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Resumen:
El texto ubica la poesía de Haroldo de Campos en relaciòn con los formalistas,
con la poesía de Bertolt Brecht y con la escritura de Octavio Paz, como una de las
escrituras más originales en el siglo XX. La sensación de extrañamiento que emana
de su poesía, la permanente sorpresa que reciben los lectores, hermana a la lírica
de este escritor brasileño con la dicción de los mejores poetas de cualquier tiempo.
Résumé:
Le texte présente la poésie d’Haroldo de Campos comme l’une des œuvres poétiques
les plus originales du XXe siècle au regard de celles des formalistes, de Bertolt
Brecht et d’Octavio Paz. L’effet de distanciation produit par sa poésie, la permanente
surprise à laquelle ses lecteurs sont amenés apparente la lyrique de cet écrivain
brésilien à la diction des meilleurs poètes de tous les temps.
Palabras clave:
Campos, Brecht, Paz, poesía concreta, formalismo
Mots clef:
Campos, Brecht, Paz, poésie concrète, formalisme
Los formalistas creían que las ideas, los temas y las referencias a la
realidad de un poeta eran meras excusas externas del escritor a quien se
pide justificar el uso de los recursos formales. Con el paso del tiempo
percibieron que los recursos no eran piezas establecidas de antemano que
podían moverse a voluntad en el juego literario. Entonces, en lugar de
referirse al principio del extrañamiento realizado por la literatura,
empezaron a referirse al extrañamiento de la misma literatura. A partir de
ese momento, y hasta ahora, si consideramos que mucho de lo que dijeron
los formalistas está asimilado por la crítica posterior, sea cual fuere su signo,
los formalistas pasaron a considerar las obras literarias como sistemas
dinámicos en los cuales los elementos se estructuran según relaciones de
fondo y de primer plano. Decía Jakobson que si un elemento particular «se
borra», desaparece, otros elementos pasarán a ocupar el lugar dominante
en el sistema de la obra. Definió al «dominante» como el componente
central de una obra de arte que rige, determina y transforma todos los
demás». El dominante proporciona a la obra un centro de cristalización y
facilita su unidad o gestal (orden total). La misma noción de extrañamiento
apunta al cambio y desarrollo histórico. En vez de buscar verdades etéreas
que reducen toda la gran literatura a un mismo patrón, los formalistas se
inclinaron a considerar la historia de la literatura como una revolución
permanente, término que tomaron de su antiguo adversario Trotski, en la
que cada nuevo desarrollo era un intento de rechazar el aliento muerto de
la familiaridad y de la respuesta habitual. Literatura, es a partir de ese
momento, lo que sorprende, lo que es diferente de lo conocido.
talento, por todos los géneros literarios. Conocido por el gran público en
todo el orbe por la audacia de sus propuestas en la dramaturgia y en la
puesta en escena que revolucionan las tablas hasta tal punto que puede
hablarse de un teatro anterior a él y otro, que el propio Brecht encarna, y
que influye poderosamente en las propuestas escénicas que se hacen hoy
día, con la misma intensidad cultivó el cuento, la novela, el apólogo, los
carnets, el ensayo, la poesía. En cada uno de los escritos sabía poner en
tensión el lenguaje y con sabiduría, ironía y técnica depurada, ofrecía algo
nuevo al lector o espectador. Todo esto para decir que Brecht es un clásico
de la lengua alemana, alguien que por encima de las modas del momento
y de las ideologías, incluso la propia marxista, que el defendió en cada
minuto de su vida, tiene algo que decir a los hombres de cada circunstancia
histórica y en primer lugar a nosotros que lo leemos cincuenta años después
de su final. Bertolt Brecht nació en 1898, el mismo año de la muerte de
Mallarmé. Este, en 1897 había declarado que la poesía durante demasiado
tiempo había sido aliada de la música y era hora de que se vinculase con
otras artes. Y para dar el ejemplo hizo un poema, que la posteridad califica
de magnífico, donde jugaba con palabras en la página en blanco. Ese poema
Un coup de dés jamais n´abolira le hasard abrió el camino a la poesía cubista
de Apollinaire, quien en 1918, con sus caligramas hizo la trocha más ancha
por la que circulan orífices de la palabra que al mismo tiempo son artistas
plásticos, entre ellos Jorge Eduardo Eielson. Pero el propio Mallarmé, años
antes había escrito un poema, el titulado «Santa», en que hace aparecer
una mano que toca un instrumento que no es otro que un ala. Esos dedos
femeninos son de una música que tañe el silencio. Y esta es una línea de
poesía que tiene cierto auge secreto en el siglo XX. Lírica que quiere decir
lo nunca dicho, que piensa que la poesía habla no solamente de un mundo
de sueño, sino algo muy diferente de lo que conocemos como mundo
humano. Es una poesía que explora lo más abstracto, que deja de centrarse
en el individuo o en la colectividad, que regresa a una naturaleza apenas
entrevista. Es una poesía del riesgo, de la dificultad, de la posibilidad de la
incomunicación. Algo de ella podemos encontrar en los poetas herederos
del simbolismo como Yeats, como Rilke, como Pasternak, algo en los
herméticos italianos como Ungaretti, Montale y Quasimodo, pero tenemos
entre nosotros, los peruanos, una línea que efectivamente habla desde la
ribera del silencio, es la que va de José María Eguren a Emilio Adolfo
que decimos porque lo que salía de sus manos y de su mente era diferente
a todo lo conocido y es por eso que estamos aquí reunidos, hablando de lo
que hizo, sintiéndolo.
Pero en Brasil, las cosas han ocurrido de distinto modo. Desde 1922
por lo menos, hay una forma natural de incorporar al individuo, al hombre
de la calle, a la poesía. Hay numerosos poetas que son cultos, en el sentido
clásico del término, de cultura canónica, y al mismo tiempo participan de
una cultura popular. Y los nombres saltan a borbotones, desde Manuel
Bandeira en el célebre poema del enfermo de los pulmones repitiendo
¿mosca oro?
mosca hosca,
¿mosca plata?
mosca prieta.
¿mosca iris?
mosca soez.
¿mosca añil?
mosca vil.
¿mosca azul?
mosca mosca.
¿mosca blanca?
poesía poca.
de barriga vacía
de barriga vacía
nombro al nombre
nombro al hombre
en medio del hambre
nombro al hambre
que es del César que pide himnos, mientras ella ofrece poemas escatológicos
o una hebra de sol en el ojo selenita de Celan. De la poesía se dice que está
a la derecha, pero el joven Marx, lector de Homero, Dante, Goethe,
enamorado de la Gretchen del Fausto, sabía que su lugar está a la izquierda,
el loco lugar alienado del corazón. Lenin mismo censuró a Lunatcharski
por haber publicado más de mil ejemplares de un poema de Maiacovski
diciendo «demasiado papel para un poema futurista», pero él sabía que
idealismo inteligente está más cerca del materialismo que el materialismo
del materialismo desinteligente. Desmond Morris, el célebre biólogo, autor
de El mono desnudo y de El zoo humano decía todas las formas de gobierno
del ser humano son de derecha y que las formas de distribución pueden
tener características de izquierda. Ignoro, por supuesto, si Haroldo de
Campos conocía o no a Morris, pero yendo un poco más a fondo del
asunto puede decirse que lo que rescata Haroldo son los elementos utópicos
que están en el pensamiento humano, desde aquellos que están presentes
en la doctrina de Jesús, como la hermandad entre todos los hombres y el
perdón de las ofensas, hasta el propósito del joven Marx de construir el
paraíso en la tierra, en un intercambio de amor con amor, sin la alienación
que produce el dinero. Thomas Moro dijo en el siglo XV que su utopía
estaba en ninguna parte. Puede ser, pero a veces se aloja en la poesía de
algunos como Haroldo de Campos. En la utopía el hombre está feliz y
juega con el lenguaje:
Y jakobson roman
(amor /roma)
octagenario plusquesexappealgenario
acaricia con delicia
tus metáforas y metonimias
en cuanto abres de gozo
las alas crisoprasio de tus paranomasias
y el se ríe del embarazo austero de los savants
….
te detestan
lumpen proletaria
voluptuaria
falsaria
elitista piraña de la basura
porque no tienes mensaje
y tu contenido es tu forma
y porque estás hecha de palabras
y no sabes contar ninguna historia
y por eso poesía
como cage decía
o como
hace poco
augusto
el augusto:
el colibrí colibriza
y la poesía poesía.
Dícese con razón al parecer que los premios literarios son derechos
que las mayorías conceden a las minorías y más todavía, a un grupo selecto:
los miembros de un jurado de especialistas. Es natural que así sea. Los
concursos son una manera de fomentar la difusión de la literatura. Pero
hay certámenes y certámenes. Los hay para quienes empiezan, para quienes
tienen a medio camino una obra y para los que la han desarrollado con
cabalidad. El Nobel es de estos últimos, es el más codiciado galardón
mundial al que puede aspirar un escritor y por lo mismo está negado a
casi todos. Por cierto los académicos suecos no son infalibles y aunque
prescinden expresamente de criterios políticos en sus decisiones,
procuran, tal vez inconscientemente, hacer justicia poética con todos los
continentes de la tierra y con todas las lenguas. Si fue sorprendente que
eligieran en 1989 a Camilo José de Cela, más inusual fue que concedieran
en 1990 ese premio a Octavio Paz, no tanto por los méritos que
sobradamente tenía el escritor mexicano, sino porque por primera vez
en toda la historia de Nobel, se otorga durante dos años consecutivos a
escritores de la misma lengua.
se dedicase a otra cosa que no fuese la poesía, tendría lo que se llama éxito,
pero se negaría a sí mismo. Fue una paradoja de conceder el Premio Nobel
de Literatura a Octavio Paz en 1990. Un poeta, un inútil, uno de esos que
está haciendo versos toda su vida, no solamente logra expresar lo de los
demás y lo suyo propio, sino que también tiene masiva aceptación. Por eso
el mejor homenaje que podemos hacerle, y esta es una segunda paradoja,
es desacralizarlo, leerlo como si no hubiera ganado el Nobel, con la misma
unción con la que lo leíamos antes de haber recibido esa distinción.
Que algunos alaben a Paz por describir los excesos de los estados,
aquellos entes que magnánimamente llama ogros filantrópicos, que otros
también lo incorporen a las filosofías del mercado. El Paz que muchos
estimamos es el que desconfía del poder, como Haroldo de Campos
ciertamente, de cualquier poder, el gallo galante que pisa las palabras, el
cocinero que les tuerce el pico, pero también el que busca en la palabra la
voz exacta «y sin embargo equívoca, oscura y luminosa, tienda y fuente:
espejo: espejo y resplandor, resplandor y puñal, vivo puñal amado, ya no
puñal, sí mano suave: fruto.»
Hermandad
BIBLIOGRAFÍA