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CATEQUESIS INFANTIL DE LA ORACIÓN

Orar es toda forma de acordarnos de Dios. Cuando pensamos en Él, en su


inmensidad, en su poder, estamos orando. Cuando pedimos ayuda a Dios porque
estamos afligidos, necesitados, oprimidos, estamos orando. Cuando le damos
gracias por la salud restablecida, por la lluvia, por el sol..., estamos orando.
Cuando repetimos, con atención, el padrenuestro o el avemaría, estamos orando.
Es fácil hablar con Dios. Somos hijos suyos y, por naturaleza, nos dirigimos hacia
Él. Pero también es fácil olvidarnos de Dios cuando todo nos va bien y parece que
nos apañamos solos. También es fácil olvidarse de Dios cuando el ambiente que
nos rodea contradice nuestras aspiraciones religiosas. Sin embargo, es de vital
importancia mantenerse en contacto con Dios.
Orar es sencillamente entrar en diálogo con el ser amado, que nos protege, que
nos quiere ver de la mejor manera. Es un amigo con quien hablamos y con ese
amigo nos relacionamos todos los días de nuestra vida, incluso es considerado
nuestro mejor amigo, pues Él nunca nos abandona y siempre está dispuesto a
ayudarnos en todas nuestras realidades, problemas y dificultades.
Orar es manifestar la confianza absoluta en el Amigo que comparte con cada uno
de nosotros y conoce perfectamente nuestra condición, en nuestra casa con
nuestra familia, con nuestros amigos y profesores en la escuela y otra vez de ellos
y su respeto nos habla y nos demuestra su comprensión.
Aunque nos resulte trabajoso, sobre todo en los comienzos, es necesario hablar
diariamente con Dios. Quien no reza se asemeja a la persona que hace esfuerzos
por dejar de respirar: busca la muerte. La oración es para el alma como la
respiración para la vida del cuerpo. Otra comparación: si tenemos un ventilador,
girará mientras esté enchufado a la corriente eléctrica, y, en el momento en que lo
desenchufemos, se parará. Algo semejante ocurre con nosotros: tenemos vida
realmente plena cuando estamos unidos a Dios, y dejamos de vivir, en parte,
cuando cortamos nuestra relación con Dios.
Cuando alguien realmente quiere a otra persona (como una madre quiere a su
hijo), no le basta con verlo durante quince minutos al día, sino que siempre quiere
volver a verlo y decirle aunque sea una palabra. Del mismo modo, cuando
buscamos servir a Dios con todo nuestro corazón, no nos bastarán los quince
minutos o la hora. Durante el día, en algún instante, pensaremos en Él y le
dirigiremos nuestra mirada interior y también alguna palabra. La verdadera oración
se extiende a lo largo de toda la jornada, desde que nos levantamos ¡Gracias por
el nuevo día! hasta que nos acostamos ¡Perdón por las faltas de este día y gracias
por tu benevolencia para conmigo!.

Taller:
¿Qué oración te sabes?
¿Con que frecuencia dialogas con Dios?
¿Te han enseñado a orar en casa?

Dinámica:
Regalar una hoja y colores a los niños e indicarles que se dibujen junto al
amigo Jesús y que escriban una corta oración agradeciéndole por todos los
dones (regalos) recibidos y que pongan por practica el dialogo que acaban
de entender como oración.

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