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El documento presenta un encuentro entre Juan López y John Ward, dos hombres nacidos en países diferentes que estudian la cultura del otro. A pesar de que podrían haber sido amigos, se enfrentan en combate en unas islas famosas, donde cada uno mata al otro. Son enterrados juntos, y su encuentro queda como un hecho del pasado que ya no se puede entender completamente.
El documento presenta un encuentro entre Juan López y John Ward, dos hombres nacidos en países diferentes que estudian la cultura del otro. A pesar de que podrían haber sido amigos, se enfrentan en combate en unas islas famosas, donde cada uno mata al otro. Son enterrados juntos, y su encuentro queda como un hecho del pasado que ya no se puede entender completamente.
El documento presenta un encuentro entre Juan López y John Ward, dos hombres nacidos en países diferentes que estudian la cultura del otro. A pesar de que podrían haber sido amigos, se enfrentan en combate en unas islas famosas, donde cada uno mata al otro. Son enterrados juntos, y su encuentro queda como un hecho del pasado que ya no se puede entender completamente.
Juan López y John Ward de Jorge Luis Borges, 1985.
Les tocó en suerte una época extraña.
El planeta había sido parcelado en distintos países, cada uno provisto de lealtades, de queridas memorias, de un pasado sin duda heroico, de derechos, de agravios, de una mitología peculiar, de próceres de bronce, de aniversarios, de demagogos y de símbolos. Esa división, cara a los cartógrafos, auspiciaba las guerras. López había nacido en la ciudad junto al río inmóvil; Ward, en las afueras de la ciudad por la que caminó Father Brown. Había estudiado castellano para leer el Quijote. El otro profesaba el amor de Conrad, que le había sido revelado en un aula de la calle Viamonte. Hubieran sido amigos, pero se vieron una sola vez cara a cara, en unas islas demasiado famosas, y cada uno de los dos fue Caín, y cada uno, Abel. Los enterraron juntos. La nieve y la corrupción los conocen. El hecho que refiero pasó en un tiempo que no podemos entender.
MI NIÑO SOLDADO – (MICRORRELATO POR SOFÍA MARINI)
Hace algún tiempo, una fría tarde de otoño, a mi niño lo invitaron a jugar a ser héroe. No se puso una capa, fue a jugar de héroe con su ropa verde y su pistola de juguete. Lo llevaron a jugar a una calle fría, en un barrio lejano. Mi niño jugaba pero no sabía cómo. Los del equipo contrario tenían juguetes más lindos, los conocían mejor, eran mejores y hablaban diferente. Hoy, sobre la nieve, se encuentra una cruz blanca para mi niño. Su leyenda lo recuerda como el soldado argentino desconocido.
Breve Historia del Salvaje oeste. Pistoleros y forajidos: Billy el niño, Jesse james, los Dalton, Wyatt Earp, Doc Holliday, Buffallo Bill, todos los personajes, las historias, los tiroteos, los duelos y escaramuzas de aquellos hombres que con el revólver en la mano forjaron su leyenda.