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Los tres cuentos cortos para reflexionar nos hablan de situaciones en las
cuales se enfrentan dos realidades. Una de ellas está en la superficie y por
eso parece que fuera real. La otra está oculta y, por lo mismo, no se detecta
en primera instancia.
“No todo lo que es oro reluce, ni toda la gente errante
anda perdida”.
-J. R. R. Tolkien-
Lo que nos quieren hacer ver estos cuentos cortos para reflexionar es
que muchas veces las cosas no son lo que parecen. Para comprender el
mundo no podemos quedarnos solamente en la apariencia, sino que es
necesario preguntarnos sobre la razón de las cosas.
1. La rosa y el sapo, uno de los cuentos cortos para
reflexionar
Este es uno de los cuentos cortos para reflexionar que nos habla acerca del
equilibrio. Cuenta que esta era una rosa roja y todo el mundo comentaba
que no había flor más bella que esa en el jardín. La rosa se emocionaba
cuando la halagaban. Sin embargo, quería que la vieran más de cerca y no
entendía por qué todos la observaban a distancia.
A los pocos días, la rosa comenzó a deteriorarse. Sus hojas y sus pétalos
empezaron a caerse. Ya nadie quería mirarla. Pasaba una lagartija cerca y vio
a la rosa llorando. Le preguntó qué le pasaba y ella contestó que las hormigas
estaban acabando con ella. Entonces la lagartija dijo lo que la rosa ya sabía:
“Era el sapo quien se comía las hormigas y te mantenía bella”.
2. El foso de las ranas
El segundo de los cuentos cortos para reflexionar nos habla acerca del poder
de la opinión ajena. Dice que había un gran grupo de ranas que siempre iba
a divertirse al bosque. Todas cantaban y saltaban hasta que caía la noche.
Permanecían muertas de la risa y nada las separaba.
Las tres ranas caídas intentaron subir por las paredes del foso, pero era muy
difícil. Apenas avanzaban un metro y volvían a caer. Las demás comenzaron a
comentar que sus esfuerzos eran inútiles. ¿Cómo iban a lograr escalar una
pared tan alta? Era mejor que se resignaran. No había nada que hacer.
Ya era tanta la sed, que el león decidió arriesgarse. No aguantaba más. Así
que se acercó cautelosamente al estaque y al llegar a la orilla vio de nuevo al
león. Era tanta su sed que no le importó. Metió la cabeza para tomar el agua
fresca. En ese momento, el león desapareció: había estado viendo solo su
reflejo. Así son los miedos: desaparecen cuando los enfrentamos.