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Dulce Capricho 1 Leyva
Dulce Capricho 1 Leyva
SINOPSIS
"Para Giancarlo D Luca todo lo que se trate de una mujer significa un juego, ¿entregar
el corazón? No está en sus planes, incluso cuando la mujer más noble y hermosa
aparece ante él y le ofrece lo mejor de ella, su amor.
¿Pero sería capaz de doblegar su orgullo y reconocer sus sentimientos entregando el
corazón o ella también será un capricho más en su vida, hasta el punto de obligarla a
marcharse de su vida? ¿Amor o capricho? Solo Cloe podrá descubrirlo."
Giacarlo D Luca observa a su nueva secretaria entrar por la puerta caminando sexy,
sensual, altiva con unos labios más que apetecibles, se remueve incómodo en su silla,
ya que el solo hecho de verla caminar con esa pequeña faldita que apenas le cubre su
voluptuoso culo dejando ver sus blancas piernas, le ha provocado una dolorosa
erección.
—Aquí tiene señor los papeles que me pidió. ¡joder! Con solo escuchar su voz, se le
endureció aún más hasta el punto de que si se levantaba de la silla podría ver la
majestuosidad que escondía debajo del pantalón. Pues la vida le ha dotado de grandes
atributos muy apetecibles para las mujeres.
—Gracias Sheila. Contesta D Luca sonriendo de lado, oscura y perversa pues sabía
muy bien su siguiente jugada, era astuto, audaz y tenaz con las mujeres.
Nadie, ninguna mujer se le resiste ¿Quién lo haría? Tiene todo lo que alguien podría
querer, anhelar de un hombre, es atractivo, millonario, un buen amante.
Haciendo adrede y calculando muy bien sus movimientos lleva su mano a la taza de
café que tenía sobre el escritorio, derramándolo intencionalmente. Se levanta con
rapidéz mientras que su sexy secretaria daba un gritito por el susto.
Sheila solo asiente girando sobre sus tacones para dirigirse al baño, ingresa buscando
lo que su jefe le había pedido cuando de pronto escucha la puerta cerrarse seguido del
seguro, voltea rápidamente para observar a su jefe parado con el torso desnudo
sonriendo de lado y de pronto abalanzarse sobre ella sin mediar palabra.
La empujó contra el lavatorio para devorar su boca con hambre e ímpetu. Ella no es
tonta sabe lo que su jefe desea y ella llevaba días deseando lo mismo, ansiando este
momento que llegó más rápido de lo que imaginó. Disfrutaba ver a su jefe todos los días
desfilando con sus trajes a medida, con el cabello un poco largo, con esos profundos
ojos en color azul como los diamantes, esa voz ronca, gruesa y oscura, cuando le
llamaba por teléfono para ordenarle sus deberes, o cuando sonreía despreocupado o
fruncía el ceño cuando algo le molestaba o inquietaba, cada vez que eso sucedía ella
apretaba las piernas. Este ansiado día había llegado, de poder sentirse entre sus
brazos, coqueteando todos los días, usando la falda más corta cada día, pues su jefe la
miraba, claro que la miraba.
—¡jefe! Es lo único que gimió mientras D Luca devoraba su cuello, mientras masajeaba
sus grandes senos dejándola desnuda con una maestría increíble en cuestión de
segundos.
Giancarlo estaba excitado en demasía, desde que la entrevistó supo que la cogería
como sea, podía oler a kilómetros la facilidad de las cosas. Y ella era una de esas cosas
que se consigue muy fácil.
La volteo con rapidéz para apoyarla en el lavado, levantando su falda para dejar su culo
expuesto, para detallar sus ligas con unas medias en color negro con una braga del
mismo color.
Llevó su dedo medio hasta sus pliegues deslizándolo por toda su extensión. Sonrió al
notar lo mojada que se encontraba.
Giancarlo tomo un preservativo que tenía en el bolsillo, siempre andaba con uno pues
no sabía en qué momento podría necesitarlo, un hombre precavido vale por dos.
Se introdujo en ella con total descaro y fogosidad, su secretaria solo gemía, él lo estaba
gozando, no es tan apretada, aún así sentía mucho placer.
Amaba a las mujeres, a todas, a todas que podía darle placer, pues como no amarlas
si son las que lo transportaban al cielo cuando se corria extasiado y lleno, eso era vida
en su máxima expresión.
La cogía duro, rico rápido, su pelvis chocaba con el culo de su secretaria, esa acción
era excitante, la tomo por el pelo rojo encrespado y la jalo hacia el para ir más adentro.
¡Más duro! Exigió Sheila. D Luca solo sonrío con descaro y aceleró sus embestidas, el
sabía complacer a sus amantes, no solo él recibía placer, él también quería dar placer,
no sería egoísta, eso no es de caballeros.
Comenzó a sentir como su cuerpo se contraía, como apretaba su duro miembro hasta
el punto de ahorcarlo. Comenzó a convulsionar sujetándola aún más fuerte del cabello
para permitirle tener su preciado orgasmo.
Salió bruscamente de ella, despojándose del preservativo en cuestión de segundos.
—Híncate. Exigió. Ella aún sin recuperarse de su brutal éxtasis de placer, se arrodilló
frente a su jefe, abriendo la boca, él negó.
—Chupa. Exigió nuevamente y así lo hizo ella sin esperar una nueva orden, lo chupo
como queriendo exprimir todo de él, sabía delicioso, su jefe era un verdadero manjar, lo
repetiría una y mil veces, le abriría las piernas cuántas veces él se lo pedía. Claro que
lo repetiría.
—Estuvo increíble señor. Habló Sheila, Giancarlo la miró por breves segundos para
después de ajustar su pantalón salir con el torso desnudo no sin antes voltear y hablar.
—Por favor arréglate y luego pide que limpien el desastre en mi mesa. Dicho eso salió
cerrando la puerta para dirigirse a un pequeño armario que tenía en el otro extremo de
la oficina para tomar una camisa limpia y volver a estar impecable como si nada hubiera
sucedido.
Pero Sheila había quedado perpleja, sabía de hombres quienes solo buscaban sexo,
no imaginó que el fuera así o peor, su jefe bipolar pensó, luego de haberla tomado su
frialdad congeló el baño.
—Ahora mismo pido que vengan los de limpieza. Hablo Sheila tratando de demostrar
su profesionalismo, algo que hace segundos había demostrado que no tenía, pero su
jefe ni se inmutó, no volteó siquiera a mirarla mucho menos de decir un “gracias”.
Sheila se sentía usada, pero que esperaba si era ella la que por días se le insinuaba,
era lógico que solo buscaría sexo de ella.
—¿D Luca? Inquirió al otro lado de la línea. Eran amigos no había necesidad de tanta
formalidad.
—No me sirven. Confesó, sabiendo que no era verdad, la verdad era otra, la verdad era
que solo le gustaba cambiar de secretaria cada tanto después de cogerselas.
—¿No te sirven o ya no te sirven? Ahora era Giancarlo quien soltaba una carcajada.
—¿Sabes? la nueva secretaria tendrá ahora unos 70 años, para qué no tengas ganas
de mirarla, tal vez así respetarás a una mujer.
—Si aún está buena podría ser. Contesta burlón y descarado como solo el podría llegar
a ser.
—Para esta semana.
—Ya, está bien, ah otra cosa D Luca… Giancarlo escuchaba atento. Entrevistaré una
muchacha nueva para el departamento de informática, Rodrigo me lo pidió y la estará
reclutando.
—Anda apresúrate a conseguirme una nueva secretaria sexy y con buen culo. Y cuando
la tengas prepara su liquidación a esta otra o cámbiala de puesto, no se pero ya no la
quiero de secretaria es lenta y torpe.
—Nada extraordinario, grita mucho. Contesta jocoso y burlón. —Ya ya, no necesito
saber tus cochinadas. Adiós.
D Luca suspiró hondo, frotó su rostro para luego concentrarse nuevamente en los
asuntos de la empresa, era el presidente de la sede que tenia la familia D Luca en
California aunque extrañaba mucho a su familia en Italia no podía darse el lujo de viajar
todo el tiempo a verlos.
Cloe.
—Mamá tiene que comer mamita anda.— Suplicaba Cloe intentando dar de comer a su
madre quien sufría de parálisis a causa de una enfermedad cerebrovascular.
—Te lo dije Cloe, hoy tu madre no quiso comer. —Cloe observaba a María preocupada.
María era la enfermera de la madre de Cloe. La madre de Cloe había sufrido hace un
año de un ACV y quedo con secuelas graves de ahí Cloe a su corta edad es la que
cuidaba de su madre sola ya que de su padre nunca supo nada, ni siquiera lo llegó a
conocer, su madre le dijo que él le abandonó antes de saber que ella estaba
embarazada después de que le había jurado amor nunca más volvió a verlo.
—Creo que debo sacar una cita nuevamente con el especialista para llevarla.
—Seria lo mejor Cloe.— Cloe bajo la comida en el mesón, se acercó a dejar un beso en
la frente de su madre.
—Debo irme mamá hoy trabajo hasta tarde en el restaurante, vuelvo a la noche, debes
comer mamita, acaricio el suave rostro de su madre. —Nos vemos a la noche mi amor.
Dejo otro beso nuevamente y se despidió de María ya que debía apresurarse para no
llegar tarde al restaurante.
Llegó cinco minutos antes de su hora, gracias a Dios ya que la dueña era muy
cascarrabias.
—A mi oficina. Es todo lo que había dicho la mujer para voltearse y caminar con pasos
seguros y soberbios hacia su oficina.
La verdad era otra, la verdad era que el novio de Samanta Eduardo, siempre la
observaba con curiosidad, Samanta lo había pillado varias veces mirándola embobado,
ya que Cloe se caracterizaba por una belleza inigualable.
Su pelo, sus ojos, sus labios todo en ella eran perfectos como si alguien la hubiera
hecho a mano sin prisa y con una exactitud plena. Ella era la belleza en su máxima
expresión.
Su motivo eran celos, celos de Cloe.
Cloe comenzó a llorar secándose sus lágrimas de mala gana, ni siquiera le pagaba lo
que correspondía, pero no estaba ella como para iniciar una demanda, no tenía los
recursos necesarios para hacerlo y ella necesitaba el dinero.
—Esto es tuyo. — Samanta extendió el cheque frente a sus ojos. Ella no dudó en
tomarlos.
—Puedes irte. Es todo lo que le dijo, ni siquiera le agradeció por sus servicios por estos
dos años.
Sin embargo ella si exclamó un “Gracias” antes de retirarse de la oficina.
¿Qué es lo que haré ahora? Se preguntaba mientras caminaba saliendo del restaurante.
Ni podía contárselo a su madre, ella no estaba bien y una preocupación más podría
empeorar su situación.
Al día siguiente Cloe se levantó sin muchos ánimos, con un fuerte dolor de cabeza por
haber llorado tanto.
—Me negaron la beca este año. —¿Quee? Pero porque si tu eres la mejor de esta
universidad, eres la de mejor puntaje.
—¡Joder! Cloe tu sí que tienes mala pata. Ahora es Jon quien hablaba acercándose a
ella para abrazarla.
—Sabes qué, hablaré con mi tío para que te vea un puesto en la empresa D Luca
company. Ahora era Esme quien trataba de animar a Cloe.—¿En verdad podrias hacer
eso por mi? Pregunto Cloe apenada.
—Claro que sí amiga, mi tío es el jefe en el departamento de informática, veré si puede
emplearte en algún lugar, hablaré hoy mismo con él.
—Oh amiga muchas gracias en verdad ojalá consiga algo saben que la situación de mi
madre no es la mejor.
—Claro que si sabemos Cloe por lo menos eso haré por ti ya que no tengo como
ayudarte de otra forma.
—Lo sé chicos pero es más que suficiente para mí me han ayudado mucho en verdad.
En la tarde Cloe llevó a su madre con el especialista y su pronóstico para variar no eran
muy buenos, le aumento sus medicamentos. En verdad estaba pasando por una mala
racha. Después de dejar a su madre nuevamente en la casa fue al banco a cobrar el
cheque que Samanta le había pagado que después de comprarle sus medicamentos a
su madre se había quedado con menos dinero, dinero que debía alcanzarle hasta
conseguir un nuevo trabajo.
Cloe al salir de la farmacia decidió caminar hasta su casa para tratar de pensar y ordenar
sus ideas. Cuando de pronto su teléfono suena avisando la entrada de una llamada.
El corazón de Cloe latía muy a prisa, de nervios, esperando que Esme le diera una
buena noticia.
—¿Qué? Es en serio Esme. Cloe sonreía de oreja a oreja, el alma le volvió al cuerpo.
—Preséntate mañana para las 7 en el edificio D Luca, pregunta por el señor Rodrigo
Miller, ya hablé con él y te pondrá aprueba en el departamento de informática, cosa que
no será nada para ti pues eres una cerebrito Cloe. Ella río al escuchar el mote que
siempre le han puesto sus amigos y compañeros, pues aparte de poseer una belleza
única poseía algo más valioso aún, una inteligencia superior a la normal.
—Gracias Esme, en verdad mil gracias no tengo como pagarte. Estoy muy contenta.
—Aprovéchalo amiga. Te lo mereces.
Cloe.
Nerviosa, ansiosa con el estómago revuelto así despertó Cloe, hoy era su entrevista en
D Luca Company, ansiaba ese trabajo, era su más grande oportunidad para hacer lo
que le gustaba, le apasionaba pasar horas y horas frente a un ordenador, descifrar
códigos y crear nuevos programas, lo que para muchos era agobiante y trabajoso para
ella era emocionante.
Se duchó y se vistió con una falda tubo en color gris por debajo de la rodilla y una blusa
blanca un poco ajustada, le gustaba vestir bien, le gustaba la elegancia, todavía no
sabía de donde había sacado esos gustos, ya que su madre siempre le inculcó la
humildad y se repite en su cabeza una y otra vez que la ropa o la marca no hacia mejor
o peor a una persona ya que todos terminábamos en el mismo lugar y nos vamos sin
nada así como vinimos al mundo y terminaremos en polvo.
Su madre siempre le enseñó que lo que diferencia a las personas era la educación y la
bondad que habitaba en los corazones, no lo que uno poseía en bienes, Cloe suspiró
mirándose en el espejo.
Su madre era tan sabia, tan hermosa y tan bondadosa, aún no sabía cómo fue que ese
hombre que la engendró pudo abandonar a su madre con un hijo en su vientre.
Aún así Cloe tenía clase, elegancia y belleza, observaba su rostro en el espejo,
ladeando su rostro de un lado a otro, mordiéndose ligeramente el labio inferior,
debatiéndose si se maquillaba o iba así natural como a ella le gustaba andar.
Miró la hora en su reloj y todavía le quedaba una hora, era una persona muy puntual si
debía estar para una hora ella estaba media hora antes de lo establecido. ¿Acaso había
algo imperfecto en ella?
Tomó su bolso y bajó a pasos lentos hasta la cocina donde encontró a María leyendo el
periódico a su madre.
Sonrío ligeramente al verlas, se acercó a ellas dejando un dulce beso en la cabeza de
su madre.
—Buenos días María ¿Cómo han amanecido? ¿Y la reina más hermosa de la casa
como amaneció? Se hincó hasta la altura de la silla de ruedas de su madre sujetando
suavemente sus manos juntas. Su madre amagó una pequeña mueca en su rostro, el
corazón de Cloe palpitó emocionado ya que esos pequeños gestos o muecas que su
madre lograba hacer la hacían renacer y revivir cada día un poco más.
María la observó de pies a cabeza para elevar una de sus cejas. —¿Y tú mi niña para
donde tan elegante?
Ella suspiró mirando brevemente a su madre.
—Tengo una entrevista de trabajo María, en una empresa muy importante.
—Yo también lo espero María porque estoy realmente nerviosa… —Tonterías Cloe te
irá increíble, porque tú lo eres.
—Cuídala te llamaré cualquier cosa y tú también llámame por favor. Pidió Cloe a María
para salir de la cocina.
Porque las tentaciones existen y son peligrosas, nunca tuvo necesidad de caer en una
pero no podía darse el lujo de caer justamente ahora, no estaba dispuesta a sufrir por
nadie, fue justo hace dos años que desde que su madre enfermó dejo a su novio Josué
por haberle descubierto en plena acción con aquella que hacía llamarse mejor amiga y
¿La excusa? Ella casi no tenía tiempo para él.
Es la excusa más barata que un hombre puede darle a una mujer, sufrió, lloró bastante,
lo amaba, pero ya no más, esta vez solo entregaría el corazón a quien realmente se lo
merecía, ya que cuando ella amaba lo hacía con todo el corazón.
Caminaba cruzando la plaza ya alejada de su casa, estaba apunto de llegar a la parada
del autobús cuando…
—Hola preciosa ¿Te llevo? Un hombre en un auto iba en marcha lenta tratando de
abarcar a Cloe, con palabras insinuantes y poco confiables. Ella no contesto, apresuró
su paso.
Ya llegaba a la parada, estaba apunto cuando vio el autobús que venía y rápidamente
aparcó en la parada.
El sujeto inoportuno hizo una maniobra peligrosa obstruyendo el paso a Cloe, ella lo
observó perpleja por lo que acaba de hacer, perdería el autobús por su culpa.
¡Idiota! Grito con todas sus fuerzas, trato de no prestar atención al sujeto cuando quiso
pasar al lado el hombre quien rápidamente se había bajado del auto la sujeto del brazo
obligándola a quedarse.
¡Aahh! Maldita desgraciada. Gruño furioso el hombre, Cloe giró la vista para ver que el
autobús ya estaba nuevamente en movimiento y que la estaba dejando.
¡Noo! Espera, espera. Gritaba Cloe, pero ya fue en vano, el autobús ya la había dejado,
furiosa, rabiosa enojada con el sujeto se acercó nuevamente a él para rociarle más
aerosol en sus ojos cubiertos por su mano y doblar la rodilla y darle donde más le
dolería.
—Imbécil bueno para nada, por tu culpa perderé un trabajo. Bramó Cloe rabiosa y lo
dejo ahí tirado retorciéndose de dolor en el suelo.
¡Carajo! Cloe observó su reloj y ya quedaba solo media hora para poder llegar a la
empresa y aunque ya no quedaba lejos, caminar no era buena idea no llegaría a hora y
esperar otro autobús tampoco.
De pronto vio un taxi pasar a velocidad lenta cuando le silbo con todas sus fuerzas como
camionero recién recibido y el taxi frenó, ella corrió y se montó en el.
En quince minutos ya había llegado, nerviosa y presurosa bajo del taxi para entrar en el
imponente edificio D Luca Company.
—Tengo una entrevista con el señor Rodrigo… mmmm idiota olvidó su apellido.
Su rostro ardió de vergüenza y caminó de lado lentamente para pararse frente al otro
ascensor que le correspondía. Cuando subió al ascensor que se encontraba vacío
golpeó su frente con la palma de su mano por sentirse tonta.
Ella era así, era tan perfeccionista que un paso en falso o un pequeño error ya lo tomaba
como una catástrofe.
El ruidito del ascensor anunciando la llegada al piso indicado sonó de pronto. Bajó con
la piernas temblando y las manos sudadas, se acercó a una mujer detrás de un escritorio
que ella creyó era la secretaria del señor Miller. —Buenos días. Saludó amable.
—¿Qué quieres? Es lo que contesto la mujer con muy poca educación. Cloe se
sorprendió al ver la diferencia en el trato con la recepcionista y esta mujer.
—Lo siento no tengo ninguna cita registrada con tu nombre, así que mejor retírate. Cloe
comenzó a temblar, parpadeaba una y otra vez. No podía ser, debía hablar con el
susodicho.
—No puede ser, yo yo tenia una cita, lo esperaré, hablaré con él. Espero ya molesta.
—¿Qué parte de retírate no entendiste? Cloe comenzó a respirar agitada y furiosa.
Cloe giró sobre sus tacones no pudiendo creer el trato que la mujer le estaba dando, ¿
quien se creía la dueña de la empresa?. Al girar chocó con un duro y trabajado cuerpo,
un hombre con un traje gris oscuro alto de pelo negro y una sonrisa amable la observaba
fijamente.
—Esta mujer dice que tiene una cita con usted pero yo no la tengo registrada. El hombre
volteo nuevamente hacia Cloe quien ya moría de pena. —¿Usted es la señorita Cloe
Adams?
Rodrigo sostuvo la puerta con la mano puesta en la perilla para dar paso a una nerviosa
Cloe.
Cloe observaba todo con total tranquilidad, ya que ese lugar trasmitía paz.
—La verdad no señor Miller es la primera vez, estaba trabajando en un restaurante pero
me liquidaron y estoy necesitando urgente el trabajo, tengo a mi madre enferma y en
verdad necesito el trabajo.
—Pero le puedo demostrar que soy muy capaz en esto, amo todo lo que sea las
computadoras, los programas, todo me resulta muy fácil, póngame a prueba una
semana y se lo demostraré señor. Cloe habló con tanta soltura y seguridad que Rodrigo
perturbado por su belleza quedó hipnotizado por la forma tan segura de hablar.
—Oh por supuesto señor Miller, puede hacerlo con total seguridad.
—Como te decía Cloe, ya el trabajo es tuyo, Esme me había hablado muy bien de ti,
eres la mejor de la Universidad, eso es mucho peso ¿No es así?
Cloe río con delicadeza, asintiendo. —No me considero la mejor eso es demasiado, solo
creo que soy capaz de mucho, no me pongo límites, los límites no existen.
Rodrigo estaba asombrado, perturbado, embobado. Es la primera vez que sentía
nerviosismo ante una mujer, su estómago se le apretujó. ¿Qué carajos estaba
sucediendo?
—¿Cuántos años tienes? Ya no sabía si esa pregunta era profesional o solo porque
quería saber algo más de esta increíble mujer que estaba frente a él.
—Jefe por cierto necesito que vea esto, esta configuración es nueva, un poco
complicada necesito que revises.
Rodrigo se acercó a Eric para ver de qué se trataba apoyo sus manos en el escritorio
arrugando el ceño, mientras Eric le explicaba las cosas. Cloe solo observaba lo que
hacían y escuchaba la amena discusión entre ambos.
Adara levanto una ceja interrogante por ver lo que la joven chica diría, dejo lo que estaba
haciendo para prestarle atención.
Rodrigo sonrío, pero no fue una sonrisa burlona pues él jamás se burlaría de nadie, más
bien era una sonrisa de sorpresa y también de expectativa pues quería ver si realmente
era buena en esto como decían.
Mientras que Eric pensó, si él siendo un ingeniero tenía una duda existencial respecto
a lo que estaba ocurriendo como una simple chica aún estudiante universitaria podría
—Si, lo he intentado y al parecer algo falla pero solo sucede con un puerto. Ella asiente
y luego como si sus dedos cobrarán vida he hicieran magia comenzó a teclear, era
rápida, veloz, audaz, entró en modo robot.
Rodrigo estaba estupefacto, Eric sorprendido, Cloe no volvió a decir nada, solo se
concentró en lo que hacía.
Adara se posicionó alado de Rodrigo para mirar lo que Cloe hacía, Rodrigo sonreía sin
despegar la vista de ella ni un solo momento.
Eric comenzó a sacarse las gafas más que sorprendido al ver como Cloe con sólo unas
cuantas configuración comenzaba a enlazar perfecta y sincronizada mente una red con
otra.
Ella seguía, sus dedos bailaban al son de las teclas, era maravillosa, sus facciones eran
relajadas, sus ojos y sus labios estaban armonizados unos con otro y su pelo lacio que
caía por su espalda, era lo que Rodrigo observaba y le parecía la mujer más bella del
mundo.
¡Listo! Dijo en cuestión de minutos, dejando a los tres con la boca abierta.
—Pe…pero como, qué fue lo que sucedió. Tartamudeaba Eric, no podía creer como
una chiquilla inexperta le había hecho 10/0 en cuestión de minutos.
Cloe sonrío y comenzó a explicar cuál era el problema, en una de las fuentes de
alimentación.
—Bienvenida chica, eres todo un cerebro. Cuidado Eric te quitarán tu puesto. Bromeó
mientras que Eric solo se rascaba la nuca.
—Creo que no importa cuánto estudie, siempre vendrá una mujer a pisotearme como le
da la gana. Bromeó y todos rieron.
Giancarlo
—No se qué hago yéndome tan temprano a la empresa, soy el jefe ¿no? Debería llegar
tarde.
Giancarlo hablaba mirando la ventanilla del auto sentado en el asiento trasero mientras
Luke su chófer lo miraba por el retrovisor.
—Después de más de 10 años ¿Vienes a decirme eso? Inquirió su chófer, que más que
eso era su amigo, algo que caracterizaba a Giancarlo D Luca era la humildad que tenía
con las personas, para él a pesar de tener tanto dinero, eso no hacía diferencia entre
las personas, todos eran iguales a él.
—Hay veces que prefiero estar allá, pero ya tengo una vida hecha aquí.
—¿Una vida hecha a que te refieres? Que yo sepa tu vida solo se basa en trabajo y
mujeres, una distinta por noche. Luke conocía tan bien a D Luca, sabía lo mujeriego que
era jamás en estos 10 años que trabajó para él tomó en serio a una mujer, solo lo vio
enamorado una sola vez y luego jamás jamás tuvo una relación seria.
—Eres un idiota Luke, además me gusta mi vida, como a las mujeres que quiera cada
noche. Su chófer y amigo negó mirándolo por el retrovisor, algún día D Luca, algún día
besarás el piso por donde pase una mujer, te volverás loco y ese día me reirè tanto de
ti. Bromeó.
—Oiga jefe creo que aquella señorita necesita ayuda. Comentó Luke de pronto viendo
a una mujer siendo molestada por un hombre. Y era nada más y nada menos que la
hermosa Cloe.
—Vamos acércate para ayudarla. Contesto Giancarlo, Cuando Luke se acercaba vio
como Cloe le rociaba aerosol en el ojo del hombre y luego le pateaba sus preciadas
bolas.
—¿Estás seguro que es ella la que necesita ayuda Luke? Creo que mejor ayudemos al
pobre que se retuerce en el suelo.
Giancarlo y Luke observaban a la mujer como sometió al hombre y luego con un silbido
paró un taxi.
Luke soltó una carcajada…—Como si quisieras D Luca, yo creo que una mujer como
esa… señaló con el dedo a Cloe que se acababa de subir al taxi… te hace falta.
—Anda Luke llévame a comprar un café de esos que saben delicioso, antes de llegar a
la empresa.
—Vamos que yo también necesito uno.
—Buenos días, saluda con seriedad a su secretaria que hace un día atrás había follado
en el baño de su oficina con total descaro.
Quien coqueta y divertida caminó resonando sus tacones en el piso de mármol detrás
de su jefe. Giancarlo ingresó a su oficina sin cerrar su puerta, sabiendo que su secretaria
venía detrás de él.
—Buenos días jefe saludo con una sonrisa y jugando con el escote de su camisa que
deja ver gran parte de sus grandes senos.
—¿Qué tenemos para hoy? Inquirió D Luca tomando asiento no sin antes sacar su
chaqueta y colocarla en el respaldar de su cómoda y acolchonada silla.
Ahora estaba más seguro que nunca de cambiarla lo más rápido posible, necesitaba
una diversión nueva, un culo nuevo.
Sheila comenzó a citarle sus deberes mientras el solo escuchaba encendiendo el
ordenador.
—Bien puedes retirarte. Habló con voz poco divertida, Sheila sin embargo no borraba
su sonrisa de su rostro, esperando que su apuesto jefe la volviera a tomar como lo hizo
ayer, sin permiso y con premura.
—Eres intenso sabías, deberían darte el premio Nobel del año por el mujeriego más
grande de la historia.
—No fastidies. Espetó Giancarlo.
—Por supuesto. Nos vemos en el club de siempre, adiós. Sin más cortó la llamada para
sumergirse en su cansador trabajo, revisando cada documento punto por punto que le
entregaban los departamentos. Era tan meticuloso en todo, una pequeña falla era una
catástrofe para él.
Tuvo una reunión con nuevos inversionistas y una vídeo llamada con su hermano Dante
desde Italia, ya que nada hacia sin consultarle.
—¡Que placer, ¿que te trae por aquí? estás muy lejos de tu departamento. Bromeó D
Luca.
—Te extrañaba baby, siguió con las bromas Miller, sonriendo de oreja a oreja
sentándose frente a su escritorio.
—¿Qué ocurre?
—Nada, solo venía a comunicarte que tu red estará interrumpida por la tarde, como
sabes estamos conectando el nuevo programa.
—Lo sé Eric es un genio… aseguró, Miller seguía sonriendo de oreja a oreja… —¿Y tú
porque sonríes como un psicópata fracasado?
Rodrigo suspiró hondo… —No me lo vas a creer viejo pero, me he enamorado.
Giancarlo levantó una ceja con una mueca divertida, marcado por su hoyuelo.
—Desde hoy estoy reclutando una nueva, mi sobrina me pidió para darle trabajo a una
amiga, pero tremenda sorpresa que me llevé. Giancarlo lo miraba intrigado, ¿de que
hablaba su amigo?
—Si me lo comentó Arón ayer, que estaría de prueba una chica nueva.
—Hu hum Rodrigo negó, a prueba no, contratadisima. Aseguró Rodrigo recordando a
Cloe, estaba fascinado con ella y no solo con su belleza física, si no con su inteligencia
y destreza. Era magnífica en cuestión de horas, demostró que era capaz de pertenecer
a esa empresa y más si quisiera.
—¿Me dices que está contratada solo porque la mujer te gusta? Preguntó Giancarlo ya
en tono serio.
—No, porque es magnífica, deberías verla D Luca, en cuestión de minutos pudo
solucionar algo que a Eric le había tomado una tarde entera descifrar.
Giancarlo despegó su espalda de la silla para apoyar sus codos en la mesa y entrelazar
sus dedos debajo de su mentón.
—¿Y es bonita? Preguntó Gian un poco interesado y descarado como siempre.
Rodrigo negó. —Un poco bonita no, es preciosa. Giancarlo achicó sus ojos para mirar
fijamente a su amigo quien nunca se había expresado así de una empleada y menos
de una nueva, algo debía de tener para que llamara poderosamente su atención, ya que
Rodrigo después de que su antigua novia lo había dejado plantado el día de su boda
para irse con el que el llamaba mejor amigo, nunca más volvió a poner los ojos en nadie,
de eso ya había pasado cinco años, pero aún así el no es de jugar con las mujeres,
simplemente intentaba tener una relación seria con alguien pero nunca funciona, al
parecer seguía enamorado de su ex novia.
Esa sola mención hizo que Miller borrará su sonrisa y adoptará una postura sería y un
poco molesta.
—No, no lo harás, ella será mía. Confesó Rodrigo intentando bromear y formar una leve
sonrisa en sus labios, pero no pudo evitar sembrar una espinita dentro, esa molestia de
que Giancarlo intente algo con Cloe lo molestó un poco.
—Bien Giancarlo solo venía para eso. Habló mientras se ponía de pie para salir de su
oficina.
—Oye Miller, Arón y yo tomaremos un trago hoy en el club de Sebastián, ¿te unes?
—Pensé que irían sin mí… Sonrió Rodrigo sujetando el pomo de la puerta.
—Por cierto mándales saludos a tu hermanita Caro, está preciosa, bromeó Rodrigo solo
para molestarlo, sabiendo que él era muy celoso con su hermana menor.
Sin embargo Giancarlo quedó pensando, se le metió en la maldita cabeza esa mujer
misteriosa de quién su amigo había hablado maravillas.
Sí, estaba consciente de lo que le había dicho a su amigo, pero no había certeza de
que a él le gustaría, tal vez Rodrigo solo exageraba y no era bonita, si no una mujer más
del montón, o una tonta nerd.
Y así como había dicho Rodrigo después de una hora su sistema fue interrumpido.
Giancarlo comenzó a teclear su teléfono revisando sus redes sociales, hablando por
WhatsApp con algunas mujeres que tenía a su disposición cuando el quería, con un par
de mensajes se había calentado como una estufa que tuvo que entrar a su baño a
masturbarse para bajar la tremenda calentura que le había dejado una de sus amantes
con fotos y vídeos que le había enviado a su teléfono.
Después de un buen rato estando así y ya calmado sus ansias de follar como actor
porno recién recibido, salió de sus despacho y sin voltear a mirar a su secretaria bajó
hasta el departamento de informática.
Nunca bajaba a ningún departamento, no le gustaba hacer tal cosa ¿Por qué ahora sí
lo hacía? Para controlar que se realice rápidamente los trabajos. Sí era eso o las ganas
inmensas de conocer a esa mujer. Reclamó su conciencia.
—No señor, esta en la otra oficina. Respondió mordiendo su labio y jugueteando con su
pelo.
Giancarlo no dijo nada más y agradeció para sus adentros de que Rodrigo estuviera en
la oficina de los empleados así lograría ver a la nueva y conocerla al fin.
—¿Giancarlo que haces aquí? Sonrió su amigo sorprendido de verlo ahí ya que nunca
se tomaba la molestia de bajar y si lo hacía solo llegaba hasta su oficina.
—Pues te busque en tu oficina y tú encantadora secretaria me dijo que estabas aquí.
Rodó los ojos al decir encantadora secretaria que todos soltaron una risita, Giancarlo
paseó su vista por toda la oficina sin embargo no veía a la nueva por ningún lado, arrugó
el ceño.
—Pues vamos, si es que quieres hablar conmigo. Rodrigo dejo su conversación con
Eric a medias para intentar caminar hacia la puerta.
—No, termina y yo te espero. Aseguró Giancarlo, la verdad era que necesitaba verla a
ella. Rodrigo estaba dudoso, algo tramaba su jefe o era solo alucinaciones suyas.
Giancarlo quedó embelesado con la mujer que casi tira al suelo si no fuera por la rapidez
con la que la tomó de la cintura evitando que cayera al suelo.
Cloe se perdió en los ojos del dueño de D Luca Company, a quien ya había visto en
fotos y reconoció rápidamente, esos ojos que se juró evitar, y que en menos de lo que
imaginó ya se perdió en ellos.
—Giancarlo ella es Cloe Adams la nueva empleada de quién te hablé. Habló Rodrigo
un poco celoso, quería evitar a toda costa ese encuentro pero sus planes salieron peor
de lo que imaginó.
—Bue buenas tardes, Saludo Cloe un poco tímida tartamudeando al estar frente a ese
impresionante adonis. Giancarlo no sabía que decir, por primera vez se había quedado
sin palabras, ¿Desde cuándo sucedía eso frente a una mujer? Hasta que su cerebro
envío una descarga eléctrica y parpadeó repetidas veces para abrir la boca y saludar.
—Buenas tardes señorita Adams un placer. Giancarlo extendió su mano como todo un
caballero para saludar a Cloe, ella dudosa extendió la suya para enlazar con la de él,
quedando por largos minutos tomados de la mano.
El aroma que desprendía Cloe era lo más sensual que Giancarlo olió en su vida.
—Cloe vuelve a tus funciones. Bramó Rodrigo al darse cuenta de la tensión que se
formó entre ambos.
Al sentarse en sus escritorio observó la ancha espalda de Giancarlo antes de verlo salir
por la puerta acompañado de su jefe más próximo sin voltear más a verla. Ella quería
seguir viéndolo un poco más.
Giancarlo se quedó sin habla, ¿Que le estaba pasando? entro en silencio en la oficina
de Rodrigo, seguía en trance.
Giancarlo negó mirando en un punto fijo, su amigo nunca lo había visto así, jamás,
quedarse callado no era su fuerte y más si estaba hablando con él.
—¿Qué necesitabas? Giancarlo se vio obligado a darse dos cachetadas mentales para
reaccionar, antes de que se diera cuenta de que esa mujer lo había dejado
hechizado. —Nada estaba aburrido sin poder usar el sistema así que vine a ver cuánto
tardaría.
Rodrigo sonrió finalmente más calmado… —Solo dame un hora más viejo y ya tendrás
de nuevo acceso a la red.
—Perfecto, esperaré, eso era todo Rodrigo vuelve a lo que estabas haciendo ya no te
quito más tiempo.
D Luca se puso de pie para salir de la oficina pero antes de salir volteó y habló
levantando la mano haciendo unos pequeños gestos.
Rodrigo sorprendido asintió… —Si, fue a primera hora junto a Arón. ¿Desde cuándo a
él le importaba que un empleado firmara contrato?
—Perfecto. Es todo lo que dijo antes de salir para dirigirse nuevamente a su oficina en
el último piso.
Esa noche llegó y los tres amigos se reunieron con el club, ninguno de los tres tocó el
tema de la nueva, ya que Arón había conocido a Cloe cuando fue a recursos humanos
a firmar su contrato y no le pasó desapercibido lo hermosa que era.
Giancarlo seguía perturbado, así que esa noche tomó a una mujer la llevó a un hotel y
descargó todo eso que tenia guardado, pero esos increíble ojos azules no salían se su
mente. Ni él se explicaba que estaba sucediendo, era como si ya conocía a esa mujer
de algún lado, su rostro le era familiar. Pudo haber sido una de sus amantes, pensó,
Pero Cloe solo tenía sus pensamientos en otro lado y era justamente en el dueño de D
Luca Company.
Fue entonces esa mañana que se encontraron muy temprano en el lobby de la
recepción. Ambos habían llegado justo a la misma hora, cuando aún faltaba mucho para
la hora de entrada.
Ella solo saludó un poco tímida agachando la cabeza, Giancarlo la devoró con la vista
de un bocado. Antes de que Cloe pasará de largo y subiera al ascensor de empleados
su jefe habló detrás de ella, dejándola paralizada y con la piel erizada.
Pidió con voz gruesa pero calmada, ella tragó grueso y solo contestó un “si señor”.
Esa palabra, “señor” escuchar de sus labios enloqueció aún más a Giancarlo, quien ya
no pensaba coherente, ya no le importaba nada, él la deseaba y estaba seguro que ella
también y no se negaría a lo que el quisiera.
Giancarlo llegó presuroso hasta su piso, saludando a su secretaria nueva, una bella
morena de ojos verdes.
Cloe suspiró aliándose el vestido para luego pensar que era lo que su jefe querría de
ella. Espero que de trabajo pensó, sin embargo comenzó a subir todos los pisos hasta
llegar a presidencia con el corazón latiendo a mil y un nudo atorado en la garganta.
El volteó a mirarla, ya que sabía que era ella, pues su aroma había inundado sus fosas
nasales.
—Pasa señorita Adams. Exclamó Giancarlo, totalmente enloquecido, quería tomarla ahí
así indefensa. Lo haría. Estás loco Giancarlo podría demandarte por acoso, en su
mirada no se ve ningún deseo. Exclamó su subconsciente sin embargo él no hizo caso,
continuó con su plan malvado.
Cloe caminó lento por la oficina hasta pararse cerca de su escritorio, Gian hizo lo mismo
hasta posarse frente a ella, la altura y contextura física entre ellos era notable, él era
alto y fornido, ella era pequeña y delgada.Ambos suspiraron hondo. Había mucho más
que tensión entre ellos, era notorio.
Giancarlo observó su perfecto rostro, su piel de porcelana y sus ojos color cielo en un
día radiante.
—¿Por qué quieres trabajar en mi empresa? Preguntó serio de pronto, ella parpadeo
varias veces, sorprendida por la pregunta.
—Necesito el trabajo señor, tengo cuestiones económicas que cubrir. Confesó segura.
Fijando sus ojos en él.
Giancarlo quería morder sus labios y arrancarle un gemido.
—Todos tenemos, se lo aseguro. Contesto Giancarlo. Cloe levantó una ceja, ¿que
sabría el de necesidades?
—Bien… contesto alejándose de Cloe para caminar hasta su escritorio y tomar asiento
sin dejar de mirarla ni por un segundo, eso hacia que los nervios de Cloe aumentara, su
jefe parecía un loco feroz.
Pero Giancarlo tenía ideado un plan y si todo salía como el imaginaba la tendría hoy
mismo desnuda en su cama.
Sería el peor hijo de puta del mundo pero cuando quería algo lo conseguía a cualquier
precio y esta vez la quería a ella.
—¿Qué está dispuesta a hacer señorita Adams para seguir en su puesto? Inquirió de
pronto.
Capítulo 4. Despedida.
Cloe no podía creer lo que estaba escuchando ¿Acaso su jefe le estaba jugando una
broma?
¿Qué estoy dispuesta a hacer?
—Pues demostrar mi buen desempeño señor. Contestó Cloe siendo muy profesional.
Giancarlo volvió a ponerse de pie sin borrar esa sonrisa descarada de sus labios.
—Deja de molestar Arón mejor trabaja que tengo que hacer una llamada. Arón suspiró
y solo contestó un adiós para luego colgar el teléfono.
Giancarlo marco el número de Natasha una de sus amantes.
—¡Natasha! Exclamó cuando contesto el teléfono en el primer repique, como si hubiera
estado pendiente de esa llamada.
—Hola Giancarlo. Contesto coqueta y seductora.
—Te necesito, quiero que vengas a mi oficina en treinta minutos.
—¡Oh! Claro que si tú solo pide y yo estaré, ¿Algo en especial?
—Si, ven vestida con una blusa blanca y una falda tubo en color negro. Pidió
exactamente como Cloe estaba vestida el día de hoy… con el pelo atado en una cola
alta.
¡Joder! Gruño, cuando se dio cuenta que estaba delirando, era exactamente como Cloe
estaba vestida, estaba alucinado por esa mujer, tanto era su deseo que por lo menos
quería imaginar a otra mujer siendo ella, y magrear su culo por bocona y contestona y
follarla sin piedad imaginando que era Cloe para castigarla.
—Si señor. Contesto Natacha al otro lado, colgando Gian el teléfono. Frotó su rostro y
apoyo sus codos en su escritorio cubriendo su rostro con ambas manos, estaba
frustrado, así se sentía.
Después de treinta minutos Natasha llegó y rápidamente ingreso a la oficina de
Giancarlo, estaba vestida justo como él lo solicitó.
—Hola Gian… saludo sensual pasando sus dedos por la piel desnuda que sobresalía
de su blusa, Giancarlo la observo desde su posición y su miembro salto.
La buscó entre la multitud pero no la encontró, la siguió buscando hasta que por fin la
vió de espalda, era imposible no reconocerla, era la mujer más hermosa de la noche.
Caminó hasta ella y se posicionó justo detrás, cuando Cloe giró se topó frente a frente
con él.
Sintió desfallecer aún más, sus piernas ya no respondían, estaba apunto de caer al
suelo.
—Permiso. Bramó rabiosa e intento pasar de él.
—No es lugar para que una mujer como tú este aquí.
—Eso a usted no le incumbe y le recuerdo que usted me orillo a esto, así que mejor
déjeme trabajar en paz y siga disfrutando de su noche. “Idiota” escupió Cloe con la
lengua envenenada.
Giancarlo sintió la ira apoderarse de él, pero era cierto, él la había orillado a trabajar
aquí, ¿Pero que era lo que realmente le molestaba? Se pasó la mano por el pelo furioso
ahora ya no podía hacer nada, ella ya no trabajaba para él.
Volvió a seguirla…—¿Podemos hablar? Pidió el sin saber exactamente que le diría,
¿De que hablarían?—Señor déjeme en paz o pediré a seguridad que lo saque de aquí.
Giancarlo se enfadó más. ¿Pero que esperaba? La corrió como perro después de que
fue el peor hijo de puta con ella, era lo menos que se merecía.
Giró y la dejo ahí envío un texto a su amigo diciendo que ya se iba, no quería seguir
ahí, no quería seguir viéndola.
Salió del club furioso y caliente, jamás imaginó que la volvería a ver tan pronto, y menos
en un club de esta manera.
¿Acaso el destino se había encaprichado?
Llamó a una de sus amantes, necesitaba descargar tanto su frustración de haberla visto
nuevamente y su deseo por verla así tan hermosa o más aún. Sería la envidia de todos
los hombres si lo vieran caminando a él de la mano de esa hermosa mujer.
Giancarlo sacudió su cabeza, que estupidez estaba pensando.
Giancarlo no podía creer ¿Qué hacía ella durmiendo en un banco a esta hora de la
madrugada y con esta tormenta?
—¿Giancarlo que pasa? Volvió a reclamar la mujer que estaba sentada a su lado. La
ignoró nuevamente cuando se desabrochó el cinturón para después de un largo suspiro
bajarse del auto y dar la vuelta corriendo hasta llegar al techito donde yacía Cloe.
—¿Quién es ella Giancarlo? ¿Porque la subiste a al auto? Inquirió la molesta mujer que
a Giancarlo comenzaba a molestar su voz chillona y quejona.
—Una amiga. Contesto corto.
—Te llevaré a tu casa. Exclamó serio.
—Pe pero pensé que iríamos a tu casa. Protestó la mujer.
—Yo no llevo a nadie a mi casa Delise lo sabes. Refunfuño la mujer echando chispas
por doquier.
—¿Y donde llevarás a esta indigente? Cuestionó rabiosa.
—En primer lugar no es indigente, en segundo lugar no es de tu incumbencia y en
tercero mejor ya no hables o te bajo aquí mismo en esta tormenta.
La mujer abrió muy grande los ojos, sorprendida de ver ese lado de Giancarlo, ese lado
que él no mostraba con sus amantes, ya que él solo era amable, cariñoso y fogoso con
las mujeres. Excepto con Cloe que era la única que ahora le importaba y no sabía
porque.
Dejó a Delise en su casa y sin darle tiempo a decir nada volvió a poner en marcha el
auto, observó a Cloe aun desmayada en el asiento trasero de su auto, se debatía en
llevarla al hospital o a su casa, porque en verdad no sabía donde vivía.
Cuando ella comenzó a moverse lentamente para luego despertar y gritar como loca.
¡Cálmate! ¡cálmate! Exclamó varias veces Giancarlo.
—Te llevaré a tu casa, ahora necesito que me digas la dirección por favor. Espetó ya
molesto por su actitud, siendo que él no le haría nada malo.
Cloe agachó la cabeza y se mantuvo en silencio… Giancarlo no supo cómo interpretar.
—Señorita por favor. Volvió a pedir.
—Yo…yo… es todo lo que Cloe podía decir, ¿Qué le diría? ¿Que no tiene a dónde ir?
—¿Qué sucede? Pregunto aparcándose nuevamente en la acera para girar y observarla
bien.
—No tengo donde ir. Hablo bajito, casi en un susurro.
—¿Qué dijiste? Pregunto D Luca llegando a escuchar algo pero no sabía si era verdad
lo que estaba escuchando.
Cloe derramó nuevamente algunas lágrimas secándose de mala gana.
—No tengo donde ir. Exclamó ya más fuerte. A él se le oprimió el alma entera, parpadeo
varias veces, no asimilaba tal afirmación.
—¿Es una broma? Escupió molesto, pero no con ella, molesto por lo que estaba
escuchando.
—¿Y tu casa? Ella solo negó moviendo la cabeza. Finalmente Giancarlo entendió.
—¿Te molestaría pasar la noche en mi casa? Preguntó sin ninguna mala intención a lo
que ella lo miró con grandes ojos temerosa.
—No te haré nada Cloe, solo para no estar con este temporal en la calle, te vas a
enfermar y es peligroso.
Cloe pensó y pensó en silencio, ¿Debía decirle que si? Debía guardar su orgullo y
olvidar lo que le pasó para aceptar su ayuda.
De todos modos no fue su culpa que se haya quedado en la calle, de todos modos se
le iba a embargar la casa y eso nadie podría impedirlo.
—Solo hasta que pase el mal tiempo. Contestó con la voz dura pero por dentro se
estaba muriendo, pero por alguna enferma y patética razón ella no sentía miedo de ir
con él a su casa, él podría propasarse con ella, podría hacer lo que quisiera sin embargo
ella solo dijo que sí sin importar nada, estaba cansada.
Él asintió y puso de nuevo el marcha el auto, de vez en cuando la miraba por el retrovisor
y veía unas lágrimas brotar de sus ojos, esos ojos que eran bellísimos, no había
conocido una mujer así, y nunca se había sentido nervioso al estar cerca de una.
De pronto Cloe levantó la vista e hicieron ese contacto íntimo por unos segundos, Cloe
sintió nervios y no podía dejar de mirar esos ojos azules, mientras que Gian quedó
anclado en la profundidad de esas dos esmeraldas.
—Espera aquí te traeré ropa seca si sigues así empapada te enfermaras. Cloe lo vió
perderse escalera arriba, para luego posar su vista en el lujoso y hermoso
departamento, no se movió de su lugar tenía miedo de romper o ensuciar algo y él
querría cobrárselo después.
Al entrar cerró con seguro y se recostó en la puerta, su corazón latía fuerte, muy fuerte,
sin querer llevo la ropa a su nariz y lo olió deleitándose con ese aroma varonil, era tan
sensual pensó, y se maldijo por pensar de esa manera, después de como la había
tratado y ahora se estaba comportando de esta manera, no podía creerlo, ¿Quién era
realmente ese hombre? ¿Por qué cambia tan rápido de parecer? O solo está usando
esa táctica para seducirla.
Cloe sacudió su cabeza para comenzar a quitarse el vestido mojado, su ropa interior y
colocarse la prenda que le había dado. Se colocó el bóxer y la remera que le llegaba
hasta la mitad de sus muslos. Ese hombre era exageradamente grande y alto pensó
Cloe.
Doblo su ropa y lo enrollo en sus manos, con su ropa interior dentro del vestido, y salió
para caminar nuevamente hasta la sala, donde no encontró a Giancarlo, miró por todos
lados y ya que no había rastros de él, solo estiró una silla acolchonada de la mesa del
comedor y se sentó ahí sin moverse, cuando de pronto vió a ese hombre que
comenzaba a acelerarle el pulso cada vez que lo veía, Gian traía en su mano una tasa
humeante de algún té que olía delicioso.
—Toma. Dijo colocando la tasa frente a ella en la mesa.
—Te de vainilla, tómalo te va a calentar, así no te resfriaras.
Parpadeo una y otra vez. ¿El le había hecho un te?
Giancarlo sonrío de lado al ver la cara de angustia de Cloe, sabía lo que pasaba por su
cabeza.
—Gracias. Por fin se permitió emitir una palabra de agradecimiento, al final de cuenta
gracias a él, ya no seguía en la calle con este tiempo.
—Emmm, mejor lo hago yo. Gian negó, —Lo haré yo, dámelo y bebe tu te que lo
necesitas, sin dejarla replicar arranco de sus manos la ropa y se perdió hacia una
habitación, Cloe se apretó la cabeza, vería su diminuta prenda. ¡Mierda! Que
vergonzoso. Nerviosa y sin quitar su vista por donde se fue Gian. , bebió su té y el sabor
delicioso inundó su paladar, continuó bebiendo y comenzó a sentirse un poco más
calentita.
Mientras tanto Giancarlo extendió su ropa para meterla en la lavadora cuando cayó al
suelo una pequeña tanga en color negro de encajes, tragó grueso y se inclinó a
levantarla, observo la diminuta tanga y su miembro despertó al ver esa prenda, Gian
cerro los ojos y llevo hasta su nariz para oler su exquisito sabor, se lamió los labios
deseoso por saber cómo se le vería el color negro en su hermosa y nívea piel. Olía a
ella, olía exquisito, parecía un enfermo olfateando una ropa interior pero era lo único
que podría tener de ella y solo tal vez en esta ocasión. Masajeo su miembro erecto por
encima de su chándal mientras siguió oliendo la prenda, hasta que salió de su letargo y
metió ambas prendas a la lavadora.
—¿Cómo es posible que tu madre esté tan tranquila y su hija durmiendo en la calle, que
clase de madre tienes?
Cloe agachó la cabeza y derramó una lágrima.
—Mi madre está enferma, tiene parálisis cerebral, no puede mover ni un solo músculo
del cuerpo, no habla, nada.
Giancarlo se pasó la mano por el pelo furioso con él, ahora entendió que había sido un
completo animal con ella. Nunca había hecho tal cosa y se dejó llevar por el deseo, la
tentación y el rechazo y terminó haciendo una estupidez. Y para variar está niña tenía
mala pata.
—Perdón, no sabía. Contesto apenado. Ella negó...
— no te preocupes, ya veré cómo conseguir donde quedarme.
—Puedes quedarte aquí hasta que consigas un lugar donde quedarte. Habló Gian sin
pensar en nada, Cloe lo miró más que sorprendida.
—No puedo, ya me ayudó esta noche, le agradezco pero no es su asunto.
—Creo que le debo una disculpa, exclamó finalmente D Luca. Cloe no levanto la vista
en ningún momento sabía a qué se refería. Giancarlo estiro su brazo levantando el
mentón de ella obligándola a mirarlo.
—Ya me dejaste en claro eso y ojalá todas las mujeres fueran como tú, sería maravilloso
este mundo si todas fueran así.
Cloe soltó una pequeña carcajada que a Gian le produjo una pequeña emoción al verla
así sonreír, pagaría todo el dinero del mundo por ver esa sonrisa todos los días, ¿que
estaba pasando? ¿Desde cuando le gustaba la sonrisa de una mujer? Ni siquiera la risa
de su hermana Carolina le gustaba, pero vamos a nadie podría gustarle si parecía un
marrano con gripe.
—Lo pensaré, todavía no lo perdono. Contesto haciendo una mueca. No es fácil olvidar.
El asintió.
—Lo sé, pero no me gusta verte trabajar en esa clase de lugar. Confesó sin darse cuenta
pero ya era tarde. Cloe quedó sorprendida, ¿Por qué le importaba donde trabajaba?
—Es lo que conseguí, se encogió de hombros, no a todas las personas nos va bien en
la vida como a usted.
—¿Y tú padre Cloe? Ella negó triste.
—¿No podría solo dormir en la sala aquí? Me iré muy temprano. Él negó.
—No, dormirás en una cama Cloe. Así que vamos. Suspirando y resignada Cloe caminó
hasta la escalera detrás de Giancarlo, donde él le dio paso a subir primero, solo con tal
de mirarle las piernas al caminar y volver a imaginarse como le quedaría esa diminuta
tanga que hace minutos lo volvió loco.
—¿Quiere que me suba para mirarme mientras el trasero? Cuestionó Cloe sin dejar de
subir las escaleras.
Giancarlo sonrío por haberle pillado su fechoría.
A él se le paralizó el corazón por sentirla así tan cerca, solo escuchaba su respiración y
el aroma que aún seguía en ella. El la sujetó de la cintura y ella al reaccionar intento
alejarse pero él no se lo permitió.
—Quédate quieta no vemos nada, podría haber un fantasma contestó el burlón y Cloe
cual niña pequeña se pegó más a él porque tenía miedo en verdad de los fantasmas ya
que era verdad no veía ni las manos.
Gian aprovechó para sujetarla aún más de la cintura y acercar su rostro al de ella
inclinándose bastante, su respiración chocaba con la de ella, su tibio aliento a vainilla,
moría por besarla pero solo rozo levemente sus labios a los de ella, no quería asustarla.
Cloe cerró los ojos ante tal acción y se dejó sentir en los brazos de Giancarlo, ese
hombre era una locura, pero al mismo tiempo una cruel tentación que ella estaba
dispuesta a evitar a toda costa, ese hombre solo representa juego y dolor.
Se alejó automáticamente cuando la luz volvió, encontrando a ese hombre mirándola
con deseo, ella solo se alejó y el emitió un “Que descanses” para salir de la habitación.
Rápidamente se metió a la cama, tenía miedo de los truenos, recordando la película del
osito Ted cuando cantaba “ puto trueno” pero para ella eso no funcionaba aún tenía
miedo, así que se cubrió con la sábana y cerró los ojos, uno para no ver los truenos y
relámpagos, otro para olvidar lo que hace segundos ocurrió con Gian, su estómago
sintió revolverse, se sentía estúpida, muy estúpida, pero ese hombre la atraía y mucho.
Al día siguiente Cloe despertó, durmió tan bien, tan cómoda esas pocas horas de la
madrugada.
¡Espera! ¿Qué hora son? Observó un reloj que había sobre la mesita de luz y vió que
eran las 10 de la mañana, saltó de la cama alarmada, cuando de pronto fijó su vista en
el sillón que había dentro de la habitación, allí estaba su vestido y ¡Joder! Su ropa
interior, Giancarlo le había dejado ahí junto a una nota.
Sintió nuevamente morir de vergüenza, fijo su vista en la nota y la tomo con las manos
temblorosas.
Cloe.
Fui para la empresa, por favor tómate el desayuno estás en tu casa, ya dejé encargo a
mi ama de llaves, quédate todo el tiempo que quieras, es más sería muy grato volver a
encontrarte en mi casa en la noche.
Cloe sintió arder su rostro, sonrío levemente como una completa idiota. Y siguió
leyendo.
En la mesa alado del sillón te dejé un cheque Cloe tómalo por favor sin ningún tipo de
intención, paga un departamento, no puedes seguir quedándote en la calle, por favor
acéptalo como pequeña retribución a mi desfachatez.
Cloe rodo sus ojos, ¿club de mala muerte? ¿Y que hacía el también ahí? De seguro
buscando mujer con quién tener sexo. Cloe negó molesta, no sabía ni porque le
molestaba que este con otra mujer. Faltaba más.
Fijó su vista en el cheque y lo tomó, cerró sus ojos negando cuando vió el monto.Era
demasiado, estaba loco. Dejo nuevamente el cheque ahí y se vistió rápidamente
sintiendo vergüenza al mirar su tanga, golpeándose la frente con la mano.
Se quito la ropa y sin dudarlo la doblo para dejarla en la cama.
Después de vestirse bajó apresurada, no quería ver a nadie sabía lo que tenía que hacer
y lo haría en ese mismo instante.
Mientras que Giancarlo llegó más feliz que de costumbre en la empresa, su secretaria
lo observó sorprendida, porque llegó ¿silbando?
—Solo está a nombre de Sara Adams. Más de eso no sé, la dirección es…. Comenzó
a decirle algunas cosas mientras su abogado lo escuchaba atentamente.
Esa mañana Cloe fue a ver a su madre, bajo aún la intensa lluvia que no cesaba pero
amaneció con una nueva esperanza, después de todo la vida le tenía preparado aún
muchas cosas buenas ¿No? No se acaba el mundo por dormir un día, una semana o
un mes en la calle, había cosas peores, y eso sería perder a su madre.
Inventó la excusa de que durmió en la casa de una amiga después de que María le
reclamó que haya pasado sola en la noche con este temporal, por su puesto no le diría
bajo ningún termino que dormía en la calle.
Se despidió de su madre con una gran beso en la frente y un afectuoso abrazo a María
quien era su ángel guardián, a pesar de no tener dinero ella no la abandonó y tampoco
Cloe lo saludó y él la estrechó en sus brazos era un verdadero gorila, Cloe río a
carcajadas, por que la había levantado con tanta facilidad. —¿Paul has visto a Mariana?
La bajó de nuevo en el suelo.
—En su oficina. Exclamó con vos ronca señalando con el mentón hacia el lugar.
—Gracias Paul, nos vemos luego. Cloe le lanzó un beso y Paul lo atrapó, Cloe se sabía
ganar el amor y el cariño de todos, era natural, humilde y bondadosa, era imposible que
alguien no la quisiera.
Se dirigió a la oficina de Mariana y golpeó hasta que escuchó un adelante.
—¿Mariana puedo pasar? Su jefa la miró y dejó lo que estaba haciendo…
—Claro Cloe pasa toma asiento, ¿En que te ayudo? Ella toda nerviosa comenzó a
estrujar sus manos.
—Queria pedirte Mariana si me podrías dar un pequeño adelanto de mi salario, estoy
urgida de dinero para no decir quebrada y pues, no sé tal vez si tú…—Si por supuesto.
Contesto su jefa y ella levantó la cabeza sonriendo. —¿De verdad?
—Claro, me has demostrado ser muy eficiente y me gustaría que te quedes por mucho
tiempo trabajado para mí.
—Ah otra cosa Cloe… ella giró a mirarlo nuevamente. Se le notaba un poco raro.
—Las otras veces… se mantuvo en silencio por unos segundos…—El otro día, te llamé
y pues me daba apagado tu teléfono. ¿Qué sucedió? Miller se rascó la cabeza, Cloe no
entendía para que él la había llamado.
—Emmm, si lo que pasa es que se me robó el teléfono y estoy incomunicada.
—Oh entiendo. Está bien, puedes retirarte. Cuando abrió al puerta, se topó con el
hombre que no quería ver, con nada más y nada menos que Giancarlo D Luca, Cloe se
asustó al verlo ahí parado, se sorprendió al verlo con unas gafas negras y luego recordó
lo sucedido y se sintió avergonzada.
—Buenos días señor D Luca. Saludó bajito sin volver a mirarlo.
—Señorita Adams, es todo lo que dijo con una voz gruesa y ronca, parecía molesto.
—¿Se encuentra bien? Se atrevió a preguntar, sabiendo la respuesta.
—Mmm, digamos que me duele el ojo porque cierta loca anoche me roció dos veces un
estúpido aerosol. Escucho una pequeña risa detrás, Cloe giró y Giancarlo lo fulminó con
la mirada.—Tenga cuidado señor con qué clase de loca se topa, hoy puede ser sus ojos
mañana quien sabe. Contesta irónica.
—Con permiso. Pide, Giancarlo gruñe dándole paso.
—Me la cobrare señorita. Le susurró al pasar a su lado. Cloe tragó grueso y siguió de
largo, quería alejarse de ahí lo más rápido que podía.
Cloe volvió a sus funciones, sin embargo no dejaba de pensar en ese hombre que la
desesperaba y no en el buen sentido.
Al llegar la hora del almuerzo, Darius invitó a Cloe a comer, ella trató de negarse pero
finalmente aceptó, primero porque se moría de hambre y segundo porque se moría de
hambre. Si así es llevaba muchos días sin comer una buena comida.
Salieron juntos de la oficina, al salir Darius le había contado algo gracioso a lo que ella
río sin contenerse, para nuevamente toparse con Miller y D Luca hablando cerca del
escritorio de su secretaria.
Al ver a ambos, paró totalmente su risa, ambos la miraron con el ceño fruncido y luego
a Darius.—Iremos a almorzar, aclaró Darius antes de caminar hacia el ascensor y para
molestarlos aún más posó su mano en la cintura de Cloe hasta subir al ascensor.
—Por fin llegan. Exclamó Rodrigo molesto, celoso. Apenas pisaron la oficina.
Ambos lo observaron desconcertados, él nunca le hablaba así a nadie… —Todavía
estamos en nuestra hora de almuerzo señor. Contestó Cloe, como tenía tan suelta la
boca y no podía mantenerse callada nunca, y eso a Miller lo único que le provocó fue
querer besarla, se encerró en su oficina dando un portazo y no volvió a salir de ahí.
Cloe no sabía lo que estaba sucediendo, todos actuaban muy extraños.
La tarde pasó rápidamente, no volvió a ver a ninguno de sus jefes, agradeció al cielo y
a todos los ángeles, no quería ver especialmente a Giancarlo. Darius se ofreció a llevarla
a su casa pero ella no iba para allá, ella tenía otro trabajo que cumplir así que se negó
rotundamente.
Bajaron los cuatro hasta la salida y cada uno por su lado, Cloe se apresuró en caminar
para llegar a la parada cuando un auto se atravesó en su camino.
Cloe ya pensaba hacia donde ponerse a correr, mirando para todos lados, cuando
Giancarlo abrió la puerta trasera del auto.—¡Sube! Ordenó. Cloe enarco una ceja. Y
este que le sucede, dice sube y yo subiré así como así. Faltaba más.
—Mire señor D Luca aquí afuera usted ya no es mi jefe, así que no quiera ordenarme.
Luke silbó por lo bajo. Gian gruño molesto.
—Quiero hablar con usted señorita y llevarla a su otro trabajo, eso dijo rodando los ojos.
Cloe pensó por un instante, metió su mano en su bolso para corroborar de que traía su
aerosol y finalmente subió al auto.
Giancarlo en un extremo y Cloe en el otro. Luke la observaba a través del retrovisor, la
otra vez no la había visto de cerca, y ahora que la veía, ya supo porque su jefe andaba
delirando.
—¿Puedo ver tus ojos? Preguntó Cloe un poco avergonzada.
—¿No volverás a rociarme? Negó sonriendo. Gian se quitó las gafas y sus ojos estaban
muy rojos por la quemazón.
Cloe mordió su labio apenada. —Perdóneme señor creo que de me paso la mano. Luke
se carcajeo, Giancarlo lo fulminó con la mirada. Solo se aclaró la garganta y siguió
conduciendo.—Ya se me pasará tranquila, creo que me merecía por… se calló. —Mira,
esto es para ti.
Cloe achicó los ojos mirando el bolso dudosa.
—¿Y esto que es?
—Toma, anda revísalo… Quedó en shock cuando vió de que se trataba.
—¿Qué es esto? Preguntó sorprendida…
—Esto es un teléfono las personas normales lo usan para comunicarse, para llamadas
y mensajes.
—Que simpático señor D Luca, ¿Qué comió está tarde?
—Ah si no me conteste, ya se lo que comió. Gian enarcó una ceja… —¿A que te
refieres?
—Nada, absolutamente nada. Contestó, en verdad Cloe estaba celosa de su secretaria,
pues ella pensó que Giancarlo tuvo sexo con ella o tienen algún tipo de romance.
—Mire señorita Adams, no piense cosas que no son por favor.
—No, yo no… hizo un gesto con su mano cerrando los labios en forma de cierre.—Pero
lo siento, no puedo aceptarlo, así que tome y dese lo a su secretonta, digo a su
secretaria.
—¡Cloe! Por favor, sé que lo necesitas… Oh sí, Giancarlo había escuchado la
conversación que tuvo con Miller esa mañana, escuchó que le habían robado su
Suspiro hondo… Anda Luke llévame a casa, pidió acariciando sus labios.
—Pareces un idiota. Comentó Luke para poner en marcha el auto negando y sonriendo
al ver a su jefe en las nubes.
Capítulo 11. Me estás volviendo loco.
Cloe entró al club sonriendo, Paul el guardia enarco una ceja al verla entrar sonriendo
y miró hacia la calle el auto del cual se había bajado.
Cloe dejó un beso en la mejilla del hombre y se adentro hasta los sanitarios para
cambiarse de ropa, ya que aún traía puesta su ropa de oficina.
Ingresó cerrando la puerta detrás de ella, se recostó en la misma y sonrió como tonta
palpando sus labios.
—No lo sé. Contestó avergonzada… —Anda Cloe acepta, sin ningún compromiso o
responsabilidad. Solo como dos amigos, olvida que soy tu jefe, solo como amigos.
Pidió.
Ella pensó y pensó hasta que finalmente sonrió y movió la cabeza en afirmación.
—Esta bien… Rodrigo se llenó de júbilo, no podía dejar de sonreír. —Muy bien pasaré
por ti a las 10 ¿está bien?
—Perfecto. Contestó Cloe… Ah ¿Y cómo debo ir vestida?
—Nada extraordinario, será un simple almuerzo en la casa de un amigo.
A Cloe se le aceleró el corazón, pensó que tal vez Giancarlo estaría, pero ya había
aceptado, no podía echarse para atrás, no podía ser una cobarde. Además ¿De que se
tendría que esconder?
Rodrigo bajo a abrirle la puerta del auto ofreciéndole la mano como todo un caballero
para bajar del auto.
—De nuevo gracias y buenas noches. Rodrigo aprovechó y dejó un beso en la comisura
de sus labios. Ese simple roce y contacto le provocó miles de sensaciones. Ella en
Negó, y solo bloqueó el teléfono, no entendía que estaba pasando, lo único que sabía
era que cada día ese hombre le gustaba más, pero no podía, eso no, él le había jugado
sucio y ella no caería en sus manos, no sería una más del montón.
Se tiró a la cama intentando descansar un momento ya que a la noche debía ir al club
a trabajar. ¡genial! Exclamó irónica lanzando su teléfono en la cama cubriendo su rostro
con la almohada.
*
Las tres de la mañana y Cloe llegaba a su casa después de pasar una noche agitada
en el club, estaba muerta de cansancio, su madre y María ya estaban dormidas, entró
a su habitación sin hacer ruido, lanzó sus zapatos y se despojó de su ropa para entrar
a ducharse y ponerse su cómoda piyama de dormir.
Cuando se disponía a acostarse escucho ruidos en su ventana, eran como si alguien
lanzaba algo, volvió a escuchar y brincó del susto. Agarro una tijera que tenía en el
cajón de su mesita y se acercó temerosa a su ventana y lo que vió la sorprendió mucho,
abrió rápidamente la ventana para salir al balcón.—¿Qué hace usted aquí? Preguntó
sorprendida.
—¡Cloe! Gritó Giancarlo desde abajo.
—Shh, no grite que despertará a todo el mundo. Pidió Cloe. Escuchando el aullido de
los perros de su barrio.
—Esta bien, voy a subir. Contestó él mientras que Cloe comenzó a desesperarse…—
¿Esta usted loco? Bájese se caerá y se va a lastimar.
—No, no me caeré, contesto él mientras que trepaba una frágil enredadera que tenía
en la pared.
—Oiga eso no es seguro… sin embargo antes de que Cloe terminara la frase D Luca
ya había caído al suelo.
Cloe se cubrió los ojos con ambas manos y luego gruño al escuchar la queja de su jefe.
¡se lo advertí!
—Aaahhh, grito al caer de espalda al suelo. Sin dudarlo ella corrió para bajar y salir
afuera para ver qué no le haya sucedido nada grave a su idiota jefe.
Llegó hasta él y Giancarlo seguía lamentándose en el suelo, lo ayudó a levantarse,
mientras que D Luca se quejaba de dolor.—¿Esta usted loco? ¿Cómo se le ocurre?
—¿Por qué planta árboles tan débiles? Se quejó el sujetando su cintura como un
ancianito.
—Para empezar eso no es un árbol y para terminar ¿Qué hace usted en mi casa y a
esta hora?
—Pues hablar contigo, no me contestaste hoy mi mensaje.
Cloe rodó los ojos…—Ni siquiera firmó el mensaje, como quiere que sepa de quién se
trata.
—¿Se encuentra bien? Preguntó Cloe preocupada al verlo adolorido.
—¿Te preocupa? Preguntó el sonriendo coqueto, Cloe rodó los ojos e intentó girarse
para dejarlo ahí solo, pues se merecía por tonto, cuando él en un rápido movimiento la
sujeto del brazo y la empujó hacia una esquina de su casa pegándola a una pared, Cloe
respiró agitada, de nuevo ese hombre la estaba volviendo loca.
Giancarlo la observó completa, su rostro sus labios, sus ojos y se perdió en ellos.—No
puedo dejar de pensarte. Confesó sincero. Ella entreabrió los labios para que el aire
pudiera entrar a sus pulmones. Su piel se le erizó por la briza de la noche que soplaba
encima de su delgada piyama de seda que consistía en un pantaloncito muy corto y una
blusa de tiras de la misma tela.
Despertó con muchos nervios y mucha ansiedad, no había vuelto a saber de ninguno
de sus jefes ese fin de semana o domingo para ser precisa, pero no sabía con que se
encontraría ese día.
Llegó a la oficina antes que todos como siempre, sus compañeros fueron llegando de a
poco, sin embargo Darius había llegado con una caja de bombones para Cloe, ella se
sonrojó hasta más no poder cuando Adara comenzó a molestarla, el sólo sonrío y dejó
un beso en su mejilla, se le unió a la bulla Erick, entre los dos no terminaban de
molestarlos.
Cuando llegó Miller se hizo un gran silencio, saludó serio y posó su vista en la caja de
chocolates que Cloe tenía sobre su mesa. No dijo nada, solo les dedico una mirada y
volteó nuevamente para caminar hasta su oficina.
Cloe solo quedó mirando en un punto fijo, no entendía lo que estaba sucediendo, no
quería jugar con los sentimientos de nadie mucho menos de Darius quien se notaba una
persona cálida y amable. Pero se daba cuenta que esos regalos no eran por nada, era
porque le gustaba a su compañero pero ella sin embargo no tenía sentimientos hacia
el. Ninguno para ser sincera. La mañana se mantuvo en total tranquilidad, Cloe
trabajaba en conjunto con sus compañeros ya le había agarrado nuevamente el hilo y
estaba muy contenta.
Cuando de pronto Miller apareció en la puerta de la oficina.
¡Adams! Exclamó con voz gruesa y muy seria. Cloe saltó en su puesto poniéndose de
pie automáticamente, pues su voz la había asustado.
—Se…señor. Contestó. —El señor D Luca quiere que le lleves estos papeles. Ella
parpadeo incrédula de lo que estaba escuchando.
—¿Yo…yo? Tartamudeó.
—Si. Contestó seco, pues le molestaba de sobremanera que Giancarlo haya pedido que
sea precisamente Cloe quien le llevará esos papeles, sabía que había algo más en esa
petición.
La reunión termino sin muchos contratiempos, sin embargo Giancarlo solo pensaba en
esa niña de ojos cautivadores, debía pensar la manera en como hacer que ella lo
perdone, bueno estaba a mil años luz de eso, debía idear otro plan, otro plan que lo
Cloe respiró hondo antes de entrar a su casa para no demostrar a su madre que algo le
sucedía. Sabía que su madre podría sentirlo todo por más que no podía hablarle o
mover un solo músculo.
Al llegar a casa la encontró comiendo, se alegró tanto al verla de esa manera ya que su
estado de salud no era la mejor últimamente.
Pero ese día particularmente María le había dicho que su madre estaba mejor que
nunca, incluso con las terapias que hacia con ella, hoy pudo mover su dedo índice
ligeramente.
Cloe saltó de alegría, llenó de besos a su madre y también a María, pues todo se lo
debía a ella, a esa gran mujer.
Después de compartir por unas horas con su madre y María, subió a su habitación y los
recuerdos de lo que sucedió ese día, la golpearon nuevamente.
¡Trágame tierra por favor! Gruñó con pesar cubriéndose el rostro con la almohada.
—Le vendrá muy bien este puesto señorita, ya que su salario no será el mismo al ser
mi secretaria, asistente, tendrá más responsabilidades y por ende el salario es mucho
mayor.
—No, no no, trabajar con él, porque Dios porque. Cloe balbuceaba cosas caminando
de un lugar a otro.
—¿Por qué yo? Paro de pronto su caminar, —¿Porque no se busca otra?, mire hay
miles de mujeres que quieren estar arrodillada ante usted. Giancarlo abrió grande los
ojos escuchando lo que Cloe había dicho. En verdad es sorprendente como es que su
cerebro hace corto circuito con su boca.
—No quiero tener a nadie de rodillas, bueno si usted quiere señorita Adams no pondré
objeción alguna. Sonrió coqueto.
—Un cínico, descarado, eso es lo que usted es, ¿y ahora se está vengando de mi
verdad? Pero déjeme decirle que jamás, jamás me tendrá de rodillas y mucho menos
haciéndole una mamada. Cloe y Giancarlo estaban frente a frente solo unos centímetros
los separaban. El quería lanzarse sobre ella, ella quería ahorcarlo, besarlo y luego
ahorcarlo. Ningún pensamiento decente tenía con él. Era lo que más le ponía furiosa
con ella misma.
—Cuide su boca señorita Adams, soy su jefe. Giancarlo la sobrepasaba en altura y
contextura, pero ella no se dejaba intimidar, ahora mismo solo quería lanzarlo por la
ventana.
—Y a usted se le olvida eso cuando va a mi casa en plena madrugada a treparse en mi
ventana, creyéndose un gorila.
—Y besarla, tocarla, sentirla. Agregó Giancarlo caminando a paso lento, mientras Cloe
retrocedía hasta toparse con la puerta. El apoyó ambas manos a los lados de su cabeza
inclinando su rostro.
—Trabajará para mí señorita Adams, usted necesita el trabajo, yo una secretaria capaz
como usted.
—No sabes cuánto te odio, desde que llegaste a mi vida solo es desgracia. Escupió
furiosa perdiendo todo tipo de respeto hacia su jefe.
—Pues mira que casualidad porque yo también te odio desde que llegaste a mi vida
solo lo complicas todo, pero por alguna enferma razón solo quiero tenerte a mi lado
El rodó los ojos, parecía un loco hablando solo, pero la verdad era que le preocupaba
que anduviese sola por la calle y desde cierta distancia la seguía sin que ella se diera
cuenta.
Luke lo seguía en sus locuras solo para tener con que molestar a su jefe después.
Giancarlo masajeo su dura verga sobre el pantalón, ¡Cloe! Nena eres una tentación
para mí ¡Joder! Gruñó negando, sacudió su cabeza y se dedicó a revisar el bendito
informe de lo contario terminaría haciendo lo que últimamente más hace, masturbarse
como un puberto enfermo.
Al llegar las nueve de la mañana Giancarlo prendió la cámara para conectarse al
vídeo llamado con su hermano Dante.
Al salir la comunicación Dante sonrió al ver a su hermano menor.
— ¡Cabrón! Exclamó al otro lado. ¿Cómo has estado?
—No mejor que tú por lo que veo, ambos soltaron una carcajada.
— ¿Cómo está mamá y papá?—Están bien echándote de menos. —Uff yo también,
ojalá pudiera viajar un día de estos.
—Deberías hermano, deja tu libertinaje por un fin de semana, toma tu bendito jet y
mueve tu trasero para Italia. Tus padres te lo agradecerán.
—Si, lo haré un día de estos. —Bien, ¿Qué tenemos?
—Harrison no quiere negociar si no estás tú presente. Giancarlo observó como su
hermano se recostó en su silla frotando su rostro.
—Bien, estaré la semana siguiente allí. Convoca una reunión por favor. ¿Algún
contratiempo?
—Invertiré en nuevas maquinarias Dante, nuevas líneas.
— ¿Has hecho estudio de campo?
—Por supuesto sabes que no haría jamás algo sin estar seguro, solo quería comentarte.
—Perfecto si te parece bien, hazlo. — ¿Los socios están conformes? Giancarlo
asintió…—La semana pasada fue la reunión mensual y todo salió bien, no hay nada
que agregar.
—Bien es una buena noticia…— ¿Algo más que agregar? Preguntó su hermano desde
el otro lado de la pantalla, ambos se apoyaban en todo, Giancarlo desde California
manejaba a la perfección la compañía, mientras que Dante se ocupaba de la compañía
en Italia, la matriz. —Con permiso señor. Giancarlo levantó la vista para observar a
Cloe ingresar a la oficina.
— ¿Qué sucede? Cuestionó, fijando su vista en la mujer de sus tormentos y cortar por
un rato la conversación con su hermano… —Disculpe que lo interrumpa pero una mujer
llamada Alexa ha estado llamando más veces que un adolescente enamorado cuando
su novia lo dejo por otro. Giancarlo reprimió una risa por tan graciosa comparación.
Dante había escuchado todo al otro lado y reía apagando el micrófono para no ser
escuchado.
—Es intensa la pobre. Agregó Cloe. Giancarlo por su parte solo negó…—No quiero
hablar con nadie Cloe, dile que no estoy, que he muerto, dile lo que se te antoja pero
no quiero saber nada de esa mujer.
Pero ella ya había ingresado al baño rápidamente. Se quedó parado esperando que
saliera. Cuando lo hizo el cubrió el paso y ambos se miraron fijamente. Cloe lo
reconoció inmediatamente a pesar de su ebriedad.
—Se. Señor. Tartamudeó.
—¿Qué haces aquí Cloe? Ella río ebria emitiendo sonidos por la nariz. Y de pronto
jugueteo con la fina camisa de su jefe.
—¿Qué hace usted siguiéndome? Bromeó traviesa ella.
—Estas completamente ebria Cloe. Habló Giancarlo.
—Siii. Volvió a reír sin negar. Giancarlo negó una y otra vez.
—Nos iremos de aquí inmediatamente. Exigió el.
—¿Me llevarás a tu casa para follarme toda la noche? Preguntó ella. Y Giancarlo
palideció nuevamente por su boca suelta.
—No, nena te llevaré a tu casa, no esta bien que estés en estas condiciones. —Pero
yo vine con…. Mmmm, con… no le salía el nombre de Darius. —Haa, no importa
vamos mi hermoso príncipe. Exclamó Cloe abriendo los brazos para que Gian la cargue,
él negó y la tomo del brazo para sacarla de ahí. Al pasar en dirección a la barra observó
a su hermano ya muy contento con una pelinegra. Entonces solo se apresuró en sacar
a Cloe del club.
La llevó hasta su auto, le colocó el cinturón y ella lo jaló del cuello de su camisa
para plantarle un beso, ni siquiera pudo procesar lo que acaba de hacer. ¿Quién es esta
mujer y que le había pasado? Pensó D Luca.
Rodeó el auto para subirse a su lado, puso en marcha el auto sin dejar de mirar a
Cloe, quien sólo se pasaba las manos por sus piernas desnudas como si estuviera
excitada, el tragó grueso.
—Mmm Giancarlo D Luca quiero polla. Dijo llevando su mano hasta el bulto de su
jefe. Un escalofrío recorrió su comuna vertebral. Y corazón de D Luca latió errático.
Tuvo que aparcarse en la acera para calmarse y procesar lo que estaba ocurriendo.
—Nena por favor. Pidió sujetando la delicada mano de Cloe quien seguía
masajeando ya el duro miembro de su jefe. —Mmm, hizo un puchero con sus labios
acercándose a su jefe, Giancarlo no supo ni en qué momento ella se quitó el cinturón.
—¡Cloe para por favor! Suplicó con la voz ronca, cuando de pronto ella se sentó
nuevamente en su asiento y comenzó a bajar las tiras de su vestido dejando al
descubierto sus hermosos pechos.
— ¡Joder! ¿Qué haces? Exclamó Giancarlo totalmente en shock.
— Si tú no quieres darme placer lo haré yo sola, dijo masajeando sus pechos y
apretando la punta de ambos con sus dedos. D Luca la miraba embobado, estaba
completamente loco, Entonces suspiró hondo el dolor que sentía era exagerado, el dolor
en su miembro. La tomó rápidamente de la cintura y la hizo sentarse a horcajadas sobre
su duro amigo. Cloe gimió al sentir su dureza y Giancarlo no dudó un segundo en
sujetarla de la nuca y besarla con deseo, con morbo.
—Ambos están detenidos, por conducir ebrio, por falta a la moral en la vía pública y
por golpear a un oficial.
Giancarlo gruñó molesto, solo quería zurrarle el culo a su secretaria, nuevamente hizo
de las suyas la condenada.
Capítulo 18. Indiferente.
—Tienen derecho a una llamada. Es lo que dijo el oficial al llegar a la jefatura.
—No estábamos haciendo nada malo oficial de verdad. Se lo prometo, seguía hablando
Cloe sin callarse un segundo, solo empeoraba la situación. Giancarlo se frotó el rostro,
—¡Giancarlo! Gimió ella de pronto y él sintió morir de dolor entre las piernas.
Desabrochó uno de los botones de la camisa de Cloe y sonrío, ella respiraba agitada
pero no lo detuvo en ningún momento. La sujetó nuevamente de la nuca y profundizó
más el beso, cuando de pronto esa burbuja de rompió cuando su inoportuno hermano
irrumpió en esa oficina donde ambos se profesaban amor, deseo, pasión.
—Perdón perdón no vi nada. Exclamó Dante soltando una carcajada. Cloe sintió morir
de vergüenza se bajó de la mesa acomodando su ropa prendiendo el botón desprendido
de su camisa y con el pelo alborotado caminó hacia la puerta pasando frente a Dante.
—Debería tocar la puerta señor De Luca. Contestó indignada. Saliendo de la oficina.
Dante volvió a reír.
—Serás imbécil, ¿Por qué no tocas? Bramó Giancarlo con un tremendo problema en
su pantalón que Dante al fijar su vista hasta ahí comenzó a reír más.
—¿Por qué no ponen seguro? ¿Y que fue eso? ¿No que tenía novio? —Cállate, solo
se dio y ya., Dante levantó una ceja ah sí ¿solo se dio?
—Abre más las piernas.— ordenó y ella se estremeció al sentir el aliento de él sobre
su carne.
Ella abrió las piernas como el se lo pidió y el siguió comiendo con gula, era su sabor
favorito, ella era un manjar que jamás se cansaría de disfrutar.
Ella movía su pelvis hacia atrás buscando más fricción entre la boca de Gian y su
coño, con las manos atadas se estaba muriendo.
Volvió a bajar Giancarlo de la cama, sonreía al ver a Cloe así tan entregada al placer,
y el tan duro por ella, le dolía todo su cuerpo y más aun sus 25 cm de carne que tenía
entre sus piernas.
Volvió con un pedazo de hielo sentándose alado de Cloe en la cama, donde ella
recuperada lo miraba extasiada, sudada, complacida, el sonrió y dejo caer el hielo en el
ombligo de Cloe, acto que le hizo dar un grito, presiono el hielo y comenzó a subirlo por
su abdomen hasta llegar a sus pechos, donde comenzó a pasar por sus duros pezones
uno por uno.
— ¡Ah! — gimió ella completamente loca. —Bésame Gian. — pidió cerrando los ojos,
se inclino sobre su rostro para hacerlo pero solo le rozo los carnosos labios y bajo su
boca a uno de los pezones de Cloe, volvió a jadear por tal acción, la estaba volviendo
loca, estaba completamente mojada nuevamente, tanto que hasta mojaba su cama.
—No me tortures más por favor. —jadeo desesperada, ansiosa, loca por él. — ¿Qué
quieres Cloe? Pídemelo Cloe y te lo daré.—Mmmm — contesto ella sin querer decirlo,
el volvió a mamar de su pezón y ella mordió demasiado fuerte su labio inferior.
—Follame, follame como solo tú lo sabes hacer. — pidió ella desquiciada, Gian solo
sonrió de lado y comenzó a desprenderse el pantalón, lo hizo lenta y tortuosamente,
mientras Cloe ardía observándolo, intentando zafarse para tocarlo.
—Quiero tocarte Giancarlo. — pidió ella lloriqueando, cuando lo vio totalmente desnudo
con la verga parada, dura y gloriosa, una majestuosidad que lo adornaba apuntando
hacia ella.
Masajeó lentamente bajo la atenta mirada de Cloe y se fue incorporando a la cama
para acercarlo al necesitado coño de Cloe.
—Mmm que lástima me hubiera gustado unirme al trío de allá.— dijo bromeando
mientras que Giancarlo gruñó y la apretó más a su erección.
—Te jodere Cloe como no tienes idea, pero ahora daremos un paseo quiero que
alimentes tus ojos, quiero que te deleites de los placeres, alimenta tus fantasías, y luego
dime qué quieres y yo te los cumpliré, y no, no incluye tríos. — ella río traviesa.
Se tomaron de la mano y volvieron a caminar por el gran salón, Cloe ya comenzaba a
sentir calor, las miradas de los hombres sobre ella le comenzaba a excitar, jamás
imaginó hacer semejante cosa, pero también jamás se imaginó que sentirse deseada la
excitaría demasiado.
Adrenalina, deseo y lujuria fue la mezcla perfecta para que esa noche sea una noche
inolvidable, la primera noche de muchas.
Con el corazón latiendo a mil por hora, el pulso retumbando en su oído y aún con mucho
deseo después de haberse corrido tres veces esa noche Cloe salía del club tomada de
la mano de Giancarlo, quien no borraba la sonrisa de satisfacción de sus labios.
Pero Giancarlo solo tenía una cosa en su mente, y era que para él la noche aún no
había llegado a la cúspide y de eso Cloe también era consciente y ambos solo querían
llegar a la casa para seguir “jugando” y explotando el placer.
Capítulo 27. El amor te vuelve idiota.
Giancarlo estaba furioso no entendía lo que pasaba, que había ocurrido con Thomas
para que quiera retirarse del proyecto.
—¡Dante!, ¿Me puedes explicar que carajos sucedió con Thomas?. Esta furioso, no
seguirá con el proyecto ya me dejó en claro.
—Espero que haya sido realmente grave Dante, tú sabes cuándo trabajamos por esto.
Si entiendo está bien, te espero avísame.
—¡Mierda!— bramó rabioso lanzando su teléfono sobre el escritorio. Debía hacer un
motivo muy grande por eso Dante está muy tranquilo, Giancarlo conocía a su hermano
sabía que solo algo grave lo llevaría a dejar de lado a uno de sus mayores inversionistas.
De pronto Cloe entró por la puerta arrugó el ceño al ver a su jefe caminando rabioso
de un lugar a otro.
—¿Qué sucedió amor? —Se acercó a él acortando todo espacio entre ellos para
sujetarlo de su cintura, Giancarlo suspiró hondo calmándose pues Cloe lo hacía en
verdad calmarse, ella era como su droga, su medicina. Giancarlo la abrazó por la
cintura y la pegó a él.—Es solo un proyecto, uno de nuestros mayores inversionistas se
quiere retirar y mi hermano no quiere decirme cuál es el problema pero mañana mismo
está aquí.
—¿Vendrá de nuevo tu hermano?— preguntó Cloe divertida, Giancarlo enarcó una
ceja.
Giancarlo comenzó a meter dos de sus dedos dentro de ella y comenzó a follarla con
esos dedos, mientras ella lo apretaba.
—¡Mírame Cloe!— pidió él.— no quiero que cierres tus ojos, quiero que me mires y veas
quien es tu hombre, quien te vuelve loca, quien te lleva al cielo mi amor.
Ella solo gimió mordiéndose los labios muy fuertes anclándose en los ojos de Gian.
—Me voy a correr en tu mano.— jadeó ella desesperada.
—Hazlo Cloe, córrete en mi mano grabate en la mente quien es el único que te pondrá
de esta manera, quien es el único que te haré gritar de placer solamente con sus manos.
—¡Ah Gian!—
—Solo tu amor, eres mi hombre.— confesó ella, mientras que Giancarlo sintió su
miembro palpitar.
Aumentó sus movimientos follandola con maestría, sujetándola del rostro con la otra
mano para obligarla a que lo mire fijo.
Y se corrió finalmente moviendo su pelvis desesperada contra la mano de él.Ya no
soporto tanto placer y se desplomó sobre el hombro de Giancarlo, quien retiró
lentamente sus dedos del coño súper mojado de Cloe y lo llevo a sus labios.
—Exquisita Cloe, una delicia.— jadeó ronco en su oído y ella solo se limitó a respirar y
a reponerse del tremendo orgasmo.
Para después quedarse dormida en los brazos de Giancarlo a quien el corazón le palpito
como nunca al sentirla así tan indefensa en sus brazos, estaba completa e
irremediablemente enamorado de ella.
Dos horas más tarde el jet aterrizó en el hangar de la familia D Luca, Cloe nuevamente
nerviosa bajó agarrada de la mano de Giancarlo quien se sorprendió al ver a su padre
esperándolo.
Quién al ver a Giancarlo sonrió de oreja a oreja para acercarse a él y recibirlo con un
gran abrazo.
—Bienvenido hijo, que alegría tenerte aquí.
—¡Papá! Que alegría para mí verte aquí.— el señor Antonio rodó los ojos.
—Es que tu madre desde que amaneció me obligó a venir personalmente a buscarte y
a llevarle a su preciosa nuera.— dijo el padre de Gian ladeando su cabeza para mirar
detrás de Giancarlo y así poder ver a una diminuta pero bellísima mujer.El padre de
Giancarlo estaba sorprendido al ver semejante belleza natural acompañando a su hijo.
Giancarlo sonrió nervioso pero feliz a la vez.
—Papa, ella es Cloe Adams, mi novia.
Cloe respiró alterada y agitada, más nerviosa aún.
— Cloe el es Antonio D Luca, mi padre.
—Mucho gusto señor D Luca.— extendió su brazo para saludarlo pero el señor Antonio
en lugar de tomar su mano, la envolvió entre sus brazos dejando un beso en su cabeza,
Cloe estaba sorprendida ante tal recibimiento.
—El gusto es mío Cloe, Dios Giancarlo donde conseguiste semejante belleza.
Cloe se sonrojó y murió de vergüenza al escuchar a su padre referirse a ella de esa
manera.
Giancarlo la rodeó de la cintura para dejar un beso en su mejilla.
—Y ya ves padre, este pobre hombre tuvo mucha suerte.— bromeó.
—Bien que esperamos, vayamos ya que tú madre me ha llamado quinientas veces para
saber si ya han llegado.— Giancarlo rodó los ojos pues conocía a su madre, era super
intensa cuando quería, desde que le dijo que llevaría a alguien a presentarle, ella se
volvió loca de la emoción.Después de un largo trayecto llegaron finalmente a la casa,
—Gracias mamá.
—Nos vemos en un momento.— agregó Cloe.
Giancarlo la tomó de la mano para guiarla por la gigantesca mansión y caminar escalera
arriba, Cloe observaba todo con absoluto asombro al ver el lujo y la belleza de la casa.
—¿Te gusta?— preguntó Giancarlo observando como brillaban los ojos de su novia
mirando expectante todo a su alrededor.
—Mucho, la casa de tus padres es hermosa.
—Vamos amor.— Giancarlo la guió hasta llegar a una de las habitaciones donde
ingresaron, y ella quedó enamorada, es mucho más amplia de la suya en California.
—¿Es tu habitación?— volteó hacia él sonríendo, él solo asintió moviendo la cabeza
con las manos en los bolsillos.
Fue acercándose a ella hasta quedar a escasos centímetros.— Mi amor perdona a mi
hermana, no sé que le sucede.
—Tranquilo mi amor, no pasa nada.— Cloe levantó los brazos para posar una de sus
manos en la mejilla de Giancarlo para acariciarlo suavemente.—Seguro está celosa
nada más.— él negó moviendo la cabeza.— Aún así no debió tratarte de esa manera,
fue muy descortés.
—No importa Gian en verdad, ya veré cómo me gano a tu hermana ¿Bien?
—Eres muy dulce ¿sabías?
—Y tu eres muy sexy ¿Sabias?
Giancarlo levantó a Cloe de las nalgas haciéndola dar un grito y rodeando sus piernas
en la cintura de él.
Para devorarle la boca con hambre, su vestido subió hasta su cintura y él llevo una de
sus manos hasta su coño y comenzó a tocarla.
—Esto será rápido amor, porque me dejaste muy caliente en el jet.— jadeó Giancarlo
apunto de explotar, la volvió a dejar en el suelo.
—Arrodíllate.— pidió él y ella como una fiel sumisa fue hincándose.
Giancarlo comenzó a desprenderse el cinturón bajo su atenta mirada.
Liberando su gran falo, ella se relamió los labios cuando Giancarlo levantó su mentón
con una mano haciéndola mirar hacia arriba.
Acarició sus labios con el dedo pulgar, mientras ella se relamía los labios.—¿Quieres
comerte esto?— Giancarlo sujetó su polla entre sus manos masajeando lo de arriba a
abajo, ella movió la cabeza asintiendo.
—Eres una pequeña golosa ¿Sabías?
—Si señor, y estoy hambrienta.— contestó ella totalmente empapada y deseosa de
recoger con su lengua esa gotita que salía del miembro de Giancarlo.
—Comételo Cloe, completa.— ella llevó su boca para tragarse toda esa verga gruesa y
venosa pero él no se lo permitió.
—¿Cómo se pide Cloe?— Giancarlo ladeó su cabeza sonriendo mientras sujetaba el
mentón de Cloe un poco fuerte, ambos sabían jugar, a él le encantaba como ella entraba
en el papel de sumisa, sabiendo que es toda una fiera y ella le fascinaba comportarse
como una sumisa cuando era totalmente lo contrario.
—¿Me da de comer de su polla señor, por favor?— suplicó y eso fue todo para que él
se volviera loco, la sujetó de su cabello sujetándolo en puños y le metió su polla hasta
el fondo produciéndole arcadas pero ella estaba encantada, nunca imaginó que el sexo
rudo le produciría tanta satisfacción.
—Dios Cloe, que bien lo haces pequeña.— jadeó ronco, preso del placer y comenzó a
bombear y a follarla rudo.Ella se sujeto con ambas manos de las piernas de Giancarlo,
Iam se acercó a saludarla con un beso en la mejilla y Cloe suspiró al inhalar su aroma,
después fue el turno de Leonardo quien también dejó un beso en su mejilla y Cloe se
perdió en sus ojos.
—¿Son naturales o son lentilla?— preguntó Cloe de pronto, Giancarlo enarcó una ceja
y Leonardo sonrío de lado.
—Son naturales hermosa y puedes descubrirlo cuando quieras, deja al idiota de mi
amigo y ven conmigo.— bromeó mientras que Giancarlo dejó una fuerte palmada en su
espalda y Cloe solo rió, cuando Leonardo se quejó adolorido.
—Tal vez lo pensaré.— dijo Cloe siguiendo con las bromas, Giancarlo sin dudarlo más
la levantó de las piernas y la cargo sobre su hombro para llevarla arriba, dejó una fuerte
palmada en sus nalgas y caminó a pasos apresurados hacia la casa.
—En seguida vuelvo.— es todo lo que dijo para perderse dentro de la casa.
Subió las escaleras de dos en dos hasta llegar a la habitación, al entrar solo bajó a Cloe
en el suelo para cerrar la puerta y quedarse de espalda a ella, apoyando la mano en la
madera, Cloe enarcó una ceja mirándolo.—¿Esto es obra de mi madre verdad?
Preguntó girando hacia ella, ella solo negó moviendo la cabeza.
—Ella sabía que hoy vendrían mis amigos a la casa y aún así te dejo usar esto.— la
señaló con la mano y fue ahí donde Cloe cayó en cuenta del porque Catalina había
insistido tanto en que se compre precisamente ese traje de baño.
—Ella no me dijo nada de eso.— lo sabía mi madre es todo un caso.— dijo el sacándole
la camisa que traía puesta.
—Lo hizo apropósito para matarme de celos.— dijo sujetándola abarcando una parte
de su nuca y parte de su rostro con su gigantesca mano.
—No tienes nada que celar amor, yo solo me vestí así para ti, solo tengo ojos para ti.—
El rodó los ojos.— Si ajá. ¿Son naturales o lentillas?— bromeó él un poco celoso.
Cloe echó una carcajada sin poder evitarlo.
—¿Tus amigos se quedarán?
—Si mi amor, cámbiate y baja por favor no quiero que nadie te vea así, si puedes por
favor ponte un pantalón y mi camisa y luego encima una bata.Cloe golpeó a Giancarlo
en su pecho por ser un exagerado.
La sujeto muy fuerte de la cintura y la beso con pasión apretándola a su cuerpo.
—Mmm mi amor si seguimos así no bajaremos nunca.— dijo Cloe y él solo asintió.—
Es tu culpa por tenerme todo el tiempo caliente nena.
—¿Te parece si luego cuando subamos a la habitación te pones nuevamente ésta
ropita?— preguntó el rozando sus labios a los de Cloe.
—Que travieso es señor D Luca, pero si mi amor me pondré todo lo que tú quieras.—
contestó ella traviesa y recibió una gran nalgada de parte de Giancarlo.
Se alejó de Cloe entrando al clóset para buscar una camisa seca y luego finalmente
salir de la habitación y dejarla que se cambiara. Cloe se duchó y se colocó un vestido
en color negro que le quedaba muy sexy y bajó para dirigirse nuevamente hacia el
jardín, donde escucho algunas voces.
—Por favor Cloe, por favor. — rogó Giancarlo con el corazón latiendo a mil.
— ¿Para que me trajiste aquí Giancarlo eh? ¡Contéstame!— lo golpeó en el pecho
varias veces y él no puso objeción alguna al ver a Cloe con lágrimas en los ojos, hace
mucho no la veía de esa manera.
—¿Me trajiste para que Giancarlo?
—Eres el amor de mi vida Cloe, nunca te cambiaria por nadie. — río irónica.
—El jet está listo para volver. — dijo con la voz descompuesta.
—Podemos hablar. — Volvió a repetir Cloe. — el solo asintió levemente, Cloe giró sobre
sus talones y caminó escalera arriba, el la siguió embelesado, toda ella lo volvía loco y
aun no entendía como eso podía ser posible. Entraron a la habitación y el cerró la puerta
detrás de él.
— ¿Puedes ponerle seguro?— pidió Cloe, el extrañado la observó pero finalmente lo
hizo.
—Te escucho. — dijo Giancarlo impaciente por saber lo que Cloe le diría esperando lo
peor, con un gran nudo en la garganta.
—Discúlpame. — dijo soltando el aire que tenía, el la miró sin mover un solo músculo.
—Discúlpame por haberte acusado y no darte el beneficio de la duda, pero entiéndeme,
te vi ahí besando a esa, esa… — Cloe apretó los labios para no insultar a Ángela.
Giancarlo caminó a paso lento hasta posarse frente a ella, sin decir nada solo mirándola
hasta que llevó su mano hasta su nuca y en forma brusca la pegó a su boca sin
más.Giancarlo gruñó en sus labios pero la siguió besando.
—No te sería infiel jamás Cloe. — Susurró en sus labios.— Ángela fue la que me
sorprendió con ese beso y en ese momento llegaste tú y no me dejaste que te explicara,
esa niña no me gusta, jamás lo ha hecho, jamás lo hará.
—Lo sé, lo sé. — balbuceó Cloe.
—Y no, no te disculpo Cloe, me has hecho mierda anoche. — dijo y ella abrió grande
los ojos.
Se alejó de ella y Cloe sintió una opresión en el pecho. Observo como tomó asiento en
el borde de la cama.
—Ven aquí. — exigió Giancarlo, ella mordió su dedo pulgar caminando lentamente.
—En mi puedes confiar cielo. — Dijo Cloe caminando hasta quedar frente a él recostada
en el escritorio, lanzando los papeles sobre la mesa.
Giancarlo la sujetó de las caderas metiéndola entre sus piernas.
—Y por eso te amo nena. Y discúlpame si ésta semana te he prestado poco o nada de
atención, pero esto me tiene tenso.— la sentó en sus piernas.— No te preocupes Gian
que yo entiendo, no tienes porqué excusarte solo que la falta de sexo en estos días me
tiene un poco…— ella jugó con la corbata de Giancarlo.—¿Un poco que, hermosa?
—Un poco caliente. — Gian sonrió acariciándole sus piernas.
—Te prometo que ésta noche te recompensaré mi bella Cloe. — ella inclinó su cabeza
besándolo en los labios acto que el profundizó al ver que ella se separaba de sus labios.
—Te amo. — exclamó ella y el sonrió con júbilo al escuchar esas dos palabras.
—Y tú no te imaginas cuánto. — le acarició los labios, sintiendo morir por dentro, lo que
Giancarlo la hacía sentir era increíble con solo besarla o acariciarla ella ya estaba
sumergida en un profundo éxtasis y quería más, más de él.Quería sentir sus grandes
manos recorrer su cuerpo, siendo tocada, besada, penetrada por su gran miembro. Se
mordió los labios al sentir como se mojaba completamente y solo fue un pequeño beso.
—Te dejaré seguir trabajando Giancarlo. — habló con la voz temblorosa, el la
observaba con adoración, sabía lo que le estaba sucediendo, sabía cuándo Cloe estaba
caliente por él, su rostro y su cuerpo la delataba, la forma en la que apretaba sus piernas,
o como se mordía ligeramente los labios o como se le marcaba la punta de su pezón
debajo de su vestido aunque llevará sostén la delataba.
Ella se levantó de sus piernas y caminó hasta la puerta no sin antes girar nuevamente
y observar a Giancarlo quien la miraba embobado.
Dio un suspiro hondo y salió finalmente dejando a Giancarlo empalmado. Se frotó el
rostro aturdido por todo lo que estaba pasando, se quedaba por horas a trabajar en la
oficina para poder ver las irregularidades que ahora eran notorias y cuando llegaba a su
casa ya Cloe se había dormido después de llegar de la Universidad.Ésta noche decidió
irse temprano a su casa para prepararle una sorpresa para compensar todo lo que le
había hecho faltar esta última semana. El siguiente día era sábado y por lo tanto podían
quedarse en la cama hasta tarde. Pero ahora tenía una cosa muy importante que hacer.
Suspiró hondo pasándose la mano por el pelo varias veces antes de marcar el número
de su hermano.
Esto no le iba a gustar a Dante.
— ¡Dante!
—¿Cómo estas hermano, que sucede?
Dante sabía que Giancarlo solo lo llamaba cuando había problemas, si era por otras
cuestiones personales solo intercambiaban mensajes.
—Tenemos problemas, serios problemas. — dijo Giancarlo mirando en la ventana
desde la altura de su imponente edificio.
—Si lo sé, de lo contrario no me llamarías, ahora dime sin rodeos.
—Nos están robando Dante. — dijo sin más.—¡Carajo!— escucho gruñir a Dante al otro
lado.— ¿Por qué lo dices Gian?
—Te enviaré ahora mismo los documentos Dante lo estuve analizando por días y ahora
ya no hay dudas, pero no sé quién, no sé desde cuándo y mucho menos puedo hablarte
de cifras.
—Envíamelos Giancarlo, lo revisaré y luego te volveré a llamar.
Al comprar todo lo que necesitaba Luke lo llevó a su casa y se dispuso a preparar todo
para lo que sería una cena romántica a la luz de la vela en el balcón de su penthouse.
Se duchó colocándose un chándal en color blanco con una remera sin cuello en color
negro ya que a Cloe le fascinaba es color en él y desde que Giancarlo supo los gustos
de ella comenzó a usar más esos colores todo para que Cloe lo viera cada día más
atractivo.
Descalzo caminó por el suave piso de Parquet de su lujoso departamento para terminar
de arreglar la mesa antes de Cloe llegara.
Luke la había ido a buscar, ella lo tenía idea de que Giancarlo había preparado todo eso
para ella y que la estaba esperando.
—Te daré de cenar. — ella tragó grueso mientras él se estiró sobre la mesa para tomar
el tenedor y un poco de rissoto para llevar a la boca de su novia.
Ella abrió la boca lentamente muerta de deseo y saboreo el delicioso sabor de esa
exquisita comida.
— ¿Te gusta?— preguntó ronco, en realidad ya no sabía porque preguntaba, si era por
la comida o por todo esto que estaba pasando.
—Tengo hambre. — confesó ella casi gimiendo.
—Giancarlo volvió a meterle el rissoto en su boca para luego empujar con su dedo
pulgar metiéndolo a la boca. — Te voy a alimentar mi amor, quedarás bien satisfecha
con el postre.— dijo y ella comenzó a moverse sobre su hombría. Ambos hablaban en
doble sentido y la tensión sexual entre ellos era demasiado.
Giancarlo abrió la bata de Cloe sin poder aguantarlo más y ella recostó su espalda en
el borde de la mesa así con las piernas a cada lado de la silla de Giancarlo
permaneciendo en sus piernas, sentada a horcajadas.—Yo también tengo hambre
Cloe. — dijo acariciándola desde el cuello bajando por sus increíbles pechos hasta su
abdomen y más abajo hasta su sexo húmedo donde introdujo dos dedos de golpe, esos
dedos que casi la llevaron al cielo.
Giancarlo rápidamente se puso de pie con Cloe colgada en su cintura. Y lentamente la
bajo sobre la mesa de vidrio haciendo a un lado los platos que casi no se había usado
para recostarla ahí, así como lo lo estaba deseando.
Cloe sintió el frío tocar su espalda, mientras observaba como Giancarlo tomaba el pote
de chocolate.
— ¿Qué harás Giancarlo?— preguntó con la respiración acelerada, él sonrió de lado
sacándose la remera por la cabeza.
—Me voy a alimentar mi amor. — dijo riendo oscuro, travieso y Cloe sintió morir un
poco más.
Capitulo 35. Secretos
Giancarlo tomó el pote de chocolate y comenzó a untarlo y a extender por toda la vagina
de Cloe mientras ella permanecía recostada sobre la mesa de vidrio y la bata dejaba al
descubierto su hermoso cuerpo, Giancarlo la admiraba desde su posición, era una
verdadera obra de arte con las piernas abiertas, los talones apoyados en la mesa
dejando bien abierta sus piernas.
El fin de semana habían decido no salir del departamento pues sería un momento para
ellos, querían dedicarse tiempo uno al otro, y lo hicieron, y disfrutaron de sus cuerpos,
gozándose y entregándose mutuamente como hace tiempo no lo hacían.
Giancarlo en ese placentero y relajante fin de semana recibió la llamada de su hermano
para avisar que Leonardo su gerente financiero iría a California para investigar el fraude
que estaba sucediendo en la compañía, era el más indicado en esto.
Leonardo Greco era un hombre preparado, recibido de la universidad con honores en
su carrera.
Giancarlo sonrió satisfecho pues sabía que no había otra persona más idónea para el
trabajo.
Dante pidió a su hermano que lo hospedará en su casa hasta que dure la investigación
y Giancarlo por supuesto jamás negaría nada a sus amigos.
Llegaría el martes para comenzar con el trabajo.Giancarlo D Luca estaba esperando a
muy tempranas horas de la mañana a su querido amigo Leonardo Greco, quien llegaria
en unos minutos y así lo hizo y sonrió al verlo bajar del jet de su hermano, inclinó su
cabeza para mirar detrás de él, y así apreciar a la diminuta pero coqueta mujer que
bajaba detrás de él.
Negó agachando la cabeza una y otra vez, pues imaginó a Cloe de esa manera tan
pequeñita a su lado.
—Leonardo Greco que placer tenerte aquí amigo. — saludó acercándose a él para
envolverlo en una abrazo con palmadas en la espalda.
—Caray Giancarlo tengo que venir de tan lejos para cuidar tu culo. — bromeó Greco, y
ambos rieron hasta que Giancarlo posó su vista detrás de Leonardo.
Leonardo se frotó el rostro, suspirando hondo. —Hay algo más. — confiesa Greco. —
Pero es solo sexo y nada más.
— ¿Sexo y nada más? Vaya pensé que eras más inteligente. — Reclama D Luca.
— ¿Perdón?- — Pregunto Leonardo casi ofendido.
—A ver Leonardo si fuera tú no perdería mi tiempo con esa mujer, dejaría de hacerme
el tonto y la haría mi novia. — D Luca lo señala con el dedo. — Esa mujer vale la pena,
vale los riesgos.
Sin embargo la felicidad que sentía era inmensa, jamás imaginó que a esa corta edad
ya podía llegar a ocupar un puesto como ese, en una empresa tan grande como lo es
D Luca Company, sabía que su cerebro daba para eso y para mucho más.
—¿Lista mi amor?— Giancarlo la miró a través del espejo de su habitación, ella llevaba
puesto un vestido negro muy corto con un gran escote, sin ropa interior, como cada vez
que iban al club, sentía ese nerviosismo en su interior, eran miles las emociones que
sentía y una de ellas era la inmensa felicidad al tener todo sin pedir nada, tenía el amor
—Eres y serás siempre mi mujer.— dijo el hundiéndose dentro de ella. Cloe gimió
extasiada y llena, llena de él, se aferró a su duro cuerpo mientras era embestida por él
lento pero duro.
Giancarlo mordió su mentón cuando ella echó su cabeza hacia atrás.
A él le encantaba la forma en la que se entregaba completa y disfrutaba ese momento
tan íntimo porque en verdad en cada encuentro los dos dejaban su vida en el otro.
Así terminaron los dos exhaustos, Cloe dormida sobre el pecho de Giancarlo y el
recostando su cabeza sobre ambos brazos sin poder dormir.
No dejaba de pensar en Charline, esa mujer que tanto dolor le causó.
Tenía tanto rencor hacia ella, nunca la perdonó.
Cloe se removió y giró su cuerpo hacia un lado, Giancarlo aprovechó ese momento para
levantarse de la cama, colocarse el bóxer para caminar hasta el minibar y servirse un
trago, lo necesitaba, esa noche no era la mejor.Se sentó en el sofá al lado de la cama
observando a Cloe totalmente desnuda durmiendo en su gran cama y lo feliz que era a
su lado, ahora no vendría esa mujer a arruinar nuevamente su vida, eso no lo permitiría,
conocía a Charline sabía hasta que punto podía llegar y si vino para quedarse lo mejor
era alejar a Cloe de ella.
*
Una semana había pasado, Cloe ya ocupaba su nuevo puesto en gerencia financiera,
y como era de esperarse no le costó absolutamente nada para adaptarse al cambio,
tenía nueva oficina un piso debajo de presidencia.
Giancarlo tenía una nueva secretaria que personalmente Cloe se había encargado de
contratar, era una mujer casada de 35 años, una mujer normal, ya no permitiría que su
novio tenga una secretaria parecida a una Barbie operada, a Giancarlo le daba igual
porque estaba muy enamorado de Cloe como para tener aventuras con una secretaria
o con alguna otra mujer.
Cloe subió hasta presidencia para llevar algunos informes y de paso usar de excusa
para ver a Giancarlo ya que no se veían mucho en todo el día.Al subir no tuvo necesidad
de anunciarse pues la secretaria sabía quién era ella y la respetaba mucho.
Al entrar en la oficina se encontró a un Giancarlo furioso, molesto de mal humor.
—¿Qué sucede amor?
—Nada.— contesto sin levantar la vista.
—Ok, toma.— Cloe le lanzó el papel sobre sus escritorio para caminar nuevamente
hacia la puerta, algo que no toleraba era el mal humor de la gente.
Giancarlo al ver eso salto prácticamente de su silla llegando hasta ella para impedirle
que saliera de la oficina, cerrando la puerta con su mano aprisionándola con su cuerpo.
—¡Perdóname!— susurro en su oído.
—He tenido un día de perros, eso es todo.
—No tengo la culpa.— Bramó dolida por su actitud.
—Lo sé Cloe, sé que no tienes la culpa, discúlpame amor. La volteó para besarla.
—¿Te puedo ayudar en algo?— el solo negó.—No amor, no es nada tú tienes mucho
trabajo déjame a mí con mis desastres.— sonrió levemente.
—Esta bien, nos vemos en la noche.— dejó un beso en los labios de Giancarlo y salió
de ahí con una espinilla clavada en su pecho.
Giancarlo estaba furioso pues le había llegando una invitación de la agencia de
modelaje donde trabajaba Charline invitándolo a una de sus galas que se organizaría
aquí en California.
—Quiero volver a ser tuya Gian, quiero volver a sentirte, me mojo solo con verte, y jamás
imaginé verte así, cuando te vi en el club sentí mil cosas por ti, Giancarlo pruebame una
vez más y verás como lo disfrutaremos nuevamente. — susurró acercando su boca a la
de él, ella era astuta sabía jugar, había vuelto por él y haría lo que fuera por recuperarlo.
Lo había visto hace meses en las revistas, en la televisión, lo había estado siguiendo
por medio de las redes sociales, sabía que Giancarlo ahora tenía mucho dinero, poder,
era un hombre extremadamente atractivo e imponente, hace tiempo se había divorciado
y ahora estaba dispuesta a reconquistar a Giancarlo y lo lograría a cualquier precio y
haber firmado contrato con una agencia de modelaje italiana le vino a la perfección,
quería devuelta a Giancarlo a él y todo su dinero y prestigio y nada ni nadie se
interpondría en su camino.
—Quiero que te vayas y no vuelvas Charline.— Bramó Giancarlo pero ella aprovechó
su vulnerabilidad para pegar sus labios a los de él.
Por un segundo él se mantuvo quieto para luego separarla bruscamente.—Quiero que
te vayas de aquí y no vuelvas Charline.— bramó furioso alejándose de ella lo más que
pudo.
—Tu tiempo ya pasó, ya no quiero nada contigo quiero que te quede claro eso.
—Suplicarás por mi Giancarlo, eso te lo aseguro, volverás a mí, yo sé que aún te mueres
por comerme, por tenerme en tu cama, por hacerme tu mujer. Aquí te dejo nuevamente
mi tarjeta, llámame Giancarlo, tengo mi departamento cerca de aquí.— bajó el pedazo
de cartón sobre el escritorio para lanzarle un beso al aire y salir de la oficina bajo la
atenta mirada de Giancarlo quien respiraba agitado.
Quedó parado mirando fijamente la puerta por donde esa mujer había salido. No podía
creer su descaro.
Giancarlo estaba molesto consigo mismo por sentirse debíl ante ella después de todo
lo que había hecho esa mujer y volver como si nada hubiera pasado.
Cloe por su parte había recibido las flores, sonrío al ver quién las mandaba, ya que la
noche anterior habían discutido por la tarjeta que había encontrado de esa mujer en el
bolsillo de su pantalón. Olfateó una de las flores y tomó una pequeña tarjeta que venía
con el ramo.
Mi dulce Cloe.
Perdóname por ser tan idiota, sé que cometí un error y quisiera redimirme, no me
juzgues por favor.
Hablemos. Te amo.
Tu idiota.
Sin embargo no había recibido ni una llamada de él, su corazón latía muy fuerte, dolía
mucho, Cloe solo pensaba una cosa, Giancarlo estaba con esa mujer. Giancarlo le
había sido infiel, ¿Por qué otro motivo no estaría en la casa a esta hora de la noche? Y
tampoco la había llamado.
Capítulo 41. Nuevas oportunidades
—¿De dónde vienes?— preguntó Cloe con lágrimas en los ojos sentada en el sofá, en
la penumbra de su habitación, solo una luz tenue alumbrada desde la ventana.
Giancarlo encendió la luz para mirarla sin decir absolutamente nada.
—¡Amor!— exclamó.
—Te hice una pregunta.— volvió a replicar Cloe.
—Salí a tomar unos tragos con Rodrigo y Arón se me hizo tarde, perdón no me di cuenta
de la hora.
Cloe asintió no muy convencida, intentaba de verdad confiar en él pero cada día que
pasaba hacía cosas que lo único que provocaba era desconfianza.
—Director Anderson, ¿qué se le ofrece?— Preguntó ella dudosa ya que no sabía que
podría querer el director de la Universidad.— Acompáñeme a mi oficina por favor es un
tema delicado que no podemos hablarlo aquí.
Un poco preocupada caminó al lado del director hasta llegar a su oficina donde ocupo
un asiento frente a su escritorio observando como el director la miraba con una sonrisa
cálida.
—Señorita Adams, como sabrá usted es nuestra alumna condecorada y sobresaliente,
recibirá su título con honores. — Cloe sonrió agachando la cabeza.
—Si me he sacrificado mucho en verdad.
—Y además es una alumna muy inteligente, señorita Adams, y por lo mismo como sabrá
cada año varias empresas ponen sus ojos en los alumnos sobresalientes.—Cloe abrió
los ojos muy grandes, tragó grueso y entre abrió los labios.
—¿A que se refiere con eso?— el director volvió a sonreír, entrelazando sus manos con
los codos apoyados en la mesa.—Una empresa multinacional ha puesto los ojos en
usted señorita Adams por su proyecto en redes, es algo único.—¿Una multinacional?—
trago grueso nuevamente, con el corazón latiendo a mil.
—Así es señorita Adams una empresa en redes, una multinacional que trabaja para
miles y miles de compañías en el mundo, quiere que trabaje para ellos.
—¿Pe…pero porque yo?
—Ya se lo dije señorita Adams, el proyecto que presentó sobre una nueva configuración
de red llamó y captó la atención de muchas empresas pero la que más estaba
—¿pero sabes que es lo más triste? Que no sea sincero María, que no me diga en la
cara que ya no me ama o que nunca me amó, que no me diga en la cara que la dueña
de su corazón es esa mujer y no yo.
María dejó un suave apretón en la mano de Cloe dándole consuelo.
—Espero estés equivocada Cloe, pero si es cierto lo que dices lo mejor será que tomes
ésta oportunidad única que la vida te está ofreciendo. — Cloe se lanzó a los brazos de
María llorando desconsolada, porque estaba más confundida aún, amaba a Giancarlo,
pero temía que él ya no sintiera nada por ella, y que esa mujer sea realmente la dueña
de su corazón.
Después de más de dos horas conversando con María, Cloe se marchó de allí hasta
llegar a su casa.
Al entrar lo primero que vio fue el rostro de Giancarlo quien lucia molesto.
—¿De dónde vienes? Porque solo fuiste un rato a la universidad.— bramó rabioso.
Cloe suspiró hondo porque en verdad se sentía mal y la cabeza le dolía.—Si me estabas
siguiendo porque no terminaste tu trabajo de detective y te asegurabas en donde
estaba.
—No me tomes el pelo Cloe.— intentó ignorarlo y pasar de largo, pero Giancarlo fue
más rápido y la tomó del brazo deteniéndola.
—¿Qué te pasa, ya dejaste de quererme Cloe?— sonrío irónica.
—Eso te tengo que preguntar yo Giancarlo, ¿dejaste de amarme?
—¿Qué? ¿De dónde sacas eso? Claro que no, eres tú la que parece que dejó de
amarme.
—No Giancarlo, no deje de amarte, solo deje de confiar en ti.
—¿Otra vez con lo mismo?— Giancarlo se alejó de ella pasándose la mano por el pelo.
—Yo te amo Cloe, nena no tienes nada que desconfiar. — se acercó a ella sujetándola
de la mano.
—Cloe, ya no quiero pelear nena por favor.— Cloe suspiró hondo, era verdad tal vez
esta exagerando y Giancarlo no la estaba engañando.
Giancarlo la besó tomándola del rostro y ella solo cerró sus ojos entregándose a ese
beso suave y apasionado. Pero justo en ese momento nuevamente sonó el teléfono de
Giancarlo, se separaron a duras penas en tanto el tomó su teléfono del bolsillo. El rostro
de Giancarlo se puso pálido como si hubiera visto un fantasma al observar su teléfono.
Solo desvío la llamada sin mirar a Cloe. —¿Quién es?— preguntó Cloe volviendo esa
espinita de desconfianza.— No sé número extraño, no contesto números que no
conozco.— contestó volviendo a guardar el teléfono en su bolsillo.
—Fui a visitar a María.— dijo ella de pronto mirando en un punto fijo.
Giancarlo solo la miró y asintió.—¿Todo bien con María?— ella tragó grueso y le dedicó
una mirada cargada de dudas, dolor, celos y por sobre todo mucho amor, lo amaba, en
verdad lo hacía, pero ella no sería sincera con él si el no lo era tampoco.
—Todo bien.
—Hace dos semanas apareció una mujer, comenzó a buscarlo, a llamarlo, fue a la
oficina, hasta que días atrás llegó muy tarde a casa, me dio una excusa pero yo pude
oler perfume de mujer en su ropa.— soltó sin más en tanto Isa abrió muy grande los
ojos escuchándola sin decir nada.
—No le reclamé sabes Isa, no lo hice porque él me aseguró de que estuvo con unos
amigos, que no tengo porqué desconfiar de él, pero no sé Isa que pensar, no lo sé. —
Cloe secó sus lágrimas de mala gana mientras Isa la observaba con pena.
Fin.