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Contents

Una Traducción De Ciudad Del Fuego Celestial


Estimado Lector
Sinopsis
Staff
Dedicatoria
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Agradecimientos
Sobre La Autora
Ciudad Del Fuego Celestial
Notes
Una Traducción De Ciudad Del Fuego Celestial
 
 
 
ESTIMADO LECTOR
La presente traducción fue posible gracias al trabajo
desinteresado de lectores como tú, es una traducción
hecha por fans para otros fans, por lo tanto, la
traducción distará de alguna hecha por una editorial
profesional.
 
Este trabajo fue hecho sin fines de lucro, por lo cual
nadie obtiene un beneficio económico del mismo, por
eso mismo te instamos a que ayudes al autor
comprando su obra original, ya sea en formato
electrónico, audiolibro, copia física e incluso comprar
la traducción oficial al español si es que llega a salir.
 
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no hasta que haya salido una traducción oficial por
parte de alguna editorial al español, esto para evitar
problemas con las editoriales.
 
Las personas partícipes en esta traducción se
deslindan de cualquier acto malintencionado que se
haga con la misma.
 
Gracias por leer y disfruta la lectura.
 
SINOPSIS
 
A pesar de tener las probabilidades en su contra, en una vergonzosa
e incómoda reunión en la fiesta de Halloween de un amigo en
común, Carter y Evie se llevan bien de inmediato. Incluso se dan
cuenta de que ambos son agentes de alto nivel en empresas
competencia en Hollywood, lo que no es suficiente para apagar el
fuego.
 
Pero cuando sus dos agencias se fusionan, lo que hace que la pareja
compita por el mismo puesto, todas las apuestas se cancelan. Lo
que podría haber sido un hermoso y floreciente romance se
convierte en una guerra total de sabotaje. Carter y Evie son
profesionales de treinta y tantos años, entonces, ¿por qué no
pueden actuar como tal?
 
¿Puede Carter dejar de intentar complacer a todos y ver cómo su
jefe mutuo realmente está jugando en serio? ¿Puede Evie dejar de
lado su naturaleza competitiva el tiempo suficiente para descubrir
lo que realmente quiere en la vida? ¿Pueden sus clientes actores ser
algo parecido a humanos? Ya sea que estos dos pájaros del amor y
el odio obtengan el final de cuento de hadas de Hollywood o
simplemente una comedia dramática de proporciones épicas,
podrás disfrutar del estilo romántico sincero, estridente e hilarante
de Christina Lauren en su máxima expresión.
STAFF
TRADUCCIÓN:
aryancx
Queen of books
Dani Fray
Emma Bane
Hae
Haze
Jeivi37
Lovelace
Mr. Lightwood
Nea
Roni Turner
Sole
 
CORRECCIÓN:
aryancx
Queen of books
Dani Fray
Emma Bane
Hae
Haze
Jeivi37
Lovelace
m_Crosswalker
Mr. Lightwood
Nea
Roni Turner
Sole
 
EDICIÓN:
Banana_mou
Roni Turner
 
DISEÑO:
♡ Celaena S. ♡
 
EPUB:
jackytkat
 
MOBI:
jackytkat
 
Para Kristin,
y todas las aventuras que tenemos por delante.
 

 
Capítulo 1
Traducido por Roni Turner
Corregido por Nea
Editado por Roni Turner y Banana_mou

Evie
El bulevar La Ciénega es un infierno interminable de hormigón
serpenteante, pero un mal necesario en esta ciudad. Recorre Los Ángeles de
norte a sur, formando una arteria enorme que corta la «zona de treinta
millas», también conocida como ZTM, también conocida como Zona
Estudio, que históricamente contiene todos los primeros estudios
cinematográficos.
En su apogeo, y antes de que otras ciudades empezaran a ofrecer créditos
fiscales y grandes incentivos para promover que los cineastas grabaran
fuera de los estudios, ahí era donde se grababan la mayoría de películas. Ha
sido el centro de transacciones de cientos de millones de dólares en la
industria del cine, pero nunca he escuchado a nadie de la industria
mencionar ZTM en una conversación trivial. Bueno… No de la manera en
la que estás pensado.
Similar a cuando un turista vagabundea por San Francisco y lo llama
Frisco, cualquiera que se refiera al nexo de la vida de Hollywood con esas
siglas hoy en día se revelaría como un forastero que se ha topado con una
detallada página de Wikipedia. En realidad, es tan arcaico que muchos de
mis compañeros ni siquiera se dan cuenta de que es donde el lugar del
chisme fue bautizado como tal.
La Ciénega se ve como la mayoría de calles superficiales aquí en
Hollywood: hileras de tiendas y restaurantes construidos en ángulos
extraños, apiñadas cubriendo cada centímetro de espacio libre, palmeras y
vallas publicitarias que apuntan a un cielo azul manchado de gris, y coches
en todas partes. Al norte está el material del que están hechos la mayoría de
sueños de Hollywood, donde un telón de colinas empinadas parece haber
brotado directamente del asfalto. Las casas multimillonarias se asientan
como bloques de Tetris en las laderas, sus ventanas relucientes y accesos
cerrados se elevan sobre la ciudad.
Es un panorama increíble si te lo puedes permitir, pero como la mayoría
de la gente aquí en Los Ángeles, tengo los pies en el suelo con seguridad, y
desde mi casa la única vista es el apartamento al otro lado del callejón,
habitado por un marroquí malabarista que frecuentemente va sin camisa.
Supongo que hay vistas peores.
Aunque odio La Ciénega y su estancamiento interminable, el bulevar es
la línea más recta que encontrarás en Los Ángeles. Cualquier lugareño te
dirá que conducir aquí tiene que ver con el tiempo: sal a las dos y puedes
llegar a casi cualquier lugar en veinte minutos. Sal a las cinco, como todo el
mundo, y te llevará una hora recorrer diez kilómetros. Gracias a Dios, suelo
ser una de los últimas en salir de la oficina.
Miro hacia arriba siguiendo el sonido de un golpe y veo a Daryl en toda
su gloria, su cabello rubio y ojos azules ante mi puerta. Si bien soy la fusión
exacta de mis padres de cabello y ojos oscuros, Daryl Hannah Jordan es la
viva imagen de su tocaya, y parece más que acaba de lavarse en el set de
Splash a haber crecido en San Dimas, a tres casas de distancia de mí.
—La jornada laborar acabó hace más de una hora —dice.
—Solo estoy leyendo el artículo antes de irme. —Mis ojos se ensanchan
instintivamente mientras la estudio. Daryl estaba vestida con una falda y
unos altísimos tacones hace solo unas horas; ahora lleva ropa quirúrgica y
tiene su cabello rubio surfista recogido en una coleta.
Daryl empieza a estar inquieta y se interesa cada vez más en una mancha
inexistente en el dobladillo de su camiseta, y sé que me la ha colado.
—No —susurro.
—¡Lo siento! —Cae dramáticamente sobre la silla frente a mí.
—Qué idiota. ¿Te estás asustando?
—¡No quiero! Pero olvidé que le prometí a mi tío que vendría esta
noche. ¿Por qué no me lo recordaste esta tarde? ¡Sabes que ese es tu trabajo
en esta relación!
Me desplomo en mi silla. Daryl se abrió paso en la universidad en el spa
médico de su tío y disfrutó muchísimo del descuento para empleados
mientras estuvo allí. Es hermosa, con piel tersa, senos perfectos y un
espacio entre los muslos por el que podrías ver la televisión, pero también
es la primera en admitir que una parte de eso se debe a los esfuerzos
pioneros de la ciencia y su tío, el Dr. Elías Jordan, cirujano plástico. Daryl
cumple treinta este año, y además de su trabajo en TV-Literary, ha estado
haciendo un trabajo adicional para pagar todos sus retoques recientes.
Como la mayoría de la gente de esta ciudad, está decidida a no envejecer
nunca.
Afortunadamente, ya no tiene que preocuparse por eso, porque la voy a
matar.
—Bueno, este día ha sido cómicamente malo. —Reviso mi teléfono
antes de tirarlo en mi bolso.
—¿Recuérdame por qué te quiero?
—Me quieres porque escucho tus trivialidades interminables sobre
películas y mi pasividad complementa tu necesidad de estar a cargo todo el
tiempo.
Desearía poder discutir, pero ha dicho dos grandes verdades. Crecí
obsesionada con las películas; está en mi sangre. Mi padre era electricista
en Warner Bros, y mi madre peinaba y maquillaba en casi todos los
estudios. Cuando tenía ocho años, los convencí de que me dejaran ir en
bicicleta hasta la tienda de alquiler de videos del vecindario –sí, soy vieja–
después de la escuela y luego convencí al viejo y malhumorado gerente,
Larry, para que me dejara trabajar allí a cambio de videos gratis. Cuando
estaba en undécimo grado, finalmente accedió a empezar a pagarme.
He viajado por todo el mundo, pero Los Ángeles siempre ha sido, y
siempre será, mi hogar. No es solo porque mi familia está aquí; es porque
mi corazón reside en la arena, el caos y las reglas tácitas de Hollywood. Es
por lo que me convertí en una cazatalentos. Nunca quise salir en películas,
pero siempre soñé con ser parte de su proceso de elaboración.
Y siempre necesito estar a cargo. Me ha calado por completo con eso
también.
—Bien —digo—. Pero la próxima vez que un cliente me organice una
terrible cita a ciegas y no pueda negarme, pondrás cara de Evie e irás en mi
lugar.
—Hecho. —Me inspecciona con una sonrisa forzada—. No es por echar
leña al fuego, pero ¿tu disfraz está en el coche o vas como una banquera
gruñona, pero a la moda?
Abro la boca para decirle exactamente lo que puede hacer con mi disfraz,
pero capto un movimiento a través de la puerta abierta, por encima de su
hombro.
—¡Amelia! —la llamo y ella asoma la cabeza adentro—. ¿Qué haces esta
noche? Por favor, di que nada, Sra. Amelia Baker, mi persona favorita del
mundo.
—Recogeré a Jay del campamento —dice—, y pasaré el resto de la
noche en pijama comiendo raviolis de lata.
Mi cabeza cae sobre mi escritorio.
Trabajo en el departamento de edición, representando a actores y
actrices; y Amelia es la segunda al mando en RRHH. Debido a que
comenzó a ser adulta antes que la mayoría de nosotros aquí, Amelia
también es la mamá orgullosa del niño de doce años más inteligente y
guapo del mundo.
Estoy al borde de la desesperación.
—¿Alguna posibilidad de que puedas conseguir una niñera?
Amelia entra y se sienta en el brazo de la silla de Daryl. Su cabello está
cortado cerca de su cuero cabelludo. Por mucho que me gustaría poder
llevar un estilo como ese yo misma, nunca va a suceder, pero en ella,
muestra su brillante sonrisa, piel oscura luminosa y pómulos durante días.
—¿En un viernes por la noche? —Su tono oculta unas carcajadas—. De
ninguna manera. ¿Por qué?
—¿Porque Daryl es la peor amiga y tú eres la mejor amiga?
Su risa me dice que me rinda, y gimo.
—¿Tienes grandes planes? —Con sarcasmo completamente
desenmascarado, agrega—: No es como si esperara que tuvieras una cita o
algo así, pero sabes, uno puede soñar.
Me siento y señalo dramáticamente a Daryl.
—Se suponía que iba a ir a una fiesta con esa.
—Es cierto —dice con aire de culpabilidad—, pero se me olvidó y le
prometí al tío Elías que revisaría sus cuentas.
Amelia la señala al estilo de una madre.
—No te van a hacer nada más en la cara.
Daryl inmediatamente rechaza esto. Rara vez comentamos algo que
Daryl haya hecho: es una adulta y, por más perfecta que creamos que ya es,
lo hace porque quiere y, bueno, en realidad no es asunto nuestro. Aun así,
incluso yo admitiré que ha sido un poco… demasiado entusiasta
últimamente.
—Solo un poco de polvo ligero. —Daryl hace un gesto remilgado con
sus manos y luego se vuelve hacia mí—. Hablando de eso, necesito irme.
—Supongo que yo también saldré. No tiene sentido prolongar lo
inevitable. —Me muevo para deslizar algunos archivos de trabajo dentro de
mi bolso, pero luego recuerdo lo que había estado leyendo—. Oigan, muy
rápido: ¿alguna de ustedes vio el artículo sobre Brad en Variety? —Bajo la
voz y miro hacia la oficina vacía—. Espera ¿todavía está aquí?
Amelia se asoma por el pasillo hacia la oficina de Brad Kingman –
vicepresidente de Price & Dickle, director del departamento de edición y un
extraordinario gilipollas– y regresa, sacudiendo la cabeza.
—Solo estamos nosotras y Dudley, creo.
Señalo la pantalla de mi computadora, y las dos se acurrucan detrás de
mí, leyendo.
—No se trataba de él, exactamente. —Señalo el artículo en cuestión—.
Solo una mención de cómo le vieron cenando con Gabe Vestes. —Gabe es
una estrella de cine de primer nivel que firmó con nuestra agencia rival, CT
Management. Y, cosa divertida: todos saben que Brad y Gabe se odian,
aunque nadie sabe realmente por qué.
Daryl se endereza, sin impresionarse.
—¿Eso es todo? Pensé que esto iba a ser algo de mal gusto y
escandaloso.
Le doy un pequeño gruñido y vuelvo a mirar el artículo. No me
tranquiliza su certeza de que esto no tiene sentido; la sospecha me pica.
—¿Tal vez arreglaron lo que fuera que les pasara? —propone Amelia.
Tarareo, poco convencida.
—No creo que eso sea algo que le pase a Brad a menos que haya dinero
de por medio.
—Adelante, piensa en eso, Nancy Drew —dice Amelia—, pero Jay está
esperando, así que tengo que volar.
Se da la vuelta para irse, pero se detiene justo antes de la puerta.
—Y antes de que me olvide, un memorándum llegó a mi escritorio hoy –
probablemente te llegará esta semana, Evie–, Brad está posponiendo el
retiro anual de tu departamento, por lo que puedes eliminarlo de tu
calendario por ahora.
—¿Posponiendo? ¿Dijo por qué? —Mis sentidos arácnidos están
aumentados ahora. Brad ha llevado a cabo nuestro retiro del departamento
de edición en Big Bear la misma semana cada noviembre desde que
cualquiera puede recordar.
—No dijo nada —nos dice Amelia—. Todo lo que sé es que se ha
retrasado indefinidamente y estoy segura de que no te oiré quejarte por
saltarte un fin de semana en el bosque con ese tipo.

***
Cuando tienes mi edad y vives sola en un departamento con una entrada
común, pasillos interminables y pequeños timbres en las puertas, olvidas la
creciente desesperanza que sientes al caminar hacia una casa real. Una casa
con un porche, una puerta artesanal y una aldaba que te dice algo sobre las
personas que hay dentro.
Un dragón de hierro.
Una rosa de latón.
Tal vez una gárgola de cobre.
Miro al querubín perfectamente deslustrado en la puerta principal de
Steph y Mike y frunzo el ceño, de repente me siento mucho menos
satisfecha con mi vida que hace solo unas horas. Son seis años más jóvenes
que yo y ya son personas impresionantes. Gente con puerta principal.
Propietarios.
No puedo comprometerme con el plan anual de Netflix y ni siquiera soy
dueña del auto que acabo de estacionar a dos cuadras de la concurrida calle.
Soy una adulta terrible.
Miro mi túnica negra, la corbata burdeos y amarilla, la varita en mi
mano, y me pregunto por qué acepté esto. Tengo treinta y tres años y estoy
en una fiesta de disfraces vestida como una Hermione Granger adolescente.
«Jesús, Evie».
«Maldita seas, Daryl».
Y se necesita algo de valentía, déjame decirte, para venir aquí sola,
vestida como un personaje adolescente de Hogwarts. Existe este pánico
instintivo, esa ansiedad inducida por las prostitutas y los párrocos de
Bridget Jones, de que la puerta se abrirá y todos me mirarán con la boca
abierta y Steph susurrará con una empatía mortificante: «¿No recibiste el
correo electrónico diciendo que no nos íbamos a disfrazar?»
Al menos con Daryl a mi lado, ese resultado sería divertido, y podríamos
beber y bromear sobre cómo terminamos aquí un viernes por la noche.
¿Pero sola? No tanto. Aquí está la esperanza de que el tema Come As You
Are se mantenga, porque una chica que necesita un giratiempo para hacer
todo cada día es un alter ego perfecto para una mujer soltera que trabaja en
Hollywood.
Levanto la aldaba con algo de esfuerzo, usando ambas manos. Es
sorprendentemente pesada.
Cuando lo suelto de nuevo, no hace el golpe suave y profundo que
imagino, sino que golpea con un crujido metálico ensordecedor contra la
madera. El sonido resuena en el diminuto patio de ladrillos y, durante un
único y aterrador segundo, las gigantescas alas del querubín se tambalean
sobre sus bisagras como si fueran a estrellarse contra el suelo.
Saltando hacia atrás, noto el timbre perfectamente normal en la pared
exterior: limpio, obvio y, según todas las apariencias, completamente
funcional.
Entonces… no es una aldaba por lo visto.
La puerta se abre de golpe, dejando escapar una carcajada que, por la
forma en que todos me miran, parece estar dirigida al alboroto que acabo de
causar. Steph da un paso adelante, trayendo consigo una bocanada de su
perfume Prada. Con una mano agraciada y cuidada, detiene lo que
obviamente, en retrospectiva, es una decoración de puerta de metal.
—¡Evie está aquí! —Tira de mí y me abraza—. ¡Tú estás aquí!
Me gusta Steph. Solíamos trabajar juntas en la agencia Alterman cuando
yo era una nueva agente joven y brillante y ella era una becaria. Todavía
está allí, ahora como agente de pleno derecho, y hasta el día de hoy tiene el
honor de ser la colega, del pasado o del presente, a la que con menos
frecuencia deseaba estrangular. Es cálida… pero una vez que entro, vuelvo
a recordar que está tratando frenéticamente de aferrarse a su estética
adolescente a pesar de que está en una muy avanzada veintena. Caso en
cuestión: su disfraz. Estoy bastante segura de que está vestida como la
Miley Cyrus de la época de Wrecking Ball con una camiseta sin mangas
blanca recortada y una parte inferior de bikini blanca con botas. ¿También?
Veo una mesa en la esquina con un ingenioso arreglo de latas de Red Bull y
una selección de vodkas de lujo.
Haciéndome pasar, dice, demasiado fuerte:
—¡Esa cosa es solo decorativa, ganso! ¡Has asustado a todos! ¡Y oh,
Dios mío! ¡Hermione! Te ves increíble. Eres increíble por venir sola. ¡Mi
pequeña y valiente Evie!
«¿Valiente?».
¿El sonido que escuchaste? ¿El que sonaba un poco como neumáticos
chirriando? Esa era mi confianza, llegando a un punto muerto justo al otro
lado de la puerta.
Miro a mi alrededor a una variedad de rostros expectantes con sonrisas
educadas, esperando presentaciones, y veo…
…una pelirroja de apariencia amistosa vestida como Ariel, con su brazo
alrededor de la cintura de un alto Príncipe Eric hispano.
…una morena distante vestida de vampiro, susurrando algo a su novio
vampiro.
…algunas parejas al otro lado de la sala que habían estado involucradas
en una conversación grupal pero ahora están mirando hacia mi dirección,
puesto que acabo de traer la soltería a una fiesta claramente destinada a
parejas.
—¡Todos, esta es Evie-barra-Hermione! Evie, estos son… ¡todo el
mundo!
Saludo, murmurando a Steph por un lado de mi boca imitando a
Humphrey Bogart:
—No me dijiste que esto era una cosa de parejas.
—No lo es, en realidad. ¡Simplemente terminó de esa manera! —gorjea,
tirando de mí más profundamente hacia la sala de estar—. Te prometo que
será genial.
Por un segundo, cuando veo a dos mujeres vestidas como Beyoncé y
Nicki Minaj acurrucadas en el sofá, creo que podría tener razón. Este es un
grupo de mente abierta, y soy una mujer fuerte que elige abrazar su
independencia y asistir sola a una fiesta. Nada para sentirse fuera de lugar.
Pero luego me lleva más allá del grupo principal de invitados y me
estaciona en la mesa de Red Bull y vodka.
Así que así es como van las cosas.
—¿Está Morgan al menos aquí? —pregunto con esperanza, feliz de
entretener a la niña pequeña de Steph y de su esposo Mike toda la noche si
eso me ayuda a verme un poco menos incómoda.
Ella me mira con un pequeño puchero dramático.
—En casa de la niñera. ¿Qué tal el trabajo, por cierto?
Mis hombros se hunden, resignada.
—Va bien. Tyler, ¿el actor de Broadway que contraté en marzo? No está
aquí a tiempo completo con su esposa e hijo hasta finales de noviembre, así
que le dije que les echaría un vistazo. Básicamente pasé el día en un
seminario de Entrenamiento e Integración Sensorial Infantil donde los
bebés juegan con pasta cocida en contenedores de plástico gigantes por
setecientos dólares la hora.
Hay un comprensible segundo de silencio antes de que Steph se incline
más cerca.
—No lo hiciste.
—Lo hice. —Y volviendo a hablar de eso, recuerdo lo incrédulo que
estaba cuando entramos. Un grupo de mujeres diminutas con jeans blancos
con sus hijos perfectamente vestidos y sin manchas miraban emocionados
los contenedores gigantes de fideos cocidos. Pero a medida que pasaba la
hora, y vi la alegría de Bea por la travesura de jugar con su comida por
diversión, mi cinismo por la ridícula extravagancia de la crianza de los hijos
disminuyó, y comencé a sentir que sí, esto es bastante increíble.
Pero así es exactamente cómo tu cerebro se corrompe en esta ciudad.
Setecientos dólares la hora para aplastar fideos con sus puños regordetes.
Estos niños podrían pasar un rato increíble jugando con macarrones en la
bañera de su casa por un dólar cincuenta.
—Tú no eres su niñera —me recuerda Steph con leve indignación.
—No, lo sé. Pero adoro a Tyler, y conseguir ser líder en Long Board fue
un gran golpe para los dos. —Un golpe que necesitaba, y Steph también lo
sabe—. Me hace feliz ver cómo está su familia, obviamente, pero sí. No soy
una niñera. ¿Y tú? ¿Las cosas van bien?
—Sí. Ken ha estado actuando un poco más raro de lo habitual, pero… —
Hace la mímica de volcar una botella hacia atrás dramáticamente y me río.
La hora del cóctel en la oficina con Ken Alterman, mi antiguo jefe, siempre
fue una aventura.
Alguien llama la atención de Steph desde el otro lado de la habitación y,
a pesar de mi suplicante movimiento de cabeza, me da un apretón en el
hombro para tranquilizarme y dice:
—Aguanta, vuelvo enseguida.
Y luego se ha ido.
Uno pensaría que ya estaría acostumbrada a este tipo de cosas, navegar
sola en una habitación llena de personas emparejadas, pero de alguna
manera nunca se vuelve más fácil.
Saco mi teléfono del bolsillo de mi bata y rápidamente le envío un
mensaje de texto a Daryl.
Idiota. Soy la única solterona.

¿Era una fiesta de parejas? ¡No lo sabía!

Yo tampoco.

Habría fingido que tengo diarrea temporal.

En realidad, eso habría sido más agradable.

Con un gemido mental, miro disimuladamente la hora antes de guardar


mi teléfono de nuevo. Puedo quedarme cuarenta y cinco minutos, ¿verdad?
Eso parece una cantidad de tiempo que comunica: «¡Valoro tu amistad y
estoy muy contenta de haber venido!» y «No, para nada voy a salir
corriendo por la puerta para poder seguir deslizándome en la soltería en
paz». Siento que debería haber una regla clara: si no estás casada a mi edad
y has sido dama de honor más de siete veces, se te debe permitir
automáticamente una salida anticipada de cualquier evento de parejas sin
que nunca te consideren una gilipollas.
Con esto decidido, inspecciono mis opciones de vodka, sacando el más
caro de una serie de botellas multicolores.
—¿Es esta la mesa de los sujeta velas?
Como aún no he terminado de servirme el alcohol, respondo sin darme la
vuelta.
—¿La que tiene todo el alcohol? —pregunto—. Debería ser. Quiero
decir, es lo menos que pueden hacer.
—Entonces lo siento, pero necesito pedirte que te vayas —dice el
hombre con severidad, y justo cuando me doy la vuelta por la sorpresa, lo
siento inclinarse un poco detrás de mí para decir más bajo—: Me
aseguraron que era la única persona soltera contratada para trabajar en este
evento.
Está más cerca de lo que esperaba, por lo que mi risa se corta cuando lo
veo.
¿Está bromeando? ¿Está soltero? De ninguna manera soy tan afortunada.
Su cabello es oscuro, más largo en la parte superior, y mientras lo veo
inclinarse para inspeccionar algunas de las botellas, se lo aparta de la frente.
No es como si lo estuviera arreglando de alguna manera, todo lo contrario,
porque ahora está parado, sino como si fuera algo inconsciente que hace.
Inmediatamente me doy cuenta de lo cómodo que parece estar en su piel, lo
suficientemente relajado y tranquilo como para suponer que no solo estaba
planeando un ataque de malestar intestinal falso para zambullirse hacia la
salida más cercana.
Vuelve a sonreír, y cuando miro lo que lleva puesto, tengo que cerrar los
ojos para sofocar la risa.
—¿Te ha metido Steph en esto? —pregunto.
—¿Qué? —Él sigue mi mirada. Es sutil, pero con el pelo, los ojos verdes
y las gafas puedo decir adónde iba con la camisa blanca y la corbata
holgada debajo de una chaqueta gris con cremallera. Harry Potter. La
cicatriz con forma de rayo dibujada en su frente ayuda; eso probablemente
debería haberme avisado de inmediato.
Sus cejas se fruncen.
—Ay dios mío. —Se fija en mi bata, la corbata, la varita, el cabello
oscuro y salvaje que cardé a un centímetro de su vida mientras estaba
sentada en el tráfico—. ¿Me estás tomando el pelo? ¿Las únicas dos
personas solteras en esta fiesta y coincidimos?
No puedo sofocar la risa esta vez, y se me escapa, sorprendiéndolo como
a todos los que la han escuchado alguna vez. Soy pequeña pero mi risa es
poderosa.
Me mira con una sonrisa divertida que crece lentamente.
—Guau.
—Hola. —Extiendo mi mano—. Soy Evie.

—¿Es esa la abreviatura de Evil1? —Pretende estar asustado mientras


devuelve tentativamente el apretón de manos—. ¿Estás segura de que eres
Gryffindor? Tu risa me hace pensar que tienes un laboratorio secreto y estás
construyendo un perro robot apocalíptico que se comerá a todos estos
presumidos de aquí. Slytherin seguro.
—Es la abreviatura de Evelyn. La carcajada es mi don. Mantiene
alejados a los delicados.
—Soy Carter. —Señala con dos pulgares su pecho—. Nada delicado, lo
prometo.
¿Está… flirteando? Considero las plantas rodadoras de mi vida amorosa
y me maravilla que ya ni siquiera puedo notarlas.
Carter es un poco tonto, a pesar de ser sexy. Las gafas parecen reales,
oscuras y de montura gruesa. Es más alto que yo, pero no demasiado alto, lo
cual es una ventaja en mi libro, con ojos que son de un verde sorprendente,
cabello castaño oscuro y espeso...
Parpadeo para sacarme de mi inspección y vuelvo a su cara, dándome
cuenta de cuánto tiempo he estado mirando la parte superior de su cabeza.
—Un placer conocerte.
—Igualmente. —Señala su propio disfraz de nuevo y sonríe—. Esto fue
lo mejor que pude hacer con una motivación a medias y un armario sin
inspiración. —Me mira de nuevo—. Sin embargo, eres una Hermione
increíble. Harry y Hermione. Perfecto. Los shippeo2.
Mi estómago da otro pequeño vuelco.
—Se suponía que mi amiga Daryl vendría como mi Ron, pero tuvo que
abandonar en el último minuto. Está muerta para mí.
La risa de Carter sale como una carcajada fuerte y sorprendida antes de
abrir una lata y tomar un trago largo y lento.
Honestamente, estoy tratando de mantener la calma y no mirarlo
demasiado de cerca, pero estoy fallando.
Viviendo en Los Ángeles, y especialmente trabajando en Hollywood,
conozco gente hermosa todos los días, incluso salgo con algunos. Pero en
una ciudad llena de caras bonitas, me he vuelto inmune a su previsibilidad,
a la simetría. Carter es lindo de una manera distintiva: sus ojos son grandes
y están delineados con las pestañas más oscuras y gruesas. Su mandíbula es
afilada. Con los marcos gruesos de sus anteojos, el suyo es un tipo de
belleza inconsciente. Necesita un corte de pelo. Cuando sonríe, veo que sus
dientes son blancos, pero no perfectamente rectos. Lo hace parecer
inmediatamente amistoso. Y sus imperfecciones sorprenden en un mar de
Invisalign, Botox y autobronceadores. Se ve... real.
Ahora, antes de que pienses que estoy pensando demasiado en esto,
déjame recordarte que ya no tengo veinte años, y cuando conoces a
hombres de mi edad, inmediatamente los colocas en una de tres listas, solo
para facilitarle la vida a todos: material de novio, no material de novio o
gay. Material de novio básicamente significa que usas tu sostén cuando
están cerca, y no hablas de funciones corporales o granos. No material de
novio o gay: todo vale.
—En eso estás por delante de mí. Nunca tuve ni siquiera un acompañante
—dice—. Nuestros ilustres anfitriones me amenazaron para que viniera.
¿De qué los conoces?
—Solía trabajar con Steph en Alterman.
Algo pasa por el rostro de Carter, ¿un parpadeo de reconocimiento, tal
vez? Pero antes de que pueda analizarlo, Steph sale haciendo malabares con
un montón de platos. Carter y yo luchamos por hacerles un lugar en medio
del Red Bull.
—¿Qué pasa con la selección del bar? —le pregunto, señalando hacia la
mesa—. ¿Estás esperando chicos de la fraternidad más tarde?
—Oh, Dios mío, ¿te imaginas? —Su pregunta sale entrecortada, casi
orgásmica, y la miro fijamente—. Todo lo demás está ahí. —Levanta la
barbilla, señalando otra mesa en la sala de estar que ahora veo que está
cubierta de vino, cerveza y todos los licores habituales.
Dejo caer mis hombros en fingida derrota.
—Pero eso es en territorio matrimonial.
—No tenemos entradas para ese lado de la sala —agrega Carter.
Steph parece que está a punto de poner los ojos en blanco, pero luego se
congela y su boca se abre.
—Hacen buena pareja.
Carter y yo intercambiamos una mirada de complicidad.
—Hablamos antes —dice—. Asegúrate de coordinarlo para que sea lo
más incómodo posible.
Ella le da una palmada en el brazo.
—¡Cállate! Mikey y yo sabíamos que ustedes dos se llevarían realmente
bien. ¿Sabían que todos trabajamos como cazatalentos? Quiero decir,
chicos. Ustedes dos son como una pareja caída del cielo, ¿verdad?
Justo antes de regresar en dirección a la cocina, Steph frunce la nariz
hacia nosotros como si fuéramos un lindo conjunto de figuras de porcelana
en un estante y nos ladeara justamente para mirarnos el uno al otro.
Cuando Carter se vuelve hacia mí, nos miramos durante un segundo
atónito y sin palabras.
—Esos imbéciles nos tendieron una trampa —susurra.
—Parece que sí. —Miro en dirección de Steph—. ¿No saben que ese tipo
de cosas nunca funcionan?
—Es como esa película con Seth Rogen y Katherine Heigl donde tienen
esa cita desastrosa.
Hace una pausa con la lata a medio camino de los labios.
—O espera... ¿Estoy recordando eso mal?
Una sensación como polvos picapica se dispara en mi pecho: sé de qué
película está hablando.

—¿Te refieres a Ligeramente embarazada3? —Él asiente y yo continúo


—: En realidad, no es una cita. Se conocen en una discoteca después de que
ella, Katherine Heigl, consigue un ascenso. Conoce a Seth Rogen en una
discoteca real aquí en Los Ángeles llamada Plan B, y se emborrachan y
tienen sexo sin protección. Ella se da cuenta de que está embarazada ocho
semanas después y luego tienen una cita incómoda en la que ella se lo
cuenta.
Cuando finalmente termino y tomo una bocanada de aire, lo veo
mirándome, con las cejas levantadas sobre la parte superior de su Red Bull.
—Ese fue un resumen impresionante para una película que salió hace
más de diez años.
Me contoneo sacudiendo ligeramente los hombros.
—Es mi otro don.
Sus ojos brillan.
—Tengo que ser honesto, Stephanie debería saberlo. Eres increíblemente
bonita y obviamente bendecida con al menos dos dones envidiables, pero a
simple vista, nada suena peor que salir con un compañero de oficio.
Dios, estoy de acuerdo. Salir con alguien de mi mundillo sería un
desastre: el horario es terrible, las llamadas telefónicas son constantes y la
presión arterial –y la vida sexual– sufren.
Así que me alegro de que lo haya dicho, me alegro de que lo haya
soltado así. Es como si estuviéramos en el mismo equipo y de repente no
hay presión: Equipo «Son Lindos Pero Nunca Podría Funcionar».
—Y —añade—, acabo de darme cuenta de que eres la amada Evelyn
Abbey. Todo cobra sentido ahora.
Me toma por sorpresa por un segundo y no estoy segura de cómo
reaccionar. Hollywood es una industria de casi cuarenta mil personas, pero
sus círculos son pequeños. Si ha oído hablar de mí, y de mi historial, podría
ser genial... o no. Me siento incómoda sin saber cuál es.
—¿Así que eres un agente? —pregunto—. ¿Cómo es que nunca nos
conocimos?
—Estoy en TV-Literary. —«Pequeños círculos». Me relajo un poco—.
Pero Michael Christopher y Steph hablan de ti todo el tiempo.
—¿Llamas a Mike “Michael Christopher”? —pregunto—. Eso es
realmente lindo. Me das vibes de Winnie the Pooh.
—Fuimos juntos a la escuela primaria —explica Carter—, y los viejos
hábitos tardan en desaparecer. Intenta fingir que es genial estar casado y
tener un hijo de tres años que lo obliga a usar tiaras, pero en el fondo sé que
lo enloquece que siga soltero y no haya fotos mías en Instagram con brillo
de labios de purpurina de mi hijo.
Me río.
—Bueno, si te hace sentir mejor, esto va mucho mejor que la última vez
que Steph trató de tenderme una trampa.
Carter tiene la habilidad mágica de levantar bruscamente una ceja, y hace
que una reacción química en mí estalle como una bomba.
—¿Ella te hace esto mucho?
—La última vez —explico—, me hizo una encerrona con su primo
regordete de veintidós años, Wyatt.
—Eso es considerado. Le debe gustar mucho Wyatt.
Dejé que ese cumplido se deslizara cálidamente sobre mí.
—Tengo treinta y tres años, así que…
La risa de Carter es suave, pero todo su rostro sonríe cuando lo hace.
—Él no pudo manejarte, lo pillo.
—Recién graduado de UCLA, el pobre Wyatt no había tenido una cita en
algunos meses. —Yo sonrío.
—O... en su vida.
No estoy segura de qué hacer con su atención honesta y directa mientras
escucha. Estoy acostumbrada a ser la persona que se disuelve en un
segundo plano, por necesidad. La mayor parte de mi vida –la mayor parte
de mi vida social– se centra en el trabajo. Y allí me muestro, cuando veo
una red flag4 o tengo que sacar la cara por mis clientes. Pero, por lo demás,
mi trabajo se hace mejor entre bambalinas. Solo cuando estoy aquí, de pie
con un hombre que me observa como si yo fuera la única cosa en la
habitación, me doy cuenta de cuánto tiempo ha pasado desde que alguien
me mirara de esta manera.
Se me ocurre una idea: aunque creció con Mike en el este, si Carter está
en TV-Lit, probablemente sea local. Daryl podría incluso conocerlo.
—¿Dónde trabajas?
Carter sonríe, como si se diera cuenta de que lo que está a punto de decir
es una pequeña bomba fétida social lanzada entre nosotros.
—CTM.
CT Management es nuestro mayor rival. Dentro de mí hay impulsos en
guerra: una necesidad de levantar el puño porque es local, contrarrestado
por un pico instintivo de competitividad.
Si nota mi silencio, pasa inadvertido.
—Me mudé aquí hace dos años, y digo esto como alguien que creció
rodeado de trenes subterráneos y un millón de otras formas de llegar a
donde necesitas ir —dice—. ¿Pero aquí? Dios. Vivo en Beverly Hills,
nunca pensé que diría eso, y sigue siendo una pesadilla llegar a cualquier
parte.
—Ustedes, los de la costa este, están tan mimados con su… —Hago
comillas con los dedos—. …metro y eficiente sistema de taxis.
La risa de Carter es una risa tranquila y embriagadora.
—Es cierto. Soy un chico de pura cepa de Long Island. Pero ahora, soy
de Hollywood.
—Solo asegúrate de no ser por completo de Hollywood.
—Ni siquiera estoy seguro de saber lo que significa “ser por completo de
Hollywood”. ¿Es cuando miras los zapatos de quinientos dólares en Saks y
piensas: «Probablemente debería comprarlos»? Porque teníamos de eso en
Manhattan.
—Peor —digo—. Es cuando reconoces los zapatos de quinientos dólares
en los pies de otra persona y sabes dónde probablemente los compró. Y
luego juzgas un poco a la persona que los usa porque esos mocasines ya no
son el diseñador subestimado y caro número uno de la ciudad y sabes que
estaban en oferta la semana pasada, así que no pagaron el precio completo.

—Guau. Eres Eve-il5.


—Oh, esa no soy yo. —Levanto mis manos y luego señalo mis simples
zapatos planos amarillos que se asoman debajo de mi bata—. Le haré saber
que estos zapatos son de Old Navy, señor. Comprados de liquidación. Pero
he vivido aquí toda mi vida. Todos los días es una lucha no dejarse arrastrar
por el juego.
—¿“El juego”?
—¿Cazatalentos en Hollywood? —digo—. Sabes que es un juego.
—Bien, bien. —Asiente y me doy cuenta de que, con ese gesto sutil, ya
está jugando. Y si mi instinto está en lo correcto, también es bueno en eso.
Es completamente abierto hasta que surge el tema del trabajo, y luego un
filtro se desliza en su lugar.
Interesante.
Tomo un sorbo de mi bebida, mirando a la fiesta que nos rodea. Juntos,
Carter y yo formamos esta pequeña isla en el comedor; es casi como si al
resto de los invitados se les hubiera dicho que nos dejaran en paz.
—Así que estás en P&D —dice.
—Así es. —Lo miro, tratando de leerlo como lo hago con cada persona
nueva que conozco para poder descubrir cómo interactuar mejor, y pienso:
«Es imperturbable»—. Para Brad Kingman.
Carter no reacciona, y si mi suposición es correcta, es porque ya sabía
esto sobre mí.
—¿Es cierto que es notoriamente quisquilloso con la comida y solo come
crudo, sin procesar, sin azúcar…? —Carter sonríe mientras inclina
descaradamente su lata de Red Bull hacia sus labios—. Obviamente, yo
mismo estoy muy preocupado por la salud.
Me río.
—Es cierto, todo lo que se dice.
—No puede ser tan extremo como todos dicen.
—Una vez —comienzo—, puse una revista de hogar y jardín sobre su
escritorio, pensando que podría llevarle a su mimado gran danés la barra de
comida para perros pegada en la portada. Pasé más tarde y él se lo estaba
comiendo. Está tan acostumbrado a la comida blanda e insípida que se
comió una barra de comida orgánica para perros y no se dio cuenta de que
no era para personas.
Carter parece horrorizado.
—¿Dijiste algo?
—Umm, no —digo, incapaz de evitar reír—. Pero en mi propia defensa,
acababa de decirme que me veía un poco esponjosa con mi vestido nuevo.
Así que tal vez se lo merecía.
Tan pronto como la última palabra sale de mi boca, desearía poder
retractarme.
Los agentes son notoriamente chismosos. De alguna manera, compartir
confidencias para hacer avances es parte del negocio. Pero nunca ha sido
una parte muy importante de mi negocio. Lo mantengo nivelado. Lo
mantengo al frente. Hago las cosas. Y por mucho que sintiera justificado
dejar que mi jefe comiera comida para perros, no me empantano en
compartir historias de mal comportamiento, travesuras de borrachos en las
mesas de los bares, o qué becario se tira a quién. A menos que esté con
Daryl o Amelia, en cuyo caso, la cosa se pone seria. Y, en general, me gusta
rodearme de un círculo de ideas afines. La reputación lo es todo.
Carter se inclina.
—Sin embargo, eso es algo bastante terrible de decir por tu parte.
Y maldita sea, al susurrar ese consuelo, se las arregló para sacar tanto el
lado profesional como el tranquilizador. Los buenos agentes pueden leer a
las personas, tranquilizarlas instintivamente y hacer que hablen, o
permanecer discretos en cada situación. Los grandes agentes pueden hacer
los tres a la perfección.
Todos tendemos a mantener nuestros ases en la manga y no dejar ver lo
que realmente estamos pensando.
Nuestras guardias están levantadas, nuestros muros son altos y nuestros
medidores de mentiras están sintonizados en la configuración más sensible
posible.
Se me ocurre, mirándolo un poco más de cerca, que Carter
definitivamente mantiene sus cartas cerca de su pecho, sí. Pero también
parece tener una muy buena mano.
Capítulo 2
Traducido por Roni Turner
Corregido por ~Mr. Lightwood
Editado por Roni Turner y Banana_mou

Carter
Michael Christopher me encuentra el sábado por la mañana, con el
periódico abierto sobre la mesa y la cafetera chisporroteando
silenciosamente de fondo.
—Me alegro de que no hayas intentado conducir a casa. —Su voz es
áspera como un cristal roto, y cuando levanto la vista, sonrío al verlo en una
bata de baño de terciopelo azul que cuelga desordenadamente abierta sobre
una camiseta desteñida y un par de calzoncillos a rayas. Encima de su
cabeza, su cabello tiene forma de fogata.
—Buenos días, señor Hefner.
Maldice con fuerza cuando su pie localiza un puñado de Legos
enterrados en la mullida alfombra de cocina.
—Esa boca. —Escucho a Stephanie darle este discreto recordatorio al
menos una docena de veces.
Michael gruñe, inclinándose para inspeccionar el daño.
—No conoces el dolor hasta que tienes uno de estos hijos de puta
incrustados en el empeine. —Satisfecho de que no está sangrando, cojea el
resto del camino hasta el armario, saca una taza de café de cerámica blanca
con las diminutas huellas de Morgan estampadas en el costado y se sirve un
poco de café—. ¿Por qué siempre te levantas tan temprano?
—No sé. Mi reloj biológico se niega a renunciar a ser neoyorquino.
—Tu reloj biológico es un idiota.
—Lo sé. —Me río—. Bonita túnica, por cierto.
Vierte nata en su taza y desliza el cartón de nuevo en el refrigerador. La
nevera del apartamento que compartíamos en la universidad estaba llena de
cupones de pizza y números de teléfono; este tiene un dibujo gigante de
Paco Pico y recordatorios sobre citas de juego.
Michael se deja caer en el asiento frente a mí y toma un sorbo de su café.
—Fue un regalo de Steph para el Día del Padre.
—Bueno, felicidades. Eres oficialmente tu padre.
Inclinándose sobre la mesa, Michael inhala el vapor que sale de su café.
—No puedo ir de sabelotodo todavía, Carter. Mi cabeza me está matando
y todavía estoy tratando de averiguar por qué estaba usando la ropa interior
de Steph cuando me desperté.
—Nop. No, no. —Sacudo la cabeza, con la esperanza de desalojar esa
imagen mental en particular antes de que se queme en mi cerebro.
Poniéndome de pie, me dirijo al ibuprofeno que sé que está guardado en
el armario al lado del fregadero, el botiquín, lo llaman. Está lleno de recetas
y tiritas y todos los medicamentos de venta libre que pueda necesitar. Hay
una botella de yodo ahí, por el amor de Dios.
Los adultos tienen yodo. Mi madre tiene yodo. Tengo veintiocho años y
no sabría decirte con absoluta certeza para qué sirve un bote de yodo.
Es en estos momentos cuando veo el marcado contraste entre nuestras
vidas. Michael y Steph tienen una casa de tres habitaciones en una tranquila
calle residencial. Tienen un buzón con «Evans» caprichosamente pintado a
mano en el costado y una tabla de crecimiento en la parte posterior de la
puerta de un armario. Tienen una hija. Yo tengo un pequeño apartamento de
una habitación y un cactus que me enorgullece haber mantenido vivo
durante seis meses.
¿Cuándo me superó en la Escala de Rendimiento de Adultos?
Tal vez fue casarse o desafiar la aventura inmobiliaria lo que lo hizo, o
tal vez convertirse en padre. De cualquier manera, nunca podría preguntar,
porque a pesar de lo responsables que se han vuelto él y Steph, ambos
todavía se consideran apenas salidos de la adolescencia, y cualquier
mención de lo contrario los llevaría a insistir en que tomemos un barril de
cerveza o encontremos la rave6 más cercana. Y yo, irónicamente,
definitivamente soy demasiado viejo para eso.
Con tres ibuprofenos marrones y un vaso de agua en la mano, vuelvo a la
mesa y lo pongo todo frente a él. Murmura con agradecimiento y toma tanto
las pastillas como el vaso, drenando el agua de un largo trago.
—Estoy áspero esta mañana.
—¿Cómo es que estás sorprendido? —Vuelvo a sentarme—. Tomaste
Red Bull y tres tipos diferentes de marihuana en tu fiesta. No he visto
alcohol y hierba en el mismo lugar desde el último año en la universidad.
Él mira hacia arriba, levemente ofendido.
—Fue una fiesta genial.
—Lo fue, pero también fue una fiesta de disfraces a finales de
septiembre.
—Halloween es una época muy ocupada para Morgan —explica—. Hay
citas de juegos y desfiles de disfraces y carnavales de otoño con los que
lidiar. Ese chico está más ocupado que yo. Steph y yo tuvimos que mover
nuestra fiesta.
Me quedo en silencio, esperando que el eco de sus palabras penetre un
poco, pero él todavía parece estar enamorándose de su café.
Finalmente, interrumpo:
—Creo que la mujer que vestía la ropa más real era tu esposa vestida
como Miley Cyrus.
Michael Christopher tiene un pequeño brillo en sus ojos.
—No sé sobre eso. Evie parecía estar mostrando tanta piel como tú.
Míralos, adorables Hogwartsers.
«Aquí vamos».
Me inclino, tomando otro sorbo de mi café.
En mi visión periférica, lo veo intentando encogerse de hombros
casualmente.
—Steph pensó que ustedes podrían llevarse bien.
—Tomo al menos cinco de tus puntos fríos restantes por dejar que tu
esposa me hiciera una encerrona con alguien.
—No pareció importarte anoche.
Dejo mi taza y hago todo lo posible por ignorar el pequeño aceleramiento
en mi pulso. Es cierto que tuve más química con Evie en las tres horas que
estuvimos juntos que con todas mis citas en el último año juntas.
—No me importaba, de verdad —le digo—. Está buena, es graciosa, ¿y
esa risa? Increíble.
Hace una pausa y lo siento inclinarse un poco sobre la mesa.
—Estoy a punto de hacer eso donde me emociono ante la perspectiva de
que te enganches con alguien que conocemos y nosotros salgamos juntos
como pareja. Necesito una pareja genial con quien pasar el rato, Carter.
Todos aquí quieren hablar sobre cómo el hecho de no tener gluten ha
cambiado su vida, o cuánto han puesto en su contrato de jubilación.
—No nos adelantemos demasiado. Me gusta lo suficiente, pero… venga
ya. —Apoyo los codos en la mesa—. Vives con Steph, ves las horas que
trabaja. Imagina a Steph saliendo con Steph. De ningún modo. Sería una
pesadilla y terminaríamos odiándonos.
—¿Por qué la lógica siempre tiene que aplastar todos mis sueños? —Se
toma un momento para mirar detrás de él hacia la puerta abierta antes de
agregar en voz baja—: Nunca le digas a mi esposa que sugerí esto, pero
¿podrías simplemente enrollarte con ella? Diviértete un poco, y ve adónde
va.
—No sé si es una buena idea. Intercambiamos los teléfonos, al menos. —
Me pongo de pie para poner mi taza en el fregadero—. Fue divertido hablar
con ella y la conexión podría ser útil en algún momento si puedo pasar al
departamento de edición.
—Esto todavía podría funcionar para mí si despidieran a uno de ustedes
—dice con una sonrisa.
—No es exactamente a dónde iba con eso, pero me gusta tu retorcido
optimismo.
Miramos hacia arriba al mismo tiempo al sonido de un bajo golpeando y
un automóvil conduciendo demasiado rápido por la calle tranquila y
dormida.
Michael se pone de pie y mira por la ventana que da al camino de
entrada.
—¿No me dijiste que Jonah conduce un Range Rover negro?
—¿Jonah? ¿Como en mi hermano Jonah? —pregunto, moviéndome para
unirme a él.
Efectivamente, vemos cómo un Range Rover negro brillante hace un giro
derrapado hacia el estrecho camino de entrada de Michael Christopher. El
motor se apaga abruptamente y el silencio repentino hace que me zumben
los oídos.
Ya estoy temiendo esta confrontación. No he visto ni hablado con mi
hermano menor en meses. No tengo idea de lo que está haciendo aquí
ahora. Vemos cómo se abre la puerta del lado del conductor y emergen un
par de piernas vestidas de mezclilla.
—Bueno, se ve... diferente —dice Michael, con las cejas levantadas.
—No lo has visto desde que tenía dieciocho años; por supuesto que se ve
diferente. —Empujo la encimera y me dirijo hacia la puerta principal.
De hecho, la mayoría de las personas con las que crecimos no han visto a
Jonah desde que se fue de casa justo después de graduarse. Era el niño
artístico, el que con la cámara colgada del cuello tomaba fotos de líneas
eléctricas y paredes de ladrillo y tomas deprimentes y sinceras de personas
que parecían incapaces de sonreír.
Fue una de estas fotos la que le valió una beca para el último año de una
academia de arte de élite, pero mientras todos los demás hacían planes para
la universidad, Jonah tomó su cámara y una bolsa de lona y se mudó a Los
Ángeles. Así. Una vez aquí, colocó al tipo adecuado en una fiesta y lo
contrataron en el acto para una cándida sesión en blanco y negro de una de
las mayores leyendas de la guitarra del rock and roll. El músico murió
trágicamente solo unos días después, y de la noche a la mañana, Jonah pasó
de ser un artista hambriento a ser el fotógrafo de portada de un número de
venta de discos de Rolling Stone y una estrella, con más trabajos, mujeres y
dinero del que sabría manejar.
Mi mamá nunca deja de hablar de él.
Es extraño ser el hermano mayor y todavía sentirse como el que está tan
atrás.
—Estoy hablando de los tatuajes y los piercings —dice Michael,
siguiéndome por el pasillo.
—Se ve como el intencionadamente chico cool de una banda de música.
Abro la puerta principal justo cuando Jonah comienza a subir los
escalones de la entrada.
—¿Tienes alguna idea de qué hora es? —susurro-grito, saliendo al
porche y encogiéndome por dentro porque sueno exactamente como nuestra
madre.
Jonah deja caer un cigarrillo en el porche de Michael, lo apaga con la
punta de una bota y luego tiene el descaro de parecer confundido.
—¿Eh?
—Steph y Morgan están en la cama —le explico lentamente—. Es
sábado por la mañana en un barrio tranquilo. —Observo sus vaqueros y su
camiseta, la chaqueta de cuero negra y la barba de varios días—. La
mayoría de la gente todavía está en la cama y vienes corriendo por la calle
como si tuvieras tu propia fiesta personal en esa cosa.
—Está bien, papá. —Pasa junto a mí hacia la casa, echando un vistazo a
Michael Christopher antes de reírse, un poco desagradable—. Entonces,
¿así es como se ve estar casado y con hijos? Escabroso.
Michael abre la boca para responder antes de que el insulto parezca
asentarse y le mira con cara de «qué cojones está pasando».
Desafortunadamente, Jonah no lo ve porque ya lo está pasando hacia la
cocina.
—Buena casa.
Sigo a mi hermano y observo cómo se sirve una taza de café.
—Sírvase usted mismo, Jones.
Se gira, se apoya contra el mostrador y se lleva la taza a los labios.
—Mamá me envió unos doscientos mensajes preguntándome si sabía
dónde estabas. —Da un sorbo, tragando ruidosamente—. Supongo que no
sabe que solo nos hemos visto una vez desde que te mudaste aquí.
—Has estado en casa una vez en cuatro años —le recuerdo—. Así que
ahórrame la lección sobre la unión familiar.
—Sí, estoy ocupado, pero me gustaría tener tiempo para mi familia.
Gracias a Dios, mamá me envió esta dirección o quién sabe cuánto tiempo
antes de que me enterara de que básicamente no tienes hogar y duermes en
el sofá de tu compañero de habitación de la universidad.
—En realidad, tenemos una habitación de invitados —ofrece Michael
Christopher inútilmente.
—No soy un vagabundo, idiota —le digo a Jonah—. Solo acabé aquí
anoche.
Michael nos da una palmada en los hombros a ambos con una risa
incómoda.
—En fin, ¿cómo va el trabajo, Jones? Vi esa nota publicitaria sobre ti en
People el año pasado. Jodiendo a la gente7. Increíble, hermano.
Mi hermano saca una silla, le da la vuelta y se sienta a horcajadas sobre
ella. Como un imbécil.
—Estuvo bien —dice—. Ahora Vogue… eso fue genial.
Lo estudio durante unos segundos.
—Jones, parece que no te has duchado en una semana.
Él sonríe por encima de su taza.
—Jodida noche loca.
Michael Christopher hace girar su propia silla y se sienta a horcajadas
sobre ella, al igual que Jonah.
—Tuvimos una noche bastante loca nosotros mismos, ¿no es así, Carter?
—Fue... bastante loco —coincido, cargado de sarcasmo—. Podrían haber
tenido Red Bull y marihuana, pero también había una barra de sangría, un
ramo de tampones en el baño y una sala de extracción acordonada para las
madres lactantes.
—Sí, este lugar estaba fuera de peligro —dice Michael, sin inmutarse—.
También era bastante tarde. Bueno… Quiero decir, todo había terminado a
las once porque Morgan se pone de mal humor si no duerme lo suficiente y
mucha gente tenía niñeras por las que tenían que regresar a casa. ¿Pero
hasta entonces? De-mente.
Jonah asiente como si pudiera identificarse y, dándole créditos, no le
hace pasar un mal rato a Michael.
—Carter incluso se llevó bien con alguien —dice Michael. Gimo tan
pronto como las palabras salen de su boca.
—¿Una chica? —Jonah sonríe.
Le frunzo el ceño.
—Una mujer, sí.
Jonah se ríe en su café.
—Lo siento —dice—. Me refiero a mu-jer.
Le doy a Michael una mirada que espero sea aterradora.
—¿Cuál es su nombre, MC? —pregunta Jonah—. ¿Yo la conozco?
—No —interrumpo. Quién sabe si tengo razón, pero es un deseo
desesperado lanzado al universo.
—Evie —dice MC con entusiasmo—. Está buena, es inteligente, cuerpo
increíble. Solía trabajar con Steph en Alter…
Lo corto:
—Michael. Cierra la boca.
Jonah aplaude y me sobresalto.
—Hombre, a mamá le va a encantar esto.
—No le hables a mamá sobre mi vida amorosa, y no le mencionaré el
buffet rotativo de apenas-legales en tu cama.
Contrarresta mi golpe bajo con uno aún más bajo.
—Tienes razón. No me gustaría hacerle ilusiones. Recuerdas lo mal que
se lo tomó cuando arruinaste las cosas con Gwen.
Creo que escucho a Michael Christopher hacer una mueca desde el otro
lado de la habitación.
—Oh, Dios mío —gimo, ahuecando mi frente.
Gwen Talbot fue la primera chica de la que me enamoré y mi madre la
adoraba. Donde la mayoría de las madres intentarían convencer a su hijo de
veinticuatro años de que era demasiado joven para hablar en serio, y mucho
menos para comprometerse, prácticamente podía imaginarme a mamá
nombrando a sus nietos cada vez que traía a Gwen a casa. Pero Gwen y yo
nunca estuvimos en la misma página. Ella quería una vida tranquila en
Long Island con una casa e hijos. Trabajaba para un agente y vivía en un
apartamento de mierda en la ciudad para poder ir a todos los espectáculos y
conocer a todas las personas influyentes en el teatro. El salario era terrible y
el horario aún peor, y terminamos nuestro compromiso después de un año.
No creo que mamá se haya recuperado.
A Jonah le encanta meter el dedo en la llaga, esta en particular, y se ve
complacido mientras se sienta allí y continúa bebiendo su café. Trato de
recordar por qué sería una mala idea darle un puñetazo en la garganta.
Jonah con su Range Rover y dinero y tatuajes de dragones. Jonah es un
imbécil.
—Gwen era una puta —dice MC finalmente, rompiendo el cargado
silencio—. Y no me refiero a eso de una manera relajada con su moral
sexual, porque lo apruebo totalmente y las chicas deberían poder tener
relaciones sexuales con quien quieran y no ser juzgadas. Solo, la forma en
la que actuó cuando terminaron las cosas. ¡Qué idiota!
Asiento agradeciéndole a Michael, porque sí, Gwen era una imbécil, y
luego me vuelvo hacia mi hermano.
—Solo mantén la boca cerrada. En serio, ¿por qué estás aquí?
—Mamá llamó un montón de veces y dijo que no contestabas tu teléfono.
Luego me dijo que hablara con MC porque si estuvieras muerto en una
zanja en algún lugar, probablemente él sabría dónde.
—Yo… espera, ¿qué? —dice MC, luciendo insultado.
Jonah apura su taza y se pone de pie, dejando que su silla se deslice
ruidosamente contra el suelo. Deja la taza y la silla donde están.
—Y como no lo estás, puedo irme. Nos vemos, hermano mayor.
Y como si nada, se va.

***
Como si hubiera estado acampada en el pasillo planeando una
emboscada, mi asistente me ve en el momento en que salgo del ascensor el
lunes por la mañana.
—¡Estás aquí! —chilla.
—Becca, ¿qué estás haciendo? Apenas son las ocho de la mañana.
Sin inmutarse, se dirige hacia mi oficina, libreta en mano y, a menos que
planee regresar al ascensor, que no es la peor idea que he tenido, realmente
no hay más remedio que seguirla.
—Quería asegurarme de atraparte antes que nadie —dice por encima del
hombro. Uno de los clientes de Blake ha estado preguntando por ti.
—¿Quién?
—Lindo con bíceps.
Becca rara vez llama a alguien por su nombre de pila. En TV-Literary
representamos una variedad de escritores y creadores, pero muy pocos
actores. La mayoría de ellos aterrizan en funciones. Sin embargo, Emil
Shepard es uno de los nuestros y me lleva un momento procesar lo que ha
dicho. Si Emil quiere pasar de la lista de clientes de Blake a la mía, sería el
tercero en los últimos dos meses y mi primer gran actor.
Eufemismo: Blake no va a estar contento con esto.
—¿Emil estaba preguntando por mí?
—Llamó tres veces durante el fin de semana —dice, tirando de mi brazo
para que me mueva de nuevo.
—¿Blake lo sabe?
Becca arranca un trozo de papel cubierto de líneas en cursiva casi
indescifrable y me lo entrega.
—No he escuchado que se inviertan las mesas, así que asumo que la
respuesta es no. Tienes que llamar a Emil esta mañana si estás interesado,
antes de que alguien más se dé cuenta. Sabes qué pesadilla puede ser ese
tipo de cosas, y si Emil se está moviendo, se está moviendo. No estás
cazando furtivamente.
Su tranquilidad es agradable, pero sigue siendo una situación
complicada. Tarde o temprano quiero pasar a funciones, pero tomar un
talento de un colega no es la forma ideal de lograrlo. Ni siquiera puedo
pensar en lo que esto podría significar.
Becca recita mi agenda: reuniones a las nueve y nueve y media, otra a las
diez por Skype, una reunión de personal inmediatamente después y un
posible nuevo autor durante el almuerzo. Siempre había pensado que, si
tuviera un tipo, sería Becca. Es inteligente y sarcástica, con cabello rojo y
ojos azules y un cuerpo curvilíneo. Nos conocimos por casualidad en una
cafetería un día justo después de mudarme aquí, y me gustó de inmediato.
De hecho, me gustaba tanto que estaba a punto de invitarla a salir cuando
exclamó que estaba a punto de llegar tarde a una entrevista de trabajo.
Resultó que esa entrevista fue conmigo. Agradezco todos los días que
mirara su reloj antes de invitarla a cenar.
Pero a pesar de nuestro comienzo menos que convencional, las cosas
nunca han sido raras entre nosotros dos, o cualquier otra cosa que no sea
profesional. Becca es increíble en su trabajo y, en realidad, sabe más sobre
lo que sucede aquí que cualquiera de los socios. Lo que también significa
que sería una agente fantástica por derecho propio; sin embargo, jura que no
está hecha para eso.
Hemos llegado a mi oficina cuando ella llega al final de su larga lista.
—¿Carter? —pregunta, notando que mi atención se ha desviado a un
punto en la distancia—. ¿Has pillado todo?
Miro hacia abajo y escaneo el papel en mi mano, deliberadamente aparto
la mirada de las pilas de correo y varios «¡Llámame cuando estés dentro!»
post-its pegados en el monitor de mi computadora.
—La mayor parte, creo —le digo—. Pero es posible que no haya tomado
suficiente cafeína y todavía no esté funcionando en los cuatro cilindros.
Dame una hora y regístrate de nuevo.
—No sé qué hiciste para merecerme —dice, dando un paso alrededor de
mi escritorio y levantando un vaso de papel humeante justo al lado de mi
teclado.
—Eres una diosa. —El olor por sí solo desencadena una respuesta
pavloviana y ya me siento más alerta—. No me dejé suficiente tiempo para
tomar otro de camino. Te compraré el almuerzo hoy.
Señala las doce en punto en mi periódico.
—No, comprarás el almuerzo de Alan Porter. Posible nuevo cliente.
¿Recuerdas?
Mi postura se desploma.
—De acuerdo.
Me agarra por los hombros y me lleva a mi escritorio.
—Hoy es un día ajetreado, pero es mejor que termines de una vez. —Me
dejo caer en mi silla y observo mientras camina hacia la ventana y abre las
persianas—. Feliz lunes.
Capítulo 3
Traducido por Roni Turner
Corregido por ~Mr. Lightwood
Editado por Roni Turner y Banana_mou

Evie
—Evie, necesito verte un minuto.
Miro hacia arriba para ver la sombra de Brad que ya desaparece de mi
puerta.
—Claro —le digo a mi oficina vacía, alejándome de mi escritorio.
Los sonidos de los teléfonos y el chasquido de las teclas me saludan
mientras camino por el pasillo cubierto de una alfombra gris.
El diseño es largo y angosto, con oficinas individuales más pequeñas que
bordean las paredes exteriores y oficinas más grandes o ejecutivos en cada
extremo. Los asistentes no se sientan fuera de la oficina de su agente
particular, donde sería conveniente agarrarlos en caso de necesidad. No,
ellos, junto con los becarios, se sientan en un círculo interior de mesas
largas creando un espacio de trabajo compartido. De esa manera, todo se
siente como un trabajo en equipo, en lugar de individuos a la deriva sin
apoyo. Así es como se siente Brad sobre la disposición, al menos. Para
todos los que realmente tienen que trabajar, es un gran dolor en el culo.
Mi relación con Brad Kingman siempre ha sido delicada. Para empezar,
aunque no me conocía en ese momento, Brad era un agente en mi primer
trabajo real después de la universidad, hace casi diez años. No siempre fue
el tipo más agradable y tenía fama de algunas prácticas turbias, incluida la
caza furtiva de clientes. No es ilegal, pero definitivamente tampoco se
recomienda. Hacía un seguimiento de los actores que acababan de fracasar
y les sugería en voz baja que su agente debería asumir parte de la culpa, que
se debería haber hecho más para proteger al actor. Encontraba un cliente
que le interesaba representar y se detenía en un rodaje mientras estaban en
el set, explicaba que estaba allí visitando a otro cliente y luego se mostraba
sorprendido al saber que su agente nunca había estado en el set antes. Brad
era un maestro en plantar semillas que al final hicieron la mayor parte del
trabajo sucio por él. Hizo esto repetidamente en el set de una película
llamada Uprising y, curiosamente, terminó contratando al actor principal
apenas dos meses después de terminar el rodaje. Solo un mes después de
eso, fue puesto a cargo del departamento de edición en P&D.
Si bien no es así como hago negocios, y nunca se lo admitiría a nadie,
aprendí algunos trucos de él, el más importante de los cuales es: no olvides
ni por un segundo que en el momento en que salgas de tu casa y pises
Hollywood, la gente está prestando atención.
Brad solo se enteró de que habíamos trabajado en la misma agencia años
después, después de que me contrataran en P&D.
Y estoy segura de que es porque sabe que habría escuchado algunas
historias internas –o aprendido demasiado sobre cómo hace las cosas– que
me mantiene cerca. No como confidente o amiga, pero lo suficientemente
cerca como para mantenerme bajo la mira.
—Pasa —me dice su asistente, Kylie.
Kylie parece inteligente y razonablemente buena en su trabajo, además
aguanta a Brad todo el día, todos los días. Su tolerancia a las sandeces debe
estar fuera de serie.
Brad Kingman se parece un poco al bebé milagroso producido por Hugh
Jackman y Christopher Walken. Buena piel, ojos azules intensos y
estructura ósea severa. Sentado aquí en esta oficina, rodeado de premios y
fotos de celebridades y enmarcado por una vista panorámica de Hollywood
Hills, es el retrato del éxito.
Alcanza un sujetapapeles y su camisa hecha a la medida se estira sobre el
tipo de pecho y brazos que solo puedes obtener después de mucho tiempo
en el gimnasio. Un batido verde se posa en la esquina de su escritorio y, a
pesar de mi molestia por estar aquí, sonrío para mis adentros. Ese lodo de
col rizada es su versión de la comida chatarra; no es de extrañar que no se
diera cuenta de la barra de comida para perros.
—Toma asiento —dice, y lo hago, esperando mientras se toma los
siguientes minutos para terminar de escribir algo en un libro negro antes de
asegurar todo el folleto con una gruesa banda de cuero. No es como si no
pudiera haber hecho eso antes de llamarme—. Escucha, chiqui, necesito que
arrojes una ficha de equipo.
Me recuerdo contar hasta tres antes de responder. La ficha de equipo es
uno de mis Bradismos menos favoritos. Es su estúpido eslogan para un
favor. Pero si se trata de ser un jugador en equipo, no hay forma de pasar
sin parecer el malo.
—¿Para qué? —Mantengo mi expresión neutral.
—Quiero que ayudes un poco a John para hacer una copia de seguridad
de su lista.
Miro hacia arriba, confundida. John Fineman es un colega muy bien
establecido en el departamento de edición.
—Brad, él ha estado aquí más tiempo que yo.
—Soy consciente. —Brad se recuesta en su silla—. Pero todos sabemos
que ha perdido a dos pesos pesados este año. Ahora está en medio de un
divorcio y un poco distraído. Tal vez échale un cable de vez en cuando.
Algo que escuches, alguien sobre quien tengas una corazonada. Mantenlo
ocupado. Trabajo en equipo.
¿Mantenerlo ocupado? Hace unos años, a John le pagaron la mayor parte
de una comisión de seis cifras que yo gané por mi cuenta, simplemente
porque la llamada se desvió a su línea cuando yo estaba fuera de la oficina
en una reunión. John llamó a Kylie para informarle que habíamos
contratado al cliente para el proyecto y ella, por error, comenzó el papeleo
asumiendo que era suyo.
Él nunca la corrigió.
Cuando armé un escándalo, el compromiso de Brad fue darme un poco
más de dinero como bonificación y una conferencia sobre fichas de equipo.
Y sí, John ha perdido dos clientes este año. Pero los perdió porque es un
idiota traidor que fue atrapado cotilleando desagradablemente sobre un
cliente a otro cliente, no porque esté un poco distraído. Cuando necesité
unos días para ayudar a mi mamá durante la cirugía de rodilla de papá, Brad
sugirió que le pasara algunos de mis clientes para no sentirme “abrumada”.
Ciertamente no se estaba ofreciendo a que alguien me ayudara, no es que
hubiera aceptado de todos modos.
—Me parece bien. Ayuda es realmente lo que necesita —comienzo, con
tono cauteloso—, pero…
—Evie. —Brad suspira, apartándose de su escritorio para pararse de
espaldas a la pared de vidrio impecable detrás de él—. Sabes que no me
gusta mencionar esto, pero necesitaste un equipo a tu alrededor cuando
metiste la pata con Field Day.
Me pongo rígida. Allá vamos.
Field Day fue uno de los fracasos de taquilla más grandes de los últimos
años, y yo era la agente que representaba al actor principal, y presionaba
para obtener una gran cantidad de dinero, cuya firma dio como resultado
que todo el proyecto tuviera luz verde. Piensa en Waterworld y Gigli y
tendrás la idea correcta. Fue tan mala que tanto la película como mi cliente
ganaron montones de premios Razzie8 y se convirtieron en el hazmerreír
estándar para las masas. De hecho, escuché a alguien usar la frase «Ha Field
Day’ed9 por completo» como una metáfora cuando una película tenía un
desempeño realmente inferior.
Mi propio legado, damas y caballeros.
La peor parte es que lo estaba aplastando antes de que todo sucediera.
Fui la agente con mejor desempeño en Alterman en los últimos dos años
allí, y todavía estoy en el veinte por ciento superior en P&D. Pero con Field
Day, mi reputación –y mi confianza– sufrieron un gran golpe. Parece que no
puedo quitarme la sensación de que es lo primero en lo que todos en el
mundillo piensan cuando me conocen.
Brad parece deleitarse con el impulso que da después de soltar esa
bomba. Pero, como cualquier buen subordinado, nunca le recuerdo cuántas
veces elogió el potencial de la película con “como una mezcla Bull Durham
y los Vengadores: héroe deportivo de oro”.
Como si fuera una señal, Brad camina alrededor de su escritorio y se
apoya en el borde.
—Una mala decisión como Field Day habría matado a la mayoría de los
agentes, y mucho más a una que aún no se había probado a sí misma. ¿Pero
dejé que eso sucediera? —pregunta, inmovilizándome con una expresión
que desde la perspectiva de un extraño, se parecería mucho a una
preocupación genuina.
Me trago una réplica sarcástica porque tiene razón, Brad vino a
rescatarme. Me defendió cuando otros pensaron que debería dejarme ir.
Pero él nunca me dejará olvidarlo tampoco.
—No, me cubriste las espaldas —le digo, sin señalar que ya había
probado mi valía. Había sido agente casi ocho años en ese momento.
—Así es. Porque tus fracasos son mis fracasos. ¿Y tus victorias…? —
Hace una pausa, esperando expectante.
—Son tus victorias —termino por él.
—Esa es mi chica. —Esas cuatro palabras envían un escalofrío ardiente
de rabia por mi espalda, y él rodea el escritorio para hundirse de nuevo en
su silla—. Mantenme informado, sigue adelante y cierra la puerta al salir.
Y me hace marcharme.

***
Después de mi última reunión del día, me encuentro con Daryl y Amelia
en el Café Med para cenar. Todavía tiene que hacer al menos veinte grados
donde nos sentamos en el patio, pero Daryl está envuelta en un suéter beige
gigante y lleva gafas de sol a pesar de que el sol se puso hace casi una hora.
En fin, Los Ángeles.
Café Med es un pequeño restaurante de moda en Sunset Boulevard, lo
que significa que ofrece algunos de los mejores lugares para observar a la
gente. En la acera, justo en el lado opuesto de la barandilla verde, pasa una
mujer con un par de plataformas de tres pulgadas y un kimono de seda. Un
automóvil se detiene en la esquina con un diorama del desierto completo
construido en su ventana trasera. Es tan probable que veamos pasar a una
celebridad como a un hombre con un tutú empujando un cochecito de bebé
lleno de latas de aluminio.
—Escuché que estuviste con Brad hoy —me dice Amelia, y luego agrega
con una sonrisa gigante—: ¡Apuesto a que fue divertido!
—Él siempre es tan idiota contigo —dice Daryl.
—No sé —respondo—. Creo que probablemente tiene su propia versión
imbécil para cada uno. Es listo. Sabe cómo sacarnos de quicio.
Todos miramos hacia arriba cuando Steph esquiva a la camarera con una
sonrisa y corre hacia la mesa.
—Lo siento, llego tarde. —Cuelga su bolso en el respaldo de la silla
vacía al lado de Daryl y toma asiento—. La reunión de clientes más larga de
la historia.
—Ni siquiera hemos pedido todavía. —Le entrego un menú—. Pero el
vino está de camino.
—Y los ángeles cantan aleluya —murmura Steph, mirando las opciones
de comida.
—¿La pasaron bien el viernes por la noche? —pregunta Daryl.
—Así es —digo honestamente.
—¿Significa esto que me perdonas por perdérmelo? —pregunta.
Steph asiente enfáticamente, pero me meto un trozo de pan en la boca e
inclino la cabeza, masticando.
—Aún lo estoy pensando.
Daryl finge recibir una bala en el pecho.
Abro la boca para contarles a ella y a Amelia todo sobre la fiesta cuando
me doy cuenta de que, si Steph tiene veintisiete años, Mike tiene veintisiete
y Carter tiene la misma edad que ellos... entonces Carter es seis años menor
que yo.
Seis años.
Como si me hubiera leído la mente, Steph baja su menú y dice:
—Parece que le gustas mucho a Carter.
No sé por qué no pensé en la diferencia de edad en la fiesta, pero parece
ser un factor decisivo, como un instinto visceral. Realmente nunca he salido
con un chico significativamente más joven. Y veintisiete contra treinta y
tres se siente bastante significativo. No vamos a salir, obviamente, pero si le
mando un mensaje de texto y tal vez pienso en él desnudo al mismo tiempo,
¿seis años me convierten en una asaltacunas?
Le agradezco al camarero cuando deja mi vino frente a mí, luego me
dirijo a Steph.
—Oyyyy, Steph. Me acabo de dar cuenta de que tiene tu edad.
—¿Quién es Carter? —pregunta Amelia—. No recuerdo haber oído nada
sobre un Carter.
—Es amigo de Mike y Steph —les digo antes de tomar un sorbo de mi
vino—. Era divertido. Daryl quizá lo conozca, en realidad. ¿Está en TV-Lit
en CTM?
—¿Carter Aarón? Nunca he trabajado con él, pero escuché que es bueno.
—Es bueno —dice Steph antes de volver a mirarme—. ¿Y “divertido”?
Está bueno, Evie. Carter es muy guapo e inteligente, y es un tipo
genuinamente bueno que incluso podría ser lo suficientemente bueno para
ti.
Ignoro la insinuación de que soy tiquismiquis.
—¡Eso solo significa que estás en tu mejor momento sexual! —chilla
Daryl—. Vamos, vive un poco—. Hace un pequeño contoneo, mira con
lascivia en mi dirección, y agrega—: Un chico más joven.
Yo gruño.
—Honestamente, Evie —dice Steph—, siento que siempre estás
buscando razones por las que no puedes salir con alguien. —Estas palabras
parecen reverberar en mi cabeza, incluso mientras continúa—: Él se lo pasó
bien. Tú te lo pasaste bien. ¿Por qué no llamarlo?
—No busco razones para no salir con alguien. —Frunzo el ceño,
levemente ofendida.
—En realidad —interviene Daryl—, lo haces. Eres exigente e imposible.
Le doy a Daryl una mirada dubitativa.
—Dice la chica también soltera.
—Está bien, escucha. —Amelia levanta la mano—. Entiendo lo que
dices sobre la edad, pero cinco años no parece tan malo. ¿Te pensarías dos
veces salir con un chico que es cinco años mayor que tú?
—Deja de ser inteligente, Amelia —murmuro.
Ella ríe.
—Creo que deberías llamarlo.
—¿No escuchaste la parte donde él también es un agente? Un agente más
joven.
Amelia se estremece.
—Esto me recuerda… —Daryl finalmente se quita las gafas de sol—.
Nunca dijiste de qué quería hablar contigo Brad.
—Oh, quiere que ayude a John Fineman, para asegurarse de que se
mantenga ocupado. —Me río—. ¿En qué universo tiene eso sentido? John
es quien me mostró los alrededores cuando comencé en P&D.
Miro hacia el área del patio, solo para asegurarme de que nadie que
conozcamos esté cerca, luego me vuelvo hacia las chicas.
—¿Sabes cuando alguien está tramando algo, pero cuestiona todo lo que
hacen los demás? Eso es lo que siento por Brad últimamente.
—Como cuando alguien está teniendo una aventura y de repente
sospecha de lo que está haciendo su pareja —dice Daryl, asintiendo.
—Quizás. —Me encojo de hombros—. Algo definitivamente está
pasando.
—Sé que le han enviado muchos informes de ganancias a su oficina —
agrega Amelia—. No sé lo que significa, pero es bastante inusual que
algunas de las chicas de finanzas hayan tenido que pelear.
—¿Por qué eso me inquieta un poco? —pregunto, y alcanzo mi vaso—.
Simplemente no confío en Brad.
—Mira, esta es exactamente la razón por la que deberías llamar a Carter
—dice Steph—. Estrés aliviado a través de orgasmos.
Mis amigas no son de ninguna ayuda.
 
Capítulo 4
Traducido por Nea
Corregido por Roni Turner
Editado por Roni Turner y Banana_mou

Carter
MC y yo somos las únicas personas que se alegran de verdad de que
ahora viva en Los Ángeles. A mi hermano, obviamente, no podría
importarle menos, y mis padres... bueno, incluso dos años después están
radical y violentamente en contra. Está bien que Jonah viva en Malibú
porque Jonah es joven y persigue un sueño y no puede hacer nada malo.
¿Pero que Carter se mude a Beverly Hills? Fuego del infierno.
Llamo a mis padres el lunes por la noche para hacerles ver que no estoy
muerto en alguna zanja.
—Bien, bien —dice papá—. Pero deberías ir a ver a tu hermano más.
Está solo.
—¿Jonah? —Me río, volteando mi queso asado en la sartén—. Créeme,
no lo está.
—Ve a verlo —dice mamá desde la otra extensión—. Está justo al lado.
—Mamá, está en Malibú. Está como a una hora de distancia.
Papá tose.
—Hay una hora de aquí a Brooklyn, pero nos las arreglamos para ver a
tus tías cada fin de semana, ¿y sabes lo que tienen en Brooklyn? Suéteres en
los árboles, Carter. Vi a alguien paseando un maldito pavo real la última
vez que estuve allí, y cuando paré a tomar un café... Un extraño y pequeño
local hipster vendía hilo también. Café e hilo. ¿Quién demonios pone esas
cosas juntas?
—De acuerdo, entonces te pondré en la columna del «no» para el Día de
Acción de Gracias en Los Ángeles —digo, deslizando mi sándwich en un
plato. Hay cosas más raras en Los Ángeles que el café y el hilo.
Hay una pausa pesada y significativa antes de que mamá hable a
continuación.
—Jonah dijo que estabas durmiendo en casa de Michael Christopher
porque no tenías un lugar donde vivir.
Me froto las sienes. Por supuesto que lo hizo.
—Jonah es un mentiroso.
—Sé amable —me reprende—. También dijo que habías conocido a una
chica.
Dando un mordisco a mi sándwich, mastico y trago para darme tiempo a
ocultar mi irritación hacia mi hermano.
—Es la amiga de un amigo, mamá. La conocí en una fiesta.
—¿Conociste a esta mujer en una fiesta?
—Una fiesta de disfraces, no una rave —digo—. Es una amiga de
Michael y Stephanie, así que asumo que no es una madame de Hollywood.
—¿Estás haciendo esa suposición basándote en que le gusta a Michael?
—pregunta mamá.
Esto me hace reír.
—Pasamos un total de tres horas juntos. No es nada. Y te prometo que
está bien.
—Ella vive en Los Ángeles, Carter —gruñe mamá—. Eso no me parece
bien a mí. No entiendo por qué no pudiste encontrar a alguien aquí.
Probablemente tiene tetas falsas y ese… ese veneno que ponen dentro de
sus frentes.
—¿Botox? —adivino.
—Eso.
—Muy bien, bajemos el tono —digo—. Jonah vive en Los Ángeles y no
recuerdo que le hayas mandado a la mierda así.
—Primero, cuida esa boca. Y segundo, apenas veo a tu hermano, así que
no lo uses como un claro ejemplo. —Suspira en el micrófono—. Jonah
siempre ha sido un soñador. Tú eres mi responsable. Llámale.
—De acuerdo, mamá. Puede que nos lleve algún tiempo arreglar nuestros
horarios, pero le llamaré.
—Ese es mi niño bueno.

***
En este negocio, no tener respuesta de alguien durante siete días no es
nada. Todos estamos ocupados, con montones de guiones y libros y material
de audición que revisar, llamadas telefónicas que devolver y correos
electrónicos que leer. Las devoluciones de llamadas se barajan y se
clasifican por orden de prioridad.
Una semana no es nada.
A diario les recuerdo a mis clientes esta verdad con delicadeza. Les
recuerdo que ninguna noticia es una buena noticia. La ausencia de noticias
significa que no han escuchado el «no». Pero cuando es tu sueño el que está
en juego, el tiempo adquiere un significado totalmente diferente, e incluso
la persona más paciente puede perder la cabeza.
«¿Pero no lo sabrían enseguida si lo adorasen?».
«Si me quisieran ya habrían llamado, ¿no?».
Ser paciente es mucho más fácil de decir que de hacer. Debería saberlo,
porque a pesar de lo que le dije a Michael Christopher sobre no
involucrarme con Evie, no he podido dejar de pensar en ella. En cuanto
llega el jueves por la tarde y no tengo noticias de ella, me convierto en un
desastre.
Pienso en lo que dije cuando le di mi número el viernes por la noche: «Sé
lo que dijimos sobre salir con alguien en este negocio, pero me vendrían
bien más amigos del mal. Te toca a ti mover ficha, y si quieres hablar un
poco con nuestros jefes o compañeros de trabajo, o incluso pasar el rato y
planear la dominación del mundo con cero expectativas románticas, tienes
mi número».
Se rio, me alborotó el pelo un poco más de lo que probablemente era
apropiado para un hombre, y se fue.
Lo que debería haber dicho era «Me gustas mucho. ¿Podríamos
intercambiar números y hacer planes para vernos desnudos?».
Suena mi teléfono y me lanzo a contestar, sacándolo de donde vibra
sobre una pila de archivos.
—¿Hola? —Me quedo sin aliento.
—Hola. —Es Michael Christopher—. ¿Qué tal el día?
De pie, camino por el lado de mi escritorio y cierro la puerta con el pie.
—Bastante bien. No he sabido nada de ella, por si llamas por eso. Otra
vez.
Hace una pausa.
—¿Llevabas esa corbata el viernes por la noche?
Me dejo caer en mi silla y sonrío.
—¿Qué corbata sería?
—Ya sabes qué corbata. La del crimen contra la humanidad.
Miro mi camisa y aliso la misma corbata sobre mi pecho. Me conoce
bastante bien, aparentemente.
—Sí —le digo—. Esta corbata es mi amuleto de la suerte. Puntos extra
por ser apropiada para Harry Potter.
Gruñe.
—La llevas hoy, ¿no? Es tan fea, Carter.
—Evie no dejaría de llamar por una corbata.
—Mira, soy un hombre, y Stephanie todavía tiene que convencerme de
que no puedo llevar pantalones de deporte cuando quedamos con los
amigos para cenar, así que no estoy apedreando a nadie aquí. Pero incluso
yo, una ruina desaliñada de hombre, sé que a esa cosa deberían dispararla y
liberarla de su miserable vida. Siento que me están asaltando visualmente
cada vez que lo tienes puesto.
—¿Pero no por ser dramático? —Tomo un clip de un vaso que está al
lado de mi monitor, enderezando distraídamente el extremo.
—No estoy diciendo que sea culpa de la corbata —continúa—. Lo que
digo es que no deberías llevar algo que llevaste mientras asistías a una
competencia de Matemáticas de segundo año, Carter.
—Ganaba una competición de Matemáticas —corrijo, lanzando el clip en
dirección de la papelera y levantando el brazo en señal de victoria cuando
golpea el borde y cae dentro—. Ganar, no solo asistir. Y para tu
información, llevé esa misma corbata el día que tuve la entrevista para la
beca, el día que hice el examen SAT10, y la noche en que tuve suerte con
Samantha Rigby en la carrera de primero. Los artículos de calidad mejoran
con la edad, y esta corbata es una de ellas.
—Eres la persona más supersticiosa que conozco —dice.
—Soy un hombre complicado —le digo—. Pero creo que te estás
implicando demasiado en esto. ¿De verdad has llamado solo para
fastidiarme?
—Esa parte fue un extra. Estaba sentado en el trabajo, haciendo planes
con Steph para el fin de semana, cuando me di cuenta de que el fin de
semana significa que ha pasado casi una semana y que aún no tenemos una
cita doble. Entonces empecé a pensar en esa corbata…
Me paso un lápiz por los nudillos.
—Michael.
—Sabes que solo te estoy tomando el pelo. Eres mi sujetavelas favorito.
—Muy gracioso. —Mi teléfono vibra contra mi oreja con un mensaje
entrante. Mi madre ha llamado dos veces desde la última vez que hablamos,
para preguntarme si ya he contactado con Jonah, estoy seguro, pero no le he
devuelto la llamada en ninguna de las dos ocasiones. Es terrible, lo sé, y sé
que, si me está enviando un mensaje ahora mismo, tengo dos opciones: ser
un hombre y llamar a mi hermano, o aprender a hacer mi propia lasaña
cuando la visite. Realmente no quiero hacer eso porque mamá es la mejor
cocinera del planeta.
Aparto el teléfono para comprobarlo, pero en la pantalla no aparece el
nombre de mi madre. Es el de Evie, y ella me ha enviado un par de
mensajes.
—Tengo que devolverte la llamada —le digo a Michael, y rápidamente
termino la llamada.
Hola, extraño.

No es por ser rara, pero ¿conoces a una agente llamada Elsa Tippett?

Está haciendo entrevistas aquí.

Vamos a tomar unas copas esta noche y Steph mencionó que solía trabajar contigo.

Sí, trabajé con ella, en Bradford.

Era agradable.

¡Y hola de vuelta!

Pasan unos minutos y me pregunto si eso es todo, si eso es todo lo que


tenía que decir.
Elsa trabajó en Bradford durante cuatro años, y coincidió conmigo
durante tres de ellos antes de que me mudara a LA. Algunos de los hombres
más asquerosos la llamaban la Coleccionista de Huesos por su propensión a
dormir en la oficina. Para que conste: nunca me acosté con Elsa, ni la llamé
nunca por ese nombre. Pero la idea de que Evie y ella hablaran de mí hace
que un zumbido nauseabundo se instale en mi sangre.
Me vuelvo hacia el guion abierto en mi escritorio. Leo. Compruebo mi
teléfono. Nada. Otro minuto pasa. Voy por la mitad de la página y no tengo
ni idea de lo que dice. Vuelvo a mirar mi teléfono de nuevo.
¿Debo explicar con más detalle mi relación con Elsa? ¿Debo decir algo
más?
Probablemente sí.
¿Debería invitarla a salir?
«Piensa, Carter».
Mi teléfono vibra de nuevo.
Envié un correo electrónico para confirmar esta noche y mencioné por casualidad tu
nombre.

Al parecer tiene unas cuantas historias de Carter Aaron...

Oh, Señor.

/estado: intrigada

No tengo ninguna historia de Elsa. De otros, sin embargo...

Estoy saliendo. Te informaré más tarde.

Pasa una hora sin información de Evie, y acabo de olvidarlo cuando su


nombre aparece de nuevo en mi teléfono.
Oh, chico. Elsa te AMA.

Oh, Dios.

Esto es como conocer una carta de Penthouse en persona.

Se unió a la empresa un año después que yo.

Puede que haya... conocido a algunos de los hombres de allí. Yo no soy uno de esos hombres.

Ugh me siento un poco mareado imaginando qué se trae entre manos actualmente.

Pasan cinco minutos, luego diez. Nada. Mierda.


¿Evil?

Estoy viendo la televisión casi dos horas después cuando por fin recibo
una respuesta.
Se acabaron los tragos.

Y sí, sus historias fueron realmente exageradas.

También lol @ Evil 11

Te lo dije.

Y mi teléfono lo autocorrige.

Es como si lo supiera.

Esperaba algo sucio.


Aparentemente eres dulce, sexy y responsable.

Zzzzzzz12.

Quiero señalar que me llamaste sexy.

¿Quieres ir a cenar la semana que viene?

Sí. Sí quiero.

Así que, por supuesto, envío inmediatamente un mensaje de texto a


Michael Christopher.
VIVA LA CORBATA DE LA SUERTE

No.

Sí.

¡NO!

¡SI!

Vamos a cenar.

ME VOY A CORRER DESNUDO POR LA CALLE

Noooooooooooo
 
Capítulo 5
Traducido por Nea
Corregido por Roni Turner
Editado por Roni Turner y Banana_mou

Evie
—¿Estás nerviosa?
Miro a Daryl desde donde estoy doblada por la mitad en la máquina de
prensa de piernas.
—¿Por qué? —Mis ojos se abren de par en par por el miedo—. ¿Estás
añadiendo más peso?
Me mira fijamente, sin parpadear, y luego mira a través del gimnasio con
un suspiro punzante.
—Oh. ¿Por Carter?
—Sí, por Carter —dice, y sigue con un pequeño gruñido profundo—. No
puedo creer que me hayas metido en este culebrón. Básicamente estoy
vagando por el Sahara social sola, pero podría probablemente recitar tus
mensajes de texto de memoria. ¿Qué estoy haciendo con mi vida?
—Lo siento, he intentado no pensar en ello —digo—. Como, si finjo que
salgo con cualquier viejo amigo que es agente no será un gran problema.
—Todavía no puedo creer que le hayas invitado a salir. —Toma un trago
de su botella de agua—. Normalmente eres tan buena para mantenerte
firme, pero te ablandaste. Te lo vas a tirar.
Me tapo los oídos. No me malinterpreten, quiero tirármelo, pero Carter y
yo nos hemos estado intercambiando mensajes durante la última semana, y
con cada intercambio me gusta un poco más. Y... por eso los nervios están
comenzando a calar. Está muy bien tener este coqueteo cuando él está al
otro lado de la pantalla. Es más difícil meter la pata cuando tengo minutos
para elaborar respuestas ingeniosas y perfectas. Pero cara a cara es probable
que lo arruine.
Por mucho que intente evitar esta forma de pensar, es difícil no ser
cínica. Como toda mujer de mi edad, me he arreglado, desde la escena del
bar hasta el club de lectura y todo lo demás; he tenido montones de
relaciones de una noche espectacularmente malas; y he puesto a prueba mi
cuota en páginas web de citas. Personalmente, prefiero morir sola en una
casa llena de gatos con pequeños suéteres a juego que volver a intentar algo
de eso de nuevo y que lo estropee de alguna manera.
Intento ignorar la presión para encontrar pareja, pero está en todas partes.
El romance es el tema de películas y libros y prácticamente todas las
canciones de la radio. Está mi propio reloj biológico, silencioso pero
persistente. Mis padres, que me tuvieron tarde, se acercan a los setenta
años. Hace tiempo que se retiraron de sus carreras de Hollywood y, cuando
no están cuidando el jardín o arreglando a su shih tzu13, me preguntan
sobre mi vida sentimental.
Pero, por supuesto, hay una voz molesta que me sugiere que no me
importe nada de esto, que tal vez debería ceder y comprar los gatos en su
lugar. El problema es que no me gustan. Puede que algún día sea una
persona casada terrible, pero estoy segura de que sería una señora de los
gatos aún peor.
—¿Evie?
—Lo siento —digo, exhalando mientras empujo el peso hacia arriba,
extendiendo mis piernas—. Solo estaba tratando de averiguar si puedo
seguir siendo una loca de los gatos sin los animales reales.
—No seas rara —dice Daryl. Ayudándome a levantarme, me recuerda—:
Es solo una cita. Si se llevan bien, me cuentas cada detalle asqueroso
mañana. Si es una mierda, te vas a casa y planeamos cómo vamos a dejar
todo este asunto de las citas y nos casaremos por las desgravaciones
fiscales.
—Todo irá bien. —Inhalo, viendo cómo ella toma mi lugar en el banco
—. De todos modos, ¿cómo es tu nuevo asistente?
Daryl deja escapar una sonora carcajada, mirándome mientras avanza en
sus repeticiones.
—¿Eric? Digamos que yo probablemente hago más trabajo que él.
—Oh, no.
Además de todas las otras rarezas en el trabajo en este momento, el jefe
de Daryl la llamó a su oficina el lunes para informarle que tiene un nuevo
asistente en su escritorio: el sobrino de Brad Kingman. Un quarterback de
la UCLA recientemente lesionado, Eric Kingman, mide 1,80, es guapo y no
es el más listo del mundo. Tardó dos días en darse cuenta de que las
personas que llamaban a su mesa preguntando por Daryl no tenían, de
hecho, el número equivocado.
Una pequeña sonrisa se me escapa.
—¿No está mejorando entonces?
—Yo no diría eso, exactamente. —Se incorpora, encogiéndose de
hombros mientras se levanta de la máquina—. La secadora en su complejo
de apartamentos se sobrecalentó y todas sus camisas se encogieron. Así que
al menos la vista desde la puerta de mi oficina ha mejorado mucho.
Sonrío mientras ambas nos dirigimos a las cintas de correr. Mi ayudante,
Jess, es un regalo del cielo, y reduciría a cualquiera que intentara llevársela.
—Esté bueno o no, no te voy a cambiar.
Daryl se encoge de hombros.
—Es dulce y me hace reír, pero cuando llegue la temporada de personal
quemaré el lugar hasta el suelo si todavía no ha aprendido a contestar un
maldito correo electrónico.
Estoy segura de que Daryl estará bien, ya que se encuentra en la mitad
superior del grupo en cuanto a rendimiento, pero es indudablemente
hermosa, y lo suficientemente encantadora como para que cualquier agencia
quiera tenerla cerca.
—Eres tan buena en esto, Evie —dice—. Eres tan buena manejando el
estrés y las personalidades. —Al soplar sus mejillas, Daryl suelta un largo
suspiro—. Eric probablemente nunca va a recordar todo lo que hemos
hablado esta semana. Esperemos que Brad se dé cuenta de que este no es el
chico para el trabajo.
Y yo solo espero que no se culpe a Daryl cuando Eric estropee algo.
Porque es cierto que hay un millón de pequeñas cosas que recordar, y
cuando tratas de hacer que tu cerebro ruede a través de ellos como una lista,
se sienten abrumadoras. Además, la propia organización de P&D parece
estar formada por una constelación de excentricidades. De excentricidades
minúsculas, puntillosas y realmente irritantes.
Como la forma en que el departamento legal no lee los correos
electrónicos o los contratos que no están en uno de los dos tipos de letra
específicos.
O el extraño –y dramático– desprecio de John Fineman por los guiones
con personajes femeninos llamados María.
Y el hecho de que Brad despidió una vez a una asistente cuyos tacones
hacían demasiado ruido en el suelo de mármol cerca de los ascensores.
Ser agente implica muchas cosas: equilibrar egos, coordinar proyectos,
gestionar expectativas y, sobre todo, ganar dinero, pero una cosa de la que
nunca se trata es de cómo nos hace sentir.
Y mientras Daryl y yo volvemos a nuestros pensamientos y me pongo los
auriculares, algo se me ocurre poco a poco. Quizás una de las razones por
las que no tengo una relación es que vivo toda mi vida precisamente así:
asumiendo que nada tiene que ver con lo que siento.

***
Carter y yo nos reunimos en Eveleigh, un local rústico de la granja a la
mesa en Sunset, en West Hollywood. Está perfectamente situado entre
nuestras dos oficinas, como si pudiéramos simplemente dejar el trabajo y
pasear por la calle para cenar. Y aunque nuestros mensajes se han vuelto
cada vez más coquetos, desearía que se me hubiera ocurrido antes que esto
podría ser realmente una cena informal de amigos del trabajo, porque
claramente no he venido directamente del trabajo. ¿Parezco demasiado
ansiosa? ¿Demasiado exigente? Ya estoy inventando una explicación
creíble de por qué me he puesto un vestido negro de tirantes y unas
sandalias doradas para ir al trabajo, pero cuando entrego mis llaves al
aparcacoches y miro bajo el toldo enrejado, veo a Carter allí, justo delante
de mí con una camisa de vestir y unos pantalones recién planchados. Parece
demasiado fresco; es imposible que acabe de llegar del trabajo.
En el tiempo transcurrido desde que lo vi por última vez, creo que me
convencí de que no podía ser tan guapo como lo recordaba. Lo cual estaría
bien porque me gusta mucho su personalidad. Pero es así de guapo; es aún
más guapo de lo que recordaba, con el pelo oscuro y la mandíbula afilada, y
esa mirada dulcemente seria detrás de sus gafas. Y cuando sonríe, el
carisma sale de él y llega a la acera.
—Hola, Evil —dice, caminando hacia mí.
No me resulta extraño acercarme a él y abrazarlo.
Me rodea con sus brazos, y me estremezco un poco al sentir la solidez de
su cuerpo contra el mío.
—Me alegro mucho de verte.
«No pienses en cosas sucias. No pienses en cosas sucias».
—A mí también —digo.
El abrazo se prolonga, como si fuéramos viejos amigos que se ven
después de una larga separación. No es raro, de hecho, es fácil, como antes.
Sé que las relaciones son un trabajo. Mi madre me lo recuerda todo el
tiempo, y el equilibrio que se necesita para que dos personas combinen sus
vidas en una sola. Pero siempre he sentido que no debería ser un trabajo de
inmediato. Con el tiempo, sí, puedo ver que hay que hacer algún esfuerzo
cuando la fase de luna de miel desaparezca y puedas admitir por fin que es
realmente irritante que se dejen los calcetines en el sofá o cómo sorben la
leche mientras comen los cereales. Pero al principio, estar con alguien
debería sentirse como lo mejor y más natural del mundo.
Nunca había sentido esa química, pero definitivamente la siento con
Carter. Mi sangre zumba solo al estar cerca de él, y no puedo dejar de
sonreír. Él huele increíble y me abraza tan fuerte, apretando un poco más
antes de soltarme.
Se endereza y me mira a la cara.
—Creo que había olvidado lo guapa que eres.
—Yo también.
Espera, ¿qué acabo de decir?
—Aww —dice, riendo—. Me gusta que me llamen guapo.
Enlazando sus dedos con los míos, se gira y nos registramos en el puesto
de la azafata. Su mano es grande y segura, como una pinza alrededor de la
mía, y no puedo dejar de concentrarme en la sensación. Así que no es una
cena de amigos.
Tomarse de la mano puede parecer una forma simple e inocente de
mostrar cercanía y atracción, pero mi mano en la de Carter se siente
cualquier cosa menos simple.
Dicen que tenemos más terminaciones nerviosas en las yemas de los
dedos que en los labios, y mientras serpenteamos por el comedor hasta
nuestra mesa, juro que siento cada milímetro de contacto entre nosotros.
Cuando me suelta para que nos sentemos, siento todo el cuerpo frío.
Traga, y me quedo hipnotizada por su cuello y el movimiento de su nuez
de Adán, la forma en que su sonrisa se desliza lentamente desde el lado de
su boca.
—Estás callada —dice.
—Me alegro mucho de estar aquí. —No es propio de mí ser tan
comunicativa, pero no puedo evitarlo. Mi filtro parece haber funcionado
mal en el camino desde la entrada del restaurante hasta mi silla.
—Yo también —dice, y luego dirige su atención al camarero que llega,
que nos cuenta las especialidades y toma nuestros pedidos de bebidas.
—Quiero un Red Bull con vodka —dice Carter, y yo resoplo. Cuando el
camarero hace una leve mueca, pero empieza a anotarlo, Carter lo detiene
—. En realidad, no. Lo siento. Estoy bromeando. Una broma interna. Un
chiste malo. Voy a tomar cualquier IPA14 que tengas de barril.
El camarero no se divierte.
—¿Stone o Lagunitas?
—Lagunitas. —La lengua de Carter asoma, tocando su labio inferior.
No puedo dejar de mirarlo.
El camarero se vuelve hacia mí.
—Tomaré una copa del Preston Barbera.
Cuando el camarero se va, Carter apoya un codo en la mesa.
—Tienes buenos hombros.
—Yo... ¿qué?
Señala con la cabeza mi vestido.
—Tu vestido. Tus hombros. —Se aclara la garganta y añade en voz baja
—: Simplemente... te ves increíble.
Suspiro un «gracias» y bebo un largo trago de agua helada para enfriar la
ebullición que hay bajo la superficie de mi piel.
—Entonces, ¿qué tal te va por Carterlandia?
Sonríe ante mi cambio de tema.
—Trabajo. Esquivo las llamadas de mis padres. Envío mensajes de texto
a una linda agente por el camino. Ya sabes.
Me sonrojo, desviando la atención.
—¿Estás esquivando a tus padres?
—Quieren que me esfuerce más con mi hermano, pero en realidad es
solo su continua desaprobación a que me mudase aquí en primer lugar.
—Oh, no.
Él hace caso omiso de esto.
—Mamá está segura de que voy a terminar sin hogar y comprando
metanfetaminas a un tipo que vive en una caja en Skid Row. Intenté decirle
que mi apartamento tiene portero y que ni siquiera sé dónde está Skid Row,
pero sigue sin estar convencida.
El camarero nos trae las bebidas, el pan y un pequeño bloc de notas listo
para nuestros pedidos.
—Mis padres están ahora en Burbank —le digo a Carter una vez que el
camarero se va de nuevo—, así que los veo unas veces al mes, pero me
imagino lo mucho que se preocuparía mi madre si viviera al otro lado del
país.
—Sí, pero mi hermano se mudó aquí cuando tenía dieciocho años, y no
hubo casi ningún problema.
Arranco un trozo de pan.
—Creo que no sabía eso.
—Jonah —explica sobre su vaso—, tomó su cámara y su ropa y se fue.
Fue a una fiesta uno de sus primeros fines de semana en la ciudad y acabó
haciendo unas fotos que aparecieron en Rolling Stone.
—Me estás tomando el pelo.
—No. A partir de ahí fue Elle, y luego People. Por alguna razón mis
padres piensan que casualidades así no suelen repetirse y que estoy
destinado a fracasar.
Quiero recordarle que todos los padres se preocupan de que sus hijos
tengan problemas y que si hay un lugar donde eso ocurre mucho, es
Hollywood, pero mi mente se engancha a algo que él ha dicho.
—Espera, ¿tu hermano es Jonah Aaron?
—Sí... es él. —Sus ojos se abren de par en par, su mano se congela donde
estaba levantando un trozo de pan a sus labios—. Por favor, dime que no te
has acostado con él.
Toso una carcajada.
—Eso sería un no. Pero por alguna razón creo que mi amiga Amelia sí.
—Tomo un sorbo de vino, pensando—. Creo que lo conoció en una fiesta
de Vanity Fair o algo así.
Carter me dedica una media sonrisa apenada.
—Tal vez debería encontrarla y disculparme en nombre de mi familia. —
Cuando vuelvo a reír, parece darse cuenta de lo que ha dicho—. Quiero
decir —corrige, con las cejas fruncidas—. El sexo con los hombres Aaron
es de primera. El mejor sexo de tu vida. Debería aclarar que... Vamos a
continuar. ¿El trabajo va bien?
Se me escapa una carcajada y me aprieto la servilleta en los labios.
—Va muy bien. Estoy preparando un proyecto ahora mismo y podría ser
bastante grande. —Hay algo en Carter que difumina mi habitual instinto de
mantener todo atado, y es una lucha no derramar cada detalle.
Pero si se da cuenta de cómo me he enrollado, es lo suficientemente
educado como para no decirlo, y en su lugar golpea en la parte superior de
la mesa.
—¿Supersticioso? —le pregunto, pero no me contesta mientras el
camarero llega con nuestros platos principales.
Carter traga el primer bocado de filete con su cerveza y deja el vaso en la
mesa.
—En respuesta a tu pregunta, nunca diría que soy supersticioso, porque
eso sería mala suerte. Pero se ha sugerido que es uno de mis rasgos menos
encantadores.
Le sonrío, cortando un trozo de brócoli.
—Sobre todo, los considero rarezas —dice—. Es posible que tenga una
corbata de la suerte. El viejo tocar madera es una de mis favoritas. Tiro la
sal derramada sobre mi hombro izquierdo. Se sabe que frecuento pozos de
los deseos, y tengo que dejar que el teléfono suene dos veces antes de
contestar.
—Esos son tan adorablemente menores —digo.
—¿Tienes algunos mejores?
—Estoy seguro de que mis amigos te dirían que tengo muchas rarezas.
—Carter se echa hacia atrás en su silla y me hace un gesto para que
continúe—. Ya he ilustrado mi habilidad para recordar detalles de películas
al azar.
—No sé si eso cuenta; quizá sea más bien una ventaja, teniendo en
cuenta tu línea de trabajo. Voy a necesitar algo un poco más extraño de ti,
Evil.
Sonrío.
—No puedo comer en los buffets, un inconveniente cuando hay tantos
eventos con servicio de catering en los que se sirve uno mismo. Es como si
viera esa inocente cuchara de servir y todo lo que puedo pensar es en
cuántas manos sin lavar la han tocado. Siempre veo el maratón de Cuentos
de Navidad de veinticuatro horas, y soy una obsesiva de las manos.
Se detiene con el tenedor a medio camino de la boca.
—Eso no puede significar lo que se me acaba de ocurrir en mi cabeza.
Me muevo para darle una suave patada, pero él atrapa mi pie,
manteniéndolo allí entre sus zapatos.
—Significa que cuando estoy en una llamada o sentada en mi escritorio
pensando en algo, tiendo a buscar mi loción, de forma instintiva. Cuanto
más larga sea la llamada, más loción utilizaré, y al final apenas puedo
agarrar el teléfono.
—De acuerdo, eso es genial. —Carter se frota las palmas de las manos,
pensando—. Te voy a dar otro de los míos para que no te sientas insegura
por tu fobia a los gérmenes o por tus manos llenas de crema: apenas puedo
inhalar antes de haber tomado café. Sé que la gente dice eso todo el tiempo,
pero en mi caso casi siento que es una condición médica. Me he cepillado
los dientes con crema de afeitar en más de una ocasión y una vez me alivié
en la palmera favorita de mi madre.
—No estoy segura de que debas compartir esa última parte —susurro.
Carter se limpia la boca y deja la servilleta en la mesa frente a él.
—Tienes una sonrisa muy traviesa, Evil.
Me señalo el pecho.
—¿Yo? Deberías ver la tuya.
Se inclina hacia delante.
—Es porque me gusta estar cerca de ti. Es como la misma sensación de
zumbido que tengo cuando uno de mis clientes publica un tweet
gramaticalmente correcto.
Esto me hace reír porque me siento absolutamente identificada.
—Eso es bastante excitante.
Absorbe el labio inferior con la boca y lo chupa, observándome.
No recuerdo que Carter fuera tan abrumadoramente sexual cuando nos
conocimos. Tal vez fue porque no estaba mostrando los hombros, o porque
ambos estábamos vestidos como preadolescentes, pero definitivamente es
abrumador en este momento.
Carter da un sorbo a su cerveza, mirando a través del follaje del espacio
interior y exterior hacia la acera. Es un barrio muy concurrido a cualquier
hora, pero esta noche ha refrescado un poco y las calles parecen estar llenas
de gente caminando, dirigiéndose a algún lugar, a ninguna parte.
—Hace mucho calor aquí en otoño —dice, inclinando de nuevo su vaso
hacia la boca. Le observo tragar, sintiendo una ansiedad creciente porque,
maldita sea, me gusta—. Me sorprende cada año.
Puede que me guste de verdad.
—Nuestro verano siempre llega tarde —digo—. Junio y julio son
bastante agradables. El verano realmente llega en agosto y se va en octubre.
Se vuelve hacia mí y sonríe.
—Me pregunto si alguna vez me acostumbraré.
—¿Fue una decisión difícil dejar Nueva York?
Sacude la cabeza.
—La verdad es que no. Lo había pensado durante unos años, pero
siempre dudé porque se sentía como el territorio de Jonah.
—Podría verlo, supongo.
—Pero a medida que mi carrera avanzaba, Los Ángeles se convirtió en
una opción obvia. —Él hace girar su cuchara en la mesa, mirando
distraídamente hacia abajo—. No hay mucho para los cazatalentos en
Nueva York, el teatro es enorme, obviamente, pero... No sé... —Respira
profundamente, y parece volverse más contemplativo, hasta que exhala y
vuelve la cara hacia mí, sonriendo de nuevo—. Necesitaba hacer algo
diferente. Me gusta la TV-Lit, pero me gustaría ser más cinematográfico.
Paso a paso.
El grado de autenticidad que tiene me desconcierta una y otra vez. Todo
en él parece tan directo frontal y franco, pero también hay una complejidad.
No me extraña que sea bueno en este trabajo.
—¿Has pensado alguna vez en dejar California? —me pregunta.
—La verdad es que no —admito, arrugando la nariz—. Soy demasiado
fanática del cine como para dejarlo.
—¿Dónde creciste?
Alzo mi pulgar detrás de mí, como si pudiera verlo desde aquí.
—No en Los Ángeles propiamente dicho. En San Dimas.

—¡La magnífica aventura de Bill y Ted15! —canta.


—Eso es lo que dice todo el mundo —le digo, riendo—. Y sí. Es una
ciudad bastante pequeña. Yo era tan nerd en el instituto.
Él suelta un bufido escéptico.
—Sinceramente —le aseguro—, lo era.
—No podías ser más nerd que yo: el fundador del club «Magic: El
encuentro16» de mi escuela.
Asiento y le digo:
—Fui presidenta y el único miembro del club de anime de mi escuela
antes de que a nadie más le gustara.
—El anime es genial.
—En ese entonces no lo era, créeme.
Carter se inclina, claramente dispuesto a sacar su artillería pesada.
—Nunca tuve una cita en el instituto hasta el último año porque me
gustaban los musicales y las chicas asumían que era gay. Ningún chico me
invitó a salir, tampoco, porque asumían que era engreído, no heterosexual.
—Mi primer concierto fue de Hanson. —Hago una pausa, observándolo
—. Mi peor miedo es que alguien publique un video de mí en aislamiento
rockeando mi cara todo el tiempo.
—¿Intentas asustarme? —Saca su teléfono y se pasa unos treinta
segundos desplazándose hasta que lo gira para que lo vea—. Mira este
desastre.
Carter tiene probablemente catorce años en la foto. Su nariz es
demasiado grande para su cara. Su pelo parece cortado por un padre
distraído. Se está riendo, y su boca parece completamente llena de metal.
—Puedo superar eso. —Saco mi teléfono y lo abro en la página de
Facebook de mi madre, encontrando fácilmente su post de Jueves
Nostálgicos con mi foto de la escuela de décimo grado. Esto fue antes de mi
cirugía de laser, así que tengo gafas más gruesas que un cenicero y llevo
una corbata porque intentaba llevar un estilo un poco skater.
Los ojos de Carter se entrecierran y se inclina para mirar más de cerca.
—¿De qué estás hablando, Evie? Sales linda aquí.
Vaya. Está ciego.
—Carter.
—¿Qué?
Levanta la vista y algo –no, todo– en mí se derrite. Cuando parpadea, la
expresión suave no se disuelve; permanece allí, más fuerte ahora que deja
que su mirada se mueva a través de mi cara y a mi boca.
—¿Qué? —dice de nuevo, sonriendo ahora—. Sabes que espero besarte
después, no importa cuántas fotos tontas me enseñes.
Mi corazón despega, un tambor que late en la jungla salvaje bajo mis
costillas.
—Soy mayor que tú —suelto.
Se encoge de hombros, como si fuera algo completamente normal.
—¿Y qué?
—Estamos en el mismo negocio.
Le observo procesar esto durante un suspiro, y se muerde el labio antes
de decir:
—Quizá no sea lo ideal, pero no vale la pena alejarse de ti por ello.
Mi corazón parece querer subir a mi garganta.
—Estoy notoriamente casada con mi trabajo.
—Eso es súper conveniente porque yo también lo estoy. Será como si
estuviéramos engañando a nuestros trabajos el uno con el otro. —Lo dice
como si acabara de descubrir una brillante laguna jurídica.
Soy consciente de cómo estoy encaramada en mi silla, y de que la mujer
de la mesa de al lado nos observa sin ninguna sutileza. Soy consciente de la
alarma del coche que suena en algún lugar de la calle y del camarero
limpiando los platos en la mesa detrás de mí. Tengo la sensación de que
Carter puede verme reaccionar a todas estas cosas, pero no se inmuta por
ello en lo más mínimo.
—Soy bastante mala en esto —admito—. Pero tengo un gran plan de
respaldo romántico que incluye una manada de pequeños animales en
suéteres, conmigo como su líder.
Su sonrisa es cálida y lenta, y cuando llega a sus ojos, algo dentro de mi
pecho se revuelve en derrota.
—Eso también podría ser genial.
En el silencio que sigue, parece que se abre un enorme agujero frente a
mí y decido saltar directamente al interior.
—¿Quieres volver a mi casa después de esto?
Esto le sorprende, y sus ojos se abren ligeramente detrás de sus gafas.
—Sí.

***
Como es el sur de California y todo el mundo va en coche a todas partes,
solo en su propio coche, Carter me sigue hasta mi casa. Mi edificio está en
Beverly Grove, justo al sureste del Boulevard de Santa Mónica; la zona
tiene casas extensas y amplios jardines intercalados con grandes edificios
de apartamentos art decó remodelados. Los Ángeles es así: suburbio y
ciudad, todo junto.
Me reúno con él en la entrada y trato de sonreír como si no fuera gran
cosa, pero es algo enorme. El último tipo que tuve en mi casa fue mi padre.
Antes de eso, fue Mike cuando vino a cenar con Steph. Antes de eso,
apenas puedo recordar. Probablemente el tipo que me instaló la tele por
cable.
Me doy cuenta de que ambos no sabemos qué decir, la energía entre
nosotros bulle. Tiene un carisma sexual que no estoy convencida de poder
manejar. No puedo dejar de recordar nuestro abrazo en la entrada del
restaurante y cómo se sentía contra mí, todo huesos largos y músculos
firmes.
Me alivia un poco que Carter no sea de los que hablan poco en
situaciones como ésta. ¿Vamos a tener sexo? Siento que el sexo es
inminente, pero preferiría meterme un atizador caliente en la oreja antes que
confiar en mis instintos en este momento.
Podría preguntarme sobre el tiempo, o sobre el tráfico, o las estadísticas
de los terremotos, o cualquiera de los temas obvios de California, pero
simplemente me sigue a mi casa y se detiene en la sala de estar, mirando
alrededor.
Es un lugar bonito, y estoy orgullosa de él, aunque casi nunca estoy en
casa más que para dormir. El edificio es moderno, y mi apartamento es una
planta abierta que incluye una gran habitación principal con salón, cocina y
un pequeño rincón junto a la ventana, donde tengo una mesa. Hay un jarrón
de flores encima, y todo huele sutilmente a la vela de menta que hay cerca
de la estufa. Incluso puedo ver los ojos de Carter abrirse de par en par ante
la enorme pantalla plana que heredé de mi padre cuando se cambió a la
pantalla plana obscena.
—El tipo del otro lado del callejón es un malabarista —digo, señalando
la ventana—. Aparentemente es un pasatiempo donde la ropa es opcional.
No voy a mentir: es bastante genial.
—Ya iba a decir que este lugar era genial, pero eso podría ganarse un
ascenso a increíble —dice—. Puedo prometerte que ninguno de los
apartamentos que miré venía con un malabarista desnudo.
—Normalmente es por la mañana... —La implicación de mis palabras,
«¡pijamada!», persiste entre nosotros, pasando claramente de la fase de
exploración del apartamento de Evie a la de a explorar a Evie.
Carter está a un paso de mí y su mano sale, rodeando mi cadera. Pasan
unos cuantos latidos de silencio.
—¿Tienes sed? —pregunto nerviosa.
El tráfico de la calle pasa a toda velocidad y un perro ladra de forma
odiosa en el edificio de al lado.
Carter sacude la cabeza.
—No, estoy bien.
—Está bien. —Me muerdo el labio—. ¿Tienes hambre? ¿O necesitas ir al
baño?
Se ríe.
—No.
Me tiembla la mano cuando tomo la suya y lo conduzco por el pasillo.
—¿Evie? —Señala hacia atrás por sobre su hombro con el pulgar—.
Podemos quedarnos aquí fuera…
Niego con la cabeza, y él me sigue sin decir nada por el pasillo hasta mi
dormitorio.
Se detiene justo en la puerta.
—Es que... No creo que debamos... —Mira hacia la cama y luego a mí
—. Todavía.
—Está bien. —Acepto en un susurro nervioso—. Solo quiero estar aquí.
Mis padres me dieron todos los muebles del salón, y no quiero estar
pensando en esto la próxima vez que estén por aquí sentados en su viejo
sofá.
Sus ojos se arrugan detrás de sus gafas cuando sonríe ante esto.
—Eres un viaje.
Lo dice como si fuera algo bueno. Como si fuera algo estupendo. En mi
habitación nos miramos fijamente durante unos segundos. Sigo esperando
que la rareza descienda, pero no lo hace.
Carter levanta las manos, me coge la cara y me sonríe.
Dios, el corazón se me va a salir del pecho. Definitivamente no estoy
planeando una boda con Daryl esta noche.
—¿Estás bien? —susurra, a un palmo de besarme.
—Sí.
Se inclina y pone sus labios contra los míos.
No puedo... sinceramente, no puedo describir lo que se siente al besarlo.
Me maravilla la suave firmeza de sus labios y el contraste de la barba
incipiente de su labio superior y su barbilla. Imagino que roza la piel de mi
cuello y abajo, abajo. Me maravillan sus manos, que me sostienen contra él,
deslizándose por mi espalda.
Una corriente me recorre cuando su lengua toca la mía; es aún más fuerte
cuando emite un gemido silencioso y desliza una mano por mi trasero. Me
siento como una adolescente al ser incapaz de separarme de su boca, y me
acerco a ella desde todos los ángulos, necesitando todo tipo de besos: más
grandes y pequeños, más profundos y solo estos pequeños besos como
gotas de lluvia.
Me siento como si le hubiera besado siempre, y también como si nunca
me hubieran besado antes de esta noche. Es más alto que yo y estoy de
puntillas, estirándome para acercarme, como si lo necesitara tan dentro de
mí como pueda.
Suavemente, sus manos se deslizan hacia mis caderas, guiándome hacia
la cama y hacia abajo.
Me sigue, ayudándonos a los dos a acercarnos a las almohadas, y no
había sentido esta hambre en mucho tiempo. El tipo de deseo que consume,
en el que besar de esta manera es casi sobre estimulante, pero mi cuerpo
sigue pidiendo más y más.
Carter está sobre mí, y nos movemos juntos y lo siento, duro entre mis
piernas. Su mano desnuda ahueca mi pierna desnuda y llevo mi rodilla
hacia mi pecho, abriéndome, queriendo que esté más cerca. Deja escapar un
pequeño gruñido antes de decirme que parece que somos muy buenos en
esto.
La forma en que se mueve, meciéndose justo contra mí, sé que ya estoy
cerca porque, Dios, ha pasado tanto tiempo y es tan bueno. Somos buenos
en esto. Y si el casi sexo con la ropa puesta ya me tiene al borde, ¿cómo
sobreviviría a Carter desnudo, Carter con acceso a cada parte de mí? Puedo
sentir esa tensión y calor justo ahí, pero él se aparta. Empiezo a decirle que
regrese, alcanzando sus caderas, pero su mano está ahí, cálida y firme,
subiendo por mi pierna, dentro de mi ropa interior, y él gime en un beso
cuando me siente, resbaladiza bajo sus dedos.
Me siento frenética, como si me hubieran retorcido en un escurridor, y
tengo que apretar los dientes para no gritar.
En cambio, se me escapa un gemido tembloroso que hace que se le corte
la respiración. Se aparta para mirarme a la cara.
—Estás muy tensa —susurra antes de inclinarse para besarme el cuello
—. ¿Cómo puedo hacer que no lo estés?
Su mano se mueve y su boca se desliza desde mi cuello hasta mi
mandíbula, e incluso cuando me arqueo con los ojos cerrados, siento que
me sigue, sus labios persiguiendo mi piel, diciéndome que venga aquí, que
lo bese, que le diga lo que me gusta. Cuando abro los ojos, sigue
mirándome. Sonríe y se inclina para besarme de nuevo.
—¿Está bien? —dice, con ojos claros y serios.
Asiento con la cabeza. El alivio es como una droga, cálida, que recorre
mis extremidades.
«Estamos haciendo esto».
Desabrocho su cinturón torpemente, ya no me preocupa cuándo y dónde
tenemos sexo, y su risa es una pequeña ráfaga de aire caliente contra mis
labios. Entiendo que no se ríe de mí, se ríe de esto, del tanteo frenético y
torpe.
Aliso la palma de la mano por su estómago y jadeo al sentirlo, la
emoción de ponerlo duro así me hace tener un subidón de poder. Él se
mueve hacia mi contacto y yo deslizo mi pierna sobre su cadera y así nos
movemos juntos, dejando que nuestras caderas hagan el trabajo, dejando
que nuestras bocas se muevan en este fácil y hambriento tándem.
He olvidado la febril impotencia de dejar que otro me toque, la
desesperada esperanza de que me lleven hasta allí. Pero muy pronto me doy
cuenta de que lo hará, y lo hace, con su mano firme contra mí. Trato de
mantener los ojos abiertos mientras se va acumulando, pero él me observa
con una intensidad tan singular que cierro los ojos y me quedo con la
sensación de sus dedos en el clítoris y su verga en mi mano... y me
disuelvo.
Sus sonidos me impulsan, gruñidos silenciosos, y él se mueve más
rápido, tan duro contra mi palma, follándola, y entonces se corre con un
gemido impotente: vivo y vital bajo mis dedos, su alivio tan cálido contra
mi piel.
Vuelve a reírse, deteniendo mis caderas con la mano que ha utilizado
para tocarme; está húmeda, y la intimidad de eso, el saber que sabe cómo
me siento y que acaba de hacer que me corra, hace que me duela todo de
nuevo.
Nos quedamos en silencio en la oscuridad.
La boca de Carter encuentra la mía y me besa con esa pereza reveladora
y satisfecha.
—¿Todavía estás bien? —me pregunta con un estruendo profundo y
rasposo.
—Sí. ¿Y tú?
—Estoy genial, ¿bromeas? No tengo que hacer eso solo esta noche.
Empiezo a reírme, pero él consume inmediatamente el sonido, su boca
vuelve a acercarse a la mía.
—Sin embargo, creo que hice un desastre en tu edredón.
Me alejo, palpando entre nosotros.
—Mi cama está como «¿Qué es esta sustancia?».
Se ríe roncamente en mi cuello, y justo cuando empiezo a preocuparme
de si he sonado demasiado... soltera, dice:
—Sí, yo también.
—Estás increíblemente bueno. No puedo creer que no hayas estado con
alguien recientemente.
—Y tú eres preciosa. La falta de oportunidades no es la razón por la que
estamos solteros.
Asiento con la cabeza, mirándole a la cara.
—Me han dicho que soy exigente. Y quizás un poco obsesionada con el
trabajo.
Se ríe de nuevo y se inclina para besarme.
—Solo creo que ambos necesitamos algo más que por lo que luchar cada
día.
Capítulo 6
Traducido por Nea
Corregido por Hae
Editado por Roni Turner y Banana_mou

 
Carter
El sábado por la noche, Michael Christopher y yo nos encargamos de la
preparación de la comida, lo que significa que yo cocino y Michael evita
que Morgan saque todas las ollas y sartenes de la casa. Él está en la mesa y
ella está felizmente lanzándole Cheerios a la cara.
Steph entra, llevando consigo el aroma de la hierba recién cortada, y una
ráfaga de aire fresco se cuela a través de la puerta detrás de ella. Aunque es
fin de semana, había entrado a trabajar cuando un gran actor prometedor
acabó en la cárcel. Me recuerda lo que dijo Evie sobre estar casada con su
trabajo, y sé que este tipo de cosas, las noches de fiesta y las cenas perdidas,
son exactamente a lo que se refería.
Nos mira, impresionada por la cena, y se sienta.
—Vaya. —Ni siquiera tiene que preguntar para saber cómo se
materializó todo delante de ella—. Bien hecho, Carter.
—Es agradable cocinar en una cocina real con utensilios de cocina
reales.
Steph me da una sonrisa comprensiva mientras MC me mira con envidia.
—¿Y cómo has estado? —pregunta Steph.
—Ocupado. Emil Shepard se está trasladando a mi lista y está creando un
pequeño dolor de cabeza de papeleo en la empresa.
Ella hace una mueca de dolor.
—Oh Dios. ¿Está Blake perdiendo la cabeza?
—Uno pensaría que sí. Pero sinceramente, apenas ha parpadeado. —Me
encojo de hombros y lanzo un pedazo de pollo hacia mi plato—. Tal vez
esté echando un polvo. El viejo Blake me habría arrancado las piernas y me
habría golpeado con ellas.
—Hay algo en el aire. Ha sido un día de mierda. —Steph se encoge,
mirando a Morgan—. ¡Ups! Orejeras, nena.
Todos esperamos en tenso silencio, preguntándonos si Morgan va a
cantar alegremente las palabras «¡mierda de espectáculo!». Ya ha sucedido
antes con «maldita», «hijo de puta» y «gilipollas».
Esta vez, se abstiene.
Aliviada, Steph se vuelve hacia mí.
—¿Cómo fue tu cita?
MC se anima. Tomo un bocado de mi cena y mastico mientras pienso,
esperando que mi cara no me traicione. Mi corazón se estremece
notablemente cuando pienso en la noche anterior. No he tenido este tipo de
reacción física con una mujer en años.
—Fue genial —digo—. Es que ella es jodi... —Miro a Morgan en medio
de la frase—. Jodi… genial.
—Estupendo. —Asiente Steph lentamente, con una sonrisa a juego con
su tono. Me mira como si fuera a dar detalles, pero en realidad ¿qué más
puedo decir? Quiero que las cosas con Evie vayan a alguna parte, y
realmente creo que pueden. Es por eso por lo que le dije que no quería que
tuviéramos sexo todavía, aunque en realidad, realmente quería hacerlo.
—Ella ha sido igualmente escasa en detalles. —Stephanie apuñala su
pollo con un tenedor—. Ambos son unos mocosos.
—¿Se supone que debo contarte sobre nuestro primer beso en la sala de
estudio?
Se levanta, con los ojos brillantes.
—¡Se han besado!
—Muy bien, loca. —Michael le pone la mano en el antebrazo—. No hay
que asustar al buen chico. Nos dirán lo que quieren que sepamos cuando
quieran que lo sepamos. Por lo menos recordarán quién los unió cuando
decidan quién será el padrino de su boda.
—¿Esto es lo que pasa cuando estás casado y tienes hijos? —Sonrío a
cada uno de ellos por turno—. ¿No tienes nada que hacer más que
emparejar a todo el mundo?
En el momento oportuno, los dos se inclinan, con voces que estallan al
unísono.
—No hemos bajado el ritmo.
—¡Tenemos una loca vida social!
Morgan, que claramente encuentra el arrebato sincronizado motivo de
celebración, sopla burbujas en su leche hasta que se le sale la espuma por
los lados.
—No, no —digo—, llenos de juventud. Por supuesto. Pero también están
un poco... establecidos.
—¿Establecidos? —Steph se burla—. Por favor. Nosotros… —Señala
entre los dos—. …estamos locos. Podemos hacer fiestas con lo mejor de
ellos. Confía en mí.
—¿Sigues yendo a los clubes de vez en cuando? —Les hago un gesto de
ánimo con la cabeza.
—Por supuesto que sí. —Se señala el brazo y, tras un momento de
desconcierto, me doy cuenta de que tiene un tatuaje de una flor, y que es
obvio que la gente con tatuajes se encuentran en los clubes—. Hay un sitio
que se llama Foxtail y que está muy bien. Definitivamente deberías llevar a
Evie allí.
—O podría llevarla a Orchid, ¿verdad, Steph?
—Ese lugar es bastante bueno —concuerda—. Cócteles artesanales,
¿verdad? O ese es otro. —Chasquea los dedos como si esto la ayudara a
recordar el nombre.
—Aureola —termina Michael por ella—. Ese lugar. —Silba—. Ese lugar
es una locura —dice, alargando la palabra en unas cuatro sílabas.
Steph asiente con la cabeza.
Tengo que preguntar:
—¿Hay un club llamado Aureola?
—Oh sí, es como, el lugar más hippie de Los Ángeles —dice ella—. Oh.
—Se desinfla un poco—. No, cariño, creo que no es Aureola, eso es parte
del pezón, ¿verdad? Creo que es Ariela.
—Es una diferencia bastante grande. —Observo con un asentimiento
serio.
—Ariela —asiente Michael, riendo mientras evita mi mirada.
—¿Han ido los dos?
—¿Nosotros? Por favor —dice MC con una tos apretada como de «por
supuesto que lo hemos hecho»—. Nosotros... bueno... no. Queríamos
hacerlo, pero no abren hasta las nueve. Creo, ¿cariño? ¿A las nueve? —
Steph asiente mientras intenta extraer garbanzos triturados del pelo de
Morgan—. Y eso es... eso es realmente tarde. Quiero decir, no para
nosotros, pero ya sabes, para Morgan.
—No duerme bien con una niñera, si no, Dios, estaríamos en ese lugar.
—Steph hace un pequeño baile en su silla—. Estaría saliéndome con la mía.
—Saliéndonos con la nuestra —concuerda—. Causando algunos
problemas es lo que estaríamos haciendo.
—Aureola —digo, sonriendo—. Increíble.

***
Mi teléfono suena en el asiento de al lado mientras giro a la izquierda en
el boulevard de Santa Mónica. Lo ignoro, dejando que otro viajero del lunes
por la mañana se ponga delante de mí y esperando a que el semáforo se
ponga en verde para que todos podamos avanzar otros tres metros antes de
que vuelva a cambiar. Nunca dejará de desconcertarme que un viaje de
setenta kilómetros me lleve casi una hora.
Estoy a punto de coger el dial de la radio cuando mi teléfono vuelve a
sonar... y otra vez... y otra vez. Lo miro, con la pantalla boca abajo en el
asiento, y calculo mentalmente el resto de mi viaje. En California es ilegal
utilizar un teléfono móvil mientras se conduce, por lo que es ilegal leer o
responder a cualquier mensaje de texto. Estoy a punto de decirme que
puedo esperar cuando vuelve a sonar.
Y otra vez.
Cuando el semáforo se pone en rojo, deslizo mi teléfono sobre mi regazo
y desbloqueo la pantalla para revelar un montón de llamadas perdidas y
mensajes de Becca.
Mi código de acceso no funciona y no puedo entrar en el edificio.

Seguridad dice que no puede dejarme entrar.

Ok Tarah y Kyle tampoco pueden entrar.

¿Qué está pasando?

No puedo entrar en mi correo electrónico.

CARTER

911 EMERGENCIA FUEGO LO QUE SEA.

LLÁMAME AHORA

Marco, escuchando el sonido del teléfono a través de mi Bluetooth.


—Carter.
—Hola. —Acelero, avanzando por el cruce. Mi corazón está haciendo un
extraño baile en mi pecho—. ¿Qué está pasando?
—Ni idea. —Alguien dice algo en el fondo, y Becca suelta un silencioso
«Bien». Más alto, me dice—: Revisa tu correo electrónico. Tenemos una
reunión en un edificio en West Hollywood. Te veré allí.
Y luego se va. Desconcertado, en el siguiente semáforo en rojo abro mi
programa de correo electrónico y encuentro una nota de CTM para toda la
empresa que contiene una dirección e instrucciones para estar allí a las
nueve y media.
Más allá de eso, nada. En lugar de seguir recto, giro a la derecha por La
Ciénaga.
***
Aparcado en un estacionamiento subterráneo, salgo y miro fijamente el
edificio de cristal y acero. Se parece a cualquier otra estructura de oficinas
nueva y elegante; no hay nombres ni logotipos identificativos en el patio
delantero.
Lo único que puedo imaginar es que estamos cambiando de oficina o que
algo horrible le ha ocurrido a nuestro propio edificio... pero no he oído nada
en las noticias. Y Becca, que es tranquila, serena, y que responde
inmediatamente el noventa y nueve por ciento de las veces, no ha
respondido a mi llamada de seguimiento.
Me golpea en la cara una ráfaga de aire refrigerado nada más entrar, y
combinado con la adrenalina que corre por mis venas, despierta algo
instintivamente neoyorquino en mí.
Se está asentando, curiosamente.
Al girar por un pasillo de mármol, compruebo por última vez mi teléfono
antes de meterlo en el bolsillo, hacia una zona de recepción circular que
está justo delante, coronada por un conjunto de grandes pantallas con las
palabras Price & Dickle y los logotipos y carteles de películas de algunos
de los actores a los que representan, moviéndose dentro y fuera de foco.
El pulso me retumba en la garganta.
P&D se ha mudado recientemente. ¿Es aquí donde están ubicados?
A un lado hay una mesa temporal más pequeña con un cartel de papel
que dice «CTM registro» pegado en la parte superior, una hermosa rubia
sentada detrás de ella y dos guardias de seguridad uniformados rondando
cerca.
¿Estamos trasladando las oficinas al mismo edificio que P&D? Toda la
escena es lo suficientemente extraña como para ralentizar mis pasos; una
bengala roja acaba de ser disparada hacia el cielo.
Me acerco con cautela a la mesa y capto la atención de la rubia que lleva
los auriculares. A través de mis nervios, intento poner mi mejor sonrisa.
—Hola, esto va a parecer una locura, pero...
Ella es todo negocios:
—¿Eres de la CTM?
Asiento con la cabeza.
Mira su lista.
—¿Nombre?
—Aaron —digo, dándole mi apellido, y luego aclaro rápidamente—:
Carter Aaron.
Ella tararea, pasando unas cuantas páginas.
—Aquí está, Aaron Carter. —Me entrega un portapapeles con varios
pedazos de papel atrapados allí—. ¿Sabías que tienes el mismo nombre que
un Backstreet Boy?
—En realidad, estás pensando en Nick Carter —digo—. Aaron Carter es
su hermano menor. Mi nombre es Carter Aaron, no Aaron Carter...
Me doy cuenta de que ya ha perdido el interés cuando me mira bajo unas
pestañas postizas que desafían la gravedad. ¿Y quién podría culparla? No
debería saber el nombre del hermano menor de un Backstreet Boy. Pero lo
sé, porque es algo que he tenido que explicar al menos una docena de veces
en mi vida.
Sigo adelante, mirando disimuladamente su lista. Hay algunos nombres
que reconozco. Cameron, de literatura, Sally de derechos de autor, y unos
cuantos más.
—¿Puedes decirme por qué estoy aquí? —pregunto.
—Rellena esos formularios —dice, señalando el portapapeles que tengo
en la mano—, y luego dirígete al segundo piso. Ah, y firma aquí.
Me da una placa con mi nombre escrito en la parte delantera y relleno el
registro de mala gana. Con una sonrisa sosa, me indica la dirección de los
ascensores. Un guardia pasa su placa para dejarme pasar la puerta de
seguridad. Una vez dentro del ascensor, pulso el botón de la segunda planta.
Vuelvo a sacar mi teléfono y envío un mensaje rápido a Evie.
Creo que estoy en tu edificio

Algo raro está pasando.

¿Me llamas?

Después de un momento, un vibrante timbre del ascensor me indica que


estoy en la siguiente planta, y cuando las puertas se abren me recibe una
sonriente mujer de mediana edad y otro grupo de guardias de seguridad a
juego.
«Bueno…»
Me indican que tome asiento en el vestíbulo y, tras acribillar a la mujer a
preguntas, me aseguran que alguien vendrá en breve a explicarme todo. El
espacio es luminoso y amplio, con un número de sillas de lujo en pequeños
grupos que se alinean en un largo banco de ventanas con vistas a Beverly
Boulevard.
Ya hay un puñado de gente por ahí; solo reconozco a unos pocos. Nadie
parece tener idea de lo que está pasando. El vestíbulo se va llenando poco a
poco y, sin embargo, se mantiene casi en un silencio espeluznante. Alguien
entra, hace algún tipo de chirrido en el suelo o algún otro ruido que llama la
atención de todos, y luego nada. Se siente como si todos tuviéramos trece
años esperando a que nos llamen al despacho del director.
—Carter.
Me doy la vuelta para ver a Kurt Elwood del departamento de edición
caminando hacia mí, con las manos en el pelo y la habitual expresión
sombría en su rostro.
—Me pareció ver tu nombre abajo. —Me fijo en su aspecto—. ¿Estás
bien, hombre? —Está un poco verde y hay una pizca de transpiración que
salpica su labio superior.
Saca un rollo de antiácidos del bolsillo y se mete uno en la boca,
haciendo una mueca mientras mastica.
—¿Sabes lo que me parece esto?
Sigo su mirada y observo la habitación. Todos parecen confundidos, pero
nadie parece estar al borde del pánico.
—¿No?
—Como un despido de toda la empresa. Sácanos del edificio, lejos de
nuestros ordenadores, donde no podamos acceder a nuestros archivos.
—¿Qué? —digo, un poco sorprendido por su sugerencia, y vuelvo a
mirar alrededor de la habitación. Yo asumo que nos vamos a mudar. Hemos
estado contratando como locos; los despidos han estado tan lejos de mi
mente como podrían estar.
—¿No crees que harían algo así? —pregunta—. Los del departamento de
edición no están pagando las facturas. La gente ya no va al cine como antes.
El pirateo ha aumentado, los beneficios han bajado. Ni siquiera ustedes, los
de la televisión, están a salvo: los monstruos del empaquetado. —Me mira
fijamente—. ¿Qué? ¿Crees que nos darían regalos de despedida y nos
enviarían por nuestro camino? No, nos separan de todos los demás para
mantener el drama al mínimo. ¿Por qué crees que no están todos aquí? —
Saca otro Tums del envoltorio de aluminio y lo mira antes de ponérselo
entre los labios y morderlo—. Las señales han estado ahí durante semanas.
Me debato entre querer apartar la mirada del antiácido rosa calcáreo que
colorea sus dientes y querer escuchar más. Cada acontecimiento extraño e
inexplicable pasa por mi cabeza, y me pregunto si podría haber algo de
verdad en sus palabras. Emil Shepard ha estado menos que encantado con
CTM durante un tiempo desde hace mucho. Si de alguna manera se enterara
de esto, podría trasladarme a mí y cuando me dejaran ir tendría la opción de
transferir a alguien más, o irse por completo. Solo unos pocos barcos se
agitarían y él sería libre. Si Blake sabía de esto, explicaría su sorprendente
no reacción a todo con Emil hasta ahora.
Kurt irrumpe mis pensamientos.
—Dios mío, tengo cuarenta y dos años. Hoy en día nadie quiere un
agente mediocre de mediana edad. Quieren tiburones. Quieren agentes tan
guapos como los actores. No puedo competir con eso. Dios mío —gime—,
¡acabo de comprar un barco!
—Bien, tomemos un respiro. —Espero sonar más tranquilo de lo que me
siento—. Ni siquiera sabemos lo que está pasando todavía. No saquemos
conclusiones precipitadas. ¿Por qué nos traerían a P&D si nos están
despidiendo? ¿Por qué no nos retienen en nuestro propio vestíbulo?
Intento apartarlo del resto del grupo y se ríe, dándome una palmada en la
parte de atrás del hombro.
—Joven, esperanzado e ingenuo Carter. Tal vez deberías tomar uno de
estos —dice, girando mi mano y colocando el último de los Tums en mi
palma—. Recuerda mis palabras: todos estaremos sin trabajo para el
almuerzo.
Capítulo 7
Traducido por Mr. Lightwood
Corregido por Lovelace
Editado por Roni Turner y Banana_mou
 
Evie
Con el teléfono pegado a la oreja, cruzo el aparcamiento y busco mi
placa en el fondo de mi bolso. Voy tarde y esta llamada ha durado más de lo
que yo esperaba, pero si puedo hacer que todo funcione, valdrá la pena.
—Entonces, hablemos en serio por un minuto —digo en la línea, con
la placa finalmente en la mano—. No tengo ningún problema en conseguir
que Tyler te vea, pero tienes que prometerme sentarme frente a un director.
No regresa hasta noviembre y aparte de todas las cosas de trabajo que
tendrá programadas, querrá un poco de tiempo para reconectarse con su
esposa e hijo. Dime que hay una reunión real y la agendaré.
Cruzo las puertas de cristal y me dirijo directamente a los ascensores.
—Está bien —le digo al teléfono, deslizando mi placa en las barras de
seguridad en el vestíbulo—, echa un vistazo a tu agenda. Haré que Jess
haga un seguimiento esta tarde. Mi asistente por lo general se sienta en
silencio en cada llamada, pero esta mañana está extrañamente MIA17.
La puerta de seguridad no se abre y deslizo mi tarjeta a través del
lector nuevamente. Nada se enciende, nada suena.
—Hablaremos pronto. Gracias, Nev.
Con mi teléfono guardado en mi bolso, cruzo el vestíbulo hacia la
entrada principal. Hacia el puesto de seguridad, mirando con cautela la
mesa improvisada a un lado, donde dos guardias de seguridad se paran de
forma indiferente.
Me inclino sobre el amplio mostrador de mármol y miro al guardia
que está sentado allí
—Oye, Jake, ¿qué pasa con la mesa de allí?
Jake mira hacia arriba y hacia atrás por encima de mi hombro hacia
los ascensores
—¿Su tarjeta no funciona Srta. Abey?
Se la entrego, sacudiendo la cabeza.
Sus anteojos de armazón de alambre brillan a la luz cuando mira hacia
abajo a algo en su monitor antes de ponerse de pie
—Su tarjeta ha sido bloqueada. Necesito enviarla a la segunda planta.
—¿Bloqueada? —¿Y el segundo piso? Ese es el vestíbulo de P&D y
el centro de conferencias. Nadie trabaja allí realmente.
—Eso es todo lo que puedo decir, Sra. Abbey, pero no es la única.
Vamos a llevarla arriba. —Rodea el escritorio, indicando a otro guardia que
regresaría enseguida.
—Esto no tiene ningún sentido —digo, y saco mi teléfono de nuevo
—, déjame llamar a Amelia, ella sabrá lo que está pasando.
—Creo que la Sra. Baker ya está aquí —dice, y desliza su placa antes
de guiarme hasta los ascensores presionando el botón del segundo piso—.
No se preocupe, estoy seguro de que todo va a estar bien.
Dentro del ascensor, casi aviento mi teléfono contra la pared cuando
me doy cuenta de que el timbre ha estado en silencio toda la mañana. Hay
mensajes de Daryl y Carter, y uno de Steph. Un texto raro en mayúsculas de
Jess se encuentra en la parte superior de la lista:
EVIE, ¿QUE ESTÁ PASANDO?

Me tiemblan las manos cuando dejo mi aplicación de texto sin leer el


resto y abro el navegador de mi teléfono para comprobar Variety, sabiendo
que pase lo que pase en esta ciudad, Variety, o Twitter, generalmente se
entera primero. Por supuesto, casi no hay señal dentro del ascensor y la
aplicación de mi navegador apenas comienza a cargarse al momento en que
las puertas se abren con un fuerte ding.
Escucho el sonido de una voz haciendo eco en el repentino silencio y
miro hacia el amplio salón para ver un vestíbulo lleno de personas voltearse
a mirarme.
Una mujer cerca del frente sonríe en mi dirección.
—Por favor tome asiento. Estábamos por empezar
El vestíbulo normalmente escaso se ha llenado de sillas; alrededor de
dos tercios de ellas están ocupadas. Murmurando una disculpa en voz baja,
guardo mi teléfono y camino rápido al otro lado de la habitación hasta el
primer lugar vacío que veo.
—Buenos días de nuevo —dice la mujer con una sonrisa brillante,
aunque un poco forzada. Su cabello es largo y rojo y cuelga en gruesas
ondas hasta la mitad de su espalda. No tengo idea de quién es, pero mi
primer pensamiento es que me recuerda a una presentadora de noticias. Está
perfectamente arreglada y se ve exactamente como la persona que
esperarías que te dijera que todo va a ir bien… o que debes correr.
—Como estoy segura de que la mayoría de ustedes se han dado
cuenta, ha sido una mañana increíble —dice—. Mi nombre es Lisa y trabajo
en recursos humanos para la oficina de CTM en Nueva York.
Espera. ¿Trabaja para quién?
Estoy a punto de levantar la mano y preguntar qué diablos está
pasando cuando en unas pocas filas más arriba veo una cabeza vuelta hacia
mí con un par de ojos verdes que me resulta familiar.
Carter.
Cuando vi su nombre mientras revisaba los textos, asumí con
optimismo que estaba viendo si tenía tiempo para una sesión de besos en el
auto durante el almuerzo. ¿Pero está aquí, en esta silenciosa guarida de
desconcierto? Trato de encontrar sentido a todo esto, pero mis pensamientos
son como un registro saltando inútilmente arriba: representante de recursos
humanos de CTM en el vestíbulo de P&D.
Los ojos de Carter se abren como platos para comunicar su propia
confusión antes de volverse hacia el frente.
«¿Qué carajos está pasando?».
Me desplomo en mi asiento, mirando fijamente la parte posterior de su
cabeza antes de mirar a mi alrededor las filas de sillas delante y detrás de
mí, buscando más rostros que reconozca. Donald de contabilidad; Rose, que
trabaja conmigo en features; y un puñado de otros. Veo una masa de rizos
oscuros elevándose por encima de las otras cabezas, gracias a todos los
santos: Jess está aquí. Finalmente, veo a Daryl en la última fila.
Ella lanza sus manos hacia arriba como si dijera «por fin», y está claro
por su expresión que tampoco sabe lo que está pasando. Apunta a su
teléfono justo cuando el sonido de los pasos atrae nuestra atención hacia el
frente.
Lisa le entrega una pila de archivos a un hombre que ahora está de pie
junto a ella.
—Todos ustedes estarán preguntándose qué está pasando en el mundo,
o tal vez ya lo hayan escuchado, pero CTM y Price & Dickle se han
fusionado.
Está diciendo algo más, pero mi cerebro tarda unos segundos en
procesar las palabras en orden. Cuando lo hace, el sonido en mi cabeza es
un poco como el chirrido de los neumáticos.
CTM se ha fusionado con Price & Dickle.
Somos una sola agencia.
Somos una agencia con una gran cantidad de coincidencias.
Mi estómago parece haberse disuelto, dejando un espacio vacío
debajo de mis costillas
Miro a Daryl, quien parece estar llegando a la misma conclusión que
yo, y luego alrededor de la habitación. Algunas cabezas asienten, pero no
muchas. La mayoría de los rostros se han vuelto pálidos.
—Y si no lo habían oído —continúa, haciendo contacto visual con
algunos de nosotros—, no se preocupen. Solo se anunció hace
aproximadamente media hora.
«Hace media hora».
Pienso en toda la extrañeza en la oficina durante las últimas semanas,
sabiendo que este tipo de cosas no suceden de la noche a la mañana. Esas
pocas personas en la cima saben, pueden elaborar estrategias, posicionarse.
La gran pregunta es cuánto tiempo tuvieron para prepararse. La gran
pregunta es quiénes son. ¿Quién sabe?
Creo que podría estar enferma.
—Para ser completamente francos, aún no estamos seguros de cómo
se ve la fusión —dice Lisa—. Parte del polvo debe asentarse antes de que
sepamos qué forma tomaremos y cómo funcionará la nueva estructura. Pero
como es probable que las noticias se den a conocer ampliamente pronto,
queríamos reunirlos aquí para comunicarles la información a todos juntos.
Algunas personas se desplazan en sus asientos. Un chico a mi lado se
desplaza por su feed de Twitter, presumiblemente buscando información.
—Como muchos de ustedes saben —continúa Lisa—, tanto P&D
como CTM tienen oficinas en Nueva York, así como en Los Ángeles. P&D
es la empresa adquirente y traerá personal de ambas oficinas aquí para
consolidar, así como transferirá personal local a Nueva York. —Mi
mandíbula se abre cuando dice esto, y apenas escucho lo que viene después
—. Estos son detalles que discutirán con sus gerentes directos en sus
departamentos. Pero la conclusión, y la buena noticia, es que, si estás en
esta oficina, es muy probable que todavía tengas un trabajo en una oficina u
otra.
«…es muy probable que todavía tengas un trabajo en una oficina u
otra».
Quiero decir... eso es algo al menos, ¿verdad?
La mayor parte de la habitación se ha desplomado un poco en alivio.
Miro a Carter. Por lo que puedo decir desde atrás, él está sentado allí,
inmóvil.
—Lo siento, ¿puedes ser más clara? —pregunta en un susurro
confuso. Tiene que aclararse la garganta antes de agregar—: ¿Algunos de
nosotros seremos transferidos a Nueva York y otros permanecerán aquí? ¿Y
cuándo se decidirá?
Ante esto, Lisa se vuelve hacia él y sonríe como si le hubieran
preguntado algo tan benigno como si las máquinas expendedoras en la sala
de personal estuvieran abastecidas con Coca Cola o Pepsi.
—Quién se queda, y quién es transferido, se deja en manos de sus
departamentos.
La forma en que lo dice, con una indiferencia casi periodística, no
ayuda al pánico que secuestra mi sistema motor. Deslizo mis dedos entre
mis rodillas para evitar que alguien los vea temblar. Se siente como si una
alfombra acabara de ser sacada de debajo de mí.
Un murmullo de voces, que rayan en el enojo, comienza a acumularse
dentro de la habitación.
—Honestamente, me encantaría poder contarles más —dice Lisa
sobre los murmullos nerviosos—, pero como pueden ver, todavía estamos
recibiendo detalles sobre esto.
En mi visión periférica, puedo ver los hombros de Carter acurrucarse,
su cabeza inclinada. Parece sentirse como si quisiera dejar caer la cabeza
entre las piernas y buscar algo para vomitar.
Cruzo mis ojos con Daryl y me pregunto si ambas estamos pensando
lo mismo: trabajar para la empresa adquirente. Tenemos algún tipo de
ventaja aquí, ¿verdad?
Esta noche voy a estresarme y comer una caja de galletas como el
mundo nunca ha visto.

***
Nos despiden poco después, nos dan una pila de papeles y nos dicen
dónde reportarnos para más información. Es probable que todos en esta sala
tuvieran un horario lleno de trabajo real, sé que lo tenía, pero todo eso se ha
cambiado en un horario para determinar si podemos continuar haciendo ese
trabajo real. Ahora todos esperamos mientras los que están a cargo tratan de
averiguar qué demonios está pasando
Carter ya está hablando en privado con Lisa; me dirijo directamente
hacia Daryl.
—¿Dónde está Amelia? —dice, y me doy cuenta de que no la he
visto.
—No lo sé. —Vuelvo a buscar en la habitación. Amelia ha trabajado
en RRHH más tiempo que Daryl o yo hemos estado aquí. No la despedirán,
¿o sí?—. Espera —digo, recordando—. Al entrar, Jake dijo que ya estaba
aquí.
—Le estoy enviando mensajes de texto. —Los dedos de Daryl vuelan
sobre su teléfono—. Simplemente nos lo hubiera dicho. —Hace una pausa y
veo exactamente hacia dónde va su línea de pensamiento.
—Si lo hubiera sabido, no habría podido decirnos —digo, y los
hombros de Daryl bajan.
—Qué lío. —Juega con el elástico al final de su trenza mientras sus
ojos escanean la habitación—. Volveré. Eric está allí y voy a ver si sabe
cualquier cosa. Lo dudo, pero su tío es el maldito jefe, después de todo.
Se mueve para irse y luego se detiene, volviéndose para susurrar:
—¿A menos que esto signifique que Brad está fuera?
—Oh, Dios mío. Es... —Miro a nuestro alrededor antes de inclinarme
—, ¿posible? —Soy incapaz de ocultar la pequeña chispa de esperanza que
se cuela en mi voz.
—Quiero decir, ¿por qué no? No habría adivinado nada de esto en un
millón de años. Yo diría que todas las apuestas están desactivadas. Vuelvo
en un segundo.
Tan pronto se va, Carter me hace a un lado. Mi pulso se acelera de
nuevo.
—¿Qué demonios está pasando? —Su mano permanece alrededor de
la parte superior de mi brazo, agarra con fuerza, y durante un par de
segundos psicóticos, todo esto parece extrañamente cómico.
—Ni idea —digo—. Había estado en una llamada toda la mañana y
luego no pude entrar en el elevador. Como viste desde mi entrada bastante
sutil, acabo de llegar aquí. Mi amiga Amelia trabaja en RRHH y estamos
tratando de ver si sabe algo, pero... dudo que pueda decirlo.
—Esto es una locura. Fusionar significa reducir personal.
—Lo sé. —Me siento bastante segura en mi posición aquí en P&D,
pero en este momento, incluso con todas las victorias en mi currículum, el
puntaje de apertura del Día de Campo suena como una trompeta en el fondo
de mi mente.
El aire acondicionado en el vestíbulo parece estar configurado a ultra,
mega frío y tiemblo, cruzando mis brazos sobre mi pecho, tratando de
mantenerme caliente.
—Te daría mi chaqueta si no estuviéramos de repente en la situación
de cita de compañeros de trabajo más extraña en la historia —dice, y Dios,
ni siquiera lo había considerado.
Nuestros teléfonos vibran en el mismo momento.
—Bueno, mira eso. Tengo un correo electrónico de Price & Dickle —
dice.
—Igual.
—¿Es demasiado pronto para tomar una copa?

***
Con una nueva tarjeta de acceso en la mano, subo las escaleras a mi
oficina, solo para ser recibida por un silencio inquietante.
Atrás quedó la cacofonía de impresoras y voces contestando teléfonos.
En cambio, las llamadas se dejan en el correo de voz, porque, ¿qué dirían
las personas que los contestan de todos modos?
A todos nos han dicho que volvamos mañana para la transición: a la
gente de CTM que no que despedida se les negó todo acceso a sus archivos
y computadoras, pero nosotros de P&D con oficinas en el edificio subimos
las escaleras. ¿Qué diablos más haríamos?
A pesar de los buenos instintos de Carter, es demasiado pronto para
empezar a beber. No es que nadie parezca estar haciendo ningún trabajo
real: resulta que los empleados de P&D también están bloqueados de las
computadoras. Todos están reunidos en grupos en diferentes escritorios,
hablando en susurros y mirando alrededor, nerviosos.
¿Y quién puede culparlos? Las preguntas cuelgan como burbujas de
pensamiento suspendidas por encima de las cabezas, y las personas que
deberían estar presentes para responderlas no están en ninguna parte.
«¿Quién tiene trabajo hoy? ¿Quién tendrá aún uno mañana?».
Pienso en algunas de las adquisiciones más grandes sobre las que he
leído a lo largo de los años. El peor tipo de fusión es aquella que ocurre
rápidamente, antes de que la gerencia pueda elaborar todos los detalles y
cree un plan claro para combinar departamentos y tratar con la
superposición. Pero aquí, he notado rarezas durante un par de semanas, lo
que espero signifique que ha estado en proceso por un tiempo y hay un
plan.
Miro a mi alrededor y veo muchas caras largas en las áreas comunes.
La mayoría de las agencias involucran mucha gente, con toneladas de
personal de apoyo, porque gran parte de lo que se hace implica llamadas
telefónicas, correos electrónicos, barajar papeles y coordinar horarios. Esta
nueva agencia combinada va a estar repleta y el personal aquí, apenas
saliendo de sus días de estudiante hambriento, lo sabe. Supongo que todos
tenían la intención de ir a casa por el día, pero estar aquí da cierta sensación
de control, algunos esperan poder influir en las decisiones. Además, ¿quién
quiere ser atrapado cuando se toman ese tipo de decisiones?
Me dirijo por el pasillo sin hablar con nadie, indecisa entre golpear la
puerta de Brad para obtener respuestas y gatear debajo de mi escritorio.
Para su suerte, no se encuentra por ningún lado: su oficina está oscura, el
escritorio vacío.
En el dichoso silencio de mi propia oficina, decido mantener las luces
apagadas, colapsando en mi silla por primera vez en el día. Una parte de mí
se pregunta si puedo esconderme aquí hasta que sea hora de irse a casa, tal
vez incluso venga mañana para encontrar que esto solo fue una broma
gigante.
No es probable. A través de mis ventanas interiores veo la cabeza
rubia de Daryl mientras abre su camino a través de las mesas hacia mí, con
Amelia, gracias a Dios, justo detrás.
—¿Escondiéndote? Bien pensado —dice Daryl, mirando a través de la
rendija de la puerta antes de cerrarla detrás de ellas. Ella gime, dejándose
caer en el pequeño sofá de mi oficina con una pierna doblada debajo de ella
—. Eric era un fracaso. Él tampoco sabe nada. Su mayor curiosidad era si la
máquina expendedora todavía estaba enchufada, así podría conseguir unos
fritos de queso con chile. Alerta de spoiler: lo hizo.
Amelia se mueve para sentarse a su lado, cerrando los ojos mientras
se acomoda contra los cojines. Luce exhausta.
—¿Estás bien? —le pregunto.
Haciendo una mueca, admite:
—Ojalá tuviera más que contarles. Algunos de nosotros recibimos
llamadas ayer alrededor de las diez de la noche, diciendo que
necesitábamos llegar lo más temprano posible esta mañana. Llegué a las
cinco. No les dije a ustedes porque bla, bla, confidencialidad.
Quitándose los zapatos, estira las piernas frente a ella
—De todos modos, yo no sé mucho más que ustedes. Aparentemente,
P&D ha estado buscando a CTM por algún tiempo, pero los socios no
querían vender. Deben haber cambiado de opinión. Asumo que se mantuvo
en secreto debido a lo que sucedió en Fairmount que, cuando los agentes se
enteraron, todos abandonaron el barco antes de que se pudiera cerrar el
trato. —Levanta la barbilla hacia mí—. Tal vez estabas en lo correcto
después de todo, Nancy Drew.
—Entonces, si estamos aquí, ¿todavía tenemos trabajo? —pregunto,
mi cabeza da vueltas—. ¿Tienen algo de eso resuelto todavía?
Niega con la cabeza
—Estoy segura de que sí, pero no he visto la organización gráfica de
los departamentos todavía. Mañana es cuando se supone que caerán todos
los detalles.
Uf, esto es una pesadilla.
—Aquí está el artículo de Variety —dice Daryl, levantando la vista de
su iPad e inclinándolo para que todas podamos ver.
En un movimiento sorprendente el lunes por la mañana, la
principal agencia de talentos Price & Dickle, junto con el patrocinador
privado de William Trainer Group, adquirió la agencia competidora
Creative Talent and Media. La nueva empresa conservará el nombre de
P&D y, según el director general Jared Helmsworth será una agencia de
servicio completo. En su declaración, Helmsworth dijo: “Con las oficinas
en Nueva York, Los Ángeles y Londres, esta asociación brindará a nuestros
clientes acceso a la mentes más inteligentes y creativas en el negocio, con
más oportunidades para cerrar tratos en contenido digital, televisión, cine,
libros, deportes, licencias y charlas”. El precio de la adquisición sigue sin
revelarse. Es probable que, en los próximos días, la agencia reestructurada
sea forzada a despedir a cientos del personal de apoyo, así como agentes,
pero cuando Variety llegó a un portavoz de la compañía para hacer
comentarios, se nos dijo: “Cualquier especulación en este momento sería
prematura”. Más por venir.
Nos sentamos y nos marinamos en nuestro silencio incómodo.
—Quiero decir, no es como si realmente hubiera nueva información
allí —dice Daryl por fin—. Entonces, ¿por qué me siento peor?
Amelia cierra los ojos.
—Es exactamente por eso que mi madre me dijo que me casara con
un rico.
—No creo que tengas nada de qué preocuparte. Prácticamente
manejas tu departamento. —Dirigiéndome a Daryl, le pregunto—: ¿Cuánto
tiempo te queda en tu contrato?
—Un año y medio. —Da una sonrisa real por primera vez en una hora
—. Déjalos sacarme, me vendría bien un poco de tiempo libre. ¿Tú qué tal?
Cada agencia hace las cosas de manera un poco diferente, pero en
P&D estamos asalariados con una estructura de bonificación, y se contrata
por un determinado número de años. Esto no pudo haber llegado en peor
momento.
—Cinco meses —digo.
Una bola de plomo de pavor se asienta en mi estómago.
Puedo decir que mis amigas nunca perfeccionaron sus caras de
inexpresión porque sus rostros hacen que mis náuseas se agiten con más
intensidad. Sería muy fácil y barato despedirme.
Amelia se recupera rápidamente.
—Evie, no tienes nada de qué preocuparte. No es el mejor momento,
pero estarás bien. Pateas traseros aquí.
—¿Pero Brad? —les recuerdo—. Estaría encantado de tener una razón
para tirar otra vagina por la borda.
—Al menos, una vagina en la que no puede jugar —interviene Daryl.
Me río, pero se desvanece en un gemido cauteloso.
—O tal vez simplemente le dará vueltas a esto en mi cabeza durante
los próximos cinco meses y no renovará mi contrato. —Me deslizo más en
mi silla—. ¡Vaya! Sin mencionar todo el asunto de Carter. —Me paso la
mano por la cara—. Finalmente conozco a un chico que me gusta, un chico
que es heterosexual y no vive con su madre y estaba abajo, en esa reunión.
—¿Qué? —Los ojos de Daryl se agrandan.
Asiento con la cabeza.
—Estaba en la CTM, ¿recuerdas? Y parece que hizo el primer corte.
Trabaja con nosotros ahora.
Amelia me mira con un divertido asombro, pero Daryl se recompone
rápidamente.
—Está bien, primero que todo, respiremos todos. Respireeeeen. En
segundo lugar, lo de Carter se arreglará solo, ya veremos… —Daryl se
detiene y sé exactamente lo que iba a decir: «Veamos si siquiera vas a tener
un trabajo mañana por el cual preocuparte»—. Veamos cómo se desarrolla
todo —dice en cambio—. ¿Y tercero? No sabemos si Brad todavía trabaja
aquí. Nadie sabe dónde está. Kylie está en MIA también. Si él no está aquí,
tu expediente en la agencia, menos algunos pequeños baches en el camino,
se sostiene por sí mismo. No te des por vencida todavía. Tengo un buen
presentimiento sobre esto.
Dios. Por favor, que tenga razón.
***
Solo puedo suponer que Carter también se bebió una botella de vino
anoche y por eso no supe nada de él.
Al menos eso es lo que sigo diciéndome.
Basta decir que no soy la mejor versión de Evie el martes por la
mañana. Mi mamá, que lee religiosamente Variety y Deadline, llamó unas
siete mil veces ayer. Finalmente contesto su llamada cuando estoy
recogiendo mi café de la mañana en Verve, después de quizás dos horas de
sueño inquieto.
—Evie, cielo —dice—. Voy en camino.
—Mamá, no. No estoy en casa ahora mismo.
—Te encontraré. Dime dónde.
Suspiro, sentándome en una pequeña mesa en la esquina. Ni siquiera
necesito preguntar lo que está pensando, sé exactamente cómo funciona su
mente.
—No quiero que vengas a arreglar mi pelo.
Mi mamá ha sido estilista en esta ciudad durante casi treinta y cinco
años, siendo su mayor logro los episodios de Dynasty en 1984 por los
cuales fue personalmente responsable de las pelucas de Joan Collins. Según
mi mamá, no hay problema que una buena secadora no pueda resolver.
—Te hará sentir mejor —dice, y puedo escuchar el tema musical
familiar de Good Morning America sonando de fondo. Para mi mamá, nada
arregla un mal día más rápido que el cabello fresco, un masaje en el cuero
cabelludo y la seguridad de laca para el cabello fuerte—. ¿Podría hacerte un
pequeño corte? Tu cabello ha crecido y sabes que tiene una tendencia a
verse un poco andrajoso en los extremos.
—Va a estar bien. No necesito un corte de pelo. Córtale el pelo a papá.
Te quiero. Tengo que entrar a trabajar.
Incluso si no tengo idea de lo que podría implicar ese trabajo…
Mi teléfono vuelve a sonar cuando salgo de Verve con un café en la
mano. Tengo que revisar dos veces para confirmar cuando veo el nombre
iluminado en la pantalla.
«Carter».
—¿Hola?
—Hola —dice, y si no me equivoco, él también tiene una leve resaca
y está en una necesidad desesperada de cafeína—. ¿Cómo estás?
Quiero reírme de su tono. Suena un poco como me siento: calma
sobre un huracán.
—Estoy bien. Un poco... cansada.
—Ni que lo digas —dice, con voz áspera—. Quería avisarte de que
estaré en P&D esta mañana. Supongo que todo ya ha sido movido, las
computadoras, los archivos. Aparentemente, lo hicieron todo en medio de la
noche después de informarnos de la fusión e informando el primer corte de
los… cortes.
—Vaya, eso suena… duro.
—Como sea —dice—, solo quería que lo supieras. Me doy cuenta de
que esto es raro, por decirlo de alguna manera.
Mi corazón da una pequeña sacudida en mi pecho. Carter es un tipo
tan agradable. Hace todo esto aún más retorcido.
—Bueno, al menos podré verte hoy, entonces —le digo—. ¿Cómo
están todos manejándolo por tu lado? Steph dijo que la tripulación de
Alterman entró en modo de pánico pensando que serían absorbidos por
esto.
—Hablé con Michael Christopher anoche y bromeé diciendo que
podría necesitar mudarme a su habitación de invitados si mi posición se
reduce —dice, y quiero atravesar el teléfono y abrazarlo. P&D es bastante
pequeña y notoriamente despiadada—. ¿Escuchaste algo por tu parte?
—Realmente no. Hubo un correo electrónico de toda la compañía
anoche, pero era básicamente un reitero de lo que ya sabíamos.
Suspira.
—Eso es lo que me imaginé.
—¿Tú qué tal? ¿Estás bien?
—He estado mejor. —Deja escapar una risa tensa—. Quiero decir,
asumo que todavía tengo un… ¿trabajo? A diferencia de mi asistente. Por
eso no estuvo en la reunión de ayer.
—Oh, Dios mío, Carter. Lo siento.
—Gracias —dice—. Honestamente, Becca era increíble. Estaría
perdido sin ella en un día normal. No tengo idea de cómo navegaré a través
de todo esto.
Me siento un poco enferma por él, sabiendo cómo me sentiría si
perdiera a Jess, especialmente ahora.
—En un tema más alegre —agrega—, parece que al fin voy a conocer
al ilustre Brad Kingman.
Una metafórica trampilla se abre bajo mis pies.
—¿Disculpa, qué dijiste?
—Brad Kingman.
—Él dirige mi departamento, features, no TV-Literaria.
—Lo sé —dice Carter y puedo escuchar su voz encogerse—. Pero eso
era lo que decía cuando me informaron a dónde debía ir esta mañana. Mi
reunión es con Brad.
 
Capítulo 8
Traducido por Hae
Corregido por Queen of Books
Editado por Banana_mou
 
Evie
A las diez menos cinco, suena el teléfono de mi mesa. Mantengo la vista
en el monitor que tengo delante y exhalo aliviada cuando, tras un segundo
timbrazo, se silencia. «Bien», pienso, terminando un correo electrónico.
«De todos modos, hoy no quiero hablar con nadie».
En menos de un minuto llaman a la puerta y levanto la vista para ver a
Jess de pie en el umbral.
Señala con la cabeza el teléfono sin respuesta.
—A pesar de la ventana oscura —dice antes de señalar el cristal junto a
mi puerta—, sabía que estabas aquí.
—Lo siento —le digo con culpabilidad—. ¿Pensarías mal de mí si te
dijera que tengo miedo?
Se ríe mientras entra, cerrando la puerta tras ella.
—Ahora que tenemos acceso al ordenador, la mayoría de la gente está en
LinkedIn o googleando «cómo sobrevivir a una fusión».
Pulso el botón de envío antes de volver a mirar hacia arriba.
—Aunque no sé para qué nos escondemos todos. Nadie ha visto a Brad,
y ayer fue un espectáculo de mierda tan confuso, debería estar segura de
que hoy no puede superarlo.
Jess se aclara la garganta y yo entrecierro los ojos hacia ella, recelosa.
—¿Qué?
—Bueno, la razón por la que llamé… —Hace una pequeña mueca de
dolor. Las cuentas de oro de sus orejas centellean bajo las luces
fluorescentes mientras se agarra al respaldo de la silla en la que está
apoyada—. Está aquí. Cuando no contestaste me llamó. Quiere verte.
—¿Brad?
—Brad.
Me desplomo en mi silla.
—Bueno, mierda.
—Ha estado llamando a la gente toda la mañana y parece que ahora te
toca a ti. O ya sabes «¡a batear!», como diría él.
Gimoteo. Así que él se queda.
 
***
Todo el mundo mira hacia arriba cuando paso por delante del camino a la
oficina de Brad. Si ha estado llamando a la gente toda la mañana, ¿quién
sabe lo que han visto? ¿Berrinches? ¿Alivio? ¿Lágrimas? Todo es posible.
Ya casi no me cuestiono mi aspecto, un regalo que parece haber llegado
con la transición a los treinta, pero con todas las miradas puestas en mí, me
siento como una modelo torpe en una pasarela. Debería haberme puesto el
sujetador con relleno.
En mi visión periférica, unas cuantas cabezas se giran, con la atención
puesta en algo al otro lado del pasillo. Sigo su mirada.
Carter.
Su traje es gris carbón que parece hecho para él por elfos sastres
mágicos. Le abraza los hombros, se estrecha en la cintura y enmarca su
cuerpo a la perfección. Tiro del dobladillo de mi vestido, sintiéndome
repentinamente desaliñada.
Sus largas piernas acortan la distancia que nos separa en unas pocas
zancadas.
—Hola.
Intento mantener mi mirada en una zona segura: en su corbata. Es azul
con pequeñas motas verdes y sé que si levanto la vista, veré cómo resalta el
color de sus ojos.
Sí... lo hace.
—Hola. —Soy muy consciente de que todos los ojos están sobre
nosotros. Quiero decir, ¿por qué no iban a estar mirando este choque de
trenes? Yo lo haría. No es que sepan que tuve su pene en mi mano hace
unos días, y ahora aparentemente trabajamos juntos, pero probablemente
está escrito sobre toda mi cara...
O tal vez no están mirando por mí en lo absoluto. Tal vez nos miran
porque Carter es un chico nuevo y guapo en el departamento.
Siento una extraña mezcla de posesividad y malestar.
—Estoy de camino a la oficina de Brad. —Estoy deseando poner algo de
espacio entre nosotros y la oficina llena de curiosos—. ¿Cómo te fue a ti?
—Todavía no lo sé —dice—. Nuestra cita de las ocho de la mañana se
retrasó. Ahora voy para allá. Kylie me va a llevar.
Y es ahora cuando me doy cuenta de que la ayudante de Brad, Kylie, está
de pie a unos pasos de distancia, observando despreocupadamente el culo
de Carter. Cuando atrapa mi ojo, se acerca un paso. Carter le sonríe. Ella le
devuelve la sonrisa, con un toque de color rosa floreciendo en su cuello y
mejillas.
Un golpe directo. Una inquietante sensación de premonición me inunda
el cerebro.
Kylie se aclara la garganta y se adelanta a nosotros, deteniéndose ante la
puerta del despacho de Brad.
—Puedes entrar. —Le dedica a Carter una sonrisa que se prolonga
demasiado y roza lo extraño. O tal vez solo es extraña porque yo estoy aquí,
mirando como si ella estuviera cometiendo alguna ofensa grave al mirarlo
—. Los espera a los dos.
—Lo siento, Kylie —digo—. ¿Has dicho que nos espera a los dos?
¿Como... juntos?
—Así es.
—¿Sabes por qué? —Mi cerebro vuelve a la imagen de mis manos en los
pantalones de Carter. Su corrida en mi…
Sacudo la cabeza. Brad no tendría forma de saber nada de eso, pero es la
única conexión que puedo hacer.
—No. —Nos mira a cada uno por turno—. ¿Hay algún problema?
—No hay ningún problema. —Carter me hace un gesto para que lo guíe
—. Gracias, Kylie.
—Cuando quieras. —Ella le ofrece un pulgar alentador antes de susurrar
—. ¡Lo harás muy bien!
Tienes que estar bromeando.
Con una tos incómoda, Carter mira al suelo cuando paso, y ambos
entramos en el despacho de Brad.
Brad Kingman tiene ese aire, ya sabes, en el que está claro que se cree un
poco mejor, mucho más inteligente y con más contactos en esta ciudad que
tú. También hace eso que hacen todos los mejores intimidadores: te mira
directamente cuando habla. Cuando hablas, si eres lo suficientemente
importante como para que te escuche, te hará sentir como la persona más
fascinante del mundo. Pero prepárate: si hablas, será mejor que sepas lo que
quieres decir. Si vas a su despacho, exprésalo y rápido. No se dedica a hacer
conversación y no se anda con pequeñeces.
Pero cuando Carter entra por la puerta, es como si un Brad Kingman que
nunca había visto antes se pusiera de pie para saludarlo.
—Carter —dice, sonriendo ampliamente. Rodea el escritorio y le tiende
la mano—. Me alegro de conocerte, hijo.
«¿Hijo?».
La postura de Carter se tambalea al principio porque está sorprendido,
pero se recupera rápidamente.
—Yo también me alegro de conocerle —dice, con los hombros rectos, la
barbilla levantada y un fuerte apretón al estrechar la mano de Brad. Parece
tranquilo.
Bien, ha hecho los deberes.
Brad le da una palmada en la espalda y le indica que tome asiento antes
de dirigir su atención hacia mí.
—Evie. Ha sido un manicomio por aquí, ¿no?
Me acerca una silla y yo le devuelvo la sonrisa.
—Desde luego que sí.
Volviendo a rodear su amplio escritorio de nogal, Brad se toma un
momento para mirarnos a cada uno de nosotros por turnos.
—¿Se conocen?
Miro a Carter, ofreciéndole una débil sonrisa.
—Sí, nos conocemos.
—Ves, a esto me refiero —dice Brad—, «esto» es un equipo. Carter,
quiero que sepas que Evie se ha convertido en mi mano derecha. Cualquier
pregunta que tengas, cualquier cosa que necesites, Evie es la chica con la
que debes hablar. ¿Entendido?
Siento que mis mejillas se calientan bajo el cumplido y la
condescendencia simultáneos de «su mano derecha y la chica con la que
hablar».
—Absolutamente —dice Carter, mirándome un poco incómodo—. No ha
sido más que útil hasta ahora.
Brad golpea los nudillos de una mano contra el escritorio y se reclina en
su silla.
—Me alegro de oírlo. Ahora, si tuviera que adivinar lo que está pasando
por sus cabezas esta mañana, sospecho que hay un poco de confusión sobre
lo que está pasando, ¿tengo razón?
—Más o menos —dice Carter con una pequeña risa.
—Lo entiendo. Lo entiendo. —Brad se endereza, con las manos cruzadas
frente a él—. Evie te dirá que lo mío es jugar en equipo, Carter. Y aquí en
Price & Dickle somos tan fuertes como nuestro jugador más débil. ¿No es
así, Evie?
Con los dientes apretados digo:
—Así es, Brad.
—Lo que significa que necesitamos que todos los jugadores sean capaces
de jugar bien. Los he traído a los dos juntos por un par de razones. La
primera es que, entre los tres, creo que ustedes dos son lo mejor que
tenemos. He oído hablar mucho de ti, Carter. Es por lo que te saqué de TV-
Lit, tu lugar está en Features. Ustedes dos pueden devolver a nuestro
departamento al juego.
Saca dos expedientes del fondo de una pila y abre el primero.
—¿Empezaste como empleado de finanzas en una agencia boutique de
Nueva York? —pregunta, y Carter asiente—. ¿Y qué aprendiste de eso?
Carter se remueve en su asiento y me mira antes de volver a prestar
atención a Brad. Eso no lo sabía.
Obviamente, habrá muchas cosas que no sepa. Aunque esto es nuevo:
conocer a un posible novio a través de una sesión de interrogatorio muy mal
disimulada en la oficina de nuestro jefe.
—Bueno, por supuesto que he oído muchos chismes —admite Carter,
sonriendo fácilmente—. Hay agentes que actúan como si cualquiera que no
esté involucrado en una negociación no estuviera realmente allí. Por eso,
escuché conversaciones que probablemente no debería haber escuchado.
A mi forma de ver, parece que está minimizando las cosas por alguna
razón, manteniendo sus cartas ocultas. Si tengo razón, Brad también lo
sabe.
—¿Eso es todo? —pregunta Brad.
Carter duda un momento.
—Es una buena forma de aprender cómo lidia la gente con la presión,
observándola desde fuera. Aprendes a catalogar la reacción de todos, a
anticipar quién hará qué cuando la mierda suceda.
Brad sonríe y, como lo conozco, me doy cuenta de que le divierte el
lenguaje soez de Carter. Por el contrario, él haría una mueca y me
reprendería por hacer lo mismo. Me siento mareada. Sabía que Carter era
encantador, pero secretamente esperaba que tuviera algo que ver con mis
ganas de tirármelo. Parece que no, porque también maneja a Brad a la
perfección.
—Empieza por abajo y lleva lo que aprendas a la cima —dice Brad,
asintiendo.
Carter sonríe, y el carisma se filtra en la habitación.
—Algo así.
Brad garabatea un par de notas y se vuelve hacia mí.
—Ahora, Evie aquí presente, podría convencer a una granada de no
explotar. Esa es una habilidad que quieres aprender, Carter. Muchas
personas pueden ser agentes decentes, pero se necesita uno especial para
detectar el talento, y uno aún mejor para mantenerlo. Ha habido uno o dos
tropiezos… —Hace una pausa intencional—. Pero en su mayor parte, ha
demostrado que pertenece con los chicos grandes. Demonios, ha entrenado
a algunos de los mejores agentes de esta ciudad.
Me muerdo la lengua. No es habitual que Brad reparta elogios de forma
tan descarada, y me preparo, esperando que caiga el muerto.
—Ahora, como he dicho, creo que ustedes dos son lo mejor que tenemos,
pero voy a ser sincero. No sé si podemos mantenerlos a ambos...
—¿Qué? —decimos los dos al unísono.
Brad levanta las manos, haciendo un gesto para que le dejemos terminar.
—Su paga es comparable, por eso los tengo a los dos aquí y no sé si
P&D tendrá espacio para renovar los contratos de los dos. Al menos no aquí
en Los Ángeles.
Nos quedamos mirando al frente, atónitos. Siento que mi cara se pone
roja, que mi estómago se retuerce en nudos. Tengo cinco años más que
Carter y llevo haciendo este trabajo de una forma u otra desde que tenía
diecinueve años. A juzgar por lo que he visto, Carter es probablemente un
gran agente, pero solo lleva dos años viviendo en Los Ángeles y es nuevo
en Features. Como, nuevo de hoy. ¿En qué universo es comparable nuestra
paga? ¿Porque es un hombre? ¿Quién sabía que un pene valía tanto?
—Brad —comienza Carter, con una expresión sombría. Aprieto los
puños a los lados y me obligo a respirar hondo.
—No es definitivo que uno de ustedes sea desplazado —dice Brad—,
pero seré sincero: es probable. Todos vamos a tener que hacer el trabajo y
ver qué es lo que mejor encaja en el nuevo equipo combinado de Features.
—No lo entiendo —digo—. P&D es una de las agencias más exitosas del
país. ¿Cómo no va a mantenernos a los dos? —Miro a Carter y de nuevo de
regreso—. Brad, mira mis números, supero...
—Menos tu pequeño bache con el Día del Campo —dice con un gesto de
superioridad, y me enderezo en la silla. Que se joda por sacar ese tema
ahora mismo—. Escucha, chica, el problema es que el negocio del cine ha
sufrido pérdidas. Los gastos han aumentado. Los recortes se hacen en este
tipo de situaciones, y así es como funciona. Ustedes dos no son los únicos a
los que esto afecta.
Miro a Carter. Está mirando directamente a Brad.
—Cuando has dicho: «No aquí en Los Ángeles» —Empieza Carter con
cuidado—, ¿estás diciendo que si no se renueva uno de nuestros contratos,
existe la posibilidad de que a ese individuo le ofrezcan un puesto en Nueva
York?
Brad asiente.
—Está asegurado un puesto en Los Ángeles, y un puesto en Nueva York
siempre es una posibilidad. Lo ideal sería que hubiera dos puestos aquí,
pero es demasiado pronto para especular sobre eso. Sobre nada, en realidad.
Los dos nos quedamos sentados, en silencio. Miro fijamente una brillante
espiral de nogal que destaca en la sección de la veta de la madera justo
delante de mí. Es del tamaño de mi puño, pero solo ocupa una mínima parte
de la superficie del enorme escritorio ejecutivo de Brad. Desearía poder
presionar mi dedo sobre él, hacer un remolino y tirar toda esta conversación
por el retrete.
—Lo que quiero que hagan los dos a corto plazo —dice Brad, atrayendo
mis ojos de nuevo a su cara—, es quitarles esta situación de la cabeza. Los
dos tienen un contrato que P&D examinará, y luego lo revisaremos
nuevamente. Evie, te quedan cinco meses de tu contrato actual. Carter,
tienes que volver a firmar en seis. En el momento de la renovación es
posible que solo haya espacio para uno. Pero no están compitiendo. No
exactamente.
Las palabras «no exactamente» caen como ladrillos lanzados desde seis
metros de altura.
—Reúnete con algunos de los agentes, el personal de apoyo, de ambos
lados —continúa Brad con olvido practicado—. Habla con el equipo que
tenemos aquí de visita desde Nueva York. Hazte una idea de cómo van a
reaccionar tus listas y cómo puedes retenerlas; hablaremos de eso un poco
más adelante en la semana. —Se vuelve hacia mí—. Evie, no creo que las
retenciones sean un problema tan grande para ti, ya que tus clientes ya eran
P&D, así que lo que me encantaría es que le muestres a Carter el lugar, que
le enseñes cómo hacemos las cosas. Quizás presentarle a algunos de tus
colegas y contactos.
Me siento enferma. Al igual que con John Fineman, Brad me está
haciendo pasar algunas de mis conexiones ganadas con esfuerzo a un
compañero de trabajo. Pero no a cualquier compañero de trabajo: a Carter,
mi nuevo casi-novio, con el que no compito precisamente por un puesto de
trabajo.
—Por supuesto —digo, porque, ¿qué otra cosa puedo hacer?
—Carter —dice Brad, volviéndose—, tienes suficiente carisma para
ganarte a toda la ciudad, y creo que lo harás. Escucha a Evie, aprende las
reglas; ella sabe de lo que habla. —Lanza una mirada entre los dos—. Al
menos por el momento —dice, recostándose de nuevo en su silla—, creo
que harán un equipo increíble. Intenten verlo así.
Sonríe, se inclina hacia delante con las manos debajo de la barbilla y nos
lanza su patentada mirada azul.
Brad Kingman ha terminado con nosotros.

***
Fuera, en el pasillo, Carter y yo estudiamos el suelo, la pared, los
escritorios en la distancia. El número de cosas que podríamos decir sobre
esta situación parece infinito. Pero extrañamente, por mucho que haya
disfrutado de su compañía y de sus besos y de su pene, Carter es la última
persona con la que quiero hablar de esto ahora mismo.
Puedo decir que está tenso. Puedo decir que ambos estamos tensos, pero
necesito procesar un poco en mi propia cabeza antes de ayudarle a
procesarlo también.
Deja escapar un silencioso silbido.
—Esto es irreal.
—Concuerdo. —Tengo que apartar los ojos de su mandíbula tensada.
—Cuando me enteré de que nos habíamos fusionado, mi mayor temor
era que fuera difícil trabajar con mi nueva novia.
Mi corazón baja de golpe en mi pecho cuando dice esto.
—Pero ahora, es como... —Sacude la cabeza, pasándose una mano por su
espeso pelo—. Necesito este trabajo. Me mudé aquí por este trabajo.
—Toda mi vida está aquí. —Le recuerdo—. He trabajado para P&D
durante cinco años. Entiendo que esta situación es una mierda para ti, pero
he creado conexiones aquí. He construido una carrera aquí.
«Tienes suficiente carisma para hacerte cargo de toda esta ciudad, y creo
que lo harás.»
Las palabras de Brad a Carter rebotan en el interior de mi cráneo, y
aprieto mis manos en puños a mis lados. Brad quiere que Carter se haga
cargo de toda la ciudad; ¿dónde me deja eso exactamente?
Carter me mira, y por un instante veo molestia en sus ojos verdes. Pero lo
disimula rápidamente.
—Probablemente no sea el momento de hablar de ello. —Cierra los ojos
y respira profundamente un par de veces—. Mira. Esto es lo peor que
podría haber pasado entre nosotros, y me doy cuenta de ello. —Pone una
mano cálida en mi antebrazo—. Pero lo vamos a solucionar, no te
preocupes.
Por alguna razón su tranquilidad me molesta aún más. Es cierto que esta
no es una gran situación para ninguno de los dos, pero no necesito que me
trate con condescendencia y me diga que todo irá bien cuando él sabe
exactamente lo mismo que yo. Y, sobre todo, no necesito que intente
tranquilizarme después de haberme dicho lo mucho que necesita ser él
quien conserve su trabajo.
Nos separamos sin más conversación, alejándonos de la oficina de Brad
en direcciones opuestas: Yo voy a por un vaso de agua a la sala de descanso
mientras Carter se dirige a los baños.
Sé que debería comerme la barrita Luna que he metido en el bolso esta
mañana, pero parece que mi estómago se ha cerrado por hoy.

***
 
Para ayudar a la transición, P&D trajo a algunos miembros del equipo de
Nueva York. Y tal como sugirió Brad, a primera hora de la tarde tengo una
reunión individual con una agente senior a la que he conocido en varias
ocasiones, una mujer a la que admiro profundamente. Su nombre es Joanne
Simms, y es un tiburón. Empezó en el sector de las agencias y se ha pasado
a la televisión, pero conoce a todo el mundo. A primera vista, es la persona
más dulce que puedas conocer. Pero en las negociaciones se quita los
guantes. Es mi Kathy Bates en Tomates verdes fritos. Si estás en su lugar de
estacionamiento, ella embestirá su auto contra el tuyo sin pensarlo dos
veces. Y luego tal vez le prenda fuego.
Su oficina temporal está en la esquina y tiene una hermosa vista del
centro de la ciudad y las montañas más allá. Esta oficina estaba ocupada
anteriormente por Tom Hetchum, jefe del departamento jurídico de P&D.
Tom ya no está con nosotros.
Joanne me hace señas para que entre y, mientras ella termina una
llamada, yo me quedo cerca de la ventana, tratando de calmar mi acelerado
corazón. Me encanta la vista de Los Ángeles desde este lado del edificio.
Me recuerda cuánta gente vive aquí, cuántas oportunidades, cuánto espacio
hay para todos en esta masa de edificios en expansión. No soy optimista,
pero tampoco soy exactamente pesimista. Soy de los que esperan y ven
cuando tienen más información. Mis opiniones pasan el noventa por ciento
de su tiempo en un patrón de espera antes de lanzarse como un halcón.
Y ahora mismo mis opiniones necesitan que Joanne cuelgue el teléfono y
me diga que todo esto es una mierda y que todo irá bien.
Al final, no me lo dice. Pero de todos modos hay un ambiente de
esperanza en la reunión. Joanne es divertidísima, ama su trabajo, ama lo que
hace. Y es una mujer que nunca deja que el viejo estigma de los chicos se
interponga en su camino. Es exactamente lo que yo quiero ser.
Hablamos de su lista, del tipo de lista que tengo y de hacia dónde me
gustaría llevarla. Hablamos de los clientes que probablemente heredaré de
los agentes que fueron despedidos, y de cómo gestionar el pánico de mis
clientes actuales junto con el pánico de los actores que se transfieren a
alguien nuevo. Tenemos una conversación que se parece mucho a una
planificación a largo plazo, y aunque no podré trabajar mucho con Joanne
porque está en Nueva York y en la televisión, el mero hecho de saber que
estará por aquí un tiempo me tranquiliza.
Al final de la reunión me siento un millón de veces mejor sobre mi lugar
aquí, y en general siento que Carter y yo podemos encontrar una manera de
hacer que esto funcione. Por lo menos, me siento segura de que me
necesitan y de que la dirección de P&D lo sabe.
Los pasillos están tranquilos cuando salgo de la oficina de Joanne, y
tengo un momento de paz para sentarme y pensar en esta mañana. Antes he
visto a Carter entrando en el despacho de John Fineman, e instintivamente
quiero esperarle. Me siento mucho mejor después de hablar con Joanne, y
quiero llevar una conversación con Carter con algo de esa esperanza. Pero
cuando le veo salir, inmediatamente percibo que su reunión no ha ido tan
bien. Es cierto que su posición es más precaria que la mía, y él me gusta
mucho. No quiero que se mude a Nueva York más de lo que yo misma
quiero mudarme allí.
—¿Cómo te fue con John? —le pregunto.
Sonríe con un poco de sorna.
—Creo que ha sido la vez que más he hablado en una reunión individual.
Me río.
—John no es conocido por sus habilidades de conversación. Me senté a
su lado en una cena de Navidad de la empresa y digamos que es increíble
que haga algún trato. No es conocido por ser muy... sociable. —Me siento
un poco como si estuviera marcando mi territorio aquí, enfatizando mi
familiaridad con la gente que él acaba de conocer. Sé que debería retirarme
y ser más un jugador en equipo... Carter es el nuevo, después de todo. Así
que me animo—: Estoy segura de que has estado genial. Apuesto a que
todo el mundo te quiere.
Carter me estudia durante unos instantes y tengo la clara impresión de
que sabe exactamente lo que estoy haciendo.
—Parece que las cosas fueron bien con Joanne.
Asiento con la cabeza, sonriendo.
—¿Cuándo te vas a reunir con ella?
—A finales de esta semana.
—¿Quieres comer algo? —pregunto—. Podría ponerte al corriente con lo
que pasa aquí. Quién se acuesta con quién y dónde se esconde el buen café.
Mira hacia otro lado, sin sonreír, mientras entrecierra los ojos hacia un
punto en la distancia por el pasillo.
—Creo que voy a comer un sándwich y ponerme al día con todos los
correos que tengo que atender —dice—. Tengo un millón de cosas de las
que ocuparme ahora mismo ¿Tal vez en otro momento?
Conozco a la gente. Puedo detectar fácilmente el cuidadoso paso atrás.
—De acuerdo.
Observo cómo se pellizca el puente de la nariz.
Y entonces levanta la vista y me dedica una sonrisa adolorida.
—¿Nos vemos luego?
Se da la vuelta para dirigirse al pasillo y su postura cambia
inmediatamente. Sus hombros están rectos y su trasero luce increíble en sus
pantalones de vestir oscuros. Las cabezas se giran. Unos cuantos internos se
inclinan y hablan con él cuando pasa, sus expresiones ansiosas, de
admiración. Es como si el mariscal de campo estrella acabara de pasearse
por el pasillo. El subidón de mi reunión con Joanne se desinfla cuando veo
exactamente lo que ellos ven: confianza, carisma...
Competencia.
 
Capítulo 9
Traducido por Hae
Corregido por Queen of Books
Editado por Banana_mou
 
Evie
—¿Cómo no te pueden gustar las coles de bruselas? —le pregunta
Amelia a Daryl, sosteniendo el tenedor frente a la cara arrugada de nuestra
amiga. Estamos haciendo una hora feliz de emergencia, con comida en
lugar de bebidas. No soy una bebedora por estrés constante, pero sí soy una
fantástica comedora por estrés.
Daryl aparta suavemente su mano.
—¿Porque me saben a culo en la boca?
—Me apetece tener un culo en mi boca —digo—. Tomaré su parte.
Amelia me estudia un momento antes de dejarlas caer en mi plato.
—Cuidado a quién le dices eso.
—Hablando de eso: deberíamos haber invitado a Carter —dice Daryl—.
Es guapo y probablemente esté flipando tanto como nosotros ahora mismo.
El departamento de Daryl fue golpeado un poco diferente a lo que fue
Features. Todavía tienen recortes, pero es mucho más barato mantener a
Daryl que comprar su salida. Está a salvo por lo menos otro año más.
Sacudo la cabeza, tragando rápidamente un enorme bocado.
—No ha querido.
Hasta ahora solo les he dado los titulares principales:
Esconderme en mi oficina, preocupándome de que me
despidieran.
Reunirme con Brad.
Pensar que no me iban a despedir.
¡Sorpresa! Puede que solo haya un trabajo aquí para uno de
ustedes.
Y por uno de ustedes, nos referimos a ti o a ese nuevo tipo al
que te quieres tirar.
—¿No...? Ya sabes... —Daryl hace un burdo gesto sexual con la mano, y
añade—: Hace, algunas hace unas noches.
—Usa tus palabras de chica grande, Daryl —dice Amelia.
—Tercera base —confirmo—. Y fue una experiencia sagrada. Orgasmus
maximus. Mi colcha y yo esperábamos que se repitiera.
—Entonces, ¿cómo se va a desarrollar? —pregunta Amelia—. ¿No
pueden trabajar juntos y dormir juntos?
—¿O tal vez no trabajen juntos en lo absoluto y puedan seguir
durmiendo juntos? —contesta Daryl.
—Genial, excepto por la parte en la que uno de nosotros es un
vagabundo desempleado. Vivir en la calle tiende a ser un verdadero
destructor del humor. —Me meto una hojuela de pan pita en la boca y
mastico, pensando—. Tenemos una reunión para revisar nuestras listas de
nuevos clientes el jueves. Y después de eso, supongo que actuaremos como
si ambos trabajáramos allí para siempre, sabiendo que uno de nuestros
contratos probablemente no será renovado. Se habló de Nueva York, pero...
No lo sé.
Daryl palidece.
—¿Te mudarías?
—Claro que no. Pero P&D tiene grandes recursos. No quiero quemar
ningún puente hasta que tenga que hacerlo.
—¿Y Carter también tiene enormes recursos? —Ante el tono
significativo de las palabras de Daryl, Amelia choca los cinco con ella.
Mi teléfono se ilumina sobre la mesa, y todos miramos hacia abajo para
ver el nombre de Carter.
—Oh, mierda —susurra Daryl—. Es como si supiera...
Lo miro fijamente mientras suena, y suena.
Amelia suspira.
—¿Vas a contestar ese maldito teléfono?
Lo levanto, pasando el pulgar por la pantalla.
—Hola, Carter.
—Hola.
De pie, me dirijo a un rincón tranquilo del restaurante, cerca de las
ventanas.
—¿Cómo lo llevas? —pregunta.
Me río, trazando mi dedo a lo largo del alféizar de la ventana.
—Estoy repasando el menú de aperitivos de Post and Beam, así que me
va bien.
Carter también se ríe ahora, y me doy cuenta cuando lo hace, de lo
incómodos y poco divertidos que hemos sonado los dos.
—Mira, todavía estaba en una especie de piloto automático cuando me
preguntaste por el almuerzo y probablemente fui un poco más breve de lo
que pretendía. Sé que es una locura, pero no quiero que esto se interponga
en lo que estaba empezando con nosotros ¿sabes?
Asiento con la cabeza, pero me cuesta pensar en qué responder. Es tan
complicado ahora.
—Lo sé —digo finalmente—. Sabes qué hacer con tu boca.
—Tú también. —Se queda callado durante unos instantes—. ¿Crees que
estamos compitiendo por este trabajo?
—Brad lo hizo parecer así. Pero no sé si es necesario. Creo que podemos
encontrar la manera de que ambos seamos indispensables.
—Asegurémonos de hablarnos —dice—. Si nos mantenemos abiertos el
uno con el otro, estaremos bien ¿verdad?
Yo suelto un entusiasta «¡Claro que sí!» y, tras unas cuantas palabritas
más, acordamos hablar mañana.
Es como si estuviéramos en la cubierta del Titanic mientras se hunde,
diciendo: «Va a volver a flotar en cualquier momento»
 
Fecha: Miércoles, 14 de Octubre a las 5:03 AM
De: Bradley Kingman
Para: Aimee Miller; Dudley Thompson; John Fineman; Timothy Brown;
Andrew Murphy; Carter Aaron; Evelyn Abbey; Rose McCollough; Ashton
Garcia
Asunto: Dan Printz
Marcado: ALTAMENTE CONFIDENCIAL
 
Equipo,
Anoche recibí la noticia de que Dan Printz deja su actual representante
en Lorimac. Si alguien cree que puede atraparlo, hágamelo saber y
organizaré una reunión. Es un cliente potencial de 5 millones de dólares al
año para nosotros. Evie se encargó de su crédito de guionista en Alterman
hace unos años, así que me inclino por esa vía.
Presenten cualquier objeción antes de las 9 am.

***
 
Fecha: Miércoles, 14 de octubre a las 5:07 AM
De: Carter Aaron <caaron@PriceDicklepartners.com>
Para: Bradley Kingman
CC: Aimee Miller; Dudley Thompson; John Fineman; Timothy Brown;
Andrew Murphy; Evelyn Abbey; Rose McCollough; Ashton Garcia
Asunto: Re: Dan Printz
 
Déjame intentarlo, Brad. Tenemos un amigo común en Nueva York.
 
-C.

***
 
Fecha: Miércoles, 14 de octubre a las 5:08 AM
De: Evelyn Abbey
Para: Bradley Kingman
Asunto: Re: Dan Printz
 
Estoy contenta de seguir trabajando con Dan. Él y yo teníamos una gran
relación y confío en poder conseguir que se traslade.
Gracias,
Evie.

***
Fecha: Miércoles, 14 de octubre a las 5:08 AM
De: Evelyn Abbey
Para: Bradley Kingman
CC: Carter Aaron
Asunto: Re: Dan Printz
 
Carter y yo debemos haber respondido al mismo tiempo. Parece que
ambos estamos contentos de incluirlo en nuestra lista. Tal vez sea una
buena oportunidad para una estrategia de representación del equipo. ¿Lo
discutimos hoy?
Evie.

***
Fecha: Miércoles, 14 de octubre a las 5:43 AM
De: Bradley Kingman
Para: Aimee Miller; Dudley Thompson; John Fineman; Timothy Brown;
Andrew Murphy; Carter Aaron; Evelyn Abbey; Rose McCollough; Ashton
Garcia
Asunto: Dan Printz
 
Al que madruga Dios le ayuda, y en buen momento, Carter. Joanne
acaba de llamar. Dan será nombrado el hombre vivo más sexy de People,
aún no se ha anunciado. Sería un gran logro para nosotros. Carter, Kylie
organizará una reunión individual para ti y Dan esta semana. Gran
trabajo.
Brad.
 
Capítulo 10
Traducido por Hae
Corregido por Queen of books
Editado por Banana_mou
 
Carter
El jueves por la tarde, Michael Christopher se sienta en una mesa en el
patio exterior de P&D. El sol brilla en lo alto, el cielo es azul sin una sola
nube a la vista, y él espera, comiendo su sándwich de mantequilla de
cacahuete y mermelada mientras yo camino en círculos.
Calificar la situación actual de «tensa» sería como llamar a Usain Bolt
«rápido». Aunque la mayoría de los altos cargos parecen estar encantados
con la fusión porque convierte a P&D en un enorme monstruo
conglomerado, el resto somos una bandada de pájaros ansiosos, mirándonos
los unos a los otros como si todos estuviéramos conspirando no solo para
quitarnos el trabajo sino también para comernos a los hijos de los demás.
La situación con Evie no está en lo absoluto mejor. Pasamos de esta cosa
como de amigos, a compartir una de las noches más calientes que he tenido,
a conversaciones cortadas cuando nos cruzamos en el pasillo del trabajo.
Después de nuestra conversación el martes por la noche, pensé que nos
uniríamos y hablaríamos de esto, pero ha estado tan ocupada con las
reuniones, que apenas la vi ayer. Toda la semana, en realidad.
Y por mucho que quiera esperar que empecemos en igualdad de
condiciones con Brad, sé que esa no es la realidad. No creo que me
equivoque en mi sensación de que a él le agrado mucho, y en mi creencia
de que hay una vieja animosidad entre ellos, pero ella también ha trabajado
para él durante años. Por no hablar de que ella tiene el beneficio de todos
sus contactos locales. También me da la sensación de que se está alineando
con un grupo de colegas selectos y montando una artillería en este puesto,
esperando ser inestimable....
¿Pero no habíamos acordado que podíamos trabajar juntos?
—¿Puedes sentarte y comer algo? —dice Michael—. Voy a necesitar una
dramamina si sigo viéndote.
Me meto las manos en los bolsillos y me dirijo al banco junto a él. Saca
algo de una bolsa de papel marrón y me la pasa junto con una bolsa Ziploc
llena de papas chips.
—Come.
Miro hacia abajo. Gelatina de uva, cortada en diagonal.
—¿Me has traído el almuerzo?
Se encoge de hombros y da otro bocado.
—Sabía que estabas preocupado.
—Gracias.
—¿Supongo que no ha habido ninguna actualización?
El martes por la noche había ido directamente del trabajo a casa de
Michael y Steph, y en lo que debía parecer una especie de episodio
maníaco, les había contado todo lo que sabía sobre la fusión, incluida la
reunión en la que Brad nos soltó una bomba. Ninguno de los dos sabía qué
decir, y no podía culparlos exactamente. Hola, situación de mierda sin una
buena solución. Así que, después de llamar a Evie, decidí quedarme en su
casa para una maratón de «Buffy» y de alguna manera me las arreglé para
comerme un pay de crema de coco entero.
—No hay novedades —le digo, dejando la comida y apoyando los codos
en la mesa.
—Sé que a Brad no le gusta Evie —dice Michael—, y sin embargo la
mantiene cerca como si fuera una especie de juego.
Eso suena bastante bien.
—Tuvo el descaro de sacar el tema del Día de Campo allí mismo, delante
de mí. Es una especie de jugada de mierda. —Gruño, presionando mi frente
contra la mesa—. Realmente me gustaba ella, Michael. No, en tiempo
presente: me gusta. No hay ángulo en el que esto no apeste.
—Lo sé, tío. —Se acerca para darme un apretón tranquilizador en el
hombro.
Me vuelvo a sentar, mirando el césped y los coches que se mueven por la
calle en la distancia. Michael se queda callado un momento y se golpea
lentamente los dedos contra el muslo.
—En realidad solo hay una cosa que puedes hacer —dice finalmente—.
Vas a tener que deshacerte de ella.
—¿Deshacerme de ella?
Asiente con la cabeza, dando un enorme bocado al sándwich.
—Haz que parezca incompetente.
Me quedo boquiabierto.
—¿Qué clase de plan estúpido es ese? Ella me gusta.
Parpadea, mirándome mientras mastica.
—Además —continúo—, puede que Brad haya intentado aventarla bajo
un autobús, pero también se aseguró de que yo supiera a qué me enfrentaba.
Nadie va a pensar que es incompetente.
Me mira fijamente, lo que me hace explotar.
—Por no mencionar que también es tu amiga, idiota.
Se mete una papa chips en la boca con una sonrisa de satisfacción.
—Dios, te conozco tan bien. Eres todo un Boy Scout, Aaron. Solo quería
asegurarme de que estuviéramos en la misma página.
Lo miro fijamente.
—Menos mal que me has traído la comida, de otra forma, te estarías
desviando rápidamente de lo que se considera ayuda.
Se ríe y se limpia la boca con una servilleta de papel rosa.
—Mira, a ti te gusta Evie, a ella le gustas tú. A los dos les gusta arreglar
problemas, y si alguien puede encontrar una manera de coexistir, son
ustedes dos. Muéstrenles a estos tipos que están equivocados y que se
necesitan a los dos. ¿No es eso lo que hacen los agentes de todos modos?
¿Convencer a la gente de cosas que no están seguros de querer?
—Eso es literalmente lo contrario de lo que hacen los agentes ¿Alguna
vez escuchas a tu mujer cuando habla del trabajo?
—Lo que sea. Hagan lo que sea que hagan ustedes. Salva tu trabajo,
consigue a la chica.
Hago una bola con mi bolsa de papas y se la tiro.
—Eres un idiota.
—Mantiene a la gente adivinando.
Me pongo de pie, recojo mi basura y me dirijo al basurero, arrojando
todo dentro. Salva tu trabajo, consigue a la chica. Puede que sea un idiota,
pero el caso es que una parte de mí no puede evitar preguntarse si esta vez
tiene razón.
***
Después de la comida vuelvo a entrar, despidiéndome trágicamente tanto
de Michael Christopher como del perfecto día soleado. Todavía estoy
aprendiendo a desenvolverme en una nueva oficina, memorizando nombres
y cargos, aprendiendo a saber a quién debo mantener cerca y a quién debo
mantener aún más cerca.
El edificio huele a pintura fresca y a limpiador de alfombras, y en
relación con el ambiente Funky de los años 70 de CTM, aquí todo parece
nuevo-nuevo-nuevo. Mis pasos van acompañados del zumbido constante de
las voces, el timbre de los teléfonos y el sonido de los teclados. En Nueva
York, siempre podíamos oír el tráfico, incluso a doce pisos de altura. Era la
pista de fondo siempre presente en cada conversación, el sonido con el que
nos dormíamos cada noche. Llegó a ser tan familiar que, aparte del claxon o
alguna sirena ocasional, era fácil olvidar que había coches fuera del
edificio. En el CTM, estábamos justo al lado de una estación de bomberos,
y el sonido de la sirena que se encendía y salía de la puerta se hizo tan
familiar que ni siquiera lo comentábamos cuando teníamos que dejar de
hablar en medio de la sala de conferencias, esperando que volviera el
silencio.
Aquí es más silencioso y, sin embargo parece más ruidoso. La falta de
ruido de la calle dentro de las lujosas ventanas de doble cristal hace que
todos los demás ruidos interiores resalten. Y mientras entro a mi despacho,
recuerdo nuevamente que la vista no podría ser más diferente.
En este momento no está allí, pero el despacho de Evie está al otro lado
del pasillo. Me he dado cuenta de que le gusta reunirse con los clientes en el
pequeño sofá y la silla que hay justo al otro lado de la puerta, y si me
agacho para alcanzar el bote de basura, –casualmente, no a propósito, por
supuesto–, puedo ver sus piernas a través del cristal, la forma en que las
cruza, la forma en que...
El nuevo asistente que me asignaron, Justin, llama a mi puerta antes de
asomarse. Lo heredé de un agente de P&D que fue despedido, y se
comporta un poco como un perro de la calle traído a casa desde el refugio.
Si sigue aquí, obviamente se le considera bueno, pero estamos trabajando
en alcanzar un ritmo. Es nervioso, parece el tipo de persona que usaría
emojis en lugar de palabras en los mensajes de texto, y utiliza nosotros
cuando se refiere a cualquier cosa de mi lista de tareas.
Tenemos una llamada con Patricia de la Fox a las once.
Tenemos un almuerzo a la una con Peter en Legal.
Anotaremos aquí que tenemos que hablar con Brad sobre esto.
Él tampoco es Becca. Me arriesgué y pregunté si había alguna forma de
retenerla; no la había. Aparentemente las fusiones no funcionan así.
Becca solía discutir conmigo, y tenía razón el noventa y ocho por ciento
de las veces. Becca me echaba en cara que no estaba prestando atención y
me gritaba por dejar mis tazas de café vacías por ahí. Becca corregía mi
gramática en notas Post-it. Becca, y su escritura manuscrita que nunca pude
descifrar. Echo de menos a Becca.
—Has vuelto —dice Justin al entrar en mi despacho. Como la mayoría de
los becarios y asistentes de aquí, apenas tiene edad para beber y parece que
acaba de salir de un anuncio de Topman.
—Hola. Sí. —Con las manos en la cadera, observo la oficina recién
desempacada. Se siente tan vacía.
—¿Buena comida?
—Vi a un amigo.
—Han pasado algunas personas por aquí. —Mira sus notas—. Ángela de
Literatura. Esther de Legal. Aimee de... —Se detiene, con los ojos
entrecerrados—. Hay muchas mujeres en esta lista.
—Escucha —digo, y me dirijo a la puerta. Satisfecho de que no hay
nadie al alcance de los oídos, la cierro silenciosamente detrás de mí—.
¿Sabes dónde está Evie?
—Evelyn... ¿La Srta. Abbey? —pregunta formalmente y yo asiento con
la cabeza.
Justin sale corriendo de la habitación y vuelve unos veinte segundos
después.
—Jess dice que tuvo una reunión en el almuerzo y no ha vuelto todavía.
—¿Jess?
—Su asistente.
—Bien. —Siento un retortijón por dentro y quiero sentarme con Evie
cuanto antes. Esta tarde nos reuniremos con Brad para revisar nuestras listas
de clientes, y preferiría que fuéramos a eso con un frente unido y no bajo
una nube de mala de comunicación y silencio incómodo—. Hazme un favor
y avísame cuando vuelva, ¿vale?
—Tenemos esa reunión con Joanne en unos cinco minutos —me
recuerda.
Le doy unos segundos para escuchar el eco de esa frase, pero no parece
arrepentirse de su extraña forma de hablar como asistente.
—Gracias, Justin —digo—. Me dirijo hacia allí ahora. Envíame un
mensaje si ves a Evie.
Los ojos de Justin se abren de par en par ante la perspectiva de recibir
una tarea específica, y me hace sentir mal por él por un momento. Las
fusiones ya son terribles, pero ¿con un jefe que aún no ha logrado encontrar
un equilibrio? Una tortura.
—Por supuesto —dice con entusiasmo—. ¡Estaré atento y te enviaré un
mensaje en cuanto la vea de vuelta! Que tengas una buena reunión. —Se
gira para irse y se detiene en la puerta—. Ah, y si no ves a la señorita
Abbey antes, recuerda que los dos tienen una reunión con Brad a las dos.
Como si pudiera olvidarlo.
***
Voy a mi reunión con Joanne tratando de sentirme optimista. En
circunstancias normales, estaría flotando en la confianza. Sé que soy
extrovertido y un buen compañero de trabajo. Todas las personas con las
que he hablado en P&D han sido acogedoras, emocionadas y entusiastas
sobre lo que puedo ofrecer a esta nueva empresa combinada.
Sé que Joanne había estado en la oficina de Los Ángeles, pero se trasladó
a la televisión de Nueva York hace unos años. El rumor es que se trasladó
porque Brad no trabajaba bien con otras mujeres, y después de haberlo visto
de primera mano con Evie, me inclino a estar de acuerdo. Dado que Joanne
es tan veterana como él, me pregunto si la decisión de trasladarla fue de él o
de ella. Hollywood es un mundo de perros grandes y corrales pequeños.
Por desgracia, mi sensación de optimismo no dura. Se trata de una
reunión básica para conocernos, en la que lo único que tiene Joanne para
trabajar es lo que ve en mi portafolio, lo que ha encontrado en la web o lo
que ha oído de Brad. Pero Joanne claramente conoce a Evie. Claramente le
gusta Evie. Mientras que yo podría haber sentido que tenía algún tipo de
ventaja con Brad –en el sentido de chico, que de todos modos no prefiero–
esa ventaja está claramente ausente aquí. Joanne me señala la suerte que
tengo de trabajar con Evie, por lo estupenda y respetada que es, por lo
mucho que puedo aprender de ella.
Básicamente, hay un montón de Evie es impresionante sucediendo hoy, y
es solo la una en punto.
Con la sensación de que mi estómago ha tocado fondo cerca de mis
rodillas, recibo un mensaje de Justin de camino a la reunión con Brad,
diciéndome que Evie ha llegado, ha dejado sus cosas y ya está en la sala de
conferencias, esperando.
Mierda, no deja mucho lugar para la estrategia en primer lugar. Cada vez
está más claro que Evie tiene una gran ventaja. No solo es inteligente y
hermosa y jodidamente genial en su trabajo, sino que tiene a los ejecutivos
cantando sus alabanzas. Definitivamente el trabajo está terminado para mí.
Al doblar la esquina, la veo tan pronto como entro.
No importa cuántas veces la vea, siempre me sorprende lo hermosa que
es, como si lo olvidara cuando estamos separados. Lleva el pelo oscuro
recogido en lo alto de la cabeza y lleva un chaleco ajustado con una camisa
de manga larga debajo. Lleva falda y, cuando me siento a su lado, necesito
una fuerza sobrehumana para no dejar que mis ojos, o mi mano, sigan la
longitud de sus piernas por debajo de la mesa. Me imagino cómo se vería
extendida encima de ella, tal vez apretada contra esa pared de la ventana…
Concéntrate, Carter. Los ojos en el premio.
Aparte del ocasional saludo rápido en el pasillo cuando nos cruzamos, no
hemos hablado desde nuestra breve llamada telefónica del martes por la
noche. Quiero decir, obviamente eso es un poco raro, dado que hace menos
de una semana tenía mi mano en su ropa interior y ya estaba planeando
cuándo podría disfrutar de eso de nuevo.
Brad aún no ha llegado, así que estamos solos aquí, pero por si acaso,
mantengo la voz baja:
—Me preguntaba si querías salir esta noche. ¿Cenar? ¿A hacer una
estrategia?
Termina lo que estaba escribiendo y me mira. Envidio su calma mientras
mira rápidamente a su alrededor. Estoy cerca, pero no demasiado.
Definitivamente no estoy invadiendo su espacio, pero tal vez le doy la pista
de que me gustaría mucho, mucho.
—¿Cena? —repite. Puedo decir que su pulso se ha acelerado. Sus ojos se
dilatan mientras seguimos mirándonos fijamente—. Quieres cenar.
Es como dejar caer una cerilla en un charco de gasolina y, aunque sé que
no debo hacerlo, quiero inclinarme y apretar mi boca contra su cuello.
—Sí, si no estás ocupada.
Trago, esforzándome por mantener mis ojos en los suyos y no dejar que
bajen a su boca. Mirar su boca podría llevarme a recordar su boca, lo que
podría llevarme a imaginar qué otras cosas puede hacer su boca, y eso sería
una muy, muy mala idea.
Evie saca su teléfono y comprueba su calendario, con las cejas fruncidas
mientras se desplaza.
—Tengo una reunión a las cinco ¿A qué te refieres con «elaborar una
estrategia»? ¿Estrategia de qué?
¿Estrategiar-te encima de mí?
Brad elige ese momento exacto para entrar en la habitación. Toma
asiento y baraja unos cuantos papeles delante de él antes de mirar hacia
nosotros.
—Evie, Carter, ¿cómo están? ¿Se portan bien?
Solo puedo preguntarme si la reacción de Evie es la misma que la mía:
un ¿Qué carajo? interior.
—Claro —decimos los dos, y siento que su pie me empuja ligeramente
por debajo de la mesa. Y sí, esto es exactamente lo que necesitamos.
Nosotros contra ellos. Un frente unido. Me muerdo la sonrisa. Podemos
hacerlo, no tengo ninguna duda.
Kylie entra y deja una pila de expedientes frente a Brad, que se pone las
gafas mientras abre el primero.
—Vale, genial —dice distraídamente, y sé que podríamos haber dicho:
Lo estamos haciendo bastante mal, Brad. Nos has puesto a los dos al límite.
Hace una semana íbamos por el camino hacia una explosión estelar, pero
ahora estamos intentando buscar las debilidades del otro y explotarlas, y él
habría tenido la misma reacción. Brad realmente es un idiota. Me alegro de
que Evie le diera esa barrita de comida para perros.
—Hoy vamos a hablar de los clientes —dice, pasando la parte superior
de algunas páginas mientras hojea las hojas de los clientes—.
Probablemente habrá algunos más, pero ahora mismo solo estamos aquí por
los grandes. —Me mira—. Carter, vas a trabajar con Dan Printz, ¿verdad?
Asiento con la cabeza.
—Ya me he puesto en contacto con su equipo. Nos hemos dejado
mensajes en la contestadora.
Siento que Evie se mueve a mi lado, y hay algo en su postura... una
rigidez que no estaba allí hace unos segundos. Su pie ya no está pegado al
mío, y por el rabillo del ojo la veo cruzar lentamente las manos por el
centro.
¿Está... está enfadada porque me he adelantado para intentar conseguir a
Dan Printz?
Mi pecho parece hundirse mientras la secuencia de correos electrónicos
se desenvuelve en mi memoria. Evie envió un correo electrónico, lanzando
su sombrero en el anillo también, y Brad me lo entregó a mí. En ese
momento, solo era una cadena de correos electrónicos en los salvajes
momentos posteriores a la fusión de mi bandeja de entrada, pero ahora se
me ocurre que Evie probablemente vio mi correo electrónico como algo
completamente deshonesto.
Oh, mierda. ¿Lo fue? ¿Ella no habría hecho lo mismo?
Parpadeo para concentrarme y captar lo que Brad está diciendo.
—... asumo que tienes gente que hará la transición aquí desde la CTM,
incluyendo a Emil y algunos otros, así que por el momento quiero que
empieces poco a poco, que te centres en tranquilizar a todo el mundo de que
todo sigue igual. Pero añadir a Dan sería un gran golpe. —Ordena unos
papeles y luego me mira, y yo asiento con la cabeza, haciéndole saber que
le he escuchado. Vuelve a bajar la mirada—. El primer nuevo jugador en tu
lista de clientes de P&D será Jett Payne. Jett protagonizó algunas películas
independientes y hace unos años se incorporó a la serie más importante de
MTV. Su personaje fue asesinado en la última temporada cuando le
ofrecieron un papel más importante en una serie de la cadena y, en mi
opinión, está preparado para explotar. Tu experiencia en televisión será útil,
pero habla con Joanne sobre él. Ella ha ayudado a la gente a ir y venir desde
allí.
Me pasa el archivo y lo escaneo, tomando algunas notas.
Dan es un gran éxito en cuanto a características, Jett es prometedor.
Hasta aquí, todo bien.
—El siguiente para ti, Carter, es Jamie Huang, el favorito del reality
show. —Es imposible pasar por alto la burla en su tono, pero exteriormente
la ignoro. Los reality shows son uno de los mercados más grandes en el
grupo demográfico de dieciocho a veintinueve años, y el programa de Jamie
está constantemente entre los cinco primeros. Tiene una gran presencia en
las redes sociales y, aunque eso no significa nada si la gente no va a
comprar lo que vendes, por lo que he visto, sus fans sí lo hacen. Un amigo
mío la conoció brevemente y mencionó que estaba deseando pasarse al
cine.
—El representante de Jamie es Allie... —Busca en sus notas—. Allie
Brynn. Es buena. Jamie ha tenido un rápido ascenso y un salvaje
seguimiento online, pero ella es tan tonta como un saco de arena. —Evie se
aclara la garganta, significativamente, pero Brad parece no darse cuenta—.
Allie la mantiene a raya, y su principal trabajo es conseguir que Jamie haga
lo que tú quieras que haga.
—Entendido —digo, anotando el nombre de Allie. He trabajado mucho
con agentes en el pasado. En su mayoría, me facilitan el trabajo.
—Alex Young es uno de nuestros mayores clientes, Carter, y creo que le
iría bien en tu lista —continúa Brad, y siento que mi corazón se acelera.
Alex es un cantautor cuyo álbum debutó en el número dos en el Reino
Unido y está a punto de convertirse en una gran estrella estadounidense.
Me sudan las manos.
—Te lo doy a ti por tu experiencia teatral y musical en Nueva York.
Trabajarás en colaboración con el equipo de música de aquí y te lo daré,
pero la gente está husmeando alrededor de él para obtener ediciones.
Personalmente, creo que no hay prisa y puedes ser exigente. Al principio
tendrás menos clientes que Evie, pero creo que Alex va a estar a tu altura.
Me tomo un momento para mirar del expediente de Alex a Evie, y ella
parece impresionada. Creo que podemos hacerlo. Tenemos puntos fuertes
complementarios y podemos convencer a Brad de que somos un equipo.
Una pequeña parte de mí sueña despierta con que podríamos convertirnos
en algo así como nuestro propio subdepartamento especializado si nos
compenetramos muy bien.
—Dile a tu asistente que me consiga tu lista actual: solo la gente que se
quede después de esta fusión, la actualizaremos y partiremos de ahí —dice
Brad, y yo asiento, cogiendo mi teléfono y le envío un mensaje a Justin.
—Evie —dice Brad, y ella se endereza en su silla—. Sé que ya tienes una
lista bastante cargada y que estás trabajando en contratos para Adam Elliott
y Sarah Hill. Eso es increíble. —Sacude la cabeza y parece añadir algo a
regañadientes—: Bueno. Estoy encantado.
Genial. Tanto Adam como Sarah son estrellas lista A, ya están metidos
hasta el pecho en la industria. Brad vuelve a mirar la carpeta de Evie,
abierta frente a él.
—La primera que te voy a dar es Marian Isaac.
Odio la forma en que mi primera respuesta a esto es querer reír, porque,
aunque Marian traerá una tonelada de dinero, no será un picnic para Evie.
Marian es una modelo convertida en actriz de la lista A que es conocida por
ser una pesadilla. Es exigente, a menudo es grosera con los entrevistadores
y los fans, y algunas de sus peleas a gritos con su último director son
legendarias. No me sorprende que algún otro agente haya utilizado la fusión
como excusa para cambiarla.
Evie asiente, con una expresión casi ilegible, pero admito que no parece
especialmente sorprendida. Evie podría convencer a una granada de que no
explotara, había dicho Brad. Esto es exactamente lo que quería decir.
—Hace poco que la echaron de Lorimac —dice Evie.
—Así es. —Brad se ríe—. Les hizo ganar tres millones de dólares el año
pasado y aun así la dejaron caer como una papa caliente.
—¿Quién la manejaba antes? —pregunta ella.
—Chad. —Brad esboza una sonrisa sardónica—. Él estaba feliz de
pasártela.
—Oh, estoy seguro de que lo estaba. —Evie se ríe con complicidad, y
algo pica dentro de mí para entrar en esta broma y no seguir sintiéndome
como el nuevo.
El problema es que no tengo ni idea de quién es Chad.
Brad se inclina y le hace un gesto de confianza.
—Tengo cero dudas de que eres la indicada para manejarla.
Esto se siente como una fuerte puñalada.
Y estoy empezando a sentirme incómodo, porque aparte de su lista
actual, le ha dado un gran nombre, con la probabilidad de firmar dos más, y
los tres son clientes con grandes comisiones.
¿Por qué demonios estaba empezando a sentirme mal por lanzarme por
Dan Printz?
Brad se acomoda de nuevo, volviendo a mirar su pila de carpetas.
—El siguiente, Keaton Avery. Estoy seguro de que recuerdas el pequeño
altercado que tuvo con los paparazzi el año pasado, así que quiero
asegurarme de que la reparación de su imagen esté en tu mente.
Su bolígrafo se ralentiza en el bloc de notas que tiene delante, pero no
cuestiona ni objeta. Keaton participó en una película nominada al Oscar el
año pasado y está a punto de convertirse en la nueva estrella del cine de
autor.
Joder.
—Trent Vanh —dice Brad—. Acaba de terminar el rodaje de la última
temporada de Burn Brightly. —Me recuesto en mi silla, sintiéndome febril.
Trent ganó un Emmy el año pasado—. Espera pasar al cine, así que
tendremos que conseguirle algo grande, y rápido.
Brad saca la última carpeta de la pila de Evie. Siento que mi presión
sanguínea sube unos diez puntos y me pregunto qué más podría tener.
—Por último, tenemos a Seamus Aston, YouTuber.
Y maldita sea. Mis manos se cierran en puños en mi regazo. Evie se
sienta, apoyando los codos en la mesa.
—Por cierto, Seamus y Jamie protagonizan juntos la nueva película de
Scott, así que los dos tendrán que coordinar en publicidad. Seamus tiene
diecisiete millones de suscriptores en su canal, junto con casi todo el
respaldo de cada millenial que puedas imaginar, y acaba de ser elegido para
lo que algunos predicen que será la película más importante del próximo
año. Pero —dice Brad y se inclina hacia atrás en su silla—, es un idiota
épico.
Tú lo sabrás, pienso.
Como si fuera una señal, Evie coge el bolso que tiene a sus pies y saca un
pequeño tubo de crema de manos. A pesar de lo tensa que está la situación,
sé lo que está haciendo y tengo que reprimir una sonrisa al ver cómo se
pone una porción en el centro de la palma de la mano y empieza a frotarse
enérgicamente las manos.
—No hay problema —dice.
Esto hace que Brad sonría.
—Eso es lo que me gusta oír, niña. Me alegro de que te tomes a pecho
nuestra charla. Jugadora en equipo.
La reputación de Evie es la de una agente que mantiene la calma y puede
manejar a las divas, pero hay algo más al acecho. Brad está siendo muy
amable con ella, como si estuviera ayudándola a llegar a la cima de una
montaña. Tiene la intención de, o dejarla plantar la bandera o empujarla por
la afilada cornisa del otro lado.
—Sé que la balanza parece un poco inclinada ahora mismo —me dice—.
Pero Evie conoce esta ciudad y a la gente que la habita, y como he dicho
antes, una cosa es conseguir talento y otra mantenerlo.
—Entendido —digo.
Sí, Evie tiene más contactos, experiencia con edición y varios años más
que yo en el negocio, pero eso no la convierte necesariamente en la mejor
agente. Lógicamente, sé que lo que dice Brad tiene sentido. Pero hay una
parte de mí que no puede evitar erizarse.
Terminamos la reunión y empezamos a recoger nuestras cosas. Mi
optimismo se ha disuelto. Sí, podemos trabajar en equipo, y sí, tenemos
habilidades complementarias. ¿Pero quiero que parezca que estoy
aprendiendo de ella y beneficiándome de su experiencia? Intento
disuadirme, pero mi pulso se acelera y apenas puedo mirar en su dirección.
Me entretengo para dejar que Evie y Brad salgan primero de la
habitación, pero no me sorprende encontrar a Evie esperando en el pasillo
cuando salgo. Me detiene con una mirada, apoyada en la pared. Lleva
ventaja en esta carrera y parece saberlo.
—Así que…, eso fue interesante. —Cruza los brazos sobre el pecho.
—Esa es una palabra para ello.
—Acerca de esa estrategia —dice ella, mirando hacia otro lado—. Como
he dicho, tengo una cita a las cinco, pero podríamos reunirnos después.
Estaría bien descargar todo esto.
Joder.
Mi corazón es un martillo contra mi esternón; mi estómago es un pozo de
culpa.
—Sabes, olvidé que le dije a Michael que cuidaría a Morgan esta noche.
Tiene natación y le dije que la acompañaría a la piscina y me quedaría hasta
que él estuviera libre para recogerla.
—Oh —dice, y sabe que estoy mintiendo. Lo sabe—. En otro momento
será.
—Por supuesto.
Evie es una maestra de aparentar calma, pero puedo ver la tensión
alrededor de sus ojos.
—¿Estás contento con tu lista? —Y la pequeña tonadita divertida de su
voz me dice que no lo estaría si fuera yo.
—Sí —digo—. Combinado con lo que ya tenía, estaré ocupado ¿Y tú?
—Encantada —dice, y sonríe—. Me alegro de que hayas saltado en lo
referente a Dan Printz después de todo. No sé cómo encontraría tiempo para
él y para Adam, Sarah, Seamus…
Hago una pausa, tratando de contener mi primera reacción: reclamarle
por su mierda pasivo-agresiva. No lo consigo.
—¿Así que estabas enfadada por mi correo electrónico a Brad sobre
Dan?
—No estaba enojada —dice uniformemente; definitivamente estaba
enojada—. Es curioso que solo unas horas antes me llamaras para decirme
que deberíamos mantener nuestras líneas de comunicación abiertas. Luego
te abalanzas para coger un cliente que Brad pensaba darme.
¿Va en serio con esto?
A ninguno de los dos nos gusta esta situación. Cada uno de nosotros ve al
otro con claridad, al menos eso creo. Todavía daría mi dedo meñique por
tirármela hasta que saliera el sol, pero en este momento, cuando Evie me
mira fijamente como si fuera un adversario al otro lado del campo, decido
que tengo que cerrar una puerta para mantener otra abierta. Ahora mismo
no puedo hacer las dos cosas. Y si no puedo conseguir a la chica, al menos
puedo mantener el trabajo.
—He mantenido nuestra línea de comunicación abierta —le digo—. Te
envié una copia del correo electrónico ¿no es así? Todo estaba a la vista. No
hubo ningún tipo de “engaño” al respecto.
Hay un momento de silencio incómodo antes de que se dé la vuelta y
camine por el pasillo. Sigo observando mucho después de que haya doblado
la esquina y probablemente haya desaparecido dentro de su despacho.
Justin se acerca a mí.
—¿Qué tal ha ido ahí dentro? —pregunta, señalando la sala de
conferencias.
Le doy una palmada en el hombro y le dedico mi mejor sonrisa.
—Muy bien —digo—. De hecho, parece que tenemos mucho que
investigar. Dime, ¿qué sabes de YouTube?
Un plan comienza a formarse en mi cabeza mientras él parlotea con
entusiasmo, y aunque me hace sentir un poco traicionero, se afianza.
Necesito este trabajo. Tengo que encontrar una manera de hacer que esto
funcione para mí. Puede que Brad piense que Evie es la adecuada para el
puesto, pero eso es solo porque no ha visto lo que puedo hacer.
Si tengo que hacer los deberes y aprender todo lo que hay que aprender y
más, sobre mi lista de clientes y la suya, eso es exactamente lo que voy a
hacer.
No hay manera de que pierda ante Evil.
Capítulo 11
Traducido por Queen of books
Corregido por Lovelace
Editado por Banana_mou
 
Evie
Fecha: Viernes, 30 de octubre a las 4:12 pm
De: Kylie Salisbury
Para: Carter Aaron; Evelyn Abbey
Asunto: Retiro del departamento
 
Hola. Evie, Carter.
Brad ha solicitado que los dos se encarguen del retiro anual del
departamento en Big Bear. Está calendarizado para el 14-16 de enero.
Como Evie ya sabe, lo he estado organizando durante los últimos dos años,
así que avísenme cuando podemos vernos para sentarnos y que les cuente
cómo es el formato, las actividades y otros detalles relevantes.
Saludos Cordiales.
Kylie.
 
He leído el correo unas siete veces y sigo sin estar segura de entenderlo.
Entro en la oficina de Daryl y hago que me confirme que lo he leído
correctamente. Llamo a Amelia para que entre y verifique que, en verdad,
no me equivoqué al leerlo.
¿Qué no lo habían cancelado? ¿Ahora sí se va a hacer y esta vez con
agentes senior encargados del itinerario? ¿Estoy teniendo un derrame
cerebral?
Aparentemente, no. Aparte de todo lo que tenemos que hacer, a Carter y
a mí nos han dado una tarea de asistentes: organizar el retiro departamental.
Brad es todo un caso.
Ya que esto no lo mandó el mismo Brad, no tengo forma de saber el
trasfondo, sin embargo, estoy segura de que lo hay. Es posible que Kylie
haya dicho algo, pero es aún más probable que este sea el primer
movimiento de Brad en los juegos del hambre de P&D.
Me recargo contra la puerta de Daryl, tallándome el rostro con la mano.
—Eso significa que voy a tener que hablar con él —digo. Dos semanas
atrás eso no habría sonado tan mala idea porque, seamos honestos, quería
meterme en sus pantalones. Pero después de la despedida de Carter
«Cenemos juntos, oh espera, te dieron una mejor lista que a mí, ¡no hay
cena para ti!». Estoy pensando que la mejor estrategia es nunca, jamás
interactuar en la oficina con él de nuevo.
Lo que… sorprendentemente, no sería tan difícil. Con los nuevos clientes
y compañeros hasta arriba de mi lista de pendientes, he estado
completamente abrumada. En la última semana y media, he llegado a la
oficina a las ocho y me he quedado hasta después de que está vacía, he
tenido nueve juntas en el almuerzo, once juntas después del trabajo
tomando unas copas y una cantidad asombrosa de clientes durante el
horario laboral. Apenas he visto a Carter. Excepto cuando lo he visto irse de
su oficina y encontrado una manera de disfrutar la vista desde atrás a lo
largo del pasillo…
Tengo un breve descanso entre una junta en el almuerzo y una fuera de la
oficina y espero poder hablar con él por unos minutos. Porque las
posibilidades de pelear con él por enojo o pasión son más o menos iguales.
Decido cobrar la deuda de Daryl por dejarme plantada en la fiesta de Steph
y hacerla que haga de chaperona, posiblemente testigo.
Soy una muy buena amiga.
Nos detenemos fuera de su oficina, y levanto mi mano para tocar, dando
un tentativo golpe.
Normalmente Carter no es una persona que tenga la puerta cerrada. Por
lo que he visto hasta ahora, siempre está en el pasillo hablando con la gente,
o tiene otros dos o tres agentes en su oficina. Entiendo que simplemente
tenemos maneras distintas de hacer negocios, yo suelo ir al punto, amigable
pero rápida, mientras que él platica y se distrae. Todos quieren a Carter. Sé
que ha estado muy ocupado esta semana también, pero siempre parece tener
un momento para decir hola a alguien, para detenerse y socializar por un
momento.
Me doy cuenta de que eso hace que nuestros estilos se complementen, y
siento un tirón de calor en mi estómago.
¿No estaría bien que pudiéramos trabajar juntos?
¿No sería bueno que no se convirtiera en un idiota amenazador y
competitivo?
—Detente —dice Daryl, y volteo a verla.
—¿Detener qué?
—Estás jugando con tus dedos. Se supone que eres la mala aquí. Los
malos no juegan con sus dedos. Y no me pongas esa cara; esto es
exactamente por lo que me trajiste.
—Está bien, es verdad, es verdad. —Cierro mis ojos, llamando a mi
badass interior—. Soy Uma Thurman en Kill Bill. Linda Hamilton en
Terminator 2. Sigourney Weaver en Aliens porque, seamos honestos, es ahí
cuando realmente se hizo un nombre. Es fascinante cómo es en las secuelas
que ellos en realidad…
—¿Puedes concentrarte?
Cuando responde «Adelante», estoy un poco sorprendida por la forma en
la que su voz suena, profunda y calmada, no en su común tono relajado. Me
recuerda a cómo sonaba sobre mí, en mi cama y de pronto quiero caminar
una y otra vez contra la pared más cercana.
Esta situación sería mil veces más fácil si no quisiera besarlo tanto como
quisiera estrangularlo.
Abriendo la puerta, me asomo para verlo sentado en su escritorio, su
cabello revuelto y los lentes chuecos. Se ve extrañamente descompuesto.
—Hola Evie. —Su expresión es complicada de leer. Sorpresa, quizás.
¿Nervios? Un poco. Excelente.
Carter mira detrás hacia donde Daryl acaba de entrar justo después de mí.
—Gracias por la advertencia —dice sobándose la nariz. Yo debería ser
más cuidadosa: pagó mucho dinero por esa nariz.
—No creo que nos hayan presentado —dice Carter, y se levanta para
rodear el escritorio, extendiendo la mano para dársela a Daryl—. Carter
Aaron. El chico nuevo.
—Daryl Jordan. Sagitario.
—Aries —responde con una sonrisa—. ¿Sabes que somos los signos más
compatibles de todo el zodiaco?
Dios en las alturas.
Daryl sonríe, encantada.
—Que conveniente, considerando que te acabas de convertir en mi mejor
amigo solo por saber eso.
Volteo a verla, con los ojos abiertos. «Traidora»
—No te consideraba alguien interesado en la astrología —digo, no muy
segura de a cuál de los dos debería voltear primero—. ¿Te interesan mucho
los horóscopos, Carter?
«Tu luna competitiva está eclipsando el lugar feliz de mi sol, idiota»
—Estos días no tanto, me temo —dice con expresión nuevamente seria
—. Mi mamá está muy metida en la astrología y solía leernos el horóscopo
todos los días en el desayuno. Siempre que escucho a alguien mencionarlo
me pongo un poco nostálgico.
Hijo de pe…
—Esa es probablemente la cosa más dulce que he escuchado nunca. —
Daryl sucumbe visiblemente. Traerla fue definitivamente un error. Me
pregunto si alguien se dará cuenta si la empujo discretamente fuera de la
habitación.
—Desafortunadamente, no la veo tan seguido como antes, pero espero
hacerlo pronto. En vacaciones al menos. Entonces. —Se endereza sus
lentes, pero no se molesta en hacer nada con su cabello. Invitándonos a
sentarnos, camina de vuelta a su silla—. He estado enterrado en contratos.
¿Qué pasa?
—¿Supongo que ya viste el correo de Kylie? —pregunto.
Niega con la cabeza y voltea la vista al monitor.
—¿Qué tal te estás adaptando? —pregunta Daryl—. ¿Estas conociendo a
todos?
Escucho el doble clic del ratón y lo observo leer rápidamente el correo.
—Sí —responde lentamente—. Solo estoy haciendo amigos y tanteando
el terreno. Todos eran un poco reservados al inicio, pero creo que ya
pasamos ese punto. Se siente como un gran grupo.
Justo como yo lo hice, él relee el mensaje varias veces y luego voltea a
verme.
—¿Esto es en serio?
Encogiéndome de hombros digo:
—Supongo.
—¿Brad no cree que tengamos ya suficiente trabajo?
—Eso, o piensa que Kylie hizo un trabajo de mierda los años anteriores.
Carter me da una mirada de reproche.
—Ella es buena Evie.
Daryl me pellizca el brazo, y en serio, «que diablos». ¿Qué no estábamos
diciendo hipótesis de por qué nos pidió hacer esto?
Ignorando el intento de Daryl para tranquilizarme, lo miró fijamente.
—Estoy segura de que lo es, solo que ¿probablemente los retiros no son
lo suyo?
Se ríe sin ganas, sacudiendo su cabeza mientras lee nuevamente el
correo.
—De verdad tienes algo en contra de ella.
Me toma varios segundos procesar lo que dijo. En las dos semanas que
lleva aquí ¿Cuándo me ha visto discutir con Kylie? ¿Y por qué siente la
necesidad de defenderla de mí? Mi instinto me dice que tome la
engrapadora y se la aviente a la cabeza. Pero un buen agente sabe mantener
una cortina sobre sus emociones a menos que en verdad sea necesario
desatar todo el enojo. Un excelente agente no pierde la calma, pero sabe
dejar salir su furia cuando es necesario.
La diferencia es lo que importa. Todavía estoy practicando en ser
excelente.
—De acuerdo, entonces —digo tranquilamente, liberándome del agarre
de Daryl—. Puedo ver que estas saturado de trabajo. Puedo organizarlo yo
sola si prefieres.
Daryl niega con la cabeza.
—Evie, no creo que haya dicho que…
—No estoy saturado —interrumpe Carter.
—Por supuesto que no —digo significativamente, y sus mejillas se
tornan rosas a mi alusión de que se le asignó una lista sencilla.
Doy una mirada a su oficina. Está mucho más decorada de lo que estaba.
Sus paredes están cubiertas con fotografías enmarcadas de la Costa Este,
fotos de él con sus clientes, su título, una copia enmarcada de su primer
contrato. Hay una planta en una esquina, y en lugar de un sofá tiene dos
sillas con cojines de colores, una otomana gigante se encuentra en el medio.
Luce acogedora y hogareña, un lugar donde te puedes sentar a platicar,
hacer amigos, tal vez firmar un contrato o dos.
¿Por qué tiene que ser tan bueno en todo?
Puedo decir con certeza que no va a decir nada ahora que he soltado esa
bomba con sarcasmo, y Daryl parece haberse dado por vencida en actuar de
mediadora.
—De cualquier forma —digo tan despreocupada como puedo—. Solo
bajé para ver si querías ir a hablar con Kylie rápidamente sobre el retiro.
Levantándose de su escritorio, me indica sin hablar que dirija la marcha.
***
Al menos no tenemos que reinventar la rueda, Kylie no nos dice nada
que yo no supiera ya; es un retiro para el departamento de edición y el
personal de apoyo. Tomamos, hacemos actividades en equipo, tomamos.
Escuchamos a Brad contar aburridas historias donde él es el protagonista,
tomamos. Básicamente es un festival de bebidas con algunos juegos en
equipo, los cuales parecen bastante fáciles de organizar, especialmente ya
que tenemos un organizador de eventos en el sitio. Ahora estoy tomando mi
enojo con un poco de alivio.
No puedo evitar notar que Kylie centra casi toda su atención en Carter
mientras cuenta las actividades que organizó los últimos dos años. Pero…
tampoco puedo culparla. Yo también disfruto de ver a Carter. Sin embargo,
desde que Carter señaló que de verdad tengo algo en contra de Kylie,
quiero decir, lo que sea. Me esfuerzo en parecer ignorante a su
enamoramiento lo máximo posible. Bajo circunstancias normales, haría
preguntas y redirigiría su atención a los dos, pero ya que la situación es tan
anormal, y mientras hay comida y alcohol en este evento y nadie presta
atención a nada más, no logro tomármelo en serio para trabajar.
Todo parece claro, y estamos listos para dirigirnos a nuestras respectivas
oficinas cuando Kylie nos detiene con un susurro:
—Chicos.
Volteamos a verla.
Parece casi arrepentida y lanza miradas para asegurarse de que nadie está
escuchando.
—Eso es todo lo habitual, pero recuerden, es el fin de semana favorito de
Brad de todo el año. Añadan a eso la fusión y que la gente estará
observando cómo dirige todo el asunto, y él de verdad espera que sea
como… algo grande. ¿De acuerdo? —Su sonrisa nos dice que está aliviada
de ya no estar a cargo, y que va a ser nuestra sangre la que corra si lo
echamos a perder.
Carter debe presentirlo también, por que me para cuando estamos
caminando por el pasillo.
—¿Tienes tiempo para hablar de esto? —dice rápidamente, luciendo un
poco descompuesto—. Sé que los dos estamos un poco ocupados, pero ella
lo hizo sonar como si fuera muy importante y nunca he estado en uno de los
retiros de Brad, puedo liberar mi tarde si es necesario. Obviamente, solo si
tú puedes.
Ya estoy negando con la cabeza.
—Tengo que salir ahora para ver a alguien en escena. Termino alrededor
de las siete. —Hago una pausa, preguntándome si me voy a arrepentir de lo
siguiente—. ¿Podemos vernos después? A menos que tengas algo que
hacer.
—Después es perfecto para mí. Voy a liberar mi agenda y te veo en
donde sea que estés.
Por un momento pienso en decirle que nos veamos en mi casa, pero
luego me doy cuenta de qué gran error sería eso.
—¿Qué tal en BOA, a las siete treinta? —sugiero en su lugar.
Ya está tecleándolo en su teléfono.
—Siete treinta. Nos conseguiré una reservación y te veo allá. Gracias
Evie.

***
Carter ya está sentado cuando llego, y la anfitriona me lleva a la mesa. Se
ha quitado la ropa del trabajo y ahora lleva una camisa blanca de botones y
jeans negros. El efecto que eso tiene en mí es casi inmediato porque luce
como cualquier otro chico que podrías encontrarte en la calle, es más fácil y
a la vez complicado estar con él ahora. Más fácil por que no tengo que
imitar su carisma como lo hago cuando estamos en la oficina. Complicado
por que luce demasiado a la versión de Carter de “Novio Potencial”. Me
molesta que la química entre los dos esté tan enredada en este momento.
Me siento, desdoblando mi servilleta y poniéndola en mi regazo.
Los dos agradecemos al mesero cuando llena nuestros vasos con agua.
Para mi sorpresa, Carter declina cualquier tipo de cóctel… así que hago
lo mismo.
El mesero nos informa de los especiales y nos indica que regresará en un
momento para que podamos ver el menú. El silencio se asienta entre
nosotros. El contraste entre esta y nuestra primera cena juntos es muy
palpable. Y mientras más tiempo estamos callados, más complicado se
vuelve encontrar algo que decir.
Realmente necesito un cóctel.
El sol se está poniendo a través de las ventanas y volteo a ver la acera,
maravillándome de qué tan silenciosa se vuelve esta intersección cuando las
oficinas cierran al caer la noche.
Volteo para verlo observándome, y rápidamente aparta la vista para
escanear nuevamente el menú. Sus ojos brillan detrás de sus lentes. Creo
que había olvidado lo verdes que son y lo perfecta que es su boca.
—Así que... —dice, y me doy cuenta de que me atrapó observándolo.
—Así que…
Su atención es fija. Me encantaría tener el Decodificador de
Pensamientos de Carter. Sus labios se levantan en una conocida sonrisa a
medias.
—¿Qué tal está todo?
Rompo en risas y su sonrisa crece, convirtiéndose en la verdadera, la
divertida y torcida, no la perfectamente armada.
—Deberíamos haber ordenado unos tragos —dice.
Estoy tan aliviada de que su actitud despreocupada esté de vuelta que
estoy a punto de aventarme al otro lado de la mesa.
—¡Sí…!, unos cien. —Nerviosa. Acomodo mi cuchara y cuchillo uno al
lado del otro en la mesa—. Carter —digo—. Estoy muy feliz de que
hiciéramos esto. Me encantaría poder empezar de nuevo, en algunos
aspectos.
Asiente, tragando agua.
—A mí también. Aunque a lo mejor no en todos. No todo fue tan malo.
Mi cara se calienta ante su sonrisa pícara.
—Concuerdo. Y en lo que se refiere al trabajo, es una mierda, pero creo
que podemos trabajar mejor juntos.
El alivio se ve reflejado en su cara y se estira en la mesa para alcanzar mi
mano.
—Realmente creo que podrían tener puestos para los dos en la compañía.
Mientras más presto atención me doy cuenta de que en verdad hay mucho
peso muerto en el departamento de edición… pero ese peso no somos
nosotros.
—Obviamente no he estado ahí tanto tiempo —dice asintiendo en mi
dirección, y aprecio ese pequeño gesto de reconocimiento—, pero sí,
concuerdo. —Se inclina hacia adelante—. Nuestras fortalezas se
complementan. Rose y Ashton podrían hacer más en Nueva York. Aman
todo lo que está relacionado con el teatro; es solo que no hay mucho de eso
aquí. A lo mejor preferirían ser transferidos, si les dieran la opción.
—Exacto.
Se relaja algo entre nosotros como para que estemos de acuerdo en este
punto. Siento que el cariño regresa y suelta sonrisas con más facilidad. El
mesero para en nuestra mesa para tomar nuestra orden y nos soltamos de la
mano, pero cuando se va, inmediatamente nos buscamos de nuevo.
—Hay demasiadas cosas buenas en esto —dice tranquilamente—. Me
gusta el departamento de edición, me gustas tú. Odio la situación, pero me
gusta un poco estar en P&D.
—Me alegra. Y tú también me gustas.
—Me divertí bastante esa noche —dice, y se acerca, tomando mi mano
otra vez—. Creo que nunca te lo dije.
Eso me hace reír, y sus ojos se dilatan con sorpresa y diversión ante mi
risa.
—Tuve un presentimiento.
Se aclara la garganta.
—Perdón si se sintió deshonesto que me haya ofrecido voluntario para
quedarme con Dan.
—Está bien —le digo—. Me agrada Dan, y hemos trabajado bien en el
pasado, pero tu lista lo necesita más.
Frunce el ceño y me doy cuenta de que eso sonó muy feo. ¿Qué pasa con
Carter que saca mi lado competitivo a flote?
—No quería que eso sonara tan grosero —digo, tratando de que me crea
—. Es solo que seamos honestos. Puedes hacer que firme fácilmente. Con
Dan, lo único que tienes que hacer es marcarle y preguntarle que está
buscando.
Suelta mi mano y toma un sorbo rápido de agua, sacudiendo la cabeza.
Con la pérdida de su tacto, la intimidad de la mesa se voltea de cabeza.
—Dan hablará cuando esté listo —dice—. Sé un poco de cómo trabaja.
Le gusta sentir que tiene el control, y marcarle solo hará que me vea
desesperado.
Carter tiene un instinto excelente, pero en esto se equivoca. Simplemente
lo está. A Dan le gusta que lo persigan un poquito. He trabajado con él y sé
que a él no le gusta hacer las llamadas, le gusta ser el que decide si las
contesta o no.
—Solo creo que…
—Dios, Evie, solo déjame hacer mi trabajo, ¿de acuerdo? —suelta.
Abro la boca, y unos sonidos raros salen antes de que murmure:
—Sí, claro.
Puedo ver inmediatamente que se arrepiente por su tono. Pero es muy
tarde. La tensión ha vuelto a clamar venganza.
Nuestra comida llega, y nos centramos en nuestros platos, comiendo en
silencio.
Carter baja su tenedor después de unos bocados, acercándose:
—Evie…
—No, de verdad, está bien. —Pongo mi mejor sonrisa, porque no quiero
que se sienta manipulado por mí. Estamos en una situación imposible: si le
ayudo, podría perder mi trabajo. Si él no pelea por una lista mejor, él podría
perderlo. Y no hay manera de que resolvamos esto besándonos, no importa
lo mucho que quiera hacerlo—. Tienes razón. Siempre he sido un poco
insistente. Tú hazlo a tu manera.
Carter asiente, y decido cambiar de tema.
—Ahora, hablemos del retiro.

***
La cena estuvo bastante bien. Tenemos un buen plan para el evento en
enero, y cada uno tiene una lista de deberes triviales para los cuales
tenemos que hacer tiempo antes de vernos nuevamente. Mientras salimos,
una cosa lleva a la otra y Carter me está contando una historia de cómo
Michael le consiguió a Steph un excéntrico kit de fundición en su
aniversario, para que pudiera hacer un molde de su pene y hacerse un
juguete para cuando viajara. En su lugar, ella creyó que era una indirecta
para decirle que tenía cáncer y encontrara una forma de recordarlo cuando
muriera.
Me río tan fuerte que Carter pone su mano en mi antebrazo y la mantiene
allí por un momento para asegurarse que no me caiga. Odio lo gracioso que
es, y odio lo mucho que deseo que siga tocándome. Odio esta situación en
general.
Nos separamos un poco y seguimos alejándonos de Sunset, hacia
Doheny. Esta templado, pero no húmedo asfixiante de principios de
octubre. Lo volteo a ver mientras da un gran y calmado suspiro.
—Se está bien afuera, ¿no? —pregunto.
Voltea a ver el cielo.
—Me pregunto si alguna vez viviré en algún lugar donde pueda ver todas
las estrellas.
—Para eso son las vacaciones
—¿Vacaciones? ¿qué es eso? —Sonríe.
Eso me hace reír.
—Ya sé. Supongo que no podemos esperar muchas de esas este año.
Me da una sonrisa que es dulce y triste a la vez, y después se sacude el
sentimiento. Apuntando al cerro dice:
—Vivo a unas cuadras de aquí.
Veo sobre sus hombros hacia esa dirección. Su apartamento está en esa
dirección.
Su cama.
Nunca he ido a su casa. O sea, claro que no he ido: tuvimos una relación
de fin de semana, por decir mucho. Aunque en mi vida romántica se sintió
como un evento mayor de lo que fue. No sé si eso es internamente
significativo como de tipo «No te rindas» o patético como «Este es el triste
panorama de tu vida romántica».
De cualquier forma, él no lo dijo para preguntar si quiero acompañarlo
allá, porque los dos sabemos que no hay manera de que eso pase, incluso si
ambos lidiamos claramente con lo que no se dijo. Bajo otras circunstancias
estaríamos haciéndolo allí esta noche. Y dado lo que sé…
1. Nos volvemos locos
2. Carter es divertido y gracioso.
3. Carter tiene un pene excepcional
… el sexo sería increíble.
Pero en su lugar, nos damos un abrazo y nos separamos en la acera.
Viéndolo desaparecer por el sendero de árboles de la colina, no me decido
si esta noche fue un paso hacia adelante, o de lado. ¿Debería estar feliz de
que sea de lado? Carter despierta estas emociones en mí, la mayoría buenas
y luego resiento la situación, una y otra vez… pero después se pone a la
defensiva y extraño y básicamente quiero estrangularlo. Lo único que
podemos hacer es dar lo mejor. Me gusta Carter, pero simplemente ninguno
de los dos nos dedicamos a esto porque nos guste llegar en segundo. Firmar
contratos con Adam Elliott y Sarah Hill fue un gran punto para mí, y Carter
está sintiendo la presión. Claro que quiere ganarse a Dan. A lo mejor
debería tratar de ser un poco más empática y, eventualmente, podríamos
encontrar una manera de ser amigos.
Y como si el universo encontrara esto terriblemente divertido, mientras
subo a mi auto, mi teléfono vibra con un correo de un remitente VIP. Es de
Dave Cyrus, mi contacto de entretenimiento en el Hollywood Vine.
 
Fecha: Viernes, 30 de octubre a las 9:42 PM
De: Dave Cyrus
Para: Evelyn Abbey
Asunto: Dan Printz
 
Evie,
Te contacto para saber si Dan está en tu lista. Eso es lo que los rumores
afirman. Es probable que pase algo de cualquier forma, pero si sabes algo,
me gustaría esperar por la noticia y correr a Hot Buzz Feature cuando
firme. Mantenme al tanto.
Dave.
 
Con un gruñido, dejo que mi cabeza caiga contra el asiento, cerrando mis
ojos. Esto es grande. Dave ha escuchado en algún lado que Dan está
firmando conmigo. Una Hot Buzz Feature significa una impresión de la
revista mensual, con la mejor circulación de la industria, así como un gran
alcance en su edición en línea. Sería excelente promoción para Dan, y una
excelente forma de convencerlo que se una a P&D.
Estoy noventa y ocho por ciento segura de que podría marcarle a Dan en
este momento, descubrir qué es lo que cree que va a hacer y convencerlo de
unirse a mi lista.
Pero no puedo.
Porque no soy un monstro que te apuñala por la espalda.
 
Fecha: Viernes, 30 de octubre a las 9:47 PM
De: Dave Cyrus
Para: Evelyn Abbey
Asunto: Re: Dan Printz
 
Dave, me mata tener que decirte eso, pero es un colega el que está
firmando a Dan, y mi consciencia no me permite usar esto para atraparlo.
Me harías un grandísimo favor si le ofrecieras la misma oferta. Su nombre
es Carter Aaron. Es nuevo en P&D y tuvimos suerte de conseguirlo, es
espectacular. Te debería una, muy muy grande.
Su correo es caaron@PriceDicklepartners.com.
Evie
 

***
Fecha: Viernes, 30 de octubre a las 9:47 PM
De: Dave Cyrus
Para: Evelyn Abbey
Asunto: Re: Dan Printz
¿Te estas volviendo suave con la vejez?
Estoy bromeando. Seguro. Me contactaré con Carter. Escríbeme cuando
quieras salir a tomar algo.
Dave.
 
 
 
 
 

 
Capítulo 12
Traducido por Lovelace
Corregido por Jeivi37
Editado por Banana_mou
 
Carter
Tienes que estar bromeando.
Miro fijamente mi teléfono con la boca abierta y la pasta de dientes
corriendo por mi barbilla hasta que la pantalla se vuelve negra. Después de
escupir en el fregadero, abro el correo electrónico de nuevo. Increíble. Dave
Cyrus quiere hablar conmigo sobre Dan Printz.
Escribo una respuesta rápida diciéndole que definitivamente estoy listo
para una charla e incluyo toda mi información de contacto. Hollywood Vine
tiene la mayor distribución de cualquier diario de Hollywood; ir tras Dan
con este tipo de cosas en mi bolsillo trasero casi podría garantizar su
aterrizaje. Aterrizar y conseguir este tipo de prensa es exactamente lo que
necesito ahora. Literalmente podría cambiarlo todo.
Evie tenía razón; es hora de hacer mi movimiento.
He investigado todo lo que he podido sobre Dan Printz. Sé que quiere
sentir que es él quien lleva las riendas, a pesar de rodearse de un séquito de
amigos de la escuela que influyen en casi cada una de sus decisiones: una
batalla constante y supongo, una de las causas del drama que se rumorea
que tiene con su agente actual. Lamenta su mayor papel hasta la fecha,
retratando a un vigilante que viaja en el tiempo, pero es lo suficientemente
inteligente como para nunca, nunca aludirlo durante las entrevistas. Sé con
quién ha salido, qué tipo de música le gusta, y que todavía no puede
distinguir entre tuyo y tú y yo en Twitter. El año pasado se acostó con la
ahora ex esposa de su coprotagonista y cuando tenía veinte años pasó una
semana en un burdel de Las Vegas. Sin embargo, nunca llega tarde, siempre
es respetuoso en las entrevistas, y nunca es un problema en el set.
Algo de eso puede parecer que no tiene importancia, pero no gano dinero
si mis clientes no están ocupados trabajando, una tarea imposible si el actor
en cuestión es una pesadilla y nadie quiere estar cerca de ellos.
Es sábado, pero sigo siendo el tipo nuevo en la ciudad, lo que significa
que, aunque técnicamente la oficina podría estar cerrada, no hay tal cosa
como un día libre, ni siquiera si es Halloween. Especialmente después del
correo de Dave. Necesito ocuparme de Dan Printz ahora.
Un vistazo a mi reloj muestra que es justo después de las nueve y tendré
tiempo de sobra para llamar rápidamente a Dan antes del almuerzo con un
vicepresidente de desarrollo en Paramount. Normalmente haría que Justin
estableciera una llamada telefónica, pero esto no parece que pueda esperar.
La línea suena una vez antes de ser respondida por una voz gruesa.
—El teléfono de Dan Printz —dice.
—Es Carter Aaron...
—Aaron, hola, es Caleb. El representante de Dan.
—Caleb, te recuerdo. Sí, nos conocimos en Nueva York. Bebimos en ese
pequeño lugar...
—¡En Brooklyn, cierto! Lo recuerdo. Te pateé el trasero en el billar
aquella noche.
—Lo hiciste, pequeño estafador. Todavía no estoy seguro de que alguna
vez seré lo suficientemente hombre para una revancha.
—Es verdad —dice. Puedo oírle aplaudir en el otro extremo del teléfono
y sé que he dado en el clavo. Caleb influye mucho en muchas de las
decisiones de Dan y tenerlo de mi lado es otro punto a mi favor.
—Escucha, Caleb, me preguntaba si podría hablar con Dan.
—Está en el set en este momento, regrabando y esa mierda, pero le diré
que has llamado. Estoy seguro de que se alegrará de escucharlo.
Levanto silenciosamente el puño en el aire.
—Lo aprecio. Hazle saber que estoy disponible todo el fin de semana, no
hay necesidad de esperar hasta el lunes.
—Claro que sí. Mantente lejos de los salones de billar —dice, riéndose
de su propio chiste. Sonrío mientras la línea se desconecta.
***
¿Cuarenta minutos para conducir seis millas en sábado? Que alguien me
ayude.
Había tantos coches en la carretera como en Nueva York, pero allí
teníamos autobuses y el metro; podíamos caminar. Todo estaba
interconectado y tomar el transporte público era casi siempre más fácil que
conducir. Dentro de los límites de la ciudad de Los Ángeles hay 181 millas
de autopista y más de 6,000 millas de calles, lo sé, lo busqué en Google, y
aun así encuentro tráfico dondequiera que vaya.
Lo que, por supuesto, significa que estoy atorado en el tráfico sobre
Sunset cuando mi teléfono suena a través del Bluetooth. Salto, clamando
por responder y esperando que sea la llamada que he estado esperando por
parte de Dan, solo para ver el nombre de mi madre en la pantalla.
Respondo solo porque es mejor que posponerlo.
—Hola mamá.
—¿Cómo estás, cariño? ¿Estás en tu coche?
—Lo estoy. Voy a encontrarme con alguien para desayunar, y estoy
atrapado en el tráfico. De hecho, no sé por cuánto tiempo podré hablar.
Estoy esperando una llamada y es un poco importante. Puede que tenga que
colgar.
—¿En un sábado?
—En un sábado —digo, sabiendo lo que viene a continuación.
—Sabes que no estarías trabajando los sábados si tuvieras un trabajo
normal.
Ignoro esto, extendiendo la mano para frotarme la frente.
—¿Es la llamada de Jonah? —pregunta.
Me detengo, confundido por un momento.
—No, ¿por qué me estaría llamando?
Se queda en silencio en respuesta y, demasiado tarde, me doy cuenta de
lo que está pensando: porque él es tu hermano y vives en la misma ciudad,
sin mencionar que específicamente te dije que lo llamaras. Pero, en cambio
ella dice:
—No he sabido de él en una semana y no contesta su teléfono. Va directo
a ese odioso buzón.
Eso me hace sonreír porque su básico saludo de buzón de voz realmente
es horrible: Sí, es Jonah. Ya sabes que hacer. Me hace bien saber que
incluso nuestra adorable madre quiere darle un puñetazo en la garganta.
—Estoy seguro de que te llamará cuando pueda —le digo—. Tú eres la
que siempre me recuerda lo ocupado que está.
—Esto es diferente —dice, con voz apretada—. Es terrible para
visitarme, pero siempre responde a mis llamadas. He llamado cuatro veces
sin saber nada de él, y ahora el teléfono no está sonando en absoluto,
simplemente va directamente al buzón de voz. Tu padre está tan preocupado
por él. —En el fondo oigo a mi papá gritar: ¡No, Dinah, no lo estoy!
Respiro profundamente.
—Mamá, ¿qué quieres que...?
—Quiero que lo llames —interrumpe—, y si él no responde, quiero que
conduzcas hasta allí y te asegures de que está bien.
Mi respuesta preferida a esto sería decirle, honestamente, que no tengo
tiempo para ir a Malibú hoy. Pero la conversación se desarrolla como un
juego de ajedrez en mi cabeza: ella lo seguiría con alguna versión de cómo
no tuvo tiempo de llevarme durante nueve meses, pero lo hizo de todos
modos. O cómo no tuvo tiempo de lavar nuestra ropa o hacer nuestras
comidas o limpiar algunas de las cosas horribles que encontró en nuestro
baño, pero aun así lo hizo.
Yo opto por una táctica diferente.
—Puede que esté fuera de la ciudad...
—Carter.
—Está bien, escucha. Llamaré ahora y fusionaré las llamadas, de esa
manera puedes gritarle tú misma cuando responda.
El tráfico sigue detenido, así que miro mi teléfono, cambiando la línea y
añadiendo el número de Jonah. Directo al buzón de voz.
—Está bien, no respondió —le digo cuando cambio de línea de nuevo y
dejo que mi cabeza caiga contra el asiento. No hay manera de que pueda ir
a su casa y volver a tiempo para mi reunión. Si se ha desmayado en un
estupor borracho, voy a matarlo—. Déjame arreglar algunas cosas y
conduciré hasta allí.
—Gracias, cariño.
—No hay problema mamá
—Avísame tan pronto como escuches algo, ¿de acuerdo? Y hay un
portón, así que te enviaré el código.
—Lo haré —digo, frotando una mano sobre mi cara.

***
Soy capaz de mover mi reunión a más tarde con solo un mínimo de
problemas. A horas de distancia, mucho tiempo.
Malibú está a unas treinta millas al oeste de Beverly Hills; me toma una
hora en llegar. La mayor parte del viaje estoy haciendo llamadas telefónicas
y decidiendo cómo voy a matar a mi hermano si aparezco y no está muerto.
Dirijo mi coche hacia Latigo Canyon, una carretera de dos carriles a
través de colinas cubiertas de chaparrales y cañones empinados y boscosos,
con una vista del océano a lo largo de cada giro. Las casas son enormes y se
extienden por aquí, la mayoría de ellas ocultas a la vista por altas vallas y
árboles imponentes.
En la calle de Jonah me detengo a introducir el código de seguridad en
un teclado iluminado. Una intrincada puerta de metal abre paso a una
entrada larga y sinuosa, y en la cima de la colina se encuentra la casa con
baldosas de terracota. Había olvidado lo ostentosamente grande que es su
casa. Dos pisos envueltos en estuco blanco, tiene que ser de al menos cinco
mil pies cuadrados. Mi apartamento y mi plaza de aparcamiento podrían
caber en su habitación delantera.
Veo el frente del Range Rover negro de Jonah a la vuelta de la esquina
frente al garaje. Será mejor que esté muerto.
El viento del océano me azota el pelo y la ropa mientras salgo de mi
coche. Una amplia pasarela conduce a un conjunto de escaleras de
hormigón teñido y una enorme puerta doble, llamo dos veces, girando para
mirar a mi alrededor mientras espero. Ahora que estoy más cerca, el patio
se ve un poco más descuidado de lo que esperaba. Un conjunto de urnas,
llenas de flores moribundas, bordean un césped que definitivamente podría
ser cortado. Todo está muy tranquilo. Todavía es temprano, pero no tan
temprano. La última vez que vine, había música sonando desde atrás cerca
de la piscina y signos de vida por todas partes. Gente yendo y viniendo y
varios coches. Un equipo de jardinería, un hombre de la piscina, un ama de
llaves. Esta vez, no escucho nada viniendo del interior de la casa.
Puede que sea el gen de la reacción exagerada de mi madre, pero la
ansiedad me roe, el malestar me pica en la piel.
Voy de regreso a mi coche para llamar… no sé, a alguien, cuando la
puerta se abre detrás de mí. El tipo es más bajo que Jonah, pero está en
forma y bronceado de una manera en la que uno se vuelve después de pasar
mucho tiempo afuera. Su short corto solo es un indicador de su genial
casualidad.
No tengo ni idea de quién es.
—Oye —dice el tipo, agitando la rebanada de pizza en su mano hacia mí
—. Has atravesado la puerta, así que asumo que se supone que debes estar
aquí arriba.
—Asumo que sí —digo, y busco por encima de la puerta un número de
casa, preguntándome si es posible que esté en el lugar equivocado—. Soy
Carter. ¿Está Jonah aquí?
El reconocimiento ilumina la cara del tipo.
—¡Tú eres el hermano! Hombre, ustedes dos se parecen mucho.
Levanto mis gafas, calmando la irritación.
—¿Está en casa?
Mira hacia atrás por encima de su hombro.
—Parece que está en el patio —dice, y luego hace movimientos para que
entre.
Hay mucho blanco en la casa de Jonah, pisos blancos, paredes blancas,
escaleras blancas, pero no hay mucho más. De hecho, no hay mucho
mobiliario en absoluto.
—No creo que haya captado tu nombre —digo mientras sigo al extraño a
través de la enorme entrada: mi último apartamento podría caber aquí, así
como el mío actual, y la mayor parte de la casa de Michael Christopher.
Pasamos por la cocina y nos dirigimos hacia la puerta trasera. El tipo de la
pizza y pantalones cortos tiene más o menos mi edad, con el pelo oscuro y
ondulado y una sonrisa de como que quiero limpiarle la cara con el dorso de
mi mano. Si tuviera que adivinar, diría “actor” de día, camarero de noche.
O... ¿hombre mantenido?
De pie aquí en la casa misteriosamente vacía de Jonah con este extraño,
me doy cuenta de que no conozco a mi hermano tan bien.
—Soy Nick —dice, y se detiene frente a la puerta trasera—. Jonah está
ahí fuera.
Y claro, ahí está, sentado en una chaise longue en jeans y una chaqueta
de cuero, junto a la piscina gigante.
—Gracias —digo, saliendo.
La vista es espectacular y, de nuevo, puedo ver por qué Jonah compró
este lugar. Está lo suficientemente alto como para que el horizonte se
extienda sobre las colinas para llegar al océano desde lo que se siente de un
lado del mundo al otro. Las palmeras se elevan por encima y hay mucho
espacio.
Pero incluso finalmente viendo a mi hermano desaparecido, la sensación
de que las cosas están un poco raras solo crece. La piscina es de un marrón
claro y sin brillo y algunas hojas perdidas saltan por el suelo, girando
perezosamente sobre la superficie del agua. Las macetas están vacías; el
patio ha visto días mejores.
—Oye —digo, cuando Jonah no parece darse cuenta de que estoy allí—.
Sabes que estamos como a setenta grados afuera, ¿verdad?
Alza la mirada y me observa a través de sus gafas de sol.
—¿Qué estás haciendo aquí?
—Mamá me ha enviado. Dijo que no has estado respondiendo a sus
llamadas.
Vuelve a mirar hacia adelante.
—Sí, no sé dónde está mi teléfono.
Me siento en la silla a su lado.
—¿No lo necesitas? Para… No lo sé, ¿trabajar?
Alcanza una botella de cerveza posada en una mesa de cristal a su lado y
toma un largo sorbo. Ni siquiera son las once. Intento acercarme de una
forma diferente.
—¿Quién era él? —pregunto—. Adentro.
—Nick —dice, y toma otro trago.
—Conozco su nombre. Quiero decir, ¿vive aquí?
—Sí.
Me inclino hacia delante, apoyando mis codos en mis muslos.
—¿Es... es el novio?
—¿El novio de quién? —pregunta, entrecerrando los ojos ante el sol.
—Bueno... tuyo.
Jonah gira su cuerpo para mirarme de frente y me lanza una mirada sobre
la parte superior de sus gafas de sol.
—Amigo, no me importa con quién te acuestas —digo, encogiendo los
hombros—. Ya no es como si habláramos mucho. Además, cortaste el
elástico de mi ropa interior cuando bebí tu jugo de naranja, tiraste mi ropa
cuando la dejé en la secadora demasiado tiempo y parece que quieres
asesinar a cualquiera que lleve zapatos adentro. ¿La primera conclusión que
debo sacar es que tienes un compañero de cuarto? Eres una pesadilla con la
que vivir. Que Nick sea tu novio parece la explicación más probable.
Se sienta de nuevo.
—La gente cambia, sabes. No soy tan difícil para vivir.
—Más o menos. Las personas pueden verse influenciadas por las cosas,
pero no cambian quiénes son fundamentalmente.
—Así que estás diciendo que, fundamentalmente, soy un idiota.
Lo pienso por un momento.
—Sí.
Eso lo hace reír.
—Y tú eres un imbécil.
—¿Por qué conseguiste un compañero de cuarto? —pregunto, pero
mirando a mi alrededor, empiezo a entenderlo—. ¿Va todo bien?
—¿Estamos a punto de tener una charla entre un hermano mayor y un
hermano menor? —pregunta.
—Seguramente obtendría algunos puntos de mamá por ello. Te garantizo
que está en Nueva York ahora mismo diciéndole a los vecinos que te han
vendido en una especie de red de sexo porque no estás contestando el
teléfono. ¿Vas a hacerle saber que estás bien?
Se encoge de hombros y empujo mis manos entre mis rodillas para evitar
golpear la parte posterior de su cabeza.
—¿Estás en problemas? Quiero decir... que compraste una maldita
mansión en Malibú. El dinero no puede ser el problema.
—¿Tienes alguna idea de cuánto cuesta vivir aquí?
—Apenas puedo costear mi apartamento, así que, sí. —Señalo alrededor
—. Esto está fuera de mi alcance.
—Probablemente tampoco podría costear tu apartamento en este
momento. —Coge sus gafas de sol y las tira sobre la mesa—. Amigo, es
jodidamente caro ser yo. Vivo aquí y tengo fiestas y tengo que ser visto con
la gente correcta y usar las cosas correctas. Me metía un poco en mi cabeza,
pero siempre estaba bien porque solo hacía otro diseño o portada de revista,
¿sabes? Estaba siempre bien porque siempre había más trabajo.
—¿Había?
Jonah apoya la cabeza contra el respaldo de su silla y deja salir un largo y
cansado suspiro.
—Hice un trabajo para este diseñador, de alta moda, y no estaba
contento. Quiero decir, normalmente estoy bien con que a algunas personas
no les gusta mi trabajo, es arte y está abierto a la interpretación, pero esto…
perdí la calma. Hubo otra sesión, pero no pude conseguir la iluminación
correcta. Hice algunos retoques para corregir las sombras, pero llegó a todas
las revistas de mujeres y sitios de chismes, todos hablando de cómo había
manipulado las fotos para adelgazar a la modelo y hecho un trabajo de
mierda. Algunos bloggers de moda nos destrozaron a mí y al rodaje y.…
digamos que las cosas han estado un poco ajustadas.
—Así que hiciste una sesión menos que estelar y tu actitud de diva de
mierda te metió en problemas —aclaro.
Con una mirada de ojos muertos, agarra sus gafas de sol y se las vuelve a
poner.
—Todo estará bien.
Saco mi teléfono y por primera vez busco a mi hermano en Google. Se
necesita un poco de desplazamiento, pero tiene razón: en algunos de los
estúpidos sitios de chismes hay artículos archivados con frases como “fuera
de moda” y “cancelado” y “el característico veneno de la moda”. En este
momento estoy eternamente agradecido de que mi madre no sabría cómo
buscar en Google si su vida dependiera de ello.
—No se ve muy bien —digo.
Jonah se pone de pie para entrar en la casa.
—¿De cuánto es la deuda de la que estamos hablando? —pregunto,
siguiéndolo a través de la puerta.
Se detiene en un cubo de basura, deja caer la botella vacía, y se mueve a
la nevera para conseguir otra cerveza, que es casi lo único que veo dentro.
Caminando alrededor de una esquina para asegurarse de que estamos solos,
cierra un conjunto alto de puertas dobles, encerrándonos en su enorme
cocina blanca.
—¿Solo tarjetas de crédito? —dice, tirando de la etiqueta de su botella—.
Supongo que alrededor de cien.
—¿Mil? —Mi pulso se desborda con una sacudida.
—Luego está la casa —continúa—, y el Rover. Ya me deshice de los
otros coches.
—Jesús. —Me hundo en un taburete de la cocina—. Mamá es...
—No va a descubrirlo. —Su voz está llena de advertencias—. No es de
tu incumbencia y seguro que no es de ella.
—Ella querrá ayudar. —Empiezo a decir, pero ya puedo leer la respuesta
en su expresión. No puede ayudar. Mamá y papá viven una vida sencilla
con un pequeño presupuesto. La magnitud de esto está más allá de su
comprensión, también. Si no viera rutinariamente el dinero flotando
alrededor de California y mi industria, también estaría mucho más allá de la
mía.
Me siento y pienso por un momento. Jonah se ha hecho un nombre por
una razón, y aunque creo que debería volver al tipo de fotos que solía hacer,
diablos, nuestra madre ha tenido una de sus fotografías anteriores, una foto
en blanco y negro de una valla modelada por el sol poniente, colgando
sobre su lugar desde que tenía diecisiete años, claramente no es sobre lo que
ha construido una carrera.
—Ya se nos ocurrirá algo —digo.
Asiente con la cabeza, pero no levanta la vista del suelo e,
inexplicablemente, mi corazón se retuerce con protección.
A la gente le encanta una historia de regreso. Puedo hacer esto.
—Tráeme tu portafolio. Tengo algunas llamadas que hacer.

***
Se tarda unas horas y un montón de objeciones por parte de Jonah, pero
creo que se me ha ocurrido una solución.
—¿Qué estarás haciendo el diecisiete? —pregunto. No tengo ni idea de
cómo conseguiré que Evie acepte algo como esto, pero lo resolveré más
tarde.
—Estaré trabajando en mi bronceado —dice con un encogimiento de
hombros—. Al igual que ayer y el día antes de eso.
—¿Con tu chaqueta de cuero?
Se balancea hacia atrás en las patas traseras de una de sus enormes sillas
de comedor, mirando al techo.
Me inclino y lo pateo para redirigir su atención.
—Evie y yo tenemos una sesión la próxima semana, y...
—¿Evie? —pregunta, sonriendo.
—Amigo. Cállate. Escucha, tengo un buen amigo de Nueva York que es
director creativo en Vanity Fair. Me debe un favor, así que estoy bastante
seguro de que hará esto por mí. Eso espero.
—¿Para una próxima película? —pregunta Jonah y yo asiento. Lo
considera antes de arrugar la nariz como si oliera algo malo—. ¿Quién es?
—Jamie Huang y Seamus... —Me detengo—. ¿En serio estás
preguntando esto? Estoy tratando de ayudarte poniendo mi propio culo en
juego y... —De repente me doy cuenta de que no tengo idea de qué hora es
—. Mierda, ¿dónde está mi teléfono? —Lo encuentro debajo de una pila de
fotografías y suelto un apretado “¡Joder!” cuando veo la hora—. Tengo que
irme.
Jonah tiene el descaro de verse molesto.
—¿Qué? ¿A dónde?
—Tengo una reunión la cual postergué para poder salir y buscar tu
cadáver, y ahora voy a llegar tarde. —Meto mi teléfono en el bolsillo y
encuentro mis llaves en la mesa del comedor, debajo de otro portafolio
gigante—. Prepara lo que necesites y llega a las nueve del viernes
diecisiete. Le diré a mi asistente que te envíe la dirección.

***
Después de una noche de sábado en compañía del dulce-o-truco-con-tío-
Carter con Morgan y un domingo de recuperación e investigación, recibo un
correo electrónico de Evie pidiendo un poco de tiempo por la mañana para
hablar sobre el retiro. La mera idea envía una fuerte ráfaga de miedo a
través de mi pecho, por no mencionar el cambio de la sesión de fotos del
que tengo que hablarle ahora. No hay manera de que ella vaya a estar de
acuerdo fácilmente con eso. Diablos, ni siquiera estoy seguro de que yo lo
haría si la situación fuera al revés. Me preguntaría en qué estaba pensando
al organizar todo en primer lugar, pero la verdad es que no lo estaba. Nunca
en mi vida he estado tan agotado.
Intercambiamos algunos correos electrónicos cortos y acordamos una
hora y, aunque sería más fácil, por no decir más rápido, que me enviara un
mensaje de texto, tengo la sensación de que después de la extraña despedida
de nuestra cena del viernes, está tratando de poner algunos límites.

***
La llamada telefónica de mi amigo de Vanity Fair llega justo cuando
salgo de mi coche a la mañana siguiente, así que voy a llegar unos minutos
tarde. Sacando una carpeta de mi bolsa de mensajería, está llena de
información e ideas que he reunido para el retiro, rezo a los dioses
encuentros-casuales-convertidos-en-rivales para que esto sea suficiente para
ablandar a Evie y hacer que firme un contrato con Jonah como nuestro
fotógrafo. Arriba, Jess me señala la dirección de la sala de conferencias.
Todo el camino por el pasillo, puedo ver a Evie a través del cristal, con la
cabeza inclinada para que su cabello obstruya su cara mientras garabatea
algo en su cuaderno. Su piel es una radiante combinación de rosa que he
visto a los maquilladores tratar de imitar durante años. Sus ojos marrones
tienen pestañas gruesas y un conocido brillo. Evie tiene ese aspecto, como
si fuera pasado desapercibido a menudo en una multitud, tal vez
intencionalmente, pero para mí, es como un faro. Pequeña pero poderosa.
Modesta pero equilibrada. Ojalá pudiera verla sin sentir que me han sacado
el aire. Haría que fingir indiferencia fuera un poco más fácil.
Tiene una especie de batido delante de ella que combina con las
pequeñas joyas de un pasador en su pelo.
Ugh, estoy perdido.
—Lo siento, llego unos minutos tarde. —Tomo el asiento frente a ella—.
Surgieron algunas cosas.
—¿Cosas? —pregunta, empujando la pajita en su bebida.
—Asuntos laborales —aclaro, y odio la forma en que mis palabras salen
como si le estuviera dando explicaciones, mezclada con la culpa—. Como
sea, Kylie me envió algunas cosas del planificador que usaron el año
pasado. Las imprimí y añadí algunas ideas nuevas que pensé que podrían
funcionar.
Coloco los paquetes en la mesa frente a ella, evitando sus ojos y
esperando que cambie de tema. Estoy seguro de que se está preguntando
por qué de repente soy tan servicial y abierto sobre este retiro.
Puedo sentirla mirándome con los ojos entrecerrados rastreando mis
movimientos mientras recoge los papeles que le he dado y los sostiene con
cautela. Todavía no ha dicho nada y cuando mira las impresiones, me ocupo
de enderezar el resto de mis papeles, asegurándome de que tenga un
bolígrafo y, en general, comportándome como si estuviera siendo mucho
más eficiente de lo que soy.
—Oh, claro —digo casualmente—, debería mencionar antes de
comenzar: necesito cambiar al fotógrafo para la sesión de VF la próxima
semana.
Gira su rostro hacia mí. Sus cejas se juntan en confusión.
—¿Por qué?
Me debato si debo mentir y darme cuenta de que es más seguro ser
honesto.
—Pensé que podríamos contratar a Jonah.
—¿Como a tu hermano, Jonah?
—Así es —respondo, rascándome la ceja—. Está pasando por un
momento difícil y le dije que intentaría conseguirle este trabajo.
Deja el paquete.
—¿Crees que van a ser capaces de cambiarlo a última hora?
Me inclino, aliviado de que su primera reacción no fuera rabia. Pruebo
con una sonrisa que espero que se sienta como la versión expresiva de las
manos de jazz triunfantes.
—Ya lo hicieron.
Solo cuando sus ojos se abren en sorpresa, registro completamente lo que
acabo de decir.
Oh, Oh, mierda.
—¿Lo hiciste sin hablar conmigo? —pregunta lentamente.
Sacudiendo la cabeza, le digo:
—Ayer le deje un mensaje a un amigo para ver si sería posible, pero él
llamó y dijo que aceptaba antes de que llegara esta mañana.
Evie me estudia por unos silenciosos segundos.
—Creo que hay un conflicto de intereses. Creo que Brad estaría de
acuerdo.
Hay un tinte de una amenaza en su tono y retuerzo la banda de cartón
alrededor de mi copa mientras pienso en cómo responder.
—Hablaré con él.
—No estoy segura de entender lo que te llevó a esto —dice, confusión
mezclándose con sus palabras—. Me dijiste que ustedes dos no se llevan
bien. Es la primera gran sesión de Jamie y Seamus. ¿Seguro que quieres…?
—Lo bien que nos llevamos Jonah y yo no es el punto. Es el tipo
adecuado para el trabajo.
—Entonces, ¿por qué no lo sugeriste la semana pasada?
—Porque supuse que estaba ocupado.
—¿Por qué asumirías eso? —pregunta, sacudiendo un poco la cabeza—.
Ha dado de qué hablar por meses.
El calor sube por mi cuello con la humillación de que Evie sabía todo
esto sobre Jonah y yo no.
—Creo que ambos sabemos que lo que la gente dice sobre nosotros no
siempre es un reflejo de nuestra capacidad para hacer nuestro trabajo.
Se mordisquea el labio inferior pensativamente, pero no dice nada más.
Evie: calma, como siempre.
—Ni siquiera es que me importe que tu hermano haga la sesión de fotos
—dice finalmente—. Todavía es un gran nombre, incluso con toda la
controversia. —Hace una pausa, estudiándome un poco más—. Pero
¿creíste que me iría bien que simplemente pasaras por alto cualquier aporte
que tuviera en esto? Representas a Jamie. Represento a Seamus. Es una
gran oportunidad para Trick, y estas son cosas con las que tú y yo debemos
ser increíblemente cuidadosos.
Hago una serie de asentimientos para estar de acuerdo, aunque
probablemente son demasiados.
—Si no te importa que lo esté haciendo y estás de acuerdo en que es un
gran nombre, ¿por qué te estás enfadando tanto por esto?
Quiero hacer un puño y golpearme en la boca tan pronto como las
palabras salen. Evie se está mostrando cualquier cosa menos enojada en
este momento. Debo parar de dejar que mi temperamento se dispare tan
abruptamente con ella; esta combinación de atracción y competencia me
vuelve completamente loco.
Veo sus mejillas tornarse rojas por el enojo y el efecto en mí es una
confusa emoción de deseo, pero de nuevo, se mantiene calmada, recogiendo
sus cosas y empujando hacia atrás de la mesa.
—Tienes razón —dice—. Lo hecho, hecho está. Haré que Jess te envíe
por correo las notas del guardarropa para el final de la sesión de Seamus, así
como mis pensamientos sobre la información que me has dado hoy para el
retiro. —Cierra la carpeta alrededor de sus impresiones y se pone de pie—.
Justin puede enviarle a Jess cualquier cosa que necesites que revise.
—¿Vamos a hablar a través de nuestros asistentes ahora? —pregunto,
mirándola.
—Parece la mejor idea, por una serie de razones. —Camina alrededor de
la mesa y sale de la habitación.
 
Capítulo 13
Traducido por Jeivi37
Corregido por Haze
Editado por Banana_mou
 
Evie
—Evie vas a romper esta máquina —se lamenta Daryl, poniendo su
mano en mi cuádriceps para ralentizar las extensiones de mi pierna—. ¿Qué
pasa contigo?
—Carter —ofrezco sin aliento.
Levantándome de la máquina, tomo mi agua y le doy algunos tragos
profundos. El sudor se resbala sobre mí y todo quema. Soy una bestia esta
mañana, pero se siente maravilloso. Me doy cuenta de que se trata de
matarme aquí en el gimnasio o ir al trabajo y golpear a alguien en el plexo
solar.
Probablemente debería sentirme mortificada por levantarme y salir de
nuestra reunión ayer, pero que se pudra él y sus perfectos antebrazos y su
linda sonrisa torcida y su hermano diva.
Estoy tan cansada de querer empujarlo contra la pared y luego meter mi
mano en sus pantalones.
Estoy harta de eso.
—No es que quiera meter el dedo en la llaga —dice—, porque puedo ver
que estás un poco al límite hoy, pero para ser clara, ya no queremos a
Carter, ¿cierto?
—No, ya no queremos a Carter. —Uso una toalla para secar el sudor de
mi frente—. Y apreciaría que recordaras eso la próxima vez que se supone
que seas mi celestina. Me dijiste que fuera ruda y luego te derretiste tan
pronto como él encendió su encanto. ¿Recuerdas cuando querías regresar
con Brant y fui a la boda de tu primo como tu prometida lesbiana? Te
besé… con lengua. Esa era yo siendo equipo Daryl.
Ella se ríe.
—Lo siento, tienes razón. Pero para ser justa, deberías haberme dado el
aviso de adorable, porque… bueno, carajo, Evie —dice—. Él es
completamente follable.
—¡Eso no me ayuda!
—Sé que no debería estar disfrutando tanto de esto, pero mira cuánto te
desencaja. Sabía que eras mandona, pero ¿quién sabría que tienes un fetiche
con el jugo de poder?
—¿Un qué? —Me tropiezo tras ella con unas pesas libres.
—Me escuchaste.
—¿Siquiera quiero saber? —pregunta Amelia, recogiendo las pesas y
mirándonos.
Sacudo mi cabeza, viendo mientras se va hacia el marco de cuclillas.
Daryl se recarga contra la barra de metal, mirándome.
—Evie está en negación, está tratando de convencerse de que odia a
Carter.
—Oh. Me gusta Carter. —Amelia inclina su espalda, bajando para hacer
peso muerto. Cuando sube dice—: Él vino para firmar unas formas de
impuestos. No creí que el resto de las mujeres del HR lo fueran a dejar ir, y
eso es por decir algo. Ese es un encantador.
—Te das cuenta de que él es mi némesis, ¿cierto? —digo.
Cuando ella finaliza sus repeticiones, Amelia me guía en posición para
mis cuclillas con la barra sobre mis hombros y detrás de mi cuello.
—Tu “némesis”. Eres tan adorable.
—¿Estás envenenada por su encanto también?
Ella me sonríe.
—Cállate y haz cuclillas. —Ella comienza como si acabara de recordar
algo—. ¡Oh! nunca creerás con quién acaba de firmar Brad.
Me detengo, dejando la barra en su lugar y viendo a sus ojos a través del
espejo.
—Si dices Gabe Vestes voy a gritar.
—Así es. El mismo Gabe que mencionaste almorzando con Brad justo
antes de que la fusión se hiciera pública. No sé exactamente quién está
haciendo qué, pero algo me dice que Brad tiene sus manos en un par de
jarrones de galletas.
—Sabía que había algo raro sobre eso. Brad fue atrapado llamándolo un
tipo sin talento cuando yo todavía estaba en Alterman; no tenía sentido que
de pronto decidieran limar asperezas. —Me alejo del marco de hacer
cuclillas y me doy la vuelta para mirarlas a ambas—. Parece que Brad sabía
de la fusión de antemano y si supiera cuál de los agentes de la CTM estaba
siendo despedido, sabría cómo entrar y hacerse amigo de Gabe otra vez.
—Otro movimiento sucio —dice Amelia.
—¿Por qué crees que él sacó a Kylie de los planes de retiro? —pregunta
Daryl, sentándose en el banco junto a nosotras.
Amelia considera esto.
—Quizás la está manteniendo ocupada de otras formas. —Nos sonríe—.
Quizá tiene un romance.
Me estremezco, asqueada.
—Quisiera pensar que Kylie tiene un poco más de sentido común que
eso.
«¿Ves, Carter? No pienso absolutamente lo peor de ella después de
todo.»
—Y mejor gusto. —Amelia mira su reloj—. Tengo una reunión de
nómina a la que no puedo llegar tarde.
Una mujer lista dejaría un ejercicio como el que acabo de hacer e iría por
algo saludable para desayunar. Un omelete de claras, quizás. O algo con
muchas fibras. Un smoothie.
Aparentemente, no soy una mujer lista. Voy directo a Sidecar Doughnuts
y ordeno tres mantequilla-y-sal y un latte gigante. Pero soy lo
suficientemente lista para dejar dos de las donas en mi escritorio, y traer
solo una a la reunión de desayuno del equipo establecida para las ocho a.m.
en la sala de conferencias.
Café: listo. Azúcar y carbohidratos: listo.
Mejor actitud: en progreso.
Mi estómago… y actitud… decaen cuando entro y encuentro a Carter
allí. Realmente estaba esperando tener al menos unos pocos minutos más
antes de la reunión. Él levanta la vista, da una doble mirada e intenta una
sonrisa que parece más una burla antes de volver a mirar su teléfono.
Después de ayer, ya ni siquiera sé cómo manejarme a mí misma en una
habitación a solas con él. Mi corazón está latiendo, mis partes de señorita en
alerta máxima, y mi mano libre se cierra en un puño apretado que golpea mi
costado. Confundida como el infierno. Además, de repente estoy muy al
tanto de la dona que sostengo, y el hecho de que Carter tenga nada más que
agua gasificada para una reunión como desayuno. Agua. Lo odio.
Está flanqueado por dos sillas vacías, pero las ignoro, intencionadamente
tomo asiento al otro lado de la mesa. Las líneas de batalla dibujadas.
Puedo escuchar el zumbido de las luces del techo. La lapicera de Carter
hace un ruido exagerado en un cuaderno de notas mientras desvía su
atención de su teléfono el tiempo suficiente para anotar aparentemente una
lluvia de ideas. Apostaría lo que fuera a que solo está garabateando el
alfabeto o un manifiesto sobre todas las maneras en las que planea andar de
clandestino en los próximos meses.
La sala se llena mientras el resto del departamento se infiltra de manera
gradual. Las reuniones de desayuno son lo peor; ningún ser humano vivo
tiene apuro en pasar una hora como primera cosa en la mañana con Brad.
Todos miramos hacia la puerta al sonido de la voz atronadora del jefe y
vemos a Kylie trotando en sus Stiletto de 15 cm en apuro por seguir el ritmo
detrás de él. Con apenas una mirada hacia mí, Brad mira abajo a mi dona y
sin mediar palabra la tira directamente desde la mesa hacia el tacho de
basura junto a mis pies.
Escucho un estrangulado jadeo salir de mi boca.
—¿Qu… qué…?
—Vamos Evie —dice Brad mientras corre su silla. Levanta la vista y ve
mi expresión horrorizada—. ¿Qué? ¿Estás deprimida? Créeme, tú no
necesitas eso.
No tengo idea de cómo responder a esto. Una tormenta parece crecer en
mi pecho y puedo sentir mi rostro poniéndose rojo.
—Excepto que ése era mi desayuno.
Él no responde, solo se sienta y en voz baja le pide a Kylie que encienda
la laptop. Creo que escucho a Rose murmurar algo como hijo de perra, pero
además de eso solo hay silencio del resto de la mesa a mi alrededor.
—Nos traerán algo de comida —chilla Kylie—. Podrás comer algo
entonces. Como frutas y barritas orgánicas y esas cosas.
No quiero frutas o barritas orgánicas, quiero la maldita dona que traje.
No, lo que en realidad quiero es tomar mi café y tirárselo a Brad, justo en
la cara del señor congenialidad.
Pero tampoco puedo hacer eso.
Mirando hacia abajo para contenerme, veo que dos botones de mi camisa
están abiertos, revelando mi brasier rosa debajo. Jadeo, cerrándolos de
nuevo rápidamente.
Sé que esto no ha pasado recientemente. Sé que ha estado así desde que
entré a la sala porque me doy cuenta en retrospectiva que he sentido la
corriente de aire en mi pecho por los últimos minutos. Carter está justo allí,
en frente de mí, éramos las únicas dos personas en la sala. Explica su doble
chequeo y la sonrisa burlona, y explica por qué voy a matarlo luego.
Mi pulso es un tamborileo fuerte en mis oídos. Miro el perfil de Carter
tan fuerte que espero que sus pómulos comiencen a doler por la fuerza de
ello.
Mientras la mujer del catering entra empujando un carrito lleno de fruta y
magdalenas libres de grasa y libres de saber, pienso en mi deliciosa dona y
me pregunto qué harían los demás si hurgara en el tacho de basura, lo
sacara y me lo comiera. Estoy tan hambrienta que me siento tentada a
intentarlo. En lugar de ello, abandono la esperanza de comer azúcar y
deliciosos carbohidratos ya que, por lo que parece, todos seremos objeto del
desayuno para cincuentones de Brad. Genial.
Por supuesto, todos son demasiado respetuosos como para no tomar nada
para comer hasta que Brad lo haga primero. Y él parece no estar en apuro
inmediato.
Mi estómago ruge como un lobo famélico… así que, al diablo.
Me paro y camino hacia la comida, pasando por alto las magdalenas-
ladrillo para apilar un montón de bayas en un pequeño plato de papel.
Cuando regreso a la mesa, Brad me está mirando como si hubiese roto una
regla cardinal. La sonrisa de Rose se dirige a sus manos cruzadas sobre la
mesa. Rose y yo no siempre compartimos el mismo sentido del humor, pero
sé que, si hiciéramos contacto visual ahora, perdería la compostura.
—Comencemos. —Brad toca unos papeles en frente de él y se recuesta
sobre su silla, mirando a Rose—. ¿Cómo fue todo con Tom el lunes?
—Bien —le dice ella—. El contrato de Paramount está firmado. Todo
está yendo bien.
Él asiente, complacido.
—Carter, ¿qué está pasando con las tomas de Vanity Fair?
Carter me mira.
—Todo listo.
—¿Quién está tomando las fotos?
Dudando, Carter pretende necesitar ver sus notas antes de responder:
—Ah, es Jonah. Jonah Aaron.
—¿Sin relación? —pregunta Brad distraído. Asumiendo.
—Parentesco. Hermano.
Brad levanta la vista y considera la franqueza de Carter por algunos
segundos.
—¿El fotógrafo es tu hermano?
Y esto es todo, esto es cuando Carter finalmente obtiene su merecido. No
reacciono. Toda esta situación es una mierda. Y la mejor parte es que yo no
voy a necesitar hacer nada porque Brad lo hará por mí.
Incidente de la dona perdonado, permanezco en mi asiento, deseando
poder tener algo de pochoclos en lugar de bayas para el show.
El rostro de Carter se vuelve rojo lentamente.
—Es correcto. Mi hermano menor. Le aseguro que está altamente
calificado.
La expresión de Brad se mantiene ilegible y creo que puedo oír a Carter
sudar. Podría besar a Brad por esto. Piensa en ello, creo que me perdí el día
del jefe. Hago una nota mental para enviarle una tarjeta.
—Puede que hayas visto algo de su trabajo en Rolling Stone —continúa
Carter—. Puedo darte una lista de referencias si quieres.
Silencio. Podrías escuchar la caída de un pin y yo miro alegremente hacia
Brad, esperando la explosión. Aquí viene… en cualquier minuto…
Pero no lo hace. En su lugar, una sonrisa digna de El Grinch, lentamente
se esparce en la cara de Brad, hasta que puedo ver cada uno de sus dientes
perfectamente
—¡Eso es de lo que estaba hablando! —dice, y golpea la mesa con una
mano.
Hijo de perra.
—Carter está reuniendo a las tropas y dándonos una ventaja. —Brad casi
salta sobre la mesa para darle un choque de cinco a Carter—. Te diré algo,
no estoy sorprendido. Todos miren a este chico —dice, señalando al resto
de la mesa—. Así es como se hace.
Me hundo en mi silla furiosa. Ya tenemos un fotógrafo, así que no estoy
segura de qué, específicamente, piensa Brad que tiene “hecho”. Carter no
podría haber hecho el cambio sin mí, y lo sabe. El que Brad le esté dando
un consentimiento verbal es enfurecedor. Distingue a Carter en una forma
en que Brad jamás había hecho antes en estas reuniones. Hay un orden
jerárquico tácito en la agencia, definido primariamente por quién trae la
mayor publicidad y dinero, y este año esa voy a ser yo.
Pero hay otros factores también. Como, por ejemplo: tener un pene.
Aparentemente ese es uno grande.
Hay algunos movimientos incómodos alrededor de la mesa. O a la gente
no le gusta que le digan que deben emular al nuevito de la compañía, o
están de acuerdo conmigo de que contratar a tu hermano para una cobertura
es una locura. No miro hacia arriba, me rehúso a hacer contacto visual.
Tomando una respiración para calmarme, llevo el café a mis labios en
verdad disfrutándolo mientras lo imagino hirviendo en las piernas de Carter
en vez de mi lengua. Miro hacia abajo cuando mi teléfono vibra con un
mensaje de texto.
¿Podrías asegurarte de hacerle un seguimiento a Seamus sobre el tiempo de estrellas la
próxima semana?

Parpadeo, mirando fijamente la pantalla. Brad pasó de sus bromas sobre


Carter, y ahora la voz de Ashton es un sonido nasal de fondo.
¿Enviaste esto a la persona equivocada?

¿Esta es Evelyn Abbey?

¿Por qué me olvidaría de seguir a mi propio cliente?

Solo me aseguraba.

Solo contacta a Jess con una lista de la información que necesitas.

Junto a mi, él resopla una estúpida risa pequeña y sacude su cabeza


deslizando su teléfono sobre la mesa.
Lívida, tipeo un pensamiento más.
Me pudiste haber avisado que mi camisa estaba desabotonada.

¿Tu camisa estaba desabotonada?

Estás sentado justo enfrente de mí…

Sería imposible que no lo notaras.

Bueno, no lo hice ;-)


 
Mierda. ¿Carter me acaba de textear la peor de las caritas sonrientes?
¿Carter me acaba de enviar la carita del dedo?
Mi corazón está latiendo tan fuerte que apenas puedo escuchar lo que
Ashton está diciendo. Estoy segura de que me veo como un luchador que
respira por la boca, pero mis pensamientos no se calman de lo mucho que
detesto a Carter en este mismo momento.
No estoy totalmente segura de qué sentimiento es este, porque nunca lo
había experimentado… pero creo que es rabia absoluta.
Creo que mi cerebro le acaba de declarar la guerra a Carter.

***
En mi oficina, desciendo sobre mis otras dos donas con cierta
desesperación con ambas manos y la vigorosa boca abierta. Café y bayas
fuera, estas donas son mi vida ahora.
Pero como el universo es un gato, y yo soy solo una bola de lana, Carter
entra justo cuando trago la mitad de una dona en un solo mordisco.
—Hey, Evil —dice, con los ojos en su teléfono—. Jonah necesita
comenzar a las once el viernes. ¿Está bien? —Levanta la vista y se
sobresalta cuando ve mi cara, ambos cachetes llenos de comida—. Yo… te
daré un momento para responder.
Y luego él se queda ahí, viéndome masticar detrás de mi mano, sus cejas
alzadas en asombro. Cuando me toma más tiempo del que ambos
hubiéramos querido, él agrega con una sonrisa burlona:
—Debiste haber estado famélica.
Tragando, digo:
—Debiste haber notado a Brad tirando mi desayuno a la basura.
Él observa las migas de azúcar sobre la bolsa en mi escritorio.
—Qué bueno que tenías repuestos.
Demuestro mi punto caminando hacia mi puerta y señalando
dramáticamente hacia donde Jess está sentada frente a su computadora,
junto a las demás asistentes.
Carter me sigue y mira hacia afuera.
—¿Sí?
—Esa es mi asistente, Jess. Habla con ella sobre el calendario.
Él se asoma de nuevo, saludando a Jess y ofreciéndole una sonrisa
adorable.
—¿Cómo está el gato de tu mamá? —pregunta a los gritos.
Su cara se enciende.
—¡Bien! Las primeras noches fueron duras, pero le sacan los puntos la
próxima semana. ¡Gracias por preguntar! —Sus ojos se fijan en mí, y se ve
como un ciervo atrapado en la línea de fuego. Tienes que estar bromeando.
—¿Entonces podemos? —dice.
Giro mi cabeza para ver que me está mirando. Está demasiado cerca.
Nunca seré capaz de tener ninguna ventaja real para golpearlo en las bolas
desde este ángulo. Enderezándome, doy un paso atrás.
—¿Podemos qué cosa?
—¿Podemos empezar la toma a las once en lugar de en la noche la
próxima semana? —Lo dice despacio, como si el problema fuera yo y mi
comprensión, y no el hecho de que es una comadreja tramando—. Jonah
tiene un compromiso a las tres.
Debería ser terca e insistir que vaya con Jess para esto, pero al parecer el
barco del equipo Evie ha zarpado.
—Dios, eres un dolor en el trasero. Déjame ver mi calendario. —Me
muevo para sentarme detrás de mi escritorio y digo mordazmente—.
Aprecio de verdad que me involucres en la coordinación.
Él suspira.
—No fue eso, Evie.
—Ah, ¿no? —Enciendo mi computadora, tipeando mi contraseña con
manos temblorosas. Espero que él no lo note, lo último que quiero es que
Carter se de cuenta de cuánto me afecta esto.
Mete las manos en sus bolsillos.
—Mira, si Brad tuviera un problema con que Jonah haga las tomas,
entonces bien, podríamos discutir cómo ajustar el plan. Pero no lo tiene.
Carter claramente sabe tan bien como yo que Brad aprobó esto por
razones insondables para nosotros. Incluso un perro medio ciego se daría
cuenta de que lo que Carter hizo fue mero nepotismo.
—¿Estás usando a Brad Kingman como prueba de fuego por
comportamiento honrado?
—Solo quiero tener un trabajo —dice—. Mi error fue no tener tu visto
bueno, lo entiendo. ¿Podemos dejarlo pasar?
Mirándolo en respuesta silenciosa, finalmente digo:
—¿De verdad tengo otra opción?
Debo haber probado mi punto, porque por primera vez desde que conocí
a Carter, no tiene una respuesta.
—La semana que viene… ¿viernes? —pregunto, volviendo a los
negocios. Carter asiente—. A las once estaría bien. Le dije a Seamus que
llegara allí a las ocho y media para el maquillaje de todas formas para
asegurarnos de que esté a tiempo.
Los ojos de Carter se abren mucho.
—Eso fue muy inteligente.
—Trata de no verte tan sorprendido.
Esto lo hace reír, pero no se molesta en corregirme.
Justo cuando Carter está por voltearse e irse, Rose entra en mi oficina,
cerrando la puerta tras ella.
—¿Quieres que me vaya o…? —le pregunta Carter.
—Está bien. Puedes quedarte, quiero la opinión de ambos.
Genial. Aquí viene el chisme.
Miro a Carter, insegura de saber si ya ha sido sometido a ella. Él tiene su
cara en blanco, lo que significa que probablemente ya sepa exactamente
cuán indiscreta puede ser Rose. Temo constantemente que cualquier
conversación legítima de trabajo con ella se vuelva un chisme y con
mención de nombres. No es que necesariamente esté en contra de los
chismes y la mención de nombres, pero tiene que hacerse de la manera
correcta, con las personas indicadas. Gente discreta, por el amor de Cristo,
que lo hace con la combinación exacta de ironía y credibilidad.
Pero en lugar de lentamente construir una historia intrigante de coqueteo
o drama de un cliente o acoso sexual, Rose suelta un increíble agravio
personal en medio de mi oficina:
—El bonus de Ashton fue de 7 mil dólares más grandes que el mío.
Mis ojos se abren de par en par.
Carter da un pequeño paso atrás, como si intentara mezclarse con el
fondo.
—¿Cómo sabes eso? —pregunto. Hablamos de dinero todo el día con
clientes, pero raramente compartimos nuestros ingresos con colegas. Y,
supongo, es por esta misma razón. Nunca nada es claro y justo como debe
ser.
—Ayer estuvimos hablando sobre nuestros totales de fin de año
proyectados, ¿sabes, con la fusión? Todos parecen estar volviéndose locos
con eso. Así que volvimos a nuestros escritorios, y nuestros bonos estaban
ahí. Creo que porque ya estábamos hablando de dinero, se sintió lo
suficientemente cómodo para decirme lo que tuvo.
—¿Eran sus firmas y libros más grandes que…? —empiezo a decir, pero
ella me corta, con una negación de cabeza.
—Lo mismo —dice—. Estábamos prácticamente iguales. —Ella mira
sobre su hombro a Carter—. Es una mierda, ¿cierto?
—Inaceptable —digo—. Necesitas preguntarle a Brad. O ir directamente
a contaduría y hacer que revisen los números.
Rose jadea.
—¡No puedo hacer eso!
—Entonces te pierdes de tener siete mil dólares. —Me encojo de
hombros.
—¡Esto apesta! —gruñe.
—Habla con Brad —urge sutilmente Carter. Inocente Carter. Como si
Brad no lo supiera.
Ella lo mira, miserable.
—No le va a importar.
Levanto mis manos en frente de mí, exasperada.
—Honestamente, Rose, si solo vas a venir aquí a quejarte, donde yo no
tengo el poder para ayudarte, el dinero no debe ser la razón por la que estás
en este trabajo.
Ella mira el piso, asintiendo unos segundos.
—Lo sé. Lo sé, solo que es tan frustrante.
—Lo sé, cariño, pero tienes que ser tu propio abogado. Nadie más puede
serlo por ti.
Con una pequeña sonrisa de agradecimiento, ella se voltea y se va.
Carter se aleja de la pared.
—Guau Evie. Eso fue un poco de amor duro.
Lo miro a la cara, a sus grandes ojos verdes detrás de sus lentes, su
limpia barbilla y cabello mohoso. Es bueno que sea tan lindo, porque su
actitud no estaría siendo amistosa hoy.
—Podrías haber agregado lo que quisieras decir.
Él considera esto por unos segundos y luego se encoge de hombros.
—¿Ella está segura de que ese es el caso? Nunca había escuchado de
algún tipo de desigualdad en los pagos. —Parece darse cuenta de lo que
acaba de decir—. Digo, obviamente. Sé que ese tipo de cosas pasan, pero…
—Se estremece, retrocediendo—. Apesta por ella. Esperemos que lo
arregle.
No puede estar hablando en serio.
—Este no es un caso aislado de error matemático en finanzas, Carter.
Este tipo de cosas pasan todos los días. Me ha pasado.
—¿En serio? Es solo que, pareces tan en control todo el tiempo, no me
imagino a nadie tomando algo que es tuyo.
Él da otro paso acercándose, inclinándose sobre mi escritorio,
encarándome. Está tan cerca que es casi como estuviéramos siendo
amistosos o coqueteando, pero obviamente no lo estamos.
—Pasa en este negocio todo el tiempo —digo—, tú simplemente no lo
ves. No te afecta.
—Debería hacerlo.
Asiento.
—Estoy de acuerdo.
—Entonces, ¿qué piensas que deberíamos hacer?
No se me pasa por alto que mira mis labios por un segundo y de repente
se siente como si no estuviéramos hablando de desigualdad de sueldos.
—No lo sé —susurro.
Pero siento que, si lo hiciera con Carter justo ahora, nos ayudaría a
guiarnos en la dirección correcta.
Sus ojos parecen vagar por mi rostro y luego más abajo, él se detiene
en…
Por el espacio de dos, tres, cuatro latidos, pienso que va a besarme.
—Tu camisa parece querer estar abierta hoy —susurra, asintiendo.
Confundida, sigo su mirada, y dos botones de mi camisa se han vuelto a
abrir, dejando un buen surco perfectamente visible para ambos.
—Oh. —Lo miro, sintiendo a mis mejillas arder.
Comienzo a sonreírle, pero en lugar de inclinarse y besarme como
todavía creo que va a hacer, él se endereza, ofreciéndome una expresión
ilegible antes de voltearse y dejar mi oficina.
 
Capítulo 14
Traducido por Jeivi37
Corregido por Haze
Editado por Banana_mou
 
Carter
ESO ESTUVO CERCA.

Si esto no es sobre un robo de banco

No creo que quiera saberlo.

MC, casi puse mi cara en los pechos de Evie en su oficina.

Okay, no, sí quiero saber sobre esto.

Ella es tan ruda y directa

Lo que es sexy e intimidante, todo al mismo tiempo y su camisa sigue abriéndose.

Y luego fui a decirle y fue como… imposible querer irme sin besarla.

Amigo.

Solo sigue recordándome que ella es Lucifer.

Digo, ella no lo es en realidad.

Es una persona muy buena.

Parecía que ella quería besarme.

¿O morder tu cara?

En una buena forma.

En una mala forma.

¿De qué lado estás?

Del lado en que ustedes dos se casan y ella da a luz a un pequeño bien formado que dibuja
en tus sábanas con pasta dental.

Idiota.

Adiós.
 
 
Capítulo 15
Traducido por Nea
Corregido por Haze
Editado por Banana_mou
 
Evie
Si antes pensaba que estaba enfadada con Carter, ahora se suma la
humillación. Durante los días siguientes, pasé demasiado tiempo repasando
esos pocos segundos en los que se inclinó y me miró como si yo no fuera el
enemigo. Debí parecer que me derretía en mi silla.
Con cualquier otro fracaso romántico, está el arrepentimiento y la
repetición de los buenos y malos momentos. Tal vez incluso el ocasional
encuentro incómodo alrededor de la ciudad porque, sin importar qué tan
enorme es LA, se siente pequeña. Pero es un asunto totalmente diferente
trabajar junto a un fracaso romántico. Cruzarse con él en el pasillo, verle en
las reuniones, verse forzados en un espacio diminuto para planificar juntos
los retiros de la empresa...
Llego primero a la pequeña sala de conferencias y tomo asiento en el
sofá del fondo, cerca de las ventanas. Me da la ventaja de poder ver a Carter
caminando por el pasillo hacia mí, no es la peor vista del mundo,
acompañando a la planificadora de Corporate Fun.
Ella está compuesta de una manera suave y anónima, pero Carter, porque
es el diablo, rezuma sexo. Manos en los bolsillos; paso perezoso y confiado;
sonrisa torcida. ¿Se nota más ahora porque no estoy recibiendo nada?
Probablemente. ¿O es simplemente su forma de ser? Sus pantalones de
vestir oscuros le quedan perfectos, se asientan en sus delgadas caderas y
abrazan sus cuádriceps. Juro que puedo ver el contorno de su polla a lo
largo de su muslo. Su camisa de vestir de hoy tiene un sutil estampado de
cuadros azules y blancos y parece que fue hecha para él, se ve tan bien.
Cuando sonríe más ampliamente por algo que dice la planificadora, toda su
cara se ilumina y, de alguna manera, vuelve a parecer dulce.
Estoy arruinada, ya lo veo. Miro de manera sombría los próximos años
de mi vida, trabajando aquí o en otro lugar y sin poder superar mi
enamoramiento por Carter Aaron. O incluso peor, viéndolo con otra
persona. Estoy condenada.
Me pongo de pie cuando entran, alisando mi falda antes de estrechar la
mano de la mujer, Libby Truman, que ya parece enamorada del chico de los
recados de Satanás y de su cara perfecta y estúpida. Mientras ella se agarra
a su brazo, se deshace en elogios sobre lo divertido que fue en el camino
hasta aquí.
En el paseo por el pasillo. Treinta segundos, como mucho. Qué increíble,
sin duda.
Nos sentamos, hacemos la explicación superficial de lo que necesitamos
y, sinceramente, siento que podríamos haber tenido esta reunión por
teléfono. Necesitamos que alguien planifique algunos juegos para el grupo
de unas cincuenta personas durante dos días. Necesitamos actividades que
no (a) nos hagan sentir incómodos, ni (b) desencadenen nuestra naturaleza
competitiva. Necesitamos alcohol. Eso es todo; es bastante sencillo.
Pero siempre que es posible, a la gente le gusta venir a las oficinas de
P&D para reunirse. Es exactamente por la razón por la que puedo ver a
Libby de vez en cuando mirando a través de las paredes de cristal de la sala:
espera ver a una celebridad.
Por desgracia para ella, solo ve a Justin, que asoma la cabeza a los cinco
minutos.
—Jett Payne está aquí; nos está esperando arriba. Además, Kylie quería
que te dijera que ella ha hecho un pedido excesivo para el Keurig de la sala
de descanso, y que eres libre de llevarte una o dos cajas a casa.
Carter se levanta con una sonrisa.
—Gracias, Justin.
Se me cae la mandíbula.
—¿Tienes dos reuniones al mismo tiempo? —le pregunto, con una
apretada sonrisa de "jódete".
—Supongo que sí. Lo siento —dice, como si fuera puramente accidental
y no fuera meticuloso con su calendario. Se levanta y se adelanta para
estrechar la mano de Libby—. Encantado de conocerle, Libby. Evie puede
encargarse del resto de la discusión. Y asegúrese de que ella valide su
estacionamiento. Espero lo que ustedes dos han planeado.
Libby, un poco sin aliento, sobre explica:
—¡Será genial!

***
Una hora más tarde, termino la reunión con Libby, todavía echando
humo, y me dirijo a mi oficina mientras compruebo el resto de la agenda de
hoy en mi teléfono.
Tengo cuarenta y cinco minutos para cruzar la ciudad y encontrarme con
Sarah Hill para una cita en la peluquería. Hemos conseguido un papel para
Sarah en la adaptación de una novela juvenil que es un éxito de ventas, y el
estudio insiste en que su pelo sea de un tono azul específico para el papel.
Está en su contrato que su agente y el productor estén presentes para el
control de calidad. Lo que significa, que estaré cuatro horas en un salón,
tratando de mantenerme alerta para ser capaz de distinguir la sutil diferencia
entre quince tonos diferentes de cabello azul.
Al pasar por el despacho de Carter, me detengo en seco al ver que ya ha
puesto dos cajas de K-Cups en medio de su escritorio.
Cuando era adolescente, mi padre era estricto; era lo contrario de la
familia de Daryl, que básicamente le dejaba andar con quien quisiera. No se
me permitía salir hasta los dieciséis años, e incluso entonces había reglas.
Podía salir todo lo que quisiera, pero no podía tener novio, lo que
significaba que no podía tener citas consecutivas con el mismo chico. Estoy
segura de que la intención era que no me pusiera demasiado seria con un
solo chico, porque la seriedad lleva al sexo. Su plan funcionó, en su mayor
parte: para el undécimo grado, yo no había tenido sexo todavía. Ni siquiera
me había acercado a ello.
Y entonces conocí a Kai Paialua. Me las arreglé para pasar todo el
tiempo que pude con él, lejos de los ojos vigilantes de mis padres. La noche
del partido de Bienvenida de nuestro último año, nos encontramos en un
dormitorio en una fiesta. En algún lugar de otra habitación, Santana estaba
tocando en repetición, sus sensuales riffs de guitarra incitando a la acción,
y... Yo quería acostarme con Kai. Estaba muy cerca, sus pantalones por los
tobillos y estaba comprobando si el condón que llevaba en la cartera desde
segundo año había caducado, y sabía que estaba en una encrucijada. Ir en
una dirección y eso era todo, tendríamos sexo y no habría vuelta atrás. O
bajarme la falda de las axilas y mi himen viviría otro día.
No hace falta decir que no volví a ver mi virginidad.
Vagando por el pasillo fuera de la oficina de Carter, mirando esas
malditas K-Cups en su escritorio, siento esa misma mezcla potente de
emoción y temor. Si sigo con el plan que se está formando en mi cabeza, ya
no seré inocente.
Y así, cinco minutos más tarde, las K-Cups están todas cambiadas, lo que
está dentro ya no coincide con lo que dice en las cajas. Y voy de camino al
salón, sin que nadie se entere.
El mismo gran sabor... ¡ahora en descafeinado!

***
El viernes puede quedar registrado como el mejor día de mi vida, porque
es el día en que Carter Aaron no puede mantener un solo pensamiento en el
trabajo.
Es un poco como ver a un león cojo: no es algo que se vea muy a
menudo, lo que hace que sea increíblemente difícil mirar hacia otro lado.
No bromeaba cuando dijo que no podía funcionar sin café. Al parecer, entró
en el baño de mujeres y se quedó mirando a la pared, obviamente
sorprendido porque los urinales se habían ido hasta que Jess salió de un
puesto y lo guio en la dirección correcta. Él balbuceó durante una
conferencia telefónica con los estudios Smashbox sobre el montaje de la
sesión fotográfica de Vanity Fair del próximo viernes, y después se quedó
en el vestíbulo, confundido, antes de entrar en su oficina y sentarse frente a
la taza de descafeinado que yo había colocado sigilosamente en su
escritorio.
Me pregunto si me estoy convirtiendo en un ser humano horrible, de
verdad, porque estoy completamente viva viendo todo esto. ¿Quién hace
este tipo de traición? Bueno, aparte de todos en este negocio.
Excepto... Nunca he caído tan bajo, y tan pronto como empiezo a pensar
en lo lejos que me he alejado de mis propios ideales, la culpa empieza a
corroerme.
Marco el número de Steph, agradecida cuando responde al primer timbre.
—Soy un ser humano terrible —digo en lugar de un saludo.
—¿Es para algo concreto o solo en general? —pregunta.
Me lo pienso.
—Un poco de ambas cosas, creo.
—¿Quieres contármelo o debo tener una negación plausible?
Oigo voces y el tintineo de vasos y cubiertos de fondo, así que supongo
que ha quedado con alguien y no tiene mucho tiempo.
—¿Estás ocupada? Puedo pasar a confesarme esta noche.
—Solo estoy esperando a un agente de reparto —dice—. Y por cierto,
nunca adivinarás lo que mi asistente me dijo esta mañana.
Me inclino hacia la derecha, donde puedo ver a Carter en su escritorio,
con la mirada perdida en un lápiz. Me guardo una risa.
—¿Qué?
—Anoche se acostó con el hermano de Carter.
Esto llama mi atención.
—No —digo, enderezándome—. ¿Tú asistente?
—Sí.
—Jesús, este pueblo es pequeño. ¿Dónde ha ocurrido esto?
—En alguna fiesta. No hablaron mucho, y ella solo sumó dos y dos esta
mañana.
Honestamente, si no estuviera ocupada odiando a Carter Aaron, le estaría
enviando un mensaje de texto inmediatamente para compartir esto para
poder reírnos juntos.
Sin poder resistirme, me inclino de nuevo y me asomo a su despacho. El
día de hoy sigue dando de sí.
—¿Y?
—Y… por lo que deduzco, fue un apoyo rotundo para la familia Aaron.
Un hecho del que tendrías conocimiento si ustedes dos sacaran sus cabezas
de sus culos.
Gimoteo.
—No me lo recuerdes. Hablando de su hermano, tenemos una sesión con
él la semana que viene. Ahora voy a estar pensando en él tirándose a Anna.
Steph se ríe en la línea.
—¡Dile que le manda saludos!
—Sí, no lo creo.
—Bien, entonces dile a Carter que su traje está colgado en mi baño. Lo
necesita para el viernes.
—¿Su traje?
—Llevó a Morgan a pedir caramelos para que pudiéramos salir, y ella le
vomitó encima. Le gritaría por dejar que se comiera una bolsa entera de
caramelos, pero estaba en una fiesta de adultos y sexo en el hotel, así que...
—No, Señora Demasiadainformación, hoy no. No me cuentes tu vida
sexual, y definitivamente no me cuentes cosas bonitas sobre Carter. Es un
monstruo.
—Sigue diciéndote eso. Bien, veo a mi persona entrando. Te quiero y
deja de ser un terrible ser humano.
¿Por qué el universo me hace esto? Estoy montada en un Carter
ineficiente y con poca cafeína cuando el mundo tiene que recordarme que
podría no ser del todo horrible. Creo que es seguro decir que he metido la
pata, y tal vez Steph tenga razón: soy un ser humano terrible.
La ansiedad me roe un poco durante un almuerzo con Adam Elliott, y
cuando estoy con el viejo y atractivo favorito de América no puedo
distraerme, ni siquiera un poco.
Carter no está en su despacho cuando vuelvo, así que no puedo
confesarme, ni siquiera puedo darle la taza de café con cafeína que le he
traído al volver de comer. Abro mi correo electrónico y busco
distraídamente el frasco de crema hidratante en mi escritorio. Pero en lugar
de leer, y en lugar de cultivar la culpa persistente, mi mente vuelve a Carter
olvidando el nombre de Brad esta mañana cuando se cruzaron en el pasillo.
Eso fue bastante genial.
Me froto las manos y me aliso un poco los codos y la cara, y un poco
más las piernas mientras recuerdo a Jess contándome cómo Carter se
equivocó de piso antes, y se sentó en el escritorio de Evan Curtis de
Procesos Legales.
Repito el proceso dos veces más antes de que vuelva la culpa y me dé
cuenta de lo que tengo que hacer: tengo que cambiar el café y confesar. El
karma es una perra que no necesito que me persiga.
Estoy alcanzando el teléfono para llamar a Jess y confesar, para
preguntarle si me ayudará a cambiar todo, cuando entra una llamada que he
estado esperando.
Cuarenta y cinco minutos de halagos a la actriz después, suena un golpe
en mi puerta.
—Pasa —digo, con los ojos aún puestos en la pantalla de mi ordenador
mientras el fondo de la puerta susurra por la alfombra.
—Oye, ¿has visto ese correo electrónico sobre el aud... ¡santo cielo! —
Jess jadea, y yo levanto la vista para encontrarme con sus ojos.
—¿Qué? ¿Qué?
Sacude la cabeza y se tapa la boca con una mano.
—Evie, Dios mío. Vuelvo enseguida.
Sale corriendo de la habitación, volviendo un momento después con
Daryl pisándole los talones y cerrando la puerta detrás de ellos.
—¿Qué pasa? —pregunto—. ¿Por qué me miran así?
Daryl apenas puede mantener la calma.
—¿Qué hiciste, Garfield?
—Yo... ¿qué? —Busco la polvera que guardo en el cajón de abajo y
enseguida la veo. Mis manos, sobre todo las palmas y hasta las muñecas,
son de color naranja—. Dios mío.
—Pareces un cono de la construcción —dice Daryl, y finalmente se
pierde, apenas logra añadir—, estás haciendo que se me antojen alitas de
salsa búfalo.
—Dios mío, ¿quieres callarte? —En el tanteo con el espejo, me las
arreglo para casi lanzarlo a través de la habitación.
Mi cara también es naranja. No solo naranja, sino brillante. Parezco un
cacahuete de circo brillante.
Daryl se pone a mi lado.
—¿Qué usaste?
—¡Yo no...!
Me detengo y busco el frasco de loción que usé antes.
No.
Desenrosco el tapón, me lo llevo a la nariz y lo huelo.
No.
En lugar del sutil aroma a vainilla al que estoy acostumbrada, ahora
percibo un leve olor químico.
—Nooooo —gruño, con la voz baja y salvaje—. Voy a matarlo.
—¿Puso bronceador sin sol en tu frasco de loción? —susurra Daryl,
sonando horrorizada... pero también un poco impresionada.
Jess sale corriendo y vuelve a entrar. Alrededor del escritorio, se arrodilla
en el suelo junto a mí, sacando una toallita de maquillaje de un pequeño
paquete de plástico—. Ahora tengo miedo por él. —Me coge el brazo y
empieza a fregar—. Bien, se está quitando mucho. Es solo bronceador.
Daryl se ríe.
—Dale ocho horas.
—Oh, Evie, ¿qué ha pasado? —dice una voz profunda y burlona, y todos
levantamos la vista para ver a un sonriente Carter apoyado en el marco de la
puerta. Jess prácticamente se cae hacia atrás en su intento de huir.
—¡Tú hiciste esto!
—¿Quieres empezar a señalar con el dedo, Chef descafeinado?
Me río a mi pesar.
—¿Perdón?
Apartándose de la puerta, se acerca. Daryl y Jess, sabiamente, despejan
la habitación.
—Corrí a casa en el almuerzo para hacer un poco de mi propio café,
porque las tazas de aquí no eran suficientes. Pero claro, las de casa también
son descafeinadas. En el aparcamiento de la tienda de comestibles no podía
recordar dónde aparqué mi coche y casi me detienen intentando entrar en
otro Audi plateado.
Siento que una oleada de orgullo recorre mi sangre.
—¿Lo hiciste?
Sonríe, negando con la cabeza.
—Lo hice. No está bien.
Extendiendo un brazo para que lo inspeccione, le digo:
—No puede venir aquí y jugar la carta de la víctima, señor.
—No me atrevería. —Se acerca, tanto que puedo sentir el calor de su piel
contra la mía. El humor juguetón se desvanece y prácticamente puedo sentir
el barrido de su atención cuando mueve su mirada brevemente hacia mis
labios.
Como si pudiera volver a besarme.
De ninguna manera. Creo que ambos sabemos que eso nunca sucederá.
—Me gustabas —susurra.
Un dolor se me mete entre las costillas cuando lo dice, y mi respuesta
sale más cruda de lo que había planeado:
—Tú también me gustabas.
Me mira fijamente, sin parpadear.
—Evie...
—Me alegro de haber descubierto quién eres en realidad antes de que nos
metiéramos demasiado en cintura.

***
Desde lo más profundo de un montón de burbujas en la bañera de Steph
me dirijo a todos y a mi núcleo más íntimo a la vez.
—Voy a enterrarlo.
Estamos todas aquí, apiñadas en el pequeño baño de Michael y Steph:
Daryl, Amelia, Jess, Steph, y, por supuesto, yo. Desnuda y algo anaranjada.
—Eso es genial, cariño —dice Daryl, entregándome otro estropajo a
través de la cortina de la ducha—. Solo no esta noche.
—Tienes que admitir que ha sido jodidamente inteligente —dice Amelia
—. ¿Descubrir cómo usar tu fetiche de la loción en tu contra?
Miro con hosquedad el agua turbia que me rodea. El maquillaje evitó que
la mayor parte del bronceador se absorbiera en mi cara, y se lavó con
bastante facilidad. Pero las palmas de las manos y los codos absorbieron
más el color, y ambos permanecen con un tono anaranjado desteñido y
enfermizo.
—No es un fetiche. Más bien un tic nervioso. Y no se dio cuenta de nada,
le dije lo de la cosa de la loción. Tomó algo que compartí y lo usó en mi
contra. Traidor.
—Sí, no dejemos que ese halo se deslice demasiado, Evie. Tú golpeaste
primero —me recuerda Amelia—. Su yo descafeinado se estrelló contra una
pared frente a mi oficina.
Asomo la cabeza por la cortina de la ducha.
—¿Lo hizo? —digo alegremente, deseando haber estado allí para verlo.
Mi sonrisa se endereza cuando ella me mira fijamente con una sola ceja
severa levantada.
—Vamos —gimoteo, rompiendo bajo la presión—, era café. Yo ataqué
primero con el café. Además, me quitó a Dan Printz, cambió al fotógrafo de
Vanity Fair por su hermano sin consultarme, y abandonó nuestra reunión
conjunta con la coordinadora del retiro. Quería que supiera que no me iba a
rendir.
—Así que todo lo que hizo fue subir la apuesta —dice Amelia con calma
—. Y si sé algo de ti, es que ya estás planeando represalias.
—Tienes toda la razón, lo estoy haciendo. ¿Jess? —digo—. Voy a
necesitar que hagas algunas cosas desagradables.
Ella me mira desde donde está sentada en el mostrador del baño.
—¿Voy a hacer algo ilegal?
—Ummmm... aún no estoy segura.
Pone los ojos en blanco.
—¿Asumirás al menos la culpa si me atrapan?
—Por supuesto.
—Me gustaría dejar constancia de que creo que esto es una mala idea,
pero bien, me apunto.
—Sabes, como amiga de Carter, siento que debo intervenir aquí —dice
Steph.
Inclino la cabeza.
—¿Quizás te gustaría ver el interior de tu bañera?
Ella levanta las manos para impedir que me mueva.
—No, no. No es necesario. —Mira por encima de su hombro hacia el
sonido del timbre—. Vuelvo enseguida.
Volviendo a deslizarme detrás de la cortina, recojo la pastilla de jabón y
vuelvo a enjabonar el estropajo.
—La sesión es la semana que viene, y puede que él haya ganado esta
batalla, pero yo estoy ganando la guerra.
—Antes de que se me olvide —dice Jess—, originalmente iba a ir a tu
oficina hoy para preguntarte si habías visto el correo electrónico de
Contabilidad. Están haciendo una auditoría y necesito copias de todos tus
informes de gastos.
—¿Auditoría? —repite Daryl.
—Sí —dice Jess—, tiene algo que ver con la empresa de capital privado
que respaldó a P&D en la fusión. Supongo que el dinero de fuera significa
una vigilancia más estrecha de las cosas. Quieren los registros de todos,
incluso los míos.
—Solo reconciliando los libros después de la fusión —dice Amelia—.
Algo bastante normal.
Los pasos se llegan por el pasillo y me asomo de nuevo para ver a Steph
entrando en el baño con el asistente de Daryl, Eric, justo detrás de ella.
—¿Qué estás haciendo? —grito, apretando la cortina de la ducha contra
mi pecho.
—Tengo los ojos cerrados —dice Eric—. Necesitaba dejar estos
contratos para Daryl.
Y como para ilustrar que realmente tiene los ojos cerrados, se topa con el
marco de la puerta.
—Aquí mismo —dice Daryl, llevándolo hacia ella—. Gracias por venir
hasta aquí, Eric.
—¿Qué están haciendo todas, de todos modos? —Eric abre un ojo para
echar un vistazo a la habitación—. ¿Reunión secreta... en un baño? —
Vuelve a cerrar los ojos cuando me ve en la bañera y me ofrece un pequeño
saludo—. Oh, hola, Srta. Abbey.
—Planeando una venganza contra uno de los tuyos —le dice Daryl con
el capuchón de un bolígrafo entre sus dientes. Ella lo hace girar,
sosteniendo los papeles contra su espalda bastante ancha y musculosa para
poder usarla como una mesa improvisada—. Te preguntarás por qué Evie
está sentada en un nido de burbujas de color naranja.
—Quiero decir —dice en voz baja—, la pregunta se me había pasado por
la cabeza, pero la Sra. Baker de RRHH está aquí, así que me imaginé que
esta es una situación de “no preguntes, no digas”.
Amelia asiente.
—Buen instinto.
—Alguien puso bronceador en la loción del escritorio de Evie —dice
Daryl, y Eric es incapaz de contener una única y sonora carcajada. En un
susurro, Daryl añade—: Carter lo hizo.
Amelia se desliza la mano por la cara.
—Daryl, no reveles los nombres al civil —digo, un poco fuerte.
—Relájate —dice—. Eric es genial. Diablos, incluso podría tener
algunas ideas. —Ella le da la vuelta, entregándole la pila de papeles
firmados—. Puede que seas muy malo con los teléfonos, pero eres un genio
con los ordenadores. —Le sonríe de forma ganadora—. No te ofendas.
—¿Podrías crear un programa que concilie automáticamente nuestros
gastos con las facturas? —bromea Jess desde su posición en el mostrador.
Daryl le hace un gesto de despedida.
—Aburrido, Jess. Estamos hablando de sabotaje.
Se encoge de hombros.
—Podría ser el Equipo Estrógeno. ¿Qué necesitas? Podría borrar la
puntuación de crédito de Carter. ¿Crear una orden de arresto?
Mi estómago da un sorprendente tirón.
—En realidad, no quiero que vaya a la cárcel.
—¿Podría hackear su correo electrónico? —sugiere Eric—. ¿Tal vez
reorganizar su calendario?
Mi interés se ha despertado momentáneamente.
—¿Puedes hacer todo eso?
Nos encontramos con un pequeño y sexy levantamiento de su barbilla.
—Claro, puedo hacer casi todo.
Una sala llena de mujeres mira a Eric cuando dice esto, creyendo
absolutamente en su palabra.
Finalmente, Amelia se tapa los oídos.
—Es imposible que esto no acabe mal.
—Tiene razón —digo—. Te lo agradezco, pero voy a tener que
mantenerlo más como un chiflado y menos como una mente criminal.
Steph lanza uno de los paños de Morgan en mi dirección, y el grupo sale
del baño, dejándome terminar y reflexionar sobre la venganza a solas.
Saliendo a la alfombra de la ducha, miro hacia arriba y, a través del vapor
del espejo, veo algo que cuelga de la puerta detrás de mí.
El traje de Carter.
Sonrío a mi reflejo. Es una locura. Al fin y al cabo, me llama Evil.
Si me voy a pasar al lado oscuro de todos modos, más vale que lo haga
bien.
 
 
 
Capítulo 16
Traducido por Emma Bane
Corregido por Jeivi37
Editado por Banana_mou
 
Carter
Han pasado dos días y no he sido capaz de dejar de pensar en lo que Evie
me dijo.
—Lo harás de nuevo, ¿verdad?
Mentí.
—No.
Michael Christopher levanta la mirada hacia mí desde el otro lado de la
mesa en Creme de la Crepe.
—Sí lo harás —asiente hacia Jonah—. ¿No lo hace siempre?
Jonah asiente.
Los miro a ambos.
—¿Qué es lo que siempre hago?
—Obsesionarte por algo que alguien podría haber dicho, o con la
posibilidad de que, Dios no lo quiera, no le gustes a alguien. Has sido así
toda tu vida. Quizás esa es la razón por la que has intensificado todo esto
con Evie. No le gustas y por lo tanto estás seguro de que es porque has
hecho algo malo, en lugar de creer en la posibilidad de que no le gustes
como persona.
Auch. Me dio justo donde me duele.
—No, ella fue muy clara: solía gustarle, pero estaba feliz de haber
descubierto cómo soy en realidad antes de involucrarnos demasiado.
Básicamente: soy un idiota.
—No eres un idiota —dice Michael, y agita una cuchara delante de
Morgan, tratando de desviar su atención de básicamente cualquier otra cosa
en movimiento en el restaurante—. Simplemente eres tonto.
—No le mientas, MC. Es un completo idiota —dice Jonah, y le lanzo una
mirada furiosa. Además de unos cuantos mensajes de texto sobre la sesión
de fotos, Jonah y yo no hemos realmente hablado desde que supe de su
pequeño problema de dinero. Lo invité a desayunar con nosotros para poder
hablar de los detalles para el viernes y reiterar lo importante que es que no
arruine esto. Hasta ahora todo lo que ha hecho es mirar su teléfono y hacer
chistes a mi costa.
Es repugnante pensar en cuánto he apostado por mi hermano aquí. Brad
cree que lo traje porque tengo alguna especie de plan, lo que significa que si
Jonah lo arruina y la sesión tiene algún toque de diva, no hay forma de que
Brad no lo descubra. No habría forma de arreglarlo. El nuevo contrato sería
de Evie y yo estaré en un vuelo de vuelta a casa de mis padres.
—Él no es un idiota —dice Steph a Jonah. Aparentemente logró escuchar
esto último cuando volvió del baño—. ¿Por qué dirías eso? —Es
reconfortante ver a MC y Steph apoyándome, pero seamos realistas,
merezco algo de esta mierda por el otro día con Evie.
—Ha estado callada hoy —le digo—. ¿Está todo bien?
—Sí, es solo… ya sabes. El trabajo —dice mientras apuña repetidamente
su agua helada con una pajilla.
Se ve rara, pero cuando miro lo que está comiendo, ¿quién podría
culparla? Su esposo está comiendo el “Oh la la”, un enorme plato de
waffles cubiertos con Nutella, fresas, plátano y mango, y ella está comiendo
claras de huevo con espinacas salteadas antes de ir al yoga. Yoga. Como si
eso no fuera lo suficientemente malo, esencialmente lo hará con el
estómago vacío.
Creo que me estoy dando cuenta de lo difícil que debe de ser, ser mujer.
Muy delgada o no muy delgada. Haz tu trabajo a la perfección, pero no
alardees a ningún hombre. Habla, pero no seas grosera. Sonríe. Y luego hay
personas como Brad totalmente siguiendo ese juego.
Paso mi dedo a los lados de mi vaso de agua, observando la
condensación gotear en la servilleta de abajo. Me siento como un imbécil
por seguir ese juego.
—¿Alguna vez les ha pasado que algo parece ser una buena idea, y luego
te das cuenta de que de hecho eres un maldito imbécil?
Michael no se pierde nada.
—Todos los días.
Jonah levanta la mirada de su celular otra vez, como si el tema de mis
fracasos fuera la única conversación digna de su atención.
—¿Qué hiciste?
Pincho un trozo de salchicha con mi tenedor.
—Nada. Olvídalo.
—Vamos —dice—. En caso de que no lo hayas notado, justo ahora mi
vida está en el excusado. Soy un completo maldito idiota, dame algo.
Su honestidad me toma desprevenido.
—Es solo una serie de cosas realmente estúpidas que se han vuelto
enormes —les digo—, y ahora estoy legítimamente aterrado de ir a trabajar
el lunes.
Steph tose.
—Ok… —dice Jonah.
—Veamos, por dónde comienzo —digo—. Supongo que podemos iniciar
con que nuestro jefe lanzó el desayuno de Evie a la basura porque es un
maldito sexista, y yo solo me quedé sentado y observé. O como cuando
permití que se sentara en una reunión con dos de sus botones
desabrochados. Dos botones importantes —aclaro.
—Ella no me dijo nada de eso —dice Steph, y su expresión es un poco
aterradora.
—¿Cómo eran sus pechos? —pregunta Jonah, trayendo todo de vuelta a
los temas importantes—. ¿Lindos?
Antes de que yo puda llegar a él y golpearlo, Steph lo hace, y luego se
dirige a Michael.
—¿Sabías todo esto?
—Yo… escuché que… algo… había ocurrido —dice, escogiendo muy
bien sus palabras—. Le dije que estuvo mal. Muy mal. —Me lanza una
expresión severa que dice que me asesinará mientras duermo si tan solo
insinúo la verdad.
Steph gruñe.
—Sabía de Jonah y la extraña situación con Dan Printz, y que te habías
marchado en la reunión con el coordinador del retiro.
—Yo…
—Todo eso es un tema profesional entre ustedes dos. ¿Pero ser parte del
sexismo de Brad? Eso me hace estar furiosa contigo, Carter. Es
suficientemente difícil para una mujer ser tomada en serio en este negocio y
ser vista como una persona con cerebro y no como un objeto. Los hombres
obtienen todo por actuar como si estuviéramos en 1960 y cada mujer en la
oficina es su secretaria. Evie tendrá que ser más inteligente, más rápida, y
mejor en su trabajo que lo que ustedes son, por menos dinero y mucho
menos reconocimiento, todo mientras tiene que aparentar estar totalmente
agradecida por ello.
Quiero meterme debajo la mesa.
—Eso es exactamente lo que le dije —dice Michael, asintiendo
ferozmente—. Eso socava su credibilidad. ¿No te dije eso, Carter?
—Me sentí atrapado —dije—. Si hubiera dicho algo, ¿estaría ella más
avergonzada? Además, ella sabría que le estaba viendo los pechos.
—Lo cual hacías, estoy segura —dice Steph.
—Pues, sí. Porque son enormes.
Se acerca y esta vez me da una bofetada.
—No veo el problema —dice Jonah—. Nada de esto debería ser tan
malo.
—Eso no es muy reconfortante —digo, y vuelvo a mirar a Steph—.
Como dije, la situación escaló, ni siquiera sé cómo pasó. Un minuto estaba
en la fila en la tienda por vasos de café para la oficina, y al siguiente miro y
veo esta gran exhibición.
—Espera, ¿es la chica de la fiesta? —pregunta Jonah con la boca llena de
papas. Mis papas—. ¿Con la que no pudiste cerrar el trato?
Le lanzo una mirada glacial.
—¿Qué haces aquí de todos modos?
—Tú me pediste que viniera, imbécil. Querías sermonearme sobre este
estúpido rodaje. Entiendes que esto es lo que hago, ¿verdad? —Se
endereza, una señal de que se está irritando—. ¿Crees que he llegado tan
lejos porque necesito que me muestres cómo hacer mi trabajo?
La molestia se enciende en mi pecho, pero hago lo mejor que puedo para
apagarlo. Reaccioné casi exactamente de la misma manera cuando Evie me
dijo que era hora de superar a Dan.
—Solo recuerda que me aseguré de que pudieran trabajar con tu horario
y el nuevo horario de la sesión es a las once —le digo—. El maquillaje es a
las ocho y media. Tienes que estar ahí a las nueve. No llegues tarde. Y no
quiero ninguna mala actitud, tampoco. Me juego el cuello por ti en esto. Sin
mencionar el de Evie.
—Maldita sea, estaré allí, Carter. —Mi hermano mete su teléfono en el
bolsillo y se pone de pie—. ¿Por qué eres tan idiota todo el tiempo?
—¡Imbécil! —grita Morgan y vemos a Jonah salir corriendo del
restaurante.
—Respecto a eso —dice Steph, revisando la hora—, mi clase comienza
en diez minutos. —Nos besa a cada uno de nosotros en la cabeza, dos veces
a Morgan, agarra su bolsa de deporte y sale.
Michael Christopher corta un poco más de sus waffles en trozos
pequeños y los desliza sobre el plato de su hija. Pero Morgan, cansada de
estar sentada en silencio, se levanta de su asiento y se reubica en mi regazo.
Michael nos observa, su rostro se derrite lentamente en una expresión de
cariño. Sé lo que está pensando: quiere esto para mí. Él quiere que nos
reunamos para desayunar los domingos y veamos a nuestros hijos jugar
juntos; él quiere que nuestras esposas sean las mejores amigas. No necesito
ser un genio para saber que todavía quiere que encuentre eso con Evie.
Estaría mintiendo si no dijera que yo también lo quiero, un poco. Nunca
estuve en la página correcta con Gwen, pero algo me dice que podría
haberlo encontrado con Evie. Probablemente nos mataríamos entre nosotros
primero, pero quién sabe, eso podría ser parte de la diversión.
—Tienes la cara de tu papá, le digo.
—No tengo la cara de mi papá.
—Sí, la tienes. —Levanto una mano, dibujando un vago círculo en el aire
—. Se te ponen los ojos vidriosos y sentimentales, como si estuvieras
bordando mentalmente nuestros nombres en una colcha.
—Toda esta charla sobre sabotaje va a hacer que sea realmente incómodo
para mí hacer el brindis en su boda.
—Odio decírtelo, pero creo que ese barco zarpó casi al mismo tiempo
que yo estaba rellenando su botella de loción el viernes por la tarde.
Michael levanta su taza y me mira por encima de ella, engreído.
—Olvidé que Steph tenía un gato durante una semana en la que estuvo de
viaje en la universidad, y todavía estoy aquí. Nunca lo sabes. Además,
pareces extrañamente optimista, me atrevo a decir, alegre, para un hombre
que planea morir esta semana. Incluso se podría pensar que estás
disfrutando un poco de esto.
Mi cara dice que no, pero el salto en mi pulso cuando refleja mis
pensamientos anteriores dice lo contrario. Evil me cortaría las pelotas y me
las daría si pensara que eso le daría una ventaja. Y aunque eso no es
particularmente atractivo, la idea de que tengo que mantenerme
constantemente al día sí lo es. Evie es más inteligente y hay una descarga de
adrenalina al tener que trabajar para estar un paso adelante.
Si tan solo supiera cómo hacer eso.

***
Ligeramente obsesionado con mi próximo movimiento, apenas duermo el
domingo por la noche y me siento como una bomba de tiempo andante a la
mañana siguiente.
No estoy seguro de lo que espero. ¿Bolsas de excremento quemándose en
mi porche? ¿Ser abordado por ninjas contratados en la escalera? Ambas
posibilidades parecen muy poco probables y, sin embargo, miro por la
mirilla antes de irme, miro por la esquina mientras me dirijo a las escaleras,
incluso miro debajo del capó de mi auto antes de encenderlo.
Contrólate, Carter.
Trato de reírme para alejar mis nervios cuando giro la llave y el motor
cobra vida sin explotar en una bola de fuego. Tal vez la mejor represalia sea
no tomar represalias en absoluto. Maldita seas, Evie.
El tráfico es mejor de lo habitual esta mañana, y con mi segunda taza de
café cuando llego al trabajo, he recuperado un poco de valor.
Justin está enfermo hoy y tengo una pequeña conversación sobre cosas
triviales con un par de internos cuando paso. Kylie parece agotada por algo,
pero me mantengo alejado y me detengo en la Keurig en la sala de descanso
antes de comenzar oficialmente mi día.
Es regular. Compruebo.
Mi puerta todavía está cerrada, una buena señal. La luz de Evie está
encendida, pero su puerta está cerrada, y si tengo cuidado de no tintinear las
llaves o hacer ruidos innecesarios es porque soy considerado, no porque
tengo miedo.
Nada ha cambiado. Mi computadora está donde la dejé; mi grapadora
todavía está en la esquina de mi escritorio.
Las palabras MUERE CARTER, MUERE no están garabateadas en la
pared con mierda o sangre.
Lo considero una victoria.
Aun así, cierro la puerta en silencio y camino de puntillas hacia mi
escritorio. Me conecto a la red, haciendo una mueca, pero la computadora
también parece normal. Busco una dirección y respondo algunos correos
electrónicos, tomo los papeles que necesito y luego, casualmente me inclino
hacia un lado, donde generalmente puedo ver las piernas de Evie. Sin
suerte. Estoy a punto de salir cuando suena mi teléfono.
—Este es Carter.
—¿Hola? —Creo que dice la persona que llama. Jugueteo con el
volumen.
—Hola —repito—. Este es Carter Aaron. ¿Hola? —La voz del otro lado
es tan débil que me encuentro entrecerrando los ojos mientras trato de
escuchar—. Lo siento, creo que tenemos una mala conexión. ¿Puedes
volver a llamar? ¿Hola?
La línea se desconecta, solo para sonar un momento después.
—Carter Aaron —digo.
—Carter, este es Caleb. —Logro distinguir. Caleb Ferraz, gerente de Dan
Printz. Hemos estado jugando a las cartas de las llamadas durante dos
semanas.
—Caleb, hay... ¿Puedes oírme? Creo que hay algo mal con mi teléfono
—estoy gritando. Miro el auricular, lo agito antes de volver a acercarlo a mi
oído—. ¿Puedes llamar a mi celular?
—No puedo. —Creo que logro distinguir. Seguido de—: Despegando. —
Hay más palabras, pero no estoy seguro de si las escucho o simplemente las
estoy inventando—. Dan… hablar… viaje… semanas. —Mierda.
—¡Caleb, envíame un mensaje de texto cuando puedas y hablaré contigo
pronto! —Creo que se despide, pero ni siquiera estoy seguro. Cuelgo y
marco el número de Michael Christopher. Contesta y es más de lo mismo.
Creo que puede oírme, pero no hay forma de saberlo porque yo no puedo
oírlo. Le envío un mensaje de texto haciéndole saber que le explicaré más
tarde. Tomando los archivos necesarios, salgo, un poco decepcionado
cuando descubro que la puerta de Evie todavía está cerrada. ¿Por qué tengo
prisa por encontrarme con ella? Estoy seguro de que está furiosa, y lo
último que veré antes de morir será una Evie teñida de naranja con las
manos alrededor de mi cuello. Con Justin fuera, me detengo en el escritorio
de Kylie al salir. Ella está hablando con un chico de la sala de correo, así
que saco mi teléfono mientras espero.
—Solo asegúrate de que cualquier cosa con un apartado de correos vaya
directamente al Sr. Kingman, ¿de acuerdo? Fue muy específico al respecto.
—Apartado de correos. Lo tengo —dice el chico, escribiendo una nota en
una pequeña agenda electrónica. Hasta luego, Ky.
Kylie mira alrededor del empleado que se va y me sonríe ampliamente.
—¡Carter! ¿Cómo estás?
—¿Estoy bien, y tú cómo estás?
—¡Estupendo! ¿Quieres almorzar hoy?
Hago como si me viera desilusionado, cuando en realidad estoy un poco
aliviado de tener una excusa.
—Voy a reunirme con un cliente —digo, y su rostro se vuelve interesado.
Algo me dice que la mirada casi siempre funciona—. Me estaba yendo,
pero quería ver si podíamos conseguir que alguien revisara mi teléfono.
—¿Tu teléfono?
—Algo anda mal con el volumen —le digo. Me sigue por el pasillo, toma
el auricular y lo acerca a su oreja, presiona los botones de volumen varias
veces antes de desenroscar el auricular.
—Oh —dice ella, y yo también me inclino—. Hay un trozo de cinta aquí.
Eso es raro. —Con cuidado, quita el elemento ofensivo y vuelve a armar el
auricular. Observo el trozo de plástico en su palma extendida.
—Sí. Extraño.
Al salir, se apoya contra la puerta.
—Me alegro de poder ayudar. No tengas miedo de llamar si, eh...
necesitas algo más —dice, deteniéndose ante el sonido de la puerta de Evie
abriéndose—. O si quieres salir a almorzar alguna vez…
Evie sale al pasillo y se detiene detrás de donde está Kylie, ahora más
erguida en alarma.
Con una pequeña sonrisa y un tranquilo:
—Hola, Evie. —Kylie se dirige hacia el pasillo.
Apoyada contra su puerta abierta con un par de brazos de color normal,
gracias a Dios, cruzados sobre su pecho, Evie me sonríe.
—No fue mi intención interrumpir. ¿Quieres cerrar la puerta la próxima
vez?
Ignorando esto, le digo:
—Historia divertida: mi teléfono no funcionaba y Kylie me ayudó a
descubrir por qué. Parece que alguien puso un trozo de cinta adhesiva sobre
el auricular. ¿Me pregunto quién habría hecho eso?
—Ni idea —dice Evie encogiéndose de hombros—. Acabo de ingresar.
Pero si nos basamos en la cantidad de personas que intentan hacerte quedar
mal, probablemente haya algunas para elegir.
—¿Qué se supone que significa eso? —pregunto, genuinamente ofendido
ahora, y siguiéndola cuando se aparta de la puerta y se dirige a la sala de
descanso—. Gente como yo. Tú eres a quien le tienen miedo.
Saca una taza del armario y se sirve un café.
—Está bien, Carter.
—¿Qué quieres decir…? —Me detengo en seco—. No hagas eso.
Lentamente vierte crema en su taza y me mira.
—¿Hacer qué?
—Pretender que nada de esto te afecta. Jugar algún tipo de juego mental
juvenil.
—Tú eres el que me siguió hasta aquí. —Sin verse afectada, guarda la
crema y se dirige a la puerta.
—Bien —digo.
—Bien.
Su risa malvada resuena por el pasillo.
 
 
 
 
Capítulo 17
Traducido por Emma Bane
Corregido por Jeivi37
Editado por Banana_mou
 
Evie
Steph, Steph, colocar cinta en el teléfono de Carter fue bastante genial.

Muy simple.

Tal vez fue mi mejor idea.

Evie, ¿le hiciste algo al saco de Carter?

¿El que estaba en el baño?

¿Qué? No puedo oírte.

Estoy pasando por Laurel Canyon.

Estamos mensajeándonos, tonta.

¿Lo hiciste?

Quizás un poco.

En cuyo caso, cambiaré mi respuesta anterior y diré que ESA fue mi mejor idea.

Vaya…

¡No te preocupes!

Un poco de diversión, completamente inofensivo.

¿Te das cuenta de que no es un comportamiento normal, verdad?

 
Capítulo 18
Traducido por Sole
Corregido por Emma Bane
Editado por Banana_mou
 
Carter
Las cosas no han estado bien en P&D. El lunes fue el estúpido incidente
de la cinta. El martes, le eché un chorrito bastante saludable de salsa picante
Dave's Ghost Pepper al burrito de Evie, y disfruté bastante de su gruñido
enojado y sexy cuando volvió corriendo a la sala de descanso y se tragó un
poco de leche y crema18 que guardamos en el refrigerador. Ella me
devolvió el favor el miércoles empapando la silla de mi escritorio para que
mi trasero estuviera visiblemente mojado por el resto de mis reuniones.
No vino directamente a la oficina el jueves, así que no pude disfrutar de
cómo se vería con todo el brillo que puse en las rejillas de ventilación de su
auto, pero era una mañana fría y estoy seguro de que el brillo se puso
bastante pegajoso cuando explotó con todo ese agradable aire cálido. Es
cierto que, después de eso, estaba tan paranoico de que hubiera puesto
trampas en mi oficina que apenas podía tocar nada sin estremecerme. Pasó
por la oficina al final del día, todavía un poco brillante alrededor de la línea
del cabello, justo a tiempo para verme morder lo que pensé que era una
manzana de caramelo de Kylie, pero en realidad era una cebolla de
caramelo de Evie.
Fui frustrado en mi deseo de asesinarla por la noticia de que Steve
Gainor en Televisión fue despedido. Nada como una dosis de realidad para
poner las cosas en perspectiva.
Se suponía que debíamos estar en el set con Jonah a las ocho y media del
viernes, pero mi Evil paranoia me tiene allí a las ocho, parado afuera del
estudio cerrado, temblando. Mi chaqueta se siente apretada, mis pantalones
también, y apenas puedo envolver mis brazos alrededor de mis hombros
para mantener el calor.
Genial. Toda la comida por estrés está pasando factura.
Alrededor de la mitad del equipo llega unos minutos después que yo,
incluido el gerente de Jamie, quien, tan pronto como entramos, comienza a
discutir con el director creativo de Vanity Fair y uno de los asistentes de
Jonah sobre la iluminación.
Carter, hola —dice Allie, excusándose y cruzando hacia donde los
servicios de comida están comenzando a instalarse detrás de mí.
Hola. —Tal como lo mencionó Brad cuando inicialmente colocó a Jamie
en mi lista, Allie es lo que llamarías una gerente práctica. Mientras que
algunos gerentes son solo hombres que dicen sí a todo, estando allí para
hacer feliz a su cliente y obtener un crédito de productor en el camino, Allie
está involucrada en casi todos los aspectos de la carrera de Jamie. Mi vida
será mucho más fácil gracias a eso—. ¿Sabemos a qué hora esperar a
Jamie...?
Ella acaba de llegar —dice, señalando con la cabeza hacia una puerta que
conduce a los vestidores—. Está en su habitación con su entrenador.
Estupendo.
Así es como nosotros lo hacemos. —Sus ojos siguen a algunos de los
proveedores cuando comienzan a descargar. Toca a uno de ellos en el
hombro mientras deja una bandeja de galletas y señala el resto envuelto en
celofán—. No hay pasas en ninguno de estos, ¿verdad?
La mujer mira una etiqueta en el fondo de una bandeja y luego consulta
un portapapeles gastado.
¿Alguna alergia a la comida? No vi eso en el pedido.
Actriz quisquillosa —corrige Allie, y el proveedor le ofrece una sonrisa
comprensiva.
Veamos —dice la mujer escaneando las páginas antes de detenerse en
una lista detallada—. Contamos con servicio de café y té, gaseosas, jugos
de frutas, agua helada con cítricos variados, bebidas energéticas, galletas
con chispas de chocolate, danesas variadas, barras deportivas… —Recita
una lista aparentemente interminable, hojeando los papeles de nuevo antes
de sonreírle a Allie—. Las únicas pasas deben estar en la mezcla de frutos
secos y estarán claramente etiquetadas.
Allie le da el visto bueno y se vuelve hacia mí. Tomo una galleta de la
bandeja y luego me detengo, mirándola. Mi traje se está volviendo cada vez
más incómodo, como Spanx. ¿He engordado tanto? Distraídamente, toco mi
estómago.
¿Jamie es quisquillosa con las pasas?
Allie asiente
Es una de las actrices más sensatas con las que he trabajado, pero, Dios
mío, es particular con su comida. —Levanto una ceja y Allie me hace una
seña de despreocupación—. No te preocupes, ella no es una diva ni nada y
nunca detendría una sesión. Solo que es muy, muy particular.
¿Particular como con un lado de volverse loca?
¿Llegando al límite? —dice sonriendo—. Pero independientemente, es
por eso que estoy aquí. —Su teléfono suena y desliza el dedo por la pantalla
—. Que es más de lo que puedo decir de Seamus. Yo me ocuparé de Jamie;
solo asegúrate de que se comporte lo mejor posible hoy.
Seamus es problema de Evelyn Abbey, no mío. —Casualmente examino
la habitación en busca de Evil por encima del hombro de Allie, no estoy
seguro de si me siento más complacido o decepcionado cuando no la veo.
Buena suerte para ella, es todo lo que tengo que decir. Está tan
acostumbrado a tener la cabeza llena de adoración en ese canal suyo de
YouTube que no puede aceptar un simple no. Sé que es una señal de los
tiempos, pero comenzó en la misma plataforma donde mi hija de nueve
años sube sus videos de What's in My Backpack19. Los niños de hoy
quieren ser famosos. Les preguntas: «¿Famosos por qué?» y no les importa.
¿Sabías que en la primera sesión de fotos de Seamus en YouTube, quería su
propio asiento de inodoro y que el álbum Graduation de Kanye se
reprodujeran en un bucle continuo? ¿Y cuando no le gustó la combinación
de colores en uno de los diseños del escenario, dijo que volvería cuando
fuera repintado? —Allie escanea el área— Él perderá la fama algún día,
recuerda mis palabras.
Asiento con la cabeza por haber oído todo esto y más.
—Si te sientes así, ¿por qué demonios animaste a Jamie a tomar este
papel?
Ella baja la voz.
Porque Jamie necesita este papel, y en este momento Seamus está de
moda. Que pague seiscientos dólares por un reflexólogo hipster para que le
eche humo de marihuana en la cara y le equilibre los putos chakras, no me
importa. ¿Pero aquí? Será mejor que se presente y haga el trabajo, que no
pierda los estribos. Bastante temprano en su juego para comenzar a mostrar
su trasero.
Me río.
Me aseguraré de avisarle a mi colega. Y mantén esas pasas lejos de
Jamie.
Lo haré. —Allie apaga su teléfono y se lo mete en el bolsillo—. Avísame
cuando el fotógrafo esté aquí.
Le doy una sonrisa apretada cuando me doy cuenta de que eso significa
que Jonah aún no se ha materializado.
Claro.
Me giro y casi choco con Evie.
Mierda.
Vaya, no te vi escuchando a escondidas detrás de mí.
¿A escondidas? —Ella se aleja para darme una sonrisa divertida—. Ay,
Carter. Te encanta oírte hablar lo suficiente por los dos.
Como si tuvieran una mente propia, mis ojos rápidamente recorren la
longitud de su cuerpo y vuelven a subir. Lleva un vestido camisero
abotonado sin mangas, con los dos botones superiores abiertos, dejando al
descubierto la clavícula y solo un poco de escote, y sus hombros y sus
pechos me dejan momentáneamente sin palabras. Cuando me encuentro con
su mirada, la comisura de su boca se contrae y sé que estoy atrapado.
Veo que todos tus botones están contabilizados hoy —digo.
¿Ves? Eso no fue tan difícil. Aprenderás esto de la etiqueta en el lugar de
trabajo con más condimentos, amigo.
Me giro mientras ella pasa a mi lado.
Fue simplemente una batalla entre la etiqueta en el lugar de trabajo y una
completa falta de interés —digo detrás de ella—. La falta de interés ganó.
Se detiene, girando lentamente para mirarme, y siento un pinchazo de
sudor en la nuca. Mi traje parece encogerse aún más. Instintivamente,
aprieto mis dedos alrededor de la galleta en una mano y el teléfono en la
otra, sintiendo cada uno de mis estúpidos mensajes de texto con Michael
Christopher pasar ante mis ojos. No puedo evitar preocuparme de que el
sentimiento en cada uno también se desplace por mi rostro.
Casi pongo mi cara en las tetas de Evie en su oficina.
Sigue recordándome que ella es Lucifer.
«Cierto. Lucifer. Recuerda, Carter: es esencialmente ella o tú».
¿Toqué un nervio? —pregunto.
Hay un movimiento leve en su mandíbula, uno tan leve que
probablemente pasaría desapercibido para alguien que no haya memorizado
cada centímetro de su rostro.
Su postura se vuelve menos rígida, su expresión de repente más suave.
¿Cómo te sientes hoy? ¿Estás bien?
Confundido por este cambio de táctica, instintivamente quiero cubrir mi
entrepierna. En su lugar, me enderezo, dando un pequeño paso hacia atrás.
—¿Por qué?
No hay razón —dice ella encogiendo lo hombros casualmente—. Solo te
ves un poco, no sé… más esponjoso de lo normal.
Hay un claro énfasis en la palabra más esponjoso, y me siento desnudo y
asustado cuando sus ojos bajan por todo mi cuerpo y vuelven a subir, antes
de quitarme la galleta.
¿Estás deprimido? —pregunta, tirándolo a la basura. Sonriéndome con
dulzura, me susurra—: Carter, no necesitas eso.
Me tardo un minuto en registrar el patrón de sus preguntas: ¿Cómo te
sientes hoy? ¿Estás bien? Más esponjoso de lo normal… y luego lo
entiendo: Evie jodió mi traje.
La estrangularía ahora mismo si tuviera más rango de movimiento dentro
de esta diminuta chaqueta. Pero en cambio, mientras la veo caminar
triunfalmente por el pasillo, saco el teléfono de mi bolsillo, abro la
publicación guardada en mi navegador y presiono enviar.
Uno…
Dos…
Se detiene en seco cuando suena su teléfono y lo saca de su bolso.
Habla Evelyn Abbey. —Una pausa, y su frente se arruga—. ¿Qué? No,
creo que ha habido algún error. No tengo un coche a la venta.
Me balanceo sobre mis talones. Mi mal humor es un recuerdo lejano.
No —dice ella de nuevo—. Te lo dije, no tengo… sí, ese es mi número,
pero no estoy vendiendo un auto. Y definitivamente no a ese precio. —
Terminando la llamada, se da vuelta para irse, pero el teléfono vuelve a
sonar.
¿Hola?... No, ha habido algún tipo de confusión, alguien más
simplemente… No, no tengo auto a la venta. ¿Puedo preguntar dónde viste
esto? Craiglist… y el Times? —Me mira por encima del hombro—. ¿Y qué
decía el anuncio? —Un momento de silencio—. Tesla Modelo S, un
propietario… ¿Mil dólares o la mejor oferta? —grita y cuelga el teléfono,
girándose hacia mí—. ¡Tú hiciste esto!
Es mi turno de encogerme de hombros.
¿Hice qué? No sabía que estabas vendiendo un coche. ¡Bien por ti,
arriesgándote en el sistema de transporte público de Los Ángeles!
Eso es todo, Aaron —gruñe, caminando hacia mí y señalando con un
dedo mi pecho—. No más regalos, no más ayuda. De ahora en adelante,
estás solo.
¿Un poco narcisista?
Se inclina hacia mí y percibo su olor. Me da una bofetada en algún lugar
nostálgico, mareándome.
—Solo haz tu trabajo hoy, ¿de acuerdo? —gruñe ella—. Cuida que tu
hermano no arruine esto, y asegúrate de que Jamie no frene a Seamus.

 
***
A las nueve y media, Jonah todavía no se encuentra por ninguna parte. A
las diez, casi he hecho un agujero en el piso del estudio, y posiblemente en
las costuras de estos pantalones, cuando él entra caminando.
Hablando por su celular.
Llevando una taza de café para llevar y luciendo anteojos de sol oscuros.
Evie, afortunadamente, está en el camerino de Seamus tratando de
calmar al actor.
¿Qué diablos, Jonah? —digo, acercándome a él. La tela entre mis muslos
roza audiblemente con cada paso. Swish swish swish—. Muy amable de tu
parte pasar por aquí.
Me mira por encima de sus lentes.
Relájate.
Relájate —repito en voz baja, alejándome y pasando una mano por mi
cabello. Las costuras de mi chaqueta protestan—. Movimos las cosas para
adaptarnos a tu horario.
¿Quieres calmarte? —dice claramente agitado ahora—. Mi asistente tiene
todo arreglado y ya revisé la lista de tomas con el director creativo. Haré
una revisión final de las luces y podemos empezar. A las once, exactamente
como hablamos. Solo sal de mi puto espacio.
Si mi hermano viniera con un conjunto de instrucciones, dirían: No juega
bien con los demás. En la escuela solía meterse en peleas casi a diario con
niños que se burlaban de él por su siempre presente cámara. Ahora, como
adulto, simplemente no le importa lo que los demás piensen de él. Mientras
gane dinero, está bien. Es algo que nunca he sido capaz de entender. Su
asistente se encargó de eso esta vez, pero lo que Jonah no se da cuenta es
que en algún momento, en algún lugar, alguien decidirá que no vale la pena.
Ahora el equipo está molesto por tener que esperar, los talentos han
regresado a sus camerinos en diversos estados de frustración, los editores
están escribiendo descontroladamente en sus teléfonos porque el fotógrafo
que arreglé ya los tiene atrasados y Evie, aparte de estar regañando a la
gente que quiere comprar su auto, ha estado usando su mejor expresión de
te lo dije desde el momento en que las ocho y media llegaron y se fueron
sin ninguna señal de mi hermano.
Gracias a Dios publiqué ese anuncio esta mañana. El placer de ver a Evie
molesta es lo único que me mantiene cuerdo.
Voy por la mitad del pasillo de camino al vestidor de Jamie cuando
empiezan los gritos.
¿¡Quién puso pasas en estas galletas!?
Llamo a la puerta parcialmente abierta y asomo la cabeza dentro.
¿Está todo bien?
En este punto, Jamie está vomitando dramáticamente en un bote de
basura y Allie está de pie junto a ella, frotándole la espalda.
Había una pasa en la galleta —me dice Allie antes de volverse hacia
Jamie—. Cariño, calmémonos un poco antes de que la gente empiece a
hablar. Si tengo que volver a llamar al equipo de maquillaje aquí para
limpiarte, voy a perder la cabeza.
¿No son estos los de los servicios de comida? —pregunto, tomando uno
para examinarlo antes de darle la vuelta—. Miramos estos antes, no
recuerdo ninguno... —Me detengo y miro la galleta en mi mano. Parece que
alguien ha presionado pasas en la parte inferior de la galleta. Muchas de
ellas. Pasas que no estaban allí esta mañana.
Giro la cabeza para mirar hacia la puerta.
Vuelvo enseguida.
Dejo la galleta y me dirijo hacia la puerta.
Allie, el fotógrafo está aquí. ¿Puedes preparar a Jamie para empezar
pronto? Lamento todo esto, por cierto.
Carter, son pasas, no anfetaminas. Ella estará bien.
Asiento, ofreciéndole a Jamie otra sonrisa de disculpa antes de salir y
cerrar la puerta detrás de mí. Estoy echando humo.
Evie está con Seamus y su asistente en su vestidor. Si tenía alguna duda
de que ella era la responsable, esas esperanzas se desvanecen tan pronto
como ve mi rostro. Sus ojos se iluminan, las mejillas se sonrojan.
Lamento interrumpir —gruño, asomando la cabeza por la puerta—.
¿Evie? Necesito hablar contigo.
Lo siento, Carter, estamos en medio de algo —dice, pero mira
deliberadamente hacia el suelo.
Desafortunadamente, es importante. ¿Disculpen por un segundo,
muchachos? —Con un toque tranquilo que me sorprende, tomo el brazo de
Evie y la conduzco suavemente por un pasillo angosto hasta una sala de
mezclas de sonido vacía excepto por algunos cables, una tenue luz
fluorescente encendida en una esquina y equipo guardado bajo llave a lo
largo de la pared del fondo, mis pantalones silbando todo el camino.
¿Qué es ese sonido? —pregunta con una sonrisa, pero la ignoro.
Mi mano alrededor de su brazo está temblando, estoy tan furioso.
Furioso... y caliente. Estoy muy caliente. Estos pantalones son apretados
como el infierno.
Eres jodidamente irreal.
¿Qué demonios estás haciendo? —dice ella—. Estamos a minutos de
comenzar las pruebas de luz.
La puerta se cierra detrás de nosotros, encerrándonos en la penumbra.
Evie quita el brazo de mi agarre.
—No tenemos tiempo para esto.
Podemos tomarnos cinco minutos para hablar.
Entonces habla.
¿Es aquí donde estamos ahora? ¿Solo seguiremos arrancándonos
pedacitos el uno al otro?
Oh, lo siento —dice, con las manos en las caderas—, no puedo escuchar
tus quejas de bebé sobre las setenta y cinco llamadas telefónicas de
personas que quieren comprar mi inexistente Tesla.
¿Hice lo de la loción para vengarme de ti por el café? —empiezo—. Sí.
¿Me arrepiento? Diablos no. Todavía puedo escuchar el eco de tu rugido
frustrado desde el otro extremo del pasillo.
Ella da un paso petulante más cerca.
Eso debe ser duro, siendo el consumado complaciente de la gente que
eres. Qué deprimente necesitar la aprobación de cada persona.
Esa sería la primera vez para ti, ¿verdad? —pregunto, inclinándome—.
¿Preocupándote por lo que piensan los demás?
Solo porque no necesito ser el mejor amigo de todos para hacer el
trabajo.
O de cualquiera, para el caso.
Su cara está tan cerca de la mía, sus ojos marrones brillan.
¿Realmente nos estamos metiendo en esto de nuevo? —pregunta,
sacudiendo la cabeza hacia mí—. Carter, mira esto desde mi lado. Nadie le
dijo a un hombre que necesita ser más amable en el trabajo para salir
adelante.
Abro la boca para responder, pero la cierro de golpe. Evie se mueve aún
más cerca, tan cerca que tiene que inclinar la cabeza para mirarme.
Podríamos estar abrazados. Me toma cada onza de moderación que tengo
para no mirar hacia abajo a su vestido.
Lo intenté siendo amable Carter —dice—, y aquí estoy, luchando por
mantener mi trabajo, un trabajo para el que estoy más calificada, si somos
honestos. Puede que seas el que le gusta a todo el mundo, pero yo soy la
que hace el trabajo. Así que mantente fuera de mi camino.
Sus palabras rebotan en la habitación, que de otro modo estaría en
silencio, y me quedo un poco atónito. La verdad de lo que dijo Steph sobre
ser una mujer en este negocio vuelve rápidamente, y el peso de la culpa se
asienta en lo profundo de mi estómago, lo cual es ridículo porque lo último
que Evie querría de mí es lástima.
Bien —digo.
Ella claramente no esperaba esto.
—¿Bien?
Asiento con la cabeza.
Sí. —Doy un par de pasos hacia atrás, así estoy apoyado contra una
pared. Necesito aire con ella tan cerca—. Eres buena en tu trabajo. Ambos
lo somos. Desde el principio estuvimos de acuerdo en que ese no era el
problema. Brad montó esta competencia de mierda, y nos metimos
directamente en ella. Poco sabía en el espectáculo de mierda sexista que se
convertiría y lo odio. Lo hago. —Me empujo de nuevo y me muevo hacia
ella—. Pero estás fingiendo que el jodido sistema de masculinidad tóxica es
la razón por la que eres una imbécil conmigo, cuando en realidad creo que
simplemente odias cómo han cambiado las cosas entre nosotros.
Cuando ella no responde, me inclino.
—Así que aquí está la cosa, Evie: si agachamos la cabeza, hacemos
nuestro trabajo y nos mantenemos fuera del camino de los demás, entonces
solo podemos ser colegas.
Me da un encogimiento de hombros agresivo.
¿Okey? Suena bien para mí.
Colegas. Eso es todo —digo, y sus hombros caen un poco cuando llega a
donde voy con esto. Mi corazón late tan fuerte que tengo que quitarme la
chaqueta del traje para no sentir que voy a hiperventilar. Evie me observa
quitármela y dejarla caer junto a nosotros, con los ojos embelesados
mientras vuelve a mirarme a la cara.
Caminar por el pasillo, charlas triviales, correos electrónicos de trabajo.
Sea lo que sea esto —digo, señalando entre nosotros—, desaparecería.
Puede que no te guste la explosión de purpurina en tu auto, pero al menos
sabes que estaba pensando en ti cuando lo hice. —Hago una pausa,
tragando—. Al menos ahora sabes que no puedo dejar de pensar en ti.
No puedo creer que acabo de decir esto. No puedo creer que no me haya
dado cuenta antes de ahora. ¿Somos realmente así de inmaduros?
Jesucristo, supongo que lo somos. Con esta admisión, se siente como si una
jaula apretada alrededor de mi pecho se hubiera abierto, y puedo dejar
escapar un gran suspiro.
Bueno —digo en voz baja—, ahí está mi admisión dramática del día.

Espero su victoriosa carcajada del Mal20, o incluso un silencio incómodo


y atónito. Así que me sorprendo cuando se acerca a mí y desliza su mano en
mi cabello, tirando de mí hacia su boca.
Estoy inmediatamente, completamente a bordo. Mete mi labio inferior en
su boca, succionando y mordiendo lo suficientemente fuerte como para
golpear con un mazo la pólvora de mi sangre. Mis caderas presionan contra
las suyas, y el sonido que hace en respuesta arroja combustible por todas
partes.
Estoy ardiendo.
—No tenemos tiempo para esto. —Lo dice en mis labios incluso
mientras se estira más, presionándose contra mí. Incluso cuando ella
alcanza mi mano, instándome a tocarla.
«No tenemos tiempo para esto».
Su mano es como una abrazadera alrededor de mi muñeca, arrastrándola
hacia abajo sobre su pecho, debajo de su vestido, subiendo por su pierna.
Contra mi boca, sus labios se sienten como una experiencia sagrada,
ansiosos de una manera que me dice que no soy el único que piensa en esto
todo el puto tiempo.
Mi mano encuentra el encaje de su ropa interior, deslizándose por debajo,
y su pequeño jadeo traduce sus pensamientos de inmediato: Tócame allí,
hazme venir, hazlo rápido.
Me río de la emoción, asombrado de lo fácil que es recordarla. La forma
de ella, la forma en que se mueve contra mi mano. Solo la segunda vez que
la he tocado, pero aquí estamos, volviéndonos a enfocar. Su mano se desliza
hacia abajo sobre la parte delantera de mis pantalones, que se han
convertido en su propio dispositivo de tortura, y se ríe en mi boca.
Lo siento —dice entre respiraciones superficiales.
No me importa mi puto traje. Ni siquiera me importa cuando su mano
pierde el foco y se desliza hacia arriba de mi cuerpo, tirando de mi cabeza
contra ella. Su cuello está caliente y zumbando bajo mis dientes. La mitad
de mí quiere morderla para que salga tambaleándose de esta habitación
como un telégrafo sexual gritando, pero la otra mitad quiere que deje la
habitación recompuesta, guardando este pequeño secreto perfecto después
de que ella se venga en mis dedos con sus manos cavando en mis hombros
y su boca abierta en ese silencioso y suave llanto.
Después, disminuyo mi toque pero no me alejo. Los ojos de Evie están
cerrados, su rostro inclinado hacia el techo. Con mi brazo libre alrededor de
ella, prácticamente la estoy sosteniendo, y esta poderosa fuerza en mis
brazos de alguna manera se siente tan frágil.
Pero me gusta eso de ella. Me gusta que cuando está alerta, cada pequeña
parte de ella da un golpe.
No teníamos tiempo para esto —susurra de nuevo.
Oh bien.
Levanta la cabeza, me mira con ojos desenfocados y sonríe.
Oh bien.
Evie hace ademán de retroceder y desenredo mi mano de su ropa interior,
dejándola ir. Mira los botones de su vestido, alisa las cosas, se pasa los
dedos por el pelo. De mala gana, me inclino, recogiendo mi chaqueta.
Gracias —dice ella, luego se muerde el labio.
Me río, y esto libera su sonrisa.
—De nada.
¿Qué diablos pasa ahora?
Abre la boca para hablar, pero un puño golpea la puerta y juro por Dios
que nuestros cuatro pies colectivos dejan el suelo con lo mucho que nos
asustó.
¡Carter!
Pongo una mano sobre mi pecho. Es solo Jonah, pero creo que acabo de
perder tres años de mi vida.
Me inclino, abriendo la puerta. La luz del pasillo se derrama en la
habitación oscura y lo miro con los ojos entrecerrados.
¿Qué?
Echa un pequeño y rápido vistazo de la escena que tiene delante.
Estamos obteniendo algunas tomas de pantalla verde antes de colocar las
piezas en su lugar. —Con una pequeña sonrisa, agrega—: Pensé que ustedes
dos querrían salir.
¿Está todo bien? —pregunto.
¿Crees que soy un maldito idiota?
Lo miro sin palabras.
Jonah pone los ojos en blanco y luego mira más allá de mí a Evie.

Tú debes ser la mujer enloquecedora.21


Tú debes ser el hermano idiota.
Él sonríe, encantado.
El amor de Carter se parece mucho al odio, ¿no?
Evie da rienda suelta a su asombrosa carcajada y me acerco y lo golpeo.
—¿Cómo supiste que estábamos aquí?
Jonah se da la vuelta riendo y regresa por el pasillo. Dice por encima del
hombro:
Ahí es a donde todos van en este estudio a follar.
Capítulo 19
Traducido por Haze
Corregido por Nea
Editado por Banana_mou
Evie
Las reuniones de los lunes por la mañana van a ser un problema.
Carter está sentado frente a mí, inclinado frente a frente con Aimee sobre
una hoja de cálculo. Recién ahora me estoy tomando el tiempo para notar
que su cabello se ha vuelto un poco despeinado en el frente, pero lo ha
mantenido corto a los lados y… bueno, lo estoy disfrutando bastante. Hoy
lleva una camisa azul claro, y no sé si es intencional, pero los dos botones
están desabrochados, mostrando un buen indicio de sus pectorales.
Desafortunadamente, ahora no puedo culparlo por el Desastre de la Blusa
de Evie de Finales de Octubre, porque no hay manera de que le diga que
puedo ver el pecho debajo de la clavícula por temor a que lo quite de mi
vista. Sus mangas están arremangadas, dejando al descubierto sus
antebrazos, y está haciendo ese fascinante truco en el que voltea un
bolígrafo sobre el dorso de su mano.
De ida y vuelta.
De ida y vuelta.
Me hizo correrme con esos dedos.
De ida y vuelta. Mi pecho se retuerce un poco cuando me doy cuenta de
lo mucho que me estoy desmayando y lo lejos que me llevará. Porque
¿quién sabe qué está pasando entre nosotros? Seguro que no hemos hablado
de lo que pasó el viernes.
Después de que Jonah nos encontró, dejamos la sala de mezclas en
silencio. Caminamos por el pasillo y descubrimos que nuestra presencia era
completamente inútil de todos modos: Jonah y el equipo tenían el rodaje
bajo control y terminamos justo a tiempo.
Después de solo una breve mirada compartida de desconcierto, Carter fue
a su auto, yo fui al mío y nos fuimos por separado. Él no llamó, yo no llamé
y no volvimos a hacer contacto visual. Pero, afortunadamente, tampoco nos
hemos vuelto a fundir en un pequeño sabotaje.
Oh, no.
Me estoy ablandando hacia él otra vez, lo que solo puede significar una
cosa: mis defensas están bajas. Probablemente sería prudente que hiciera
una lista de todas las formas en que me ofende a nivel personal y
profesional.
 
1. Es demasiado sexy para el lugar de trabajo y él lo sabe.
2. Claramente no puede abotonarse la camisa. Eliminado por hipócrita.
3. Él
Levanto la vista y miro fijamente los dedos que mueven el bolígrafo de
un lado a otro de su mano.
Voy a compilar el resto de la lista más tarde.
También estoy, y detesto decirlo porque desprecio el cliché de dos chicas
enfrentadas por el chico, un poco molesta con Kylie. Está sentada al final de
la mesa cerca de la posición de Brad, esperando como todos nosotros a que
aparezca el jefe, pero ni siquiera está tratando de ser sutil acerca de mirar a
Carter. Puede que tenga o no una aventura con Brad, pero definitivamente
quiere acostarse con Carter. No estoy de acuerdo con este plan, porque justo
antes de prenderle fuego a sus pantalones ajustados, me gustaría tener sexo
con él.
Tal vez eso lo sacaría de mi sistema.
—¿Cómo fue el rodaje de Vanity Fair? —pregunta Brad, entrando en la
habitación, y tanto Carter como yo saltamos.
—¡Estupendo! —exclamamos al unísono.
Brad nos mira con los ojos entrecerrados y Carter sonríe.
—Se llevó a cabo sin ningún contratiempo. —Asiento con la cabeza—.
Sin golpes.
—O peleas —agrega Carter, y reprime una sonrisa.
Miro la mesa, tratando de ahogar mi risa. La emoción vertiginosa de que
Carter reconozca lo que hicimos el viernes hace que quiera saltar sobre la
mesa y comenzar a canalizar a Missy Elliott.
Por el rabillo del ojo, veo a Brad sentarse.
—¿Sí?
—Recibieron todas las vacunas que necesitaban —dice Carter—. Todos
se fueron felices.
—En general, quedé muy satisfecha —añado.
Carter tose y la habitación cae en un pesado silencio.
La mirada de acero de Brad se estrecha y mira de un lado a otro entre
Carter y yo, que, deliberadamente, no nos miramos el uno al otro.
—¿Qué me estoy perdiendo?
—Nada —decimos al unísono de nuevo.
—No quiero saber más —dice Brad, volviéndose hacia Ashton.
Todos se mueven torpemente en sus asientos, mirándose en silencio.
¿Qué sabes de esto? comunicación. A nadie le importa la sesión de fotos;
hay drama todo el tiempo en esas cosas, pero rara vez es entre los agentes.
Ahora son cerdos olfateando trufas. Nuestros compañeros o se mueren de
curiosidad o están convencidos de que saben algo, pero nadie está ajeno. No
en este negocio.
Miro a Kylie y capto su malhumorado puchero dirigido a Carter. Él
parece captarlo al mismo tiempo, haciendo una pequeña toma dos veces
antes de ocuparse de algo en su teléfono.
Pero no echo de menos la forma en que me mira, con los ojos brillantes.
—Ashton —dice Brad—, ¿has tenido noticias de Joe Tierney en
Paramount?
—Se mudó a DreamWorks la semana pasada —digo distraídamente,
apartando mi atención de Carter.
Todos se quedan en silencio.
Es una regla tácita que cualquier corrección del jefe se hace de manera
más sutil que eso. Brad es el mejor perro aquí. Brad es el primero en saberlo
todo. Esa es la regla, ¿me olvidé de eso?
—No. No lo creo —dice Brad, bajándose las gafas para poder mirarme
por encima de la montura—. Está allí hasta marzo.
Me estremezco, sacudiendo la cabeza, diciéndome interiormente que me
calle. Lo último que necesito darle a Brad es otra razón para que no le
guste.
—Se fue temprano. Se escapó de su contrato. —Trato de aclarar esto con
una pequeña sonrisa, pero Brad solo me mira fijamente durante varios
segundos en silencio.
—Escapar de un contrato. Qué idea tan interesante. —La habitación está
tan silenciosa como una tumba—. Gracias por la aclaración —dice,
parpadeando lentamente hacia sus notas y escribiendo.
Mi buen humor se desvanece. ¿Qué acabo de hacer?
 

***
A pesar del flirteo de la reunión del lunes, durante el resto de la semana,
Carter y yo realmente bajamos la cabeza y nos partimos el culo. Es el final
del año, cuando todos estamos luchando para cerrar los últimos contratos
antes de que Hollywood esencialmente cierre durante un mes alrededor de
Navidad. Parece que cada vez que estoy en la oficina, Carter está fuera del
sitio. Ni siquiera nos cruzamos en los pasillos o en el estacionamiento.
Para ser honesta, es mejor así. Tener esa conexión aleatoria de liberación
de tensión el viernes en realidad no cambia nada, como me recordó tan
acertadamente Brad el lunes. Mirando hacia atrás, me perdí el comienzo de
la filmación mientras Carter me complacía, y perdí algo de mi tracción
profesional al ser una bromista con él frente a todo el departamento de
Edición. Sin mencionar este pequeño juego que hemos estado jugando.
Gracias a Dios ambos sacamos la cabeza del culo antes de que alguien
perdiera un cliente, o algo peor.
Nunca he puesto a un chico antes de mi carrera, aunque el impacto de esa
decisión a veces me hace pensar: si siempre pones la carrera primero, solo
tendrás tu carrera para poner primero. Desafortunadamente, en este caso,
realmente es una elección del trabajo o del tipo.
Para el viernes por la tarde, todo el mundo está en la fase ascendente de
la hora del cóctel. Cada noviembre, Brad organiza una fiesta de iluminación
de árboles en su casa; la fiesta de este año es esta noche, lo que le da un
toque extra a la bebida en la oficina. El ambiente fuera de mi puerta es
alegre, si aún no está en auge. Puedo sentir el vértigo de todos, el alivio de
poder soltarse el pelo proverbial. Desafortunadamente, tengo alrededor de
siete llamadas para devolver y tres contratos para estudiar minuciosamente
antes de que pueda terminar el día y unirme a la fiesta previa.
Con la puerta cerrada, toco la barra espaciadora para activar mi
computadora y trato de no gemir en voz alta por los setenta y cinco nuevos
correos electrónicos desde la última vez que revisé, hace solo una hora.
Un golpe silencioso aterriza en mi puerta, y Carter asoma la cabeza.
Mi corazón se acelera, y un fuerte dolor se acumula debajo de mis
costillas, y tal vez también entre mis piernas. Lo extrañé esta semana más
de lo que quería admitir.
—Estamos todos aquí, colgados... —dice, inclinando un poco la cabeza
hacia atrás y luego dándome una sonrisa tentativa.
Preferiría que se sentara y simplemente... pasara el rato conmigo.
—Adelante —le digo, y él entra, empujando mi puerta y casi cerrándola
detrás de él.
Mira alrededor de mi oficina durante unos segundos en silencio.
—¿Cómo estás?
—Bien. —Siento que probablemente puede ver mi corazón golpeándome
desde adentro—. ¿Cómo estás?
Carter asiente.
—Estoy bien. ¿Vas a salir y unirte a nosotros?
—Estuve fuera con un cliente la mayor parte de la tarde y tengo algunas
cosas que debo hacer antes de que pueda terminar el día.
—¿Quieres que te traiga una cerveza?
Como para recordarme a lo que me enfrentaría allá afuera, la voz de Brad
resuena por el pasillo, haciéndome hacer una mueca. Lo último que quiero
hacer es estar con el Sr. Equipo Token cuando ya estoy estresada y
enterrada bajo una lista de tareas pendientes del tamaño de California.
—Estoy bien —digo—, pero gracias.
Carter suspira, mirando hacia la puerta.
—Está bien. —Su mandíbula está apretada, e incluso su perfil frustrado
se ve increíble.
Espera. ¿Por qué está frustrado?
—¿Estás bien? —repito, imitando su tono—. ¿Qué ocurre?
Me mira y su expresión se suaviza un poco.
—Todos los demás están afuera. Y estás aquí.
—Estoy trabajando —digo suavemente. Es sorprendente lo mucho que
me quiere ahí, pero parece más irritado que dulce al respecto—. Estoy
abrumada.
Esto parece frustrarlo aún más.
—Estamos todos abrumados. Pero tal vez si te unieras a estas cosas, no te
sentirías como una extraña. Estoy tratando de ayudarte, Evie. Jesús.
Trato de concentrarme en mi monitor y siento una desolación aplastante
en mi pecho cuando lo escucho salir de mi oficina y volver a la juerga.
Estoy tentada a seguirlo, involucrarme con ira honesta por una vez, pero
mi propia voz en mi cabeza me ahoga de inmediato, diciéndome que me
mantenga firme en ese deseo de ser yo misma en este negocio. Tan pronto
como ceda una pulgada, perderé una milla.
***
El camino de entrada de Brad tiene un cuarto de milla de largo y está
bordeado de pequeñas luces brillantes. He estado aquí antes. Un año, su
esposa, una ejecutiva de Warner Bros… organizó una fiesta de clausura de
una película protagonizada por uno de mis clientes. Esa noche, en medio
del champán, los canapés y la música en vivo, vi a Brad escabullirse con la
novia de mi actor.
Brad me llamó la atención mientras subían las escaleras justo al lado del
baño de invitados de la planta baja y supe que estaba arrestada. Supongo
que es uno de los cien pedazos de suciedad que tengo sobre él, aunque
nunca le dije nada a nadie.
Regla uno: no invierta ni se involucre en la vida privada de los actores o
jefes.
Los neumáticos de mi Prius crujen sobre la grava y me detengo delante,
entrego las llaves al valet y le doy las gracias con una sonrisa.
Los recuerdos de fiestas y traiciones y la simple locura de las relaciones
personales en esta ciudad se filtran en mis pensamientos mientras camino
hacia las puertas principales, haciendo que la situación con Carter parezca
de alguna manera tan insignificante. Tuvimos el equivalente en el lugar de
trabajo de un par de peleas de almohadas y luego escondimos nuestros
costados malcriados y nos besamos en un armario. Incluso cuando hago
drama, lo hago tan dócilmente.
Creo que lo que más me preocupa es que no hay señales de resolución en
ninguna parte. Ambos estamos en ascuas, con el reloj corriendo hasta el
final de nuestros contratos. Y aunque sé que estaría devastada si perdiera
este puesto, tampoco es que estaría particularmente feliz si Carter perdiera.
Puede que quiera verlo sufrir, pero no quiero que se sienta miserable.
«Porque te gusta», mi cerebro bromea en un susurro burlón. «Realmente,
realmente me gusta él».
Mi cerebro es un idiota.
La esposa de Brad, Maxine, me saluda justo en el vestíbulo, toma mi
abrigo y me dice dónde encontrar el alcohol y, decididamente, con menos
énfasis, la comida. Nunca trato de cronometrar meticulosamente mi llegada
a estos eventos, pero al mirar a mi alrededor me doy cuenta de que soy uno
de los últimos en aparecer.
Buscando mis líneas de vida, inmediatamente busco a Amelia, quien a
veces asiste a estas reuniones. Solo hay unas cincuenta personas aquí, pero
el murmullo de la conversación hace que suene mucho más grande. Como
de costumbre, Maxine ha hecho arreglos para música en vivo, aperitivos y
copas de champán en bandejas distribuidas por los camareros. La sala de
estar principal es amplia y da a un patio trasero con vista a las colinas de
Hollywood. Tres juegos de puertas francesas se abren de par en par a la
noche, pero los calentadores se colocan afuera, manteniendo a raya el frío
leve.
Es hermoso, realmente lo es, y en momentos como este me abruma la
suerte que tengo de poder sumergirme dentro y fuera de los aspectos lujosos
de este mundo. Es un mundo de privilegios y excesos, y cada vez que
registro lo fácil que lo tenemos todos, me doy cuenta de lo mezquina que
soy para quejarme de unas pocas personalidades idiotas. En general, las
personas en esta sala son buenas. Este es un negocio despiadado, pero
pocos de nosotros somos tan terribles como nuestras acciones nos harían
creer. La inseguridad y la competencia nos convierten a todos en monstruos.
Yo debería saberlo.
No localizo a Amelia, pero veo a Carter con Brad al otro lado de la
habitación, cerca de las puertas abiertas. Sabiendo que creció en Nueva
York, me pregunto cómo será para él aquí, en noviembre, donde temblamos
cuando la temperatura desciende por debajo de los sesenta y cinco y usamos
abrigos de piel para cenar. También me pregunto cómo es estar celebrando
con un equipo casi completamente nuevo este año. La reorganización ha
sido lenta, pero la primera transición fue hábil, y la mayoría de los recortes
fueron del lado de la mesa de CTM.
Se ha puesto una camisa de vestir azul zafiro enrollada hasta los codos y
deja al descubierto esos antebrazos que alternativamente quiero lamer y
amputar.
Odio pensar que hay alguna conexión predestinada allí, pero no puedo
negar que cuando levanta la vista y me ve caminando hacia él, se me
revuelve un poco el estómago.
Su expresión delata su felicidad de verme, y luego inmediatamente se
pellizca y vuelve a la conversación con Brad. Ni siquiera se me había
ocurrido venir e interrumpir el tiempo de Carter con el jefe... porque no iba
a ir allí por Brad. Iba por Carter. Por supuesto, no tiene forma de saberlo.
Pero la vacilación en su rostro me hace dudar, tomando un desvío hacia
la bandeja de vino que se dirige en mi dirección. Deslizo un vaso, saludo a
algunos colegas y me quedo admirando el imponente árbol de Navidad en
el otro extremo de la habitación.
Cada adorno es de oro, pero hay bolas enormes y bolas diminutas;
caballos, trineos y copos de nieve. El árbol parece brillar bajo la cálida luz
de la habitación.
Todavía puedo escuchar la voz de Brad, que es baja, pero suena de una
manera extraña y retumbante.
—Entonces, ¿crees que estás preparado para eso?
—¿Las Vegas y el golf? —dice Carter—. Estoy dispuesto a hacerlo
cualquier día de la semana.
—Buen hombre. Contigo a bordo, creo que tenemos a todo el equipo.
¿Un viaje de golf de chicos a Las Vegas?
Pongo los ojos en blanco y me giro para hacer mi camino hacia allí. Las
cosas están lo suficientemente tensas como están, y sé que debo andar con
cuidado, pero no puedo dejar que esto pase.
—¡Hola, chicos! —digo.
—¡Evie! —canta Brad, inclinándose para besarme en la mejilla de una
manera que nunca se atrevería a hacer en la oficina.
Carter no besa mi mejilla pero sí me da una media sonrisa.
—Hey, Evie.
Le sonrío y luego me giro hacia Brad.
—Solo te escuchaba. ¿Un viaje del departamento a Las Vegas? ¡Genial!
Mi cara de juego siempre está encendida. Desearía que no fuera el caso,
pero nunca, nunca puedo bajar la guardia. Por supuesto, Brad no me ha
mencionado Las Vegas, y apostaría una gran parte de mi salario a que no se
lo ha mencionado a Rose ni a Aimee, ni a ninguna de las otras agentes. Las
únicas vaginas que quiere en su viaje son las que están a dos pulgadas de
sus caras en los clubes de striptease.
—Correcto —dice Brad, desinflándose un poco, pero escondiéndolo
bastante bien. También es bueno en el juego, después de todo—. ¿Vienes?
—¿Cuándo es, de nuevo? —Le sonrío, dejándolo guardar las apariencias
y actuar como si me lo hubiera mencionado.
—Primera semana de marzo.
Se mueve sobre sus pies. Sin duda asumió que las agentes femeninas,
que no fueron invitadas, ni están interesadas en ello, estarían bien sin una
invitación. ¿Un bono adicional? Estaríamos aquí para apagar cualquier
incendio de emergencia de fin de semana. Aquellos a los que nos dejan, de
cualquier manera... y estoy lista para la renovación en febrero.
Carter es marzo. Interesante.
—Debería funcionar para mí. —Le sonrío a Carter, cuya expresión me
dice que está sumando dos y dos sobre las no invitaciones para las damas.
Quiero abrazarlo por trabajar para estar más al tanto de la mierda sexista
de Brad, pero también darle una palmadita en la cabeza condescendiente y
cantar. «Por supuesto que Brad no invitó a ninguna de sus “chicas”,
caniche»22.
—¡Estupendo! —dice Brad, y le hace señas a un mesero que pasa para
que le traiga un whisky escocés, solo—. ¿Sabes?, quise preguntarte el otro
día, pero tengo un amigo que hace un podcast local. «Sí, aquí hoy».
¿Alguna vez has oído hablar de eso?
Niego con la cabeza.
—No puedo decir que lo he hecho.
—Bueno, está haciendo una serie sobre obstáculos en su carrera y le
mencioné que podrías ser una gran invitada.
Carter aparentemente se estremece. La vergüenza cruza mi piel y espero
poder evitar que la sangre inunde mi rostro solo por pura voluntad.
Fuerzo una sonrisa tensa.
—Estoy intrigada.
—Genial, genial —dice, alcanzando el juego de bebidas frente a él—.
Los conectaré a ustedes dos. Te derriban, pero siempre te las arreglas para
volver a levantarte. Eso es lo que me gusta, el deporte. Me alegro de hablar
contigo, Carter.
Y con eso, nos da palmaditas en el hombro a cada uno y pasa a la
siguiente conversación.
La expresión de Carter brilla con irritación. Está haciendo eso que me
vuelve loca, estudiar en silencio, con esos ojos verdes honestos… y se
siente tan peligroso estar aquí con él, en este entorno, que de alguna manera
es tanto laboral como social, y un poco de nosotros contra ellos.
No puedo resistirme a él cuando está así. Se ve hermoso. Sus labios están
ligeramente húmedos por la cerveza, sus ojos se relajan en ese brillo de
conocimiento, como si pudiera leer cada pensamiento que tengo y encontrar
cada uno divertido.
Ojalá pudiera ser más como él, y me doy cuenta con un golpe en el
estómago de que eso es mucho para mí. Siempre he sido buena en mi
trabajo, pero Carter tiene una facilidad que nunca podré emular. Él está
simplemente... cómodo en su cuerpo, en su mente. Tengo que trabajar muy
duro para cada cliente, cada trato, cada segundo manteniendo mi nivel de
cabeza. Es satisfactorio que pueda volverlo loco a veces, pero dura poco.
Quieto... Parece que yo también llego a él, de una manera que no he visto
a nadie más hacer.
Muerdo mi labio entre mis dientes, pensando en la posibilidad de que tal
vez Carter también esté un poco obsesionado conmigo.
—Parece que estás pasando por muchas cosas en este momento —dice.
—¿Cómo qué?
Se encoge de hombros y se acerca un poco más.
—Como en si deberías besarme o golpearme.
La pura honestidad de esto hace que mi pecho se apriete tanto que tengo
un momento de dificultad para respirar.
—Es una lucha diaria.
Esto parece deleitarlo.
—¿En serio? estaba bromeando. Dejando a un lado el viernes, supuse
que estabas mayormente preparada para los golpes.
—Está muy favorecido.
—Si te hace sentir mejor, lucho de manera similar. —Hace una pausa,
tomando un sorbo de su cerveza—. Ah, por lo general se favorecen los
besos.
Trago, tratando de contener mi reacción externa a esto. Mis hombros se
elevan en este pequeño chillido externo y levanto mi bebida a mis labios
para enmascararlo como un escalofrío por el frío.
—¿Deberíamos hablar de eso? —pregunta en voz baja.
Estoy abriendo la boca para decirle que sí, absolutamente, pero no aquí
cuando un brazo flexible me rodea. Me sobresalto, y Rose aparece a mi
lado, trayendo consigo un fuerte olor a tequila.
—¡Evie!
—Hola, Rose. —Sonrío mientras ella presiona un beso húmedo en mi
mejilla.
Aimee aparece detrás de ella y tengo la clara impresión de que ha estado
vigilando el consumo de alcohol de Rose.
—Hola, chicos —dice ella.
Rose se inclina más cerca.
—Eres increeeíble. —La palabra se alarga en varias sílabas y resalta el
olor a lima justo en el borde del tequila.
Me río de esto, trabajando para salir suavemente de su abrazo.
—Aww gracias.
—No, lo digo en serio. Eres mi niña heroína.
Miro el rostro de Carter y me trago una carcajada ante la diversión
sorprendida allí. Por una vez, no parece molesto de escuchar a alguien
halagarme.
—¿Solo tu niña heroína? —pregunta Carter, riendo.
—Mi héroe hé-roe...
—Rose ha tenido una muy buena fiesta —dice Aimee con una sonrisa y
un asentimiento—. ¿Rose, cariño? ¿Ya estás lista para irte? Puedo dejarte en
mi camino.
Rose la saluda con la mano y mira a Carter, dándole una larga y muy
borracha mirada.
—Hola, Carter.
Se ríe, las mejillas un poco rosadas.
—Hola, Rose.
Desliza una mano en su bolsillo y me mira a la cara. Algo dentro de mí
se tensa, una cuerda se ata alrededor de mi abdomen, por la forma en que su
atención hacia mí es una declaración tranquila sobre dónde están sus
pensamientos... y por quién está aquí.
Quedo atrapada en esa mirada, atrapada por ella.
—Evie —me susurra Rose al oído, y me estremezco por la condensación
húmeda de su aliento en mi cuello—. ¿Hay alguna posibilidad de que
seamos hermanas esquimales en este caso?
Esta pregunta viene como un cubo de hielo derramado sobre mi cabeza, y
me alejo, completamente fuera de su brazo ahora, sacudiendo la cabeza.
—No estoy segura de que eso tenga algo que ver conmigo.
Miro a Carter pero no sé si me ha oído. Quiero quitarle la bebida a Rose,
llevarla a un sofá donde pueda sentarse y tomar un poco de aire, tal vez
estar sobria.
Al girar, choco directamente con el pecho de Brad.
—Veo que Rose tiene su quinta margarita —dice con una risa entre la
reprimenda y el orgullo.
—Cuarto —dice Rose, y luego agrega—, pero estos son fuertes.
Sin preámbulos, Brad levanta la barbilla hacia ella y le pregunta:
—¿Vas a acelerar el ritmo este trimestre, Rosie?
Siento que me arde la cara ante la condescendencia de Rosie y la
pregunta sobre el rendimiento laboral lanzada tan bruscamente al pequeño
círculo de nosotros que estamos aquí.
Rose también se sonroja y dice:
—Oh, sí, Q3 fue un caso atípico para mí. —Mira hacia otro lado,
mirando hacia las puertas traseras, y toma un sorbo de su bebida mientras
todos nos ahogamos en un silencio incómodo.
—Bueno, no tanto como un caso atípico —dice Brad, llevándola de
vuelta al tema—. El resto del equipo está aplastando tratos de izquierda a
derecha. Ashton firmó tres contratos este mes. Carter le consiguió a Jett
Payne un lugar recurrente en un programa de Netflix y un papel
protagónico en una película de Ridley Scott. Evie aquí tiene a Sarah Hill en
la locura adolescente más grande de este año. Creo que tendrás que
averiguar dónde encajas en el rompecabezas.
—Sí lo hago —dice Rose, y nunca había querido escapar de una
conversación más que esta—. A veces miro a alguien como Evie y me
pregunto si estoy hecha para esto. Quiero decir, me encanta, ¿de acuerdo?
Pero...
Carter y yo nos miramos a los ojos y rápidamente apartamos la mirada.
Esto es doloroso para los dos. Quiero decirle a Rose que pare. Quiero
decirle que ha ido demasiado lejos, esta es una conversación a puertas
cerradas, conmigo o con alguien más comprensivo, no aquí. Los siete días
de la semana, incluso los días festivos, Brad quiere ganar. Él no se va a
preocupar por las apariencias y va a decir algo para tranquilizarla. Es un
depredador, y si le muestras un rastro de sangre te perseguirá hasta
devorarte las entrañas.
Gráfico pero cierto.
—Solo depende —dice Brad con un silencio amenazador—, si te sientes
más cómoda siendo una fracasada o una desertora.
Bebo mi vino, sabiendo que me arrepentiré de haberlo bebido tan rápido,
pero también soy incapaz de detenerme porque necesito hacer algo más que
quedarme aquí, escuchando a Brad darle a esta pobre y buena persona su
crítica negativa de fin de año en el medio de una fiesta
Tomando otro vaso de una bandeja que pasa, me giro y camino hacia el
árbol de Navidad, con la intención de admirarlo y alejarme del eco de esa
conversación.
Pero puedo sentir a Carter pisándome los talones, y él se detiene justo
detrás de mí, permaneciendo en silencio mientras cada uno respira un poco.
—Wow —dice en voz baja, y yo asiento.
Pasan unos segundos más antes de que susurre:
—¿Evie?
—¿Sí?
—¿Qué son las hermanas esquimales?
El horror anticipado en su rostro cuando me vuelvo es como un martillo
contra un panel de vidrio por la tensión en mi pecho, y me echo a reír.
—Dos mujeres que se han acostado con el mismo hombre.
Si es posible, el horror se intensifica.
—Y este hombre sería... ¿yo?
—Supongo que sí, pero sé que no me convertí en una hermana.
Su rostro se endereza.
—Solo por las circunstancias.
—Supongo que cuando dos personas no duermen juntas, de una forma u
otra es por las circunstancias.
—Correcto —dice, tranquilo de nuevo ahora, con la sonrisa y los ojos y
las clavículas—. Pero esas circunstancias son completamente diferentes de
las que rodean el por qué no me acosté con Rose.
Miro hacia atrás, donde Rose todavía está en una conversación tensa con
Brad, habiendo sido abandonada por el resto de nosotros. Quiero bromear
un poco más, mantener las cosas ligeras aquí con Carter, pero es casi
imposible cuando el peso del trabajo parece seguirnos a todas partes. Nunca
me han dejado ir. Ni siquiera estoy segura de cómo lidiar con eso.
—¿Estás bien?
Asiento, entumecida.
—A veces simplemente no puedo creer que hago esto para ganarme la
vida.
Sus cejas se juntan.
—¿No te encanta?
El instinto me hace andar con cuidado. ¿Por qué la única persona en la
que más quiero depositar mi confianza es la que podría usarla en mi contra
tan fácilmente?
—Me encanta. Me encanta hacer que estas cosas sucedan y conectar a las
personas. Me encantan los clientes y el arte que hacen. Es la política lo que
odio. El equipo detrás de la cortina está empezando a sentirse... terrible. No
quiero convertirme en eso.
Su mano es cálida cuando sube y ahueca mi hombro. El toque se siente
como la cosa más íntima que podría hacer en este momento, más allá de
incluso besarme, porque me hace recordar. Recuerdo su boca allí. Recuerdo
que a Carter le gustan mis hombros. Recuerdo cómo sus ojos parecieron
encenderse cuando los vio desnudos, con el vestido, esa primera cita, y
nuevamente el viernes.
No se siente como un toque inocente, se siente como un mensaje.
—Tú no eres así, Evie.
Pero cuando miro su cara, sonríe un poco, y lleva una sombra de
arrepentimiento.
Sé que estamos pensando lo mismo: «pero he sido así contigo».
Capítulo 20
Traducido por Haze
Corregido por Nea
Editado por Banana_mou
 
Carter
Días laborales de dieciocho horas, sin vida social, y estoy abordando el
avión a Nueva York preguntándome si el hecho de que sea el 21 de
diciembre y las únicas fiestas navideñas en Los Ángeles a las que logré
asistir estén relacionadas con el trabajo me convierte en un hombre de
carrera increíble o un terrible tipo soltero.
Michael Christopher y Steph fueron los anfitriones de una, esta vez sin
disfraces, lamentablemente, pero entró en conflicto con la fiesta de
Paramount. Jonah me invitó a su nuevo apartamento en West Hollywood,
pero la única noche que estuve libre coincidió con su reunión con un
abogado especializado en bancarrotas. Terminamos intercambiando
pequeños obsequios durante el almuerzo en un camión de comida afuera de
mi edificio.
Apenas he visto a Evie, pero parece que hemos llegado a una especie de
alto el fuego. ¿Supongo que los trabajos manuales fomentan la buena
voluntad? O tal vez fue porque le dije que tenía una semilla de amapola
entre los dientes antes de una reunión del lunes, y ella me dio una mirada
agradecida de que ya no eres Satanás. Cualquiera que sea la razón, las cosas
se han suavizado entre nosotros, y estoy tan malditamente agradecido por
eso que casi quiero llorar. Nunca en mi vida había estado tan ocupado en un
trabajo, tan desesperado por probarme a mí mismo y hacerme
indispensable. Pero ver su rostro cuando pasamos por el pasillo o escuchar
su voz desde su oficina ha hecho que las últimas tres semanas sean más
llevaderas.
No tiene sentido, me doy cuenta de eso. La suya debería ser la voz que
me recuerde que el tiempo corre, que el aviso de depósito directo que
encuentro en mi bandeja de entrada cada dos semanas no es algo seguro. Y,
aun así, la suya es la presencia que se siente más arraigada, la más cuerda.
Es aterrador darme cuenta de que no importa cómo resulte esto,
probablemente no la tendré como colega por mucho más tiempo. Así que
entro en modo avestruz y simplemente no pienso en eso.

***
Navidad es en dos días y estoy de compras con la familia. El centro
comercial está repleto, pero existe este tipo de caos compartido de última
hora que pone a la gente de buen humor a pesar de la cantidad de cuerpos
que obstruyen las tiendas.
Doris y Dolores son mis dos tías favoritas. Son las hermanas de mi papá,
gemelas, por supuesto, y aunque pueden parecer idénticas, no podrían ser
más diferentes. Desde que tengo memoria, si Doris tenía calor, Dolores
tenía frío. Si Doris quería hamburguesas para cenar, Dolores quería
pescado. Si una quería ver una comedia, la otra estaba absolutamente de
humor para la ciencia ficción.
—¿Por qué tan callado, Scooter? —dice Doris, aparentemente todavía
negándose a creer que estoy cerca de los treinta. Me mira a través del
perchero por de unas gafas tan gruesas que sus ojos azules se amplían hasta
tres veces su tamaño real—. ¿Qué estás pensando?
Dolores hurga en una mesa repleta de polos de colores brillantes y mira a
su hermana.
—Él es un niño. No está pensando en nada.
Deslizo mis ojos hacia ella.
—Tranquila, Dolores.
La música navideña suena en un bucle en lo alto y Doris me mira con los
ojos entrecerrados.
—Míralo. Se está filtrando.
Mi mamá pone una mano gentil en mi hombro.
—¿Estás estresado por el trabajo, cariño?
Hasta donde ella sabe, el trabajo está bien. No le he dicho que en los
últimos dos meses su hijo mayor comenzó a broncear a las mujeres sin su
consentimiento y comerciar con purpurina y salsa picante de contrabando.
No le he contado sobre mi jefe y cómo es trabajar para un Ron Burgundy de
la vida real. Ciertamente no le he dicho que hay una pequeña posibilidad de
que me transfieran aquí, porque el sabotaje que he visto de parte de Evie
palidecería en comparación con lo que mamá haría para que la transferencia
sucediera. Y no he mencionado que la chica que conocí en la fiesta hace
tantos meses se está convirtiendo en mi persona favorita en el mundo y me
siento ligeramente enamorado.
—Solo me preguntaba —digo, señalando la pila de camisas que Dolores
está volteando—, ¿qué clase de monstruo hurga en la ropa durante las
compras navideñas y saca todas las camisas de la pila, desdoblándolas?
Dolores me mira mal.
—¿No sabes cuánto tiempo lleva doblar todo eso, Doble D? —Empecé a
llamar así a mis tías mucho antes de saber, o apreciar, lo que significaba.
Siempre lo han encontrado divertido, pero después de más de veinte años de
escucharlo, mi madre ya no encuentra el humor en Double D: The Twins23.
Ella les da a mis tías una mirada de reproche por animarme riéndose.
Acomodo las bolsas en mis manos y la sigo mientras se mueve a otra mesa.
—Cariño —dice ella—. Dime lo que te molesta. ¿Estás en algún tipo de
problema? Sabes, vi este episodio de La Ley y el Orden donde hablaba
sobre la parte más vulnerable de Hollywood. —Baja la voz en la última
parte, las campanitas de sus aretes tintinean mientras clasifica las camisas
—. De todos modos, lo expusieron todo. Sobre las prostitutas y las
pandillas, los traficantes de drogas. —Ella me mira con los ojos muy
abiertos—. No estás cerca de eso, ¿verdad?
—No mamá. Creo que la parte más vulnerable está al otro lado de Los
Ángeles. El lado en el que está Jonah. —Esta vez la mirada de reproche es
toda mía—. Mamá, estoy bien. Estaba pensando en él, en realidad. Me
pregunto si estará solo en Navidad.
Soy un excelente manipulador, y si hay algo que aprendí al crecer en esta
familia, es que la forma de cambiar el rumbo de cualquier conversación es
dirigirla directamente hacia Jonah.
Mamá frunce el ceño y, aunque estoy seguro de que sabe exactamente lo
que estoy haciendo, gana su deseo de defender a su hijo que no puede
equivocarse.
—Sabes lo ocupado que está —me dice, pero también hacia Dolores y
Doris, que se han detenido a escuchar—. Dijo que estaría bien. Tiene
amigos, estoy segura de que tiene un trabajo importante en el que está
envuelto, ya que son las vacaciones y todo eso.
Asiento, permaneciendo en silencio sobre el tema del horario de Jonah.
El viejo Carter habría derramado todos los detalles sobre la caída en
desgracia de mi hermano, sus problemas de dinero, sus aventuras actuales
en la bancarrota, porque al menos por unos minutos, eso significaría que yo
soy el bueno. Pero esta extraña sensación en mi pecho se siente algo así
como protección.
Hacia Jonah. Pienso... ¿Podría estar empezando a gustarme?
—Él tiene mucho en su plato —le digo.
Mi mamá deja una camisa particularmente horrible y me mira con los
ojos entrecerrados.
—Este suele ser el punto en el que lo llamas algo colorido y me dices
cuántos días han pasado desde la última vez que visitó.
—Tal vez estoy siendo un adulto.
—Tal vez estás lleno de eso —responde ella. Y ahí está, ahí está esa
pequeña chispa que amo. A veces me pregunto cuánto sabe mamá sobre los
detalles de la vida de Jonah. Obviamente hablan porque él le contó sobre
Evie, pero rara vez viene a casa, y es poco probable que metan a mis padres
en un tubo de muerte metálico pilotado por alcohólicos –sus palabras–.
Tengo veintiocho años y me mudé de la casa de mis padres cuando tenía
diecinueve, pero todavía extraño a veces a mi mamá, a mi papá, al resto de
mi loca familia. Realmente no estoy seguro de cómo lo hace Jonah. Por otra
parte, tal vez sea exactamente así. Si volviera a casa, probablemente se
daría cuenta del desastre en el que está ahora mismo. Tal vez prefiera ser el
Jonah perfecto que todos recuerdan que el que realmente es.
—LA es simplemente... mucho —digo finalmente, sin convicción.
Debe comunicar a lo que me refiero, porque mamá asiente, vuelve a
doblar la terrible camisa.
—Solo asegúrate de no convertirte en mucho también.
Me siento en el asiento trasero al lado de Doris en nuestro camino de
regreso a la casa. Diez minutos después de conducir, ella está dormida, lo
que no es la mejor conversación, pero me permite desplazarme por mis
mensajes de texto y tal vez deprimirme un poco sin que nadie lea sobre mi
hombro.
No voy a mentir: es un poco deprimente abrir mi ventana de texto con
Evie y darme cuenta de cuánto tiempo ha pasado desde que las cosas
estaban tan bien entre nosotros. Empiezo a releer algunos de nuestros
intercambios, preguntándome si es posible que hice que Evie fuera más
divertida, más inteligente o más sexy de lo que realmente era.
No lo hice. La Evie en estos textos es tal como la recordaba, y
básicamente como la que veo todos los días, tal vez con un toque más de
fuego.

***
Mi teléfono suena mientras llevo paquetes a la casa, y lo tomo dos veces
cuando veo el nombre en la pantalla.
Zach Barker es uno de mis clientes del escenario al cine. Le ofrecieron
un papel de última hora en una película de acción cuando uno de los actores
secundarios tuvo que ser reemplazado. A pesar de que él y su esposa, Avya,
vivían en Nueva York y esperaban un segundo hijo, lo necesitaban en el set
de inmediato. No era una situación ideal, pero lo último que escuché fue
que Avya decidió quedarse atrás y esperar a que su hijo terminara el
semestre de otoño antes de reunirse con Zach en California para la fecha
prevista del nacimiento del bebé.
—Zach, hola —le digo al receptor, mirando hacia arriba para ver que la
nieve comienza a caer—. ¿Estás de vuelta en Nueva York?
—Todavía estoy en Los Ángeles. Avya y Josh están allí. Por eso estoy
llamando.
Mi corazón se acelera y mi mente corre con pensamientos de desastre
inminente.
—Dime qué está pasando.
—Jason se rompió el tobillo —dice, y me estremezco.
Jason Dover, el protagonista.
—Está bien, ¿qué significa esto?... —pregunto, caminando hacia el borde
del camino de entrada.
—Ya casi terminamos, por lo que creen que pueden filmar las escenas
restantes a su alrededor y usar un doble para el resto, pero tuvieron que
reorganizar el cronograma de filmación y no estaré en casa hasta mañana.
—¿Quieres que llame a alguien, o… qué puedo hacer?
—Necesito pedir un favor al amigo Carter, no al agente Carter.
—Sí, lo que necesites.
Él ríe.
—Puedes arrepentirte de eso en un segundo.
—Vamos a oírlo.
—Se suponía que regresaría ayer, a tiempo para ir con Avya a la clase de
parto esta noche.
—¿A qué? —grito una carcajada y una nube de condensación flota en el
aire frente a mí. El pequeño jardín de mi mamá está helado, enredaderas
olvidadas cubiertas de hielo y nieve. Un grupo de adolescentes se apiña en
la esquina unas casas más abajo, el final de un porro brillando a la luz del
día que se desvanece.
—Sí... —dice Zach, desvaneciéndose antes de reírse de nuevo—. Te dije.
Cierro los ojos con fuerza, pellizcando el puente de mi nariz.
—No, no, está bien.
—Eres un mentiroso.
—¿Estás seguro de que Avya está bien con esto? —Avya y yo nos
conocíamos antes de que ella comenzara a salir con Zach, pero no quiero
que se sienta incómoda.
—Ella es la que te sugirió.
Abro los ojos y miro el cielo nevado y neblinoso. Me encanta la
interacción diaria con mis clientes. Esto es solo... un extraño.
¿Cómo podría decir que no? Supongo que iré a una clase de parto.

***
Si me hubieras preguntado qué pensaba que podría estar haciendo esta
noche, hay muchas respuestas que podría haberte dado: Xbox con mis
primos, envolver regalos con Doble D, releer los viejos textos de Evil una y
otra vez hasta comer una caja de sándwiches de helado solo y culpar a mi
papá de alguna manera.
No se me habría ocurrido la posibilidad de acabar con la mujer de otro en
una habitación llena de mujeres embarazadas y sus parejas.
Sin embargo, aquí estoy.
Me encuentro con Avya en el frente y nos abrazamos, intercambiamos
algunas bromas y un comentario o dos sobre el clima. Es un poco incómodo
al principio porque no sé dónde mirar o qué decir, o incluso cómo abrazar a
una mujer muy, muy embarazada.
Como de costumbre, Avya rompe el hielo.
—¿Listo para ir a hablar sobre mi parto vaginal? —dice, con la
colchoneta de yoga enrollada bajo el brazo.
Ni siquiera sé qué decir a esto. Con una sonrisa, abro la puerta, le hago
un gesto para que dirija y la sigo adentro.
En cuanto a las clases de parto, esta no parece tan mala. Está en un gran
espacio abierto y se parece mucho a pasar el rato en pantalones de chándal
en la sala de estar de un amigo. Es una ventaja si estás tratando de mantener
las cosas naturales, supongo.
Natural parece ser un tema constante: manejar el dolor lo mejor que
pueda a través de métodos naturales, pero sin juzgarse a sí mismo ni a nadie
más si surge una situación en la que cambia de opinión. Un comentario
aparte: si la ciencia moderna alguna vez descubre una manera para que los
hombres experimenten el milagro del nacimiento, anótame con un No. Si la
opción No está completa, tomaré medicamentos. Muchos de ellos.
El nombre de nuestra maestra es Meredith. Ella está bien informada y
habla suavemente y camina de pareja en pareja ajustando la postura y
ampliándola, o moviendo un pie aquí y allá. Pasamos por una serie de
estiramientos, el primero con todos nosotros sobre nuestras manos y
rodillas, meciendo suavemente nuestras caderas hacia adelante y hacia atrás
en una especie de joroba de aire, y estoy muy contento en este momento de
que Avya y yo nunca antes hayamos tenido sexo. Llegó Zach.
—Eso es bueno —dice Meredith, mirando a la clase—. Arquea esa
espalda, balancea esas caderas en forma de ocho. Siente el movimiento. De
ida y vuelta, de ida y vuelta. Disfruta ese movimiento, porque quién sabe
cuándo volverás a sentirlo después de esto, ¿verdad?
Avya me mira por encima del hombro por un momento antes de que nos
deshagamos en carcajadas.
—Dios, Evie no creerá esto —digo, ayudando a Avya a pasar a la
siguiente posición.
—Evie, Evie —repite lentamente—. No creas que Zach ha mencionado
ese nombre antes.
—Ella es una agente en Los Ángeles.
—¿La misma agencia?
—Sí. Algo así. Es una larga historia.
—¿Estás saliendo con un agente con el que trabajas? Mi vida es tan
aburrida en este momento. Gracias a Dios, hice que Zach te pidiera que
vinieras.
—No saliendo. —Incluso escucho el ew, chicas implícitas en mi tono.
—Soso —se queja Avya, inclinándose hacia adelante, su largo cabello
negro ocultando su rostro—. Entonces, ¿por qué se preocuparía
particularmente por esta clase? Diviérteme, Carter.
—Ella estaba con P&D antes de la fusión —digo, y Avya asiente—. De
todos modos, ella va con la esposa y el hijo de uno de sus clientes a una
clase sensorial en Beverly Hills.
—Déjame adivinar: pagaron el equivalente a un mes de alquiler en un
apartamento de una habitación en Queens para que sus hijos jugaran con
algo totalmente básico, como pudín o sábanas.
—Pasta, en realidad. ¿Cómo lo supiste?
—Fui a algo similar cuando Joshua era pequeño, pero con paracaídas.
—¿Paracaídas?
—Adoptamos a Joshua de su madre biológica cuando era un recién
nacido —explica—, así que me perdí todo el asunto del parto con él. De ahí
esta clase. —Ella me da otra sonrisa por encima del hombro—. Acostamos
a todos los bebés en un gran círculo, y todas las mamis levantaron este
paracaídas gigante con aspecto de carpa de circo sobre ellas, abanicándolo
hacia arriba y hacia abajo. Suena genial en teoría, pero los bebés eran
demasiado pequeños para disfrutarlo. Básicamente, les estás quitando este
paracaídas de la cara y asustándolos como la mierda. La mitad está
llorando, algunos están tratando de escapar y el resto está demasiado
asustado para moverse.
—Oh, Dios mío —digo, mordiéndome el labio y mirando alrededor en
busca de la instructora. Lo último que necesito es que la esposa de un
cliente sea expulsada de su clase de maternidad—. Lo siento, eso no es
gracioso.
—Oh, es totalmente divertido. Como padres, hacemos pasar a nuestros
hijos por las cosas más extrañas porque creemos que les está dando algún
tipo de ventaja.
La instructora hace que las futuras madres se coloquen en una posición
en cuclillas que se parece mucho a que están sentadas en un inodoro y les
explica los beneficios de esta posición, incluido lo que le hace al perineo y
algunas otras cosas en las que no puedo concentrarme.
—¿Cómo está el perineo? —digo—. ¿Bueno?
Avya niega con la cabeza como si no pudiera creer que estemos haciendo
esto.
—Relajado. Gracias. Ahora, más sobre esta Evie.
Suspiro, luego lo dejo salir todo.
—En pocas palabras, Evelyn Abbey es mi ex casi novia convertida en
archienemigo convertida en aliada tentativa a quien ahora me gustaría
seducir permanentemente.
La alegría en el rostro de Avya me dice que debo continuar.
—Es una historia larga y complicada que involucra las primeras citas
seguidas de la avaricia corporativa, la competencia por un solo puesto y el
sabotaje.
—Está bien, eso definitivamente no es tan divertido como imaginaba.
—La cuestión es que ella es inteligente, hermosa, divertida y asombrosa
en su trabajo, y fue exasperante. Básicamente, nos dijeron que solo podían
quedarse con uno de nosotros, y eso nos convirtió en maníacos. La estaba
escuchando en una reunión, totalmente hipnotizado, luego volvía a la
conversación y quería dejar salir el aire de sus neumáticos por distraerme de
mi objetivo.
—Y tu objetivo era...
—Aniquilación total, por supuesto.
Pasamos a la siguiente posición sentada, con Avya frente a mí y entre mis
piernas, su espalda contra mi pecho.
—¿Y ahora? —pregunta ella.
—Ahora parece la mejor persona allí.
—¿Tienen ustedes dos... —comienza, dejando que la pregunta cuelgue
en el espacio entre nosotros mientras practica sus ejercicios de respiración.
—Quiero decir... ¿casi? Hubo algunos toques debajo de la ropa hasta el
final, si sabes a lo que me refiero.
Ella se ríe.
—¿Y estuvo bueno?
Mierda.
—Sí.
—Supongo que definitivamente te gustaría hacerlo de nuevo.
—¿No deberías concentrarte en algo saludable? —pregunto.
—¿Cómo se puede esperar que me concentre cuando hay todo este amor
prohibido y anhelo?
—Puedes concentrarte porque en este punto me temo que hay más
posibilidades de que me toque hasta el final con cualquiera de estas damas
—digo, señalando a las mujeres embarazadas que me rodean—, que con
Evie.
—¿Por qué? ¿Por el trabajo? Eso se siente como un detalle para mí.
—Sin embargo, es un detalle bastante grande. Ambos estamos casados
con nuestros trabajos. Trabajos que pueden no existir en tres meses. Sin
mencionar que tenemos este retiro en Big Bear próximamente. Quiero estar
cerca de ella, pero siempre peleamos. Realmente no quiero que terminemos
apuñalándonos. Es demasiado mandona para ir a la cárcel y me cuesta decir
que no.
—Está bien, una gran pregunta aquí —dice Avya—. ¿Estarías con ella si
no hubiera trabajo ni nada más en juego?

—Ese es un maldito gran sí24, Avya.


—No respondiste la pregunta, Carter.
—¿Estaría con Evie si no hubiera nada más en el camino?
Probablemente. — Me rasco la mandíbula, haciendo una mueca ante este
policía—. No, no probablemente. Seguro que lo haría.
—Así que arréglalo.
—Oh, Dios mío, ¿por qué no pensé en eso?
—Carter, las mujeres no son tan complicadas —dice Avya, girándose a
medias y devolviéndome la sonrisa—. Más inteligentes sí. ¿Complicadas?
Realmente no. Queremos progreso, no perfección.

***
Esa noche en la casa de mis padres, pienso en lo que dijo Avya.
Progreso, no perfección.
No tengo que ser perfecto; no necesariamente tengo que arreglar todo
con Evie, pero al menos puedo reconocer las cosas que hice con las que no
estoy de acuerdo. Puedo tratar de ser un poco menos terrible. Estirando la
mano a través de la cama, encuentro mi teléfono donde se está cargando
sobre la mesa. Me desplazo por las conversaciones hasta que encuentro la
etiquetada Evil y la abro.
Hago las matemáticas de la zona horaria en mi cabeza; poco después de
las diez aquí, poco después de las siete allá. Definitivamente no es
demasiado tarde.
¡Hey!

Contengo la respiración, miro el teléfono y espero ver los pequeños


puntos que indican que está escribiendo. Justo cuando dejo escapar un largo
suspiro y empiezo a dejar el teléfono, aparece la burbuja. Mi corazón rebota
en mi garganta.
¡Hey tú!

Aquí va. Es hora de sacarlo todo.


Siento que necesito volver un poco.

Comenzando con: Debería haberte llamado para hablar sobre Dan.

Primero Printz.

Debería haberte dicho que tu camisa estaba desabrochada. Debería haberte


PREGUNTADO sobre Jonah haciendo la sesión.

¿Te ha visitado el Fantasma de las Navidades Pasadas?


Algo como eso.

Bien gracias.

No hay problema.

Sin embargo, no puedo disculparme por el brillo.

El brillo era bastante grande.

Y, sinceramente, yo también lo siento.

Pero no por la cebolla.

Estás perdonada.

La cebolla era terrible/genial.

La sala de mezclas, sin embargo, fue agradable.

¿Apreciará ella mi subestimación de lo obvio? ¿Estará ella de acuerdo?


Pasa otro minuto. Mi corazón está básicamente dentro de mi boca, en mis
ojos, golpeando mi cabeza. Finalmente, mi teléfono vibra de nuevo.
Puedes decir eso de nuevo.

Exhalo y me enrollo en mi almohada. Gracias a Dios.


¿Estás en Nueva York?

Sí. ¿Qué estás haciendo?

Cené con Daryl y tengo que terminar mis


informes de gastos antes de ir a Burbank mañana.
 

¿Informes de gastos durante las vacaciones?

Wow.
 

Lo sé, pero creo que soy la única a la que están


esperando para terminar la auditoría.
¿Qué es lo que creen que van a encontrar?
¿El vodka que gasté después de tratar con Brad?
 
Apuesto a que es un montón de vodka.

Bueno, por el caso lo abarata al menos.

¿Verás a Michael y Steph mientras estés allí?

Por lo general, se quedan con los padres de Steph, así que sí.

¿Es extraño que esté emocionado de reunirme con ellos aquí?

Como, vivimos en la misma ciudad.

No tiene sentido.

Es porque extrañas la fiesta en Areola.

Pongo mi mano sobre mi boca para sofocar una risa, habiendo olvidado
que le había contado sobre eso. ¿Estamos coqueteando? ¿Es eso lo que es?
Está sacando a relucir nuestras conversaciones pasadas y estoy... ¿qué?...
¿encantado por eso? Piensa en algo inteligente, Carter.
Anotado.

Lo superó.
¿Puedes hacerme un favor tonto?

Vivo por favores tontos.

Si haces algo al aire libre, ¿puedes tomar una foto


de la nieve?
Eso no es realmente tan tonto.

Estoy decepcionado.

¿La Navidad de California no lo está haciendo bien para ti?

Quizás...

¿Cómo es esto? Haré un ángel de nieve e


incluso escribiré tu nombre al lado.
Siempre y cuando no sea en amarillo.

¿En amarillo?

Llegarás ahí.
Espéralo…

Oh. OH.

Bazinga.

Estás rota.

Creo que te gusta.

Buenas noches, Carretero.

Buenas noches, Evie.

 
Capítulo 21
Traducido por Hae y Roni Turner
Corregido por aryancx
Editado por Roni Turner y Banana_mou

Evie
En mi primera mañana de vuelta al trabajo después de las vacaciones,
soy un manojo de nervios. Es imposible mantener la voz calmada y
razonable en mi cabeza porque básicamente ha cerrado el negocio para el
invierno.
Carter entra en el trabajo con lo que mis tendencias de acosadora me
dicen que es un traje nuevo, y está... impresionante. Sus pantalones son de
color gris marengo y de corte entallado, se detienen justo en los tobillos y
dejan al descubierto un pequeño destello de unos exuberantes calcetines
¿Los chicos se están apoderando del juego de coquetear con los tobillos?
Estoy aquí para ello. Su camisa tiene un estampado púrpura muy chulo y, en
general, tiene un aspecto demasiado moderno, incluso para una oficina llena
de actores poderosos de Hollywood.
Estoy de pie en la puerta de la sala de descanso, observando su camino
desde los ascensores con total asombro, pero mi mundo se tambalea cuando
se detiene en mi despacho y se asoma tímidamente.
Obviamente, no estoy allí. Le llamo, y mi corazón se desploma en algún
lugar cerca de mi vagina cuando se gira hacia mi voz y sonríe.
Hombre. Estoy muy metida.
—Te he traído algo. —Se acerca a mí y me tiende un paquete envuelto en
celofán. La cinta apenas se mantiene unida y el lazo parece haber sido
utilizado como asa—. Galletas. De mi madre.
—¿Me has traído galletas desde Nueva York? —pregunto, manipulando
el pequeño paquete con cuidado.
Sea su intención o no, Carter parece darse cuenta de la implicación de
esto.
—Yo… ¿Había un montón de extras? —Me dedica una adorable sonrisa
de autodesprecio—. Lo hice raro ¿no?
Mi corazón palpita, mi piel se enrojece y la visión de agarrarlo por el
cuello y besarlo parpadea como un cartel de Las Vegas en mi cabeza.
—No, es dulce. —Separo el envoltorio con cautela. El olor a chocolate y
mantequilla llena el aire.
—Carter —dice Kylie, sin aliento mientras se acerca corriendo—. Me
alegro de haberte encontrado.
Se vuelve hacia ella.
—Acabo de llegar ¿Qué pasa?
—Brad quería saber si habías podido revisar los guiones que te envió.
—Oh, todavía no —dice, claramente sorprendido—. Solo vi el correo
electrónico anoche.
Kylie se ríe con facilidad.
—Quería que hiciera un seguimiento. Yo estaba como “¡Brad, eran
cinco! Dale tiempo!”
Carter también se ríe con facilidad ahora, pero mi propia sonrisa es
totalmente forzada. Un galón de agua helada no podría haber cambiado el
tono de esta conversación más rápidamente.
No es que Brad no envíe un guión a un agente cuando tiene a alguien en
mente de la lista de dicho agente. Es solo que no envía cinco, a un agente.
Estoy tratando de mantener la calma, pero ¿es esto el asunto del fin de
semana de golf otra vez?
—¿Brad te envió algunos guiones? —pregunto.
—Sí, para uno quiere dar un feedback al guionista y me pidió mi opinión.
—Ya veo. —Dejo el plato de galletas en una mesa cercana.
—Brad también quiere que Carter lo ayude a decidir cuál es la mejor
forma de distribuir al equipo —añade Kylie de forma servicial.
Me muerdo el labio inferior para evitar que se me abra la mandíbula ¿Así
que ahora tengo que posicionarme con Carter para que envíe trabajo a mis
clientes?
Cuando estoy segura de que puedo preguntarlo sin gritar, digo:
—¿Solo Carter?
—Sí, solo Carter —dice Kylie, encogiéndose un poco de hombros con
impotencia.
Por fin hemos llegado aquí. Ni siquiera puedo decir que me sorprenda.
—Tengo algo de experiencia en esto —dice, con una suave inclinación en
su voz—. En Nueva York hice algunos trabajos de dramaturgia. Por si sirve
de algo, también tengo un buen ojo para emparejar talentos con papeles…
Asiento con la cabeza, forzando otra sonrisa. ¿Por qué Carter y yo lo
hacemos mucho mejor cuando no estamos en la misma habitación? Después
de los mensajes, estaba tan emocionada por verlo, y ahora estoy confundida
de nuevo sobre quién es. Es como si el destino nos dijera que no hay
manera de que funcione.
Dirige una rápida mirada a Kylie, que nos observa con absoluta
curiosidad.
—Bueno —digo, tragándome mi orgullo—, avísame si necesitas ayuda
¿vale?
Carter asiente, pero no me quedo para ver si dice algo más.
Estoy tan alterada que apenas puedo concentrarme. Lo peor de estar tan
enfadada es que ya no soy racional. Oigo a Carter hablar por teléfono con la
puerta abierta y me dan ganas de lanzarle una grapadora por estar tan alto
como para que yo lo oiga. Oigo a Brad agradeciendo a Kylie el café que le
ha entregado en el pasillo y quiero gritar:
—Si fuera un asistente masculino ¿esperarías que te trajera café cada
maldita hora?
Y estoy tan enfadada que cuando mi teléfono zumba con un mensaje de
Carter, ni siquiera puedo leerlo. Volteo mi teléfono hacia abajo cuando llega
un segundo, un tercero, un cuarto, y me sumerjo en el proceso de responder
correos electrónicos, devolver llamadas y hacer tratos. En esencia, la ira me
alimenta –y si no tengo cinco guiones calientes en mi bandeja de entrada–
al menos tengo un día jodidamente productivo.
Sólo cuando llego a casa más tarde –pasadas las nueve, y con una copa
de vino del tamaño de una pecera en la mano– leo lo que escribió.
Es hora de que nos dejemos de tonterías.

No sé a qué tipo de juego está jugando Brad.

Pero entiendo que salgo favorecido en parte porque soy un hombre.

Y eso es una mierda.

Me gustas. Me gusta lo nuestro.

No sé cómo manejar esta extraña competencia. Necesito que me digas cómo puedo arreglar
esto.

El problema de decidirse a cortar el rollo es que es más fácil decirlo que


hacerlo. Podría responder a sus mensajes, abordando todo, pero en muchos
sentidos eso se siente como un engaño. Sabemos que podemos enviar
mensajes de texto. Sabemos que podemos llevarnos bien fuera del trabajo.
Lo que parece que no podemos hacer, todavía, es interactuar como humanos
racionales cuando estamos juntos en la oficina, y dado que
aproximadamente el noventa y ocho por ciento de mi vida gira en torno a
mi trabajo, no puedo aceptar el enfoque de texto y fuera del trabajo para
nuestra relación.
Así que le respondo con un simple
Siento lo mismo. Hablemos más en persona, que es donde siempre nos atascamos.

… Y procuremos acostarnos pronto.

***
La vida tiene que seguir, y como todos nos tomamos tiempo libre para
estar con la familia en las fiestas, hay un millón de cosas que manejar. Cada
uno de nosotros tiene un sinfín de productores con los que hacer un
seguimiento, temporadas de personal que planificar, directores y actores a
los que llamar y engatusar, agendas que masajear.
Todo esto hace que me den ganas de darle un mazazo a Brad por pensar
que mediados de enero era un buen momento para el retiro del
departamento, y los nervios me suben a la garganta con cada día que pasa
sin que le diga una palabra a Carter. Siento que la Decisión de Nueva York
de Brad se cierne como un oscuro nubarrón.
El trayecto de Los Ángeles a Big Bear solo dura dos horas, pero como
todos habíamos planeado conducir nosotros mismos, y todo el mundo
trabaja hasta el último segundo, acabamos saliendo a la peor hora posible:
las cuatro de la tarde de un viernes. Y sin embargo, cuando salgo, todo el
mundo se amontona felizmente en un puñado de limusinas aparcadas en la
puerta.
Un viaje elegante hasta el retiro: una sorpresa de Brad.
—¡Limosinas! —grita Rose, y la yo, de ocho años, me identifico
totalmente con la emoción de esto, aunque la yo, de treinta y tres años, sigo
siendo cínica.
—Tengo que tratar bien a mi gente ¿no? —dice Brad magnánimamente,
y me da una palmada en la espalda—. Tengo muchas esperanzas de que este
retiro sea el mejor de todos. No me defraudes, niña.
—¡Y Carter! —añade Carter con una risa nerviosa, pero Brad no lo oye.
Carter y yo intercambiamos unas breves miradas y, a pesar de lo que no
se dice entre nosotros, sé que los dos estamos pensando lo mismo: Brad no
quiso aumentar el presupuesto para el almuerzo que habíamos planeado, así
que tuvimos que hacer un cutre bar de sándwiches ¿y sin embargo puede ser
el gran protagonista y llevar a todos al retiro en limusina?
Jess me agarra cuando estamos a punto de salir, dejando caer una
pequeña pila de archivos en mis brazos.
—Las facturas de esta pequeña aventura —dice, ligeramente sin aliento
—. Siento que haya tardado tanto, pero en la oficina de correos dijeron que
estaban etiquetadas para ir a Brad y básicamente tuve que arrancarlas. —
Abre el de arriba—. Hay un montón de vendedores aquí que no reservé, así
que echa un vistazo para asegurarte de que está todo, y podemos hablar
cuando vuelvas.
—Gracias, Jess —digo, y respiro profundamente para limpiarme. Puedo
hacerlo, me recuerdo—. Me gustaría que vinieras con nosotros.
—Ja. No quiero herir tus sentimientos, pero, demonios no. Buena suerte
y… —Mira significativamente por encima de mi hombro hacia donde
Carter está subiendo a uno de los coches—. Diviértete.
Sí, claro. Diviértete.
Amelia y Daryl están cerca de la acera, saludando y sonriendo con sus
sonrisas de buena suerte, la necesitarás. Les dedico mi mejor sonrisa de
ojalá estuvieran sufriendo conmigo, idiotas antes de subir a la limusina.
A pesar de lo agradable que sería hablar y suavizar algunos detalles de
última hora durante el trayecto, Carter y yo acabamos sentados en extremos
opuestos del coche. Andrew y Carter intercambian miradas mientras sus
ojos recorren el minibar, calculando cuánto tiempo tenemos que estar aquí
sentados antes de poder echar mano del champán. Según Andrew, esa
duración es aproximadamente el tiempo que tardamos en alejarnos de la
fachada del edificio.
Por mi parte, estoy dando a esa decisión manos de aleluya y un sí del
infierno, porque necesitamos que toda esta tripulación se lo pase lo mejor
posible, y eso significa emborrachar a todo el mundo durante el día,
inmediatamente.
Con una copa de champán en mi camino y mi incapacidad para trabajar
en el coche por miedo a marearme, solo puedo unirme a las travesuras.
Timothy habla con Ed Ruiz de Alterman durante un rato –al parecer, hizo
algunas cosas turbias para sacar a un cliente potencial de debajo de
Timothy– y yo disfruto en silencio de la historia que está contando, porque
Ed es un completo imbécil.
—¿No trabajaste con él? —me pregunta Andrew.
—Sí, pero no mucho directamente.
Y eso es todo lo que voy a dar. No voy a compartir la vez que vomitó en
mis zapatos en un taxi cuando volvíamos de una cena de trabajo, o que se
acostó con la asistente de Ken Alterman y se obsesionó tanto con ella que
guardó su ropa interior en un cajón de su escritorio, o que una vez le
aseguró a un actor de su lista que estaba totalmente bien que
“accidentalmente” tuviera sexo con una chica de diecisiete años y que Ed
estaría encantado de ocultar cualquier prueba.
Los cotilleos son divertidos –no me malinterpreten, vivo para ello–, pero
rara vez soy yo quien deja entrever que tengo algo emocionante que
compartir. Así que cuando Andrew empieza a contarnos que vio a una actriz
de la lista A en un club de sexo con desnudos completos con un director
muy importante –y muy viejo– guardo esta historia en un pequeño joyero
en mi memoria.
Nadie se molesta en preguntar por qué demonios estaba Andrew allí, eso
sí.
Después de que todo el mundo haya gastado su moneda de cotilleo, aún
nos queda más de una hora de viaje, y nos sumimos en el tipo de silencio
que hará que al menos tres de nosotros nos quedemos dormidos con el
sopor del champán. Veo a Kylie armarse de valor para acercarse a Carter, y
es exactamente como ver un elaborado ritual de apareamiento de aves. Se
pone en cuclillas desde su lugar junto a mí en la parte trasera de la limusina
y se sienta junto a Carter en el banco lateral, acercándose lentamente,
inclinándose como si quisiera leer por encima de su hombro. Pero... Quiero
decir... está leyendo un contrato, puedo decir por el papel legal y el cierre
de la punta. Esto no es una lectura de canoodling. Esto es una lectura legal
que se desprende de la página como una violenta avalancha de lodo.
Kylie se estira como una gata y desliza el brazo hacia atrás para presionar
su seno contra el hombro de él.
Carter se sobresalta, apartándose por instinto, y de repente estoy
viviendo.
—Hola —dice ella, mirándole como si se estuviera admirando en un
espejo de mano.
—Hola —dice él, sonriéndole brevemente antes de volver a los papeles
en su regazo.
—¿Emocionado por el viaje?
Asiente con la cabeza.
—Sí. Debería ser bueno.
—¿Te has alojado antes en el Big Bear Lodge and Suites?
—Nop.
—Es muy bonito —le dice ella—. Gran bar, gran vestíbulo acogedor...
grandes habitaciones.
Y ahora me siento incómoda por los dos, porque el Señor la está
poniendo a huevo. Él levanta la vista y me pilla espiando, así que miro para
otro lado, pero es un parpadeo horriblemente ejecutado y tengo que fingir
que tengo algo en el ojo, cosa que no es así, cosa que ambos sabemos.
Cuando vuelvo a mirar a Carter, todavía está a varios centímetros de
Kylie, y sigue observándome, preguntándose claramente lo celosa que estoy
ahora mismo. La sonrisa de Carter esta vez no es arrogante o burlona, es
feliz. Solo pura y silenciosa felicidad. Tal vez cortar la mierda en persona
no sea imposible después de todo.
***
Por una vez, la realidad está a la altura de las expectativas: el complejo es
realmente hermoso. Situado cerca de la cima de uno de los picos, el edificio
principal es un inmenso albergue de estilo cabaña de madera con varias
cabañas pequeñas de lujo a su alrededor. Los imponentes pinos se agrupan
alrededor de los terrenos, y el aire es tan fresco que parece que nunca he
estado al aire libre. La cuenca de Los Ángeles es notoriamente tóxica, al
estar atrapada entre las montañas y la capa marina, y aunque es mucho
mejor que cuando yo era una niña, sigue siendo fácil olvidar la sensación de
aire verdaderamente fresco.
Me siento bastante optimista cuando salimos de las limusinas,
entrecerrando los ojos al brillante sol. El manto de nieve es escaso este año,
pero al menos está ahí. Aunque todo lo demás de este fin de semana sea una
mierda, es hermoso y promete mucho alcohol.
Brad nos detiene frente a la gran entrada, decorada con borlas doradas y
una impecable alfombra roja que conduce desde la entrada curva hasta el
amplio vestíbulo.
—Bienvenidos al séptimo retiro anual de P&D Features.
Aplaudimos cortésmente: la ronda de aplausos más incómoda jamás
presenciada.
—Gracias por tomarse el tiempo de acompañarme este fin de semana —
continúa—. Quiero agradecer a cada uno de ustedes su compromiso con la
agencia y su continua dedicación. No hace falta decir que ha sido un año
interesante.
Una pequeña risa recorre el grupo.
—El eufemismo de la década ¿tengo razón? —añade, mirando a la
multitud reunida de agentes y personal—. Pero nada de eso importa, porque
esto, justo aquí... De esto se trata: de ver a mi equipo a mi alrededor, listo
para mostrar al mundo cómo se hace. Ahora más que nunca necesitamos
talentos que puedan hacerlo todo –televisión, cine, medios de
comunicación– y necesitan un equipo detrás de ellos que también pueda
hacerlo todo. Por eso los tengo a todos juntos aquí, donde pueden aprender
a animarse mutuamente y ser imparables ¿Cómo lo hacemos?
—Como un equipo —dice alguien, y Brad asiente.
—Así es. No dos empresas individuales, sino como un equipo. —Brad se
detiene para mirar a su alrededor antes de hacerme un gesto para que me
ponga al frente del grupo—. Ahora, sube aquí, Evie. Has hecho un gran
trabajo como organizadora del evento. Dinos qué podemos esperar de la
noche. Deslúmbranos.
Carter me mira, frunciendo el ceño.
—Tenemos una cena de bienvenida en el albergue —les digo, mirando
mi reloj—, en unos cuarenta y cinco minutos. Eso debería darles tiempo a
todos para dejar sus cosas y ordenarse. La verdadera diversión empieza
mañana a las diez.
A mi lado, Brad asiente con entusiasmo.
—No puedo esperar. Me doy cuenta de que están deseando empezar a
trabajar. Vamos a registrarnos, equipo.
Mirando hacia arriba, me encuentro con los ojos de Carter. Su expresión
es sombría, su boca una barra de desaprobación.
Brad me da una palmada en la espalda y me hace avanzar hacia las
puertas del albergue.
—¡Adelante, niña!
Dulce e infernal fuego, este fin de semana va a ser un desastre.

***
Cuando todos nos separamos con las llaves de las habitaciones en la
mano, podría ser un agente de la CIA por la forma en que observo
disimuladamente en qué dirección va Carter –y quizá también en qué
dirección va Kylie, celebrando internamente cuando giran por pasillos
opuestos–.
Llevo mi pequeña maleta detrás de mí hasta el 207, a pocas puertas de
Rose. El interior es precioso, con una cama enorme en medio de una
habitación espaciosa y una vista impresionante del lago más allá de un
amplio balcón. Choco los cinco mentalmente con Kylie por haber
conseguido un trato tan bueno con este lugar y salgo a la calle para ver
mejor la vista.
Nunca hace suficiente frío como para que el lago se congele, por lo que
el agua azul profundo se desliza suavemente contra las rocas cubiertas de
escarcha de la orilla. Los árboles son de un verde brillante moteado de
blanco, y por un momento –una pequeña y perfecta inhalación– me siento
absolutamente mareada de estar aquí.
Sabiendo que tengo unos minutos, vuelvo a entrar y saco de mi bolsa los
archivos que me dio Jess. El registro de Jess suele ser impecable, pero
cuando echo un vistazo a los proveedores de retiros que mencionó, veo lo
que quería decir: yo tampoco recuerdo la mayoría de ellos. Estoy a punto de
enviarle una nota para que verifique algunas de las entradas con Kylie
cuando mi teléfono zumba sobre la mesa con un mensaje para mí –y solo
para mí– de Brad:
Por favor, llega al restaurante del albergue con antelación para asegurarte de que todo está
en orden.

Me doy exactamente tres respiraciones profundas “¿Qué demonios pasa


con Brad?” antes de encontrar mi bolso y mi llave y bajar las escaleras.

***
Resulta que la cena es encantadora. O al menos lo es después de que
Brad vuelva a dar las gracias a todo el mundo por haber venido y me pida
que me ponga delante del grupo y les explique lo que podemos esperar del
menú de esta noche. Me muevo de mi asiento, pero la tensión en mi
columna vertebral por ser tratada como su asistente –o coordinadora de
eventos– se va extendiendo poco a poco.
—Estoy encantado de explicar el menú —interrumpe Carter, empezando
a levantarse.
Brad niega con la cabeza.
—Deja que Evie lo haga.
Oigo el mensaje de Brad alto y claro dirigido a mí: Eres mi marioneta.
Harás esto si quieres tener un trabajo para el lunes.
Lentamente, Carter se sienta, su cara roja. Le doy un pequeño
asentimiento y sonrío, agradecida por su intento al menos, y recito lo
básico. Ensalada. Carne. Patatas. Judías verdes. Realmente no es nada que
necesite explicación. Carter fue inteligente al insistir en que optemos por lo
tradicional con nuestro presupuesto bastante limitado, sabiendo que
probablemente lo preparían bastante bien en el albergue. También habíamos
seleccionado un vino blanco y un vino tinto, y nos quedamos sin ambos
antes de terminar con el plato de ensalada.
Gracias a Dios por la barra libre, supongo.
Los tenedores y los cuchillos raspan y chirrían sobre la porcelana
mientras todos mastican. Estamos en un pequeño puñado de mesas largas en
el centro de una sala privada cavernosa, pero realmente no puedo aceptar la
culpa por la rareza de esto, ya que estaba en la lista de demandas de Brad
que comiéramos aquí, juntos. Como un equipo.
Un fuego crepita en una chimenea de piedra tan enorme que
probablemente podría ponerme de pie dentro, y hay siete camareros que se
arremolinan tímidamente alrededor de la habitación, con la esperanza de
que puedan ser útiles de alguna manera, pero no están dispuestos a
preguntar con demasiada frecuencia. Es el efecto Brad Kingman. Ni
siquiera tienes que saber quién es para tenerle un poco de miedo.
Carter está a mi izquierda durante la cena y es extraño estar en una
habitación llena de gente y sonidos y aun así ser tan consciente de él. Su
brazo roza el mío mientras corta su bistec, cuando alcanza su vino mientras
ajusta su servilleta debajo de la mesa. ¿Está tratando de tocarme? Cuanto
más vino bebo, más mi cerebro grita «¡SÍ!» a esta pregunta, y empiezo a
tratar de corresponder un poco, inclinándome más cerca, descansando mi
brazo izquierdo ligeramente sobre la mesa para que tenga un acceso más
fácil.
Cosas sutiles. Soy un ninja de la seducción.
Estoy tan concentrada en lo que Carter está haciendo y diciendo y en lo
increíble que huele que me sobresalto un poco cuando algunos de los
camareros comienzan a limpiar los platos, y miro hacia abajo para darme
cuenta de que apenas he tocado el mío.
La fiesta pasa al patio al aire libre, donde las lámparas de calor brillan en
cada esquina y las hileras de linternas de papel enmarcan una vista del lago
más allá.
Brad rara vez se suelta lo suficiente como para emborracharse con estas
cosas, pero cuando lo hace, es una de esas personas intoxicadas que parece
tener una perilla de volumen unida a su brazo para beber. Para cuando dan
las diez, la mayor parte del grupo está bastante borracho, pero Brad no está
simplemente borracho, es como si estuviera conectado a algún sistema de
megafonía.
No me malinterpretes; pocas personas tienen mejores historias en este
negocio que Brad Kingman, y sobrio, está tan sellado como una tumba de
doscientos años, por lo que todos estamos, incluso los que lo odian, bastante
cautivados. Esta noche está realmente en racha.
Lo más destacado:
Su esposa pagó la universidad haciendo un striptease. Estoy segura de
que Maxine, la ejecutiva del estudio, estará encantada de que haya
compartido esto.
Observó a uno de los actores más famosos en la historia del cine –cinco
premios de la Academia, para ser exactos– “romperle el culo a una
prostituta en Las Vegas”.
La primera vez que conoció a uno de los productores más poderosos de
la industria, dicho productor estaba tan drogado que se quedó dormido en su
ensalada, se despertó y fingió que nada había pasado. Terminó la reunión
con zanahorias ralladas en el pelo y una mancha de aderezo francés en todo
el lado izquierdo de la cara. La película de la que estaban hablando ganó
cuatro premios de la Academia y dos Globos de Oro, y recaudó casi mil
millones en todo el mundo.
Después de algunas historias más, es medianoche, el bar al aire libre ha
cerrado y mi copa de vino está vacía. Un camarero que pasa se ofrece a
buscarme una recarga, pero es una excusa perfecta para ir al bar adentro,
donde está tranquilo y cálido, y tener unos minutos para mí.
El cantinero se acerca y se apoya en la barra expectante.
—¿Qué quieres, hermosa?
—Cualquiera que sea tu mejor vino tinto —le digo, leyendo la etiqueta
de su nombre. Woody—. Estaba bebiendo el pinot afuera, pero creo que se
terminaron hace un rato.
Woody sonríe, revelando una fila superior de dientes perfectamente
blancos y parejos... con un diente delantero completamente desaparecido.
Es una paradoja tan extraña que estoy instantáneamente fascinada. ¿Se lo
arrancaron? Si es así, ¿por qué? ¿Cómo puede un diente estar tan mal
cuando los demás son perfectos?
Estas son las cosas que ocupan espacio en el cerebro que debería usarse
para pensar en respuestas rápidas cuando Brad me llama chiqui o buena
chica e insiste en que ser un jugador de equipo significa que le pase mi
comisión a otra persona.
—Entonces te daré el vino zinfander Ravenswood —dice, golpeando los
nudillos contra la barra—. No hay mucho para elegir, pero ese es bastante
decente.
Woody se va a buscar una botella, y yo me apoyo más en la barra,
preguntándome por un momento si podría recostar mi cabeza aquí y tomar
una pequeña siesta.
Oh, el vino me da sueño.
Y lujuria, al parecer, porque esta noche Carter se ve lindo…
—¿Cómo te va por aquí?
Enderezándome, miro por encima del hombro mientras el hombre se
acerca y saca el taburete de mi lado.
Es una lucha mantener mi atención borracha enfocada en su rostro y no
mirar la clavícula lisa y expuesta.
—Estoy ebria. Y borracha. Solo quiero ir a la cama.
—Yo también. —Mirando las puertas por las que acaba de entrar, agrega
—: Pero me temo que recién están comenzando.
Me encuentro apoyándome en él, riendo en el hombro de su chaqueta.
Dios, huele bien.
—Chicos locos. Supongo que no podemos simplemente desaparecer.
Siendo los anfitriones y todo.
Ríe.
—¿Cómo diablos logramos conseguir este bolo?
—Ni idea.
Mira hacia abajo, pasando la punta de su dedo índice de un lado a otro
sobre un patrón en la parte superior de la barra de madera.
—Brad todavía te trata como a su asistente.
—Lo sé. —Muerdo mi labio, mirando a un lado.
—Evie —dice—, lo siento mucho. Yo contribuí ignorándolo. Ya no
quiero hacer eso.
Sus palabras hacen que mi tráquea se sienta tensa, que mis pensamientos
se vuelvan defensivos.
«Todo está bien».
«Solo eres nuevo en esto, Carter».
«He tratado con Brad durante años, conozco su juego».
«Déjate de tonterías, Evie».
Dejando escapar un pequeño silbido de vulnerabilidad, admito:
—Siempre me enfada, pero ahora me pone ansiosa. Tengo esta picazón
extraña en la parte posterior de mi cerebro, una preocupación persistente de
que realmente está tratando de echarme.
Él asiente.
—Ya veo. Lo veo y no sé qué hacer.
Mi pecho, me duele.
—Odio sentirme impotente.
No esperaba que este fuera nuestro clímax. En las películas, estas
admisiones suavizan a alguien o lo endurecen aún más, pero rara vez salen
tan silenciosamente como lo he dicho y aun así tienen un gran impacto.
Pero de alguna manera, este lo tiene.
Carter se inclina y desliza su mano a lo largo de mi mandíbula, y luego
se inclina, besándome de una manera con la que he estado soñando casi sin
parar desde esa noche en mi apartamento. Es diferente a los besos frenéticos
en la sala de mezclas, rudos y apresurados. Esos se sintieron como
traiciones secretas y semiviolentas de nuestros mejores instintos.
Pero esto... Es una corriente de pequeños sabores y picos, pequeños
fragmentos de diálogo. Van desde «lo siento» a «qué estamos haciendo»
hasta «cómo hacemos esto más profundo y toda la noche» y ni siquiera me
doy cuenta cuando Woody coloca mi bebida en la barra porque Carter tiene
mi espalda presionada contra ella.
Me doy cuenta cuando Carter se aparta para entregarle un billete de
veinte.
Mi mano sube, presionando mi boca como si mantuviera la sensación
allí.
—No tienes que pagar por mi vino.
—Estoy interesado en liquidar esta cuenta para que podamos irnos.
—Pensé que no podíamos dejar nuestra fiesta.
—A la mierda esta fiesta.
La risita que se me escapa es aguda, juvenil y muy emocionada ante la
perspectiva de irnos juntos.
—¿Qué has dicho? —pregunto, fingiendo estar escandalizada.
—Me has oído.
Del exterior nos llegan rugidos de borrachos, seguidos por el
inconfundible chapoteo del agua.
—¡Chapuzón desnudos! —grita Kylie, y en el fondo se elevan un coro de
vítores masculinos.
Carter sigue mirando mi boca.
—Hola.
—Hola.
Su sonrisa cae.
—Tengo dos camas dobles en mi habitación.
Mis ojos brillan, mi sonrisa se agranda.

—Bueno, eso está bien. Porque tengo una king25.

***
Tropezamos a través de la puerta, riendo y sin aliento por haber corrido a
la tienda de regalos por condones y arrojar demasiado dinero al
desconcertado adolescente que trabaja en el turno de noche. Siento que
estoy llena de pequeñas burbujas o estrellas brillantes: por dentro, todo está
vivo.
De alguna manera, a pesar de los meses que han pasado y todos los
juegos que hemos jugado entre nosotros, la incomodidad nunca desciende.
Somos solo nosotros, sonriendo en besos, quitándonos la ropa con la
comodidad de una longeva pareja y la emoción de dos vírgenes. Juro que su
cuerpo es irreal y no puedo dejar de tocarlo, de memorizarlo como si mis
manos lo escanearan en una base de datos de memoria. Le doy permiso a mi
cerebro para sobrescribir todo lo que quiera: quitarme la capacidad de andar
en bicicleta o hacer crochet; los planos y depresiones del abdomen de
Carter son mucho más importantes.
—¿Es esto demasiado rápido? —pregunta, apenas deteniéndose mientras
arroja mi sostén detrás de él en alguna parte.
Me río.
—Diablos, no.
Nos lleva a los dos más adentro de la habitación y luego me acuesto, las
sábanas se enfrían a lo largo de la parte posterior de mi cuerpo y Carter
presiona el frente.
Recorre mi cuello con besos.
—¿Podemos ser amigos ahora?
La sensación de sus labios contra mi piel hace que sea difícil formar
palabras, pero trago saliva y hago todo lo posible por concentrarme.
—¿Es eso lo que quieres? —pregunto, una pregunta que podría tomarse
más en serio si su cinturón no estuviera abierto, la hebilla de metal
tintineando en el espacio entre nosotros—. ¿Amigos?
—Sí —dice, los dientes raspando a lo largo de mi clavícula—. Y no. —
Se aleja para mirarme—. ¿Tiene sentido?
—Creo que sí. —Termino de desabotonar sus pantalones y tiro de la tela
por sus piernas, sonriendo cuando el aire frío deja un rastro de piel de
gallina en su piel. Los patea el resto del camino y luego somos piernas
desnudas contra piernas desnudas, torso desnudo contra torso desnudo.
Dice algo más, pero la forma de sus palabras se pierde en mi hombro y
luego en mi pecho a medida que baja. Arqueo mi espalda cuando toma mi
pezón en su boca, y el sonido que hago me sorprende.
Mierda. ¿Por qué perdemos tanto tiempo?
Tengo el breve pensamiento de que debemos estar callados, que tarde o
temprano Rose estará solo dos puertas más abajo o alguien que conocemos
podría estar en la habitación de al lado, pero ya ni siquiera puedo escuchar
los gritos de los nadadores desnudos, y el lago está justo ahí.
Estamos en una fortaleza.
La boca de Carter está en todas partes: adora mis pechos, chupando cada
pezón mientras hace rodar el otro entre sus dedos. Sus ojos son salvajes
mientras mira mi cuerpo, sosteniendo mi mirada mientras se mueve más y
más abajo, quitándome las bragas y finalmente colocándose entre mis
piernas. Se inclina hacia adelante, vacilante al principio y luego codicioso
como si yo fuera la cosa más dulce que jamás haya probado. Siento su
respiración y sus sonidos y presiona contra mi piel y quiero que empuje más
profundo para sentirlo vibrar por mi columna, irradiando a lo largo de mis
costillas. Me siento vacía; de hecho, podría decir esto en voz alta porque sus
dedos se unen a sus besos y luego me penetran profundamente.
El mundo exterior parece detenerse. La idea de un retiro allí afuera se
siente casi cómicamente surrealista. Todo se derrumba ante la presión
insistente de su lengua. El calor se enrosca como cintas alrededor de mi
columna y tiro de su cabello, arqueo mi cuerpo ante su tacto, y trato de
decirle que estoy cerca, muy cerca.
—Carter —jadeo, agarrándolo de nuevo y, oh Dios, me corro… me
corro… tan fuerte y mierda, ya no entiendo por qué dejamos este lugar.
Ningún trabajo vale la pena lo suficiente como para perder esto.
Hay un destello de aire frío contra mi piel y luego Carter está allí,
besándome como si fuera oxígeno. Sus labios me saben a mí e,
increíblemente, me hace desearlo más.
Alcanza la caja en la mesita de noche, tanteando y abriéndola a ciegas
mientras me besa con los ojos dulcemente cerrados.
Sin embargo, no puedo cerrar los ojos ni por un segundo. No estoy
dispuesta a perderme los detalles que sé que reviviré una y otra vez dentro
de mi cabeza mañana. La curva de su hombro, la forma en que su brazo se
flexiona cuando llega entre nosotros, desenrollando el condón antes de
posicionarse contra mí.
El alivio limpia su rostro en blanco por un segundo mientras presiona
dentro. Pero luego mi mente se borra. No puedo pensar en una sola cosa
excepto en la sensación de él moviéndose hacia adelante. Sería difícil
recordar mi propio nombre.
Lo miro, concentrándome en su cuello y su garganta, donde su cabeza
está inclinada hacia atrás, cómo se mueve su nuez de Adán cuando traga.
Me cubre por completo, con los codos plantados sobre mis hombros
mientras mira entre nosotros, con la boca abierta y el aliento escapando en
pequeñas y agudas puñaladas. Se mueve y se mueve, los dedos de una mano
se deslizan hacia abajo, mordiendo mis caderas, el torso estirado sobre mí
mientras se empuja más fuerte y rápido y joder, es tan bueno que me
pregunto si podría mantenerlo aquí todo el fin de semana.
Nuestros cuerpos se deslizan juntos, la piel húmeda de sudor y ya
enrojecida por el esfuerzo. Mis músculos se tensan y se relajan, mi pierna se
desliza de su cadera y él alcanza la parte posterior de mi rodilla, casi
doblándome por la mitad con la fuerza que usa para presionar dentro de mi
cuerpo.
No reconozco mi propia voz, ya que sale aguda y sorprendida, rebotando
hacia nosotros en la habitación silenciosa. El sonido lo endurece, lo vuelve
más salvaje y frenético, y cuando finalmente me derrito debajo de él –un
placer tan fuerte que me toma por sorpresa, abriendo mis piernas, mis
rodillas junto a sus costillas– él se pone febril: caderas y brazos trabajando,
manos tirando de mí hacia él, empujándose a sí mismo profundamente. Me
aferro a él, jadeando caliente en su hombro mientras dice mi nombre y «sí»
y «por favor» y luego los dos nos corremos juntos, apenas capaces de
recuperar el aliento. Me pregunto si alguna vez recuperaré el aliento.

***
Con su cara presionada contra mi cuello, Carter gime de alivio, su
espalda temblando bajo mis manos.
Intenta moverse y sisea antes de acercar su boca a la concha de mi oído.
—Joder.
Hago un sonido confuso de acuerdo, incapaz de completar la conexión
entre mi cerebro y las palabras.
—Creo que acabo de encontrar la religión.
Me río. No quiero que se mueva ni un centímetro. Mis piernas se acercan
a las suyas, torciendo y entrelazando, y él me entrega besos sin aliento a
través de sonrisas. Mis piernas son suaves, las suyas están cubiertas de vello
suave, y la sensación de deslizarse juntas, el calor de él pesado y ya duro de
nuevo entre nuestros cuerpos, reaviva algo dentro de mí, provocando una
desesperada necesidad de más.
Cuando retrocede, apenas, sus ojos parecen casi iluminados.
—Vuelvo enseguida.
—No te vayas.
Se ríe, besando la punta de mi nariz.
—Debería deshacerme de esto.
Vaya. Condón.
Con un pequeño gemido de protesta, lo dejo retroceder y salir de la cama.
Cruza la habitación. Es un estudio de sombras y geometría: líneas rectas
enmarcan el músculo a lo largo de su columna, planos triangulares en sus
hombros, la curva dura de su trasero.
Observo sus hombros mientras trabaja de espaldas a mí, toma un pañuelo
de papel de una caja en el tocador y tira la basura a la papelera.
En la penumbra veo cómo vacila, tomando una respiración profunda.
Carter se endereza y gira. La parte delantera de mi cuerpo está fría por la
pérdida de él sobre mí y se ve agravada por el temblor de la ansiedad de que
se alejará, aclarará su mente, volverá en sí.
—¿Estas adolorida?
En todo caso, tengo más hambre. Mi voz es ronca.
—No.
Entrecierra los ojos, pareciendo estudiarme desde el otro lado de la
habitación.
—¿Estás enloqueciendo?
Todavía siento que no puedo recuperar el aliento, y me golpea un
desconcertante estallido de lo que acabamos de hacer y cuánto lo quiero de
vuelta en la cama conmigo.
—No en la forma en que te refieres.
Da un paso más cerca y se detiene, mirándome.
—¿Estás enloqueciendo tú? —pregunto.
—Un poquito. —Se estira, se rasca la nuca mientras mi estómago se
disuelve dentro de mi cuerpo. Pero luego agrega—: Necesito…
Más vacilación. Mis pulmones están incinerados.
—He pensado mucho en esto —dice—, sobre ti. Estoy enamorado de ti,
Evie. Finalmente estás aquí conmigo. No quiero dormir.
Me incorporo, consciente de que puede verme mejor con la luz de la luna
que entra por la ventana detrás de él.
La sábana cae y me pongo de rodillas.
Escucho que su respiración se queda atrapada en algún punto alto de su
garganta, pero no tengo que decirle que vuelva a la cama, que está bien, que
hemos hecho un trato. Cierra la distancia entre nosotros, su suave piel se
desliza sobre la mía mientras tira de mí hacia abajo, me tumba de nuevo.
Capítulo 22
Traducido por Nea
Corregido por Aryancx
Editado por Banana_mou
 
Carter
Me despierto con sábanas rasposas, un techo desconocido y el tipo de
oscuridad artificial que solo se produce por cortinas pesadas. Hay
movimiento a mi lado y por un momento lleno de horror recuerdo a Kylie,
con sus labios demasiado brillantes y su nulo concepto de espacio personal,
y mi corazón se detiene, empezando de nuevo solo cuando veo a Evie
durmiendo a mi lado.
Una descarga eléctrica recorre mi cuerpo cuando pienso en cómo hemos
llegado hasta aquí, en cómo el beso se sintió como ahogarse y no querer
volver a salir a flote.
Evie parece suave así. Tal vez suave no es exactamente la palabra
correcta, pero hay una quietud que no he visto en ella antes, como si sus
paredes estuvieran caídas y pudiera tocar su piel y pasar directamente a sus
huesos.
Está tan cerca, estamos casi nariz con nariz, y puedo distinguir cada
pestaña, contar cada pequeña peca. También está desnuda, lo que me hace
bastante feliz, pero luego me preocupa cómo reaccionará cuando despierte y
vea que yo también estoy desnudo.
¿Seguimos siendo amigos?
¿Me ha oído decir que estoy enamorado de ella?
Una parte de mí quiere estar más asustada de lo que estoy. Sería más fácil
si entrásemos en razón y consideráramos esto como un buen momento y un
loco lapsus de juicio. Pero mi cerebro y mi cuerpo son un frente unido en
esto de estar enamorado de Evie. La sábana está baja sobre su espalda, su
pelo oscuro está enredado en la almohada. Creo que anoche tuvimos sexo
cuatro veces. Estiro las piernas, aprieto el estómago. Se siente como si
hubiéramos tenido sexo veinte veces anoche.
Estiro la mano y le paso un dedo por la mano metida debajo de la
barbilla y por la longitud del brazo, y ella empieza a moverse.
De repente me doy cuenta de que no tengo ni idea de lo que voy a decir y
cierro los ojos, estabilizando mi respiración para que piense que aún estoy
dormido. Pasan unos momentos de silencio antes de que la curiosidad se
apodere de mí. Me siento ridículo; soy un hombre adulto que finge dormir
para evitar una conversación de adultos. Una sonrisa comienza a dibujarse
en mi boca y me arriesgo a echar un vistazo, ambos estallamos en
carcajadas cuando encontramos al otro haciendo lo mismo.
Con una mano en la cara me empuja.
—Eres un idiota.
El calor se acumula en mi pecho.
—¿Yo soy el idiota? ¿Has visto tu pelo? —Alcanzo a alisarlo y ella se
ríe, tratando de escapar.
—¿Has visto el tuyo? —pregunta con una sonrisa.
Hago una pausa, serio por un momento.
—¿Sigues enloquecida?
Ella juega con su labio y duda antes de responder:
—Un poco. ¿Y tú?
Le digo la verdad:
—Un poco.
—¿Quieres parar esto... lo que sea?
Me inclino hacia delante y le doy un beso en la comisura de la boca antes
de encontrarme con sus ojos.
—No...
—De acuerdo —dice ella, con su mirada puesta en mis labios—.
¿Quieres evitar hablar de ello y tener sexo de nuevo?
Me muevo hasta situarme encima de ella, maravillado por la parte de su
cuerpo que puedo cubrir con el mío. Miro hacia abajo, entre nosotros, hasta
que sus piernas se apoyan en mis caderas. Me balanceo hacia delante,
experimentando, y siento la forma en que me deslizo fácilmente por su piel,
suave y ya húmeda.
Ella gime suavemente y yo conozco ese sonido. Recuerdo cómo resonó
en la habitación.
Sus manos se mueven a lo largo de mis costados, arrastrando las uñas por
mis costillas y por mis pezones hasta mis hombros. Con una mano en la
nuca me tira hacia abajo y entonces no hay nada entre nosotros, ni siquiera
aire.
Por un momento pienso que podríamos salir de esto, dos cuerpos
moviéndose el uno contra el otro a la velocidad adecuada, en el punto justo,
como hicimos aquella noche en su apartamento. Pero eso no es lo que
quiero.
Evie debe estar en la misma página porque su brazo ya está estirado a un
lado, los dedos tanteando la tira de preservativos de la tienda de regalos que
tiré allí en algún momento de la noche.
Casi se me cruzan los ojos cuando me pasa el látex por encima, y le
lanzo una mirada de reproche, apartando su mano. Después de eso, no hay
que esperar. La sábana se levanta y pasa por encima de nuestras cabezas,
una tienda blanca. Mi corazón se acelera y ella nos gira para sentarse a
horcajadas sobre mis caderas, llevándome dentro y moviéndose en
pequeños arranques y paradas hasta que se da cuenta, hasta que llega a
donde realmente tiene que estar.
Sus palmas me presionan el pecho mientras se mueve hacia delante y
hacia atrás, una y otra vez, y se siente tan bien que pongo mis manos en sus
caderas para distraerme, alineando mis pulgares con los suaves contornos
de su ombligo. Le doy un empujón hacia arriba y hacia dentro, más fuerte y
luego todavía más fuerte, y su boca se abre, el cabecero golpeando cerca de
la pared, los muelles crujiendo bajo nosotros. Tiene los ojos cerrados y la
boca parcialmente abierta, y me pregunto por qué hemos esperado tanto
tiempo para esto, cómo hemos dejado que todo lo demás se interpusiera en
el camino, porque esto, joder, no se puede comparar con esto.
Vuelve a girar las caderas, un pequeño círculo apretado, y jura, sus dedos
se mueven entre sus piernas en un movimiento practicado.
—¿Vas a follarme? —le pregunto en un susurro, y se me hace la boca
agua al ver cómo se endurecen sus pezones aún más.
Su respuesta no tiene palabras, un suave jadeo que se pierde entre mis
propios sonidos cuando ella baja más fuerte, cuando me penetra más. Todo
lo que puedo hacer es mirarla, asintiendo al ritmo de sus movimientos y
sentir cómo se tensan los músculos de mi estómago, cómo aumenta la
presión.
Su pelo está húmedo contra su frente y donde se enrosca a lo largo de la
curva de su pecho y creo que ella también está a punto de llegar, sus
movimientos se vuelven entrecortados, el ritmo es frenético.
—¿Sí? —digo, colocando mis dedos junto a los suyos y haciendo
círculos.
—Eso... —empieza a decir cuando se oyen golpes en su puerta, seguidos
de un frenético rasguño.
Nuestras miradas se cruzan, los cuerpos se congelan inmediatamente,
ninguno de los dos respira.
—¡Oh, Dios mío! ¿Anoche puse el cerrojo a la puerta? —susurra—. El
servicio de limpieza podría...
Pero no es el servicio de limpieza, es como un millón de veces peor,
porque después de otro golpe, y algunos arañazos más, es la voz de Brad.
Brad, nuestro jefe, al otro lado de la puerta.
—¿Evie? —dice, y vuelve a llamar.
Nunca me he movido tan rápido en mi vida. Es un revuelo de brazos,
piernas, sábanas y almohadas. Evie salta en una camiseta y en un pantalón
de chándal a una velocidad que no podría ser humana. Mientras tanto, yo
estoy desnudo, usando un condón, y todavía bastante duro cuando ella
comienza a arrear en la dirección del armario.
—¡Un segundo! —dice, y luego susurra—: Me desharé de él. Quédate
aquí y no te muevas.
Su cara está sonrojada, las mejillas rojas con un ligero brillo de sudor, y
no hay manera de que él no sepa lo que ella ha estado haciendo.
Levanto la mano para objetar y ella cierra la puerta, encerrándome dentro
del closet. Mierda.
No puedo ver nada más que una franja de luz en el centro, y bien, eso es
ligeramente aterrador, pero soy optimista, así que voy a verlo al menos
como que aquí es donde Brad podría verme de pie desnudo y todavía
usando un condón, y más porque aquí es donde todo el oxígeno está
entrando.
Dicen que cuando se quita un sentido, todos los demás se agudizan. Debe
ser cierto porque no solo puedo oler el perfume de Evie cuando lo rocía
ligeramente en el dormitorio, buena movida, sino que puedo oír sus pasos
cuando cruza hacia la puerta, luego el sonido de la cerradura y casi puedo
sentir el momento en que Brad está allí, a menos de un metro de donde me
estoy escondido.
—Brad, hola. —Evie se aclara la garganta—. Lo siento, me estaba
vistiendo. Es... —Hay una pausa y me imagino que comprueba su reloj y le
dedica su mejor sonrisa pasivo-agresiva—. Vaya, no son ni siquiera las
siete. ¿Qué puedo hacer por ti?
Hay una especie de refriega y luego Brad grita:
—Bear, vuelve aquí.
—¿Has traído a tu perro? —dice Evie, y yo reprimo un gemido. Brad
tiene un gran danés que es básicamente del tamaño de un caballo, y si ha
conseguido escapar de Brad y entrar en la habitación, quién sabe lo que
encontrará. A saber, a mí. Estoy brevemente abrumado con la imagen
mental de él fácilmente barriendo a través de estas puertas de chapa barata y
arrastrando mi culo desnudo a la habitación.
—Maxine lo trajo anoche. Bear —grita de nuevo, pero suena a medias en
el mejor de los casos—. Estará bien —dice más tranquilamente a Evie—,
solo husmeando. Ahora, quería preguntarte sobre el programa de hoy. ¿Qué
has planeado?
Oigo vagamente a Evie desgranar el itinerario, y aunque quiero
enfurecerme por la forma en que le está hablando, hay un asunto más
urgente. Obviamente, Bear se ha dado cuenta de que algo en este armario
no está colgado, y él está oliendo alrededor, su nariz y los ojos oscuros
obstruyendo mi grieta de oxígeno.
Intento en silencio alejarlo cuando encuentra algo más interesante y se
aleja. Sin la nube de aliento de perro y los sonidos de su jadeo que resuenan
en el armario, por fin puedo distinguir partes de la conversación.
—Y supongo que no estoy muy segura de por qué me lo preguntas —
dice Evie—. El planificador de eventos puso la mayor parte del programa;
nosotros solo lo aprobamos y elegimos entre el filete y el pescado. Tengo
que ser honesta… —Una pausa—. Brad, ¿qué está haciendo? Está en la
basura.
—¡Bear, sal de ahí! —grita Brad, y da una palmada—. ¿Qué estás
comiendo? —Por el tintineo de su collar, creo que Bear ha vuelto corriendo
hacia Brad, y continúa.
—También quería hablarte de tu asistente —dice.
—¿Jess?
—¿Por qué le haces enviar un email a Kylie sobre los vendedores? Kylie
no tiene tiempo para cosas así, y francamente, tú tampoco.
—La estaba haciendo verificar algunos de los...
—Pareces olvidar que soy el entrenador aquí y que yo establezco las
jugadas. Envía todas las facturas y recibos a Kylie para que se encargue,
donde asumo que se dirigían en primer lugar. Te puse a cargo de este evento
y eso es lo que debería preocuparte. No...
—Carter —interrumpe, y yo dejo de respirar. Cualquier erección que
todavía tenía ya no es un problema.
—Nos pusiste a mí y a Carter a cargo de este evento, y sin embargo soy
la única a la que pareces hacer responsable. Y te das cuenta de que nada de
esto está en la descripción de mi trabajo.
Hay una larga pausa y tengo miedo de moverme, miedo de parpadear,
preguntándome si mi pulso es realmente audible fuera del armario.
—¿No escuchaste nada de lo que dije anoche, Evie? —dice Brad, con
voz fría—. ¿Sobre trabajar juntos? ¿Sobre que todos nos unamos como un
equipo?
—Escuché cada palabra.
—Entonces quizás deberías hacerte un favor y pensar en lo que significa.
No te sobra ningún strike.
—¿Cuáles han sido mis strikes? —pregunta ella, con la paciencia
claramente agotada—. El Día del Campo fue hace dos años, y había unos
quince productores también en el gancho. He traído más dinero que
cualquier otro agente este año, hombre o mujer.
—Jugando la carta de la chica, ya veo —dice—. Ya sabes lo que pienso
de eso.
Deja la frase en suspenso, y unos momentos después oigo un chasquido,
el sonido de un perro corriendo, y luego la puerta cerrándose, la cadena
deslizándose en su lugar.
Evie abre de golpe el armario y una ráfaga de aire fresco y frío me da en
la cara.
—Gracias a Dios —digo, con la mano pegada al pecho mientras intento
frenar mi corazón—. ¿Qué demonios? ¿A qué viene todo esto? ¿Cuál es su
problema?
Su mandíbula está tensa mientras mira más allá de mí, mirando la puerta
cerrada.
—Te diré que por un momento me desmayé y fantaseé con empujarlo por
el balcón. Solo un pequeño empujón y él rebotaría como una pelota de
tenis.
—Vaya. —Me enderezo—. No sé lo que dice de mí, pero me gusta más
tú lado malvado.
—Él es el peor —susurra, “el peor". Caminando hacia la cama, coge una
almohada y la lanza a la pared—. Por suerte para los dos no estábamos
cerca de eso —dice—. Sentiría demasiada culpa para ser considerada una
buena asesina.
Suspiro.
—Sospecho que ambos sabemos la respuesta a eso. Te prometo que
habría dicho algo si no hubiera estado desnudo y...
Hago un gesto hacia el lugar donde el condón probablemente se ha
secado permanentemente en mi pene.
Ella hace una mueca de dolor y yo me meto en el cuarto de baño y me
tomo un momento para limpiarme.
—Por supuesto que dejó entrar a su perro-caballo para destrozar mi
habitación de hotel —dice desde el dormitorio—. Lo siguiente... —Se
queda en silencio y luego suelta un horroroso—: Dios mío.
Salgo del baño y miro a través de la habitación donde Evie está mirando
con los ojos abiertos algo en el suelo.
—¿Qué pasa?
Ella me mira.
—¿Cuántas veces tuvimos sexo anoche?
—Ah, ahí está. —Me río, dándole una sonrisa ganadora—. ¿Acabas de
asimilar ahora que te has acostado con el enemigo?
—No —dice, señalando hacia abajo—. Bear se metió en la basura de
aquí. Estoy tratando de averiguar cuántos condones se ha comido.

***
¿Somos asesinos de perros?
Quiero decir... Estoy bastante seguro de que no lo somos. Lo busqué en
Google, y si Morgan puede tragarse un centavo prensado de recuerdo del
tamaño de toda su tráquea y que salga por el otro extremo sin problemas,
Bear estará bien también.
Creo.
Evie está un poco menos convencida y me hace borrar el historial del
navegador para que si algo sale mal, no pueda ser utilizado como prueba en
nuestra contra. Tengo algo de tiempo hasta nuestra primera actividad de
formación de equipos, y voy a mi habitación para ducharme antes de sacar
mi portátil para revisar el correo. Hay uno del director creativo de la sesión
de Vanity Fair, y al principio me da miedo abrirlo.
No tenía por qué tenerlo, porque a pesar de la entrada de diva de Jonah y
de que Evie y yo casi perdemos la cabeza siendo idiotas el uno con el otro
antes de tantear en la oscura sala de mezclas, las fotos son geniales. Tan
geniales, de hecho, que quieren reservar a Jonah para otra sesión. Mi
hermano puede ser un gran idiota la mitad del tiempo, pero claramente tiene
el talento para respaldarlo.
Todavía es pronto, pero me arriesgo y le llamo. Contesta después de
cuatro timbres. Oigo el sonido de una cortadora de césped en algún lugar en
la distancia, así que asumo que debe estar levantado y fuera.
Es una buena señal.
—Escucha —digo, zumbando con auténtica emoción—. ¿Has revisado tu
correo electrónico? Hay pruebas de Vanity Fair, y se ven muy bien.
Además, quieren que hagas otro trabajo.
Nada más que el silencio me saluda al otro lado de la línea. Aparto el
teléfono para asegurarme de que no se ha desconectado.
—¿Me has oído, Jones? Quieren que vuelvas.
—Lo he visto —dice, pero vuelve a quedarse callado.
—¿Lo has visto? ¿Eso es todo? Amigo, esto es exactamente lo que
queríamos. Lo que tú querías: trabajar. Para seguir viviendo en el estilo de
vida al que te has acostumbrado.
—No estoy seguro de que eso sea lo que quiero —dice—. Hacer rodajes
de reportajes.
Me quedo asombrado durante unos instantes, mirando sin realmente ver
la pared de mi habitación de hotel.
—¿Pero no es esa la manera de pagar tus facturas?
—Sí, pero... Fui a esta galería el otro día, dirigida por el amigo de un
amigo, y algunas de las cosas eran bastante buenas. No es moda ni nada,
pero sí abstracciones y retratos.
—¿Dices que quieres volver al tipo de trabajo que hacías en la escuela?
—pregunto, confundido. ¿No se supone que Jonah vino a Hollywood para
ser una estrella? No puedo evitar ver que el hacer pequeñas exposiciones de
arte es como un paso hacia abajo en la escalera particular que eligió.
—¿Te acuerdas de la foto con la que gané la beca? —me pregunta, y sé
exactamente a qué se refiere porque todavía está colgada en la casa de
nuestros padres.
—Los cables de alta tensión —le digo—. ¿Eso es lo que quieres hacer?
—¿Un poco aquí y allá? Como si pudiera hacer unos cuantos rodajes
para pagar las facturas, pero también las otras cosas. Tal vez conseguir un
programa o algo así.
Me vuelvo a sentar en mi silla. Esto tiene que ser la cosa más poco “LA”
que mi hermano ha dicho desde que tenía dieciocho años.
—¿Qué te parece? —insiste.
Vuelvo a la conversación y me doy cuenta de que aún no he dicho nada.
—Sí, Jones. Si crees que eso es lo que te hará feliz, entonces deberías
hacerlo. Y si puedes hacer ambas cosas y seguir ganando algo de dinero,
bueno, eso es aún mejor. Supongo que lo que estoy diciendo es que tienes
esa opción, con Vanity Fair.
—Sí.
—Ya lo descubrirás. —Mi teléfono hace clic y miro la pantalla. Caleb, el
representante de Dan—. Escucha, Jonah, tengo otra llamada y es algo
importante. ¿Puedo llamarte luego?
—No te preocupes. —Creo que va a colgar, pero vuelve a hablar—: Oh,
¿y Carter? —Hace una pausa—. Gracias.
Luego se va.
No tengo tiempo para reflexionar sobre esta nueva vulnerabilidad
mostrada por el idiota de mi hermano, así que me cambio y me pongo de
pie para caminar por la habitación.
—Caleb, hola.
—Hola —dice—, tengo a Dan aquí. ¿Estás libre?
—Por supuesto.
Hay un poco de movimiento mientras se pasa el teléfono, y entonces Dan
está allí.
—Carter, finalmente nos conectamos.
—Dan, ¿cómo va todo?
—Bien. Acabo de terminar de leer un guion y es terrible. —Se ríe—.
Todos son bastante terribles, si soy honesto.
Pienso en la última cosa en la que vi a Dan: una gigantesca película de
acción que tiene lugar en un petrolero varado en el mar; antes de eso
interpretó a un policía que intentaba acabar con una banda de traficantes de
drogas, y me pregunto si los guiones que le envían son solo copias de lo que
ya ha hecho. Tomo nota para averiguarlo.
—¿Qué es exactamente lo que buscas? —pregunto, archivando
mentalmente la pila de grandes guiones que Brad me envió recientemente.
—Lo que busco es un agente que vea lo que soy, pero también lo que
puedo ser. Jared Leto ganó un Oscar por Dallas Buyers Club, pero también
puede interpretar al Joker.
—También consigue ser una estrella de rock —digo, y Dan se ríe de esto
—. Es un trabajo muy bonito si lo consigues.
—Exactamente. —Está de acuerdo—. Nadie le dice que no puede hacer
el Joker. Lo ha querido y lo ha hecho.
—También tiene el talento para respaldarlo —digo, guiándolo.
—¿Crees que no lo tengo?
—No estaría teniendo esta conversación si pensara eso —le digo—. Al
menos como actor. Sin embargo, tengo que ser honesto Dan. Serías una
estrella de rock de mierda.
Se ríe de nuevo.
—Eso es lo que necesito. Un agente que me consiga los papeles que
necesito, pero también los que quiero. Y uno que me aleje de las cosas que
no van a funcionar.
—La ayuda no viene de nadie que te bese el culo —le digo—. A ninguno
de los dos nos pagan así.
—¿Crees que eres ese tipo?
—Estoy seguro de que soy ese tipo. Eres una carrera, no solo un papel.
—Hagamos esto entonces —dice—. Tengo que volver al plató, pero
Caleb puede ocuparse de los detalles. ¡Hagamos algunas películas, hombre!
—Y ganar algunos premios —digo en respuesta y puedo oír su silencioso
«Claro que sí» mientras le pasa el teléfono a Caleb.
Termino la llamada y, cuando cuelgo, no sé si me lo he imaginado todo.
Hay que hacer algunas cosas oficiales, pero soy el nuevo agente de Dan
Printz.
Yo.
Me llevo las manos al pelo y vuelvo a pasear por la habitación antes de
coger el teléfono, listo para llamar a Evie con las buenas noticias cuando
me detengo, dejándolo caer de nuevo en la cama.
No hay forma de que le diga esto a Evie hoy. Ella cree que Brad está
tratando de empujarla, y después de escuchar su pequeño altercado esta
mañana, estoy de acuerdo. No solo le quité a Dan de una forma
semidesconocida, sino que confío en poder hacer cosas por él precisamente
porque tengo acceso a una pila de guiones calientes que Evie nunca llegó a
leer.
Vuelvo a coger el teléfono, sintiendo su peso en la palma de la mano y
preguntándome si hay algún tipo de período de gracia de veinticuatro horas
para dar un golpe posiblemente devastador a la carrera de mi nueva novia.
Abro la aplicación del calendario y le envío a Justin una nota para que
reserve una hora el martes, después de que haya tenido la oportunidad de
confirmar los detalles con Dan. Es mejor no precipitarse. Terminaré el fin
de semana, volveremos a Los Ángeles, y luego hablaré con Evie de ello lo
antes posible.

***
Cualquier fin de semana de trabajo en equipo tiene básicamente un
objetivo: hacer que un grupo de adultos, medianamente exitosos, se
comporten como idiotas durante cuarenta y ocho horas en nombre de la
unión corporativa. Este fin de semana no es diferente.
No es que los juegos en sí mismos sean una tontería, son muy divertidos,
sino que es difícil que salgan inmediatamente a la utilidad en el mundo real.
Quiero decir, ¿cómo puede ayudarme luchar contra un zombi en una sala de
conferencias cerrada a decirle a mi compañero de trabajo de forma tranquila
y racional que me molesta que se haya comido mi almuerzo?
Acertadamente, el primer juego se llama Zombie Escape. Un “zombi”
está atado en el centro de la habitación y gradualmente se le da más espacio
en el suelo. Los otros miembros del equipo deben resolver varios
rompecabezas antes de que el zombi sea liberado por completo. El mejor
momento de este juego en particular llega cuando el equipo de Evie
sacrifica a Ashton para conseguir otros tres minutos.
La organizadora del evento, Libby, les felicita por la resolución de
problemas en el mundo real, pero les recuerda que no estaba exactamente
en el espíritu del juego. Pero déjame ser claro: yo habría hecho lo mismo si
la situación fuera real. Ashton es un idiota.
Lo siguiente es la Trivia de la Oficina. Nos dividimos en nuevos equipos
y ganamos puntos respondiendo a las preguntas correctamente. Las
preguntas comienzan bastante fáciles, y están destinados a poner a prueba
nuestra observación y la memoria: ¿En qué planta está el baño compartido?
¿De qué color es el sofá del despacho de Evie?
¿Ves? Es sencillo.
Pero cuando el ejercicio se convierte en una escena sacada de Cartas
contra la humanidad, con preguntas como “Lo que más se ajusta a la
descripción de: una hora de diversión, perfecta para la pausa del almuerzo”
y la mitad del grupo grita “¡Rosa!”, es el momento de hacer las maletas.
La respuesta correcta era yoga en la sala de descanso, por cierto.
Es difícil no mirar a Evie durante todo esto, acercándome a su equipo e
inventando excusas para tocarla. Para cuando el almuerzo termina y todos
se reúnen para un paseo por la naturaleza alrededor del lago, si hubiera
espolvoreado a Evie por mis huellas dactilares, habría parecido una
rosquilla empolvada.
La temperatura está justo por encima del punto de congelación, y
nosotros, pequeños y buenos californianos, nos ponemos nuestra ropa de
invierno, específicamente para este viaje, y empezamos a caminar. Corro
para alcanzar a mi chica –¡mi chica!– y le doy un tirón de la mano para que
ambos nos quedemos en la parte de atrás del grupo.
Las mejillas de Evie están rosadas por el frío, y me acerco todo lo que
puedo sin que parezca que estoy tramando algo.
—¿De qué se trata todo esto? —dice, sonriendo al ver la distancia entre
nosotros y los demás.
Saco una mano del bolsillo y enrosco mi meñique alrededor del suyo.
—Solo quería tomarte la mano.
—Eres un cachorro —dice, pero me aprieta el dedo de todos modos.
Hablando de cachorros... Bear corre por ahí, agachándose y esquivando
al grupo mientras caminamos a lo largo del lago. En un momento dado, se
adentra cautelosamente a lo más bajo del lago y comienza a agacharse.
—Oh, Dios —murmuro, dando un suave codazo a Evie.
Ella se gira para seguir mi atención y deja escapar un silencioso jadeo.
Sus patas traseras tiemblan, su columna vertebral está torpemente
curvada, y si tuviera que adivinar, diría que Bear está sintiendo algún
malestar intestinal.
—¡Bear! —grita Brad, y todo el mundo mira torpemente hacia otro lado
para no ver al perro que hace caca—. ¿Qué demonios estás haciendo? Sal
del agua, ¡está helada!
Bear no se deja mover. Con cuidado, se adentra un poco más, se agacha
un poco más, gime y nos mira a todos.
Evie me mira a mí, y luego ambos nos volvemos para ver con horror
cómo Brad sigue gritando y Bear sigue... bueno, agachado. Todo el mundo
está de pie en el borde del agua y es como un accidente de coche a cámara
lenta. Parece que nadie puede apartar la vista.
Suelto la mano de Evie y me dirijo al frente del grupo, a punto de
confesar y sugerir que llevemos a Bear al veterinario de urgencia más
cercano, cuando el problema parece resolverse por sí solo. Bear ladra
felizmente y se endereza, saltando de nuevo a la nieve.
—Bueno, eso fue anticlimático —dice Kylie—. Pensé que iba a tener
cachorros o algo así.
Todas las cabezas del grupo se giran para mirarla con la misma expresión
de confusión cuando alguien habla.
—Dios mío. Brad —dice Rose—. Creo que Bear tiene lombrices.
Todos miramos, porque sinceramente, a estas alturas, ¿qué otra cosa
podemos hacer? Cuatro cosas de color amarillo pálido están flotando en la
superficie del agua.
Y me estremezco, volviéndome hacia Evie justo a tiempo para oír a
alguien decir:
—¿Son... espera, son condones?

***
Se puede decir que nunca he estado más emocionado por el final de un
viaje que ahora mismo. El retiro estuvo bien, genial si se cuenta que fueron
dos noches y ocho condones –solo siete de los que se usaron para
terminación–, pero decir que estaba distraído sería quedarse muy corto. Este
fin de semana se ha sentido como una especie de prueba, pero aparte del
Incidente del Condón, como hemos decidido llamarlo, y el pequeño
altercado de Evie y Brad en su habitación, se siente como un éxito
abrumador.
Todo el mundo está empacando y tomando una última taza de café el
domingo por la mañana antes de que lleguen los coches para llevarnos de
vuelta. El fuego está rugiendo, una fila de maletas espera cerca de la puerta,
y estoy que cuento los minutos que faltan para que Evie y yo volvamos a
estar solos. Quiero estar solo con ella para poder contarle sobre Dan, sí,
pero también para hablar y digerir todo lo que ha pasado entre nosotros y
hacer un plan para lidiar con Brad, juntos.
Evie está al teléfono con los conductores, y yo estoy cerca de la
chimenea, observándola tan discretamente como puedo. Brad y Kylie están
hablando en un rincón cercano; puedo escuchar fragmentos de su
conversación, aunque no presto mucha atención. Estoy listo para salir de
aquí.
—No lo sé —dice Kylie—. Les dije específicamente que todo eso debía
ir directamente a ti. —Brad asiente—. No estoy segura de dónde se produjo
el error de comunicación. Se lo dije, Brad.
—Sé que lo hiciste —dice, y hay una suavidad en su tono que de repente
tiene mi atención.
—La gente tiene demasiado tiempo libre; yo me encargaré de ello.
No me doy cuenta de que estoy mirando hasta que Brad mira por encima
del hombro de Kylie y sus ojos se fijan en los míos.
Mierda.
Manda a Kylie lejos, diciéndole que se asegure de que todo el mundo
está en su sitio, y se pone a mi lado.
—Carter —dice, con las cejas apretadas mientras echa un vistazo al resto
del bar—. No estuviste aquí el año pasado, pero ¿crees que el retiro fue un
éxito?
—Absolutamente —le digo—. Evie se merece todo el mérito.
Se apoya en la chimenea y toma unos cuantos caramelos de menta que
hay en un cuenco antes de meterse uno en la boca.
—No tienes que cubrirla, sabes. Si ella no estaba haciendo su trabajo —
dice—, puedes decírmelo. —Me pone una mano alentadora en el hombro
—. Sé que te gusta, Carter, y mí también. Evie es una gran chica. Pero
también tiene una reputación en este negocio.
—Te refieres al Día del Campo.
—Exactamente. Y no me gustaría que te vieras envuelto en algo que
pudiera poner en peligro tu trayectoria. Sobre todo, teniendo en cuenta que
me gustaría hablar en algún momento de esta semana sobre la renovación
de tu contrato.
Me enderezo y doy un paso atrás.
—Con el debido respeto, Evie es una de las...
Me corta una ronda de vítores y aplausos dentro del vestíbulo. Los
coches han llegado, y una sonriente Evie se acerca a nosotros.
—Es hora de irse —dice, con una sonrisa vacilante mientras mira entre
nosotros—. ¿Todo bien por aquí?
Brad sonríe con esa maldita sonrisa suya.
—Estábamos hablando de cómo fue el fin de semana.
—¿Sí? Creo que fue bastante bueno. —Nos dedica a los dos una sonrisa
dulcemente orgullosa.
—Fue increíble —digo—. Le estaba diciendo a Brad que sé que hicimos
esto juntos, pero tú realmente me impresionaste: liderando esto, con todo lo
demás en tu plato.
Su cara se ilumina.
—Gracias. —Mira de mí a Brad en busca de algún tipo de confirmación.
Por supuesto, que no llega.
—Parece que es hora de salir —dice rotundamente—. Los veré a los dos
mañana por la mañana. Disfruten del resto del día.
La cara de Evie se cae, y sé que sus temores se acaban de confirmar. Por
alguna razón, Brad estaba esperando que ella metiera la pata.
De repente se me ocurre que no se trata solo de que Evie sea una mujer, o
de cualquier otro centenar de posibles formas de intolerancia.
Quiero decir, es en parte eso. Evie no está loca con respecto a la doble
moral. Pero Brad no está intentando deshacerse de todas las mujeres de la
empresa, aunque las trate a todas como una mierda. Así que su rencor no es
solo eso.
No. Brad tiene algo en contra de Evie.
La pregunta que tengo, cuando la miro, es si se da cuenta.
 
 
Capítulo 23
Traducido por aryancx
Corregido por m_Crosswalker
Editado por Banana_mou
 
Evie
Me considero una persona altamente intuitiva pero no se necesita serlo
para darse cuenta de la tensión entre Brad y yo. Es lunes por la mañana y no
hablamos ni una sola palabra cuando ambos verificamos asistencia. Brad ni
siquiera me reconoce en el pasillo mientras caminamos. Y las dulces
sonrisas de Kylie que gritan ¡Todavía me gustas! cada vez que me ve, me
sientan peor que el silencio de Brad. No es raro tener relaciones tensas en el
trabajo, especialmente con los jefes, pero dado que he hecho todo lo que me
ha pedido y más, su comportamiento es desconcertante.
Por mucho que me encanta ser un agente, y por mucho que me encanta
tener la búsqueda de P&D y sus recursos al alcance de mi mano, tengo que
admitir que se está volviendo difícil que me importe un carajo todo esto.
Carter y yo lo hacemos todos los viernes y sábados por la noche, los
sábados por la mañana, por supuesto, y de vuelta en mi casa el resto del fin
de semana, es decir, el domingo. Eso es todo en lo que puedo pensar ahora
mismo. Pensar en sexo es ciertamente mejor que estar estresado en el
trabajo, y soy como una caricatura con un halo de estrellas giratorias, pero
en lugar de ser golpeada con un yunque en la cabeza, me han golpeado en la
vagina con el pene mágico de Carter.

***
El martes por la mañana, Rose anuncia que dejará el negocio, regresará a
Iowa y abrirá una librería. La reacción interna de casi todo el mundo a esto
es un «¿¿¿¿En serio????», porque es un cambio total respecto a su trabajo
actual y más aún porque ninguno de nosotros podría haber imaginado que
Rose lee libros.
Anuncia esto en medio del amplio pasillo exterior, frente a unos dieciséis
asistentes y pasantes que trabajan en el área común. Le sigue un coro de
jadeos simultáneos: a los internos les encanta Rose porque les dice todo lo
que sabe.
Rose presiona su pecho con una mano temblorosa.
—Lo sé —dice—. A mí también me duele. Los extrañaré mucho.
Desde el otro lado del pasillo, puedo sentir la atención de Carter en mi
cara. Nuestros ojos se enganchan, y luchamos para no estallar en enormes
sonrisas.
Esto significa un agente menos en Los Ángeles.
Esto significa que Brad podría retenernos a los dos.
Alejo mi mirada de la suya cuando mi teléfono zumba en mi palma con
una llamada de un productor de Sony.
Respondo, girando y caminando rápido a mi oficina.
—Evie —dice la voz—. Es Frank Nelson.
—Frank, me alegra escucharte.
—Mira, estoy de camino a una reunión, pero quería llamarte
rápidamente. Tengo un guion que me gustaría que consideraras para Trent
Vanh. Esta es una gran producción de Michael Bay, y ya tenemos a Keira
Knightley. Trent es nuestra pista, si él lo quiere.
Mi corazón no está latiendo, se está devorando a sí mismo con cada
latido apretado.
—Lo reviso con gusto —respondo con la mayor calma posible—.
Envíalo con los detalles de la oferta y seguiremos adelante.
—Estupendo.
La llamada termina. Fácil, Rápido. Puntual.
Altera todo.

***
—Entra —dice Brad desde el otro lado de la pesada puerta de roble.
Empujo hacia dentro con las manos aún temblando. Mira hacia arriba, sin
parpadear.
—¡Evie!
—Tengo buenas noticias —le digo. Me ordena que continúe, bajando sus
gafas y cruzando sus manos frente a él—. Frank Nelson acaba de llamar y
le ofreció a Trent el papel principal en la próxima película de Bay.
La reacción de Brad a esto es un pequeño parpadeo de una ceja, una
sacudida a un lado de su boca. Hace seis meses habría rodeado el escritorio
y me habría abrazado por esto.
—Bien. Bien. —Es todo lo que consigo.
—Hoy enviará el guion, y la oferta.
—Es bueno. —Brad asiente y finalmente ofrece un pequeño destello de
sonrisa. Luego inhala bruscamente, recostándose en su silla para estudiarme
—. ¿Se lo has dicho a Carter?
Mi cerebro se detiene, y sé que mi cara acaba de quedarse sin expresión.
El instinto me hace continuar con cautela. ¿Me preguntó esto porque sabe
que me acuesto con Carter? ¿O me preguntó esto porque Trent pronto será
de Carter, y yo estaré haciendo las maletas?
—Vine a decírtelo primero —le digo—. Se lo diré cuando lo vea.
Brad sonríe.
—Él también está viendo algunos grandes negocios, que se acercan. ¿Te
lo ha contado? Aterrizó con Dan Printz el sábado.
Soy Alice, revoloteando a través del espejo. Soy Louise, conduciendo el
coche por el acantilado.
¿Lo hizo?
¿Lo hizo?
¿Por qué no me lo dijo? ¡Quería esto para él!
Mi cara se siente caliente, Dios, debo de estar de color rojo brillante.
Necesito largarme de aquí.
Brad se vuelve a poner las gafas y esta vez su sonrisa es genuina.
—Ve a felicitarlo. Es una gran firma para nosotros.

***
Tengo cerca de siete mil reacciones a esto, y estoy sintiendo todas al
mismo tiempo. Confusión, sorpresa, ira, tristeza, preocupación, culpa,
felicidad, y lo que sean los otros varios miles, los siento, cada uno.
Me encierro en un baño, me siento y pongo mi cabeza entre mis manos.
Piensa, Evie.
Piensa en todo.
¿Por qué no me lo dijo?
Sé por qué: esta situación es complicada y nuestra relación acaba de salir
de la situación del asesino y la agitación de todo ese sexo.
¿Carter es realmente ese tipo? ¿Soy tan ciega a las emociones que ni
siquiera puedo ver cuando está teniendo unas cuantas folladas antes de
quitarme mi trabajo? Mi cerebro grita y presiono mis puños contra mis
sienes.

Sé que ir al Pueblo de los Sexistas Imbéciles26 es mi reacción instintiva.


Lo triste es que tengo razón la mayor parte del tiempo. Pero este es Carter.
Lo he visto en su mejor momento, y en su peor momento. Lo conozco, ¿o
no?
Aprieto los ojos, obligando a mi equipo de debate interno a subir al
podio.
¿Se lo habría dicho yo a él ya? Tal vez, pero probablemente no. Me
gustaría ver esa página de firmas primero. Me gustaría saber con seguridad
que Dan Printz era mío, porque no importa cuántas películas de Michael
Bay reciba Trent. Dan Printz es el futuro. Es el próximo Brad Pitt, el
próximo Clooney. No es una estrella pequeña, es un sol.
¿Qué significa esto para mí?
Con Rose fuera de escena, quién sabe. Pero probablemente significa que
soy la segunda después del chico dorado, y ese chico dorado es mi novio.
¿Estoy de acuerdo con eso?

***
Carter no está en su oficina cuando salgo de mi habitación del pánico, así
que me dirijo a mi propia oficina, respondiendo a los correos electrónicos
mientras mi cerebro respira un poco. Apenas es mediodía, y sé que tengo
una lista de cosas por hacer de un kilómetro de largo, pero no puedo
recordar nada en ella.
Llamo a Jess, le digo que revise y priorice mi monstruosa hoja de
llamadas, y me distraigo en eso tanto tiempo como puedo. El trabajo se está
acabando. Es el filo de un cuchillo, el recorte de un seto. Todo se siente
ordenado una vez que he pasado la pelota a la cancha de otra persona.
Jess se apoya contra el marco de mi puerta.
—¿Tuviste la oportunidad de repasar esas facturas de retiro de nuevo? —
Me estremezco.
—¡Maldición! Está en mi lista de cosas para hacer hoy. Gracias por
recordármelo…
Los zapatos de Carter chillan contra el mármol cuando se baja del
ascensor, y yo me levanto, apartándome de mi silla, y salgo corriendo. La
risa de Jess me sigue por el pasillo.
Corro hacia él, agarrando sus brazos en mis manos. Carter.
—Oye, ojitos locos —dice, riendo. Pero entonces su expresión cambia y
levanta la barbilla para que volvamos en dirección a su oficina.
Cierra la puerta detrás de él.
—Evie…
—Acabo de hablar con Brad —digo sin aliento—. A Trent le ofrecieron
un papel en la próxima producción de Bay y me habló de Dan, y...
—Iba a decírtelo —dice con urgencia, y el frenético conjunto de sus ojos
hace que mi pecho se retuerza—. Acabo de volver de almorzar con él, y
venía...
—No estoy enojada —le digo en voz baja, interrumpiéndolo—. Lo
estaba, pero me calmé.
Carter se sienta pesadamente en una silla.
—Sabía que lo estabas cortejando —le recuerdo—. Y, para ser honesta
en mis propias acciones, le dije a Dave de la Vid que te enviara un correo
electrónico y mandara el contacto.
Sus cejas se juntan, y traga.
—¿Tú le dijiste? ¿Cuándo?
—¿Como en tu segunda semana aquí? —digo, encogiendo los hombros
—. Dave asumió que Dan iba a venir a buscarme, pero le dije que te
buscara a ti.
—No tenías que hacer eso. —Sacude la cabeza, aturdido.
—La fusión acababa de ocurrir y te habían dado un golpe bajo. Quería
ganar, pero quería un juego parejo primero. O tal vez subestimé la amenaza
que serías. No lo sé. Pero me alegro de que tengas a Dan. Creo que
encajarán. No estoy enfadada porque no me lo hayas dicho. Te lo prometo.
Parece que se tambalea durante unos segundos, y luego dice en voz baja:
—No puedo creer que hayas hecho eso.
Esto me hace reír, y le sorprendo porque no es una risa suave. Es una
carcajada tenebrosa.
—Como dije, quería pelear de manera justa.
Levanta la frente burlona como suponiendo que yo lo golpearía después
de todo. Mi pulso se altera un poco, y supongo que Daryl tenía razón. Me
gusta competir con él. ¿Quién iba a decirlo? Y oh Dios mío, estamos
hablando de esto. Estamos interactuando como adultos, en persona.
—Además, me gustas. Tontito.
Sus manos se acercan, encontrando mis caderas y acercándome para que
yo esté de pie entre sus piernas.
—¿Solo te gusto?
—Quizás más.
Gruñe un poco, inclinándose a besar mi estómago una vez a través de mi
vestido, y luego de nuevo, un poco más bajo.
—¿Cómo puedo hacer que firmes conmigo?
—Sigue haciendo eso.
Mientras me besa y se disculpa de nuevo, y deja que sus manos se
deslicen alrededor y hacia mi culo, sobre mis muslos, recordando, mis
dedos encuentran su cabello, y cierro mis ojos, inclinando mi cara hacia el
techo.
No me importa esta oficina. No me importa esta agencia.
Me preocupo por mis clientes. Me preocupo por este hombre.
—Dan aún no ha firmado el contrato, pero me ha dado su compromiso
verbal. Quiere trabajar conmigo. —Carter duda—. Él me quiere más en un
rol de gerente, algo así como de agente. Sabes que legalmente no puedo
hacer ambas cosas. Caleb quiere volver a Nueva York. Tendría que
averiguar cómo podría funcionar.
Asiento con la cabeza, pero él no lo ve. Mi silencio no parece molestarlo.
Envuelve sus brazos completamente alrededor de mí, apretando mientras
presiona su cara contra mi cadera. Pero entonces parece recordar algo y se
aleja, mirándome.
—Si no estabas enojada, ¿por qué parecías tan asustada cuando entré?
Trato de sonreír, pero no me sale así que me rindo y me encojo de
hombros.
—Tengo la sensación de que no voy a estar aquí mucho tiempo.
Él estudia mi cara, tranquilo por unos segundos.
—Algo está pasando con Brad. Contigo, quiero decir.
—¿Tú crees? —Me río.
—No, en serio. —Carter se sienta y mira detrás de mí para asegurarse de
que su puerta está firmemente cerrada—. Estuve pensando en esto todo el
fin de semana. ¿Por qué tiene algo contra ti, específicamente?
Un mundo de incógnitas en esa pregunta. Me encojo de hombros.
—¿Sabes algo sobre él? —me pregunta.
—Tengo algunas cositas sucias —le digo—. Nada candente. Nada que
realmente deba compartir con nadie.
—Y ÉL SABE ESO... —Se inclina, frotando su mano sobre su cara—.
Simplemente no tiene sentido.

***
Porque Carter es obviamente el novio más increíble de todos los tiempos,
me lleva a desayunar para cenar. Sobre enormes pilas de panqueques en el
Griddle Cafe, hablamos de todo menos del trabajo, interrumpido con
frecuencia por los vertiginosos textos de llenos de emojis de Mike y Steph.
Les enviamos un selfie de nosotros más temprano: yo, bizca y con las
mejillas hinchadas mientras Carter plantaba un beso gigante en mi mejilla.
Escribió las palabras «Conoce a mi novia, Evil», antes de pulsar enviar en
la ventana del grupo.
Supongo que eso transmitió el mensaje de que estamos juntos y ya no
planeamos el asesinato del otro.
Hablamos de nuestras familias, porque se siente como una posibilidad
real de que los conozcamos pronto, y tal vez que entre ellos se conozcan.
Habla de cómo se comprometió una vez, y cómo amaba a esa chica, pero no
de esa manera aplastante en la que renunciarías a cualquier cosa. Quería
algo pequeño y Carter quería las estrellas. Hablamos de cómo tal vez Steph
tenía razón y siempre me las arreglo para encontrar fallas en los hombres
con los que salgo... –¡Demasiado motivado! ¡No lo suficientemente
motivado!– y el alivio que solía sentir al ponerlos en la lista de con quién no
salir. Así eran ellos, no yo. Hablamos de Daryl y Amelia y de lo mucho que
significan para mí. Cómo he conocido a Daryl durante la mayor parte de mi
vida y cómo amo a Amelia de casi la misma manera.
—¿Te han visto desde el viernes? —pregunta con orgullo—. Porque si te
vieran caminando últimamente... —Me mimetiza tropezando con las
piernas arqueadas con dos dedos tambaleándose por la mesa y le arrojo un
trozo de huevo revuelto.
Lo recoge de su plato y se lo come.
Puede que lo ame de verdad.
—Lo siento —dice rápidamente, cruzando la mesa para tomar mi mano
—. ¿Fue asqueroso?
—¿Qué? No.
—Entonces, ¿por qué de repente te ves como si fueras a vomitar?
—Porque te amo.
—Qué terrible. —Se ríe, encantado.
—Yo solo... no te vayas —digo en un estallido.
—¿Ir a dónde?
—A ninguna parte.
Se pone de pie, inclinado sobre la mesa. Sus labios saben a miel de
maple, su sonrisa se siente como en casa. Debajo de él, sobre la mesa, su
teléfono comienza a saltar.
Carter se aparta, sonriéndome y sentándose lentamente en su asiento
antes de mirar la identificación de la persona que llama. Con un pequeño
«solo un momento» de su dedo, contesta.
—Dave, hola.
Veo la cara de Carter pasar de color piel a pálido zombi en unos dos
segundos.
—¿Qué? No, no he sido yo. No, en absoluto.
Él escucha, sacudiendo la cabeza.
—¡No, carajo!… Ni siquiera ha firmado todavía. —Asintiendo con la
cabeza, dice—: Solo fue verbal. Y se suponía que el anuncio iba a ser tuyo,
tan pronto como tuviera el papeleo terminado.
Finalmente, me mira y me susurra:
—Abre Variety Now.
Luchando por mi teléfono, abro mi aplicación. Carga lentamente, pero
para cuando lo hace, Carter ha terminado su llamada y toma mi teléfono
cuando se lo entrego.
Ya he leído el titular.
No tengo ni idea de lo que está pasando, pero Carter parece que está a
punto de tirar sus panqueques por toda la mesa, y no es porque haya
profesado mi amor.
Es porque Variety acaba de anunciar que Dan Printz ha firmado con
Carter.
—¿Qué pasa? —susurro.
—Mierdaaaaaaaaaaa. —Carter niega con la cabeza, leyendo y
releyendo lo que está escrito antes de devolverme el teléfono con un silbido
en voz baja.
Escaneo el artículo y siento que se me revuelve el estómago.
El hombre vivo más sexy según la revista People deja a Lorimac.
Dan Printz, actor en el próximo éxito de taquilla Global y recientemente
nombrado por la revista People como el Hombre vivo más sexy, ha firmado
con el agente de talentos Carter Aaron.
Printz se ha convertido en uno de los actores más populares de
Hollywood tras el éxito en taquilla de Under a Stony Sky, en el que Printz
recrea a un ciborg melancólico que salva a una familia de una corporación
empeñada en matar a sus hijos genios. Hasta la fecha, la película ha
ganado más de $750 millones a nivel internacional.
Printz anteriormente fue representado por Joel Meyer en Lorimac, quien
lanzó la carrera de Printz en su debut, Edge, producido por Universal y
dirigido por George Stan. Lorimac ha estado en conversaciones con Sony y
Fox para incluir a Printz en varias películas de gran presupuesto, pero
según el portavoz de Printz, esas pasarán a Carter Aaron, con efecto
inmediato.
Aaron, originario de Nueva York, trabaja para la recién fusionada Price
& Dickle.
Miro fijamente la pantalla, sin poder comprender.
—¿Por qué está esto en Variety? —Es una primera pregunta estúpida,
pero ahora entiendo por qué llamó Dave. Se suponía que Dave iba a
conseguir esta primicia. Dave iba a darle a Carter una gran difusión en la
edición impresa de Hollywood Vine.
—Ni idea. —Su voz es recortada y fuerte. Carter saca su billetera, agarra
apresuradamente un par de billetes y los deja caer sobre la mesa. Sus manos
tiemblan.
Me apresuro a seguirlo mientras se pone de pie y se dirige a la puerta.
Algunos comensales cerca de nosotros han dejado de hablar para vernos
salir corriendo.
—¿Por qué...? —Tengo muchas preguntas. ¿Por qué ha salido esto
ahora? ¿Por qué Variety consiguió la primicia? ¿Y por qué se menciona a
Carter tan obviamente?
No parece que eso sea lo que está pasando, pero... Carter no haría esto,
¿verdad? Lo sabrá mejor.
Él tiene que saber mejor que nadie. Esta es la Agente 101.
—¿Lorimac lo sabía? —pregunto.
Carter estalla desde el restaurante.
—No, no creo. Quiero decir, Dan no podía contratarme hasta que
despidiera a Joel, pero eso pasó la semana pasada y tuve la clara impresión
de que Joel se lo estaba ocultando a Lorimac, ojalá el buen Dan regrese. No
me gusta Joel, pero esta no es forma de que se enteren. Mierda. —Levanta
un puño enojado hacia el cielo—. ¡Mierda!
Que un actor deje una agencia no es cualquier cosa. Es algo grande.
Especialmente un talento como Dan; se llevará millones de dólares con él, y
no solo afectará los resultados de la agencia, sino que también dañará su
reputación. Este anuncio es malo para Lorimac, sí, pero podría ser igual de
malo para P&D porque nos hace ver como gilipollas turbios haciendo cosas
solapadas para robar talento; nada de esto debería haberse hecho público
hasta que estuviéramos seguros de que Lorimac sabía y tenía tiempo para
preparar su propia declaración.
Más concretamente, hace que Carter parezca un imbécil sombrío, porque
ha sido mencionado específicamente, con muy poca mención de P&D. Está
escrito como si Carter fuera la fuerza detrás del trato, no la agencia.
—Carter, ¿por qué...? —Tropezando con él, empiezo a hacer otra
pregunta.
—No lo sé, Evie, ¿de acuerdo? ¡No lo sé, carajo! —Se gira, con la cara
roja.
–¡Esta bien! Dios. —Me tiro hacia atrás, con las manos en el pecho.
Relajándose, inclina la cabeza, me alcanza, tirando de mí hacia su pecho.
Todavía estoy aturdida y voy un poco a regañadientes.
—Lo siento —susurra, besándome el pelo—. Lo siento. No lo sé. No sé
qué acaba de pasar. Le dije a Dave que tenía la exclusiva. Conocí a Dan
hoy, incluso le conté sobre la oferta de anunciar con Dave y Vine. Se
emocionó, pero no ha firmado un contrato. Nunca he hablado con Ted
Statsky en Variety, no tengo idea de cómo consiguió esto.
—Vamos a la oficina y resolvámoslo —le digo tomando su mano, y
halándole hacia mi coche.
Son casi las ocho para cuando llegamos al quinto piso, pero todas las
luces están encendidas, y todo el camino por el hueco del ascensor puedo
escuchar la voz de Brad ladrando desde su oficina.
Carter palidece, mirándome antes de dirigirse directamente hacia allá.
Lo sigo y, aunque estoy a solo unos pasos detrás de él, me quedo en el
pasillo. No tengo otro papel en esta crisis que el de ser el apoyo de Carter y
de su colega, haciendo lo que sea para controlar la situación.
La voz de Brad es un trueno aterrador.
—¿Qué carajo es esto, Aaron? Qué demonios sucede. ¿Has visto este
maldito artículo de Variety?
—Hablé con Dave —dice Carter, logrando sonar tranquilo—. Ese no fui
yo. No hemos sido nosotros. Esta fue una fuga exterior.
—¡Joder que sí! —grita Brad—. Te has meado por todo este artículo.
Escribiste tu puto nombre en letras excéntricas por toda esta nota de amor a
Variety. P&D apenas se menciona aquí. ¿Trabajas si quiera aquí? ¿Estás en
mi departamento?
—Por supuesto, Brad.
—Bueno, no de acuerdo con esto, ¡no lo estás! Tenemos una línea en la
parte inferior. ¡Nadie lee la última línea!
Carter sabiamente no señala que todos en Lorimac leerán la última línea.
—Se supone que debo reunirme con mi esposa esta noche en un evento
en el que recibirá un premio —grita Brad—, pero en cambio estoy aquí,
tratando de darle sentido a esta cagada. Jesús, Carter, esta es una gran
tormenta de mierda.
Sé que no debería, sé que no debería, pero intervengo, sintiendo que mi
corazón se convierte en una bola sólida de enojo.
—No fue Carter, Brad. He estado con él desde que regresó de su
almuerzo con Dan.
—¿“Almuerzo con Dan”? —dice Brad, volviéndose a Carter—. ¿Así que
firmó?
—Legalidad todavía está escribiendo los contratos —dice Carter,
tratando de calmar a Brad—. Brad, es martes. Lo confirmó por teléfono
hace tres días. Hizo una confirmación verbal y un apretón de manos hoy. Sé
que es mejor no correr a Variety –o a cualquiera– con un apretón de
manos...
La voz de Carter se interrumpe, porque Brad ya no lo está escuchando.
Me está mirando fijamente, y con una mirada fría recorre mi cuerpo, me
doy cuenta del porqué.
Mi corazón, mis pulmones, mi estómago están metidos en una bola
apretada de furia.
—¿Estás bromeando, carajo? —pregunto, luchando por mantener la
calma.
—Te lo dije hoy —dice a través de los dientes apretados—. Hoy te hablé
de Dan Printz, Abbey, ¿y esto es lo que haces? ¿Estás tan celosa que tienes
que joder así a Dave, Dan, Carter y P&D de un solo golpe?
Carter da un paso atrás como si le hubieran dado un puñetazo. Estoy
temblando. A mi lado, mi mano forma un puño, y tengo que abrirlo
conscientemente o de lo contrario sé que volará hacia Brad.
—Brad, no hay forma... —comienza Carter.
—Tienes que respirar hondo, Brad —interrumpo, la ira hace que mi voz
sea casi inaudible—. No era Carter, y no era yo.
Levanta la barbilla en un puto gesto y se burla.
—Esto es bajo, incluso para ti.
¿Qué mierda significa eso?
Me doy la vuelta, caminando con las piernas temblorosas hacia la puerta.
—Estás loco, Brad. Ve a casa. Duerme. Aceptaré tus disculpas por la
mañana.
 

 
Capítulo 24
Traducido por aryancx
Corregido por m_Crosswalker
Editado por Banana_mou
 
Carter
Después de salir de la oficina de Brad, Evie caminó tranquilamente de
regreso a la suya, desapareció dentro por un momento y luego cerró la
puerta tan fuerte que los retratos en el pasillo se agitaron contra las paredes.
Llamo a su puerta y miro dentro. Su cabeza está baja, pero mira hacia mí,
con marcas de lágrimas en sus mejillas.
—Esto es una mierda, Carter.
—Por supuesto que lo es. Es inconcebible. —Entro y cierro la puerta
detrás de mí.
Presiona las palmas de sus manos en sus ojos.
—¿Qué puedo hacer? —pregunto.
—Tienes tu propio desastre que limpiar —dice, con voz nasal después de
llorar—. Solo necesito juntar mis cosas para poder salir de aquí e irme a
casa.
Siempre pensé que Evie y yo éramos dos mitades complementarias de un
todo, diferentes fortalezas, un equipo perfecto. Pero ahora me doy cuenta de
que, en la mayoría de los sentidos, somos iguales. Por supuesto que no
quiere lamer sus heridas con testigos alrededor.
—Llámame después —le digo.
Asiente, limpiándose la cara.
—Y dime si necesitas que haga algo. Superaré esta mierda del llanto en
un minuto y volveré a la acción.
Le beso la mejilla húmeda.
—Sé que lo harás.
De camino a casa, hago algunas llamadas. Dan no contesta su teléfono,
tampoco Caleb. Le escribo a Evie mi dirección, e insisto hasta que se envía.
Saliendo al pasillo, la encuentro cargada con bolsas de comida para llevar.
—No tengo ni idea de por qué traje comida —dice, y me entrega una
bolsa de lo que huele a comida india. Inhala profundamente—. Eso no es
cierto. Me lo voy a comer.Me siento en la mesa y la halo hacia mí,
besándola en la sien
—¿Te sientes mejor?
Ella se aprieta contra mí, presionando su mejilla en mi pecho, rodándome
con sus brazos.
—Me siento asquerosa, ¿y tú?
—Esperando alguna llamada de Dan o Caleb. —Afinco mi barbilla sobre
su cabeza—. ¿Quieres hablar de lo que pasó con Brad? —le pregunto—.
¿Hablar de nuestros sentimientos, ver una película, follar como
adolescentes que no se preocupan por cosas como trabajo o comida o
alquileres?
Ella me mira con una sonrisa, la primera que le veo desde el artículo de
Variety.
—Mi respuesta habitual siempre tendría que ver con comida, pero ahora
que estoy teniendo sexo con alguien además de conmigo misma, debo
reorganizar mis prioridades.
La tomo de la mano y vamos a la cocina.
—¿Qué tal si hablamos un poco primero, y luego podemos comer
mientras tenemos sexo?
—Si pudiéramos tener la televisión encendida al mismo tiempo, nunca
podría salir de este apartamento. —Me mira mientras tomo un par de platos
—. ¿Estás seguro de que estás listo para ese tipo de compromiso sexual en
cuclillas?
Evie vierte nuestra comida y yo tomo dos cervezas de la nevera.
Recuerdo que no le gusta mucho la cerveza, y tomo un vaso de agua en su
lugar.
—Nunca he estado en tu casa antes. —Mira a su alrededor—. Está
mucho más limpia que tu oficina.
—Creo que fuera de Michael Christopher y Steph, podrías ser la única
persona que ha estado aquí.
—Estás bromeando.
—Digamos que hasta hace poco mi vida social era, por decisión propia,
menos activa.
Respira hondo y sonríe, como si fuera exactamente lo que necesitara
escuchar.
—Bueno, pues a mí me gusta.
—Tengo mi propia plaza de aparcamiento. Oh, y encimeras de granito.
—Golpeo con mi nudillo en la superficie delante de mí—.
Electrodomésticos de acero inoxidable, un dormitorio, pisos recientemente
remodelados y una moderna ducha en un moderno baño de gran tamaño. Te
digo todo esto no para presumir, sino como una advertencia de que tal vez
tengas que hacerte cargo del alquiler si pierdo mi trabajo.
—No creo que seas tú el que tenga que preocuparse. —Evie frunce el
ceño, empujando su comida sobre su plato—. Brad está teniendo
dificultades para dejar ir el Día del Campo.
—Me di cuenta de eso —digo con simpleza—. Todo parece tan…
—¿Mezquino? —termina por mí.
—Sí. Quiero decir, no es como que P&D haya perdido dinero.
Obviamente hicimos nuestra comisión. Entonces, ¿por qué Brad está tan
obsesionado con eso? Eso es lo que no entiendo.
—Creo que es porque sabía que tenía algo que usar en mi contra. Hizo
fracasar la carrera de Mark Marsh, entonces es como si este pequeño «te
debo una Brad» pudiera asomar su cabeza cada vez que él necesite sentirse
superior.
—Eso es un patético «te debo una» —le digo—. Eso es como darle a
alguien un libro casero de cupones de Free Back Rub.
Me da una sonrisa divertida que significa «estás loco».
—En realidad no es nada de eso.
—Pero todo el mundo tiene fracasos. Entre todos en tu lista, ¿en cuántas
películas crees que has estado involucrada?
Ella sopla un suspiro, mirando más allá de la ventana.
—Más de cien, fácilmente.
—Exacto. Las estadísticas nos dicen que al menos una de ellas va a ser
un éxito.
—¿Entonces?
—Entonces —digo, extendiendo la mano para terminar su samosa a
medio comer—, por eso creo que está pasando algo más entre Brad y tú. No
tiene sentido.
—No tengo idea de qué más podría ser —dice, encogiéndose de hombros
—. Del Día del Campo es de lo único que habla. —Se limpia la boca con la
servilleta y aparta el plato—. Como sea, no importa. Solo hace falta que
Brad sospeche que tuve algo que ver con la filtración de Variety, y eso será
todo. Nadie me contratará.
—Pero ni siquiera se te menciona en el artículo —le digo.
—No importa. Podría haber sido tu nombre, pero Dave me lo dijo a mí
primero, y yo te lo envié. Todo el mundo nos conoce a Dave y a mí desde
hace mucho tiempo. No importa lo que pase, luce como si tuviera
intenciones ocultas. —Se pone las manos en los ojos—. Dios, esto apesta.
Y sales luciendo como una serpiente. Es tan irreal.
—Lo sé —le digo, acercándola—. Pero lo que todavía no entiendo es
quién pudo haber filtrado la historia a Variety. Solo se lo conté a Brad.
—Dan está rodeado de idiotas —dice—. Su gerente es un tipo bastante
agradable, pero el resto de su pequeño séquito son parásitos de clase
mundial; seguro que alguno de ellos lo mencionó de pasada a alguien en
cuya falda estaban tratando de meterse. Tal vez le dijeron a la persona
equivocada.
—¿Y ahora qué? —pregunto—. No puedo localizar a Dan o Caleb. Dave
está desaparecido, y tenemos que esperar hasta mañana para arrancarle a
Brad algo nuevo.
Evie se pone de pie, lleva nuestros platos al fregadero, y luego toma mi
mano.
—Vamos a ver. Hasta ahora he visto la cocina, las encimeras de granito,
el espacio de estacionamiento y los pisos de madera. ¿Tal vez podrías
mostrarme ese cabezal de ducha ajustable?
—No tengo un televisor en la ducha, Evil. Así que, si estás buscando
hacer varias tareas allí, me temo que no puedo ayudarte.
Puedo oír cada paso, cada pulso en mis oídos mientras llevo a Evie por el
pasillo.
No esperaba a nadie, y justo ahora registro que debería hacer la lista de
verificación mental de novia en la casa. Exhalo cuando entramos y
encontramos todo en orden: edredón y sábanas recién lavadas y una pila de
almohadas tiradas al azar en la parte superior. Mi mente avanza y de repente
todo lo que puedo ver es a Evie en esa cama, sábanas retorcidas a su
alrededor o idas por completo, sus piernas enredadas con las mías.
Estamos en la misma página: Evie ya se quitó el suéter y luego se quitó
la camisa de abajo. Nos paramos, sonriéndonos el uno al otro a través de
unos pocos metros, pintados con rayas de luz fluorescente mientras nos
quitamos la ropa a la vez.
—Siento que deberíamos tener música para esto —dice, ensanchando la
sonrisa.
—Podría vocalizar.
—No. —Me empuja hacia abajo y se sube sobre mi regazo, a horcajadas
sobre mis caderas. Sus besos son suaves y húmedos, un barrido de la
lengua, la mordedura aguda de los dientes. En este momento debe haber dos
células funcionando en mi cerebro y se necesitan ambas para moverme a un
lado de la cama y tocar el borde de mi mesita de noche hasta un cajón.
—¿Condón? —dice ella, y yo me alejo para buscarlo, arrastrando un
pulmón lleno de aire mientras ella me sigue el rastro y me besa por el
cuello.
—Lo estoy buscando. —Abro el cajón, buscando. Mis movimientos se
vuelven más frenéticos y casi tiro a Evie al suelo cuando me estiro lo más
que puedo, envolviendo finalmente una mano triunfante alrededor de la
caja.
Tiro la mitad superior de su cuerpo de vuelta al colchón, trepando por
encima de ella y riéndome en su cuello.
—Lo siento.
Se está quebrando debajo de mí, piernas y brazos envueltos alrededor de
mi torso. Cuando retrocedo, incluso en la oscuridad puedo ver la felicidad
escrita en toda su cara. Necesitábamos esta oportunidad de perdernos y salir
un poco.
Le entrego el condón y ella lo estudia muy atentamente hasta que, con
una pequeña sacudida, logra ponerlo entre nosotros.
Y entonces, en un suspiro, estoy allí y ella está tirando de mi cabeza de
nuevo hasta su cuello. No puedo decidir qué parte de ella quiero tocar
primero y así mis manos codiciosas agarran su trasero, apretando para que
pueda follarla duro. Le rozo el estómago, las caderas, los pezones. Ella
rueda y se arquea debajo de mí y, moviéndome con ella, logro sacar
cualquier otro pensamiento de mi mente. Mis manos están en su cabello, y
mi cabeza está llena de sus sonidos. Estoy hipnotizada por la forma en que
mis movimientos alteran el ritmo de su respiración.
Nos las arreglamos para sacar las sábanas de las cuatro esquinas.
—¿Cómo va el recorrido por el apartamento? —le pregunto en un
momento, mi mano detrás de su rodilla, sus luminosos ojos marrones
enfocados en mi cara por encima de ella.
Siento la forma en que se ríe, su cuerpo me agarra, y sonrío en la
oscuridad. Esto es absolutamente lo más divertido que he tenido... en toda
la vida. Me tira hacia abajo, acercando sus piernas a mi pecho y nuestras
caderas se mueven juntas, y me dejo ir, demasiado perdido en ella para estar
avergonzado.
Sacando, me muevo hacia abajo entre sus piernas, y con sus manos en mi
cabello y mi nombre sonando alrededor de la habitación, todo está
perdonado.

***
Evie tiene una cita temprano para hablar con Trent sobre el guion de Bay,
así que no se queda por la noche. Justo después de medianoche, me alejo de
ella y me visto. La acompaño hasta donde está estacionada, tomo su cara en
mis manos, la beso y le ruego que vuelva a mi apartamento.
—Solo una hora más —digo contra su boca—. Treinta minutos. Diez.
Creo que ambos sabemos que soy bueno por lo menos para eso. ¿Qué tal
por detrás, justo al pasar la puerta?
Ella suspira y, con sus palmas en mi pecho, me empuja y pone un poco
de espacio entre nosotros.
—Eres peligroso. Me tengo que ir.
Paso la mayor parte de las siguientes tres horas despierto y mirando el
techo, con la cabeza girando con todo lo que ha pasado hoy.
Mis pensamientos rebotan, y ni siquiera estoy seguro de en qué
centrarme: lo que está pasando entre Evie y yo, que es tan jodidamente
bueno, que Brad aparentemente ha perdido la cabeza, que soy el agente de
Dan Printz, la posibilidad de que haya dañado cualquier relación futura con
Dave y Hollywood Vine, o que alguien, aún desconocido, filtró la maldita
historia a Variety en primer lugar.
Dios, toma el control.
Agotado pero demasiado exaltado para dormir, empiezo a desplazarme
por las diversas aplicaciones de mi teléfono.
Michael Christopher podría enorgullecerse de tener veintisiete años, pero
prácticamente todas las fotos que publica, en cualquier lugar, son de
Morgan. Morgan en el parque, Morgan en la bañera, Morgan jugando a
disfrazarse con papá. Guardo una de él usando una tiara porque eso va en su
tarjeta de cumpleaños.
Hay una publicación de Becca con el pulgar apuntando hacia abajo frente
a una cinta de correr, seguido de uno con una rosquilla y el pulgar
apuntando directamente hacia arriba. Me río en la oscuridad.
El tiempo transcurrido de la publicación es menos de quince minutos,
poco tiempo realmente, así que decido probar mi suerte y enviarle un
mensaje de texto.
¿Estás despierta?

Es Carter, por cierto.

¿Te llega mi mirada de exasperación?

Sé que eres tú.

Tienes un nuevo trabajo, no es como que te hayas muerto y llevado tu información de


contacto contigo.

Sonrío a mi pantalla. Dios, la he echado de menos.


¿Estás libre para hablar?

Mi teléfono suena casi inmediatamente.


—Oye, ¿está todo bien? —dice incluso antes de poder saludar—. Son,
como, las tres de la mañana. Sé por qué estoy despierta, pero ¿por qué lo
estás tú?
—¿Fui un jefe terrible?
Hay una pausa y el sonido inconfundible de una burla.
—¿Estás borracho?
—Ojalá —gruño.
—Está bien, dime qué está pasando.
—Es solo que... hay muchas cosas en mi cabeza, creo.
—Odio esas noches en las que el cerebro de repente se dispara y decide
cuestionar cada decisión que has tomado toda tu vida.
—Prácticamente es así. ¿Qué tal el nuevo trabajo?
—Ya sabes, la misma mierda, un día diferente. Mi nuevo jefe es un
idiota. Pero, de nuevo, también lo era mi antiguo jefe, así que puntos extra
por la consistencia.
—Muy graciosa —le digo.
—Entonces ¿De qué está cargado tu cerebro; cosas del trabajo o cosas de
la vida?
—Bastante de ambos. He conocido a alguien.
—¡No puede ser!
–Sí. Es... es realmente genial. Te agradaría. Tal vez podamos preparar
algo y cenar todos.
—Vaya, Carter. Presentar tu nuevo romance a tú vieja asistente. Esto es
serio.
Me río y digo:
—No creo que me diera cuenta exactamente de lo serio que era hasta
ahora...
—Entonces, ¿acabo de ayudarte a llegar a algún tipo de conclusión?
Porque mi cumpleaños es el próximo mes, y conoces muy bien cuál es mi
zapatería favorita.
Me río.
—Creo que lo hiciste.
—Está bien, duérmete o serás un monstruo mañana, y no estoy allí para
llevarte café. Mantenme al tanto, ¿de acuerdo?
—Sí. Gracias, Becca. Te extraño, por cierto.
—Yo también te extraño.
Termino la llamada y me duermo entre un parpadeo y el siguiente.

***
Estoy agotado cuando mi alarma suena, pero me levanto y me obligo a
salir a correr de todos modos.
Está lo suficientemente fresco como para usar una chaqueta; la bruma de
la capa marina sigue siendo espesa en el aire y el sol no está lo
suficientemente fuerte como para quemarlo todo todavía. Hoy tomo una
ruta diferente, donde un largo tramo de carretera abraza la base de la colina
y las calles están llenas de edificios de apartamentos más antiguos y con
muchos árboles. El tráfico es pesado en esta área, pero todavía es lo
suficientemente temprano como para que sea manejable.
Estoy de vuelta en el apartamento en tiempo récord, puedo ducharme,
cambiarme y aun así desayunar antes de salir.
Hay unos cuantos mensajes de texto esperando, uno de Michael y
Stephanie sobre una esperada cena de parejas este fin de semana y otro de
Evie, estresada por tener que ir a su reunión en lugar de dirigirse
directamente a la oficina donde Brad podría disculparse y besar su trasero
delante de todos.
Estoy un poco preocupado de que eso no sea realmente lo que vaya a
pasar, pero hago todo lo posible para distraerla, sugiriendo que me envíe
fotos de su trasero mientras describo cómo planeo besarlo más tarde, pero
ella no muerde el anzuelo. Casi puedo sentir su ansiedad a través del
teléfono; odio que tenga que lidiar con todo esto. Si mi cabeza está hecha un
desastre por lo que está pasando, no puedo imaginar cómo debe sentirse
ella.
He tomado tres tazas de café y estoy deshecho por la hora, pero hago que
funcione, y hasta he inventado un monólogo entero para desatar en la
oficina de Brad. Me marcho directamente por el pasillo, mis palabras
cuidadosamente preparadas en mi cabeza, y me detengo en el escritorio de
Kylie. Las ventanas detrás de ella son oscuras.
—Oye, Kylie. ¿Brad está adentro? —pregunto, ignorando la agria
inclinación de mi estómago.
Ella sacude la cabeza y me ofrece una sonrisa pequeña y practicada. Esta
mujer trata con Brad Kingman a diario; algo me dice que ha dominado el
arte de disculparse por su jefe.
—No, él llegará más tarde.
Maldita sea.
—¿Sabes a qué hora? —pregunto, anticipando ya la masacre que tendrá
lugar si Evie lo atrapa antes que yo.
Kylie toca algunas teclas y luego me mira de nuevo.
—Alrededor de una hora más o menos. Tiene una reunión a las once, así
que estará aquí después de eso
—¿Puedes agendarme?
—Nada hoy. ¿Puedo decirle que pasaste por aquí? —Ella se estremece
frunciendo el ceño
—¿Sabes?, voy a mantenerme al tanto —le digo y sonrío antes de
regresar al pasillo.
La tensión es densa en la oficina. A estas alturas, todo el mundo ha oído
hablar del artículo de Variety y nadie sabe realmente si felicitarme o hacer
una mueca de dolor sobre lo malo que esto podría ser para todos los
involucrados. Ni yo mismo lo sé.
Justin está en su escritorio. Me da una pila de mensajes, pero me evado
de cualquier discusión sobre qué más tenemos que hacer hoy; voy a
necesitar que me comunique por teléfono con una persona detrás de otra
hasta que pueda aclarar esto.
Justin trata de conectarme con Dave. No es sorpresa que mande la
llamada directamente al buzón de voz. Debido a que obviamente no estoy lo
suficientemente estresado, inicio sesión en mi computadora y reviso
Google. Con suerte la historia se ha eliminado de todos lados.
—Oye Justin —llamo y mete la cabeza dentro—. ¿Puedes avisarme si
ves a Brad o Evie entrar? Sutilmente, ¿de acuerdo?
El asiente con la cabeza.
—¿Quieres que cierre esto por ti? —pregunta, parado en la puerta.
Sacudo la cabeza y sale, dejándome con una zumbante y ansiosa soledad.
La cosa sobre tener una oficina con dieciséis asistentes, todos acorralados
en un área, es que hay mucho ruido. Se siente como si los teléfonos nunca
dejaran de sonar, y todo el mundo siempre se apila como una manada de
caballos. También hay que agregar el sonido que hacen los teclados al
escribir, las alertas de texto ocasionales, una gran cantidad de conversación
sobre el enfriador de agua, y mi total falta de enfoque, y que no hago nada.
Gracias a Dios que después de solo una hora de esto, hay un golpe en mi
puerta.
Es Justin, asomándose y luego mirando hacia atrás por encima del
hombro, pareciendo como si estuviera tramando algo.
—El Sr. Kingman acaba de llegar. ¿Quieres que haga algo?
—No, está todo bien. Pero gracias. —Guardo mi documento y, con las
manos sudando, salgo.
Kylie me ve de nuevo y ofrece una sonrisa comprensiva, una que solo
puedo asumir que significa que Brad está de buen humor.
—¿Está allí dentro? —digo en voz baja, y ella asiente.
Él mira hacia arriba cuando me aclaro la garganta, y me pincha con una
mirada que es solo marginalmente más agradable que la que le daría a Evie.
—¿Qué puedo hacer por ti, Aaron? Estoy seguro de que no tengo que
explicar lo ocupado que estoy arreglando todo esto.
—De eso es de lo que quiero hablar contigo —digo, entrando más en su
oficina.
Brad se quita las gafas y las pone en el escritorio y luego se sienta,
esperando a que yo hable.
—Sé que las cosas se ven mal, y el momento en que le cuentas a Evie
sobre Dan Printz y el artículo que sale parece sospechoso, pero puedo
garantizar que ella no tuvo nada que ver con eso.
—¿Eso es todo?
—Sí. Los dos hemos tenido nuestras diferencias en el pasado, pero ella
nunca pondría en peligro su integridad, ni la de nadie que trabaje aquí. Ella
sabe lo que está en juego, al igual que yo, y te respeta demasiado a ti y al
trabajo, a nuestros clientes y contactos.
—¿Qué diablos está pasando, Carter? —Brad se inclina, los ojos
entrecerrados—. ¿Por qué estás aquí diciéndome esto? ¿Eres un caballero
blanco para la chica que te estás tirando? ¿Es así? —Mi corazón se abre
paso por mi pecho—. ¿Vamos a tener una pequeña charla sobre los pájaros
y las abejas en este momento?
—No, Brad. Solo quería dejar en claro que…
Brad levanta un dedo para detenerme.
—Lo único que necesita aclaración es que trabajas para mí. Y ahora
mismo quiero que vuelvas a tu oficina y hagas exactamente eso... trabajar.
Igual que para lo que te contraté. No quiero tu drama aquí. Evie la cagó,
punto, y no es la primera vez. —Desliza su mano horizontalmente sobre su
escritorio—. Déjala que se la coman los leones.
Pienso en el día de la fusión y lo agradecido que estaba de que todavía
tenía un trabajo. Recuerdo el alivio de pensar que estaba en el claro, y estar
en esta misma habitación cuando me di cuenta de que no lo estaba. Hicimos
exactamente lo que Brad había esperado que hiciéramos y fuimos por la
garganta del otro, con la esperanza de que solo uno de nosotros quedara de
pie. Es impactante darse cuenta de que el único que queda en pie soy yo.
—En realidad —empiezo, y cuanto más pienso en lo que estoy a punto
de hacer, más sé que es lo correcto—. No lo creo. Terminé aquí.
Brad se sienta en su asiento, sorprendido.
—No seas idiota, Carter. No seas un héroe. Piénsalo esta noche para que
no despiertes lamentando una decisión que tomaste con la puta cabeza
equivocada. Porque estés aquí o no, ella no lo estará.

***
Mi teléfono se apaga cuando salgo de la oficina, pero lo ignoro. No me
molesto en tomar nada, decidiendo que habrá mucho tiempo, o puedo hacer
que Justin me lo envíe... a algún lugar. Mi cabeza es un desastre absoluto y
no tengo ni idea de lo que voy a hacer ahora, pero al menos será en mis
términos.
Tomo las escaleras al segundo nivel del garaje y abro mi coche,
deslizándome dentro. Mi teléfono vibra de nuevo y voy a alcanzarlo,
dándome cuenta de que podría ser Evie.
No lo es.
 
Capítulo 25
Traducido por aryancx
Corregido por Nea
Editado por Banana_mou
 
Evie
—Ya no puedes aguantar más esto —dice Amelia, bien encaminada para
marcar un camino en la nueva alfombra de Daryl—. Me he sentado y he
dejado pasar muchas cosas porque él es tu jefe y a veces todos tenemos que
poner la otra mejilla, ¡pero esto es todo! Tienes que hacer algo.
Cierro los ojos y apoyo la cabeza contra la parte posterior de una de las
sillas de felpa de Daryl. Leí el guion, tomé mi reunión con Trent, conocí a
Sarah Hill para una reunión de almuerzo, devolví aproximadamente setenta
mil llamadas telefónicas, decidí que sería mejor evitar a Brad por completo
hasta que descubriera qué hacer, y salí de la oficina a las cinco por primera
vez en años, dirigiéndome directamente aquí.
Afortunadamente tengo amigos que me escuchan quejarme, despotricar
en mi nombre y servirme mucho vino. Son solo las seis en punto y estoy en
el vaso número tres.
—Entonces, ¿qué quieres que haga? —pregunto—. Me quedan menos de
cuarenta y cinco días en mi contrato. Brad es un imbécil, pero nunca ha
hecho nada de lo que pueda quejarme oficialmente. Denunciarlo ahora,
después de que estoy a punto de ser culpada por este enorme paso en falso
de la agencia me haría ver como una bebé llorona que no puede andar con
los chicos grandes. De ninguna manera le daré ese tipo de satisfacción.
—Odio decirlo, pero ella tiene razón. Brad no es un idiota, y ha tenido
mucho cuidado de no hacer nada de lo que pudiera culparlo específicamente
—gime Daryl en su vaso.
—Es un ambiente de trabajo hostil, seguro. Pero nómbrame un lugar en
Hollywood que no lo sea. —Asiento con la cabeza, tragando rápidamente
un trago de vino.
—Somos tres mujeres brillantes y exitosas. Tiene que haber algo que
podamos hacer. —Amelia cae sobre el mullido sofá blanco de Daryl y le da
un buen empujón a uno de los cojines.
—Tengo un abuelo que conoce gente —dice Daryl sin dudarlo.
Le levanto una ceja.
—¿Y eso qué significa?
 
 
Daryl sonríe inocentemente.
—¿Asesinato?
—Una vez más —dice Amelia, haciendo un gesto a Daryl—, demasiado
lejos. —Hay un golpe en la puerta y, al darme cuenta de que no me he
movido en un tiempo, me ofrezco a atenderlo.
—Quiero decir, ¿al menos tendría tres comidas en prisión y un poco de
satisfacción personal? —digo, cruzando la habitación—. ¿Un techo sobre
mi cabeza?
—Apenas puedes ver Orange Is the New Black sin marearte —me
recuerda Amelia—. No hay que elegir el nombre de tu prisión todavía.
Abriendo la puerta, me sorprende encontrar a Eric en el otro lado con dos
cajas de pizza humeantes en sus manos.
—Oye —le digo, dando un paso atrás para que pueda entrar—. Entonces,
¿solo llevas pizza por ahí, o...?
—Me encontré con el repartidor de pizzas en la escalera —dice,
saludando con la cabeza a Amelia y dirigiéndose a la cocina—. Pensé en
traerlas por él.
—Eso fue dulce —dice Daryl, bajando una pila de platos, haciendo un
gesto para que nos ayudemos a nosotros mismos—. Así es como empiezan
mis películas porno favoritas.
Veo a los dos mudarse de nuevo a la cocina con renovado interés. Están
doblados juntos, susurrando. Amelia me llama la atención, reflejando mi
mirada de «¿Están follando?» Miro hacia adelante y hacia atrás entre Daryl
y Eric cuando emergen.
—¿Están ustedes dos… trabajando esta noche? —pregunto, recogiendo
una rebanada antes de tomar un bocado.
Daryl asiente con la cabeza mientras ella mastica, pero Eric responde:
—En realidad, me alegro de que estés aquí, Evie. Necesito tu ayuda.
Me señalo el pecho con un dedo achispado.
—¿La mía?
Él asiente mientras Daryl explica:
—¿Recuerdas cómo Jess le pidió que ideara un programa que
reconciliara los gastos con las facturas?
—¿Algo así? —contesto mientras entrecierro los ojos.
Ella se desprende de eso.
—Me gustó la idea, y esta auditoría fue un lastre. Así que a Eric se le
ocurrió el programa más ingenioso. Encuentra y hace referencias cruzadas
de todos mis cargos, y luego los concilia con el cliente correcto, la factura
correspondiente y la cuenta de gastos interna correcta.
Pienso en cuánto tiempo ha tomado esta auditoría y qué milagro sería
algo así.
—Oh, Dios mío, eso es increíble.
—Así que también investigué la tuya para ayudar a Jess —admite Eric
—. Por eso... um vine aquí. —Se rasca la mandíbula—. Ves, algo no está
funcionando bien, porque encontramos algunos cargos en tu tarjeta de
gastos que no se alinean con ningún pedido o factura. No quería pasar por
eso en la oficina.
—¿Qué quieres decir con que “no se alinean”? —Me siento más recta. El
zumbido del vino está evitando que mi corazón despegue como una
bandada de pájaros histéricos—. ¿En la mía? No he tenido tiempo de
sentarme en mi escritorio y revisarlo esta semana, pero Jess también dijo
algo sobre cargos extraños.
Eric saca su ordenador portátil de su bolso y se sienta en el bar.
—Veamos —dice, abriendo el programa—. Está bien, aquí hay uno de
septiembre. Hay un cargo de una empresa de catering, en realidad lo vimos
suficientes veces que rastreamos a cada uno. El cargo dice que gastaste
ciento veintitrés dólares en los eventos de Debbie...
—Pero de acuerdo con las notas de Jess en tu calendario —interrumpe
Daryl—, ese día estuviste con un cliente solo una o dos horas para hacer
voiceover27. No había catering en el plató porque no estaban en el plató. Se
vieron en el estudio. ¿Qué era ese otro, Eric? El reto en la escena del
desastre.
—Hollywood Linen —responde, y me detengo, ese nombre apuntando a
algo en la parte trasera de mi cabeza.
—Ese es el elegido —dice Daryl—. Y con eso, no es que los cargos sean
por cantidades locas. La mayoría de ellos son bastante pequeños, como
cincuenta dólares aquí, o un par de cientos a lo sumo, pero son recurrentes y
suman. Probablemente nunca te habrías dado cuenta si no tuvieras que sacar
los informes para la auditoría.
—¿Cuál era el nombre de esa compañía otra vez? —pregunto,
apartándome del mostrador para buscar dentro de mi bolso el portátil. Las
facturas del retiro de Jess siguen ahí.
Los que Brad me dijo que ignorara y enviara directamente a Kylie.
—¿Hollywood Linen? —dice él.
—Sí... aquí mismo. —Encuentro la línea de pedido y la señalo en el
estado de cuenta más reciente de la tarjeta de gastos—. Eso también está
aquí. Hay una factura por el servicio de ropa blanca para el comedor, pero
no usamos ninguna en el retiro. El hotel incluyó todo eso en nuestra tarifa
por bloque.
Me siento en el sofá, abriendo la carpeta y extendiendo las facturas en la
mesa de café frente a mí.
—¿Puedes darme algunos de los otros nombres?
—Claro —dice Eric, haciendo clic en su hoja de cálculo—. Está Ever
Beauty…
Busco en mi lista, la encuentro y pongo una marca roja a un lado. Está
fechado dos días antes del retiro.
—Está bien.
—Celebaby.
—¿Eso es un servicio de niñera? —pregunto, moviendo el dedo por la
página
—Sí —dice Amelia.
Ahí está; otro cheque, durante el fin de semana de retiro. No hace falta
decir que nadie trajo a su hijo al retiro del departamento.
—Roar PR.
—Está bien —le digo. Otro cheque rojo.
¿Qué carajos?
—Glamband.
Amelia se mueve para pararse sobre mí, mirando mientras encuentro el
nombre y rasco otra marca de verificación.
—Mierda —dice, encontrándose con mis ojos—. Eso es una gran
coincidencia.
—Apuesto a que, si empezara a revisar todos mis gastos, encontraría más
—le digo, buscando la confirmación de Eric
Ya está asintiendo.
—Esa sería mi suposición.
Me levanto, masticando mi uña mientras camino hacia la ventana. Mi
cabeza se siente como un juego de Tetris, piezas pequeñas por todas partes
y un reloj haciendo tictac mientras me esfuerzo por hacer que todas encajen.
Me dirijo al grupo.
—Entonces, ¿estas empresas están facturando a P&D por muchos
servicios que realmente no están sucediendo? —propongo.
—Pues… sí. —Eric se encoge de hombros y luego asiente.
—Sabes que no estoy haciendo esto, ¿verdad? —pregunto, horrorizada.
Eric se sobresalta, como si nunca se le hubiera ocurrido que fui yo, y
Daryl y Amelia están sacudiendo vehementemente la cabeza.
Mi pulso parece estar tronando dentro de mi cráneo.
—¿Es esto siquiera una cosa que una sola persona podría hacer?
—Se necesitaría mucho trabajo, pero definitivamente es posible —dice
Eric—. Sin embargo, creo que tendría que ser alguien dentro de la empresa.
Alguien que tiene acceso a las diversas cuentas de gastos, y con suficiente
poder para evitar que la gente mire demasiado de cerca.
La voz de Carter resuena en mis pensamientos.
¿Por qué está contra ti, específicamente?
¿Tienes algo sobre él?
No tiene sentido.
Dejo escapar un pequeño jadeo, y tres pares de ojos se encuentran con
los míos.
Estoy casi segura de que todos estamos pensando exactamente lo mismo.

***
—¿Estamos absolutamente seguros de que no queremos llamar a mi
abuelo? —dice Daryl, acostada a mi lado debajo de una vieja manta sucia
en la cama de la camioneta de Eric Kingman.
Amelia se acerca a mí y la golpea.
—Lo juro por Dios, si nos atrapan y tengo que llamar a mi ex-marido
para rescatarme por allanamiento de morada, encontraré tu vieja nariz y la
volveré a grapar.
Daryl deja escapar un pequeño chillido horrorizado.
—Monstruo.
Me río y Daryl respira profunda y calmadamente a mi lado.
—Además —dice—, estamos con Eric, así que técnicamente no creo que
lo que estamos haciendo se considere allanamiento de morada, pero...
—Shhhhh —dice Eric a través de la ventana de la cabina abierta mientras
llegamos a la puerta de seguridad.
—Buenas noches, Sr. Kingman —dice el guardia.
Las tres permanecemos completamente quietas bajo la manta, tratando de
hacernos tan pequeñas e invisibles como sea humanamente posible.
—No creas que tu tío está en casa esta noche. Pero tu tía está allí arriba.
—Gracias, Jerry. Haré que la tía Maxine te envíe algunas de esas galletas
que te gustan. Ten una buena noche.
El camión comienza a moverse de nuevo, subiendo lentamente por el
imposiblemente largo camino de Brad Kingman.
No hemos perdido la cabeza. Es solo que todos conocemos a Brad lo
suficientemente bien como para saber que, si está detrás de esto, no
mantendría ninguno de estos archivos ficticios de la compañía en el trabajo.
Estoy a punto de perder mi trabajo, y en solo media hora en el apartamento
de Daryl sumamos más de cincuenta mil dólares en dinero cargados solo a
mis cuentas de gastos. ¡No es de extrañar que estemos siendo auditados!
¿De cuántos lugares se ha salvado Brad?
Estoy agradecida con el vino porque mantiene al menos la mitad de mi
frío en su lugar. Las realizaciones siguen cayendo una sobre la otra como
dominós perfectamente apilados. Principalmente esto: yo era el chivo
expiatorio de Brad. No es de extrañar que me mantuviera, asumiendo que,
si alguna vez me enteraba de su pequeño plan de jubilación, se asegurara de
que las acusaciones en su contra fueran menos creíbles si provenían de una
persona descontenta. Una cosa es inculparme por arruinar las cosas con
Dave y Carter; no hay manera de que vaya a caer por este nivel de fraude
total.
—Está despejados —dice Eric por la ventana, con la voz apretada y un
poco sin aliento—. ¿Están bien allá atrás?
Finalmente respiramos.
—Esta manta huele a aguas residuales, y mi jefe está robando dinero en
mis cuentas de gastos mientras me enmarca cuidadosamente para una
miríada de cagadas. Pero aparte de eso, creo que estamos bien. ¿Y tú?
¿Estás bien?
—¿Estás bromeando? —canta en el aire fresco de la noche—. ¡Esto es
impresionante!
—¿Seguro que quieres hacer esto? Quiero decir, podrías parar, echarnos
y largarte de aquí —le digo.
—¡Claro qué no! ¡Odio la forma en que Brad trata a Maxine, y esta
mierda es una locura! ¿Puedes sentir esa adrenalina? —Aúlla un poco en la
cabina del camión—. ¡Derribémoslo!
—Así que Eric definitivamente está dentro —susurro.
—¿Qué te alertó? —Amelia se ríe a mi lado.
El camión se detiene, y Eric sube las ventanas delanteras antes de apagar
el motor.
—Está bien. Entraré. Ninguno de los empleados debería estar aquí, así
que dejaré la puerta abierta. Su oficina está arriba, la cuarta puerta a la
derecha. ¿Todas recuerdan el plan de juego?
—Entendido —dice Amelia.
—Recuerda: dame dos minutos y haré que Maxine me lleve a la cocina a
comer algo. Espero poder darles al menos 15 minutos. ¿Es suficiente?
—Tendrá que serlo —apunta Amelia.
La puerta se abre y el camión se mueve a medida que Eric sale.
—Está bien —dice, dando un paso antes de detenerse de nuevo—.
¿Deberíamos... sincronizar nuestros relojes o algo así?
—Si cantáramos Swinging on a Star para cronometrarnos, seríamos
como Bruce Willis y Danny Aiello en “El halcón está suelto”.
Amelia me mira en la oscuridad.
—Evie, generalmente me entretienen estas pequeñas tangentes de
película, pero voy a necesitar que te calles de una puta vez.
—¡Solo vete, Eric! —susurra-grita Daryl.
—Bien, bien.
El sonido de los pies de Eric en el camino de grava nos atraviesa en la
oscuridad, y él toca la puerta. Mientras esperamos, Amelia me toca el
hombro
—¿Carter sabe dónde estás?
—Ja… no. No he hablado con él desde esta mañana. Ahora mismo
estamos vestidas como ladronas de gatos y escondidas en la cama de la
camioneta del sobrino de nuestro jefe. Probablemente sea mejor dejar esta
parte fuera cuando le cuente sobre mi día.
Las voces llegan desde fuera y todas nos enderezamos, esforzándonos
por escuchar. La puerta principal se abre, e inmediatamente oímos a una
mujer exclamar:
—¡Eric, cariño! ¡Qué sorpresa!
Mi corazón palpita en mi cabeza mientras escucho que su conversación
se disipa y finalmente desaparece.
—Está bien —susurro.
Sacando la manta de nosotros y sentándome lentamente, miro a mi
alrededor, asegurándome de que realmente estamos solas aquí. Soy la
primera en salir, manteniéndome en el suelo y observando a nuestro
alrededor. El Mercedes de Maxine está estacionado en el extremo opuesto
de la unidad, pero, afortunadamente, no hay señales del odioso Ferrari
amarillo de Brad en ninguna parte.
Amelia es la siguiente, y se arrodilla en el suelo a mi lado. Mientras
ambas miramos a nuestro alrededor, Daryl se cae del camión, rodando en la
grava.
—Suave —susurra Amelia.
—Lo siento —dice Daryl—. Me echaron de las clases de yoga.
Es extraño estar aquí sin las luces de Navidad y los aparcacoches, la
música navideña y las voces que se filtran desde el interior de la casa
gigante. En cambio, hay silencio, aparte del sonido de los grillos en los
arbustos. Entonces, a medida que nos acercamos, sentimos el leve tintineo
de la risa que viene en dirección de la casa y la puerta está
convenientemente entreabierta.
Gracias, Eric.
Una pequeña franja de luz amarilla corta una línea a través del porche, y
nos arrastramos hacia adelante, mirando a través de la grieta y en la gran
entrada. Todo despejado.
Mirando a Amelia, presiono una mano sobre la madera fresca, gimiendo
cuando la vieja bisagra emite un pequeño gemido mientras se abre. Me
pregunto si Eric lo oyó, porque su voz crece más fuerte y entusiasta desde la
parte de atrás de la casa.
Una escalera ancha se desenrolla delante de nosotros. Hago una moción
para que Amelia y Daryl sigan adelante, quedándome atrás el tiempo
suficiente para cerrar la puerta con un clic suave. Nuestras zapatillas de
tenis son casi silenciosas en los escalones a medida que subimos, mirando
cuidadosamente a la vuelta de la esquina antes de girar a la derecha en la
parte superior de las escaleras.
A mi lado, Amelia sostiene cuatro dedos y señala una puerta al final del
pasillo. Asintiendo con la cabeza, observo cómo envuelve su mano
enguantada alrededor de la perilla y lentamente se gira.
Se abre.
Incluso aquí, la oficina de Brad Kingman se ve exactamente como se
esperaría. Su escritorio es enorme y está cubierto de libros y montones de
papel. A la luz de la ventana podemos ver un montón de recuerdos de golf,
y lo que tiene que ser cada premio y elogio que ha recibido, hasta los
recortes de periódico, exhibidos con orgullo. Las fotos enmarcadas están
alineadas en sus estanterías, todas comparten una característica común: él es
la estrella de cada una de ellas.
—Incluso su oficina es una idiota pretenciosa —dice Daryl, cerrando la
puerta detrás de nosotras. Encendiendo su pequeña linterna, la usa para
iluminar alrededor de las paredes—. ¿Eso es una caja fuerte?
Sigo su mirada y luego paso mi propia luz a lo largo del escritorio,
deteniéndome cuando llego a un banco de archivadores.
—¿Quieren buscar la clave del armario de archivos y yo comienzo con
su ordenador? Puedo tratar de averiguar su contraseña.
Amelia está de acuerdo y comienza a buscar. Juntas, ella y Daryl miran
debajo de los libros y papeles, en los cajones y detrás de cada marco de
fotos, mientras enciendo el ordenador, el aviso de contraseña ilumina la
pantalla.
Empiezo con el nombre de Brad, primero, luego el de su esposa, y todas
las combinaciones intermedias. Intento su cumpleaños, el número de Oscars
que sus clientes han ganado, incluso combinaciones de su nombre con su
hándicap de golf. –Sí, todos hemos tenido que escuchar historias de sus
victorias en el club de campo a lo largo de los años–. No funciona.
—Creo que encontré algo —dice Daryl, estirándose para sentir a lo largo
del fondo de un cajón. Habiendo golpeado tan lejos, me vuelvo a mirar,
prácticamente saltando de alegría cuando sale con una pequeña llave de
bronce en la mano.
—¿Qué tipo de persona graba una llave en la parte inferior de un cajón
en su propia casa? —susurra, moviéndose al archivador y deslizando la
llave en la cerradura.
—Alguien que tiene mucho que ocultar —dice Amelia.
Contenemos la respiración mientras Daryl gira la llave, y la cerradura
hace clic en el silencio.
—Y no cree que nadie tenga las pelotas para venir a mirar —añade.
—Maldición, gracias —dice Amelia, con la linterna en la mano mientras
comienza a buscar con renovado esfuerzo a través de archivos—. Cualquier
cosa que tenga que ver con los nombres que encontramos, números de
identificación fiscal, empresas de alojamiento web, cuentas bancarias,
cualquier cosa. Si se ve sombrío, tómale una foto.
Vuelvo al ordenador, decidida a entrar. Intento algunas palabras y frases
más al azar que asocio con Brad, y cuando no surge nada, pienso de nuevo.
Brad es demasiado ególatra para elegir una contraseña al azar, así que
tendría que significar algo...
Un pensamiento parpadea como una tormenta eléctrica a través de mi
cerebro, y escribo las palabras juntas:
BRADUPRISING
Es la película en la que trabajó mientras yo era asistente, con el primer
cliente al que robó.
Contraseña aceptada.
Dios, qué imbécil.
Busco en su disco duro a cualquiera de las compañías que aparecieron en
el programa de Eric. Abro su unidad de Google y la búsqueda allí también.
Se necesitan algunos intentos, pero luego, bingo.
Una hoja de cálculo con los nombres de las empresas y los números de
identificación fiscal, junto a columna tras columna de los importes
facturados. Y tuvo el descaro de sermonearme sobre ser un jugador de
equipo. Jesucristo.
—¡Oh Dios mío!
Me vuelvo hacia el sonido de la voz de Daryl. Está mirando por la
ventana con ojos amplios y horrorizados. Un conjunto de luces está
trabajando su camino hacia arriba desde la parte inferior de la unidad de
bobinado.
—¡Mierda! —digo, atascando mi memoria USB en el puerto USB con
manos temblorosas—. Rápido. ¿Encontraron algo?
—Tengo algunas facturas —responde Amelia, tomando fotos de las
facturas debajo de su camisa para silenciar el destello—. Esto acabara con
él estrepitosamente.
Amelia y Daryl corren por la habitación, enderezan las fotos y suavizan
la alfombra, corrigen los papeles y se frotan las mangas para limpiar las
huellas dactilares de cualquier cosa que puedan haber tocado.
Vuelvo a mirar por la ventana y luego vuelvo rápidamente a la pantalla.
¿Cuántas veces he tenido que ver esto en una maldita película y pensé, «los
archivos se transfieren muy rápido, esto es tan poco realista»?
Mi transferencia de archivos está solo al setenta y tres por ciento de
completarse. Pero mi pánico es total.
Las luces se mueven por la habitación y el coche amarillo de Brad se
detiene junto al camión de Eric. Vamos, vamos, vamos.
—¿Terminaron? ¡Evie! —Daryl se acerca y tira de mi brazo, en medio de
un monstruo de cuerpo completo, detrás de mí.
—Sí, solo... un segundo.
—¡Evie, tenemos que irnos! —dice Amelia, mirando por la ventana y
hacia la entrada de abajo.
—¡Está a noventa y cinco... apúrate! —siseo.
La puerta de un coche se cierra afuera. Las voces llegan desde abajo.
—¡Evie, vamos! —dice Daryl.
—¡Ya casi está, carajo! ¿Cómo una persona rica tiene un ordenador tan
lento? ¿Qué está haciendo con todo ese dinero?
—Eric. —Todas nos congelamos ante el sonido de la voz de Brad en la
entrada de abajo.
Miro a Daryl y Amelia, sus rostros iluminados por la luz del monitor, y
por un segundo horrible me doy cuenta de que, si puedo verlas, hay una
posibilidad de que Brad podría habernos visto desde fuera, también.
Mi atención se centra en un pequeño ding que dice que los archivos se
han transferido, y cierro la unidad, haciendo clic fuera de todas las ventanas
tan rápido como puedo.
Daryl se mueve hacia la puerta, abriéndola lo suficiente como para
escuchar lo que está pasando abajo.
—Creo que está en la cocina —susurra, y esperamos, solo para estar
seguras. Cuando no hay nada más, abro la puerta y entro de puntillas al
pasillo.
Hay un rellano que mira hacia la entrada, y cuando miro por encima de
los rieles, no veo nada más que pisos de mármol relucientes. No hay señales
de Brad. La puerta está justo en la parte inferior de las escaleras y si
podemos llegar allí, estamos en casa libre. No me importa si tengo que
caminar de regreso a mi apartamento.
—¿Lo conseguiremos? —susurro, y mientras Amelia asiente, Daryl
sacude frenéticamente la cabeza.
Acabo de dar mi primer paso desde el rellano superior cuando la voz de
Eric resuena a través de la casa.
—Espera, tío Brad, ¡quería mostrarte mi cicatriz! —esencialmente grita.
Casi me caigo en un intento de retroceder, brazos y piernas por todas
partes mientras nos lanzamos en diferentes direcciones, cada una de
nosotras desapareciendo en una habitación diferente.
—Eric, ¿qué demonios pasa contigo? —pregunta Brad—. ¿Estás
tomando drogas?
—Yo... no... no drogas —balbucea Eric, sus ojos se ensanchan cuando,
detrás de Brad y en el rellano, ve mi cabeza asomándose por una de las
puertas. Él tira de Brad en un abrazo apretado, y hace movimientos para que
yo corra—. ¡Solo te he extrañado!
Me deslizo por el pasillo a la habitación de invitados sobre el garaje,
golpeando la ventana cuando Daryl y Amelia se apresuran por detrás y se
deslizan por el suelo de madera, junto a mí. Dejo escapar un gruñido.
Las voces se callan abajo.
—¿Quién está allí arriba? —pregunta Brad.
—Nadie —dice Maxine.
—Solo estamos nosotros esta noche.
Mi corazón es un martillo, mi pecho se siente como vidrio.
—Sé que escuché algo —dice Brad—. Iré a ver...
—¡Pero íbamos a comer algo ahora mismo! —dice Eric—, debes tener
hambre. ¿Has adelgazado?
—Brad, nunca tenemos la oportunidad de visitarlo. Cena con nosotros.
Hay un momento de silencio antes de que los pasos retrocedan a lo largo
del pasillo de mármol y aprieto los ojos cerrados en oración mientras
deslizo la ventana.
—¿Qué estás haciendo? —silba Daryl.
—Vamos a tener que salir y deslizarnos por el enrejado.
—Estoy tan confundida por el término deslizarnos por el enrejado.
¿Cómo es eso posi…?
—¿Estás fuera de tu maldita mente? —susurra Amelia en mi dirección
mientras la ignora.
Miro por la ventana. Está lejos, pero quiero decir... no es lejos como para
morirnos. Y tenemos que largarnos de aquí, ahora.
—Vamos —digo, lanzando una pierna sobre el alféizar de la ventana—.
Solo haz lo que yo hago.
Al salir, me subo al techo del garaje, sin prisa al principio, asegurándome
de que mi pie esté seguro y luego me arrastro hasta el enrejado cubierto de
vid. Mi mayor miedo se apacigua cuando tiro de la débil estructura y se
sujeta firmemente a la pared.
—Vamos —insisto de nuevo, volviendo a mi bajada cuando veo la pierna
de Daryl pasar por el lado de la ventana, su cuerpo emergiendo hacia el
techo. Amelia sigue justo después.
De vuelta en la cama de la camioneta, nos quedamos tumbadas, mirando
al cielo y en silencio, pero con nuestras respiraciones escarpadas y agitadas.
Estoy calmada por el calor de Amelia a mi izquierda y Daryl a mi derecha.
Sus manos bajan, retorciéndose con las mías.
—Gracias, chicas —susurro.
Aprietan mis manos al unísono mientras luchamos por recuperar el
aliento. Finalmente, a la espera de que Eric termine su comida improvisada
con sus tíos, conseguimos contener nuestra risa maníaca.

***
Carter aparece en mi puerta un poco nervioso, como si pensara que sería
una buena idea tirar un expreso a las diez de la noche.
Empujándome, se dirige directamente a la cocina y abre el armario de los
platos.
—¿Dónde guardas la bebida?
—Erm —digo, siguiéndolo—, por encima de la estufa, pero no te hagas
ilusiones. Creo que tus opciones son Bacardí, Capitán Morgan, triple
segundo, y ... —Salgo corriendo mientras baja una botella de vodka que no
sabía que tenía, agarra un vaso, le echo unos cubitos de hielo y se sirve un
trago fuerte.
Su garganta se balancea distraídamente mientras traga. Solo he estado en
casa durante unos treinta minutos y ya quiero contarle sobre nuestra
aventura como en “Quiero Matar a mi Jefe” –¡Dolly Parton estaría tan
orgullosa!– y lo que encontramos, pero parece un poco preocupado.
—¿Que está pasando? —pregunto, caminando y estirando el cuello para
besar su boca con sabor a alcohol.
—Renuncié.
—¿¿¿Perdón??? —Me echo para atrás sorprendida
—Me has oído perfectamente. Lo dejé. No tengo ni idea de lo que vendrá
mañana, pero le dije a Brad que estaba fuera.
—Yo… yo. Wow.
—Te amo, pero no lo hice por ti —dice, con ojos salvajes—. Lo hice
porque no puedo trabajar allí ni un maldito segundo más. Brad es una
escoria.
—Bueno, sí —digo, dando un paso atrás y observando con curiosidad
mientras vuelve a alcanzar la botella.
—Fui a hablar con Brad sobre cómo les había ido a él y a ti.
—Carter, no tienes que pelear mis batallas —gruño.
—Lo sé. Si hay algo que definitivamente sé, es que Evil Abbey puede
cuidarse sola. Pero… tuve que decir algo. No podía no hacerlo. La forma en
que actuó fue completamente inaceptable.
Bueno... recibe un beso por esto. Parece que lo calma un poco, también.
No puedo culparlo por el vodka ahora; su adrenalina debe ser más de once.
—De todos modos, no fue muy receptivo en la conversación...
—No me imagino.
—Y entonces lo entendí —dice, sacudiendo la cabeza—, odiaba estar
allí. Me encanta lo que hago, te amo, pero odio P&D. Es como tratar de
trabajar en medio de un juego de balón prisionero.
Esto me hace reír, y lo saco de la cocina y lo llevo a la sala de estar. Se
sienta en el sofá, y lo sigo, a horcajadas sobre su regazo.
—Así que hemos hecho un puto lío de cosas —dice, inclinándose para
besar mi cuello—. Pero sí he oído hablar de Dan hoy.
Sacó su teléfono, mostrándome una serie de mensajes de Dan Printz.
¡Qué hay, amigo!

Disculpa por no estar disponible hoy.

Hable con Ted de Variety, dijo que la filtración vino de una firma de PR llamada Roar.

Quién diablos sabe. Lo importante es: No me importa la agencia, solo quiero trabajar
contigo.

Tengo una fiesta a la que tengo que ir esta noche así que llámame en la mañana.
Firmemos algunos contratos y hagamos películas.

Roar PR. Me congelo.


—¿Brad fue el que lo filtró?
—¿Qué? —Los ojos de Carter se estrechan.
Me estiro sobre el sofá, alcanzando mi bolso del ordenador portátil.
—Bueno... Tuve una pequeña aventura esta noche. —Deslizo el
ordenador sobre la mesa de café, lo arranco, abro la hoja de cálculo de Jess,
y luego giro la pantalla hacia él.
—¿Ok? —dice, mirándome de nuevo—. ¿Qué es todo esto?
—Tengo una historia para ti.

***
Brad Kingman, ex ejecutivo de la agencia de talentos Price & Dickle, fue
arrestado el martes en Los Ángeles acusado de fraude electrónico,
malversación de fondos y robo de identidad.
Según los fiscales, Kingman estableció una red de empresas falsas, que
luego utilizó para presentar facturas fraudulentas a su agencia por un
trabajo que nunca se hizo. Estas compañías falsas abarcaban desde
peluquerías y servicios de maquillaje hasta paseadores de perros y
agencias de niñeras.
El fiscal del Distrito Sur de Emery Ridge dijo: El FBI obtuvo correos
electrónicos y contratos de proveedores que muestran que Kingman usó
estas identidades robadas y números de identificación fiscal para presentar
facturas fraudulentas y ocultar sus crímenes. No se trata de que un
empleado se lleve unos cuantos dólares extra de la caja chica. Hasta ahora
Kingman está acusado de malversar más de dos millones de dólares.
La copia impresa de Hollywood Vine se coloca plana frente a nosotros, y
Daryl, Amelia y Steph callan alrededor de la mesa de la barra. Todos
estamos aquí para ver el Super Tazón, y los televisores transmiten anuncios
que hacen que la masa ensamblada caiga en un silencio reverente, pero
ninguno de nosotros es capaz de mirar a otro lugar que no sea el artículo
frente a nosotros.
—Dos millones de dólares —dice Steph en voz baja—. Supongo que no
eran solo gastos a tu nombre.
—Solo el mío más recientemente: todos los demás que usó se han ido.
—Y ahora adiós, Brad —dice Daryl.
La mañana después de nuestro viaje a la casa de Brad, Eric entró
casualmente en la oficina vacía de Brad, redactó un nuevo correo
electrónico para el FBI, y adjuntó todos los archivos que transferí a la
memoria USB. El FBI nunca sabría que tuve algo que ver con esto, pero
Brad sí.
He tenido docenas de orgasmos bastante asombrosos con Carter, pero no
negaré que uno de los sentimientos más eufóricos que he tenido fue ver al
FBI emerger en nuestro piso en medio de un silencio mortal y moverse
como una turba de justicia hacia la oficina de Brad.
Llamaron a su puerta, ignorando los ansiosos gritos de Kylie de que
estaba ocupado. De hecho, dos agentes identificaron rápidamente a Kylie, la
apartaron y la llevaron a la sala de conferencias para interrogarla. Brad
abrió la puerta, la cara dura, y me miró directamente. Levanté la barbilla y
sonreí.
—Sr. Kingman, tenemos algunas preguntas. —La voz del agente
principal me llegaba fácilmente por el pasillo.
—Si no le importa venir con nosotros, podemos preguntarles en un lugar
más privado.
Quería que Brad se negara. Quería que lo interrogaran allí mismo, justo
delante de mí. Pero también fue agradable verlo irse bajo el incómodo
acecho de ojos abiertos de toda la oficina. Se fue, rodeado por la ley, por el
pasillo.
Las puertas del ascensor se sellaron a su alrededor, y luego se fue.
Adiós, Brad.
Dejé P&D por decisión propia ese mismo día.
—Así que ahora tengo que averiguar qué voy a hacer —le digo a mis
amigos, doblando el periódico y guardándolo en mi bolso.
—Podrías volver a Alterman —dice Steph con una sonrisa esperanzada.
—Podrías venir a trabajar conmigo. —La voz viene de detrás de mí y
todos nos volvemos. Carter se ha materializado, y se ve... impresionante.
Enrojecido por una emoción exuberante, claramente acaba de llegar de una
reunión: traje cuidadosamente planchado, camisa de vestir abierta en el
cuello, corbata suelta alrededor de su cuello. Siento que todos nosotros
exhalamos en un desmayo al unísono.
Un desmayosono.
—O —dice, sonriendo mientras camina hacia nosotros—, podría trabajar
contigo. —Sacando el taburete a mi lado, añade—: O, no sé, podríamos
averiguar cómo diablos trabajar juntos.
Carter se sienta y saca un trozo de papel doblado en tercios. Lo abre
cuidadosamente, aplanándolo contra la mesa para que lo leamos. Es un
contrato de agente entre Dan Printz y Carter Aaron, solo Dan, solo Carter.
—He asegurado el veinte por ciento de los quince millones —dice con
una sonrisa casual—. Si lo hiciera por mi cuenta, solo podría aceptar uno,
tal vez dos clientes más. Me ayudaría mucho si pudieras unirte a mí.
¿Mostrarme las mieles28?
Lo miró fijamente, sintiendo que mis ojos se llenan, y él se levanta,
fingiendo estar conmocionado por la presencia de lágrimas.
—¿Es eso un sí? ¿Nos estamos volviendo compañeros?
Sorprendo a mis amigos lanzándome al regazo de Carter, pero a nadie
parece importarle. Creo que todos nos damos cuenta en este momento de
que he trabajado toda mi carrera hasta ahora para esto: la oportunidad de
toda una vida.
 
Capítulo 26
Traducido por aryancx
Corregido por m_Crosswalker
Editado por Banana_mou

 
Carter
 
Resulta que no puedes manejar la carrera de Next Big Thing desde la
cocina de tu pequeño apartamento de un dormitorio en Beverly Hills.
Tardé aproximadamente dos semanas en llegar a esta conclusión. Dos
semanas en las que Evie y yo compartimos la alegría sin pantalones de no
tener una oficina real a la que ir todas las mañanas o un jefe real que nos
verificara, y poder tener sexo en la mesa de la cocina cuando queramos y ni
siquiera tener que cerrar la puerta.
Fue una época muy hermosa.
Pero finalmente los pantalones tuvieron que volver a ponerse y tuvimos
que decidir cómo íbamos a hacer esto. Tenía a Dan y a un puñado de otros
clientes, pero necesitaba un lugar donde pudiera tomar reuniones y... bueno,
trabajar.
Evie había jugado con la idea de volver a Alterman, pero ya había
llegado a la conclusión de que si bien amaba a la gente y el trabajo, ya no
podía soportar los juegos que parecían dominar inevitablemente la labor de
las grandes empresas. Afortunadamente, Adam Elliott y Sarah Hill habían
firmado con Evie en P&D solo para contratos proyecto por proyecto, y esos
dos la seguirían a cualquier lugar, al parecer.
Y boom, teníamos una agencia.
Así que ir por ahí de canallas significaba que necesitábamos una oficina.
Ahí fue cuando me di cuenta exactamente de cuán conectada que estaba
Evie. Después de haberme ayudado a encontrar un gran asesor legal, nos
encontró un trato a gritos en un puñado de oficinas vacantes... en un edificio
muy bonito al lado de P&D.
***
No hubo ningún tipo de gran inauguración oficial en Abbey & Aaron,
pero el Wi-Fi está conectado un martes, y obtengo la contraseña del sistema
de seguridad al día siguiente, lo que es suficiente para nosotros. Tenemos
todo el espacio repintado, alineamos las paredes del vestíbulo con las
nuevas impresiones en blanco y negro de Jonah e instalamos la mejor
máquina Keurig que el dinero puede comprar. No hay necesidad de una fila
de dieciséis asistentes bien arreglados y ordenados, pero hay más que
suficiente necesidad de Becca y Jess.
Evie y Becca pasan treinta minutos en el teléfono, durante los cuales se
unen de inmediato y se convierten en mejores amigas para siempre a través
de una versión emocionante de los Diez Momentos Más Vergonzosos de
Carter Aaron. Evie le ofrece un trabajo y Becca, gracias a Dios, acepta.
Estoy eufórico. Estaré rodeado de las dos mujeres que más me llaman, pero
nunca volveré a estar desorganizado o descafeinado.
Esa primera mañana en la oficina oficial es jodidamente surrealista. El
cielo se ve exactamente como lo hizo en mi primer día en Los Ángeles, azul
polvo con solo un rastro de neblina a lo largo del borde, y hago el familiar
giro hacia el estacionamiento.
Ya está caliente cuando salgo de mi coche justo después de las ocho y
empiezo a caminar desde la terraza del tercer piso del garaje hasta el
vestíbulo. Haciendo un giro a la derecha en lugar de a la izquierda, me
dirijo al Edificio A, sitio de nuestro nuevo esfuerzo.
Hago un rápido chequeo de mi reflejo en la puerta. Cabello: bien.
Afortunado esta vez, no un nuevo error elegante. Quemé esa.
Estamos a mediados de marzo, pero me golpea en la cara la misma
ráfaga de aire refrigerado tan pronto como entro. Mi sangre se siente
carbonatada; mi estómago está atado en cien nudos mientras cruzo los
suelos de mármol.
En el Edificio B, propiedad exclusiva de P&D, hay pantallas gigantes
con tomas de cabeza desplazable y carteles para algunos de los clientes más
grandes que representa la empresa. Pero en el Edificio A, es más tenue. Una
simple placa de oro colocada en la pared enumera las varias oficinas
alojadas dentro del edificio, y ahí estamos, Abbey & Aaron: Suite 303.
Mientras que la cabecera requería pisos y pisos de personal y un paso por
debajo de un escáner de retina solo para entrar en el ascensor, somos
prácticamente solo nosotros dos, un asesor legal que mantenemos en
nómina, Becca y Jess, y con suerte Steph, si alguna vez podemos
convencerla de que venga con nosotros.
No he visto a Evie desde que salí de su apartamento esta mañana, y mis
dedos ya pican con la necesidad de tocarla. Todos nos reunimos ayer para el
cumpleaños de Morgan en Griffith Park, con camiones de comida y la casa
hinchable más grande que he visto.
La gente favorita de Evie coincidía con mi gente favorita, y verlos a
todos juntos, mi futuro y mi pasado, se sentía como estirar una pierna y
poner mi pie en el camino correcto. Michael Christopher ya está planeando
mi despedida de soltero. Que... no es oficial ni nada, pero... nunca se sabe.
Seguí a Evie hasta su apartamento al final de la noche. Sus besos aún
sabían a sol y pastel de cumpleaños, y se rio mientras revisaba cada
centímetro de ella para ver si el resto también sabía a glaseado. Me fui esta
mañana, justo antes de las cinco, sintiéndome agotado, apretando besos a su
boca y diciendo que la vería en nuestra oficina. Lo que es una gran cosa que
tengo que decir ahora.
Becca está allí cuando salgo del ascensor; una extraña sensación de
nostalgia y esperanza me llena el pecho.
—Aquí está tu agenda —dice, entregándome unos trozos de papel de su
escritorio. Apenas puedo leer cualquiera de ellos, pero los guardo en mi
bolsillo felizmente—. Hay una llamada telefónica que querrás recibir de
inmediato. Uno de los amigos de Jamie Huang quiere hablar contigo, y
Allie Brynn está a punto de tener gatitos de lo emocionada que está por ello.
—Impresionante —le digo—. ¿Ya llegó Evie?
—Sala de conferencias —dice, mirándome con los ojos entrecerrados—.
Es tan extraño verte así de nuevo, en tu traje con ese conocido y loco
glaseado con cafeína en tus ojos. Es bastante genial. O tal vez estoy
encantada de estar en una oficina con una tienda de hamburguesas al final
de la calle.
—Estoy tan jodidamente feliz de que estés aquí. —Sonrío.
—Lo mismo —dice, mirando hacia su escritorio antes de entregarme una
pequeña pila de correo—. Ahora, ¡a trabajar!
—Sí, señora.
Está tranquilo mientras me dirijo a la sala de conferencias. La puerta está
entreabierta y meto la cabeza cuando llamo y espero a que Evie mire hacia
arriba.
Ella está sentada en una repisa que corre a lo largo de la ventana, el sol en
su cabello y un contrato en su regazo. Se ve hermosa, segura y feliz, y
aunque yo –probablemente– nunca participaría en PDA29 en el lugar de
trabajo, solo hay un puñado de nosotros aquí. Podríamos revisar mi fantasía
anterior y besarnos en la mesa si quisiéramos, y solo tendríamos que sufrir
el gemido de horror falso de Becca. He oído que las mesas de conferencias
son buenas para ese tipo de cosas.
—Oye, tú —dice Evie, y me hace un gesto para que entre.
Me gustaría decir que me mantengo normal, pero prácticamente troto,
doblando la cintura para presionar un beso cálido y persistente a sus labios.
—Hey.
Ella pasa sus dedos por mi pecho y a mi corbata antes de mirarme con
una sonrisa.
—Esta corbata funciona —insisto.
—Tengo una reunión importante con Paramount en una hora —dice,
suavizándola de nuevo—. Si funciona tan bien como dices que funciona,
puedes usar tu corbata de la suerte todos los días y no me verás quejarme.
—Tal vez puedas ponértela más tarde. ¿Y tendré suerte?
—Puede ser. —Sonríe.
Toco las páginas delante de ella.
—¿Estás lista para esto?
—Tengo un paquete de mierda y solo necesito su sí. Oye, ¿oíste que
Seamus golpeó a un fotógrafo afuera de LAX anoche?
—¿Como con un puño? —Me quedo boquiabierto.
—Como con su coche. P&D puede divertirse con eso; él es su problema
ahora .
—Creo que tienen una larga lista de problemas. Me alegro de no ser más
uno de ellos.
Me endereza la corbata y levanta la barbilla.
—Amén
—¿Qué piensas de ir a Nueva York conmigo este verano? —pregunto—.
Es miserable y caliente, pero es el aniversario de mis padres, y quiero que
mi familia me avergüence frente a ti. Podría ser horrible.
Evie inclina la cabeza y me estudia por un momento.
—¿Tal vez podrías venir a Burbank conmigo este fin de semana? La
televisión estará demasiado alta y mi padre te molestará por lo mucho que
odia a los Yankees. Mi madre probablemente te dirá que necesitas un corte
de pelo. Seguramente lo pasarás fatal.
Sus ojos se encuentran con los míos, y no tengo que haberla conocido
por mucho tiempo para saber que nunca ha sido tan feliz, o tan segura.
—Tendremos que hacer lo peor posible —concuerdo sonrío mientras me
inclino hacia ella para besarla.
AGRADECIMIENTOS
A menudo nos preguntan cómo escribimos tan rápido. Obviamente, ayuda
que seamos dos, pero aun así algunos libros salen más rápido que otros.
Wicked Sexy Liar, por ejemplo, casi parecía salir volando de nosotros.
Dirty Rowdy Thing, también, escribimos en cuestión de semanas.
Por desgracia, saliendo contigo / odiándote. . . no era uno de esos libros.
Nuestro primer borrador se completó en diciembre de 2015 y no se parecía
en nada al libro que tiene en sus manos. Teníamos una idea muy clara de lo
que queríamos: dos agentes de Hollywood se enamoran y luego tienen que
pelear por un trabajo, pero el libro que salió inicialmente no se parecía al
que teníamos en la cabeza. Fue como si intentáramos hornear un pastel de
cerezas y sacáramos un pastel de carne del horno. Y seamos realistas: nadie
quiere pastel de carne cuando espera pastel de cereza.
Ingrese a Adam Wilson, Holly Root y una gran cantidad de cambios
registrados en un documento de Word.
En serio, hubo momentos en que este libro parecía que alguien había ido a
la ciudad con una caja entera de crayones. Nuestro editor y agente,
respectivamente, han pasado casi tanto tiempo con este manuscrito como
nosotros. Esperemos que sepan que cada vez que nos sentamos a escribir
nos damos cuenta de lo afortunados que somos de tener un grupo de
personas tan involucradas y solidarias ayudándonos.
Erin Billings Service lee cada palabra unas siete mil veces, brinda
retroalimentación desde las primeras versiones terribles hasta la versión
final pulida, y aun así se las arregla para ayudarnos a encontrar errores
tipográficos en las páginas de los pases. En serio, Smister, eres una estrella
de rock.
Kristin Dwyer, te dedicamos esto porque las aventuras que ya hemos tenido
parecen irreales.
¿Te imaginas los que están por venir? Este es nuestro primer libro bebé que
estamos haciendo con la nueva empresa, y estamos muy emocionados por
todas las partes involucradas. ¡¡Hagámoslo!!
Gracias a nuestro equipo de la Galería: Carolyn Reidy, Jen Bergstrom,
Louise Burke, Paul O'Halloran, Theresa Dooley, Liz Psaltis, Diana
Velasquez, Melissa Bendixen, la fuerza de ventas de la Galería que trabaja
duro entre bastidores para que nuestros libros lleguen tiendas y minoristas
en línea, y el maravilloso departamento de arte que capturó tan
perfectamente el siguiente paso en el look de CLo. Todos ustedes son
fantásticos y esperamos que vengan a cenar porque hicimos lasaña extra
para todos.
No podemos hacer nada de esto sin la comunidad romántica. En serio, la
fuerza y el entusiasmo de este grupo son asombrosos, y estamos muy
agradecidos por los lectores, blogueros, artistas gráficos y cualquier persona
que se tome el tiempo de enviarnos un tweet, un correo electrónico o una
reseña. Nos mantienes en marcha, y lo decimos con toda sinceridad.
Amamos este trabajo, y te amamos a ti.
Finalmente, a nuestros esposos, que son pacientes y afortunados. Paciente
en los días en que las palabras fluyen, y suerte en los días en que no lo son y
decidimos hornear todo el día. Gracias por estar tan orgullosos de lo que
hacemos.
PQ, este fue genial, pero siento que hizo clic en algo entre nosotros, nos
hizo aún más fuertes.
Dios santo, esto es divertido. Hagámoslo de nuevo.
Mira, este libro, hombre. Algunos libros son más fáciles que otros y algunos
son como dar a luz. Estoy bastante seguro de que ambos tuvimos que
morder un trozo de cuero con este. Te amo como Bella ama a McFlurries, y
cualquiera que nos conociera en 2009 sabe que es MUCHO. Gracias por ser
el Lo de mi C. Nos vemos en la primera fila.
 

 
SOBRE LA AUTORA

 
CHRISTINA LAUREN es el seudónimo combinado de las compañeras de
escritura/mejores amigas/almas gemelas y gemelas cerebrales Christina
Hobbs y Lauren Billings, autoras número 1 en ventas internacionales en el
The New York Times y USA Today de la serie Beautiful y the Wild
Seasons, Sublime, The House y Autoboyography.
Puede encontrarlos en línea en christinalaurenbooks.com,
Facebook.com/ChristinaLaurenBooks o @ChristinaLauren en Twitter.
CIUDAD DEL FUEGO CELESTIAL

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Traducciones”, solamente tienes que decir que deseas unirte como
traductor y nosotros te daremos más información. También puedes
escribirnos si te interesa ser corrector, editor o editor de PDF.
 
1. N. del T. «Evil» significa «el mal» en inglés. Hace un juego de palabras con la similar fonética
de Evie y Evil.

2. N. del T. «Shippear», neologismo que proviene del vocablo en inglés «to ship», significa
querer que dos personas estén juntas; apoyar la relación de dos personajes ficticios de películas,
series o libros.

3. N. del T. Película estadounidense de comedia romántica publicada en 2007. En España se la


conoce bajo el título Lío embarazoso.

4. N. del T. Bandera Roja


5. N. del T. Las autoras hacen un juego de palabras mezclando «Evie» y «Evil».
6. N. del T. «Rave» es un anglicismo que se refiere a un gran evento en el que los jóvenes bailan
música electrónica en un gran edificio o al aire libre. Las raves a menudo se asocian con drogas
ilegales.

7. N. del T. Es un juego de palabras. «People» es el nombre de una revista estadounidense pero


en español la palabra significa «gente/personas». Mike habla del trabajo en la revista y después dice:
Fucking People lo cual puede traducirse como «Joder a la revista» o «Joder a la gente».

8. N. del T. Los premios Golden Raspberry, popularmente conocidos como Razzies o anti-Oscars
(en español: "Premios de la Frambuesa de Oro"), fueron creados por el crítico y escritor de cine John
J. B. Wilson en 1980, intentando complementar y criticar con un enfoque cómico los Premios de la
Academia, premiando a los peores actores, guionistas, directores y películas de la industria
cinematográfica estadounidense.

9. N. del T. Juego de palabras por la similitud fonológica entre Field Day y failed, que significa
fracasar o errar.

10. N. del T. El SAT es un examen estandarizado que se usa extensamente para la admisión
universitaria en Estados Unidos.

11. N. del T. Quiere decir lol at Evil, que se traduciría como lol por Evil, le hace gracia que la
llame Evil en vez de Evie.

12. N. del T. Onomatopeya del sueño o aburrimiento.


13. N. del T. El shih tzu es una raza de perro originaria del Tíbet. Los asiáticos los criaban y
arreglaban para que se parecieran a alfombras vivientes, de acuerdo con la cultura china, siendo muy
apreciados como perros guardianes
14. N. del T. India Pale Ale, es una cerveza de alta graduación alcohólica (entre 5º y 7º), amarga
y con aroma intenso.

15. N. del T. Película cómica y de ciencia ficción estadounidense publicada en 1989. En España
se la conoce como Las alucinantes aventuras de Bill y Ted y en Argentina como Bill y Ted.

16. N. del T. Es un juego de cartas coleccionables diseñado.


17. N. del T. MIA (Missing In Action), en español, perdida en acción.
18. N. del T. Half and half en inglés
19. N. del T. ¿Qué está en mi mochila?
20. N. del T. En este caso dice «I expect her victorious Evil crackle» haciendo referencia a su
apodo pero, en la traducción, tiene más sentido «su victoriosa carcajada del Mal» que «su victoriosa
carcajada de Evil». Por eso no mantuvimos el apodo en este caso.

21. N. del T. Wo-Man en inglés. Juego de palabras


22. N. del T. Es una raza de perro francesa que hasta el siglo XV se consideró de uso exclusivo
de los aristócratas y nobles.

23. N. del T. Son unas gemelas que se hicieron virales en internet.


24. N. del T. Hace referencia al sí de la pregunta de Avya, no esta respondiendo a la pregunta.
25. N. del T. Hace referencia al tamaño de su cama King-size.
26. N. del T. Hace referencia a que siempre se encuentra con el tipo de hombre machista y su
primera reacción es pensar lo peor de cualquiera.

27. N. del T. Es un fragmento de narración en una película o emisión, que no va acompañado de


una imagen del orador.

28. N. del T. Hace referencia a que lo ayude y le enseñe los atajos del negocio, las facilidades.
29. N. del T. Son las siglas de Public Displays of Affection que significa exhibiciones públicas
de afecto.

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