Está en la página 1de 1517

Scanned by TapScanner

Scanned by TapScanner
Scanned by TapScanner
Scanned by TapScanner
Scanned by TapScanner
Scanned by TapScanner
Scanned by TapScanner
Scanned by TapScanner
Scanned by TapScanner
Scanned by TapScanner
Scanned by TapScanner
Scanned by TapScanner
Scanned by TapScanner
Scanned by TapScanner
Scanned by TapScanner
Scanned by TapScanner
Scanned by TapScanner
Scanned by TapScanner
Scanned by TapScanner
Scanned by TapScanner
Scanned by TapScanner
Scanned by TapScanner
Scanned by TapScanner
Scanned by TapScanner
Scanned by TapScanner
Scanned by TapScanner
Scanned by TapScanner
Scanned by TapScanner
Scanned by TapScanner
Scanned by TapScanner
Scanned by TapScanner
Scanned by TapScanner
Scanned by TapScanner
Scanned by TapScanner
Scanned by TapScanner
Scanned by TapScanner
Scanned by TapScanner
Scanned by TapScanner
Scanned by TapScanner
Scanned by TapScanner
Scanned by TapScanner
Capítulo 143 Una cuestión de vida o muerte
—¡Ten cuidado! —La acción de reflejo inmediata de Valentín fue taparle el rostro a Ariadna
con solo el brazo. Por desgracia, los escombros le golpearon el brazo y se lastimó mucho.
Aterrorizada por el brazo sangriento, Ariadna enseguida lo revisó.
—Estoy bien. Rápido, continúa viendo si funciona. —La interrumpió.
Aunque estaba muy preocupada, Ariadna se mantuvo callada, y trató de centrar su atención
en la computadora. Con el ceño fruncido, regresó a su asiento.
Los escombros y las llamas residuales seguían cayendo desde el piso de arriba. En breve,
antes de que se dieran cuenta, toda la sala estaba en llamas. En ese momento crítico, Ariadna
no podía distraerse.
«Debo apresurarme antes de que la sala se prenda fuego. Para entonces, las computadoras se
destruirán por completo. En consecuencia, la puerta de vidrio se mantendrá cerrada para
siempre».
¡Pum! Otro pedazo grande de cimiento cayó y golpeó la silla no muy lejos de Ariadna. Esta
se mordió los labios, lo ignoró, y continuó tipeando en el teclado. Estaba decidida a jaquear
el terminal del atacante y abrir esa maldita puerta.
«Aunque no sea por mí, tengo que hacer mi mayor esfuerzo y pelear hasta el final por todas
las personas inocentes que todavía están atrapadas en el edificio. Después de todo, no estoy
sola». Le echó un vistazo rápido a Valentín, quien tenía la cabeza tapada con un pedazo de
madera, y luego canalizó la atención de nuevo en la complicada tarea. Con valentía y mucha
concentración, Ariadna logró desactivar el cortafuegos del atacante en cinco minutos y, en
ese instante, el fuego comenzó a devorar toda la sala.
Valentín caminó hacia la ventana, y tiró todas las cortinas con fuerza. Las pisó para apagar
las partes que estaban prendidas fuego. Luego, las usó para extinguir el fuego en otras partes
de la sala.
Sin embargo, era una historia de nunca acabar. La explosión de antes en el piso de arriba
había causado que llamas pequeñas continúen cayendo a su sala. Sudando mucho, Valentín
no pudo apagar todas las llamas antes de que volvieran a crecer. De forma persistente, se
secó el sudor que le nublaba la visión y continuó luchando contra el fuego.
Justo a tiempo, Ariadna logró desactivar otro cortafuegos, y comenzó la búsqueda del
terminal del atacante, quien era muy ladino. Había establecido algunos códigos similares para
ocultar la ubicación exacta del terminal. Ariadna cayó en la trampa algunas veces, y cometió
varios errores. Para ese entonces, el fuego comenzó a arder de forma descontrolada.
—Ariadna, no tenemos mucho tiempo. Si no nos vamos en cinco minutos, ¡el edificio va a
colapsar! —advirtió Valentín mientras apagaba las llamas.
Cubierto de cenizas, apenas se podía reconocer su rostro hermoso. Aun así, todavía emitía
un aura muy fuerte. Lucía decidido, intimidante, hostil, y muy firme, listo para dar pelea
hasta el final.
—¡Diez minutos, dame otros diez minutos! Me aseguraré de encontrarlo —dijo Ariadna,
apretando los dientes.
Mientras tanto, un pedazo de madera en llamas de repente comenzó a caer desde arriba.
—¡Ten cuidado! —Valentín trató de saltar a su lado, pero fue demasiado tarde.
Por fortuna, Ariadna reaccionó rápido. Se puso de pie, se inclinó, dio una parada giratoria
feroz, y rompió la madera en dos con éxito.
—No estás herida, ¿no?
—Preocupado, Valentín le sostuvo la mano apenas se puso a su lado
—. No podemos quedarnos más tiempo; tenemos que irnos de inmediato.
—¡No! Solo dame diez minutos más. En un abrir y cerrar de ojos voy a terminar.
Capítulo 144 Un adversario misterioso
Ariadna y Valentín intercambiaron miradas. La mirada decidida de Ariadna transmitía su
posición firme mientras que la mirada severa de Valentín reflejaba el fuego que los rodeaba.
Los dos se miraron mientras debatían en silencio. Al final, Valentín no lo soportó más y
cedió. Apartó la mirada y aceptó.
—Bien, diez minutos. Te doy diez minutos más.
Sin demorarse más, se quitó la chaqueta y se la puso a Ariadna. Luego, volvió a la esquina
donde las llamas ardían y continuó dando pelea. «Incluso aunque al final muera aquí, voy a
esforzarme estos diez minutos por ella».
—Ejem, ejem. —Ariadna tosió mientras se tapaba la nariz.
Con rapidez, retomó su posición anterior y buscó el terminal que controlaba la puerta
inteligente. El gran incendio que consumía el lugar no le daba nada de miedo. Concentrada,
estaba firme en su búsqueda. «Vamos, solo un poco más rápido. No puedo decepcionar a
Valentín, tengo que sacarlo de aquí».
En medio de todo, Valentín seguía con la mirada fija en Ariadna. Sentada de forma erguida,
la luz resplandeciente del fuego se reflejó en su piel blanca, y le daba una capa de brillo
radiante. «¡Qué perfil espectacular!» Mientras la miraba con mayor intensidad, de forma
voluntaria, se dio vuelta, y continuó luchando contra el fuego. Hizo un intento de abrir las
ventanas, pero estaban selladas. Lo peor era que las ventanas estaban hechas del mismo
material que la puerta de vidrio, que no se trizaba ni rompía. «Parece que alguien lo planeó.
Alguien me quiere muerto».
La mente maestra detrás de todos esos actos maliciosos había engañado muchas veces a
Valentín. Sabía que la otra persona era insidiosa, pero no se esperó que fuera tan despiadado,
al punto de sacrificar a tantas personas inocentes solo para matarlo. «¡Esto es muy despiadado
y cruel!»
Mientras tanto, en una isla privada en la costa oeste, donde el invierno duraba todo el año,
cubierto con un abrigo de zorro plateado, había un hombre de majestuosa dignidad sentado
en una habitación oscura. Sus ojos estaban fijos en las maderas que ardían en la chimenea.
Tomó una madera en llamas con sus dedos delgados, y la tiró al fuego con precisión. «Deja
que se queme, que se queme con intensidad». El hombre esbozó una sonrisa astuta,
mostrando su mandíbula angular.
En ese momento, la puerta se abrió de forma abrupta e interrumpió la calma de la habitación.
El hombre frunció el ceño, y miró en dirección a la puerta. La luz radiante que atravesaba la
puerta resplandeció sobre el hombre, revelando la parte de debajo de su rostro impresionante.
—¿Qué sucede? —dijo el hombre con acento inglés.
—¡Finalmente, te encontré! Había dicho que estarías aquí en la casa antigua, pero Gabriel
insistió en que te habías ido a cazar con los lobos. He perdido mucho tiempo —dijo el hombre
que entró sin aliento.
Con impaciencia, el hombre golpeó el suelo dos veces con el pie.
—Ve al grano.
—Ah, sí. A Gabriel le gustaría que fueras hasta allá. Dice que han jaqueado el servidor. La
dirección de IP del intruso muestra que la ubicación es en Grupo Sandoval, que es donde
nuestra gente emboscó...
El hombre se puso de pie de inmediato y se fue de la habitación con mucha rapidez, dejando
las pisadas en la nieve.
—¡Duque, espéreme! —Se puso el sombrero, y el subordinado corrió detrás de él.
Unos minutos más tarde, el duque llegó al castillo medieval. Se dirigió derecho al sótano y
entró a la gran habitación. En cuanto entró, pudo oler un aroma a fideos instantáneos. Bajó
la vista y vio el contenedor de fideos instantáneos en el suelo, y un rubio desarreglado.
Capítulo 145 Arriesgar todo
—¿Qué sucedió? —preguntó el duque con antipatía mientras se acercaba.
—Han jaqueado mi cortafuegos diseñado minuciosamente y los códigos de programación.
—Se quejó Gabriel con incredulidad, encogido.
—Ve al grano —demandó el duque—. No me importa el proceso, solo quiero saber los
resultados.
—¿Re-resultados? Nos van a poder rastrear en dos minutos, dos minutos —tartamudeó
Gabriel.
El duque estaba perturbado con esa afirmación.
Sabía que Valentín tenía muchos talentos a su alrededor, de manera oficial y en secreto.
Incluso tenía a Camilo, quien era habilidoso con todo lo relacionado a la tecnología. Por lo
tanto, eligió la ubicación de Grupo Sandoval para lanzar su ataque. Cortó todas las señales
de comunicación para cortar todo contacto entre Valentín y Camilo. «No debería haber
problemas ya que Camilo no está en el lugar. ¿Qué salió mal? ¿Valentín tiene a otros
profesionales a su alrededor que no conozco?»
—Duque, tenemos que tomar una decisión. Su intención es obvia, quieren tomar el control
de los sistemas. Si les damos acceso, no van a tener tiempo de rastrear nuestra ubicación. Si
no lo hacemos, nos van a poder rastrear en poco tiempo. En consecuencia, no vamos a poder
permanecer en la oscuridad por mucho más tiempo. Una vez que nos descubran, será más
difícil para nosotros luchar contra ellos —explicó Gabriel.
El duque se quedó callado. «Una vez que les demos todo el control, se arruinará el plan.
¿Debería hacérselo fácil a Valentín?» Estaba muy reacio. Para él, su plan era el mejor ya que
era en el lugar y tiempo correcto debido a que Valentín no estaba al tanto de la trampa que le
esperaba. Se preguntó si iba a poder encontrar otra oportunidad en el futuro para engañarlo
y acorralarlo. Apretó los puños por la furia, lo que hacía que se le marquen las venas.
—Duque, tiene que decidir ahora. Están siendo demasiado rápidos. Ni siquiera puedo
reconstruir el cortafuegos lo suficientemente rápido como para evitar que lo desactiven. Ay,
no, no puedo aguantar más. Nos van a encontrar en cualquier momento. ¡Duque! —gritó
Gabriel con voz aguda, mientras se ponía de pie, alterado.
—Dales acceso —dijo el duque apretando los dientes.
Aliviado, Gabriel apretó la tecla.
Al otro lado de la costa, hubo una tercera explosión en el edificio de Grupo Sandoval. ¡Bum!
Se escuchó un ruido fuerte desde arriba. Por fortuna, había sucedido lejos del primer piso.
Por ello, no impactó la sala de seguridad de forma directa. Sin embargo, el techo que ya se
desmoronaba se sacudió con violencia debido al temblor. Como había perdido el eje,
comenzó a colapsar de a poco.
—¡Es demasiado tarde! —Valentín tomó la mano de Ariadna, y gritó—: Vámonos, ¡se va a
caer en segundos!
Sin moverse, Ariadna miró la pantalla.
—Estoy cerca. En breve, lo conseguiré.
—Olvídalo! ¡Vámonos ahora!
En ese momento, un pedazo de cemento grande se cayó del techo en la esquina opuesta al
otro lado de la sala.
Irónicamente, las ventanas se mantuvieron fijas en su lugar, estables como una roca, sin
romperse ni un poco.
—Vete tú primero, ¡déjame intentarlo una vez más!
—gritó Ariadna, mientras lo empujaba.
Quería arriesgarse sin hundirlo con ella.
Capítulo 146 Estoy en deuda contigo
—¡Maldita sea! —Valentín maldijo en voz baja.
Decidió ignorar las palabras de Ariadna y tomar cartas en el asunto; luego la levantó de la
silla y se dirigieron hacia la salida.
—¡Suéltame! —Ella forcejeó—. Dame cinco segundos más, ¡solo cinco segundos!
—¡Ya es demasiado tarde para eso! —Él la cargó mientras corría.
Sin embargo, una ventana emergente blanca apareció en la pantalla del portátil y estaba
escrito en inglés «Software eliminado»; los ojos de ella se iluminaron.
—¡Hemos recuperado el control de acceso!
En cuanto Valentín vio la pantalla, se detuvo en seco. Ariadna se libró rápidamente de sus
brazos y corrió hacia el portátil, comenzó a escribir rápido en el teclado y, un segundo
después, el portátil dio una instrucción que decía: «La puerta está abierta».
—¡Está abierta! —exclamó emocionada.
Su entusiasmo no duró mucho ya que el techo comenzó a derrumbarse; todo sucedió tan
rápido que ni siquiera Valentín se lo esperaba. Afortunadamente, ella corrió rápido para evitar
que el techo la aplastara, dio una voltereta y se lanzó sobre él. Este cayó en la realidad al
instante mientras la agarraba y la llevaba fuera de la oficina; el techo se derrumbó en el
momento en que salieron del lugar, todo se convirtió en ruinas en el mar de fuego y polvo.
En consecuencia, ella pudo oír el sonido de la puerta de la planta baja del edificio cuando se
abrió.
—Se abrió, ¡por fin se abrió! Corran. —Mucha gente gritaba de alegría.
Ariadna suspiró mientras él clavó sus ojos en los de ella.
—Te dije que no había posibilidad de que muriéramos aquí. —Sonrió aliviada.
Valentín la miró profundo a los ojos y respondió:
—Sí, supongo que estoy en deuda contigo una vez más.
«Genial, ahora le debo otra por salvarme la vida otra vez».
—No te olvides de enviarme el dinero —asintió ella.
«Nunca más voy a decir en broma «cásate conmigo» o si no, va a decir tonterías como que
le estaba insinuando o algo así». Él, por su parte, asintió con seriedad:
—Lo entiendo, te daré lo que quede en mi cuenta cuando salgamos de aquí.
Ariadna se quedó atónita, ya que no podía saber si estaba bromeando o lo decía en serio.
«¿Quieres darme todo tu dinero? Bueno, ¡por supuesto que no puedo aceptarlo!»
—Vamos. —Ella lo ignoró para evitar más malentendidos mientras caminaba hacia la
escalera que llevaba al túnel de seguridad.
Sin embargo, ella de repente pensó en algo al llegar a la escalera. «Cierto, ¡no he abierto el
compartimento secreto de la oficina del presidente ejecutivo! Estoy segura de que no habrá
nadie allí arriba así que, si voy ahora mismo, podré encontrar lo que quiero sin que me vean».
Se detuvo en seco y giró hacia Valentín.
—Ve tú, nos encontraremos en breve.
Él frunció el ceño y la miró con desconfianza.
—¿Qué más necesitas hacer? La puerta está abierta.
—Me he dejado algo en el piso de arriba y tengo que recuperarlo. Vete, nos vemos en cinco
minutos.
Él no estuvo de acuerdo y la arrastró del brazo hacia el túnel de seguridad.
—¡Claro que no! No voy a ir sin ti, nadie puede garantizar si este edificio puede volver a
explotar. ¿Y si todo el edificio se derrumba? Tienes que venir conmigo ahora.
Ariadna se agarró con fuerza a la puerta del túnel mientras con la otra mano intentaba
liberarse del agarre de él.
—¡No voy a ir a ninguna parte hasta que lo recupere! Esto es muy importante para mí y es
mi última oportunidad.
Antes de que él pudiera seguir persuadiéndola, dio rápidamente un paso atrás, y cerró la
puerta con llave
—Me he dejado algo en el piso de arriba y tengo que recuperarlo. Vete, nos vemos en cinco
minutos.
Él no estuvo de acuerdo y la arrastró del brazo hacia el túnel de seguridad.
—¡Claro que no! No voy a ir sin ti, nadie puede garantizar si este edificio puede volver a
explotar. ¿Y si todo el edificio se derrumba? Tienes que venir conmigo ahora.
Ariadna se agarró con fuerza a la puerta del túnel mientras con la otra mano intentaba
liberarse del agarre de él.
—¡No voy a ir a ninguna parte hasta que lo recupere! Esto es muy importante para mí y es
mi última oportunidad.
Antes de que él pudiera seguir persuadiéndola, dio rápidamente un paso atrás, y cerró la
puerta con llave.
Capítulo 147 ¿Estás loca?
—¡Ariadna, vuelve aquí! ¿Has perdido la cabeza? —Él golpeó la puerta con fuerza.
—¡Vete ya! No te preocupes, te veré tan pronto como recupere lo que quiero, te prometo que
no moriré aquí.
Tras eso, ignoró los gritos de él y corrió rápido hacia el último piso; todo el edificio estaba
envuelto en un humo denso por el fuego. El cuerpo de bomberos y la policía no tardaron en
llegar; un grupo de bomberos encontró a Valentín.
—Señor, necesito que salga con nosotros de inmediato, tenemos que evacuar porque puede
haber otra explosión.
Él los rechazó y dijo:
—¡No! ¡Mi amiga sigue ahí arriba!
Un bombero lo miró con los ojos muy abiertos.
—¿Qué? ¿Quieres decir que hay alguien ahí arriba?
Al mismo tiempo, apareció otro bombero.
—¡Jefe, tengo malas noticias! Según algunos testigos, hay un grupo de niños atrapados en el
último piso.
—¿Qué? —El jefe se ajustó el casco y le dijo a Valentín—: ¡Señor, necesito que se vaya con
ellos ahora mismo! La traeré a su amiga de vuelta.
—No, voy contigo. Busca a alguien que abra la puerta.
—Señor, no puedo dejar que se arriesgue, es muy peligroso. ¡Que alguien lo saque de aquí!
Entonces, unos cuantos bomberos lo arrastraron hacia la salida. En ese momento, se produjo
una cuarta explosión; la conmoción de lo sucedido estremeció a todo el edificio.
—Jefe, el edificio puede derrumbarse en cualquier momento y no sabemos si habrá otra
explosión, ¿debemos retirarnos?
Este dudó al escuchar esas palabras; era una decisión dividida entre subir o salir. Mientras
tanto, las empleadas pensaron que la cuidadora había evacuado a sus hijos cuando se produjo
la explosión. Para la consternación de ellas, el «personal especializado» solo se ocupó de sí
mismo y había abandonado a los niños. Al enterarse de la noticia, se sintieron furiosas y
conmocionadas. Tras eso, se dieron vuelta y corrieron hacia el edificio; sin embargo, los
bomberos las detuvieron antes de que pudieran llegar a la entrada.
—El edificio se va a derrumbar en cualquier momento, no pueden subir.
—¡Déjennos entrar, por favor! Nuestros hijos aún están adentro; por favor, se lo rogamos.
—¡Por favor, salve a nuestros hijos! No puedo perder a mi hija —sollozó una madre.
—¡Apártate de mi camino! Necesito entrar.
La escena era un desastre, había muchos gritos de impotencia y sirenas. En ese momento,
Ariadna se quedó sin aliento al llegar al último piso; el aire estaba cubierto de humo espeso
y había poco oxígeno, entonces arrancó un trozo de tela de su blusa y la empapó de agua.
Luego, se agachó un poco mientras se acercaba a la oficina; de repente, dejó de caminar
cuando escuchó un fuerte llanto. «¿Quién está llorando? ¿Quizás alguien estaba todavía en
el último piso? Creí que todos habían abandonado el edificio», pensó que era su imaginación;
sin embargo, se dio cuenta de que era real y que más de una persona estaba llorando. «¿Qué
está sucediendo aquí?» Siguió el rastro del sonido y llegó a la sala de juegos de los niños,
abrió la puerta y se encontró con un montón de niños allí, mientras que el «personal
especializado» no aparecía por ningún lado.
—¡Maldita sea!
—Apretó los dientes.
«Siempre supe que nadie en esta compañía tenía corazón para ocuparse de los niños, pero
cómo pudieron abandonarlos cuando el edificio explotaba. ¡Qué monstruos! Da igual, ahora
no es el momento de señalar con el dedo», así que se acercó a ellos y les dijo:
—Ey, niño, ¿podrías llevar a los demás a un lugar seguro? Ve por las escaleras y llega hasta
abajo, hay un incendio, así que no pueden quedarse más aquí.
—Mami, quiero a mi mami... —gimió uno de ellos.
Capítulo 148 Vidas
Ariadna trató de convencerlos pacientemente.
—Tu mamá te está esperando abajo, todos verán a sus madres en cuanto lleguen a la salida.
Los más grandes empezaron a calmarse al escuchar sus palabras, entonces ayudaron a
algunos niños a ponerse de pie y los acompañaron hacia la salida. Sin embargo, algunos eran
muy pequeños y apenas podían caminar; en consecuencia, a los más grandes se les hacía
difícil ayudar a todos ya que no daban abasto. Al principio, ella quiso ir a la oficina del
presidente ejecutivo, pero dudó al ver lo que había sucedido. «Estoy muy segura de que hay
algo que quiero en el compartimento secreto, pero estos niños… sus vidas también son
importantes…»
El piso bajo ella tembló con más fuerza cuando estaba debatiendo en su mente; Ariadna sabía
que el edificio se derrumbaría en cualquier momento, entonces echó un vistazo a la oficina
del presidente ejecutivo que estaba abierta de par en par, se decidió, cargó con dos bebés y
corrió hacia la salida. En cuanto salió por la puerta, oyó una voz fuerte que se escuchaba en
la escalera; los ojos de ella brillaron sorprendida.
—¿Valentín? ¿Qué estás haciendo aquí?
Él la miró y respondió:
—¡Te dije que no te dejaré morir aquí! Dame el niño.
Ariadna se lo entregó rápido y se dispuso a volver a la oficina por los otros que quedaban.
—Espera, ¿no vas a coger lo que te has dejado? —gritó Valentín.
Ella se detuvo y se dio la vuelta hacia él.
—Creo que necesitarás mi ayuda, va a ser un poco desafiante para ti guiarlos a todos tú solo…
—Pero dijiste que lo que tenías que recuperar era muy importante para ti, ¿verdad? No
tenemos mucho tiempo ahora, sería demasiado tarde para que volvieras a subir en cuanto
hayamos puesto a los niños a salvo. Ve a buscarlo y alcánzanos.
—Pero…
—¡No hay peros! Solo vete —insistió él.
«Tiene razón, no lo lograría si los siguiera hasta abajo y vuelvo a subir; esta es mi última
oportunidad. Si no lo hago ahora, mis preguntas podrían quedar sin respuesta para siempre».
Frunció el ceño mientras se esforzaba por tomar una decisión; finalmente, se decidió y se
dirigió a la oficina. «Es una gran oportunidad que no puedo desaprovechar. Han conspirado
contra mí varias veces desde que volví al país a escondidas, hice todo esto para llegar al fondo
de la verdad; no puedo dudar más». Apresuró sus pasos y llegó a la oficina del presidente
ejecutivo.
Valentín, por otra parte, se quedó mirando la figura de Ariadna por un instante antes de guiar
a los niños por las escaleras. Los más grandes caminaban al frente mientras él guiaba a los
pequeños de seis años con otros dos en sus brazos. De repente, se produjo otra explosión en
el piso en el que ellos estaban.
—¡Aaah! —gritaron.
Los niños más grandes, que habían sido los más tranquilos, al instante se vieron abrumados
por el miedo al oír la explosión.
—¡Mamá! —gritó uno de ellos; entró en pánico y corrió hacia el piso que había explotado y
a la vez dejó atrás a los más pequeños.
—¡Ey, niño! Vuelve —gritó Valentín.
La explosión acababa de producirse hacía unos instantes, por lo que el piso bajo ellos podría
derrumbarse en cualquier momento. Sin embargo, el niño desapareció enseguida antes de
que Valentín pudiera detenerlo; quería ir tras él desesperadamente, pero tenía dos niños en
sus brazos y muchos otros estaban asustados a su alrededor. «Podría ir tras él, pero ¿qué
harían estos niños si lo hiciera? Son muy pequeños para poder cuidarse solos».
Capítulo 149 Una tonta
—¡Maldita sea! —Maldijo al verse atrapado en un problema.
El aire estaba rodeado de humo de los objetos que estaban en llamas y la temperatura había
subido a un nivel insoportable. «Eh, ¿qué hago ahora? ¿Dejo a ese niño?», miró a los bebés
que lloraban y decidió bajar. «Estos niños podrían morir si decido salvar al otro, no tengo
otra opción». Justo cuando Valentín bajó un par de pasos por las escaleras, escuchó un rastro
de pasos detrás de él, giró y vio a Ariadna que corría hacia él.
—¿Están bien los niños? —preguntó preocupada.
—¿Has encontrado lo que buscabas? —preguntó asombrado.
Ella negó con la cabeza en silencio.
—Me preocupaba que no pudieras encargarte de esto solo cuando escuché la explosión, así
que decidí dar la vuelta.
—Entonces, ¿qué sucede con las cosas que querías? —Él frunció el ceño.
Ariadna abrió la boca, pero no supo qué decir. «La vida humana es mucho más importante
que las cosas materiales en la vida. Si dejaba a estos niños para buscar lo que necesitaba, no
sería diferente del asesino que mató a mi madre». Él sabía lo que ella tenía en mente debido
a su expresión.
—¡Eres una tonta! —Él la miró.
Ella puso los ojos en blanco mientras llevaba a un niño que lloraba en los brazos.
—Nadie está herido por la explosión, ¿verdad?
Entonces, Valentín pensó en el niño que salió corriendo solo.
—No, pero uno de ellos se escapó solo. —Sacudió la cabeza.
—¿Qué? —Ella se quedó pasmada.
Él colocó al bebé en sus brazos y a la vez bajó unos pasos en la escalera y dijo:
—¡Baja primero a los niños y los alcanzaré cuando lo encuentre!
—¡Valentín! —Ella abrazó fuerte al niño—. Tu vida me pertenece, así que no te atrevas a
morir hasta que yo lo diga.
Él se quedó atónito por un segundo mientras sus labios se curvaron en una sonrisa.
—No te preocupes, nadie puede quitarme la vida más que tú. —La tranquilizó.
Se dio vuelta y corrió hacia el piso que estaba en llamas tan pronto como lo dijo. Ariadna no
tuvo más remedio que ver cómo su figura se desaparecía entre el humo denso, no pudo evitar
sentir una extraña sensación que la invadía; era como si una semilla se hubiera plantado en
su corazón y en ese momento estuviera brotando lentamente…
—Señorita, quiero a mi mamá… —gritó un niño que se sujetó con el borde de su camisa.
Ella cayó en la realidad al instante y dijo:
—¡De acuerdo, te llevaré con tu mamá ahora!
No perdió el tiempo, llevó a dos niños en brazos y condujo a los otros a un lugar seguro.
Bajar diez tramos de escaleras sería pan comido si Ariadna estuviera sola; sin embargo, tenía
tantos niños con ella mientras llevaba dos en brazos. Por ello, se sentía muy débil y agotada;
además, había inhalado el humo, lo que la hacía toser y desacelerar el paso. No le quedaban
fuerzas cuando llegaron al vestíbulo del primer piso; mientras tanto, el grupo de empleadas
suplicaba a los bomberos que salvaran a sus hijos.
—¡Por favor, salven a mi hijo! Por favor, solo tiene seis meses.
—¡Mi hijo! ¡Todavía está ahí dentro! Por favor, déjenme entrar.
—¡No voy a querer vivir más si le ocurre algo a mi hijo! —gritó alguien.
—¡Suéltenme! Si no quieren salvarlos, déjennos hacerlo, suéltenme ahora.
La escena se volvía caótica poco a poco, ya que los bomberos no podían contener a las
Capítulo 150 La muerte
Los bomberos se miraron entre sí y volvieron a mirar a los padres, comprendieron lo
importantes que eran sus hijos para ellos; así que uno se levantó y dijo:
—¡Jefe, déjenos entrar! Mi trabajo es poner a salvo a todas las personas y, aunque solo
pudiera salvar a un niño, me sentiría mejor.
Los ojos de este se volvieron carmesí y a la vez gritó:
—¡Es orden del comandante que ninguno se mueva! Ahora, ayúdenme a impedir que esos
padres se precipiten, no permitiré que ninguno de ellos arriesgue su vida de esta manera. —
El bombero estaba indignado.
—¡Jefe! Hay aproximadamente doce vidas atrapadas ahí arriba; además, ¡son niños! ¿Cómo
puede ser tan desalmado?
—Tienes razón, soy un insensible por eso no te permití entrar al edificio —respondió
impasible.
—¿Qué quiere decir? —preguntó el bombero.
—¿No lo entiendes? He estado aquí todo este tiempo y no he entrado al edificio, así que, si
el comandante pregunta, ya sabes lo que tienes que decir. ¿Entendido? —respondió el jefe
tras ponerse el casco.
Los ojos del bombero se cubrieron de lágrimas al instante.
—Jefe, ¿piensa ir solo?
—El edificio está a punto de derrumbarse en cualquier momento y no puedo ver cómo
arriesgan sus vidas, así que he decidido que, si la muerte se debe llevar a alguien hoy, será a
mí. ¡Estén preparados! Voy al baño. —Entonces, entró corriendo al edificio mientras decía
esas palabras.
Por otro lado, Ariadna estaba muy agotada, estaba a solo diez metros del vestíbulo, pero no
podía moverse ni un centímetro más. Tenía dificultad para respirar porque había inhalado
demasiado humo; en consecuencia, su visión comenzó a volverse borrosa. Sabía que estaba
al límite; entonces, sus pies se debilitaron y cayó hacia adelante. Sin embargo, se dio vuelta
instintivamente porque sabía que llevaba dos niños en brazos, su cabeza fue la primera en
entrar en contacto con el suelo al caer.
—¡Señorita! —Los niños más grandes corrieron a su lado.
—No puedo dar un paso más, ¿podrían llevar a estos niños con sus madres? Caminen otros
diez metros y verán la puerta, sus madres los esperan allí —dijo ella con voz ronca.
Unos cuantos niños negaron con la cabeza y gritaron:
—No, queremos que vengas con nosotros…
Uno de ellos incluso intentó ayudarla a ponerse de pie; sin embargo, él tenía muy poca fuerza
para soportar el peso de ella, así que cayó al suelo una vez más. Ella sacudió la cabeza y dijo
con debilidad:
—No queda tiempo, vayan ustedes primero y pidan ayuda. ¿De acuerdo?
Los niños asintieron, con los ojos llorosos, mientras cargaban a los dos bebés y se dieron
prisa hacia la salida; Ariadna agotó sus últimas energías al verlos salir corriendo por la puerta
y suspiró aliviada. Se quedó tranquila porque los niños se alejaron del peligro, pero su visión
había empeorado al mismo tiempo; no pudo evitarlo y se entregó a la oscuridad mientras sus
ojos se cerraban. Antes de perder el conocimiento, vio a un hombre con traje de bombero que
se acercaba rápido a ella.
—Señorita, ¿me escucha? Despierte.
Ariadna no respondió a las palabras del jefe, pero este se dio cuenta de que aún respiraba.
Por eso, enseguida la cargó en su espalda y se dirigieron hacia la salida. El correr y llevar a
alguien en la espalda era una tarea fácil debido a sus años de entrenamiento; así ambos
salieron del edificio en poco tiempo. Los niños se habían reunido por fin con sus padres y se
escuchaban llantos; Iris se apresuró a ir al lado de Ariadna y gritó:
—Señorita Sol, ¿está bien? ¿Sigue viva?
—¡Sí, está viva! ¡Agua! Necesito agua por aquí.
Capítulo 151 ¿Valentín está muerto?
Una vez que se finalizaron los procedimientos, le colocaron una máscara de oxígeno a
Ariadna; sus quemaduras también recibieron un tratamiento temporal.
—La paciente está gravemente deshidratada y tiene quemaduras de diferentes grados, hay
que llevarla al hospital de inmediato —dijo la enfermera mientras les indicaba a dos
miembros del personal médico que la subieran a la camilla.
Ariadna solo podía pensar en lo ruidoso que era todo y, tras fruncir el ceño, abrió los ojos
lentamente. Lo primero que vio fue el cielo azul y las nubes blancas, parpadeó dos veces para
asegurarse de que no estaba soñando. «¡Estoy fuera!», miró rápido a su alrededor y se dio
cuenta de que no estaba muy lejos del edificio. Después de mirar a su alrededor, no vio a
Valentín; todos, incluso ella, habían salido. Ariadna se incorporó de inmediato y, tras detener
a alguien al azar, preguntó:
—¿Por qué se aleja todo el mundo?
La persona se quedó atónita durante un rato antes de exclamar con alegría:
—¿Está despierta? Cuando la saqué, pensé que había muerto… ¿Fue usted quien ha rescatado
a los niños?
Ella no respondió; en cambio, saltó de la camilla y preguntó ansiosa:
—¿Me has salvado? Después de que salí, ¿también salió mi amigo? Es muy alto y lleva un
traje…
—¿Todavía hay alguien adentro? ¡Se va a derrumbar en unos minutos! El edificio ya se está
inclinando hacia un lado… —exclamó el hombre sorprendido.
El corazón de Ariadna se aceleró.
—¿Dices que aún no ha salido? ¡Sálvenlo ahora! Ha ido a buscar a un niño que se ha perdido,
está adentro. —Le ordenó agarrándole el cuello de la camisa.
Mientras ella hablaba, las lágrimas rodaban por sus mejillas. Cuando alguien de la dotación
escuchó eso, exclamó sorprendido:
—¿El señor Navarro sigue dentro? ¡Sálvenlo! ¡Valentín Navarro, el presidente ejecutivo de
Grupo Navarro, está dentro! Si le ocurre algo malo, estamos condenados.
En ese momento, una empleada de Grupo Sandoval se acercó corriendo y llorando; se agarró
a la manga de Ariadna y exigió:
—Dicen que has sacado a los niños, ¿dónde está mi hijo? ¿Por qué han salido todos los niños
menos el mío?
El brazo de Ariadna ya estaba herido y, cuando la mujer tiró de él, sintió una punzada de
dolor insoportable.
—Su hijo… podría estar todavía adentro, se asustó con la explosión y huyó de nosotros. Sin
embargo, mi amigo ya lo está buscando… —dijo mientras soportaba el dolor.
La mujer ni siquiera terminó de escuchar lo que dijo que rompió en llanto y agitó
violentamente la camisa de Ariadna.
—¡Devuélveme a mi hijo! Devuélveme a mi hijo.
Iris protegió enseguida a Ariadna y gritó:
—¡Señora, por favor, tenga más cuidado! La señorita Sol está herida.
—¡No me importa! Su familia es la dueña de la empresa; si le ocurre algo malo a mi hijo,
¡no dejaré que ninguno de ustedes se quede libre de culpa! —La mujer miró a Ariadna con
malicia.
El jefe de los bomberos llamó a dos miembros para que alejaran a la mujer, quien estaba
haciendo un escándalo. Tras lanzarle una mirada de lástima a Ariadna, Iris le cogió la mano
y la tranquilizó:
—Señorita Sol, no debería haber salvado a los niños por bondad. Ahora que no ha conseguido
rescatar a todos los niños, ella le echa la culpa a usted; qué poco razonable es eso.
—Iris se sintió indignada, aunque la otra no dijo nada
—. Has hecho mucho esfuerzo en rescatarlos, no solo ninguno te dio las gracias, ¡sino que
además alguien te regañó por ello! ¿Tu brazo está bien?
Ariadna negó despacio con la cabeza, no había ningún indicio de arrepentimiento en sus
hermosos ojos. Mientras apartaba la mirada de la mujer que gritaba y forcejeaba, respondió
impasible:
—No salvé a los niños por la gratitud de sus padres; aunque tuviera que volver a elegir, los
salvaría igual.
Capítulo 152 Eres un mentiroso
Todavía indignada, Iris murmuró algo en señal de protesta; luego empezó a preocuparse por
Valentín.
—Me pregunto cómo estará el señor Navarro, ¿por qué no ha salido todavía?
Después de echarle un vistazo al edificio en llamas, Ariadna hizo retroceder al jefe de los
bomberos y preguntó con ansiedad:
—¿Cuánto falta para que se derrumbe?
Él negó con la cabeza.
—Por el ángulo del edificio, no durará más de treinta segundos. No podemos entrar más, tu
amigo… solo puede depender de sí mismo.
Ella entró en pánico enseguida.
—¡Si ninguno de ustedes puede hacerlo, entraré yo!
Mientras hablaba, corrió hacia el edificio; sin embargo, el jefe la detuvo inmediatamente.
—Señorita, el edificio se va a derrumbar pronto; si entra ahora mismo, solo afrontará la
muerte. Cálmese.
—¡Suélteme! ¡Voy a entrar! Debe estar en problemas.
—¡Cálmese! —El jefe se abrazó con fuerza a la cintura de ella mientras miraba el edificio
que estaba a punto de derrumbarse.
—¡Está bien! Espere aquí, voy a entrar de nuevo. Coopere con los doctores y vaya al hospital,
le prometo que rescataré a su amigo —dijo apretando los dientes.
Ella finalmente se calmó; en su estado débil, sin duda moriría si corría hacia allí en ese
momento. Tras morderse los labios, dejó de forcejear y le recordó al jefe:
—Ten cuidado, si la situación no parece optimista… —Hizo una pausa y dijo con mucha
dificultad—: Retírese de inmediato.
—¡De acuerdo! —Él corrió enseguida hacia el edificio.
Sin embargo, apenas había dado unas cuantas zancadas cuando se escuchó el sonido de una
fuerte explosión. Toda la estructura comenzó a derrumbarse mientras el suelo temblaba con
violencia; el jefe se quedó perplejo en su camino y gritó:
—¡Retírense! ¡Retrocedan todos!
Mientras hablaba, arrastró a Ariadna, quien estaba más cerca de él, y corrió hacia atrás. ¡Bum!
Una serie de estruendosas explosiones resonó por todo el recinto, en pocos segundos, todos
pudieron ver la nube de polvo en el cielo, que a la vez incluso ocultaba el sol y, el cielo que
al principio era azul se había convertido en un gris brumoso. Cuando el jefe tiró de Ariadna,
esta perdió el equilibrio y se desplomó en el suelo y, al levantar la cabeza, lo único que pudo
ver fue el polvo que ocultaba todo lo demás. El edificio alto había desaparecido y a la vez
dejó un montón de escombros; ella empalideció mientras lágrimas rodaban por sus mejillas.
—¡Maldita sea! —Mientras golpeaba su puño contra el suelo, sollozó y gritó—: ¡Valentín,
mentiroso! Me prometiste que no morirías adentro, mentiroso. ¡Eres un gran mentiroso! No
volveré a confiar en ti.
En ese momento, unos autos deportivos se detuvieron detrás de ella y se escuchó la voz de
Camilo.
—Señorita Morales, ¿dónde está Valentín?
Ella levantó la cabeza mientras las lágrimas corrían por sus mejillas, ya estaba sin aliento de
tanto llorar y, mientras señalaba los escombros, dijo:—Él... Está muerto... La culpa es mía,
debí haber buscado al niño con él. Todo es culpa mía.
—¿M-muerto? —Él abrió los ojos, conmocionado, y al mismo tiempo sacudía la cabeza con
incredulidad. Mientras se reía, dijo—: Señorita Morales, no bromee así conmigo.
Ariadna abrió la boca, deseando hablar; sin embargo, lo único que pudo hacer fue sollozar.
Camilo se quedó pálido al instante. «¿No está bromeando?» Atónito, se quedó mirando los
escombros. En ese momento, el polvo se fue disipando por el viento poco a poco y, cuando
todo se despejó, finalmente pudieron ver los escombros con claridad.
Continuará….
Capítulo 153 No está muerto
Incapaz de seguir mirando la escena, Camilo perdió la fuerza en sus piernas, su rostro se
volvió pálido mientras caía de rodillas junto a Ariadna.
—No es tu culpa… es la mía. Los otros me bloquearon el camino de forma deliberada, pero
debí haberlos ignorado y haber venido directo. Desde el principio, no debí haber ido a la
orilla del mar para traer a ese hombre… Su muerte es por mi culpa —murmuró Camilo.
No estaba claro si le hablaba a Ariadna o murmuraba para él mismo, golpeó el suelo varias
veces lo que hizo que sus nudillos comenzaron a sangrar. Al ver eso, ella tiró rápido de su
mano y le instó:
—¿Estás loco? Si sigues golpeando así, te vas a quebrar la mano.
—¡Suéltame! Si se quiebra, ¡que así sea! Yo lo maté, así que tengo que pagarle con mi propia
vida.
Ariadna se negó a soltar su agarre. En ese momento, la mujer que había estado haciendo un
escándalo antes se precipitó sobre ella y la abofeteó. La tomó por sorpresa, sintió un ardor en
la mejilla por el dolor; sin embargo, enseguida la abofeteó por segunda vez. Ariadna, de
manera inconsciente, quiso agarrar la mano de la mujer, pero alguien intervino antes que ella
y la agarró; un fuerte crujido se escuchó mientras la mujer gritaba de dolor.
—¡Ay! Me dislocó la mano.
Cuando Ariadna miró a la persona, vio un rostro esculpido que estaba cubierto de ceniza
negra. Sin embargo, no podía apartar la mirada de sus ojos melancólicos y su aura
intimidante.
—Valen… Valentín… —pronunció su nombre con incredulidad.
Camilo estaba tan eufórico que rompió en llanto.
—¡Maldito idiota! Sabía que no morirías tan fácil.
Mientras Valentín los miraba, una mirada graciosa se visualizó en sus ojos; ella volvió a
lagrimear, se tapó la boca con una mano y evitó llorar a gritos. «¡No está muerto! ¡Valentín
no está muerto! No se ha retractado de sus palabras, no es un mentiroso». Como si pudiera
leer su mente, él sonrió y dijo:
—¿Acaso no te lo prometí? No moriré aquí sin tu permiso.
La insinuación de regocijo en sus ojos hizo que los latidos del corazón de ella se aceleraran.
Sin embargo, la voz aguda de la mujer arruinó el ambiente inicial.
—¡Devuélveme a mi hijo! ¿Por qué has salvado a todos los demás menos al mío?
Devuélvemelo ahora.
Ariadna miró a la mujer; aunque intentaba mantener la calma, seguía sintiéndose muy
alterada, era como si alguien la hubiera tirado un balde de agua fría. No le pareció bien que
la regañaran después de haber hecho algo bueno, sintió como si alguien le hubiera desgarrado
el corazón, no tan grave, pero sí muy doloroso. Se mordió los labios y bajó la cabeza; la
mirada graciosa desapareció de los ojos de Valentín, pero se visualizó un brillo siniestro,
incluso su expresión se volvió cada vez más apática.
—Parece que no fui lo suficientemente duro, ¿eh? —Le dijo a la mujer con un tono hostil
mientras la miraba.
—¡Solo golpéame hasta que muera! Mátame y me vengaré de ti hasta en el infierno, hiciste
que mi hijo muriera ahí adentro, todos ustedes merecen morir también.
Tras perder la paciencia, Valentín estiró el brazo para estrangularla; de repente, se escuchó
la voz de un niño.
—Mamá… ¡Deja de regañarlos!
Sorprendida, la mujer miró rápido hacia donde escuchó la voz. Su hijo, que se lo vio
desaliñado, salió por detrás de los bomberos. Ella abrió los ojos de par en par; su mirada
rebosaba de nuevas esperanzas.
—¡Mi niño!
Capítulo 154 La razón de un destello de esperanza
«¡No está muerto! ¡Mi hijo no está muerto!» Como una loca, la mujer se liberó del agarre de
Valentín, corrió hacia el niño y extendió los brazos para abrazarlo. Sin embargo, para su
sorpresa, el pequeño dio unos pasos hacia atrás con miedo y evitó sus brazos; ella abrió los
ojos con incredulidad.
—¿Cariño…?
El pequeño negó con la cabeza.
—Has regañado a la mujer y al hombre que me han salvado, ¡eres una malvada! No quiero
que me abraces.
Mientras hablaba, corrió hacia Valentín y abrazó su pierna derecha con fuerza; la mujer
observó cómo su propio hijo abrazaba la pierna de otro mientras se negaba a dejar que se
acercara a él y se quedó perpleja. «¿Cómo es posible? ¿Cómo puede mi precioso hijo negarse
a reconocer a su madre?» Dio unos pasos hacia delante, pero su hijo le gritó de inmediato:
—¡No te acerques, malvada!
—¿Hijo? —Sus lágrimas brotaban mientras permanecía impotente—. Yo… soy tu madre.
—No eres mi madre, ¡eres una malvada! Mi madre no golpearía a la gente que me salvó.
La mujer se quedó sin palabras, abrió la boca para hablar, pero no pudo pronunciar ni una
sola palabra; Valentín tampoco esperaba que el niño actuara así. Impasible, él miró a la mujer,
quien no podía creer lo que ocurría; luego dijo con frialdad:
—Creo en el karma, esto es lo que te mereces por abofetearla.
—Yo… Yo… —La mujer sintió como si se hubiera quedado sin fuerzas.
Miró a su hijo y se sintió impotente por primera vez en su vida; los demás que los rodeaban
también empezaron a regañarla.
—¡Arriesgaron sus vidas para salvar a nuestros hijos, pero no solo fuiste desagradecida, sino
que la golpeaste…
—¡Sí! ¡Te has pasado de la raya! Estaba tan preocupada por mi hijo que me olvidé de
agradecer a su salvador. Sin embargo, cuando vine aquí, te vi abofeteándola, ni siquiera
mereces vivir.
—Si yo fuera ellos, no habría salvado a tu hijo.
—¡Te mereces el trato de tu hijo!
Los empleados, cuyos hijos habían sido salvados por Ariadna, se sintieron injustos con esta.
Aquellos que fueron más considerados le pasaron una botella de agua y unos pañuelos de
papel.
—Límpiese el rostro, si uno tan bonito como el suyo se ensucia, ya no se verá bien.
Cuando el resto le habló a Ariadna, sonrieron con benevolencia; era drásticamente diferente
de la actitud de la mujer cuando le habló hacía un rato. A Ariadna le temblaban los dedos
cuando cogía todo lo que los demás le pasaban, sus brazos pronto se llenaron de todo tipo de
cosas; miró al resto con lágrimas en los ojos.
—Gracias… —Nunca había esperado que alguien le diera las gracias, así que se sintió muy
conmovida.
Todos los demás sonrieron.
—Deberíamos darle las gracias, usted es una persona tan buena, señorita Morales.
—¡Sí! Si no fuera por usted, no podríamos ni pensar en lo que les hubiera sucedido a nuestros
hijos...
—¡Usted es nuestra salvadora! Definitivamente trabajaremos duro para Grupo Sandoval.
Aunque este lugar se convirtiera en una pila de escombros, ¡siempre seremos sus empleados!
Mientras hablaban, acercaron a sus hijos y se inclinaron hacia ella con gratitud, todos
parecían muy sinceros. Antes de que Ariadna pudiera hablar, escuchó que Iris se secaba las
lágrimas y sollozaba en silencio.
—En efecto, las cosas buenas le suceden a la gente amable, estoy tan conmovida... —dijo
ella con lágrimas.
Aunque al principio tuvo ganas de llorar, no pudo evitar reírse cuando vio a Iris.
Continuará…

También podría gustarte