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Ensayo XIX Historia de la literatura española

2020-2021

La prensa del siglo XIX

A) Los periódicos

Con la muerte de Fernando VII, el periodismo se desarrolla. Se hacen debates sobre


las diferentes ideas políticas y literarias. Se crean nuevos periódicos de opinión.
En los periódicos se publicaron novelas por entrega, son novelas que se publicaban
por partes, suscitando el deseo de las partes siguientes entre los lectores. El objetivo era
publicar en volúmenes estas novelas.
También se publican novelas cortas y cuentos en la prensa, así como folletines
(feuilletons) nacidos con el Romanticismo francés. Los folletines, por oposición a las
novelas por entrega, no tenían vocación a ser publicados como volúmenes. Benito Pérez
Galdós publicaba folletines y más tarde, Luis Coloma recurrió también a este tipo de
publicaciones.
El papel del periodismo en la sociedad también aparece en las novelas. En La
Tribuna, por ejemplo, la protagonista lee los periódicos a las demás cigarreras.

B) Mariano José de Larra

Vivió en Francia a causa del exilio de su padre afrancesado. Luego volvió a España
donde estudió pero la cultura francesa tuvo mucha importancia en sus trabajos. Fue un
crítico severo que dejó artículos de una gran calidad literaria. Es el fundador de dos
periódicos El duende satírico del día (1828) del que sólo publicó cinco números, y El
pobrecito hablador (1832) que redactó integralmente él mismo y cuyo subtítulo era
“revista satírica de costumbres”. En esta revista publicó sus artículos más famosos como
“Vuelva Vd. mañana” o “El castellano viejo”. Su trabajo anunció el trabajo de
Leopoldo Alas Clarín.
Es conocido por su labor de publicista. Publicó Colecciones de artículos dramáticos,
literarios, políticos y de costumbres (1835). Le interesan la política y la nación. Se opuso
a partidos y facciones como a los carlistas. Sus artículos eran críticas literarias o
políticas. La lección domina sobre el costumbrismo pero éste último sirve el mensaje,
lo apoya. Ofrece una imagen pesimista de la realidad del siglo XIX. Utiliza los países
extranjeros, en particular Francia, donde vivió, como ejemplos para la regeneración de
España.
Es el creador del artículo de costumbre y de novelas históricas. Según él, la
soluciones a los problemas españoles es la educación. Le gustaba la literatura útil y
moral.
Publicó numerosas críticas sobre el teatro de su siglo en revistas como Revista
Española o El Español. Mezcla lo literario con lo político en sus críticas. Su única
novela es una novela histórica (Romanticismo): El doncel de don Enrique el Doliente
(1834). Mezcla una historia de amor con problemas políticos.
Larra tuvo una gran influencia en las generaciones que le sucedieron y en la
generación del 98.
El artículo de costumbre: representa de manera picante y divertida las costumbres
populares. El autor anuncia un problema, añade una anécdota y sugiere una solución, la
mejor para la felicidad de todos y cada uno; o permite las reflexiones del lector.

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C) Leopoldo Alas “Clarín”

Clarín es el mayor representante de la crítica llamada “de inmediata”. Era un gran


trabajador. Publicó una serie de artículos críticos y ocho volúmenes de los Folletines
Literarios. Dedicó sus ensayos a la crítica de obras literarias y sus artículos de revistas
tanto a los libros como a personas o acontecimientos. Propone una crítica relacionada
al presente. Son artículos satíricos parecidos a los de Mariano José de Larra. Creó los
paliques: artículos periodísticos satíricos que luego reunió en un volumen. Eran artículos
breves que trataban de temas de la época. El nombre “palique” significaba en realidad
conversación de poca importancia, el autor lo eligió para denominar estos artículos que
publicó más tarde en la obra Palique en 1893.
En 1886 fundió una revista que tituló como las entregas: Folletos Literarios.
Admiraba a Menéndez y Pelayo como a Galdós, Valera, Pereda, Núñez de Arce,
Campoamor o Echegaray.

D) Juan Valera

Elogió la obra modernista Azul de Rubén Darío (al contrario de Clarín, quien rechazó
la corriente) pero se opuso a la corriente naturalista. Reunió sus artículos sobre este
tema en Apuntes sobre el nuevo arte de escribir novelas. Se interesó en la literatura
hispanoamericana. También publicó Florilegio de poesías castellanas del siglo XIX
con cinco tomos en los que reunió textos, biografías de autores y críticas.

E) Los artículos de Emilia Pardo Bazán

Sus artículos provocaron polémicas en la época. Son artículos publicados por


entregas semanales en La Época que luego reunió en La cuestión palpitante (1882-83)
con un prólogo de Leopoldo Alas Clarín. Son artículos sobre el naturalismo. Su objetivo
es vulgarizar, divulgar. Entre 1891 y 1893 publicó los cuadernos Nuevo Teatro Español
con relatos suyos, noticias literarias y reseñas de novedades literarias. Promulgaba la
literatura extranjera y en particular la francesa. En La cuestión palpitante, defiende el
naturalismo como técnica de escritura novelesca.

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Figuras claves del ensayo en el siglo XIX

¨ Mariano José de Larra, “¿Quién es el publico y dónde se encuentra?”, El Pobrecito


Hablador, n.º 1, 18 de agosto de 1832.

“Ábrese el teatro, y a esta hora creo que voy a salir para siempre de dudas, y conocer
de una vez al público por su indulgencia ponderada, su gusto ilustrado, sus fallos
respetables. Ésta parece ser su casa, el templo donde emite sus oráculos sin apelación.
Represéntase una comedia nueva; una parte del público la aplaude con furor: es sublime,
divina; nada se ha hecho mejor de Moratín acá; otra la silba despiadadamente: es una
porquería, es un sainete, nada se ha hecho peor desde Comella hasta nuestro tiempo. Uno
dice: «Está en prosa, y me gusta sólo por eso; las comedias son la imitación de la vida;
deben escribirse en prosa». Otro: «Está en prosa y la comedia debe escribirse en verso,
porque no es más que una ficción para agradar a los sentidos; las comedias en prosa son
cuentecitos caseros, y si muchos las escriben así, es porque no saben versificarlas». Éste
grita: «¿Dónde está el verso, la imaginación, la chispa de nuestros antiguos dramáticos?
Todo eso es frío; moral insípida, lenguaje helado; el clasicismo es la muerte del genio».
Aquél clama: «¡Gracias a Dios que vemos comedias arregladas y morales! La
imaginación de nuestros antiguos era desarreglada: ¿qué tenían? Escondidos, tapadas,
enredos interminables y monótonos, cuchilladas, graciosos pesados, confusión de clases,
de géneros; el romanticismo es la perdición del teatro: sólo puede ser hijo de una
imaginación enferma y delirante». Oído esto, vista esta discordancia de pareceres, ¿a qué
me canso en nuevas indagaciones? Recuerdo que Latorre tiene un partido considerable,
y que Luna, sin embargo, es también aplaudido sobre esas mismas tablas donde busco un
gusto fijo; que en aquella misma escena los detractores de la Lalande arrojaron coronas a
la Tossi, y que los apasionados de la Tossi despreciaron, destrozaron a la Lalande; y
entonces ya renuncio a mis esperanzas. ¡Dios mío! ¿Dónde está ese público tan
indulgente, tan ilustrado, tan imparcial, tan justo, tan respetable, eterno dispensador de la
fama, de que tanto me han hablado; cuyo fallo es irrecusable, constante, dirigido por un
buen gusto invariable, que no conoce más norma ni más leyes que las del sentido común,
que tan poco tienen? Sin duda el público no ha venido al teatro esta noche: acaso no
concurre a los espectáculos.

Reúno mis notas, y más confuso que antes acerca del objeto de mis pesquisas, llego
a informarme de personas más ilustradas que yo. Un autor silbado me dice, cuando le
pregunto quién es el público: «Preguntadme más bien cuántos necios se necesitan para
componer un público». Un autor aplaudido me responde: «Es la reunión de personas
ilustradas, que deciden en el teatro del mérito de las producciones literarias».
[…]
En primer lugar, que el público es el pretexto, el tapador de los fines particulares de
cada uno. El escritor dice que emborrona papel, y saca el dinero al público por su bien y
lleno de respeto hacia él. El médico cobra sus curas equivocadas, y el abogado sus pleitos
perdidos por el bien del público. El juez sentencia equivocadamente al inocente por el
bien del público. El sastre, el librero, el impresor, cortan, imprimen y roban por el mismo
motivo; y, en fin, hasta el... Pero ¿a qué me canso? Yo mismo habré de confesar que
escribo para el público, so pena de tener que confesar que escribo para mí.

Y en segundo lugar, concluyo: que no existe un público único, invariable, juez


imparcial, como se pretende; que cada clase de la sociedad tiene su público particular, de
cuyos rasgos y caracteres diversos y aun heterogéneos se compone la fisonomía

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monstruosa del que llamamos público; que éste es caprichoso, y casi siempre tan injusto
y parcial como la mayor parte de los hombres que le componen; que es intolerante al
mismo tiempo que sufrido, y rutinero al mismo tiempo que novelero, aunque parezcan
dos paradojas; que prefiere sin razón, y se decide sin motivo fundado; que se deja llevar
de impresiones pasajeras; que ama con idolatría sin porqué, y aborrece de muerte sin
causa; que es maligno y mal pensado, y se recrea con la mordacidad; que por lo regular
siente en masa y reunido de una manera muy distinta que cada uno de sus individuos en
particular; que suele ser su favorita la medianía intrigante y charlatana, y objeto de su
olvido o de su desprecio el mérito modesto; que olvida con facilidad e ingratitud los
servicios más importantes, y premia con usura a quien le lisonjea y le engaña; y, por
último, que con gran sinrazón queremos confundirle con la posteridad, que casi siempre
revoca sus fallos interesados.”

¨ Leopoldo Alas Clarín, fragmento del prólogo a la segunda edición de La cuestión


palpitante de Emilia Pardo Bazán, 1882-83:

“El naturalismo no es la imitación de lo que repugna a los sentidos, […]


El naturalismo no es tampoco la constante repetición de descripciones que tienen por
objeto representar ante la fantasía imágenes de cosas feas, viles y miserables. […]
El naturalismo no es solidario del positivismo, ni se limita en sus procedimientos a
la observación y experimentación en el sentido abstracto, estrecho y lógicamente falso,
por exclusivo, en que entiende tales formas del método el ilustre Claudio Bernard. Es
verdad que Zola en el peor de sus trabajos críticos ha dicho algo de eso; pero él mismo
escribió más tarde cosa parecida a una rectificación; y de todas maneras, el naturalismo
no es responsable de esta exageración sistemática de Zola.
El naturalismo no es el pesimismo, […]
El naturalismo no es una doctrina exclusivista, cerrada, como dicen muchos: no
niega las demás tendencias. Es más bien un oportunismo literario; cree modestamente
que la literatura más adecuada a la vida moderna es la que él defiende. El naturalismo no
condena en absoluto las obras buenas que pueden llamarse idealistas; condena, sí, el
idealismo, como doctrina literaria, porque éste le niega a él el derecho a la existencia.
El naturalismo no es un conjunto de recetas para escribir novelas, como han creído
muchos incautos. […]
Y ya es hora de dejar el naturalismo, y hablar de la escritora ilustre que con maestría
lo defiende, no sin muchas salvedades, necesarias por culpa de las confusiones a que ya
me he referido.
No necesita Emilia Pardo Bazán que yo ensalce sus méritos, que son bien notorios.
Los recordaré únicamente para hacer notar el gran valor de su voto en la cuestión
palpitante. Hay todavía quien niega a la mujer el derecho de ser literata. En efecto, las
mujeres que escriben mal son poco agradables; pero lo mismo les sucede a los hombres.
En España, es preciso confesarlo, las señoras que publican versos y prosa suelen hacerlo
bastante mal. Hoy mismo escriben para el público muchas damas, que son otras tantas
calamidades de las letras, a pesar de lo cual yo beso sus pies. Aun de las que alaba cierta
parte del público, yo no diría sino pestes una vez puesto a ello. Hay, en mi opinión, dos
escritoras españolas que son la excepción gloriosa de esa deplorable regla general; me
refiero a la ilustre y nunca bastante alabada doña Concepción Arenal y a la señora que
escribe La Cuestión Palpitante.
La literata española no suele ser más instruida que la mujer española que se deja de
letras: todo lo fía a la imaginación y al sentimiento, y quiere suplir con ternura el ingenio.

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Lo más triste es que la moralidad que esas literatas predican, no siempre la siguen en su
conducta mejor que las mujeres ordinarias. Emilia Pardo Bazán, que tiene una poderosa
fantasía, ha cultivado las ciencias y las artes, es un sabio en muchas materias y habla
cinco o seis lenguas vivas. Prueba de que estudia mucho y piensa bien, son sus libros
histórico-filosóficos, como, por ejemplo, la Memoria acerca de Feijoo, el Examen de los
poemas épicos cristianos, el libro San Francisco y otros muchos. De la fuerza de su
ingenio hablan principalmente sus novelas Pascual López y Un viaje de novios. Esta
última obra ha puesto a su autora en el número de los primeros novelistas del presente
renacimiento. Pero la Sra. Pardo Bazán emprende en La Cuestión Palpitante un camino
por el que no han andado jamás nuestras literatas: el de la crítica contemporánea. ¡Y de
qué manera! ¡con qué valentía! Espíritu profundo, sincero, imparcial, sin preocupaciones,
sin un papel que representar necesariamente en la comedia de la literatura que se tiene
por clásica, al estudiar Emilia Pardo lo que hoy se llama el naturalismo literario, así en
las novelas que ha producido como en los trabajos de crítica que exponen sus doctrinas,
no pudo menos de reconocer que algo nuevo se pedía con justicia; algo valía lo que, sin
examen y con un desdén fingido, condenan tantos literatos empalagosos y holgazanes,
que no piensan más que en saborear las migajas de gloria o de vanagloria que el público
les concede, sobrado benévolo.
Es triste considerar que en España la buena fe, la sinceridad, apenas han llegado a
las letras. La misma afectación que suele haber en el estilo y en la composición de las
obras de fantasía, la hay en el pensar y en el sentir: como se habla con frases hechas, se
piensa con pensamientos hechos. Y no hay nadie que a los académicos hueros, que no se
avergüenzan de vestir un uniforme a fuer de literatos, los silbe sin piedad y ridiculice con
sátira que quebrante huesos. La literatura así es juego de niños o chochez de viejos. Se ha
recibido aquí el naturalismo con alardes de ignorancia y groserías de magnate mal
educado, con ese desdén del linajudo idiota hacia el talento sin pergaminos. Crítico ha
habido que ha llegado a decirnos que nos entusiasmamos con el naturalismo, porque...
¡hemos leído poco! Que nada de eso es nuevo; que ya en Grecia, y si se le apura, en China,
había naturalistas; que todo es natural sin dejar de ser ideal, y viceversa, y que en letras
lo mejor es no admirarse de nada.
La Cuestión Palpitante demuestra que hay en España quien ha leído bastante Y
pensado mucho, y sin embargo reconoce que el naturalismo tiene razón en muchas cosas
y pide reformas necesarias en la literatura, en atención al espíritu de la época.”

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