Está en la página 1de 20

El Corazón de la Montaña

Puso el tabaco sobre el fuego, pidió un cedro y limpió sus herramientas. Con el amor y el
corazón bien puesto, tomó sus plumas y levantó su estaca. Rezando se dirigió a la dirección del
este; el tambor de agua, ya lo esperaba ansioso de ser usado para lo que fue creado, dejando
escapar un sonido armonioso, viejo y profundo, como si fuera el ritmo del palpitar del universo.
El canto y el tambor se mezclaron entre el humo, el olor a bosque y vida, trascendiendo el tiempo
y el espacio, para llegar al lugar donde vive el Creador mismo. Así, Alfredo dio inicio a la
ceremonia de esa noche del mes de septiembre del 2017.
Allí estaba yo, sentado al lado de Reyna mi esposa y Eduardo Barrera, viendo al segundo de mis
aprendices hacer negocio con el Padre, e intentando ver lo que a él le mostraban. Pero no podía
ver más allá de lo que sucedía espiritualmente, solo podía sentir, ya que en esa ceremonia no fui
parte de los oficiales que están a cargo de ayudar y cuidar al que dirige. Él se miraba fuerte, su
rostro embarbecido y jovial, reflejaba firmeza y energía, a la vez que calma y serenidad, sus
movimientos eran precisos, y su conexión con el Creador era directa. Me daba la sensación de
que Alfredo en otra vida, ya había caminado por este sendero.
Años atrás, lo conocí en la oficina del banco donde trabajábamos Gilberto y yo, llego con Bruno
y otros compañeros que acababan de ser contratados. Semanas después, por una estrategia de
ventas, Alfredo y yo hicimos equipo para trabajar juntos en una sucursal del banco. Mario era
nuestro jefe coordinador, y había dispuesto que yo fuera tutor de Alfredo para capacitarlo. Así
nació nuestra amistad y, en un juego mercantil, el me nombraba “Apa” y yo le decía “Mijo”. Sin
saber, lo que esas palabras significarían en un futuro próximo. Hablaba poco, y tenía dificultades
para realizar las ventas, no obstante, lo impulsaba con mi ejemplo para cumplir con el número de
ventas que nos pedían por semana. Todos los días pasaba a la parada de autobús por él y llegar
juntos a nuestro centro de trabajo, aprovechaba el tiempo para conversarle, de la historia
indígena de México, de las matemáticas mayas, el calendario Azteca, de la película del momento
“Apocalipto” de Mel Gibson. Alfredo era fácilmente enganchado por su ansia y afán de aprender
lo grandioso de nuestra cultura.
Un día, al comenzar nuestro trabajo, decidimos no ir a la sucursal, escaparnos de la realidad y
responsabilidad, para así, continuar y disfrutar de las pláticas amenas y profundas que siempre
dejábamos pendientes. Manejamos en mi van, sin medir la distancia y el tiempo que, duraba
poco. Al pasar por el libramiento que está al lado del rio bravo y divide la frontera con los
Estados unidos, Alfredo alcanzo a ver un tremendo Gavilán que voló justo enfrente de la
camioneta en que viajábamos
-¡Mira Lalo, que hermoso y grande!- Comentó, dejándolo sorprendido.
También quede sorprendido, debo confesar, porque sabía lo que eso significaba. La conexión con
ese espíritu; “era la señal perfecta” de que él, sería mi aprendiz. Rectifique el rumbo que
llevábamos y di vuelta camino a mi casa, que está en el valle de Juárez, no sin antes poner un
rezo y un tabaco al Gavilán.
Tomamos el camino de la carretera Juárez-Porvenir. Mientras avanzábamos, el paisaje iba
cambiando poco a poco, el aire fresco con olor a campo, los majestuosos pinabetes del poblado
de loma Blanca, que permanecen firmes y robustos, como si cumplieran la función de grandes
guardianes que protegen la entrada al valle. Para él, todo era fabuloso. La carretera cambio a dos
carriles, dejando ver los campos que antiguamente eran algodoneros, pero que hoy, son de alfalfa
y forrajes para el ganado.
Después de una curva en la carretera, apareció el poblado de San Agustín.
-¡Por fin llegamos!- le dije.
Su rostro se miraba cautivado por lo bello de la región, quizás porque le recordaba el pueblo
donde nacieron sus padres, “Bermejillo” allá en el Estado de Durango.
Estacioné la camioneta a un lado de mi casa, él se bajó y caminó al lugar donde se encontraba el
Sweat lodge,
-¿Qué es esto mi Lalo?- Me pregunto con asombro,
-¡Es el temazcal mi Freddy!- le expliqué.
No comentó nada, solo miró al horizonte, porque desde allí, se podía ver lo espectacular de los
campos sembrados. El lugar también le invitaba, a mirar las montañas que están del otro lado del
Rio Bravo.
Entramos a la casa y Reyna mi esposa, nos esperaba con unos Huatzontles capeados en huevo y
bañados en caldillo de tomate, acompañado de frijoles negros recién salidos de la olla, arroz rojo,
tortillas de maíz y agua de limón. Comimos, platicamos y, me fume un cigarro.
En la sala de la casa, prendí un iztafiate, use el tabaco para rezar por él, pidiendo al padre que
fuera su voluntad de que este muchacho caminara por este sendero. Puse las medicinas dentro del
tambor, amarre la piel y canté cuatro canciones. Solo el creador y los espíritus tendrían la
respuesta.
Al amanecer del siguiente día, pase a la parada de autobús como de costumbre, Alfredo se sentó
en el asiento del copiloto, se miraba muy feliz e impaciente de contarme un sueño que había
tenido esa noche. Le dije;
-¿Cuéntame que te mostraron?-
Muy sorprendido me platico
-Sabes mi Lalo, tuve un sueño, estábamos tú y yo en tu casa y tú tenías el tambor, así como
estábamos ayer, pero había otra persona con nosotros, era un hombre de bigotes y con un
sombrero de color negro y ala delgada y nos estaba observando a los dos.
Era imposible que Alfredo soñara a ese hombre, porque ese hombre vive en el Estado de
Minnesota, pero por alguna razón los espíritus lo mostraron1, quizás haya sido para dejarme
saber que él sabía que estábamos formando una nueva comunidad en Juárez. Sabia de quien se
trataba, pero no puedo mencionar su nombre, ya que ese hombre trabaja con fuerzas oscuras. Por
eso, en ese momento, supe que los espíritus nuestros, comenzaron a trabajar con Alfredo, ya lo
habían tomado, me sentí feliz, porque era la respuesta que estaba esperando!
Alfredo termino sus primeras cuatro canciones en la ceremonia. La medicina para ese momento,
había avanzado en el círculo. La estaca y las plumas caminaron de persona en persona
conectando los rezos y peticiones que todos traen en sus almas. Lo miré escuchando a Bruno
quien cumplía la función de la posición de cedro, quizás dándole consejo o diciéndole las cosas
que estaban sucediendo, no lo sé. Avanzado ya el primer round, la estaca, plumas y tambor
llegaron a Mary, la joven compañera de Alfredo, quien le había dado tres hermosos hijos; Daniel
el mayor, Diego el de en medio y la preciosa Dánae, (Ella y yo somos cuates).
Daniel nació en el mes de febrero del 2007, lo recuerdo porque recibí la llamada para darme la
noticia del nacimiento de su hijo primogénito. Meses antes, Alfredo platico conmigo, un poco
nervioso y con cierto miedo, viajábamos en un camión urbano, dando brincos, ya que íbamos
sentados en la parte trasera;
-¡Mi Lalo, te quiero decir que Mary está embarazada! ¡Voy a ser Papa y no sé qué hacer! –
No pude aguantar la risa hasta que se convirtió en carcajada. Creo que por eso, se afligió mucho
más
-¡Nombre bato, no eres el primer papa del mundo!- Le comenté.
Obviamente, no esperaba que esto le sucediera, tenía miedo de darles la noticia a sus padres y no
sabía cómo sería la reacción de ellos.
-¡Pues te aguantas mi Freddy, ahora debes cumplir con tu responsabilidad!-- le dije todavía con
la sonrisa burlona.
Tuve que ponerme serio y hablar ya con más compostura. - ¡Mira, yo también pase por lo
mismo, y sentí lo mismo que tú, pero me nació una hija maravillosa que alegro mi vida y, me
lleno de esperanza!- le platiqué mucho más de mi experiencia, al final, creo que entendió algo y
acepto su futuro.
En esta parte de la historia, tengo que detenerme, además de que moralmente, estoy obligado a
relatar lo siguiente; Mary y su familia son originarios del Estado de Coahuila. Ella, una joven
esbelta de cabello largo castaño y ojos verdes aceitunados, que para el tiempo en que conoció a
Alfredo, había ya terminado su carrera universitaria.
Una noche de otoño, en el 2006. Durante la ceremonia de sweat lodge, temazcal como se dice
aquí en México, al terminar el segundo round, me encontraba platicando a un lado del fuego con
Gilberto y Bruno, la luna brillaba en todo su esplendor, la risa y la alegría nos invadía en ese

1
momento. Alguien camino y se paró a un lado donde se pone el fuego que calienta las piedras,
volteamos para saber quién era, lo que podíamos ver a la luz de la luna y la iluminación del
fuego presente, era la silueta de una niña delgada,
-¿Quién es?-Pregunte
-¡No lo sé tío!- me respondió Gilberto,
-¡Asústame panteón!- expresión típica de Bruno
-¡Es Mary!- Exclamamos los tres al mismo tiempo.
No podía creer lo que miraba, pero era verdad, la silueta de la niña delgada que reflejaba la luz
de la luna, era María Agundis. Nos miró, dejando escapar una sonrisa llena de asombro. Los tres,
nos quedamos también pasmados. Yo no podía apartar la mirada en ella, me parecía inusual que
una persona adulta, se viera como una niña.
Al paso de los años y las lecciones en la medicina, entendí lo que había visto esa noche. Mary,
enfrentaría en el futuro, sin ella saber o imaginar, lo espinoso y lo difícil que la vida le brindaría.
Ella afrontó su destino con fuerza interior sorprendente, demostró la firmeza de su carácter,
fortaleza y rectitud. Como si el creador deseara probar su entereza y perfección espiritual. Pero
ella, a pesar del dolor, desafío el porvenir con energía y esperanza. Siempre, con la virginal
sonrisa de la inocencia de aquella niña, que reflejaba la luz de la luna.
La ceremonia continuaba entre cantos, olor a copal y lavanda, llego entonces mi turno de rezar
con el tambor, pedí un cedro, porque necesitaba hacer unos negocios pendientes. Agradecí al
creador, a Jesús y los espíritus por haber llegado a ese momento de la vida, donde mis aprendices
se hacían cargo de la ceremonia, fruto de años de trabajo, enseñanza y lecciones.
La estaca y el tambor siguieron su camino, pasando por mi tocayo Barrera, a quien por cierto,
acompañe sus cantos con el toque de tambor. Su peculiar forma de elevar sus rezos, y la
experiencia de los años vividos, combinaban a la perfección con su cabello blanco y largo. No
podía sentirme más que bendecido.
Raúl fue el último en cantar sus cuatro canciones, ya que él ocupaba la posición del tambor,
venía haciendo un extraordinario trabajo, era zurdo y se le dificultaba tamborear con la mano
derecha, se esforzaba bastante por mantener el tambor con ritmo y, ayudar a poner los rezos de
las personas, que en esa noche participaban como invitados a la cena del Padre.
Alfredo bajó la estaca y sus plumas, pidió a Raúl que pusiera el tambor a un lado del fuego y
mando a Samuel (Kukul) traer carbones encendidos. Así daba por terminada la primera ronda de
la ceremonia.
La medicina hacía ya sus efectos en algunas personas, en otras, exaltaba el entendimiento y su
amor al Creador. Algunos venían por vez primera, ya con prácticas espirituales de otros círculos
y filosofías importadas de otros países, que no bien ayudaban a comprender lo que la medicina
les daba en ese momento. Incluso una joven canalizaba espíritus que le daban mensajes dirigidos
a mi persona, sin ella saber o entender el mundo espiritual y lo que significa este.
-¡Yo no sé quién seas tú!- me comentó en un momento que me senté a su lado, -
-¡Yo solo canalice un mensaje que viene para ti, y me dijeron que esto es viejo y no sirve para
los jóvenes!- me dijo con voz apacible, como si estuviera en trance. Le di las gracias por el
mensaje.
Rece por ella con mis plumas y le comente a mi tocayo Barrera,
-¡Ya se de quien viene ese mensaje!- le dije sin voltearlo a ver
-¡Aho!- dijo mi tocayo inmediatamente como si ya supiera la respuesta.
Mirándonos a los ojos, ya sabíamos sin dudarlo, que era demonio.
Muchas personas están en busca de la espiritualidad, ya sea por encontrar paz, tranquilidad y
salud, otros por dinero y, unos más por ego y poder, pero muy pocos buscan a Dios. En estos
tiempos de caos emocional, de enfermedades mentales y de una sociedad consumista, la
búsqueda de la tranquilidad espiritual, de la paz y la felicidad, se ha convertido en una necesidad
esencial tan importante como el poder respirar para mantenerse con vida. Estas necesidades
humanas son usadas por instituciones religiosas, grupos esotéricos, empresas y personas con
“dones psíquicos” que han visto en este florecimiento espiritual un muy buen negocio. Ofrecen y
prometen a la gente que los siguen, que en poco tiempo pueden ser iluminados y activar su
estado místico y transformativo. Algunas de estas prácticas resultan peligrosas, si no son
conducidas en un proceso lento, responsable y maduro, porque se pueden abrir puertas a la
oscuridad y entonces el remedio de encontrar paz, resulta al final mucho peor que la enfermedad.
Si me preguntaran que defina en una sola frase, ¿Qué tiempos estamos viviendo? mi respuesta
sería -¡En tiempos de Confusión!- donde, en ausencia del Creador, todo está permitido.
Antes de continuar con la narración de la ceremonia, me es muy importante contar el momento
en que Alfredo, Bruno y Gilberto entregaron tabaco para ser iniciados como hombres de
medicina.
Habíamos terminado al amanecer la ceremonia de sweat lodge, salimos del temazcal siguiendo a
Ignacio mi maestro, a recibir al sol con rezos y tabacos. Debo aclarar que nosotros no le rezamos
al Sol, si no al que lo creo, “El Gran Espíritu”. Esa noche, junto a Ignacio, habíamos tomado
bastante te de medicina, por unas curaciones que hicimos en esa ceremonia. Después de recibir al
Sol, nos metimos a la casa y nos acostamos en la alfombra de la sala a descansar un poco, yo
estaba con dolor de espalda, la medicina me tenía temblando todo el cuerpo. Nosotros tenemos
un dicho que dice; “La medicina ya me agarro”, y así nos tenía a todos “agarrados”. Ignacio
permanecía acostado boca abajo, Gilberto, Bruno, Alfredo y mi tocayo Barrera también, al pasar
más o menos una hora, Ignacio me preguntó;
- Ese Lalo, ¿Todavía sigues temblando?-
Observé mis manos que seguían vibrando
-¡Todavía sigo temblando Ignacio!- le respondí
Ignacio soltó una carcajada muy fuerte
-¡Oh shit!- exclamó
-¡Entonces yo también sigo temblando!
Ignacio sabía que en cuanto a mí me soltara la medicina, a él también lo dejaría.
-¡Ese Lalo, oye, ya pídeles tabaco a estos chavos, si no, se te van a ir, ya es el tiempo!-
Me lo dijo en el tono, en el que siempre me hablaba cuando me enseñaba y daba consejos.
- ¡Seguro que si Ignacio, así lo hare!- le respondí obedientemente, -¡Sabes Ignacio, ya les había
comentado a ellos que para aprender tienen que dar tabaco, pero todavía no agarran la honda!-
me excusé
-¡Nooombre bato!- me respondió al mismo tiempo que soltó una sonrisa, dejándome saber que
no tenía por qué excusarme. Al viejo no se le iba ninguna.
Pues así sucedió tiempo después, en la primera ceremonia de medicina que yo correría en Ciudad
Juárez. Una semana antes, llegó Benjamín de Cuernavaca acompañado de Yunuem, quien traía
dos tambores (Huehuetl) para la danza. Juan, Katia y sus dos hijos; Hatuey mi ahijado y la
pequeña Itzel, estaban ya con nosotros y participarían en esa ceremonia, pues tenían poco tiempo
de mudarse de el Paso Texas a vivir a Juárez. Benjamín, Juan y yo, ayunamos por dos días para
estar limpios y llegar conectados a la medicina.
La ceremonia la correría Ignacio, pero una media hora antes, me llamó por teléfono, conteste
emocionado, pensando que me avisaría que ya vendría en camino, pero no fue así,
-¡Ese Lalo, sabes mijo, que no voy a llegar a la ceremonia, te mando la medicina con Elizabeth,
y también te mando un collar de garras de Oso!-
Sentí calambres recorrer mi cuerpo, no sé si era por miedo o emoción, pero al saber que tendría
que ser yo, quien se sentaría a dirigir la ceremonia, me causaba ardor en el estómago.
-¡Solo es una taza de medicina!- me comentó Ignacio a manera de entendimiento.
En ese momento no supe el significado de esas palabras, tampoco quise preguntarle. Recordé
entonces, que Jesús rezando en el monte de Getsemaní, le pedía al Padre que le quitara esa Copa,
pero que se hiciera la voluntad de Dios y no la de él. Sin más remedio, obedecí la decisión del
creador y acepte dirigir la ceremonia. Pensaba que no estaba listo para ello. Ahora sé, que desde
hacía tiempo lo estaba.
Antes de iniciar la ceremonia, avive la lumbre y llame a Gilberto, Alfredo y Bruno, les pedí los
tabacos que ellos ya tenían preparados, me los dieron frente al fuego, los tomé, hice los rezos
necesarios para la iniciación de cada uno de ellos. Justo allí, antes de entrar a la ceremonia y de
frente a los espíritus y al Creador, comenzamos una de las aventuras más impresionantes y
significativas de nuestras vidas, ellos como aprendices y yo, como maestro.
Alfredo dio inicio a la segunda ronda de la ceremonia. Pidió más carbones encendidos, Kukul los
trajo en la pala especial para ello, cuidando hacer el trabajo lo más perfecto posible. Una vez
depositados los carbones en el lugar del fuego, se había dejado atrás todo lo sucedido, y lo que se
había peleado en la primera ronda. Listos para comenzar el segundo round, el round de las
curaciones.
No recuerdo que tantas curaciones se hicieron esa noche, pero de lo que si estoy seguro, es que
ese round fue largo y pesado, todos bebimos té y comimos bastante medicina. Botones frescos,
grandes y pequeños, que una semana antes, se habían recolectado en la montaña de la medicina.
Raúl, Gilberto, Adrián y Alfredo, fueron los comisionados de ir por ellos, a las serranías del sur
del Estado de Chihuahua, entre el rio conchos y el bolsón de mapimi.
Era sábado por la noche, cuando llegué a casa de Adrián, los muchachos estaban ya por salir a la
montaña. Gilberto estaba estrenando un nuevo automóvil, recién salido de agencia.
Evidentemente muy contento ofreció a todos usar el auto para el viaje. Me preguntaron que quien
correría la ceremonia. Pero todavía no lo sabía, debía esperar a que los espíritus mostraran. Lo
que si sabía, era que yo no la correría, pero no estaba seguro quien de ellos lo haría.
Iniciaron el viaje a las 10 de la noche, pues el camino por carretera, es largo y tedioso, y había
que asegurarse de llegar a la luz del amanecer, antes de que les ganara el sol. Desde luego,
hicieron la parada obligada en Villa Ahumada, a comer los tradicionales burritos con queso
asadero. Si no lo hacían, Adrián no se las perdonaría.
Recé y puse tabaco por ellos, después me fui a dormir. Al despertar, los podía sentir muy cerca,
sabia entonces que el viaje había sido perfecto, además, de que los podía ver ya en la montaña.
Llegaron a buena hora, todavía no amanecía, cuando estacionaron el automóvil en el lugar de
costumbre. Los guardias del lugar los recibieron con gusto, pues siempre los tratábamos con
cariño y respeto, ellos cuidaban siempre de nuestros vehículos. Caminaron sin prisa rumbo a la
montaña, brincando los linderos divididos por alambres de púas. Después de una hora, estaban
ya casi en la cima, buscando la medicina. Alfredo fue el primero en encontrar un botón, después
empezaron a aparecer los demás. Comieron la medicina y dieron gracias al Creador.
Alfredo no pudo terminar de comer el botón, pero la medicina lo “Agarro” y le mostraba donde
estaban los demás botones, guiaba a los demás diciendo donde se encontraba la medicina. Muy
sorprendidos por la exactitud de lo que Alfredo les decía, encontraron los suficientes peyotes
para esa ceremonia, por respeto, siempre tomamos solo los botones que necesitamos. El juego de
palabras, las bromas pesadas entre ellos, tirándose carrilla unos a otros, los mantenía con
risotadas al por mayor.
El sol del mediodía, los alcanzo, justo cuando ya estaban por terminar la cacería. Pero antes de
bajar la montaña, Alfredo los condujo por caminos pedregosos más adentro de lo acostumbrado.
-¡Pinche Fredy! ¿Pos a donde nos llevas?- Pregunto Adrián
-¡Usted no se agüite y camínele! ¡Ya estamos por llegar!- respondió Alfredo.
! De seguro nos lleva a ver una güera!- Bromeo Gilberto.
Todos soltaron la carcajada, hasta quedar sin aliento.
Desde que comió el primer botón, no solo le enseñaban donde encontrar la medicina, si no
también, podía ver el gran peyote y sentía el impulso de caminar a donde se encontraba.
-¡Me están mostrando el lugar donde está “El Corazón de la Montaña”. Menciono Alfredo.
Caminaron un poco más de media hora.
- ¡Aquí es!- dijo con mucha emoción y asombro
En efecto, allí estaba, el peyote grande, el hermano mayor, el gran venado azul. Hubo un silencio
tan profundo, que solo se oía palpitar, EL CORAZON DE LA MONTAÑA, respirando al Padre,
al Sol, guardando la esencia del inicio de la creación.
Sonó el teléfono de Adrián,
-¡Que paso mi Lalo!- contestó.
-¡Oye mi adrián, buenos días carnal! ¿Cómo les va? ¿Ya encontraron la medicina? Le pregunté
afanoso de saber la respuesta
-¡Si mi Lalo!-
Adrián como encargado de esa expedición, me conto todo lo que había sucedido y la manera de
cómo le estaban mostrando a Alfredo. Allí supe, quién debía dirigir la ceremonia.
-¡A ver mi adrián, pásame al Fredy!- le dije,
-¡Aquí está a mi lado!- me comentó
-¡Buenos días mi Fredy! ¿Entonces ya sabes quién va a guiar la ceremonia, verdad?- le pregunté
con seguridad.
-¡Si mi Lalo, ya sé, ya lo entendí!- me respondió.
Le dije que no lo platicara con nadie, hasta ese día. El no menciono nada de lo que platicamos,
pero pues…ya todos sabían, que el guiaría la ceremonia. Nada se puede esconder con la
medicina.
Llegaron a Juárez el domingo por la tarde-noche, me platicaron lo que habían mostrado, pero en
especial, de cómo la medicina trabajo con Alfredo, y todo lo que le había enseñado. No puedo
relatar las experiencias espirituales, y las visiones que él vivió en la montaña, porque son regalos
que el creador le dio. Sé los gano cuando decidió ser discípulo de Jesús, olvidándose de sí
mismo, de su propia vida y entregándose al servicio del Creador. Así lo dijo Jesús; “El que
quiera ser mi discípulo, olvídese de sí mismo, cargue con su cruz y sígame, porque el que quiera
salvar su vida, la perderá, pero el que pierda la vida por causa mía, la salvara”. Sé que Alfredo lo
entendió, llego a esa sabiduría, con las lecciones y las experiencias de más de 10 años en el
camino de la medicina. La madurez espiritual se reflejaba en su rostro, la unión y conexión con
la esencia divina, le permitió vivir de forma más sabia.
Casi al terminar el segundo round de la ceremonia, Raúl tomó la estaca y le paso el tambor a
Alfredo, para que este lo tocara y le ayudara con sus cantos. Con amor y fuerza, Raúl entregó al
creador las enfermedades y problemas, que la estaca había recogido durante su caminar por el
circulo. Dando gracias al Padre por los favores recibidos y la sanación física y espiritual de todos
los asistentes.
Al terminar, pidió que pusiera nuevamente el tambor a un lado del fuego. Entonces bajó las
plumas y su estaca. Dio gracias a todos. Kukul trajo fuego nuevo. Limpió todas sus herramientas
con cedro. Se puso de pie, explicó algunas cosas que habían mostrado y también lo que sucedió
en ese round. Acto seguido, permitió dar un descanso a todos y todas. Para tomar un poco de aire
y, que pudieran ir al baño.
Todos nos relajamos. Me acerque a él y encendí un cigarro, lo mismo hicieron sus ayudantes.
Entre humo de cigarro y cedro, le pregunté cómo se sentía, me respondió que muy bien
-¡Desde aquí las cosas se miran diferente, muy claras, puedes ver todo, principalmente la pelea
espiritual!-
Me dijo con voz muy pausada, como si todavía estuviera viendo lo que pasó.
Mientras me respondía a las preguntas que le formulaba, detuve la mirada en su estaca, estaba
allí, cerca de la medicina y el fuego.
- ¡Hermosa estaca!- me dije a mi mismo.
Hecha de madera fina, de encino blanco, dura y fuerte. Muy parecida a la del roble europeo.
Como aprendiz, debes esperar algunos años, alrededor de siete o un poco más, para que el
maestro te entregue la estaca. Cuando llega ese momento, no es que ya terminaste, si no que allí,
se empieza el caminar del hombre de medicina. Por esta razón, así como me enseño mi maestro,
tenía que asegurarme de que Alfredo cumpliera con las lecciones y enseñanzas de este “Fire
place”. Probar su entendimiento, su lealtad al Creador y principalmente que las medicinas y el
conocimiento adquirido, no los usara de manera incorrecta.
No se cosechan racimos de los espinos, ni se cogen higos de la maleza, porque no dan fruto. Un
hombre bueno saca algo bueno de su tesoro, y un hombre malo, saca maldades de su mal tesoro
que está en su corazón.
Cuando caminas por este sendero, debes asegurarte de servir y amar a los demás
incondicionalmente, dar la mano a los que se van quedando atrás, amar a tu prójimo como a tu
propia alma, cuidar a las y los niños, como a las pupilas de tus propios ojos.
Lo bueno y lo malo del hombre, salen de su propio corazón. El hombre de medicina, tiene que
ser inocente como un niño. La inocencia es el camino para conocer al Gran Espíritu. En la
inocencia de los niños, está la clave para entrar al reino del Padre.
A Daniel su hijo, le habían dado un sueño, años atrás, cuando él era muy pequeño. Aquí el
sueño en sus propias palabras;
-¡Andábamos cortando leña, y cortamos un árbol, pero cuando cortaban las ramas del árbol con
el hacha, salía polvo muy brillante como si fuera oro!-
Se lo contó a su Mama y Papa. Después me contó el sueño en una visita que hicieron a mi casa.
Tremenda visión que tuvo el niño. No lo comprendí en su totalidad cuando me lo contó Daniel,
pero lo deje allí, guardado en mi memoria, para más adelante, hasta que llegara el tiempo de ser
revelado.
Pues, se había llegado el tiempo de trabajar la estaca. Kukul me ayudó a conseguir la madera, fue
difícil y complicado encontrarla. Hasta que al fin se consiguió. Así debió de haber sido, era la
madera especial para ese negocio, la de encino blanco. Una tarde, estaba tallando la madera en el
taller de mi casa, recuerdo que escuchaba las canciones de la medicina en mi teléfono celular,
acababa de comer, puse un iztafiate con lavanda. Continúe trabajando, escurrían gotas de sudor a
la madera. No había puesto suficiente atención, por lo concentrado que me tenía el tallar y tallar.
Entonces, mis ojos se percataron del polvo que desprendía la estaca, era un polvo brillante
dorado, como si fuera oro.
Mi corazón latió fuerte, y la emoción encendió mis sentidos. Pude ver el sueño ya revelado que
le mostraron al pequeño Daniel.
El tronco del árbol, es el espíritu. El espíritu, es la presencia de Dios, una de las ramas es
Alfredo, que está conectado al árbol, al espíritu del Creador. Pero él tenía que trabajar, hacer su
chamba, dejarse guiar por la sabiduría de Dios, pulir su alma, encontrar la verdad. Así lo hizo, y
él, cómo la rama que se transformó en estaca, desprendía polvo brillante dorado como el oro.
La verdad, te da libertad. Tú te salvas por la búsqueda de la luz original, del conocimiento y la
sabiduría divina. Ese, es el gran tesoro que vivió en el corazón de Alfredo García.
Mi tocayo Barrera, me había pedido que le corriera una ceremonia. Para ese mitote (Como él le
dice a la ceremonia) también habíamos ido a la montaña, fue la primera vez. Algunas lecciones
apasionantes sucedieron en ese tiempo, pero eso lo relatare más adelante en otro capítulo. Pero
aprovecho el viaje de lo antes mencionado, y decir que fue en ese mitote, que le hice entrega de
la estaca a Alfredo. Estábamos ya todos listos para empezar, él se sentó en la posición del
hombre medicina. Mande a traer la estaca
-¡Mi Fredy, toma, es tuya, te la ganaste, aquí enfrente de la comunidad, te devuelvo tu vida, que
por el tiempo que fuiste mi aprendiz, estuvo en mis manos!-
Le dije con orgullo y la satisfacción de haber cumplido al creador la encomienda que me dio.
Alfredo se convirtió en el segundo aprendiz a quien le había entregado la estaca.
Dio inicio entonces, el tercer round de la ceremonia y el último de esa noche, porque ya no
alcanzaba el tiempo para otro más, ya que la luz de la aurora llegaría pronto. Fue una ronda muy
diferente a las otras dos. La medicina nuevamente, paso de persona en persona para nutrir el
alma. La estaca y el tambor, también hicieron lo suyo. Los cantos conectaban el espíritu,
pareciera como si estuviéramos todos al lado del creador, susurrando y cantándole al oído.
¡Padre Celestial, bendiga nuestra comunidad, estando usted en ella!
Como si el pecho se llenara de tanto amor, que no cabe más. Uno de los cantos que más le
gustaban a Fredy, se escucharon en ese round.
¡Yo sigo la estrella de la mañana, Jesús, tómame de la mano y llévame al Padre!
Jesús lo escucho, y desde hacía tiempo lo estaba preparando, para caminar en la siguiente etapa
de su vida
Quizás sean palabras de dolor para muchos, pero para los que vivimos el curso de los
acontecimientos, sin duda, es de mucho aprendizaje, coraje, y podría decirse que muy hermoso.
Vicisitudes han ocurrido en toda la historia de la humanidad. Algunos sucumben ante los
incidentes y el cansancio, pero otros, aprovechan esos momentos para luchar como guerreros,
ganar la pelea. Aunque la batalla sea dura, y la armadura este desgastada, la fe en dios, siempre
nos llevara a la victoria del entendimiento y la transformación.
Esa mañana fría del mes de enero, al terminar la llamada con Mary Agundis, en la que me
relataba lo que estaba sucediendo con Alfredo en el hospital de la Ciudad de México, quebró
todas mis esperanzas.
-Lalo, me llamaron de servicio social, para informarme que Alfredo está en una situación muy
grave, me pidieron que haga los arreglos para estar listos a cualquier situación- me lo dijo con
bastante preocupación-
Más sin embargo, al terminar la llamada, prendí un iztafiate, limpie mi mente y mis sentidos.
Necesitaba mirar con claridad, tomar decisiones con urgencia, decisiones fuertes y profundas.
Enfrente, mi brazo extendido con el tabaco en el puño de mi mano, para que el creador con su
infinita bondad me escuchara, pero toda decisión estaba en manos de la Divinidad.
Decidí entonces meterme al ayuno de cuatro días, pero antes necesitaba consultarlo con mi
maestro Ignacio. Lo llame entonces para explicarle la situación y me ayudara con sus consejos.
Al platicarle de mi decisión de ayunar me comento:
-Haz todo lo que sea necesario, todo Lalo- me lo dijo con la fuerza de su corazón.
Recordé entonces el sueño que Mary había tenido esa noche en el hospital.
-Ignacio- le dije de manera apresurada.
- Mary tuvo un sueño anoche; dice que Alfredo y ella estaban en la montaña y, estaban vestidos
con ropas blancas, el fuego del temazcal estaba encendido, era un fuego muy grande, el temazcal
y la montaña estaban cubiertos de nieve.
Ignacio guardo silencio, sin decir una sola palabra, solo se podía escuchar el ritmo de su
respiración. En silencio mantenía mi rezo mientras esperaba la respuesta de Ignacio, a la par
también podía escuchar el palpitar de mi corazón que latía con fuerza. Las palabras rompieron el
silencio después de un largo momento;
-Mira Lalo, así mero, así háganlo rasita- respondió Ignacio.
En pocas palabras todo estaba dicho, los espíritus habían mostrado y dado a Mary la guía de lo
que se tenía que hacer.
-Sé que es poco difícil, porque es inicio de semana y todos trabajan, pero vayan y hagan el
temazcal en la montaña lo más pronto posible, ¡Lalo, lo más pronto posible!- menciono Ignacio.
Muy agradecido con Ignacio y con el Padre, podía ver las palabras de mi maestro y el sueño de
Mary en todo su significado espiritual. Supe entonces lo que tenía que hacer y, lo más pronto
posible. Lo más pronto posible para mí sin dudarlo, era ya, en ese momento.
De manera urgente llame a Adrián y a los muchachos, para explicarles la situación y que
estuvieran listos para reunirnos lo más rápido. También porque tendríamos que preparar todo, ir
por las varillas (Jaras) que usamos para construir el temazcal a las riberas del bravo donde
crecen. A más tardar en tres horas estábamos ya en camino, en la camioneta de kukul con
machetes en mano, y un profundo rezo en nuestras almas. Sin importar lo frio del clima,
atravesamos caminando las aguas heladas del rio bravo, hasta llegar donde se encontraban las
varillas, que pareciera como si ya estuvieran esperándonos. Con los filos de los machetes
cortamos las más grandes y gruesas. Del otro lado del Rio nos observaban los agentes de
migración de los Estados Unidos.
Terminamos de amarrar y asegurar las varillas en la camioneta cuando el sol se despedía en el
horizonte del desierto chihuahuense. El viento helado cortaba la piel de nuestros rostros y herían
los labios deshidratados. Con los zapatos y las ropas mojadas, Adrián, Kukul, Raenari (mi hijo) y
yo, subimos a la camioneta tiritando de frio rumbo a la casa de Adrián. Allá nos esperaban,
Bruno, Gilberto, Raúl, Efraín, Alan y Eduardo Barrera.
Inmediatamente al llegar, cargamos la troca con las piedras que semanas antes habíamos traído
del lago de Arareco de la sierra de chihuahua, subimos también las lonas, bastante leña, los
colores, las medicinas, todo lo pusimos en la camioneta. La Fe y la Esperanza, esas las cargamos
en nuestros corazones.
Descansamos esa noche sin casi poder dormir, dejamos todo en manos del Creador.
A las 5 de la mañana, ya estábamos listos para iniciar el viaje al corazón de la montaña. Alfredo
llamo en el momento en el que termine de poner la ofrenda con las medicinas de la manera en
que Ignacio me había enseñado, para que el padre bendijera nuestro camino.
-¡Mi Lalo, por favor, ya no aguanto el dolor, quiero que termine todo esto! ¡Ayúdame!- me lo
dijo con voz de dolor y desesperación.
-Aguanta mi Freddy, ya vamos en camino a la montaña, ven con nosotros- le dije con esperanza
-Si mi Lalo, eso hare- me respondió
Después de cargar gasolina en el kilómetro 20, tomamos carretera rumbo al sur del Estado,
adelante de la caravana iba kukul con la camioneta cargada. Avanzábamos mientras los rayos
salientes del sol iluminaban las montañas desérticas. Las nubes acompañaban nuestro viaje y los
rayos jugaban con ellas a crear luz y sombras, llevando el germen de la vida a cada rincón de la
tierra. La nube antes de ser nube, fue mar, solo necesita las caricias del rayo del sol para
convertirse en nube.
El camino, las montañas y el cielo absorbían mis pensamientos y mis recuerdos. Conducía el
automóvil como si estuviera en un sueño. Con la mirada esperanzada de que al llegar a la
montaña, la oscuridad se despejara y pudiéramos dar cabida a la luminosidad de lo que nuestros
corazones anhelábamos; la salud de Alfredo. Pensaba en él, cuando me llamo por teléfono muy
feliz y contento al llegar al aeropuerto de la Ciudad de México.
-Ya estamos acá mi Lalo- me dijo felizmente
-Que gusto me da escucharte, estarás en un muy buen hospital, con excelentes especialistas mi
Freddy, ¡pronto nos veremos mi Freddy!- Le respondí
-¡Pronto nos veremos mi Lalo!- me contesto.
Días después me llamo para contarme lo que le habían mostrado espiritualmente;
-Mi Lalo, me dieron una canción, pero no recuerdo como cantarla, solo recuerdo lo que dice- me
comento muy extasiado.
-¡Nombre bato! A muy pocos les dan canciones, siempre hay una razón para eso, pero dime,
¿Que dice la canción?- le pregunte
-La canción dice; ¡Nosotros venimos con quien bautiza en fuego, no en agua!
Impacto todo mi ser, los espíritus le habían mostrado la relación que todos nosotros tenemos con
Dios, especialmente para quien trabajamos, y quien guía nuestro camino, JESUS. Es una bella
canción, conectada con el creador del universo.
En aquellos tiempos, Juan el bautista decía;
-Yo a la verdad os bautizo en agua para arrepentimiento, pero el que viene tras de mí, es más
poderoso que yo; el los bautizara en Espíritu Santo y Fuego.-
El bautismo es un ritual de limpieza espiritual, de arrepentimiento del mal, de la falsedad y el
pecado. Por lo tanto, el bautismo en agua como lo hacía Juan el bautista; es aceptar el perdón de
Dios y nacer de nuevo, que nuestra vida sea limpiada por la verdad.
Cuando se es bautizado en fuego y en Espíritu Santo, nuestra vida, mente y alma están
iluminadas, entonces caminamos en la luz de la verdad espiritual de Dios. En la gracia del
espíritu. Pero solo Jesús tiene el poder divino de bautizar en fuego.
Tremenda verdad revelada directamente a mi querido Alfredo, le regalaron una canción muy
poderosa y a través de él, nos llega para usarla nosotros en los momentos más difíciles. Estos
pensamientos me daban ánimo y fuerza mientras continuábamos el camino a la montaña. En este
viaje, ni siquiera paramos en Villa Ahumada a comer burritos, nos seguimos de largo, comimos
los lonches que prepararon amorosamente nuestras mujeres.
Alfredo había tenido problemas de salud desde que era pequeño. Ya siendo un joven esos
problemas continuaron hasta el día en que lo conocí. Varias veces estuvo internado en un
hospital, tuvo varias cirugías y muchos sustos que nos hizo pasar. Adrián siempre lo bromeaba
para hacernos reír.
-El Freddy ya no quiere estar con nosotros, se nos está fugando poco a poco, se nos está yendo
en partes, primero el hígado, el riñón, el corazón-
Siempre nos tenía a risa y risa, disfrutamos a carcajadas cada momento de las bromas del adrián,
en especial Freddy, le encantaba estar con Adrián y con toda la banda.
En los negocios espirituales, lo vi crecer, sentía orgullo mirar como los espíritus le mostraban
como hacer las curaciones a la gente que nos pedía ayuda. En los negocios más pesados también
lo usaban de manera increíble, él podía desenredar la madeja y encontrar el principio y final del
hilo de las cargas que las personas traen en sus corazones.
Después de varias horas de viaje, el sol había ya cruzado la mitad del firmamento, estaba
desesperado porque nosotros no podíamos aumentar la velocidad, ya que la troca iba con
demasiado peso.
-Mi Lalo por favor, ya no aguanto el dolor, es muy fuerte, siento que me quemo por dentro- me
lo dijo al punto del grito con mucho suplicio y desesperación.
Al escucharlo por el altavoz del teléfono, mi corazón latió con arritmia, pero mantenía el rezo
profundo y podía sentir su aflicción y su mente que no podía mantenerla junta. Le pedí al Padre
que pusiera las palabras correctas en mi boca, le hable con mucha autoridad;
-Alfredo, estamos a punto de llegar a la montaña, tu eres un hombre de medicina, eres un hombre
fuerte, eres un guerrero de la luz, confía en el poder y los designios de Dios, sabes que Jesús está
a tu lado, lo has visto. Eres un hombre valeroso, enfoca tu mente y entrégale tu sufrimiento al
Creador, ya sabes cómo hacerlo- se lo dije con la autoridad de ser su maestro.
Al colgar el teléfono, sentía mi cuerpo tembloroso, pero al mismo tiempo esas palabras también
las escuche y me dieron valor y fuerza.
Estábamos en una carrera de tiempo con el movimiento del sol, pero teníamos que ganarle. Unas
horas más tarde, estábamos cruzando la última caseta de cobro y saliendo del penúltimo pueblo
del estado de chihuahua. Avanzamos unos minutos y a la lejanía se podía apreciar la montaña,
estábamos por llegar, mi corazón latía con mayor fuerza.
El tercer round estaba por llegar a su fin, Alfredo solo esperaba la estaca y el tambor para
dejarlos descansar y concluir esa ronda de rezos y canciones. Y así fue, acostó la estaca, las
plumas y el tambor ocupo el espacio que le correspondía. La luz del amanecer llegaría pronto a
la ceremonia
Ofreció por última vez a los asistentes de la ceremonia si querían comer más medicina, algunos
dijeron que sí. Entonces pidió a sus ayudantes que les llevaran él te y los botones. Después de
eso, mando sacar la medicina. Los ayudantes de la posición de la puerta entonces comenzaron
con el ritual de limpieza, barrer el piso, sacar la basura y los deshechos. El lugar de la ceremonia
debía estar limpio, como limpia debía estar el alma de todas las personas para recibir al espíritu
del creador que llegaría pronto.
Pronto fue el tiempo en que llegamos al pie de la montaña, después de cruzar por la caseta de
cobro, aunque a mí y creo que a los demás, nos pareció una eternidad. Paramos a un costado de
la carretera que lleva a la ciudad de Ojinaga para descargar las varillas, las lonas, las piedras, la
leña y todos los elementos que usaríamos en el ritual del temazcal. Sabíamos que tendríamos que
movernos rápido y comenzar a cargar sobre nuestros cuerpos todo lo que llevábamos, ya que
subir la montaña con todas las cosas nos llevaría demasiado tiempo, 5 horas caminando cuesta
arriba.
Comenzamos la marcha con mucha energía, las varillas debían cargarse primero para construir el
temazcal, después la leña y las piedras de manera ordenada. Mientras unos ya caminábamos,
otros debían ir y dejar en un lugar seguro los vehículos que nos transportaron, después nos
alcanzarían en el camino.
Nuestros pasos se hundían en la arena haciendo más difícil el andar, además de lo pedregoso del
camino que hacía que los tobillos se doblaran a cada paso que dábamos. Los brazos, las piernas y
la espalda se quebraban de dolor y cansancio antes de llegar al primer punto donde dejaríamos
las cosas.
- No creo que lo logremos- Era mi pensamiento y creo que el de todos también
-Apenas llegamos al primer punto, nos falta el segundo y después subir la montaña- me dije con
preocupación.
Con la respiración agitada descargamos nuestros cuerpos, nos miramos a los ojos y vimos las
pocas cosas que pudimos cargar. La verdad que fueron solo pocas cosas, traer todo al primer
punto nos llevaría como 2 horas y muchas vueltas, y falta el segundo punto y después subir.
-No lo lograremos- lo reafirme
Sin hablar, nos miramos nuevamente a los ojos, tratando de encontrar respuestas que nos
ayudaran a cumplir con esta proeza. Pero no había respuestas. Desde nuestros rezos internos,
pedimos al creador fuerza para no desmayar.
Un espíritu valeroso ilumino las mentes de todos nosotros, acostumbrados a guerrear y pelear la
oscuridad siempre al lado de Jesús.
- No podemos rendirnos- me dije a mi mismo y creo que todos se lo dijeron también.
¡No se puede vencer, al que no sabe rendirse! Fue nuestro grito de guerra, aunque no salió de la
boca de nadie, pero nuestra actitud se transformó en decisión, fuerza, coraje y mucho amor.
Continuamos la marcha con un espíritu lleno de la luz del amanecer, de la luz de Dios.
Alfredo pidió entonces más fuego, fuego nuevo para el último recorrido de la ceremonia, sus
ayudantes cumplieron el pedimento y lo depositaron en su lugar. La luz del amanecer entro a la
ceremonia, anunciando el pronto arribo del espíritu de Dios
-Por favor traigan todo y acomoden la línea de la ofrenda- ordeno a sus ayudantes.
Obedientemente sus ayudantes trabajaron con el mayor cuidado para traer y acomodar uno a uno
los recipientes que contienen la ofrenda al Creador. Alfredo se aseguró que toda la ofrenda,
estuviera en línea perfecta al Padre. Así como su vida misma, derechita al Creador.
La fuerza mental y espiritual ahora jugaba a nuestro favor, ya estábamos en el segundo punto con
todas las cosas, listos para comenzar a subir la montaña. Sin descanso emprendimos la caminata
por la ladera de la montaña, abriendo camino y dejando señales con tela de colores para
reconocer y no perdernos al momento de subir y bajar.
Mientras subíamos y bajábamos, pensaba que Dios con frecuencia en la historia de la
humanidad, ha utilizado las montañas como lugares sagrados para enseñar a sus hijos
entendimiento, darles mensajes, enseñarles a conocer su voluntad. Por eso subimos la montaña,
para buscar su presencia, su guía y bendición. Al subir la montaña, todo cambia, todo se vuelve
más agradable, se respira aire limpio y se siente un ambiente de paz y tranquilidad. Al subir la
montaña, aprendemos a no vivir enfocados en lo terrenal, en lo mundano y los engaños de la
riqueza, subimos a buscar las cosas divinas, subimos a la montaña de Dios para encontrarnos con
él.
Con el abanico de plumas de águila en la mano, y el rebozo cubriendo su cabeza como símbolo
de veneración, respeto y una profunda reverencia al ser ella consciente de estar en la presencia de
Dios. Mary Agundis esposa de Alfredo, se recoge en oración, para bendecir la ofrenda de la
ceremonia, que con mucho amor es ofrendada al Creador mismo.
-¡Padre amado, con todo nuestro amor le ofrecemos nuestros rezos, nuestros cantos, esta ofrenda
de comida en agradecimiento y muestra de nuestro cariño a usted y a su hijo Jesús, agradecemos
también la ayuda y la presencia de los espíritus que trabajan a su lado. Bendiga a la familia que
con tanto amor ofrecieron esta ceremonia de medicina, aho-
Al terminar su rezo, los ayudantes toman las plumas y las llevan de regreso a Alfredo. Acto
seguido, la ayudan a regresar a su lugar donde estuvo sentada toda la noche.
Por última vez, Alfredo como guía de la ceremonia, levanta y limpia con cedro sus herramientas
y pide a Raúl que haga lo mismo con el tambor. Todos los asistentes se ponen de rodillas con sus
plumas en la mano, los niños ya están despiertos para dar los buenos días al Creador.
El humo aromatizante del cedro, tabaco y lavanda indican que el guía de la ceremonia está listo
para rezar las últimas cuatro canciones en agradecimiento a Dios, darle la bienvenida y los
buenos días.
Por fin estamos en la cima de la montaña con todas las cosas listas para comenzar el armado del
temazcal. Nuestros cuerpos están llenos de adrenalina que hace imposible sentir el dolor y
cansancio. Trabajamos sin parar, el sol anunciaba su retiro de la jícara celeste y nos dejaría en la
más completa oscuridad. Algunos limpiaban el área, otros construían el temazcal, Bruno y yo
nos encargamos de construir la casa de los espíritus para poner los colores, los rezos del
propósito de esa ceremonia en particular.
Los pensamientos fatalistas comenzaron a inundar nuestras mentes mientras la noche comenzaba
a cubrir la montaña, las fuerzas físicas y las manos heridas, reflejaban lo que colectivamente
sentíamos en el corazón. Les pedí a todos que apagaran sus teléfonos o que no contestaran a
nadie, sentía lo peor y no quería que ninguna noticia apagara nuestro esfuerzo. Sentía miedo.
Las cuatro canciones brillaban con luz propia, el tambor caminaba al ritmo de la sonaja. La
mente y corazón de Alfredo recibían a su más grande amor, al dueño del universo, a los espíritus
que traen las estrellas, compartiendo la felicidad entre toda la gente que estábamos inundados de
la voz de Dios.
La oscuridad profunda en la montaña, se disipo con la aparición del fuego que habíamos por fin
encendido para alumbrarnos. Fuego grande y luminoso en aquel rincón del mundo. Las estrellas
desde el cielo nocturno, fueron cómplices nuestros, centelleaban con todo su esplendor para
dejarnos saber que no estábamos solos. El frio congelante no podía apagar el calor de nuestro
amor.
Las piedras del lago de arareco, comenzaron a recibir el calor del fuego, pusimos en la lumbre la
olla con la medicina especial que Ignacio nos había dicho, y que todos teníamos que tomar antes
de entrar al temazcal. Los tabacos estaban puestos en los cuatro colores. Manteníamos el rezo en
nuestro interior mientras esperábamos a que el té y las piedras estuvieran al rojo vivo.
La luz del sol entro a la ceremonia, el amor se sentía que no cabía en nuestros pechos, con los
cantos de fe, con el cantar del tambor y la melodía de las sonajas, envueltos entre humo de cedro
y lavanda entramos al propio rezo del Creador, el espíritu de Dios permitió que nosotros
fuéramos parte de su mismo rezo. Alfredo termino los cuatro cantos, respiro profundamente y
bajo todas sus herramientas, las plumas, el silbato de hueso de águila, la sonaja y su estaca que es
su propia vida, todo lo puso en la línea de la medicina, frente a Dios. Había terminado la
ceremonia.
Sonó el teléfono de kukul, mientras yo estaba poniendo leña al fuego.
-Kukul despiértalo por favor, despiértalo por favor, despiértalo- con gritos dolorosos que hieren
lo más profundo del alma humana, se escuchaba la voz de Mary Agundis.
La terrible noticia estremeció a todos los que estábamos en la cima de la montaña. Sentí el frio
recorrer mi cuerpo, no supe quién de los muchachos tomo el silbato de águila para regresar el
espíritu de Alfredo a su cuerpo. Camine devastado a la varilla de los cuatro colores, llorando
pedía respuestas a Dios, no entendía porque nunca mostraron lo que iba a suceder, siempre nos
habían mostrado que Alfredo estaría bien. Esa noche la luna se escondió en el firmamento, el
abismo de la montaña era de una oscuridad interminable. En espíritu, Alfredo se acercó a mí,
levante mi cabeza y lo mire con una gran sonrisa;
-¡Ya no llores mi Lalo, ya voy con el Padre!- fueron sus palabras
Fue la última vez que escuche su voz y, la última vez que mire su rostro. Cumplimos lo que
hablamos la penúltima vez por teléfono.
-¡Pronto nos veremos mi Freddy!-
-¡Pronto nos veremos mi Lalo!- Así fue, así sucedió.
Todavía sin entender, agradecí a Dios y regrese con los muchachos, tocayo Barrera me comento;
-Tomemos la medicina, hagámoslo por sus hijos- me dijo con la voz entrecortada.
Asentí con la cabeza a las palabras de mi tocayo al tiempo que miraba a los muchachos con sus
rostros desencajados y sus corazones apachurrados.
Todos en silencio, nos pusimos frente al fuego y colocamos más leña para levantarlo alto, lo más
alto y grande como en el sueño de Mary. Tomamos la medicina rezando por el consuelo de su
familia. Tardamos bastante tiempo en hacerlo. Para ese momento, las piedras ya estaban rojas,
estaban listas, era el momento de entrar a la ceremonia de temazcal.
Conduje la primera ronda con los sentimientos a flor de piel, con esfuerzo trate de poner a un
lado la confusión, por momentos lo lograba. La voz de las piedras daban fuerza y consuelo, el
vapor caliente envuelto con los olores de nuestras medicinas curaban nuestras almas y
pensamientos. Sudamos el cansancio y el desconsuelo de nuestro corazón.
No pude guiar la siguiente ronda, así que le dije a Adrián que él se hiciera cargo. Las piedras
cantaban al recibir el agua fría, las sonajas cantaban al recibir el vapor caliente, la fuerza y ritmo
del tambor cantaba al unísono con el sentir de nuestro corazón, las medicinas envolvían los rezos
que salían al universo por la estrella del temascal. Todo trabajaba en unión sacramental, éramos
una sola mente, un solo espíritu, un solo corazón.
La fuerza del espíritu tomo nuestro entendimiento, estábamos en estado de gracia, en comunión
con el Creador. Antes de terminar esa ronda, en la visión pudimos ver la razón del porque el
Padre nos llevó a la montaña, allí era el lugar del mensaje, allí en la cima de la montaña, en la
cima del cielo. Para dejarnos saber, que el cumplió con su palabra y su promesa de que Alfredo
siempre estaría bien, que la muerte física no es el final del camino y de la vida, que existe la vida
eterna, nos integramos al absoluto, al universo, vamos a la casa del Padre.
Al salir de esa ronda, recibimos un mensaje de Ignacio por watts app, donde nos decía que él ya
sabía lo que había pasado, que se lo mostraron, pero que rezáramos con mucha fuerza para que la
oscuridad no nos alcanzara.
Raenari mi hijo, me decía que estábamos rodeados por demonios, que solo se miraban a nuestro
alrededor ojos rojos, que nos estaban acechando. Era verdad, todos podíamos ver lo mismo. Le
dije que no perdiera la fe, que tomara valor y rezara con fuerza, ellos, los demonios solo están
esperando el momento de nuestra debilidad para entrar.
Sin esperarlo y sin saber de los misterios y propósitos del Creador, que allí, en el último round
del temazcal que dirigió mi tocayo Barrera, antes de abrir la puerta para salir y dar por terminada
la ceremonia. El espíritu de Dios toco nuestra alma, bautizando a cada uno de nosotros en fuego.
A eso también subimos a la montaña, a ser amados, a recibir la bendición y el don del espíritu
santo, del espíritu de Dios.
Esa misma noche, Reyna mi esposa tuvo un sueño. En la montaña estaba Jesús, le tomo la mano
a Alfredo y caminaron con dirección al rumbo del este, caminaron con destino al sol.
Al amanecer bajamos la montaña con la alegría del amor, con la alegría del entendimiento, con
nuestros corazones iluminados, con el alma en paz de haber cumplido nuestro trabajo de amar a
Dios con toda la fuerza de nuestro ser, de amar al prójimo, al hermano como a nosotros mismos.
Ahora, a la lejanía del tiempo, en la soledad de mis reflexiones. Veo a Mary su esposa, a sus
hijos Daniel, Diego y Dánae en paz amando al Padre. Veo a los muchachos, mis aprendices que
ahora son maestros, a sus esposas e hijos, a la comunidad toda, entregada al servicio de Dios. Por
eso, entiendo que la ceremonia nunca termina, que la vida de un hombre de medicina, es una
ceremonia.

Confieso, que al escribir y hacer este ejercicio de la memoria, “Amo vivir”, me toma el espíritu
de la alegría y la felicidad, mas sin embargo, puedo ver como caen algunas gotas de mis ojos al
teclado de la computadora. Pero debo seguir escribiendo y dejar constancia para el futuro, de lo
que se ha vivido en esta comunidad.

También podría gustarte