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HISTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU

ES PROPIEDAD

Enero de 1961

PRINTBD IN SPAIN ~ IMPRESO EN ESPA:ftA


HISTORIA DE LA IGLESIA
EN EL PERU
POR

RUBl:N VARGAS UGAIH!;, S. J.

TOMO IV
(1700-1800)

BURGOS
1961
Imprimi potest:
PHILIPPUS MAc GREGOR, S. J.
Praepositus Vice Prov. Peruvianae
Limae, 10 Novemb1"is 1960

Imprima-:
IJI R.
JOANNES LANDÁZURI
Archiepiscopus Limensi&

XAVERIUS GoNZÁLEZ
Vice Cancellarius
Limae, 10 Novembris 1960

Depósito legal. - BU - 92. -1959 (IV)

Imprenta de Aldecoa. - Burgos 17985


CARTA DEL El\UNENTISIMO CARDENAL SECRETARIO DE
ESTADO AL R. P. RUBEN VARGAS UGARTE, S. J.

(Un sello) Segretaria di Stato di Sua Santitá. N." 37237. -


Del Vaticano, 28 de Abril de 1960.

Reverendo Padre: El Augusto Pontífice ha visto con viva compla.-


cencia el filial y significativo .homenaje que Vuestra Reverencia le ha.
querido tributar al ofrecerle, por mediación del Excelentísimo Seitor
Embajador de su País ante la Santa Sede, tres volúmenes de su obra,:
Historia de la Iglesia en el Perú.
En esta publicación Vuestra Reverencia ha reunido acertadamente
coptosos materiales sobre el desarrollo y vida de la Iglesia Católica en
la Nación Peruana. Reciba, pues, Vuestra Reverencia el testimonio de
la viva gratitUd con que Su Santidad desea corresponderle por el de-
voto obsequio y tenga la s.eguridad de que pide al Seitor le premie su
labor, llenando de dones y consuelos celestes su alma.
Para que así sea el Santo Padre de corazón envía a Vuestra Reve-
rencia la Bendición Apostólica.
Aprovecho la oportunidad para expresarle el testimonio de mi dis-
tinguida consideración, con que soy

de vuestra Reverencia
devoti8imo en Cristo.

D. ÜARD, TARDINI
INDICE GENERAL

Págs.

CAPÍTULO I. - La Iglesia d,e Lima "" los comienzos del Siglo XVIII 1
1. Ultimos años del Arzobispo Liñán y Cisneros. - 2. La reducción
de religiosos y religiosas en sus conventos. - 3. Nuevos subsidioS
se exigen al estado eclesiástico. - 4. Viene a sucederle D. Antonio
de Soloaga. - 5. Grave caso de inmunidad eclesiástica. - 6. Erec-
ción del Monasterio de Santa Rosa. - 7. Capítulo de los Betlemitas.

CAPÍTULO II. - Las Ordenes Religiosas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 25


1. Las Ordenes Religiosas. Los Padres de la Buena muerte. -
2. Las Mercedarias Descalzas y las Capuchinas. de Jesús María.. -
3. El Beaterio de Copacabana. - 4. Fundaciones en Provincias. -
5. Estado de las Ordenes antiguas.

CAPÍTULO III. - Las Diócesis sufragáneas . . . ... ... ... 51


l. Las Diócesis sufragáneas: Iglesia de Panamá. - 2. Iglesia de
Quito. - 3. Iglesia de Trujillo.

CAPÍTULO IV. -Las Misiones . . . . . . . .. 67


1. Jesuitas y franciscanos evangelizan las tribus de la hoya ama-
zónica. - 2. Los Colegios de Progaganda Fide. -· 3. Misiones en
Tierra Firme y en la comarca de Quito. - 4. Misiones en la Arau-
cania y Chiloé.

CAPÍTULO V. - Las Diócesis sufragáneas ... ... ... ... ... ... 97
l. La Diócesis de Guamanga. - 2. La Diócesis de Arequipa. -
3. La Diócesis del CUzco. - 4. Las Diócesis de Santiago y Con-
cepción.

CAPÍTULO VI. - Desavenencias con el poder- civil . , • . . . . . . . . . . . . . . . 119


l. Desavenencias con el poder civil. - 2. Castelfuerte y los Obis-
pos Mimbela y Roldán. - 3. El motín de Antequera. - 4. El
VIII INDICE GENERAL

Págs.

Conde de f,uperunda y el Arzobispo Barroeta. - 5. D. Agustín de


Jáuregui y el Obispo Moscoso.

CAPITULO VII. -La Inquisición ... 141


l. La Inquisición: desavenencias internas. - 2. Competencias con
el Virrey. - 3. Un edicto del Arzobispo Barroeta tachado por el
Santo Oficio. - 4. Autos de Fe. Calidad de los procesados. - 5. El
Proceso del P. Juan Francisco Ulloa. - 6. Aparición de los francma-
sones.

CAPÍTULO VIII. -La Expul8ión de los J68uitoo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 155


l. El Decreto de Extrañamiento de la Compañía de todos los domi-
nios de América. - .2· Ejecución del decreto en toda la extensión
del Virreinato. - 3. Los desterrados pasan a la Península y luego
a Italia. - 4. Su vida en el destierro hasta el restablecimiento de
la Orden por Pío VII. - 5. Consecuencias de la expulsión de la
Compañia.

CAPITULO IX. - El Arzobmpado de Lima y las Diócesi8 de Panamá y Qwito. 181


l. El Arzobispado de Lima desde D. Diego Morcillo a González de
la Reguera. - 2. Las Diócesis de Panamá y Quito. - 3. Erección
del Obispado de Cuenca.

CAPITULO X. - El OonciUo Provincia! de 1772 211


l. Difiérese la celebración de Concilios Provinciales por largo tiem-
po. - 2. Real Cédula de 21 de Agosto de 1769 o Tomo Regio, con-
vocando a un Concilio. - 3. Apertura del Sínodo. Las sesiones con-
ciliares. - 4. La proscripción de las doctrinas jesuíticas. - 5. Clau-
sura del Concilio. Análisis del mismo. - 6. D. Juan Domingo
González de la Reguera.

CAPPruLO XI. - Las Diócesis sufragdneas . . . . . . .. , . . . . . . • . . . . . . . . 233


l. Las Dió.cesis de Trujillo y de Guamanga. - 2. La Diócesis del
Cuzco hasta fines del siglo XVIII. - 3. Lal!i Diócesis de Santiago y
Concepción.

CAPÍTULO XII. - Relajación de ÜUI costumbres . . . . . . . . • . . . . • . . . . 261


l. Cofradias y fiestas religiosas. - 2. Entibiamiento del espíritu
religioso. - 3. Relajación del clero y de los Regulares. - 4. Se in#
tenta la Retorma y se envían Visitadores. -~ 5. ~ situación al final
de_ esta Centuria.
INDICE GENERAL

Págs.

CAPITULO XIII. -La Diócesis de Arequipa hasta fines del siglo XVIII. 295
1. Sucesión episcopal: de Bravo del Rivero a D. Diego Salguero. -
2. El Obispo D. Manuel Abad !llana. Su Carta Pastoral contra los
Jesuitas. - 3. D. Fray Miguel de Pamplona. - 4. D. Pedro José
Chávez de la Rosa. Fecunda labor de este Prelado.

CAPITULO XIV. -La Iglesia y la Cultura en este siglo . . . . . . . . . . . . . . . . 323


l. Escritores eclesiásticos. - 2. Universidades y escuelas. Refor~
mas introducidas en las primeras y en los Seminarios. - 3. Los
Institutos Religiosos y su labor cultural: reforma de la predicación. -
4. Las nuevas ideas.

INDICE DE NOMBRES •• , , • , 347


SIGLAS MAS USADAS

A.E.E.Roma Archivo de la Embajada Española en Roma.


A. de I. Archivo de Indias. Sevilla.
A. H. N. Madrid Archivo Histórico Nacional. Madrid.
A.H.N. Lima Archivo Histórico Nacional. Lima.
A. H. N. Santiago Archivo Histórico Nacional. Santiago de Chile.
A. A. Lima Archivo Arzobispal. Lima.
A. A. Quito Archivo Arzobispal. Quito.
A. C. E. Arequipa Archivo Cabildo Eclesiástico. Arequipa.
A. C. E. Lima Archivo Cabildo Eclesiástico. Líma.
A. C. E. Trujillo Archivo Cabildo Eclesiástico. Trujillo.
A. V. Roma Archivo Vaticano. Roma.
B.N. Lima Biblioteca Nacional. Lima.
B. N. Madrid Biblioteca Nacional. Madrid.
B. H. P. Biblioteca !Histórica Peruana.
C. v. Mss. Colección Vargas. Manuscritos.
e.o. D. L. Colección Odriozola. Documentos Literarios.
c. u. y R. Colección de Historiadores del Perú, pub. por Ur'teaga y
Romero.
D. H. A. A. S. Documentos Históricos del Archivo Arzobispal de San-
tiago.
R. A. N. L. Revista del Archivo Histórico Nacional de Lima.
R. H. Revista Histórica. Lima.
CAPITULO I

La Iglesia de Lima en los comienzos del siglo XVIll

l. Ultimos años del Arzobispo Liñá_n y Cisneros. - 2. La reducción de


religiosas y religiosos en sus conventos. - 3. Nuevos subsidios se exigen al
estado eclesiástico. - 4. Viene a sucederle D. Antonio de Soloaga. - 5. Grave
caso de inmunidad eclesiástica. - 6. Erección del Monasterio de Santa Rosa. -
7. Capítulo de los Betlemitas.

Bibliografía: GARCÍA Y SANZ, Apuntes para la Historia Elesiástica del Perú.


Tomo 2. Lima, 1876. - MENDIBURU, Diccionario. - LIÑÁN y CISNEROS, Car-
ta a las Religiosas} Esposas de Je&ueristo ... Lima, 169. - VARGAS UGARTE,
Vida de Santa Rosa. Lima, 1951. Segunda edición. - FR. JOSÉ GARCÍA DE LA
CONCEPCIÓN, Historia Be:lemitica. Guatemala, 1956 .(Segunda edición).

l. El siglo xvur se inicia con el cambio de dinastía en España. La


secular Casa de Austria hubo de ceder el trono a la Casa de Borbón,
cuyo representante Felipe V, después de larga y enconada lucha, vino
a ser reconocido en todos los dominios españoles de aquende y allende
el mar. Esta lucha tuvo ligeros ecos en ultramar, como lo hemos indi-
cado en el tomo tercero de nuestra Historia del Perú y, por lo que hace
a la Iglesia, el tránsito de una a otra dominación se hizo casi sin sen-
tir. El nuevo Monarca, apoyado en sus consejeros, entre los cuales
sobresalía el Cavdenal Portocarrero, siguió en su politica con la Iglesia
el mismo rumbo de sus antecesores, como lo comprueban las órdenes
que para. el buen régimen de las Catedrales, fomento de las miSiones,
conservación y aumento de la fe, extirpación de los vicios y proscrip-
ción de libros heréticos, emanaron de su Real Consejo.
2 HISTORIA DE LA IGLESIA EN EL l?ERU. TOMO IV

En esta sazón, gobernaba eJ Virreinato el Conde de la Monclova,


quien repetidamente había solicitado su relevo, pero causas diversas
lo obligaron a continuar en el mando hasta su muerte en 1705. El Ar-
zobispo no Je había de sobrevivir muchos afios. Llevaba ya más de 20
de Prelado y su edad y sus achaques lo inhabilitaban para el gobierno.
Presentó su renuncia en 1695, pero aun antes de esa fecha, el Duque
de la Palata que, como hemos visto, tuvo con él sus encuentros porra-
zón de Ja inmunidad, pedía en 1682 se le diese Obispo Auxiliar, D. José
de Liñán y Cisneros, Conde de la Puebla de los Valles, presentó, en
1702, un Memorial, en su nombre, en el cual hacía una relación de sus
méritos y pedía su traslado a España, donde renunciaría, una vez
obtenida la venia de Su Santidad, a fin de no quedar sin renta, pero
bajo la condición de que no se le encomendaría otra Prelacia. El 6 de
Setiembre de 1704 renovó su petición, pero sus demandas sólo sirvie-
ron para que se le diese Obispo Auxiliar. En 1702 fue designado para
este cargo, con el título de Obispo de la Margarita, D. Francisco de
Cisneros y Mendoza, sobrino suyo, a quien el mismo D. Melchor con-
sagró en la Catedral de Lima el siguiente año '.
Apenas consagrado salió el Obispo Auxiliar a la visita, no pudién-
dola hacer el Arzobispo, cuyas achaques le obligaban a dejar la misma
ciudad y retirarse al valle de Late, a atender a su salud. Al fin, la en-
fermedad lo postró en el lecho y el 28 de Junio de 1708 entregaba su
alma a Dios, después de haber regido la arquidiócesis treinta afios y
cuatro meses y medio. El siguiente día se tocó a sede vacante y, tras
las solemnes exequias que se celebraron en la Metropolitana con asis-
tencia del Virrey, Marqués de Castel! dos Rius, se dio sepultura a sus
restos en la Iglesia del Sagrario, al lado del Evangelio, en donde hasta
hoy se ve su estatua orante y al pie de ella una tarja con una larga
inscripción que es un compendio de su vida.

2. En sus últimos afios hubo de intervenir en dos asuntos de al-


guna importancia. El primero era el relativo al gran número de reli-
giosas de Jos monasterios de clausura. El Arzobispo se dio cuenta de
las quiebras que este número excesivo originaba en Ja observancia

1 En el Arch. Vat. Acta Mise. 43, f. 138 se menciona a un Francisco Zapa-


ta, Pbro., propuesto en Marzo de 1680 para auxiliar de Lima.
LA IGLESIA DE LIMA EN LOS COMIENZOS DEL SIGLO XVIII 3

regular y, deseando poner coto a los abusos, dirigió una Carta Pasto-
ral a las religiosas, en la cual las exhortaba a la guarda máS perfecta
de sus reglas y constituciones. Para ello quiso servirse de la hermosa y
cálida carta que el monje cartujo D. Antonio de Molina escribió a una
hermana suya, en la cual con estilo claro y preciso Je ensefia lo que
es ser monja y el modo de cumplir con su obligación,
As! el Duque de la Palata, Virrey del Perú, como el Arzobispo es-
cribieron a Su Magestad, insistiendo en la necesidad de esta reduc-
ción en los cinco grandes monasterios de Lima, a saber la Encarnacióu,
la Concepción, Santa Clara, Trinidad y Santa Catalina•. Esta carta
no era sino una réplica de las que ya antes había enviado as! al Rey
como al Pontífice sobre el mismo asunto. En 1679 había representado
a Su Santidad los inconvenientes de este crecido número e Inocen-
cio XI por un Breve dado el 30 de Junio de 1681, prohibió bajo censu-
ras y otras penas que en cada convento hubiese más de 80 religiosas
de velo negro y 50 de velo blanco y una criada para cada religiosa. Al
mismo tiempo disponía que hasta tanto no se llegase a este número
no se podia conceder el hábito a ninguna que lo pretendiese ni admi-
tirse supernumerarias y escribió al Arzobispo una carta, el 29 de Ju-
lio de 1681, alabando su celo por Ja regular observancia y manifestán-
dole que de su parte no dejaría de ayudarle en tan santa obra. Estas
medidas surtieron su efecto, pero como no dejaron de elevarse que-
jas, se hizo necesario escribir al Rey y explicarle el porqué de esta
determinación'·
El otro asunto era el relativo al cumplimiento de la Real Cédula
de 16 de Febrero de 1703 y Breve de Urbano VIII, sobre quedar some-
tidos al Ordinario Jos conventos .en que no hubiere ocho religiosos
de continua y actual asistencia y no disfrutar de los privilegios coh-
cedidos a Jos regulares. Estos reclamaron y el 11 de Setiembre de 1704
escribía .el Arzobispo a s. M. dándole cuenta de los reparos que hablan
puesto los regul~es a la ejecución de ·dicho decreto y del auto que pro-
veyó en conformidad con el .mismo el 24 de Noviembre de 1703. A pesar
de ésto, el 13 de Junio de 1708 una nueva cédula urgió su cumplimiento.

' Carta de 1688.


' Arch. Vat. Epist. ad Principes 74, f. 242 v. Inocencio XI al ArzobisPQ
Roma, 29 Julio 1681.
4 HISTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU. TOMO IV

El asunto era espinoso, por haberse multiplicado en demasía los con-


ventos y no haber crecido en proporción los sujetos, de modo que en
muchos de ellos apenas había el número suficiente para el cumpli-
miento de la regla. De este mal provenía otro mayor, a saber, el que
muchos se acostumbraban a vivir sin sujeción a ella y se hacia luego
dificil volverlos al buen camino. Con uno u otro pretexto en muchos
casos lograron evadir la ley, porque años adelante hubo que volver a
urgir su cumplimiento, como puede verse en la R. c. de 13 de Junio
de 1708 y en otras posteriores.
Como ve el lector entre las religiosas se pecaba por carta de más
y entre los religiosos por carta de menos, pero en uno y otro caso pa-
decía la observancia regular, porque el número excesivo estorbaba
a la disciplina y el diminuto obligaba a prescindir de ella. La medicina
estaba en el justo medio y eso es Jo que pretendían los Pontífices y se-
cundaban Jos Monarcas con la reducción de las unas y la concentra-
ción de los otros.

3. La crisis económica del Estado español moyió a los Monarcas


a recurrir a sus súbditos pidiendo subsidios extraordinarios o a crear
nuevos impuestos, muchos de los cuales, como ya hemos dicho, vinie-
ron a gravar al estado eclesiástico de las Indias. El 27 de Marzo de
17~0 se expidió una R. C. en la cual se ordenaba al Virrey del Perú

hiciese publicar el Breve de Inocencia XII en el cual se concedía a la


Corona el subsidio de un millón de ducados con que habla de contri-
buir el estado eclesiástico del Perú y la Nueva España, para ayuda de
los gastos de la guerra contra los filibusteros escoceses que habían in-
tentado poner el pie en Tierra Firme. El 20 de Noviembre de 1701 res-
pondía el Arzobispo, manifestándo que Ja habla hecho circular entre
su clero, el cual se hallaba muy oprimido con tantas gabelas, pero hará
lo que se pueda. En otra, muy poco posterior, recuerda que el año 1696
concurrió con su clero con la suma de 16.000 pesos, el siguiente año
con 10.000 y ahora no cree que sea posible llegar a tanto. Unos tres
años más tarde, el 18 de Noviembre de 1704 vuelve a escribir y, dando
cuenta de lo recaudado hasta entonces, manifiesta que sólo se han
reunido 13.000 pesos pero que continuará urgiendo, aunque lo hace con
tiento.
LA IGLESIA DE LilVIA EN LOS CO:MIENZOS DEL SIGLO XVIII 5

En realidad los tiempos no eran propicios a estas exigencias de la


Corona. El Conde de la Monclova, escribiendo a S. M. el 17 de Noviem-
bre de 1704, se hacia eco de un memorial que le habian presentado los
prebendados del coro de Lima, en el cual hacían ver el descaecimiento
de sus rentas por la disminución de los diezmos, "causa de la esterili-
dad que ha trece afias padece el distrito de este arzobispado, el exor-
bitante precio de las casas y géneros de vestir, la carestía de todos
frutos, la inopia de sirvientes que hace preciso el comprarlos". A esto
se afiadia que desde el afio 1681 las quiebras de los arrendatarios de
los diezmos ascendían a 150.000 pesos y ellas hubo que prorratear!as
entre todos, decreciendo con este motivo sus cóngruas. Esto decían
los canónigos, pero el Virrey, al fin de su carta, corrobora la verldad
de lo expuesto, pues dice: "que es público y noto,rio que el cabildo
padece la escasez que significa con Ja grande esterilidad que ha mll.s
de doce afias experimenta todo el distrito de este arzobispado, que con-
siderada por esta Real Audiencia y las excesivas pérdidas de los labra-
dores, les ha concedido moratorias por espacio de cuatro afias, para
que en ellos no puedan ser molestados por razón de los censos de que
tienen pedida rebaja en el Supremo Consejo de las Indias, por lo In-
fructuoso de las fincas y no pensado caso de tan extraordinaria este-
rilidad ... " "'.
Esta esterilidad que en aquel entonces muchos atribulan al terre-
moto del afio 1687 era más bien una consecuencia del gradual empo-
brecimiento de las tierras de la costa unido a alternativas en la hu-
medad del ambiente poco propicias para el desarrollo del trigo. La
baja en la producción trajo consigo el desequilibrio económico, pero
este reconocía otras causas, las mismas que determinaron el estado de
pobreza en que se hallaban los territorios de la Audiencia de Quito
en Jos primeros afias de este siglo, según el historiador González Sua-
rez. La alteración en el cursi) ordinario de las. estaciones, dice este
autor, de modo que en la época de lluvias se experimentó una prolon-
gada sequía, sobreviniendo Juego una temporada de Incesantes llu-
vias, que duraron casi un afio continuo y heladas Intempestivas, aca-
baron con las cosechas e Impidieron todo cultivo. A esto se afiadió una
epidemia que se presentó en los sembrios del trigo y que podríamos

"' Cartas del Conde de la Monclova, vol 3, pp. 283 y s. Lima, 1955 .

••
6 HISTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU. TOMO IV

identificar con la llamada carbón o tizoncillo, de donde provino la mi-


seria y el hambre. En el comercio repercutió este mal, de modo. que
muchas tiendas de Quito tuvieron que cerrar sus puertas y aun el
valor de las casas y de los fundos rústicos vino a disminuir notable-
mente. "Jamás, dice González Suárez, había la colonia llegado a un
extremo tan espantoso de pobreza y de miseria"'·
Aun cuando en el Perú esta depresión económica no llegara a re-
vestir estos caracteres, no puede negarse que la situación distaba de
ser lisonjera y a agravar el malestar contribuia la amenaza de los fili-
busteros que entrababa el tráfico marítimo por la via de Panamá y el
defectuoso sistema de explotación agrícola, dado que muchas de las
propiedades rurales estaban en manos de la Iglesia o de las Ordenes
Religiosas y éstas no se interesaban suficientemente en su desenvol-
vimiento. A los eclesiásticos, asi seculares como regulares, no se les
segu!a el mismo dafio que a los particulares que vivían de los pro-
ductos del suelo, pues disfrutaban de otras rentas, pero los segundos
veíanse seriamente afectados y de ahí que pidieran la exención de
tributos por diez años y luego la r.ebaja de los censos. La Corona con-
descendió en parte y fueron exonerados de estas cargas; al menos
por algún tiempo. Todo esto prueba de sobra la tazón que tenlan
así los canónigos de Lima como los eclesiásticos todos del Virreinato
para lamentar que se les impusieran nuevas contribuciones, sea en
forma de subsidio sea en calidad de donativo. Sin embargo, los apuros
del erario y las luchas en que se vio envuelta la monarquía fueron
causa de que no se prestara mucha atención a su reclamo y, en el año
1721, nuevamente se iba a exigir a la Iglesia de Indias otra contri-
bución.
D. Melchor de Liñán llevaba ya gobernando la arquidiócesis poco
más de treinta años y aun cuando habla pedido, primero, se le per-
mitiese pasar a España y renunciar la mitra y había aceptado luego
se le diese Obispo Auxiliar, su edad lo imposibilitaba para el cargo. Su
achaque de asma, del cual adoleció en sus últimos años, se fue ha-
ciendo más tenaz y por esta causa salia retirarse a una casa de cam-
po del valle de Late, en donde experimentaba algún alivio.
Por este motivo la atención que debía prestarse a los asuntos de Ja

s Hist. General del Ecuador. Tomo V, cap. 2, pp. 45· y s. Quito, 1894.
LA IGLESIA DE LIMA EN LOS CO:MIENZOS DEL SIGLO xvrn 7

Iglesia sufrió menoscabo y de ello se lamentaban los Capitulares de


Lima, pues no obstante haber vacado las sillas del Penitenciario y
del canónigo Teologal, no se preveían por falta de la convocatoria que
correspondía al Arzobispo.
se le dio por fin Obispo Auxiliar y con este tuvo también el Cabildo
sus incidencias, especialmente con motivo de la consagración del Obis-
po de La Paz, D. Urbano de Ja Mata, pues el Obispo quería se le re-
conociesen prerrogativas que tocaban solo al Prelado de la Iglesia.
En su tiempo se recibió el Breve de Inocencio XI concediendo a su
antecesor, Toribio de Mogrovejo, los honores de Beato y, el año 1680,
por el mes de Noviembre se celebraron fiestas en Lima con una pompa,
pocas veces vista, que describió Echave y Assu en La Estrella de Lima
convertida en Sol. La Catedral vistió sus mejores galas y, después del
octavario, en !¡ue los oradores vertieron sobre el auditorio las más es-
cogidas fiores de la retórica del tiempo se celebró una solemne pro-
cesión con asistencia de casi toda la ciudad que honró la memoria del
que la habla edificado con sus virtudes. A fin de proseguir la causa del
Beato y obtener su canonización fue enviado a Roma el Racionero del
Coro de Lima, D. Alonso de los Rlos y Berriz, Caballero de Calatrava
y Rector que habla sido de la Universidad de San Marcos. D. Alonso
permaneció en la ciudad eterna diez y seis años, hasta 1700, fecha
en que se embarcó para España, pero sus diligencias no consiguieron
el fin deseado, que sólo vino a obtenerse en 1726 •.
D. Melchor concedió su aprobación para que pudiesen hacer vida
común en el Recogimiento de Jesús, Maria y José, la Madre Maria
Jacinta de fa Santisima Trinidad, viuda del fundador .el Siervo de
Dios Nicolás Ayllón y las 21 Hermanas que vivían en él. Por auto de
9 de Julio de 1691 nombró al Pbro. D. Juan González de Santiago, Oidor
de la Audiencia de Lima, Protector de dicho Recogimiento. Este se sus-
tentaba, en gran parte, de las limosnas de los fieles y de ah! que hu-
biera dos demandantes de oficio, los cuales se encargaban de so.Jici-
tarlas. Por mucho tiempo lo fue un buen hombre, llamado Juan Be-
nitez, que con grande humildad y const.ancia sirvió de limosnero a

'6 Había. sucedido a D. Juan Francisco de Valladolid, Canónigo también de


Lima, benemérito de esta causa que falleció en Roma, el 8 de Enero de 1685,
a los 87 años de edad. D. Alonso hizo su testamento en Cádiz, antes de partir,
el 5 de Agosto de 1702 y vino a morir frente a Cartagena.
8 HISTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU. TOTuIO IV

las Hermanas de este Beaterio. Se habían redactado unas reglas para


el buen régimen del mismo y por indicación del Arzobispo, el .Provisor
D. Francisco de Mendoza y Cisneros, dispuso que las examinase el
P. Nicolás de Olea, de la Compañía de Jesús. Por el examen de esas
reglas y las cartas cambiadas entre el P. Olea y el Provisor se deduce
el mucho fervor de espíritu que animaba a aquellas mujeres, de modo
que el Censor, después de consultarlo con Padres. graves del Colegio
Máximo de San Pablo, hubo de mitigar bastante el rigor de las prác-
ticas de penitencia que usaban.
Apenas daban al sueño seis horas diarias, se disciplinaban cuatro
veces a la semana por un cuarto de hora, dormían sobre tablas y ayu-
naban casi todo el año. En cambio, y contra el uso de entonces, co-
mulgaban casi diariamente. E! P. Olea dispuso que durmieran siete
horas, por lo menos y que tuviesen algún recreo después de comer y
cenar y algún tiempo de descanso en la mañana, entre unos y otros
ejercicios. Habrían de usar jergones sobre las tablas y las disciplinas
se reducirían a tres, salvo en algún caso se podia permitir una cuar-
ta. Entre semana tendrian algún día de asueto y los ayunos serian sólo
los miércoles viernes y sábados. En punto a la frecuente comunión,
se ordenó que no se hiciese regla y que a las novicias y modernas y
alguna vez a las antiguas se negase el hacerlo diariamente. Estas mo-
dificaciones fueron aprobadas por el Arzobispo el 8 de Marzo de 1691 '·
El Beaterio había de ser elevado más tarde a la categoría de monaste-
rio, pero como las fundadoras se inclinaron desde el primer momento
&. la vida austera y penitente, resolvieron que la Regla fuese la de
las Capuchinas y se obligaron a aceptarla por escritura hecha ante
el escribano Pérez Landero el 26 de Noviembre de 1699, firmando la
dicha Madre Maria Jacinta y sus coadjutoras, Gregoria de Jesús Na-
zareno y Leonor del Sacramento. Esto prueba que no obstante la de-
cadencia de la vida religiosa en algunos monasterios, en otros se as-
piraba de veras a la perfección y a .ascender a ella por el camino de
los Santos. Pero fuera de esto, aun en aquellos siempre hubo almas
escogidas que en el retiro y silencio de los claustros se abrazaron con
la cruz de Cristo y conformaron su Vida a las enseflanzas del modelo
de todos los predestinados.

1 Arch. del Monasterio de_Jesús María y José. Autolii: ~e la fundacióri..


LA IGLESIA DE LIMA EN LOS COMIENWS DEL SIGLO XVIII 9

Hubo también de intervenir en el asunto relativo al Obispo del Pa-


raguay, D. Fray Sebastián de Pastrana. Era éste Provincial de la Mer-
ced de Lima y habla sido Catedrático de San Marcos de Filosofia y
Teologia por muchos años. En 1687 el Consejo de Indias le eligió para
Ja sede de la Asunción en el Paraguay. Fray Sebastián que acababa
de obtener por oposición la cátedra de Vísperas de Teologia en san
Marcos, aceptó el Obispado y, en carta de 12 de Noviembre de 1688,
daba al Rey las gracias por su designación. Presentado a Su Santidad
y habiendo recibido sus Bulas, fue consagrado por el Arzobispo en
Lima en el año 1694, pero, razones de salud Je obligaron a p,ermanecer
en Lima hasta el año 1696, en que se animó a iniciar el largo viaje
que era forzoso hacer para llegar a su sede 8 • D. Melchor, escribiendo a
S. M. el 14 de Enero de 1698, Je decía sobre el particular lo siguiente.
Habla salido en Mayo de aquel año, resolviéndose a hacer por tierra
el viaje, apesar de Ja mucha distancia y destemples, habiéndole dado
el Conde de la Monclova 3.000 pesos sobre las rentas de su Obispado
para los gastos. Al llegar a Guamanga se sintió tan mal que desistió
de continuar, porque, según decía, Ja gravedad de sus achaques ponla
en peligro su vida. "Le insté y persuadi se alentase a consolar aquellas
ovejas que le esperaban, destituidas tantos años de la presencia de
su Pastor, que Dios influirla vigor a sus fuerzas, pero, manteniendo el
dictamen que formó de los peligros a que se exponía, si pasaba ade-
lante, resolvió salir de Guamanga y bajar a esta ciudad por Julio de
1697, restituyéndose a su convento de la Merced, donde queda" •.
El Arzobispo no era su metropolitano y, por tanto, no podía urgirle
el que se trasladase a su diócesis, pero el Virrey hubo de informar a
S. M. de todo lo acaecido, en cartas de 10 y 12 de Enero de 1698 y en
la última insinuaba la idea de darle coadjutor que administrase la'
diócesis en su lugar. La respuesta se le envió en una cédula de 2 de
Octubre de 1700 y en ella el Rey ordenaba al Conde que requiriese
luego al Obispo a fin de que pasase a su sede y en el caso de no poder
hacerlo por sus achaques, renunciase o pidiese coadjutor y en este
caso había de nombrar al que le pareciese el mismo Virrey, partici-
Pándolo a su Cabildo para que usase de su derecho. Un mes antes, el

s Fue preconizado en el Consistorio de 24 de Agosto de 1693.


• A. de I. Lima 76-5-18.
10 HISTORIA [)JE: LA IGLESIA EN EL PERU. TOl\iO TV

mismo Obispo escribía al Rey y en su carta, luego de exponer su es-


tado y recordar sus méritos, pedía se le diese coadjutor o auxiliar,
reteniendo él la propiedad de la sede y asignándole a aquél toda la
renta, que gozaban los Obispos de ella. Las cajas de Lima proveerían
a su cóngrua sustentación '° El Monarca accedió a su petición y, ha-
biendo nombrado coadjutor a D. Pedro Díaz Durana, le señaló a Don
Fray Sebastián mil pesos en el producto· de los dos reales novenos de
la ciudad de Lima. Dios, sin embargo, lo llevó para sí antes de que es-
to tuviese cumplimiento, pues vino a morir en su convento de la Mer-
ced el 4 de Noviembre de 1700.
La obra de la restauración de la Catedral proseguía con lentitud,
por la falta de recursos. El Arzobispo había tenido que reedificar su
Palacio y no podía ayudar como quisiera. El Rey había dispuesto que
se aplicara. la renta de una canongia y una medía ración del coro de
Lima por seis años, y el producto de todas las vacantes que se produ-
jesen por el mismo tiempo. El Cabildo hubo de aceptar este medio,
pero como no bastase, se prorrogó el plazo. No dejo de representar lo
descaecidas que estaban sus rentas en un Memorial que elevó a S. M.
aun cuando hizo protestas de su rendimiento. La obra, según decia
el Conde de la Monclova, en carta de 17 de Noviembre de 17Ú4, estaba,
en gran parte, terminada, faltando tan sólo la fachada principal y
las torres. El Rey insistió en que se continuase como hasta alli y, como
el Doctoral, Gregario de Loaiza, hubiese remitido un papel, en que
pretendía probar que la reedificación de la Iglesia debía correr sólo
por cuenta de la Real Hacienda, el 28 de Mayo de 1702 se envió al
Conde una Cédula, en la cual se repetía lo dispuesto y se le mandaba
advertir al Doctoral que se habla excedido en su escrito y habla incu-
rrido por este motivo en el real desagrado"·

4. Para sustituir a D. Melchor en la sede limense el Papa Clemen-


te XI puso lo.s ojos en D. Pedro Francisco Levanto, que era auxiliar

1-0 La Carta del Conde de la Monclova en A. de I. Lima 407. Ibíd. las dos
Reales Cédulas. V. Fr. Pedro N. PéreZ Los Obispos de la Merced en A1nérica,,
pp. 411 y s. Santiago. 1927
11 Matraya en su Moralista Filalético cita esta R. C. y debió verla en el
Archivo de la Secretaría del Virreinato.
LA IGLESIA DE LIMA EN LOS COMIENZOS DEL SIGLO XVIII 11

del Arzobispo de Sevilla y Obispo de Lacedemonia ". En Diciembre


de 1709, según carta de D. Pedro al Pontífice ya se había comenzado
a tratar de su presentación y en Consistorio de 7 de Abril de 1710 fue
preconizado para la sede limense. El 24 de Marzo, antes de que le lle-
garan sus Bulas, se embarcó en Cádiz para Buenos Aires, pero con tan
mala suerte que a poco de haber dejado el seno gaditano fue apresada
su embarcación por cuatro fragatas holandesas y se le remitió en ca-
lidad de preso a los Paises Bajos. Devuelto a su patria, el 3 de Febrero
de 1711, escribía a S. M. desde Sevilla, relatando los trabajos que ha-
bia padecido en la prisión y suplicándole que, atendido el quebranto
de su salud, se le eirnusara las molestias y riesgos de un nuevo viaje
por mar. Se aceptó su renuncia y en Octubre de aquel mismo afio,
daba las gracias por ello y por el libramiento de 15.000 pesos sobre
la Iglesia de Lima para pagar sus deudas. En este afio se le trasladó
a Badajoz 13 •
Para llenar la vacante, el Consejo presentó al Rey a D. Antonio de
Soloaga, Abad de Covarrubias, que habla sido elegido Obispo de Ceuta.
Así el Patriarca de las Indias, como el Obispo de Calahorra, informaron
sobre él y en manos del Obispo de Cádiz prestó el juramento de estilo
e hizo la profesión de fe. El 11 de Diciembre de 1713 Su Santidad lo
preconizó Arzobispo de Lima" y el 23 de dicho mes D. José de Motines
le anunciaba el envio de sus bulas. El 25 de Junio de 1713 se hallaba
en Sanlúcar, en visperas de embarcarse en los navíos de ·Echevers y
desde este lugar escribia al Cabildo de Lima, manifestándole que la
salida de los galeones se había ido dilatando, todo lo cual habla sido
causa de que se acrecentaran sus gastos y empefios, por lo cual su-
plicaba se le socorriese en Portobelo o Panamá con alguna cantidad
a cuenta de la mitad de los frutos y rentas del Arzobispado, de que
le habla hecho merced el Rey, en tanto se extendían sus Bulas. Por
fortuna para la Iglesia de Lima que llevaba ya cinco afias a falta de
Prelado, el 9 de Julio de 1713 abandonó el puerto de Cádlz, verificando
su entrada en la sede el 22 de Mayo de 1714 15 •
12 Arch. Vat. Epist. ad Príncipes 87, f. 196 v. Carta de Clemente XI. Roma,
1 de Marzo 1710. - Lettere di Vescovi. Toro. 3, f. 607. Carta del Obispo de La-
cedemonia a Su Santidad. Sevilla, Dic. 1709.
lS A. de I. Lima 520.
14 Arch. Vat. Acta Camer. 26, f. 156 v.
15 A. de l. Lima 520.
12 HISTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU. TOMO IV

D. Antonio había nacido en Logroño en 1659 y eran sus padres


D. Domingo de Soloaga. y Doña Ana Gil. Estudió en el Colegio de la
compañia y pasó luego a Valladolid, donde siguió los cursos de Artes
y Teología en el famoso colegio de San Gregario. Graduóse de Doctor
y pasó al Arzobispado de Toledo, donde tuvo a su cargo los curatos de
Almiruete y luego de Villa de Torre de Beleño. Felipe V lo nombró
Abad de la Colegiata de Covarrubias en 1707 y, finalmente, fue pre-
sentado para la silla de Ceuta que rio lle,gó a ocupar, por su promoción
al Arzobispado de Lima. Vino a Lima sin consagrarse y, habiendo lle-
gado sus Bulas y ejecutoriales en Febrero de 1715, recibió la unción
sagrada de manos de D. Francisco de Cisneros y Mendoza, Obispo de
Ja Margarita, el Domingo 7 de Abril, siendo el primer Arzobispo que
se consagraba en su propia Iglesia.
Regia por entonces el Virreinato el Obispo de Quito, D. Diego La-
drón de Guevara, que en Marzo de 1716 entregaba el Gobierno a Ja
Audiencia y ésta, a su vez, lo ponía en Agosto en manos del Arzobis-
po de Charcas, D. Diego Morcillo. Estando el poder civil y el eclesiástico
a cargo de Prelados de la Iglesia parece que no habrian podido sur-
gir desavenencias, pero de hecho se presentaron algunas, por inter-
venir más de lo justo los Obispos Virreyes en el gobierno de la arqui-
diócesis. Fueron, sin duda, de menor cuant!a y en genera,! versaban
sobre nombramientos de curas o de capellanes. Don Antonio, siguien-
do las huellas de su predecesor, insistió en la reforma de las religiosas
y a este fin publicó una carta pastoral que dudamos se imprimiese,
pues de la impresión no queda noticia. En 1716 expidió tres autos, dos
de ellos prohibiendo, sin causa justa, a los clérigos el binar, exhortán-
dolos a evitar toda especie de negociación y a vestir con decencia Y
recomendando a los Curas la enseñanza de la doctrina. Juntamente,
en 1618, prohibía los excesos que se habían introducido en los Rosarios
que salían de noche y prohibiendo se formasen nuevas asociaciones
con este fin. Más tarde, en 1721, amenazaba con censuras a los que se
excedían en el adorno de los Santos y Niños Dios que llamaban de glo-
ria. Todo esto prueba su celo por mantener la discipllna y encauzar
el fervor religioso dentro de sus debidos limites ".

16 A. de I. Lima 520. Reforma que ha hecho el Illmo. Sr. D. Antonio de So-


]oaga en eJ Arzobispado desd:e su ingreso en 22 de Mayo 1714 hasta fines de
LA IGLESIA DE LIMA EN LOS COMIENZOS DEL SIGLO XVIII 13

No llevó a cabo la visita de su Arzobispado, aun cuando la hiciera en


su Catedral y aun en algunas provincias vecinas a Lima, como las de
Checras y Chancay y parte de Cajatambo en 1719 a 1720, si bien no
pudo Internarse por su flaca salud (Carta de 30 Dic. 1720). El mismo,
en carta de 28 de Enero de 1717, expresa lo que ha hecho por la refor-
ma de su arquidiócesis y da las razones por las cuales no había salido
a la visita. Deseoso de ennoblecer a la Iglesia de Lima, pidió a S. M.,
en carta de 12 de Marzo de 1715, que por ser Ja prhnada del Perú se
interesase con Su Santidad para que le fuese concedida la dignidad de
Iglesia Patriarcal y los privilegios a ella anexos. Merece conocerse su
carta. Dice así: "Señor: Siendo eJ Arzobispo de Lhna Primado del Perú
y de toda esta América Meridional, sucesor primogénito de aquellos
Santos Prelados que la iluminaron con la luz del Evangelio, principal-
mente del Beato Toribio Alfonso Mogrovejo, mi glorioso antecesor,
parece que tiene fundado derecho con sólidas razones y congruencias
Para pretender de Su Santidad le conceda la dignidad Patriarcal, en
aquella forma y con los mismos privilegios que la gozan algunos Me-
tropolitanos de España, usando sus Arzobispos como Patriarcas de cruz
de dos lineas transversas, menos extensa la superior y la Inferior más
dilatada. Y aunque esta Iglesia por costumbre Inmemorial en todas
sus funciones la lleva en la manera dicha, no obstante, para su mayor
lustre y seguridad, suplico rendidamente a V. M. interponga su real
protección para que su Santidad nos conceda esta gracia, confiriendo
a esta Iglesia y a su Arzobispo la dignidad Patriarcal y sus honores, que
adornen y prosigan los que tengo recibidos de V. M. presentándome
por solo su real dignación y benignidad a esta Iglesia, que pretendo
goze el fruto de su real beneficencia y consiga el logro de sus méritos,
pues ha sido y es el seminario de virtud y doctrina que V. M. conoce en
las muchas y frecuentes honras que le reparte. Dios guarde ...""·
Llegó esta carta al Real Consejo y el 24 de Noviembre de 1716 la
trasmitía al Fiscal, ordenando se le entregasen los antecedentes, si
los hubiese. Este funcionario en su informe alegaba que no aparecía
probado que la Iglesia de Lima fuese primada y, caso de serlo, era

Diciembre de 1716. Copia sacada del original por el Notario Eclesiástico, Juan
Manuel Pérez del Molino.
l''l A. de I. Lima 520.
14 'HISTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU, TOMO IV

innecesaria la pretensión, pues en América venía a ser una la digni-


dad de Primado y de Patriarca. A esto añadía que la primogenitura
de la Iglesia limense estaba en tela de juicio, pues otras Iglesias de
Indias podían disputarle el titulo y la razón de ser sucesor de un Ar-
zobispo santo podría dar motivo para que otras Iglesias de Espafía
que gozaban de esta prerrogativa solicitaran también esta gracia. Fi-
nalmente, siendo costumbre inmemorial en Lima el uso de cruz pa-
triarcal, ello bastaba para justificar su empleo, pues más fuerza tiene
dicha costumbre que cualquier privilegio y, como argumento Aguiles,
redargüía que la concesión de ese titulo seria en perjuicio del Cape-
llán Mayor de Su Majestad, el cual tiene anexa la dignidad de Patriar-
ca. Este ti.nforme suscrito el 20 de Enero de 1717, pasó al Consejo y,
el tribunal, apoyándose en las razones predichas, negó el 4 de Febrero
la instancia 18.
Los argumentos en que se apoyaba el Fiscal no eran muy firmes. El
cargo de Patriarca de Indias era un titulo honorífico y no presuponía
la más mínima jurisdicción espiritual en estos paises. La diferencia
con lo que se pretendía 'era notoria. Es cierto que las Iglesias de Santa
Maria del Darién o Tierra Firme y la del Cuzco, para hablar tan sólo
de las de la América austral, omitiendo las creadas en Santo Domingo,
podían invocar su mayor antigüedad sobre la de Lima, pero el titulo
de Primada no le correspondía a esta Iglesia por su antigüedad, sino
por haber sucedido, al ser elevada al rango de metropolitana, a la
Iglesia de Sevilla que, desde los primeros afíos del descubrimiento, se
había considerado como la Primada de las Indias. Así lo hacia constar
la Bula de erección de la Iglesia limense, dada por Paulo III el 12 de
Febrero de 1546, al crear los arzobispados de Lima, México y Santo
Domingo.
Vamos a referirnos ahora a dos sucesos de alguna importancia. El
uno fue el robo sacrl!ego del copón de la Iglesia del Sagrario de Lima,
conteniendo las sagradas formas el 30 de Enero de 1711. El hecho es
anterior al gobierno de D. Antonio de Soloaga y se realizó durante la
sede vacante y por eso nos ha parecido conveniente citarlo aquí. Las
crónicas del tiempo refieren largamente el suceso y nos hablan de la
conmoción de los vecinos al tener noticia del atentado. Lima, cuya

Hl fhíd.
LA IGLESIA DE LIMA EN LOS COIVIIENZOS DEL SIGLO XVIII 15

tradición eucarística se halla bien comprobada, no pudo menos de


sobresaltarse al saber que el Santísimo Sacramento había sido objeto
de una profanación. A las siete de la mañana del día siguiente, uno de
los curas descubrió el robo e inmediatamente se dio a viso al Obispo
Virrey, D. Diego Ladrón de Guevara. Este ordenó, de acuerdo con el
Cabildo, se tocase a plegarias en todos los templos, se suspendiese toda
música, aun la del órgano y se celebrasen los oficios a canto llano.
Los canónigos salieron al coro con traje de luto, llevando capuces y
lohas negras y en las torres y portadas de la Catedral se colocaron ba-
yetas y paños del mismo color como en las exequias de los Reyes.
El ladrón de las formas era un mozo tahur y aficionado a lo ajeno
que respondía al nombre de Fernando Hurtado de Chaves y se decía
era hijo natural del Conde de Cartago. Una vez perpetrado el delito,
cayó en la cuenta del crimen y anduvo de una parte a otra, decidido
a entregar el copón a un sacerdote que lo restituyera al tabernáculo,
pero ni lo hizo así ni alcanzó tampoco a vender el vaso sagrado. Aque-
lla misma noche los alguaciles de ronda le echaron mano y, como ya
era conocido por sus fechorías, le retuvieron en el cuerpo de guardia
hasta el amanecer, hora en que lo condujeron a casa de su madre.
Posiblemente aquel mismo día, habiendo extraído las formas de la p!-
xide, salvo una que parece quedó adherida en el fondo, las envolvió
en un papel y ocultó el sagrado depósito en un Jugar vecino a la Ala-
meda, no muy distante del Convento de Recolección de Santa María
de los Angeles. Hecho esto, pasó a verse con un amigo, a quien confesó
su delito y como le amenazase con delatarle si no pasaba de inmediato
a entregar el copón, se encaminó al convento de San Francisco, donde
aquel mismo día o el siguiente dejó la píxide con una forma sobre el
altar del Santo Cristo que se halla debajo de la escalera, a la entrada
de la sacristía.
Entre tanto el Virrey hizo publicar un bando, promet¡endo mil pe-
sos ensayados a quien descubriese el paradero de las sagradas formas.
El reo, de quien ya se concibieron sospechas, fue aprehendido en la
noche del 1 de Febrero en la calle de Puno y se le condujo a la cárcel
de Corte. Interrogado, respondió con evasivas y dando señas falsas,
hasta que al día siguiente, declaró de plano el lugar donde las había
ocultado, aunque el descubridor del sitio fue propiamente un zambito
de siete a ocho años de edad que lo había visto en el acto de enterrar
16 :HISTORIA DE LA IGLESIA l<~N EL PERU. TOMO IV

las formas y a quien el reo había tratado de ahuyentar de aquel paraje,


tirándole algunas piedras. No bien se hallaron envueltas en un papel,
entre las yerbas que allí crecian y alguna tierra, el P. Alonso Messia,
Superior de los Desamparados, revestido de sobrepelliz y estola, pasó
a recogerlas y seguido por gran concurso de gente que entonaba el
Te Deum Laudamus, las condujo a la iglesia parroquial de San Lázaro.
Aquí vinieron a venerarlas el Excmo. Sr. Virrey, los Canónigos de la
Catedral y numeroso público y luego se dispuso su traslado a ·la Igle~ia
del Sagrario.
La Cofradia del Santisimo de la Parroquia, sacó el palio, guión y
mazas y repartió cirios a los que habían de alumbrar el Sacramento,
uniéndose al cortejo un buen número de sacerdotes y religiosos, con
sobrepellices y estolas que alternadamente iban incensando el Sacra-
mento. En todo el trayecto se hicieron demostraciones de júbilo y mu-
cho más al llegar a la plaza mayor, como a las tres de la tarde. Echá-
ronse las campanas a vuelo, comenzando las de la Catedral y el corte-
jo, en el cual formaban los Oidores de la Real Audiencia y muchos ca-
balleros de la nobleza penetró en el Sagrario, donde se dio término al
acto con la bendición del Santísimo que impartió a la muchedumbre
el mismo Obispo Virrey. Aquella noche se encendieron luminarias en
toda _la ciudad y la tristeza. de los días precedentes se convirtió en
júbilo y algazara.
Para perpetuar la memoria de este suceso, D. Diego Ladrón de Gue-
vara mandó edificar en el mismo sitio donde se descubrieron las for-
mas una Iglesia que dedicó a Santa Liberata, de la cual era muy de-
voto, patrona de Sigüenza, su ciudad natal. El altar mayor, en forma
de templete, descansa sobre el mismo sitio donde se hallaron las for-
mas, al cual se puede descender todavía por una escalinata situada en
la parte posterior. Fundó renta para sustento del capellán y sefialó para
que la sirviese a D. Andrés Munive, Provisor y Vicario General del
Obispado de Quito y su asesor general y, en segundo lugar, al humilde
y devoto clérigo, Juan González, quien no obstante su condición de
mulato supo ganarse la estimación de todos por su caridad y celo del
culto divino. Más tarde se hicieron cargo de esta Iglesia los Padres
Agonizantes o de la Buena muerte y al lado de ella crearon una casa
de estudios ".
u1 Estos datos los reproduce Fuentes en su Estadística General de Lima
LA IGLESIA DE LI1YiA EN LOS COMIENZOS DEL SIGLO XVTII 17

5. El otro tuvo tambié11 mucha resonancia y sus secuelas tuvieron


más larga duración. En la noche o.el día 16 de Junio de 1717, en uno
de esos dramas callejeros algo frecuentes en la Lima colonial, cala
muerto de una estocada en la calle del Milagro el mayordomo del Ar-
zobi.Spo de Charcas, D. Diego Morcillo. El asesino, Juan Manuel Ba-
llesteros, corrió a refugiarse en la Iglesia de la Recolección francisca-
na y se abrazó a un crucifijo, invocando la inmunidad No bien tuvie-
ron noticia del hecho los Alcaldes Ordinarios, el General D. García
de Hijar y Mendoza y D. José Velaochaga, acudieron con hombres ar-
mados y por la fuerza lo sacaron del templo. El Provisor, D. Bartolomé
Carrión y Vlllasante, informado del caso expidió un auto el día 21 de
Junio, ordenando a los Alcaldes devolver al reo a lugar sagrado, den-
tro de una hora de la notificación, amenazándoles con excomunión ma-
yor, caso de que no lo hiciesen y apercibimiento de que se agravarán
las censuras hasta poner entredicho, si conviniere.
Los Alcaldes rehuyeron la notificación, pero habiendo cumplido el
Notario con lo que se exige por derecho y no habiéndose dado cumpli-
miento a la orden, el Provisor, visto que tampoco habían dado razón
de su modo de proceder, di.Spuso se tocase a entredicho en .todas las
Iglesias de la ciudad y se volviese a notificar a los Alcaldes, citándolos
a que comparezcan ante el Tribunal Eclesiástico. Como tampoco esta
medida produjera efecto y, por otra parte, se llegara a saber que el
reo habla fallecido en el tormento que le dieron, mandó el Provisor
que los curas de la Catedral pasasen a las moradas de los Alcaldes y en
la forma prescrita por el Ritual y con la solemnidad del caso pronun-
ciasen el auto de anatema contra ellos por su contumacia. Esta última
medida hizo entrar en razón a las cabezas del Cabildo, en cuyo áni-
mo debió pesar la conmoción de la ciudad que no podía menos de sen-
tir los efectos del entredicho. Uno y otro se presentaron ante el Tri-
bunal Eclesiástico, pidiendo ser absueltos de las censuras en que ha-
bían incurrido, protestando no obstante no haber incurrido en ellas y
Don Garcia alegó, ademáS, que no se le habían notificado las moni-
ciones del Provisor y que por el testimonio que presenta no debía go-
·zar el reo de la inmunidad de la Iglesia.

{1858) "tomándolos de una Relación del tiempo, denominada: Diario Limano.


Clarin Sonoro (1714). El reo fue puesto en manos de la Inquisición y se- le
,oondenó a ser quemado vivo.
18 HISTORIA DE LA IGLESIA EI~ EL PERU. TOMO IV

El Arzobispo, deseando poner término al asnnto, avocó a si la cau-


sa y, habiendo comparecido ante su presencia los dos Alcaldes el día
27, los absolvió de las censuras y, habiendo convocado a una junta a
los Prebendados y Prelados de las Religiones, consultó con ellos si se
levantarla el entredicho puesto en la ciudad y fUeron todos de pare-
cer que, aunque la Iglesia se podía tener por agraviada por no haberse
respetado sus fueros, a fin de evitar los perjuicios que podlan seguirse
de la prolongación de la pena, convenía suspenderla, dando cuenta a
S. M. de los excesos cometidos por los Alcaldes. Informado del caso,
Felipe V, despachó una cédula en San Lorenzo el 16 de Junio de 1720,
en la cual ordenó que ambos Alcaldes quedasen privados perpetua-
mente de oficios de justicia y fuesen multados cada uno en mil pesos
para su cámara. También fue multado el asesor del Cabildo, D. Alon-
so de Salazar y suspendido por diez afíos de su cargo. A los Alcaldes
del Crimen de la Audiencia les alcanzó también el veredicto regio,
pues se les separó por un afio de sus empleos y cada uno de ellos hubo
de abonar al fisco dos mil pesos.
D. Antonio de Soloaga, el 25 de Marzo de 1721, agradecla a S. M.
la resolución tomada y le daba cuenta del modo cómo se habla eje-
cutado, aunque advertía que el Virrey, Príncipe de Santo Buono, se
habla mostrado algo remiso en" cumplirla. Algo de esto debió haber
y se trasluce en la carta que el 28 de Octubre enviaba a su vez a S. M.
pues no deja de manifestar su queja por la actitud del Arzobispo'º·
Asi terminó este incidente que puso en claro una vez más las dificul-
tades con que se tropezaba en la guarda del fuero clesiástico, hasta el
punto de que habría valido más abolir o restringir la inmunidad, como
más tarde se comenzó a hacer. En aquel mismo afio se suscitó un nuevo
conflicto de esta especie, por haberse refugiado en una Iglesia, Juan
José ~e Morales y Santiago de Toro. Los Alcaldes y la Audiencia inter-
vinieron con poca satisfacción del Arzobispo y el hecho siryió para
que el Rey expidiese el 29 de Julio de 1718 una cédula en la cual decla-
raba las personas y lugares que no debían gozar de la inmunidad.

6. En los últimos afias de su antecesor llegó a Lima la Real Cédula


autorizando la fundación del nuevo monasterio de dominicas que de

20 A. de l. Lima 521.
LA IGLESIA DE LIMA EN LOS COMIENZOS DEL SIGLO XVIII

tiempo atrás existía en calidad de Beaterio y en el cual se habían con-


gregado algunas jóvenes deseosas de imitar a Ja Santa Jimefía, razón
por Ja cual se les comenzó a dar el nombre de Beatas Rosas. Su origen
puede decirse que se remonta a Ja época en que vivió la Santa, pues
sabido es que algunas piadosas doncellas la tomaron como maestra y
trataban de Imitarla. Algunos afíos antes de su muerte eran ocho y en
Ja noche de Navidad hizo ella que todas recibiesen el hábito de la Ter-
cera Orden de Santo Domingo. Cuando llegó a Lima Ja noticia de su
Beatificación se avivó el fervor de las Beatas Rosas y empezaron a
hacer vida común en una casa situada frente por frente de la que ha-
bitó Rosa y se conoció más tarde por el Santuario. Ya en 1668 se halla-
ban alli establecidas y cuando en 1685 se empezó a tratar de la fun-
dación de un convento de dominicos en el solar que habla habitado
Ja Santa, las Beatas la contradijeron as! por la proximidad a la casa
que ellas ocupaban, como por haber sido Ja intención del que lo ad-
quirió el que all! se erigiese el Beaterio 12 • No se accedió a su petición,
aun cuando para el futuro de¡ Santuario habr!a sido mejor, pues el
convento de los Dominicos llevó una vida precaria, por falta, primero,
de recursos y luego de personal, de modo que en los primeros afíos del
siglo xrx sólo cuidaba de el un religioso, el P. Angel Vicente de Zea y,
más tarde, totalmente abandonado, pasó a manos del poder civil.
Las Beatas Rosas dejaron su primer emplazamiento y pasaron a vi-
vir en la calle de Larriva, a la mano derecha, hasta el año 1708 en que
se establecieron definitivamente en las casas que hablan sido del Con-
tador D. Gonzalo de la Maza y donde se habían instalado, desde los
tiempos del Conde de Lemos, las Amparadas de la Purlsima. A estas
se les despojó, sin razón alguna, de aquel local y aun de algunas alha-
jas y ornamentos de su Iglesia, como consta por la carta que la Supe-
riora del Recogimiento, Isabel del Sacramento, escribió a S. M. el 9
de Noviembre de 1714, que dice así: "Isabel del Sacramento y demás
Hermanas las Recogidas desta ciudad, hallándonos desamparadas fue-
ra de nuestra casa sin la posesión della ni de nuestra bendita Iglesia,
enagenadas de las alhajas y ornamentos que teníamos para el culto
divino, fabricados a costa de nuestro sudor y trabajo como por la co-
dicia tiránica de D. Miguel Núfíez Sanabria, Oidor más antiguo de esta

21 Mss. C. V. vol. 38.


HISTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU. TOMO IV

Audiencia y del D. D. Francisco, Garcés, Maestrescuela desta Santa


Iglesia que todo nos lo usurparon para la fundación del Convento de
Religiosas de Santa Rosa, por tener en el dicho D. Miguel Núñez dos
hijas suyas, no teniendo otro amparo ni consuelo que el de pedir favor
a v. M. en esta injusticia que se está haciendo con nosotras y, puestas
todas a sus reales pies, suplicamos a V. M. se sirva de tener presente
los informes que tenemos hechos a V. M. sobre la materia para mandar
lo que su cristiano y católico celo tuviera por más conveniente ... por-
que aquí, Señor, en este Reino no nos quieren hacer justicia, aten-
diendo a los respetos de dicho D. Miguel Núñez, pues hasta ahora no
ha habido escribano que nos de testimonio de las diligencias que te-
nemos hechas con el Virrey, a quien ocurrimos a deducir el dominio
y posesión de dicho recogimiento ..."
El Rey, atendiendo a su súplica, mandó a 26 de Mayo de 1717, se
hiciesen las averiguaciones del caso y el Príncipe de Santo Buono res-
pondia el 12 de Enero de 1720 y en sustancia venia a decir lo siguiente.
Eran ciertos los fundamentos alegados por la Superiora de las Ampa-
radas. El Oidor Núfíez de Sanabria tenia dos hijas entre las Rosas y
más una nieta. El Canónigo Garcés también patrocinaba a éstas y con
la autoridad de entrambos nadie salía a la defensa de las primeras. El
Virrey, Marqués de Gasten dos Rius, pasó por todo, debido a las instan-
cias del Oidor, lo cual no dejó de escandalizar a la ciudad, por la vio-
lencia empleada, concurriendo en el despojo el canónigo Garcés. Pasó
un oficio a las Rosas para que respondiesen y, a los siete meses, de-
volvieron los autos sin los papeles de más importancia que presentaron
las damnificadas. Por fortuna se halló en la Curia Arzobispal el dupli-
cado y con parecer de letrados, dispuso que al segundo dia se diese a
las Amparadas sitio y casa competente a cuenta de las Rosas y se les
restituyesen sus alhajas. Como no cumpliesen la orden dada, pasó un
oficio al Arzobispo para que las apremiase.
D. Antonio Soloaga no intervino como debiera y consintió en que
las Rosas se instalaran en el local de las Amparadas, aun cuando re-
conoció el derecho que asistía a las últimas a ser Indemnizadas con
otro local competente. La entrada en el Monasterio de las Rosas de
Dña. Josefa Portocarrero, hija del Conde de la Monclova, que había
profesado el 4 de Julio de 1708 y en Mayo de 1710 era elegida Priora,
fue un motivo más para que la balanza se inclinara de su parte. Tocó-
LA IGLESIA DE LIMA EN LOS COl'vIIENZOS DEL SIGLO XVIII 21

le aJ Marqués de Castelfuerte hacer justicia en tan enmarafiado pleito,


porque si bien el Rey, en cédula de 11 de Febrero de 1721, cometió al
Arzobispo Soloaga Ja ejecución de Jo dispuesto, éste se limitó a con-
vocar a su Palacio a las Amparadas, de las cuales se presentaron ocho,
pues por entonces no parece que pasaran de ese número y las exhortó
a componer el asunto con toda paz, dándoles una casa algo ruinosa y
estrecha, que habla servido de domicilio un tiempo a las Rosas y dis-
poniendo que se les devolviesen algunas de sus alhajas. Se interesó
también en edificarles una pequefia capilla y asi quedaron las cosas.
Poco tiempo después fallecia el Prelado y Vino a sucederle D. Fray Die-
go Morcillo, ante el cual renovaron sus quejas. Como no lograsen ser
escuchadas, tuvieron que recurrir al Marqués de Castelfuerte. Al fin,
este Virrey, oído el parecer del Fiscal, ordenó que se les restituyesen
los bienes o su valor y que se les adjudicase la primera encomienda
que vacase y entre tanto se les diese alguna limosna para remediar
su pobreza :22•
Como se ve los comienzos de este Monasterio no fueron luminosos:
una sombra los envuelve y oscurece. La Audiencia había recomendado
ya en 1685 la transformación del Beaterio y el Conde de Ja Monclova
habla repetido en 1690 la instancia. El Consejo de Indias denegó la
fundación. Unos seis afias más tarde, la Superiora del Beaterio, Ana
Maria de Santo Domingo, volvió a insistir y representó que Dfia. Elena
Rodriguez de Corte Real, viuda del General D. Benito Galdámez ofre-
cia 130.000 pesos para la obra y D. Domingo Cueto y el Sargento Mayor,
Francisco de Oyague se brindaban a completar la dotación que llega-
rla asi a Ja suma de 350.000. Con esto habla de sobra para el intento.
Todavía en 1701 se renovó Ja súplica y, al fin, el 11 de Octubre de 1703
·el Fiscal del Consejo informó favorablemente. La Real Cédula autori-
zando Ja fundación se expidió el 26 de Enero de 1704, pero no llegó a
Lima hasta el 2 de Junio de 1706. Las monjas, según lo que en ella se
decía, no debian pasar de 33 y el Rey se reservó cuatro becas a fin de
darlas a hijas de ministros reales beneméritos. Las Monjas adopta-
rlan Ja Regla de Santo Domingo, pero estarían sujetas al Ordinario

22 A. de I. Lima (71-6-2) 414. El Beaterio había crecido por entonces, pues


se contaban en él hasta 20 hermanas y con la ayuda de los fieles se había
,podido terminar una pequeña Iglesia que se estrenó el día de la Trinidad del
año 1730. A. de !. Lima 414.
22 l-IISTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU. Tüi\10 IV

y el Patronato lo tendría Dña. Elena Rodriguez. Inauguróse el Monas-


terio como se ha dicho, el 2 de Febrero de 1708 y fue la primera Priora
Leonarda de San José, habiendo pasado del convento de Santa Cata-
lina cuatro religiosas para adiestrar a las novicias".

7. La Orden Betlemitica habla sido aprobada por Inocencio XI el


26 de Marzo de 1687 y lo fueron juntamente sus Constituciones, pero
en el Capitulo General celebrado en Guatemala el 12 de Diciembre de
1703 se tomaron algunas resoluciones contrarias a ellas y esto dio mo-
tivo para que una buena parte de los Hermanos reclamase de lo dis-
puesto y enviase a Roma a Fr. Francisco de S. Antonio a fin de obte-
ner la revocación de aquellas innovaciones. La Sagrada Congregación
de Cardenales, o!das las súplicas que interpusieron, resolvió el 25 de
Marzo de 1710 revocar los decretos del dicho Capitulo General en cuan-
to fuesen contrarios a las Constituciones y encomendar al Arzobispo
de Lima la convocación del siguiente Capitulo que él mismo habla de
presidir. Su Santidad Clemete XI confirmó lo resuelto y, como por el
mismo tiempo hubiese surgido la duda sobre si el Instituto Betlemitico
podía considerarse como verdadera Religión de votos solemnes y, ade-
más, Fr. Rodrigo de la Cruz o algunos en su nombre pretendiesen que
el cargo de Prefecto General fuese perpetuo y no por seis afias como
lo prescribían las Constituciones, la misma Sagrada Congregación de
Cardenales emitió su parecer y el Papa, por un Breve de 8 de Abril de
1715, en vista de carecer la Orden de Prefecto General, por haber ca-
ducado el periodo para el cual fue elegido Fr. Rodrigo, determinó nom-
brar un Vicario General y confirmar en su cargo a los Prefectos que en-
tonces lo fueren y donde no los hubiese que se les elija conforme a las
Constituciones hasta el próximo Capitulo General que habla de presi-
dir el Arzobispo de Lima "·
Este recibió los breves citados de mano de Fr. Bartolomé de los Re-
yes, Prefecto del Hospital del Carmen de Lima y Vicario General de
la Orden. Sin embargo, como surgiesen algunas dudas, escribió a S. M.
el 28 de Enero de 1717, a fin de que interpusiese sus oficios ante la Corte
Romana para su esclarecimiento. Esta carta se cruzó con un despacho

2s Arch. del Convento de Santa Rosa. Libro de las Profesiones y Recivi-


mientos.
2·4 Vargas. Papeles Varios, vol. 45.
LA IGLESIA DE LIMA EN LOS COMIENZOS DEL SIGLO XVIII 23

que se le remitió desde Madrid aquel mismo año, el 14 de Enero y en


él se le ordenaba atenerse a lo prescrito por Su Santidad, a instancia
de Fray Francisco de San Antonio y Fr. Miguel de Jesús Maria.
Fue muy de lamentar que hallándose esta religión todavía a los
principios surgiese el cisma entre los individuos de ella y en vida del
que podía considerarse como fundador, después del Venerable Betan-
curt, Fray Rodrigo de la Cruz. Este habla enviado a Madrid a Fray
Miguel de la Concepción a fin de obtener que se derogasen ciertas dis-
posiciones de la Corona, en las cuales se habla convenido en un prin-
cipio, pero que de hecho mermaban la libertad de la Orden, la suj e-
taban a las visitas de los Ordinarios y jueces seculares y entorpecían
el gobierno. El comisionado de Fr. Rodrigo hubo de contradecir los
manejos de Fr. Francisco de San Antonio y Fr. Miguel de Jesús Maria
que juzgaba lesivos para su Instituto y, luego de haberse opuesto te-
nazmente a sus pretensiones, así en Roma como en Madrid, hubo de
darse por vencido. A su vuelta a la Península tuvo más éxito y obtuvo
que Felipe V expidiese una Real Cédula el 30 de Mayo de 1721, en la
cual devolvía a los Betlemitas y a sus casas el goce de Ja inmunidad
tal y como la gozaban las demás religiones aprobadas por la sede
Apostólica.
Al llegar a México Fray Francisco de San Antonio, se publicó el Bre-
ve de Clemente XI en que disponía la celebración del próximo Ca-
pitulo, pero no se atuvieron exactamente a sus cláusulas y, sin hacer
mención de las facultades que se hablan concedido al Arzobispo de Li-
ma, fue elegido Vicario General Fray Juan de Santiago, Prefecto de1
Hospital de Guatemala. Habiendo éste pasado a Lima se presentó a
D. Antonio de Soloaga y le suplicó que, haciendo uso de las facultades
concedidas, convocase a capitulo, como lo hizo, citando a los vocales
para el 2 de Febrero de 1721. Reunidos cuantos pudieron asistir se
procedió a la elección de Prefecto y Asistentes Generales, pero ha-
biéndose repetido los escrutinios por ocho veces, no se consiguió que
saliese elegido el Prefecto General, por que Fr. Juan de Santiago y
Fr. Bartolomé de los Reyes, que hablan sido propuestos, sacaron siem-
pre igual número de votos. E! Arzobispo determinó entonces ajustar
un convenio y propuso la elección de Fr. Bartolomé de la Cruz, dejan-
do a un lado a los otros dos. Hizose así y se procedió a elegir Asistentes,
24 HISTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU, T01VIO IV

resultando electos por el Perú Fr. Bartolomé de los Reyes y Fr. Juan de
San Pedro y por la Nueva España Fr. Juan de Santiago y Fr. Miguel
de Jesús Maria.
De este modo se pudo llevar a efecto lo dispuesto en Roma y volvió
a reinar la paz en tan benemérita Orden. Sin embargo, como advierte
Fr. José Garcia de la Concepción en su Historia Betlemítica, en este
Capitulo se echaron de ver los inconvenientes que traía consigo el no
ser el Generalato perpetuo, por lo cual se pidió que se extendiera, por
lo menos, a nueve años y asimismo el que la elección de Jos Prefectos
locales no quedase en manos de las respectivas comunidades, práctica
que originaba disensiones y disturbios en los individuos de una misma
familia y de un mismo convento. En un principio se convino en abolir
este sistema electivo, pero sobrevinieron nuevas contradicciones y
quedaron las cosas como antes.
Aunque Don Antonio parecía gozar de buena salud, vino a desapa-
recer de esta vida cuando aun se podia esperar mucho de su buen go-
bierno. El 22 de Enero de 1722 entregó su alma a Dios y, dada la certi-
ficación de su muerte, se mandó tocar a sede vacante. Celebráronse
las exequias acostumbradas y fueron sepultados sus restos en la Igle-
sia del Sagrario, donde en el presbiterio, al lado de la epístola, se labró
su sepulcro.
CAPITULO II

Las órdenes religiosas

l. Las Ordenes Religiosas. Los Padres de la Buenamuerte. - 2. Las Mer·


cedarias Descalzas y las Capuchinas de Jesús María - 3. El Beaterio de
Copacabana. - 4, Fundaciones en Provincias. - 5. Estado de las Ordenes
antiguas.

Bibliografía: lsMAEL PORTAL, Lima Religiosa. Lima, 1824. - Lima Precolom-


bina y Virreinal. Lima, 1938. - Viaje de cinco religiosas Capuchinas de
Madrid a Lima.- (Relaciones de Viajes. Bibliot. Histórica Peruana. Tom. V.
Lima, 1947. - D. ANGULO, El Barrio de Sam, Lázaro de la Ciudad de Lima.
Monografias Históricas sobre la Ciudad de Lima. Lima, 1935. - RUBÉN BE-
RROA, Monogr.afla de la Ciudad de Huanuco. Huanuco, 1934. - Cuzco His-
tórico. Núm. l. cuzco, 1920.

l. Fueron los PP. Agonizantes, de la Buenamuerte o de San Ca-


milo, que con todos estos nombres fueron conocidos en el Perú los
últimos en abrir un domicilio en el Virreinato. El origen de esta fun-
dación es el siguiente. Allá por los años de 1703 se resolvió enviar al
Perú, con el fin de recoger limosnas para la causa del Fundador, Ca-
milo de Lellis, al P. Godolbeo Carami, siciliano. Este pasó a España y
en 1704 se encontraba en Cádiz. Aqu! hubo de permanecer casi dos
años, pues por la guerra de Sucesión no era posible que saliesen las
armadas. Al fin, en 1707, el P. Godolbeo aprovechó el embarque del
Marqués de Castel! dos Rius y del Marqués de Villa Rocha, que pasaba
de Presidente de la Audiencia de Panamá, para ir en su compaftia, en
calidad de capellán de este último. Dióse a la vela. la flota y con prós-
26 HISTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU. TOMO IV

pero viento llegó a Portobelo, donde saltó en tierra el P. Carami y se


dirigió a Panamá con su Mecenas. En esta ciudad residió cerca de dos
años y, llevado de su celo, se dedicó a evangelizar a los indios del Da-
rién, que aun estaban por evangelizar.
Quiso Dios que se le ofreciese en 1709 la ocasión de navegar al Perú
y en una de las naves que hacian el tráfico de la Mar del Sur se em-
barcó para Paita y el Callao. Ese mismo año entraba en Lima y era
hospedado caritativamente por los PP. de la Congregación del Orato-
rio, cuyo Prepósito era entonces el P. Bernardo Vilches. Cumpliendo
con los fines de su misión hizo estampar en Lima una Carta de Her•
mandad en la cual el Prefecto General de los Clérigos Regulares
Ministros de los Enfermos, Nicolás Dumortier, concede ciertas gracias
y privilegios a cuantos se inscribiesen como Hermanos y contribuye-
sen con una limosna. Dada la religiosidad de aquellos tiempos, las 11-
mosnas empezaron a afluir y muchos empezaron a aficionarse al P. Ca-
rami, cuyo buen espiritu se ganaba la confianza de las gentes. Entre
ellos merecen citarse el Pbro. Felipe de León Dávila y el Lic. Antonio
Velarde Bustamante, especialmente este último, que vino a ser el fun-
dador. de la casa de la Buenamuerte.
Poseía algunas propiedades en la Calle de Rufas y por escritura pú-
blica de 31 de Octubre de 1710, le cedió al P. Carami una casa que
tenia en la esquina que va a Santa Clara y la adjunta pulperia. Alli
comenzó el Buen Padre a edificar una capilla de 17 varas de largo por
7 de ancho, con su pequeña sacristia y un corto atrio en la delante.ra.
Una piadosa señora, Dña. Mariana de Castilla, viuda de D. Pedro Bra-
vo de Lagunas, que vivia en la esquina de la calle de la Penitencia,
le ayudó en la tarea de buscar unaimagen de Nuestra Señora y se en-
cargó de adornarla y a ésta bajo el titulo de Nuestra Señora de la Bue-
namuerte Se la entronizó en la capilla, donde S•e celebraba SU fiesta el
dia 15 de Agosto 1 El Provisor D. Gregario de Loaiza obtuvo licencia del
Virrey para colocar en ella el Santisimo Sacramento y en uno de los
días del mes de Agosto, en que se celebraba la novena de la Virgen, del
año 1712 se llevó la Eucaristla con bastante solemnidad desde la próxi-

1Arch. Convento de la Buenamuerte. Lima. Leg. 742. De la entrada de


nuestra Religión en Indias. V, también Leg. 100.
LAS ORDENES RELIGIOSAS 27

ma Iglesia de San Pedro, a cargo de los PP. del Oratorio, hasta el nue-
vo templo.
AJ ruido de la fundación las autoridades se alarmaron y todo estuvo
a punto de perderse. El Fiscal de la Audiencia, Lucas de Bilbao, repre-
sentó que se habla hecho sin licencia real y, llamando a su presencia
al P. Godolbeo, le intimó retirar el Sacramento y conducir la imagen
de la Virgen a la Iglesia de San Pedro y, además, le Indicó que se alis-
tase para volver a España. El P. Godolbeo trató de darle explicaciones
y empezó a buscar intercesores, sin olvidarse de escribir a la Penin-
sula a los Superiores de su Orden. No fue menester, porque al poco
tiempo cayó el Fiscal enfermo de gravedad y rindió tributo a la muerte.
Con esto vino la calma, pero hubo que insistir en la obtención de
la licencia. Pidió informes al Virrey, a la Audiencia y al Cabildo y to-
dos lo hicieron apoyando su intento. Las Religiones también lo hicie-
ron, especialmente la Compafiia de Jesús, por medio del P. Alonso
Messia Bedoya y el P. Carami remitió todo al Provincial de su Orden
en Madrid, el P. Pedro de Revilla. Este agitó el asunto ante el Consejo
de Indias y, por lo pronto, aprovechando la salida del Principe de San-
to Buono para el Perú, le pidió llevase en su compañia en calidad de
capellanes a dos religiosos, los PP. Juan Mufioz de la Plaza y Juan
Fernández.
Embarcóse el Principe a mediados de 1715 y el 5 de Octubre de 1716
hacia su entrada en la capital del Virreinato. Grande fue el gozo del
P. Carami con la llegada de sus hermanos y, aprovechando de esta
circunstancia, se decidió a pasar al Alto Perú, con el fin de colectar li-
mosnas. Hallábase en Guamanga en 1719, cuando supo que una cruel
peste asolaba la comarca del Cuzco. Llevado de su caridad pasó a aque-
lla ciudad, donde prestó muy buenos servicios, asistiendo a los apesta-
dos, según lo prescribe su Instituto, consolando a los indios y atrayén-
dose el amor de todos por su abnegación y desinterés. Pasó a La Paz,
Oruro, Potosi y Charcas y desde esta ciudad hubo de volverse, porque,
habiendo fallecido el P. Fernández, el P. Mufioz había quedado solo
en Lima.
Nuevos favorecedores se presentaron. Uno de ellos, Gregorio Ca-
rrlón, resolvió hermosear la capilla; la dotó de una media naranja y
costeó los altares del Santo Cristo y de San Antonio y un pequefio ór-
gano que se colocó en una tribuna a los pies de la Iglesia. El estreno
28 HISTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU. TOMO IV

de estas obras tuvo lugar el 6 de Enero de 1725. Entre tanto rfünitió di-
nero para que vinieran nuevos refuerzos y, en efecto, en 1730, llegaron
los PP. Domingo Pereda, Alejandro Montalvo y el Hermano Juan Blan-
co, que vinieron en compañia del Obispo de Santa Cruz de la Sierra,
D. Miguel de la Fuente. Al fin se recibió la R. C. para la fundación,
fecha en El Pardo, el 1 de Marzo de 1735. En ella se hacia una breve
resefia de la casa abierta en Lima y se encargaba al Arzobispo, y lo
era entonces D. Francisco Antonio de Escandón, favoreciese este do-
micilio. Vióse en el Real Acuerdo el 5 de Julio de 1736 y se le dio el.
pase acostumbrado. Otro tanto hizo el 30 de dicho mes el Arzobispo,
en oficio que dirigió al P. Prefecto, Juan Mufioz de la Plaza '.
No parece sino que el P. Carami aguardaba esta resolución para
despedirse de este mundo, porque en ese mismo afio 1736, por et mes
de Enero, descansaba en el Sefior. En realidad a su constancia y buen
celo se debla el establecimiento de los PP. Agonizantes en el Per"d.
Aquel mismo afio, por el mes de Agosto de 1737, arribaron a nuestras
playas los PP. Martín Pérez, Manuel de Antecha, Juan Martinez Lá-
zaro y el Estudiante Bartolomé Vergés. Abrióse Noviciado y el primer
novicio fue el Dr. José de la Cuadra, Catedrático de Visperas de Leyes
en la Universidad de San Marcos, que vistió la sotana el 2 de setiem-
bre de '1745. A él se le debe et retablo del Fundador"·· Poco antes de
esta fecha, el 23 de Marzo de 1744, se rec'~bi6' la 'alegre nueva de la
Beatificación de Camilo de Lellis y con este motivo se empezó a pen-
sar en construir nueva Iglesia.
Se adquirieron las casas del Pbro. Francisco Reina y de Dña Alicia
de Vilela y, aprovechando el solar de la antigua capilla, se levantó la
nueva, algo más capaz. Las fiestas de la Beatificación del Fundador se
celebraron del 18 al 19 de Julio, precediendo la publicación de la Bula
el dia 14. En la procesión que pasó a la Catedral iban las imágenes del
Beato, de San Felipe Neri, que un tiempo habla sido su Director Espi-
ritual en Roma y de la Virgen de la Buenamuerte. Se levantaron tres

2 Ambos dieron cuenta del fruto que los Padres habían hecho en la ciudad.
3 D. José de la Cuadra falleció el 5 de Diciembre de 1752. Otro de los
bienhechores del convento fue el Presbítero Felipe de León Dávila, el cual
costeó la cañería que desde la Atarjea había de conducir las dos pajas de
agua que la ciudad había concedido al convento. En señal de gratitud al fa-
llecer, en 1759, se le dio sepultura en la Iglesia.
LAS ORDENES RELIGIOSAS 29

altares, el uno a cargo de los PP. del oratorio en el cementerio de San


Pedro; el segundo, en la bocacalle del Seminario, por los Toribianos
y el tercero, en la esquina de la Inquisición y Zárate, por el Cabildo
secular.
Los PP. de la Buenamuerte se extendieron a otras ciudades del Perft
y aquí nos referiremos a las casas de Santa Liberata, de Quito, de Are-
quipa y de Guamanga. En Lima, el Obispo D. Diego Ladrón de Guevara,
habla hecho edificar, como hemos dicho, la Iglesia de Santa Liberata,
dejando renta bastante para dos capellanes que hablan de mantener
en ella el culto. El 5 de Noviembre de 1744 falleció el que lo había sido
desde la fundación, el Pbro. Juan González y en su testamento dejó
por herederos de sus bienes a los PP. Agonizantes. As! ,el Virrey, Mar-
qués de Villagarc!a, como el Provisor, en sede vacante, acordaron, en
1745, que la casa del capellán pasase a manos de dichos Padres. To-
maron la administración de la Iglesia y el anexo conventillo, pero co-
mo la renta no fuese bastante para el sostenimiento de la comunidad,
Doña Teresa Cavero les hizo donación de una huerta en el camino
de los Amancaes con cuyos frutos pudieron mantenerse.
Los franciscanos de la vecina recolección se opusieron a esta entre-
ga, alegando el ya conocido y olvidado privilegio de las canas y el Ar-
zobispo Barroeta que pocos años después ocupaba la silla metropolita-
na no se mostró propicio a esta fundación y limitó el nftmero de los re-
ligiosos que habian de vivir en Santa Liberata, inclinándose porque ella
se entregase a sacerdotes del clero secular, como en un principio. Sin
embargo, por disposición del fundador, el Patronato. lo ejercía .el Virrey
y los Agonizantes pidieron a éste, en 1753, les hiciese entrega de la casa
e ;Iglesia. El Conde de Superunda, con parecer de la Audiencia y del
Cabildo de Lima, se allanó a ponerla en sus manos y aunque más tarde
el Rey pidió se le informase sobre el particular, el 7 de Mayo de 1760
aprobó lo hecho y de esta manera quedaron en posesión de Santa Li-
berata los Camilos. Años más tarde abrieron aqui una casa de estudios
y ampliaron un tanto el edificio primitivo.
A ,esta fundación se siguió la de Quito. El 21 de Octubre de 1754
fallecía el Lima el Dr. Juan de Cabrera Barba, presbítero y Capellán
que habla sido del Santo Oficio. Era natural de Laja y en su testamento
dejó 40.000 pesos para que se fundase en Quito una casa de PP. Agoni-
zantes y más los réditos del capital. En el año 1789 se escribió al Pre-
30 HISTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU. TOI\'10 IV

sldente de la Audiencia de Quito para que informase sobre esta fun-


dación y sobre la que intentaba hacer de Padres del Oratorio, en el
Colegio que hábía sido de los Jesuitas, D. Martin Sánchez Grande, el
cual había dejado también para este fin 46.000 pesos. Parece que el
Promotor Fiscal de Quito era de parecer que de las dos fundaciones
se hiciese una sola y que el capital destinado a una casa del Oratorio
se aplicase al dejado para los Agonizantes. Se apoyaban en el hecho
de no haber prosperado la primera, pues aunque de Lima fue enviado
a Quito el P. José Ortiz de Avilés, éste hubo de desistir, pues sólo llega-
ron a reunirse tres sacerdotes que quisieran abrazar la manera de
vivir de San Felipe Neri. El Obispo Sobrino y Minayo también era de
este 1sentir, de modo que en Madrid convinieron en que se hiciese y,
por cédula de 8 de Junio de 1795, se autorizó la fundación de Quito.
Por desdicha en aquellos años una grave disensión habla surgido
en el seno de los PP. Camilos y no se pudo enviar ninguno a Quito. Sólo
en 1806, desde Madrid, se ordenó al Virrey recoger los 40.000 pesos de-
jados por Cabrera Barba y dar pase a las patentes que el General de
la Orden, Matias Saavedra, enviase a los nombrados para esta funda-
ción. Fueron estos, Juan Uria, Prefecto, Camilo Henriquez, José Rome-
ro y Tomás Ahumada. Al primero lo sustituyó el P. Gerardo Moreira.
Se instalaron en la casa que habla sido de la Compa:!\ia y comenzaron
a ejercer sus ministerios en la Iglesia adjunta. El 25 de Agosto de 1807
se pele bró una fiesta con motivo de su llegada y predicó en ella el
P. Henríquez. Aunque se les aplicaron algunos fondos de las Tempora-
lidades de los Jesuitas, probablemente a fin de que cumplieran con las
cargas que gravaban a esoo fondos, su situación económica no era ha-
lagüeña y, como exponía el Sindico de la ciudad, los Padres habian
retenido en Lima la suma destinada a esta fundación y no parecia que
se interesaban por ella.
De aqui se envió un Hermano y aunque la ciudad pedia fuesen más
religiosos no se satisfizo su deseo, antes bien los PP. Moreira y Ahu-
mada volvieron a Lima y el primero, escribiendo a su General el 30
de Julio de 1816, se quejaba de la conducta de los otros dos PP. Romero
y Henriquez, quienes no se entendían con él. Ya en el año 1819, el
P. Romero, sabiendo que algunos exjesuitas de la antigua Provincia
de Quito se disponían a volver a América, temió que se les quitase la
casa en que vivían para darla a sus antiguos poseedores, como lo habla
LAS ORDENES RELIGIOSAS 31

dispuesto Fernando VII, al autorizar la vuelta de los jesuitas ameri-


canos y derogar el decreto de extrañamiento. Otros religiosos fueron
enviados, pero en corto número, de modo que el P. Francisco de Zea,
que hacia de Prefecto pensó en abrir alli mismo Noviciado y el Gober-
nador del Obispado lo autorizó para ello. No tuvo vida próspera esta
casa, pero subsistió hasta bien entrada Ja república 4.
La casa de Arequipa se debe a la generosidad del Obispo Abad !lla-
na. Este, por escritura otorgada el 23 de Noviembre de 1779 ante el
escribano Pedro José de Salazar, hizo donación de la casa que habi-
taba para Hospicio de Agonizantes, dos de Jos cuales residían por a.que!
tiempo en la. ciudad. Sin embargo, aun antes de esta fecha, se hablan
instituido dos legados con este fin: el uno era la casa de Pedro de
Silva, escribano público, que en su testamento Ja había dejado en 1753
a este intento y el otro los bienes que D. Cayetano Cueto, maestres-
cuela de aquella Iglesia testara pára Jo mismo. Con este motivo vinie-
ron a Arequipa el P. Francisco Paulé y el Hermano José Bernel o Ver-
vel. Aquí permanecieron ejercitando los ministerios de su profesión y
en el año 1774, según el Inventario del Hospicio, lo habitaban Jos Pa-
dres Agustín Gómez Carrillo, que hacia de Prefecto, Juan José Gon-
zález de Castro y el Hermano Juan Manuel Ordóñez. Hablan logrado
reunir algún dinero, pero no lo bastante para la fundación, de modo
que el donativo del Ob!Spo vino a muy buen tiempo 5 . Por R. C. de 27
de Noviembre de 1801 se concedió Ja licencia y, poco después de reci-
bida, el P. Juan José González, comenzó la obra de Ja Iglesia, según
el Deán Echevarría.
Sin embargo, no debían andar muy sobrados los PP. Camilos, por-
que el 11 de Diciembre de 1802, el citado P. González escribía al Virrey

4 Arch. de la Buenamuerte. Lima.


¡¡ Arch. de la Buenamueite. Fundación de Arequipa. Leg. 437. El Obispo se
obligó a redimir los ce11sos que gravaban la casa. Los títulos los entregó al
P. Agustín Gómez Carrillo que hacía de Superior del Hospicio. En el testamento
otorgado el 6 de Enero de 1780 ante- el escribano Pedro José de Salazar, dis-
puso que su sobrino, Tomás Ruiz Abad, que en Moquegua había cobrado diez
mil pesos de sus rentas, los aplicase a la redención de dichos censos. Los Agoni-
zantes entraron en posesión de aquella casa, pero en cuanto a la redención de
censos, es posible que no se llevara a cabo, porque el Superior, pidió al Corre-
gidor de Arequipa que de los expolios del Obis:Po se tomara lo necesario para
-:este fin.
32 IiISTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU. TOMO IV

Guirior, rogandole socorriese Ja casa de Arequipa, que no acababa de


asentarse sólidamente. Entre tanto, el ella 3 de Mayo de 1803 se puso
la primera piedra del futuro templo, cuya traza mereció la aproba-
ción del Virrey y delineó el maestro de arquitectura, Martín Pietri,
romano. El vecindario prestó generosamente su cooperación para esta
obra, acarreando inclusive los materiales, de modo que el 24 de Se-
tiembre de 1813 se cerró la clave de la cúpula y el 17 de Julio la ben-
dijo el Arcediano, D. Francisco Javier Echevarrla, Vicario Capitular
de la diócesis, celebrandose con toda solemnidad el Domingo 20 del
mismo ·mes la fiesta del Titular, San Camilo de Lellis. Esto no fue obs-
taculo para que la fundación medrase poco, pues en 1820, por el mes
de Setiembre, le escribla al Provincial, Antonio Pavón, el P. Crtstóbal
Inocencia de Fagundo, tal vez el único Agonizante que habla entonces
en Arequipa que, falto de medios, habla tenido que retirarse a vivir
en una casa particular. La casa subsistió todavla algún tiempo, pero
las luchas de la emancipación y la falta de sujetos determinaron su
extinción en tiempos de la República. La Iglesia, maltratada por los
temblores y por el abandono en que yacía, vino a desaparecer, pues el
solar sobre la cual había sido edificada as! como .el convento fueron
expropiados para levantar alli el mercado central que todavía se co-
noce con el nombre de San Camilo, único recuerdo que perdura del
paso de sus hijos por la ciudad blanca•.
La fundación de Guamanga fue todavla más efímera. El 22 de Julio
de 1756 D. Cipriano Bernardo de Santa Cruz, Canónigo de aquella
Iglesia y Rector que había sido de la Universidad de San Cristóbal,
extendió ante el escribano Aramburu la escritura en virtud de la cual
dejaba 12.000 pesos, en una hacienda de Chincheros, para el Hospicio
de los PP. de la Buenamuerte, los diez mil para el sustento de cuatro
religiosos y los dos mil restantes para el gasto de la sacristía. Escogióse
para levantar el templo la casa del Bachiller Bartolomé Barrientos,
el cual parece haberla cedido con este fin, poniendo únicamente por
condición que se colocase en el Presbiterio un lienzo de San NlcoláS de

6 Se dice en el leg. o expediente 001303 del Arch. de la Buenamuerte que el


Deán de Arequipa, D. José Alvarez de Adriazola, dejó en su testamento las
estancias de Pasallani y Buenavista para la cas,a de Arequipa, en 1761. El
nombre de este Deán no figura en la obra de Santiago Mar'tínez: '¡La Catedral
de Arequipa y sus Capitulares". Areciuipa, 1931.
LAS ORDENES RELIGIOSAS 33

Bari, del cual era muy devoto, lienzo que aun se conserva en aquel lu-
gar; El Patronato de la fundación recaería, después de la muerte de
D. Cipriano, en D. Martín de Llano y Orcasitas y sus descendientes y,
después de estos, en el Marqués de Mozobamba del Pozo y en último
término en el Obispo que fuere de Guamanga. Suscribió la escritura
el P. Mateo del Valle, agonizante y en nombre 1del P. Martin Andrés
Pérez, Vicario Provincial. Como aun no se había obtenido la real li-
cencia, determinó el fundador que los Padres se hospedasen entretanto
en su casa.
La Iglesia cuya advocación había de ser Nuestra Seftora de Ja Pie-
dad se edificó. Dista una cuadra de la plaza principal hacía el Oriente
y no tiene nada de notable. Es de una sola nave abovedada y su mejor
presea es el retablo principal, de talla dorado. En el nicho principal
se venera a Nuestra Seftora del Patrocinio, imagen cuyo culto aun per-
dura y es muy celebrada por los vecinos todos del barrio. En la facha-
da, sencilla y sin adorno, se puede todavla observar el escudo de la
Orden de los Agonizantes'· La casa adjunta, levantada sobre un gran
desnivel del terreno es pequefta y debió albergar una comunidad redu-
cida. Creemos que en efecto lo fue siempre y acabó por extinguirse,
posiblemente aun antes de la emancipación 8 •

7 Guamanga. Notaría l\IIavila. Protocolo Aramburu (1756-1764)-. Núm. 8,


f. 525 v.
8 Además de los domicilios dichos, en otras ciudades del Perú se intentó
el establecimiento de la Orden. Primeramente en la ciudad de La Paz, D. Fausto
de Aldunate y Rada, Alférez Real, dejó en su testamento por heredera de sus
bienes a la Orden de San Camilo. Basándose en este legado, en Diciembre de
1776 el Pro-curador General de la ciudad, Juan Esteban Muñoz, hizo presente
al Cabildo la conveniencia de patrocinar esta fundación, especialmente hallán-
dose en la Ciudad el P. Joaquín de Zambrana, cuyo celo era bien conocido y
asiduamente Oía las confesiones de los fieles en la Catedral. Para completar
la suma dejada por Aldunate, la ciudad podría señalar 2.000 pesos por diez
años. El Corregidor, D. Antonio Nieto y Roa, Conde de Alastaya y el Alcalde
Ordinario, Juan Bta. Zavala, ordenaron se hiciese información y se pidiese el
parecer del Provisor, para remitirlo todo -a S. M. accediendo a la contribución
que se pedía. (20 Dic. 1776). El siguiente año el mismo. Procurador manifestó
que se podía ceder a los Padres el local que ocupaban los colegiales que servían
en la catedral. No lle"gó a realizarse la fundación, aun cuando todavía se in-
sistía en ella en 1820 y pare-ce que fueron enviados a La Paz el P. Manuel de
Heredia y un Lego. (Arch. ·de la Buenamuert-e).
34 HISTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU. TOMO IV

Los Agonizantes, como se ha visto, se difundieron con bastante ra-


pidez y fueron muy bien acogidos en estas partes. Debemos atribuir
este éxito al buen espíritu que animaba a los primeros que llegaron al
Perú y al celo con que se dedicaron a las labores propias de su Insti-
tuto. En este siglo, en que ya se advertían síntomas de decadencia
entre algunas Ordenes, la de los Camilos vino a constituir una excep-
ción y entre ellos sobresalieron algunos así por su virtud como por su
saber. El P. Martín de Andrés Pérez dejó fama bien asentada de hom-
bre de Dios y su Vida la escribió otro hermano suyo, el P. Francisco
González Laguna, del cual nos ocuparemos después. Prefecto de las
casas de Madrid, vino al Perú el P. Martín y por muchos afíos ejerció
el cargo de Vice-Provincial, escogiéndolo el Arzobispo D. Diego del
Corro por confesor. En la Universidad de San Marcos tuvo a su cargo la
cátedra de Teología Moral, de casos ocurrentes in articulo mO'l'tiS,
creada para la Orden en el afio 1754. Falleció el 16 de Agosto de 1770
y no hubo, dice el autor de los Apuntes para la Historia Eclesiástica
del Perú, quien no acudiera a besar su cadáver y a solicitar un pedazo
de su hábito para reliquia.
Por su saber merecen citarse los PP. Ignacio Pinuer, José Miguel
Durán, Isidoro Pérez de Celis y Francisco González Laguna. El pri-
mero leyó Filosofía en la Casa de Estudios que abrió la Orden en Lima;
el segundo fue Prefecto de la Casa de Santa Liberata y regentó, por
algunos afíos, la cátedra antedicha. Aunque rigorista en materias mo-
rales, como se echa de ver en su "Réplica Apologética y Satisfactoria
al Defensorio del R. P. Fr. Juan Marimón", impresa en Lima en 1773

En Guayaquil .ocurrió otro tanto. El Capitán Antonio Alonso Parames y


López oriundo de Galicia, en su 'testamento otorgado en Guayaquil el 29 de
Abril de 1811, dejó su casa propia y unos terrenos situados en las cercanías,
más una casa en Bava para una casa de PP. Agonizantes o, en caso de no acep-
tar estos, para clérigos seculares que quisieran prestar el mismo servicio. La
Casa se tasó en unos 30.000 pesos y estaba situada frente a la plaza del Mer-
cado. El Provincial, P. José Miguel Durán, dio carta de poder en Lima, en
1814, a fin de que D. Pedro Alcántara Bruno aceptase el legado y se hiciese
cargo de los bienes. Este se presentó al Gobernador -de lá. ciudad y manifestó
la conveniencia de que se solicitase el permiso para la fundación. Aun cuando,
D~ Juan Vasco y P_ascual, que ejercía ese alto cargo, escribió al Virrey, lo tur-
bado de los tiempos y los sucesos que vinieron después no permitió que madu-
rase el proyecto.
LAS ORDENES RELIGIOSAS 35

y de tendencias regalistas, se conquistó merecida fama de docto. Más


notable fue a nuestro juicio el P. Celis, nacido en Potes (Santander)
en 1733. Hizo sus estudios en el Colegio Real de San Isidoro de Ma-
drid y, venido a América, ingresó en la Orden en 1772. Aquí hizo sus
estudios eclesiáSticos y más tarde, siendo ya sacerdote, ensefió latini-
dad y Filosofía. En el afio 1781 uno de sus discípulos, Antonio Pavón,
defendió unas tesis de toda la Filosofía y Ciencias Matemáticas, que
se imprimieron y por las cuales se ve que el P. Celis habla adoptado
la Física de Newton. Por razón de salud fue enviado a Espafia y, en
1788, imprimió en Madrid, en tres volúmenes su obra: "Elementa Phl-
Josophiae". Era también aficionado. a la métrica !atina y buen huma-
nista y de esta Inclinación suya nos ha dejado dos piezas Impresas:
un poema didáctico "Filosofia de las Costumbres", en que pone la Etl-
ca ¡al alcance de los jóvenes, publicado en 1793 y otro en disticos la-
tinos que tituló: "Saecularls ac Regularis Cleri Vindlcatio ac pro fe-
lici Catolici Regis Nostrl Ferdinandí VII reditu, generalis Hispaniae
Congratulatio", que vio la luz pública en 1814.
En Lima habla recibido sus lecciones D. José Miguel Carvajal y
Vargas, futuro Duque de San Carlos y ayo del Rey. Posiblemente debi-
do al influjo de éste, el Monarca presentó al P. Celis para la. mitra
de Segovia y el 10 de Setiembre de 1814 fue preconizado por Su San-
tidad León XII. Rigió la sede hasta el 19 de Enero de 1827 en que ocu-
rrió su fallecimiento. Aunque su obra principal la publicó en Espafia,
en algunos impresos Umefios de fines del siglo xv1n aparece su nombre.
Mayor celebridad alcanzó el P. Francisco González Laguna, colabo-
rador del Mercurio Peruano, en el cual firmaba con el seudónimo de
Timeo y miembro de la Sociedad de Amantes del Pais. Sobresalió en
la botánica y fue un precioso auxiliar de Ruiz y Pavón, venido en 1778
y luego de Pineda, Haencke y Née, que llegaron en la expedición de
Malaspina. En 1791 se le encomendó a él y a D. Juan Tafalla la crea-
ción del Jardín Botánico de Lima y esta sola obra le hace merecedor
de nuestra gratitud. En las páginas del Mercurio Peruano publicó va-
rios trabajos sobre su especialidad que le conquistaron el aplauso de
cuantos se dedicaban a estas materias.
La Orden sufrió un momentáneo eclipse por razón de Jos disturbios
internos que la afligieron a fines del siglo XVIII, de los cuales nos ocu-
HISTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU, TOMO IV

paremos más adelante, pero no llegó a extinguirse, aun con el adveni-


miento de la República.

2. En este siglo dos nuevos monasterios vinieron a unirse a los ya


existentes en la ciudad de Lima: el de Mercedarias Descalzas y el de
las Capuchinas. El primero tuvo su origen, como otros muchos, en un
Beaterio que una buena mujer, Ana Maria de Medina, viuda del Ca-
pitán Juan Alonso de Cuadros, y dos de sus hijas, fundaron en sus
casas situadas detrás del Monasterio de Santa. Clara, en la calle que
va a la puerta falsa del Cercado '. La susodicha solicitó ucencia pará
fundar convento y la Reina, en carta de 15 de Abril de 1671, pedia al
Arzobispo informes sobre su pretensión. La respuesta del Prelado es
de 15 de Enero de 1681, o sea diez afias posterior y en ella dice que Ana
de Medina y sus hijas hablan fallecido, pero en sus casas se habla fun-
dado un Beaterio donde viv!an 21 mujeres con mucho ejemplo y con-
vendria se transformase en convento, con condición que tengan 30.000
pesos, por lo menos, de principal. Dos afios más tarde regia el Beaterio
Ana Maria de Ferrer y ésta presentó un Memorial al Duque de la Pala-
ta, donde se decia que el Beaterio tenia más de catorce afias de fun-
dado, con casa, oficinas y huerta y, por los instrumentos presentados,
hasta 81.000 pesos de renta, aun cuando algunas de estas sumas se
ofrecen bajo la condición de sacar licencia para convento dentro de
cuatro afias ". Elogia a la Superiora y dice que es mujer que podrá
llevar adelante la obra y recomienda su aprobación, pues aunque ape-
nas habrá ciudad de Europa que en proporción tenga tantas monjas,
pero siendo de descalzas y en corto número, se podrá permitir. Dos
afias más tarde la Audiencia informaba también favorablemente y
manifestaba que el deseo de la ciudad era que se fundase el convento.
En el Consejo, visto el dictamen del Fiscal, fueron de contrario pa-
recer y en Julio de 1687 se negaba el permiso. Sin embargo, el siguiente
afio el Arzobispo abogaba en su favor y decla que la renta ascend!a

il Tres Anas figuran en esta fundación: Ana de Medina, Ana Maria de Fe~
rrer y Ana María Zavaleta. De esta última dice Mendibtiru que nació en el
Callao, pero otros la hacen nativa de Trujillo. Fue su tránsito el 17 de Diciem--
bre de 1725 y fue sepultada en la Iglesia de la Merced, pero más tarde se tras-
ladaron sus restos a las Mercedarias.
1 -0 Carta de 5 de Noviembre de 1683. A. de I. Lima 537.
LAS ORDENES RELIGIOSAS 37

a 96.000 pesos. Poco después hacía otro tanto la Audiencia, alegando


que Ja renta era segura y que, habiendo de depender del Ordinario se
les podia otorgar la licencia. A estas instancias se unieron la del Ge-
neral de la Merced, Fr. José Liñas, la del Vicario General y Proyin-
cial del Perú y la de Diego de Villatoro, como Procurador del Beaterio.
Por entonces, según decía la Superiora, Ana María de Ferrer, los bie-
nes se computaban en 172.000 pesos y, parece, que en 1690 1se habiai
dado la licencia, pero no se había puesto en ejecución por no haberse
determinado a quien estarían sujetas las religiosas.
Por fin, el 26 de Octubre de 1718 se expidió en San Lorenzo una
cédula autorizando la fundación y el 10 de Febrero de 1719 el Pon~
tilice Clemente XI, por un Breve firmado de su mano, la confirmaba.
Juana Teresa de la Cruz, superiora entonces del Beaterio solicitó se
diese cumplimiento a entrambos despachos y el D. D. Andrés de Mu-
nive, Provisor y Vicario General en sede vacante, los obedeció el 5 de
Julio de 1730. Como se esperaba la pronta llegada del sucesor de
D. ,Fr. Diego Morcillo, se dilató la ejecución hasta el año 17.33. El 21
de Febrero, D. Francisco Antonio Escandón dispuso que el Lic. Alonso
de la Cueva, como Juez Visitador, reconociese las propiedades del mo-
nasterio, su renta y condiciones de la clausura y, según se desprende
de su informe, la renta era entonces de 3.383 pesos más 400 que Fray
José de Castro, exprovincial de la Merced, le habla señalado en sus
días. El uúmero de las religiosas era de 28, siete de las cuales eran de
bastante edad y de las 21 restantes, siete sostenían que, por derecho
y antigüedad, gozaban de dote gratuita.
El Arzobispo determinó que saliesen del Convento del Carmen, dos
religiosas para esta fundación, la una con cargo de Comendadora y
la otra de Vicaria y una tercera para cuidar de la portería. El día 10
de Agosto de 1734 condujo por sí mismo a las citadas al nuevo monas-
terio y las puso en posesión de sus cargos"· El Monasterio no tu\'o más
de dos siglos de duración, pues en el primer tercio del presente siglo,
se hicieron cargo de él las Mercedarias de vida activa, abrazando el
nuevo instituto algunas de las antiguas que aun quedaban o ingre-
sando otras a los conventos de clausura de la ciudad.

11
Autos sobre la fundación de Mercedarias. A. de l. Lima 537. ~Id. Ar-
chivo del Monasterio. 1 vol. fol. pergamino.
4
38 HISTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU. TOMO IV

El origen del Monasterio de Capuchinas de Jesús María y José fue


el Recogimiento del mismo nombre, fundado por Nicolás de Dios o
Nicolás de Ayllón para niñas pobres, en las casas de su morada. Ha-
biendo fallecido Nicolás en 1677 su mujer Maria Jacinta continuó esta
buena obra y obtuvo que en un aposento se habilitase una capilla
donde decir ¡misa, a fin de no tener que salir afuera. En el año 1686
comenzó a tratarse de convertir el Beaterio en monasterio y Maria
Jacinta se valió para ello del Fiscal de la Audiencia, D. Juan Gonzá-
lez de Santiago. E! 2 de Mayo de aquel año informaban el Virrey y
Audiencia a S. M. y el Arzobispo, D. Melchor de Liñán, que no se mos-
traba muy inclinado a esta obra, convocó una Junta de eclesiásticos,·
así del clero secular como del regular, para que se ventilase en ella
el asunto. La mayoría de los asistentes se declaró contraria y con ello
el Arzobispo se confirmó en su sentencia.
Habiendo venido a suceder al Duque de la Palata el Conde de la
Monclova, éste se mostró favorable a la fundación, pero el Prelado
seguía oponiéndose hasta que el P. Nicolás de Olea, de la Compañia,
puso en sus manos un informe sobre la vida que se llevaba en el Bea-
terio y sobre la conveniencia de que se transformase en convento de
Capuchinas, como las Beatas lo deseaban. Al fin el Arzobispo se rindió
y la visita que hizo al Beaterio acabó de ganarle la voluntad. Nombró
al Dr. D. Juan González de Santiago, Oidor de la Audiencia y Pres-
bítero, Protector de esta casa y en 1691 escribió a S. M. pidiendo se
concediese la licencia necesaria. Al mismo tiempo asi Ja Madre Ja-
cinta como el Protector escri.bieron a las Capuchinas de Madrid, a fin
de que viniesen de aquel convento algunas religiosas para la fundación.
El Rey concedió Ja licencia el 31 de Diciembre de 1698 y el siguiente
año, así la Madre Jacinta como las demás Hermanas del Beaterio, se
comprometieron por ·escrito, ante el escribano Pérez Landero, a seguir
la Regla de la Orden Capuchina, por haber exigido esta condición las
del Convento de Madrid'·'.
Los sucesos de la Península dilataron por algún tiempo la realiza-
ción de este proyecto, mas aJ fin Felipe V, por una cédula de 8 de
Octubre de 1707, renovó la licencia concedida y Ja amplió en el sentl-

12
Arch. del Convento de Jesús María. Libro de la Fundación. 1 vol. en 4-.."
pasta. Un cuaderno fol. forrado en pergamino. Papeles relativos a la misma,
LAS ORDENES RELIGIOSAS 39

do de que fuesen no dos religiosas del Convento madrilefio, sino cinco


para entablar la vida monacal en el de Lima. Antes de tenerse noti-
cia de su partida vino a fallecer la Madre Maria Jacinta y fue sepul-
tada en la bóveda de la Capilla del Recogimiento el 27 de Diciembre
de 1710. Quedó al frente de la Comunidad la Madre Isabel de la Na-
tividad y se empezaron a haver los preparativos para recibir a las fun-
dadoras. El viaje de éstas lo ha referido con lujo de pormenores la
Madre Maria Rosa, qµe vino de Prelada y está lleno de interés, así
por el largo recorrido que hubieron de hacer, de Madrid a Cádiz, de
Cádiz a Buenos Aires y de esta ciudad a Santiago de Chile y luego a
Lima, como por las peripecias del miSmo, pues no bien hablan dejado
la bahia gaditana cuando fue su navio sorprendido por otros dos de
Holanda, los cuales hicieron presa de él y a las religiosas las conduje-
ron a Lisboa, donde desembarcaron el dia 2 de Abril de 1710.
Hablan salido de su convento de Madrid el dia 3 de Enero de aquel
afio en compafiia de D. José Fausto Gallegos, el cual las acompafió
durante todo el viaje hasta ponerlas en posesión de la casa de Lima.
Dieron fondo en el Callao el 1 de Febrero de 1713 y el dia 4 se trasla-
daron a la ciudad, siendo hospedadas en el convento de. Trinitarias,
Aqu! quedaron por algún tiempo, mientras se hacian algunas obras en
el convento y se le dotaba del agua necesaria. El Virrey y otros mu-
chos caballeros contribuyeron con sus limosnas para estos gastos y,
diSpuestas todas las cosas, se sefialó el dia 14 de Mayo de 1713 para
la inauguración. Celebróse el acontecimiento con toda pompa y las
fundadoras fueron conducidas en procesión desde la Catedral, adon-
de llegaron conducidas en coche desde las Trinitarias, hasta su con-
vento, que son cinco cuadras, habiéndose levantado varios altares en el
trayecto. El mismo Virrey, D. Diego Ladrón de Guevara, las hizo en-
trar en la clausura y puso en posesión del convento. Poco después to-
maron el hábito ocho o diez colegialas del Recogimiento y empezó la
vida claustral en este monasterio que siempre se ha sefialado por su
pobreza y por la observancia de la Regla"·

18 El Libro de la Fundación, escrito, según parece, por María Jacinta y la


Relación del viaje de las cinco fundadoras de Madrid a Lima ha sido publi-
cado por el autor en el tomo V de la Biblioteca Histórica Peruana. Lima, 1947,
pp. 210 a 381.
40 HISTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU. TOlVIO IV

3. En el Perú hasta el presente siglo no se pensó en abrir una casa


religiosa para mujeres in:digenas._ En los primeros años se comprende
que así fuese, hallándose estas cristiandades en su infancia y sup·ues-
to que todo estado de perfección no brota sino donde las virtudes cris-
tianas han echado raíces. Más adelante esto se hizo posible, pero los
prejuicios de raza opusieron un muro casi infra.nq~eable a las voca-
ciones entre los nativos. Fue cosa general, como ya hemos visto, en
todas las Ordenes, así de hombres como de mujeres, el excluir a los
mestizos, que al fin y al cabo tenían sangre española y, por tanto, no
hay que admirar que a los indios les estuviera vedada la vida religiosa.
En México había sucedido lo mismo y, como dice el P. Cuevas, por dos
siglos enteros la psicología irtdígena había sido víctima de un lamen-
table prejuicio. Por fin en el año 1724 se erigió el convento de Corpus
Christi en la capital de la Nueva España y el 15 de Setiembre de aquel
año se condujo el Santísimo Sacramento a esta nueva casa religiosa
con inusitada pompa y dio comienzo la vida claustral. Adoptóse Ja
regla de Santa Clara y Benedicto XIII, por un Breve de 26 de Junio de
1727, aprobó la fundación. Aun se conserva la elegante fachada de
este convento y una lápida de piedra hace memoria de este suceso.
El Beaterio de Copacabana para indias nobles es más antiguo. Des-
de el año 1633. en que se trasladó de Ja Catedral a una ermita del Ba-
rrio de San Lázaro Ja milagrosa imagen de Nuestra Señora de Copa-
cabana, convirtióse aquel lugar en un centro de devoción. La cofradía
de los indios, a la cual pertenecía Ja imagen, se esforzó en adornarla y
atendió a su culto con esmero. Hacia el año 1677 se comenzó a pensar
en levantar allí un Beaterio para indias, aprovechando el vasto solar
que había al lado de la ermita y era propiedad de la Cofradía. La fun-
dación quedó autorizada por una Real Cédula de 23 de Enero de 1678,
pero diversas causas fueron dilatando la ejecución de la obra. Al fin,
el Capitán Francisco de Escobar y Rosa, natural de Lambayeque y
vecino de Lima, se ofreció a hac.er la obra y comenzó su fábrica, de
modo que en el año 1691 se pudo celebrar su inauguración.
Hizose con extraordinaria solemnidad, siendo Virrey el conde de la
Monclova y Arzobispo D. Melchor de Liñán. Escogióse el día 25 dé Die
ciembre y en la mañana se ilendij eran Jos hábitos que habían de vestir
las primeras religiosas, de color blanco y manto azul, como las Concep-
cionistas, cuya Regla habían de observar en parte. A las cuatro de Ja
LAS ORDENES RELIGIOSAS 41

tarde salió de la Catedral la procesión en la cual figuraban las andas


de diversos Santos y los pendones de las Cofradías, singularmente las
de los indios, llevando bajo palio el Maestrescuela D. Agustín Negrón,
el santísimo Sacramento. El Arzobispo rodeado de su Cabildo y Clero
alumbraba con cera en mano detrás del palio. En todo el trayecto se
levantaron altares muy vistosos y, al pasar por delante del Real Pa,-
Jacio, el Virrey se incorporó al cortejo. Llegados al templo, se canta-
ron vísperas y Juego el Arzobispo puso en posesión del convento a las
cinco fundadoras, a las cuales presidía. Doña Francisca Ignacia Car-
vaja] Manchipula, hija de D. Pedro Carvajal Manchipula, Cacique de
los indios del puerto del Callao y de Doña Isabel Quipán, india noble
del mismo puerto.
En los días siguientes se ce1ebró un triduo que terminó con la fiesta
de la Virgen, a 28 de Diciembre, dia en que se verificó el milagroso su-
dor de la imagen en tiempo de Santo Toribio y también el de su tras-
lación de la Catedral a su templo. Hacia el año 1733, siendo Abadesa
del Beaterio Doña Catalina de J'esús Huamán Capac, se trató de e1e-
varlo a monasterio y se pidió la real licencia. El Consejo la denegó,
debido a la escasez de rentas, por lo cual Doña Catalina se decidió a
recorrer el Perú en demanda de limosnas para esta obra. No llegó a
reunir la suma necesaria, p.ero el vecindario de Lima acudió en su au-
xilio y pronto se vio la celosa Abadesa con una suma bastante para el
ansiado fin. Por desdicha, en 1774, Dios la sacó de este mundo y su
desaparición malogró su proyecto. El Beaterio aun subsiste y las reli-
giosas se dedican al culto de la imagen titular y a la educación de las
niñas. El templo, levantado después del terremoto del año 1746, es
amplio y sobrio en sus líneas. Ha sufrido un tanto con los temblores
de estos últimos años, pero se le va restaurando poco a poco.

4. En Provincias y especialmente en las ciudades más antiguas no


dejaron de erigirse monasterios. Las Clarisas tuvieron y aún tienen
conventos en Quito, Trujillo, Huamanga y el Cuzco. Las Concepcionis-
tas en Panamá, Quito, Cajamarca. Las Agustinas en Santiago de Chi-
le. Las Dominicas en Quito, Arequipa y Cuzco y las Carmelitas en Quito,
Trujil!o, Guamanga, Arequipa, Cuzco y Santiago. A estas se añadieron
otras fundaciones y entre ellas una de las más antiguas es la de las'
Concebidas de Huánuco. Diego de Garay, hijo de Antonio de Garay,
42 HtSTORIA DE LA IGL·ESIA EN :EL P.ERU. 1'01),!0' lV

vecino feudatario y uno de los fundadores de la ciudad, decidió jun-


tamente con su hermana, Dofia Jerónima, viuda de Diego de Acufta,
fundar una ermita bajo la advocación de Nuestra Sefiora de Guada-
lupe. En el afio 1575 se trató de erigir al lado de ella un convento y a
16 de Setiembre, Antonia Velásquez ofreció para esta obra una cua-
dra de cuatro solares, que era de Jos yanaconas de Juan de Mor!, di-
funto y el Corregidor de la ciudad, GU Ramlrez Dávalos y otros vecinos
principales, como Hernando de Torres, Rodrigo Tinoco, Jnan de la
Gama, el Licenciado Diego Alvarez y otros ofrecieron contribuir cada
uno con 500 pesos, con lo cual parec!a que habla Jo necesario para la
fundación.
Pasaron algunos afias y el 12 de Agosto d;; 1590, D. García Hurtado
de Mendoza, a pedido del Procurador de la Ciudad, despachó una pro-
visión otorgando licencia para la fundación, ofreciendo al mismo tiem-
po sefialarle alguna renta del real erario. En 1593 los vecinos instaron
al Corregidor, Juan González Rincón, el cumplimiento <1e lo dispuesto
y presentaron la lista de los donantes, entre los cuales merecen citarse
Hernando de Chá ves que ofreció mil pesos, Juan Núñez de Prado con
otros tantos y sobre todo el Licenciado Diego Alvarez que se obligó a
dar 2.80(), o sea, 200 pesos de renta al afio, y Pedro de Gama y Cristó-
bal del Villar, cada uno de los cuales daría 3.500. Estos últimos propu-
sieron que se adoptase la regla de Santa Clara y que el convento estu-
viese sujeto al Comisario de San Francl.sco. Ambos adquirieron el solar
que pertenecía a D. Antonio de Garay y el 11 de Marzo de 1597 se
midió el sitio y se comenzaron a abrir los cimientos, con ayuda de los
indios que ofreció el Corregidor y otros prestados por los vecinos.
Poco antes de Jo dicho, hallándose el Arzobispo Santo Toribio de
visita en Llamellín, el cura de dicho pueblo, Alvaro Cabral, le pidió,
en nombre de los vecinos de Huánuco, la licencia necesaria y en cuan-
to ,estabg¡ de su parte, la concedió el 2 de Febrero de 1595. El Virrey
D. Luis de Vela.seo ratificó lo dispuesto por su antecesor y aun' conce-
dió algunos indios para la obra y en Febrero de 1600 mandó nuevamen-
te se diesen los dichos indios "porque estando el edificio ya con cuatro
varas de alto, el Alcalde, Cristóbal de Contreras, los quitó". Por esta
frase se deduce que la obra se habla comenzado pero que habla ade-
lantado muy poco. El que daba más calot' a ella era Pwro de la Gama
y con su muerte vino a paral!zarse del todo. Al fin, en el afio 1625, el
LAS ORDENES RELIGIOSAS 43

presbítero Diego de Garay, cura de Paucartambo, Patrón de la Er-


mita de Guadalupe, se ofreció a hacer la fundación, donando para
este efecto 18.000 pesos de los bienes de su hermana, Doña Jerónima,
pero con condición que se Je tuviese por fundador y que el Monasterio
tuese de la Concepción y sujeto al Ordinario.
El asunto pasó al Acuerdo de Lima y aqul parece haberse opuesto
el Fiscal, no obstante la recomendación del Cabildo de Huánuco. Mien-
tras tanto, en el edificio adjunto a la ermita, comenzaron a hacer vida
de recogimiento algunas buenas mujeres en virtud de la licencia que
el Obispo Virrey, D. Diego Ladrón de Guevara había concedido, a pe-
tición de Doña Sancha Ríbadeneira. El Provisor del Arzobispado la dio
por su parte, ·el 24 de Diciembre de 1715 y empezó la vida del Beaterio,
siendo su primera superiora la misma Doña Sancha. Años antes el
Arzobispo D. Bartolomé Lobo Guerrero concedió que se pudiera utili-
zar la ermita como Capilla y tener reservado en ella el Santislmo.
Basta nuestros días perdura este antiguo Beaterio y, en el siglo pasado,
uno de los Obispos de Huánuco fundó en él la Congregación de Tercia-
rias Franciscanas de la Inmaculada que se ha extendido por todo el
Perú y presta muy buenos servicios a.si en el campo de la ensefianza
como en la asistencia hospitalaria. Sin embargo, en época muy recien-
te esta casa se ha separado de la Co11gregaeión y se ha convertido en
autónoma, adoptando la regla y costumbres del primitivo Beaterio,
bajo el patrocinio de la Inmaculada Concepción 14 ,
En el Cuzco se creó también uh Recogimiento para indias, merced
a la generosidad del P. Juan Arias Baca, de la Compañia, natural de
la misma ciudad y de noble linaje. Este aplicó la legítima que le co-
rrespondia a esta obra que dejó establecida antes de su fallecimiento,
el 29 de Noviembre de 1672. Al siglo xvm pertenecen otros dos, el del
Carmen y el de Santa Rosa, fomentado el primero por los Jesuitas y
el segundo por los Dominicos. El primero vino a extinguirse poco des-
pués de la supresión de la Compañia y el segundo tuvo más larga Vida

14 Arch. Beaterio de Concebida;;. Fluánuco. Areh. Arzob, Lima. Beaterio


de la Concepción de Huánuco. - Illmo, D. Francisco R. Berroa "Monografia
de la Diócesis de Huánuco". Huanoco, 1934.
44 HISTORIA DE LA IGLESIA lfil~ EL PERU. TOMO TV

y en los tiempos modernos ha pasado a manos de la;i Terciarias Do-


ml:nicas del Santísimo Rosario"·
En Cajamarca se Intentó también crear un Beaterio y dieron prin-
cipio al mismo, poniéndolo bajo la advocación de Santa Rooa de Vl-
terbo, unas cuantas mujeres piadosas que deseaban promover la sa-
ludable práctica de los Ejercicios Espirituales. Por carecer de sitio pro-
pio, tuvieron que pasar de una casa a otra, pero en el afio 1792 se di-
rigieron al Vicario Foráneo, D. Miguel Antonio de Iglesia, para que
les alcanzase licencia del Sr. Obispo de Trujillo, D. José Andrés de
Achurra, a fin de poder construir un salón capru1 y otras oficinas adon-
de pudiesen acudir los ejercitantes. La respuesta debió ser favorable,
porque en 1814 las Beatas que pasaban de una veintena tenlan por
Director al P. Mercedario Fr. José Antonio de Alvarez y Alzamora. En
este mismo afio pidieron se les diese licencia para fundar el Beaterio
y el Rey, a 10 de Octubre de 1816, consultaba el caso con el Obispo de
Trujlllo. El Sr. Carrión y Marfil pidió informes al Vicario de Cajamarca,
D. Miguel Solano y tanto éste como el Ayuntamiento de la villa in-
formaron favorablemente, insinuando el último que el Beaterio podla
contribuir a Ja educación de las nifias, como parece que ya lo hacia.
El Obispo, respondiendo al Rey, en Agosto de 1818, se inclinaba por-
que continuara como hasta entonces, o sea, como Casa de Ejercicios.
pero no como Beaterio. Con el advenimiento de la Rep\lblica desapa-
reció.

5. Lo primero que se advierte en las Ordenes Religiosas al princi-


pio de este siglo es· la disminución del espíritu apostólico que habla
anim.lldo a sus mlembroo en el tiempo pru;ado. Podría excusarles el he-
cho de no existir ya Indios por convertir en todo el territorio conocido
y poblado del Virreinato, pero aunque esto sea Cierto, quedaban toda-
vfa infieles en las selvas del Oriente y aun en otros puntos algo, apar-
tados del comercio humano y urgla., además, la instrucción y fótma-
ci6n religiosa de los ya bautizados. Sólo dos de ellas, como hemos visto,
se aplicaron a esta labor, la Compal'\!a de Jes\ls .y la Orden Francisca-
na. Las demás, si tuvieron misiones, las tuvieron en número muy 11-

1;; Hubo otros en el n1.is:mo Cuzco como el de Carmelitas de San- :Bla,s- y ~l


de Mutcapuquio. V. Cuzco Histórico, Núm. l. Julio, 1920.
LAS ORDENES RELIGIOSAS 45

mitado, como la de los Canelos, a cargo de los Dominicos, o bien por


corto tiempo, como la de los Mercedarios en el Putumayo.
La actividad de estas Ordenes se circunscribió a las doctrinas o cu-
ratos, de las cuales se fueron desposeyendo gradualmente o se les
obligó a abandonarlas, a los ministerios con los prójimos en sus Igle-
sias y conventos, a la enseñanza en las Universidades o Colegios Ma-
yores, en donde se formaban sus súbditos o a cuidar de sus haciendas
de campo, haciendo oficio de estancieros. Aunque no faltaron religio-
sos de celo que toinaran a pechos el cargo que se les había encomendade>
y emplearan provechosamente el tiempo, lo ordinario y más común
fue que en los conventos se llevara una vida relativamente fácil y des-
cansada. Asi se explica el que más tarde comenzaran a aparecer cier-
tas señales de disolución y de falta de espíritu, porque el ocio conduce
a la relajación y el cuerpo que no conoce la fatiga busca el regalo.
Más adelante nos ocuparemos de este mal que invadió a las Or~
y obligó a los Superiores Mayores a tomar en serio su reforma.
Dentro de la placidez de esta vida monacal, no faltaron, sttl!lre wdl"í\
en las casas de recolección, religiosos que, luego de cumplir' coí'!'.lás.
obligaciones del coro y las observancias comunes, dedicaral\l.;J;u itiein;,'
po a la oración, meditación y lección y aplicaran sus esfuerzos a ·811:11.;...
tificarse cada dia más. Aunque no se emplearan en obras exteriores;
no por eso se ha de decir que no aprovechaban bien su tiempo, "Pues
atendían a lo que es más necesario, esto es, a la propia perfección,
tarea primordial tratándose de un religioso y a la cual ninguna otra
le hace ventaja. Pero esto era la excepción; los más, una vez cumplidas
las obligaciones de la regla, podian disponer de su tiempo y si no lo
empleaban provechosamente, ya sea en utilidad del propio monasterio
o de los prójimos, erá fácil que lo malgastasen en parlerías o en va-
gabundear por las calles. La predicación, ceñida casi a las fiestas de
tabla o a sermones de circunstancias, estaba en manos de los llama-
dos Predicadores Generales y no se ponía la mira en la instrucción
y edificación de los fieles, sino más bien en el lucimiento y aplauso del
auditorio. Por otra parte, la inficionaba y pervertía el culteranismo y
conceptismo de que todos hacían alarde y, como prueba de lo dicho,
basta recordar la obra del franciscano Rodríguez Guillén: El Sol y
Año Feliz del Perú, impresa en Madrid en 1735 y en la cual se inclu-
yen los sermones predicados en Lima con motivo de las fiestas de la
I:!ISTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU. TOMO IV

canonización de San Francisco Solano. En todos ellos la afectación,


las sutilezas, los retruécanos y, en una palabra, todos los recursos de
que echaban mano los gerundianos, campean a su sabor y convierten
el sermón en una maraña de frases de relumbrón y de ideas extrava-
gantes. El que extremó la nota fue el mismo P. Rodriguez Guillén,
cuyo discurso debió tener .tres horas de duración, pero el mal gusto
habla cundido tanto y se habla hecho tan general que el auditorio
tuvo paciencia para escucharlo hasta el fin 16 •
El ideal de los hombres de valer dentro de estas Ordenes era enton-
ces llegar a ser Catedrático de Prima o de Visperas, con lo cual se es-
tableció entre ellos una especie de emulación, empeñándose las unas
en aventajar a las otras en el número y calidad de las cátedras que
leian. Esto se hizo muy notable, como lo advierte el cronista agusti-
no Vásquez, entre los de su Orden y los de la Merced, de modo que,
al producirse una vacante, andaban los unos y los otros removiendo
cielo y tierra para hacerse de ella. De este modo llegaron a acum ufax
no una o dos cátedras, sino cuatro o cinco, como sucedía con los Do-
minicos, de modo que la Universidad podía decirse estaba en sus ma-
nos y de ah! que se elevaran quejas al Rey, como lo hizo en 1.752 el
Arzobispo Barroeta. La respuesta fue un decreto de 7 de Setiembre
de 1754, que se envió al Conde de Superunda, ordenándole que las cá-
tedras se redujesen a dos y, en gozándolas una Religión, no se adml -
tiese a los súbditos de ésta como opositores de otra cualquiera, como
parece que se practicaba en Salamanca 11 •
No faltaron disturbios, sobre todo con motivo de los Capitulos en
los que se elegia Provincial. El 27 de Agosto de 1700 se reunieron en la
Recoleta de Belén los vocales de la Merced, bajo la presidencia de
Fray Rodrigo de Castro y Mena para la elección. El primer día, así
en la mañana como en la tarde, se repitió por tres veces la votación
y siempre resultaban más cédulas que las debidas. El Virrey al si-
guiente dia envió cuatro Oidores, a fin de que se llegara a un acuerdo,
. pero los votos resultaron igualmente viciados. En la tarde, se. presentó
el Alcalde de Corte e intimó a tos vocales se hiciese la elección al d!a

1·6 V. R. Vargas Ugarte, S. J. "La Elocuencia Sagrada en el Perú en los


siglos XVIIy XVIII. Lima, 1942.
17 A. de I. Lima 71-5-7. Cartas y expedientes del Virrey de Lima, (1755-
1757).
LAS ORDENES RELIGIOSAS 47

siguiente. El lunes 30 de Agosto, el Oidor D. Juan González de Santia-


go habló a los vocales reunidos en la sala del Capítulo y propuso la
petición hecha por algunos de ellos, el Provincial y Definitorio. No se
llegó a armonizar las voluntades y se procedió a la elección, tomando
todas las precauciones para evitar el fraude; custodiando la puerta
de la sala, distribuyendo las cédulas precisas, etc., pero con todo apa-
recieron cinco más de las justas. Suspendióse el Capítulo y quedaron
solos los Oidores y el Vicario General. Fueron llamados luego el Pro-
vincial y Definidores y se decidió convocar a todos, a las seis de la
tarde. H!zose así y por fin resultó elegido Provicial Fray Juan Pérez
de San Vicente rn.
La causa de esta disconformidad de pareceres no era otra sino el
debatido asunto de los Vicarios .Generales. Las muchas quejas que ha-
bía sobre ellos, obligaron al Consejo de Indias a suprimirlos, pero no
faltaban quienes fueran partidarios de los mismos. Como los Genera-
les de la Orden fuesen de este número, hicieron cuanto estaba en su
mano por mantenerlos. Las Provincias de América se oponían y, al fin,
expuesta al Rey la materia, se llegó a la llamada Concordia, en vir-
tud de la cual los Vicarios continuarían pero con lilnitación de sus
facultades, sobre todo en punto de remitir dinero a Espafia o a Roma,
que era el punto neurálgico del asunto rn. En este capítulo se resolvió
que no vinieran, pero en el siguiente, el Provincial, Fray Juan Marti-
nez de Andrade y los Definidores pidieron ·se les perlnitiese venir a
América. Sin embargo, seis afias más tarde, en 1709, el Provincial y
Definidores encargaban a los .Procuradores representar los inconve-
nientes de los Vicarios Generales y, en señal de protesta por su nom-
bramiento, el 30 de Marzo, era saqueada en el Convento Máximo de
Lima la celda de dicho Vicario General. El asunto continuó debatién-
dose por algún tiempo, a pesar de la llamada Concordia y todavía, en
el año 1741, no todos eran de un parecer"·

1s Convento de la Merced. Lima. Libro 3.Q de Provincia.


19 En Enero de 1701, el Provincial electo denunció al P. Fr. Manuel Ga-
rrido, compañero del Vicario General que volvía a España cargado -de plata
para diferentes pretensiones.
20 En realidad los tales Vicarios eran una carga para la Provincia. En el
Libro 4.Q de Provincia se dice que el gasto total en un año era de 6.149 pesos.
Cada semana se le daban 31 pesos para él, su Secretario, un compañero, un
48 HISTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU. TOMO IV

Tampoco hubo uniformidad en punto a cumplir lo que hacía mu-


chos años había dispuesto eJ Sumo Pontífice Paulo V y habla confir-
mado as! Ja Silla Apostólica como el Rey de España, a saber, que no
gozasen de voto en los Capítulos los Priores de aquellos conventos en
donde hubiese menos de ocho conventuales fijos. En el Capítulo cele-
brado en 1709 hubo que eliminar, por esta razón, a lós Comendadores
de Jos Conventos de Paita, Piura, Saña, Trujillo, Jaén, Chachapoyas,
lea y Huánuco. Otro tanto ocurrió en la Orden de San Agustín y, por
esta causa, se origlnaron graves conflictos, p.ues en muchos casos el
bando que se consideraba menos favorecido apelaba a este recurso
para ·disminuir los votos del contrario, con lo cual, aun cuando fuera
circunstancialmente, se sostenía el abuso contra lo dispuesto por la
ley. En el Capítulo del año 1705, se había dado lectura a un Decreto
del General de la Orden, Fray Adeodato Nuzi de Altamura, en el cual
se ordenaba que no tuviesen sufragio Jos Priores de las casas con me-
nos de ocho religiosos, y en el Capítulo del año 1709, como los ánimos
andaban divididos sobre si el P. Alejandro de Paz o el P. Pedro Zavala
sería el Provincial, los de un bando trataron de apoyarse en ese de-
creto, contradiciéndolo el opuesto. No fue esta la única vez en que esta
disposición produjo inquietudes y revolvió los humores de los vocales,
como dice el cronista de la Orden, Fray Teodoro Vásquez.
Así entre los Dominicos como entre los franciscanos los Capítulos
se celebraron con relativa paz, pero esto no fue óbice para que se reco-
nocieran algunas faltas en la Provincia. Por lo que hace a los se-
gundos, el Comisario General, Fray José Cuadros, suscribía el 9 de
Marzo de 1713 unas letras patentes dirigidas a todos los Guardianes,
pero especialmente al del Convento Máximo de Lima. En ellas se dolía
de los defectos que iban tomando carta de naturaleza por la remisión
y falta de entereza de algunos Prelados y ordena que se observe y ha-
gan observar el que ningún religioso tenga en su celda depósito de
limosnas, sea cual fuere su procedencia; que los frailes que fuesen o
Viniesen de fuera de Lima a caballo lo hagan por las calles menos fre-
cuentadas y no. por las principales; que ninguno anduviese calzado o

lego y un criado. Los días de carne se le daba un cuarto de cárnero; cada día
14 re-ales de pan, cada mes una botija de vino y 10 pesos al mes al nelgtr'O
que le cocinaba.
LAS ORDENES RELIGIOSAS 49

con ropas interiores ·de lienzo~ a menos que justificase su necesidad con
certificado del médico y del enfermero del convento y asi en otras
roa terias 21 •
En Chile no andaban mejor las cosas y por este tiempo se vio muy
turbada la Provincia Ágm;tiniana de aquel Reino, con motivo del Ca-
pitulo Provincial. En visperas de la elección, ocho Padres Maestros
pidieron a la Audiencia se pusiese en ejecución lo resuelto por Breves
Pontificios y Reales Cédulas sobre privar de voz activa a los Priores de
los Conventos que no tuviesen ocho religiosos de continua asistencia.
La Audiencia pasó a verse con el Provincial, Fray Diego de Salinas, a
fin de urgirle el cumplimiento de lo dispuesto, pero éste, en lugar de
hacerlo así declaró a dichos Padres incursos en las censuras que Cle-
mente VIII fulminó contra los que recurren a un Tribunal secular. Le
jnstaron por que no se empeñase en mantener una medida tan fuera
de razón y la m.isma Audiencia intervino una y otra vez y, como se
hiciese sordo a estos exhortos, acabó la Audiencia por ordenar su ex-
trañamiento. Sucedióle en. el cargo Fray Próspero del Pozo y, exluidos
de la votación los Priores ya dichos, se procedió a la elección del Pro-
vincial, recayendo la mayor parte de los votos en la persona del P. Fray
Francisco Aranibar.
Este Padre tenia sólo treinta años de edad y ocho de los vocales obje-
taron su nombramiento por ser contra Constitución y un decreto del
General de 19 de Enero cie 1710, enviado expresamente a la Provin-
cia de Chile. De donde resultó que los unos obedecieron al electo y los
otros al P. Fray José de Roco, que había obtenido cinco votos. Acudie-
ron ambos bandos a la Audiencia y ésta los remitió al Virrey del Perú,
Marqués de Castelfuerte. Este, con parecer del Real Acuerdo, dispuso
que la Audiencia de Chile prestase el auxilio debido al P. Aranibar y
en virtud de esta orden la Audiencia de Chile mandó a la Comunidad
de Santiago que le diese la obediencia. Lo hicieron así todos, aun aque-
llos que se habían opuesto a su elección, pero, ante Notario Apostólico,
protestaron que lo hacían no porque lo tuviesen por Prelado legitimo,
sino por obedecer la orden de Su Magestad.

21 Fr. Luis Arroyo, O. ·F. M. Comisarios Generales de Indias. Madrid, 1950,


página 327.
HISTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU. TOMO IV

El P. Roco decidió pasar a Europa, a fin de representar su derecho


y se dirigió a Lima, con licencia del Provincial y de la Audiencia. Lle-
gado a Ja capital, el Vicario no sólo no le permitió proseguir su viaje,
sino que ordenó su reclusión hasta tanto que hubiese embarcación
para Chile. Vuelto a este Reino, halló que las turbaciones de la Pro-
vincia no se habían calmado, sino antes bien ido en aumento por la
conducta que había observado el P. Araníbar y no se halló otro remedio
sino el de enviar a Roma Procurador, el cual, para evitar la repetición
de lo sucedido al P. Roco, tomó la vla del Brasil. Casteliuerte en su
Relación de Gobierno da una versión del hecho diminuta y parciali-
zada, pues, a decir verdad, la elección del P. Aranibar debía haberse
anulado ¡zz.

'22 V. Manifiesto de toda la Provincia de Chile. Orden de N. P. S. Agu.stín


y por sus Sagradas Cons.tituciones Defensorio de la más sana y graduada parte
de dicha Provincia de algunas culpas que se le imputan en cierto papel. Ma-
drid, s. a. ·(1730?). - El papel a que se alude es el siguiente: Por la Provincia
de los Ermitaños Augustinos del Reino de Chile-se hace Manifestación y Repre-
sentación del hecho sucedido en la elección de Provincial el día 31 de Enero
del año próximo pasado de 1728, en que se extrañó no sólo de aquella Provincia
y Reino, sino también de todos los demás de la América al P. M. Fr. Diego de
Salinas Cabrera, Provincial. .. Fol. De Madrid
CAPITULO ITI

Las Diócesis Sufragáneas

l. Las Diócesis Sufragáneas. Iglesia de Panamá. - 2. Iglesia de Quito. -


3. Iglesia de Trujillo.

Blbliografla: Ro.us Y ARRIETA, History of tlw Bishops of Panama. Panamé,


1929. - GoNZÁLEZ Su!REZ,Historia General del Ecuador. Vol. V. - GARCÍA
IRIGOYEN, Monografla de la Diócesis .00 Trujillo. Trujillo, 1930-31.

l. La Provincia Eclesiástica Peruana permaneció estacionarla du-


rante todo el siglo XVIII, aunque el crecimiento de la población y la
extensión de las diócesis estaban pidiendo que se crearan otras nue-
vas. Sólo al fin de esta centuria se dividió el Obispado de Quito para
dar origen al de Cuenca. En la diócesis de Pamaná se sucedieron de
1702 a 1732, o sea en treinta años, cuatro Prelados: D. Fray Juan de
Arguelles, agustino, D. Fray. Juan José de Llamas, carmelita calzado,
D. Fray Bernardo Serrada, de la misma Orden y D. Agustln Rodriguez
Delgado, clérigo secular. Teniendo en cuenta el tiempo que duraban
las vacantes, el periodo de gobierno de cada uno de ellos fue relativa-
mente corto; el más largo fue el de D. Fray Juan de Arguelles que se
mantuvo en la sede unos diez años y el más corto el de D. Agust!n
Rodrlguez que escasamente llegó a tres. Esta frecuente mutación de
Obispos se explica por las .condiciones del clima de Panamá y la po-
breza de la sede, pero fue causa de que los Obispos no pudieran reali-
zar nada notable.
Una prueba de lo que vamos diciendo nos la ofrece la Catedral de
Panamá. En 1674, con motivo del saqueo y destrucción de la ciudad
52 BJSTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU. TOlVIO IV

por Margan~ se resolvió hacer una. nueva, .en otro lugar. Comenzaron
las obras y el Obispo, D. Antonio de León, construyó la que habia de
servir como tal, provisoriamente. En 1729 y 1730 D. Agustin Rodriguez
informaba sobre su estado y dice expresamente: "he hallado mi ca-
tedral en lo material en suma miseria, la capilla mayor más parecía
cocina que otra cosa, el retablo estaba tan viejo que se deshacia en
polvo, un arpa. suplia la falta de órgano en el coro ... " Hacia sesenta
años que se habia comenzado el nuevo templo, pero la obra apenas ha-
bía llegado a la cornisa, con lo cual se iba destruyendo lo hecho. En
su sentir se necesitaban unos 26.000 pesos para terminarla. y pedia se
le ayudase con alguna cantidad. El Obispo tampoco tenía Palacio y
aunque se habia señalado un solar junto a la Catedral, el edificio es-
taba por hacer. El mismo D. Agustin se animó a empezar y creia que
el costo sería de unos 15.000 pesos, pero aún resultaba económico el
hacerlo, pues el arrendamiento de la casa en que vivia le costaba
anualmente de 700 a 800 pesos'· Como D. Agustín fuese trasladado
a Arequipa en 1731, no le fue posible realizar su proyecto.
D. Fray Juan de Arguelles, limeño, elevado a esta sede el año 1699
fue consagrado en Trujillo por D. Pedro Diaz de Cienfuegos y en 1702
entró en su diócesis. Su labor episCoIJ:al, digna de todo encomio, la re-
sumiremos. brevemente. Por dos veces visitó su diócesis y en el cúrso
de estas visitas se dio cuenta de la necesidad de reducir a pueblos a
los indios que viviau dispersos en las montañas, sin poder ser catequi-
zados. Esta situación venia siendo observada hacía tiempo, pues por
las especiales condiciones de la tierra, era fácil internarse y quedar
aislado de los centros poblados. En su tiempo se crearon algunos como
el de Boquerón, en la Provincia de Chiriqui, donde un Pedro de los
Rios habia logrado reunir como u.nos 200 indios; el de San Marcelo de
la Mesea, y el de San Agustín de Chiríquí, debido a la diligencia de
Juan de Ulate, en todos los cuales procuró poner un cura que les admi-
nistrase los Sacramentos.
La dispersión de los indios traía como consecuencia el que muchos
volviesen a la idolatría y el Obispo lo pudo comprobar en la segunda
visita, por lo cual dispuso que le acompañaran dos Padres Misioneros

1 A. de I. Panamá 222. Cartas de D. Agustín Rodríguez Delgado de 26


Marzo y 5 de Febrero de 1730.
LAS DIOCESIS SUFRAGANEAS 53

de la compafiia, a fin de que misionasen en el pueblo de San Martin


de la Messa y destruyesen un adoratorio que habia en sus cercanias,
como se hizo. El fruto que de estas misiones se obten!a le movió a
pedir al Rey se aplicase un legado de 24.000 pesos a la casa de la com-
pafiia, con la condición de que en ella hubiese cuatro religiosos dedi-
cados ¡a dar misiones o bien a la reducción de los indios Guarnes. El
legatario, Antonio Troncoso, no habla adquirido justamente esos di-
neros y su mente era que se entregasen a los Jesuitas para un colegio
en un lugar de Galicia, de donde era natural. D. Fray Juan de Argue-
lles creta que era más equitativo el que se les diese ,e¡ destino por él
sefialado.
El 16 de Agosto de 1705 celebró sinodo con su clero y, en vista de la
necesidad que había de un hospital de mujeres, levantó a sus expensas
y con ayuda de los vecinos el llamado de Santo Tomás de Villanueva
que dejó en Panamá como recuerdo de su beneficencia. El 22 de Ju-
nio de 1711 se le trasladaba a Arequipa y el 19 de Febrero de 1712 es-
cribía al Rey, agradeciendo su nombramiento 2 • Unos meses más tar-
de abandonaba Panamá y el 13 de Setiembre escribía al cabildo de
Arequipa, remitiendo la cédula de ruego y encargo a fin de que se le
entregase el gobierno. El 5 de Diciembre de 1712 el cabildo de Are-
quipa lo puso en manos de su delegado el Licenciado Luis Cornejo
calderón. Llegado a Lima a fines del afio antecedente, vino a morir
en su convento de Nuestra Sefiora de Gracia, el 24 de Enero de 1713 '·
Le sucedió Fray Juan José de Llamas y Rivas, preconizado el 13
de Junio de 1714 '· El 5 de Febrero del siguiente afio pedia licencia para
embarcarse en la armada y es posible que poco después arribara a su
sede. En el afio 1718 salió a la visita de su Obispado, pero el dla 13 de
Diciembre de aquel afio asumla la Presidencia del distrito de aquella
Audiencia, obedeciendo la Real Cédula de S. M. y el pliego de provi-
dencia del Virrey del Perú, Pr!nclpe de Santo Buono, sucediendo en el

2 Ibid. Cartas de 11 y 13 de Abril de 1703. Id. de 17 Nov. 1710 y 27 Jun.


1711.
s Se ha puesto en duda si puede 6 no ser considerado en la serie de los Obis-
pos de Arequipa, pero no hay duda sobre que fue preconizado .el 21 de Marzo
de 1711. (Arch. Vat. Acta Mise. 26, f. 173) y que se le despacharon sus Bulas.
' Arch. Vat. Acta Camer. 26, f. 183 v. Antes de él había sido designado
D. Juan de Mimbela, franciscano, pero se le trasladó a Oaxaca.
5
54 IIlSTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU. TOMO IV

cargo al Marqués de Villa Rocha 5 • Poco tiempo duró en uno y otro


gobierno, porque el 3 de Setiembre de 1719, el Tesorero de la Catedral
de Panamá, Sebastián Bernal Sánchez, anunciaba a D. Manuel Gon-
zález de Arbulú, su fallecimiento, ocurrido el 10 de Abril de aquel
año'· En su lugar fue presentado por S. M. Fray Bernardo Serrada,
preconizado el 3 de Marzo de 1721 y cuyas bulas remit!a desde Roma
el Cardenal Aquaviva, el 11 del mismo. El 15 de dicho mes y año se le
concedia licencia para embarcarse en compafiia de otros dos religio-
sos de su Orden y, llegado a Cartagena, fue consagrado en este puerto
por el Obispo D. Juan Francisco Calleja el 14 de Diciembre de 1721.
El 10 de Marzo de 1722 llegó a Portobelo, donde abrió la visita de su
diócesis y el 28 hacia su entrada en.Panamá.
D. Bernardo alcanzó a visitar toda su diócesis, deteniéndose en es-
pecial en la Provincia del Darién, que era la más inculta, ayudándole
en esta tarea, un religioso capuchino, Fray Antonio de Sevilla, que
había venido de Caracas. Confirmó más de 3.000 personas y se quitaron
muchos amancebamientos. Asaltóle la enfermedad durante ella y hu-
bo de volver a su sede, para reanudar, más tarde, su recorrido. El 22
de Octubre de 1723 respond!a a la R. C. en que se le pedian informes
sobre las Misiones del Darién y su respuesta fue ésta: las Misiones
eran cuatro, San Enrique de Capeti, San Jerónimo de Yavissa, Santo
Domingo de Balsas y Santa Cruz de Pucro o Cantl. Los indios eran
muy inconstantes y no eran tantos en número como para fundar nue-
vas reducciones, de modo que si se hallasen algunos conven!a agre-
garlos a los pueblos citados.
En el afio 1725 había realizado ya la visita de la diócesis y podía
representar su estado. Las Iglesias en general eran pobres y algunas ca-
recían de los vasos sagrados indispensables. su Catedral tenla un pie
de fábrica muy corto y por esta razón escaseaba de ornamentos; no
había un sochantre y los libros de coro se hallaban muy deteriorados.
Puso su atención en su Seminario, que a su llegada apenas podía sus-
tentar seis colegiales. Con la ayuda del Rector, D. Alonso Monasterio,
había podido acrecentar su renta y ampliar el edificio, de modo que
podían vivir en él hasta 12 seminaristas y un maestro de Gramática,

5 A. de I. Panamá 222. Carta del Obispo de 15 Dic. 1718.


' Ibid.
LAS DIOCESIS SUFRAGANEAS 55

a quien sefialó 200 pesos de renta de una capellanía '. Escribió también
al Sumo Pontifice, poco tiempo después de haber tomado posesión de
su sede, remitiendo testimonio de su consagración y del juramento
que habla prestado y solicitando se le enviasen algunas reliquias 8 •
El 19 de Diciembre de 1725 se le traslaba a la mitra del Cuzco y el
30 de Enero de 1726 D. Fray Bernardo agradecía a S. M. la gracia.
Aquel mismo afio se puso en camino para su nueva sede. Vino a reem-
plazarlo el cura de Hortaleza, en la villa de Madrid, D. Agustín Rodrí-
guez Delgado, a quien se autorizó para recibir la consagración episco-
pal en Espafia y remitía más tarde el testimonio del juramento pres-
tado el 23 de Agosto de 1726. No llegó a su ciudad episcopal hasta Agos-
to del afio 1728 y poco después abría la visita. En una de sus cartas no
puede menos de decir que ha. hallado bastantes pecados públicos as!
en los eclesiásticos regulares como seculares. Para corregir a los pri-
meros se ha valido de sus Prelados y de los segundos se ha ocupado
él y dice que ha logrado, en gran manera, su reformación.
Hubo de insistir en la reducción de Jos indios a lugares poblados
y aun de los vecinos espafioles, pues en la villa de los Santos, una de
las principales de la diócesis, las dos terceras partes de la feligresía
vivia en el campo y sus prácticas cristianas se reducían a olr misa ah
guhas veces al afio en unas ermitas que hablan edificado con este fin.
Para remediar este mal, resolvió convertir ·en víceparroquia la de San-
ta Librada y, puesto de acuerdo con el Presidente de la Audiencia,
nombró un cura que la sirviese. En el Darién haclan falta misioneros
y pedía se enviasen a costa de la Corona dos Padres de la Compafila.
En Ch!riqu! habla 6 curatos, 3 de clérigos y 3 de religiosos, pero todos
carecían de sínodo competente y su vecindario era muy reducido. En'
el afio 1730 volvió a recorrer los pueblos de su distrito, pero en el si-
guiente recibía la noticia de su traslado a la Iglesia de La Paz•.
Ya nos hemos referido a sus informes sobre su Catedral y Palacio
Episcopal. A estas dos obras que estaban por hacer habla que afiadir
el Seminario y el Hospital de Santo Tomás de Villanueva, que apenas

' Ibid. Carta de 3 de Nov. 1725.


8 Arch. Vat. Sac. Congr. Conc. Relat. Dioeces.
• A. de I. Panamá 222. Cartas de 26 Marzo 1729, 5 de Feb. 1730 y 21 Marzo
1731.
56 HISTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU, TOlVIO IV

podían sostenerse por la falta de rentas. Para entrambas pedía so-


corro, pues la tierra no daba lo bastante para su sostenimiento.

2. Por el mismo tiempo se sucedían en el Obispado de Quito,


D. Diego Ladrón de Guevara., trasladado de la de Guamanga, D. Luis
Francisco Romero de la de Santiago de Chile y D. Juan Gómez Frías,
de la de Popayán. Ninguno de ellos perduró en la sede. D. Diego, ne-
vaba apenas cinco años en Quito cuando hubo de trasladarse a Lima
para ocupar el cargo de Virrey del Perú; el segundo entró en Quito en
1719 y en 1726 era promovido a la arquidiócesiS de Charcas; menos
tiempo permaneció D. Juan Gómez Frías, pues no hacia tres años que
llevaba en la sede cuando falleció el 21 de Agosto de 1729. La diócesis
así por su clima como por sus entradas era una de las buenas del Pe-
rú, de modo que por este lado no se justificaban los traslados de sus
Obispos. Era, además, una de las más extensas, pues comprendía todo
el Ecuador actual y la provincia de Pasto que pertenece a Colombia.
De los tres Obispos mencionados, el único que alcanzó a viSitarla fue
D. Diego Ladrón de Guevara.
Este había sido presentado para esta sede en el año 1704, pero sólo
el siguiente año entró en su diócesis. Aprovechó de su viaje para visi-
tarla, desde Guayaquil a Quito y, llegado a esta ciudad, el Cabildo le
entregó el gobierno. La toma de posesión se verificó con toda solem-
nidad el 31 de Octubre de 1706. Poco después se encaminó hacia Pasto,
a fin de Visitar la parte septentrional de su diócesis. En su tiempo ne-
garon a Quito los primeros Betlemltas y a su cabeza Fray Miguel de
la Concepción. Después de algún tiempo, obtenida la real licencia,
se hicieron cargo del Hospital. Cuando en Abril de 1610 falleció en Li-
ma el Virrey, Marqués de Castel! dos Rius, se abrió por vez primera el
pliego de providencia y como de los tres designados, los dos primeros
hubiesen fallecido, cúpole a Don Diego el sucederle en el mando. El
1 ó 2 de Junio abandonó Quito, dejando en su lugar de Vicario Gene-
ral a D. Pedro de Zumárraga, Arcedíano. El Viaje lo hizo por tierra y,
probablemente, lo aprovechó para hacer la visita canónica de la re-
glón sureña. En el año 1712 renunció a la sede quitense, pero la renun-
cia no le fue aceptada hasta el año 1717, cuando ya no era Virrey del
Perú, cargo que desempe!l.ó hasta el 2 de Marzo de 1716. Permaneció
en la capital del Virreinato hasta el 18 de Marzo de 1718, fecha en la
LAS DIOCESiS SUFRAGANEAS 57

cual se embarcó para Acapulco y de este puerto se encaminó a la ciu-


dad de México, donde vino a fallecer el 9 de Setiembre de este año,
siendo sepultado en la Catedral.
D. Luts Francisco Romero que vino a sucederle en Quito, era na-
tural de Alcovendas en el Arzobispado de Toledo. Llegó a Lima con sus
padres, siendo todavía niño, en Ja familia del Conde de Castellar e
hizo sus primeros estudios en el Real Colegio de San Martín. Pasó lue-
go a España a perfeccionarlos en la Universidad de Alcalá, donde se
graduó. Volvió a América, provisto en una canongia de l:;t Catedral
del Cuzco, ascendiendo gradualmente a la silla de Maestrescuela, Chan-
tre iy Deán. En el mes de Junio de 1706 recibió la cédula de tsu nom-
bramiento para Obispo de Santiago y el 11 salió del Cuzco para su
nuevo destino. En el año 1717, después de haber regido la sede santia-
gueña cerca de diez años, fue promovido a esta de Quito, en la cual
ingresó en 1719.
Una de sus primeras atenciones fue la reforma de los monasterios,
especialmente los de la Concepción y Santa Clara, donde ni se guar-
daba la clausura ni se hacia vida común. Su número era también ex-
cesivo, pues en el de la Concepción halló el ·Obispo como unas ciento
cincuenta y en cuanto a las criadas, éstas eran mucho más del doble.
Otro tanto sucedía en Santa Clara. Empezó por eJ de la Concepción,
pero pronto se convenció de la dificultad que llevaba consigo una re-
forma radical. Hubo de ceñirse a imponer la clausura y a limitar el
número de las criadas que vivían dentro del convento, a las cuales no
se habla de permitir la salida, sino por graves razones. Para el servi-
cio del Monasterio habría otras fuera que ejercerían el oficio de man-
daderas. Al mismo tiempo cuidó de que en la portería y en el locuto-
rio se observase la regla y no se permitiese la demasiada comunicación
con los seglares. En Santa Clara menos se pudo hacer y el Obispo no
insistió por no comprometer su autoridad 10 •

10 Una prueba más de lo que hemos dicho sobre la santidad en el claustro,


aun en aquellos conventos en donde se había introducido la relajación, nos la
ofrece éste de Santa Clara de Quito, pues en los primeros años de_ es.te siglo
fallecieron en él dos religiosas insignes por su virtud : Juana de Jesús, cuya
vida imprimió en Lima én 1755 Fr. Francisco Javier de Santa Maria y Sor Ger~
trudis de San Ildefonso, cuya vida manuscrita se conserva en el Archivo del
Convento y tiene por autor a Fr. Martín de la Cruz.
58 HISTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU. TOMO IV

En Quito, como en ciudad pequeña, cualquier innovación transcen-


día a los vecinos y los mezclaba en el asunto; a esto se añade el que
la Audiencia, vinculada con ellos, no era raro se Inclinase de su parte
en contra de la autoridad eclesiástica, con lo cual se explica el porqué
no fuera fácil corregir algunos abusos. No habla negocio alguno de
convento, dice González Suárez, que no turbara la tranquilidad pú-·
blica. Más éxito tuvo con sus curas. A fin de poner remedio a un mal
que en todas las Indias se dejaba sentir y sobre el cual muchos Obispos
habían llamado la atención, o sea, el alejamiento de los indios de
la sagradá mesa, hizo imprimir, en Lima, en el año 1725, una Carta
Pastoral "sobre la omisión y descuido en que los Indios, sus feligreses,
cumplan con el precepto anual de comulgar y el de recibir el santísimo
viá tlco en el articulo de la muerte". Además de exhortar a los curas
a hacerlo, incluyó en la Carta el Catecismo para instruir a los rudos
en el misterio de la Eucaristía y el Catecismo para los indios en su
lengua, tomándolo del mandado imprimir por el tercer Concilio Li-
mense.
El Obispo Romero visitó parte de su diócesis y pudo gobernar con
relativa paz, posiblemente debido a haberse suprimido en aquel tiem-
po la Audiencia de Quito. Con los PP. Jesuitas que tenían a su cargo el
Seminario de San Luis desde su fundación tuvo algunas desazones,
pero como el origen de las mismas era el Rector, una vez que los su-
periores le sacaron del puesto, se restableció la inteligencia. Por su
traslado a Charcas, hubo de salir de Quito en Julio de 1726 y el 8 de
Agosto de ese mismo afio, tomó posesión por poder el que habla de
sucederle, D. Juan Gómez Frias, Obispo de Popayán, a quien de cura
de Móstoles, en el Arzobispado de Toledo, se habla elevado a aquella
silla. D. Juan no duró dos años en Quito, pues se extinguió su vida
prematuramente el 21 de Agosto de 1729.

3. Trujillo que en la segunda mitad del siglo precedente había


visto sucederse los Prelados unos a otros, sin tomar posesión algunos
de ellos o bien pasando ligeramente por la sede, tuvo sólo tres Obispos
en el primer tercio del siglo xvrn: D. Juan Vitares de Velasco, monje
benito; D. Diego Montero del Aguila, clérigo y D. Fray Jaime de Mlm-
bela, dominico. Los tres vinieron trasladados de otra sede, el primero
de la de Santa Marta, el segundo de Concepción y el tercero de Santa
LAS DIOCESIS SUFRAGANEAS 59

cruz de la Sierra. Trujillo era entonces la diócesis más extensa de to-


do el Virreinato, pues comprendía casi todo el Norte del Perú, consti-
tuyendo hoy una provincia eclesiástica, con un Arzobispo, cuatro Obis-
pos Sufragáneos, una Prelatura nullius y una Prefectura Apostólica.
Era demasiada tarea para un Obispo y por eso en su larga historia
apenas hubo Prelado que llegara a visitar toda la diócesis, aun una
sola vez.
D. Fray Juan Vitares fue nombrado Obispo de Santa Marta, donde
por un tiempo ejerció el cargo de Gobernador, pero no permaneció
en esta sede muchos años, pues Clemente XI lo trasladó a Trujillo,
suscribiendo sus Bulas el 30 de Agosto de 1703 "· Tomó el gobierno en
su nombre el Deán D. Francisco Zubiate el 13 de Mayo de 1705 y aquel
mismo año entró en su Iglesia, habiendo hecho el viaje por tierra des-
de Paita. La visita de su diócesis sólo la hizo parcialmente por fil
mismo, confiando esta labor a algunos de sus subordinados, como
D. Luis José de Castro, que en 1717 era Vicario de Cajamarca. Dio bas-
tante que decir, al emprender la de los valles del Norte, saliendo en
calesa, con gran séquito de criados, mulas de silla y de carga, contra
lo dispuesto por las sinodales del Obispado y obligando a los curas
máS próximos a que le preparasen alojamiento en el despoblado de
Sechura, aun cuando a su vuelta tuvieron que darle hospedaje en sus
pa,rroquias.
No satisfecho con las personas que trajo consigo desde Santa Mar-
ta, entre las cuales figuraba Fray Alonso Jaime, de su Orden, hizo que
viniesen de España tres sobrinos suyos, a los cuales procuró colocar
en pingues beneficios y, en general, se mostró muy parcial en los nom-
bramientos que hiz", atendiendo más a su provecho o al interés que
se le podia seguir que al bien de las Iglesias y a lo que se debía en
justicia. Casi al final de su gobierno, e1 clero de la diócesis presentó
al Pr!ncípe de San.to Buono un Memorial en el cual enumeraban los
atropellos del Prelado y el esp!ritu de codicia que demostraba en el
ejercicio de su cargo. Este mismo Memorial lo enviaron al Consejo
con carta para S. M., a fin de que se pusiese remedio. No aparece fir-
mado y ¡dan por razón el daño que se les podía seguir si llegasen sus
nombres a oídos del Obispo. Sin embargo, como los capítulos de que

·11 A. de I. Patronato. 1-1-7, núm. 30.


60 HISTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU. Tül\10 IV

le acusan son concretos y dan los nombres y otras circunstancias de


los que han sido vejados, preteridos y damnificados por D. Fray Juan
Vítores, no es posible rechazar por entero esta requisitoria contra el
Prelado 12 •
En resumen pedían, primero, que no se obligue a los curas de los
valles a los costos de las visitas, que son elevados; segundo, que no se
obligue a los; seminaristas a servir al Obispo en el coro y en las fun-
ciones episcopales; tercero, que no se sirva de curas propietarios, per-
mitiendo que los interesados desempefien las obligaciones parroquiales;
cuarto, que no se obligue a los curas a cobrar los diezmos, mandándoles
suscribir obligaciones de que harán entrega de determinada cantidad;
quinto, que no exija las cuartas a su voluntad y en plata, a su arbitrio;
sexto, que en la distribución de las rentas decimales no atienda a su
mejora, cobrando en plata y dejando al Cabildo los géneros para su ven-
ta; séptimo, que el secretario del Obispo no lo puede ser del Cablldo;
octavo, .·que no se obligue a los curas ascendidos ·a alguna prebenda
a dejar Inmediatamente sus beneficios, sino concediéndoles el plazo
que está fijado. Como ve el lector, su clero tenia razones de sobra para.
estar ofendido de la conducta del Obispo, el cual, por otra parte, vi-

1z Carta al Príncipe de Santo Buono. Fha. Trujillo, Oct.. 1713. A. de. I.


Lima 528. Ibíd. Carta a S. M. de igual fecha. La requisitoria contra el Prelado
tiene .en su abono, como se dice en el texto, lo concreto de los cargos que se
aC'umulan contra el Obispo, la citación de nombres, fechas y lugares y la cir-
cunstancia del tiempo, pues los hechos eran recientes y muchos de ellos pú-
blicos, de modo que al Príncipe de Santo Buono le indican los curas que a su
paso por los valles de Trujillo podrá certificarse de la verdad de lo que afir-
man. De hecho apenas se encontrará Prelado que haya incurrido en faltas:
tan notorias y llama la atención que el Gobierno de Lima no hubiese advertido
al Monarca de sus excesos. Tal vez la explicación nos la da el hecho de haber
sido dos Obispos, D. Diego Ladrón de Gu_evara y D. Diego MorcillO. los que hi--
cieron de vice soberanos en el Perú durante este período. Por respeto al Obis-
po y, disimulando más de lo debido, no intervinieron a fin de II?-Oderar sus ex-
cesos. No sabemos el uso que hiciera de sus rentas, que eran cua_ntiosas, pues-
pasaban de 20._000 pesos al añb,- fuera de otros gajes, pero siendo cortas las li-
mosnas que hacía y procurando evitar gastos, de modo que aun a los señores-
Obispos que pasaban -por Trujillo no les daba hospedaje, debió acum-Ular buena
suma de dinero. A su muerte no dejó por heredera a su Iglesia y es de pre-
sumir que alzaran con todo los sobrinos que habían traído de España y alguno·
de los sacerdotes que le rodeaban y a quienes favorecía.
LAS DIOCESIS SUFRAGANEAS 61

vla con ostentación y no demostraba mucho celo por el bien de sus


feligre.ses, pues rarísima vez se ola su voz en la Catedral.
A Clemente XI pidió le concediese la facultad de dispensar en el
1mpedimento de afinidad en primer grado, pudiendo delegarla en otros
y el Pont!fice en su respuesta de 9 de Abril de 1712 le indicaba se atu-
viese a lo dispuesto por Alejandro VIII y por él mismo en sus letras
de Abril y Junio de 1701 ". Asimismo pidió a S. M. se revocase la R. C.
en que se ordenaba que los Visitadores de las doctrinas de Regulares
fuesen de su misma Religión, por los inconvenientes que esta práctica
traía consigo y por la posesión en que estaban los Prelados de nombrar
a otros cualesquiera clérigos"· El Obispo vino a fallecer el 10 de Di-
ciembre de 1713 y fue sepultado en su Iglesia, al pie del altar de San
Juan Bautista.
D. Diego Montero del Aguila, nombrado en 1715, llegó a Trujlllo en
1716, por el mes de JUiio, habiendo permanecido en Lima desde el
31 de Octubre del afio anterior hasta Junio de este afio. Recibido en
su Cabildo, al cual mostró sus Bulas, abrió la visita pastoral el afio
siguiente, llegando hasta Cajamarca y de vuelta, probablemente, de
aquella provincia vino a fallecer en Safia el 20 de Febrero de 1718. Con
fecha 25 de dicho mes se dio aviso al Cabildo de su fallecimiento y
éste mandó tocar a sede vacante. Le sucedió D. Fray Jaime de Mim-
bela, dominico, natural de Fraga en Aragón y misionero de la Provincia
de Filipinas. Fue Catedrático en la Universidad de Santo Tomás de
Manila y Procurador en Madrid y Roma hasta el afio 1714 en que fue
nombrado Obispo de Santa Cruz de la Sierra. El 5 de Noviembre de
1719 renunciaba a esta mitra, pero aquel mismo afio, por R. C. de 29
de Febrero, se le trasladaba a la sede de Truji!lo que aceptó. Envió
sus poderes al Cabildo y el 11 de Diciembre el Arcediano, D. Francisco
Martinez de Otiniano, tomó posesión en su nombre. Desde el Alto Perú
hizo el viaje en compafiia del Arzobispo D. Diego Morc!llo y, en 1721,
entraba en su diócesis. El 8 de Junio presentó sus Bulas y asumió el
gobierno.

13 Arch. Vat. Epist. ad Principes 88, f. 153.


14 A. de l. Lima 528. Carta de 14 de Set. 1712. El Obispo fundó dos bue-
nas memorias para las fiestas de San Benito y Santo Domingo y en el año 1707
remitió á España 10.000 pesos de donativo.
S2 HISTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU, TOMO IV

El Obispo Mimbela desplegó bastante actividad en el tiempo que


rigió la diócesis. El mismo año de su arribo hizo la visita en Cajamarca
y el siguiente en la provincia de Huamachuco, donde confirmó cerca
de 20.000 personas. Deseoso de que su Iglesia no fuese inferior a las
demás Catedrales del Reino la enriqueció con ornamentos y alhajas
desde el afio 1724 y, en 1731, obsequió un tabernáculo y sagrario de
plata labrada que se tasó en unos cuarenta mil pesos. su obra princi-
pal fue el monasterio de Carmelitas Descalzas, para el cual habla de-
jado su antecesor, D. Fray Juan de la Calle, la suma de 20.000 pesos.
El Obispo la tomó a su cargo y empezó la construcción del monasterio,
de modo que en el año 1724 pudieron entrar en clausura las primeras
religiosas. Vinieron del Carmen de Quito las cuatro fundadoras, a las
cuales se les hizo un buen recibimiento el dia de su entrada, 6 de Di-
ciembre de dicho año. La actual Iglesia, que es en su interior una de
las mejores de Truj!llo, se comenzó después y estando ya a punto de
inaugurarse sobrevino el terremoto del 2 de Setiembre de 1759 que la
maltrató bastante.
También se interesó por elevar al rango de convento el Beaterio de
Concebidas de Cajamarca. Escribiendo al Rey el 16 de Enero de 1738,
le decía que aunque no se inclina a favorecer nuevas fundaciones, la
de Clarisas del título de la Purísima en Cajamarca cree convenir por
ser país "en que abundan las mujeres mucho más que los hombres y
aunque esto no es particular alli, sino muy general en lo demás del
Reino, en otras partes logran inmediato o menos dificultoso el recurso
las que quieren servir a Dios ..." Para esta fundación un vecino había
donado un fundo y las Clarisas de Trujillo deseosas de vida más es-
trecha, con sus dotes y algunas limosnas hablan reunido hasta 37 .000
pesos. Al Obispo le parecía que habla caudal bastante, teniendo en
cuenta la baratura y abundancia de la villa. El Consejo aprobó la fun-
dación el 20 de Octubre de 1742 y por Real Cédula, fecha en Buen Re-
tiro el 24 de Junio de 1743, el Rey daba licencia para ella. D. José An-
tonio Manso de Velasco le dio el pase en Lima el 2 de Noviembre de
174515.

15 A. de I. Lima 540. Fueron remitidas de Lima unas religiosas capuchinas


para entablar la observancia, pues se deseaba que en este convento se pro-
fesase la regla en toda su estrictez.
LAS DIOCESIS SUFRAGANEAS 63

Tenemos que referirnos a su controversia con el Virrey, Marqués


de castelfuerte, cuyo origen fue la circular enviada por éste a los Co-
rregidores, a fin de que se pusiese remedio a los escándalos que daban
algunos eclesiásticos, sobre lo cual le debían remitir información se-
creta y proceder luego en conformidad a las instrucciones que reci-
bieran. Esta circular se apoyaba en una Real Cédula de 13 de Febrero
de 1727 en la cual se encargaba al Virrey y a los Arzobispos y Obispos
castigar los amancebamientos Públicos de los sacerdotes, asi seculares
como regulares, procediendo contra ellos hasta deponerlos de sus be-
neficios, si fuesen incorregibles y desterrarlos del Reino, para Jo cual
los Ordinarios acudirán al Virrey para que les de el auxilio necesario.
El Virrey ha de advertirlo así a todos Jos Prelados regulares para. que
diligentemente cuiden del remedio y a todos los ministros reales para
que procedan al castigo de las mujeres· que viven deshonestamente.
Castelfuerte, una vez informado, escribió al Obispo Mímbela, exhor-
tándolo a reformar a algunos eclesiásticos súbditos suyos y, en carta
de Octubre 26 de 1728, le hablaba en particular de los curas de la vi-
caria de Safia y del Vicario de Cajamarca, Luis Benites. El Obispo se
dio por ofendido, juzgando que el Virrey vulneraba la inmunidad y
en una de sus cartas, (Trujíllo, 30 de Agosto de 1728), llegaba a decirle
a Castelfuerte que, supuesto que en la inquisición de la vida y costum-
bres de los clérigos prescindia de los Obispos, era sefial que tambié;i.
pretendía Incluirlos a ellos.
La carta empezaba en estos términos: "Recibo en este correo carta
de V. E. del 18 de Julio con indecente denunciación de siete sacerdotes
de mi Obispado, residentes en el Corregimiento de Safia (el uno ha
algunos meses que dio ya cuenta a Dios), que viven implicados escan-
dalosamente con mujeres, cuyos delitos asegura V. E. los sabe por no-
ticia cierta ..." La respuesta llana, si el Virrey no estaba en lo cierto,
habría sido manifestar que no era verdad lo que se decía, pero ·el Obis-
po toma otro camino y tacha de impío al Virrey, por prestar oídos a
seglares que denuncian delitos del clero, de autoritario, por el tono
que emplea, de Irreverente por pisar los llmltes de su jerarquía y, des-
pués de varias consideraciones sobre la conducta de las autoridades
civiles, pasa al ataque y no duda decir que "en el gobierno de v. E. el
estado eclesiástico vive muy sofocado -y oprimido, pues no ha parado
V. E. hasta beber su sangre y verterla como arroyos en la plaza...",
HISTORIA DE LA IGLESIA El"'\/ EL PERU. T01VIO IV

aludiendo al infeliz suceso ocurrido el día de la ejecución de D. José


de Antequera. Lo menos que puede decirse es que los términos de la
carta eran destemplados y muy ajenos de quien los proferia. El Vi-
rrey respondió con moderación y poniendo las cosas en su lugar, pero
D. Jaime no se aquietó y, en su carta del 18 de Diciembre, estampaba
esta frase: "No se meta más V. E. en estas arduidades ni trate de de-
latarme eclesiásticos, porque quedará desairada la que viene por. con-
ducto de unos ídolos laicos con capa de zelo: lo que es, Sefior, del Cé-
sar al César, de eso cuide V. E. lo que es de Dios de Dios, de eso cuida-
remos nosotros .. »" 16.
El Virrey hubo de dar cuenta al Rey de todo lo ocurrido y el 30
de Abril de 1730 se le escribía, advirtiéndole que se habla excedido en
sus comunicaciones con Castelfuerte y que procurase obrar en con-
formidad con él. Respondiendo a esta cédula el 22 de Enero de 1733,
confiesa que ha habido exceso de su parte, pero se excusa diciendo que
lo hizo para atajar el escándalo que podía seguirse de aquella provi-
sión, como en efecto, dice, se atajó y que es amigo de la paz y al pre-
sente la mantiene con el Virrey. Podemos salvar su Intención, pero en
realidad lo práctico habria sido aceptar la colaboración del Virrey a
fin de quitar los escándalos que se seguían de la incontinencia de los
clérigos. Esto estaba obligado a evitarlo y de ello se seguian mayores
males que de las disposiciones viweinales.
Mucho más digna de un Obispo fue la actitud que, entre otros, asu-
mió el Obispo de La Paz, D. Agustin Rodríguez Delgado, el cual escri-
biendo al Marqués sobre la circular antes citada, le decía: "Yo estimo
a V. E. estas advertencias porque aunque estos y otros casos hayan
llegado a mi noticia, pueden ocultarse otros o por malicia o por fines
particulares que celan los delitos de quien puede remediarlos: por
cuyo motivo suplico rendidamente a V. E. mande avisar de todo lo que
pudiere corregir, ya que la perspicaz vista de V. E. no sólo mira a lo
que tiene cercano, sino que también se extiende a los retiros de estos
parajes, que mi agradecimiento cumplirá con tamafia deuda''.

16 A. de I. Lima 503 y 504. ~ C. V. Papeles Varios Mss. 12. Copia de Car-


tas escritas por Castelfuerte al Illmo Sr. D. Fr. Jaime Mimbela Obispo de Tru-
jillo y respuestas de este, 10 ff.
LAS DIOCESIS SUFRAGANEAS 65

El gobierno del Obispo Mimbela se prolongó hasta el 4 de Julio de


1739, dia en que falleció. El sábado 6 se dio sepultura a su cadáver en
Ja Catedral, pero su corazón fue enterrado en la Iglesia del Carmen,
que podla considerarse como fundación suya. Su Cabildo, agradecido
a la obra de Ja Sala Capitular y de la Contaduria que realizó por su
cuenta, honró su memoria y después del novenario de misas cantadas
por el reposo de su alma, le hizo solemnes honras el último dla. Fue
nombrado Provisor y Vicario Capitular D. Pedro Bustillo de la Concha.
CAPITULO IV

Las Misiones

l. Jesuitas y Franciscanos evangelizan las tribus de la Hoya Amazónica. -


2 Los Colegios de Propaganda Fide. - 3. Misiones en Tierra Firme y en la
comarca de Quito. - 4. Misiones en la Araucania y Chiloé.

Blbliografia: GoNZÁLEZ SUÁREZ, Historia General del Ecuad01'. Tomo VI, cap. VI.
JOSÉ JOUANEN, s. J., Historia de la Compañía de Jesús en la Provincia de
e

Quito. Vol. 2, libro m. Quito, 1943. - FERNANDO DOMÍNGUEZ, o. F. M., El


Colegio Frwnciscano de Propaganda Fide de Moquegua. Madrid, 1955. -
Historia de 1.as Misiones del Colegio de Propaganda Fide de Santa Rosa
de Ocopa. 2 t. Barcelona, 1883. - BERNARDINO EIZAGUI-RRE, o. F. M., Histo-
ria de las Misiones franciscainas en el Perti. 14 vols. Lima, 1922-1929. -
ROBERTO LAGOS, 0. F. M., Historia de la.< Misiones del Colegio de Chillám.
Tomo l. Barcelona, 1908.

l. La conquista de la. dilatada y enmarafiada selva que se extien-


de desde las estribaciones orientales de los Andes hasta la frontera del
Brasil se la disputaron en el siglo XVIII dos Ordenes Religiosas: los Je-
suitas y los Franciscanos. Los primeros salieron de Quito y por el Napo
y otros afluentes de la izquierda del Marafión descendieron hasta sus
orlllas y, penetrando por el Ucayali, llegaron hasta más abajo de la
confluencia de este rlo con el Pach!tea. Los Franciscanos, salieron
más bien de Jauja, Tarma y Huánuco y remontaron el Huallaga y otros
rios, tributarios los unos del Marafión o bien del Ucayali y avanzaron
hasta darse la mano con los primeros. Las Misiones de los Jesuitas
llegaron a su periodo de mayor florecimiento a mediados de esta cen~
HISTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU. TOMO IV

turía, para luego quedar disueltas por el decreto que los expulsaba de
todos estos dominios. De este golpe no se recobraron jamás las Misio-
nes de Mainas y aunque sacerdotes seculares salidos de Quito y fran-
ciscanos venidos de Ocopa intentaron reanimarlas, todo fue en vano
y la mejor prueba de ello nos la ofrecen los Informes del primer Obispo
de esa extensa diócesis, D. Fray Hipólito Sánchez Rangel, creado en
1805 y antes de él los del Gobernador D. Francisco Requena.
Las Misiones franciscanas, como hemos visto en el precedente vo-
lumen, tuvieron comienzos difíciles y no puede decirse que las llegara
a coronar el éxito. En este siglo y con la llegada de Fray Francisco
de San José y de otros compafieros en 1708, cobraron nuevo empuje y
sus progresos fueron notables. Por desdicha, la sublevación de Juan
Santos, en 1742, vino a dar en tierra con las reducciones y en cierto
modo hubo que empezar de nuevo. La tarea se hizo más dificil por la
actitud de los indígenas, pero los misioneros no se desalentaron y pro-
siguieron su obra de evangelización, extendiéndose aun a aquellos te-
rritorios que hablan abandonado los hijos de Ignacio. Las luchas de la
independencia y la escasez de sujetos, pues se suspendieron las expe-
diciones de Espafia, paralizaron un tanto su labor, de modo que al so-
brevenir la República el estado de estas Misiones no era el más envi-
diable.
Es preciso confesar que asi en las Misiones de los Jesuitas como en
las Franciscanas se tropezaba con serlos obstáculos. El uno de ellos era
la dispersión de las tribus lndigenas y su reducido número, si se Je
compara con la enorme extensión del territorio que ocupaban. A esto
habria que agregar la variedad de lenguas y más todavia las peculia-
ridades del hijo de la selva, inconstante, poco amigo del trabajo, amigo
de su Independencia, vengativo y hasta sanguinario. Para domefiar. a
estas naturalezas bárbaras se necesitaba una paciencia a toda prueba
y más que ordinaria habilidad. Divididos entre sí, en lucha constante
con sus vecinos y desconociendo las ventajas de la convivencia, una
causa cualquiera, una peste, una amenaza o la escasez de sustento, Jos
hacia abandonar el pueblo que hablan formado y volver a la vida
nómada de antes y a errar entre los bosques.
Los misioneros vlvlan, además, muy alejados de su base de apro-
'1is1onanúento, sobre todo los Jesuitas, que dependlan cie la Provinclá
de Quito y• esto en buena parte fue el motivo por el cual D. Francisco
LAS MISIONES 69

Requena, buen conocedor de la región y de sus necesidades, insistió


ante el Rey para que se crease la Gobernación de Mainas y se agrega-
se su territorio al Virreinato del Perú. Nombrado más tarde Consejero
de Indias obtuvo la Real Cédula de 1802, en la cual el Rey secundaba
sus miras y les daba su entera aprobación. En ninguna otra cosa ha-
bla Insistido tanto Requena como en las necesidades espirituales de
los habitadores de Malnas y en la citada cédula se reflejan sus inten-
ciones. Por esa razón, juntamente con el nuevo gobierno, se erigió un
Obispado, aun cuando a decir verdad, se pretendió hacer un imposible,
o como decía el !limo. Sánchez Rangel, se pensó que el Obispo era
omnipotente para sacar de la nada todo cuanto habla que crear en
Malnas 1 • Careciendo de medios, no pudo obtener que en este orden
mejorasen las condiciones de los habitantes de aquel territorio y se
extendiese la luz de la fe hasta aquellas zonas adonde no habían lle-
gado sino sus destellos.
Pero las misiones, casi sin pretenderlo, lograron otro objeto: la
defensa de la soberanía espafiola en todo el oriente amazónico. No
vamos a resumir aquí la historia de nuestras contiendas fronterizas,
pero sabido es que desde el siglo xvn los avances de los portugueses del
Brasil no pudieron menos de alarmar a la Corte de Espafia. Los pri-
meros en dar la voz de alerta fueron los misioneros y ellos también
los que se opusieron a esa penetración sutil y disfrazada con uno y
otro pretexto. Gracias a los medios por ellos adoptados, a la creación
de pueblos en la zona disputada y aun a los datos geográficos por ellos
acumulados, se pudo salvar parte al menos de aquel patrimonio que
luego vinieron a heredar estas repúblicas. Las expediciones militares
enviadas por la Corona, como la del afio 1776 o las comisiones demar-
cadoras nombradas de común acuerdo por los dos paises litigantes,
Espafia y Portugal, no tuvieron la eficacia de la acción misional. El
mismo D. Francisco Requena, que formó parte de una de ellas, lo re-
conoció y, también por este motivo, se interesó en que se crease el
gobierno de Mainas y se incorporase al Perú.
El Gobierno espafiol, por ambas. razones, no pudo desatender las
misiones, antes bien l~s prestó su apoyo y, por su cuenta, cuidó de en-

1 V. mi obra: '1De la Conquista a la República". Segunda serie. ·Lima, 1950.


La Diócesis de Mainas. ·Nuevos Documentos.
70 HISTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU. TOMO IV

viar expediciones de misioneros que prosiguieran la labor comenzada


y ensancharan el !lmlte de su actividad. No lo h!zo, tal vez, con la ge-
nerosidad de otros tiempos, pero, teniendo en cuenta la situación eco-
nómica por la que atravesaba la Monarqu!a, no la podemos culpar de
negligencia en esta parte. Es verdad que insistió más allá de lo justo
en que a los religiosos enviados no se les diera otro oficio que el de
misioneros y no se les distrajese de su fin principal, pero en todo este
siglo pueden citarse re¡:ietlda.s cédulas, en las cuales se encarga a los
Virreyes y Gobernadores el fomento de las misione.•, como la de 11
de Junio de 1709 y otras de su mismo tenor, como la del 2 de Marzo de
1751, sobre la reapertura de la.s misiones franciscanas del Cuzco y
otras posteriores en las cuales se pide cuenta del estado en que se
hallan y relación de los progresos realizados. Todo esto era una con-
secuencia del fin con que se habla emprendido la conquista y coloni-
zación de esta parte de Ja América y no es posible negar que, en ge-
neral, Espafia se mantuvo fiel a este objetivo que, como sabemos, fue
el de Isabel la Católica.
Los Jesuitas a fines del pasado siglo hablan Intentado, sin conse-
guirlo, la reducción de los Jibaros. Este Intento no sirvió más que para.
Irritar a los indios auxiliares, especialmente Jos Jeberos, que sufrie-
ron la.s.. consecuencias de la tentativa y sembrar el germen de la In-
subordinación. Slgu!óse luego la peste, que diezmó los pueblos, redu-
ciéndolos a la nada u obligando a sus habitantes a huir e internarse
en la selva. A estos contrastes se a!\.adló la pérdida de las misiones de!
Ucayali, donde perdió Ja vida el gran misionero Enrique Richter y
otros de sus compa!\.eros, de modo que a fines del siglo xvxr podia de-
cirse que las misiones pasaban por una verdadera crisis. Para conju-
rarla, se empezó por enviar a las tierras de los Cunlbos una expedición
de ca.stlgo. En 1698 se reunieron unos 46 soldados espa!\.oles y 300 In-
dios armados, fuera de Jos que hablan de conducir el bagaje o servir
de remeros y, remontando el Ucayal!, llegaron hasta el pueblo de Tri-
nidad, en donde les aguardaban Jos contrarios. La excesiva confianza
del capitán que mandaba la vanguardia fue causa de que unos 18 ó 19
espa!\.oles y cerca de un centenar de Indios viniese a ser victima del
asalto de los Cunibos que empezaron por hacer ofrecimientos de paz.
Este desastre fue causa del retiro de los que venían detrás y los Cuni-
LAS MISIONES 71

bos, lejos de ser castigados, se ensoberbecieron con su triunfo. Prác-


ticamente, este campo quedó en adelante sin roturar.
Algunas nuevas reducciones se fundaron en estos primeros afíos
del siglo XVIII, como la de San Miguel de Yarapa, a orillas de la laguna
de este nombre, las de San José de Pinches y Asunción de Pebas, en
el Pastaza y alguna otra, pero como el P. Nicolás Durango que misio-
naba en este último rlo, advirtiese algunos desórdenes entre los indios,
causados muchos de ellos de la hostilidad de Jos encomenderos y de
los vecinos de Lamas y Moyobamba, que a todo trance los querian
sacar de sus tierras para obligarles a servir, pidió que se reconociese
la exención de servicios de que gozaban los indios de las misiones y
se Intimase a las autoridades la cédula respectiva. El Superior de las
Misiones obtuvo que el Conde de la Monclova renovase la prohibición
de reducirlos al servicio personal, por una provisión de 1 de Octubre
de 1701 y por este medio se consiguió que, al menos temporalmente,
no se les inquietase. Pero donde se hablan hecho mayores progresos
era entre los Omaguas, gracias al celo del P. Samue! Frltz. Este hubo
de ausentarse y, a. su vuelta del Gran Pará, decidió pasar a verse con
el Gobernador de Ma!nas, D. Jerónimo Vaca de Vega, para darle cuen-
ta de los avances de los lusitanos. Le encontró en La Laguna y el Go"
bernador le aconsejó que en vez de acudir a la Audiencia de Quito
pasase a Lima y se entrevistase con el Virrey.
El animoso P. Fritz no dudó en emprender tan largo y dlflcll viaje
y por el interés de las Misiones se dirigió a la capital del Virreinato.
Su llegada a Lima constituyó un acontecimiento, porque no pudo me-
nos de causar admiración la figura del misionero, con la barba cre-
cida, una corta sotana de fibras de palma, una cruz de palo de chonta
en la mano y alpargatas de yute por calzado. Diriase un erm!tafío
salido de la Tebalda. Los religiosos de la Compafí!a le recibieron con
gran cariño y se desvivieron en obsequiarle. El Virrey le recibió tam-
bién amablemente y el P. Fritz puso en manos del Conde un Memorial,
unos Apuntes sobre la linea de frontera entre los dominios de Espa-
fía y Portugal y una copla de su célebre mapa del curso del R!o Ama-
zonas que habla trazado en sus viajes por el gran rfo. El Virrey hizo
examinar los papeles presentados y se convino en prestar al misionero
el auxilio que necesitába. Se acordó que se le diesen 2.000 pesos y se
escribiese al Presidente de Quito a fin de que pusiese a disposición del
72 HISTORIA D:>: LA IGLESIA EN EL PERU, TOIVIO IV

P. Fritz algunos soldados españoles. El Conde, por su parte, le proveyó


de ornamentos, campanas y vino de Misa y ordenó que los Corregi-
dores y oficiales reales le diesen toda clase de facilidades a su vuelta.
A fines de Mayo de 1633 salló de Lima y tomó la ruta de Jaén, a fin
de hacer un reconocimiento en el alto Marañón y perfeccionar su mapa.
Monclova remitió al Rey copia del Memorial y apuntes del P. Frltz
y aun del mapa y le dlo cuenta de su visita, pero no parece que llegó a
medir el alcance de la misma y su verdadera finalidad, porque no le
dio al problema fronterizo la importancia que en si tenia. Hasta llegó
a dudar de la veracidad del misionero, pues, refiriéndose al mapa que
habla delineado, llegó a decirle a S. M. "quedo inclinado a que más es
satisfacción propia que realidad la mayor parte de lo pintado en él"'·
El bueno del Conde, a la vista de un trabajo de esta índole, juzgaba
que no era posible fuese fruto de la observación y estudio. Esta indife-
rencia del Conde fue fatal para los intereses de la Corona, pues los
lusitanos no desistieron de sus correrías y el mismo P. Fritz, a su vuel-
ta, hubo de denunciar sus avances y oponerse, en persona, a los Inva-
sores,
Como entre los Omaguas hubiese advertido algunos sintomas de In-
subordinación pidió se le enviasen de Borja un cabo y algunos sol-
dados para volverlos al orden, como en efecto se hizo. Después de un
periodo de calma y, hallándose él ausente ,en La Laguna, volvieron
a alborotarse los indios de San Joaquln, de modo que el P. Wenceslao
Breyer que le sustitula y el misionero de Guadalupe, se retiraron por
no creerse seguros. La presencia del P. Frltz disipó el peligro y los pa-
dres tornaron a sus tareas. Los Yurimaguas, huyendo de las incursio-
nes portuguesas se establecieron unas tres leguas más abajo de la
desembocadura del Napa y quedó al cuidado de ellos el P. Breyer. Pero
los Omaguas hablan de poner a prueba la paciencia del P. Frltz, pues
nuevamente se rebelaron y aunque de Borja se envió un socorro de
soldados para que se contuviesen y se aplicaron algunos castigos, ale-
jada la tropa, volvieron a las andadas y muchos abandonaron el pue-
blo, asociándose con los infieles Caumarls. El P. Frltz temió que vi-
nieran a prender fuego a San Joaqu!n y resolvió alejarse con todo lo
más precioso a la núeva población de Yurlmaguas. Aún concibió al-

2 A. de I. Lima 88. Carta de 14 de Setiembre de 1692.


LAS MISIONES 73

gunas esperanzas de salvar aquella reducción y, nombrado Superior


de Ja Misión, en 1704, envió allá al P. Juan Bautista Sanna, que logró
reunir a los dispersos y reducirlos de nuevo a vivir bajo la obediencia
del Padre. Igual suerte corrieron otras muchas reducciones, porque
la inconstancia en estos indios era uno de sus rasgos característicos.
Pero las reducciones de Omaguas tenían que desaparecer, no por el
abandono de sus habitantes, sino por las incursiones de los portugue-
ses. Estos, a partir del año 1707, comenzaron a remontar el Amazonas
y ofrecían a los indios algunos utensilios y bujerías a cambio de in-
dios infieles, a Jo cual llamaban rescatar cautivos, pero, no contentos
con esto, si no cumplían con la entrega prometida se llevaban a los
que querían. En vista de ello, el P. Fritz pidió auxilio a la Audiencia
de Quito, pero ésta si bien dispuso que pasasen como un centenar de
soldados lo hicieron tan lentamente que, cuando llegaron los expedi-
cionarios ya era demasiado tarde. Por otra parte, era tan lastimoso
el estado de esta tropa, sus armas eran tan escasas, que no habrian
sido de utilidad en caso de un encuentro. No Jo hubo y sólo alcanza-
ron a apresar a un Capitán portugués. Cesó por un tiempo la inva-
sión, mas para recrudecer luego de modo que ya no hubo otro remedio
sino obligar a los indios a abandonar esos parajes. Fundáronse con sus
restos el pueblo de Santa María de las Nieves de Yurimaguas, a orillas
del Hua!llaga, donde todavía persevera, y otro en Yarapa que, tras
algunas mudanzas, quedó unas dos jornadas más arriba de la boca
del Nanay. Perdiéronse, pues, ,estas misiones y un territorio de más
<le 300 leguas al Oriente, que hizo suyo Portugal con detrimento de la
Corona de España y de los países que surgieron después.
Entre tanto, el veterano P . .Samuel Fritz, Juego de terminar el car-
go de Superior, se retiró a la Concepción de Jeberos en donde pasó los
últimos años de su vicia. El 19 de Marzo de 1725 se extinguió este gran
atleta de Cristo y una de las firmes columnas de Jas Misiones de Mainas.
En los años siguientes la conquista más importante fue la de los
Yameos, tribu que habitaba los bosques situados entre el Tigre, el
Napa y el Marañón. Iniciada en 1715 fue el P. Pablo Maroni el que la
llevó a cabo, logrando fundar dos pueblos, el uno Jlamóse San RegiS, a
corta distancia del punto en que el Tigre vierte sus aguas en el Mara-
ñón y el otro en las orillas de este rio, frente a su conjunción con el
Ucayali. Vino en su ayuda 'el P. Carlos Brentan y, en 1738, las reduc-
74 HISTORIA IIJE LA IGLESIA iEN EL PERU. TOMO rv

clones eran seis, aun cuando algunas contaban con corto número de
habitantes. Por el año 1737 entró en Malnas el Visitador de la Provin-
cia de Quito, P. Andrés Zárate y permaneció cerca de un afio en la
región, animando a los misioneros y dándoles instrucciones sobre lo
que hablan de hacer. Poco tiempo después se dio comienzo a la re-
ducción de los indios !quitos o Pucaumas, cabezas coloradas, por em-
bijarse con achote. Un clérigo quitefto que con mucho fervor ayudaba
a los Padres y fue después admitido en la Compañia, José Bahamonde,
salló de San Pablo de Napeanos y acompaftado de algunos Yameos se
encaminó hacia los !quitos que vivían a orillas del río Nanay, en el
año 1741. Logró ganarse su voluntad y los invitó a formar dos pobla-
ciones, la una se llamó San Juan Nepomuceno de Iqultos y la otra
Santa Bárbara. Al P. Bahamonde sucedió el P. Martín Irlarte que lle-
gó a formar otro pueblo con una parcialidad de los indios ya cita.dos.
Estos fueron los comienzos de la ciudad que más tarde llevarla este
nombre y es el emporio de todo el Departamento de Loreto.
Pero estaba escrito que la historia de la Misión de Mainas habla de
ser una sucesión de avances y retrocesos, de triunfos y reveses, porque
mientras se ganaban unas tribus y se las reducla a la vida social,
otras,· en cambio, desertaban de pronto y se volvlan a la silvestre de
antes. Poco después de la reducción de los Iquitos vinieron a perderse
las misiones de los rlos Napo y Aguarlco y aunque se hicieron esfuerzos
por restablecerlas no se consiguió del todo. Hacia el año 1744 vino a
Mainas un Visitador nombrado por el Obispo de Quito, D. Andrés Pa-
redes de Armendáriz, a quien el Consejo de Indias habla pedido un
informe preciso sobre el estado de las misiones de su distrito. El Obispo
nombró para este efecto al Cura de la Pan·oquia de Santa Bárbara,
D. Diego Riofrlo y Peralta, el cual presentó al Rey un Informe en 1746,
elogiando la labor de los Misioneros de Ma!nas. ·ne este Informe ex-
tractaremos Jos datos siguientes: los pueblos eran 40, fuera de cinco
que estaban en formación;. el número de cristianos era de 9.856 y él de
catecúmenos 2.939. En total 12.583.
Dado el tiempo trascurrido, el trabajo realizado y las sumas Impe-
didas en la evangelización de esta vastlslma zona, los resultados a
todas luces son pobres. No .es necesario establecer comparaciones, ;¡ra
sea con las Misiones del Paraguay o las de MoJ os, pero a cualquiera
le tendrá que sorprender el escaso número de cristianos, esparcidos en
LAS MI$10NES

cuarenta y más reducciones. No es, pues, de extrañar que de la mayor


parte de esos pueblos no haya quedado rastro alguno. Los Jesuitas
ha.brian de permanecer en Mainas unos veinte afios más y en este es-
pacio de tiempo creció un tanto el número de cristianos, pero no en
forma notable. Al sobrevenir la expulsión los convertidos a nuestra fe
eran 19.324; si descontamos los que vlvian en las ciudades de Borja,
Lamas, Archldona y Puerto de Napo, o sea, unos dos mil, el total sólo
asciende a 17.000 almas. El crecimiento en esos 20 silos no pasaba de
clnco mil.
· En estos veinte afios ~e hicieron algunos progresos, pero no falta-
ron defecciones y estragos, especialmente por las pestes de viruelas.
En el afio 1749 el P. Manuel Urlarte, que nos ha dejado un Diario, rico
en pormenores, fue enviado, juntamente con el P. Isidro Losa, a la re-
gión del Napo y Aguarlco, a fin de restaurar los pueblos ea.si destrui-
dos. El valiente misionero alcanzó a reunir a los dispersos y .empezó
a dar ser a algunas reducciones, pero las pestes y la lndole aviesa de
los Indios neutralizó sus esfuerzos y hasta llegaron a atentar contra
su vlda. Hubo de abandonar la zona para curarse de las heridas que
habla recibido y más tarde fue enviado a San Pablo de Nepeanos, a
ftn de que reanimase y diese calor a la conversión de los !quitos.
Llegó a agrupar a los de esta tribu en tres pueblos, Sagrado Corazón,
Santa Maria de la Luz y Santa Bárbara. La enfermedad contra.ida en
aquellos parajes malsanos le obligó a dejar este campo, en el cual le
l!Ucedieron otros misioneros, especialmente el hermano coadjutor ho-
landés Pedro Shoneman, que durante diez a!íos fue casi el único gula
de estos indios.
En el afio 1758, habiendo sido nombrado Super!or el P. Pedro Es-
quini, se resolvió dividir todo el inmenso territorio de Matnas, en tres
de ordinario el Superior; la Misión baja, con San Joaquín de Oma-
secclones: La Misión alta, euya capital era la Laguna, donde residla
guas per capital y donde resldla el Vice Superior y la zona del Napa y
Aguarlco, donde también un Padre hacia de Vice Superior. En los a!íos
1761 a 1762 el P. Francisco Javler Weigel intentó restaurar las perdi-
das misiones del Ucayal!. A fin de facilitar la entrada al gran rio y
abreviar el tiempo que se necesitaba para llegar hasta el punto en don-
de el P. Rlchter habla fundado la reducción de Trinidad, se le ocurrió
utll!zar uno de los afluentes del Huallaga de la derecha y remontarlo
76 HISTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU, TOivIO IV

hasta encontrar otro que vaciara sus aguas en el Ueayali. Después de


una tentativa infructuosa, pudo al fin navegando el Chipurana hacia
arriba, llegar hasta su origen y luego de cruzar una franja de tierra,
dar en los orígenes del Sarayacu, por el cual vino a desembocar en el
Ucayali. Acompañado de algunos indios y de un reducido número de
soldados realizó esta excursión, pero al llegar a las proximidades de
Trinidad se encontró con un Padre franciscano, Comisario de las Mi-
siones, el cual le manifestó que ese territorio se les había encomenda-
do. El Padre no creyó conveniente contradecirle y se volvió con sus
acompañantes.
Fue este el último esfuerzo que se llevó a cabo y merece citarse.
Unos años más tarde los misioneros recibieron la órden de abandonar
ese campo regado con sus sudores y que muchos hablan regado tam-
bién con su sangre. El P. Esqulni haciendo el recuento de Jos pueblos
y sus habitantes, en 1760, decía al Provincial de Quito que en las dos
Misiones alta y baja habla 29 pueblos con 11.746 almas y en el Napa,
cinco con 483 almas. El número de los misioneros era 22. En realidad
eran pocos para una misión tan extensa y difícil. Realmente ellos des-
plegaron una actividad que rayaba en muchos casos en el heroísmo y
por esta razón se hacen acreedores a nuestro respeto y admiración. No
han faltado quienes hayan criticado su obra, haciendo hincapié en el
escaso fruto obtenido y en la vida precaria y momentánea que tuvieron
las reducciones. Ya hemos dicho antes que- hubo algo de esto, pero la
culpa no ha de recaer toda sobre los Jesuitas, como parece Insinuarlo
el Illmo. Sr. D. D. Federico González Suárez '· En primer lugar, la rui-
na de las Misiones no fue sino la consecuencia de la expulsión de Ja
Compañia. En el Paraguay y aun en los llanos de Mojos, algunos pue-
blos mejor organizados, perduraron y subsistieron aun después de Ja
tormenta y si en Mainas no se vio algo semejante esto sólo prueba que
no se hablan cimentado bien las reducciones. Ahora bien, creemos que
as! fue y aunque no coincidamos con el ilustre autor antes citado en
las causas que él señala como defectos de la obra de los jesuitas del
Marafión y la hicieron deleznable, nos parece que pueden darse como-

a "Historia General del Ecuador". Tom. VI, cap. VI, pp. 232 y s. Sin embar-
go, hay que confesar que en el capitulo IV del mismo volumen González' Suárez
hace un elogio de la labor de los jesuitas y nos da una descripción de lo r¡ue
eran las Misiones de Mainas bastante exacta.
LAS IlfISIONES 77

valederas las siguientes: falta de base económica que asegurara la


vida de las poblaciones y las pusiera a cubierto de futuras eventuali-
dades y proporcionara a sus habitantes un mayor bienestar; escasez
de escuelas donde de una manera metódica y constante se fueran for-
mando las nuevas generaclones y adaptando a la vida civilizada; ru-
tinaria y muy elemental educación del indio sin desenvolvimiento de
su personalidad, para lo cual no bastaba, como dice González Suárez,
nombrar dos o tres fiscales de doctrina, sino ejercitarlos algo más en
Ja libre disposición de si mismos con sujeción al principio de autoridad.
Sin duda que ·esto no habla de conseguirse en un dla y requerla pa-
ciencia y esfuerzo y personal apto y aun contando con todo ello ha-
bla que tener en cuenta la idioslncrac!a propia del indígena, pero no
era. una empresa imposible y utópica•.

2. En el afio 1708 llegó a Lima el P. Fray Francisco de San José,


natural de Mondéjar (Guadalajara), compañ.ero que habla sido en
Centro América del célebre misionero Fray Antonio Margil de Jesús.
Venía con titulo de Vice Comisario de Misiones, titulo que Je habla
dado el Comisario Fray Francisco Esteves. En Mayo del afio 1682, el
Papa Inocencia XI, a propuesta. del Ministro General de Ja Orden,
habla autorizado la erección del primer Seminario o Colegio de Misio-
nes de Propaganda Fide, en Ja Villa de Querétaro, en la Nueva Espafl.a.
Estos conventos, que no habían de tener más de 30 religiosos, de Jos
cuales veintiséis serian sacerdotes eran autónomos y no estaban su-
jetos sino al Comisario de Misiones. Cuantos se incorporaban en ellos
gozaban de los privilegios concedidos a los misioneros de Propaganda
Fide y ninguno de la Orden podia dedicarse a este ministerio de las
Misiones sin haber pasado dos añ.os o .el tiempo que designare el Ca-
misario General de Indias en estos' Colegios. El P. Esteves pensó ·en que
un Colegio similar al de Querétaro podría fundarse en el Perú y con
este fin enVió a Fray Francisco.
Después de ejercer con fruto su ministerio apostólico en la capitar
y en otras ciudades del interior hasta Guamanga, puso sus ojos en la
selva y trató de restaurar las conversiones del Cerro de la Sal. Todo

4 José J'ouanen, S. J., !<Historia de la Compañía de Jesüs en la Provincia


de Quito". Quito, 1943, vol. 2, lib. III, cap. XV y s.
78 IIlSTORIA DE l •.A IGLESIA EN EL PERU. TOMO IV

este territorio quedaba comprendido dentro de la Provincia Peruana


de los Doce Apóstoles e hijos de ella hablan Sido los primeros en arro-
jar la semilla de la fe entre aquellos M.rbaros. El P. Francisco convino
con el Provincial en que se le darlan algunos sujetos para esta entrada
y fueron sefialados cuatro sacerdotes y dos hermanos legos. Salieron
de Tarma y se encaminaron a Quimiri (La Merced), donde entraron
en contacto con los Campas y Amueshas que algunos afios antes ha-
blan destruido las conversiones. Los indios los acogieron con recelo,
temiendo alguna represalia, mas al fin la paciencia y mansedumbre
de los misioneros los fue domesticando y acabaron por hacerse amigos
y mostrar deseo de recibir la fe. Casi dos afias se emplearon en estas
tareas, pero Fray Francisco que deseaba ensanchar el horizonte mi-
sionero, se resolvió a ir a Huánuco con el fin de restaurar las misiones
de los Panataguas, una de las primeras emprendidas por su Orden en
el Oriente. A fines de 1711 llegó a Huánuco, pero, as! por la falta de
personal como por la dificultad de los caminos, decidió pasar al Pozu-
zo, adonde logró encaminarse el siguiente afio, acompafiado de una
pequefia escolta. Halló alll algunos amueshas que se mostraron prontos
a abrazar la fe y, dejando a un lego para que los catequizase, pasó a
otros puntos de la reglón en busca de los salvajes. A su vuelta, dejó
en el Pozuzo al P. Honorlo Matos y se encaminó a Lima, a reclutar
misioneros y preparar nuevas entradas.
En 1713 dio misiones en Jauja y, acompafiado por otros dos religio-
sos, entró por Comas y Andamarca a las conversiones de Santa Cruz
y San Buenaventura arrasadas afias hacia. Lograron los misioneros
ganarse la voluntad de un cacique y con su ayuda fabricaron uná Igle"
sla que se estrenó el 18 de Julio de 1713. Una vez abierta esta puerta el
P. Comisario de Misiones resolvió pasar a Lima a fin de pedir refuer-
zos y solicitar la ayuda del Gobierno. Con este objeto escribió un Me-
morial que remitió al Rey y al Comisario General de Indias, Fray José
Sans. Por lo que en él se dice, hasta el afio 1713, fuera de la reduc-
ción de Qulmlrl, que servia como de base y en donde alternaban los
indios con los mestizos de Jau! a, en el Cerro de la Sal se habla e'nta-
blado una conversión y en ella v!vlan unas 585 almas, muchas de ellas
bautizadas; en el Pozuzo habia como cinco pueblecillos y en ellos unos
300 indios; por la parte de Jauja, los pueblos eran tres y no se da el
número de habitantes. Algo era, pero el progreso no -podia decirse no-
LAS MISIONES

table. Las instancias de Fray Francisco no fueron desoldas, pero el


Consejo, con su acostumbrada lentitud, no aplicó el remedio, sino tar-
d!amente. ·como bien advierte el P. Izagu!rre, las cédulas en favor de
estas conversiones son de los afios 1715 a 1719, pero· sólo comenzaron
a producir sus efectos en el año 1725 y Ja venida de los refuerzos soli-
citados sólo se verlftcó el afio 1732.
Mientras tanto, el celoso P. Fray Francisco de San José procuró In-
crementar las conversiones. Sólo en parte consiguió su objeto, por"
que la suerte de ellas fue siempre muy varia. El 11 de Marzo los Piros,
que falsamente hablan Invitado al conversor del pueblo de Jesús Ma-
rta, en la confluencia de los ríos Ene y Perené, no sólo le dieron muer-
te a él, sino a todos los que le acompafiaban, entre los cuales se conta-
ban dos hermanos legos. Llamábase el Padre Fray Fernando de San
José. En cambio el P. Fray Juan de la Marca redujo a algunas familias
de Campas y Antls del lado de Jauja, de modo que en el afio 1730
se contaban 12 conversiones con unas 1.880 almas, al cuidado de unos
once sacerdotes y algunos hermanos legos.
Por este tiempo data la fundación del Colegio de Propaganda Fide
de Santa Rosa de Ocopa. En el afio 1633, en el Capitulo General de
la Orden Franciscana tenido en Toledo, se recomendó la ere.ación de
casas especiales para el adiestramiento de mlsloneros. La Idea sólo
tuvo su realización cuarenta afios más tarde, cuando Fray Antonio
Llnaz erlgia en Querétaro el primer Colegio de este género, dentro de
!a Provincia de San Pedro y San Pablo de Michoacán. En 16~3 llega-
ban sus primeros 24 habitadores, todos los cuales hablan de consa-
grarse a la conversión de los indios'. Inocenclo XI, como ya dijimos,
aprobó su erección y en el afio 1686 se dieron los Estatutos por los
imales se hablan de regir. Dependerian de la Congregación de Propa-
ganda Flde a través de un Comisario que resld!r!a en la región. En es~
tos Colegios los religiosos se prepararlan .técnica y espiritualmente
para la obra evangel!zadora que iban a realizar y pondr!an especial
cuidado en el aprendizaje de las lenguas aborígenes. Tras el Colegio
de Querétaro, vino el de Guatemala fundado por Fray Antonio Mar-
gll y de este último procede el de Sant9, Rosa de Ocopa.
En este ameno lugar, escondido en un amplio recodo que forman
los Andes de Jauja y en la proximidad del pueblo de Concepción exls-
tfa un Hospicio, donde los franciscanos que evange!lzaban la monta-
lllSTORIA DE LA IGLESIA EN EL PER U. TOMO IV

fía de.seansaban de las fatigas del viaJ e al interior o se preparaban pa-


ra penetrar en ella. En este paraje fue donde Fray Francisco de San
José determinó fundar el Colegio. Todo convidaba a erigir a)lí un con-
vent.o. Lo apartado del lugar, su amenidad, la bondad del clima, algo
más templado por la proidmidad de los cerros y los bosques de euca-
liptus, qulshuare.s y otros árboles que lo hermosean, lo señalaban para
una casa de oración y de estudio. Exlst!a alll una humilde capilla y
unas toscas celdas en éionde se recogían los misioneros y Fray Fran-
cisco pidió al Virrey, Marqués de castelfuerte, le permitiera ensanchar
el Hospicio y establecer alll un Colegio de Propaganda Flde. En el Real ,
Acuerdo de 19 de Febrero de 1725 se examinó la petición del Comisa-
rio de Misiones y, visto el parecer del Fiscal, se convino en darle la
licencia pedida. La provisión llevaba le, fecha de 12 de Marzo y Fray
Francisco la presentó al Corregidor de Jauja, D. Sebastián de Mendl·
zábal, a fin de que se Je pusiese en posesión del Hospicio y de las tle·
:rras circunvecinas. MendlzábaJ citó para este efecto al Cacique de
Hu:rlnhuanca, D. Pedro de Córdoba y al Cacique del ayllo de ocopa,
D. Ventura Yachacllin y a otros Indios comarcanos y, Juego de poner
en su conocimiento la pro\'islón del Virrey, con el beneplácito de to·
dos puso en posesión del Jugar donde estaba situada Ja Capilla a
D. Francisco Mendlguren. Sindico de las Conversiones y se determina-
ron las tierras que hablan de pertenecer al Convento.
La Provincia de los Doce Apóstoles no sólo habla entregado a los
Misioneros del Colegió de Ocopa las conversiones de indios infieles y
el Hospicio de Santa Rosa, sino que, ademas, les entregó la recolec-
ción de Huaraz y la ele Pisco. Ninguno de estos dos conventos reunía
las. condiciones de Ocopa y, por esta razón, sin rechazar la generosa
oferta, decidió Fray Francisco establecer el Colegio en este último lu-
gar. Aqui entablaron la vida común en 1734 Jos Padres llegados de Es-
paña algún tiempo antes y se dispersaron luego por la montana. Sin
embargo, a.si el libro de Incorporaciones o tomas de hábito como el
de Decretos de la Guardianla de Ocopa no empieza sino el alío 1752 Y
el primer Guardián es e¡ P. Fray José Ampuero, que en aquel afio tomó
posesión de su cargo. Había venido de España con un grupo de lnisio-
n<Jros, mas en Oeopa halló ya instalados a 2 Padres del Colegio de Mi-
siones, otros dos de la Provincia de los Doce Apóstoles, seis hennanos
legos de esta misma Provincia y otros dos de las Conversiones.
LAS MISIONES 81

La mLsión traída por el P. Ampuero la componlan 21 sujetos, de


estos algunos pasaron a fundar el Colegio de Propaganda Fide de Ta-
rlja y otros se incorporaron en las Provincias de Lima y de Quito.
Por Real Cédula de 2 de Octubre de 1757 se autorizó la erección de es-
te Colegio de acopa y, el 18 de Agosto de 1758, Su Santidad Clemen-
te XIII expidió el Breve confirmatorio. No fue el Colegio de Tarija el
único brote del tronco secular de acopa; siguióse luego la fundación
del de Ch!llán y del de Tar!j a rebrotaron otros dos, el de Moquegua,
en 1795 y el de Tarata, en Bol!via, en 1796.
Mientras tanto, los misioneros de las conversiones se esforzaban
por explorar el terreno que tenían delante de si. De este modo los del
Pozuzo descubrieron en Junio de 1726, el dla del Corpus Chrlsti, las
famosas Pampas del Sacramento que derivan su nombre de esta festi-
vidad. Se hicieron intentos por formar algún pueblo en esas soleda-
des, pero los indios no se presentaban, de modo que el P. Fray Simón
Jara hubo de desistir hasta tanto que no se contara con más personal
y más recursos. Hacia el afio 1734 Fray Francisco de San José, gastado
por los afios, renunció al cargo de Comisario de Misiones y el Comisa-
rio General, Fray Antonio Cordero, nombró, en su lugar, a Fray Loren-
zo Núfiez de Mendoza. Como el número de misioneros era todavla es-
caso, el P. Cordero, encontrándose en el Convento de Huaura, en 1735,
donde habla de reunirse aquel afio el Capitulo Provincial, suscribió el
8 de Junio una Circular a todos sus súbditos, exhortándolos a alistarse
entre los misioneros que evangelizaban la montafia 5 •
En el afio 1735 los PP. Simón Jara y José Sánchez volvieron a las
Pampas del Sacramento con el fin de fundar alli una conversión, pero
sus esfuerzos resultaron inútiles y después de dos afios hubieron de
desistir. Más feliz anduvo el P. Juan de la Marca, conversor de San
Tadeo de los Antis, en el Alto Perené, el cual logró entrar en relación
con los indios de! Gran Pajonal y alcanzó a fundar ali! algunos pue-
blos, ayudado por los misioneros que vinieron después. En el afio 1736
las conversiones hablan hecho progresos, pero el número de los indios
reducidos y bautizados era todavfa l!mltado. Un nuevo atentado vino
a ensombrecer la existencia de estas misiones y afiadlr unas cuan tas

l'i Luis Arroyo, O. F. M.., "Comisarios Generales del Perú". Madrid, 1950,
pp. 355 y s.
HISTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU. TOMO IV

victimas a! nümero ya crecido de los sacrificados por los salvajes. El


autor de la fechorla fue un hijo de aquel cacique de los Antis que
traidoramente habla quitado la vida a Fray Fernando de san José.
Habla heredado la aviesa condición de su padre y por el mes de Marzo
de 1737, sabiendo que en Sonomoro se hablan dado cita tres misione-
ros, resolvió sorprenderlos y quitarles la vida. Lo hizo as!, penetrando
en el pueblo desamparado por sus habitantes que estaban ocupados
en sus sementeras y a flechazos y golpes de macana quitó la vida a los
Padres Cristóbal Pacheco, Manuel Bajo y Alonso del Esplrltu Santo.
Envióse luego una expedición de castigo y si bien a algunos .de los
cómplices de Torote se les aplicó la pena de muerte, el principal cul-
pable no pudo ser habido.
El 26 de Noviembre de 1736 se extlngula en el convento de Ocopa
el insigne misionero Fray Francisco de San José, gran animador de
las conversiones y a quien se debla Ja fundación de aquel Colegio. Sus
restos recibieron sepultura al lado izquierdo del coro, pero posterior.-
mente se les ha trasladado a una capilla situada junto a la sacristia.
Hablan llegado los franciscanos a entrar en contacto con los Cuni-
bos del Ucayall, gracias a Ja buena voluntad de un cacique cristiano,
hijo de otro a quien habla baut!zaclo el P. Manuel B!edma y se podia
esperar un nuevo avance de las ml.siones cuando sobrevino la insu-
rrección de Juan Santos. "Este fatal acontecimiento, dice el P. Izagul-
rre, vino a ser el vendaba! que destroza cuanto encuentra a su paso l'
que reduce a la nada en poco tiempo la paciente labor de muchos aftos".
As! fue, en efecto. Hacia el afio 1742 apareció entre los Indios de Ja
montafta real de Tarma un indio de regular estatura y como de unos
30 a 40 aftos de edad, vestido a Ja usanza de los aborígenes y llam:!.n-
dose a sl mismo descendiente de Atahuallpa y de los Incas del Cuzco,
cuya lengua as! como Ja castellana conocía perfectamente. Este indio
ladino, pues habla vivido entre espaftoles por algún tiempo, supo Impo-
nerse a los salvajes y les ganó la voluntad con los ofrecimientos que
les hacia de hacerlos seftores de toda esa reglón. Del Gran. Pajonal
y de todas las quebradas y vías fluviales comenzaron a acudir a Qul-
sopango, donde tenla su sede y donde el falso Inca los reclb!a con el
aparato que se debla a su dignidad.
Pronto se esparció Ja noticia del levantamiento de los lndlg·enas y
ella debió llegar hasta Lim.a, aun cuando pa:rece que el Virrey, Mar-
LAS MISIONES

qués de Vlllagarc!a, le dio poca Importancia. Los Gobernadores de


Jauja y de Tarma -recibieron orden de buscar al Indio alzado y el
primero llegó hasta Quisopango, alejando a los lrisurrectos que ofre-
cieron escasa resistencia. Juan Santos se acercó a Huancabamba y
desde Tarma salieron en su busca, pero en vano, porque su táctica fue
siempre esquivar el combate y asaltar de improviso a su adversario.
En 1743 no habla sido sofocado el levantamiento y se dispuso una en-
trada hasta Quimirl, yendo al frente de las tropas el Corregidor de
Tarma, Alfonso Santa y Ortega. El 27 de Octubre llegaron a aquel lu-
gar y luego se resolvió levantar alll un fuerte, a fin de dejar en él una
guarnición para contener a los rebeldes. Quedó terminado al poco
tiempo y, el 11 de Noviembre, santa emprendió la vuelta, dejando en
Quimlr! al Capitán Fabrlcio Bartuli con 60 soldados, con cuatro catio-
nes y cuatro pedreros y las respectivas municiones. El Jefe de 18. expe-
dición se cruzó en el camino con los arrieros que conduelan provisio-
nes al fuerte y no tomó la precaución de darles escolta. Juan Santos,
prevenido por sus espías, se echó sobre ellos, se apoderó de cuanto lle-
vaban y luego de cortar los puentes puso cerco al fuerte.
La situación de los defensores se tornó precaria y aunque un fran-
ciscano, Fray Lorenzo Núfiez, alcanzó a huir de noche y pudo dar avi-
so al Corregidor de Tarma, y aun pasó a Lima a dar noticia de todo al
Virrey, el destacamento que se remitió llegó demasiado tarde, cuando
ya del fuerte y de sus defensores no quedaba rastro. Llegó el afio 1744
y se intentó otro medio, el envio de una misión pacifica que lograra
atraerse a los alzados. La formaban un vlzca!no, Juan Antonio !rusta,
conocedor de la región y amigo del segundo de Juan Santos, el caci-
que Mateo Asia y dos PP. de la Compafí!a. Penetraron la tierra aden-
tro pero sin resultado. En tiempos de D. José Manso de Velasco, Conde
de Superunda, éste ordenó al Marqués de Mena Hermosa, D. José de
tlamas, penetrar en la montafia con una expedición en el afio 1746.
Lo hizo as! y llegó hasta el Cerro de la Sal, pero hubo de retroceder por
la falta de aprovisionamiento y se l!mitó a levantar dos fuertes, el
uno en Chanchamayo y el otro en Oxapampa. El afio 1750 se repitió
la entrada con el mismo Jefe, el cual dividió sus fuerzas en dos gru-
pos a fin de rodear al rebelde; pero tampoco tuvo éxito y Juan Santos
no sólo destruyó el fuerte de Sonomoro, sino que en 1752 .se atrevió
84 HISTORIA DE I.A IGLESIA EN EL PERU. T01Vl0 IV

a saquear el pueblo de Andamarca. Internóse luego en la montafia y


a partir de 1756 se pierde su rastro y su memoria•.
Como hemos dicho la mayor parte de las conversiones fueron arra-
sadas y destruidas y muchos Indios cristianos se plegaron a Juan San-
tos, como el cacique Mateo de Asia, que habla antes ayudado a los
Padres. Quedaron dos de las conversiones de Huánuco, las de Caja-
marqu!lla, en Trujillo y algunos parroquias de cabecera de sierra, co-
mo las de Comas y Andamarca. En un principio se concibió alguna
esperanza de llegar a un arreglo con el rebelde y el P. Fray Santiago
Vásquez pasó a verse con él en Quisopango. Todo fue inútil. Sin em-
bargo, dos misioneros, los PP. Fray Domingo Garcla, Fray José Cava-
nes y el Hermano Tenorio, con manifiesta imprudencia aceptaron la
invitación que unos pocos indios les hicieron y resolvieron pasar al Ce-
rro de la Sal. Al cruzar el rlo Paucartambo los indios voltearon la bal-
sa y desde la orilla flecharon a los mi.Sioneros que Intentaban llegar
a nado a la orilla. Sucedia esto en Setiembre de 1742. No mucho des-
pués ocurrió otra lamentable tragedia. Habla sucedido en el cargo de
Comisario, por renuncia del P. Gil Mufioz, el P. Manuel Albarrán y sa-
biendo que los indios de Ja montafia de Huanta estaban dispuestos a
recibir la fe, decidió marchar allá con el P. Fray Fernando de Jesús,
en Febrero de 1747, Habiéndose internado bastante, los indios les es-
peraron a orillas de un ria y alli los victimaron juntamente con el
Hermano Jacobo, arrojando luego sus cadáveres a la corriente. No pa-
rece que Juan Santos influyera en estas muertes. Como se ve, el saldo
dejado por Ja sublevación era desastroso y puede decirse que habla que
comenzar de nuevo las tareas de la evangelización de este sector de
nuestro Oriente.
Los otros dos Colegios de Propaganda Fide fueron .los de Moque-
gua y de Ch!llán. El primero tiene su origen en el de Tarij a y por eso
diremos brevemente que su fundación se debe al Comisario del Perú,
Fray Francisco de Soto y Marne, por sus letras patentes de 3 de Abril
de 1755. No habiendo tenido éxito la fundación del Colegio de Uru-

e Por esta razón a Juan Santos se le ha llamado el Invencible, pero se ol-


vida que con los medios qtÍe se dispusieron cualquiera se hacía invencible en la
montaña. V·. el tomo 2 de la Colección. "Los Pequeños- Grandes Libros de His·
toria Americana", pub. por Francisco A. Loaiza. Lima, 1942.
LAS MISIONES 85

bamba y careciendo la Provincia de San Antonio de los Charcas de un


seminario de este género, decidió erigirlo en el de Nuestra Sefiora de
los Angeles de Tarija. Destinó al mismo 15 sacerdotes y cuatro Her-
manos legos y le dio por primer Guardián al P. Fray Francisco Escri-
bano, que lo habla sido de Ocopa. En Setiembre de 1755 llegaba a Ta-
rij a en compafiia de otros dos sacerdotes y un lego y el 14 de Octubre
del mismo afio se verificó la erección.
En Moquegua exist!a desde el afio 1757, por lo menos, un Hospicio
franciscano dependiente de la Provincia de San Antonio de los Char-
cas. Después de la expulsión de los Jesuitas que tenían alli Casa e
Iglesia, Jos franciscanos pidieron se les aplicase una y otra y la Jun-
ta de Temporalidades de Lima por auto de 15 de Noviembre de 1777
autorizó la aplicación que vino a confirmar. una Real Cédula de 8 de
Diciembre de 1783. Algún tiempo antes y con motivo de unas misiones
que dieron en Tarapacá los PP. del Colegio de Tarlja, el Obispo de Are-
quipa, Abad !llana, se interesó porque en Moquegua se fundase un Co-
legio de Misiones y trató de que a éstos se entregase el que habla
sido de la Compafiia. Esta decisión tropezó, como se deja entender,
con la resistencia de los religiosos de la Provincia de San Antonio de
los Charcas y a.si la Junta de Temporalidades de Lima como el Virrey,
sabedores del litigio que habla surgido, decidieron sobreseer en el asun-
to. En 1782, el Rey resolvió que unos y otros abandonasen la ciudad,
en tanto se reciblan los Informes del Cabildo de Moquegua y del Ob!S-
po de Arequipa •.

7 Ni el Gobierno Superior del Virreinato ni la ciudad de Moquegua se in-


.clin.aron del todo a favorecer a los Misioneros de Tarija. El Virrey Guirior le
decía al Obispo de Arequipa, en carta de 13 de Febrero de 1778 que, en vista de
los recursos interpuestos por el Provincial y Guardianes de la Provincia de San
Antonio de los Charcas, contradiciendo el establecimiento de los de Tarija y
lo que el mismo Obispo había informado, la Junta de Temporalidades que ha-
bía cedido a los de Charcas el local del ColegiO de la Compañia, había determi-
nado lo abandonasen, enviando al Rey los autos para que decidiese. (Arch. Arzob.
Arequipa). El que Verdaderamente fomentó el establecimiento en Moquegua de
los de Tarija fue el Obispo, D. Manuel Abad Illana. Así lo dice el P. Fray Ale-
jo Forcadell, en carta al Provincial de los Charcas, de 8 de MarzG de 1775. Le
dice que el asunto de transferir ·el Colegio de los Jesuitas de Moquegua a los
misioneros de Tarija, estando en posesión del mismo sus súbditos, "fue obra del
P. Diego Tarrico, con el favor del Obispo de Arequipa y algunos Corregidores
7
86 HISTORIA DE: LA IGLESIA EN EL PERlJ. TOMO IV

En Noviembre de 1785 se dio contraorden y se dispuso que los mi-


sioneros de Tarija permaneciesen en el Colegio que fuera de la Com-
pafila. Como aun antes de la cédula citada se hubiese escrito al Virrey
D. Teodoro de Croix en el mismo sentido, éste, en carta de 10 de Marzo
de 1785, comunicaba al Guardián de Tarij a lo resuelto y le indicaba
que notificase al Provincial de los Charcas la disposición real. El Guar-
dián, Fray Jerónimo Guillén, envió a Moquegua en el año 1787, cinco
sacerdotes y dos legos, designando por Superior a Fray Tomás Nlcolau.
La erección en Colegio de Propaganda Flde vino más tarde y para ob-
tenerla pasó a Madrid el P. Tadeo acampo. El 8 de Agosto de 1793 el
Obispo de Arequlpa, Chávez de la Rosa escribía al Guardián de Tarija,
comunicándole la R. c. fecha en San Lorenzo el 20 de Octubre de
1792, en la cual se le pedia informase sobre la pretensión de convertir
el Hospicio de Moquegua en Colegio de Propaganda Fide. Chávez de la,
Rosa debió informar favorablemente porque el 7 de Febrero de 1795,
el Comisario General de Indias, Fray Pablo de Moya, en una circular
anunciaba a, todos sus súbditos que el Rey, .con consulta del Consejo

de la costa, sin influjo alguno de este Colegio de Tarija", y así el Obispo. como
los Corregidores que no conocían las Bulas de la Orden, dieron fomento a la
idea. (Arch. Convento de Tarija). A mayor abundamiento, el mismo Abad Illana.
escribiendo al Guardián y Discretorio de Tarija el 12, de Abril de 1776, les dice
que el Provincial y Definidores de la Provincia de San Antonio han escrito al
Rey, expresándole que el Colegio de Ta.rija debe ser reincorporado a la Provin-
cia, porque en él no se guarda lo establecido para esta clase de Colegios y les
ruega se vindiquen de la acusación que se lanza contra ellos y rotundamente
declara que él ha sido el promotor del traslado de los misioneros a -Moquegua
y que el P. Torrico no hizo sino obedecer Sus órdenes. (Arch. Convento de Ta-
rija). Los PP. de Tarija no dejaron de seguir el consejo del Obispo de salir por
sus fueros.
Finalmente, por lo que hace a los vecinos de MoqUegua, el Obispo Abad I1Ia.na
dio en Arequipa un auto el 14 de Agosto de 1778, ordenando se averiguase el
motivo de las quejas contra los franciscanos y sobre cuál de las dos comunidades
era más beneficiosa a la población. De las declaraciones de los testigos se de-
duce que los ,.franciscanos habían descuidado la enseñanza de los niños y de Ja_
gramática y aun de la predicación, por lo cual muchos se inclinaron en favor
de los de Tarija. Es preciso, sin embargo, reconocer, que tampoco éstos cum-
plieron satisfactoriamente esta labor de ensefiar. (Arch. Arzob. ArequipaL
LAS MISIONES

de 6 de Diciembre de 1794, habla dispuesto la fundación del Colegio


de Moquegua con independencia del de Tarija 8 •
El P. Tadeo Ocampo, nombrado Comisario de Misiones, reclutó en
España una expedición de 23 misioneros y se embarcó en Cádiz en
octubre de 1796, pero fueron tantas las peripecias del viaje que sólo
en el mismo mes del año 1798 llegaron a. Moquegua, conduciendo el
cuerpo de Santa Fortuna, Mártir, obtenido en Roma. Con este refuerzo
se decidió comenzar la labor propia del Colegio y el primer objetivo de
los misioneros fue el de las misiones del Obispado de La Paz que habían
estado a cargo de la Orden franciscana, pero en este campo se pudo
hacer muy poco por las dificultades puestas por el Obispo D. Remfgio
de la Santa y Ortega. Se puso entonces la mira en el Cuzco y en 1799
los PP. Nicolau, Andrés Avellá y Tomás Anaya, pasaron a aquella Pre-
sidencia y se encaminaron hacia el valle de Santa Ana, donde entra-
ron en contacto con los !nñeles. Quiso su buena suerte que diesen con
un cacique que conocla a los franciscanos de OCopa y habla vivido
eon ellos en la reducción de Manoa, éste les sirvió de mucho y, luego
de visitar la comarca, decidieron fundar un pueblo ,en las márgenes
del Urubamba, en el lugar denominado Cocabambllla.
Estas misiones no se desenvolvieron, por tanto, en este siglo y, te-
niendo en cuenta que en el siguiente sobrevino la lucha de la indepen-
dencia, fuerza es concluir que las labores misionales del Colegio de
Moquegua fueron bastante restringidas. su situación tampoco era fa-

.s Arch. Convento de Tarija. Los franciscanos enriquecieron su -Iglesia con


e] cuerpo de Santa Fortunata. Desde Potosi, el P. Ocampo, escribía al Obispo (25
de Agosto de 1798), pidiéndole su autorización para exponer tan valiosa reliquia
a la veneración de los fieles y se refería a la auténtica, dada en Roma el 5
die Enero de 1793, suscrita por el Cardenal Vicario. Marco Antonio Colonna,
por la cual constaba que dicho cuerpo habia sido extraído del Cementerio de
Calepodio. El Obispo Chávez de la Rosa expidió un auto el 28 de Setiembre de
1798, para que, previo reconocimiento del cuerpo por el Vicario de Moquegua,
Don Lorenzo Vizcarra, se le trasladase desde la última paseana hasta la Igle-
sia Parroquial con la pompa debida. El 8 de Octubre_ de dicho año entró en la
villa con toda solemnidad y se depositó la caja en la sacristía hasta el día
siguiente en que se exhibió al público y se sacó luego en procesión por las calles
disputándose el llevarla sobre sus hombros el clero, el Ayuntamiento y los
vecinos principales. Depositóse luego en el Colegio de Propaganda Fide- y el 14
de Octubre se celebró su fiesta con gran regocijo de todos. Hoy se guarda en
la Matriz, en un alta:r del crucero, al lado de la epístola.
88 IIISTO!RIA DE LA IGLESIA EN EL PERU. TOMO JIV

vornble. El mismo P. Tadeo Ocampo, en carta al Obispo Chávez d·e la


Rosa, de TI de Mayo de 1799, en la cual le comunica el resultado del
Capitulo Guardiana!, en el que fue elegido Guardián el P. José Nev.es,
le dice al respecto: " ... en la ocasión mando y comisiono al P. Nlco!au
para que pase a las fronteras del cuzco y por ahí entre a la reduc-
ción de los infieles ... el Presidente (de la Audiencia) y el Obispo del
Cuzco han instado al Rey para el traslado del. Colegio a dicha ciudad,
pero no lo juzgo viable y a lo más seria conveniente que se nos entre-
gase la recolección de Urubamba para Hospicio ... ""· Indudablemente
esta casa ofrecla mayores ventajas, pero se tropezaba con la oposición
de la Provincia de San Antonio de Charcas, la cual se habria opuesto
todavla más al establecimiento del Colegio en el mismo Cuzco.
Alguna razón tenían para. oponerse y justifica su actitud el hecho
de no haber desatendido la Provincia las misiones entre Infieles, como
lo demuestra este párrafo de carta de Fray José Martlnez al Obispo
de Arequipa. Chávez de la Rosa. "Ahora, Sr. Illmo. le dice, ha propor-
cionado Dios tres conversiones de numerosas poblaciones de bárbaros
infieles, que una .es, entrando por las fronteras de V!lcabamba y Yana-
tile a los indios Chontaquiros, para la que he destinado tres religiosos
de espíritu. Otra misión de mucha esperanza es en los Indios Mose-
tenes, a las orillas del rio Corolco, adonde están ya internados dos re-
ligiosos y han logrado erigir Iglesia y colocar la Santlslma Cruz. Otra
conversión es en el territorio de los Indios Yuracares, en la que traba-
jan dos religiosos también. Pero los felices principios de estas con-
quistas se van a desvanecer en su cuna por falta de socorros ..." Esta
carta se escribía el 10 de Febrero de 1793 y el P. Martínez, explicando
la penuria de las misiones, afiad!a que habla escrito al Presidente del
Cuzco, al Intendente de la Paz y al Virrey de Buenos Aires a fin de que
concediesen algún subsidio a los misioneros y al Obispo le pedla un
curato en Arequlpa para .el mismo fin 10 .
El Colegio de Chillán, fundado en 1756, tuvo humildes principios.
Los individuos del mismo debían misionar a los araucanos, pero· esta
tarea se hacia dificil por la resistencia de los Indios y la necesidad de
conocer su Idioma. Más adelante; al ser extinguida la Compañia, que

9 Arch. Arzob. Arequipa.


'lO !bid.
LAS ~HSIONES 89

de tiempo atrás misionaba la región, el Colegio demostró mayor acti-


vidad y los franciscanos reemplazaron a los jesuitas en la Araucan!a
y también en Chiloé. En el mismo Chlllán se abrió un Colegio para los
nativos, el cual primero se habla intentado abrir en Santiago, pero
con malos resultados. Vino a ser una réplica del creado por Jos Jesui-
tas en el mismo lugar desde el afio 1700. En él se formaron no sólo los
nativos, sino también algunos nifios espafioles, pues habla una sec-
ción para ellos. Aunque lenta se fue logrando la conversión de los
araucanos y este fruto es el mejor elogio del Colegio de Chlllán •1 •
Al desaparecer los Jesuitas de Mainas, vinieron a sustituirles los
franciscanos y también algunos sacerdotes seculares. En el afio 1768
el Definitorio de la Provincia de Quito pidió estas misiones al Presi-
dente de la Audiencia, Dlguja y éste aceptó su ofrecimiento y dispuso
que paulatinamente sustituyeran a los sacerdotes seculares que se en-
viaron en un principio. A partir del afio 1770 entraron estos religiosos,
pero a atenernos al Informe del Gobernador de Mainas, Francisco
Requena, su labor dejaba mucho que desear y su juicio aparece con
firmado por las muchas quejas elevadas al Obispo de Quito o a la Au-
diencia, sobre los que desamparaban las misiones o no residlan estable-
mente en ellas. En el afio 1774 se volvieron a enviar nuevamente sacer-
dotes seculares, con igual o peor resultado. Ya en 1790, según el P. Fray
Francisco Maria Compte, tornaron los franciscanos, pero como buena
parte de los misioneros enviados de Espafia fueran empleados en otros
oficios, el Rey hubo de intervenir en 1795, a fin de que no se les distra-
jese del fin para que hablan sido enviados y as! Jos criollos como los
peninsulares se aplicasen a la conversión de los infieles 12 •
En el sur los franciscanos real!zaron varios Intentos a fin de pe-
netrar en las Pampas del Sacramento, pero sólo en 1755 lo hicieron
con provecho. Saliendo de la misión de Cuchero el P. Alonso Abad hizo
un recorrido rlo abajo en busca de Jos Indios, pero inútilmente. Volvió
a salir en el aflo 1757 y en este viaje remontando el Tulumayo llegó al
· Agualt!a y a las tierras de los Cunibos. Posteriormente se alcanzó a
penetrar en el Ucayali y se comenzó a crear algunos puestos en algu-
,.,~! :,~,01~¡

11 Fr. Roberto Lagos, O. F. M., "Historia de las Misiones del Colegio de


Chillán Tomo 1 (único publicado). Barcelona, 1968.
12 "Varones Ilustres de la Orden Seráfica en el Ecuador". Tomri 2, Ruito,
1885. V. p. 270. Real Cédula fha. Aranjuez, 13 Junio 1795.
90 !-HErX'ORLJ. DE LA IGLESIA EN EL PERU. TOivIO IV

nos de sus afluent~ como el Plsque y .el Agnalt!a y aún mas al Sur,
en San Miguel de los Cunibos, pero un levantamiento de estos Indios
destruyó todas estas conversiones con muerte de los Padres y de unos
16 indios cristianos. Tantos reveses paralizaron un tanto la actividad
misional hasta el año 1787 en que con nuevos bríos se reanudaron las
entradas. Sin embargo, esta etapa que podemos extender hasta fines
de esta centuria la podemos calificar más bien de exploradora y clentl-
ftca. Dos misioneros verdaderamente notables se dlstinguen en ellas,
los PP. Manuel Sobrevlela y Narciso Girbal. Al primero le debe mucho
la cartografla de nuestro Oriente y algunos de sus mapas fueron pu-
blicados en el año 1791 por la Sociedad Amantes del País y las rela-
ciones de los viajes de entrambos los reprodujo en sus páginas el an-
tiguo Mercurio Pel'Uano. No era inútil toda esta labor, pues, como ya
lo hablan comprobado los Jesuitas, uno de los obstáculos para el pro-
greso de las misiones era la dificultad de las comunicaciones y siendo
los r!os las v!as naturales de la montafia su conocimiento tenla que
favorecer a aquellas.

3. En Tierra Firme hablan ejercitado su celo en otro tiempo los


dominicos, mercedarios y otros religiosos, pero en este siglo ninguna
de las Ordenes tenía misiones vivas. En parte esto se debla a la falta
de indios por convertir, pues sólo en el Darién y en la Provincia de Ve-
ragua habla algunos núcleos de infieles. La evangelización de los del
Darién se había emprendido una y otra vez, pero siempre con mal re-
sultado. Eran estos indios de la peor especie y su trato con los extran.-
j eros, ingleses y franceses, que hablan llegado a sus costas, los habla
vuelto peores y acrecentado su odio a los españoles. Hacia el año 1740
el P. General, Francisco Retz escribió al Provincial de Quito a fin de
que los.Padres de Panama se hiciesen cargo de estas misiones y el Pa-
dre Carlos Brentan envió con este fin a los PP. Joaquin AJvarez y Clau-
dia Escobar en el año 1744. En el año 1746 el P. Pablo Maroni, Rector
del Colegio de Panamá, daba cuenta del estado de la misión y sus con-
clusiones eran éstas: los Padres hablan penetrado hasta el Interior
de la Provincia y hablan logrado el favor de dos caciques, hablan bau-
tizado algunas criaturas y a algún adulto y hablan comenzado a fun-
dar un pueblo. Habiendo tenido que abandonar la misión por enferme-
dad vinieron a reemplazarles Jos PP. Ignacio Maria Franclscls y Ja.-
LAS MISIONES 91

cobo Walburger. El primero había compuesto un arte o gramática de


la lengua de los indios y ambos habían proseguido la tarea comenzada,
pero los obstáculos eran muchos. La proximidad de los france.ses, la.
esterilidad de la tierra y la escasa retribución que reclbian los misio-
neros volvian muy penosa su labor.
Sin embargo, los Padres no desmayaron y continuaron alli hasta el
afio 1751. Después de varias tentativas el P. Walburger podia decir, en
1749, que era inútil el esfuerzo desplegado, dada la condición de los
Indios y la facilidad con que apostataban. Por otra parte, su número
era reducido; no pasarian de 3.500. El P. Maroni informó de Igual ma-
nera y, en vista de ello, se decidió abandonar este campo, en el cual
iban a entrar luego los capuchinos, pero con idéntico resultado. Un
suelo más propicio halló la Compañía entre los Guaymles, indios de
carácter dócil e Inclinados a la religión, pero muy amigos de su in-
dependencia, de modo que cuantas veces se intentó someterlos, aban-
donaban sus pueblos y se internaban en los montes. Por espacio de 36
afias fue su único misionero el P. Esteban Ferrlol, que conociendo su
lengua los redujo a la vida cristiana, formando entre ellos algunos
pueblos. En el afj.o 1737 falleció el P. Ferriol y por unos siete u ocho anos
quedaron los Guaymies sin cultivo espiritual hasta que en el año 1744
el P. Maroni, Superior de la Residencia de Panamá pasó en persona en
compañía de otro Padre a visitarlos. Los dejó con.solados y, habiendo
informado al Provincial, se enviaron de Quito dos misioneros, Jos Pa-
dres Juan de Aspérga!o y Lucas Portulani. Estos continuaron evangeli-
zando a los Guaymies y ya no se interrumpió esta misión hasta el mo-
mento del extrañamiento de la Compafüa.
Los franciscanos de Quito emprendieron la evangelización de los
Sucumbios e indios del Putumayo desde los primeros años de este si-
glo y, siendo Ministro Provincial Fray Bartolomé de .Alácano, erigie-
ron en Colegio de Misiones el Convento de Pomasqul, en 1738, aun
cuando más adelante se transfirió al de San Bernardlno de Popayán.
A petición del Presidente de la Audiencia el dicho P. Alácano escribió,
en 1739, una Relación del estado de las conversiones en el territorio
de Quito, de la cual extractaremos las noticias siguientes. En el año
1700 salió de la ciudad de Pasto el P. Fray Juan Montero, acompañado
de otros dos sacerdotes y cuatro hermanos legos y se encaminó al
PUtumayo, donde se llegó a fundar el pueblo de San Buenaventura de
92 lilSTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU, TOMO IV

los Anaguajes. Unos afias máS tarde, a petición del Procurador de es-
tas Misiones, Fray José del Rosario, el Rey vino a conceder el envio
de veinticuatro sacerdotes y dos legos para su fomento. Mientras se
aprestaba Ja expedición, el Comisario, Fray Lucas Rodríguez de Acosta,
en compañia de otros tres rellgíosos penetró en la selva y halló que en
los pueblos por falta de cultivo se hablan de nuevo enviciado los In-
dios. Queriendo reformarlos y sacar a los más antiguos, como se habla
hecho antes, para que recibiesen en Pasto o en Quito el sacramento
de la Confirmación, los indios se resistieron y comenzaron a conspirar
contra los Padres. Prodújose un levantamiento el 22 de Mayo de 172!.
y en él quitaron la vida a cuatro misioneros, entre los cuales se hallaba
el P. Rodr!guez.
Las reducciones quedaron desechas y sólo dos pueblos se l!braron
del naufragio. Unos tres afias más tarde, el mismo P. Alácano, a la
sazón Provincial, envió al Putumayo al P. Fray Buenaventura Villapa-
nllla y otros cinco religiosos, a fin de que unidos a los misioneros que
habían quedado con vida prosiguiesen la dura tarea de reducir a la fe
a los indios. Al mismo tiempo como el Cacique de Mocoa y los indios
del Caquetá, que habla visitado en otro tiempo el P. Fray Mart!n de
San José le pidiesen misioneros, envió a Fray Martln Huidobro y a
un compafiero hacia aquella parte, donde se llegaron a fundar seis
cortas poblaciones, pero como sólo dos misioneros no bastasen, pasa-
ron el afio 1726 a ayudarles otros tres, con lo cual pudieron extender
su radio de acción a otras naciones. Así los que trabajaban en el Ca-
quetá como los del Putumayo hicieron constantes progresos, de modo
que en el afio 1738, en esta última zona, los puebros fundados eran ya
nueve, fuera de otros dos que ya exlst!an en Mocoa y Sucumbíos, que
eran como las cabezas de puente de estas misiones, haciendo un total
de veintiuno".
El P. Aldácano habla solicitado del Consejo el envio de unos cua-
renta religiosos para el fomento de estas conversiones, pero as! la
Relación sobre su estado como ·esta demanda-pasaron por las manos
del Presidente de la Audiencia de Quito y le sugirieron ambas algunas
reflexiones que expuso a los Consejeros de Indias. Decia en primer tér-
mino que no existiendo trato ni comercio entre los indios de esas re-

" !bici., pp. 38 y s.


LAS MISIONES 93

giones con los civilizados, no habla modo de comprobar la verdad de


lo ',que se decla en la Relación, en la cual, como se habla podido ver
en otras ocasiones, se pintaban las cosas con demasiado optimismo.
Por otra parte, no creia necesario se enviasen tantos religiosos de Es-
pafia, pues la Provincia tenla en Quito 42 curatos, en los cuales habla
ocupados unos 90 sacerdotes, siendo as! que hay muchos clérigos be-
neméritos que carecen de beneficio, por Jo cual tenla por más conve-
niente que los franciscanos dejasen el oficio de curas y tomasen el de
misioneros"· No le faltaba razón al Presidente y ya en otro lugar nos
hemos referido a este exceso de frailes doctrineros.
En el año 1741 el Provincial, Fray Martin de Acuita, expidió unas
letras patentes en las cuales declaraba cómo el Colegio de Pomasqui
estaba obligado a guardar la Bula de Inocencia XI, en que se fija-
ban los estatutos de estos establecimientos y, al mismo tiempo, de-
claraba los privilegios de que podla gozar en virtud de las Bulas Pon-
tificias y decisiones del Ministro General. Hacia 1759 el Rey por una
Real Cédula, dada en Villaviclosa, el 5 de Mayo, encomendó la con-
versión de los Indios Andaqules a los franciscanos del Colegio de Popa-
yán. No nos toca ocuparnos de estas conversiones, por ajenas al terri-
torio ,del Virreinato del Perú, advirtiendo de paso que, por depender
del Colegio citado aun las del Caquetá y Putumayo, en adelante Jos
informes se pidieron no a Quito, sino a Popayán. En 1772, el Teniente
de una Compafi!a de Infantería de la Ciudad de Quito, que por razón
de su cargo debió penetrar en Ja montaña, hizo presente que los mi-
sioneros de Sucumblos no hac!an progreso notable desde hacia varios
afias y esta representación motivó una R. C. de 25 de Diciembre de
1773, en la cual se rogaba al Presidente de Quito informase sobre la
materia. El Fiscal, no puso en duda lo aseverado por el Teniente Duarte
y se limitó a manifestar que as! el sostenimiento de los misioneros,
como de la gente armada que debla acompafiarles y aun el de los co-
lonos que se fuesen Introduciendo en las nuevas poblaciones exig!a cre-
cidos gastos y que, dependiendo esas misiones del Colegio de Popayán,
se debla sollcitar del Gobernador de aquella Provincia una razón del
número de religiosos ocupados en las misiones, el número de pueblos
y de indios reducidos, etc.
l-t González Suárez, "Historia General del Ecuador". Tomo VI, cap. IB~­
pp. 107 Y S,
94 HISTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU, TOMO IV

Los informes de Duarte y otros nos obligan a concluir como lo hace


González suárez, que estas misiones, al sobrevenir la expulsión de los
Jesuitas, se hallaban más bien en decadencia. Aquel autor sefiala las
causas de la misma y los abusos que la autoridad civil estuvo lejos
de reprimir y determinó el alejamiento de los indios. Los francisca-
nos fueron llamados a entrar en Malnas, después de la tentativa de
entregarlas a sacerdotes seculares, pero este intento no dio resultado,
antes bien la misma Audiencia de Quito dispuso que nuevamente Jos
clérigos sustituyeran a los franciscanos. Cuando a fines del siglo xvm:
se resolvió crear el Obispado de Mainas y anexar al Perú todo aquel
territorio, estas misiones cayeron bajo la jurisdicción del Prelado y
el Rey dispuso que no los franciscanos de Quito, .sino los de Ocopa se
hicieran cargo de estas misiones.
Los religiosos de la Merced de Quito también entraron a la parte
en esta obra de evangelización del ind!gena y hasta se llegó a convertir
en los últimos afias del siglo XVIII el Convento del Tejar en Colegio de
Misiones ". Cuando esto ocurría ya hacia ,cuatro afias, por lo menos,
que los mercedarios l"!abían penetrado en el Putumayo. Un cacique
de las tribus que lo habitan llegó hasta Quito, donde fue bautizado
solemnemente con. dos de sus compafieros y este hecho sirvió para que
dos religiosos, Fray Francisco Delgado y Fray Manuel Arlas volvieran
con ellos y se establecieron en la montafia. Desde entonces los merce-
darios fecundaron este campo con sus sudores, pero no por mucho
tiempo, pues ya en 1798 no quedaba uno en la selva .. El 12 de Enero
de 1789 el P. Fray Francisco Delgado escribía al Presidente Villalen-
gua, desde el pueblo de San José y le decia que tres misioneros hablan
llegado a orillas de un pequefio rlo que distaba seis días del pueblo
de Pebas en eJ Marafión y ocho del Putumayo y habla comenzado alli
a ejercer su ministerio entre Jos infieles L!aguas, aun cuando éstos no
sean de las tribus del Putumayo. En otra posterior manifestaba que
Ja misión no prosperaria mientras no se impidiese el trato con las por-
tugueses de Tabatinga. A su vez, en 1792 el P. Fray José Maria Caba-
llero, daba cuenta del estado de esas misiones y manifestaba que los

15 Fray Pedro N olasco Mora dio, en Madrid, un decreto con feeha 7 de


Julio de 1789, por .el cual convirtió la recolección del Tejar en Colegio de Mi-
sioneros y redactó los Estatutos por los cuales ·se había de regir.
LAS MISIONES 95

pueblos eran cuatro; Asunción, San Ramón, San Pedro Nolasco y


san José de Yaguas y se estaban formando otros dos entre los Chu-
manos 16 •
Los franciscanos que ya en el siglo XVII se hicieron cargo de las mtc
siones de Cajamarqullla y Pataz, en el Obispado de Trujillo, donde
les hablan precedido los j esuítas, las transfirieron en el año 1752 a
los Misioneros de Ocopa. Desde este año hasta la extinción de la Com-
. pañía de Jesús, se hicieron varias entradas a los Infieles, especialmen-
te en busca de los Setebos del Manoa, pero todas fueron infructuosas
y no se llegó a establecer una sola población. En cambio perdieron la
vida Fray Antonio Cabello, el P. Francés y una veintena de Indios
cristianos, sacados de los cuatro pueb!Oll que en Cajamarqullla exis-
tían desde hacia tiempo. Ya en las postrimerías del siglo, los Obispos
de Trujillo instaron porque se pusiesen bajo su jurisdicción así como
los de Lamas y Moyobamba. Informado el Virrey, en 1793, por el Vi-
cario Capitular, D. Juan Ignacio Gorrochátegui, dio un decreto el 30
de Junio del siguiente año, relevando a los Padres de Ocopa del cargo
de curas de Lamas y de sus anexos Cumbazá y Tarapoto. La misma
.suerte hubieron de correr las poblaciones de Cajamarqullla 17 •
Los franciscanos del Colegio de Moquegua se hicieron cargo tam-
bién de las Misiones de Apolobamba, aunque, como hemos dicho, ha-
llaron en el Obispo alguna resistencia, debida a su deseo de ccmftar
algunos de aquellos pueblos ya formados a clérigos. El mismo Comi-
sario de Misiones, Fray Tadeo Ocampo, en carta al Obispo de Arequipa,
Chávez de la Rosa, le dec!a en Mayo de 1799, que habla adelantado el
Capitulo porque el Obispo de La Paz le avisa que .ha recibido cédula
por la cual se han de entregar a sus curas ocho pueblos de Apolo-
bamba, con Jo cual serán once los entregados. Todavía algunos años
más tarde, el 30 de Octubre de 1804 se expidió una Real Orden, en la
cual se disponía la entrega de algunos pueblos de esta misión a los
franciscanos de la Provincia de Charcas, señalando los que en adelan-
te quedar!an para el Colegio de Moquegua.
Como la mayor parte de ellos se hallaba en territorio del Virreinato
de Buenos Aires no nos corresponde ocuparnos de esta misión y sólo
1 ª
Arch. Nacional. Quito. Misiones Mercedarias del Putumayo.
17 Areh. Arzob. Trujillo. V. Izagulrre, "Historia de las Misiones Francis ..
canas". Tomo 2.
96 HISTORIA DE LA IGLESIA EN El, PERU. TOl\'i:O IV

diremos que según el est¡i.do de todas lM que corr!an a cargo del


Colegio de Moquegua, en el a.fío 1801, las ubicadas en el Virreinato pe-
ruano eran las del Valle de Santa Ana, en el Cuzco, las de San Gabán o
Carabaya en la Intendencia de Puno y las impropiamente llamadas mi-
siones que por la fundación estaban obligados a dar en la comarca de
Arequipa los Padres del Colegio"·

4. A todas ellas habrla que aftadlr las de Chiloé, encomendadas


desde la extinción de la Compafíla de Jesús a los franciscanos de la
Provincia de Chile. En 1768 el Comisario General, Fray Bernardo de
Peón y Valdés, presentó al Rey un informe sobre dichas misiones y
de él se desprende que el Colegio de Chil!án tomó a su cargo estas mi·
siones y las de la Araucanla, destinando ocho misioneros a las primeras
y seis para estas segundas, cuatro para Valdiv!a y dos para Arauco. De
los remitidos a Chiloé fue nombrado Presidente el P. Fray Andrés
Antonio Martinez y el P. Contlsario exponla al Virrey que con los cita-
dos misioneros se ponla en ejecución Ja voluntad del Monarca y que-
darian atendidos los Indios de Ja reglón"· El número de los misione-
ros en Chiloé se acrecentó con el tiempo y Ja fe cristiana que ya esta-
ba arraigada en el archipiélago se mantuvo :firme. En Ja Araucania en
cambio no se hicieron progresos notables, antes bien los misioneros
hubieron de retirarse ante las amenazas de los indios y aun atravesar
su territorio era pe!!groso, como Jo experimentó por si mismo el Obis-
po Marán de Concepción que cayó en manos de los alzados, aun cuando
Juego se le dio libertad. Los progresos de las misiones de Ch!loé datan
del año 1771, fecha en la cual arribaron al puerto de San Carlos 14
religiosos del Convento de Ocopa, presididos por el P. Fray José Sán-
chez. Los misioneros se dedicaron al cultivo de aquellas cristiandades,
pero no dejaron de explorar el archipiélago, se!lalándose entre otros
por sus atrevidos viajes el P. Francisco Menéndez.

1s Plan y Razón del afio -en que-se-.fundó -el Colegio de_Moquegua,. número
de sus individuos y de las Misiones que tienen hoy a su ·cargo eri los Gobiernos
del Cuzco, Paz y Puno y Arequipa. Orlgl. suscrita por Fr. Ta.deo Ocampo, Cuzco,
1l! de Febrero de 1801. C. V. Mss. 20. ·
1• Informe hecho en el Colegio de Guadalupe de Lima el 29 de Febrero
de 1768. Copia refrendada por el Secretarlo General, Fr. Mateo Aparlció.
c. v. Mss. 20.
CAPITULO V

Las Diócesis Sufragáneas

l, La Diócesis de Guamanga. - 2. La Diócesis de Arequipa, - 3. La


Diócesis del Cuzco. - 4. Las Diócesis de Santiago y Concepción.

la Histori.a de H'IMVtnanga. Aya-


Bt.bllografia: ÜLIVAS ESCUDERO, Apuntes 1Xlira
cucho, 1924. - La Diócesis de Arequipa y sus Obispos.
SANTIAGO MARTÍNEZ,
Arequipa, 1933. - DIEGO DE ESQUIVEL y NAVIA, Anales del Cuzco. Lima,
1901. - SILVA COTAPOS, Historia Eclesiástica de Chile. Santiago, 1925. -
REINALOO MUÑoz ÜLAVE, El Se1nfma:rio de Concepción. Santiago, 1915.

L En la Diócesis de Huamanga se sucedieron de 1711 a 1740 sólo


dos Prelados, D. Francisco de Deza y Ulloa, natural de México, Maes-
trescuela e InquLsldor en la misma ciudad y D. Fray Alonso López
Roldán, monje basilio. Al primero le precedió el Obispo de Santiago
de Chile, D. Francisco de la Puebla González, nombrado para Guaman-
ga, en 1703, pero falleció aun antes de tener noticia de su nombra-
miento. D. Francisco de Deza fue presentado el 26 de Febrero de 1706
y preconizado el 17 de Diciembre de aquel afio. Con fecha 25 de Mayo
de 1708, anunciaba a su Cabildo, desde México, la noticia, pero no
llegó a ponerse en camino hasta afio y medio más tarde, pues el 1 de
Noviembre de 1709 escribía a s. M., anunclandole haber recibido un
despacho en el cual se le concedla la tercera parte de la vacante para
.los gastos de su viaje y trámites de sus Bulas. Qué lo detuvo en Mé-
xico no lo sabemos, pero el hecho es que no llegó a tomar posesión de
98 1IlSTORIA PE U IGLESIA EN EL PEitU, TOMO IV

la sede hasta el 27 de Diciembre de 1711, aun cuando el Cardenal Aqua-


viva remitió sus Bulas a España a fines de 1706 '.
Como habla llegado al Perú sin consagrarse, hubo de pasar al Cuz-
co, donde el Obispo, D. Fray Gabriel de Arregui le impuso las manos
el 3 de Julio de 1718. Al volver a su diócesis celebró órdenes en Anda.-
huallas la Grande y visitó así esta provincia como la de Vilcashua-
mán '· Antes de su partida al Cuzco hizo otro tanto en su Catedral y
en las parroquias de Ja ciudad. En 1721 propon!a a S. M. la creación de
una dignidad más en el coro de Guamanga, donde sólo habla tres y
dos canónigos y pedia se concediese esta prebenda a D. Manuel López
de Espinosa, Cura de Huaripampa. Juzgaba D. Francisco que esta me-
<!ida habrla de contribuir al fomento de la Universidad, por ser corto
el número de graduados. En el periodo de este Obispo asaltó a Gua-
manga una grave calamidad. El 17 de Julio de 1719 un fuerte temblor
sacudió sus cimientos y sembró el terror en los habitantes. Sobrevino
luego una peste que diezmó la población y como consecuencia de estos
fenómenos se dejó sentir la carestla de los alimentos, hasta el punto
de que en una tierra abundante de trigo llegó a valer la fanega 50 pe-
sos. El Obispo hlzo lo posible por remediar estos males y acudió al
socorro de los más necesitados.
Su Catedral, sólida sin duda alguna, sufrió bastante y uno de los
pllares que sostenlan la bóveda se desvió de su base y amenazaba con
su calda el derrumbe de aquella.. Por fortuna un hábil arquitecto que
habla entonces en la ciudad, Marcos Moreno Delgado, acometió la
atrevida empresa de reemplazarlo por otro que labró desde los cimien-
tos, sin tocar Jos arcos de la bóveda. As! para esta obra como para el
reparo del templo hubo que echar mano de las entradas de las preben-
das vacantes y se rebajaron las que correspond!an a algunos de los
ministros de la Catedral. El señor Deza falleció en su ciudad episco-
pal el 2 de Abril de 1722.
Sucedióle D. Fray Alfonso López Roldán, natural de V!llarobledo,
en la Mancha, que habla sido Provincial de su Orden y. Vicario Ge-
neral de Castilla y Andaluc!a. Nombrado el 30 de Agoste> de 1723, el.

1 Según D. Ramón ~1uñoz, autor de Huarr1J1,1tfJa Vindicada~ la causa de este


retraso fue la guerra en que andaba envuelta España por !a sucesión al trono.
• A. de I. Lima 527. Casta ele 6 de Setiembre de 1720.
LAS MISIONES 99

cardenal Aquaviva le remitió poco después el Breve por el cual se le


concedla consagrarse en España y al mismo tiempo sus Bulas. En Oc-
tubre se le daba licencia para embarcarse, y llevar consigo a Fray Eu-
genio Villar en calidad de compañero y a otros once famil!ares suyos.
Debió hacerlo poco después, porque realizó su entrada en Guamanga
el 12 de Noviembre de 1724. Una de sus primeras atenciones fue Ja
convocación a un Sínodo, cuyas sesiones se iniciaron el 11 de Noviem-
bre de 1725 '·Era este el segundo, después del celebrado por D. Fran-
cisco Verdugo.
Al Obispo Roldan unos le pintan como modelo de Prelados: afable,
limosnero, celoso del bien de sus ovejas y hasta recogido y penitente•.
Debió poseer algunas de estas cualidades, en menor o mayor grado,
pero es Indudable que hubo de sostener serios litigios con su Cabildo,
con Jos Prelados de las Religiones, con las autoridades civiles y con el
mismo Virrey, Marqués de Castelfuerte. No seria justo atribuirle a él
solo la culpa de estos encuentros, pero su repetición, la calidad de los
mismos y el juicio de los contemporáneos no le excusan del todo. El
primero de que se hace mención fue el relativo al Cura de Vlflac, Mar-
tln Lobatón, a quien el Obispo abrió causa y en el cual Intervino tam-
bién el Comisario de la Inquisición, cuya vida daba mucho que decir
en Guamanga. Las partes acudieron al Virrey y éste trató de solu-
cionar el asunto pacíficamente ,Y. con voto del Real Acuerdo, rogó al
Santo Oficio levantase las censuras que habla impuesto. El Tribunal,
celoso en demasla de sus prerrogativas, no cejó en su empeflo y, en
vista de ello, comisionó al Alcalde de Corte de la Audiencia de Lima,
D. Tomás Brun, para que, examinados los autos, diese sentencia.
El Virrey, Marqués de Castelfuerte, resumla en carta de 4 de Abril
de 1727, sus desavenencias con el Obispo, "dándome más que hacer
solo, dice, que todos los demas del Reino". Antes de entrar en su Obis-
pado empezó a dar muestras de su animo Imperioso y poco prudente,

' Biblioteca Real Palacio. Madrid. Col. Ayala. 2.818, f. 95 y s. El Virrey


pidió el Sínodo y, visto en el Acuerdo, objetaron las constituciones 22, sobre
que los indios no se han de tener por incapaces para las órdenes, como ordena
S. M" a no intervenir otro impedimento; la 23a. sobre las cuartas que se co~
bran de las misas que ·Corresponden a1 caudal del testador y la 28a. sobre que
no ee saquen ganados de las provincias, bajo pena de excomunión.
4 V._ Huamanga Vindicada de D. Ramón Muñoz.
100 HISTORIA DE L.1i. IGLESIA EN EL PERU. TOMO lV

Interviniendo en el litigio que su Cabildo sostenía con el Comisario de


la Inquisición. Procuró Interponerse, pero sin lograr que cediese. Sil
ha querellado con las autoridades, como sucedió en la visita con loo
Corregidores de Lucanas, Pascual de Linares y de Andahuailas, Gre-
gario Ortlz de Landaeta, a quien tiene excomulgado. Excomulgó, tam-
bién, a los Prelados de las Religiones, porque en el sínodo de 1725, al
hacerse la publicación, no aceptaron el asiento que les ofreela por no
ser el acostumbrado. Se querelló también con el Cabildo secular por
asunto de ceremonias y ha excomulgado a los cabildantes. Procede con
arbitrariedad en la colación de los beneficios y a algunos curas man-
tiene sin destino. No acepta tener asesor letrado, necesitándose en un
Obispado como el de Guamanga, que es de apelaciones. Ha remitido
gruesas sumas a España y en estos galeones envla 41.000 pesos ' Termi-
na diciendo que todo ello consta por autos y hace pensar "que este Pre-
lado no vino a cumplir los pas~orales oficios de su mirusterto, sino ~.
excitar cuestiones y discordias que debla componer y a perturbar 11.a
paz de la d!ócests, teniendo en coiitlnua inquietud a su Cabildo ..."'.
Aquel mismo afio hubo de representar al Monarca, en primer tér-
mino, el conflicto que se habla suscitado entre el Obispo y el Cabildo
secular por haber innovado la costumbre sobre el modo de dar la paz
y el empeño que pwio, hasta conseguirlo, de venir a Lima por haber or-
denado el Real Acuerdo se trajesen los autos del pleito que sostenla
con el Corregidor de Andahua!las. Llegito.o a la capital, procuró hacerle
buen acogimiento y se valló del Arzobispo y otras personas graves para
que depusiese su actitud contraria a la real jurisdicción, sin lograrlo.
El Obispo hizo correr la voz de que se entraría en el Noviciado de la
Compafíia o se embarcaría para España, más al fin abandonó la éiu-
dad sin despedirse del Virrey y se encaminó a Huancavelica. Desde

5 ·Esto íútirno era cierto, En Guamanga, a 18 de Febrero de 17261 extendió


1ma escritura de poder en favor de D. Fray Bernardo Serrada. Obispo de Pana-
u1á, pa:ra que :renútiese a Espaiia 40.815 pesos en barras y -oro quintado 1 fuera
de dos- cajones de plata labrada, todo lo cual lo envió al istmo con el Conde de
Torreblanca. Guamanga. Notarla Mavila. Protocolo de Urbano de -los Reyes
1726-1728. Cuál fuese el destino de esta Ingente suma no lo sabemos. El VI·
rrey cita también el becho ocurrido en Huancavelica en donde Fray Eugenio
Vllla:r\ compañero del Obispo, e.~gió mil pesos por un entierro. cuando por
arancel lo más que había que pagar eran 78 pesos.
< A. de !. Lima 482.
LAS DIOCESIS SUFRAGANEAS 101

este lugar envió las nóminas de 9 curatos .que deblan proveerse, pero
sólo remitió los nombres de trece sujetos, cuando lo ordinario era re-
mitir tres por cada beneficio. En vista de ello hubo de pedir los autos
de oposición al concurso.
su Cabildo no estaba menos quejoso de él. Ya en el Sinodo habían
ocurrido algunos tropiezos; luego se siguió el consabido pleito sobre
el nombramiento de jueces adjuntos, insistiendo los prebendados en
la posesión en que estaban de poder nombrarlos y, finalmente, roces
con algunos de ellos, especialmente con el Chantre y el Magistral.
Tampoco los religiosos estaban satisfechos, pues el Procurador de la
Orden de Santo Domingo se había presentado al Virrey, reclamando el
que exigiese a los curas doctrineros 150 pesos, por razón de la visita.
Todo esto dio motivo para que el Virrey vol~iese a instar en 1729 so-
bre la irregularidad de sus procedimientos y remitiese una carta del
Obispo, en la cual éste trataba de satisfacer a los cargos que se le'
hacían y hablaba a Castelfuerte con muy poco respeto. La carta del
Prelado es a todas luces descomedida y el Virrey, con razón, se debió
sentir agraviado. Aunque fuesen aceptables sus descargos y de parte de
la autoridad civil hubiese habido alglÍn yerro o mala inteligencia, por
respeto a sí mismo y a su sagrada investidura, no debía acriminar al
Virrey'·
Estas cartas se cruzaron con otras del Rey, de 26 de Noviembre de
1728, de las cuales daba cuenta el mismo D. Alfonso por estas palabras:
"Hállome con dos cartas de V. M... con agria y justa reprensión de
mis procedimientos a que correspondiera con el silencio y obediencia
más rendida, si justamente no mandase V. M. le de cuenta del recibo
dellas ..." Como poco después llegaran a Madrid las representaciones de
Castelfuerte antes citadas, el Consejo debió deliberar sobre el asunto
y tomó la providencia de ordenar al Prelado viniese a Espafla, al me-
nos así se lee en una anotación puesta al dorso de una de las cartas
del Virrey. La medida no se llevó a cabo y, como veremos, nuevos con-
flictos se suscitaron, aun cuando a Castelfuerte sucediera el Marqués
de Villagarcia.
Todo ello no fue parte para que D. Alfonso López Roldán, dejase

7 A. de I. Lima 503. Las cartas del Virrey son de 8 de Enero, 10 de Julio


de 1729 y la del Obispo de 31 de Mayo del mismo año.
102 HISTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU. TOMO IV

de cumplir con las obligaciones de su cargo. Además del sínodo que ha-
bía celebrado, hizo en los primeros afios de su gobierno la visita de la
diócesis, reedificó el Palacio episcopal y también la Universidad, do-
tando suficientemente las cátedras de Lógica y de Moral. Reparó el
local destinado a Seminario y obsequió a su Iglesia un reloj de torre
que costó 2.000 pesos y un palio avaluado en 3.000. Habiendo dado
cuenta del aumento de las rentas decimales, pues pasaban de 22.000
pesos, propuso la creación de dos raciones y dos capellanes y le fue
concedido, asignando a los primeros 500 pesos y 250 a los segundos. A
fin de poner remedio a la penosa situación por la que atravesaba la
Universidad, por la falta de rentas estables, propuso que se le aplica-
sen los dos novenos de Jos diezmos que pertenecían al Rey. Se le pi-
dió que manifestase lo que podían valer y respondió que podían cal-
cularse en 2.500 pesos, poco más o menos. Con esta suma se podian
dotar dos cátedras de Teología, la una de Prima con 600 y la otra de
Vísperas con 400. Al catedrático de Moral se darían 500 pesos y los otros
mU servirian para otras tres cátedras. La corta renta que disfruta-
ba la Universidad podría servir para pagar al bedel y ministros infe-
riores'· Todo ello contribuiría a evitar la total ruina.de la Universidad,
cuya falta habla podido palpar en la visita, pues ha hallado ayudan-
tes de cura tan ignorantes que ha tenido que traerlos a la ciudad para
que se instruyan en lo más indispensable para el ejercicio de su mi-
nisterio.
Llegado el afio 1732, volvemos a hallar en la correspondencia del
Virrey nuevas quejas contra el Obispo. Ahora es el mineraje de Huan-
cavelica que reclama de un edicto por él promulgado, excediéndose en
su jurisdicción; más tarde, los vejámenes que infirió al Cura de Lurt-
cocha, a quien el Virrey y Audiencia le mandaron dar colación. A su
vez, el Chantre de Guamanga, Diego Ortega Hurtado de Mendoza., re-
presenta que el Obispo le ha pdvado de su dignidad, mientras el Ma-
gistral, D. Manuel Jerónimo de Romani, niás tarde Obispo del cuzco,
manifiesta que el proceder de Don Alfonso le ha obligado a salir de
la ciudad, y en carta de 28 de Enero de 1733 son todos los p·rebendados

8
A. de I. Lima 527. Carta de 6 de Febrero de 1733. AcÓmpaña testimorúo
del Tesorero de la Universidad, Pedro Criales y del Secretario, Antonio de
Bendezú.
LAS DIOCESIS SUFRAGANEAS 103

los que se muestran quejosos del Obispo, cuyas violencias dicen vienen
sufriendo hace ocho afios. Todo esto y más que pudiera decirse le mo-
vieron a pedir a Su Santidad en carta de 18 de Febrero de 1733 le ad-
mitiese la renuncia que hacia de su Obispado, alegando su edad, 70
afias, sus desavenecias con ambos Cabildos y no aprobar Su Magestad
ni el Superior Gobierno del Virreinato sus actos. Una carta semejante
y en la miSma fecha dirigió al Rey, pero el Monarca no se avino a
aceptarla y más bien en 1734 recomendaba .a la Audiencia de Lima el
que procurase entenderse con el Prelado.
No era cosa fácil y el mismo Marqués de Villagarcia se lo hubo de
decir al Rey. Casi en las postrimerías de su antecesor, el Obispo exco-
mulgó al Alcalde Ordinario de Guamanga, D. Nicolás de Boza y Solis,
por haber apresado a un individuo que tenia tienda en casa del Obis-
po y no haber querido devolver al preso. Intervino también el regidor
perpet1w, D. Juan Gutiérrez de Quintanilla y el asunto pasó a Lima,
donde se vio en el Acuerdo y se pidieron los autos, ordenando al Obis-
po suspendiese las penas impuestas. Este se resistió, mas al fin hubo
de ceder. El Consejo ordenó a V!llagarcia imponer penas a los culpa-
bles y el Marqués se contentó con reprender al Alcalde y daba por ra-
zón de no haber hecho otra demostración, lo complicado que serla
un proceso y la conmoción que esto producirla. En 1740 el Consejo vol-
vió a insistir y dispuso que Boza y Gutiérrez de Quintan!lla fuesen
llamados a Lima y procesados. Cuando esta carta llegó al Perú ya el
Obispo habla pasado a mejor vida y había empeorado el asunto, por
otro vejámen que le infirieron los dichos y d.ieron motivo para que
D. Alfonso se retirase el 11 de Enero de 1740 a Pacaycasa. Poco des-
pués, el 20 de Febrero, entregaba su espíritu a Dios.
En la Catedral dejó dotada la fiesta de San Basilio y labró un re-
tablo en su honor. A su diligencia se debieron la portada y las torres
del Santuario de Cocharcas que visitaba con frecuencia y, deseando
proveer a la ciudad de agua potable que escaseaba, se interesó por
traerla de tres leguas de distancia y a su costa hizo que se empezaran
los trabajos. Todo esto prueba que, con un poco más de ductilidad y
discreción, habr!a pasado a la posteridad como modelo de prelados.

2. Arequipa de 1714 a 1741 tuvo sólo dos prelados: D. Juan de


Otálora Bravo de Lagunas, limefio y D. Juan Ca\'ero de Toledo, de
104 HISTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU. TOMO IV

Trujillo del Perú. El primero hizo sus estudios en el Real Colegio de


San Martin y ejerció por un tiempo el oficio de cura. Siéndolo de Re-
cuay, curato que puso a prueba muchas veces a sus párrocos, hubo de
acudir a Lima a responder a los capitulos que le formaron sus feligre-
ses. Pasó luego a Espafia y, poseedor de cuantiosa fortuna, hizo a Fe-
lipe V un donativo de 40.000 pesos. Este obsequio le conquistó el fa-
vor real y de la Corte, llegando hasta ocupar una plaza de Consejero.
Propuesto para le sede arequipefia, lo preconizó Clemente XI el 19
de Noviembre de 1714: Su consagración se realizó en el templo de San
.Jerónimo de Madrid, en presencia del Soberano y de los magnates de
su Corte, actuando como consagrante el Cardenal D. Francisco de
Borja y de padrino el Duque de Arcos. Hlzose a la vela para América y,
el 16 de .Tulio de 1717, tomó posesión de su diócesis.
D . .ruan, olvidándose de. su alcurnia y de los honores recibidos, re-
vistlóse de la sencillez y afabilidad propia del Pastor de la grey cris-
tiana. Comenzó en el afio 1718 la visita de su extensa diócesis, empe-
zando por el valle de Majes en el cual segregó del curato de Aplao
el de Huancarqui y continuó hasta el extremo, o sea, la provincia de
Tarapacá, a centenares de leguas de su sede. A su vuelta, en el si-
guiente afio se encaminó a los Colla.guas, la más arriscada de .las pro-
vincias de la sierra y, estando en ella, sobrevino la peste que asoló toda
la región y que le obligó a volver a su sede.· Invirtió gruesas sumas de
dinero, sin escatimar sus mismas alhajas, en socorro de los apestados
e hizo lo posible por remediar el mal. Su generosidad la demostró tam-
bién haciendo construir en el Hospital de San Juan de Dios una sala
para mujeres, dotando dos d!as del octavario de la Patrona, Nuestra
Sefiora de la Asunción, obsequiando su pectoral y su anillo para la
custodia de la Catedral y dejando a su Cabildo su rica Biblioteca.
Puso cuidado en la formación de su clero y procuró de remediar la
situación de sus curas, en especial de aquellos que por experiencia sa-
bia que padecian incomodidades en sus parroquias. Con sentimiento
de todos pasó a mejor vida el 27 de Setiembre de 1723.
Su sucesor, D . .ruan Cavero de Toledo, habla sido también alumno
de San Martín. Graduóse luego en la Universidad de San Marcos y en
ella regentó algunas cátedras y ejerció el oficio de Rector. Habiendo
Ingresado en el cor'? de Lima de medio racionero, se opuso el afio 1704
a la canong!a teologal, pero sus colegas se empefiaron en excluirlo,
LAS DIOCESIS SUFRAGANEAS 105

como dice el Arzobispo en carta de 10 de Setiembre de dicho año. Al


siguiente, obtuvo en la Universidad la cátedra de vísperas de Teolo-
gía, con gran exceso de votos, pues de 577 sacó 361, no obstante lo cual
Jos capitulares persistieron en cerrarle el paso'. Ascendió, sin embar-
go, en 1712 a la silla de Magistral y, cuando la ocupaba, Felipe V lo
presentó para la sede de Santa Cruz de la Sierra y fue confirmado en
el año 1720. Habiéndose puesto en camino para el Alto Perú, se detuvo
en Arequipa y en esta ciudad recibió la consagración episcopal de ma-
nos del Sr. Otálora. No permaneció mucho tiempo en aquellas lejanas
regiones, pues, habiendo vacado la diócesis de Arequipa, se decidió su
traslado y el 11 de Junio de 1725 fue confirmado por Su Santidad.
Tomó posesión por poder en Marzo de 1726 e ingresó personalmen-
te en Setiembre de dicho año. No mucho después abrió la visita, em-
pezando por la provincia de Moquegua y continuando luego hasta Ari-
ca. El siguiente año la prosiguió por sl mismo y as! sucesivamente,
aunque a partir de 1731, echó mano de Visitadores. El adorno y em-
bellecimiento de su Catedral fue uno de sus mayores cuidados. A él
se debieron el retablo principal, el coro y púlpito, la sacristia de los ca-
nónigos, otros dos retablos laterales, la adjunta capilla de San Juan,
que hacia oficio de Sagrario, las andas de plata de la Virgen de la
Asunción, una corona de oro y pedrería para la misma y dotó con ren-
ta suficiente los seis dlas de la Octava de su fiesta que aún no estaban
dotados.
Fuera de lo dicho enriqueció otras Iglesias, como la de Calma, la
de Santa Teresa y el Hospital de San Juan de Dios y dotó con 4.000
pesos la fiesta de San Francisco Javier que todos los años habla de
celebrarse en la Compañia, solicitando del Cabildo que fuese aquel
día de fiesta en la ciudad, con excepción de los indios. El 25 de Julio de
1738 convocó a su Palacio al clero, nobleza y regidores y, habiendo hec
cho presente a todos, que su antecesor, D. Fray 'Gaspar de Villarroel,
había convenido con el Procurador de la Ciudad y el Asesor del Cabil-
do en hacer festivo aquel día, rogaba a todos tuviesen a bien aprobar
esta decisión. Se convino en ello y el 13 de Agosto del mismo año el
Obispo libró un auto con este fin 10 •

9 A. de I. Lima 520. Carta de 6 de Diciembre de 1705.


:10 Arch. cab. Ecco. Arequipa. Lib. ID de Cabildos, f. 62.
106 HISTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU. TOMO IV

No habiendo el Cabildo aceptado la Regla Consueta dada por su an-


tecesor, el Obispo Villagómez, propuso a, los prebendados hacer una
nueva, en conformidad con lo dispuesto en la Real Cédula de 1648, en
la cual se indicaba cómo había de hacerse con participación del Cabil"
do eclesiástico. Pasaron años y, en 1736, el Obispo nombró por su parte
al Chantre, D. Juan Bautista Taborga y el Cabildo al Doctoral, D. I!de-
fonso Díez Coronel. Aquel mismo año la suscribieron y sustancialmen-
te es la misma dada por Villagómez, que luego insertó en sus Sinodales
el Obispo D. Antonio de León. En su tiempo ocurrió un bochornoso al-
tercado en el coro mismo de la Catedral, entre el arcediano, Juan
Sánchez Masera y el Maestrescuela, Pedro González de Iraola. El más
culpable parece haber sido el primero, del cual decía el Obispo, en
carta de 25 de Setiembre de 1733, "que en siete años ha conocido que es
sujeto bullicioso y pendenciero y causa de muchas discusiones con sus
compañeros con nota de la ciudad", y por ello pide se le ordene reti-
rarse a su casa o pasar a otra Iglesia. El Cabildo, cai;i por el mismo
tiempo, emitía su informe, coincidiendo con el punto de vista del Pre-
lado. Este hubo de abrirle proceso al arcediano y, después de un año,
se le condenó a seis meses de suspensión a divinis, destierro del coro
por un año y dos mil pesos de multa 11 •
Dos obras van unidas al nombre de D. Juan Cavero, la una fue la
fundación del Hospital Betlemítico de Moquegua y la otra el convento
de monjas de Santa Rosa que se trató de crear allí mismo. Para la
primera de estas fundaciones, el Lic. Antonio Fernández Maldonado
había dejado cerca de cien mil pesos, de modo que al Marqués de Cas-
telfuerte le pareció que se podía conceder la licencia y lo escribió así
a S. M. Los Betlemitas pasaron a dicha villa y comenzaron la asis-
tencia de los enfermos con beneplácito de todos, de modo que el Ca-
bildo, en 29 de Mayo dé 1739, escribía al Rey solicitando se dignase
aprobar la fundación, pues en el espacio de 12 años se ha experimen-
tado el grande bien que se "Sigue de su estancia, así "en la escuela
pública para todos los niños que a ella ocurren donde se les enseñan
los rudimentos de nuestra santa fe y a leer, escribir y contar... ", como
en el cuidado de los enfermos. El Obispo informó también en su favor.
La Audiencia de Lima, en Enero de 1741, fue de parecer que se conce-

m A. de I. Lima 534.
LAS DlOCESIS SUFRAGANEAS 107

diese la licencia y en el Consejo, visto el que dio el Fiscal en su tavor,


se expidió el 23 de Setiembre de 1743 la autorización con cargo de
que fuese no convento, sino Casa Hospital".
De la otra fundaei<ln nos ocuparemos más adelante, aquí baste de-
cir que, después de un largo litigio que hubo que sostener con los deu-
dos de los fundadores, se dl.spuso en el año 1732 que todos los bienes
dejados para esta obra pía se pusiesen en manos del Obispo de Are-
qu!pa. Este entonces, teniendo en cuenta las condiciones de la villa de
Moquegua, propuso al Rey que el Convento se fundase en Arequipa y,
por una real cédula de 23 de Febrero de 1740, se concedió la licencia
para que se hiciese como Indicaba D. Juan Caverc¡, mas con la obliga-
ción de admitir en él a las doncellas naturales de Moquegua, tenien-
do las cualidades requeridas y prefiriéndolas a otras que se pudieran
presentar.
Fuera de lo dicho, el Obispo llevó a cabo en la misma ciudad muchas
obras de bienestar económico y material, como viviendas para las fa-
mllias pobres, un monte de piedad, arreglo de sus calles y plazas, me-
joramiento de las acequias, construcción de un pretil en el puente
sobre el no y una buena fuente de bronce en la plaza de armas, en
todo lo cual gastó muchos miles de pesos. Por esta razón el Licenciado
Zam.Acola en su galería de los Obispos de AreqUipa le consagra estas
frllses: "Durará por muchos años en Arequipa el nombre del Señor
D. D. Juan Cavero, porque a la verdad pocos o ningún Obispo habrá
habido en las Américas ni más laborioso ni más proficuo en beneficio.
del público''. Falleció el 20 de Marzo de 1741, después de tres lustroo
de gobierno.

3. En el Cuzco se sucedieron de 1705 a 1733 cuatro Obispos: D. Juan


González de Santiago, D. Melchor de la Nava, ambos del clero secular,
D. Fray Gabriel de Arregui, franciscano y D. Fray Bernardo Serrada,
carmelita. Ninguno de ellos alcanzó a estar un decenio en su sede y
los dos primeros puede decirse que no hicieron sino pasar por ella. El
primero, nacido en Salamanca, en cuya Universidad hizo sus estudios,
fue preconizado por Clemente XI ObisPo del Cuzco el 9 de Febrero de
1705, después de una vacante de casi seis años. En el a.fío 1707, por el

12 A de I. Llma 540. Auto.-> sobre la fundación del Hospital de Moquegua.


108 HISTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU. TOMO IV

mes de Mayo, tomó posesión en su nombre el Chantre, D. Martin de


Moscoso y D. Juan González, después de recibir la consagración epis-
copal en Lima de manos del Arzobispo, D. Melchor de Llñán y Cisne-
ros, entró en su sede el 11 de Noviembre y con la solemnidad del caso
se sentó en su trono el Domingo 13 de dicho mes de 1707. No hablan
pasado treinta dias cuando la muerte, de un modo inesperado, lo arre-
bató de entre los vivos el 12 de Diciembre.
D. Melchor de la Nava era natural de Córdoba en la Andalucia. Fue
cura de la Catedral de Arequipa y luego de Ja de Lima e ingresó al coro
de esta Iglesia en 1688, ascendiendo hasta la silla de Chantre que
ocupó en 1708. Por dos veces fue Rector de Ja Universidad de San Mar-
~os y el 8 de Mayo de 1710 fue elevado a la sede cuzquefia. El Cabildo,
en cumplimiento de la Real Cédula de 27 de Febrero de 1710, le entre-
gó el gobierno el 21 de Noviembre de 1711, aun cuando aún no habla
recibido sus Bulas ni la consagración episcopal. Una de sus primeras
atenciones fue enviar de donativo al Rey diez mil pesos. Por su piedad,
apacible trato, desprendimiento y espiritu de pobreza, como se vio lue-
go en su testamento, se ganó las simpatias de sus ovejas, pero al me-
jor tiempo vinieron éstas a quedar privados de su Pastor que falleció
el 2 de Febrero de 1714, sin haber recibido el sumo sacerdocio. Sus
r.estos fueron sepultados en la Iglesia del Carmen, a la cual tenia
mucha devoción e iba todos los miércoles a sacar el Santo Rosario,
acompafiándole sus seminaristas que pasaban de 140 en las festivi-
dades de la Virgen y muchos fieles ".
No parece que alcanzara a visitar toda su diócesis, pero.en carta de
9 de Octubre de 1713 daba cuenta al Rey de sus actividades y por ena
se conoce que habla ya entrado en contacto con sus Curas. Lamenta
que en la provisión de los beneficios, especialmente en las sedes vacan-
tes, se atienda más a la amistad y sangre que a otros más justos res-·
petos y que los mismos Virreyes no se sujeten a lo dispuesto por el
Real Patronato en las nóminas de los curas. &ltos son 113, distribuidos
en 14 provincias y si bien no son escasos en número, en cambio los
halla desprovistos de las cualidades requeridas sobre todo en punto

1s Mendiburu en su Diccion. lo hace limeño. Esquive! .Y Navia en )os Ana-


les del Cuz-co, extremeño; según el Informe que se hizo de su vida y costumbres
antes de .su elevación al episcopado, nació en Torre Milano, en el Obispado dé
Córdoba. (A. ele I. Lbna 52S).
LAS DIOCESIS SUFRAGANEAS 109

a natales. Habla con elogio del de San Sebastián, Pedro de Vega, pá-
rroco por más de 40 años y verdadero padre de los fndlos y de otros
a quienes cita.
La frecuencia de sacramentos y asistencia a los templos deja mu-
cho que desear, aun en la ciudad. Ha entablado todos los Domingos, a
las seis y media, una Misa en la Catedral, que dice él y hace recitar
al concurso que pasa de 2.000 almas, las Oraciones y Catecismo, expli-
cándolo el Cura que llaman de piezas, D. Pedro Carazas y cantando los
niños y niñas en su lengua. Pasa luego a la Iglesia del Hospital de Na-
turales, cuya Iglesia, bastante capaz, se llena también de indios y hace
otro tanto. De este modo trató el Sr. Nava de remediar la ignorancia
que se dejaba sentir en las clases humildes del Cuzco, dando así una
prueba de su celo y caridad 14 •
En su lugar fue elegido el Obispo de Buenos Aires, D. Fray Gabriel
de Arregui confirmado en Roma el 13 de Enero de 1716. Habla nacido
en Córdoba del Tucumán y sido Provincial de su Orden. De 1696 a
1699 desempeñó el alto cargo de Comisario General del p,erú y en
1712 se le nombró Obispo de Buenos Aires, rigiendo esta sede hasta
1716. Este año, a 26 de Octubre, el Deán del Cuzco, D. Vasco de Val-
verde tomó posesión en su nombre, en virtud de la carta que diltigió
al Cabildo desde Buenos Aires el 20 de Julio de aquel año. Puesto en
camino para su diócesis, lo consagró en La Paz el Obispo D. Fray Mateo
de Villafafie. Al cruzar el limite de su obispado, empezó la visita del
mismo, confirmando a muchos y prosiguió haciéndolo hasta el siguiente
año, El 5 de Diciembre de 1718 escribía, anunciando que habla visitado
once curatos de indios, uno en mano de los franciscanos y los restantes
de clérigos seculares: "Me han parecido sus curas ajustados".
En el seno de su Cabildo habla surgido la división antes de su lle-
gada, con motivo de la muerte del Deán que hacia de Provisor, pues
mientras unos apoyaban al Chantre, D. Simón Pérez, otros se inclina-
ban del lado del cura, Juan de Ugarte, que obtuvo el titulo del metro-
politano. Con el arribo del Obispo se zanjó la cuestión y Ugarte quedó
confirmado en el cargo, más por poco tiempo, pues el 23 de Marzo de
1719 nombró el Sr. Arregui a su sobrino, Juan Fernando de Armaza.
No satisfizo al Cabildo este caso de nepotismo, pero aún Jes desagrad6

l~ A. de !. Lima 526.
110 HISTORIA DE. LA IGLESIA EN EL PERU. TOl\IIO IV

más el que pretendiera el Obispo darle asiento entre los prebendados.


Lo impuso, no obstante, y esto hizo que la situación se volviera tiran-
te. Terminó por agravarla el hecho que pasamos a referir. Se recibió
una cédula promoviendo al Arcediano, Gaspar de la Cueva. al Deanato.
El Cabildo, .en sesión de 27 de Julio de 1719, resolvió suspender la eje-
cución, por hallarse casi ciego el provisto. Hallábase ausente el Obispo
en la visita y el Provisor procedió a darle posesión. El Obispo, a su
vuelta, se limitó a enviar una esquela al Cabildo, manifestándole que
él había informado sobre el defecto del Arcediano y a pesar de todo
se le había ascendido al Deanato. Esto explica el tono de la carta que
el 12 de Noviembre de 1720 dirigía al Monarca y en la cual le exponia
el estado de su Iglesia.
En resumen decía que el coro estaba mal servido, pues muchos de
los prebendados se dispensaban de la asistencia. El Deán, Gaspar de
la Cueva, muy escaso de vista, asiste poco. El Chantre, Agustín de La-
rrazábal, inquieto y poco seguro, se está la mayor parte del tiempo en
una hacienda. Y así los demás. Abatido, desconfla de que se pueda po-
ner remedio y, por conclusión, pide se le permita retirarse a una cel-
da. "Mi edad es de 66 afias cumplidos; el embarazo de una pierna, las-
tim.:ida en los nervios me estorba mucho y lo más es la melancolía que
me acompafia de ver tan acompañado al engaño". 15 •
Por lo que hace a su Seminario, en carta de 5 de Diciembre de 1718,
decía: "Lo hallé muy tristemente atendido, porque estaba casi lleno
de ilegítimos, contra sus mismas constituciones. A todos quité las be-
cas (en un solo día salieron 20)". Es defecto muy común en esta tierra,
afiade y el estado eclesiástico se halla inficionado por él. Por esta ra-
zón no ha ordenado a ninguno que lo tenga ni lo ha admitido a las
opos.iciones a curatos. Tampoco se ha obrado con justicia en la cola-
ción de grados y así hay Doctores sólo de nombre. De los Monasterios
dice que el de Santa Teresa se halla bien en lo económico y en punto
a observancia. El de Santa Catalina procede regularmente, pero está
mal abastecido, porque los que debían pagar los censos de las dotes,
o no lo hacen o lo hacen mal y en especie y de ah! que haya mucha
entrada y salida de criadas. Del de Santa Clara no dice nada.
Visitó por dos veces su diócesis y en 1719 se encontraba en el Callao

'15 A. de L Ibíd.
LAS DIOCESIB SUFRAGANEAS 111

haciéndola. Debió volverse por la peste que asoló aquel año y el si-
guiente toda la comarcá y mereció llamarse Ja pes.te grande por las
victimas que produjo, pues sólo en el Cuzco hubo dla en que los muer-
tos pasaron de un centenar. Volvió a salir más tarde y la muerte vino
a sorprenderle en e.sta tarea. El 9 de Octubre entregó su alma. a Dios
en una hacienda nombrada Angostura, en la jurisdición de la parro-
quia de San Jerónimo. Trajéronse sus restos al Cuzco y se les dio de-
cente sepultura en la Iglesia de San Francisco. Fuera de las llmosnas
que repartía con prodigalidad, favoreció a algunas doncellas pobres,
dándoles la dote necesaria para Ingresar al clau.stro. construyó a su
costa el noviciado de la Recoleta de su Orden, adonde solla retirarse
algunas veces y comenzó a labrar al costado derecho de su catedral
el templo que hoy está dedicado a la Sagrada Familia y tiene las pro-
porciones de .su gemela la Iglesia del Triunfo, levantado. más tarde
por su sucesor.
Este, D. Bernardo Serrada, Obispo de Panamá, remitió desde Lima
sus poderes y el 16 de Mayo de 1726 tomó posesión de la sede en su
nombre el canónigo D. Juan Borda. El Obispo entró en su Iglesia el 12
de Febrero siguiente. Habla nacido en Madrid y fue Provincial de su
Provincia de Castilla. Trajo en calidad de compañero al P. Fray, Juan
de V!llarreal, el mismo que habla de predicar en su.s honras. Puede de-
cirse que comenzó su gobierno, publlcando el Jubileo que Benedic-
to XIII concedió a toda la cristiandad por el Afio Santo y fue recibido
con universal júbilo. El Prelado con toda su clerecía hizo las visitas
seiialadas el Domingo cuarto de Cuaresma, 7 de Marzo de 1728 y para
que los Indios pudiesen ganarlo con comodidad dispuso que en cuatro
días hiciesen la vi.sita en su parroquia. El fruto obtenido por este me-
dio fue grande. Antes de referirnos a su actividad pastoral diremos
las obras que llevó a cabo en su sede. Las fuertes lluvias que cayeron
en el Cuzco en los primeros días del año 1728 fueron causa de que se
derrumbase el techo de la capilla del Seminaria de San Antonia Abad.
El Obispo emprendió la reconstrucción y mandó dorar el retablo prin-
cipal, embelleciendo aün más la capilla que es una de las mejores de
la ciudad. Mayor empefio exigió la construcción de la denominada del
Triunfo, que labró desde los cimientos y de la cual daba cuenta a s. M.
en carta de 28 de Mayo de 1732. Ayudóle en calidad de arquitecto
Fray Miguel de los Angeles Menchaca, carmelita, que trajo de Espafia
112 HISTORIA DE LA IGLESIA J<:;N EL PERt:. TOMO IV

en calidad de mayordomo. La obra quedó terminada el 24 de Noviem-


bre de 1732 y de ella decía Fray Bernardo que era "un aditamento de
su Catedral, que no ha visto en las de España, Francia, Italia ni Roma,
donde he estado en muchas y las he mirado con espacio, ni avrá cosa
semej~nte en los dos reinos de la América... ""·
Fuera de esto, mandó hacer un carro de plata para sacar el Santl-
simo el dia del Corpus, que costó más de ocho mil pesos y amplió el
tabernáculo del mismo metal del altar mayor de la Catedral. Mandó
también completar el enlosado de este templo y le obsequió diversas
alhajas de oro y plata con que enriqueció su tesoro. Los monasterios
del Carmen asi del Cuzco como Arequipa recibieron de él buenos do-
nativos, aplicando a éste y otros fines los bienes dejados por ,el Deán
D. Francisco Goyzueta Maldonado para la fundación de un Convento
de Concebidas en el Cuzco. Visitó la diócesis tres veces, generalmente
por si mismo, aunque también echó mano de Visitadores. En Enero de
1729 escribla que había visitado la Provincia de Aymaraes y otras dos
vecinas por medio del Canónigo n, Juan de la Borda Garay. El 28 de
Mayo de 1732 dec!a al Rey que habla terminado. la segunda visita, en
once provincias, de las quince que componlan la diócesis. Aquel año
pensaba emprender la tercera. Habla hallado mucha ignorancia en el
pueblo, más en los mestizos que en los indios y muchos pecados públi-
cos por .el poco favor que las justicias prestan a los Curas en esta
parte. Señala, como otros muchos, los abusos de los corregidores, que
no piensan más que en sacar plata a los indios y repartirles cosas inú-
tiles. Uno de ellos se excusaba en una carta, alegando que no les esta-
ba prohibido comerciar y sólo el hacerlo !l!citamente y con usura.
Respondióle que no pod!a el Rey prohibir lo que la ley de Dios bas-
tantemente prohib!a. Estorban la instrucción de los indios, por que los
Corregidores o sus Tenientes aprovechan los dias de fiesta para apre-
sarlos o les impiden acudir a la misa y doctrina. Tres pueblos halló
despoblados, por saber que en la visita le acompañaba el Corregidor.
El Obispo no hacia sino repetir lo que ya era bien sabido y cosa co-
rriente ,en ·el Perú 17 .
Tras un periodo de fructlfera labor D. Fray Bernardo se extin-

w A. de I. Ibíd.
:i7 A. de I. Ibíd.
LAS DIOCESIS SUFRAGANEAS 113

guió en el Cuzco el 2 de Marzo de 1733 y su cuerpo fue sepultado en la


Iglesia del Carmen, haciéndose cargo del Provisorato y de la Vicaria
general en nombre del Cabildo el Penitenciario, D. Martín Espinoza.

4. Las sedes chilenas pasaron por las mismas vicisitudes que la de


Tierra Firme o Panamá. Los Obispos se sucedian unos a otros, trasla-
dados generalmente a sillas mejores, sin tiempo para hacer obra dura-
dera. En Santiago, de 1707 a 1731, D. Luis Francisco Romero, D. Ale-
jandro Fernando de Rojas y el Obispo de Córdoba, D. Alonso del Pozo
y Silva. El primero fue trasladado a Quito. en 1717, el segundo a La
Paz en 1723 y el tercero a Charcas en 1731. En Concepción ocurría
otro tanto. En 1708 es nombrado D. Diego Montero del Aguila, tras-
ladado a Trujillo en 1715, D. Juan de Necolalde le sucede para ascen-
der a Charcas, en 1715 y es reemplazado por D. Francisco Antonio de
Escandón que en 1730 pasa a Quito.
D. Luis Francisco Romero, Deán del Cuzco, tomó posesión de su
sede en Agosto de 1708. Poco tiempo después abría la visita pastoral
y tramontaba los Andes a fin de atender a sus ovejas del otro lado de
la Cordillera. El estado de su diócesis nos lo describe en algunas de sus
comunicaciones al Rey. La falta de pueblos y la dispersión de los ha-
bitantes por los campos eran la causa de la extrema ignorancia que
se. padecía, pues ni habla escuelas ni los nifios acudían a la Iglesia,
donde pudieran ser doctrinados, por la distancia. El mal no era de en-
tonces y ya sus antecesores habían clamado contra él, pero aunque se
habían dado órdenes a los Gobernadores para el remedio, como las
cédulas hablaban de pueblos de indios y éstos eran ya muy pocos, nada
se había hecho. La empresa. no era dificil, sobre todo en algunos luga-
res, pero seria· necesario encomendarla a persona de celo y provista
de la autoridad necesaria. También se sentia la falta de Iglesias, es-
pecialmente en Mendoza, donde había ordenado deshacer el galpón
que servia para este fin y mandado hacer un templo decente y capaz.
Para alentar a los vecinos, que eran en su mayoría pobres, había él
adelantado alguna cantidad y, hecho el cálculo de su costo, se con-
sideró que se necesitarían 14 ó 15.000 pesos, pero· aun prorrateando
esta suma entre todos, no habia vecino que pudiera contribuir, razón
_por la cual pedía el auxilio del Monarca.
114 HISTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU. TOMO IV

La fábrica se comenzó gracias a sus esfuerzos, pero aun en 1714 no


se hallaba terminada y, faltando la techumbre y el arreglo interior
que no habían de costar poco, hubo de volver a pedir la ayuda del Go-
bierno. A esto se ha de afiadir la situación de sus curas, en general.
Con excepción del curato de la Catedral, el de Coquimbo y Valparalso,
que -gozaban de alguna renta, los demás eran pobrísimos, pues "sobre-
vivir en el mayor desamparo de naturaleza, sin casas, comercio ni cosa
alguna de las necesarias para Ja vida humana y necesitados de estar
siempre a caballo con los ornamentos a la grupa ... ", no tienen un mu-
chacho que les cuide el caballo ni persona que les guise un puchero.
El estipendio de que disfrutan no pasa de 350 pesos y aun as! no es
seguro y en buena parte Jo reciben en frutos de la tierra que no pue-
den vender. Los indios son pocos y los encomenderos que deblan pagar
por ellos no lo hacen o pagan en especie y, sin embargo; su principal
esperanza en materia de cóngrua es el sínodo que se les sefiala por
razón de los indios. De allí el que sea muy dificil proveer estos curatos,
pues desde que entró en el Obispado halló vacantes doce y, habiéndose
puesto edictos y sacado a concurso, no ha. par.ecido opositor alguno y
ha tenido que proveerlos en ínterin. En el Perú los curatos son pin-
gues y, con todo, el sínodo que s. M. les sefiala no baja de mil pesos y,
en cambio, los curas de Chile no obtienen un real de la Hacienda Pú-
blica, siendo su trabajo, dice este Prelado, sin comparación mayor que
el de los Curas del Perú.
Como un remedio a estos males, pedia a S. M. autorizase las fun-
daciones que pretendían los franciscanos en lugares apartados de su
diócesis y en donde habían comenzado por instalar pequefios hospicios:
eran éstos el de Mendoza, el de San Antonio de Unigüe y el de Las Sa-
linas de Vichuquén. Por último, no conviene pasar en silencio el po-
co o ningún apoyo que encontró en el Presidente de la Audiencia,.
D. Juan Andrés de Ustariz, resentido con el Prelado por no haber éste
querido apoyar su pretensión en favor de un expulso de la Compafila.
Casos como éste se le presentaron más de una vez, pues, por desgra-
cia, como dice él en una carta de 30 de Enero de 1714, en su diócesis
tenia más de 20 religiosos jesuitas despedidos de la Orden y, aunque·
por Reales Cédulas de 26 de Marzo de 1696 y 24 de Setfombre de 1701,
estaba mandado que no se les admitiese a oposiciones de beneficios,.
LAS DIOCESJS SUFRAGANEAS 115

como no les faltaban parientes de calidad y protectores, habían de re-


mover los á1limos para lograr su intento 18 •
No faltaron malévolos que lo denunciaran al Rey, pero como la ino-
cencia y la justicia se abren paso, muchos escribieron en su favor y
el Rey en carta de 4 de Agosto de 1716, le manifestaba la satisfacción
que tenia de su conducta y de la fidelidad con que le había servido y,
lo que es más, lo presentó a Su Santidad para el Obispado de Quito,
adonde se encaminó en 1718, zarpando de Valparalso el 7 de Diciembre
de aquel afio. Su sucesor, D. Alejo Fernando de Rojas, hijo de D. Gre-
gario de Rojai; y Acevedo, Fiscal de la Audiencia de Quito, nació en
Lima e ingresó al Colegio Real de San Felipe. Abrazó la carrera sacer-
dotal y fue cura de sayán y en 1716 Jo era de la Catedral de L!ma. El
siguiente afio fue elegido Obispo de Santiago, adonde se. trasladó en
1720. El 25 de Agosto de 1721 escribía a s. M. y, luego de darle cuen-
t¡; de los prebendados de su Cabildo, sujetos, casi todos, de estimación,
deciale cómo debido a los graves accidentes que habla padecido desde
su llegada, no habla podido comenzar la visita, pero esperaba poder
salir a ella en Abril del siguiente afio 1•. No nos consta que la hiciera,
aunque tiempo tuvo para ello, pues hasta el mes de Mayo de 1725 con-
tinuaba en Santiago. En este año le debió llegar la noticia de su pro-
moción al Obispado de La Paz y luego se puso en camino para su nue-
va sede. Vino a reemplazarle D. Alonso del Pozo y Silva, Obispo de
Córdoba del Tucumán y chileno de origen, pues habla nacido en Con-
cepción en el afio 1668. Estudió en el Colegio de la Compañia de San-
tiago y se graduó en Teologla. Del curato de Chll!án pasó a ocupar la
silla de Deán de la Catedral de Concepción y, en 1713, se le nombró
Obispo de Córdoba. En 22 de Noviembre de 1723 se le trasladó a la
sede de Santiago y entró en ella en 1725.
Uno de sus primeros cuidados fue hacer la visita pastoral, sin du-
da por la falta que se sentía de ellar y llevó a su lado a dos misioneros
de la Compañia.. Escribiendo al Rey el 17 de Marzo de 1730, después
de haberla hecho, no pudo menos de instar porque se enviasen más
sujetos de esta Orden a Chile, por el bien que hacían con sus misio-
nes as1 en su diócesis como en la de Concepción y, sobre todo, a fin

J.S Colecc. de Docums. Histór. del Arch. Arzob, de Santiago, Tomo I, pági-
nas 436 y s. Santiago. 1919.
,. Ibid., pp. 467 y s.
116 HISTORIA D_E LA IGLESIA EN EL PERU. TOMO IV

de que pudieran extenderse a la comarca de Arauco, en donde se ha-


bían suprimido algunas reducciones con motivo de la demolición de
algunos fuertes fronterizos ordenada por los Gobernadores. Crela el
Obispo que de este modo se lograrla la conversión de no pocos infieles
y se conseguirla reducirlos pacíficamente. En su tiempo se erigió en
Santiago el Monasterio de Religiosas Capuchinas, viniendo de Lima
cinco religiosas que trajo consigo el franciscano Fray Domingo Ga-
larza. El 22 de Enero de 1727 se verificó la inauguración. Casi en las
postrimerías de su gobierno un violento terremoto sacudió toda Ja
comarca hasta más allá de Concepción, causando graves daflos en mu-
chos templos de Santiago, incluso Ja Catedral. En el afio 1731 fue ele-
vado a la metropolitana de Charcas y se encaminó a su nueva sede
· no bien recibió la noticia.
A Concepción llegaba en 1711 D. Diego Montero del Aguila, natu-
ral de Santiago e hijo tle D. Diego González Montero que fue Gober-
nador de Chile. Hizo sus estudios .en Lima en el Real Colegio de San
Martln y se graduó en ambos Derechos en la Universidad de San Mar-
cos, en la cual obtuvo la Cátedra de Prima de Leyes. Por encargo del
Arzobispo D. Melchor de Lifián y Cisneros escribió en defensa de la
inmunidad eclesiástica la "Ofensa y Defensa de la Libertad Eclesiás-
tica" que le valló los plác·emes de los doctos. Siendo Rector de la Uni-
versidad compuso la "Oración Panegírica" con motivo del ingreso en
ella del Conde de la Monclova. Contrajo matrimonio en Lima con
Dofia Lorenza Zorrilla, pero no parece haber tenido descendencia. Ha-
biendo perdido a su esposa, decidió abrazar la carrera eclesiástica y
se ordenó de sacerdote, desempeflando en la curia de Lima. los cargos
de Provisor y Vicario General. En el afio 1708 fue presentado para es-
ta Iglesia de Concepción, en donde sólo habla de permanecer tres
aflos, pues en 1715 se le trasladó a Trujillo. Visitó, no obstante, su dió-
cesis, penetrando en la Araucania· y exponiéndose a los asaltos de los
indios de guerra.
Vino a sucederle el canónigo de La Paz, D. Juan de Necolalde o
Nicolalde, natural de la misma ciudad, donde fue Visitador General
del Obispado y, en 1712, elevado a la dignidad de Chantre. Preconizado
el 1 de Abril de 1715 Obispo de Concepción, se encaminó a Chile el
si¡¡uiente afio, arribando a su sede a fines del mismo. En 1717 empren-
41ó la visita de su diócesis, poco extensa, de modo que pudo recorrerla
LAS DIOCESIS SUFRAGANEAS 117

toda. Pudo comprobar la escasez y deficiente preparación ele su clero


y, por esta cama, puso todo su conato en el Seminario. En 1717 arren-
dó una casa vecina a la Catedral y, Juego de hacer en ella las modifi-
caciones necesarias pudo abrir el local, poniéndolo bajo la dirección
de un ,experto sacerdote. Diósele por titular a San José y en él co-
menzaron a formarse algunos jóvenes, los unos en calidad de becarios
y los otros como pensionistas. El 8 de Marzo de 1721 el Obispo daba
cuenta al Rey de esta obra y le decía cómo hacía tres años que el Se-
minario abría sus puertas, donde a su costa s.e criaban seis semina-
ristas, fuera de otros a quienes sustentaban sus padres.
La Ciudad no pudo menos de ver con simpatía un establecimiento
que abría un horizonte a los hijos de los vecinos y les facilltaba los
medíos de llegar al sacerdocio. Vestían los colegiales ropa parda y
beca colorada, en la cual se vela grabada una azucena y los destinados
al servicio de la Iglesia las llaves de San Pedro. El Seminario se sostu-
vo con el tres por ciento que según el Concilio se debía aplicar de todas
las rentas eclesiásticas, pero como esto no bastase, pues en Concep-
ción sólo producía unos 300 pesos al año, hubo el Obispo de solicitar
algún socorro del Rey y valerse de otros medíos. No satisfecho con es-
to, pensó en adquirir un local más amplio y encomendar la dirección
da! Seminario a los Padres de la Compañia. Antes de abandonar Con-
cepción por su traslado a Charcas en Abril de 1724, suscribió con el
P. Manuel de Ovalle el contrato en virtud del cual se entregaba a los
Jesuitas su dirección, comprometiéndose el Obispo a asignarle las
rentas necesarias, como lo hizo, pues aun desde la sede metropolitana
de La Plata pensaba remitir lo que fuere necesario. Por desdicha no
pudo poner por obra su propósito, porque ese mismo año, fallec!a en
el viaje que emprendió al puerto de Arica, para de alli dirigirse al
Alto Perú. Dejaba, sin embargo, asegurada la vida del Seminario de
San José, obra fundamental en cualquiera diócesis 20 •
Vino a llenar la vacante D. Francisco Antonio de Escandón, madri-
leño, perteneciente a la Orden de Clérigos Regulares, comúnmente lla-
mados Teatlnos por uno de sus fundadores, San Cayetano de Tiene.
En su ciudad natal adquirió fama de orador sagrado y Felipe V lo nom-
bró predicador de la Real Capilla. Viajó a Italia por asuntos de su Or-

20 Reinaldo Muñoz Olave. "El Seminario de Concepción". Santiago, 1915.


9
118 HISTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU, TOMO IV

den y encontrándose alli parece que el Rey de Nápoles y las dos Sicilias
le convidó con una mitra. No aceptó entonces el P. Francisco el honor
que se le quería otorgar, posiblemente en cumplimiento de las pres-
cripciones de su Instituto que veda a sus miembros el aspirar a las
dignidades eclesiásticas, pero, vuelto a España, hubo de acatar las
disposiciones del Soberano que lo presentó para el Obispado de Con-
cepción y fue preconizado en 1723 por Inocencia XII. El siguiente año
llegaba a su sede, donde. sólo había de permanecer unos cinco años.
Continuó fomentando la obra del Seminario que hizo rápidos progre-
sos en manos de los jesuitas, de modo que en tiempo de este Prelado el
número de alumnos internos ascendía a cincuenta. De este modo que-
daba asegurado el porvenir de la diócesis. Llegaron también en su épo-
ca las monjas trinitarias, las cuales venían a fundar convento en el
Beaterio creado por D. Diego Montero del Aguila junto a una antigua
ermita, en donde se rendía culto a una imagen de la Natividad de Ja
Virgen. Fabricóse al lado un pequeño convento y aqui se instalaron
las religiosas que llegaron de Lima, en virtud de la licencia otorgada
por el Rey el 22 de Noviembre de 1730. Fueron destinadas a esta fun-
dación las Madres Francisca de San Gabriel, Ana Josefa de la Santi-
sima Trinidad y Maria Margarita de San Joaquin. Ese mismo año tuvo
lugar un terremoto, el 8 de Julio, que determinó la salida del mar, cu-
yas olas invadieron la misma ciudad. El Obispo Escandón visitó su
diócesis y llegó hasta las fronteras de los indios de guerra. Trasladado
a Quito, en 1730, no vino a recibir la noticia hasta el siguiente año y,
habiéndose puesto en camino para su nueva sede, an.tes de tomar
posesión de la misma fue elevado a la metropolitana. de los Reyes, en
1731.
CAPITULO VI

Desavenencias oon el Poder Civil

1. Desavenencias con el poder civil. - 2. Castelfuerte y los Obispos Mim-


bela y Roldán. - 3. El motín de Antequera. - ·4. El Conde de Superunda
y el Arzobispo Barroeta, - 5. D. Agustín de Jáuregui y el OJ;>ispo Moscoso.

Bibllograf:ia: VARGAS UGARTE, Historia' del Perú. Virreinato. Tomo 3. Lima,


1956. - PEDRO LozANo, Historia de las Revoluciones del ·Paraguay. Buenos
Aires, 1905. - Memorias de Zo8 Virreyes que han gobernado el Perú ... To-
mo 3 y 4. Lima, 1859. - Relaciones de los Virreyes ... Tomo 3. Madrid, 1872.
LUIS MANUEL VENERO DE VALERA, Inocencia Justificada ... Madrid (1790}.

l. Las relaciones entre la Iglesia y .el Estado no experimentaron


cambio notable en los primeros años del siglo XVIII. La Corona de Es-
paña, no obstante el cambio de dinastía, permaneció fiel a la pol!tlca
que había observado hasta entonces y dispensó a los Obispos la pro-
tección que necesitaban para el ejercicio de sus deberes pastorales.
Felipe V les instó a desarraigar los vicios y las malas costumbres y
llegó en una de sus cédulas a estampar esta frase, digna de un gober-
nante cristiano, "no me podré tener por dichoso si mis vasallos no lo
fueren debajo de mi gobierno y si Dios no es servido en mis dominios,
si no como debe serlo, por nuestra desgracia, miseria y flaqueza, a lo
menos con más obediencia a sus leyes y preceptos, de lo que lo ha sido
hasta aquí".
A medida que fue avanzando el siglo y se dejó sentir en España el
Influjo de las ideas ~egallstas y, lo que es peor aún, del enciclopedismo
y filosofismo, las relaciones entre ambos poderes comenzaron a ser
120 HISTORIA DE LA .IGLESIA EN EL PERU. TOMO IV

menos cordiales y sinceras y el absolutismo de los monarcas se hizo


cada vez más agresivo. Ninguno de los Virreyes de este periodo hizo
poco aprecio de Ja autoridad eclesiástica o afectó indiferencia para
con la Iglesia, excepción hecha de D. Manuel de Amat, cuyas costum-
bres dieron mucho que decir y que en el fondo era un despreocupado.
Los que se sucedieron en el Perú, a partir del reinado de Carlos III,
si en algunas ocasiones no se mostraron bastante benévolos con el
estado eclesiástico, no Jo hicieron, puede decirse, por inspiración pro-
pia, sino en obedecimiento a las normas e instrucciones que les venían
de la Península. Aquí estaba la ra!z del mal y, por consiguiente, no es
de extrañar que el cambio que venia operándose en las ideas se refle-
jase también en sus dominios ultramarinos.
No obstante esto, ocurrieron algunas veces choques entre la auto-
ridad civil y la eclesiástica por causas diversas y en las cuales se ha
de asignar una buena parte al factor personal e individual. De ellos
vamos a ocuparnos en este capitulo, aun cuando en algún otro de este
volumen hemos dicho lo bastante sobre el particular.

2. Recuérdese, sobre todo, el caso del Marqués de Castelfuerte


con los Obispos Mimbela, de Trujillo y Roldán, de Guamanga. D. José
de Armendáriz era un buen servidor de Dios y del Rey, pero los en-
cuentros que tuvo con estos Prelados Je conquistó la fama de poco ami-
go de la Iglesia y nos parece que hay evidente exageración en el
dicho de D. Ricardo Palma, según el cual se ganó el remoquete del
Virrey Hereje. Sus enemigos, que fueron muchos, no le perdonaron
la decisión y brío que puso en el manejo de los negocios y atribuyeron
a pertinacia o a mala voluntad lo que era firmeza de carácter. Ya he-
mos dicho que sus roces con el Obispo, D. Jaime de Mimbela, nacieron
de l!l- excesiva sensibilidad de éste y de la interpretación que dio a la
carta enviada por Castelfuerte a los Corregidores, en virtud de una
Real Cédula de 13 de Febrero de 1727. La prueba más clara de haber
influido en este asunto el factor personal nos la da el hecho de no ha-
ber protestado los demás Obispos de aquella medida, siendo así que
la circular se envió a todos los del Virreinato. Con razón podía decirle
Castelfuerte al Obispo Mimbe!a en la última carta que le dirigió el 31
de Diciembre de 1728, cortando la controversia, " ... deje de empeñarse
en un asunto, dificultoso de persuadir, pues quando ya V. S. a desistl-
DES.AVENENCIAS CON EL PODER CIVIL 121

do de impugnar la providencia como opuesta a la inmunidad de la Igle-


sia, a vista de lo que sobre este punto se ha evidenciado, tampoco hay
fundamento para reprobar una práctica que tengo encargada con tan
debidas precauciones y reservas y de que en más de año y medio no
ha resultado ningún inconveniente, sino muy saludables efectos y más
quando a su favor tengo la aprobación de muy doctos, prudentes y ce-
losos prelados, que lejos de escrupulizar en su observancia, me han
dado las gracias por las noticias que les he comunicado y procedido al
remedio de lo que han juzgado necesario, porque cuando las inten-
ciones se dirigen sanamente a un mismo fin y sin quebranto de nin-
guna sustancial regla, no se forman contestaciones ni altera la ver-
dad ... " 1 •
Otro tanto habrla que decir r,especto al Obispo de Guamanga,
D. Alfonso Roldán,. salvo que en este caso entró por mucho el carác-
ter del Prelado, con el cual, no era fácil entenderse, decía el Marqués
de Villagarcia, "por su genio tenaz y delicado y de la desafección y aver-
sión que manifiesta a los de esta Real Audi~ncia y a todos los jueces
que no se subordinan a su voluntarioso libre dictamen ... " (Carta de
22 de Setiembre de 1737). El que ,esto escribía no era Castelfuerte, sino
su sucesor, quien Sólo hubo de intervenir en el castigo de los Alcaldes
de Guamanga que llegaron a rodear de gente armada la casa del
Obispo.

3. Mayor resonancia tuvo el suceso que se conoce con el nombre


de motín de Antequera. Después .de un largo proceso que se empezó
en la Audiencia de Charcas y se terminó en la de Lima, con más de
cinco años de duración, se sentenció a muerte a D. José de Antequera
y Castro y a su cómplice D. Juan de Mena. Ambos y sobre todo el pri-
mero hablan sido causa de los alborotos del Paraguay y con las armas
en la mano hablan resistido a los Gobernadores enviados así de Buenos
Aires como de Lima para pacificar la provincia. cuando a fines del
año 1724 D. Bruno de Zavala invadió el Paraguay, por. orden de Cas-
telfuerte, Antequera se puso en fuga y penetrando en el Tucumán se
refugió ,en Córdoba en: el convento de San Francisco. De aquí pasó

1 Mss. C. V. 12. Copia de Car.tas cambiadas entre el Virrey, Marqués de


Castelfuerte y el Obispo de Trujillo en el año 1728.
122 HISTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU. TOMO IV

a La Plata, donde no le faltaban amigos, pues habia sido Oidor de


aquella Audiencia, pero, como el Virrey hubiese ordenado terminante-
mente se lo remtiesen en calidad de preso, no pudo hacer otra cosa el
tribunal, sino ejecutar lo mandado.
Hubo que conducirlo con cuidado y con aceleración, entregándolo
de un Corregidor a otro, hasta su llegada a Lima. Como ejemplo vea-
mos lo que sucedió en Guamanga. El 23 de Marzo de 1726, en las Ca-
sas de Cabildo, el Corregidor se hizo cargo de la persona de Antequera,
y de cuatro vecinos del Paraguay, el Capitán Alonso Gonzá!ez de Guz-
mán, el Sargento Mayor Miguel López Duarte, el Teniente Fernando
Imuriniego y Juan de Mena, todos estos con un par de grillos, con sus
candados y llaves. Todos ellos los puso en sus manos el Corregidor del
cuzco. D. Francisco Arias de Saavedra y de la cueva, el cual había
venido acompañándolos desde la ciudad imperial con la "competente
escolta y le entregó, además, un oficio del Presidente de la Plata,
D. Francisco Herboso, en el cual se insertaba la orden del Virrey so-
bre la conducción de Jos reos. El Corregidor de Guamanga se obligó a
conducirlos a la Cárcel de Corte de Lima y dio testimonio de lo actua-
do ante eJ escribano Urbano de los Reyes.
En Abril entraban en r.tma y eran puestos a buen recaudo. Mien-
tras se seguía el proceso volvió a encenderse la sedición en el Paraguay
y se pudo comprobar que Antequera no era ajeno a este nuevo intento
revolucionario. Por esta razón se hizo más rigurosa su prisión y se pro-
curó dar fin a su causa. Fijóse el d!a 5 de Julio para Ja ejecución y aun-
que no faltaron personas graves que intercedieron por el reo, pidien-
do su remisión a Espa!la, Castelfuerte se mostró inflexible. Antequera
se dispuso como cristiano a recibir la muerte y, como en el Paraguay
hubiese cometido algunos desafueros contra los Jesuitas de las Reduc-
ciones y llegara hasta expulsarlos de su casa de la Asunción, mandó
llamar al P. Tomás CaVoero, Rector que era del Colegio Máximo de San
Pablo y de rodillas le pidió perdón por cuanto habla hecho de palabra
o por escrito contra la Compañia. La víspera del día se!\alado se le-
vantaron en la plaza principal dos cadalsos frente a las gradas de Ja
Iglesia Catedral y, desde las primeras horas de la mañana del d!a 5,
la gente acudió en tropel, ávida de presenciar el espectáculo. E! Vi-
rrey ordenó que la tropa despejase la plaza, en su parte céntrica, para
dar lugar a la comitiva e impedir los atropellos. Salieron los reos de
DESAVENENCIAS CON EL PODER CIVIL 123

la cárcel de Corte, situada en la calle llamada hoy de la Pescadería y


en primer término venia Antequera montado en una mula, teniendo
a sus lados dos compafíías de infanteria y por las alas iban los solda-
dos de a caballo de la guardia del Virrey. Les acompañaba la Cofradia
de la Caridad que tenia por costumbre asistir en el último trance a los
condenados a muerte y unidos a ella algunos religiosos de diversas
Ordenes.
cuando el cortejo entró en la plaza las campanas del vecino tem-
plo de San Francisco comenzaron a tocar a plegaria, hecho que ,en
otras circunstancias habría pasado inadvertido, pero que entonces,
dada la excitación de los ánimos y la tendencia de nuestro pueblo a
compadecerse de los delincuentes, no dejó de influir en los espectado-
res. El cadalso levantado en alto estaba cubierto de paños negros y
antes que Antequera subiese la escalera, un franciscano se adelantó
y desde la mitad de ella empezó a dar voces de perdón. Sea que otros
del mismo hábito se acercaran al lugar o bien, como se dice en otra
versión, que salieran de pronto de debajo del cadalso, donde se hablan
ocultado, el hecho es que el vocerio aumentó y muchos de los circuns-
tantes unieron sus voces a las de los religiosos. Formóse un tumulto,
pues muchos pretendieron llegar hasta donde se encontraba el reo y el
Virrey, en su relación, dice que algunos testigos confesaron que los
mismos religiosos promotores del desorden se acercaron a los guardas
con el fin de arrebatarles el preso. Estos entonces decidieron acabar
con él alli mismo y dispararon sus armas, pero en el entrevero caye-
ron también heridos de bala el P. Fray Juan Arenas y el corista Fray
Nicolás Pacheco 2.
El Virrey estaba en la sala del Acuerdo cuyas ventanas daban a la
plaza en compañia de los Oidores y, al escuchar los disparos, salió
inmediatamente al balcón vecino y se dio cuenta de la zinguizarra.
Bajó al patio Y, montando a caballo, seguido de algunos guardas, pasó
a enfrentarse con la plebe que desde la esquina del Arzobispo irrumpía
en la plaza juntamente con la comunidad de San Francisco que debía
estar prevenida y venia por la misma calle. Si las lenguas andaban

2
Téngase presente que, como dicé el Virrey, el Comisario de San Fran-
cisco fue uno de los que pidieron el indulto del reo, movido del afecto que su
Orden le tenía.
124 HISTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU. TOMO IV

sueltas, las manos no se quedaron quietas y empezaron a llover pie-


dras, una de las cuales alcanzó al General D. José de Llanos que iba
delante del Virrey. Este y sus acompañantes, sable en mano, hicieron
entrar en orden a la multitud y Juego dio orden para que se sacase a
D. Juan de Mena y se le condujese al cadalso en donde el verdugo Je
cortó la cabeza en lugar de darle garrote, como se había dispuesto.
Las cabezas de uno y otro fueron expuestas a la vista del público y
los lamentos se dejaron oir. Como, fuera de Jos dos religiosos muertos,
resultaron también otros, un negro y un soldado y algunos heridos
entre los circunstantes, ya se deja entender el clamor y la confusión
que se originaron.
Entre tanto los religiosos franciscanos, seguidos de mucha plebe,
condujeron los cadáveres de sus hermanos a su convento y los expu-
sieron al público. Al día siguiente el Virrey envió un exhorto al P. Co-
misario, Fray Antonio Cordero, a fin de que procediese a hacer la ave-
riguación y castigo de los religiosos que con su actitud habían dado
motivo al tumulto. Este lejos de darse por entendido, recurrió al Ca-
bildo Eclesiástico, en sede vacante y Fray José Félix, Procurador de la
Provincia, presentó una información sobre Ja muerte de los dos reli-
giosos de su Orden y los Prebendados se la admitieron. Al mismo tiem-
po el Comisario respondla al Virrey, rechazando la que se había man-
dado hacer por disposición del Real Acuerdo y calificaba de horrible
crueldad lo sucedido. Pidió as! mismo. se le declarase incurso en las
penas canónicas como agresor de las personas eclesiásticas. La pre-
tensión realmente era un desatino, así por tratarse. de la persona del
Virrey como por las circunstancias todas del caso, pero los capitulares,
influidos, según parece, por el canónigo D. Andrés de Paredes y Ar-
mendáriz, que acababa de ser elegido Obispo de Quito, admitieron la
demanda, aunque no se atrevieron a declarar excomulgado a Castel-
fuerte.
El Consejo, una vez que tuvo noticia de todo, dispuso, por lo que toca
a los franciscanos, encargar al General de la Orden nombrase persona
de confianza que entienda en la averiguación y castigo del religioso
lego que con la voz de perdón dio motivo al disturbio y de los demás
que de palabra u obra hubieran podido influir en la alteración; al
Comisario del Perú se le debla amonestar por haber omitido !a.S dili-
gencias que pedla el asunto y se le debía quitar el cargo y nombrar
DESAVENENCIAS CON EL PODER CIVYL 125

otro en su lugar, todo lo cual, decía la Consulta del Consejo, no ha


sido parte para que el Rey pierda el buen concepto que tiene de la
Religión 3 • El Comisario, Fray Antonio Cordero, que lo era desde el
afio 1728 continuó, sin embargo, ejerciendo el cargo hasta el año
1736, porque el que había de venir a reemplazarle, Fray José Colmena-
res, nombrado el afio 1732, fue removido por orden real y, en 1734,
se dio patente al P. Fray Alonso López de Casas, el cual habla de ha-
cer información jurídica del gobierno de su antecesor.
En cuanto al Cabildo de Lima, as! al Virrey como al Arzobispo se
enviaron cédulas, en las cuales se aprobaba la conducta del Marqués
y se condenaba la actitud de los prebendados. En la dirigida al Pre-
lado, D. Francisco Antonio de Escandón, de 5 de Setiembre de 1733,
se disponía el reconocimiento de los autos que habían formado sobre
las censuras en que hablan incurrido el Virrey y los soldados ejecuto-
res de la sentencia dada contra Antequera, los cuales deb!an archi-
varse, "para que no quede en el público un ejemplar tan poco reco-
mendable de la conducta de ese Cabildo''. El Prelado debla citar ante
su presencia a los seis canónigos que entendieron en el proceso, a
saber, D. Andrés Paredes y Armendáriz, electo Obispo de Quito, D. Ig-
nacio Blasio y Moneba, difunto entonces, D. Bartolomé Lobatón,
D. Fernando Román de Aulest!a, D. Marcos de Mata y D. Andrés de
Angulo y a todos debía imponer perpetuo silencio sobre lo hecho y a
los promotores los debía enviar a España. Uno de ellos era el último
de los citados, pero el Arzobispo intercedió por él y en su carta de 28
de Mayo de 1734, pe di a se le dispensase del vi aj e por el estado de su
salud. El otro era D. Marcos de Mata, cuya remisión a España reiteró
el Consejo. En cuanto al Obispo electo de Quito, se Je debla hacer saber
el desagrado de Su Majestad y debía tenerse presente su conducta para
los ascensos 4 •
En realidad la conducta de los canónigos dejó mucho que desear.
Según las actas originales del Cabildo, luego de admitir la informa-
ción que presentó ,el Comisario de San Francisco y la solicitud para
que se hiciese uso de las censuras contra los actores de la muerte de
los dos religiosos, inclusive el Virrey, desplegaron en el asunto una di-

3 A. de I. Lima 539. Consulta de 4 de Febrero y 22 de Agosto de 1733.


4 A. de I. Audiencia de Charcas 75-6-19.
126 HISTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU. TOI\i!O IV

ligencia desacostumbrada, pues se ofrecieron a asistir a todos los Ca-


bildos que fuesen necesarios, mañana y tarde, para recibir a los testi-
gos que se pre.sentasen y poner término a Ja causa, disponiendo que el
Notario mayor se hallase presente a todas las sesiones. El 12 de Se-
tiembre dieron por terminada su tarea y en el acta se asienta que que-
daron solos todos los prebendados para deliberar. Ellos que muchas
veces se mostraban remisos en asuntos relativos a la Iglesia y había
que compelerlos para que asistiesen a las sesiones, esta vez rompie-
ron con la costumbre y dieron muestras de una activldad desusada.
Un testigo contemporáneo de los sucesos, el P. Felipe del Castillo, de
la Compafiía, en carta a un hermano suyo, el P. Manuel Segundo, de
30 de Marzo de 1734, le refiere así la impresión que en Lima produjo
la decisión real. "Vino en este aviso aprobado por S. M. lo ejecutado
con Antequera; al Sr. Arzobispo cédula para que de los canónigos que
concurrieron a los Cavildos en que juzgaron que devia ser excomulga-
do el Virrey por la muerte casual de los dos religiosos franciscanos,
se le remitan dos o uno de los culpados: bien mandado aunque no se
si se ejecutará. Los frailes franciscanos han quedado mudos con la
disposición de S. M. de nuevo Comisario y orden de que le avisen Jos
nombres de los religiosos que ocasionaron tanto ruido y tumulto: es
cierto que han querido ahogar la verdad, pero no es fáeil, porque es
evidente que quisieron arrebatar de la justicia al reo y que si su Ex-
celencia no sale a la plaza se pierde Lima, por la conmoción de di-
chos religiosos y que los cavildos del Sr. Paredes y de sus allegados a
favor de los frailes y en contra de Su Excelencia están llenos de false-
dades, como sus cartas al Rey, de cuyas falsedades estamos aqui ató-
nitos._.'' 5•

Examinado el asunto con imparcialidad no hay duda que Anteque-


ra se tenia bien ganada la pena. de muerte y otro tanto habría que
decir de su compañero, D. Juan de Mena. Aunque no han faltado quie-
nes pretendieran justificar su actitud en el Paraguay, hoy no es posi-
ble vindicarle de la nota de insurrecto, desleal y de tirano en el tiem-
po que ejerció el mando en la Asunción. La rebelión por él encabezada
no fue un movimiento pasajero y de corta duración, sino prolongado y
dificil de dominar, pues hubo que enviar contra ella no una, sino dos y

5 .A. H. N. Madrid. Temporalidades 119 j.


DESAVENENCIAS CON EL PODER CIVIL 127

tres expediciones para sofocarla. Pero Antequera se sabia atraer las


voluntades con maña y obraba con astucia, esquivando, en Jo posible,
aparecer como el motor del levantamiento. Si a esto se agrega su cali-
dad de Oidor y Caballero de Alcántara y las vinculaciones que había
entablado en estos paises, se comprende que su causa despertara sim-
patía y mucho más con Ja prolongación dada al proceso.
Si a esto se afiade la propensión de nuestro público a compadecer el
infortunio y a olvidarse de la justicia para sólo dar cabida a Ja hu-
manidad, se explica el motín de Antequera. Como bien advierte el Vi-
rrey en su Relación de Gobierno, hasta Jos jueces se sintieron influi-
dos por este sentimiento "mojando, dice, para Ja sentencia Ja pluma
en el llanto de Ja compasión". Por otra parte, el vulgo de la capital,
no era uno, sino muchos: tantos como son las naciones y castas que lo
componen, afiade certeramente Castelfuerte: ''Y entre ellas, son las
más impetuosas las más bajas, porque son las más bárbaras y Juego
las que tienen mezcla de espafio!es, porque se precian de políticos por
la presunción y tienen eJ barbarismo en Ja soberbia. Así Ja plebe lime-
ña es todo extremos: compuesta de lo más altivo y de más ínfimo de
naciones civiles y españoles, en que Jos más plebeyos se tienen por no-
bles, porque al cotejo sólo el color Jes es prosapia".
4. En los veinte años que se siguieron no hubo que lamentar nin-
gún conflicto de importancia entre Jos dos poderes. Llegados al afio
1751, fecha en que tomó posesión del Arzobispado D. Pedro Antonio de
Barroeta, comenzaron al punto las fricciones entre el Prelado y el
Virrey, Conde de Superunda. Lejos de disminuir fueron en aumento y
en Madrid no hallaron otra solución, después de siete años, sino el
traslado de Barroeta a Ja silla de Granada. El Virrey en su Relación
,fi,e Gobierno echa la culpa en buena parte a Jos asesores del Prelado y
dice que en un principio reinó entre ellos Ja mejor inteligencia, pero
pasó un tiempo y el Promotor Fiscal, D. José Potau y otros empezaron
a distanciarlo de él y a inducirle a que obrase con más independencia.
Lo curioso del caso es que Barroeta, a su vez, culpa a Jos que rodeaban
aJ Virrey, especialmente a D. Francisco Ramón de Herboso, Maestres-
cuela de Lima y asesor de Superunda y a los Oidores D. Pedro Bravo
del Rivero y D. Pedro Bravo de Castilla<.

s Carta del Arzobispo de 16 de Agosto de 1756. A. de L Lima, 1565.


128 HISTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU. TOI'.10 IV

El Arzobispo, como lo diremos en su lugar, dio pruebas manifiestas


de su celo y solicitud pastoral y, en cuanto estuvo a su alcance, trató
de cortar los abusos que se iban introduciendo y de restaurar Ja dis-
ciplina eclesiástica, vulnerada, no sólo por la dejadez y falta de esp!-
ritu de los miembros del clero, sino también por la ingerencia y ex-
tralimitaciones de las autoridades civiles. Su labor era, pues, árdua y
delicada y no podía menos de suscitarle contradiciones. Los tuvo, por
lo tanto, pero el miSmo Prelado agravó la situación, primero por su
falta de tacto y de mesura y, en segundo lugar, por haber insistido
en cosas de poca monta y de pura ceremonia, sosteniendo sus puntos
de vista con demasiado ardor, como si se tratase de cuestiones capita-
les. El mismo confiesa en una de sus cartas que el origen de sus desave-
niencias con el Virrey fue haberle éste ordenado no hiciese uso del
quitasol en una procesión, por ser cosa privativa del vicesoberano. Y
de este tenor tuvo otros muchos litigios.
Con su Cabildo se mostró en demasía exigente y se enagenó la vo-
luntad de la mayoría de los prebendados por causas baladles. Hasta
ilegó a acriminar!es el que no le diesen a su casa habitación el titulo
de Palacio, sino simplemente la llamasen casa arzobispal. Si se le mi-
nistraba la naveta o el incensario por la derecha o la izquierda, si de-
bian ser cuatro los prebendados que debían acompañarlo hasta la
puerta, a su salida, en los dias en que asistia al coro; si se debía tocar
el órgano a su entrada, como se hacia con el Virrey; si a Jos cabildan-
tes se les había de dar el tratamiento de Venerable Deán y Cabildo,
al dirigirse a ellos en cuerpo o solamente el de mis amados hermanos;
todo esto, como se ve, no daba materia para una controversia y habrla
podido solucionarse pacíficamente. No fue muy diferente su modo de
obrar con el Virrey. Tras el asunto del quitasol, vino el relativo al del
órgano, como se ha dicho; Juego el de la falta de etiqueta que se ha-
bla usado con él, no presentándole las reales armas, en la visita de
Iglesias que hizo para ganar el Jubileo del Año Santo; más tarde, el
asunto de los coches y pajes que usaba; la omisión en la Gaceta, por
orden del Virrey, de la noticia del fallecimiento de D. Alonso de la
Cueva, presbítero y cronista de la Iglesia de Lima. Hubo, sin duda,
otros más graves, pero los que acabamos de exponer se citan sólo para
demostrar que la falta de comprensión y mutua inteligencia crearon
DESAVENENCIAS CON EL PODER CIVIL 129

una situación enojosa y favorable al rompimiento, aun por leves mo-


tivos.
Descendiendo ahora a Jos casos en que se debatió algo sustancial,
sea el primero el motivado por la provisión de la canongia peniten-
ciada. El Arzobispo remitió al Virrey los autos y en un pliego cerrado
el informe, siendo asi que debia haberlo enviado abierto. Superunda
advirtió la falta al Al¡zobispo, a fin de que lo ejecutase asi en otra
ocasión. Vacó la canongía doctoral y Barroeta procedió del mismo mo-
do, y como se resistiese a remitir abierto el pliego del informe, el
Virrey se lo devolvió y remitió los autos sin la nómina correspondiente,
dando aviso del hecho a Su Majestad. Empeñóse el Arzobispo en que
a D. Antonio Ron se le diese en la Universidad la cátedra de Prima de
Leyes que estaba vacante y procuró, con este fin, que todos los eclesiás-
ticos graduados le dieran su voto. EJ. Rector dio aviso al Virrey del he-
cho y éste previno al Prelado por medio de los Padres de la Compañía,
a fin de hacerle desistir de su intento. El candidato de Barroeta, asi
por sus pocos afias como por sus manejos en la presente ocasión, no
era el llamado a obtenerla, pero el Arzobispo pasó por todo y, habien-
do ordenado el Virrey suspender la lección de uno de Jos opositores, el
Provisor inició autos, citó ante si al Procurador Genera1' de la Univer-
sidad y presentó, ante la Audiencia, un escrito firmado por varios Doc-
tores, que lo hicieron por influjo del Arzobispo y, como el Virrey man-
dase reconocer sus firmas, se negaron a ello, alegando la inmunidad.
Al fin, se mandó suspender la votación de la cátedra y Superunda re-
mitió al Rey un informe dz lo ocurrido. Aquí, como se ve, no era el Vi-
rrey el que invadía la jurisdicción arzobispal, sino el Prelado el que
se inmiscuia en un asunto que no era de su competencia.
También se controvertió entre ellos el pago del 3 % para el Semi-
nario, ordenado por el Concilio III Limense, pero que los Hospitales
no pagaban por haberse introducido la costumbre de no hacerlo; la
entrega que hizo el Virrey de la Casa de Santa Liberata a los PP. Ago-
niZantes perpetuamente, a lo cual se opuso el Arzobispo, aun cuando
habia concedido licencia para que allí habitasen dos o tres religiosos;
finalmente, el amparo que prestó al Cabildo eclesiástico, en razón de
haberse llevado a su Palacio Barroeta los libros e inventarios y haber-
le inculpado por el descuido con que se guardaban las alhajas y la fal-
ta de algunas de ellas. Otros puntos podrían citarse, porque, como dice
130 HISTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU. TOMO IV

Superunda en su Relación de Gobierno, si se hubieran de expresar to-


dos tos incidentes que se ofrecieron "se formarla un volumen e historia
ele mucho bulto".
Vino a aumentar la tirantez de las relaciones entre las cabezas de
la Iglesia y el Estado, la aparición en Lima de un pasquín caricatures-
co, en el cual se representaba al Arzobispo ahorcado y haciendo de ver-
dugo, con la soga en la mano, D. Francisco Ramón de Herboso, asesor
del Virreinato y de pilares de la horca los dos Oidores Bravos. Fijó.Se
en la plaza principal el segundo d!a de Navidad de 1753 y el 17 de
Enero !le! siguiente escribía Barroeta al Rey, insistiendo en los agra-
vios que le hacían el Virrey, los dos Oidores citados y el Dr. Herboso.
A este lo calificaba el Arzobispo de "hombre ignorante y de bajas obli-
gaciones y que por haber ascendido con tal patrocinio a Maestres-
cuela de esta Santa Iglesia y Comisario General de Cruzada, ha querido
adelantar su autoridad sobre et destrozo de mi túnica y las ruinas de
esta silla" 7 • Había alguna exageración en sus palabras, porque el canó-
nigo Herboso debía tener más que ordinarias prendas cuando más
tarde se le creyó digno de la mitra de Santa Cruz de la Sierra y luego
de Ja metropolitana de Charcas. De los dos Oidores Bravos, también
se expresa mal y en una de sus cartas denuncia a D. Pedro Bravo de
Lagunas y Castilla como amancebado con una seglar que vivía en el
Monasterio de Santa Catalina. Ambos pertenecían a las mejores fami-
lias de Lima y se distinguieron, así por sus conocimientos jurídicos
como por las obras que realizaron. A Lagunas y Castilla se le debe el
famoso Voto Consultivo que es uno de los estudios económicos de más
valor que produjo esta centuria y la reedificación del Hospital de San
Lázaro. En sus últimos años se retiró al Oratorio de san Felipe, des-
pués de haberse ordenado de sacerdote y vivió con gran edificación
de todos. Bravo del Rivero, Oidor por muchos años de la Audiencia de
Lima, mereció los honores de Consejero de Estado y contrajo matrimo-
nio con Doña Ana de Zavala, de la cual dejó numerosa descendencia.
Habla, sin duda, apasionamiento de su parte, pero tampoco pode-
mos excusar del todo a Superunda, pues en muchas ocasiones no pudo
disimular la mala voluntad que tenia al Prelado y trató de mortificarlo.
Barroeta habla adoptado algunas providencias a fin de cortar los abu-

7 A. de I. Lima 524.
DESAVENENCIAS CON EL PODER CIVIL 131

sos de los doctrineros regulares, pero el Virrey se interpuso y quedaron


sin efecto. Aunque el edicto sobre la materia fue aprobado en el Con-
sejo, Superunda fue de parecer que no se publicase y el Arzobispo hubo
de ceder. Así en la visita de las capellanías legas, de las cuales habla
gran número en la ciudad, como en la visita de su Catedral y especial-
mente de sus alhajas, la ingerencia del Virrey fue manifiesta, siendo
así que era notoria la omisión de los Jueces Reales en lo primero y,
en lo segundo, era el Prelado el que privativamente habla de inter-
venir. También introdujo Superunda algunas mutaciones en el. nom-
bramiento. de curas, sin darle parte al Arzobispo y al inaugurarse la
Catedral, cuya reedificación ciertamente se le debía en primer lugar
no procedió con la debida cortesia y en la publicación hecha con este
motivo le hizo algún desaire a Barroeta. Finalmente, en el punto rela-
tivo a impedir que las religiones gozasen de más de una cátedra en la
Universidad y algún otro semejante, si bien en el Consejo se aprobó
lo propuesto por Barroeta, el Virrey, ante el cual interpusieron súplica
los interesados, lo dejó sin efecto.
Hubo, pues, falta de colaboración y como no llevaba camino de d1'-
minuir esta tensión de relaciones entre el Virrey y el Arzobispo, no
quedó otro ,remedio sino el trasladar al. último a otra sede. El debla
barruntarlo, porque escribiendo al Inquisidor General, D. Manuel Quln-
tano Bonifaz, en Abril de 1758, le dice que se susurra y sus enemigos
no se recatan en decirlo, que va a ser removido de la. silla que ocupa
y él está llano a dejarla, pero lo siente porque prevé que as! se per-
petuarán los abusos y corruptelas que ha tratado de atajar'·

5. Entre el Obispo del Cuzco, D. Juan Manuel de Moscoso y el


Virrey D. Agustin de Jáuregui no hubo propiamente desacuerdo o con-
flicto, pero en tiempo de este Virrey estalló la sublevación de Tupac
Amaru y, apenas extinguida, comenzaron a oírse las acusaciones lan-
zadas contra el Obi.spo, señalándolo como cómplice del Inca rebelde.
Estos ecos llegaron hasta los pies del trono y se les debió dar crédito,
razón por la cual se determinó llamarlo a España a dar cuenta de sus
actos, alejándolo al mismo tiempo de su sede, donde se creia podla

s A. ·de I. Lima, 1565. V. la -extensa ca:fta de Superunda, de 18 de Mayo


de 1754, en que responde a los cargos que el Arzobispo Barroeta hacía a su
Gobierno, a su ASesor y a los Oidores Bravos. A. de l. Lima 524.
132 HISTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU. TOMO IV

ser perniciosa su presencia. El caso era grave y la inculpación, de ha-


ber sido cierta, exigía sin duda alguna la deposición del Prelado. Este,
acató la orden y se presentó en Madrid, pero al mismo tiempo se apres-
tó a vindicar su conducta y a demostrar su inocencia. La lucha fue
larga y tenaz y el mismo Pontífice hubo de intervenir, pues el Rey y su
Consejo no se mostraban· dispuestos a retractarse y a restituir al Obis-
po Moscoso su fama y honores. Al fin pudo más la verdad y la justicia
y de un modo indirecto se absolvió al Prelado, elevándolo a la silla ar-
zobispal de Granada. Es un hecho único en nuestra historia y, por lo
mismo, digno de ser conocido.
No daremos aquí la biografia de D. Juan Manuel, pues en otro capi-
tulo tendrá su propio lugar, pero sucintamente recordaremos que, na-
cido en Arequipa, de noble familia, estudió artes y Filosofía en el Real
Colegio de San Martín y se graduó en Teología en la Universidad del
Cuzco. Habiendo contraído matrimonio en Arequipa, perdió a su mujer
poco después y decidió abrazar el estado eclesiástico. Fue nombrado
cura de Moquegua y vino luego a ocupar una canongia en el coro de
su ciudad natal, ascendiendo hasta la dignidad de Arcediano. En 1769
fue nombrado Obispo Titular de Tricomi o Adricomi y Auxiliar de Are-
quipa y dos afias después se Je trasladó a Córdoba del Tucumán y, fi-
nalmente, en 1778, al Cuzco.
El dia 10 de Noviembre de 1780 era ahorcado en la plaza pública
de Tungasuca el Corregidor de Tinta, D. Antonio Arriaga, por orden
del cacique de Pampamarca, José Gabriel Tupac Amaro. Ese dia co-
menzó la más formidable de las revoluciones indígenas. Después del
desastre de Sangarará, en el cual los indios obtuvieron el triunfo so-
bre las milic.ias provinciales, Tupac Amaro se dirigió al Obispo del Cuz-
co, pidiéndole se mantuviesen Jos curas en sus parroquias, pues de su
parte no tenían nada que temer. Este fue el primer contacto del re-
belde con el Prelado. No nos detendremos a referir las incidencias de
la lucha que culminó con la prisión del caudillo Indígena el 6 de Abril
de 1781. Este no había llegado a entrar en la capital, aun cuando le
habla puesto asedio y éste fue uno de sus errores. Aun cuando algunos
de sus subordinados contnuaron resistiendo, la gravedad del peligro
se había disipado y el Obispo Moscoso intervino para que algunos, co-
mo' Diego Cristóbal Tupac Amaro, dejasen las armas.
Aun antes que quedase sofocada la rebelión, comenzaron las acusa-
DESAVENENCIAS CON EL PODER CIVIL 133

clones contra el Obispo, suponiéndolo cómplice de ella o, por lo menos,


simpatizante. A primera vista, la afirmación no puede menos de sor-
prender y hay que calificarla de audaz y atrevida. ¿Qué lazos o vincu-
laciones existían entre Moscoso y Peralta y Tupac Amaro y entre la
ideologia del uno y del otro? A la verdad no los descubrimos. Moscoso
era americano, pero de raza espafiola y no podía considerar este
movimiento de la raza indígena oprimida como cosa propia. Ni siquie-
ra podíamos llamarlo revolución mestiza, porque en general los mes-
tizos no participaron en ella. El Ideal de la independencia americana
estaba aún por nacer, de modo que no se ve porqué razones o motivos
se Inclinara a favorecer a los rebeldes. SI se ha de creer a Moscoso, la
causa de la persecución suscitada contra él no fue otra sino Ia mala
voluntad de algunos contra los cuales había tenido que proceder. "El
primero y principal, dice en carta al Nuncio de Su Santidad en Madrid,
de 11 de Febrero de 1787, que hizo ostentación de distinguirse en esta
grande empresa fue D. Simón Jiménez Villalba, Arcediano de la Igle-
sia del Cuzco. Este sacerdote, nacido y criado en Espafia, en la Pro-
vincia de Andalucía, honrado y generosamente agasajado a su ingreso
en el Cuzco por el Obispo, corregido por éste al ver su conducta escan-
dalosa, amonestado al cumplimiento de sus obligaciones para con Dios,
para con el Rey y para con sus hermanos, quando quiso abandonar y
efectivamente abandonó la ciudad del Cuzco, en tiempo de las mayores
necesidades espirituales y temporales de todos sus habitantes, ese
sacerdote, vuelvo a decir, fue quien convertido en una furia infernal
contra su propio y legitimo Pastor, escribió una carta a cierto Minl.s-
tro de esta Corte y en ella hace del Obispo del Cuzco la pintura más
horrible. Dice que este Prelado es hombre entregado a los vicios más
detestables ... que ha sublevado las tres provincias de Arequlpa, Tucu-
mán y el Cuzco, a cuyas tres sillas episcopales fue llevado sucesivamen-
te ... y concluye con hacer al Obispo autor, cómplice y auxiliador de la
rebelión ... " 9 •
Este papel enviado a Madrid a un Ministro de S. M., que suponemos
serla D. Antonio Porlier, comenzó a formar los nubarrones en torno
de Moscoso y circuló también en el Perú, pues en la Carta Apologética
de D. Miguel de Iturrizara, éste responde a otra que un confidente suyo

• Arch. Vat. Arch. Nunzlatura di Madrid. 215. Vescovi (1785-1794).


10
134 HISTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU. TOMO lV

le habla remitido desde Poto.si, incluyéndole "un papel anónimo en que


con groseras imposturas intenta su autor desacreditar este Reino, vul-
nerando la vida, conducta y manejo de sus habitantes ... y con parti-
cularidad al rnmo. Sr. D. D. Manuel Moscoso y Peralta... " Al lado del
Arcediano Jiménez habria que colocar a D. Benito Mata Linares y
al Visitador Jorge Escobedo. Del primero se expresa asi el Obl.spo en la
carta citada: "Enseguida de Ja publicación de aquella carta anónima,
se supo que D. Benito Mata Linares, Oidor de Lima e intimo amigo
del Arcediano, volvia, a solicitud suya, al Cuzco, segunda vez, con co-
misión del Virrey, a pretexto de la reincidencia de Diego Cristóbal
Tupac Amaro y, como estuviese resentido del Obispo, desde su primera
comisión, por no haver accedido a una Injusta pretensión, como por
haverle notado los gravlsimos esc:).ndalos que con su vida licenciosa
causó en el Cuzco e inflamado nuevamente de que por sus reiterado~
excesos Informó a S. M. sobre su conducta, quiso vengarse del Obispo,
valiéndose de las mismas calumnias que estampó el Arcediano en su
carta, formando procesos secretos dirigidos a comprobar a qualquiera
precio de violencia, seducción y engafio y con testigos Ilegales que el
Obispo del Cuzco era autor, cómplice y auxiliador de la rebelión ..."
Escobedo, adverso también al Obispo, era el consejero del Virrey
Jáuregui y fue partidario de su remoción. Por una provisión de 3 de
Diciembre de 1783 se le llamó a Lima, adonde pasó conducido por una
escolta, como reo de graves delitos y en la capital se le detuvo cerca.
de dos afias, "sepultado, dice, en su carta al Pont!flce, en el más dolo-
roso abandono". Ni el Virrey ni la Audiencia se resolvian a dar sen-
tencia, hasta que, habiendo sucedido a Jáuregu! D. Teodoro de Croix,
éste después de consultarlo con el Arzobispo La Reguera y el Visitador
Escobedo, se decidió a embarcarlo para la Península el 5 de Abril de
1786, dando cuenta a S. M. en carta de 25 de Febrero de dicho afio.
Esta resolución la aprobó el Rey por una real orden de 15 de Diciembre.
El 15 de Agosto de 1786 llegaba a Espafia y aqui hubo de aguardar
más de tres. afias para que se reconociera su inocencia. En. su carta
al Rey de 7 de Agosto de 1787 expresa que en cuatro afios, a partir de
su salida del Cuzco, ha recurrido diversas veces al trono "y la última
en 21 de Marzo pasado de este afio, en que hizo la adjunta represen-
tación que se puso en manos del Marqués de la Sonora, implorando la
soberana justicia de V. M. para conseguir el desagravio que exigen su
135

dlgnidad, su persona y servleloo heqhos a la Iglesia, a la Religión y a


v. M. y a la Corona, que se ha pretendido o.scurecer con calumnias
groseras, bijas del odio, de la venganza, de la maledicencia y produc-
a
ción de aquellos mls.mos que han dado causa las desgracias que los
afios pasados han padecido los reinos del Perú y que han oprimido el
Inocente y religioso corazón de V. M., pero, aunque han pasado cerca
de cuatro afíos no ha sacado el Obispo de sus repetidos, justos clamores
más fruto que el de llorar sepultado en im perpetuo olvido y vil des-
pred.o..."' 1 º..
El Obispo, haciendo uso de la lógica más elemental, deduela de
todo esto que o el Rey nada sabia acerca de este negocio o bien se le
había informado con ocultacilin de la verdad, pµes de otro modo no
era exPlicable que por tanto tiempo no se Je hubiese o!do y no se hu-
biese dado un fallo a su causa. Si es delincuente, ¿cómo es que no se
sustancia su causa segtm los decretos de la Iglesia y leyes del Reino y
se escuchan SUll descargos? Y si no lo es, ¿cómo es que se le arranéa
de su sede y se le trasporta a España y se le detiene aqul, negándole
toda audiencia y sin dar oido a sus instancias? Por Jo mismo, Moscoso
en esta carta, reproduce lo que ya ha representado y pide se le oiga
en Tribunal competente "en juicio abierto, formal y jur!dlco y se le
permita. presentarse a besar sus reales. manos e informarle de palabra
o por escrito de las causas que motivaron la rebelión del Perú ..."
A esto afíad!a MOllCoso, ep su carta al Rey, que la Providencia había
dispuesto que sus dos principales enemigos y calumniadores, D. Benito
de la Mata Linares y el Arcediano Jlménez de Vlllalba, hayan litigado
el uno contra el otro y en los procesos hayan revelado el uno los cr!-
menes del otro, con lo cual han venido a confirmar los que el Obispo
hubo de actuar contra ellos y remitió a S. M. para su re.solución. Por
esta causa ped!a que, por la vía reservada, se remitieran uno y otro
proceso y los lntormes as! del Oidor Mata Linares como del Arcediano,
a fin de unirlos al que se hubiese formado contra él y vengan a ser una
incontestable defensa suya. No sabemos sl se llevó a cabo esta dili-
gencia y si en la Secretarla de Gracia y. Justicia se examinaron ésos
procesos que daban la razón a Moscoso, pero el tono empleado por éste

,. Ibid.
136 HISTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU. TOMO IV

y su firme deseo de que su causa se viera ante un tribunal competente


y en forma jur!dica prueba que estaba bastante seguro de si mismo"·
La Nunciatura Apostólica de Madrid no pudo desentenderse de un
asunto que vulneraba la dignidad episcopal y los derechos de la Igle-
sia. La primera comunicación del Nuncio, Monsefior Hipólito Vincent!,
al Secretario de Estado de Su Santidad Pío VI, es de 15 de Mayo de 1787.
En ella le dice que se ha nombrado una junta de cinco ministros para
examinar toda la docum en tacíón de la causa. Afiade que los dichos no
son favorables a Moscoso y que éste insiste en que el juicio sea público
y con todas las formalidades del caso, aun cuando ha manifestado que
está pronto a dar privada Información del hecho, pero si se quieren
llevar las cosas por la v!a judicial, pide se le permita dar al Rey sus
descargos, no para evitar el juicio, sino para obrar conforme a los cá-
nones y en resguardo de la Inmunidad y de la dignidad episcopal. El
Nuncio, por su parte, afiadía, que el tono franco y resuelto con que
habla, Induce a pensar en que es inocente y que él lo cree, aun cuando
haya habido de su parte falta de discreción o algún apasionamiento.
El Obispo, que por dos veces se había dirigido al Rey, el 21 de Mar-
zo y el 7 de Agosto, recibió una nota de D. Antonio Porlier, en la cual
este Ministro le decía que había presentado ambos Memoriales a Su
Majestad y que, por su orden, le comunicaba que adoptaria la provi-
dencia del caso. No creemos que esta oferta de Carlos III fuese sin-
c~ra, pues no se atendió la súplica del Prelado ni se pensó en el formal
juicio que él pedía. En cambio se escribió a su Santidad, representán-
dole el caso a su manera y sugiriéndole su intervención, a fin de que
Moscoso renunciara a su sede del Cuzco y se contentara con lo que en
Espafia quisieran darle, perdiendo definitivamente la esperanza de vol-
ver a América. Pío VI, informado de esta suerte, escribió el 5 de Se-
tiembre de 1787 al Obispo, y empieza por decirle que privadamente se
le ha dado noticia de su caso y de la participación que tuvo en la se-
dición pasada, por lo cual se hizo necesario extrafiarlo del Perú y nom-
brar un coadjutor que atendiera en lo espiritual a sus súbditos. El
Santo Padre, vistos estos antecedentes, le amonestaba paternalmente
a dimitir y a Implorar la clemencia del Rey, para lo cual podía contar

:bt Memorial de Moscoso a S. M. A. de I. Cuzco 66 V. también A. de I.


CUzco, 76 y 79 y la obra de Luis Manuel Venero de Valera.
DESAVENENCIAS CON EL PODER CIVIL 137

con su intercesión. Creia, por otra parte, el Papa que éste era el mejor
partido y que en manera alguna esperara ser restituido a su sede,
donde, ademáS, después de lo ocurrido, no seria de provecho a sus
ovejas. La carta o breve procedía de un falso supuesto, a saber de la
culpabilidad mayor o menor de Moscoso y, por Jo mismo, se explica
que el Pontífice Je indujera a pedir clemencia como reo.
A ella dio respuesta el 30 de Octubre y, como es natural, empieza
por manifestar que su lectura no ha podido menos de acrecentar el
dolor y angustia que le oprimian, pues se ve acusado ante el Pastor
Supremo de la Iglesia y del delito el más execrable, cual es la desleal-
tad para con su Rey. "Cuánta pena sea esta, Vuestra Beatitud lo pue-
de considerar fácilmente dentro de si mismo: a mi la congoja y las
lágrimas no me permiten explicarlo con palabras..." A esto aiiade
que sólo el testimonio interior de su inocencia lo sostiene y junto con
ello la esperanza de que la piedad y justicia del Rey no ha de permi-
tir que su nombre y fama injustamente vulnerados pasen oscurecidos
a la posteridad. Agradece luego el ofrecimiento de Su Santidad, pero
manifiesta que él nada quiere en la tierra y sólo desea y para esto pide
su ayuda, que se le dé lugar para vindicar su honor y probar su ino-
cencia por los medios más acertados y oportunos. Esto también parece
que están exigiendo la Iglesia y el honor del Episcopado y el buen nom-
bre y decoro de su casa y familia. No pretende vengarse de nadie, pues
ha perdonado y perdona a sus enemigos, pero si desea dar cuenta de
sus actos y satisfacer los cargos que se le formulan. En cuanto a re-
mmciar a la sede, con tod9. prontitud y obediente a su voz, la pone en
sus manos y sera para él un consuelo el haber dado al Sucesor de Pe-
dro una muestra de su rendimiento ".
En el afio 1788, Moscoso insistió en tener una entrevista con el Rey,
sin lograrlo, pues ni aun el mismo Conde de Floridablanca habla acce-
dido. a recibirlo. En Roma la carta del Obispo a Su Santidad y los in-
formes del Nuncio Visconti sirvieron para que se tuviese un concepto
más cabal ele! asunto y se considerase justa la actitud del Prelado, al
pedir se abriese un juicio en forma sobre su proceder. Entre tanto Mos-
eoso, tenaz en su propósito de defenderse, preparaba los materiales pa-

12 Arch. Vat. .Arch-. Nunziatura di Madrid 215. ·v. la. carta que envió al
Nuncio en Noviembre de 1787.
H1STORIA 1018: 11'..A IGLESIA EN EL PERU. TOMO IV

ra el alegato que pensaba publicar y juzgamos que es el que bajo et


nombre de Luis Manuel Venero de Valera se publicó en Madrid en 1790.
En 12 de Agosto de 1788 el Nuncio escribía al Secretario de Estado lo
siguiente: El Confesor del Rey había hablado con Carlos IlI sobre el
asunto del Cuzco y el Monarca habla mostrado su disgusto y su deseo
de poner término al asunto, dejando al arbitrio de Su Santidad el se·
fíalar a Moscoso la sede más conveniente. El Confesor creía, por su
parte, que la solución ofrecia un obstáculo, o sea, la decisión del Obis·
po de vindicar su inocencia mediante un examen extrajudicial, m!en.
tras el Rey y sus ministros, por razones de Estado y por un principio
de moderación, preferían echar tierra al asunto, en el cual aparecen
encartados algunos personajes, Inclusive eclesiásticos. Esto deberla
aceptarlo el Obispo, no sólo por evitar el dafío ajeno, sino por su pro-
pio bien y su justiflcaclón se producirla por el hecho de ser nombrado
por Su Magestad para otro Obispado. A lo dicho afíad!a que Moscoso
era duro de carácter y aferrado a su parecer y ha olvidado que él ha-
bia dejado su mitra en manos del Santo Padre; cree que una de las
dos sedes vacantes por entonces, la de Granada o la de Cartagena,
le convendría y, caso de no conformarse, se le pondrla nombrar Coad-
jutor con derecho a sucesión que rija la sede. El lenguaje del confesor
de Su Magestad es explicable: habla deseo de poner fin al asunto,
pero sólo con nombrar a Moscoso para otra sede y ésto lo repugnaba
con razón el Obispo, por lo cual se le daba el cal!flcat!vo de terco. No
era terquedad a nuestro juicio, sino entereza de carácter y sentimiento
de la propia dignidad. Si en el circulo del Monarca y sus ministros
pensaron de otro modo es fácil adivinar la causa, se les tomaba duro
el tener que cantar la palinodia y ésta y no otra era la razón de estado
de que hablaba el confesor de Su Majestad.
Como el 31 de Octubre de 1788 D. Antonio Porl!er, en nombre del
Rey, le enviase a Moscoso una carta en la cual le enumeraba los car-
gos que ¡se le hacían, el Obispo le respond!a el 9 de Marzo de 1789 y
en ella satisfacla uno por uno a los 22 capítulos de la acusación. Esta
es la defensa que luego vio la luz pública en .Madrid. Parece que con-
siguió vindicarse con ella y Carlos IV, en Mayo de 1789, lo ascendía al
Arzobispado de Granada. El Obispo, en carta de 19 de Agosto de dicho
afio le daba cuenta del término de este conflicto a Su Santidad P!o VI.
Luego de agradecerle las cartas con que le habla favorecido, le dice
DESAVENENCIAS CON EL PODER CIVIL 139

c¡ue ha conseguido lo que más ansiaba, o sea, el ser declarado inocente


de los crímenes que le imputaban, como lo ha hecho el Rey en un de-
creto muy honroso. Dice que ha aceptado el Arzobispado de Granada,
no por ambición, sino porque no se Je tenga por Ingrato y arrogante y
espera que estas noticias serán del agrado de Su Santidad.
Indudablemente Jo fueron, porque el Papa no podla menos de ale··
grarse al ver disipada una mancha que se había pretendido arrojar
sobre un miembro del Episcopado. Moscoso tomó posesión de su nueva
Iglesia el 25 de Noviembre de 1789 y en Julio de 1794 se le condecoró
con la gran Cruz de Carlos III. De este modo vino a terminar un liti-
gio que llevaba años de duración y en el que las partes eran, de un
lado, la Corona de España y, del otro, un Prelado de la Iglesia Ameri-
cana y nacido en Indias. La defensa del Obispo Moscoso, merecedor
por su constancia de pasar a la posteridad, no la hizo él sólo, otros
también patrocinaron su causa y entre ellos merecen citarse el autor
d.e la Carta Apologética, as! haya sido este D. Miguel Iturrizara, como
reza la portada, o bien el Dr. Ignacio de Castro, a quién se le atribuye
y D. Rafael José Sahuaraura, cuyo trabajo escrito en la época de la
revolución se ha Impreso modernamente. El Obispo, que en 1782 envió
un Informe sobre lo acaecido durante ella con autos y testimonios al
Cons'ejo de Indias, que hemos visto en el Archivo de Sevilla, hizo Juego
publicar en Madrid, en 1790, la obra que lleva por título La Inocencia
Justificada y de la cual hemos hablado anteriormente 13 •
No faltó, tampoco, quien por escrito le acusase y en esta parte tuvo
alguna resonancia "La Verdad Desnuaa sobre el Homicidio del Coro-
nel D. J\ntonio de Arriaga... y sobre la Sublevación del Perú, ocurrida
en su consequencia el año de 1780, escrita por un imparcial religioso
lego del Cuzco ..." 14 pero, debida, posiblemente, a algún fraile o ecle-
siástico de la ciudad imperial. Como hemos dicho en un principio,

11a A. de I. Cuzco 66. Informe de Moscoso. En Consistorio de 3 de Agosto


de 1789 fue promovido al Arzobispado de Granada. (Carta del Cardenal Bon-
oompagni al Nuncio en Madrid Arch. Vat. Nunz. di Spagne. Vol. 438). El mis-
1mo Cardenal escribía el 3 de Junio al Nuncio, manifestándole que Su Santl~
dad había visto con agrl,ldo la solución de este asunto.
1 -11 Imprirnióse en el tomo V de los Pequeños Grandes Libros de Historia
Americana, por Francisco A. Loaiza. Lima, 1944.
140 HISTORIA DE LA lGLKSIA EN EL PERU. TOMO IV

ia presunción del hecho estaba en favor de Moscoso, pero esta presun-


ción sobre su lnculpabllldad se convierte en certeza, cuando vemoi;
que en el largo proceso que se le siguió no se prodUjeron pruebas cla-
ras y pcsitivas contra él.
Muchos de sus curas fUeron también acusados de compl!cldad con
los rebeldes y especialmente algunos, de Jos .cuales se encontraron car-
tas en poder del caudlllo rebelde. El Obillpo Moscoso no pudo menos de
salir en su defensa y, reconociendo que pudo haber alguna connivencia
en determinados sujetos, sinceró a otros de la tacha que se arrojaba
contra ellos. Que distaba mucho de ser general esta participación del
clero en la revuelta lo confirma el mismo Virrey Jáuregul, quien en la
Relación ae Gobierno no puede menos de elogiar la conducta de mu-
ehos eclesiásticos que prestaron ayuda a las expediciones militares y
hace mención de sus servicios. Fuero:tl, sin embargo, apresados algu-
nos de ellos y se les abrió proceso, pero el 31 de Agosto de 1785, cuando
ya estaban las provincias pacificadas, se escribia al Virrey del Pera,
para que estuviese a Ja mira de Jos sindicados como auxlllares de .los
rebeldes, en tanto que se examinaban con detención sus causas. No
debían ser muy graves sus delitos o no deb!an aparecer bien probados,
cuando no se tomó de inmedlató ninguna disposición contra ellos. A
España fueron remitidos algunos, como el cura de Asillo, D. José Ma-
rur:i; el de Orurillo, D. Vicente de la Puente; el de Pampamarca. D. An-
tonio López de Sosa, y su coadjutor, D. Ddefonso Bejarano. Estos tres
ültimos, al llegar a Ja Península, fueron recluidos en el convento de !Oll
Capuchinos de Madrid, pero en Mayo de 1788 fueron puestos en liber-
tad, si bien no nos consta si se les permitió volver a América. El pri-
mero, oriundo, según parece, de la Provincia de Cota.bambas, donde
en 1801 era Alguacil un Mariano Maruri, quedó en Espafta, pues el
ministro Gálvez, escribiendo al Virrey el 21 de Junio de 1786, le dec!a
que se habla resuelto indultarle, pero negándole el permiso para vol-
ver al Perú, por lo cual rogaba se le enviasen los proventos de su be-
neficio hasta que se nombrara otro en su Jugar.
CAPITULO VII

La Inquisición

l. La Inquisición: Desavenencias internas. - 2. Competencias con el Vi~


rrey. - 3. Un edicto del Arzobispo Barroeta tachado por el Santo Oficio. -··
4. Autos de Fe. Calidad de los Procesados. - 5. El Procesa del P. Juan
Francisco de Ulloa. - 6. Aparición de los francmasones.

Bil>llograf!a: Jost T. MEDINA, Historia del Tribibnal de la Inquisici6n de Lima.


2 vols. Santiago, 1956. - GARCÍA y SANZ, Apuntes para la Historia Eclesiás-
tica del Perút. 2 t. Lima, 1876. - ODRIOZOLA, Colección de Documentos Li-
terarios. Vol. VII. Lima, 1875. - JOSÉ BERMÚDEZ DE LA TORRE, P.riunfos del
Sooto Oficio Peruano ... Lima, 1737.

l. Como hemos dicho en el volúmen antecedente, si Ja Inquisición


de Lima no hubiera tenido que ver sino con Jos crimenes de herejía,
habría estado ociosa Ja mayor parte del tiempo, pero bien sabido es
que su labor de saneamiento moral, se extendía a otros delitos, per-
judiciales también para Ja sociedad, como los de hechicería, bigamia,
b!Mfemla, ejercicio indebido de las funciones sagraclas, solicitación en
la confesión y otros que seria largo enumerar. El Tribunal no podía
proceder contra el reo, sino después de bien examinada y probada su
culpa, pero el mismo hecho de ser muy relativa la gravedad de lM cau-
sas que por estos aííos se ventilaban hizo que los jueces del Santo Ofi-
cio dieran señales de alguna remisión o bien de excesivo rigor, por de-
sidia o por no haber meditado bien sus resoluciones.
142 HISTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU. TOMO IV

En este siglo la decadencia del Tribunal se hace notoria y con la dis,.


minución de su actividad corre paralelo su descrédito. Ya en 1720 el
Arzobispo Soloaga no podía menos de referirse en carta de 30 de
Noviembre de 1720, al mucho orgullo y codicia del Inquisidor, D. Gas-
par Ibáfiez y en la misma comunicación pedla que de algún modo
se le satisficiese por los agravios recibidos. Jesuitas y Dominicos
ten!an también razones para andar quejosos del Inquisidor y a ellos
habla que agregar el mismo Virrey, Marqués de Castelfuerte. Pero no
es mucho que los citados se sintieran ofendidos cuando el mismo com-
pafiero de Ibáñez, D. José Antonio Gutiérrez de Cevallos, que de fiScal
habla ascendido a Inquisidor, denunciase los malos manejos de su
compañero y sus pretensiones de excluirlo de las funciones propias de
su cargo, queriendo resolverlo él todo en unión del nuevo fiscal, Cris-
tóbal Sánchez Calderón, nombrado en 1722 1 •
Esta falta de Inteligencia entre los miembros del Tribunal y cierta
desidia, por parte de Ibáfiez, fueron causa de que los procesos de estos
afios no se ventilaran con el cuidado y la escrupulosidad que era de-
bido. Todo ello dio motivo para que el Consejo Supremo expidiera un
auto acordado en el cual hallamos expresiones como estas: "queda
el Consejo con el mayor desconsuelo y escándalo, por ver cómo se tra-
taban los negocios de la religión, en ofensa suya y de la justicia y del
honor del Santo Oficio". Razón tenlan de sobra para decirlo y la. con-
firmación Ja hallará el lector en lo que diremos a continuación.

2. Con el Marqués de Castelfuerte tuvo el Tribunal diversos en-


cuentros, a algunos de Jos cuales se refiere el Virrey en su Relación
de Gobierno. Uno de los más sonados y prolijos fue el que se suscitó
entre el Comisario de Cruzada del Cuzco y el cura de Quiquljana,
D. Alfonso Marcótegul, que, a la vez, era Comisario de la Inquisición.
El origen del litigio no fue otro sino haber celebrado dicho cura la
Santa Misa en una capilla, sin autorización del Tribunal de. Cruza-
da. El Comisario lo declaró por excomulgado y pidió al Provisor del
Cuzco lo tuviese por tal y lo suspendiese. H!zose as!, pero el cura
Marcótegul alegó el fuero de que gozaban los ministros del Santo

Carta de 30 de Abril de 1731. Gutiérrez de Ceballos fue elevado a. la


1

mitra de Tucumán y de aquí a regir la Metropolitan~ de Lima.


LA INQUISICION 143

Oficio, y el Tribunal apoyó su demanda. Unos y otros acudieron al


Virrey, y como la competencia no llevaba camino de solucionarse ni
las partes dispuestas a aceptar una concordia, el Virrey no tuvo más
remedio que acudir al Soberano. Por una Real Cédula de 3 de Setiem-
bre de 1729, el Rey dispon!a que revocara el Santo Oficio el auto por el
cual se habla declarado competente en Ja causa seguida por el Ordlna--
rlo del Cuzco y el Comisario de Cruzada contra el cura Marcótegul,
providencia que habla tomado el mismo Supremo Consejo de la In-
quisición y, en segundo Jugar, que en adelante no se diese a los curas
el oficio de Comisario u otro cualquiera que los hiciese depender del
Tribunal. Castelfuerte comunicó al de Lima lo resuelto por S. M. y los
Inquisidores respondieron que en cuanto al primer punto se hablan
remitido los autos de la causa al Ordinario respectivo y, respecto al
segundo, que no hablan recibido orden alguna.
El Virrey hubo de insistir y pasar más de una nota a la Inquisición
y ésta se excusaba siempre con decir que toda orden debla venir a
sus manos por conducto de la Suprema. Al lln y ante la insistencia de
Ca.stelfuerte los Inquisidores se a vinieron a . aceptar la real disposi-
ción y el conllicto se dio por terminado.
A éste se siguió otro con motivo de haberse refugiado un esclavo en
la casa de un ministro del Santo Oficio y haber entrado a buscarlo un
vecino de la ciudad a quien pertenecía. El Tribunal dio orden de pri-
sión contra el referido, pero el Fiscal de s. M. salió en defensa de la
jurisdicción real que creyó vulnerada por este mandamiento. Por for-
tuna, el ministro desistió de su demanda, pero el hecho sirvió para
que se suscitase una polémica entre el Fiscal y los Inquisidores sobre
si sus oficiales gozaban de fuero activo en las causas criminales que
no son de fe o deb!an considerarse desposeidos del mismo, no habiendo
privilegio o costumbre en contrario y, por tanto, debiendo atenerse
al principio de deber seguir el actor el fuero del reo. La polémica no
sirvió sino para que se amontonasen razones de una y otra parte, pues.
como decía el Virrey, los tribunales componen repfibllca no monarqu!a
y asi todos presumen .tener igual dominio en sus doseles.
Algú.n otro cita Castelfnerte pero no es de importancia y versa,
también, sobre casos de competencia. No puede decirse que estas di-
ferencias provenian de mala voluntad. Ellas ten!an su origen .en la
Imprecisión de los l!m!tes de las respectivas Jurisdicciones y, como de·-
144 IDSTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU. TOMO IV

cla el Virrey, no estando bastante medido todo el campo se hacía inex-


cusable la disputa sobre los Underos. Pero es también muy cierto que
a veces la tenacidad en sostener el propio derecho oscurecía la razón
y era un obstácuio para el avenimiento.

3. Con eJ Arzobispo D. Pedro Antonio Barroeta tuvo también el


Santo Oficio sus roces. El 27 de Setiembre de 1754 se promulgó un edic-
to del Arzobispo en el cual, bajo pena de excomunión, se ordenaba
desterrar de los templos todo género de música profana e instrumen-
tal, haciendo sólo uso de la religiosa y grave, como conviene y corres-
ponde al lugar sagrado. En el mismo se recordaban otras disposiciones
adpotadas por el Prelado y, en especial, la contenida en el edicto dé
15 de Setiembre de 1751 sobre el vestido de que hablan de usar las
mujeres, las cuales deblan llevar cubiertos los brazos hasta la mu-
fíeca y usar sayas o faldell!nes que llegasen hasta el tobillo. Este Y
otros acuerdos del Arzobispo se revonaban en el presente y se citaba
su contenido en resumen. En el fondo todos ellos tenlan su razón de
ser y el Prelado estaba en su derecho al corregir los abusos y dar a los
fieles las normas que deblan seguir, pero no faltaban en la Lima
de entonces quenes tuvieran por exagerado al Arzobispo y pensaran
que no le mov!a el celo de Pastor, sino el prurito de mandar.
Posiblemente algunos de los Inquisidores eran de este sentir y, por
esta causa, hubo de Intervenir eJ Santo Oficio en esta ocasión, aun
cuando de puertas adentro. El edicto en cuestión se imprimió en Lima
en los últimos d!as del mes de Setiembre de 1754, pues aparecla firma-
do el dla 27 de este mes. Ahora bien, el 11 de Julio de 1755, el Fiscal,
Bartolomé López Grillo, llamaba la atención de los Inquisidores so-
bre dicho edicto y creía conveniente que se pasase a los Calificadores
para que fuesen examinadas algunas de las proposiciones contenidas
en el texto. Hizose as! y fueron nombrados como tales el P. Francis-
co Javier de Torrejón y Velasco, mercedario, el P. Francisco Gómez
de Valbuena, de la Compafíla y el P. Silvestre Peláez de San Agust!n.
Barroeta, con mucha razón, expresaba en el edicto que el culto al
verdadero Dios no proh!bla el uso del canto y de la música en las
Iglesias, pero uno y otra deb!an conformarse con las leyes de la litur-
gia y responder al lin para el cual se hablan introducido, o sea, el
mayor esplendor de las ceremonias sagradas. Como de una manera
LA INQUISICION 145

insensible se hubiese mezclado la música profana con la religiosa, fue


necesario que la Iglesia delatase el abuso y ya en el siglo XIV la habla
hecho Juan XXII y más tarde, Alejandro VII, en 1657, en su Bula:
Piae Sollícitudinis studio, habla proscrito de los templos toda música
lnstrumental que no se ajustase a la melodia ecleslá.Stica.
En Lima, decía Barroeta, no sólo se habla olvidado el canto gre-
goriano, aun en las misas solemnes, sino que en ellas se hablan Intro-
ducido "los llamados discantes, tocándose sonata.s, arlas y minuetes y
otras canelones", con lo cual, lejos de mover a la devoción, se agita-
ban la.s pasiones. Por lo mismo prohibía el uso de toda esta música
profana y mandaba que se usase sólo de la que por su gravedad y de-
cencia dice bien en el lugar sagrado, encargando al Maestro de Ca-
pilla de la Catedral velar porque así se hiciese en todas las Iglesias,
as! parroquiales como de los regulares de uno y otro sexo. En si, pues,
el edicto era lnobjetable, pero la Inquisición se fijó en los prenotandos
y creyó hallar. en ellos algunas expresiones contrarias a la fe.
De los autos se deduce lo siguiente 2 • En ellos figuran las censuras
de los tres calificadores, bastante extensas. La primera es la del P. To-
rrejón. Este era hijo del célebre Maestro de Capilla de la Catedral de
Lima, Tomás de Torrejón y Velasco y, por consiguiente, debia tener
Interés en el asunto. Empieza por decir que si bien el respeto debido
al Criador prohibe en los templos la música profana, pero no el uso
de los instrumentos musicales, pues sabemos por la Escritura que Da-
vid tafiia el arpa ante el Arca. Y puesto que el Arzobispo en su edicto
pone como ejemplo de religiosidad a Jos Romanos, éstos también se
vallan de Instrumentos musicales en sus ceremonias religiosas, como
también Jo hacían los Hebreos, según consta en el libro del Exodo al
referir el episodio del Becerro de Oro. Todo esto, como ve el lector,
no hace mucho al caso, pero lo que si extrafia .el censor "y da en los
ojos y perturba" es que diga el Arzobispo que la mayor prosperidad
de los Romanos la atribuyan los prudentes a su religiosidad, proposi-
ción que en su concepto merece perpetuo olvido y no debla haberse
estampado por un Prlnclpe de la Iglesia.

2 A. H. N. -Madrid. Inquisición '4.459. Núm. 23. Estos papeles y otros se-


mejantes se guardaban en Simancas, pero modernamente fueron traídos a
Madrid.
146 HISTORIA DE LA IGLESIA EN" EL PER.U. '.rOMO IV

Se extiende luego en probar que los Romanos, como idólatras, sólo


eran merecedores de castigo y hablan sido reprobados por Dios. Y
cita al Profeta Daniel que vio a aquel pueblo en figura de bestia y a
San Juan, en cuyo Apocalipsis, la mujer se sienta sobre la Bestia
que es Babilonia o Roma gentil. La segunda proposición que es ob-
jeto de su censura es ésta. Roma, dice Barroeta, por esta reverencia
al Dios Omnipotente mereció ser cabeza del Orbe. Ahora bien, a la
primera la califica Torrejón de formalmente herética, como opuesta
a la Sagrada Escritura, errónea, temeraria y escandalosa. La segunda
Ja cree blasfemia heretlcal y aún piensa que se queda corto•.
El P. Gómez no pudo presentar por si mismo su parecer, por ha-
llarse imposibilitado aun de manejar Ja pluma y as! hubo de dictarlo
al Marqués de MonteaJegre de Aulestia y éste se encargó de entre-
garlo a los Inquisidores. El P. Gómez se muestra mucho más sereno
que el anterior. Dice que su censura recae sólo sobre el Preludio e
Introducción del Edicto y dicho Preludio lo divide en cuatro proposi-
ciones que examina separadamente, a fln de fijar mejor su sentido.
En la primera no halla que objetar, pues supone que Jos Romanos hon"
raban a la Divinidad, o sea, al verdadero Dios. En. cuanto a la segunda,
piensa y con él Justo Lipsio, que bien puede decirse que la prosperi-
dad de Jos Romanos dependió, en buena parte, de su religiosidad,
como se dice en el Edicto, indicando que as! opinan los prudentes.
Por otra parte, en la Introducción y en un escrito que no pretende
dar doctrina, es admisible, aun cuando se pudieran alegar mejores
razones. La tercera proposición la salva también, pues la religiosidad
de los Romanos naturalmente era digna de premio, pues como virtud
pol!tica era plausible y as! lo enseña San Agustln en su Ciudad de
Dios. La cuarta, o sea, que Jos prudentes atribuyen esa prosperidad
de los romanos a sola su religiosidad tiene sus inconvenientes, pues
parece dar a entender que Dios no envla esos bienes a los hombres,
sino en atención a su buen proceder, Jo cual no es cierto, como tam-
poco que solamente castiga cuando se obra mal. Sin embargo, se la
puede explicar, en cuanto que esa rel!giosidad, como virtud polltlca
comprendia también otras virtudes politicas, las cuales le merecieron
esa felicidad temporal. En resumen, cree que en la Introducción haY

ª Este parecer lo suscribe el 20 de Diciembre de 1755


LA INQUISICION 147·

frases confusas, ambiguas, pero que admiten una sana interpreta-


ción, como se puede presumir que se la daba el Prelado y, por consi-
guiente, aun tomándolas en sentido propio, están libres de censura
teológica.
El P. Peláez suscribe su parecer el 15 de Enero de 1756, con poste-
rioridad a los dos ya citados y divide también el Preludio en tres
proposiciones. La primera Ja juzga falsa, temeraria, errónea y blas-
fema heretical. La segunda, que no es sino una consecuencia de la
primera, a saber que la prosperidad de los Romanos provenía de su
religiosidad, cree que merece también la misma censura y la tercera,
que es afin a las otras dos y coincide con ellas se ha de condenar Igual-
mente. El P. Peláez se extiende en su alegato más que el mismo P. To-
rrejón y refuerza su sentir con citas de Santos Padres y otros auto-
res, pero da mandobles al aire.
Recibiéronse estas censuras y el Fiscal, López Grillo pasó un oficio.
a los Inquisidores, Amúsquibar y Rodriguez Delgado, hermano del
Obispo de Panamá y luego Arzobispo de Charcas, manifestándoles que
era de parecer se remitiese todo al Consejo Supremo para evitar los
disturbios que se podian recelar, dado el genio del Arzobispo, si en Li-
ma se ventilaba el asunto. El 15 de Enero de 1756, sin más trámite,
se resolvió hacerlo as! y el expediente fue enviado a Madrid, don.de
la Suprema lo debió encarpetar, sin volverse a hablar del asunto. Pa-
ra remate de lo apuntado, bueno es advertir que este edicto del Arzo-
bispo se incluyó más tarde en las Constituciones Sinodales que mandó
publicar en el a.fío 1754 en esta ciudad de Lima.

4. En este periodo se sentenciaron diversas causas, pero los autos


de fe no tuvieron ni en cuanto al número de los reos ni en Ja calidad
de los delitos la importancia de los de antafío. Celebráronse algunos
autillos, pero sólo el 12 de Julio de 1733 hubo un auto público y no en
la plaza, sino en el templo de Santo Domingo. Hallóse presente el Vi·
rrey, Marqués de Castelfuerte y la relación del mismo por encargo
suyo le fue encomendada al célebre poligrafo D. Pedro Peralta Bar-
nuevo, el cual estuvo a pique de ser procesado por esta causa, pues
en opinión de algunos se hallaron en su escrito algunas proposiciones.
~reparables". Los reos, cuyas causas se leyeron desde el púlpito, eran
doce, todos ellos gente común y sus delitos los de poligamia, hech1ceria,.
148 lllSTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU. TOMO IV

nigromancia, usurpación de las funciones sacerdotales, etc. Más no-


table fue el siguiente, celebrado el 23 de Diciembre de 1736, que halló
su panegirista en D. José Bermúdez de la Torre y Solier, el cual ti-
tuló su libro, impreso en 1747: Triunfos del Santo Oficio Peruano.
Hacia oficio de Inquisidor, Sánchez Calderón; de fiscal, Diego de
Unda y de Secretario D. José T. Román de Aulestia. Fue Invitado el
Marqués de Vlllagarc!a y esta vez el tablado se levantó en Ja plaza.,
como en mejores tiempos. Los reos fueron en total 23, en su mayor
parte, negros y mulatos, acusados de hechicería, malas artes. o bien
de poligamia y en estatua salieron cinco, entre los cuales se contaba
el jesuita Juan Francisco Ulloa. De los primeros el reo más notable
era Dofia Ana de Castro o Madama Castro, como se la llamaba común-
mente, natural de Toledo y vecina de Lima, de cincuenta afias y ca-
sada a la cual se le acusó de judaizante, negativa. y pertinaz y, por ob-
servante de la ley de Moisés, fue relajada y entregada al brazo seglar.
Un afio más tarde tuvo lugar un autillo en la Iglesia de Santo Do-
mingo, en el cual comparecieron cinco reos, a todos los cuales se apli-
caron penas leves. ·Las irregularidades cometidas en los procesos fue-
ron más tarde denunciadas al Consejo por el Inquisidor Amúsquibar,
especialmente por lo que toca al seguido a Ana de Castro y al P. Juan
Francisco Ulloa, a quien se quemó en estatua. Refiriéndose a la pri-
mera no vacilaba en decir que "temerariamente se le habla quitado
la vida contra órdenes expresas de V. A". Parece, en efecto, que ad-
vertido el Consejo Supremo del proceso que se le seguía y del estado
en que se hallaba la causa, habla escrito a la Inquisición de Lima, el
4 de Febrero de 1732, que si hechas las precisas diligencias no se arre-
pintiese la reo y confesase su de!lto, manteniéndose en la negativa, se
ejecutase en ella la sentencia de relajación, pero si confesaba su de-
lito y daba muestras de arrepentimiento se la debla admitir a recon-
ciliación. Ahora bien, consta que la Castro antes de. salir al supl!clo
pidió dos audiencias y en ellas manifestó lo bastante para conside-
rarla como arrepentida, pero, además, no constaba que se Je hubiese
notificado el auto de su relajación ni tampoco de que se hubiese to-
mado este acuerdo con asistencia del Ordinario, sin lo cual se podla
tener por nulo. Estos excesos tan graves, afiadla Amúsqulbitr, no fue-
ron los únicos, pues a ellos vinieron a afiadirse los cometidos en la
'Causa seguida al P. Ulloa.
LA INQUISICION 149

Todos estos excesos, la vida desordenada que llevaban así el Inqui-


sidor Diego de Unda como Sánchez Calderón y la malversación de las
rentas del Tribunal movieron al Consejo a nombrar un Visitador con
plenos 'poderes y escogió para el caso al Dr. Pedro Antonio de Are-
naza, Provisor, Vicario General e Inquisidor de Valencia, el cual se
embarcó en Lisboa con rumbo a Rio Janetro de donde pasó a Buenos
Aires y Santiago, arribando, por fin a Lima a principios de Mayo de
1745. Más adelante diremos los resultados de esta visita.
El P. Juan Francisco de Ulloa, natural del Reino de Chile había
entrado en la Compañia, siendo ya sacerdote. Sólo cuatro años vivió
en la Orden y falleció con crédito de hombre virtuoso. Dejó algunos
hijos espirituales y éstos, después de su muerte, buscaron otro confe-
sor. Este o por lo que habla oido de eilos o por lo que fuere, quiso
probar el espíritu de los mismos y escribió separadamente a tres de Jos
citados un papel con algunos sentimientos y mociones espirituales,
que decía se le hablan ofrecido en unos Ejercicios y entre ellas incluyó
algunas proposiciones de Molinos, pidiéndoles su parecer. Sus peni-
tentes que no debían ser de muchas letras y no podían sospechar la
celada que se les tendía, respondieron que les parecian buenos. Ob-
tenida su respuesta, presentó aquellos papeles al Santo Oficio. Este
puso en prisión a los cuitados y a un cuarto, tenido por loco, pero que
aseguraba que era disc!pulo del P. Ulloa. Comenzó.Se el examen de los
reos y de sus escritos y en estas averiguaciones pasaron algunos años.
Pldióse a los Consultores su parecer y casi todos se inclinaron en fa-
vor del P. Ulloa, de modo que por falta de prueba no se dio sentencia.
Entre tanto tres de los cuatro reos murieron en la prisión, recibidos
los sacramentos y protestando que querian vivir o morir como católi-
cos y que no sabían cuál fuese su error para retractarse.
Llegado el año 1736 en que se habla de celebrar auto general, reti-
róse del Tribunal de Lima el representante del Ordinario, que lo era
el D. D. Andrés Munive y fue nombrado en su lugar el mercedario,
Fray Francisco Gutiérrez Galeano, El que más empeño ponía en con-
denar al P. Ulloa era el Inquisidor Sánchez Calderón que se hallaba
malquisto con la Compañia, sin duda porque esta desaprobaba sus
manejos y su vida escandalosa y a todo trance quiso que saliese en
estatua el citado Padre y fuese quemado como hereje. Para conse-
guirlo dispuso que el Fiscal, Diego de Unda, hiciese de Inquisidor y él
150 HISTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU. TOMO IV-

asumió el papel de Fiscal. V!óse Ja causa en primera instancia y el In-


quisidor Ibáfíez y el P. Galeano absolvieron al P. Ulloa y asimismo, dos
de los consultores, Fray BartoJomé Sánchez de San Agustín y Fray Gre-
gorio de Vargas, de la Merced. Frustrado su intento, Sánchez Calde-
rón se ingenió para sustituir al P. Galeano y reemplazarlo con D. Bar-
tolomé Carrión, Provisor del Arzobispado, pero, vista la causa en se-
gunda instancia, Ibáfíez y Carrión declararon que no habla mérito
para la condenación y de este sentir fue también el P. Maestro Vargas.
La Compafila no podía permanecer Indiferente ante estos hechos
y en el Colegio de San Pablo se celebró una Junta para deliberar lo
que podía y debla hacerse y se convino en que el P. Joaquín Villarreal,
Procurador de la Provincia de Chile, presentase al Tribunal un escri-
to en grado de apelación y antes que se pronunciase la sentencia. Las
razones que alegaba el P. vmarreal habrían bastado para que se so-
breseyese en la causa y mucho más, no habiéndose condenado al
P. Ulloa en primera y segunda instancia, pero Sánchez Calderón, apo-
yándose en el hecho de haber votado en contra Unda, hechura suya
y su cómplice, y dos de los consultores, alegó que habla discordia Y
nombró juez de Ja causa a D. Diego Granados, cura del Callao, hom-
bre de ochenta años de edad y de escasas letras y a toda prisa se le
despachó un expreso a las nueve de la noche para que se presentase
en Lima al dia siguiente en que se había de dar la sentencia. Se invitó
a los Oidores para darle más autoridad al fallo y a hora excusada se
reunieron Sánchez Calderón, Unda y el citado Granados, y sin dar
aviso a Ibáfíez, que por sus achaques muchas veces no acudía a las
sesiones, se sentenció al P. U!loa a ser quemado en estatua como he-
reje'·
No se dio parte al Procurador de Chile, para que no apelase y así
los jesuitas de Lima como cuantos conocian algo de esta causa que-
daron sorprendidos al ver que se infamaba la memoria de este Padre
sin razones que lo justificasen. El Provincial del Perú, Francisco de
Rotalde, mandó a sus súbditos bajo pena de pecado grave que no ha-
blaran del asunto, pero se escribió a Madrid y Roma para que se vin-
dicase al inocente. Veamos ahora .las acusaciones que se le hacian.
En general se Je acusaba de quietista y partidario de Molinos. Se el-

1 B. A .. de la H. Madrid, Mss. Jesuitas 11-10-4/38.


LA INQUISICION 151

taba una carta del Padre a una de sus hijas espirituales, pero en ella
nada habla digno de censura, pues no hacia más que insistir en que
caminase por el sendero de la obediencia y de la indiferencia y abne-
gación de la propia voluntad. Citase luego una plática en la cual el
Padre daba como regla para conocer el buen o mal espíritu que mueve
al alma, la inquietud o paz que dichos movimientos llevan consigo,
ajustándose a la prudente y bieri comprobada regla que San Ignacio
da en sus Ejercicios. Fuera de esto, entre las proposiciones que se le
imputaban y se juzgaron dignas de censura, una decía a la letra: "No
estiméis nunca por virtud lo que no es contra la naturaleza y propia
voluntad y puso ejemplo de la devoción sensible" y asimismo esta otra:
"la tibieza no es otra cosa que vivir s,egún la ley del instinto de la na-
turaleza". También se censuraba el que hablando de la dignidad de
las religiosas consagradas a Dios, hubiese dicho que aventajaba a la
de los sacerdotes, cuanto va de la egposa al siervo, aduciendo el co-
nocido texto: Veni, Sponsa, de Liba.no ..." Finalmente, se decla que
en un papel había escrito entre otras cosas, "que el primer móvil de
la virtud es reformar al hombre y después se siguen las obras buenas".
Esto último, como lo entenderá el más novicio en la vida espiritual,
no es otra cosa sino el Recede a malo y amplectere bonum, en que los
ascetas resumen la perfección. Las palabras del P. Ulloa admitían,
pues, una interpretación recta, aun dado caso que todas las que se
citaban como suyas le pertenecieran y no disentlan de la doctrina co-
mún entre los varones espirituales. No obstante esto, Sánchez Calde-
rón pidió que se le declarara hereje pertinaz e impenitente y lo firmó
de su mano el 26 de Junio de 1727 •. Lo último parece inexplicable,
porque no se concibe que se declare pertinaz e impenitente a quien
murió cristianamente y con sefiales manifiestas de estar en gracia de
Dios, sin que pudiera pasar por su mente que habla ca.ido en la here-
jla. Y si en efecto erró, porque todo hombre es falible, es seguro
que se hubiera retractado. ¿Cómo podía, pues, suponérsele pertinaz e
impenitente? Y adviértase bien qué sólo en este caso el reo podla ser

r> En la Biblioteca Vittorio Emmanuele de Roma (Mss. Gesuitici 1408) se


conservan dos cuadernillos en 8.0 , cada uno de 8 páginas, en los cuales se tras~
cribe la acusación del Fiscal del Tribunal de Lima contra el P. Ulloa y un ex-
tracto de la carta del P. Joaquín de Villarreal, fechada en Lima el 12 de Fe-
brero de 1737, en la' cual narra todó el pr~ceso de esta causa.
152 HISTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU. TOJ>'.íO IV

relajado. Por gravlslmos que fUeran sus errores, si los confesaba por
tales y abjuraba de ellos, se le debía admitir a reconciliación. Hay que
concluir, por tanto, que en el caso del P. Ulloa se violaron las leyes
mismas del Santo Tribunal.

5. El Visitador Arenaza, una vez llegado a Lima, suspendió a Sán-


chez Calderón y a Unda del oficio que ejercían y les mandó embargar
sus bienes. El primero hubo de encaminarse a Huaura, donde quedó re-
cluido en el convento de los franciscanos, en tanto que Unda sufrla
la misma pena en el de la Magdalena, en las cercanías de Lima. La
visita no llenó su objeto, parte por lo enmarañado del asunto y parte
también por la codicia que demostró el Visitador, de modo que el Con-
sejo, a quien no habla cesado de importunar Calderón, dispuso en
Abril de 1747 que cesase en sus funciones Arenaza, en cuanto a sus
colegas, Unda y Calderón y que el Virrey nombrase un juez de todos
tres. Esto último no llegó a realizarse porque el Conde de Superunda
no halló quien se quisiera hacer cargo de una misión tan dificil y es-
pinosa y asi se resolvió levantar el embargo de los bienes de los dos
Inquisidores y acordar que todos tres asistiesen al despacho del Tribu-
na!. Arenaza comenzó a hacerlo pero los otros dos se resistieron por no
reconocer su primacía. El año 1750 llegó a Lima la noticia de la sus-
pensión definitiva de la visita y Arenaza hubo de embarcarse para Es-
paña el siguiente año, sin que se hubiesen logrado enteramente los
fines para los cuales había sido enviado.
Como todavla años después los efectos de la visita pesaran sobre
Calderón, pues su colega había fallecido repentinamente algún tiem-
po antes, en Febrero de 1756 escribía a Su Santidad, pidiéndole que
interpusiera su autoridad a fin de que se viera su causa y se le reha-
bilitara en su honor, en vista de no ser posible acudir al Rey o al In-
quisidor Mayor por estorbarlo el confesor de Su Magestad, el jesuita
P. Rávago. Por supuesto, él pintaba los hechos a su manera y hacia
a los jesuitas causantes de su desgracia: ellos hablan logrado se en-
viase un Visitador, cosa que no se habla visto, sino una sola vez, en el
espacio de cien años; ellos se hablan confabulado con .Arenaza, para
perderle y ahora ellos eran los que se opon!an a que se sentenciase su
causa. El Secretarlo de Estado, en unas anotaciones a la carta de
Calderón, indicaba que la circunstancia de venir firmada tan sólo
LA JNQUIS:U:·CION 153

por éste, el tiempo trascurrido y el cambio de Inquisidor Mayor, exi-


glan se consultase el asunto con el Nuncio en Madrid. Se le escribió,
en efecto, el.28 de Julio de 1757, pero advirtiéndole al mismo tiempo
que el recurso de Calderón se hacia sospechoso. Cuál fuese la respues-
ta del Nuncio lo Ignoramos, aunque es indudable que se envió. con fe~
cha 27 de Setiembre •.

6. El Tribunal prosiguió sus labores con solos dos Inquisidores,


Amúsquibar y D. Diego Rodríguez Delgado que se lncorpró en Diciem-
bre de 1751. Algún tiempo antes, en 19 de octubre de 1749, se celebró
auto particular de fe en la Iglesia de Santo Domingo, del cual nos ha
dejado una extensa relación D. Eusebio de Llano y Zapata. Salieron
doce reos, los más por delitos comunes y entre ellos salió en estatua Y
con palma en las manos D. Juan de Loyola Haro y Molina, alcalde
ordinario que habla sido de Ica varias veces, el cual acusado de judai-
zante y hereje, fue absuelto de este crimen, pero falleció en la prisión.
Después de éste, no se celebró otro alguno hasta el afio 1761, en que
salieron seis reos, siendo el más notable el francés Francisco Mayen,
avecindado en Potosi, a quien se acusó de algunas proposiciones heré-
ticas, que no negó y de las cuales fue absuelto, siendo condenado a per-
der Ja mitad de sus bienes y a ser desterrado perpetuamente de Amé-
rica y luego, en 1773, y en él comparecieron solamente ocho reos. El
Tribunal a todas luces declinaba y se estaba acercando a su ocaso.
No se ha de seftalar e.amo causa la mejora de las costumbres o la disi-
pación de los peligros que pudiera correr la fe, sino más bien una mayor
tolerancia en los jueces y la disminución de las denuncias. A ello ha-
bla que aftadlr el abandono en que por una u otra causa yac!a el Tri-
bunal, sucediéndose unos a otros los Inquisidores, sin hallarse nunca
completo su número y ascendiendo algunos a ese alto cargo por cami-
nos vedados.

7. Ya en las postrimerías del siglo hacen su aparición por estas tie-


rras los afiliados a la masoner!a. En Europa la secta habla hecho pro-
.gresos y se habla introducido en la misma Espafia, pero aqu¡ en

• Arch. Vat. Nunziatura di Spagna. 428. Reg. di Lettere al Nunzio. (1751·


1758).
154 .HISTORIA DE LA IGLESIA F.N EL PERU. TOMO IV

América no se tenla noticia de ella. En Agosto de 1751 el Consejo pedla


al Tribunal de Lima le enviase la lista de los que voluntariamente se
hubiesen delatado como masones y de sus cómpl!ces y los Inquisidores
respondían, en 1753, que en todo el Reino no habla indicio de ellos.
Unos afios más tarde, en 1773, una mujer denunció al cirujano fran-
cés, Diego de Lagrange, como francmasón. E! mismo se habla dado este
título y había hablado de las insignias que usaba la secta. No habla
pasado mucho tiempo cuando se presentó nueva denuncia contra La-
grange y la Inquisición resolvió ordenar su encarcelamiento. No fue
posible hacerlo por haberlo remitido a la Penlnsula el Virrey por otras
razones. Lagrange, entre otras cosas, habla dicho que en Lima por
aquel entonces habia más de cuarenta afiliados a la secta, pero ésto
no pasaba ·de ser una baladronada y no puede tomarse en serlo. La
masonerla no vino a establecerse en nuestro suelo hasta el siglo si-
guiente, aun cuando los historiadores de la secta traten de darle una
mayor antigüedad, procediendo por conjeturas y partiendo de falsos
supuestos. En los primeros afios del siglo XIX, as! entre los patriotas
como entre los realistas figuran algunos hermanos tres puntos. Por
lo que hace a los últimos, es indudable que en el ejército de La Serna
los hubo y hasta al General D. Jerónimo Valdés se le acusó de masón,
pero en sus Memorias se vindicó de esta nota. Entre los patriotas tam-
bién los encontramos, aun cuando habría que distinguir entre secta-
rios y masones propiamente tales y afiliados a la Logia Lautaro, crea-
da con fines pol!ticos y que de la masonería sólo tenla el secreto, al-
gunos de sus ritos y la obligación de ser fiel al compromiso contraldo.
CAPITULO VIII

La expulsión de los Jesuitas

1. El Decreto de Extrañamiento de la Compañía de todos los dominios de


América. - 2. Ejecución del Decreto en toda la extensión del Virreinato. -
3. Los desterrados pasan a la Península y luego a Italia. - 4. Su vida en el
destierro hasta el restablecimiento de la Orden por Pío VIL - 5. Consecuen-
cias de la expulsión de la Compañía.

Bibliografía: R. VARGAS UGARTE, Jesuítas Peruanos desterrados a Italia. Lima,


1934. - J. JouANEN, S. J., Historia d;e la Compañía de Jesíis en la Antigua
Provincia de Quito. Tomo 2, libro IV. Quito, 1943. - FRANCISCO ENRICH,
Historia de la Compañía de Jesús en Chile. 2 vals. Barcelona, 1891. Viaje
de un Jesuita desterrado, de Lima a Oádiz en 176'1. Relaciones de Viajes.
Bibliot. Histórica Peruana. ·Tomo V. Lima, 1947.

l. Pocos hechos habrá en la Historia de América de tanta reso-


nancia y tanta trascendencia como la expulsión de la Compafiía de
todas las posesiones hispano portuguesas de este continente. Pero
si en el orden civil este suceso no puede menos de llamar la atención
del historiador, en el orden religioso aún es mayor su importancia,
porque con él se infirió un daño enorme a la Iglesia y se deshizo, en
gran parte, algo fundamental, como era la educación de la juventud
y la evangelización del indigena todavía infiel. Por esta razón vamos
a dedicarle un capitulo, que por fuerza tiene que ser sintético y más
todavía en el caso presente por la sobra de materiales de información.
Bien conocida es de todos la conspiración anticristiana que, a me-
diados del siglo XVIII, empezó a fraguarse a la sombra, sobre todo, de
156 HISTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU. TOl\!IO IV

los palacios de los Reyes de la Casa de Borbón y cuya primera v!ctlm!t


fueron los Jesuitas, el muro más firme que se oponía a los avances
del filosofismo. Suprimida la Orden en Portugal y en Francia, bien
pronto les imitó España, donde el Conde de Aranda y Moñino hicie-
ron con el menguado Carlos III lo que· habla hecho Carvalho con el
débil José. El 27 de Febrero de 1767 dirigía el Monarca al Presidente
del Consejo de Castilla el Real Decreto de Ejecución, por el cual ve-
nia en extrañar de todos sus dominios a los individuos de la Compañia.
de Jesús y el 2 de Abril del mismo año firmaba la Pragmática Sanción
que reglamentaba el modo de llevar a cabo el extrañamiento as! en la
Península como en los territorios de Ultramar.
Es indudable que la actitud del Monarca envolvía un irritante e
Injusto despotismo, como el mismo D'Alembert se lo decla a Voltalre
en carta de 4 de Mayo de 1767. "¿Qué piensa Ud., le dice, del edicto
de Carlos III, expulsando a los jesuitas de Improviso? Persuadido como
estoy que ha tenido buenas y suficientes razones para hacerlo, ¿no
cree Ud. que ha debido manifestarlas en vez de encerrarlas en su
real pecho? -no le parece que ha debido conceder a los Jesuitas
el poder justificarse, especialmente siendo público que no Jo podr!an
hacer? Finalmente, ¿no opina Ud. que ha podido llevar la cosa ade-
lante con más sentido común, dado que se trataba de una medida
plausible?" Esas buenas y suficientes razones de que habla el enciclo-
pedista francés jamás se dieron a luz, aun después de haberse incau-
tado los golillas de Carlos III de todos los papeles y archivos de los je-
sulta.s, aun los más secretos y todavla hoy, después de diligentes pes-
quisas, los fundados motivos de tan grave decisión no se han publicado.
Hubo, pues, un abuso de fuerza y una violación de los más elemen-
tales derechos humanos, al desterrar, sin juicio ni proceso, de su na-
tivo suelo. a millares de súbditos Inocentes, obligándoles a emigrar a
un pa!s extraño con solo la ropa que llevaban encima y a languidecer
alli año tras año, sujetos a una pensión misera hasta que la muerte,
· más piadosa, vino a !lbrarlos de su cautiverio.
La Real Orden de 27 de Febrero e Instrucciones anexas se remitie-
ron con pliegos reservados del Conde de Aranda, fechados el 2 de Mar-
zo, a D. Francisco Bucare!!, Gobernador de Buenos Aires, el cual
se habla de encargar de trasmitirlo a los Presidentes de Charcas y Chile
y a.! mismo Virrey Amat. Por la vla de Panamá se enviaron otros al
LA EXPULSION DE LOS .JESUITAS 157

Presidente de esta Audiencia y al de Quito y duplicados al Virrey del


Perú. En el territorio del Virreinato habla tres Provincias, la del Pe-
rú que comprendía el alto y bajo, la de Chile y Ja de Quito. El núme-
ro de los jesuitas desterrados que arribaron al Puerto de Santa Maria,
según datos oficiales, fue de 2.267 y todos ellos procedían de las Pro-
vincias de América. La Provincia del Perú contaba al tiempo de la ex-
pulsión con 503 sujetos, fuera de los novicios y enfermos; la Provincia
de Chile tenla 360 y la de Quito 262. Como en este numero se compren-
d!a también a los extranjeros, a Jos cuales no les alcanzó la orden
de pasar a Italia, el total de Jos desterrados fue mucho mayor, pues
a.un habla que incluir a los que fallecieron en el viaje 1.

2. Tanto Bucarell, en Buenos Aires, como Mart!nez de Tineo, en


Charcas y Amat, en Lima, mantuvieron en secreto las órdenes del
Soberano, como se les habla prescrito, hasta el momento oportuno y
tomaron todas las precauciones del caso a fin de qúe la noticia vi-
niese a sorprender a los confiados Jesuitas. Por lo que hace a la Pro-
vincia del Perú el Colegio en donde primero se Intimó Ja orden fue el
de Chuquisaca, el 17 de Agosto; en el Cuzco se hizo otro tanto el 7 de
Setiembre, en Lima, el dla 9, en Moquegua el 15 y en los lejanos pue-
blos de Mojos, del 5 al 8 de Octubre. En Santiago de Chile se leyó la
Pragmática Sanción el 25 de Agosto; en Quito el 20 del mismo mes y
en Panamá el dia 2. Todo se hizo con el mayor sigilo, de modo que no
fue fácil el que se barruntase siquiera lo que iba a suceder. Basta citar
en comprobación de lo dicho estas palabras del Virrey D. Manuel de
Amat en carta dirigida al Conde de Aranda: "No cumpliera, dice,.
conmigo mismo ni acreditara mi satisfacción al favor que me fran-
quea la generosidad de V. E. si dejase de poner en su noticia que para
efectuar la gran obra del extrafiam!ento de los jesuitas de esta capi-
tal y sus provincias con una reserva tal que asta ahora no se acaba de
creer, sólo me serbl de D. José Perfecto de Salas, mi asesor y de mi
secretario de cartas, D. Antonio Eléspuru ... "

' Arch. Histórico Nac. Madrid. Temporalidades 229 j. Núm. 2. Relación


hecha en virtud de orden del Consejo Supremo de Castilla ... de todos los Regu ..
lares de la Compafiia que han arribado ·al Puerto de Santa Maria procedentes·
de Ultramar.. ., por D. Francisco Uruburu de Tojo. 9 de Set. 1772.
158 fllSTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU. TOMO IV

Refiramos ahora el modo cómo se ejecutó el decreto en el Colegio


Maximo de San Pablo de Lima y servirá de ejemplo para conocer lo
realizado en las demás casas y domicillos de las tres Provincias com-
prendidas en el Virreinato. Amat habia decidido llevar a cabo el ex-
trañamiento el dia 8 de Setiembre, a fin de evitar lo que se prevenia
en las Instrucciones, esto es, que pudiese llegar la noticia de un Co-
legio a otro. Suponía, con razón, que as! Bucare!! como Mart!nez de
Tineo se le adelantarían en Buenos Aires y Charcas y dióse, por lo
mismo, prisa para comunicar la orden a las provincias más lejanas.
Tan acelerados anduvieron los correos que en el Cuzco, Guamanga y
Huancavelica se leyó el decreto dos d!as antes que en Lima, o sea, el
7 de Setiembre.
La primera disposición que adoptó fue ordenar el apresto del na-
v!o "El Peruano" y como el día 8 de Setiembre las m!llcias celebraban
a su patrona la Virgen de Monserrat, después de la misa y procesión,
las convocó a su Palacio y aquella noche les ofreció una espléndida
comida. En la madrugada fueron llamados a Palacio con todo secreto
los que hablan de encargarse de la ejecución en los cuatro domicilios
que poseía en Lima la Compañia, Colegio Máximo, Noviciado, Casa
Profesa y el Colegio de Caciques del Cercado. A las tres bajó el Vi-
rrey de sus habitaciones y señaló las comisiones encargadas de inti"
mar el decreto, dando a cada una de ellas un buen contingente de
tropa, de modo que, según un testigo ocular, el total de los ejecutores
ascendía a más de 700 hombres. A las cuatro en punto salieron las
cuadrillas y Ja más numerosa, presidida por el Oidor, D. Domingo de
Orrantia, a quien asesoraban D. Juan José de la Puente Ibáñez, Al-
calde del Crimen, D. Francisco de Alarcón, Contador honorario del
Tribunal de Cuentas y otros seis funcionarios, más el escribano D. Fran-
cisco Luque, se dirigió a la Plaza en donde se levanta la Iglesia y el
Colegio. La tropa ocupó las bocacalles y se repartió por el contorno
de toda la manzana y, al caer de las cinco, llamaron a la porteria y
exigieron al portero que se presentase el P. Rector. Eralo el P. Antonio
Claramunt, a quien pidieron las llaves de la casa y D. Juan José de
la Puente pasó a su aposento y al del Provincial, José Pérez de Vargas,
a quien hizo firmar un billete, ordenando al Rector del vecino Cole-
gio de San Martin, P. Juan Bautista Sánchez viniese al punto al Co-.
legio de San Pablo con todos sus súbditos. Hechas estas diligénclas
LA EXPULSION DE LOS JESUITAS 159

bajaron a la Capilla Interior, que hacia las veces de General, los Co-
misionados, el Provincial y el Rector y, a campana tafiida, se convocó
a toda la comunlqad en el mismo recinto. Reunidos todos, dio orden
el Juez al Escribano leyese el Decreto de Extrafiamiento y con el asom-
bro y estupor que se deja entender lo escucharon los ciento y más
jesuitas que llenaban la capilla. Se les ordenó luego permanecer all!
y se pusieron guardas en las puertas para que ninguno saliese de aquel
lugar. Mientras tanto, se recorrían las oficinas y aposentos, clavando
las puertas de muchos de ellos y se decidió convertir la celda del P. Pro-
vincial como más capaz, en depósito de todos los papeles del Archivo
y demás documentos que se recogieron. No es necesario decir que, a
partir de aquel instante, quedaron los Jesuitas en calidad de presos,
sin poder salir de aquel recinto si no era para las más precisas nece-
sidades y eso con custodia de dos soldados. Se les prohibió toda comu-
nicación con el exterior y, lo que más sintieron fue, que se les privase
de decir misa y aun se consumiese el sacramento que habla reservado
en la capilla. Más tarde se mitigó esta disposición, pero el trato que
recibieron dejó bastante que desear.
En la Casa Profesa de los Desamparados se presentaron a la mis-
ma hora D. Alfonso Carrión y Morcillo, Alcalde del Crimen, D. Andrés
de Morales, Superintendente de la Casa de Moneda, D. José de Her-
boso y Figueroa, Contador del Tribunal de Cuentas y otros en compa-
ñia de un escribano y de un Teniente que mandaba un piquete de 70
granaderos. Llamóse al P. Prepósito, el P. Pascual Ponce de León, y
a éste se le ordenó citar a todos los que compon!an la comunidad, co-
mo lo hizo. Acudieron aquellos Padres, en su mayoría graves y de edad,
excepto el P. Nicolás Llaguno, que se encontraba enfermo y el P. Fran-
cisco Larreta, que estaba ausente. Sin más dilación se les leyó el de-
creto y luego, con sólo el sombrero y manteo y el breviario, montaron
en unas calesas que esperaban en la plazuela de los Desamparados y
fueron conducidos al Colegio de San Pablo.
En el Noviciado de San Antonio Abad, cuyo Rector era el P. Fer-
nando Doncel, ejecutó el decreto el Fiscal D. Diego Holgado y, una
vez que remitió a todos los Padres y Hermanos al Colegio, condujo a
su casa a los novicios a fin de explorar su voluntad sobre si deseaban
conservar la sotana de la Compafiia o dejarla, pero en realidad para
presionarlos a fin de que hiciesen esto último, valiéndose de toda suer-
160 fl'.ISTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU. TOl'VfO IV

te de medios y aun de ecleslastlcos que les pintaban como un crimen


el seguir a los Padres. De los 22 novicios que habla entonces, de Jos
cuales 13 eran escolares y los !:lemas coadjutores,, sólo dos se man-
tuvieron firmes, el escolar Manuel Sanchez y el coadjutor José Torlano.
En los demas domicilios se procedió de igual manera. En Truji!lo y
en Juli el decreto fue promulgado el 3 de Setiembre; en Santa Cruz de
la Sierra, el día 4; en el Cuzco y Guamanga el 7 y en Arequipa y Mo-
quegua el dla 17. Los Jesuitas de las casas de Lima y de las ciudades
más próximas, como Bellavista, Pisco, Ica, Huancavelica, Guamanga y
Truji!lo se concentraron en Lima de modo que pronto el Colegio de
San Pablo ofrecla albergue a 243 individuos. La mayor parte de éstos
salló, como veremos, para Espafia por la v!a del Cabo de Hornos,
salvo los ancianos y enfermos a quienes se remitió a Panamá, para
no exponerlos a tan largo viaje. Los del Cuzco fueron conducidos a
no para de alll encaminarlos a Lima y los de Jull, as! como los del
Alto Perú, inclusive Jos Misioneros de Mojos, que fueron los que más
tardaron en llegar a la costa, fueron dirigidos al puerto de Arica, de
donde se trasladó a todos al Callao.
En el territorio de la Audiencia de Quito se leyó el decreto de ex-
pulsión algún tiempo antes, por haber recibido las Instrucciones y la
Real Cédula el Presidente D. José Diguja de manos del Virrey de Santa
~'e, el cual le advert!a en su carta que procurase nevar a cabo el ex-
trafiamiento con la prontitud y sigilo necesarios, esperando poder
hacerlo él en el territorio de su mando a fines de Julio o en los pri-
meros dlas de Agosto. El Presidente de Quito recibió esta comunica-
ción el dla 6 de Agosto y determinó ejecutar la orden el dia 20, remi-
tiendo a los Corregidores de los lugaves donde había casas de la Com-
pa:flla las Instrucciones para que, más o menos por el mismo tiempo,
lo verileasen en su distrito. En las casas de la Gobernación de Popoyán,
a saber los Colegios de Pasto, Popayán y l3uga, el decreto fue leido
con dlas de anticipación y por la orden dada por el Virrey de Santa Fe.
El dla 20 de Agosto, muy de mafiana, el Presidente Diguja en.per-
sona, acompafiado del Oidor D. José Ferrer, del Marqués de Villa Ore-
llana, del Conde de Selva Florida y del Capitán· José Antonio Ascl\-
subi, que tenla a sus órdenes un piquete de 20 soldados, se presentó
en el Colegio Máximo y, habiendo dado orden de que nadie entrase o
saliese del edificio, pasó al aposen to del ProVlnclal, Miguel de Mano-
LA Ek"""PULSION DE LOS ,JESUITAS 161

salvas y le pidió que congregase a toda la comunidad en una sala don-


de todos pudiesen caber cómodamente. Hlzose así y se unieron a los
del Colegio los jesuitas que resid!an en el Seminario de San Luis, que
fueron llamados por orden del Presidente; Diguja, en presencia (\e to-
dos y del escribano que le acompafiaba comenzó a dar lectura al de-
creto, pero hubo de dejarlo porque el llanto ahogaba su voz. Prosiguió
el escribano y, una vez terminada la lectura, el Provincial manifestó
que en nombre de todos obedecería la orden.
Quedaron alll los Jesuitas de ambas casas, a Jos cuales se unieron
luego los del Noviciado, donde les intimó el decreto el Oidor Decano,
D. Luis de Santa Cruz y Centeno, vigilados pero con alguna libertad
para tratar entre si y con los de fuera y. aun para poder sacar de los
aposentos lo que necesitaban. Diguja se mostró ciertamente mucho
más humano y compasivo que el Virrey Amat. A los Novicios se les
separó de los demás Padres y se les reparMó por .algunas casas. Como
,eran sólo diez fue fácil hacerlo. Dias más tarde se exploró su volun-
tad y la mitad resolvió seguir a los Padres al destierro. El dia 31 de
Agosto salieron 61 sujetos, montados en mulas, camino de Guayaquil,
punto que habla de servir de depósito para todos los j.esultas de la
Provincia, con excepción de los de Panamá, Popayán, Pasto, Buga y
algunos de las Misiones de Malnas.
Hizose el viaje con alguna incomodidad, aun cuando D!guj a tomó
las disposiciones necesarias para que nada faltase a los d<osterrados
y el dla 18 de Setiembre llegaron a Guayaquil. A este grupo se siguió
otro más reducido y sucesivamente fueron llegando los procedentes de
los demás domicll!os, en todos los cuales se dio lectura al decreto con
corta diferencia. En Quito, y en el convento grande de San Francisco,
quedaron los PP. y HH. Procuradores y algunos ancianos, dementes o
enfermos, imposlbll!tados de emprender el viaje. De este modo, y con
general sentimiento de los habitantes de la Audiencia, desampararon
su territorio los Jesuitas y en el puerto de Guayaquil esperaron la em-
barcación que habla de conducirlos a Panamá. Los dejaremos alli para
hablar de la expulsión de los Misioneros, as! de Mojos como de Malnas.
La Provincia del Perii. tenla por entonces una misión muy flore-
ciente en los llanos de Mojos, al oriente de la actual repii.blica de Bo-
livia. Merced a sus esfuerzos vivían pacíficamente unos 30.000 Indios
repartidos en ¡7 pueblos y, en ellos, bajo la dirección de los Padres,
162 HISTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU. TOMO IV

se instru!an bien en la religión cristiana y aprendían Jos oficios más


necesarios para la vida. Fuera del cultivo de sus chacras, de donde
sacaban su diario sustento, tenlan también muchos hatos de vacas
que los Misioneros hablan introducido y se hablan multiplicado enor-
memente. Sembraban también algodón, con el cual tejían sus vesti-
dos y fabricaban lienzos que se vendían junto con otros objetos a los
españoles de Santa Cruz y de la Provincia de Charcas. La mayor cala-
midad que se cernió sobre estas Misiones, después de las pestes que al-
guna vez hicieron su aparición, fue la amenaza de los Paulistas que
comenzaron a invadir las tierras fronterizas y, aprovechándose del
desarme de los indios y de la negligencia de las autoridades españolas,
se echaron sobre algunos pueblos y obligaron a los misioneros a des-
ampararlos y a huir con sus habitantes, so pena de ser reducidos a
esclavos sl calan en sus manos. De este modo fueron destruidas por
los Mamelucos del Brasil, las reducciones de Santa Rosa en el Itenes
y luego la.<> de San José y San Miguel.
Al tiempo del extrañamiento eran 26 los Padres que cultivaban este
campo y era Superior de todos el P. Juan de Beingolea. Facilitó el cum-
p!lmiento de la orden el hecho de encontrarse entonces en. el territo-
rio de Mojos parte de la expedición enviada a contener el avance de
los portugueses. Obedeclan esos soldados a D. Antonio Aymerich y
Villajuana y éste recibió carta del Presidente de la Audiencia de Char-
cas, suscrita el 19 de Julio de 1767, para que sacase a los jesuitas de
aquellos pueblos. No alcanzó a !ntlmarla al Superior, P. Beingo!ea, has-
ta el 5 de Octubre y el día 8, desde San Pedro, le respondía que estaba
pronto a ejecutar Jo dispuesto con todos sus súbditos y que habla en-
viado un propio a los Padres de Exaltación y a Jos de San Javier y
Trinidad para que llevasen a cabo el inventario de Iglesia y Casa y
se aprestasen a salir. La orden de expulsión se habla intimado en San-
ta Cruz el 4 de Setiembre, de modo que trascendió a Mojos la noticia,
aun antes de leerse el decreto a Jos Misioneros. Esto fue causa de un
comienzo de desbande, pues muchos indios de Loreto, de San Pedro
y Trinidad comenzaron a recoger sus cosas para abandonar las re-
ducciones e internarse en la selva. Los Padres les hubieron de cal-
mar y aconsejar que se quedasen.
Aymerich penetró con algún recelo, debido a la actitud de los In-
dios, pero el Superior, P. Beingolea, le dio toda clase de seguridades y
LA EXPULSION DE LOS JESUITAS 163

colaboró con él a fin de que se cumpliesen las órdenes reales. No fue


cosa fáeil reunir a todos los misioneros y encaminarlos a Santa Cruz,
as! por la distancia como por la edad avanzada de algunos, como fue
el caso del P. José Reyter, cura de Magdalena y Vice Superior de las
Misiones. No obstante, como se habla dado orden para que no que-
dase ninguno, el mismo P. Reyter hubo de ponerse en camino y el 15
de Febrero de 1768 llegaba a San Pedro con su compafiero el P. Nicolás
suslch. Los últimos en abandonar el territorio de Mojos lo hicieron
el 17 de Abril. Eran siete en total y entre ellos se hallaba el P. Francis-
co Javier Eder, futuro historiador de la Misión.
-Gradualmente fueron llegando a Santa Cruz, donde también se les
unieron algunos de la Misión de Chiquitos, perteneciente a la Pro-
vincia del Paraguay. El contingente principal arribó a Cochabamba
el 2 de Julio y a Tacna el 30 de Setiembre, logrando al fin embarcarse
en Arica para el Callao ,el 22 de Octubre. El mismo ejecutor del extra-
fiamlento, en carta al Presidente de Charcas de 22 de Octubre de
1767, no podla menos de advertir que la salida de los jesuitas det;3r-
minaria la decadencia de las misiones y el desamparo de los pueblos
por los indios. Aunque se trató de suplirlos con sacerdotes seculares u
otros religiosos, unos veinte afios más tarde, el Gobernador D. Láza-
ro de Rivera, en su lnform"', no podla ocultar que de los 17 pueblos de
Mojos sólo subsistlan once, los más sin fondos, sin ganados y en su
tl:ltima declinación, contándose una población de 20.000 almas, es de~
c!r, que se habla perdido la tercera parte•. Todavia era más lúgubre
la pintura que en el afio 1793 hacia el Intendente, D. Francisco de
Viedma, al Virrey de Buenos Aires y por uno y otro testimonio se pue-
de formar concepto del desastre causado por la expulsión en este sec-
tor de la América hispana.
Los jesuitas de Mainas, de la Provincia de Quito, salieron también
con bastante retraso, excepto los dos misioneros de Lamas que se en-
caminaron a Paita y los siete que habla en la región del Napo, los
cuales se dirigieron a Quito. Los demás, en número de 19, juntamen-
te con el Superior, Francisco Agui!ar,. fueron enviados al Pará, de
donde se les trasportó a Lisboa y luego al Puerto de Santa Maria. La
mitad, por lo menos, de estos misioneros eran extranjeros, en su ma-

' A. de Ja H. Madrid. Col. Mata Linares. Tomo IX, p. 551.


164 HISTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU. TOMO IV

yor paxte alemanes e italianos, a los cuales se dejó en libertad para


volver a su pals de origen. El comisionado español, José Basabe, los
trató con bastante humanidad y entregó a las. a,utoridades portugue-
sas, las cuales procedieron con algún rigor, sobre todo por extremar ·
su incomunicación, pero el que más atormentó a los pobres desterra-
dos fue el mismo Superior, hombre apocado y escrupuloso y falto de
sentido común. En Lisboa murieron los PP. Deubler y Widman y los
restantes llegaron por fin a Cádiz el 17 de Julio de 1769. Trasladados
al Puerto de Santa Maria y alojados en el Hospicio de Indias, el
Marqués de la Cañada los libró del molesto Superior, disponiendo que
éste pasase al convento de los franciscanos y que le sustituyese el
P. Pedro Esquini.
El quebranto que sufrieron las Misiones de Mojos se repitió en es-
tas de Mainas, las cuales a los veinte años de la expulsión no eran sino
el esqueleto de lo que había sido ,en tiempo de los Jesuitas. Por más
empefio que se puso en proveerlas de sacerdotes, éstos o desmayaban
o ejercian su oficio con negligencia. Los franc!Scanos que les sucedie-
ron tampoco pudieron restaurar lo perdido, parte por su escaso núme-
ro, parte porque con frecuencia abandonaba:n las reducciones y se
trasladaban a las diócesis vecinas, como lo expresaba el Gobernador
D. Francisco Requena en carta al Obispo de Quito de Setiembre de
1793. Unos afias más tarde, el Presidente D. Toribio Montes, en un In-
forme de 7 de Febrero de 1816, no vacilaba en decir al Monarca, que las
Misiones se hallaban en un sensible atraso, pues "por. falta del nece-
sario cultivo, han vuelto varias poblaciones a la barbarie y gentilidad
de que fueron sacados a grande costa y aun ha. sucedido que los por-
tugueses, subiendo el Marafión, cargasen sus buques de indios per-
tenecientes a los dominios del Rey y los trasportasen a sus colonias".•.
En Chile la expulsión se realizó también antes que en el Perú. El
Presidente, Antonio Gu!ll y Gonzaga, la llevó a cabo en Santiago el
dia 26 de Agosto de 1767 y en esa misma fecha le participó la real
orden al Ob!Spo D. Manuel de Alday, qulen, con gran sentimiento de
su parte, hubo de trasmitirla al clero secular y regular de la dió-
cesis. No fue muy dificil por la proximidad de las casas y Colegios con-

a J. Jouanen, "Historia de la Compañia de Jesús en la Antigua-Provincia


de Quito". Quito, 1943. Tomo 2, lib. IV, cap. V, p. 647.
LA EXPULSION DE LOS JESUITAS 165

centrar a los cuatrocientos y tantos jesuitas que componían enton-


ces la Provincia, de los cuales la mitad eran nativos del Reino. De
éstos, 289 fueron embarcados para el Callao y 19 permanecieron en
Chile por enfermos. En este número debió contarse el Hermano José
Ze!ller, que tenía a su cargo la Botica de nuestro Colegio de Santiago
y al cual el Presidente Guill retuvo en la ciudad, por ser aquella la
única farmacia existente en la población y a fin de que adiestrara a
alguno en su arte.
El primer contigente de jesuitas chilenos llegó al Callao el 24 de
Febrero de 1768 y de este lugar en 35 coches fueron conducidos a Li-
ma donde se les dio alojamiento en la Casa Profesa de los Desampa-
rados. El Virrey Amat había dado orden para que en El Peruano, que
había salido del Callao rumbo al Cabo de Hornos, se embarcaran 200
jesuitas de Chile, pero el Presidente Guill, instruido por los oficiales
del navío no permitió que se cometiera este inaudito atropello, en
vista de lo sobrecargado del barco. Tan sólo 24 jesuitas chilenos ad-
mitió a su bordo y el 1 de Enero de 1768 continuó su viaje a la penín-
sula. Del Callao salieron en el Santa Bárbara, el 15 de Marzo de 1768,
160 jesuitas chilenos y buen número del Perú y, sucesivamente, fue-
ron saliendo otras expediciones hasta agotar el número de los deste-
rrados.

3. Del. largo viaje que hubieron de hacer hasta llegar a las playas
de Italia nos han quedado varias relaciones, como la del P. Juan de
Velasco, por lo que toca a los sujetos de la Provincia de Quito, la del
anónimo jesuita de la Provincia peruana que en tres volúmenes se
guarda en la Biblioteca Nacional de Florencia y hemos publicado en
parte en el tomo V de nuestra Biblioteca Histórica Peruana y la de
otro anónimo chileno que se conserva en -el Archivo de la Compafiia
de Roma. Todas son de mucho interés y ponen de manifiesto las mu-
'chas penalidades que sufrieron los proscritos y al embate de las cua-
les sucumbieron no pocos. Aun cuando en aquel tiempo el porte de
los navíos había crecido notablemente, como casi todos ellos estaban
destinados al comercio y sólo podían admitir un reducido número de
pasajeros de cámara, su capacidad para acomodar a tantos era casi
ninguna. Hubo, sin embargo, que trasportar en ellos a más de 200 Je"
sultas de una sola vez, sin contar la.tripulación, abastecerlos de vi-
12
166 HISTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU. TOMO IV

veres y agua para tres o cuatro meses y aun más, como era el caso de
los que habían de dirigirse a la Península por el Cabo de Hornos y,
por consiguiente, el hacinamiento en las naves, la mala condición de
los alimentos y otros accidentes tenían que hacer molesta y dura la
vida a bordo.
Vamos a copiar un párrafo del Diario de uno de los desterrados,
estudiante espa:líol que salió para la Peninsula en compafiia de sus
hermanos en el navío El Peruano'. Dice as!: "Si mala o insípida era
esta comida, peor se fue poniendo de cada dia, pues luego que se aca-
bó aquella poca carne fresca que habíamos embarcado en Valparaiso,
se guisaban los frejoles en agua pura y concluidos éstos, quedamos
con sólo las lentejas, fuera de los Domingos que se nos daba un poco
de arroz. Con el sumo calor del navío las lentejas todas se carcomie-
ron y tal cual las sacaban del pafio! las ponían a cocer, de lo que
resultaba que venían nadando por el caldo millares de animalitos y
era preciso sacar los que se podían antes de empezar a comer. En los
primeros días nadie las tocaba, mas como a buen hambre no hay
pan duro, fue preciso tomar lo que repugnaba, si queríamos mantener
la vida y llegar a Espafia; la misma diligencia se hacia con la galleta
por estar ésta toda agusanada. Cerca de la linea se enfermó el coci-
nero y, no obstante, que el navío tenia más de 300 hombres de tri-
pulación, no se halló uno siquiera que por caridad hiciera nuestra
comida, por cuyo motivo el P. Provincial dispuso que uno de los Je-
suitas la preparase. Era muy natural que alguno de los Hermanos
Coadjutores se ofreciese a ejercer este acto de caridad, propio de su
humilde estado, pero no fue as!, sino que o todos repugnaron o no qui-
sieron obedecer al Superior. Entonces el H. José Escoda, estudiante
teólogo, corrió a la cocina e hizo el oficio de cocinero por el espacio
de un mes y hubiera continuado si una fimdón que por el demasiado
calor le inftamó los ojos, no se lo hubiera impedido, pero el H. Juan
Maestre, contemporáneo en los estudios, suplió con su activa caridad
la falta del primero y de este modo llegamos a Cádiz.
¡Cuán de otra calidad era la comida del capitán y demás oficiales!
Se vequeria la paciencia de un Job para conservar la paz y tranquili-
dad del corazón, al ver la esplendidez y mesa regalada que ellos tenian,
comiéndose todas las provisiones destinadas para los Jesuitas, como
eran escabeches, perniles y otras cosas delicadas, las cuales pasán-
LA EXPULSION DE LOS JESUITAS 167

dolas por medio de los hambrientos prisioneros iban a ser delicado


pasto de aquellos que más los ultrajaban. Mientras pudimos suplir la
falta de comida con aquella poca provisión que cada uno hizo en Val-
paralso nos mantuvimos fuertes, pero luego que ésta dio su fin, se
padecieron tales hambres que un Maestro de Teología, de nacimiento
ilustre y naturalmente vergonzoso, llamado Casimiro Bohorques, pidió
en la presencia de todos un bocado de carne a uno de los sírvien tes
de la mesa del capitán y la pidió con tanta humildad cual la pedirla
el pordiosero más rotoso y miserable. Esta mortificación cotidiana cre-
cía al ver que por un leve o casual encuentro, luego, cualquiera de los
oficiales, a vista de toda la chusma, sin reparar en las canas ni juven-
tud, llenaban de baldones y palabras descompuestas a los prisioneros,
tratándoles d.e soberbios, de codiciosos, etc." 4 •
La relación del anónimo chileno que hizo el viaje en el "Santa
Bárbara" confirma todo lo dicho antes. La nave llegó a Cádiz a Jos
cinco meses y quince dlas de su salida del Callao y en tan largo tiempo
las privaciones fueron muchas. Ellas se deblan, en gran parte, a la
rapacidad del Capitán, a quien se entregó una buena suma para apro-
visionar el navlo, pero como era el mayor plcaro que pisaba la tierra,
en sentir de uno de los pilotos, gastó lo que le pareció bastaria para el
viaje, guardándose lo demás para compensar las pérdidas sufridas en
el viaje de Cádiz al Callao. Corrobora todo lo dicho por el anterior
sobre la mala calidad de la alimentación, la menestra llena de gorgo-
jos, la galleta agusanada y la carne en tan corta cantidad que un dla
un Padre se presentó con el plato en la mano ante el Capitán para
preguntarle si era humano si después del ayuno forzoso que se les
imponla se les sirviese una tan escasa ración. Fue especial providencia
de Dios que no enfermasen y aun muriesen algunos en este viaje y
sólo hubo que lamentar la pérdida del Hermano Coadjutor, Juan de
los Rlos, de la Provincia del Perú, que murió de inanición poco antes
de llegar a Cádiz.
No lo pasaron mejor los de la Provincia dé Quito. Basta decir que
en el viaje de Panamá a Cartagena fallecieron siete, uno de los cuales
fue el Provincial, P. Miguel Manosalvas, que murió en la primera de
estas ciudades y en la segunda rindieron luego la vida otros tres. Se

• B. H. P. Tomo V. Relaciones de Viajes. Lima, 1947, pp. 148 y s.


168 HISTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU. TOMO IV

les transportaba en canoas y embarcaciones averiadas, de Cruces a


Chagres, de aquí a Portobelo y de este puerto a cartagena. Se descui-
daba el aprovisionamiento de modo que se padecía verdadera hambre
y muchas veces se acomodaba a los Padres en barcos dedicados al
tráfico negrero y apestados, poniendo en peligro su vida y haciéndoles
insoportable la estancia. No faltaron verdaderos naufragios, de Jos
cuales salieron con vida por especial providencia de Dios. De Carta-
gena se les condujo, por mar, hasta Batabanó y de aquí, por tierra, a
la Habana, en donde fueron recluidos en el castillo de Regla. Aqul
se les daba un trato indigno y no pocos murieron así de la Provincia
de México como de la de Quito. De la Habana salieron varias expedi-
ciones, conduciendo a los jesuitas de Santa Fe, México, Quito y aun
algunos del Perú. Una de las últimas en dejar aquel puerto conduela
al P. Isidro Losa que nos ha dejado relación de este viaje. Dice así:
"Al cabo de 59 días que estuvimos en la Habana nos volvimos a em-
barcar en el San José para Espafia, el día 23 de Agosto de 1768, de
mafiana, con viento favorable, pero tuvimos la pesadumbre· de haber
muerto el P. Hilarlo García Lanza de vómito negro el 25 de Agosto ...
El día 29 murió; a las cinco de la tarde, el P. Baltasar de Moneada de
la Provincia del Perú, sujeto de 86 años de edad ... , el día 30 murió,
por la mañana, el P. Sebastián Bruno Correa ... y el mismo día, a las
cinco de la tarde, el Hermano Felipe Garracino, Coadjutor ... las muer-
tes aceleradas de estos dos sujetos nos pusieron en la mayor conster-
nación y acudimos al patrocinio de San José por medio de una novena,
con lo cual se disipó la peste que habla prendido ...
Desembocado el canal de Bahama, tuvimos doce días de fuerte vien-
to contrario, en que con los balances nos maltrató muchísimo el mar...
el día 13 de Octubre, a las cinco de la mañana, murió el P. Angel Ma-
ria Manca, de 80 años de edad. Provincial de Santa Fe y dos veces en
Quito ... Murió sin calentura y sólo de pesadumbre y suma melancolía,
algo de mareo a que se agregó la falta de alimento que no habla. El
23 del mismo mes de Octubre murió el P. Santiago Pastor, de la Pro-
vincia del Perú. Murió también de pura necesidad. El día 23 de No-
viembre dimos fondo en la bahía de Cádiz, en cuyo día se cumplieron
tres meses y tres días de viaje. Llegamos sumamente flacos y traspi-
llados por la falta de alimento, tanto que el día que dimos fondo se
LA EXPULSION DE LOS JESUITAS 169

habla dado a la cocina la última carne salada y para adelante no que-


daba otro alimento que galletas y agua"'·
Si el acto de expulsión de los Jesuitas fue en si una medida de ri-
gor y una violación de los más elementales derechos humanos, la
forma cómo se extrafió a estos pacificos ciudadanos, arrancando a
muchos del propio suelo, excede a todo cuanto se puede imaginar. No
faltaron, sin duda, autoridades que se mostraron más clementes y tra-
taron de suavizar un tanto las molestias y sufrimientos de los deste-
rrados, pero puede decirse que fueron la excepción y aun esos mismos
en muchas ocasiones no pudieron hacer otra cosa sino mostrar su
buena voluntad, as! por carecer de medios para aliviar la suerte de
los expulsos como por las instrucciones que en contrario hablan re-
cibido.
El Puerto de Santa Maria se convirtió en depósito de los jesuitas
americanos y aquí permanecieron hasta que llegó el momento de salir
para Córcega y la Italia. Estando aún en este lugar se produjo la exci-
sión entre los que resolvieron continuar en la Orden, cualquiera que
fuese la suerte que se les deparase y los que, ilusionados por las pro-
mesas del Marqués de la Cafiada, representante del Monarca, decidie-
ron pedir las dimisorias y abandonar la Compaiíia, con la esperanza
de poder restituirse a sus tierras. Fue una maniobra ruin y un lazo
que se tendió a muchos de los jesuitas americanos por los satélites de
Carlos III. Un testigo presencial nos refiere as! el episodio: "A 2 de
Mayo, segundo dia del desembarco, llamó el Marqués de la Caiíada a
los jesuitas americanos y empezó decfaradamente el primer combate.
Díjoles que la Magestad del Rey Católico nada tenía contra ellos y si
bien los espafíoles que estaban en las Américas no concurrieron al
motln que en Madrid se hizo contra su persona 6 , sin embargo, era pre-
ciso como espafioles y que formaban un cuerpo proceder contra ellos.
Mas que a los nacidos en América Jos atenderla Su Magestad y en los
oficios y empleos que obtendrlan experimentarían su Real protección;
que dejasen la sotana, que al cuidado de Su Magestad quedaba conse-

5 J. Jouanen. Ob. cit., lib. IV, cap. IV, pp. 6~4 y s.


~ Es conocido en la historia .con el noinbre de Motin de Esquilache o de las
capas y sombreros.
170 HISTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU, TOMO IV

',
guirles el Breve Pontificio, mas que habían de pasar a la Italia como
condición precisa para el cumplimiento total del Real Decreto ... "
Estas promesas falaces, que envolvian, por otra parte, un contra-
sentido no pudieron menos de impresionar el ánimo abatido de al-
gunos. Como dice el P. Isla en su famoso Memorial, una proposición
semejante se hizo a los Hermanos Coadjutores de la Provincia de Cas-
tilla y en virtud de órdenes de la Corte. Un j esulta de la Provincia del
Paraguay encabezó la deserción y arrastró a otros de modo que el
número de los disidentes o descontentos, como se les denominó, vino
pronto a pasar del centenar. Los habla de todas las Pr01Vincias de
América pero el principal contingente procedía del Perú. Alguna ex-
cusa tiene su debilidad, por razón de las circunstancias, sobre todo
en los jóvenes que aun no se hablan incorporado en la Compañia y
tenían que inquietarse por su porvenir. Por su desdicha, aun cuando
se les separó de los que permanecieron fieles y se les renovaron las
promesas hechas, su suerte no vino a diferenciarse de la de los de-
más y en Italia se les instaló en la comarca de Génova, donde per-
manecieron hasta la extinción de la Compañia. Esta medida adoptada
por Clemente XIV desligó a todos de los votos religiosos y así vino a
ser una misma la condición de unos y otros, pero no por eso terminó .
su destierro ni tampoco la vigilancia que sobre ellos ej ercian las au-
toridades españolas o comisionados regios.
El 9 de Junio empezaron los expatriados a salir para los Estados
Pontificios y una de las primeras naves en dejar la bahía de Cádiz
fue el Santa I&abel que condujo al puerto de Liorna a ciento tres je-
suitas extranjeros. Las otras naves se dirigieron a Córcega, pero ni
en Ajaccio ni en La Bastia se les dio acogida por lo que hubieron de
pasar a Portofino, donde después de no pocas dificutades se les per-
mitió desembarcar. Los del Perú se encaminaron a Sestri y luego a
los estados del Duque de Parma, hasta llegar a Faenza. Otros grupos
pusieron pie en tierra en la Spezia y, por fin, se concentraron todos en
Ferrara, salvo los disidentes que quedaron ,en la comarca de Génova.
Los jesuitas de Quito se distribuyeron en las ciudades de Faenza, Ri-
mini y Ravena y los de Chile se instalaron en !mola. Distribuidos en
varios domicilios se trató de restablecer la vida religiosa y, en parte,
se logró este intento, pero el breve de supresión dado por Clemente XIV
LA EXPULSION DE LOS JESUITAS 171

en 1773 los obligó a dispersarse y a partir de entonces dejó de hacerse


vida común, al menos de una manera regular.

4. Este crecido número de Jesuitas americanos, esparcidos por las


legaciones pontificias, no permaneció en los largos años del destierro
Inactivo. Muchos se dedicaron al estudio, otros a la enseñanza y al-
gunos, en cuanto lo permitían los Obispos, ejercieron el ministerio
propio del estado sacerdotal. El gobierno español había señalado de
pensión a los sacerdotes 100 pesos al año y a los estudiantes y coadju-
tores 90. Con este socorro no podían vivir con holgura, aun cuando en
aquel tiempo por 5 ó 6 pesos al mes podían conseguir alojamiento y
alimentación modesta. Apenas les sobraba para el vestido, medicinas
y libros, de modo que para vivir con más desahogo o hacían vida co-
mún o bien se procuraban alguna entrada o ayuda de costa. Después
de la supresión fue más fácil ir a una u otra parte y acomodarse en
mejores condiciones 7 •
Como era natural que sucediese entre tantos hombres dedicados al
estudio y familiarizados con los libros, la ordinaria ocupación de mu-
chos fue el manejo de la pluma y la lectura reposada. Algunos la to-
maron como solaz y entretuvieron sus ocios hojeando infolios o
revisando la literatura del día, pero otros se propusieron legar a la
posteridad el fruto de sus investigaciones y de su labor intelectual Y
nos han dejado obras muy apreciables. Como ya lo advirtió Menéndez
y Pelayo, que se ocupó de los jesuitas españoles y americanos que en
Italia dieron muestras de su saber, el número de los expulsos que se
levanta sobre el nivel de las medianías es bastante considerable, pero
también abundan los, autores de escritos efímeros. Salvo algunas hon-
rosas excepciones, especialmente entre los de la Provincia de México,
donde brillan un C!avigero, un Francisco Javier Alegre, un Landivar,
un Diego Abad, un Manuel Mariano Iturriaga y un Andrés Cavo, los
demás, sin hacer agravio a su memoria, pueden y deben ser incluidos
entre los últimos. De la Provincia de Chile tres nombres sobresalen,
los de Juan Ignacio Malina, Manuel Lacunza y Andrés Febrés, aunque
este último no era chileno. De la Provincia del Perú apenas pueden ci-

7 Según el P. Mariano cuevas la pensión era de 75 pesos fuertes, pero la


calcula, teniendo en cuenta lo que de ella se escalfaba por gastos, etc., de re-
misión del dinero. Otros la :fijan en una peseta por dia o real y medio.
172 IDSTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU, TOMO IV

tarse los nombres de los PP. Miguel Negreiros y Miguel de León y el


de los estudiantes Evar!sto Albites y Juan Pablo Vizcardo, precursor
ideológ'ico este último de la independencia de América. De la Pro-
vincia de Quito sobrevivirán los nombres de Juan Bautista Aguirre y
Ramón Vlescas.
Es preciso tener en cuenta que, dada la pobreza en que vivía la ma-
yor parte, no era cosa fácil que pudieran muchos llegar a estampar
el fruto de sus trabajos. De ahí el que quedaran inéditas o manuscri-
tas muchas de las obras de los expulsos, algunas de verdadero mérito,
como la Historia del Reino de Quito del P. Juan de Velasco o el Origen
de los Americanos del trujillano P. Marcos Vega. De todos modos, los
que no descollaron por su saber y erudición, se distinguieron por sus
virtudes y casi todos los Ordinarios de las ciudades en donde residie-
ron Jos jesuitas y aun otros que tuvieron ocasión de conocerlos de
cerca, dieron claro testimonio de la edificación que daban al pueblo
y del buen ejemplo de su vida.
Lentamente fue reduciéndose el número de los desterrados; la
muerte fue segando sus vidas y les abrió el camino de la verdadera
patria. Al tiempo de la supresión los exjesuitas peruanos que vivían
en Perrara era en total 137, de los cuales 99 eran sacerdotes y los de-
más coadjutores o estudiantes. En el año 1797 el Gobierno español les
concedió la facultad de pasar a España, pero bajo condiciones bastante
onerosas, de modo que pocos se aprovecharon de la concesión. Se dul-
cificó más tarde la orden y, en 1799, varios pasaron a la Península,
pero con ánimo de continuar a América. Pronto s.e disipó su ilusión,
pues se les manifestó que de todos modos quedaba prohibida su vuelta
a las Indias.
Al restaurar Pio VI la Orden de Ignacio en todo el Orbe, los restos
de la Provincia del Perú yacían esparcidos por España e Italia y, se-
gún una relación del tiempo apenas alcanzaba su número a la docena.
En 1815 Fernando VII la restablecla también en sus dominios, pero
ninguno de ellos, que sepamos, alcanzó a volver al Perú. De los jesui-
tas chilenos, tres resid!an en su patria al tiempo de la restauración,
los PP. Francisco Javier Caldera, Felipe Vidaurre y Juan González
Carvajal. Los jesuitas quiteños, por aquel entonces, eran más nume-
rosos, pero buena parte de ellos residía en España y no consta que al-
guno volviera a su patria. De los sobrevivientes tres o cuatro se incor-
LA EXPULSION DE LOS JESUITAS 173

poraron a Ja Compafiia y murieron en ella como Jos PP. José Araoz,


Pedro Berroeta, Domingo Crespo e Ingacio Romo.
Al fin, pasada la tempestad y serenado el cielo, volvió nuevamente
a surgir la Orden de Ignacio, a la cual sus enemigos hablan creído in-
ferir un golpe mortal y decisivo. Muchas predicciones habían circu-
lado sobre esta impensada resurrección de la Compafiia y no es este
el lugar de examinar si se apoyaban o no en sólidos fundamentos, pero
es cierto que entre los jesuitas que permanecieron fieles a su vocación
no se extinguió nunca la esperanza de que un dia habría de brillar
la inocencia de la víctima sacrificada por los enemigos de la Iglesia,
cumpliéndose aquello que habla dicho en un soneto el jesuita del
Perú, Justo Castellanos:
Espera sól<? en Dios, oh Compañía,
no de humano favor estés pendiente,
que es idólatra infiel y, justame.nte
maldito, el hombre que en el hombre fla.

Espera sólo en Dios con valentía,


sin que tanto pesar te desaliente,
que no se vio jamás que el inocente
quede contuso, cuando en Dios confía.

5. En Espafia no debieron darse cuenta del desastre que ocasionó


en América la expulsión de los Jesuitas. Previeron, sin duda, que no
iba a ser cosa fácil sustituirlos en las Misiones, desde la de la Califor-
nia y Nuevo México hasta las de la Tierra del Fuego, pero juzgaron
que en alguna manera se supliría su falta con sacerdotes seculares o
bien con otros religiosos, pero no pararon mientes en los otros aspec-
tos del problema, el educacional, por ejemplo, y pasaron por alto el
fruto que se seguía de sus ministerios con los prójimos. Las excesivas
precauciones que se tomaron para que no llegara a traslucirse la real
disposición, antes de intimarles el decreto y la orden dada para que
de un modo simultáneo se ejecutase, de modo que no se hiciese posi-
ble resistencia alguna, demuestra que no ignoraban los golillas de
Carlos III el ascendiente que gozaban los jesuitas entre los americanos
y lo mal vista que tenia que ser esta medida. En atención a todo esto
y para prevenir cualquiera reacción favorable a los jesuitas, se ordenó.
174 IDSTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU. TOMO IV

a los Virreyes y Gobernadores ponerse de acuerdo con las autoridades


eclesiásticas, asegurarles la protección del Monarca y rogarles influ-
yesen en el ánimo de los fieles a fin de que todos acatasen lo dispues-
to y lo tuviesen por bueno. No faltaron Prelados que muy a su pesar
se sometieron y no ocultaron su desagrado, como el Obispo de Santia-
go, D. Manuel Alday, pero no escasearon los que incondicionalmente
aceptaron la orden y aun la aplaudieron como fue el caso del Obispo
de Córdoba del Tucumán, D. Manuel Abad Illana. En el Perú, el Obis-
po de Trujillo, Luna Victoria, no disimuló el pesar que le causaba el
extrañamiento y dio motivo para que se le acusara de jesuitismo. En
cambio, el Obispo de Guamanga, Lila y Moreno, de la Orden de San
Agustín y Secretarlo que habla sido del P. Francisco Javier Vásquez,
General de la Orden, que tan adversario fue de los jesuitas, abrigaba
los mismos sentimientos y sin pesar alguno los vio alejarse de su
diócesis.
La sociedad, en todas sus clases, repudió la orden y dio muestras
inequívocas del afecto y estimación que tenia a los hijos de Ignacio.
Los indios fueron los primeros en manifestarlo y ya hemos dicho cómo
en las Misiones de Mojos fueron los Padres los que tuvieron que cal-
marlos e impedir que se opusiesen a su expulsión. En otras partes ocu-
rrió algo parecido y es típico el caso de Jull, en donde la fe!igresia bas-
tante numerosa estaba dividida en cuatro parroquias. El Corregidor
de Chucuito, Marqués de Aro, era el encargado de intimar a los curas
ia decisión del Monarca y en el oficio que remitió al Presidente de
Charcas relata los incidentes del extrañamiento, representándole el
insigne servicio que habia prestado al Rey. En un principio se habla
acordado que se notificase el real decreto el 4 de Setiembre, pero se
adelantó la fecha y el dia primero despachó propios para que un Ca-
pitán se apostase con su gente en llave y a los Alcaldes Mayores de
Yunguyo, Sepita y el Desaguadero les ordenó hiciesen lo propio en
Pomata, a fin de que así por el norte como por el Sur, vigilasen los
caminos. Hecho esto, convocó a 25 hombres de las milicias a caballo y
en compañía del escribano de Provincia se dirigió a Acora el día 2
y, tras un breve descanso, continuó hacia Juli. Dejó en las afueras la
tropa a fin de no despertar recelos y, a las seis de la mañana, del día 3,
pasó en compañia del escribano, de los dos Alcaldes· Ordinarios de
LA EXPVLSION J)E LOS JESUITAS 175

Chucuito y de algunos vecinos de su confianza a la casa de San Pedro,


donde residía el Superior.
Intimó a este la orden, la entrega de las llaves de todas las oficinas
y le mandó citase a todos los demás que vivian en el pueblo. Llegados
éstos los recluyó en una habitación, poniendo guardas a la puerta y
mandó se exigiese a los sacristanes indios de la Asunción, Santa Cruz
y San Juan, las llaves de sus respectivas dependencias. Mientras tanto,
comenzó a esparcirse por el pueblo la noticia de lo que ocurría y el
hecho mismo de no abrirse las puertas de las Iglesias contra lo acos-
tumbrado hubo de sembrar la alarma. No se dejaba ver, por otra par-
te, Padre alguno y, sospechando que algo se tramaba contra sus cu-
ras, empezaron los indios a tocar a entredicho y a convocar a los ayllos
y parcialidades que vivían en lós alrededores. La plaza del pueblo co-
menzó a inundarse de gente y el Marqués, perdiendo la serenidad, pi-
dió a los Padres saliesen a calmar el tumulto y a apaciguar la efer-
vescencia, asegurándoles que no corrian peligro sus vidas. Hiciéronlo
as! los Padres y lograron que la multitud se aquietase.
"El sosiego salió doloso, dice él mismo en su Relación, pues se ex-
perimentó que a las diez de la misma noche, había mayor número de
indios en el pueblo, que la convocación discurría por candeladas y por
aquellos modos que los indios acostumbraban en sus levantamientos,
que los gritos ya no eran de compasión, sino de insolencia y libertina-
je, que en porción de miles cercaban los indios el Colegio (la casa
cural de San Pedro) y embarazaban las avenidas del pueblo, que, con-
siderando a la justicia enclaustrada, eran árbitros con despotismos
para librar órdenes al común ... " El Marqués afiade que era compro-
metida su posición, porque no era fácil solicitar el auxilio de los pue-
blos cercanos y, en parte, para exaltar sus méritos, confiesa que ha-
bría desmayado su ánimo si no lo hubiera sostenido su lealtad. Mandó
llamar a los Caciques y en presencia de los Padres les ordenó que des-
hiciesen la multitud, con amenaza de que en caso contrario serian ellos
los responsables.
El Corregidor no omitió decir que aunque la separación de los Pa-
dres 'causaba gran dolor al Monarca, .ella se hacia necesaria por otras
razones y por obligación de cristiandad y por el fin a que iba dirigida
que no era otro "sino el beneficio espiritual de los naturales en la más
sana doctrina y el temporal, en el aumento de sus tierras y bienes ... "
176 HIST( "RIA DE LA IGLESIA EN EL PERU. TOMO IV

Acompañado por los Caciques y valiéndose de intérprete repitió ante


la multitud los mismos conceptos, añadiendo que al siguiente día se
abrirían todas las Iglesias y que, para atender al culto, había dispuesto
que viniesen clérigos seculares a hacerse cargo de ellas. Juntamente
con esto y, alentado por la sumisión de las cabezas, mandó que se le-
vantasen en la plaza dos horcas y con caja y clarín hizo circular un
bando en ei cual se condenaba a la última pena a quienquiera que se
opusiese al extrafiamiento y se hiciese cabecilla del tumulto.
No nos alargaremos más en este episodio, pero el Marqués juzgó,
y no sin razón, que la salida de los Padr,es provocaría un estallido Y
determinó que inmediatamente abandonasen el pueblo. Mandó que
las caballerías los esperasen a buena distancia y por una puerta falsa
los hizo salir a pie, emponchados y disfrazados y acompañados de al-
gunos hombres de su séquito. En parte consiguió su intento, pero cuan-
do al siguiente día se abrió la puerta de la hermosa Iglesia de San
Pedro que llenaron totalmente los indios y les dirigió la palabra el
cura ecónomo de !lave, Mateo Dorado, todos al salir se dieron cuenta
de que habían perdido a los Padres y como en esos instantes entrase
en el pueblo el P. Joaquín Vargas, que volvía de una estancia, se amo-
tinó la. multitud y comenzó a protestar de lo hecho. El Corregidor hubo
de llamar a toda prisa a las milicias cercanas y ocultamente despachó
al P. Vargas, dando orden de que a marchas forzadas se incorporase
con los demás.
Así se consumó la expatriación de los misioneros de Juli y el indio,
una de cuyas virtudes es la resignación, volvió poco a poco a su calma
habitual y una vez más hubo de doblegar la cerviz a las órdenes del
Soberano, aun cuando estas vinieran a privarle de sus nativos defen-
sores y borraran de una plumada todo un pasado venturoso y sonrien-
te que había convertido a Juli en un centro floreciente, provisto de
escuelas y hospitales y en donde reinaba un bienestar que envidiaban
muchas poblaciones del Perú.
Este sentimiento por la partida de los jesuitas fue, puede decirse,
general en Lima, aun cuando, dadas las costumbres de entonces y el
ciego sometimiento a las órdenes reales, no pudiera exteriorizarse de
una manera franca y rotunda. sin embargo, no dejaron de oírse voces
de protesta y a algún religioso, que condenó públicamente el extraña-
miento y habló e11 favor de los expulsos el día de su embarque, se Je
LA EXPULSION DE LOS JESUITAS 177

desterró de la ciudad. Siendo cosa ordinaria la concurrencia de la no-


bleza a la Alamenda y al Paseo de Aguas así como al teatro, en aque-
llos dlas se vio desierto aquel ameno sitio y d coliseo, de modo que el
Virrey hubo de recurrir a la amenaza para que no faltase el concurso,
pero fue en vano porque hasta la partida de los Jesuitas uno y otro se
vieron faltos de público y el segundo hubo de cerrar sus puertas.
Los ejecutores de la sentencia, obedeciendo las instrucciones que
se les hablan dado, no sólo trataron de poner a los prelados de su par-
te, sino que buscaron también cooperadores entre los religiosos. Ale
gunos accedieron a desempeñar este papel de muy buen grado y, como
muestra, citaremos un párrafo de la carta que el Guardián del Con-
vento de Huancavelica, Fray Juan Ignacio Fuentes, dirigió al Gober-
nador Intendente, en respuesta a la nota que este le habla enviado,
solicitando su cooperación en el asunto del extrañamiento de los Je-
suitas. Dice así: "Muy señor mio y más venerado dueño. Los precep-
tos de los Superiores son en mi tan ej,ecutivos que me basta la menor
insinuación para obedecerlos ... " Añade que por enfermedad de la vista
se hallaba imposibllltado de leer y manej,¡,r la pluma, pero al punto
dejó el lecho" e intimé a los religiosos de este su convento concurrie-
sen con sus persuasiones para que los Padres (Jesuitas) se conforma-
sen con los soberanos decretos de Su Magestad ... '. El suceso no es de
extrañar, porque as! en América como en España se dieron casos se-
mejantes y algunos de ellos pueden verse narrados por el P. José de
Isla en su famoso M"emortal.
Hubo excepciones, como era natural que las hubiese entre religio-
sos, cualquiera que fuese su hábito y en todas las Ordenes no faltaron
quienes lamentasen sinceramente la injusta suerte que habla ca-
bido a los de la Compañia. En Lima, el día siguiente del arresto de los
jesuitas se celebraba, en la Iglesia de San Agustín la fiesta, de San Ni-
colás de Tolentino y el Prior mandó que se omitiesen los fuegos que
estaban prevenidos y que no se tocasen las campanas, uniéndose de
este modo a la consternación general de la ciudad. Por su parte, el
Prior del Convento del Rosario, P. Pasar!n, al saber que a los ancia-
nos y enfermos, recluidos en San Francisco, no se les daba el trato

s Carta fha. en ;Huancavelica el 8 de Setiembre de 1767. El Rector del


·Colegio era el P. Bernardo Quintana.
178 HISTORIA DE LA IGLESIA EN Ei. f>ERU. TÓMÓ Iv'

que su edad y sus achaques estaban exigiendo, pidió al Virrey se los


enviase a Santo Domingo, manifestándole que él correrla con su ma-
nutención sin gravar en un centavo a la Real Hacienda. En otras ciu-
dades del Reino, como en Santiago de Chile y en Quito se dieron casos.
semejantes a los narrados, todo lo cual prueba claramente que la Com-.
pafi!a de Jesús era estimada y que los americanos no pudieron me-
nos de lamentar su extrañamiento.
Como hemos ya apuntado, en las Misiones las consecuencias de la.
inconsulta orden fueron funestísimas. El retraso que sufrió la evange-
lización de todas las zonas comprendidas entre el Orinoco y el Plata.
se prolongó cerca de una centuria y entre tanto millares de almas
perecieron sin que ·hasta ellas llegaran los resplandores de la fe cris-
tiana. Muchos de los indios reducidos y catequizados volvieron a su
vida selvática y los pueblos fundados por los Jesuitas con incre!ble
trabajo languidecieron palpablemente y algunos llegaron a desapa-
recer. No había trascurrido un siglo de la salida de los jesuitas y un
viajero francés, el Conde de Castelnau, que recorrió el territorio de
Mojos, se expresaba asi: "El respeto que muestran a las autoridades
civiles y a sus Curas es, sin duda, grande, pero se quejan con frecuen- ·
cia de ellos, diciendo que no vienen a sus tierras sino a enriquecerse...
Entonces recuerdan con amarga tristeza a los Padres que los gober-
naba con solicitud y sin miras interesadas. Aludían, con los ojos ba-
ñados en lágrimas, a los Jesuitas, tan diestros como humanos que ve-
nían a pasar su vida entera en estos desiertos ... " Este sentimiento,
dice, es general en todos los pueblos creados por los Jesuitas y la me-
jor alabanza que suelen hacer del cura secular que los atiende como
es debido, es decir: Es un verdadero Padre de la Compañia•.
En el campo de la educación la Compafiia dejó un vacío que· no
llegó a cubrirse hasta muy avanzado el periodo de la república. Cuan-
do Fernando VII restableció la Orden en sus dominios, los ayunta-
mientos del Virreinato instaron porque se les enviasen jesuitas y en
nada insistlan tanto como en la necesidad que habla de maestros pa-
ra la juventud. Prescindiendo de sus Universidades y de los Colegios
Mayores que estaban a su cargo, buen número de ciudades contaban

s F. Castelnau. Expedition dans les Parties Centrales de_ l'Amerique du.


Sud. Histoire du Voyage. Tom. 3. París, 1851, p. 213 ..
LA EXPULSION DE LOS JESUITAS l'lS

con Colegios en los cuales se ensefiaban la Gramática y las Humanb


dades, es decir, se daba Ja formación que equivale hoy a los estudios
de secundaria. Al lado de ellos otras poblaciones contaban con Es-
cuelas de primeras letras y tanto las unas como las otras eran gra-
tuitas, de modo que todos se beneficiaban con ellas. Los Ayuntamienc
tos y en algunos casos la iniciativa particular trató de subsanar la
falta de estas escuelas, pero et resultado no fue el mismo. A principios
del siglo XIX se hizo sensible esta baja del nivel cultural y así en los
Seminarios como en las Universidades se dejaba sentir la escasez de
snjetos bien formados y aptos para los estudios mayores.
Mucho nos extenderíamos si hubiésemos de referirnos a las con-
secuencias que se derivaron en el orden religioso. Basta decir que la
Compafila se habla mantenido fiel a su Instituto y no se hablan ob-
servado en ella tos defectos de que adolecieron otras Ordenes. Por lo
mismo, los fieles acudían a ponerse bajo su dirección y ellos cuidaron
de mantener vivo y fervoroso el espíritu de sólida piedad. Lo hicieron
sobre todo mediante los Ejercicios de San Ignacio, que en el Perú y en
toda la América aléanzaron su mayor :florecimiento en el siglo XVIII
y es esto tan cierto que, aun después de desterrados los Jesuitas, cuan~
tos quisieron mejorar las costumbres y formar cristianos sólidos no
hallaron medio más eficaz que la creación de estas casas de retiro.
La disolución de costumbres y la difusión de los principios liberales
que luego se dejaron sentir, en buena parte fue el fruto de la ausencia
de la Orden de Ignacio.
Por último, no es posible omitir el daño que se derivó a la agri-
cultura y al campo social. Los Jesuitas tuvieron muchas haciendas,
como que de ellas vivian y casi todas estaban bien cultivadas. Todavi!Í
es dado admirar las acequias para el regadío, las albercas o depósi~
tos de agua para el riego a sus tiempos, las alamedas de sauces o ali-
sos u otros árboles que bordean los caminos, los hornos de cal y df!
ladrillo y aun de vidrio, como es de verse en lea, en La Macacona, para
hacer las damajuanas en que se exportaba el vino o el aguardiente y,
sobre todo esto, los templos que levantaron en muchas de ellas, algunos
de los cuales se yerguen el día de hoy, como los de San José y San Javie~
de la Nazca o capillas hermosas, como las de Villa, San Juan y La Huaca.
Ellos Introdujeron el cultivo de la vid en puntos en donde .no se
acostumhr~h~ hP.nP.fir.iarla: sanearon v devolvieron a la agricultu~
180 HISTüRIA DE LA IGLESIA EN EL PERU. TOMO lV

muchas tierras erlazas o salobres, como las de San Juan y Villa Y me-
joraron el rendimiento de la caña de azúcar, introduciendo nuevoo
métodos y modificando el sistema de trapiches.
Mas por encima de todo esto, comprendieron la función social de
la tierra y dieron a sus frutos y a las rentas que producían una apli-
cación que redundaba en beneficio de muchos. Esas rentas sirvieron
para el sostenimiento de los Colegios en donde se daba enseñanza
gratuita a la juventud, de las Misiones entre infieles y servian, ade-
más, para cumplir con las cargas de capellanías y otras pías funda-
ciones que las gravaban y en último término venían a servir para el
sustento de muchos aspirantes a las órdenes sagradas y el esplen-
dor del culto. Hoy, cuando se visitan sus Iglesias esparcidas por do-
quier, nos llama la atención su magnificencia, la riqueza de sus retac
blos, la profusión de pinturas que adornan sus muros y las esbeltas li-
neas de su arquitectura, pero olvidamos que todo esto se hizo gracias a
su esfuerzo y a la aplicación de esos bienes que indirectamente contri-
buían al fomento de la artesanla y de los oficios manuales.
Al desaparecer los Jesuitas, la mayor parte de esas propiedades vi-
nieron a parar a manos de unos pocos, favoreciendo el latifundismo y
es preciso reconocer que sus nuevos dueños no hicieron de esas rentas
la generosa y liberal aplicación que ellos hablan hecho. El Estado no
se aprovechó con su incautación, porque muchas de ellas se vendie-
ron a precios irrisorios y se dilapidó una fortuna. Conviene, además,
añadir que los pretendidos tesoros de los Jesuitas no se hallaron por
muchas búsquedas que se hicieron. Esos tesoros los dejaron ellos en
sus templos, en sus Librerias, en sus edificios y aun de ésto no se sacó
el provecho que tuera de esperar. Mucho -vino a perderse por la rapa-
cidad de los ejecutores y no poco fue remitido a España, adonde se
remitieron cajas y cajas con plata labrada, objetos de oro y alhajas,
destinadas al culto y que el Rey o sus lugartenientes se apropiaron
sin escrúpulo.
Tal fue el lastimoso saldo de la expulsión ordenada por un Monarca
Católico, cuyo trono desde aquel punto comenzó a bambolearse en estos
territorios hasta ser repudiado por los que antes eran sus sú_bditos.
CAPITULO IX

El Arzobispado de Lima y las Dióeesis de Panamá y Quito

l. El Arzobispado de Lima desde D. Diego Morcillo a González de la Re-


guera. - 2. Las Diócesis de Panamá y Quito. - 3. Erección del Obispado de
Cuenca.

Bibliografía: Jos~ MANUEL BERMÚDEZ, Anales de Za Oatediral de Lima. 1903. -


P. GARCÍA Y SANZ, .Apuntes para Za Historia Eclesiástica del Perú. Lima,
1876. - MENDIBURU, Diccionario. Arts. Morcillo, Diego, etc. - ALFONSO PIN-
TO, Relación de las Exequi.as.· de D. Diego Antonio Parada. Lima, 1781. -
GUILLERMO ROJAS y ARRIETA, History of the Bishops of Pan.ama. Panamá,
1929. - GoNZÁLEZ SUÁREZ, Historia General del Ecuador. Tomo V. Quito,
1894.

l. En el resto de este siglo, a partir del afio 1722, fecha de la


muerte de D. Antonio de Soloaga, se sucedieron en el Arzobispado de
Lima seis Prelados: D. Diego Morcillo.Rubio y Auiíón, D. Antonio de
Escandón, D. José Antonio Gutiérrez de Zeballos, D. Pedro Antonio
de Barroeta, D. Diego del Corro y D. Diego Antonio de Parada. Tres de
ellos alcanzaron a tener un periodo de gobierno de alguna duración:
Morcillo, Barroeta y Parada; ios otros tres apenas· hicieron otra cosa
que pasar por la sede. En gran parte vinieron promovidos de otras
sedes: Morcillo de la Metropolitana de la Plata; Escan.dón, de la dió-
cesis de Concepción, aun cuando se le promovió antes a la de Quito;
Gutiérrez de Zeballos, de la de Córdoba del Tucumán; del Corro, de la
de Popayán; Parada, de la de La Paz y sólo Barroeta fue elevado a
la dignidad arzobispal, siendo Canónigo Doctoral de la Iglesia de
Málaga.
182 HISTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU. TOMO IV

Daremos de cada uno de estos Prelados los datos biográficos que


sirvan para fijar al personaje, salvo en el caso del Sefior Escandón,
cuya biografía, por haber sido sufragáneo de Lima, dejamos para más
adelante y, al mismo tiempo, sefíalaremos los hechos más importantes
de su gobierno pastoral. D. Diego Morcillo había nacido el 3 de Enero
de 1642 en Villa Robledo, en la Mancha y fueron sus padres, Alonso
Morcillo y Maria Manzano. Vistió el .hábito blanco de los Trinitarios
Calzados y llegó a ser Provincial de Castilla, León y Navarra y Pre-
dicador de Su Magestad. En 1704 fue presentado para la sede de Ni-
caragua y, antes de tomar posesión, se le trasladó a la de Nuestra Se-
ñora de La Paz. Rigiendo esta Iglesia fue promovido, en 1711, a la
metropolitana de La Plata. Por dos veces desempefíó el cargo de Vi-
rrey, aunque en calidad de interino: primeramente, del 15 de Agosto
de 1716 al 5 de Octubre, al ausentarse el Obispo de Quito D. Diego La-
drón de Guevara y, luego, del 26 de Enero de 1720 al 14 de Mayo de
1724, fecha en que hizo entrega del mando al :l.farqués de Castelfuerte.
Hallábase de Virrey cuando Inocencio XIII le nombró Arzobispo de Li-
ma, el 12 de Mayo de 1723 ',no obstante su edad octogenaria. Entró en
su Iglesia el 18 de Diciembre del mismo afio y, una vez recibido el sa-
grado palio, tomó posesión con la solemnidad acostumbrada el 17 de
Julio de 1724.
No nos toca referirnos a su actuación como Virrey, pero sí hemos
de decir que ella fue digna y acertada y que con él se han mostrado
injustos algunos de nuestros historiadores. Su experiencia en el go-
bierno y el hecho de haber sido la primera autoridad en el Virreinato
le granjearon el respeto y estimación de sus súbditos, pero a ello se
ha de agregar su espíritu religioso y austero, pues nunca olvidó que
buena parte de su vida habla trascurrido en una pobre celda. Así en
Charcas como en Lima disfrutó de pingües rentas y, fuera de los do-
nativos que con largueza hizo al Monarca, distribuía en limosnas bue-
na parte de ellas y aun le sobró para impulsar algunas obras como el
convento de Trinitarias de Lima, cuya solemne Inauguración celebró
el 30 de Mayo de 1722 '·

l Arch. Vat. Acta Camer. 28, f. Z7.


2 A. de I. Lima 521.
EL ARZOBISPADO DE LIMA Y LAS DIOCESIS DE PANAMA Y QUITO 183

No !legó a visitar el Arzobispado, pues su avanzada edad le imped!a


el hacerlo, pero como en 1724 fuese nombrado Auxiliar de Lima y ti-
tular de Dracen su sobrino D. Pedro Morcillo, éste cumplió con esta
obligación pastoral y el siguiente año abrió la viSita, alcanzando a re-
correr once provincias de la arquidiócesis y confirmando en ella a
136.216 almas. El Arzobispo hubo de pvestar atención a dos asuntos
que desde la misma Corte de Madrid le recomendaron, a saber, el
remedio de la incontinencia de algunos clérigos que públicamente vi-
vian amancebados y la disminución del mujerío que poblaba algunos
conventos, dando origen a alborotos y al desmedro de la vida religiosa.
Ambos males eran antiguos, sobre todo el último y ya sus predecesores
habían tratado de poner remedio. En Julio de 1725 daba cuenta al Rey
del resultado de la visita que había hecho en los monasterios de la
Concepción, Santa Clara y la Encamación, llevando en su compafiía
al Chantre, D. Bernardo Zamudio .y al Canónigo, D. Andrés de Pare-
des y Armendáriz. Aplicóse a cortar de raíz las banderías que a veces
se formaban dentro de los claustros, sobre todo, en tiempo de elec-
ciones y a limitar el número de religiosas, en conformidad con las ren-
tas de que gozaban y a cercenar el número de criadas y de personas
seglares. Del de Santa Clara dice que habla en él unas 1.300 mujeres
y había obligado a salir a unas 400. Por este tenor obró en los demás,
de manera que la poda fue· provechosaª·
El otro punto era más delicado y tocaba por igual a los sacerdotes
seculares y regulares .. Entre estos últimos el mal proced!a de vivir
muchos fuera de sus conventos, sea en calídad de doctrineros o de ad-

3 Entre las fundaciones que llevó a cabo sobresale el convento e Iglesia de


La Santísima Trinidad que a sus expensas levantó en Roma en la vía Con-
dotti Entregó uno y otra a los Trinitarios Calzados espafioles, a fin de que
les sirviese de residencia y de .hospicio a los que acudían a la ciudad et~rna
por asuntos de la Orden. Obtenida la licencia del Papa Clemente XII se co-
menzaron los trabajos, ateniéndose a los planos que elaboró el lusitano Ma-
nuel Rodríguez. La Iglesia que tiene forma elíptica quedó -en medio del Hos-
picio, frente al Corso y el Convento que da a la via Condotti. iEl Arzobispo
donó para esta obra 200.000 pesos, suma bien crecida que bastó para el intento.
Asi en uno de los claustros como en la Sacristía se pueden ver hasta el día
de hoy el re'trato y el busto del Prelado y las inscripciones que recuerdan su
munificencia.
184 HISTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU. T01VIO IV

ministradores de las haciendas de la Orden y de la poca vigilancia de


los Prelados. Sin embargo, por la respuesta que dio el Arzobispo a la
Real Cédula de 15 de Febrero de 1727, se deduce que no era en Lima
donde más quiebras había en esta parte, pues Fray Diego Morcillo em-
pieza por defender a las Religiones de la nota de relajadas y dice que,
por la falta de unos pocos, no se ha de extender a todos el calificativo
y, añade, por Jo que toca a sus curas, que en general cumplen con su
obligación y sólo ha habido que desterrar a dos o tres. En otro párra-
fo de la misma carta veladamente alude al Marqués de Castelfuerte,
con· el cual tuvo ·algunos roces, pues advierte que las informaciones
que se remiten son obra de algunos mal avenidos con el estado ecle-
siástico y, por tanto, sospechosas, pues así a él como a los Obispos de
Guamanga y Trujillo les han hecho mucha oposición. Fray Diego hace
uso del plural, pero apunta sin duda al Virrey cuyas controversias
con los citados Obispos ya hemos referido 4 •
Tuvo el Arzobispo la satisfacción de recibir en sli tiempo las Bu-
las de Canonización de Santo Toribio y 'de San Francisco Solano, ca-
nonizados ambos por Benedicto XIII. Al primero se le hicieron fiesta<
solemnísimas en Mayo de 1729 y Fray Diego, no obstante sus 87 años.
predicó el primer día del solemne Octavario dedicado al Santo. La
Catedral lució sus mejores galas y el adorno de sus Capillas excedié
toda ponderación, especialmente la del Arcediano, D. Juan Velásque2
de Obando, en donde se depositaron las reliquias del gran Arzobispo
Por desdicha, en esta ocasión no hubo un Echave y Assu que descri·
biera las fiestas, como se hizo al celebrarse su Beatificación. En cam·
bio, reproduciremos dos octavas del Canto VII de la Lima Fundadc
de Peralta Barnuevo, remitiendo al lector a las notas del poema. Di·
cen así:
La luciente apoteosis soberana
que e·l Vaticano intima gloriosa
del Pastar Santo de la grey limana,
fiel solemnizará la sacra esposa:
no, antes la gloria del templa tan ufana
la baja a celebrar, tan luminosa
que, a su peso, la luz que alli arde clara
debaio del adorno la arruinara.

' A de I. Lima 521. Carta de 12 de Enero de 1728.


EL ARZOBISPADO DE LIMA Y LAS DIOCESIS DE PANAMA Y QUITO 185

Cuantas Golconda sólidas estrellas,


cuantas purpúreas da Ceilán fulgores,
cuantas claras el Hacha esferas bellas,
y el Muzo cría espléndidos verdores,
cuantas del noble engaste, áureas centellas,
y en ramos brillan argemtadas flores,
muestran y son en aras, cruces, bultos,
de riqueza inmortal, minas los cultos.

Las fiestas en honor de San Francisco Solano se postergaron por


algunos afias, en vista· de las obras que se llevaban a cabo en la Igle-
sia y Convento y con el fin de allegar limosnas, pues se pensaba ro-
dearlas de toda la magnificencia posible. Se celebraron en 1734 Y
tuvieron su cumplido panegirista en la persona de Fray Pedro Rodrl-
guez Guillén, que publicó en Madrid el siguiente afio El Sol y Año
Feliz del Perú, libro impregnado en el más subido gerundianismo Y
aptlsimo para conocer las desviaciones de la predicación de la época.
Débese a Fray Diego el primer intento de una Historia de la Igle-
sia en el Perú, despilés dél que se encomendara con más amplio ho-
rizonte al cronista oficial González Dávila. El Arzobispo puso los ojos
para esta tarea en el Licenciado D. Alonso de la cueva Ponce de León,
a quien no sólo franqueó los archivos de su Iglesia, sino que abrigó el
propósito de enviarlo a Espafia a estudiar los que all! exist!an. D. Alon-
so de la Cueva realizó el viaje y, luego de haber hecho acopio ile do-
cumentos, se dedicó a la tarea de escribir la obra, la cual hasta hoy
ha permanecido inédita, aun cuando pÓr diversos testimonios se sabe
que dejó tres tomos acabados y otros dos en borradores •.
El Arzobispo que contaba ya 88 afios entregó su esplritu a Dios el
11 de Marzo de 1730, después de breve enfermedad. Sus restos fueron
depositados en la bóveda de la Catedral, pero trece afias más tarde,

5 D. Alonso sólo alciinzó a imPrimir en 1725 la Carta Suplicatoria que di-


rigió a los Prelados solicitarido noticias para su Historia, pero ya entonces
había escrito una Sinopsis de la Historia General de la Metropolitap.a de Lima,
cuya portada dimos a conocer en el tomo IX de nuestra Biblioteca Peruana y
cuyo texto parece ser el publicado en 1873 'por D. Manuel Tovar, bajo el titulo
de "Apuntes para la Historia Eclesiástica del Perú". E·s de sentir que no se
conozca el paradero de su obra, rica en documentos.
186 HISTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU, TOMO IV

pasando por Lima su sobrino, el Obispo de Panamá, D. Pedro Morcillo,


nombrado para la sede del Cuzco, le erigió un magnifico mausoleo en
la Capilla de la Purlsima del templo Metropolitano, donde un elegante
epitafio latín.o recuerda a todos la memoria del Prelado.
Su sucesor, D. Antonio Escandón, vino de la diócesis sureña de Con-
cepción, que regla desde el año 1723. Trasladado, primero, a Quito,
no llegó a posesionarse de esta sede, pues por esos repentinos cambios,
frecuentes en este siglo, antes de un año, se le promovió a la arqui-
diócesis limana. No hizo en ella su entrada hasta el 13 de Febrero de
1732. Su gobierno duró poco más de siete años y estuvo a punto de
reunir en si, como Morcillo, los dos cetros, el civil y el eclesiástico,
pues en Real Cédula fecha en Sevilla el 12 de Octubre de 1731, se
le enviaba el título de Virrey y Capitán General de las Provincias del
Perú '. Escandón prosiguió por la senda del que le habla precedido y
tuvo, salvo sus diferencias con el Virrey, un gobierno tranquilo. Pro-
siguió la visita de los monasterios y redujo a la observancia a las
Carmelitas y Nazarenas, ambos fieles a eila y el último de reciente
fundación. Procedió a hacerla también en su Catedral y Cabildo y de
ella salló consolado; envió a la sierra al Cura de Santa Ana y él mismo
pasó a hacerla en el partido de Ica, en 1736, gastando tres meses en su
recorrido 7 . Más tarde la continuó en todos los vailes del sur y debió
hacerla también en algunos del Norte, pues en 1737 la hizo en la vi-
lla de Arnedo o Chancay.
Más o menos por este tiempo instó porque se le diese Obispo Auxi-
liar y sus preces fueron atendidas, porque desde Roma el 13 de Setiem-
bre de 1738, el Cardenal Aquaviva, remitía las Bulas en favor de Fray
Francisco Gutiérrez Galiano, de la Merced, a quien se nombró Obispo
de Rosalia. Era tarde, pues cuando llegaron sus Bulas ya Escandón
habla pasado de esta vida y Gutiérrez Gallano hubo de pasar a Are-
quipa, donde el Obispo de esta sede le impuso las manos '. El Arzobis-
po trató de impedir el ingreso a las Ordenes Mayores a los que no reu-
n!an las condiciones requeridas, como se le habla ordenado en una

·s B. N. M. Ms. 17.614.
1 En carta fechada en Lima el 21 de Octubre de 1739 ·daba al Rey gra-
cias por su elevación a la metropolitana.
s Carta de 26 de Julio de 1736. A. de I. Lima 521. Fue preconizado el 3 de
Noviembre de 1731. Acta Camer. 31, f. 188.
EL ARZOBISPADO D.E LlMA Y LAS DIOCESIS DE PANAMA Y QUITO 187

cédula del afio 1731 y también se interesó en que se creara en Lima


una Casa Galera para las mujeres públicas, como lo habla pedido tam-
bién el Virrey, pero en realidad no llegó a fundarse y, entre tanto,
se las remitía al Beaterio de Amparadas. A estas, en cumplimiento de
las órdenes recibidas, hizo entrega de dos casas contiguas a su local,
en compensación de las que el Monasterio de Santa Rosa les habla
quitado y cuidó también de que les devolvieran sus alhajas•.
El Sr. Escandón hubo de informar al Rey sobre la situación de los
Hospitales .de Lima, que eran en aquel entonces doce en número y
calan en cierto modo bajo su jurisdicción y lo hizo también sobl'e la
Universidad, probablemente, a solicitud del Monarca. Uno y otro in-
forme merecen atención. Los Hospitales hablan decaldo a causa de la
disminución de sus rentas y, principalmente, por el descuido de to-
mar cuenta a los administradores. El de Santa Ana, uno de los más
antiguos, dedicado a los indios y del cual cuidaba una Hermandad
había sido entregado por el Virrey a los Betlemitas, pero de esta me-
dida se hablan seguido varios inconvenientes, uno de los cuales era
el que estos religiosos, apoyándose en sus privilegios, se hacían cargo
de los entierros con detrimento del derecho de los curas. La Herman-
dad debió también sentirse molesta y una Real Cédula de 14 de Agosto
de 1734 dispuso que el Hospital volviera a su primitivo estado. Sobre
la Universidad de San Marcos se expresa as!. su decadencia de diez
afios a esta parte es m¡mifiesta y la causa es no proveerse las cátedras
por oposición,. .sino por provisión del Virrey o acuerdo del claustro.
Además, se han hecho casi todas ellas de propiedad, cuando no deblan
serlo sino las de Prima de Teologla, Cánones, Leyes y Medicina. La
cátedra de la lengua no se lee hace muchos afios y los Rectores son
reelegidos por tres o cuatro afios y no se les exige cuenta de su ad-
ministración 1i:1.
Escandón hubo de quejarse más de una vez del proceder de Castel-
fuerte. La mayor parte de las veces por asuntos de ceremonial y por
las pretensiones excesivas del Virrey. La disputa más sonada fue la
habida con motivo de las fiestas de la canonización de San Francisco
Solano. El Provincial de San Francisco previno a entrambos su pro-

'9 Ibíd. En su opinión el Beaterio es poco útil por no cumplirse los fines
para los cuales fue fundado por el Conde de Lemos.
'' Carta de 16 de Octubre de 1733. A. de I. Lima 50.
188 HISTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU. TOMO IV

pósito de celebrarlas y les anunció la fecha en que debían realizarse.


Castelfuerte no manifestó su deseo de intervenir sino cuando ya eran
inminentes y el Arzobispo había elegido para si el primer dia, pues
como tal tenia que publicar la Bula. El Virrey insistió en que se le
diera la primacía y de una y otra parte se alegaron razones. Al fin
se convino en que el Virrey iniciase las fiestas y que en el segundo dia
el Arzobispo publicase la Bula. En otras materias, como· en la de nom-
bramiento de curas o provisión de los beneficios también hubo des-
acuerdo, todo lo cual no pudo menos de mortificar a Escanllón que se
lamentaba de ello en sus cartas al Rey. Al fin rindió tributo a la muer-
te el 28 de Abril de 1739 y sus restos yacen en la bóveda de su Catedral.
El 11 de Noviembre de 1740 Benedicto XIV elegía por sucesor suyo
a D. José Antonio Gutiérrez de Zeballos, Obispo de Córdoba:n. Des-
cendiente de una noble familia de las montaiias cte Burgos, había
nacido en el valle de Toranzo, en el Obispado de Santander. Estudió
en Salamanca y en esta ciudad se cruzó en la Orden de Santiago. Fue
Inquisidor de Cartagena de Indias y pasó luego al Tribunal de Lima,
para ser elevado a la silla. de Córdoba en 1730. Nombrado Arzobispo
de Lima emprendió el viaje hacia su nueva sede, llegando a Arequlpa
a fines de Abril de 1742. Entró en los términos de la arquidiócesis el
30 de Mayo y vino visitando los curatos de la costa hasta arribar a
su Iglesia el 10 de Setiembre de dicho año". En el corto espacio de
tiempo que gobernó puso especial empeño en la formación de sus se-
minaristas, introduciendo en el Seminario muchas mejoras as! en la
parte material como en la sólida preparación espiritual y científica
que reciblan de sus maestros. Urgió, además, el cumplimiento de lo
dispuesto en los capítulos 44 y 45 de la <tegla Consueta de. la Catedra!
de Lima, en donde se recordaba a los clérigos, aunque sólo fueran de
corona, la obligación en que estaban de asistir con sobrepellices a las
vlsperas primeras y segundas, a tercia y Misa Mayor, en las fiestas y
a la Salve los sábados en las Catedrales o Parroquias.
Edificaba a sus ovejas con sus larguezas y su ·celo pastoral, cuando
Dios dispuso llevárselo para si, ocurriendo su fallecimiento el 16 de
Enero de 1745. Se le hicieron suntuosos funerales y se depositaron sus

1.11 Arch. Vat. Mise. Arm. XIII v. 93, t;. 39.


112 Carta de 27 de Enero de 1743. A. de I. Lima 521.
EL ARZOBISPADO DE LIMA Y LAS DIOCESIS DE PANAMA Y QUITO 189

restos en la cripta de los Arzobispos. D. Agustln Rodr!guez Delgado,


que regia la arquidiócesis de Charcas, fue nombrado ese mismo afio
para sucederle o, con más probabilidad 'el 14 de Junio de 1746, pero
aun cuando remitió su poder al Deán de Lima, Manrique, en Noviembre
de dicho afio, vino a extinguirse en Chut¡uisaca el 18 de Diciembre.
produciéndose una vacante que se prolongó por seis afias.
En el intermedio, Lima experimentó uno de los mayores desastres
de su historia: el terremoto del afio 1746 y al Marqués de Villagarcia
vino a suceder el Gobernador de Chile, José Manso de Velasco. Fer-
nando VI presentó a Su Santidad para el Arzobispado de Lima al canó-
nigo de Málaga, D. Pedro Antonio Barroeta y Angel, natural de Ezca-
ray en la Rioja,. canónigo de .coria y luego Doctoral de la Iglesia Ma-
lacitana. El 8 de Noviembre de 1748 fue preconizado por Benedicto XIV,
aunque se dice que en un principio renunció a la mitra. Sin embargo,
en Madrid, ·el 13 de Febrero de 1749, daba su poder al Provisor y Vi-
cario Capitular D. Andrés de Munive para que tomara posesión en su
nombre y, por fallecimiento de éste, a D. Gabriel de Chaves, que lo
hizo el 1 de Febrero de 1751. El Prelado se embarcó en Cád!z el 13 de
Octubre de 1750 y con próspero viaje llegó a Cartagena el 21 de Di-
ciembre y en esta ciudad recibió la consagración episcopal de manos
de D. Bernardo de Arbiza y Ugarte, el 13 de Enero de 1751. El 8 de
Mayo se encontraba ya en Panamá y, sin detenerse, continuó hasta
Paita, tomando personalmente posesión de su Iglesia el 26 de Junio
de este afio.
Desde un principio Barroeta se dio a conocer y, por Jos reparos que
empezó a poner a su Cabildo en punto a rúbricas y costumbres, se
pudo barruntar, que, llevado de un celo algo indiscreto y excesivamen-
te nimio, darla lugar a fricciones con los de arriba y los de abajo. Le
sobraba engreimiento personal y le faltaba aquella experienci¡¡. del
gobierno que nada puede suplir y aquella mesura que tanto recomen-
daba el Conde de Chinchón al Obispo Villarroel, cuando le decía: No
lo vea todo, ni lo entiertda todo ni lo castigue todo. De haber seguido
por esta. senda habria :gobernado con más tranquilidad y no habría
dado motivo para que se le trasladase de sede en 1758.
Uno de sus primeros cuidados fue promulgar el Breve de Benedic-
to XIV en el cual se reducían Jos días festivos, sefialando los que eran
de precepto y aquellos en los cuales sólo se debía oír misa dentro de
190 HISTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU. TOMO IV

los límites del Arzobispado. Como halló su Catedral por los suelos
hubo de cooperar con el Virrey en la obra de su reconstrucción .. Manso
de Velasco se habia dedicado seriamente a hacerlo y, con la aproba-
' ción del Monarca, había aplicado a este fin los expolios de los Sefio-
res Gutiérrez de Zeballos y Rodríguez Delgado y la vacante del pri-
mero. Con estos y otros recursos se dio impulso a las obras, adoptando
las modificaciones en su estructura que aconsejó el P. Juan Rehr, de
Ja Compafiia de Jesús, consultado sobre la materia. Se rebajó la al-
tura de las bóvedas y éstas se hicieron de cerchas de madera, sosteni-
das por pilastras no de mampostería, sino por columnas de gruesas
vigas, atadas fuertemente y recubiertas con ladrillos y yeso.
El 30 de Mayo de 1755 pudo celebrarse la inauguración de parte del
templo, celebrándose· con este motivo grandes fiestas que rivalizaron
con las tradicionales del Corpus y aun las superaron, como puede ver-
se en la descripción que de ellas hizo Ja "Gazeta de Lima", del 14 de
Abril hasta el 8 de Junio de 1755 "·Aunque en el templo se han llevado
a cabo reparaciones p()steriores, en Jo sustancial su fábrica es la mis-
ma, pero si a partir de 1746 .la Catedral dejó de ostentar Ja solidez y
grandeza de la antigua, con el andar del tiempo y los despojos de que
ha sido objeto, sobre todo durante las luchas de la emancipación, dis-
ta bastante de las que nos dejaron descrita el P. Cobo, Vásquez de
Espinosa o bien Córdoba Salinas y Echave y Assu.
Su actividad por escrito pecó en cierto modo de excesiva. No me-
nos de trece edictos salieron de su pluma, sin contar tres Cartas Pas-
torales y, sucediéndose Jos unos a Jos otros en breve espacio de tiempo,
hicieron decir al Conde de Superunda que "llenaba la ciudad con sus
mandatos, causando la confusión del vecindario''. Todos miraban a
cortar ciertos abusos o bien a instruir a los fieles en puntos de impor-
tancia, pero no puede negarse que la abundancia de los preceptos trae
consigo el descuido en su cumplimiento. El justificó su proceder en
la Carta Pastoral que publicó el 8 de Octubre de 1754, manifestando
que en lugar de convocar a un Sínodo, obligando a los párrocos a de-
jar sus curatos y a movilizarse con dificultad por la distancia y la
falta de vías de comunicación, preferia recurrir a los edictos que

13
Corrió con las obras de reconstrucción el Maestro Mayor, Santiago Ro-
sales e hizo de Maestro de fábrica D. José Barroeta y Angel.
EL ARZOBISPADO DE LI.b'IA Y LAS DIOCESIS DE PANAMA Y QUITO 191

llegaban a manos de todos. En cambio, hizo una reimpresión, en el


afio 1754, de las Sinodales del Arzobispo Lobo Guerrero y de D. Her-
nando Arias de U garte y en ellas mandó insertar el Arancel aprobado
por el Arzobispo Almoguera y los Edictos que él habia publicado hasta
entonces 114 •
La visita Ja abrió en su propia sede el afio 1752, pero no parece que
se alargase a hacerla también en las Provincias todas de su Arzo-
bispado. Continuó haciéndola en Jos monasterios de monjas y a fines
de Diciembre de 1755 los llevaba visitados en gran parte. La ruina
de Ja ciudad hizo más critica la situación económica de estos ceno-
bios hasta el punto de escasear las rentas aun para lo más preciso.
Se trató de conjurar este mal y el Rey expidió en el Buen Retiro el 4
de Octubre de 1749 una Cédula en Ja cual disponía, primero, que se
reedificasen Jos conventos que se juzgaran precisos y, desde Juego, los
que vivian de limosnas, pero procurando reducir a uno los que pro-
fesaban la misma regla y, segundo, que no se admitieran religiosas
hasta completar el nümero que cada uno de ellos podla sustentar y en
cuanto al número de criadas se sefialase una por cada ocho o diez
religiosas. Estas prudentes disposiciones le fueron comunicadas tam-
bién al Virrey, a fin de que se les diese exacto cumplimiento. Por la
estadistica enviada por Barroeta, en 1755, la disminución de religio-
sas era patente, pero no podeinos decir otro tanto de las criadas, por-
que no figuran Jos datos, pero a juzgar por el de donadas creemo.s
,que todavía era crecido -is.
Tras los monasterios vinieron las parroquias y Juego las de algunos
institutos religiosos, como <'ll de Agonizantes y el de los Filipenses o
.Padres del Oratorio. De la visita de estos últimos surgieron verdaderos
conflictos, cuya solución exigió largo tiempo y necesitó de recursos
a Madrid y Roma, con el consiguiente cambio de notas y papeles. La

1·4 Hizo imprimir también en 1752 el Juicio de Sacerdotes del P. Pedro


de Calatayud, de la Compañía.
'.U'i La reducción de conventos no llegó a realizarse, pués los dos de Car-
melitas subsistieron- aún por mucho tiempo y los de la Concepción y Descalzas,
·de Concebidas así como los de la Encarnación y del Pr~do, de agustinas, con-
~tinuaron como antes.
192 HISTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU. TOMO IV

visita del Cabildo no dejó tampoco de suscitar borrascas y aun la de


capellanías y obras pías que puso en manos del Licenciado D. Alonso
de la Cueva dio origen a quejas de los Jueces Reales. Todo esto revela
su celo por el mantenimiento de la disciplina eclesiástica y la aten-
ción con que velaba sobre sus ovejas, pero no puede negarse que en
algunos casos se excedió y aun se apartó de las normas de la estricta
justicia. Fue muy sonádo el caso del canónigo D. José Marin de Pove-
da, Catedrático de Prima de Teología en la Universidad de San Mar-
cos, Magistral del coro metropolitano, secretario de su Cabildo y de
· familia conocida. Barroeta empezó por extrafiar que el Magistral des-
empefiase el oficio de secretario del Cabildo y se le respondió que se
habla hecho as!, primero, porque de esta manera se esperaba que ha-
bría más fidelidad y secreto Y, segundo, porque ese era el estilo de la
Iglesia de Sevllla, cuyas costumbres ha seguido la de Lima, como
sufragánea que fue un tiempo de aquélla.
El asunt.o podía darse por terminado, pero el 22 de Junio de 1753,
el Cabildo se enteró que el canónigo Poveda habla recibido un auto
del Arzobispado, en el cual se le prohibía actuar de ministro en las
funciones eri que interviniera el Prelado y suspendiéndole la licencia
de confesar mujeres. El Cabildo no pudo menos de extrafiar esta de-
terminación. y lo atribuyó a un desquite del Arzobispo. Mar!n de Po-
veda renunció el 18 de Setiembre el. cargo de Secretario, para evitar
roces y pareció que no !ria más allá, pero Barroeta, apoyándose
en el dictamen del cirujano, Pedro de Utrllla, formó a Poveda causa,
acusándole de estar contagiado de la lepra y, por tanto, inhábil para
ejercer los cargos que tenia y entrar en.relación con los. demás. El
acusado se defendió y los autos pasaron al Consejo en donde se sen-
tenció la causa en favor de Poveda y se expidió una Real Cédula al
Arzobispo, en la cual se decía que, visto todo el Consejo, se habla apro-
bado as! el dictamen de la Audiencia de Lima como el del Protomedi-
cato, ante quienes se querelló Poveda y que se habla visto "con el
mayor desagrado un asunto en que tan claramente se manifiesta la
falta de fundamento con que se suscitó, y haber dimanado solamente
de suma lijereza, siniestro influjo y poca consideración ... lo que a no
convencerlo la evid~ncia no fuera creíble en un Prelado ... y mucho
menos atravesándose la estimación y decoro de un eclesiástico tan.
EL ARZOBISPADO DE LIMA Y LAS DIOCESIS DE PANAMA Y QUITO 193

digno de atención por las prendas de literatura, virtud, nacimiento y


oficio que hacen tan recomendable su persona ... "'ª.
Las frecuentes desavenencias con su Cabildo, con la Universidad,
con la Audiencia y el Virrey, de las cuales hemos dado cuenta en el
Capitulo VI, movieron a Carlos III a pedir en 1757 su traslado a la
silla de Granada, noticia que llegó a Lima en Mayo de 1758. El viernes
25 de Agosto se despidió de su. Cabildo y el 18 de Setiembre se embarcó
para Acapulco en el navío "Santa Bárbara". Por espacio de diez y
seis años rigió aquella Iglesia y vino a fallecer el 20 de Marzo de 1775.
En Lima se celebraron sus honras con la pompa. correspondiente el
25 de Noviembre del mismo año.
El Obispo de Popayán, D. Diego del Corro, fue promoirido a la sede
limense en Febrero de 1758, porque el 15 de Marzo de este año el Car-
denal Portocarrero remitia sus Bulas, y su presentación se hizo por
R. C. de 12 de Diciembre de 1757. D. Diego había nacido en Sanlúcar
de Barrameda y luego de hacer sus estudios en Roma se graduó en
la Universidad de Sigüenza. Vuelto a Sevilla pasó· a formar· parte del
coro de esta Iglesia y en este tiempo publicó algunos eruditos traba-
jos. Presentado para una canongía en la Catedral de Lima vino al
Perú pero no llegó a ocupar la prebenda, por no haberse producido
la vacante y hubo de aceptar, primero, el curato de Cajacay y luego
el de Tauca. Nuevamente se le concedió una prebenda en el coro de
Lima en 1749 y en los dos flños siguientes ascendió a Tesorero y luego
a Maestrescuela. En 1752 fue elevado a la silla de Popayán que rigió
hasta el año 1758.
A 19 de Setiembre de este año D. Francisco Herboso tomó posesión
del Arzobispado en su nombre y el Prelado lo hizo personalmente el 27
de Noviembre. La. recepción del sagrado palio, la profesión de fe y la
obediencia de los capitulares tuvo lugar con toda solemnidad el día
17 de Mayo de 1759. D. Diego quiso iniciar su gobierno con una devota

16 En la misma cédula -se le indicó que en adelante, uita vez que el Pro-
tOmedicato declarase a alguno infecto de lepra, debería ';tCU~.irse al juez res- ·
pectivo para que éste tomase las providencias del caso. A Utrilla se le con-
denó a: pagar 200 pesos de multa. V. en el A. de I. Lima 513 un largo expe-
diente sobre la materia y dos cartas de Barroeta de 27 de Setiembre y 31 de
Diciembre de 1753. La Real Cédula citada es de 31 de Mayo de i 757.
IDSTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU, TOMQ IV

:misión que aquel mismo día anunció al pueblo, que tuvo principio con
el llamado asalto el Sábado que antecede a la Dominica infraoctava
de la Ascensión, predicando el día Domingo el Arzobispo y continuan-
do Jos PP. de la Compafíia que también tuvieron a su cargo las plá-
ticas doctrinales. El Arzobispo tuvo también la clausura de la Misión
que se dio en la Catedral y de la cual se recogió abundante fruto"·
cúpole a D. Diego la satisfacción de inaugurar el 8 de Diciembre de
1758 todo el interior de la Catedral y, .reconociendo que a la diligen-
cia y actividad del Conde de Superunda se debla, en gran parte, la
terminación de la obra, propuso al Cabildo pasar en cuerpo a darle
1as gracias y, además, que en adelante se cantase una misa a San
José, en su día, como debido homenaje de reconocimiento.
Deseando vivamente que el clero precediese con el ejemplo y fuese
Juz del mundo, como lo dijo Cristo, ordenó que cada mes hubiese con-
ferencias morales a las cuales debían asistir todos los sacerdotes por
el padrón que debían formar los Curas Rectores de las Parroquias y,
a fin de que los aspirantes a las Ordenes se diesen perfecta cuenta de
la alteza del estado que pretendían abrazar, publicó una extensa "Car-
ta Pastoral" sobre la materia, que aun hoy puede leerse con fruto.
Redactó un nuevo plan de estudios para el Seminario y así para po-
nerlo en práctica como para el mejor régimen de este centro nom-
bró Rector del mismo a un eclesiástico de grandes cualidades, cual
era el Magistral de la Metropolitana D. Agustín de Gorrichátegui.
Luego de haber tomado esta y otras medidas en provecho de los fieles
de su ciudad episcopal y, habiendo practicado la visita canónica. de
¡as parroquias y monasterios de la capital, partió el 1 de Setiembre
de 1760, con ánimo de extenderla a todas las provincias de la arqui-
diócesis. Por desdicha, el Sefíor cortó el hilo de su vida, cuando tanto
se esperaba de su celo y afable trato y en Jauja entregó su alma a
pios el 28 de Enero de 1761, con gran sentimiento de todos. Sus restos
se trajeron más tarde a Lima y se depositaron en la bóveda de su
catedral. Su paso por la sede de Torlbio fue breve, pero en este corto
tiempo dio sefiales claras de que poseía todas las cualidades de un
verdadero Pastor y, a haberse prolongado sus días, habría emulado .las
glorias de sus antecesores más Ilustres.
1'7 V. Sermones que dixo el Illmo. Sr. D. D. Diego del Corro... en los días
primero y último de la devota Misión que hizo en su Catedral ... Lima; 1759.
EL ARZOBISPADO DE LIMA Y LAS DIOCESIS DE PANAMA Y QUITO 195

Dando cuenta al Rey de su muerte, el Conde de Superunda hacia


del Prelado un cumplido elogio, que vamos a trascribir, en parte, por
el mérito que encierra. Dice así: "La pérdida que ha hecho su dióce-
sis es grande y lo explica mejor el dolor universal de los fieles que la
uoran. Quedan. sus bienes muy adeudados por las cuantiosas limos-
nas que distribuía. El celo de restablecer la disciplina de la Iglesia fue
fervorosisima. Predicó en la Catedral y en todas las parroquias, don-
de explicaba la doctrina cristiana, alentando asi a los párrocos a se-
guir su ejemplo... Nada mandó a sus eclesiásticos que no se ejecutase,
por que era el primero que obedecía. En la única provisión que arre-
gló de curatos vacantes presentó los curas antiguos y beneméritos sin
colocar algunos de sus familiares; áctuó con extrema formalidad los
exámenes para órdenes y beneficios sin admitir al gremio clerical su-
jetos menos aptos. Corrigió con infiexible entei;eza los delincuentes,
evitando los escándalos y al mismo tiempo trató con suavidad los reos,
manifestando que perseguía los delitos no las personas ... Reformó va-
rios abusos en el régimen de los monasterios y manejo de sus rentas
y en las cajas de tres llaves en que se depositan los principales de cen-
sos, pertenecientes a capellanías y obras pias ...
Emprendió últimamente este Prelado la visita de toda la diócesis
con la protesta de no volver a su sede sin tener personalmente reco-
nocido todas las provincias de sierra que ha muchos afios que no ven
la cara a su Pastor y más de 30 que no se les administra el sacramento
de la Confirmación y exhortado de los médicos y de personas de su
confianza a que fuese más despacio, dividiendo por afios y en partes
la visita, por lo que arriesgaba su vida, habiendo padecido ramo de
parálisis en el Obispado de Popayán, se mantuvo inamovible en su
dictamen, repitiendo que seria dichoso si muriese en su oficio visitan-
do como murió Santo Toribio de quien era tierno devoto y se lo ha-
bla puesto por modelo... " (A. de l. Lima, 1561. Oarta de 10 de Febrero
de 1761).
Vino a ocupar su silla el Obispo de La Paz, D. Diego Antonio de Pa-
rada, preconizado en 1761. Había nacido en Huete, .en la Provincia
de Cuenca, en 1698, y estudiado en Alca.lá y Salamanca, donde se gra-
duó de Doctor en ambos derechos. Obtuvo, por oposición, la canongla,
doctoral de la Iglesia de Astorga y wr muchos afios ejerció el cargo
de Provisor y Vicario General hasta que en el año 1752 Fernando VI
196 IIlSTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU. TOMO IV

lo presentó para la sede de La Paz, ingresando en esta Iglesia en


1754. Promovido a esta Metropolitana, tomó posesión en su nombre
el 4 de Julio de 1762 el Deán Marin de Poveda y, personalmente, lo hizo
D. Diego el día 24 de Noviembre. Los tiempos no eran bonancibles y
aunque aquí en América la impiedad no había echado aun raíces, sus
avances en Europa tenían que repercutir en estos paises y, por lo pron-
to, el entibiamiento de la fe traía consigo una mayor libertad de cos-
tumbres. El Arzobispo Parada, amante de la paz y de la unión de las
voluntades y moderado por temperamento, trató de cumplir sus de-
beres pastorales en cuanto le fue posible y lo que no pudo obtener por
la fuerza y con estrépito lo toleró pacientemente, dejando a Dios el
remedio del mal. No se distinguía el Virrey Amat por su respeto a la
Iglesia y por su espíritu cristiano y esto no fue parte par¡¡. que entre
él y el Arzobispo surgieran desavenencias y se produjera un rompi-
miento. Esto demuestra su carácter benigno y conciliador.
En Lima reconstruyó su Palacio, derruido en el terremoto de 1746
y que aún estaba inhabitable. Emprendió la reforma de su clero, sobre
todo con el fin de disminuir su número, todavia bastante crecido y
prosiguió la de los monasterios de religiosas, logrando que en los cin-
co grandes se redujese el número de ellas al que sus rentas podían
sostener, como ya lo hemos indicado en el Capitulo Segundo. Tuvo
el dolor de presenciar la expulsión de los Jesuitas sin poder hacer
otra cosa que lamentarla en su interior y, habiendo convocado a sus
sufragáneos al Concilio de 1772, procuró sacar del mismo todo el pre-
vecho posible en favor de sus ovejas y no favoreció las miras de quie-
nes no se hablan propuesto otro objetivo en esta As,amblea sino la con-
denación de las doctrinas de la Compafila. En 30 de Enero de 1768
publicó un edicto sobre el precepto del Ayuno, resumiendo las dis-
posiciones tomadas al respecto por Benedicto XIV y C)emente Xll
y exhortando a todo~ a cumplir esta ley eclesiástica, que por una u
otra causa iba cayendo en desuso.
En su largo período de gobierno le correspondió ejecutar lo dis-
puesto por Cédula de 3 de Junio de 1766, a fin de que los Regulares
abandonasen las doctrinas que les hablan sido encQmendadas, reser-
vándose tan sólo dos dentro de cada diócesis. Asimismo, como el Rey
hubiese solicitado de Clemente XIII la reducción d.e asilos, el Papa
expidió en Roma un Breve, el 12 de Setiembre de 1772, en el cual, se
EL ARZOBISPADO DE LIMA Y LAS DIOCESIS DE PANA1v1.\ Y QUITO 197

IS{lmetia a los Ordinarios la minoración de dichos asilos, sefíalando


uno u dos en cada pueblo. El Arzobispo sefíaló en cada una de las
parroquias la Iglesia Matriz y en Lima la Catedral y San Marcelo para
Jos hombres y para las mujeres las Iglesias del Patrocinio y de las Re-
cojidas o Amparadas de la Purisima, aun cuando más adelante, por no
haber sido del agrado del Rey esta determinación, sólo la Catedral y
San Marce!o vinieron. a gozar de este privilegio para toda clase de
personas. Visitó por tres veces la arquidiócesis, pero las últimas visi-
tas las hizo por medio de visitadores, pues su edad y sus enfermedades
no le permitían hacerlo por si mismo.
El 26 de Abril, según la más autorizada versión, de 1779 entregó su
alma a Dios, después de haber recibido los Santos Sacramentos y de-
legado en el Cabildo sus facultades, al cual exhortó a mantener la de-
bida paz y unión. Fueron sepultados sus restos en la bóveda común
y el 11 de Mayo de dicho afio se le hicieron solemnes honras, predi-
cando en ellas D. José Antonio de León, Cura Vicario de Arahuai 18 •

2. En la sede paname!ía se sucedieron de 1732 a 1792 no menos de


nueve Obispos, sin contar. Jos que o renunciaron la mitra o no toma-
ron posesión. Su periodo de gobierno fue, como se deja suponer, muy
corto y no porque la muerte viniese a reducirlo, sino porque la mayor
parte de estos Prelados fue trasladado a otra sede. El primero que ocu-
rre nombrar es D. Pedro Morcillo, Auxiliar de Lima y titular de Dra-
sen, a quien a 22 de Diciembre de 1731 se remitian sus1 Bulas de Obispo
de Panamá. Llegó a esta ciudad en 1732 y el siguiente alío, pasada la
Pascua, salió a la visita de Portobelo, Cruces y la Provincia de Chepa,
sin que en ella ocurriera nada digno de mención. En 1734 salió, en
el mes de Enero, hacia la Provincia de Chiriqul, la más remota, que no
habla sido visitada hacia quince afios y la recorrió toda, exceptuada
la comarca del Darién habitada por los Indios alzados que no hablan
podido reducirse hasta entonces"·

is La fecha indicada la trae la Relación de las Exequias del Arzobispo


Parada, impresa en Lima en 1781. Los Anales de la Catedral de Bermúdez di~
cen que murió el 24 de Abril y José T. Polo señala el 23.
" A. de I. Panamá 222. Carta de 15 de Setiembre de 1733 y 18 de Abril
de 1734. En esta última dice que en el asalto de Cana por los indios del Darién,
se llevaron cautivo al Cura, aunque luego le dieron libertad.
14
198 HISTORIA DE LA IGLESIA EN' EL PERU. TOMO IV

En su tiempo un devastador incendio redujo a cenizas más de la


mitad de la ciudad el 2 de Febrero de 1737. De los templos sólo se sal-
varon la Catedral, que se hallaba en construcción, San Juan de Dios
y Santa Ana. En Mayo de aquel año, escribiendo a S.M. le decia D. Pe-
dro que la madera almacenada para las .obras de su Catedral había
perecido en el incendio, pero readquirió la necesaria y ha techado la
sacristia de los canónigos, la nave mayor y las capillas del lado de la
epistola, de modo que queda poco para terminarla. Mientras esto ha-
cia en su Iglesia, emprendia la reconstrucción de las casas episcopales,
a ñn de alentar, al vecindario y, en Febrero de 1738, pudo instalarse
en ellas. El Rey concedió a las monjas de la Concepción 2.000 pesos
por seis años para reedificar su convento y el Obispo con limosnas las
ayudó a levantar la cerca. En el año 1736 D. Pedro salió nuevamente
a visitar su Obispado y presentó a la Audiencia un informe sobre el
resultado de la visita, suscrito el 8 de Mayo de dicho año que luego
remitió asimismo al Rey 20 • Por lo dicho se co!lge que el Obispo tomó
a pechos el desempeño de su oficio, aun cuando las circunstancias eran
dif!ciles, pues a las amenazas de los piratas que tanto por el Pacifico
como por el Atlántico atacaban el istmo se unla el alzamiento de los
indios. En el año 1739 el Almirante Vernon se apoderó sin mayor difi-
cultad de Portobelo y el siguiente año con mayores fuerzas llegó a po-
ner el pie en Chagres. Estas incursiones tralan el entorpecimiento y
paralización del comercio y, por tanto, la ruina del istmo. En realidad,
a partir de estos años, el incremento de la navegación al Rio de la
Plata y la utilización de Ja ruta interior de Quito a Cartagena, causó
la decadencia completa de Panamá y la supresión de las famosas fe-
rias de Portobelo. D. Pedro fue trasladado el 12 de Abril de 1742 a la
· sede del Cuzco y se alejó de Panamá, después de unos diez años de
episcopado 21 •
Presentado para sucederle el agustino Fray Diego Salinas, se dice
que no aceptó, por lo cual se eligió al D. D. Juan de Castañeda, pre-
conizado el 9 de Julio de 1742 " D. Juan habla nacido en Huaura o Vllla
de Carrión de Velasco y fueron sus padres D. Francisco de Castañeda
20
A. de I. Panamá 222. El Rey hizo varias concesiones al Cabildo de Pa-
namá para la edificación de la Catedral.
21 Arch. Vat. Mise. Arm. XIII, v. 93, f. 203.
" Arch. Vat. Mise. Arm. XIII, v. 93, f. 222.
EL ARZOBISPADO DE LIM.-\ Y LAS D10CESIS DE :PAN.AMA Y QUITO 199

y Dolía Juana Velásquez, ambos de noble prosapia y emparentados con


lo mejor del lugar. Hizo sus estudios en el Real Colegio de San Mar-
tln y luego en €1 de Santo Toribio y ya ordenado de sacerdote se le
encomendaron algunas doctrinas del arzobispado. Habiendo pasado
al Cuzco fue nombrado Tesorero de su Cabildo y ascendió luego a
Chantre y Arcediano. Ocupaba esta silla cuando fue elevado a la
episcopal de Panamá. Lo consagró en la Catedral del Cuzco el dia 14
de Diciembre el Sr. D. Pedro Morcillo, con asistencia de dos dignida-
des del Cabildo. El 16 de Mayo de 1744 salió de la ciudad para Ja de
Lima, donde tomó la nave que lo habla de conducir a Panamá. Aqui
sólo permaneció cinco años. Por su correspondencia venimos a saber
que tuvo serias dificultades con su Cablldo sobre el reparto de los diez-
mos y que. asi la obra de la Catedral como los estudios de Facultades
Mayores que se habían abierto en el Colegio de la Compañia hablan
recibido notable impulso, gracias a la generosidad del Licenciado
D. Francisco Javier Luna Victoria, Colector General del Obispado.
Este sacerdote, nativo de Panamá, se habla constituido maestro
mayor de fábrica de la Catedral, desde los tiempos del Señor Morcillo
y habla suplido de su caudal lo necesario para la obra. Cedió para el
adorno interior del templo cerca de diez mil pesos y, además, había
dado otros treinta mil para las cátedras de artes, Dogma y Moral que
se hablan comenzado a leer ". Más tarde Jo veremos ce!íirse la mitra
de esta Iglesia. En 1749, D. Juan de Castafíeda pasó a regir la sede
euzque!ía y fue designado para la de Panamá, D. Felipe Manrique
de Lara, Deán de Lima, que renunció, sustituyéndole, primero, D. Juan
Ba:utista Taborga y Durana, Deán de Arequipa, que falleció, luego,
Fray Valentln Morán, trasladado a Canarias y, por último, D. Fran-
cisco Javier Luna Vitoria, cuyas Bulas remltia el Cardenal Portoca-
rrero en Mayo de 1751. En Octubre y Noviemb~e de dicho alío escrt-
bla a s. M. dándole las gracias por la mitra y anunciándole, que luego
de haber recibido la consagración episcopal en Cartagena y, recibi-
das sus Bulas, tomó posesión de su Iglesia el 3 de Nov!embre. .
Panamá vino a recibir un nuevo golpe con Ja supresión de la Au-
diencia, que en realidad no parecla necesaria y daba más bien origen
a continuos conflictos as! con los Gobernadores como con los Obispos,

"" A. del Panamá 223. Cartas de 26 de Abril y 6 de Junio 1747.


200 HISTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU, TOMO IV

como hemos podido verlo en las páginas de este libro. A esto se ha de


a:liadir un nuevo Incendio de la ciudad, no de las proporciones del pa-
sado, pero que arrasó algunos barrios y destruyó los conventos de San
Francisco, Santo Domingo, el de la Concepción y la Iglesia de San Fe-
lipe Neri. D. Francisco aue habla recibido la Bula del Jubileo conce-
dido por Benedicto XIV aprovechó la presencia de unos religiosos
franciscanos, que pasaban al Perú a las Misiones, para preparar al
pueblo a ganar esta gracia, como se hizo con gran provecho de todos.
Sobre esto se dedicó a poner la última mano en su Catedral que que-
dó muy decente y, antes de su partida a Trujillo para donde fue pro-
movido el año 1758, recibió una Real Orden, aprobando lo resuelto
por la Audiencia en el largo y enojoso asunto de los diezmos, anulan-
do lo hecho por su Cabildo, a quien hizo presente el desagrado del
Monarca por sus procedimientos"·
D. Francisco salió por dos veces a visitar su Obispado, primero en
Febrero de 1753 y luego en 1756. En la primera halló que los tres anexos
del curato de la vllla de los Santos, bastante poblados, se hallaban des-
atendidos en lo espiritual, por cuidar de ellos un teniente que nom-
braba o removia el Cura a su arbitrio, señalándole un corto estipen-
dio. Resolvió atribuirse a si el nombramiento y dispuso que los fru-
tos se dividiesen en cuatro partes, una para el Obispo, otra para el
Cura y las otras los para los Tenientes. Algo parecido suced!a en San-
tiago de Veragua, donde también habla dos anexos, fuera de los mu-
chos que vivían esparcidos por los montes, por lo cual mandó se edi-
ficase una ermita, para que pudiesen acudir a oir misa y otra seme-
jante entre Natá y Santiago, por donde vivian más de doscientas,Ja-
milias. El Obispo tropezaba con la dificultad que ya hablan advertido
sus antecesores, o sea, la pobreza de los curatos, por lo cual los cléri-
gos rehuían aceptarlos. A esto se añadía el que no se les pagaban pun-
tualmente los sínodos, de modo que los fieles quedaban sin el socorro
espiritual necesario. En el año 1756, a 29 de Setiembre, escribía, dan-
do cuenta del estado de su Iglesia y lamentándose de las faltas graves
que habla reconocido en algunos. Los Indios no estaban suficiente-
mente Instruidos y muchos con el trato que tenian con los alzados,

24
A. de I. Panamá 223. Cartas de 6 de Marzo de 1752 y 26 de Enero de
1753.
EL ARZOBISPADO DE LIMA Y LAS DIOCESIS D~ PANAMA Y QUITO 201

abandonaban las prácticas cristianas. El P. Esteban Ferrioli, jesuita,


habla logrado reducir a algunos y formado población, pero a su muer-
te, polvieron a dispersarse y aunque, se enviaron otros Padres no
lograron nada hasta que por entonces lo consiguió un buen clérigo,
de apell!do Aizpurúa.
Entre Penonomé y la Mesa consideró necesaria la erección de una
ermita cerca del r!o que llaman el Cobre y otra en el río de Bayano,
en la proximidad del fuerte de Terable, donde vivían algunas familias.
En su ciudad episcopal, alentó a los vecinos a terminar la Parroquial
de Santa Ana, la cual, gracias a 1os esfuerzos de uno de ellos, D. Boni-
facio Barrientos, se vela ya casi terminada. Habiendo recibido orden
de trasladarse a Trujillo se dirigió, en Marzo, a esta ciudad, en donde
Je hallamos ya en Junio de 1759.
Vino a reemplazarle D. Manuel Jerónimo de Roman! y Carrillo, na-
tural de Huamanga y procedente de una de las mejores familias de
esta ciudad. Abrazó Ja carrera eclesiástica y fue Chantre y Arcediano
en el coro de su ciudad natal. El 15 de Marzo de 1758 se remitian de
Roma sus Bulas y suponemos que en Lima recibió la consagración
episcopal. El siguiente afio hizo su entrada en Panamá, donde sólo ha-
bla de permanecer cuatro afíos, pues en 1763 era trasladado al Cuzco,
como algunos de los que le hablan precedido en la sede y otros que se
siguieron después. Ro man! tuvo la sa tlsfacclón de bendecir solemne-
mente su Iglesia Catedral el 1 de Diciembre de 1762 y, el siguiente
dla, con grande pompa se colocó en ella el Santlsimo Sacramento, con-
ducido procesionalmente desde la Iglesia de San José de los Agustinos
Recoletos.
El 9 de Octubre de 1763 fue nombrado Obispo de Panamá, D. Mi-
guel Moreno y Ollo, nacido en la misma ciudad y Gobernador Ecle-
siástico en aquel entonces. En su tiempo se estrenó la citada Iglesia
de Santa Ana, celebrándose con este motivo el 20 de Enero de 1764
grandes fiestas, en las cuales se dio preferente lugar a D. Mateo Eiza-
guirre, comerciante de la ciudad, a cuyas larguezas se debió la ter-
minación del templo y el cual fue más tarde agraciado por S. M. con
el titulo de Conde de Santa Ana. A este feliz suceso hay que afíadir
el lastimoso de la exPulsión de la Compa!íia, que por tanto tiempo ha-
bía sido la edificación de los fieles de Panamá y a cuya diligencia y
e•fuerzo se debla en buena parte la creación de la Universidad de San
202 HISTORIA !OE LA IGLESIA El'i EL PERU. TOMO IV

Javier. El 12 de Marzo de 17139 Clemente XIII lo trasladó a la sede


de Huamanga. Por razón del Concilio, al cual había convocado el Me-
tropolitano, hubo de detenerse en Lima, pero desde Panamá, a 16 de
Enero de 1771, envió sus poderes al Deán y Cabildo para la toma de
posesión 25 •
El 28 de Mayo de 1770 un dominico, Fray Francisco de los Ríos, le
sucedía en esta sede que sólo había de regir unos c~co afias, pu.es el
17 de Noviembre de 1776 fallecía en su ciudad episcopal. De su paso
por ella sólo queda memoria de la fundación de los pueblos de San
Marcelo de las Palmas y San Carlos de Chirú y de las incursiones que
hicieron as! los alzados de la comarca del Dartén como los Mosquitos,
del otro extremo de la Gobernación a quienes hablan soliviantado Jos
piratas. sucediéron!e D. José Antonio de Umeres, natural de Santia-
go de Chile y Canónigo de Panamá, preconizado el 15 de Diciembre
de 1777 y luego D. Rem!gio de la Santa y Ortega, natural de Yecla,
en el Reino de Murcia y canónigo de la Colegiata de San Isidro de
Madrid, al cual, por haber fallecido el anterior el 11 de Noviembre de
1791, nombró Su Magestad para esta sede y fue confirmado en Roma
el 31 de Enero de 1792.
En 1781 un nuevo incendio vino a afüglr a los habitantes de Pana-
má y en 1785 el Virrey de Santa Fe, Illmo. Sr. D. Antonio Caballero y
Góngora resolvió pacificar de una vez la comarca del Darlén, que era
un nido de piratas y contrabandistas, arrasando todas las poblacio-
nes y obligando a los Indios a emigrar, dejando tan sólo una con buena
guarnición. La Santa consagró su Catedral el 4 de Abril de 1796 y,
fuera de visitar la diócesis, envió a los franciscanos a dar misión en
toda la Provincia de Chirlqu!. En 1797 se le trasladó a la diócesis de
La Paz y el siguiente afio abandonó Panamá.
, En el Obispado de Quito fueron ocho los Prelados que gobernaron
esta Iglesia desde el afio 1726 hasta el de 1795 en que fue preconizado
D. Juan Miguel Alvarez Cortés. Algunos de ellos no llegaron a tomar
posesión, como fue el caso del Obispo D. Antonio Escandón, trasladado
a esta sede y luego a la de Lima y otros apenas la rigieron por un afio,
como D. José Pérez Calama, que entró en Quito en 1791 y en 1792 se
le aceptaba la renuncia; o bien el franciscano quitefio, José Fer-

2i;; Archivo Cabildo Ecco. de Guamanga.


EL ARZOBISPADO DE LIMA Y LAS DIOCESIS DE PANAMA Y QUITO 203

nimdez D!az de la Madrid, venido de Cartagena en 1793 y cuyo falle-


cimiento tuvo lugar el 4 de Junio de 1794. Es también de notar que
muchos de ellos vinieron de la diócesis de Cartagena de Indias, como
si ésta fuese el escalón previo para ascender a Quito.
A D. Luis Francisco Romero le sucedió, en 1726, el Obispo de Po-
payán, D. Juan Gómez Frias, párroco de Móstoles, de donde le sacó
el Rey para la sede popayanense. El 8 de Agosto de dicho afio tomaba
posesión por poder y unos meses más tarde hacia su entrada en la
ciudad, pero inopinadamente desaparecla de entre los vivos el 21 de
Agosto de 1729. Su sucesor, Escandón, no llegó a Quito y vino a sus-
tituirle D. Andrés Paredes y Armendáriz, canónigo de Lima, su ciudad
natal. Su padre, Fiscal de la Audiencia de Quito, lo trajo consigo a
esta ciudad de pocos afios y en el Seminario de San Luis hizo sus pri-
meros estudios, pasando luego a completarlos en el de San Martln
de Lima y en la Universidad de San Marcos, donde se graduó. El Arzo-
bispo Escandón lo consagró el 25 de Enero de 1734 y el 22 de Diciembre,
del mismo afio, hacia su solemne entrada en Quito.
D. Andrés que habla desembarcado en Guayaquil aprovechó su via-
je para visitar toda aquella parte de su diócesis. En Quito supo gran-
jearse el amor y veneración d~ sus ovejas, as! por su piedad y manse-
dumbre como por su caridad para con los pobres. Se habla propuesto
imitar a Santo Tomás de Vlllanueva y, ciertamente, poseyó algunas
de las virtudes que resplandecieron en el Arzobispo de Valencia. Asi
por la crisis económica por la que atravesaba la presidencia, como
por las divisiones de sus habitantes, al Obispo Armendár!z no le faltó
campo donde ejercitarse. Aun se esperaba mucho de él cuando la muer-
te vino a sorprenderlo en el pueblo de Sangolqul el 23 de Julio de 1745.
A su celo y generosidad se debla el convento de Carmelitas Descalzas
de La tacunga, cuya Iglesia puede decirse que vino a estrenarse con
los solemnes funerales que en ella se hicieron por el Difunto Prelado,
el cual. en su testamento había dispuesto que su corazón se enterrase
en este templo.
D. Juan Nieto Polo del Aguila, Obispo de Santa Marta, fue promo-
vido en 1746 a la sede quitense. Habla nacido en Popayán y tuvo por
padres al Maese de Campo, D. Diego Nieto Polo de Salazar y a Dofia
Ana Maria Hurtado del Agulla. Aprendió latinidad con los jesuitas
de su ciudad natal y vino luego a Quito, ingresando en el Seminario
204 lllSTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU. TOMO IV

de San Luis, graduándose en la Universidad de San Gregorio de Ba-


chiller y Licenciado y luego de Doctor en el Colegio del Rosario de
Bogotá. Siendo Maestrescuela de Popayán, se le escogió para Obispo
de Santa Marta en 1743 y de aquí vino a Quito. Aun cuando en No-
viembre de 1748 el Deán tomó posesión de la sede en su nombre, el
Sr. Nieto no llegó a su ciudad episcopal hasta mediados del afio 1750.
Deseó visitar la provincia de Pasto y de esta ciudad bajó a Barba-
coas y a la isla de Tumaco y luego recorrió toda la costa de Esmeral-
das hasta salir por !barra, de donde se trasladó a Quito. Aquí fue su
primera diligencia abrir el concurso para la provisión de los curatos
vacantes y luego dar un curso de misiones para el pueblo, práctica
que ponla en uso en sus visitas. Fue muy asiduo en hacerlas, consi-
derando que era esta una de sus más graves obligaciones y se esmeró
en désterrar los vicios y malas costumbres que se hablan introducido
asi como en exigir de su clero la ciencia y santidad que lo deben dis-
tinguir. Con este fin implantó las Conferencias de Moral y Jos Ejerci-
cios Espirituales de San Ignacio y, fuera de exigir a los párrocos la
residencia en sus beneficios y el conocimiento. de la lengua Indígena,
ali!· donde se hacia necesario, procuró que todos vistieran decente-
mente y se abstuvieran de asistir a espectáculos profanos.
No le faltaron contrariedades, nacidas las unas del carácter un
tanto imperioso y altivo del Presidente de la Audiencia, D. Juan Pio
Montúfar, Marqués de Selva Alegre; otras de las contiendas y alter-
cados conventuales, especialmente entre franciscanos y dominicos y,
por último, debido a los terremotos que asolaron la comarca y uno de
los cuales, el de 1755, fue desastroso para Quito, as! como el de 1757
destruyó Latacunga. Nieto Polo no perdió el ánimo en medio de estos
contratiempos y ni su actividad ni su largueza en beneficio de los
demás padeció mengua. Estimado y respetado de todos, vino a falle-
cer el 12 de Marzo de 1759, dejando de si inolvidable memoria que lo
consagra como uno de los más insignes Prelados que han brillado en
Quito.
Presentado para esta sede D. Francisco Fernández de Játiva, que
renunció, fue trasladado de la de Santiago de Cuba, donde ejercía el
cargo de Obispo Aux!Uar, D. Pedro Ponce y Carrasco, preconizado en
Roma el 24 de Diciembre de 1762. La vacante se prolongó todavia, pues
el nuevo Obispo no llegó a entrar en su Iglesia hasta el primero de
EL ARZOBISPADO DE LIMA Y LAS DIOCESIS DE PANAMA Y QUITO 205

Setiembre de 1764. D. Pedro habla nacido en la Puebla de Guzmán,


en Ja arquidiócesis de Sevilla y en el año 1732 habla venido a Cuba
como familiar de D. Fray Juan Lasso de la Vega, Aqui hizo sus estu-
dios eclesiásticos y se ordenó de sacerdote, desempeñando luego el
cargo de Provisor. El Obispo lo pidió por coadjutor y el Rey vino en
ello. Obtenido el beneplácito de la Santa Sede lo consagró el mismo
Lasso de la Vega. No fue bonancible el periodo en que le tocó gober-
nar. En Mayo de 1765 se levantó la plebe de Quito contra los españo-
les y Ja Audiencia, obligando a ésta a refugiarse en el Convento de la
Concepción. Por fortuna, la falta de armas hizo que los sublevados no
hicieran mayor número de victimas. Sobrevino luego la e:xpu!sión de
los ¡,esuitas que causó honda impresión en todos y privó a la Iglesia
de Quito de eficaces colaboradores. En medio de todo esto, el Obispo,
celoso de su dignidad, hubo de sostener frecuentes desacuerdos con
su Cabildo, en su mayor parte por puntos del ceremonial, hasta que
por una Real Orden se mandó a los cuatro más antiguos prebendados
pasar a Bogotá y presentarse al Virrey, de quien debfan recibir una
reprensión. Tampoco Je faltaron desazones con los religiosos, de modo
que debió ser para D. Pedro, anciano ya, un alivio su despedida de
este mundo. Falleció el 28 de Octubre de 1775, dejando cuantiosa for-
tuna.
Nombrado para sucederle D. Bias Sobrino y Minayo, Obispo de Car-
tagena, entró en la ciudad el 18 de Setiembre de. 1777. Era originario
del Obispado de Plasencia en España y habla sido canónigo de Zamora,
y Vicario General de aquel Obispado. En 1774 fue preconizado Obispo
de Cartagena y antes de un año de gobierno en esta sede trasladado a
Quito, donde habla de permanecer unos diez años. En su tiempo, como
veremos, se desmembró de este Obispado el de Cuenca, que ya el Sr.
Nieto Polo había sugerido, aun cuando no todos fueran de su parecer.
De acuerdo con el Presidente Villalengua erigió en el que habla sido
Noviciado de la Compañia un Hospicio de Mendigos, que sirvió al mis-
mo tiempo de casa de huérfanos y aun de léprosorio, aun cuando lue-
go, con mejor acuerdo, se trasladó éste a otro lugar. El Obispo contri-
buyó a su sostenimiento con 2.000 pesos cada año y publicó una "Carta
Pastoral"· exhortando a sus súbditos a erogar alguna l!mosna para.
obra tan laudable y necesaria. Su falta de salud y la disminución de
sus rentas por la erección del nuevo Obispado le indujeron a pedir su
206 HISTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU. TOMO IV

traslado al Monarca y éste tuvo a bien acceder a su súplica y lo pre-


sentó en 1788 para la diócesis de Santiago de Chile y el Consejo dio
el pase a sus Bulas en Madrid el 20 de Febrero de 1789. En Julio de
este afio anunció a su Cabildo la llegada de estas y se dispuso a aban-
donar Ja ciudad, que no pudo menos de lamentar su partida al recor-
dar cuánto habla hecho en 1785, al presentarse una epidemia de sa-
rampión, por el alivio de los enfermos y socorro de los necesitados.
Pérez Calama, preconizado en Abril de 1789, desembarcó en Manta,
viniendo de Acapulco y entró en Guayaquil el 1 de Jul!o de 1790. Des-
pués de visitar la provincia de Guaranda, llegó a Riobamba el 28 de
Setiembre de 1790 y en Diciembre entraba en Ambato. Hacia cuarenta
afios que en la región no se había visto al Obispo. Habla nacido en un
pequefio pueblo de la diócesis de Corla el 25 de Noviembre de 1740. A
la edad de doce afíos Ingresó al Colegio de Huérfanos de la Concepción
de Salamanca donde permaneció hasta el fin de sus estudios. En 1765
vino a MéJ..ico en el séquito del Obispo de La Puebla, D. Fabián y Fuero
y fue en esta ciudad Rector del Seminario y Gobernador del Obispado.
Pasó a ocupar la silla de Dean en Valladolid (Michoacan) y, preconi-
zado Obispo de Quito, en Diciembre de 1788, se consagró en aquella
Iglesia el 23 de Agosto de 1789.
Amante de la cultura, procuraba fomentarla entre sus parrocos y
prodigaba elogios a los que poselan una regular biblioteca. Hallandose
todavía en Guaranda, dirigió el 2 de Setiembre una Circular a Jos curas,
en la cual reprobaba el abuso de no administrar la eucaristia a los in-
dios ni aun en el tiempo pascual o en la hora de la muerte y en ella ci-
taba la Pastoral del Obispo D. Luis Francisco Romero, del afio 1725, en
que se llamaba la atención sobre lo mismo, como antes lo había hecho
también otro antecesor suyo, Pefia Montenegro. En los primeros días
del afio 1791 llegó a Latacunga y el 26 de Febrero hizo su entrada en
Quito. Un afio y meses más tarde, el 1 de Noviembre de 1792 recibe
una R. C. fecha en Aranjuez el 26 de Junio, en la cual se aceptaba su
renuncia. De su paso por Quito sólo se ofrece mencionar el Plan de
Estudios que dejó a su Seminario y del cual hablaremos más adelante.
De Cartagena vino su sucesor, Fray José Fernandez Diaz de la Madrid,
franciscano y natural de Quito, que entró en esta ciudad en 1793. Era
ya de edad avanzada y as! no fue de extrafiar que la muerte lo sor-
EL ARZOBISPADO DE iLIMA Y LAS DIOCES!S DE PANAM.A Y QUITO 207

prencliese un año más tarde, el 4 de Junio de 1794. Con él cerramos


la lista de los Obispos de esta diócesis, pues el siguiente pertenece
más bien al siglo XIX.

3. La Iniciativa de la creación del Obispado de Cuenca. desmem-


brando su territorio del de Quito, pertenece, segfin creemos, al Cab!ldo
secular de aquella ciudad. que el 29 de Diciembre de 1751 se dirigió al
Consejo de Inclias, exponiendo la necesidad de practicar esta clivis!ón.
Un Obispo de Quito, D. Juan Nieto Polo del Agu!la, secundó a, los ca-
pitulares, pues en carta fechada en Guayaquil, el 9 de Enero de 1752,
daba cuenta de la visita que habla hecho de todo aquel territorio y
manifestaba que así el Cabildo de Cuenca como el de Guayaquil so-
licitaban la erección de un nuevo Obispado, aun cuando, como era na-
tural, cada una de esas ciudades pretend!a ser la sede. Nieto Polo era
de parecer que se fl,J ase en cuenca. El Fiscal del Consejo pidió que
antes de resolver se pidiese el parecer del Virrey de Santa Fe y se le
escribió el 27 de Marzo de 1753. A su vez, este funcionanario consul-
tó el caso con el Virrey del Perfi, D. José Manso de Velasco y con el
Arzobispo de Lima, como a Metropolitano y con la Audiencia de Qui-
to. Las respuestas no eran del todo favorables. Se alegaba la pobre-
za del Obispado de Quito y otras razones. El Cabildo secular de Quito
y más todavía el Eclesiástico se oponlan, mientras la Audiencia se In-
clinaba por la erección. El Virrey de Santa Fe, José Solis Folch de Car-
dona, en carta de 10 de Enero de 1756, la consideraba conveniente y,
con estos antecedentes, el Consejo consultó el caso con el Monarca el
HI de Diciembre de 1760.
-El 18 de Julio, de 1763, con la lentitud y dilación que era ya co-
rriente en estos asuntos, se decidió erigir el nuevo Obispado, señalando
a cuenca como sede del Obispo. Eleváronse las preces a Roma y Cle-
mente XIII suscribió el Breve de erección el 6 de Enero de 1769. Se le
dio el cfimplase en El Pardo el 13 de Febrero de 1772 y en 1773 se co-
mls!onaba al Obispo de Panamá, Moreno y Olio, para ejecutar el Bre-
ve. Este se excusó por razón de su traslado a Guamanga y se trans-
firió el encargo al Obispo de Popayán, D. Antonio de Obregón. Por su
edad avanzada no pudo pasar a Cuenca, pero eligió dos ecles!ástlcos
de confianza, los cuales debían sefíalar los términos del nuevo Obls-
IDSTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU. TOMO IV

pado, que habla de comprender las provincias de Cuenca, Guayaquil


y Loja y las poblaciones adonde se extenderla Ja Jurisdicción episco-
pal. Los escogidos fueron D. Miguel Unda y Luna y D. Mariano Gri-
jalva, interviniendo también el Fiscal de Ja Audiencia, D. Serafln
Veyán.
Una vez recibidos los informes, el Obispo de Popayán, suscribió el
1 de Julio de 1776, eJ auto de erección, que remitió a Espa.fia para su
aprobación y a Roma, para que fuese confirmado por el Pontífice; El
Consejo, salvo ligeras modificaciones, le dio su aprobación y el Rey
puso su· firma en la Real Cédula respectiva en Aranjuez, el 13 de Ju-
nio de 1779 "· Todav!a habla de pasar algün tiempo, debido, en.parte,
a la guerra que Espafia sostenla con Inglaterra y sólo en 1785 se dis-
puso llevar a la práctica la erección y designar Prelado. A propuesta
del Virrey de Santa Fe, fue elegido D. José Carr!ón y Marfil, auxiliar
del Arzobispo de Bogotá, a quien apoyó el Presidente de Quito, Villa-
luenga, por el parentesco que le unla al electo. Presentado al Papa,
Plo VI lo preconizó en el Consistorio del 18 de Diciembre de 1786.
Carrión y Marfil era natural de Estepona, en la Andalucia e hizo
sus estudios en Ja Universidad de Alcalá, donde se graduó en Derecho.
Ejerció Ja abogacla en Sevllla y abrazó Juego la carrera de las armas,
pero dejólas para vestir el hábito clerical y, en 1773, se ordenó de
Presbítero. En 1776 vino a América en compafila del Obispo de Yuca-
tfm, Caballero y Góngora y en calldad de Provisor y Vicario General.
Al ser elevado éste a la metropolitana de Santa Fe le siguió su Vicario,
a quien se concedió una Canongla y luego se le dio el cargo que ejer-
cla en Yucatán y, finalmente, en 1784, se le nombró Obispo titular
de Caristo y Auxiliar de Santa Fe, consagrándose en Cartagena el 27
de Marzo de 1785.
La diócesis de cuenca seria sufragánea de Lima y tendrla por Pa-
trona a la Inmaculada Concepción. El Cabildo constaría de- cuatro dig-
nidades; Deán, Arcediano, Maestrescuela y Chantre, cuatro canónigos
de oficio: Penitenciario, Magistral, Doctoral y Lectora! que hablan de
proveerse por .oposición, dos canongla.s de merced, tres racioneros y

:us Guayaquil insistió en -que la sede episcopal se fijara allí. No hay duda
que el puerto aventajaba en importancia a Cuenca y, ·mientras ésta era sólo
cabeza de un cor:regimiento, Guayaquil era una Gobernación.
EL ARZOBISPADO DE LIMA Y LAS DIOCESIS DE PANAlVIA Y QUITO 209

tres medio racioneros. Sin embargo, por entonces y en razón de la cor-


tedad de las rentas el Cabildo se reducirla en una tercera parte, pues
los dlezmos del bienio 1755-1756, no hablan producido sino 11.450 pesos.
D. José Carrión se trasladó por tierra a Quito, llegando a esta ciu-
dad en Octubre de 1787 y poco después se encaminó a su sede, en la
cual ingresó el 17 de Diciembre de aquel afio, con grande regocijo de
todos los habitantes de Cuenca que le recibieron con aclamaciones de
triunfo. Casi en las postrlmer!as del siglo, o sea, el 1798, fue traslada-
do a Trujillo.
CAPITULO X

El Concilio Provincial de 1772

1. Diftérese la celebración de Concilios Provinciales por largo tiempo. -·


2. Real Cédula de 21 de Agosto de 1769 o Tomo Regio, convocando a un Con-
cilio . ...._ 3. Apertura del Sínodo. L~s sesiones conciliares. - 4. La proscrip~
ción .de las doctrinas jesuíticas. - 5. Clausura del Concilio. Anfilisis del mis-
mo. - 6. D. Juan DDmingo González de la Reguera.

Blbliografia: R. VARGAS UGARTE, Oonci1ios Limen•••· 3 v. Lima, 1951.-1954. -


MANUEL DE ALnAY, Oración que el Illmo. Sr. D. D. Manuel Alday ... dixo en
la" apertura ... del Concilio Provincial. .. Lima, 1772. - D. Fr. Pedro Angel
Espiñeira. Dictámen que el Illmo ... Sr. Obispo de la Concepción ... expuso
al Concilio Provincial de Lima... Lima, 1772. - José M. Bermúdez. Dis~
curso Preliminar a la nueva edición de los Concilios Limenses. El Amigo
del Clero. Núms. 985 a 995 .. Lima, 1920-21, - GARciA Y SANZ, .Apuntes para
la Historia Eclesiástica del Perú. - Josll M. BERMÚDEZ, Fama Póst,.ma del
.Arzobispo I;a Reguera. Lima, 1805.

l. Desde 1601 en que Santo Toribio celebró el V Concilio Provin-


cial Limense hasta el siguiente pasaron ciento setenta y .un afios. El
Concilio de Trento, aceptado como Ley del Reino, establecia que estas
asambleas se debian celebrar cada tres afios, pero s·an Pío V por un
Breve especial habla. prorrogado para .América este periodo. Aun pa-
recieron cortos los cinco afios sefü¡Jados por este Pontiflce y Grego-
rio XIII,. en 1583, concedió al Arzobispo de Lima la facultad de cele-
brarlos cada siete. Se habló de solicitar el privilegio de prorrogarlos
hasta Jos veinte, pero de hecho lo único que se obtuvo fue que Pau-
lo V, benignamente concediese, por un Breve de 25 de Junio de 1615,
212 illSTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU. TOMO IV

que se alargase el plazo hasta los doce a!íos. Persistía, por tanto, la
obligación de convocarlos y algunos Prelados sintieron que les urgia
Ja conciencia sobre este punto y, aunque tlmidamente, no dejaron de
representarlo al Monarca.
El primero en hacerlo fue D. Bartolomé Lobo Guerrero. Antes de
abrir el Sínodo diocesano que celebró en Lima, en 1613, escribia a S.M.
y le recordaba cómo estaba mandado que se celebrasen Concilios cada
siete a!íos y que desde el afio 1583, si bien se hablan celebrado dos,
ninguno de ellos habla aún obtenido la. aprobación pontificia y regia.
Juzgaba que era tiempo de convocarlo y pedía licencia para ello, ad-
virtiendo que habla razones de peso para hacerlo, entre otras, la ne-
cesidad de extirpar una vez por todas la !dolatr!a entre los Indios.
No sabemos qué respuesta se dio a su carta, pero a juzgar por los efec-
tos o no se prestó atención a su demanda o se rechazó su súplica.
El sucesor de D. Bartolomé, D. Hernali.do Arias de Ugarte, que ha-
bla presidido en Santa Fe y en Charcas asambleas similares, una vez
en Lima, escribió al Rey, en 1631, manifestándole que hacia treinta
a!íos se habla celebrado el último Concilio Provincial y, por consi-
guiente, que se habla vencido con exceso el plazo concedido por Pau-
lo V. Sin embargo, el mismo Prelado no omitla decir que los Concilios
pasados, a saber, los de 1567 y 1583, hablan ya dado las normas que
se necesitaban y, por la experiencia adquirida, juzgaba que estas
Asambleas en las Indias eran de poco fruto y de mucho ruido. Res-
petamos su parecer, pero, fuera de que en una materia como la pre-
sente, tiene mucho más peso el juicio de la Iglesia que el de un Prelado
particular, conviene recordar que la ineficacia de estas juntas en Amé-
rica nacían de la excesiva ingerencia en ellas del poder civil, no de
causas intrlnsecas a las mismas. Si en algunas de ellas, como ocurrió
en el Concilio Tercero, salió a la superficie el hervor de las pasiones,
esto mismo prueba su necesidad, porque los yerros de los Obispos
sólo podlan enmendarlos el Concilio o el Papa y, como éste se halla-
ba demasiado lejos, era el Concilio el llamado a poner remedio. La
dificultad nacida de la distancia y de la incomodidad de Jos viajes se
solventaba con la prórroga del plazo y, al fin y al cabo, .no era esta
una empresa tan árdua que por sólo este motivo se hubiese de diferir
indefinidamente una asamblea prescrita para toda la Iglesia Universal.
Afias más tarde, D. Pedro de V!llagómez, escrlbla el 4 de Enero de
EL CONCILIO PROVINCIAL DE 1772 213

1669 a la Sagrada Congregación del Concilio y en su carta aludía a


la que habla recibido del Sumo Pont!fice. Este le había llamado la
atención sobre algunos puntos y el cuarto era el relativo a los Con-
cilios Provinciales, que a juicio del Vicario de Cristo, debian cele-
brarse en la fecha señalada. D. Pedro no pudo satisfacer a este cargo
sino del modo en que lo habían hecho otros, esto es, alegando que los
precedentes lo hablan dispuesto todo y que no convenla sacar a los
Obispos de sus Iglesias'· Clemente IX, no desconocía .su verdadera si-
tuación y, no obstante, tuvo a bien recordarle al Prelado limense su
obligación. Con ello no hacia más que cumplir con su deber de Pastor
Universal.
Pasaron los años y, a medida que se fue acentuando el regalismo,
se hizo ley la costumbre y ya nadie pensó en poner por obra esta prác";·
tlca constante de la Iglesia. Por lo mismo, el hecho de partir de la'autó~
ridad real la iniciativa de convocar un Concilio Provincial tei;ila q,ne ..
despertar la admiración y, yendo más al fondo, la sospecha;·'

2. Corria el último tercio del siglo xvnr y reinaba en Espatía ca.r;,


los III, el mismo que poco tiempo antes habla desconcertado a Jos
americanos con el decreto de expulsión de los Jesuitas. Los Arzobis~
pos y Obispos de América, muchos de los cuales eran hechuras de los
hombres de su Consejo, recibieron una J:l,eal Cédula suscrita en San
Ildefonso el 21 de Agosto de 1769, a la cual se denominó Tomo Regio
y en ella disponía su Magestad que, poniéndose de acuerdo con los
Virreyes o Capitanes Generales se ftj ase "el término y tiempo de cele-
brar Conc!l!o Provincial con los sufragáneos, guardando en su con-
vocación y celebración lo que los cánones y leyes del Reino disponen
en el asunto". A continuación se enumeraban los puntos que deberían
tratarse en la Asamblea, pero ya en el preámbulo del documento cla-
ramente se indicaba el blanco adonde tiraba esta maniobra. "Si en
otros tiempos, se dice, ha sido necesaria su convocación, en ninguno
más propiamente qne en los presentes, por lo tocante a esos mismos
reinos de las Indias e Islas Filipinas, para exterminar ias doctrinas
relajadas y nuevas, sustituyendo las antiguas y sanas, conforme a las
fuentes puras de la religión y restableciendo también la exactitud de

1 Arch. Vat. Sac. -Congr: Concilil. Relat. Dioeces.


214 HISTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU, TOMO IV

la disc!pl!na eclesiástica... " La coletilla final era tan sólo un señuelo


para disimular el principal intento y el lector no tiene más que sus-
tituir la palabra "jesulticas" por los adjetivos "relajadas y nuevas"
para dar con la verdadera causa del Concilio.
La camarilla que rodeaba al Monarca se había propuesto arran-
carte al Pontlf!ce la extinción de la Orden de Ignacio y el paso pre-
vio no era otro sino obtener de los Obispos, as! de España como de Amé-
rica, la condenación de las doctrinas que sustentaban los Doctores y
Maestros de la Compañia de Jesús. Ya el 12 de Agosto de 1768 se habla
enviado a los Obispos una cédula sobre la materia, ,en la cual se !n-
s!st!a en lo que prescrib!a el punto VIIl del Tomo Regio, a saber, que
pr?curasen que en sus respectivas diócesis no se enseñase en las cá-
tedras por autores de la Compañia y se restableciese la enseñanza de
la Escritura, Santos Padres y Concilios, desterrando las doctrinas laxas
y menos seguras e infundiendo el amor y respeto al Rey y a los supe-
riores, como obl!gaclón tan encargada por las divinas letras.
Gobernaba por entonces la arquidiócesis de Lima D. Diego Antonio
Parada, cuyo esp!ritu conci!lador no hizo la menor observación a la
orden y, de acuerdo con el Virrey Amat, se dispuso a darle cumpl!-
mlento. El 12 de Junio de 1770 remitió a todos los sufragáneos la cé-
dula de 1769 y les recomendaba procediesen a hacer los preparativos
señalados. Dlas antes, o sea, el primero de dicho mes, suscrib!a el ed!c"
to de convocatoria que empezaba as!: "Por cuanto son casi dos siglos
pasados desde que en esta provincia se halla interrumpido, no sin do-
lor de nuestro corazón y grande perjuicio de la disciplina eclesiástica
de ella, el uso de los Concilios Provinciales y, además, de los que acerca
de su frecuente celebración tienen prov!Slonalmente ordenado los sa-
grados cánones y, principalmente, el Santo Concilio de Trento, novl-
simamente nuestro Católlco Monarca, el Señor Don Carlos m, por un
efecto de su singular propensión hacia la religión y el culto de Dios,
en su R. C. de 21 de Agosto del año pasado de 1769, enlxamente ex-
horta ... y encarga a todos los Arzobispos ... que cada uno en su provln-
'cia convoque y congregue sin dilación Concilio Provincial... Por tanto ..."
Consultado el asunto con el Virrey y con el Deán y c.abildo se citó
a los Prelados para el 1 de Agosto de 1771 y en un edicto pos,terlor,
del 3 de Julio, recordaba a todos la obligación de asistir al slnodo y
prescribia las preces que hablan de elevarse al cielo para el buen éxito
EL CONCILIO PROVINCIAL DE 1772 215

de la asamblea. Recibiéronse las convocatorias y los Prelados comen-


zaron a disponerse para hallarse en Lima en la fecha indicada. Las
sedes de Panamá y Arequipa se hallaban vacantes y los Obispos de
Quito y de Trujillo se excusaron de asistir por su avanzada edad y sus
achaques. No obstante, en jul!o de 1771 no habla llegado a la ciudad
sino el Obispo de Concepción, Fray Angel Esplñeyra. Vióse obligado el
Arzobispo a prorrogar la apertura y convocó de nuevo a los diocesanos
para el 1 de Enero de 1772. Para entonces se encontraban en Lima los
Obispos del Cuzco, Guamanga, Santiago y el citado de Concepción y
los Procuradores de los Obispos de Trujillo y de Quito, a saber, D. Jus-
to López de Murlllo, Deán de Panamá y D. José Esteban Gallegos, Maes-
trescuela de Lima.
Los Procuradores de las Iglesias eran los siguientes: por la de Pa-
namá, el Deán, D. Justo López Murillo; por la de Quito, D. Francisco
de Santiago Concha, Doctoral de Lima; por la de Trujillo, D. Fernan-
do Cortés; por la del Cuzco, D. José Salazar; por la de Guamanga,
D. Francisco Ruiz Cano, Marqués de Soto Florido, al cual sustituyó
D. Manuel Mariano Moreno, Cura de Luricocha; por la de Arequipa,
D. Juan Domingo González de la Reguera; por las de Santiago y Con-
cepción, D. Domingo Larrión, Racionero de Lima y por esta Santa Igle-
cla los miembros de su Cabildo.
Entre los Obispos descollaban los del Cuzco y de Santiago. El pri-
mero, criollo de Panamá, D. Agustln de Gorrichátegu!, habla venido a
Lima en compañia del Arzobispo Escandón y habla estudiado en el
Real Colegio de San Martln. Fue luego Cura d,e San Mateo y de Jauja,
Tesorero del Coro de Lima y, por su virtud y saber, se le nombró, en
1760, Rector del Seminario. En 1769 fue preconizado Obispo del Cuzco
y el 6 de Octubre de 1771 lo consagró en la Catedral el Arzobispo Pa-
rada. Era el más joven de todos los Obispos, pero a sus conocimientos
en materias ecJesláSticas unfa su experiencia de párroco de indios y el
conocimiento de la lengua de Jos naturales. A!day, Obispo de Santiago,
era natural de Concepción y fue enviado por sus padres a Lima, in-
gresando en el Colegio de San Martln, en calidad de estudiante jurista,
pues en su ciudad natal se habla graduado en teología, aun cuando no
había decidido abrazar la carrera eclesiástica. En 1733 se graduó en
cánones en la Universidad de San Marcos y el siguiente a:ño se recibió
de Abogado. Condecorado con Ja borla de Doctor en ambos derechos
216 HISTORIA DE LA IGLESIA EN EL IPERU. TOMO IV

empezó a ejercer la abogacía y llegó a oponerse a la cátedra de Inst!-


tuta vacante en la Universidad. No habiéndola obtenido y sabiendo
que la canongla doctoral de la Iglesia de Santiago estaba vacante pasó
a esta ciudad y se opuso a ella. Ganó las oposiciones y el 5 de Enero
de 1740 tomó posesión de la silla, hecho que determinó su Ingreso en
el clero secular.
Exacto en el cumplimiento de sus deberes, por dos veces mereció
que el Cabildo le nombrase Vicario Capitular y en 1753, vacante la
diócesis de Santiago, fue nombrado para regirla D. Manuel Alday.
Consagróle en su Iglesia el Obispo de Concepción, D. José de Toro
Zambrano el 2 de Octubre de 1755 y desde aquel entonces vivió dedi-
cado a sus labores de pastor, celebrando en el año 1763 un s!nodo para
el mejor régimen de sus ovejas. ·
Entre los demás asistentes al Conclllo es justo hacer mención del
Procurador de la Iglesia de Arequ!pa, D. Domingo González de la Re-
guera, futuro Arzobispo de Lima y del Secretario, D. Baltasar Jaime
Martínez de Compañón, que se habla de cefi!r la mitra de Trujillo;
D. Francisco de Santiago Concha. Doctoral de Lima y Provisor y Vi-
cario General del Arzobispado; el P. Francisco González Laguna, Di-
putado por la Religión de la Buenamuerte; D. José Esteban Gallegos,
Maestrescuela de Lima y teólogo del Concl!lo; el P. Fray Prudencia
Osorio, de Santo Domingo, el P. José Durán de los Agonizantes y Fray
Juan de Marlmón, franciscano, teólogos designados y el último por el
mismo Virrey, D. Manuel de Amat.
Como se deja entender la participación del poder v!cll era inevi-
table. Ya el tomo reglo lo asentaba claramente y el Virrey no se hizo
el sordo. Nombró Asistente Real a D. José Perfecto de Salas, Fiscal
de la Audiencia de Chlle y su asesor general y te dio por compañeros
a D. Gaspar de Urqulzu, Oidor de Lima, a D. Antonio Porlier, Fiscal
de lo civil y a D. Cristóbal Montaña, Procurador de la ciudad. A estos
agregó dos teólogos, los ya citados Durán y Marimón, a fin de que re-
solviesen las dudas que se suscitaran y velasen porque no se tomase
resolución alguna que contrariase las regalias de la Corona o no se con-
formase con las piadosas y católicas intenciones del Soberano.
Sobre estas nadie podia llamarse a engafl.o, pero los mejores dis-
puestos pensaron que algfm provecho podla seguirse de esta reunión
y que no dejarlan de tomarse algunos acuérdos útiles para estas Igle-
EL CONCILIO PROVINCIAL DE 1772 217

slas. Sin embargo, algo debió Inquietarles el que Amat diese a enten-
der que entraba en sus atribuciones el reconocer las constituciones si-
nodales y reformar las que fuesen contrarias al Patronato. En su
Memoria alude a esta facultad y cita en su apoyo al Marqués de Mon-
tesclaros que habla enmendado algunas de las disposiciones tomadas
en el sinodo celebrado por el Arzobispo Lobo Guerrero•.

3. La apertura del Concilio no tuvo lugar el dia primero de Enero,


sino el 12, Domingo infraoctava de la Epifanla. Con toda solemnidad
desfiló el Cortejo desde la Iglesia de Santo Domingo hasta la Catedral,
tomando por Ja calle del Correo viejo y torciendo luego por el lado del
Cabildo y portal de Botoneros. Iban delante todas las comunidades
religiosas de la capital, luego el clero con sobrepellices y Jos curas pá-
rrocos con estola. Segu!a el Cabildo con capas pluviales e Inmediata-
mente los Señores Obispos de medio pontifical, con mitra y por el or-
den de su consagración y al último el Metropolitano, en medio de dos
Prelados. A continuación el Cabildo secular, el Tribunal Mayor de
cuentas y la Real Audiencia y el Virrey con su familia. A los lados
desfilaba la compañia de Alabarderos y detrás de todos la Guardia de
a caballo,
Llegados a la Catedral, celebró el Arzobispo Misa de Pontifical y
tuvo la oración de apertura el Obispo de Santiago, D. Manuel de Al-
day '· Terminado el Santo Sacrificio, declaró el Arzobispo abierta la
asamblea. Uno de los Secretarios leyó desde el púlpito el capitulo se-
gundo de Ja Sesión 24 del Tridentino y el segundo de la sesión 25 sobre
celebración de Concilios y se practicó lo demá.s que prescribe el ce-
remonial. Esta fue Ja primera acción del Concilio, la segunda tuvo
lugar el 8 de Noviembre y la tercera y última el 5 de setiembre de 1773.

-:i: La diferéncia de una y otro caso es manifiesta. Lobo Guerrero presidia


un sínodo dioces·anO no un Cóncilio Provincial. El Virrey podía autorizar su
publicación aun antes que se viesen las constituciones ·en el Consejo y, como
el Arzobispo le diera a conocer el texto de ellas, Montesclaros suprimió algunas.
'Sin oposición del Prelado.
a La Oración inaugural de D. Manuel de_ Alday se imprimió en Lima en
1712 y la s·acó a luz. D. Esteban José· Gallegos, el cual dice en el Prólogo que
los que la escucharon ansiaban· verla 'impresa para saborearla de nuevo y los
que no la habían oido, deseaban gozar de su lectura.
218 HISTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU. TOMO IV

Fue, por tanto, este slnodo el de más larga duración y las constitucio-
nes aprobadas pueden equipararse, por su número, a las adoptadas
por el Concilio Tercero. Estas se estudiaron y ventilaron en las congre-
gaciones particulares, sin que ningún acontecimiento viniera a per-
turbar la marcha de la asamblea.
La primera sesión pública tuvo lugar el 23 de Enero en la sacristía
de los canónigos y se convino en tenerlas dos veces por semana, en la
maftana. Las sesiones privadas se tenían en el Palacio Arzobispal, don-
de se reunían las diversas comisiones encargadas de estudiar un asun-
to. Los dictámenes o conclusione.s se propon!an luego en la sesión pú-
blica y, en caso de no haber discrepancia, se redactaba el canon
respectivo, pero si había contrarios pareceres, pasaba el p~nto a exa-
men de los consultores nombrados, los cuales en la siguiente sesión
pública daban su dictamen. Para proceder con algún orden se convino
en adoptar el de las Decretales de Gregario IX y la materia se dividió
en titulas, éstos, a su vez, en tratados y éstos en capitulas o constitu-
ciones. Los títulos se agruparon en llbros, de los cuales los dos pri-
meros fueron aprobados en la segunda acción y los otros tres en la.
última. No todos los t!tulos ofrecían la misma d!flcultad, por tratarse
en algunos de materias ya conocidas y reguladas y de ah! que sobre
ellos se pasara rápidamente.
En el cuarto hubo de detenerse. Se trataba de examinar las condi-
ciones que hablan de exigirse a los ordenandos. Ya en el Tomo Regio
se prevenía a los Arzobispos la necesidad de fijar un !Imite a los can-
didatos al sacerdocio y cefiirse al número necesario para atender las
necesidades de los fieles. En realidad habla sobra de clérigos y mu-
chos abrazaban el estado eclesiástico sin verdadera vocación, de modo
que aun cuando no dieran mal ejemplo, su vida no respondía a lo ele-
vado de su profe.slón. El mal era antiguo, pues ya Felipe V habla en-
viado en Febrero de 1731 una cédula al Arzobispo Escandón, en la cual
se le encargaba velar con todo cuidado porque no se Introdujesen en
el santuario los que no fueran verdaderamente dignos. El antecesor
del Arzobispo Parada había palpado el dafio y con el fin de poner al-
gún remedio escribió una excelente Carta Pastoral, en la cual se ex-
tiende largamente sobre las cualidades que deben adornar a los pre-
tendientes a las órdenes y de los requisitos que la Iglesia les exige.
EL CONCILIO PROVINCIAL DE 1772 219

D. Antonio de Parada, al tomar posesión de la silla arzobispal, ha-


lló que sólo en la ciudad de Lima el número de los sacerdotes secula-
res llegaba a 500 y, pareciéndole excesivo, comenzó a usar de rigor
en ia admisión al Seminario y a mostrarse exigente con Jos candidatos
a las Ordenes, haciéndoles esperar dos, tres y más afíos, hasta certi-
ficarse de su vocación y de sus aptitudes para el ministerio sacerdotal.
El examen de los cap!tulos que tratan de la materia nos demuestra
cuál era su actitud y cómo era común, entonces, este modo de pen-
sar. Los efectos de las medidas adoptadas pronto se dejaron sentir,
pues como dice uno de los biógrafos del Arzobispo, al ocurrir su muer-
te en el afio 1779, el número de los sacerdotes en la capital se habla
reducido casi a la mitad, pues en total eran sólo 260.
Con este tema se relacionaba el relativo. al ingreso a los seminarios
de los Indígenas. En realidad no existia prohibición alguna que les ve-
dase la entrada en ellos, perp de hecho eran muy contados Jos que as-
piraban a las órdenes sagradas. Por otra parte, si a los mestizos y
mulatos se les cerraba el paso no sólo al sacerdocio, sino aún a los
votos religiosos, con Igual o mayor razón se tenia que excluir a los in-
dios. En el siglo xvm comenzaron a modificarse estas Ideas y en el
tomo regio se recomendaba a Jos Prelados que en los Seminarios se ad-
mitiese una tercera o cuarta parte de Indios o mestizos. En la discu-
sión, algunos de los consultores, como el Provincial de San Agustín.
Fray Ignacio Concha y el P. Fray Agustín Pérez de Zea, de Ja misma
Orden, manifestaron que no ignorando los indios tener la v!a franca
para el ingreso a los seminarios y aspirar a las Ordenes sagradas, eran
muy pocos o ninguno el que pretendía el sacerdocio, por lo cual pe-
dían. que se destinase la tercera parte de las becas de los Seminarios
a dichos indios, pues pór su pobreza no podían pensar en seguir la
carrera eclesiástica. La medida era plausible, pero deb!an intervenir
otros factores, porque es innegable que las vocaciones de indios no co-
menzaron a producirse sino muy lentamente y datan de una época
posterior.
También se controvertló el asunto del número de religiosas en los
conventos de clausura. y de su reforma. El Cura de San Sebastián,
D. José Potau, Provisor y Vicario General que había sido del Arzobis-
pado; llamó la atención sobre el primer punto. Habían disminuido,
sin duda, pero era indudable que muchas ingresaban sin verdadera
220 HISTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU. TOMO IV

vocación y sólo por no habérseles ofrecido oportunidad de contraer


matrimonio según su condición, NI reprueba ni impugna esta prácti-
ca, pero juzga que serla muy conveniente facmtar a las jóvenes el es-
tado de casadas y, por otra parte, sefíala el lujo y el fausto que gas-
tan de ordinario las limenas como una de las causas de retraerse loB
hombres del matrimonio. A esto se afíadla, según él, la falta de sufi-
cientes puestos públicos para !os de cierta clase social y la poca incli-
nación al trabajo de Jos descendientes de espafíoles. Tenla razón de
sobra y Potau no hacia sino apuntar d.os de los vicios de la sociedad
colonial, propensa al derroche e indolente para el esfuerzo '.
La segunda acción del Conc!lio se tuvo con la solemnidad acostum-
brada el d!a 8 de Noviembre de 1772, predicando en ella el Ob!gpo de
Concepción, Esp!fieyra. Se dio lectura desde el púlpito a los capitulas
de los dos primeros libros y pedido el placet a los Obispos y a los pro-
curadores con voto, todos respondieron afirmativamente. Todav!a se
prolongó la asamblea casi por un afio y en este tiempo se aprobaron
Jos restantes decretos, cuyo número llegaba a 305. Hacia el mes de Se-
tiembre de 1773 comenzó a disponerse todo para la clausura de la
asamblea. Se convino en fijar el Domingo 5 de Setiembre, pues no ha-
bla ya razón para dilatar el término de las sesiones y aun cuando los
asistentes reales observaron que hablan quedado sin resolver algunos
puntos, se les respondió que ya los Padres hablan expresado su pare-
cer en la materia y no habiendo tiempo para volver sobre ella, era
conveniente proceder a Ja clausura tanto más cuanto qile se contaba
con la aquiescencia del Virrey.
El citado dla 5 y con asistencia de todos los Prelados, excepto el
Obispo de Santiago, que la vlspera se embarcó para Valparalso, se dio
lectura a Jos titulos de los tres últimos libros y, obtenida la aproba-
ción del Concilio, el Metropolitano lo dio por terminado. As! se clau-
suraron las sesiones de esta junta, iniciada bajo auspicios poco favo-
rables, pero en la cual se tomaron útiles acuerdos que de haberse
puesto en prol.ctlca habr!an contribuido al bien espiritual de esta por-
ción del rebafío de Cristo.

4 V. Pareceres de los Consultores del Concilio Provincial de Lima del afio


de 1772, fol. perg. Universidad de Duke. Peruvlan Collection núm. 1777. El m•·
debió ser sustraido del Arch. Arzob. de Lima.
EL CONCILIO PROVINCIAL DE 1772 221

4. Por el mes de Julio al discutirse et titulo De Magistris, Jos mi-


nistros reales hicieron hincapié en que se adoptase alguna medida en
conformidad con el punto octavo del Tomo Regio. Uno de los prlnc•_.
pales fines del Concilio declan es el destierro y exterminio de las opi-
niones laxas y relajadas, nuevas y menos seguras y la prohibición de
ensef\ar 'por autores de la Compaf\!a. El Obispo Espif\eira fue el pri-
mero en insistir en que as! se hiciese, pues, desde un principio se mos-
tró contrario al sistema probabilista y declarado partidario del tutiÓ-
rista en materias morales. Ya en la sesión Pública del 21 de Febrero
se- comenzó a agitar el asunto, pues en su sentir era necesario decla-
rarse una vez por todas por una u otra escuela. Dlscutiase si Jos obli-
gados :a hacer la profesión de fe pod!an hacerla por procurador o si
debían hacerla personalmente. Los unos defendian la solución más
benigna, en tanto que el P. Durán de los agonizantes abogó por la con-
traria. Yendo aún más Jejas, creyó que el Concilio debla adoptar una
decisión por lo que toca al probabilismo, causa en su sentir de Jos males
que se lamentaban.
Terció en la lid el Obispo de Concepción y leyó un extenso papel en
donde a vuelta de muchas cosas decia que el fruto de las deliberacio-
nes del Concilio seria muy escaso si no se aprobaba el parecer del
P. Durán y, solidarizándose con su pensamiento, pedia que, siguiendo
las huellas de otros muchos concilios nacionales y provinciales, de Jos
prelados de Espaf\a en el afio 1717 y de algunos Institutos religiosos,
ya que no se hiciera una clara y auténtica condenación del probabi-
lismo y sus principios, por lo menos se tomasen los medios para des-
terrarlo de la provincia y se expusiese a la silla Apostólica Jos perjui-
cios de este sistema y se solicitase la condenación de la sentencia: Ztcet
sequi opinionem probabilem, relicta probabiliort.
En el citado dictamen suger!a algunas medidas para abolir en la
práctica el probabilismo y, como era natural, no dejaba de recomen-
dar la sujeción al Monarca y el-más profundo respeto a sus decisiones.
Pidió que dicho dictamen se incluyese en las actas, apoyando su de-
manda el asistente real D. Antonio Porlier, pero por fortuna para el
buen nombre de la asamblea, los demás no creyeron conveniente con-
denar el probabilismo y pensaron que no les lncumbia anatematizar
una doctrina que se ensef\aba públicamente en la Iglesia y tenia de
su parte a un gran número de varones doctos y santos. El Obispo Al-
222 IDSTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU. TOl\110 IV

day fue uno de los que más se opuso a los planes de su colega y, m:!.s
tarde, compuso una disertación al respecto, de la cual remitió una co-
pia a Lima, probablemente para que se imprimiese, aunque no llegó a
darse a luz. A su lado estaba el Obispo del Cuzco, Gorrichátegui, re-
putado por su saber y no pocos de Jos consultores teólogos y juristas'·
Cuando más adelante se volvió sobre el asunto, la polémica se tor-
nó máS ardorosa. Esplfieira disertó largamente y acumuló todos Jos
argumentos que repetidas veces hablan esgrimido los enemigos del pro-
babilismo y otras tantas hablan sido refutados. En el Concilio se en-
cargó de repllcarle un docto franciscano, el P. Fray Juan de Marimón,
que, por rara coincidencia, era el teólogo escogido por el Virrey Amat.
Un testigo ocular nos refiere sucintamente lo ocurrido y, después de
decir que as! el Canónigo de Lima, D. Fernando Cortés y Cartavlo,
como el Obispo de Concepción y el P. Durán de la Buenamuerte, pre-
sentaron sendos papelones propugnando Ja condenación que debla ha-
cer el Concilio de las doctrinas probab!llstas, prosigue as!: " ...y porque
Fray Juan de Marimón, teólogo nombrado por Su Excelencia, habló
juiciosamente, aunque con algún ardor, contra la doctrina que, como
si fuese cuasi infalible, quieren que se siga los arriba dichos, se le
separó de la ocupación a que lo habla destinado su Excelencia, con
un decreto tan duro como muchas doctrinas de Concina y, por exorto
que hiZo Su Excelencia al Provincial, le ha desterrado a Chiclayo ..."
En efecto, apenas tuvo noticia del hecho el Virrey Amat, escribió
una carta al Arzobispo, dándose por ofendido· de que en el Concilio se
hubiese resistido a las Intenciones del Monarca y expidió Juego un de-
creto, en eJ cual se decia que el P. Marlmón debía dedicarse al estudio
de las sagradas letras por la ignorancia de que habia dado relevantes
pruebas y abstenerse de tratar con los seculares, difundiendo sus erra-
das opiniones, con perjuicio de la paz pública. El dicho decreto debla

5 Entre los escritos que en defensa del rigorismo circularon en el Perú


por aquel entonces no debe omitirse la obra titulada: Idea Sucinta del Probil-
bilismo, impresa en Lima en 1772. Su autor, se ocultó bajo el seudónimo de
D. Juan Lope del Roda, pero en la liCencia dada por el Ordinario aparece su
verdadero nombre, el Presbítero Pedro Vallejo, natural de Almería (España)
Y sujeto un tiempo de la Provincia Jesuítica de Quito, de la cual fue despedido.
La dedicó al Virrey 'Amat y los censores la colman de elogios, pero sus razo-
nes no convencerán a quien tenga algún· conocimiento de la Moral.
EL CONCILIO PROVINCIAL DE 1772 223

leerse en plib!ica comunidad para que todos entendiesen cué.l era el


resultado de su inconsideración, falta de respeto y de sólidos estudios
del P. Marimón. El Obispo Esplfie!ra no se mostró menos virulento
contra su hermano de hábito en la carta que envió al Provincial Fray
Gregario Alonso Dom!nguez, en la cual calificaba su conducta de es-
candaloso proceder y pedla se le suspencilese de la regencia de la cá-
tedra que dictaba, se le quitasen las licencias de precilcar y confesar
y conminaba al Provincial, caso de desestimar su pedido, con acudir a
los Superiores mayores y declararlo cómplice de los desaciertos escan-
dalosos de sus slibditos 6.
El P. Marlmón cumplió la orden de salir desterrado de Lima, pero
no se amilanó por la actitud del Virrey y del Obispo, antes bien el 8
de Marzo de 1772 suscribia un escrito de regular extensión que remitió
al Concilio, en el cual impugnaba otro presentado por el P. Durán.
Este le replicó y dio a luz en Lima en 1773 lá. Réplica Apologética Satis-
factoria al Defensorio del M. R. P. Juan de Marimón •.. en el cual no de-
jan de asomar doctrinas regalistas y sospechosas, defendidas por auto-
res jansenistas como Pereira y Van Spen. Pasado el furor antijesui-
t!co el libro del P. Durán no sirvió más que para aumentar el acervo
de obras que los enemigos de la Compafiia acumularon contra ella y
contra el probabilismo que se defendía en sus escuelas. El P. Marimón
volvió a gozar del merecido crédito que se habla ganado con su sa-
ber y virtud, ejerció en Lima con fruto su ministerio, fue elegido Pro-
vincial de su Provincia y levantó la Casa de Ejercicios de los Descal-
zos que todavia existe.
Por el mes de Mayo de 1773 se renovó la disputa con motivo del
examen que se hacia del capitulo 20 del Libro Tercero, titulo primero
y los rigoristas quisieron a todo trance que se incluyesen en él las pa-
labras textuales del Tomo Regio, a saber, que en las conferencias del
clero se adoptasen las doctrinas más seguras y bien fundadas, evi-
tando las nuevas y laxas. Asimismo que los estudlantes de moral no

G El Dictamen del Obispo Espiñeira sobre el punto octavo del Tomo Regio
.se impririlió en Lima en 1772 por cuenta de la Provincia de los Doce Apóstoles.
El mismo afio sali6 a luz la Oración que pronunció en la Segunda Acción del
Concilio y- la dedicó al citadO Virrey, el franciscano Fr. Manuel Muñoz. La c1¡1r-
ta que escribió al Provincial; quejándose del P. Marimón la hallará el lector
<>n el tomo 3, pp. 48 y s. de la Imprenta en Lima de José T. Medina.
msTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU. TOMO IV

hiciesen uso de sumas de autores de Ja Compafí!a. No consiguieron lo


que se pretend!a, pues en el capitulo aprobado sólo se advierte al pre-
sidente de las conferencias que vele porque Jos casos se resuelvan en
conformidad con las doctrinas que juzgare más sanas y verdaderas y,
por lo que toca a las sumas o compendios de moral, cada Prelado en
su diócesis sefialará las que se hayan de estudiar.
Prevaleció, pues, en el seno de la asamblea la cordura y buen senti-
do y se evitó el escollo de mezclar los asuntos meramente disciplina-
res que eran Jos de su particular Incumbencia, con los opinables y con•
trovertldos en las escuelas. Pero el Obispo de Concepción no se dio
por vencido y, al llegar a su diócesis, quiso sacarse Ja espina, publi-
cando una carta pastoral, en la cual con la autoridad que investía,
proscribla el probabilismo y ordenaba que, en adelante, las conferen-
cias del clero, exámenes de ordenandos, etc., se hiciesen con sujeción
a las doctrinas del P. Daniel Concina. El ya citado Obispo del Cuzco,
Gorrlchátegu!, buen juez en la materia, le escrib!a el 2 de Agosto de
1774, a su amigo el Sr. Alday y le decla: "En el primer correo, después
de mi llegada, me envió el Sr. Arzobispo de Lima el edicto que publicó
el Obispo de Concepción sobre Conclna, probabilismo y tantas cosas.
Lello a ratos: algunos con diversión (porque también los disparates
divierten) y en otros con impaciencia. En la Concepción se estudiaba
bien en mi tiempo y si ahora no es as!, no faltarán sujetos de los for-
mados entonces que conozcan que está lleno de fárragos, impertinen-
cias, contradicciones, ignorancias y desgrefio".
Las discusiones habidas en el Concilio no dejaron de trascender al
público, as! por el interés que despertaba entonces toda contienda Ideo-
lógica, como P<;>r ser muchos los que militaban en uno u otro bando,
as! de los probabilistas o partidarios de los jesuitas como de Jos rigo-
ristas o contrarios a la Compafi!a. Los Padres de la Buenamuerte .o
Cruclferos, que hablan alc>inzado fama de doctos y ten!an a su cargo,
en la Universidad, una cátedra de Moral en los casos ocurrentes· in
articulo mortis, figuraban entre estos últimos y los dos que figuraban
como teólogos del Conc!Ilo hablan defendido con calor estas ideas. Del
P. Francisco González Laguna, que era entonces el Superior, bastante
versado en ciencias naturales, no podemos asegurar si hacia causa co-
EL CONCILIO PROVINCIAL DE 1772 225
4
mtm con ellos o no, pero ya es una prueba de que, por lo general, todos
eran rigoristas, el haber adoptado como texto a Conclna en su casa de
estudios.
El clero secular y no escaso número de religiosos militaba en el
bando opuesto, pero como en aquel tiempo era casi un delito el mos-
trarse favorable a los jesuitas o defender sus doctrinas, no intervino
en forma clamorosa y dejó que el error se deshiciera por si mismo. Sin
embargo, la campaña antijesuit!ca dio sus resultados y muchos llega-
ron a persuadirse que la Iglesia habla ganado con la desaparición de
la Orden de Ignacio. Un ejemplo nos lo ofrece el autor de la Relaci6~
ae ¡a¡¡ Exequias ae¡ Arzobispo Paraaa. Ocultándose bajo el anónimo
no puede disimular su tendencia y en estilo afrancesado nos dice, re-
firiéndose a este Conclllo: ''Echemos siquiera un golpe de ojo a la au-
gusta asamblea en donde se representa la magestad de la Iglesia.
Su respetable autoridad (la del Arzobispo) fijó los espfrltus a la tran-
quila discusión de las !mportantlslmas materias contenidas en los 2111
capltulos del Tomo Regio. Terminó las diferencias y disipó aÍgunas
exhalaciones pasajeras o malignos vapores que Iban a romper, como
en otras partes, el vinculo de la caridad''. Q·1é exhalaciones o vapores
fueran estos no lo expresa pero, o todo se reducia a vulgar retóric11.
o apuntaba aqulenes hablan salido a la defensa de. las doctrinas je-
suíticas.

5. Antes que se clausurase el Conclllo, el 5 de Noviembre de 1773,


tuvo lugar un incidente que vino a causar alguna desazón al Arzobispo.
Amat habla recibido una cédula, en la cual ordenaba el Rey que no se
publicaran las decisiones conclllares antes de la aprobación del Pon-
tífice y del Consejo. El Virrey le comunicó al Arzobispo esta decisión,
en Agosto de 1773, cuando ya se estaba disponiendo todo para la clau-
sura. D. Antonio de Parada no pudo menos de manifestar al Vlrre:r
que, en coniormidad con lo prescrito por el Pontlflcal Romano y el Ce-
remonial de Obispos, los decretos del Sinodo aprobados deblan leerse
públicamente. Amat llevó el asunto al Real Acuerdo y en éste se re-
solvió que se ejecutase la orden del Monarca. El 1 de Setiembre se le
notlfl.Có al Arzobispo lo resuelto y en vista de ello los Padres acorda,.
226 ffiSTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU. TO:M:O IV

ron que en Ja Ultima sesión se celebrase una niisa privada en el altar


mayor de la Catedral y Juego se leyesen en voz baja todos los decretos
corresponctientes a los libros tercero, cuarto y quinto, que hablan sido
discutidos después de la acción segunda pero no hablan sido apro-
bados solemnemente. Hecha la lectura, se procedería a clausurar llw
Asamblea, entonando el Te Deum y con las aclamaciones de cos-
tumbre.
H!zose as! y las actas se remitieron al Consejo .en dos ejemplares,
el uno en latln y eJ otro .en castellano. Uno de ellos debla ser trasmi-
tido al Sumo Pontlfice para su aprobación. El Consejo hizo que. una
junta de teólogos Jas examinase y para facilitarles la tarea mandó sa-
car 20 coplas del texto original. Pasaron los afíos y el Concilio quedó
relegado a los anaqueles del Consejo de Indias y sólo en 1795, o sea,
veinte y más afíos después de su remisión, se presentó al Rey el In-
forme, en el cual, conformándose con el parecer del Fiscal y de Jos
teólogos nombrados, se juzgaba pod!a publicarse, salvo algunas co-
rrecciones o enmiendas de poca importancia. Faltaba la aprobación
pontificia y ésta debla obtenerla el mismo Consejo, pero no parece
;¡ue se diera un paso ,en este sentido y del Conclllo apenas quedó me-
moria.
Aun el texto debió perderse porque el 21 de Julio de 1815 el Secre-
tarlo de Estado, Lard!zábal, Je escribía al Arzobispo D. Bartolomé Ma-
ria de las Her as y Je dec!a que en el archivo del Consejo no se habla
encontrado sino la versión latina del Concll!o y le ped!a remitiese
copia del original castellano. Recuérdese que de éste se habla sacado
en Madrid veinte copias, a fin de ctistribuirlas entre los señores del
Consejo y los teólogos que hablan de examinarlo, pero ninguna de ellas
pareció. Las Heras hizo sacar la copia y el 9 de Noviembre de 1816 la
remitfa a Madrid. Era ya demasiado tarde para solicitar su aprobación
y así en Espafia como en Homa otros asuntos más graves absorbían la
atención. La misma suerte corrieron los Concll!os que en México y en
Charcas se celebraron por este tiempo, de modo que los planes· de Car-
los III quedaron completamente frustrados.
A pesar de todo tenemos que rendir justicia a los Padres congre-
gados en este Concll!o Sexto. Eran la flor y nata del estado ecles!ás•
t!co y muchas de las disposiciones que adoptaron fueron muy acerta-
EL CONCILIO PROVINCIAL DE 1772 2Z7

das. No Incurrieron en el exceso a que pretendían empujarlos los par-


tidarios del rigorismo y no se doblegaron servilmente a las prescrip-
ciones del Tomo Regio. Con ello dieron un alto ejemplo de discreción
y entereza cristiana. Siguiendo las huellas del Tercer Slnodo, dispu-
sieron que se insertase en las actas, al final, el texto del catecismo Me-
nor y Mayor, en quechua y castellano, aprobado por la Asamblea.
No se hizo esto a la ligera, pues se dlscutió ampliamente si conven!a
o no modificarlo. Algunos, como el franciscano, Fray José de Beytla
y el Cura del Sagrario, José Bottoni, juzgaron que deblan hacerse
algunas enmiendas y correcciones, asi en el texto castellano como
en el quechua. Otros, en cambio, como ,e¡ P. Fray Manuel de la Concha,
mercedario, creyeron que debian conservarse sin alteración. La ma-
yoría se inclinó porque se Insertasen con ligeras adiciones'·
Un Indicio del celo demostrado por los Padres conciliares nos lo
ofrece la discusión habida sobre Ja ensefianza de Ja doctrina crlstla-
na a los nlfios y adultos, asi espafioles como indios. Se recalcó la obli-
gación de hacerlo, pero al mismo tiempo se propusieron algunos me-
dios para facilitarles esta tarea. En primer término as! Jos Maestros
como Maestras debian ayudar a los Párrocos en esta parte y para
ello se les debla someter a. un examen de suficiencia; a Jos aspirantes
a las órdenes mayores se les debla exigir, antes de la ordenación, la
practica de la. catequesis a Jos nifios y gente ruda y, sin perjuicio de
que a los indios se les enseñase la. doctrina los miércoles, viernes y
días de fiesta, los capellanes de las Haciendas o estancias, debían cui-
dar de que, al fin de la Misa., todos recitasen el Catecismo. Por último,
Jos curas deb!an examinar en la doctrina a los nubendos antes de la
celebración del matrimonio.
Se trató también de reducir las ofrendas y oblaciones de los fieles
y abolir la costumbre de pedirlas, especialmente en la administración
del Bautismo; el que hubiese arras y anillos comunes, a fin de evitar
a los contrayentes el gasto que esto exige. En cuanto a las primicias

1 V. Pareceres ... ob. cit Además de los Catecismos se dispuso la inserción


de la Instrucción de· Visitadores, el Edicto de pecados públiCos, la Publica-
ta para Oi'denes y los paradigmas de las partidas bautismales y de matrimonio
para uso de los curas.
228 HISTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU. TOMO IV

se convino en respetar la costumbre que permit!a pagarlas en dinero


o en especie. Como en el punto cuarto del Tomo Reglo se hablaba de la
supresión del sínodo que el real erario pagaba a los curas, siempre
que las rentas decimales bastasen a la cóngrua sustentación de los
párrocos, se deliberó sobre ello y como los pareceres no estuviesen acor-
des se resolvió que el Arzobispo consultase el caso con el Virrey. Parece
que el Real Acuerdo absolvió la consulta y el 10 de Diciembre de 1772
se le dio parte al Concilio, sin embargo, no se llegó a formular decreto
alguno. El asunto era un tanto espinoso, porque no en todas partes las
rentas decimales eran tan plnguües como para sustentar a los curas
y, fuera de esto, esas rentas variaban de un alío a otro, de modo que
no podía adoptarse una regla general.
Por lo que hemos expuesto, se deduce claramente que la convoca-
ción de un sinodo se hacia necesaria. Por muy sabia que fuese la le-
gislación canónica de estas Iglesias, con el tiempo sobrevenlan nuevas
necesidades o bien algunas disposiciones calan en desuso. El princi-
pal intento de la asamblea habla sido otro en la mente de Carlos III y
los de su Consejo, pero, soslayando estos fines que más tenian de po-
l!ticos que de .religiosos, se tomaron acuerdos muy útiles para estas
Iglesias y por esta razón hay que lamentar que no recayese sobre él
la aprobación pontificia. Por muchos conceptos se le ha comparado
con el Tercer Concilio L!mense, el primero convocado por santo To-
ribio, asi por su extensión como por la madurez de las del!beraciones,
pero, como el segundo y tercero del mismo Santo, que están lejos de
igualarse al presente, carece de fuerza obligatoria por faltarle ese
requisito.

6. Al Arzobispo Parada le sucedió en la sede D. Juan Domingo Gon-


zález de la Reguera, Obispo entonces de Santa Cruz de la Sierra.
D. Juan Domingo nació el 21 de Julio de 1720 en la villa de Comillas,
del Obispado de Santander, del matrimonio de D .. Tomás González
de la Reguera y Dolía Maria Pomar. Hizo sus estudios en Salamanca
y joven todavía vino a Lima, hospedándose en la casa de Monserrat,
donde era Prior un deudo suyo, el P. Pedro Cotera, que la gobernó des-
de 1745 hasta 1759. Hacia el alío 1748, debiendo trasladarse a Char-
cas, nombrado Arzobispo de aquella Iglesia, D. Gregario de Molleda,
EL CONCILIO PROVINCIAL DE 1772 229

Obispo de Trujillo, Jo tomó a su servicio y por un tiempo le conlió la


administración de su palacio. Más adelante fue nombrado cura de la
villa de Talavera de Puna y de la de Oruro y, sucesivamente, fue visi-
tador del Arzobispado y párroco de la Concepción de Potosí. Ejerció su
oficio con diligente celo hasta que fue nombrado por el Rey para ocu-
par una ración en el coro de Arequipa.
En el afio 1769 se embarcó en Quilca con destino al Callao y en la
vispera de la Natividad de Nuestra Sefiora la pequefia nave que le con-
duela vino a varar en el paso denominado el Boquerón, perdiendo el
gobernalle. Por fortuna desde tierra recibieron auxilio y en la madru-
gada del dla 8 lograron poner pie en la playa del Callao, desde donde
todos los pasajeros se encaminaron a Lima a pie, a fin de agradecer
a la Virgen de Monserrat el haber salldo ilesos del desastre, cumplien-
do un voto que hicieron a aquella imagen.
Como Procurador de la. Iglesia de Arequipa asistió al Concilio Pro-
vincial de 1772 y no mucho después, en 1773, fue agraciado con una
canong!a en el coro .de Lima. Cuatro afios más tarde, en 1777, fue nom-
brado Obispo de Santa Cruz de la Sierra, diócesis que rigió con soli-
citud pastoral hasta el afio 1780, en que se le trasladó a la metropoli-
tana de Lima, donde hizo su entrada el 15 de Febrero de 1782. Vein-
titrés afios había de durar su gobierno y en todo él procedió con pru-
dente firmeza, con gran ejemplo de austeridad y de desprendimiento
y se ajustó siempre a las di!;posiciones canónicas. El mismo afio de su
llegada abrió la visita y comenzó por el valle de Carabayllo, continuán-
dola por Santa Rosa de Quive, Arahuay y la Provincia de Canta, de
donde pasó Juego a las de Chancay y Cajatambo, Huailas, Conchucos,
Huamalies, Huánuco, Tarma, Jauja, bajando luego a la costa por Yau-
yos y Cafiete. Las confirmaciones hechas alcanzaron la elevada cifra
de 230.905.
En su tiempo se procedió a la entrega de las doctrinas que debían
dejar los regulares y de este modo se hicieron cargo de las de Aucalla-
ma, Chav!n de Huántar, San Miguel de Huácar, Matahuasi, S!ncos, el
Huarco, Huafiec, Lampián, Moro y Chongos los curas seculares. En to-
dos los lugares por donde pasó dejó instrucciones a los curas sobre
lo que en adelante hab.ian de hacer, especialmente por lo que toca a la
·ensefianza de la doctrina los d!as de fiesta y el fiel asentamiento de
230 HISTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU. TOMO IV

las partidas asi de bautismo como de matrimonio. Hizo también que


en todas ellas se formasen padrones de los feligveses, sin distlnsión
y, vuelto a Lima hizo que en las seis parroquias de la ciudad se hiciese
otro tanto y el resumen de este censo demostró que en la capital vi-
vian 63.331 almas y en la arquidiócesis; fuera de la ciudad, 383.713.
Después de la visita su primer cuidado fue Ja reforma y aprovecha-
miento espiritual de su clero, ya bastante numeroso. Empezó por ci-
tarlos a todos a fin de examinarlos y renovar las licencias a cuantos
reunian las condiciones requeridas para el ejercicio del ministerio
sacerdotal. A los aptos se les dieron por tiempo limitado y ordenó que
en las parroquias y vicarias foráneas se tuviesen cada ocho días con-
ferencias de materias morales o litúrgicas, a las cuales debían asistir
tocios los sacerdotes que moraban en ellas. No pudo olvidar al Semina~
rio que tanto en el edificio mat,eria! como en la formación interna de
los aspirantes al sacerdocio recibió grandes mejoras.
En punto a los monasterios de clausura el Sr. La Reguera no hizo
sino seguir las pisadas de su antecesor, el cual, como ya dijimos, dictó
un auto de reforma en 42 articulos. La tarea se hizo más fácil por ha-
ber disminuido el número de las religiosas asi de. velo negro como de
velo blanco y no fue necesario hacer otra cosa sino insistir en que
abandonaran los claustros las personas seglares y se redujera el nú-
mero de las criadas '· Estas medidas ventan también a aliviar la si-
tuación económica de los monasterios, cuyas rentas hablan sufrido
notable desmedro, dando motivo para que las religiosas tuviesen que
pedir a sus parientes o a las personas de fuera lo que necesitaban con
quebranto de la observancia y disciplina regular.
Entre las medidas de buen gobierno que adoptó en su tiempo mere-
cen citarse el edicto sobre los toques de campanas y el reglamento
relativo a Jos funerales y lutos. Tanto en una parte como en otra se
habla llegado al abuso. En Lima, donde los templos y capillas eran t¡:m
numerosos, los repiques de campanas se sucedian unos a otros. y desde

8 El Arzobispo Parada redujo el número de las donadas en los cinco gran-


des monasterios de Lima a 88 y en esta proporción disminUyó el de las' criadas~
A cada una de las religiosas de los dichos cOnventos se señalaba Para alimen-
tos la cantidad de 150 pesos al .año y a laS donadas se les daban 75 pesos.
EL CONCILIO PROVINCIAL DE 1772 231

las primeras horas de la mafiana hasta bien entrada la noche no ce-


saban de ensordecer al vecindario. Hubo que poner coto a este desorden
que en nada contribuía a la piedad. Los funerales y lutos excesivos eran
también otro mal que afiigia a la ciudad. Sobre ser contrario al espi-
ritu cristiano ese aparato exterior por parte de los dolientes, venia a
ser una carga dificil de nevar y muchos pasaban por ella.sólo por hu-
manos respetos y no dar motivo a la murmuración. El Arzobispo dio
las reglas a las que hablan de sujetarse los funerales y obsequios a los
difuntos, evitando la vana ostentación y el uso de pobr,e8 de hacha,
plafiideras, lacayos enlutados y aún los cortejos de las religiones, sal-
vo el de la comunidad en cuya iglesia se verificase el entierro. Hoy en
que hemos pasado puede decirse al otro extremo, eliminándose aun los.
lutos de los miembros de la familia, nos sorprende que se llegara a co-
meter estos excesos que la costumbre fue introduciendo poco a poco
hasta convertirlos en cosa ordinaria.
Cúpo!e al Arzobispo La Reguera ver terminada la refacción de su
Catedral, obra que llevaba ya más de cuarenta afíos, desde el de 1751
en que el Virrey Manso de Velasco le dio comienzo. En el afio 1778 la
fábrica del Interior de la Iglesia podia darse por terminada, pero aún
quedaba el frontis de la Iglesia, las torres y aun el adorno de las ca-
pillas. Al asumir e¡ gobierno, el Arzobispo se resolvió a acometer la
obra del frontispicio, encomendando al arquitecto D. Luis de Loren-
zana el disefío y ejecución de las dos torres que tanto lo adornan. En
1794 .comenzáronse las obras por la torre que mira al mediodía, en la
esquina de la calle de Judios, dándole toda la solidez necesaria sin
perjuicio de su esbeltez y de la altura que vino a ser de 60 varas sobre
el nivel de la plaza mayor. A 25 de Setiembre de 1797 se empezó Ja
obra de Ja segunda, que se hizo más dificil por estar sus bases más
quebrantadas pero todo Jo venció Ja constancia y pronto ambas torres
se ergu!an firmemente, Sirviendo de apropiado marco al frontispicio
de Pedro Noguera, incrustado en el frente del muro principal y al cual
servia de remate la cornisa de las bases de las torres prolongada en
semicirculo y en cuya cúspide se colocó Ja imagen marmórea de nues-
tra Santa Patrona, Rosa de Lima.
Faltaba sustituir el antiguo retablo, de estilo plateresco, bastante
deteriorado por el tiempo y los terremotos y La Reguera encomendó
esta tarea a D. Matias Maestro. Este artiftce, hábil sin duda y muy
232 HISTORIA DE J,A IGLESIA EN EL PERU. TOMO IV

entendido asi en arquitectura, como en pintura y escultura, resolvió


darle al retablo las formas del estilo neoclásico, del cual fue el promo-
tor y divulgador. El Arzobispo condescenclió con él, porque no debía
sentar bien a su ánimo adusto y severo los caprichos del arte barroco
y Maestro nos dej 6 un altar bien proporcionado y de formas clásicas,
al cual daban más esplendor los adornos de plata con que fue enrique-
cido. Este altar, que toda Vía perdura, se estrenó en 1805 •.

9 Hoy ·este altar ha perdido la mayor parte de la plata que cubría sus
coliunnas y pedestales. Los faroles del mismo metal que sostenían dos ángeles
de las escalas y, sobre todo, las tres preciosas urnas, todas revetidas de már-
moles en su interior que contenían una cruz de oro y pedrería donada por el
Arzobispo ·Zeballos, con el fragmento de 18. verdadera Cruz que obsequió a
esta Iglesia Urbano VIII y las otras dos con reliquias insignes de Santo Tori-
bio y Santa Rosa.
CAPITULO XI

Las Diócesis Sufragáneas

l. Las Diócesis de Trujillo y de ,Guamanga. - 2. La Diócesis del Cuzco


hasta fines del siglo XVIII. - 3. Las Diócesis de Santiago y Concepción.

Bibliografia: GARCÍA IRIGOYEN, M@ograffa de la Diócesis de TrujiZW. 3 vols.


Trujillo, 1930-1931. -e FIDEL OLIVAS ESCUDERO, Apuntes pan-a /,a Historia de
Huamanga. Ayacucho, 1924. - DIEGO DE ESQUÍVEL, Anales de la Ciudad del
Ouzco y Noticias Oronológicas del Cuzco. Lima, 1901-1902. - SILVA COTAPOS,
Historia Eclesiástica de Chile. Santiago, 1895. - Id El Obispo D. MANUEL
DE ALDAY, Revista Chilena de Historia y Geografía. Tomo XXI. Santiago,
1917. - Mu1'oz OLAVE, El Bem.-ma.-io de Concepción. Santiago, 1925.

l. No menos de ocho Obispos se sucedieron en la sede ele Trujillo


desde el año 1740 hasta las postrimerías de este siglo. Salvo el Obispo
Luna Victoria cuyo pontificado tuvo casi veinte años de duración y
Martinez Compañón, que lo ejerció durante diez años, lo.s demás no
' duraron en la sede sino uno, dos o a lo más siete. El 19 de Diciembre
de 1740 fue preconizado en Roma D. Gregario de Molleda y merque,
Obispo de Isauria y, por su traslado a Charcas, en 1748, vino a reempla-
zarlo Fray José Cayetano Paravicino. Obispo del Paraguay hasta aquel
año. En 1751 el Obispo de Cartagena, D. Bernardo Arbiza y Ugarte es
trasladado a esta sede que ocupa hasta su muerte en 1756. Lo reempla-
za, en 1758, D. Cayetano Marcellano y Agramonte, electo Ob:lspo de
Buenos Aires y trasladado a La Plata el siguiente, sin haber tomado
posesíón. En 1759 es nombrado para Trujillo D. Francisco Javier Luna
Victoria, Obispo de Panamá que fallece en 1777 y el 25 de Febrero de
234 filSTORIA DI!: LA IGLESIA EN EL PERU. TOMO IV

1778 lo sustituye D. Baltasar Jaime Martinez de Compañón que, en


1788, es trasladado a la metropolitana de Santa Fe. Le sucede D. José
Andrés de Achurra que toma posesión en 1792 y fallece un año des-
pués, el 31 de Enero. Finalmente, viene de Santiago donde era Obispo,
D. Blas Sobrino y Minayo que entra en el año 1795 y a los dos años
entrega su espiritu a Dios.
D. Gregario de Molleda nació en Lima de distinguida familia e hizo
sus estudios en el Colegio de San Martín. Por el año 1724 pasó a Roma,·
adonde llegó en Abril de 1725 y como por entonces se ventilaba en esa
ciudad la causa de Canonización del Arzobispo D. Toribio, se presentó
ante Su Santidad Benedicto XIII y aun cuando no tenia poderes del
Cabildo, pidióle favoreciese una causa que era el anhelo de todo el
Reino. "De esta audiencia, dice en carta a los Capitulares de Lima,
del siguiente año, me resultó a mí el mayor consuelo, viendo.la grande
benignidad con que oyó mi súplica por la particular devoción que tie-
ne al Beato, cuya vida me aseguró haberla leido varias veces, con lo
que, alentada mi esperanza con tan buen principio, pasé los mismos
oficios a los SS. Cardenales y Consultores hasta el número de 51, que
son los que componen la Sagrada Congregación de Ritos, en que hallé
la misma disposición favorable a la causa, de que resultó el feliz éxito
de la Congregación preparatoria el dicho día 22 de Julio, en que por los
Consultores se aprobaron los tres milagros que en la Congregación
del año 1696 no tuvieron efecto por la discordia de votos ..." Y continúa
luego de esta manera: "No puedo dejar de ·participar a: V. s. I. cómo
antes de pasar a dicha Congregación, Su Santidad, a impulso propio,
me promovió por el mes de Setiembre a la dignidad episcopal, con-
firiéndome el Obispado de I.sauria in partibus infidelium, consagrán-
dome el dia 7 de Octubre 1 personalmente, en su Capilla Pontificia del
Palacio Vaticano y haciéndome inmediatamente Asistente al Solio
Pontificio, con otras demostraciones tan propias de su benignidad co-
mo ajenas de mi corto mérito ... " 2 •
Molleda atribuyó a Santo Toribio la gracia que· habla recibido y
el apoderado de la causa en Roma, Miguel de la Fuente, le entregó sus

1 En el ConsiStorio de 26 de Noviembre de 1725 Su $aÍltidad publicó su


elevación al episcopado. Arch. Vat. Acta Camer. 28, f. 192.
i2 Arch. cabildo Ecco. Lima.
LAS DIOCESIS SUFRAGA.NEAS 235

poderes, de modo que en adelante él corrió con sus trámites. Molleda


que contaba a la sazón treinta y dos años obtuvo la Bula de Canoniza-
.ción que el mismo Pontlñce suscribió el 10 de Diciembre de 1726. Con-
tinuó a su lado, como asistente al Sacro Solio, hasta la muerte de Be-
nedicto XIII y, su sucesor, Clemente XII, elegido en 1730, le prorrogó
esta gracia hasta que en 1736, a propuesta del Rey Católico, fue nom-
brado Obispo de Cartagena. De esta sede fue trasladado a la de Tru-
jillo en 1741 y el 8 de Febrero de •este año escribía al Cabildo, anuncián-
dole que había recibido la cédula de ruego y encargo para el gobierno.
El Obispo no .pudo ponerse en camino por mar por estar el Caribe in-
festado de piratas, pero el 20 de Julio de 1741 enviaba sus poderes al
Canónigo Losada para que tomase posesión. H!zolo así éste el 4 de Di-
ciembre, pero aún tardó Molleda en entrar en su diócesis y sólo el 29
de Enero de 1743 logra sentarse en su silla•.
La ciudad le recibió con regocijo, recordando que su padre, caba-
llero de Santiago, habla sido Corregidor de ella y que el mismo D. Gre-
gorio habla iniciado sus estudios ·en el Seminario de San Carlos y San
Marcelo. Veríia, además, precedido de la fama que le habla conquts-
tado su consagración en Roma, siendo todavía muy Joven, de manGs
del sumo Pontlñce. Esto, no obstante, de los cinco años qúe permaneció
en Truj11lo apenas no.s quedan noticias. En 1745 manifestó al Cabildo
que, de acuerdo con el Provincial de la Provincia de Quito, P. Carlos
Brentano, habla resuelto entregar a los Mtsioneros de Malnas eJ cu-
rato de Lamas, cuya vencindad a esas Misiones y la dificultad de en-
contrar curas idóneos que se hicieran cargo del mismo, lo estaba acon-
sejando. Supo ganarse, sin embargo, el afecto de sus ovejas por su
trato caballeresco y, afable y aun debió infiuir en nna sociedad como
la trujillana s1l aspecto noble y distinguido, como puede apreciarse en
el lienzo de gran tamaño que todavia se con.serva y existe en el Proví-
sorato de esta Iglesia. El río se olvidó de ella, pues en Jnnio de 1751,

a En Cartagena gaStó más 'de 70.000, pesos- eri construir una Iglesia, ayu-
da de parroquia, qte dediéó a Santo Toribio de 1\.'.Iogrovejo, fuera de otras tres
que levantó desde sus cimientos en .Ja diócesis. Su demora en llegar a Trujillo
se debió a haOOr tenido tjue recorrer las 900 leguas que separan esta ciudad
de la de Cartagena, de modo que en .e-1 viaje tardó cerca de año y medio.
(Carta a Su Santidad de 17 de Octubre de 1744, Arcb. Vat. Sac, Cong. Concilil.
Relat. Dioec.).
HISTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU. TOMO IV

hallá.ndose en la vieja Charcas, ante el escribano José de Arteaga '!I


dos testigos, dispuso que Jos cuatro mil y tantos pesos que Je debían IM
cajas de Trujillo de cuartas y renta decimal, se aplicasen a la funda-
ción de un aniversario perpetuo en el día de Santo Toribio con misa
cantada en la Catedral, delegando para ,este fin su poder en el Deán,
D. Carlos de Losada.
Trasladado a Charcas, en 1748, rigió aquella sede durante ocho
años, viniendo a morir en Cochabamba, el 1 de Abril de 1756. Sus últi-
mos aiíos se vieron ensombrecidos, parte por Ja enfermedad que le pri-
vaba a veces del recto uso de sus facultades y, sobre todo, por Ja acti-
tud de su Cabildo, que apoyándose en este hecho intentó privarle del
gobierno y asumirlo como en sede vacante. La Audiencia de Charcas
favoreció estos planes, aun cuando el Arzobispo reclamó del despojo
y, por haberse ausentado a Cochabamba, cuyo clima le probaba mejor,
nombrara Gobernador de la arquidiócesis. Siguióse un pleito largo y
enojoso, pero la conclusión final fue, que en Setiembre de 1757, el Bal-
llo D. Julián de Arriaga ordenó al Conde de Superunda remitir todos
los papeles relativos a este asunto, con Ja mayor reserva, a fin de que
no quedase de él la menor noticia a fin de poner a cubierto la memoria
y honor del Prelado.
Por otra parte en R. C. dirigida al dicho Virrey, con fecha 4 de Ju-
nio de 1758, declaraba el Rey nulos los autos de la Audiencia de Char-
cas sobre la supuesta demencia del Arzobispo y ordenaba que los Oido-
res D. Melchor de Santiago Concha y D. Pedro Tagle pasasen a la
Audiencia de Santa Fe y D. Félix de Llano a Ja de Quito con el medio
sueldo que gozaba entonces; a D. Domingo de Jáuregui se le privaría
de obtener empleo en adelante y se le imponían 6.000 pesos de multa;
a D. José López Lisperguer 3.000.y a D. José Giráldez 2.000. A D. Fran-
cisco Javier de Palacios y D. Joaquin Uriondo 1.000 a cada uno; mani-
festando a todos el desagrado con que ha visto el Rey su intervención
y se reprenda a la Audiencia de Lima "por probar y no enmendar como
debla los desaciertos cometidos por Ja de Charcas que se le hicieron
consultar". Fuera de esto se ordenaba reJ)1'ender al Cabildo Eclesiás-
tico de esta ciudad y en especial a D. Juan José del Corro, por la teme-
raria acción de haber asumido Ja Jurisdicción en vida del Prelado. De
este modo terminó este curioso incidente que apenas tiene semejante
en la historia eclesiástica de estos paises.
LAS DIOCESIS SUFRAGANEAS 237

D. Bernardo de Axbiza y Ugarte, habla nacido en el Cuzco e hizo


sus estudios en Lima en el Colegio de San Marcos, donde se graduó
en Dérecho y fue más tarde catedrático. Pasó de Oidor a la Audiencia
de Panamá, pero dejó la garnacha para vestir el traje eclesiástico y
en 1746, fue presentado para la sede de Cartagena. En el año 1751 se
le trasladó a Trujlllo y el 7 de Enero de 1752 escribía desde La Sole-
dad de Cartagena, agradeciendo sus despachos'· Tardó alg\Ín tanto en
llegar a su destino, pues en Febrero de 1753 lo encontramos en Panamá,
donde se detuvo alglÍn tiempo. El 1 de Noviembre de 1752, D. Carlos de
Losada tomó posesión en su nombre y entre tanto el Obispo se vela
obligado a arribar a un puerto desierto de la costa de barlovento y por
Barbacoas, Pasto y Quito llegó a Guayaquil, de donde pasó a su Obis-
pado y verificó su entrada en la ciudad el 21 de Enero de 1754 •.
Lo primero que hizo fue promulgar un edicto el 12 de Febrero de
dicho año, publicando el Jubileo .concedido por Benedicto XIV a todo
el mundo católico, para lo cual se habían de hacer cuatro visitas en
cuatro Iglesias, durante quince dias y con este fin sefialó en la ciudad
la Catedral, la Compafiia, Santo Domingo, Belén, San Agustín, la
Merced, Santa Clara y San Francisco. La solemne indicción del Ju-
blleo se hizo en la Catedral, el primer Domingo de Cuaresma, 3 de Mar-
zo. Aquel mismo afio, dispuso el 19 de Octubre que todos los clérigos
asistiesen a las conferencias morales todos los lunes en el Seminario,
conminando con penas a los que faltasen a ellas.
Hallándose su Iglesia necesitada de reparo, mandó que el Maestro
Alarife, Toribio Ramirez, presentase un presupuesto de las obras que
hablan de hacerse, el cual ascend!a a 8.000 pesos. El Obispo, en Octubre
26 de 1755, acudió primero al Virrey, solicitando ayuda y luego al Mo-
narca, representando la necesidad de esta refacción, cosa que hizo tam-
bién el Conde de Superunda, advirtiendo que era urgente ocurrir con el
remedio, pues de lo contrario serla mayor el gasto•. D. Bernardo se
mostró solicito de la instrucción de sus ovejas y por si mismo explica-
ba el Evangelio y ensefiaba la Doctrina Cristiana en su Catedral. El
20 de Octubre de 1756 entregó su alma a Dios, cuando se le habla pro-

' A. de l. Lima 528.


' Carta fha. Trujillo 16 Febrero 1754. A. de l. Lima 528.
• Cartas del Obispo y del Virrey de 26 Oct. 1725 y 20 Jul. 1755.
HISTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU. TOMO IV

movido a la metropolitana de Charcas. Fue enterrado en la Iglesia del


Carmen,,,
Por el trasalado de D. Cayetano Marcellano al Arzobispado de La
Plata fue nombrado Obispo de Trujil!o el que lo era de Panamá,
D. Francisco Javier Luna Victoria. A 22' de Abril de 1759 el Deán,
D. Carlos de Losada presentó una R. C. de 26 de Enero de 1758 por la
cual se promovla a esta sede a D. Francisco y al mismo tiempo una
carta suya de 20 de Enero, suscrita en Panamá, dándole su poder para
la toma de posesión. El 27 de Junio, de este afio, entró solemnemente
en su Iglesia. El 2 de Setiembre de 1759 Trujil!o fue sacudida por un
violento temblor, a las once de la noche, que causó serios desperfec-
tos en los templos y especialmente en la Catedral. El Obispo y el Ca-
bildo, aprovechando la ida a Espafia del cura D. Fernando Cortés, le
dieron su poder a fin de que solicitase la ayuda del Monarca, el 9 de
Junio de 1760. Por R. C. fecha en El Pardo el 24 de Marzo de 1762 y,
teniendo a la vista lo propuesto por el Virrey, Conde de Superunda,
dispuso que se aplicaran los dos novenos de los diezmos y las vacan-
tes mayores y menores de la Iglesia hasta completar la suma de
84.968 pesos que, según los peritos, se requerian para la reedificación;
item los frutos de las encomiendas del distrito concedidas a sujetos
residentes en la Península y otras ,entradas.
El 19 de Diciembre de 1761 dio un edicto prohibiendo en los Naci-
mientos los bailes y fandangos, bajo la pena de excomunión para los
espafioles y de 50 pesos para los demás. El 10 de Junio de 1762 dio otro,
prohibiendo bajo pena de excomunión el asistir en coches o calesas a
la procesión del Corpus. En 1763 dictó el Arancel que había de regir en
la diócesis y al cual se hablan de sujetar todos los curas y rectores de
Iglesias, que subsistió hasta época reciente. El afio anterior, en los
primeros meses, hizo la visita de los valles que repitió más adelante y,
en 1765 la llevó a cabo por tercera vez, extendiéndose entonces a algu-
nos curatos de la sierra. En 1762 pasó a Cajamarca y el 27 de Octubre
consagró la Iglesia de Santa Catalina, como lo dice un retrato suyo

7 A. de I. Lima 1565. Cartas de D. Bernardo de Nov. y Dic. 1754. En una


de ellas informa sobre los eclesiásticos beneméritos de su Obispado y entre
ellos cita a D. Fernando Cortés y Cartavio, Cura de Salas, híjo de D .. Fernando
Cortés y Doña Catalina Cartavio.
LAS DibCESIS SUFRAGANEAS 239

que en ella se conserva. Se preocupó de reedificar los templos de san-


ta Ana, Santa Rosa y San Lorenzo, especialmente este último 8 •
Habiendo sido convocado al Concilio que había de celebrarse en
Lima, se excusó por sus achaques y nombró para sustituirle al Deán
de Panamá. Unos cinco años más tarde, el 11 de Marzo de 1777 se ex-
tinguía en su ciudad episcopal, siendo sepultados sus restos en la Igle-
sia de la Compañia, de donde fueron trasladados a la Catedral•.
Sucedióle D. Baltasar Jaime Martínez de Compañón en el cual, por
la importancia de su labor, nos detendremos algo más. Nació el 10 de
Enero de 1738 en la pequeña villa de Cabrero de la diócesis de Calaho-
rra y fueron sus padres D. Mateo Martinez de Compañón y Pérez de
Albéniz y Doña Maria Martinez de Buj anda y Pérez de Villaspre. Hizo
sus primeros estudios en el convento de la Merced de Calatayud y en
e¡ Colegio de Sancti Spiritus de la villa de Oñate, en donde más tarde
seria Rector y el 7 de Mayo de 1765 vistió la beca de capellán en el
Mayor de San Bartolomé de Salamanca. Ordenado de sacerdote y gra-
duado en aquella Universidad obtuvo por oposición, en Agosto del
mismo año, la canongia doctoral de la Iglesia de Santander, cuando
apenas tenia 25 años de edad. En 1767 el Rey le presentó para la chan-
tria de la catedral de Lima y el 17 de Julio del siguiente año tomó
posesión de su silla. En 1770 el Arzobispo Parada lo nombró Rector
del Seminario y, en 1772, lo vemos actuar en el Concilio en calidad de
Secretario. Por fin, el 25 de Febrero de 1778, Pio VI lo preconiza Obispo
de Trujlllo.
El Arzobispo que por sus enfermedades se había retirado al pueblo
de Mirafiores, en las cercanías de Lima, lo consagró aquí el 25 de Mar-
zo de 1779. La muerte del Preládo limense y el hecho de haberle nom-
brado su albacea lo detuvo ,en Lima por un tiempo y sólo el 12 de
Mayo desembarcaba en Huanchaco, adonde salió a recibirlo en nom-
bre del Cabildo de Trujillo el canónigo D. Eusebio de Bracamonte. El
13 fue su entrada solemne. Su diócesis era extensísima y comprendía,
puede decirse, todo el Norte del Perú. Dentro de este vasto territorio
se movía una población relativamente escasa y bastante heterogénea

8 Carta de 17 de Febrero de 1767. ·A. de I. Lima, 1566.


e La Iglesia de la Compañía, aun en vida del Obispo Luna Victoria, ha-
cía de Catedral por los trabajos ~ue en ésta se hacían.
HISTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU. TOMO IV

y aunque el suelo era fértil y rico, el comercio se hallaba paralizado


por la falta de comunicaciones y por la escasa demanda del exterior.
En 1786, cuando ya tenía de ella bastante noticia, al remitir al Rey el
mapa que mandó delinear de la diócesis, le decia: "Lo que únicamente
necesita es aumentar y hacer más útil su población y, para conseguirlo,
reducir a sus habitantes a sociedad; dar crianza a la nifiez de ambos
sexos, impulso a la agricultura y minería; movimiento y acción a su
comercio interior y exterior y que se fomente la industria". He alli el
programa de este Prelado con genio de estadista.
El 5 de Setiembre de 1779 abría un concurso para proveer los cu-
ratos vacantes. El 4 de Abril anunciaba la visita general del Obispado
Y, comenzando por su Catedral, prosiguió haciéndola en las parroquias,
conventos y el 3 de Noviembre la abria en el Seminario. Este plantel
necesitaba reorganizar su economla y un nuevo plan de estudios. A
todo proveyó el Prelado. Aumentó el número de becas de 12 a 24 y el
de los Maestros a ocho y el 22 de Febrero de 1782 Je daba nuevos es-
tatutos, modliicando los que le habla dado su fundador el Obispo
Corne. Lo material del edilicio recibió mejoras y los frutos de esta res-
tauración del Seminario se cosecharon luego, pues, al comenzar Ja
visita los alumnos eran sólo 18 y unos afios más tarde, los internos
ascendían a 52 y no faltaban entre ellos jóv,enes de las mejores fa-
milias.
En 1782 daba comienzo a la visita de las provincias, en la cual habla
de emplear cuatro afios. La labor fue árdua, porque habla que recorrer
centenares de leguas a lomo de bestia, por malos caminos y expuesto
a los soles y a las lluvias o bien vadeando ríos y escalando montes. Sin
embargo, D. Baltasar lo sobrellevó todo con grande ánimo y, llevado
de su espíritu de observación y de su amor a la naturaleza, fue to-
mando notas y apuntes de cuanto atraía su atención y se hizo acom-
pafiar por hábiles dibujantes y aun cartógrafos, que le ayudaron a
reunir esa famosa colección de láminas que en nueve volúmenes se
guarda todavía en la Biblioteca del Palacio Real de Madrid'"· Por el

J.o En Madrid y en 1936 J. Domínguez Bordona publicó una parte de las


láminas, mapas, planos, etc., de la colección atesorada por el Obispo. V. mi
estudio: D. Baltasar Jaime Martínez de Compa:ñón, Obispo de Trujillo. Lima.
1948.
LAS DIOCES!S SUFRAGANEAS 241

mes de NoViembre se encontraba en Chachapoyas y a fines de Diciem-


bre se encontraba ya en Huancabamba, en la jurisdicción de Piura.
En Febrero de 1783 llegaba a Frias y a mediados de afio entraba en la
capital de la proVincia. En su tránsito creó nuevas poblaciones aten-
diendo al bien de los habitantes as! en lo espiritual como en lo mate-
rial. El mismo escogía el sitio, hacia levantar el plano de los lugares y
alentaba a todos a darles vida. En Enero de 1784 ya estaba en Lam-
bayeque Y, a fines de Mayo, lo encontramos en Chepén. En Guadalupe
el 28 de Junio y en Pacora el 27 de NoViembre, habiendo en Junio In-
terrumpido la visita de los valles, para internarse en la provincia de
Cajamarca. El 6 de Marzo de 1785 lo volvemos a hallar en Chocopé y,
a fines de .este afio, entra en su ciudad episcopal.
Una de las necesidades' que palpó en la visita fue la falta de instruc-
ción del ind.igena. Deseando poner algún remedio a este mal se dedi-
có a fundar escuelas y, en 1a carta que envió al Rey, en el afio 1797,
le dice que el nmnero de las creadas asciende a 52. Habla logrado in-
teresar a los mismos indlgenas, especialmente a los caciques, a fin de
atender a su sostenimiento, aun cuando se valiera también en muchos
casos de los vecinos espafioles. Dióles además unos estatutos o regla-
mento y, adelantándose a su tiempo, creó los internados de indígenas
as! para los varones como para. las mujer·es. Fue también una idea
genial suya, la institución de seminarios de clérigos o de misioneros
rurales, los cuales a sus tiempos sallan a recorrer las poblaciones y a
suplir la falta de párrocos. De estos seminarios creó tres, uno en Piura,
otro en Safia y otro en Caj amarca.
Tal fue, brevemente expuesta, la labor de este gran Prelado. En la
Visita llegó a confirmar unas 162.000 personas; restauró su Catedral,
que hacía algunos afios había cerrado sus puertas y, en 1781, la devol-
Vió al culto; costeó en ella el altar de Santo Toribio, enriqueciéndolo
con un valioso relicario y, fuera de las obras que llevó .a cabo en el
Seminario, dotó a éste de una buena casa de campo en la chácara de
Aranjuez. El habría deseado dejar sus restos en Truj!llo, sede a la
cual amó mucho, pero el Rey decidió elevarlo a la metropolitana de
Santa Fe. En 1788 el Pontífice confirmaba su elección. Sin embargo,
Martínez de Compafión prolongó su estancia en Truj!llo hasta el afio
1790. Escribiendo a su amigo, D. Hermenegildo de Querejazu, el 25
de Marzo de aquel afio, le decia: "No es decible cuánto siento perder
242 HISTORIA DE LA IGLESIA. EN EL PERU. TOMO IV

el Perú, después de haber consumido en él tanto calor natural y los


dias más floridos de mi vida ..." u. El 23 de Junio de 1790 se despidió de
su Cabildo y pasó el 30 a Guanchaco donde se embarcó en la fragata
Dolores que habia de conducirlo a Panamá. El 12 de Marzo de .1791 llegó
a Santa Fe y alli falleció el 17 de Agosto de 1797.
Su sucesor, D. José Andrés Achurra, Prebendado de Panamá, fue
elegido en 1788, pero se detuvo en esta ciudad, de donde era oriundo
y allí recibió la consagración episcopal, el 10 de Mayo de 1789. Se em-
barcó para Paita., adonde llegó el 3 de Abril de 1790, después de 26 d!as
de navegación. Por tierra se encaminó a su sede y, en Setiembre, se
encontraba ya en Ferrefiafe. Aq1li dio el dia 17 un auto, en cumpli-
miento de lo que se le prescribía en una R. ¡¡:. de 9 de octubre de 1789,
sobre poner remedio a la apostas!a de algunos indios que, por las ex-
torsiones de los párrocos y corregidores, volvían a la infidelidad. No
teniendo noticias ciertas del hecho pidió informes al Cabildo y al In-
tendente de Trujillo. Este último, en carta de 27 de dicho mes de
Setiembre, le dice que en seis afios de gobierno no habla tenido noti-
cia de que tal sucediese y antes bien en su visita a la provincia de
Pataz, la más lejana y próxima a la montafia, habla comprobado que
eran muchos los indios de la selva que, saliendo de ella, venian a es-
tablecerse en la sierra por lo que se habla formado un pueblo de ellos
con el nombre de Tucusbamba del Infante. El Provisor, Cleto Gam-
boa y el Cabildo respondieron en la misma forma ".
El Obispo verificó su entrada en Trujillo el 16 de Enero de 1791,
según lo comunicaba al Intendente desde Santiago de Cao, el dia 13.
Debido a su avanzada edad el Obispo Achurra no pudo hacer la visita
de su diócesis y en su nombre la llevó a cabo en Otuzco, Caj abamba,
Marcaval, Mollepata, Santiago de Chuco, Usquil y otras poblaciones de
la comarca D. Pedro José Valdivieso. El mismo pasó en Setiembre de
1792 a Chachapoyas y, a su vuelta, en Octubre y Noviembre, la veri-
ficó en Piura. El 13 de Enero de 1793, a los dos afios de su ingreso, en-
tregó su alma a Dios, sepultándose sus restos en la bóveda de la ca-

111 El 19 de Dic. de 1789 declaró Patrono de la Diócesis a Santo Toribio.•


en vista de las representaciones de ambos Cabildos, Comunidades religiosas
y fieles de ambos sexos, y su fiesta de precepto a rpartir de 1790.
"' Arch. Arzob. Trujillo.
LAS DIOCESIS SUFRAGANEAS 243

tedral. D. Blas Sobrino y Minayo, Obispo que había sido de Quito y


trasladado luego a Santiago de Chile, fue nombrado para sustituir a
Achurra, pero, escribiendo desde Santiago al Cabildo, el 5 de Octubre
de 1794, le decia que no recibiría sus Bulas hasta el correo del siguien-
te Agosto, el cual no llegarla a Chile hasta Diciembre y, si así fuese,
emprenderla viaje a Lima. El 21 de Marzo de 1795 arribó a esta ciudad
y, repitiendo el aviso a su Cabildo, le decía que su agente en la Corte
le anunciaba el pronto despacho de sus Bulas. por lo cual creía que
llegarian en el próximo correo de España. Aun cuando las Bulas se
expidieron en Roma el 12 de Setiembre de 1794, Sobrino y Minayo tar-
dó en recibirlas y mientras tanto permaneció en Lima. El 12 de Ju-
nio de 1795 dio su poder a su sobrino, el Presbítero José Ruiz Sobrino,
para que tomase posesión, en su nombre, como, en efecto, lo hizo el
dia 4 de Jullo de dicho año. Unos meses más tarde, en Octubre al pare-
cer, entró en la ciudad el Obispo, mas para fallecer en Marzo del
siguiente año.
En Guamanga, como en Trujillo, no menos de ocho Obispos se suce-
den en el gobierno de la diócesis. El primero, D. Bernardlno de la
FUente y Rojas, preconizado el 7 de Agosto de 1741 13 no llegó a tomar
posesión. Era natural de Pisco e hijo del General D: Juan Lucas de la
Fuente y Doña Andrea Sánchez Cortés de Monroy. Siendo Deán de la
Iglesia de Trujillo fue promovido, en 1727, a la sede de Santa Cruz de
la Sierra que rigió hasta el año 1743, habiendo hecho testamento el
· 23 de Junio en la villa de Arani, en cuyo templo gastó fuertes sumas
y dispuso fuesen sepultados sus restos. A éste le sucede el mercedario
Fray Francisco Gutlérrez Galiano o Galeano, auxiliar de Lima, nom-
brado, el 21 de Enero de 1745 14 • El 6 de Noviembre de este año escri-
bia Fray Francisco a s. M. anunciándole, desde Lima, el recibo del
despacho en que se le notificaba su nombramiento y, el 31 de Octubre
de 1746, ya en Guamanga, ponía en su noticia que el 23 de Junio de
este año había salido de Lima, recorriendo buena parte de su dióce-
sis y celebrando órdenes en favor de algunos domiciliarios y confir-
mando a muchas personas. Al mes llegó a Huancavelica, donde hizo
otro tanto y visitó las parroquias, arribando al fin a Guamanga el 1

Arch. Vat. Misc.. Arm. XIII, v. 93, f. 140.


'.tís
lM Ibíd Mise. Arm. XIII, v. 93, f. 440.
HISTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU. TOMO IV

de Setiembre, donde uno de sus primeros cuidados fue la continuación


de la visita"·
Dos años llevaba gobernando, cuando el Señor lo llevó para si el
2 de octubre de 1748. Apenas dejó memoria de si, dice el autor de
H!U.amanga Vindtooda, si no es haber forrado de plata el tabernMulo
de su Catedral. En el Inventario que se hizo de sus bienes se menciona
el gran cuadro de Ja Pesca Milagrosa, que todavia puede verse, en el
presbiterio de la Catedral y cuya propietaria era Doña Tomasa de la
Fuente. Para sustituirle se escogió a D. Felipe Manrique de Lara, na-
tural de Lima, de la familia de los Marqueses de Lara y Deán de Lima.
Nombrado para Panamá, en 1749, renunció esta mitra, pero aceptó la
de Guamanga que se le confirió en 1750. Se consagró en Lima y partió
luego a su sede, que gobernó hasta el afio 1763, falleciendo el 31 de
Enero, luego de haber hecho su testamento el 25 de dicho mes, ante el
escribano D. Bartolomé Garcia. Muy escasas son las noticias que nos
han quedado de su actuación. Sólo sabemos que en el afio 1759 pro-
movió unas Misiones públicas en su ciudad episcopal con gran. fruto
de sus habitantes. En el afio anterior aplicó un censo de 3.000 pesos
para la fiesta y culto del Sagrado Corazón en la Iglesia de la Compa-
ñia y en su testamento dejó un legado a fin de que todos los dlas 19
de cada mes se distribuyesen limosnas entre los pobres.
Sucedióle el agustino panameño, Fray José Luis Lila y Moreno,
nombrado en 1764. Habiendo tomado el hábito de San Agustln hizo
en Lima sus estudios y se graduó en la Universidad de San Marcos.
La Provincia lo nombró Procurador en Madrid y Roma y el enton-
ces General de la Orden, Fray Francisco Javier VáSquez, pertene-
ciente a la misma Provincia del Perú, lo hizo su secretario por un
tiempo. Nombrado Obispo de Guamanga, vino a América y en Pa-
namá lo consagró su primo, D. Miguel Moreno y Olio, Obispo de aque-
lla ciudad. El 17 de Enero de 1767 entraba en Lima, y et 27 de julio
salió para Guamanga y el 14 de dicho mes tomó posesión de su Igle-
sia. Fue breve su paso por ella pues pasó de esta vida el 25 de Di-
ciembre de 1768. Apenas cabe citar en su favor el cuidado que puso en
el adorno de su Catedral y el haber solicitado del Rey la aplicación del

15 Fr. Pedro N. Pérez. Obispos de la Merced en América. Santiago, 1927,


página 487.
LAS DIOCESIS SUFRAGANEAS 245

Colegio de la Compafiia para Seminario diocesano. El Conde de Aran-


da a 25 de Octubre de 1768 le comunicaba al Vi~rey la concesión de
esta gracia, pero cuando ella. llegó a Guamanga ya el Obispo había
dejado este mundo. El Rector, que entonces ·era del Seminario, D. Pe-
dro Pavón, pidió que los alumnos pudiesen ostentar en la beca las
armas reales, puesto que el Seminario caía bajo el Patronato de S. M.
con más abonado título.
A los cuatro nombrados se siguieron otros cuatro: D. Miguel Moreno
y Ollo, Obispo de Panamá, trasladado a esta sede el 12 de Marzo de
1769; D. Francisco López Sánchez, Prebendado de Málaga y Abad de
Motrll, nombrado en 1781; D. Bernardo Fabro Palacios, Deán de Char-
cas, cuyas bulas se expidieron el 11 de Abril de 1791 y, finalmente,
D. Francisco Mat!enzo Bravo del Rivera, Chantre de Arequipa, que
las obtuvo el 27 de Junio de 1796. El primero, dio su poder desde Pa-
namá el 16 de Enero de 1771 al Deán y Cabildo de Guamanga para el
gobierno de la diócesis, pero, detenido él por el Concilio VI Limense,
no llegó a tomar posesión en persona hasta 'el año 1774. En su tiempo
creó .la parroquia de Santa Ana, que hasta entonces dependía de la
Catedral y, llevado de su amor a los pobres, labró en el Hospital de
San Juan de Dios una sala con 18 camas. Falleció el 22 de Febrero de
1780. Su sucesor, había nacido en Benamocarra, en la Andalucía y
por un tiempo ejerció el cargo de capellán de la Armada. Pasó a ocu-
par una prebenda en la Catedral de Málaga y, por último, fue elevado
a esta silla. Hizo su ingreso en Guamanga el 7 de Abril de 1783 y, a su
paso por Pisco e Ica, observó que en los Colegios de la Compafiia de
uno y. otro lugar, se guardaban los libros a ellos pertenecientes. Los
solicitó para su Seminario y, obtenida la gracia; los hiw trasladar por
su cuenta a Guamahga, enriqueciendo de este modo la Biblioteca de
aquel centI"O 16 • Visitó el Obispado y se aplicó a reformar las costum-
bres de su ~!ero y a mantener, sin quiebras, la disciplina eclesiástica.
Tiene particular interés la carta que escribió a S. M. el 22 de Abril
de 1785 sobre la visita de los curatos de Huancavelica. Deciale que

16 Hizo el viaje por Buenos Aires; pues aunque desemb.arcó en el J aneiro,


como a poco se presentase la escuadra inglesa, tuvo que pasar a Molltevideo
por tierra y de aquí pasó a Buenos Aire$,_ donde se consagró, gastando hasta
llegar a Guamanga trece meses y seis días, desde su salida de Madrid.
17
246 HISTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU. TOMO IV

de los cuatro existentes en la villa se podían suprimir dos, vista la


decadencia cada vez mayor de aquel asiento. En el expediente adjunto
dice que, contando el vecindario hacía ocho años, 11.000 almas, hoy sólo
tiene 5.472, en la forma siguiente:
Parroquia de San Antonio .. . .. . .. . 3.000
Id. de San Sebastián ........ . 1.320
Id. de Santa Ana . . . . ....... . 720
Id. de Santa Bárbara .. . .. . .. . 432

El curato de Santa Ana podría agregarse al de San Antonio y el de


Santa Bárbara del Cerro a San Sebastián, haciendo nuevo deslinde y
rebajando los sínodos a 900 ó 1.000 pesos. Pero D. Francisco debió en
algunos casos proceder con alguna dureza y en otroo se mostró intem-
perante aun con las autoridades. Su conducta dio .motivo a diversas
quejas y desde Madrid se le enviaron en 1787, 1788 y 1789 cédulas, en
las cuales se repara su falta de armonía con las autoridades, se le pre-
viene para que se abstenga de denigrar a sus súbditos y, por último,
se desaprueba la forma, un tanto violenta, con que trata a los vecinos
de su ciudad episcopal.
Algunas de estas quejas eran bien fundadas y no vamos a especi-
ficarlas a qui, a un cuando en las dichas cédulas se alude a ellas y otras
constan en una carta que algunos vecinos de Guamanga remitieron el
24 de Noviemhbre de 1788 u. Hasta algunos miembros de su Cabildo
se malquistaron con él y como por una y otra parte se censurase su
proceder, el 22 de Marzo de 1787 escribía al Marqués de la Sonora,
incluyendo una representación que hacia a S. M. renunciando al Obis-
pado, en donde llevaba cuatro años, aun cuando se podían computar
por más, a causa de Jos trabajos padecidos y de lo que ha tenido que
hacer en la reforma de Ja diócesis "llena de ab11ojos. y maleza" y en la
Visita, en la cual ha agotado sus fuerzas. Pide que se le asignen 50.000
reales vellón en España, mostrándose dispuesto a aceptar el Obispado
que se le asigne, aun cuando sea el de Ceuta u otro in partibus con una
pensión de mil pesos sobre Ja mitra de Guamanga "·
No le fue aceptada la renuncia y el Obispo hubo de continuar en

'1 'r A. de l. Llma, 1566.


J<S A. de I. Lima, 1577.
LAS DIOCESIS SUFRAGANEAS 247

la sede hasta el 2 de Marzo de 1790 en que ocurrió su muerte que le


asaltó de improviso. Vino a sucederle D. Bartolomé Fabro de Palacios,
el cual desde La Plata, escribía al Cabildo de Guamanga el 12 de Mar-
zo de 1791, a fin de que tomase el gobierno en su nombre. Había nacido
en Logroño y, venido a América, fue cura en el Obispado de La Paz,
canónigo de esta Iglesia y luego Deán de Charcas, en donde hizo sus
estudios y se graduó de abogado. Debió recibir la consagración epis-
copal en esta ciudad o en el Cuzco y tomó posesión de su silla el 29
de Julio de 1792. Emprendió la visita, comenzando por la, ciudad y, al
término de ella, mandó promulgar las Constituciones sinodales que
redactó e hizo imprimir en Lima en 1795.
Estas sinodales eran las primeras que se publicaban después de las
promulgadas en 1672 por el Obispo D. Cristóbal de Castilla y Zamora.
Habla trascurrido un siglo y era neeesario enmendar o añadir muchas
cosas que el tiempo y la experiencia aconsejaban. D. Bartolomé expli-
ca en e¡ preámbulo de estas Constituciones el porqué no ha convoca-
do a sínodo a su clero y cómo el Obispo tiene potestad bastante para
dar leyes y estatutos que obliguen generalmente a todos sus súbditos,
siempre que no se trate de materias reservadas al Sumo Pontlfice o
que contradigan a lo establecido por derecho común o costumbre apro-
bada en la Iglesia. Empieza luego por suprimir las fiestas establecidas
por sinodales, dejando únicamente la de la Dedicación de la Catedral
y la de Nuestra Señora de las Nieves, por ser la titular y las de los
Patronos de los lugares, declarando libres todas las demás y eximien-
do a sus súbditos del voto hecho de guardar las fiestas de San Lucas
y Santa Bárbara. En la Constitución segunda, restringe la práctica
de exponer el Santísimo Sacramento, que había degenerado en abuso.
La tercera, toca a los Curas y se referia al uso del agua que se ben-
dice en los días del sábado santo y vigilia· de Pentecostés y había de
servir para los bautismos. Todas las demás se refieren a ciertas co-
rruptelas que se habían introducido, como la de los casamientos en
casas particulares, siempre que se trataba de personas de distinción,
la relativa al toque de las campanas; al abuso de los aguinaldos, la
violación de la clausura de los monasterios por las mujeres, el exceso
que se cometía en los locutorios de monjas, dejándose llevar de par-
lerías, la concurrencia de los clérigos en las calles los dias en que se
corrían por las calles toros de cuerda y otras a este tenor que nos
248 HISTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU. TOMO IV

revelan los abusos más frecuentes entonces y las quiebras de la disci-


plina ec!esiáStlca.
La Constitución séptima se refiere a las escuelas públicas, las cua-
les calan bajo la vigilancia, de los Ordinarios y Fabro Palacios, dán-
dole al asunto la importancia debida, comienza por nombrar un Di-
rector y Protector de estas Escuelas el cual deberla vigilar a los maes-
tros y examinarlos a fin de conocer su capacidad para el cargo y exhor-
ta a los prebendados que por razón de su oficio deben aplicarse a la
enseñanza de la juventud, lo hagan y coadyuven en obra tan útil y
necesaria. Aun cuando el Obispo no hubiera hecho otra cosa es digno
de alabanza por haber dado a luz estos estatutos, pero hizo algo más,
pues visitó, en parte, su diócesis y aun se interesó por el ornato y po-
licia de su Catedral. Falleció el 10 de Julio de 1795.
Vino a reemplazarle D. Francisco Matienzo Bravo del Rivera, na-
tural de Chuquisaca y colegial del Real de San Martín de Lima. Estu-
dió en San Marcos, recibiéndose de abogado en 1751, pero aunque su
padre D. Gabriel Matienzo había sido Presidente de la Audiencia de
Charcas, D. Francisco dejó el foro para abrazar la carrera eclesiás-
tica. y fue cura de Tacna por muchos años. Pasó luego a Arequipa a
ocupar la silla doctoral en Setiembre de 1761 y fue Provisor y Vicario
Capitular y Provisor y Vicario General. Ascendió a la Chantria en 1766,
pero este mismo año se le nombró Inquisidor Apostólico y se encami-
nó a Lima a formar parte del Tribunal del Santo Oficio hasta el año
1796 en que fue presentado por el Monarca para la sede de Guamanga
(R. C. de 17 Feb.) y fue confirmado por el Pontífice el 27 de Junio de
dicho año.
Lo consagró en Lima el 19 de Marzo de 1797 González de la Reguera
y, en Setiembre, salló para Guamanga, en donde hizo su ingreso el
29 de Octubre del mismo año. Su gobierno no se extendió más allá de
tres años, pues vino a dejar esta vida el 3 ó 5 de Mayo de 11¡00, dejan-
d.o muy grata memoria de sí por sus virtudes y sus limosnas. El 16 de
Mayo de 1799 escribía a S. M. enviando el informe de los sujetos de
su Cabildo y Curas y en su carta manifestaba al Rey que había llevado
a cabo la visita de las parroquias de la ciudad y de las suburbanas Y
a los partidos distantes habla enviado a dos curas con recomendación
LAS DIOCESIS SUFRAGANEAS 249

de que extirparan los abusos". Por renuncia del Cabildo se adjudicó el


nombram1ento de Cura de la Catedral y se interesó por su decencia y
aseo .

. 2. En el Cuzco se sucedieron sólo seis Prelados a partir del año


1742 y no debe extrañarnos, pues esta sede podia denominarse de tér-
mino, pues no había otra mejor en el Perú, después de la metropoli-
tana. Los tres primeros, D. Pedro Morcillo, D. Juan de Castañeda y
D. Jerónimo de Romanl, vinieron de Panamá, donde hablan hecho
méritos para ascender al Cuzco. Los tres siguientes, D. Agustín de Go-
rrichátegui, D. Manuel Moscoso y D. Bartolomé Maria de las Heras,
todos tres del clero secular, procedían de los cabildos de Lima, Are-
quipa y Guamanga, pero el segundo fue trasladado de la sede de Cór-
doba en el Tucumán a esta del Cuzco.
D. Pedro Morcillo tomó posesión de su nueva sede, por poder, el
15 de Abril de 1743 y el 29 de Setiembre lo hizo personalmente 20 • Una
de sus primeras medidas fue nombrar Rector del Seminario a D. Fer-
nando Pérez Oblltas y el 14 de Diciembre consagró en la Catedral al
Arcediano D. Juan de Castañeda, Obispo de Panamá. El 6 de Febrero
de 1744 abrió la visita general del Obispado y la comenzó por su Ca-
tedral y el 12 de Julio salló para el Collao, volviendo a su sede en Oc-
tubre del mismo año. A 3 de Julio del siguiente año salió a visitar las
provincias de Chilques y Masques, Chumbivi!cas, Cotabambas y Ayma-
raes, empezando por el pueblo de Yaurisque. En el año 1746 nombró
Visitador al Cura del Hospital de Naturales, D. Juan Francisco Carrión
y Morcillo y el 1 de Abrí! de 1747, sábado santo, después de algunos
días de enfermedad entregó el Señor Obispo su esplritu a Dios. Las
solemnes exequias fueron el día 16 y se enterraron sus restos en la
Catedral. D; Pedro Morcillo fue notado por sus contemporáneos de
codicioso, sin embargo, a él se debió la reforma del Arancel que esta-
ba vigente en el Cuzco "ajuntándolo, dice en carta al Rey, a las nece-
sidades de los pobres y procurando en todo el alivio de Jos indios"'"·
Además en su tiempo se labró la magnifica Custodia de la Catedral,

1i9 A. de I. Lima, 1577.


20 Arch. Vat. Acta Mise. Arm. XIII, v. 93, :e, 203.
21 Carta de 20 de Noviembre de 744. A. de I. Lima. 525.
250 HISTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU. TOMO IV

toda de oro y pedreria y cuyo costo, en aqueJ entonces, se calculaba


en 90.000 pesos.
El resultado de sus visitas lo expresa en cartas de 15 de Febrero
y 20 de Noviembre de 1744 y 13 de Marzo de 1746. En la primera visitó
nueve provincias y la Interrumpió, por razón de las aguas, con ánimo
de volver en el verano a visitar otras cuatro. Las confirmaciones ascen-
dieron a .40.000. En Marzo de 1746 habla hecho ya el recorrido de todo
su Obispado e informaba sobre los eclesiástic.os beneméritos, recono-
ciendo que su diócesis contaba con muchos y buenos curas, lo cual
no desvirtúa lo que se lee en los Anales del Cuzco, acerca de frecuen-
tes y atroces desmanes de algunos.
D. Juan de Castañeda Velásquez, promovido a esta sede. en 1749
entró este mismo año en el territorio de la arquidiócesis, falta de Pre-
lado, por Jo que el Cabildo de Lima, en carta de 11 de Setiembre de este
año, le autorizaba a confirmar y a ejercer el pontifical. Al siguiente
año entró en el Cuzco y por el mes de Octubre se dirigió a Abancay en
cuya Iglesia de San Francisco consagró a D. Felipe Manrique de Lara,
Obispo de Guamanga. En ese mismo año nombró Visitador al cura
D. José Antonio Santander, pero pronto hubo de anular el nombra-
miento por haber averiguado que sobre él pesaban graves delitos, que
puntualiza en carta de 26 de Febrero de 1753 "• Personalmente la de-
bió realizar más tarde, pero ·en 1761 encomendó al cura de Nuñoa,
D. Miguel Martinez Paz la visita de Lampa, Azángaro y Carabaya.
D. Juan era dadivoso y en su ciudad episcopal no dejó de favorecer a
los conventos y monasterios, pero su obra principal fue la reedificación
del Hospital de Huaura, lugar de su nacimiento, en la cual gastó unos
60.000 pesos. Muy inclinado a la devoción se dice que pidió ser admiti-
do en la Compañía a la hora de la muerte, lo cierto es que sus restos,
después de su muerte, el 23 ó 24 de Febrero de 1762, fueron sepultados
en la Iglesia de esta Orden. Se le acusó de haber sido demasiado tole-
rante con los. abusos de sus curas, pero como ya hemos visto, no dejó
de alejar de los cargos a los indignos. Bien puede contarse entre sus
méritos el apoyo que prestó al célebre D. Ignacio de Castro, que más
tarde, al frente del Seminario de San Bernardo, habla de Ilustrar la
Iglesia cuzqueña.

2;2 A. de I. Lima, 1565.


LAS DIOCESIS SUFRAGANEAS 251

D. Jerónimo de Rom,aní, Obispo de Panamá, vino a sucederle en


1763, y entró en su Iglesia el primero de Diciembre de 1764. Aquel
mismo afio se expedía una Real Cédula a fin de que se proveyese de
teniente de cura, secular o regular a los pueblos que distaran más de
de cuatro leguas de Ja cabecera de parroquia, para lo cual Jos Ordi-
narios debían remitir Jos datos necesarios sobre el número y distancia
de Jos anejos y el monto de los sínodos que percibían Jos curas. D. Je-
rónimo, como lo dice Amat en su Relación de Gobierno, empezó a
poner en práctica lo resuelto y llevó a cabo Ja división de algunos cu-
ratos, obligando a los párrocos a nombrar tenientes que hicieran sus
veces, todo lo cual no pudo realizarse sin alguna dificultad. Empren-
dió la visita del Obispado, aun cuando no se expresa las provincias
que disfrutaron de este beneficio.
En el afio 1768 remitió al Consejo la razón de sus rentas y por ellas
se deduce que continuaban siendo pingües. En el afio 1766 el total
ascendió a 60.540 pesos y en 1767 a 72.809 pesos. En este último afio
sólo los diezmos produjeron en el Cuzco 32.951 pesos"· Tan cuantiosa
entrada ha dado pie para que se la tache de codicioso y, Mendiburu,
haciéndose eco de esta especie dice que invirtió 200.000 pesos a fin de
lograr esta mitra y dejar la de Panamá que no quiso aceptar. Ni una
ni otra cosa es cierta. Romaní pasó a Panamá y rigió aquella diócesis
por un tiempo y luego fue trasladado al Cuzco como Jo habían sido
sus dos predecesores. Su fortuna era de consideración aun antes de
ser nombrado Obispo y Jo comprueba Ja fundación de una capellanía
de 4.000 pesos en la casa próxima a Ja de su vivienda y fonteriza a la
Universidad de San Cristóbal de Guamanga, en favor del culto de
Nuestra Sefiora de Socos, cuyo magnifico retablo de la Ca,tedral de esa
ciudad hizo labrar a sus expensas. Esto sólo basta a acreditarlo de
Mecenas de las artes y de generoso donante. El Cuzco le debe el her-
moso altar de piedra blanca de Nuestra Sefiora de Ja Descensión en
Ja Capilla. del Triunfo y otras obras que serla prolijo enumerar.
En Junio de 1768 debió asaltarle la enfermedad que Je llevó al se-

2-s A. de I. Cuzco 66. Apuntaremos el dato siguiente relatiVo a los diezmos


de la Provincia de Abancay .. De 1765 a 1766 produjeron 3.285 pesos. La produc-
ción de azúcar en el partido el año 1765 fue de 626 arrobas. En 1766, 631 arro-
bas.
252 ffiSTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU. TOMO IV

pulcro, pues el 19 de este mes hizo su testamento, ante el escribano


Luis López de Rivera, dejando por Patronos de los patronatos que dis-
frutaba a sus sobrinos los Vega Cruzat, Marqueses de Feria. El 11 de
Setiembre del mismo afio afiadió un codicilo y abandonó e.ste mundo
el 15 del mismo mes, con sentimiento de la ciudad. Sus restos fueron
sepultados en la Catedral.
El 27 de Agosto de 1768 algunos regidores y vecinos del Cuzco sus-
cribieron un Memorial que remitieron al Virrey y, por su medio, al Con-
sejo de Indias, en el cual se .extend!an en referir los excesos de los Co-
rregidores y Curas y acusaban a Romaní y Carrillo de compUcidad o
tolerancia. Como este mismo año fallecía el Obispo, éste no pudo sin-
cerarse de aquellas acusaciones. Esta clase de abusos no. eran una
novedad y los Prelados eran los primeros en lamentarlos. Por las co-
municaciones que en Agosto y Octubre de 1767 remitió a S. M. dándole
cuenta del clero del Obispado, se ve que aqu!, como en todas partes,
al lado de curas beneméritos )os habla codiciosos o de malas costum-
bres y a alguno de éstos, como al Cura de Oropesa, el Obispo le abrió
causa.
El Virrey Amat en su Relación de Gobierno dedica a. los Corregi-
dores un capitulo entero y en él hace ver cómo teniendo en sus manos
la vara de la justicia y el caduceo de Mercurio, de la primera apenas
hacen caso, pero en cambio, del otro sí, extorsionando a los indios con
repartimientos y con ilícito comercio. En el siguiente capitulo se
ocupa de los Curas y la razón que alega para tratar aquí esta materia
no es otra sino la conexión que ambas tienen entre si, porque con fre-
cuencia sucede que curas y corregidores andan unidos porque "ambos
tiran de la capa o manta del indio". Ahora bien, Amat recuerda que,
habiendo llegado a noticia del Soberano los excesivos repartimientos
de los Corregidores de las Provincias del Cuzco, por R. C. de 7 de se-
tiembre de 1768, le pidió informase sobre el caso, lo cual ejecutó en
carta de 12 de Enero de 1772. De todo esto deducimos que la represen-
tación de los vecinos del Cuzco, acriminando a curas y Corregidores
y censurando la conducta del Obispo Romani, no estaba desprovista
de fundamento, pero no era un mal. que se hubiese producido enton-
ces, sino que era de larga data y sobre el cual los Prelados habían lla-
mado la atención de Su Magestad. Si Romani hubiera entrado en cau-
sa en alguna forma,, Amat no habr!a dejado de observarlo en su Re-
LAS DIOCESIS SUFRAGANEAS 253

Utci6n y no lo hace, lo cual nos autoriza a suponer que el encartar al


Obispo en el asunto nacía más de malevolencia que de causas legi-
timas.
Sucedióle D. Agustín de Gorrichátegui, criollo de Panamá, donde
nació el 15 de Octubre de 1716. Vino a Lima en compañía del Arzobis-
po Escandón e hizo sus estudios en el Colegio de San Martín, graduán-
dose de Doctor en la Universidad de San Marcos. Fue Cura de San,
Mateo y de Jauja, Magistral del coro de Lima en Octubre de 1759 y en
Diciembre de 1766, 'I;'esorero. Su saber y virtudes le sefialaron para
Rector del Seminario de Santo Toribio, cargo que ejerció de 1760 a
1770. El afio anterior le presentó S. M. para Ja mitra del Cuzco y en
1770 fue preconizado para esta IgJesia. En la R. C. de su nombramiento
se puso como condición que había de aceptar la división del Obispado
cuando eJ Rey tuviese a bien llevarla a cabo. De hecho esta división
no tuvo lugar. Tomó posesión de Ja sede el Deán, D. Diego de Esquive!
y Navia eJ .22 de Mayo de 1770 y D. Agustín hizo su entrada en el Cuz-
co. luego de haber sido consagrado en Lima por el Arzobispo Parada
el 6 de Octubre de 1771. Asistió al Concilio VI Limense y por su saber,
práctica parroquial y conocimiento de la lengua de los naturales fue
muy valiosa su intervención en las deliberaciones.
Dadas las cualidades que adornaban a D. Agustín, su celo y des-
prendimiento, la diócesis del Cuzco habría ganado m:ucho si se hu-
biese prolongado su gobierno por algunos afios, pero, desgraciada-
mente, apenas vino a durar cuatro. Habiendo estallado en Urubamba
un motín contra el Corregidor, D. Pedro Lefdael y Melo, cosa frecuen-
te en este siglo, saqueado su casa y prendido fuego a ella, haciendo
en la plaza una hoguera con los muebles y enseres y los granos alma-
cenados de la cobranza, el Obispo que se encontraba en la villa hizo
los mayores esfuerzos por calmar a los indios exasperados y como sus
palabras no bastasen, se decidió a sacar el Santisimo Sacramento a fin
de contener el alboroto. Algo se consiguió, pero D. Agustín no dejó de
recibir agravios de la plebe exaltada y el pesar que esto le p·rodujo Jo
postró en el lech9 y le arrebató Ja vida, el 22 de Octubre de 1776.
Más. tarde se vino a saber que el 'Corregidor, con sus latrocinios,
había dado motivo para esta asonada. El Rey en atención al importan-
te servicio prestado po·r el Obispo, concedió a su hermano, D. Manuel
Félix, Deán de Cádiz, por Real Orden de 30 de Agosto de 1777, una
254 HISTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU. 1'0MO IV

pensión vitalicia de 600 pesos anuales. Conducidos al Cuzco los res-


tos del Prelado se le dieron honorifica sepultura en su Catedral.
En su Jugar fue promovido a esta sede el Obispo de Córdoba del
Tucumán, D. Juan Manuel Moscoso y Peralta, en el año 1778. El 11
de Octubre de este año tomó posesión, en su nombre, el Magistral,
D. Francisco José de Marán. D. Juan Manuel habla nacido en Arequl-
pa, el 6 de Enero de 1723 y fueron sus padres, el Maese de Campo,
D. Manuel Moscoso y Doña Antonia de Peralta. Estudió en el Colegio
de San Martín y se graduó de Doctor en Teologia en la Universidad
del Cuzco. En 1748, a los 25 años d~ edad, se hizo cargo del Real Al-
ferazgo que le correspondía por herencia y en 1749 contrajo matrimo-
nio con Doña Nicolasa de Rivero y Salazar. De este matrimonio nació
un hijo, Manuel José, el 20 de Julio de 1751 pero cinco dias más tarde
fallecía la madre. A partir de entonces vistió el hábito clerical y, en
1754, se presentó al concurso de curatos y, en 1755, vino nombrado cura
de Moquegua. Pasó a recibir las órdenes de manos del Obispo del Cuz-
co, D. Juan de Castañeda, que a la sazón visitaba su diócesis y,
ya sacerdote, pasó a hacerse cargo de su parroquia, en la cual dejó
como perenne recuerdo de su estancia una riquísima custodia y dos
lámparas de plata.
En 1762 se incorporó al coro de la Catedral de Arequipa en calidad
de Magistral y ascendió gradualmente hasta ocupar la silla de Ar-
cediano el 4 de Febrero de 1767. Gobernando la diócesis D. Diego Sal-
guero pidió se le diese Obispo Auxiliar y puso los ojos, para este fin,
en Moscoso. Presentado por s. M., Clemente XIV lo preconizó Obispo
de Tricomi el 12 de Marzo de 1769. Lo Consagró el Obispo de La Paz,
D. Gregario de Campos y poco después se Je tra~ladab!J. a la diócesis de
Córdoba. Asistió al Concilio de Charcas que abrió sus sesiones el 12
de Enero de 1774 y se prolongó hasta el año 1778, de modo que el Obis-
po Moscoso apenas pudo hacer algo en beneficio de sus ovejas, pero
hizo donación de 20.000 pesos para la custodia de la Catedral. Aquel
mismo año se le volvía a trasladar al Cuzco", en cuyo territorio in-

M La R. C. de presentación está fha. en Aranjuez el 10 de Junio de 1778


y la carta del Prelado dando comisión para la toma de nosesióri está suscrita
:en La Plata el 29 de Setiembre de dicho año.
LAS DIOCESlS SUFRAGANEAS 255

gresó el siguiente año, visitando los pueblos del tránsito e ingresando


en la capital el 24 de Diciembre de 1779.
Apenas había tomado posesión de su sede cuando estalló en el
Cuzco la sublevación de Tupac Amaru .. La conducta del Prelado fue
la que debla ser, pero como no le faltaban émulos, se trató de envol-
verlo en el levantamiento y, como ya hemos visto, el Rey dispuso su
salida para Espafla, para donde se embarcó el 5 de Abril de 1786 ". Una
vez que se hubo vindicado de esta acusación, fue elevado a la silla
arzobispal de Granada en 1789 y aunque los tiempos eran azarosos,
pues en su tiempo Espafla fue invadida por los franceses, Moscoso ri-
gió la arquidiócesis por largo tiempo, falleciendo el 24 de Julio de 1811.
La vacante de la sede cuzquefia se prolongó por máS de seis afias,
a partir de la llamada a Lima de Moscoso. El 14 de Diciembre de 1789
fue preconizado en Roma el Deán de Huamanga, D. Bartolomé Ma-
ria de las Heras que, a la sazón, se hallaba en la Corte. Habia nacido
en Carmona el 25 de Abril de 1743, siendo sus padres Leopoldo de las
Heras y Gregoria de Ortega. Hizo sus primeros estudios en el Colegio
de los Jesuitas de Sevilla y pasó luego a la Universidad de la misma
ciudad, recibiéndose de abogado. Fue por un tiempo Párroco de Caza-
lla y, habiendo pasado a Madrid, se le nombró Capellán de honor de
S. M. y Predicador de los Principes. Habiendo vacado el Deanato de
Huamanga el Rey le concedió este beneficio, que aceptó y fue causa

25 A Moscoso se le debe también el A1'.wncel de Derechos Parroquiales para


la diócesis del Cuzco, impreso en Lima el año 1782 y la Regla Consueta que
se imprimió también el siguiente año. El Obispo D. Juan Solano redactó un
corto arancel en el año 1583 y otro tanto hizo el Obispo Montalvo en 1591, pero
ambos eran incompletos y anticuados. El Obispo en carta de 11 de Noviembre
de 1780 sometió el Arancel a la aprobación del Virrey Jáuregui Y éste la dio
en 31 de Diciembre de 1781. Anotaremos que el estipendio de· la misa rezada
en la ciudad era de un peso y en las doctrinas 12 reales. La misa cantada va-
lía 4 pes.os. Por R. C. de 13 de Setiembre de 1786 se pidió informe al Arzobispo
de Lima sobre la conveniesncia de hacer nUevo Arancel para el Cuzco, en vista
de lo que representaba el Intendente, el cual juzgaba que el de Moscoso se
excedía bastante. No sabemos qué respuesta diera el Arzobispo.
La Regla Consueta la redactó Moscoso de ~uerdo con su Cabildo y este
cuerpo nombró .al Canónigo José Pérez, Rector del Seminario de San Antonio,
para que lo -confiriese con el Chantre, D. Francisco Javier Calvo de Antequera,
representante del Obispo. Este la suscribió el 20 de Junio de 1780.
256 HISTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU, TOMO IV

de su venida a América. No mucho tiempo después de haber tomado


posesión de su silla, hubo de alejarse de la ciudad por sus diferencias
con el Obispo López Sánchez, trasladándose a Lima, desde donde es-
cribía el 16 de Junio de 1787 al Marqués de la Sonora, expresándole las
causas por las cuales había pedido se le admitiese la renuncia que
hacia de su prebenda.
Hacia el año 1791 entraba en su ciudad episcopal y desde entonces
hasta el año 1806, en que hubo de pasar a Lima, procedió como per-
fecto prelado"· Por tres lustros rigió esta diócesis y en todo este tiem-
po su celo no conoció el descanso. Abrió la visita en el año 1792 y
recorrió todos los pueblos que caian bajo su jurisdicción, dándole tér-
mino el afio 1795. Hizo asimismo la visita de su Catedral y las de los
conventos de Santa Clara, sujeto a los franciscanos y de Santa Cata-
lina, sujeto al Ordinario. No olvidó las de los Hospitales, con los cuales
se mostró generoso, socorriéndolos cada semana con limosnas. Puso
especial cuidado en la formación del clero y entabló en su seminario
un nuevo plan de estudios, adaptándolo a las reformas que se habían
ido introduciendo en los establecimientos de esta clase y a las nece-
sidades de los fieles.
Por tres veces salió a recorrer su vasta diócesis. En la primera
visita comenzó por el pueblo de Checacupe el 28 de Abril de 1792 y
prosiguió por Cacha, Andahuailillas, etc., terminando el 17 de Enero
de 1793 y dejando visitadas 39 doctrinas. En la segunda, dio principio
el 26 de Marzo de 1793 por la doctrina de Anta y vino a cerrarla en
Guarocondo el 11 de Noviembre, con un total de 31 doctrinas. La ter-
cera, la inició en Yaurisque el 29 de Mayo de 1794 y terminó en Gua-
noquite el 15 de Noviembre del mismo afio, con recorrido de 32 doctri-
nas. La cuarta tuvo su comienzo en Calca el 25 de Setiembre de 1795
y la cerró en Urubamba el 11 de Noviembre, siendo 13 las doctrinas vi-
sitadas.
Antes de emprender esta última, dirigió un edicto a sus Curas, reco-
mendándoles la reparación y aseo de las Iglesias, el tener en orden y
al día los libros parroquiales, advertidos los arrendatarios de bienes

26 El Obispo Chávez de la Rosa lo consagró en Arequipa el 12 de ·octubre


de 1790 y, posiblemente, fundado en esta fecha dice Mencliburu que Las Heras;
entró en el Cuzco en Noviembre.
LAS DIOCESIS SUFRAGANEAS 257

eclesiásticos a fin de que se presentasen a dar cuenta de ellos y el que


todos estuviesen preparados para revalidar sus titulos, previo un exa-
men sinodal que celebraría en las mismas doctrinas. Para entonces
debian estar hechos los padrones de la feligresia y encargaba se evi-
tasen los gastos excesivos en el alojamiento y en la mesa. Casi én los
comiellzos de su periodo había dirigido a los curas una instrucción, el
23 de Febrero de 1791, exhortando a todos a cumplir sus deberes, as!
en la enseñanza de la doctrina como en la residencia en sus benefi-
cios, de los cuales ninguno podria ausentarse más de tres dias sin li-
cencia suya escrita. Debian abstenerse de tomar parte en juegos prohi-
bidos, evitar la profanidad en el vestido y no traer armas consigo. Todo
lo cual es una prueba de su celo pastoral.
En Junio 30 de 1795 rertütia el plan de las rentas del Obispado y
por él se deduce que las pertenecientes a la mitra y al Deán y Cabildo,
ascendian a 44.191 pesos, dos reales, suma de la cual habla que dedu-
cir 9.043 pesos, cuatro reales de gastos y 2.108 pesos cinco reales del
seis por ciento, de modo que venia a quedar líquido 35.147 pesos, seis
reales. No dejaba de ser cuantiosa la suma que correspondía al Obis-
po, pero, como vamos a verlo, buena parte de ella la impendia el Obis-
po en socorrer.las necesidades de sus ovejas, en ayudar a los párrocos
en la construcción y reparación de templos y a todo ello habia que
añadir los subsidios extraordinarios exigidos por las necesidades de
la Monarquía, fuera del de dos millones de ducados que desde los tiem-
pos de Clemente XI gravaba a todo el estado eclesiástico de América.
Precisamente en este mismo año 1795, se remitía la razón de las can-
tidades que habia erogado el clero del Cuzco, por razón de la guerra
con Francia y el total ascendía a 12.000 pesos, de los cuales 2.000 ha-
bían sido obladas por Las Heras ".
Amante del esplendor del culto siguió las huellas de su antecesor
el Obispo Mollinedo y restauró y aun erigió muchos templos en las pro-
vincias, alentando a los curas y ayudándoles en caso necesarfo. A él
se le debe el hermoso altar de plata de la Catedral, obra en la cual se
gastaron 14.981 pesos, cincoreales, todos de su propio peculio. Levantó
también a sus expensas el Hospital de Sicuani y en todo tiempo dls-

27 A. de I. Cuzco 66.
258 HISTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU. TOMO IV

pensó su protección a los Beaterios de Nazarenas y de Carmelitas de


San Bias cuya renta era exigua. Escribió una Carta Pastoral exhor-
tando a los habitantes del Cuzco a mantenerse fieles a la obediencia
al soberano y mantuvo buenas relaciones con el Presidente de la Au-
diencia, aunque esto no impidió que surgieran algunas dificulta\].es en
punto a la provisión de curatos por causa del Fiscal de la misma.
Habiendo fallecido en 1805 el Arzobispo de Lima La Reguera, el Rey
presentó para sucederle a Las Heras el 20 de Octubre del mismo afio.
Con gran sentimiento de sus súbditos dejó la ciudad del Cuzco el 24
de Setiembre de 1806 y se encaminó a Lima.

3. Las diócesis sureftas del Reino de Chile pasaron en lo que resta


del siglo por las alternativas a que se vieron sujetas casi desde sus
or!genes, debido, en gran parte, a la escasez de sus rentas y también a
Jos sucesos de la guerra de Arauco. En Santiago se sucedieron de 1732
a 1795 no menos de cinco Obispos, comenzando por D .. Juan de Sarri-
colea y Olea, Obispo de Córdoba del Tucumán hasta D. Blas Sobrino
y Minayo. Obispo de Quito que la gobernó hasta el afio 1795. En Con-
cepción hallamos el mismo número. Al Seftor Escandón le sucede el
. canónigo de Quito, D. Salvador Bermúdez y Becerra, en 1734 y cierra
la serie el arequipeño D. Francisco José Marán, trasladado a Santiago
en 1795.
D. Juan de Sarricolea y Olea, vino también de Córdoba como su
antecesor y en Abril de 1732 tomaba posesión de la sede, pero Clemen-
te XII suscrib!a el 5 de Mayo de 1734 sus Bulas de Obispo del Cuzco,
de modo que apenas dos aftas gobernó la diócesis de Santiago. El 9 de
Julio de ese mismo afio era elevado a esta sede· el Canónigo Tesorero
de la Plata, D. Juan Bravo del Rivera. Había nacido en Lima en 1685
del matrimonio de D. Juan Bravo del Rivera y Dolía Maria Antonia
Correa. Estudió en el Colegio de San Martín y se graduó de Licen-
ciado en Derecho en San Marcos, recibiéndose de abogado. Muy joven
aún se le nombró Oidor de Charcas donde llegó a ocupar el decanato
de la Audiencia. Resuelto a mudar la garnacha por el bonete, abrazó
el estado eclesiáStico y recibió en 1725 las órdenes sagradas de manos
LAS DIOCESIS SUFRAGANEAS 259

del Obispo de Santa Cruz, D. Juan Cavero de Toledo. En el coro de la


catedral Platense ocupó las sillas de Tesorero y Maestrescuela y pensa-
ba retirarse al Oratorio de San Felipe Nerl de Lima, cuando le llegó
el nombramiento de Obispo de Santiago".
El 22 de Mayo de 1735 Jo consagró en Charcas el Arzobispo D. Alon-
so del Pozo y Silva y un año más tarde hacia su entrada en su ciudad
episcopal. Habla hecho el viaje por tierra y lo aprovechó para visitar
la parte norte de su Obispado que años hacia no habla sido visitada.
En 1737 salió a hacerla en las comarcas del sur, llevando en su com-
pañia algunos misioneros y en Octubre de 1738 atravesó Ja cordillera
para visitar la provincia de Cuyo. Su vuelta la hizo por Cop!apó, de
modo que por segunda vez recorrió aquellas parroqµias. Detúvose en
La Serena, donde fomentó la obra del Hospital y en Octubre de 1741
volvía a Santiago. El terremoto del 8 de Julio de 1730 habla arruinado
no pocos edificios de la ciudad y entre ellos la Catedral. Bravo del
Rivero se dedicó a repararla, levantó su torre, dotándola de seis cam-
panas y ayudó eficazmente a las Clarisas, a las Agustinas y a las Ca-
puchinas en la reedificación de sus claustros e Iglesias. En el año 1738
inauguró el Beaterio de Santa Rosa, construido en gran parte a sus
expensas y prestó su apoyo a la Casa de Recogidas.
En la visita de la diócesis todos experimentaron su beneficio, des-
de los párrocos hasta los más Indigentes y dio, además, grandes ejem-
plos de fortaleza cristiana, pues no Je faltaron trabajos y penalidades.
En la visita de Cuyo enfermó seriamente y hubo de permanecer en
San Juan para restablecerse. El cruce de la cordillera, a su vuelta, Je

2s Carta de Pozo y Silva a S. M. de 12 de Junio de 1735. Colecc. de Dócums.


Histór. del Arch. Arzob. de Santiago. Tomo 1, p. 486. Santiago. 1919. Hace
un cumplido elogio de Bravo y Rivero, manifestando que dejó la toga de Oidor
y la primera silla de aquella Audiencia por la cuarta en el Cabildo Eclesiás-
tico, dejando la renta de 6:000 pesos que gozaba por los 200 que le daba la
Te~orería de aquella Iglesia: -Añade que debido a su celo -y diligencia desem-
peñó al Cabildo de las deudas· que lo gravaban y lo dejó· con- crecidos· adelan-
tos 'en todo lo necesario para el culto. Por lo cual y por su apacible genio
cree que ejercerá el oficio _pastoral con todo acierto. Para la fecha de su ele--
va-ción. V. 'Arch. Vat. Aéta Camer. v. 31, f. 27.
.. Arch. Vat. Mise. Arm. XIII, V, 93, f. 230.
260 HISTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU. TOMO IV

fue muy costoso y sólo después de superar muchas dificultades llegó a


copiapó. El 28 de Enero de 1743 fue trasladado a Ja diócesis de Are-
quipa" y, en Setiembre, dejaba la ciudad de Santiago. En la misma
fecha fue preconizado para sucederle el Deán de la Asunción, D. Juan
González Melgarejo. Consagrado en Buenos Aires se encaminó a Chile,
visitando a su paso la Provincia de Cuyo y arribando a Santiago en
Enero de 1745. La diócesis se había beneficiado con las fundaciones lle-
vadas a cabo por el Capitán General, Manso de Velasco y la concen-
tración de Jos habitantes en centros poblados facilitaba el ministerio
pastoral.
González Melgarej o, instado por los vecinos de Santiago, emprendió
Ja obra de una nueva Catedral. La antigua no merecía ser reparada.
Fuera del mal estado del techo que la cubría, los muros se hallaban
resquebrajad os y por todo ello y por los inconvenientes de su situa-
ción se decidió hacer una nueva, de unos cien metros de largo, orien-
tada de .oriente a poniente y con frente a la plaza. La obra nece-
sariamente había de ser costosa y de ahí que el Rey desaprobara la
conducta del Prelado, pero las obras se habian emprendido y como el
Obispo fue el primero en contribuir, pues cedió para ellas más de 55.000
pesos, la construcción siguió adelante y vino a quedar terminada a fi-
nes de· este siglo. En su tiempo se fundó la Universidad de San Felipe,
aun cuando no se dictaran las cátedras sino algunos aftos más tarde,
pero su creación no pudo menos de contribuir en el mejoramiento' del
clero. También se transó en sus dlas el pleito que sostenian ambos
Obispados, el de Santiago y Concepción, sobre límites, quedando re-
suelto que el río Maule dividirla al uno del otro. En Noviembre de 1753
González Melgarejo era promovido a Arequipa, pero no alcanzó a en-
trar en su nueva sede, por haberle sorprendido la muerte. todavia en
Santiago el 6 de Marzo de 1754.
Vino a sucederle D. Manuel de Alday y Aspee, nacido en Concepción
el 14 de Enero de 1712 y de padres nobles. Estudió en su ciudad natal
en el Seminario confiado a los PP. de la Compañia y .alli mismo se
graduó de Doctor en Teologla en el afio 1731, cuando apenas contaba
diez y nueve aftos de edad. Poco tiempo después, sus padres, lo envia-
ron a Lima a fin de que estudiase derecho en la Universidad ·de San
Marcos, pues aún no había decidido cuál habia de ser su carrera. El
LAS DIOCESIS SU!i'RAGANEAS 261

afio 1733 se graduó de Bachiller en Cánones, siendo alumno del Real


colegio de San Martín y el siguiente año, previo el examen de costum-
bre, la Real Audiencia le confirió el titulo de Abogado y le recibió el
juramento de ley. Un afio más tarde optaba sucesivamente al grado de
Licenciado y de Doctor en Cánones, habilitándose para poder ejercer
su oficio de abogado as¡ en las curias eclesiásticas como en las civiles.
En Lima se opuso a una cátedra en San Marcos y también se pre-
sentó a las oposiciones a la canongia doctoral, vacante entonces, pero
sin éxito, pero, como supiese que en Santiago se había declarado va-
cante la misma silla volvió a su patria y tomó parte en el concurso.
Los votos de los examinadores le favorecieron y esta circunstancia
determinó su vocación. El 5 de Enero de 1740 tomó posesión de la silla
y poco después recibía las sagradas órdenes de mano del Obispo D. Juan
Bravo del Rivera, con quien no deja de tener alguna similitud. El joven
Alday que acababa de recibir una cuantiosa herencia de su padre fue
nombrado asesor del Obispado y, por algunos afias, distribuyó su tiem-
po entre los ejercicios propios de su ministerio sacerdotal, las obliga-
ciones de su prebenda y las labores de curia.
A Ja muerte de Qonzález Melgarejo fue nombrado por Real cédula.
Vicario capitular y poco después S. S. Benedicto XIV lo instituía Obis-
po de Santiago el 25 de Noviembre de 1753, previa la presentación real.
Hubo de pasar a Concepción a recibir la consagración episcopal que le
impartió el Obispo Toro Zambrano el 2 de Octubre de 1775. Todavia jo-
ven iniciaba su labor pastoral que había de prolongarse por muchos
afias con gran provecho para Ja diócesis de Santiago. Fue Alday uno
de Jos más grandes Obispos que ha tenido Chile y entre Jos nacidos
en aquella tierra, muchos. de los cuales se cifieron la mitra por este
tiempo, sin duda alguna el más sobresaliente. Dios lo habla dotado
de claro talento, de. muy buen juicio, de prudencia y fortaleza y de
aquellas virtudes que constituyen un Pastor de almas.
Una de sus primeras atenciones fue abrir la visita, empezándola
por su ciudad episcopal. Continuó luego por la. parte norte y, en este
recorrido, confirmó unas 12.000 personas. El siguiente año, en 1758,
la reanudó por el sur hasta el rlo Maule en donde terminaba su dió-
cesis, administrando el sacramento de la confirmación a 21.750 almas.
Pasó luego a la Provincia de Cuyo y, gracias a su diligencia, se hicie-
18
262 HISTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU. TOMO IV

ron cargo los Bet!emitM del Hospital de Mendoza y los Juanded!anos


del de San Juan. El Obispo no se ciñó a la visita, se interesó en la
erección de nuevas Iglesias y aun nuevos pueblos, redactó una ins-
trucción a fin de que los curas se sujetasen a ella en la administración
de los sacramentos, por haber hallado en esta parte muchas deficien-
cias nacidas en buena parte de la somera formación eclesiástica que
hablan recibido. Una vez reaU.zada la visita de la diócesis, que le ocu-
pó varios afias, decidió celebrar sínodo diocesano, fijando el 3 de Ene-
ro de 1763 para Ja sesión inaugural.
Asistieron a este sínodo, fuera del Cabildo eclesiástico y los repre-
sentantes de las Ordenes, treinta y tres párrocos y las sesiones se pro-
longaron hasta el 18 de Marzo en que se tuvo la sesión de clausura.
Las Constituciones de este Sínodo que son 179 fueron aprobadas por
la Real Audiencia de Santiago y, promulgadas en la Catedral el 22
de Abril de 1763. Se imprimieron en Lima el siguiente afio. En ge-
neral el espiritu que anima a todas estas constituciones nos revela
el celo y la caridad del Obispo. Es de notar el empefio que puso en que
en todas las parroquias se creasen escuelas para la instrucción de la
niñez. Posiblemente muchas, por su pobreza y falta de maestros, no
se erigieron, pero otras llegaron a crearse.
Poco después de esto ocurrió el infausto suceso de la expulsión de
la Compañia. Chile, tal vez más que otro pa!s alguno, sufrió las gra-
ves consecuencias de esta: orden y Alday debió darse cuenta de ello.
Sin embargo, acallando sus propios sentimientos, acató esta disposi-
ción del Soberano y, ajustándose a las disposiciones dadas, exhortó
a ambos cleros y a los fieles todos a venerar el atropello 30 • Unos afias

so El autor de la mejor biografía de A1day, D. Carlos Silva Cotapos, pien-


sa que Alday se mostró un tanto débil al no poner de manifiesto su pesar por
la expatriación de los jesuitas y por los daños que se habían de se!guir a su
alejamiento. Estamos de acuerdo con él. Sin embargo, Silva Cotapós no omi-
te decir que, escribiendo al Obispo Abad !llana, Alday cOnfiesa llanamente que
en su diócesis los jesuitas no habían dado el más leve motivo para que se les
aplicase pena tan grave y hasta invita al Obispo del Tucuman, tan acérrimo
enemigo de la Compañía, a que todos los Obispos de América supliquen al Rey
la vuelta de los jesuítas, dado lo necesarios que son en estos países. Esta carta
se publicó en la Revista Católica de Santiago de Chile, tomo VIII, p. 664.
LAS DIOCESIS SUFRAGANEAS 263

más tarde era citado al Concilio Provincial de 1772, en el cual tomó


parte muy principal, como ya hemos tenido ocasión de decirlo en el
Capitulo IX de este libro. Casi después de dos años de ausencia vol-
vió Alday a su sede y, repuesto de las fatigas del viaje y puesto algún
orden en lo que tocaba al gobierno, decidió salir nuevamente a la visi-
ta de las parroquias del sur. Lo hizo, pero pronto se convenció que ya
carecla del vigor necesario y hubo de volver a Santiago, encomendando
esta tarea a eclesiásticos de su confianza.
Aún habia de permanecer al frente de la diócesis unos catorce años
y en todo este tiempo nada le distrajo del cuidado que puso en el in-
cremento y buena formación de su clero y en el provecho espiritual
de sus feligreses. A las Ordenes religiosas de Chile alcanzó también
la relajación e inacción en que cayeron casi todas, aun cuando no en
el mismo grado y, por esta razón, los 'Capitulas por lo general resul-
taban tumultuantes y obligaban a la. autoridad civil a intervenir, dan-
do también ocasión de disgusto al Prelado. Los visitadores tampoco
cumplieron con su cometido y a alguno, como a Fray Nicolás Rivas,
de la Merced, lo obligó el Presidente Benavides a suspender la visita.
En Jos de religiosas hubo más sosiego y más observancia. Alday tuvo
la satisfacción de ver fundados en su tiempo el Monasterio de las Ro-
sas, que existía en calidad de Beaterio desde 1680, pero en el año 1753
se obtuvo licencia para la fundación y el 9 de Noviembre de 1754 entra-
ban en la clausura las primeras religiosas, inclusive l:ts tres que hablan
venido de Lima. A este se siguió el del Carmen bajo, fundación de
D. Luis Manuel de Zañartu, en el cual se instalaron las fundadoras
venida.'l del antiguo monasterio del Carmen en Octubre de 1770. Por
último, en Mendoza, abrió sus puertas el monasterio de la Buena En-
señanza en 1780, con religiosas que el Obispo sacó del de Santa Clara
de Santiago, pero en donde se adoptó la regla de la Compañia de Maria.
Fuera de lo dicho, Alday se esforzó por crear nuevas parroquias o
dividir las existentes all! donde parecia nec.esario. Hubo de entenderse
para este asunto con los Gobernadores, mas, por fortuna, halló buena
disposición en todos ello.s y, al fin de su gobierno, el número de estos
nuevos curatos ascendia a catorce, número no despreciable si se tiene
en cuenta la pobreza del pa!s.
Su antecesor no habla hecho sino empezar la obra de Ja nueva ca-
264 HISTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU, TOMO IV

tedral y a Alday le correspondió continuarla, como lo hizo, aun cuan-


do no logró verla terminada por la falta de recursos. En 1777, infor-
mando a S. M. Je decía que se habían gastado más de 390.000 pesos y,
tres años más tarde, añadía que con unos 180 mil pesos o poco más se
podría darle término. A su muerte quedaba por hacer todo ,el frente
que da a la plaza principal y sus sucesores no anduvieron tan diligen-
tes como él, pues sólo en 1830 se le dio remate. Alday, a quien los acha-
ques de la vejez molestaron no poco en su dos últimos años, rindió
tributo a la muerte el 19 de Febrero de 1788 y fue sepultado en la ca-
pilla de San Francisco de Sales que él mismo había costeado"·
En Concepción, de 1734 a 1795 se suceden no menos de cinco Obis-
pos, criollos casi todos, si exceptuamos a Espiñeira. El primero fue el
canónigo de Quito, D. Salvador Bermúdez Becerra, que en los nueve
años de su gobierno hizo la visita de la diócesis y empezó a construir
su catedral, dejándola bastante adelantada al abandonarla con motivo
de su traslado a La Paz en 1743. Le vino a suceder D. Pedro de Azúa
Iturgoyen, Maestrescuela de la Catedral de Santiago, ciudad de donde
era natural. Con motivo de haber solicitado los Obispos de Concep-
ción la facultad de delegar en un sacerdote el poder confirmar a los
fieles de Chiloé, se trató en el Consejo de dar un auxiliar al Prelado y,
luego de examinado el asunto, la Santidad de Clemente XIT convino
en nombrarlo y el Rey Felipe V, designó para este cargo a D. Pedro
de Azúa. Fue preconizado Obispo in partibus de Botri el 27 de Julio de
1735 y consagrado en Concepción en 1740. El siguiente año se enca-
minó a Valdivia y de alli a Chiloé, donde permaneció algún tiempo.
Como resultado de la visita y en vista de la dificultad de ,comunica-
ciones con eJ archipiélago propuso la creación del Obispado de Valdi-
vla. Antes que se resolviera este punto fue elevado a la sede de Con-
cepción en Abril de 1742. Breve fue su estada en Concepción, pues en el
año 1746 se le transfería a Ja metropolitana de Santa Fe. No obstan-
te, en su tiempo, convocó sus curas para la celebráción del sinodo y
aceleró las obras de la Catedral que alcanzó a ver terminada. Le su-
cedió D. José de Toro Zambrano, natural de Santiago, donde ejercla

81 Silva Cota pos, "El Obispo D. Manuel de Alday". Revista Chilena de


Historia y Geografía. Tomo XXI, núm. 25 y s;. Santiago, 1917:
LAS DIOCESIS SUFRAGANEAS 265

el cargo de Deán y habla .~ido Vicario General. Su avanzada edad y el


terremoto que vino a asolar Concepción en 1751 le impidieron hacer
obra perenne. Tratóse del traslado de la ciudad, pero el Obispo se
opuso a ello, por el perjuicio que podía seguirse a la Iglesia con la
desaparición de Jos censos. El cambio tuvo Jugar, pero en 1764 cuando
hacia poco más de tres años que el Obispo había dejado de existir.
En su lugar fue nombrado el franciscano recoleto, Fray Pedro An-
gel de Espiñeira, oriundo de Galicia como lo revela su apellido. Guar-
dián del convento de Chillán desde el año 1757 se había dado a conocer
y el Presidente de !.a Audiencia, Don Manuel de Amat, lo recomendó
al Rey. En el año 1763 tomó posesión de la sede y la rigió hasta su
muerte en Febrero de 1778. En su tiempo se verificó el tra.slado de la
ciudad, donde hubo que hacerlo todo. Los jesuitas que fueron los pri-
meros en trasladarse al valle de la Mocha se hicieron cargo del Semi-
nario que contaba apenas con una docena de alumnos. Se pensó tam-
bién por entonces en reducir a los araucanos a pueblos, pero aun cuan-
do el Obispo apoyó la determinación del Gobernador Guill y Gonzaga,
el proyecto se deshizo al poco tiempo. Espiñeira asistió al Concilio Ll-
mense de 1772 y en él dio muestras de su regalismo y de su oposición
a las doctrinas jesuíticas.
Expulsados los j esuítas, Jos franciscanos les sustituyeron en las
misiones de la Araucania y Chiloé, pero no con igual éxito. El Obispo
aprovechó la desaparición .de la Compañía para hacer uno del cole-
gio Seminario y del que tenía aquella Orden y, como el Rey Je cediese los
bienes de los expatriados, en 1777 se abrió el Colegio de San Carlos con
17 alumnos y cuatro profesores. Esto y los edificios de la casa episcopal
y catedral que se empezaron en su tiempo fueron las obras que legó
a los que habían de suceder!e. El primero fue D. Francisco José Marán,
natural de Arequipa, Magistral del Cuzco y Rector del Seminario de
San Antonio Abad. En 1779 fue presentado para esta diócesis y entró
en ella el siguiente año. Visitó la parte de su diócesis libre de enemi-
gos y decidió pasar a Chiloé con el mismo fin. Las autoridades le ase-
guraron que podía hacer el viaje por tierra, atravesando la Araucania
y el Obispo se resolvió a hacerlo asi, pero su bagaje y Ja presa que po-
dían hacer tentó la codicia de los indios y, estos le asaltaron. Aunque
libró Ja vida y recobró la libertad, perdió gran parte de lo que llevaba,
aun cuando parece que el pontifical se pudo recobrar. Marán cuya sa-
266 HISTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU, . TOMO IV

lud se quebrantó un tanto en Concepción hizo un magnífico regalo a su


Catedral, mandando labrar en Lima una rica custodia que encomendó
su apoderado eJ Conde de Sierra Bella al artífice Vicente Morillo. Em·
pleáronse en ella más de 946 castellanos de oro y ciento cuarenta mar-
cos de plata habiendo costado la hechura 5.220 pesos y el todo pasó
de Jos 30.000 pesos. En 1794 fue trasladado a la sede de Santiago"".

32 Mss. C. V. 24. Razón del peso e importe de la custodia que tengo hecha
por encargo del Illmo. Sr. D. Francisco José Marán. .. 1795
CAPITULO XII

Relajación ·de las costumbres

1. Cofradías y fiestas religiosas. - 2. Entibiamiento del Espíritu religio-


so. - 3. Relajación del Clero y de los Regulares. - 4. Se intenta le Reforma
y se envían Visitá.dores. - 5. La situación al final de esta centuria.

Bibliografía: JORGE JUAN y ANTONIO ULLOA, Noticias Secretas de; América.· Lon-
dres, 1826. - Relación Histórica del Viaje a la. América Meridional. 4 vols.
Madrid, 1748.·- AMADEO F. FREZIER, Relation du Voyage de lamer du Sud.
París, 1716. - A. CARRIÓ DE LA BANDERA, EZ Lazarillo de Ciegos Caminan-
tes desde Buenos .A,ires hasta Lima. (Lima), 1773. - GoNZÁLEZ SUÁREZ, His-
toria Gener.al del Ecuculor. Tomo V. - VÍCTOR MATURANA, O. S. A., Historia
de los Agustinos en Chile. Tomo 2. Santiago, 1904. - Memorias de los Virre-
yes D. Manuel de Guirior y D. Teodoro de Croix.

l. Si fuésemos a juzgar de las cosas sólo por su aspecto exterior,


apenas se advertirla diferencia entre el siglo XVII y el XVIII, aunque el
cotejo lo extendiésemos a una época bien avanzada y no lo limitáramos
a los primeros aflos. La Iglesia gozaba todavia de prosperidad; aunque
se hubiese reducido bastante el número de las capellanias y fundacio-
nes de obras pías y el valor de los censos hubiese disminuido, asi por
la depreciación de las propiedades urbanas, quebrantadas por los te-
rremotos, como por el malestar económico. Las Ordenes religiosas dis-
frutaban aún de algún prestigio, aun cuando hubiese menguado su
número. Los Cofradias lejos de disminuir se habían multiplicado, pero
habían perdido, en gran parte, su carácter gremial y las fiestas religio-
sas continuaban celebrándose con la pompa y el boato de costumbre.
268 .HISTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU. TOMO IV

Sin embargo, en medio de todo, no faltaban señales de decadencia.


Las Cofradías, como hemos dicho, tuvieron su origen en la artesania
que se asociaba por gremios, con fines benéficos, pero también con el
fin de salvaguardar los intereses del arte que ejercían. Contribuían,
por lo mismo, al bienestar social y al mismo tiempo garantizaban la
calidad de los artefactos. Más adelante, y sobre todo en este siglo y,
especialmente en los pueblos, la finalidad no era otra sino el rendir
culto al Santo Patrono o a la imagen de más devoción y contar con
fondos para la celebración de la fiesta. Aun cuando Felipe III había
dispuesto que no se fundasen Cofradías sin aprobación real y previa
presentación de las Constituciones, en la práctica no se cumplía con
lo prescrito y de tal modo se multiplicaron las Cofradías que el exce-
so obligó a que la autoridad interviniera y se renovara lo mandado,
disponiendo que se abolieran todas las confradias que no cumplieran
con ese requisito.
Era por otra parte necesario poner un limite a estas asociaciones,
porque teniendo en cuenta la finalidad con que se establecían en este
tiempo, ellas contribuían al empobrecimiento del indígena y de las
clases populares, dando motivo para que en las fiestas de la Cofradía
se gastasen los escasos ahorros de los indios y trabajadores. Aunque
todo esto se hacía por su bien, había que vencer muchas veces la re-
sistencia de los mismos indios, por el apego a las costumbres aprendi-
das y por no privarse del gusto que les proporcionaban estas fiestas.
En Lima, donde ya abundaban las Cofradías, se crearon otras, como
la de Jesús María y José, en 1758, en el Monasterio de las Capuchinas
y la del Santo Cristo de los Milagros, para la cual se obtuvo un Breve
de Clemente XIII en el año 1766, pero que no llegó a prosperar. Entre
ellas no escaseaban las rivalidades así por la cuestación de las limos-
nas como por el orden que debían seguir, particularmente en los días
de semana Santa. Ya en el año 1629 el Provisor del Arzobispado dis-
puso que las Cofradías saliesen en la tarde el Viernes Santo y señaló
la hora en que habían de hacerlo: a las tres y media la de la Veracruz
de Santo Domingo; luego la del señor de Burgos de San Agustin Y
por último, a las cinco y media, la de los indios y negros de la Com-
pañía. Al siguiente año y, a pedido de los Hermanos veinticuatro, la
de la Veracruz ocupó el último lugar.
En 1719, el Provisor, D. Bartolomé Carrión, señaló a las Cofradías
RELAJACION DE LAS COSTUMBRES 269

Ja hora y el itinerario que hablan de seguir. La de Jesús Nazareno, de


Santo Domingo, saldría el Miércoles Santo a las cinco de la tarde,
entraría en la plaza principal y en la Catedral por la puerta vecina al
Sagrario y, pasando por delante del altar mayor, saldría por la puer-
ta de las Animas y volvería por Jud!os y las Mantas a su Iglesia. La
del Santo Cristo de Burgos de San Agustín saldria el Jueves Santo a
la misma hora y entrando en la plaza, seguiría el mismo rumbo que
la anterior y por Bodegones y Plateros de San Agustln tornaría a su
Iglesia. El mismo día y a la hora en que la del Señor de Burgos entra-
se en la Catedral, saldría la de la Veracruz de Santo Domingo y haría
el mismo recorrido que la de Jesús Nazareno. El Viernes le correspon-
día a la Piedad de la Merced, que saldría de este templo a las cinco
de la tarde y, luego de pasar por la Iglesia Mayor, volveria por Bode-
gones y los Guitarreros a su Iglesia. En saliendo ésta de la plaza le se-
guiría la de la Soledad que entraría por la calle del Arzobispo y, dan-
do vuelta a la plaza, entraría en la Catedral y por la calle de Santa
Apolonia volverla a su templo'.
Los abusos que cometían a veces los Cofrades, encubiertos con los
capirotes, dio motivo a un auto por el cual se prohibió el uso de los
mismos, salvo para los disciplinantes. Aun entre estos últimos no fal-
taban desmanes, como sucedía en España y de ellos nos ha deja-
do una pintura muy realista el P. Isla en su conocida obra: Fray Ge-
rundio de Campazas. Casi a fines del siglo, el Obispo de Arequipa hubo
de prohibir del todo la costumbre de disciplinarse en público en las
procesiones. El Concilio Limense VI, dispuso también que los discipli-
nantes precediesen a la procesión y no anduviesen mezclados entre la
gente ni ,entrasen en las Iglesias en Ja Semana Santa. Todo esto de-
muestra que estas prácticas exteriores cuando se hacen sin espiritu
degeneran en vanos simulacros.
Otro tanto habla .acontecido con la. piadosa costumbre del Rosario
de la Aurora, a la cual se le dio en Lima el nombre de Rosarios Galanos.
En Lima se multiplicaron y comenzó a entablarse una especie de riva-

;i_ En la Sacristía de la Iglesia de la Soledad ·se conserva un . cuadro de


grandes dimensiones. apaisado, que reproduce el desfile de esta Cofradía el
dia de Viernes Santo. Es un documento gráfico de indudable valor para el
conocimiento de lo que fueron antaño estas procesiones.
270 HISTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU, TOMO IV

lidad entre unos y otros. El Rosario de San Lázaro parece haber sido
el primero en sacar en unas andas de plata una imagen de la Virgen
'Y otras parece que le siguieron, adornándolas con luces y flores, en
lugar del pendón que en un principio sacaban los devotos. Se intro-
dujeron coplas y acompafiamiento de música y la profanidad y el afán
de lucimiento reemplazaron a la devoción. Por este motivo el Arzo-
bispo Barroeta hubo de prohibirlos en 1757, pero surgieron de nuevo
y con más lmpetu. El 20 de Febrero de 1794, el Arzobispo La Reguera
dio un auto por el cual volvla a condenar el abuso de estos rosarios
"que salen por las noches, principalmente en la semana de Sexagési-
ma que llaman de comadres, como también en la de Dolores, en que
con notable escándalo ... visten nifios como simbolizando alguna ima-
gen y otros adornados de perlas y diamantes, que denominan ángeles y
conduciéndose en el mismo rosario con mucha música, practican tam-
bién algunas supersticiones impropias y agenas de la pureza de nuestra
Religión ... " Determinó, por tanto, que saliesen devotamente, rezan-
do el rosario, con solas cuatro luces en la imagen y seis faroles y pre-
sidiendo un sacerdote.
SI esto ocurr!a en la capital, ya puede el lector figurarse lo que su-
cedería en las ciudades de provincia y en los pueblos. La falta de cul-
tivo espiritual y de instrucción religiosa convirtió muchas de estas
manifestaciones de piedad en fiestas profanas y en motivo para que
se produjesen otros desórdenes. En si mismas estas prácticas eran y
son recomendables, pero para que ellas sean provechosas es necesa-
rio que sean fruto de una piedad sólida e ilustrada. Esto es precisa-
mente lo que empezó a faltar en nuestro pueblo, salvo raras excep-
ciones, por el descuido de los encargados de su instrucción· y esta
herencia la vino a recoger el. siglo siguiente.
En las calamidades públicas, cuando el recurso a Dios se hace for-
zoso, estos actos de piedad eran más sinceros y los Inspiraba el arre-
pentimiento y el deseo de aplacar a la justicia divina. Entonces el
más endurecido corazón, se ablandaba y la fe más amortecida salía
de su letargo y se contemplaban escenas de verdadera religiosidad,
como las que nos describe D. Eusebio de Llano y Zapata en el Diario
que escribió sobre lo sucedido en Lima antes y después del terrem.o-
to del afio 1746. Fuera de estos casos, lo general fue que este apara-
to exterior del culto externo no corriese parejas con el culto interno,
RELAJ ACION DE LAS COS'l'UMBRiES 271

es decir con aquello que es la entraña de nuestro homenaje a la


Divinidad, la adoración, como· nos dijo Jesucristo, en esplritu y en ver-
dad.

2. Estas desviaciones de la piedad suponen un .ent!biamiento de


la fe y del sentimiento rel!gioso y de que asi era en efecto nos con-
vencen múltiples indicios. En primer término, la religión no es solo
un conjunto de verdades que debemos abrazar sino también una se-
rie de actos que debemos practicar, es decir que no basta creer sino
que es preciso conformar nuestra vida con nuestras creencias y se-
guir una regla de conducta, tener una moral. Ahora bien, la ruina del
cristiano no nace, generalmente, de Ja pérdida de la fe, sino de su
prescindencia de la moral. En la sociedad del siglo XVIII ésta se echa-
ba en olvido con frecuencia: la corrupción administrativa de la cual
nos hablan algunos Virreyes en sus Relaciones de Gobierno, la falta
de esp!ritu de justicia en las autoridades, sobre todo en los Corregi-
dores o Subdelegados y, sobre todo, las uniones ilegitimas, prueban
claramente que su nivel moral había descendido. El lujo desmedido,
las modas indecentes y la libertad con que procedlan las mujeres
de la clase popular, especialmente las mestizas, mulatas y zambas, to-
do ese conjunto abigarrado, disoluto y bullicioso, del cual nos hablan
los contemporáneos; viajeros como Frezier o el autor de El Lazarlllo
de Ciegos Caminantes o bien poetas desencantados como Terralla y
Landa, es un reflejo de la frivolidad, relajación de costumbres y neo
paganismo que habla comenzado a contaminar a los hombres de es-
te siglo.
La Iglesia y aun el poder civil trataron de poner un dique a estos
desbordes de las pasiones y los Prelados exhortaron más de una vez a
los fieles a no apartarse de la ley cristiana y a observar aquella mode-
ración y severidad de costumbres que nos exige la fe recibida, pero
muchas veces, sus pai'abras no fueron oidas o bien pronto se las echó
en olvido. Un caso tlpico nos lo ofrece Arequipa., ciudad de provincia,
que en este siglo comenzó a crecer y desenvolverse. Aun cuando no
puede decirse que fuera una ciudad rica y habitada por gentes de
caudal, sin embargo, el lujo y la desenvoltura en los trajes comenzó
a hacerse común entre las mujeres y, más tarde, alcanzó a los mis-
mos hombres. Ya en 1734, D. Juan Cavero de Toledo, Obispo de la
272 HISTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU. TOlVIO IV

Diócesis, hubo de expedir un auto en el cual se reprobaba la manera


de vestir de las mujeres de toda clase, aludiendo en especial a lo
que ocurría en la villa d.e Moquegua. "Esta, dice el Obispo, la vemos
hecha en teatro de culpas, por Jos vestuarios escandalosos que en ella
se usan, no contrayéndose las sefioras principales a una arreglada
decencia en el modo y forma de vestirse, sobre que deven temerse se-
rios ~astigos .. ;''

No deja de advertir el Prelado que este desorden ha cundido aun


en las clases populares y por ello se ve obligado a prohibirles el ingre-
so a los templos con semejantes trajes y aun a amenazarlas con la
excomunión, si no procuran abandonar este modo de vestir. No sabe-
mos el resultado de estas exhortaciones, pero por lo que diremos en
seguida no parece que la enmienda fue duradera. No hablan pasado
trece afios cuando el Deán de Arequipa, D. Juan Bautista de Taborga
y Durana, Provisor y Vicario General, suscribía un auto muy seme-
jante, el 12 de Junio de 1747, amenazando también con.graves pe-
nas a cuantas no reformasen su manera de vestir o sea "los faldelli-
nes altos, mangas de camisa remanga.das, cuellos tan abiertos que
traen los brazos y pechos desnudos, haciendo ostentación de Ja des-
honestidad", como ya lo había mandado el Obispo D. Juan Bravo del
Rivera en un edicto de primero de Febrero de 1744. Las penas se ex-
tendían a los maridos y aun a los sastres que cortasen esta clase de
vestimenta, con la cual no Jes serla permitido entrar en la Iglesia,
pero el Vicario General, extendia Ja prohibición aun dentro de sus
casas, pues en ellas perduraba el uso que se había proscrito en los
templos'·
Diez años más tarde, D. Jacinto Aguado y Chacón, renovaba estas
prohibiciones y, escribiendo al confesor de S. M. D. Manuel Quintana
Bonifaz, en Octubre de 1758, le hablaba de la indecencia de los trajes
que usaban las mujeres en Arequipa, exceptuando a las indias, por lo
que se había visto obligado a conminar con penas a las que los vis-
tiesen. Por último, Chavez de la Rosa, casi a fines del siglo, hubo tam-
bién de alzar la voz contra este abuso, todo lo cual demuestra lo' arrai-

2 Mss: C. V. Tom.o 2.
RELAJ ACION DE LAS COSTUMBRES 273

gado que estaba el mal y Ja poca disposición que habla en el sexo fe-
menino para corregirse 3 •
En Lima sucedía otro tanto y ya en 1734, el Marqués de Castelfuer-
te, habla dado una provisión en la cual urgía a los Alcaldes Ordina-
rios el cumplimiento de Jo que estaba ordenado y los exhortaba a que
vigilasen porque mujer alguna usase de trajes poco honestos, apli-
·cando a las españolas la pena de mil pesos para los Hospitales y po-
bres de las cárceles y, si fueren de ínfima calidad, a la de cárcel y
destierro, a su arbitrio y a las cuarteronas, mulatas, mestizas e in-
dias, zambas y negras a la de cortarles el pelo de Ja cabeza y de las
cejas, dejándolas por medio día en la plaza expuestas a la verguen-
za pública. Los Arzobispos secundaron estas medidas y ya hemos cita-
do el edicto de D. Pedro Antonio Barroeta sobre el particular, pero
el mal no desapareció del todo y el lujo, por una parte y, por otra,
el poco recato en el vestir se hizo proverbial en las limeñas de todas
clases 4 •
A estas manifestaciones del debilitamiento de la fe podían aña-
dirse otras muchas, como los fraudes que se cometían en la adminis-
tración de las rentas eclesiásticas, así por los mayordomos, en el ramo
de cofrad!as, como por los oficiales subalternos en los Hospitales y obras
pías.; la poca asistencia a la Iglesia y lo raro que se iba haciendo el
recibir el Sacramento de la Eucaristía, como lo lamentaba el Obispo
del Cuzco, D. Melchor de. la Nava; el vicio de la embriaguez, muy ex-
tendido entre los indios y en algunas provincias tan general que ape-
nas se hallaba quien no cayese en él y, por último, la libertad con que
se procedía en todo'· Aún más revelador, aun cuando no fuese tan
aparente, es el hecho de la disminución de las vocaciones al estado
religioso, así .de hombres como mujeres, muy sensible en este siglo y,
juntamente, lo raro que se fue haciendo el que ingresaran en las Or-

' A. de I. Lima, 1565.


4 V. sobre esta níateria el número 12 del tomo primero del antiguo Mer·
curio Peruano.
5 Fr. Juan Francisco de Castro, misionero franciscano que por espacio de
40 años había re,corrido la comarca de Quito, escribiendo al Obispo Sobrino y
Minayo en Julio de 1777 le decía que este vicio era común entre los naturales,
pero los que más se daban a él eran los de !barra y Otavalo. Arch. Arzob. Quito.
274 HISTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU. TOMO IV

denes antiguas sujetos de calidad. Ya no se velan en los claustros ape-


llidos como el de Rivera, Messia, Agüero, González de Acuña, de los
Rios, Peralta, Loyo!a, Tagle, La Serna, Mancha y Velasco, Mendoza,
Almaraz y otros que pudieran citarse, porque la mayor parte de las
vocaciones salían de la clase media y aun de otras más modestas. Se-
gún González, en Quito el reclutamiento de los religiosos se hacia
aun en medios de inferior estimación, con lo cual muchos de ellos más
que honrar a la rel!gión venian a deshonrarla, sobre todo cuando no
recibían la debida formación y no amoldaban su vida al espiritu de
la regla.
En el clero secular no se advirtió esta baja de las vocaciones o al
menos no en igual proporción, antes bien, en algunas diócesis, como
ya hemos tenido ocasión de indicarlo, se hizo necesario cerrar la
puerta a los candidatos y mostrarse más exigentes en su admisión a
los Seminarios. El hecho es muy explicable si se tiene en cuenta que
las parroquias fueron en aumento asi por el crecimiento de la pobla-
ción como por haberlas dejado en gran parte los religiosos y como mu-
chas de ellas eran suficientemente cóngruas no podían menos de ser
un. aliciente para Jos curas. Estos no estaban obligados a abrazar Ja
perfección y, por consiguiente, no podía exlgirseles aquella abnegación
y renunciación a las cosas de la tierra que es propia de los religiosos.
De todas maneras, la relajación de uno y otro clero fue a la vez
fruto de esta decadencia moral y religiosa y raíz de la misma, porque
es innegable que el mal ejemplo de los que hablan de ser Jos guias de
la grey tenían que repercutir en ella y ser causa de la disolución de
las costumbres y de la pérdida del esplritu cristiano.

3. Esta relajación es un hecho notorio y no es necesario acudir a


las Noticias Secretas de América de D. Jorge Juan y Antonio de Ulloa
para comprobarlo, Sin embargo, el cuadro que estos autores nos tra-
zan del estado de ambos cleros es tan sombrío y denigrante que mu-
chos han dudado de la veracidad de su relato y hasta han pretendido
que ha habido una fraudulenta interpolación del texto original. Hoy
no es posible poner en duda la autenticidad y veracidad de la obra,
aun en eJ texto que dio a conocer en Londres el año 1826 el inglés Da-
vid Barry. Las adiciones u omisiones que el editor introdujo por su
cuenta son de menor cuantia y no alteran lo sustancial del relato. Por
RELAJACION DE LAS COSTUMBRES 275

otra parte, existen otras muchas fuentes contemporáneas que corro-


boran cuanto ellos afirmaron y nos trazan un cuadro parecido. Es tris-
te decirlo pero esa fue la realidad. Cabe, no obstante, advertir que
Jorge Juan y Antonio de Ulloa se refieren sobre todo a la Provincia de
Quito, en la cual residieron por algún tiempo y donde observaron la
mayor parte de los hechos que refieren. Es cierto que estuvie.ron en el
Perú propiamente dicho y visitaron la ciudad de Lima, pero lo hi-
cieron muy de paso y si recibieron algunas informaciones sobre el
estado de uno y otro clero, ellas no tienen el valor de lo que vieron
con sus ojos. González Suárez que no atenúa lo dicho por los dos ma-
rinos españoles y· se apoya en ellos, afirma que cuanto dicen se halla
comprobado por los documentos que se guardan en el Archivo de In-
dias de Sevilla. En el Perú, alto y bajo, el mal existia, pero en propor-
ción algo menor, as! por la vigilancia de los Obispos y de las auéorida-
des civiles como por el mayor cuidado que pon!an los Prelados religio-
sos en corregir los excesos de sus súbditos. No creemos que con jus-
ticia se pueda aplicar al Perú la dura frase .de González Suárez que,
al enjuiciar la conducta de los frailes de Quito, no vacila en decir
que era escandalosa hasta el cinismo•.
Ya en el primer tercio del siglo XVIII tales informes debieron llegar
a oídos de.! Rey que este mandó dar una cédula el 13 de Febrero de
1727 para que se castigasen los pecados públicos de los eclesiásticos,
así seculares como regulares. Castelfuerte recibió la orden y dirigió
a todos los Provinciales y ministros reales una carta en la cual les en-
cargaba apretadamente el cumplimiento de lo dispuesto por S. M. ad-
virtiéndoles que tenia autorización para remitir a España a los que
incurrieran en alguna grave negligencia sobre el particular'· La ame-
naza no dejó de causar algún efecto y los Superiores ll!-ayores pusie-
ron más cuidado en reprimir los abusos, pero como el mismo Virrey
advertía a S. M., en carta de 20 de Diciembre de 1730, la culpa recaía
en buena parte sobre ellos mismos, especialmente sobre los Vicarios
Generales de la Orden de la Merced y los Comisarios de San Francis-
co, por el afán de juntar dinero. De todos modos. el hecho de que unos

6 González Suárez 1 "Historia General aet Ecuador". Tomo V, cap. XI, pá-
gina 496.
' A. de I. Lima 412 (71-5-37).
276 :HISTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU. TOl\.10 IV

50 afias más tarde se determinara el Rey a enviar Visitadores y Re-


formadores a todas las Ordenes prueba que la relajación continuó y
se hizo necesario un remedio radical.
No vamos a descender a casos particulares, aun cuando pudieran
citarse no pocos, por lo escabroso de la materia y porque en una his-
toria general no es conveniente exhumar hechos escandalosos que a
nada conducen. Baste decir que las faltas más frecuentes tenian su
origen en la codicia y en la incontinencia, vicios ambos muy opuestos
a la guarda de los consejos evangélicos y cuyo quebrantamiento arras-
tra a toda clase de excesos. Por lo mismo, a nadie podrá admirar que
un religioso llegara a atentar contra la vida de otro, como ocurrió en
Panamá y en el Cuzco, donde un fraile dio muerte violenta a un Defi-
nidor de la Provincia de los Charcas casi a fines de este siglo. Tam-
poco nos debe sorprender que aun en los monasterios d.e religiosas se
quebrantase la clausura y no se hiciese vida cómún, cuando vemos que
por no estar de acuerdo en la elección de Abadesa las monjas de la En-
carnación de Lima, se dividen en bandos y dentro del mismo conven-
to forman como dos comunidades, sin que por años se las pudiera
reducir o bien que en Santa Clara de Quito ocurran escándalos que
obliguen al Obispo Pérez Calama a nombrar Visi.tador y a decir su
sucesor, el Obispo Alvarez, en carta a S. M. que la comunidad no tenia
asomo de convento y se reducia a una casa de mujeres menos de la
mitad honestas y recogidas.
Si hubiésemos de sefialar las causas de todos estos desórdenes, la
primera nos parece que fue la ninguna selección que se hacia de Jos
candidatos a la religión y su formación deficiente. D. Cayetano López
de Cangas, Corregidor del Cuzco, habiendo de informar al Rey sobre
el número de religiosos que habla en su distrito y la necesidad de en-
viar misioneros, no deja de advertir que. en cuanto al número no
puede decirse que hay falta de ellos y que los de Santo Domingo y
San Agustin, que son los que proceden con menos observancia, tienen
muchos sujetos de baja extracción que se han refugiado en la Reli-
gión para vivir cómodamente. Otro tanto habria que decir de los.
Hermanos de San Juan de Dios 8 • La segunda, la libertad con que vi-

s A de !. Lima 541.
RELAJACION DE LAS COSTUMBRES 277

tian en las doctrinas los curas religiosos, sin que los Prelados les fue-
sen a la mano, antes bien, fomentándolo, pues en los capltulos se da•
ban las doctrinas a quien daba más. Otro tanto habría que decir de
!os !ralles estancieros o administradores de haciendas, los cuales en
su mayor parte gozaban de Impunidad y amparados por el aislamien-
to llevaban una vida desgarrada. Contribuyó también a esta relaja-
ción la alternativa o división entre peninsulares y criollos, pues los
de un bando protegían y defendían a los suyos, aun cuando fuesen
reos de graves culpas y hacían Ineficaz la corrección. Una consecuen-
cia de este esplritu fue la división que se advirtió entre los francis-
canos, oponiéndose 1.os llamados observantes a los misioneros de los
Colegios de Propaganda Fide, como los de Ocopa y Moquegua, dando
motivo a una R. C. suscrita en San Lorenzo el 22 de Noviembre de
1780 y dirigida al Arzobispo de Lima. Por último, la sobra de bienes
temporales y la falta de celo de las almas hizo que muchos llevaran
una vida muelle y sin provecho y eswvieran lejos de rompér con las
aficiones mundanas.
Jorge Juan y Antonio de Ulloa, al hablar de esta decadencia de las
religiones en la comarca de Quito, hacen una excepción con la Com-
pafila de Jesús, y afirman que esta religión es la única que no ha ne-
cesitado de reforma en las Indias. Este juicio no puede calificarse de
parcial, pues como es sabido su informe era secreto e iba dirigido al
Monarca. Por otra parte, las relaciones contemporáneas confirman su
dicho, lo cual no quiere decir que en estas Provincias de América no
se diesen faltas y no hubiese sujetos dignos de castigo. Por fortuna,
los Superiores no eran remisos en aplicarlo y generalmente expulsa-
ban de la Orden a los indeseables. La Provincia de Quito puede servir
de ejemplo y los marinos citados no dejan de servirse de él. En su
tiempo fue enviado a visitar la Provincia el P. Andrés de Zárate y
éste hubo de expulsar de la Orden a no menos de veinte sujetos. En
la Provincia del Perú no fue necesario hacer un escarmiento semejan-
te, pero así por el proceso que la Inquisición de Lima hubo de abrir
contra dos sacerdotes de ella y la expulsión de otros tantos en este
periodo, se colige que, si el cueroo se mantuvo sano y observante, no
faltaron miembros a quienes alcanzó el contagio.
No faltaban en las Rellgiones hombres de celo y amantes de la dis-
ciplina regular que lamentaban todos estos males, pero eran los me"
278 HISTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU. TOMO IV

nos y no siendo, además, superiores, les era dificil poner remedio. Al-
gunos elevaban sus quejas al Rey y solicitaban una reforma, pero
ésta tardó en venir. El 6 de Setiembre de 1772 escribía a S.M. el P. Fray
José Leal, dos veces Provincial de la Provincia de San Miguel de Lima
y enfermo de gravedad, de modo que consideraba próxima su muerte.
Este religioso exponla todos los males que hablan llovido a su Provincia
desde el establecimiento de los Vicarios Generales, a los cuales atri-
bula, con excepción de uno y otro, la misera condición a que la ha-
blan reducido, en Jo temporal y en lo espiritual. La Cédula del Concor-
dato expedida en tiempo de Felipe V, moderando los gastos excesivos
de los Vicarios, era letra muerta y ni aun su texto era conocido, por-
que estos superiores se guardaban bien de mostrarla. Llevados de su
codicia, no hay atentado que no cometan y en los capítulos nombran
Provinciales y Comendadores, dándolos al mejor postor. El Vicario
que por entonces ejercla el cargo, Fray José de la Fuente, llevaba ya
nueve años en el oficio y en el capitulo que celebró en el Cuzco dio
patente de Provincial a un sujeto que ha sido luego el escándalo de
todos. Esta carta la remitió el Rey a D. Manuel de Amat para que in-
formase sobre la verdad de su contenido en 11 de Junio de 1773 •.
Y aqul tenemos, en buena cuenta, otra de las causas. de la pérdida
del espíritu religioso. Si las cabezas no eran las que debian ser, no es
de extrañar que en los miembros se advirtiese tanta disolución. En
Quito, uno de estos Visitadores, Fray Francisco Mormoitio, que llegó
hasta el extremo de consentir, mediante dádivas, que los religiosos pu-
diesen vivir fuera del claustro, introdujo puede decirse la relajación
entre sus· súbditos, pues a partir de entonces se hizo más común la
falta de observancia y de este mal no llegó a convalecer la Provincia
hasta algunos afias más tarde. Tantos fueron los clamores que llega-
ron a oidos del Rey y de los de su Consejo que al fin se resolvió em-
prender la reforma de los regulares.

4. El 26 de Agosto de 1772 se expidió una R. c. en la cual se or-


denaba al Virrey del Perú prestar el conveniente auxilio a los Visi-
tadores nombrados por los Generales de las Ordenes, a fin de. que
sean reconocidos por sus súbditos y puedan desempeñar libremente

9 Mss. C. V. tomo 11.


RELAJACION DE LAS COSTU1\1BRES 279

su comisión, recomendando hiciesen otro tanto las autoridades su-


balternas del Virreinato. Más adelante se renovó Ja orden y los pun-
tos principales que comprendía la reforma eran los siguientes: Pri-
mero, que se instaurase la vida común y los ejercicios propios de cada
instituto; segundo, que se reduzcan a la clausura a los que viven fuera
de ella y a ninguno se permita el uso de peculio particular; tercero,
qe el número de religiosos en cada convento se ajuste de acuerdo con
el Virrey y el metropolitano y se supriman los conventillos sin suficien-
te número de religiosos; cuarto, que se restablezcan los estudios, según
las normas de la Iglesia y, quinto, que en los capitulos y elecciones de
oficios se evite todo esp!ritu de partido y todo cuanto huela a soborno
y corrupción.
Estos eran los principales capítulos materia de la reforma. En el re-
gistro San Nicolás de Bari que salió de Cádiz para el Callao el 29 de
Enero de 1773 se embarcaron Fray Juan de Raya, Fray Francisco Gran-
de y Fray Alonso de Llamas, agustinos, el primero como Visitador, el
segundo como secretario y el tercero como suplente del Visitador. En
el navio La A u rora salieron el mismo dla Fray José Colomina, Fray
Juan Bautista Junco y Fray Antonio Pascual, de la Orden de San Juan
de Dios, el primero como Visitador y Jos dos siguientes, como secretario
y suplente. Para Ja Merced fueron sefíalados Fray Simón Alfaro, como
Visitador y como suplente a Fray Nicolás de Rivas. Para Santo Domin-
go Fray Diego de Céspedes y Losada y Fray Mariano Jiménez y, final-
mente, para San Francisco a Fray José Jlménez.
Como vamos a ver, la Visita, por diversas razones, no dio el resul-
tado que se esperaba. Y no fue por falta de tiempo, pues Ja visita del
P. Raya duró hasta el afio 1779 y en cuanto a Jos demás Visitadores
puede decirse otro tanto, pues el P. Simón Alfaro presidió el Capitulo
Provincial de la Merced de 1783 y en cuanto al Visitador de San Juan
de Dios, aunque cambió el nombre por el de Comisario todavía se en-
contraba en Lima en 1788. Empezemos por la Provincia Agustiniana,
a la cual tuvo encargo de visitar Fray Juan de Raya, de la Provincia
de Andalucía como sus dos compafteros. Fray Juan era un religioso
ejemplar, de edad bastante avanzada y próximo a los 70 aftos; a ésto
hay que agregar que sufría de una quebradura y ésto Je impedía ca-
balgar y, por consiguiente, de visitar una Provincia tan extensa que
abarcaba el Perú alto y bajo. En aquellos tiempos si no era a lomo de
280 HISTORIA DE LA lIGLESIA EN EL PERU. TOMO IV

bestia no era fácil trasladarse de un lugar a otro y más todavla si la


distancia era considerable. !Esta indisposición del Visitador fue un
obstáculo para la visita, aun cuando se valló de sus compañeros. Lle-
vaba ya 22 meses en Lima y Fray Francisco Grande, en carta de 21>
de Enero de 1775, decia que Fray Juan con su poca salud apenas ha-
bía podido hacer nada en todo este tiempo. Este mismo Padre que
venía en calidad de secretario y sustituto añadía que· en la Provincia
Peruana no faltaban sujetos de honor, virtud y letras, pero no esca-
seaban los escándalos que tenían su raiz en los capítulos y por esta
razón creía que debian suprimirse.
Pero oigamos ya al mismo Fray Juan de Raya en carta a S. M. sus-
crita en Lima el 9 de Abril de 1777. Reproduciremos textualmente sus
palabras: "Para no molestar la atención de V. M. daré en compendio
una breve idea de los males de que adolece el estado religioso en este
pais. La libertad de conciencia superior a toda ley ... la llaga de la
lascivia Incurable; la ambición y codicia en su auge; la obediencia y
respeto a los Prelados ninguno; la fuga de Ja clausura frecuente; la
reprensión y corrección fraterna es taz!lla de dulce; la cárcel es em-
plastos que de nada sirven; atajar estos dafios es trabajo sin fruto ...
los remedios que considere la prudencia más asentada y reflexiva
más eficaces para curar el mal de la relajación empeoran la enfer-
medad y apl!cados por un andaluz causan tal alteración que promue-
ven una fiebre maligna con síntomas delirantes contra el honor del
Visitador ... Lo que más siento es el peligro en que se halla mi alma,
por lo cual suplico a V. M. e imploro su paternal amor para que usan-
do de piedad y doliéndose de mi padecer me conceda su licencia para
regresar a mi Provincia... "
Casi un afio más tarde, el 11 de Marzo de 1778, volvía a tomar la
pluma y escribiendo al Rey, le decia que habla entregado al Virrey,
D. Manuel Guirior, los autos de reforma y que éste los habla retenido
por largo tiempo, devolviéndolos al fin con algunas observaciones. El
Provincial y otros religiosos y aun su secretario se hablan quejado al
Gobierno de la lentitud con que procedía y obtuvieron que se le diese
un auxiliar para su más pronto término, cosa que no estaba autori-
zada por las reales instrucciones. Expuso al Virrey la conveniencia de
hallarse presente al Capitulo que habla de celebrarse en Julio de 17'1'8,
RELAJ' ACION DE LAS COS'lt'UMBRES 281

pero este funcionario le ordenó que pasase a la sierra, dei ando de este
modo !lbre el campo al P. Tomás Astuy, que era el autor de todos estos
movimientos y que resultó al fin elegido Provincial.
Terminó la visita, pero, .como decla el mismo Visitador a S. M. en
la carta que ya hemos citado de 9 de Abril de 1777, para esta fecha
aún no habla conseguido que los religiosos vagos se redujeran a sus
conventos y que los Priores de los conventos cesaran de cometer abu-
sos en el manejo de las rentas. Si algo se adelantó después de esta
fecha no lo sabemos, pero es de presumir que el mal no desapareció
del todo. Un religioso grave, Fray Pedro Ignacio Moreno, Regente de
Estudios ele! Colegio de San Ildefonso, escribiendo poco después a
S. M. alababa al P. Raya por la reforma que habla introducido en Jos
estudios y en otra de primero de Octubre de 1779, daba cuenta del re-
sultado de la visita de esta manera. El dia 12 de Julio de dicho año
se leyeron en el Convento Grande de Lima dos decretos del. Virrey,
el uno aprobando los planes de reforma y el otro cometiendo su eje-
cución al Provincial, Tomá.s Astuy y dando por terminada la visita.
La Comunidad extrafió estas disposiciones, primero por no haber com-
pletado el Visitador la visita de la Provincia y, segundo, por no estar
el Provincial .en disposición de llevar a cabo la reforma. Han pasado,
dice dos meses y medio, y todo sigue como antes.
En cuanto a los planes de reforma cree ver en ellos la mano del
Provincia! "hombre inquieto y mal versado, cuyo manejo nos ha dado
y da muy mal ejemplo". Por esta razón pide que se nombre otro Vi-
sitador, pues con el Provincial que hoy gobierna todo se pierde. A esta
carta podemos afiadir otra del P. Ignacio Martln de Ja Fuente, Prior
de Ja Recoleta de Gula, donde por fortuna se mantenla la observancia
regular. Empieza por decir que la Provincia está peor que estaba cuan-
do llegaron los Visitadores. Escribía el 4 de Octubre de 1779. Se ha-
bla comenzado a hacer algo, pero todo Jo había echado por tierra el
nombramiento de Provincial y el haber puesto éste en cada convento
uno de su partido, que resistiese a la reforma. Recuérdese que el Vi-
Sitador había insistido en presidir el capitulo en que rue elegido el
P. Astuy, peró as! los vocales como el Virrey desatendieron su súplica.
El P. Raya, preveía lo que en efecto sucedió. Este capitulo, según el
P. La Fuente, es el peor que ha conocido y tiene 70 años. El P. Astuy
282 HISTORIA DE LA IGLESIA- EN EL PERU. TOMO IV

es hombre Inquieto, mozo y lleno de ambición. Por lo mismo todo anda


mal. son pocos los religiosos que acuden al refectorio común y eso
porque no tienen quien les socorra de fuera. A los hermanos legos Y
conversos se les tiene abandonados, no se les provee de ropa y de za-
patos y así no extrañaría que se dedicasen a robar. En punto a los en-
fermos o se curan éstos en la calle, para lo que hay franca licencia, o
se expone el doliente a perder la vida dentro del convento. Sin em-
bargo, al Provincial, fuera de lo que recibe por otras vías, se le dan
cada mes 180 pesos.
Algo parecido a ésto ocurre en el Colegio de San Ildefonso, hacién-
dose notable que el Prelado salga a curarse fuera de casa, a la menor
enfermedad, de modo que hace dos meses que vive fuera de clausura
con escarnio de sus leyes. En la Recoleta de Gula, si bien todos per-
noctan en el convento, pero de día salen con frecuencia. Dejar la re-
forma en manos del Provincial es inútil. El come y cena en su celda
viandas que le traen de fuera y gasta ostentación en su mesa. Viste
de la mejor lana y de llno en el interior. Está lleno de criados. Rueda
su calesa a costa de los conventos y, en cambio, muchos de sus reli~
giosos pasan pobreza. Siendo él mismo Prior de Ica, se adueñó de una
hacienda de aquel convento y la ha aplicado a tres hermanos que tie-
ne. Finalmente, los planes de reforma han quedado ocultos y no los
ha firmado el Secretario de la Visita y es testigo del fraude que en
ellos se ha introducido. Mucho de esto lo ha obtenido el Provincial por
la amistad que tiene con la Virreyna y por su medio ha engañado tam-
bién al Virrey.
Como ve el lector, al testimonio del Visitador se añaden los testi-
monios de dos padres graves de la Provincia y, por tanto, no se puede
poner en duda lo afirmado antes por nosotros, o sea, que la Visita
no dio el resultado que se apetecía. A mayor abundamiento, los hechos
que se sucedieron posteriormente corroboran nuestro aserto 10 •
Ahora bien, si esto sucedía con los Agustinos que no eran los que
más se señalaban por su Inobservancia, ¿qué diremos de las demás Re-
ligiones? El Virrey Guirior en su Memoria suscrita en 1780 se muestra
por demás optimista. Dice que, habiendo estado antes en el Perú, le

10 A. de l. Lima 3.041 y 3.IJ42.


RE:L\JAC!Ol'I DE LAS COSTUMBRES 28"3

parece que las Ordenes han mejorado mucho de condición. El, como
oficial de marina que era, no debió hacer otra cosa si no recorrer la
costa y, a lo más, se detendr!a algún tiempo en Lima o Guayaquil.
Esto no nos parece bastante para poder formarse concepto de la si-
tuación de los regulares en todo el extenso virreinato del Perú. Ad-
vierte que su número ha disminuido y lo atribuye a haber dejado las
doctrinas y, en cuanto a la reforma, dice que esta va adelante y gra-
cias a la discreción de los visitadores de Santo Domingo, La Merced y
San Juan de Dios espera que se terminará con fruto. En cuanto a las
religiosas han desaparecido los bandos que las tenian divididas y en
los conventos de recolección no hay nada que notar, salvo en el de
Agustinas. del Prado donde ha habido que nombrar Presidenta para
aquietar los ánimos.
La verdad es que las cosas no iban tan bien como se imaginaba el
Virrey. Y comenzando por el Visitador de la Merced, Fray Simón Al-
fara, éste no se diferenció mucho de los Vicarios Generales que tan
mal parada hablan dejado la Provincia. En 1777, a primero de Noviem-
bre, presidió el capitulo en el cual fue elegido Provincial Fray Pedro
Palencia. El Visitador de la Real Hacienda, Areche, se quejó ante Al-
fara de las criticas que los religiosos de la Orden hacían de las me-
didas por él adoptadas y le Instó porque redujese a sus conventos a
los que vivían fuera de ellos. Parece que el Visitador hizo algo en este
sentido, pero téngase en cuenta que en el Perú se encontraba desde
el afio 1773 y, por consiguiente, habla habido tiempo para que hubiese
alguna enmienda en esta parte. La visita duró hasta el afio 1784, pues
sólo el 2 de Abril de aquel año hizo publicar el auto de reforma. Entre
las órdenes dadas podemos citar la obligación de hacer todos los años
ocho días de ejercicios y la de ser puntuales en la asistencia al coro
no dispensando ni a los padres jubilados.
No sabemos Jo que hiciera en la Provincia del Cuzco. Si algún bien
resultó de esta visita no fue muy duradero; lo que si desdora un tanto
su actuación es el hecho que pasamos a referir. Al Consejo de Indias
se dio aviso que el Visitador y Fray Juan Bernardo, que juzgamos se-
rla su compañero, hablan registrado en los navios El Peruano y San
Pedro de Alcántara, 40.000 pesos a su orden y otros 18.563 al de su
284 IDSTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU. TOMO IV

General. Hechas la averiguaciones del caso en la Contratación de Cti.·


diz resultó cierto, pero no se les embargó la suma, sino que se les exi-
gieron derechos dobles. Esta extracción de plata de las Provincias de
Indias a que tan acostumbrados estaban los Vicarios Generales no
parece que cuadraba bien en un Visitador que habla Ido a reformar
y a entablar la pobreza religiosa entre los súbditos 11 •
En Quito Ja visita tuvo peores resultados. Fue nombrado para ella
Fray Francisco Mormoitio y se le dio por secretarlo a Fray Manuel Al-
varez. Ambos se presentaron en Quito y en Octubre de 1773 la Audien-
cia los autorizó a abrir la visita. El Visitador se instaló en el Convento
Máximo de Quito y ali! permaneció por largo tiempo sin dar comienzo
a la visita y sin tomar aquellas medidas que hablan de poner remedio
a las quiebras en la observancia. A 3 de Julio de 1778 el Provincial se
dirige al Rey y, refiriéndose a otra carta de 19 de Noviembre de 1777,
dirigida al Consejo de Indias, en la cual pedía se urgiese al Visitador
el entable de la vida común y los demás artículos de la Reforma, dice
que hasta entonces no se han puesto en práctica las órdenes recibidas
de S. M. Y afíade: "Porque siendo de su cargo primeramente la re-
ducción de religiosos dispersos y vagantes no la ha verificado; antes
por el contrario daba licencia a muchos, pagando cada uno 50 pesos
anuales para que morasen fuera del claustro, administrando coadju-
tor!as de curatos los unos, los otros capellan!as de haciendas de cam-
po, otros capellan!as de navlos y diferentes ejercicios que los distraían
de sus conventos, desiertos ya, principalmente los pequefíos, por falta
de sujetos ... Lo segundo, ha permitido y permite el manejo personal de
Haciendas de campo a varios religiosos que pretenden poseerlas en
propiedad ... Lo tercero, que, debiendo ser el primer paso de reforma
fijar el número de religiosos hasta proporcionarlo con los fondos y
productos libres ... lo tiene aumentado, admitiendo y dando hávltos a
30 sujetos hasta la fecha del Informe citado ... " A esto agrega el cuarto
punto, o sea, el excesivo gasto que hace el convento para sustentación
del Visitador y pasa a decir que no hay género de violencia de que no
haga uso contra él; que ha erigido en convento la ermita de San José,
contra lo dispuesto por S. M. y ha nombrado Comendador, eximién~

11 A. de I. Lima 3.042.
RELAJACION DE LAS COSTUMBRES. 285

dolo de la obediencia al Provincial. Ha desterrado a dos Definidores,


a su secretario y ha prohibido a los Padres de Provincia que traten con
el Provincial. Habiendo éste logrado reducir a la vida conventual a
un religioso que hacia 33 años vivía fuera de ella, con escándalo de
muchos por los desórdenes que cometía, como le pidiese al poco tiem-
po licencia para volver a salir, se la denegó y como no obstante esto
huyese del convento lo declaró excomulgado y mandó fijar el cedulón
respectivo en el lugar acostumbrado dentro del claustro, pero no bien
lo supo el Visitador Jo mandó llamar y, llenándolo de injurias, le man-
dó que él mismo arrancase el cedulón ".
El Provincial terminaba su carta, manifestando que Ja Provincia
estaba dispuesta a aceptar la reforma siempre que ella tuviese por
objeto entablar la vida común y mantener Ja autoridad de quienes la
gobiernan y no al contrario, como estaba sucediendo en Quito. Fue
ésta la segunda vez que Fray Fernando de Paredes Glrón hubo de di-
rigirse al Monarca, en representación de Ja Provincia, pero aun repi-
tió la instancia, por poder, el 16 d.e .Febrero de 1780 ", Como se deja
entender, mientras los ancianos y buenos religiosos desaprobaban la
conducta del Visitador, los jóvenes e inobservantes le apoyaban, for-
mándose bandos en la comunidad. Las quejas pasaron a la Audiencia
y aun al mismo Virrey de Santa Fe, el cual, en vista de los informes
recibidos, determinó que el Visitador saliese de Quito y pasase a Es-
paña, Emprendió el camino por tierra, pensando embarcarse en Car-
tagena, pero en Popayán vino a faliecer. El General de la Orden, se-
gún dice González Suárez, se sintió molesto cuando supo la suerte
que habla corrido el P. Mormoitio y no podla creer que hubiese dado
motivo para ello.
Los demás Visitadores desempeñaron su comisión con más o menos
éxito, pero en resumen no puede decirse que la reforma se llevara a
cabo y que en estas Provincias de Indias empezara un periodo de flo-
recimiento de la vida religiosa. Pocos son los datos que poseemos so-
bre dominicos y franciscanos y por lo .que hace a los Juandedianos
dl.remos que el Visitador, Fray José Colomina, que tomó posesión de

12 Mss. C. V. tomo 20.


1:.1 A. de I. Lima 3.042.
286 !IlSTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU. TOMO IV

su empleo en Lima el 4 de Setiembre de 1773, se detuvo en esta ciudad


hasta el 7 de Agosto de 1775, fecha en la cual salió con ánimo de vi-
sitar los Hospitales de Pisco, lea, Huancavel!ca, Guamanga, y el Cuz-
co 14 • La Orden necesitaba de reforma, pues algunos afias antes as! el
Arzobispo como el Virrey hubieron de escribir al Rey sobre Jos exce-
sos del Comisario General, Fray Toribio Amézqu!ta, que a muchos te-
nian escandalizados. SI esto ocurría con el que era la cabeza de la
Provincia, fácilmente se puede deducir que entre los inferiores no de-
blan escasear las quiebras de la disciplina religiosa. El Visitador dejó
bastante que desear y el 16 de Abr!l de 1778 se envió orden al Arzobis-
po de Lima para que cesase en el cargo. Por desdicha, se ingenió para
quedarse en el Perú de Comisario y diez afias JiláS tarde, escribiendo
D. Juan Domingo González de la Reguera a D. Antonio Porller, le de-
cla reservadamente que Fray José habla frustrado las intenciones del
Saberano, se habla dedicado a hacer dinero, era religioso sólo en el
hábito y ejemplar de corrupción. "Se le ve en la ciudad en un rico ca-
lesón, con lacayos por detrás y bastón de pufio de oro en el campo y de
este modo se mantiene, después de 16 ó 17 afias que obtuvo el car-
,go... ,, 1~.
En el territorio de la Audiencia de Quito actuaron como Visitado-
res, fuera del P. Mormoitio de quien ya hemos hablado, los PP. Fray
Lucas Bara para Santo Domingo y el P. Fray Vicente de San Antonio
López, que como Comisario Delegado, rigió la Provincia franciscana
hasta el afio 1783, en que fue elegido Provincial Fray Cristóbal Romero.
Del primero sólo apuntaremos lo que él mismo escribla al Virrey del
Perú, el 18 de Noviembre de 1778. Le dice que presentó su patente a
la comunidad del Convento grande de Quito, la cual aceptó recono-
cerlo como a tal Visitador, pero el 6 de Noviembre el Prior, por escrito,
le negó toda jurisdicción, alegando que el Visitador y su secretario de-
bian residir en Santa Fe y con otros pretextos. Expone luego el estado

14 Carta circular del Visitador de 2 de Agosto de 1775. Prorrateó entrE


todos los conventos los gastos de su viaje y alimentación, así de él como _de su
secretario, compañero y criados (¡). Al convento de Huánuco le correspon·
,dieron por razón de alimentos· 56 pesos al año. (Libro de Gastos. Hospital de id.)
t5 A. de l. Lima 3.042. Carta de 20 de Noviembre de 1788 a la cual acom-
_paña un informe en que deponen varios sujetos.
RELAJACION DE LAS COSTUMBRES 287

de la Provincia, en la cual los Superiores manejan los bienes tempo-


rales en beneficio propio, teniendo muchos de ellos todos los dias mesa
de estado, mientras el Visitador y los demás religiosos pasan muchas
necesidades, algunos de ellos descalzos y sin poder asistir a las fun-
ciones de comunidad por falta de vestuario. Para las misiones de Ca-
nelos, donde el Vicario de Bafíos tiene a su cargo el estanco del ta-
baco, se han enviado dos rellgiosos que vivian con escándalo y que
all! no se corregirán. Por último pide licencia para retirarse.
La Provincia franciscana, donde más de una vez se hablan produ-
cido alteraciones, distaba también de ser modelo de observancia. No
hacia mucho en 1752 el Provincial, Fray Domingo Baudin, con otros
siete frailes, armados de espadas y pistolas, habla irrumpido en el
convento de Latacunga y atando a los que hablan obedecido la orden
del Comisario, Fray Eugenio lbáfíez Cuevas, hablan anulado el capi-
tulo y el propio P. Baudln habla roto la patente del citado Fray Euge-
nio. La Audiencia hubo de intervenir y envió al Oidor Juan Romualdo
Navarro, a fin de que prestase auxilio al Comisario y apresase al Pro-
vincial. Este huyó y se refugió en la montafía de Guayaquil. En el
afio 1774 entró a gobernar la Provincia el P. Comisario Fray Vicente
de San Antonio y se suspendió la celebración del capitulo; sólo en
1783 se convocó a los electores, presidiendo el Presidente de la Au-
diencia y el Obispo D. Bias Sobrino y Minayo 16 • Por la R. C. que se di-
rigió al Obispo, de 9 de Julio de 1782, se deduce que la causa de todos
estos trastornos no era otra sino la alternativa. Volvió la paz a la Pro-
vincia, pero unos afíos más tarde el Provincial Fray Francisco de Je-
sús Lagrafía hubo de dirigir una carta a sus súbditos en la cual los
exhortaba a corregir los abusos que se hablan introducido 11 •
A las Provincias de Chile también alcanzó la visita, pero a decir
verdad eran las menos necesitadas. As! por el reducido número de con-
ventos y de religiosos, como por las escasas rentas de que gozaban y
por la selección del personal, en ellas no se advertian los desórdenes

1e En 1770 fue elegido Provincial Fr. Alonso Velásqüez, pero el Comisario


General de Indias anuló su nombramiento y envió un Delegado.
11 V. José M: Compte~ Varones Ilustres de la Orden Seráfica en el Ecua-
dor. Tomo 2, pp. 226 y s. Quito, 1885.
288 msTORIA DE LA IGLESIA E.N EL lPERU. TOI+.10 IV

y eseilndalos que en las del Perú y Quito. Se confirmaba una vez má.s
aquello de que la pobreza es fuerte muro de la religión. Sin embargo,
se enviaron Visitadores y uno de los primeros en llegar a aquel terri-
torio fue el agustino Fray Alonso de Llamas, que en 1773 habla lle-
gado a Lima en calidad de sustituto. Hizo su entrada en el convento
de Santiago el 24 de Octubre de 1774 y comenzó su oficio algo atrope-
lladamente, porque, sin atribuciones para ello, usurpó la jurisdicción
del Provincial, el anciano P. Agustin de Oruna y convocó a Capitulo
Provincial, el cual debla celebrarse el 31 de Enero de 1775. En este
Capitulo hizo que se aprobasen unos decretos que dictó apresurada-
mente, antes de haber visitado las casas de la Provincia y conocido a
sus moradores. Por fortuna el P. Llamas se extingu!a el 24 de Febrero
del mismo año 1775 y la Provincia recobró su paz.
Algunos años más tarde y, una vez terminada la visita del Perú, el
Virrey dispuso que Fray Juan de Raya y Fray Francisco Grande vinie-
sen a Chile. El General habla dispuesto otra cosa, porque el 11 de Fe-
brero de 1779 destituía de su cargo a Raya y nombraba a Fray Juan
Antonio Santa Cruz, para que pasase al Perú le exigiese cuenta de su
cargo y, esto hecho, le permitiese volver a Europa. Estas órdenes pro-
bablemente fueron Interceptadas por el Consejo, pues Raya no se mo-
vió de Lima hasta el afio 1782, embarcilndose en el Callao y arribando
a Valparaiso el 15 de Agosto. El Provincial de Chile, Fray José Pedro
Molina que tenla noticia de las órdenes de su General se negó a re- ·
conocerlo como Visitador, pero Raya apeló a la Audiencia y ésta falló
en su favor. La visita empezaba, por tanto, con muy mal ple, porque
los agustinos chilenos no se avenían a reconocer en el fuero de la
conciencia al Visitador. La tensión se hizo mayor, al interferir el!
P. Raya en la convocatoria al Capitulo que había de celebrarse el 31
de .Enero de 1783. Al Provincial le competla citar a los electores y el
Visitador no tenia porqué inmiscuirse en el asunto, pero Raya Insistió
en que habla de ser él quien convocase la asamblea y, llevado el asun-
to nuevamente ante la Audiencia, ésta volvió a fallar en contra del
Provincial. El Visitador, no contento con esta tropella, excomulgó al
Provincial y a uno de los Definidores, por haber acudido a las autori-
dades civiles y luego quitó y dio el voto a los capitulares que le pareció.
Tantos atropellos llevó a cabo que su mismo compaflero, el P. Fran-
RELAJACION DE LAS COSTUMBRES

elsco Grande, no pudo menos de exponerlos al Rey en carta de 10 de


Marzo de 1785. Llevóse a cabo el capítulo y salló elegido I'rovlnclal
el P. Andrés Fernández. Este moría en Santiago el 22 de Enero de
1784 y pocos meses después, el 15 de Agosto, le seguia el Visitador, ful-
minado por un ataque apoplético. Sucedióle el P. Francisco Grande,
quien invocó los t.itulos que tenia para hacer sus veces y, con efecto,
. abrió la visita el 9 de Octubre de 1784. Si desacertada había sido la
conducta del P. Raya, la del P .. Grande rebasó todos los limites, de
modo que la misma Audiencia de Chile pidió al Rey se le suspendiese
en el oficio, como lo hizo s. M. por Real Cédula de 14 de Noviembre
de 1788, que confirmó luego el General de la Orden el siguiente año.
De este modo la visita destlnada a mantener la paz de los claustros
y a despertar en todos el celo de la observancia, no hizo sino pertur-
bar a una Provlncia que, en general, procedla ejemplarmente"·
Los Betlemitas, aunque muy extendidos en México y el Perú no
fueron comprendidos en la reforma, tal vez por ser su instituto relati-
vamente reciente o porque se creyó que entre ellos la observancia es-
taba en su vigor. Sln embargo, consultando las Ordenaciones de 1.os
Superiores Generales nos hallamos con una carta de Fray Vicente
José de San Miguel, suscrita en el Hospital del Carmen de Lima el
14 de Diciembre de 1778 y dirigida a todos, los religiosos del Perú, en
calidad de Vice Prefecto General y en ella sefiala los defectos que
afean a la Orden: primero, la detracción y murmuración, aun delante
de los seglares; segundo, la embriaguez en algunos; tercero, el des-
potismo con que proceden algunos superiores, privando a los sübdl-
tos de sus empleos y de lo que por la regla les está permitido. En
cuanto al defecto sefialado en segundo lugar, dispone que se les amo-
neste una, dos y tres veces, pero si no hubiere enmienda, se les forme
proceso y condene a reclusión y si no se corrigiesen se proceda a
expulsarlos. Más tarde, en 1790, el Prefecto General, Fray Pascual de
San José, en otra carta dice que la Orden ha decaído por razón de
los bandos que se han formado en su seno y exhorta a todos a usar.un
hábito pobre, a cuidar de los enfermos, a tener escuela para los ni-

l.!!i V. Maturana, "Historia de los .Agustinos de Chile,,. Tomo 2, cap. XXXII


Jf siguientes. Santiago, 1904.
290 HISTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU. TOMO IV

ños pobres, pero sin excluir a los ricos, prohibe los juegos de naipes
y dados y recomienda que no se saque a los Profesos antes de cumplir
el jovenado. Por último, en el año 1797, Fray Ignacio de San José, Vice
Prefecto General, no se recataba de decir que el estado de la obser-
vancia era deplorable y que no se corregiria el mal con autos, sino
con el esfuerzo de todos, en especial los superiores, los cuales no de-
bían mostrarse indulgentes y castigar severamente a los remisos. Por
todo lo dicho, en el alío 1798 se encargó al Arzobispo de Lima la vi,
sita de los conventos del Perú, pero el Virrey O'Higgins creyó conve-
niente que se d!latase.

4. La reforma intentada no puede decirse que tuviera efecto. Ya


en el alío 1769 se habla proyectado, pero sólo en 1772 se extendieron
las instrucciones que debían seguir los Visitadores y se empezó a
buscar los sujetos que hablan de ejercer el oficio. Con la Santa Sede
no se contó para nada y si bien los Generales de las Ordenes fueron
consultados, como algunos, especialmente el de San Agustín, eran muy
regal!stas, estos tampoco se cuidaron de pedir normas al Vicario de
Cristo. La reforma se debió, pues, a una iniciativa de la corona y los
Visitadores obraron como delegados suyos y sujetándose a las ins-
trucciones que se les dieron por orden del Monarca. Entre ellas era
notable la octava, en la cual se inculcaba en que desde el púlpito y
en el tribunal de 1a penitencia y en el mismo trato social, exhorten al
amor y reverencia que Jos vasallos deben a su Rey, asi por el temor
como por razón de conciencia y al sometimiento a sus ministros y,
como muestra del antijesuitismo imperante, encargaba se destierren
las doctrinas de la Compa!íla, la cual procuraba apártar a los pueblos
de la sujeción y obediencia a su Rey. Calumnia gratuita que ni en-
tonces ni después se ha podido probar.
Se insistia después en el establecimiento de la vida común, en la
supresión de Jos conventos que carecian del número de religiosos com-
petentes y en mostrarse más exigentes en la admisión de los candi-
datos. En lo que toca a los bienes temporales, se acentuaba la influen-
cia e intromisión de las autoridades civiles, obligando a los conven-
tos a dar cuenta de sus rentas a los Virreyes o Gobernadores y some-
tiendo su aplicación al arbitrio de los mismos. Es decir, que en la vi-
RELAJACION DE LAS COSTUMBRES 291

sita no se debían echar en olvido Jos fines pollticos que la habían acon-
sejado. Esto, necesariamente, tenia que desvirtuar la empresa.
Pero no hemos de hallar aquí la única causa de su fracaso, tam-
bién creemos que no se acertó en la elección de los que habían de lle-
var a cabo la reforma. Un ejemplo nos lo ofrecen los visitadores de
San Agustln. As! el P. Raya como el P. Grande eran de edad muy
avanzada, el primero se hallaba impedido de cabalgar y de vi aj ar
por sus quebraduras, pero el segundo, como decla algo sarcásticamente
el mismo P. Raya, se sentia tan débil qúe le costaba trabajo escribir
su firma. A esto se ha de agregar que ni el uno ni el otro eran modelos
de prudencia. El P. Raya empezó por mantener ocultas las instruc-
ciones recibidas, as! de la Corona como de su General y este último
hubo de echárselo en cara duramente. La lentitud de su proceder
obl!gó al Virrey a intervenir y como Raya se excusase con sus acha-
ques, dispuso que el P. Grande saliese a visitar los conventos de los
valles del sur, como lo hizo, pero esto sólo bastó para que Raya se
indispusiese con él y surgiesen diferencias entre el uno y el otro.
Desde Madrid hubo que urgir al Visitador el cumplimiento de su ofi-
cio y el mism.o General le escribía en tono amenazador y en otra al
P. Grande no dudaba decirle que el P. Raya lejos de ser el reformador
de la Provincia Peruana era su destructor ,..
La implantación de la vida común tropezaba con Ja penuria que
padeclan los conventos a causa de las rebajas de los censos y de Ja
mala administración, por lo cual los Priores eran fáciles en consen-
tir que sus súbditos se buscasen la vida por si mismos o recibiesen los
alimentos de fuera. También muchos se oponlan, como sucedió en
Chile, a la supresión de los pequeños conventos, as! por no perder la
renta que disfrutaban, aun cuando fuera escasa, como por no dejar
el puesto y perder influencia. Admás, la intromisión del poder real
era nociva en muchos casos, como se vio en la visita de los Agustinos
de Chile y le quitaba a la reforma su verdadero carácter. Algunos Vi-
rreyes, como D. Manuel Gu!rior hicieron de su parte lo posible por

19 El General, Fr. Francisco Javier Vásquez, remitió así a los Visitadores


como a la Provincia diversas cartas, que reproduce el P. Maturana y, ·a decir
verdad, su lenguaje es el de un hombre impetuoso e intemperante.
HISTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU. TOMO IV

el buen éxito de la reforma y, a su llegada a Lima, como el P. Raya


aún no hubiese esbozado su plan de reforma, le instó a que empezase
cuanto antes y el resultado fue, dice el asesor de Guirior, que le
presentase un papel, en el cual empezaba por decir que el entable de
la vida común le parecía cosa imposible. Urgió luego porque él o su
secretario saliesen a visitar los conventos y, finalmente, se opuso a
que el P. Raya interviniese en la celebración del capítulo del año 1778.
Es cierto que el Visitador p1·eveia que habla de salir electo un Pro-
vincial poco inclinado a la reforma, pero ésto no lo autorizaba a In-
vadir uu derecho que era privativo del que gobernaba la Provincia.
Por este motivo, el Virrey no le apoyó, antes se inclinó de la parte del
Provincial ••.
Todo esto y má.s que se pudiera decir expl!ca el fracaso de este In-
tento de reforma. En Madrid se dieron cuenta de ello y se trató de
una nueva tentativa. Por lo menos, en el año 1792 vemos que en Lima
aparece como Visitador General el P. Fray Ambrosio Armas de la Mer-
ced. Este padre presidió el capitulo de Agosto de dicho año, pero má.s
adelante no suena su nombre ni han quedado huellas de su visita.
El Arzobispo de Lima, D. Juan Domingo Gonzá.lez de la Reguera, es-
cribiendo a s. M. el 10 de Marzo de 1790, se referla al resultado nega-
tivo que habla dado el reformador de la Provincia agustiniana y ex-
presaba que muchos individuos de ella poselan peculio propio y otros
vivían fuera de los claustros "de que se Infiere, añade, que no se prac-
tica en su formal sentido la vida común y es lo mismo que con poca
diferencia se ejecuta y observa en las religiones de Santo Domingo y
la Merced, San Juan de Dios y San Francisco de Paula, según tengo
entendido, que es cuanto puedo informar a V. M. sobre este asunto""
De las religiosas no hemos hecho mención porque con ellas cierta-
mente no hablaba la reforma, aun cuando pareciera necesaria. Algún
tiempo antes, el Arzobispo Parada habla dado un auto de reforma en
1775 que constaba de 42 art!culos, como ya hemos tenido ocasión de
decirlo. Su muerte le impidió el velar por que se pusiese en eJecu.clón

20 Hecho y Derecho en la Célebre... Controversia del M. Fray· Juan Raya...


con el P. Fr. Francisco Ruiz de la Plata, Provincial ... Escribíalo D. José Ignacio
de Renteria, Asesor General. Lima, 1778, fol.
2 1 Areh. Arzob. Lima.
RELAJACION DE LAS COSTUMBRES 293

y, al sobrevenir D. Juan Domingo González de la Reguera, éste se


encontró con que la situación de los conventos llamados grandes no
habla mejorado. Remitió entonces a s. M. dicho auto de reforma para
que con su aprobación pudiese mandarlo guardar sin tropiezo alguno
y el Rey se dignó aprobarlo por R. C. de 14 de Mayo de 1785.
Antes de esta fecha y teniendo ya noticia de los. articulos del auto
de reforma, algunas religiosas empezaron a abrigar dudas sobre el
alcance de estas ordenaciones, temiendo quedar excomulgadas con
su trasgresión. El Arzobispo dispuso que el P. Fray Prudenclo Osorlo
de Santo Domingo examinase el auto y explicase cada uno de sus ar-
ticulos para mejor in tellgencla del mismo y el 25 de Abril de 1782
presentó su escrito al Arzobispo que tuvo a bien aprobarlo. El Rey, al
conceder su aprobación al auto, tachó únicamente los artlculos 25,
Y 42, que se referían, el 25 a la presentación que debla hacerse al
Prelado antes de la Profesión, de las renuncias de las religiosas, el
26, a la prohibición de enagenar perpetuamente los bienes del monas-
terio y al modo cómo se podlan arrendar y el 42 sobre lo que hablan
de hacer los mayordomos, en tanto se nombrasen Jos síndicos. Como
el Arzobispo, aun después de intimada la reforma, no advirtiese una
serla enmienda, hubo de dirigirse nuevamente al Rey, expresándole que
hasta entonces los medios de suavidad empleados no hablan surtido
efecto. A esta carta de 21 de Marzo de 1789 respondió el Rey por una
R. C. de 8 de Agosto de 1790 en la cual manifestaba su desagrado por
la conducta de las Preladas de los monasterios limeflos y ordenaba
se las previniese que en lo sucesivo, caso de incurrir en los defectos o
excesos que se trataba de corregir, se tomarían las providencias más
oportunas, para Jo cual el Virrey aprontaría Jos auxilios necesarios.
Todo esto no fue bastante, pues el Arzobispo tropezó con Ja perti-
nacia de la Prelada de Santa Catalina, a Ja cual hubo de deponer para
nombrar en su lugar una Presidenta que rigiese el convento. Largo y
complicado fue el asunto por haber intervenido, sin razón alguna, la
Audiencia y por ello a 15 de Julio de 1793 el Arzobispo remitió a todos
los monasterios una carta circular en la cual renovaba la orden de
atenerse al auto de reforma y de ·leerlo cada mes públicamente para
que todas ciflesen su conducta a lo dispuesto en él y haciendo hincapié
en algunos puntos principales, como en la observancia de la clausura,
20
294 HISTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU. TOMO IV

manejo de las rentas, etc. Fue ésta Ja última disposición adoptada a fin
de obligar a las religiosas a vivir conforme a sus estatutos y dar el
ejemplo que debian a los de dentro y fuera del claustro 2 2 •

22 Mss. C. V. Tomo 9 y 38. La Reguera escribía a S. M., el -28 de Marzo


de 1785 y -mani~estaba que había tenninado la visita de 12 conven.tos y que
fiólo faltaban los de la Encarnación y Concepción y que no se atrevía a hacer~
la en este último, donde hacía poco había resultado electa la madre MuGhO-
trigo y habían salido por las calles con banderas y matracas las criadas y otras
mujeres, dando vítores y diciendo a voces que contra el dictamen y gusto del
' Arzobispo había sido elegida, hecho que bien merecía castigo, pero sabiendo
que en la Audiencia están de su parte los que la manejan, ha tenido que su-
frirlo en silencio. Arch. Arzob. Lima. Exp. importantes siglo xw1r.
CAPITULO XIII

La Diócesis de Areqnipa hasta fines del siglo XVID

l. Sucesión episcopal: De Bravo del Rivera a D. Diego Salguero. - 2. El


Obispo D. Manuel Abad !llana. S'u Cartá Pa~toral contra los Jesuitas. -
3. D. Fr. Miguel de Pamplona. - 4. D. Pedró José Chávez de la Rosa. Fe-
cunda labor de este Prelado

Bibliografía: M. A. CATERIANO, Memorias de los SS. Obispos de Arequipa. Are-


quipa, 1908. - SANTIAGO MARTÍNEZ, La Diócesis de Arequipa y sus Obispos.
Arequipa 1933. - JUAN DOMINGO DE ZAMÁCOLA, El Obispo 'n. Manuel Abad
llUina. Revista Histórica. Tonlo V. Lima, 1778. - DEÁN EcHEVERRÍA, Me-
moria de la Iglesia de Arequipa. Arequipa, 1952. - CHÁVEZ DE LA RosA, Real
Cédula) en q'l..W se a.prueban lCUJ Constituciones de la Real Casa de Expó-
sitos... Lima, 1805.

l. En Arequipa, de 1743 hasta 1804, se sucedieron siete Prelados,


los dos primeros, D. Juan Bravo del Rivero y D. Juan González Mel-
garejo vinieron de la sede de Santiago y otros dos, D. Diego Salguero
y D. Manuel Abad Illana procedían de la de Córdoba, uno, D. Jacinto
Aguado y Chacón, había sido elegido para Cai'tagena, pero antes de
la expedición de sus bulas fue trasladado a Arequipa. Los dos últimos
D. Fray Miguel González o de Pamplona y D. José Chávez de la Rosa,
vinieron de Espafía destinados a esta sede. Alguno, como González
Melgarejo, no llegó a tomar posesión y otro, Salguero, apenas duró
tres afíos en el gobierno y por ésto y su edad avanzada, su labor fue
de escasa consideración. Los demás apacentaron .su grey honrosa-
mente, sobresaliendo Chávez de la Rosa que merece capitulo aparte.
296 HISTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU. TOMO IV

Bravo del Rivero que en Santiago brilló por sus dotes de Pastor vino
a Arequipa a los 58 afíos de su edad. El 4 de Mayo de 1743 enviaba su
poder al Cabildo, encomendándole el gobierno y, en Agosto, tomaba
posesión en su nombre D. Juan Bautista Taborga y Durana. El 4 de
Setiembre salió de Santiago, se embarcó en Valparaiso y el 4 de Oc-
tubre llegaba a Ilo, haciendo su entrada en Arequipa el 13 de Noviem-
bre. Al tomar posesión se desprendió del pectoral y anillo que nevaba
y los cedió para la custodia del Santislmo Sacramento, aun cuando
había pagado por ellos en Potosi 14.000 pesos. Uno de sus primeros
cuidados fue la reforma de su clero. Empezó por suspender las licen-
cias de decir misa y confesar a muchos de quienes se dudaba tuvie-
ran la necesaria suficiencia y diales plazo para que la comprobaran
mediante un examen. Muchas veces lo hacia él mismo, invitándolos
a decir misa en su presencia y convidándolos luego a sentarse a su
mesa. Rezaba con ellos y les hacía hábilmente algunas preguntas a fin
de convencerse de su instrucción. De este modo los despedía contentos
y él quedaba informado de las dotes de su clero. Del mismo modo,
como supiese que en el coro de su Catedral no escaseaban las fallas,
tomó como medio para la corrección de su Cabildo asistir personal-
mente por seis meses continuos a las horas canónicas.
En el afio 1746 salió a visitar su vasto Obispado. y, como lo había
hecho en Santiago, procuró evitar a los curas y a los fieles toda mo-
lestia, antes bien llevaba consigo telas de algodón y de lana, fraza-
das, etc., a fin de socorrer con ellas a los pobres. En su ciudad episco-
pal repartía muchas limosnas, destinando cada mes 500 pesos para
las secretas y 800 para las públicas. Combatió el vicio de la usura,
bastante extendido en la diócesis y también el excesivo lujo de las
sefíoras de la ciudad y pueblos grandes.
Muchas obras emprendió durante su gobierno y la principal de to-
das fue el monasterio de Santa Rosa, del cual hablaremos más ade-
lante. En su Catedral alargó el presbiterio y construyó una nueva
cripta para sepultura de los Prelados. La enriqueció con retablos y
frontales de plata y fÚndó con 5.000 pesos la fiesta de San Francisco de
Paula y un aniversario perpetuo por su alma el dia de San Juan Gual-
berto, que era el de su nacimiento. También hizo algunos reparos en
los monasterios de Santa Catalina y Santa Teresa y pensaba trasla-
LA DIOCESIS DE AREQUIPA HASTA FINES DEL SIGLO XVIII 297

dar el Seminario a un lugar más acomodado cuando le sobrevino la


muerte. Recibidos los Santos Sacramentos con grande edificación, en-
tregó su alma a Dios el 22 de Mayo de 1752. Sus restos fueron enterra-
dos en el convento de Santa Rosa en el sepulcro que él mismo habla
mandado construir. Sus virtudes las resume así la inscripción de un
retablo suyo que se conserva en la sacristía de la Iglesia: "Prelado
ejemplar, teólogo profundo, jurisconsulto consumado, imitador de los
Ambros!os en lo integérrimo, de los Villa.nuevas en lo desinteresado y
limosnero y de los Mogrovejos en lo celoso y penitente".
El 13 de Febrero de 1757 entraba en la ciudad su sucesor, D. Jacinto
Aguado y Chacón. Habla nacido en Granada, en cuyo Colegio de San-
tiago hizo sus estudios graduándose en aquella Universidad. Fue Doc-
toral en Ja Colegiata de Antequera y Penitenciario en la Catedral de
Cádiz. En 1754 el Rey le presentaba para la sede de Cartagena de In-
dias, pero antes de un afio se le mudaba a la de Arequipa y Benedic-
to XIV le expidió sus Bulas '. Desde Puerto Real escribía el 2 de Mar-
zo de 1756, pidiendo licencia para embarcarse con ocho personas de
su familia, (cuatro Capellanes, dos pajes, un Notario y un Ayuda de
Cámara) y avisando que saldrfa para Buenos Aires en los navíos que
se estaban aprestando y conducirían a D. Pedro Cevallos 2 • En este
puerto recibió la consagración episcopal de manos de D. Cayetano
Marcellano y Agramonte y luego pasó a Chile, embarcándose en Val-
paralso para Quilca, lugar que cala bajo su jurisdicción.
Escribiendo a D. Manuel Quintana Bonifaz, Inquisidor General, des-
de Arequipa el 30 de Noviembre de 1757, le dice que así el Cabildo como
el vecindario le habla recibido con singulares demostraciones de afec-
to y habla dado comienzo a la visita del casco de la ciudad, saliendo el
20 de Junio para las provincias de Moquegua y Arica. Mezclando el ri-
gor con la blandura creía que se había conseguido algún fruto, aun
cuando se advertía alguna relajación desde la última visita que ha-
cia doce afios habla realizado su antecesor. El 18 de Octubre regresó

l ~l Cardenal Portocarrero remitía sus Bulas el 20 de Febrero de 1755 a


D. José Vásquez, habiendo sido presentado por_ R. C. de 26 de Novi-embre de
1754.
2 A. de I. Lima 539. La numerosa familia que le acompañó a América hace
verosímil lo que dice Zamácola de que en las visitas llevaba consigo demasiada
gente.
298 HISTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU, TOJVIO IV

a la capital, donde continuaba la visita y confiaba que el próximo mes


de Marzo podría hacerla en las provincias de Condesuyos, Camaná y
Cailloma '·Por el mes de Octubre de 1758 se encontraba de vuelta en
su sede y, en carta al confesor de S. M., el ya citado Quintana y Bo-
nifaz, le decía que había experimentado serle muy contrario el clima,
como lo certifica su médico y así ha pedido, por medio de su apode-
rado, se le cambie de sede, pues está muy extenuado y con la piel sobre
los huesos '·
En esta misma carta advertía que, por la experiencia que tiene
de la tierra, conviene que los Obispos no sean de ella, sino espafioles,
no sólo porque carecen de la robustez necesaria, sino, además, porque
carecen de libertad por las relaciones que tienen, pero que siendo ésto
así convendría llenar las vacantes con sujetos de los Cabildos, hacien-
do que la mitad de éstos fuesen sujetos nacidos en Espafia y venidos
a América en su juventud, a fin de ahorrar a los Prelados tan largos
viajes. No deja de ser peregrina la idea del Obispo y la poca razón que
le asistía se comprueba en su predecesor. Bravo del Rivero, nacido en
Lima y consagrado en edad ya madura, habla sido por más de 25 años
Obispo de Santiago de Chile y luego de Arequipa y en una y otra dió-
cesis se había mostrado infatigable en la visita y en el desempeño de
sus obligaciones. Aguado, en cambio, no llevaba tres afios en Arequipa
y ya pensaba cambiar de sede y renunciar.
El 8 de Febrero de 1759 escribia a Su Santidad, dándole cuenta de
cuanto había hecho hasta entonces y del estado de la diócesis. Agua-
do se muestra optimista y dice que el ornato de los templos de Are-
quipa es igual o mayor que el de las ciudades de Espafia y apenas se
ven en éstas tanto oro y plata en adornos y ornamentos como aquí.
De su clero, asi el secular.como el regular, dice que da buen ej,emplo
de vida y posee la ciencia necesaria para el desempefio de su minis-
terio. Alaba la piedad y religiosidad del pueblo, as! en la clase popu-
lar como en la alta que es numerosa. Mucho Je consuela el espíritu
y fervor de los tres monasterios que hay en su ciudad episcopal y
a sus oraciones atribuye la tranquilidad y paz que se disfrutan. De

s A. de I. Lima, 1565.
' Ibíd. Carta de 28 de Octubre de 1758.
LA DIOCESIS DE AREQUIPA HASTA FINES DEL SIGLO XVIII 299

los indios tiene buen concepto, aun cuando se dan a la ,embriaguez y


algunos se muestran desidiosos en acudir a la doctrina. Y termina
pidiendo se conceda a su diócesis el Oficio y Misa del Sagrado Corazón
con rito doble, como se ha concedido a otras de Espafia. (Arch. Vat.
Sac. Cong. Concilii. Relat. Dioeces.).
En 1760 podia dar por terminada la visita de la diócesis, aun cuan-
do no parece que la hiciera enteramente. Dirigió entonces a su clero
una carta pastoral exhortándolo al cumplimiento de sus deberes y
amonestándolo con la autoridad de Maestro y la benignidad de Padre.
Por entonces también ponla término a la única obra que realizó du-
rante su gobierno, a saber la casa de ca¡npo que en las afueras de Are-
quipa construyó para solaz de los Obispos y recibió el nombre de Palacio
del Buen Retiro o de San Juan Nepomuceno, pues lo legó con la pensión
de celebrar la fiesta del Santo y de decir cien misas al afio. Alli se
retiraba algunas veces buscando un alivio a sus dolencias cuando un
suceso inesperado vino a exacerbar sus males y a perturbar su paz.
Fue el caso que dos familiares suyos, abandonando una noche la casa
episcopal, tuvieron una rifia con otros jóvenes de su edad y, habiendo
acudido los agraviados al Alcalde Ordinario, salió éste en compafiia
de un escribano en su busca. Habiéndoles intimado la orden de seguir-
le a casa del Obispo, se negaron a obebecerle y como el Alcalde des-
envainase la espada, uno de ellos, de apellido Serén, se defendió con el
estoque y en el lance hirió de muerte al Alcalde. Pretendió luego huir
y como se hubiese aglomerado alguna gente, pretendió abrirse paso
con la punta de la espada, pero con tan mala suerte que hirió tam-
bién gravemente al escribano. Consumado el delito se dieron ambos
a la fuga mas al fin fueron aprehendidos y se les abrió causa crimi-
nal. La noticia desconcertó al Obispo que al punto hizo nueva ins-
tancia porque se le admitiese la renuncia de la sede y se le trasladase
a otra parte. Fue atendida su súplica y se le nombró Obispo de Osma.
El 15 de Abril de 1762 hizo entrega del gobierno al Cabildo y le anun-
ció su próxima salida para Espafia, como lo verificó el 14 de Mayo.
Falleció antes de tomar posesión.
La vacante de la sede se prolongó por más de tres afíos. y en este
tiempo ejerció el gobierno en calidad de Vicario Capitular el D. D. Fran-
cisco Matienzo Bravo del Rivera hasta la entrada del Sefíor D. Diego
Salguero, el 24 de Diciembre de 1765. D. Diego habla nacido en Cór-
300 HISTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU. TOMO IV

doba en 1687, de modo que al llegar a Arequipa contaba 78 años de


edad. Luego de ejercer el ministerio parroquial Ingresó al coro de aque-
!la Iglesia, llegando a ocupar la silla de Deán. En el afio 1761 fue pro-
puesto para la sede de Quito pero, en Octubre del mismo afio, se le
presentó para la mitra de Arequipa, que aceptó, consagrándose en
Santa Fe de Corrientes el 2 de Setiembre de 1764 por mano del Obispo
de Buenos AIDes, D. Antonio de la Torre. Vino por tierra y a media-
dos de Diciembre se encontraba en Tacna, desde donde escribió a su
Cabildo y el 24 de dicho mes de 1765 hacia su ingreso en la ciudad.
Luego que tomó posesión hizo fijar edictos para la provisión de cu-
ratos y celebró asimismo órdenes, a fin de satisfacer a los muchos que
las pretendían. Tanto en una cosa como en otra se mostró demasia-
do benévolo y las quejas llegaron, según parece, hasta el pie del trono.
El 5 de Agosto de 1767 salió a la visita, pero no llegó a hacerla sino
en la provincia de Moquegua. Hallándose en esta ciudad le dio un
accidente que puso en peligro su vida. Volvióse a Arequipa y, consi-
derada su edad más que provecta, escribió al Rey, pidiéndole Obispo
Auxiliar. Por R. C. de 6 de Diciembre de dicho año se le pidió que
propusiese sujeto para este cargo y Salguero remitió una terna y pro-
puso, en primer término, al arcediano D. Juan Manuel Moscoso, pi-
diendo que se le nombrase coadjutor con derecho a futura sucesión.
Se accedió a lo primero, pero no a lo segundo y el 12 de Marzo de 1770
Clemente XIV preconizó a Moscoso Obispo in partibus de Tricomi y
auxiliar de Arequlpa, con 4.000 pesos sobre los diezmos del Obispado.
Cuando en Agosto de dicho afio se dio el pase a sus Bulas, ya el ObiS-
po Salguero habla fallecido, pues ocurrió su deceso el 2 de Diciembre
de 1769. El Virrey a 1 de Febrero de 1771 comunicó a Moscoso su nom-
bramiento y el Cabildo, obedeciendo Ja Real Cédula de ruego y en-
cargo, le dio posesión del auxiliarato.

2. El sucesor del Obispo Salguero fue un monje premonstratense


del convento de Valladolid, en donde habla nacido, D. Manuel Abad
!llana. Estudió en Salamanca donde se graduó de Doctor y dentro de
su religión leyó artes y también Teolog!a Moral y ejerció cargos de
importancia. Habiendo vacado la diócesis de Córdoba del Tucumán
por traslado a Charcas del Obispo Argandofia, fue presentado en 1762
LA DIOCESIS DE AREQU!PA HASTA FINES DEL SIGLO XVIII 301

para esta sede y, habiendo llegado a Buenos Aires, en 1764, recibió


la consagración episcopal el 2 de Setiembre, en Santa Fe de Corrien-
tes, de manos del Obispo del Paraguay, D. Manuel Torres. Es muy de
notar que por entonces rigieran las dos diócesis del Río de la Plata,
dos hombres nada afectos a los Jesuitas, antes bien contrarios suyos,
en vísperas de decretarse su expulsión de los dominios de América.
D. Manuel de la Torre, Obispo del Paraguay, promovido a Buenos
Aires en 1762, no se recataba de decir en carta al Bailio D. Julián de
Arriaga que los jesuitas eran sus enemigos y, sin embozo, afirmaba
que su expulsión era una justísima resolución 5 • De !llana baste decir
que el extrañamiento de la Compañia puso en sus manos la pluma
para escribir una Pastoral, en la que pretendía demostrar a los fieles
de Córdoba que había razón de sobra para proscribir a los hijos de
Ignacio Y, se hacia eco de las burdas acusaciones que contra ellos ha-
blan lanzado y urdido los gobiernos borbónicos a fin de justificar la
medida.
No nos detendr!amos en este punto que en algl'.!n modo no nos in-
cumbe, pues esta carta pastoral no circuló en el Virreinato si no me-
diaran dos circunstancias, la primera es que, dicha carta, escrita en
Córdoba y para los fieles de esta diócesis fue luego impresa en Madrid
en 1775, por decreto del Consejo, cuando Abad liana era Obispo de
Arequipa y la segunda, que una impugnación de esta carta pastoral,
escrita probablemente por un eclesiástico cordobés afecto a la Com-
pañia, como lo eran casi todos Jos de la región, formados en la Uni-
versidad que los Jesuitas hablan fundado en la capital, circuló en
Arequipa y vino a ser conocida en el Perl'.! más todavía que la misma
carta de Abad !llana •.
En el Perl'.! y aun en el resto de la América Española, no halló imi-
tadores el Prelado de Córdoba, pero no pudieron faltar Obispos anti-

5 V. R. Carbia, 'jHistoria Eclesiástica del Río de la Plata. Torno 2, páITT~


nas 155 y s. Buenos Aires, 1914.
s La impugnación atravesó los mares y llegó a España por la vía de Fran~
cia. Desde la Península un amigo del Obispo se la remitió, invitándole a repli~
car. Abad !llana emprendió esta inútil tarea y poseemos una copia de esta
réplica, la cual nb llegó por fortuna a difundirse, para el buen nombre del
Prelado.
302 HISTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU. TOMO IV

jesuitas, como el ya citado de Buenos Aires, pues se les había escogido


al intento y uno de los más significados fue el franciscano Espiñeira,
Obispo de Concepción, del cual nos ocuparemos más adelante, aun
cuando ya hemos dado noticia del personaje en el Capitulo IX, al
hablar del VII Concilio Provincial Limense. Pero volvamos a nues-
tro Obispo. Hallándose en una hacienda, próxima a su sede y, reci-
bida la R. C. de ruego y encargo, suscrita en Madrid el 21 de Diciem-
bre de 1770, envió el 12 de Diciembre de 1771 su poder al Deán y Ca-
bildo de Arequipa, para el gobierno de la diócesis. El Obispo, cuya sa-
lud estaba algo quebrantada, hizo el viaje por Chile, de donde por
mar se trasladó a Quilca, entrando en su sede el 13 de Mayo de 1772.
· Una de sus primeros disposiciones fue dar un auto el 9 de Julio
de 1773 para que los Curas no permitiesen a los Caciques tener indias
doncellas a su servicio, según estaba ordenado en el Sínodo. que cele-
bró su antecesor D. Antonio de León. Dióle también en rostro la des-
envoltura de Ias mujeres de Arequipa, aun cuando ya sus antecesores
habían tratado de poner remedio. Escribiendo a S. M. el 13 de Marzo
de 1773, Je da cuenta del hecho y manifiesta que aun cuando con la
ayuda de su Provisor, D. Jorge Medrana, trata de moderar el escán-
dalo que se sigue del vestido poco honesto de las mujeres, no lo puede
conseguir por la falta de cooperación del Corregidor, al cual convenía
sustituir con otro, sugiriendo el nombre de D. Luis Gil. Corregidor de
camama'·
La visita de la ciudad y de la diócesis le hizo comprender la nece-
sidad de crear algunas parroquias. Arequipa, desde su fundación. no
tenia sino dos parroquias, la de la Catedral para los españoles y la de
Santa Marta para los indios. Como en los alrededores de la ciudad
vivía una numerosa población española, toda ella dependía del cura-
to de la Catedral y estaba muy mal atendida, como se deja entender.
No dejaron de presentarse dificultades pero .el Obispo informó al Vi-
rrey con la claridad necesaria y obtuvo su aprobación. Se procedió a
marcar los linderos de las tres parroquias que se iban a ·erigir, esto es,
las de Uchumayo, Tia y Socabaya o Sabandia y se remitieron al Virrey
los expedientes juntamente con los nombres de los propuestos para

1 A. de I. Lima, 1572.
LA DIOCESIS DE AREQUIPA HASTA FINES DEL SIGLO XVIII 303

regirlas. Todo fue aprobado en el Real Acuerdo y entraron en pose-


sión de los citados beneficios, el Licenciado Juan Crisó.stomo Lazo,
D. Felipe Ascensio Delgado y el Licenciado José Martínez de Villa, este
último de la familia del Sr. Obispo.
Por lo que toca a Moquegua, así el Cabildo secular de la villa como
el Vicario de la Matriz propusieron que se erigiese una parroquia en
el paraje de la Rinconada, cerca de la Hacienda de Santo Domingo,
que había sido de los expatriados. Se pasaron los oficios respectivos al
Virrey Guirlor y este vino en aprobar la erección de una ayuda de
parroquia en dicho lugar, sefialándole los limites correspondientes.
Los emolumentos se dividirían por partes iguales entre et cura de Mo-
quegua y el de la Rinconada y cada uno de ellos residiria por tres me-
ses en una u otra parroquia. Hizose así el afio 1777 y quedaron nom-
brados D. Clemente Galdos y Arellano y D. Mariano Abril.
Como por ,entonces se trataba de hacer un recuento de la población
del Virreinato se solicitaron de los Obispos los padrones de las parro-
quias y el de Arequipa, respondiendo al oficio que se le habla dirigido
no dejaba de advertir que no era empresa fácil saber a ciencia cierta
el número de los hijos de los indios por la propensión de éstos a ocul-
tarlo. Esta especie de censo le dio motivo para proponer una idea algo
extrafia y cuya explicación nos la dan los sucesos que por este tiempo
y poco después tuvieron a Arequipa por escenario. Decia el Obispo
que en Arequipa habla muchos mozuelos de corta edad, a los cuales
convendría remitir a Espafia para que se educasen y formasen y fuesen
útiles a la sociedad. Los disturbios que la visita de Areche y los nue-
vos impuestos suscitaron en el sur y, especialmente, en Arequipa, alar-
maron a muchos. En un borrador de carta, dirigida probablemente al
Virrey, leemos estas palabras que son un reflejo de lo que bullia en las
mentes de algunos contemporáneos. Dice asi: "No quiero repetir a V. E.
lo que sabrá muy bien es a saber los grandes trabajos que suceden y
tememos sucedan con los Indios. Hasta ahora han sido corderos; ya
van comenzando a ser leones, y si nos acometen o moriremos inde-
fensos o nos entregaremos a discreción ... " El que esto escribia era el
Obispo, el cual advierte al Virrey que en Arequipa hay necesidad de
armas, pues apenas habrá en la ciudad cien escopetas y esas de par-
ticulares y sin ellas, ¿quién podrá sentirse seguro? Nada se dice aquí
de la juventud ni tampoco de los mestizos, pero es muy posible que en
HISTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU •. TOMO IV

otros pasajes de la carta el Obispo se refiera a unos y otros, porque las


voces de protesta y el clamor contra las autoridades partían precisa-
mente de estos grupos. Por esta razón nos explic ..mos la actitud del
Prelado y su propuesta al Visesoberano '·
A Abad !llana se debe también, en parte, la fundación del Colegio
de Propaganda Fide de Moquegua, como ya hemos tenido ocasión de
decirlo. Nos parece, sin embargo, que el Obispo procedió en este asunto
con poco tacto y esto fue causa, como dicen sus biógrafos, de no pocas
molestias que hubo de llevar en paciencia. Los franciscanos de la Pro-
vincia de San Antonio de los Charcas poseían en la villa un hospicfo
hacia tiempo y, después de la expulsión de la Compañia, pidieron y
obtuvieron que se les cediese la casa e Iglesia que habla sido de los
expatriados. Andaban en estos trámites cuando se presentaron los Pa-
dres del Colegio de Tarija, en plan de misioneros y el Obispo deci-
dió encomendarles a ellos la fundación de un Colegio y el que se les
aplicasen la casa y Colegio citados. Los franciscanos de la Provincia
Antoniana resistieron la orden y se suscitó un litigio que pasó hasta
Lima y aun cuando los de Tarija llevaron la mejor parte, la discordia
de unos y otros no dejó de causar mala impresión. La fundación del
Colegio fue, hasta cierto punto, efimera, pues al sobrevenir la lucha
por la emancipación la mayor parte de los conventuales de Tarija tu-
vieron que emigrar por ser de nacionalidad española.
A partir del año 1778, sintió que decaian sus fuerzas y parece que
solicitó se le exonerase de la carga del Obispado. Sin embargo, sobre-
vivió hasta el l de Febrero de 1780, día en que ocurrió su muerte, a la
cual se habla prepar('\do cuidadosamente un mes antes, desde que ca-
yó postrado en el lecho. El mejor de sus biógrafos y podemos decir de
sus panegiristas, el Licenciado Zamácola, que le sirvió de secretario,

8 Claro está que también debió mover su pluma el deseo de atajar la cO~
rrupción de costumbres, fruto de la ociosidad en que vegetaban muchos· de
estos mozos. El Obispo trajo consigo a un religioso promonstratense, llamado
Fr. Sebastián Sande. Después de la muerte del Abad !llana, debió quedar en
Arequipa. En tiempc de Chávez de la Rosa, llamó la atención del Virrey Croix
sobre el caso de este religioso y el 18 de Marzo de 1788 le respondía el ~ba­
llero de Croix, diciéndole que en vista de su representación escribía al Gober-
nador Intendente para que lo enviase a Lima de donde _se le einbarcaría para
España.
LA DIOCESIS DE AREQUIPA HASTA FINES DEL SIGLO XVIII 305

pondera las virtudes del Obispo y no puede negarse que las poseyó
este Prelado y que su caridad, su desprendimiento y su amor a los
pobres le granjearon el aprecio y estima de todos. Veló por el bien
de sus ovejas y dio muetras de su piedad, promoviendo el culto de
Nra. Sra. de Calma y también el de Nra. Sra. de Characato. De la prime-
ra nos dejó una novena que el mismo Zamácola reeditó en 1791. Fue-
ra de este escrito, lmprlmlóse también Ja breve Carta Pastoral que en
1777 dirigió a sus diocesanos con motivo del Jubileo del afio Santo
concedido por Plo VI.
Todo esto es mucha verdad, pero todo lector imparcial, habrá de
convenir con nosotros en que es un desdoro, para su memoria, eJ an-
tijesuitismo de que está Impregnada .la Carta Pastoral que escribió
en Córdoba, o mejor, en La Rioja el 1 de Agosto de 1767. Si admitimos
que fue sinQero al escribirla, es preciso confesar que estaba obcecado
por las ideas que corrlan en su tiempo y que habla aceptado sin cri-
tica alguna las más absurdas especies divulgadas por los detractores
de la Compaflia .Al llegar a Tucumán, él pudo darse cuenta de la
gran estimación que todos tenían de los Jesuitas, los cuales hacían si-
glos fecundaban aquellas tierras con sus sudores y habían ganado pa-
ra Cristo muchas almas. Como dice el· autor de la Impugnación de su
carta, en la visita que hizo a las doctrinas que ellos tenían en la re-
gión del Chaco, que caía bajo la jurisdicción del Obispo de Córdoba,
pudo comprobar lo bien entabladas que estaban y en el auto de visi-
ta, que vio dicho autor, dio testimonio de ello. Ahora bien, al publi-
carse la pragmática sanción y decretarse el destierro de los Jesuitas,
en el Tucumán, en Córdoba y en todas partes las gentes se llenaron
de estupor y no se podian explicar las razones que podla tener el Mo-
narca para tomar medida tan grave. Abad !llana se encargó de le-
vantar el velo del misterio a sus diocesanos y él mismo dice en su
Carta: "Vosotros, hijos mios, nada sabéis por lo común sino lo que
os han querido enseflar los referidos Padres y de ellos habéis apren-
dido que la Intentada muerte de! Rey de Portugal es ficción. También
os habrán dicho que su expulsión de Francia ha sido obra de Jos Jan-
senistas, de los herejes para que todos me entendais. Pues sabed, hi-
jos mios y creed a quien os ama in visceribus Jesu Christi: creed a un
Obispo que no se crió én las quebradas de los indios, sino en Ja clu-
306 HISTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU. T01VIO IV

dad más culta de la Europa, (Salamanca)... Este, pues, deseoso de


vuestra quietud espiritual, os asegura que ha sido muy justificada Ja.
expulsión de Jos Jesuitas de Portugal y Francia y as! hacedle la mer-
ced de creer que no miente ni os engafia..."
Con razón, el culto y festivo impugnador de su carta observa, que
el Prelado hacia poco favor a las demás Religiones y a todo. el esta-
do eclesiástico de su diócesis, no concediéndoles parte alguna en la
instrucción de sus diocesanos, como si no tuvieran ni hubiesen teni-
nido otros maestros que los Jesuitas, y al mismo tiempo se admira
que el Obispo, de haber sido errado el magisterio de la Compafiía, no
les hubiese corregido y suspendido las facultades de ejercitar sus mi-
nisterios. Y pasando Juego a tocar los dos puntos que Abad !llana se-
fiala, le advierte que los mismos portugueses no pueden menos de con-
fesar que el intentado asesinato del Rey fue "obra de un malvado es-
tadista, (Carvalho) sin que pruebe lo contrario la causa seguida en
juicio..." y en cuanto a que los Jansenistas hayan sido los autores
de la supresión de la C0mpafiía en Francia, basta para ello leer la
Instrucción Pastoral del Arzobispo de París, "y si el Obispo del Tu-
cuman, afiade, en vez de leer Mercurios fabulosos de Holanda y Gac·e-
tas mentirosas de Lisboa se aplicara a cosas serias y hubiera leido
dicha Instrucción, aprobada con Breve particular por el Pontífice rei-
nante, como obra de un Santo Padre de la Iglesia, nunca hubiera so-
fiado en sacar la suya a luz ... " Tenla razón de sobra, y con sus pala-
labras, le demostraba al Obispo que en Córdoba, se sabía tanto o más
que en Salamanca sobre el asunto de los Jesuitas.
Abad Illana alega luego como autoridades en contra de la Com-
pafiía a D. Bernardino de Cárdenas, Obispo del Paraguay, y a D. Juan
de Palafox, Obispo de Puebla. Del primero no haremos más que repe-
tir lo que dice festivamente su impugnador o sea que solo el Obis-
po del Tucumán ha podido levantarle el falso testimonio de Santo y
si trata de su canonización, "que ocurra a la Real Audiencia de Chu-
quisaca para que le ministre en original o testimonio los documen-
tos que guarda de la vida y milagros de este Prelado ..." Del segundo,
en otro tiempo se pudo tener un falso concepto, pero hoy nadie puede
poner en duda que el lobo o sea Palafox se había disfrazado de oveja.
Por último, Abad !llana, cita a Benedicto XIV, quien ordenó al Car-
LA DIOCESIS DE AREQUIPA HASTA FINES DEL SIGLO XVIII 307

denal de Lisboa visitase a los jesuitas de Portugal, pero omite decir


que lo hizo hallándose ya próximo a la muerte y, habiéndole dado a
Saldanha una instrucción secreta, que limitaba sus poderes y que
este no cumplió, para secundar mejor los planes de Pamba!. Pero oiga-
mos a su contendor, el cual advierte que esa decisión pontificia fue
subrepticia, "como se sabe fueron varias de los últimos años del ci-
tado Pontifice, por la malignidad de su secretario de Breves el Car-
denal Domingo Passionel. .."
No nos extenderemos más sobre el particular, pero es dificU creer
que de este escrito estuviera ausente la pasión, pues los argumen-
tos en que se funda Abad !llana para condenar a los Jesuitas y para
tener por muy justa su expulsión no resisten el más ligero examen.
Y el Prelado no se satisfizo con esto, sino que luego escribió otra car-
ta del mismo calibre, como dice su impugnador, a los colegiales de
Córdoba, sin que esto lograse que en esas regiones se borrase el re-
cuerdo de los afanes apostólicos de los Jesuitas y de sus esfuerzos
para eleyar el nivel de la cultura rioplatense. En Arequipa, desterra-
dos ya los Jesuitas, no se ofreció ocasión de censurarlos, pero allí es-
taba todavía viva su memoria y la de las obras sostenidas por ellos,
como la Casa de Ejercicios fundada por el P. José Barreda y sus pia-
dosas hermanas y la Escuela de Nifios, fuera de la de latinidad, en don-
de recibían formación los hijos de las mejores familias. El Obispo
nada hizo por el sostenimiento de estas obras. La Casa de Ejercicios
cerró sus puertas; la Escuela para Nifios pobres, la única existente
en la ciudad, se sostuvo gracias al Obispo Moscoso y se puso en ma-
nos del Licenciado Tomás de Tapia, Maestro de primeras letras. Más
adelante, la ciudad pretendió abrir clases de latin, pero no parece
que lograra su propósito.

3. Pío VI le dio por sucesor, a 10 de Diciembre de 1781, a D. Fray


Miguel González o de Pamplona, capuchino.. Este había nacido en la
capital del Reino de Navarra y era hijo del Marqués de González y de
Da. Catalina Basecourt de Grifii, Marquesa de Burgueto. En su moce-
dad abrazó la carrera militar y llegó a obtener el grado de Coronel,
pero, desengafiado de la vida, vistió el sayal de los Capuchinos en el
convento de Guastalla. Ordenado de sacerdote, volvió a Espafia y lue-
HISTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU. -TOMO IV

go de una excursión misionera a Marruecos vino a la Nueva Granada


con idéntico fin. En el viaje de vuelta fue apresado por los corsarioo
ingleses, los cuales lo condujeron a Londres y, habiendo obtenido la
libertad, pasó a Madrid. Disponiase a volver a América, cuando se le
presentó para la silla de Arequipa, puesto que hubo de aceptar con-
tra su voluntad. Embarcóse en Lisboa con rumbo a Rio Janelro, y en
esta ciudad le consagró el Illmo. Sr. D. José Mascarenhas Castelblan-
co, en la Iglesia de los Frailes Benitos, el 30 de Junio de 1782.
Llegado a Buenos Aires, emprendió el vlaj e a su diócesis por tie-
rra, atravesando el Norte argentino y todo el Alto Perú, razón por la
cual no pudo entrar en su sede hasta Febrero de 1783. Alojóse en la Re-
coleta franciscana, al otro lado del rio y el día 3 de Marzo tomó so-
lemne posesión, después de algunos días de retiro en aquel cenobio.
Fray Miguel contaba entonces 64 afios de edad y aunque de salud re-
lativamente robusta, su gobierno no se extendió más allá de tres
afios, pues instó en 1785 porque se le permitiese volver a Espafia, y se
le sefialase Obispo auxiliar. Se le aceptó la renuncia aquel mismo afio,
pues escribiendo desde La Paz el 21 de Marzo de 1786, dec!a que su
agente en Madrid, le comunicaba la aceptación. Se le sefialaron 3000
pesos sobre la mitra de Arequipa y se le concedió el auxiliar pedido,
pero no se especUicaba si continuarla como propietario de la sede,
aunque se le dio a entender que pod!a permanecer en Arequipa o pa-
sar a Madrid. El Obispo escogió, como veremos, esto último.
En la "Razón de lo que se va despachando por la Secretaria de Cá-
mara...", libro que se conserva en el Archivo Arzobispal de Arequipa
y se debe a D. Saturnino García de Arázuri, secretario de Su Illma.
hallamos condensada la labor de este Prelado. El 20 de Mayo de 1783
se envió una circular a los Vicarios, incluyendo el Bando sobre la pri-
sión del rebelde Tupac Amaru; el 12 de Noviembre de dicho afio se
publicó un edicto sobre reforma de los trajes y et 23 de Diciembre se
envió una Circular a los Curas sobre formación de padrones y envio
al Hospicio de Pobres de Arequipa de las viudas o solteras mendican-
tes. En Febrero de 1784 se concedió licencia a los PP: Capuchinos, Fr.
Mariano de Junqueras y Fr. Esteban de Ortega, que se establecieron
~n Arica; el 17 de Mayo se dio un auto, disponiendo tres días de ayuno,
con motivo del terremoto del día 13; el 10 de Marzo de 1785, suscribe
LA DIOCESIS DE AREQUIPA HASTA FINES DEL SIGLO XVIII 309

en Moquegua una carta a los curas de la ciudad de Arequipa y Prela-


das de los Monasterios para que en el Monumento no se coloquen más
de 40 luces, a fin de evitar la profusión; el 5 de Julio nombra Gober-
nador del Obispado al Chantre, D. Antonio Valcárcel; el 5 de Agosto,
suscribe la Carta Pastoral, anunciando la apertura de la visita de la
diócesis; el 2 de Setiembre nombra Secretario de Visita a D. Felipe
Asensio Delgado, cura inter de Santa Marta y, finalmente, el 5 de
Enero de 1786, dirige una circular a los Curas sobre la ayuda que
han de prestar en la formación del censo.
Tal fue la labor de Fray Miguel. Volveremos a hablar de él, al
tratar de la reforma de las costumbres y, especialmente, del traje
de las mujeres y solo añadiremos que, por iniciativa suya, se con-
virtió la parte posterior del Colegio de la Compañia, a la cual se
daba el nombre de Tambo de los Jesuitas en Hospicio de Pobres, para
lo cual aplicó a esta fundación algunos bienes que pertenecian a la
Casa de Ejercicios•. Al sobrevenir el terremoto del año 1784, Fray
Miguel dispuso se aplacara al cielo con procesiones de penitencia y
él mismo intervino en ellas, caminando descalzo y cargado de una
cruz entre la multitud. Se propuso ascender a la cima del volcán y
celebrar allí una Misa, pero no llegó a coronar su propósito, pero hizo
que se colocase en el borde del cráter una cruz de hierro, la misma que
habla caldo de la torre de Santa Teresa, por lo cual ostenta el escu-
do carmelitano '". Deseando entablar la observancia regular en el Mo-
nasterio de Santa Catalina y, sobre todo, la vida común y asistencia
al refectorio, práctica que se había abandonado, en parte por la es-
casez de las rentas, les donó 17.000 pesos, pero, según parece, no con-
siguió del todo su objeto.
En los primeros meses de 1786 abandonó la ciudad y se dirigió a
La Paz, de donde bajó a Arica, con ánimo de embarcarse para el

s La Junta de Temporalidades de Llma propuso que el edificio del COiegio


se aplicase a la Universidad que se pensaba fundar, encomendando su dirección
a los PP. del Oratorio de San Felipe Neri. V. A. H. N. Madrid. Temporalidades.
126 j.
1.0 Se colocó el 22 de Marzo de 1784 y en la ascensión que por orden del
Intendente Alvarez y Jiménez se realizó en 1787 los expedicionarios la encon-
traron en la cima.
310 HISTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU. TOMO IV

Callao y ofreciendo remitir desde Tacna el gobierno al Deán. En Se-


tiembre se encontraba ya en Lima y el Virrey D. Teodoro de Croix,
anduvo dudando si le permitiria o no salir para la Peninsula, porque
no había recibido orden sobre el particular. No obstante, al fin cedió,
pero es un hecho que el 17 de Enero de 1787, cuando ya el Obispo se
hallaba navegando, se extendió una R. C. en la cual se aprobaba que
el Virrey detuviese en Lima a Fray Miguel y le obligase a volver a
su sede hasta la llegada de su sucesor.
Dióse a la vela en el navio El Páiaro el 6 de Diciembre de 1786, in-
seguro aún de la resolución final que se daría a su asunto. D. Pedro
de Santa Maria, Deán del Cabildo, tomó el gobierno, pues el Obispo
se opuso a que se declarase la vacante del Obispado, pero el Cabildo
fue de contrario parecer y, el 6 de Enero de 1787, nombraron Provisor
y Vicario Capitular. El Virrey, con razón de sobra, desaprobó lo he-
cho, pero dispuso que el Gobernador _Intendente declarase la vacante
y el 12 de Marzo se eligió Provisor al Arcediano, D. Antonio Valcárcel.
Fray Miguel vivió todavía algunos afios, retirado en el Convento de
su Orden de Madrid, en donde falleció el 1 de Marzo de 1794, después
de hacer testamento, en el cual dejaba por albaceas a su hermano el
Conde del Asalto y a su sobrino el Marqués de Zevallos.

4. Una vez que en Madrid se persuadieron que el Obispo Pam-


plona no solicitaba licencia para alejarse de su diócesis, sino que for-
mulaba la renuncia de la mitra se le buscó sucesor y se pusieron los
ojos en un clérigo gaditano, hijo de D. Salvador Chávez de la Rosa y
de Dolía Rosa Galván. L!amábase Pedro José y en su misma ciudad
natal hizo sus primeros estudios, pasando luego a la vecina Univer-
sidad de Osuna, donde se graduó de Doctor en Teología y Bachiller
en Jurisprudencia. Encontrábase en Córdoba cuando le alcanzó 19; no-
ticia de su nombramiento y desde esta ciudad, escribia, el 7 de Febre-
ro de 1787, anunciando su preconización por Pío VI el 18 de Diciem-
bre de 1786. Salió de Cádiz el 7 de Setiembre de 1787 y a los cuatro
meses de navegación por la via del Cabo de Hornos, desembarcaba en
el Callao el 7 de Enero de 1788. Una vez prestado el juramento y la
profesión de fe, lo consagró en la Iglesia de San Pablo de los Jesuita!!
expatriados el Arzobispo D. Domingo González de la Reguera, el 23
LA DIOCESIS DE AREQUIPA HASTA FINES DEL SIGLO XVIII 311

de Enero de 1788. A 18 de Marzo dio su poder al Deán del Cabildo de


Arequipa para la toma de posesión y el 6 de Abril se realizó el acto
con la solemnidad de costumbre.
Chávez de la Rosa hizo el viaje por tierra y llegado a Acari, don-
de comenzaba su Obispado, abrió la visita pastoral el 29 de Abril de
1788 continuándola por el trayecto hasta el 6 de Setiembre en que in-
gresó en la ciudad con grande júbilo de sus habitantes. El gobierno de
este Prelado fue de larga duración, aun cuando pudo prolongarse más,
y uno de los más fecundos y provechosos. Por esta razón exige de nos-
otros un estudio más dilatado. Comenzaremos por sus visitas. Escri-
biendo al Virrey el 8 de Abril de 1790, le dice: "En 29 de Junio de
1788 di principio a la santa visita en Acari, primer curato y la con-
tinué en Chala, Caravelí, Ocoña y Camaná, hasta que en 5 de Se-
tiembre del mismo año llegué a esta capital. El 12 de Octubre abrí
la de mi Santa Iglesia, Cabildo, obras pías, etc., con ejercicios espiri-
tuales públicos a uno y otro clero y por Junio de 89 emprendí la se-
gunda vereda de las cinco en que ha sido conveniente partir la irre-
gular exte~ión del terreno de más de 300 leguas de Este a Oeste y
cien de Norte a Sur con la complicación de climas contrarios que pi-
den determinada estación del afio ... " Hasta 17 de Noviembre visitó los
curatos de Puquina, Omate, Ubinas, Carumas, Torata, Moquegua, Lo-
cumba, Sama, Tacna y Arica, la mayor parte de ellos no visitados por
el espacio de medio siglo y los rios y estación del estlo le impidieron
continuar hasta Pica, último del Obispado ..:" Al regreso a la capital
emprendí la visita del monasterio de religiosas de Santa Catalina Y
a continuación los de Santa Ter·esa y Santa Rosa, todos de vida co-
mún y ejemplares, apesar de la débil resistencia de un corto número
de religiosas ... No he concluido la del casco de la ciudad y curatos su-
burbios, por no haberse evacuado el negocio preliminar de cuentas de
fábrica de 17 aiíos e Inventarios ...
"Hechos los Oficios de Semana Santa y festividad de Pascua, no
obstante que la estación es rigorosa para la Provincia de Collaguas,
emprendo mi partida para Cailloma su capital y tercera vereda de
visita, en consideración a que hace más de setenta años que no ha
visto Prelado desde el Sr. Otárola..." Continúa diciendo que se suspen-
312 HISTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU. TOMO IV

dió el concurso de 24 curatos vacantes y otros, nombrando en interim


a sacerdotes de su confianza y prosigue así: ''El clero es numeroso. En
la capital pasan de 150 sacerdotes y en la diócesis, a excepción de Mo-
quegua, Tacna y Chuquibamba, apenas se encuentra otro eclesiástico
que el cura. En general hay mucha ignorancia y resulta de los exá-
menes sinodales estar suspensos por irregulares más de 25. Entre los
regulares es muy escaso el número de los que se han presentado a
examen y sin él, he concedido licencias a los Lectores actuales, Jubi-
lados, Presentados, Maestros y Prelados ..." Pasa luego a decir que la
ignorancia del clero proviene de la falta de Seminario y aplicación al
estudio. Por entonces los seminaristas eran sólo veinticuatro y muchos
de ellos hijos naturales y otros rudos. El edificio se hallaba arruinado
desde el terremoto de 1784 y ha empezado a admitir colegiales con las
condiciones que exige el Concilio y va formando Constituciones que
enviará para su aprobación.
"Para remediar la falta de suficiencia del clero se han entablado
conferencias semanales para los aprobados y diarias para los medio-
cres con catedrático competente que ha puesto a su costa. El seminario
se habría perfeccionado ya, si el Cabildo no se resistiese a pagar el
tres por ciento como está ordenado y se cumpliese con el cuadrante
decimal aprobado por S. M. el 2 de Noviembre de 1786 por R. C. He
sufrido desaires de los jueces y se me conminó y a mi Secretario Y
Teólogo de cámara con pasquines insolentes. Mi Cabildo ha estado dis-
tante de mis ideas, corren libelos infamatorios, mas hasta hoy no se
ha declarado hacer fuerza en alguno de los recursos hechos a la Real
Audiencia, ni revocado auto por el Metropolitano y ese Superior Go-
vierno decidió en mi favor el único recurso hecho por mi".
Chávez de la Rosa hubo de arrostrar estas y otras dificultades, na-
cidas de la mala costumbre y del descuido con que sus antecesores ha-
bían mirado la administración de la diócesis. No había registro de
Secretaria, ni Archivo de curia, inventario de Iglesia, cuentas de fá-
brica, cuadrante del punto de coro, etc., de modo que el exigir un poco
de orden y el que hubiese caja de capitales de obras pías y legados Y
se cumpliese con la erección, le hubo de hacer poco grato a muchos
y le suscitó enemigos. Refiriéndose a la situación moral de sus ovejas,
LA DIOCESIS DE AREQUIPA HASTA FINES DEL SIGLO XVIII 313

dice lo siguiente: "Las costumbres en lo general eran lastimosas sin ex-


ceptuar la porción escogida de la grey, el sacerdocio y aun los curas,
de los cuales dos han sido separados perpetuamente de sus curatos,
con intervención del Patrono Real, dejándoles cóngrua sustentación
y con otros se ha tomado el temperamento de permutas y coadjutorías,
a más de los interinos que ha sido indispensable mudar o quitar".
Entabló la ensefianza del Catecismo los Domingos y la Procesión
de los Nifios que a él asisten, con lo cual consiguió, dice, que ya es vul-
gar el Ripalda con notas. Con esto la Iglesia de la Compafila se ha
convertido en escuela de predicadores o catequistas, adoptando el mé-
todo sencillo de explicar los misterios, ejercicio que han abrazado los
nuevos presblteros y aun algunos antiguos, con lo cual el pueblo acu-
de con gusto, de modo que el día 19 de Marzo de 1790 acudieron a la
procesión de la Doctrina por calles y plazas millares de almas. Todo
ésto nos revela que si en este campo habla crecido la cizafia, ello se
debla a falta de cultivo y no a mala disposición de la gente. Ya era
mucho lo hecho, pero Chávez de la Rosa pasa a exponer otra de sus
obras. "Las continuas desgracias de infantes expósitos me hizo entrar
en la idea·de establecer casa a costa de la Dignidad, no obstante, las
pensiones de 7.000 pesos y empefios de mi habitación y viajes. Solicité
la aprobación de ese Superior Govierno y de S. M. y en el interin ten-
go e] consuelo de que se mantienen en el dia 56 expósitos con sus no-
drizas y también de la casa, sin gravamen del público y aun sin pedir
limosnas".
Desde la salida del Obispo Pamplona el Cabildo se habla dividido
en dos bandos con motivo de la elección de Provisor y la llegada de
Chávez de la Rosa no llegó a aquietarlos y a restablecer la paz. El
Obispo trató de componer a las partes, pero no lo consiguió y en vista
de ello decidió nombrar Provisor de fuera del Cabildo. La medida en
si era plausible, pero sólo. sirvió para que los capitulares contradijesen
·a1 Obispo y al Provisor nombrado, cada y cuando se ofrecia la oca-
sión. A ello se afiadió la malevolencia del Teniente Asesor, D. José de
la Iglesia, hombre algo arrebatado, que se permitia censurar y aun
difamar las medidas del Prelado; aun las de gobierno secreto y correc-
ción de sus eclesiásticos que siempre son reservadas, como se vio en el
caso del Maestrescuela, D. Simón Jiménez Villalba, a quien ordenó
314 HISTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU. TOMO IV

retirarse a la Recoleta a hacer Ejercicios. Todo esto no hacia sino em-


barazar la obra de bien emprendida por Chávez de la Rosa, pero no
flaqueó su ánimo y decía al Virrey: "Yo en medio de tantas contradic-
ciones no desisto ele las ideas de reforma. He procurado seguir los trá-
mites de derecho y prudencia y no desconfío de conseguir algún fruto
para lo que cuento con la ilustrada justificación de V. E ... ". Gil y Le-
mas no defraudó la confianza del Obispo y le sostuvo en cuanto le fue
posible. Escribiéndole el 20 de Octubre de 1790 le dice que no está en
su mano remediar las contradicciones de que es objeto y que conside-
ra necesario quitarle al Maestrescuela la silla y remitirlo a Espafia,
para lo cual convendrá que escriba a S. M. que él le prestará apoyo u.
Por fortuna, a fin de afio D. José de la Iglesia era trasladado a Charcas
y con él desaparecía uno de los contradictores de Chávez de la Rosa"·

Pero la oposición por parte del Cabildo no cesó y tuvo diversas ma-
nifestaciones que no honran mucho a sus miembros, pues descendie-
ron hasta tomar parte en recursos calumniosos y faltos de verdad,
como luego quedó comprobado, siendo uno de los que se sefialaron en
esta parte D. Francisco Javier Echeverr!a, Arcediano más tarde de
este coro y a quien no se han regateado los elogios por su obra his-
tórica, pero cuya conducta en el gobierno de Cháv.ez de la Rosa
dejó bastante que desear". En el afio 1794 volvió a hacer la visita
de la parte meridional de su diócesis y recorrió Carumas, Torata, Mo-
quegua, Tacna y llegó hasta San Lorenzo de Tarapacá "· Desde el

11 Arch. Arzob. Arequipa. Correspondencia de Chávez de la ·Rosa. V. Mss.


C. V. vol. 24.
12 V Carta de D. José de la Iglesia al Virrey Gil y Lemos. Mss. C. V. vol. 18.
:1s Otros pormenores podrán verse en Cateriano. M-emorias de los Obispos
de Arequipa. Arequipa, 1908.
14 El Inventario que se hizo de las alhajas que poseía entonces la Virgen
de Torata {26 Set. 1794), nos descubre su riqueza. La candela que ostentaba
en sus manos era de oro y pedrería y pesaba una libra, 16 onzas y tres cuar-
tas. El camarín estaba todo forrado de plata. Un año antes de esta visita,
el Obispo, visto el informe que le remitió el 28 de Dic. de 1793 el cura de Ta-
rapacá, resolvió dividir este curato, creando el de San Marcos de .Mamiña,
con los anexos .de Quipisca, Iquinca, Parca y Macaya; San Antonio de Mocha,
anexo de Sibaya, entre San Pedro de Guaviña ·y San José de la Anisana y la
de San Agustín de Huantajaya, a dos leguas del puerto de Iqueique, donde ha-
bía un Teniente de CUra.
LA DIOCESIS DE AREQUIP A HASTA FINES DEL SIGLO XVIII 315

afio 1791 se venia tratando de la división de los curatos próximos a la


capital y por R. C. de Madrid, de 9 de Marzo del citado año se habla
encargado al Obispo la llevase a cabo de acuerdo con el Gobernador
Intendente. Di'l'ersas causas lo fueron dilatando y sólo el 29 de Marzo
de 1798 dio Chávez de la Rosa el auto de la división, asignando a cada
uno de los curatos el competente territorio as! para comodidad de los
fieles como para la cóngrua sustentación de los párrocos. El Intendente
Salamanca a quien dio parte de lo actuado no opuso dificultad alguna
y el auto se publicó en la Catedral y en las parroquias el 16 de Abril,
debiendo ponerse en ejecución a partir del primero de Junio de dicho
afio. En Mayo de 1799 escribia al Rey dándole cuenta de la división,
pero el Consejo pidió se enviase testimonio auténtico y completo de
la misma y el plan topográfico de las doctrinas inmediatas a la ciu-
dad con los limites que se les hablan señalado, como se hizo el 1 de
Octubre de 1802 15 •
Ratos amargos hubo de pasar este Prelado con motivo de la Refor-
ma del Monasterio de Santa Catalina. Ya su antecesor, el Obispo Pam-
plona habla puesto la mano en ella, pero el resultado fue casi nulo.
En un Memorial que dieciocho religiosas de velo negro, partidarias de
la reforma, dirigieron al Rey el 9 de Marzo de 1796, se nos da un bos-
quejo de todo este asunto espinoso que vamos a resumir aqui. En el
año 1703 D. Antonio de León logró reducir a las monjas a la vida co-
mún que no se practicaba y a que se observase la Regla de Santo Do-
mingo, aunque mitigada, como se hacia en otros conventos. Duró este
estado de cosas hasta el año 1735, pero luego comenzó a decaer el
fervor de las religiosas y hubo de intervenir, como hemos dicho,
el Obispo Pamplona. Este puso refectorio común, echó fuera a buen
número de seglares, puso administrador competente de los bienes del
convento y urgió la guarda de la clausura. Al sucederle Chávez de la
Rosa, éste comprendió que se hacia necesario empezar la reforma por
la cabeza y como entendiese que muchas eran contrarias a la reforma
y no hablan de elegir sino persona de su gusto, decidió nombrar Pre-

1.'i Las rentas del Obispado, por razón de obvenciones de los curas y cuar-
tas ascendían por entonces a 9.596 pesos, 2 reales. En el año 1826. ascendieron
a 10.776 pesos, la cifra más alta obtenida en este siglo.
316 HISTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU. TOMO IV

sidenta in capite y el 9 de Enero de 1790 nombró para este efecto a


sor Maria Josefa de Jesús Ubalde, elección que parece satisfizo a todas.
Hallándose el Obispo ausente en la visita, surgió la oposición, enca-
bezándola Sor Franc!Sca del Tránsito y Barreda y, habiendo consul-
tado la Prelada el caso con Chávez de la Rosa, procedió a aplicarle la
debida corrección. Esto desató el descontento del partido contrario a
la reforma y acudieron a la misma Audiencia de Lima a fin de que
se procediese a Ja elección de Priora. Aquel Tribunal, sin meditar el
asunto ni oir al Prelado, dispuso que se alzaran las penitencias im-
puestas y se llevase a cabo la elección. Como es natural las partida-
rias de que las cosas continuasen como hasta alli obtuvieron el triunfo
y la citada Madre Barreda salió electa Priora. Chávez de la Rosa, a pe-
sar del recurso a las autoridades civiles, prohibido por la ley eclesiás-
tica y de la actitud de la Madre Barreda, dejó que ésta continuase al
frente del convento. Al final de su trienio dejó en libertad a las reli-
giosas para que eligiesen Priora y salió electa la Madre Josefa Bena-
vides.
El Obispo habla expedido su primer auto de reforma, el 3 de Junio
de 1789 y dejó abierta la visita, por haber de emprender la diocesana
y el 9 de Agosto de 1796 respondia a s. M. dándole el informe que se
solicitaba. Pedia que se aprobasen los capitulas de reforma y que en
la visita no interviniera otra autoridad sino el Virrey, como se prac-
ticaba en Lima en virtud de la R. C. de 8 de Agosto de 1790 y, refirién-
dose al estado del convento, decia que las religiosas de velo negro eran
53 y 27 las de velo blanco y 70 las criadas de las religiosas, fuera de
otras 17 donadas y 71 mujeres que prestaban sus servicios en las ofi-
cinas. Las rentas anuales llegaban a la suma de 21,782 pesos, fuera de
lo que rentaba una pequefía chacra donde se criaba el ganado para
el consumo de las monjas. D. Antonio de León habla fijado el número
en 44 de velo negro y 3 de velo blanco, pero en su opinión las primeras
podian ser 50 y las segundas doce, pero se había de sefíalar sólo una
criada para cada religiosa y las demás debian reducirse a 54. Por des-
dicha, los santos fines del Prelado no tuvieron éxito. Aun cuando a
fines de 1792 tres Padres franciscanos del Colegio de Moqueg'Ua !es.
LA DIOCESIS DE AREQUIPA HASTA FINES DE-L SIGLO XVIII 317

dieron ejercicios espirituales y las instaron para que aceptasen la re-


rorma, no consintieron en aceptarla, antes bien, se mantuvieron fir-
mes en el recurso que hablan interpuesto. El resultado ya lo podrá ima-
ginar el lector, pero como tenía que suceder este desorden trajo tam-
bién consigo la disminución de las rentas y la escasez y Ja miseria
b.icieron que decreciese también el número de las religiosas"·
Más fortuna tuvo el Obispo en lo que toca a su Seminario. Ya he-
mos dicho el estado en que lo halló y las dificultades con que tropeza-
ba, especialmente por la resistencia de su Cabildo a abonar el tres por
ciento, para ponerlo en el estado que convenía. Muy a los comienzos
de su gobierno había citado a su clero para los Ejercicios que durante
diez dias hicieron los curas, en la primera quincena de Octubre de
1789, bajo la dirección de su teólogo de Cámara, D. Antonio Paez. En
los exámenes a que los sometió para revalidar las licencias, pudo com-
probar la ignorancia de muchos y esto le indujo a abrir dos cursos,
uno de latinidad y otro vespertino de ciencias eclesiásticas. Esta me-
dida era circunstancial porque el remedio se hallaba en el Seminario.
Empezó por seleccionar a los alumnos y fomentar las vocaciones de
los que poseían las cualidades necesarias. Se interesó también por me-
jorar el edificio material y en su proximidad labró su propio Palacio
que cedió luego para morada de sus sucesores"·
Lo sustancial de la reforma fue el Plan de estudios que cuidadosa-
mente elaboró e introdujo en su Seminario, adaptándolo a las co-
rrientes del pensamiento contemporáneo y a las necesidades de la vi-
da pastoral. Los seminaristas no sólo habían de estudiar las lenguas
clásicas, sino que también habían de recibir aquellos conocimientos
de ciencias, así. matemáticas como naturales, que ·exigla la cultura de

1a Por la Regla no podían admitirse educá.ndas en el Monasterio, pero des-


de 1575, se admitieron aunque pocas, pues no pasaban de 6 y estas huérfanas.
Poco a poco fue elevándose este número hasta llegar a 80, no obstante que el
Sr. Obispo, D. Antonio de León, en la visita del año 1682, ordenó se reduje-
se. En 1796 Chávez de la Rosa determinó que fuesen sólo 12 y que abonaran
50 pesos por la habitación y otros 50 por alimentos, pero habían de vivir con
separación de las religiosas y al cuidado de una o dos; nq habían de ser me-
nores de 7 años ni mayores de 25.
17 El Palacio de la Inmaculada Concepción estaba situado frente a la.
portería de San Agustín.
:318 HISTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU. TOMO IV

la época y les habían de servir de introducción al estudio de la filo-


sofia moderna. En Teología se le dio la debida importancia a la Sa-
grada Escritura, a la Patrología y a la Historia Eclesiástica, dándole
un sesgo más positivo que escolástico. Tampoco desatendió el estudio
del Derecho asi Canónico como Civil y aun incluyó entre las materias
que debían explicarse a los alumnos el Derecho Natural y de Gentes,
aun cuando más adelante, al ser aprobado su plan en Madrid, se man-
dó suprimir esta asignatura. Nombró como primer Rector del Semi-
nario así reformado al Chantre del coro de Arequipa, D. Cipriano San-
tiago Villota, que habla sido catedrático de Humanidades en la Uni-
versidad de San Carlos de Buenos Aires.
Aun cuando Chávez de la Rosa no fue partidario de que en Are-
quipa se crease una Universidad, fue él quien echó los fundamentos
del movimiento intelectual que desde fines del siglo XIX se advierte en
la ciudad, pues muchos de los alumnos del Seminario de San Jerónimo,
luego de recibir su formación en este plantel, pasaron a graduarse en
las Universidades del Cuzco, de la Plata o de Lima y, vueltos a su pa-
tria, promovieron la afición a las Letras y Ciencias y dieron origen
a la famosa Academia Lauretana.
La otra obra que enaltece a este Prelado es la Casa de Huérfanos o
Expósitos que hasta ahora. existe y se debió a su solicitud por la In-
fancia desvalida. El mismo Obispo, que habla de ser Director de esta
Casa, redactó las Constituciones por las que se habla de regir en 1792
y, dos años después, merecieron ser aprobadas por Su Magestad. El
Obispo habla solicitado que se cediese a esta casa el edificio del anti-
guo Colegio de la Compañia que su predecesor, el Obispo Pamplona,
había pedido para Hospicio de Pobres, cosa que no tuvo efecto, pues
ya en tiempo de Chávez de la Rosa, se hallaba convertido en cuartel
de la tropa. La Real Cédula aprobatoria tuvo a bien hacer la aplica-
ción dicha, pero en realidad la Casa de Expósitos quedó instalada en
otro local. En el año 1805 las rentas ascendían a 3.949 pesos, seis rea-
les y los gastos pasaban de 6.500. Este déficit Jo hubo de cubrir el Pre-
lado de su peculio, pero como ya él mismo advertía se esperaba que
en adelante los capitales aplicados a esta obra produjesen algo más
de lo necesario para cubrir su presupuesto. En cuanto a los asilados
el número de ellos, desde el primero de Diciembre de 1788 hasta el
LA DIOCESIS DE AREQUIPA HASTA i.~INES DEL SIGLO XVIII 319

l de Julio de 1804, ascendió a 1.431, incluyendo a los expósitos y a los


huérfanos de ambos sexos"'·
Chávez de la Rosa puso mucha atención en desterrar del campo
que le habla tocado labrar toda la zizafia que crecía juntamente con
el trigo y el 28 de Setiembre de 1788 dirigió a todos sus curas y a los
fieles en general una Pastoral, en la cual sefialaba los abusos que se
hablan introducido y era preciso desarraigar. Instaba porque se cum-
pliese con la ensefianza de la doctrina, cristiana a los nifios y rudos
y se adoptase como texto el Ripalda, del cual había mandado hacer
una edición en Córdoba y traído ejemplares bastantes para todos. A
los eclesiásticos recomendaba el que evitaran tomar parte en granje-
rías y negociaciones, debiendo llevar hábito decente y asistir los de la
capital a las conferencias morales que se tendrían cada semana y en
las provincias en el dia y Jugar que sefialasen los Vicarios. Los exhor-
taba a que evitaran los concubinatos en que incurrían muchas veces
los que celebraban esponsales y a que velaran porque los feligreses se
abstuvieran de trabajar los días de fiestá. Prohibió el uso de los dis-
ciplinantes, empalados y otros penitentes en las procesiones y toda
clase de bailes en las Iglesias o cementerios, so pretexto de honrar a
algún Santo.
En 1801 escribió otra Pastoral sobre el excesivo lujo en los trajes
de las mujeres, desorden que ya sus antecesores habían tratado de
combatir. Antes de esta fecha y con motivo de un sermón de misión
que predicó en la plaza mayor el franciscano Fray José Neves, tuvo
lugar un hecho que sembró la alarma en el sexo femenino. Había im-
pugnado el Padre el uso de los aros, tontillos o mirifiaques que se po-
nían las mujeres para ahuecar la falda. Tropas de muchachos comen-
zaron a arrancárselos a las que los llevaban sin recato alguno y el
mismo Intendente Alvarez y Jlménez, a ruegos del Sindico de la ciu-
dad, hubo de pasar una nota al Obispo el 11 de Diciembre de 1792, re-
firiéndose al incidente, para que se pusiese remedio y ordenó que a
todo muchacho que arrebatase a las mujeres esas prendas se le echase
en prisiones. El Obispó pasó a loo misioneros la comunicación recibida

1s V. Real Cédula de 13 de Mario de 1794 en que se insertan ... las Consti-


tuciones de la Real Casa de Expósitos ... y Hospicio General de la Ciudad de
Arequipa. Lima, 1805.
320 HISTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU, TOMO IV

y les rogó que de su parte hiciesen lo posible por evitar el desmán. Al-
guna imprudencia pudo haber de su parte, pero parece que algunas
de las mujeres que habían escuchado la invectiva, se despojaron de
los dichos aros y los arrojaron en la plaza donde les pusieron fuego.
En su exhortación, Chávez de la Rosa, después de haber tenido una
junta sinodal, condenaba asi en los hombres como en las mujeres, cier-
tos modos de vestir que por una parte no decían bien con la decencia
y, por otra, resultaban excesivamente costosos y, por tanto, perjudi-
ciales. Prohibió el ingreso al templo a cuantos se presentaran vestidos
de este modo y exhortó a los confesores· y rectores de Iglesias para que
con amonestaciones oportunas contribuyesen a desterrar la profani-
dad de los trajes 19 • Más explicito se muestra por lo que hace a los ma-
les que afligian a sus diocesanos en dos informes que remitió al Virrey
D. Ambrosio O'Higgins. En el primero de 20 de Enero de 1801 le dice
que ve con dolor la difusión del concubinato, aun sacrilego y el del
juego de dados y otros ilicitos. Los jueces poco pueden contra los con-
traventores de la ley del matrimonio por el carácter que invisten mu-
chos de ellos, pero en lo segundo podían hacer mucho más y, por esta
razón, le pide que intervenga. Le propone la formación de una comisión
que tome a su cargo el remedio de estos dos abusos y presten a los ecle-
siásticos el auxilio necesario y oportuno. Cree que podían formarla el
Coronel D. Mateo Cossio, el de igual clase D. Francisco Martínez, el
Teniente Coronel D. _Raymundo Gutiérrez y el Comandante de Escua-
drón D. Manuel de la Fuente. En el segundo informe insiste en las
uniones ilegítimas y dice que por los libros de Bautismo de la parroquia
del Sagrario las partidas de hijos ilegítimos se suceden, semana tras
semana, por afias enteros y en Ja Casa de. Expósitos han entrado des-
de 1789 unos 1.300, sin que las autoridades procedan contra Jos que
viven mal por la extensión del abuso.
Ciertamente esta exagerada cifra de hijos naturales acusaba una
desorganización de los hogares y no puede explicarse en un pueblo de
hondas convicciones rel!giosas. Por lo que hace a su clero, su reforma
19 Mss. C. V. Tomo 11. Por lo que hace a los conventos de- monjas, en
Febrero de 1789 expidió un auto, ordenando se moderasen o suprimiesén las'
fiestas que se hacían en los días de Carnaval, tomando parte las criadas o edu-
candas desde las terrazas o torres y aconsejando se tuviese en aquellos días:
un triduo de desagravios, expuesto el Santisimo.
LA DIOCESIS DE AREQUIPA HASTA FINES DEL SIGLO XVIII 321

habia ]JToducido el efecto apetecido y entre los curas seculares eran


contados los escandalosos. Entre los regulares, algunas Ordenes pro-
cedían Sin nota, pero en San Francisco y Santo Domingo no habían
faltado algunos malos ejemplos 20 •
EJ. 10 de Enero de 1795 Chá vez de la Rosa remitió al Rey un¡¡, repre-
sentación en la cual satisfacía a los cargos que asi el Gobernador In-
tendente como el Cabildo Secular le hacían y habían dado a conocer
al Monarca y, lamentando que estas autoridades estuviesen en des-
acuerdo con él, pedía se le admitiese la renuncia de la mitra, en vista
de la inutilidad de su labor en medio de estas diferencias. El Rey le
respondía el 26 de Noviembre de 1796 y, luego de manifestarle que
tanto a una y otra autoridad se les prevenía que se abstuviesen de re-
cursos frívolos o pendientes ante la Audiencia o el Virrey de Lima y
que sólo en el caso de no hacerles justicia la autoridad virreinal po-
dlan ocurrir a Su Magestad, se le pedía que continuara al frente de la
diócesis "con el religioso porte y espíritu de rectitud que hasta ahora,
asegurado de mi Real protección" u.
Esto, no obstante, insistió en abandonar la sede y el 31 de Agosto
de 1804 se alejó de Arequipa, arribal)do al Callao el 18 de Setiembre.
En Lima permaneció por más de dos afíos, hasta que el 9 de Agosto
de 1805 Pio VII lo absolvió del vinculo que lo unía a la Iglesia are-
quipefía y el Rey por R. C. de 16 de Diciembre del mismo afio aceptaba
su renuncia, sefíaláhdole una renta de 4.000 pesos sobre la mitra. En-
caminóse a Espafía en 1806, acompafíado de su fiel secretario, D. Fran-
cisco Javier Luna Pizarro y fijó su residencia en Cádiz. Por decreto de
Fernando VII de 11 de Diciembre de 1813 fue nombrado Patriarca de
las Indias y Vicario General de los Ejércitos y antes de esta fecha pa-
rece que formó parte del Consejo de Regencia. En Mayo_ de 1815 re-
nunció a la dignidad de Patriarca y vivió en adelante, parte en Chi-
clana y parte en su ciudad natal, donde vino a extinguirse el 26 de
Octubre de 1821. Pidió antes de morir que no hubiese sermón de honras
en sus exequias y que se hiciesen sufragios por su alma. Sus bienes en
Arequipa los habla dejado a la Casa de Huérfanos, su Biblioteca al Se-
minario y su palacio a sus sucesores.

20 Arch .. Arzob. Arequipa.


21 Copia de esta Real Cédula en Mss C. V. Tomo 20.
322 HISTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU. Túl\'10 IV

En la vacante, el Cabildo tomó el gobierno, pero el 23 de Marzo de


1808 el Arzobispo Las Heras envió un oficio en el cual decía, que a
consecuencia de lo resuelto por el Superior Gobierno el 14 de dicho
mes, habla venido en nombrar Vicario Gen.eral del Obispado. al Canó-
nigo Tesorero, D. Juan José Manrique y el Cabildo acató la orden"·

22 En tiemPo de Chávez de la Rosa no hubo ninguna conmoción popular


en Arequipa, pero como un signo de los tiempos que se avecinaban, copiare-
mos el oficio que le dirigió el Intendente Sala~anca y hemos hallado entre los
papeles del Prelado en el Arch. Arzob. de aquella ciudad. Con fecha 21 de
Enero de 1797 le remitió reservadamente un papel, para que con igual reser-
va lo comunicase a los párrocos, el cual, según Salamanca, no se sabía si atri-
buirlo .a la cavilosidad o a ·la lealtad. Decía así: "SEl._bed, Arequipa leal, para
precaucionaros, .como fiel, del ·contagio del general alzamiento de toda la Sie-
rra que· con tanto fundamento se está tratando dos años ha con la maYor cau-
tela y que hay convocatoria con extraña potencia. En esta están comprehen-
didos no sólo la masa indiana, que es cabeza, sino todo el criollismo, sin ex-
cepción de los que se hicieron leales en ·el juguete pasado. Pende mi vida y no
lo puedo delatar con alto dolor mio. Será el signo humaredas en los cerros y será
el tremendo día lamentable a todo estado : en él se agradecerá este apunte y
llorará la imprecaución". Luego en forma de rúbrica esta frase: "Cierra parti-,
do tendrá y europeo comandará. Tres rúbricas". El Obispo cóntestó el mismo
día, ciñéndose a decir que cumpliría la orden. ¿Se trataba de la conjuración
de Aguilar y Ubalde de 1805? ¿Era aquella potencia extranjera Inglaterra?
No podemos asegurarlo, pero el hecho es un síntoma de lo que sobrevino.
CAPITULO XIV

La Iglesia y la cultura en este siglo

1. Escritores Eclesiásticos. - 2. Universidades y Escuelas. Reformas in-


troducidas en las primeras y en los Seminarios. - 3. Los Institutos Religio-
sos y su labor cultural: refprma de la predicación. _,. 4. Las nuevas ideas.

Blbllograf"m: R. VARGAS UGARTE, D. Baltas.ar Jaime Martínez de CompañOO.


Lima, 1948. - JOSÉ MANUEL PÉREZ AYALA, Baltasar Jaime Martíooz Com-
pañón. Bogotá, 1955. - JORGE G. LEGUÍA, E! preüUrsor. Lima, 1922. - LUIS
A. EGUIGUREN, Diccionario Histórico Cronológico de la Universidad de. San
Marcos. 3 v. Lima, 1940-45.

l; Aunque la decadencia del Virreinato se extendió al campo de


la cultura y en este siglo no brillan nombres que puedan cotejarse
con los de las centurias precedentes, con todo, no faltaron así en el
clero secular como en el regular varones de mérito. Entre los Obispos
podemos citar a D. Baltasar Jaime Martínez de Compafión, Obispo de
Trujillo, a D. José Pérez Calama, Obispo de Quito, a D. Agustin de
Gorrichátegui, del Cuzco y a D. Pedro José Chávez de la Rosa, de Are-
quipa. Su obra impresa es reducida pero todos contribuyeron eficaz-
mente a despertar, el primero, el estudio del país y de sus produc-
ciones y a elevar el nivel de los estudios ,eclesiásticos y promover las
luces y el saber. La obra de Martinez de Compaiíón sólo se ha publi-
cado en parte, pero ella constituye una de las más completas y precisas
descripciones del Obispado de Trujillo, el cual comprendia entonces
casi todo el Norte del Perú. Mapas, monumentos antiguos, edificios no-
tables, la fiora y la fauna, los usos y costumbres, vestidos, bailes, can-
324 HISTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU. TOMO IV

ciones, todo esto se halla descrito y dibujado en los nueve tomos que
dejó listos para la impresión y que hablan de ilustrar la .M'emoria sobre
la Vi.sita del Obispado 1 •
Esto ya bastaría para su gloria, pero en el terreno de la enseñanza,
Martínez de Compañón hízo también mucho y se le debe el titulo de
innovador porque idea suya fue la creación de los internados de lndi-
genas de ambos sexos. En el cuadro estad!stico que figura en la obra
antes mencionada y donde se enumeran las escuelas fundadas con la
ocasión de la visita, nos hallamos con que en Trujillo se crearon dos,
una en Santiago de Cao y otra en Simba!; en Piura otras dos, en Huan-
cabamba y en Chalaco; en Saña, tres; dos en Chachapoyas; dos en
Lamas; otras en Moyobamba; seis en la villa de Cajamarca y otras
cinco en su distrito; ocho en la proVincia de los Guambos; siete en
Huamachucho y cinco en Cajamarquilla, es decir, un total de cin-
cuenta y cuatro. Apenas parece posible que el Obispo hubiera podido
llevar a cabo esta empresa, pero su grande ánimo tenia alientos para
todo y sabia infundirlos en los que trataba. Interesó a los pobladores,
a las autoridades y consiguió que se sefialase a cada escuela la corres-
pondiente dotación y él mismo se cuidó de buscar los maestros. Fuera
de este número, habría que citar los seminarios para operarios dioce-
sanos, creados por él.en Trujillo, Salia, Piura y Cajamarca y Jos dos
internados para indígenas.
Este esfuerzo por el fomento de la educación no fue superado en-
tonces y sólo en la república, por obra del gobierno, se ha hecho algo
semejante. Por esta razón no hay duda que al Obispo Mart!nez de
Compañón se le debe contar entre Jos hombres que más han contri-
buido al fomento de la cultura.
El Obispo Pérez Calama no permaneció en Quito mucho tiempo,
apenas año y medio, pues entró en Quito a fines de Febrero de 1791 y
el primero de Noviembre de 1792 recibía la cédula en que se aceptaba
la renuncia que habla hecho de la mitra. Desde. un principio su salud
se resintió bastante en aquel clima y decidió retirarse. Amante del
estudio, apasionado por los libros y deseoso de que su clero se Instru-
yese sólidamente, encareció a sus curas la necesidad de poseer una

1 La obra de Martínez de Compañón ha sido publicada .parcialmente por


Domínguez Bordona, en Madrid (1936) y por Pérez Ayala y otros. en Bogotá.
LA IGLESIA Y LA CULTURA EN ESTE SIGLO 325

mediana biblioteca y en Quito dispuso se diesen conferencias para


adiestrarlos en el ejercicio de su ministerio. Desde su ingreso a la dió-
cesis y en el mismo edicto de la santa visita esbozaba ya un plan de
estudios a todos los eclesiásticos sujetos a su jurisdicción y más ade-
lante volvía a animarlos a tomar la pluma, promoviendo concursos so-
bre materias literarias y científicas y aun relacionadas con la higiene
pública, como puede verse en el edicto que redactó en Ambato y repro-
dujo el Mercurio Peruano de Lima, en su número 28 de Abril de 1791.
El dio a conocer en Quito autores como Filangieri y despertó el interés
por la Economía Polltica, redactando además un Plan de Estudios pa-
ra la Universidad que hacia gran ventaja al usado hasta entonces y en
el cual se daba la debida importancia a la ciencia del Derecho, en-
careciendo la necesidad de una buena formación humanística y pros-
cribiendo en el estudio de la filosof!a los cartapacios y manuscritos, a
fin de sustituirlos por autores impresos en castellano y de probada
doctrina.
Creyó también de su deber, como lo había hecho. en Trujillo el
Obispo Martínez de Compañón, promover las obras públlcas y aquellas
mejoras que el progreso iba introduciendo en la vida del hombre, así
como el mejor aprovechamiento de algunos frutos y el modo de ela-
borar, por ejemplo, un pan de buena calidad. Espiritu abierto y pro-
gresista habrla hecho mucho más en beneficio de su diócesis si su
estancia se hubiese prolongado algo más, pero su fiaca salud lo habla
vuelto hipocondriaco y la vida agitada del Prelado no decía bien con
su carácter y su dolencia. Empaña un tanto su buen. celo y su afán
por elevar el nivel cultural de su clero la prevención con que miró
siempre al probabilismo y a los autores que lo patrocinaban, pero en
esta parte era hijo éle su siglo y heredero .de la formación antijesuiti-
ca que habla recibido.
Gorrlchátegui, más equilibrado y mejor dotado intelectualmente,
habla nacido en Panamá, pero su formación la recibió en Lima, en el
Colegio de San Martín y en San Marcos. El Arzobispo, D. Diego del
Corro, que con tanto celo promovió el mejoramiento de su clero, lo es-
cogió para Rector. del Seminario de Santo. Toribio, puesto que Gotri-
chátegui ejerció durante diez años, logrando dar a este centro de es-
tudios un nivel muy alto. Asistió al Concilio Limense de 1772 y fue
uno de los Padres que más influyeron en las deliberaciones de esta
22
326 HISTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU. TOMO IV

asamblea, así por su conocimiento de la lengua quechua y haber sido


por varios años cura de indios, como por su eminencia en las ciencias
sagradas y su amplitud de miras. Gorrichátegui y el Obispo de San-
tiago, Alday puede decirse que fueron las figuras centrales de esta
reunión.
Como maestro formó a dos o tres generaciones de clérigos que Juego
en las postrimer!as de este siglo y en los comienzos del siguiente so-
bresalieron por su saber y virtudes. Dotado de más que mediana elo-
cuencia nos ha dejado como una muestra su Oración Fúnebre en las
Exequias de Dofia Ama!ia de Sajonia, en la cual se advierte ya el cam-
bio que se ha operado en la predicación, la cual abandona los campos
del conceptismo y barroquismo para volver por las sendas tradiciona-
les y del buen gusto.
Resta ahora decir algo de Chávez de la Rosa, aun cuando no nos
extenderemos en este Prelado por haber ya dicho bastante en el ca-
pitulo XIII. Una de sus glorias fue haber reformado su Seminario y
entablado en él un plan de estudios que pudo servir de modelo a otros
y que inclusive sirvió de norma a otros centros superiores de estudios.
Esto sólo ya lo recomienda bastante y le hace acreedor a que se le
considere como uno de los renovadores de la ensefianza en este siglo.
En su tiempo se agitó el asunto de Ja creación de una Universidad en
Arequipa, pero Chávez de la Rosa que conoc!a bien el medio y que te-
nla un claro concepto de Jo que es una Universidad, se opuso al pro-
yecto. En su sentir bastaba mejorar el Colegio Seminario, abriendo
puerta franca a los seglares, facilitando a los pobres la consecución
de los grados en número limitado y obligando a los cuerpos eclesiás-
ticos que tienen cátedras dotadas a que las lean públicamente y ate-
niéndose a un Plan de estudios que se sometería a .la aprobación del
Rey 2 •
Chá vez de la Rosa estaba en lo cierto. Preveia que una Un.iversidad
habría de languidecer pronto y caer en el estado de postración en que
se hallaba su similar de Huamanga, pese a los a!íos que hablan corri-
do desde su fundación.
Vamos ahora a presentar al lector tres figuras de eclesiásticos que

2 Mss. C. V. Tomo XI y IX. Borrador de la carta de Chávez de la Rosa


a S. M. Abril, 1795.
LA IGLESIA: Y LA CULTURA EN ESTE SIGLO 327

!ll.orecen en el Cuzco aunque no todos hayan tenido allí su cuna. Em-


pezaremos con D, Diego de Esquive! y Navia, Deán de la Catedral cuz-
queña; D. Diego de Villegas Quevedo y Saavedra y, por último, D. José
Ignacio de Castro. Todos tres honraron su profesión y se ganaron
merecida fama de letrados. su mérito es indudablemente vario y no
por citarlos a una pretendemos colocarlos· a un mismo nivel.
D. Diego de Esquive! y Navia nacido en el Cuzco, era hijo de D. Die-
go de Esquive! y Jarava, Marqués de Valleumbroso. Abrazó la carrera
<eclesiástica, logrando ascender hasta la primera silla del coro de la
Catedral. La obra que le ha dado a conocer es la titulada Anales de!
Cuzco, defectuosamente publicada por D. Ricardo Palma y fuente de
primera mano para cuanto se rel.aciona con la vida de la ciudad impe-
rial '. Esquive! demuestra ser buen letrado y conocedor no sólo de los
sucesos que tenían lugar en el Cuzco, sino en todo el Perú y aun den-
tro de la monarqu!a española. No faltan pasajes en su obra en que
hace la critica de un personaje o de un hecho, como cuando en el afio
1739 reprueba ciertas exageraciones de los misioneros franciscanos,
dando .asi prueba de su buen juicio y de su versación en materias
eclesiásticas y profanas.
A este se sigue otro canónigo del Cuzco, D. Diego de Villegas Que-
vedo y Saavedra, natural de Piura, aun cuando Mendiburu lo hace
limefio. Hizo sus estudios en el Colegio Real de San Felipe y se gra-
duó en ambos derechos en San Marcos, recibiéndose de Abogado de
la Audiencia de Lima. Empezó su carrera eclesiástica en el Obispado
de Guamanga donde fue cura y examinador Sinodal y más tarde pasó
al Cuzco, donde ya era racionero en el año 1740, ascendiendo a canóni-
go de merced en 1742. El Obispo de esta ciudad, D. Pedro Morcillo, in-
formando al confesor de S. M. el 16 de Febrero de 1746, le dice lo
siguiente sobre el canónigo Villegas: "es criollo de la ciudad de Piura
y de familia noble, sujeto docto en la Facultad de Cánones y Leyes.
Estuvo en esa Corte en donde se hizo estimar del antecesor de V. S. I.
Tiene claro ingenio y de v;rtud conocida. Asiste a su coro y mantiene
con la corta renta unas hermanas muy pobres y muy santas. Es digno
de la atención de V. S. I.. Tendrá cuarenta y ocho años de edad"'·

· 3 La aparición del ms. original sirvió para fijar el -nombre del autor y
para completar los Anales. V. Carlos A. Romero. R. H. Tomo V. -Lima.
' A. de I. Lima, 1565.
328 HIS'.l:'ORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU. TOl\'.IO IV

En su juventud viajó a Espafia y residió por algún tiempo en Ma-


drid. Debió ser hacia el año 1730. Sus conocimientos literarios y la
estimación que hacian de él algunos personajes de la Corte le hicie-
ron acreedor al nombramiento de Académico de número de la Espa-
fiola de la Lengua, ocupando la plaza que habla dejado vacante D. Gon-
zalo Machado, siendo el primer peruano que mereció esta alta dis-
tinción. Por desdicha, D. Diego, a partir del afio 1744 comenzó a dar
señales de enaj enaclón mental, pero debió ser un accidente pasajero,
pues en fecha bastante posterior obra y procede como un hombre en-
teramente normal. No nos ha dejado obra alguna, pero en diversas
publicaciones de la época se hallarán poesias suyas, en las cuales luce
su buen gusto y su dominio del castellano. Según Llano Zapata, co-
menzó a imprimir en Lima en el afio 1740 una trad.ucclón de las Eglo-
gas de Virgllio al mismo tiempo que el citado pollgrafo imprimia su
traducción del Hygiasticon del P. Leonardo Lesslo que salió a luz en
Lima en 1744. Parece, por lo que dice este autor, que el Dr. Vlllegas
no pudo dar término a la obra por haber tenido que trasladarse al
Cuzco. Es una ,lástima que aun el manuscrito se haya perdido y que
de la parte Impresa no haya quedado rastro, pues de seguro su tra-
ducción merecla pasar a la posteridad.
D. Diego, de quien decía Llano Zapata en su carta a su amigo el
canónigo de Quito, Chiroboga y Daza, que "era un sujeto consumado
en la Literatura, en la diScreción y donaire inimitable y en su facul-
tad maestro eminente", honró el estado eclesiástico y aunque su pro-
ducción fue escasa, en su tiempo fue tenido por hombre de excepcio-
nales cualidades y de gran cultura. Más renombre consiguió el D. D. Ig-
nacio de Castro. Nacido en Tacna e hijo de padres no conocidos, hizo
sus primeros estudios en el Colegio que la Compafüa de Jesús tenia en
Moquegua. De aquí pasó al Cuzco, donde Ingresó en el Colegio de San
Bernardo, señalándose desde entonces por su aplicación al estudio
y claro talento. Fue primero cura de Checa, Visitador del partido de
Tinta y cura de San Jerónimo, pero a raíz de la expulsión de los je-
suitas fue nombrado Rector del Colegio de S0n Bernardo. Era el puesto
que más cuadraba con sus aptitudes.
Aunque obtuvo dispensa de la sede apostólica para obtener bene-
ficios curados, canongias, etc. Castro, sin embargo, no llegó a ocupar
silla catedralicia y no pasó de simple clérigo. En el afio 1784, en un
LA IGLESIA Y LA CULTURA EN ESTE SIGLO 329

expediente de oposiciones a prebendas, se hacia una relación de sus


méritos y entre otras cosas se decla: "Ha cinco afios que ejerce el
Rectorado del Colegio die San Bernardo con notorio aprovechamiento
die sus alumnos. En atención a sus ventajosos méritos fue propuesto
por V. S. I. (el Obispo Moscoso) y por el Venerable Cabildo en primer
lugar en la canongla magistral de esta Santa Iglesia Catedral, ha-
biendo hecho otra anterior oposición a Ja Penitenciaría de ella".
Sefialóse como orador sagrado, contribuyendo a que la oratoria sa-
grada volviese a correr por los cauces tradicionales, siguiendo en esto
las ensefianzas de su maestro el P. Juan Bautista Sánchez, de la Com-
pafiia, que fue uno de los reformadores die! púlpito. Escribió no poco,
pero sólo nos quedan como productos de su ingenio su Primera y
Segunda Disertación sobre la Concepción de Nuestra Sefiora, su Rela-
ción de las Fiestas que tuvieron lugar con motivo de .Ja instalación de la
Audiencia del Cuzco y la Carta Apologética que en defensa del Obispo
Moscoso se publicó bajo el nombre del Dr. Miguel de Iturrizara. Esta
última se le atribuye comúnmente, pero no está del todo claro si se
debe o no a su pluma. Fuera de esto se conocen de él algunos paneg!-
rieos, como el que pronunció con motivo de la toma de posesión del
Sr. Gorrichátegu! y alguna otra obra que dejó manuscrita y fue lue-
go publicada. Esta es sólo una parte de su producción. Colaboró en el
antiguo Mercurio Peruano, haciendo uso del seudónimo Asignio Sartoc
y entre sus contemporáneos gozó fama de sabio y erudito.
Su estilo es llano y claro pero lo afean algunos galicismos. En todas
sus obras luce su vasta erudición. Conocía varias lenguas modernas
y tenia noticia de los autores asi espaiioles como extranjeros más en
boga entonces. Sobresalia, como era natural, en el conocimiento de las
ciencia eclesiásticas y no le faltaban dotes de polemista. Sus dos di-
sertaciones sobre la Concepción de Maria lo acreditan de buen teólo-
go y de buen conocedor de la tradición patristlca. Su contendor, el
dominico panamefio, Fray Prudencio Osario, no era un hombre vulgar
ni mucho menos, pero Castro le hacia bastante ventaja. En el fondo
ambos admitlan la pia sentencia, como entonces se decia, pero mien-
tras Castro sostenla que San Bernardo y Santo TomáS la hablan com-
batido y que en general la escuela de los Dominicos se habla pronun-
ciado contra ella, el P. Osorio trataba de sincerar a su Orden. De to-
dos modos la contienda se mantuvo en un plano de serenidad y de
330 HISTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU. TOMO IV

altura que honra a ambos contendientes, pero mientras Castro salía


por los fueros del dogma y no pretendía otra cosa sino fijar el estado
en que se hallaba entonces una controversia que casi puede decirse
estaba resuelta, el P. Osorio no pretendió sino vindicar a sus herma-
nos de hábito.
La Relación de la Fundación de la Audiencia del cuzco es la obra
en que Castro hace gala de su erudición y de los conocimientos que poc
sela en historia, política y derecho. El cura tacneño nos revela que en
el Cuzco del último tercio del siglo xvrrr ni se desconocían las ideas
que circulaban por entonces en la Europa ni en las Bibliotecas falta-
ban los autores de más nota. Pero Castro a más de escritor fue maes-
tro y bajo su dirección se formaron otros muchos ingenios. de la re-
gión del sur. Habría sido de desear que su existencia se prolongase,
pero en el año 1792 vino a fallecer, cuando aún se podía esperar mu-
cho de su talento y de su celo sacerdotal 5 •
De entre los Regulares sobresalieron en este siglo los PP. Fray Pru-
dencia Osorio y Fray Angel Vicente de Zea, dominicos; los PP. Felipe
Castán, Bernardo Rueda y Bernardo Sanz, agustinos; el mercedario
Fray Cipriano Ca!atayud y Borda; los agonizantes Isidoro de Cells Y
González Laguna; los jesuitas Juan Bautista Sánchez, Félix de Silva
y Baltasar de Moneada y los franciscanos Juan de Marimón y Manuel
Sobreviela. Todos ellos merecen que se recuerden sus nombres, aunque
su mérito ·sea muy desigual como lo fue también el campo en que se
ejercitaron. Los PP. Osario y Zea nos han dejado buenos trabajos de
polémica religiosa y descollaron por su saber en materias eclesiásti-
cas; los PP. Felipe Castán y Félix de Silva fueron ante todo maestros
en las ciencias sagradas, aun cuando el primero brilló también por
su elocuencia; otro tanto se ha de decir de los PP. Rueda, y Juan Bau-
tista Sánchez, atribuyéndose a este último la restauración de la ora-
toria sagrada; los PP. Moneada y Marlmón, fueron sobre todo directo-
res de almas, pero sus conocimientos en teología y en la mística les

5 Dice Mendiburu que dejó mss. 8 vols. en fol. en donde había ido reco-
giendo noticias varias, constituyendo el todo una como poliantea. En la Bib.
del Seminario del Cuzco existía un vol. ·con estas características que pudo
pertenecer a Castro. V. en el Museo Erudito, núm. 17. Cuzco, 20 Oct. 1839 un-a
Representación del rrtismo al Obispo sobre que sus natales no eran un óbice
para oponerse a canongías.
LA IGLESIA Y LA CULTURA EN ESTE SIGLO 331

conquistaron singular renombre; el P. Isidoro Celis sobresalió en la


filosofia y fue uno de los primeros en introducir entre nosotros el es-
tudio de Descartes y de la fisica moderna; el P. Calatayud, catedráti-
co en San Marcos y buen orador, fue uno de los miembros de la So-
ciedad Amantes del País que más impulsaron el saber y colaboró en el
Mercurio Peruano, haciendo uso del seudónimo de Meligario; final-
mente, los PP. González Laguna y SobreViela, descollaron, el primero,
como naturalista y el segundo, como explorador y geógrafo.
No es posible hacer mención de todas sus obras, pero el P. SobreVie-
la nos ha dejado, además de una valiosa colección de mapas de los
ríos del Oriente, la Relación de sus Viajes; el P. Calatayud, sus diser-
taciones en el Mercurio y sus Elogios de Baquijano y Carrillo y el fú-
nebre de la Madre Larrea y Arispe, trinitaria; el P. Celis su Curso Fi-
losófico que empezó a dictar aqui en Lima e imprimió luego en Madrid;
el P. González Laguna su Zefo sacerdotal por los no nacidos, impreso
en Lima en 1781 y articulas varios en el Mercurio; el P. Moneada su
Arte de la Santidad, su Tratado sobre la Verdadera Humildad y Ja
Descripción de la Casa de Ejercicios del Sagrado Corazón; finalmente,
el P. Marimón su Oración Fúnebre del H. verástegui y su Defensorio
del Probabilismo.

2. En lo que toca a la enseñanza, los Jesuitas y los Betlemitas, por


lo que hace a las escuelas de primeras letras, continuaron su labor do-
cente. Por desdicha, la expulsión de la Compañia irrogó un grave per-
juicio a la formación de la juventud y aunque se hicieron esfuerzos
por buscar maestros que los sustituyesen, el efecto sólo se logró en
parte. En Jea y en Huancavelica, Mercedarios y Agustinos ocuparon
la Casa e Iglesia de los expatriados y el Rey autorizó su traslado, bajo
la condición de que por su cuenta abririan las escuelas allí estableci-
das. Sólo parcialmente y por poco tiempo cumplieron con lo estipulado.
Otro tanto habría que decir de los franciscanos de Moquegua, a quie-
nes también se había cedido el colegio de la Comp.añia. En Arequipa
y gracias a la munificencia del Obispo Moscoso, la Escuela de prime-
ras letras gratuita que sostenían los Jesuitas abrió sus puertas y füe
nombrado maestro de ella el Licenciado Tomás de Tapia, al cual. su-
cedió José Antonio T!naj~ros. En Huamanga se hizo otro tanto y se
332 HISTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU. TOMO IV

confió la dirección de la escuela a Vicente Espino.sa. En Huancavelica


fue nombrado Manuel Silvestre y de la escuela de latinidad se hlzo
cargo, por algún tiempo, el Pbro. Juan de Dios Flores. En Huaraz, el
capellán del Hospital de Belén, Lucas Miranda y Cornejo, abrió escue-
la de latinidad en 1776.
De este modo se logró suplir la falta que haclan los Jesuitas. El
Estado hizo, sobre todo a fines del siglo, algún esfuerzo por multipli-
car las escuelas, pero la Iglesia y la iniciativa particular hicieron mu-
cho más. En el Cuzco, en el afio 1791, eran seis las escuelas para nliíos
y nliías, contándose entre éstas la de San Borja, donde también se
educaban loo hijos de Caciques, cuyo número en este afio era sólo de
siete, en tanto que los asistentes a la escuela eran ciento cuarenta y
cuatro. El Presidente Ruiz de Castilla, en Junio de 1798, cumpliendo
órdenes reales procedió a crear nuevas escuelas en los partidos de aque-
lla Audiencia y en un acuerdo de aquel afio se determinó que se abrie-
sen una en Calca, otra en San Salvador de Chuquibamba, en Urubam-
ba tres, en Chumbivllcas cuatro y una en las doctrinas de Livitaca,
Santo Tomás, Velille y Cotahuasi. No podemos afirmar si se llegaron a
fundar de hecho.
En Arequipa, el cura de Caraveli, D. Domingo Diaz de Barreda, fun-
dó con un principal de 15.000 pesos cinco escuelas en la reglón para
niiíos de ambos sexos en el afio 1783 y redactó los estatutos por Jos
que hablan de regirse, los cuales aprobó el Virrey por decreto de 25
de Noviembre de aquel alío. En Ja ciudad cabeza de la Intendencia, el
Presbltero, Jorge Antonio del Fierro, fundó el Colegio llamado del Dul-
ce Nombre de Maria que gobernaba una Rectora, una Vice Rectora y
tres maestras. En el afio 1813 las alumnas internas eran 19 y las ex-
ternas 30. Era el primer colegio para nifias que se vela en Arequlpa.
Por los datos expuestos deducimos que la Iglesia no descuidó el pro-
blema de la ensefianza, antes bien, si algo se hizo en su favor en este
siglo, en buena cuenta a ella se debe. En la ensefianza superior hizo
algo parecido aun cuando la decadencia de estos centros era visible
en este tiempo. La supresión de la Compaií!a trajo como consecuencia
el derrumbe de la Universidad de San Ignacio, a la cual no llegó a reem-
plazar la de San Antonio Abad. La de Guamanga languidecia tam-
bién y no parecla posible reanimarla. De la de San Marcos de Lima
LA IGLESIA Y LA CULTURA EN ESTE SIGLO 333

no haremos sino citar el Informe del Arzobispo Barroeta, que lleva Ja


fecha 5 de Abril de 1758. Estaba dispuesto que cada religión no tuviese
sino una sola cl!.tedm, pero se hacia caso omiso de esta disposición,
con lo cual les era más fácil vencer en las opasiciones. Muchos no Jetan
en la Universidad y cobraban la renta. "En este punto, dice el Arzobis-
po, son lamentables los desórdenes, pues sobre no haber estudiantes
que cursen, menos hay quienes en ellas enseflen. V. M. está gastando
anualmente mucha porción de plata en catedráticos y éstos están me-
tidos en sus casas sin que pisen la Universidad, para lo que es regen-
tarlas y cumplir como deben con sus obligaciones, ni hay Rector que
a ésto precise, antes se adhiere a cualquier pretexto y de este modo
logran pasar el corto tiempo del curso sin poner quienes continuamen-
te en este tiempo los sustituyan y, finalmente, sin el más mlnlmo tra-
bajo gozan la renta de sus respectivas dotaciones.
Aunque anteriormente tengo sobre esto Informado a V. M. no ex-
cuso en esta octirrencia de nuevo noticiarlo como también el mejor
govierno de la Tesoreria, cuyo oficio obtiene el canónigo D. Esteban
Gallegos, cuando debiera estar en una persona secular y abonada con.
las fianzas y cauciones necesarias. De este desorden proviene el no ha-
berse dado cuentas como corresponde ni se sepa cómo se administran
las rentas de la Universidad ni aun apenas se hallan documentos en
su Archivo y a esta igualdad corren otras muchas cosas, de modo que
al paso que se hacen notorias en sus claustros que se tienen sin la
debida formalidad también son dolorosas por la falta de remedio el
que sólo pudiera conseguirse con una visita recta e independiente o
como la superior Justificación de V. M. hallare más bien convenir"•.
Con la expulsión de la Compafila los estudios universitarios experi-
mentaron un cambio. Los Colegios de San Martln y San Felipe se fun-
dieron en uno solo y se creó el Convictorio Carolino, en el cual se con-
centró Ja ensefíanza superior. Las escuelas de latinidad sostenidas por
los jesuitas se unieron al Colegio de Caciques o Colegio del Prlncipe
que abandonó su local del Cercado para estabÍecerse en el Loglcado

G A. de I. Lima 525. La ocasión fue haber vacado la cátedra de Nona a la


cual se opusieron el P. Torrejón, mercedario de 76 años de edad y dos agusti-
nos, -catedráticos de la Universidad, los PP. Zea y Sorogastúa.
334 HISTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU. TOMO IV

del Colegio Máximo, al lado del patio de los estudios. Se elaboró un


nuevo plan y se puso al frente del establecimiento al clérigo vasco
francés D. Juan de Bordanave. La reforma fue más radical en el Con-
victorio, el cual se había de regir por un Rector y dos Vice Rectores,
los cuales ejercerian también las funciones de maestros. Prácticamen-
te las cátedras, cuyo número se redujo, no se dictaban en la Universi-
dad, sino en el Convictorio y a ella sólo se acudía para la colación de
grados. El Virrey Amat adoptó diversas disposiciones para el régimen
interno del nuevo Colegio y aun modificó el plan de estudios, inspirán-
dose en las medidas que habían comenzado a adoptar algunas univer-
sidades espafiolas. Pero el verdadero reformador de la Universidad Y
el que le dio al Convictorio fisonomía propia fue el clérigo chachapo-
Yano, D. Tor!bio Rodríguez de Mendoza.
Habla nacido éste en Chachapoyas el 15 de Julio de 1750 y era hijo
de D. Santiago Rodríguez de Mendoza y Dofia Maria Josefa Callantes.
Pasó al Seminario de Trujlllo donde comenzó sus estudios y, eh el afio
l 766, se trasladó al de Lima donde tuvo Ja suerte de tener por maes-
tro a aquel Insigne clérigo que fue D. Agustin de Gorrichátegui. En el
afio 1767 tuvo acto general de artes y en 1770 se graduaba de Doctor
en Teología en San Marcos. AJ siguiente afio entraba en el Convicto-
rio en calidad de pasante y, en el afio 1778, cuando ya era regente de
la cátedra del Maestro de las sentencias, se ordenó de presbltero. Pre-
sentóse a concurso de curatos y obtuvo el de Marcaval, en la provin-
cia de Huamachuco, pero a los pocos afios se le llamaba a Lima a fin
de que asumiese el cargo de Vice Rector del Convictorio. El 12 de Fe-
brero de 1785 tomaba pos.esión de su puesto y antes de un afio, el 16
de Agosto de 1786, sustituía al Rector D. Juan Francisco Arquellada.
Con él empezaba una nueva etapa en el Colegio Carolino.
No estaba solo. Le asesoraban D. Mariano Rivera y Araníbar Y el
célebre D. José Ignacio Moreno, arcediano más tarde de Lima Y el de
más Sólida CUltura de todos tres. Alguno mal Informado, refiriéndose
ª Rodriguez de Mendoza, ha hablado de evolución mental Y de un cam-
bio radical en su.s ideas, como si para llevar a cabo la reforma de los
estudios fuera necesario hacer tabla rasa de los doctrinas antes apren-
didas. El hecho mismo de haberse mantenido a su lado esos dos hom-
bres, R.ivero y Moreno, prueban que su ortodoxia no sufrió menguan-
LA IGLESIA Y LA CULTURA EN ESTE SIGLO 335

te alguna. Las ideas de una nueva orientación de los estudios esta-


ban en el ambiente y habían brotado en la misma España y entre sus
predecesores se contaba el limeño Olav:ide cuyo nuevo Plan fue apro-
bado por R. C. de 22 de Agosto de 1769. No dejaron de ofrecerse resis-
tencias a este cambio, pero eran muchos los que asi opinaban y poco
a. poco se fue introduciendo la reforma. El mismo Rodriguez en su
Plan ae Estuclios dice expresamente que aun antes de emprenderse la
reforma ya Gorrichátegui en el Seminario y los Jesuitas en el Colegio
de San Martín habían comenzado a apartarse de Aristóteles para en-
trar por las vias de la Filosofla Moderna y el primero habla introdu-
cido como texto .la obra de Lemonnier y los segundos la de Purchot.
La Junta de Temporalidades introdujo un nuevo plan en el convic-
torio y mandó que se estudiase la Filosofía Peripatética del benedic-
tino galo Cartier y los Elementos de Matemáticas del Abate de La-
caille.
Rodrlguez no hizo sino continuar por esta vía y en su Plan de Estu-
dios propone por lo que hace a la Filosofía los autores siguientes: En
el primer· año, la Historia de la Filosofía de Condado, inserta en la
obra de Juan Augusto Ernesto, se seguirá luego la Lógica y la Onto-
logía de este último autor. En el segundo año, las Matemáticas de
D. Benito Baily y la Física de Van Musschenbroeck o de Jacquier. En el
tercero se proseguirá con la Flsica y se comenzará el estudio de la
Etica de Heinecio y luego el Derecho Natural. De este modo el curso
de Filosofia se terminarla en tres años y medio y en el medio año
restante se darla un repaso general o se prepararian los alumnos para
los exámenes o actos públicos que hubiesen de rendir.
Rodríguez termina esta parte con una advertencia que no es posi-
ble omitir. Dice que en general los preceptores de Gramática descui-
dan la enseñanza de la religión, de modo que muchos de los alumnos
que llegan ar Convictorio apenas conocen los primeros rudimentos de
ella. Deseando subsanar tan grave mal, cree conveniente que a par-
tir del primer año de Fiiosofia estudien los alumnos los Domingos y
días de ftesta el Compendio del Catecismo de Pouget y que la conferen-
cia que se tiene estos días en la noche verse sobre el punto que en la
mañana han estudiado. En los años siguientes hasta el cuarto, puede
hacerse este mismo estudio por la obra grande del mismo Pouget a
336 HISTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU. TOMO JV

ll.n de fijar las especies y darles la debida extensión. ''Esto puntual-


mente se está practicando en este Convictorio con conocido aprove-
chamiento".
No nos extenderemos en analizar su Plan en los demás puntos que
abraza, porque no es ese el objeto de este libro. Baste decir que Rodrí-
guez deseando volver por el lustre de la Teolog!a, esta ciencia de las
ciencias, trató de seguir las nuevas corrientes que, según dice él, se
dejaron sentir en el Perú desde el año 1771, cuando la Junta de Tem-
poralidades introdujo un nuevo plan, que no vino a adoptar sino el
Convictorio. El mismo Rodrlguez en unión de R!vero dio a luz un Tra-
tado de Lugares Teológicos, en latfn, el cual habla de servir cte texto
a los teólogos de primer año '. As! en esta materia como en el estudio
del Derecho se introdujeron provechosas innovaciones y ya en el año
1788 Rodrlguez de Mendoza elevaba al Virrey un Informe, pidiendo
que la cátedra de Digesto Viejo se transformase en Cátedra de Dere-
cho Patrio, aduciendo las razones que habla para no desatender el es-

Y Aun cuando no ha faltado quien ponga en duda la ortodoxia d~ Rodriguez


de Mendoza, incluso el propio Riva Aguero, creemos que no hay razones fun-
dadas para dudar d~ ella. Su curso de Locis lo comprueba y el hecho ya apun-
tado de la colaboración que le prestaron hombres ·como Moreno y Rivero y
y Araníbar. Lo confirma el hecho de haberlo nombrado el Arzobispo Las Heras
revisor de libros en 1814 y su admisión. en el coro de Lima. Si en la Constitu-
yente se declaró partidario de la tolerancia religiosa, no por eso incurrió en
error dogmático alguno. En su sentir nadie debia ser perseguido por sus ideas
religiosas, lo cual no quería decir que se debía dar carta blanca para el ejer~
cicio de los falsos cultos. Más tarde, el 5 de Mayo de 1823, al discutirse_ eJ
art. 14 de la Constitución y establecerse las obligaciones de todo ciudadano,
p:ropuso que entre elJ.as se agregara la de ser religioso.
Mayores alcances se podría dar a su controversia con el. P. Bernardo Saríz
sobre el culto al Corazón Purisirno de Maria, pues los artíc'Ulos que apate~
cieron en Ei Investigador (núm. 59 y 70), impugnando dicho culto, parece q!Je
salieron de su pluma. El hecho no está bien averiguado, pero cóncediendo que
Rodríguez de Mendoza fuese el autor, es necesario tener en cuenta que en
aquella época ésta era una Cuestión opinable, pues la Iglesia no-·habia de:finido-
nada sobre la materia. Sin duda que ya se había aprobado es.te -culto público
y para cualquiera que no estuviese prevenido, esta circünstan-cia le habría
bastado para no impugnar esta devota práctica, mas de allí no se sigue que
claudicara en la fe.
LA IGLESIA Y LA CULTURA EN ESTE SIGLO 337

tudio del derecho propio y particular de la monarquía. En 1794 en una


Representación al Monarca inslstia en la creación de dos cátedras, una
de Matemáticas y otra de Antigüedades Eclesiásticas que suplirla la
falta de un ·curso de Historia Eclesiástica, necesario en su sentir Y
adoptándose el texto de Selvaggio. El propon!a para la cátedra de Ma-
temáticas a D. José Ignacio Moreno, quien parece haberla regentado
por un tiempo.
A estos ecleslástlcos se debió esta transformación de los estudios,
hecho que sirvió de norma a otros institutos similares as! del Virrei-
nato como de fuera de él, aunque, como vamos a verlo, algunos Prela-
dos tan clarividentes, como Chávez de la Rosa, Gorrichátegui, Las He-
ras, Alday y otros en sus respectivos seminarios Iniciaron una obra
parecida. Por lo que hace a Chávez de la Rosa ya hemos dicho bastan-
te al hablar del mismo como Obispo de Arequlpa; de Las Heras repro-
duciremos los conceptos que trascribe en su carta de 20 de Diciembre
de 1813, dirigida al Ministro de la Gobernación de Ultramar. Abrió la
visita de su Seminario acompañado por dos canónigos y se informó
que muchos de los alumnos acudlan a la Universidad a oír los cursos,
aun cuando los catedráticos señalados por el Seminario disfrutaran
las rentas. Comenzó, pues, por nombrar maestros que enseñasen den-
tro del Colegio y resolvió hacer un nuevo Plan de Estudios. Fijó el
número de maestros en un minimum de siete: uno de latinidad y re-
tórica, dos de filosof!a y matemáticas, tres de teologla dogmática y mo-
ral y uno de cánones. Las horas de lectura serian tres en la mañana
y tres en la tarde y en las noches se tendrian conferencias. Como la
paga de los maestros que se fijó en 25 pesos al mes no se considerase
suficiente, el Arzobispo les aplicó algunas capellanias y distribuyó al-
gunos de los sermones de tabla de la Catedral.
Los alumnos becarlos eran sólo 24 y a éstos habla que agregar otros
:¡o que pagaban sus gastos más indispensables. Como el número de
alumnos habla ido en aumento hubo que ampliar el edificio para lo
cual se compró una casa vecina, donde se pensó hacer otro patio y
construir algunas habitaciones. La renta efectiva de que gozaba el Se-
minario era de 4.000 pesos al año; de éstos, 1.500 los daba el Arzobis-
po de su renta; mil procedian del tres por ciento de capellanias; otros
mil del arrendamiento de unas tiendas contiguas y unos 500 que abo-
naban los alumnos de paga. Los gastos pasaban de 4.000, pues sólo en
338 HISTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERO. TOMO IV

!a alimentación de los becarios se gastan 2.400 pesos al afio, los cua-


les podían cubrirse con el tres por ciento del sinodo de los curas, pero
esta renta se ha perdido y en su lugar cree podria suplirse con el tres
por ciento sobre las capellamas legas y las cofraclias que están sujetas
a contribución según el Tridentino 8 •
En Chile el Obispo Alday introdujo también serias reformas en su
Seminario y, al ser expat1iados los jesuitas, como se pensase en fun-
dir el Colegio Seminario con el Convictorio, creado en sustitución del
regentado por los Jesuitas, el Obispo se negó a ello y con razón. Con-
sultó el caso con el Rector, D. Juan Bias Troncoso y é.Ste fue de opi-
nión que no se incorporara el Seminario al Convictorio, pero no deja
de sorprender una de las razones en que se fundaba, esto es, que no
habrla eclesiástico que quisiera aceptar la dirección, por la falta de
docllidad que generalmente ten!an los convictores. Dentro del Semi-
nario se esforzó por levantar el nivel de Jos estudios, pues, como decia
al Rey en una carta, su clero era muy arreglado en sus costumbres,
pero dejaba que desear en punto a ciencia eclesiástica. Con la creación
de la Universidad de San Felipe, llevada a cabo en el periodo de Al-
day, se abrieron mayores expectativas al clero chileno, pues ya no
se hizo necesario pasar a Urna o a Charcas para graduarse. Con esto,
con la creación de nuevas prebendas en Ja Catedral y con el cuidado
que tomó en premiar a los beneméritos y a los doctos, el nivel de la
clerecía fue elevándose gradualmente, de modo que a fines de .este si-
glo no desmerec!an Jos clé1igos chilenos al lado de Jos de otros países.

3. En las Ordenes Religiosas, si exceptuamos a los Agonizantes,


con la relajación decayó bastante el amor y aplicación al estudio. Mu- ·
chas de ellas continuaban regentando cátedras en la Universidad de
San Marcos, pero muchas veces las obtenían no tanto por méritos rea-
les como por eJ favor y la ayuda que les prestaban los Doctores del
Claustro. Hasta llegaban a adoptar convenios entre unas y otras, para
distribuirse las cátedras en el momento en que vacasen y se cayó, ade-
más, en el abuso de acumuiarlas en los individuos de una misma Or-
den, no obstante lo dispuesto en contrario. Por otra parte, como de
hecho apenas se lela en la Universidad y los alumnos rio acudían a

8 A. de I. Lima, 1568.
LA IGLESIA Y LA CULTURA EN ESTE SIGLO 339

oir los cursos, la influencia que en otro tiempo ejercían en las escue-
las empezó a dismin Uir.
Los PP. de la Buenamuerte o Agonizantes que fueron los últimos
en establecerse en el Perú, abrieron en Lima Casa de Estudios y en
el año 1754 eJ Gobierno creó, en Ja Universidad, la cátedra de Teolo-
gia Moral en los casos ocurrentes in artio:ulo mortis y la dio a estos
religiosos, nombrándose primer catedrático de la misma al P. Andrés
Pérez. Años más tarde, respondiendo el Provincial a un oficio del Vi-
rrey, D. Manuel Guirior, le dice que el Regente de Estudios es el P.
José Miguel Durán, el mismo que tiene a su cargo la cátedra de Ja
Universidad, el P. José Ortiz de Avilés, lee Teología Dogmática, el Pa-
dre Juan de Uria, Teo!ogia Moral, el P. Ignacio Pinuer, Filosofla y el
P. Isidoro Ce!is latinidad. En su respuesta indica los autores que se
hablan adoptado como texto, a saber, Contenson para la teologia dog-
mática, Concina para la Moral, Antonio Goudin para la Filosofía, aun
cuando no se descuidaba el estudio de la Fisica Moderna'· De los
Padres mencionados, el P. Andrés Pérez se granjeó la estimación de
todos por su prudencia y discreción y por su sólida espiritualidad, el
P. Durán y, sobre todo, el P. Cel!s por su saber y sus escritos.
De. las demás Ordenes apenas cabe citar algunos nombres, fuera
de los ya enunciados. El cronista agustiniano, Fray Juan Teodoro Vás-
quez, cuya obra aún permanece inédita y es de escasa utilidad por su
extremado barroquiSmo y el franciscano Fray Fernando Rodríguez
Tena, sólo en parte conocido, son los representantes de la Historia.
Otros dos, dominico el uno y franciscano el otro, Fray Juan Antonio
de Tagle y Bracho y Fray José del Castillo y Bolívar alcanzaron algún
renombre como predicadores. En las letras, el P. Fray Juan de Peral-
ta, autor de Las Tres Jornadas del Cielo, poeta místico y el lego mer-
ce<iario, Fray FranciSco del Castillo, cuyas dotes poéticas no pueden
desmentirse, no pueden ser olvidados. Llama, en efecto, la atención
la· esterilidad literaria de la época y, teniendo en cuenta lo dicho so-
bre la decadencia de los estudios universitarios, cuyas cátedras, como
dec!a a S. M. el Arzobispo Escandón, en 1733, estaban reducidas lru>
más a b~neficios simples, en que se tiraba la renta, porque los nom-

n Archivo del ConVento de la Buenamuerte. Lima.


34() ffiSTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU. 1'0MO IV

brados no pon!an los pies en la Universidad w, uno puede pregun-


~rse en qué empleaban su tiempo tantos religiosos que dentro de sus
claustros tenian más oportunidad que otros para dedicarse al estudio.
Aunque en los primeros alías de este siglo todavía muchos de ellos es-
taban ocupados en las doctrinas, más adelante, se les quitaron éstas,
dejándoles tan sólo dos a .elección de la Provincia y, por tanto, ma-
yor atención pudieron dedicar a otros ministerios.
Sin embargo, aun en esta parte su actividad dejó bastante que de-
sear. Si exceptuamos a los franciscanos, sobre todo a los que vinieron
en la segunda mitad de este siglo, sólo los jesuitas se dedicaban a las
misiones rurales y periódicamente las daban en todo el territorio del
Virreinato. Se hicieron famosas las que en los pueblos y haciendas de
los alrededores de Lima tenlan por costumbre dar los Padres de la Ca-
sa Profesa de los Desamparados y las que en Ica, Pisco, los valles de
Truj!llo, la comarca de Arequipa y del Cuzco, en alías diversos se
llevaron a cabo, de todas las cuales nos hablan las Cartas Anuas. Cé-
lebre se hizo en Lima la que dispuso el Arzobispo D. Diego del Corro,
después del estreno de la Catedral, durante ocho dlas y encomendó a
los Padres de la Compalíia. El mismo Arzobispo quiso intervenir, pre-
dicando el primero y último día y, según relaciones de la época, el con-
curso a la Catedral fue extraordinario y grande el fruto recogido.
Para muestra de lo que se podia hacer en este campo, podremos
citar los párrafos de una carta del P. Felipe de Valverde al Provincial
del Perú, P. Baltasar de Moneada, sobre lo hecho en la misión que en
compalíia del P. Juan José de Zavala, se dio en la provincia de Chan-
cay. Era costumbre que se diese esta misión en las haciendas que la
Compalíia tenia en el valle, a saber, La Huaca, Ingenio y Vilcahuaura,
pero en este alío de 1752 se extendieron a las poblaciones vecinas de
Huaral, Chancay, Huacho, Barranca, Pativilca y Sayán. El modo que
seguían era el siguiente: "El dia que entrábamos a dichos pueblos, dá-
bamos principio la primera noche con la procesión del Cristo, en "que
ibamos repitiendo jaculatorias y sentencias de desengalíos en voz ele-
vada y, convidando a los fieles a asistir a la doctrina y haciendo actos
de contrición que procurábamos fuesen los más eficaces ... La noche si-
guiente empezábamos nuestro ministerio con la explicación de la Doc-

'º A. de I. Lima 521. Carta de 16 de Octubre de 1733.


LA IGLESIA Y LA CULTURA EN ESTE SIGLO 341

trina Cristiana que explicaba uno de los dos y luego inmediatamen-


te predicaba el otro, alternándonos en sermones y explicación de la
doctrina. Terminaba el ministerio con procesión devota, en la que sa-
llan con mortificaciones públicas y sangrientas. Los gentíos y asisten-
cia fueron considerables, pues no cabiendo en las Iglesias, ocupaban
los cementerios y plazas. Las confesiones que hicimos entre los dos
pasaron de dos mil..." u.
A estas, se podría añadir todo el recorrido misional que hizo des-
de Puno hasta Lima el P. Manuel Vergara, venido de la Provincia
del Paraguay en compafíia del P. Ignacio Oyarzábal, gira apostólica
que imprimió su huella en todas las poblaciones que gozaron de este
beneficio. Al desaparecer la Compafíia, solo lós franciscanos venidos
a los Colegios de Propaganda Fide de Ocopa y Tarija, tomaron so-
sobre si este ministerio y con gran fruto de los pueblos. su método di-
fería un tanto del de la Compañia y fue común entre ellos el hacer
uso de medios que no pueden hoy menos de llamarnos la atención y
que aun entonces no fueron generalmente aprobados y aun crearon
dificultades a las autoridades, como se vio en Arequlpa en tiempos
de Chavez de la Rosa. Para que el lector pueda formarse concepto de
lo que decimos, juzgamos muy a propósito reproducir las palabras
del Deán del Cuzco, D. Diego de Esquive!, en sus Anales. Dice así; en
el afio 1739: "Entraron en esta ciudad, Fray José de .san Antonio
que venia de Presidente, Fray José Gil Mufíoz y Fray Pedro de Pont,
presbiterns y Fray José Reymundo, lego. Entraron en esta ciudad el
jueves 8 de Enero, por lá tarde, con acompañamiento del clero, religio-
sos de todas las Ordenes, vecinos y ciudadanos, todos a ple. Bajaron des-
de la parroquia de Santa Ana, cantando saetas y predicando; el Presi-
dente traía un crucifijo en las mános, repitiendo en toda la cuesta
aquellas palabras del Apóstol: Nos autem praedicamus Christum Cru-
cifixum ... El Corregidor y Cabildo secular, los acompañaron des.de las
puertas del Ayuntamiento. En la Catedral, los recibió el Ven. Deán
y Cabildo, con sobrepellices y un prebendado de preste, con capa plu-
vial, quien recibió el crucifijo y lo llevó al altar mayor, donde lo Incen-
só de rodillas. Subió luego Fray José de S. Antonio al púlpito e hizo

1 1- Mss. c.-v. Tomo 44.


342 HISTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU. TOMO IV

una plática preparatoria con saetas cantadas, a que acompafiaba el


toque de una campana.
Publicó la misión sin que hubiese precedido licencia del Obispo, que
a la sazón se hallaba en la visita de los pueblos de Chllques, Chum-
bivllcas y otros. Fueron después en procesión a la Iglesia de San Fran-
cisco, donde predicó Fray José Gil, previniendo el orden y tiempo de
la misión, desde el dia siguiente en aquella Iglesia. La asistencia del
pueblo era inmensa, llenando el templo sin reservar sitio alguno, pa-
ra olr conceptos tan sut!les y de tan alta instrucción y para ver ac-
ciones tan nuevas y jamás practicadas por varones apostólicos y sa-
pien t!simos oradores, a lo menos en estas partes.
Uno de ellos explicaba la doctrina cristiana con gran claridad y
magisterio; seguiase el sermón sin dejar a tocar a ratos la campan!lla
y cantar saetas. En lugar del elogio eucarístico decían al principio:
Ave Maria, haciendo que el pueblo respondiese: sin pecado concebida,
persuadiendo al vulgo para que no usase otra salutación. En la, doctri-
na y sermones, mezclaban algunos chistes que provocaban a risa y al
fin citaban al auditorio al tribunal de Dios, abuso ya reprendido seve-
ramente por Montano en un mlsio.nero que esgrimía el crucifijo co-
mí si fuera una espada. Véase sobre esto el libro del P. Martín del Rlo.
El Presidente dio principio a sus sermones el 9 de Enero, en la Iglesia
de S. Francisco y el d!a 13 se aplicó fuego a un brazo, quemándose al-
go el cutis por atemorizar a la gente y el 17 sacó una calavera y ame-
nazó a la ciudad con una grande plaga que dijo sobrevendría después
de la Pascua. Predicando al dia siguiente sobre la parábola de la ove-
ja perdida, se bajó del púlpito a buscarla con el crucifijo en la ma-
no y se paseó en la Iglesia. El domingo 25 de Enero predicó .sobre el
perdón de los enemigos; al último cubrió el Crucifijo con un tafetán
negro, anatematizó a los que no perdonaban a sus enemigos, citándo-
los al tribunal de Dios, mandando que se perdonasen unos a otros y fue
cosa de asustar el murmullo que hacían en la ceremonia de abrazar-
se unos a otros y perdonarse. Ultimamente fue el predicador al presbi-
terio, donde pidió perdón de rodillas al Provisor, quien también se le
arrodilló.
Desde el clia 25 de Enero fueron los sermones en la iglesia de San-
to Domingo, hasta el d!a 29, en que el predicador sacó al púlpito un
diablo pintado en un cuadro ... A este tenor siguieron las misiones en
LA IGLESIA Y LA CULTURA EN ESTE SIGLO 343

otras iglesias y también en la Catedral. El Lunes de Carnaval, 9 de fe-


brero, hubo después del sermón procesión de penitencia con el Señor
de los Temblores, saliendo algunos encamisados, cargando cruces y
disciplinantes. Hubo algunas pláticas en las plazas y en una de ellas,
puso el Presidente el Crucifijo en el suelo, boca abajo, diciendo a vo-
ces: Pasen por encima y, después de un rato afiadió: ¿No hay quien
le levante?, repitiéndolo varias veces. Un religioso mercedario lo le-
vantó con la debida veneración. El martes 10 de febrero hubo exequiru;
generales en S. Francisco. Predicó por la tarde el Presidente y por-
que no faltase. alguna representación, tuvo dispuestas tres calaveras
colgadas con alambres por el techo y con luces por adentro como que
respiraban fuego por las aberturas, a fin de ponderar cómo por me-
dio de los sufragios subían lru; almas iM cielo y las tirasen para arri-
ba, pero no lo consiguió, porque al tiempo de tirar fallaron los alam-
bres, "no necesitando, dice el discreto Deán, el auditorio de seme-
jante máquina.para creer este católico dogma'"'·
Estas dema.Sias no podia decirse que fueran una novedad, pues aun
en la misma ESpafia, se hablan dado y venían a ser una consecuencia
del prurito de llamar la atención y de sorprender al auditorio con co-
sas insólitas y nunca oidas. El culteranismo y el conceptismo que in-
ficionaron Ja predicación ya desde el sjglo precedente fue una de las
manifestaciones de este espíritu extravagante y nada conforme con
la sencillez evangélica y el bien entendido celo de las almas. Por for-
tuna, ya en este siglo empezó a reaccionar la oratoria sagrada y no pue-
de negarse que en este saludable cambio influyó el ejemplo de los gran-
des oradores franceses que si se conquistaron merecidas palmas por
su elocuencia no bastardearon su misión con _profanidades y con una
retórica hueca y vacía que se inspiraba más en las .fábulas de la mito-
logía pagana que en las verdades del Evangelio. Pero el mal trascen-
dió tanto y el mal gusto de tal manera se apoderó de los espíritus que
apenas parecía posible predicar en tonces de otro modo y de ahi que
muchos ingenios y aun predicadores celosos adolecieran de este de-
fecto y no se libraran de este mal, que se conoce también con el nom-
bre de gerundianismo, por la atinada sátira que hizo de este género

12 Anales del Cuzco. Lima, 1901, pp. 294 y s.


344 HISTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU. TOMO IV

de predicación el célebre P. Isla en su obra: Fray Ge~undio de Cam-


pazas.
En el Perú no faltaron oradores de merecida fama pero también casi
todos ellos rindieron parias al defecto reinante y sólo en las postrime-
rías de este siglo comienzan algunos a librarse de él y a dar otro sesgo
a sus sermones. Algunos hablan empezado a sobreponerse al influjo de
la época y entre ellos merecen citarse el jesuita José de Aguilar y el
dominico Alonso del Río. Más tarde se robustece su partido y ya se es,
cuchan voces que, volviendo por los fueros de la auténtica oratoria
sagrada, son dignas de un Granada, de un Avila o de un Alonso de Ca-
brera. Los PP. Ramón del Arzco y Juan Bautista Sánchez, especial-
mente este último en un sermón del 23 de Abril de 1758, predicado con
motivo de la reedificación del Hospital de San Lázaro, inician una nue-
va etapa que acabará con el culteranismo del púlpito. Otros les segui-
rán, como los canónigos de Lima, D. José Manuel Bermúdez y D. Pedro
de Alzugaray, el oratoriano Ami! y Feljoo y el dominico Fray Mariano
t.uján.
No se hizo necesario el que surgiese en nuestro medio un P. Isla para
poner término al vicio que corroia la predicación. Los excesos de los
culteranos y el buen sentido contribuyeron a hacerlo desaparecer y
de este modo la Iglesia continuó haciendo uso de la palabra y del arte
del bien decir para instrucción y edificación de los fieles.

4. En un siglo tan movido como este, las ideas también hubieron


de evolucionar. La evolución fue lenta y se dejó sentir en las esferas
de los hombres cultos y de todos aquellos que, o por haber viajado al
antiguo mundo, o por estar en contacto con el pensamiento contem-
poráneo, a través de los libros y de las gacetas del tiempo, no pudie-
ron menos de recibir el influjo de las corrientes del siglo. El cambio
no trascendió a la plebe sino parcial y déb!lmente. Como era natural
que sucediese, así en lo politico como en lo económico, el cambio que
se produjo se hizo más visible y, por Jo pronto, dejaron de ser dogma
de fe, la inalterabilidad de las leyes, el carácter sagrado del soberano,
la superioridad de los espafio!es sobre Jos americanos y la necesidad
de vivir aislados de todo trato con los extranjeros. Todos estos lugares
comunes fueron perdiendo su fuerza poco a poco y se acentuó, en
LA IGl.ESIA Y LA CULTURA EN ESTE SIGLO 345

cambio, eJ americanismo que más tarde habla de conducir a los esp!-


ritus a la emancipación.
Por fortuna, en el orden religioso no se advirtió cambio notable,
aunque en los últimos años de este siglo, se empezaran a advertir al-
gunas señales del debilitamiento de la fe y un marcado desdén por
las cosas y personas· eclesiásticas. Nacía este prejuicio del regalis-
mo y de ese tuteJaje que los Reyes de España extremaron en los úl-
timos tiempos, convirtiendo a la Iglesia en sierva del Estado y obli-
gando a los ObLspos a ceder ante las Intromisiones del poder real.
Esta actitud de la Corona no podia menos de arrebatar a. la Iglesia su
prestigio y su independencia y a situarla en un nivel de Inferioridad.
Pero otras causas contribuyeron también a debilitar el sentimiento
religioso. En primer lugar, la relajación de ambos cleros, especialmen-
te el regular y, como una consecuencia de este mal, la ignorancia en
cuanto atañe a la fe y costumbres.
Propiamente hablando no podemos referirnos a ninguna propa-
ganda subversiva y antirreligiosa en este periodo. La francmasonería,
por ejempló, vino después y la primera logia que abrió sus puertas en
el Perú data de los tiempos .de Ja emancipación. Francmasones los hu-
bo, as! entre los. extranjeros como los españoles y José T. Medina en
su Inquisición en Lima nos habla sobre el particular. Ya en el año 1751
el Consejo enviaba a Lima una nota, advirtiendo a los Inquisidores
que debían averiguar los nombres de los afiliados a la secta y los de
cuantos se hubiesen denunciado como tales masones, previniendo a
todos que se les admitirla a reconciliación, sin perjuicio de su honor
y reputación, siempre y cuando abjurasen sus errores y espontánea-
mente se manifestasen. La Inquisición hubo de responder que en todo
el reino no habla Indicio alguno de su existencia, pero que estarlan so-
bre aviso. Más tarde, hacia el año 1773 se recibieron algunas denun-
cias, las cuales recayeron en individuos extranjeros, de modo que en
esta parte no tuvo mucho que hacer el Tribunal de la Fe.
Mayor inquietud produjo el hecho de Ja circulación de libros'' pro-
hibidos. Sea que se introdujesen con licencia, sea que sin ella figura-
ran en algunas bibliotecas, es cierto que no faltaban esta clase de
obras, pero no en forma tal que se pud1ese hablar de difusión de las
mismas. Sus poseedores, como fue el caso del Barón de Nordenfiicht,
HISTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU. TOMO IV

las retenían para su uso propio y, como muchas veces estas obras
estaban escritas en idiomas extranjeros, venian a ser un libro cerrado
para la mayoría. No puede, pues, hablarse de perversión moral o re-
ligiosa por esta causa.
La fe puede decirse que se mantuvo incólume. Las desviaciones
religiosas que más tarde se echan de ver en D. Manuel Lorenzo Vi-
daurre, por ejemplo, en algunos de los colaboradores de El Investi-
gador, reconocen otra causa y se explican por la influencia de la
época y del liberalismo espafiol, que tuvo aqui sus representantes y
que ya en el siglo XIX combatió a cara descubierta a la Iglesia y puso
en alerta a los Obispos de estos paises. Por esta razón, entre otras
que pudieran alegarse, la Revolución Francesa no fue bien recibida
en la América Hispana y exageran, sin duda, aquellos autores que
hablan de la influencia de los principios del Jacobinismo en la eman-
cipación de este continente. Sin duda que la proclamación de los
Derechos del Hombre y algunas ideas del Contrato Social se fueron
abriendo paso en las mentes de los habitantes de estos paises y el
principio de la autodeterminación conquistó adeptos, pero estos des-
envolvimientos ideológicos se producen en los albores del siglo XIX
o a lo más muy a fines del precedente ".

13
Nuestras observaciones se concretan al Virreinato Peruano. Es posible
que en otras regiones de América se echara de ver una mayor influencia de
las nuevas ideas o bien que en la precedencia nos aventajen, pero este punto
no nos corresponde tratarlo aquí.
INDICE DE NOMBRES

Abad, Fr. Alonso, 89. Arco, Ramón del, 344.


Abad Il!ana, D. Manuel, 31, 85. Arenas, Fr. Juan, 123.
Abad Illana, D. Manuel, 31, 85, 86, 174, Arenaza, Pedro Antonio de, 149, 152.
295, 300, 301, 302, 304, 305, 306, 307. Argüelles, D. Fr. Juan de, 51, 52, 53.
Achurra, D. José Andrés, 234, 242. Arias Baca, Juan, 43.
Acuña, Fr. Martín de, 93. Arias de Saavedra, Francisco, 122.
Aguado y Chacón, D. Jacinto, 272, 295, Arias de Ugarte, D. Hernando, 212.
297, 298, 299. - Armas, Fr. Ambrosio, 292.
Aguilar, Francisco, 163. Armaza, Juan Fernando de; 109.
Aldácano, Fr. Bartolomé de, 91, 92. Aro, Marqués de, 174, 175, 176.
Albarrán, Fr. Manuel, 84 Arquellada,- Juan Francisco, 334.
Albites, Evaristo, 172. Arregui, D. Fr. Gabriel de, 98, 107, 109,
A!day, D. Manuel de, 164, 174, 215, 217, 110, 111.
222, 260, 261, 262, 263, 264, 338. Asensio Delgado, Felipe, 309.
Aldunate y Rada, Fausto de, 33. Asia, Mateo de, 83, 84.
A!ej andro VIII, 61. As'tuy, Fr. Tomás, 281.
Alfara, Fr. Simón, 279, 283, 284. Ayllón, Nicolás, 7, 38.
Alvarez, Diego, 42. Aymerich, Antonio, 162.
Alvarez, Fr. Manuel; 284. Azúa Iturgoyen, D. Pedro de, 264.
Alvarez Cortés, D. Juan Miguel, 202.
Alvarez y Jiménez, Antonio, 319.
Alzugaray, Pedro, 344. Bahamonde, José, 74.
Amat, D. Manuel de, 157, 165, 177, 196, Ballesteros, Juan Manuel, 17.
214, 216, 222, 225, 252, 265, 334. Bara, Fr. Lu-cas, 286.
A.mil y Feijoo, Vicente, 344. Barreda, José, 307.
Amúsquibar, Mateo de, 147, 148, 153. Barreda, Sor Francisca, 316.
Ampuero, Fr. José, 80, 81. Barrientos, Bartolomé, 32.
Angulo, Andrés de, 125. BarrOeta-, D. Pedro Antonio de, 29, 46,
Antequera, José de, 121, 122, 123, 124, 127, 128, 129, 130, 131, 144, 14~. 147,
125, 126, 127. 181, 189, 190, 191, 192, 193, 273, 333.
Aranda, Conde de, 156, 157, 158, 245. Basabe, José, 164.
Araníbar, Fr. Francisco, 49, 50. Baudin, Fr. Domingo, 287.
Arbiza y Ugarte, D. Bernardo, 189, Beingolea, Juan 'de, 162.
233, 237. Benavides, Sor Josefa, 316.
348 INDICE DE NOMBRES

Benedicto XIII, 111, 184, 234. Castañeda, D. Juan de, 198, 199~ 249,
Benedicto XIV, 187, 198, 196, 237. 250.
Bermúdez Becerra, D. Salvado!', 264. Castelfuerte, Marqués de, 49, 63, 64,
Bermúdez de la Torre, José, 148. 80, 99, 101, 120, 122, 123, 124, 125,
Bermúdez, José Manuel, 344. 126, 127, 142, 143, 147, 182, 184, 188,
Beytia, Fr. José de, 227. 273, 275.
Biedma, Fr. Manuel, 82. Castellanos, Justo, 173.
Bilbao, Lucas de, 27. Castell dos Rius, Marqués de, 25, 27.
Blasio, Ignacio, 125. 56.
Bohorques, Casimiro, 167. Castilla, Mariana de, 26.
Bordanave, Juan de, 334. Castillo, Felipe del, 126.
Bottoni, José, 227. Castillo, Fr. Francisco del, 339.
Boza y Solís, Nicolás de, 103. Castillo y Bolívar, Fr. José, 339.
Bracamonte, Eusebio de, 239. Castro, Ana de, 148.
Bravo de Lagunas, Pedro, 26, 127, 130. Castro, Ignacio de, 139, 250, 328, 329.
Bravo del Rivero, Pedro, 127, 130. Cas·tro, Fr. José de, 37.
Bravo del Rivera, D. Juan, 258, 259, Castro y Mena, Fr. Rodrigo de, 46.
~o, 212, 295. Cavero, Teresa, 29.
Brentan, Carlos, 73, 90, 235. Cavero~ Tomás, 122.
Breyer, Wenceslao, 72. Cavero de Toledo, D. Juan, 103, 104.
Brun, Tomás, 99. 105, 106, 107, 271.
Bucareli, Francisco, 156, 157, 158. Celis, Isidoro de, 34, 35, 330, 331.
Bustil!o, Pedro, 65. Céspedes, Fr. Diego de, 279.
Cisneros. y Mendoza, D. Francisco de,
2, 8, 12.
Caballero y Góngora, D. Antonio, 202, Claramunt, Antonio, 158, 159.
208. Clemente IX, 213.
Cabello, Fr. Antonio, 95. Clemente XI, l.O, 22, 23, 37, 60, 104,
Cabrera Barba, Juan de, 29, 30. 107.
Calatayud, Fr. Cipriano, 240, 331. Clemente XII, 196, 235.
Calle, D. Fr. Juan de Ja, 62. Clemente XIII, 81, 196, 207.
Calleja, D. Juan Francisco, 54. Clemente XIV, 170, 254.
Carami, Godolbeo, 25, 26, 27, 28. Colomina, Fr. José, 279, 285, 28G.
Carlos III, 136, 137, 156, 169, 173, 193, Concepción, Fr. Miguel de la, 23, 56.
213, 214. Concha, Fr. Ignacio, 219.
Carlos IV, 138. Concha, Fr. Manuel de la, 227.
Carrión, Bartolomé, 17, 150, 268. Cordero, Fr. Antonio, 81, 124, 125.
Carrión, Gregorio, 27. Cornejo Calderón, Luis, 53.
Carrión, Juan Francisco, 249. Corro, D. Diego del, 34, 181, 193, 194,
Carrión y Marfil, ;o. José, 44, 209. 340.
Carrión Morcillo, Alfonso, 159. Corro, Juan José del, 236.
Carvajal, Manchipula, Francisca, 41. Corte Real, Elena R. de, 21.
Castán, Fr. Felipe, 330, 331. Cortés, Fernando, 222, 238.
INDICE DE NOJ!-IBRES

Coss:i:o, Mateo, 320.


Cotcra. Fr. Pedrot 228. FabrQ Palacios, D. Bernardo, 245, 247,
Croix, D. Teodoro de, 86, 134, 310. 248.
Cruz, Fr. Bartolomé de la, 23. Felipe V, 18, 38, 105, 218.
Cruz, Fr. Rodrigo de la, 221 23. Fernández, Fr. Andrés, 289.
CU adra, José de la, 28. Fernández, Juan, -Z'l,
Cuadros, Fr. José, 48. Fernández Diaz, D. Fr. José, 203, 206.
Cueto, Cayetano, 31. l<""ernández IVIaldonado, Antonio, 106.
Cueto, Domíngo, 21. Ferrer1 Ana Maria de1 36. 37,
Cueva, Alonso de la, 37, 185. Fe:rrer~ José, 160.
Cueva, Gaspar de la, 110. Ferrioli, Esteban, 91, 201.
Fierro 1 Jorge Antonio del, 332.
Chávez de la Rosa, D. Pedro José, 88, Franciscis, Ignacio IVI.; 90.
295, 310, 312, 313, 315. 317, 319. 3211 Fritz, Samuel, 71, 72, 73.
322, 326. Fuente, D. Miguel de la~ 28.
Fuentes, Fr. Juan Ignacio, 177.
Delgado, Fr. Francisco, 94.
Deza, D. Francisco de, 97.
Diaz <le Barreda, Domingo, 332. Galdós, Clemente, 303.
Diaz de Cienfuegos, D. Pedro, 5:1. Gallegos, José Esteban, 215, 216, 33lt
Díaz Durana 1 D. Pedro, 10. Gallegos, José Fausto, 39.
Diez Coronel, lldefonso, 106. Gama, Pedro de la, 42.
Diguja, D. José, 89, 160, 161. Garay, Antonio de, 41, 42.
Dominguez. Fr. G.tegorio A., 223. Garay, Diego de, 41. 421 43.
Doncel, Fernando, 159~ Gara.y, Jerónimo de, 43.
Dumor'tier, Nicolds, 26. Garcés 1 Francisco, 20.
Durán, José Miguel, 34, 216, 221, 222, Garcia, Fr. Domingo, 84.
223, 339. Garcia de Arázurl, Saturnino, 308.
Durango, Nicolási 71. Gil, Fr. José, 342.
Gil de Taboa<la, D. Fr. Francisco, 314.
Echevarría1 Francisco Javier, 32, 314. Girbal, Fr. Narciso, 90.
Eizaguírre, Mateo, 201. Goizueta, Francisco, 112.
Eléspuru, AntOnio;. 157. Gómez Carrillo, Agustin, 31.
Escandón, D. Francisco Antonio, 28, Gómez Frias, D. Juan, 56, 58, 203.
37, 113, 117, 118, 12S, 126, 181, 186, Gómez de Valbuena, Francisco, 144~
187,202. 146.
Escoba:r y Rosll, Francisco de, 40. ('.onzález, Juan, 16, 29.
Escobedo, Jorge, 134. González, Juan José, 31.
Escribano, Fr. Francisco; 85. González de Arbulu, llianuel, M.
Espiñeíra, D. Fr. Angel~ 215, 220, 221, González Laguna, Francisco, 34~ 35,
222, 223,. 224, 2S5. 216, 224, 330, 331.
Esquini, Pedro, 75, 76, 164. González La Reguera1 D. D<J:mingo}
Esquive) y Navia, Diego, 253, 327, 341. 134, 215, 216, 228, 229, 230, 231, 270,.
Esteves, Fr. Francisco.- 77. 286, 292, 293, 310.
350 INDICE DE NOMBRES

González Melgarejo, D. Juan, 260, 295. Jara, Simón, 81.


·González de Santiago, D. Juan, 38, 47, Jesús, Juana de, 57.
107, 108. Jesús María, Fr. Miguel de, 23, 24.
Gorrichátegui, D. Agust!n de, 194, 215, Jiménez, Fr. José, 279.
222, 224, 249, 253, 325. Jiménez, Fr. Mariano, 279.
Gorrochátegui, Juan I, 95. Jiménez Villalba, Simón, 133, 134, 135,
Granados, Diego, 150. 313.
Grande, Fr. Francisco, 279, 280, 288, Juan, Jorge, 274, 275, 277.
289, 291. Junqueras, Fr. Mariano de, 308.
Gregario XIII, 211.
Guill y Gonzaga, Antonio, 164, 165.
Guillén, Fr. Jerónimo, 86. Ladrón de Guevara, D. Diego, 12, 13',
Guirior, D. Manuel de, 31, 280, 282, 16, 29, 39, 43, 56.
291, 292, 303, 339. La Fuente, D. Bernardino de, 243.
Gutiérrez de Cevallos, D. José Anto- La Fuente, Fr. José de, 278.
nio, 142, 181, 188. Lagrange, Diego de, 154.
Gutiérrez Galiana, D. Fr. Francisco, Lagraña, Fr. Francisco de Jesús, 287.
149, 150, 186, 243, 244. Las Heras, D. Bartolomé M. de, ~
249, 255, 256, 257, 258, 322, 337.
La Torre, D. Manuel de, 300, 301.
Herboso, Francisco, 122, 193. Larrión, D. Domingo, 215.
Herboso, Francisco Ramón de, 127, Leal, Fr. José, 278.
130. Lefdael Melo, Pedro, 253.
Henríquez, Camilo, 30. León, D. Antonio de, 52, 315, 316.
Hijar y Mendoia, García de, 17. León, Miguel de, 172.
Holgado, Diego, 159. León Dávila, Felipe de, 28.
Huamán, Capac. Catalina de Jesús, 41. Levanto, D. Pedro Francisco, 10, 11.
Hurtado de Chaves, Fernando, 15 Lila y Moreno, D. Fr. Luis, 174, 244.
Hurtado de Mendoza, D. García, 42. Liñán y Cisneros, D. José de, 2.
Liñán y Cisneros, D. Melchor de, 2, 4,
6, 7, 9, 10, 38, 40, 108, 116.
Ibáñez, Fr. Eugenio, 287. Liñas, Fr. José, 37.
Ibáñez, Gaspar, 142, 150. Loaiza, Gregario de, 10, 26.
Iglesia, José de la, 313, 314. Lobatón, Bartolomé, 125.
,Iglesia, Miguel Antonio de, 44. Lobo Guerrero, D. Bartolomé, 43, 212'.
Inocencia XI, 3, 7, 22, 79. López de Cangas, Cayetano, 276.
Inocencio XII, 4. López Grillo, Bartolomé, 144, 147.
Inocencio XIII, 182. López Murillo, Justo, 215.
Iriarte, Martín, 7 4. López Roldán, D. Fr. Alonso, 97, 98, 99,
Iturrizara, Miguel de, 133, 139, 329. 100, 101, 102, 12L
López Sánchez, D. Francisco, 245; 246,
247, 256.
Jáuregui, D. Agustín de, 131, 134, 140. Lorenzana, Luis de, 231.
.Jáuregui, Domingo, 236. Losa, Isidro, 168.
INDICE DE NOMBRES 351

Losada, Carlos de, 236, 238. Messia, Alonso, 16, Z7 •


.Loyola. Haro, Juan de, 153. Mimbela, D. Fr. Jaime de, 58, 61, 62,
Luna Pizarra, Francisco Javier, 321. 63, 64, 65, 120.
Luna Victoria, D. Francisco J'avier, Monasterio, Alonso, 54.
174, 199, 200, 201, 233, 238. Moneada, Baltasar de, 168, 330, 341.
Monclova, Conde de la1 2, 5, 9, 10, 21,
38, 40, 71, 72, 116.
IJ.amas, Fr. Alonso de, 279, 288.
Llamas, D. Fr. Juan J. de, 51, 53, 83. Molina, Fr. Pedro José, 288.
Llano, Félix de, 236. Molleda, D. Gregario de, 233, 234, 235.
Llano y Orcasitc:is, Martin de, 33. Montalvo, Alejandro, 28.
Llano y Zapata, Eusebio de, 153, 328. Montero del Aguila, D. Diego, 58, 61,
Llanos, José de, 124. 113, 116, 118.
Montes, Toribio, 164.
Montúfar, Juan Pio, 204.
Morán, Fr. Valentin, 199.
:i.i:aestro, Matías, 231.
Morcillo, D. Diego, 12, 17, 21, 37, 61,
Manca, Angel María, 168.
181, 182, 183, 184, 186.
Manasalvas, Miguel, 167.
Manrique, Juan José,-. 322. Morcillo, D. Pedro, 183, 186, 197, 198,
199, 249, 250.
Manrique de Lara, Felipe, 199, 244,
250. Moreira, Gerardo, 30.
Marán, D. Francisco José, 265, 268. Moreno, José Ignacio., 334, 336, 337.
Marca, Fr. Juan de la, 81. Moreno, Fr. Pedro Ignacio, 281.
Marcellano_· y Agranionte, D. Cayeta~ Moreno Delgado, Marcos, 98.
no, 233, 238, 297. Moreno y Olio, D. Miguel, 201, 202,
Marcótegui, Alf'.onso, 142, 143. 207, 244, 245.
Maria Rosa, Sor, 39. Marmoitio,_ Fr. Francisco, 278, 284,
Marín de Poveda, José, 192, 196. 285.
Martinez, Fr. Andrés A., 96. Moscoso, D. Juan Manuel, 131, 132,
Martínez, Fr. José, 88. 133, 135, 137, 139, 140, 249, 254, 255,
Martinez de Andrade, Fr. Juan, 47. 300.
Martínez de Compañén, D. Baltasar J., Mayen, Francisco, 153.
216, 234, 239, 240, 241, 242, 323, 324. Munive, D. Andrés, 16, 37, 149, 189.
Martinez Paz, Miguel, 250. Muñoz de la Plaza, Juan, 27, 28.
Mata, Marcos de, 125.
Mata, D. Urbano de la, 7.
Mata Linares, Benito de la, 134, 135. Nava, D. Melchor de la, 107, 108, 109,
Matienzo, D. Francisco, 245, 248, 299. 273.
Matos, Fr. Honorio, 78. Necolalde, D. Juan de, 113, 116, 117.
Medina, Ana María de, 36'. Negreiros, Miguel, 172.
Medrana, Jorge, 302. Negrón, D. Agustín, 41.
Mena, Juan de, 121, 122, 124, 126. Neves, Fr .. José, 88, 319.
Menchaea, Fr. Mii?;uel de los A., 111. Nicolau, Fr. Tomás, 86, 87, 88.
Mendiguren, Francisco, 80. Nieto Polo del Agui!a, D. Juan, 203,
Menéndez, Fr. Francisco, 96. 204, 205, 207.
352 INDICE DE NOMBRES

Núñez, Fr. Lorenzo, 81, 83. Pérez, Iitlartin Andrés, 28, 33, 34, 339.
Núñez Sanabria, Miguel, 19, 2.0. Pérez Calama, D. José, 202, 206, 324,
Nuzi, Fr. Adeodato, 4.S. 325.
Pérez Oblitas, D. Fernando, 249, 254.
Pérez de S. Vicente, Fr. Juan, 47.
Obregón, D. Antonio de, 207. Pérez de Vargas, José, 158, 159.
Ocampo, Fr. Tadeo, 86, 87, 88, 95. Pérez de Zea, Fr. Agustín, 219.
O'Higgins, D. Ambrosio, 290, 320. Pietri, Martín, 32.
Olea, Nicolás de, 8, 38. Pío V, 211.
Oruna, Fr. Agustín de, 288. Pío V1, 136, 137, 138, 172, 310.
Orrantia, D. Domingo de, 158. Pío VII, 321.
Ortega, Diego, 102. Pinuer, Ignacio, 34, 339.
Ortiz de Avilés, José, 30, 339. Ponce y Carrasco, D. Pedro, 204, 205.
Osario, Fr. Prudencia, 216, 293, 329. Ponce de León, Pascual, 159.
Otálora, D. Juan de, 103, 104, 105. Por!ier, Antonio, 133, 136, 138, 216,
Ovalle, Manuel de, 117. 221.
Oyague, Francisco de, 21. Portocqrrero, Cardenal, l.
Portocarrero, Sor Josefa, 20.
Potau, José, 127, 219, 220.
Pozo, Fr. Próspero del, 49.
Pacheco, Fr. Cristóbal, 82. Pozo y Silva, D. Alonso d~l, 113, 115,
Paez, Antonio, '317. 116, 259.
Palata, Duque de la, 2, 3, 36, 38.
Pamplona, D. Fr. Miguel de, 295, 307,
308, 309, 310, 315.
Quintano Bonifaz, D. Manuel, 131,
Parada, D. Diego Antonio, 181, 195,
196, 197, 214, 219, 225, 226, 239. 272, 297, 298.
Parames Alonso, Antonio, 34. Querejazu, Hermenegildo de, 241.
Paravicino, D. Fr. José C., 233.
Paredes, Fr. Fernando de, 285.
Paredes de Armendáriz, D. Andrés, Ramirez, Toribio, 237.
74, 124, 125, 126, 183, 203. Ramírez Dávilos, ·Gil, 42.
Pasarín, Fr. N., 177. Raya, Fr. Juan de, 279, 280, 281 288,
Pastor, Santiago, 168. 289, 291, 292.
Pastrana, D. Fr. Sebastián de, 9, 10. Rehr, Juan, 190.
Paulé, Francisco, 31. Requena, Francisco, 68, 69, 89, 164.
Paulo III, 14. Retz, Francisco, 90.
Paulo V, 48, 211. Revilla; Pedro de, 27.
Pavón, Antonio, 32. Reyes, Fr. Bartolomé de los, 22, 24.
Pavón, Pedro, 245. Reyter, José, 163.
Pelaez, Fr. Silvestre, 144, 147. Riofrio, Diego, 74.
Peón· y Valdés, Fr. Bernardo, 96. Ríos, D. Fr. Francisco de los, 202.
Peralta, Fr. Juan de, 339. Ríos y Berriz, Alonso de los, 7.
Peralta Barnuevo, Pedro, 147, 184. Rivera, Lázaro de,- 163.
Pereda, Dontingo, 28. Rivero y Araníbar, Mariano, 334, 336.
INDICE DE NOMBRES 353

Roco, Fr. José de, 49, 50. San· José Leonardo de, 22.
Rodríguez, Fr. Lucas, 92. San José, Fr. Pascual de 1 289.
Rodríguez Delgado, D. Agustín, 51, 52, Sans, Fr. José, 78.
55, 64, 147, 189. Santa y Ortega, D. Remigio la, 87, 202.
Rodríguez Delgado, Diego, 153. Santa Cruz, Cipriano B. de, 32.
Rodríguez de Mendoza, Toribio, 334, Santa Cruz y Centeno, Luis, 161.
335, 336. Santa Maria, Pedro de, 310.
Rodr'iguez Tena, Fr. Fernando, 339. Santa y Ortega, Alfonso, 83.
Rojas, D. Fernando de, 113, 115. Santander, José Antonio, 250.
Román· de Aulestia, Fernando, 125. Santiago, Fr. Juan de 23, 24.
Román de Aulestia, José, 148. Santiago Concha, Francj_sco, 215, 216.
Romaní, D. Manuel Jerónimo de, 102, Santiago Concha, Melchor, 236.
201, 249, 251, 252. Santo Buono, Príncipe de, 18, 20, 27,
Romero, Fr. Cristóbal, 286. 53, 59, 60.
Romero, D. Luis Francisco, 56, 57, 58, Santos, Juan, 82, 83.
113, 114, 115, 203, 206. Santo Domingo Ana Maria de, 21.
Ron~ Antonio, 129.
Sanz, Fr. Bernardo, 330.
Rotaide, Francisco de, 150. Sarricolea y Olea, D. Juan de, 258.
Rueda, Fr. Bernardo, 330. Serada, D. Fr. Bernardo, 51, 54, 55,
Ruiz de Castilla, Conde, 332. 100, 107, 111, 112, 113.
Silva, Félix de, 330, 331.
Sobrevie!a, Fr. Manuel, 30, 330, 331.
Sobrino y. Minayo, D. Blas, 30, 205, 234,
Saavedra, Matias, 30.
243, 258, 287.
Sacramento.• Sor Isabel del, 19.
Soloaga, D. Antonio de, 12, 13, 14, 17,
Salas, José Perfecto de, 157, 216.
18, 21, 23, 24, 142.
Salguero, D. Diego, 254, 295, 299, 300. Solano, S. Francisco, 185, 187, 188.
Sahuaraura, .Rafael José, 139. Soto y Marne, Fr. Francisco, 84.
Salinas, Fr. Diego de, 49, 198. Superunda, Conde de, 29, 82, 83, 127,
San Carlos, Duque de, 35. 129, 131, 152, 189, 195, 207, 231, 238.
San Antonio, Fr. José de, 341.
San Antonio, Fr. Vicente de, 68, 77, 78,
79, 80, 81, 82, 84. Taborga, D. Juan Bta., 106, 199, 272,
San. Antonio, Fr. Francisco- de, 22, 23, 296.
Sánchez, Fr. José, 96. Tafalla, Juan, 35.
Sánchez, Juan Bta., 158, 329, 330, 344. Tagle y Bracho, Fr. Juan A., 339.
Sánchez Calderón, Cristóbal, 149, 150, Tagle, Pedro, 236.
151, 152, 153. Tapia, Tomás de, 307, 331.
Sánchez Grande, Martín, 30. Toribio, Santo, 42, 184, 211, 234, 235.
Sánchez Masera, Juan, 106. Toro Zambrano, D. José de, 264, 265.
Sánchez Rangel, D. Fr. Hipólito, 68, Torrejón y Velasco, Fr. F. J., 144, 145,
69. 146.
.San José, Fr. Fernando de, 79, 82. Troncoso, Antonio, 53.
San José, Fr. Francisco de, 68, 77, 78, Troncoso, Juan Blas, 338.
79, 80, 81, 82, 84. Tupac Amaru, 131, 132, 133, 255.
354 :U:NDICE DE N0114BRES

Viedma, Francisco de, 163.


Ulloa, Antonio, 274, 275, 277. Vidaurre, Manuel L., 346.
Ulloa, Juan Francisco, 148, 149, 150, 'lilches, Bernardo, 26.
152. Villafañe, D. Mateo de, 109.
Umeres, D. José Antonio de, 202-. Villagarcia, Marqués de, 29, 83, 103"
Unda, Diego de, 149, 172. 121, 148.
Ugarte, Juan de, 109. Villagómez, D. Pedro de, 212.
Urbano VIII, 3. Villalengua, José, 94.
Uria, Juan, 30, 339. Villarreal, Joaquln, 150.
Uriarte, Manuel, 75. Villarreal, Fr. Juan de, 111.
Urquizu, Gaspar de, 216. Villatoro, Diego de, 37.
Ustariz, Juan A. de, 114. Vlllegas, Diego de, 327, 328.
Villota, Santiago, 318.
Viscardo y Guzmán, Juru:i P., 172.
Vaca de Vega, Jerónimo, 71. Vítores de Velasco, D. Fr. Juan, ~
Vaicárcel, Antonio, 309, 310. 59, 00, 61.
Valdivieso, Pedro José, 242.
ValenciR, Fr. Pedro, 283.
Valle, Mateo del, 33. Zambrana, J oaquin de, 33.
Valverde, Vasco de, 109. Zamudio, Bernardo, 183.
Valverde, Felipe de, 340. Zañartu, Luis M. de, 263.
Vargas, Joaquin, 176. Zapata, Francisco, 2.
Vásquez, Fr. Francisco J., 174, 244. Zárate, Andrés de, 74, 277.
Vásquez, Fr. Juan Teodoro, 339. Zavala, Bruno, 121.
Vega, Marcos~ 172. Zea, Fr. Angel Vicente de, 330.
Velaochaga, José, 17. Zea, Francisco de, 31.
Ve1arde, Antonio, 26. Zubiate, Francisco, 59.
Velasco, Juan de, 172. Zumárraga, Pedro, 56.
Velasco, D. Luis, 42.
Venero de Valera, Luis n1L, 138.
Veyán, Serafín, 208. Walburger, Jacobo, 91.
Vergara, Manuel, 341. '\~eigel, Francisco J.avierj 75.
APENDICE

N.º 1 CARTA AL PR!NCIPE DE SANTO BUONO DEL CLERO DE


TRUJILLO OCT. 1713

Excelentísimo Sefíor:
Esta carta da notisias de el poco temor de dios con que prosede el obis-
po de truxillo, don frai Joan Vitares de Velasco, fraile benito y el áspero
y desatentado gobierno, que a continuado en más de ocho años la escribe
toda su diósesis y no va firmada por el riesgo que tubieran los dueños de
los nombres, si perdiéndose fuera a otra& manos 'que las de V. Ex. porque
siendo este preládo rencoroso y resuelto en palabras y obras se vengará,
como lo hase sienpre y así se remite la relasión de el obispado a la vos
común y a la ,prueba de los casos individuales y siertos que se refieren y
otros que se traen aquí por discurso y sospecha fund2.mental y si V. Ex.
hallare proposición falsa podrá despresiarlas todas.
Ase procurado que lleguen traslados de esta carta al real consejo de
las indias y que V. Ex.-... resiba· uno de ellos en panamá para que teniendo
el tiempo desocupado que a de dar la nabegación de el mar de el sur se
inpriman en la memoria de V. Ex. todos los daños que se pueden remediar
y en el corazón los que no se pudieren.
Más a de ocho años que este prelado llegó a su obispado de truxillo, pro-
movido de el de santa marta y comensó desde piura, primera siudad de su
jurisdición, a manifestar gran cudisia, fundada en mala consiensia, pues
hiso que los curas de valles le costeasen con dinero de ellos el viaje de
sien leguas de fletes y sustento, no queriendo gastar de sus quartas que
al punto las mandó cobrar, no como las llevara su antesesor inmediato,.
don pedro dias de sienfuegos, que eran ajustadas -a sinodales sino como el
que más largas las mandava pagar y corriendo años las adelantó, como
lo dirán los curas de toda la carrera de valles, que los de la sierra siendo
más en número' están distantes para ser preguntádos de estas molestias
y de otras infinitas y si fuera obligasión de todo el obispado de dar estos
avíos avían de concurrir al gasto hasta los curas de la sierra y. no lo
hisieron.
24
358 APENDICE

Con la notisia de nuebo obispo ba;ó mas de sien leguas a t.ruxillo el


lisensiado don antonio melendes; hombre de letras y calidad, cura de Mo-
yobanba Y- el 1na.& antiguo de el obispado y de allí salió al encuentro al
obispo, ca1ninando otras sinquenta leguas de v:c;11es hasta Xayanca, donde
le representó sus m:-1chos rné1itos y poca iortuna de promoberse a curato
de desca.i1so y el obispo, viendo sus canas, lo Consoló pror.aetiéndo1e sacarlo
de trabajos y pobresa y le dixo le esperase en truxlllo y así lo hizo y a pocos
meses llegó notísia de aver bacado en la sierra la doctrina de chília y pa-
taz, muy nonbrada. por sus minerales de oro, con cuya ocasión soiisitando
este saserdote la palabra dada de el obispo, lo halló de mal senblante, resi-
biéndolo con asperesa, pues le mandó que al punto se bolbiese a su moyo~­
bamba y el caso fue que de secreto qner1a dar el curato -vaco de chilia a su
secretario y dlxo que tenía escrúpulo que don antonio faltase de s.u feli-
gresía y, aviendo olJedesido y caminado, inurió er..._ chachapoia-s antes de
llegar a su curato: ~Ieno de sentimientos y desconsuelos y el obispo sin di~
lf<,sión dio este de cl1i1ia, y patás a su secretario, el qual no conose _su feli-
gresía ni la a visto de sus oJos hasta el día de oi y fne a ser cura inter un
fraile de su orden y familia, a.viendo clérigos pobres y beneméritos que
pudieran acomodarse y., muerto el fraile, después de algunos afios se.puso
clérigo que lo adminístra.
El obispo tra'.\ro consigo un sobrino y después Je vinieron de España
otros dos y aviendo declarado el uno de· estos que él era verdadero so-
brino _por línea recta aunque sus primos estavan mas sercanos en san-
gre el obispo le cogieron por esto tal aversión y ene1niga que a desaires
y pesares y continuos disgustos lo obligaron_ a saHTse de ¡}alasio y a que
intenta.se meters'e fraile y aun. quiso casar y aviéndoselo impedido y buelto
a casa prosígUieron sus mortificasiones pues el obispo le daba de palos
con la muleta y totaJmente s-e bolvió loco y lo enbarcaron preso pal'a
españa con un par de grillos y dándole el obispó por razón de estado y
no de su voluntad algu.r1a plata para su viaje la a llorado- y puesto en.
quenta de sus pérdidas quando dise que está pobrísimo.
El .sobrino mayor de_ los dos qur: quedaron se halla poderoso porque tubo
el for11ento de el tío, quíen le solisitó conbeniensia de futura de corregidor
de Saña en que espera entrar _y en el entretanto tubo la de los diesmos
de caxr.marca y plata a interés para tierra firme y un correg-in1iento q11e
le dio el señor obispo virrey y qu?,.rrto cae de renta de diesmos y quartas Y
por otros caminos y eI mas ruidoso .fue el de nuebe mil pesos que- prestó ,
al obispo €1 capitán manuel g·onsa1es, memorable limOsnero, vesino de el
pueblo de chocope, en el valle de chica.ma 1 por donde V. EX. a de pasar y
podrá inforn1arse de él que, aviéndose llegado el plazo de armada y pe-
dido su plata para inviarla a portobe1o~ se dio por sentido el obispo de
esto y de que el dicl10 m?.nuel gonsales le llevase al sobrino el portazgo
de la enbarcasión suya en que fue a tierra firme a emplear y con esta
ocasió11 y no antes le entró escrúpulo a este prelado y dlxo que conve-nia
al servisio de dios evitar pecados y le hiso causa de amansebado con una
APENDICZ 359

mulata de canas, teniendo él entonses más de setenta años y se la des-


terró a truxillo con escándalo y, pareciéndole poco despique, pretendió
destruirlo, publicando era fanático y afecto a.l archiduque y no debió de
tener testigos pues se quedó esto así. rJi se refieren varios encuentros con
personas seculares por no alargar este escrito y porque los que tubo con
él corregidor de truxillo, Don Joa11 de Molleda los publicaría en Madrid.
Todos los obispos an tenido dos o más pagesitos en ábito desente, es-
pañoles de el obispado, o los que han traído consigo y los crían y acomo-
dan pero eldicho prelado no vino con esta familia ni a querido tenerla,
por excusar estas limosnas y gastos y así nunca se a servido de pajes blan-
cos sino que la vanidad y ostentasión. salga de costa a gen a y así "le sirven
en la iglesia los colegiales, por estar sustentados con la renta de el semi-
nario y van y vienen cargados con la alfonbra y cogines en el coro, de un
asiento a otro, para oir sermones, estando ellos con sobrepellises puestas,
no debiendo ocuparse en esto.
Su secretario es el que traxo de santa marta y goza de presente este
mismo oficio, con más el de notario mayor de el jusgado eclesiástico y el
curato que tiene de Chilla y Patáz y la secretaría de el cabildo, resultando
los inconvenientes que se referirán adelante, de que el secretario de el
obispo lo sea de el cabildo eclesiástico y son tales los empeños, deudas y
corto ajuar de este saserdote, que no siendo jugador se murmura y pre-
sume que inportarán sus rentas más de quatro mil pesos al año y que se
las lleva el Obispo y que al secretario le darán algo y el sustento porque
de otra suerte fuera el clérigo más rico y alajado que ubiese en truxillo.
Otro capellán le sirbió sin renta, de puertas adentro, teniendo su esti-
pendio de la iglesia catedral que era maestro de seremonias y lo más de
el tiempo serbía su ofisio por sostituto sin que el c~bildo se atréviese a
mandarlo, mirándolo como a capellán de obispo y que apenas acudía per-
sonalmente a su obligasión y de querer los prebendados poner remedio en
esto, allaban el atajo que tenían de malas palabras, desaogos y desayres
de la cosecha de este obispo, asta que se acomodó en curato este saserdote
y el probisor que tiene está pagado con el benefisio de la dotrina de Se-
ch.ura, que no a llegado a ella y, así están en truxillo dos curas y nueva-
mente el sobrino de que se tratará después, tirándolos los sínodos de años
a esta parte por la comodidad y ahorro de el prelado, aviendo en el ca-
bildo y fuera de él quien pueda ser probisor y siegamente dispensa sin
nesesidad ni escrúpulo por sola su conveniensia.
Deseó mucho el obispo casar al sobrino maior con hija única de un
caballero rnaiorazgo de truxillo y ella tenía un pariente clérigo de buenas
prendas, pero mui mozo ·y sin puesto y para ganar voluntades lo comensó
a lebantar de repente y lo hiso probisor y le d5.o el primer lugar en la ca-
nongía dotoral y la obtubo, dejando curas antiguos y mui beneméritos y
que avían ido en nómina en otras ocasiones y los hizo gastar mucho y
engañó a los canónigos para conseguir de ellos el boto y, fuera de esto,
J.e dio la propriedad de el curato de sechura y sin embargo de tantos arU-
24'
360 APENDICE

fisios y tramoias, encaminadas al casamiento, no tubo efeCto y esta señora


casó con caballero conosido.
En estos tienpos se encontró con los padres de la mersed que tienen
curatos en el obispado de truxillo y por no aver dado el probinsial algunas
comodidades que el obispo avía pedido para sus encomendados, se abro-
queló de las presentasiones, exámenes y colasiones y ubo mucho que oir
y que leer· publicando los padres un escrito de tales notisias de los proce-
deres que tubo en su religión que bastaran para moderar a este prelado
y, puestas las cosas en rasón y no a gusto de el obispo, se quedó mul eno-
jado, disiendo qUe los frailes no le eran de ninguna utilidad ni probecho,
siendo así que para verle buen senblante o que sus palabras no lastimen,
todos le dan algo aunque sean probinsiales, visitadores o curas religiosos.
Con la falta general en todo el reino de dinero y atrasos en los diezmos
no ubo quien hisiese postura a ellos y mandó el obispo que los curas diesen
la cantidad en que últimamente estubieron arrendados, no queriendo que
ubiese administrasión de ello, como en ocasiones antepasadas se executó
por desir que los curas darían la quenta que quisiesen y los obligó al nú-
mero determinado de plata de el último arrendamiento, sin admitir dis-
culpa de que no podía lleg_ar a tanto por la esterilidad y baja de preslos
causada de falta de plata y que ponían de su casa para ajustar estos
diesmos y sin considerasión a los tienpos ni escrúpulo de consiensia les
sacó la plata a los curas.
Para resibir al señor virrey, ·Marqués de Castelldurrius pidió a muchos
cllras de el obispado lo aviasen de los géneros de sus curatos y probin-
sias y, por lo que toca a los de valles, señaló número de galHnas y cargas
determinadas de xabón y sebo, corriendo entonses por veinte y seis y treinta
pesos quintal, porque valía en lima quarenta y todos le acudieron de miedo
Y. sabiendo los de su familia que se murmuraba con· publisidad tan de-
clarada estafa, se lo dixeron al obispo y entoses escribió- a don gabriel
de albarado, vicario de Iambayeque echase voz de que lo avía de pagar,
pero no llegó el caso y, aviendo dicho el obispo que la prebensión de el
hospisio le costava catarse mil pesos y sabiéndolo el señor virrei, dixo que
con la mitad que le ubiese dado en plata de regalo se contentara y no le
permitiera otro gasto.
Salió a la visita de valles con gran séquito y ostentasión nunca vista de
calesa, literas, mulas de camino y de carga contra las disposisiones de
concilios y sinodales y lo que nunca virrei ni prelado imaginó hizo este
obispo en su viaje, por el despoblado que tira más de treinta leguas esta
sechura, en que no ai más que arena y sielo sin gota de agua ni rama ver-
de ni seca y obligó a J.os curas de el camino real a que le pusiesen y cos-
teasen todo lo nesesario en aquel desierto y distintas paradas, siendo así
que los avia de visitar a la buelta en sus casas como lo hizo, de que resul-
t.aron gastos doblados y cuidados insufribles y un trabajo inmenso de los
indios, de que dirán mucho de esto los curas que an quedado vivos, aña-
APENDICE 361

diendo el desagradesimiento, mal seña y palabras pesadas de el obispo pre-


lado que paresen de un seglar desbaratado.
En esta ocasión y, siendo la prin1era visita, se puede considerar cómo
festejarían a este obispo y a los de su familia con regalos y dádibas de
suposisión y no aviendo en ella pajes españoles sino sólamente sus escla-
bos, mulatos y negros a quienes contentaban los curas con patacones, no
hubo curato en toda la visita donde no hurtasen algunas piezas de plata
y todas se quedaron perdidas, por desir sus familiares que no se le diese
disgusto al obispo con lá. notisia de estas picardías.
Los quatro curas de lambayeque no hospedaron a tres obispos que en
distintas ocasiones y tienpos pasaron por allí, dando disculpas que su pre-
lado no lo encargó como hasían sus antesesores que mandaban se hiciesen
gastos de sus quartas en estos cunplimientos y, no queriendo este que así
corriese sino que fuese a costa de los curas, les dio muchas pesadunbres
por averle malogrado su intención de ganar gracias a costa agena lo qua!
se confirmó con no aver resibido en su palacio a ninguno de los tres obis-
pos, 'ni echóles, de prinsipio a fin, el menor cortejo, porque el de misque
se hospedó en su conbento de santo domingo, el de guamanga en el de los
betlemitas y el de arequipa en casa de el Corregidor.
Las quartas las subió de punto, siendo notorio que ni los pueblos de
indios ni de españoles van en aumentó y en otros las hiso doblar como en
ferriñafe que, pagando cada año dossientos pesos, cargó ·otros dosientos
más, aunque disen que se los mandó bolber al cura, porqU:e iba a ser canó-
nigo de truxillo, pero los demás se quedaron con esta pensión por la mera
voluntad y codisia de este prelado de que usa libremente sin atender leyes
de consilios y sinodales ni a su consiensia.
Queda dicho que tiene en su palasio al probisor, pero no pagado con
gajes episcopales sino con el curato de Sechura que le dio, donde está un
clérigo inter que apura y disgusta mucho a los indios y estos an ido varias
veses a truxillo a quexarse y el obispo los despide con enojo y malas pa-
labras y si los consuela es con esperanzas de que el propietario probisor
pondrá otro inter y aunque pasaron con su queja al gobierno y traxeron
despacho, no lo a removido y sin duda tendrá V. Ex. en paita o piura
memoriales de indios de sechura y de la misma suerte corren los demás
pleitos y negosios, siendo el último fin la conveniensill o vengansa o con-
tentar a sus allegados;
Otro inter ay en ferriñafe que pocos meses antes de serlo lo oi'denó
este obispo de sacerdote, siendo hombre de canas i no aviendo tenido es-
tudios, pero sí con qué pasar y de estos que no son pobres a ordenado el
obispo con mucho gusto y los demás esperan ocasión muy a lo largo y
aviendo clérigos de letras beneméritos y desacomodados no dio este inte-
rinasgo a uno de ellos 1 dejando al bulgo que murmure con fundamento.
Ubo dádivas y regalos como quien se .paga de esto pues antepuso a este
1

casi seglar a muchos enteramente eclesiásticos y lo peor es aver antesedido


que un visitador lo halló incapáz para darle lisensia de confesor y se la
362 APENDICE

negó y el obi:::po le dio título de cura en inter y está administrando sacra.-


:rnentos, sin embargo de que los indios tocaron este p1mto tan delicado
Y pidieron otro y siendo así que está mandado que al cura inter no se le
pague más de quatro meses de sínodo, por obligar con esto al prelado a
que probea la dotrina de cura propietario, pasa de año y medio este inte-
rlnasgo como tanbién el de mochumi 1 aya.baca, olmos y reque y no a ser-
vido el de ferriñafe de otra cosa que de pleitos y ruido& con el Corregidor
de saña y, con su cobrador de tributos de ferriñafe,-manteniéndolos el in-
ter por orden de el obispo 1 cogiendo por ocasión las conveniensias o tratos
de aguardiente de el Corregidor, sobre que promulgó descomunión y hubo
botixas quebradas, que para ser el zelo santo avían de correr los mismos
ruidos y pleytos en todos los corregimientos de el obispado y no en el de
saña solamente de que resuitaron repetidos despachos al real gobierno.
El prelado dio comisión a este cura inter para poner en pregones los
ganados de hospital y cofradías de ferriñafe y este saserdote con mano de
juez de comisión dispuso de el ganado, echándolo a engordar con la ap~­
riensia sola de averlo puesto en pregones, sin consentir se hisiesen pujas
ni remate ni averse echo escritura de en nuebo arrendamiento que supuso
ni aver dado fiadores, pero los indios ocurrieron al obispo y le informaron
por escrito y los abentó, echándoles en hora mala, debiendo como su pre-
lado defender y anparar lo que tan justamente pedían, para la seguridad
de aquellas obras pías, de donde resultó la sospe-cha det que el cura por
mantenerse de inter debió de dar adbitrio al obispo o a sus sobrinos de
conveniensia de engordar y matanza, xabón y cordobanes y se adelantan
a sospechar y desir que hasta el ingreso de el curato es partible, por lo
mucho que el obispo lo a mantenido allí de inter y por lo que a perseguido
al caxero de el corregidor, maliciando que induce y fomenta a los _indios,
pues no entendiendo ellos de escrituras an pedido la seguridad de sus
ganados y que se den fiadores y a procurado con empeño echarlo de ferri-
ñafe, hasiendo sacar probisiones de el real gobierno de destierro, escri-
biendo a los jueses de ellas para que se quite este estorbo, aunque el ga-
nado quede en riesgo de perderse, no hasiendo caso de los indios como
quienes no se an de atreber ni tien posible para pleitear y así an quedado
los ganados sin seguridad y de todo esto podrá dar rasón el corregidor
de saña, el qual ce quexó últimamente en el real gobierno de que el dicho
cura inter avfa salido al camino y quitado un preso y por orden que hubo
para la aberiguasión se le hiso causa y lo llamó el obispo a truxillo no por
castigo sino a dar quenta de el interinasgo y no se puede entender otra
cosa pues, siendo sierta la quitada de el preso, a los seis días se bolbió al
inter de el mismo curato, sin enbargo de las demás deposisiones de ser
corto de letras para administrar sacramentos y de el delito que avía co-
metido.
Vistos ya estos dos casos de curas interinarios, sobrellevados y permi-
tidos por voluntad de el prelado, se traen otros dos curas proprietarios,
uno de xaianca y otro de lanbaieque, llamados· los benites, de quienes ubo
APEND1CE 363

quexa.s de casiques n.o mui justas y hall<lndose el obispo informado de un


(;.hismoso de que avían hablado mal de él, estos dos hermanos con dos
señores Virreies, disiendo lo de los catorse mil pesos de hospisio que se
apuntó arriba y tanbién de los sobrinos .Y su parentesco y de la cudisia y
Yrulidad que tenía, les dio a cada uno un año de mortifica-clones de .estada
en truxillo, eon diferensia que para el uno fue el castigo de que no salie-:--
se de su casa y entrambos bolbieron destruidos a sus cQratos y podrá.,71 re-
ferir sus trabajos que están en camino real y porque le dixeron a este
prelado que un clérigo de piu.ra avía dicho de él que para qué eran ingle-
.ces piratas, donde estava este oQispo, sin más informe que a\l'erlo echo
un vengativo lo puso en la torre de las canpanas de la· catedral por mucho
tiempo.
El año de 1712 se halló conp1eto el cabildo eclesiástico de trux:illo y,
aviendo muerto un racionero, quedaron echo prebendados de los quales
1

son tres Íos que ·corren _con la :recaudasión de diesmos y no .se quexan estos
en el todo de las malas pagas de su renta, porque corriendo por su mano
tocan algo pero los demás se lamentan de que se les debe mucho y que
no se les da siqUiera para.. el sustento y dar limosnas cada mes y se descar-
gan los jueses de díesmos con desir que el obispo no solamente quiere
estar pagado de au año en plata potable sino que pide más y más y se
la lleba para el afio venidero y que solamente tienen estos recaudadores
en su poder los. géneros. que se recogen y procuran vender en tru:xillo
o se despachan a lima, de que resulta la. dilasíón para el cabildo eclesiás-
tico y sus incomodidades producidas de la ansia de plata de el obispo y
de no ajustarse al buen orderi de distribuir lo que cae, repartiéndolo entre
todos los interesados sin que ninguno quedase sin su parte, aunque le
cupiese poco; de suerte_· qúe cunplido el año avlan de estar pagados o se
les avía de deber a todos esto es a.1 obíspo y a los prebendados, a proporsión
eomo a cada u110 les toca y rara vez a cogido el obispo asúcar, sí no es
quando ya la tíene vendida y V. Ex. se podrá informar de secreto de los
prebendados.
Este obispo asentó su basa entre eclesiáSticos y seculares para que lo
temiesen, usando con- lOS p"rimeros de tal seño y palabras como de estar
siempre enojado y con los segundos inquiriendo sus flaquezas y al primer
encuentro acordar-se de el servisio de dios y de las descomuniones y des-
tierros de mugeres y a tenido tal natural que a los prin.•ipios de su go-
bierno iP.fo:rmó perbersamente:al rei contra sus prebendados, sin que antes
diese corrección fraterna para ·que enmendasen sus yerros y los a cogido
debajo de suerte que--no se· atre1Jen a quexar sin enbargó de que algunos
están. agrabiados porque se ven con hermanos~ sobrinos, amigos y allegados
y tienen que pedirle.
No soláment.e a dominado en lo que va referido sino que manda las
acciones de el cabildo, que son independientes de obispos, de tal suerte
que gozando de las ocasiones de sus trazas introdujo por se:cretario de el
cabildo a su mismo secretario: haciendo que los mismos prebendados le
364 APENDICE

diesen el titUlo y ahora reconosen los inconvenientes que se atraviesan de


que secretario de obispo lo sea juntamente de el cabildo, porque se pueden
ofreser casos que pidan secreto entre estas dos partes y según lo presente
ai inpedimento, ni es dueño el cabildo de llamar a qualquiera hora a un
secretario de un obispo, que se excusará si qUisiera con las ocupaciones
de su amo y no ai modo de obli_garlo sino con riesgos de disgustos y se
ofresió una vez que un prebendado, don Joan de mosquera, pidió contrv,
uno de la familia de el obispo que le perdió el respeto y juntándose a
cabildo. dio el secretario notisia y todo lo desbarató el prelado así que lo
supo, quitando la acción al cabildo de que desagrabiasen a su prebendado.
Las limosnas que manda dar los sábados a medio real no pasa de treinta,
hombres y muge res; otras ai de personas que no salen por las calles y el
socorro es de pocos reales y las últimas limosnas sobresalientes de un
pasagero desaviado, una mujer que no tiene manto, otra que quiere casar
una hija y pide una saya, aquí es el enojo y relación larga de que a per-
dido más de 50.000 ps. y que está pobrísimo y con estas voces que corren
no llegan los necesitados a sus puertas y estas mismas razones de su po-
breza y necesidad refiere a todos los que saben Ja entrada que tiene de
20.000 ps. al a.ño y su continua miseria.
Dos curas concurrieron en Trujillo a tomar posesión de sus rasiones
y hallándose juntos presentaron sus sédulas reales al obispo y siendo de
fecha anteriOr de meses la de el rasionero más maso, resibió primero al
de la sédula posterior y Je dio la antigüedad por desir que era honbre de
edad, queriendo conplaser en esto a un hermano suyo que estava visitan-
do el obispado, faltando a la justisia fundada en la corriente observación
de letras reales y al respeto que debía tenerlas sin dejarse llevar de sus
fines particuJ.ares.
No a cumplido una sola ves con la obligación de predicar en más de
ocho años de obispo de truxillo, ni siquiera una plática en quaresma o
quando hasía confirmaciones, ni puede desir que anda enfermo y que así
está excusado de esta ocupasión, porque _gasa de salud y todas las tardes
sin faltar ninguna sale a pasear en su carrosa dentro y fuera de los mu-
ros1 desde las tres de la tarde asta la orasión.
No se le a oído conversasión de misterio de nuestra santa fe ni de vidas
de santos ni de exenplos, si no de los señores de España, de los sermones
eminentes que como predicador de el rei dixo en su capilla real, de aver
tenido el bastón de governador de santa marta, de que Je tenbló el inglés
y no se atrebió a aquella siudad, sabiendo que él estava en su defensa y
que tubo en un puño a su obispado.
Siendo grande su 1niseria y· cortedad, no es menos la ostentasión y va-
nidad relaxada que gasta, de suerte que p:arese clérigo en su vestuario,
que todo es de seda el interior y esterior, hasta las medias, no usándolas
los obispos religiosos slno en misas de pontifical y quien no tiene notisia
de este obispo no sabrá de qué religión es pues asta el serquillo de su co-
APENDICE 365

rona y pelo no es de un dedo, como lo traen los monjes de su orden de san


benfto, sino como los de otros failes mosos de poco juisio.
En la catedral de truxillo verá V. Ex. quatro retratos de obispos, el pri-
mero que hiso y consagró la iglesia, otro que inpuso rentas, me.marias y
capellariias y el tersero memorable limosnero y sin enbargo de estas pre-
rrogativas muestran las pinturas que sus pies están pisando el mismo sue-
lo y que por ornato de el lienso se ve, quando más, una cortina llana, pero
el obispo presente, no aviendo dado de su caudal la menor alaja a la igle-
sia, adelantó su retrato a que fuese maior de ancho y largo y que estubiese
la efigie debajo de dosel y que pisase dos gradas y alfonbra, para distin-
gUirse en grandesa de los demás obispos sus antesesores .Y el rótulo de
abajo tiene que leer.
Seis sédula,s reales de prebendas de truxillo an tenido sinco curas en
el tienpo de este prelado y en todas ellas a puesto su enpeño de que luego
al punto hagan dejasión de los curatos, con aquella ansia y anbisión de
probeerlos; prometiéndoles correrán con ellos por sus interinarios hasta
que se resiban en sus prebendas. El primero fue don francisco de grijalva,
cura de Sechura, para una rasión y confiado en la palabra y trato no cono-
sido de el obispo hiso lo· que le mandó y engañó!o, pues estando el cura
para tener el ingreso de las ofrendas y misas de finados, le puso' in inter,
quitándole la conbeniensia al rasionero y se vio obligado a salir brebe para
tru.._"'<{illo, perdiendo muchas deudas que ubiera cobrado con mano de cura
y este saserdote fue tan sentido y quexoso por esos caminos, que a todos
manifestó su pesar y pudo ser que eso le acabase la vida a pocos meses de
rasionero. Siguióse en otra rasión don bernabé de alcoser, cura de ferriñafe
y que viéndola ir a serbir y apurándolo para la dejasión, pidió tienpo y no
se lo consedió el obispo y le dixo -renunsiase la rasión ente escribano y así
lo hizo, por excusar disgustos; era ya cura de Sechura don joan de mon-
eada, quando le vino la sédula de canónigo dotara! de trux:illo y según
lo que de él se a referido y allándose con obligasión al obispo, no dirá sus
sentimientos por la dexasión de su curato antes de tiempo.
En un aviso vinieron tres sédulas, las dos de rasioneros de don fernando
de castro, cura de olmos, quien puso inter de su mano por ruego de un
oidor y, porque actualmente estaba visitando el obispado ·un hermano suyo,
el otro de ay::i,baca, don martín ferrer, no'tubo este valimiento y habiendo
echo dejasión de el curato le puso inter el obispo y se atrasó mucho en sus
cobranzas; el último fue el de ferriñafe, don bernabé de alcoser para ca-
nongía y no quiso aser la dejasión y pagólo con desaires, malas palabras
y obras que resibió de' el obispo.
Este es el cura a quien.pidió el obispo que con brebedad dejase a ferri-
ñafe y pasase a su canongía, para dar la propriedad a su sobrino y aco-
modarlo en el maior curato de el obispado, donde ay curas antiguos y be-
neméritos que se encogieron y retiraron, oye:l.do esta vos de un prelado
resuelto y de mala consiensia y experimentando tan manifiesto agrabio,
como el que se hiso dando el curato al sobrino, de pocos más de veinte
366 APENDICE

años, seglar, co11 espada que actualmente estudiava la gramática, oponién-


dose con engaño y ficción y sentándose de seglar y con melena a ser exa·-
111inado de el padre nuestro y abe maría, sin concurso de sugetos de. mé-
ritos, aviendo tres que casualmente estavan en trrndllo y estos son don ga-
briel de albarado, cura de lambaieque, don joan de isúsquir:.a, de paita y
don francisco de isúsquisa, de sallique, los quales de holgaron de que los
admitiesen a la oposición de ferriñafe, pero los opositores fueron dos co-
legiales, sin edad de orden sacro y aviendo metido petisión para oponerse
el dotar don eusebio de medina, cura de las estansias que se allava en
lima, pidiendo más término de los veinte días que se avían señalado, no
se lo consedieron más antes lo intimidaron a que se apartase por escrito
de la oposisión y así lo hizo en truxillo, quedando el obispo contento de
aver asegurado al sobrino el curato de ferriñafe y de tenerlo en su casa
y con. él son tres los curas proprietarios que no residen en sus dotrinas,
estando en poder de interinarlos que son la destrusión de ellas y en mu-
cho más de un año no probeyó ocho curatos, sin atender este obispo ni a
su consiensia ni a su crédito.
Su mayor cUidado tiene puesto, por si muriere en truxillo·, que no le
herede su iglesia y así no a echo un báculo de plata, sirviéndose de el que
traxo .de santa marta de vronse dorado y fuentes y aguamaniles de los
expolias de otros obispos y los esclavos están conprados en cabesa de el
sobrino, don joan antonio, en ello poder. a puesto la renta de diesmos,
quartas y dádivas que importan al año más de veinte mil pesos y pasa de
ocho años su govierno y de siento y sesenta mil pesos los que a resibido
y no abrá gastado sesenta mil, según la moderasión y cortedad de su casa
y que pide y resibe a su voluntad y todo lo tiene el sobrino y asi dise que
no posee un real.
Está es corta rClasión que alargará el tiempo si las probinsias de la sie-
rra hablaren en su particular y al presente se despacha un tanto de ésta
al rey nuestro señor, con carta y notisia de que el obispado de truxillo a
dado parte de todo a v. Ex. y piden los curas a su magestad que
- los ampare y defienda para que los obispos ni sus visitadores los obli-
guen a los costos de fletes y sustento de el camino.
- que los obispos tengan pajes españoles en ábito désente, para que
les sirvan en la iglesia y en el coro y no· teniéndolos n.o obligue a los cole-
giales de el sem.:lnario desta ocupasión, por estar dedicados al altar y a sus
seremonias con sobrepellises.
- que el obispo no se sirba de curas proprietarios que están fuera de
su feligresía ni de los que tienen ofisio en la iglesia y coro.
- que los obispos ni cabildo sede vacante obliguen a los curas a que
se encarguen de las cobransas de diesmos, mandándoles haser obligasión
firmada de pagar otro tanto, como lo que daban los arrendadores de ellos,
que por estar subidos no los quisieron.
APENDICE 367

que los obispos no pidan ni lleven las quartas a su voluntad en nú-


mero determinado de plata, estando mandado lo contrario por las sinod~iJes
sino que se ajusten a ellas.
- que qua:ndo se hasen pagas de las rentas desimales no a de ser me-
jorado el obispo, cobrando en plata ·y dejando géneros al cabildo para
quando se vendan, ni menos que al dicho obispo le ajusten el año entero,
quedándose sin pagas o con grandes resagos los prebendados, sino que
esto corra con igualdad y al respecto de lo que a ca.da uno toca_ de más
o menos.
- que el secretario de el obispo no lo pueda ser ni sea secretario de
el cabildo de la iglesia de truxillo, por los inconvenientes y reparos que se
hallan en estas dos ocupasiones.
- que el obispo no obligue a los curas que tubieren sédulas reales
de prebendas a que luego que las resiban hagan dejasión de sus curatos 1
donde podrán estar asta el término de los dos años que se les consede.
- todo lo referido hallará V. Ex. ser sierto y puede ser que aya infor-
mes de palabras de otras cosas más particulares que no se an ofresido
a la memoria, porque generalmente se quexan de este obispo así eclesiás-
ticos como seculares y V. Ex. no a de oir siquiera una buena prirtida o
propriedad de este prelado, de quien nos libre dios y pide este obispado de
truxillo a su divina magestad guíe a V. Ex. muchos años. Mes de octubre
de 1713.
A. r'Je J. Lima 72-2-18.

N.• 2, CARTA DEL ARZOBISPO DE LIMA A S. M. LIMA, 16 OCT. 1733,


SOBRE LA DECADENCIA DE LA UNIVERSIDAD DE SAN MARCOS

Mi obligación y el deseo del mayor servicio de Dios y d"e ·s. M. me precisa


a poner en ·su Rl. noticia el estado en que se halla la Rl. Universidad de
san Marcos q. el piadoso celo de los Reyes Católicos fundaron y conser-
van a sus pro]¡ias Rs. expensas en esta ciudad para la enseñanza pública
y de q. es V. M. Patrón y Protector.
En su primera fundación se instituyeron las cátedras de las facultades
de Sda. TheoJogia, Sdos. Cánones, Leyes Civiles, Artes, Medicina y Lengua
y después con licencia de V. lV.L se han ido fundando otras de modo q .. hoy
hay en esta Univ. 31 cátedras fundadas y dotadas con muy suficientes sa-
larios corrientes y efectivos y habiéndolas regentado insignes catedráticos
y logrado con 'su enseñanza sacar sujetos igualmente insignes y doctos
discípulos de q. están llenos estos Reinos, se ha reducido en estos (U.timos
años a tan deplorable abandono q. se puede decir y a.Segurar a V. M. q.
en estos 10 últimos años han sido los cu1·santes en todas fac_ultades mu-
368 APENDICE

chos n1enos q. los catedráticos y en algunos cursos ni un solo oyente ha


habido, no siendo esto por defecto de los catedráticos, porque los actuales
son y están muy puntuales a sus horas y los Regentes llevan a sus reli-
giosos estudiantes a la Univ. a oir sus lecciones; lo q. nunca se ve en estos
tiempos son ms..nteistas ni colegiales de San Martín q. siempre asistían a la
Univ. pero ya ninguno concurre. Siendo digno de la mayor admiración
q. en este tiempo se ha aumentado el número de graduados de Maestros
y Doctores q. exceden en más de la mitad a los que había regularmente en
la Univ. y .entre ellos muchos q. jamás cursaron en ella y no pocos q. ape-
nas saben gramática de modo q. llegará hoy el número de graduados de
DD. y Maestros a más de 300.
El origen de este vergonzoso desorden es: lo l.", q. siendo Estatuto de
esta Univ. como de todas las públicas q. todas sus cátedras se provean por
oposición es muy rara la q. en estos 10 años se ha proveído de este modo y
lo común es ha haberse dado a el q. ha querido el vuestro Virrey, porque
declarándose, como lo hace, por el sujeto q. quiere, ninguno se atreve a sa-
lir a la oposición y se confiere la cátedra por clauf(tro, pero con un gracioso
n1odo: el Rector convoca a claustro, haciendo avisar para el a solos aque-
llos graduados q. sabe no han de contradecir. Habrá 3 meses q. vacó la
cátedra de Digesto Viejo, propia del Col.º Rl. de S. F'elipe y empeñado el
vuestro Virrey en q. la obtuviese tJ.n dependiente suyo, expidió decreto
para q. ninguno se 'opusiese sino solo los colegiales actuales y entre quie-
nes no había alguno capaz de oponerse, excluyendo de ella a los colegiales
huéspedes q. se mantienen en el CoL" entre los cuales había sujetos muy
capaces y benemétitos y como no hubo coopositor Ge le dio la cátedra,
con la circunstancia de haber enviado a su secretario q. asistió a el claus-
tro con los pocos Doctores q. la votaron y se la dieron. Por lo q. faltando
el estímulo de la oposición y consecución del premio no hay quien curse
ni se jercite en los actos literarios en la Univ.
Todas las cátedras de esta Univ. excepto las de Prima de Teol. Cánones,
Leyes y Medicina y Sda. Escrttura son cuatrienales, según sus fundaciones.
pero se han hecho generalmente todas de propiedad y perpetuas como
las de Prima, porque cumpliendo el cuatrienio, sin oposición el vuestro
Virrey y si en alguna hay copatrono, las prorroga y perpetúa.
Entre las demás está fundada una cátedra de lengua;¡ manda V. M.
en sus Leyes de Recopilación q. no se presente para curato nf doctrina de
indios a q1J.ien no ·presente certificación de haber cursado un año esta
cátedra de lengua, tan necesaria para el ministerio. Creo, señor, q. en todo
este Reino no habrá uno q. queda presentar esta certificación, porque ha
n1uchos años q. el catedrático no lee porque no hay qui.en le oiga. Como
sucede en cuasi todas las demás catedras reducidas a beneficios simples q.
tiran la renta sin poner en muchos años los pies en la Univ.
Los Rectores de la Univ. se deben elegir cada año, según Estatuto, al-
ternativam.ente uno eclesiástico y secUlar y sólo permite q. los Virreyes le
puedan prorrogar cuando hubiera causas graves; ya se ha hecho ley la
APE.:NDICE 369

prorrogación de dos~ tres y cuatro años, sin más motivo q. el empeño q. se


consigue con la negociación y el agasajo,. porque este empleo se solicita
co1no nna utilísima conveniencia. Porque el Rector es dueño árbitro de
todas las rentas que la Univ. (q. son muchas) sin q. haya quien dé cuentas
ni quien se las pida muchos años, de modo q. hay algunos de los seculares
q. han sido Rectores de quienes se dice se har1 utilizado en muchos ·mi-
nares de pesos y se halla la Univ. tan atrasada q. si se le ofrece un gasto de
mil pesos no tiene hás arbitrio q. vender un grado como lo hace cada día
y a tan bajo precio q. convida a graduarse de Doctor a el más ignorante
y desdichado.
En fin este gravísimo desó:rden se ha experünentado siempre que los
Rectorados han recaído en los seculares q. son los q. más lo solicitan y a
qUienes más se prorrogan porque se consideran como una gran conve-
niencia, lo q. rara vez sucede con los Rectores eclesiásticos.
Esta Univ. está reducida a tan deplorable estado q. ni aun tiene apa-
riencias de lo q. debe ser y ha sido; no sirve para la enseñanza pública
q. es su fin sino para el interés particular. Por lo q.- nf'cesita de el remedio
de una visita cometida a Ministro de integridad, inteligencia y zelo q. la
restituya a su ser a sus estatutos y leyes y q. la actúe con la mayor inde-
pendencia que sea posible de los Virreyes q. como por lo genei.'al esta ma-
teria no es de su profesión más sirven para destruirla, como ha sucedido,
que para conservarla como están obligados. Yo le aseguro a V. M. en la
presencia de Dios q. si esta Univ. no se remedia según ella está, es la cosa
más inútil de cuantas V. M. _mantiene en este Reyno. V. M. resolverá lo
q. fuere de su Rl. servicio. Guarde Dios ... Francisco Antonio, Arzob. de Llma.

A. de I. Lima 521 72-2-11

N.º 3. CARTA DE D. FRANCISCO XAVIER LUNA VICTORIA OBISPO


DE PANAMA, A SU SANTIDAD. PANAMA, OCTUBRE 11 DE 1754

Eme. Pater.
Habiendo constituido Dios la persona de V. Santidad Príncipe sobre toda
la tierra y Supremo Monarcha de la Gerarquia Eclesiástica me parece
inexcusable a los que sin méritos verdaderos sólo por la Oivina Misericordia
hemos sido llamados a la suerte de coadiubar y cooperar a los cuidados y
Pastoral solicitu de V. B. en estas remotas Provincias el poner en su no-
ticia nuestros procedimientos.
El día 15 de Agosto del año de 752 se me entregó el Gobierno de esta
Iglesia en virtud de Real Cédula de ruego y encargo dirigida por S. M.
Cathólica a este Cavi!do. A los 3 meses recivi las Builas en que V. B. se
370

sirvió de conferirme este. Obispado e 'inmediatan1ente comencé a solic.ltar


mi consagración con la brevedad que los Sagrados Cánones previenen 3r
haViéndolo recivido, consider2ndo que el medio más importante para en-
tablar mi govierno y con seguir el bien esplri tual de mis obexas que Dios
y V. B. me ha11 encomendado, es una vjsit.a hecha con la debida atención,
la. abrí en esta ciudad y fenecida por sus términos dispuse el salir a prac-
ticar la misma diligencia en las ciudades, villas y lugares de este distrito,
como Io executé en el verano que corresponde a principios del año de 753,
en el que me embarqué para la villa de los 89.ntos, en donde seguí la visita
reconociendo por mi propia persona las prlncipaJ.es poblaciones que gover-
nadas por thenientes están anexas a aquella Parroquia procurando en to-
das partes afiansar lo que hallé bueno y· corregir lo defectuoso, poniendo
mi particular atención en la rectitud de costumbres y suficiencia de los
eclesiásticos 1 la pronta administración de los sacramentos e instrucción
de los fieles a cuio fin hice las ordenanzas y también mandé guardar en
toda la Diócesis y cuia copia remito a los pies de V. B. para que se digne
su Paternal Benignidad de mandarlas reconocer para que se enmiendan
sus yerros y se apruebe si alguna cosa hallare gracia en los ojos de V. B.
Desde aquel lugar continué por las poblaciones subcesivas hasta lle-
gar a la ciudad de Santiago de Veragua en donde tube noticia que como
a distancia de 7 u 8 leguas estaban avecindadas ba1ias gentes de distintos
colores negros, mulatos y mestizos sin un sacerdote que los asistiese en sus
necesidades espirituales, al mismo tiempo salieron a visitarme de la mon-
taña. varios indios que en tiempos passado_s fueron unos Baptizados y
otros Catequisados, pero al presente biven bárbaramente con solo una in-
clinación natural que conserban a los sitios y costumbres de la Religión
Cathólica y compadecido de su infeliz estado, solicité ,un eclesiástico que
hallé al propósito para el remedio de estos indios como para el consuelo
de la otra población que dexo mencionada y este con las prevenciones que
le hize se partió a morar en las faldas de la n1ontaña, con tanta fortuna
q¡ue oi tiene saca.dos más de 100 indios de 'varios sexos y edades, Jos que
hapoblado como una milla, de distancia de la otra población de gente de
color, ha fabricado Iglesia aunque de materiales débiles por la pobreza y
escasez que traen consigo tales principios, pero ha más de 8 meses se
celebra.n en ella las funciones sagradas y continúan ministrando el pasto
espiritual a los individuos de una y otra población.
Desde allí seguí mi vista y viniendo desde e1 peublo de San FranCisco
a la ciudad de Nata, en que avrá 14 ó 15 leguas de distancia me informé
que en la medianía avía copia de gentes esparcidas y reflexionando la
mtsma dificUltad que era preciso padeciesen en la asistencia de la Missa,
en la instrucción de la Doct1ina Christiana y recepción de Sacramentos
vnandé hacer un Padrón dellas, se hallaron dispersas 207 familias y aviendo
convocado a los principales vecinos dispuse se hiciese en el centro de aquel
terreno una Capilla en que residiese un teniente de cura de Natá, a fin de
que cUidasse del bien espiritual de aquellas gentes; tengo noticia estar
APENDICE 371

ya acabada la Capilla Y- se continúa en disponer paramentos y proporcio-


nas fondos de que pueda cómodamente mantenerse al theniente.
Desde la ciudad de Natá seguí mi visita de pueblo en pueblo hasta esta
Capital, adonde llegué entrado el invierno y quedando confirmadas 11,618
personas.
Pasé el yvierno en el cuidado y goviemo de esta Iglesia y luego que en-
tró el verano volví a salir para la ciudad de Portovelc y visitando el pue-
blo de San Juan que está situado en el camino, tube noticia que como 14
leguas internando la montaña, avía un asiento de minas en cuias labores
se ocupaban como hasta 100 almas y considerando la gran dificUltad que
tenían para gozar del pasto espiritual y ser socorridos con los Sacramentos
en el artículo de la muerte, hize venir a mi a los principales mineros, quie-
nes combinieron gustosos en asignar una competente congrua para ali-
mentos del capellán que les destinase, pero este ·no he podido conseguir
por no aver eclesiástico útil que quiera suxetar~e a vivir en aquel decierto,
continuó mi diligencia y en todo evento me resolví a despachar a qual-
qUiera como sea sacerdote, porque me parece que para estos lugares de
suma incomodidad para que no se hallan sujetos competentes, es mexor
alguno ati.hque menos útil que ninguno.
De allí passé a la ciudad de Portovelo, continué a los citios de Chagre
y Cruces y me retiré a estaciudad a passar en mi Iglesia de Semana ~anta
y luego que fueron concluidas las funciones de este santo tiempo bolví a
salir a visitar los pueblos de Pacora y Chepa y en este me informaron que
en las vegas del Ria de Banano avía copia de Haziendas y gentes libres po-
bladas en aquellos contamos y casi destituidas de los socorros espirituales
por ser muy dificultoso al cura del pueblo contrinuirlos, lo que me dio mo-
tivo a reconocer el río por mi propia persona, subiendo hasta el paraxe
más abansado que es el fuerte de Terable que está cubierto de un oficial
y guarnición de soldados para contener la invación de los indios bárbaros
y he.llé ser cierto todo lo que se me avía ynformado y que muchos morían
sin Sacramento por no aver quien los administrase, con cuio motivo luego
que llegué a esta ciudad traté el negocio con el Governador dEil Reino que-
dando concordes en que se pusiese en la medianía de aquel sitio un ecle-
siástico que sirviese de Capellán así a la gente del fuerte corno a los de-
más que se hallan situadas eri aquellas Haziendas y otros paraxes mante-
niéndose parte de la Real Hazienda y en parte de las obvenciones de aquel
ramo de feligresía que corresponde al cura del pueblo de Chepa y en este
y Pacora he confirmado 1.070 personas. He encontrado para lo referido un
eclesiástico de bastante idoneidad pero asta ahora no he podido conseguir
tengan cumplimiento mis deseos.
A Ja fecha quedo ocupado en el Govierno de esta Capital y previnién-
dome para salir a principios de verano a la Provincia de Santiago de Alanxe
que es el último cantón -de esta Diócesis assi para visitar aquellas Iglesias
como para poner término a una disputa que ha 2 años permanece entre
372 APENDICE

aquellos vecinos sobre el lugar en que se ha de fabricar la Iglesia la que


asta ahora está arruinada~ celebrándose en paraxe poco decente y assi
mismo para disponer que se trasplante el Pueblo de Boquerón· que es de
indios situado al pie de aquella montaña a los llanos en donde se eviten
las incursiones que padecen de los indios infieles y el peligro de que hagan
fuga instigados de estos, volviéndose al gentilismo.
Esto es Bme. Pater la suma lo que mi cortedad ha podido_ executar sin
desatender al mismo tiempo la fábrica de esta Iglesia Cathedral que se
halla en estado de recibir el techo y repararla de paramentos de que
estaba no poco destituida para la decente celebración de los divinos Ofi-
cios. Y quisiera que mi aptitud .se entendiera tanto como mis buenos deseos
para corresponder a la confianza que he merecido a la piedad de Vuestra
Beatitud a quien suplico humildemente se digne echarme su santa ben-
dición. Y rogar a Dios por mi como yo nunca cesaré de 8Uplicar a su Divina
Me,gestad. Guarde la importantísima persona de V. B. los muchos años que
la Universal Iglesia necesita. Panamá y Octubre 11 de 1754.
B. P.
B. L. P. de V. B. Su humilde súbdito Capellán. Francisco xavier, Obispo
de Panamá.

J..,a"s Ordenanzas de que habla son 16, confirmando además las dadas por
sus antecesores D. Bernardino Cerrada y D. Agustín Rodríguez, en lo que
no se opongan a las presentes. Fecha Villa de los Santos y Febrero 16 de
1753.
Arch. Vatic. Sac. Cong. Concilii. - Relationes Dioeces.anae.

N.º 4. CARTA DEL DEAN LAS HERAS AL MARQUES DE LA SONORA.


LIMA, 16 DE JUNIO DE 1787.

" ...Todo quanto llevo relacionado y expuesto le protesto a V. E. que no


es más que el hecho de la verdad, bien creo que el Señor Obispo informará
de otro modo pero no deseo más sino que se hagan las dos siguientes refle-
xiones: la primera que este Señor se 11a opuesto a todo clase de personas,
a todos los Corregidores e Intende11tes que han existido en su tiempo, en
la ciudad de Goamanga, a todos los individuos así eclesiásticos como secu-
lares de aquel pueblo, y a todos los sugetos que están en empleos visibles
de este Reino, pues es posible creer· que todos an de ser malos Y que sólo
Su IUustrisim.a es el bueno? La segunda, que si a mi siendo una persona
faborecida y recomendada por v. E. condecorada con ün mérito y con unas
circunstancias que en la clase de Prebendado no los hai en el Reino se-
mejante y de una conducta irreprehensible, a Ja vista de los hotnbres como
APENDICE 373

es público y notorio, se atrebe a perseguirme y a quererme atropellar, ¿qué


hará con los demás infelices que -son hijos del País y no tienen recursos
para poder defenderse? Le aseguro a V. E. que vivía mi corazón traspasado
al ver tantos miserables en los calavozos y mazmorras, quejándose y sus-
pirando entre grillos y cadenas y muchas veces 'Sin aver otro delito que un
capricho contra ellos; pues los autos y las causas que en aquel pueblo se
forman suelen ser falsos por sus caprichos y ternas, mediante a que se
llaman testigos los que llenos de miedo y de temor firman todÓ quanto se
ies manda y de aquí provino haverse impresionado en España que el po-
bre Deán mi antecesor avía muerto impenitente, quando recivió dos veces
el Viático y espiró rodeado de los más santos sacerdotes y si a qualquiera
otra persona le huviera pasado lo que a él, qué sé yo si se hubiera despecha-
do mediante a que después de haverle perseguido e injuriado, aporreándole,
llenándole de oprovios insultándole y atropellándo de todos modos a su
persona y a sus vienes hasta ponerlo en la agonía, do~ horas antes de es-
pirar le mandó a su Provisor y Tribunal para que se apoderasen de su tes-
tamento y de sus vienes y llegando a la cama del enfermo con expresiones
fuertes de parte de Su !Ilma. no le respondió otra cosa más que le dejase
Su Illma. siquiera morir en paz. Igualmente causó la muerte del Chantre,
con unos porrazos que le dio, de ·que se le gangrenó una llaga. Al Peniten-
ciario, si yo no llego tan pronto, también lo tendría ya enterrado. Es una
lástima el oir los lamentos de los Curas: uno de ellos respetable por sti
edad (85 años) y por ser de los Párrocos más antiguos no pudiendo ya su-
frir más, quiso ahorcarse con un lazo y yo le consolé y le desbanecí de
este mal pensamiento. En la Provincia de Jauja hay 18 clérigos huidos y
13 en Lima y veinte y tantos en el Cuzco, porque este Prelado en tomando
a uno entre sns manos no para hasta aniquilarlo y destruirlo. Su Provisor
que pudiera alguna cosa contenerlo no se atrebe, porque teniendo él_, por
otra parte, algunos vicios, si se opusiera en lo más mínimo podría Su !Ilma.
acusarlo y aun perderlo con justicia.
Esta es la triste situación en que se halla la aflixida Iglesia de Goa-
manga, en la que me es imposible permanecer con honor, ni con paz y
serenidad de mi conciencia y así prefiriendo yo la salvación de mi alma a
todos los destinos de este mundo, le suplico encarecidamente a V. E. que
se me_ admita la renuncia del Deanato que tengo y mande al Señor Virrey
me conceda la licencia de mi embarque para España ... "
Añade como último favor que careciendo de recursos se le lleve de li-
mosna o como capellán de la embarcación.
A. de l. Lima 1568.
374
APENDICE

CARTA DEL OBISPO DEL CUZCO, D. JUAN MANUEL MOSCOSO


A S.M. MADRID, 7 AGOSTO DE 1787

- .
Senor: El Obispo del cuzco estraído violentamente de su diócesis por
orden del Virrey D. Agustín de Jáuregui del 6 de Diciembre de 1783, con-
ducido con escolta de tropa a Lima, detenido allí por tiempo de dos años,
trasportado después con igual violencia a España donde arribó en 15 de
Agosto de 1786 ha recurrido en estos 4 años diversas veces a V. M. Y la úl-
tima de 21 de Marzo pdo. de este año en que hizo la adjunta representación
que _s7 puso en manos del Marqués de Ja Sonora, implorando la soberana
JUSt1cia de V. M. para conseguir el desagravio que exigen su dignidad, su
persona Y servicios' hechos a la Iglesia, a la Religión y a V. M. y a la Co-
rona, que se ha pretendido oscurecer con calumnias groseras, hijas del
odio, de la venganza, de la maledicencia y producción de aquellos inismos
que han dado causa a las desgracias que los años pasados han padecido
los reynos del Perú y que han oprimido el inocente y religioso corazón de
V. M:. pero aunque han pasado cerca de 4 años no ha sacado el Obispo de
sus repetidos, justos. clamores más fruto que el de llorar sepultado en un
perpetuo olvido Y vil desprecio.
r No .P~ede concilfar el. Obispo este extraño procedimiento con las santa13
c.ispos1ciones de la Iglesia, con la rectitud de las leyes, con la pureza de
las costumbres de una Monarquía católica y, sobre todo, con la sabiduría
de V. M. Y con la excelencia de las virtudes que adornan su alma~ Por eso
el Obispo está en la firn1e creencia de que v. M.o nad'::l. sabe del negocio de
este ?~i-spo perseguido 0 que a v. M. le han informado_. cori ocultación Y
suposic1on de la verdad. Porque, señor, 0 el Obpo. es delincuente y se ha
formado bien o inaI un proceso sobre sus delitos o no es delincuente ni
se le h~ :armado proceso alguno, si no es delincuente ni hay proceso con-
tra él <.coma se le arranca violentamente de entre sus ovejas, se le arroja
_por los mares, se le detiene en la capital del Reyno, hecho la expectación
del ~undo, se le trata y castiga como a reo procesado y jurídicamente con-
vencido.
Si el Obpo. del Cuzco es delincuente, si su delito se ha probado y justifi-
cado por medio de un proceso actuado antes del 16 de Dic. del 1783, como
era indispensable pues desde aquel dia se le ha tratado y trata como a
r~o, lcómo es que a este Obpo. que sin intermisión ha clamado P?r espa-
cio de 4 afias para que se le formen jurídicamente cargos, se le oiga, sus-
tancie su causa según los decretos de la Iglesia y de. las leyes del reyno,
este es. el día en que ni aún se le han contestado sus instancias, clamores Y
súplicas':'
APE,NDICE 375

Si la mano que el dla 16 de Dic. del citado año llenó de oprobio al Obpo.
del Cuzco, ultrajó su dignidad, infamó su buen nombre y sus nobles servi-
cios los convirtió en execrables n:::.aldades, no tuvo más proceso justifica-
tivo de ellas que le maldiciente pluma del calumniante o calumniantes <.qué
ha hecho en los dos años y medio en que ha detenido al Obpo. en la ca-
p;.tal de lima? Y si en este tan düatado espacio de tiempo justificó lo que
necesitaba para agravar al Obpo, las penas y trasportarle a España por los
mares a distancia de 5.000 leguas de su Ig·lesia Gcó1no se concilia ahora con
este procedimiento de detener en España al Obpo. el tiempo de un año,
negándole tod~ aúdlencia y todo consuelo y hacerle ge1nir en las cárceles
del olvido y del desprecio?
lPuede esa conducta haber hallado abrigo en el :rectísimoi sabio y re-
1igiosisimo tribunal de Carlos 3.', modelo de grandes y de Justificadisitrios
Principes? No señor. No es la real mano de V", M. la que con tan inaudito
rigor y con modo tan nunca usado, aun con el mas simple miserable vasallo,
oprime la inocencia, la fidelidad y los servicios del Obpo. del Cuzco, es la
rnalieia, el rencor y el vil interés de aquellos perniciosos políticos que con
los a:r".".ificios de que abundan han sabido disponer que los justos clamores
del Obpo. no lleguen a los re.a!es oídos de V. l\ll. o que su soberana justi-
·<'.ia los haya mirado con la indignación que merece un Obpo. representa··
do como convencii;!o de infidelidad y rebelión sacrílega contra su Rey.
l!.i Obpo. Señor1 reproduce sus anteriores representaciones y con espe-
.cialidad la que hizo en 21 de Marzo pdo. de este año y se vé precisado
a implorar con la más eficaz instancia la real justificación de V. M. para
que se digne resolver seg-tln tiene suplicado en la citada representación de
21 de Marzo, en la que pide se le oiga en Tribunal competente, en juicio
abierto formal y juridico y q, V. M. se sirva permitir al Obpo. se presente
a besar sus re"ales mano.s e informarle de palabra o por escrito de las cau-
sas que motivaron la rebelión del Perú. Ya es tiempo, Señor, de que este
p1·elado inocente e injustilmente persegtúdo en la presencia de Dios tenga
el consuelo de manifestar s11 justicia en la presencia de V. 1\i, y a los ojos
del mundo, pues la divina providencia que nunca abandona la inocencia
ha empezado a dar visibles testimonios en favor de la del Obpo. del cuzco
por diversos caminos. Entre est-0s ha sído el uno el permitir q. D. Benito
<le la Mata Linares, Intendente de! Cuzeo y D. Simón Jiménez de Vlllalba,
Arcediano de aquella Sta. Iglesia, q. son los dos principales instrumentos
que se escogieron para preparar y fundar las acusaciones hechas al Obpo.
se hayan mutuamente acusado y procesado de los más enormes critnenes,
delitos y excesos, que respeetivan1ente han justificado con un n.º casi in-
finito de testigos de la mayor distinción) habiendo ambos remitido pro-
cesos a la superioridad de Lima con sus respectivos informes y entiendo
que tarrrvién a V, M. por la vía reservada.
Esas sumarias y esos informes confirm-an de un modo incontestable los
excesos, por los cuales el Ohpo, del Cuzco procesó a los citados Intendente
y Arcediano y sin to1nar providelicta alguna de justicia, contentándose con
376 APENDICE

la de pura caridad, remitió sus causas a V. M. para que resolviese lo que


fuese de su real justificación. No sabe el Obpo. si V. M. tornó alguna pro-
videncia ni si existirán esas causas que remitió por mano. del Marqués de
la Sonora, pero si sabe q. aquellos mismos rntendte. y Arcedo. corregidos
por su Obpo. con la moderación y caridad q. manda el Evangelio fueron
elegidos y erigidos en tribunal para acusar y juzgar a su propio Obpo.
No es tiempo ahora, señor, de ponderar lo extraño de esas providencias~
pues tendrá su tpo. y lugar oportuno, pero sí es la precisa _e indispensable
ocasiói:t de pedir a V. M. q. sin suspensión de la resolución q. solicita el
Obpo. del Cuzco en su representación de 21 de Marzo pdo. de este año, en
la q. insiste ahora sobre q. se le oiga en juicio solemne, abierto y conforme
a los cánones y leyes, se digne v. M. mandar {en caso que no se hayan
remitido ya a la via reservada las dos causas y su respectivas representa-
ciones que recíprocamente como jueces y partes se han formado al Inten-
dente D. Benito de la Mata Linares contra el arcedo. D. Simón Jiménez.
Villalba y éste contra aquél) q. el Virrey de Lima, la Rl. Aud. de ella o el
Superintendte. subdelegado del Reino del Perú, D. Jorge Escovedo, a quien
se hubieren presentado las· citadas dos causas, las remitan a V .M. por la
vía reservada del Despacho Universal de Gracia y Justicia íntegra con los
informes n1utuos en q. se acusan a fin de unirlas al proceso q. se huviese
formado al Obpo. del Cuzco, originales o por compulsa y obren los efectos.
de una sólida e incontestable defensa del Obpo. a cuyo fin las pide, no.
para acusar a estas sus ovejas de quienes se compadece y procura el más.
eficaz remedio a sus dolencias notorias.
A V. M. suplica el Obpo. del Cuzco se digne estimar cuanto solicita en
esta representación por interesarse la gloria de Dios, la defensa de la Igle-
sia y de sus Obispos y el may_or servicio de V. M. cuya importante vida,
guarde el cielo para defensa y desagravio de la inocencia perseguida y·
para consuelo de sus fieles vasallos. Madrid, y Agosto 7 de 1787. Señor Juan
Manuel, Obispo del Cuzco. Concuerda con su original q. se ha remitido a
s. M. por mano del Srio. de Estado y del Despacho Univ. de Indias hoy 7
de Agosto de 1787 de q. certifico. Manuel Castellanos .

A. de l. Cuzco 77.

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