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Eric HoBsBAWM GENTE POCO CORRIENTE RRSISTENCIA, REBELION Y JAZZ, CRITICA BARCELONA, “Pamelor “Die 0S wf 169 Hent 301.158 51593-1 H684-5. ANA Bi da sguosanenteprobibidas sn aoizacn seca dos ules de epi tao {Evsontonesesabicidasen tis ye, reproduc ttl o prc de esta cbr por cualquier shed procs, compres in repropaly ef utanicso nordic, Tn dit Tne cemplaes de la medionte lgile o presta pbs ‘uta orginal: UNCOMMON PEOPLE Reslatance, rebellion end jazz Wevdenteld and Nicolson, Londres “Traduci6n eastllaa de RICARDO POCHTAR (apios 1,24) y Jord BELTRAN FERRER ‘apts 3y $23) i Joa Dats Tis a able: , Cam, ae jugoes crt 1890-1882), {hy The Meret sso A esa one Sion aban & (9p etsunforn aeln porga y Amte Eptroniak ceittek Stone, 0608 Btecona isan se st 9007 Dos ga 39674199 Tapes on pata (3) AUOPE 8 Lin, 3 OmRD Recto PREFACIO EI presente libro wrata casi exctusivamente de la clase de personas eu- yes nombres suelen ser desconocidas de todos excepto de su familia y sus vecinos y, en fos estados modernos, de las oficinas donde se registran los nacimientos, los matrimonios y las defuciones. De vez en cuando también Jos conocen ta policfa y los periodistas que andan en busca de wna «histo 1a humana, En algunos casos sus nombres son totalmente desconocidos e imposibles de conocer, como les nombres de los hombres 0 las mujeres que cambiaron et mundo cultivando las cosechas importadas del recién descu- bierto Nuevo Mundo a través de Europa y Africa. Algunos desempenaron sun papel en escenarios pliblicos pequeiios 0 locales: la calle, el poblado, ta capitla, la delegacion sindical, ef aytudtainienio. En ta épaca de fos moder- nos medios de conunicacién, ta musica y ef deporte han hecho que desta- carat unas cuattas personas que, en tiempos anteriores, no Imibieran sali- do det anonimato. Estas personas constituyen ka mayor parte del género humano. Las dis- cusiones entre los historiadores sobre ka impartancia que Ios individuos y sus decisiones tienen para ta historia no atarien a estas personas. Si se eli- ‘minaran tates individuos de ta historia, no quedesta ningtin rastro signifi cativo en la narracién macrohisiérica Lo que pretend mi libro no es sélo decir que tales personas debertan ser rescatadas det olvido o referirme a to que E. P. Thompson land, con tuna frase memorable, «la enorme condescendencia de ta posteridad>. Por supuesto, debertan rescatarse, » espero que algunos de os capttutos del Iz bro hayan contribuido a ello. Como escribis el difunio Joseph Mitchell, det New Yorker, para protestar contra los que hablaban de ela gente humildes, aunque simpatizaran con ella: «Son tau grandes como usted y yoo. Sus vie ddas sox tan interesantes conto la suya y ta nifa, aunque nadie haya escrito sobre ellas. Lo que quiero demostrar es mas biew que, si no como indivi- duos, colectivamente estos hombres y mujeres son actores iniportantes en la historia, Lo que hacen y piensan tiene importancia. Puede cambiar y ha i GENTE POCO CORRIENTE ‘expresada con esa ehoncla razdn y energia» que Condoreet tanto admir6 en 41, Cuando hablaba de la felicidad humana, se referfa al fin de la pobreza, Bl gran problema de la revoluci6a, a pesar de su devocién por los bajos im: puestos y por la libre empresa, era «si el hombre heredaria sus derechos y se estableceria la civilizacién universal. Si disfrutaria del producto de su pro: pio trabajo ... Sil robo seria expulsado de las cortes y Ia miseria de los pai- ses», Hse problems era el hecho de que «en pafses que Ilamamos civilizados vemos a tos 19s conclucidos a los asilos y a los j6venes a los patibu- os»; et hecho de que In aristocracia dominaba a «esa clase de gente pobre y miserable desparrantada por toda Inglaterra, a la que hay que anunciarle me- diante una proclana que es feliz. Pero Paine no se limit6 a decir a sus lectores que la pobreza era incom- patible con la felicidad y Ia civilizaci6n: les dijo que la luz de la razén albo- aba en hombres como ellos para acabar con la pobreza y que Ia revolucién mostraba e6mo debia triunfar Ia raz6n, Fue el menos romiéntico de los re- beldes. ‘obvio, prictico y artesanal transformaria el mun- do, Pero el simple descubrimiento ce que ia raz6n era capaz de cortar como tun hacha {a amalgama de habitos que mantenfa a Jos hombres esclavizados ¢ ignorantes, constituy6 una revelacién, ‘A través de Ins paginas de La edad de la razén, ast como a través de la actividad de grupos de discusidn de la clase obrera a Jo largo de varias we- neraciones, brilla la exaltacidn del descubrimiento de lo facil que es descu- brir, ana vez. que habéis decidide no dejaros obmubitar, que lo que dicen los ceuras acerca cle Ia Biblia, o lo que dice el rico acerca de ta sociedad, es fal so. A través de Lox derechos del hombre brilla la obviedad de esa gran ver- dad. Para Burke esa razén revolucionaria significaba que «todo el ropaje de conte de fa vida seria brutalmente arrancado» para dejar expuestos todos los defectos de «nuestra naluraleza desnuda y temblorasa, Pero Paine no le te- ‘una desntidez. que revelaba al hombre como artifice de sf mismo en ta aloria de sus infinitas posibilidades. Su humanidad se plants desnuda, como la de los atletas griegos, porque de ese modo se atirmaba para la lucha y el wiunfo, Todavia hoy cuando leemos esas frases clavas y sencillas en Ins que el sentido comin llega al plano det herofsmo y un puente de hierro attavie~ sa In distancia entre Thetford y Ia nueva Jerusalén, nos sentimos alboroza- dos y conmovidos. Y si creemos en el hombre, Ze6mo podriamos no seguir aphudigndole todavia hoy? 2. LOS DESTRUCTORES DE MAQUINAS* Quizas haya Hlegado el momento de volver a examinarel problema de fa destruccién de méquinas @ comienzes de la historia industvial de Gran Bre- tatia y de otros paises. Atin se encuentran ampliamente difundlidls, incluso cenit los historiadores especializados, ciertos errores acerca dc este forma inicial de hucha obrera, Por ejemplo: una abra excelente, publicada en 1950, describe todavia al ludismo sencillamente como una «jacquerie industrial, initil y alocada>, y una eminente autoridad, que ha contribuido mas que na ie al conocimiento del mismo, pasa por alto a endémica insuurgencia det si- glo xvii sugiriendo que se trataba del desbordamiento de la excitacién y de In euforia,! Considero que tales errores se deben a In persistencia dle tn cconcepciones acerca de Ia introduccién de ka maquinari elaboradas @ co- mienzos del siglo XtX, y cle unas concepciones acerca de fa historia det mo- vimiento obrero y de los sindicatos formuladas a finales del siglo X1x, sobre todo por Sidney y Beatrice Webb y por sus seguidores fabianos. Quizé con- venga distinguir entre concepciones y supuestos. En la nuayor parte de ka discusién acerca de Ia destraccién de maquinas todavia puede detectarse el supuesto de Jos apologistas econémicos de clase media det siglo XIX, seein el cual los trabajadores deben aprender a no darse con la cabeza conta fi verdades econémicas, por diffciles de tragar que éstas resulten; asf como los supuestos de los fabiamos y de los liberales, seatin los cuales los métodos de mano dura resultan menos eficaces que Ia negociaeién pactfica; y 10s st puestos de ambos, segsin los cuales el movimiento obrero incipiente no consciente de lo que estaba haciendo, sino que se limitaba a reaccionat ci. gamente y tientas, ante Ia presién de ta miseria, como reaceionan tos ani- «© La tens do este ensayo queda el ® pina dl misma, Se rata de de fenderal movimiento obrero inglés coir fo que E,P. Thompson lzané sls enerme cosescen slenci de Ia posterity, se podifa aad, conten los idedlogos de nuestro propio emp, Se [lies por primera vez en 1952 enel primer mimerode una nevis hse, Pst and Presen Funda enforces por nism y porun grupo de amigos, y ue todavia se sigue public 16 GENTE FOCO CORRIENTE inales en ef faboratorio cuando reciben deseargas eléctricas. Las concepeio- ties conscientes de tna gran parte de los estudiosos pueden resumirse di ciendo que seginellas el triunfo de Ia mccani ble, Se pox comprender y simpatizar con la prolongada accidn de retaguardia «ue s6i0 1 inoria privilegiada de trabajadores emprendi6 contra el nuevo sist pero haba que admitir su inutiidad y su derrota inevitable Los supuestos técitos son diseutibles en su totalidad. Las concepciones conscientes, en cambio, entrafian obviamente una gran parte de verdad, Sin embargo, tanto fos unos como las otras oscurecen bastante a historia ce «ese modo imposibilitan todo estudio serio de los métodos de lucha de Ia cla se obrera en el porfodo preineustrial. Ahora bien, tal estudio resulta muy ne- ccesatio. Una ojeada superficial sobre el movimiento obrero del siglo xvi y de comienzos del xix muestra lo peligroso que es proyectar hacia un pasado demasiado lejano la imagen de rebelién desesperada y defensiva, tan cor te entre 1815 y 1848, Dentro de sus limitaciones —que fueron muchas, tan to desde el punto de vista intelectual como en cuanto la organizacicn— les movimitentos del protongao perfodo de expansién econsimica que termind con tas guertas napolednicas no carecieton de importancia ni condujeron siempre al fracaso. Una gran parte de su éxito qued6 oscurecido por kas de= rrotas ulteriotes: In fuerte organizaciOn de la industria laneta del oeste de In sa desapatecis totalmente y s6lo resurgi6 con el desarrollo de los sin dicatos generates durante Ja primera guerra mundial; los gremios de les trabajadores laneros belgas, suficientemente fuertes para conquistar virtua les convenios en la décaca de 1760, desaparecieron a partir de 1790 y hasta el sindicalismo de comienzos de 1900 estavicron pricticamente muettos.” Sin embargo, esulta totalmente injustficado soslayar el poder de esos moviniientos incipientes, por lo menos en Gran Bretafa; y no lograremos comprenderlos mientras no admitamos que el fundamento de su poder tes dig en ta destruccion de las maquinas, en el amiotinamiento y en ka desteue- cion de la propiedad en general (0, con términos modemnos, en el sabotaje y en la acci6n directa). Para la mayoria de tos no especialistas, los términos «destructor de mie uinas» y «tudita» son intercambiables. Lo cual resulta completamente na tual, porte los estallidos de 1811-1813 y de algunos atios después de Wa- ferloo atrajeron mas que cualquier otro Ia atencidn piblica, yse ereyé que ly supresién de los mismos requeria mayor fucrza militar. Darvall? ha hecho bien en recordamos que los 12,000 efectivos desplegados contra los Iuditas ‘excedieron con mucho los efectivos del ejército que Wellington Hev6 a lx peninsula ibérica en 1808. Sin embargo, la natural preocupaciéa por ls It stiende a oscurecer la discusién acerca de In destruceién de mxiquinas en general, que comenz6 a plantearse como un fendmeno de importancia (st LOS DESTRUCTORES DE MAQUINAS 0 abe afirmar con propiedad que comenzé en un momento preciso) «h el siglo xvi y que se pratongé aproximaclamente hasta 1830, Bn realidad, ka serie de rebeliones cle trabajadores del campo, que JL. y B. Hammond ba tizaron en 1830 comio «el diltimo alzamiento de labradores», fueron basica ‘mente una gran ofensiva contra Ia maquinaria ageatia, aunque incidental- me hayan supuesto Ia destruecién de wna gran cantidad de maguinaria industrial." En primer lugar, el ludismo, considerado desde el punto de vista adiministtative como un fenémeno singular, abarcé diferentes lipos de des. tuccién de méquinas, la mayorfa de los cuales se dio en forma indepen {anto antes como después. Ea segundo Iugar, la répida derrota del lu ndiG In creenciat de que la desteuccidn de méquinas siempre conducia al fracaso, sideremos ¢1 primer punto. Hay por lo menos dos tipos de destruc ndiquinais, bastante diferentes de la destruceién ocasional en los m0- tines normales contra las alzas de los precios o por otras eausas le descon teato, por ejemplo, las destrucciones producidas en Lancashire en 181 Ly en Wiltshire en 1826." EI primer tipo no supone una hostifidad hacia tas m= ‘quinas como tales, sino que constituye, en determinadas conelicéones, wn medio normal de presién sobre los patronos. Como se ha sefalivlo correct mente, los luditas cle Nottinghamshire, Leicestershite y Derbyshite «utiliza ban los ataques contra la maquinaria, tanto nueva como vieja, como un me~ dio para obtener de sus patronos unas coneesiones cou respecte a salaries y ‘otros asuntos.° Este tipo de destriccidn fue un aspecto tradicional y reco- nocido del conflicio industrial en el periado del sistema doméstico y manu factureto, y en las primeras etapas de la Fabrica y de la mina, No estaba dir giido s6lo contra las méquinas, sino también conta ta materia prima, los productos ter s0 conta Ia propiedad privada de los patronos, seetin el tipo de daiio que mas pudiera afectartes. Por ejemplo, en los tres meses de agitacién en 1802, los tundidores de Wiltshire quemaron parvas de heno, graneros y perreras pertenecientes a paiieros detestados, talaron sus Jrboles, destruyeron cargamentos de pafio, asi como asaltaron y destruyeron sus fabricas.” El predominio de esta «negociacisn colectiva a través del motiny es un hecho bien documentado, Por ejemplo —para referirnos s6lo a tos sindica {os textiles del oeste de Inglaterra—, los paiietos se quejaron al Patlamento en 1718 y en 1724 de que los tejedores «amanazaban con detvibar sus casas Yy quemat su produccién sino se aceptaban sus condiciones." En 1726-1727 ios tejedores de Somerset, Wiltshite y Gloucestershire Incharon aierunpien- ‘do en cl interior de las casas [de patronos y esquiroles], estropeando fa lana y-cortando y destruyendo las piezas de los telares y ulensilios del olicio». ‘Como resultado de esas acciones, lograron algo patecido « un eonvenio co 1B GPNTE POCO CORRIENTE lectivo. Bl gran motin de los wabajadores textiles en Melksham, en 1738, cempez5 eunndo los trabajadores «cortaron todas las cadenas de los telares pertenecientes a Mr. Coulthurst.. porgue éste habia rebajado las retribucio- res»; y tres atios ms tarde algunos patronos inquietos de ka misina zona escribfan a Londres reclamando proteccién contra las amenazas de los obre- ros de que si daban empleo a forasteros destruirfan Ia lana," Y asf sucesiva- mente, durante todo el siglo. “También allf donde los miieros del carbén Ilegaron al punto de plantear sus exigencias a los patronos, recurrieron a la técnica de la destruccién. (Por supuesio, en su mayor parte los motines de los mineros todavia se dirigian ‘eontta las alzas de los precios de los alimentos y contra los acaparadores, a ‘uiienes se consideraba responsables de las mismas,) Por ejemplo, en los ya- cimientos de Northumberland Ia quema de la maquinaria de tas bocaminas fue normal en Tos grandes motines de fa década de 1740 cn los que los obre~ ros conquistaron uin considerable aumento de salatios.” También las mé- quinas fueron destrozadas y el carbon quemado en los motines de 1765 en Jos que los mineros conquistaron la libertad para escoger sus patronos al ter- ‘minar el contrato anual.!” En la tina parte del siglo se aprobaron de vezen cuando en el Parlamento proyectos de ley contra la quema de las bocami- nas," Todavia en 1831 los huelguistas de Bedlington (Durham) destrozaron cabrestantes."* La historia de In destruceién de bastidores en In industria de la ealcete. ria de East Midlands es demasiado conocida para que haya que recordarla."* Por cierto, Ia desiruccidn de maquinas fue el arma mds importante wilizada cn los famosos motines de 1778 (los antecesores del ludismo), basicamente integrados dentro de wn movimiento de resistencia contra las reducciones de salavios, En ninguno de estos casos —y podifan mencionarse otros— se trat6 de tuna hostiidad contra las maquinas como tales. La destruccién era simple ‘mente una técnica del sindicalismo en el perfodo previo y en las primeras fa ses ce Ia revolucién industrial, (BI hecho de que todavia no existiesen sindi- ‘eatos organizados en las incstrias implicadas no afecta fundamentalmente ‘esta tesis. Como tampoco el hecho de que, con el advenimiento de la re- volucién industrial, Ia destruccién haya adquirido nuevas funeiones.) Ese recurso era mas itil cuanto se cjetcer una presidn intermitente sobre os patronos que cuando se necesitaba mantener una presidn constan- te; més itil enando los salarios y las condiciones cambiaban repentinamen- te, como en el caso de los obreras textiles, o cuando los contratos anuales se planteaban para una renovacién simultanea, como en el caso de los mineros yy de los marineras, que donde, por decirlo asf, la entrada en el mercado de Irabajo debia ser fiememente restringidda, Podta ser utilizado por toda clase LOS DESTRUCFORES DE MAQUINAS. 9 de gente, desde los pequenios produictores independientes, pasando por fas formas intermedias tan caracteristicas del sistema de produccién domes hasta los trabajaclores asalariados may 0 menos completos. Sin embiirgo, vinculaba en general con los conflictos planteadlos por la relacidn social, t= pica de In produccién capitalista, entre los empresarios que empleabais la fuerza de trabajo y los honibres que directa o indivectamente dependian de Pendiente, Cabe mencionar que et motin y este tipo de destruccién pavecen, ims frecuentes en la Gran Bretaiia de! siglo xvut, que ya haba hecho si ve Yolucién cbarguesw>, que en la Francia de ese mismo siglo.” Por cierto. fos movimiento de nuestras tejedores y mineros difieren mucho de tas activi dliules de carécter aparentemente sindical desatrolladas por las asoviaciones de oficiales en muchas sreas mas anticuadas de Europa."* FE valor de esta técnica era obvio, tanto como medio para presionar so bre los patronos, como para asegurar la solidaridad eseneial de los trabajn dores. El primer aspecto queda admirablemente expuesto en una carta qu el seeretatio del ayuntamiento de Nottingham escribié en 1814." Los eal vte ros de bastidor, segtin informa, estaban en huelga contra la Firma peri cicnte aJ. y George Ray. Dado que esa firma solia emplear obreros qt po- seian sus propios (elares, éstos exnn vulnerables por una mera redueciin el trabajo. Sin embargo, la mayoria de las firmas alquitaban los telares «los cealeeteras «y de ese modo llegaban a controlar completamente a sis ob vos, Quiza la manern més efectiva en que la asociacién podia coaccionarlas cra su primitiva manera de luchar mediante la desimeeién de sus bitte es». En un sistema industrial doméstico, donde pequetios grupos de ros, 0 bien obreros aislados, tabajaban dispersos por numerosas aldeas y vi ‘viendas rarales, no resulta Facil en todo caso concebir algiin otto métado que gwvamtizara un paro efectivo de Ia produccién. AdemAs, dado et niimero comparativamente pequetio de patronos locales, la destnucci6n de la propic dad! —o la consiante amenaza de destrucci6n—resultaba muy efectiva. AM donde, como en a industria pafiera, tanto la materia prima como 10s pro= dductos terminaclos eran earos, [a desteuccién de la lana del patio posta ve sultar ms convenicnte gue lade Jos telares."* Pero en as industrias semi rales incluso la quema de las parvas de los pattonos, de sus graneros y de sus casas, podia afectar gravemente su cuenta de gnnancias y pérdidas, eto esa técnica tenia otra venta. El habito de la solidaridad, que con tituye el fundamento del sindicalismo efectivo, se tarda en aprender, incl 30 en los easos en que, como en las minas de carbén, se insinda dle mane espontinea, Tarda todavia més en pasar a formar parte del eddigo 20 (GENTE POCO CORMIENTE cuestionado de la clase obrera. EI hecho de que unos calceteros dispersos en East Midlands hayan podido organizar huelgas eficaces contra tas fitmas que les empleaban, demuestra un alto nivel de «moral sindicaly; mis alto cle fo que cabfa esperat normalmente en esa etapa de la industralizacion, Ade. ins, entre los hombres y mujeres mal pagados y carentes de un fondo de re- sistencin, el peligro de que sutjan esquizoles siempre es muy grande, La des- fruceién de maquinas fue uno de los métodos para contrattestar estas debilidades. Mientras el cabrestante de una bocamina de Northumbria esta ba 1010 0 el allo homo de wna fundicién de Gales estaba fuera de combate, al menos se podtia estar seguro de que por un tiempo Ia planta no podia ser uti lizada.”" Bste era s6lo un método, y no se lo podta aplicar en cua Pero todo cl complejo de acciones que fos administracores del siglo xvi y de comienzos del xix Hlamaban «motin», desempefiaba ta misma fui ‘Todos conocen las bandas de militantes o de huelguistas de una fAbrica 0 lo- catidad, que recorren toda la regién, que incitan a la huelga en las aldeas, ta Heres y Factorias mediante tna mezela de Hlamamientos y de fuerza (a pesat de que pocos trabajadores necesitaban demasiado esfuerzo de perswacidn en las primeras etapas de ta lucha). Inctuso mucho ms tarde Ins manifesta- ciones de masa y los mitines constituian una parte esencial de todo conflic- to Jaborat, no sdlo para intimidar a los patronos, sino también para mantener tnidos a tos obretos y levantar st moral. Los motines peridicos de fos ma- rine1os del noreste en las fechas en que se establectan los contratos fabor- les, constituyen un buen ejemplo ce fo anterior,” asi como tas huelgas de los, ‘obreros portuarios modemnos.”* Es evidente que In técnica ludita era adecuta dla para esta etapa de la guerra inclustrial, Haba profunidas razones téenicas para que los tcjedores britanicos del siglo xvitt (0 los obreros madereros norteamericanos det xx) constituyesen un conjunto de obreros proverbial- mente proclives t los amotinamientos. También surge cierta confitmacién acerea de: este punto a partir del tes timonio de un lider sindical moderno, que ducante la infancia vivi6 fa tran- sicin en una industria kanera del sistema domeéstico al fabril, «Es nevesario recordar —eseribe Rinaldo Rigola—* que en esa época presocialista la ta se trabajadora era una multitud, no un ejéreito. Las huelgas Iicidas, ordena- das y burocriticas eran algo imposible. [Rigola es un dirigente sindical muy conservacor.] Los trabajadores sélo podian luchar mediante manifestacio nes, gritos, aclamaciones, abucheos, in nes y violencia, Fl ludismo y cl sabotaje, aunque no fuesen asumidos como docirinas, tenfan que forny patte sin embargo de los métodos de lucha> Ahora debemos examinar la segunda clase de destruccién, considerada como la expresién de Ja hostiidad de la clase obrera hacia las nuevas mé- quinas inttoducidas por la revoluci6n industrial, sobre todo hacia las que LOS DESTRUCTORES DF MAQUINAS 24 n ahorrae trabajo, Par su sentimiento de oposicién contra k niquinas; 0 fundado, segtin la opinién de una autoridad tan notable como In de Ricaudo.” ‘Sin embargo, eabe hacer tes observaciones. Priniero, esta hostilidad no fue tan indiseriminada ni tan espeeffica como a menuido se ha supuesto. Segun do, con excepciones locales © de distito, en Ia préetica esa hostilidad resul {6 Somprendentemente débil. Por tiltimo, de ninguna manera se limita a tos trabajadores, sino que era compartida por la gtan masa de la opinién paibli- ‘ca, ineluidos muchos industriales. 1) El primer punto ser4 evidente si consideramos el problema tal como 0 Je presentaba al propio trabajador. ste no se interesaba por el progreso A6enico en abstracio, sino por el dable problema prictico de evitar ef paro y de mantener el nivel de vida habitual, que inelufa factores no monetarios como la libertad y Ia dignidad, tanto como los salarios. De modo que 10 ob- jetaba la miquina como tal, sino cualquier cosa que supusiera una amenaza contra ese nivel de vida: sobre todo objetaba el cambio global de las rela- Giones sociales de producciOn que le amenazaba. Segtin Ins eircunstancias, esa amenaza podta proceder de la maquina 0 de otros aspectos. Los tejedo- res de Spitalfields se amotinaron en 1675 contra las méquinas con kas que «aun hombre puede producir casi tanto .. como veinte hombres sin ellas»; en 1719, contra los uswarios de calieé estampado; en 1736, conta fos inmi- grantes que trabajaban por menos de las tarifas establecidas; y en Ia déeada de 1760 destruyeron los telates contra Ia reducci6n de las taitas:”” pero el objetivo estratégico de estos movimientos fue siempre el mismo. Alrededor de 1800 los teedores y los tundidores del oeste se movilizaron sinvultinea mente: los primeros s¢ erganizaron contra It inundaciGn del mercado de tra bajo por trabajacores fordneos; los segundos, contra las miquinas.” Sin em- ‘barzo, st objetivo —el control del mercado de trabajo— era el mismo. A la inversa:allf donde el cambio no perjudicé en nada a fos trabajautores, no en- contramos ninguna hostilided especial contra las mquinas. Entre los tip6- grafos, la adopeion de prensas mecsnicas a partir de 1815 no provocd apn- Fenvemente mayores perturbaciones. Lo que sf produjo un conflicto fue la ulterior revolucién en Ia composicién de los tipos, porque amenazaba con tuna degeadzcién masiva de la categoria profesional.” Entre comienzos det siglo xvut_y mediados del x1x a mecanizaci6n y los nuevos dispositivos ‘aumentaron mucho la productividad cel minero del earbén; por ejemplo, ta roduteci6n del sistema de Tos barrenos. Sin embsurgo, como esta innova- afecté la posicién de los picadores, no sabemos de Ia existencia de jovimiento inmpostante para oponerse al camibio técnico, a pesar de que los mineros eran proverbialmente ultraconservadores y levantiscos. La 1estticeign de Ia produccién realizada por los trabajadores de la empresa pri- 22 GENTE POCO CoRKIENTE: vad 8 un asunto completamente distinto: puede ocurtir y ocurte en indus- no totalmente mecanizadas, como, por ejemplo, ¢n €l ramo de la cons: {nuccidn; tampoco depende de los movimientos manifiestos, de las organi- zaciones o de los estallids de violencia En algunos casos, en realidad, Ia oposicion a la maquina era una vesis- tencia bastante consciente al hecho de que ésta se encontrara en manos del ccapitalista, Los destructores de méquinas de Lancashite en 1778-1780 dis- Tingufan claramente entre las maquinas de hilar de husos mbltiples de 24 bhu- 505.0 menos, a 14s que no atacaban, y tas mds grandes, que solo pod usalas en fabricas, a las que si destruian.”” Sin duda este tipo de actitud es ‘menos sorprendente en Gran Bretana, donde se conocfan mejor las relacio- nes sociales de produccién que anticipaban a tas del capitalismo industrial, que en oltas partes, Tampoco hay que darles tna significacién demasiado grande. Los obreros de 1760 todavia distaban muicho de comprender la na Iuraleza del sistema econdmico con el que tenfan que enfrentarse. Sin em- bargo, es evidente que su lucha no se planteaba simplemente contra el pro- ageso técnico como tal “Pampoco existe ninguna diferencia Fundamental entre la actitud de los trabajadtoves hacia las maquinas, considerada como wn problema aislado, en las fases iniciales y en las tases més avanzadas de Ia industrializacién, Es cierto que en la mayoria de las industrias la meta de evitar Ia introducci¢n de. mvaquinas no deseadas fue reemplazada, al Negar fa plena mecanizaci6n, por el plan de que fuesen «conquistadas» por unos trabajadores que gozatin le norms y condiciones sindicales, al tiempo que se tomaran todas las medi- das posibles para reducir a minimo el paro tecnolgico. Al parccer, esta po- Iitica fue adoptada irregularmente-a partir de la década de 1840" y durante Ia Gran Depresién, y de una manera mas general a partir de medlindos de la década de 1890." Sin embargo, atin hoy abundan los ejemplos de oposicién directa a 1as miquinas que amenazan con creat paro o con provoest un des- ccenso de la categoria de los obreros.”* Dentro del funcionamiento normal de ‘una economfa de empresa privada las razones que provocaban el recelo de los trabajadores contra las nuevas méquinas en ta década de 1810 siguen siendo convincentes en Ia década de 1960. 2) Lo que se ha dicho hasta ahora puede ayudar a explicar por qué, después de todo, Ia resistencia contra las maquinas fue tan pequefia, El he- c’cho no suele ser admitido, porque Ia mitologia de la era precursora de la in- dustrializacién, reflejada por hombres como Baines y Samuel Smiles, ha magnificado los motines que de hecho se produjeton, A tos hombres de Manchester les gustaba considerarse no s6lo como monumentos de sabidu- fa empresarial y econdmica, sino también como héroes, cosa bastante mas dificil. Wadsworth y Mann hian reducido los motines de Lancashire en cl si- LOS DESTRUCTORES DE MAQUINAS ‘ slo xvi a unas proporciones mas modestas.** De hecho, sélo tenemos testi- monios escritos de unos pocos movimientos de destruccidn realmente in plios, como el de los mozos de Inbranza, que probablemente desituyevas ‘mayor parte de Ins trilladoras de Ia zona afectada,” las campanas espe zadas del pequeiio grupo de tundidores en Gran Bretaia y en otras pau Yy quiz4 los motines contra los telates meesinicos en 1826." Las destuwccin ines de Lancashire de 1778-1780 y de 1811 se limitaron a unas freas redci das y aun pequeno grupo de factorias. (Como hemos visto, los grandes nx vimientos de East Midlands de 1811-1812 no estaban disigidos de min manera contra las méquinas.} Esto no s6lo se debi6 al hecho de que ci1:0 tipo de mecanizacién fue considerado como inofensiva. Como se ha seis do," In mayor parte de las maquinas fueron introducidas en épocas det mento de Ia prosperidad, cuando el empleo atravesaba etapas de mejor | oposicién podia ser disipada durante cierto tiempo, Cuando volvi6 a apave cer la miseria, ya habia pasado el momento estratégico para oponerse so nuevos ingenios, Ya se habian reclutado nuevos trabajadores para que le ‘mangjaran: los viejos operarios manuales Inbfan quedado excluidos, s6lo podfan destruir accidentalmente a su competidor y ya no estaban en eo ti ciones de imponerse sobre la méquina. (Salvo, por supuesto, que fuesea la sutficientemente afortunados como para poseer un mercaclo especializalo in dependiente de 1a produccién mecénica, como los zapateros manitales §' ko sastres en las décadas de 1870 y de 1880.) Una causa de que la destruecion practicada por los tundidores haya sido mis persistente y grave que la pve ticada por otros tabajadores residi6 en el hecho de que esos obreros itte=vt plazables muy especializados y organizados conservaron en gran pati +l control sobre el mercado de trabajo, incluso después de fa miecanizaci ck 3) La mitologia de los precursores indu aplastonte simpatia hacia los destractores de msiqutinas manifest los sectores de la poblacién, En Notinghamshire ni un solo ludita fue nnciado, a pesar de que gran niimero de pequeiios paironos tenfan que ha- ber conocido perfectamente bien quién rompfa sus bastidores En Wilishi re —donde se sabia que los intermediarios que terminaban el pafio y los ppequetios patronos simpatizaiban con los tundidores—" los verdaderos erro risias de 1802 no pudieron ser descubiertos.” Los n es y fabricantes laneros de Rossendale tomaron decisiones contra tos telaves me ‘éinicos algunos aios antes de que los obreros los destrayeran."* Durante Ia revuelta de fos labradiores de 1830, el seeretario de los magistrados cle Hin don, en Wiltshire, informé que «alli donde la turba no desiruy6 las miqii- Jos granjeros las sacaron para que fuesen destruidas»," y Tord! Melbour- ne envi6 una tajante circular a los magistrados que «en muchas stas también oscurecis 4 GBNTE POCO CORRIENTE. bhabfan recomendado que se suspendiese li utilizacién de miqui tar et cereal y para ottos fines». Sostenia que «las méquinas merecen proteccién de la Ley como cualquier otto tipo de propiedadn.”? Esto no debe sorprendemos. Los empresatios capitaistas plenamente desarrollados constitufan entonces ma pequetia minoria, incluso dentto det conjunto de aquellos cuys posicién era téenicamente Ia de perceptores de ;ono local no quiere tina economia de jada acumulaci6n y revolucién técnica, la vio~ lenta persecucién que condenaaba al débil a la banearrota y a la conclicién de ssaariado, Su ideal era el suefio secular de todas fos «hombres sencillos, periddica expresién en cl radicalismo nivelador, jeffetsoniano © jacobino: ma sociedad de dimensiones reducidas integrada por poseedo- res de mouestas propiedades y por asalatiados acomodaclos, sin grandes dis- Ainciones de tiqueza o de poder, aunque, por cietlo, eapaz de obtener por esa ‘vin tranquita cada vez més riqueza y comodidad. Ese ideal era inealizable, sobre todo en una sociedad que evolucionaba con una celetidad sin prece- ddentes, Sin embargo, permitaseme recordar que aquellos que se sentian mo: tivados por ese ideal constitufan la mayoria de la poblacién a comienzos del siglo xix en Europa, y, al margen de industrias como las del algodén, tam: tuian fa mayoria de la clase patronal."* Pero incluso el suténtico capitalista pado tener una actitud ambigua acerca de las méqu ns. La creencia en que inevitablemente éste debia ser favorable al progreso {écnico como algo que iba en su propio interés, carece de fundamento, au ‘que no contéramos con la experiencia del capitalismo francés y de! capit Lismo britinico ulterior. Dejando de lado la posibilidad de ganar més dinero sin las miquinas que con ellas (en mereados protegidos, etc.) solo en muy pocas ocasiones las nuevas maquinas constituycron proposiciones inmedi las y obviamente rentables. Fin Ia historia de toxlo dispositive t6cnico existe un «umbral de ga cia» que se tarda bastante en superar: tanto mais cuanto mayor es el capital que hay que invertir en una n de éxito comercial de los inventores, quienes invi dle ol gente en sus proyectos mientras éstos son inevitablemente imperfec: tos y de ninguna manera superan a sus tivales no meca 7 Por st- puesto, la economia de libre empresa pudo superar estos obsticulos. Lo que hia sido descrito como «el gran auge secular» de 1775-1875 creé en diversos, lugares situaciones que infundieron a los empresarios de algunas industei —por ejemplo, la det algocién— el {mpetu suficiente para atravesar cl «un brabs. Otros impulsos procedieron del mismo mecanismo de Ix acurmuli- ‘in de capital en una sociedad que estaba experi lo una revoluc En la medida en que opet6 la competencia, los progresos téenicos del sector LOS DESTRUCTORES DE MAQUINAS. 25 ids avanzado se fueron difundiends hacia un campo bastante mis Sin embargo, no tenemos que olvidar que los precursores fueron ut norfas. Bn el primer momento kt mayor parte de los capitalistas considera ron a Tas méquinias no como tn arma ofensiva que. fes permitisfa ganar be- heficios mayores, sino como un arma defensiva que les permititia protegerse contra la bancavrota que amenazaba al competidor rezagado. No 1ios sorprende enterarnos de que en 1834 E. C. Tufnell 2eusaba a «muchos patrons del ramo del algodin ... de Ia escandalosa conducta de instigara los irabajacores a volverse contra aquellos industriales que habfan sido los pri eros en agrandar sus selfaetinas». BI pequiefio prodtuctor y el empresario comin se encontraban en una posicién ambigua, y no contabaat con el poder suficiente para modificarla, Deben haber sentido aversisn hacia la necesiad de nuevas miaquins, tanto porque Estas perturbaban sti modo de vida, como porque, segiin cualquier célculo racional, en ese momento no constitufan realmente ningdn buen negocio. De cualytier modo, las consideraron como algo que fortalecta la posicién del empresario mis mocemizado, que era st principal enemigo. Pata tales hombres Ins rebeliones de ki clase obrera com {ta las méquinas fueron una oportunidad, que a veces supieron aprovechar Podlemos concordar razonablemente con cl estuciosa francés de la destrac~ ‘cién de méquinas que observa que «a veces ef estudio detallado de un ine dente Local revela que el movimiento ludila no era tanto una agitacién de les trabajadores como un aspecto de la competencia entre el deiio de taller 0 industrial alrasado y el progresista».*" Pero si el empresatio innovador tenia al grueso de la poblacién en su contra, gedmio pudlo haberse impuesto? Por medio del Estado. Se ha seiiala- do correctanente que en Gran Bretaiia In revolucidn de 1640-1660 marca un gito en Ia acttud det Estado ante fa maquinatia, A parti de 1660 la hostili clad tradicional hacia los ingenios que quitaban ef pan de la boca a tos taba- jadores honestos, fue reemplazada por el apoyo a la empresa pereeptora de beneticio 1 que Tuese el coste social" Este ¢s uno de los heehos {que invocamos para considerar a la revoluci6n del siglo xvtt com el tivo comienzo politico del capitalismo briténico moder. A Te Ingo del pe 1 aparato del Estado central tencli6 a colocarse, si no & fa cabeza de Ia opinién piiblica en los asuntos econdmicos, al menos en una poricién mas dispuesta a atender las exigencias del empresario plenamente capitatista, salvo, por supuesto, cuando éstas chocaban con intereses esta blecidos mas antiguos o de mayor envergadura. En algunos condtados, tos Squire Westerus todavia pueden celebrar el espectro de wna desaparecida je rarqufa feudal en una sociedad inmutable: en los gobieros de Tos wig, al menos a partir de 1688, ya no quecaban hnetlas importantes de ninguna po- Iitica feudal. La simpatia de Londves result6 de un valor inestinable pata los %6 GaN: POCO CORRENTE nuevos industriales cuando comenz6 stu metedrico desarrollo en el tiltino {ercio del sigio, Acerca de cuestiones de politica agraria, comercial 0 fi ciera, Lancashire pudo Megar a enfrentarse con Londres, pero no asi acerca dc Ia supremacfa fundamental det patrén perceptor de heneficios, Fue el Parlamento no reformado en su perfodo mas irreductiblemente conservadar el que intiodujo el pleno laissez-faire en las relaciones entre el patrén y eb lnabajador. La economfa clasica de Ia libre empresa clominaba en los deba- tes, Londres tampoco vacil6 en echar un rapapalyo a sus representantes wns anticuados y semtimentales cuando éstos dejaban de aspoyar y sostener los derechos de todo tipo de propiedad, frente a la violencia y la agresién».”? Sin embargo, hasta finales det siglo xvi el apoyo del Estado al empre- sario innovador no estuvo exento de matices. El sistema politico de Gran Brelatia desde 1660 hasta 1832 apuntaba a servir a los industriales s6lo en a ie éstos se abrfan su camino sin dafar a fos intereses estableci 0s, nababs ete, En el mejor de los cas0s s6lo podian esperar una par- acidn en el pastel proporcional a la presidn que pudiesen ejercet; y hay ‘que tener en cuenta que a comienzos del siglo xvi los industriales «mock nos» tdtavia eran s6lo unos grupos ocasionales de provineianos. Esto expli caciertaneutratidad que a veces demostré el Estado en cuestiones laborales, en todo caso hasta mediados del siglo xvin.’” Los paiieros del oeste se que nente de que Ia mayorfa de tos jueces de paz locales estaban " La actitud del gobierno nacional en los motines de tejedores de 1726-1727 contrasta notablemente con Ia del Home Office a pattir dela 6 en aquella ocasién que los panetos loca les se enfientaran innecesariamente con los obreros al arrestar a los das; rechaz6 con desdén las sugerencias de que estos tltimos eran sedi ciosos; sugirié que ambas partes se reuniesen amigablemente para poder Formulae na peticidn adecuada y para que el Parlamento pudiera interve- nit. Una vez hecho esto, el Parlamento sancions un convenio colective que oorg6& Tos obreros mucho ms de To que querian, «costa de una leve «dis- ‘culpa por los pasadtos motines».”° Tambin la frecuencia dela leaislacién ad hac eno siglo xvi” tende a mostrar que no se hicieron intentos sistemsti- 0s, consistentes y gencrales para hacctla cumplir. A miedida que fue trans cariendlo el siglo, 1a Voz del industrial se fue convirtiendo cada vez mas en ta vor del gobierno acerca de estos asuintos; pero al comienzo los obter0s to- avin podian negociar con los patronos en términas més o menos justos. Ahiora singe el imo problema, que es el mis complejo: zeual fae In efiencia de In destmuceidn de maquinas? Pienso que es justo afirmar que la nnegaciacidn colectiva mediante el motin fe al menos tan eficaz como cual vier otro medio de ejercer presisn sindical y probablemente fue més eficaz LOS DESTRUCTORES DE MAQUINAS. {que cualquier otro medio disponible antes de Ia era de tos sind ‘cionales, en el caso de geupos como los fejecores, tos marinesos ¥ los mis ros del eatbén. Esto no es mucho decis. Unos obreros que no gozaban proteccién natural que les hubiese significado el ser pocos y ef contat cx ‘mos conocimientos dificiles de aprensler, a quienes hubiese protegido bv trada restringida en el mercado de trabajo y unos sélidos monopolies ‘contratacién, se vefan obligados en todo caso a ponerse a la defensivi, fw consiguicnte, su éxito debiera medirse por st habilidad para mantener ts condiciones estables —por ejemplo, tarifas salariales estables— contrs = deseo permanente y proclamado de los patronos de reducitlos a un nivet de hambre.” Esto exigié una lucha incansable y efieaz, Cabe argumentar qt cstabilidad en el papel resultaba permanentemente socavacla por la Jente is flacién del siglo xvin, pero constantemente falseaba el juego en contra «i los asalariados;” pero seria exagerado pedir a los movimiientos obreros set siglo xvii que se apaiiaran con ese problema, Dentro de sus timitaciones, sulta dificil negar que los tejedores de seda de Spitalfields se benetiviass1s con sus motines.® Los conflictos de los tripulantes de bancarzas, maviner ¥ mineros del noreste, de los quie tenets noticia, terminaron por lo gee ‘con una victoria 0 con wn compromiso aceptable. Ademis, suicediera to ssucediese en los compromisos individuales, el motin y la destrucci6n de 4uinas siempre significaron para Ios trabajadores valiosas reticencias ps parte de los patronos. BI patrono det siglo Xvii sabfa permanentement: el rechazo de un pedido no prodacivéa una mera pérdida coyuntural «i neficios, sino la destruceién de los bienes de capital. En 1829, el Comit’s Jos Lores le pregunt6 al administrador de una importa 1 dle cay tuna reduccidn de los salarios en las minas de Tyne y de Wearside «pods aplicada sin peligro para la tranquilidad del distrito 0 sin riesgo de desi ciién de todas las minas, con toda la maquinaria y las valiosas existenciss positadas alli», El administrador consider6 que no." Era inevitable qi! pairono, que se enfrentaba con tales riesgos, vacilara antes de provaciit por miedo a que «su propiedad y quiza su vida [pudieral conver peligro c« consecuencia de ellos." «Muchos més paironos de lo que cabria esper' sefialaba sir John Clapham con injustificada sorpresa, apoyaron la contini- dad de los decretos sobre los tejedores de seda de Spitalfields, porque av. ‘mentaban que mientras estuvieron en vigencia «el distrito vivi6 en tm « do de calma y reposo»."" Pero jlozr6 el motin y la destruccidn ce méquinas detener el avay progreso técnico? Es evidente que no logré detener el triunfo del cap mo industrial en general, Sin embargo, en una escala més pequetia no fe rninguna manera esa arma desesperadamente ineficaz como se suele pres tar, Por ejemplo, ef miedo a los tejedores de Norwich parece haber evit te GENTE POCO CORRIENTE la introduccidn de tas miquinas en ese sitio." BI ludismo de los wndidores cle Wiltshire en 1802 aplaz6 por cierto ta difusion de la mecanizaci petici6n de 1816 seitala que «en tiempo de Guerra no habia niiqui dloras ni Bastidores en Trowbridge pero es triste informar que actalmente su nimero Aumenta Dia a Dian. Aunque resulte bastante paradéjico, la struccién realizada por los desvalidos jornaleros agricolas en 1830 parece hhaber sido la ins eficaz de todas. Si bien pronto se perdieron las concesio- nes salariates, las tilladoras no volvieron a aparecer cn una cantidad con parable con In de antes. Sin embargo, no podemos determinar hasta qué punto tates éxitos se debieron a los obreros o bien al ludismo latente o pasi- vo de los propios patronos. En cualquier caso, Ia iniciativa provino de tos, ‘obreros y en esa medida cabe afirmar que éstos (vieron una importante pa ticipacién en cada uno de esos éxitos. 3. ZAPATEROS POL[TICOS** ot En colaboracién con Toan W. s Nis que eualquie nie ol Methodist undizado en el arminianismo y la politica hermano le envinba regutarm Magazine y el Weekly Dispaich, Siempre tenfa muchos zapatos que hacer y cera més independiente que los agricultores 0 los peones. Solfa hacer comes ios ineiviles sobre los terratenientes y la Camara de tos Lores, la Csimara 4c los Comunes, la nueva Ley de Pobres, los obispos, los pitnocos, las Le= yes de Granos, ta Iglesia, y la legistacidn clasista.” Un detalle muy curioso ¢s que cada oficio hace que eu ef artesano que to

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