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Había una vez una chica llamada Subh. Nació en el reino de Navarra en
el año 938 d.C. de Cristo. Su padre era uno de los mejores jefes de
guerra que se conocían por aquel entonces llamado Alfonso XIV y su
madre se llamaba Ainara y se dedicaba a cuidar la casa y a su hija. Uno
de los generales en los que más confiaba su padre era Hernesto.
Cuando Subh tenía tan solo nueve años, su padre falleció en una de las
batallas más importantes en las que había participado. Hernesto
resultó ser un infiltrado del equipo contrario y fue el que le asesinó.
Ainara, estaba muy triste, ya no solo por la muerte de su marido, sino
que también estaba decepcionada porque ella también confiaba
mucho en Hernesto y se sintió traicionada. En ese entonces la mujer
tenía que estar al mando de un hombre y, debido a que el abuelo de
Subh también había fallecido en una batalla unos años atrás, su madre
se vió obligada a casarse con otro hombre llamado Hermes.
Subh no se llevaba especialmente bien con Hermés porque cuando
Ainara estaba con ellos se portaba muy bien con ella y la trataba como
si fuera su propia hija, pero, cuando Ainara no estaba, la trataba muy
mal como si fuera una esclava. Quería que le hiciera la comida, que
limpiara la casa, quería que le hiciera la cama e, incluso, que eligiera la
ropa que debía ponerse.
Se encargó del resto de tareas como hacía todos los días, pero lo hacía
más triste y con desgana. Estuvo pensando en cómo separar el
matrimonio para conseguir estar con Subh y tener un vida con ella. Se
planteó matar al marido, inventar que el marido la había traicionado y
muchas cosas más pero ninguna iba a funcionar.
Unos días más tarde se enteró de que el marido iba a salir de la casa
durante 4 horas aquella tarde, vió la oportunidad de acercarse a ella
sin que hubiera posibilidades de que llegara el hombre a
interrumpirlos.
Llegó el mediodía y le llevó la comida a la cama como hacía a diario y
cuando la mujer terminó de comer Juan se llevó el plato, pocos minutos
después el marido salió de la casa. En cuanto el hombre salió, Juan se
metió en la habitación de la bella mujer y la empezó a seducir pero
Subh estaba desconcertada y confundida, tuvo varios pensamientos,
realmente era un hombre atractivo y apuesto pero, ¿y si su marido se
enteraba? ¿o si no funcionaba?
- Subh: No, no podemos el castigo sería muy duro para los dos
- Subh: No, esto es imposible, tenemos que dejar las cosas tal y
como están.
El hombre salió de la habitación triste y apenado sabiendo que no
podía estar con la mujer que amaba, pero decidió seguir con las tareas
como siempre hacía.
Por otra parte, Subh en su habitación estaba muy confusa y sabía que
hacer, en realidad, Juan tenía razón por una parte, ¿cómo iban a verse
todos los días habiendo pasado eso? ¿tendrían que intentarlo? ¿o
dejarlo pasar? Ella no podía parar de pensar en lo que acababa de
suceder, los pensamientos le estaban comiendo la cabeza hasta que
decidió llamar al esclavo para hablar con él porque no podían dejar así
las cosas.
Unos meses más tarde seguían con la relación y aún no habían sido
descubiertos hasta que un día su marido llegó mucho antes de lo
previsto porque tenía sospechas de que algo malo estaba sucediendo.
Al llegar a la puerta de la habitación se quedó escuchando a través de
la puerta antes de entrar y escucho conversaciones que no eran
usuales en una relación entre un sirviente y su ama. Entró bruscamente
en la habitación y les descubrió. La mujer sorprendida gritó
fuertemente y el esclavo salió de la habitación lo más rápido posible.
Les aplicaron los castigos que les corresponden por esa infidelidad.