hacer? -preguntó la niña. que la profesora le pusiera otra mala nota a Donato
-¿Con qué? por no hacer la tarea, le llegó el turno de entregar su
-Con el título. trabajo a Ramiro. Y sus amigos vieron que antes de
-Ah ... Bueno, no sé. levantarse y llevarlo al escritorio el muchacho sacó
-¿Es una historia inventada o real? -insistió ella. la pluma y escribió unas palabras al principio del pri­
-Un poco y un poco -la desorientó Ramiro. mer pergamino.
-¿Entonces vas a entregarla sin título? Aurora y Américo no podían aguantar llegar al se­
-Quizás sí o quizás no. gundo recreo para saber qué había escrito. Cuando
-Bueno, basta -gritó Donato, que venía atrás-. salieron al patio, ansiosos, le preguntaron:
¿Alguien puede ayudarme con mi historia? Después -¿Le pusiste el título?
del recreo tenemos la clase de Escritura Piratesca y no -Sí -dijo el muchacho.
quiero que me pongan una mala nota. -¿Y cuál es? -gritaron al mismo tiempo Aurora
-¡Entonces mejor que hagas las tareas en tu casa! y Américo, mientras este le cerraba el pico a Picolar­
Miren, a mí se me ocurrieron dos reglas más para "Las go con las dos manos.
diez reglas de los piratas". Bueno, ahora serían doce Ramiro hizo una pausa, los miró y dijo:
-y Américo sacó de su bolsa muchísimos pergami­ -"Las aventuras del capitán Ramiro en su barco
nos donde estaban escritas sus investigaciones. Capitán Marcial Fondu".
Cuando Ramiro y Aurora iban a felicitarlo el pro­ -Es muy largo -criticó Donato, todavía fastidia­
fesor Montagne comenzó la clase: do por la mala nota.
-Bueno -dijo-, sigamos con la historia de Mar­ -¡Es muy lindo! ¡Queremos leerlo! -gritaron al
gan, el Capitán de la Noche. mismo tiempo los otros dos compañeros.
-Cuando me lo devuelva la profesora, se los doy.
Terminó la hora y también pasó el recreo. Cuando Y Ramiro, el nuevo escritor de historias de piratas
estaban en clase de Escritura Piratesca y después de y futuro capitán, los abrazó.
74 Juan Pedro Me Loughlin

-Vamos, Donato -le gritó Aurora-, acá esta­


mos -y el chico se quitó la falsa pata de palo y fue a Apunten... ¡juego!
abrazarse con ellos.
Todos los demás alumnos que estaban en el recreo
miraron sin entender a esos cuatro locos que a los gri­
tos giraban apretados en un abrazo en medio del pa­
tio de tierra de la Escuela de Piratas "El Loro Pelado".
-Prrrrr ... no soy pelado ... Prrrr... no soy pelado
-Picolargo se había liberado y saltaba sobre las ca-
bezas de los cuatro chicos.
Para trabajar en la carpeta

1. Encuentren los nombres de estos personajes de


la novela en la sopa de letras (en diagonal, vertical u
horizontal, del derecho y del revés).

RAMIRO - DONATO -AURORA-VENTURA- DANILO -


ABELARDO - AMÉRICO -MARCIAL -PICOLARGO

A R u T N E V L e
D A N 1 L o A M A
o 1 R A s 1 L E B
N T R A e M E R E
A u A R M E R 1 L
T E A N e 1 A L A
o M A u R o R A R
R A M E R 1 e o D
p 1 e o L A R G o

2. En esta historia, el protagonista va a la escuela


de piratas y tiene materias muy especiales: Escritu­
ra Piratesca, Historia de la Piratería, Esgrima, entre
otras. ¿ Qué otras cosas podrían estudiar los piratas?
Apunten ... Apunten ...
78 ¡juego! ¡juego!
79

¿Se animan a completar este horario semanal? Inven­


4. El capitán Marcial Fondu lleva un diario de a
ten las materias que faltan.
bordo en donde registra los sucesos más importan­
tes de cada viaje. ¿Se animan a continuarlo en sus
1era Escritura carpetas?
hora Piratesca
Historia Historia Historia
2da ,
hora
dela de la dela 9
Piratería Piratería Piratería
fP/wtu>Jl¡ dfa de nav�
3era Escritura
hora Piratesca �(M, p!W� e/W(J 6� at
4ta
Esgrima Esgrima
Escritura
pallÍi/r;, JJ(!/u), inapdladtunutfe 6,e IW.&
p/ieM/tÍtf¡ [JJf,(j¡ f,ohlnRltfa_ ee tinwMt
hora Piratesca

PMa6a Mv JuunÓ()¡!t �
3. En su primera aventura en el Tormenta, Rami­
ro parte desde Puerto Perdido, se interna en el mar y rú.,u,u,6/¡f r¡ue. ..
llega a la Isla de los Pájaros Cantores.
a. Inventen un mapa en el que aparezcan estos lu­
gares y dibújenlo.
S. El nombre de la isla a la que llega el Tormen­
b. Inventen otros lugares cercanos. Por ejemplo:
ta, Isla de los Pájaros Cantores, es muy sugerente.
una Isla del Tesoro, o el Mar de los Corales, o cual­
¿Cómo es ese lugar? ¿Qué se oye? ¿Qué se ve?
quier otro lugar que se les ocurra.
a. Descríbanla con un texto que incluya imágenes
c. Marquen en sus mapas imaginarios la zona don­
sensoriales, comparaciones y metáforas.
de ustedes creen que el Tormenta sufrió la tempestad
b. Imaginen que trabajan en una agencia de turis­
que hizo caer al capitán del barco.
mo que vende viajes a la Isla de los Pájaros Canto­
res y diseñen un folleto. Incluyan fragmentos de la

-_
Apunten ...
. -
Ap�nten ...
80 ¡juego! ¡Juego!
81

descripción que hicieron en el punto anterior e imá­ resultar útiles, pero ustedes solo tienen permitido ele­
genes atractivas del lugar (dibujos o fotos que recor­ gir cuatro. ¿Cuáles elegirían? Expliquen por qué.
ten de revistas).

6. ¿Qué habrá escrito Ramiro en su trabajo para


Escritura Piratesca? Inventen y escriban el texto en
sus carpetas. Recuerden el título:
�a.1, auYtÍu!wlv del coptffm � m ¡J,ll, /Jaita};

"Bpibm Gfna/1dal élomia".

7. En esta aventura se menciona una isla misterio­


sa que no todos pueden ver.
a. Respondan las preguntas: ¿Cómo se llama esta
isla? ¿ Quiénes podrían verla? ¿Qué sucede cuando
la ven?
b. Relaten brevemente la leyenda que se cuenta so­
t
bre la isla y el capitán Margan.
c. El capitán Fondu asegura: "Algún día iré a ave­
riguar qué sucede realmente en ese lugar". Imaginen
que esto sucede, y escriban la historia de ese suceso.

8. Observen estos objetos, averigüen para qué sir­


ven y elijan cuatro para llevar en un barco, en una
aventura a mar abierto. ¡Atención! Todos pueden
Aquí me pongo a contar

Entrevista a Juan Pedro Me Loughlin


-Cuando eras chico, ¿te gustaban las historias
de piratas?
-Así como siempre me gustaron las novelas de
detectives, también amaba las aventuras de piratas.
Cuando era chico yo no tenía televisión. Cuando
llegaba de la escuela, tomaba la merienda, hacía la
tarea y salía a jugar un rato con mis amigos. Des­
pués volvía a entrar en casa y me sentaba frente a
la pequeña biblioteca que teníamos en el comedor.
Allí tenía una colección de libros de tapas amarillas'
que se llamaba "Robin Hood". Encontraba las aven­
turas de un pirata de nombre Sandokán y leía con
pasión sus andanzas por tierras y mares que yo re­
cién descubría.

-¿Estuviste alguna vez en un barco? ¿ Viviste


alguna aventura similar a la de Ramiro?
-Siempre me entusiasmó subir a un barco, reco­
rrerlo de proa a popa y curiosear en sus camarotes. Y
Aquí
me pongo
86 a contar

me hubiera gustado vivir una historia como la de Ra­


miro. Será por eso que la imaginé. Será por eso que Las mil y una hojas
la escribí.

-¿Tenés un personaje favorito en esta novela?


-Indudablemente el personaje con el que me en-
cuentro identificado es Ramiro. A mí ya me gustaba
escribir de chico y disfrutaba cuando en la hora de
Lengua teníamos que escribir una historia. Pero no
era como Ramiro, tan audaz y decidido. Yo era tí­
mido y prefería pasar desapercibido. Quizá por eso
inventé un personaje como Ramiro. Los escritores
muchas veces proyectamos en los personajes lo que
nos gustaría hacer. Por eso es tan lindo usar la ima­
ginación. Es una cualidad que todos tenemos y solo
nos queda soltarla hacia afuera. En mi caso, a través
de la escritura.
Las mil
y una hojas
89

Con " " de altamar


Altamar o alta mar es la expresión que se emplea
para designar la parte del mar que está a bastante dis­
tancia de la costa.
Puede usarse también como sinónimo la expresión
mar abierto. Y aunque altamar parece ser expresión
más antigua, mar abierto se usa en castellano al me­
nos d�sde el siglo xvr.
En ambos casos se intenta designar una distancia
suficiente como para estar fuera de la influencia de
tierra firme, tanto física (cambios climáticos, sonidos,
luces, etc.) como administrativamente (legislación co­
mercial, civil, etc.).
90 Las mil las mil
y una hojas y una hojas 91

cualquiera de los dos, según la embarcación, puede


Con " " de barco
alojarse el puente de mando, que es el lugar desde el
Existen distintos tipos de embarcaciones, pero cual se dirige la nave, por medio de la rueda de timón.
cuando hablamos de un barco, generalmente, nos re­ El timón propiamente dicho se encuentra debajo del
ferimos a una nave de grandes dimensiones. La proa agua, cerca de la popa, y es una pieza plana y móvil
es la parte delantera, mientras que la popa es la parte que le da dirección al barco.
trasera. Asimismo se llama estribor al costado derecho
y babor al izquierdo. La cubierta es toda la superficie palo mayor
superior, el piso, por donde los marineros transitan
trinquete
para llegar de un lado a otro o para bajar a los cama­
rotes o a la bodega. palo
Los barcos a vela tienen mástiles para izar y des­ de mesana
plegar las velas que les permiten avanzar por el mar.
El mástil central suele ser el más grande y se llama
bauprés
palo mayor, mientras que el que está adelante, más
cercano a la proa, es el trinquete; y el posterior, más
cercano a la popa, es el palo de mesana. Está también
//
el bauprés, que es un mástil casi horizontal que sale
desde la proa hacia adelante.
El castillo de proa es la estructura de un barco que
se eleva sobre la cubierta principal en el extremo de
proa. Antiguamente se usaba como plataforma de
disparo de los arqueros. También existe un castillo
de popa, que es similar pero ubicado en la popa. En proa popa
92 Las mil Las mil
y una hojas y una hojas 93

Con " " de catalejo Con " " de pergamino


Un catalejo es un instrumen­ Un pergamino es una piel de cordero o de otros
to óptico que se utiliza para ver animales, limpia del vellón o del pelo, raída, adobada
a larga distancia, y por eso mismo es muy útil en la y estirada, que sirve para escribir en ella. Su uso era
navegación. muy común antes de la invención del papel.
Básicamente consiste en un tubo (que puede ser La palabra pergamino deriva del nombre de la ciu­
extensible), con una lente en cada extremo: una co­ dad de Pérgamo, porque allí era donde originalmente
lectora de la luz y otra amplificadora de la imagen se preparaban estas pieles para escribir.
formada por la primera.
Adjudican su invención a un fabricante de len­
tes holandés, Hans Lippershey, que vivió entre 1570
y 1619. Hay una leyenda que cuenta que los hijos
de Lippershey descubrieron el invento jugando con
lentes dañados en el taller de su padre, pero esto no
está confirmado. Lo que sí puede asegurarse es que
una descripción de este objeto llegó a manos de Ga­
lileo Galilei, quien basándose en ella creó en 1609
el telescopio.
Libros para leer en buena hora ............... 3

Ramiro en la Escuela de los Piratas ........... 5


Capítulo 1.El Tormenta .................... 7
Capítulo 2. La escuela de piratas "El Loro
Pelado" ............................... 13
Capítulo 3. Fin de semana largo ........... 17
Capítulo 4. Ramiro, el vigía ............... 21
Capítulo 5. Ahora sí, a navegar ............ 27
Capítulo 6. Un ataque a traición . . .. ...... . 35
Capítulo 7. La isla de los fuegos saltarines ... 39
Capítulo 8. La terrible tempestad ........ .. 45
Capítulo 9. Muy redondo, el sol, y muy rojo .. 53
Capítulo 10. La aventura de escribir
una historia . ........ . ... ........... . .. 59
Capítulo 11. Solo falta el título .. . ... ...... 67

Ap mten.. ¡juego! . . ... .................. 75


Para trabajar en la carpeta ............... 77

Aquí me pongo a contar . . .... 83


Entrevista a Juan Pedro Me Loughlin ...... 85
Las mil y una hojas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 87
Con "a" de altamar ...... . ... . . . ........ 89
Con "b" de barco ..... . . . . . ... . ....... .. 90
Con "c" de catalejo ..................... 92
Con "p" de pergamino .................. 93

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