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Reflexiones sobre sus usos y sentidos en la producción académica sobre los sesentas-
setentas en Argentina
Mauricio Chama
IdIHCS / UNLP. Facultad de Humanidades y
Ciencias de la Educación. Universidad Nacional de La Plata)
mauchama@yahoo.com.ar
*Un ejercicio como el que proponemos no deja de ser un ejercicio de reflexividad sobre el
propio campo, centrado en un eje específico –el uso de determinados términos xXX, que han
sido muy utilizados (activación junto con constelación o familia de términos de los
movimientos sociales)
Dos partes: uno de revisión bibligráfica: análisis crítico sobre el uso de los conceptos en la
bibliografía del período; dos, a partir de la revisión deslindar dimensiones claves a tener en
cuenta a la hora de ensayar una definición operativa mínima de dichos conceptos.
Activación social
Epígrafe: rastrear alguna cita de articulo NI cristina sobre no reducir toda la activación social a las OA
MAURI
Hilb, LUtzky, Ollier, Tortti: reseña ollier y articulo NI, cavarozzi, odonell, portantiero.
Gordillo acción colectiva, ana julia, ana julia y anibal, gordillo sudamericana sobre el período
ADEMÁS MIRAR: Ollier: vida privada y vida publica, para ver si define politización y/o
radicalización
/de Ipola: nota sobre germani
Una definición general al inicio o al final. Activación social: alude a un proceso (un proceso
de activación social) o un actor o grupo (activado socialmente)
En principio, a diferencia de las perspectivas que primaron durante los ochenta, consideramos que la “nueva
izquierda” involucró un proceso de movilización social, politización y radicalización que incluyó a las
organizaciones armadas pero que no puede circunscribirse sólo a éstas. Perder de vista esa trama mayor en la
que se inscribieron -de modo complejo y muchas veces tenso-, conlleva el riesgo de volver incomprensible tanto
su surgimiento y desarrollo, como las adhesiones que lograron concitar. Desde esa perspectiva, cobra relevancia
avanzar en dos direcciones relativamente poco exploradas por la bibliografía en términos empíricos. Una de ellas
tiene que ver con el análisis de los orígenes de este tipo de organizaciones, mostrando los procesos sociales y
políticos de los cuales fueron emergentes y que despertaron un conjunto de interrogantes, dilemas y expectativas
que atravesaron también a amplios sectores de la sociedad. Se trata de la dirección que emprendimos para la
realización de nuestra tesis doctoral (González Canosa, 2013). La otra se relaciona con la exploración del tipo de
nexos que visualizaron o intentaron consolidar con el movimiento de protesta social más amplio, de los cuales
cabría a su vez registrar diversas modalidades e intensidades de acuerdo a la organización y al período
considerado. Se trata de vínculos a veces logrados y otras tantas fallidos, no sólo por la represión sino por la
misma forma en que fueron concebidos.
La preocupación de cristina era pensar la relación entre lo social y lo político, que en aquellos
primeros textos, había qeudado desdibujada.
Entre los trabajos de interpretación global sobre el período 1955-1973/6, pueden mencionarse los de Portantiero (1977),
O’Donnell (1982), Cavarozzi (2002) y Gordillo (2003). Desde el punto de vista que interesa a esta investigación, todos han
señalado que a partir del Cordobazo se abrió en el país un período de cuestionamiento generalizado que se manifestó en los
más variados ámbitos sociales y que incluyó una notable pérdida de legitimidad de las instituciones estatales. Para el primer
autor, se trató de una “crisis de hegemonía”; una crisis política, social y cultural signada por la incapacidad de las clases
económicamente dominantes para proyectar sobre el conjunto de la sociedad un orden político que los expresara
legítimamente. Para O’Donnell, de una “crisis de dominación social” que alcanzó la textura celular de la sociedad y se
evidenció en la impugnación de todo tipo de autoridad, mando y deferencia en ámbitos como la familia, la escuela o el lugar de
trabajo. En la misma línea, Cavarozzi se refiere a una “crisis de autoridad” que conllevó el debilitamiento del poder de los
referentes externos (instituciones estatales, elites políticas, sociales y culturales) y de las normas sociales, aumentando la
posibilidad de una redefinición del sentido de las interacciones sociales ‘desde adentro’ de diversos ámbitos de la sociedad
civil. Por su parte, para Gordillo el 69’ abrió un nuevo “ciclo de protesta” signado por el surgimiento de movimientos sociales de
oposición a la dictadura que ensayaron nuevos repertorios de confrontación. Según la autora, el año 1971, con las perspectivas
de la apertura electoral, habría marcado el pasaje a la acción política, que adoptaría diferentes formas y vías de expresión
según los actores involucrados y las alternativas políticas que cada uno sostenía.
Gordillo
Un enfoque analítico totalmente distinto para pensar estas protestas populares es el planteado por Mónica Gordillo en los diversos trabajos en que aborda el
Cordobazo, el Viborazo y, sobre todo y de manera más amplia, el ciclo de protesta obrera cordobés 1. La autora propone estudiar estos fenómenos a partir de
un marco de análisis que se vale de los planteos teóricos recientes sobre movimientos sociales que han buscado compatibilizar ciertas categorías provenientes
de las que han sido conocidas como las vertientes norteamericana (que pone el acento en la disponibilidad de recursos organizativos, las estructuras de
movilización y en el concepto de estructura de oportunidades políticas) y europea (que se centra más en los procesos culturales, la atribución de sentido y la
construcción de identidades colectivas) para explicar la disposición para la acción colectiva 2.
En principio, Gordillo parte de una periodización de los años comprendidos entre 1955 y 1973 que es también una hipótesis de trabajo 3. El primer subperíodo
que va desde 1955 a 1969 habría constituido una etapa caracterizada por la resistencia y la protesta obrera que fueron tomando diferentes formas y
contenidos al tiempo que se iban conformando nuevos actores provenientes fundamentalmente de los sectores juveniles. En el segundo subperíodo, que
abarcaría desde 1969 hasta fines de 1970, emergería lo acumulado en los años previos, estallando la rebelión popular y conformándose movimientos sociales
de oposición al régimen que ensayaron nuevos métodos de acción. De esta manera, diferentes circunstancias se conjugaron para trasformar la protesta obrera
en rebelión popular -sumando otros actores a ella como estudiantes, intelectuales, párrocos enrolados en el MSTM, etc.- y poner en escena nuevos repertorios
de confrontación que adquirieron ese año la modalidad de insurrecciones urbanas, destacándose entre ellas el Cordobazo y el Rosariazo. En este sentido, para
la autora el Cordobazo abre una etapa de cuestionamiento generalizado por parte de diversos sectores de la sociedad, poniendo de manifiesto una crisis de
autoridad en el interior de las diferentes organizaciones de la sociedad civil que coincidió con la aparición de las organizaciones armadas y la juventud en la
esfera pública como actor dispuesto a romper con el pasado. Este proceso, que se había venido conformando durante toda la década del ‘60, habría
encontrado en la brecha abierta por el Cordobazo el escenario para una redefinición desde abajo, provocando lo que la autora identifica como un proceso de
irrupción de las bases, que creó, a la vez, el marco para que de la resistencia que había caracterizado la etapa anterior se pasara a la acción colectiva.
Comenzó entonces a tomar cuerpo un ciclo de protesta 4 que serviría de base para la construcción de un movimiento social que hacia 1971 y hasta fines de
1973, tercer subperíodo, dio paso a la acción política, adoptando ésta diferentes formas y vías de expresión según los actores involucrados y las alternativas
políticas que cada uno sostenía.
Centrando sus trabajos en el caso de Córdoba 5, una de las hipótesis de la autora es entonces que el ciclo de protesta desencadenado allí por los trabajadores
de los sectores dinámicos de la economía habría dado nacimiento a un movimiento social que hacia 1971 dio paso a un movimiento político que abrió nuevas
oportunidades para otros actores y redefinió las identidades colectivas. En este sentido, apelando a las categorías de la teoría de la acción colectiva antes
mencionada, la autora propone para analizar el surgimiento y desarrollo de este movimiento social 6, así como la puesta en práctica de un nuevo repertorio de
1
Entre otros pueden verse "Movimientos sociales e identidades colectivas: repensando el ciclo de protesta obrera cordobés de 1969-
1971", en Revista Desarrollo Económico, nº 155, Bs. As., octubre-diciembre de 1999; Córdoba en los ’60. La experiencia del sindicalismo
combativo, Universidad Nacional de Córdoba, Córdoba, 1996; “Los prolegómenos del Cordobazo. Los sindicatos líderes de Córdoba dentro
de la estructura de poder sindical”, en Revista Desarrollo Económico, nº 122, Bs. As., septiembre-diciembre de 1991 y Actores, prácticas,
discursos en la Córdoba combativa. Una aproximación a la cultura política de los ’70, Ferreira Editor, Córdoba, 2001. Un artículo en que
trabaja de manera más general el período 1955-1973 es “Protesta, rebelión y movilización: de la resistencia a la lucha armada, 1955-
1973”, en James, Daniel (director), Violencia, proscripción y autoritarismo (1955-1976), Nueva Historia Argentina, tomo IX, Sudamericana,
Bs. As, 2003.
2
Pese a que aborda una pueblada reciente, otro buen trabajo que puede mencionarse por estar en consonancia con este tipo de enfoques
que incorporan diversas categorías de las teorías sobre la acción colectiva es el de Farinetti, Marina, “Violencia y risa contra la política en
el Santiagueñazo. Indagación sobre el significado de una rebelión popular”, en Revista Apuntes de Investigación del CECyP, nº 6, 2000. En
general este tipo de trabajos suelen centrarse sobre lo que denominan la forma de la protesta (repertorios de confrontación, etc.) y su
sentido (marcos culturales, identidades colectivas, etc.).
3
Entre otros ver Gordillo, Mónica (2003) y Gordillo, Mónica (1999), op. cit.
4
La autora apela al concepto de Sydney Tarrow que implica “una fase de intensificación de los conflictos y de la confrontación que incluye
una rápida difusión de la acción colectiva de los sectores más movilizados a los menos movilizados, un ritmo de innovación acelerada en
las formas de confrontación, marcos nuevos o transformados para la acción colectiva, una combinación de participación organizada y no
organizada y unas secuencias de interacción intensificada entre disidentes y autoridades que pueden terminar en reforma, la represión y,
a veces, la revolución”. Tarrow, Sydney, El Poder en movimiento. Los movimientos sociales, la acción colectiva y la política, Alianza
Universidad, Madrid, 1997, pág. 264.
5
Una presentación de este enfoque puede verse en Gordillo, Mónica (1999) y Gordillo, Mónica (2001), op. cit.
6
La definición de movimiento social que la autora propone es la de Tarrow, quien lo concibe como “el desafío colectivo planteado por
personas que comparten objetivos comunes y solidaridad en una interacción sostenida
con las elites, los oponentes y las autoridades”. Tarrow, Sydney (1997), op. cit., pág. 21.
confrontación, tres grupos de factores: 1) la estructura de oportunidades políticas 7, 2) las estructuras movilizadoras8 y 3) los marcos culturales que
construyeron la oportunidad para la acción, modelaron las estrategias del movimiento, incorporaron nuevos símbolos y redefinieron las identidades
colectivas; es decir, una dimensión que alude a los significados y representaciones que subyacieron a la acción colectiva 9. De esta manera, analizando la
etapa comprendida entre 1969 y 1970, Gordillo destaca, entre otras cuestiones, ciertas coyunturas que al implicar una apertura de las oportunidades políticas
favorecieron la movilización; el privilegio de los canales informales como estructuras movilizadoras impulsado por el proceso de irrupción de las bases sobre
los dirigentes y su exigencia de democracia interna ocurrido en los sindicatos mecánicos de Córdoba; la puesta en práctica de un nuevo repertorio de
confrontación, evidenciado en la utilización mecanismos más informales para la exteriorización de la protesta y en medidas de acción directa como la
ocupación de fábricas con rehenes, que adquiría ahora un neto contenido disruptivo al subvertir el principio de la exclusiva autoridad y propiedad empresarial
en las plantas; y la resignificación de símbolos ya presentes en la cultura política cordobesa y la creación de otros para enmarcar la acción colectiva. A su
vez, esta última cuestión favoreció que entre 1971 y 1973, cuando la protesta de los trabajadores adquiere contenido político, sectores mayoritarios del
movimiento obrero cordobés apoyaran propuestas disruptivas tanto en lo que se refiere al orden político como a la representación del orden económico
deseable. Finalmente, el ciclo de protesta obrera se cierra con su canalización institucional en 1973, año en que, si bien en sus comienzos perdura cierta
agitación, la vuelta de Perón al país y sobre todo la consolidación del pacto social actuarían como los mecanismos desmovilizadores privilegiados.
7
Para Tarrow (1997), op. cit., la estructura de oportunidades políticas se refiere a dimensiones consistentes del sistema político que
fomentan o desincentivan la acción colectiva planteando mayores o menores posibilidades de éxito para sus participantes. Sus
transformaciones más importantes surgen de la apertura de acceso a la participación, los cambios en los alineamientos de los gobiernos, la
disponibilidad de aliados influyentes y las divisiones entre las elites.
8
La autora entiende que estas comprenden “los vehículos colectivos tanto formales como informales a través de los cuales los actores se
movilizan y las organizaciones y redes sociales que se utilizan para construir y sostener un movimiento”. Gordillo, Mónica (1999), op. cit.,
pág. 387.
9
Ya más centrada en una dimensión privilegiada por la tradición europea sobre la acción colectiva, la autora afirma que los factores
anteriores “no pueden operar sin la capacidad de los actores para percibirlos como tales e integrarlos dentro de una estructura cognoscitiva
que defina el campo de posibilidades y límites, o sea para que puedan operar esos factores deben ser “enmarcados” culturalmente, es decir,
se construye una determinada representación sobre el orden político y económico existente y sobre el lugar de los actores dentro de él que
condiciona las estrategias y el repertorio de confrontación a adoptar, que son a su vez específicos y limitados históricamente”. Como forma
de operacionalizar estas cuestiones Gordillo define el concepto de marco cultural como “las metáforas específicas, las representaciones
simbólicas y las claves cognitivas usadas para evaluar los eventos, interpretar o moldear el comportamiento y sugerir modos alternativos de
acción”. Gordillo, Mónica (1999), op. cit., pág. 387.
10
Ramírez, Ana Julia, “Las puebladas en la Argentina de los ’70. El Caso de General Roca, julio de 1972. Ponencia presentada en la
reunión de Latin American Studies Association, Washington, septiembre de 2001.
Politización
Epígrafe
66: dominio provocó o permitió el dominio de la política sobre las ideas y la pérdida de
legitimidad de ciertas actividades culturales
Politización de la cultura.
: mientras Terán catástrofe e invasión de lo político, en un itinerario que traza el pasaje desde un
recorrido que traza el itinerario recorre del intelectual comprometido al intelectual organico, Sigal
versión más matizada del antiintelectualista fue voluntad autónoma de los intelectuales. Y tras Terán
SArlo.
Terán
Siguiendo esta línea interpretativa, más de una década y media después, Sarlo realiza un
estudio donde aborda…. Según la autora, hay una línea narrativa que conecta estos diversos
universos: “el pasaje de las solucionares reformistas a propuestas revolucionarias”. Y, d esde
una perspectiva cercana a la de Terán, subraya que a medida que avanzaban los años sesenta la práctica intelectual pasó a
ser juzgada por los mismos agentes como insuficiente, perdiendo progresivamente su autonomía.
Cita SArlo
Sigal, Terán, sarlo Gil, nayla, dip, celentano, marcelo, longoni la primacia, bugnone,
visacovsky.
Epígrafe: rastrear alguna cita de Terán o Sarlo: sobre con la politización se pudrió todo en
relación a la especificidad de las prácticas.
Ver visacovsky: página 215-216 para definición general.
Así como Sigal coincide con Terán en ubicar en el año 1955 el punto de arranque del recorrido seguido por los intelectuales
progresistas, discrepa tanto en el cierre del ciclo como en el balance final de la experiencia. Para Sigal, el golpe de 1966 no
representó un momento de clausura ni acarreó los efectos catastróficos que Terán parece atribuirle. Para la autora, el
autoritarismo militar logró marginar a los intelectuales progresistas de las instituciones culturales, pero de ninguna manera
constituyó el detonante que explica su radicalización. Si bien admite que los intelectuales politizaron su labor, no
lo hicieron empujados por una instancia externa sino respondiendo a criterios generados desde el
propio espacio de la cultura. En este sentido, el argumento de Sigal relativiza la cuestión de la
subordinación de los intelectuales a la lógica política. En todo caso, la decisión de dar primacía a la
política –proceso visible para la autora recién a partir del Cordobazo–, fue expresión de la “más 34
Mauricio Sergio Chama absoluta autonomía” de los intelectuales que devenidos en políticos eligieron
hablar y actuar, sin mediaciones, en nombre de la “ley marxista” o “peronista”.
Ver mauri
Qué presupone usar a bourdieau: esfera de prácticas separadas, lo político invade la cultura. Para
pensar en la relación entre dos cosas (política y cultura) hay que presuponer la previa separación
entre esas dos cosas. Sigal versión compleja de bourdieu
Desde allí, en consonancia o en polémica con estas hipótesis sobre los intelectuales, se pensaron las
relaciones entre la política ydistintas prácticas culturales, artísticas, profesionales, etc. etc.
Estudios de caso que cuestionan o matizan el carácter general de la hipótesis de Terán. Con un
estudio de caso lo que refutan es el carácter global de ese tipo de relación entre política y cultura,
que todo haya sido subordinación, mostrando casos, esferas de prácticas, espacios institucionales
donde no se perdió la especificidad de las prácticas. Marce
Dos tipos: Arreglando a Bourdieu o la politicidad. 2 lineas: a partir de estudios de caso –y con el
presupuesto bourdiano arreglado- matizan las hipótesis generales: la politización no implico
siempre pérdida de especificidad: dip, nayla, celentano.
Visacovsky:
“la politización no involucra la ruptura de los límites o la autonomía profesional a favor de la
política, sino el uso de sentidos políticos en el ámbito profesional. En otros términos, lo
político aquí no emerge de ni lleva a una crítica de los fundamentos del orden social
profesional, sino que es empleado para producirlo. De este modo traza una diferencia entre los
procesos de adopción de interees políticos por parte de los agentes, en tanto ciudadanos, de
aqeullos procesos en los cuales lo político sirve a los fines de producir, reproducir o renovar
intereses no políticos., p. 27. No es lo del che: soy medico que puedo hacer por la revolución,
yo también era médico. No lleva a abandonar la esfera de prácticas en cuestión, sino a ejercer
esas prácticas de determinada manera y en virtud de un sentido político que no
necesariamente carace de especificidad.
Conceptos subsidiarios: partidización (una de las formas posibles que asume la politización,
liga con debate especificidad de las prácticas, poniendo en juego su autonomía), Distinguir
politización de peronización/izquierdización que son sentidos u orientaciones de la
politización
Para la próxima: tras hipótesis de perdida de especifidad: Los de sindicatos no piensan así: su
impronta normativa es positiva/marxista: los obreros que toman conciencia de clase y se
politización.
Para la próxima Carassay: para fijar limites a la extensión empírica de la politización. Más
allá de los problemas del libro y de la envergadura del fenómeno, para marcar sus fronteras y
no perder de vista el lugar que ocupa en el contexto general.
Radicalización
Visacovsky, tarcus sectas,
Definición general: reforma o revolución (categorías que, por otra parte, estaban en disputa
entre los propios actores del momento), marx, totalidad, apelación a la violencia como
posibilidad (prácticas y discursos), compromiso total
En íntima relación –y a veces confundido con- los debates sobre la politización, en la
bibliografía sobre el período nos encontramos con el concepto de radicalización.
Radicalización habla de un proceso, un actor, grupo o individuo poltizado, incluso un espacio,
colectivo o asociaciones institucionales politizados Compromiso: carácter absoluta.
Definición general. Marx: ser radical es tomar las cosas de raíz. Compromiso total: tarcus
sectas?, Terán?, compromiso total, impugnación del sistema capitalista en su conjunto, un
cuestionamiento global, la idea de totalidad. Que puede incluir, o no// frecuentemente apelan
al uso de la violencia como forma de intervención política – ya sea a nivel discursivo o a nivel
práctica- , la apelación a la violencia como forma de intervención de política, como medio de
transformación de ese orden. (organizaciones armadas tanto como los partidos de izquierda).
Es lo opuesto al reformismo (la parte funciona mal porque está ligada intrínsecamente al todo)
Existe el intelectual radicalizado (que no abanadona sus practicas especifica): paco urondo,
Walsh, glayzer, gelman, Haroldo conti.
Referencia en artículo de Campos sobre radicalización. Hace cita de Marx sobre tomar
las cosas de raíz (hay algo interesante sobre la intersección de las esferas). También
alude a la cuestión de si se trata de acción directa, discurso socialista o qué
Para intro
13 Marx, C. [1844], “Contribución a la crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel”, en Marx, C. y Engels, F. (1959) Sobre la
religión. Buenos Aires: Editorial Cartago. De esta manera, lo radical es el esfuerzo imposible por alcanzar la inmanencia
entre dos instancias irreductibles. Aun así, un concepto de “radicalización” capaz de independizarse de sus contenidos
ideológicos particulares, sigue conservando sus problemas. ¿Cuándo se inicia la radicalización de personajes como Joe
Baxter o Dardo Cabo? ¿Cuándo ingresan en Tacuara y lo radical se vincula al método de la acción directa? ¿O cuándo se
suman a los movimientos armados que plantean el socialismo como meta? Agradezco a Omar Acha sus observaciones
sobre el uso acrítico que hice del concepto de “radicalización” en un trabajo anterior. Junto al libro de Luis Donatello, son
los disparadores de esta reflexión.
El término radicalización política no indica mucho per se. Puede hablar de los discursos, las
ideas, las ideologías, y también puede hablar de los métodos de acción política sin haber una
relación lineal entre estas dos dimensiones.
A) DiSCURSOS
-Contenido ideológico/político de la radicalización: derecha e izquierda.
AL igual que el concepto de politización, el de radicaliazación no implica un contenido
normativo determinado, es decir, no supone una orientación política-idologica de un signo
determinado (progresista o conservador, de izquierda o de derecha). Es por eso que, si bien es
un termino frecuentemente utilizado en los estudios sobre nueva izquierda, también lo es en
los estudios sobre las derechas del período (ya sea en relación con sus discursos o sus
prácticas).
Los primeros estudios limitaron el uso del término para la izquierda. Luego eso empezó a ser
cuestionado, cuando se extendieron los estudios sobre la derecha, estos reivindicaron el uso
del término de la radicalización. Besoky, Carnagui, Lvovich sobre Tacuara, Boholavsky,
Cucchetti. Ver: si estos estudios que usan el termino radicalización distinguen entre objetivos
y prácticas.
- estudios preliminares (Altamirano cambio de izquierda y derecha. Altamirano muestra que
aún en el caso de la derecha, la idea de cambio estructural está instalada en la derecha o en
sectores que no son de izquierda también.
Dentro de objetivos se podría ligar con imaginarios, ideas y subjetividad revolucionaria en
Usos x Terán/Vezzetti/Vera: pensar el giro subjetivo, peso de las ideas como fuerza operante
transhistórica./. Para Terán ver Marcelo. Actores capturados por la fuerza de las ideas.
Radicalización: dimensión subjetividad revolucionaria, ideas. Vera: subjetividad ahistórica,
formas teleológicas de las derivas al desastre y casi causales de la dictadura.
B) PRACTICAS
-ver artículo Campione: izquierda radicalizada no armada. No armada pero revolucionaria. Es
otro modelo de violencia, pero siguen apelando a ella (pero modelo insurreccional no
guerrillera.)
-Distinguir: objetivos y prácticas radicalizar. Ana Julia y Nievas, evidencian la necesidad de
la distinción.
-Para prácticas Un uso, línea cicso/bonavena: cuanto más acción directa (sin mecanismos de
intermediación institucional), cuanto más en la calle –“lucha de calles”-, métodos
asamblearios, democracia directa, horizontalismo (desconocer autoridades previamente
instituida). Ver algo de Pittaluga, quizás en memorias en montaje.
Para próxima quizás: Se puede buscar en Vera / Lanusse /mi tesis / Ollier cómo se han hecho
tipologías de acciones armadas/violentas, como una mención y refiriendo sobre todo el
criterio de clasificación.
Cuestiones subsidiarias
Consideraciones finales
Corpus
odonel/cavarozzi/portantiero
, Vasco y libritos del equipo, Benjamin,
Hilb y Lutzky
cristina
Sigal y Terán: plotkin
romero
Vera
Pittaluga
Ollier: vida privada y vida publica, ver si define politización y/o radicalización
Nayla
Sin dudas estos temas estaban en debate. Lo que se observa, no obstante, es que
aquellos señalamientos se enmarcan en una compleja afirmación que supone para estos
años, una cuestión académica y universitaria tan predominante como tibiamente unida a
otra política. Nuevamente, afirmaciones de este tipo oscurecen el hecho de que los
acontecimientos y procesos de la esfera política también impactaron en la vida
universitaria en este período, con momentos donde incluso, las fronteras entre ambas se
volvieron realmente porosas. Una visión procesual y más compleja de esta cuestión nos
obliga a repensar aquella articulación, corriéndonos incluso de visiones casi celebratorias
de una época y peyorativas hacia otra. La importancia de este trabajo radica en que,
mediante una perspectiva orientada “hacia atrás y hacia lo social”, propone esclarecer
aquello que ha quedado “doblemente oscurecido” en cuanto a la politización de la sociedad
argentina, particularmente, del actor movimiento estudiantil.
Ahora bien, creemos que este proceso no se entiende sin articular las esferas
política y universitaria o académica, ámbitos centrales de actuación del movimiento
estudiantil.
Ahora bien, creemos que este proceso no se entiende sin articular las esferas
política y universitaria o académica, ámbitos centrales de actuación del movimiento
estudiantil. Como se dijo, las universidades de estos años atravesaron una suerte de edad
dorada que, a pesar de sus matices y límites, es reconocida por la modernización de las
estructuras académicas y científicas. Ocurre que el lugar del movimiento estudiantil en esto
es frecuentemente ignorado. Pugnas en torno a la composición del co-gobierno
universitario, al examen de ingreso para la carrera de Medicina, a la posibilidad de recibir
financiamiento extranjero, a las orientaciones de la actividad científica y de las carreras
profesionales, marcaron este período, siendo el estudiantado un claro motor de
transformaciones y debates que, o bien cuestionaron el sentido de aquellas
transformaciones, o bien profundizaron su contenido. Contrariamente a lo que se cree,
debemos decir que dichos cuestionamientos no supusieron simplemente un rechazo u
abandono de los reclamos corporativos, clásicos del estudiantado reformista. Si bien esto
pudo haber sucedido se articuló también, y de una forma novedosa, con aquellas ideas de
revolución, antiimperialismo y liberación nacional.
Relativiza la autonomía previa, asumiendo que parte de los avances de la d[ecada dorada
tambi[en tuvieron al movimiento estudiantil como motor.
Rechazando el mito de la “campana de
cristal”, buscamos visibilizar aquellos tempranos procesos de rupturas ideológicas y
organizativas del estudiantado, cuyas proyecciones, sin dudas, van a acelerarse y
masificarse en los años siguientes
Y presuponiendo los presupuestos bourdianos >es decir, sin abandonar el presupuesto de la
separaci[on de esferas/ recupera una distinci[on interesante del sociólogo francés que se
volver[a clave en su tesis>
Bourdieu (2000) dirá que más que hablar de “autonomía” o “determinación” a secas, es conveniente
advertir que la acción de los sucesos sociales y políticos sobre cada espacio particular no se ejerce sino a través
de la lógica específica de cada uno, la que da su propia forma a todos esos efectos. En términos de Halperín
Donghi (1998), podemos decir que la vinculación de la universidad argentina con el mundo de la política estuvo
desde principios de siglo XX atravesada por la lógica interna de dichas instituciones, la que a su vez se
encontraba determinada por aquellos espacios y dinámicas paralelas: la educativa y la política.
Dicho de otra manera, un interés creciente por la lucha política se articula con (o en algunos
casos, acaba subsumiendo) la lucha sectorial o corporativa. La idea de radicalización política
alude, en cambio, tanto al contenido como al modo extremo que adquiere la politización de
diversas prácticas y discursos. La radicalización política hacia la izquierda que tuvo lugar
entre los
años cincuenta y setenta en nuestro país y en el continente latinoamericano, supone tres
transformaciones extremas en torno al compromiso y la ética revolucionaria, a la estrategia (el
debate en torno al “etapismo”) y los métodos o las vías (que llevó a un
cuestionamientos hacia las formas legal-democráticas y una incipiente aceptación del uso de
la violencia y la lucha armada). A pesar de que no fueran debates nuevos para la izquierda del
siglo XX, ninguna de estas tres notas puede pensarse por fuera de la influencia de la
Revolución Cubana y la forma como este acontecimiento las articuló y redefinió.
Bibliografía