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Extraído de

https://www.nationalgeographic.com.es/ciencia/todo-empezo-
en-pangea_8812
En 1915, recién salido de la imprenta, el libro de Alfred
Wegener, El origen de los continentes y los
océanos, sacudió como un terremoto los cimientos de
las ciencias de la Tierra. El meteorólogo alemán fue el
primero en reunir datos procedentes de diferentes disciplinas
científicas para argumentar una teoría de la deriva
continental, por entonces muy controvertida.

En 1910, mientras examinaba detenidamente un atlas,


Wegener se preguntó si las siluetas de los continentes
encajaban entre sí por pura coincidencia. Tiempo después
formaría con ellas un único "supercontinente primordial" al
que llamó Pangea ("toda la Tierra", en griego). Postuló que
aquella inmensa masa de tierra firme había existido hasta que
hace 250 o 200 millones de años empezó a desgajarse en los
continentes actuales.

Para la biología, la tesis explicaba el parentesco entre


especies de continentes separados por océanos. Para la
paleontología, la idea casaba con los fósiles de mesosaurio
hallados tanto en Sudáfrica como en Brasil. Para la geología,
justificaba la presencia de formaciones geológicas similares
en continentes distintos y sugería, entre otras cosas, que el
Cape Fold Belt (el cinturón montañoso de la Provincia
Occidental de El Cabo, en Sudáfrica) había estado unido a la
sierra de la Ventana, en Argentina.

Habrían de pasar otros 30 años para


que se concediese carta de
naturaleza a la teoría de Wegener
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La tesis de Wegener provocó el rechazo de destacados
geólogos que defendían vetustas teorías contrapuestas sobre
la evolución de la Tierra. Los detractores criticaban que
Wegener no explicase qué mecanismo en concreto impulsaba
el supuesto movimiento de deriva. El alemán aceptó esa
crítica, y en 1929 escribió que "el Newton de la teoría de la
deriva continental todavía está por llegar". Al año siguiente
Wegener falleció, a los 50 años. Habrían de pasar otros 30 –y
llegar con ellos la confirmación geofísica de que la tectónica
de placas se traduce en la deriva de los continentes– para
que se concediese carta de naturaleza a su teoría.

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