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REPARTIDO N° 3 HISTORIA

El Uruguay de la modernización. 1870 - 1900

Resumen sobre la agonía del Uruguay pastoril y caudillesco

La sucesión de crisis de diverso signo que azotaron este periodo (finales de los 60
comienzo de los 70), culminó creando un vacío de poder que a la postre fue colmado
por el ejército. La debilidad del Estado, la regionalización del poder protagonizada por
los caudillos, la inoperancia de los doctores “principistas” (y también los
“candomberos”), reforzaron las demandas de orden interno y crecimiento económico
de las clases altas rurales y urbanas.

El comienzo de los 70 recibió el impacto de una de las mayores revoluciones del siglo
que duró dos años (5 de marzo de 1870 al 6 de abril de 1872), congregó a 16.000
combatientes (en una población total estimada en 400.000 habitantes) y provocó
enormes daños a la campaña, a los estancieros, a los comerciantes y aparejó otra
paralización en el proceso de refinación ganadera.

Precisamente el sector de las clases altas rurales fundó la Asociación Rural (el 3 de
octubre de 1871) en medio de esta revolución, denominada “de las Lanzas”. A su vez,
grupos de las clases altas urbanas combatieron gobiernos “papelistas” y poco
confiables.

Todas estas clases altas juntas fueron a buscar un gobierno militar. El ejército venía a
reemplazar a caudillos y doctores, como el lanar y el alambrado desplazaron al cuero y
el tasajo. (Resumen basado en Benjamín Nahum, “Manual de Historia del Uruguay,
1830 – 1903”. Tomo 1, Ediciones Banda Oriental)

Fragmentos de “Acta de instalación” de la Asociación Rural del Uruguay

“En Montevideo a 3 de octubre de mil ochocientos setenta y uno, reunidos a las dos de
la tarde en el salón de la Bolsa (...) Hubiera deseado (la Comisión iniciadora) que días
más serenos para el país, permitieran que esta importante asociación tomara desde su
origen el desarrollo que indudablemente tendrá, cuando luzcan días de paz en la
República. (...) Preciso es no olvidar, que esta asociación se compondrá de todos los
hombres que se interesan en el progreso moral y material del país: y en este carácter
podrán rendir grandes servicios, porque sus quejas e indicaciones esperamos que
serán bien atendidas por todos, desde que conozcan sus móviles pacíficos y
progresistas (...) Dirigir los esfuerzos de todos a la explotación de nuestro fértil suelo,
al desarrollo de la ganadería y de la agricultura, al incremento del comercio y a la
construcción de carreteras, puentes y ferrocarriles: tal será la interpretación genuina
de nuestros Estatutos (...) La propaganda benéfica de esta asociación se hará sentir
hasta los confines del país, por medio de un periódico que haga conocer prácticamente
los intereses y necesidades de la campaña (...) Carecemos de un Código Rural que
deslinde los deberes y derechos del habitante de la campaña, y dilucide con equidad
los puntos controversiales, consiguiendo así, que su aplicación sea breve y expeditiva.
(...) estamos en la infancia de la agricultura y de la ganadería y tenemos que
ilustrarnos en esas materias con los ejemplos y modelos que nos suministran los países
que más se distinguen en esos ramos especiales. Sin embargo Señores, todos estos
beneficios serían ilusorios si no les proporcionamos una base sólida, vale decir Paz y

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garantías: que harto nos enseña la triste experiencia de más de cuarenta años de
convulsiones intestinas – con pequeños intervalos – que a no ser por la fertilidad
prodigiosa de este suelo estaría ya postrado. La Asociación Rural del Uruguay
necesita para desarrollar su vida, que se disipe el humo de la guerra. Necesita de la
paz, porque sin ella no puede haber progreso: porque para mejorar nuestros ganados
o fomentar la agricultura por medio de la inmigración laboriosa, es indispensable
tener seguridad individual y seguridad en la propiedad; y la guerra señores, es la
negación del derecho de propiedad en la campaña.” (Documentos relativos a la
Fundación de la A.R.U. Montevideo, Imprenta a vapor “Del Siglo”, 1871.)

Fichas sobre_”Modernización” y ”Militarismo”

Ficha 1: “Puede tacharse a Latorre de reaccionario. Porque defendió los intereses de


las clases altas, haciendo respetar la propiedad privada; porque exterminó (socialmente)
al gaucho... Más cabe preguntarse también a esos respectos: ¿pudo hacer otra cosa?
Cerrado el camino artiguista, que aseguraba la propiedad de la tierra y el progreso
sobre bases democráticas y justicieras; encauzado el país desde la derrota de Artigas en
la senda marcada por la oligarquía patricia liberal, que fue estorbada mas no
contradecida, por caudillos carentes de la visión y del sentimiento popular del prócer
máximo, había que elegir entre continuar la obra iniciada o seguir en la anarquía y la
parálisis”. (Ares Pons, Roberto. “Uruguay: ¿Provincia o Nación?”, Ediciones del
Mundo Nuevo, 122 p, 1967.)

Ficha 2: “Latorre encuentra la mayor oposición a su gobierno en la brillante


generación de principistas del 70. Ante los ojos de esta élite doctoral, el coronel que
había asumido el pilotaje del Estado no era más que la continuidad de la prepotencia
caudillista. Pero se equivocaban. Si bien es cierto que Latorre para imponer el orden,
logró el apoyo de los principales caudillos, el signo histórico de su acción es totalmente
diferente. Latorre se sirve de los métodos de los caudillos para extinguir su poderío,
canaliza el fervor candombero de la divisa (tanto de la colorada como de la blanca)
para imponer los cánones racionales del Estado moderno. La tajante oposición doctoral
es un malentendido histórico, en realidad Latorre trabajaba para ellos. Si se piensa (en
su obra), realizada bajo aquel régimen, se comprenderá que el Dictador obraba en
función de las mismas coordenadas básicas que inspiraban a la élite doctoral. La prueba
de ello reside en que (...) esa misma generación principista (es la) que hereda el poder
del Estado construido por Latorre”. (Ídem)

Ficha 3: “La dictadura del coronel Latorre coincide con la iniciación de un nuevo
ciclo en la historia mundial. Se inicia la era imperialista del desarrollo del capitalismo
que se distingue por una renovada presión sobre los países coloniales y dependientes.
(...) Nuestro país, incluido en la órbita del imperialismo británico, recibe la exportación
de capitales bajo la forma de grandes empréstitos financieros y el establecimiento de
industrias como el ferrocarril el gas, las aguas corrientes, etc. Los cambios que se
producen en el país a fines del siglo XIX deben atribuirse en parte fundamental a la
influencia ejercida por el capital extranjero.” (Ídem.)

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Ficha 4: “Ninguno de los gobiernos uruguayos en el siglo XIX logró tan completo
apoyo de las fuerzas sociales que controlaban la economía del país, como lo logró el
régimen del Coronel Lorenzo Latorre (...) entre los miembros del alto comercio
montevideano y la élite rural. Latorre sustituyó a los partidos y a los grupos
profesionales de la política. No hubo más personeros y el militar se encargó de aparecer
como el mandatario directo de los más fuertes grupos económicos deseosos de imponer
la paz y el orden a cualquier precio, aún el de renegar de la tradición y las libertades
individuales. La burguesía mercantil de origen extranjero y la clase alta rural que no
sentían los principios liberales con la misma fuerza del patriciado urbano, apoyaron y
se sirvieron del régimen militarista. La prontitud con que el Gobierno atendió sus más
importantes demandas es la mejor demostración del aserto anterior. El establecimiento
del patrón oro; la reanudación de la propiedad privada y su definición jurídica y
práctica; la constitución de un Estado por fin moderno y poderoso que pudiera
imponerse a la anarquía caudillista, todo ello fue su obra. (José Pedro Barrán y
Benjamín Nahum, “Historia Rural del Uruguay Moderno” 1851 – 1885. Tomo 1.
Ediciones de Banda Oriental, 1967.)

Ficha 5: “El periodo militarista, tan nefasto en cuanto a la vigencia de las libertades
públicas, fue, sin embargo, una época de grandes transformaciones económicas y
sociales y además, el momento de la definitiva afirmación y organización del Estado
uruguayo. Es recién a partir de mediados de la década del setenta que los problemas de
nuestros grandes vecinos –Argentina y Brasil- empiezan a dejar de interferir
directamente en la política interna uruguaya. La aparición - en esa misma época- de las
armas de fuego modernas – fusiles Rémington y Máuser, cañones Krupp – estableció
una brecha tecnológica insalvable entre el ejército de línea y todo intento de rebelión
civil.” Provocada la modernización en las distintas áreas, cuando “la seca autoridad
cuartelera de Latorre fue sustituida por la opulencia y el derroche de la época de
Santos, el militarismo había llegado a su apogeo y su decadencia empezaba a
vislumbrarse.” (José de Torres Wilson, “Brevísima Historia del Uruguay. 1516 -
1984” Ediciones de la Planta, 90 p. 1985)

Resumen sobre América Latina en la segunda mitad del siglo XIX (1860 – 1910)

En la segunda mitad del siglo XIX y fundamentalmente desde 1870 se da la progresiva


integración de América Latina a le economía mundial. Esa integración no es un acto
que dependa de la voluntad de la región sino que es consecuencia de la fase de
desarrollo que alcanza el capitalismo a en el siglo XIX y especialmente a partir de 1872
la etapa denominada Imperialismo.
Las potencias imperiales (primero Inglaterra, luego EEUU) en estrecho vínculo de
interés con las clases altas de los diferentes estados latinoamericanos, logran instalar un
modelo económico social en esta región, basado en la introducción de capitales bajo la
forma de grandes empréstitos financieros y el establecimiento de industrias como el
ferrocarril, el gas, etc., que permiten controlar las débiles economías locales ampliando
la dependencia con el exterior.

Se inicia una etapa que los economistas han llamado “modelo latinoamericano de
crecimiento hacia afuera”.

¿En que consistió este modelo?


En que las economías del área crecen por:

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 el aporte del capital extranjero

 las condiciones favorables del mercado internacional para la colocación de los


productos latinoamericanos.

¿Cómo es que entonces afirmamos que se amplía la dependencia económica cuando


crece la economía?
 En primer lugar, las ganancias del capital extranjero no eran volcadas para el
beneficio de las frágiles repúblicas, sino que volvían de su lugar de origen

 En segundo lugar, por más que las condiciones del mercado internacional fueran
favorables, América Latina, no tenía el control de ese mercado.

 En tercer lugar, las crisis periódicas del sistema capitalista mundial afectaban en
forma más dura a las economías latinoamericanas obligadas a mantener un modelo
monoproductor.

América Latina creció entonces, pero hacia fuera, es decir fundamentalmente lo hizo
en beneficio de los imperios. Esto se llevará a cabo de acuerdo a las características
políticas e históricas de cada país y a la conformación de los grupos de poder de cada
uno de ellos. Por tanto las formas de gobierno serán de lo más variadas. En Uruguay
este proceso abarca lo que llamamos “modernización” y se plasma ya en gobiernos
militaristas como los que inicia Latorre o gobiernos civilistas y constitucionalistas, con
componentes oligárquicos como los de Julio Herrera y Obes.

Precisamente a poco de llegar a la presidencia en el año 1890, Julio Herrera y Obes,


líder del partido colorado y especialmente del “colectivismo exclusivista” afirmó: “Me
siento como el gerente de una gran empresa cuyo directorio está en Londres”

Sin embargo a fines del siglo XIX, el Uruguay tuvo “características económicas que lo
singularizaron en el contexto latinoamericano. Producía alimentos – la carne – y
satisfacía otras dos necesidades básicas del hombre, su calzado, con el cuero, y su
vestimenta con la lana. Sus mercados externos se habían diversificado en vez de tender
a la dependencia de un solo comprador. Brasil y Cuba consumían su tasajo; Francia,
Alemania y Bélgica, sus lanas; y Gran Bretaña y Estados Unidos, sus cueros. Al
comprarle Europa mercaderías que ella también producía, el Uruguay gozó de una
renta diferencial elevada, por cuanto Europa mantenía sus ganados con más altos costos
de explotación. Estimaciones recientes del ingreso per capita en el siglo XIX,
realizadas en base a al 15% de las exportaciones, permiten sospechar un elevado
ingreso el Uruguay de 1870 – 1900: 317 dólares per capita en 1881 – 1885, por
ejemplo comparable y superior al de los Estados Unidos y muy superior al atribuido al
Brasil.

Debemos anotar también que el librecambismo británico –y europeo en general- fue


una pieza clave de este sistema económico en el cual el Uruguay vendía a Europa
mercaderías que competían con su producción agraria. Mientras ese libre cambio duró
- y lo hizo hasta la crisis mundial de 1929 – Uruguay tuvo un lugar económico seguro y
rentable en el mundo.” (el entrecomillado de los últimos dos fragmentos corresponde
a José Pedro Barrán, en la página Web de la Universidad de la República, Facultad de
Humanidades)

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Fichas de estudio sobre las bases de la modernización y el Uruguay de la segunda
mitad del siglo XIX

Ficha 6: “Los gobiernos de los militares colorados Lorenzo Latorre (1876 – 1880),
Máximo Santos (1882 – 1886) y Máximo Tajes (1886 – 1890), fueron los que
asentaron el poder central, dominaron los caudillos rurales y tornaron los alzamientos
sino imposibles, difíciles. El Estado y el ejército gozaron desde ese momento de la
coacción física, en parte porque el armamento era ya costoso y de difícil manejo para
los gauchos – el fusil Rémington de repetición y la artillería Krupp hicieron su
aparición -; en parte porque los medios de comunicación (telégrafo) y transportes
(ferrocarril) fortalecieron el poder montevideano; en parte porque la sociedad y la
economía estaban cambiando y se oponían a las costosas rebeliones del pasado.
También contribuyó el afianzamiento de la paz interna, el fortalecimiento del
sentimiento nacional que ya no admitió la internacionalización de los partidos
uruguayos y sus alianzas con los federales y unitarios argentinos o los bandos
brasileños. (...) Desde este ángulo, la “Revolución de las lanzas” (1870 –1872) fue la
primera guerra civil puramente uruguaya. A los militares sucedieron los gobiernos
civiles, presidencialistas y autoritarios, de Julio Herrera y Obes (1890 – 1894) y Juan
Idiarte Borda (1894 – 1897). Al exclusivismo colorado y sus manipulaciones
electorales respondieron las revoluciones blancas capitaneadas por el caudillo rural
Aparicio Saravia. Su levantamiento en 1897 fue la base de un gobierno colorado de
compromiso con los blancos, el de Juan L. Cuestas (1897 – 1903). (también) Aparicio
Saravia dirigió en 1904 la última gran revuelta rural (...) y así, en 1897 y 1904, los
blancos alzaron las modernas banderas del respeto a la voluntad popular en las
elecciones y la representación proporcional de los partidos en el Poder Legislativo.”
(José Pedro Barrán, en la página Web de la Universidad de la República, Facultad de
Humanidades)

la base social: los estancieros empresarios

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Ficha 7: “El dominio de la vida económica real, en una evolución lenta pero firme,
pasó a hombres nuevos; muchos, inmigrantes arribados al país después de la
independencia; otros, miembros de familias de origen español no destacados durante la
Colonia y la Revolución, pero ahora, mediante el empuje económico de alguno de sus
miembros, expuestos bruscamente a la luz pública. Puede afirmarse que hacia 1860 el
proceso había ya cristalizado y que los principales rubros de la economía urbana se
hallaban en poder de esta nueva clase (...) El patriciado, sin embargo, no desapareció.
Despegado de la actividad económica (...) arruinado muchas veces por la misma
anarquía revolucionaria en que el país vivió durante su predominio poseyó, durante
estos años, no sólo el predominio de la cosa pública, sino también otro prestigio: el que
surgía de su estilo, culto y señorial. El patriciado, aunque cada vez más sustituido en lo
económico, brillaba todavía por el status elevado que le confería el pasado – su
identificación con la nación desde los más lejanos tiempos -, la cultura y la política. En
este brillo debemos buscar la causa de un hecho social fundamental: la nueva clase no
lo desplazó por completo, lo correcto sería decir que se dejó influir por él e incluso se
unió a él (las alianzas matrimoniales jugaron en ello un papel decisivo). La inserción
paulatina de un grupo en el otro será esencial para explicar algunas fallas – y muy
importantes – de nuestro frustrado desarrollo económico del siglo XIX. El espíritu de
empresa y aventura del burgués capitalista inmigrante o nativo, se apagó ante el fuego
(...) del grupo con más rango social: el formado de los patricios. En el medio rural las
cosas ocurrieron exactamente igual que en el medio urbano (...) Hacia 1870 puede
afirmarse que existía en la campaña una nueva clase formada en su mayoría por
hombre no pertenecientes a la jerarquía social tradicional (...). La virtud de la nueva
clase iba a residir (en) la apertura sicológica al cambio, en la recepción apasionada de
este y en el tono combativo con el que lo procuró implantar. El ovino que, requería un
nuevo bagaje técnico, conmovió las estructuras sociales, afianzando a los hacendados
progresistas, como se le llamó en la época (...) La crisis de depresión (1869 – 1875)
fue el otro gran impulso que afianzó a este nuevo grupo. La crisis actuó como
incitación para el cambio colocando sobre el tapete la necesidad vital de una
transformación para evitar, no solo la repetición de fenómenos similares, sino incluso la
propia desaparición económica del país por la no adaptación al mundo de la oferta
mundial. (...) La nueva clase alta rural por cierto que no se enseñoreó del país en su
totalidad (...) El carácter minoritario del movimiento es esencial ya que de él se
desprenden consecuencias muy importantes: una de ellas es la escasa velocidad con que
se promovió el cambio esencial, la mestización, y otra la frustración regional del
mismo en el ya señalado Norte (donde la mayoría era terratenientes “tradicionales” de
origen brasileño). Además, un factor que debilitó a las fuerzas renovadoras, fue como
en el caso urbano, la gradual inserción de la nueva clase alta rural en las filas del
patriciado. Allí los efectos revistieron las mismas características que en la ciudad:
debilitamiento del espíritu de empresa. Por los años que estamos analizando, sin
embargo, 1876 –1885, la nueva clase rural mantenía todavía en alto los principios
favorables a una modificación de la estructura económica nacional. (José Pedro
Barrán y Benjamín Nahum, “Historia Rural del Uruguay Moderno” 1851 – 1885.
Tomo 1. Ediciones de Banda Oriental, 1967.)

la base ideológica: la Asociación Rural del Uruguay (ARU)

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Ficha 8: “(La ARU) fue el fruto de dos factores coaligados. En primer lugar, su origen
más cierto se encuentra en la propia consolidación de lo que hemos llamado la nueva
clase alta rural, y este grupo sólo se afianzó definitivamente con el triunfo del ovino
(1860 – 1868). En segundo lugar la ARU fue la respuesta organizada de los
terratenientes progresistas a la situación crítica por la que atravesaba el país desde 1869
(...) La ARU surgió de tal manera como la definitiva respuesta que la nueva clase dio a
la crisis. La depresión volvía imprescindible el amparo del Estado. La liberación de los
derechos de exportación, la policía rural, la definición del derecho de propiedad, todo
ello debía ser la obra del gobierno. Para obligarlo a definirse, para presionarlo, en una
palabra, debía nacer un gremio. (...) La ARU tal cual fue programada debía ser el
vehículo de la trasformación rural, aquel que convertiría el oscurantismo pastoril en la
ganadería agronómica, aquel que eliminaría las causas de la guerra civil ambientada en
un régimen de explotación primitivo y bárbaro, al introducir la agricultura como
ocupación de los gauchos sueltos y los minifundistas ganaderos. (...) La influencia de la
ARU en los destinos del país no puede estimarse (...) en función exclusiva de su
número de socios. La exigüidad de estos no revelaba en todo caso, sino la debilidad del
grupo de los hombres nuevos dentro del contexto de la sociedad tradicional (...) La
Revista (de la ARU) fue el arma propagandística más eficaz de la Asociación (...) Si
este fue uno de los caminos que eligió el gremio para lograr influencia, no constituyó,
por cierto, ni el único ni el más importante. La ARU se comportó desde sus orígenes
como un típico “grupo de presión”, representativo de los intereses de la nueva clase alta
rural (...) El rasgo más peculiar (...) de la ideología (de la ARU) fue la “incentivación”
en la modernización. En este sentido, la Revista de la ARU fue el vehículo más
apropiado para la difusión de las “nuevas ideas rurales” en el interior del país (...) En
forma abierta y clara, esa ideología acentuaba los valores de las virtudes burguesas –
trabajo, ahorro, frugalidad – frente a los de la sociedad tradicional (...) Cambiar,
modificar, desarrollar son las palabras más comunes que se encuentran en sus
escritorios, reveladores de una mentalidad nueva (...) La ideología de la ARU fue una
ideología de clase. De una clase fundamentalmente ganadera que llegó al predominio
económico basada en sus inmensas extensiones de campo y sus numerosas cabezas de
ganado. Como lógica consecuencia, vieron en la ganadería la fuente de riquezas del
país, como que también era la fuente de riqueza personal (...) Partirán así de un típico
razonamiento clasista: lo que es bueno para la ganadería, es bueno para el país; y todo
lo que signifique adelanto para aquella se traducirá en progreso para éste (...) En este
esquema. La agricultura no tiene un papel autónomo sino subordinado a la ganadería
(...) Pero cuando el cierro de la propiedad deje sin ocupación a mucha gente, la Rural
encontrará en la agricultura la actividad necesaria para estos hombres (porque) la
agricultura sedentariza, y le hace cambiar al gaucho los hábitos nomádicos y
levantiscos de vida, al mismo tiempo que elimina una posible competencia. En la cría
de ganados, actividad reservada para un grupo social (...) La agricultura se convertirá
así en una actividad útil, más que por sus posibles resultados económicos por su
función tranquilizadora del medio (...).” (Ídem).

la base política: la creación del Estado Moderno y el Militarismo. 1876-1886

Ficha 9: - El militarismo y la clase alta urbana: “Culminando la crisis política y la


depresión económica en el “año terrible” de 1875, y luego de un corto interregno bajo
el gobierno de Pedro Varela, los militares dirigidos por el coronel Latorre se adueñaron
del Estado, el 10 de marzo de 1876. (...) Sin duda, el primer grupo de presión que
conformó la nueva situación fue el ejército. Ampliado en sus cuadros por la Guerra del
Paraguay (1865 – 1870) y la Revolución de las Lanzas (1870 – 1872), el ejército
uruguayo se profesionalizó, apartándose de aquellas características que siempre lo
habían convertido en un simple sucedáneo de los partidos políticos tradicionales (...) El
ejército, sin embargo, más durante Latorre, menos durante Santos, fue el personero de

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otros grupos de presión; actuando a través de su dirigente principal, Latorre, las
llamadas clases conservadoras. La clase superior urbana dedicada al fuerte comercio de
importación y exportación, a la actividad bancaria prudente y asentada (el Banco
comercial, el de Londres), a la actividad saladeril, se agrupó en la Bolsa de Comercio
constituyendo su primer soporte y el más directamente beneficiado por le gobierno
militar (...). El dictador pagó de inmediato su deuda con la clase superior urbana (...).
El Estado se hizo cargo de inmediato de toda la emisión circulante de papel moneda sin
respaldo en oro y comenzó a extinguirla a medida que permitía el pago de impuestos
con ella (...). El uso de las rentas del Estado para este fin traía aparejados problemas
que el Coronel resolvió con mano de hierro. Afectados buena parte de los recursos
normales de la Nación a la extinción del papel moneda y ante la disminución de los
mismos, el gobierno llegó a cierto relativo equilibrio presupuestal disminuyendo el
número de funcionarios públicos, rebajando los sueldos de los mismos y ejecutando un
plan de estricta economía del gasto público (...).” (Ídem)

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Ficha 10: - La creación de poder estatal. “El país, caracterizado hasta 1876 por
gobiernos centrales inoperantes y estériles en lo que a control de todo el Uruguay se
refiere, no ofrecía la base políticas que todos los cambios económicos requieren (...)
Refinar las razas ovina y vacuna; alambrar los campos; promover la agricultura y las
praderas artificiales, todo ello era imposible en el Uruguay anarquizado de blancos y
colorados, de caudillos y doctores. El amparo a la propiedad privada (...) sólo podía
lograrse a través del Estado moderno (...) Seguridad y orden, pero también fomento de
la construcción de caminos, puentes y ferrocarriles, incluso universalización de la
educación, por lo menos primaria, todo ello constituía una base mínima de la cual partir
para transformar el país (...) La modernización de la sociedad y la economía estaba
supeditada a la modernización del Estado. Su largo alcance y rapidez de tiro (del
Rémington) lo convertían en el arma clave para lograr el triunfo definitivo de la
infantería. Su elevado costo lo ponía fuera del alcance de las “patriadas”, organizadas
casi siempre en medio de enormes dificultades financieras. El Rémington era el mejor
amigo del fortalecimiento del gobierno, la salvación contra la anarquía que provocaba
la espontaneidad revolucionaria en que el país vivía (...) El Rémington primero y el
Máuser después, al tecnificar la guerra y elevar el costo de las campañas militares
operaron a favor del gobierno, ya que este poseía los controles del único personal
especializado en su manejo - el ejército de línea – y el aparato financiero para
procurárselo (...) Las comunicaciones operaron también (...) a favor del poder coactivo
del Gobierno y la autoridad central montevideana. Junto al aparato militar, ellas
constituyeron los caminos que más transitó el gobierno para lograr la modernidad, o
sea, reasumir el poder atomizado en los caudillos regionales (...) El poder regional
recibía un golpe de muerte con la unificación política que el ferrocarril y el telégrafo
provocaban e los caminos que más transitó el gobierno para lograr la modernidad, o
sea, reasumir el poder atomizado en los caudillos regionales (...) El poder regional
recibía n el Uruguay gobernado por los militares. La rapidez de las comunicaciones
hacía innecesarias las autonomías de los jefes políticos (...) Así como el poder coactivo
del Estado se reforzó integrando al Uruguay las más modernas técnicas (...) así también
se se perfeccionó el aparato administrativo y jurídico, poniéndolo a tono con las nuevas
realidades que el país exigía. A mediados de 1877 fue reorganizado el servicio de
Correos (...) (y en materia judicial) el dictador fue sustituyendo paulatinamente a los
alcaldes ordinarios por Jueces Letrados departamentales, con lo que la administración
de justicia ganó en tecnicismo y en eficiencia. La promulgación de los Códigos de
Procedimiento Civil e Instrucción Criminal (1878) se vinculó al mismo deseo:
modernizar, haciendo más ejecutivos los juicios y delimitando de una vez los
procedimientos que se arrastraban casi incambiados y complejísimos desde la época
colonial (...) El triunfo más espectacular en el camino de la modernización, lo logró el
dictador mediante una paradoja (...) Decidido, aún sabiendo que rompía
deliberadamente con toda su generación, José Pedro Varela ofreció sus servicios al
gobierno dictatorial y logró que se aprobase la famosa ley de Educación de 1877. Ella
fue el andamiaje sobre el que se desencadenó el desarrollo revolucionario de la
instrucción primaria en la capital y en la campaña (desarrollo que para Varela tenía
la doble virtud de eliminar la ignorancia y el primitivismo a la vez, que por medio de la
cultura, fundar una auténtica vida democrática, impidiendo para el futuro gobiernos
militares similares al que estaba sirviendo) (...) lo cierto es que la reforma se inscribía
dentro de un plan orgánico de “puesta al día” del Uruguay que el dictador tuvo la
habilidad de comprender y apoyar.” (Ídem)

Ficha 11: - La campaña y el Código Rural “Lo primero que exigió la clase alta rural
del Gobierno Provisorio – y obtuvo- fue el establecimiento de firmes garantías a la
propiedad privada de la tierra y los ganados (...) Las policías auxiliadas con eficacia por
ejército, practicaron durante toda la dictadura un sistema ejecutivo para concluir con la

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anarquía y el bandidaje (...) A raíz de estas medidas es que el ideólogo de la ARU,
Domingo Ordoñana escribió en 1876 la frase más célebre de la historia rural: “Va
siendo habitable la campaña, lo que significa decir que se van resolviendo los
problemas de seguridad en la vida y en la sociedad”. El gobernador provisorio
(Latorre) no escatimó esfuerzo – ni violaciones de los derechos individuales para hacer
“habitable” la campaña (...) El Código Rural, el cercamiento de los campos y la
organización de la policía constituyeron la tríada sobre la que la ARU basó su alianza
con el régimen militarista. Fue también ese instrumento jurídico, la definición más
completa que desde el punto de vista del derecho podía lograrse en la época, sobre la
propiedad de las tierras y el ganado. El Código era en buena parte la prueba jurídica de
que la clase terrateniente se consideraba ahora segura de sus propiedades. Aparecía
como la superestructura legal que venía a culminar un largo proceso en el cual la
propiedad burguesa de la tierra había sido discutida por el país de las guerras civiles y
los caudillos (...) El Código trataba de muy variadas materias pero tenía una unidad de
concepción que se la brindaron sus ideólogos, grandes propietarios progresistas,
fundadores de la ARU. La propiedad de la tierra era rigurosamente definida y se
buscaba la obtención de títulos perfectos sobre la misma; existía la obligación del
deslinde y el amojonamiento; se pretendía eliminar al estanciero minifundista que
aprovechaba el campo grande del vecino, facilitando el alambramiento e imponiendo
grandes multas a los propietarios de haciendas dispersas. La propiedad de la tierra era,
sin embargo, solo un capítulo. La propiedad del ganado era su complemento
ineludible. Debía establecerse un sistema racional de marcas y señales, no pudiendo
existir dos marcas iguales en todo el territorio nacional (...) Como coronación de todo
el edificio conceptual de este derecho burgués, se legislaba sobre las policías, las
pulperías y las peonadas, buscando el afianzamiento de las primeras, el control de las
segundas para eliminar los factores morales disolventes de la mano de obra (juego,
alcoholismo, etc.) y la estabilidad de la últimas, poniendo trabas a la libertad personal
del asalariado rural contratado por escrito por su patrón. El código de 1879 introdujo
dos variantes fundamentales (...) En materia de abigeato (...) se establecía que el que
cometiera este delito sería penado en prisión y trabajos públicos. Si el abigeato se
cometía en animales de razas especiales (europeas) la pena podía aumentarse. Por lo
tanto, la nueva legislación suprimía (la posibilidad) de que el estanciero rico pudiera
librarse de la cárcel pagando la multa, y estatuía una pena igual para todos: la prisión.
El culto de la propiedad privada, cayera quien cayera, ese era el lema de la concepción
burguesa del derecho, cayera incluso el gran propietario. El segundo aspecto reformado
– el más importante pos sus proyecciones sociales – fue el referente a los cercos de las
estancias (...) Para agilitar el cercamiento, impedir que los minifundistas continuaran
abusando de la gran propiedad y obligar al lindero que aprovechaba el cerco vecino a
contribuir a su erección y mantenimiento, la comisión estipuló la “medianería forzosa”
(...) La Comisión Reformadora informó que esta medida “está llamada a operar una
transformación de inmensas consecuencias para los intereses rurales del país,
impulsando el cierre inmediato de la propiedad y con él, la consecución de los valiosos
beneficios que antes se indicaron (...) A nadie se obliga a cerrar su campo; y si se
impone el pago de la medianería (...) ello no menoscaba de ningún modo el derecho de
propiedad, ni importa otra cosa que una justa compensación por el beneficio que se
recibe”. El Código Rural contribuyó en líneas generales, a afianzar en lo jurídico el
cambio económico que los rurales progresistas propugnaban. Al definir la propiedad de
la tierra y el ganado (...) el Código contribuyó a valorizar los bienes existentes en el
medio rural y permitió la introducción de nuevas técnicas de explotación, ya que las
garantizó (...) La puesta en práctica del Código concluyó además con los ganaderos de
“nombre”, aquellos que al decir de Ordoñana poseían solo ganados y carecían de
tierras, los minifundistas. (...) Su función de reafirmación de la propiedad privada – y
de afianzar a la clase que la detentaba – no concluyó aquí. La reforma de 1879 acentuó
esos rasgos. La ARU manifestó desde el principio su disconformidad con ella (...) Si
los grandes propietarios que habían hecho las reformas de 1879 deseaban imponer el

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cercamiento para obligar a los pequeños ganaderos (...) a vender tierras y ganados y
dedicarse a la agricultura, que tal fue su intención según Ordoñana, el resultado, lejos
de modernizar la economía del país, la iba a cristalizar, impidiendo su evolución. El
pago de la medianería forzosa consolidó el latifundio, arruinó al pequeño hacendado,
debilitó al mediano y constituyó uno de los principales elementos que conspiraron
contra el desarrollo integral del medio rural. (Ídem)

la base técnica: el alambramiento de los campos

Ficha 12: - Causas del alambramiento “Las ventajas que el alambrado


proporcionaba al estanciero eran múltiples. En primer lugar, fijaba con claridad el
límite de la tierra que cada uno poseía, hecho fundamental en una época donde la
indefinición de la propiedad era la regla y los pleitos que de ellos resultaban múltiples
(...) Ahorraba mano de obra, porque ya no se necesitaba gente para recoger la hacienda
dispersa o para parar rodeo, lo que permitía hacer fuertes economías en salarios (...)
Uno de los males más importantes que afrontaban los estancieros de antaño era la
“disparada” de los animales asustados, o la dispersión provocada por las sequías. El
alambrado lo curaba radicalmente. Salía más barato alambrar que perder cientos de
animales que se alejaban en busca de aguadas. Favorecía notablemente la cría del ovino
(...) El refinamiento del ovino y el cercamiento de los campos fueron dos procesos que
se desarrollaron paralelamente. El mismo benéfico resultado tenía para el bovino. No se
podía pensar en el mestizaje controlado y seguro sin la existencia de potreros y éstos
sólo se podían hacer de alambre. Por otro lado, el alambrado constituía una valla
impuesta a las recorridas ajenas del campo. Cualquiera podía cruzarlo, espantando al
ganado, dificultando su engorde, y en más de una ocasión, cuereando algún animal
alejado (...) Desde este punto de vista, el cerco significó ponerle puertas al campo,
custodiarlo mejor, asegurar los bienes que contenía. Trajo consigo una afirmación de la
propiedad: ello explica que todos los estancieros, tradicionalistas y progresistas, lo
hayan adoptado velozmente. Pero los últimos, además le dieron un significado
económico: la subdivisión de potreros permitía el mestizaje, es decir, lograr más carne
y más lana en menos tiempo, y por lo tanto, más ganancias (...) En la revista de la ARU
del 15 de agosto de 1881, se calculaba que en 1789, según declaraciones de la
Contribución Directa, existían 7.685 suertes de estancia en todo el país. Si se
alambraron 4.906 hasta 1882, quedaron sin alambrar 2.779, o sea, 36% del total (...)
Del 64% alambrado sólo un 13% lo hizo entre 1872 – 1876; el restante 87% lo hizo
entre 1877 – 1882 (...) si bien el costo del alambrado fue bajando, las primeras
inversiones fueron altísimas, superando en 1874 a la tercera parte del valor de la tierra.
Luego, gracias a la medianería forzosa, su costo que alcanzaba a la cuarta parte de ésta,
bajó a la octava en 1879, para pasar finalmente de la sexta a la doceava parte en 1882.”
(Idem)

Ficha 13 – Las consecuencias económicas del alambrado. “Después del ovino, el


alambrado fue el segundo elemento transformador de la estructura económica rural (...)
(La) alimentación y (la) cruza, tienen en su origen al alambre. Por eso es que lo
consideramos como el elemento técnico básico de nuestra modificación de estructuras.
Lo que el tractor fue para los países agrícolas, lo constituyó el alambre para el nuestro
ganadero (...) En lo relativo a la cruza, el papel del alambre es clarísimo; pero también
va a crear un nuevo tipo de trabajo con el ganado: la invernada, es decir, el engorde
calculado de los animales para venderlos en los meses en que la hacienda es escasa y el
consumo encuentra dificultades para proveerse (...) Pero hay otras ventajas, que si bien
secundarias, pesaban considerablemente en el conjunto de la explotación ganadera. Por
ejemplo, el cerco disminuye el pisoteo y la pérdida de los pastos por el ganado vacuno,
de manera que cuando hay sequía, los campos alambrados se conservan bien mientras
que los sin cercar no tienen pastos. Cuando hay alguna epidemia, los animales pueden

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ser aislados en potreros lejanos (...) También se economiza en sueldos de peones, que
ya no se necesitan para recoger ganado que no pueden escapar de los límites de la
propiedad; ni representa problema de estampida; ni los propietarios de mucho ganado y
poca tierra pueden utilizar la de los vecinos, como hacían antes. (...) (Los pequeños
estancieros fueron perjudicados) por el alambrado hasta tal punto que se puede sostener
que el alambre eliminó el minifundio ganadero, y aún muchos medianos propietarios se
vieron obligados a vender sus tierras por el costo del cercado. Es que, como ha pasado
siempre en nuestro medio rural, las inversiones importantes sólo las pueden hacer los
grandes propietarios; los pequeños, colocados en situación de desventaja productiva
por no poder alambrar, o por estar obligados a pagar una medianería que les imponía –
por ley – su vecino más poderoso, tenían que vender ganados o tierras (...) La
conclusión lógica es que el alambrado favoreció la gran propiedad. Por ello lo apoyaron
con fervor tan inusitado los hacendados rutinarios. Se puede decir que el alambrado fue
el único objetivo de la prédica de la ARU que se cumplió completamente; pero no
porque la campaña entera quedara subyugada por su propaganda renovadora, sino
porque el cerco consolidaba definitivamente la estructura de la propiedad de la tierra
que regía en ese momento en el país. (...) Por eso el alambramiento fue general, por eso
los “tradicionalistas” no discutieron la prédica de los “progresistas” (...) Pero lo que
importa enfatizar ahora es que el alambre, al delimitar la propiedad, marcar la tierra,
fijar la posesión, llevó fatalmente a la consolidación del latifundio y de la sociedad
tradicional. Ambos, pero sobre todo el primero, fueron obstáculos insalvables para la
creación de un desarrollo económico rural viable. Por defender sus intereses de clase,
los rurales mutilaban su propio empuje progresista, destinándolo a la frustración.
Predicaron el alambramiento aún sabiendo que consagraban y hasta agrandaban – por
las ventas de los pequeños propietarios – el latifundio. Creyeron, quizás, que podrían
superar esta valla contagiando al latifundista rutinario con su espíritu de progreso y
adelanto; se equivocaron radicalmente. El latifundio fue más fuerte que ellos: aceptó el
alambramiento para fortificarse, pero el segundo paso, perfeccionar al máximo la
explotación, no lo dio nunca; no tenía interés de darlo (...).” (Idem)

Ficha 14: Consecuencias sociales del alambrado. “A medida que avanzaba la


década de 1870 y con ella el cercamiento, los peones, agregados y puesteros iban
quedando fuera de las estancias, y arrastrando su miseria por los lindes o precoces
“rancheríos” y suburbios de los pueblos del interior (...) Las tareas de campo que más
trabajo humano necesitaban eran los rodeos y los apartes. Estos se hacían para apartar
los animales de distintos dueños, mezclados a consecuencias de una estampida, la
sequía o las conmociones políticas; o para separar los destinados a la venta, etc. El
alambre eliminó todo ese trabajo: el ganado que no se podía escapar, ni se podía
mezclar, ni se podía perder. Muchos peones fueron despedidos (...) También fueron
despedidos los agregados y puesteros (...) despedir al puestero – centinela, ahora inútil,
y expulsar a los agregados que ya no tenían en que ocuparse, fue visto como una
medida ineludible de racionalización del trabajo y ahorro (...) Pero todavía hay un
tercer sector de perjudicados por el alambramiento: los pequeños poseedores que
residían en los límites indefinidos de las grandes estancias, viviendo un poco sobre
cada una, y pastoreando así sus escasos animales. Al tenderse el cerco, el linde se fijó
con absoluta precisión; ya no quedaron terrenos indefinidos, ya no hubo donde
asentarse. El minifundista ganadero, ocupante simple de la tierra, fue a reunirse con los
peones, agregados y puesteros, fuera de los límites de la estancia. (...) A lado de estos
tres grupos de desplazados, hay que ubicar, además, a los pequeños y medianos
propietarios, que, tarde o temprano, tuvieron que vender (...) Aquí, en el Uruguay del
’70 (...) ¿qué salida quedaba para el peón que durante generaciones había vivido de y
para el vacuno, sin otros conocimientos de los que daba la estancia o el puesto?.
Ninguna, porque no se puede considerar al ejército o al rancherío como solución
económica, ni para el hombre ni para el Uruguay. El campesino europeo o
estadounidense desplazado encontró un lugar en la actividad productiva del país,

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adquirió en fábricas conciencia de su propia clase social, se organizó presentando una
fuerte lucha a la clase social poseedora. Pero nuestros criollos desplazados, sin
posibilidades de inserción en la vida activa del país, quedaron en el campo, incultos,
desunidos, inconscientes de su pésima situación social, inhabilitados por el medio para
comprenderla y reaccionar. Quedaron doblemente marginados: no sólo de la estancia,
sino también del país, fuera de su función económica, fuera de su esfuerzo para el
progreso, fuera de todos los beneficios, que éste podía aparejar. Y esta es la segunda
consecuencia de signo negativo – la primera fue la consolidación del latifundio – que
hay que atribuir al alambrado. (...) ” (Idem.)

la base económica: el rendimiento de la estancia.

Ficha 15: “La ganancia que los estancieros obtuvieron del capital invertido durante el
primer año de giro de una estancia puede considerarse como muy importante ya que,
basándonos en sus propias estimaciones, concluimos que osciló alrededor del 18%
(entre 1861 – 1881, período para el que contamos con los datos más confiables). ¿Qué
otro negocio en la época podía dar semejante interés en el primer año de inversión?
Solamente la usura montevideana: sobre los préstamos hipotecarios se cobraba entre el
18 y el 25 % anual (...) Restablecido el orden con el militarismo a partir de 1876, sus
ganancias readquirieron el altísimo nivel normal, capacitándolas para emprender la
tarea del cercamiento. Como conclusión final (...) debe subrayarse que la crecida
ganancia que obtuvieron de la explotación de la estancia, fue uno de los elementos
capitalizadores de la campaña y de fundamental importancia para permitir el peculiar
desarrollo económico impulsado por los hombres de la ARU. Sin capital no hay
desarrollo. Se los dio el ganado, el primitivismo técnico y el peón.”. (Idem)

Resumen sobre la Reforma Educativa de José Pedro Varela

Antes de esta reforma la enseñanza se encontraba bastante atrasada en sus conceptos


científicos y en sus objetivos con respecto a las necesidades sociales del momento, pero
todavía la distancia era mucho mayor por la prolongada inmovilidad del sistema de
enseñanza, mantenida casi en los mismo objetivos y métodos de los últimos tiempos de
la Colonia. Por otra parte, la instrucción primaria se cumplía en forma restringida y
defectuosa. Era frecuente que la designación de maestros recayera sobre personas sin
preparación adecuada. Las penurias del erario repercutían aún más en el sostenimiento
de una escuela supuestamente gratuita. Al criterio de la autoridad impuesto de un modo
mecánico y absoluto sobre los alumnos se agregaba el empleo exclusivo de la memoria
dando un resultado atroz, dado que en muchos casos excedía la capacidad de
comprensión del niño. Según José Pedro Barrán el “triunfo más espectacular en el
camino de la modernización, lo logró el dictador mediante una paradoja. El realismo
político que se empezaba a infiltrar junto al positivismo filosófico en la generación
principista hacia 1875, determinó la singular evolución ideológica de José Pedro
Varela. Decidido aún sabiendo que rompía deliberadamente con toda su generación
transida de idealismos afrancesados y que se condenaba al aislamiento y al repudio de
sus amigos liberales, José Pedro Varela ofreció sus servicios al gobierno dictatorial (...)

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A fines 1877 funcionaban en todo el país 196 escuelas municipales con 17.541 alumnos
inscriptos. Tres años después, el número de escuelas públicas había ascendido a 310 y
el de alumnos a 24.785. La reforma vareliana de cuyos tres principios fundamentales –
obligatoriedad, gratuidad y laicidad – el gobierno solo adoptó los dos primeros,
constituía la base cultural desde la cual partir para llegar a la modernización económica
y política.” (José Pedro Barrán, en “Latorre y el Estado uruguayo” en “Enciclopedia
Uruguaya)

José Pedro Varela, en 1874 publicó el libro La educación del pueblo. Allí según Pivel
“Toda (la) obra está nutrida de una profunda fe en la eficacia de la acción educacional.
El perfeccionamiento intelectual – dice Varela- necesario en todos los regímenes de
gobierno, es imprescindible en la democracia. El sufragio universal supone la
conciencia universal, y la conciencia universal supone y exige la educación universal.
Sobre esta base propone Varela un régimen de educación obligatoria, gratuita y laico.
En cuanto a la obligatoriedad de la enseñanza, cree que es absurdo discutir el punto.
La libertad humana -dice- no es ilimitada, y el poder público reprime el abuso y no hay
mayor abuso que el que comete un padre al privar a sus hijos de los medios de
desenvolver sus aptitudes. Añade, además, un argumento de índole jurídica: el
analfabeto se hallaba privado constitucionalmente del ejercicio de los derechos cívicos
y era absurdo consignar tal prohibición sin castigar al responsable de esa ignorancia: el
padre o el tutor. Por otra parte creía Varela encontrar en la experiencia, un argumento
más a favor del régimen de la obligatoriedad: los hechos probaban que sólo se difundía
la instrucción allí dónde esta era obligatoria. La gratuidad la fundamenta en el hecho
de que la enseñanza era un servicio público como la justicia, como la policía, y debía
ser pagado por toda la nación. Además solo la escuela gratuita podía desempeñar con
éxito la función igualitaria que la democracia le exigía. Finalmente, para explicar la
necesidad de una escuela laica, según el modelo holandés y americano, Varela
argumentaba que el Estado es una institución laica, política y no religiosa, y su obra
educacional debe ser laica como él. Por otra parte -añadía Varela- el laicismo suprimía
una serie de problemas y sobre todo dos: el relativo a los hijos de los disidentes, a
quienes no se debía forzar a recibir las enseñanzas de una confesión distinta a la de sus
padres y el creado por el instructor que, de haberse impartido una educación religiosa,
habría tenido que ser o un sacerdote o un laico aceptado por la Iglesia. Ambas
soluciones habrían significado la ingerencia de la Iglesia en los asuntos del Estado,
cosa que en el criterio de Varela era necesario reprimir vigorosamente. Pero no debe
desnaturalizarse el pensamiento vareliano. Tal como él la proponía, la escuela laica no
pretendía turbar el dominio religioso de los niños; por el contrario lo reservaba a la
familia y al sacerdocio y (esperaba) el respeto a todos los cultos en el seno de la
escuela. (Juan Pivel Devoto – Alicia Ranieri, “Historia de la República Oriental del
Uruguay”)

Documentos del periodo militarista

a. El por qué del cercamiento: “El período de pastoreo libre o sea de campo abierto,
es el que ocupa la mayor parte de la República, en nuestro concepto esta es la causa de
que la población movediza encuentre todavía la facilidad de vivir sin trabajar, cargando
sobre el vecino el peso de sus necesidades, y el de aquellos otros que no son movedizos
y que tienen una pequeña fracción de terreno y pastos que necesitan. Es, pues, esta
ganadería libre o sea ganadería primitiva causa inmanente de querellas sangrientas, de
abigeatos perfectamente disfrazados y de que los policías gasten inútilmente sus
fuerzas alrededor de pagos misteriosamente salpicados de ladrones. Nosotros no
creemos que el país adelante gran cosa, ni que repueble la campaña de ganados, ni que
las familias de estancieros decentes hagan su morada en las estancias, hasta que esas
familias estén cercadas y garantidas de la llegada de gentes de improviso, que son su

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terror y su espanto; que sea en fin la campaña habitable como lo dijimos en
oportunidad al Jefe de Estado” (Domingo Ordoñana; “Pensamientos rurales sobre
necesidades sociales y económicas de la República”, Montevideo, 1892)

b. Latorre asume el gobierno: “La nueva situación no es obra de facciones


turbulentas o inmorales, ni de partidos intransigentes. Más aún, tengo la convicción de
que hoy, el poder de cualquiera de los partidos que dividen a nuestra patria, no sería
sino la tiranía en el gobierno, la emigración o la guerra civil en los gobernados y el
martirio para el país. Mis opiniones personales son conocidas, y así como me honro de
haber sido individualmente “colorado”, tomando mi parte activa en las batallas que
han ensangrentado la República, así también me hago un honor en declarar que mi
gobierno prescindirá absolutamente de nuestras discordias anteriores y de todo
favoritismo de partido. Como partidista no quiero inaugurar en mi país, sino el gran
partido de la moral pública, de la honradez administrativa, de la libertad en el orden,
del respeto a las leyes y a todos los derechos garantidos por nuestra Constitución. Yo
no puedo ni me propongo hacer un gobierno ilustrado, pero os respondo que haré un
gobierno honrado y decente” (Cnel. Lorenzo Latorre y sus primeras declaraciones
públicas al asumir el Gobierno Provisorio)

c.- Primeros resultados: “Va siendo habitable la campaña, lo que significa decir que
se van resolviendo para ella los problemas de seguridad en la vida y en la sociedad. Es
grande la confianza que va inspirándonos la Administración del coronel Latorre,
porque encontramos en ella condiciones de aptitud con arreglo a las necesidades y
soluciones modernas (…) Repetimos, que la campaña es habitable, y es habitable
porque han desaparecido aquellas falanges de ladrones organizados, aquellas turbas de
encubridores de cueros robados y aquellas cuadrillas de compadritos que hacían difícil
el trabajo metodizado”.(Domingo Ordoñana , en 1876)

d.- El orden y la autoridad: “La campaña ha entrado realmente en caja y solo por
tener nublada la vista y tupida la inteligencia es que puede negarse a esta palpable
verdad. La campaña ha entrado en caja y para reconocer como se reconoce el principio
de autoridad, basta visitar el galpón de esquila; en el se observa un comedimiento, una
puntualidad, un deseo de agradar y de cumplir cada uno con su deber, que nos era
desconocidos en otro tiempos(...). Westman, Estrada, Martínez, Kalveen y otros
muchos cayeron cosidos a punta de tijera en sus galpones de esquila, queriendo
establecer orden y métodos en los trabajos. Ni la taba ni la baraja, compañeros
inseparables de toda reunión, se dejan ver en los centros de movimiento, lo que se
acredita que se ejecutan fielmente las disposiciones y ordenanzas rurales.” (Domingo
Ordoñana en noviembre de 1878)

e.- El poder centralizado: “Central, 23.10.1877 – 10.50. Gobernador Provisorio


Latorre. Montevideo, al Capitán de la 2ª Compañía destacada en Salto. Noticias
oficiales de ésa, me hacen saber que una gavilla ha pretendido dar un malón ¿Qué
hacen sus infantes que no se han puesto en campaña? ¿Para qué están al servicio del
orden y de las garantías de los Departamentos? Quiero que, de acuerdo con el Jefe
Político, se mueva Ud. a fin de acabar con esos bandidos. Si sus soldados no son
capaces de nada, dígamelo, para quitarlos a Ud. y a ellos” (Telegrama de Latorre en la
ciudad, fecha y hora indicada)

f.- Consecuencias para los pequeños propietarios “La estrechez de los campos pide
otro orden de aprovechamiento. Los alambrados aseguran la propiedad, pero también la
reducen a lo que es propio, y ya no se puede contar con lo ajeno. Cada cual en su

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estancia tiene que bastarse a sí mismo. De lo contrario, la ruina es inevitable, los
ganados se morirán de hambre (...) De hoy para delante el estanciero pequeño que no
trabaje y saque todo el partido posible de su moderno “campito” es hombre perdido (...)
Y nos ocupamos del pequeño estanciero con preferencia porque es de ese gremio que
se compone la mayoría den nuestros hacendados” (en “La Revista de la Asociación
Rural”)

g.- El alambre y el Rémington: “Los alambrados han dado por tierra, con respecto a
los campos, con todos los usos y todos los vicios del antiguo sistema, como el arma de
precisión, o sea el Rémington ha dado en tierra con el reinado de la chuza (...) El
alambre en el reino económico ha realizado el fenómeno que el Rémington realiza en el
orden político (...) El campo abierto era la propiedad en común. El alambre es la
plenitud del ejercicio del derecho.” (Agustín de Vedia en “La Democracia” en 1881)

h.- El Código Rural: “El Código Rural, esa obra tesoro de bienestar y seguridad para
la campaña, apenas fue puesta en vigencia, empezó a causar los efectos que se
esperaban: el contento de la población honrada de los campos, que no temía someterse
al rigor de la ley, porque sabía que obrando bien estaba exenta de caer en sus penas; y
el descontento y guerra que los ladrones de vacas y cuatreros, en pequeña y grande
escala, le hicieron, porque veían en el Código Rural el freno puesto a sus desmanes;
veían que no era posible ya tener pastoreo de ganados orejanos, que no podían tener
grandes cantidades de haciendas pastando en campo ajeno, que no podían ya, como
señores feudales, cerrar su terrenos al tránsito público, que los cueros robados no había
pulpero que los comprase y que esas bolsas de oro donde desaparecían los ganados de
los vecinos saliendo sólo para ser faenados en los saladeros del Brasil, dejaban de
existir para dar paso a la garantía de la propiedad”.(uno de los miembros de la
Asociación Rural en 1878, citado por Barrán y Nahum en “Historia rural del Uruguay
Contemporáneo”, tomo I)

i.- “Los gauchos se van”: “El gaucho que en otros tiempos recorría nuestras fértiles
campiñas encontrando en cada hogar un modesto asilo que lo resguardaba del hambre y
la intemperie, hoy atraviesa de parte a parte del territorio de la República, lleno de
miserias, cubierto con harapos, perseguido muchas veces por las autoridades policiales,
sin encontrar conchabo, ni siquiera un pobre rancho donde se ofrezca por algunos días
aquella noble y franca hospitalidad de otros tiempos. “Los gauchos se van” (se ha
dicho) y en efecto es esta una raza que se extingue y que tal vez antes de medio siglo
habrá desaparecido casi por completo. Hoy mismo, ya no se encuentra su verdadero
tipo, su tipo primitivo, salvo muy raras excepciones. Tenemos en su lugar, una nueva
generación que aparece sobre la misma escena, en los momentos en que una época de
transición, cambia las condiciones de vida, y hace más difícil la existencia del gaucho,
abandonándola como la abandona a sus antiguos hábitos y costumbres” (en “El
Pueblo” de Paysandú en 1882)

j.- Sobre las razones de Varela: “La tiranía no es un hecho de Latorre: es fruto
espontáneo del estado social de mi patria. No se puede combatir con más seguridad la
dictadura que transformando las condiciones intelectuales y morales del pueblo, ni
pueden transformarse estas condiciones por otro medio que por la escuela. Y puesto
que yo aspiro a verificar aquella transformación por este medio, y que no me da el
pueblo la dirección escolar, la recibo de quien me la da sea quien fuera. No exterminé
la dictadura de hoy, que tampoco exterminará el pueblo, pero sí con las dictaduras del
porvenir”. (Respuesta de Varela a las críticas de Carlos María Ramírez)

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k.- La educación como superación de la guerra: “La política militante atribuye al
cambio de gobierno el remedio de los males. Los gobiernos no son causa del Estado,
sino efecto de ese Estado. No son los malos gobiernos los que hacen la desgracia
permanente de las naciones. Es el estado social de las naciones el que marca el tipo que
deben tener los gobiernos. En 45 años hemos tenido 19 revoluciones. La guerra es el
estado normal de la República. Ni diez libros se han publicado desde la independencia.
No sabemos nada del país, de su población, ni de nada. Triple crisis económica,
política, financiera, agobia a la República. Falta la gran fuerza motriz de la inteligencia
cultivada” (José Pedro Varela, en la “Legislación Escolar”, 1876.)

l.- El Estado y la acción particular: “Tenemos que tratar de elevarnos para que no nos
turben las pasiones. Un pueblo ignorante, no puede tener sino gobiernos que estén en
relación con su ignorancia. No se educan en la República más 18 o 20 mil niños y están
en la ignorancia 60 a 80 mil. (...) Vivimos en un desacuerdo entre la ignorancia popular
y las instituciones políticas, entre el caudillaje y los doctores (...) La sabiduría y
eficacia del buen sistema de educación pública está en armonizar la acción del Estado
con el tutelaje de la libre acción particular. La dirección absoluta de la educación por el
Estado, puesta en práctica en Alemania y Prusia, ha dado resultados satisfactorios, pero
es nociva para el sentimiento y la idea democrática. (José Pedro Varela, en la
“Legislación Escolar”, 1876.)

m.- Garantía de igualdad: “Los que una vez se han encontrado juntos en los bancos
de una escuela, en la que eran iguales, a la que concurrían usando de un mismo
derecho, se acostumbran fácilmente a considerarse iguales, a no reconocer más
diferencias que las que resultan de las aptitudes y las virtudes de cada uno”. (José Pedro
Varela, en “La educación del pueblo”, 1874.)

n.- Garantía de progreso: “No necesitamos poblaciones excesivas; lo que


necesitamos es poblaciones ilustradas. El día en que nuestros gauchos supieran leer y
escribir, supieran pensar, nuestras convulsiones políticas desaparecerían quizá. Es por
medio de la educación del pueblo que hemos de llegar a la paz, al progreso y a la
extinción de los gauchos. Entonces el habitante de la campaña, a quién hoy embrutece
la ociosidad, dignificado por el trabajo, convertiría su caballo, hoy elemento de
salvajismo, en elemento de progreso, y trazaría con él, el surco que ha de hacer
productiva la tierra que permanece hasta hoy estéril, y las inmensas riquezas
nacionales, movidas por el brazo del pueblo trabajador e ilustrado, formarían la
inmensa pirámide del progreso material. La ilustración del pueblo es la verdadera
locomotora del progreso.” (José Pedro Varela, artículo de la “Revista Literaria”, 1865.)

Aspectos demográficos

Ficha 16: “El Uruguay de 1830 apenas contaba con 70 mil habitantes. El de 1875
poseía ya 450.000 y el 1900 un millón. El espectacular crecimiento- la población se
multiplicó por 14 en 70 años – no tenía parangón en ningún país americano. La alta
tasa de natalidad dominante hasta 1880 – 40/50 por 50 mil habitantes- se había unido a
una relativamente baja tasa de mortalidad – 20/30 por mil – para ambientar ese hecho,
pero el factor crucial de la revolución demográfica fue la inmigración europea.
Franceses, italianos y españoles hasta 1850, italianos y españoles luego, llegaron en 4 o
5 oleadas durante el S XIX. La inmigración fue temprana en relación a la más tardía
que arribó a la Argentina, y sobre todo fue cuantiosa en relación a la muy pequeña

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población existente en 1830. De 1840 a 1890, Montevideo poseyó de un 60 a un 50%
de población extranjera, casi toda europea. El Censo de 1860 mostró un 35% de
extranjeros en todo el país, y el de 1908 redujo esa cifra al 17% (José Pedro Barrán,
en la página Web de la Universidad de la República, Facultad de Humanidades).

Ficha 17: “El Uruguay conoció en su pasado dos modelos demográficos, es decir dos
maneras de encarar la vida y la muerte. El primero, vigente en el siglo XVIII y la
mayor parte del XIX, estuvo caracterizado por un incremento espectacular de la
población, debido a cuatro fuertes oleadas inmigratorias y un permanente y alto
crecimiento vegetativo. La impresionante tasa de natalidad se conjugó con un a baja
mortalidad. La familia estaba constituida por una esposa muy joven, casi adolescente,
el hombre mayor y numerosos hijos. La fecundidad era un valor socialmente estimado,
y la muerte, por familiar y cotidiana, fue culturalmente aceptada. El segundo modelo
demográfico comenzó a gestarse en 1880 – 1890. En veinte años se afianzó y hacia
1900 – 1910 estaba constituido. La población disminuyó su ritmo de crecimiento. De
1900 a 1930 solo arribaron dos oleadas inmigratorias a una sociedad que, por
relativamente densa, poco sitio les dejó. Luego de 1930 se interrumpió toda corriente
importante del exterior. La natalidad descendió más espectacularmente aún de lo que lo
hizo la inmigración y la mortalidad. La familia resultante se constituyó con una esposa
madura y un número de hijos, que a menudo solo le garantizaba el mantenimiento del
nivel poblacional, no su superación. A la mujer-madre sucedió la mujer empleada,
obrera, profesional. El feminismo hizo sus primeras armas. La muerte menos frecuente
que antes, fue vivida como algo insólito y hasta pecaminoso. La sensibilidad de la
sociedad y los individuos se rearticuló bajo otro patrón”. (José Pedro Barrán y
Benjamín Nahum “Batlle, los estancieros y el Imperio británico”. Tomo 1. Ediciones
de la Banda Oriental)

Consecuencias Económicas: Industria


-mejoramiento del ganado -Impulso ligado a la actividad del agro
-disminución de robos, epidemias, a la que estaba subordinada.
mejora de los pastos. -Motivación del mercado interno (susti
-monopolio de la ganadería en manos tución de importaciones)
de los grandes propietarios. -32.000 personas en la industria.
-consolida el latifundio (estancia tradicional)
-arruina al pequeño y mediano propietario

MODERNIZACIÓN

Consecuencias sociales: Organización obrera.


-Peones y agregados quedan fuera de la -Primeros movimientos reivindicativos
estancia. Ruina y rancheríos. (por condiciones de sobreexplotación)
-Emigración a la ciudad: Pueblos de Ratas -Influencia ideológica europea
condiciones miserables. (anarquistas y socialistas)
-desaparición del gaucho.
-Cambios demográficos

Inversiones extranjeras. Nueva “Sensibilidad”


Empréstitos, servicios públicos -Disciplinamiento
(ferrocarril, agua, gas, comercio) -Desprecio del ocio. Nuevo “dios”: el
Colocación de excedentes de capital y material trabajo.
-Abstinencia. Continencia. Represión
-La escuela, el médico, la Iglesia

18
Economía y finanzas al retorno civilista

Ficha 18: - La crisis de 1890. A esta crisis se llega “como un resultado de las
contradicciones existente entre un Uruguay que cambia, pero que no cambia del todo, y
la permanencia del viejo Uruguay, del Uruguay criollo, tradicional, de la vieja estancia
y del predominio del capital especulativo. Esta crisis fue en parte el resultado de la
situación internacional, pero también resultaba de contradicciones internas. ¿Cómo se
manifiestan esas contradicciones en nuestro país?. En la crisis de la actividad ganadera,
en la crisis del comercio de tránsito y en el auge del capital especulativo. Alrededor de
1890, Montevideo pierde el papel de intermediario que tenía en toda la región
ganadera. Uno de los factores de esta pérdida está en la propia estructuración de las
economías de los países vecinos en torno a los puertos de Río de Janeiro y de Buenos
aires. La construcción del puerto de Buenos aires desplazó al de Montevideo. El puerto
de Montevideo era un excelente puerto natural, pero sus ventajas naturales
desaparecieron en cuanto el puerto de Buenos Aires fue construido y se constituyó en
puerto obligado de exportación de toda la producción argentina (...) En segundo lugar,
la construcción de vías férreas en el Brasil eliminó en parte el comercio de tránsito que
se realizaba con la región de Río Grande del Sur. El ganado en pie se siguió exportando
hacia el Brasil e incluso en determinado momentos el ganado fue traído del Brasil para
ser faenado aquí. El factor detonante de la crisis, fue la crisis de la Bolsa como
resultado del uso especulativo de los capitales y de la oposición entre el grupo orista y
el que tenía un carácter netamente especulativo (cursista). (Los) capitales traídos del
exterior fueron utilizados en actividad especulativa. En 1887 se fundaba el Banco
Nacional, con capitales en parte de origen extranjero pero radicados en Montevideo.
Estos estaban nucleados en torno al grupo de Emilio Reus, sobre todo. El Banco
Nacional surgió con el carácter de banco de emisión, de banco que haría empréstitos al
estado, y de banco hipotecario, con lo cual intentaría quebrar el monopolio de crédito
que tenía el grupo orista que predominaba en Montevideo. Si bien el Banco Nacional
realizó una acción positiva en el sentido que dio en parte satisfacción a las apetencias
de crédito del medio rural, en gran medida sus capitales fueron empleados en la
especulación (...) El banco por su parte fue muy combatido por el grupo orista;
precisamente el hecho que desencadenó la crisis fue la acción de uno de los bancos
oristas tradicionales, el Banco de Londres, el cual presentó al Banco Nacional 400.000
pesos para ser convertidos en oro. La imposibilidad del Banco Nacional para efectuar la
conversión llevó a una baja de las acciones y a la desvalorización del papel moneda.
Simultáneamente, los empréstitos contratados con el exterior agravaron la situación.
(...) La amortización de esta deuda insumiría en 1897 el 45% del presupuesto nacional.
Los capitales llegados del exterior fueron usados en la especulación (y se tradujo) en la
fundación de 27 bancos con un capital accionario de 70 millones y más de 100
sociedades anónimas con un capital fantasmal de 400 millones. La crisis del Banco
Nacional provocó la caída de la mayoría de estos bancos y sociedades que habían
abusado en la especulación. El gobierno de Julio Herrera y Obes (...) intentó salvar al
Banco Nacional mediante la contratación de nuevos empréstitos con el extranjero y
establecimiento del curso forzosos del papel moneda. La oposición del grupo orista a
esta última medida determinó en 1892 la liquidación del Banco Nacional. Su sección
hipotecaria sirvió de base para la creación del Banco Hipotecario. Los oristas triunfaron
en la tarea de liquidar al capital especulativo, pero su dominio no fue de nuevo total,
porque en 1896 se fundaría el Banco de la República, con el carácter de banco mixto
con capitales privados y del estado (...) Los oristas perdieron así el monopolio del
crédito, aunque lograron el mantenimiento del patrón oro. La crisis financiera fue

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acompañada de una balanza comercial desfavorable, como resultado de la prosperidad
del periodo anterior, que se traduce en un aumento de los consumos y del aumento de
población que hizo necesaria la importación de un número cada vez mayor de
mercaderías. Entre 1887 y 1896 la balanza comercial fue negativa en 21 millones y
medio. La prosperidad había aumentado la capacidad de consumir productos
importados: bienes de producción (maquinaria para ferrocarriles), productos suntuarios,
y bienes de consumo popular, como consecuencia del aumento de la población. (...) La
crisis detuvo el proceso de modernización por la falta de capitales para invertir y el
descenso general de los precios” (Rosa Alonso “Hacia la consolidación del Uruguay”
Ediciones de la Banda Oriental, 1973)

Ficha 19.- La crisis de 1890. “En 1890 estalló una crisis de naturaleza económica de
tal gravedad que a muchos hizo añorar el tiempo en que aquellos parecían ser simples
traspiés políticos. La caída de los precios de lanas y cueros y el derrumbe del Banco
Nacional financiado desde el exterior, en el marco de la depresión internacional de esos
año, mostraron a la nación otros puntos vulnerables: una ganadería que había llegado al
tope de su capacidad productiva y nuestra dependencia de un mercado internacional de
bienes y capitales sobre el que no teníamos el menor control. Las reflexiones que
hicieron los dirigentes políticos civilistas del Noventa sobre el exclusivismo pastoril al
que Uruguay estaba todavía atado, forman parte de la puesta en tela de juicio de todos
los presupuestos que la vida ideológica liberal, predominante hasta 1880 en nuestros
círculos dirigentes, había construido bebiendo siempre conceptos europeos. El Noventa
está caracterizado por un nuevo signo: la nacionalización del país. Y se comenzó por
nacionalizar los esquemas culturales que hasta este instante predominaban. Estos
dirigentes comprendieron que el modelo autoritario militar no había aventado las crisis.
La guerra civil había desaparecido y sin embargo la República enfrentaba la más
violenta conmoción económica y social de su historia. La crisis dentro del orden
revelaba que por debajo de las enfermedades políticas existían otros obstáculos para el
porvenir nacional. El diagnóstico de esta generación dominada por las figuras de Julio
Herrera y Obes, Carlos María Ramírez, Francisco Bauzá y el todavía treintañero José
Batlle Ordóñez, fue que dos elementos singularmente conectados impedían el normal
desenvolvimiento del país soberano: su condición de monoproductor ganadero y su
extrema dependencia. (…) Toda esta generación coincidió en la solución: sólo el
Estado podría detener esa “hemorragia” ambientando la “independencia
económica.”(José Pedro Barrán – Benjamín Nahum, “El problema nacional y el
Estado: un marco histórico”, Fundación de Cultura Económica, nº 14, p.9, 1986).

Documentos del fin de siglo

ñ.- la monoproducción: “Vivir exclusivamente de la ganadería importa exponer el


progreso económico del país a todo género de trastornos. Bastó que el Brasil cerrara un
año sus puertos al tasajo, para que la República experimentara instantáneamente una
profunda depresión. Basta ahora que nuestros saladeros disminuyan sus faenas, para
que se altere la cifra de exportaciones y sufra el país entero. Si en vez de tener una sola
industria exportadora, tuviéramos varias, el decaimiento transitorio de alguna de ellas,
estaría casi siempre compensado por en ensanche de otra y el país no experimentaría
bruscas sacudidas.” (El Siglo, 1890)

o.- el crecimiento “hacia fuera”: “Tenemos un país en que la luz es extranjera y


privilegiada en forma de Compañía de Gas, en que el agua se halla en las mismas
condiciones en forma de Empresas de Aguas Corrientes; en que la locomoción
representada por tranvías, ferrocarriles, vapores, es también extranjera, etc. ¿A qué

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continuar? Todo es extranjero y privilegiado o tiende a serlo. Y de esa manera, si en el
régimen político hemos destruido el sistema colonial, no lo hemos destruido en la
industria, en el comercio. (...) El hecho es que una inmensa parte de las riquezas del
país se van (...) El número más considerables de los productores de esas riquezas
trabajan en el país, pero no para el país ni para habitantes del país. Sus industrias son
como esas pesquerías que se establecen en las costas de las islas desiertas. Cargan con
todo lo que pueden y levan anclas” (El Día, 1891)

p.- la mano de obra: “Nuestro poder industrial es limitadísimo. Ningún factor


intermedio entre las dos industrias madres – la ganadería y la agricultura – alimenta la
actividad de las clases jornaleras (...) La causa esencial del pauperismo naciente es el
exceso de brazos rivalizando para aplicarse a un mismo empleo. Hay sobrada oferta de
peones de estancia o chacra, y por eso es que los salarios bajen y las industrias
encarecen. Conviene pues, favorecer y alentar la creación de nuevas industrias nacidas
del trabajo del suelo o de la explotación de sus riquezas, pero tomando el propósito con
la decisión que pide un asunto de tanta magnitud, porque si a pretexto de las escaseces
del Erario, no se ataca en su origen la plaga del pauperismo, el porvenir del país se
verá amenazado por un elemento perturbador de su progreso social y político”
(Francisco Bauzá. Memoria del Ministerio de Gobierno, 15 de junio de 1893)

q.- el latifundio: “Hay todavía en nuestro país una cantidad de señores feudales o
señores de campo, que disponen de grandes cantidades de tierra y que, porque
consideran el progreso social paralelamente al progreso de sus propios recursos, dejan
de darle a esos terrenos la aplicación que convendría al país para dejarlos como a ello
les conviene, como se les da la gana”. (Antonio Bachini, diputado colorado el 13 de
julio de 1893 en la Cámara de Representantes)”

r.- la influencia directriz: “Es indudable que el Gobierno tiene y tendrá siempre y es
necesario y conveniente que lo tenga, una poderosa y legítima influencia en la
designación de los candidatos del partido gobernante, y entonces de lo que puede
acusársele es del buen o mal uso que haga de esa influencia directriz, pero no de que la
ejerza, y mucho menos podrá decirse racionalmente que el ejercicio de esa facultad
importe el despojo del derecho electoral de los ciudadanos” (El Presidente Julio
Herrera y Obes en su definición de “influencia directriz”)

s.- El coloradismo: “Dice el Partido Blanco que viene a reestablecer las garantías
individuales y las libertades públicas ¡pero no le creamos! ¡Viene, antes que todo, a
derrotar al Partido Colorado! (...) ese ataque es uno de los más formidables que se haya
preparado contra nosotros y habremos de repelerlo con nuestros propios brazos, bajo
las órdenes de nuestros mejores jefes.” (José Batlle y Ordóñez, 1897, en asamblea
partidaria)

t.- Otras razones: “El Partido Blanco tiene el derecho de revolución, porque el Partido
colorado gobierna exclusivamente los destinos del país y gobierna mal, como vosotros
mismos afirmáis”. (Eduardo Flores, 1897 en asamblea partidaria colorada)

u.- Carta de Aparicio: “Caraguatá, 6 de mayo de 1897 (...) El país hace mucho que
está en ruinas, pero sobre este suelo que adoramos los dos, la huella que han dejado los
gobiernos que crees gobierno de orden y han sido gobiernos de licencia, mientras
Bernardo P. Berro, mientras Giró, mientras el probo Atanasio Aguirre, mientras los
presidentes del Partido que hoy está en armas cuidaban la hacienda pública y acrecían
las comodidades privadas por la pureza de la administración, los gobiernos a los que tu

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te refieres en tu extensa nota, (...) han hecho todo lo contrario (...). Es por eso, hermano,
que estoy donde estoy, y aquí estaré al morir. En el bando de los administradores de
buena fe; en el partido de las probidades presidenciales; junto a aquellos que suben y
bajan pobres del poder, donde nuestro padre que no sabía manchar sus canas hubiera
estado en la hora de las grandes y supremas crisis de la conciencia pública... ¿Tú crees
servir a la Patria en el puesto que ocupas? (...) pues no la sirves, sirves tan solo a un
círculo; la patria es algo más de lo que tu supones, la patria es el poder que se hace
respetar por el prestigio de sus honradeces y por la religión de las instituciones no
mancilladas; la patria es el conjunto de todos los partidos en el amplio y pleno uso de
sus derechos; la patria es la dignidad arriba y el regocijo abajo; la patria no es el grupo
de mercaderes y de histriones políticos que han hecho a las prerrogativas del
ciudadano, nubes que el viento lleva y que se sientan hoy donde se sentaban próceres
(...) Deseo manifestarte lo mucho que me duele y lo harto que me pesa verte luchar en
pos de una camarilla sin ley ni patria, contra las más legítimas aspiraciones y contra los
más generosos anhelos del alma de esta tierra de desventuras. Tú me dices que eres
soldado de un gobierno constituido, olvidando que lo fue mal. Yo te preferiría soldado
de la nación, del derecho, de la libertad, de la honradez administrativa; lo que no obsta
para que bien te quiera quien no olvidará nunca los vínculos sagrados que a ti me unen.
Es tuyo siempre.” (Carta de Aparicio Saravia a su hermano Basilicio en la fecha
indicada)

Los levantamientos saravistas

Ficha 20.- “Pero ni siquiera el “orden” y el “sosiego” políticos habían quedado


garantizados con la solución militarista que las clases altas y el inversor británico
apoyaron en 1876. Las guerras civiles renacieron, primero con timidez en 1896 y 1897,
y por fin brutalmente en 1904. La evolución económica y social que los terratenientes
iniciaron al amparo de la paz latorrista, el cercamiento de los campos sobre todo, dejó a
una inmensa masa humana sin trabajo, lo que ambientó el alzamiento político. Por otro
lado, los gobiernos al no basarse en las mayorías sino en el manipuleo de un pequeño
electorado por el partido oficialista, dejaron fuera el grueso de la opinión pública. La
combinación de estos dos hechos se reveló explosiva y cuestionó por insuficiente la
solución impuesta en 1876. La guerra civil de de 1904, con sus sangrientas batallas de
Tupambaé y Masoller, y sus nueve largos meses, provocó tal “sonido y furia” que de
nuevo la conciencia nacional se sobresaltó. La inestabilidad política fue considerada
otra vez el centro del gran “problema nacional” a resolver. Apenas terminada la guerra,
políticos e intelectuales se dedicaron a buscar sus motivaciones más profundas.
Aparecieron innumerables artículos periodísticos y varios libros con el título “El
problema nacional”. El análisis de esas publicaciones muestra existencia de dos
grandes vertientes explicativas que a ves se conjuraron: la económico social,
mayoritaria, derivada por lo general del batllismo y el socialismo, y la política,
expuesta casi siempre por los dirigentes del Partido Nacional. (Los colorados sostenían)
que “el mal del país” radicaba en el predominio del latifundio y la ganadería extensiva,
generadora del caudillismo, la miseria campesina, la despoblación y las revueltas. (…)
Los dirigentes del Partido Nacional, en cambio, insistieron en que la causa fundamental
de la persistencia de las guerras civiles radicaba en la inexistencia de gobiernos
democráticos, que fueran elegidos y actuaran con la aprobación de la mayoría de la
sociedad uruguaya.” .”(José Pedro Barrán – Benjamín Nahum, “El problema
nacional y el Estado: un marco histórico”, Fundación de Cultura Económica, nº 14,
p.11, 1986).

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21.- “La miseria predispuso al pobrerío a la violencia y la divisa dio el empujón para
que esta subiera al rango de revolución política y tuviera una justificación sentimental,
casi ética…Todo el paisanaje empero esperaba el levantamiento armado, aventura,
alimento abundante y la posibilidad de recuperar su dignidad humana con un fusil o
una lanza en la mano, beneficios que atribuirían al jefe que los mandaban o a la divisa
que servían. Saravia sabía, aunque lo declaró solo a sus íntimos, que su única
posibilidad de triunfo no era militar sino social: si la Revolución duraba y consumía
haciendas y quemaba postes de alambrado, la clase alta rural terminaría ejerciendo una
presión irresistible sobre Batlle para que pactase y cediese (1904) lográndose así el
objetivo político buscado” (…) El alimento abundante, la ansiada carne después de la
abstinencia que sólo el abigeo rompía de vez en cuando, era el beneficio mayor. El
fuego para asarla se hacía con los postes de los “odiados” alambrados” .”(José Pedro
Barrán – Benjamín Nahum, “Historia Social de las Revoluciones de 1897 y 1904”)

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