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Tipo de narración:
Capítulos del I al IX
Narrando en primera persona, el autor comienza a contar lo que le sucedió cuando a la edad de
seis años, trató de representar una boa en un dibujo, en donde la incomprensión de los adultos
hizo que desistiera para siempre de sus deseos de pintar.
Se dedicó entonces a pilotar aviones. Nunca logró que un adulto relacionara su dibujo con la boa
que quiso pintar. Reconoce que, a pesar de vivir entre mucha gente, se siente solo.
Por una avería en el motor de su avión, aterriza en el desierto tratando de repararlo, siendo allí
donde se produce su encuentro con el pequeño niño que resulta ser un príncipe.
El niño le pide que le dibuje un cordero, él lo hace, y queda muy complacido el pequeño príncipe.
Después de una serie de preguntas sin respuesta, el aviador se percató de lo incomodo que le
resultaba al Principito ser interrogado.
Decidió extraer de la conversación las respuestas a sus dudas, fue así como supo que el planeta
originario de su amiguito era muy pequeño, y supuso que era el asteroide B 612.
Descubrió también la importancia de arrancar los baobabs en el pequeño planeta, tarea diaria del
principito. La frecuencia de las puestas de sol le permitía al pequeño ver cuarenta y siete en un
solo día, cosa muy necesaria si se estaba triste.
Por fin se reveló la pasión del Principito: su hermosa y única rosa; lo molestaba con su vanidad, lo
exasperaba por hacerlo sentir incapaz de complacerla, sin embargo, lamentaba amargamente no
haberla comprendido y reconoció que las cosas que hacía y decía, debieron enternecerlo, nunca
molestarlo.
El día de su partida se despidió de la rosa. Ella, orgullosa, quería llorar, pero no lo hizo, se mantuvo
firme y no hizo ningún intento por detenerlo.
El Principito. Crédito: CC
Capítulos del X al XX
En su viaje, el Principito llegó a los asteroides 325, 326, 327, 328, 329 330; decidió visitarlos, y
aprender algo de ellos.
El primer asteroide (325), estaba habitado por un rey orgulloso y despótico que lo reconoció para
sorpresa suya como un súbdito, porque lo que no sabía el niño era que para los reyes, todos los
hombres son sus súbditos.
A pesar de sentirse poderoso, no pudo cumplir un único deseo al niño: una puesta de sol. Esto lo
aburrió y abandonó el planeta. Hay una intrínseca enseñanza en este pasaje: la soberbia por sí
sola, no otorga poder alguno.
Pasó al segundo asteroide (326), habitado por un vanidoso, el cual dijo que al fin tenía un
admirador, no sabía el pequeño que, para el vanidoso, todos los demás son sus admiradores.
Al fin, cansado de ver al hombre quitase y ponerse un sombrero mientras lo hacía aplaudir, se
marchó de allí.
En el tercer planeta, habitaba un hombre gastado y lánguido que era un bebedor. Este le dijo que
bebía para olvidar su vergüenza por beber. Ante el entramado, el jovencito se fue lleno de
melancolía y más convencido que nunca, de que las personas mayores son raras.
El cuarto planeta (328), lo ocupaba un hombre de negocios que, abstraído en contar y poseer
riquezas (estrellas), no tenía tiempo para nada más. Se consideraba serio y por lo tanto, incapaz de
ocuparse en otra cosa, que aburrido se marchó.
Ingresó al quinto planeta (329) ocupado por un farolero, y a ojos del Principito,
el único que realmente hacía una cosa útil, al ser el único capaz de ocuparse de
otros y no solo de sí mismo.
Sin embargo, el farolero estaba triste y aburrido porque no tenía descanso debido a la
pequeña superficie de su planeta, en donde el sol se ponía y se quitaba
intermitentemente y la frecuencia del día y la noche era inmediata. Por lo tanto,
prendía y apagaba su farol a cada instante.
El pequeño se fue deseando quedarse para disfrutar las 1440 puestas de sol que
podría disfrutar cada veinticuatro horas en dicho planeta.
Por él supo que su rosa era efímera y que la Tierra era un gran planeta.
Decide visitarla y aterriza en el desierto, donde no ve personas y llega a creer que es
un planeta deshabitado, conversa con una serpiente que le informa su posición; está
en África.