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En no oyes ladrar los perros, Libro El llano en llamas, Juan Rulfo Empieza con
un padre cargando a su hijo el cual está herido, ambos caminando bajo la luz
de la luna, rumbo a Tonaya en busca de un doctor. El padre con dificultad
carga a su hijo y durante el camino este mismo comienza a reclamarle a su hijo
lo que está haciendo en memoria de su madre, ya que él no lo considera su hijo
y ha maldecido la sangre suya que el lleva por lo que ha hecho, a lo que su hijo
llora al recordar a su madre y finalmente llegan a Tonaya.
Cada parte del relato nos cuenta la situación en la que están, contándonos
detalladamente los sucesos de porque terminaron asi en esa situación y el
sentimiento del padre por la vida que lleva su hijo, haciendo que sintamos el
sentimiento de padre e hijo.
“El viejo se fue reculando hasta encontrar se con el paredón y se recargo allí,
sin soltar la carga en sus hombros. Aunque se doblaban las piernas, no quería
sentarse, porque después no hubiera podido levantar el cuerpo de su hijo, al
que allá atrás, horas antes, le habían ayudado a echárselo a la espalda. Y asi
lo había traído desde entonces.
- ¿Cómo te sientes?
-Mal.
Hablaba poco. Cada vez menos. En ratos parecía dormir. En ratos parecía
tener frio. Temblaba. sabia cuando a su hijo le agarraba el temblor por las
sacudidas que daba, y porque los pies se le encajaban en los ijares como
espuelas. Luego las manos del hijo, que traía trabadas e el pescuezo. Le
zarandeaban la cabeza como si fuera sonaja. El apretaba sus dientes para no
morderse la lengua y cuando acababa aquello le preguntaba:
“Allí estaba ya el pueblo. Vio brillar los tejados bajo la luz de la luna. Tuvo la
impresión de que lo aplastaba el peso de su hijo al sentir que se le doblaban en
el último esfuerzo. Al llegar al primer tejabán, se recostó sobre el pretil de la
acera y soltó el cuerpo, flojo, como si lo hubieran descoyuntado.