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DIOS LLAMA

«Después oí la voz del Señor, que decía: ¿A quién enviaré? ¿Y quién irá por nosotros? Entonces
respondí yo: Heme aquí, envíame a mí» (Is. 6.8).

EL LLAMAMIENTO DE ABRAM Y EL MÍO «Pero Jehová había dicho a Abram: Vete de tu tierra y de tu
parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré» (Gn. 12.1). Tenía 18 años cuando el
Señor me llamó. Un sábado en la noche, en el año de 1981, junto con algunos jóvenes de nuestra
iglesia, Asamblea de Dios de Porto Alegre, vi una película sobre misiones en JUCUM (Juventud Con
Una Misión). Fue ahí que conocí JUCUM. Mientras veía los relatos de la necesidad de misioneros en
todo el mundo, miraba el mapamundi, oía las estadísticas alarmantes de los pueblos no alcanzados
y sintiendo la tristeza del corazón de Dios, empecé a llorar. Al final de la película me arrodillé y le
dije al Señor: «Heme aquí, envíame a mí». Esa noche transformó mi vida. Estaba dispuesto a dejarlo
todo por Él. Esa película confirmó mi llamamiento; mi corazón se quebrantó y abracé la tarea del
evangelismo y misiones de cuerpo, alma y espíritu. Hice de ese llamamiento mi bandera, mi causa,
mi meta y el propósito de mi vida. Al final de ese mismo año, 1981, ya de regreso a Santa María,
asumí el liderazgo de la juventud de nuestra iglesia, las Asambleas de Dios. Distribuimos miles de
folletos y evangelizamos todos los barrios de mi querida ciudad gaucha, bajo el ministerio del amado
Pastor Elizeu Dornelles Alves, quien un año mas tarde, en 1982, escribió una carta de recomendación
para que yo fuera a estudiar en JUCUM, en la ciudad de Belo Horizonte, Minas Gerais. Entonces dejé
la casa de mis padres y me fui para allá. ¡Es Dios quien llama! Él llamó a Abram y le dijo: «Vete de tu
tierra». Él me llamó y dijo: «Sal de Rio Grande do Sul, tierra gaucha que tanto amas, vete a Belo
Horizonte y allá yo te mostraré la tierra adonde debes ir». ¡Él te llamará! ¿Acaso ya te ha llamado?
Él llamará a todos aquellos que estén dispuestos a atender a Su llamamiento. ¿Deseas ser usado por
Dios? ¿Quieres tener los dones espirituales para usarlos en el ministerio? ¿Ya has oído la voz de
Dios? Quizá Él ya te haya hablado de varias maneras, pero tú todavía no has entendido. La Palabra
dice: «Sin embargo, en una o en dos maneras habla Dios; pero el hombre no entiende… Entonces
revela al oído de los hombres…» (Job 33.14, 16). En JUCUM, Dios me habló por medio de aquella
película. Él te hablará de otra manera, porque Dios no trata a todos de la misma forma. Cada caso
es especial. Para Dios, ¡tú eres especial! ¡Él te ama! Él te salvó para Su honor y gloria. Abram salió
de su tierra sin saber dónde iría. Yo, por la fe, me fui en un demorado viaje en ómnibus, saliendo de
Santa María y pasando por los estados de Santa Catarina, Paraná y São Paulo hasta llegar a la ciudad
de Belo Horizonte, en Minas Gerais. Fueron más de 3.000 Km. de distancia; casi tres días y dos
noches orando, leyendo, meditando, esperando y con la expectativa de cómo sería estar en una
escuela de misiones. Al llegar a Belo Horizonte, cargué mi valija en la espalda y caminé desde la
estación de autobuses hasta la calle Tapajós y Carijós, donde tomé otro ómnibus hacia Contagem.
Allí caminé mucho, unos 3 o 4 Km., porque ya era de noche y no había más autobuses para JUCUM.
¡Oh, el llamamiento! Bienaventurado aquél que responde a esa voz maravillosa del Espíritu y acoge
Su Palabra para servirlo. No hay mayor recompensa que ir y cumplir Su propósito para tu generación,
¡cueste lo que cueste! ¡Aleluya! La Biblia dice: «Y se fue Abram, como Jehová le dijo» (Gn. 12.4). Eso
fue justamente lo que hice yo: Fui, tomé la iniciativa, respondí y obedecí al llamamiento. No basta
solamente con oír la voz de Dios o sentirse compungido, con el corazón desgarrado por las misiones
o por el evangelismo. ¡Tú tienes que ir! «¿Ir a dónde?», te preguntarás. ¡Donde Él te guíe! Es simple:
Sé sensible a Su dirección, a Su voluntad. «Y le dijo: Yo soy Jehová, que te saqué de Ur de los caldeos,
para darte a heredar esta tierra» (Gn. 15.7). El Señor me sacó de mi pequeño y querido pueblo de
Santa María, en el interior del Estado de Rio Grande do Sul y me llevó a Belo Horizonte. Después me
apartó de mi país, Brasil, y me llevó a España. Por fin, me dio como herencia las naciones de la tierra
para que predicara Su Palabra y le ganara multitudes. ¡Aleluya! Alabado y engrandecido sea Su
nombre para siempre. RECUERDA QUE DIOS ES QUIEN LLAMA…

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