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Resumen
Hoy en día, la participación sociopolítica tiene lugar cada vez más en el espacio
virtual. Sin embargo, hay que preguntarse cuáles son las condiciones de posibi-
lidad de una participación sociopolítica virtual. Desde el enfoque de la Doctri-
na Social de la Iglesia, el artículo propone cuatro criterios de reflexión que pue-
den servir de guía a la hora de valorar el espacio participativo virtual. Así, la
participación virtual que aquí se plantea no excluye la participación «real» si-
no que la complementa, y el sujeto participativo que son los hombres y mujeres
de nuestros días está llamado a buscar siempre la verdad y el bien común.
PALABRAS CLAVE: participación, Internet, bien común, verdad.
that can serve as a guide when evaluating the virtual participatory environ-
ment. As such, virtual participation which is presented herein does not exclude
«real» participation but rather that the complement, and the participatory sub-
ject, in other words, the men and women of today, are called upon to always seek
the truth and the common good.
KEYWORDS: participation, Internet, common good, truth.
–––––––––––––––
Introducción
Una manera, entre otras, de hablar de este inicio de siglo es en términos
de la creciente influencia de Internet en todos los ámbitos de la vida hu-
mana. Empezó como una herramienta a disposición de unos pocos,
esencialmente militares y científicos. Hoy en día, «es casi imposible ima-
ginar ya la existencia de la familia humana sin su presencia»1. Internet ya
no es solo un medio de comunicación, un medio de información, un
medio lúdico y un instrumento de trabajo. Es esto y mucho más, ya que
afecta a actividades tan esenciales para nuestro vivir juntos como la par-
ticipación socio-política.
En efecto, con respecto a la participación, en los últimos años se ha pues-
to de moda aplicar las etiquetas «participativo» y «participativa» a una
miríada de actividades, iniciativas y encuentros. Hoy en día, todos están
de acuerdo en afirmar que la participación política no se limita a la acti-
vidad de los políticos o al gesto de votar introduciendo una papeleta en
la urna cada cuatro o cinco años, con ocasión de las elecciones. E Inter-
net no es ajeno a este fenómeno participativo, ya que el espacio virtual
reivindica cada vez más su carácter «horizontal», «democrático» y «parti-
cipativo». Sin embargo, como ocurre siempre que irrumpe la novedad,
hay que ir con pies de plomo. ¿Qué significa el adjetivo «participativo/a»
aplicado a las actividades en Internet? ¿Es suficiente poner la etiqueta
«participativo» para que un espacio virtual sea tal? En otras palabras, con-
templando la temática desde la tradición católica recogida en la Doctrina
a) Un complemento y no un sustituto
Todos conocen la parábola del buen samaritano, con la que Jesús res-
ponde a una pregunta de un doctor de la ley4. Ahora bien, a la luz de las
posibilidades que nos ofrecen las Nuevas Tecnologías de la Información
y la Comunicación (NTICs), Benedicto XVI se refiere a esta parábola
para preguntar: «¿Quién es mi “prójimo” en este nuevo mundo? ¿Existe
el peligro de estar menos presentes con aquellos con quienes nos encon-
tramos en nuestra vida cotidiana ordinaria?»5. En nuestra era virtual, la
13. Ibid.
14. Cf. X. ZUBIRI, Inteligencia sentiente, Alianza Editorial, Madrid 1980, 89-97.
15. Cf. M. CASTELLS, op. cit., 13-14.
18. A. CORTINA, «Ciudadanía activa en una sociedad mediática», en (J. Conill – V. Go-
zálvez [eds.]), Ética de los medios. Una apuesta por la ciudadanía audiovisual, Gedi-
sa, Barcelona 2004, 30
19. Cf. Ibid., 5.
20. Cf. Ibid., 13.
21. Cf. JUAN PABLO II, Sollicitudo rei socialis, 41.
i) El rol de la autoridad
Es sabido que en ausencia de una estabilidad y una paz sociopolítica, cu-
yo garante último es la autoridad política, la DSI ve difícil la búsqueda
del bien común. Es muy arduo mantener el rumbo del bien común sin
un poder político legítimo que armonice y gestione, según criterios de
justicia y teniendo en cuenta el bien de toda la sociedad, y especialmen-
te de los más «invisibles», los intereses particulares. Si se prescindiera de
una autoridad central cuyo rol es garantizar «cohesión, unidad y organi-
zación a la sociedad civil de la que es expresión»24, se impondría, según
22. Ibid.
23. Cf. CONCILIO VATICANO II, Gaudium et spes, 64.
24. PONTIFICIO CONSEJO JUSTICIA Y PAZ, Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia,
2005; http://www.vatican.va/roman_curia/pontifical_councils/justpeace/docu
ments/rc_pc_justpeace_doc_20060526_compendio-dott-soc_sp.html (Consulta
el 18 de Julio de 2014).
la lógica de la DSI, la ley del más fuerte25. Con eso y con todo, una de
las características de la «sociedad red» que es el espacio dentro del cual
tiene lugar la participación virtual, es precisamente una ausencia de
autoridad central. Y la participación virtual –más abierta, democrática,
sin filtros, horizontal– encaja mal con el concepto de autoridad que
aparece en los documentos de la DSI.
El «espíritu de libertad» que se respira en la red debe ser celebrado cuan-
do se trata de liberarse de las ataduras de una autoridad totalitaria que
pisotea el derecho a la libertad. Sin embargo, no toda autoridad «verti-
cal» y central se opone a la libertad individual y «horizontal», porque no
existe libertad individual sin una autoridad central que posibilite tal li-
bertad individual. La libertad individual es siempre una libertad situa-
da26 y depende, en mayor o menor grado, de las condiciones sociales, o
sea, del bien común. En efecto, el bien común y el bien de cada uno se
reclaman mutuamente.
Por eso, a la pregunta «¿Se puede hablar de participación al margen de una
autoridad legítima que gestione las legítimas aspiraciones de los partici-
pantes?», la respuesta del Magisterio es negativa, ya que, en ausencia de es-
ta autoridad, la búsqueda del bien común a nivel de la sociedad e incluso
a nivel de los mismos movimientos se hace difícil, cuando no imposible.
dos tipos de capital social son buenos para cosas distintas. El capital so-
cial vinculante, que se crea gracias a la participación en grupos afines, es
una especie de «superadhesivo sociológico»31 que proporciona un indis-
pensable apoyo cercano, afectivo y efectivo. El problema es que, «al crear
una fuerte lealtad dentro del grupo, el capital social vinculante puede ge-
nerar también un fuerte antagonismo hacia el exterior del mismo»32. Y es
aquí donde entra en juego el «superlubricante»33 de un capital social in-
clusivo que tiende puentes hacia personas alejadas desde el punto de vis-
ta ideológico, cultural, religioso y geográfico.
Volviendo al tema de nuestro apartado, opinamos que utilizar las NTICs
de tal manera que se favorezca únicamente el «superadhesivo sociológi-
co», en detrimento del «superlubricante sociológico», sería un mal servi-
cio a nuestra sociedad de código múltiple. Porque parece claro que, en
nuestros días, la pregunta no es si seguirá habiendo interacciones entre
gente de distintos valores y culturas, sino si esta interacción será justa o
injusta, violenta o pacífica34. Y la convivencia justa y pacífica solo se pue-
de construir si existen espacios heterogéneos de encuentro plural, donde
cada uno puede aportar lo suyo y recibir del otro.
Conclusión
35. En 2011, uno de cada cuatro europeos jamás se había conectado a Internet. Cf. EU-
ROBAROMETER, «E-Communications Household Survey»: Special Eurobarometer
335 (2010).