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El desastre para México en 1985 fue doble. El terremoto del 19 de septiembre que azotó a
Ciudad de México ocurrió cuando el país atravesaba por una devastadora crisis de la
deuda. En 1982, el Gobierno mexicano se había declarado en suspensión de pagos ante
sus acreedores. Tras negociar la deuda, la economía mexicana sufrió un prolongado
periodo de recesión conocido como “la década perdida” donde la inflación subió
aceleradamente, el PIB cayó y comenzó la fuga de capitales. Entonces llegó el terremoto y
sus 8,1 grados Richter.
El escenario no podía ser más devastador. Al menos 2.800 edificios sufrieron daños
estructurales y 880 fueron derrumbados totalmente por el seísmo. El Gobierno mexicano
no estaba preparado para la emergencia y menos para costear la reparación de los daños.
El entonces presidente Miguel de la Madrid (1982-1988) fue criticado por la lenta
respuesta de su Administración ante las consecuencias del terremoto y por demorar el
acceso a la ayuda internacional. Los habitantes de la capital mexicana emprendieron el
rescate sin que las autoridades intervinieran.
Los siguientes meses fueron difíciles para los mexicanos. Se contabilizaron a 6.000
muertos por la catástrofe y cientos de edificios de salud y educación había sido derribado.
La reconstrucción fue pausada y las pérdidas se contabilizaron en 4.100 millones de
dólares. Según datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), el
país requirió de un 2,39% de su Producto Interno Bruto (PIB) para recuperarse.
Después de la tormenta no llegó la calma. Durante los últimos meses de 1985, los precios
del petróleo en el mundo cayeron significativamente. México, entonces, gozaba de una
producción ascendente de crudo y había garantizado el pago de la deuda a través de la
renta petrolera. El plan no resultó como se esperaba y siguieron años de duros recortes.
La reconstrucción demoró tanto que incluso en la década de los años 90 algunos edificios
seguían en ruinas.
“El terremoto contribuyó de manera significativa a la desaceleración económica de la
segunda mitad de 1985 y a la precipitación de la crisis económica de 1986. Por lo tanto,
este fenómeno natural contribuyó de manera significativa a la recesión de 1986 aunque
no haya sido la causa la única, su impacto agravo un entorno macroeconómico difícil”,
explican Cuauhtémoc Calderón y Leticia Hernández, investigadores del Colegio de la
Frontera Norte en un estudio para la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez.
Tanto los mexicanos como su Gobierno aprendieron importantes lecciones a partir de este
desastre. Los simulacros de seísmo se volvieron comunes en escuelas, hospitales y centros
de trabajo. México creó el Centro Nacional para la Prevención de Desastres (CENAPRED),
ALUMNO: ROBERTO REZA MARTÍNEZ
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así como el Fondo de Desastres Naturales (Fonden), una bolsa reservada para
emergencias y catástrofes.
ALUMNO: ROBERTO REZA MARTÍNEZ
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