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Bioetica 1
Bioetica 1
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1 Callahan, D., “Bioethics”, en W. Reich, Encyclopedy of Bioethics, Revised edition, New York, Simon &
Schuster, Macmillan, 1995, I, 248
2 Callahan, Daniel, “Bioethics as a Discipline” , Hastings Center Report, 1,1 1973, 66-73.
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3Kuhse, Helga and Singer, Peter, “What is bioethics? A historical introduction”, en Kuhse, Helga and Singer,
Peter, eds. A companion to Bioethics, Oxford / Boston, Blackwell Publishers, 2001, pp.3-11.
4 Potter, Van Rensselaer, “Bioethics, The Science of survival, Perspectives in Biology and Medicine, 14, 1970,
127-153.
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Al año siguiente, dicho texto constituiría el primer capítulo del libro en el que
Potter plasmaba sus reflexiones acerca de esa nueva disciplina científica, Bioethics,
Bridge to the Future.5 El primer atisbo del tema es referido por Potter al dedicarlo a
Aldo Leopold, por su libro, A Sand County Almanac, with other essays on
conservation from Round River,6 que fuera para él fuente de reflexión y de
preocupaciones al hacer conciencia de una responsabilidad que él llama bioética,
siendo en su origen biológica y ecológica. La idea que retoma Potter es una
“anticipación” de la extensión de la ética clásica a otra dimensión de ella, que
vendrá a ser a bioética, la cual era expresada como un tercer estadio de la ética al
ampliarse su campo a las obligaciones morales de los seres humanos para con la
tierra y los animales y plantas que lo rodean, en una palabra, al medio ambiente
inmediato, siendo los dos previos la relación (ética) entre individuos y la que se da
entre éstos y la sociedad. Sin embargo, Potter no se detiene en plantear una simple
extensión del campo de la responsabilidad ética, sino señala explícitamente el
intento de “promover la formación de una nueva disciplina...”7 que sirva de puente
entre las ciencias y las humanidades, y hace énfasis en dos aspectos: que la ética
implica siempre una acción acorde con estándares morales y que la “ética humana”
no puede ser separada ya de una comprensión realista de la ecología, entendida en
su más amplia acepción, de manera que “los valores éticos ya no pueden ser
separados de los hechos biológicos”.8 El concepto es complementado al señalar que
deben desarrollarse éticas sobre la posesión y uso de las tierras, la vida silvestre, las
poblaciones, los entornos urbanos, el consumo, las relaciones internacionales, la
geriatría, etc., todas ellas áreas que implican problemas y requieren acciones que
deben basarse tanto en valores éticos como en los hechos biológicos. Para él, el
concepto evolucionista de la “supervivencia del más apto”, debería modificarse al de
5 Potter, Van Rensselaer, Bioethics, Bridge to the Future.(Englewood Cliffs, New Jersey, ed. Prentice Hall,
1971.
6 Leopold, Aldo, A Sand County Almanac, with other essays on conservation from Round River. (New York,
Oxford University Press, 1966, pp.218-219, (la 1a ed. es de 1949).
7 Potter, Bioethics..., ed. cit., p. vii.
8 Ibíd., p. vii.
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9 Ibíd., p. 1.
10 Carson, Rachel, Silent Spring,. Boston, Houghton Mufflin, 1962.
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11 Berril, Norman, Man’s Emerging Mind, New York, Dodd, Mead & co, 1955, p. 210.
12 Potter, Bioethics...ed. cit., p.82.
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base a los valores éticos. En este punto Potter no refiere cuáles, infiriéndose que
deben de ser los considerados como válidos en la sociedad norteamericana de su
tiempo, aunque también cabe destacar que era ésta una sociedad en crisis, en la que
se llevaba a cabo un viraje diametral con respecto a muchas de las tradiciones
morales que se habían manifestado en ella en los años e incluso en los siglos previos.
En esta Bioética, por la que lucha Potter, se esbozan dos campos, el estudio
sistemático – científico – de la conducta humana en relación con los problemas
previamente señalados, y la creación y desarrollo de un cuerpo interdisciplinario de
conocimiento.
Ética aplicada, es decir tendiente en primer término a la acción, con ánimo de
asemejarse en su estructura a las ciencias biológicas, pareando paradigmas y valores,
la Bioética que originalmente propuso Potter no dejaba de ser antropocéntrica, ya
que hablaba de “supervivencia de la especie humana” aún cuando la insertaba en la
conservación razonable del medio, y muy posiblemente etnocentrista, al considerar
como universal la realidad norteamericana del momento. La Bioética es
personalizada como una ciencia aplicada, ciencia en el sentido estricto del término,
ya que tomaría la base dura de sus datos de las ciencias biológicas en expansión,
pero dotada, como bien señala Kemp, de una capacidad de organización práctica
dirigida a definir los ejes rectores para la orientación y la aplicación del saber.13 El
sueño de Potter se dirigía a sentar las bases de una utopía científica en la que la
nueva biología pusiera sus poderes al servicio de una ética responsable de la
supervivencia de la vida en el planeta. La realidad tendría otros caminos reservados
para ella.
Es curioso y seguramente no casual el que unos seis meses después de la
aparición del libro de Potter, el 1º de julio de 1971 se inauguró el The Joseph and
Rose Kennedy Center for the Study of Human Reproduction and Bioethics, habiendo
sido sugerido el nombre por André Hellegers, aunque pocos años después se
transformó en el Kennedy Institute of Ethics, al hacerse claro para las personas que lo
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dirigían que necesitaban un campo más amplio de expresión para sus reflexiones
filosóficas que el que comprendía una bioética de la reproducción humana.
Puede también resultar interesante el señalar que en los años inmediatos, si
bien el término bioética fue difundido con éxito, lo más frecuente es que se tomó
como sinónimo de la introducción del razonamiento ético a los problemas crecientes
de una ética médica que se iba quedando sin sustento al aplicarse en una medicina
tecnológicamente diferente y en una sociedad en crisis, aspectos que la alejaban
definitivamente de sus orígenes.
Es en este sentido en el que se acota el “legado de Hellegers”, es decir, la
tendencia desarrollada en el instituto fundado por él en Georgetown, la cual puede
caracterizarse por la apertura de vínculos y puentes de comunicación entre las
personas interesadas en los problemas bioéticos, filósofos y médicos principalmente,
y por la reducción del campo a la problemática inherente a la práctica médica.14
Desde entonces, un elemento importante de confusión ha sido la identificación entre
bioética y ética médica o, si se quiere, ética de las ciencias de la salud, ampliación
automática del campo conforme se ha considerado a la medicina estrictamente
como ciencia aplicada, en un enfoque que me parece definitivamente reduccionista.
La consagración de esta acepción del término se ha relacionado con la conferencia
dictada en 1976 por la filósofa Sissela Bok en la Eastern Sociological Society de
Boston, en la cual ella insistió rotundamente en que los principios fundamentales de
esta nueva orientación de la Ética tenían como terreno de aplicación la teoría y la
práctica de la medicina.15
Es en este sentido que, para 1978, en la primera edición de su Enciclopedia
de Bioética, Warren Reich propone una nueva definición, la cual ha sido referida
erróneamente como la propuesta original de Potter: “Estudio sistemático de la
conducta humana en el ámbito de las ciencias de la vida y la salud, analizadas a la
14 Gafo, Javier, 10 Palabras clave en Bioética, Pamplona, ed. Verbo Divino, 2000, p.16.
15 Bok, Sissela, “The Tools of Bioethics”, en S.J. Reiser, A.J. Dyck and W.J. Curran, Ethics in Medicine,
Cambridge, Mass, / London, MIT, 1977.
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16 Reich, Warrern, Encyclopedia of Bioethics, 4 vols., New York, Mac Millan Free Press, 1978, I, xix.
17 Reich, Encyclopedia..., p. XXII.
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18 Clouser, K. Daner, “Bioethics”, en Reich, Encyclopedia..., ed. cit., I: 115-121, reproducido en Thomasma, D.,
Le Roy Walters, Contemporary Issues in Bioethics, Belmont, Cal., Wardsword Publishing C o, 1989. 3a ed.
pp.54-64.
19 Ibíd., p.57.
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22 Beauchamp, Tom, Childress, James, Principles of Biomedical Ethics, New York & Oxford, Oxford University
Press, 1979, 4a ed. 1994.
23 Gillon, Raanan, Principles of Health Care Ethics, London, Wiley and sons, 1994.
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24 ”. El texto original de Kemp fue publicado en danés: Kemp, Peter, “Etisk livssyn og moralsk praksis”, en
Daniel Andersen, Carl Erick Mabeck y Povl Riis, ed.,Medicinisk Etik, Copenhague, 1985, pp. 57 y ss; las ideas
son retomadas en Kemp, Peter, “From Ethics to Bioethics”, en Richard Kearney y Mark Dooley, eds.,
Questioning Ethics: Contemporary Debates in Philosophy, London /New York, 1999
25 Loureiro, José Carlos, “The Kemp Principles: A Bio – Legal Perspective”, en Jacob Dahl Rentdorff y Peter
Kemp, Basic Ethical Principles in European Bioethics and BioLaw, 2 vols. Center for Ethics and Law,
Copenhague/ Instituto Borja, Barcelona, 2000, II: 65-76.
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26 Clouser, K. Danner, Gert, Bernard, “A critique of principlism”, The Journal of Medicine and Philosophy, 15,
1990, pp. 219-236; Green, Ronald, “Method in Bioethics: a troubled assesment”, The Journal of Medicine and
Philosophy, 15, 1990, pp. 179-197; K. Danner Clouser, Loretta Kopelman, eds. “Philosophical Critics of
Bioethics”, Journal of Medicine and Philosophy, 1, 1990; Kopelman, Loretta, ed., Building Bioethics.
Conversations with Clouser and friends on Medical Ethics, Dordrecht / Boston / London, Kluwer Academic
Press, 1999.
27 Gert, Bernard, Charles M. Culver, K. Danner Clouser, Bioethics. A return to the fundamentals, New York /
Oxford, Oxford University Press, 1997, pp.15-50.
28 Green, Ronald, Gert, Bernard, Clouder, K. Donner, “The method of Public Morality versus the method of
Preinciplism”, The Journal of Medicine aand Philosophy, 18, no.5, october 1993, 477-489.
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29 Engelhardt, T. The foundations of Bioethics, New York/ Oxford, Oxford University Press, 1986, p.9.
30 Engelhardt, T. Bioethics and Secular humanism. The search for a common morality, Philadelphia, Trinity
Press Intern.,1991.
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31 Ver al respecto Singer, Peter, Ética práctica, Gran Bretaña, Cambridge University Press, 1995, pp.136 y ss.
32 Singer, Peter, Ethics in to action, Lanham, R / Littlefield, 1998, cap. 6, reproducido en P. Singer, Una vida
Ética.Escritos, Madrid, ed. Taurus, 2002, pp.327 y ss.
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33 Viafora, C., “Un cuadro storico e sistematico”, en Vent’anni di Bioetica, Roma, Fundazione Lanza/
Gregoriana Libreria Editrice, 1990, p.75.
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34 Roy, David, “Orientamenti e tendenze della Bioetica nel ventennio 1970-1990”, en Corrado Viafora,
Vent’Anni di Bioetica, Padova, Fondazione Lanza /Gregoriana Libraria Editrice, 1990, p.93.
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Como todos los sistemas de pensamiento ético, la Bioética mantiene una pretensión
de universalidad, la cual, en el contexto histórico-social de fines del siglo XX y estos
comienzos del XXI, toma la figura de globalizante, es decir la pretensión de una
validez que se extienda a toda la humanidad, independientemente de su pertenencia
a culturas diferentes, o a sistemas sociales distintos. Las premisas de la Bioética
deben ser aplicables y, más aún, válidamente aplicables, en cualquier entorno al que
los seres humanos estén integrados, se incorporen o tengan acceso.
Sin embargo, el discurso de la Bioética finca sus bases en la cultura occidental
moderna, y no sólo en ella, sino en su vertiente angloparlante y, más
específicamente, norteamericana. De tal manera es como se puede hablar de una
“sacralización” de la autonomía al convertir a lo que se aduce como “principio” para
la reflexión moral, en un valor sustancial, en detrimento de otros elementos que
pudieran servirle asimismo de guía. No me refiero a las dificultades que entraña la
aplicación de alguno de los principios evocados, ni en el sistema de Beauchamp y
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35 Fan, Ruiping, “Reconstructionist Confucianism and Bioethics: A note on moral difference” en T. Engelhartdt
y L. Rasmussen, Bioethics and Moral Content: National Traditions of Health Care Morality, Dordrecht / Boston,
Kluwer Academic Publishers, 2002, pp. 281-288.
36 Tangiia Chang, “The physician patient relationship and Individualization of Treatment from the View of
Traditional Chinese Medical Practice”, en T. Engelhartdt y L. Rasmussen, Bioethics and Moral Content:
National Traditions of Health Care Morality, Dordrecht / Boston, Kluwer Academic Publishers, 2002, pp.35-47.
37 Hoshino, Kazumasa, Japanese and Western Bioethics, Dordrecht/ Boston / London, Kluwer Academic
Publishers, 1997.
38 Tao Lai Po-Wah, Julia, Cross Cultural perspectives on the (Im)possibility of Global Bioethics. Dordrecht /
Boston, Kluwer Academic Publishers, 2002.
39 Tan Alora, Angeles, and Josephine M. Lumitao, Beyond a WesternBioethics: Voices from the Developing
World, Washington, DC, Georgetown University Press, 2000.
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40 Sui Chuen Lee, “Reappraisal of the foundations of Bioethics. A Confucian perspective”, en Tao Li Po Wah,
Julia, Cross cultural perspectives on the (Im)possibility of Global Bioethics, ed. cit., 179- 193.
41 Hoshino, Kazumasa, Japanese and Western Bioethics, ed. cit., pp. 19 y ss.
42 Tan Alora, J: Lumitao, Beyond a Western Bioethics..,ed. cit., p 11 y ss.
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también válida para establecer los límites de la libertad personal. Aún más, la
coherencia con los valores y fines de un grupo mucho más amplio que la misma
familia extensa, como sería el barrio (calpulli) o el poblado mismo e incluso la
comunidad de los que fueron sus habitantes y sus descendientes después de que han
emigrado a otros sitios, sigue teniendo un sentido preciso para calificar la validez
moral de las decisiones. Otro ejemplo, hablar de Bioética laica en un país que, como
el nuestro, ha enfrentado graves conflictos religiosos en lo tocante a la soberanía
nacional y a la definición del estado, resulta congruente, hasta indispensable y obliga
a definir un liberalismo secular cuyos fundamentos no tienen mayor cosa que ver
con los planteamientos paralelos existentes en otros entornos, como son los Estados
Unidos con sus grupos e instituciones que pregonan no un liberalismo, sino un
humanismo secular.43 Tampoco deben pasarse por alto las características de la
atención de la salud a través de la seguridad social, ni los problemas que plantea
dicha atención en las comunidades indígenas, poseedoras de visiones del mundo y
filosofías tan antiguas y válidas como las de cualquiera de las culturas orientales.
Esta orientación hacia una Bioética con pretensiones de acceder y ofrecer
verdaderamente vías para la resolución de la inmensa cantidad de problemas
relacionados con la vida a un nivel que abarque a toda la humanidad y no sólo a
aquellos grupos humanos que se auto proponen como posmodernos, da pie a nuevos
problemas que no habían sido previstos previamente o que, como es el caso del
relativismo moral, habían sido vistos como una complicación perversa que amenaza
con desconocer las pretensiones de universalidad propias de la ética.
43 Engelhardt, Tristram, Bioethics and Secular Humanism. The search for a common morality, London /
Philadelphia, SCM Press / Trinity Press International, 1991. en especial pp. 87-98.
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44 Ruse, Michael, “Ude defense de l’éthique evolutioniste”, en J.P. Changeux, dir., Fondements naturels de
l’éthique, Paris, editions Odile Jacob, 1993, pp. 31-64.
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que mantengan posiciones diferentes y aún opuestas entre sí. En este sentido, una
primera consecuencia antropológica sería el planteamiento de un escepticismo
moral que, no obstante, obliga a pensar en cuáles de los rasgos de estas moralidades
muestran una tendencia a ser más generales, a la universalidad si se quiere, y cuáles
se mantienen particulares, diversas. En este sentido no es difícil mantener un
“minimalismo moral”, como el que postulara Edward Wilson hace ya más de dos
décadas al sostener que existen bases empíricas del pensamiento y las acciones
morales y que, más aún, éstas tienen que ver con una tendencia “instintiva” a la
protección de los semejantes, que él relacionaba con la tendencia biológica, en este
caso bio-social, a la conservación de la especie.45 Más allá de esto, puede sostenerse
como razonable la consideración de rasgos morales comunes a todos los grupos
humanos que, quizá derivados de este sustrato biológico elemental, marcan la
emergencia de una conciencia moral en el momento de dejar de ser instintivos para
adquirir un nivel de considerandos racionales, de productos de reflexión. Este
minimalismo no deja de tener implicaciones filosóficas de peso. Dejando fuera de
consideración o aún eliminando todo tipo de creacionismo o de herencia religiosa se
puede sostener una necesidad, una tendencia a la distinción entre lo correcto y lo
incorrecto, que entre los seres humanos ha alcanzado su mayor grado dentro del
universo biológico conocido.
Ahora bien, tornemos al problema de la diversidad cultural y el pretendido
relativismo moral derivado de ella. Me parece fuera de lugar toda discusión que se
reduzca a plantear lo erróneo en las acciones moralmente significativas para otros o
en su pensamiento moral, incluso en su razonamiento ético – cuya pluralidad debe
también ser reconocida -, ya que implicaría la imposición de la propia perspectiva
moral considerada a priori como “la correcta”. Una primera premisa para sustentar la
validez del pensamiento bioético debe ser su negación de cualquier tipo de
etnocentrismo, la cual, para ser válida, requiere asimismo de la consciencia de la
propia identidad moral. En este sentido antropología obliga a una consideración de
variables desprovista de juicios de valor y conduce – o debe conducir – a un
45 Wilson, E.O., On Human Nature, Cambridge, Mass, Harvard University Press, 1978.
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razonamiento meta-ético que indique una vía común en la búsqueda de una mayor
universalidad de los juicios formulados. Esta actitud de apertura y cuestionamiento
constante se encontraba ya implícita en la consideración que hacía Pellegrino hace
ya más de una década y, por cierto, limitando su vigencia a la incorporación de
nuevas tecnologías en los sistemas de atención de la salud, con respecto a la
universalidad de los problemas y a la necesidad, por parte de cualquier sociedad
existente en el planeta, de ofrecer una respuesta, sea de aceptación o de rechazo.46
No obstante, persiste el problema que implica, aún frente a la universalidad del
reconocimiento del problema, la posibilidad, si no es que la seguridad, de respuestas
varias.47
Antropológicamente hablando, la imposición de una bioética, llámese
norteamericana, anglosajona o europea, llámese confucionista o budista o indígena
mesoamericana, significa colonialismo y una falta crasa de respeto a la humanidad
del otro, sin querer decir esto que los valores, principios o elementos de dicha
moralidad no puedan ser correctos ni dejen de ser benéficos. A lo que obliga es a la
consideración de la otredad y el reconocimiento de que existen diferentes
“racionalidades” que ofrecen elementos de reflexión ética dignos de ser tomados en
cuenta. Esta pluralidad de vías debe ser, a mi parecer, un elemento esencial de la
bioética.
46 Pellegrino, Edmond, “Itersections of Western biomedical ethics and world culture problematic and
possibility”, Cambridge Quarterly Journal of Healthcare Ethics, 3, 1992, 191-196.
47 Gbadegesin, Segu, “Bioethics and cultural diversity” en H. Kuhse y P. Singer, A Companion to Bioethics,
Oxford, Blackwell Publishers, 2001, pp. 24-31, en especial 25-26.
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EL DISCURSO DE LA BIOÉTICA
Es indiscutible que tras treinta y cinco años de existir la Bioética ha logrado ocupar
un lugar entre las disciplinas que la humanidad ha acuñado. Para ello ha definido un
objeto de estudio y delimitado un campo que, por otra parte, crece día con día. En
cierto sentido, la extensión hasta pretender alcanzar una dimensión “global” de lo
48 Asle, Donald C., “Bioethics and the problem of pluralism”, en Ellen Frankel Paul, Fred D. Y Jeffreey Paul,
eds. Bioethics, Cambridge, Cambridge University Press, 2002. pp. 1-28,
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49 Ross, W.D., The right and the good, Oxford, Oxford Universirty Press, 1930.
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neoliberal anglosajón.50 Como quiera que sea este primer discurso de la Bioética se
orientó a la consideración de principios éticos como punto de partida de sus
reflexiones y a un quehacer en el que el individuo autónomo y competente que llena
los requisitos para ser definido en plenitud como persona, sea quien tome las
decisiones.
Sin embargo a pesar de que la aplicación de principios subyacente y previa a
toda normatividad ha sido el método más empleado para resolver o tratar de resolver
dilemas, no ha sido el único que ha contribuido a la estructuración del lenguaje de
la disciplina. Paralelamente y aún contradictoriamente se ha desarrollado el lenguaje
de las moralidades comunes, entre las que pueden destacarse tanto la que
fundamenta al liberalismo secular, como la que se refiere a sistemas públicos
informales o aún como la resurrección – debida por cierto a Engelhardt – de la
recurrencia a comunidades morales “robustas”, que marcan el retorno a los
absolutos creenciales.51 ¿Será este un riesgo premonitorio del fin de la Bioética? ¿será
el de su reificación imperialista? En pocas palabras, podría darse lugar a una
“impostación sacra de los valores”, con su riesgo de sujeción a lo divergente y con
su correspondiente ventaja de ofrecer un marco referencial sólido,52 pero, ante todo,
con la anulación del pluralismo. Esta última posibilidad, la de una globalización
unificadora, a mi modo de ver privaría a la disciplina de la que es quizá la más
complicada pero también la más propositiva de sus características.
No obstante, el problema de la construcción de una ética – en este caso la
bioética – implica otras muchas posibilidades más allá de la que se basa en la
constatación de principios como marco referencial último. Sobre esto y a raíz de las
50 Ver al respecto: Beauchamp, Th., y Childress, J., Principles of Biomedical Ethics, ed. cit.; Childress, J., “A
principle based approach”, en H. Kuhse and P. Singer, eds., A Companion to Bioethics, London, Blackwell,
2001, pp.61-71; Veatch, Robert, A Theory of Medical Ethics, New York, Basic Books, 1981, pp. 141 y ss;
Jonsen, Albert, The Birth of Bioethics, New York / Oxford, Oxford University Press, 1998, pp.352-376.
51 Engelhardt, Tristram, “Morality, Universality and Particularity. Rethinking the Role of Community in the
Foundations of Bioethics”, en Julia Tao Lai Po Wah, ed., Cross Cultural Perspectives on the (Im)Possibility of
Global Bioethics, Boston/ Dordrecht, Kluwer Academic Press, 2002, pp.19-38.
52 Agazzi, Evandro, ; “Il luogo dell’etica nella bioetica”, en E. Agazzi, ed., Quale Etica per la Bioetica?,
FrancoAngeli, 1990, pp. 9-21
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críticas recibidas por parte de autores que detentan otras aproximaciones los mismos
Beauchamp y Childress, quienes primero plantearon esta posibilidad, han modulado
su postura marcando su concepción de los principios morales como parte de una red
de normas morales cuya naturaleza misma las hace obligaciones prima facie y,
además, son dinámicamente contrastados y delimitados por reglas que a su vez son
susceptibles de diversos grados de especificación. De tal modo, reglas y principios
derivarían de una moralidad común que impondría sus definiciones y valores.53 Al
fin y al cabo, reglas y principios serán establecidos y tendrán un peso específico de
acuerdo a un ideal de excelencia moral que, insisto, queda fincado en una
moralidad común.54 En cierto sentido, este discurso tiende en los últimos años a
aproximarse a un abordaje a partir de reglas absolutas, aún cuando se matice su
contenido al referirse a sistemas morales operantes en la práctica aún cuando se
pretende desconocer la relatividad inherente de facto a toda moralidad condicionada
por límites espacio – temporales.
Aproximaciones provenientes de éticas basadas en la virtud, intentos de referir
todo a aspectos procedimentales, como serían los de la casuística, o aquellos
derivados de una pretendida ética del cuidado, se han limitado a abordar de manera
prácticamente exclusiva los aspectos médicos, de manera que no han construido
discursos bioéticos generales dignos de ser tomados seriamente en consideración.
A mi manera de ver, el discurso de la Bioética ha fluctuado entre dos polos:
por una parte se ha esforzado – y con buen éxito – en tratar de dar respuestas
prácticas a problemas concretos, y, por otra, a recurrir insistentemente a las teorías
éticas, ahora en busca de referentes universalizables. Pero esto no la configura en su
totalidad.
Existe una tercera condición que es extensiva a los contextos de salud pública
y más todavía al medio ambiente, incluso a la biósfera, dando lugar a la macro-
bioética: esta condición está dada por la existencia convertida en presencia expresa
53 Beauchamp, Tom L., Childress, James, F., Principles of Biomedical Ethics, 5th ed., Oxford / New York,
Oxford University Press, 2001, pp.12-18.
54 Ibíd., pp.26-29, 43-50.
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55 Engelhardt, H. Tristram, Jr., “The Ordination of Bioethicists as Secular Moral Experts”, en Elle Frankel, Paul,
Fred D., Miller, Jeffrey Paul, Bioethics, Cambridge, Cambridge University Press, 2002, pp.59-82, en particular
70 y ss.
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56 Wildes, Kevin, WM, “Bioethics as social philosophy”, en Ellen Frankel Paul, Fred D. Miller, Jeffrey Paul,
Bioethics, Cambridge / New York / Melbourne, Cambridge University Press, 2002, pp 113-125; Callahan,
Daniel, “Why America accepted Bioethics”, Hastings Center Report, 23, 6, 1993, S 8-9;Caplan Arthur, L.,
“What Bioethics brought to the public”, Hastings Center Report, 23, 6, 1993, S 14-15.
57 Good, Byron J., Medicine, rationality and experience, Cambridge / New York, Cambridge University Press,
1997 (1a ed., 1994), pp. 13-14.
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Diálogos de Bioética 12/junio/2007
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