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Edward Hallet Carr no e5 s6lo uno de los mas eminentes historindores de nuestra época, sino también uma de las figuras intelectuales que mayor influencia politica han efercido, sobre todo en el dominio de la politica internacional y en momentos cruciales de Ia historia. ‘Terminada la guerra, Carr se consagré a la redaceién de su obra maestra: Ja monumental A History of Soviet Russia, La serie de conferencias que reproduce el presente libro es una meditacién’sobre el objeto, la finalidad y el método de la historia, considerada en su doble y combinado aspecto de investigacién llevada a cabo por el historiador y de los acontecimientos T H 2. Ln, | 6Quées | lahistoria? | 2 LED H Prepay O? oi del pasado que investiga. A la pregunta de si & | puede darse tuna historia objetiva responde el | autor negativamente, conveneido de que la 5 interpretacién es elemento constituyenté del a \ dato hist6rico. Al afirmar el autor que el se \ historindor debe yer el pasado con los ojos del gS presente, abunda en Ja famosa frase de Croce sh. segan Ia cual toda In historia es historia §) contemporanea. \ = = | 1 | \ \ Be, | | a Ane i, dka| Atel ia ff rx = Universidad Nacional i) Federico Villarreal ANTROPOLOGIA http://antropologiaunfv.wordpress.com https://www.facebook.com/antroposinergia iQUE ES LA HISTORIA? E. H. Carr QUE ES gsllGg, La HISTORIA? AS Difusidn gratuita. Conferencias “George Macaitlay Trevelyan” ! 1 dictadas en la Universidad de Cambridge La fotocopia no mata en enero-marzo de 1961 ol (5). Blog a un historiador por Ja precision de sus datos cs como encomiar a un arquitecto por utilizar, en su edi- ficio, vigas debidamente preparadas o cemento bien mezclado. Ello es condicién necesaria de su obra, pero {0 sil funcién esencial, Precisamente en cuestio- nes de éstas se reconoce al historiador el derecho a Sigos, que son los mismés para todes les historiado- Ferinds bien suelen pertenecer a Ja categoria de iterias_prii i que a Ia historia misma. La segunda observacién que hemos de hacer es que Ia necesidad de fijar estos datos bisicos no se apoya en ninguna cualidad de los hechos mismos, sino en uns (@ecisiGn) quel formilla)elhistoriadery priori. A pesar de la sentencia de C. P. Scott, todo pe- Tiodista sabe hoy que la forma més eficaz de influir en Ja opinién consiste en seleccionar y ordenar los hechos adecuados, Sella decirse que los hechos ha: blar. por sf solos. Es falso, por supuesto @Los/Hechos: s6lo hablan cuando el historiador apela_a_ellos: ¢l es quien decide a qué ihechos se dx paso, yea que GHieny Coniext@phacerlo. Si no me equivoco, era un personaje de Pirandello quien decia que un hecho es como un saco; no se tiene de pie mds que si mete- ‘mos algo dentro, La tinica razén por la qué nos inte- resa saber que la batalla se libré en Hastings en 1066 estriba en que los historiadores le consideran hecho hist6rico de primordial importancia, Es el historiador quica ha decidido, por zazones suyas, qué elpaso de aquel Tinchuelo, ef Rubicén, por César, es un hecho fundarse en_Jas que se han llamado eciencias auxt Winress de Ja historia: la arqueclogia, la epigrafia, in numismatica, Ta cronologfa, etc. No se espera del historiador que domine las técnicas especiales mer- ced a las cuales el perito sabri determinar el origen y el perfodo de un fragmento de cerimica o de mér- mol, 0 descifrar una inscripeién oscura, 0 llevar a cabo los complejos edleulos astronomicos necesarios para fijar una fechs precisa. Los llamadosidatosibie (8) AL Mant Adtromemicon: Liber Primus ma 87, et, 15n, pat 4 que pertenece a lahistoria, en tanto que el paso del Rubicén por millones de Otras personas antes y des- pus, no inieresa a nadie en absoluto. El hecho de que ustedes llegaran a este edificio hace media hora. a ple, en bicicleta o en coche, ¢s un hecho del pasado como pueda serio el hecho de que César pasara el ‘Ruvic6n. Pero 10s historiadues dejaranleesuramente de tener en cuenta el primero de ambos hechos, E! profesor Talcott Parsons calificé una vez ta clencia de esistema selectivo de orientaciones cognitivas 15 hacia Ja realidad» (6), Tal vez padria haberse dicho con mis sencillez. Pero Io cierto es que la historia es eso, entre otras cosas. Bl historador- GAGS 1s cence ee hechos histéricos existentes objetivamente y con in- dependencia de la interpretacién del historiador es una falacia absurda, pero dificilisima de desarraigar. eel" 250. cual ie “cr hao Liner 1850, en Stalybridge Wakes, un vende- ior de golosinas era deliberadamente golpeado hasta la muerte por una muchedumbre enfurecida, tras una disputa sin importancia. Es ello un hecho histérica? Hace un afio hubjese contestado que no sin vacilar. Lo haba recogido un testigo ocular en ciertas memo- tias poco conocidas (7); pero munca vi que ningin historiador Id considerase digno de mencién. Hace un afio, el Dr. Kitson Clark Jo cité en sus Conferen- cians Ford en Oxford (8). ¢Confiere esto al dato el atri- bute de histérico? Creo que atin no. Su situacién ac- tual, dirfa yo, es la de que se ha presentado su candi- datura para el ingreso en el selecto club de los hechos histéricos. Se encuentra ahora aguardando partida- rios y patrocinadores. Puede que en afios sucesivos veamos aparecer este dato, primero en notas_ a pie de pégina, y Iuego en el texto, en articulos y libros acerca de la Inglaterra decimonénica, y que dentro de veinte o treinta afios haya pasado a ser un hecho histérico sélidamente arraigado, Como también pue- 0, Te Zanwone y Suns, Towards «generat teory of castes she pie d, Se ee () Lord’ Games Summ, Seventy Years Showman (2: 08. 168), ‘paige. 183-199, 1G) Seria publlendas ex breve Yao ef lo de: The Mekine Victorian Englarid, a * 16 de que nadie 1a menciones, en cuyo caso volverd a sumirse en el limbo de los hechos del pasado no per. tenecientes a Ia historia, de donde el Dr. Kitson Clark. ha tratado generosamente de salvarto, penderd, pienso yo, de que Ia tesis en apoyo de Ia cual el Dr. Kitson lark cité este in- Permitaserme evocar un recuerdo personal. Cuando yo estudiaba historia de la Antigiledad en esta misma Universidad, afios ha, hube de dedicarme especiak mente al tema de «Grecia en Ia época.de las guerras médicasy. Reuni en mis estanterfas unos quince o veinte volimenes, dando por supuesto que hallarfa, en aquellos tomos, todos los datos relatives a mi tema, Supengamas —lo que era casi del todo cierto— que aquellos libros contenfan todos los datos que se eonocfan entonces, 0 que podian conocerse. Ni por un momento se me octirié investigar en virtud de qué accidente o de qué proceso de erosién habia so- bresivido aquella reducidisima seleccién de. datos, entre los miles y miles de hechos que alguna vez tu- vieron que ser conocicos de alguien, para convertirse en Ios hechos de Ja historia. Sospecho que atin hoy una de las fascinaciones que ejerce la historia an- figua y medieval radica en la impresién que nos da de tener a nuestra disposiciéa todos los datos, den- tro de unos Ifmites controlables: 1a movediza barre- Fa que separa los hechos histéricos de las que no lo son se esfuma porque los pocos hechos conocidos 7 son todos ellos histéricos, Como dijo Bury, que estu- di6 ambos periodos, el lacervo deldatos! con! que cuenta Ia historia antigua y medieval esta plagado de Tagunass (9). Se ha dicho que Ia historia cs un gigan- fesco rompecabezas en el quel/fialtan numerosos too @OsHMas el problema principal no estriba en las la gunag/ Nuestra imagen de Grecia en el siglo v antes de nuestra era es deficiente, y no sobre todo por ha- berse perdido tuntos fragmentos de ella accidental- mente, sino por ser, en Iineas generales, la imagen que plasmé un reducido grupo de personas de la ciu- dad de Atenas. Nosotros sab — bastante bien’ que Halen pero ipnbeainea aE la paretia EE partano, 2 un corintio’o a un tebano, por no decir ‘4 in perss, 4 Un esclavs 8 Giro Presidente en)Atenas) que no fuese ciudadano. a una seleccién y una deterthinacién previas antes de Tsar a nosotros, no tanto por accidente como por personas consciente o inconscicniemente imbuidas de una éptica suya peculiar, y que pensaron que los datos que apoyaban tal punto de vista merecian ser conservados. Asi tambien, cuando leo en una historia contemporinea de Ia Edad Media que la gente, en la Edad Media, era profundamente religiosa, me pre- guntéleéimo 1d) sabemios yi es cferfo. Los que conoce- mos como hechos de la historia medieval Ban sido casi todes seleccionados para nosotros por genera- GlgneSPMS|ETOSIns que por su profesién se ocupa- ban de Ja teorfa y la practica de la religién y que por lo tanto la conideraban como algo de suprema GimpOraneia)y recogian cuanto a ella atsfiia y n0 gran cosa mds. Lajiniaged)|delleampesine |iniso pro- (O) 3.2, Bony, Selected Eosays (90), pg. 5. 18 Gundamente religioso fue destruida por la revolucién 2 1917, La imagen del hombre medieval profunda- ioso, sea verdadera o falsa, es indestruc- Hble, ya que casi todos las datos que acerca de él se sonocen fueron seleccionados de antemano por per onas que creyeron en ella, y que querfan que los Ja compartieran, en tanto que muchos otros -datos, en Jos que acaso hubiéramos hallado pruebas ode Jo contrario, se han perdido sin remisién. Bl peso Meiario is pencisclonss dewaparectdan dp hier ‘Fes, amanuenses y cronistas, i e ‘muestra id ado. (11). Cuando ine siento tentado, como me acurre a veces, a envi- diar la immensa seguridad de colegas dedicados a Ja historia antigua o medieval, me consucla Ja idea de que. tal seguridad se-debe,cn. gran parts, alo mucho que ignoran de sus tems, E) historiador de ea(2 © Mermcowen, Story i 4 chaning word (839, pis (lip Lenin Srusentoy, Pdlogo a Esinent Victorian. 1» — épocas ms recientes no goa de ninguna de las ‘ventajas de esta inexpugnable ignorancia.(Bebe|eult var por S{ mismo esa tan necesaria ignorancia, tanto mas cuanto mAs se aproxima a su propia época ig incumbe la doble tarea de descubrir los pocos datos réelevantes y cont fos en hechos histéricos, y de ‘ahisi = Pero esto es exactaments lo contra Ho dela Herejia decimonénica, segin la cual(ila ‘historia consiste en Ja compilaciOn de la maj . fidad Sbjetivos. Quien caiga en tal herejig, @ tendré que abandonar Iahis ‘teria por!¢onsideraris tarea inabarcable y dedicarse @ coleccionar sellos a cusfquler otra forma de coleccionismo, 9 acabard en el manicomio. Esta herej{a es la que tan desvastadores efectos ha tenido en los tltimes cien afos para el historiador moder- no, produciende en Alemania, Gran Bretafia y Esta- dos Unidos una @inplialy ereciente miiass de historias faclicas, dridas) como lo que ms, de monogratias minuciosamente especializadas, obra de aprendices de historiadores sabedores cada vez mas acerca de cada vex menos, perdidos sin dejar rastro en un océano de datos, Me temo que fuera esta herejia —mis que el conflicto, alegado al respecto, entre la lealtad al liberalismo o al catolicismo— lo que malo- ex6 @MetGR como historiador. En un ensayo desu primera época, dijo de su maestro Dillinger: @Por nada escribiria partiendo de un material i to, eee) Bee (12) Gitado por G, P, Gooch, History and Historias in. the Mine geht) Century? pie. 385; nitoriormente’ ajo. Acton” de Dillinger ue Se fue dade Zontgurar au fllstia dem Nistora sobee a mayor Iinduceiéa jomés al aleanee ‘del hombre” (Uistory of Freedom end Other Essays, 1901, pig, 135, 20 estaba sin duda pronunciando aqui un veredicto an- Hicipado sobre si mismo, sobre aquel curioso fené- meno de un historiador en el que muchos ven ef mais distinguido ocupante que Ja cétedra Regius de Historia Moderna en esta Universidad ha tenido munca, y que, sin embargo, no escribié ninguna historia. Y Acton escribié su propio epitafio en la sota introductoria al primer volumen de la Cam- bridge Modern History publicado a poco de su musr- te, cuando lamentaba que los requerimientos que agobiaban al historiador comuind tan a un Stresemann que se Ievaba Spire del ieén en las conversaciones, y revelan sus SequmMentos invarisblemente ordenados y atractivos, ‘= tinto quellos dé'su interlocutor son las mds de Tas weces vacios, confusos y mada convincentes, Es ésta Sa caracterfstica comdn a todos los apuntes de con sersaciones diplomaticas. Los documentos no nos di- (xe lo que ccurrié, sino tan sélo lo que Stresemann sreq6 que habia ocurido, o lo que deseaba que los Semis pensaran, 0 acaso lo que él mismo queria creer que habia ocurido. El proceso seleccionador (Sb empezaron Bernhard ni Sutton, sino el mismo (Stesemann. ¥ si tuvicramos, por ejemplo, los apun- 3 de Chicherin acerca de dichas conversaciones, nos &, ta Mistoris come Hawke de fa Liberiad, tra esp F.C. Méxieo). Us) “Altowie Monthly, octubre 1910, pg. 528, 28 estilista que sus predecesores alemanes, sino por- después de la primera Guerra Mundial los he- parecieron sonreimos de modo menos propicia en los afios anteriores a 1914, ¥ éramos por tanto ‘wiis asequibles a uns filo: que se proponia dismi- ‘six su prestigio (Croce ejereio um gran influjolsobro 4 iésofo © historiador de Oxford, (@allimgwood) el 2 pensador britdnico de este siglo que haya rea- 9 una aportacién histo (gem No vivio Io bastante para escribir ef tratado sit- que tenfa planeado; pero sus papeles, publi- ‘eeéss y no publicados, sobre el particular, fueron re- ‘sepidos después de su muerte en un volumen editada 1345, titulado La Idea de ta Historia, Puede resumirse como sigue el parecer de Colling- d.La filosotia de Ia historia no se ocupa «del pa- “ede Ja opinién que. de-éLen s{ se forma Este ‘aseveracién refleja los dos sips =a curso de la palabra Ghistorias:) (alinvesti Sa ce ania del pasado que investiga. «El pasado que ee historiador no es un pasado muerto, sino == pasado, que en cierto modo vive ain en el pre = ‘un acto pasado esté muerto, es decir, ca~ de significado para el historiador, a no ser que yieda entender el pensamienio que se sta tras Por es0, eta la historia es Ja Bist det jee i a historia es D. aaa ‘defpasado th Ta mente del riador selapayaveniaevidensiatemptirica, Pero no ‘sede suyo um proceso empirico nt puede consistir en =z mera enumeracién de datos. Antes bien el pro- 29 ceso de reconstitucién rige 1a seleccién y Ia interpre: tacién de los hechos: @8t6/@S)precisamentello que los lhaceyhechos"histéricos, «La Historias, dice ¢! profe- sor Oakeshott, que en esto esta muy cerca de Co- ingwood, «es la experiencia del historiador. Nadie ta “hace” como no sea ¢l histeriador: el tinico modo de huacer Iaistoria és gseribicla» (1), ‘Esta critica penetrante, aunque puede inspirar se- vias reservas, saca a la luz ciertas verdades olvidadas. Ante todo, los hechos de Ja historia nunca nos egan en(estado épuro>, ya que il existenai pueden exibtir en una forma pura; siempre hay una refrac- cidn al pasar por Ia mente de quien los recoge, De abi que, cuando Ilega‘a_nuestras manos un libro de his toria, nugstro interés debe ir al historiacor que lo escribid, y no a los datos que contiene. Pe= mitaseme tomar como ejémplo al gran histoMiador en cuyo honor y con cuyor nombre se fundaran estas con- ferencias. Trevelyan, segin cuenta él mismo en sa autobiograffa, fue seducado por su familia en una tadicién liberal un tanto exuberantes (20); y espero que no me desautorizaria si le describiese como el Ultimo, eel tiempo que no por la_valia, de los gran- des historiadores liberales ingleses dentro de la tra- dicidn whig. No en vano se remonta en’su genealogia familiar hasta(Magaulay, indudablemente el mayor dejloe{historiadores liberilles, pasando por el gran Hstoriador, asimismo whiz, George Otto Trevelyan. La mejor obra, y la mas madura, del Dr. Trevelyan, Inglaterra bajo ia Reina Ana, fue escrita con estos an- tecedentes, y s6lo teniendo en cuenta estos antece- dentes comprenderd el lector todo su alcanee y sig: 09) M. Oumsnar, Experience and its Modes (1933), pig. 9. 0) GM. Tarvin, Ax Auiodiopraphy (M6), pég- 30 nificadc. Desde luego el auor no brinda al lector ex cusa alguna para ignorarlos. Porque'si, a la usanza de los aficionados de verdad a las novelas policiacas, se lee primero el final, se hallard en las ltimas pigi nas del tercer tomo el, a mi juicio, mejor compendio de In que hoy se Uamd{linterpretacion| liberal deja SRISIGHiaD y se verd que Jo que Trevelyan trata de Hi cer es investigar el origen y el ilo _de. i cioT inglesay y arraigaris limpie y clsramen- te en los altos que siguieron a la muerte de su funda- dor, Guillermo ILI. Aunque tal vez no sea ésta a tini- ca interpretacién concebible de los acontecimiantos del reinado de Ia reina Ana, es una interpretacién vi- lida, y, en manos de Trevelyan, fructifera. Pero para apreciarla en todo su valor, hay que comprender 1o que’ esté haciendo el_historiador. Porque si, como dice Collingwood, | historiadar tiene que_reproducir menialmente ei discuriendo sus drama itis personae, e\ lector, a su “z, habré de repreducir el proceso seguico por Ia mente del historiador. Esti. dien ol hhistoriador-antes de ponerse a estudiar los hhechos. I fin y al cabo, no es muy dificil, Es lo que ‘ya Bice eljestudiantesinteligente, que, cuando se le re- Tomieada que lea una obra del eminente catedritico Jones, busca a un alumno de Jones y le pregunta qué tales y de qué pie cojea. Cuanda se lee tin libro de historia, hay que estar atento a las cojeras. Si no lo- gran descubrir ninguna, o estén ciegos,, o el histo- fiador no anda. Y es que los hechos no se parecer realmente en nada a los pescados en el mdstrador del pescadcro. Mis bien ce asemejan « los peces que na- dan en un océano anchuroso y aun a veces inaccesi- le; y lo que el historiador pesque dependerd en par- fe dela suerte, pero sobre todo de Ja zpna del mar aL en que decida pescar y del aparejo que haya elegido, determinados desde luego ambos factores por la ela Seldelpecestguelpretendalatrapar, En general puede decirse a ue el istariador encontrar Ja clase de Be chos epretar. Claro que, si, ae ‘a Sir George Clark del revés, yo definfese {a historia como eun s6lldo nelco interpre: tativo rodeado de Ja pulpa de los hechos controverti- bless, mi frase resultarfa, a no dudario, parcial y equi voea; pero con todo me atrevo a pensar que no lo se- ria mis que la frase original. La segunda observacién es aquella mAs familiar para nosotros de 1a necesidad, por parte del historia~ ea el campo en que estoy trabajando ahora. de lo que se leva escrito en los ultimos diez -== los pafses de habla inglesa acerca de la Unién sic, y mucho de lo escrito en ésta sobre dichos ‘iene viciado por esa incapacidad de egar a ‘scmprensién imaginativa, por elemental que sea, que acontece en la mente de la otra parte, de ‘que las palabras y las acciones de los otros han de resultar embebidas de mala fe, ca de sentide © hipécritas, (No se puede hacer si el historiador no Mega a establecer algin dor, deltinal tiva de Ja ‘texver punto es qué/sdio podemos captar el_pa- Sa Co) pessemicnio sub ee comic aici sraves det ceistal set jacente a sus actos: digo: ecomprenal i y no «simpatiay, por temor a que se crea que ello implica acuerdo. E1 siglo x1x fue flojo en historia medieval porque le repelian demasiado las creencias supetsticiosas de la Edad Media y las barbaridades por ellas inspiradas como para comprender imagina- tivamente a los hombres medievales, O témese Ia cen- soria observacién de Burckhardt acerca de la guerra de los Treinta Afios: (25. igwood, en su reaceién contra Ia chisioria de Jers cola», contra una mera compilacién de hechos, se acerca peligrosamente a tratar la historia como igo brotado del cerebro humano, con fo que nos sSintepra a la conclusién aludida por Sir Gearge ‘Gark en el pérrafo anteriormente citado, la de que eco cxiste verdad histérica “objetiva”s. En vez de la BHR Coumowaon, The Mes: of Hiszory (196), ple. 23 ZA Pree Short Studies Great Subjets, | (N, wle- = 35 tamente y con menos entusiasmo, siguieran el mismo derrotero. El conocimiento es conocimiento para al- in fin. La validez del conocimiento depende de la (aa fin, Pero aun en los casos en que no se ha ‘profesado esta teoria, la préctica ha resultado no me- mos inguietante. He visto en mi propio campo de in- vyestigacién demasiados ejemplos de interpretacién ‘xtravagante que ignoraban Los hechos mds elementa- és, como para no quedar impresionade ante la reali- dad del peligro. No es sorprendente que el andlisis minucioso de los productos més extremados de las sscuelas historiograficas sovittica y antisoviética fo mente a veces cierta nostalgia de aquel imaginario gefugio decimonénico de la historia meramente fic- te. Amediados dei siglo xx, g66mio hemos de |detinir) Jas_obligaciones del_ histori: hacia Ios _he- sos? Creo que he pesado en los Witimos aftos bas~ “Gates horas persiguiendo y escrutando documentos, Frellenando mi relato histérico con hechos debida- mente anotados'a pic de pagina, como para librarme & la imputacién de tratar can demasiada ligereza. do- =umentes y hechos. El deber de. to a los hechos eR « qecién de verificar su exactitud. Tiene que inientar (ae no falte en su cundro ninguno de los datos cono- Ses 0 siscepsibies te. seno. que sean. selevanies ex ( fou otro" para-ef Tema que Te ocupa 6 para ai retacion propuesta, Si trata de dar cel inglés ‘ictoriano Ja image’ de un ser moral y racional, no 250 olvidar Jo acontecido en. Stalybridge, Wakes. en si 1850. Pero esto, a su vez, no significa que pueda eli- la interpretacién que es la savia de la historia. ‘legos en la materia —es decir, los amigos de fuera teoria de que la historia carece de significado, se nos cfrece aqui la tenria de su infinidad de significados, ‘ninguno dé Tos cuales es micjor ni mas cierto que Tos demas, Io que en el fondo equivale a lo mismo. Des de Tego la segunda teoria es tan insostenible como la primera. No puede deducirse, del hecho de que una montafia parezca cobrar formas distintas desde dife- Tentes angulos, que carece de forma objetiva o que tiene objetivamente infinitas formas. No puede dedu- cirse, porque Ja interpretacién desempefic un papel necesario en Ja fijacién de los hechas de 1a historia, ni porque no sea enteramente objetiva inguna inter- peetacién, que todas Jas interpretaciones sean ‘igual mente validas y que en principio los hechos de la his- toria no sean susceptibles de interpretacion objetiva. ‘Mis adelante nos detendremos en el significado exac- to de la objetividad en la historia. Pero tras la hipétesis deCOllingwood, se oculta otro peligro ain mayor. Gi) el historiadoe|veyiseesa- riamente el period histérico que investiga con ojos de su época, y si estudin tos problemas del. pasado como clave para Ia comprensién de los presentes, eno caeréenuna concepcidn puramente pragméiticn de J6S hhechos, manteniendo que ¢l criterio de la interpreta- cién recta ha de adecuagi gin propésite Nietzsche ya dejé enunciado ef principt dad de una opinién no encierra para nosotros obje- cin alguna contra ella... El probleme radica en saber hasta donde contibuye a prolongar 1a vida, @ preser- varla, a amparar 0 aun a crear la especie» (26). Los pragméticos norteamericanos, aunque menos explici- (08) Me td del Ben 9 dal Mal, xp, 36 EY wets avt de In Universidad, 0 los colegas de otras disciplinas académicas— me preguntan a veces somo abosda€) historiador su trabajo cuando. istoriayParece ‘que la idbasmis. comrlenicees quic., por fin ese convirtié en individuo espiritual y se re conocié a st mismo como tal». Ulteriormente, el cult se ligé a Ia aparicién del capitalismo y del protestan- tismo, a Ios comfenzos de la revojucién industrial y a las doctrinas del laissez-faire. Las derechos del hom- bre y del ciudadano proclamados por Ia Revolucién Sites eran for dere El indivi. dualismo era la base de a gran filosofia decimonéni- ca del utilitarismo. El ensayo de Morley, On Compro- mise, documento caracteristico del liberalismo victo- riano, calificaba el individualismo y el utifitarismo de «religién de la felicidad y el bienestar humanos>. Un «rabioso individualismos, tal era Ia nota clave Ael progrese humano. Este puede ser un anilisis per- fectamente adecuado y vilido de la ideologia de una época histérica determinada, Pero lo que quiero de- jar claro eo que la creciente individualizacién que acompafié ala aparicién del mando moderno no Fue 44 ino _un proceso normal en una civilizacién en max: cha, Una revolucién social elev a una posicién de poder a mucvos grupos sociales, Tuvo lugar, como Siempre, por mediacién de individuos, y brindando nuevas oportunidades de desarrollo individual; y ‘como en Jas primeras fases del capitalismo Jas unida- des de produccién y de distribucién se hallaban en gran parte en manos de individuos aislados, 1a ideo- fogia del nuevo orden social dustacs poderosainente dl de Ia iniciativa individual dentro del orden social, Pero el proceso fue todo él un proceso social, Tepresentativo de un momento especifico del desa- rrollo histérice, y no puede explicarse como una re- belién de los individuos contra Ja sociedad, ni en fun- cin de una emancipacién de los individuos de sus trabas sociales. Muchos sintomas sugieren que, aun en el mundo occidental que fue foco de tal desarrollo y tal ideo- logia, dicho periado histérico ha tocado = su fin: no necesito insistir aqui sobre Jo que se denomina demo- cracia de masas, n! en ln sustitucién gradual de for. mas de produccién y de organziacién econémicag pre- dominantemente privadas por otras predominante- mente colectivas. Pero la: ideologis originada por aque! largo y fructifero periodo es todavia una fuer- za dominante en Europa occidental y en los paises de habia inglesa, Cuando hablamos en términds abs~ teactos de la tension entre Ta Tbertad ¥ Ia igualdad, o eniré Ja Tiberiad individual y Ta justicia social, ol vidanice TiclImente que Jas Tuchas mo Henen_Tugar entre Héas absiraclis. NOS mmbaies entic indi- ‘vidios en cuanto tales y la sociedad en cuanto tal, sino entre grupos de individuos en la sociedad, cada uno de los _eualls contlende por imponer 45 polfticas sociales que le son favorables, y por frus- trar las que le son contrarias. El individualismo, en su acepcién, no ya de gran movimiento social, sino de falsa oposicidn entre el individuo y la sociedad, se hha convertido hoy en lema de um grupo interesado y debido a su cardeter polémico, en barrera que di- ficulta nuestra comprensién de lo que scontece en el mundo, No tengo mada que decir en contra del culto del individuo como protesta contra Ia ten- dencia que trata al individuo como un medio y que hace de Ja sociedad © del Estado un fin. Pero no Megaremos a una comprensién del pasado ni del resente si intentamos operar con el concepto de tin Indieidue abatacio a mangen dels seciedat— ¥ esto me Tieva finalmente ala médula de mi larga digresion. La concepcién de sentido comin de La his- toria Ia considera como algo escrito por los indivi duos acerca de los individuos. Este enfoque fue deste Wego el adloptado y fomentado por los historiadores liberales del siglo 20x, y no es fundamentalmente errénea. Pero hoy nos parece excesivamente simpli ficado ¢ insuficiente, y hemos’ de profundizar mds €m nuestro examen. El saber del historiador no €3_propisdad _suya_exchisiva: hombres de varias generaciones han contribuide probablemente a su acumulacién. Los hombres cuyos actos estudia et historiador no fueron individuos sisiados que obra- ‘ban en el_vacio: actuaron en el contexto, y bajo el impulso, de una sociedad pretérita, En mi anterior conferencia describi la historia como un proceso de interaccién, come un didloge entre cl historiador: pre- sente y los hechos pasados. Quiero ahora detenerme en el peso relative de los elementos individuales y Sociales en ambos lados de la ecuacién. ¢Hasta_qué 46 \dividuos y hasta_qué punto son Ios historiadores 9 punto producto de su jad y de su é Has ta qué punto son los hechos de la his jechos acerca de individuos aislados y hasta qué punto he- chos sociales? Bl historiador, pues, es un ser humano individual. Lo mismo que los demds individuos, es también un fenémeno social, producto a la ver que portavaz EaAsciente o inconsciente de la sociedad a que per- tenece; en concepto de tal, se enfrenta com los hechos del pasado histérico. Hablamos a veces: del curso Wistérieo dieiendo que es un desfile en marchi ‘La metéfora no es mala, siempre y cuando el histo- rindor no caiga en la tentacién de imaginarse aguila espectadora desde una cumbre solitaria, 0 personaje importante en Ia tribuna presidencial. {Nada de cool El historindor to es sina un oscuro personaje mas, que marcha en otro punto del desfile. Y conforme pasa el desfile, Muctuando ya a Ia derecha ya a la inquierda, y hasta doblindase 2 veces sobre si mis- mo, las posiciones relativas de las diversas partes de 1a comitiva, cambian de continuo, de forma tal que ro seria un despropésito decir que estamos. hoy mas cerea de la Edad Media de lo que estaban nues- tros bisabuelos un siglo atrés, 0 que los tiempos de César estén més préximos a nosotros que los de Dante. Nuevas perspectivas, nuevos enfoques van sur- glendo constantemente a medida que el desfile —y con ¢! el historiador— sigue su curso. El historiador es parte de Ja histori . Su posicién én el desfile de- Stn apes eine pe ~~ Esta perogrullada no deja de ser clerta cuando 41 el periodo investigado por el historiador dista mu- cho de su propia época, Cuando yo estudiaba historia antigua, los cldsicos en Ia materia eran —y todavia son probablemente— la Historia de Grecia de Grote Ja Historia de Romi de Mommisen. Grote, un bar quero radical ilustrado que escribia en el quinto dczenlo- dl siete past, encarné las aspiraciones de Ia clase media britdnica, pujante y polfticaments progresiva, cn una imagen idealizada de In democre- cia ‘ateniense, en la que Pericles parece un refor- mador de la escuela de Bentham y donde Atenas adquirié un imperio en un acceso de distraccién. Acaso no sca del todo descaminado sugerir que el sbandono, por parte de Grote, del problema ate niense de la esclavitud, reflejara cl hecho de que el grupo social a que pertenecia no sabia hacer frente al problema de la nueva clase obrera Tabril inglesa, Mommsen era un liberal germano desengafiado por las confusiones y las humillaciones de la revalucién. alemana de 1848-1849. Mommsen, que escribia en la década siguiente, In que vio nater el término y el concepto de la Realpolitik, estaba imbuida del senti- do de Ja necesidad de un hombre fuerte que barriera Jos escombros del fracaso del pueblo aleman en sit intento de realizar sus aspiraciones polfticas; y nun- ca apreciaremos su historia en lo que vale si no nos pereatamos de que su_conocida idealizaciéa de Cé- sares producto de aquél anhelo de un hombre fuerte que salvase de Is ruina a Alemania, y que el abogado y politico Cicerén, aquel charlatan ineficaz y turbio contemporizador, es un personaje que parece direc- tamente salido de los debates de la Paulikixche en Frankfurt, en 1848, ¥ en verdad, no me pareceria paradoja absurda el que alguien dijese que la Histo- 48 ria de Grecia de Grote nos informa. en Ia actualidad tanto-acerea del pensamiento de los radicales filaséfi- cos ingleses del quinto decenio del pasado siglo como acerca de la democracia ateniense en.el siglo v antes de nuestra era; 0 que quien _desce comprender lo que 1848 cepresenté para los liberales alemanes debe tomar la Histeria-de Roma de Momsen como uno de sus likzos de texto. Lo cual no disminuye su valor como grandes obras histéricas. ce No aguanto la moda lanzada por Bury en su lee cién inaugural, de pretender que 1a grandeza de Mommsen no se funda en su Historia de Roma, sino sm el corpus de inscripciones y en su trabajo sobre el derecho constitucional romano: esto es reducir la historia al nivel de la compilaciéa. La gran_historia se escribe precsamente cuando 1e-wsin dal passde por parte del_historiadop sn flumina con_sus_cono- iientos de los problemas del presente, Se ha aeieiad @ menudo sorpresa porque Mommsen interumpié su historia ea el momento de 1a caida de Is repliblica. No le falté para seguir, ni tlempo, ni ocasién, ni conocimientas. Pero cuando Mommsen escribié su historia, atin no habla surgido en Ale- mania cl hombre fuerte. Durante su carrera activa, a cuestién de qué ocurriria una vez asumido el po- der por el hombre fuerte no era todavia problema real, Nada inducia a Mammsen a proyectar este pro- blema sobre el escemario romano; y Ja historia det erio quedé sin escribir. ee cil multiplicar los ejemplos de este fené- meno entre los historisdares moderns, Ea mai ulti: ma conferencia rendi homenaje a la Ingtaterra bajo ta Reina Ana del Dr. Trevelyan, como monument @e Ia tradicion liberal en que habia sido educado. 9 Consideremes ahora la imponente ¢ importante obra de quien, para Is mayoria de nosotros, es el més grande historiador briténico surgido en el cai académico.desde_la primera Guerra Mundial: Sir Lewis Namier. Namier era un verdadero conserva- dor, no el tipico conservador inglés, que analizado més de cerca resulta liberal en un 75 %, sino un conservador como no hemos visto entre los histo- tiadores briténicos en los wltimos diez afios. Entre mediados del siglo pasado y 1914 era poco menos que imposible para un historindor britdnico concebir el cambio histérico como no fuera para mejor. Des pués de 1920, entramos en un periodo en que el cam- bio empezaba a asociarse con el temor por el futuro, y podfa verse como transformacién para peor, perio- do éste de renacer del pensamiento conservador. Al igual que el liberalismo de Acton, el conservaduris- mo de Namier extrajo fuerzas_y profundidad de su faigambre continental (4). A diferencia de Fisher © Toynbee, Namier carecia de raices en el liberalis- mo decimonémico, y no las echaba de menos. Des- pués de que la prinfera Guerra Mundial y la paz frustrada revelaran la bancarrota del liberalismo, Ia reaccién no podia revestir mds que una de dos for. mas: socialismo 0 conservadurisme. Namier surgié como el historiador conservador. Trabajé sobre dos campos escogidos, y fue significativa Ia eleccién de ambos. En historia inglesa, retrocedié hasta el alti- mo periodo en que la clase dominadara pudo empe- (0) Acasa meresca In pena spuntar que et dnlea otro eseror co sermudor britinioo importante del periodo que separa las dos qucrras ‘Bundlales, T. S. Ello, gord (usblen de | ventaja de unos antec estes no beltinleor; nadie gue hublers sido educado en Gran Bro ‘28a antes de 19 podia Wurarse del todo del inhibidor infhujo de Bt tradlcign Mberal. 50 | | fiarse en alcanzar racionalmente posicién y poder en el seno de una sociedad ordenada y por lo gene ral estética, Alguien ha acusado a Namier de eliminar de kb historia 1a mente (5). Acaso no sea una frase del todo afortunada, pero de ella se deduce lo que trataba de decir el critico. La politica, cuando ac- cedié al trono Jorge Ill, estaba aim immune del fanatismo de las ideas, asi como de esa apnsionada fe en el progreso que habia de irrumpir en el mun- do con Ja Revolucion Francesa, y que desernbocaria en ¢l siglo del liberalismo triunfante, Ni ideas, ni revoluci6n, ni liberalismo: Namier opté por presen- tarnos el cuadro refulgente de una edad_Ubre toda- —aunque_go_por_mucho_tiempo— de todos esos Peligros— toni tigaa ,20 4d, poeyreto. Pero Ia cleccién por parte de Namier de un se gundo tema, fue igualmente significativa, Namier pasé, sin detenerse en elas, junto a las grandes revo- juciones modernas, la inglesa y la francesa y la rusa; mo escribié mada digno de atencién sobre ninguna de ellas, y en cambio decidié brindarnos un. pe- netzante estudio de a revolucidn europes_de 1848: una revolucion que fracas6, un paso atras en toda Europa para las esperanzas nacientes del liberalismo, una demostracién de la impotencia de las ideas fren- tea la fuerza armada, de los demécratas cuando se enfrentan con los soldados, La intromisién de las ideas en el serio negocio de 1a politica, es fitil y peligrosa: Namicr eché sal sobre la herida, sobre la motaleja de aquel humillante fracaso, calificdndolo (5) La critica original, em ua artiovlo. andaimo de The Times Li terer) Supplement del 24 de agosto de 1883, acerca de “La concep. cidade In Hintocia de Namler", cela wali “Se acid a Derwin de Slinaar dei uriverso ls mente: y Sir Lewis ha sido ol Darwin de 1s historia polltca, em amis de un concepto”. 51 de srevolucién de los inteleciuales». Y nuestra con- clusién no es mera inferencia; porque, aunque Na- mier no escribicra nada sistemstico sobre 1a filo- sofia de la historia, en un ensayo publicado hace unos afios se expresaba con su claridad y tajante precision usuales. «Asi gues, decfa, «cuanto menos amordace el hombre el Uhre fuego de su mente con na_docirin wun dogma politicos, tamto mejor para ju _pensamiento», Y tras de mencionar, aunque nO rechazar, el cargo de que habia climinado la mente de la historia, proseguia: Algunos filésofos politicos se quejan de una «calma chicas y de la actual ausencia de discw sién sobre politica general en este pais; se buscan soluciones précticas para problemas concretos, en tanto que programas e ideales son relegados al alvido por ambos partidos. Pero a mi esta actitud me parece traslucir una mayor madurez nacional, yrno puedo sino desear que siga largo tiempo inata- cada por los fermentos da In filosofia politica (6). No quiero por ahora entrar a discutir este enfo- que: lo reservo para una conferencia ulterior. Mi propésito aqui se limita a ilustrar dos verdades importantes: la primera, que no puede comprender- seo apreciarse Ja obra de un historiador sin captaF antes la iin desde a qué él Ja aborda; Ta se- gunda, que dicha posicién tiene a su vez raices en una base social e histérica. No cabe olvidar que, como Marx dijo en una ocasién, el educador nece- sita ser educado él previamente; dicho en la jerga contemperénea, el cerebro de quien practica lava- (985), pgs 5.2, (6). Nanen, Persona 52 dos de cerebro ha sido Javé EL histosiador, antes dé ponerse a escribir historia, es producto de storia. sere iatociadores de que acabo de hablar —Grote y Moniimsef, Trevelyan. y Namier— babfan sido fam: @idos, por asi decir, en un mismo molde social_y politico; no hay cambio mercado alguno entre sus primeras y sus Ultimas obras. Pero algunos historia: jado en sus trabajos, no una sociedad yw ee ae doo ae tes. El mejor ejemplo que yo conozco es el del gran historiador alemén, jecke, cuya vida y obra fue roa més largos de lo corriente y abarcaron una serie de cambios revolucionarios y catastréficos en les des- finos de su pais, Ab{ tenemos, on efecto, tres Mel neckes, portavoz cada cual de una ¢poca histérica diferente, y expres4ndose cada cual por una de sus tres obras principales. El Mcinecke de Weltbiirger- thurnsitid_Nationalstaat, publicada en_1907, ve con confianza la realizacién de los ideales nacionales ger- Snanos en el Reich de Bismarck, y—como tantos pen- Sadores del siglo xix desde Mazzini en adelante— identifica el nacionalismo con la forma més_elevada del universalismo: Jo que es producto de la barro- ca secuela guillermista a la era de Bismarck. El Met Secke de Die [dee der Staatrison (7), publicada en 1935, habla con la mente insegura y atOnita de le repiblica de Weimar: el mundo de Ia ‘politica se ha convertido en palestra del conflicto, no resuelto, entre Ia razén de ‘Estado y una moralidad exterior a la po Ltica, pero que 10 ‘puede en tltima instancia pasar (7) Le idea de tn Raxén de Ertado, trad. oxp., Madrid, Insite d= Etudiog Potts, 53 por encima de la vida y seguridad del Estado. Final- mente, el Meinecke de Die Entstehung des Historis- ‘mus, publicada en_1936 cuando habia sido barrido de sm honresa posicién académica por el torrente nazi, profiere un grito de desesperacién, rechazando un istoricismaque pacsee admitir que todo cuanto exis- te est bien,-y. tambaledndose inseguro entre Ia re- latividad histérica y un absoluto supra-racional. A la Ppostre, cuando Meinecke habia presenciado, ya viejo, el hundimiento de su pais bajo una derrota militar més total que la de 1918, recay6, inerme, en Ja creen- Gia en una historia 2 merced de un destino ciego, xorable, formulada en su Die Deutsche Katastrophe de 1946 (8). El psicélogo o el biégrafo se interesarian aqui por la trayectoria seguida por Meinecke como in- dividuo: Io qué occupa al historiador es la forma en que Meinecke refieja en el pasado histérico tres —y hasta custro— periodos sucesivos, agudamente con- trastados, del presente. © permitasenog tomer un ejemplo eminente mis préximo a nuestro pais. En los iconoclastas afios treinta y tantos, cuando el partido Liberal acababa de ser despojade de su fuerza real en Ie politica bri- ténica, el profesor Butterfield escribié un libro titu- lado La Interpretacion Whig de ta Historia, que fue acogido con un éxito tan resonante como merecido. Bra una obra notable en muchos aspectos y entre elles porque, pese a criticar a Jo largo de unas 130 paginas la interpretacién liberal, whig, no menciona —por lo que yo he pedide observar sin ayuda de un Jo de Machiavaliim, en 195%; ncato exagera cl supravacional en el tereer porindo de Malnecke, 34 indice un solo whig salvo Fox, que n0 era histo- riader, ni un solo historiador salvo Acton, que no era ‘whig (9). Pero todo lo que al libro le falta en precisicn } detalle se compensa con una invectiva brillante, No Je cabla al lector ya dada de que la interpretacién Ti- eral era mala cosa; y uno de los cargos contra ella formulados era el de que «estudia el pasado refirlén- dolo al presente». Aqui, el profesor Butterfield se mostraba categérico y severo: El estudio del pasado con un ojo puesto, por deciz}o asi, en el presente, es Ia fuente de todos Jos pecacios y sofismas en historia... Es la esem- cia de lo que designamos por la palabra sahisté- ica» (10). Posaron doce alos. La moda iconoclasta pasé. Bl pals del profesor Butterfield se hhallaba sumido en una fira que solfa decirse se Jibraba en defensa de las fibertades constituctonales encarnadas por la tradi- cién liberal, y bajo Ia direcci6n de un gran lider que incesantemente invocaba el pasado, «con un ajo puesto, por asi decirlo, ¢n el presentes. En un peque fio libro titulado Et Inglés y su Historia, publicado ‘en 1944, el profesor Butterfield, no tan sélo decidié que In «inglesa> era Ja interpretacién liberal, whig, de Is historia, sino que aludié con entusiasmo a ela ‘alienza del inglés con su historia» y al shermanamien- to del pasado y el presenter (11). Llamar la atencién we ect BCs eat des of eS “ramuamlento seat yr interpretation of History (SBD, Be sean pA arma, The Eglin end He History (9H), eh at 2, 45, 35 sobre estas mutaciones en el enfoque no es cri hostil. No me propongo refuter el. prote-Butterfield con el deutero-Butterfield, ni carear al profesor But- terfield ebrio con el profesor Butterfield sobrio. Me doy perfecia cuenta de que, sé alguien se molestase en leer detenidamente algunas de las cosas por mi escritas antes, durante, y después de Ia guerra, podria sin dificultad hacerme reo de contradicciones © in- congruencias tan palmarias por lo menos como las que he sefialado en otros. Hasta creo que no envidiay fa al historiador capaz de afirmar honradamente ha- ber pasado cincuenta afios sin modificar radicalmen- te su visién de algunos puntos. Me propongo sélo mostrar Jo fielmente que Ia obra del historiador re- feja k ‘secleded en gue tialajs. No sélo fluyen los aconiecimientas; fluye el propio hisioriador. Cuando e toma una obra histérica en las manos, no basta mirar el nombre del autor en la cubierta: hay que ver tambien In fecha de publicacién en que fue es cerita, porque ello puede resultar ain mds revelador. Si raz6n tenia el filésofo cuando decia que no se pue- de cruzar dos veces el mismo rio, acaso sea también verdad, y por igual motivo, que dos libros no pueden ser escritos por el mismo historiador. ¥ si por un momento pasamos del histeriador in- dividual a lo que pudieran Hamarse grandes corrien- tes de In produccién histérica, atin se hace més pa- tente en cudn gran medida es el historiador producto de su sociedad. En el siglo x1x los historiaclores bri- dela historia una demostracién del principio del pro- “vias de progreso notablemente ripido. La historia re- bosaba significado para los historiados britdnicos 56 Sientras parecié seguir nuestra senda: ahora que x ha torcido, la fe en el significado de Ia historia se == convertido en herejia. Después de la primera Gue- =r Mundial, Toynbee Mevé a cabo un denodado in- sento de sustituir una visién lineal de la historia por una teorla cfclica: Ia tipica ideologla de una s0- ‘en decadencia (12). Desde el fracaso de Toyn- ‘ee, los historiadores britinicos se han Jimitado en. seigsjorla a abandonar el juego, y a declarar que la Soro ne Sie Mogi pauta Ss-abaalto. Om ‘Sivial afirmacion de Fisher al respecto (13) tuvo casi tenta resonancia como el aforismo de Ranke el siglo pasatio. Si alguien me dice que los historiadores bri- SEnicos de Jos Ultimos treinta afios experimentaron estos cambios de parecer como resultado de una peofunda reflexién individual y tras haber quemado =o poco aceite en Ia soledad nocturna de sus buhar- 22las, no Jo pondré en dnda. Pero seguiré viendo en sto pensamiento individual y tanto derroche de sctite un fenémeno social, producto y expresién de ‘=a transformacién fundamental en el cardcter y la csanera de pensar de mmestra sociedad desde 1914. No hay indicador més irhportante del cardcter de una ted que sl tipo de Historie gus esibe-o dela de escril Ges jstoriador holandés, muestra en STascinadora monografia traducida al inglés bajo el titulo de Napoledn, en pro y en contra cémo los jut ‘Glos sucesivos de los historiadores de Napoleén en el go x1X francés reflejaban los cambios y canflictos 62) Marco Auello, en el ocaso del Imperio Rosiano, se consolxba setzionanio acerca de “cero todo 10 que ulwir poss ocurHiS ye on Zipesado y wohoerd = acontecer en al furuto” (A sf mismo, 3) 72); S'S sdbido, Toynbee tomd Ia ides de la Decndencin de Oocidente SSpengier. Gay ntroduccidn, feckadi a4 de diciembre de 19M, 2 A History = Ebene, a7 en los moldes de 1a vida politica y el pensamiento franceses a Io largo del siglo. El pensamiento.de-los historiadores, como el de los demAs humanes, viene moldeado por sus circunstancias de tiempo y lugar. Acton, que reconocia sin reservas esta verdad, tratd ae encontrar en la historia una forma de escapar a elle. La historia debe ser quien nos libre, no sdlo de a indebida sitfuencia de otros Wempes, sino dela indebida influencia del nuestro, Esto sonard quiz4 como una definicién por demas op- timista del papel de Io historia. Pero me atrevo a pensar que el historiador, cuanto mAs consciente es desu jia_situacion, mas capaz es de trascendk ¥ mejor armado est para aquilatar Ta naturaleza esencial de Ias diferencias entre si sociedad y con- cepciones y Tas ce otros periods y paises, que el historiador empefiado en proclamar que él es un in- dividuo y no un fenémeno social. La capacidad del hombre: de elevarse por sobre su situacién social ¢ histérica parece condicionada por su capacidad de aquilatar hasta qué punto esté vinculado a ella. Dije en mi primera conferencia: antes de estudiar Ja historia, estudiese el historiador. Ahora quisiera siiadirs antes de estudiar al bistoriador, estidiese su ambiente histérico y social. Elhistoriader, siendo él lividue, ¢s asimism: de Ja historia ¥ desde este doble punto de vista ti (1) Aeron, Lectures on Mogern History (180), pl. 33, 58 ‘ze el estudioso de la hisotria que aprender a anali- zale. Dejemos ahora al historiador y paserios a consi- denr el otro término de mi ecuacién —los hechor ela historia—a Ja luz del mismo problema. 2Qué es fiento dé los Individuos o Ia accién de las fuerzas_ sociales? Aqui piso un camino frillado. Cuando hace E05 iios publicé Sir Isaiah Berlin un luminoso y cElebre ensayo titulado Historical Inevitability —a saya tesis principal volveré a aludir en estas confe- rencias— le puso por epigrafe una expresién de .S. Eliot: ; y a sodo Jo largo del casayo satiriza a quienes creen que evastas fuerzas impersonales» son el factor decisive, de Ja historia, y_no los teoria de la historia de la nariz de Cleopatra, Ia con- cepeién segun Is cual To impoi eset canicter y ¢l compartamient: ‘Sene un rancio abolengo. La tendencia a proclamar al genio individual como fuerza creadora de Ja histor ‘¢3 catacteristica_de_las_fases_primitivas de la_com éencia_hisiérica— Los griegos antiguos gustaban de ‘autizar los logros del pasado con los nombres de béroes epénimos supuestamente responsables de ellos, a atribuir su épica a un bardo lamado Home- 9, ¥ sus leyes o instituciones a un Licurgo o un So- $a. Igual tendencia vemos en el Renacimiento, cuzn- do Plutarco, biégrefe morslista, fue figura mucho mas célebre © influyente en el resurgir clasico que os historiadores de Ja Antigiiedad. En Gran Bretafia, particularmente, todos hemos aprendido esta teoria, 59 casi cabria decir desde Ia cuna; y acaso hoy debié- yamos reconocer que tiene algo de pucril, o cuando ‘menos de puerilizante, Era hasta cierto punto plau- sible en tiempos en que In sociedad era mas sencilla, y el negocio pablico estaba entre Jas manos de un pufiado de individuos conacidos, Pero es evidente que no encaja con la sociedad de nuestra épocs, mucho mis compleja; y el nacimicnto, en el siglo 21x, de Ja nueva ciencia socioldgica fue una respuesta a esta creciente complejidad. Pero Ia vieja tradicién se re siste a morir, A comienzos de este siglo, podia adn sentenciarse que «la historia ¢s la biografia de los grandes hombress, No hace mas que dicz afios, un distinguido:Bistoriador nortenmericano acusaba a sus colegas, quiz no del todo seriamente, de «geno- cidio de les personajes histéricos» al tratarlos como ehechuras de las fuerzas sociales y econémicas» (15). Los adeptos de esta teoria tienden hoy a ser circuns- pectos, pero tras ciertas pesquisas he hallade una excelente formulacién contemporinea en la intradisc: cién de uno de les libros de Miss Wedgwood, que eseribe: a El comportamiento de los hombres_como_in- dividuos me interesa mas que su Comportamiento como grupos o clases. La historia puede escribirse con este sesgo lo mismo que con otro cualquiera; no tiene por qué inducir més ni menos a erro! Este libro... es un intento de comprender cémo sent(an aquellos hombres, y por qué, sein su pro- criterio, obraron como lo hicieron (16). (1) Americ ier Review, LVL, 1 toe SD ma 20. — (16) 6. ¥. Wenownno, The King's Peace (1958), pig. 17. 60 agui una declaracién precisa. ¥ como Miss Pao es una escritora de éxito, muchos serén, estoy seguro, quienes piensen conso ella. El Dr. Row: Sones dice, por ejemplo, que el sistema isabelino se Sino abajo porque Jacobo Lera incapaz de comprene Gerlo, y que la revolucién inglesa del siglo xv1r fe ce econiecimiento accidental» debido a a estupidez Gr los dos primeros monarcas Estuardos (17). Hasta Sir James Neale, historiador més austero que el dor tor Rowse, parece a veces mis ansioso de expresat su admiraciin por Ia reina Isabel que de explicar 10 {que representaba Ja monarquia Tudor; y Sit Isai Berlin, en suseciéa mencionado ensayo, esti tremens damente preocupado ante la posibilidad de que [os historindores puedan dejar de denunciar a Gerigis Kan ya Hitler como hombres malvades (18). Ca t60- a del rey_bueno_y el rey_mlo,le—que. ‘herttos “nos acereamos.atiempos mas recien Be anal Scifiear e comunismo de «parto del ‘Sezebro de Kari Marx» (tomo esta flor de una recien te circular de agentes de cambio y Bolsa) que ani par sus origenes y su cardcter; més holgado ats pair In revelucion bolchevique a Ia tonterfa de Nico” He IIo a! oro alemén que estudiar sus profunds ee as sociales, y ver en las dos Guerras Mundiales at en he ean ets, 28 SE, pone hl candy “is tenders a> Fee Sead erigacs_ no TOTS) goog de avigue V2 von mera tenders Ste ee oe io 61 él resultado de Ja perversidad individual de Guiller- mo II y de Hitler que Ja consecuencia de algan bon- dimiento profundo de! sistema de relaciones inter- nacionales. La afirmacién de Miss Wedgwood combina pues 4gs_proposiciones. La primera es que el comporta i jombres como individuos difiere de su 2 earig-Hlsiibras de gripes clase, dor puede optar por profundizar en ‘uno x of. a gu anfojo. Ia tequnia er que esteier el comportamiento de los hombres eit CuantS-iadivi. dus es tanto como Investigar los motivos conscientes més en el primer punto, No es que la nocién del hom. bre como individuo induzca ni més ni menos a error gue su nocién camo miembro de un grupo: lo que induce 1 ¢s el intento de separar ambas nes. ELindividuo es por definicién un miembro de una sociedad, o probablemente de mig de una socie- dad, ldmesela grupo, clase, tribu, naciém o Jo que s¢ quiera. Los primeros bidlogos se limitaban a clnsifi- car las especies de pAjaros, peces y animales terres: tres, repartiéndolos en jaulas, acuariums y vitrinas, Y no intentaron estudiar Ja criatura viva en relacién con su ambiente. Acaso las ciencias sociales no hayan Salido todavia hoy del todo de aquella fase primitiva, Hay quienes distinguen entre Ia psicologia come cien- scin del individuo y 1a sociologia como ciencia de la so- siedad: y se ha acufiado el epiteto de «psicologismor Para motejar con él la nocién segtin la cual todos ‘os problemas sociales son reductibles en ultima ins- tancia al andlisis del comportamiento humano indivi- dual. Pero los psicdlogos que dejaron sin estudiar el a : mundo circundante del individuo no fueron muy le jos (19), Resulta tentador distinguir entre la biografia ‘que trata del hombre como individuo y Ja historia que se ocupa del hombre como parte de un todo, ¢ insi- auar que Ia buena biografia es mala historia. «Nada juce mas a_ error pei aE ean el hombre. storia —escribié Ac- ae] hombre se la histori ‘ocasién— que el ado. Ee iadltamaes (20) Pero tabla esta in es irreal. No pretend tampoco amparar- me tras el adagio victoriano calocado por G.M. Young, en el frontispicio de su libro La Inglaterra Victoria- na: «Los criados hablan de personas, y los sefiores discuten de cosas (21)». Algunas biografias ea yen valiosas aportaciones a la historia: en mi de estudio ae ejemplos destacados las biografias de Stalin y de ‘Trowsky escritas por Isaac Deutscher. Orras, en cambio, pertenecen a la literatura, lo mismo que In novela histérica. «Para Lytton Strachey», es- cribe el profesor Trevor-Roper, «los problemas histé- ist hw met rere eae eh as ee ha eee er ee SESS area es Sion: ceenee hs See ge ee ae Sor eas eerie Bye ay ee Coma ds Sarma aa chee Saran Fe ta ee my OT a ire bess He 2 Sp Eee Re es Tuned, os Pasarrarer sd aan feet

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