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La ratira presumida
Autor : Charles Perrault
En Había una vez una ratita muy presumida, que estaba barriendo
la escalera y algo le llamo la atención ¡ era una moneda !
1
Al día siguiente, salió rumbo al mercado con su moneda en el
bolsillo. Cuando llegó, pidió al tendero que le vendiera un trozo de
su mejor cinta roja. La compró y volvió a su casa.
Al llegar a su casita, se paró frente al espejo y se colocó el lacito
en el rabo.
Estaba tan bonita, que no podía dejar de mirarse. Salió al portal
para lucir su nuevo lazo y entonces se acercó un gallo y le dijo:
- Buenos días, Ratita. ¡Qué guapa que estás hoy!
- Gracias, señor Gallo.
- ¿Te casarías conmigo?
- No lo sé. ¿Cómo harás por las noches?
- ¡Quiquiriquí!- respondió el gallo.
- Contigo no me puedo casar. Ese ruido me despertaría.
2
Se marchó el gallo malhumorado. En eso llegó el perro:
- Pero, nunca me había dado cuenta de lo bonita que eres, Ratita.
¿Te quieres casar conmigo?
- Primero dime, ¿cómo haces por las noches?
- ¡Guauuu, guauuu!
- Contigo no me puedo casar, porque ese ruido me despertaría.
3
- Uy no !- dijo la ratita - con ese estruendo me despertarías
4
El día de la boda, el Gato invitó a la Ratita a una comida para
celebrar el matrimonio.
5
Cuando el gato estaba a punto de comerse a Ratita, apareció
Ratoncito, que los había seguido, pues no se fiaba del gato.
Tomó un palo encendido de la fogata y lo puso en la cola del
gato, que salió huyendo despavorido.
La Ratita estaba muy agradecida y el Ratoncito, muy nervioso le
dijo:
- Ratita, eres la más bonita. ¿Te quieres casar conmigo?
- Tal vez, pero, ¿cómo harás por las noches?
- ¿Por las noches? Dormir y callar. ¿Qué más?
- Entonces, contigo me quiero casar.
Así se casaron y fueron muy felices.
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6
A
Margarita Debayle
Rubén Darío
(1867-1916)
0á
A MARGARITA DEBAYLE
Un kiosco de malaquita,
un gran manto de tisú,
y una gentil princesita,
tan bonita,
Margarita,
tan bonita, como tú.
1
decorar un prendedor,
con un verso y una perla
y una pluma y una flor.
La princesa no mentía.
Y así, dijo la verdad:
“Fui a cortar la estrella mía
a la azul inmensidad”.
2
Y el rey clama: “¿No te he dicho
que el azul no hay que tocar?
¡Qué locura! ¡Qué capricho!
El Señor se va a enojar”.
La princesa se entristece
por su dulce flor de luz,
cuando entonces aparece
sonriendo el Buen Jesús.
3
en que lucen, con la estrella,
verso, perla, pluma y flor.
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