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EL PREDICADOR Y LAS
SAGRADAS
ESCRITURAS
Muñoz R. Gustavo
-Cochabamba 2012-
Muñoz R. Gustavo
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ÍNDICE
Prólogo………………………………………………………………3
Introducción………………………………………………………….4
Ausencia de la Palabra de
Dios…………………………………………….……………………6
La predicación del siglo
XXI………………………………………………………..….……...9
La actitud correcta ante
Escrituras……………………………………………………….…..12
El pastor y la
iglesia…………………………………………………………….....15
Desviaciones en lo tocante a la
predicación………………………………………………………….19
Los deberes primordiales del creyente
Y su confianza en la soberanía de
Dios……………………………………………………...…….……21
El alcoholismo y la vida cristiana…………………………………..31
La cuestión de si un individuo divorciado
en su vida pasada puede ser ordenado como pastor………………..33
El ministerio de los apóstoles en los
Hechos de los Apóstoles…...............................................................35
Pensamiento de
conclusión……………….……………………………..…………..37
Bibliografía……………………………………………………..…..39
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PRÓLOGO
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INTRODUCCIÓN
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“he aquí vienen días, dice Jehová el Señor, en los cuales enviaré
hambre en la tierra, no hambre de pan, ni sed de agua, sino de oír la
palabra de Jehová. E irán errantes de mar en mar, desde el norte hasta
el oriente discurrirán buscando palabra de Jehová, y no la hallarán.”
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Cuando el profeta dice “He aquí vienen días” nos lleva de retorno al
versículo 9, donde Dios dice: “en aquel día” refiriéndose al tiempo en
que los israelitas experimentarían los castigos justos de Dios en una
tierra extraña. Ahí sufrirían por su rebelión contra Dios; no tendrían
libertad de seguir sus costumbres religiosas; extrañarían su tierra
bendita. Ahí mismo desearían oír las “Palabras de Dios”, se refiere al
pentateuco o los cinco primeros libros de Moisés. No tendrían acceso
a ella. ¿No es eso doloroso? Dios mismo enviaría a la tierra hambre,
hambre de oír la ley divina. Correrían de un lugar a otro buscando la
Palabra de Dios, pero no lo hallarían.
Ahora en lo referente a nuestros días, creo que la tierra está sufriendo
hambre espiritual; y mientras la mayoría de los púlpitos cristianos
abundan en charlas y vanas palabrerías, la gente está agonizando por
la hambruna espiritual. Almas cristianas deambulan cual ovejas
raquíticas en busca de un buen alimento.
La naturaleza de esta hambruna no es algo común, ordinario o
material, sino espiritual. La necesidad espiritual se ha acrecentado,
los pastores están dormidos, han sido abofeteados por el príncipe de
este mundo, yacen como muertos indiferentes a las necesidades de
las almas. Otros han sido entontecidos por las filosofías humanas,
divagan en sus pensamientos y no saben que lo primordial es la
proclamación de las Escrituras. Y la mayoría está dada a la ociosidad,
se distraen en las cosas terrenales; son títeres de las cosas de este
mundo. Adormecen sus párpados y en sus pulpitos dicen lo que se
les viene a la mente. Son torpes en su hablar no contribuyen en la
edificación de los creyentes; aman el respeto y las salutaciones en
lugares públicos; sin embargo ellos mismos son deshonra para Dios.
No obedecen el mandato bíblico de predicar la Palabra, son
desobedientes a Dios. Piensan que cualquier charla sencilla hará bien
a los oyentes, no profundizan doctrinas básicas de la Biblia;
remueven sus archivos y escogen un sermón que en antaño habían
predicado. Hermanos es tiempo de estudiar, sigamos el santo ejemplo
de los predicadores de tiempos pasados, no seamos maldición para el
cuerpo de Cristo. La necesidad exige que despertemos del letargo
espiritual.
Jesucristo dijo: “No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda
palabra que sale de la boca de Dios” (Mt.4:4) así como el alimento
material fortalece y da vida al cuerpo humano, la palabra de Dios
alimenta y da vida al espíritu del hombre.
¿Quieres una iglesia saludable y ejemplar? La respuesta es la Santa
Escritura. Tú eres pastor, y estas en la obligación de llevar el rebaño
de Dios a pastos verdes y ríos de agua cristalina. El Señor Jesucristo
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El encargo magno que Pablo dio a Timoteo es: “Te encarezco delante
de Dios y del Señor Jesucristo, que juzgará a los vivos y a los
muertos en su manifestación y en su reino, que prediques la palabra;
que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta
con toda paciencia y doctrina.” El mandato descansa sobre la razón:
de que “vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que
teniendo comezón de oír se amontonarán maestros conforme a sus
propias concupiscencias, y apartarán de la verdad el oído y se
volverán a las fábulas.” (2Ti.4:1-4) ¿No es esto una realidad en
muchas de las iglesias hoy? Lo que la gente busca es que se le diga
solo lo que quiere oír, que no se le acuse de pecador, que no se le
llame al arrepentimiento, que se le acepte tal y cual es y que se le
diga cosas buenas. ¡Oh hombre! la verdad no debe ser ofuscada por
las tinieblas; debemos predicar el pecado, arrepentimiento, santidad,
infierno y el juicio, sin importar cuantos abandonen la iglesia; pues
muestra será ello de que no todos son verdaderos creyentes.
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Por eso la predicación es una tarea sublime, debe realizarse con sumo
cuidado. No es leer un texto y señorear sobre él para hacer decir lo
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EL PASTOR Y LA IGLESIA
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Por eso es menester que los que han sido escogidos para obrar en la
viña del Señor, también sean equipados de la mejor manera. Lo que
Dios requiere en su obra es de lo mejor que pueda haber en este
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(Stg. 2:17) y más antes dice que: “la religión pura y sin macula
delante de Dios el Padre es esta: Visitar a los huérfanos, y a las
viudas en sus tribulaciones, y guardarse sin mancha del mundo”.
(Stg. 1:27) de modo que: (A) requiere de obras practicas y visibles.
Pablo al hablar de los hombres mentirosos dentro de la iglesia escribe
que: “profesan conocer a Dios, pero con los hechos lo niegan, siendo
abominables y rebeldes, reprobados en cuanto a toda buena obra”.
(Tit. 1:16). Entonces de nada sirve decir: ¡Oh te amo Dios y estoy
profundamente agradecido por tu salvación! Cuando lo que se hace
no es más que esparcir y propagar habladurías a los oídos del
Creador. Jesucristo mismo dijo: “No todo el que me dice: Señor,
Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad
de mi Padre que está en los cielos”. (Mt. 7:21) y en otra ocasión
dirigiéndose a sus discípulos expresó: “si me amáis, guardad mis
mandamientos”. (jn.14:15). De ahí que las muchas palabras no
bastarán; sino que las obras demostradas por amor a Jesús, con voz
fuerte hablarán; (B) además requiere sacrificio. Marta sacrificaba su
tiempo, su dinero, su fuerza, y ella misma se daba al servicio
genuino de Cristo; y esto es lo que no un mero hombre exige, sino
que el mismísimo Dios ordenó: “Amaras al Señor tu Dios con todo tu
corazón, y con toda tu alma y con toda tu mente y con todas tus
fuerzas”. (Mr. 12:30). Hoy se nos abren las puertas de par en par a
cumplir este mandamiento de Dios; y no de la manera como nos
viene a la gana. ¿Cristo no hizo nada por ti?, Él ¿no te mostro su
amor en la cruz?, si eso es así, ¿reconoces que le debes amor y
agradecimiento?, ¡Ah! No puedes demostrar a Dios tu amor y
agradecimiento con meras y huecas palabras, sino con un servicio
que se resume en “buenas obras”. Sin duda, debes servir a tu Dios
empleando tu fuerza, tu tiempo, y todo lo que tienes debe estar a su
disposición. Marta lo hizo y es un bello ejemplo para todos nosotros.
2. El amor y la gratitud deben ser expresadas a través de una
comunión intima con Jesucristo. Mientras Marta servía, Jesús estaba
sentado a la mesa con sus doce discípulos; pero también “Lázaro era
uno de los que estaban sentados a la mesa con él”. (v.2) ¿Qué creen
que estarían haciendo sentados a la mesa? no creo que estén
ahogándose en un silencio, mirándose unos a otros la cara; sino que
por la simple lógica, podemos afirmar que ellos hablaban y hablaban;
Lázaro había sido resucitado por el poder de Jesucristo; había
experimentado el amor y la gracia del Salvador, por lo tanto había
mucho de qué hablar. “Él estaba sentado a la mesa con el Señor,
gozando de una comunión íntima”.
“Nuestra comunión -escribe el apóstol San Juan- verdaderamente es
con el Padre, y con su Hijo Jesucristo” (1Jn. 1:3b) y Pablo en su
epístola a los corintios les dice: “Fiel es Dios; por el cual fuisteis
llamados a la comunión con su Hijo Jesucristo nuestro Señor”.
(1Cor.1:9). Lázaro amaba a Dios por eso estaba sentado a la mesa
compartiendo con el Señor. Nosotros también podemos manifestar
nuestro amor y agradecimiento hacia su persona, estando en
comunión con él; además eso es la mejor manera de conocerle más y
más, “estando en comunión” a través de su Palabra y la oración. Si
anhelamos una comunión íntima con Dios, no debemos permitirnos
compañerismos con sus enemigos, o con aquello que va contra sus
principios justos y santos; pues Pablo dice: “No os unáis en yugo
desigual con los incrédulos; porque ¿qué compañerismo tiene la
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“Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la
gloria de Dios” (2Cor. 10:35) Si se ha de ponderar asuntos
relacionados con la bebida o comida, no es malo si cumple el fin de
glorificar a Dios; pero si se trata de algo dañino para el cuerpo del
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controlado por este mal. La regla que debe gobernar en esta discusión
es: “Todo me es licito, pero no todo conviene; todo me es licito, pero
no todo edifica” (1Cor. 10:23). Cualquier cosa que degrada al
hombre induciéndole a prácticas que en ningún modo contribuyen al
bienestar de nadie ni de sí mismo; sino que alejan de una
comprensión y una vida adecuada a la Palabra de Dios “no
conviene”. Cualquier cosa o costumbre o maña que influye y da
resultados malos que desfavorecen y distorsionan el bienestar
familiar, social y económico; hasta corromper cualquier costumbre
bueno, “no edifica”. Y por su puesto una vida inclinada a esa ruina,
acorta los días del hombre y lo distancia inconsiderablemente del
Reino de Dios. Lo hace acepto inmediato del infierno, candidato
perfecto del reino maligno del diablo.
La declaración “De modo que si alguno esta en Cristo nueva criatura
es, las cosas viejas pasaron he aquí todas son hechas nuevas” (2 Cor.
5:21), delinea perfectamente al hombre de Dios del hombre pecador
y mundano. Aunque los grandes hombres de Dios, por alguna razón
hicieron uso del alcohol en tiempos pasados; por el siglo en que hoy
se vive, y por causa del testimonio sano se debe aborrecer el
alcoholismo, abrazar las buenas costumbres y lidiar contra la
esclavitud cualesquiera sean sus manifestaciones o áreas en que
opera. El uso del alcohol no está permitido entre los santos; pues
nadie será juicioso incluso en su alabanza y practica de la piedad a
menos que se mantenga lejos de esta práctica impía.
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PENSAMIENTO DE CONCLUSIÓN
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BIBLIOGRAFIA
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