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La ratira presumida
Autor : Charles Perrault

En Había una vez una ratita muy presumida, que estaba barriendo
la escalera y algo le llamo la atención ¡ era una moneda !

después de mucho pensarlo, decidió que con esa moneda se


compraría un lazo rojo para ponerlo en su rabito.

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Al día siguiente, salió rumbo al mercado con su moneda en el
bolsillo. Cuando llegó, pidió al tendero que le vendiera un trozo de
su mejor cinta roja. La compró y volvió a su casa.
Al llegar a su casita, se paró frente al espejo y se colocó el lacito
en el rabo.
Estaba tan bonita, que no podía dejar de mirarse. Salió al portal
para lucir su nuevo lazo y entonces se acercó un gallo y le dijo:
- Buenos días, Ratita. ¡Qué guapa que estás hoy!
- Gracias, señor Gallo.
- ¿Te casarías conmigo?
- No lo sé. ¿Cómo harás por las noches?
- ¡Quiquiriquí!- respondió el gallo.
- Contigo no me puedo casar. Ese ruido me despertaría.

2
Se marchó el gallo malhumorado. En eso llegó el perro:
- Pero, nunca me había dado cuenta de lo bonita que eres, Ratita.
¿Te quieres casar conmigo?
- Primero dime, ¿cómo haces por las noches?
- ¡Guauuu, guauuu!
- Contigo no me puedo casar, porque ese ruido me despertaría.

El perro se fue gruñendo y al rato apareció un burro que mirando


a la ratita le dijo
- Que bonita eres ! ¿ te quieres casar conmigo?
- No lo se- le respondió la ratita - ¿ como harias por las noches ?
- YyyyAAAAyyyaaaa

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- Uy no !- dijo la ratita - con ese estruendo me despertarías

Y el burro se fue cabizbajo por el camino.

Un Ratoncito que vivía junto a la casa de la Ratita, y siempre


había estado enamorado de ella, se animó y le dijo:
- ¡Buenos días, vecina! Siempre estás hermosa, pero hoy, mucho
más.
- Muy amable, pero no puedo hablar contigo, estoy muy ocupada.

El Ratoncito se marchó cabizbajo. Al rato, pasó el señor Gato, que


le dijo:
- Buenos días, Ratita. ¡Qué linda que estás. ¿Te quieres casar
conmigo?
- Tal vez, pero, ¿cómo haces por las noches?
- ¡Miauu, miau!- contestó dulcemente el gato.
- Contigo me casaré, pues con ese maullido me acariciarás.

4
El día de la boda, el Gato invitó a la Ratita a una comida para
celebrar el matrimonio.

Mientras el gato preparaba el fuego, la Ratita quiso ayudar y


abrió la canasta para sacar la comita. Con sorpresa vio que estaba
vacía.
- ¿Dónde está la comida?- preguntó la Ratita.
- ¡La comida eres tú!- dijo el Gato enseñando sus colmillos.

5
Cuando el gato estaba a punto de comerse a Ratita, apareció
Ratoncito, que los había seguido, pues no se fiaba del gato.
Tomó un palo encendido de la fogata y lo puso en la cola del
gato, que salió huyendo despavorido.
La Ratita estaba muy agradecida y el Ratoncito, muy nervioso le
dijo:
- Ratita, eres la más bonita. ¿Te quieres casar conmigo?
- Tal vez, pero, ¿cómo harás por las noches?
- ¿Por las noches? Dormir y callar. ¿Qué más?
- Entonces, contigo me quiero casar.
Así se casaron y fueron muy felices.

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A
Margarita Debayle

Rubén Darío

(1867-1916)


A MARGARITA DEBAYLE

Margarita, está linda la mar,


y el viento
lleva esencia sutil de azahar;
yo siento
en el alma una alondra cantar:
tu acento.
Margarita, te voy a contar
un cuento
***

Este era un rey que tenía


un palacio de diamantes,
una tienda hecha de día
y un rebaño de elefantes.

Un kiosco de malaquita,
un gran manto de tisú,
y una gentil princesita,
tan bonita,
Margarita,
tan bonita, como tú.

Una tarde, la princesa


vio una estrella aparecer;
la princesa era traviesa
y la quiso ir a coger.
La quería para hacerla

1
decorar un prendedor,
con un verso y una perla
y una pluma y una flor.

Las princesas primorosas


se parecen mucho a ti:
Cortan lirios, cortan rosas,
cortan astros. Son así.

Pues se fue la niña bella,


bajo el cielo y sobre el mar,
a cortar la blanca estrella
que la hacía suspirar.

Y siguió camino arriba,


por la luna y más allá;
más lo malo es que ella iba
sin permiso del papá.

Cuando estuvo ya de vuelta


de los parques del Señor,
se miraba toda envuelta
en un dulce resplandor.

Y el rey dijo: “¿Qué te has hecho?


Te he buscado y no te hallé;
y ¿qué tienes en el pecho
que encendido se te ve?”

La princesa no mentía.
Y así, dijo la verdad:
“Fui a cortar la estrella mía
a la azul inmensidad”.

2
Y el rey clama: “¿No te he dicho
que el azul no hay que tocar?
¡Qué locura! ¡Qué capricho!
El Señor se va a enojar”.

Y ella dice: “No hubo intento;


yo me fui no sé por qué;
por las olas y en el viento
fui a la estrella y la corté”.

Y el papá dice enojado:


“Un castigo has de tener:
Vuelve al cielo y lo robado
vas ahora a devolver”.

La princesa se entristece
por su dulce flor de luz,
cuando entonces aparece
sonriendo el Buen Jesús.

Y así dice: “En mis campiñas


esa rosa yo ofrecí
a las dulces lindas niñas
que al soñar piensan en mí”.

Viste el rey ropas brillantes,


y luego hace desfilar
cuatrocientos elefantes
a la orilla de la mar.

La princesita está bella,


pues ya tiene el prendedor

3
en que lucen, con la estrella,
verso, perla, pluma y flor.

***

Margarita, está linda la mar,


y el viento
lleva esencia sutil de azahar:
tu aliento.

Ya que lejos de mí vas a estar,


guarda, niña, un gentil pensamiento
al que un día te quiso contar
un cuento.

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