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EL SERMÓN DEL MONTE

PARAFRASEADO POR DANIEL OSUNA

Serás feliz cuando comiences a tener más presente tus necesidades espirituales, porque entonces
estarás listo para heredar el Reino que está en los cielos.
Y serás feliz cuando te lamentes sinceramente de ser alguien imperfectos, porque solo entonces
Dios estará dispuesto a darte consuelo y guía.
Serás feliz cuando cultives una personalidad tranquila y apacible, y no te sientas tentado a caer en
provocaciones, porque entonces estarás listo para heredar la Tierra.
También serás feliz cuando tu corazón anhele con ardor que se haga justicia para siempre, y que ese
anhelo sea como si tuvieras hambre o sed, puesto que Dios mismo se encargará de calmar tu deseo.
Sin embargo, a la misma vez, tendrás que aprender a ser misericordioso si quieres ser feliz, porque
solo si eres así puedes estar seguro de que se te tratará con misericordia.
Serás feliz, igualmente, cuando te mantengas limpio por dentro y huyas de la hipocresía, porque
solo deja que lo vean y lo conozcan las personas que son así.
Y serás feliz si eres pacífico y promueves la paz, porque al hacerlo Dios estará deseando convertirte
en su hijo.
Y finalmente, serás feliz cuando se te persiga por ser justo a los ojos de Jehová, porque tu
recompensa será heredar el Reino que están en los cielos. Sí, llegarás a conocer lo que es la
verdadera felicidad cuando la gente intente dañar tu reputación, y cuando se te persiga y tus
enemigos digan de ti todo lo malo que se les ocurra decir, simplemente por ser mi leal seguidor. En
vez de ponerte triste y llorar o sentir lástima de ti mismo, siéntete contento, y salta de alegría.
Recuerda lo grande que es la recompensa que Dios tiene en el cielo para ti; porque tú sabes que no
eres el único que ha pasado por esa experiencia. Antes que tú, de la misma manera persiguieron a
los profetas de la antigüedad.
Tú eres como la sal de la tierra, que preserva los alimentos y sirve para dar buen gusto a la comida.
Pero ¿qué pasa cuando la sal pierde su fuerza? ¿Verdad que no se puede hacer nada con ella?
Cuando la sal pierde su salinidad, ya no sirve para nada. No habrá más remedio que tirarla en la
calle para que la gente la pise.
Aparte de ser como la sal, tú eres la luz que ilumina el mundo. Cuando una ciudad está situada
sobre una montaña no es posible esconderla. ¿Y quién de nosotros enciende una lámpara cuando no
hay luz y la pone debajo de la mesa? Nadie, ¿verdad? La ponemos sobre el candelero, más bien,
para que alumbre a todos los que están en la casa. De igual manera, haz que tu luz espiritual brille y
que todo el mundo pueda ver lo resplandeciente que eres, porque al ver las obras excelentes que tú
haces se sentirán motivados a pronunciar alabanzas a tu Padre celestial, Jehová.
No pienses que he venido al mundo a destruir la Ley mosaica o los Profetas. No. No vine a destruir,
sino a cumplir con todo eso; porque te digo sinceramente: el cielo y la Tierra podrían dejar de ser,
pero ni una letra diminuta —y ni siquiera una pizca de una letra— de la Ley dejarán de ser hasta
que primero se cumpla a detalle todo lo que ha sido escrito en la Palabra de Dios. Esa es la razón
por la no puedes quebrantar ni uno solo de los mandamientos de Dios, aunque sea uno pequeño, ni
deberías enseñar a la gente a hacerlo. Porque si intentas incumplir con un mandamiento “pequeño”,
considerándolo de poca importancia, entonces serás considerado de poca importancia en el Reino
que está en los cielos. Pero si los consideras todos importantes y los pones en práctica con lealtad y
obediencia, y enseñas a la gente a hacer lo mismo, serás considerado “grande” en el Reino que está
en los cielos. Y te digo otra cosa con la misma sinceridad: Si no llegas a ser más justo a los ojos de
Dios que los escribas y los fariseos, no se te permitirá la entrada al Reino que está en los cielos.
Quizás sepas que los de la antigüedad recibieron este mandamiento: “No asesines. Pero todo el que
asesine, tendrá que rendir cuentas en el tribunal de justicia”. Sin embargo, yo te digo: No te
amargues con tu hermano, porque si lo haces, tendrás que rendir cuentas en el tribunal de justicia; y
si empiezas a dirigirte a tu hermano con palabras duras e insensibles, serás llevado al Tribunal
Supremo; y si terminas tratando a tu hermano como un despreciable o un necio, expones tu propia
vida a la Muerte eterna.
Por eso, si un día estás llevando tu ofrenda al altar, y de pronto te acuerdas que tu hermano está
molesto contigo, deja allí tu ofrenda junto al altar y corre a resolver primero tu problema con tu
hermano. Luego podrás volver y ofrecer tu ofrenda, con una conciencia tranquila y una buena
posición ante Dios.
No dejes que un problema con alguien se haga más grande. Dedícate a arreglar las cosas con aquel
que quiera llevarte a juicio, mientras que vas camino al tribunal, y así evitarás cosas más
lamentables, como por ejemplo, que el que te denuncia te entregue al juez, y el juez al servidor del
tribunal, y vayas a parar a la cárcel. Te seré sincero: De ahí no vas a salir hasta que hayas pagado
hasta la última moneda por tu condena.
También, posiblemente conozcas este mandato: “No cometas adulterio”. Sin embargo, te diré que si
empiezas a fijarte demasiado en alguien incorrecto, harás crecer en tu corazón un sentimiento
impropio hacia esa persona. Y si eso llegara a ocurrirte, ya te puedes considerar un adúltero, pues
has pecado con esa persona en tu corazón. Por eso tienes que arrancar de tu corazón todo lo que te
haga daño. Eso pudiera ser tan doloroso y drástico como cortarse un ojo. Pero, si tu “ojo” derecho te
perjudica tu amistad con Dios, entonces arráncalo y bótalo lejos. ¿No crees que sea mejor perder ese
“ojo” que perder la vida entera cuando Dios te tire a la Muerte eterna? O pudiera ser también como
cortarse una mano. Pero, si tu “mano” derecha está dañando tu amistad con tu Padre celestial,
córtala y bótala lejos también. Piensa un poco: ¿No crees que sea mejor para ti perder un miembro
de tu cuerpo que terminar perdiendo el cuerpo entero porque Dios te arroje a la Muerte eterna?
También se te dijo: “Si te divorcias de tu esposa, dale un certificado”. Pero, en realidad, si te
divorcias de tu esposa, a no ser porque ella haya tenido sexo con alguien más, en realidad la estás
exponiendo al adulterio; y si te casas con una mujer que se haya divorciado de esta manera, cometes
adulterio.
Los de la antigüedad también recibieron esta orden: “No jures que vas a cumplir tus promesas si no
vas a hacerlo; y si te has comprometido con Jehová en algo, cúmplele tus promesas”. Pero ¿sabes
algo? Es mejor no andar jurando ni por el cielo, que es el trono de Dios, ni por la Tierra, que es el
escabel de Sus pies…, ni siquiera por Jerusalén, porque es la ciudad del gran Rey. Es más, ni por tu
cabeza deberías jurar, porque tú no puedes convertir en cana un pelo negro. Haz algo más sencillo:
Cuando digas “Sí”, cumple con tu “Sí”, y cuando digas “No”, cumple con tu “No”. Porque si juras
que vas cumplir tus promesas y no lo haces, puede ser que el Diablo esté controlando tu vida.
Estoy seguro que escuchaste esto: “Ojo por ojo y diente por diente”. Pero, mira, yo te digo: No te
pongas a pelear con alguien malo; más bien, si alguien te da una cachetada para provocarte, quédate
tranquilo y sereno; más bien, ofrécele también la otra mejilla. Y si alguien quiere ir a juicio en tu
contra y obtener injustamente de ti las cosas que tienes, dale todo lo que pide y hasta más de lo que
pide; y si alguien con autoridad te manda caminar un kilómetro y medio, obedécelo, y hasta camina
con él tres kilómetros. Si alguien te pide algo, dáselo. Y si te pide prestado pero no quiere pagar
intereses, acepta el trato.
Quizás hayas escuchado esto: “Tienes que amar a tu prójimo y odiar a tu enemigo”. Pero yo te digo:
Ama a tus enemigos, y ora por aquellos que te persiguen; para que demuestres ser hijo de tu Padre
celestial; porque él hace salir su Sol, no solo sobre los buenos, sino también sobre los malos, y hace
que caiga la lluvia, no solo sobre los justos, sino también sobre los injustos. Además, piensa un
poco: Si solo amas a quien te ama, ¿qué ganas con eso? ¿No hacen eso los estafadores que recogen
el impuesto? Y si solo saludas al que te saluda, ¿qué tiene eso de extraordinario? ¿No es así también
la gente del mundo? Por eso, si quieres ser hijo de Dios, tienes que demostrar amor perfecto, como
tu Padre celestial, quien es perfecto.
Cuídate de no ser presumido y fanfarrón, haciendo cosas buenas simplemente para te vean los
demás, porque Jehová, tu Padre celestial, no recompensa a quienes son así. Por eso, si vas a hacer
algo bueno por alguien, no toques la “trompeta”, como anunciando a los demás que eres generoso,
así como hacen los hipócritas en los lugares de reunión y en la calle, para que todo el mundo los
felicite. Te digo sinceramente: Los que son así de hipócritas, solo obtendrán eso como recompensa.
Pero tú sé diferente. Cuando hagas cosas buenas por otros, que no sepa ni siquiera tu mano
izquierda lo que hace tu mano derecha, para que las cosas buenas que haces sean un secreto;
entonces tu Padre, que te mira en secreto, te dará tu recompensa.
Igualmente es en el caso de la oración. Cuando ores, no seas como los hipócritas que oran de pie en
los lugares de reunión o en la orilla de la calle principal para que los vean los demás. Otra vez te
diré honestamente: Los que son así de hipócritas, solo tendrán eso como recompensa. En cambio tú
tienes que ser diferente. Cuando ores, vete a tu cuarto, solo y cierra la puerta para que nadie te vea
ni te escuche, y ora a tu Padre, que está en lo secreto; entonces tu Padre, que te mira en secreto, te
dará lo que le pides. Y recuerda no decir siempre lo mismo en tus oraciones, así como hace mucha
gente que no sirve a Dios. La gente que hace eso cree que usando muchas palabras impresionarán a
Dios y serán oídas de inmediato. No seas así. Más bien, recuerda que Dios lo sabe todo; sí, sabe
todo lo que necesitas hasta antes que se lo pidas.
Y cuando ores, hazlo siguiendo este modelo:
“Padre nuestro, que estás en los cielos, haz santo tu nombre. Haz que venga tu reino. Efectúa tu
voluntad en el cielo y también sobre la Tierra. Danos el pan para este día; y perdónanos nuestras
deudas, como nosotros también hemos perdonado a nuestros deudores. Y no permitas que caigamos
en la tentación, sino líbranos de Satanás, el Maligno”.
Porque si perdonas sinceramente las ofendas de los demás, tu Padre te perdonará a ti; pero si no
perdonas, entonces tu Padre tampoco te perdonará.
Ahora hablemos del ayuno. Si vas a ayunar, no pongas cara de que estás triste, como lo hacen los
hipócritas, porque quienes son así hacen eso solo para que los demás digan: “¡Mira! Ese hombre
está ayunando”. Te digo sinceramente que los que son así de hipócritas, obtendrán solo eso como
recompensa. Pero tú, sé diferente y no hagas eso. Si ayunas, lávale el pelo con aceite y lávate la
cara, para que a nadie le parezca que estás practicando un ayuno. Eso solo lo deberías saber tú y
Jehová, tu Padre que está en lo secreto. Si lo haces así, tu Padre, que mira en secreto te dará tu
recompensa.
No te pongas a acumular cosas materiales. Porque todas esas cosas, por muy valiosas que creas que
son, terminarán llenándose de polilla o moho. Y aún si las cuidas mucho, un ladrón puede venir y
robártelas. Más bien, haz crecer tu amistad con Jehová, porque eso nunca se va a llenar de polilla o
moho, y ningún ladrón podrá jamás quitártela.  Recuerda que donde pongas tus cosas valiosas, ahí
también pondrás el corazón.
Lo que hace que tu luz espiritual brille es tu visión de la vida. Por eso, si te concentras en las cosas
espirituales y no en las materiales, tu vida será bonita y feliz; pero si andas pendiente solo de las
cosas materiales o de cosas que no tienen importancia, tu vida será oscura y triste. Si para ti las
cosas que te dan felicidad son las cosas malas o superficiales, ¡qué horrible será tu vida!
Y no intentes amar lo material y lo espiritual al mismo tiempo. Porque nadie puede ser esclavo de
dos amos, porque termina odiando a uno y amando al otro, y teniéndole cariño a uno y despreciando
al otro. Por eso no puedes ser esclavo de Dios y al mismo tiempo de las Riquezas.
Toma en serio lo que digo: Deja de estar preocupándote tanto por tu vida y por el futuro
preguntándote qué comerás o qué beberás, y por tu cuerpo, preguntándote qué te vas a poner de
ropa. ¿No crees que ya tienes lo que es verdaderamente importante: vida y un cuerpo? Esas cosas
son más importantes que tener comida y ropa. Fíjate en los pájaros: Ellos no siembran, ni cosechan,
ni guardan la comida en graneros, pero tu Padre celestial siempre les da de comer. Tú vales más que
los pájaros, ¿no? Aunque te inquietes por las cosas, no vas a vivir más tiempo. Además, piensa un
poco: ¿De verdad vale la pena preocuparse por la ropa? Las flores y las plantas te enseñan una
lección: ellas crecen sin preocupaciones y sin buscar como locas qué ponerse; y te digo la verdad:  ni
Salomón, que tenía tantas cosas hermosas, tuvo ropa tan hermosa como ellas. Así que Dios viste
con dedicación a las plantas, aunque sabe que no duran mucho. ¿No crees que con más razón te
vestirá a ti? Dudar de eso sería tener falta de fe en él. Por eso no te angusties preguntándote: “¿Y
qué vamos a comer?” o: “¿Y qué vamos a beber?”, o: “¿Y qué vamos a ponernos de ropa?”. Los
que se la pasan pensando siempre en eso son aquellos que no conocen a Jehová. Pero tú no tienes
que preocuparte por eso, porque debes estar seguro de que tu Padre celestial sabe que necesitas
vestirte y comer.
Concéntrate en buscar primero las cosas del Reino de Dios y en practicar la justicia divina, y verás
cómo Dios consigue para ti todas las cosas que necesitas para vivir. Nunca te inquietes por el
futuro; vive el presente con tranquilidad y confianza, porque todos los días son una historia
diferente y cada día tiene sus propios problemas.
Deja de portarte como juez de los demás, si es que no quieres que te juzguen a ti. Porque así como
juzgas a otros, se te va a juzgar a ti, y la forma en que midas a los demás, será como se te medirá a
ti. Así que, ¿para qué andar viendo siempre los pequeños errores y defectos de los demás? Eso sería
como ver en el ojo de la otra persona una pajita. A ti te parece que está mal que él tenga esa pajita,
pero ¿no te has dado cuenta de que tú tienes una tremenda viga en tu ojo? ¿Cómo le vas a decir a tu
hermano: “Ven, te daré un consejo para que corrijas tu vida y saques esa paja de tu ojo”, cuando
¡oye!, tienes una viga gigante en tu propio ojo? Eso sería muy hipócrita de tu parte. Primero corrige
tú tu vida, arregla tu problema con tu “viga” y verás que estarás mejor preparado para ayudar a los
demás con sus “pajitas”.
No des cosas santas a los que son como perros, ni tires tus perlas donde están los que son como
cerdos, porque si lo haces verás cómo las pisotean y se darán media vuelta y te despedazarán a ti.
Sigue pidiendo, y se te dará lo que pides; sigue buscando, y encontrarás lo que buscas; y sigue
tocando, y se te abrirá la puerta. Porque eso es lo que siempre ocurre: todo el que pide, recibe, y
todo el que busca, encuentra, y a todo el que toca se le abre la puerta. Porque, dime con sinceridad,
¿qué padre amoroso le dará una piedra a su hijito que le está pidiendo un pan? O si su hijito le pide
un pescado para comer, ¿le dará su padre una culebra? No, ¿verdad? Entonces fíjate, si los padres
imperfectos son capaces de dar cosas buenas a sus hijos por amor, ¡tu Padre celestial también te
dará todo lo que sea bueno para ti!
Así que trata a la gente como quieres que te traten a ti. De hecho, en esta regla sencilla se resumen
la Ley y los Profetas.
Entra por la puerta que es angosta, porque el camino que lleva a la destrucción es grande, y mucha
gente camina por él. Pero la puerta que conduce a la vida eterna es angosta, y el camino que lleva a
ella es muy estrecho, y lamentablemente, no muchos consiguen seguirlo.
Protégete de los profetas falsos que aparentan ser inocentes como las ovejas, pero son peligrosos
por dentro, como los lobos hambrientos. Fíjense en lo que hacen para que puedan distinguirlos de
los verdaderos. Porque las uvas no se recogen de los espinos, ni los higos se recogen de los cardos,
¿cierto? Igualmente, un árbol que es excelente jamás produciría un fruto inservible, ni un árbol
podrido podría nunca producir fruto excelente. Además, los árboles podridos se cortan y se queman.
Como ves, por sus frutos, es decir, por las cosas que hacen, reconocerás a los profetas falsos.
No todo el que me llame “Señor” va a entrar en el Reino que está en los cielos, sino solamente los
que hagan la voluntad de mi Padre celestial. Cuando venga el fin de este mundo malvado, muchos
me van a decir: “Señor, yo usé tu nombre para pronunciar muchas profecías, expulsar muchos
demonios y hacer muchas cosas grandiosas, ¿acaso eso no vale de nada?” Y yo les responderé: “Yo
no sé quiénes son ustedes, nunca fueron mis amigos. ¡Fuera de aquí, practicantes de la maldad!”.
Por lo tanto, si tú prestas atención a mis mandamientos y los pones en práctica en tu vida, serás
como una persona prudente que iba a hacer una casa. Comenzó a hacerla y puso las bases
fuertemente agarradas de la roca de la tierra. Entonces, cuando vino lluvia, e inundaciones y
soplaron fuertes vientos, la casa permaneció en pie, aunque había sido golpeada con fuerza por esos
desastres. Pero si eres desobediente y te olvidas de todo lo que me has escuchado decir, serás como
una persona imprudente que cuando fue a construir su casa, puso las bases sobre la arena, por
encimita. Entonces, cuando venga lluvia, e inundaciones y soplen fuertes vientos, la casa se vendrá
abajo, desplomándose con fuerza.

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