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D E S D E E L PA N T A N O : M O M E N T O S

DE L DE S C E N S O A L A C OT I DI A N I DA D
M E M O R I E S F R O M T H E S WA M P :
ON T H E DE S C E N T I N TO T H E E V E RY DAY

Juan Carlos Orrantia


Candidato al Doctorado en Antropología,
Yale University, EE. UU.
juan.orrantia@yale.edu

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a n t í p o d a n º 5 j u l i o - d i c i e m b r e d e 20 07 pá g i n a s 15 -2 9 i s s n 19 0 0 - 5 4 07
e n s ayo f o t o g r á f i c o

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ANTÍPODA Nº5 | julio-diciembre 2007

D E S D E E L PA N T A N O : M O M E N T O S
DE L DE S C E N S O A L A C OT I DI A N I DA D

E
Juan Carlos Orrantia

l 22 de noviembre del año 2000, unas treinta per-


sonas fueron asesinadas por grupos paramilitares en el pueblo de Nueva Vene-
cia –El Morro– en la Ciénaga Grande de Santa Marta. La noticia conmocionó a
la Costa y los medios de comunicación acudieron al lugar al día siguiente, don-
de encontraron todavía algunos cadáveres frente a la iglesia. Con los muertos
la gente huyó y algunos se establecieron en ciudades vecinas como Barranqui-
lla. Con el paso del tiempo muchos de quienes en ese momento se fueron, han
16 regresado. Hoy, en el pueblo no hay monumentos ni días especiales. El patio de
la iglesia ha sido reocupado por los juegos de niñas y niños y la vida transcurre
en una aparente normalidad.
Lo que entra y lo que sale de la Ciénaga es un constante devenir. La vida en
la Ciénaga, de ritmos lentos, de acumulación, de vaivenes, asemeja la forma en que
la memoria se experimenta en este lugar. Para muchos de quienes vivieron esa no-
che, el evento es algo que, aunque pasado, permanece en fragmentos que vienen y
van: por momentos, en miradas a un lugar, en el recuerdo que produce un sonido.
Estas fotografías son parte de un recorrido cercano por momentos ajenos,
por esas sutilezas que forman recuerdos y olvidos. Un recorrido entre fragmen-
tos, por las ausencias del presente. Cuando aquella noche se sacudieron las aguas,
se produjeron movimientos suaves, pequeñas olas producidas por el brrrrr de los
motores de las chalupas en que llegaron los paramilitares. Se produjo un eco den-
tro del agua, tan duro y tan suave a la vez, tan permanente que aún resuena en las
mentes y los oídos, entre los cuerpos, al punto que a veces interrumpe el sueño.
Es reconfortante ver que hoy existen movimientos de víctimas que de
manera valerosa exponen sus voces como alternativas y contrapunteos a los
discursos oficiales con que se maneja el tema de la reparación. Pero en algunos
lugares el aparato de terror dejó profundas huellas que hicieron que el silencio
se convirtiera en un lenguaje que también narra la vida cotidiana. El silencio
es y ha sido una forma de vida, un salvavidas. Es una forma de narrarla. En es-
tos escenarios, como lo sugiere Veena Das (2006), no es que los fantasmas ha-
yan sido expulsados de los escenarios de la violencia, sino que es la vida diaria

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la que se rehúsa a ser expulsada; que la construcción del ser no está localiza-
da en la sombra de un pasado espectral, sino en el contexto de hacer habitable
la cotidianidad. Esto se contrapone a la idea moderna de superación –overco-
ming– pero sin negar el horror en la reconstitución de la vida diaria. Por ende,
la representación de estos escenarios donde los fantasmas habitan el presente
es un reto y un espacio que abre las posibilidades de enfrentar el terror al res-
petar el silencio, y más aun, tomándolo como un elemento que las personas-
víctimas reconocen y reconstituyen en su mismo quehacer diario. Es recuperar
los espacios otra vez, es el descenso a la cotidianidad.
La normalidad como parte de un discurso del proyecto moderno supone
la superación del sufrimiento. Pero hay momentos inesperados cuando la sub-
jetividad sacude esa fuerza acaparadora de la normalidad y la racionalidad. En
una ocasión, mientras fotografiaba a las hijas de una viuda, ella, quien se ha
vuelto a casar y “ha seguido adelante con su vida”, me llamó para que hiciera
un retrato familiar en el lugar exacto donde cayó su primer marido el día de la
masacre. Lo único que les dijo a sus hijas fue que no sonrieran en esa foto. En
ese momento el silencio fue como el de un choque de algún tipo de órganos que
no vemos pero sabemos existen dentro de nosotros. 17
Esos momentos están también en miradas perdidas tras conversaciones so-
bre el evento; en reinados de belleza en la plaza de la iglesia donde en su momen-
to fueron dejados once cadáveres ajusticiados; entre la euforia cuando la devoción
religiosa parece tomarse el espacio del recuerdo para hacer de éste un instante
donde los sonidos acelerados de tambores y guacharacas quieren romper el si-
lencio que yace dentro de los cuerpos. En estos cuerpos que lloran y sacuden los
sedimentos y hacen sentir los impulsos de la memoria que se rehúsa a ser encap-
sulada. También en encuentros inesperados que sacuden los recuerdos y las fan-
tasías, y que hablan de otros silencios que nos hacen pensar en las violencias que
se entrecruzan en el constante devenir de la cotidianidad. Estas imágenes hacen
referencia a los momentos en que me he encontrado inmerso entre la subjetivi-
dad y la sutileza de los fragmentos de la memoria y su presencia espectral.
La Ciénaga es como un pantano donde el agua es turbia y densa, donde
aquella transparencia tan anhelada hoy en día se confunde. En su turbiedad se
acumulan múltiples significados que se rehúsan a ser eliminados, olvidados.
Las aguas entran y salen, mueven y sacuden el pensamiento, la vida y sus re-
cuerdos, hablándole a aquellos que la quieren encerrar. Se rehúsa. Es un movi-
miento suave, inapropiado1.

1 Hago referencia al concepto de un “otro inapropiado” de Trinh T. Minh-ha. Una diferencia que se resiste a ser
apropiada y que al mismo tiempo molesta, es inapropiada. Una diferencia crítica desde dentro y hacia afuera
(Trinh T. Minh-ha, s. f.).

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I n t erva l os 2

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Recuerdo la voz fuerte de mi abuelo Roque, papi Roque,


cuando venía del patio y se acercaba a la tienda. No le gustaba vender.
Él llegaba, contaba alguna anécdota y comía algo de los guisos
y pescados que guardaban en la vitrina de los panes.

Han pasado los seis años, cuatro meses, catorce días


para ser exactos, que mámi’de y Vero no ven la casa.
Las palomas se perdieron, no quedó ni una y la voz de papi Roque se
apagó. Yo veo la casa de lejos. Al ver otra vez la fotografía
me da dolor, tristeza y mucha nostalgia.

2 Intervalo: una ruptura sin la cual el significado sería fijado y la verdad congelada (Trinh Minh-ha, 1990).

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* * *

Estas imágenes y palabras son formas que quieren sacudir los residuos y
las huellas que quedan de experiencias de terror. Aun así me pregunto cuántos
quedarán encerrados en la linealidad del tiempo, sumergidos, sofocados. Estos
encuentros con momentos, imágenes, sonidos y demás implican una relación a
partir de las sensaciones con la imagen. Una imagen
... que es aquello donde lo que fue se junta en un instante con el ahora para
formar una constelación… Pues mientras la relación entre el presente y el pa-
sado es meramente temporal, la relación de lo que ha sido con el ahora es dia-
léctica (Benjamin, 1999: 463).

Por eso decidí moverme por entre esos residuos y fragmentos que el pro-
greso deja de lado en su huida, queriendo sumirnos en su sombra, “pues no hay
sombra más devastadora, más poderosa, que la que es proyectada por el vuelo
de un ángel” (Eltit y Errázuriz, 1994).

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Aníbal es un hombre que muchas veces me habló del pasado. De cuando


sus hijos y sus hermanos aún estaban vivos. Ayyy compañero, me decía, y luego
miraba el agua quieta de la Ciénaga.

REFERENCIAS
Benjamin, Walter
1999 The Arcades Project, Vol. 3, No. 1, cambridge, mass., belknap Press.
das, Veena
2006 “revisiting Trauma, Testimony and Political community”, en Life and Words. Violence and the
Descent into the Ordinary, university of california Press.
eltit, damiela y paz errázuriz
1994 El infarto del alma, Santiago de chile, F. Zegers.
trinh minh-ha
1990 “documentary is/not a name”, en October, Vol. 52, pp. 76-98.
trinh minh-ha
s. f. “inappropiate/d Artificiallity” an interview with marina Griznic”, documento electrónico, disponible en
http://www.trinminh-ha.com

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