Está en la página 1de 13
EL NACIMIENTO DE LA LOCURA EN EL REYNO DE CHILE PABLO MARTINEZ FERNANDEZ* Timeo Danaos et dona ferentes Virgilio ‘Se presenta a continvacién 6) nacimiento épico del fendmeno de la locura en Chile. Forma parte de una inves- tigacién denominada Memorias de la lacura en movimiento. 1. INTRODUCCION Este texto trata del fenémeno de la locura en Chile. De la locura y los locos, por primera vez retratados en La Araucana de Ercilla, como una manera de ser de los primeros habitantes de las tierras por ellos conquistadas al sur del mundo, justo en la corrediza frontera de guerra ubicada temporalmente entre el rio Bio-Bio y las ur- bes que comienzan a construirse producto de la colonizacién en dicho territorio, en particular en la ciudad de Concepcién. En este sentido, este retrato de locos y locura es significative debido a que codifican un modo de ser y de devenir social. Este en particular porque como ya se mencion6, es la primera vez que, por escrito, se marca la designacion y el comienzo de la imagen trazada acerca del loco comportamiento individual y grupal de los mapuches®, para luego comenzar a constituirse en un mo- vimiento que surcara, como un palimsesto, los trayectos de la memoria que en nues- tro dias nos llevan al convencimiento en lo social, tanto en el orden de lo cotidiano como en el de los sistemas, de poder saber distinguir, de poder diferenciar, aquello que pertenece al fenémeno o reino de la locura de aquello que no, y que, por légica, pertenece a lo opuesto y separado, es decir, al reino de la razén, de la cordura. La Araucana es, en este sentido y dicho de manera sintética, una escena fundante que pone de relieve la visi6n, la imagen de mundo ya predominante en el conquista- dor espafiol-europeo de mediados del siglo XVI, que observa y describe de un modo épico, en una epopeya de exaltacién militar en treinta y siete cantos, el nacimiento doloroso de Chile en medio del enfrentamiento de los reinos que se encuentran en batalla ya desplegada, con la ciudad de Concepcién como teatro de frontera y de gue- mma. Como un entre los reinos en disputa. Si se hace una pequefia cronologia de datos significativos para el texto de Alonso de Ercilla, diversas fuentes (Cabrero, 1992; Mo- lina, 1795; Olivares, 1264: Valdivia, 1960), sittian a don Alonso de Ercilla y Zaftiga en + Pablo Martinez Fernandez, es bilogo y soci6logo, docente e investigador chileno en temas culturales. Participa por la Universidad del Desarrollo. Aunque el nombre propio Mapuche (mapu = tierra; che = hombre) es debatible, aca se utiliza indistintamente junta a la de Araucano o, Reche (re = auténtico; che-hombre). 334 Pablo Martinez Fernandez {a contingencia de la conguista y los combates que acontecen entre el afio 1557 y 1559. Luego de que Ercilla regresara a Espafia, el libro fue publicado en Madrid en tre partes a lo largo de dos décadas. El primer volumen se edit6 el afto 1569; el segunda en 1578; y el tercero en 1589. El libro obtuvo un considerable éxito entre los lectores de ese entonces?. 2, CHILE, CONCEPCION, PRIMERAS LETRAS Desde la Uegada del reino de Espafia a territorio americano, pasaré un tiempo de cuarenta y siete afios para que se tenga noticia de Chile. Estas Ulegan por medio de las cinco cartas que Pedro de Valdivia (1960) envié al Emperador Carlos V. En todas elas. ya aparece la intima relacién que se da, desde el inicio de la conquista, entre Chile, Concepcion y el enfrentamiento generado con las primeras naciones ya residentes, 4 Principalmente la mapuche, instaladas desde antes en el territorio en proceso de Conquista. El afio 1558 Jer6nimo de Vivar termina de redactar su “Cronica Relacién Copiosa y verdadera de los reinos de Chile, recogiendo todo lo ocurrido durante los Giecinueve aftos que residi6 en Chile, de 1538 a 1558” (Cabrero, 1992, p, 783). El historiador espafiol, que participé activamente en la conquista del territorio, destaca con detalles las primeras imagenes redactadas por el conquistador, primer gobernador y capitan general del reino de Chile, don Pedro de Valdivia. En el afio 1575 Alonso de Géngora Marmolejo concluye su Historia de Chile, cuyos capitulos iniciales arrancan desde el descubrimiento del territorio. Esta proporciona datos de gran interés sobre los primeros momentos de la conquista y aporta valiosa “informacion etnogratica sobre los denominados araucanos” (Cabrero, 1992, p. 783). Probablemente, la crénica més completa aparecida en esa centuria es la redactada entre 1655-1674 por Diego Ge Rosales, misionero en tierra mapuche, la que con el titulo Historia General del Reino de Chile “aporta una valiosa y copiosa informacién etnohist6rica, acerca de las costumbres, tradiciones e historia del pueblo mapuche” (Cabrero, 1992, p. 784), 0 pueblos reche, o primeras naciones, como actualmente se ha dado en denominarlas. En todos ellos, Chile, Concepcién y el enfrentamiento permanente entze los reinos, constituye una unidad fundamental en los primeros textos publicados en torno al cruento encuentro entre ellos, En este sentido destacado, el 23 de diciembre del afio 1598, ocurre la batalla de Curalaba, encabezado el contingente araucano por el vice-Toqui Pelantaro, en la cual €s derrotado y muerto un segundo gobernador espafiol en Chile, don Martin Garcia Ofez de Loyola, sobrino-nieto de Ignacio de Loyola (fundador de la orden jesuita), en cuyo registro se anota el haber capturado a Tupac Amaru, inca de Vilcabamba el afio 1572. Luego de la aparicion del dltimo tomo del libro en 1589, en el segundo gobierno * Como una muestra elocuente de la relevancia, en el Capitulo sexto del Quijote de la Mancha, se indica que la Araucana, La Austriada de Jun Rufo y El Monserrato de Cristebal de Virués, no seran quemadas de los libros de don Qujote pues “son de los mejores que en verso heroico en lengua castellana estén escritos, y pueden competir con los mas famosos de Italia: guérdense como las mas ricas prendas de poesia que tiene Espafla” (Cervantes, 2015, p. 68-69). EL nacimiento de la locura en el reyno de Chile 335 de Alonso de Rivera entre el afio 1611 y 1617, y como consecuencia del desastze de Curalaba, finalmente se establece el sistema llamado de la “guerra defensiva”, la que divide los reinos y establece la frontera sur del imperio espafiol. Como limite natural el rio Bio-Bio* “constituye la raya fronteriza con los araucanos, de los cuales era por el norte su limite natural” (Campos Harriet, 1974, p. 15). Durante el periodo inicial de la conquista de los territorios, es especifico en esta frontera sur ubicada en la ciudad de Concepcién y en este clima de inestabilidad latente valga decir, destaca la perspectiva de la enfermedad mental, ya destacan los aportes de Paracelso, traidos por el imperio espafiol en su proceso de conquista. Sus apreciaciones segiin la psiquiatria chilena actual (Navarrete, 1994), jugaron un papel significativo en las concepciones de la locura en dicha época. Dentro de sus postula~ dos destaca, por ejemplo, las descripciones de ¢ las personalidades psicopaticas como aquellas anomalias de caracter debidas a una discordancia entre el cuerpo elemental y el cuerpo sidéreo; dividié la locura en permanente y transitoria; dentro de la locura perma- nente distingufa cuatro modalidades: lunaticos, insanos, vesanos y melan- célicos, segiin si la enfermedad derivaba de la luna, de la gestacién, parto o herencia, de la alimentaci6n y la bebida o de la naturaleza propia. Dentro de la alienacién transitoria se encontraban los maniacos. Diferenciaba, ade- més, las alteraciones psiquicas de causas prenatural (causa fuera del ser y de su estado natural, posesién demoniaca, por ejemplo), de aquellas que reconocen por origen el orden natural. (Navarrete, 1994, p. 46-47). Estas posturas conviven con las visiones tradicionales, fundamentaalmente demo- nolégicas, las que afectaban también a la medicina en la época colonial, incluso a los médicos. Se tiene registro, en este sentido, de lo sucedido a Francisco Maldonado Silva, (...) quien ejercia su profesién en Concepcién cuando en Abril de 1627 se Je tomé prisionero, acusado de ser judfo y practicar la Ley Mosaica. Después de larga prision y locura fue enviado a Lima y encarcelé para continuar el proceso. Alli fue condenado a la hoguera en 1639 (Navarrete, 1994, p. 98-99). Ambas visiones convivian sin demasiadas complicaciones aparentemente. Los araucanos eran, al mismo tiempo, considerados como “naturalmente melancélicos y tacitumnos” (Navarrete, 1994, p. 94), definicién afin a la descripcién fundamentada por Paracelso para sujetos considerados en estado de la locura permanente y de poseidos también por sus costumbres, ritos y adhesiones religiosas, como se constataré mas adelante. Fernando Campos Harriet en Leyendas y Tradiciones Penquistas (1974) recuerda que el rio Bio- Bio llega a la cumbre de la fama en la literatura mundial, cuando Lope de Vega hace del rio una noticia universal en el tercer acto de su ‘Arauco Domado’, publicado en 1625, destinado a perpetuar la figura historica de don Garcia Hurtado de Mendoza. 336 Pablo Martinez Fer 3. LA ARAUCANA, LA LOCURA Y EL GENIO MALIGNO De este contexto, vivido encarnadamente por Alonso de Ercilla, surge La Araucana y, en su relato, el fendmeno de la locura, sefialado por primera vez en Chile en lengua castellana, para sefialar un conjunto de practicas espirituales religiosas asociadas, en este caso, a la guerra y al enfrentamiento del pueblo Araucano contra el reino de Espafia. Dice Ercilla (2005), Por ejemplo que estos, los araucanos “ Usan el falso oficio de hechiceros, ciencia a que naturalmente se inclinan, en sefiales mirando y en agiieros Por las cuales sus cosas determinan; veneran a los necios agoreros que los casos futuros adivinan: el agiiero acrecienta su osadia y les infunde miedo y cobardia (p. 92). Algunos destos son predicadores tenidos en sagrada reverencia, gue sélo se mantienen de loores, y guardan vida estrecha y abstinencia. Estos son los que ponen en errores al liviano comin con su elocuencia, teniendo por tan cierta su locura’, c6mo nos la Evangélica Escritura (p. 92). Es importante destacar que en Chile, durante este tiempo, los mapucies conta- ban con su propio y complejo sistema religioso, en los cuales estas précticas eran tutinarias. En ellas, la persona de mas importancia era el machi®. Este dominaba a los espiritus y tenfa, segtin las creencias araucanas, fuerza para comunicarse con los muertos, los demonios y los espiritus de la naturaleza, sin convertirse por ello en un instrumento suyo. Empleaba un lenguaje secreto, el que era un “atributo de sus poderes sobrenaturales...” (Cabrero, 1992, p. 785). Junto a estas manifestaciones espirituales, el pueblo mapuche conocia también muchas pricticas médicas propia mente tales. Les eran conocidas més de cien plantas medicinales, diversas enferme- dades (dclirios, fiebre, entre ottas), “las sangrias, el uso de enemas, eran diestros en componer luxaciones y fracturas, etc. Los espafioles aprendieron de ellos” (Ferrer, 1904, citado en Navarrete, 1994, p. 52). Este espiritu que destaca en la orcanizacion mapuche, y que se manifiesta en el enfrentamiento contra el reino de Espafia, aparece en La Araucana junto a la locura designada por Ercilla, En la espiritualidad mapuche, las italicas y negritas son nuestras, © Autoridad espisitual tipo chaminica. EL nacimiento de la locura en el reyno de Chile 337 la ocurrencia y caida en estos errores, mas genios malignos recurrentes, recuerdan To que afios después de publicada La Araucana, René Descartes (2002) en sus Medi- taciones Metafisieas pondra en escena en su intento por distinguir con certeza entre la realidad verdadera y la aparente. Sobre estos genios malignos Ercilla escribe en el canto I que los mapuches son gente sin Dios ni ley, aunque respeta aquel que fue del cielo derribado, que como, a poderoso y gran profeta es siempre en sus cantares celebrado. Tnvocan su furor con falsa seta ya todos sus negocios es llamado, teniendo cuanto dice por seguro Gel préspero suceso 0 mal futuro. (p. 91) Y cuando quieren dar una batalla con él lo comunican en su rito; sino responde bien, dejan de dalla aunque més les insista el apetito. Caso grave y negocio no se halla do no sea convocado este maldito: Uamanle Eponamsn’, y coménmente dan este nombre a alguno si es valiente (p. 91, 92). Los mapuches, en su visién de mundo, reconocen un ente supremo, autor de todas las cosas, al cual dan el nombre de Pillan: esta voz deriva de puilli o pilli (el alma) y denota el espiritu por excelencia (Molina, 1795). Eponamén (Epunamun) por su parte, pertenece a una primera clase de dioses subalternos al ente supremo. Es una especie de Marte para los mapuches, es decir, un dios de la guerra” (Molina, 1795, p. 85). Una deidad dotada de robustas y mal formadas piernas, largos brazos y torso normal, “aunque era una especie de genio de la guerra, solia ser considerado como un espiritu burlon cuyos consejos extraviados era preciso seguir por miedo a que se eno- jase” (Cabrero, 1992, p.785-786). Donaba a los mapuches destrezas bélicas y clertos dones espirituales, tales como la fuerza, el valor y la integridad. Cuando se molestaba, por no ser obedecido, era capaz de descuartizar a los mas valientes guerreros con su mirada centellante. Al parecer, las primeras naciones, a diferencia de Descartes y la racionalidad occidental porveniz, no podian distinguir si lo demandado era verdadero o una burla, similar a la duda hiperbolica cartesiana que dificultaba distinguir entre el buen Dios y el genio maligno. Zpunamun, este genio maligno, también ha sido asi- nilado por otros autores como una especie de duende; que les habla a los mapuches, |? Las itélicas y negritas son nuestras. 338 Pablo Martinez Feméndes y aunque no le tienen confianza en sus consejos, muchas veces lo siguen, “porque temen ofenderlo con la desobediencia” (Olivares, 1864, p. 51) A ojos del reino de Espafia, en esta historia, esta cultura, este otro reino, y por su modo de ser, deben necesariamente ser corregidos, en sentido racional-moral. En el caso mapuche, esto se tornaba més necesario, pues se trataba de gente “indémita y sin raz6n, barbara, falto de todo conocimiento y de toda virtud” (Bibar, citado en Orellana, 1988, p.49-50). Les faltaba lo que en el lenguaje de la época se designaba con el nombre de policfa, de buen orden, en el cual la cortesia, la buena crianza y la urbanidad en el trato son lo principal para ser cristianos, los “indios debfan pri- mero aprender a ser hombres y a vivir como tales” (Valdivia, 1960, p. 203-204). Este especie de trénsito -de lo puramente encarnado a lo espiritual- se sustentaba en la idea de la perfectibilidad del hombre, al que se llega gracias al cristianismo que traen los conquistadores, el que “exige y supone la luz natural de la razén, es decir, el ser hombre” (Valdivia, 1960, p. 204). Las politicas para lograr esto fueron, en primer lu- gar, la reducci6n de los indios a pueblos, ya que la dispersion era fuente “perenne de idolatrias e impedia la evangelizaci6n, el control, etc, La segunda, que ya organizados socialmente en pueblos, los nativos se rigiesen por leyes acomodadas a la naturaleza de los hombres” (Valdivia, 1960, p. 216). En este sentido, el dispositive racional- moral de correccién (la policia) busca y precisa rediseftar esta loca naturaleza humana que aparentemente habita en los mapuches. 4, LA OTRA ESCENA 0 LOCURA ESPANOLA, CON GENIOS INCLUIDOS En la otra escena, la del reino de Espafia, con su cultura correccional racional- moral, la situacién se muestra con un conjunto de contradicciones sin resolver. Como muestra de estas contrariedades sin resoluci6n, vale la pena dar un vistazo y consig- nar algunos episodios destacados, para reconfigurar con mayor amplitud el encuen- tro de los reinos. Como dato curioso, el primer paciente psiquiatrico conocido en la historia de Chile fue don Luis Pinel, escribano espafiol, quien tras mucho esfuerzo habia reunido la cantidad de 3000 pesos en oro, con los cuales se disponia a volver a Espafia y de esa manera sacar de la pobreza a su mujer e hijas, sin embargo, se sabe que fue engafiado por don Pedro de Valdivia, quien le prometié que se iria pronto en un barco a Espafia y estando Pinel en los preparativos y en celebraciones, Valdivia plane6 y ordené el robo de su dinero tras lo cual no pudo volver a su reino. Después de esperanzas y desesperanzas, “este ciudadano se trastorn6 y finalmente se suicid6 en Chile (Laval, 1955; citado en Navarrete, 1994, p. 86). Probablemente la historia narrada por el historiador Diego de Rosales, muestre con la mayor elocuencia esta situacién de contradicciones sin resolucién, la que no difiere, sino que es incluso afin, a la misma locura araucana descrita poéticamente por Ercilla. Esta tiene como escenario la guerra de Arauco, en particular la batalla de Curalaba, en la cual, como ya se sefialé con antelacién, el vice-toqui Pelantaro derrota al gobernador Martin Garcia Ofiez de Loyola y provoca un duro revés al reino de Es- El nacimiento de la tocura en el reyno de Chite 339 pafia. Rosales dice que las sefiales de un destino tragico que se avecinaba se repetian en la vida del gobernador, el que: (..-) un dia que salié de la Imperial, a las tres de la tarde, hazia el poniente, estando el cielo despexado y el viento sereno, se vieron volar por los ayres. con mucho ruido una vandada muy grande de comexas y de otras aves noc- turnas que no suelen parecer de dia. Y no fue esto lo més, sino que derre- pente se aparecié una horrenda vision obscureciendo con unos espantosos hhumos la claridad del sol. Era una nube negra que hazia el movimiento en circulo como un remolino, moviéndose con gran velocidad y dando muchas vueltas. Partiése luego en dos partes y formé la una en el aire un escuadron de gente barbara, en que se veian hombres horribles con sus armas, pues- tos a punto de pelea. Y en la otra parte se formé un navio con todas sus. velas, xarcias y gente que navejaba en él por el ancho pielago del ayre. Y acometiendo en esquadron a los del navio pelearon por gran rato, haziendo sus acometimientos y viéndose manchas coloradas como de sangre, hasta que se vieron deshazer estos moustros, que ni los debemos tener por impo- sibles ni por nuevos, pues sabese ayer sucedido otros semexantes en varias partes, como lo refieren las historias, y en la de los Macabeos los cuenta la sagrada escritura (Rosales, 1878, p. 297-298). Casi como de un mal augurio, previamente presentado como destino al gobernador derrotado, la batalla fue un verdadero desastre para el reino de Espafia. Los textos es- critos luego del enfrentamiento sefialan que de los “setenta capitanes y soldados solo lograron escapar tres, aunque muy mal heridos, y dos o tres indios amigos” (Rosales, 1878, p. 301-302). Estas visiones desmesuradas, que se daban en medio de la circula. cién de una raz6n correccional, son mas comunes de lo que se piensa, generando un entredicho en esa delimitada distincién que se intentaba, precisamente, instalar tre la raz6n y la locura como la necesidad racional-moral de imposicién a la poblacion araucana. Mas adelante, pero en el mismo contexto de guerra y enfrentamiento, tam- bién se presentan los castigos a los que fueron sometidos mapuches y contendientes en general, sin moral que presente, en este caso, argumentos disuasivos para evitar la desmesura en la escena. La Real Audiencia de Chile, acerca de estos casos, en el siglo XVI escribe, con preocupacion, que: Los indios estan escandalizados (...) de los que mas escdndalo tienen con- cebido, son los de las provincias de Chile, por haberse usado con ellos mas crueldades y excesos que otros ningunos (...) quemando y encalandolos [con empalamientos], cortando pies y manos y narices y tetas, robandoles sus haciendas, estupréndoles sus mujeres e hijas [en violaciones y crimenes sexuales], poniéndolas en cadenas con cargas, quemandoles todos los pue- blos y casas, taléndoles las sementeras, de que les vino grande enfermedad, y murié grande suma de gente, de frio y mal pasar y de comer yerbas y raices, y de los que quedaron, de pura necesidad tomaron por costumbre de comerse unos a otros de hambre (...) (Uribe, 2001, p. 19-20). 340 Pablo Martinez Ferénder Frente a estas escenas, el reino de Espafia presentaba todo un conjunto de leyes que intentaban normar el buen trato a las poblaciones por ellos conquistadas o en Proceso de dominacién. El historiador Diego Barros Arana recuerda esta tendencia a los frecuentes enjuiciamientos, lo cual revelaria aparentemente una especie de resge- to por las formulas legales por parte de este reino, pero con muchas contrariedades, ya que expresaban “Un amor por la chicana forense, que ofrece el mas singular con. ‘traste con la violencia i la flegalidad de sus actos” (1873, p. 5). Es decir, independiente de las apariencias legales, de una especie de buen orden, existe una importante cuota de violencia como regla de poder; de poder lograr asen. tar una primacia cultural en base al poder de imposicién que, vistas estas elocuerces escenas, parezen contradictorias o aparentemente contradictorias con lo que se pr tende lograr en sentido racional y moral. Se trata de un pais que germina en medio de un bario de violencia y sangre entre los contendientes, en el mismo momento es que se intenta difundir una visién cristiana, racional-moral-correccional, para asen- tar la cultura occidental representada por el reino de Espafia. Con posterioridad, ya lograda y asentada la independencia del pats, en las primeras décadas del siglo XX, las hostilidades con el pueblo mapuche no terminaron, por el contrario, cada cierto tiempo arreciaban los combates entre chilenos criollos y mapuches. En un parte ofi- cial, publicado por el periddico El Faro del Bio-Bio (1833), se relata con detalles la guerra que se vive con los indios desde la perspectiva del gobierno, el cual se habia comprometido ante la ciudadanfa: (...) a resguardar la frontera contra las repetidas incursiones de los indios, ha mantenido en ella incesantemente una fuerza considerable, que por mu cho tiempo no ha conseguido mas que intimidar a estos barbaros enemigos, © cuando més disminuir el niimero de sus depredaciones y asesinatos sobre nosotros; sin que haya sido posible reducirlos a ninguna especie de conve- nio durable y seguro, fundado en los principios de la humanidad y de una convivencia recfproca. Su perfidia y ferocidad, por una parte, y las leyes comanes de la guerra por otra, han perturbado hasta ahora una actitud hostil que solo podia terminar, volviendo traicion por traicién, asesinato Por asesinato, robo por robo, sin respetar la fe de los tratados y mostran- dose inexorable a los clamores de la humanidad para no hortorizarse de la carniceria... (p. 1). En esta situaci6n, en esta lucha sorda que se prolonga con la misma acritud que tuvo desde los dias retratados por Ercilla y que se extiende a través de la colonia, las escenas se reiteran. Se vuelve comin la contradiccion sin solucién, se dice, por ejemplo que cuando “el blanco triunfa, se repite la conquista: beneficio para una casta, como en las factorias, con impunidad administrativa. A su vez, cuando triunia el indio, se repite el machitin: debilidad por sobrevalorizacién del triunfo, caos admi- nistrativo, falta de entereza moral, despilfarro maximo” (Subercaseaux, 1945, p.97). El nacimiento de ta locura en el reyno de Chile 341 Este vaivén de contienda continua, destacada por la prensa penquista®, al menos des- de el afio 1833, se modificara con la ocupacién por la fuerza del territorio mapuche, entre el aiio 1861 y el afio 1883, por el Estado y el ejército chileno, la que consolida, como imagen de mundo para los chilenos la escena racional-moral en cuestién, por supuesto no sin contradicciones y con la resistencia todavia presente y de tiempo en tiempo apremiante. Fl diario El Mercurio®, animando la accién el 24 de mayo del afio 1859, publicaba con rango editorial, que: No se concibe, efectivamente, cémo es que nuestros gobiernos, pasando por alto sobre la indisputable conveniencia de asegurar el territorio de Arauco y de someterle, a la accién inmediata de las leyes de la civilizacin, han consentido en que una tribu barbara e indomable, sorda a las predicciones del Evangelio e incapaz de plegarse a ningiin sentimiento noble, perma- nezea a la puerta misma de nuestros hogares, como una perenne amenaza contra la propiedad, la libertad y el orden. {Qué empresa ms gloriosa, que ocupacién mas digna para nuestro valiente ejército que la de estrechar y reducir a esos barbaros, en nombre de la civilizacién, afianzando para siem- pre la tranquilidad de nuestras provincias del Sur, y conquistando para el pais esos ricos y vastos territorios! Se trata de la violencia que quiere ser legitima. “La violencia que busca o trata de legitimarse. La violencia que se considera a si misma legitima” (Uribe, 2001, p. 49). 5. GENIO MALIGNO, LOCURA, PODER El relato presentado, acerca del requisito correccional, del tipo racional-moral occidental, tiene algo de conocido y repetido. Se debe recordar que con posterioridad ala publicacién de La Araucana de Excilla, René Descartes (2002) en sus Meditaciones Metafisicas publicadas originalmente en 1641, ya establece esta separacién de los reinos (de la razon y la locura) en el denominado “golpe de fuerza perpetrado con- tra la locura” (Foucault, 2016) el que se da por la dignidad del cogito y de la duda metédica que le acompafa, la cual, en la bisqueda del conocimiento verdadero, da cabida incluso a los equivocos de la percepcién sensible; o la dificultosa separacién entre el suefio y la vigilia (sobre todo cuando sofiamos) y a la no menos compleja diferenciaci6n entre el buen dios y el genio maligno (como duda hiperbélica total y desmesurada). Se establece también en este golpe de martillo, la distancia y la sepa- racién con la locura. Dicho en palabras de Descartes con (..-) mo s& qué locos cuyos cerebros ofusea un pertinaz vapor de tal ma- nera atrabiliario que aseveran en todo momento que son reyes, siendo en realidad pobres, o que estan vestidos de ptirpura, estando desnudos, o que ® Gentilicio para los habitantes de la ciudad de Concepcién. Diario con mayor circulacién en el pais. 342 Pablo Martinez Femdndes Henen una jarra en vez de cabeza, 0 que son unas ca‘abazas, o que estén creados de vidrio (2003, p.126). A Descartes, con su férmula: “j¥ qué!, son locos”, excluye a la locura del proceso meditativo mientras acepta el suefio y el error, hasta cuando este altimo es hiper: délico. ¥ esta exclusion no seria sino una decision que instaura la particion razr sinraz6n dentro de la experiencia filos6fica: seria, por lo tanto, su mismo nacimiento, en el sentido sefialado por Foucault (2016). Sobre la locura excluida y silenciada de esta forma, se va a fundamentar tanto el saber filos6fico modero como una de las imagenes dominante de la locura, como la de dos reinos opuestos y en disputa. Se debe adicionar, ademas, que este gesto filoséfico de exclusién de la locura es, para el mismo Foucault (2016), solidario del gran encierro, lo que termina configurando lo que podria denominarse la época de Descartes. Aquella de cuando los reinos se sepa: tan; y sobre uno de ellos cae la pena de la exclusion y el encierro obligatorios, cuando se considera necesario y posible. En este sentido, en Chile se disponia de toda una taxonomia acerca de los locos ¥ la locura, los cuales eran clasificados en tres tipos generales entre el siglo XVI y XVIII. Cada uno, ademas, asociado con medidas primarias de tratamiento. De este modo estaban los Turiosos, Deprimidos y Tranquilos. Los furiosos eran siempre conducidos a carceles, donde se les ‘amansaba’ con ayunos, palos y duchas frias; se les colocaba en el cepo, y si el ‘amansamiento’ no daba resultados, eran atados con una cadena corta, fija en la base de un muro. Las mujeres excitadas eran Uevadas a los conventos, donde existian calabozos especiales para su reclusion. Los deprimidos eran asistidos en su propio domicilio y se les aislaba en una habitacion totalmente separada del resto de la familia y ocultos a sus relaciones. Los tranquilos, que no constituian un peligro social, alternaban normalmente con su familia y vecinos (Navarrete, 1994, p. 84-85). Llamativos eran también los tratamientos disponibles, en estos siglos, para enfer- medades consideradas de tipo mental: 1. Para toda suerte de paralisis: aceite fisiolégico, agua de la reina, castéreo. 2. Para la ‘pasi6n histérica’: agua de la reina, amalgama jovial, rafz de angélica, antihéctico de poterio, cuemno de ciervo, corteza de raiz de dictamo blanco, taiz y polvos de genciana, balsamo antihistérico, espiritu de hollin de las chi. meneas, laudano, raiz de peonia, raiz de serpentaria. 3. Para la psicosis maniaca: raiz o semillas de cucurbitacea brionia, tartaro emé- tico, tartrato de potasa y antimonio. 4. Fara las psicosis depresivas: polvo de piedras preciosas (piedra de granada, rubies, topacio, zafiros). 5. Fara la epilepsia: castéreo, cerezas negras, asta de ciervo, créneo humano pul- verizado, ufia de la gran bestia, raiz de dorénico humano, erjundia y carne de I ESE j E TT SE El nacimiento de la locura en el reyno de Chile 343 céndor, hojas de naranjo, polvos de estiércol de pavo real, esmeralda, polvos epilépticos cefélicos de Michaelis, polvos de unicornio (6rix) (Navarrete, 1994, p. 89-91). Leyendo el recetario, no deja de resonar las palabras de Foucault (1995) sobre el horéscopo chino relatado por Borges, con esa carencia de familiaridad, trastornando, inquietando, provocado una larga vacilacién en la practica milenaria de la distinci6n, de la precision y exactitud para diferenciar, para distribuir las palabras y las cosas a través de sus similitudes y diferencias, ya que, desde la soberania de la raz6n (y la moral entrelazada con ella), no se puede suponer, ni aun.con el pensamiento, que se est loco, “pues la locura justamente es condicién de imposibilidad del pensamiento” (Foucault, 2016, p. 77). La duda de Descartes en esta condicién, corrige liberando los sentidos de encantamientos, “atraviesa los paisajes del suefio, guiada siempre por la luz de las cosas ciertas; pero destierra la locura en nombre del que duda, y que ya no puede desvariar, como no puede dejar de pensar y dejar de ser” (Foucault, 2016, p. 79). En este sentido “la locura es la ausencia de obra” (Foucault citado en Derrida, 1989, p.76). Y si seguimos el golpe cartesiano y la correccién que demanda, entonces la locura es “efectivamente por esencia y en general el silencio, la palabra cortada” (Derrida, 1989, p. 77), en beneficio supuesto del reino de la raz6n y de la moral. De este modo Descartes, aunque también Foucault al destacar y remarcar ge- nealégicamente sus supuestos, consigue constituir un sujeto que es sujeto dudante al mismo tiempo que es sujeto razonable. Este acontecimiento por el cual el sujeto se transforma en sujeto dudante y sujeto legitimado para la verdad (razonable), es po- sible por la exclusién radical de la locura del espacio social y cultural racional-moral que intenta imponerse. El sujeto que se enfrenta a la hipotesis del genio maligno es un sujeto no-loco, un sujeto que se enfrenta al genio maligno con su racionalidad y moralidad, sabiéndose duefio de la capacidad de distinguir entre el mal genio y el buen Dios. Pues el genio no es mas que una ficcién encaminada a producir la tiltima transformaci6n del sujeto dudante y racional en cogito, cosa que el pueblo Araucano no podria en ese entonces, ya que no es capaz de distinguir cuando Epunamuin, su propio genio maligno, los esta embaucando. A diferencia de ellos, en el caso del golpe de fuerza cartesiano, el cogito ya esta anticipado en el mismo momento en que la hipStesis del genio es lanzada por un sujeto duefio de su propia capacidad duditativa hipertrofiada. Soberano, por decirlo asi, de su ratio, diferente del loco y de su reino, de la locura misma. Sin embargo, y esta es una diferencia con el modo anterior de referirse a la rela- cién de la raz6n con la locura, se debe recordar que ya en la Grecia de Socrates, existia una conmocién entre los filésofos por este debate. En el didlogo £l Banquete se mani- fiesta ejemplarmente con el giro que produce Alcibiades al Uegar al coloquio filoséfico y seflalar que Sécrates, el filésofo por antonomasia, era “un hybristés” (Platén, 2000, p. 215b), un desmesurado, excesivo, lujurioso, insolente, Un hombre que, muestra de su desmesura, practica una légica consistente en sus didlogos, siendo él por contraste y al mismo tiempo un ser alejado en general de la raz6n, segin el mismo Alcibiades. En este caso, la locura no es un reino sin obra, sin palabra ni escritura, frente a ese otro reino que la distinque, codifica y encierra hasta establecer una diferencia casi 344 Pablo Martine Ferma muda entre unos y otros, entre cuerdos y locos. 0, considerando los mismos a mentos presentados en el Banquete, se podria pensar que es posible también, no se trate de dos reinos enfrentados en el comienzo genealégico de dicha hist hasta el enclaustramiento de uno de ellos, el de la locura que carece de obra, po otzo que si posee una obra fundamentada en aquello que genéricamente se pti denominar raz6n(es), como la escena propuesta por La Araucana en pleno s XVI, o en las meditaciones cartesianas setenta y dos afios después, en un occides decididamente cristiano, sino que, mas bien, si existe una obra esta est dada por'a hybristés, la loca desmesura que, en este caso, no se opone al logos, como simil de la raz6n; en este otro sentido no son reinos enfrentados. Después de todo “el io no se equivoca siempre y en todo; no se equivoca suficientemente, no esta jama lo bastante loco para oponerse en su totalidad a otro que esta totalmente cuerdo" (Derrida, 1989, p 73). De este modo, el hombre, como cumplimiento de la raz afirmacién de la soberania del sujeto, capaz de lo verdadero, es la imposibilid: de la locura, y ciertamente a los hombres les puede ocurrir que se vuelvan loco: pero el hombre mismo, el sujeto en el hombre, no podria estarlo, porque el ello juega su propia condicién, para un beneficio supuesto de la civilizacion cristiana occidental y el avance de su obra. 6. CONCLUSION En esta otra imagen, que marca diferencias con la anterior, los reinos en realidad no estén separados, no son reinos, sino que son escenas que se presentan en la obra_ general desmesurada, como lo es la vida humana misma. Escenas que, a pesar dela insistente maniobra de dominio de una de ellas, la racional/moral, con la permanente actitud hegemonizadora sobre la obra general, no ha podido lograr aquiétar la resis- tencia, propia de la diversidad. El mismo Ercilla (2005) lo nota y pone de manifiesto cuando dice que: ¥ éstos que guardan orden algo estrecha no tienen ley ni Dios ni que hay pecados, mas s6lo aquel vivir les aprovecha de ser por sabios hombres reputados; pero la espada, lanza, el arco y flecha tienen por mejor ciencia otros soldados, Giciendo que el agiiero alegre o triste en la fuerza y el dnimo consiste'® (p.92, 93). %© Las itdlicas y las negritas son nuestras. HL nacimiento de la locura en el reyno de Chile 345 7. BIBLIOGRAFIA Bartos Arana, D. (1873). Pedro de Valdivia i otros documentos concernientes a este conquistador. Imprenta Nacional. Cabrero, L. (1992). Complejidad religiosa y cosmogénica del pueblo araucano. Revista Lo- 2s. Anaies del Seminario de Metafisica N° Extra Homenaje a Sergio Rabade, 3, 783-790. https://dx.doi.org/10.5209/ASEM Campos Harriet, F. (1974). Leyendas y tradiciones penquistas. Orbe. Cervantes, M. de (2015). Don Quijote de la Mancha. Alfaguara. (Original publicatio en 1605) Descartes, R. (2002). Meditaciones Metafisicas. Planeta. (original publicado en 1641). Derrida, J. (1989). Cogito e historia de la locura. En La escritura y la diferencia (47-89). Anthropos. Diario El Mercurio (1859). £1 Mercurio. Valparaiso Chile (24 de mayo) p. 2. ELFaro del Bio-Bio (1833). Nameros 2, p 1. https://tinyurl.com/yatbwal3 Excilla y Zifiga, A. (2005). La Araucana. Catedra. Ferrer, P. (1904). Historia General de la Medicina en Chile. Imprenta Talea. Foucault, M. (2016). Historia de la locura en la época clasica I. FCE. ~ (1995). Las Palabras y las cosas. Siglo XXI. Gongora, A. de (1862). Historia de Chile desde la conquista hasta el afio 1575. Imprenta el Ferrocarril. Gonzalez de Najera (1971). Desengaiio y reparo de la guerra del reino de Chile, Editorial Andrés Bello. Laval, E. (1935). Hospitales fundados en Chile durante la colonia. Imprenta Universitaria. Molina, J. I. (1795). Compendio de la historia civil del Reyno de Chile IZ. Sancha. Navarrete, A. (1994). Historia de la Psiquiatria Penquista. Tesis Universidad de Concepcién. Olivares, M. de (1804). Historia Militar, civil y sagrada de Chile. Coleccién de Historiadores de Chile y documentos relativos a ta historia nacional. Biblioteca Nacional. Orellana, M. (1988). La crénica de Gerénimo de Bibar y la conquista de Chile. Universitaria. Patén (2000). £1 Banquete. Gredos. (Originalmente publicado 370 A.C.) _ Rosales, D. de (1878). Historia de General del Reyno de Chile, Flandes Indiano Tomo II. Imprenta del Mercurio. Subercaseaux, B. (1945). Reportaje a mf mismo. Zig-Zag. "Valdivia, P. de (1960). Cartas en Cronicas del Reino de Chile. Edicién de F Esteve, Biblioteca de | ‘Autores Espavioles. Atlas. | Uribe, A. (2002). El fantasma de la sinrazén. Be-uve-drais editores.

También podría gustarte