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Ben quiere a Anna Peter Hartling ureasonavse Kany Sched Ben pregunta Nicos sata eeen dice madre. Lo dice siempre que le ve hur- garse las nariees. Ben nunca ha leido que Jos indios se metan el dedo en la nariz, Ma- dre tiene una idea muy equivocada de lo que son los indios. Cuando Ben cavila, cavila hhasta con la nariz. Madre lo sabe. Y ahora ‘Ben se le ha ido el santo al cielo. —Ya no sé en qué pensaba —pro- testa, —No debfa ser tan importante —dice madre—. ;Meterse el dedo en la natiz! (A punto de cumplic diez afios! —Conozeo gente que lo sigue hacien- do alos cincuenta, Madre le vuelve la espalda y Ben sabe que se esté riendo. Al poco rato se las 2 da otra ver de seria. Le resulta tan dificil que vvuelea el salero. No sé cémo se te ocurren esas co- ponde Ben. El y Holger la Haman Grete. Padre la llama Grete, —Siempre tienes que llevarme la con- troria —dice madre. Ben hace un gesto de protesta y luego dice: Tit le dijste a papé que el tfo Ge- hard se comporta a veces como un eerdo, Y es0 que no hay cerdos tan vigjos. ‘Acabé con sui pacioncia. Madre sus- pira, se leva Ia sopeta de Ia mesa y cambia de tono, Es el que utiliza cuando se pone seria —Ya esté bien de perder el tiempo. Ponte a hacer los deberes. Cuando Hlegue Hol- ser dile que te los repase. Holger tiene trece aiios y es el her- mano mayor de Ben. De los primeros en la ‘escuela, sin que Ie cueste demasiado traba- jo. Las notas de Ben suelen ser bastante peo- res y madre cree que es un holgnzdin. No siempre. Pero puede suceder que, por mucho ‘que se esfuerce, la evaluacién salga fatal ‘Madre ahora se apresura. Tiene que ir 4 Ja consulta del doctor Wenzel donde tra- ‘baja por las tardes. ‘—Empieza de una vez —le grita a Ben al marcharse. 18 Ben no empieza todavia. Primero ‘gontempla un gigantesco agujero en el aire. Lego se mete en su cuarto y regresa con cl libro de los animales, profusamente ilus- ‘rado. Luego le da de comer a Gertrudis, que (su conejilla de Indias. Luego vuelve a sen- tase ala mesa. Luego saca de la cartera el euaderno y el libro de aritmética. Luego los bre. Luego coloca Ia pluma junto al lipiz y-el borratintas. Luego se pone a sofiar des- pierto, Luego se quita los zapatos y los en- via a puntapiés hasta debajo mismo del ar- mario de la cocina. Luego vuelve a meterse cl dedo en la nariz. Luego empieza, por fin, a resolver los problemas. Los deberes Je parcoen més dificiles que de costumbre, Probablemente porque ¢s- 1 pendiente de otras cosas. No le salen las cuentas porque pien: saen Anna. Y se enfada, Pero vuelve a pen- sar en ella, Y, en realidad, no quiere pensar en lla. Proferiria concentrarse en las Matemé- ticas. Eso s6lo y nada mas. Cuando Holger lega a casa, Bent no ha terminado ni siquiera el primer problema. Holger es buena persona. Le ayuda gustosa- ‘mente. Y Ben logra acordarse de cOmo se resuelven. No son tan dificles. Claro que cuando se confunden en su cabeza Anna y las ‘Matematicas, no Te salen. Tan pronto como terminan, Ben pre- sgunta en vor baja 6 —Oye, Holger, {e6mo es estar ena- morado? Holger, a punto de meterse en su cuar- 10, se detiene, vuelve sobre sus pasos, le da femocién al astmto y al eabo de un rato dice: ‘UEstis chalado, enano? Cuando Hoiger quiere presumir de ‘mayor Ie llama siempre enano. Ben se muerde los labios. Holger se da cuenta de que ha hecho mal y le pone la mano en el hombro. —Lo dije en broma, ;Perdidamente ‘enamorado? —Ie pregunta, Ben asiente. Y no dice nada més. Holger se burlaria de él. La conozco? —pregunta Holger. fo! —dice Ben casi gritando, jen —dice Holger—, cuando es- ‘ts perdidamente enamorado piensas.siem- pre en la chica. Es como si te dolicra la ba- De verdad. Lo que Holger dice es cierto. Ben nota una tensién en cl vientte, 0 en el pecho. Siente que le duele todo un poquito. Tal vez Ben hace retroceder Ia silla y le da con ella en Ja rodilla, Holger grita. Eres un imbécil. Primero casi Horas y ahora. Déjame en paz —le dice Ben, Luc- {go rocoge apresuradamente cuaderno, libro, Iipiz, pluma y borratintas, arrebata la cartera de fa mesa y se va a su cuarto. Pone el casete 1 toda marcha. Las ganas de lorar se las aguanta, 5 Le hubiera gustado ir al cuarto de ger, pero después del incidente ya no pue- . Saca a Gertrudis de la caja y 1a acaticia ‘uando Ta conejilla de Indias se siente muy 44 gusto lanza un silbidito, Y ahora silba. ‘Anna Anna se incorpord a la clase al ini- ciarse el curio afio escolar. Une, mafana Herr Seibmann, el maestro, éniré detrés de ella dijo: Aqui tendis 2 vuestra nueva com pafiera. Se llama Anna Mitschek. Poriaos bien Gon ella, Lleva s6lo seis meses en Alemania, Antes viva con sus padres en Polonia, jonfa_un aspecto muy rare. En ver de tejanos llovaba un vestido demasiado largo y pasado de moda. Se pe nab con una sola irenza, demasiado larga Era palida, delgada y se sorbfa Ios A Ben le parecié horrible. ‘Algunos rieron disimuladamente. —Comportaos —dijo Herr Seibmann, Lycgo hizo sentar a Anna al lado de Katia, y Kalja se corrid un poguito en el pupitre "7 ur alejarse de ella, Anna hizo como Jo no.ara ‘A Ben le parecié que desentonaba. \Volvio a examinarla. Anna levanis la cabeza {lo mir6. Ben entonces se estremeci6. Anna Tenia unos enormes ojes castafios, inmensa- mente triste. Ben no habia visto nunca unos ‘jos asi. Tampoco supo por qué raz6n Ie pa- ‘eeierontrsts, Pensé que no habla derecho a fener aquellos ojazes. Daban miedo. No vol Vi6 a miata, Durante los dias siguientes nadie se preoeupé Io. mds minimo por Anna. Herr Siebmann exhorts a la clase a que se portaran bien con ells. Si al menos lorara, pens6 Ben. ‘Anna no lior6. Katja dijo gue Anna le daba asco, que olia wal y que no sabia cscrii (ue a los dice aio ni siquiera sabia escribir correctamente. —A Jo mejor sabe eseribir en polaco dijo. Bernhard —Es polaca, No es alemana —dijo —Lo mis probable es que no la de- jaran quedarse en Polonia —dijo Bernhard —De tan mal que olla —dijo Katja. Fue demasiado para Ben. Cogié. a Katja del brazo, —iVa estd bien! (Ta sf que apestas! Katja ce solid y grit6 To sufiiente- mente alto para que todos fos de la clase pu- dlicran eile: —iBen la defiende! Ben quiere a Katja, Annat 19 Ben se precipit6 sobre Katja y le tap6 la boca. A Katja se le congestioné la cara y ‘empez6 a patalear. —Déjala —grit6 Regine—. ;Déjala, aque la asfixias! "No se habian dado cuenta de que Herr Seibmann llevaba un buen rato observén- doles desde Ia puerta —jSuelta a Katja, Ben! —Herr Seib- ‘mann tenia un enfado de mil demonios. Se le veia, Los hizo volver a sus pupitres. La clase qued6 en silencio. No se ni una mosea y todos se dieron cuenta do que Anna sollozaba. Quiso disimularlo. No lo lo- ‘6. Las lagrimas le rodaban por las mejillas. Se las limpiaba repetidamente y se sorbia los Herr Seibmann se dirigié al pupitre de Anna y le dijo a Katja que se cambiara de sitio con Regine. A Regine le dijo que pro ccurara ayudar a Anna. Luego les solt6 un ser- ‘én. Hablaha entre dientes. Se le notaba que hhubiera preferido gritarls. —Cualquiera de vosotros puede ir a parar a otra ciudad, o a otra escuela. Y todos 0s sentiriais extrafios. En el caso de Anna es mucho peor. Ha crocido en otro pais, en Po Tonia, y allf, en la escuela, s6lo hablaba po- Jaco, En casa, alemén y polaco. Sus padres vivian en Polonia pero son slemanes. Pidic- ron el traslado a la Republica Federal y aho- ra estin aqui, Tienen ganas de sentirse en ‘casa, Anna también. Y vosotros le amargéis la » Ben tenfa la mirada fia en Anne que iclinado Ia cabeza. Ni siquiera se sa si escuchaba las palabras de Herr Seib- —20ué podriamos hacer? —dijo Bemhard al salir de la escuela, ida —dijo Katja. Durante los dias siguientes volvieron a dejarla sola, Hasta Re- sine renunci a ayudarla. —Fs tonta —dijo—. No quiere hablar conmigo, Es tontisima, os lo aseguro. Todo empezs un buen dia con una vieja pelota de tenis, Alguien la enconted en cl patio de la escuela y Ben, Bernhard y Jens se pusieron a jugar con ella y a arvojérsela ‘mientras corrian. Anna estaba debajo del cas- habi signo de admiracin, Toda reproches. A Ben le pareci6 que era una forma de comportarse bastante tonta ‘Tomé impulso, arroj6 Ia pelota y le dio a Anna en plena’ frente. iPlasss! Anna solt6 un breve chillido. Va a tcharse a Hlorar, pensé Ben, Y esperé a que empezara Los demas habian interrumpido sus juegos y miraban a Anna, Anna guardé si- lencio, se froté la frente y lentamente, muy lenfamenie, se volvié hacia la tapi. —Hiciste mal —aijo Re Ben se enfadé muchisimo consigo mis- mo, iBobedes!, dijo refiriéndose a lo que a uibia hecho, Parecia, sin embargo, que se feria a Anna y a su forma de comportarse. Era cierto, quiso darle a Anna. Quiso {incluso hacerle dao. Le ha estado bien! —Bernhard plaudia como en el teatro o en el citco—. {Se la hubieras’tirado ta, imbécil! —le dijo Ben, iY encima, cobarde...! Bernard sa- corriendo con ios ottes, Habia terminado el recreo. Ben los sigui6, arrastrando las. pier pero no entré en clase. Esperaba a Anni ‘no aparecié. Ben volvi6 al patio. Ann: seguia debajo del castaiio. Quiso gritarle: Anna! Pero hubiera sido demasiado, Podia pensar que pretendia algo de ella. Lamentaba To del pelotazo. Eso cra todo. —iAnna! —dijo lo bastante alto para que ella To oyer Anna permaneeié inmévil, déndole ta espalda, Si no quiere, pensé Ben. La culpa es de ella ‘Anna volvi6 la cara hacia él. Tenia Jas mejilas sucias, Se habia secado las ligr- ‘mas eon Tas manos. Sus ojos parectan avin més tistes. [Que ojazos! Anna Tue a su en ceuentzo con las manos Unidas sobre el rega- 70, como si estuviera a punto de ponerse a —Perdona —dijo Ben. 2 —Tampoco es para tani iio ac para tanto’ —dij THies Morado, —Porquie no me podéis ver ni en pin- tm oo pe 3 A mi me gustas —, y le dio al balén de forma que en ugar de ir @ patar al rea de castigo, rods Jamentablemente a lo largo de la linea de fon do, por detrds de la porterfa enemiga. A fens no habia quin lo calmara, Se eché al suelo, patales y empez6 a chillarle. Hasta Herr Seib- ‘mann le dirigié a Ben una mirada de reproche. Lo peor fue Anna: se rela de él. Se refa ath mas fuerte que Regine. Las risas de Regine no le importaban, pero Anna se burlabs de él. —Har un rato de juez de linea —dijo Herr Scibmann—. Jirgen va a sustituirte. “Todos se confahulahan contra. él. ‘ampocode jez de ine elas y Her Seb —iAbre bien los ojos, Ben! Los tenia bien abiertos y era incapaz de vor nada, Hubiera preferido que se lo tra- gara Ia tierra, Todo por insistir tanto en Jan- ‘ar el emer. Ahora era demasiado tarde Después del partido procuré perder de vista a Anna. Era igual de tonta que Regine y Katja Se lo cont6 todo a Gertrudis, su cone- jilla de Indias. Gertrudis le escuché tran- quilamente y no silb6 ni una sola vez ‘A continuacién Ben decidis escribicle tuna carta a Anna. Buseé el papel que le ha- Dian regalado el dia de su cumpleafios. No lo fencontré. Ast que arrancé una pigina del uaderno de Relgin. Y puso un cartucho ‘nuevo en Ia pluma. Lacarta decta asi: ae ee sum ane Querida Anna: TEstuvo mal_ que te rieras. Pasa que no soy tan buen futbolista como jens. El, en ‘cambio, no sabe nadar y yo nado muy bien. ‘También te babrias reido si Jens se hubiera ahogado, Nome gust6 nada que te riers. Te ruego que no vuelvas a hacerlo, Por fo Semis ne uss. As qu dime gues be salgamos juntos. Igamos j Be Holger les preguntaba siempre a las chia si querian salir eon él. De manera que bhizo bien en preguntar a Anna “Aprovech6 el recreo para meter la car~ ta en fa cartera de Anna, Ya la encontrar Bernhard sustituye a Anna Todo el mundo esperaba con impa- cieneia las vacaciones de Pentecostés. Me Alegro dono tener que yeros ni ofos durante tunos dias, dijo Here Seibmann. (Muchas gra- cias, lo mismo digo!, respondié Bernbard. Fue’demesiado para Herr Seibmann. Conde- nié a Bernhard 4 escribir veinte frases sobre las alegrias de un maestro. Sé cantidad, mas- cullé Bernhard. TTodo el mundo esperaba con imps- ciencia ls vacaciones. Ben no. Anna no habia eontestado a su caria. No lo habla dicho nada ni le habia escrito. Ben era incapar de comprenderio, 2No le habia gustado la carta? Hubiera podidio decfrselo. personalments Qué significabo tanto silencio? Volvis Sent aquella tensin en el pecho, en cl es t6mago. Se hart6. Y como no queria estar ppensando siempre en Anna, reaviv6 su amis- tad con Berohard 48 Vas a venir a casa esta tarde? Bernhard se qued6 algo perplejo. Pro- curd disimularlo y dijo simplemente: —Si ti quieres En la mesa del jardin clasficaron los, automéyiles en miniatura que coleccionaba Ben. Holger le habia regslado los. suyos y padre Ie traia alguno de vez en cuando. Ben fos iba apuntando en una lista y Bernhard pegaba en los cochecitos diminutas etiquetas de colores con los miimeros. Bernhard, de todos modos, consideraba inétil todo aquel trabajo. Siempre se rompe 0 pierde alguno —ai —Asi me doy cuenta —dijo Ben. Es peor —respondié Bernhat Sélo te sirve para enfadarte an més. Luego charlaron de las chicas de la clase. Bernhard suspiraba por Katja. Ben no tenia ganas de hablar de Anna, Bernhard se rmoria de ellas. —Anna —dijo Berhard— ha mejo- rado mucho. Juega a todo. Y no chilla tanto como las otras. —No sé—dijo Ben—. Al fin yal cabo ‘es una chica, —Diferente. —¢Estis mal del coco? Anna es diferente Se hubieran peleado, sin lugar a du- das, sila madre de Ben no Hlega a pedirles que regaran los arbustos del jardin con la man- ucr aq 49 —Ahora mistno, Frau Korbel. Remnhard se las daba de diligente. No pensaba mas que en bobadas. La madre de Ben se eché a reir y —Hablas como los niios de las pe- eulas, —Has ofdo —dijo Bernhard—, tu madre cree que sirvo para la «tele». Ben no le hizo caso y desenrollé le manguera. Bernhard insistié bastante y Ben le dej6 que regara. Bernhard se metié In man- guera entre las piernas y patecia como si —Mira, Ben —exclams. Ben no Se digné mirar: —Eres un aguafiestas. —Seguto. Bernhard empez6 a mover salvajemen- te el trasero. ‘Ahora soy un elefante! —Ya esté bien —dijo Ben. A Bernhard acababa de courrirsele otra idea. Delante de la casa del vecino, en la acera, descubrié el cubo grande de la basura, recién vaciado. Era el de los Leibel que vol- vvian a casa por Ia tarde. Bernhard salté a cerca, arrastrando ‘ras de sila manguera. —iVente conmigo, Ben! Vamos a tle- narles el cubo de agua. Y cuando lo reco- jan.. Bernhard comen76 a verter agua en cl gigantesco cubo. Ben, mientras tanto, vir 0 gilaba. Sobre todo para que no les sorpren- dieran los Leibel. Cabe una barbaridad! —Bernhard suspiraba de goz0. Habia transcurrido un buen rato y el agua ni siquiera Tlegaba a la mitad del cubo. Ya esta bien, no? —dijo Ben. Qué va...! Bernhard estaba de- cidido a coronar su obra, —Cabe tanto como en Ja batiera —Casi. Yo diria que més. —Tanta como en una bafiera y media, Se crecian en el empefio. Ben pensé que valfa Ia pena haber renovado aguella amistad con Bernhard, El cubo quedé Meno a rebosar. —Pon Ia tapa —ordend Bernhard. —Ven, vamos a ver si conseguimos levantarlo —dijo Ben —Impoxible —Bernhard tenfa razén. ‘Tiraron_de las asas, Pesaba como una roca. Desapatecieron répidamente por de- tds de la verja, Ben volvi6 a enrollar fa man- sguera. —Los demés arbustos puedes regarlos mafiana —dijo Berhard. ‘Luego esperaron a que Hegaran los Leibel No tardaron mucho, Primero aparecié Herr Leihel, en su coche. Leibel es un «pez gordo» en los Ferrocarriles Alemanes, decia padre. Aunque no tuviera aspecto de epez gordos. Parecia més bien una triste foca. Era 2 bajito, algo rechoncho, solia Hevar un traje gris, muy arrugado, y arrastraba eternamente tun inmenso portafotios negro El dia del cumpleanos de Ben los Lei- bel siempre le hacfan algiin regalo. Un boli- srafo 0 un calendario en los que ponta Ferro- ‘carriles Alemanes. La sltima vez Herr Leibel le habia regalado un cenivero con esa misma inscripeién —Queé delicadeza —

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