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Internacional.
Resumen:
El artículo analiza el impacto de la ordenación territorial en las comunidades indígenas Pemón, del
Municipio Gran Sabana del Estado Bolívar-Venezuela. A partir de un análisis crítico de la Ley de
Ordenación del Territorio y las propuestas de su modificación para impulsar la construcción de un nuevo
modelo geopolítico hacia una “geografía socialista”, así como, el resultado de las experiencias
etnográficas derivadas de mi trabajo de campo entre el 2007- 2010, se concluye en la persistencia de
conflictos sociales entre los agentes involucrados por la administración de un territorio que ha
mantenido un largo proceso de resistencia indígena.
Palabras clave:
Indígenas Pemón, ordenación del territorio, Nueva.
Abstract:
This article analyzes the impact of territorial ordination on Pemón indigenous communities of Gran
Sabana Municipality on Bolivar State-Venezuela. Starting with a critical analysis of the Territorial
Ordination Law and the proposes for their modifications in order to promote the building of a new
geopolitical model toward a “socialist geography”, as well as the results of my field experience between
2007-2010, I conclude that even now exist social conflicts between the administrators of territory and the
Pemón indigenous who maintains a long process of indigenous resistance.
Keywords:
Indigenous Pemón, Gran Sabana Municipality, New.
En ese sentido, el tema de la Ordenación del Territorio apa- rece en la palestra pública no
solamente como un instrumento para ejercer el control sociopolítico del espacio, ejercido prin-
cipalmente por el Estado, inscribiéndose en los sistemas eco- nómicos-ideológicos en diversos
niveles y escalas, sino que se convierten en mecanismos de inventario-administración de los
recursos por parte de determinados sectores y grupos de poder, provocando una serie de
conflictos sociales, especialmente con los sujetos, objeto de esos instrumentos de planificación.
Para explicar este fenómeno, se describe y analiza el impacto de la política de Ordenación del
Territorio en Venezuela en comunidades indígenas Pemón, ubicadas en el Municipio Gran
Sabana, estado Bolívar. Sin embargo, aclaro algunas premisas, tales como: a- la ordenación del
territorio es una política de Estado y una estrategia de poder, cuyo objetivo, según el enfoque
ideológico es, b- preservar la unidad territorial nacional, el aprovechamiento “racional” de los
recursos naturales y la localización pertinente de las actividades antrópicas, y según los
requerimientos del sistema económico globalizado e interconectado, puede, c- generar
contradicciones internas en la operatividad de los distintos instrumentos de planificación,
particularmente si éstos no respetan los diversos niveles de participación de la población,
pluricultural y multiétnica, según lo reconoce el preámbulo de la Constitución de la República
Bolivariana de Venezuela, aprobada en 1999.
En ese sentido, la ordenación del territorio como gestión pública, obedece a varios niveles
sectoriales y plurisectoriales, al mismo tiempo, su formulación actual en Venezuela, responde a
un nuevo modelo político con el fin de construir una “Nueva Geometría de Poder”, la cual
derivará en un “Estado Comunal”. Dicha política sectorial, delegada a varias instituciones del
Esta- do, tenía una Secretaría Técnica que recaía en el Ministerio del Poder Popular para el
Ambiente1, hoy denominado Ministerio del Poder Popular para el Ecosocialismo y Aguas.
2. METODOLOGÍA
De este modo, se aplicó la siguiente metodología: 1- Visitas de campo con el fin de realizar la
identificación y la caracterización sociocultural de las comunidades indígenas del Municipio
Gran Sabana. Estas visitas fueron realizadas en cortos período, entre el 2007-2010, y se inscribía
en uno de los objetivos del pro- yecto realizado por el Ministerio del Poder Popular para el Am-
biente bajo la Dirección Estadal Ambiental Bolívar, denominado:
Este artículo se divide en tres partes, en la primera se abordan algunos aspectos relevantes y
los diversos enfoques de la Ordenación Territorial en Venezuela, en la segunda parte se analiza
esta política y su impacto en comunidades indígenas Pemón del Municipio Gran Sabana, y en la
tercera parte, se realizan algunas conclusiones.
3. LAORDENACIÓN DELTERRITORIO EN VENEZUELA: ASPECTOS RELEVANTES
Por lo tanto, surge en 1960 la Corporación Venezolana de Guayana (CVG) a la que el gobierno
le atribuyó amplias funciones y determinados poderes sobre un territorio con connotaciones
particulares, especialmente en la contribución a la organización, planificación y funcionamiento
de los servicios públicos. En su operatividad, Alegrett (1989) menciona la enajenación de tierras
baldías y fundos rústicos pertenecientes al Instituto Agrario Nacional (IAN) así como otros
espacios que fueron adquiridos por medio del rescate de tierras como resultado de los
enriquecimientos ilícitos.
En la década del 70’, como resultado de la aplicación de los contenidos de la Cumbre Mundial
de la Tierra, celebrada en Estocolmo en 1972, el gobierno nacional incorporó algunos
elementos de vital importancia que versaban sobre la conservación de los recursos naturales.
Al mismo tiempo, ante esta coyuntura Krzywicka (2011) y Angosto (2008) señalan que las
organizaciones indígenas empezaron su lucha para ser visibilizados y reconocidos como actores
sociales por el Estado, por consiguiente, surgió la Federación Indígena del estado Bolívar (FIEB)
en 1973. Ahora bien, como resultado de la Cumbre, el gobierno venezolano promulgó la Ley
Orgánica del Ambiente (1976) modificada en el 2006 y, la Ley de Administración Central, ambas
contribuyeron en su recorrido en el diseño de políticas públicas y sus mecanismos para la
gestión ambiental y el desarrollo sostenible.
En 1983 se promulgó la Ley Orgánica para la Ordenación del Territorio, permitiendo integrar
el proceso de ordenación del territorio con las estrategias de desarrollo, es decir, regular y
localizar las actividades socioeconómicas respecto a las condiciones físico-espaciales para la
explotación y uso “racional” de los recursos naturales, incorporando la protección-valorización
del “medio ambiente”, sus capacidades de autorregulación, condiciones específicas y las
limitaciones ecológicas.
En ese sentido, Salas y Sulbarán (2011) y Estaba (2000)reconocen que se abordaba el tema de
la conservación de los recursos naturales a partir del diseño de los programas y los planes
sectoriales de ordenación territorial, incorporándose a la planificación, la definición de las
competencias administrativas institucionales para su aplicación y ejecución, apoyadas en la
descentralización. No obstante, la agudización de los conflictos sociales durante las décadas de
los 80’ y 90’, como resultado de la adopción de las medidas económicas neoliberales impuestas
por los organismos multilaterales de financiamiento, afectó en gran medida la gestión
ambiental (articulada a la planificación para el desarrollo) la cual tomaba un nuevo rumbo hacia
la adopción de las medidas de la Cumbre de Río 92 (Agenda 21) y la Cumbre de Desarrollo
Social en 1995. La primera, menciona Svirsky (2001) fue aprobada por 180 países, cuya
relevancia era lograr el desarrollo sostenible a través de la participación ciudadana (calidad de
vida y preservación de los recursos) mediante la elaboración de un diagnostico amplio y
completo de la situación ambiental que se recopiló en un documento de 40 capítulos y, la
segunda, recomendaba y orientaba a los países que la suscribieron, aplicar esas políticas
mediante la inclusión y la justicia social.
Para Salas y Sulbarán (2011) y Rojas y Pulido (2009) al gunas estrategias territoriales recientes
retomaron algunos aspectos del Plan de la Nación de 1998, introduciendo nuevamente la
problemática sobre el “equilibrio y control territorial”, argumentando que dichos intentos para
reformar la Ley Orgánica para la Ordenación del Territorio (1983) fueron infructuosos, pues al
incorporar en sus fundamentos teóricos, técnicos y políticos, la creación de nuevas unidades
territoriales3 para la consolidación de las cadenas productivas ya existentes, se radicaliza el
enfoque del equilibrio territorial hacia una visión de subsidiaridad y de descentralización-
desconcentrada. En efecto, se trató de reorientar la ordenación del territorio, más como una
“estrategia política” y no como un “instrumento técnico”, para que corrigiera las desigualdades y
la distribución del poder-riqueza mediante la creación de una estructura paralela a la existente,
pero fue difícil de administrar y este hecho culminó, con la fusión del ente ministerial.
Actualmente, sin una propuesta clara, las nuevas unidades geopolíticas aparecen como parte
de un “tejido” que se engranarían a un “Estado Comunal”, las cuales no tienen una expresión
territorial que se integren a un marco legal definido.
En efecto, las nuevas unidades territoriales constituidas por los Consejos Comunales y las
Comunas, se impusieron como parte del proyecto político del “Socialismo Bolivariano”. Estas
figuras son consideradas como “unidades geopolíticas” de pequeña escala, cuya esencia política
de carácter popular, presentan características fundamentales, entre las cuales se incluye: el
manejo-control de un micro-territorio construido social e históricamente, en dónde los
individuos que la integran participan como “autogobierno”, cuyos representantes son electos,
pudiendo ser revocados de acuerdo a su actuación.
Ahora bien, para que dichas unidades perduren en el tiempo, primero se debe fortalecer la
gestión del “Poder Popular”4 , mediante la participación directa de la población. En segundo
lugar, evitar que dichas unidades sean manipuladas por sectores do minantes, los cuales
podrían desmovilizar a sus integrantes para que pierdan su esencia política hacia un proceso de
autogestión. Según algunos estudios elaborados por Brewer Carías (2011), Machado (2009) y
García Guadilla (2008), algunos Consejos Comunales se estaban convirtiendo en instancias
partidistas en vez de espacios de participación y discusión política, lo que conllevó a fortalecer
la red clientelar y facilitar el posicionamiento político de algunos de sus voceros/voceras en la
obtención de los cargos públicos dentro de los municipios. No obstante, también se generaron
experiencias positivas que aún perduran, ya que la toma de conciencia de los miembros que
integran el poder popular, se aprovecharon legalmente de las distintas instancias del poder
constituido, con el fin de tomar sus propias decisiones sobre los bienes públicos, señalado por
Alayón Montserrat (2009).
Para Brewer Carías (2011), González Marregot (2010) y Hernández (2009), la imposición de la
figura de la Comuna, no tiene asidero político en la estructura de los poderes pre-establecidos
por la Constitución, e independientemente de que se ha pretendido legalizar por la Ley
Habilitante y otros proyectos de Ley, persiste la ambigüedad del término como concepto
político. Por lo tanto, no se definen bien sus características funcionales, las cuales estarían
supeditadas al manejo de los recursos aprobados por el Ejecutivo Nacional, que distribuido
luego al Consejo Federal de Gobierno (creado en el 2010) son transferidos a los estados y
municipios.
Como resultado de ello, puede persistir una contradicción cuando dicho término se articula al
concepto de “autogobierno comunal”, ya que en los municipios en dónde estas unidades
geopolíticas se enclavan, tendrían un poder limitado (igualmente los municipios, que compiten
con éstos en la obtención de recursos) impidiendo la sostenibilidad de las estructuras
intermedias en la distribución del poder.
Si bien, esta visión de la “Nueva Geometría del Poder” esboza una división político-territorial
que parte de una vieja concepción de “comuna”, con elementos no tanto novedosos en el
contexto de la ordenación territorial; sus alcances políticos y su concomitante distribución del
poder, aún están siendo analizados en diversos espacios en la dinámica socio-demográfica del
país. Se obvia un hecho importante, y es que esa distribución del poder expresada como
relaciones desiguales y de inequidad en el territorio, han respondido a factores de carácter
sociocultural e histórico y, por lo tanto, la construcción del Estado Comunal, expresada en la
ordenación del territorio, sigue siendo observada bajo modelos funcionales y estructurales de
oposición, expresadas en la relación norte-sur del país; centro-periferia (distribución de
recursos por el juego de la centralización y descentralización), rural vs urbano, y actualmente se
incorpora la visión indígena sobre sus territorios, la cual es reacomodada simbólicamente como
“Comuna” en el discurso político, pero negada consecutivamente por los gobiernos de turno,
como una expresión libre de autogobierno. Veamos ese fenómeno a continuación, tomando
como ejemplo a las comunidades indígenas del Municipio Gran Sabana.
El Estado Bolívar, cuya superficie comprende el 26% del territorio nacional, está compuesto
por 11 municipios y, según la Ley de Aguas (2007) se divide en 3 cuencas hidrográficas (Cuyuni,
Caroní y Caura). Según Allais (2004) el Estado Bolívar cuenta con el 3.7% (50.361 indígenas) de la
población total nacional, alcanzando ésta última los 534.816 habitantes para el 2001. El INE
(2013) afirma que hubo un aumento de la población indígena nacional a 725.141, de la cual el
7,54% representa al estado Bolívar. En dicha entidad, la población indígena está conformada
por 17 pueblos de diversa filiación lingüística (Akawayo, Arawako, Kurripako, Eñepa Huottöja
(Piaroa), Jivi, Joti (Hoti),Kariñas, Mapoyo (Wanai), Makushi, Pemón, Piapoco, Sanema,Sape,
Shiriana-Uruak, Warao y Ye’kwana), siendo los de mayorpoblación: los Kariñas (4,7% -2011) y los
que unen a los subgruposPemón (4,2% -2011). Ambos pueblos, en el censo del 2001,tienen un
porcentaje alto de población en áreas urbanas, el 40.8%para los primeros y el 32.7% para los
segundos. En general, existen397 comunidades indígenas en el Estado Bolívar, según
datosaportados por el Despacho del Viceministro del Poder PopularIndígena del Territorio
Comunal de Valles, Sabanas y Tepuyes del(MPPPI 2010) de las cuales, 134 se concentran en el
MunicipioGran Sabana.
El Municipio Gran Sabana se localiza en la cuenca alta del río Caroní y fue creado en 1995,
cuya capital es Santa Elena de Uairén (antigua capital del Municipio Urdaneta en 1945). Este
municipio limita al norte con los municipios Sifontes y Piar, al Este con el Esequibo y la
República Federativa de Brasil, al Oeste con el Municipio Angostura y al Sur con la República
Federativa de Brasil. La división del Municipio Gran Sabana, según el INE (2001) la comprende
dos parroquias con una población indígena de 16.134 habitantes. Los asentamientos mixtos
(indígenas y no indígenas) como Santa Elena de Uairén (8.539 habitantes), Ikabarú (537
habitantes), El Paují (223 habitantes) y no indígenas dispersos (178 habitantes), reúnen 9.299
habitantes. El total de la población para ese año era de 25.611 habitantes.
Las poblaciones que concentran más de 500 habitantes, según el INE (2001) son: Manakkrü
(1.341), Canaima (890), Kavanayén (845), Kumarakapay ó San Francisco de Yuruaní (727),
Maurak (739), Waramasen (636) y Kamarata (605); todas ellas localizadas en la cuenca alta y
media del río Caroní. El resto de las comunidades se caracterizan por presentar una alta
dispersión espacial y baja densidad poblacional, y el 55% lo constituyen comunidades con
menos de 50 habitantes.
Las Áreas Bajo Régimen de Administración Especial (ABRAE) en este municipio comprenden
una superficie de 10.786.442 ha, las cuales se identifican en el (Cuadro 1). Las solicitudes de
demarcación de hábitat y tierras indígenas5, comprenden una superficie de más de 7.000.000
ha. La gran mayoría de ellas, tienen limitaciones de uso por la presencia de las ABRAE.
Cuadro 1.
Áreas Bajo Régimen de Administración Especial en el Municipio Gran Sabana. Fuente:
sigot.geoportalsb.gob.ve/abrae_web/index
La mayoría de los pueblos indígenas ejercen sus prácticas culturales en extensos territorios
(ricos en recursos potenciales mineros-forestales y energéticos) y, otras, en los espacios
adyacentes a las fronteras. No obstante, estudios demográficos realizados por Allais (2004)
indican una tendencia a los modos de vida urbanos y al urbanismo. En efecto, dicha tendencia
podría constituir un elemento de análisis significativo en los enfoques y estudios sobre la
territorialidad indígena y las consecuencias futuras producto de estos cambios, los cuales son
reseñados por Martens (2011) en un estudio sobre la identidad cultural y el desarrollo en las
comunidades indígenas del Estado Bolívar.
Las tierras y los hábitats indígenas (territorio), entendiéndose como el conjunto de elementos
físicos, químicos, biológicos y socioculturales que constituyen sus entornos en los que las
poblaciones se desenvuelven y permiten el desarrollo de sus formas tradicionales de vida
(LOPCI 2005), están siendo sometidos a factores de carácter exógeno (modelos de desarrollo) y
a factores endógenos (cambio cultural), producto del proceso de aculturación.
Para Medina Bastidas et al (2006) la territorialidad sectorizada Pemón fue creada para
orientar la política de reconocimiento y redistribución de poder del Estado venezolano hacia sus
realidades socioculturales. De esta forma, se reconocían los criterios para la zonificación
espacial similar a los municipios, cuya dinámica articuladora se inscribió en el funcionamiento
de las Capitanías Generales y, unidas a éstas, las Capitanías Comunitarias. De allí, la Federación
Indígena del Estado Bolívar, promovió la sectorización del territorio Pemón en ocho (8) sectores,
los cuales son: sector I La Paragua, Sector II Kamarata-Kanaimo; Sector III Urimán; Sector IV
Kuyuní; Sector V-Kavanayén; Sector VI- Santa Elena de Uairén; VII-Ikabarú y Sector VIII-Wonkén;
al mismo tiempo, se empezaron a organizar las comunidades indígenas con sus respectivos
estatutos de convivencia. Es decir, los indígenas inmersos en estos programas de desarrollo
dirigidos como políticas públicas de los gobiernos de turno, adecuaron una práctica legal para
incluirse y participar de algún modo en el rol político-administrativo estatal, tal como lo señala
Silviano Castro (indígena del Municipio Gran Sabana):
Entonces nuestra propuesta estaba como una enmienda constitucional tiene que ser así,
así, hasta nosotros queríamos ser parte de la división política territorial, como se dividen
estado, municipio, entonces en esa división que fue reconocido como territorio indígena.
(Silviano Castro, 2009)
Por lo tanto, este proceso complejo de la ordenación territorial que generaba contradicciones
legales al tratar de equiparar comunidades indígenas y comunidades urbanas en una misma
realidad socioespacial, se articulaba también a las directrices de índole ideológico, que visibilizó
las relaciones de poder, expresadas como discurso y acción política de los representantes del
Estado. La Ordenación del Territorio en el Art. 2 de la Ley Orgánica para la Ordenación del
Territorio (1983) se entiende como:
Para impulsar el “desarrollo integral” propuesto por el Estado, éste requiere la elaboración de
varios instrumentos de planificación de índole jerarquizado: Plan Nacional de Ordenación del
Territorio (PNOT) que incluyen las Áreas Bajo Régimen de Administración Especial (ABRAE) y los
Planes Sectoriales; luego le siguen en la escala, los Planes Regionales, los Planes Estadales y los
Planes de Ordenación Urbanística. A ello se le suman las unidades ya mencionadas (Consejos
Comunales, Comunas, Distritos Motores, entre otras) las cuales están contenidas en el Segundo
Plan Socialista 2013-2019, pero no aparecen descritas en la Constitución, pues surgen como el
resultado de la nueva coyuntura política.
De este modo, no se definen con claridad las competencias en las delimitaciones entre las
diversas unidades territoriales, incluyendo a las superpuestas en las tierras y hábitat indígenas,
las cuales no aparecen en la Ley Orgánica para la Ordenación del Territorio de 1983 y se
encuentran, por lo tanto, subordinadas a las ABRAE. Además, la ejecución de los controles de
dichos planes que le correspondía al Ministerio del Poder Popular para el Ambiente y a las
gobernaciones, el primero, al ser fusionado con el Ministerio del Poder Popular para el Hábitat y
la Vivienda (hoy Ecosocialismo y Agua) relajaba las permisiones referidas a determinadas áreas,
perjudicando aún más a los territorios indígenas (ocupado por terceros) y obviaba un
componente esencial en la elaboración de estos planes: las consultas públicas. Y referente a la
participación de las gobernaciones apegadas a las directrices políticas del Ejecutivo, éstas
mantenían cierta discrecionalidad apegada a las “opiniones” del primer ente, creando un círculo
vicioso que afectaba la continuidad de los planes de ordenación.
La adjudicación de tierras a las comunidades indígenas en la década del 70’ y 90’, tenía como
objetivo la asimilación de los indígenas a una política de desarrollo agrario. Actualmente, dicha
política de desarrollo-ordenación está condicionada por el crecimiento demográfico y los
intereses económicos derivados por la interdependencia a los mercados locales, regionales e
internacionales (Santa Elena de Uairén-Boa Vista en Brasil).
Por un lado, algunas comunidades indígenas como Manak krü, Waramasén y Maurak,
incorporaron y adoptaron otros elementos culturales en la diversificación de las actividades
productivas (minería no metálica, comercio y turismo) las cuales estaban fortaleciendo el sector
terciario en detrimento del sector primario relacionado con la producción y la explotación de
materia prima. Se pretendía, por lo tanto, conformar un Distrito Motor entre Santa Elena de
Uairén e Ikabarú con el fin de dinamizar el turismo y la especialización agroecológica, al mismo
tiempo, se estaba promoviendo el fortalecimiento del intercambio comercial y la circulación de
los principales productos exportados por Brasil. Los productos, según datos de
SISCOMEX/Brasil (2008) estarían conformados por: alimentos, repuestos para camiones,
automóviles, maquinarias y telefonía celular. Esta integración económica-comercial podría
generar impactos no sólo en los hábitats indígenas, sino en las prácticas ancestrales de
producción de alimentos (conucos) siendo desplazada por una incipiente ganadería.
Por otro lado, la superposición entre las diversas unidades espaciales, cuyos instrumentos de
planificación y de gestión territorial entraban en contradicción, crearon conflictos sociales por
su dimensión-escala sobre los usos valorados de las tierras adjudicadas a la población indígena,
la cual se integrada y se consideraba como espacios de índole productivo de las áreas de
expansión de las ciudades emergentes. Éstas últimas, compuestas por una población
multiétnica y pluricultural que se mezclaba y conglomeraba, a veces, en la periferia de los
centros urbanos o en otras áreas vulnerables (sin servicios) participaba en el sector terciario o
primario, prestando servicios ya sea como profesionales en determinados campos de actuación
(educación, salud) o bien como personal no cualificado en numerosas actividades productivas
(obreros, comerciantes, agricultores, entre otras).
Este aspecto es relevante, ya que en los centros poblados de distinto orden, particularmente
localizados en el Municipio Gran Sabana, no hubo una proyección que previera las
consecuencias del encuentro de poblaciones diferenciadas jurídicamente por la identidad
étnica que imbricados en amplias relaciones de poder, cuyos espacios eran objeto de disputas
legales. Además, aún no existe una especificidad en el caso de regular los usos de estos
espacios con características similares en el marco de las actividades productivas y/o
urbanísticas, los cuales, en casos de tierras indígenas superpuestas a una poligonal urbana o
viceversa, hace prevalecer el uso colectivo tanto para la población urbana indígena como para
la no indígena, cuya base legal forma parte del concepto de “propiedad social”.
En efecto, la adjudicación de tierras a comunidades indígenas estaba orientada por sus usos,
particularmente agrícolas, las cuales cambiaban en el tiempo como resultado del hibridismo
cultural impulsado por la política de desarrollo nacional y, presentaba características
funcionales a causa de una dinámica urbana y una planificación distinta a la original. En ello, el
Plan Nacional de Ordenación del Territorio sólo ha contemplado los Planes de Ordenación
Urbanística (no incluyen los planes de vida de las comunidades indígenas) y contienen objetivos,
tales como: la definición y organización de los usos del suelo; la determinación de los elementos
ambientales y, sobre todo, la delimitación dentro del área urbana (zonas de expansión de las
ciudades) que en el Municipio Gran Sabana, sólo se limitaría a la poligonal urbana de Santa
Elena de Uairén, que corresponde 5.000 hectáreas, sin ejidos.
Además, en el caso del Municipio Gran Sabana, existen algunas áreas ocupadas por foráneos-
extranjeros (brasileños) y foráneos-nacionales dentro de la poligonal urbana, las cuales
consisten en asentamientos con características de barrios populares urbanos, denominados
“Ezequiel Zamora” y “Andrés Bello”, reservándose por el Art. 31, de la Ley Especial de
Regularización Integral de la Tenencia de la Tierra de los Asentamientos Urbanos Populares
(2006) las tierras públicas para vocación agrícola, áreas naturales protegidas o de
administración especial, tierras ocupadas y demarcadas por comunidades y pueblos indígenas,
zonas de riesgo y cualquiera otra.
Esto implica una limitante para la expansión de estos urbanismos ya que los hábitats y tierras
demarcadas por las propias comunidades indígenas exigía un “saneamiento” (exclusión de
terceros) el cual representa casi la totalidad del Municipio Gran Sabana (excepto ciertos
sectores localizados dentro de la poligonal urbana de Santa Elena). Por lo tanto, esta situación
constituye uno de los aspectos de inflexión entre los agentes involucrados en el desarrollo de
determinados proyectos de carácter nacional y regional, especialmente turísticos, los cuales si
bien se beneficiaban de un colectivo étnico y culturalmente diverso, son considerados como
una amenaza para los territorios indígenas y, para el Estado, un gasto innecesario al tener que
pagar bienhechurías.
Actualmente, los proyectos de reforma de la Ley Orgánica para la Ordenación del Territorio
presentados en la Asamblea Nacional desde el 2002, incluyeron elementos novedosos de la
participación popular en los planes de ordenamiento territorial. Sin embargo, dicha
participación puede interpretarse como la incorporación de “la cultura” de los pueblos (Segundo
Plan Socialista, 2013-2019: 13) mediante una planificación centralizada con el fin de proponer la
creación de un Estado Comunal para: “(…) la integración territorial y la soberanía nacional, a
través del desarrollo equilibrado de las regiones, impulsando actividades económicas que
generen efectos de atracción e incentivos para reforzar el asentamiento poblacional en un
subsistema de comunas, procurando con ello una distribución de la población cónsona con la
utilización de las capacidades productivas del territorio”.
En ese sentido, dicho Plan somete las interacciones comunales indígenas a un proyecto
político e ideológico, que limita sus organizaciones y su participación política, para dar
continuidad a una política de desarrollo estratégico en sus tierras. Un ejemplo de ello, es que la
actual Ley Orgánica de los Consejos Comunales (2009) señala en el Art.11 que la elección de los
voceros/voceras de los Consejos Comunales Indígenas, se hará según lo previsto a dicha Ley,
contradiciendo lo estipulado por la LOPCI en materia del reconocimiento de sus liderazgos.
Esta situación tiene varias consecuencias, las cuales están siendo analizadas por los
antropólogos/antropólogas y otros científicos sociales, tales como: A.- La fragmentación de la
unidad territorial como pueblo indígena y el incremento de la sectorización interna hacia
formas administrativas en el ámbito comunitario; B.- La afectación organizativa de las
Capitanías indígenas en función de una política de planificación centralizada ejecutada por el
gobierno venezolano, cuyos cambios pueden obedecer a las transformaciones del modelo de
producción y al control territorial por parte de los agentes involucrados en los planes de
ordenamiento territorial. En este sentido, es importante resaltar lo que (Angosto, 2010: 127)
afirma en este proceso de transformación del Estado hacia la reconfiguración del poder en el
territorio nacional y su política de planificación para promover el “desarrollo endógeno” de la
diversidad indígena:
(…) si la única opción que el actual Gobierno mantiene para la conformación de unidades
territoriales indígenas es la de la titulación comunitaria o la constitución de comunas
ligada a la NGP [nueva geometría del poder], se estaría infligiendo un perjuicio para otra
parte de la población indígena nacional que, si bien minoritaria dentro de la minoría
indígena, debe ser tomada en cuenta: la territorializada, cuyas bases materiales de
existencia actual sólo están muy limitadamente insertas dentro de la economía
capitalista (o socialista en emergencia) y no se guía principalmente por ideas de
desarrollo productivo ni por la búsqueda de generación de plusvalía material.
En efecto, puede existir una injerencia externa en la promoción de candidatos a los Consejos
Comunales inscritos a determinadas organizaciones políticas indígenas y no indígenas, y abrir
las oportunidades de acceso a cargos públicos en la administración gubernamental a indígenas
profesionales, conformándose una “indiocracia”, analizadas por González Ñáñez (2005)
conformando un sector alienado con ciertas contradicciones, defendiendo los intereses de la
sociedad dominante (en lo externo) y reivindicando la de los indígenas, en el interior de sus
comunidades.
Las debilidades de este proceso es tratar de imponer una agenda político territorial a los
Consejos Comunales Indígenas y a las Comunas Indígenas no urbanas, cuyas restricciones son
establecidas en los planes de ordenamiento, entrando en el consorcio intercomunal solamente
para beneficiarse de fondos gubernamentales y, a través de ellos, manejar determinados
servicios sin haber recibido los títulos de propiedad colectiva sobre sus tierras y hábitat. Por un
lado, dichas comunas podrían desaparecer si persisten factores socioculturales de dominación
e inequidad por las posiciones políticas encontradas y, por otro lado, se podría fortalecer y
promover la participación política de las Comunas Indígenas hacia formas tradicionales de
autogobierno.
5. CONCLUSIÓN
Las propuestas de modificación de la Ley Orgánica para la Gestión y Ordenación del Territorio
hacia un modelo socialista, contienen aspectos importantes que deben ser analizados
profundamente, sobre todo, la definición de los instrumentos de planificación, su elaboración,
ejecución y gestión, a fin de mantener una coherencia interna y estructural que involucre la
diversidad de las propuestas de los pueblos indígenas del Municipio Gran Sabana y su
participación en los propósitos de los mismos. No obstante, se observa la tendencia de
incorporar a las comunidades indígenas a los procesos territoriales de índole político
administrativo como resultado de una ordenación del territorio que discurre en un modelo
ambiguo y paralelo entre la funcionalidad-estructural y la ecosociología del poder, soslayando
aspectos culturales y políticas de sus organizaciones, afectando sus propias formas de entender
y vivir la territorialidad.
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Notas
1. Por Gaceta Oficial Nº 40.488 del 02 de Septiembre de 2014, Decreto Nº 1213, se fusionaron
ambos ministerios. Esta decisión arbitraria e in- consulta, sin proyecto que la sustituya, es
contraria a los objetivos de un “Socialismo” participativo y protagónico. Esto refleja una
directriz política que responde a intereses económicos del denominado “capitalismo verde”,
el cual se quiere imponer como un doble discurso de “protección del ambiente” para generar
“servicios ambientales”, los cuales aplicados sobre determinados territorios (especialmente
sujetos a Administración Especial y en dónde viven centenares de indígenas) aparezca como
una política social focalizada que se integre al mercado con pequeñas organizaciones
empresariales. La política de ordenación del territorio queda en la incertidumbre, así como el
levantamiento técnico para fortalecer determinados planes (incluyendo la demarcación de
tierras y hábitats indígenas) la cual estaría supeditada a los planes urbanísticos de una
Ecosociología del poder.
2. En el proyecto Nacional “Simón Bolívar”, Primer Plan Socialista (2007- 2013) se aborda el
tema del “desarrollo territorial desconcentrado”. En el Segundo Plan Socialista (2013-2019)
hay una ambigüedad y un desequilibrio, pues de los objetivos esgrimidos para el desarrollo
del “Escudo de Guayana”, aparecen signados por el desarrollo de un “arco minero”. La
propuesta ambiental queda relegada y la propuesta de una nueva ley de ordenación del
territorio aún está en proceso de modificación.
3. Esas unidades son: los Consejos Comunales, las Comunas, Los Núcleos de Desarrollo
Endógeno, las Zonas Económicas Sustentables (ZEDES), los Sistemas de Aldeas Rurales Auto-
organizadas Sustentables (SARAOS), los Pueblos Agroindustriales Sostenibles (PAIS), los
Distritos Productivos, los Distritos Motores, los Corredores Estratégicos, las Regiones
Funcionales o Programas; todas ellas no son susceptible de ordenación , ni tampoco surgen
de las propuestas comunitarias (excepto las Comunas), pues son decididas a nivel central con
el fin de establecer nuevas instituciones públicas (aumentar la burocracia) desfavoreciendo la
distribución del poder.
4. El componente del “Poder Popular” en la estructura del poder del Estado, surge como una
alternativa válida que legitima la participación del pueblo organizado, con el fin de manejar
los asuntos locales (auto- gobierno) ante la debilidad de la gestión pública. En su aplicación
mediante la conformación de la “Nueva Geometría del Poder”, los tecnócratas anclados en
los viejos modelos reformistas del Estado y en la descentralización (neoliberal) se han
opuesto ferozmente. No obstante, hay que ser cuidadoso con el manejo del término en el
debate de la ordenación territorial, ya que “pueblo” como unidad dentro de la conformación
de la identidad nacional y actualmente subsumido a la condición de pueblo “oprimido” y
“explotado” en el modelo socialista, podría desdibujar la noción de “pueblo indígena” y ser
desvalorado en sus reivindicaciones territoriales
5. Se exceptúan las ya otorgadas a comunidades indígenas Kariñas en Agosto de 2012
(Camurica, Mata de Tapaquire y Palmarito); así como las otorgadas a inicios del 2013 al
conglomerado de comunidades indí- genas Pemón (Sector 7-Ikabarú) y Mapoyo (El Palomo).
6. Esta situación ha sido denunciada por las organizaciones indígenas y sus voceros/voceras,
algunas Fundaciones como Homo et Natura (caso Yukpa) y, también, por algunos abogados y
antropólogos/as, los cuales se encuentran reseñados en publicaciones científicas, prensa
local y páginas web. Entre ellos, se encuentran la antropóloga Nalúa Silva Monterrey de la
Universidad Experimental de Guayana (UNEG) en su artículo: “Reconocimientos territoriales
indígenas y soberanía del Estado en Venezuela”. (2009), pp32-46, ver
http://fondoeditorial.uneg.edu.ve/kuawai/numeros/k03/k03_02.pdf y por el abogado de la
Universidad de los Andes, Vladimir Aguilar que ha trabajado con el pueblo indígena Pemón.
7. Expediente de demarcación del sector VI-Santa Elena de Uairén, depositado en la Dirección
Estadal Ambiental Bolívar en el 2006.