Madre en esta Consagración te queremos agradecer por la oportunidad de estar
aquí, gracias por ser Nuestra Madre. Madre de la fe, te rogamos que también en nuestros corazones la fe sea la que marque la ruta de nuestra vida, que en medio de las dificultades, siempre sepamos que tu eres la que nos guía. Madre de la fe, en los diversos momentos de la vida ayúdanos a responder, como tú misma respondiste en una fe sencilla, en una fe que en medio de la oscuridad siempre encontró la luz. Madre de la esperanza, tú nos das el testimonio de que la esperanza es gozosa, que la esperanza hace correr hacia el cielo, de allí proviene el entusiasmo; desde la esperanza, nuestro cansancio se convierte en un descanso para nuestros hermanos, ayúdanos Virgen de la Soledad, a vivir el gozo de la esperanza cristiana, a cantar un Magnificat todos los días de nuestra vida; a ser apóstoles del gozo, de quien sabe que su vida es un don, un regalo que tu Hijo nos enseña a caminar con gozo en medio de las pruebas y las dificultades. María Madre de la caridad, tú cuando fuiste a visitar a tu prima Isabel, estabas también cansada, necesitabas posiblemente un ánimo, te encontrabas muchas veces sola y sin embargo, olvidándote de ti, corriste con la fuerza del amor a acompañar a santa Isabel., Sin la caridad, tú sabes que no somos nada y tú sabes que con la caridad todo es posible, que la caridad todo lo puede y todo lo soporta, que la caridad es lo que nos debe caracterizar como cristianos, que queremos vivir con plenitud nuestra vocación, nuestra vocación a identificarnos plenamente con tu Hijo. Cuántas veces Virgen María tu silencio fue también una mirada de caridad, de comprensión, de perdón, nunca heriste al prójimo, más bien lo acogiste y le saliste al encuentro. Ayúdanos Madre a que nuestros pensamientos, nuestras palabras, nuestras acciones estén siempre llenas de la caridad de Jesucristo, el mandato de tu Hijo, que aunque nos podamos equivocar en muchas cosas, si en algo no podemos fallar es en la caridad. Te ofrecemos nuestra vida con todo nuestro corazón, ofrecemos nuestra vida a Jesucristo hasta al pie de la cruz; agradeciendo cuando de alguna manera podamos imitar a Jesús, cuando podemos estar al pie de la Cruz. Gracias madre por amarnos, te ofrecemos y te consagramos con todo nuestro corazón, a nuestro decanato de san Francisco de Asís, Pénjamo, a todas las parroquias que lo conforman, todas las familias, los grupos de apostolado, movimientos, comisiones y dimensiones que son un regalo maravilloso del corazón de Cristo. Nosotros hijos en el Hijo, nos consagramos a tu corazón materno, para cumplir fielmente la voluntad del Padre. Pide a Dios para nosotros un corazón completamente renovado, que ame a Dios con todas sus fuerzas y sirva a la humanidad como tú lo hiciste. Ven a nuestra ayuda y líbranos de todos los peligros que nos acechan; con este acto de ofrecimiento y consagración, queremos acogerte de un modo más profundo y radical para siempre y totalmente, en nuestra existencia humana, sacerdotal y apostólica.