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ES PROPIEDAD
Enero de 1961
TOMO IV
(1700-1800)
BURGOS
1961
Imprimi potest:
PHILIPPUS MAc GREGOR, S. J.
Praepositus Vice Prov. Peruvianae
Limae, 10 Novemb1"is 1960
Imprima-:
IJI R.
JOANNES LANDÁZURI
Archiepiscopus Limensi&
XAVERIUS GoNZÁLEZ
Vice Cancellarius
Limae, 10 Novembris 1960
de vuestra Reverencia
devoti8imo en Cristo.
D. ÜARD, TARDINI
INDICE GENERAL
Págs.
CAPÍTULO I. - La Iglesia d,e Lima "" los comienzos del Siglo XVIII 1
1. Ultimos años del Arzobispo Liñán y Cisneros. - 2. La reducción
de religiosos y religiosas en sus conventos. - 3. Nuevos subsidioS
se exigen al estado eclesiástico. - 4. Viene a sucederle D. Antonio
de Soloaga. - 5. Grave caso de inmunidad eclesiástica. - 6. Erec-
ción del Monasterio de Santa Rosa. - 7. Capítulo de los Betlemitas.
CAPÍTULO V. - Las Diócesis sufragáneas ... ... ... ... ... ... 97
l. La Diócesis de Guamanga. - 2. La Diócesis de Arequipa. -
3. La Diócesis del CUzco. - 4. Las Diócesis de Santiago y Con-
cepción.
Págs.
Págs.
CAPITULO XIII. -La Diócesis de Arequipa hasta fines del siglo XVIII. 295
1. Sucesión episcopal: de Bravo del Rivero a D. Diego Salguero. -
2. El Obispo D. Manuel Abad !llana. Su Carta Pastoral contra los
Jesuitas. - 3. D. Fray Miguel de Pamplona. - 4. D. Pedro José
Chávez de la Rosa. Fecunda labor de este Prelado.
regular y, deseando poner coto a los abusos, dirigió una Carta Pasto-
ral a las religiosas, en la cual las exhortaba a la guarda máS perfecta
de sus reglas y constituciones. Para ello quiso servirse de la hermosa y
cálida carta que el monje cartujo D. Antonio de Molina escribió a una
hermana suya, en la cual con estilo claro y preciso Je ensefia lo que
es ser monja y el modo de cumplir con su obligación,
As! el Duque de la Palata, Virrey del Perú, como el Arzobispo es-
cribieron a Su Magestad, insistiendo en la necesidad de esta reduc-
ción en los cinco grandes monasterios de Lima, a saber la Encarnacióu,
la Concepción, Santa Clara, Trinidad y Santa Catalina•. Esta carta
no era sino una réplica de las que ya antes había enviado as! al Rey
como al Pontífice sobre el mismo asunto. En 1679 había representado
a Su Santidad los inconvenientes de este crecido número e Inocen-
cio XI por un Breve dado el 30 de Junio de 1681, prohibió bajo censu-
ras y otras penas que en cada convento hubiese más de 80 religiosas
de velo negro y 50 de velo blanco y una criada para cada religiosa. Al
mismo tiempo disponía que hasta tanto no se llegase a este número
no se podia conceder el hábito a ninguna que lo pretendiese ni admi-
tirse supernumerarias y escribió al Arzobispo una carta, el 29 de Ju-
lio de 1681, alabando su celo por Ja regular observancia y manifestán-
dole que de su parte no dejaría de ayudarle en tan santa obra. Estas
medidas surtieron su efecto, pero como no dejaron de elevarse que-
jas, se hizo necesario escribir al Rey y explicarle el porqué de esta
determinación'·
El otro asunto era el relativo al cumplimiento de la Real Cédula
de 16 de Febrero de 1703 y Breve de Urbano VIII, sobre quedar some-
tidos al Ordinario Jos conventos .en que no hubiere ocho religiosos
de continua y actual asistencia y no disfrutar de los privilegios coh-
cedidos a Jos regulares. Estos reclamaron y el 11 de Setiembre de 1704
escribía .el Arzobispo a s. M. dándole cuenta de los reparos que hablan
puesto los regul~es a la ejecución de ·dicho decreto y del auto que pro-
veyó en conformidad con el .mismo el 24 de Noviembre de 1703. A pesar
de ésto, el 13 de Junio de 1708 una nueva cédula urgió su cumplimiento.
"' Cartas del Conde de la Monclova, vol 3, pp. 283 y s. Lima, 1955 .
••
6 HISTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU. TOMO IV
s Hist. General del Ecuador. Tomo V, cap. 2, pp. 45· y s. Quito, 1894.
LA IGLESIA DE LIMA EN LOS CO:MIENZOS DEL SIGLO xvrn 7
1-0 La Carta del Conde de la Monclova en A. de I. Lima 407. Ibíd. las dos
Reales Cédulas. V. Fr. Pedro N. PéreZ Los Obispos de la Merced en A1nérica,,
pp. 411 y s. Santiago. 1927
11 Matraya en su Moralista Filalético cita esta R. C. y debió verla en el
Archivo de la Secretaría del Virreinato.
LA IGLESIA DE LIMA EN LOS COMIENZOS DEL SIGLO XVIII 11
Diciembre de 1716. Copia sacada del original por el Notario Eclesiástico, Juan
Manuel Pérez del Molino.
l''l A. de I. Lima 520.
14 'HISTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU, TOMO IV
Hl fhíd.
LA IGLESIA DE LIMA EN LOS COIVIIENZOS DEL SIGLO XVIII 15
20 A. de l. Lima 521.
LA IGLESIA DE LIMA EN LOS COMIENZOS DEL SIGLO XVIII
resultando electos por el Perú Fr. Bartolomé de los Reyes y Fr. Juan de
San Pedro y por la Nueva España Fr. Juan de Santiago y Fr. Miguel
de Jesús Maria.
De este modo se pudo llevar a efecto lo dispuesto en Roma y volvió
a reinar la paz en tan benemérita Orden. Sin embargo, como advierte
Fr. José Garcia de la Concepción en su Historia Betlemítica, en este
Capitulo se echaron de ver los inconvenientes que traía consigo el no
ser el Generalato perpetuo, por lo cual se pidió que se extendiera, por
lo menos, a nueve años y asimismo el que la elección de Jos Prefectos
locales no quedase en manos de las respectivas comunidades, práctica
que originaba disensiones y disturbios en los individuos de una misma
familia y de un mismo convento. En un principio se convino en abolir
este sistema electivo, pero sobrevinieron nuevas contradicciones y
quedaron las cosas como antes.
Aunque Don Antonio parecía gozar de buena salud, vino a desapa-
recer de esta vida cuando aun se podia esperar mucho de su buen go-
bierno. El 22 de Enero de 1722 entregó su alma a Dios y, dada la certi-
ficación de su muerte, se mandó tocar a sede vacante. Celebráronse
las exequias acostumbradas y fueron sepultados sus restos en la Igle-
sia del Sagrario, donde en el presbiterio, al lado de la epístola, se labró
su sepulcro.
CAPITULO II
ma Iglesia de San Pedro, a cargo de los PP. del Oratorio, hasta el nue-
vo templo.
AJ ruido de la fundación las autoridades se alarmaron y todo estuvo
a punto de perderse. El Fiscal de la Audiencia, Lucas de Bilbao, repre-
sentó que se habla hecho sin licencia real y, llamando a su presencia
al P. Godolbeo, le intimó retirar el Sacramento y conducir la imagen
de la Virgen a la Iglesia de San Pedro y, además, le Indicó que se alis-
tase para volver a España. El P. Godolbeo trató de darle explicaciones
y empezó a buscar intercesores, sin olvidarse de escribir a la Penin-
sula a los Superiores de su Orden. No fue menester, porque al poco
tiempo cayó el Fiscal enfermo de gravedad y rindió tributo a la muerte.
Con esto vino la calma, pero hubo que insistir en la obtención de
la licencia. Pidió informes al Virrey, a la Audiencia y al Cabildo y to-
dos lo hicieron apoyando su intento. Las Religiones también lo hicie-
ron, especialmente la Compafiia de Jesús, por medio del P. Alonso
Messia Bedoya y el P. Carami remitió todo al Provincial de su Orden
en Madrid, el P. Pedro de Revilla. Este agitó el asunto ante el Consejo
de Indias y, por lo pronto, aprovechando la salida del Principe de San-
to Buono para el Perú, le pidió llevase en su compañia en calidad de
capellanes a dos religiosos, los PP. Juan Mufioz de la Plaza y Juan
Fernández.
Embarcóse el Principe a mediados de 1715 y el 5 de Octubre de 1716
hacia su entrada en la capital del Virreinato. Grande fue el gozo del
P. Carami con la llegada de sus hermanos y, aprovechando de esta
circunstancia, se decidió a pasar al Alto Perú, con el fin de colectar li-
mosnas. Hallábase en Guamanga en 1719, cuando supo que una cruel
peste asolaba la comarca del Cuzco. Llevado de su caridad pasó a aque-
lla ciudad, donde prestó muy buenos servicios, asistiendo a los apesta-
dos, según lo prescribe su Instituto, consolando a los indios y atrayén-
dose el amor de todos por su abnegación y desinterés. Pasó a La Paz,
Oruro, Potosi y Charcas y desde esta ciudad hubo de volverse, porque,
habiendo fallecido el P. Fernández, el P. Mufioz había quedado solo
en Lima.
Nuevos favorecedores se presentaron. Uno de ellos, Gregorio Ca-
rrlón, resolvió hermosear la capilla; la dotó de una media naranja y
costeó los altares del Santo Cristo y de San Antonio y un pequefio ór-
gano que se colocó en una tribuna a los pies de la Iglesia. El estreno
28 HISTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU. TOMO IV
de estas obras tuvo lugar el 6 de Enero de 1725. Entre tanto rfünitió di-
nero para que vinieran nuevos refuerzos y, en efecto, en 1730, llegaron
los PP. Domingo Pereda, Alejandro Montalvo y el Hermano Juan Blan-
co, que vinieron en compañia del Obispo de Santa Cruz de la Sierra,
D. Miguel de la Fuente. Al fin se recibió la R. C. para la fundación,
fecha en El Pardo, el 1 de Marzo de 1735. En ella se hacia una breve
resefia de la casa abierta en Lima y se encargaba al Arzobispo, y lo
era entonces D. Francisco Antonio de Escandón, favoreciese este do-
micilio. Vióse en el Real Acuerdo el 5 de Julio de 1736 y se le dio el.
pase acostumbrado. Otro tanto hizo el 30 de dicho mes el Arzobispo,
en oficio que dirigió al P. Prefecto, Juan Mufioz de la Plaza '.
No parece sino que el P. Carami aguardaba esta resolución para
despedirse de este mundo, porque en ese mismo afio 1736, por et mes
de Enero, descansaba en el Sefior. En realidad a su constancia y buen
celo se debla el establecimiento de los PP. Agonizantes en el Per"d.
Aquel mismo afio, por el mes de Agosto de 1737, arribaron a nuestras
playas los PP. Martín Pérez, Manuel de Antecha, Juan Martinez Lá-
zaro y el Estudiante Bartolomé Vergés. Abrióse Noviciado y el primer
novicio fue el Dr. José de la Cuadra, Catedrático de Visperas de Leyes
en la Universidad de San Marcos, que vistió la sotana el 2 de setiem-
bre de '1745. A él se le debe et retablo del Fundador"·· Poco antes de
esta fecha, el 23 de Marzo de 1744, se rec'~bi6' la 'alegre nueva de la
Beatificación de Camilo de Lellis y con este motivo se empezó a pen-
sar en construir nueva Iglesia.
Se adquirieron las casas del Pbro. Francisco Reina y de Dña Alicia
de Vilela y, aprovechando el solar de la antigua capilla, se levantó la
nueva, algo más capaz. Las fiestas de la Beatificación del Fundador se
celebraron del 18 al 19 de Julio, precediendo la publicación de la Bula
el dia 14. En la procesión que pasó a la Catedral iban las imágenes del
Beato, de San Felipe Neri, que un tiempo habla sido su Director Espi-
ritual en Roma y de la Virgen de la Buenamuerte. Se levantaron tres
2 Ambos dieron cuenta del fruto que los Padres habían hecho en la ciudad.
3 D. José de la Cuadra falleció el 5 de Diciembre de 1752. Otro de los
bienhechores del convento fue el Presbítero Felipe de León Dávila, el cual
costeó la cañería que desde la Atarjea había de conducir las dos pajas de
agua que la ciudad había concedido al convento. En señal de gratitud al fa-
llecer, en 1759, se le dio sepultura en la Iglesia.
LAS ORDENES RELIGIOSAS 29
Bari, del cual era muy devoto, lienzo que aun se conserva en aquel lu-
gar; El Patronato de la fundación recaería, después de la muerte de
D. Cipriano, en D. Martín de Llano y Orcasitas y sus descendientes y,
después de estos, en el Marqués de Mozobamba del Pozo y en último
término en el Obispo que fuere de Guamanga. Suscribió la escritura
el P. Mateo del Valle, agonizante y en nombre 1del P. Martin Andrés
Pérez, Vicario Provincial. Como aun no se había obtenido la real li-
cencia, determinó el fundador que los Padres se hospedasen entretanto
en su casa.
La Iglesia cuya advocación había de ser Nuestra Seftora de Ja Pie-
dad se edificó. Dista una cuadra de la plaza principal hacía el Oriente
y no tiene nada de notable. Es de una sola nave abovedada y su mejor
presea es el retablo principal, de talla dorado. En el nicho principal
se venera a Nuestra Seftora del Patrocinio, imagen cuyo culto aun per-
dura y es muy celebrada por los vecinos todos del barrio. En la facha-
da, sencilla y sin adorno, se puede todavla observar el escudo de la
Orden de los Agonizantes'· La casa adjunta, levantada sobre un gran
desnivel del terreno es pequefta y debió albergar una comunidad redu-
cida. Creemos que en efecto lo fue siempre y acabó por extinguirse,
posiblemente aun antes de la emancipación 8 •
il Tres Anas figuran en esta fundación: Ana de Medina, Ana Maria de Fe~
rrer y Ana María Zavaleta. De esta última dice Mendibtiru que nació en el
Callao, pero otros la hacen nativa de Trujillo. Fue su tránsito el 17 de Diciem--
bre de 1725 y fue sepultada en la Iglesia de la Merced, pero más tarde se tras-
ladaron sus restos a las Mercedarias.
1 -0 Carta de 5 de Noviembre de 1683. A. de I. Lima 537.
LAS ORDENES RELIGIOSAS 37
11
Autos sobre la fundación de Mercedarias. A. de l. Lima 537. ~Id. Ar-
chivo del Monasterio. 1 vol. fol. pergamino.
4
38 HISTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU. TOMO IV
12
Arch. del Convento de Jesús María. Libro de la Fundación. 1 vol. en 4-.."
pasta. Un cuaderno fol. forrado en pergamino. Papeles relativos a la misma,
LAS ORDENES RELIGIOSAS 39
lego y un criado. Los días de carne se le daba un cuarto de cárnero; cada día
14 re-ales de pan, cada mes una botija de vino y 10 pesos al mes al nelgtr'O
que le cocinaba.
LAS ORDENES RELIGIOSAS 49
con ropas interiores ·de lienzo~ a menos que justificase su necesidad con
certificado del médico y del enfermero del convento y asi en otras
roa terias 21 •
En Chile no andaban mejor las cosas y por este tiempo se vio muy
turbada la Provincia Ágm;tiniana de aquel Reino, con motivo del Ca-
pitulo Provincial. En visperas de la elección, ocho Padres Maestros
pidieron a la Audiencia se pusiese en ejecución lo resuelto por Breves
Pontificios y Reales Cédulas sobre privar de voz activa a los Priores de
los Conventos que no tuviesen ocho religiosos de continua asistencia.
La Audiencia pasó a verse con el Provincial, Fray Diego de Salinas, a
fin de urgirle el cumplimiento de lo dispuesto, pero éste, en lugar de
hacerlo así declaró a dichos Padres incursos en las censuras que Cle-
mente VIII fulminó contra los que recurren a un Tribunal secular. Le
jnstaron por que no se empeñase en mantener una medida tan fuera
de razón y la m.isma Audiencia intervino una y otra vez y, como se
hiciese sordo a estos exhortos, acabó la Audiencia por ordenar su ex-
trañamiento. Sucedióle en. el cargo Fray Próspero del Pozo y, exluidos
de la votación los Priores ya dichos, se procedió a la elección del Pro-
vincial, recayendo la mayor parte de los votos en la persona del P. Fray
Francisco Aranibar.
Este Padre tenia sólo treinta años de edad y ocho de los vocales obje-
taron su nombramiento por ser contra Constitución y un decreto del
General de 19 de Enero cie 1710, enviado expresamente a la Provin-
cia de Chile. De donde resultó que los unos obedecieron al electo y los
otros al P. Fray José de Roco, que había obtenido cinco votos. Acudie-
ron ambos bandos a la Audiencia y ésta los remitió al Virrey del Perú,
Marqués de Castelfuerte. Este, con parecer del Real Acuerdo, dispuso
que la Audiencia de Chile prestase el auxilio debido al P. Aranibar y
en virtud de esta orden la Audiencia de Chile mandó a la Comunidad
de Santiago que le diese la obediencia. Lo hicieron así todos, aun aque-
llos que se habían opuesto a su elección, pero, ante Notario Apostólico,
protestaron que lo hacían no porque lo tuviesen por Prelado legitimo,
sino por obedecer la orden de Su Magestad.
por Margan~ se resolvió hacer una. nueva, .en otro lugar. Comenzaron
las obras y el Obispo, D. Antonio de León, construyó la que habia de
servir como tal, provisoriamente. En 1729 y 1730 D. Agustin Rodriguez
informaba sobre su estado y dice expresamente: "he hallado mi ca-
tedral en lo material en suma miseria, la capilla mayor más parecía
cocina que otra cosa, el retablo estaba tan viejo que se deshacia en
polvo, un arpa. suplia la falta de órgano en el coro ... " Hacia sesenta
años que se habia comenzado el nuevo templo, pero la obra apenas ha-
bía llegado a la cornisa, con lo cual se iba destruyendo lo hecho. En
su sentir se necesitaban unos 26.000 pesos para terminarla. y pedia se
le ayudase con alguna cantidad. El Obispo tampoco tenía Palacio y
aunque se habia señalado un solar junto a la Catedral, el edificio es-
taba por hacer. El mismo D. Agustin se animó a empezar y creia que
el costo sería de unos 15.000 pesos, pero aún resultaba económico el
hacerlo, pues el arrendamiento de la casa en que vivia le costaba
anualmente de 700 a 800 pesos'· Como D. Agustín fuese trasladado
a Arequipa en 1731, no le fue posible realizar su proyecto.
D. Fray Juan de Arguelles, limeño, elevado a esta sede el año 1699
fue consagrado en Trujillo por D. Pedro Diaz de Cienfuegos y en 1702
entró en su diócesis. Su labor episCoIJ:al, digna de todo encomio, la re-
sumiremos. brevemente. Por dos veces visitó su diócesis y en el cúrso
de estas visitas se dio cuenta de la necesidad de reducir a pueblos a
los indios que viviau dispersos en las montañas, sin poder ser catequi-
zados. Esta situación venia siendo observada hacía tiempo, pues por
las especiales condiciones de la tierra, era fácil internarse y quedar
aislado de los centros poblados. En su tiempo se crearon algunos como
el de Boquerón, en la Provincia de Chiriqui, donde un Pedro de los
Rios habia logrado reunir como u.nos 200 indios; el de San Marcelo de
la Mesea, y el de San Agustín de Chiríquí, debido a la diligencia de
Juan de Ulate, en todos los cuales procuró poner un cura que les admi-
nistrase los Sacramentos.
La dispersión de los indios traía como consecuencia el que muchos
volviesen a la idolatría y el Obispo lo pudo comprobar en la segunda
visita, por lo cual dispuso que le acompañaran dos Padres Misioneros
a quien sefialó 200 pesos de renta de una capellanía '. Escribió también
al Sumo Pontifice, poco tiempo después de haber tomado posesión de
su sede, remitiendo testimonio de su consagración y del juramento
que habla prestado y solicitando se le enviasen algunas reliquias 8 •
El 19 de Diciembre de 1725 se le traslaba a la mitra del Cuzco y el
30 de Enero de 1726 D. Fray Bernardo agradecía a S. M. la gracia.
Aquel mismo afio se puso en camino para su nueva sede. Vino a reem-
plazarlo el cura de Hortaleza, en la villa de Madrid, D. Agustín Rodrí-
guez Delgado, a quien se autorizó para recibir la consagración episco-
pal en Espafia y remitía más tarde el testimonio del juramento pres-
tado el 23 de Agosto de 1726. No llegó a su ciudad episcopal hasta Agos-
to del afio 1728 y poco después abría la visita. En una de sus cartas no
puede menos de decir que ha. hallado bastantes pecados públicos as!
en los eclesiásticos regulares como seculares. Para corregir a los pri-
meros se ha valido de sus Prelados y de los segundos se ha ocupado
él y dice que ha logrado, en gran manera, su reformación.
Hubo de insistir en la reducción de Jos indios a lugares poblados
y aun de los vecinos espafioles, pues en la villa de los Santos, una de
las principales de la diócesis, las dos terceras partes de la feligresía
vivia en el campo y sus prácticas cristianas se reducían a olr misa ah
guhas veces al afio en unas ermitas que hablan edificado con este fin.
Para remediar este mal, resolvió convertir ·en víceparroquia la de San-
ta Librada y, puesto de acuerdo con el Presidente de la Audiencia,
nombró un cura que la sirviese. En el Darién haclan falta misioneros
y pedía se enviasen a costa de la Corona dos Padres de la Compafila.
En Ch!riqu! habla 6 curatos, 3 de clérigos y 3 de religiosos, pero todos
carecían de sínodo competente y su vecindario era muy reducido. En'
el afio 1730 volvió a recorrer los pueblos de su distrito, pero en el si-
guiente recibía la noticia de su traslado a la Iglesia de La Paz•.
Ya nos hemos referido a sus informes sobre su Catedral y Palacio
Episcopal. A estas dos obras que estaban por hacer habla que afiadir
el Seminario y el Hospital de Santo Tomás de Villanueva, que apenas
Las Misiones
Blbliografia: GoNZÁLEZ SUÁREZ, Historia General del Ecuad01'. Tomo VI, cap. VI.
JOSÉ JOUANEN, s. J., Historia de la Compañía de Jesús en la Provincia de
e
turía, para luego quedar disueltas por el decreto que los expulsaba de
todos estos dominios. De este golpe no se recobraron jamás las Misio-
nes de Mainas y aunque sacerdotes seculares salidos de Quito y fran-
ciscanos venidos de Ocopa intentaron reanimarlas, todo fue en vano
y la mejor prueba de ello nos la ofrecen los Informes del primer Obispo
de esa extensa diócesis, D. Fray Hipólito Sánchez Rangel, creado en
1805 y antes de él los del Gobernador D. Francisco Requena.
Las Misiones franciscanas, como hemos visto en el precedente vo-
lumen, tuvieron comienzos difíciles y no puede decirse que las llegara
a coronar el éxito. En este siglo y con la llegada de Fray Francisco
de San José y de otros compafieros en 1708, cobraron nuevo empuje y
sus progresos fueron notables. Por desdicha, la sublevación de Juan
Santos, en 1742, vino a dar en tierra con las reducciones y en cierto
modo hubo que empezar de nuevo. La tarea se hizo más dificil por la
actitud de los indígenas, pero los misioneros no se desalentaron y pro-
siguieron su obra de evangelización, extendiéndose aun a aquellos te-
rritorios que hablan abandonado los hijos de Ignacio. Las luchas de la
independencia y la escasez de sujetos, pues se suspendieron las expe-
diciones de Espafia, paralizaron un tanto su labor, de modo que al so-
brevenir la República el estado de estas Misiones no era el más envi-
diable.
Es preciso confesar que asi en las Misiones de los Jesuitas como en
las Franciscanas se tropezaba con serlos obstáculos. El uno de ellos era
la dispersión de las tribus lndigenas y su reducido número, si se Je
compara con la enorme extensión del territorio que ocupaban. A esto
habria que agregar la variedad de lenguas y más todavia las peculia-
ridades del hijo de la selva, inconstante, poco amigo del trabajo, amigo
de su Independencia, vengativo y hasta sanguinario. Para domefiar. a
estas naturalezas bárbaras se necesitaba una paciencia a toda prueba
y más que ordinaria habilidad. Divididos entre sí, en lucha constante
con sus vecinos y desconociendo las ventajas de la convivencia, una
causa cualquiera, una peste, una amenaza o la escasez de sustento, Jos
hacia abandonar el pueblo que hablan formado y volver a la vida
nómada de antes y a errar entre los bosques.
Los misioneros vlvlan, además, muy alejados de su base de apro-
'1is1onanúento, sobre todo los Jesuitas, que dependlan cie la Provinclá
de Quito y• esto en buena parte fue el motivo por el cual D. Francisco
LAS MISIONES 69
clones eran seis, aun cuando algunas contaban con corto número de
habitantes. Por el año 1737 entró en Malnas el Visitador de la Provin-
cia de Quito, P. Andrés Zárate y permaneció cerca de un afio en la
región, animando a los misioneros y dándoles instrucciones sobre lo
que hablan de hacer. Poco tiempo después se dio comienzo a la re-
ducción de los indios !quitos o Pucaumas, cabezas coloradas, por em-
bijarse con achote. Un clérigo quitefto que con mucho fervor ayudaba
a los Padres y fue después admitido en la Compañia, José Bahamonde,
salló de San Pablo de Napeanos y acompaftado de algunos Yameos se
encaminó hacia los !quitos que vivían a orillas del río Nanay, en el
año 1741. Logró ganarse su voluntad y los invitó a formar dos pobla-
ciones, la una se llamó San Juan Nepomuceno de Iqultos y la otra
Santa Bárbara. Al P. Bahamonde sucedió el P. Martín Irlarte que lle-
gó a formar otro pueblo con una parcialidad de los indios ya cita.dos.
Estos fueron los comienzos de la ciudad que más tarde llevarla este
nombre y es el emporio de todo el Departamento de Loreto.
Pero estaba escrito que la historia de la Misión de Mainas habla de
ser una sucesión de avances y retrocesos, de triunfos y reveses, porque
mientras se ganaban unas tribus y se las reducla a la vida social,
otras,· en cambio, desertaban de pronto y se volvlan a la silvestre de
antes. Poco después de la reducción de los Iquitos vinieron a perderse
las misiones de los rlos Napo y Aguarlco y aunque se hicieron esfuerzos
por restablecerlas no se consiguió del todo. Hacia el año 1744 vino a
Mainas un Visitador nombrado por el Obispo de Quito, D. Andrés Pa-
redes de Armendáriz, a quien el Consejo de Indias habla pedido un
informe preciso sobre el estado de las misiones de su distrito. El Obispo
nombró para este efecto al Cura de la Pan·oquia de Santa Bárbara,
D. Diego Riofrlo y Peralta, el cual presentó al Rey un Informe en 1746,
elogiando la labor de los Misioneros de Ma!nas. ·ne este Informe ex-
tractaremos Jos datos siguientes: los pueblos eran 40, fuera de cinco
que estaban en formación;. el número de cristianos era de 9.856 y él de
catecúmenos 2.939. En total 12.583.
Dado el tiempo trascurrido, el trabajo realizado y las sumas Impe-
didas en la evangelización de esta vastlslma zona, los resultados a
todas luces son pobres. No .es necesario establecer comparaciones, ;¡ra
sea con las Misiones del Paraguay o las de MoJ os, pero a cualquiera
le tendrá que sorprender el escaso número de cristianos, esparcidos en
LAS MI$10NES
a "Historia General del Ecuador". Tom. VI, cap. VI, pp. 232 y s. Sin embar-
go, hay que confesar que en el capitulo IV del mismo volumen González' Suárez
hace un elogio de la labor de los jesuitas y nos da una descripción de lo r¡ue
eran las Misiones de Mainas bastante exacta.
LAS IlfISIONES 77
l'i Luis Arroyo, O. F. M.., "Comisarios Generales del Perú". Madrid, 1950,
pp. 355 y s.
HISTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU. TOMO IV
de la costa, sin influjo alguno de este Colegio de Tarija", y así el Obispo. como
los Corregidores que no conocían las Bulas de la Orden, dieron fomento a la
idea. (Arch. Convento de Tarija). A mayor abundamiento, el mismo Abad Illana.
escribiendo al Guardián y Discretorio de Tarija el 12, de Abril de 1776, les dice
que el Provincial y Definidores de la Provincia de San Antonio han escrito al
Rey, expresándole que el Colegio de Ta.rija debe ser reincorporado a la Provin-
cia, porque en él no se guarda lo establecido para esta clase de Colegios y les
ruega se vindiquen de la acusación que se lanza contra ellos y rotundamente
declara que él ha sido el promotor del traslado de los misioneros a -Moquegua
y que el P. Torrico no hizo sino obedecer Sus órdenes. (Arch. Convento de Ta-
rija). Los PP. de Tarija no dejaron de seguir el consejo del Obispo de salir por
sus fueros.
Finalmente, por lo que hace a los vecinos de MoqUegua, el Obispo Abad I1Ia.na
dio en Arequipa un auto el 14 de Agosto de 1778, ordenando se averiguase el
motivo de las quejas contra los franciscanos y sobre cuál de las dos comunidades
era más beneficiosa a la población. De las declaraciones de los testigos se de-
duce que los ,.franciscanos habían descuidado la enseñanza de los niños y de Ja_
gramática y aun de la predicación, por lo cual muchos se inclinaron en favor
de los de Tarija. Es preciso, sin embargo, reconocer, que tampoco éstos cum-
plieron satisfactoriamente esta labor de ensefiar. (Arch. Arzob. ArequipaL
LAS MISIONES
nos de sus afluent~ como el Plsque y .el Agnalt!a y aún mas al Sur,
en San Miguel de los Cunibos, pero un levantamiento de estos Indios
destruyó todas estas conversiones con muerte de los Padres y de unos
16 indios cristianos. Tantos reveses paralizaron un tanto la actividad
misional hasta el año 1787 en que con nuevos bríos se reanudaron las
entradas. Sin embargo, esta etapa que podemos extender hasta fines
de esta centuria la podemos calificar más bien de exploradora y clentl-
ftca. Dos misioneros verdaderamente notables se dlstinguen en ellas,
los PP. Manuel Sobrevlela y Narciso Girbal. Al primero le debe mucho
la cartografla de nuestro Oriente y algunos de sus mapas fueron pu-
blicados en el año 1791 por la Sociedad Amantes del País y las rela-
ciones de los viajes de entrambos los reprodujo en sus páginas el an-
tiguo Mercurio Pel'Uano. No era inútil toda esta labor, pues, como ya
lo hablan comprobado los Jesuitas, uno de los obstáculos para el pro-
greso de las misiones era la dificultad de las comunicaciones y siendo
los r!os las v!as naturales de la montafia su conocimiento tenla que
favorecer a aquellas.
los Anaguajes. Unos afias máS tarde, a petición del Procurador de es-
tas Misiones, Fray José del Rosario, el Rey vino a conceder el envio
de veinticuatro sacerdotes y dos legos para su fomento. Mientras se
aprestaba Ja expedición, el Comisario, Fray Lucas Rodríguez de Acosta,
en compañia de otros tres rellgíosos penetró en la selva y halló que en
los pueblos por falta de cultivo se hablan de nuevo enviciado los In-
dios. Queriendo reformarlos y sacar a los más antiguos, como se habla
hecho antes, para que recibiesen en Pasto o en Quito el sacramento
de la Confirmación, los indios se resistieron y comenzaron a conspirar
contra los Padres. Prodújose un levantamiento el 22 de Mayo de 172!.
y en él quitaron la vida a cuatro misioneros, entre los cuales se hallaba
el P. Rodr!guez.
Las reducciones quedaron desechas y sólo dos pueblos se l!braron
del naufragio. Unos tres afias más tarde, el mismo P. Alácano, a la
sazón Provincial, envió al Putumayo al P. Fray Buenaventura Villapa-
nllla y otros cinco religiosos, a fin de que unidos a los misioneros que
habían quedado con vida prosiguiesen la dura tarea de reducir a la fe
a los indios. Al mismo tiempo como el Cacique de Mocoa y los indios
del Caquetá, que habla visitado en otro tiempo el P. Fray Mart!n de
San José le pidiesen misioneros, envió a Fray Martln Huidobro y a
un compafiero hacia aquella parte, donde se llegaron a fundar seis
cortas poblaciones, pero como sólo dos misioneros no bastasen, pasa-
ron el afio 1726 a ayudarles otros tres, con lo cual pudieron extender
su radio de acción a otras naciones. Así los que trabajaban en el Ca-
quetá como los del Putumayo hicieron constantes progresos, de modo
que en el afio 1738, en esta última zona, los puebros fundados eran ya
nueve, fuera de otros dos que ya exlst!an en Mocoa y Sucumbíos, que
eran como las cabezas de puente de estas misiones, haciendo un total
de veintiuno".
El P. Aldácano habla solicitado del Consejo el envio de unos cua-
renta religiosos para el fomento de estas conversiones, pero as! la
Relación sobre su estado como ·esta demanda-pasaron por las manos
del Presidente de la Audiencia de Quito y le sugirieron ambas algunas
reflexiones que expuso a los Consejeros de Indias. Decia en primer tér-
mino que no existiendo trato ni comercio entre los indios de esas re-
1s Plan y Razón del afio -en que-se-.fundó -el Colegio de_Moquegua,. número
de sus individuos y de las Misiones que tienen hoy a su ·cargo eri los Gobiernos
del Cuzco, Paz y Puno y Arequipa. Orlgl. suscrita por Fr. Ta.deo Ocampo, Cuzco,
1l! de Febrero de 1801. C. V. Mss. 20. ·
1• Informe hecho en el Colegio de Guadalupe de Lima el 29 de Febrero
de 1768. Copia refrendada por el Secretarlo General, Fr. Mateo Aparlció.
c. v. Mss. 20.
CAPITULO V
este lugar envió las nóminas de 9 curatos .que deblan proveerse, pero
sólo remitió los nombres de trece sujetos, cuando lo ordinario era re-
mitir tres por cada beneficio. En vista de ello hubo de pedir los autos
de oposición al concurso.
su Cabildo no estaba menos quejoso de él. Ya en el Sinodo habían
ocurrido algunos tropiezos; luego se siguió el consabido pleito sobre
el nombramiento de jueces adjuntos, insistiendo los prebendados en
la posesión en que estaban de poder nombrarlos y, finalmente, roces
con algunos de ellos, especialmente con el Chantre y el Magistral.
Tampoco los religiosos estaban satisfechos, pues el Procurador de la
Orden de Santo Domingo se había presentado al Virrey, reclamando el
que exigiese a los curas doctrineros 150 pesos, por razón de la visita.
Todo esto dio motivo para que el Virrey vol~iese a instar en 1729 so-
bre la irregularidad de sus procedimientos y remitiese una carta del
Obispo, en la cual éste trataba de satisfacer a los cargos que se le'
hacían y hablaba a Castelfuerte con muy poco respeto. La carta del
Prelado es a todas luces descomedida y el Virrey, con razón, se debió
sentir agraviado. Aunque fuesen aceptables sus descargos y de parte de
la autoridad civil hubiese habido alglÍn yerro o mala inteligencia, por
respeto a sí mismo y a su sagrada investidura, no debía acriminar al
Virrey'·
Estas cartas se cruzaron con otras del Rey, de 26 de Noviembre de
1728, de las cuales daba cuenta el mismo D. Alfonso por estas palabras:
"Hállome con dos cartas de V. M... con agria y justa reprensión de
mis procedimientos a que correspondiera con el silencio y obediencia
más rendida, si justamente no mandase V. M. le de cuenta del recibo
dellas ..." Como poco después llegaran a Madrid las representaciones de
Castelfuerte antes citadas, el Consejo debió deliberar sobre el asunto
y tomó la providencia de ordenar al Prelado viniese a Espafla, al me-
nos así se lee en una anotación puesta al dorso de una de las cartas
del Virrey. La medida no se llevó a cabo y, como veremos, nuevos con-
flictos se suscitaron, aun cuando a Castelfuerte sucediera el Marqués
de Villagarcia.
Todo ello no fue parte para que D. Alfonso López Roldán, dejase
de cumplir con las obligaciones de su cargo. Además del sínodo que ha-
bía celebrado, hizo en los primeros afios de su gobierno la visita de la
diócesis, reedificó el Palacio episcopal y también la Universidad, do-
tando suficientemente las cátedras de Lógica y de Moral. Reparó el
local destinado a Seminario y obsequió a su Iglesia un reloj de torre
que costó 2.000 pesos y un palio avaluado en 3.000. Habiendo dado
cuenta del aumento de las rentas decimales, pues pasaban de 22.000
pesos, propuso la creación de dos raciones y dos capellanes y le fue
concedido, asignando a los primeros 500 pesos y 250 a los segundos. A
fin de poner remedio a la penosa situación por la que atravesaba la
Universidad, por la falta de rentas estables, propuso que se le aplica-
sen los dos novenos de Jos diezmos que pertenecían al Rey. Se le pi-
dió que manifestase lo que podían valer y respondió que podían cal-
cularse en 2.500 pesos, poco más o menos. Con esta suma se podian
dotar dos cátedras de Teología, la una de Prima con 600 y la otra de
Vísperas con 400. Al catedrático de Moral se darían 500 pesos y los otros
mU servirian para otras tres cátedras. La corta renta que disfruta-
ba la Universidad podría servir para pagar al bedel y ministros infe-
riores'· Todo ello contribuiría a evitar la total ruina.de la Universidad,
cuya falta habla podido palpar en la visita, pues ha hallado ayudan-
tes de cura tan ignorantes que ha tenido que traerlos a la ciudad para
que se instruyan en lo más indispensable para el ejercicio de su mi-
nisterio.
Llegado el afio 1732, volvemos a hallar en la correspondencia del
Virrey nuevas quejas contra el Obispo. Ahora es el mineraje de Huan-
cavelica que reclama de un edicto por él promulgado, excediéndose en
su jurisdicción; más tarde, los vejámenes que infirió al Cura de Lurt-
cocha, a quien el Virrey y Audiencia le mandaron dar colación. A su
vez, el Chantre de Guamanga, Diego Ortega Hurtado de Mendoza., re-
presenta que el Obispo le ha pdvado de su dignidad, mientras el Ma-
gistral, D. Manuel Jerónimo de Romani, niás tarde Obispo del cuzco,
manifiesta que el proceder de Don Alfonso le ha obligado a salir de
la ciudad, y en carta de 28 de Enero de 1733 son todos los p·rebendados
8
A. de I. Lima 527. Carta de 6 de Febrero de 1733. AcÓmpaña testimorúo
del Tesorero de la Universidad, Pedro Criales y del Secretario, Antonio de
Bendezú.
LAS DIOCESIS SUFRAGANEAS 103
los que se muestran quejosos del Obispo, cuyas violencias dicen vienen
sufriendo hace ocho afios. Todo esto y más que pudiera decirse le mo-
vieron a pedir a Su Santidad en carta de 18 de Febrero de 1733 le ad-
mitiese la renuncia que hacia de su Obispado, alegando su edad, 70
afias, sus desavenecias con ambos Cabildos y no aprobar Su Magestad
ni el Superior Gobierno del Virreinato sus actos. Una carta semejante
y en la miSma fecha dirigió al Rey, pero el Monarca no se avino a
aceptarla y más bien en 1734 recomendaba .a la Audiencia de Lima el
que procurase entenderse con el Prelado.
No era cosa fácil y el mismo Marqués de Villagarcia se lo hubo de
decir al Rey. Casi en las postrimerías de su antecesor, el Obispo exco-
mulgó al Alcalde Ordinario de Guamanga, D. Nicolás de Boza y Solis,
por haber apresado a un individuo que tenia tienda en casa del Obis-
po y no haber querido devolver al preso. Intervino también el regidor
perpet1w, D. Juan Gutiérrez de Quintanilla y el asunto pasó a Lima,
donde se vio en el Acuerdo y se pidieron los autos, ordenando al Obis-
po suspendiese las penas impuestas. Este se resistió, mas al fin hubo
de ceder. El Consejo ordenó a V!llagarcia imponer penas a los culpa-
bles y el Marqués se contentó con reprender al Alcalde y daba por ra-
zón de no haber hecho otra demostración, lo complicado que serla
un proceso y la conmoción que esto producirla. En 1740 el Consejo vol-
vió a insistir y dispuso que Boza y Gutiérrez de Quintan!lla fuesen
llamados a Lima y procesados. Cuando esta carta llegó al Perú ya el
Obispo habla pasado a mejor vida y había empeorado el asunto, por
otro vejámen que le infirieron los dichos y d.ieron motivo para que
D. Alfonso se retirase el 11 de Enero de 1740 a Pacaycasa. Poco des-
pués, el 20 de Febrero, entregaba su espíritu a Dios.
En la Catedral dejó dotada la fiesta de San Basilio y labró un re-
tablo en su honor. A su diligencia se debieron la portada y las torres
del Santuario de Cocharcas que visitaba con frecuencia y, deseando
proveer a la ciudad de agua potable que escaseaba, se interesó por
traerla de tres leguas de distancia y a su costa hizo que se empezaran
los trabajos. Todo esto prueba que, con un poco más de ductilidad y
discreción, habr!a pasado a la posteridad como modelo de prelados.
m A. de I. Lima 534.
LAS DlOCESIS SUFRAGANEAS 107
a natales. Habla con elogio del de San Sebastián, Pedro de Vega, pá-
rroco por más de 40 años y verdadero padre de los fndlos y de otros
a quienes cita.
La frecuencia de sacramentos y asistencia a los templos deja mu-
cho que desear, aun en la ciudad. Ha entablado todos los Domingos, a
las seis y media, una Misa en la Catedral, que dice él y hace recitar
al concurso que pasa de 2.000 almas, las Oraciones y Catecismo, expli-
cándolo el Cura que llaman de piezas, D. Pedro Carazas y cantando los
niños y niñas en su lengua. Pasa luego a la Iglesia del Hospital de Na-
turales, cuya Iglesia, bastante capaz, se llena también de indios y hace
otro tanto. De este modo trató el Sr. Nava de remediar la ignorancia
que se dejaba sentir en las clases humildes del Cuzco, dando así una
prueba de su celo y caridad 14 •
En su lugar fue elegido el Obispo de Buenos Aires, D. Fray Gabriel
de Arregui confirmado en Roma el 13 de Enero de 1716. Habla nacido
en Córdoba del Tucumán y sido Provincial de su Orden. De 1696 a
1699 desempeñó el alto cargo de Comisario General del p,erú y en
1712 se le nombró Obispo de Buenos Aires, rigiendo esta sede hasta
1716. Este año, a 26 de Octubre, el Deán del Cuzco, D. Vasco de Val-
verde tomó posesión en su nombre, en virtud de la carta que diltigió
al Cabildo desde Buenos Aires el 20 de Julio de aquel año. Puesto en
camino para su diócesis, lo consagró en La Paz el Obispo D. Fray Mateo
de Villafafie. Al cruzar el limite de su obispado, empezó la visita del
mismo, confirmando a muchos y prosiguió haciéndolo hasta el siguiente
año, El 5 de Diciembre de 1718 escribía, anunciando que habla visitado
once curatos de indios, uno en mano de los franciscanos y los restantes
de clérigos seculares: "Me han parecido sus curas ajustados".
En el seno de su Cabildo habla surgido la división antes de su lle-
gada, con motivo de la muerte del Deán que hacia de Provisor, pues
mientras unos apoyaban al Chantre, D. Simón Pérez, otros se inclina-
ban del lado del cura, Juan de Ugarte, que obtuvo el titulo del metro-
politano. Con el arribo del Obispo se zanjó la cuestión y Ugarte quedó
confirmado en el cargo, más por poco tiempo, pues el 23 de Marzo de
1719 nombró el Sr. Arregui a su sobrino, Juan Fernando de Armaza.
No satisfizo al Cabildo este caso de nepotismo, pero aún Jes desagrad6
l~ A. de !. Lima 526.
110 HISTORIA DE. LA IGLESIA EN EL PERU. TOl\IIO IV
'15 A. de L Ibíd.
LAS DIOCESIB SUFRAGANEAS 111
haciéndola. Debió volverse por la peste que asoló aquel año y el si-
guiente toda la comarcá y mereció llamarse Ja pes.te grande por las
victimas que produjo, pues sólo en el Cuzco hubo dla en que los muer-
tos pasaron de un centenar. Volvió a salir más tarde y la muerte vino
a sorprenderle en e.sta tarea. El 9 de Octubre entregó su alma. a Dios
en una hacienda nombrada Angostura, en la jurisdición de la parro-
quia de San Jerónimo. Trajéronse sus restos al Cuzco y se les dio de-
cente sepultura en la Iglesia de San Francisco. Fuera de las llmosnas
que repartía con prodigalidad, favoreció a algunas doncellas pobres,
dándoles la dote necesaria para Ingresar al clau.stro. construyó a su
costa el noviciado de la Recoleta de su Orden, adonde solla retirarse
algunas veces y comenzó a labrar al costado derecho de su catedral
el templo que hoy está dedicado a la Sagrada Familia y tiene las pro-
porciones de .su gemela la Iglesia del Triunfo, levantado. más tarde
por su sucesor.
Este, D. Bernardo Serrada, Obispo de Panamá, remitió desde Lima
sus poderes y el 16 de Mayo de 1726 tomó posesión de la sede en su
nombre el canónigo D. Juan Borda. El Obispo entró en su Iglesia el 12
de Febrero siguiente. Habla nacido en Madrid y fue Provincial de su
Provincia de Castilla. Trajo en calidad de compañero al P. Fray, Juan
de V!llarreal, el mismo que habla de predicar en su.s honras. Puede de-
cirse que comenzó su gobierno, publlcando el Jubileo que Benedic-
to XIII concedió a toda la cristiandad por el Afio Santo y fue recibido
con universal júbilo. El Prelado con toda su clerecía hizo las visitas
seiialadas el Domingo cuarto de Cuaresma, 7 de Marzo de 1728 y para
que los Indios pudiesen ganarlo con comodidad dispuso que en cuatro
días hiciesen la vi.sita en su parroquia. El fruto obtenido por este me-
dio fue grande. Antes de referirnos a su actividad pastoral diremos
las obras que llevó a cabo en su sede. Las fuertes lluvias que cayeron
en el Cuzco en los primeros días del año 1728 fueron causa de que se
derrumbase el techo de la capilla del Seminaria de San Antonia Abad.
El Obispo emprendió la reconstrucción y mandó dorar el retablo prin-
cipal, embelleciendo aün más la capilla que es una de las mejores de
la ciudad. Mayor empefio exigió la construcción de la denominada del
Triunfo, que labró desde los cimientos y de la cual daba cuenta a s. M.
en carta de 28 de Mayo de 1732. Ayudóle en calidad de arquitecto
Fray Miguel de los Angeles Menchaca, carmelita, que trajo de Espafia
112 HISTORIA DE LA IGLESIA J<:;N EL PERt:. TOMO IV
w A. de I. Ibíd.
:i7 A. de I. Ibíd.
LAS DIOCESIS SUFRAGANEAS 113
J.S Colecc. de Docums. Histór. del Arch. Arzob, de Santiago, Tomo I, pági-
nas 436 y s. Santiago. 1919.
,. Ibid., pp. 467 y s.
116 HISTORIA D_E LA IGLESIA EN EL PERU. TOMO IV
den y encontrándose alli parece que el Rey de Nápoles y las dos Sicilias
le convidó con una mitra. No aceptó entonces el P. Francisco el honor
que se le quería otorgar, posiblemente en cumplimiento de las pres-
cripciones de su Instituto que veda a sus miembros el aspirar a las
dignidades eclesiásticas, pero, vuelto a España, hubo de acatar las
disposiciones del Soberano que lo presentó para el Obispado de Con-
cepción y fue preconizado en 1723 por Inocencia XII. El siguiente año
llegaba a su sede, donde. sólo había de permanecer unos cinco años.
Continuó fomentando la obra del Seminario que hizo rápidos progre-
sos en manos de los jesuitas, de modo que en tiempo de este Prelado el
número de alumnos internos ascendía a cincuenta. De este modo que-
daba asegurado el porvenir de la diócesis. Llegaron también en su épo-
ca las monjas trinitarias, las cuales venían a fundar convento en el
Beaterio creado por D. Diego Montero del Aguila junto a una antigua
ermita, en donde se rendía culto a una imagen de la Natividad de Ja
Virgen. Fabricóse al lado un pequeño convento y aqui se instalaron
las religiosas que llegaron de Lima, en virtud de la licencia otorgada
por el Rey el 22 de Noviembre de 1730. Fueron destinadas a esta fun-
dación las Madres Francisca de San Gabriel, Ana Josefa de la Santi-
sima Trinidad y Maria Margarita de San Joaquin. Ese mismo año tuvo
lugar un terremoto, el 8 de Julio, que determinó la salida del mar, cu-
yas olas invadieron la misma ciudad. El Obispo Escandón visitó su
diócesis y llegó hasta las fronteras de los indios de guerra. Trasladado
a Quito, en 1730, no vino a recibir la noticia hasta el siguiente año y,
habiéndose puesto en camino para su nueva sede, an.tes de tomar
posesión de la misma fue elevado a la metropolitana. de los Reyes, en
1731.
CAPITULO VI
2
Téngase presente que, como dicé el Virrey, el Comisario de San Fran-
cisco fue uno de los que pidieron el indulto del reo, movido del afecto que su
Orden le tenía.
124 HISTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU. TOMO IV
7 A. de I. Lima 524.
DESAVENENCIAS CON EL PODER CIVIL 131
,. Ibid.
136 HISTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU. TOMO IV
con su intercesión. Creia, por otra parte, el Papa que éste era el mejor
partido y que en manera alguna esperara ser restituido a su sede,
donde, ademáS, después de lo ocurrido, no seria de provecho a sus
ovejas. La carta o breve procedía de un falso supuesto, a saber de la
culpabilidad mayor o menor de Moscoso y, por Jo mismo, se explica
que el Pontífice Je indujera a pedir clemencia como reo.
A ella dio respuesta el 30 de Octubre y, como es natural, empieza
por manifestar que su lectura no ha podido menos de acrecentar el
dolor y angustia que le oprimian, pues se ve acusado ante el Pastor
Supremo de la Iglesia y del delito el más execrable, cual es la desleal-
tad para con su Rey. "Cuánta pena sea esta, Vuestra Beatitud lo pue-
de considerar fácilmente dentro de si mismo: a mi la congoja y las
lágrimas no me permiten explicarlo con palabras..." A esto aiiade
que sólo el testimonio interior de su inocencia lo sostiene y junto con
ello la esperanza de que la piedad y justicia del Rey no ha de permi-
tir que su nombre y fama injustamente vulnerados pasen oscurecidos
a la posteridad. Agradece luego el ofrecimiento de Su Santidad, pero
manifiesta que él nada quiere en la tierra y sólo desea y para esto pide
su ayuda, que se le dé lugar para vindicar su honor y probar su ino-
cencia por los medios más acertados y oportunos. Esto también parece
que están exigiendo la Iglesia y el honor del Episcopado y el buen nom-
bre y decoro de su casa y familia. No pretende vengarse de nadie, pues
ha perdonado y perdona a sus enemigos, pero si desea dar cuenta de
sus actos y satisfacer los cargos que se le formulan. En cuanto a re-
mmciar a la sede, con tod9. prontitud y obediente a su voz, la pone en
sus manos y sera para él un consuelo el haber dado al Sucesor de Pe-
dro una muestra de su rendimiento ".
En el afio 1788, Moscoso insistió en tener una entrevista con el Rey,
sin lograrlo, pues ni aun el mismo Conde de Floridablanca habla acce-
dido. a recibirlo. En Roma la carta del Obispo a Su Santidad y los in-
formes del Nuncio Visconti sirvieron para que se tuviese un concepto
más cabal ele! asunto y se considerase justa la actitud del Prelado, al
pedir se abriese un juicio en forma sobre su proceder. Entre tanto Mos-
eoso, tenaz en su propósito de defenderse, preparaba los materiales pa-
12 Arch. Vat. .Arch-. Nunziatura di Madrid 215. ·v. la. carta que envió al
Nuncio en Noviembre de 1787.
H1STORIA 1018: 11'..A IGLESIA EN EL PERU. TOMO IV
La Inquisición
taba una carta del Padre a una de sus hijas espirituales, pero en ella
nada habla digno de censura, pues no hacia más que insistir en que
caminase por el sendero de la obediencia y de la indiferencia y abne-
gación de la propia voluntad. Citase luego una plática en la cual el
Padre daba como regla para conocer el buen o mal espíritu que mueve
al alma, la inquietud o paz que dichos movimientos llevan consigo,
ajustándose a la prudente y bieri comprobada regla que San Ignacio
da en sus Ejercicios. Fuera de esto, entre las proposiciones que se le
imputaban y se juzgaron dignas de censura, una decía a la letra: "No
estiméis nunca por virtud lo que no es contra la naturaleza y propia
voluntad y puso ejemplo de la devoción sensible" y asimismo esta otra:
"la tibieza no es otra cosa que vivir s,egún la ley del instinto de la na-
turaleza". También se censuraba el que hablando de la dignidad de
las religiosas consagradas a Dios, hubiese dicho que aventajaba a la
de los sacerdotes, cuanto va de la egposa al siervo, aduciendo el co-
nocido texto: Veni, Sponsa, de Liba.no ..." Finalmente, se decla que
en un papel había escrito entre otras cosas, "que el primer móvil de
la virtud es reformar al hombre y después se siguen las obras buenas".
Esto último, como lo entenderá el más novicio en la vida espiritual,
no es otra cosa sino el Recede a malo y amplectere bonum, en que los
ascetas resumen la perfección. Las palabras del P. Ulloa admitían,
pues, una interpretación recta, aun dado caso que todas las que se
citaban como suyas le pertenecieran y no disentlan de la doctrina co-
mún entre los varones espirituales. No obstante esto, Sánchez Calde-
rón pidió que se le declarara hereje pertinaz e impenitente y lo firmó
de su mano el 26 de Junio de 1727 •. Lo último parece inexplicable,
porque no se concibe que se declare pertinaz e impenitente a quien
murió cristianamente y con sefiales manifiestas de estar en gracia de
Dios, sin que pudiera pasar por su mente que habla ca.ido en la here-
jla. Y si en efecto erró, porque todo hombre es falible, es seguro
que se hubiera retractado. ¿Cómo podía, pues, suponérsele pertinaz e
impenitente? Y adviértase bien qué sólo en este caso el reo podla ser
relajado. Por gravlslmos que fUeran sus errores, si los confesaba por
tales y abjuraba de ellos, se le debía admitir a reconciliación. Hay que
concluir, por tanto, que en el caso del P. Ulloa se violaron las leyes
mismas del Santo Tribunal.
bajaron a la Capilla Interior, que hacia las veces de General, los Co-
misionados, el Provincial y el Rector y, a campana tafiida, se convocó
a toda la comunlqad en el mismo recinto. Reunidos todos, dio orden
el Juez al Escribano leyese el Decreto de Extrafiamiento y con el asom-
bro y estupor que se deja entender lo escucharon los ciento y más
jesuitas que llenaban la capilla. Se les ordenó luego permanecer all!
y se pusieron guardas en las puertas para que ninguno saliese de aquel
lugar. Mientras tanto, se recorrían las oficinas y aposentos, clavando
las puertas de muchos de ellos y se decidió convertir la celda del P. Pro-
vincial como más capaz, en depósito de todos los papeles del Archivo
y demás documentos que se recogieron. No es necesario decir que, a
partir de aquel instante, quedaron los Jesuitas en calidad de presos,
sin poder salir de aquel recinto si no era para las más precisas nece-
sidades y eso con custodia de dos soldados. Se les prohibió toda comu-
nicación con el exterior y, lo que más sintieron fue, que se les privase
de decir misa y aun se consumiese el sacramento que habla reservado
en la capilla. Más tarde se mitigó esta disposición, pero el trato que
recibieron dejó bastante que desear.
En la Casa Profesa de los Desamparados se presentaron a la mis-
ma hora D. Alfonso Carrión y Morcillo, Alcalde del Crimen, D. Andrés
de Morales, Superintendente de la Casa de Moneda, D. José de Her-
boso y Figueroa, Contador del Tribunal de Cuentas y otros en compa-
ñia de un escribano y de un Teniente que mandaba un piquete de 70
granaderos. Llamóse al P. Prepósito, el P. Pascual Ponce de León, y
a éste se le ordenó citar a todos los que compon!an la comunidad, co-
mo lo hizo. Acudieron aquellos Padres, en su mayoría graves y de edad,
excepto el P. Nicolás Llaguno, que se encontraba enfermo y el P. Fran-
cisco Larreta, que estaba ausente. Sin más dilación se les leyó el de-
creto y luego, con sólo el sombrero y manteo y el breviario, montaron
en unas calesas que esperaban en la plazuela de los Desamparados y
fueron conducidos al Colegio de San Pablo.
En el Noviciado de San Antonio Abad, cuyo Rector era el P. Fer-
nando Doncel, ejecutó el decreto el Fiscal D. Diego Holgado y, una
vez que remitió a todos los Padres y Hermanos al Colegio, condujo a
su casa a los novicios a fin de explorar su voluntad sobre si deseaban
conservar la sotana de la Compafiia o dejarla, pero en realidad para
presionarlos a fin de que hiciesen esto último, valiéndose de toda suer-
160 fl'.ISTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU. TOl'VfO IV
3. Del. largo viaje que hubieron de hacer hasta llegar a las playas
de Italia nos han quedado varias relaciones, como la del P. Juan de
Velasco, por lo que toca a los sujetos de la Provincia de Quito, la del
anónimo jesuita de la Provincia peruana que en tres volúmenes se
guarda en la Biblioteca Nacional de Florencia y hemos publicado en
parte en el tomo V de nuestra Biblioteca Histórica Peruana y la de
otro anónimo chileno que se conserva en -el Archivo de la Compafiia
de Roma. Todas son de mucho interés y ponen de manifiesto las mu-
'chas penalidades que sufrieron los proscritos y al embate de las cua-
les sucumbieron no pocos. Aun cuando en aquel tiempo el porte de
los navíos había crecido notablemente, como casi todos ellos estaban
destinados al comercio y sólo podían admitir un reducido número de
pasajeros de cámara, su capacidad para acomodar a tantos era casi
ninguna. Hubo, sin embargo, que trasportar en ellos a más de 200 Je"
sultas de una sola vez, sin contar la.tripulación, abastecerlos de vi-
12
166 HISTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU. TOMO IV
veres y agua para tres o cuatro meses y aun más, como era el caso de
los que habían de dirigirse a la Península por el Cabo de Hornos y,
por consiguiente, el hacinamiento en las naves, la mala condición de
los alimentos y otros accidentes tenían que hacer molesta y dura la
vida a bordo.
Vamos a copiar un párrafo del Diario de uno de los desterrados,
estudiante espa:líol que salió para la Peninsula en compafiia de sus
hermanos en el navío El Peruano'. Dice as!: "Si mala o insípida era
esta comida, peor se fue poniendo de cada dia, pues luego que se aca-
bó aquella poca carne fresca que habíamos embarcado en Valparaiso,
se guisaban los frejoles en agua pura y concluidos éstos, quedamos
con sólo las lentejas, fuera de los Domingos que se nos daba un poco
de arroz. Con el sumo calor del navío las lentejas todas se carcomie-
ron y tal cual las sacaban del pafio! las ponían a cocer, de lo que
resultaba que venían nadando por el caldo millares de animalitos y
era preciso sacar los que se podían antes de empezar a comer. En los
primeros días nadie las tocaba, mas como a buen hambre no hay
pan duro, fue preciso tomar lo que repugnaba, si queríamos mantener
la vida y llegar a Espafia; la misma diligencia se hacia con la galleta
por estar ésta toda agusanada. Cerca de la linea se enfermó el coci-
nero y, no obstante, que el navío tenia más de 300 hombres de tri-
pulación, no se halló uno siquiera que por caridad hiciera nuestra
comida, por cuyo motivo el P. Provincial dispuso que uno de los Je-
suitas la preparase. Era muy natural que alguno de los Hermanos
Coadjutores se ofreciese a ejercer este acto de caridad, propio de su
humilde estado, pero no fue as!, sino que o todos repugnaron o no qui-
sieron obedecer al Superior. Entonces el H. José Escoda, estudiante
teólogo, corrió a la cocina e hizo el oficio de cocinero por el espacio
de un mes y hubiera continuado si una fimdón que por el demasiado
calor le inftamó los ojos, no se lo hubiera impedido, pero el H. Juan
Maestre, contemporáneo en los estudios, suplió con su activa caridad
la falta del primero y de este modo llegamos a Cádiz.
¡Cuán de otra calidad era la comida del capitán y demás oficiales!
Se vequeria la paciencia de un Job para conservar la paz y tranquili-
dad del corazón, al ver la esplendidez y mesa regalada que ellos tenian,
comiéndose todas las provisiones destinadas para los Jesuitas, como
eran escabeches, perniles y otras cosas delicadas, las cuales pasán-
LA EXPULSION DE LOS JESUITAS 167
',
guirles el Breve Pontificio, mas que habían de pasar a la Italia como
condición precisa para el cumplimiento total del Real Decreto ... "
Estas promesas falaces, que envolvian, por otra parte, un contra-
sentido no pudieron menos de impresionar el ánimo abatido de al-
gunos. Como dice el P. Isla en su famoso Memorial, una proposición
semejante se hizo a los Hermanos Coadjutores de la Provincia de Cas-
tilla y en virtud de órdenes de la Corte. Un j esulta de la Provincia del
Paraguay encabezó la deserción y arrastró a otros de modo que el
número de los disidentes o descontentos, como se les denominó, vino
pronto a pasar del centenar. Los habla de todas las Pr01Vincias de
América pero el principal contingente procedía del Perú. Alguna ex-
cusa tiene su debilidad, por razón de las circunstancias, sobre todo
en los jóvenes que aun no se hablan incorporado en la Compañia y
tenían que inquietarse por su porvenir. Por su desdicha, aun cuando
se les separó de los que permanecieron fieles y se les renovaron las
promesas hechas, su suerte no vino a diferenciarse de la de los de-
más y en Italia se les instaló en la comarca de Génova, donde per-
manecieron hasta la extinción de la Compañia. Esta medida adoptada
por Clemente XIV desligó a todos de los votos religiosos y así vino a
ser una misma la condición de unos y otros, pero no por eso terminó .
su destierro ni tampoco la vigilancia que sobre ellos ej ercian las au-
toridades españolas o comisionados regios.
El 9 de Junio empezaron los expatriados a salir para los Estados
Pontificios y una de las primeras naves en dejar la bahía de Cádiz
fue el Santa I&abel que condujo al puerto de Liorna a ciento tres je-
suitas extranjeros. Las otras naves se dirigieron a Córcega, pero ni
en Ajaccio ni en La Bastia se les dio acogida por lo que hubieron de
pasar a Portofino, donde después de no pocas dificutades se les per-
mitió desembarcar. Los del Perú se encaminaron a Sestri y luego a
los estados del Duque de Parma, hasta llegar a Faenza. Otros grupos
pusieron pie en tierra en la Spezia y, por fin, se concentraron todos en
Ferrara, salvo los disidentes que quedaron ,en la comarca de Génova.
Los jesuitas de Quito se distribuyeron en las ciudades de Faenza, Ri-
mini y Ravena y los de Chile se instalaron en !mola. Distribuidos en
varios domicilios se trató de restablecer la vida religiosa y, en parte,
se logró este intento, pero el breve de supresión dado por Clemente XIV
LA EXPULSION DE LOS JESUITAS 171
muchas tierras erlazas o salobres, como las de San Juan y Villa Y me-
joraron el rendimiento de la caña de azúcar, introduciendo nuevoo
métodos y modificando el sistema de trapiches.
Mas por encima de todo esto, comprendieron la función social de
la tierra y dieron a sus frutos y a las rentas que producían una apli-
cación que redundaba en beneficio de muchos. Esas rentas sirvieron
para el sostenimiento de los Colegios en donde se daba enseñanza
gratuita a la juventud, de las Misiones entre infieles y servian, ade-
más, para cumplir con las cargas de capellanías y otras pías funda-
ciones que las gravaban y en último término venían a servir para el
sustento de muchos aspirantes a las órdenes sagradas y el esplen-
dor del culto. Hoy, cuando se visitan sus Iglesias esparcidas por do-
quier, nos llama la atención su magnificencia, la riqueza de sus retac
blos, la profusión de pinturas que adornan sus muros y las esbeltas li-
neas de su arquitectura, pero olvidamos que todo esto se hizo gracias a
su esfuerzo y a la aplicación de esos bienes que indirectamente contri-
buían al fomento de la artesanla y de los oficios manuales.
Al desaparecer los Jesuitas, la mayor parte de esas propiedades vi-
nieron a parar a manos de unos pocos, favoreciendo el latifundismo y
es preciso reconocer que sus nuevos dueños no hicieron de esas rentas
la generosa y liberal aplicación que ellos hablan hecho. El Estado no
se aprovechó con su incautación, porque muchas de ellas se vendie-
ron a precios irrisorios y se dilapidó una fortuna. Conviene, además,
añadir que los pretendidos tesoros de los Jesuitas no se hallaron por
muchas búsquedas que se hicieron. Esos tesoros los dejaron ellos en
sus templos, en sus Librerias, en sus edificios y aun de ésto no se sacó
el provecho que tuera de esperar. Mucho -vino a perderse por la rapa-
cidad de los ejecutores y no poco fue remitido a España, adonde se
remitieron cajas y cajas con plata labrada, objetos de oro y alhajas,
destinadas al culto y que el Rey o sus lugartenientes se apropiaron
sin escrúpulo.
Tal fue el lastimoso saldo de la expulsión ordenada por un Monarca
Católico, cuyo trono desde aquel punto comenzó a bambolearse en estos
territorios hasta ser repudiado por los que antes eran sus sú_bditos.
CAPITULO IX
·s B. N. M. Ms. 17.614.
1 En carta fechada en Lima el 21 de Octubre de 1739 ·daba al Rey gra-
cias por su elevación a la metropolitana.
s Carta de 26 de Julio de 1736. A. de I. Lima 521. Fue preconizado el 3 de
Noviembre de 1731. Acta Camer. 31, f. 188.
EL ARZOBISPADO D.E LlMA Y LAS DIOCESIS DE PANAMA Y QUITO 187
'9 Ibíd. En su opinión el Beaterio es poco útil por no cumplirse los fines
para los cuales fue fundado por el Conde de Lemos.
'' Carta de 16 de Octubre de 1733. A. de I. Lima 50.
188 HISTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU. TOMO IV
los límites del Arzobispado. Como halló su Catedral por los suelos
hubo de cooperar con el Virrey en la obra de su reconstrucción .. Manso
de Velasco se habia dedicado seriamente a hacerlo y, con la aproba-
' ción del Monarca, había aplicado a este fin los expolios de los Sefio-
res Gutiérrez de Zeballos y Rodríguez Delgado y la vacante del pri-
mero. Con estos y otros recursos se dio impulso a las obras, adoptando
las modificaciones en su estructura que aconsejó el P. Juan Rehr, de
Ja Compafiia de Jesús, consultado sobre la materia. Se rebajó la al-
tura de las bóvedas y éstas se hicieron de cerchas de madera, sosteni-
das por pilastras no de mampostería, sino por columnas de gruesas
vigas, atadas fuertemente y recubiertas con ladrillos y yeso.
El 30 de Mayo de 1755 pudo celebrarse la inauguración de parte del
templo, celebrándose· con este motivo grandes fiestas que rivalizaron
con las tradicionales del Corpus y aun las superaron, como puede ver-
se en la descripción que de ellas hizo Ja "Gazeta de Lima", del 14 de
Abril hasta el 8 de Junio de 1755 "·Aunque en el templo se han llevado
a cabo reparaciones p()steriores, en Jo sustancial su fábrica es la mis-
ma, pero si a partir de 1746 .la Catedral dejó de ostentar Ja solidez y
grandeza de la antigua, con el andar del tiempo y los despojos de que
ha sido objeto, sobre todo durante las luchas de la emancipación, dis-
ta bastante de las que nos dejaron descrita el P. Cobo, Vásquez de
Espinosa o bien Córdoba Salinas y Echave y Assu.
Su actividad por escrito pecó en cierto modo de excesiva. No me-
nos de trece edictos salieron de su pluma, sin contar tres Cartas Pas-
torales y, sucediéndose Jos unos a Jos otros en breve espacio de tiempo,
hicieron decir al Conde de Superunda que "llenaba la ciudad con sus
mandatos, causando la confusión del vecindario''. Todos miraban a
cortar ciertos abusos o bien a instruir a los fieles en puntos de impor-
tancia, pero no puede negarse que la abundancia de los preceptos trae
consigo el descuido en su cumplimiento. El justificó su proceder en
la Carta Pastoral que publicó el 8 de Octubre de 1754, manifestando
que en lugar de convocar a un Sínodo, obligando a los párrocos a de-
jar sus curatos y a movilizarse con dificultad por la distancia y la
falta de vías de comunicación, preferia recurrir a los edictos que
13
Corrió con las obras de reconstrucción el Maestro Mayor, Santiago Ro-
sales e hizo de Maestro de fábrica D. José Barroeta y Angel.
EL ARZOBISPADO DE LI.b'IA Y LAS DIOCESIS DE PANAMA Y QUITO 191
16 En la misma cédula -se le indicó que en adelante, uita vez que el Pro-
tOmedicato declarase a alguno infecto de lepra, debería ';tCU~.irse al juez res- ·
pectivo para que éste tomase las providencias del caso. A Utrilla se le con-
denó a: pagar 200 pesos de multa. V. en el A. de I. Lima 513 un largo expe-
diente sobre la materia y dos cartas de Barroeta de 27 de Setiembre y 31 de
Diciembre de 1753. La Real Cédula citada es de 31 de Mayo de i 757.
IDSTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU, TOMQ IV
:misión que aquel mismo día anunció al pueblo, que tuvo principio con
el llamado asalto el Sábado que antecede a la Dominica infraoctava
de la Ascensión, predicando el día Domingo el Arzobispo y continuan-
do Jos PP. de la Compafíia que también tuvieron a su cargo las plá-
ticas doctrinales. El Arzobispo tuvo también la clausura de la Misión
que se dio en la Catedral y de la cual se recogió abundante fruto"·
cúpole a D. Diego la satisfacción de inaugurar el 8 de Diciembre de
1758 todo el interior de la Catedral y, .reconociendo que a la diligen-
cia y actividad del Conde de Superunda se debla, en gran parte, la
terminación de la obra, propuso al Cabildo pasar en cuerpo a darle
1as gracias y, además, que en adelante se cantase una misa a San
José, en su día, como debido homenaje de reconocimiento.
Deseando vivamente que el clero precediese con el ejemplo y fuese
Juz del mundo, como lo dijo Cristo, ordenó que cada mes hubiese con-
ferencias morales a las cuales debían asistir todos los sacerdotes por
el padrón que debían formar los Curas Rectores de las Parroquias y,
a fin de que los aspirantes a las Ordenes se diesen perfecta cuenta de
la alteza del estado que pretendían abrazar, publicó una extensa "Car-
ta Pastoral" sobre la materia, que aun hoy puede leerse con fruto.
Redactó un nuevo plan de estudios para el Seminario y así para po-
nerlo en práctica como para el mejor régimen de este centro nom-
bró Rector del mismo a un eclesiástico de grandes cualidades, cual
era el Magistral de la Metropolitana D. Agustín de Gorrichátegui.
Luego de haber tomado esta y otras medidas en provecho de los fieles
de su ciudad episcopal y, habiendo practicado la visita canónica. de
¡as parroquias y monasterios de la capital, partió el 1 de Setiembre
de 1760, con ánimo de extenderla a todas las provincias de la arqui-
diócesis. Por desdicha, el Sefíor cortó el hilo de su vida, cuando tanto
se esperaba de su celo y afable trato y en Jauja entregó su alma a
pios el 28 de Enero de 1761, con gran sentimiento de todos. Sus restos
se trajeron más tarde a Lima y se depositaron en la bóveda de su
catedral. Su paso por la sede de Torlbio fue breve, pero en este corto
tiempo dio sefiales claras de que poseía todas las cualidades de un
verdadero Pastor y, a haberse prolongado sus días, habría emulado .las
glorias de sus antecesores más Ilustres.
1'7 V. Sermones que dixo el Illmo. Sr. D. D. Diego del Corro... en los días
primero y último de la devota Misión que hizo en su Catedral ... Lima; 1759.
EL ARZOBISPADO DE LIMA Y LAS DIOCESIS DE PANAMA Y QUITO 195
24
A. de I. Panamá 223. Cartas de 6 de Marzo de 1752 y 26 de Enero de
1753.
EL ARZOBISPADO DE LIMA Y LAS DIOCESIS D~ PANAMA Y QUITO 201
:us Guayaquil insistió en -que la sede episcopal se fijara allí. No hay duda
que el puerto aventajaba en importancia a Cuenca y, ·mientras ésta era sólo
cabeza de un cor:regimiento, Guayaquil era una Gobernación.
EL ARZOBISPADO DE LIMA Y LAS DIOCESIS DE PANAlVIA Y QUITO 209
que se alargase el plazo hasta los doce a!íos. Persistía, por tanto, la
obligación de convocarlos y algunos Prelados sintieron que les urgia
Ja conciencia sobre este punto y, aunque tlmidamente, no dejaron de
representarlo al Monarca.
El primero en hacerlo fue D. Bartolomé Lobo Guerrero. Antes de
abrir el Sínodo diocesano que celebró en Lima, en 1613, escribia a S.M.
y le recordaba cómo estaba mandado que se celebrasen Concilios cada
siete a!íos y que desde el afio 1583, si bien se hablan celebrado dos,
ninguno de ellos habla aún obtenido la. aprobación pontificia y regia.
Juzgaba que era tiempo de convocarlo y pedía licencia para ello, ad-
virtiendo que habla razones de peso para hacerlo, entre otras, la ne-
cesidad de extirpar una vez por todas la !dolatr!a entre los Indios.
No sabemos qué respuesta se dio a su carta, pero a juzgar por los efec-
tos o no se prestó atención a su demanda o se rechazó su súplica.
El sucesor de D. Bartolomé, D. Hernali.do Arias de Ugarte, que ha-
bla presidido en Santa Fe y en Charcas asambleas similares, una vez
en Lima, escribió al Rey, en 1631, manifestándole que hacia treinta
a!íos se habla celebrado el último Concilio Provincial y, por consi-
guiente, que se habla vencido con exceso el plazo concedido por Pau-
lo V. Sin embargo, el mismo Prelado no omitla decir que los Concilios
pasados, a saber, los de 1567 y 1583, hablan ya dado las normas que
se necesitaban y, por la experiencia adquirida, juzgaba que estas
Asambleas en las Indias eran de poco fruto y de mucho ruido. Res-
petamos su parecer, pero, fuera de que en una materia como la pre-
sente, tiene mucho más peso el juicio de la Iglesia que el de un Prelado
particular, conviene recordar que la ineficacia de estas juntas en Amé-
rica nacían de la excesiva ingerencia en ellas del poder civil, no de
causas intrlnsecas a las mismas. Si en algunas de ellas, como ocurrió
en el Concilio Tercero, salió a la superficie el hervor de las pasiones,
esto mismo prueba su necesidad, porque los yerros de los Obispos
sólo podlan enmendarlos el Concilio o el Papa y, como éste se halla-
ba demasiado lejos, era el Concilio el llamado a poner remedio. La
dificultad nacida de la distancia y de la incomodidad de Jos viajes se
solventaba con la prórroga del plazo y, al fin y al cabo, .no era esta
una empresa tan árdua que por sólo este motivo se hubiese de diferir
indefinidamente una asamblea prescrita para toda la Iglesia Universal.
Afias más tarde, D. Pedro de V!llagómez, escrlbla el 4 de Enero de
EL CONCILIO PROVINCIAL DE 1772 213
slas. Sin embargo, algo debió Inquietarles el que Amat diese a enten-
der que entraba en sus atribuciones el reconocer las constituciones si-
nodales y reformar las que fuesen contrarias al Patronato. En su
Memoria alude a esta facultad y cita en su apoyo al Marqués de Mon-
tesclaros que habla enmendado algunas de las disposiciones tomadas
en el sinodo celebrado por el Arzobispo Lobo Guerrero•.
Fue, por tanto, este slnodo el de más larga duración y las constitucio-
nes aprobadas pueden equipararse, por su número, a las adoptadas
por el Concilio Tercero. Estas se estudiaron y ventilaron en las congre-
gaciones particulares, sin que ningún acontecimiento viniera a per-
turbar la marcha de la asamblea.
La primera sesión pública tuvo lugar el 23 de Enero en la sacristía
de los canónigos y se convino en tenerlas dos veces por semana, en la
maftana. Las sesiones privadas se tenían en el Palacio Arzobispal, don-
de se reunían las diversas comisiones encargadas de estudiar un asun-
to. Los dictámenes o conclusione.s se propon!an luego en la sesión pú-
blica y, en caso de no haber discrepancia, se redactaba el canon
respectivo, pero si había contrarios pareceres, pasaba el p~nto a exa-
men de los consultores nombrados, los cuales en la siguiente sesión
pública daban su dictamen. Para proceder con algún orden se convino
en adoptar el de las Decretales de Gregario IX y la materia se dividió
en titulas, éstos, a su vez, en tratados y éstos en capitulas o constitu-
ciones. Los títulos se agruparon en llbros, de los cuales los dos pri-
meros fueron aprobados en la segunda acción y los otros tres en la.
última. No todos los t!tulos ofrecían la misma d!flcultad, por tratarse
en algunos de materias ya conocidas y reguladas y de ah! que sobre
ellos se pasara rápidamente.
En el cuarto hubo de detenerse. Se trataba de examinar las condi-
ciones que hablan de exigirse a los ordenandos. Ya en el Tomo Regio
se prevenía a los Arzobispos la necesidad de fijar un !Imite a los can-
didatos al sacerdocio y cefiirse al número necesario para atender las
necesidades de los fieles. En realidad habla sobra de clérigos y mu-
chos abrazaban el estado eclesiástico sin verdadera vocación, de modo
que aun cuando no dieran mal ejemplo, su vida no respondía a lo ele-
vado de su profe.slón. El mal era antiguo, pues ya Felipe V habla en-
viado en Febrero de 1731 una cédula al Arzobispo Escandón, en la cual
se le encargaba velar con todo cuidado porque no se Introdujesen en
el santuario los que no fueran verdaderamente dignos. El antecesor
del Arzobispo Parada había palpado el dafio y con el fin de poner al-
gún remedio escribió una excelente Carta Pastoral, en la cual se ex-
tiende largamente sobre las cualidades que deben adornar a los pre-
tendientes a las órdenes y de los requisitos que la Iglesia les exige.
EL CONCILIO PROVINCIAL DE 1772 219
day fue uno de los que más se opuso a los planes de su colega y, m:!.s
tarde, compuso una disertación al respecto, de la cual remitió una co-
pia a Lima, probablemente para que se imprimiese, aunque no llegó a
darse a luz. A su lado estaba el Obispo del Cuzco, Gorrichátegui, re-
putado por su saber y no pocos de Jos consultores teólogos y juristas'·
Cuando más adelante se volvió sobre el asunto, la polémica se tor-
nó máS ardorosa. Esplfieira disertó largamente y acumuló todos Jos
argumentos que repetidas veces hablan esgrimido los enemigos del pro-
babilismo y otras tantas hablan sido refutados. En el Concilio se en-
cargó de repllcarle un docto franciscano, el P. Fray Juan de Marimón,
que, por rara coincidencia, era el teólogo escogido por el Virrey Amat.
Un testigo ocular nos refiere sucintamente lo ocurrido y, después de
decir que as! el Canónigo de Lima, D. Fernando Cortés y Cartavlo,
como el Obispo de Concepción y el P. Durán de la Buenamuerte, pre-
sentaron sendos papelones propugnando Ja condenación que debla ha-
cer el Concilio de las doctrinas probab!llstas, prosigue as!: " ...y porque
Fray Juan de Marimón, teólogo nombrado por Su Excelencia, habló
juiciosamente, aunque con algún ardor, contra la doctrina que, como
si fuese cuasi infalible, quieren que se siga los arriba dichos, se le
separó de la ocupación a que lo habla destinado su Excelencia, con
un decreto tan duro como muchas doctrinas de Concina y, por exorto
que hiZo Su Excelencia al Provincial, le ha desterrado a Chiclayo ..."
En efecto, apenas tuvo noticia del hecho el Virrey Amat, escribió
una carta al Arzobispo, dándose por ofendido· de que en el Concilio se
hubiese resistido a las Intenciones del Monarca y expidió Juego un de-
creto, en eJ cual se decia que el P. Marlmón debía dedicarse al estudio
de las sagradas letras por la ignorancia de que habia dado relevantes
pruebas y abstenerse de tratar con los seculares, difundiendo sus erra-
das opiniones, con perjuicio de la paz pública. El dicho decreto debla
G El Dictamen del Obispo Espiñeira sobre el punto octavo del Tomo Regio
.se impririlió en Lima en 1772 por cuenta de la Provincia de los Doce Apóstoles.
El mismo afio sali6 a luz la Oración que pronunció en la Segunda Acción del
Concilio y- la dedicó al citadO Virrey, el franciscano Fr. Manuel Muñoz. La c1¡1r-
ta que escribió al Provincial; quejándose del P. Marimón la hallará el lector
<>n el tomo 3, pp. 48 y s. de la Imprenta en Lima de José T. Medina.
msTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU. TOMO IV
9 Hoy ·este altar ha perdido la mayor parte de la plata que cubría sus
coliunnas y pedestales. Los faroles del mismo metal que sostenían dos ángeles
de las escalas y, sobre todo, las tres preciosas urnas, todas revetidas de már-
moles en su interior que contenían una cruz de oro y pedrería donada por el
Arzobispo ·Zeballos, con el fragmento de 18. verdadera Cruz que obsequió a
esta Iglesia Urbano VIII y las otras dos con reliquias insignes de Santo Tori-
bio y Santa Rosa.
CAPITULO XI
a En Cartagena gaStó más 'de 70.000, pesos- eri construir una Iglesia, ayu-
da de parroquia, qte dediéó a Santo Toribio de 1\.'.Iogrovejo, fuera de otras tres
que levantó desde sus cimientos en .Ja diócesis. Su demora en llegar a Trujillo
se debió a haOOr tenido tjue recorrer las 900 leguas que separan esta ciudad
de la de Cartagena, de modo que en .e-1 viaje tardó cerca de año y medio.
(Carta a Su Santidad de 17 de Octubre de 1744, Arcb. Vat. Sac, Cong. Concilil.
Relat. Dioec.).
HISTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU. TOMO IV
27 A. de I. Cuzco 66.
258 HISTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU. TOMO IV
32 Mss. C. V. 24. Razón del peso e importe de la custodia que tengo hecha
por encargo del Illmo. Sr. D. Francisco José Marán. .. 1795
CAPITULO XII
Bibliografía: JORGE JUAN y ANTONIO ULLOA, Noticias Secretas de; América.· Lon-
dres, 1826. - Relación Histórica del Viaje a la. América Meridional. 4 vols.
Madrid, 1748.·- AMADEO F. FREZIER, Relation du Voyage de lamer du Sud.
París, 1716. - A. CARRIÓ DE LA BANDERA, EZ Lazarillo de Ciegos Caminan-
tes desde Buenos .A,ires hasta Lima. (Lima), 1773. - GoNZÁLEZ SUÁREZ, His-
toria Gener.al del Ecuculor. Tomo V. - VÍCTOR MATURANA, O. S. A., Historia
de los Agustinos en Chile. Tomo 2. Santiago, 1904. - Memorias de los Virre-
yes D. Manuel de Guirior y D. Teodoro de Croix.
lidad entre unos y otros. El Rosario de San Lázaro parece haber sido
el primero en sacar en unas andas de plata una imagen de la Virgen
'Y otras parece que le siguieron, adornándolas con luces y flores, en
lugar del pendón que en un principio sacaban los devotos. Se intro-
dujeron coplas y acompafiamiento de música y la profanidad y el afán
de lucimiento reemplazaron a la devoción. Por este motivo el Arzo-
bispo Barroeta hubo de prohibirlos en 1757, pero surgieron de nuevo
y con más lmpetu. El 20 de Febrero de 1794, el Arzobispo La Reguera
dio un auto por el cual volvla a condenar el abuso de estos rosarios
"que salen por las noches, principalmente en la semana de Sexagési-
ma que llaman de comadres, como también en la de Dolores, en que
con notable escándalo ... visten nifios como simbolizando alguna ima-
gen y otros adornados de perlas y diamantes, que denominan ángeles y
conduciéndose en el mismo rosario con mucha música, practican tam-
bién algunas supersticiones impropias y agenas de la pureza de nuestra
Religión ... " Determinó, por tanto, que saliesen devotamente, rezan-
do el rosario, con solas cuatro luces en la imagen y seis faroles y pre-
sidiendo un sacerdote.
SI esto ocurr!a en la capital, ya puede el lector figurarse lo que su-
cedería en las ciudades de provincia y en los pueblos. La falta de cul-
tivo espiritual y de instrucción religiosa convirtió muchas de estas
manifestaciones de piedad en fiestas profanas y en motivo para que
se produjesen otros desórdenes. En si mismas estas prácticas eran y
son recomendables, pero para que ellas sean provechosas es necesa-
rio que sean fruto de una piedad sólida e ilustrada. Esto es precisa-
mente lo que empezó a faltar en nuestro pueblo, salvo raras excep-
ciones, por el descuido de los encargados de su instrucción· y esta
herencia la vino a recoger el. siglo siguiente.
En las calamidades públicas, cuando el recurso a Dios se hace for-
zoso, estos actos de piedad eran más sinceros y los Inspiraba el arre-
pentimiento y el deseo de aplacar a la justicia divina. Entonces el
más endurecido corazón, se ablandaba y la fe más amortecida salía
de su letargo y se contemplaban escenas de verdadera religiosidad,
como las que nos describe D. Eusebio de Llano y Zapata en el Diario
que escribió sobre lo sucedido en Lima antes y después del terrem.o-
to del afio 1746. Fuera de estos casos, lo general fue que este apara-
to exterior del culto externo no corriese parejas con el culto interno,
RELAJ ACION DE LAS COS'l'UMBRiES 271
2 Mss: C. V. Tom.o 2.
RELAJ ACION DE LAS COSTUMBRES 273
gado que estaba el mal y Ja poca disposición que habla en el sexo fe-
menino para corregirse 3 •
En Lima sucedía otro tanto y ya en 1734, el Marqués de Castelfuer-
te, habla dado una provisión en la cual urgía a los Alcaldes Ordina-
rios el cumplimiento de Jo que estaba ordenado y los exhortaba a que
vigilasen porque mujer alguna usase de trajes poco honestos, apli-
·cando a las españolas la pena de mil pesos para los Hospitales y po-
bres de las cárceles y, si fueren de ínfima calidad, a la de cárcel y
destierro, a su arbitrio y a las cuarteronas, mulatas, mestizas e in-
dias, zambas y negras a la de cortarles el pelo de Ja cabeza y de las
cejas, dejándolas por medio día en la plaza expuestas a la verguen-
za pública. Los Arzobispos secundaron estas medidas y ya hemos cita-
do el edicto de D. Pedro Antonio Barroeta sobre el particular, pero
el mal no desapareció del todo y el lujo, por una parte y, por otra,
el poco recato en el vestir se hizo proverbial en las limeñas de todas
clases 4 •
A estas manifestaciones del debilitamiento de la fe podían aña-
dirse otras muchas, como los fraudes que se cometían en la adminis-
tración de las rentas eclesiásticas, así por los mayordomos, en el ramo
de cofrad!as, como por los oficiales subalternos en los Hospitales y obras
pías.; la poca asistencia a la Iglesia y lo raro que se iba haciendo el
recibir el Sacramento de la Eucaristía, como lo lamentaba el Obispo
del Cuzco, D. Melchor de. la Nava; el vicio de la embriaguez, muy ex-
tendido entre los indios y en algunas provincias tan general que ape-
nas se hallaba quien no cayese en él y, por último, la libertad con que
se procedía en todo'· Aún más revelador, aun cuando no fuese tan
aparente, es el hecho de la disminución de las vocaciones al estado
religioso, así .de hombres como mujeres, muy sensible en este siglo y,
juntamente, lo raro que se fue haciendo el que ingresaran en las Or-
6 González Suárez 1 "Historia General aet Ecuador". Tomo V, cap. XI, pá-
gina 496.
' A. de I. Lima 412 (71-5-37).
276 :HISTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU. TOl\.10 IV
s A de !. Lima 541.
RELAJACION DE LAS COSTUMBRES 277
tian en las doctrinas los curas religiosos, sin que los Prelados les fue-
sen a la mano, antes bien, fomentándolo, pues en los capltulos se da•
ban las doctrinas a quien daba más. Otro tanto habría que decir de
!os !ralles estancieros o administradores de haciendas, los cuales en
su mayor parte gozaban de Impunidad y amparados por el aislamien-
to llevaban una vida desgarrada. Contribuyó también a esta relaja-
ción la alternativa o división entre peninsulares y criollos, pues los
de un bando protegían y defendían a los suyos, aun cuando fuesen
reos de graves culpas y hacían Ineficaz la corrección. Una consecuen-
cia de este esplritu fue la división que se advirtió entre los francis-
canos, oponiéndose 1.os llamados observantes a los misioneros de los
Colegios de Propaganda Fide, como los de Ocopa y Moquegua, dando
motivo a una R. C. suscrita en San Lorenzo el 22 de Noviembre de
1780 y dirigida al Arzobispo de Lima. Por último, la sobra de bienes
temporales y la falta de celo de las almas hizo que muchos llevaran
una vida muelle y sin provecho y eswvieran lejos de rompér con las
aficiones mundanas.
Jorge Juan y Antonio de Ulloa, al hablar de esta decadencia de las
religiones en la comarca de Quito, hacen una excepción con la Com-
pafila de Jesús, y afirman que esta religión es la única que no ha ne-
cesitado de reforma en las Indias. Este juicio no puede calificarse de
parcial, pues como es sabido su informe era secreto e iba dirigido al
Monarca. Por otra parte, las relaciones contemporáneas confirman su
dicho, lo cual no quiere decir que en estas Provincias de América no
se diesen faltas y no hubiese sujetos dignos de castigo. Por fortuna,
los Superiores no eran remisos en aplicarlo y generalmente expulsa-
ban de la Orden a los indeseables. La Provincia de Quito puede servir
de ejemplo y los marinos citados no dejan de servirse de él. En su
tiempo fue enviado a visitar la Provincia el P. Andrés de Zárate y
éste hubo de expulsar de la Orden a no menos de veinte sujetos. En
la Provincia del Perú no fue necesario hacer un escarmiento semejan-
te, pero así por el proceso que la Inquisición de Lima hubo de abrir
contra dos sacerdotes de ella y la expulsión de otros tantos en este
periodo, se colige que, si el cueroo se mantuvo sano y observante, no
faltaron miembros a quienes alcanzó el contagio.
No faltaban en las Rellgiones hombres de celo y amantes de la dis-
ciplina regular que lamentaban todos estos males, pero eran los me"
278 HISTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU. TOMO IV
nos y no siendo, además, superiores, les era dificil poner remedio. Al-
gunos elevaban sus quejas al Rey y solicitaban una reforma, pero
ésta tardó en venir. El 6 de Setiembre de 1772 escribía a S.M. el P. Fray
José Leal, dos veces Provincial de la Provincia de San Miguel de Lima
y enfermo de gravedad, de modo que consideraba próxima su muerte.
Este religioso exponla todos los males que hablan llovido a su Provincia
desde el establecimiento de los Vicarios Generales, a los cuales atri-
bula, con excepción de uno y otro, la misera condición a que la ha-
blan reducido, en Jo temporal y en lo espiritual. La Cédula del Concor-
dato expedida en tiempo de Felipe V, moderando los gastos excesivos
de los Vicarios, era letra muerta y ni aun su texto era conocido, por-
que estos superiores se guardaban bien de mostrarla. Llevados de su
codicia, no hay atentado que no cometan y en los capítulos nombran
Provinciales y Comendadores, dándolos al mejor postor. El Vicario
que por entonces ejercla el cargo, Fray José de la Fuente, llevaba ya
nueve años en el oficio y en el capitulo que celebró en el Cuzco dio
patente de Provincial a un sujeto que ha sido luego el escándalo de
todos. Esta carta la remitió el Rey a D. Manuel de Amat para que in-
formase sobre la verdad de su contenido en 11 de Junio de 1773 •.
Y aqul tenemos, en buena cuenta, otra de las causas. de la pérdida
del espíritu religioso. Si las cabezas no eran las que debian ser, no es
de extrañar que en los miembros se advirtiese tanta disolución. En
Quito, uno de estos Visitadores, Fray Francisco Mormoitio, que llegó
hasta el extremo de consentir, mediante dádivas, que los religiosos pu-
diesen vivir fuera del claustro, introdujo puede decirse la relajación
entre sus· súbditos, pues a partir de entonces se hizo más común la
falta de observancia y de este mal no llegó a convalecer la Provincia
hasta algunos afias más tarde. Tantos fueron los clamores que llega-
ron a oidos del Rey y de los de su Consejo que al fin se resolvió em-
prender la reforma de los regulares.
pero este funcionario le ordenó que pasase a la sierra, dei ando de este
modo !lbre el campo al P. Tomás Astuy, que era el autor de todos estos
movimientos y que resultó al fin elegido Provincial.
Terminó la visita, pero, .como decla el mismo Visitador a S. M. en
la carta que ya hemos citado de 9 de Abril de 1777, para esta fecha
aún no habla conseguido que los religiosos vagos se redujeran a sus
conventos y que los Priores de los conventos cesaran de cometer abu-
sos en el manejo de las rentas. Si algo se adelantó después de esta
fecha no lo sabemos, pero es de presumir que el mal no desapareció
del todo. Un religioso grave, Fray Pedro Ignacio Moreno, Regente de
Estudios ele! Colegio de San Ildefonso, escribiendo poco después a
S. M. alababa al P. Raya por la reforma que habla introducido en Jos
estudios y en otra de primero de Octubre de 1779, daba cuenta del re-
sultado de la visita de esta manera. El dia 12 de Julio de dicho año
se leyeron en el Convento Grande de Lima dos decretos del. Virrey,
el uno aprobando los planes de reforma y el otro cometiendo su eje-
cución al Provincial, Tomá.s Astuy y dando por terminada la visita.
La Comunidad extrafió estas disposiciones, primero por no haber com-
pletado el Visitador la visita de la Provincia y, segundo, por no estar
el Provincial .en disposición de llevar a cabo la reforma. Han pasado,
dice dos meses y medio, y todo sigue como antes.
En cuanto a los planes de reforma cree ver en ellos la mano del
Provincia! "hombre inquieto y mal versado, cuyo manejo nos ha dado
y da muy mal ejemplo". Por esta razón pide que se nombre otro Vi-
sitador, pues con el Provincial que hoy gobierna todo se pierde. A esta
carta podemos afiadir otra del P. Ignacio Martln de Ja Fuente, Prior
de Ja Recoleta de Gula, donde por fortuna se mantenla la observancia
regular. Empieza por decir que la Provincia está peor que estaba cuan-
do llegaron los Visitadores. Escribía el 4 de Octubre de 1779. Se ha-
bla comenzado a hacer algo, pero todo Jo había echado por tierra el
nombramiento de Provincial y el haber puesto éste en cada convento
uno de su partido, que resistiese a la reforma. Recuérdese que el Vi-
Sitador había insistido en presidir el capitulo en que rue elegido el
P. Astuy, peró as! los vocales como el Virrey desatendieron su súplica.
El P. Raya, preveía lo que en efecto sucedió. Este capitulo, según el
P. La Fuente, es el peor que ha conocido y tiene 70 años. El P. Astuy
282 HISTORIA DE LA IGLESIA- EN EL PERU. TOMO IV
parece que las Ordenes han mejorado mucho de condición. El, como
oficial de marina que era, no debió hacer otra cosa si no recorrer la
costa y, a lo más, se detendr!a algún tiempo en Lima o Guayaquil.
Esto no nos parece bastante para poder formarse concepto de la si-
tuación de los regulares en todo el extenso virreinato del Perú. Ad-
vierte que su número ha disminuido y lo atribuye a haber dejado las
doctrinas y, en cuanto a la reforma, dice que esta va adelante y gra-
cias a la discreción de los visitadores de Santo Domingo, La Merced y
San Juan de Dios espera que se terminará con fruto. En cuanto a las
religiosas han desaparecido los bandos que las tenian divididas y en
los conventos de recolección no hay nada que notar, salvo en el de
Agustinas. del Prado donde ha habido que nombrar Presidenta para
aquietar los ánimos.
La verdad es que las cosas no iban tan bien como se imaginaba el
Virrey. Y comenzando por el Visitador de la Merced, Fray Simón Al-
fara, éste no se diferenció mucho de los Vicarios Generales que tan
mal parada hablan dejado la Provincia. En 1777, a primero de Noviem-
bre, presidió el capitulo en el cual fue elegido Provincial Fray Pedro
Palencia. El Visitador de la Real Hacienda, Areche, se quejó ante Al-
fara de las criticas que los religiosos de la Orden hacían de las me-
didas por él adoptadas y le Instó porque redujese a sus conventos a
los que vivían fuera de ellos. Parece que el Visitador hizo algo en este
sentido, pero téngase en cuenta que en el Perú se encontraba desde
el afio 1773 y, por consiguiente, habla habido tiempo para que hubiese
alguna enmienda en esta parte. La visita duró hasta el afio 1784, pues
sólo el 2 de Abril de aquel año hizo publicar el auto de reforma. Entre
las órdenes dadas podemos citar la obligación de hacer todos los años
ocho días de ejercicios y la de ser puntuales en la asistencia al coro
no dispensando ni a los padres jubilados.
No sabemos Jo que hiciera en la Provincia del Cuzco. Si algún bien
resultó de esta visita no fue muy duradero; lo que si desdora un tanto
su actuación es el hecho que pasamos a referir. Al Consejo de Indias
se dio aviso que el Visitador y Fray Juan Bernardo, que juzgamos se-
rla su compañero, hablan registrado en los navios El Peruano y San
Pedro de Alcántara, 40.000 pesos a su orden y otros 18.563 al de su
284 IDSTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU. TOMO IV
11 A. de I. Lima 3.042.
RELAJACION DE LAS COSTUMBRES. 285
y eseilndalos que en las del Perú y Quito. Se confirmaba una vez má.s
aquello de que la pobreza es fuerte muro de la religión. Sin embargo,
se enviaron Visitadores y uno de los primeros en llegar a aquel terri-
torio fue el agustino Fray Alonso de Llamas, que en 1773 habla lle-
gado a Lima en calidad de sustituto. Hizo su entrada en el convento
de Santiago el 24 de Octubre de 1774 y comenzó su oficio algo atrope-
lladamente, porque, sin atribuciones para ello, usurpó la jurisdicción
del Provincial, el anciano P. Agustin de Oruna y convocó a Capitulo
Provincial, el cual debla celebrarse el 31 de Enero de 1775. En este
Capitulo hizo que se aprobasen unos decretos que dictó apresurada-
mente, antes de haber visitado las casas de la Provincia y conocido a
sus moradores. Por fortuna el P. Llamas se extingu!a el 24 de Febrero
del mismo año 1775 y la Provincia recobró su paz.
Algunos años más tarde y, una vez terminada la visita del Perú, el
Virrey dispuso que Fray Juan de Raya y Fray Francisco Grande vinie-
sen a Chile. El General habla dispuesto otra cosa, porque el 11 de Fe-
brero de 1779 destituía de su cargo a Raya y nombraba a Fray Juan
Antonio Santa Cruz, para que pasase al Perú le exigiese cuenta de su
cargo y, esto hecho, le permitiese volver a Europa. Estas órdenes pro-
bablemente fueron Interceptadas por el Consejo, pues Raya no se mo-
vió de Lima hasta el afio 1782, embarcilndose en el Callao y arribando
a Valparaiso el 15 de Agosto. El Provincial de Chile, Fray José Pedro
Molina que tenla noticia de las órdenes de su General se negó a re- ·
conocerlo como Visitador, pero Raya apeló a la Audiencia y ésta falló
en su favor. La visita empezaba, por tanto, con muy mal ple, porque
los agustinos chilenos no se avenían a reconocer en el fuero de la
conciencia al Visitador. La tensión se hizo mayor, al interferir el!
P. Raya en la convocatoria al Capitulo que había de celebrarse el 31
de .Enero de 1783. Al Provincial le competla citar a los electores y el
Visitador no tenia porqué inmiscuirse en el asunto, pero Raya Insistió
en que habla de ser él quien convocase la asamblea y, llevado el asun-
to nuevamente ante la Audiencia, ésta volvió a fallar en contra del
Provincial. El Visitador, no contento con esta tropella, excomulgó al
Provincial y a uno de los Definidores, por haber acudido a las autori-
dades civiles y luego quitó y dio el voto a los capitulares que le pareció.
Tantos atropellos llevó a cabo que su mismo compaflero, el P. Fran-
RELAJACION DE LAS COSTUMBRES
ños pobres, pero sin excluir a los ricos, prohibe los juegos de naipes
y dados y recomienda que no se saque a los Profesos antes de cumplir
el jovenado. Por último, en el año 1797, Fray Ignacio de San José, Vice
Prefecto General, no se recataba de decir que el estado de la obser-
vancia era deplorable y que no se corregiria el mal con autos, sino
con el esfuerzo de todos, en especial los superiores, los cuales no de-
bían mostrarse indulgentes y castigar severamente a los remisos. Por
todo lo dicho, en el alío 1798 se encargó al Arzobispo de Lima la vi,
sita de los conventos del Perú, pero el Virrey O'Higgins creyó conve-
niente que se d!latase.
sita no se debían echar en olvido Jos fines pollticos que la habían acon-
sejado. Esto, necesariamente, tenia que desvirtuar la empresa.
Pero no hemos de hallar aquí la única causa de su fracaso, tam-
bién creemos que no se acertó en la elección de los que habían de lle-
var a cabo la reforma. Un ejemplo nos lo ofrecen los visitadores de
San Agustln. As! el P. Raya como el P. Grande eran de edad muy
avanzada, el primero se hallaba impedido de cabalgar y de vi aj ar
por sus quebraduras, pero el segundo, como decla algo sarcásticamente
el mismo P. Raya, se sentia tan débil qúe le costaba trabajo escribir
su firma. A esto se ha de agregar que ni el uno ni el otro eran modelos
de prudencia. El P. Raya empezó por mantener ocultas las instruc-
ciones recibidas, as! de la Corona como de su General y este último
hubo de echárselo en cara duramente. La lentitud de su proceder
obl!gó al Virrey a intervenir y como Raya se excusase con sus acha-
ques, dispuso que el P. Grande saliese a visitar los conventos de los
valles del sur, como lo hizo, pero esto sólo bastó para que Raya se
indispusiese con él y surgiesen diferencias entre el uno y el otro.
Desde Madrid hubo que urgir al Visitador el cumplimiento de su ofi-
cio y el mism.o General le escribía en tono amenazador y en otra al
P. Grande no dudaba decirle que el P. Raya lejos de ser el reformador
de la Provincia Peruana era su destructor ,..
La implantación de la vida común tropezaba con Ja penuria que
padeclan los conventos a causa de las rebajas de los censos y de Ja
mala administración, por lo cual los Priores eran fáciles en consen-
tir que sus súbditos se buscasen la vida por si mismos o recibiesen los
alimentos de fuera. También muchos se oponlan, como sucedió en
Chile, a la supresión de los pequeños conventos, as! por no perder la
renta que disfrutaban, aun cuando fuera escasa, como por no dejar
el puesto y perder influencia. Admás, la intromisión del poder real
era nociva en muchos casos, como se vio en la visita de los Agustinos
de Chile y le quitaba a la reforma su verdadero carácter. Algunos Vi-
rreyes, como D. Manuel Gu!rior hicieron de su parte lo posible por
manejo de las rentas, etc. Fue ésta Ja última disposición adoptada a fin
de obligar a las religiosas a vivir conforme a sus estatutos y dar el
ejemplo que debian a los de dentro y fuera del claustro 2 2 •
Bravo del Rivero que en Santiago brilló por sus dotes de Pastor vino
a Arequipa a los 58 afíos de su edad. El 4 de Mayo de 1743 enviaba su
poder al Cabildo, encomendándole el gobierno y, en Agosto, tomaba
posesión en su nombre D. Juan Bautista Taborga y Durana. El 4 de
Setiembre salió de Santiago, se embarcó en Valparaiso y el 4 de Oc-
tubre llegaba a Ilo, haciendo su entrada en Arequipa el 13 de Noviem-
bre. Al tomar posesión se desprendió del pectoral y anillo que nevaba
y los cedió para la custodia del Santislmo Sacramento, aun cuando
había pagado por ellos en Potosi 14.000 pesos. Uno de sus primeros
cuidados fue la reforma de su clero. Empezó por suspender las licen-
cias de decir misa y confesar a muchos de quienes se dudaba tuvie-
ran la necesaria suficiencia y diales plazo para que la comprobaran
mediante un examen. Muchas veces lo hacia él mismo, invitándolos
a decir misa en su presencia y convidándolos luego a sentarse a su
mesa. Rezaba con ellos y les hacía hábilmente algunas preguntas a fin
de convencerse de su instrucción. De este modo los despedía contentos
y él quedaba informado de las dotes de su clero. Del mismo modo,
como supiese que en el coro de su Catedral no escaseaban las fallas,
tomó como medio para la corrección de su Cabildo asistir personal-
mente por seis meses continuos a las horas canónicas.
En el afio 1746 salió a visitar su vasto Obispado. y, como lo había
hecho en Santiago, procuró evitar a los curas y a los fieles toda mo-
lestia, antes bien llevaba consigo telas de algodón y de lana, fraza-
das, etc., a fin de socorrer con ellas a los pobres. En su ciudad episco-
pal repartía muchas limosnas, destinando cada mes 500 pesos para
las secretas y 800 para las públicas. Combatió el vicio de la usura,
bastante extendido en la diócesis y también el excesivo lujo de las
sefíoras de la ciudad y pueblos grandes.
Muchas obras emprendió durante su gobierno y la principal de to-
das fue el monasterio de Santa Rosa, del cual hablaremos más ade-
lante. En su Catedral alargó el presbiterio y construyó una nueva
cripta para sepultura de los Prelados. La enriqueció con retablos y
frontales de plata y fÚndó con 5.000 pesos la fiesta de San Francisco de
Paula y un aniversario perpetuo por su alma el dia de San Juan Gual-
berto, que era el de su nacimiento. También hizo algunos reparos en
los monasterios de Santa Catalina y Santa Teresa y pensaba trasla-
LA DIOCESIS DE AREQUIPA HASTA FINES DEL SIGLO XVIII 297
s A. de I. Lima, 1565.
' Ibíd. Carta de 28 de Octubre de 1758.
LA DIOCESIS DE AREQUIPA HASTA FINES DEL SIGLO XVIII 299
1 A. de I. Lima, 1572.
LA DIOCESIS DE AREQUIPA HASTA FINES DEL SIGLO XVIII 303
8 Claro está que también debió mover su pluma el deseo de atajar la cO~
rrupción de costumbres, fruto de la ociosidad en que vegetaban muchos· de
estos mozos. El Obispo trajo consigo a un religioso promonstratense, llamado
Fr. Sebastián Sande. Después de la muerte del Abad !llana, debió quedar en
Arequipa. En tiempc de Chávez de la Rosa, llamó la atención del Virrey Croix
sobre el caso de este religioso y el 18 de Marzo de 1788 le respondía el ~ba
llero de Croix, diciéndole que en vista de su representación escribía al Gober-
nador Intendente para que lo enviase a Lima de donde _se le einbarcaría para
España.
LA DIOCESIS DE AREQUIPA HASTA FINES DEL SIGLO XVIII 305
pondera las virtudes del Obispo y no puede negarse que las poseyó
este Prelado y que su caridad, su desprendimiento y su amor a los
pobres le granjearon el aprecio y estima de todos. Veló por el bien
de sus ovejas y dio muetras de su piedad, promoviendo el culto de
Nra. Sra. de Calma y también el de Nra. Sra. de Characato. De la prime-
ra nos dejó una novena que el mismo Zamácola reeditó en 1791. Fue-
ra de este escrito, lmprlmlóse también Ja breve Carta Pastoral que en
1777 dirigió a sus diocesanos con motivo del Jubileo del afio Santo
concedido por Plo VI.
Todo esto es mucha verdad, pero todo lector imparcial, habrá de
convenir con nosotros en que es un desdoro, para su memoria, eJ an-
tijesuitismo de que está Impregnada .la Carta Pastoral que escribió
en Córdoba, o mejor, en La Rioja el 1 de Agosto de 1767. Si admitimos
que fue sinQero al escribirla, es preciso confesar que estaba obcecado
por las ideas que corrlan en su tiempo y que habla aceptado sin cri-
tica alguna las más absurdas especies divulgadas por los detractores
de la Compaflia .Al llegar a Tucumán, él pudo darse cuenta de la
gran estimación que todos tenían de los Jesuitas, los cuales hacían si-
glos fecundaban aquellas tierras con sus sudores y habían ganado pa-
ra Cristo muchas almas. Como dice el· autor de la Impugnación de su
carta, en la visita que hizo a las doctrinas que ellos tenían en la re-
gión del Chaco, que caía bajo la jurisdicción del Obispo de Córdoba,
pudo comprobar lo bien entabladas que estaban y en el auto de visi-
ta, que vio dicho autor, dio testimonio de ello. Ahora bien, al publi-
carse la pragmática sanción y decretarse el destierro de los Jesuitas,
en el Tucumán, en Córdoba y en todas partes las gentes se llenaron
de estupor y no se podian explicar las razones que podla tener el Mo-
narca para tomar medida tan grave. Abad !llana se encargó de le-
vantar el velo del misterio a sus diocesanos y él mismo dice en su
Carta: "Vosotros, hijos mios, nada sabéis por lo común sino lo que
os han querido enseflar los referidos Padres y de ellos habéis apren-
dido que la Intentada muerte de! Rey de Portugal es ficción. También
os habrán dicho que su expulsión de Francia ha sido obra de Jos Jan-
senistas, de los herejes para que todos me entendais. Pues sabed, hi-
jos mios y creed a quien os ama in visceribus Jesu Christi: creed a un
Obispo que no se crió én las quebradas de los indios, sino en Ja clu-
306 HISTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU. T01VIO IV
Pero la oposición por parte del Cabildo no cesó y tuvo diversas ma-
nifestaciones que no honran mucho a sus miembros, pues descendie-
ron hasta tomar parte en recursos calumniosos y faltos de verdad,
como luego quedó comprobado, siendo uno de los que se sefialaron en
esta parte D. Francisco Javier Echeverr!a, Arcediano más tarde de
este coro y a quien no se han regateado los elogios por su obra his-
tórica, pero cuya conducta en el gobierno de Cháv.ez de la Rosa
dejó bastante que desear". En el afio 1794 volvió a hacer la visita
de la parte meridional de su diócesis y recorrió Carumas, Torata, Mo-
quegua, Tacna y llegó hasta San Lorenzo de Tarapacá "· Desde el
1.'i Las rentas del Obispado, por razón de obvenciones de los curas y cuar-
tas ascendían por entonces a 9.596 pesos, 2 reales. En el año 1826. ascendieron
a 10.776 pesos, la cifra más alta obtenida en este siglo.
316 HISTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU. TOMO IV
y les rogó que de su parte hiciesen lo posible por evitar el desmán. Al-
guna imprudencia pudo haber de su parte, pero parece que algunas
de las mujeres que habían escuchado la invectiva, se despojaron de
los dichos aros y los arrojaron en la plaza donde les pusieron fuego.
En su exhortación, Chávez de la Rosa, después de haber tenido una
junta sinodal, condenaba asi en los hombres como en las mujeres, cier-
tos modos de vestir que por una parte no decían bien con la decencia
y, por otra, resultaban excesivamente costosos y, por tanto, perjudi-
ciales. Prohibió el ingreso al templo a cuantos se presentaran vestidos
de este modo y exhortó a los confesores· y rectores de Iglesias para que
con amonestaciones oportunas contribuyesen a desterrar la profani-
dad de los trajes 19 • Más explicito se muestra por lo que hace a los ma-
les que afligian a sus diocesanos en dos informes que remitió al Virrey
D. Ambrosio O'Higgins. En el primero de 20 de Enero de 1801 le dice
que ve con dolor la difusión del concubinato, aun sacrilego y el del
juego de dados y otros ilicitos. Los jueces poco pueden contra los con-
traventores de la ley del matrimonio por el carácter que invisten mu-
chos de ellos, pero en lo segundo podían hacer mucho más y, por esta
razón, le pide que intervenga. Le propone la formación de una comisión
que tome a su cargo el remedio de estos dos abusos y presten a los ecle-
siásticos el auxilio necesario y oportuno. Cree que podían formarla el
Coronel D. Mateo Cossio, el de igual clase D. Francisco Martínez, el
Teniente Coronel D. _Raymundo Gutiérrez y el Comandante de Escua-
drón D. Manuel de la Fuente. En el segundo informe insiste en las
uniones ilegítimas y dice que por los libros de Bautismo de la parroquia
del Sagrario las partidas de hijos ilegítimos se suceden, semana tras
semana, por afias enteros y en Ja Casa de. Expósitos han entrado des-
de 1789 unos 1.300, sin que las autoridades procedan contra Jos que
viven mal por la extensión del abuso.
Ciertamente esta exagerada cifra de hijos naturales acusaba una
desorganización de los hogares y no puede explicarse en un pueblo de
hondas convicciones rel!giosas. Por lo que hace a su clero, su reforma
19 Mss. C. V. Tomo 11. Por lo que hace a los conventos de- monjas, en
Febrero de 1789 expidió un auto, ordenando se moderasen o suprimiesén las'
fiestas que se hacían en los días de Carnaval, tomando parte las criadas o edu-
candas desde las terrazas o torres y aconsejando se tuviese en aquellos días:
un triduo de desagravios, expuesto el Santisimo.
LA DIOCESIS DE AREQUIPA HASTA FINES DEL SIGLO XVIII 321
ciones, todo esto se halla descrito y dibujado en los nueve tomos que
dejó listos para la impresión y que hablan de ilustrar la .M'emoria sobre
la Vi.sita del Obispado 1 •
Esto ya bastaría para su gloria, pero en el terreno de la enseñanza,
Martínez de Compañón hízo también mucho y se le debe el titulo de
innovador porque idea suya fue la creación de los internados de lndi-
genas de ambos sexos. En el cuadro estad!stico que figura en la obra
antes mencionada y donde se enumeran las escuelas fundadas con la
ocasión de la visita, nos hallamos con que en Trujillo se crearon dos,
una en Santiago de Cao y otra en Simba!; en Piura otras dos, en Huan-
cabamba y en Chalaco; en Saña, tres; dos en Chachapoyas; dos en
Lamas; otras en Moyobamba; seis en la villa de Cajamarca y otras
cinco en su distrito; ocho en la proVincia de los Guambos; siete en
Huamachucho y cinco en Cajamarquilla, es decir, un total de cin-
cuenta y cuatro. Apenas parece posible que el Obispo hubiera podido
llevar a cabo esta empresa, pero su grande ánimo tenia alientos para
todo y sabia infundirlos en los que trataba. Interesó a los pobladores,
a las autoridades y consiguió que se sefialase a cada escuela la corres-
pondiente dotación y él mismo se cuidó de buscar los maestros. Fuera
de este número, habría que citar los seminarios para operarios dioce-
sanos, creados por él.en Trujillo, Salia, Piura y Cajamarca y Jos dos
internados para indígenas.
Este esfuerzo por el fomento de la educación no fue superado en-
tonces y sólo en la república, por obra del gobierno, se ha hecho algo
semejante. Por esta razón no hay duda que al Obispo Mart!nez de
Compañón se le debe contar entre Jos hombres que más han contri-
buido al fomento de la cultura.
El Obispo Pérez Calama no permaneció en Quito mucho tiempo,
apenas año y medio, pues entró en Quito a fines de Febrero de 1791 y
el primero de Noviembre de 1792 recibía la cédula en que se aceptaba
la renuncia que habla hecho de la mitra. Desde. un principio su salud
se resintió bastante en aquel clima y decidió retirarse. Amante del
estudio, apasionado por los libros y deseoso de que su clero se Instru-
yese sólidamente, encareció a sus curas la necesidad de poseer una
· 3 La aparición del ms. original sirvió para fijar el -nombre del autor y
para completar los Anales. V. Carlos A. Romero. R. H. Tomo V. -Lima.
' A. de I. Lima, 1565.
328 HIS'.l:'ORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU. TOl\'.IO IV
5 Dice Mendiburu que dejó mss. 8 vols. en fol. en donde había ido reco-
giendo noticias varias, constituyendo el todo una como poliantea. En la Bib.
del Seminario del Cuzco existía un vol. ·con estas características que pudo
pertenecer a Castro. V. en el Museo Erudito, núm. 17. Cuzco, 20 Oct. 1839 un-a
Representación del rrtismo al Obispo sobre que sus natales no eran un óbice
para oponerse a canongías.
LA IGLESIA Y LA CULTURA EN ESTE SIGLO 331
8 A. de I. Lima, 1568.
LA IGLESIA Y LA CULTURA EN ESTE SIGLO 339
oir los cursos, la influencia que en otro tiempo ejercían en las escue-
las empezó a dismin Uir.
Los PP. de la Buenamuerte o Agonizantes que fueron los últimos
en establecerse en el Perú, abrieron en Lima Casa de Estudios y en
el año 1754 eJ Gobierno creó, en Ja Universidad, la cátedra de Teolo-
gia Moral en los casos ocurrentes in artio:ulo mortis y la dio a estos
religiosos, nombrándose primer catedrático de la misma al P. Andrés
Pérez. Años más tarde, respondiendo el Provincial a un oficio del Vi-
rrey, D. Manuel Guirior, le dice que el Regente de Estudios es el P.
José Miguel Durán, el mismo que tiene a su cargo la cátedra de Ja
Universidad, el P. José Ortiz de Avilés, lee Teología Dogmática, el Pa-
dre Juan de Uria, Teo!ogia Moral, el P. Ignacio Pinuer, Filosofla y el
P. Isidoro Ce!is latinidad. En su respuesta indica los autores que se
hablan adoptado como texto, a saber, Contenson para la teologia dog-
mática, Concina para la Moral, Antonio Goudin para la Filosofía, aun
cuando no se descuidaba el estudio de la Fisica Moderna'· De los
Padres mencionados, el P. Andrés Pérez se granjeó la estimación de
todos por su prudencia y discreción y por su sólida espiritualidad, el
P. Durán y, sobre todo, el P. Cel!s por su saber y sus escritos.
De. las demás Ordenes apenas cabe citar algunos nombres, fuera
de los ya enunciados. El cronista agustiniano, Fray Juan Teodoro Vás-
quez, cuya obra aún permanece inédita y es de escasa utilidad por su
extremado barroquiSmo y el franciscano Fray Fernando Rodríguez
Tena, sólo en parte conocido, son los representantes de la Historia.
Otros dos, dominico el uno y franciscano el otro, Fray Juan Antonio
de Tagle y Bracho y Fray José del Castillo y Bolívar alcanzaron algún
renombre como predicadores. En las letras, el P. Fray Juan de Peral-
ta, autor de Las Tres Jornadas del Cielo, poeta místico y el lego mer-
ce<iario, Fray FranciSco del Castillo, cuyas dotes poéticas no pueden
desmentirse, no pueden ser olvidados. Llama, en efecto, la atención
la· esterilidad literaria de la época y, teniendo en cuenta lo dicho so-
bre la decadencia de los estudios universitarios, cuyas cátedras, como
dec!a a S. M. el Arzobispo Escandón, en 1733, estaban reducidas lru>
más a b~neficios simples, en que se tiraba la renta, porque los nom-
las retenían para su uso propio y, como muchas veces estas obras
estaban escritas en idiomas extranjeros, venian a ser un libro cerrado
para la mayoría. No puede, pues, hablarse de perversión moral o re-
ligiosa por esta causa.
La fe puede decirse que se mantuvo incólume. Las desviaciones
religiosas que más tarde se echan de ver en D. Manuel Lorenzo Vi-
daurre, por ejemplo, en algunos de los colaboradores de El Investi-
gador, reconocen otra causa y se explican por la influencia de la
época y del liberalismo espafiol, que tuvo aqui sus representantes y
que ya en el siglo XIX combatió a cara descubierta a la Iglesia y puso
en alerta a los Obispos de estos paises. Por esta razón, entre otras
que pudieran alegarse, la Revolución Francesa no fue bien recibida
en la América Hispana y exageran, sin duda, aquellos autores que
hablan de la influencia de los principios del Jacobinismo en la eman-
cipación de este continente. Sin duda que la proclamación de los
Derechos del Hombre y algunas ideas del Contrato Social se fueron
abriendo paso en las mentes de los habitantes de estos paises y el
principio de la autodeterminación conquistó adeptos, pero estos des-
envolvimientos ideológicos se producen en los albores del siglo XIX
o a lo más muy a fines del precedente ".
13
Nuestras observaciones se concretan al Virreinato Peruano. Es posible
que en otras regiones de América se echara de ver una mayor influencia de
las nuevas ideas o bien que en la precedencia nos aventajen, pero este punto
no nos corresponde tratarlo aquí.
INDICE DE NOMBRES
Benedicto XIII, 111, 184, 234. Castañeda, D. Juan de, 198, 199~ 249,
Benedicto XIV, 187, 198, 196, 237. 250.
Bermúdez Becerra, D. Salvado!', 264. Castelfuerte, Marqués de, 49, 63, 64,
Bermúdez de la Torre, José, 148. 80, 99, 101, 120, 122, 123, 124, 125,
Bermúdez, José Manuel, 344. 126, 127, 142, 143, 147, 182, 184, 188,
Beytia, Fr. José de, 227. 273, 275.
Biedma, Fr. Manuel, 82. Castellanos, Justo, 173.
Bilbao, Lucas de, 27. Castell dos Rius, Marqués de, 25, 27.
Blasio, Ignacio, 125. 56.
Bohorques, Casimiro, 167. Castilla, Mariana de, 26.
Bordanave, Juan de, 334. Castillo, Felipe del, 126.
Bottoni, José, 227. Castillo, Fr. Francisco del, 339.
Boza y Solís, Nicolás de, 103. Castillo y Bolívar, Fr. José, 339.
Bracamonte, Eusebio de, 239. Castro, Ana de, 148.
Bravo de Lagunas, Pedro, 26, 127, 130. Castro, Ignacio de, 139, 250, 328, 329.
Bravo del Rivero, Pedro, 127, 130. Cas·tro, Fr. José de, 37.
Bravo del Rivera, D. Juan, 258, 259, Castro y Mena, Fr. Rodrigo de, 46.
~o, 212, 295. Cavero, Teresa, 29.
Brentan, Carlos, 73, 90, 235. Cavero~ Tomás, 122.
Breyer, Wenceslao, 72. Cavero de Toledo, D. Juan, 103, 104.
Brun, Tomás, 99. 105, 106, 107, 271.
Bucareli, Francisco, 156, 157, 158. Celis, Isidoro de, 34, 35, 330, 331.
Bustil!o, Pedro, 65. Céspedes, Fr. Diego de, 279.
Cisneros. y Mendoza, D. Francisco de,
2, 8, 12.
Caballero y Góngora, D. Antonio, 202, Claramunt, Antonio, 158, 159.
208. Clemente IX, 213.
Cabello, Fr. Antonio, 95. Clemente XI, l.O, 22, 23, 37, 60, 104,
Cabrera Barba, Juan de, 29, 30. 107.
Calatayud, Fr. Cipriano, 240, 331. Clemente XII, 196, 235.
Calle, D. Fr. Juan de Ja, 62. Clemente XIII, 81, 196, 207.
Calleja, D. Juan Francisco, 54. Clemente XIV, 170, 254.
Carami, Godolbeo, 25, 26, 27, 28. Colomina, Fr. José, 279, 285, 28G.
Carlos III, 136, 137, 156, 169, 173, 193, Concepción, Fr. Miguel de la, 23, 56.
213, 214. Concha, Fr. Ignacio, 219.
Carlos IV, 138. Concha, Fr. Manuel de la, 227.
Carrión, Bartolomé, 17, 150, 268. Cordero, Fr. Antonio, 81, 124, 125.
Carrión, Gregorio, 27. Cornejo Calderón, Luis, 53.
Carrión, Juan Francisco, 249. Corro, D. Diego del, 34, 181, 193, 194,
Carrión y Marfil, ;o. José, 44, 209. 340.
Carrión Morcillo, Alfonso, 159. Corro, Juan José del, 236.
Carvajal, Manchipula, Francisca, 41. Corte Real, Elena R. de, 21.
Castán, Fr. Felipe, 330, 331. Cortés, Fernando, 222, 238.
INDICE DE NOJ!-IBRES
Núñez, Fr. Lorenzo, 81, 83. Pérez, Iitlartin Andrés, 28, 33, 34, 339.
Núñez Sanabria, Miguel, 19, 2.0. Pérez Calama, D. José, 202, 206, 324,
Nuzi, Fr. Adeodato, 4.S. 325.
Pérez Oblitas, D. Fernando, 249, 254.
Pérez de S. Vicente, Fr. Juan, 47.
Obregón, D. Antonio de, 207. Pérez de Vargas, José, 158, 159.
Ocampo, Fr. Tadeo, 86, 87, 88, 95. Pérez de Zea, Fr. Agustín, 219.
O'Higgins, D. Ambrosio, 290, 320. Pietri, Martín, 32.
Olea, Nicolás de, 8, 38. Pío V, 211.
Oruna, Fr. Agustín de, 288. Pío V1, 136, 137, 138, 172, 310.
Orrantia, D. Domingo de, 158. Pío VII, 321.
Ortega, Diego, 102. Pinuer, Ignacio, 34, 339.
Ortiz de Avilés, José, 30, 339. Ponce y Carrasco, D. Pedro, 204, 205.
Osario, Fr. Prudencia, 216, 293, 329. Ponce de León, Pascual, 159.
Otálora, D. Juan de, 103, 104, 105. Por!ier, Antonio, 133, 136, 138, 216,
Ovalle, Manuel de, 117. 221.
Oyague, Francisco de, 21. Portocqrrero, Cardenal, l.
Portocarrero, Sor Josefa, 20.
Potau, José, 127, 219, 220.
Pozo, Fr. Próspero del, 49.
Pacheco, Fr. Cristóbal, 82. Pozo y Silva, D. Alonso d~l, 113, 115,
Paez, Antonio, '317. 116, 259.
Palata, Duque de la, 2, 3, 36, 38.
Pamplona, D. Fr. Miguel de, 295, 307,
308, 309, 310, 315.
Quintano Bonifaz, D. Manuel, 131,
Parada, D. Diego Antonio, 181, 195,
196, 197, 214, 219, 225, 226, 239. 272, 297, 298.
Parames Alonso, Antonio, 34. Querejazu, Hermenegildo de, 241.
Paravicino, D. Fr. José C., 233.
Paredes, Fr. Fernando de, 285.
Paredes de Armendáriz, D. Andrés, Ramirez, Toribio, 237.
74, 124, 125, 126, 183, 203. Ramírez Dávilos, ·Gil, 42.
Pasarín, Fr. N., 177. Raya, Fr. Juan de, 279, 280, 281 288,
Pastor, Santiago, 168. 289, 291, 292.
Pastrana, D. Fr. Sebastián de, 9, 10. Rehr, Juan, 190.
Paulé, Francisco, 31. Requena, Francisco, 68, 69, 89, 164.
Paulo III, 14. Retz, Francisco, 90.
Paulo V, 48, 211. Revilla; Pedro de, 27.
Pavón, Antonio, 32. Reyes, Fr. Bartolomé de los, 22, 24.
Pavón, Pedro, 245. Reyter, José, 163.
Pelaez, Fr. Silvestre, 144, 147. Riofrio, Diego, 74.
Peón· y Valdés, Fr. Bernardo, 96. Ríos, D. Fr. Francisco de los, 202.
Peralta, Fr. Juan de, 339. Ríos y Berriz, Alonso de los, 7.
Peralta Barnuevo, Pedro, 147, 184. Rivera, Lázaro de,- 163.
Pereda, Dontingo, 28. Rivero y Araníbar, Mariano, 334, 336.
INDICE DE NOMBRES 353
Roco, Fr. José de, 49, 50. San· José Leonardo de, 22.
Rodríguez, Fr. Lucas, 92. San José, Fr. Pascual de 1 289.
Rodríguez Delgado, D. Agustín, 51, 52, Sans, Fr. José, 78.
55, 64, 147, 189. Santa y Ortega, D. Remigio la, 87, 202.
Rodríguez Delgado, Diego, 153. Santa Cruz, Cipriano B. de, 32.
Rodríguez de Mendoza, Toribio, 334, Santa Cruz y Centeno, Luis, 161.
335, 336. Santa Maria, Pedro de, 310.
Rodr'iguez Tena, Fr. Fernando, 339. Santa y Ortega, Alfonso, 83.
Rojas, D. Fernando de, 113, 115. Santander, José Antonio, 250.
Román· de Aulestia, Fernando, 125. Santiago, Fr. Juan de 23, 24.
Román de Aulestia, José, 148. Santiago Concha, Francj_sco, 215, 216.
Romaní, D. Manuel Jerónimo de, 102, Santiago Concha, Melchor, 236.
201, 249, 251, 252. Santo Buono, Príncipe de, 18, 20, 27,
Romero, Fr. Cristóbal, 286. 53, 59, 60.
Romero, D. Luis Francisco, 56, 57, 58, Santos, Juan, 82, 83.
113, 114, 115, 203, 206. Santo Domingo Ana Maria de, 21.
Ron~ Antonio, 129.
Sanz, Fr. Bernardo, 330.
Rotaide, Francisco de, 150. Sarricolea y Olea, D. Juan de, 258.
Rueda, Fr. Bernardo, 330. Serada, D. Fr. Bernardo, 51, 54, 55,
Ruiz de Castilla, Conde, 332. 100, 107, 111, 112, 113.
Silva, Félix de, 330, 331.
Sobrevie!a, Fr. Manuel, 30, 330, 331.
Sobrino y. Minayo, D. Blas, 30, 205, 234,
Saavedra, Matias, 30.
243, 258, 287.
Sacramento.• Sor Isabel del, 19.
Soloaga, D. Antonio de, 12, 13, 14, 17,
Salas, José Perfecto de, 157, 216.
18, 21, 23, 24, 142.
Salguero, D. Diego, 254, 295, 299, 300. Solano, S. Francisco, 185, 187, 188.
Sahuaraura, .Rafael José, 139. Soto y Marne, Fr. Francisco, 84.
Salinas, Fr. Diego de, 49, 198. Superunda, Conde de, 29, 82, 83, 127,
San Carlos, Duque de, 35. 129, 131, 152, 189, 195, 207, 231, 238.
San Antonio, Fr. José de, 341.
San Antonio, Fr. Vicente de, 68, 77, 78,
79, 80, 81, 82, 84. Taborga, D. Juan Bta., 106, 199, 272,
San. Antonio, Fr. Francisco- de, 22, 23, 296.
Sánchez, Fr. José, 96. Tafalla, Juan, 35.
Sánchez, Juan Bta., 158, 329, 330, 344. Tagle y Bracho, Fr. Juan A., 339.
Sánchez Calderón, Cristóbal, 149, 150, Tagle, Pedro, 236.
151, 152, 153. Tapia, Tomás de, 307, 331.
Sánchez Grande, Martín, 30. Toribio, Santo, 42, 184, 211, 234, 235.
Sánchez Masera, Juan, 106. Toro Zambrano, D. José de, 264, 265.
Sánchez Rangel, D. Fr. Hipólito, 68, Torrejón y Velasco, Fr. F. J., 144, 145,
69. 146.
.San José, Fr. Fernando de, 79, 82. Troncoso, Antonio, 53.
San José, Fr. Francisco de, 68, 77, 78, Troncoso, Juan Blas, 338.
79, 80, 81, 82, 84. Tupac Amaru, 131, 132, 133, 255.
354 :U:NDICE DE N0114BRES
Excelentísimo Sefíor:
Esta carta da notisias de el poco temor de dios con que prosede el obis-
po de truxillo, don frai Joan Vitares de Velasco, fraile benito y el áspero
y desatentado gobierno, que a continuado en más de ocho años la escribe
toda su diósesis y no va firmada por el riesgo que tubieran los dueños de
los nombres, si perdiéndose fuera a otra& manos 'que las de V. Ex. porque
siendo este preládo rencoroso y resuelto en palabras y obras se vengará,
como lo hase sienpre y así se remite la relasión de el obispado a la vos
común y a la ,prueba de los casos individuales y siertos que se refieren y
otros que se traen aquí por discurso y sospecha fund2.mental y si V. Ex.
hallare proposición falsa podrá despresiarlas todas.
Ase procurado que lleguen traslados de esta carta al real consejo de
las indias y que V. Ex.-... resiba· uno de ellos en panamá para que teniendo
el tiempo desocupado que a de dar la nabegación de el mar de el sur se
inpriman en la memoria de V. Ex. todos los daños que se pueden remediar
y en el corazón los que no se pudieren.
Más a de ocho años que este prelado llegó a su obispado de truxillo, pro-
movido de el de santa marta y comensó desde piura, primera siudad de su
jurisdición, a manifestar gran cudisia, fundada en mala consiensia, pues
hiso que los curas de valles le costeasen con dinero de ellos el viaje de
sien leguas de fletes y sustento, no queriendo gastar de sus quartas que
al punto las mandó cobrar, no como las llevara su antesesor inmediato,.
don pedro dias de sienfuegos, que eran ajustadas -a sinodales sino como el
que más largas las mandava pagar y corriendo años las adelantó, como
lo dirán los curas de toda la carrera de valles, que los de la sierra siendo
más en número' están distantes para ser preguntádos de estas molestias
y de otras infinitas y si fuera obligasión de todo el obispado de dar estos
avíos avían de concurrir al gasto hasta los curas de la sierra y. no lo
hisieron.
24
358 APENDICE
son tres Íos que ·corren _con la :recaudasión de diesmos y no .se quexan estos
en el todo de las malas pagas de su renta, porque corriendo por su mano
tocan algo pero los demás se lamentan de que se les debe mucho y que
no se les da siqUiera para.. el sustento y dar limosnas cada mes y se descar-
gan los jueses de díesmos con desir que el obispo no solamente quiere
estar pagado de au año en plata potable sino que pide más y más y se
la lleba para el afio venidero y que solamente tienen estos recaudadores
en su poder los. géneros. que se recogen y procuran vender en tru:xillo
o se despachan a lima, de que resulta la. dilasíón para el cabildo eclesiás-
tico y sus incomodidades producidas de la ansia de plata de el obispo y
de no ajustarse al buen orderi de distribuir lo que cae, repartiéndolo entre
todos los interesados sin que ninguno quedase sin su parte, aunque le
cupiese poco; de suerte_· qúe cunplido el año avlan de estar pagados o se
les avía de deber a todos esto es a.1 obíspo y a los prebendados, a proporsión
eomo a cada u110 les toca y rara vez a cogido el obispo asúcar, sí no es
quando ya la tíene vendida y V. Ex. se podrá informar de secreto de los
prebendados.
Este obispo asentó su basa entre eclesiáSticos y seculares para que lo
temiesen, usando con- lOS p"rimeros de tal seño y palabras como de estar
siempre enojado y con los segundos inquiriendo sus flaquezas y al primer
encuentro acordar-se de el servisio de dios y de las descomuniones y des-
tierros de mugeres y a tenido tal natural que a los prin.•ipios de su go-
bierno iP.fo:rmó perbersamente:al rei contra sus prebendados, sin que antes
diese corrección fraterna para ·que enmendasen sus yerros y los a cogido
debajo de suerte que--no se· atre1Jen a quexar sin enbargó de que algunos
están. agrabiados porque se ven con hermanos~ sobrinos, amigos y allegados
y tienen que pedirle.
No soláment.e a dominado en lo que va referido sino que manda las
acciones de el cabildo, que son independientes de obispos, de tal suerte
que gozando de las ocasiones de sus trazas introdujo por se:cretario de el
cabildo a su mismo secretario: haciendo que los mismos prebendados le
364 APENDICE
Eme. Pater.
Habiendo constituido Dios la persona de V. Santidad Príncipe sobre toda
la tierra y Supremo Monarcha de la Gerarquia Eclesiástica me parece
inexcusable a los que sin méritos verdaderos sólo por la Oivina Misericordia
hemos sido llamados a la suerte de coadiubar y cooperar a los cuidados y
Pastoral solicitu de V. B. en estas remotas Provincias el poner en su no-
ticia nuestros procedimientos.
El día 15 de Agosto del año de 752 se me entregó el Gobierno de esta
Iglesia en virtud de Real Cédula de ruego y encargo dirigida por S. M.
Cathólica a este Cavi!do. A los 3 meses recivi las Builas en que V. B. se
370
J..,a"s Ordenanzas de que habla son 16, confirmando además las dadas por
sus antecesores D. Bernardino Cerrada y D. Agustín Rodríguez, en lo que
no se opongan a las presentes. Fecha Villa de los Santos y Febrero 16 de
1753.
Arch. Vatic. Sac. Cong. Concilii. - Relationes Dioeces.anae.
- .
Senor: El Obispo del cuzco estraído violentamente de su diócesis por
orden del Virrey D. Agustín de Jáuregui del 6 de Diciembre de 1783, con-
ducido con escolta de tropa a Lima, detenido allí por tiempo de dos años,
trasportado después con igual violencia a España donde arribó en 15 de
Agosto de 1786 ha recurrido en estos 4 años diversas veces a V. M. Y la úl-
tima de 21 de Marzo pdo. de este año en que hizo la adjunta representación
que _s7 puso en manos del Marqués de Ja Sonora, implorando la soberana
JUSt1cia de V. M. para conseguir el desagravio que exigen su dignidad, su
persona Y servicios' hechos a la Iglesia, a la Religión y a V. M. y a la Co-
rona, que se ha pretendido oscurecer con calumnias groseras, hijas del
odio, de la venganza, de la maledicencia y producción de aquellos inismos
que han dado causa a las desgracias que los años pasados han padecido
los reynos del Perú y que han oprimido el inocente y religioso corazón de
V. M:. pero aunque han pasado cerca de 4 años no ha sacado el Obispo de
sus repetidos, justos. clamores más fruto que el de llorar sepultado en un
perpetuo olvido Y vil desprecio.
r No .P~ede concilfar el. Obispo este extraño procedimiento con las santa13
c.ispos1ciones de la Iglesia, con la rectitud de las leyes, con la pureza de
las costumbres de una Monarquía católica y, sobre todo, con la sabiduría
de V. M. Y con la excelencia de las virtudes que adornan su alma~ Por eso
el Obispo está en la firn1e creencia de que v. M.o nad'::l. sabe del negocio de
este ?~i-spo perseguido 0 que a v. M. le han informado_. cori ocultación Y
suposic1on de la verdad. Porque, señor, 0 el Obpo. es delincuente y se ha
formado bien o inaI un proceso sobre sus delitos o no es delincuente ni
se le h~ :armado proceso alguno, si no es delincuente ni hay proceso con-
tra él <.coma se le arranca violentamente de entre sus ovejas, se le arroja
_por los mares, se le detiene en la capital del Reyno, hecho la expectación
del ~undo, se le trata y castiga como a reo procesado y jurídicamente con-
vencido.
Si el Obpo. del Cuzco es delincuente, si su delito se ha probado y justifi-
cado por medio de un proceso actuado antes del 16 de Dic. del 1783, como
era indispensable pues desde aquel dia se le ha tratado y trata como a
r~o, lcómo es que a este Obpo. que sin intermisión ha clamado P?r espa-
cio de 4 afias para que se le formen jurídicamente cargos, se le oiga, sus-
tancie su causa según los decretos de la Iglesia y de. las leyes del reyno,
este es. el día en que ni aún se le han contestado sus instancias, clamores Y
súplicas':'
APE,NDICE 375
Si la mano que el dla 16 de Dic. del citado año llenó de oprobio al Obpo.
del Cuzco, ultrajó su dignidad, infamó su buen nombre y sus nobles servi-
cios los convirtió en execrables n:::.aldades, no tuvo más proceso justifica-
tivo de ellas que le maldiciente pluma del calumniante o calumniantes <.qué
ha hecho en los dos años y medio en que ha detenido al Obpo. en la ca-
p;.tal de lima? Y si en este tan düatado espacio de tiempo justificó lo que
necesitaba para agravar al Obpo, las penas y trasportarle a España por los
mares a distancia de 5.000 leguas de su Ig·lesia Gcó1no se concilia ahora con
este procedimiento de detener en España al Obpo. el tiempo de un año,
negándole tod~ aúdlencia y todo consuelo y hacerle ge1nir en las cárceles
del olvido y del desprecio?
lPuede esa conducta haber hallado abrigo en el :rectísimoi sabio y re-
1igiosisimo tribunal de Carlos 3.', modelo de grandes y de Justificadisitrios
Principes? No señor. No es la real mano de V", M. la que con tan inaudito
rigor y con modo tan nunca usado, aun con el mas simple miserable vasallo,
oprime la inocencia, la fidelidad y los servicios del Obpo. del Cuzco, es la
rnalieia, el rencor y el vil interés de aquellos perniciosos políticos que con
los a:r".".ificios de que abundan han sabido disponer que los justos clamores
del Obpo. no lleguen a los re.a!es oídos de V. l\ll. o que su soberana justi-
·<'.ia los haya mirado con la indignación que merece un Obpo. representa··
do como convencii;!o de infidelidad y rebelión sacrílega contra su Rey.
l!.i Obpo. Señor1 reproduce sus anteriores representaciones y con espe-
.cialidad la que hizo en 21 de Marzo pdo. de este año y se vé precisado
a implorar con la más eficaz instancia la real justificación de V. M. para
que se digne resolver seg-tln tiene suplicado en la citada representación de
21 de Marzo, en la que pide se le oiga en Tribunal competente, en juicio
abierto formal y juridico y q, V. M. se sirva permitir al Obpo. se presente
a besar sus re"ales mano.s e informarle de palabra o por escrito de las cau-
sas que motivaron la rebelión del Perú. Ya es tiempo, Señor, de que este
p1·elado inocente e injustilmente persegtúdo en la presencia de Dios tenga
el consuelo de manifestar s11 justicia en la presencia de V. 1\i, y a los ojos
del mundo, pues la divina providencia que nunca abandona la inocencia
ha empezado a dar visibles testimonios en favor de la del Obpo. del cuzco
por diversos caminos. Entre est-0s ha sído el uno el permitir q. D. Benito
<le la Mata Linares, Intendente de! Cuzeo y D. Simón Jiménez de Vlllalba,
Arcediano de aquella Sta. Iglesia, q. son los dos principales instrumentos
que se escogieron para preparar y fundar las acusaciones hechas al Obpo.
se hayan mutuamente acusado y procesado de los más enormes critnenes,
delitos y excesos, que respeetivan1ente han justificado con un n.º casi in-
finito de testigos de la mayor distinción) habiendo ambos remitido pro-
cesos a la superioridad de Lima con sus respectivos informes y entiendo
que tarrrvién a V, M. por la vía reservada.
Esas sumarias y esos informes confirm-an de un modo incontestable los
excesos, por los cuales el Ohpo, del Cuzco procesó a los citados Intendente
y Arcediano y sin to1nar providelicta alguna de justicia, contentándose con
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A. de l. Cuzco 77.