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ALFONSO LUIS MASOTTI

EN LOS LÍMITES DE UNA TEORÍA


CUANTICA DE LA CONSCIENCIA
Los mecanismos cuánticos entre percepción y memoria no logran explicar la
experiencia de consciencia, pero la condescienden

Letra Viva
ÁREA EPIDEMIOLOGÍA EPIGENÉTICA Y PSICOANAÁLISIS

Índice
Prólogo
Exordio
1. Reciente perspectiva histórica del prolegómeno mente-cerebro
2. La dicotomía mente-cerebro y la inextricable noción de consciencia
3. La consciencia enarcada en el tiempo
4. Exención del arbitrio

Cap. 1
Biología cuántica y consciencia
Cap. 2
Proto-consciencia en microorganismos
Cap. 3
Complejidad biológica, mecanismos cuánticos y estructura del deseo
Cap. 4
Interacción mnemónica-mnemogénica en la experiencia de consciencia
Cap. 5
Patrones de transcripción genómica versus legado mnemogénico y mnemónico

Epílogo
Subjetividad y singularidad en la experiencia de consciencia
Prólogo
El término consciencia ha dado mucho que hablar en la historia de la humanidad, en particular en
estos últimos cuatro siglos. Los estudios filosóficos han superado ampliamente a los científicos. El
acto de pensar ha sido profundamente investigado, a pesar de ello los mecanismos de cómo se
genera el pensamiento ha resistido su revelamiento. Además, la dicotomía del campo epistémico
entre cerebro y mente ha perjudicado ostensiblemente la investigación, y las diferentes acepciones
que ha ido asumiendo el término consciencia a lo largo de estos últimos tres siglos han contribuido
a perturbar e incluso enmarañar las propuestas. Para peor, sobre finales del siglo XIX y comienzos
del XX, una nueva dicotomía hizo su presentación: el binomio consciente-inconsciente. La
consciencia y los estados clínicos de inconsciencia han sido influenciados por esta nueva
perspectiva, y lamentablemente tergiversados como consecuencia. Si el término consciencia hubo
incorporado desorientación sobre qué significaba, el término inconsciente terminó por confundirlo
todo, dando lugar a la creencia que un homúnculo dentro del cerebro gobernase nuestros actos
limitando nuestro arbitrio. Sin embargo no ha sido el vitalismo la causa de un fatuo e insustancial
arbitrio. Por el contrario es la lengua la que nos ha impuesto el equívoco que propició que
supusiésemos la consciencia para más tarde contrariarla con la noción de inconsciente. Tampoco
escapa al lenguaje objeto de los animales no humanos, ese malentendido. Siempre existe la
posibilidad de reconocer a un congénere como rival o como colaborador. Es Hegel y no Lacan, quien
nos lo ha advertido. Ni la consciencia ni el inconsciente nos ha hecho impredecibles, sino la propia
materia que incorporando la incertidumbre en su evolución hacia la vida, nos ha otorgado la
posibilidad de alterar lo que genómicamente nos fue dado. En 1995 defendí la tesis doctoral de una
conformación de la experiencia de consciencia basada en la producción de sentido o manifestación
de deseo, de la que no pueden excluirse los procesos cerebrales que la subyacen, y a la que
intitulé: Bases para una Investigación Bio-psíquica de la Producción de Sujeto de Deseo. Por esa
época afirmé: “Lo mental no es un sustrato psíquico, sino un encausamiento sinérgico en tanto
finitud de la materia”. Es por esas décadas que hizo su aparición la física cuántica, asociarla con la
biología hubo de esperar una década más. Y aunque me doctoré con el voto del jurado por
unanimidad, se observó que la principal objeción era que la neurotransmisión no fuese lo
suficientemente rápida como para justificar la apercepción, aunque admitiendo que la
neurotransmisión no era el objeto de la tesis. Han pasado veinticinco años desde ese momento, hoy
se admiten fenómenos cuánticos a nivel biológico, circunstancia que también ha dado motivo para
arduas deliberaciones escolásticas. El hecho que la tesis de Hamerroff haya sido rechazada por
incompleta, aunque aceptado que sus investigaciones hayan confirmado que fenómenos cuánticos
participan de la estabilización de la experiencia de consciencia a pesar de haber dejado pendiente
el cómo se genera, el dónde y el cuándo del contenido de ideación que la subyuga, me hizo
pensar en el propio reproche recibido en 1995, por el que el motivo de la presente obra, se
convierte en júbilo que salda la deuda .

Buenos Aires, 7 de febrero de 2020


Goal : Neuronal membranes polarization state may be accurately synchronized
over large areas and also propagate synchronized that require synapses and/or
quantum entanglement. This synchrony reflects discrete unified consciousness moment,
but it is not necessary in over lived organisms in brain & mind function and over the
times. Consciousness has often been argued to be a sequence of discrete moments or
events. The perceptual and advocate moments are a mental phenomenon associated
with consciousness. Hameroff & Penrose argued that consciousness consist of discrete
events at varying frequencies occurring simultaneous across brain regions., and I argue
that consciousness emerge from complex synaptic processing in the network brain
neurons that building reality perception about property experiences nor than a predicted
complexity threshold for emergence moments, that integrate a propagate synapses
process with accurate synchronic quantum mechanisms but not exclude defaults, that
reaffirm Lamarck evolution.

The synapses sub serve adjacent quantum mechanisms


consciousness phenomenon for the reason that biological process
are based on chemistry, and chemistry is bases in quantum
mechanisms.
MASOTTI, Alfonso Luis “Towards the consciousness quantum
boundary theory”, 2019

“…Consequently, a proper understanding of physiology and its evolutions requires un


alternative understanding of phenotype as epiphenomenon of cellular purpose, not as a
evolutionary direction. Evolution represents the continuous adaptation of cellular
organisms to cellular stresses. In the new framework, dynamics molecular mechanisms
during and after development, their metabolic drives, paths, and phenotypic outcomes
all demonstrate coherent linkages through the contemporary expression of ancestral
signaling pathways. When so evaluated, disparate aspects of metabolism and prototype
unite through cellular physiology as changing in cell-cell signaling based in evolutionary
strategies gleaned through environmental stress…”
TORDAY, JS & MILLER, WB JR: “Unitary physiology” Comprehensive physiology, Vol.
n° 8, 761-768, 2018

“Lo que uno ve allí, depende de lo que uno haga aquí”. Einstein,
Podolsky, Rosen, 1935. Crítica al colapso de onda, o la realidad
es creada por el observador al observarla.
Exordio
1. Reciente perspectiva histórica del prolegómeno
mente-cerebro
A lo largo de los siglos XIX, XX la preocupación por discernir la interacción entre las complejas
funciones cerebrales y los estados mentales ha sido motivo de deliberación entre neuro-científicos,
filósofos, psicólogos, sociólogos, antropólogos y psiquiatras. Pero el debate de esa interacción
siempre estuvo teñido con las concepciones de las disciplinas de cada uno de los integrantes,
circunstancia que impedía la construcción de un lenguaje común. La obstinación y la obcecación en
la defensa de las posiciones resultaron habituales y constantes, alejando la posibilidad de una
convergencia. Quienes tenían una inspiración antropológica y cultural, defendían las teorías
dualistas despreciando lo biológico, y quienes defendían el punto de vista biológico, despreciaban
todo lo cultural y antropológico. La divergencia en los discursos y las intenciones daba pié a la
beligerancia, la contienda y la hostilidad mutua. Sin embargo, sobre fines de los siglos XIX y
principios del siglo XX, la psiquiatría logró construir una alianza con el psicoanálisis que perduró por
muchas décadas a pesar de las reservas de una parte de los psiquiatras, que reticentes y
suspicaces respecto de los postulados psicoanalíticos, defendía una posición netamente organicista.
Con el avance de las décadas del siglo XX, los descubrimientos científicos en las más diversas
áreas del conocimiento contribuyeron a aplacar la confrontación en vistas de la inminente
consunción y desahucio del dualismo. La necesidad de un enfoque integrador entre los organicistas
y las corrientes vitalistas o fenomenológicas constructivistas, era cada vez más persistente. El
materialismo científico, imbuido en los desconcertantes descubrimientos de la física cuántica de esa
época, estimulaba los argumentos en contra del dualismo, convirtiéndolo en un proyecto yermo,
infecundo e infructuoso. Contrariamente a ese cisma, Lacan iniciaba un retórico resurgimiento del
dualismo, con una especial repercusión de público en los años sesenta y aunque fue extinguiéndose
moderadamente, continúa vigente hasta nuestros días. El progreso de la epidemiología epigenética,
de la biología evolutiva, incluso de la biología cuántica, fue observado por los lacanianos con
displicencia y desdén, acentuando el desconcierto entre dualistas y monistas, y construyendo una
fenomenología que le daba la espalda a lo biológico, y focalizaba su episteme en lo antropológico,
lo social y lo cultural. Pero esta actitud no hubo pasado inadvertida para el resto de las disciplinas
como para el público general, repercutiendo en la credibilidad esforzadamente obtenida en los años
de la alianza del psicoanálisis con la psiquiatría. Es por esa época que el parlamento francés le
suprimió a la cófrade lacaniana las incumbencias para asistir el complejo espectro del autismo, quizá
como consecuencia de ese obstinado énfasis en explicar las enfermedades desde la supuesta
supremacía del enfoque estrictamente cultural. Los lacanianos se defendieron arguyendo que su
contribución asistencial estaba restringida a la rehabilitación social del sujeto autista, pero fueron
desoídos por el parlamento, y excluidos del debate para la construcción de un marco teórico único.
La frase del Dr. Allouch, conspicuo lacaniano, escrita en oportunidad de un artículo en el que daba
cuenta del silencio de su cófrade ante los cambios científicos y sociales del nuevo siglo XXI, resume
con precisión el desconcierto y el derrumbe de la credibilidad científica de los psicoanalistas,
iniciada con la exclusión de la psicopatología freudiana en el DSM-IV en 1989: “…Que de útil tendría
el mantener contra viento y marea lo que en 1988 denominé “pernesi” o el ternario perversión-
neurosis-psicosis…”1. No quisiera dejar de mencionar que el psicoanálisis freudiano, que no hubo
errado en sus hipótesis más generales, aunque hayan sido refutadas sus premisas por la
Epidemiología Epigenética actual, hubo contribuido con la comprensión humanística de la
enfermedad, introduciendo el aspecto social y cultural en su evolución. Por otro lado, la
Epidemiología Epigenética hubo corroborado esa influencia aportando el conocimiento del paso a
paso molecular de las complejas interacciones entre los aspectos genómicos y fenotípicos en
relación con las prerrogativas del entorno, la adaptación y la enfermedad. La honestidad científica de
Freud al haber señalado su deuda acerca de la justificación de cómo los condicionantes sociales y
culturales ejercían su influencia sobre el medio interno de los individuos afectando la salud, haya
sido la mayor demostración de sensatez científica de su parte, pero por otro lado, la inclusión del
aspecto social y cultural en la mirada clínica de las enfermedades, es su mayor contribución. Son
pues, los hallazgos científicos de las últimas décadas del siglo anterior y de las primeras dos del
presente, los que generaron un profundo cisma al pensamiento dualista. Confirmando los extensos
cambios en el enfoque con que se debía abordar la compleja interacción genotipo/fenotipo, la
incipiente epigenética, conjuntamente con el revisionismo de la Teoría de la Selección Natural,
encarado por Jablonka y Lamb, han contribuido con el definitivo desahucio del dualismo. Su
revisión finalmente finiquitó la abstrusa interpretación aristocrática con que se había justificado el
concepto “del más apto”, una alegoría sin arraigo científico, sustituyéndola por la idea de una
adaptación en constante transformación y cambio, asignándole a la respuesta de estrés la máxima
responsabilidad en la carrera evolucionista hacia la adaptación 2. Por último, el compromiso de la
ontogenia en la filogenia que la epidemiología epigenética ha acreditado al introducir con rigor
científico sus devenires, ha formalizado la instauración de un único cuerpo teórico que incluye a la
mecánica cuántica, a la biología molecular, a la antropología, a la medicina y a la psicología en sus
fundamentos.

1
ALLOUCH, J: “Despatologizaciones: homosexualidad, transexualidad ¿otra más?” Imago Agenda, 2013
2
MASOTTI, AL: Los genes de la memoria y la memoria de los genes Bs. As., Letra Viva, 2014; - -: Adaptación,
evolución y salud, Bs. As., Letra Viva, 2016; - -: Epidemiología Epigenética, Psicoanálisis y Medicina Forense
Bs. As. , Letra Viva, 2017; - -: Concomitancia filo-ontogenética en las enfermedades crónicas Bs. As., Letra
Viva, 2018; Genealogía y Singularidad Bs. As., Letra Viva, 2019, Adaptación, capricho e impredecibilidad Bs.
As., Letra Viva, 2020.
2. La dicotomía mente-cerebro y la inextricable
noción de consciencia
La dicotomía mente-cerebro ha perturbado por largos siglos la noción de consciencia, la que ha
oscilado entre ser considerada un producto mental generado por la actividad cerebral o un objeto
inasible con connotaciones filosóficas y espirituales. Mucho se ha escrito sobre cuál es la naturaleza
de la consciencia. En ese sin fin de inspiradas elucubraciones, la descripción de ser la más sutil y
a la vez enmarañada expresión de las moléculas que originaron la vida, hubo sido recurrentemente
evitada. Aunque la consciencia ocupase una ínfima parte de la diversidad de funciones coordinadas
por el cerebro, paradojalmente ha sido motivo de extensos ensayos e investigaciones, científicas
algunas, filosóficas o teológicas otras. No obstante, interrogantes del tenor de cuándo apareció la
consciencia como rasgo evolutivo en la organización de las moléculas que originaron la vida, o cuál
ha sido el beneficio evolutivo de la consciencia, continúan sin responderse. Decepciona pues, que
la humanidad le hubiese asignado una función de trascendencia, cuando la consciencia ha
ocupado tan sólo una ínfima parte de toda la actividad que realiza el cerebro. Por ejemplo, los
paroxismos del Sistema Nervioso Autónomo han expuesto la falta de incumbencia de la consciencia
en la propia previsibilidad subyugando el albedrío adjudicado, al admitir la propia perplejidad ante
el mismo ya que no reconoce “los motivos” que lo originaron, por ejemplo un suspiro (apnea), o un
síncope. La auto-percepción de las palpitaciones, o la simple apnea temporal (el suspiro) denota y
denuncia el restringido dominio que la consciencia posee sobre los cambios o alteraciones
fisiológicas, por cuanto el efecto que las palpitaciones o el suspiro producen sobre la consciencia,
son tan sólo un mezquino sentimiento de perplejidad, desconociendo los motivos que los
produjeron. Este desconcierto e imprevisibilidad que denuncia la restricción de la consciencia
respecto de los motivos que originan esos cambios fisiológicos, limita su competencia para
alterarlos y admite a la vez, otra grave impedimiento, su incoercibilidad. La consciencia se declara
incompetente ante estos hechos, circunstancia que corrobora la restricción del supuesto arbitrio
asignado a la consciencia. Ergo, la toma de consciencia de un simple paroxismo fisiológico, no
pareciese una competencia que la evolución le hubiese otorgado a la consciencia. Sin embargo,
esta incuestionable restricción de la consciencia, la imprevisibilidad y la incoercibilidad ante los
propios paroxismos (en los que incluyo los arrebatos, las vehemencias, el frenesí, la lujuria, el
candor, la vergüenza, etc.), ha servido para dar por legítima a la compleja entidad de “emoción
violenta”, la que admite el vasallaje de la consciencia ante el propio proceder. Cuando afirmamos
que la consciencia no tiene potestad sobre nuestro sentir/percibir, es decir cuando afirmamos ser
subyugados por nuestro propio sentir/percibir, estamos aceptando una reprochable implicancia,
como lo es la de admitir un estado de desgobierno de nuestros propios actos. En una inadmisible e
irracional maniobra que pretende excusarnos de nuestra responsabilidad ante ésos, admitimos
que la consciencia nos otorga consciencia de ésos, pero no la facultad para inhibirlos. Falsa
aseveración la que habilita una extraña paradoja, la de creer que nuestros actos estarían bajo el
gobierno de otra fuerza que nos movilizase, construyendo un silogismo defectuoso, que habilitó el
concepto de inconsciente, cuando se trata de una restricción del arbitrio en la construcción del
concepto de consciencia, es decir que el gobierno de nuestros actos asignados a la consciencia, es
una falacia.. Por lo tanto, si admitimos que la consciencia no nos permite prever, alterar, modificar o
modular nuestros propios paroxismos en vista de la impredecibilidad y la incoercibilidad de nuestros
actos, nada nos habilita a pensar que estuviesen bajo el ámbito de una fuerza inconsciente que
tuviese la competencia para dirigirlos.
En la medida en que la consciencia o la proto-consciencia fue considerada como un mecanismo de
procesamiento e interpretación de la información del contexto de los organismos vivos, muchos son
los investigadores, que desprendiéndose del peso de la abstrusa concepción que impusieron las
corrientes animistas-vitalistas, han aseverado que la aparición de la consciencia o de una proto-
consciencia en la evolución filogenética de los seres vivos, pudiese haber sido un rasgo adquirido
primordialmente, compartido por todos los organismos, incluso hasta en los más simples como los
unicelulares. Los estudios efectuados en los múltiples campos de la biología evolutiva y del
desarrollo, en torno a la comprensión de los organismos como sistemas abiertos a intercambios
termodinámicos, y cerrados al ser morfológicamente definidos y homeostáticamente equilibrados,
han definido a los sistemas vivos como auto-organizados en la producción de sus componentes y
auto-referenciales en función de la percepción del medio inmediato, y en relación a su sistema
estructural, como auto-poyéticos 3. Según Maturana & Varela los sistemas vivos son sistemas
cognitivos, y su subsistencia es un proceso de cognición, incluso para aquellos que careciesen de
un sistema nervioso, estableciendo una condición de co-emergencia entre la auto-poyesis y la
percepción del medio circundante, condiciones presentes en seres unicelulares como
pluricelulares. En un organismo sin sistema nervioso, sus interacciones con el entorno próximo son
de naturaleza física, como química (por ejemplo la absorción de una molécula en un proceso
enzimático o la de un fotón en la fotosíntesis). De modo que para poder hablar de seres vivos se
necesitan identificar los procesos auto-poyéticos que permitan la auto-organización, el auto-
mantenimiento, la autonomía, la auto-replicación, el metabolismo y un sistema de percepción que
permita la interacción con el entorno de acuerdo a los signos sensorios decodificables por el propio
organismo (proceso cognitivo) en términos que podríamos denominar como procesos bio-semióticos.
Por lo tanto, el enfoque bio-semiótico deja de preocuparse por las restricciones impuestas por el
prolegómeno mente-cuerpo, desacredita al dualismo y focaliza su atención en el procesamiento de
los desequilibrios de un sistema abierto a las alteraciones termodinámicas, y cerrado genotípica y
fenotípicamente. Bateson4 ha propuesto seis criterios en la identificación del proceso cognitivo, que
3
MATURANA, HR & VARELA, FJ: De máquinas y seres vivos: autopoiesis, la organización de lo vivo Santiago
de Chile, Ed. Universitaria, 1994
4
Citado por García Castro, O : “La bio-semiótica y la biología cognitiva en organismos sin sistema nervioso”
Ludus Vitalis, Vol. XIX(36):47-84, 2011, sobre referencias de BATESON, G: Espíritu y naturaleza Madrid,
Amorrortu, 2006:
I. Una mente es un agregado de partes o componentes inter-actuantes, idéntico al concepto de red
autopoiética.
II. La interacción de las partes se desencadena por la diferencia de tensión, por ejemplo gradientes de
temperatura y/ químicos en las bacterias. Según Bateson “toda recepción de información es necesariamente
una recepción de noticias de diferencia de tensión, y toda percepción de la diferencia queda limitada por un
umbral (…) Resulta difícil discriminar entre un cambio lento y un estado. Hay por fuerza, un umbral de
gradiente por el cual el gradiente no es percibido”.
III. El proceso mental requiere de una energía colateral. Mientras que Maturana describe la respuesta de un
organismo con criterios de acoplamiento estructural y patrones no lineales de organización, Bateson lo hace
en términos de energía.
IV. El proceso mental requiere de un progreso circular de determinación. Los patones no lineales llevaron a
Maturana al concepto de autopoiésis, y los patrones de causalidad no lineal a las estructuras disipables y
procesos no reversibles en Ilya Prigogine.
V. En el proceso mental los efectos de la diferencias de tensión deben ser conceptualizados como
transformaciones codificadas de sucesos que los han precedido.
son compartidos por el concepto de red auto-poyética de Maturana, y de estructuras disipables y
procesos no reversibles de Prigogine 5. El primigenio equilibrio homeostático y posteriormente, la
diferenciación de los tejidos y funciones (pleiotropía) son los responsables de la aparición del
sistema nervioso a fin de cubrir dos específicas nuevas demandas: la primera, derivada de la misma
pleiotropía (diversificación de tejidos y funciones como pulmones, riñones, aparato circulatorio,
corazón, etc.) es la consecuencia de la necesaria coordinación entre los diversos órganos, pero
además de esa coordinación, debían definirse las funciones autónomas (Sistema simpático y
parasimpático) que incluían la auto-regulación funcional como la sobre-exigencia en períodos de
estrés. Se requería pues un sistema que pudiese preservar la experiencia individual del espécimen
(sistema ontogenético) con su filogenia. A partir de la aparición de un sistema nervioso que
coordinara las complejas funciones fisiológicas de los diversos órganos con la preservación de la
experiencias de vida del individuo, se hizo posible la diversidad fenotípica sobe la tierra 6. Marturana
no se hubo equivocado en la identificación de la auto-poyesis cognitiva, en los fundamentos
bioquímicos y biofísicos que la subyacen, y en la dinámica vital de los seres vivos, provocando una
revisión del tradicional concepto de la cognición por una concepción teleo-mecanicista o vítal-
materialista, cuyos principios son compartidos por todos seres vivos, sean éstos unicelulares,
pluricelulares, animal y no animal, como mixomicetos, bacterias, plantas o incluso las células
endoteliales de los vasos sanguíneos, las neuronas y las células glía. Por lo tanto, es oportuno
afirmar la pertinencia de una bio-fenotípica para cada especie. Con la diferenciación de tejidos y
sistemas, es decir con la aparición de pulmones, riñones, hígado, corazón, cerebro, etc. en el reino
animal es probable que el epifenómeno de la consciencia fuese une efecto de esa necesaria
organización jerárquica antes descripta. Si los principios fundamentales de la fisiología son el
producto de la inestabilidad molecular que originó la vida, la variación fenotípica y genotípica
favorecida por la preservación del la información genómica y fenotípica celular, hubo estimulado la
sustentabilidad de las especies, adecuando los cambios adaptativos al fenotipo. Es así como
encontramos en los vertebrados un sistema nervioso completamente desarrollado, y en los insectos,
una forma más rudimentaria de sistema nervioso, con un nodo de procesamiento reconocido como
proto-cerebro. Pero la variación de las estructuras biológicas que permitieron la vida en el reino
animal o en reino vegetal, es infinitamente inagotable; por lo tanto el análisis de la diversidad
genotípica y fenotípica resulta esencial para comprender cómo la evolución fuese beneficiada con
esa diversidad de estructuras. Por ejemplo, las plantas no requirieron de un sistema nervioso que
les permitiese procesar e interpretar la información del entorno sin embargo, las plantas no carecen
de una organización que les permita ese procesamiento. En el reino animal un mecanismo habitual
en la incorporación de información exterior y respuesta del organismo, es la conducta. De ésta
depende la defensa territorial, la reproducción, la ingesta, el vínculo con sus congéneres, etc, es
decir su propia sustentabilidad. Como la conducta está invariablemente asociada a los sistemas
reactivos, e implicada en una compleja intrincación entre los sistemas mnemogénicos y nemónicos,
la fijación de las propias experiencias y su preservación, incluye mecanismos que se asocian a
procesos tanto genómicos como ontogénicos. Las diferentes especies estabilizaron su fenotipo a
partir de la sustentabilidad generacional. Y la carga alostática acumulada durante la experiencia de
vida de las sucesivas generaciones, heredadas a partir de marcas epigenéticas que determinan el

VI. La descripción y clasificación de estos procesos de transformación revelan una jerarquía de prototipos
lógicos inmanentes a los fenómenos observados.
5
PRIGOGINE, I: Introduction to thermodynamics of irreversible processes NY, Inter-science, 1961;
PRIGORINE, I & NICOLIS, G: Self organization in non-equilibrium systems, from dissipative structure to order
through fluctuations, NY John Willey & sons, 1977
6
Para ampliación V. MASOTTI, AL: Adaptación, capricho e impredecibilidad Bs. As., Letra Viva, 2020
fenotipo, y que involucra a programas sistémicos vinculados con la alteración de infinidad de
funciones fisiológicas, como el ritmo cardio-respiratorio, la presión arterial, o la osmolaridad, la
capacidad pulmonar, etc., les permitió adecuarse exitosamente a su hábitat, definiendo el perfil
fenotípico de la especie. La infinidad de adecuaciones sistémicas que se han concretado en función
del perfil fenotípico de la especie, es el resultado de la incorporación y procesamiento de la
información de contexto, de modo que desde el punto de vista de Maturana, la adaptación es la
inmediata consecuencia de ese proceso auto-poyético, en el que las sensaciones propioceptivas
básicas como sentir hambre o sed, conforman el esquema de interacción cognitiva propuesto por
Maturana. Si bien en los humanos estas percepciones propioceptivas adquieren un sesgo de
complejidad que entrecruza los aspectos de la cultura relacionada a los rituales o hábitos de
supervivencia con justificaciones fantásticas (investiduras) individuales, en el resto de los animales,
el esquema se simplifica y remite a las experiencias ancestrales que han definido, por euemplo la
dieta (los animales no tienen drama en comer lo mismo todos los días). El recurrente
antropocentrismo con el que se ha intentado abordar el tema de las regulaciones fisiológicas
sistémicas que vinculan el mundo de las representaciones mentales individuales con la estirpe
genotípica y fenotípica, ha sido recurrentemente rehuido.
La pretensiosa y ostentosa trascendencia que los humanos le han conferido al término denominado
consciencia, a partir de haber pontificado sobre su potestad aún a sabiendas de su anomia,
confiriéndole a la consciencia el arbitrio o el señorío sobre los propios actos o estados de ánimo, ha
sido finalmente contrariada por un constructo más críptico y abstruso aún: el inconsciente. La
humanidad ha invertido infructuosamente demasiados ensayos en justificarlo, y al conferirle de un
modo infructuoso ese arbitrio, ha ocultado su impericia. Quizá hubiese sido más provechoso haber
investigado por qué el constante intercambio entre moléculas hubo contribuido con la génesis del
epifenómeno de consciencia y su real contribución con la evolución. La incoercibilidad adjudicada a
nuestros procesos internos y la fastidiosa falacia de la ingobernabilidad de los propios procesos que
vinculan la reactividad endocrina con nuestro pensamiento, es uno de los ejemplos de ese
despropósito, discordancia que fortaleció la banal creencia en una consciencia que nos diferenciase
del resto de los seres vivos La distorsión antropocéntrica hubo lleadog a tal punto, que ha
convertido la argucia de creer que no gobernamos nuestros actos y que somos víctimas de
nuestros sentimientos, o que éstos nos gobiernan 7, en alternativa para afirmar otra incongruencia
mayor, la existencia de una fuerza psíquica, inferida a partir de silogismos erróneos , que lo único
que han hecho es confirmar lo no confirmado: las observaciones clínicas de los estados
preconscientes. Al comienzo de la presente obra he afirmado: la realidad es creada por el
observador al observarla. Y aunque supimos de siempre que el cerebro fuese capaz de realizar
infinidad de regulaciones sin que interviniese la consciencia, hemos renegado de esa realidad al
afirmar que los estados preconscientes o inconscientes tuviesen competencia para modificar los
estados internos del organismo. Sin embargo existe suficiente evidencia de que los procesos
mentales influencian los procesos fisiológicos. Los actuales avances en epidemiología epigenética
han demostrado que es la respuesta de estrés y la carga alostática involucrada en el proceso, la que
enciende los mecanismos relacionados con las alteraciones internas, a partir de de determinados
patrones de la actividad de transcripción génica, la que permite expresar o silenciar específicos
genes relacionados con una diversidad infinita de alteraciones somáticas, confirmado que son éstos
los mecanismos que subyacen a los procesos mentales vinculados a la respuesta de estrés.
Demasiados años persistiendo en la confusión de que la consciencia fuese una parte central de la
actividad cerebral, ha terminado perturbando la comprensión de su única función, unificar la infinita
7
Nota del autor: me refiero a la investidura imaginaria con que interpretamos la reactividad endocrina.
cantidad de información que controla el cerebro en una experiencia subjetiva y singular, de modo de
poder justipreciar y adecuar la respuesta a los desafíos que nos impone el entorno en función de
las experiencias previas. Pero la falsaria imposición que la consciencia hubo construido en torno a
la forma en que percibimos el entorno, como una unidad de pensamiento no es equiparable con el
requerimiento de unificar la cantidad de información en torno a la actividad cerebral. Tal es así, que
la percepción que por ejemplo obtienen las plantas de su entorno, no requiere saber si es día o de
noche para cerrar sus flores, o que ha terminado el invierno para florecer, o cambiar su metabolismo
en circunstancias de estrés hídrico, pero de todos modos lo hacen.
Cuando le asignamos el significado de refracción del pensamiento a la consciencia, le estamos
atribuyendo un significado que es ajeno a su finalidad. A esta condición del acto de apercepción,
Brentano la hubo llamado intencionalidad, intentando circunscribir el acto de refracción del
pensamiento. Pareciera entonces que lo producido por la consciencia humana no tuviese por
finalidad el percibir la infinita diversidad de procesos fisiológicos que son coordinamos por el
cerebro, desmitificando de manera rotunda la supuesta y atribulada potestad sobre nuestros actos,
sino reflejar el acto de apercepción. El mismo que luego dio lugar a la distorsión de pensar que
estuviésemos gobernados por una fuerza inconsciente, o por pulsiones nunca develadas,
convirtiendo cada implicancia en un pastiche indescifrable. De hecho, todos los esfuerzos por
desarrollar la introspección, siempre han encontrado ese límite, demostrando que el denuedo por la
racionalidad de aquello que se inquiere con el propio instrumento con el que se indaga, hubo
resultado infructuoso. Avances clínicos y experimentales en campos eufemísticamente denominados
neurociencia y neuro-psicología, han impuesto un cierto pragmatismo al revelar que los hechos del
cerebro son irreductibles respecto de las vivencias de la mente, de modo que los debates impuestos
por el cognitivismo conductista, derivaron en investigaciones neuro-cognitivas que no han hecho
otra cosa que darse de bruces con su propio cepo, ardid, treta o argucia, al concebir a la
consciencia en un plano estrictamente gnoseológico, haciendo renacer un solapado dualismo.
Intentando diferenciarse de esta arbitraria incongruencia, los enfoques del cognitivismo reclinado
sobre el positivismo Kantiano, han intentado superarla focalizado las investigaciones en el sustrato
somático del percibir, es decir en el cómo se percibe, habilitando un espacio que hoy ha sido
utilizado para introducir la dinámica cuántica de las partículas subatómicas en el marco de una
fenomenología quántica, que por ahora se limita a denominarlo “qualia”. Este enfoque de la
fenomenología cuántica soslaya la cuestión de base, el debate de por qué se percibe lo que se
percibe. La posición epistémica de la fenomenología cuántica, parapetada detrás de la pertrecha
aunque ajada y anticuada confrontación entre objetividad y subjetividad kantiana, no ha tenido otra
alternativa que caer en su propio cepo al recurrir a la noción de “qualia”, que en un falaz intento
de “puesta en valor” cuántico, no ha hecho otra cosa que confirmar la dicotomía mente-cerebro.
Sobre principios del siglo anterior, Husserl, un matemático de origen austro-alemán, a quien le
denegaron su tesis doctoral en ciencias filosóficas por haberse graduado previamente en ciencias
matemáticas, hubo superado el escollo epistemológico de la dicotomía kantiana centrada en una
consciencia de la razón, o una consciencia centrada en una axiología de la ética, proponiendo una
consciencia centrada en la subjetividad y una consciencia como producto del cerebro. Los neo-
kantianos Nicolai Hartmann y Marx Scheler, instaurando al conocimiento de la experiencia como
partícipe necesario en la construcción de la consciencia, intentaron refutarlo. Martin Heidegger,
contemporáneo y aliado en principio a las ideas de Husserl, se enfrentó a los neo-kantianos
Hartmann y Scheler proponiéndoles un existencialismo crítico pero a la vez decadente, centrado en
el “dasein”, el estar ahí, o estar arrojado, que tomó de Hegel, reasignándole un sentido político,
alejándose finalmente del sentido inicial asignado por Husserl. La intencionalidad de la consciencia
que señalara Brentano, es en los desarrollos de Husserl determinación, por lo tanto la inmediatez
de la consciencia con el sentir que Husserl afirmasen como constitutiva del acto aperceptivo, fuese
el real motivo del apartamiento de Heidegger, y la inicial coincidencia entre Husserl y Heidegger
terminó esfumándose. Para Husserl el sentir se presentaba como un obstáculo para su
comprensión, impidiendo el esclarecimiento de la consciencia Husserl hubo afirmado que gracias a
la propia aprehensión cognoscente, la consciencia relega la experiencia individual al contenido de la
percepción, en tanto que lo percibido otorga consciencia de lo dado como encarnado, haciendo
hincapié en la encarnadura del sujeto que percibe, en vez de hacerlo sobre el emergente. Esta muy
perspicaz, aunque llana proposición, en tanto concibe la consciencia como únicamente
“encarnada”, le otorga fundamento óntico-ontológico al introducir la temporalidad en su vacilación, y
lo expresa del siguiente modo: “…no se puede vivir sin estar sintiendo, sentir es la consciencia
original del tiempo a través de las vivencias subjetivas…” 8. Desde esta perspectiva, el pensamiento
se vuelve reflejo de una percepción determinada y viceversa, a tal punto que la aprehensión del
contenido que ésta supone, vuelve inteligible la realidad ante la cual se sitúa, pues corresponde a la
percepción dar sentido (en su doble acepción) a las cosas del mundo. El sentido, es pues, lo que
determina lo efectivamente percibido como lo mentado, y como juicio aperceptivo que es, representa
al mundo en conexión con la subjetividad, en tanto el acervo constituye la identidad subjetiva y
singular (disponibilidad mnemogénica y mnemónica, es decir genotípica y fenotípica para cada
especie). Esta implicancia de Husserl sobre la vinculación entre percepción y consciencia, es
aplicable a todos los seres vivos, tengan o no tengan sistema nervioso, y tal como Maturana
defendió el concepto de proto-consciencia equiparándolo al de auto-poyesis y cognición, Husserl
fundamentó que el sentir se presentaba como un obstáculo para el saber (ejemplo de las plantas).
Esta inmediatez entre el sentir y la percepción señalada por Husserl, tiene su basamento en la
compleja integración fisiológica que existe entre la reactividad somática y las representaciones
mentales. Desde la perspectiva del realismo ingenuo antropocéntrico, la auto-percepción de los
cambios internos que acusa el organismo como respuesta al estresante, originó el malentendido de
creer que fuese el “componente emocional” de la respuesta el que estaba más allá de la potestad de
la consciencia. Sin embargo ese malentendido es tan sólo un ardid que le permite asignar un sesgo
lírico al intercambio que invoca, otorgándole un carácter comunicacional. De modo que el
“componente emocional” no tiene como propósito adecuar la conducta a las exigencias del entorno,
sino la de situar al individuo que percibe en relación a su arbitrio, capricho o indeterminación, en una
instancia estrictamente comunicacional. Del mismo modo, la biología molecular actual ha
comprendido que la consciencia es tan sólo un emergente de una propiedad inherente a la
inestabilidad natural de las moléculas, en la que el constante intercambio de partículas es similar al
intercambio de información que por ejemplo, antepone la homeostasis, una regulación sistémica
fundamental de los organismos vivos en el procesamiento de la información proveniente del exterior,
pero por otro lado, la biología molecular hubo acreditado suficientemente que los procesos
biológicos y los procesos mentales tienen similitud en la forma en que se intercambia la información,
ya que ese inicial intercambio no se diferencia de los procesos que substancian al molecular, los
que están basados en principio, en intercambios cuánticos y luego, en procesos químicos. De
modo que la respuesta neuroendocrina al estresante y su contrapartida fenomenológica conductual
(el sistema de reactividad ligado a las representaciones mentales con que se enfrenta el entorno,
como por ejemplo la vehemencia, la fruición, el entusiasmo, la exaltación, el arrebato o el
enardecimiento, sólo aportan estilo narrativo, que puede ser lírico, épico, romántico, procaz, etc., y
8
HUSSERL, E.: Ideas relativas a una fenomenología pura y una filosofía fenomenológica México, Fondo de
Cultura Económica, 1992, Cap. II
que imbuye al individuo en la alternativa conductual. Retomando a Husserl, el correlato somático de
esa reacción sólo tiene por objeto el de ocultar el malentendido de creer en la veracidad de lo
percibido, cuando el correlato somático (lo encarnado) y el representante semiótico de lo
encarnado, se resuelve como una divergencia que invoca por un lado la recurrencia (avocación) del
deseo, es decir en aquello que se quiso significar (sentido) y por el otro aquello que se dijo o se
actuó (lo denotado). Este inevitablemente equívoco con el que se asume la apercepción de lo
sentido/percibido (significado), resuelve en el plano imaginario la confusa cuestión conductual, pero
también en el plano simbólico o representacional a partir de una hermenéutica singular. De modo
que el correlato somático y la respuesta conductual son anverso y reverso del mismo cuño, el que
opera como coartada, artilugio o subterfugio de la supuesta corroboración que lo concita, instiga o
azuza a sentir/percibir/significar del modo en que lo hace. Esta hermenéutica de la conducta,
intrincadamente vinculada a las tensiones somáticas internas, se presta entre sujetos parlantes y no
parlantes, a una tergiversación en la que la reacción endocrina resulta un pálido íncubo de su
súcubo, la tan aludida enigmática, caprichosa e impredecible expresión de la conducta. Es posible
entonces suponer que las diferencias existentes entre la proto-consciencia de los animales y la
consciencia humana no sean después de todo, tan sutiles, sino relativas a las diferencias entre
especies. Por ejemplo, la sensación de hambre, compartida por todos los seres vivos, que genera
representaciones ligadas a la conducta de búsqueda de alimento, implica también los intrincados
vínculos con sus congéneres9. En humanos, la anorexia es uno de los tantos ejemplos de las
complejidades que puede asumir ya no el vínculo con la comida y su ingesta, sino el propio vínculo
del anoréxico con sus pares. Y aunque aduce que no sabe por qué no tiene apetito a pesar de su
reiterada inanición, demuestra en su ignorancia el carácter comunicacional que le asigna a sus
propias tensiones somáticas, cuando han sido sus propias conductas las que han ido alterando la
cantidad y calidad de su ingesta. Ya vemos entonces que resulta superfluo suponer que el
interrogatorio aportaría precisiones que la conciencia desconoce. Esta limitación no implica pues
que la extraviada potestad, la tenga una más críptica noción, como lo es la de suponer que la
tuviese el inconsciente. A pesar del prestigio que el concepto inconsciente pudiese haberse ganado,
nos enfrentamos a una paráfrasis, cuyo único objeto es negar las competencias por las cuales ha
sido invocada. Un real y estéril embrollo.
La pretensión humana de asignarle a la noción de consciencia una intencionalidad diferente de
aquella que insufla o imbuye la conducta del resto de los animales está centrada en la capacidad de
representación simbólica de los contenidos de ideación, pero el mecanismo por el cual los
contenidos de ideación irrumpen en la consciencia los que irrumpen la consciencia humana no son
diferentes del mecanismo aperceptivo en aquellos seres vivos con proto-consciencia. Ambos
mecanismos están impregnados por la inmediatez del sentir y del percibir, sólo que en humanos el
mecanismo aperceptivo refleja además, la proximidad existente entre el sustrato reactivo asociado a
las representaciones mentales que lo determina, es decir se puede tener consciencia de un enojo,
de una exasperación o de una alegría, aunque no siempre suceda. Sin embargo, el desprecio del yo
cognoscente (acto de la denotación o de la inteligibilidad) demuestra que la propia potestad es una
falacia ilusoria que reniega de su propia autonomía, y ratifica su propia ineficacia al revelar la
incapacidad de la consciencia para trocar o modificar el sentir o el percibir en su manifestación,
demostrando que aquello que insufla o imbuye al sujeto a hablar o a actuar, relega a la consciencia
a un oscuro intersticio, el de justificar de un modo falaz la supuesta desarmonía entre los
9
MASOTTI, AL: Adaptación, capricho e impredecibilidad, Bs. As., Letra Viva, 2020; - -: Genealogía y
singularidad, Bs. As., Letra Viva, 2019; - -: Concomitancia filo-ontogenética en las enfermedades crónicas, Bs.
As. , Letra Viva, 2018
sentimientos que afirmamos no gobernar o que “pretende gobernarnos”, según la perspectiva.
Semejante argucia sobre el supuesto arbitrio de la consciencia, denuncia su propia impericia, la
que es ocultada bajo el banal argumento de “la emoción que nos embarga”, al admitir la
incoercibilidad como constitutiva de su esencia, expone a la consciencia a su propia contradicción y
a un deslucido prestigio.
Por otro lado, el cognitivismo ha pretendido imponer la idea de de una instancia de reconocimiento
entre el sensorio y la disponibilidad mnemónica, es decir una supuesta función de cotejo entre la
imagen sensorial y la percepción, que ha sido desmentida por el propio positivismo, ya que la
consciencia se muestra como una vacilación en el tiempo que depende del contexto y no del cotejo,
circunstancia que en función del mecanismo de avocación, otorga convicción a lo que se percibe 10.
La fugacidad en la que se constituye la apercepción está determinada por el propio acto de la
evocación (avocación). Por cuanto la memoria no funciona como un álbum de fotos en la que el
sujeto pueda escoger alguna por cuanto la rememoración (el propio acto de la avocación) sobre-
determina la percepción adjudicándole convicción en lo percibido 11. El mismo mecanismo de la
rememoración le asigna sentido de contexto a la percepción, y añade el tono o el talante emocional
(endocrino) involucrado con el registro mnemónico. De modo que la imagen que la percepción
construye sobre la sensorialidad, inviste la percepción con la condición imaginaria arrogada,
reuniendo en ésta, singularidad y subjetividad. La evocación, entendida como avocación de
deseo, se constituye como una realidad “deconstruida” 12 en función de la parábola argumental
instituida por la propia subjetividad, la que desmiente la competencia de la consciencia respecto del
discernimiento de lo percibido, y en la medida en que el yo cognoscente se ocupa de desplegar la
estrategia denotativa de la que no escapa ni siquiera el lenguaje objeto, en tanto la percepción
depende siempre de una interpretación o hermenéutica singular que inviste con la convicción el
contenido representacional, evita mediar, atisbar o vislumbrar sobre esa dualidad en la que se
monta la percepción. Esta convicción con que el contenido de la percepción impregna o embarga la
consciencia, es utilizada en el diagnóstico médico diferencial en la patología sensorial (en la
percepción no hay dudas acerca de si es una cosa u otra). Por lo pronto, la inmediatez en que el
contenido de la percepción ocupa la consciencia, tiene su correlato en la reactividad endocrina por
la que fue fijado el recuerdo, y esta característica es compartida por todos los seres vivos.. En el
caso de los individuos con lenguaje objeto (como lo es el de los mamíferos no humanos), la
evocación es sólo referencia de las anteriores experiencias, pero la conducta puesta en práctica
expresa igualmente el imaginario con el que el individuo avocó la experiencia. Por lo tanto,
percepción y consciencia, o proto-consciencia siempre están ligadas a su contrapartida, la memoria
que incluye por supuesto los mecanismos endocrinos que participaron en la fijación del recuerdo, y
cuyos circuitos se los identifica como relativos a la amígdala extendida (amígdala baso-lateral). La
inhabilidad de la consciencia en no poder elegir el recuerdo avocado, es la demostración de su
incompetencia para anticiparse al sentir/percibir. Por lo tanto, la aseveración de que la consciencia
fuese un acto de cognición independiente de todo referente temporal y coyuntural, es una mera
10
“…Sentir es la conciencia original del tiempo a través de las vivencias subjetivas…”V. nota de pié página 8
11
MASOTTI, AL: Bases para una investigación bio-psíquica de la producción de sujeto de deseo Tesis Doctoral
UAJFK, Bs. As., 1995, 200 páginas; -.-: ¿Cómo se logra recordar lo que se desea? Bs. As., Tekné, 2003; -.-:
Reminiscencias ¿un mecanismo restaurador o desestabilizador? Bs. As, Letra Viva, 2010; -.-: La evocación
mnemónica, paradigma de la integración somato-psíquica, Bs. As., Letra Viva, 2012, -.-: Mecanismos
epigenéticos en la avocación de deseo Bs As., Letra Viva, 2013
12
“…Retrieval is not merely a passive readout of information, it is also an experience, therefore, once
retrieved the engram, is unlikely to remain exactly the same…” DUDAY, Y: Memory from A to Z, keywords
concepts & beyond. Oxford University Press, 1979
ilusión, además de una falacia. La puntual denuncia de la ausencia de potestad (gobernancia) y de
la temporalidad en que se impregna el contenido de la consciencia, evidencia la constricción en su
conformación, circunstancia que no hace otra cosa que poner en evidencia la jactancia con la que
se ha erigido el constructo. La tan convincente formulación de Husserl sobre la vacilación temporal
de la consciencia, pone en evidencia la falta de potestad del sujeto que habla (sujeto preocupado por
la inteligibilidad de lo que dice), ya que en ese balbuceo vacilante que lo insta a hablar, que lo
imbuye o insufla a sentir lo que siente, o a percibir lo que percibe, reconoce el sentido de lo que dice,
de lo que percibe o de lo que siente, sólo como una hermenéutica, ya que el sentido de lo dicho, de
lo percibido o de lo avocado sólo puede ser aprehendido como deseo, circunstancia que arrincona al
sujeto de la consciencia a una profunda inadecuación, cuya constricción de su arbitrio está más
allá de cualquier intento objetivista de constatación. Husserl ha denominado Epojé (epoché o
epokhe) a esa restricción cognoscente (reducción o suspensión fenomenológica) que impone un
concreto coto a los límites del señorío o arbitrio de la consciencia, y al afirmar que ésta está
impregnada por las imágenes de las experiencias previas, agudiza su ineptitud. Según Husserl, al
sujeto del conocimiento le atañe el esclarecimiento de la imagen en íntima conexión con la
subjetividad que ilumina el deseo, peros en ese mismo acto del conocimiento, la demanda de
inteligibilidad de la denotación, que ubica al sujeto cognoscente en el centro de la consciencia,
desplazar sobre el sujeto del enunciado el trabajo de la connotación, librando el sentido a una
hermenéutica del deseo entre el interpelado y quien interpela. De modo que la perentoriedad
(inmediatez) y la fugacidad con que la consciencia se ilumina, le oculta al sujeto que siente,
percibe, piensa o expresa, su deseo. Por lo tanto, el sentir/ percibir o el pensar, convocados por el
verbo, sólo son mentados en la medida en que la inmediatez temporal y la fugacidad en que se
manifiesta la consciencia, los involucre alcanzando un ilusorio, perentorio y fugaz deslinde con una
realidad deconstruida. Esta reificación del sujeto cognoscente denuncia que la estructura por la cual
volvemos conscientes los contenidos de la percepción, se presta eficazmente a un mal entendido, el
de haber interpretado que la consciencia fuese el centro de nuestra racionalidad.

3. La consciencia enarcada en el tiempo


El concepto de una consciencia ligada a la actividad cerebral, y el discernimiento de que la masa
cerebral tuviese una organización compleja que hubiese permitido su manifestación, ha sido una
idea que habiendo surgido en la temprana humanidad, fue paradojalmente y consecuentemente
rechazada. Esta férrea oposición y rechazo a una concepción monista entre el cerebro y la mente,
tuvo su mayor expresión durante el oscurantismo de la edad media. Con el renacimiento de las
artes y de las ciencias del siglo XVII, el ímpetu de las nuevas ideas aportadas por el racionalismo,
instó a la humanidad a superar los viejos prejuicios medievales, no obstante el fervor con que se
defendía su carácter de transcendental para la humanidad, confrontaba con las nuevas ideas, por lo
que se afirmaba la dicotomía de concebir una consciencia compuesta de dos partes, una vinculada
a una teleología de la voluntad humana, y la otra, seducida por el entusiasmo despertado por las
disecciones anatómicas habituales de esa época reforzará el organicismo. Comienza así el más
deslumbrante y desconcertante dualismo, que sin solución de continuidad permanecerá vigoroso
hasta el siglo pasado. Descartes logra entonces fortalecer la dicotomía, iniciando la separación
entre cerebro y mente. Su cuestionamiento de qué era cada cosa, y el hecho de que cada cosa
fuese solo aquello que estaba en nuestra consciencia, propuesto por el “cogito ergo sum”
cartesiano, terminó auspiciando el triunfo del dualismo, y éste adueñóse de la dicotomía cerebro-
mente. A pesar del primigenio recorrido de la humanidad sobre el reconocimiento de que la masa
cerebral hubiese promovido la actividad mental, el intrincado desarrollo teórico propuesto por el
dualismo terminó imponiendo el sesgo dicotómico, e empalideciendo los conocimientos adquiridos
en la Grecia pre-socrática, relegando la masa cerebral a un oscuro lugar.. A pesar que Galeno y
Epicuro hubiesen confirmado en su época que el pensamiento y sus representaciones estaban
ligados a la actividad cerebral, y Epicuro argüido que el alma estaba compuesta de pequeñas
partículas, a las que Demócrito había denominado átomos, y Aristóteles afirmado que fuese un
epifenómeno del cuerpo, es decir una especie de reverberación emitida por el cuerpo, nada de ello
fue tenido en cuenta en el renacimiento. Esta concepción dualista se impuso sobre el debate de una
noción teleológica y otra axiológica de la consciencia, que finalmente nada hubo de aportar
respecto de la controversia cerebro-mente. No obstante, Descartes, Spinoza y Leibniz,
representantes del iluminismo racionalista de la época, impulsaron la idea que la consciencia fuese
un producto del cerebro, y el pensamiento una sustancia que reunía dos condiciones, una corpórea
o material, y otra espiritual e inasible, circunstancia que reiteraba la dificultar para superar el
esquema dualista. Este relativo progreso al suponer que el pensamiento era algo intangible, pero
asociado al cerebro, despertó la creencia en que era un instrumento de la “razón humana” que le
permitía inquirir sobre sí misma. Por supuesto, esta aseveración no produjo otra cosa que el
robustecimiento de la escisión entre mente y cerebro, instalada ya como un obstáculo
epistemológico. El desconcierto desatado por esta escisión, promovió un nuevo y definitivo
desencuentro, y una airada confrontación entre filósofos, epistemólogos y biólogos por defender
cada uno su propia parcela. Por ejemplo, el pragmatismo empirista inglés personificado en Locke y
Hume, se expedía contra el racionalismo especulativo de Descartes, la integración monista de
Spinoza y el concepto de mónada de Leibniz, afirmando que el conocimiento sólo podía derivar de
la experiencia en lo dado por los sentidos, rechazando categóricamente la existencia de las ideas
innatas (apriorismo kantiano), y asumiendo que la mente era una “tabula rasa” y por lo tanto, el
conocimiento sólo podía ser un ensamble de la confrontación entre las experiencias y la reflexión.
Estas ideas de los empiristas ingleses fueron desairadas por Voltaire, quien acusó a Locke de no
advertir que concebir un pensamiento por encima del hombre, lo excluía de su propia condición.
Por el otro lado, el iluminismo representado por Immanuel Kant y reprochado por Locke, imponía
una crítica a la razón que vinculaba la consciencia con la experiencia. Finalmente, el idealismo
apriorista kantiano logró imponerse debilitando a los empiristas, haciendo prosperar el intento de
contaminar el concepto de consciencia con las ideas políticas, éticas y religiosas de la época.
Durante el siguiente siglo XVIII, la investigación científica del cerebro logró un nuevo impulso con
las disecciones practicadas por los estudios anatómicos. Las aspiraciones de una nueva medicina
renovaron las expectativas en desentrañar la mente. Esta concepción mezclaba el vitalismo
biológico con un naturalismo novelesco que no lograba apartar la idea de que la consciencia fuese
una entidad espiritual, aunque vinculada a una variante pretensiosamente científica, como lo
presumía ser la psicología de las funciones. Y si el acto de pensar hubo sido uno de los fenómenos
más investigados por la ciencia, los mecanismos por los cuales se concretaba el pensamiento como
reflejo o reverberación del “sentir” del individuo, se constituía como una deuda sin resolución. Por lo
tanto, el problema de qué era la consciencia no había sido aún resuelto, y la dicotomía mente-
cerebro, apoltronada en la creencia de una aparente desconexión entre los dos grandes dominios
del problema, agregaba mayor zozobra. Por un lado, los esfuerzos de la humanidad por definir el
fenómeno intrínseco de la experiencia subjetiva, y por el otro, el de las ciencias supuestamente
positivistas, entre ellas la biología evolutiva que intentaba discernir los procesos y los sistemas
relativos a los fenómenos biológicos vinculados a la evolución y la adaptación, tampoco habían dado
solución. Una consecuencia actual de la persistencia de la dicotomía cerebro y mente, ha sido y es
la histórica separación entre psiquiatría y neurología, que dio pie durante el siglo pasado al
contubernio psiquiatría-psicoanálisis, actualmente disuelto. El progreso en resolver el problema de
cómo el cerebro “enciende”, “dispara” o “despierta” la consciencia, se hubo construido sobre un
defectuoso puente entre una concepción de la experiencia subjetiva, y la admisión de un soporte
físico como es el cerebro, insistiendo involuntariamente en la controversia dicotómica cartesiana. En
Genealogía y Singularidad13 he concordado con los modelos evolucionistas de la sensibilidad
biológica al contexto de Boyce & Ellis14 y el diferencial de susceptibilidad de Ellis, Boyce & Belsky 15 al
afirmar que existe un diferencial biológico que está más vinculado a la plasticidad, que a la noción de
vulnerabilidad, y que este diferencial biológico, definido por el historial genómico-fenotípico, se
conforma a partir de la variación fenotípica, la que combina plasticidad genómica y ontogénica, en la
cual los potenciales individuales pueden conducir al agravamiento de sus condiciones de
vulnerabilidad en circunstancias de estrés intenso, como también al reforzamiento de una supuesta
resiliencia, circunstancia que refuta categóricamente el dualismo a partir de la concomitancia filo-
ontogenética. La compleja integración filo-ontogenética entre los sistemas fisiológicos y los registros
mnemogénicos y mnemónicos se han resuelto definitivamente por la caducidad y la extinción de los
planteos dicotómicos. Así lo acredita la explicación teórica sobre qué es la adaptación. De modo
que el debate no debería insistir con la divergencia cerebro-mente-consciencia, sino con las
diferencias existentes en los mecanismos de adaptación de los animales, de las plantas, de las
algas, o de los hongos. Por ejemplo, las plantas no requieren de un sistema nervioso ni de un
cerebro para procesar el constante intercambio de información que supone su adaptación. Sin
embargo, no carecen de mecanismos que les permitan adecuarse a su entorno y memorizar por
ejemplo, los períodos de floración, o de adecuación a períodos de estrés hídrico. En los insectos,
el hecho de que éstos dispongan de un proto-cerebro y de un sistema nervioso rudimentario, no
evita que sea competente para procesar la información de su entorno, por el contrario, tienen un
sistema sensororial mucho más sutil y complejo del que disponen los humanos. Otro ejemplo lo
13
MASOTTI, AL: Ibidem, Ed. Letra Viva, Bs. As. 2019
14
BOYCE, WT & ELLIS, BJ: “Biological sensitivity to context, an evolutionary-developmental theory of the
origins & functions to stress reactivity” Developmental & Psychopathology 17:271-301, 2005 doi:
101017S954579405050145
15
ELLIS, BJ; BOYCE, T & BELSKY, J: “Differential susceptibility to the environment: an evolutionary neuro-
development theory” Development & psychopathology 23:7-28. 2011 Cambridge University Press, 2011 doi:
10101/S0954579410000611
constituyen los organismos unicelulares, que si bien no disponen de un dispositivo sensorial tan
variado, sutil y complejo como el de los insectos, igualmente procesan e intercambian información
(nutrientes) con su entorno como en el caso de las bacterias. Valverdú, Castro, Mayne, Talanov y
otros16 han corroborado la existencia de una proto-consciencia en las bacterias, que Marturana y
Varela17 han definido con el término auto-poyesis,, es decir como aquella instancia biológica
destinada a preservar la información benéfica que garantice las condiciones de subsistencia,
reproducción, replicación y evolución mediante un dispositivo de memoria plástico que proveyese
los mecanismos que pudiesen ampliar o modificar la mnemogénica fenotípica a partir de la
incorporación de alteraciones epigenéticas, admitiendo que ese dispositivo mnemogénico les
permite conservar una memoria de los antibióticos que logra mejorar su “performance” ante éstos.
La incorporación de información nueva por esta vía, requiere de una compleja integración de los
mecanismos de interacción entre la carga de estrés celular heredada (aspecto fenotípico), la
ontogenia del espécimen y los desafíos del entorno. La variación genotípica-fenotípica heredada,
aunque pudiese subyugar las propias posibilidades del espécimen, representa en sí misma la
garantía del potencial plástico individual. Desde esta perspectiva, la idea de una proto-consciencia
orientada a la esencial función de reproducir los mecanismos que participan de una mnemogénica y
una mnemónica, es decir de una epigenética que garantice la transferencia generacional de las
pautas de reactividad y de la preservación y transferencia de los patrones de actividad epigenética
que condicionan la incorporación de la nueva información, confirma que dicha preservación está al
servicio de la adaptación de la especie. La dilucidación de la presencia de mecanismos epigenéticos
en las bacterias, ha fortalecido la idea de que el concepto de proto-consciencia esté asociado a la
posibilidad de incrementar las alternativas de respuesta efectiva ante los desafíos del entorno, y
demostrado que en organismos que carecen de un sistema nervioso como en este caso, disponen
de igual modo de mecanismos para el procesamiento de la información del entorno. De modo que la
condición fundamental de los organismos vivos, conceptualizados como sistemas abiertos de
intercambio termodinámico y sensitivo, y cerrados por ser sistemas topológica y morfológicamente
constituidos, y fisiológicamente equilibrados homeostáticamente, es la de ser sistemas biológicos
que integran una mnemogénica con una mnemónica. Por lo tanto, las diferencias entre los diversos
dispositivos auto-poyéticos de cada especie nos determina el marco jerárquico de integración.
En concomitancia con este hecho, se le ha asignado a la consciencia humana una errónea jerarquía
integradora basada en la experiencia de refracción del pensamiento, sin advertir que esta cualidad
no sólo no tiene relevancia desde el punto de vista biológico, sino que es el efecto de la presencia de
un lenguaje de estructuración simbólica. De acuerdo a ello, las investigaciones llevadas a cabo con
el propósito de desentrañar la inmanencia entre percepción y consciencia en función de la diversidad
en los dispositivos auto-poyéticos, han intentado establecer los umbrales de irritabilidad de cada
sensorio con estudios de gran complejidad técnica y molecular, sin que ello haya garantizado
concretos progresos en el conocimiento de los mecanismos de transducción celular, y de los
patrones de la actividad de transcripción que dan inicio a la actividad de integración mnemogénica
como mnemónica, Así como en los vertebrados los sistemas de reactividad se relacionan con “el
pulsar” de las salvas endocrinas, las que definen la carga alostática de cada estirpe y que
consiste en la forma en que los individuos constituyen su propia singularidad a partir de una

16
VALVERDÚ, J; CASTRO, O; MAYNE, R; TALANOV, M el al.: “Slime mould, the fundamental mechanism of
biological conduction” Bio-systems 165:57-70, 2017 DOI: 10.1016/jbiosystems.2017.12.011
17
MATURANA, HR & VARELA, FJ: Autopoiesis: the organization of living systems Reidel Publish Company,
Doldrecht, Holland, 1980
identidad de funcionamiento fisiológico, en las plantas se han descubierto mecanismos disímiles
pero con resultados equivalentes.
Desde muy tempranos tiempos ha existido en la humanidad la idea de que el cerebro fuese sede
del complejo constructo que denominamos sentimientos, sede también de los pensamientos y de
una consciencia ligada a las funciones cerebrales. Sin embargo, continúan discutiéndose cómo se
lleva a cabo la integración de millones de neuronas del SN, portadoras de diversa información y de
cómo esta integración resulta competente para disparar, encender o despertar la consciencia. En
Concomitancia filo-ontogenética de las enfermedades crónicas 18, he afirmado que la maduración del
cerebro es el resultado de un programa neuronal genético del desarrollo sensible a las prerrogativas
del medio circundante, que dirigido a la adaptación individual, justifica el cómo se concreta la
integración entre los mecanismos de reactividad de la respuesta de estrés, la carga alostática
arrogada y las vicisitudes singulares 19. La esterilidad del litigio entre el modelo estocástico de la
evolución y el coyuntural de la adaptación ha sido suficientemente acreditada, de modo que la
deliberación acerca del rol de la consciencia en la adaptación resulta yerma. Hales & Baker 20 han
señalado la compleja interacción entre natura y “nurtura”, entre filogenia y ontogenia, y ratificado
que esa interacción con el entorno es competente para inducir alteraciones en las marcas
epigenéticas durante el desarrollo que guían la selección de los cambios genómicos, los que
estimulan y estabilizan y/o aminoran los efectos perjudiciales inducidos por estos mismos a través
del silenciamiento o promoción de determinados genes. Respecto de ello, en Mecanismos
epigenéticos de la Avocación de Deseo 21 he afirmado, coincidiendo con Badyaev, que las
diferencias individuales en el sistema de reactividad de la respuesta de estrés representa una
estrategia adaptativa de la evolución, en la que los mecanismos fisiológicos que permiten concretar
los ajustes neuroendocrinos necesarios para adecuar la respuesta conductual a los desafíos del
entorno, son los mismos por los cuales se actualiza la memoria episódica. Además, Badyaev 22 ha
confirmado que el estrés inducido por el entorno incrementa la actividad de los sistema endocrinos
que promueven la fijación de los registros mnemónicos, estabilizan la respuesta adaptativa y/o
generan una desestabilización de la misma asociada a la estrategia de comportamiento vinculada al
estresante, la que permite establecer nuevos circuitos de reactividad asociados a los nuevos
contenidos mnemónicos incorporados, afectando o beneficiando la respuesta de estrés.

4. Exención del arbitrio

18
MASOTTI, AL: Ibídem Bs. As. , Letra Viva, 2018
19
MEANEY, MJ: “It neither is not nature or nurture, nor is nature and nurture (…) Life emerges only from the
interaction between the two. There are not genetic factors can be studied independently of the
environment, and there are not environment factors that functions independently of the genome.
Phenotype emerges only from the interaction of gene & environment.” (2001).
20
HALES, CN & BARKER, DJP: “The thrifty Phenotype hypothesis” British Medical Bulletin, 60:5-20, 2001
21
MASOTTI, AL: Ibídem, Bs. As., Letra viva, 2013
22
BADYAEV, AV: “Epigenetic resolution of the Course of Complexity in Adaptive Evolution of Complex Traits”
Journal of Physiology 592(11):2251-2260, 2015 DOI: 10.113/jphysiology.2014.272625; - -: “Stress induced
variation in evolution, from behavioral plasticity to genetic assimilation” Proceedings of the Royal Society
272:877-886, 2005
Durante las últimas décadas del siglo XX el positivismo aplicado a las ciencias biológicas hubo
tomado una distancia discrecional respecto de las ideas que ligaban a la noción de consciencia con
la ciencia. Hace ya una década que Damasio 23 hubo afirmado que la consciencia surgió como
consecuencia de la evolución de la homeostasis hacia sistemas más complejos, contribuyó a
recuperar el interés científico por investigar la consciencia, la que se creía mayoritariamente
inabordable para la ciencia. Desde la perspectiva de Damasio, el enfoque debía centrarse en el
primigenio inicio de la vida, ya que el intercambio de moléculas desde la membrana de las células
(endocitosis y exocitosis) generó la autonomía energética de las mismas. A través de ese
intercambio iónico de la membrana, la habilidad para producir su propia energía dio lugar a una
entropía negativa o negentropía, que la separó del equilibrio termodinámico, y le permitió el
sostenimiento de un equilibrio interior diferenciado del externo. Por otro lado, el constante embate de
las moléculas de su entorno alteraba los niveles de actividad energética conseguidos por la
negentropía, circunstancia que promovió nuevos cambios a efectos de recuperar el nivel de
actividad anterior que el constante embate alteraba. Este complejo intercambio iónico de membrana
que regulaba los embates, moderando los niveles de actividad entre los estímulos externos y el
medio interior de la célula, constituyó el paso inicial para una nueva fisiología, la que se veía
beneficiada con la incorporación de nuevas moléculas a su metabolismo. Estas nuevas moléculas,
tales como los lípidos externos mezclados con los hidrocarbonatos, presentes en el caldo oceánico
en el que las células habían comenzado a prosperar, y posteriormente con la incorporación de otros
elementos como el calcio y el oxígeno, ya abundante en la atmósfera terrestre, generaron las
condiciones para la complejización de nuevas estructuras fisiológicas, dando lugar a la
diversificación de tejidos y sistemas, que fomentaron la aparición de los vertebrados 24. Esta nueva
compleja coordinación entre tejidos y sistemas, fue ejercida por una homeostasis sistémica que
integraba a las hormonas en la regulación y coordinación fisiológica de los vertebrados,
favoreciendo la adecuación de la vida sobre la tierra. Torday 25 ha propuesto que la hormona
paratidoidea (PTHrP) tuvo definitoria participación durante la transición de los organismos
habituados al océano, a su adaptación en la tierra. Torday ha aseverado que el receptor de esta
hormona estuvo vinculado con el desbalance de la presión osmótica en la superficie de las células,
e incluso hubo planteado la hipótesis de la participación del gen receptor de esta hormona en la
fisiología de la respuesta de estrés, durante el período responsable de la adaptación a las
condiciones de vida fuera del océano. Mediante el incremento de la presión vascular generado por
esta pro-hormona, el estímulo del intercambio gaseoso en la superficie de los alvéolos pulmonares y
de los glomérulos del riñón, favoreció la transferencia electrolítica de los fluidos, por ejemplo el
intercambio entre el oxígeno y el dióxido de carbono, o el intercambio nefrítico de las toxinas
acumuladas estabilizando las funciones fisiológicas a los nuevos requerimientos de la vida sobre la
tierra. Otros autores26 han sugerido que esta hormona estuvo involucrada en la remodelación de los
huesos ocurrida durante la transición agua-tierra. Estos cambios no hubiesen sido posibles sin la
flexibilidad inherente a los mecanismos epigenéticos; sin embargo algunos investigadores han
señalado que el intercambio iónico permanente, que permitió la incorporación de nuevas moléculas,
hubo resultado imprescindible para que los organismos pudiesen prosperar en función de las
23
DAMASIO, AR: Self comes to mind, constructing the conscious brain NY, Random House, 2010
24
P.A.: MASOTTI, AL: Adaptación, capricho e impredecibilidad Editorial Letra Viva, Bs. As., 2020
25
TORDAY, J: “Evolutionary biology redux” Perspective biological medical 56:455-484, 2013; - -: “A central
theory of biology” Medical Hypotheses 55:49-57, 2015
26
RUFF, C; HOLT, B TRINKAUS, E: “Who’s afraid of the big bad Wolff? Wolff’s law an bone functional
adaptation” American Journey Physical Anthropology 129: 484-498, 2006; CLARCK, J: “Gained ground”
Indiana, University Press, Bloomington, USA, 2002
condiciones de vida sobre la tierra. La negentropía, o entropía negativa y la quimiosmosis inicial,
favorecidas mediante la incorporación de nuevos elementos químicos existentes en el contexto de
las primeras células, contribuyeron con la prosperidad y persistencia de la autonomía celular.
Resulta indudable entonces que el aporte de la entropía negativa (negentropía) y la quimiosmosis
fuese el antecedente evolutivo de la homeostasis sistémica, la que hubo contribuido de un modo
esencial en la coordinación de los diferentes sistemas fisiológicos en circunstancias de estrés, e
incorporado complejidad sistémica al incluir a la indeterminación de los sistemas de equilibrio,
dotando al organismo de la posibilidad de seguir funcionando por sobre los niveles habituales de
actividad27. La inclusión de los repentinos y súbitos cambios que el medio externo pudiese infringir al
medio interno, obligaba al equilibrio homeostático a yuxtaponer conservación y disipación de energía
en un mismo nivel, al costo de alterar el equilibrio con un nuevo e irreversible escalón de actividad,
habilitando al organismo a operar por encima del rango habitual (carga alostática). Esta nueva y
compleja estructura funcional requirió del cerebro la integración entre los sistemas mnemónicos y
mnemogénicos, a fin de asegurar el balanceo entre los sistemas fisiológicos (respiratorio,
circulatorio, metabólico, endocrino, etc.). De modo que la homeostasis, inicialmente orientada a
restituir a valores habituales de actividad fisiológica las oscilaciones producidas por las prerrogativas
del entorno, podía alterar los niveles de funcionamiento habitual, a costa de incrementar el riesgo de
desbalance sistémico. Esta nueva organización, competente para regular los mecanismos
temporales que le permitían al organismo predecir con efectividad el momento de aparición de los
estímulos ambientales a partir de una nueva configuración sistémica que enfrentase el desafío
externo con eficacia al continuar operando, incluía el costo de alterar el nivel de actividad habitual
de la respuesta autónoma. Estas alteraciones, consistentes en una serie de ajustes de corto e
incluso de mediano y largo plazo, comprometían patológicamente órganos y sistemas fisiológicos
mediante el incremento de la actividad simpática y la disminución de la actividad parasimpática,
acrecentando el nivel de la actividad de los corticoides suprarrenales.
A esta altura de la evolución, las células nerviosas, que ya habían incorporado la cualidad de
producir una señal electroquímica que lograse influir la neurona contigua, alterando su estado,
debían integrar la compleja información circulante. La inicial cualidad de las neuronas, la de
responder a la aferencia, representaba la más rudimentaria forma de memoria; pero el sistema no
sólo debía poder transferir la información recibida a partir de un impulso electroquímico, sino
preservarla mediante mecanismos de transducción celular que debían transferir la información al
interior del núcleo, activando los mecanismos que permitiesen no sólo la replicación celular, sino
establecer específicas comandos que activasen esa replicación. Mediante específicos efectores que
disparaban o silenciaban la actividad de trascripción génica, lograban conservar o eliminar esa
información, pero además debían convertir todo ese “ruido” funcional en una única voz. El lugar en
el que podía integrarse toda esta información no podía ser otro que el de la neo-corteza por su
conformación anatómica, es decir en función del modo en que están organizadas las neuronas en el
tejido cerebral de la neo-corteza. Esa onda de actividad no podía ser otra cosa que la consciencia.
Si bien la consciencia siempre fue considerarla un fenómeno generado por el cerebro, que
adecuado a la deriva fenotípica de cada especie, fuese el único tejido que pudiese unificar el
procesamiento y la interpretación de la información del entorno, la idea parecía molestar la pacata

27
MASOTTI, AL: “The stressful conditions, indeterminism & complexity thesis” Project, 2019 Abstract: “…
Homeostasis prevent decomposition and stressful conditions break equilibrium homeostasis gained. If the
complex stress response must be coordinated by brain to can break these, them the brain will be a
development continuous life process that not avoid arbitrariness…”
mentalidad de una sociedad que prefería pensar que la consciencia no podía tener otro objetivo que
la ampulosa función asignada por el cándido antropocentrismo moralizador. Y aunque esta idea
también tenía sus detractores, la filosofía y la psicología de las funciones supieron sacar partido del
desconcierto. La orientación filosófica derivó en un extraviado enfoque axiológico, y la orientación
psicológica, en el funcional, espacio que la biología y la física molecular de nuestro tiempo habían
intentado renovar. Y aunque desde siempre se admitió la existencia de diferentes niveles de
manifestación fenomenológica de la consciencia, como por ejemplo, los estados crepusculares, la
hipnosis, los síndromes de consciencia disociada, la participación de la consciencia o de la sub-
consciencia en los aprendizajes, etc., confrontó con el hecho de discutir el cómo se llevasen a
cabo a nivel del cerebro estas funciones. A pesar que la manifestación consciente haya concitado
infinidad de ensayos de tenor filosófico, las investigaciones en la fisiología de la memoria de fines
del siglo pasado, es decir no hace más de veinte años, auguraba que los mecanismos de fijación,
preservación y/o extinción mnemónica y mnemogénica se vinculaban con procesos moleculares que
ya habían sido identificados. Por otro lado, categorías diferenciales de consciencia fueron
investigadas, como lo es inquirir sobre el propio pensamiento, o por ejemplo aprendizajes que
permitan moderar algunas funciones fisiológicas reguladas por el sistema autónomo, como en el
caso de prolongar el lapso respiratorio observado en los pescadores de perlas en Oceanía, o las
mismas prácticas budistas de meditación. Los aprendizajes relacionados con alteraciones en el
rendimiento de funciones fisiológicas reguladas por el sistema autónomo, como los estados de
meditación o de relax, practicados por algunas culturas asiáticas, contribuyeron a demostrar que la
consciencia podía extenderse, incorporando estados sub-conscientes a la meditación reflexiva. No
me extenderé en el detalle de estas investigaciones, sino en el hecho de insistir que la consciencia
humana hubo demostrado ser un instrumento de la evolución lo suficientemente dúctil al servicio de
la versatilidad adaptativa, aunque no exenta del fallo. Por lo tanto, la consciencia debiera
comprenderse como un logro evolutivo de integración sistémica entre una memoria filogenética y
otra ontogenética. Siendo posterior a la negentropía y la quimiosmosis, la homeostasis y la
pleiotropía, contribuyeron con la adquisición de mayor complejidad sistémica en la que la
consciencia parece haber sido más un reaprovechamiento de las estructuras sistémicas pre-
existentes (exaptación) relativas a la deriva evolutiva, sobre todo si tenemos en cuenta que las
diferencias entre los organismos vivos resultan convergentes.
Sobre fines del siglo pasado, las investigaciones se centraron entonces, en identificar la estructura
biológica sustituta de la consciencia en las plantas y en los organismos pluricelulares, ya que ambos
no tenían vestigio alguno de poseer un sistema nervioso, pero que igualmente lograban identificar,
interpretar y procesar la información externa. Las investigaciones demostraron que por ejemplo, las
bacterias eran capaces de agruparse en una colonia, y responder de manera coordinada a los
agentes nocivos como si fuesen un único organismo. En cambio en los insectos se encontró un
rudimentario sistema nervioso (en realidad, agrupaciones nodales nerviosas) y una gran diversidad
en los sistemas sensorios que permitió identificar que líneas nerviosas nodales funcionaban como un
proto-cerebro e incluso, como una proto-consciencia ligada a las terminales sensorias, las que
respondían al objetivo de preservar la información exterior que resultare beneficiosa para el insecto,
incrementando las estrategias de adecuación al entorno en función de una historia filogenética y
ontogenética individual (deriva epifenotípica).
La humanidad ha preferido ignorar el constante intercambio de información que significa la
inestabilidad molecular de los elementos, la que inicialmente hubo contribuido con la negentropía, la
quimiosmosis, la homeostasis y la pleiotropía, y preferido construir una justificación más próxima a
un relato imaginario, que admitir el origen bioquímico de la consciencia 28. Investigaciones recientes
han convergido en considerar que la experiencia singular fuese identificada con los “qualia”
(cualidades subjetivas de las experiencias) y que estos “qualia” estuviesen determinados por la
deriva fenotípica de cada especie. Este enfoque, centrado en las diversas representaciones
sensoriales singulares, ha sido desarrollado con el fin de demostrar su vinculación con la
consciencia. Los “qualia” (aquello que es “sentido/percibido” en función de un determinado sensorio)
intentan abordar el problema de qué es la consciencia a partir de reconocerla como un fenómeno
neurobiológico evolutivamente determinado y limitado a un específico foco de atención, la
percepción, rechazando la hipótesis de una percepción preconsciente o inconsciente. A fines del
siglo XIX y durante el siglo pasado, las observaciones clínicas con pacientes en estado crepuscular
(estados de confusión y obnubilamiento, estado de coma, estados anestésicos, etc.) han alentado la
hipótesis de que los “qualia” pudieran aportar concretos indicios de cómo se configura la
consciencia, sin embargo las investigaciones con ese objetivo han resultado infructuosas.
En mi tesis doctoral (1995) he sustituido el inescrutable concepto de energía psíquica aportado por
Freud, por el de deseo. He postulado que el deseo se expresa en el lenguaje referido como sentido
(en su doble acepción), siendo su condición óntica-ontológica la de estar elidido en el sintagma, y
dada su condición óntica-ontológica, equiparado la expresión (manifestación) de deseo a “lo
inconsciente”. No reconozco pues fuerzas psíquicas, ni pulsiones, aunque sí acepto que los
aspectos imaginarios con que cada cultura reinterpreta los desafíos de su entorno, generan una
cultura de sus hábitos y/o rutinas sociales, y no dejan de promover consecuencias sobre los estados
somáticos individuales. En sucesivas publicaciones me he referido a esta influencia 29 y señalado
que la controversia que contrapone consciencia a inconsciencia, no es más que una falaz
incongruencia basada en una interpretación errónea de la diversidad observada en los estados
crepusculares. He equiparado a la expresión de “sentido” en el sintagma con la manifestación de
deseo, y a ésta como pura hermenéutica. Es decir, el deseo es aprehendido como sentido en el
discurso referido, y siendo el sentido relativo a una hermenéutica, vale para quien interpela como
para quien es interpelado. De modo que “lo inconsciente” queda restringido al fenómeno del
sentido en el discurso referido. El sentido es pues, la manera en que no sólo los humanos
adquieren empatía por sus semejantes mediante la comprehensión de sus avideces, apetencias,
ansias, anhelos, afanes o simple volición. Esta forma de aprehensión, es decir de relacionarse con
sus congéneres, no se limita a individuos con lenguaje simbólico sino que incluye a individuos con
lenguaje objeto. Ya sea que el sujeto hable, o exprese su conducta con su cuerpo, quien lo
interpela, interpela su volición o su deseo. En humanos, el acto del habla reúne al sujeto de la
enunciación con el sujeto del enunciado, en el primero se ubica el nivel de la inteligibilidad, es decir
el de la denotación, y en el segundo, la manifestación de deseo, o lo que es lo mismo, lo que se
quiere significar. El trabajo de la denotación está muy próximo al de la consciencia, y consiste en
conformar la expresión inteligible. Existe pues una divergencia en la tarea de hacerse comprender y
la de construir sentido o significado, por cuanto el sujeto que habla, ocupado en la construcción del
sintagma (exigencia de la inteligibilidad o acto de la denotación) delega por ese mismo acto, la tarea
exegética de sus propias palabras en quien lo interpela. Si denominamos “inconsciente” a aquello
que se quiere significar, el concepto encuentra un preciso límite en la hermenéutica del sentido, ya
que la aprehensión del significado se juega en una dialéctica entre quien interpela y quien es
28
Nota del autor: Los procesos biológicos se basan en procesos químicos, y los procesos químicos en
mecanismos cuánticos. Y los procesos psíquicos sin esos soportes no son posibles.
29
V. MASOTTI, AL: 1995 (Tesis doctoral), 2001,2003, 2004, 2006, 2009, 2010, 2012, 2013, 2014, 2016,2017,
2018, 2019, 2020.
interpelado. Esta condición del lenguaje referido equipara el deseo al sentido en el sintagma, y en el
caso del lenguaje objeto, alude a interpretar la volición del congénere mediante la conducta
corporal. La evocación de las imágenes con que se interpreta el deseo o la volición del congénere,
se refiere siempre a la estructura mnemónica de quien interpela o de quien es interpelado. El
contenido imaginario que involucra esa hermenéutica (por ejemplo ver un adversario en un
congénere) es vivido por la consciencia como ajeno, generando desconcierto ante los motivos que
siempre son propios, y que lo insuflan a sentir lo que siente, a percibir lo que percibe o a mentar lo
que piensa, es decir que la consciencia no explica por qué se percibe lo que se percibe, o en el
ejemplo anterior, aunque no se interrogue a sí mismo, la percepción del congénere se puede prestar
a identificarlo como un adversario o un aliado. El vínculo existente entre la organización de la
memoria episódica y las vivencias acumuladas que han sido preservadas, inviste con el sesgo
imaginario con que han sido fijada la representación. Por ejemplo, el reconocimiento de otra especie
como depredadora o como neutra, dependerá de las experiencias anteriores, y según existan esas
experiencias, determinará la conducta ulterior. No obstante esta simple estructura adquiere una
específica complejidad, la de conformar una unidad de significación sincrética que les permita a los
individuos con lenguaje objeto, construir una interpretación representativa de sus vínculos con los
congéneres de su especie o de otra. He denominado Producción de sentido o Producción de sujeto
de deseo al mecanismo del acto de la significación, en el cual el evocar, comprometido con los
sistemas de reactividad (me refiero a las reacciones involucradas con el sistema denominado
amígdala extendida), se presenta como una maniobra mediadora de las interacciones entre los
procesos psíquicos (investidura imaginaria), los procesos somáticos relativos a la conservación de la
memoria episódica relacionada con los sistemas de reactividad endocrina, los contenidos
ideacionales y la carga alostática con que esos contenidos hubiesen sido involucrados durante la
experiencia de vida del individuo en relación con los desafíos arrogados. A este acto de
rememoración, lo he denominado Advocación (de la insistencia) de deseo, y a la evocación
sesgada y comprometida con su acervo, como el bagaje que predetermina la percepción. Por último,
he denominado Producción de sujeto de deseo o Producción de sentido al efecto comunicacional del
acto de significación, y a la complejidad de las interacciones existentes entre una mnemogénica y
una mnemónica como partícipe necesaria en el acto aperceptivo y comunicacional. La premisa de
afirmar que el deseo se expresa como sentido (significación) en el discurso referido, siendo su
condición óntica-ontológica la de estar elidido en el sintagma, responde a una hermenéutica del
deseo, que recrea que lo que se quiere significar entre quién es interpelado y quien interpela
depende de lo que aporta a nivel imaginario cada integrante de ese binomio. Esta escisión o
desencuentro entre el sujeto de la enunciación (el trabajo de la inteligibilidad o de la denotación) y el
sujeto del enunciado (aquello que se quiere significar) ha puesto en evidencia que la estructura que
denominamos consciencia sólo logra operar sobre el trabajo de la denotación, dejando la
significación librada a la indeterminación. Paradojalmente, el cerebro es capaz de realizar complejas
y simultáneas coordinaciones, de manera de hacer coincidir los hechos de la conducta con los
ajustes fisiológicos adecuados a la circunstancia (sincronía biológica) 30.
Así como occidente concibió a la consciencia como algo inmaterial, para oriente la consciencia es
una entidad material y a la vez, universal. Por ejemplo, el budismo tiene una concepción
cosmogónica de la conciencia, que no se aparta de considerarla como algo material. Es por ello que
han intentado investigar los nexos fisiológicos entre los procesos cognitivos y el epifenómeno
consciencia desde esa perspectiva cosmogónica. El budismo es una religión sin dios, y quizá por
30
MASOTTI, AL: “Bases para una investigación bio-psíquica de la producción de sujeto de deseo” Tesis
doctoral, UAJFK, 1995, 200 págs.; -.-: Genealogía y Singularidad, Bs. As., Letra Viva, 2019
ello, ha desarrollado la idea de que la consciencia es una entidad compartida por todos los seres
vivos, por su carácter universal. Por el contrario, en occidente, el imaginario con que las diversas
culturas han atestado de íconos religiosos el origen de la consciencia, ha proscrito la reflexión sobre
sus estados materiales, centrando la deliberación en el discernimiento del prolegómeno del “sentir”
con el “percibir”, intentando desandar su inmanencia. La argucia del lenguaje con que ha sido
identificada la apreciación subjetiva de la experiencia aperceptiva, ha sido el propio límite del término
consciencia, el que nos remite a una confrontación entre aquello que es representado de un modo
simbólico, y el objeto en sí mismo. Pero en ambos lados del mundo, la introspección con la cual se
ha intentado abordar la inmanencia de la consciencia respecto de lo percibido, ha desmentido que
pudiese omitirse el proceso cerebral que la subyace. El mecanismo fisiológico que permite que lo
dado como convicción íntima para la consciencia fuese resistido consuetudinariamente, se debió a la
negación de la existencia de ese proceso. Sin embargo Hegel y Husserl se han opuesto a esa
exclusión. La afirmación de que el deseo sobre-determina la percepción no le es ajena, el cerebro
resuelve mediante un específico algoritmo avocativo la determinación de esa percepción. A la
propuesta hegeliana de que el deseo sobre-determina la percepción le he incorporado la premisa
fundamental de la fenomenología, que propone la imposibilidad de conocer la verdad ya que que
los sentidos no aportan el conocimiento que requiere la apercepción. Esta no puede concebirse de
otro modo que incluyendo el registro mnemónico. Husserl sugiere por lo tanto, poner entre
paréntesis esa realidad (Epojé) mediante una suerte de restricción eidética, que es conducida por el
sesgo de la evocación, la que se concreta en el plano físico mediante por un mecanismo de
reverberación o refracción del contenido fijado en la memoria. Este mecanismo selectivo de la
evocación, pero a la vez limitado a esa reverberación, tiene una justificación en un fenómeno
cuántico como lo es el de la híper-conductividad. La hipótesis de que fenómenos cuánticos
participan de la configuración de los estados de consciencia, ha logrado superar la tradicional crítica
acerca de la lentitud de la transmisión neuro-química en el mecanismo aperceptivo 31, demostrando
que la imagen que el cerebro es capaz de imponer, componer o emplazar como “contenido de
consciencia” tiene una precisa conexión con una jerárquica neuronal sensoria, pero una
mayoritaria determinación mnemónica.
Infinidad de funciones de coordinación de los diversos sistemas fisiológicos, autónomos y voluntarios
son ejercidos eficazmente por el cerebro sin que estos mecanismos irrumpan en la consciencia, no
obstante, algunos de estos paroxismos pueden abordar la consciencia de un modo parcial,
asumimos el suspiro pero desconocemos qué lo produjo. La versatilidad que la actividad cerebral
demuestra, logra mediante específicos aprendizajes, moderar el ritmo cardiaco, el ritmo respiratorio,
o entrar en estados de aletargamiento, condiciones que utilizan todos los animales que invernan.
Ante semejante versatilidad, no parece que la consciencia fuese una función central en el desarrollo
filogenético de los seres vivos, sino una deriva evolutiva, una exaptación, consecuencia de esa
versatilidad. Intento demostrar que la noción de consciencia ha sido construida sobre los límites del
conocimiento humano, imprimiéndole el sesgo de ese obstáculo. Es probable que los principios
fundamentales de la fisiología: la negentropía, la quimiosmosis y la homeostasis, conjuntamente con
la pleiotropía, hayan derivado en una especie de serendipia que hubo originado la aparición de la

31
MASOTTI, AL: Tesina de post-doctorado: “Neurotransmisión endocrina en los enlaces mnemónicos”
UAJFK, 2002; - -: ¿Cómo se logra recordar lo que se desea? Bs. As. Tekné, 2003; -.-: Reminiscencias ¿un
mecanismo restaurador o desestabilizador? Bs. As., Letra Viva, 2010; -.-: La evocación mnemónica,
paradigma de la integración somato-psíquica Bs. As., Letra Viva, 2012; -.-: Mecanismos epigenéticos en la
avocación de deseo Bs. As., Letra Viva, 2013; Los genes de la memoria y la memoria de los genes Bs. As.,
Letra Viva, 2014
consciencia o de una proto-consciencia como consecuencia de esa deriva. Es muy probable que las
iniciales moléculas que originaron los seres vivos, hayan evolucionando siguiendo un patrón de
intercambio de información ligado a una mecánica físico-química común a todos los seres vivos,
dotando de absoluta versatilidad pero también de indeterminación en la adecuación de las primitivas
células, las que lentamente fueron incorporando mayor complejidad sistémica.. La evolución de los
seres vivos no parece entonces haber estado librada al azar, sino bajo la recurrencia de una
dinámica común a todos los seres vivos, que asociada a la replicación y reproducción celular, logra
mediante los mecanismos de la exaptación, incrementar la variación de los rasgos fenotípicos para
cada especie. Afirmo entonces que la preservación de los dispositivos genómicos y fenotípicos de
las más diversas manifestaciones de vida, han sido favorecidos con la promoción de los genes
portadores de la estipe, que con el objeto de ampliar la base del intercambio de la información
diploide, encendieron la diferenciación celular a partir de la información aportada por el cigoto y la
cromosómica diploide, que generaron nuevos parámetros en el procesamiento de la información y
permitieron que una infinidad de diversos organismos sobreviviesen en los contextos más
inesperados de un modo relativamente efectivo. Esta intrincación entre los sistemas mnemogénicos
y mnemónicos (implicancia de la integración filo-ontogenética 32) no hubo requerido inicialmente la
presencia de un sistema nervioso, ni de un cerebro para la preservación de los mecanismos de
reproducción, replicación y subsistencia, como así lo corrobora el comportamiento de las colonias
de bacterias, las plantas, los hongos o las algas.
El excesivo antropomorfismo, con denodado clivaje en las filosofías vitalistas-constructivistas, con el
que se abordado la noción de consciencia, la ha convertido en un ícono consagrado. Por el
contrario, he intentado desmitificar esa noción denominado consciencia al contenido que irrumpe,
impregna, imbuye de convicción lo que se percibe, limitando la noción de consciencia a la subjetiva y
singular manera que tenemos de percibir el mundo. La ficticia convicción que le otorga la
consciencia a lo que se percibe, es tan sólo una pálida imagen de la actividad singularidad de la
memoria ontogénica, que comparada con el mecanismo que la produce, ubica a la consciencia en
minusvalía. Este mecanismo por el cual un determinado contenido imbuye, insufla o impregna la
consciencia, no está disociado de la reactividad de la respuesta de estrés, y ambos constituyen
anverso y reverso de la misma moneda, y que en términos generales se la denomina sincronía
biológica.. Todos los indicadores somáticos de adecuación a la circunstancia tergiversados por la
perspectiva antropomorfa han confirmatorios del supuesto “compromiso emocional”, pero en
realidad son sólo índices de la “fantasmática imaginaria” incorporada a la propia perplejidad de la
consciencia. Para peor de su supuesto arbitrio, la versatilidad demostrada por el cerebro en
coordinar procesos voluntarios como involuntarios, demuestra que las complejas reacciones que
coordina el cerebro, transitan desaprensivamente fuera del ámbito de la consciencia. Así como en
el humano y en el resto de los animales, la consciencia de sentir miedo se refleja en una sincronía
biológica que lo prepara para la circunstancia, la diferencia entre el humano y el resto de los
animales no está en la de tomar consciencia de sentir miedo, sino en la de interrogarse por éste, y
en el que las experiencias acumuladas resultan suficiente referente como para dotar a ambos de
los mecanismos regulatorios de la respuesta de estrés. En Mecanismos epigenéticos en la
avocación de deseo33 he aseverado que la actualización de la memoria ontogénica representa un
modelo de unificación teórica que explica en términos de regulación celular, neuroquímica y
molecular cómo procesan los seres vivos las cambiantes condiciones del entorno. Con el advenir
del lenguaje simbólico que invoca o nombra a las cosas “por su nombre”, el humano ha hecho de la
32
PA: MASOTTI, AL: Concomitancia filo-ontogenética en las enfermedades crónicas Bs. As., Letra Viva, 2018
33
MASOTTI, AL: Ibídem, Bs. As., Letra Viva, 2013
consciencia la diferencia. Es por medio de esta operación que el humano se reconoce a sí mismo
en su identidad. Sin embargo, la reafirmación de que la consciencia conforma esa identidad, recae
en una fragrante contradicción al Interponer la argucia de la incoercibilidad de los propios
actos/sentimientos con el único objeto de rehuir la propia responsabilidad, excusándose en que una
energía psíquica ajena a la consciencia los gobernase, y alentando la incongruencia de afirmar que
el desconocimiento de “los motivos” por los cuales se ha procedido, son consecuencia de la falta
potestad, arbitrio o albedrío de esa consciencia.

Capítulo 1
Biología cuántica y consciencia
“…My idea, and I ‘m not the only one who claims it, is that beyond the “neuron doctrine” that
everything in information processing in the brain depends on the functioning of the neurons
with their neurotransmitter across synapses, axons, etc. There must be additional mechanisms
required. We hold that this dynamic process also depends on internal and external physical
field activity, that has experimentally been show in our brain and can modify our perception
(…) The idea that quantum process (and related wave/particles like photons) play a crucial role
within the brain derives from a whole new part of biology called quantum biology…” 34
Con menor o mayor intuición la humanidad siempre hubo considerado que los estados mentales
se sustentaban en procesos físicos y/o químicos del cerebro, no así su producido, que siempre fue
considerado empeñosamente inmaterial. La recurrida imagen de intangibilidad asignada a los
estados mentales quedó perfectamente expuesta en la experiencia de consciencia, la que fue
considerada alternativamente inmaterial, espiritual, anímica, psíquica, e incluso hubo despertado una
reflexión moral o ética en la humanidad. Rara circunstancia la de la experiencia de consciencia, que
a pesar de admitir que fuese originada por un sustrato material, fuese considerada un producto
inmaterial surgido de ese mismo sustrato. ¿Cuál podría ser la lógica que permitiese admitir que
algo material pudiese originar algo inmaterial? ¿Cómo es que pudo ser defendida con vehemencia y
a lo largo de varios siglos esta forzada afirmación que aseveraba que algo material fuese capaz de
generar algo inmaterial, en vez de ser señalada como una contradicción. A pesar de la incongruente
porfía de dicha aseveración, los postulados de la mecánica cuántica actual confirmarían la
incertidumbre del contenido de la experiencia de consciencia, del mismo modo en que el
experimento de la doble rendija determina que la partícula se comportase como partícula o como
función de onda de acuerdo al modo peculiar en que se elija el intento de observación. Pero
vayamos por partes. A nivel de lo muy pequeño, como las sub-partículas que componen el núcleo
del átomo (1-32m), o su radio (1-16m) o el radio de las órbitas de los electrones (1 -9m), o los electrones
mismos cuya masa es inferior a 1 -2000 veces de la de los nucleones, han puesto en evidencia que
las propiedades descriptas por la mecánica de Newton no son válidas a ese nivel métrico. En la
mecánica cuántica se han observado fenómenos muy diferentes a la mecánica descripta por
Newton, como por ejemplo lo es la superposición de partículas, la no localización y el
desconcertante hecho que las partículas se comporten alterativamente como corpúsculos en
determinadas circunstancias de experimentación, y como perturbaciones de onda (vibraciones) en
función de la medida de observación instrumentada, demostrando que el experimentador sobre-
determina el desempeño de la partícula. Einstein, Podolsky y Rosen refiriéndose al experimento de
la doble rendija, concluyeron que el resultado del mismo dependía de la manipulación previa del
experimentador (Paradoja EPR)35.
Explicar el comportamiento dual de la materia no es algo sencillo, demasiados siglos acostumbrados
a razonar en los términos de la mecánica newtoniana hacen más difícil la tarea. Las partículas que
componen el núcleo del átomo son tan pequeñas que sólo han podido ser fotografiadas con
microscopios de barrido electrónico. Estos microscopios consisten en acelerar un haz de electrones
sobre la nuestra a observar. En principio, para que el barrido resulte suficiente para obtener el
34
MEIJER, DKF: “Does thoughts really comes only the brain? The deeper connective principles of
consciousness”, Interviewed, University of Groningen, Netherlands, 2019; Interviewer; TAVOR, R
35
El experimento de la doble rendija consisten en dirigir un haz de electrones haciéndolo pasar por una
pantalla que tiene alternativamente una o dos rendijas, y un detector por detrás de la pantalla que recoge
el paso del haz de electrones. Cuando se lo hace pasar por una sola rendija se corrobora el comportamiento
corpuscular, cuando se interpone la doble rendija en la pantalla, se produce una perturbación de onda que
queda registrada en el detector de atrás en forma de un diagrama de barras.
detalle atómico, existen algunas dificultades en su implementación. Entre las más inocuas, al no
utilizar el espectro de luz visible, las imágenes son obtenidas en blanco y negro, por lo tanto
dificultan su interpretación, pero existen otras dificultades de mayor consideración. En la aplicación
del haz de electrones sobre la muestra, algunos chocarán sobre otros electrones generando la
emisión de rayos “X” con los obvios riesgos para el operador. Además, si los electrones del átomo
observado fuesen afectados por los electrones del barrido, es decir que no chocasen con los
electrones sino que alterasen las órbitas de los electrones del átomo observado, incorporándose a
las mismas o desprendiendo electrones del átomo observado, iniciarían una actividad en cascada
que generaría emisiones de rayos alfa, beta o gamma. Estos rayos no son otra cosa que la
degradación radioactiva de los isótopos, que siendo unos más inestables que otros, iniciarían una
degradación radiactiva en cascada. Además, la proporción entre protones y neutrones que
conforman el núcleo del átomo, pudiese verse afectada por efecto de los fotones (los cuantos del
campo electromagnético del átomo) alterando las características atómicas del elemento afectado
(los isótopos son elementos químicos del mismo grupo pero que presentan una variación en la
proporción entre protones y neutrones, siendo algunas variedades más inestables que otras.
Pero además existen otras cuestiones a considerar, como por ejemplo las fuerzas que mantienen
unidos los protones del núcleo, que teniendo carga eléctrica positiva, tenderían a rechazarse entre sí
y cuya cantidad en combinación con los neutrones, define la estabilidad atómica del elemento. A
esa fuerza que los mantiene unidos se la ha denominado Fuerza Nuclear Fuerte a pesar que su
alcance no supere el radio del núcleo. Por el contrario, el alcance del campo electromagnético
generado por el movimiento orbital de los electrones sobre el núcleo y sobre su propio eje
(translación y rotación de los electrones) es de de influencia infinita. Algunas propiedades del campo
electromagnético generado por el giro de los electrones (su “spin” en la jerga cuántica), es empleado
en el diagnóstico clínico de imágenes por resonancia magnética del átomo de hidrógeno. Las
investigaciones acerca de si el campo electromagnético está definido por su carácter ondulatorio o
por el carácter corpuscular del electrón, han confirmado que la mecánica cuántica (el área de la
física nuclear que estudia la mecánica de las partículas sub-atómicas) puede ser descripta por
medio de la función onda. Interpretar la función de onda significa establecer la probabilidad de hallar
un electrón en una determinada área. El hecho de que la medición tome un determinado valor es lo
que se denomina de una manera bastante críptica, colapso de la función de onda, refiriéndose a que
las decisiones del observador modifican la “realidad” de lo observado. De modo que el valor que
toma la función de onda es el cálculo de la probabilidad de encontrar ese electrón en un punto
determinado del espacio sub-atómico, posición que sólo toma sentido cuando se realiza el
experimento de medida, aunque de ningún modo este resultado significa la predicción del
comportamiento de la partícula. Existen pues a nivel cuántico, otros fenómenos como el de
superposición o el de entrelazamiento de partículas, que aún encontrándose alejadas esas
partículas, logran un comportamiento entrelazado con un ”spin” nulo, es decir que si un electrón gira
por ejemplo para arriba, el electrón entrelazado gira para abajo. El comportamiento mecánico de la
física cuántica ha desconcertado el sentido común y ha dado mucho que discutir en el siglo anterior
sobre “la naturaleza” de la materia, y demostrado que en los cálculos de su génesis, la vida parece
ser tan sólo una alternativa de la materia. El mundo sub-atómico es un mundo de estados discretos
y saltos cuánticos, un mundo de incertidumbres y probabilidades en el que la indeterminación de la
posición (localización) y de la cantidad de movimiento, invalida el concepto clásico de trayectoria de
la mecánica newtoniana. La electrodinámica cuántica, que ha permitido descubrir entre otras cosas,
los isótopos mediante diferencias entre la masa y la carga del núcleo, ha permitido determinar las
condiciones de estabilidad radiactiva de los elementos. Ahora bien, si las fuerzas electromagnéticas
ligan los electrones al núcleo del átomo, ya he mencionado que lo que liga a protones con los
protones es la Fuerza Nuclear Fuerte, pero ¿qué fuerza liga a los protones con los neutrones? La
respuesta está en relación con la interacción que explica la desintegración radiactiva de la materia.
Es decir, el número de protones (el número atómico en la tabla de los elementos) se va
incrementando o reduciendo de acuerdo a la cantidad de radiación (inestabilidad) emitida en una
unidad denominada “quantum” de la radiación, convirtiéndose con el paso del tiempo en otro
elemento, por ejemplo el uranio en plomo luego de muchísimos años de actividad radiactiva. En
1930, Wolfgang Pauli postuló la existencia de una partícula eléctricamente neutra y muy ligera, que
interactuaba entre el núcleo y los electrones, y que en principio fue denominado neutrón, pero
posteriormente Enrico Fermi (1934) la denominó “neutrino”, incluyéndolo en una teoría que
postulaba la desintegración Beta, basada en la conversión simultánea de un neutrón en tres
partículas, protón, electrón y neutrino. En honor a Fermi, se denominó a los electrones, protones,
neutrones y neutrinos con el nombre de Fermiones, y la fuerza que gobernaba la desintegración
Beta, recibió el nombre de Fuerza Nuclear Débil, y que explicaba entre otras cosas, la unión entre
protones y neutrones, y cuya interacción no alteraba las propiedades del elemento pero corregía la
proporción entre protones y neutrones, generando los isótopos. Fermi aseguraba por esa época
que la Fuerza Nuclear Débil no podía explicar la ligadura entre los protones, que eran de carga
positiva y debían rechazarse entre sí, es entonces en ese momento que Fermi propone la aparición
de la Fuerza Nuclear Fuerte que imposibilitaba la fragmentación del núcleo. Aunque fue definida
como un campo de fuerzas electromagnéticas, su alcance se limitaba al radio del núcleo, como ya
se ha dicho. Del mismo modo que el cuanto del campo electromagnético de los electrones resultó
ser el fotón, las excitaciones del campo de la Fuerza Nuclear Fuerte debían estar engendradas por
una nueva sub-partícula, a la que se la denominó Mesón Pi y que hoy se la conoce por su nombre
abreviado: Pión. Esta nueva partícula debía de ser la que gobernaba la desintegración Alfa,
posibilitando la fragmentación del núcleo, utilizada en la fisión nuclear. Fotón y Pión, partículas
portadoras de interacciones o fuerzas, fueron denominadas Bosones en honor a su descubridor S.
Bose, pero el Pión, a diferencia del fotón, parecía tener masa, masa que explicaba una diferencia
crucial con el electromagnetismo, limitando su influencia al radio del núcleo. Por un lado, el fotón es
en esencia un mecanismo para la transferencia del “momentum” o cantidad de movimiento entre los
electrones que interactúan, estableciendo una relación de fuerza o carga entre el intervalo de tiempo
que el fotón puede propagarse (la máxima distancia se obtiene multiplicando ese intervalo de tiempo
por la velocidad de la luz) y el momento en que es absorbido. Por el lado del Pión, aunque la fuerza
que fragmenta el núcleo no sobrepase su radio, produce una acción en cascada que tiene varias
aplicaciones, una es la bomba de fisión de H (la del sol), la otra es una fisión controlada que se
aprovecha para generar electricidad. Actualmente, se supone que el campo electromagnético, que
es de alcance universal, mantiene estables las proporciones entre materia y antimateria y ha
permitido que apareciese la vida, en la que la consciencia es una propiedad más de la materia. Es
la proporción entre materia y antimateria la que ha competido con la fuerza de gravedad definida por
Newton y que hoy es desdeñada, o en todo caso, comprendida como un campo electromagnético,
es decir como un campo de ondas vibratorias aún no claramente definido.
Esta pequeña y superficial introducción al campo de las interacciones cuánticas, ha tenido como
único objetivo, el de acercarlos a la comprensión de que la materia tal como la conocemos, tiene
un comportamiento dual, corpuscular y ondulatorio a la vez, basado en las propiedades de las
partículas que conforman el átomo. El hecho que la humanidad haya pensado que un elemento
corpuscular como lo es el cerebro, generase un producto no corpóreo, como lo aparentan ser los
pensamientos, las percepciones o los recuerdos, y que éstos conformasen de algún modo, el
“campo de la consciencia”, no parece ser después de todo una especulación sin arraigo alguno.
Sin embargo, aunque imaginásemos a los pensamientos, las percepciones y los recuerdos como
fotones virtuales que se propagasen antes de que su fuerza de tensión fuese absorbida, lo esencial
de la consciencia, el hecho de cómo se configura la experiencia de consciencia, no queda resuelto
debido al hecho que esta propagación no explica el modo en que los contenidos de ideación
subyugan a la consciencia, tampoco lo resuelve creer que fuese la propia consciencia la que los
selecciona.. La frase de Einstein e Infeld 36 acerca de que la ciencia no es un libro cerrado, ya que
cada avance conlleva nuevos interrogantes, y cada desarrollo nuevas y profundas dificultades, le
incumbe particularmente a la noción de consciencia. Los investigadores de las “ciencias duras”,
consuetudinariamente han rechazado investigarla, por considerarla un tema de la hermenéutica
filosófica, pero los actúales progresos en el campo de los fenómenos cuánticos sobre la experiencia
de consciencia los han contrariado y hoy, son discutidas diversas hipótesis cuánticas sobre su
configuración. Como ya he anticipado en el exordio, sin memoria no hay percepción, y sin
apercepción no hay consciencia. Por lo tanto, el viejo dilema de si la memoria, los pensamientos, la
apercepción o la propia experiencia de consciencia son o no un cuerpo tangible o intangible, se ha
convertido en una cuestión baladí, infecunda e infructuosa a partir de haberse demostrado que las
sub-partículas atómicas han demostrado tener un comportamiento dual según las circunstancias, es
decir, como corpúsculos y como función de onda a la vez. Esta ambigüedad, .ha puesto sobre el
tapate la necesidad de entender cabalmente qué es la función de onda y para qué sirve. Para
comprenderlo comencemos refiriéndonos al comportamiento de un péndulo. El movimiento de un
péndulo puede ser entendido como una vibración, su movimiento dibuja en su base una línea recta
que va y viene, si desplazáramos bajo éste una cinta perpendicularmente al movimiento del péndulo,
veríamos que a medida que oscila, dibuja sobre la cinta una curva sinodal cuya “amplitud de onda”
denota la distancia que va desde el punto medio de la onda hasta la cresta y luego hasta el valle
de la misma, o sea que la distancia entre la cresta y el valle de la onda es igual al máximo
alejamiento de la posición de equilibrio del péndulo. En cambio, “la longitud de onda” es la distancia
entre cresta y cresta, o entre valle y valle, por ejemplo, la longitud de onda de la luz visible es de
millonésimas partes del metro, y “la frecuencia de onda” nos dice cuán a menudo ocurre esa
vibración en un período de tiempo determinado, como por ejemplo en un segundo, circunstancia que
nos introduce en otro prolegómeno, la inclusión del tiempo como una variable del espacio. Pero por
ahora, detengámonos en la “frecuencia de onda”. La unidad de frecuencia denominada Hertz, en
honor de Heinrich Hertz (quien demostró la existencia de ondas de radio en 1886), corresponde a
una vibración por segundo. En el caso de una antena de transmisión de radio de 960 kHz en AM,
los electrones de la transmisión de radio vibran 960.000 veces por segundo, y la velocidad de la
onda depende de su frecuencia y de su longitud de onda. Pues bien, esto quiere decir que “la
función de onda” nos brinda información sobre la amplitud, sobre la longitud y sobre la frecuencia y
velocidad de la misma, datos que “nos hablan” de sus propiedades. El espectro electromagnético es
muy amplio, y abarca desde una longitud de onda de 10-13m para los rayos gamma, luego los rayos
X, los ultravioleta, el espectro de la luz visible, el infrarrojo, el microondas, radar y las ondas de radio
que alcanzan una longitud de onda de 10 5m. De modo que “la función de onda” es una abstracción
de la física teórica aplicada a la observación del “comportamiento” de una sub-partícula, que puede
ser un fotón, un electrón, un protón, etc. Y aunque nos quitásemos la idea de nuestra mente de que
no requiriésemos del racionalismo para explicar el comportamiento de estas sub-partículas
(demanda de realismo), y creyésemos como suficiente justificación que se trata de cuestiones

36
EINSTEIN, A & INFELD, L: The Evolution of Physics, 1937
intangibles que no requieren otra explicación, estaríamos desconociendo “la realidad” de las
propiedades antes mencionadas.
Hacia finales de 1930 aunque las bases de la física cuántica ya habían sido establecidas, cierto
malestar se prolongaba entre los investigadores. Entre ellos, Einstein se oponía a aceptar el
realismo indeterminista que la física cuántica parecía confirmar. En 1905, Einstein se había ocupado
de desarrollar la Relatividad General, y en 1917 la explicación del mecanismo de emisión de
radiación por el que obtuvo el premio nobel, parecía darle la razón. Sin embargo, en 1924 junto a S.
Bose (físico-matemático de origen indio), confirmaron las condiciones atómicas de la
superconductividad, las que parecían contradecir las iniciales afirmaciones de Einstein de un mundo
predecible. Como afirma Gonzalo Abal37, resulta paradójico que el fotón y la luz laser, dos conceptos
tempranamente elucidados por Einstein, tuviesen un rol tan destacado en la no comprobación de las
teorías realistas-locales, que tanto había defendido Einstein. Ya en 1913 Einstein había mantenido
un encendido debate con Niels Bohr buscando contradecir los preceptos, pautas o criterios de la
mecánica cuántica. En una carta a su amigo Max Born le confiesa su reticencia a aceptar el “efecto
a distancia” de las partículas entrelazadas, y la indeterminación de las predicciones cuánticas. Los
efectos no locales de la inaceptable acción a distancia de las partículas superpuestas (entrelazadas)
habían despertado su reticencia a aceptar las supuestas evidencias de una mecánica cuántica que
desafiaba la teoría de la relatividad 38. La indeterminación de las predicciones cuánticas
(probabilísticas), los efectos no locales (la inaceptable acción a distancia) y las superposiciones de
las sub-partículas habían desconcertado su inteligencia. De esa época es la famosa frase de
Einstein, “Dios no juega a los dados”. En 1965 Bell logra convencer a los físicos que ninguna teoría
determinista localista logra reproducir los resultados de la mecánica cuántica, y en la década del ’70
experimentos realizados en las universidades más prestigiosas como Berkeley y Harvard confirman
las predicciones de la mecánica cuántica, y contradicen las teorías realistas localistas. En la década
siguiente Alan Aspect de la Universidad de París-Sud logró convencer a los físicos que el realismo
local era incompatible con las observaciones empíricas del “efecto a distancia”, el que tanta
deliberación había despertado desde la querella iniciada por Einstein, Podolsky y Rosen en 1935
reconocida como la Paradoja EPR.
El realismo localista defendido en la paradoja EPR, insiste con que en la epistemología de la física,
un objeto mantiene sus propiedades definidas a priori como inalterables, independientemente de la
observación de un agente externo. El localismo de la física newtoniana afirmaba que aunque se
escogiese una específica propiedad, eventos lo suficientemente alejados o aún no tanto (en términos
relativistas podría decirse dentro del cono de sombra de la medida utilizada para observarlo), no
alterarían las propiedades definidas a priori como consecuencia de esa observación. En 1935
Einstein, Podolsky y Rosen intentaron demostrar que la mecánica cuántica si no respondía a esa
condición de causa-efecto próxima, la realidad física que describía, fuere incompleta. Bohr refutó
esa crítica de forma tajante, pero la defensa del indeterminismo cuántico asumido por Bohr no
tranquilizó a nadie. Se la conoció como la Interpretación de Copenhague, ampliamente discutida
por sus colegas entre 1925 y 1927. Bohr, mediante una argucia lógica tomaba distancia de la
crítica de la paradoja ERP con un argumento empírico. No obstante, el rigor lógico que implicaba la
37
ABAL,G.: “Paradoja ERP y desigualdades de Bell” Montevideo, Uruguay, 2007
38
“I cannot seriously believe in quantum theory because it cannot be reconciled with the idea that physics
should represent a reality in time and space, free from spooky actions at a distance (…) I am quite convinced
that someone will eventually come up with a theory whose objects, connected by laws, are not probabilities
but considered facts, as used to be taken for granted until quite recently…” ALBERT EINSTEIN, carta a Max
Born del 3 de marzo de 1947. En “The Born-Einstein letters” Walker & Co., 1971, NY, USA
crítica de Einstein a la física cuántica, Bohr había logrado ajustar sus enunciados a las
impresionantes evidencias empíricas acumuladas por la mecánica cuántica. En la década del ’60
Bohm y Aharonov reformularon la paradoja ERP en términos de partículas, logrando incluir en sus
formulaciones matemáticas la inercia del “momentun” (es decir la inercia que trae una partícula que
además de girar sobre su eje, se traslada). No me detendré en sus argumentos, sino tan sólo en
rescatar que esta reformulación implicaba una crítica al determinismo. Es en éste sentido que Bell
en la primera versión de su crítica al determinismo en 1965, reconocida como el Teorema de las
desigualdades de Bell, afirma que ningún sistema determinista local puede reproducir los resultados
que arroja la mecánica cuántica, y agrega luego una segunda desigualdad que demuestra la
restricción que existe en la determinación experimental de una específica observación. Si
invirtiésemos los términos expresados por Bell, tendríamos la siguiente aseveración: “toda teoría
relativista local, es violada por la mecánica cuántica”. En la década del ’70 Alan Aspect confirmó que
“el efecto a distancia” (el efecto de dos partículas entrelazadas) contrariaba el realismo local
determinista defendido por Einstein. El requisito esencial del Teorema de las Desigualdades de Bell
(por sobre todo la hipótesis de la no localidad, que contradice el modelo causa-efecto) explica que al
no haber conexión causal entre las medidas observadas y los diferentes componentes del
experimento, se debe asumir que la pequeña fracción observada con la que se estimaron las
probabilidades, aún siendo sesgada arbitrariamente del conjunto de pares de sub-partículas
escogidas, reconfirma la transferencia de información entre éstas. Y aunque estos experimentos se
hayan repetido en las décadas subsiguientes buscando divergencias, los resultados han sido
siempre los mismos; de modo que el efecto cuántico de las sub-partículas entrelazadas ha sido
finalmente utilizado en experimentos con fotones a través de fibras ópticas, o directamente a través
de la atmósfera con el fin de hacer más rápidas las comunicaciones, o en un futuro próximo poder
acelerar el procesamiento de datos. Tal circunstancia reconfirma que los criterios impuestos por
“Las Desigualdades de Bell”, que hoy son utilizados como testigo del entrelazamiento de partículas,
es una cabal demostración del fortalecimiento teórico adquirido por la mecánica cuántica, la que ha
puesto en evidencia que una partícula pueda alterar instantáneamente la realidad física de otra a
pesar de encontrarse alejada respecto de ésa si se mantiene su condición de entrelazamiento, sin
que ningún otro medio haya interactuado sobre ellas. Este hallazgo tan revelador, y a la vez tan
desconcertante del comportamiento de las sub-partículas del átomo, hubo demostrado que la
evolución de la materia hacia la vida no ha tenido un desarrollo que respondiese al paradigma
antecedente-consecuente. Por el contrario pareciese haber sido gobernado por mecanismos
cuánticos de proximidad que incluso involucran a la experiencia de consciencia. Ya hemos asumido
la incumbencia de la mecánica cuántica en la biología y en la evolución de los seres vivos, falta tan
sólo aceptar que la consciencia es el mero producto de esos fenómenos de entrelazamiento
cuántico.

Capítulo 2
Proto-consciencia en Microorganismos
“…The most fundamental physical mechanisms which are involved in the biological system
are dealt and studied in the new branch of science called Quantum Biology (…)Since
biological evolution began much after de existence of energy and matter and its unanimity,
them the answer to the origin of life actually lies much before the emergence of viruses,
bacteria, archaea and eukaryotes. (…), (that) means biological systems interact with
surrounding inorganic matter to form a complex and dynamic synergistic system of ecology
with helps in perpetuating the conditions of life… 39

En el camino de la organización de la materia hacia los organismos vivos no hay duda que el paso
inicial hacia la proto-célula fue la aparición de la membrana celular, la que permitió independizarse
de la entropía con el entorno y distinguir lo interno de lo externo. Pero mucho antes que esto
ocurriese, la tierra debió ser un sistema en equilibrio cuya sinergia hubo permitido la interacción de
los elementos presentes y de los que fueron incorporándose gradualmente mediante una dinámica
que permitió su propia auto-regulación, es decir que la tierra se hubo comportado como un súper-
organismo que era capaz de modificar su propia organización interna. Esta manera de entender la
evolución de las condiciones primitivas de la tierra que permitieron la aparición de los organismos
vivos, se contrapone con la inicial perspectiva de creer que las condiciones apropiadas que
permitieron la vida fueron dadas aleatoriamente, cuando en cambio, según la hipótesis de James
Lovelock (1969) y reconfirmada por Lynn Margulis (1979), la tierra se hubo comportado como un
súper-organismo que fue generando su propia supervivencia. Aunque la idea de un planeta
concebido como un sistema auto-regulable no era nueva por cierto, Lovelock la formalizase con una
teoría de auto-regulación que incluyese a todos los seres vivos, a los océanos, a las rocas y a la
atmósfera. Esta teoría fue reconocida como Hipótesis de Gaia o Gaea (latín) y que evoca el nombre
de la diosa madre tierra en la mitología greco-romana. Aunque esa idea no era nueva ya que en el
siglo XVIII, para ser más exacto en 1789, James Hutton, considerado el padre de la geología, había
sugerido que el estudio de la evolución de los seres vivientes debía comenzar con la fisiología, ya
que la biósfera se encargaba de reciclar la materia orgánica. En esta línea de investigaciones,
James Ephrain Lovelock, un químico atmosférico británico preocupado por la ecología que había
logrado inventar en 1957 el detector de electrones por captura, logró identificar vestigios de
pesticidas en los pingüinos de la Antártica por medio de la cromatografía (análisis de gases). Como
reconocimiento de esa iniciativa fue invitado en la NASA a analizar la atmósfera marciana, la que
encontró cerca del equilibrio químico, con muy poco oxígeno y algo de metano e hidrógeno, pero con
abundante cantidad de dióxido de carbono (95%). Lovelock sostuvo entonces, que una atmósfera
equilibrada químicamente impediría el metabolismo de los organismos, a diferencia de la tierra en la
que la vida se había iniciado como consecuencia de la inestabilidad química de su composición
atmosférica (78% de nitrógeno, 21% oxígeno y 1% de Argón, dióxido de carbono y vapor de agua).
Aunque se le criticó a Lovelock que calificase al planeta como un organismo vivo por cuanto no
distinguía en esa concepción la materia inerte, Lovelock refutó la crítica afirmando que la materia
viva había evolucionado en conjunto con la materia inerte. Humberto Maturana y Francisco Varela
(1984, mencionados en el Exordio) han definido al proceso de intercambio iónico entre la materia
inerte y el comienzo de las proto-células como auto-poyético, es decir como un sistema que no sólo
tenía la competencia para mantener su estructura, sino la capacidad de regenerarse contra los
constantes embates externos, creando sus propios componentes, y modificando su composición
interna en función de las condiciones de su entorno, regulando compuestos orgánicos o atrapando la
radiación solar o reflejándola, evitando la disipación interna de esa energía.

39
REDDY, JSK & PEREIRA, C: “Understanding the emergence of microbial consciousness: From a perspective
of the Subject-Object Model (SOM)” J. of Integrative Neuroscience, 16(S):27-36, 2017 DOI: 10.3233/JIN-
170064
Ese mayor grado de intercambio iónico de los componentes existentes, permitió una diversidad
inicial y separación de entidades, que orientó el desarrollo de diversos mecanismos adaptativos que
fueron incorporándose gradualmente y lentamente en función de las condiciones del entorno. Esta
inicial competencia para interactuar con el entorno de manera eficiente promovió la aparición de una
membrana que separase el exterior del interior de la agrupación molecular inicial. Esta membrana
fue el paso inicial para la aparición de la proto-célula, la que logró independizarse de la entropía con
el entorno, y administrar su propia energía. A este proceso se lo denominó endosimbiosis, mediante
la cual, las células incorporaron diversos orgánulos. La complejidad del entorno generó entonces
otras fuerzas interactivas que desafiaban la sobrevivencia de estas estructuras. La exhibición de los
más diversos mecanismos de adaptación, indudablemente basados en el intercambio de
información, debió ser considerada como una forma de “inteligencia” que implicaba específicos
comportamientos ante diferentes embates. En el caso de estos iniciales organismos vivos, debemos
considerar que ese intercambio informativo determinaba específicos comportamientos ante esos
desafíos. El estudio evolutivo de estos iniciales “comportamientos” de las primeras proto-células
demostró que no se diferenciaban en cuanto a su estructura de los observados en los
microorganismos. Basados en evidencias de los fósiles de microbios existentes entre 2,75 y 3 mil
millones de años de antigüedad, la evolución de la vida en la tierra (inicialmente en condiciones de
libre individualidad) se demostró que ese comportamiento fue variando gradualmente hasta
conformar colonias o comunidades de individuos a partir del imperativo biológico de la ventaja de
subsistencia. Hacia 1, 5 mil millones de años, las proto-células se fusionaron con las células
eucariotas (células con núcleo) favoreciendo la diferenciación, organización e intercambio de las
estructuras moleculares del núcleo que promovieron la aparición de los organismos multicelulares.
Podríamos asignarle a estos procesos la condición de una proto-consciencia colectiva en tanto
lograron una estrategia de preservación del linaje. Quisiera destacar que estos procesos fueron
promovidos por dos principios, que yuxtapuestos resultaron definitorios para la organización de la
vida, el constante intercambio iónico a los que se veía sometida la célula, y su procesamiento, o sea
la desestabilización e inmediata recuperación energética, procesos eminentemente químicos
basados en mecanismos cuánticos. Este salto evolutivo de la materia hacia la transformación
sistémica de la célula, fue impulsado por ese primigenio intercambio iónico que incluía introducir la
información de las condiciones del entorno en el medio interno de la célula. Esa intensa reciprocidad
de la información, como por ejemplo la incorporación de nuevos elementos químicos a la célula, fue
la responsable del aumento de complejidad de los sistemas vivos. Los graduales pasos dados en la
adquisición de complejidad deben comprenderse entonces, como la consecuencia de la
inestabilidad de las estructuras moleculares, y la convergencia y/o concomitancia de las
circunstancias que promovieron esa inestabilidad.
Desde esta perspectiva, todas las estructuras interiores de la célula han tenido una finalidad
determinada, ya que fueron incorporadas en específicas circunstancias que no son otra cosa que la
respuesta a una específica condición impuesta por el entorno. La coordinación entre las diferentes
estructuras interiores de la célula, hubo constituido “una especie de acuerdo entre sí” que podría
compararse con una proto-conciencia. La combinación de las diferentes performances y las variadas
tareas que requirió esa coordinación puesta en marcha por el “anfitrión”, supone una propiedad
cualitativa equivalente a una individualidad que podríamos denominar singular, en cuanto las
determinaciones fueren exclusivas para cada circunstancia, estando determinadas por una
específica combinación entre el genotipo y el fenotipo del espécimen. La progresión del desarrollo de
una consciencia desde la materia inerte hasta los sistemas vivos, hubo supuesto un modelo de la
evolución que necesariamente incluyese al comportamiento consciente (consciencia). Hameroff &
Penrose40 alegan que las proteínas tubulinas tienen una posibilidad muy concreta de estar asociadas
a la experiencia de consciencia, ya que facilitan el transporte de otras moléculas dentro del citosol
celular. El transporte de otras moléculas por dentro de los tubos en que su estructura molecular se
constituye, pareciera una condición necesaria en la conformación cito-esquelética de los primitivos
sistemas vivos de los microorganismos. Hameroff & Penrose asocian la aparición de mecanismos
cuánticos en los microtúbulos de los microorganismos durante los últimos 1.000 millones de años del
período precámbrico41. La aparición de estos mecanismos cuánticos, corroborados hoy en las
células nerviosas, pudiera haber estado presente desde el inicio de la aparición de las células. De
ser así, la hipótesis de una experiencia de consciencia asociada a los fenómenos cuánticos, pudiera
extenderse a todos los organismos unicelulares y multicelulares que tengan un nivel de
funcionamiento que incluya mecanismos de proliferación, diferenciación, apoptosis, síntesis de ADN,
actividad de transcripción (ARN), expresión proteica, síntesis de ATP (adenina-trifosfato) y actividad
metabólica. De modo que la consideración de una experiencia de consciencia asociada a los
mecanismos cuánticos podría ser explicada como una retroalimentación o contra-reacción
(feedback) de un sistema basado en la incorporación de los desequilibrios sistémicos. Entender la
experiencia de consciencia como un estado de ubiquidad de los sistemas biológicos, en tanto
requiere un complejo e integrado procesamiento de la información proveniente del exterior, ha sido
la base de la prosperidad y sobrevivencia de la vida.
El estudio de la evolución de los microorganismos nos ha permitido comprender los complejos
mecanismos de la persistencia de la vida. El constante intercambio de moléculas entre las proto-
células y su entorno, y el transporte de éstas dentro del citosol celular, han sido los mecanismos
más arcaicos, pero realmente efectivos en la tarea del sostenimiento de la vida. El modelo de
transporte a través de las proteínas microtubilinas ha sido considerado uno de los principios fisio-
químicos más rudimentarios, presentes ya en las proto-células y procariotas (sin núcleo y material
genético disperso), las que han sido consideradas el último ancestro universal común (Last
Universal Common Ancestor, LUCA)42. Son muchos los investigadores que consideran que esta
primigenia ventaja haya sido el precursor de la experiencia de consciencia, otorgándole a ésta un
indiscutible e indudable origen material. Nada pudo haber favorecido más la persistencia y
adquisición de complejidad sistémica, que ese inicial intercambio y transporte de moléculas. El
estudio de la observación del comportamiento de los microorganismos hubo revelado que las
regularidades de los mecanismos de adaptación de sus comunidades, tanto en vestigios de
comunidades fosilizadas como en especies vivas, han permitido identificar comportamientos que
podríamos llamar eficientes y prósperos, a pesar de no poseer un sistema nervioso. La evolución
del cito-esqueleto dentro de las diferentes clases de microorganismos, finalmente ha disuelto la
deliberación de si debían denominarse “comportamientos” a estas reacciones, ya que actúan como
una herramienta competente que cuantifica y cualifica el estímulo. Reddy & Pereira 43 proponen la
hipótesis de que el cito-esqueleto participa de mecanismos cuánticos en el transporte de sustancias
dentro del citosol que contribuye con la resolución de las emergencias, y que este comportamiento
conforma una forma rudimentaria de memoria relacionada con una proto-consciencia. En los
40
HAMEROFF, S & PENROSE, R: “Consciousness in the universe. A review of the “Orch Or” theory” Physics of
Life Review, 11:39-78, 2014 DOI 10.1016/j.plrev .2013.08.002
41
Período más amplio, diverso y complejo de la evolución de la tierra, entre 4.570 millones de años y 540
millones de años, abarcando 4.030 millones de años de longitud La aparición de los primeros sistemas vivos
pudiera datarse en aproximadamente 1.000 millones de años.
42
MELKIKH, AV & SUTORMINA, M: “Protocells & LUCA, Transport of substances from first physicochemical
principles” Progress in biological & molecular biology doi.org/101016/j.pbiomolbio.2018.12.011
43
V. nota de pié de página n° 38
orígenes de la vida (arqueas, bacterias y eucariotas) el cito-esqueleto celular tiene una estructura
similar a las de las proteínas. Sin embargo, su función y su dinámica resultan diferentes. El cito-
esqueleto es un rasgo o atributo que no es exclusivo de las células eucariotas, por cuanto en las
procariotas (células sin núcleo y con material genético disperso en el citosol) se encuentran
proteínas tubulinas que facilitan el transporte de moléculas dentro del citosol por medio de estos
mocrotúbulos.. Por lo tanto, las proteínas tubulinas, presentes en las células procariotas y
eucariotas, han confirmado la hipótesis del ancestro común (LUCA, antes mencionado). Esta idea
de un procesamiento cuántico en el plegamiento de las proteínas, ha confirmado la participación de
las estructuras tubulares proteicas que permiten el transporte de otras moléculas. El plegamiento de
las proteínas es un proceso termodinámicamente irreversible y espontáneo por el cual, la proteína
alcanza su estructura tridimensional y define su función. En los casos en que no lograse plegarse
correctamente, el proceso pudiera reiniciar la búsqueda de los enlaces adecuados, ya que una
proteína sin su correcto plegamiento, no es más que una cadena de aminoácidos sin una estructura
tridimensional definida y sin una función específica. El plegamiento de las proteínas, como ya se
dijo, es favorecido por el incremento termodinámico, el que contribuye con la disminución en la
aleatoriedad de los enlaces químicos y coadyuva a la definición de su función. A partir de un
complejo proceso de elección de enlaces químicos, cuyo busqueda le demandaría mucho más
tiempo del que realmente le ocupa, alcanza el “estado nativo” (la búsqueda de la conformación
funcional biológicamente activa y estable de la proteína en su forma tridimensional) en apenas
nano o picosegundos mediante un procedimiento de búsqueda que no es exhaustivo. Levinthal 44
ha demostrado que para resolver la elección de los enlaces adecuados en tan breve tiempo, la
proteína utiliza tramos ya definidos con anterioridad, es decir que la búsqueda de su conformación
biológicamente activa y estable no es un mero mecanismo de plegamiento en sí mismo, sino un
proceso dirigido por las condiciones físico-químicas existentes durante la biosíntesis de la proteína y
las rutas bioquímicas que a posteriori la determinan, es decir que secuencias de aminoácidos
locales que forman interacciones estables y que sirven como puntos de referencia, determinan el
futuro del plegado de la cadena. Aunque no se ha logrado descubrir los mecanismos cuánticos por
los cuales alcanzan las elecciones correctas en tan corto plazo, el rápido desenlace está ligado a la
preservación de los enlaces peptídicos asociados a la secuencias de aminoácidos utilizados con
anterioridad45.
Las arqueas han demostrado ser los primeros microorganismos que han utilizado el plegamiento de
las proteínas como respuesta para la adecuación de su medio interno a las condiciones de su
entorno. Este comportamiento químico ha sido observado durante la transición del período
anaeróbico al aeróbico, en el que desarrollaron además un comportamiento cooperativo entre
arqueas, por lo que se ha implicado a las estructuras proteicas como vinculadas con la respuesta
adaptativa cooperativa. Esta sinergia entre arqueas podría interpretarse como un comportamiento
social que implica no sólo una proto-consciencia de sí, sino una percepción de las circunstancias del
congénere. Algunos investigadores han advertido que el hecho de un ancestro común (Last
Universal Common Ancestor) no necesariamente nos ayude a esclarecer esa cooperación. Sin
embargo, las regularidades y similitudes en los comportamientos de varios microorganismos
parecieran confirmar la sinergia, o en todo caso la similitud y regularidad de estos comportamientos,
que como ya he mencionado, están promovidos por la conservación de enlaces peptídicos con
44
LEVINTHAL, C: “Are there pathways for protein folding?” J de Chimié physique et psyco-chemié biologique
65:44-45, 1968
45
ALAS-GUARDADO, S de J; ROJO, A & MERINO, G: “La paradoja de Levinthal, cuando una contradicción se
vuelve lógica” Edu. Quim. 22(1):51-54 Universidad Nacional Autónoma de México, 2011
secuencias de aminoácidos que permiten la reproducción en escasos pico o nanosegundos de las
proteínas adecuadas a los requerimientos funcionales; circunstancia que puede ser interpretada
desde un punto de vista eufemístico y no riguroso, como consciencia de un efectivo y/o adecuado
comportamiento. Reedy y Pereyra proponen que desde la perspectiva del paradigma sujeto-objeto,
la evolución de los rasgos funcionales del cito-esqueleto, la consciencia del comportamiento social
en los microorganismos supone la necesaria inclusión de una proto-consciencia, en la que el hecho
de que las arqueas, bacterias y células eucariotas compartan las mismas proteínas, sugieren la
similitud de principios. Para estos autores, los microorganismos revelan la estructura primigenia de
los procesos mentales, tales como la percepción, el aprendizaje y la respuesta singular en función
de su propia filogénesis y ontogénesis. Incluso se ha observado comportamiento cooperativo en
restos fósiles de bacterias e insectos de dos billones de años de antigüedad, que sugiere que esa
cooperación estaba presente ya en las procariotas. De modo que podría afirmarse que los
microorganismos poseen una limitada forma de inteligencia que no obstante compromete la división
y diferenciación celular y la adquisición de comportamientos grupales (colonias) para una efectiva y
adecuada adaptación. Estas proteínas tubulinas también están presentes en las células
neuronales,. Hameroff & Penrose 46 las han propuesto como partícipes necesarias en los
mecanismos de la propagación de la experiencia de consciencia y en la conservación de la memoria
episódica y procedimental. De modo que la experiencia de consciencia es el más aventajado rasgo
de sobrevivencia que corrobora que los soportes físicos presentes ya en las arqueas que
permitieron la anticipación de estrategias a los desafíos, son el más el más concreto antecedente
del desarrollo cerebral.
Los seres vivos que han desarrollado redes neurales, demuestran un grado de complejidad
adquirido posteriormente, sin embargo el hecho que todos los organismos vivos hayan compartido
de igual modo los mismos pasos iniciales, en los que la coherencia cuántica adquirió una intrínseca
propiedad en las células eucariotas que potenció la diversificación celular genotípica y
fenotípicamente, es el mejor argumento en la defensa de un mecanismos precursor de la
consciencia. El incremento en la complejidad de los sistemas de procesamiento que han dado inicio
a la aparición de los seres vivos con cerebro o proto-cerebro, como en los insectos, es el resultado
del incremento de la complejidad de esos primigenios sistemas cito-esqueléticos, yd el incremento
en la complejidad de los comportamientos adaptativos. Como resultado se han revalidado las teorías
lamarckianas a partir de una proto-consciencia de los rasgos fenotípicos. De modo que las nuevas
especies, según este enfoque, se han desarrollado a expensas de la variación y selección en función
de las condiciones de su entorno. Ya sea que el análisis fuese a nivel de la evolución de los
microorganismos, como del plano embrionario de los organismos complejos (animales, plantas,
hongos, etc.), la evolución del cito-esqueleto hubo sido competente para el reflejar los desafíos del
contexto. Este enfoque ha puesto en términos de beligerancia la ontogenia por sobre la filogenia, y
evidenciado que el aprendizaje que supone la incorporación de los condicionantes contextuales al
medio interno del organismo (individuo), está condicionado por la percepción singular del
procesamiento de los estímulos. Desde esta perspectiva, la adecuación de la respuesta reúne los
requisitos de una proto-consciencia, en tanto asume la identificación y reconocimiento del estímulo
como la conservación de la estrategia específica, dejando implícito que la sensibilidad de las
células para percibir los condicionantes, escoger la estrategia y conservar el registro, reúne para sí
las dos propiedades distintivas que le asignamos a la experiencia de consciencia: apercepción y
memoria.

46
V. nota de pié de página 38
Capítulo 3
Complejidad biológica, mecanismos cuánticos
y estructura del deseo
“The feasibility of formulating the Singularity of Nature was enunciated by Einstein’s mathematical
formula demonstrating the equivalency of energy and mass (E=mc 2). Despite that statement of
principle, it has proven impossible to achieve this goal scientifically by directly merging biology
and physics into one continuum. More recently, it was been realized that biology can be traced on
its origin by reducing evolutionary biology to cell-cell signaling, the unicellular state being seen as
a continuum from genotype to phenotype. Mechanistically self-referential self organization
founded on the First Principles of Physiology offers a mechanistic explanation for “how & why”
evolution has transpired, fueled by the ambiguity (Torday & Miller, 2017) caused by the differential
between internal and external cellular entropy. The reduction of biology to cellular networks
uniquely gains purchase to the roles of Quantum Mechanisms, such as the Pauli Exclusion
Principle, the Heisenberg Uncertainty Principle, Non-localization and coherence with theirs
homologies in cellular molecular biology. This opportunity to find the common denominator
between physic and biology predicts that consciousness is the denouement of this continuum. As
“proof of principle”, the classic dogmatic association of terminal addiction with evolution is shown
to be due to cell-cell signaling, both developmentally and phylogenetically, as a manifestation of
the Singularity. These novel inside offers the opportunity to formulate for the first time an
empirically “Basis for the Singularity of Nature” 47

Tozzi, Peters & Torday han afirmado que la vida fue originada como un fenómeno ambiguo 48 en el
que el denominador común del intercambio con el entorno explica la compleja intrincación filogenia-
ontogenia. Esta confrontación entre una dinámica conmutativa y otra no-conmutativa se vincula en
primera instancia con la negentropía y la quimiosmosis (dinámica conmutativa), y en segunda
instancia, con la homeostasis (dinámica no-conmutativa) 49. Torday & Miller equiparan la evolución
de las células eucariotas (la incorporación de diversas moléculas a las células primitivas a través de
la membrana celular) con el origen del universo. En este proceso, el intercambio de energía o de
moléculas hacia adentro (endocitosis) o hacia afuera (exocitosis) de las células, generó una mayor
complejidad molecular y a la vez sistémica, al promover la habilidad para producir su propia
energía, circunstancia que dio lugar a la autonomía energética que la separaba del equilibrio
termodinámico (entropía inicial) y le permitía el sostenimiento de un equilibrio interior diferenciado.
No obstante, los embates externos, consecuencia del intercambio iónico de la membrana con las
moléculas circundantes, las mismas que dieron lugar a esa inicial autonomía energética
(negentropía), generaban un nuevo desequilibrio, que era luego corregido mediante alteraciones
moleculares que lograban restituir el anterior equilibrio interno. Este complejo proceso de
moderación entre los estímulos externos y el medio interior de la célula, constituyó el paso inicial
para una nueva y más compleja fisiología de los estados celulares. Las diferentes incorporaciones
estimularon no sólo el intercambio entre moléculas, sino una mayor complejidad funcional. La
evolución de las eucariotas, catalizadas por la biosíntesis, la inserción del colesterol y
posteriormente del Ca en la membrana celular, ha sido el más concreto antecedente de cómo
surgieron los cambios moleculares que permitieron posteriormente la aparición de los vertebrados
en el traspaso de la vida desde los océanos hacia la tierra. No obstante, el primer paso evolutivo de
la célula hubo sido la recursiva internalización de las condiciones de su entorno celular 50. Por
47
TORDAY, JS: “The singularity of nature” Progress in Biophysics and Molecular Biology DOI:
10.1016/jpbiomolbio.2018-07.013, 2018, ABSTRACT
48
TOZZI, A; PETERS, JF & TORDAY, JS: “Towards the unification of quantum dynamics, relativity & living
organism” DOI: 1020944/preprints201809.0570.v1
49
TORDAY, JS & MILLER, WB junior: “The resolution of ambiguity as the basis for life, a cellular bridge
between reductionism and Easter holism” Progress biophysics molecular biology 131:288-297, 2017 DOI:
10.1016/j.pbiomolbio.2017.07.013
50
Para ampliación V. el comienzo del capítulo anterior
ejemplo, con la incorporación del colesterol logró disminuir los depósitos de fosfo-lípidos, y al
disolverlos creó las bases químicas de un metabolismo más complejo que favoreció la respiración y
locomoción celular. El oxígeno, que comenzaba a abundar en la atmósfera del planeta sobre fines
de la era paleozoica, contribuyó con la síntesis de la molécula del colesterol interno. Como esta
molécula requería de once átomos de oxígeno para su síntesis, se estimuló la comunicación entre
células de manera de incrementar su captación (de oxígeno) mediante ese receptor lípido en la
membrana, circunstancia que promovió de un espontáneo la síntesis del colesterol, favoreciendo
las funciones metabólicas de las células. Esta nueva característica química avizoraba una
complejidad metabólica que estimuló la aparición y diversidad de los organismos multicelulares. La
evidencia de la intricada relación entre el colesterol y la evolución de las células eucariotas quedó
demostrada en las ventajas químicas que ofrecía para el intercambio gaseoso. A partir de la
disminución de la tensión superficial de las membranas, aportada por la presencia del colesterol, se
desarrollaron sistemas respiratorios que permitieron el posterior desarrollo de los peces, los anfibios,
los reptiles, los pájaros y los mamíferos. Por ejemplo, el colesterol presente en la glándula epitelial
de la vejiga natatoria de los peces lograba mantener libre de adherencias sus paredes,
incrementando su efectividad. Este componente surfactante de la vejiga natatoria de los peces,
promovió el desarrollo de las más diversas formas de respiración en los anfibios, en los reptiles, en
los pájaros y en los mamíferos, al favorecer la eficiencia del intercambio gaseoso por incremento de
la superficie del intercambio iónico de los alvéolos pulmonares. Desde el punto de vista de la
evolución celular-molecular, el intercambio de gases promovidos por el colesterol, ofrecía una línea
de referencia filogenética y ontogenética del modo en que los organismos unicelulares fueron
transformándose en multicelulares, diferenciando tejidos y funciones. Esta reciprocidad entre el
entorno y los macro-organismos fue consolidándose hasta favorecer la aparición de organismos más
complejos, en los que fue necesario coordinar la respuesta entre los diversos tejidos y funciones,
haciendo aparecer al sistema endocrino. Esta coordinación regulada en principio por la homeostasis,
incrementó su multiplicidad con la presencia de las hormonas. En la complejidad sistémica adquirida,
el gen receptor de la hormona paratiroidea (PTHrP) tuvo definitoria participación durante la transición
de los organismos anaeróbicos a los aerobicos. El receptor de esta hormona, vinculado con el
desbalance de la presión osmótica en la superficie de las células ha sido vinculado con el estrés a
las condiciones de vida fuera del océano. Mediante el incremento de la presión vascular, el
acrecentamiento del estímulo para el intercambio gaseoso en los alvéolos pulmonares y en la
superficie de los glomérulos del riñón, favoreció la transferencia electrolítica de los fluidos, el control
de la micción y la estabilización de los órganos y funciones adaptados a los nuevos requerimientos
para la vida sobre la tierra51. Esta hormona también ha participado en el remodelamiento de los
huesos ocurrido durante esa transición 52. Por otro lado, estos procesos no se hubiesen concretado
sin la flexibilidad inherente de los mecanismos epigenéticos generados a partir de la
intercomunicación sistémica endocrina, y de las particularidades del nicho que permitió el progreso
posterior de la célula. De modo que la interacción entre las condiciones físicas y químicas entre el
contexto y el interior de la célula se hubieron vuelto inexcusables en la consideración de las
circunstancias que promovieron la evolución y la diversificación de los organismos vivos.

51
TORDAY,J: “Evolutionary biology redux” Perspective biology medical 56:455-484, 2013; - -: “A central
theory of biology” Medical Hypothesis 85:49-57, 2015
52
V: RUFF, C; HOLT, B & TRINKAUS, E: “Who’s afraid of the big bad wolf? Wolff’s law and bone functional
adaptation” American journal Physical Anthropology 129:484-498, 2006, CLARK, J: “Gained Ground” Indiana
University Press, USA, 2002
Sin embargo, reducir la historia de la interacción filo-ontogenética de la célula a un común
denominador como lo es el molecular, no debiera limitarse a una interpretación entre eones, por
cuanto los mecanismos moleculares que participaron de la evolución filogenética en la adquisición
de complejidad biológica, son los mismos que participan del desarrollo ontogenético y en la
adquisición del fenotipo específico. Torday señala que la intrincación entre la fisiología y la física
molecular que explica la dinámica de la evolución de los organismos multicelulares hacia la
diferenciación de los tejidos y de las funciones en los vertebrados, está representada por los tres
principios fundamentales de la fisiología (la negentropía, la quimiosmosis y la homeostasis). Si bien
los dos primeros aportaron el determinismo en los procesos evolutivos contribuyendo con la
prosperidad y persistencia de la autonomía celular, el tercero, la homeostasis hubo contribuido con
la indeterminación en los sistemas de equilibrio, incorporando por lo tanto, la posibilidad de la
diversidad singular, al permitir continuar funcionando por fuera de los niveles habituales de
actividad53 con el fin de incluir los repentinos y súbitos cambios que el medio externo pudiese infringir
al medio interno. Las alteraciones químicas que propicia la homeostasis a nivel celular, incorpora el
desequilibrio como una yuxtaposición entre la conservación y la disipación de energía, un fenómeno
habitual a nivel de los mecanismos cuánticos. Esta paradojal alternativa permitió mantener el
intercambio iónico constante con el entorno a un bajo costo para la evolución de la vida, pero no
para el individuo, por cuanto representa la carga alostática individual asumida. Esta nueva
demanda requería de un sistema de control más complejo, que coordinara la actividad endocrina en
función de las experiencias individuales, es decir que incluyese la indeterminación y la emergencia
como alternativa de funcionamiento a partir de la aparición de un nodo nervioso que controlase la
liberación de hormonas relacionadas con la respuesta de estrés. La homeostasis, que hasta ese
momento se había hecho cargo de restituir a valores habituales un determinado nivel de actividad
fisiológica, a partir de las oscilaciones producidas por las prerrogativas del entorno, y cuya
respuesta resultaba independiente del control voluntario directo, era ahora regulada por un complejo
sistema neurológico que influía sobre la liberación hormonal. Esta nueva organización permitió una
serie de ajustes de corto, mediano y largo plazo que comprometía órganos y sistemas fisiológicos
mediante el incremento de la actividad simpática y disminución de la actividad parasimpática,
reguladas por el eje Hipotálamo Hipófiso (pituitario) Adrenal y su consecuente desbalance a partir
del incremento de la actividad de los corticoides suprarrenales. Este esquema funcional es
encendido en función de los índices de contexto, los que exigen la participación de una mnemónica
y de una mnemogénica con específicas reacciones de orden conductual, de acuerdo a las
características fenotípicas adquiridas. Por otro lado, los índices de contexto son detectados a partir
de claves individuales del desarrollo filo-ontogenético del individuo (Concomitancia filo-ontogenética
versus singularidad54). Por ejemplo, el incremento de hormonas adrenérgicas puede conducir al
aumento en la liberación de ácidos grasos del tejido adiposo, que luego son incorporados
rápidamente por los triglicéridos hepáticos y las lipoproteínas del plasma, con concretas
consecuencias sobre el incremento de la producción de colesterol y el consecuente efecto cardio-
tóxico de las hormonas adrenérgicas. Tales reacciones en cadena varían en función del perfil
epifenotípico, es decir las claves singulares del individuo. Este esquema de actividad es regulado
por específicas áreas del cerebro. De modo que ese complejo constructo que denominamos
afectividad, es en realidad una compleja regulación entre las vivencias originadas por los desafíos
53
MASOTTI, AL: “…Homeostasis prevents decomposition and stressful conditions break equilibrium
homeostasis gained. If the complex stress response must be coordinated by brain to can break these, them
the brain will be a development continuous life process that not avoid arbitrariness…” In “The Stressful
conditions & complexity thesis” Project, 2019
54
MASOTTI, AL: Concomitancia filo-ontogenética en las enfermedades crónicas. Bs. As., Letra viva, 2018
asumidos y los sistemas de reactividad, cuyo perfil de funcionamiento está determinado por el cariz
o investidura asignada a esas experiencias. Esta sincronía entre las representaciones mentales
recogidas por los sistemas de la apercepción, adquirirá en función de las experiencias anteriores,
una específica y singular textura o talante de acuerdo a los niveles de actividad fisiológica arrogada
(carga alostática). La corteza cerebral participa compartiendo de forma exhaustiva y continua la
actividad, confrontando la información exterior con los registros mnemónicos y reactivos existentes.
Esta coordinación, de naturaleza electroquímica y molecular, también permite la recuperación
homeostática en función de los tiempos que el sistema fisiológico tiene establecido a partir de esa
carga alostática arrogada. Por lo tanto, la coordinación ejercida por el eje HHA, se concreta como
un sistema constituido a doble rienda, es decir que dispone de mecanismos que pudieran
incrementar como disminuir la actividad hormonal mediante mecanismos específicos de regulación
(up & down regulation), de acuerdo a la historia de vida individual.. Melkikh & Sutormina 55 han
señalado que ese complejo intercambio molecular inicial que favoreció la complejidad sistémica de
los organismos vivos, no hubiese sido posible sin la recursividad de ese equilibrio inicial (entropía),
que habiendo sido quebrantarlo para alcanzar la autonomía energética, incorporó un nuevo y más
complejo equilibrio, que luego derivó en la pleiotropía, es decir en la diferenciación de tejidos
orientados a la especialización de funciones. Este constante intercambio comunicacional entre
células, es el inicial paso evolutivo que permitió afrontar las condiciones de inestabilidad que
caracterizaba la vida en la primigenia tierra, e indudablemente el más concreto antecedente de la
experiencia de consciencia.
La singularidad56, un término que integra procesos orgánicos y psicológicos y/o vivenciales, ha
estado presente en el primigenio desarrollo de los organismos multicelulares y luego, con la
diferenciación de las especies, ha ido adquiriendo características propias de cada fenotipo. Sin
embargo para Torday, ese progreso evolutivo ha significado un retroceso evolutivo por cuanto hubo
recuperado la dependencia con el entorno, perdida cuando la célula se independizó de la entropía
general. No obstante, el mismo impulso que recuperó la dependencia con el entorno a partir de
incluir estrategias de asimilación que luego permitieron la diversificación fenotípica, favoreció la
manifestación de la singularidad. Este principio, incorporado a partir de la estabilización de la
homeostasis, consolidó la respuesta de estrés y con ésta, la determinación fisiológica individual.
Esta nueva organización, controlada químicamente por el nivel de actividad hormonal, afianzó un
mayor grado de complejidad sistémica que le permitía al individuo operar por encima de los niveles
habituales de actividad, estableciendo una compleja respuesta sistémica en circunstancias de estrés
extremo, es decir bajo demanda de actividad excepcional. Estos cambios, producidos a partir de un
reordenamiento funcional coordinado por la corteza cerebral, o incluso en algunas especies como
los insectos, a partir de un proto-cerebro, requería el procesamiento de los estímulos sensoriales en
nano o pico segundos, es decir mediante mecanismos más rápidos que la neurotransmisión. Estos
procesos debían permitir justipreciar adecuadamente la información proveniente del entorno en
nano o picosegundos y adecuar la que la respuesta de estrés en ese período. Indudablemente la
respuesta de estrés se presentaba como un instrumente para concreción de la singularidad. Desde
esta perspectiva, la inicial y primigenia comunicación entre células, el antecedente más concreto de

55
MELKIKH, AV & SUTRMINA, M: “Proto-cells & Last Universal Common Ancestor, transport of substances
from first physicochemical principles” Progress in Biophysics & Molecular Biology DOI: 10.1016/j.
´biomolbio.2018.12.011
56
MASOTTI, AL: Concomitancia filo-ontogenética en las enfermedades crónicas Bs. As, Letra Viva, 2018; - -:
Genealogía y Singularidad Bs. As., Letra Viva, 2019; Adaptación, capricho e impredecibilidad Bs. As., Letra
Viva, 2020
la experiencia de consciencia, incorporaba la construcción de una red de mecanismos que
vinculaba una mnemónica con una mnemogénica. Esta demanda se concreta a partir de la herencia
de las marcas epigenéticas que establecen los perfiles fenotípicos para cada especie y estimulan la
diversidad de respuestas adecuadas a ese fenotipo. La diversificación genómica y fenotípica se
produce entonces a partir de la divergencia epigenética. Por ejemplo, se ha observado que entre
hermanos homocigotos, cuya semejanza genómica es ciento por ciento, que los estados
epigenéticos podían establecer diferencias entre ellos y definir el epi-fenotipo a partir de las
disimilitudes en las circunstancias de vida para cada uno. Estos procesos de interacción entre los
estados epigenéticos que conforman el genoma individual, y las condiciones coyunturales de ese
desarrollo, han demostrado han demostrado competencia para influir en diversas etapas durante la
vida del individuo. Pero además, estos estudios acreditaron que los efectos de las condiciones
estresantes arrogadas individualmente, no eran adjudicables al set de determinantes biológicos
heredados57, sino a una colección de interacciones que vinculaban aspectos filogenéticos y
ontogenéticos. Por ejemplo, se ha establecido que todos los organismos multicelulares son
halobióticos, es decir que han adecuado su respuesta de estrés celular en función de una compleja
colaboración con la microbiota de su propio entorno, incorporando las bacterias próximas a su
organismo. Este nivel de interacción genotípica-fenotípica fue demostrado por Miller 58, quien propuso
un modelo holo-genómico basado en una unidad de selección biológica común a todos los
organismos, pero cuyo desarrollo embriológico y evolución fenotípica está basada en una
interacción comunicacional con los principios estrictamente químicos, aunque con suficientemente
referencia a cada especie en rango y escala, en las que las reacciones inmunológicas
yuxtapusieron condiciones individuales y estrés. Esta idea de Miller fortaleció la tesis de que las
experiencias de consciencia y las condiciones estresantes del entorno, como por ejemplo reconocer
a un depredador, están derivadas de los primigenios principios fisiológicos que le otorgaron
autonomía a la célula. Miller avanza en su hipótesis con un desarrollo molecular de las condiciones
que provocaron esas transformaciones, y una justificación teórica sobre la alineación de los átomos,
etapa a la que se la ha denominado “tiempo de los cristales”, que incrementó exponencialmente la
conductividad intra y extracelular y como consecuencia, la comunicación célula a célula, la que
estimuló una red sistémica de tolerancia o flexibilidad ante los embates externos, que se ha
descripto en el capítulo anterior como una conducta cooperativa célula a célula. No obstante es con
la aparición de un rudimentario cerebro o proto-cerebro, que la respuesta endocrina logra “aprender”
de la incertidumbre, ampliando el grado de libertad y sutileza en las estrategias de adecuación
sistémica. Esta tardía adquisición reunió de una manera definitiva las experiencias individuales con
los sistemas de reactividad. El análisis de las recíprocas interacciones entre el hipotálamo, la
amígdala, el hipocampo y la corteza cerebral es la prueba funcional contundente de la existencia de
una unidad de coordinación fisiológica entre la respuesta de estrés y la actividad cognitiva. De
acuerdo a esa estructura, la información circula de un modo envolvente de interacción recíproca
entre el hipocampo y la amígdala, circunstancia que se ha denominado amígdala extendida. La
información proveniente de las aferencias sensoriales, procesada en función de la organización de
los niveles de complejidad de las estructuras sensorias, es el pivote inicial en la configuración del
foco atencional. Pero este inicial funcionamiento no puede ser definido como experiencia de
consciencia, sino completa el circuito de la amígdala con el hipocampo y la neo-corteza,
57
TORDAY, JS & MILLER, WB JR: “Phenotype as agent for epigenetic inheritance” Biology 5,30, 2016 b DOI:
10.3390/BIOLOGY5030030; YEHUDA, R & LEHRNER, A: “Integrational transmission fo trauma effects,
putative role of epigenetic mechanism” Word Psychiatric 17:243-257, 2018
58
MILLER, WB JR: “Cognition, information field & holo-genomic entanglement, light & shadows” Biology
5:21-38, 2016 DOI: 10.3390/biology5020021
circunstancia que permite la justipreciación del campo contextual. Este complejo fenómeno en el
que la información del contexto es interpretada en función de las experiencias previas se resuelve
en nanos o pico-segundos, según han podido demostrar Hameroff & Penrose. Según los resultados
de estos investigadores, la experiencia de consciencia estaría vinculada a mecanismos cuánticos
que permiten unificar la compleja información recibida mediante fenómenos de superposición,
coherencia o entrelazamiento cuántico. Según estos investigadores, el foco atencional pudiese
variar en la misma fracción de tiempo en que se constituyó en función de las circunstancias
vivenciales, el nuevo campo atencional se regiría por un nuevo peso molecular de una nueva
coherencia cuántica.
Es posible que las investigaciones acerca de cómo se logra configurar molecularmente la
experiencia de consciencia, contribuyan a resolver aspectos complejos de la clínica de los estados
alterados de la consciencia, y probablemente aporten comprensión del funcionamiento de las
estructuras cognitivas en las enfermedades degenerativas; pero la configuración de la experiencia
de consciencia como proceso singular e incluso psicológico, no ha sido propuesta aun. Veinticinco
años atrás, en mi tesis doctoral, he afirmado que la organización de la memoria ontogénica responde
a una integración jerárquica de la respuesta de estrés establecida a partir de las determinaciones
fisiológicas heredadas y/o adquiridas durante la embriogénesis e incluso durante el decurso de las
propias vivencias del individuo en función de las experiencias arrogadas. Esta estructura, que le
impone a la respuesta de estrés una organización mnemónica específica y singular, adquiere un
efecto conductual-comunicacional común a todos los mamíferos superiores, con las variantes
fenotípicas adecuadas a cada especie. He denominado Producción de Sentido o Producción de
Sujeto de Deseo a lo producido como efecto comunicacional de la apercepción y/o evocación
(avocación en los propios términos del desarrollo). Lo producido por la apercepción/avocación
interpela al entorno del individuo generando un efecto de sentido. Por ejemplo, no se puede
reconocer a un depredador sin haberlo identificado de antemano como tal. Desde esta perspectiva,
la percepción está en íntima vinculación con la evocación. Es en estos términos que la evocación
debe ser comprendida como avocación 59. De modo que la evocación de las propias experiencias
ontogénicas, se presenta como una maniobra mediadora de las interacciones entre los procesos
psíquicos, los moleculares, los metabólicos, los endocrinos y el entorno. En mi tesis doctoral (1995)
he defendido la hipótesis de una evocación sesgada y jerárquicamente comprometida con el acervo
en función de la respuesta de estrés, es decir que responde a interconexiones del complejo
“amígdala extendida”. He denominado “Avocación (de la insistencia) de Deseo” a la evocación
sesgada y comprometida con esa organización mnemónica, y denominado “Producción de Sujeto de
Deseo” a la percepción singular y subjetiva asociada. En este contexto, la evocación mnemónica
está “orientada” a aprehender “la realidad” en función de una restricción eidética. Esta reducción
eidética ejercida sobre la percepción, se concreta con el cariz en que se han resuelto las
experiencias arrogadas. Por ejemplo, si se introduce un depredador en un contexto en que antes no
lo hubo, las víctimas del depredador no lo reconocerán sino a través de la incorporación de las
experiencias de aquellos individuos que hayan logrado salir airosos de los embates de ese

59
MASOTTI, AL: “Bases para una investigación bio-psíquica de la Producción de Sujeto de Deseo” Tesis
doctoral UAJFK, Buenos Aires, 1995, 200 páginas, - -: “Compromiso de la neurotransmisión endocrina en los
enlaces mnemónicos Tesina de post-doctorado UAJFK, Bs. As., 2001, 201 páginas; - -: ¿Cómo se logra
recordar lo que se desea? Bs. As., Tekné, 2003; - -: Reminiscencias, un mecanismos restaurador o
desestabilizador? Bs As., Letra Viva, 2010; - -: La evocación mnemónica, paradigma de la integración
somato-psíquica Bs. As., Letra Viva, 2012: - -: Mecanismos epigenéticos en la Avocación de Deseo Bs. As.,
Letra Viva, 2013, - -: Los genes de la memoria y la memoria de los genes, Bs. As., Letra Viva, 2014
predador, circunstancia que es lentamente incorporada al linaje. Aunque no se heredan las
experiencias, si se heredan los mecanismos de reactividad asociadas a las experiencias con el
predador. Desde esta perspectiva, la evocación, avocación en los términos del presente desarrollo,
involucra, impregna e imbuye la percepción al subsumir el dato que originó la aprehensión en
función del contenido de ideación de aquello con que quedó investido el registro original. Afirmo
pues, que la evocación es una deconstrucción interpretativa de la experiencia inicial, cuya estructura
comunicacional adquiere entre los humanos una significación que está por encima de la expresión
sintagmática, y que se manifiesta como “sentido” en su doble acepción, como aquello que es
percibido y/o significado. Esta estructura es similar para el resto de los mamíferos, pero se
manifiesta como simple volición, es decir como lenguaje objeto. Como el nivel de complejidad del
acto conductual varía de acuerdo a la estructura del dispositivo neural en el que se manifiesta como
experiencia de consciencia, el contenido de ideación de aquello que es aprehendido responde
adecuándose a esa misma estructura, diferenciando tan sólo grados de consciencia. En humanos, la
evocación adquiere una complejidad que involucra a la multiplicidad semiótica de su manifestación,
pero a nivel de la inteligibilidad, el habla humana se rige por pautas gramaticales compartidas a nivel
de la denotación, mientras que en el resto de los mamíferos son tan sólo índices conductuales, es
decir no hay pluralidad semiótica, sino univocidad. En humanos, la denotación adquiere una
valoración interpretativa (conjetural y elidida) que se aprende como deseo o como sentido
(significación) del discurso referido. Siendo la interpretación una cuestión plurívoca, su expresión o
su manifestación se convierte en un referente de la singularidad subjetiva, parábola de una
significación más compleja, que es la propia subjetividad. He denominado Producción de Sujeto de
Deseo y/o Producción de Sentido a la operación de generar/aprehender sentido, y al contenido de la
aprehensión aperceptiva como mera investidura de la imagen que urde el deseo. De modo que el
juicio sobre lo que se percibe no responde al dato sensorial más que de un modo referencial bajo el
falso “reconocimiento” que brinda la apercepción, ya que invariablemente lo percibido es
comprehendido en los propios términos del acervo, de modo que el contenido de ideación de la
percepción recusa el dictamen del sensorio, cuyo alegato (el deseo) se resuelve como fantasma o
investidura que insiste en tomar el deseo como índice de realidad (el viejo apotegma de la caverna,
Libro VIII de la República de Platón). En estas circunstancias, el sensorio, aunque no contribuye con
el engaño, tampoco advierte sobre el equívoco o referente de lo percibido. La recusación que
propone la advocación de deseo (entendida como deconstrucción de la recuperación del contenido,
no es otra cosa que esa distorsión que propone el acto evocativo por el cual “se realiza” (siempre en
el plano del sentido) el deseo. Bajo ninguna circunstancia se puede considerar que la memoria
pudiese funcionar como un archivo localizable en el que se emparde el sensorio con el recuerdo, por
el contrario el contenido de la ideación se impone, irrumpe o insta a la consciencia a otorgarle
convicción a la percepción. En la percepción no existe duda sobre lo percibido, jamás la percepción
plantea que fuese esto o aquello, lo percibido subyuga al sujeto de la consciencia con el contenido
de la percepción. De modo que “el sentido” de lo expresado (manifestado) en la percepción es
siempre una construcción interpretativa, una hermenéutica. La consciencia, ocupada en la
construcción de la denotación (plano de la inteligibilidad) se declara incompetente respecto del
reconocimiento del sentido (significación, aquello por lo cual interpretamos la conducta de otro
congénere, sea aliado, adversario, enemigo o depredador), de modo que el sentido de lo dicho o de
lo evocado no está en la expresión, sino como mera interpretación. La condición óntico-ontológica
del sentido es la de estar elidido del sintagma, de modo que se constituye tan sólo en el plano de la
significación; y la consciencia tan sólo puede aducir desconocer el sentido de lo expresado en la
apercepción. Pero el sentido no es sólo un fenómeno limitado al lenguaje humano. Por ejemplo entre
las aves, las estrategias de fingir estar muertas ante un depredador es un efecto conductual harto
habitual. Y no necesitan decir que fingieron estar muertas, basta con haberlo actuado, y no por ello
su conducta pierde efecto comunicacional ante el predador. El contenido de la memoria que se
instala en la consciencia, es pues lo producido de la convergencia entre el acervo y el deseo del
individuo que se relaciona con su entorno, que en el caso de los mamíferos o las aves, se expresa
como volición. En los humanos, el deseo se instala como elidido en el discurso referido, fuese éste
un pensamiento, arenga, perorata, alocución, parlamento, soflama, alegato, sermón, o diálogo. En
todos los casos tiene un efecto de significación entre quien habla y quien escucha. Es por ello que
en el humano por más inconducente que sea el discurso, nadie habla por hablar, ya que “detrás” de
su “hablando” se instala siempre el deseo. En el plano mnemogénico, la recuperación del contenido
mnemónico (avocación en los propios términos) responde entonces a esa específica organización
del deseo, y en el plano neuronal al peso sináptico, o para otros investigadores, peso molecular que
adquirieron los fenómenos cuánticos asociados a la experiencia de consciencia. Lee, S.H del
Departamento de Ciencias Biológicas de la Universidad de Corea, conjuntamente con otros
investigadores nacionales60 han confirmado que el mismo grupo de conexiones neuronales
asociativas, que son desestabilizadas luego de la evocación, son inmediatamente re-estabilizadas
por el proceso de re-consolidación, circunstancia que corrobora la tesis de que la evocación
conforma un grupo de actividad neuronal con una específica actividad conectiva. Lee y su vasto
equipo de investigadores ha planteado que ese grupo de actividad que reclutó el proceso de re-
consolidación, es el mismo que restableció los procesos que incluyeron al de consolidación. De ser
así, esta coincidencia demostraría que los procesos de evocación dependerían directamente de los
grupos de actividad involucrados con los ya mencionados procesos de consolidación y re-
consolidación mnemónica. De modo que a la hora de la selección del grupo de actividad, el grupo
neuronal reclutado fuese el de mayor peso sináptico en relación con la específica experiencia
acumulada en pertinencia a la circunstancia. Este tan simple algoritmo ejecutado por la evocación,
demuestra que el grupo de actividad reclutado se halla en íntima conexión con la organización de las
asociaciones impuestas por las experiencias acumuladas y sus sucesivas actualizaciones. Tal es así
que la evocación, tanto desde el punto de vista del sustrato molecular que la sostiene, como desde
el punto de vista de la organizaciones asociativas, se ejerce a partir de una restricción selectiva en la
propagación de la actividad en función de los nexos existentes con los circuitos de reactividad
relativos a los juicios de apreciación involucrados con esas vivencias, y cuya restricción eidética
confirma la recurrencia de las organizaciones mnemónicas instadas por el deseo. En concordancia
con estas afirmaciones, la corteza cerebral no dirige la integración neuronal de estímulos de un
modo neutro, sino dentro de un esquema funcional en el que el individuo fijó sus experiencias a lo
largo de la vida en función de una mnemogénica y de una mnemónica relacionada con la estructura
denominada “amígdala extendida”. Esta condición impone una impronta a la evocación (avocación)
que debe comprenderse como un sistema de reconocimiento cognitivo en el cual el continuo fluir y
refluir de las experiencias se expresa como un proceso de deconstrucción, y no me mera
reproducción de lo ya vivido. Este proceso de deconstrucción mnemónico consiste en la
reactualización/reconfirmación de los registros, a los que se añade la perspectiva “emocional” o
endocrina. Son pues, los correlatos fisiológicos los que le otorgan “la coloratura” o el tenor con el
que se asigna el tono emocional de la respuesta, imbuyendo en éste la ilusoria veracidad de lo vivido
(convicción de lo percibido). Semejante argucia refuerza la fatua creencia humana en la
incoercibilidad de lo sentido (en su doble acepción), y justifica con el paroxismo la certeza de lo
sentido. Semejante embuste convence al sujeto que percibe de la veracidad de lo percibido,
60
LEE, SH; KWAK, C; SHIM, J et al.: “A cellular model of memory reconsolidation involves reactivation-
induced destabilization & restabilization in the sensor-motor synapses in Aplycia” DOI:
10.1073/PNAS.1211997109, 2012
incrementando el mal entendido. Tal creencia no hace otra cosa que ocultar el deseo lírico del
arrebato. Aunque “los motivos” del deseo no están implícitos en la mera manifestación “afectiva”, el
deseo permanece incólume ante la condición imaginaria de lo percibido, imbuyendo o impregnando
la consciencia. Por lo tanto, el sistema de reactividad endocrina asociado a esa condición imaginaria
impuesta por la percepción, de ningún modo es inmanente al contenido de lo percibido como tal,
pero sí lo es la condición imaginaria investida por la percepción, la que se (a)presta a la parábola
que rebasa los límites del contenido consciente al abarcar lo singular y a la vez lo subjetivo.
La proposición de la Producción de Sujeto de Deseo (Producción de Sentido), entendido éste como
Avocación (de la Insistencia) de deseo, al situarse sobre la disponibilidad del acervo, plantea una
evocación que reúne en su accionar tres requisitos yuxtapuestos: el primero, la recurrencia de la vía
neurológica determinada por el peso sináptico asignado a tal determinación, el segundo, el de
responder a la aferencia, que es el más rudimentario mandato o ley general del sistema nervioso y
de la memoria, y el tercero la recurrencia del contenido, el que instalado como sentido en la
percepción, adquiere el sesgo comunicacional relativo al entorno, requisitos todos incluidos en el
fenómeno de coherencia descripto por Hameroff & Penrose.. Este sesgo comunicacional que se
expresa como deseo en el sintagma, y como volición en el acto, es aprehendido como sentido o
cono significación, pero ambos, ya sea “el sentido” o la significación se desvanecen sobre la
manifestación (expresión sintagmática o corporal) ya que no son ubicables ni sobre el sintagma ni
sobre la manifestación corporal. Su “captura” es siempre conjetural, encontrándose el sentido la
volición elidida en el acto de la denotación (construcción de la inteligibilidad), planteándose como
una hermenéutica (interpretación singular). El sujeto de la consciencia, ocupado en la tarea de
construir la expresión (acto de la denotación o de la inteligibilidad, arguye por el mismo medio su
desprecio o su repudio por el motivo que lo incita o imbuye a manifestarse (el decir de lo dicho),
renegando su autoría y repudiando su significación, mientras que en el resto de los animales es
pura univocidad. El humano consiente la incoercibilidad de lo dicho o de lo actuado ante aquello que
lo imbuye a manifestarse (el deseo), y niega la potestad de los sentimientos que involucran esas
representaciones mentales. Semejante objeción (el no reconocimiento de su deseo en la
significación) es una condición inherente al discurso referido, en el que la aprehensión de la
significación se presenta a una hermenéutica, que ubica a quien habla, recuerda o percibe en una
incómoda circunstancia, la de reprobar el significado de sus dichos, recuerdos o percepciones. Tal
circunstancia del lenguaje referido no debe ser asociada al concepto de represión psicoanalítica. El
desgobierno o la falta de potestad argumentada por el sujeto que habla, recuerda, percibe o siente,
se expone a la insensatez de negar su potestad sobre la significación. Del mismo modo, el
contenido avocado embarga la consciencia sin que el sujeto que recuerda o avoca, tenga
disponibilidad sobre los contenidos avocados. Por lo tanto, el sujeto de la consciencia no advierte la
operación de la “puesta en escena” que la avocación le impone. La memoria, que de ningún modo
funciona como un archivo de consulta que emparde percepción y registro, decidiendo por uno u
otro, no opera sobre el contenido en sí mismo sino de un modo indirecto, adjudicándole convicción
al contenido de la percepción. El contenido así avocado, subyuga la consciencia al conferirle esa
convicción de lo percibido, circunstancia que es muy tenida en cuenta en el diagnóstico diferencial
de la patología sensorial. Del mismo modo en que no han selección del contenido mnemónico, sino
imposición aperceptiva, en la disociación no hay sustitución de un recuerdo por otro, sino imposición
de un recuerdo sobre otro. El individuo que percibe no tiene chance de elegir el contenido, por el
contrario, el contenido de la avocación adviene o irrumpe en la consciencia con la fuerza de la
convicción, y del mismo modo en la disociación 61. Esta restricción eidética o epojé sobre la
61
MASOTTI, AL: ¿Cómo se logra recordar lo que se desea? Bs. As., Tekné, 2003
significación de los propios dichos, sobre los recuerdos o sobre el contenido de la percepción, es un
fenómeno comunicacional compartido por todos los mamíferos, es decir aquel grupo de seres vivos
con una determina similitud en la conformación cerebral. Además, esta restricción eidética es la
forma en que ese grupo de seres vivos aprehende el entorno (consciencia del contexto), pero
también es el fundamento de la evolución de las células, ya que la memoria ontogénica hubo
cooptado los mecanismos de la memoria filogenética. Y si la memoria ontogénica funciona para
todos los organismos vivos de igual modo, no resulta difícil afirmar que pudieran compartir los
mecanismos de evocación (avocación). Entre los mamíferos, el lenguaje corporal permite la
adecuación del comportamiento frente a un congénere, adversario o predador interpelando la
volición del congénere, que depende de lo aprehendido por cada individuo. Por ejemplo, la acción de
reconocer como adversario, como aliado o como predador depende de las propias experiencias del
individuo o del linaje. El destino de ese desempeño se subordina entonces, a la justipreciación
asignada por el contexto y la historia individual. Aunque el grado de complejidad de las estructuras
cognitivas imponga un cierto límite en la aprehensión del entorno, el mecanismo rememorativo que
determina la percepción, es común a todas las especies. El nivel de evolución alcanzado por las
estructuras sensorias y cognitivas es el que ha posibilitado el desarrollo de un lenguaje común a
cada especie. En el lenguaje humano, el trabajo de la denotación (construcción de la inteligibilidad)
produce un efecto disociativo respecto de “los motivos” que lo imbuyen a manifestarse, es decir que
existe una diferencia entre aquello que lo incita o imbuye a decir lo dicho y lo significado. Esta
disociación inherente a la construcción sintagmática (trabajo de la denotación) ha alentado la
ilusoria falacia del propio desgobierno de aquello se significa o se actúa, y el desatino de afirmar la
incoercibilidad de lo sentido o de lo actuado, adjudicándole a esa abstrusa construcción la
imposibilidad de trocarlo o modificarlo. Esta falacia ha alentado también la creencia en que el estilo
que la manifestación, fuese la fruición, la vehemencia o incluso la violencia del acto de
externalización, excusa a quien lo ejerce de su autoría o de su responsabilidad. Esta argucia
encubre la justificación del exabrupto culposo, que admite la pueril justificación del “no fue con
intención”, que no significa otra cosa que la consciencia del daño propinado al otro. La argucia con
que se defiende el individuo de su propia culpa, es la confirmación de la extrañeza que generan las
propias impresiones, acreditando la insensata e inadmisible tergiversación de los motivos de este
supuesto paroxismo con el que se interpreta la incoercibilidad de haber deseado ser violento,
vehemente, o haber actuado con fruición, lujuria, o arrebato para evitar asumir la posición
melancólica de haber producido el daño. Esta reificación y no escisión del yo, respecto del arrebato
emocional o del exabrupto, de la vehemencia o de la fruición con que se expresa el individuo, pero
también respecto de los propios dichos, intenta desligar al sujeto de su responsabilidad dolosa, con
el argumento del desgobierno de sus sentimientos, o con el desgobierno de la significación de sus
dichos, excusándose al afirmar no haber querido decir lo dicho. Bajo el subterfugio del vasallaje del
yo, el sujeto intenta desprenderse de la culpa por el dolo, improperio, injuria, agravio, ofensa,
escarnio, calumnia, etc., del mismo modo que niega la potestad sobre sus actos. Esta falacia,
argüida a expensas de otra restricción, el menoscabo de la racionalidad, arguye el no poder
anticiparse a su propio sentir, a ese sentir que le pertenece por propia naturaleza, percatándose de
éste tan sólo en el gesto de la manifestación (expresión), tomándolo por desprevenido y ubicando al
sujeto en menoscabo, en una absurda contradicción, la restricción de su propio albedrío, e
incrementando la incompetencia, la irresolución y la vacilación. Tras cartón, esa vacilación en la
manifestación del sentir, se expresa en el rememorar o en el evocar, como un arrebato que el sujeto
de la consciencia, en un gesto intempestivo y agreste, interpela su propia potestad renegando de
ella. Esta doble condición del sentir, el arrebato “involuntario” y la imprevisión argumentada, avalan
el engaño y la mitificación de la abstrusa noción de “emoción violenta” que la ley, haciéndose cargo
de esa argucia, contrapone con una “emoción sin intención de daño”, cuando sólo debería tenerse
en cuenta que si lo hubo, es porque se lo deseó, de lo contrario las funciones cognitivas aportan
suficiente juicio crítico para inhibirlo, y si no inhibió, le cabe su responsabilidad. El problema de
negarse a asumir una posición melancólica que intente reparar el daño cometido por el arrebato,
evita poner en evidencia el deseo de haber sido violento. Por lo pronto, la simple exhalación o el
paroxismo tienen su contrapartida imaginaria en la vehemencia, la fruición, la lujuria, la lascivia o
incluso el candor. Pero todos ellos, sólo añaden estilo expresivo, que dependiendo de las
circunstancia, puede ser lírico, épico, o romántico, pero siempre expresa o es presa (d)el deseo de
conmover, conmocionar o deslumbrar al interlocutor con la supuesta veracidad de que lo sentido es
veraz a pesar de ser una coartada, un artilugio, un subterfugio, un pretexto de una supuesta
corroboración, el paso al acto. Esta hermenéutica de la afectividad humana no es otra cosa que
una explicación del mundo imaginario que construimos en torno a la interpretación valorativa de
nuestras percepciones, y cuya descripción, que en primera instancia intenta recrear “los motivos” del
sentir, son luego desmentidos cuando se afirma no tener potestad sobre “lo sentido/percibido”. La
“emoción”, en realidad el deseo, que supuestamente no gobernamos, y que afirmamos como
incoercible, demuestra la propia insensatez ante la negación de la encarnadura, y se consolida
como un acto ajeno, extraño, contrapuesto a la racionalidad. La abstrusa alteridad argüida tiene por
objeto ratificar la aserción de no poder trocar o modificar el sentir (deseo). Semejante intrincación ha
sido avalada por las corrientes vitalistas-animistas del siglo pasado, reconfirmando la ajenidad del
sujeto cognoscente respecto de los actos del sujeto de deseo, como si los deseos, escindidos en la
operación de denotación, no perteneciesen a quien desea. En Lacan el deseo tiene un cariz de
ajenidad que Hegel nunca expresó 62 y que personalmente tampoco acuerdo, aunque sí reconozco
que el lenguaje humano introduce en la comunicación una especie de solapa, que por el trabajo de
la denotación se presta a ese equívoco mencionado por Lacan. Por otro lado, revalido las palabras
de un investigador de la catadura de Duday que ha afirmado que sin registro mnemónico no hay
percepción63 y rescato la frase de loa investigadores Rossato, Bevilaqua e Izquierdo que afirman
que sin evocación (rememoración) la memoria resulta inútil 64. De modo que la aprehensión
aperceptiva y su investidura imaginaria que revela el deseo, ungen el contenido de la percepción
en la consciencia rebasando los límites del sensorio, y construyen una hermenéutica de la
percepción. Esta investidura que adquiere la percepción no compara, no confronta, ni constata la
realidad con registro mnemónico alguno, simplemente subyuga la conciencia al otorgarle convicción
a esa rememoración.

62
CF HEGEL, GWF: Fenomenología del espíritu México, Fondo de Cultura Económica, 1981.
63
DUDAY, Y: “…retrieval is not a passive readout of information; it is also an experience, therefore, one
retrieve the engram, is unlikely to remain exactly the same…” Memory from A to Z: Keywords, Concepts &
beyond Oxford University Press, 2002:
64
ROSSATO, F; BEVILAQUA, LR & IZQUIERDO, I: “…Without retrieval, memories would be unusable…”In: “On
the role of hipocampal protein synthesis in the consolidation and reconsolidation of object recognition
memory” L & M 14:36-46, 2007 DOI: 10.1101/LM422607
Capítulo 4
Interacción mnemónica-mnemogénica en la
experiencia de consciencia
“…Si los efectos de los cuidados de crianza (cuidados parentales) son un fenómeno que
condiciona la actividad de transcripción génica, la alteración de los sistemas fisiológicos y del
comportamiento, son sus consecuencias…” 65
La confrontación entre los estados físicos y mentales del cerebro ha sido motivo de largas y arduas
discusiones a lo largo de los últimos dos siglos. La primacía del área mental tal como la hubo
propuesto el psicoanálisis ha sido desacreditada, y expuesto la consunción de las estructuras
subjetivas como etiología de las enfermedades crónicas. Luego del largo acuerdo entre el
psicoanálisis y la psiquiatría, la exclusión de la psicopatología freudiana en el DSM-IV en l989
produjo un sisma del que los psicoanalistas lacanianos no se han repuesto. Como represalia han
reaccionado argumentando que el psicoanálisis hubo tomado distancia del positivismo naturalista de
sus inicios, para convertirse en una actividad social que articula el lenguaje con la cultura,
65
MASOTTI, AL: Adaptación, evolución y salud Bs. As., Letra Viva, 2016
presentando recurso de excusión en el área de la salud médica, después de tantas décadas de
trabajo conjunto, y de discusión de si el psicoanálisis debía participar de las instituciones oficiales.
Roudinesco ha publicado una biografía de Freud que ha merecido un premio de editorial 66, en la
que aborda con un sentido crítico el enfoque histórico, pero a la vez nos brinda una aguda
observación del anhelo inicial de Freud por el positivismo naturalista. Que luego haya evolucionado
la obra de Freud hacia un reflexivo análisis crítico de la sociedad, de su cultura y de las
circunstancias individuales del sujeto, es para Roudinesco la síntesis del por qué y para qué del
psicoanálisis. Las iniciales preocupaciones freudianas, imposibles de resolver en el contexto
científico de su época, hoy son sin embargo, acicate de profundas investigaciones clínicas, que por
supuesto integran lo fisiológico con lo mental. Hace ya más de diez años que desde la dirección de
la colección de Epidemiología Epigenética y Psicoanálisis de la Editorial Letra Viva me he ocupado y
preocupado de aportar infinidad de publicaciones de mi autoría sobre el complejo tema de la
integración entre natura y “nurtura”, entre filogenia y ontogenia, entre cerebro y mente. No me ha
pasado desapercibido pues, que la actual pretensión de asignarle a la experiencia de consciencia
un arraigo estrictamente cultural, o por el contrario, estrictamente molecular, sea el producto de
esas controversias mencionadas. Si hay un lugar en el cuerpo en el que la experiencia de
consciencia se manifiesta, es pues, indudablemente el cerebro. Y si el cerebro tiene la competencia
para anticiparse a los desafíos de su entorno, la ha adquirido en función de la interacción de las
condiciones filo-ontogenéticas del individuo, es decir bajo la interacción entre natura y “nurtura”,
entre filogenia y ontogenia. De modo que el futuro de la salud física y mental del individuo depende
irremediablemente de las complejas regulaciones fisiológicas que el cerebro lleva a cabo, en las que
la experiencia de consciencia no es una de las funciones más autónomas, aunque pudiera influir
sobre el soma. No me resulta extraño pues, que la querella iniciada hace dos siglos por la
controversia entre vitalismo-animismo y organicismo no se haya resuelto a pesar de las concretas
evidencias aportadas por la epidemiología epigenética en beneficio de esa integración. Pero
tampoco me hubo sorprendido que a pesar del desahucio del psicoanálisis impuesto por el DSM-
IV, no haya sido socavada su credibilidad, y mantenga el prestigio que le ha otorgado su recorrido,
y sobre el que se asienta Roudinesco para afirmar su rol social-cultural. Ante las evidencias actuales
de una posible integración del vitalismo con el organicismo, es posible que la confrontación existente
se deba menos que a una dificultad centrada en la razón, en la obcecación de quienes se han
sentido excluidos del crédito científico, hayan argumentado como retaliación el carácter
estrictamente social del psicoanálisis. Sin embargo, no han advertido que la Epidemiología
Epigenética ha identificado a los mecanismos biológicos involucrados con la influencia social-familiar
en las enfermedades crónicas67, y hayan desarrollado una resistencia irracional a aceptar las
nuevas justificaciones de la epidemiología epigenética que por supuesto, ha confirmado la
consunción de las estructuras de la subjetividad como justificación etiogénica en las enfermedades
crónicas y puesto en absurdo que la resolución del Edipo contribuyese con el desarrollo de
patología alguna. La epidemiología epigenética no reniega que existan preocupaciones o apegos
familiares inadecuados o negligencia familiar que perturbe el equilibrio de la salud en las personas,
pero las cavilaciones psicoanalíticas en torno a las circunstancias familiares del individuo, aunque
con competencia para disparar procesos internos, no son la causa de las alteraciones somáticas,
sino una explicación próxima al realismo ingenuo, cuando la epidemiología epigenética ha señalado
con rigor que la causa de las alteraciones somáticas es el desequilibrio de la respuesta de estrés.
En todo caso. podríamos decir que cuando Freud intentó explicar la etiogenia de las enfermedades
a partir de procesos psico-dinámicos, sus explicaciones han resultado incompletas, por una simple
66
ROUDINESCO, E: S. Freud en su tiempo y en el nuestro Barcelona, Ed. Debate, 2015
67
MASOTTI, AL: Concomitancia filo-ontogenética en las enfermedades crónicas Bs. As., Letra Viva, 2018
razón de la imposibilidad de dar explicación a procesos que involucran el contexto epigenético y
molecular del organismo, los que se desconocían en su época. De modo que no son los procesos
psíquicos los efectores del perjuicio en la salud física y mental, sino la carga alostática arrogada
asociada a la minusvalía, desventaja o desavenencia social, la que es responsable del desequilibrio
fisiológico, y por supuesto del desequilibrio psíquico que acompaña a todo padecimiento físico. Por
lo tanto el psicoanálisis no hubo errado en suponer la influencia de las condiciones socio-familiares y
autobiográficas en el desarrollo de enfermedad., pero el estado de complejidad teórica anticipada
por el psicoanálisis a principios del siglo anterior, no hubo sido corroborado, no obstante sus
premisas sobre la interacción entre natura y nurtura, entre filogenia y ontogenia, han sido correctas.
Desde 2009 me he desempeñado como director de colección del área de epidemiología epigenética
y psicoanálisis en la editorial Letra Viva publicando varias obras en las que he desarrollado en cada
una de ellas, diversos aspectos de esa integración, asumiendo la defensa del psicoanálisis como
una estrategia de asistencia terapéutica que colabora con la medicina en el decurso de las
enfermedades crónicas. Durante veinticinco años me ha desempeñando en diversos servicios de
salud mental de varias instituciones. Esa experiencia me ha permitido discernir que la incidencia
y/o morbilidad de la enfermedad puede ser alterada o modificada en función del un contrato reflexivo
llevado a cabo entre terapeuta y paciente. Ese particular vínculo que el paciente establece con su
enfermedad, me ha sugerido una serie de publicaciones que he ido concretando en el desempeño
de la función de Director de colección del área de Epidemiología Epigenética y Psicoanálisis en la
Editorial Letra Viva68. Personalmente, he explicado la recurrencia de los contenidos traumáticos
como un reforzamiento o canalización de las vías neurológicas ya enervadas, y a la vez, como un
efector competente para generar la ignición de una cascada de reacciones neuroendocrinas que
comprometen la respuesta de estrés, el comportamiento de alerta y el pensamiento compulsivo ante
estímulos juzgados como adversativos e incluso apetitivos 69, y defendido la integración funcional de
ambos circuitos (apetitivos y adversativos) competentes para generar alteraciones permanentes en
la plasticidad neuronal sobre la base de los estados alostáticos existentes en el organismo en
función de las experiencias acumuladas En Freud, esa recurrencia es tan sólo un producto
psicológico que remite al sujeto a antiguos sentimientos de desamparo e indefensión. Si bien Freud
advirtió que las primeras experiencias de vida resultaban organizadoras del psiquismo y de la
fisiología, estableciendo un perfil fenotípico reactivo autónomo para el resto de la vida del individuo,
su concepto de “fuerzas psíquicas” nunca fue esclarecido. La noción de “catexis” que impusiese
conjeturaba el desplazamiento de la excitabilidad del sistema nervioso de una representación mental
hacia otra. A la fecha no ha habido corroboración experimental de esta supuesta movilidad de las
representaciones mnemónicas (no hay duda de la dificultad operativa del planteo), noción que fue
inferida por Freud a partir de sus estudios sobre el mecanismo de los procesos disociativos. Milller &
Matzel70 han vinculado los fallos amnésicos con los procesos disociativos con el objeto de establecer
una diferencia clínica con los síntomas deficitarios de la memoria. Los autores aseveran que a pesar
de haberse argüido recurrentemente por más de cuarenta años que la experimentación con
68
MASOTTI, AL: Adaptación, evolución y salud, Bs. As., Letra Viva, 2016; - -: Epidemiología Epigenética,
Psicoanálisis y Medicina Forense, Bs. As., Letra Viva, 2017; - -: Genealogía y Singularidad, Bs. As., Letra Viva,
2019; - -: Adaptación, capricho e impredecibilidad Bs. As. Letra Viva, 2020.
69
MASOTTI, AL: Trauma psíquico y síntoma Bs. As., Letra Viva, 2009; - -: Reminiscencias ¿un mecanismo
restaurador o desestabilizador? Bs. As. Letra Viva, 2010; - -: La evocación mnemónica, paradigma de la
integración somato-psíquica Bs. As., Letra Viva, 2012; - -: Mecanismos epigenéticos en la avocación de deseo
Bs. As. Letra Viva 2013; - -: Los genes de la memoria y la memoria de los genes Bs. As., Letra Viva, 2014
70
MILLER, RR & MATZELLD: “Retrieval failure versus memory lost in experimental amnesia, definition and
processes” L & M 13:491-497, 2006
fármacos amnésicos haya demostrado fehacientemente que interfiere la formación de memorias
perdurables alterado la codificación mnemónica, advierten que los argumentos utilizados en
demostrar la efectiva corroboración de esta proposición, ha sido el resultado de la consecución de
una combinación de definiciones poco precisas y de disquisiciones fácilmente refutables sobre la
implicancia de la ventaja teórica que subyace a la implementación clínica de los fármacos
amnésicos, y advertido que los procesos de consolidación sináptica, iniciados en cuestión de
milisegundos, tienen tiempos diferenciales en nano o pico segundos en la recuperación mnemónica.
Según los autores, el establecimiento de los procesos de consolidación que participan de la
experiencia de consciencia, han sido valorados desmesuradamente, y distorsionado la interpretación
de los resultados de los síndromes amnésicos observados. Los autores han demostrado que estos
fallos (falsos reconocimientos) pudieran ser un déficit en la recuperación mnemónica (evocación) en
vez de un déficit en la acumulación de información. Las nuevas teorías sobre el cómo se configura la
experiencia de consciencia ha establecido una diferencia de tiempo insalvable entre los períodos de
re-consolidación sináptica producidos a partir de la desestabilización mnemónica momentánea
ejercida por la evocación, y los fenómenos cuánticos que se producen durante la instauración de la
experiencia de consciencia. Pero además de estas diferencias, Miller & Matzel establecieron una
segunda hipótesis sobre la instancia procesal en la conservación de la memoria, que reconoce a los
sistemas de transducción génica y no génica, como partícipes de sistemas de consolidación
mnemónica, con diferencias que si bien no son procesales, remiten a estructuras moleculares en la
fijación de un contenido mnemónico de otro mnemogénico. Si bien los procesos de consolidación
mnemónica han sido comúnmente concebidos como referidos a los procesos por los que se
adquiere información nueva, la que es inicialmente representada como un direccionamiento sináptico
en la transmisión que luego es codificado en un formato que conserva relativa independencia de
otros condicionamientos, estas diferencias iniciaron el debate de si la consolidación mnemónica no
fuese abordada en una etapa ulterior de la instancia procesal. La teoría de la consolidación
mnemónica fue formulada originalmente como un sistema de representación dual, que depende por
un lado, de la neurotransmisión entrante, y por el otro de la conservación de las estructuras
moleculares y de los cambios generados en el sistema de conectividad (neuro-plasticidad), tales
como la síntesis proteica, la facilitación en la liberación de un neurotransmisor, la potenciación de la
sensibilidad (afinidad) y la ligazón con otros enlaces sinápticos comprometidos con otras
estructuras, como lo son los sistemas de reactividad. Presumiblemente, esta secuencia dependería
de un proceso posterior que comprendería a la propia consolidación, entendida ésta como una
secuencia de diversos procesos. Resulta ampliamente reconocida la existencia de un amplio
repertorio de estructuras moleculares vinculadas a la actividad de preservación mnemónica, que
participa en la construcción de una compleja estructura de enlaces con los sistemas de reactividad
asociados a los juicios de apreciación apetitiva o adversativa en que pueden ser valoradas las
experiencias-vivencias, y de las cuales depende la persistencia, recurrencia o extinción de la
conducta asociada. Estas organizaciones mnemónicas, al servicio de una constante reevaluación de
las imposiciones de un entorno constantemente cambiante, y de un medio interno sensible a esos
cambios, requiere de una dúctil, relativa y temporal estabilidad mnemónica. De modo que la
recuperación evocativa está determinada por las últimas modificaciones de los datos conservados.
Cuando existe la dificultad de evocar los recuerdos más recientes y sólo se pueden recordar los
registros más antiguos, es porque se han producido alteraciones en los ulteriores mecanismos de
consolidación que no permiten fijar los nuevos registros. A estos procesos de consolidación, de
inevitable concreción procesal lenta, medida en horas, días e incluso meses, se los denomina
Sistemas de Consolidación, y guardan una mayor estabilidad del registro, aunque siempre temporal,
mientras que a los sistemas de procesamiento rápido, se lo denomina Sistema de Consolidación
Sináptica Inicial, la que ocurre en cuestión de milisegundos. Miller & Matzel han puesto su interés en
la investigación de las condiciones moleculares de la Consolidación Sináptica Inicial con el objeto de
observar los cambios en la plasticidad sináptica en relación con las instancias procesales
posteriores, por cuanto los déficits mnemónicos observados en la clínica de individuos con amnesia
experimental, demostraron estar más próximos a los procesos disociativos que al síntoma deficitario
habitualmente observado en pacientes con enfermedades degenerativas. Los estudios sobre los
Sistemas de Consolidación han corroborado que la evocación provoca una desestabilización de los
registros por un período ventana a fin de poder actualizarlos. Esta desestabilización se encuentra
disponible para que un nuevo proceso de consolidación se reinicie y permita la reactualización de
los registros. Esta condición de reinscripción de la memoria ontogénica ha sido tenida en cuenta en
el diseño de un experimento en el que la presentación de un estimulo relacionado con la situación
de entrenamiento confirmaba la no pérdida del registro fijado. Este estímulo se presentaba luego de
haber sido inducida la droga amnésica, comprobándose que la presencia del estímulo fuese
suficiente para restaurar el comportamiento supuestamente suprimido, demostrando de manera
reveladora e inequívoca no sólo el no quebrantamiento de las memorias supuestamente suprimidas
por los fármacos amnésicos, sino la implicancia del experimento en el área del comportamiento
molecular de la memoria ontogénica, que habiendo cooptado los mecanismos de la memoria
mnemogénica en la preservación de sus registros, los preserva del mismo modo. La conservación
de un registro que fue aparentemente suprimido por la administración de la droga amnésica, y
luego recuperado a partir de la presencia de un estímulo asociado al contexto en que fue fijado,
demuestra que los mecanismos de la memoria ontogénica son similares a los de memoria la
memoria mnemogénica71. Este hallazgo hubo despertando el interés de los investigadores por las
complejas interacciones entre la respuesta de estrés y los mecanismos de la memoria ontogénica.
El aciago, funesto o nefasto efecto que las circunstancias estresantes generan en las condiciones de
salud, particularmente en etapas definitorias del desarrollo, incluso embriológico. Por ejemplo, la
exposición social adversa en los tempranos estadios del desarrollo, altera la actividad de
transcripción asociada a la expresión de genes vinculados con trastornos en la conducta y la salud
física y mental en la vida adulta posterior. A la luz de estas investigaciones, se ha intentado abordar
las enfermedades crónicas un nuevo enfoque clínico a partir del estudio epidemiológico de las
enfermedades crónicas en las poblaciones de riesgo, mediante la identificación temprana de la
actividad genómica, metabolómica y proteotómica, con el objetivo de identificar los estados sub-
clínicos de las enfermedades crónicas y prevenir su progresión. Este nuevo enfoque en las
enfermedades crónicas72 ha sido denominado Medicina Predictiva Preventiva y Personal 73. El hecho
de que las vicisitudes de la propia biografía incidan, moderen o agudicen los riesgos de enfermedad,
ha hecho tomar consciencia en la necesidad de incorporar a la historia clínica tradicional de los
datos del decurso de la enfermedad, los del contexto social, familiar, laboral, etc., reconociéndole
al psicoanálisis el haberlo sugerido desde el principio. De hecho se han conformado equipos trans-
disciplinarios con ese objetivo. El nuevo régimen propicia que estos cuidados terapéuticos se
conviertan de reactivos y paliativos en la actualidad, a preventivos y garantidos, centrados en la
identificación de los procesos genómicos, proteotómicos y metabolómicos involucrados en la génesis
de los síntomas de las enfermedades crónicas. El prolongado esfuerzo de los investigadores en la
identificación de los procesos genómicos, proteotómicos y metabolómicos ha permitido identificar
los mecanismos moleculares que participan de la comunicación celular con su entorno, y generan la
71
MASOTTI, AL: Los genes de la memoria y la memoria de los genes Bs. As., Letra Viva, 2014
72
MASOTTI, AL: Concomitancia filo-ontogenética en las enfermedades crónicas Bs. As., Letra Viva, 2018
73
BODROVA, TA; KOSTYUSHEV,DS; ANTONOVA et al:” Introduction to Predictive, Preventive & Personal
Medicine as a new paradigm of public health service, an integrative view” The EPMA Journal, 3-16, 2012
respuesta adaptativa o no adaptativa; circunstancia que ha fructificado en un viejo anhelo de la
medicina que contemple la individualidad en el proceso mórbido, a partir concebir la pluri-causalidad
en la etiología de la enfermedad, que admite la interacción entre genotipo y fenotipo, entre filogenia y
ontogenia en el desarrollo de la misma. Si esto no fuese así, si el destino de salud estuviese
determinado tan sólo por la condición genómica, la intervención sanitaria resultaría refractaria, por el
contrario, la asistencia sanitaria ha demostrado no sólo la disminución en los presupuestos de salud
de la población, sino la efectividad de asistir la enfermedad antes que los síntomas generen un
síndrome deficitario para el paciente.
Las investigaciones de Weber, Cervoni, Champagne et al. 74, demostraron en experimentos con
roedores que las diferencias en las rutinas de atención de los cuidados prodigados a la prole,
determinaba diferencias en el comportamiento y en la salud en la adultez de esas crías. Mediante
manipulación de laboratorio, se demostró además que los efectos nocivos de las rutinas de
cuidados maternales podían ser revertidos. Estos autores demostraron que la exposición a factores
desfavorables del entorno, disparaba la actividad de metilación del ADN en el cerebro de las ratas,
influyendo sobre la interacción de la cría con las madres en las etapas inmediatas al parto,
perturbando el desarrollo, el desempeño y la salud posterior de la cría. Por ejemplo, las ratas que
habían recibido cuidados maternales adecuados, demostraron menor ansiedad ante las
circunstancias estresantes que las que habían recibido cuidados maternales inadecuados. También
observaron que estas diferencias fenotípicas no dependían de una herencia genética, es decir que
esas características de ansiedad no habían sido transmitidas de la madre a las crías por línea
germinal, sino que el tipo ansiógeno habría sido promovido a partir de la conducta de la madre en la
interacción con sus crías, y que este rasgo fuere transmitido a las generaciones subsiguientes de
ratas hembras, prolongando el rasgo fenotípico ansiógeno. Las conclusiones de este trabajo ha
contribuido a demostrar que el impacto de las condiciones del entorno sobre la variación de los
rasgos fenotípicos, es la resultante de una contingencia que puede resultar tanto benéfica como
perjudicial para la salud de las crías, pero además demuestra que las intervenciones de orden
sanitario que se pudiesen concretar en las etapas tempranas de la vida con el objetivo de morigerar
las desventajas de un entorno desfavorable sobre los recién nacidos, tiene concretos beneficios. Del
mismo modo en que la membrana de la célula logra transmitir a su medio interno la información de
su contexto (mecanismos de transducción), el organismo responde confrontando la carga alostática
asumida por el sujeto en función de las experiencias arrogadas. Este principio operativo común a
todos los seres vivientes, confronta reactividad endocrina (fenotipo), memoria, percepción y
consciencia, aunándolas en un único proceso, el de la singularidad.
Desde sus principios, el psicoanálisis ha afirmado que las prerrogativas del entorno resultase
suficiente acicate para disparar o encender una serie de mecanismos fisiológicos, en principio la
situación de alerta, que tuviesen por objeto moderar los desequilibrios sistémicos que las
prerrogativas del entorno generase. El haber confirmado la participación determinante de los
aspectos socio-culturales en el decurso de las enfermedades, hubo sido uno de sus hallazgos más
certeros. Sin embargo, la insistencia en una justificación meramente culturalista en la etiología de
las enfermedades, ha sido el principal motivo del repudio del psicoanálisis por la medicina 75. No

74
WEBER, IC; CERVONI, N; CHAMPAGNE, FA et al: “Epigenetic programming by maternal behavior” Nature
Neurosciences 7:847-854, 2004 DOI: 10.1038/nn1276
75
GLUCKMAN, PD; HANSON, MA & BURKLIJAS, T: “A conceptual framework for the development origins of
health & disease” J. of the Development Origins of Health & Disease 1(1):6-18, 2010: “…In medicine,
phenomenology without consideration of underlying mechanisms is not well received…”
obstante, los progresos aportados por la epidemiología epigenética han neutralizado las críticas por
cuanto han acreditado suficientemente que la salud y la enfermedad son con absoluta certeza, un
problema inicialmente político y social, y finalmente médico. Esta realidad, ha laudado la yerma
disputa acerca de si las enfermedades fuesen un proceso estrictamente biológico o estrictamente
social. Que investigadores de la talla de Hales & Barker 76 se hayan preocupado por acercar las
posturas estableciendo los límites de conocimiento de uno y otro campo, incita y concita la
inmediata la integración monista y la inmediata consunción de la controversia natura-nurtura,
filogenia-ontogenia. Por otro lado, la frase de Gluckman, Hanson & Burklijas de que “…no serán
aceptadas las fenomenologías que excluyan de sus explicaciones a los mecanismos que las
subyacen…” ha sido exageradamente tergiversada en su intención de interpelar al psicoanálisis,
pero dicha sentencia no hace otra cosa que reconocerle la competencia del psicoanálisis para
alcanzarla. Y si sus explicaciones no han satisfecho los requerimientos escolásticos de hoy, por
alejados del rigor y la exactitud que exigen estos conocimientos, sus hipótesis han sido acertadas.
A pesar de las fundadas críticas que ha recibido el psicoanálisis, se ha preservado el crédito de los
pacientes asistidos por éste, por tantas décadas de brindada contención. Quizá sea por ello que
Roudinesco asevera que el psicoanálisis es hoy una actividad involucrada con lo social y lo cultural.

Capítulo 5
Patrones de transcripción genómica versus
legado mnemogénico y mnemónico
Los mecanismos epigenéticos asociados a la actualización mnemogénica y mnemónica han
demostrado que responden a un programa medio-ambiental de la expresión genómica a lo largo de
la vida del individuo, cuyas determinaciones configuran factores ambientales, hereditarios y de
coyuntura individual (ontogénicos). En función de las primeras experiencias de vida, las que tienen
competencia para influir de un modo determinante en los programas de reactividad, condicionando
la salud de otros sistemas fisiológicos, y las regulaciones sistémicas establecidas por línea germinal,
pudiera producirse una disparidad que generase la reprogramación sistémica de la respuesta de
estrés. Esa disparidad, concretada entre los niveles de actividad endocrina heredados y las
experiencias acumuladas como resultado de los desafíos del entorno arrogados, debe
comprenderse como el resultado de un balance entre los más diversos y heterogéneos
componentes77. Desde la perspectiva de Gapp & Bohaceck, el comportamiento asume una
complejidad fenomenológica ligada a las prerrogativas del entorno, en el que las rutinas y los hábitos
(regularidades) de sobrevivencia, tales como la dieta y la ingesta, los rituales de apareamiento, la
defensa del territorio y la organización social de los grupos poblacionales son pre-establecidos a
partir de ese balance. Concomitantemente, los avatares del desarrollo, tanto en el período
76
HALES, CN & BARKER, DJP: “The thrifty phenotype hypothesis” British Medical Bulletin 60:5-20, 2001:
77
GAPP,K & BOHACECK, J: “Epigenetic germ-line in inheritance in mammals, looking to the pass to
understand the future” Genes, Brains & Behaviors, 2017 DOI: 10.1111/GBB12407
embriogénico como luego del parto, influencian y predeterminan los rasgos fenotípicos y la conducta
posterior dentro del grupo social/poblacional en relación directa con los niveles de demanda
impuestos por el entorno. Por lo tanto, las apreciaciones valorativas individuales pudieran resultar
un efecto, y no una causa en la génesis del perfil fenotípico en función de esos antecedentes. Por lo
pronto, los procesos fisiológicos y moleculares involucrados en la interacción entre las prerrogativas
del entorno y las modificaciones que acusa el medio interno del individuo en función de los desafíos
arrogados, deberán ser considerados como el resultado de un inter-juego entre esas dos instancias,
en la que una influye a la otra y viceversa. De todos modos, esta aseveración no le brinda preciso
tributo a la complejidad con que ambas se integran, ya que no se limita al más adecuado ajuste
entre las prerrogativas del medio externo y las condiciones individuales, sino a la alternativa de
asumir que los cambios epi-fenotípicos producidos durante el desarrollo embriogénico y/o luego del
parto, pudieran no empardar respecto de los heredados, y generar una desestabilización sistémica,
incrementando los riesgos de enfermedad individual, generando una dinámica singular. Por otro
lado, la persistencia de los rasgos del linaje no dependería de la capacidad reproductiva efectiva,
sino de la recurrencia de las modalidades de reactividad imprentadas en función de la persistencia
de las prerrogativas del entono, de modo que el destino de salud quedase librado a un juego de
dados. Es por ello que los biólogos han descreído con tenacidad de la existencia de un ideal
fenotípico, ya que los meritos adaptativos del fenotipo se hallan limitados por las características del
propio proceso de adecuación, re-significando el concepto “del más apto” por el de más adecuado,
conveniente o propicio, circunstancia que elimina de cuajo la abstrusa interpretación de hidalguía
con que se instrumentó la teoría de la selección natural.
El concepto de herencia epigenética por vía germinal, que ha sido visto con escepticismo, finalmente
ha aportado evidencia de los cambios epigenéticos inducidos en las células que influencian el
desarrollo embrionario e impactan sobre la salud y la enfermedad de la prole. Weinberg & Irizarry 78
afirman que las pequeñas variantes genómicas que no implican un cambio en el fenotipo pueden
influir no obstante en la variación fenotípica por medio de la variación epi-fenotípica. Esta
interpretación lamarckiana del rol de las modificaciones epigenéticas, es decir de las modificaciones
producidas por la interacción del entorno con el organismo, pueden ser explicadas como un
mecanismo, cuyo rol es asegurar la variación fenotípica selectiva, incluso incrementando la
propensión a heredar modificaciones epigenéticas que pudieran perturbar la trayectoria del
desarrollo e impactar en la salud a través de varias generaciones 79. Existe absoluto acuerdo entre
los investigadores que los mecanismos de control epigenético juegan un rol importante en la
organización de la variación genómica y fenotípica, y que mediante la selección de las marcas
epigenéticas que regulan los patrones de actividad de transcripción, el entorno logra o no logra
inducir alteraciones en la actividad genómica que guían la selección de esos cambios genómicos
que estimulan, estabilizan o aminoran los rasgos fenotípicos, por medio del silenciamiento o
promoción de específicos genes, generando alteraciones irreversibles que pusiesen en peligro la
expectativa de vida del individuo 80. Este “proceso guiado”81 incluye a la asimilación y acomodación

78
WIEINBERG, AP & IRIZARRY, A: “Stochastic epigenetic variation as a drive force of development,
evolutionary adaptation and disease” PNAS Vol. 107(l):1757-1764, 2010
79
GAPP, K & BOHANCEK, j: V. nota de pié de página número 79
80
SPADAFORA, C: “The evolutionary field hypothesis, non-mendelian transgenerational inheritances
mediates diversification in evolutions” Progress in Biophysics & Molecular Biology 1-11, 2017 DOI:
10.1016/jj.pbiomolbio.2017.12.001
81
JABLONKA, E & LAMB, MJ: Evolution in four dimensions, genetic, epigenetic, behavioral & symbolic
variation in the history of life MIT PRESS, Cambridge, Massachusetts, London, England, 2005
génica, procesos vinculados con la respuesta de estrés 82, ya que las condiciones de estrés extremo
impuesta a determinadas poblaciones implican invariablemente alteraciones morfológicas,
fisiológicas, homeostáticas y conductuales, que transmitidas a las generaciones subsiguientes
comprenden necesariamente cambios evolutivos. Si el estrés moderado resulta esencial para el
desarrollo normal y la diferenciación de muchos organismos, su rol en la adaptación al entorno tiene
por innegable objeto el de concretar los ajustes cognitivos necesarios para concretar la adaptación,
la que presupone la sincronización de diversos sistemas fisiológicos y cognitivos que participan de la
evaluación individual del evento estresante en función de la carga alostática heredada y de su
relación con las experiencias acumuladas. De modo que las modificaciones en las estrategias
relacionadas con la respuesta de estrés, reorientan y encausan los procesos estacionarios de la
evolución. En cambio, en circunstancias de entornos extremadamente cambiantes, las condiciones
del estrés impuesto no sólo interfieren el ritmo del desarrollo, sino que inducen alteraciones que
pudieran producir cambios genotípicos en diversas direcciones, es decir de manera coyuntural y
estocástica a la vez, ejerciendo una fuerte selección fenotípica en las direcciones del cambio
requerido por las prerrogativas del entorno. Por lo tanto no debe sorprendernos que la diversificación
de la variación fenotípica confronte alteraciones fenotípicas y extinción. La exposición reiterada a un
determinado estresante, enciende la reacción de mecanismos que estimulen o por el contrario,
supriman, repriman o sofoquen la respuesta habitual del estrés, y enciendan mecanismos de largo
plazo que permiten mantener la respuesta de estrés por períodos prolongados, elevando un escalón
el nivel de actividad del eje HHA. Badyaev 83 cita el ejemplo de los mamíferos y de los pájaros, en los
que se ha verificado fehacientemente que el estrés inducido por el entorno incrementa la actividad
de los sistemas neuroendocrinos, los que promueven la fijación de los registros mnemónicos,
estabilizan la respuesta adaptativa, o por el contrario, generan una desestabilización por un período
ventana de los sistemas de registro mnemónicos relacionados con la estrategia de comportamiento
asociado al estresante, encendiendo los sistemas neuroendocrinos de largo plazo, los que alteran
los circuitos de la amígdala extendida y sus vínculos con los circuitos del hipocampo, generando un
nuevo nivel de actividad de los sistemas de reactividad con consecuencias somáticas que pudieran
resultar perjudiciales para la salud física y mental del individuo. Alteran además, la organización
jerárquica de la memoria de los eventos, y por supuesto influyen sobre la conformación de la
experiencia de consciencia84. Una vez estabilizada la actividad de propagación neurológica del
evento estresante que disparó la respuesta de estrés, el nuevo registro mnemónico se integra al
balance general de las vivencias acumuladas, estableciendo nexos de asociación e integración con
contenidos fijados anteriormente, que permiten ampliar o restringir los juicios de apreciación
valorativa sobre futuras condiciones estresantes, de acuerdo a los niveles de actividad endocrina
asumidos, los que responden a un nuevo nivel de actividad endocrina 85. Todos los estudios sobre la
fisiología de la respuesta de estrés realizados en animales no humanos y humanos, han confirmado
82
NÄTT, D & THORSELL, A: “Stress-induced transposon reactivation, a mediator or an estimator of allostatic
load?” Environmental Epigenetics 1-7, 2016 DOI: 10.1093/eep/dvw015
83
BADYAEV, AV: “Stress-induced variation in evolution, from behavioral plasticity to genetic assimilation”
Proceeding of the Royal Society 272:877-886, 2005; - -: “Epigenetic resolution of the course of complexity in
adaptive evolution of complex traits” The journal of physiology 592(11):2251-2260, 2015 DOI:
10.1113/jphysiol.2014.272625
84
MASOTTI, AL: V. notas de pié de página 70, 71 y 72
85
MARSHALL, P & BREDY, TW: “Cognitive neuro-epigenetics, the next evolution in our understanding of the
molecular mechanisms underlying learning and memory” Nature Partner journal Science of learning 1,
16014, 2016 DOI: 10.1038/npjscilearn.2016.14; YESHURUN, S; ROGERS,S ; SHORT, AK et al: “Elevated
paternal glucocorticoids exposure modifies memory in retention female offspring”
Psychoneuroendocrinology 83:9-18, 2017
que la consecuencia ontogénica de la experiencia estresante es el pre-requisito para la adquisición
de un repertorio de estrategias de comportamiento individual, y que en humanos, el proceso de
individuación desatado por la respuesta de estrés es el pre-requisito biológico que permite en
función de la complejidad neuronal disponible, la organización diferencial de la memoria ontogénica
y la génesis de un “psiquismo” humano que integra filogenia con ontogenia.
En Concomitancia filo-ontogenética en las enfermedades crónicas 86 he sostenido que las marcas
genómicas están asociadas a alteraciones individuales de la respuesta de estrés, las que son el
resultado de una acción mnemogénica y otra mnemónica, tal como se ha descripto en el párrafo
anterior. Estas marcas, durante el estrés agudo, son las responsables de un incremento de la
actividad neuroendocrina (“up-regulation”) 87. Se ha observado diferencias en la regulación endocrina
entre hermanos homocigotos (con semejanza genómica), que separados durante la temprana
infancia, han tenido vidas disímiles. Las diferencias epigenéticas derivadas de las circunstancias
ontogénicas de cada uno de los hermanos, ha inducido a pensar que los estados epigenéticos eran
dependientes de esas diferencias, y que demostraban un clivaje singular en función de cómo habían
sido apreciadas las experiencias individuales. Se pudo comprobar que esas diferencias establecen
pautas de conducta que son reguladas por patrones fisiológicos preestablecidos por reprogramación
epigenómica88. El hallazgo científico que confirmó que los rasgos fenotípicos fuesen una herencia
epigenética en vez de genética, ha puesto fin al rechazo a admitir una herencia no mendeleiana, y
laudado a favor de la aseveración lamarckiana de la transferencia transgeneracional de los rasgos
adquiridos. Los estudios sobre los mecanismos de selección de las marcas epigenéticas vinculadas
a la actividad de transcripción, han sido involucrados con la carga alostática y el desarrollo de las
enfermedades crónicas. Las conclusiones de estos estudios han permitido confirmar los efectos del
entorno sobre el medio interno de los individuos y sobre las generaciones subsiguientes. Aunque la
mayoría de los factores del entorno no tengan la competencia para alterar la secuencia del ADN o de
promover mutaciones genéticas, sí han demostrado que pueden promover fenotipos anormales o
incrementar el riesgo de enfermedad. La exposición temprana durante las ventanas críticas del
desarrollo es uno de los aspectos más acuciantes que tiene esta interacción. El impacto de las
condiciones ambientales sobre el fenotipo ha sido asociado con mecanismos epigenéticos que
demostraron que pueden ser transmitidos inter y trans-generacionalmente. Los factores del entorno
que encienden estos procesos son: el estrés nutricional, los cambios climáticos disruptivos, los
contaminantes ambientales, las toxinas, las drogas de abuso, los fármacos y cualquier otra
circunstancia de adversidad social como separación de los padres, abandono, cuidados negligentes,
etc.. Por otro lado, se ha demostrado que incluso el estilo de vida del padre condiciona el genoma
espermático que consecuentemente afecta la embriogénesis y por supuesto la salud del embrión.
Esta implicancia de una herencia de las vulnerabilidades fue inicialmente rechazada por el anterior
prejuicio que ponía en la picota la afirmación de una herencia de los caracteres adquiridos, pero ante
la evidencia confirmada por estos estudios de la existencia de una herencia epigenética
transgeneracional de los rasgos adquiridos por línea paterna, que ha demostrado no sólo la heredad
en los rasgos epi-fenotípicos, sino la compleja y múltiple interacción genotipo-fenotipo, se ha
superado la nociva controversia filogenia u ontogenia. Además, el hecho que hoy se admita una
herencia no-mendeleiana derivada de las condiciones de crianza que influyen sobre el
86
MASOTTI, AL: Ibídem, 2018
87
TAFF, CC & VITOUSEK, MN: “Endocrine flexibility, optimizing phenotype in a dynamic word?” Trends in
ecology & evolution DOI: 10.1016/jtree2016.03.005
88
HUNTER, RG; MC EWEN, BS & PFAFF, DW: “Environmental stress and transpson transcription in
mammalian brain” Mobile Genetic Elements, 2013 DOI: 10.4161/mge-24555-1
comportamiento de la progenie y comprometan la salud en la vida adulta posterior del individuo,
finiquita la controversia natura o “nurtura”.
Aunque el enfoque evolucionista no fuese lo suficientemente abarcativo para explicar la compleja
interacción natura y nurtura, los tres pilares de la evolución, la variación fenotípica y genotípica y la
selección y transferencia de estos rasgos, han brindado suficiente prueba de que el entorno resulta
determinante en la transferencia de los rasgos a las sucesivas generaciones. Y aunque la crítica a
esa herencia se haya basado primeramente en los argumentos de Weismann, los que afirmaban
que la información hereditaria sólo podría circular en un solo sentido, de los genes a las células
(Wiesmann no hablaba de genes sino de plasma), unos cuantos años más tarde, Waddington
confirmó que los cambios heredados que se expresaban en la actividad de transcripción, no
implicaba una alteración de la secuencia de las bases del ADN. En 1969, afirmo que si bien existían
razones de peso para pensar que la herencia de los rasgos adquiridos no debiese modificar la
secuencia del ADN, ya que éste debiera estar preservado de las influencias externas y de la
acumulación de variaciones genómicas letales, admitió la posibilidad de que se hayan producido
alteraciones genómicas durante la larga evolución de la vida. Por lo tanto, Waddington pensó que
debería haber mecanismos que en circunstancias restrictivas transfiriesen de madres a hijos los
cambios que necesariamente debieran ser asumidos por la adaptación, con el objeto de lograr que
el organismo se volviese más efectivo a su entorno, y que la respuesta de estrés pudiese aportar los
mecanismos reactivos adecuados a las condiciones del entorno. En otras palabras, Waddington no
creía que la selección natural fuese un mecanismo del desarrollo de las especies adaptadas al
entorno, sin caer en la inconsistencia de no poder explicar el paso a paso de esa adaptación. En
1975, seis años después de esta advertencia, Waddington afirmó que los caracteres adquiridos no
son heredados individualmente, sino poblacionalmente, reconfirmando la herencia epigenética.
Afirmó en la oportunidad, que de ser así, el genotipo tendría un efecto determinante sobre el
fenotipo. Y si bien Waddington asumía la defensa de la inmutabilidad del ADN para preservarlo de
las influencias externas, al haber admitido que se hubiesen producido modificaciones en el ADN a lo
largo de la extensa evolución, dejó en claro que los rasgos adquiridos por variación genómica
participan del legado mnemogénico, reconfirmando la heredad de la carga alostática. Doce años
después, en 1987 Holliday89 puso el acento en la programación epigenética, a la que definió como el
estado de expresión de los genes durante el desarrollo, admitiendo que ese estado de expresión,
podía ser alterado por las condiciones ambientales influyendo sobre el fenotipo y admitiendo que las
modificaciones epigenéticas participan en un importante número de procesos fisiológicos, como la
memoria linfocitaria (inmunológica), en la memoria metabólica, y en las bases neuroquímicas de la
memoria y el aprendizaje, a través de variaciones en la respuesta del procesamiento de los
estímulos amenazantes, provocando la alteración de la respuesta sistémica del estrés. Estas
modificaciones epigenéticas, relativamente estables, son moduladas por innumerables factores del
entorno que operan a lo largo de la vida del individuo y que han permitido acreditar que las
experiencias tempranas amenazantes (estresantes) establecen pautas de funcionamiento fisiológico
alteradas que afectan los circuitos de reactividad, y que además, estas alteraciones pudieran ser
transferidas a las generaciones subsiguientes suscitando una vulnerabilidad específica en el linaje y
estableciendo las bases para una unificación teórica. En estos términos, el fenómeno de consciencia
se convierte en un pálido íncubo de su súcubo, la compleja coordinación cerebral requerida para
asumir la adaptación de cada individuo a su entorno, en la que ésa participa tan sólo de un modo
tangencial.

89
HOLLYDAY, R: “The inheritance of epigenetic defects” Science, 289:163-170, 1987
Epílogo
Subjetividad y singularidad en la
experiencia de consciencia
“In other words, if self-consciousness observes the brain memory and awareness states, by
this very act it changes both of them. (…) The only possibility to address this paradox seems
the potential link to integrate past and future events in the framework of quantum
approaches…”90
La evolución biológica comenzó mucho después de la conjunción entre energía y materia que dio
lugar a la aparición de los elementos, y la aparición de la vida mucho antes de la aparición de los
virus, las bacterias, las arqueas y las células eucariotas. La formación de la materia biológica,
iniciada a partir de la interacción de las moléculas presentes en los océanos de esa época, se
produjo a partir de una dinámica de interacción química que implicó un intenso y complejo
intercambio informativo entre los elementos del contexto y las primitivas células, cuya regulación
dinámica contribuyó con la perpetuidad y mantenimiento de la vida. El incremento de los grados de
variación selectiva permitió la diferenciación de los organismos, y la sobrevivencia hubo dependido
del desarrollo de mecanismos que favoreciesen la adaptación a partir de cambios muy lentos. Esta
adecuación a las condiciones impuestas por el contexto, o menor dicho los pasos químicos que
permitieron la lenta evolución, representan el antecedente químico de la diversificación de tejidos y
funciones que derivó posteriormente en el desarrollo de un sistema de incorporación y
procesamiento interno de las condiciones del contexto en que se desarrollaba el organismo,

90
MEIJER, Ddkf & GEESINK, HJH: “Consciousness in the Universe is Scale Invariant and implies an Event
Horizont of the Human Brain” NeuroQuantology Vol. n° 15(3):41-79, 2017 DOI:
10.14704/nq.2017.15.3.1079
ampliando los grados de libertad e impredecibilidad en el comportamiento. Según Meijer 91 todos los
organismos son considerados un sistema abierto, por lo tanto la interacción con el entorno es
constante. Esto ocurre bajo un sistema de protección que descarta la información redundante, en la
que el cerebro actúa como filtro, imponiendo una estrecha o ceñida banda sensible de la realidad
perceptible. Y según Meijer, esta propiedad fue adquirida durante la evolución en la que el cerebro
logró eliminar aquella información que no estuviese dirigida directamente a la propia sobrevivencia.
La pretensión de una concepción del cerebro dirigido al mejoramiento de las habilidades para la
sobrevivencia y por otro lado, la discrecionalidad del potencial contemplativo, representa un desafío
aparentemente contradictorio. Sin embargo, esta estructura supuestamente ambivalente, es la que
ha permitido que un sistema que es común a todos los individuos con sistema nervioso, se
particularice con la singularidad. Esta concomitancia entre lo individual y lo general, ha permitido
que la acumulación de las experiencias personales opere en el marco de la evolución biológica y de
la supervivencia personal. El estado de consciencia, sería por lo tanto, el resultado evolutivo de la
actividad cerebral sincronizada con la singularidad, la que indudablemente comenzó con los
potenciales de acción de las neuronas, que son los que determinan si la neurona responde o no al
estimulo. Sin embargo, ese potencial de acción que utilizada por la neurología para justificar la
neurotransmisión quimio-eléctrica, no logra explicar la complejidad de la integración funcional del
estado de consciencia, circunstancia que la ha puesto en discusión la centralidad de la
neurotransmisión como portadora de los estados de consciencia. Hamerroff, un anestesiólogo de
larga experiencia y Penrose, un matemático de fuste, han propuesto un modelo de conformación de
los estados de consciencia que utiliza la coherencia cuántica en los microtúbulos de las neuronas.
La coherencia cuántica puede ser descripta por el alineamiento de partículas sub-atómicas en una
sola función de onda. Otros mecanismos cuánticos observados lo son por ejemplo, la superposición
entre partículas que permite que una vez determinados los valores de la función de onda, una
partícula puede ser localizada en dos sitios al mismo tiempo, o el efecto EPR o entrelazamiento de
partículas, en el que una partícula puede verse influida por otra y comportarse del mismo modo
aunque esté muy alejada de la primera. Estos fenómenos cuánticos contrarían el principio de
localidad de la mecánica newtoniana y el determinismo localista, circunstancia que ha promovido
que por ejemplo Einstein afirmase que la mecánica cuántica fuese una teoría incompleta. Por otro
lado, es un hecho irrefutable que las fuerzas químicas que controlan las interacciones entre los
átomos y las moléculas, e incluso el número e intensidad de los potenciales de acción química de
cada elemento tuviesen un origen cuántico, aunque se desconozca por ahora, cómo los
mecanismos cuánticos pasan a ser fenómenos macroscópicos, o sea químicos. Penrose ha
afirmado que los fenómenos cuánticos son importantes para el cambio de intensidad sináptica
(seguramente lo son) ya que las sinapsis no son fijas. Según Penrose, es este estado de coherencia
cuántica de las partículas lo que permite que surja la experiencia de consciencia y no la
neurotransmisión. En el contexto neuronal, la palabra coherencia se refiere al hecho que las
oscilaciones cuánticas que parten de los microtúbulos, puedan vibrar al unísono en diferentes partes
del cerebro. El modelo de Hameroff-Penrose, se ha basado en la estructura del cito-esqueleto,
conformado en parte por microtúbulos, y a diferencia de lo que propone el concepto de
neurotransmisión, los estados de coherencia cuántica no se producirían en la membrana de las
neuronas, sino en los microtúbulos propiamente dichos. Los microtúbulos son estructuras tubulares
proteicas con un espacio central de 14 nanomilímetros en los que se transportan las vibraciones
cuánticas. Estas microtubulinas se encuentran dispuestas en paralelo dentro de la célula, y
conectadas radialmente con otras proteínas asociadas, conocidas como MAP (Microtubule
91
MEIJER, DKF: “The extended brain: Cyclic information flow in a Quantum physical realm” Neuro-
quantology Vol. 12 (2)180-200, 2014 DOI: 10.14704/NQ.2014.12.2.754
Associated Proteins) y asociadas a los mecanismos de fijación mnemónica. El mecanismo de estas
MAPs podría describirse comenzando por la excitación de la membrana celular, la que por medio de
iones de canales activados, produciría un cambio transitorio molecular en los microtúbulos
cercanos, que encendería o apagaría la actividad de las microtubulinas asociadas, generando un
complejo sistema de comunicación dentro de la misma neurona, que permitiría preservar información
y producir los cambios necesarios en la expresión genotípica-fenotípica. Este modelo cuántico de
comunicación entre células mediante la propagación cuántica (de las vibraciones) es mucho más
rápido que la neurotransmisión fisiológica. Sin embargo, este sistema de comunicación no explica
por sí mismo, cómo se estabiliza la experiencia de consciencia a nivel de los contenidos de
ideación. Penrose ha afirmado que dentro de los microtúbulos hay complejas señales iónicas, que
podrían funcionar como “guías de ondas eléctromagneticas” logrando confinarlas en un espacio que
coincide con el diámetro interno de los microtúbulos. Estas oscilaciones cuánticas coherentes (varias
moléculas descriptas por una única función de onda) podrían ocurrir dentro de la neurona o de
varias, logrando que importantes áreas del cerebro vibrasen al unísono, generando la experiencia de
consciencia. Si bien la coherencia cuántica brinda un marco específico para que trillones de
neuronas fuesen entrelazadas en un único estado cuántico simple, sigue pendiente la descripción de
la selección de los contenidos ideacionales implicados en la experiencia de consciencia.
Hameroff ha obtenido evidencia de los efectos de coherencia entre importantes áreas del cerebro
en estudios sobre las anestesias. El hecho que la anestesia pueda ser inducida por un gran número
de sustancias químicas que no poseen similitud química entre sí, instigó a Hamerroff a investigar las
interacciones químicas entre sus moléculas, que son menos reactivas que las que habitualmente
existen entre cualquier otro elemento químico. Esta “atracción” débil entre moléculas demostrada por
los anestésicos, generan oscilaciones dipolares que son los que colaboran con la estabilización de
los microtúbulos, sugiriendo que los anestésicos actúan interfiriendo o bloqueando las acciones de
las proteínas microtubulinas, cuya consecuencia clínica es la desconexión de la consciencia. El
fenómeno de coherencia cuántica en gran escala en las microtubulos se daría cuando todas las
proteínas tubulinas compartiesen el mismo nivel de energía. En opinión de Hameroff y Penrose, a
través de los MAP de cercanía se formaría una red intracelular de microtúbulos coherentes al que se
plegarían trillones de neuronas favorecidas por la coherencia cuántica. Esta descripción de
Hamerroff y Penrose no se asemeja a las habituales explicaciones de la neurotransmisión, sino en
la unificación de la onda cuántica. Para los autores, cuando esta coherencia traspasa un cierto límite
de actividad, se produciría la “Reducción objetiva Orquestada” definida por el peso molecular de la
coherencia desplegada, y este peso molecular estaría determinado por efecto de la propia gravedad
cuántica obtenida por el sistema. Este encadenamiento de acciones cuánticas daría paso al
surgimiento de lo perceptible para la consciencia. Para algunos investigadores, desde los
microtúbulos hacia las otras neuronas sigue sin explicar el salto sináptico, sin embargo Hameroff y
Penrose proponen que la coherencia cuántica no es un impedimento para la propagación
sináptica, por el contrario la coherencia cuántica conduciría la sinapsis. Sostienen además, que los
microtúbulos son sitios que gracias a su estructura, permiten aislar lo que hay dentro de ellos
respecto del interior celular. Los microtúbulos en su interior poseen moléculas de agua que no están
en movimiento aleatorio, sino organizadas de forma de favorecer las oscilaciones cuánticas en el
interior del tubo. Por lo tanto, las oscilaciones cuánticas pudieran preservarse sin enmarañarse con
el entorno interior de la célula, conservando las vibraciones estables de modo de poder propagarlas
a nivel macroscópico, desencadenando las posteriores oscilaciones entre neuronas. Desde esta
perspectiva, la experiencia de consciencia debería comprenderse como el producto del estado
cuántico alcanzado, y las neuronas tan sólo tendrían el rol de ser amplificadoras de los fenómenos
cuánticos que las subyacen. Este modelo no sólo justifica la sincronicidad del disparo y del
procesamiento que da origen a la experiencia de consciencia, sino que la coherencia cuántica
permitiría modular los factores temporales existentes entre percepción y memoria.
El falaz argumento del foco atencional tampoco explica bajo qué criterios o bajo qué estructuras
cerebrales se selecciona el contenido de ideación que ocupa la experiencia consciente. Sobre el
propósito Dennett92 ha afirmado que la adquisición de un lenguaje estructurado como el humano, es
la principal causa de que las experiencias conscientes estén relacionadas con un “centro de
gravedad” narrativo, confirmando que resulta injustificable confundir el sustrato neural de la
representación mental. Pero lo cierto es que hasta el momento ninguna teoría ha explicado cómo
se produce la experiencia de consciencia a nivel de la representación mental. La hipótesis de
Hameroff & Penrose de que la consciencia puede ser explicada a partir de la propagación en
amplias regiones cerebrales de los procesos de computación cuántica llevados a cabo por los
microtúbulos en períodos de tiempo mucho más rápidos que la neurotransmisión, imposibilitando la
alternativa de que otros múltiples estados conscientes la abordasen al reducir la actividad a un
único estado cuántico (unificación de la función de onda), no sólo refuta el débil fundamento del
foco atencional, sino que justifica que lo que guiase la selección del contenido de ideación fuese ese
“centro de gravedad narrativo” propuesto por Dennett impuesto por el peso molecular de la
coherencia cuántica propuesto por Hameroff y Penrose. Muchos otros investigadores han
equiparado el efecto de coherencia con los “qualia”. El hecho que el contenido de la percepción
fuese el avocado en el acto de la apercepción, avala o al menos no contradice la aseveración de
Hameroff y Penrose. Las propiedades del procesamiento cuántico, en principio resistidas en la
biología, parecen haber logrado convencer a los neurólogos que fenómenos cuánticos, que a
primera vista pudieron resultar desconcertantes, como por ejemplo el fenómeno de la ranuras
mencionado en un capítulo anterior y que demostraba el comportamiento dual de la materia,
colaboren con la determinación del contenido de ideación. Hameroff, ha sido un prestigioso
investigador de los efectos clínicos de las anestesias, que luego de una vida de investigaciones hubo
afirmado que los microtúbulos del citoesqueleto son bloqueados mientras dura el efecto de las
anestesias, impidiendo que se genere la experiencia de consciencia. Son estos mismos
microtúbulos, afirma, los que cooperan con la instauración de la experiencia de consciencia, la que
no puede pensarse sin el contenido que la subyuga. Los neuro-científicos, habituados a la
justificación quimio-eléctrica, han respondido que el disparo sincronizado de una frecuencia de 40 Hz
de un determinado grupo de neuronas implicadas en el procesamiento perceptual de un objeto,
integraría los atributos en una representación mental unificada. Sin embargo esta precisión de los
neuro-científicos también resulta incompleta en la medida en que desatiende las complejas
interacciones existentes entre percepción y memoria. Por lo tanto, suponer que la percepción se
imponga de un modo azaroso sobre la consciencia sin tener en cuenta el registro mnemónico de esa
percepción, no sólo intenta desacreditar la tesis del “centro de gravedad narrativo”, sino la de la
“Reducción objetiva Orquestada” definida por su peso molecular y que incluye la participación de la
memoria en la percepción. y que en el plano simbólico define a la Producción (generación/captación)
de sentido o de deseo, a partir de la evidencia que aporta la discordancia entre lo manifestado
(denotado) y lo significado (significación). Este complejo fenómeno del lenguaje también se expresa
en la apercepción de los animales cuando por ejemplo, en el ritual de la ingesta se percibe a un
congénere como adversario, con el fin de preservar su propia porción. La sincronía biológica de la
que hablan los neurólogos, no es otra cosa que la forma en que se concreta la selección del
contenido de ideación con la respuesta reactiva, pero lo que la genera, es la producción de sentido
92
DENNETT, D: “Explaining the magic of consciousness” J Cult. Evol. Psychological 1:7-19, 2003
como modo de interacción entre individuos. Guilio Tononi, un autor mencionado en mis primeras
publicaciones, ha actualizado su teoría de la información integrada 93 como un desarrollo más
extenso de la inicial hipótesis del núcleo dinámico de Edelman & Tononi. En ella no propone
identificar el propósito evolutivo de la aparición de la consciencia ni la “necesidad lógica ni
metafísica” de la experiencia de consciencia, sino explicar cómo un estado neuronal se convierte en
un estado mental. Tonnoni asegura que la manera en que la información es integrada en el
cerebro, depende de la complejidad del sistema que la procesa. Y aunque establece condiciones
muy precisas para la configuración de la experiencia de consciencia, se aparta de explicar el
mecanismo de la selección de los contenidos que subyugan la consciencia.
En la Producción de sujeto de deseo o producción de sentido he propuesto basándose en la noción
husserliana de Epojé, una restricción, reducción o suspensión eidética impuesta por la Avocación
de Deseo, la que establece una evocación restringida y acotada a la investidura que adquiere la
percepción comprometida con el registro original y sus sucesivas modificaciones. Esta reducción
eidética (suspensión del juicio o imposibilidad de conocer la verdad) responde a un concreto circuito
donde la información fijada anteriormente circula de un modo envolvente entre la amígdala
basolateral o amígdala extendida, el hipocampo, la corteza y el eje HHA, que corrobora la sincronía
biológica defendida por la neurología. La simplicidad y a la vez, compleja integridad sistémica del
acto evocativo, refuta la crítica del vitalismo a la integración monista 94 centrada en la diatriba de que
la neurotransmisión jamás podría colaborar con la estabilización de los estados de consciencia
debido a la lentitud de la neurotransmisión quimio-eléctrica. Actualmente, se han detectado
mecanismos cuánticos en la fotosíntesis, en la catálisis enzimática, en la olfacción, en la visión, en la
navegación de los pájaros, y en la fijación de los recuerdos, cuyo mecanismo está relacionado con
el plegamiento de las proteínas tubulinas. Aunque la teoría Hameroff ha sido rechazada por
incompleta, los fenómenos cuánticos observados en su investigación sobre el efecto que las
anestesias tienen en los microtúbulos del cito-esqueleto, confirmarían que éstos son partícipes
necesarios en la estabilización de la experiencia de consciencia. La coherencia cuántica hoy está
siendo aplicada para mejorar el procesamiento en la transmisión digital de las comunicaciones
humanas, y por su velocidad (en realidad no se sabe si esta propiedad está relacionada con la
velocidad de la luz o con el campo electromagnético en el que intervienen los fotones), salvaría el
escollo de la lentitud que la neurotransmisión químio-eléctrica ofrece en la configuración de la
consciencia95. Hamerroff y Penrose96 han demostrado que mecanismos cuánticos están asociados a
las proteínas tubulinas, relacionados con la fijación y conservación de la memoria ontogénica y la
estabilización de la experiencia de consciencia. Si bien la presencia de mecanismos cuánticos no
explicaría cómo se selecciona la representación mental que conforma la experiencia de consciencia
indudablemente su contribución la condesciende y la teoría de la avocación de deseo la completa.
93
TONONI, G: “Integrated information theory” Scholarpedia 10_464- , 2015
94
V. MASOTTI, AL: Adaptación, capricho e impredecibilidad Bs. As., Letra Viva, 2020; - -: Genealogía y
Singularidad Bs. As., Letra Viva, 20019; - -: Concomitancia filo-ontogenética en las enfermedades crónicas Bs.
As., Letra Viva, 2018; - -: Epidemiología Epigenética, Psicoanálisis y Medicina Forense Bs. As., Letra Viva,
2017; - -: Adaptación, evolución y salud Bs. As., Letra Viva, 2016, - -: Los genes de la memoria y la memoria
de los genes Bs. As., Letra Viva, 2014; - -: Mecanismos epigenéticos en la avocación de deseo Bs. As., Letra
Viva, 2013; - -: La evocación mnemónica, paradigma de la integración somato-psíquica Bs. As., Letra Viva,
2012; - -: Reminiscencias ¿un mecanismo restaurador o desestabilizador? Bs. As., Letra Viva, 2010
95
MC FADDEN, J & AL-KHALILI, J: “The origins of quantum biology” Proc. Royal Society A 474:20180674 DOI:
10.1098/rspa.2018.0674
96
HAMEROFF, s & PENROSE, R: “Consciousness in the universe, a review of the “Orch OR” theory” Physics of
Life Review 11:39-78, 2014
Existe coincidencia en la comunidad científica en definir la experiencia de consciencia como la
capacidad subjetiva y singular de percibir el mundo. No obstante, se ha argumentado la existencia
de falta de consenso sobre la fiabilidad de estas dos variables. Creo haber aportado suficiente
evidencia de lo contrario en el presente desarrollo.

Contratapa
La restricción, reducción o suspensión eidética propuesta por la avocación de deseo establece una
evocación restringida y acotada a la investidura que adquiere la percepción comprometida con el
registro original y sus sucesivas modificaciones. Esta reducción eidética se basa en el concepto
husserliano de Epojé (suspensión del juicio o imposibilidad de conocer la verdad) en el que la
evocación/percepción responde a un concreto circuito donde la información circula de un modo
envolvente entre la amígdala basolateral o amígdala extendida, el hipocampo, la corteza y el eje
HHA, cuya participación en la fijación del recuerdo y en el perfil fenotípico individual resulta
definitoria. La simplicidad y a la vez, compleja integridad sistémica de este esquema evocativo,
refuta la crítica del vitalismo a la integración monista, centrada en la diatriba de que la
neurotransmisión jamás podría ser un equivalente de lo mental. Por otro lado, la denuncia de la
lentitud de la neurotransmisión electro-química, confirma el rechazo a aceptar su participación en la
estabilización de la experiencia de consciencia. Actualmente se han detectado mecanismos
cuánticos en la fotosíntesis, en la catálisis enzimática, en la olfacción, en la visión, en la navegación
de los pájaros y en la fijación de los recuerdos, cuyo mecanismo está relacionado con las proteínas
tubulinas. Hameroff ha propuesto a la coherencia cuántica como uno de esos mecanismos. Aunque
su teoría ha sido rechazada por incompleta, los fenómenos cuánticos observados en su
investigación sobre el efecto que las anestesias tienen en los microtúbulos del cito-esqueleto,
confirmarían que éstos son partícipes necesarios en la configuración de la experiencia de
consciencia. La coherencia cuántica hoy está siendo aplicada para mejorar el procesamiento en la
transmisión digital de las comunicaciones humanas, y por su velocidad (en realidad no se sabe si
esta propiedad está relacionada con la velocidad de la luz o con el campo electromagnético en el
que intervienen los fotones), salvaría el escollo de la lentitud que la neurotransmisión quimio-
eléctrica ofrece en la configuración de la consciencia. Hamerroff y Penrose han demostrado que
mecanismos cuánticos están asociados a las proteínas tubulinas, relacionados con la fijación y
conservación de la memoria ontogénica y el establecimiento de la experiencia de consciencia. Si
bien la presencia de mecanismos cuánticos no explicaría cómo se configura la experiencia de
consciencia a nivel de los contenidos de ideación, indudablemente su contribución la condesciende,
y la teoría de la avocación de deseo la completa.

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