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SECCIÓN DE ÜBRAS DE LENGUA Y ESTUDIOS LITERARIOS

DOSTOIEVSKI
JOSEPH FRANK

DOSTOIEVSKI
Los años de prueba, 18 5 0-1 8 5 9

Traducción de
JAIME RETIF DEL MORAL

FONDO DE CULTURA ECON óMICA


MÉXICO
Primera edición en inglés, 1983
Primera edición en español, 1986

Título original;
Dostoevski. The Years of Ordeal, 1850-1859
© 1983, Princeton University Press, Princeton
ISBN 0-691-06576-4

D. R. @ 1986, FONDO DE CULTURA ECONÓMICA, S. A. DE C. V.


Avenida de la Universidad, 975; 03100 México, D. F.

ISBN 968-16-2448-3

Impreso en México
Dedicado a la memoria de
RUFUS W. MATHEWSON, JR.
(1918-1978)
inspirador eslavista y amigo
al que jamás olvidaré
PREFACIO

El presente tomo es el segundo de una serie sobre la vida y la obra


de Dostoievski. En fecha próxima aparecerá el tercero, dedicado a
los siguientes cinco años de la vida de Dostoievski. Su producción
literaria fue tan copiosa durante este más o menos corto espacio
de tiempo, y Dostoievski estuvo tan íntimamente involucrado en to-
das las peripecias de estos dramáticos momentos de la historia rusa,
que se requiere un libro por separado para tratarlo adecuadamente en
estas circunstancias. El tercer tomo se encuentra en las etapas finales
de revisión y, después de la aparición del presente, no habrá de
transcurrir mucho tiempo antes de que sea publicado.
La favorable acogida que recibió mi primer libro me ha compla-
cido mucho, y me gustaría agradecer a todos aquellos que expre-
saron su aprobación, ya sea en letras de imprenta o en correspondencia
privada. Nada puede ser más alentador para un autor que está en-
frascado en una labor tan ambiciosa, cuya culminación aún precisa
de muchos más años de esfuerzo.
Esta acogida confirma mi opinión de que el método que he ele-
gido -la subordinación de la vida privada de Dostoievski a la des-
cripción de su interdependencia con la historia literaria y sociocultural
de su época- satisface la gran necesidad experimentada por aque-
llos que buscan las biografías de los escritores eminentes por su
interés en ellos como escritores. Tal interés no puede ser colmado si
el biógrafo destina la mayoría del espacio a n arrar la diaria exis-
tencia o los acontecimientos, o bien si las obras quedan simplemente
disueltas en la interminable relación de las experiencias que pueden
o no haber motivado su génesis. Para comprender, hasta donde sea
posible, el proceso creativo mediante el cual la vida es transformada
en arte, la experiencia de la vida debe ser aprendida y organizada
sin ninguna violación del registro histórico, para aclarar esta miste-
riosa mutación. Y esto sólo puede ser llevado a cabo si la vida es
constantemente observada a la luz de la obra, y en íntima relación
con ésta, en lugar de la manera más acostumbrada de considerar la
obra como un producto más o menos fortuito de la vida.
9
10 PREFACIO

Como ahora comprendo, no era muy difícil conservar tal enfo-


que en mi primer tomo, en el que la vida de Dostoievski pudo ser
desentrañada en gran parte por medio de su afiliación a los diver-
sos círculos literarios y sociopolíticos de la década 1840-1849. El
presente libro plantea un problema muy distinto, ya que la exis-
tencia de Dostoievski durante 1850-1859 transcurrió primero en con-
finamiento solitario, después de una prisión en Siberia y, finalmen-
te, como soldado en uno de los regimientos siberianos del ejér-
cito ruso. Físicamente se encontraba a miles de kilómetros de los
centros de la actividad literaria rusa, e incluso durante cuatro años
quedó aislado de toda correspondencia con el mundo exterior.
Esto confirmó la necesidad de retratarlo mucho más en soledad
(no social, por supuesto, sino cultural) de lo que había hecho yo
antes, y me ocasionó bastantes problemas. Debido a ello, resultó muy
difícil dar forma a los capítulos referentes a los años en el presidio,
de acuerdo con la perspectiva que había elegido, y particularmente
interpretar el acontecimiento más decisivo de aquellos años -lo que
Dostoievski denominó "la regeneración de mis convicciones"- en
tales términos. La mayoría de los anteriores biógrafos han quedado
satisfechos con ellos mismos haciendo una lista de citas de Dostoievski
que nada explican, o bien, ateniéndose a las especulaciones psicoanalí-
ticas de Freud, a pesar de la manifiesta incapacidad de éstas, al exami-
narlas con detenimiento, para encajar con los hechos (Dostoievski no
dio muestras de sentimientos de culpa de ninguna clase respecto al
zar-padre, sino sólo respecto de la gente). Por eso me vi obligado a
reexaminar el tema. Eso me condujo a enfocar aspectos de la situación
que habían sido, hasta cierto punto, pasados por alto, tal como la ca-
talítica importancia que para Dostoievski tuvo su relación con sus
compañeros presos polacos. Mi narración, de todas formas, no pierde
de vista el significado que estas experiencias tuvieron para él, y su
papel determinante, tanto al causarle el rechazo de ciertos elementos
de su pasado, como al preparar el camino para su futura evolución
ideológica y, por lo tanto, artística.
Además, la correspondencia de Dostoievski, antes y después de este
periodo, revela su ansia desesperada por no perder contacto con lo
que estaba ocurriendo en la cultura rusa. Yo coloco esta característica
de su vida en el primer plano de mi presentación, rechazando un des-
pliegue más completo de la documentación disponible. Podría agregar
PREFACIO 11

que este esfuerzo me condujo a la iinesperada consecuencia, aunque afor-


tunada, de hacerme explorar en forma más intensa que antes ciertos
documentos más o menos desdeñados (como la correspondencia entre
Dostoievski y Alexei Pleshcheev, de la cual sólo las cartas de Plesh-
cheev han subsistido. Estos textos proporcionaron un valioso testimo-
nio del que se infieren las reacciones de Dostoievski ante la escena
cultural rusa en la mitad de la década de 1850-1859, y ayudan en
la realización del retrato de este oscuro periodo de su vida.
Inevitablemente, sin embargo, acontecimientos tales como su pri-
mer idilio serio y su casamiento, que ocurrieron durante los años des-
critos en este tomo, requirieron un tratamiento biográfico más amplio
de lo que su vida privada recibió en el primero. No quise caer en
la misma postura, bastante absurda, de Boris Eichenbaum, un crítico
al que admiro grandemente y cuya obra sobre Tolstoi en tres tomos
(por desgracia dejada incompleta por su fallecimiento) me ha servido
de inspiración para la mía. Es uno de los fundadores del formalismo
ruso y, al igual que otros miembros de esta escuela, feroz oponente
de confundir el arte con la vida. Posteriormente se echó a cuestas
la tarea de realizar un estudio histórico masivo de Tolstoi -pero so-
lamente, como lo explica con cautela, en el nivel de "tradiciones
literarias" (es decir: de la historia literaria y sociocultural de su épo-
ca)-. Como resultado, en su segundo tomo y tras una discusión mi-
nuciosamente detallada de las luchas de Tolstoi con su escuela para
niños campesinos y de sus teorías sobre pedagogía, Eichenbaum
concluye: "Tolstoi no se convirtió en expatriado, sino que cerró la
escuela, se casó y se atrincheró en Yasnaya Polyana, como un señor
feudal en su castillo." ¡Y adiós al tema del matrimonio! No obs-
tante mi inmenso respeto por Eichenbaum y el reconfortante estímu-
lo proporcionado por tal vivaz iconoclasia, me parece que es posible
proporcionar un poco más de "vida real'', y todavía mantener el
interés primario en las "tradiciones literarias" que lo condujeron a
un ascetismo extremo.
De cualquier manera, al trabajar en el presente libro quedé per-
suadido de que había h echo una afirmación demasiado categórica
cuando dije, en el prefacio del primer tomo, que "mi obra. . . no es
una biografía". Sin embargo, sigo sosteniendo que quienes se acer-
quen a mis páginas buscando una "biografía convencional" pueden
resultar decepcionados. Las críticas recibidas también me ayudaron
12 PREFACIO

a cambiar de opinión, en vista de que el primer libro fue invariable-


mente considerado, no como un intento de apartarme por completo
de la biografía, sino más bien, como un bienvenido esfuerzo por
extender los límites del género. Así, ahora me complazco en hacer
mía la observación de un distinguido comentarista, quien, con gene-
rosidad, habla de mi prometedor "experimento de fusionar biografía,
crítica literaria e historia sociocultural". Tal fusión, como ahora
comprendo, es exactamente lo que he estado tratando de conseguir.
Si la he logrado o no en esta obra, lo dejo al juicio del lector.
En el prefacio de mi anterior tomo di las gracias a todos los que
me habían ayudado en la extensa y laboriosa tarea que llevé a cabo
durante muchos años de trabajo en diversos borradores. El agrade-
cimiento que sigo sintiendo por Rufus Mathewson, lo mismo que
el dolor que me produjo su muerte, están registrados en mi dedi-
catoria. En este segundo tomo deseo par ticularmente dar las gracias,
una vez más, a Rob ert L. J ackson y a René Wellek, quienes le-
yeron el manuscrito y aportaron críticas y sugerencias que me ayu-
daron a mejorarlo. Nina Berberova también tuvo la amabilidad de
leerlo, y acudió en mi ayuda con su profundo conocimiento de la vida
y la literatura rusas. Me salvó de cometer varios atroces errores y
también, de súbito, me acercó mucho a mi tema, al · comentar en
forma casual que su abuelo, uno de los terratenientes liberales del
comité de distrito de Tver que menciono, había conocido a Dos-
toievski durante la estancia del novelista en esa ciudad provincial.
Julian Jaynes me proporcionó material referente a la epilepsia, y me
hizo el gran favor de ponerme en contacto con el Dr. Gilbert H.
Glaser, de la Escuela de Medicina de Yale, quien empleó parte de
sus horas libres en realizar un escrutinio profesional de mis comen-
tarios sobre la enfermedad de Dostoievski. Ambos fueron inmensa-
mente amables.
También estoy agradecido con David Goldstein por revisar mis no-
tas de pie de página y corregir errores de transliteración; con la señora
Rebecca Balinski y con Jeannette Mirsky por su lectura escrupulosa y
servicial de las galeradas. Con ojos de lince, mi correctora de manus-
critos, Gretchen Oberfranc, se precipitó sobre toda clase de equi-
vocaciones que, de lo contrario, hubieran pasado inadvertidas;
también hizo muchas útiles sugerencias estilísticas. Mi mecanógrafa,
Carol Szymanski, fue inagotablemente paciente, y su interés en la
PREFACIO 111

narración que yo estaba desarrollando me devolvió la confianza de


que había logrado conservar la fluidez narrativa en mi texto. Orest
Pelech, bibliógrafo eslavo de la Biblioteca Firestone de la Universidad
de Princeton, ha sido invariablemente informativo y complaciente en
todas mis demandas de su tiempo y su paciencia. Gaylord Brynolfson
se ofreció para elaborar el índice analítico de mi segundo tomo, labor
que ya había realizado en el primero, a pesar de la presión de sus
crecientes obligaciones como bibliotecario de la referida institución.
Las fundaciones Guggenheim y Rockefeller me brindaron apoyo
en el intervalo del primero y el segundo tomos. Sin su asistencia
pecuniaria, la cual me permitió restar tiempo a mis labores magiste-
riales, ¡quién sabe cuánto tiempo más se hubiera retrasado este tomo!
Aprecio profundamente su invaluable ayuda. El Consejo de Inves-
tigaciones de Princeton ha sido muy amable en sufragar los costos
de investigación y los gastos de mecanografiado.
Por último, como es la costumbre, las palabras finales deben ser
reservadas para mi esposa, Marguerite. Sin embargo, mi reconoci-
miento hacia ella va mucho más allá de la obediencia a un ritual
profesional. A pesar de las exigencias de su propio trabajo académi-
co, desempeñó la función de primera lectora y correctora. Confío ca-
balmente en su buen juicio en cuestiones de organización y estilo, pues
su asesoramiento me ayuda a desenmarañar y mejorar mi texto mien-
tras continúo con él. Nadie más puede entender verdaderamente
cuánto más agotadora resultaría mi tarea si no contara con su orien-
tación durante el curso de mi labor.
JOSEPH FRANK

Princeton, Nueva Jersey


noviembre de 1982
TRANSLITERACióN Y FUENTES DE LA VERSióN
EN INGLÉS

El problema de transliterar es siempre difícil, y he optado por la


solución más sencilla. Para todos los vocablos rusos, nombres y otros,
uso el Sistema I de la tabla de transliteración contenida en The
Transliteration of Modern Russian for English Language Publications,
de J. Thomas Shaw (Madison, Milwaukee y Londres, 1967), pp. 8-9. No
obstante, ocasionalmente he insertado una "y" para indicar un sonido
suave, cuando éste no sería la pronunciación natural de la palabra
transliterada al inglés, a pesar de que el Sistema I no presta ninguna
atención a esta característica del ruso. También he usado siempre
grafías inglesas, en lugar de transliteraciones, cuando tales existen
y se han vuelto habituales (Alexander en vez de Aleksandr, por
ejemplo).
Las citas de los textos en ruso de Dostoievski están tomadas de los
volúmenes de la nueva edición soviética, actualmente en curso de
publicación: F. M. Dostoievski, Polnoe Sobranie Sochinenii (Lenin-
grado, 1972-). De los treinta planeados, 23 volúmenes ya han sido
publicados al entrar esta obra en prensa. Para las citas de los relatos
y novelas de Dostoievski, he usado las traducciones de Constance Gar-
nett, porque ella se toma menos libertades con el sentido literal que
los traductores más recientes. Sin embargo, no he dudado en alterar
su versión cuando me ha parecido pertinente. Si no se indica la fuente
de una traducción, la he hecho yo mismo.

15
ABREVIATURAS

Biografiya Orest Miller y Nicolás Strajov: Biografiya, Pisma i Za-


metki iz Zapisnoi Knizhki F. M. Dostoevskogo (San Peters-
burgo, 1883). Precedida por el nombre del autor de la
sección apropiada.

DMI F. M. Dostoevsky, Materialy i Issledovaniya, A. S. Do-


l:inin, comp. (Leningrado, 1935).

DVS F. M. Dostoevsky v Vospominaniyaj Sobremennikov, A. S.


Dolinin, comp., 2 volúmenes (Moscú, 1961).

DW F. M. Dostoievski: The Diary of a Writer. Traducido al


inglés por Boris Brasol (Santa Bárbara y Salt Lake City,
1979).

Pisma F. M. Dostoievski: Pisma. Edición cuidada y anotada por


A. S. Dolinin, 4 volúmenes (Moscú, 1928-1959).

PSS F. M. Dostoievski: Polnoe Sobranie Sochinenii, edición


cuidada y anotada por G. M. F11idlender y otros, 30 vo-
lúmenes (Leningrado, 1972- ).
PRIMERA PARTE

LA FORTALEZA DE PEDRO Y PABLO

¡Oh la mente! La mente posee montañas, acan-


tilados con pendientes espantosas, absolutas, a
las que jamás hombre alguno ha descendido;
desdeñables, tal vez, para los que jamás han
quedado allí suspendidos. Nuestra efímera vida
no debe anhelar el enfrentamiento con esa
cumbre o con ese abismo.
GERARD MANLEY HoPKINS

De todas formas, nuestra tarea está fijada. De-


bemos realizar el trabajo que el mismo Dos-
toievski planeó, pero que no logró llevar a
cabo: narrar la historia de la regeneración de
sus convicciones.
LEv SHESTov, Dostoevsky and Nietzsche: The
Philosophy of Tragedy
I. INTRODUCCióN

ESTE segundo tomo de la vida de Dostoievski se refiere al periiodo en-


tre el momento de su detención por conspirar en el caso Petrashevski
y su retorno a San Petersburgo, diez años después, cambiado tanto
física como espiritualmente. El enfoque se hará en este proceso de
cambio: sus causas -las atroces experiencias por las que pasó- y
sus consecuencias, hasta donde pueden discernirse, que le abrieron
el camino de su futura grandeza.
El Feodor Dostoievski que fue detenido en abril de 1849 era
bastante conocido en el minúsculo mundo de los literatos rusos, quie-
nes, incluso bajo el severo régimen militar y burocrático de Ni-
colás I, colocaron afanosamente los cimientos de la gloria futura
de la literatura y la cultura rusas. En efecto, el crítico más impor-
tante de esa época, Vissarion Belinski, predijo una vez con en-
tusiasmo que Dostoievski alcanzaría algún día el apogeo de su fama,
cuando muchos de sus competidores, considerados de igual esta-
tura, habrían sido olvidados mucho tiempo atrás. Sin embargo, este
juicio profético se invirtió en unos pocos años. 1 Cuando Dostoievs-
ki fue enviado a Siberia, el éxito de su primera novela, Pobres gen-
tes, no había sido repetido por ninguna de sus creaciones posteriores,
y generalmente se le considera un escritor que, por no cumplir lo que
prometían sus inicios, había sido alabado con exceso. N adíe pudo,
quizás, haber previsto el asombroso desarrollo de su talento, que lo
convertiría en una de las figuras dominantes en el mundo de la
literatura moderna.
Lo que atrajo de inmediato la atención sobre la primera novela
de Dostoievski fue su carácter social o, más aún, socialista. Belinski
consideró a Pobres gentes "la primera tentativa de novela social que
hemos tenido" .2 Alexander Herzen, en su famosa obra Sobre el desa-
rrollo de las ideas revolucionarias en Rusia, escrita cinco años después
del comentario de Belinski, citó la novela de Dostoievski como una

1 F. M .. Dostoevsky v Russkoi Kritike, compilado por A. Belkin (Moscú, 1956), p. 30.


2 Citado en The Extraordinary Decade [La décaaa extraordinaria], de P. V. Annen-
kov. Compilación hecha por Arthur P. Mendel. Traducción al inglés de Irwin R.
Titunik (Ann Arbor, 1968), p. 150.

19
20 LA FORTALEZA DE PEDRO Y PABLO

prueba de que "poco a poco [nuestras] producciones literarias estaban


siendo imbuidas por inspiraciones y tendencias socialistas". 3 Estas
inspiraciones y tendencias habían requerido bastante tiempo para
surgir en Rusia, y tal vez puede afirmarse que fueron inicialmente
estimuladas por las escandalosas injusticias cometidas con la servi-
dumbre, institución que durante largo tiempo perturbó las concien-
cias de los mejores miembros de la sociedad rusa culta, y suministró
uno de los motivos para la abortada sublevación de los decembristas,
en noviembre de 1825.
La nueva generación había abrazado la misma causa, aunque aho-
ra inspirada no por los ideales del republicanismo liberal, que fue-
ron predominantes (mas no exclusivamente) entre los decembris-
tas, sino por las teorías socialistas que habían empezado a hacer
su aparición en Francia durante la década de los años treinta del siglo
pasado. Profundamente conmovido por su contacto personal con las
brutalidades infligidas a los campesinos, Dostoievski también había
sido poderosamente afectado por la lectura de la progresista, humani-
taria y vagamente utópica literatura socialista (Víctor Hugo, George
Sand, Eugene Sue y muchos otros de menos renombre), que fluía
hacia Rusia procedente de Francia, a pesar de todos los esfuerzos de
los censores para impedir su entrada. No debe uno pasar por alto
el nuevo impulso dado a la literatura rusa por El capote y Almas
muertas de Gógol, que fueron entusiastamente considerados por Be-
linski como espléndidos ejemplos nativos de la misma "filantrópica"
tendencia socioliteraria. El joven Dostoievski estaba, por lo tanto, bien
preparado para reaccionar en forma positiva cuando, bajo los estímu-
los de Belinski, el clima sociocultural ruso cambió del romanticismo
al realismo social a principios de los años cuarenta. El notable éxito
de su primer libro demostró cuán bien había asimilado las lecciones
de sus maestros -y de su época-. Sin embargo, hizo algo más que
participar en un movimiento literario o en una corriente de ideas
sociopolíticas consagradas a liberar a los campesinos rusos de la es-
clavitud y a provocar el nacimiento de una nueva era de justicia social
para la sociedad rusa. A partir del invierno de 1848 empezó a asistir
regularmente a las reuniones del círculo de Petrashevski, formado por
un grupo de hombres jóvenes que se reunían en la casa de Mijail

3 A. l. Herzen: Sobranie Sochinenii, 30 volúmenes (Moscú, 1954-1961), v. 7: p. 122.


INTRODUCCIÓN 21

Butashevich-Petrashevski para discutir todos los grandes temas del


día que la amordazada prensa rusa tenía prohibido mencionar. Los
tronos estaban viniéndose abajo en todas partes. de Europa en 1848;
se conquistaban nuevos derechos, se exigían nuevas libertades. Bajo
el estímulo de este tenso y expectante ambiente, lleno de agitación
creada por las noticias de las inusitadas victorias en el extranjero,
las discusiones en la casa de Petrashevski gradualmente se dirigieron
hacia canales más peligrosos y condujeron a un irresistible exhorto a
emular los prodigios de valor heroico que se daban en Europa.
El siempre vigilante soberano de Rusia, Nicolás 1, tan sólo deci-
dió apretar más su garra de hierro en vista de esta nueva amenaza. La
detención de Dostoievski y de todo el círculo de Petrashevski fue parte
de la tentativa del zar para suprimir la más pequeña manifestación de
pensamiento independiente, el cual, simpatizando con las revolu-
ciones que brotaban por todas partes podría, tal vez, conducir a si-
milares convulsiones en Rusia. Así pues, los últimos años del reinado
de Nicolás condujeron a la sociedad rusa a una aterrorizada inmo-
vilidad. Fueron sencillamente borradas las pocas huellas de inde-
pendencia intelectual y cultural cuya existencia había sido permitida
con anterioridad. A manera de ejemplo: el nuevo ministro de Edu-
cación, príncipe Shirinski-Shijmatov, eliminó la enseñanza de filosofía
y metafísica en las universidades - cuyos estudiantes, de todas mane-
ras, estaban ya severamente limitados en número-; además, los
cursos de lógica y psicología fueron transferidos a profesores de teolo-
gía. T. N . Granovski -famoso historiador liberal de la Universidad
de Moscú, quien serviría de modelo para Stepan Trofimovich Verjo-
venski en Los endemoniados- le escribió a un amigo en 1850: "Todo
esto vuelve loco a uno. Qué bueno que Belinski murió a tiempo." 4
Jus.to en este ambiente de opinión, Dostoievski fue detenido, juz-
gado y sentenciado. Sin embargo, vendría un alivio para la sociedad
rusa, ya que poco después de que Dostoievski completara su condena,
Rusia declaró la guerra a Turquía en 1853, lo cual condujo en breve
tiempo a un conflicto, no sólo con el tambaleante Imperio otomano,
sino también con Francia e Inglaterra. El equipo y la eficiencia
superiores de los ejércitos europeos, comparados con la incompe-
tencia de las armas rus.as, se manifestó en derrota tras derrota, a
4 Citado en V. I. Cheshijin: T. N. Granovsky i Ego Vremia (San Petersburgo, 1905),
p. 317.
22 LA FORTALEZA DE PEDRO Y PABLO

pesar de la reconocida bravura de los soldados del zar. Nicolás había


sacrificado todos sus otros intereses en aras de conservar el poderío mi-
litar de su extenso imperio. La pública revelación de la inutilidad de
sus esfuerzos lo condujo a la tumba. Deshecho, murió dos años después
mientras continuaba la violencia del conflicto. Le sucedió su hijo,
Alejandro II. Con un gran suspiro de alivio, la sociedad rusa contem-
plaba ansiosa una nueva era de esperanza y relativa liberalización.
Los primeros años del reinado de Alejandro justificaron en gran
medida tales expectativas, y el entusiasmo por el nuevo monarca
llegó al extremo de adoración cuando el zar hizo pública su inten-
ción de liberar a los siervos.
Tal era el escenario sociopolítico en el cual la vida de Dostoievski
transcurrió durante esos años, primero como preso en Petersburgo y
Siberia, después como soldado y oficial en el ejército ruso. Su desti-
no fue indirectamente moldeado por esos trascendentales aconteci-
mientos, y sus reacciones a ellos nos permitirán trazar la interacción
- sobremanera importante para una adecuada comprensión de su
obra- entre su destino personal y las preocupaciones más generales
compartidas con sus compatriotas. Cuando por fin retornó a Rusia
en los inicios de 1860, en medio de la euforia creada por la pers-
pectiva de la inminente liberación; cuando los años de trabajos
forzados y de desesperada lucha por sobrevivir habían por fin ter-
minado triunfantemente, veremos que él se sentía, como nunca an-
tes, mucho más íntimamente identificado con el destino común y
con la población ordinaria de su inmensa y diseminada patria. El
tema del presente tomo es por qué hubo de ser esto así. Aunque tal
evolución interior puede parecer paradójica y enigmática a algunos,
e inconfundiblemente patológica a otros, nuestra tarea será hacerla,
por lo menos, comprensible.
II. EL CASO PETRASHEVSKI

CIERTO día de finales de abril de 1849, el senador K. N. Lebedev, res-


petable dignatario del Imperio ruso, escribió en su diario (no pu-
blicado hasta el presente siglo) la siguiente anotación: "Toda la
ciudad está preocupada por el arresto de algunos jóvenes (Petrashevski,
Golovinski, Dostoievski, Palm, Lamanski, Grigoriev, Mijailov y mu-
chos otros) quienes, se dice, llegan a sesenta. Este número crecerá,
sin duda, con el descubrimiento de vínculos con Moscú y con otras
ciudades. El caso es importante, no por sí mismo, sino por el mero
hecho de que haya podido ocunir [ ... J. Hasta donde se sabe (y muy
poco se conoce) en el hogar del joven Petrashevski, quien fue estu-
diante del Colegio [en Tsarkoe Selo ), había reuniones de amantes de
los discursos y de oradores, quienes hablaban ya del tema campesino,
ya acerca de reformas en varios departamentos de gobierno, ya res-
pecto de nuestra relación con los disturbios occidentales [es decir,
las revoluciones de 1848). Los gárrulos ponían por escrito sus nombres
antes de hablar; así pues, constituían algo parecido a un club [po-
lítico)." 1
Estas palabras nos dan una idea de los inquietantes rumores que
corrían por San Petersburgo a finales de la primavera de 1849; rumo-
res provocados por la detención de los miembros del círculo Pe-
trashevski la noche del 22 de abril, o más bien, según era la costum-
bre, en las primeras horas del día 23. La orden de arresto había sido
emitida el día anterior por Nico'. ás I, después de haber leído el zar
el informe que le había preparado el conde A. I. Orlov, director de
la Tercera Sección de la Cancillería Imperial de su Majestad (más
familiarmente conocida como la policía secreta). Las reuniones de los
viernes por la noche del círculo Petrashevski, a pesar de que nunca
se había hecho ningún intento por encubrirlas, estuvieron bajo ob-
servación durante más de un año. Por lo general, una investigación

1 Citado en Petrashevtsy. Compilado por P. S. Shchegolev, 3 volúmenes (Moscú-Le-


ningrado, 1926-1928), v. 1: p. 127.

23
24 LA FORTALEZA DE PEDRO Y PABLO

de esta naturaleza habría sido encomendada a la policía secreta; pero


Nicolás se había sentido descontento con su reciente desempeño, y el
conde Orlov aceptó que se hiciera cargo el ministro de Asuntos
Internos. La averiguación fue encargada a l. P. Liprandi, experi-
mentado oficial, quien, habiendo sido jefe de la policía militar y
política en París bajo la ocupación rusa, después de la derrota de
Napoleón, era considerado como extraordinariamente preparado para
la tarea de descubrir conspiradores subversivos.
Al hacerse cargo, Liprandi ordenó de inmediato que se instalara
una parada de carruajes de alquiler enfrente del apartamento de Pe-
trashevski. Los conductores demostraron tener una desacostumbrada
buena voluntad para llevar a cualquier parte y con tarifas mínimas
a los asistentes a las reuniones. 2 Al no conseguir resultados apreciables
con esta secreta v.i gilancia, Liprandi utilizó los servicios de un ex es-
tudiante de la Universidad de Petersburgo, P. D. Antonelli, quien
poseía antecedentes y educación suficientes para poder infiltrarse
en las reuniones e informar del tenor de éstas. Tan pronto como
Antonelli hubo proporcionado a su superior suficientes pruebas in-
criminatorias, Liprandi entregó el expediente a Orlov, para cual-
quier acción posterior que se considerara necesaria. "Lo he leído en
su totalidad -escribió Nicolás en re~ puesta al resumen que hizo Or-
lov de los hallazgos-. Es un asunto importante, pues incluso si sólo
se tratara de una gran cantidad de charla ociosa, seguiría siendo cri-
minal e intolerable." 3

Cuando empezaron a propagarse los rumores del arresto, todos en Pe-


tersburgo se hacían la misma pregunta formulada por el zar: ¿Con-
sistían las reuniones en sólo "charla ociosa", o tenían un propósito
más siniestro y resuelto? El senador Lebedev, quien estaba muy
bien relacionado, habló con Liprandi y recibió una respuesta. "Hoy
me encontré con l. P. Liprandi en el Pasaje [una arcada cubierta]
y entabló una conversación franca con respecto a nuestros niños-cons-
piradores, quienes están ahora en la fortaleza. Él inició este caso, y
Wiktoria Sliwowska: Sprawa Pietraszwców (Varsovia, 1964), p. 239.
2
Citado en V. l. Semevsky: "Sledstvye i Sud po Delu Petrashevtsev", Russkie Za-
3
piski, pp. 9-11 (1916), v. 9: p. 40.
EL CASO PETRASHEVSKI 25

está muy familiarizado con él, por ser miembro de la Comisión [en-
cargada de examinar los libros y los documentos de los sospechosos].
El caso, en su opinión, es extremadamente importante, y debe ter-
minar con la pena de muerte. Esto es terrible. No suponía que
fuera nada maduro ni decisivo." 4 Lebedev hizo una cita para comer
al día siguiente con Liprandi, y el siniestro oficial prometió al sena-
dor que le mostraría los documentos del caso.
El senador Lebedev se mostró escéptico porque, como muchos
otros en el pequeño y exclusivo mundo de la burocracia de Peters-
burgo, tenía amistad con algunos de los jóvenes arrestados, quienes
pertenecían a familias a las que él frecuentaba. "Conociendo a dos
de ellos -escribe-, a Kolya Kashkin y a Vasya Golovinski [usa afec-
tuosamente la forma hipocorística rusa en ambos nombres], yo (y
repito esto) no puedo imaginarme nada maduro, y atribuyo todo a
un entusiasmo inestable." Tampoco las pruebas que le fueron mos-
tradas durante su visita a Liprandi lo indujeron a modificar su
opinión: "Estuve allí, vi el acta de acusación, leí los documentos y
manuscritos, al igual que los papeles confiscados; y sin embargo, no
·encuentro en ellos la importancia que algunos desean darle a este
caso. Muchos están involucrados; en particular Petrashevski y Spesh-
nev [ ... ]. Pero en todos estos papeles descubro sólo estupidez, bromas
de escolares, travesuras insignificantes." 5
Era ampliamente compartida la opinión de que el círculo de Petra-
shevski no podía ser considerado seriamente como una amenaza, y
se siguió manteniendo esta opinión incluso después de que el caso
hubo concluido. P. V. Annenkov, el más perspicaz observador de la
vida sociocultural rusa de ese momento, también creía que el caso
Petrashevski había sido exagerado más allá de toda proporción. "El
otoño del año que está terminando -escribió en su libreta de apun-
tes durante el invierno de 1849-1850- se caracterizó por el término,
finalmente, de las pesquisas concernientes a la conspiración de Pe-
trashevski, las cuales produjeron a toda la sociedad, por completo
inocente de conspiración, demasiadas dificultades y terror." 6 Hasta
cierto punto esta opinión era compartida incluso por la Comisión de

4 Petrashevtsy. Compilado por Shchegolev, v. 1: p. 127.


5 Ibid., p. 128.
6 P. V. Annenkov: The Extraordinary Decade. Compilado por Arthur P. Mendel.
Traducción al inglés de Irwin R. Titunik (Ann Arbor, 1968), p. 241.
26 LA FORTALEZA DE PEDRO Y PABLO

Investigaciones constituida para examinar las pruebas (al menos, a


juzgar por su negativa a aceptar la opinión de Liprandi acerca del
peligro que representaban las reuniones de Petrashevski). En agosto
de 1849, Liprandi presentó un memorando en que pormenorizaba su
conclusión de que "no es un complot insignificante y aislado, sino
el plan omnímodo de un levantamiento para el cambio y la destruc-
ción." Al responder, la Comisión de Investigaciones cortésmente re-
conoció "el importante servicio prestado por el señor Liprandi con
la prolongada observación de P etrashevski y otras personas", pero re-
solvió que, "después de haber efectuado un minucioso examen de
las apreciaciones hechas por él'', no podía estar de acuerdo con
éstas. 7
Es mucho lo que permanece confuso en el caso Petrashevski. Las
numerosas preguntas que suscita, a menos que se descubran nuevos
documentos, fácilmente pueden quedar sin respuesta. Pero es muy
probable, considerando lo que se ha comprobado durante ciento trein-
ta años, que la verdad resida, como sucede con frecuencia, entre los
dos extremos. Liprandi estaba equivocado al creer que el grupo de
Petrashevski, considerado en conjunto, fuera "una organizada agru-
pación de propaganda'', con tentáculos que llegaban a muchas ciu-
dades, que preparaba "mentes en todas partes para una insurrección
general". Principalmente era, como expresó Annenkov, sólo un lugar
de conversación, donde las personas se reunían "simplemente [para]
leer sus proyectos sobre la emancipación de los campesinos, para el
mejoramiento de la construcción naval, y sus observaciones acerca de
la verdadera condición interna de Rusia"; o incluso, solamente por-
que "les agradaban las excelentes cenas que proporcionaba [Petra-
shevski] los viernes" .8 Pero existía dentro de este heterogéneo grupo
un pequeño núcleo que soñaba con la clase de organización de que
hablaba Liprandi y quienes, con la dirección de Nikolai Speshnev,
habían emprendido la tarea de hacerla realidad. Tampoco estaba
equivocado Liprandi al esbozar para la Comisión los propósitos que
los miembros habían estado discutiendo: "Cómo provocar indigna-
ción contra el gobierno en todas las clases sociales, cómo armar a los
campesinos en contra de los terratenientes, a los oficiales en contra
7 Sidney Monas: The Third Section: Police and Society under Nicholas I (Cam-
bridge, Mass., 1961), p. 258.
8 Annenkov: Decade, p. 241.
EL CASO PETRASHEVSKI 27

de sus superiores; cómo aprovechar el fanatismo de los cismáticos


[religiosos], y entre otros grupos, cómo socavar y disolver todos los
sentimientos religiosos." 9
Los miembros de este grupo secreto jamás admitieron, ni entonces
ni después, que existiera. De hecho, permaneció desconocido hasta
que su existencia fue revelada en una carta que vio la luz pública
por primera vez en mil novecientos veintitantos. Sin embargo, uno
de los miembros de esta sociedad secreta, Feodor Dostoievski, hizo
insinuaciones de ella mucho tiempo antes a su segunda esposa, quien
repitió sus palabras a su marido Orest Miller, primer biógrafo.
Refiriéndose a un libro acerca del caso Petrashevski, que fue publicado
en 1875 en Leipzig, Dostoievski dijo que era "verdadero, mas no
completo". "Yo -explicó- no encuentro mi papel en él [ ... ].
Muchas circunstancias han sido ignoradas por completo. Toda una
conspiración ha desaparecido." 10 Esta "conspiración" era la que la
sociedad secreta de Speshnev había tratado de organizar, y la cual,
debido a los arrestos, había quedado cercenada antes de que tuviera
capacidad real para iniciar su labor de propaganda. Y Dostoievski
sabía muy bien que, si se habían borrado tan completamente las hue-
llas de la sociedad, se debía en gran parte a que él había luchado
con inquebrantable firmeza y éxito para ocultarla de la Comisión
de Investigaciones.

Diez años después de aquella fatídica noche del 22 al 23 de abril, cuan-


do le pidieron que escribiera algo en el álbum de recuerdos de la hija
de su amigo A. P. Milyukov, Dostoievski garabateó una vívida des-
cripción de las circunstancias de su arresto, tal vez porque Milyukov
y su familia estaban íntimamente relacionados con sus recuerdos de
aquellos atormentadores acontecimientos. Despertado a las cuatro de la
mañana por un oficial que llevaba el uniforme azul claro de la poli-
cía secreta, flanqueado por guardias armados y por el jefe de po-

9 Petrashevtsy, opus cit. v. 3: p. 276.


10 Orest Miller y Nicolás Strajov: Biografiya, Pisma i Zametki iz Zapisnoi Knizhki
F. M. Dostoevskogo (San Petersburgo, 1983), p. 90. Citado en lo sucesivo como Bio-
graíiya, precedido por el nombre del autor de la sección correspondiente.
28 LA FORTALEZA DE PEDRO Y PABLO

licía de ese distrito, Dostoievski, soñoliento, observó el desmaña-


do y casi cómico registro de su alojamiento y la confiscación de
sus documentos. Después fue llevado en un carruaje, acompañado por
el oficial y el policía, hasta el conocido cuartel general de la Ter-
cera Sección, cercano a los Jardines de Verano. Allí encontró mu-
cho revuelo y agitación. Llegaban carruajes a cada momento, pro-
cedentes de diversas partes de la ciudad. Dostoievski escribe con
malicia: "Encontré a muchos conocidos. Todos estaban soñolientos y
silenciosos. Un caballero, burócrata pero de alto rango, nos hacía
los honores [ ... ]. Caballeros con uniforme azul claro seguían arn-
bando ininterrumpidamente con varias víctimas." 11
A pesar de todo, el ambiente debió ser de relativa libertad, por-
que los prisioneros podían apiñarse en torno al guardia que com-
probaba la identidad de los que eran llevados, y .a éstos les fue po-
sible distinguir con claridad, escrito en el documento que el guardia
estaba consultando, el nombre del agente secreto: P. D. Antonelli.
Alguien susurró en el oído de Dostoievski, usando un modismo
campesino: "He aquí, abuela, tu día de San Jorge'', lo cual significa,
más o menos: "Estamos en un buen aprieto." 1 2 En efecto, el 23 de
abril era el día de San Jorge, de la primavera, en el santoral
ruso. Había otro día de San Jorge en el otoño, el 23 de noviembre. El
uso de esta expresión popular, que bien pudo haberse referido sólo
a la fecha, era, sin embargo, peculiarmente apropiado en un sen-
tido profundo. Su origen se remonta a 1597, cuando Boris Gudonov
decretó la abolición del derecho de los campesinos a cambiar de
amo en el día otoñal de San J orge. 13 Este fue el inicio real en la
historia rusa de la total servidumbre de los campesinos. El modismo
atesora, en lenguaje popular, la desconsolada reacción del pueblo ruso
por su esclavitud. Por eso aquel día era especialmente significativo para
los petrashevkistas arrestados, quienes se encontraban en verdad "en
un buen aprieto" por haber deseado hacer permanente la eman-
cipación que una vez gozó el campesino ruso solamente el día de
San Jorge.

11 F. M. Dostoevsky v Vospominaniyaj Sovremennikov, compilado por A. Dolinin,


2 volúmenes (Moscú, 1961), v. 1: p. 193. Citado en lo sucesivo como DVS.
12 !bid.
13 l. Pawlowski: Russisch-Deutsches Wiirterbuch, 2 volúmenes (Leipzig, 1974), v. 2:
p. 1766.
EL CASO PETRASHEVSKI 29

La consternación provocada en Dostoievski por su arresto fue mayor


cuando, para su asombro, vio a su hermano menor, Andrei, condu-
cido entre los que habían sido detenidos. Andrei era en aquel enton-
ces estudiante del Instituto de Ingeniería Civil, y jamás había asistido
a ninguna de las reuniones en la casa de Petrashevski. Feodor, si
hemos de creer su versión, comprendió de inmediato que Andrei
había sido arrestado por error, en lugar de su hermano mayor, Mijail,
quien sí había participado activamente en las reuniones en el hogar
de Petrashevski, y también acudido a las de un grupo más pequeño,
el círculo Palm-Durov. Al llegar a este punto, existe una contradic-
ción en los testimonios dejados por los dos hermanos. En una carta
escrita en 1856, Feodor afirma que pidió a Andrei que le ocultara
temporalmente el error a las autoridades, debido a la preocupación
que sentía por Mijail, quien tenía que sostener a su esposa y a sus
tres hijos. La demora en su arresto le permitiría asegurar un tanto
el porvenir de ellos antes de desaparecer en las fauces del cautiverio.
Andrei no menciona tal petición. Recuerda únicamente que, antes de
que pudieran intercambiar una sola palabra, los separaron y llevaron
a cuartos distintos. 14 Mijail Dostoievski fue arrestado dos semanas
después, y Andrei liberado; pero ya Mijail había arreglado que su
hijo mayor viviera con A. P. Milyukov. La familia también fue
auxiliada durante la crisis por A. A. Kraevski, el editor de Notas de
la Madre Patria. Mijail había contribuido en esta publicación con
una crónica permanente sobre los asuntos internos. La novela de
Dostoievski, Netotchka Nezvánova había empezado también a apare-
cer en las páginas de la revista.
Los prisioneros pasaron todo el primer día, 23 de abril, disemina-
dos en los varios cuartos del espacioso cuartel general de la Tercera
Sección. Fueron tratados, por razones inexplicables, con mucha cor-
tesía y consideración. Les sirvieron té, café y desayuno y, por la tarde,
una comida cuidadosamente preparada. U no de los petrashevkistas
recuerda que, incluso, les ofrecieron cigarros puros. "En pocas pala-
bras -escribe Andrei Dostoievski-, nos alimentaron espléndidamen-
te, como si fuéramos invitados de la Tercera Sección." 15 Al medio-
día, el conde Orlov visitó a sus "invitados" y los obsequió con un

14 A. M. Dostoievski: Vospominaniya (Leningrado, 1930), pp. 192-193.


15 Ibid., p- 194.
30 LA FORTALEZA DE PEDRO Y PAilLO

pequeño discurso. En esencia, les dijo que los que estaban reunidos
no habían sabido, desafortunadamente, usar en forma apropiada los
derechos y las libertades otorgados a los ciudadanos rusos, y que su
comportamiento había obligado al gobierno a privarlos de las men-
cionadas libertades. Serían juzgados después de una meticulosa in-
vestigación de sus crímenes. La decisión final con respecto a su
destino dependería de la misericordia del zar. No se hicieron acusa-
ciones ni se les proporcionó información adicional. Tampoco se les
permitió a los prisioneros conversar entre ellos. No obstante, Andrei
logró garabatear una nota al hombre que estaba sentado junto a
él, quien, como posteriormente se descubrió, había sido también arres-
tado por error, porque el apellido de su familia era el mismo que el de
N. Ya. Danilevski, más tarde famoso científico teórico del paneslavismo.
Alrededor de las once de la mañana se les llamó en forma indivi-
dual y, uno por uno, los prisioneros entraron en la oficina del general
L. V. Dubelt, segundo en el mando de la Tercera Sección. Alejandro
Herzen recuerda a Dubelt como "una persona poco común [ ... ], tal
vez más inteligente que todos los de la Tercera [Sección]". Herzen
apunta que "siempre fue cortés" .16 Esta última característica la con-
firma Andrei, a quien pidió afablemente el frío e impasible Dubelt
que fuera tan amable de acompañar al teniente que aguardaba para
escoltarlo. Un carruaje estaba dispuesto para ellos en el patio, con un
suboficial sentado en su interior. Cuando las cortinillas quedaron co-
rridas se dirigieron a un destino desconocido. Andrei creyó que lo
llevaban a las afueras de la ciudad para ser conducido en un convoy
directamente a Siberia. En vez de eso, después de hacer un largo re-
corrido, el carruaje se detuvo en el interior de las murallas de la
tristemente célebre Fortaleza de Pedro y Pablo.
Construida sobre una isla en el Neva, esta formidable ciudadela
fue una de las primeras edificaciones que se construyeron en la nueva
ciudad que había concebido Pedro el Grande: Sankt Pieter Burj. En
este sitio instaló Pedro su cuartel general, mientras una enorme mul-
titud de siervos-trabajadores se esforzaban y morían para hacer reali-
dad su sueño dorado: una grandiosa y moderna metrópoli que sur-

16 Alejandro Herzen: My Past and Thoughts [Mi pasado y mis reflexiones], tra-
ducido al inglés por Constance Garnett; edición al cuidado de Humphrey Higgins, 4
volúmenes (Nueva York, 1968), v. 2: p . 447.
EL CASO PETRASHEVSKI 31

giera en medio de los pantanos finlandeses. Durante unos cuantos


años esta minúscula elevación de tierra se convirtió en la verdadera
capital del Imperio ruso. Al haber decidido que la isla se utilizara
como bastión de la dinastía imperial de los Romanov y para el
eterno descanso de sus miembros, Pedro ordenó a su arquitecto suizo-
italiano, Domenico Trezzini, que erigiera una catedral en los con-
fines de los terrenos de la fortaleza. Pronto una iglesia barroca
empezó a edificarse en el sitio; una iglesia cuyo elevado y elegante
campanario, coronado por una cúpula dorada y una aguja, era uno
de los más encumbrados de Rusia, y podía distinguirse desde cual-
quier punto de la ciudad.
Menos llamativa, pero no menos esencial, era una prisión pequeña
de máxima seguridad, dentro del complejo de la fortaleza, la cual
Pedro utilizó para recluir, torturar, y finalmente, ejecutar a su hijo,
el zarevich Alexis. Posteriores zares también la consideraron adecua-
da para la detención de otros personajes importantes que, por cual-
quier motivo, habían provocado el enojo real. Fue aquí donde Cata-
lina la Grande, antes de enviarlo a Siberia, encarceló a Alejandro
Radishchev, quien se había atrevido a revelar los horrores de la ser-
vidumbre en su Viaje de San Petersburgo a Moscú. Fue aquí donde
los decembristas languidecieron después de su fracasada sublevación,
mientras aguardaban a que se les llevara, uno por uno, al Palacio
de Invierno para ser interrogados personalmente por el zar. Muy
pronto adquirió la prisión una pésima reputación, que empeoró con
el paso del tiempo. Nadie había conseguido escapar de sus murallas
-ni nadie jamás lo lograría-. Estaba reservada para los presidiarios
cuyos delitos eran considerados un peligro para el Estado.

A pesar de que Feodor Dostoievski no dejó ninguna descripción de


las condiciones físicas de su encarcelamiento, las memorias de An-
drei Dostoievski, lo mismo que las de otros prisioneros, nos permiten
reconstruirlas con cierta exactitud. Las celdas diferían en tamaño,
pero eran bastante amplias para una persona. La m ayoría tenían te-
chos altos y abovedados, y todas contaban con ventanas (detrás de
barrotes de hierro) cuyos cristales estaban cubiertos, excepto en la
32 LA FORTALEZA DE PEDRO Y PABLO

fracción superior, con cierta clase de pasta oleosa que permitía que
sólo una difusa luz penetrara. Por las noches cada celda era iluminada
con una lamparita de aceite que colocaba en lo alto de la pared,
sobre el alféizar de la ventana. La mecha de algodón con frecuencia
chisporroteaba y ahumaba, en lugar de proporcionar luz. La lámpara
de la celda de Andrei despedía tanto humo que le provocaba ardor
en los ojos. No obstante, cuando, durante su primera noche, intentó
apagarla, una voz le ordenó al instante que desistiera de su pro-
pósito.
Todas las celdas tenían una mirilla en la puerta. Los prisioneros
eran vigilados constantemente por los guardias, quienes caminaban
silenciosamente por los corredores. El mobiliario consistía en un ca-
tre, una estufa de azulejos holandeses, una mesa, un banquillo y, en
una esquina, lo que Andrei llamó "un mueble necesario", 17 que
consistía, tal vez, en una palangana y un retrete oculto. El catre estaba
cubierto con un colchón de paja y una almohada hecha de arpillera.
No había sábanas ni funda de almohada. La única cubierta era una
manta hecha con la tela de lana, burda y pesada, que se usaba para los
capotes del ejército. Las paredes de la celda de Andrei habían sido
raspadas recientemente para borrarles las .inscripciones hechas por ocu-
pantes anteriores. Otras celdas, en cambio, aún conservaban huellas
dejadas en ellas por quienes luchaban contra la apatía y el parali-
zante abatimiento.
En la mayoría de los informes acerca de la fortaleza hay quejas
de su humedad. Andrei escribe que "se puede sentir el frío calan-
do hasta los huesos. Jamás me quité el abrigador capote con que
dormía". 18 Otros prisioneros no apreciaban en la misma medida las
ropas carcelarias que eran obligados a usar. "Siento escalofríos en
todo el cuerpo -escribe P. A. Juzmin, oficial de buena familia, per-
teneciente al Estado Mayor, que fue incluido en la redada y pronto
liberado-, cuando recuerdo la sensación que tuve al ponerme mi
indumentaria de preso" que, hecha con la tela más áspera y man-
chada por el uso, le producía al contacto con la piel una repulsión
incontrolable. 19 Además del frío, a Andrei le perturbaba sobremanera
la aparición de ratas de gran tamaño (no se trataba de ratones, re-

17 A. M. Dostoievski: Vospominaniya, p. 196.


18 !bid.
19 M. N. Gernet: Istoriya Tsarskoi Tiurmi, 5 volúmenes (Moscú, 1961), v. 2: 220.
EL CASO PETRASHEVSKI 33

marca con claridad) en el momento en que descendía la oscuridad.


Parecían materializarse de la nada. Por el temor de ser atacado sólo
dormía durante las horas diurnas. Conjeturó, por la presencia de
las enormes ratas, que tal vez había un granero en las cercanías. No
se mencionan las ratas en otros informes, pero las cucarachas pulu-
laban por doquier.
La celda de Andrei se hallaba situada en el baluarte Zotov, el cual
estaba en peores condiciones que otras secciones de la prisión, puesto
que él recuerda que el comandante de la fortaleza, el general l. A.
Nabokov (el tío bisabuelo del autor de Lolita), * mirando a su alre-
dedor con disgusto durante su primera visita, murmuró: "Sí, se está
mal aquí, muy mal. Tenemos que apresurarnos." Hablaba, como
Andrei supo después, de la construcción de nuevos alojamientos para
los prisioneros.20 Esto explica las discrepancias entre algunos detalles
de las memo~ias de Andrei y lo que supimos por otros. l. F. Jastr-
zembski, quien estaba en el revellín Alekseevski, escribió posterior-
mente que "todas las condiciones de higiene allí [en su celda] eran
satisfactorias. Aire fresco, limpieza, buena comida, etcétera. Todo esta-
ba bien" .21 Esta observación no fue motivada por una contrición re-
trospectiva. El resto de las memorias de J astrzembski contiene una
relación indignantemente sarcástica del interrogatorio que le hizo la
Comisión de Investigaciones. Andrei Dostoievski también hace co-
mentarios favorables de la comida, la cual, aunque escasamente refi-
nada, era, sin embargo, sustanciosa y nutritiva, y era acompañada por
toda la cantidad de pan que desearan y por una jarra de agua o de
kvas (cerveza rusa). Los prisioneros que tenían un poco de dinero
podían recibir té dos veces al día y comprar cigarros puros, ciga-
rrillos y tabaco.
" Su sobrino nieto, Vladimir Nabokov, lo describe como "uno de los héroes de las
guerras antinapoleónicas, y en su edad avanzada, comandante de la Fortaleza de
Pedro y Pablo en la cual, en 1849, estuvo preso el escritor Feodor Dostoievski, au·
tor de El doble, etcétera, a quien el bondadoso general le prestó libros [?]". Este
último pormenor (muy literario) es, o bien una tradición de familia, o un retoque
nabokoviano de la historia. ¡Tal vez su antepasado estaba mejorando en realidad el
deplorable gusto literario de Dostoievski! Hasta donde sé, no existe ninguna confir-
mación de este aserto. Tal vez sólo siguifica que Dostoievski pidió prestados libros
en la biblioteca de la prisión. Vladimir Nabokov, Speak, Memory! (¡Habla, memoria!),
Nueva York, 1967, p. 39.
2Q A. M. Dostoievski: Vospominaniya, p. 197.

21 Petrashevtsy. Opus cit., v. 1: p. 149.


34 LA FORTALEZA DE PEDRO Y PABLO

Feodor Dostoievski también fue alojado en el revellín Alekseevski,


que se encuentra en un extremo de la isla, y que estaba reservado para
los prisioneros más importantes. Por lo tanto podemos suponer que las
condiciones de vida de Dostoievski eran similares a las que alaba
Jastrzembski, y superiores a las que le proporcionaron a su hermano.
Sabemos, por el relato de otro prisionero, D. D. Ajsharumov, que
después del 20 de junio, la vida fue mucho más cómoda para los presos
que estaban sujetos a investigación. Las viejas y ásperas ropas de cama
fueron cambiadas por otras de mejor calidad; el basto lino fue reem-
plazado por otro de textura más fina. Además, en lugar de recibir
las raciones de un soldado ordinario, como había sido el caso, ahora
los alimentos procedían de las de los oficiales. A Ajsharumov le asig-
naron, además, una celda más amplia, con dos ventanas en lugar de
una. De acuerdo con la autorizada opinión de N. F. Belchikov, "Dos-
toievski vivió en las mismas condiciones" que las de Ajsharumov. 22
No pueden encontrarse quejas del trato físico que recibió ni en las
cartas que escribió en esa época (leídas por el censor de la prisión,
por supuesto, y por lo tanto hechas con mucha precaución) ni en poste-
riores comentarios.
Lo que parece haber sido más penoso para los encarcelados era,
más que cualquier privación material, el silencio, el aislamiento y
la sensación de ser observados en secreto todo el tiempo. "El confi-
namiento solitario -escribe Jastrzembski- me producía un efecto
deprimente. El solo pensamiento de que era mantenido au secret,
después de dos semanas de reclusión, me provocó ataques nerviosos,
desmayos y palpitaciones cardíacas." 23 Ajsharumov, quien pudo escu-
char profundos suspiros y a veces el sonido de sollozos, procedentes
de las celdas cercanas y del corredor, comenta que éstos, aunados "al
silencio, a la mala ventilación y a la total inactividad [ . . . J ejercían
un efecto depresivo, que me robaba el valor" .24 Petrashevski se quejó
de ser torturado y privado del sueño por misteriosos golpecitos en la
pared y por cuchicheos que también procedían de la misma, los que,
en forma desconcertante, reemplazaban a sus propios pensamientos.
Andrei comenta que escuchar las campanas de la iglesia, que repicaban

22 N. F. Belchikov: Dostoevsky v Protsesse Petrashevtsev (Moscú, 1971), p. 244.


23 Petrashevtsy, opus cit., v. 1: p. 149.
24 Belchikov: Protsesse, p. 244.
EL CASO PETRASHEVSKI 35

cada cuarto de hora, y el sonido del reloj de la torre, era un bienve-


nido alivio para sus opresivas murmuraciones.
Sin embargo, realmente el aislamiento de los prisioneros sólo era
relativo, tomando en cuenta que eran visitados cinco veces al día.
Por las mañanas, como a las siete u ocho, les llevaban agua para
lavarse y les vaciaban el retrete. A las diez u once, cada celda era
inspeccionada generalmente por el comandante de la fortaleza o por
uno de sus subordinados. La comida les era llevada a las doce, la
cena a las siete, y un guardia se presentaba para encender la lámpara
a la hora del crepúsculo. Dostoievski menciona en una carta que lo
llevaban ocasionalmente a caminar por el jardincito del revellín,
donde había, comenta con un destello de humor, "casi diecisiete ár-
boles".25 Salvo por estas bienvenidas distracciones, la vida trans-
curría "día tras día en ociosidad -según escribe Andrei-. ¡Ni un
libro, ni una hoja de papel, ni nada! [. . ]. Sólo puede uno soñar y
rumiar sobre el posible porvenir. La única ocupación que se me
ocurría era levantarme del catre y caminar de un lado para el otro,
contando cada paso, interrumpiéndome cuando había llegado al nú-
mero mil, y sentarme a descansar. Después empezaba de nuevo con
lo mismo. Esto me ayudaba un poquito a alejar mis pesimistas pensa-
mientos" .26 No hay duda de que ésta era la forma como la mayoría
de los otros prisioneros pasaron aquellas pocas semanas, mientras
aguardaban ser llamados para el interrogatorio.

Había sido nombrada una Comisión de Investigaciones para 1legar al


fondo del caso Petrashevski. Estaba encabezada por el general Nabo-
kov e incluía al general P. P. Gagarin, al conde V. A. Dolgorukov, al
general Y. I. Rostovtsev y al general Dubelt. Nabokov, quien no
tomó parte en los interrogatorios, presidía la Comisión únicamente
por ser el comandante de la fortaleza. La impresión que le produjo a
Jaztrzembski fue la de ser un individuo más bien inculto, un viejo
soldado brusco, "un hombre firmemente convencido de que si al-

25 F. M. Dostoievski: Pisma. Edición cuidada y anotada por A. S. Dolinin, 4 volúmenes


(Moscú, 1928-1959), v. i: p. 125; 27 de agosto de 1849. Citado en adelante como Pisma.
26 A. M. Dostoievski: Vospominaniya, p. 197.
36 LA FORTALEZA DE PEDRO Y PABLO

guien estaba detrás de las rejas de la prisión, por supuesto que ese
solo hecho demostraba que era culpable y merecedor de castigo" ;27
Sin embargo, tales palabras no son confirmadas por el trato que le
dio a Andrei Dostoievski cuando la Comisión vio con claridad que
el joven había sido arrestado por equivocación. Los otros miembros
de la Comisión aceptaban gustosamente que Andrei languideciera
en su calabozo hasta que se hubieran completado las formalida-
des para su liberación; pero Nabokov, más familiarizado con las
"comodidades" de las celdas que él supervisaba, protestó e instaló
a Andrei en sus propios alojamientos. Debe también consignarse
que tanto Feodor Dostoievski como Sergei Durov le hablaron a A. P.
Milyukov "con especial afecto [ .. . ] del comandante [Nabokov], quien
se había preocupado constantemente por ellos y, hasta donde le fue
posible, había mitigado su condición". 2 8
El general Gagarin dirigía los interrogatorios. Incluso manifestó
cierta familiaridad con las ideas incendiarias de Fourier, las que
había aprendido de su hijo. Feodor Dostoievski recordaba agradecido
muchos años después que Gagarin lo había mandado llamar expre-
samente al cuartel general de la fortaleza para alentarlo con la buena
noticia de que su hermano Mijail (por el que Dostoievski había ma-
nifestado gran preocupación) estaba libre de sospecha y lo habían pues-
to en libertad. Dolgorukov, quien más tarde se convirtió en director
de la Tercera Sección, no desempeñó un papel notable en el proceso.
A pesar de su gran tartamudez, Rostovtsev era mucho más activo, como
correspondía a su carrera con altibajos y a su cercanía con el zar. Ha-
biendo sido miembro de los decembristas, el grupo disidente de los
oficiales del ejército, Rostovtsev informó voluntariamente a Nicolás,
dos días antes de la fecha prevista para la insurrección armada, que
un golpe de Estado era inminente; pero, siendo un hombre de
honor, se negó a proporcionar nombres. De todas maneras, la in-
formación fue decisiva y permitió a Nicolás tomar medidas para
encarar la amenazante crisis y suprimir a los descontentos. Habien-
do abrigado ideas liberales, Rostovtsev manifestó cierta simpatía
por los jóvenes y deplorablemente descarriados petrashevkistas. Sin
embargo, él era también director de un comité a cargo de la edu-
cación en las instituciones militares, y reprendió con severidad a

27 Belchikov: Protsesse, pp. 215-216.


28 DVS, v. 1: p. 191.
EL CASO PETRASHEVSKI 37

prisioneros (incluyendo a Dostoievski, graduado de la Academia de


Ingenieros) por haber profanado vergonzosamente lo aprendido en
tales instituciones.
Dubelt, representando a la Tercera Sección, estaba muy pendiente
del proceso e intervenía muchas veces con palabras mordaces y
sarcásticas. Se había sentido enormemente disgustado al descubrir que
la vigilancia del círculo Petrashevski se había llevado a cabo durante
más de un año sin que él lo supiera, y consideraba este ocultamiento
como un insulto personal. Para llevar a cabo una venganza privada y
proteger sus intereses burocráticos se propuso, en todas las ocasiones
que pudo, socavar la importancia que le había concedido al caso el
ministro de Asuntos Internos., antiguo amigo suyo y ex compañero
del ejército, l. P. Liprandi. Se dice que presentó argumentos. muy
convincentes para persuadir a la Comisión de que no aceptara el pun-
to de vista de Liprandi, quien afirmaba que había existido una cons-
piración organizada. Varios petrashevkistas mencionan que Dubelt
tuvo, generalmente, una actitud "humana" hacia ellos. Jastrzembski,
tan severo con todos los demás, comenta: "Sé de varios casos en los
que él [Dubelt] hizo todo lo que pudo para ayudar a los que esta-
ban acusados de crímenes políticos, y no conozco ningún caso en el
que haya destruido a nadie." 29 Annenkov hace constar que Dubelt
hizo una visita privada al hogar de uno de los prisioneros, Balasoglo,
y le dejó un poco de dinero a su apremiada esposa. 30 Dostoievski tam-
bién, tal vez por razones similares, escribió en el álbum de la hija
de A. P. Minyukov: "Puedo afirmar que Leonti Vasilevich [Dubelt]
es una persona muy agradable." 31
El procedimiento de la Comisión consistía en entrevistar en forma
individual a los prisioneros e interrogarlos basándose en la informa-
ción proporcionada por Antonelli. También les pedían que respon-
dieran por escrito a preguntas relacionadas con su asociación con
Petrashevski y otros miembros del círculo. Cuando aparecían contra-
dicciones o ambigüedades en las diversas relaciones, a los implicados
se les presionaba para que las aclararan. Un conflicto tajante en los
testimonios provocaba la confrontación cara a cara en presencia de la
Comisión. Entre tanto, el grupo nombrado para estudiar los papeles
29 Petrashevtsy, opus cit., v. l: pp. 160-161.
so Annenkov: Decade, p. 242.
31 DVS, v. l: p. 194.
38 LA FORTALEZA DE PEDRO Y PABLO

y los documentos confiscados en el momento del arresto seguía pro-


porcionando información, y ésta, por supuesto, aportaba las pruebas
decisivas. No se usaban métodos violentos en los interrogatorios, de
ninguna forma se trataba a los prisioneros con brutalidad. Se ame-
nazó a Speshnev con ponerle grilletes si continuaba negándose a
responder preguntas sobre puntos específicos, pero resultó innece-
sario tomar tal medida. Llamaron varias veces a Dostoievski para
interrogarlo, entre el 26 de abril y el 16 de mayo, y sólo se conoce
una historia un tanto dudosa acerca de su conducta y cómo lo tra-
taron.
Posteriormente le dijo a Orest M.iller que, cuando estaba respon-
diendo evasivamente a algunas preguntas en los primeros interroga-
torios, el general Rostovtsev le dirigió las siguientes palabras: "No
puedo creer que quien escribió Pobres gentes pueda simpatizar con
estas personas depravadas. Es imposible. Usted está sólo levemente
involucrado. Poseo la total autorización del zar para perdonarlo si
usted acepta informarnos sobre todo este asunto." Dostoievski per-
maneció tercamente si' encioso. Dubelt, con una ligera sonrisa, le dijo
a Rostovtsev: "Se lo dije." Rostovtsev, si hemos de creer la narración
de Dostoievski, saltó de su asiento y exclamó: "No puedo soportar
ver más a Dostoievski", y se encerró en otra habitación, cuya puerta
cerró con llave. Desde el interior preguntó: "¿Ya se retiró Dos-
toievski? Infórmenme cuando lo haga. Me es imposible soportar su
presencia." 32
N . F. Belchikov, el erudito soviético que ha dedicado la mayor
atención al encarcelamiento y juicio de Dostoievski, titubea al con-
cederle crédito a esta un tanto inverosímil historia. Sin embargo, la
tartamudez de Rostovtsev indica un alto grado de nerviosismo, y su ex-
traña conducta puede haber sido provocada por la humillación que
le infirió Dubelt. 33 Ya sea verdadera o falsa, la historia nos muestra
que Dostoievski recuerda los interrogatorios como más grotescos que
atemorizantes, y reveladores de una agradable familiaridad con sus
escritos, al menos por parte de uno de sus jueces.

32 Miller: Biografiya, pp. 106-107.


33 Véase el comentario de Belchikov: Protsesse, p. 200.
III. EL TESORO DE LA VIDA

DURANTE la primera conversación que tuvo con las hermanas Espan-


chin en El idiota, el príncipe Myschkin les comenta sobre su anhelo
juvenil de conocer el secreto de la vida, y les dice que había "soñado
con una gran ciudad como Nápoles, llena de palacios, de ruido, es-
truendo, vida [ ... ]. Pero después supuse que uno puede encontrar
el tesoro de la vida incluso en prisión". En la época de su arresto,
Dostoievski también creyó que era casi imposible imaginar que el
secreto de la vida pudiera descubrl.rse, salvo en medio del bullicio
y la animación de una gran ciudad, si no en Nápoles, entonces
en San Petersburgo. Pero, a pesar de todas sus suposiciones, logró
"encontrar el tesoro de la vida" dentro de los confines de su celda
carcelaria. Lo que el príncipe Myschkin enuncia simplemente como
una conjetura, Dostoievski sabía que era realidad.
"Cuando me encontré en la fortaleza -le comenta a Vsevolod Solo-
viev en 1873- pensé que había llegado el final, que no duraría
tres días ... Súbitamente me tranquilicé. Fíjese: ¿Qué hice allí? Es-
cribí Un pequeño héroe. Léalo. ¿Hay alguna huella de amargura o
de suplicio en él? Tenía sueños tranquilos, hermosos, gratos, mejores
mientras más duraban." 1 Por supuesto, esta afirmación no debe
tomarse demasiado literalmente. La condición mental de Dostoievski,
para no hablar de su salud, era mucho más precaria de lo que él
recuerda después, pero sí encontró inesperadas reservas de fortaleza
interior que le permitieron soportar los sufrimientos de la cautividad
sin desalentarse. Es esta sensación de autodominio la que predomina
en su recuerdo de los sucesos.
Lo que Dostoievski descubrió en la prisión está íntimamente rela-
cionado con el estado emocional que tenía poco antes de su arresto.
Por su segunda esposa sabemos que estaba viviendo en esa época al
borde del colapso nervioso. Según las notas de ella, Dostoievski le dijo
que "si no hubiera sido por su arresto [de Dostoievski], que partió

1 DVS, v. 2: p. 199.

39
40 LA FORTALEZA DE PEDRO Y PABLO

su vida en dos partes, se habría vuelto loco. Había surgido en él una


idea que hacía que pareciera algo absurdo ocuparse de su salud
y cuidar de sí mismo" .2 Lo que la señora Dostoievski denomina una
"idea" era en realidad la decisión de su esposo de unirse a la sociedad
secreta de Speshnev, cuyo plan era instalar una prensa, imprimir pro-
paganda en contra de la servidumbre y, finalmente, fomentar una
revolución entre los campesinos y otros sectores descontentos de la
población rusa, como los disidentes religiosos (raskolniki).
La mayoría de los otros petrashevkistas se habían enfrascado sola-
mente en inofensivas discusiones, sin pensar en lo absoluto en una
actividad subversiva. Muchos pudieron considerar su encarcelamiento
como una atroz equivocación, como un error de las autoridades que
pronto sería aclarado. Se sabe que veinticuatro personas que habían
visitado a Petrashevski, entre las que se incluía a Mijail Dostoievski,
fueron declaradas inocentes y liberadas durante el curso de la inves-
tigación. Sin embargo, Dostoievski era uno de los siete u ocho miem-
bros del grupo que habían pertenecido realmente a una organiza-
ción clandestina con un propósito revolucionario definido. Hay prue-
bas de que durante los últimos meses antes de su arresto, Dostoievski
estaba profundamente preocupado y emocionalmente perturbado por
los riesgos que había aceptado.
El doctor S. D. Yanovski, íntimo amigo y médico de cabecera de
Dostoievski, observó un notable cambio en su estado de humor du-
rante el invierno de 1848 y la primavera de 1849. Se volvió mucho
más susceptible, irritable y pendenciero de lo habitual, y se quejaba
con más frecuencia de síntomas nerviosos: mareos, por ejemplo. Ade-
más, le dijo a su doctor vagamente que su creciente nerviosismo e
irritabilidad eran el resultado de su "intimidad con Speshnev". 3 Con-
siderando estos antecedentes es como debe interpretarse el curioso
comentario que hizo Dostoievski a su esposa. Sin duda, el terror que
estaba viviendo era tan grande que, como posteriormente consideró,
su cordura podía haber saltado en pedazos si no hubiera sido por el
providencial accidente de su captura. Una vez que lo que más temía
-descubrimiento y arresto- ocurrió realmente, pudo canalizar to-
das sus energías a la autodefensa en contra de un enemigo visible y
Miller, Biografiya, p. 112.
2
Para más pormenores, véase mi Dostoievski. Las semillas de la rebelión, 1821-1849
3
(Fondo de Cultura Económica, México, 1984), pp. 341-344.
EL TESORO DE LA VIDA 41

tangible, que demostró ser mucho menos atemorizador que los va-
gos presagios que habían crispado sus nervios hasta conducirlo a
un estado casi histérico en los meses precedentes.

La primera carta que escribió Dostoievski en la fortaleza, fechada


el 20 de junio, estaba dirigida a su hermano Andrei. Obtuvo un
permiso especial para que se la entregaran. Tal vez el error cometido
al arrestar a Andrei hizo que las autoridades fueran indulgentes en
este caso. De ii.nmediato las palabras de Dostoievski dan la nota rela-
tivamente alegre, que permanece constante durante ese periodo, triun-
fando sobre las múltiples razones que tenía para el abatimiento. "Me
apresuro a informarte -dice- que estoy, ¡gracias a Dios!, saludable.
A pesar de sentirme aburrido, lejos estoy del desaliento. Cada condi-
ción tiene su consuelo; por eso, no te preocupes por mí." 4 Dostoiev-
ski le pide que le informe acerca de la familia de su hermano Mijail,
quien aún estaba preso, y le ruega que escriba a Moscú solicitan-
do ayuda para él (Dostoievski), para Mijail y la familia de éste, a
los Kumanin, sus ricos parientes de Moscú. Esta petición justifica,
hasta cierto grado, la afirmación de Dostoievski de que su primer
pensamiento al ser arrestado fue el de proteger a Mijail y a quienes
de él dependían. De todas maneras, si ésta no fue su inmediata y
exclusiva preocupación, ellos, definitivamente, le producían enorme
inquietud. Dostoievski había logrado que alguien de la fortaleza le
prestara diez rublos, y confiaba en que Andrei le proporcionara los
medios para pagar la deuda. Sin embargo, lo más importante para él
era ver un ejemplar del último número de Notas de la Madre Patria.
"La tercera parte de mi novela íNetotchka Nezvánova] será publicada,
pero sin mí, sin mi supervisión, por lo que ni siquiera he visto
las galeradas. Estoy preocupado. ¿Qué han impreso? ¿No han desfi-
gurado mi novela?" 5 Dostoievski parece mucho más preocupado con
este problema que con su difícil situación y su posible destino. No
se encuentra ningún signo de perturbación emocional. Algunos de
los otros petrashevkistas, no poseyendo tanta entereza, empezaron a
4 Fisma, v. 4: pp. 258-259; 20 de junio de 1848.
5 lbid.
42 LA FORTALEZA DE PEDRO Y PABLO

desmoronarse en el encierro cuando los meses transcurrían lenta-


mente y continuaban los interrogatorios.
A principios de julio se dio permiso a los prisioneros de recibir
libros (había una pequeña biblioteca en la fortaleza, constituida
principalmente por obras religiosas) y tener correspondencia con el
mundo exterior. En tales días ya había sido liberado Mijail. Las
cartas que Dostoievski dirigió a éste siguen informándonos de su
condición física y su estado mental, el cual permanece notablemente
equilibrado y positivo, tomando en cuenta que Dostoievski comunica:
"Mi salud es buena -escribe el 18 de julio-, salvo por las hemo-
rroides y los problemas nerviosos, los que continúan in crescendo.
He empezado a tener espasmos nerviosos como los que experimenté
antes, mi apetito es escaso y duermo muy poco, con sueños angustio-
sos cuando lo hago. Duermo unas cinco horas de las veinticuatro, y
me despierto como cuatro veces cada noche". 6 Un mes después el
informe de su salud indica que ésta se ha deteriorado: "He estado vi-
viendo durante un mes a base de aceite de ricino, y es lo que me
mantiene con vida. Mis hemorroides est<in terriblemente inflamadas,
y tengo un dolor en el pecho que nunca había tenido antes. Además,
aumenta mi impresionabilidad, especialmente por las noches. Tengo
sueños horribles, de gran duración. Por si fuera poco, a últimas fe-
chas he sentido constantemente como si el piso estuviera subiendo y
bajando a mis pies. Estoy sentado en mi cuarto como si me encon-
trara, literalmente, en el camarote de un barco. Debido a todo esto,
deduzco que mis nervios están al borde del colapso." 7
No obstante, Dostoievski en ningún momento se entrega a las la-
mentaciones o a la debilitadora autocompasión. "Hablando en tér-
minos generales -escribe-, el ritmo de mi tiempo es extraordina-
riamente desigual: a veces es demasiado rápido, a veces se va arras-
trando. En ocasiones casi siento que estoy acostumbrado a esta clase
de vida, y no me importa. Por supuesto, trato de alejar de mi ima-
ginación toda clase de pensamientos seductores, pero ocasionalmente
no hay control sobre ellos. Simplemente mi antigua vida se introduce
a la fuerza en mi mente, con todos sus viejos sentimientos, y el pa-
sado revive." La misma carta ilustra esta socavadora intrusión de
los recuerdos, cuando Dostoievski se deja llevar por una preocupada
6 Pisma, v. 1: p. 124; 18 de julio de 1849.
7 !bid., p. 126; 27 de agosto de 1849.
EL TESORO DE LA VIDA 43

nostalgia, rememorando no sólo el pasado inmediato -cuando Mi-


jail también había estado prisionero en la fortaleza-, sino además
los despreocupados días de una vacación que pasaron juntos en el
Báltico, e incluso mucho antes, los años en que había sido estudiante
de ingeniería. "Pronto habrán transcurrido tres meses desde nuestro
encarcelamiento. ¿Qué más nos deparará el destino? Tal vez no vere-
mos este verano las verdes hojas.* ¿Recuerdas cuando nos sacaban a
veces a pasear en el jardincito durante el mes de mayo [el jardín del
revellín]? Estaba empezando a verdear en aquel entonces, y me hacía
acordarme de Reval y de que estuve contigo más o menos en la misma
época del año, y del jardín de la Escuela de Ingenieros. Siempre pensé
que tú deberías de haber estado haciendo también las mismas com-
paraciones . . . ¡Qué tristeza me producía!" 8
Sin embargo, la mayoría de las veces Dostoievski luchaba, más o
menos exitosamente, para no dejarse arrastrar ya fuera por Ja me-
lancolía retrospectiva o por negativos presentimientos. A mediados
de septiembre le informó a Mijail que su salud no había mejo-
rado en lo abso~uto y que estaba esperando con aprensión el adve-
nimiento del otoño: "Ya están muy próximos los difíciles meses del
otoño, y con ellos llega mi hipocondría. El cielo empieza a tener
un aspecto amenazador. El trozo azul que veo desde mi celda me
garantiza salud y buen humor." A pesar de esta triste perspectiva,
Dostoievski se niega a perder el ánimo. "Pero, entre tanto, sigo vivo
y saludable. Esto es una r ealidad para mí. Por favor no te imagines
que estoy muy enfermo. De momento mi salud es buena [?]. Su-
puse que sería mucho peor. Ahora me doy cuenta de que poseo
tanta reserva de vitalidad, que no puede agotarse." 9
La vitalidad que Dostoievski descubrió tan afortunadamente en sí
mismo era más que una reserva de sólo energía física. En gran parte
surgía más bien de su determinación de no doblegarse con la presión
de todas las fuerzas que asediaban su estabilidad mental y psíquica.

• Las hojas brotando en la primavera continuaban teniendo un importante signifi-


cado emotivo para Dostoievski "Tengo el anhelo de la vida -dice Iván Karnmázov-,
y seguiré viviendo a pesar de las fuerzas inexorables. Aunque pueda no creer en el
orden del universo, sin embargo me fascinan las pegajosas hojitas cuando brotan en la
primavera", Polnoe Sobranie Sochinenij, v. 14: p. 210.
8 Pisma, v. 1: pp. 124-125; 18 de julio de 1849.
9 ! bid., p. 127; 14 de septiembre de 1849.
44 LA FORTALEZA DE PEDRO Y PABLO

"Solamente deseo seguir saludable -le escribe a Mijail a mediados


del tercer mes-. El aburrimiento es algo transitorio. De cualquier
manera, una buena actitud sólo depende de mí. El ser humano posee
reservas infinitas de fortaleza y vitalidad. La verdad es que no creí
que fueran tantas, pero ahora lo sé por experiencia." 10 Uno de los
más grandes descubrimientos de Dostoievski en el solitario confina-
miento de su celda, fue precisamente el de la fuerza moral y resis-
tencia del espíritu humano cuando es obligado a depender de sus
propios recursos. Dostoievski pudo haber creído en forma abstracta
en tal poder, pero ahora esta creencia llegó a parecerle algo irre-
futable, evidente por sí misma, y confirmada por su triunfante lucha
interior contra el desaliento. Él sabía que el ser poseía poderes de
resistencia que se podían ejercer incluso en condiciones de extrema
desolación, que el hombre jamás tenía que renunciar a la autonomía
de su personalidad, si elegía -definitiva y obstinadamente- no
hacerlo.

Durante las primeras semanas del· aislamiento lo que más perturbaba


a los prisioneros era la carencia de alguna ocupación o distracción
que pudiera alejar sus mentes de su peligrosa situación. Jastrzembski
recuerda el regocijo que sintió cuando, después de haber sido interro-
gado, le entregaron por vez primera unas cuantas hojas de papel,
y le ordenaron que escribiera una declaración. ¡Por fin tenía algo que
hacer, en lugar de estar sentado, atormentándose interminable e im-
productivamente! Por supuesto, también Dostoievski estuvo bastante
tiempo ocupado con su defensa, pero esto no logró ayudarle en su
propósito de evadirse psíquicamente, y la inacabable preocupación por
los mismos peligrosos temas finalmente le provocó un efecto debili-
tador. Lo que necesitaba con urgencia, le comentó a Mijail, eran algu-
nas impresiones mentales externas para revivificarlo, porque la
mente, lo mismo que el cuerpo, necesita de alimento. "Una vez
más te doy las gracias por los libros. -le escribe-. Por lo menos
son una forma de pasar el tiempo. Hace casi cinco meses que
he estado viviendo ateniéndome a mis propios recursos; es decir, a

10 Pisma, v. 1: p. 125; 18 de julio de 1849.


EL TESORO DE LA VIDA 4.')

los de mi mente y nada más. Hasta este momento la máquina no


se ha agotado, y aún funciona. No obstante, pensar interminable-
mente, y sólo pensar, sin tener ningún estímulo externo para reno-
var y sustentar los pensamientos, implica una pesada carga. Es algo así
como vivir en el interior de una bomba neumática de la que alguien
está sacando el aire continuamente [ ... J. Los libros pueden ser sólo
una gota en el océano, pero ayudan de todas maneras." 11
En consecuencia, en el momento en que se le autorizó llevarle
material de lectura, Dostoievski, con indiscriminada avidez, se su-
mergió en lo que estuviera disponible. "He podido leer poco aquí:
dos peregrinaciones a lugares sagrados, y las obras de San Dimitri
Rostovski -informa a Mijail-. Las últimas me interesaron muchí-
simo [ ... ]." 12 Es difícil imaginarse a Dostoievski ocupado antes con
dichas obras, pero en tales momentos, dice, está "increíblemente con-
tento con cualquier libro [ ... J. Especialmente por el posible efecto
curativo que tiene la interrupción de nuestro tren de pensamientos
por las ideas de otras personas, o por el de las propias, reacomodadas
en nuevas vías."13
El particular interés que manifiesta en las obras de San Dimitri
Rostovski puede realmente señalar los inicios de tal "reacomodo" de
las ideas de Dostoievski. San Dimitri, el metropolitano de Rostov,
es un escritor poco conocido del siglo xvu, quien pertenece tanto a
la literatura ucraniana como a la rusa, y cuyas obras incluyen una
versión muy popular de Las vidas de los santos. Están basadas en
colecciones anteriores, pero San Dimitri las vuelve a narrar con un
estilo mucho más vivo y más entretenido, con influencias de las lite-
raturas polaca y europea occidental. Es también autor teatral. Es-
cribió obras con temas religiosos (el nacimiento de Cristo, la re-
surrección de Cristo, la ascensión de María) que fueron representadas
en el seminario de Rostov. Muy parecidas en concepción a los miste-
rios occidentales del medievo, contienen personajes bíblicos y perso-
nificaciones alegóricas que encarnan virtudes, vicios y otras ideas
abstractas. En la historia del teatro ruso a San Dimitri se le consi-
dera un innovador, porque fue el primero en entremezclar los princi-
pales episodios religiosos con interludios de comedia ligera realista,
11 Pisma, v. l: p. 127; 14 de septiembre de 1849.
12 !bid., p. 124; 18 de julio de 1849.
13 !bid.
46 LA FORTALEZA DE PEDRO Y PABLO

la cual, basada en la vida campesina, se burlaba de la solemnidad de


los temas principales. Dostoievski iba posteriormente a mezclar exal-
tada religiosidad y burlona comedia ligera en El idiota y en Los her-
manos Karamázov. Pudo muy bien haber quedado impresionado
por esta característica del arte escénico de San Dimitri.
Las peticiones de ejemplares de Notas de la Madre Patria se renue-
van con regularidad en las cartas a Mijail. "Porque yo, en mi cali-
dad de suscriptor foráneo -escribe Dostoievski humorísticamente- ,
los guardo [los números] como un notable acontecimiento, como
un terrateniente que se muere de aburrimiento en la provincia."
También pide a Mijail "obras de historia" y "lo mejor de todo sería
que me enviaras la Biblia (los dos Testamentos). Los necesito. Si
te es posible enviármelos, remíteme entonces la traducción francesa.
Y si pudieras agregar también la eslava, eso sería la cumbre de la
perfección". 14 No es de ninguna manera claro el motivo por el cual
Dostoievski necesitaba la Biblia en esta coyuntura, y además las dos
vers iones, francesa y eslava. Tal vez había decidido estudiar:as de
nuevo in tensivamente después de haber leído las obras de San Di-
mitri y las dos peregrinaciones. Dostoievs.ki comentaría después que
leyó y releyó el Nuevo Testamento en la prisión de Siberia, pero
mucho antes había empezado a sumergirse seriamente en las fuentes
de la fe cristiana, Mijail sí le envió a su hermano la Biblia, Notas de
la Madre Patria y la traducción francesa de Historia de la guerra
de los Treinta Años, de Schiller. Por añadidura le remitió un vo-
lumen de Shakespeare. "Te agradezco especialmente el libro de
Shakespeare -le escribe deleitado Dostoievski a mediados de septiem-
bre-. ¿Cómo pudiste haberlo adivinado?" 15

4
Como podemos observar, Dostoievski con ansia estudió detenida-
mente cada hoj a impresa que recibía del mundo exterior, pero lo que
comenta en sus cartas a Mijail, más que los clás icos, es el nuevo ma-
terial publicado en las Notas de la Madre Patria. Es de las traduc-
ciones de lo que habla más porque, en este periodo, la literatura rusa
estaba amordazada por una censura más feroz que la que se había
14 Pisma, v. l: 125; 27 de agosto de 1849.
15 lb id., p. 127; 14 de septiembre de 1849.
.EL TESORO DE LA VIDA 47

conocido durante mucho tiempo, y pocos escritores rusos estaban de-


seosos, en aquella época, de decir algo que pudiera ser cons.iderado
provocativo en lo más mínimo. A pesar de los es.porádicos ataques
súbitos de Nicolás 1, y de varios otros guardianes de la moral públi-
ca y del orden, los años cuarentas habían sido los más fértiles y pro-
ductivos en la breve historia de la literatura rusa moderna. Sin em-
bargo, después de las revoluciones de 1848 en Europa, la relativa
tolerancia del pasado había sido cambiada completamente. Nicolás
inauguró la que sería conocida como "la era del pánico por la cen-
sura''. Una comisión especial, dirigida por el tristemente célebre
obscurantista conde Buturlin, fue nombrada para hacer más rigurosa
la censura. La capacidad de Buturlin se muestra en una nota perio-
dística de P. A. Annenkov, quien lo cita diciendo que "si el Evangelio
no estuviera tan difundido, sería necesario prohibirlo por el espí-
ritu democrático que ha diseminado". 16
Como resultado, aparecieron más traducciones que nunca en las
publicaciones periódicas rusas de dicha época; pero para un prisio-
nero ávido de toda clase de alimento literario, la falta de textos
originalmente rusos podía ser fácilmente no tomada en cuenta. "Afir-
mas que la literatura está enferma -le escribe Dostoievski a Mijail,
cuya carta había reflejado obviamente el pesimismo preponderante
en los círculos literarios-, y sin embargo, el ejemplar de Notas de la
Madre Patria es tan espléndido como siempre. Por supuesto, no en
su sección literaria. No hay un sólo artículo que uno no lea con gusto.
La sección de ciencia [naúka en ruso, que incluye historia y filoso-
fía] es maravillosa. La conquista del Perú es toda una Ilíada. Real-
mente es tan buena como La conquista de l\!Iéxico, que apareció el año
pasado [ambas del historiador norteamericano William Prescott]. ¿A
quién le importa que sea una traducción?" 17
En la siguiente carta escrita a su hermano, Dostoievski comenta
elogiosamente que "es extremadamente buena la novela inglesa in-
cluida en Notas de la Madre Patria". 18 Se refiere a la novela Jane
Eyre, de Charlotte Bronte. Aunque no es. ninguna sorpresa des-
cubrir que Dostoievski reconoce la calidad literaria cuando la en-

16 P. V. Annenkov: The Extraordinary Decade, p. 243.


17 Pisma, v. l: p. 126; 27 de agosto de 1849.
18 Ib id., 14 de septiembre de 1849.
48 LA FORTALEZA DE PEDRO Y PABLO

cuentra, hay razones especiales para pensar que Jane Eyre pudo ha-
berle interesado particularmente.
En primer lugar, tal vez estaba impresionado por la semejanza de
Jane Eyre con su Netotchka Nezvánova. Había aparecido reciente-
mente un fascículo de ésta (sin el nombre del autor), obra que
Dostoievski jamás terminó, debido a su arresto. Al igual que Netotch-
ka, Jane es una pobre huérfana de excepcional inteligencia y carácter,
que lucha para abrirse paso a pesar de la penuria y del prejuicio
social. Dostoievski debió de haber reaccionado favorablemente a la
simpatía de Jane por las silenciosas y despreciadas clases sociales bajas,
cuyos sufrimientos ella había compartido, y aprobado su buena vo-
luntad como maestra para abrirle las puertas del conocimiento a sus
hijas. Además, Jane Eyre, al igual que Netotchka Nezvánova, está
narrada en primera persona, en forma autobiográfica. También existe
cierta similitud con obras iniciales de Dostoievski (El doble, La pa-
trona) por el empleo que hace Charlotte Bronte de convencionalis-
mos góticos, no solamente para conmover al lector mediante recursos
estilísticos, sino para insinuar profundidades irracionales de la per-
sonalidad.
Tampoco pudo el futuro creador de Raskolnikov haber dejado
de advertir cómo Charlotte Bronte dramatiza el dilema romántico de
Jane (de convertirse o no en la amante de Rochester) como un con-
flicto entre las leyes de Dios y la tentación de buscar su felicidad
individual a cualquier precio. "Si a mi personal conveniencia pu-
diera romperlas [las leyes de Dios] -se pregunta ella-, ¿cuál sería
su valor?" 19 Raskólnikov no titubearía en responder que las leyes
de Dios valen muy poco. Supone ser capaz de romperlas con im-
punidad; pero descubrirá que la carga por haberlo hecho es más de lo
que puede soportar. Por último, hay una notable semejanza entre la
relación de Jane con el ciego y mutilado Rochester, al final de Jane
Eyre, y la que existe entre el desamparado, de mente débil, Versilov
y su esposa campesina que todo lo perdona, en las últimas páginas
de El adolescente.
Dostoievski reaccionó con igual fervor y entusiasmo a las con-
tribuciones rusas en Notas de la Madre Patria. Incluso hizo comen-
tarios favorables acerca de una discusión sobre la banca. También

19 Charlotte Bronte: jane Eyre (Harmondsworth, 1980), p. 344.


EL TESORO . DE LA VIDA 49

sintió deseos de encomiar un artículo de su antiguo profesor, l. l.


Davidov, con el que había estudiado literatura en Moscú, en 1837,
durante su último año en el internado de Chermak. Davidov era un
erudito que en diferentes épocas enseñó matemáticas, filosofía y
literatura. Su fama se debía principalmente a que ayudó a intro-
ducir las ideas de Schelling en Rus.ia en la década 1820-1829. Su
artículo trataba de La Odisea de Homero, ampliamente discutida
en aquel entonces debido a la nueva traducción de V. A. Zhukovski.
"Leí con gran placer el segundo artículo que analiza La Odisea -in-
forma Dostoiesvki a Mijail-, pero este segundo artículo de Davidov
es mucho menos bueno que el primero. Aquél es brillante; especial-
mente la parte en donde refuta a Wolf está escrita con tal compren-
sión del tema, y tal entusiasmo, que uno difícilmente esperaría que
fuera de un profesor veterano. En aquel artículo logra evitar incluso
la pedantería, típica de los. eruditos en general y de los moscovitas
en particular." 20
La teoría, ampliamente conocida, del humanista del siglo xvm,
F. A. Wolf, afirmaba que Homero jamás había existido, que era
un personaje ficticio, cuyo nombre había sido añadido en la redacción
final de los dos poemas épicos griegos. Éstos no eran, argüía Wolf,
la creación de ningún escritor; más bien habían sido entretejidos con
fragmentos escritos por una larga serie de rapsodas, quienes elabora-
ron las diversas partes de la narración. Parece evidente que Davidov
había defendido la concepción romántica de que Homero existió
en realidad y fue el único creador de las obras, y también que
Dostoievs.ki sentía de todo corazón con él. Además, tal aceptación
significa algo más que una opinión acerca de un confuso punto de
doctrina literaria. Nos conduce a una afirmación hecha por Dostoievs-
ki años atrás, en una de las primeras cartas a Mijail, en la que
había aseverado que "Homero (tal vez una persona legendaria, como
Cristo, encarnado por Dios y enviado a nosotros) puede ser equipa-
rado solamente con Cristo [ ... ]" .21
Homero y Cristo, en otras palabras, habían compartido, según el
criterio de Dostoievski, la misma categoría de Dios-hombre, y sería
extraño que su entusiasmo por el artículo relacionado con el primero
no tuviera relación con su devoción por el segundo. La existen-
20 Pisma, v. 1: p. 126; 27 de agosto de 1849.
21 !bid., p. 58; 1 de enero de 1840.
50 LA FORTALEZA DE PEDRO Y PABLO

cia de Cristo había sido atacada más o menos por los mismos mo-
tivos, y usando más o menos el mismo tipo de argumentos que
Wolf había usado para convertir a Homero en un mito. D. F. Strauss
en su Vida de jesús, que marcó una época -Dostoievski había to-
mado este libro de la biblioteca del círculo Petrashevski y presumi-
blemente lo había leído-, argumenta que los Evangelios son sola-
mente una compilación de mitos del pueblo judío. El propio Jesús, si
es que existió como personaje histórico, fue sólo uno de los muchos
profetas ambulantes en aquellos días mesiánicos, a cuyo alrededor se
habían acumulado accidentalmente los mitos. El comentario de Dos-
toievski sobre Homero confirma así, en forma indirecta, su negativa
a aceptar las conclusiones de las predominantes ideas hegelianas de iz-
quierda que, al final de los años cuarentas, habían convertido al ateís-
mo a muchos rusos occidentalistas. *
T ambién le afectó íntimamente a Dostoievski, pero de distinta
manera, una obra de la cual ofrece un juicio -el único negativo-:
la obra teatral de Turguenev El soltero (Jolostyak). "La comedia de
Turguenev -dice- es imperdonablemente atroz. ¿Por qué tiene tan
mala suerte? ¿Está inevitablemente condenado a echar a perder cada
obra suya que tenga una extensión mayor de una hoja? No lo re-
conozco en esta comedia. No tiene nada de original. Camina por una
vieja y trillada senda. Todo esto se ha dicho antes que él, y mucho
mejor. La última escena huele a incapacidad infantil. Algo resplan-
dece aquí y allá, pero este algo es bueno solamente por la carencia
de otra cosa mejor." 22 Dostoievski y Turguenev habían sido amigos
durante un breve periodo en 1845. Dostoievski h abía admirado en
forma desmesurada -seguramente con una pizca de celosa envidia-
al elegante, imperturbable y talentoso joven, vástago de la alta bur-
guesía, quien había demostrado que estaba destinado para una no-
• La similitud entre las teorías de D. F. Strauss y F. A. Wolf ha sido advertida de
vez en cuando. Jean Pommier, escribriendo acerca de Ernest Renan, comenta que
la concepción de Cristo de Renan estaba influida por ambos escritores. Renan, indi-
ca Pommier, distingue a Cristo como individuo y persona no pública, acerca de quien
no sabemos casi nada ("el Galileo que lleva el nombre"), del Cristo como arquetipo.
El último es de mucha mayor importancia para él, y "no solamente porque él ha
leído a Strauss." Es también porque "su sensibilidad [de Renan] ha inhalado la teoria
romántica que sirvió para autorizar obras como las de F. A. Wolf, que han dado
como resultado que ' Homero ahogue su personalidad en el océano sin fondo de la
human idad'". Jean Pommier, Un itinéraire spirituel (París, 1972), pp. 27-28.
22 Pisma, v. l: pp. 127-128; 14 de septiembre de 1849.
EL TESORO DE LA VIDA 51

table carrera literaria. Sin embargo, la evidente vanidad de Dostoiev-


ski, rebosante por el éxito de Pobres gentes, sacó de sus casillas a
Turguenev, y los mutuos roces los condujeron finalmente a una fran-
ca ruptura. Uno podría sospechar que la reacción negativa de Dos-
toievski era sólo un reflejo de su recíproco antagonismo; pero sus
riñas con Turguenev jamás le impidieron apreciar el talento de éste.
En este caso Dostoievski tiene fundamentos adecuados, objetivos, para
su evaluación.
El soltero dista mucho de ser uno de los triunfos literarios de Tur-
guenev. Como V. V. Vinogradov ha demostrado en forma contun-
dente, esta obra teatral está influida poderosamente por la literatura
de Dostoievski, tanto en tema como en estilo. 23 El argumento es exac-
tamente el mismo que el de la primera novela de Dostoievski, Po-
bres gentes, pero sin el patetismo social que Dostoievski aprovecha al
colocar a sus personajes en circunstancias en las que la pobreza los
aflig'(;. Al igual que Makar Devushkin, de Dostoievski, protege a
Bárbara Dobroselova, así un burócrata llamado Moshkin, de buen cora-
zón, rústico, de mediana edad (el soltero), toma bajo su protección a
una joven de mucho menos edad, quien se convierte en su pupila. En
Pobres gentes una situación parecida termina trágicamente cuando la
joven desaparece en la estepa, ya como esposa de un brutal terrate-
niente. Sin embargo, cuando el prometido de María la abandona, por
esnobismo social, Moshkin le propone matrimonio y es aceptado. En
esta forma, la obra teatral concluye con un final feliz demasiado
poco convincente; el opuesto a la solución de Dostoievski, mucho más
persuasiva. Es esta última escena (proposición de matrimonio y acep-
tación) la que, según Dostoievski, "huele a incapacidad infantil".
Puede, con justicia, acusar a Turguenev de caminar por una senda
muy trillada, puesto que era él mismo quien la había allanado.

El ensimismamiento de Dostoievski en la literatura durante los me-


ses de cárcel no estuvo limitado al papel pasivo de lector. Tam-
bién intentó, lo mejor que pudo, continuar activamente con la labor
23 V. V. Vinogradov: "Turguenev i Shkola Molodogo Dostoevskogo", Russkaya Li-
teratura, núm. 2 (1959), pp. 45-71.
52 LA FORTALEZA DE PEDRO Y PABLO

de creac10n. "Tengo algunas ocupaciones -dice a Mijail en su pri-


mera carta-. No he estado perdiendo el tiempo. He concebido tres
relatos y dos novelas. Estoy escribiendo una de ellas, pero tengo
miedo de trabajar demasiado." 24 La continuación de esta carta, y
algunos comentarios en otra que escribió poco después, nos propor-
cionan valiosa información del estado mental de Dostoievski mientras
se dedicaba a la creación literaria.
En primer lugar, Dostoievski temía escribir durante periodos muy
largos, "por el efecto que eso tiene en mis nervios, especialmente
cuando se lleva a cabo con placer (y jamás he escrito tanto con amare
como en la actualidad). Cuando en la libertad estaba trabajando
siempre tenía que interrumpirme con distracciones, pero aquí la
tensión que sigue a la escritura debe desaparecer por sí misma." 25
En la siguiente carta, después de describir la sensación que tenía de
que el piso de su celda estaba oscilando como el camarote de un
barco, continúa: "Cuando en el pasado me aquejaban estados nervio-
sos similares, los aprovechaba para escribir -siempre he podido
escribir más y mejor en esta condición-; pero ahora tengo que abs-
tenerme de hacerlo, para no terminar conmigo para siempre." 26 Re-
sulta evidente que Dostoievski creaba en un estado de gran excita-
ción nerviosa, cuya presión se incrementaba al ir avanzando la obra, y
que le era ,absolutamente indispensable cierto descanso o relajación
para conservar el equilibrio y la habilidad para trabajar.
Parece ser que en prisión hizo apuntes para numerosos escritos
que incluían obras teatrales y narrativa en prosa. Sin embargo, nin-
guno de estos proyectos ha sobrevivido. El único que terminó fue
el relato que se conoce en la actualidad como Un pequeño héroe, pero
intitulado originalmente Un cuento de la niñez. Se lo entregaron a
Mijail, junto con los otros papeles de su hermano, después que Dos-
toievski había sido enviado a Siberia. Ocho años más tarde, incluso
antes de que Dostoievski tuviera la seguridad de que contaba con el
permiso para publicar otra vez, se imprimió en forma anónima en
Notas de la Madre Patria. Un pequeño héroe es el relato con el
cual Dostoievski hace su reaparición en el escenario literiario ruso,
pero pertenece propiamente a su obra de la década de 1840-1849. Aun-
24 Pisma, v. 1: p. 124: 18 de julio de 1849.
25 !bid.
26 lbid., p. 126; 27 de agosto de 1849.
EL TESORO DE LA VIDA 53

que Dostoievski afirma a Vsevolod Soloviev que no tiene huellas obvias


de las deprimentes circunstancias en las cuales fue escrita, se pueden
descubrir algunos enlaces ocultos entre este encantador cuento y la
situación del autor.
Lo primero que surge en la mente proviene del tono y del am-
biente en que se desarrolla la novelita. Ocurre en un mundo del que
raramente se ocupa Dostoievski en otras obras, y en lo absoluto en los
años cuarenta: el mundo de los acaudalados terratenientes, que vi-
ven espléndidamente en sus propiedades campestres y reciben a multi-
tud de invitados con desmesurado esplendor -el mundo de Turgue-
nev y Tolstoi, no el Dostoievski-. Este escenario es tan anómalo
para él, que no se puede evitar la conjetura de que representa un
deliberado intento para escapar imaginativamente de la lúgubre for-
taleza y de toda la infelicidad que podía presagiarle para el futuro.
¡Qué consuelo habitar en un ambiente de elegancia, risas, belleza,
de sentimientos tiernos, delicados, y despertar pasión erótica! En este
sentido, la lejanía del relato con respecto a la situación real en que
se encontraba Dostoievski puede ser considerada como una expresión
de su necesidad emotiva de buscar refugio fuera de los confines de
ésta.
Ubicado en el contexto de sus otros escritos de los años cuarenta,
Un pequeño héroe tiene obvias semejanzas temáticas, tanto con Ne-
totchka Nezvánova (la protagonista es una niña), como con Noches
Blancas (la que también describe el despertar del amor en un persona-
je). El tono de la estructura narrativa -eliminado por Dostoievski
en la versión definitiva del cuento, publicada en 1860, y no in-
cluido en la traducción inglesa- también fortalece la relación con
Noches blancas, ya que la novelita es originalmente relatada como un
fragmento del pasado. Al comienzo, un narrador adulto que recuerda
los últimos días de su infancia, habla con el tímido pero ardiente
lenguaje del héroe sentimental y romántico de uno de los relatos ini-
ciales más luminosos y cautivadores de Dostoievski. Sin embargo,
existen también diferencias significativas entre Un pequeño héroe
y aquellas otras obras. En este caso el niño, a diferencia de Netotchka,
no ha sido vapuleado y herido por la vida; tampoco es, como el joven
de Noches blancas, "un soñador" sumergido en el mundo de la fan-
tasía romántica. Es un niño de once años perfectamente normal, que
está entrando en la adolescencia, cuya aventura simplemente traza la
54. LA FORTALEZA DE PEDRO Y PABLO

progres10n entre la niñez y la juventud, el momento del despertar


de los sentidos y de la búsqueda del sexo opuesto. El '"pequeño hé-
roe" se enamora perdidamente de la hermosa y melancólica Madame
M., brinca sobre el lomo de un indomable pura sangre para no pa-
decer humillación delante de ella, y colabora para ocultar la gran (tal
vez incluso pura) pasión por otro caballero, de su aborrecible esposo.
Al final es recompensado con un ardiente beso y una pañoleta de en-
caje, como recuerdo de su intrepidez infantil.

Por eso el relato es estrictamente íntimo, es un hábil bosquejo psico-


lógico, notable en la obra de Dostoievski solamente por la "norma-
lidad" de las pasiones que pinta. De todas maneras, contiene ciertos
elementos intrigantes que requieren comentarios adicionales. Está, por
ejemplo, el personaje de Madame M., quien no sólo es una mujer muy
hermosa, sino que tiene además un "rostro bondadoso, gentil, que
hace recordar las serenas caras de las madonas italianas" (v. 2: p. 237)
y cuya expresión está entristecida por una oculta pena. Su carácter y
su situación son similares a los de Alexandra Mijailovna en Netotchka
Nezvánova. Madarne M. también se distingue por una simpatía moral
por las otras personas. "En la vida hay mujeres que son como her-
manas de la caridad" (ibid.), escribe ya maduro, "el pequeño héroe'',
en su calidad de narrador. Madame M. era una de esas mujeres. No
es, pues, raro que él se enamore de ella en lugar de la "extraordinaria-
mente bien parecida" rubia y alegre dama, quien se burla de él sin
misericordia. La sola belleza física raramente atrae a un protagonista
de Dostoievski, sino que, por lo general, se siente atraído por las mu-
jeres que sufren.
Curiosamente, el retrato más delineado de un personaje es el del
esposo de Madame M., satisfecho de sí mismo y egoísta. El señor M.
no es un hipócrita sádico como Pedro Alejandrovich en N etotchka
Nezvánova quien, teniendo la apariencia de comprensiva tolerancia,
tiraniza a su desamparada esposa. Más bien el señor M. es alguien
que finge tener una cualidad humana que no posee, y cuyos rasgos
sobresalientes son los opuestos a la sensibilidad espiritual de su es-
posa. Dostoievski lo describe como un "europeo antes que nada, un
EL TESORO DE LA VIDA 55

hombre moderno, quien examinaba las ideas más recientes y se enor-


gullecía de ellas". Pero este "europeísmo" resulta ser sólo una más-
cara para encubrir su egoísmo y su fría indiferencia: "Todo el tiempo
se escucha decir a tales hombres que no pueden hacer nada debido a
ciertas circunstancias muy complicadas y hostiles que 'frustran su
fuerza creadora', y que es 'lamentable presenciar el desperdicio de
sus talentos.' " Implacables jueces de otros, se niegan a reconocer
ningún defecto en ellos mismos. A pesar de que tienen "en vez de
corazón una informe masa grasienta", se han convencido a sí mismos
-y lo han hecho también con el resto del mundo-, de que son ho-
nestos, y de que su bribonería es honestidad [ ... ]. En todas partes
colocan siempre en primer plano su invaluable personalidad, su Baal
y Moloch, su grandioso ego" (2: pp. 275-276).
A primera vista, el ataque de Dostoievski al señor M. nos recuerda
el oprobio que acumula sobre personajes similares en sus relatos ini-
ciales y en uno de sus folletines de 1847. No faltan los pinchazos a
la complaciente respetabilidad exterior, que oculta redomado egoísmo
e íntima perversidad. La especial vehemencia del lenguaje en Un pe-
queño héroe puede ser atribuida al resentimiento que experimentaba
Dostoievski, sentado en su celda, en contra de aquellos que degrada-
ban y usaban, para su propio beneficio, el idealismo social que él
valientemente había tratado de llevar a la práctica. Pero existen
ciertos aspectos del retrato del señor M. que van más allá del tipo
general y adquieren una intrigadora precisión ideológica; por ejem-
plo, su así llamado europeísmo. "Tienen las personas como el señor
M. un conjunto de frases para proclamar su profundo amor por la
humanidad, para definir lo que es la más apropiada y racional forma
de filantropía, y para atacar constantemente al romanticismo; en
suma, a todo lo que es hermoso y verdadero. La más minúscula par-
tícula de lo que atacan tiene más valor que toda su fangosa raza.
Fracasan miserablemente en reconocer la verdad cuando ésta se en-
cuentra en forma indirecta, incompleta, en transición, y rechazan todo
lo que es inmaduro, inestable y que está todavía en fermentación"
(v. 2: pp. 276-277).
La dureza de tales palabras parece indicar que Dostoievski se
refiere a alguien en particular, pero es difícil identificar a quién
pueda ser, o a qué puedan estar dirigidas.* Es sorprendente observar,
" Puede encontrarse una posible clave en un detalle del relato: Dostoievski escribe
56 LA FORTALEZA DE PEDRO Y PABLO

sin embargo, que la defensa que hace Dostoievski del "romanticismo"


está realizada con la misma terminología que emplea en su declara-
ción ante la Comisión de Investigaciones. En dicho documento de-
nomina al socialismo utópico "una ciencia en fermentación", y la
define como inmadura y todavía en estado de transición.* Las per-
sonas como el señor M., hipócritamente desean racionalizarlo en cierta
manera, pero al hacerlo solamente ponen al descubierto su egoísmo
y lo infundado de su supuesto amor por la humanidad. En esta for-
ma Dostoievski parece estar defendiendo las raíces emotivas de su
propia "filantropía" (una palabra en clave para ocultar el progre-
sismo moral-religioso y vagamente socialista de la década 1840-1849)
en contra del intento de '"racionalizar" lo que debe brotar de la
compasión o del compañerismo. El egoísmo y el racionalismo, en otras
palabras, están empezando a ama~gamarse en la sensibilidad de Dos-
toievski: ambos son los enemigos de la genuina simpatía que surge
del corazón, y son los atributos de un personaje que se jacta de ser
"europeo". Este es un conjunto de cualidades que llegarán a ser muy
importantes para Dostoievski después cuando use el modelo, no sólo
para retratar a un tipo de la clase gobernante de la sociedad rusa,
sino también para describir los estragos que provocaba la ideología
radical europea entre la menos opulenta intelectualidad rusa.
Todavía hay dos aspectos de Un pequeño héroe que merecen men-

del señor M.: "Le llamaban inteligente", y recalca el calificativo con itálicas. Poco
más o menos un año antes, en un articulo que difícilmente iba a olvidar Dostoievski
-contiene una áspera crítica a su cuento La patrona-, Belinski se habla referido en
la misma forma a un personaje de Goncharov en Una historia común. Había escrito
que Pedro Aduev "es muy buen hombre a su manera: es inteligente, muy inteligen-
te [ ... )". Hay cierta similitud entre los valores adoptados por Pedro Aduev y los del
señor M. Es posible que Dostoievski estuviera atacando solapadamente esta evalua-
ción del tipo -y también, en forma indirecta, a Belinski, quien en ese entonces se en-
contraba precisamente en el proceso de "racionalizar" sus ideas previas sobre la "filan-
tropía". V. G. Belinski, Izbrannye Filosofskie Sechineniya, 2 vols. (Moscú, 1948),
v. 2: p. 491.
" Las palabras exactas que Dostoievski emitió ante la Comisión de Investigaciones
son las siguientes: "El socialismo es una ciencia en proceso de fermentación, un caos,
alquimia más bien que quimica, astrología más bien que astronomía. No obstante, me
parece a mi que del presente caos saldrá, para el bienestar común, algo consistente,
lógico y benéfico." Para un examen más detallado de esta opinión, y para examinar
la extremadamente sensata evaluación de Dostoievski del socialismo utópico, véase mi
Dostoievski. Las semillas de la rebelión, 1821-1849 (Fondo de Cultura Económica, Mé-
xico, 1984), pp. 319-324.
EL TESORO DE LA VIDA 57

donarse. A pesar de que el tema principal -la devota adoración del


niño por su amada- es bastante trivial, demuestra el jovencito su
veneración por ella al encubrir su relación con un enamorado de más
edad. En otras palabras, su amor se manifiesta al llevar a cabo un
acto de sacrificio de sí mismo para ayudar a un alma que sufre, y al
ser capaz de guardar un secreto. ¿No habrá considerado Dostoievski
que se encontraba exactamente en esas condiciones? Se había sacri-
ficado para liberar a la oprimida población rusa, y se encontraba to-
davía en medio de una lucha con las autoridades para conservar el
secreto de la conspiración. Justificada o no, esta conjetura nos pro-
porciona una vislumbre del origen de la novelita, como una transpo-
sición de la peligrosa situación de Dostoievski y (como él ciertamente
lo consideraba en esa época) de su situación heroica.
Totalmente inesperada, pero también muy intrigante, es la súbita
alusión al Sermón de la Montaña que surge a la mitad de un pasaje
descriptivo. Durante una pausa, estando sentado junto a su hermosa
dama en un claro del bosque, el pequeño héroe se percata de la
naturaleza en todo su esplendor. "Fil interminable concierto de aque-
llos que 'no aran ni siegan', y que son tan libres como el aire que
hienden con sus juguetonas alas, nos rodeaba por todas partes. Parecía
como si en ese momento todas y cada una de las flores, cada hoja de
hierba, exhalando su sacrificante aroma, estuvieran diciendo a su
creador: Padre, soy bienaventurada y feliz" (2: pp. 292-293). La
evocación de los pájaros, "libres como el aire", adquiere cierto pate-
tismo al provenir de la pluma del encarcelado Dostoievski, pero son
de igual interés, si es que no mayor, las alusiones religiosas.
Nada similar a este canto de la naturaleza puede encontrarse en
ninguna de las otras obras de Dostoievski correspondientes a los años
cuarenta, y puede haber sido el resultado accidental de la lectura,
tanto de las obras de San Dimitri como de la Biblia. Ningún motivo
intrínseco parece explicar el embellecimiento de esta breve evocación
pastoral con una alusión al Sermón de la Montaña. Sin embargo, el
hombre que la escribió parece que ya ha empezado a andar a tientas
por la senda que lo conduciría a aquella "regeneración'', la cual, en
el futuro, lo conduciría, de una rebelión en contra de ciertas dispo-
siciones sociales del mundo de Dios -una rebelión cuyos motivos ja-
más cesaría de considerar con cierta simpatía-, a una reverente acep-
tación de su eterna bienaventuranza y belleza.
IV. LISTO, INDEPENDIENTE, ASTUTO Y TERCO

CUALQUIERA que fuese la transformación que Dostoievski empezó


a experimentar durante su estancia en prisión, no existen pruebas
de que abandonara ninguna de las creencias que lo enviaron a la
cárcel. Veinticuatro años más tarde, en el Diario de un escritor, apuntó
que: "Si no todos, por lo menos una considerable mayoría de nosotros
[los petrashevkistas] habríamos considerado deshonroso renunciar a
nuestras convicciones" bajo la presión del arresto. Estas palabras han
sido confirmadas, al menos en lo que a Dostoievski se refiere, por
la publicación de los documentos relacionados con su proceso. 1 Estos
documentos han estado disponibles a partir de los años treinta del
presente siglo pero, sorprendentemente, se han usado en forma muy
limitada para iluminar las ideas y actitudes de Dostoievski en aquel
periodo.
Por lo general se ha supuesto que un material de tal naturaleza,
escrito en respuesta a acusaciones no especificadas, y tratando de evi-
tar la sospecha de sus interrogadores, difícilmente puede ser con-
siderado veraz. Nadie puede poner en tela de juicio esta suposición;
pero, de todas maneras, no hay motivos para desechar todo este con-
junto de pruebas por considerarlas dignas de poca confianza. Gran
parte de lo que Dostoievski dijo a la Comisión de Investigaciones era
lo que genuinamente pensaba y creía. En gran medida distorsionó
la verdad más por omisiones que por afirmaciones. Incluso lo que es
dudoso -porque beneficiaba obviamente a sus propios intereses
o por estar en contradicción con otras pruebas que en la actualidad
tenemos a nuestra disposición- ayuda a aclarar el curso de su
futura evolución. Lo que es importante no es tanto la veracidad
de esta o aquella declaración aislada, sino el panorama que emerge de
sus intentos de autodefensa. Este panorama presenta con anticipa-

1 F. M. Dostoievski: The Diary of a Writer [El diario de un escritor], traducido


al inglés por Boris Brasol (Santa Bárbara y Salt Lake City, 1979), p. 151. Citado en lo
sucesivo como DW, con el año correspondiente.

58
LISTO, INDEPENDIENTE, ASTUTO Y TERCO 59

ción, en grado sorprendente, muchas características que normalmente


se habían asignado a una etapa posterior del desarrollo de Dostoievski.
Nadie que estudie cuidadosamente lo que Dostoievski dijo y escri-
bió puede tener la más pequeña duda acerca de varios cruciales
temas. Él creía que nada de lo que había hecho era moralmente re-
prochable; ni siquiera sentía la mínima contrición o remordimien-
to. Trató, en la mejor forma que pudo, de proteger y defender
a otros y a sí mismo. Dos años después de haber sido puesto en li-
bertad, en marzo de 1856, Dostoievski le escribió al general E. I.
Totleben, a quien había conocido cuando era cadete en la Aca-
demia de Ingenieros, y ya en 1856 héroe nacional por haber su-
pervisado la fortificación de Sebastopol durante la Guerra de Cri-
mea: "Cuando partí para Siberia -le comenta- por lo menos me
llevé conmigo el consuelo de haberme comportado honorablemente
en la investigación, sin atribuir mi culpa a otros, e incluso sacrificando
mis propios intereses cuando, al hacer mis declaraciones, entreveía
la posibilidad de salvaguardar a otros. Pero me mantuve controlado,
no confesé nada, y por esto fui castigado con más severidad." 2
El tribunal que sentenció a Dostoievski, compuesto por civiles y
militares, determinaba la severidad de la pena tomando en cuenta si
el acusado había manifestado arrepentimiento, o si había revelado
voluntariamente datos desconocidos que podrían haber permanecido
sin ser descubiertos. Dostoievski no mostró arrepentimiento ni hizo
revelaciones -a diferencia de Speshnev, por ejemplo, quien repitió
conversaciones secretas con Petrashevski, y también descubrió la exis-
tencia del círculo más pequeño, el Palm-Durov, el cual había esca-
pado de la vigilancia de Antonelli- . Además, Dostoievski trató con-
tinuamente de proteger a otros en sus testimonios y de describir en
la forma más inofensiva cualquier cosa que pudiera parecer sos-
pechosa acerca de ellos. Tenía toda la razón al estar orgulloso de su
conducta en esa angustiosa situación, la cual produjo tensiones que
hicieron que muchos se derrumbaran e imploraran misericordia -a
pesar de que su carta a Totleben indica que pudo haber empezado
a ex perimentar cierto arrepentimiento por su intransigencia-. No obs-
tante, mucho más tarde, cuando se hubo convertido en un notorio
oponente de los radicales -quienes se consideraban a sí mismos

2 Pisma, v. 1: p. 178; 24 de marzo de 1855.


60 LA FORTALEZA DE PEDRO Y PABLO

portadores de las tradiciones revolucionarias de los petrashevkistas-,


el recuerdo de su rectitud le sirvió de consuelo y de apoyo psicológico;
porque Dostoievski sabía interiormente que, aunque había llegado
a ser partidario del zarismo, su cambio de parecer no había sido
acompañado por ninguna traición a sus principios. o a sus propias nor-
mas de integridad personal.

El documento más importante que Dostoievski escribió para la Comi-


sión de Investigaciones fue una "Aclaración", la cual se le había or-
denado que presentara inmediatamente después del interrogatorio
preliminar del 6 de mayo. A pesar de que nunca se hicieron acusaciones
formales, las preguntas que le dirigieron mostraban los motivos por
los que había sido arrestado. Por consiguiente, en su "Aclaración'', tra-
tó de explicar sus acciones para justificar, o por lo menos defender,
cualquier cosa que pudiera considerarse sospechosa y subversiva.
Se deduce por la actitud de sus interrogadores que la participa-
ción de Dostoievski en las reuniones del círculo Petrashevski era en
sí misma considerada un acto criminal. Por lo tanto, la primera preo-
cupación de él fue la de minimizar lo más posible tal participación.
No obstante, al hacerlo se apega a la verdad, hasta donde ésta puede
ser comprobada. "No lo visité (a Petrashevski) con mucha frecuencia
-escribe-. A veces ocurrió que estuve ausente durante más de seis
meses." 3 Fue sólo al comienzo del otoño de 1848, en la época en que
la mayoría de los intelectuales rusos progresistas habían sido conmo-
vidos por las revoluciones de 1848, cuando Dostoievski empezó a visi-
tar a Petrashevski con cierta regularidad. Incluso entonces su asisten- .
cia fue esporádica. Además, durante los últimos meses de actividad del
círculo, Dostoievski empleó mucho más tiempo en las reuniones
del grupo más pequeño de Palm-Durov; pero no comentó nada absolu-
tamente acerca de éste en su "Aclaración", porque su existencia aún
no había sido descubierta.
Además, Dostoievski describió sus relaciones personales con Pe-
trashevski como si fueran muy lejanas, y el retrato que hizo de él es
muy poco halagador: "Era uno de mis conocidos a los que no tenía

3 N. F. Belchikov: Dostoevsky v Protsesse Petrashevtsev (Moscú, 1971), p. 95.


LISTO, INDEPENDIENTE, ASTUTO Y TERCO 61

en alta estima, por no tener ninguna afinidad con Petrashevski ni en


carácter ni en ideas. Por eso conservé mi relación con él sólo dentro
de los límites de la cortesía [ ... ]." 4 Una vez más no existen motivos
para sospechar que Dostoievski esté eludiendo la verdad. Las perso-
nas entraban y se retiraban del círculo Petrashevski en forma bastante
fortuita, y una asistencia ocasional no demostraba ninguna intimidad
especial con el anfitrión.
La descripción que Dostoievski hace de Petrashevski es la de un
hombre extraño y excéntrico, ocupado constante y quisquillosamente
con cosas que a otros les parecían frivolidades, de un personaje al que
difícilmente se podía tomar en serio desde cualquier punto de vista.
"Por un asunto baladí -escribe Dostoievski- a veces se preocupa
tanto como si todas sus posesiones estuvieran en juego. En ocasiones
se apresura a ir a alguna parte durante media hora para resolver
algún asunto nimio, que a él le requeriría para resolverlo por lo
menos dos años. Está eternamente ajetreado, siempre en movimiento,
eternamente ocupado con algo." 5 Tales palabras, tendientes a soca-
var la posibilidad de que las frenéticas ocupaciones de Petrashevski
pudieran representar peligro para el Estado, hacía igualmente inocua,
por inferencia, la participación de Dostoievski en tales actividades.
Sin embargo, la opinión expresada ante la Comisión sobre Petrashevski
corresponde a la genuina apreciación de Dostoievski de las aptitudes
de aquél, puesto que le h abía dicho a su amigo Apollon Maikov,
pocos meses antes de ser arrestado, que "Petrashevski, en verdad, es
un tonto, un comediante y un parlanchín; jamás nada sensato podrá
provenir. d e e' l [ . . . ]" .6
La reseña que realiza Dostoievski de las reuniones en la casa de
Petrashevski las hace parecer igualmente inocentes, como si fue-
ran m ás una diversión social que algo que tenga semejanza con
una conspiración política: "Nunca encontré ninguna unidad en el
grupo de Petrashevski, ninguna tendencia, ninguna meta común.
Puedo afirmar positivamente que era imposible hallar a otras personas
que estuvieran de acuerdo en cualquier tema que surgiera para ser
discutido." 7 Esta relación concuerda con todas las demás que, con

4 Belchiko v, opus cit., p. 95.


5 !bid., p. 96.
6 !bid., p. 265.
7 !b id., p. 97.
62 LA FORTALEZA DE PEDRO Y PABLO

respecto del círculo, hicieron varios de sus miembros. Precisamente


porque no encontró unidad de ninguna clase entre los petrashevkistas,
ningún objetivo común que pudiera ser convertido en algún plan
de acción, Dostoievski posteriormente se hizo miembro activo de la
organización revolucionaria secreta de Speshnev.

Después de oponerse a los posibles efectos condenatorios de su aso-


ciación con Petrashevski, Dostoievski se ocupa específicamente de las
acusaciones que sospecha le están formulando mentalmente los jueces.
En primer lugar, trata de anular el cargo de que "ha participado en
discusiones públicas en casa de Petrashevski", y que ha hablado allí
"como un librepensaclor". 8 Por supuesto, Dostoievski ignora la can-
tidad de información que ha logrado reunir la Comisión acerca de
las incendiarias palabras que él pudo haber pronunciado en varias
ocasiones, por lo que empieza por poner en duda la viabilidad de
juzgarlo basándose únicamente en manifestaciones verbales. ¿Cuál es
el criterio que está siendo usado para evaluar sus palabras? "Declaro
con toda sinceridad que hasta el momento presente, lo más difícil
para mí es definir las palabras: libre pensamiento, liberal." Argumenta
que es imposible juzgar a un hombre basándose exclusivamente en
lo que puede haber dicho: "¿Quién ha visto dentro de mi alma? ¿Quién
ha determinado el grado de perfidia, perjuicio y rebeldía de que estoy
acusado? ¿Qué medida se ha usado para hacer la determinación?" 9
Sigue explicando Dostievski que, de todas maneras', sólo ha ha-
blado tres veces en la casa de Petrashevski, y las tres sobre temas
no políticos. "No recuerdo -asevera enigmáticamente- haberme
manifestado como soy completamente -las itálicas están en el texto-
en la casa de Petrashevski." 1 º Este asombroso indicio, que le pro-
porcionó a la Comisión, de que había albergado secretos pensamientos
que jamás había expresado en el círculo Petrashevski, fue poco pru-
dente. Pudo haber provocado un interrogatorio adicional si la Comi-
sión hubiera tenido la propensión a aceptar la sugerencia. Segura-

s Belchikov, opus cit., p. 97.


9 Ibid .
10 Ibid., p. 98.
LISTO, INDEPENDIENTE, ASTUTO Y TERCO 63

mente la frase debe haber pasado inadvertida: el manuscrito de la


"Aclaración" está lleno de correcciones y de cambios de palabras.
Obviamente estaba escrito con mucha inseguridad y bajo una gran
tensión nerviosa. De cualquier manera, es probable que Dostoievski
sintiera un incontrolable impulso -muy similar al de Raskólni-
kov quince años después- de hostilizar a los guardianes de la ley
y de jugar con ellos haciendo enigmáticas confesiones y gozando
maliciosamente con su estulticia y su incomprensión. Tomando en
cuenta que la Comisión jamás se enteró de la existencia del grupo
secreto de Speshnev, jamás descubrió "cómo era" Dostoievski en aque-
lla época de su vida.
Sin embargo, Dostoievski permanece sólo un instante en este resba-
ladizo terreno. Con rapidez regresa a tierra mucho más firme, e
intenta justificar lo que puede ser considerado su "librepensamiento"
y su "liberalismo". El tono es de implícito desafío, su escrito no es
una apología sino más bien la aserción de su derecho a ocuparse de
temas que podrían considerarse dentro de estos terrenos prohibidos.
"Sí, si anhelar el mejoramiento es liberalismo, librepensamiento,
entonces, en este sentido quizás -acepta- soy un librepensador".
¡Palabras que difícilmente fueron planeadas para apaciguar a sus in-
terlocutores! Pero con premura agrega que, desde este punto de vista,
cada honrado ciudadano que se preocupa por el bienestar de su país
puede ser considerado también dentro de la misma categoría. Insiste
en que jamás ha deseado que las reformas se lleven a cabo "con vio-
lencia, en forma revolucionaria, ¡provocando desolación y amargu-
ra!" 11 Primero reta a la Comisión a que demuestre que es falsa esta
última aseveración; pero después -como si temiera que las pruebas
pudieran aparecer pronto- retorna al tema de la imposibilidad de
deducir sus íntimas convicciones por medio de sus palabras: "Y no
estoy temeroso de las pruebas, porque ninguna denuncia puede dis-
minuir algo en mi persona, ni agregar nada en mí; ninguna denuncia
puede, en verdad, provocar que yo sea un hombre distinto del que
soy." 12
No contento con esta defensa bastante débil, Dostoievski recurre
a la que es, ciertamente, la más extraña vindicación registrada en los
anales del proceso en contra de los petrashevkistas: afirma que, lejos
11 Belchikov, opus cit., p. 98.
12 Ibid.
64 LA FORTALEZA DE PEDRO Y PABLO

de demostrar ninguna hostilidad contra el régimen, cualquier pa-


labra incendiaria que él pudo haber pronunciado debe ser conside-
rada como ¡una muestra de su confianza en el gobierno, guardián
de los derechos disfrutados por los ciudadanos de un país civili-
zado! "¡Mi librepensamiento radica en haber hablado en voz alta
sobre temas acerca de los cuales otros consideran su deber mante-
nerse silenciosos! [ .. . J. Pero siempre me he sentido ofendido por este
temor de hablar, que es mucho más adecuado para ser ofensivo hacia
el gobierno, que agradable para éste [ ... ]. Esto significa que uno
presume que la ley no protege adecuadamente al individuo, y que es
posible ser destruido por una palabra vana, por una frase negligen-
te." 13 Es imposible imaginar a Dostoievski exponiendo tal argumento,
salvo con amarga ironía. Nadie puede creer que el gobierno de Ni-
colás 1 fuese insultado por el aterrorizado silencio de sus ciudadanos,
ni que desease que ¡manifestaran sus opiniones en asuntos sociopolí-
ticos más vociferantemente! Una vez más obtenemos un atisbo de
parte de la sarcástica mordacidad que un día emplearía Raskólnikov
para dirigirse a quienes lo miraban con sospecha y desconfianza.

Las respuestas de Dostoievski no terminan con esos vagos intentos


de negar el haber cometido algún delito; también trató de responder
a los cargos más concretos que suponía le estaban haciendo. "¿De
qué se me acusa? -pregunta con reprimida tristeza-. Es obvio que
he hablado de política, del Occidente, de la censura, etcétera. Pero,
¿quién no ha hablado y pensado sobre estos temas en nuestros tiem-
pos? ¿Para qué estudié, para qué el conocimiento despertó mi curio-
sidad, si no poseo el derecho de expresar mi opinión, o de estar
de acuerdo con las opiniones autorizadas?" 14 Esta sincera protesta
manifiesta con franqueza el real estado de represión que padecían los
intelectuales rusos. Ya no simula que el temor de hablar libremente
sea autoimpuesto, el resultado de una lamentable malinterpretación
de lo que desea el régimen. Después Dostoievski prosigue, explicando
sus puntos de vista específicos en una forma que, si bien adaptada
13 Belchikov, opus cit., p. 98.
14 !bid., p. 100.
LISTO, INDEPENDIENTE, ASTUTO Y TERCO 65

para hacerla más aceptable para sus jueces, revela, sin embargo, ciertas
líneas de pensamiento cuya invariabilidad nos da derecho a admitirlas
como sus genuinas convicciones. "El Occidente -escribe- es tea-
tro de un horrendo espectáculo. Se está representando un drama sin
precedentes. El antiguo orden de cosas se está resquebrajando y ca-
yendo en pedazos. Los principios más fundamentales de la sociedad
pueden derrumbarse en cualquier momento, arrastrando con ellos en
su caída a una nación entera [Francia]." Esta nación es el país del
cual la propia Rusia ha recíbido los dones de la ciencia, de la cultura,
de la civilización europea. ¿Es sorprendente que los rusos cultos
estuvieran apasionadamente afectados con este gran drama histórico?
"Esto, al fin y al cabo, es historia, y la historia es la ciencia del
futuro [ ... ]. Es posible acusarme debido a que [ ... ] considero esta
crisis, tal vez históricamente necesaria en la vida de esta gente, como
una fase transitoria (¿quién puede determinarlo en este momento.?)
que conducirá, finalmente, a tiempos mejores." 15 Así, Dostoievski
admite implícitamente que pudo haber expresado cierta simpatía
con la revolución que había ocurrido en Francia. Repite, unas cuan-
tas frases después -subrayando la principal para recalcarla- que,
desde su punto de vista, "la revolución occidental" es "una necesidad
histórica de la crisis contemporánea en esa parte del mundo" .16
Así, Dostoievski ha desplegado esa apocalíptica visión de Europa al
borde de la crisis ·y el colapso, que iba a reiterar muchas veces en el
futuro. También, a este respecto, hace una clara distinción entre
Europa y Rusia, distinción que va a permanecer como una perma-
nente característica de su pensamiento. Negando enfáticamente que
considera dicha revolución "una necesidad histórica" para su patria,
escribe: "Pero si hablé acerca de la revolución en Francia, si me
permití pensar acerca de los acontecimientos contemporáneos, ¿sig-
nifica eso que sea un librepensador, que tenga ideas republicanas, que
sea un oponente de la autocracia, que tenga intenciones de socavarla?
[ ... ]. Yo considero que nada puede ser más disparatado que la idea
de un gobierno republicano en Rusia." 17
Tales palabras nos proporcionan un excelente ejemplo de la cau-
tela con que debemos sopesar el testimonio de Dostoievski para poder
15 Belchikov, opus cit., p. 100.
16 Ibid., p. 101.
17 lbid., p. 100.
66 LA FORTALEZA DE PEDRO Y PABLO

distinguir la verdad de la falsedad. Que fuera claramente "un opo-


nente de la autocracia", en el sentido de estar dispuesto a parti-
cipar en una conspiración en contra de ella, no significa que fuera
entonces, o que lo fuese después, partidario de la democracia polí-
tica o de las ideas republicanas. Uno de los altercados importantes
en casa de Petrashevski se había enfocado en el tema de la posible
necesidad de una dictadura durante el periodo turbulento de una in-
surrección revolucionaria. Petrashevski, genuino admirador de las
instituciones republicanas, se había opuesto con violencia incluso a
examinar tal posibilidad, que era preconizada por V. A. Golovinski,
íntimo amigo de Dostoievski, a quien éste había llevado a las reunio-
nes poco antes. Dostoievski intervino para respaldar la posición de
Golovinski en contra de la vehemente y violenta crítica de Petra-
shevski. Dostoievski no tenía en lo absoluto objeciones teóricas al go-
bierno autocrático, como no las tenían tampoco, debe recordarse, la
mayoría de los primeros socialistas utópicos, como Fourier, quien hizo
un llamamiento infructuoso a varios monarcas para que financiaran
el establecimiento de falansterios en sus países. Si Dostoievski estaba
dispuesto a oponerse a la autocracia, era solamente porque su odio
a la servidumbre había alcanzado tal grado de intensidad, que le
hacía apartar toda consideración secundaria.
Para apuntalar su aseveración de lealtad monárquica, Dostoievski
bosqueja un panorama de la historia rusa, concebido para señalar
por qué, a pesar de que él puede haber considerado la revolución en
Francia como una "necesidad histórica", eso no demuestra que crea
que la misma necesidad existe en Rusia. Apoyándose en un concepto
popularizado por lvanhoe, de Walter Scott, en aquél entonces respal-
dado por el historiador romántico Agustín Thierry, Dostoievski des-
cribe la historia europea de más de mil años, como una, "muy obs-
tinada lucha entre la sociedad y una autoridad procedente de una
civilización extranjera que conquista, toma por asalto y reprime" .1 s
En otras palabras, la sociedad europea es intrínsecamente inestable
porque está basada en la conquista de una raza por otra. La clase
dirigente siempre permanece como un conquistador extranjero para
las clases bajas a las cuales gobierna. Esta teoría era muy favorecida
por los eslavófilos, quienes la usaban para establecer un contraste, con
el objeto de reforzar su convicción de. la armonía natural existente
18 Belchikov, opus cit., p. 101.
LISTO, INDEPENDIENTE, ASTUTO Y TERCO 67

entre la autocracia rusa y sus súbditos. Pero la reputación de Thierry


como liberal también ayudó a hacer aceptable su teoría para los
progTesistas occidentales. U na de las primeras publicaciones de Ale-
xander Herzen había sido un ensayo sobre Thierry, el que estimuló
algunas traducciones de extractos de la obra de éste.
Por consiguiente, en Europa la insurrección era inevitable, y las
instituciones republicanas eran simplemente el resultado natural del
deseo de las clases inferiores, de crear una defensa en contra de las
razas extranjeras que las habían sojuzgado. Tal problema no existía
en Rusia, en donde el poder no estaba en las manos de un conquis-
tador extranjero y donde, por lo contrario, había sido la autocracia
nativa la que una y otra vez había salvado al país de la esclavitud y
del caos. Rusia había sido Tescatada en dos ocasiones, escribe Dos-
toievski, "únicamente por los. esfuerzos de la autocracia: la primera
de los tártaros, y la segunda, mediante las reformas de Pedro el
Grande, cuando sólo una fe entusiastamente infantil en su gran piloto
hizo posible que Rusia sobrellevara ese violento viraje hacia una
nueva vida". 19 El papel providencial de la autocracia había sido re-
calcado en la Historia de Rusia, de N. M. Karamzin, uno de los
libros favoritos de Dostoievski cuando niño. Si bien Dostoievski podía
estar expresando esta idea como un medio para manifestar su lealtad,
existen muchos motivos para creer que estaba persuadido de su ver-
dad esencial, porque la misma opinión surgirá una y otra vez en sus
ulteriores declaraciones, y porque la glorificación de Pedro el Gran-
de por los rusos occidentalistas hacía perfectamente compatible con
las opiniones progresistas, la aceptación de un autócrata libre de pre-
juicios.
En efecto, las frases que siguen indican la avidez con la que Dos-
toievski habría dado la bienvenida a un zar reformador, deseoso de
salvar al país una vez más, al eliminar la intolerable plaga moral y
social de la servidumbre. "Sí -escribe-, ¿quién entre nosotros pien-
sa en una república? Si las reformas son inminentes, es clarísimo,
incluso para quienes las desean, que tales reformas deben proce-
der de una autoridad aún más fortalecida en este periodo. De lo
contrario, la cuestión tendría que ser resuelta rápidamente con méto-
dos revolucionarios. No creo que puedan encontrarse en Rusia admi-
radores de una insurrección rusa. Se recuerdan en la. actualidad casos
19 Belchikov, opus cit., p. 101.
68 LA FORTALEZA DE PEDRO Y PABLO

muy conocidos, a pesar de que ocurrieron mucho tiempo atrás." 20


Esta amenazadora referencia a las sangrientas sublevaciones de Puga-
chev y Stenka Razin, que prefiguraban el tipo de rebeliones que
podrían ser provocadas de nuevo a menos que se realizaran las reformas,
difícilmente fueron calculadas para tranquilizar a los jueces de Dos-
toievski. Pero cuando toda esperanza en tales reformas "desde arriba"
había sido aplastada después de 1848, fue dicho razonamiento el que
convenció a Dostoievski a participar en la desesperada aventura or-
ganizada por Speshnev.

Si bien Dostoievski había sido un tanto circunspecto en sus comenta-


rios acerca de la necesidad de reformas, abandonó toda precaución al
escribir acerca de los estragos causados por la censura. Como escritor,
podía legítimamente quejarse de las críticas de la censura -y tener
algunos motivos privados y egoístas, por así decirlo, para estar des-
contento era mucho más preferible a ser considerado como revolu-
cionario por razones teóricas y desinteresadas-. Por eso no hizo Dos-
toievski ningún esfuerzo por refrenarse al atacar a la censura, a pesar
de que esto no carecía de peligros. Nicolás I había ordenado que se
vigilaran en forma más estricta las publicaciones durante el invierno
de 1848-1849, por lo que Dostoievski estaba protestando en contra de
medidas que, todo el mundo lo sabía, habían sido dispuestas por
la autoridad personal del zar.*
Qué difícil es ser escritor -se lamenta Dostoievski-, cuando los
libros son prohibidos "no porque se haya encontrado en ellos libe-
ralismo, librepensamiento o inmoralidad, sino porque, por ejemplo,
un relato o una novela terminan tan tristemente que presentan un
cuadro demasiado pesimista, a pesar de que la tragedia suceda de
una manera completamente accidental y externa." Invita a la Co-

Belchikov, opus cit., p. 101.


20
" El ruso soviético N. E. Belchikov, compilador de un valioso libro que contiene los
documentos del caso de Dostoievski, no puede · dejar de expresar su admiración por
la intrepidez de Dostoievski en e~te respecto . ."La condena que hace Dostoievski de la
política de la censura -escribe- debe ser reconocida c:omo un acto de valor civil."
Viviendo bajo una censura mucho más eficiente que ninguna de las que prevalecieron
en las peores épocas del zarismo, Belchikov sabe muy bien a qué se refiere. N. F.
Belchikov, Dostoevski v Protsesse Petrashevtsev (Moscú, 1971), p. 49.
LISTO, . INDEPENDIENTE, ASTUTO Y TERCO 69

misión a examinar todo lo que ha escrito, tanto impreso como manus-


crito, para descubrir, si pueden, una sola palabra que vaya en contra
de la moralidad o del orden establecido. "E igualmente mis obras
han sido prohibidas precisamente porque mi cuadro fue pintado con
colores muy sombríos." 21 "Poco saben los censores -agrega Dos-
toievski con emoción- ¡cuán 'triste' hacen la vida del pobre escritor
con sus injusticias!" No solamente ve que su tiempo ha sido empléado
en balde, sino que es entonces obligado, para ganarse un mendrugo, a
pintar la vida de color de rosa, a pesar de que esté sumergido en la
más negra desesperación.
Dostoievski trata de suavizar su despiadado ataque, atribuyendo la
situación una vez más a la "equivocación'', pero sostiene, de todas
maneras, que la culpa radica en la censura, no en los escritores.
Bajo las presentes circunstancias -insiste- "géneros completos de
arte tienen que desaparecer: la sátira y la tragedia no podrán subsis-
tir. Con la severidad de la actual censura, escritores como Griboedov,
Fonvizin y Pushkin tampoco podrían subsistir." La sátira -explica
Dostoievski- requiere que el vicio sea ridiculizado, a pesar de que
con frecuencia aparezca bajo el disfraz de la virtud. ¿Pero, cómo puede
uno ridiculizar nada en estos tiempos? El censor encuentra insinua-
ciones en todas partes. De cada frase, aun de la más inocente, se sos-
pecha que puede ser "dañina para la sociedad" y es implacablemente
suprimida (las cursivas están en el texto). Sin embargo, todo este es-
fuerzo se desperdicia porque, ocultando el vicio y el aspecto sombrío
de la vida " [no] se le oculta al lector que realmente existen en el
mundo el vicio y el lado sombrío de la vida". Además, "¿es posible
escribir sólo con colores claros? ¿Cómo puede ser visible la parte
clara de un cuadro sin la porción obscura? ¿Puede existir un retrato
sin luz y sombra? [ .. . ] Se nos ha dicho: describan sólo heroísmo,
virtud. Pero conocemos la virtud sólo a través del vicio. La idea
misma proviene del hecho de que el bien y el mal siempre han
coexistido." 22
En vista de que se conocen tan poco las opiniones de Dostoievski
acerca de "el pueblo", otro pasaje es particularmente valioso para
conocer su opinión sumamente despectiva del campesinado, así como
también para iluminar su concepto de la misión social de la litera-
21 Belchikov, opus cit., pp. 101-102.
22 !bid., pp. 102-103.
70 LA FORTALEZA DE PEDRO Y PABLO

tura rusa. "La literatura -escribe- es una de las manifestaciones


de la vida de las personas, es el espejo de la sociedad. Con la educa-
ción, con la civilización, nuevas ideas aparecen, las cuales requieren
definición y designación en ruso, para que puedan ser compren-
sibles para el pueblo. El pueblo no puede expresarlas en las presentes
circunstancias, porque la civilización no surge de éste, sino de arriba.
El único grupo social que puede expresarlas es el que ha aceptado
la civilización con anterioridad al pueblo, es decir, la clase superior
de la sociedad, la clase ya educada para poder aceptar estas ideas.
¿Quién formula las nuevas ideas en forma tal que el pueblo pueda
comprenderlas? ¡Quién más sino aquellos que crean la literatura!" 23
En esta forma una gran misión social pesa sobre los hombros de los
literatos rusos, y este es otro motivo -explica Dostoievski- por el
que ha sido conducido a la desesperación por los estragos que pro-
duce la censura.
La actitud condescendiente expresada aquí hacia "el pueblo" era
muy común en los años cuarenta del siglo pasado, incluso entre
los rusos occidentalistas que se preocupaban más por abolir la mani-
fiesta injusticia de la servidumbre. El notable crítico, V. G. Belinski,
quien era el dirigente espiritual de los rusos occidentalistas. y había
favorecido la carrera literaria de Dostoievski al elogiar Pobres gen-
tes, era totalmente implacable en sus sarcasmos por el estado de re-
traso e ignorancia del campesinado. En ese periodo eran sólo los
eslavófilos quienes encontraban virtudes en la vida y en las costum-
bres del pueblo ruso ; pero la eslavofilia era rechazada totalmente por
los rusos occidentalistas, y las opiniones eslavófilas acerca del pueblo
difícilmente recibían una seria consideración. Dostoievski compartía
en forma total esta combinación de arrogante magnanimidad en lo
abstracto y de desdén en lo concreto, la cual caracterizaba a los rusos
occidentales en su relación con el pueblo -actitud que cambió sólo
ligeramente al final de la década 1840-1849, por el impacto de la
creciente influencia eslavófila. Pueden ser encontradas huellas de
ésta en las opiniones de Dostoievski; pero la mutación decisiva no
ocurrió hasta que se encontró cara a cara con el pueblo en Siberia y
se vio obligado a darse cuenta de que todas sus ideas previas acerca
de éste habían estado lam entablemente equivocadas.*
23 Belchikov, opus cit., pp. 103-104.
* En este contexto es di gn o d e ci tarse otro p asaj e d e la " Acla ración" de Dosto ie\'Ski:
LISTO, INDEPENDIENTE, ASTUTO Y TERCO 71

De cualquier manera, si Dostoievski iba a modificar drásticamente


su actitud sobre la gente, lo que afirma acerca del papel que le corres-
ponde a la literatura rusa permanecerá en gran parte inmutable. Siem-
pre había objetado los intentos de convertir la literatura en un ins-
trumento de propaganda social, en detrimento de su función como
arte, pero eso no significa que le negara una importante función social.
Todo lo contrario, él consideraba la literatura como un vehículo para
ilustrar a Rusia, como el medio por el cual se le daban características
rusas a las nuevas ideas y ' a los ideales de civilización y se hacían
accesibles a la sociedad en general. Incluso después, cuando Dos-
toievski empezó a percibir que la "civilización" europea podía pro-
vocar también efectos negativos y destructivos, su atención como
escritor siempre permaneció enfocada en el impacto de las ideas euro-
peas sobre Rusia. Para él, la tarea de la literatura rusa continuaría
siendo la de informar a la sociedad rusa del efecto de las ideas euro-
peas sobre el alma nacional y sobre la manera peculiar en que las
ideas europeas contribuían a la formación de ciertas características
en la mentalidad rusa. Dostoievski permaneció ávidamente alerta
para descubrir las nuevas "características" en las que habían encarnado
dichas ideas -por supuesto, ya no porque quisiera ayudar a difundir
su influencia, sino más bien porque consideraba imperativo advertir
sobre sus peligros-.

Dostoievski sabía que el cargo más grave que se le había hecho era
que, en la reunión del 15 de abril en la casa de Petrashevski, había

"En conclusión -escribe-: recuerdo mi opinión, la que he repetido en diversas oca-


siones, de que todo lo que tiene algún valor en Rusia, empezando con Pedro el Grande,
invariablemente provino de arriba, del trono; en tanto que de abajo, hasta el mo-
mento presente, nada se ha manifestado, salvo obstinación e ignorancia. Esta opinión
inia es bien conocida por mis amistades." Belchikov, Protsesse, p . 101.
P . V. Annenkov confirma que tal punto de vista no era poco frecuente entre los
rusos occidentali stas. Escribe de la década 1840-1849: " La literatura y nuestras m entes
cultivadas h an renunciado hace mucho tiempo al concepto de que el p ueblo, como
entidad human a, esté destinado a vivir sin los d erechos de ciudadanía y a ser vir
solamente para Jos intereses de otros, pero no han renunciado al concepto d el pueblo
como masa bestial sin ninguna clase de ideas y sin tener jamás un pensamiento en su
cerebro." P. V. Annenkov, The Extraordinary Decade, compilado por Arthur P. Men-
del, traducido al inglés por Irwin R. Titunik (Ann Arbor, 1968), p. 134.
72 ' LA FORTALEZA DE PEDRO Y PABLO

leído en voz alta el intercambio de correspondencia entre Gógol y


Belinski, provocado por los Trozos escogidos de la correspondencia
con mis amigos, de Gógol. Esta obra había causado un escánda-
lo ·gigantesco, principalmente porque Gógol había tomado a su
cargo la tarea de defender todas las existentes estructuras sociopo-
líticas, como. si fueran entregadas por Dios y sagradas, incluyendo la
institución de la servidumbre. Para empeorar la situación, el libro
estaba escrito en un estilo sofocante de zalamera humildad, el que
incluso algunos de los más íntimos amigos de Gógol encontraban re-
pelente -un estilo, además, en total desacuerdo 'con la presuntuosa
arrogancia desplegada por el autor cuando repartía a diestra y siniestra
consejos gratuitos sobre la mejor manera de dirigir sus vidas a quie-
nes sostenían con él correspondencia.
Nadie estaba más agraviado e indignado que Belinski, cuyos artícu-
los críticos habían elevado a las Almas muertas de Gógol a la cate-
goría de texto canónico, que encarnaba los ideales de los rusos occi-
dentalistas progresistas al atacar los abusos de la sociedad rusa. La
opinión negativa de Belinski condujo a un intercambio de corres-
pondencia que culminó en su famosa Carta a Gógol -un estallido
de ira al rojo vivo en contra de quien, según Belinski consideraba,
era un traidor a la causa de la humanidad. La carta de Belinski no
sólo denunciaba acremente y demolía a Gógol; contenía igual vio-
lencia en contra de instituciones como el trono, el Estado y la Iglesia,
a las que el antiguo autor de sátiras había tomado bajo su protec-
ción. Por supuesto, la carta circuló únicamente mediante copias
manuscritas, una de las cuales le fue enviada a Dostoievski desde
Moscú por un íntimo amigo, el joven poeta Aleksei Pleshcheev. Dos-
toievski, imprudentemente, la leyó en voz alta en el círculo Palm-
Durov, y volvió a hacerlo en el de Petrashevski. Lo que es peor, al
prestársela a otros que deseaban hacer copias, tomó parte activa en
su diseminación. Es muy probable que el grupo de Speshnev intentara
imprimir la Carta de Belinski en una prensa manual que acababan
de lograr armar en la época de los arrestos.
Dostoievski trata de evitar los efectos incriminadores de la lectura
de la correspondencia, incluyendo la de la Carta de Belinski, con
un argumento ingenioso, pero poco convincente: "Sí, leí el artículo,
pero ¿puede quienquiera que me haya denunciado decir con cuál de
LISTO, INDEPENDIENTE, ASTUTO Y TERCO 73.

los correspondientes era yo parcial?" 24 Dostoievski afirmó que, en


vista de que él había leído el intercambio de correspondencia en una
forma totalmente neutral, era imposible distinguir a cuál bando apro-
baba o recha,zaba. Sin embargo, él sabía que esta forma de defensa
no era muy persuasiva, especialmente en vista de que la Carta de
Belinski había sido acogida con gran entusiasmo por . el público.
Tampoco esta supuesta neutralidad explicaba por qué se había en-
cargado de leer la correspondencia. Para responder a esta pregunta,
la que creaba ipso facto la presunción de participación en actividades
ilegales, Dostoievski bosqueja un cuadro de sus relaciones personales
con Belinski, como una forma de justificar su interés en la explo-
siva carta.
Dostoievski y Belinski habían tenido verdaderamente una amistad
muy estrecha durante un año y medio, desde final de la primavera
de 1845 hasta el invierno de 1846-1847. El influyente crítico había
tomado bajo su protección al joven y talentoso escritor. Dostoievski,
durante un breve periodo, se había convertido en miembro de un
grupo selecto de amigos de Belinski, conocido como "la pléyade de
Belinski". Pero las relaciones comenzaron a enfriarse cuando Belinski
empezó a criticar duramente el giro que había tomado la obra de
Dostoievski después de Pobres gentes. "En el mundo literario -es-
cribe Dostoievski- muchos conocen mis disputas y el rompimiento
final con Belinski." Hubiera sido fácil para Dostoievski aprovecharse
de esta ampliamente conocida disputa con el radical más notorio de
la época, y fingir una desavenencia con Belinski mayor de la que
realmente sentía; pero, o bien era incapaz de cometer esa perfidia, o
no deseó llevarlo a cabo. En vez de hacerlo, garantizó a la Comisión
que Belinski era "muy humano, el mejor de los hombres", e implícita-
mente atribuyó el rompimiento de su relación a la fatal enfermedad
del crítico: "Pero la enfermedad que lo llevó a la tumba también
destruyó lo humano en él. Amargó y endureció su alma, inundó su
corazón con hiel. Su trastornada y torcida imaginación agrandaba
todo hasta colosales proporciones [ ... ]. Tales debilidades y defectos
aparecieron de súbito en él. No había ninguna huella de ellos cuando
estuvo saludable." 25 Puede uno imaginarse fácilmente a Dostoievski
consolándose a sí mismo con esta versión de su ruptura con Belinski,
24 Annenkov, opus cit., p. 134.
25 !bid., p. 105.
74 LA FORTALEZA DE PEDRO Y PABLO

y atribuyendo el hiriente rechazo de sus últimas obras de los años


cuarenta a una distorsión de juicio producido por el padecimiento
de Belinski. De todas formas, Dostoievski explica su altercado con
Belinski como si se basara sólo en motivos literarios, negándose a co-
mentar los serios desacuerdos ideológicos que también hubo entre
ellos. Siendo un progresista moral-religioso influido por el socialismo
utópico francés, Dostoievski consideraba que su idealismo social era
una versión moderna de los mensajes cristianos de amor fraternal, y
tercamente se negaba a ser convertido al ateísmo preconizado por
Belinski, en los últimos años del decenio 1840-1849, después de haber
tomado contacto con el pensamiento hegeliano de izquierda. No obs-
tante, no es muy factible que los debates que sostenían los dos con
respecto a la inmortalidad del alma, o sobre si Cristo había sido el
primer agitador social del mundo moderno, hubieran conducido a
una hostilidad personal. Tanto Petrashevski como Nikolai Speshnev
eran ateos inquebrantables que no ocultaban sus convicciones, y tales
puntos de vista no impedían que Dostoievski continuara mantenien-
do buenas -y en el caso de Speshnev muy estrechas- relaciones con
ellos. El rompimiento con Belinski quizás fue motivado por las razo-
nes que, afectándole más íntimamente como escritor, Dostoievski dio
a la Comisión.
"Lo critiqué por esforzarse en dar a la literatura una significación
parcial indigna de ésta -escribe-. Pretendía degradarla a la descrip-
ción, si uno puede expresarlo así, solamente de acontecimientos pe-
riodísticos o de sucesos escandalosos [el subrayado está en el texto J.
Yo objeté específicamente que no se atrae a nadie con malhumor, sino
que sólo se fastidia por completo a todos cuando se agarra a cual-
quiera que pasa por la calle, cuando se importuna a cada transeúnte
sermoneándolo enérgicamente para hacerle entrar en razón. Belinski
se enojó conmigo. Finalmente la frialdad se convirtió en seria dispu-
ta, por lo que no nos volvimos a ver durante el último año de su
vida." 26 En efecto, en sus últimos años, Belinski había expresado
una marcada preferencia por una literatura que fuera didáctica para
la sociedad, y tenía tendencia a restar importancia al arte por el arte
mismo (aun cuando no llegaban a los extremos que las palabras de
Dostoievski señalarían). Sin embargo, la "Aclaración" tal vez infor-

26 Annenkov, op. cit., p. 105.


LISTO, INDEPENDIENTE, ASTUTO Y TERCO 75

ma con bastante precisión lo que el amor propio herido del joven


escritor lo obligó a decir al calor de la discusión.
Tal versión de los hechos permite a Dostoievski explicar, más o
menos persuasivamente, por qué había tenido interés en la Carta
a Gógol de Belinski, totalmente aparte de su contenido sociopolítico:
"Desde hacía mucho tiempo había deseado leer la carta. Creo que esa
correspondencia es verdaderamente un notable documento literario.
Y Belinski y Gógol son figuras muy notables; su relación es muy
interesante, en especial para mí, por tener familiaridad con Belinski
[... J. Leí la obra de principio a fin nada más ni nada menos que
como un documento de la literatura, firmemente convencido de que
no podía hacer caer en tentación a nadie, aunque no carece de cierto
valor literario. En lo que a mí concierne, no estoy de acuerdo con
una so~a de las exageraciones que contiene" (el subrayado es mío). 27
Esta denegación poco convincente es lo más que Dostoievski pudo
hacer para ocultar su fundamental aquiescencia con el contundente
ataque de Belinski. Tampoco su esfuerzo final para exonerarse de
culpa fue más enérgico. En vista de que su disputa con Be:inski era
un hecho bien conocido, pregunta a sus jueces por qué suponen que
él leyó la Carta a Gógol con aprobación. Sus jueces bien podían ha·
ber replicado que su riña con Belinski, como él mismo insistía, había
sido solamente sobre literatura, mientras que La carta era manifiesta-
mente un documento sociopolítico. Sin duda percatándose de la in-
verosimilitud de sus palabras, la cual difícilmente podría pasar des-
apercibida, en este punto Dostoievski hace su primera y única
concesión a los peligros de la situación y expresa arrepentimiento por
su falta de prudencia: "Hasta ahora he comprendido que cometí un
error y que no debí de haber leído la carta en voz alta; pero entonces
no me di cuenta de ello, e incluso no pude sospechar el por qué
podría ser culpado. No sospeché que había cometido un delito." 28

Para concluir su "Aclaración", Dostoievski retorna al tema de su


relación con Petrashevski y con las ideas de éste. Repite mucho de lo
27 Annenkov, opus cit., pp. 105-106.
2s I/Jid.,p. 106.
76 LA FORTALEZA DE PEDRO Y PABLO

que ya ha dicho acerca de la falta de unidad en el círculo. Mientras


acepta que sabe que Petrashevski es un admirador de Fourier, niega
que tuviera conocimiento de si aquél deseaba hacer propaganda a
las ideas de Fourier. Cuando la Comisión le preguntó si Petrashevski
había hecho muchos discípulos, particularmente entre los miembros
del círculo que eran maestros en varias instituciones académicas de
Petersburgo, Dostoievski respondió: "No sabía absolutamente nada
de los secretos de Petrashevski." 29
· Dostoievski, no obstante, no queda contento con esta negativa. De-
seando demostrar que Petrashevski no podía haber causado ningún
daño, procede a hablar del fourierismo en general en honor de la
Comisión. En primer lugar, explica, el fourierismo "es un sistema pa-
cífico. Cautiva el alma por su belleza, seduce al corazón el amor a
la humanidad que inspiró a Fourier cuando creó su sistema, y sorpren-
de a la mente con su severidad. En este sistema no existe el odio".
Además, agrega Dostoievski: "El fourierismo no propone refÓrmas po-
líticas, sino sólo económicas. No viola los derechos del gobierno o
de la propiedad. En una de las sesiones más recientes de la Cámara
de Diputados [en Francia], Víctor Considérant, el representante üe
los fourieristas, repudió solemnemente cualquier intento para destruir
la familia." 30 Muy inesperada es la glorificación lírica que aquí hace
Dostoievski de la " b elleza" del fourierismo. Esto demuestra cuán po-
derosamente atrae a su sensibilidad la utópica visión de una huma-
nidad armoniosa, pacífica y feliz. Este espejismo de una Edad de
Oro de justicia social -inspirada por amor al género humano y
obtenida por medios pacíficos, en lugar de por el odio y la violencia-
siempre iba a permanecer como el ideal social de Dostoievski. Poste-
riormente resultaría la base del "socialismo ruso", el cual, él creía,
transformaría la sociedad simplemente mediante los impulsos morales
y cristianos del espíritu ruso.
De hecho, se pueden distinguir en embrión muchos de los elemen-
tos de esta doctrina, que ya empezaban a tomar forma en las reflexio-
nes de Dostoievski acerca del socialismo, particularmente en su in-
sistencia en las diferencias entre la situación de Europa y la de
Rusia, puesto que, a pesar de la cálida alabanza para el fourierismo,
añade de inmediato que: "Sin duda, este sistema es dañino, en primer
29 Annenkov, opus cit., p. 109.
ao !b id., pp. 110-111.
LISTO, INDEPENDIENTE, ASTUTO Y TERCO 77

lugar, por el hecho de ser un sistema. En segundo lugar, sin importar


cuán bello sea, es de todas maneras una utopía de las más irreali-
zables." Dostoievski afirma que el fourierismo ya es completamente
obsoleto, ridiculizado e impopular incluso en Europa. Sus defen-
sores en ésta no comprenden que "son cadáveres vivientes y nada
más". Pero "en esta época, en Europa, en Francia, cada sistema, cada
teoría es . perjudicial para la sociedad, ya que en su desesperación el
hambriento proletariado se aferra a cualquier recurso, y de cualquier
recurso está presto a hacer una bandera. Allá la situación actual es
peligrosa; el hambre acecha en las calles". Por lo tanto, el socialismo
europeo es considerado por Dostoievski como un intento artificial
("un sistema") para enfrentarse con el amenazante problema occi-
dental de un proletariado muerto de hambre. Puede ponerse en duda
si él realmente cree que sea tan "dañino" como pretende. Lo que sí es
importante es su diagnóstico de la crítica situación de las doctrinas
socialistas. Una vez más, como lo había hecho al hablar del republi-
canismo, Dostoievski establece un marcado contraste entre la situa-
ción de Europa y la de Rusia. "En lo que nos concierne a nosotros,
en Rusia, en Petersburgo -escribe-, uno tiene sólo que dar veinte
pasos en la calle para convencerse de que el fourierísmo en nuestra
tierra puede existir únicamente en las páginas de un libro intenso, o
en un alma tierna, bondadosa y soñadora; pero no en forma distinta
de la de un idilio o de un poema idílico con veinticuatro estrofas
rimadas." Dostoievski insiste en que la idea de aplicar el fourierismo
a Rusia es simplemente cómica, no algo que debe ser tomado seria-
mente. Le garantiza a la Comisión que Petrashevski es demasiado in-
teligente para haber pensado jamás en tal extravagancia. "El fourie-
rismo, y junto con él cada sistema occidental, es tan inadecuado para
nuestro térruño, tan inadecuado para nuestras condiciones, tan extraño
al carácter de nuestra nación -en tanto que, por otra parte, es en
gran medida el producto de la situación que priva en occidente, en
donde el problema proletario está siendo resuelto a toda costa-, que
el fourierismo, con su incesante apremio, en la época actual, entre no-
sotros que car ecemos de proletariado, sería para morirse de risa." 31
Esas palabras, emitidas en tal contexto con la intención de que
fueran aceptadas, serían por supuesto sospechosas si no poseyéramos

31 Annenkov, opus cit., pp. 111-112.


78 LA FORTALEZA DE PEDRO Y PABLO

información adicional sobre las opiniones de Dostoievski. Pero lo que


escribe corresponde exactamente a las palabras que ha expresado li-
bremente en el círculo Palm-Durov. Según Alexander Milyukov,
aunque Dostoievski aceptaba que las teorías de los socialistas tenían
un propósito noble, las consideraba sólo fantasías admirables. "In-
sistía especialmente -nos informa Milyukov- en que todas estas
teorías no tienen sentido para nosotros, que debemos localizar las
fuentes de la evolución de la sociedad rusa no en las enseñanzas de
los socialistas occidentales, sino en la vida y en la secular estructura
histórica de nuestro pueb'.o, donde en la obshchina [comuna aldeana],
en la artel [cooperativa de trabajadores] y en la krugovaya poruka
[responsabilidad impositiva mutua], han existido desde hace tiempo
bases más sólidas y normales que en todos los sueños de Saint-Simon
y su escuela." 32 Aun cuando tal vez las ideas de Dostoievski no tu-
vieran aún la precisión que les dio medio siglo después en sus
memorias Milyukov, parece plausible que Dostoievski ya había em-
pezado a ser atraído por una específica solución "rusa" a los problemas
planteados por el socialismo europeo. Más aún porque, como puede
observarse en su referencia indirecta al "incesante apremio", jamás
había quedado persuadido de que las utópicas comunidades socialistas
fueran capaces de garantizar la libertad de la personalidad individual.
También es digno de observarse que él ya había encontrado el
tono con el cual posteriormente describiría a los socialistas utópicos:
eran "para morirse de risa". Nunca los describiría, salvo de esa manera
satírica y paródica.
Dostoievski finiquita su "Aclaración" con algunas observaciones
acerca de sus compañeros de cautiverio, y al hacerlo adopta una tác-
tica que usa durante todos los interrogatorios: la táctica de atribuir
su conducta culpable a algún defecto de carácter. "Desde hace tiempo
he abrigado la opinión -explica confidencialmente- de que Petra-
shevski está infectado con algún tipo de egoísmo. Fue su amor propio
el que lo movió a invitar a las. personas a sus viernes, y por ese mismo
egoísmo no lo aburrieron tremendamente. Debido al egoísmo poseía
muchos libros, y se deleitaba, así parece, haciendo saber a las perso-
nas que contaba con libros difíciles de conseguir." 33 De esta manera

32 DVS, v. 1: p. 185.
33 Belchikov: Protsesse, p. 112.
LISTO, INDEPENDIENTE, ASTUTO Y TERCO 79

-anticipando el punto de vista que, muchos años más tarde, atri-


buiría al narrador de Los endemoniados-, Dostoievski trata de re-
bajar las actividades sociopolíticas de Petrashevski, atribuyéndolas
únicamente a motivos personales: exhibicionismo egoísta, vanidad o
inmaduras baladronadas. Aunque denigrante, tal análisis psicológi-
co es también, obviamente, un método para proteger a las personas
implicadas, ya que las fallas de carácter son susceptibles de co-
rrección y mejoramiento, y serían consideradas mucho menos serias
que un probo compromiso con ideales revolucionarios.

Durante el mes de junio llamaron a Dostoievski cuatro veces más


para interrogarlo, y también le entregaron una lista adicional de
preguntas para que las contestara por escrito. Existe sólo otro docu-
mento de importancia, y es la relación de sus respuestas, que in-
cluye correcciones y consideraciones posteriores que agregó en los
márgenes. Para entonces la Comisión de Investigaciones había reali-
zado progresos considerables: había aprendido mucho de lo aconte-
cido en el círculo de Petrashevski, había descubierto la existencia del
grupo Palm-Durov y se había enterado del plan discutido en éste
para litografiar textos prohibidos y hacerlos circular en forma ilegal.
Por lo tanto, Dostoievski tenía que caminar muy cuidadosamente por
la senda de sus respuestas para evitar caer en trampas demasiado
peligrosas..
Podemos observarlo tratando de no ser atrapado con una rotunda
mentira, o pareciendo retener información que estaba en su poder, y,
al mismo tiempo, evitando toda afirmación que pudiera ser nociva
para él mismo o para otros.
Varias preguntas formuladas en este segundo documento implican
la sospecha de la existencia de una conspiración revolucionaria orga-
nizada. Dostoievski estaba particularmente en guardia ante éstas. Negó
que el amigo de su juventud, Golovinski, hubiera abogado por una
revolución para obtener la liberación de los siervos, o que hubiese
concebido una "dictadura revolucionaria" para gobernar durante el
periodo de desorden y transición al nuevo gobierno. En igual forma
negó haber escuchado jamás a Petrashevski albergar la idea de una
80 LA FORTALEZA DE PEDRO Y PABLO

revolución. Recalcó que, si dicha insurrección hubiera sido realmente


planeada, dífícilmente habría sido discutida en forma abierta en las
reuniones. Aquí · tenemos a Dostoievski, el clandestino conspirador,
entregándole fur~ivamente a la Comisión los frutos de su experien-
cia ... , ¡seguramente con una desdeñosa sonrisa interna por su inep-
titud! Sus respuestas a las preguntas que le formularon fueron
siempre evasivas, o bien consistieron en elaboradas circunlocuciones
planeadas para hacer completamente confuso el tema. No provoca
asombro que el genéral Rostovtsev comentara que, como testigo,
Dostoievski había sido "listo, independiente, astuto y terco". 34
El interrogatorio final de todos los acusados se llevó a cabo ante
el tribunal mixto, militar y civil, nombrado para dictar sentencia a
los procesados. Cada uno fue llevado ante la presencia del tribunal;
le informaban que iba a ser juzgado de conformidad con la ley mili-
tar (muého más severa que el código civil) y le pedían que presentara
por escrito lo que deseara agregar a su testimonio. Algunos petrashev-
kistas aprovecharon esta oportunidad para suplicar, de manera hu-
millante, la misericordia de las autoridades. Para citar sólo un ejem-
plo, D. D. Ajsharumov escribió: "Me arrepiento de todo y pido
perdón. Escribo esto, no porque desee ser eximido del castigo que
merezco, sino por remordimientos y con un corazón puro. Porque me
siento gravemente culpable hacia ti como mi soberano, considero mi
deber como cristiano y como súbdito tuyo, .implorar perdón. Perdóna-
me, mi Señor, si es posible, por mis remordimientos y en recuerdo
del servicio de mi padre." 35
Sin embargo, Dostoievski mantuvo su reserva y su dignidad hasta
el final, y respondió con un estilo muy diferente: "No puedo agre-
gar nada nuevo a mi defensa -dice-, salvo tal vez esto: que jamás
actué con intención maligna y premeditada en contra del gobierno.
Lo que hice fue hecho irreflexivamente, y casi todo en forma
accidental; como, por ejemplo, la lectura de la carta de Belinski." 36
Estas palabras no dan la impresión de una apología y sí de un au-
torreproche por haberse expuesto tan descuidadamente. Tampoco se
estaba humillando en exceso al afirmar que jamás había actuado

Belchikov, opus cit., p. 86.


34
Petrashevtsy, compilado por P. S. Shchegolev, 3 volúmenes
35 (Moscú-Leningrado,
1926-1928), v. 3: p. 164.
36 Belchikov: Protsesse, p. 176.
LISTO, INDEPENDIENTE, ASTUTO Y TERCO 81

con maligna intención "en contra del gobierno" . No era el gobierno


de Nicolás 1 lo que aborrecía, sino la horrenda institución de la
servidumbre, la cual detestaba con odio implacable y personal, origi-
nado por su sentimiento de culpa debido al asesinato de su padre por
los campesinos de la finca Dostoievski. *

" Para información suplementaria véase el primer tomo de esta obra: Dostoievski.
Las semillas de la rebelión, 1821-1849, Fondo de Cultura Económica, México, 1984
(pp. 116-122). Mi opinión está de acuerdo con la de Sigmund Freud, al suponer que
Dostoievski tenía un sentimiento de culpa y complicidad por el asesinato de su padre (si
su padre fue realmente asesinado, pues existen en la actualidad algunos motivos para
dudarlo; pero Dostoievski creía que lo había sido). No obstante, yo atribuyo este senti-
miento de culpa, no al complejo de Edipo, sino más bien a una experiencia: en los
pocos años que precedieron a la muerte de su padre, supuestamente a manos de sus
campesinos, Dostoievski le hizo demandas excesivas de fondos adicionales.
V. EL INCIDENTE EN LA PLAZA SEMENOVSKI

LA COMISIÓN DE INVESTIGACIONES del círculo Petrashevski terminó su


labor el 17 de septiembre de 1848, y envió el informe de sus hallaz-
gos al Ministro de Guerra para que los transmitiera al zar. El informe
concluía que, a pesar de que las reuniones en la casa de Petrashevski
"eran notables en general por un espíritu de oposición al gobierno y
por un deseo de alterar el orden existente de las cosas'', no habían
mostrado "unidad de acción ni un objetivo común" y no perte-
necían "a la categoría de una sociedad secreta"; tampoco existían
pruebas de que hubieran tenido "ninguna clase de relación fuera de
Rusia" .1 A pesar de este tranquilizador veredicto, la Comisión de-
terminó que veintiocho de los detenidos eran culpables de acciones
criminales.
Para dictar sentencia a aquellos que habían cometido crímenes (su
número se redujo muy pronto a veintitrés, como resultado de varias
órdenes especiales y exenciones), Nicolás tomó la poco usual medida
de nombrar un tribunal mixto, militar y civil, el 25 de septiembre, y
le dio instrucciones de juzgar a los acusados conforme a la ley militar.
La decisión de este tribunal, entregada el 16 de noviembre, conde-
naba a quince de los procesados, incluyendo a Dostoievski, a ser eje-
cutados por un pelotón de fusilamiento. Otros recibieron sentencias
menores, desd~ trabajos forzados hasta el exilio, y el tribunal ordenó
que uno fuera liberado bajo severa sospecha y secreta vigilancia.
Este veredicto fue enviado para su revisión al más alto tribunal mi-
litar, la Auditoría General -otra vez una disposición sin precedente
legal-. Esto suscitó numerosos rumores que circularon en Peters-
burgo a pesar de que el caso estaba siendo conducido con el secreto
más estricto. Se decía que el tribunal militar y civil había recomen-
dado que todos los prisioneros fueran puestos en libertad por falta
de pruebas, pero que Nicolás había enviado el caso a la Auditoría

1 V. l. Semevski: "Sledtsvie i Sud po Delu Petrashevtsev", Russkie Zapiski, pp. 9-11


(1916), v. 11: p. 26.

82
EL INCIDENTE EN LA PLAZA SEMENOVSKI 83

General para asegurar el castigo. Sin embargo, las actas del proceso
no confirman esta versión.
No obstante, la Auditoría General declaró que se había cometido
un error judicial, y emitió un veredicto más severo que el del tri-
bunal militar y civil. Señaló que, conforme a la ley usada por las
cortes marciales en campaña, no se podía hacer distinción entre gra-
dos de culpabilidad. Todos los prisioneros deberían ser igualmente
condenados a la muerte por ejecución. El expediente de Dostoievski
fue también ligeramente revisado por el tribunal superior. Origi-
nalmente había sido sentenciado por haber leído en voz alta y hecho
circular La Carta de Belinski, y también por no haber denunciado a
las autoridades otra obra subversiva: Una conversación de un soldado,
de N. P. Grigoriev. Se añadió a la acusación un tercer cargo: haber
"tomado parte en deliberaciones sobre la impresión y distribución de
obras en contra del gobierno, usando litografía casera". 2
U na vez que había hecho valer el pleno rigor de la ley, la Audito-
ría General pidió al zar que mostrara clemencia por varias razones:
el arrepentimiento de algunos, la confesión voluntaria de otros (quie-
nes habían colaborado en la labor de la Comisión), la juventud de la
mayoría de los prisioneros, y el fracaso de sus criminales intenciones,
las que habían sido cortadas de raíz para evitar cualesquiera circuns-
tancias nocivas. En vez de la pena capital se adjuntó una lista de
sentencias menores y le fue remitida al zar, para su escrutinio y
aprobación, el 11 de diciembre. El zar aceptó la petición de miseri-
cordia. Era bien sabido que Nicolás disfrutaba desempeñando el papel
de un gobernante todo poderoso pero clemente. El senador Lebedev
hizo una anotación confidencial en su diario, manifestando la opinión
de que la Auditoría General probablemente había incrementado la
severidad de las sentencias recomendadas, con el objeto de permitirle
a Nicolás que mostrara su indulgencia con más amplitud. 3 No obstan-
te, no tuvo clemencia para Petrashevski, cuya sentencia -exilio y
trabajos forzados de por vida en las minas- fue simplemente con-
firmada. A la mayoría de los otros (mas no a todos), Nicolás fijó
la duración de las sentencias y suavizó las condiciones de éstas.

2 F. M. Dostoevski: Polnoe Sobranie Sochinenii. Edición cuidada y anotada por G. M.


Friedlender y otros, 30 volúmenes (Leningrado, 1972· ) v. 11: pp. 189-190. Citado en
adelante como PSS.
3 Semevski: " Sledtsvie i Sud", Russkie Zapiski, v. 11: p. 31.
84 LA FORTALEZA DE PEDRO Y PABLO

Dostoievski, condenado inicialmente a ocho años de trabajos for-


zados, vio reducido este periodo a cuatro años, después de los cuales
tendría que servir en el ejército ruso durante tiempo indeterminado.
Sabemos, debido a su propia afirmación, que Dostoievski consideró
esta última disposición como una exención especial otorgada en su
favor personalmente por el zar (a pesar de que la misma sentencia
le fue impuesta a Sergei Durov). Un reo condenado a trabajos forza-
dos perdía todos sus derechos civiles y no los recuperaba ni aun
después de haber cumplido la sentencia; pero los derechos civiles
de Dostoievski automáticamente serían restablecidos por el servicio
militar. Dostoievski creía que era la primera ocasión que a un con-
victo se le había permitido recuperar sus derechos civiles "y (eso)
ocurrió por voluntad del emperador Nicolás I, quien tuvo pie-
dad por la juventud y talento (de Dostoievski)". 4 Sea justificada o
no, esta convicción sin embargo ayuda a explicar algunas de las pos-
teriores declaraciones favorables de Dostoievski con respecto de Ni-
colás, las que los comentaristas han encontrado por lo general
desconcertantes, o las han atribuido a una tendencia enfermiza a so-
meterse de manera masoquista a la autoridad.
El 21 de diciembre se dictaron las disposiciones finales del caso,
y por órdenes de Nicolás I, se envió a las autoridades militares un
paquete con instrucciones relacionadas con el procedimiento que de-
bería seguirse al anunciar las sentencias. La ley exigía que se efectuara
una fingida ejecución cuando, como en este caso, una sentencia de
muerte se había conmutado debido a un acto de imperial clemencia;
pero esta ceremonia, en la mayoría de los casos, era sólo una for-
malidad ritual. No obstante, en esta ocasión, el zar dio instrucciones
explícitas de que se informara a los prisioneros que sus vidas ha-
bían sido perdonadas solamente después de que se hubieran com-
pletado todos los preparativos para el fusilamiento. Esta vez Nico-
lás preparó cuidadosamente el escenario para producir el máximo
efecto sobre las confiadas víctimas de su regia solicitud. De esta
manera, Dostoievski experimentó una extraordinaria aventura emo-
cional: creyó que se encontraba a unos cuantos segundos de una
muerte segura, y después resucitó milagrosamente de la tumba.

4 Miller: B iografiya, p. 115.


EL INCIDENTE EN LA PLAZA SEMENOVSKI 85

Una vez que los interrogatorios terminaron, en el mes de octubre, los


prisioneros no supieron nada de las deliberaciones relacionadas con
su caso. Mientras los aburridos días pasaban con silenciosa monotonía,
Dostoievski fue más afortunado que la mayoría, ya que pudo em-
plear su tiempo en forma útil. "Llevo ya encarcelado ocho meses
-escribe D. D. Ajsharumov en sus memorias-. El hastío y la de-
presión me aplastan. No me entretengo con nada; ya no puedo hacer
ningú n esfuerzo. He cesado de hablar conmigo mismo. Camino más o
menos mecánicamente por la celda, o permanezco apáticamente acos-
tado en mi catre." 5 La mañana del 22 de diciembre se percató de
ruidos y agitación desacostumbrados en los habitualmente silenciosos
corredores de la fortaleza, cuya quietud sepulcral sólo había sido
rota por el repicar de las campanas de la iglesia. Asomándose por la
ventana de su calabozo, observó una fila de carruajes que provenían
desde la dirección de la iglesia y se alineaban en el patio. Eran tantos
que parecía que la fila jamás terminaría. De súbito quedó aún más
sorprendido: vio que los carruajes eran rodeados por escuadrones de
policía montada. Ajsharumov pensó primero que podría tratarse
de un funeral. Pero ¿quién iba a ser sepultado en forma tan impresio-
nante, y por qué los carruajes estaban vacíos? Sólo entonces se le
ocurrió que todo ese misterioso bullicio y agitación podía tener
alguna relación con el caso Petrashevski, y que había logrado vivir
para contemplar el dí a en que el tedio de su encarcelamiento iba por
fin a ser mitigado.
Entretanto, también pudo escuchar en el interior de la prisión el
sonido de carceleros que caminaban ruidosamente y abrían las celdas.
Por fin le tocó su turno. Un oficial a quien conocía entró acompa-
ñado por varios ayudantes de la prisión. Le entregaron las ropas
que llevaba cuando fue arrestado -ropas primaverales, ligeras, ya que
las detenciones se habían llevado a cabo en abril-, y también unas
calcetas gruesas y abrigadoras. Se le dijo que se vistiera y que no
dejara de ponerse las calcetas porque en el exterior el aire estaba
helado. Recibió sólo respuestas evasivas a sus nerviosas preguntas. Le
ordenaron que se apresurara. Después de escoltarlo fuera del calabozo

5 D VS, v. 1: p. 223.
86 LA FORTALEZA DE PEDRO Y PABLO

y por el corredor hasta un pórtico exterior, lo introdujeron en un


carruaje cerrado, de dos asientos, que se había detenido rápidamente.
Para escoltarlo se sentó junto a él un soldado. Como no era posible
ver por la ventanilla cubierta de escarcha, rascó el cristal con las uñas
para aclarar la visión, cuando el carruaje empezó a moverse. Speshnev,
quien trató de hacer lo mismo en su carruaje, recibió la orden de desis-
tir de tal acción. Le indicaron que, de lo contrario, se lo impedirían por
la fuerza. El guardián de Ajsharumov, aunque menos cuidadoso en el
cumplimiento de sus deberes, permaneció sin embargo tercamente si-
lencioso y se negó a responder preguntas. Cuando Ajsharumov se atre-
vió a abrir la ventanilla y asomarse al exterior, uno de los guardias
montados se acercó al carruaje y le gritó a quien lo escoltaba que
la cerrara; su guardián se apresuró a obedecer. A partir de ese mo-
mento Ajsharurnov logró percibir confusos y distorsionados vislum-
bres de la ciudad que recién despertaba (era muy temprano), mien-
tras el carruaje rodaba por las calles.
No existe una relación de los sentimientos de Dostoievski durante
este enigmático viaje, aparentemente interminable, pero deben de
haber sido similares a los anotados por otros. El entusiasmo por la
partida y por todo lo que ésta podía augurar produjo un efecto re-
gocijante y vigorizador. Por lo menos rompió la aniquilante inercia
de los meses anteriores, y el exánime estupor causado por el prolon-
gado aislamiento. Este estado de ánimo de relativo optimismo no fue
perturbado por ningún recelo sobre el futuro. Todas las pruebas
indican que ninguno de los petrashevkistas imaginó que podían ser
condenados a muerte por cualesquiera "crímenes" que les pudieran
imputar las autoridades. En vista de que Dostoievski escribió pági-
nas inolvidables acerca del horror de un condenado a muerte que
está siendo conducido al sitio de la ejecución, uno tiene la tenta-
ción de suponer que él sufrió tal experiencia en esta ocasión. Sin
embargo, hasta donde sabernos, al igual que los demás, no tenía la
más leve sospecha de lo que le aguardaba. Incluso el cínico Speshnev,
qÜien había recomendado el 'USO del terror corno arma revoluciona-
ria, le dijo a Orest Miller que nunca cruzó por su mente la idea de
que era llevadq ante un pelotón de fusilarniento. 6
Ajsharurnov calculó que transcurrieron unos treinta minutos an-

6 Miller: Biografiya, p. 117.


EL INCIDENTE EN LA PLAZA SEMENOVSKI 87

tes de que el carruaje se detuviera y le ordenaran que se bajara de


él. "Al observar los alrededores, vi un lugar que me era conocido:
la Plaza Semenovski. Estaba cubierta con nieve recién caída, y ro-
deada por tropas que formaban un cuadrado. A lo lejos, en los lími-
tes de éste, permanecía mirándonos una multitud. Todo estaba
silencioso. Era la mañana de un claro día invernal. El sol, que acababa
de aparecer, parecía una esfera hermosa y brillante, resplandeciendo
en el horizonte a través de un velo denso de nubes." 7 La contempla-
ción del sol, que no había visto durante ocho meses, inundó a Ajsha-
rumov con una súbita sensación de intoxicante bienestar. Por unos
instantes se olvidó de donde estaba. Volvjó a la realidad cuando fue
rudamente tomado por el codo y empujado hacia adelante. Le indi-
caron adónde debería dirigirse. Hasta ese momento no se percató de
que estaba de pie sobre nieve espesa, y de que, vestido con sus ropas
ligeras, sentía un frío lacerante.
También hasta entonces no se dio cuenta de una construcción que
estaba un poco a su izquierda, y que había sido erigida a mitad de
la plaza: una estructura cuadrangular, de unos siete a nueve metros
de altura, recubierta con crespón negro, con una escalera colocada
en el suelo y que llegaba a la parte superior. Sin embargo, le interesó
más ver a sus antiguos camaradas apiñándose sobre la nieve e in-
tercambiando emocionados saludos después de su larga separación.
Al acercárseles, lo que le sorprendió fue el tremendo cambio que
había ocurrido en los rostros de los que conocía mejor: "Sus caras
estaban demacradas, exhaustas, pálidas, fatigadas. Varios tenían las
barbas sin cortar, al igual que los cabellos. Especialmente me impre-
sionó el semblante de Speshnev; siempre había destacado de los de-
más por su notable apostura, vigor y floreciente salud. Su buena
apariencia y su saludable aspecto se habían desvanecido; su cara, antes
redonda, se había alargado; era enfermiza, amarillo pálido, con des-
vaídas mejillas, ojos que parecían hundidos, con grandes círculos
azules en la parte inferior, enmarcada por largos cabellos y barba
demasiado abundante." 8
El gozoso momento de la reunión fue interrumpido muy rápida-
mente por la sonora voz de un general, quien llegó a caballo y les

7 DVS, v. 1: p. 226.
8 !bid., pp. 226-227.
88 LA FORTALEZA DE PEDRO Y PABLO

ordenó que permanecieran en silencio. Apareció después un funcio-


nario de la administración pública, documento en mano. Los prisio-
neros fueron alineados en el orden en que se mencionaban sus nom-
bres. Petrashevski y Speshnev eran los primeros en la lista. Un
sacerdote, que llevaba una cruz, sucedió al funcionario y les declaró
a los prisioneros convocados: "Hoy escucharán la justa decisión sobre
su caso. ¡Síganme!" 9 Precedió la procesión hacia el patíbulo, pero
no directamente, sino pasando antes enfrente de toda la tropa for-
mada. Varios petrashevkistas habían sido oficiales en los regimientos
de Petersburgo que estaban alineados en la plaza. El propósito de esta
maniobra era el de mostrar a los soldados la degradación de sus
desleales superiores. La conversación se reanudó mientras los pri-
sioneros tropezaban en la nieve. Les llamaron la atención unas esta-
cas grises que emergían del suelo a un lado del patíbulo. ¿Para
qué eran? ¿Los atarían a ellas y les dispararían? De seguro que no,
a pesar de que era imposible saber lo que podría ocurrir . . . Tal
vez todos serían enviados al presidio . .. Así eran los fragmentos de
conversación que escuchó Ajsharumov mientras era conducido el gru-
po hacia la escalera.

Una vez que ascendieron a la plataforma, los soldados que los acom-
pañaban los separaron y los hicieron formarse en dos filas a cada
lado del patíbulo. Dostoievski, de pie junto a N . A. Mombelli, otro
miembro del grupo secreto de Speshnev, en un estado de febril agi-
tación, rápida e incongruentemente, le explicó una síntesis de un
relato que había escrito en la cárcel (tal vez Un pequeño héroe). De
súbito la plaza retumbó con el sonido vigoroso y metálico de los
soldados al ponerse en posición de firmes. Ordenaron a los acusados
que se descubrieran la cabeza mientras les leían sus sentencias. La
mayoría titubeó en obedecer la orden, debido al cortante frío. Los
soldados que estaban a sus espaldas recibieron el mandato de arre-
batarles los sombreros. Otro funcionario administrativo, en uniforme
de gala, fue caminando por la fila, deteniéndose enfrente de cada
acusado y leyéndole la lista de los crímenes que se le imputaban y

9 DVS, v. l: pp. 226-227.


EL INCIDENTE EN LA PLAZA SEMENOVSKI 89

la pena que se le había impuesto. Según Ajsharumov, era imposible


entender lo que decía porque hablaba rápida y confusamente. No
obstante, durante la media hora, más o menos, que desempeñó su fun-
ción, una frase sonó y resonó como tañido de campana funeraria:
"El Tribunal de lo Criminal ha condenado a todos a morir ante el
pelotón de fusilamiento. El 19 de diciembre su Majestad el Empe-
rador escribió personalmente: 'Confirmado' ". 10
Cuando el significado de estas palabras empezaba a penetrar en
sus mentes, reapareció el sol de súbito, asomándose entre las nubes.
Dostoievski, volviéndose hacia Sergei Durov, le dijo: "No es posible
que vayamos a ser ejecutados." 11 En respuesta, Durov le señaló un
carro rústico que estaba al lado del patíbulo, en el cual estaban api-
lados, según creyó él, ataúdes cubiertos con una estera de paja (pos-
teriormente se supo que el carro contenía ropas de presidiario). A par-
tir de ese momento, según recuerda Dostoievski, quedó convencido
de que estaba condenado. En el futuro jamás pudo olvidar las pala-
bras pronunciadas con tanta seguridad: "ha condenado a todos a mo-
rir ante el pelotón de fusilamiento." Después de que terminó el
oficial entregaron a los prisioneros unas toscas blusas, blancas y lar-
gas, y gorros -sus mortajas funerarias-. Sus escoltas militares les
auxiliaron para ponérselas. El mismo sacerdote, ahora con una biblia
en la mano además de la cruz, se presentó en el patíbulo y les
dirigió la siguiente súplica: "¡Hermanos! Antes de morir uno debe
arrepentirse [ ... J. El Salvador perdona los pecados de los que se
arrepienten [ ... ]. Los llamo a confesión [ ... ]." 12
En 187 3 Dostoievski escribió que, aunque muchos de los petrashev-
kistas que escucharon este ruego podían haber estado preocupados por
faltas que deseaban confesar ("esas que todo hombre, durante su
vida oculta en su conciencia"), no sentían ningún remordimiento por
los actos que los habían conducido al desesperado apuro en el que
se hallaban. "Pero esas acciones por las cuales estábamos siendo con-
denados -escribe Dostoievski-, esos pensamientos, esas ideas que
guiaron a nuestras almas, nos parecían que no sólo no requerían
arrepentimiento, sino que incluso eran algo purificador, ¡un marti-

10 DVS, v. 1: p. 229.
11 Miller: Biografiya, p. 118.
12 DVS, v. 1: p. 229.
90 LA FORTALEZA DE PEDRO Y PABLO

rio por el cual mucho podía ser perdonado!" 13 Ajsharumov confirma


el testimonio de Dostoievski. Informa que ninguno de los petrashev-
kistas respondió al insistente llamamiento del sacerdote para que se
arrepintieran (lo cual, en ·esas circunstancias, significaba la renuncia-
ción a sus convicciones sociomorales, y no sólo a sus pecados como
individuos).
Sin embargo, finalmente Konstantin Timkovski dio un paso ade-
lante, murmuró unas cuantas palabras, besó la Biblia y regresó a
su lugar. (Timkovski era un hombre profundamente religioso, cuya
fe había sido debilitada por los "librepensadores" que había cono-
cido en la casa de Petrashevski, y previamente había dicho a la Co-
misión de Investigaciones que deploraba amargamente su apostasía.)
Dostoievski también recuerda que sólo una persona se separó de la
fila para confesarse, pero le comentó a Orest Miller que se trataba de
Pedro Shaposhnikov -el único prisionero que era un ciudadano co-
mún meshchanin, en tanto que todos los demás pertenecían a la
nobleza-. 14 Se sospecha que, con esto, Dostoievski daba una bella
pincelada simbólica a sus recuerdos, como hacía con frecuencia, para
retratar la fe innata e instintiva del hombre ruso común, que con-
trastaba con la de sus más ilustrados compatriotas. En todo caso,
la presencia del sacerdote le proporcionó a Dostoievski una prueba
adicional de que la sentencia de muerte sería llevada a cabo. Parecía
inconcebible que tal rito religioso fuera usado solamente como un
"elemento decorativo" .15
Pero si los petrashevkistas se negaron a tomar parte en un acto
público de contrición, no mostraron ninguna hostilidad al símbolo
sagrado de la fe cristiana, en la cual todos habían sido criados. Cuan-
do el sacerdote caminó por la fila y les acercó la cruz a los labios,
todos, de manera unánime -incluyendo a los ateos empedernidos,
como Petrashevski y Speshnev- la besaron. Con certeza Dostoievski
recordaba esos instantes cuando, en El idiota, describe a un conde-
nado que está siendo conducido a la guillotina: "En ese instante,
cuando el condenado parecía vencido por la debilidad, el clérigo,
con ademán rápido y silencioso, le colocó en los labios una pequeña
cruz patriarcal de plata. Repitió sin cesar este movimiento. Cada vez
13 DW, P· 152.
14 Miller: Biografiya, p. ll8.
15 !bid., pp. ll8-ll9.
EL INCIDENTE EN LA PLAZA SEMENOVSKI 91

que la cruz tocaba sus labios, el condenado abría los ojos, parecía
recuperar su vitalidad durante varios segundos, y encontraba la for-
taleza para mover los pies. Besaba con avidez el crucifijo. Se apresu-
raba a besarlo, como si ansiara, por si acaso, aferrarse a algo de
reserva. No obstante, es demasiado improbable que tuviera en ese
momento un sentimiento religioso consciente" (v. 8: p. 56). Esta úl-
tima frase quizás traslada los recuerdos del estado mental de Dos-
toievski: no se percataba de nada específicamente "religioso" en
sus sentimientos, pero besar la cruz lo ayudaba a soportar la dura
prueba y le proporcionaba el "alimento" espiritual que vagamente
percibía que podía necesitar.

Lo que después aconteció fue lo más aterrador: los tres primeros


hombres de una de las filas -Petrashevski, Mombelli y Grigoriev-
fueron sujetados por el brazo, bajados de la plataforma y amarrados
a las estacas que estaban a un lado de ésta. En una relación -la de
F. N. Lvov, que tiene la tendencia a glorificar a Petrashevski-, el
impenitente agitador supuestamente dijo con sarcasmo al ir de la
plataforma a las estacas: "Mombelli, levanta bien alto tus piernas;
de lo contrario irás con un resfriado al reino de los cielos." 16 Se
dio la orden de que a los tres hombres elegidos se les cubriera el
rostro con los gorros; pero Petrashevski, con actitud desafiante, se
echó para atrás el suyo y se quedó mirando con fijeza al pelotón de
fusilamiento que estaba apuntándole por orden de su oficial. Dos-
toievski se haliaba entre los siguientes tres en la fila de la que se
había elegido al primer grupo. No tenía duda alguna de que su tur-
no le llegaría en pocos momentos.
¿Qué estaba sintiendo en estos instantes? Muchos años después
le dijo a Orest Miller que "sentí solamente un terror místico. Un
pensamiento me dominaba: tal vez en cinco minutos me iré a otra
vida, a otra vida desconocida [ ... ]".17 Describe sus emociones con
más amplitud en el pasaje de El idiota, en el que el príncipe Mishkin

16 F. N. Lvov: "Zapiska o Dele Petrashevtsev", Literaturnoe Nasledstvo, núm. 63


(Moscú, 1956), p. 188.
11 Miller: Biografiya, p. 119.
LA FORTALEZA DE PEDRO Y PABLO

dice a las damas Epanchin lo que le escuchó a un hombre que creía


contar con sólo cinco minutos de vida antes de ser ejecutado:

Le pareció que en esos cinco minutos iba a vivir tan enorme cantidad
de existencias, que era inapropiado pensar en el último momento. Por
lo tanto, dividió el tiempo que aún le restaba de vida de la siguiente
manera~· dos minutos para despedirse de sus compañeros; dos minutos
para realizar, por última vez, una meditación interior; y los segundos
restantes para contemplar sus alrededores por vez postrera. Recordaba
con toda claridad haber realizado estos propósitos tal como lo ha-
bía calculado. Iba a morir a los veintisiete años [Dostoievski había
cumplido veintiocho años en 1849], lleno de salud y vigor. Recordaba
que, en el momento de decir adiós, hizo a uno de sus compañeros
una pregunta bastante indiferente, y que tuvo un vivo interés en la
respuesta. Después de despedirse inició el periodo de dos minutos
reservado para la meditación interior. Sabía de antemano en lo que
pensaría: deseaba enfocar su atención firmemente, y con tanta rapidez
y claridad como le fuera posible, en lo que iba a acontecer. En ese
instante existía y vivía; en tres minutos más algo ocurriría; alguien
o algo aparecería, pero ¿quién o qué?, ¿dónde? Pensó en resolver esta
incertidumbre durante los dos minutos finales. En las cercanías se
elevaba una iglesia, cuya dorada cúpula resplandecía bajo el brillan-
te sol. Recordó haber mirado con tremenda obstinación a esa cúpula
y a los rayos que reflejaba. No podía apartar la vista. Esos rayos le
parecían de la misma esencia que la que sería la nueva suya. Se ima-
ginó que en tres minutos más se convertiría en parte de ellos. . . Era
horrible la incertidumbre y la repulsión ante lo ignoto que iba a aba-
tirse sobre él de inmediato (v. 8: p. 52).

Este pasaje ha sido muy comentado en los juicios críticos acerca


de Dostoievski. Se ha debatido si su autor era o no creyente cristiano
cuando se enfrentó a la muerte. A primera vista puede parecer como
si Dostoievski hubiera sentido solamente que se fusionaría con los
rayos del sol y se convertiría en parte de la naturaleza; pero tal in-
terpretación es, a mi juicio, demasiado literal e ingenua. En primer
lugar, es evidente que Dostoievski está obsesionado por el problema
de la "nueva vida" en la que va a penetrar -lo que implica la creen-
cia en cierto tipo de inmortalidad, la creencia de que su conciencia
continuará existiendo en alguna forma-. Aunque su terror proviniese
de la posibilidad de que no lo aguardara esa "nueva vida" más allá
EL INCIDENTE EN LA PLAZA SEMENOVSKI 93

de la tumba, esto de ninguna manera indicaría que se había resig-


nado a una absoluta extinción. Lo que describe es una actitud de
incertidumbre, más bien que de certeza o de conformidad-.
Además, incluso si la iglesia y los rayos del sol hubieran sido parte
de la escena real que describen otros participantes, ¿no habrá sentido
Dostoievski cierta relación simbólica entre la naturaleza (los rayos
del sol) y la imagen arquitectónica de la fe cristiana? En Un pequeño
héroe, escrito pocos meses antes, la radiante belleza de un soleado
día de verano recibe un significado religioso, debido a que "cada
flor, cada hoja de hierba estaban diciendo a su creador: 'Padre, soy
bienaventurada y feliz' ." La imagen del sol en El idiota definitiva-
mente adquiere el significado de símbolo de la majestad de Dios y
de su poder creador. Por este motivo el agonizante joven Ippolit,
rebelándose en contra de la injusticia del mundo de Dios, decide
leer su blasfemia "Necesaria aclaración" y suicidarse al amanecer,
como un insulto supremo a la sublimidad de Dios, simbolizado por
el sol naciente.
Por supuesto, El idiota fue escrito veinte años después del inciden-
te de la Plaza Semenovski, y puede parecer aventurado deducir
el estado mental de Dostoievski por las pruebas que aporta. Sin em-
bargo, por fortuna existe una relación hecha por alguien que se en-
contraba con Dostoievski en el patíbulo -una relación sorpren-
dentemente desdeñada-, la que suministra una valiosa confirmación
del punto de vista proporcionado anteriormente. F. N. Lvov, en un
documento escrito entre 1859 y 1861 (por lo tanto, basado en re-
cuerdos relativamente frescos), describe el comportamiento de Dos-
toievski con las siguientes palabras: "Dostoievski estaba muy inquieto.
Recordó Le dernier jour d'un condamné [El último día de un
condenado], de Víctor Hugo. Acercándose a Speshnev le dijo: 'Nous
serons avec le Christ' [Estaremos con Cristo]. 'Un peu de poussiere'
[(Seremos) un poco de polvo], respondió Speshnev con una sonrisa
retorcida." 18
Nada puede ilustrar mejor la diferencia existente entre la ator-
mentada y vacilante fe de Dostoievski -torturado por el temor, como
el condenado criminal de Víctor Hugo, pero aferrándose, de todas
maneras, a la promesa proclamada por Cristo, el Dios-Hombre- y

18 F. N. Lvov: "Zapiska'', p. 188.


94 LA FORTALEZA DE PEDRO Y PABLO

el esto1c1smo de un ateo empedernido como Speshnev, quien acepta-


ba amargamente que después de la muerte no sería nada, salvo polvo.
Lo que Dostoievski sintió cuando lo separaban cinco minutos de una
muerte segura, no fue la desesperación de la extinción total, sino
el terror a lo desconocido -el mismo ''terror místico" que lo había
derrotado durante sus ataques nerviosos en la mitad de la década 1840-
1849, los cuales había descrito como similares a "la angustia de la
gente que teme a los muertos". 19 Precisamente porque Dostoievski
no podía evitar creer en alguna clase de vida después de la muerte,
estaba tan aterrorizado por su misterio impenetrable.
La ansiedad de esperar a que el pelotón de fusilamiento apretara
los gatillos -Ajsharumov recuerda esos momentos como "terribles,
repulsivos, atemorizadores" 20 -duró cerca de un minuto. Después
se escuchó el redoble de los tambores tocando retirada. No habiendo
servido en el ejército, Ajsharumov no comprendió el significado de la
señal, y pensó que coincidiría con una descarga de los rifles. El ex-
oficial Dostoievski supo de inmediato que su vida le había sido per-
donada. Al momento siguiente el pelotón de fusilamiento bajó sus
rifles; ya no estaban apuntando. Desataron a los tres hombres que
estaban en las estacas y los regresaron a sus lugares. Uno de ellos,
Nikolai Grigoriev, tenía palidez cadavérica; toda la sangre había hui-
do de su cara. En prisión ya había mostrado signos de perturbación
mental. La fingida ejecución terminó por completo con él. Jamás
recuperó la cordura; permaneció como inerme inválido mental du-
rante el resto de su vida. Entretanto se presentó al galope un ayuda de
campo, portando el perdón del zar y las sentencias reales. Se las leyeron
a los asombrados prisioneros, algunos de los cuales recibieron las noti-
cias con alivio y júbilo; otros, con desconcierto y resentimiento. Les
quitaron las toscas blusas y los gorros. Dos hombres, con aspecto de
verdugos, vestidos con raídos caftanes multicolores, subieron al patí-
bulo. Su tarea era la de romper espadas sobre las cabezas de los pri-
sioneros, a quienes se les obligó a arrodillarse para esta parte de la
ceremonia. El quebrar una espada indicaba la exclusión de la vida
civil. A continuación les entregaron gorras de convicto, manchados
abrigos de piel de oveja, y botas.
19 Para más pormenores, véase mi Dostoievski. Las semillas de la rebelión, 1821-1849
(Fondo de Cultura Económica, México, 1984), pp. 211-215.
20 DVS, v. l: p . 230.
EL INCIDENTE EN LA PLAZA SEMENO\'SKI 95

Ya equipados con las vestiduras apropiadas para su condición infe-


rior, los condenados aún carecían de algo esencial: sus grilletes. Ti-
raron éstos en el centro de la plataforma, haciendo vibrar el entari-
mado con el estremecedor golpe. Sin embargo, al único que sacaron
de la fila fue a Petrashevski. Dos herreros le colocaron los grillos en
las piernas y empezaron a remacharlos con martillos grandes. Petra-
shevski permaneció al principio con paciencia mientras realizaban el
trabajo. Después tomó uno de los pesados martillos y, sentándose en
el piso, empezó a roblonar los grilletes. "Es difícil saber qué lo
impelió a ejercer violencia contra él mismo -escribe Ajsharumov-,
pero todos nos encontrábamos en una morbosa condición mental, o
en un estado de exaltación." 21 Tal escena debió de haber sido mucho
más comprensible para Dostoievski, ya que poseía una perspicacia in-
tuitiva, tanto del masoquismo, como de la agresividad de una per-
sonalidad que es orillada a la desesperación por la impotencia y la
humillación. Llevaron entonces una troica. Un gendarme se subió
junto al conductor para escoltarlos. La troica ya estaba equipada para
transportar a Petrashevski durante la primera parte de su jornada hacia
el exilio. Él protestó: deseaba despedirse de sus amigos antes de par-
tir. Cuando el comandante accedió a su petición, Petrashevski abrazó
a cada uno de ellos, y le hizo al grupo una profunda reverencia cuan-
do terminó de abrazarlos. El desacostumbrado peso de los grilletes le
impidió subir al trineo. Necesitó ayuda para hacerlo. Después se
dejó caer pesadamente en su · asiento y la troica se alejó. Estaba pre-
visto en su sentencia que sería enviado de inmediato a Siberia. Los
otros lo seguirían en unos cuantos días.

Regresaron a los restantes pns10neros a la fortaleza en los carruajes


en que habían llegado. Los examinó un médico militar para averi-
guar si la prolongada exposición al frío les había dañado. Al regresar
a su celda, Dostoievski en el acto tomó pluma y papel para escribirle
a Mijail -una carta que es no sólo conmovedora, sino también uno
de los más valiosos documentos para comprender las consecuencias

21 DVS, v. 1: p. 231.
96 LA FORTALEZA DE PEDRO Y PABLO

morales y espirituales de la tremenda prueba que había tenido que


arrostrar-. Los efectos de ésta, por supuesto, difícilmente pueden ser
sobreestimados. Las citas de El idiota muestran la claridad con que
Dostoievski recordaba todos los detalles de esta horrenda experien-
cia. En múltiples formas difiere el Dostoievski de los años cuarenta
del Dostoievski postsiberiano, pero la primera, la más importante de
todas, es la nueva concepción de la vida que le imprimió su con-
frontación con la muerte. A partir de este momento, la primitiva pers-
pectiva con la que Dostoievski había juzgado la vida humana queda
prácticamente descartada. Lo que la remplaza o absorbe son las fun-
damentales "preguntas malditas" que siempre han atormentado al
género humano -las preguntas cuyas respuestas pueden recibirse, si
acaso, solamente por la fe religiosa-. Las novelas de Dostoievski lo-
grarían crear más tarde una admirable fusión de estas dos dimensiones
de la conciencia humana. En efecto, es la unión de una extra-
ordinaria sensibilidad social con atormentadoras investigaciones reli-
giosas e interrogantes lo que le otorga verdaderamente a su obra su
trágico carácter y su incomparable sitio en la historia de la novela.
Por supuesto, no todo en la carta de Dostoievski es igualmente
memorable. Escrita con rapidez y bajo el impacto de los aconteci-
mientos, entrelaza penetrantes atisbos de las profundidades del alma
de Dostoievski con peticiones de ayuda, instrucciones de último mi-
nuto y una relación objetiva y equilibrada de lo recién ocurrido. Es
notable el gran amor que demuestra por su hermano mayor y la
familia de éste. Estaban ellos -le asegura a Mijail- en sus pen-
samientos durante sus (supuestos) últimos instantes, "¡y hasta en-
tonces supe lo mucho que te amo, querido hermano!" 22 Se confirma
la verdad de estas palabras por la conducta total de Dostoievski du-
rante el resto de su vida, y particularmente después de la muerte
de su hermano, en 1864. También le pide a Mijail que lo despida de
sus amistades íntimas -la familia Maikov, el doctor Yanovski-, y
que se comunique con todos los miembros de la familia de ambos,
tanto en Moscú como en otras partes, para decirles adiós a nombre
suyo. Todas las pertenencias que tiene en la prisión se las deja a Mi-
jail (excepto la Biblia, que desea conservar). Con urgencia le solicita
a su hermano que le envíe todo el efectivo que logre conseguir. Dos-

22 Pisma, v. 1: p. 128; 22 de diciembre de 1849.


EL INCIDENTE EN LA PLAZA SEMENOVSKI 97

toievski no sabe aún si será enviado a Siberia en un convoy a pie, o


con un grupo más pequeño, en carruajes. En cualquiera de los dos
casos necesitará dinero para comprar cualesquiera comodidades que
puedan adquirirse durante el viaje. "Ahora para mí el dinero me
es más necesario que el aire'', le explica. 23
Por supuesto, la agonizante cuestión del futuro le preocupa. Os-
cila entre el temor y la esperanza mientras se pregunta si podrá algún
día reanudar su carrera literaria. "¿Será posible que jamás vuelva a
tomar una pluma? Creo que será viable en cuatro años [ ... J. ¡Dios
mío! Cuántos seres, aún vivos y recreados por mí en forma distinta,
perecerán, extinguidos en mi cerebro, o disueltos, como veneno, en
mi torrente sanguíneo. Sí, si me es imposible escribir, moriré. ¡Se-
rían mejor quince años de cárcel, pero con la pluma en la mano!"
Mas Dostoievski se aferra desesperadamente a la cuerda de salvamento
que le ofrece el servicio en el ejército, y dice a Mijail: "No te aflijas
por mí. Tú sabes que no estoy abatido; recuerda que no he perdido
las esperanzas. En cuatro años mi destino será mejor. Seré soldado ... ,
lo que es diferente a ser prisionero [ ... J.24
Lo que más teme D~stoievski es que su salud pueda debilitarse
por los grandes esfuerzos físicos a los que se va a tener que enfrentar.
"¿Podrá resistir mi cuerpo? No lo sé. Me voy a ir con mala salud.
Tengo escrófula. ¡Pero tal vez sí!" A pesar de tales preocupaciones,
Dostoievski garantiza a Mijail que nunca ha estado en mejores
condiciones mentales o emocionales: "Jamás he sentido en mí el sur-
gimiento de tan abundantes y saludables reservas de vida espiri-
tual, como ahora." 25 Dostoievski repite ulteriormente que no teme
las vicisitudes que le aguardan, sino simplemente tiene miedo de
que su cuerpo pueda no seguir funcionando. "Mi vida en prisión
-admite significativamente, lo que revela que su vida pasada ha
sido poco puritana- ya ha destruido bastante las exigencias carnales
que no son completamente puras. En el pasado no evité los excesos.*

23 Pisma, v. l: p. 129.
24 Ibid., p. 130.
25 lbid., p. 129.
" Se conoce muy poco de la vida privada de Dostoievski durante la década 1840-
1849. No existe información fidedigna acerca de su vida sexual. No obstante, un atisbo
de cómo pudo haber sido aparece en una carta escrita poco después del extraordi-
nario éxito de Pobres gentes, cuando estaba deleitándose con la euforia de . su recién
adquirida fama. "Las Minnas, las Claras, las Marianas, etcétera, se han vuelto tan
98 LA FORTALEZA DE PEDRO Y PABLO

En la actualidad, las privaciones no significan nada para mí. Por esta


razón no temo que me pueda destruir ninguna clase de penalidad ma-
terial. ¡Eso no ocurrirá! ¡Sólo pido estar saludable!" 26
En la carta de Dostoievski lo más sorprendente es el optimismo
que muestra y el torrente de energía interna y vitalidad espiritual que
lo sustenta, según nos informa el autor. Indiscutiblemente el acre-
centamiento de vigor psíquico surge del milagro increíble de haber
recibido el don de la vida cuando estaba absolutamente seguro de que
le sería arrebatada al momento siguiente. "No puedo recordar ha-
ber estado más feliz que ese día -comenta Dostoievski a su segunda
esposa muchos años después-. Caminé de un lado para otro en mi
celda del revellin Alekseevski cantando todo el tiempo, cantando lo
más fuerte que podía. Así estaba de feliz porque me habían devuelto
mi vida." 27 Expresa tal dicha en la carta, con estática exuberancia,
y se siente abrumado como por el impacto de una revelación. Como
resultado, ve toda su vida pasada en una nueva perspectiva, y la re-
valúa a la luz de la deslumbrante verdad que le ha sido revelada.
Incluso la angustia de Dostoievski por encontrarse impedido para
escribir ·está ahora un tanto mitigada cuande1' la compara con lo que
acaba de recibir a cambio: "¡Sí! ¡Verdaderamente! Esta cabeza que ha
creado y vivido la más elevada vida artística, esta cabeza me ha sido
arrebatada de los hombros. Permanecen la memoria y los seres
creados por mí que aún no han recibido cuerpo. ¡Ellos me envene-
narán, es verdad! Pero todavía poseo mi corazón y la misma carne
y sangre, que también pueden vivir, sufrir, desear y recordar. Y eso,
después de todo, es también vida. On voit le soleil!" 28 Esta última
frase ["Se ve el sol"] es un fragmento de Le' dernier jour d'un
condamné (El último día de un condenado), de Víctor Hugo, que
había surgido en la memoria de Dostoievski al enfrentarse con la

bellas como es posible -escribe-, pero cuestan una enorme cantidad de dinero.
Hace pocos días Turguenev y Belinski me amonestaron severamente por mi vida
desordenada." Si Dostoievski no está simplemente fingiendo ser un hombre de mundo
para impresionar a su hemano mayor, Mijail, estas palabras indicarían que frecuen-
taba a algunas elegantes damas de la vida alegte del mundo nocturno del Petersburgo
de aquella época. F. M. Dostoievski, Pisma, v. l: p. 85; 16 de noviembre de 1845.
26 !bid., p. 131.
27 Anna Dostoievski: Reminiscences [Reminiscencias]. Traducido y revisado por
Beatrice Stillman (Nueva York, 1975), p. 22.
28 Pisma, v. l: p. 129.
EL INCIDE!\TE EN LA PLAZA SEMENOVSKI 99

muerte. La carta muestra con cuánta precisión recordaba las palabras


exactas del texto, pues la cita forma parte de las frenéticas reflexiones
que hace el "condenado'', de Víctor Rugo, cuando espera ser ejecu-
tado en la guillotina, y se dice con desesperación que la vida bajo
cualesquiera condiciones, sin importar cuán difíciles sean, es preferi-
ble a la extinción. Al menos On voit le soleil! * A diferencia del rela-
to ele Víctor Rugo, Dostoievski seguiría viendo el sol, y la inmensidad
de este hecho simple hace que todo lo demás -incluso el naufragio
de sus ambiciones literarias- carezca de importancia.
No es sólo su compromiso con la literatura lo que Dostoievski con-
templa desde este punto de vista; todo lo perteneciente a su vida
previa es severamente juzgado cuando lo contempla, como si dijéra-
mos, desde el filo de la eternidad: "Cuando reviso mi pasado y pienso
cuánto tiempo he desperdiciado en naderías, cuánto tiempo he per-
dido en frivolidades, en errores, pereza, incapacidad para vivir; cuando
medito en lo poco que la he apreciado, en las muchas veces que he
pecado en contra de mi corazón y de mi alma . .. , sangra mi corazón.
La vida es un don, la vida es felicidad; cada minuto puede ser una
eternidad de felicidad [el subrayado es mío]. Si jeunesse savait! [¡Si
la juventud lo supiera!] Al transformarse mi vida he renacido en
nueva forma. ¡Hermano! Juro que no perderé las esperanzas y que
conservaré puros mi corazón y mi alma. Habré renacido para ser
mejor. ¡Esta es toda mi esperanza, todo mi consuelo!" 29
Tales palabras tratan ele transmitir parte de la cegadora verdad
que Dostoievski comprendía por vez primera: la verdad de que la

• Al recordar este pasaje de Víctor Hugo,. Dostoievski altera ligeramente el origiual.


El texto es así: "¡Mi perdón! ¡Mi perdón! Tal vez seré perdonado. El rey no está
enojado conmigo. ¡Que llamen a mi abogado! ¡Rápido, mi abogado! Acepto los tra·
bajos forzados. Cinco años de trabajos forzados. Cinco años de trabajos forzados; nada
más sea dicho. O veinte años, o toda la vida marcado con hierro candente. ¡Pero
otórguenme el perdón de la ejecución!"
"Un prisionero es alguien que todavla camina, alguien que va y viene, alguien que
ve el sol [Un fon;at, cela marche encore, cela va et vient, cela voit le soleil]."
Es ésta la última frase que cita Dostoievski, cambiando "cela" por "on". El texto
obsesionantemente sugiere los pensamientos que debe haber tenido cuando ya se ha-
bla pronunciado la sentencia de muerte. Véase Víctor !-Jugo, Bttg-]argal, Le dernier
jottr d'ttn condamné, Clattde Gueux (París, 1942), pp. 279. Para un estudio fascinante de
la influencia de este relato en las novelas de Dostoievski, véase V. V. Vonogradov,
Poetika Russkoi Litteralttry (Moscú, 1976), pp. 63-i5 .
20 P inn a, Y. l: pp. 130-131.
100 LA FORTALEZA DE PEDRO Y PABLO

vida en sí misma es el bien más preciado, la mayor bendición, y de


que el hombre tiene el poder de convertir cada momento en una
"eternidad de felicidad" cuando de sus ojos ha caído el velo. Dos-
toievski jamás olvidaría la onda renovadora que lo traspasó en ese
momento; ni tampoco abandonaría nunca la esperanza de poder co-
municar a otros la misma convicción de las posibilidades infinitas
que habían estremecido cada fibra de su ser. Es esta extasiada com-
prensión de la vida, y esta ambición, la que posteriormente impar-
tiría al príncipe Mishkin, aunque percatándose con triste ironía de
lo "idiota" q:µe una aspiración tal parecería a quienes estaban in-
mersos en las preocupaciones y pasiones de la vida mundana.
La rejuvenecida sensación de la ilimitada maravilla de la vida
que sintió Dostoievski no podía modificar el pasado, pero le fue útil
para fortalecerlo durante las penalidades que tendría en el futuro,
y para dotarlo con una armadura espiritual invulnerable. En efecto,
si uno considera que el don de la vida es un milagro y una bendi-
ción, si uno cree en el poder del hombre para transformar cada ins-
tante en una "eternidad de felicidad'', entonces también uno cree
en su capacidad para superar todas 'las circunstancias desagradables
y opresivas que obstaculizan su terrenal destino. Por lo tanto, Dos-
toievski le garantiza a Mijail: "No estoy descorazonado ni abatido.
La vida es vida en todas partes, la vida está en nosotros, no en el
exterior [el subrayado es mío]. Estar entre seres humanos [en Si-
beriaJ, y ser un hombre entre hombres, y continuar siendo siempre
un hombre, sin desanimarse, sin rendirse, a pesar de cualesquier
desgracias que puedan ocurrir, eso es lo que es la vida, ésa es su tarea.
Me he dado cuenta de esto. Esta idea ha penetrado en mi carne y
en mi sangre." 30
Luchar para preservar la propia humanidad "a pesar de cuales-
quier desgracias que puedan ocurrir" es, a partir de ese momento, la
tarea primordial en la vida. "Lo externo" está firmemente relegado
a una categoría inferior, y se le asigna una prioridad absoluta a la
obligación del individuo de mantener su integridad humana bajo
cualesquier circunstancias. Durante el decenio 1840-1849 muchos in-
telectuales progresistas habían empezado a argüir que el libre albe-
drío y la responsabilidad moral eran ideas anticuadas porque, como

30 Pisma, v. l: p. 129.
EL INCIDENTE EN LA PLAZA SEMENOVSKI 101

Belinski había dicho a Dostoievski, carecían de significado en "una


sociedad organizada tan vilmente que uno no puede evitar cometer
crímenes [ . . . y] es uno obligado a cometer crímenes por razones
económicas." 31 Dostoievski siempre se había negado a aceptar este
abandono de la obligación moral, pero le había sido extremadamente
difícil respaldar su opinión contraria en debate personal con el
colérico crítico. No obstante, lo que en aquel entonces había sido
solamente una preferencia teórica, ahora había penetrado, como él
adecuadamente dice, en "su carne y su sangre"; se había convertido
en una "idea-emoción" tan entrelazada con sus emociones, que nin-
gún argumento podría jamás desalojarla, ni siquiera hacerla vacilar.
Ningún pasaje de la carta de Dostoievski es más conmovedor y más
valioso que esta descripción de los resultados moralmente purifica-
dores de los que .él consideró sus últimos momentos sobre la tierra.
"Si alguien me recuerda como grosero -le dice Dostoievski a Mi-
jail-, o si he reñido con alguna persona; si he producido una
impresión desagradable en alguno, pídeles que me perdonen, si te
los encuentras. No existe en mi alma amargura ni rencor. En este
momento me gustaría mucho amar y abrazar a alguien de mis co-
nocidos. Esto es un consuelo. Lo experimenté hoy al despedirme, antes
de morir, de aquellos por quienes siento cariño" (había abrazado
a Sergei Durov y a Aleksei Pleshcheev, quienes habían estado a su
lado). 32 Por lo tanto, lo que Dostoievski había sentido en esos mo-
mentos culminantes era la necesidad de perdonar y de ser perdonado,
y el deseo de abrazar a otros con amor sincero e incondicional. Por
supuesto, tales valores no habían estado ausentes en la sensibilidad
moral de Dostoievski; pero en aquellos momentos de suprema nece-
sidad estos valores habían adquirido un significado inmenso: eran
el mayor consuelo humano. Y si la expiación, el perdón y el amor
estaban destinados a tener prioridad sobre todos los demás valores
en el universo artístico de Dostoievski, era seguramente porque ha-
bía encontrado en ellos una verdad que le brindó apoyo en el más
angustioso predicamento de su vida.
En efecto, es la penetrante percepción de Dostoievski de la espan-
tosa fragilidad y transitoriedad de la existencia humana, la que pron-
to le permitirá describir con poderosa urgencia, no igualada por
31 DW (1873), p. 7.
32 Pisma, v. l: p. 130.
102 LA FORTALEZA DE PEDRO Y PABLO

ningún otro escritor moderno, el incondicional y absoluto manda-


miento cristiano de amor mutuo, que todo lo perdona y todo lo abar-
ca. Pues la moral de Dostoievski es similar a lo que algunos teólogos,
refiriéndose a los primeros cristianos, han ·llamado una "ética inte-
rina"; esto es, una ética cuyo inflexible extremismo nace de la ace-
chante inminencia del Día del Juicio y del Cómputo Final: no hay
tiempo para nada, salvo para el último beso de reconciliación porque,
casi literalmente, no hay "tiempo". La fuerza (y también, parte de las
debilidades) de la obra de Dostoievski puede ser localizada finalmente
en la penetrante agudeza con la cual desea comunicar el poder sal-
vador de esta esencia escatológica de la fe cristiana.*

El 24 de diciembre de 1849, tres días después del monstruoso espec-


táculo representado en la Plaza Semenovski, le informaron a Mijail
Dostoievski, por su calidad de pariente más cercano en Petersburgo,
que su hermano empezaría la larga y peligrosa jornada a Siberia esa
misma noche; Mijail se apresuró a transmitir la información a Ale-
jandro Milyukov. Ambos fueron a la fortaleza para despedirse del .
prisionero que partía. Tal privilegio estaba reservado únicamente a
los familiares más cercanos, pero Milyukov apeló directamente al ge-
neral Nabokov, contando con "su bondadoso corazón y su demen-
cia'',33 y le concedieron el permiso. Debido a esta infracción de las
reglas poseemos una relación del estado mental y físico que tenía
Dostoievski poco antes de partir al exilio y los trabajos forzados.
Cuando Feodor Dostoievski, acompañado por Durov, fue llevado
a la habitación donde aguardaban Milyukov y Mijail Dostoievski, am-
• La importancia escatológica del probablemente breve "interín" entre el primer
y el segundo advenimiento de Cristo, fue puesta de manifiesto por el libro de Albert
Schweitzer, The Quest of the ·Historical ]esus (La búsqueda del Jesús histórico), pu-
blicado en alemán en 1906, y traducido por primera vez en inglés en 1910. Desde
entonces se han vendido numerosas ediciones. Para una penetrante discusión critica
de su tesis, véase The Nature and Destiny of Man (La naturaleza y el destino del
hombre), de Reinhold Niebuhr, 2 tomos en un volumen (Nueva York, 1955), v. 2:
pp. 47-52. Los comentarios de Niebuhr en este contexto sobre la relación entre escatolo-
gía e historia son también muy importantes para la interpretación de Dostoievski,
mas aún no en este punto de su carrera.
33 DVS, v. 1: p. 191.
EL INCIDENTE EN LA PLAZA SEMENOVSKI 103

bos prisioneros ya vestían los abrigos de piel de oveja y las botas


forradas con fieltro que les habían proporcionado para hacer frente
al frío glacial del invierno ruso. Aparent~mente las consecuencias físicas
de ocho meses de cárcel habían sido menos severas en Dostoievski que
para la mayoría. Milyukov quedó gratamente sorprendido por lo poco
que su amigo parecía haber cambiado. Al comentar la gran preocu-
pación que tenía Dostoievski por el bienestar de su hermano y de la
familia de éste, Milyukov también se asombra por la fe y la esperanza
en el futuro, por la inconmovible convicción y la capacidad para
sobrevivir que eran manifiestas en la conducta total de Dostoievski.
"Observando la despedida de los hermanos Dostoievski -comenta-,
cualquiera habría advertido que el que sufría más iba a permanecer
en libertad en Petersburgo, no el que se hallaba a punto de viajar
a la katorga * siberiana. Surgieron lágrimas en los ojos del hermano
mayor, temblaron sus labios, pero Feodor Mijáilovich permaneció
calmado y lo consoló." 34
Algunas de las palabras que cita Milyukov revelan también la con-
fianza con que Dostoievski veía aproximarse su inminente vida de
prisionero. "No sigas, hermano -dijo en cierto momento-; tú me
conoces. No me voy a mi tumba, no me estás acompañando a mi sepe-
lio. . . Y en la katorga no hay bestias salvajes sino personas, tal vez
mejores que yo [ ... ]." Tales palabras son la única documentación
que poseemos en lo concerniente a Dostoievski, pero algunas otras
pruebas arrojan una brillante luz sobre la importantísima cuestión
de lo que él, al igual que los otros petrashevkistas, esperaba encon-
trar entre las personas con las que compartiría su cautiverio. En los
documentos que Petrasehvski escribió para la Comisión de Investiga-
ciones, hallamos la siguiente ensoñación, notable y conmovedora:
Tal vez el destino [ ... J me coloqué al lado de un empedernido mal-
hechor, con diez muertes en su conciencia [ ... J. Al estar descansando
en una estación secundaria de ferrocarril, comiendo un pedazo de
pan duro [ ... ], empezaremos a conversar [ ... J. Le platicaré de Fou-
rier [ ... ], del falansterio, de cómo y por qué son las cosas así en ese
lugar, y así sucesivamente [ ... J. Le explicaré por qué las personas
se vuelven malhechores [ ... ], y él, suspirando profundamente, me
hablará de su vida [ ... J. Me daré cuenta, por su relato, de que las cir-
,,. Exilio con trabajos forzados: voz rusa. [T.]
34 DVS, v. l: p. 191.
35 !bid., p. 192.
104 LA FORTALEZA DE PEDRO Y PABLO

cunstancias aplastaron gran parte de lo bueno en este hombre. Un


alma fuerte cayó bajo el peso del infortunio [ ... ]. Tal vez, al termi-
nar su narración, me dirá: "Sí, si las cosas fueran a tu manera, si la
gente viviera así, yo no sería un malhechor" [ ... ]. Y yo, si el peso
de mis cadenas me lo pemitiera, le extendería la mano y le diría:
"Seamos hermanos". Y, partiendo mi pedazo de pan, le daría la mitad
a él, diciéndole: "No acostumbro comer mucho. Tú lo necesitas más.
Acéptalo y cómelo." Una lágrima aparecerá en su áspera mejilla y
[ ... ] ante mí surgirá [ ... ] no un malhechor, sino mi compañero de
infortunio. Tal vez alguien que, como yo, fue en sus comienzos una
persona malentendida [ ... ]. El acto de humanización se ha comple-
tado, y ya no existe más el malhechor. 36

Tales "filantrópicos, utópicos sueños de Petrashevski", como justa-


mente ha comentado un crítico ruso soviético, "manifiestan el esta-
do mental general y las convicciones del círculo. Y, a pesar de que
Dostoievski difícilmente tenía unas inclinaciones tan sentimentales,
es evidente que él también, a pesar de sus dudas y sus presagios ins-
tintivos, debe de haberse imaginado algo similar". 37 Tanto más cuan-
to que, podríamos agregar, los primeros escritos de Dostoievski habían
dado origen a una tendencia literaria denominada "naturalismo sen-
timental", cuyas creaciones destacaban los valores humanos ocultos en
las vidas de los más humildes y oprimidos sectores de la sociedad (in-
cluso cuando estos infortunados difícilmente podían ser considerados
ejemplos de virtud, de acuerdo con las normas convencionales).
Por lo tanto, las palabras de Dostoievski pueden ser consideradas
como expresión más lacónica de las mismas optimistas fantasías expre-
sadas por Petrashevski, como reafirmación del aspecto filantrópico de
sus convicciones sociomorales de aquella época. Sin embargo, al su-
gerir que los otros reos podrían ser incluso "mejores" que él, Dos-
toievski estaba inconscientemente expresándose mejor de lo que su-
ponía, porque lo que había dicho sólo como una consoladora posibilidad
en 1849, que seguramente no fue aceptada en forma literal por Dos-
toievski ni por aquellos a quienes estaba tratando de tranquilizar,
posteriormente se convertiría en los cimientos de un punto de vista
sobre el pueblo ruso, que no vacilaría en proclamar al mundo entero.
36 Delo Petrashevtsev, compilado por V. R. Leikina, E. A. Korolchuk, V. A. Desnitski
3 volúmenes (Moscú-Leningrado, 1937-1951), v. l: pp. 84-85.
37 V. A. Tunimanov: Tvorchestvo Dostoevskogo, 1854-1862 (Leningrado, 1980), pá-
ginas 149-150.
SEGUNDA PARTE

KATORGA
VI. PRIMERAS IMPRESIONES

A DosTOIEVSKI le desagradaba escribir cartas. Por lo general, realizaba


tal esfuerzo obligado por alguna necesidad, o bajo el impulso del
momento. En raras ocasiones utilizaba su correspondencia como
una especie de archivo personal, o como un medio para comunicar
sus ideas y resumir los acontecimientos de su vida en forma orde-
nada. Una de las pocas excepciones a esta regla general es la carta
que escribió a su hermano Mijail el 22 de febrero de 1854, apenas
una semana después de haber sido liberado del campamento de con-
denados. En cuatro años, Dostoievski no había recibido ninguna
noticia de su familia, a pesar de que estaba permitida la correspon-
dencia ocasional: él mismo había enviado una misiva por los con-
ductos oficiales, y también otra, en forma privada, con un viajero
que hacía su jornada de regreso. Se desconocen las razooes por las
cuales Mijail no respondió. Tal vez, como Dostoievski suponía,
había recibido la errónea información de que estaba prohibida la
correspondencia y no había querido investigar más al respecto. De
cualquier manera, la falta de contacto con su familia inspiró a
Dostoievski para redactar una carta un poco desacostumbrada, tanto
por la narración objetiva de los acontecimientos como por su valor
documental.
Evocando el curso de su vida a partir del momento de su salida
a Siberia, hace un recuento de las impresiones recibidas durante los
dieciocho días de viaje y de los principales incidentes que señalaron
su arribo a la primera estación secundaria del ferrocarril, Tobolsk.
La misiva contiene asimismo la valiosa narración, breve pero gra-
bada en forma indeleble, de las condiciones de vida en el campo
de trabajos forzados. Con el auxilio de otra información, este docu-
mento nos servirá para proporcionar un sumario panorama inicial de la
decisiva gran tribulación de Dostoievski, que duró cuatro años. En
capítulos posteriores, usando como fuente principal La casa de los
muertos, continuaremos explorando, con mayor detalle y profun-
didad, ese periodo de su vida, e intentaremos ofrecer una descrip-
107
108 KATORGA

oon fidedigna y coherente de lo que él, con posterioridad, deno-


minó "la regeneración de mis convicciones", acontecimiento de in-
calculables consecuencias para su futuro. 1

"¿Recuerdas cómo nos despedimos, mi queridísimo hermano? -es-


cribe a Mijail-. Apenas me dejaste, nosotros tres, Durov, Jastrzem-
bski y yo, fuimos llevados para ser encadenados. A las doce en pun-
to, o sea, en el preciso momento en que empieza la Navidad, me
pusieron los grilletes por primera vez. Pesaban cerca de cinco kilos
y producían gran incomodidad al caminar. Después, a cada uno por
separado, nos colocaron en trineos descubiertos, con un gendarme.
Partimos de San Petersburgo en cuatro trineos, encabezando la
marcha un correo del gobierno."
"En mi corazón había pesadumbre; estaba lleno de una especie
de mezcla confusa de muchas emociones diferentes. Cierto desaso-
siego roía mi corazón, produciéndome un dolor sordo. Sin embargo,
el aire fresco me revivió. Puesto que con frecuencia uno experi-
menta cierta vitalidad y valor antes de cada nueva etapa de la vida,
estaba interiormente bastante tranquilo, y observé con atención
San Petersburgo mientras pasábamos ante los edif.icios, con sus lu-
ces festivas. A cada uno le decía: 'adiós.' La ruta por la que nos
condujeron pasaba por tu apartamento. Vi que el de Kraevski esta-
ba totalmente iluminado. Me habías dicho que los niños habían
ido allí con Emilia Feodorovna. Al ver la casa sentí enorme tristeza.
Me despedí de los niños en forma simbólica. Mucho me dolía aban-
donarlos. Posteriormente, incluso después de años, pensaba con
frecuencia en ellos, casi con lágrimas en los ojos.'' 2
Dostoievski sigue proporcionando detalles del viaje y algunos vis-
lumbres de su estado de ánimo y del de sus compañeros. "Después
de ocho meses de prisión, las sesenta verstas* del viaje invernal nos
habían provocado un hambre tremenda. Es bueno para mí recordar
esos momentos. Yo estaba alegre, Durov parloteaba sin cesar, y Jas-

1 DW (1873), p. 152.
2 Pisma, v. 1: pp. 133-134; 22 de febrero de 1854.
• Medida itineraria rusa; equivale a l 067 metros. [T.]
PRIMERAS IMPRESIONES 109

trzembski predecía terrores extraordinarios para el futuro." 3 El


correo al mando del convoy demostró ser humano y bondadoso:
debido al frío extremo, hizo que los transfirieran a trineos cubier-
tos, e incluso pagó la mitad de los gastos de los prisioneros (proba-
blemente con una subvención del gobierno), cuando éstos eran es-
tafados sin misericordia en las postas. "Tristes momentos fueron los
del cruce de los Montes Orales -recuerda Dostoievski-. Los ca-
ballos y los trineos se habían atascado en los ventisqueros. Una tor-
menta de nieve nos azotaba. Nos bajamos de los trineos (era de
noche), y aguardamos mientras los sacaban del atolladero. A nuestro
alrededor estaban la nieve y la tormenta. Nos hallábamos en la
frontera de Europa. Más allá estaban Siberia y nuestro ignoto des-
tino; y a nuestras espaldas, el pasado. Todo era tan deprimente,
que las lágrimas brotaron de mis ojos." 4
El 9 de enero llegó el grupo a Tobolsk, que había sido la capi-
tal de Siberia occidental, y que era en aquel tiempo el más im-
portante centro de distribución, en el cual los prisioneros eran
clasificados y enviados a sus destinos finales. El presidio, construi-
do en la cima de una escarpada colina que dominaba la ribera del
río Irtish, se hallaba en medio de otras instalaciones militares y
administrativas, en el interior del complejo de la fortaleza. Desde
un pueblo, situado en un nivel inferior, partía un sinuoso camino
que conducía a la ciudadela. La población de aquél estaba formada
por nativos jirguizes y tártaros, entremezclados con un abigarrado
surtido de comerciantes rusos y alemanes, y de aventureros (princi-
palmente buscadores de oro) de las mismas nacionalidades. Cuando
el grupo de Dostoievski subía con lentitud hacia su destino tem-
poral, lo primero que contemplaron sus ojos fue la más antigua y
notoria exiliada: la famosa campana de Uglich, situada justo a la
orilla del camino principal por el que transitaban.
Al descubrirse la muerte del príncipe heredero Dimitri, se sospe-
chó que había sido asesinado por su tutor, Boris Godunov, y se
hizo repicar la campana para convocar a los habitantes a salir en
tropel y vengar la muerte del joven. El nuevo zar, Boris, decretó
posteriormente que la campana ofensora fuera azotada y mutilada
en público, y después conducida, en exilio perpetuo, a Siberia, con
3 Pisma, v. 1: p. 134.
4 !bid.
110 KATORGA

el mandato de que jamás repicara. No obstante, desde hacía mucho


tiempo, los habitantes de Tobolsk habían colocado la campana de
U glich en un pequeño campanario, y la sonoridad de su voz pro-
funda los llamaba a la oración. Permanecía junto al camino, como
un constante recordatorio para los posteriores exiliados, de la au-
toridad despótica, caprichosa y omnímoda de los zares de Rusia,
al igual que de la final futilidad de sus más severos decretos.
La recepción que dieron a Dostoievski en Tobolsk ilustra parte
de la moral incorporada en la subversiva supervivencia de la cam-
pana de Uglich. "Arribamos a Tobolsk -continúa- el 11 de ene-
ro [existe un pequeño error en la fecha]. Después de que fuimos
llevados ante las autoridades y sufrido un registro, durante el cual
nos fue quitado todo nuestro dinero, Durov, Jastrzembski y yo fui-
mos trasladados a un cuarto separado. Los otros, Speshnev y el
resto, quienes habían llegado antes que nosotros, se encontraban
en una sección diferente del penal, y casi no los vimos durante
todo el tiempo que estuvimos allí. Quisiera poder narrarte en de-
talle lo sucedido en los seis días que estuvimos en Tobolsk y las
impresiones que produjeron en mí, pero no es el momento ade-
cuado. Diré tan sólo que la simpatía y el vivo interés que encon-
tramos nos inundaron de felicidad casi completa. Los antiguos des-
terrados (realmente no ellos mismos, sino sus esposas), cuidaron de
nosotros como si fuéramos de su propia carne y sangre. ¡Qué ma-
ravillosas personas, purificadas por veinte años de penalidades y
abnegación! Tuvimos sólo un vislumbre de ellas, debido a que
estábamos estrictamente confinados, pero nos enviaron alimentos
y ropas, nos consolaron y nos dieron ánimos." 5

La carta de Dostoievski contiene pocos detalles de su estadía en


Tobolsk, pero podemos obtener éstos en otros informes. Jastrzembski
también dejó una descripción de su arribo y de su primer contacto
con los reos-oficinistas, marcados con hierro candente en las
mejillas y en la frente, quienes estaban clasificando la correspon-
dencia en el tribunal de justicia al que fue llevado el grupo de
5 Pisma, v. 1: p. 135.
PRIMERAS IMPRESIONES 111

Dostoievski. Jastrzembski preguntó ingenuamente dónde podía ob-


tener un samovar. La única respuesta del oficial a cargo fue su
risa. "Todo .esto no parece presagiar nada bueno --continúa-.
Fuimos llevados a un cuarto. Era un cuarto pequeño, obscuro, frío
y sucio. . . Ahí había camas de tablas, y sobre ellas tres costales
rellenos de paja, en vez de colchones, y tres almohadas del mismo
tipo. Estaba obscuro como boca de lobo. Afuera de la puerta, en
el umbral, se podían escuchar las fuertes pisadas del centinela, que
caminaba de un lado para otro, soportando una temperatura de
cuarenta grados bajo cero." Su habitación estaba separada sólo por
una mampara de otra, en la que se hallaban encerrados otros pri-
sioneros esperando ser juzgados. Podían escuchar "el ruido de bo-
tellas y vasos, las exclamaciones de personas jugando a las cartas y
a otros juegos. ¡Qué de insultos, qué de maldiciones! ... " 6
Los tres viajeros, después de tres semanas de travesía, se encon-
traban en condiciones lamentables. "Los dedos de las manos y de
los pies de Durov estaban congelados. Tenía los pies severamente
dañados por los grilletes. Dostoievski tenía además llagas escrofu-
losas en la cara y en la boca, que le habían reventado mientras se
hallaba todavía en el revellín Alekseevski. La punta de mi n ariz
estaba congelada." ' Terriblemente abatido por la sombría posibili-
dad de tener todavía más sufrimientos en el futuro, Jastr zembski
decidió suicidarse. Él dice que el confinamiento solitario en el
revellín le sirvió de excelente preparación para tomar esta deter-
minación. No se sabe con certeza si conservó en secreto tal decisión,
pero desde aquel entonces, incluso en el camino, había expresado te-
mor por "extraordinarios terrores en el futuro ". Su melancólico estado
mental no era un secreto para sus compañeros. Lo que ocurrió en
esta ocasión nos muestra la habilidad de Dostoievski, tanto para
conservar su propio valor, como para ayudar y confortar a otros.
Sin duela, la situación externa tuvo una gran influencia en el cam-
bio de humor de Jastrzembski. Resultó que uno de los guardias en
Tobolsk era un viejo conocido, y éste le proporcionó a él y a sus
amigos una vela, fósforos y un poco de té caliente, "que nos pareció
más dulce que el néctar. De repente resultó que Dostoievski poseía
excelentes cigarros puros [evidentemente había logrado ocultarlos
6 Miller: Biografiya, p. 126.
7 !bid.
112 KATORGA

durante el registro J. . . Pasamos una buena parte de lo que resta-


ba de la noche en amigable conversación. La compasiva y amable voz
de Dostoievski, sus sentimientos tiernos y delicados, incluso sus
caprichosas ocurrencias, casi femeninas, me produjeron un efecto
tranquilizador. Renuncié a mi radical decisión. Nos separaron a
Dostoievski, a Durov y a mí en la prisión de Tobolsk. Lloramos,
nos abrazamos, y jamás nos volvimos a ver." 8
Si Dostoievski ayudó a brindarle paz a Jastrzembski, lo que lo per-
suadió para no atentar en contra de su vida, algo similar hicieron
por él las esposas de "los antiguos exiliados" (los decembristas), a
quienes menciona en su carta, si bien poco se había aproximado al
estado de total desaliento que había sojuzgado a J astrzembski. Inme-
diatamente después de su llegada, los petrashevkistas se percataron
de la benevolencia de los exiliados decembristas. Los regalos de éstos,
muy bien recibidos, proporcionaron a Dostoievski el primer contacto
con las peculiares condiciones de la sociedad siberiana, la que mucho
ayudó a mitigar el destino de los prisioneros políticos, ya fueran
rusos o polacos, durante los últimos años del régimen de Nicolás l.
Ciento veinte decembristas, todos de buenas familias (y algunos de
las mejores), habían sido enviados al exilio en 1825. Desde tiempo
atrás todos habían cumplido sus sentencias de trabajos forzados. En
vista de que no se les permitía residir en la Rusia europea, habían
permanecido en Siberia, y formaban parte del muy pequeño, edu-
cado y culto estrato superior de la sociedad, constituido por los mili-
tares y burócratas de más alto rango. Muchos tenían relaciones con
la corte; algunos tenían la libertad de acción que proporciona la ri-
queza. Todos eran tratados con especial consideración por los oficia-
les procedentes de Petersburgo. Los recién llegados estaban muy feli-
ces al alternar con personas de su propia clase y educación en ese
salvaje territorio fronterizo, poblado, aparte de ellos, solamente por
rústicos y atrevidos saqueadores, quienes tenían la intención de
hacer una fortuna, y por una mezcla de nómadas asiáticos, aún vi-
viendo según sus antiguas costumbres tribales. Los decembristas, por
medio de sus relaciones, eran capaces de ejercer una considerable in-
fluencia, a pesar de su sospechosa condición de ex rebeldes, y sus es-
posas e hijos estaban incesantemente activos en la labor caritativa que
llevaban a cabo con los prisioneros.
s Miller: Biografía, pp. 126·127.
PRIMERAS IMPRESIONES 113

El último día que Dostoievski y Durov permanecieron en Tobolsk,


tres esposas de decembristas consiguieron, mediante sus relaciones, vi-
sitarlos en el alojamiento de uno de los oficiales. Fueron unos minu-
tos que Dostoievski iba a recordar toda su vida. Las mencionaría una
vez más, con el mismo tono agradecido y reverente, catorce años
después en su Diario de un escritor (1873): "Cuando estábamos [los
petrashevkistas] sentados en la prisión de Tobolsk, aguardando nues-
tro ulterior destino en el compartimento de deportados, las esposas
de los decembristas le suplicaron al superintendente de la prisión y
consiguieron autorización para hablar con nosotros en su alojamiento.
Contemplamos a estas víctimas sublimes, quienes voluntariamente ha-
bían seguido a sus esposos a Siberia. Abandonaron todo: posición,
riqueza, lazos familiares. Sacrificaron todo en aras del más elevado
deber moral, un deber que nadie podía imponerles, excepto ellas
mismas. Totalmente inocentes, durante veinticinco años padecieron
todo a lo que sus esposos habían sido condenados. La reunión duró
una hora. Nos bendijeron cuando nos dirigíamos a una nueva vida,
hicieron el signo de la cruz y nos entregaron el Nuevo Testamento (el
único libro permitido en prisión). Estuvo debajo de mi almohada
durante los cuatro años de mis trabajos forzados. Lo leía a veces, y
se lo leía a otros. Usando el Nuevo Testamento le enseñé a leer a
un presidiario." 9 Cada ejemplar del libro sagrado contenía, bajo la
cubierta, diez rublos en billetes de banco.
Las tres mujeres que hicieron conversación con Dostoievski fueron:
la señora Muravyeva, la señora Annenkova y la señora Fonvizina. De
las tres, la única oriunda de Rusia era Natalia Fonvizina, una mu-
jer notable, de considerable cultura y profunda fe religiosa. "Su
intensa religiosidad -escribe M . D. Frantseva, hija del fiscal de To-
bolsk, y amiga íntima de la familia- se manifestaba no sólo por la
observación de las formas externas del ritual ceremonial, sino por una
honda vivencia de los temas religiosos. Tenía una vida religiosa in-
terna en el más amplio sentido de la palabra. Leía todo tipo de
libros religiosos, además de la Biblia, la que conocía casi de memoria.
Leía las obras de los padres de la Iglesia Ortodoxa y las de los escri-

9 DW (1873), p. 9.
114 KATORGA

tores de las iglesias Católica y Protestante. Además estaba al tanto de


la filosofía alemana ... " 10 Dostoievski, cuatro años más tarde, pon-
dría por escrito una de las pocas declaraciones de su propio credo re-
ligioso en una carta para Natalia Fonvizina.
Durante esta reunión de una hora, Dostoievski oyó hablar por vez
primera del terrible mayor Krivtsov, quien estaba a cargo de la pri-
sión de Omsk. Le advirtieron que tomara precauciones con él. Dos-
toievski lo describe en su carta como "un canalla al que pocos podrían
igualar, un bárbaro mezquino, intrigante y borrachín. Es la criatura
más repulsiva que pueda uno imaginarse". 11
Natalia Fonvizina estaba emparentada con el conde Gorchakov, go-
bernador general de Siberia, y prometió hablarle en favor de Dos-
toievski. La señora Annenkova, oriunda de Francia, también le habló
acerca de su yerno, Konstantin Ivanov, oficial del Cuerpo de Ingenie-
ros Militares de Omsk, de quien Dostoievski afirmaría posterior-
mente que "ha sido como un hermano para mí". 12 También se en-
viaron cartas a las tres hijas del conde Gorchakov, quienes en aquel
entonces estaban visitando a su padre, pidiéndoles su intercesión en
favor de los petrashevkistas. A pesar de que todos estos esfuerzos no evi-
taron que Dostoievski y Durov fueran tratados como presos comu-
. nes y que les asignaran trabajos forzados, hicieron que Krivtsov fuera
un poco más cauteloso en su trato con ellos de lo que podría haber
sido en otras circunstancias.
En la mañana de la partida de Dostoievski y Durov para Omsk,
la señora Fonvizina y María Frantseva se adelantaron para encontrar-
los en el camino y verlos por última vez. "El frío era espantoso -es-
cribe ésta en sus memorias-. Como salimos en trineo muy temprano
para no dejar de encontrar a los prisioneros que partían, nos bajamos
de nuestro vehículo y nos alejamos a propósito por el camino, como
una versta, porque no queríamos que el conductor fuera testigo de
nuestra despedida, particularmente porque yo tenía que entregarle en
secreto al gendarme una carta para mi íntimo amigo, el teniente co-
ronel Zhdan-Pushkin, en la cual le pedía que cuidara de Dostoievski
y Durov ... Por fin escuchamos el distante tintineo de campanillas.

10 M. D. Frantseva: "Vospominaniya", lstoricheskii Vestnik, numero 6 (1886), p. 392.


11 Pisma, v. l: p. 135.
12 Ibid., p. 137.
PRil'vIERAS IMPRESIONES 115

Surgió velozmente una troica en el borde del bosque . Dostoievski y


Durov saltaron de su trineo siberiano. El primero era joven, delgado,
no muy alto y no muy bien parecido. El segundo, que tenía unos cuatro
años más que su compañero, tenía rostro regular, ojos grandes, ne-
gros y melancólicos, cabellos negros y una barba cubierta con nieve
y hielo. Vestían abrigos cortos de presidiario y gorros de piel con ore-
jeras."
"Los pesados grilletes producían un gran ruido al caminar. Les
dijimos adiós con premura, por temor de que algunos viajeros que
pasaban pudieran vernos con ellos. Solamente tuvimos tiempo para
decirles que no se desalentaran, y para garantizarles que personas
bondadosas los protegerían, incluso en el lugar al que iban. Le di
al gendarme la carta que ya tenía preparada para Pushkin. El gen-
darme, con escrupulosidad, se la entregó en Omsk." 13
Desafortunadamente el gendarme era también portador de otra mi-
siva, la que entregó con la misma escrupulosidad: una carta secreta
del comandante de Tobolsk al de Omsk. Contenía instrucciones, pro-
cedentes del propio zar, de que los dos deportados deberían ser trata-
dos como "prisioneros en la acepción cabal de la palabra. De acuerdo
con su sentencia, el mejoramiento de su condición en el futuro de-
penderá de su conducta y de la clemencia del monarca, mas de nin-
guna manera de la indulgencia de los que tengan autoridad inmediata
sobre ellos. Deberá ser nombrado un oficial confiable para que man-
tenga una vigilancia estricta e incesante" .14 En esos lejanos fortines
del Imperio ruso, instrucciones de tal naturaleza se honraban, por lo
general, violándolas más que cumpliéndolas. No existen pruebas de
que jamás fuese nombrado el burócrata menor. De todas mane-
ras, dichas órdenes hicieron más difícil acudir en ayuda de los
prisioneros políticos. Existía siempre la posibilidad de que algún fer-
voroso subordinado, ávido de una promoción, denunciara cualquier
favoritismo en el cuartel del gobernador general. Por otra parte,
la cuantía de lenidad que se podía ejercer con· seguridad, depen-
día del cálculo de la actitud del gobernador general y de sus alle-
gados. En cuanto a esto, Dostoievski y Durov fueron desafortunados:
por razones personales la señora Fonvizina riñó con Gorchakov poco

13 Frantseva: "Vospominaniya", pp. 628-629.


14 Leonid Grossman: Zhizn i Trud y F. M. Dostoevskogo (Moscú-Leningrado, 1935),
p. 66.
ll6 KATORGA

después de que aquéllos llegaron al presidio. Esto se supo rápida-


mente en el pequeño mundo hermético de la alta burocracia.

La carta de Dostoievski contiene también una sencilla descripción


de sus años en el penal y sus primeras impresiones de lo que más
le había afectado durante el periodo de tiempo que le tomó re-
organizar muchas de sus ideas y valores. "Ya había conocido a
prisioneros en Tobolsk -dice-, y aquí en Omsk me dispuse a vi-
vir con ellos durante cuatro años. Eran personas rudas, malas, irri-
tables. Era ilimitado su odio por la alta burguesía; por lo tanto, a
nosotros, los caballeros, nos recibieron con hostilidad y con maliciosa
alegría por nuestras tribulaciones. Si hubieran tenido oportunidad
nos habrían comido vivos. Por otra parte, juzga cuánta protección
teníamos, teniendo que vivir, comer, beber y dormir con estos hom-
bres durante varios años, sin ni siquiera tener la posibilidad de que-
jarnos por las innumerables afrentas de todos los tipos imaginables.
' Ustedes son nobles, jueces con picos de hierro, que acostumbraban
picotearnos hasta m atarnos. Antes, el amo acostumbraba atormentar
al pueblo, pero ahora es el más bajo de los de abajo: se ha convertido
en uno de nosotros.' Variaciones sobre este tema abundaron durante
cuatro años. Eran ciento cincuenta enemigos que jamás se cansaban
de acosarnos. Para ellos era un placer, una diversión, algo que
hacer. Si algo nos salvó fue la indiferencia, la superioridad moral (la
que ellos no podían evitar reconocer y respetar) y la inflexible resis-
tencia a la voluntad de ellos. Siempre admitieron que éramos supe-
riores a ellos. No comprendían nuestro delito. Permanecíamos silen-
ciosos sobre este tema, por lo que no podía existir comprensión entre
ellos y nosotros, y teníamos que padecer todo su acoso y venganza
contra la nobleza, que era la razón de su vida.''
"Nuestra situación era muy mala. Una prisión militar es mucho
peor que una civil. Pasé todos los cuatro años de presidio entre mu-
ros. Jamás salí, salvo para trabajar. Era pesado el trabajo que nos
asignaron (por supuesto, no siempre). A veces quedaba completamen-
te exhausto durante el mal tiempo, con niebla, lluvia y aguanieve, y
con el insopor table frío del invierno. Una vez estuve haciendo un
PRIMERAS IMPRESIONES 117

trabajo urgente durante cuatro horas, cuando el mercurio se había


congelado, y la temperatura era tal vez de cuarenta grados bajo cero.*
Se me congelaron los pies."
"Vivíamos apretujados, todos juntos en una sola barraca. Imagí-
nate una construcción de madera, vieja y ruinosa, que se suponía
debía haber sido derribada mucho tiempo atrás, que ya no era ade-
cuada para usarse. En verano había una intolerable proximidad; en
invierno, un frío insoportable. Todos los pisos estaban podridos. La
mugre en los pisos tenía casi tres centímetros de espesor. Uno podía
resbalarse y caer. Las ventanitas estaban tan cubiertas de escarcha
que era imposible leer en ningún momento del día. Casi tres cen-
tímetros de hielo en los cristales. Goteras en el techo, corrientes de
aire por todas partes. Nos hallábamos apiñados como sardinas en
lata. En la estufa cabían seis leños, pero no había tibieza (el hie-
lo dentro de la barraca casi no se derretía), sino sólo insufrible
humo . . Y esto duraba todo el invierno. Los reos lavaban en
la barraca su ropa, y todo el lugar estaba salpicado con agua. No
había espacio para darse la vuelta. Desde el anochecer hasta el ama-
necer era imposible no comportarse como cerdos porque, después de
todo, 'somos seres humanos vivientes.' Dormíamos sobre tablas des-
nudas y se nos permitía únicamente una almohada. Ex tendíamos so-
bre nuestros cuerpos el abrigo de piel de oveja, durante la noche per-
m anecían descubiertos nuestros pies. Temblábamos toda la noche. Pul-
gas, piojos, cucarachas, a montones. En invierno usábamos abrigos
cortos de piel de oveja, con frecuencia de la peor calidad, que casi
no proporcionaban ningún calor; y en nuestros pies, botas de media
caña. ¡Trátese de pasear con ellas bajo un frío glacial! La comida
que nos daban consistía en pan y sopa de col que tenía unos cien
gramos de carne vacuna; pero la carne estaba picada y jamás la vi.
Los días festivos, caldo aguado de verduras, casi sin grasa. Los días
de ayuno, col hervida y bien poco más. Padecí indigestiones inaguan-
tables y estuve enfermo varias veces. Podrás juzgar si podíamos haber
vivido sin dinero. Si no hubiese tenido nada, seguramente habría
muerto. Nadie, ningún reo, quienquiera que fuese, habría podi-
do soportar sin dinero esa vida. Pero todos trabajaban en algo,
• El autor no indica qué escala usa. Cuarenta grados centígrados bajo cero equi-
valen, salrn centésimas de grado, a cuarenta grados Fahrenheit bajo cero: el mercurio
se congela a 38.85 grados centígrados bajo cero. (T.] ·
118 KATORGA

vendían el producto de su trabajo y obtenían así unos cuantos kopeks.


Yo bebía té, y a veces compraba un pedazo de carne. Eso fue mi
salvación. Era imposible no fumar tabaco, porque uno podría haberse
sofocado en esa atmósfera. Todo esto se hacía a hurtadillas."
"A menudo yacía enfermo en el hospital. Mis trastornados nervios
me provocaron epilepsia, pero los ataques sólo me dan raras veces.
Además, tengo reumatismo en las piernas. Salvo esto, me siento bas-
tante bien. Agrega a todas estas agradables cosas la casi completa
imposibilidad de poseer un libro (y si se logra conseguir uno, se lee
a escondidas), la eterna hostilidad que nos envuelve, las constantes
disputas con nosotros, las peleas, los gritos, el alboroto, el clamoreo,
el siempre estar escoltado; nunca, nunca solo. Todo esto siempre
igual durante cuatro años. . . Realmente uno puede ser perdonado por
decir que las cosas estaban mal. Además de todo esto, la eterna ame-
naza de castigo pendiendo de nuestras cabezas, los grilletes, la total
sofocación del alma. Ya tienes un cuadro de mi existencia . .. " 15
Entonces Dostoievski abandona el pasado para retornar al presen-
te y a las apremiantes necesidades de su situación; pero unas cuantas
páginas después vuelve una vez más al ayer para hacer comentarios
adicionales sobre su vida en el campo de forzados. Proporciona, si no
una versión totalmente distinta, sí por lo menos una notablemente
modificada de sus nexos con algunos de sus compañeros de cautive-
rio. "Los hombres, no obstante, son hombres en todas partes ---escri-
be-. En los cuatro años de prisión pude por fin distinguir a los
hombres de los criminales. Créeme, entre ellos se encuentran per-
sonas serias, enérgicas, magníficas. Era un verdadero gozo descubrir
el oro debajo de la áspera y dura superficie. Y no en uno, ni en dos,
sino en varios. Es imposible no respetar a algunos de ellos, y algunos
son positivamente espléndidos. Le enseñé a un joven circasiano (con-
denado a trabajos forzados por asaltar en los caminos) a leer y escri-
bir en ruso. ¡Me colmó de gratitud! Otro reo lloró al despedirse
de mí. Acostumbraba darle dinero. . . pero, ¿fue mucho? En cambio,
su gratitud fue infinita. Entre tanto, mi carácter empeoró. Era ca-
prichoso e impaciente con ellos. Respetaron el estado de mi alma
y soportaron todo sm una sola queja. A propósito: ¡Qué tesoro de
tipos y personajes del pueblo me llevé del presidio! He vivido en

1,5 Pisma, v. 1: pp. 135-137.


PRIMERAS IMPRESIONES 119

estrecho contacto con los forzados, por lo que creo que los conozco a
fondo. ¡Cuántos relatos de vagabundos y bandoleros y en general, de
todo el ambiente lóbrego y miserable! ¡Son bastantes para tomos com-
pletos! ¡Qué gente tan maravillosa!" 16
La carta de Dostoievski evoca las condiciones físicas de su encar-
celamiento con más honestidad de la que le sería permitida u lterior-
mente por la censura en La casa de los muertos. Las aparentes con-
tradicciones entre sus dos opiniones acerca de sus compañeros de
presidio iluminan el proceso de descubrimiento que se efectuó entre
el comienzo y el final de su cautiverio. Al término de éste había lo-
grado penetrar más allá de la horrible y repugnante superficie, y
obtener una comprensión mucho más precisa de las profundidades
psíquicas y morales. En efecto, la transición de uno a otro punto de
vista le suministra el plan fundamental que usará más tarde para
estructurar sus memorias del presidio.

Al arribar a Omsk, Dostoievski obtuvo su primer atisbo del temible y


odiado mayor Krivtsov. "Empezó a insultarnos abiertamente a los dos
-comenta en su carta-, a Durov y a mí. Nos consideró unos tontos
debido a nuestros delitos, y prometió castigarnos con penas corporales
al primer agravio." 17 Este incidente se narra ulteriormente en La
casa de los muertos, en la que Dostoievski pinta al mayor con más
detalles: "Su cara [la del mayor] maligna, purpúrea, barrosa, nos pro-
dujo una impresión muy deprimente: era como si una malévola araña
se hubiese abalanzado sobre una desdichada mosca que hubiera caído
en su telaraña." Después de ordenar que les rasuraran las cabezas a
los prisioneros recién llegados y que les confiscaran todas sus propie-
dades y sus ropas personales (salvo, por alguna razón, la ropa interior
blanca), terminó con la siguiente amenaza: "¡Cuídense de comportar-
se mal! ¡No hagan que tenga informaciones de ustedes! O . . . castigo
corporal. A la menor fechoría . .. ¡el látigo!" (v. 4: p. 214).
Ha sido un tema de incesante especulación el de si Dostoievski fue

16 Pisma, v. 1: pp. 138-139.


11 !bid., p. 135.
120 KATORGA

azotado alguna vez en el penal. Los rumores a este respecto tuvieron


ainplia difusión durante el curso de su vida, y continuaron circulando
después de su muerte. Parecieron quedar confirmados por el testi-
monio del doctor Riesenkampf, antiguo amigo de Dostoievski, con
quien había compartido un apartamento en Petersburgo en los años
cuarenta. Riesenkampf, que posteriormente formó parte del cuadro
del Hospital Militar de Omsk, afirmó haberse enterado allí de que
Dostoievski había sido flagelado por orden de Krivtsov. "No puedes
imaginarte -escribió después del fallecimiento de Dostoievski- el
horror de los amigos del finado [Dostoievski], quienes presenciaron
cómo, a consecuencia del castigo, y en presencia de Krivtsov, enemigo
personal de Feodor Mijáilovich, éste, con su temperamento nervioso
y su vanidad, fue derribado en 1850, por primera vez, por la epilepsia,
la que reincidió cada mes a partir de aquel entonces." 18
El propio Dostoievski no menciona en su carta tal suceso. Inclu-
so comenta específicamente de Krivtsov: "Dios me protegió de él." 19
El barón Wrangel, quien se convirtió en confidente de Dostoievski
poco tiempo después de que éste fuera liberado del campamento de
forzados, y cuya comprensión del estado del ex prisionero habría su-
perado sin duda cualquier reticencia, niega categóricamente que
existan pruebas del flagelamiento: "Puedo testificar, basándome en las
palabras del propio F. M. Dostoievski, que ni en la katorga, ni durante
el periodo que sirvió en la milicia, nadie jamás le causó daño alguno.
Todo lo que ha sido publicado en los periódicos sobre este asunto es
pura invención." 20 Tal vez lo más concluyente sea que el compañero
de presidio de Dostoievski, el polaco Szymon Tokarzewski, no mencio-
na dicho episodio en sus memorias. Exiliado por conspirar para re-
cuperar la independencia de su patria, Tokarzewski pinta un cuadro
implacable de la ferocidad y la brutalidad de la vida en presidio, y
particularmente de Krivtsov. En su opinión, prejuiciada y comprensi-
blemente antirrusa, el mayor era un caso típico de la caprichosa in-
humanidad de la opresión rusa. No habría querido Tokarzewski eli-

18 Esta relación se encuentra en una carta de Riesenkampf dirigida a Andrei


Dostoievski, que se publicó parcialmente en 1881. Los extractos más importantes apa-
rec1eron nuevamente en Literaturnoe Nasledstvo, número 86 (Moscú, 1973), p. 549.
19 Pisma, v. 1: p. 135.
20 A. E. Wrangel: Vospominaniya o F. M. Dostoevshom v Siberii (San Petersburgo,
1912), p. 14.
PRIMERAS IMPRESIONES 121

minar de su lienzo a Dostoievski, con el que había tenido disputas


tocante a política. Podemos estar seguros de que hubiera contado con
lujo de detalles este ejemplo adicional de la barbarie y salvajismo ru-
sos, si alguna vez hubiese acontecido.
Tal vez el origen de la certidumbre de Riesenkampf se encuentra
en un incidente relatado en las memorias de P. K. Martianov, una de
las escasas fuentes de información dignas de confianza en lo que res-
pecta a los años de encarcelamiento de Dostoievski. Según Martianov,
en una ocasión el mayor Krivtsov dio la orden de que Dostoievski
fuera castigado con el látigo. Al hacer una de sus súbitas inspecciones.
de la prisión (los reclusos lo apodaban "ocho ojos", porque parecía
ver y saber todo lo que acontecía, bien sea por propia observación o
mediante informadores), Krivtsov descubrió a Dostoievski acostado
sobre un jergón en la barraca, en un momento en que debería estar
trabajando. Resultó que Dostoievski había sido eximido de la labor
por encontrarse enfermo. Se le había concedido un día de descanso.
Esto le fue explicado a Krivtsov por el suboficial de guardia, que per-
tenecía al grupo de ex cadetes navales, todos de buena familia, que
habían sido desterrados por insubordinaciones de escasa importancia,
y exiliados a Siberia. Pero el colérico Krivtsov, rojo de furia, gritó
que Dostoievski estaba siendo protegido, y ordenó que fuera azotado
de inmediato.
Se hacían los preparativos para cumplir con la orden cuando se
presentó apresuradamente el comandante de la fortaleza, el general
De Grave. El ex cadete naval había enviado un mensajero para notifi-
carle la situación. Éste, al igual que sus compañeros, era clemen-
te con todos los presidiarios, y en particular con los prisioneros
políticos. El general, conocido por su decencia, no sólo revocó de
inmediato la orden de Krivtsov, sino que también lo reprendió
con severidad en público por haber intentado ilegalmente castigar a
un recluso enfermo. 21 Este acontecimiento fue ampliamente conocido
en el círculo de protectores que tenía Dostoievski en Omsk, pero
cuando el relato llegó a oídos de Riesenkampf tal vez ya había sido
adornado con todos los detalles adicionales que aparecen en su ver-
sión. La horrenda acción, dicho de otra manera, no había sido con-

21 P. K. Martianov: "V Perelome Veka", Istoricheskii Vestnik, números 10-11 (1985),


n. 11: p. 453.
122 KATORGA

jurada, sino realizada. Dostoievski sufrió las aniquilantes consecuen-


cias durante el resto de su vida . .. , para vergüenza eterna del des-
potismo zarista.
Por lo tanto, puede presumirse que Dostoievski jamás fue azotado, y
que debe ser rechazada la tentativa de atribuir su epilepsia directa-
mente a una conmoción nerviosa provocada por tal incidente. De
todas maneras, es comprensible el impulso de relacionar la aparición
de su pavorosa enfermedad con las horribles tensiones a las que fue
sometido por su sentencia. Existe una determinada verdad poética, si
bien no una literal, al establecer tal concatenación, puesto que la
total secuencia de acontecimientos, que se iniciaron con la fingida
ejecución y prosiguieron con la exposición a las condiciones del cam-
pamento de condenados y con el terror constante por encontrarse a
merced de la beoda furia de Krivtsov, puede, ciertamente, haber
contribuido al inicio de la epilepsia de Dostoievski. Hasta donde es
posible precisar, el primer ataque genuino ocurrió en algún día del
año 1850, y fue descrito siete años después en un informe médico.
Durante el ataque, Dostoievski emitió alaridos, quedó inconsciente,
arrojó espuma por la boca, tuvo respiración ronca y pulso débil, rápido
e irregular. El mismo informe manifiesta que un ataque similar ocu-
rrió en 1853. Desde entonces, los accesos continuaron una vez al mes
como promedio.
Se ha discutido bastante respecto de la fecha exacta del primer
ataque de epilepsia que padeció Dostoievski. La cuestión se ha com-
plicado especialmente por dos razones: la primera es que Dostoievski
sufrió cierta "enfermedad nerviosa" no especificada en los últimos
añ os del decenio 1840-1849, la que fue, probablemente, una adver-
tencia de su afección ulterior. Las dos enfermedades se han confun-
dido con frecuencia, a pesar de que Dostoievski declara, una y otra
vez, que los síntomas de la "enfermedad nerviosa" se desvanecieron
durante los años que estuvo en Siberia. La segunda complicación re-
side en el tan difundido crédito concedido al famoso artículo de Sig-
mund Freud: "Dostoievski y el parricidio'', en el cual afirma que
los primeros síntomas epilépticos de Dostoievski fueron provocados
por "algo terrible, inolvidable y torturador de la niñez". No obstante,
la única prueba que cita Freud para haber llegado a esta conclusión,
se refiere al (supuesto) asesinato del padre de Dostoievski en 1849,
PRIMERAS IMPRESIONES 123

época en que el escritor tenía dieciocho años de edad. Tampoco


existe ningún motivo para creer que en aquella época había sido ago-
biado por un ataque de epilepsia.* La carta de Dostoievski es el úni-
co documento de primera mano disponible, y en la misiva resulta evi-
dente que él habla de su epilepsia como de una fase completamente
nueva de su viejo padecimiento ("desórdenes nerviosos"), como del
empeoramiento de un estado cuyos síntomas iniciales pudieron haber
aparecido en Petersburgo, pero que se convirtieron en verdaderamente
epilépticos en Siberia. Así es exactamente como los describe el barón
Wrangel, pocos años después de que escribió la carta a su hermano
Mijail. "El primer síntoma de su enfermedad, ta.l como él (Dos-
toievski) lo afirma -escribe Wrangel-, ya había aparecido en Peters-
burgo, pero evolucionó en la katorga." 22 Tomando en consideración
su historia clínica, Dostoievski no pudo haber considerado su epilepsia
como totalmente inesperada, pero siempre se refiere a sus accesos
epilépticos siberianos como a una afección de la que no poseía ex-
periencia previa.

Incuestionablemente, el mayor Krivtsov era un mezquino tirano y


un valentón sádico, que disfrutaba torturando a los forzados que
estaban bajo su control, simplemente para poner de manifiesto su au-

• La carencia de pruebas documentales no es un obstáculo para los fervorosos freu-


dianos. Dominique Arban, en un supuestamente estudio erudito de los años presi-
berianos de Dostoievski, simplemente inventa una "escena fundamental" imaginaria
para apoyar su opinión freudiana. Cuenta que Dostoievski, a los siete años, des-
pertó por los gritos de su madre; entró a la alcoba de sus padres, y entonces
sufrió el primer ataque epiléptico de su vida al ver a su padre golpeando a su des-
amparada madre. No puede aportarse una minima prueba para sostener este vuelo
psicobiográfico de imaginación. Pero, como David E. S'tannard ha señalado con res-
pecto de otros esfuerzos parecidos, "el planteamiento más común en la labor psico-
analítica consiste en hacer precisamente" lo que Dominique ha llevado a cabo en
este caso, "i.n terpretar las caracteristicas de un adulto para suponer o 'reconstruir'
sus experiencias infantiles." Para tener información más detallada, véase el apéndice
de mi Dostoievski. Las semillas de la rebelión, 1821-1849, Fondo de Cultura Económica,
México, 1984, pp. 456-472). Dominique Arban, Les annees d'apprentissage de Fiador
Dostoievski (París, 1968), pp. 31-32 David E. Stannard, Shrinking History (Nueva
York, 1980), p. 73.
22 Wrangel: Vospominaniya, p. 37.
124 KATORGA

toridad. Algunas veces, como Dostoievski narra y confirma Tokar-


zewski, invadía la barraca por la noche y despertaba a los condenados,
que dormían exhaustos después de un día de trabajos forzados,
porque estaban acostados del lado derecho o de espaldas, y él había
decretado que la única posición permisible para dormir era del lado
izquierdo.* .No obstante, aunque su ira salvaje por la que conside-
raba simulación de Dostoievski para evitar el trabajo hubiese explo-
tado al encontrar a cualquier prisionero en similares circunstancias, se
incrementó porque se había dado cuenta de que Dostoievski estaba
siendo parcialmente "protegido" . Konstantin Ivanov, ayudante del
general del Cuerpo de Ingenieros, hizo arreglos para que a Dostoievski,
en la medida de lo posible, le dieran únicamente los trabajos más
ligeros: pintar, hacer girar la rueda de un torno, partir alabastro, pa-
lear la nieve durante los largos inviernos siberianos. En una ocasión
también le dio el puesto de oficinista en la cancil'. ería del Cuerpo de
Ingenieros, pero su orden fue pronto revocada por el oficial de Estado
Mayor que estaba de servicio, quien era un arribista ambicioso que
contaba con la confianza del gobernador general Gorchakov y tenía
bastante influencia. Probablemente se percató de que los protectores
de Dostoievski ya no gozaban de la gracia de Gorchakov, y le informó
a Ivanov que las labores de oficina no eran adecuadas para los pri-
sioneros políticos condenados a trabajos forzados.
Sin embargo, Dostoievski no reaccionó muy desfavorablemente ante
esta situación. Sentía que las faenas en el exterior, si eran razona-
blemente agotadoras, le eran necesarias para combatir los efectos no-
civos de la pestilente atmósfera de la barraca, por lo que las solicitó
después de cierto tiempo. "Al menos me salvará el estar constante-
mente al aire libre, trabajando todos los días hasta cansarme, apren-
diendo a acarrear cargas pesadas -escribe- . Pensé: me fortaleceré.

" Al describir la absurda tiranía del mayor Krivtsov, Tokarzewski sefiala que, a
pesar de qu e en algunas ocasiones ordenaba azotainas por delitos genuinos, "en la
mayoría de los casos era por nada. Para ser sentenciado a los 'palos' bastaba con
dormir del lado derecho. Sí, esto no es una broma, ¡es la pura verdadl Vaska
[otro apodo que los forzados daban a Krivtsov] frecuentemente irrumpía en la
ba1raca por las n oches y mandaba azotar a quienquiera que estuviera durmi endo
sobre el costado derecho. Vaska decía, para justificar este castigo, que Cristo siempre
dormía del lado izquierdo. Por lo tanto, les exigla a todos que siguieran su ejemplo''.
Dostoievski no proporciona este último detalle. Szymon Tokarzewski , Siedem lat Ka·
torgi (Varsovia, 1907), p. 127.
PRIMERAS IMPRESIONES 125

Saldré de la prisión saludable, vigoroso, con buen ánimo y no


envejecido. No estaba equivocado: el trabajo y el ejercicio me hicie-
ron mucho bien." (v. 4: p. 80) . Por otra parte, parece ser que Sergei
Durov evitó las labores manuales siempre que podía. A pesar de
tener sólo unos cuantos años más que Dostoievski, salió del cam-
po de trabajos forzados enfermo, destrozado, casi sin poder sostenerse
sobre sus pies. La descripción que hace un testigo ocular del aspecto
de Dostoievski en el campo de condenados hace hincapié en su apa-
riencia vigorosa y en su fuerza física: "F. M. Dostoievski parecía un
obrero fuerte , corpulento, rechoncho, bien entrenado y adaptado a la
disciplina militar." 23 Probablemente influyeron en la última descrip-
ción los años que estuvo como cadete en la Academia de Ingenieros.
De todas maneras, Dostoievski tal vez habría tenido más proble-
mas de salud si no hubiese sido por la bondad y el humanitarismo que
manifestaba con los prisioneros políticos el doctor Troitksi, director
del hospital de la fortaleza. La primera estancia de Dostoievski en el
hospital pudo haber sido motivada por su ataque epiléptico, o por
haberse desmayado debido al agotamiento mientras paleaba la nie-
ve, pero retornó allí con frecuencia, aunque no padeciera ninguna
enfermedad específica. El doctor envió el mensaje con los ex cadetes
navales (cariñosamente llamados morya.chki -"los marineritos"- por
los prisioneros) de que había lugar disponible. A partir de ese enton-
ces Dostoievski solía presentarse en el hospital. Lo anotaban en los
registros como "convaleciente". En esta forma gozaba de un descanso
muy necesario del incesante ruido y agitación que había en la barraca.
El hospital le proporcionaba relativa quietud y comodidad, el placer
de dormir en cama, alimentos nutritivos, té y vino, bien de las ra-
ciones del hospital o de la cocina del doctor. Ciertamente el mayor
Krivtsov sabía de los favores que les hacía a los "políticos" el doctor
Troitski, pero como el hospital era una instalación del ejército, no
parte de la prisión, bien poco era lo que podía hacer. Aunque el ge-
neral del Cuerpo de Ingenieros y el general De Grave se percataban
bien de que el doctor Troitski estaba haciendo caso omiso de la sen-
tencia que pesaba sobre los petrashevkistas, prefirieron fingir igno-
rancia al respecto. Tan sólo advirtieron al doctor que fuera muy
cuidadoso.

23 Martyanov, "V Perelome Veka" , núm. 11: p. 448.


126 KA TORGA

Resultó que esa advertencia no era superflua en lo absoluto. Final-


mente uno de los médicos del hospital denunció, en una carta a Pe-
tersburgo, el sospechoso favoritismo de su superior por los prisione-
ros políticos. Se ordenó una investigación de los cargos, y fue enviado
un funcionario jurídico de Tobolsk para que llevara a cabo las averi-
guaciones. Como el informador no recibió la cooperación de las auto-
ridades locales, no pudo presentar a ningún testigo que corroborara
los cargos que había hecho. Cuando le preguntaron a Dostoievski si
había escrito algo, bien sea en la prisión o en el hospital, respondió
que, si bien no había hecho registros en papel, estaba recolectando
material. Al insistírsele que en qué lugar podía encontrarse este ma-
terial, replicó: "En mi cabeza." 24
Desesperado, el investigador decidió realizar una súbita búsqueda
en el alojamiento de los reos. Ya que para esto se requería el
permiso del comandante, tuvo tiempo el general De Grave para avi-
sarles en secreto a los prisioneros, quienes se apresuraron a hacer
desaparecer todo lo ilegal y prohibido. Cortésmente, dejaron unos
cuantos artículos ligeramente escondidos para recompensar al inves-
tigador. Éste encontró un tarro con pomada, una botella de agua
de colonia, una camisa rota de mujer, medias femeninas y unos jugue-
tes de niños. Además, el gran premio consistió en unas cuantas hojas
escritas. El investigador se abalanzó sobre ellas, esperando ansiosa-
mente haber encontrado por fin alguna prueba incriminadora de
composición literaria. Las hojas, en efecto, contenían una obra lite-
raria ... , pero no de la clase que él había supuesto: resultó ser una
plegaria, dirigida al Todopoderoso, rogándole su divina intercesión
para exorcizar a Satán, quien, por lo visto, había retornado a la tie-
rra, procedente del infierno, bajo la apariencia del mayor Krivtsov.
No se sabe si Dostoievski tomó parte en la composición de este trozo
de humor irónico y torvo, pero difícilmente debió de haber sido des-
aprovechado su talento literario.
Lo cierto es que Dostoievski hizo algo más que recolectar material
en su cabeza: tenía guardada en el hospital una libreta de apuntes, en
la cual anotaba frases y expresiones usadas por los reclusos, que

24 Martyanov, opus cit., p. 456.


PRIMERAS IMPRESIONES 127

eran típicas del pintoresco y picante lenguaje campesino. Le confió


estas valiosas páginas al médico auxiliar, A l. lvanov, quien se las
devolvió cuando Dostoievski fue liberado del penal. Dostoievski con-
servó hasta el día de su muerte estas páginas escritas con prisa, cosi-
das a mano, dentro de un pequeño libro de apuntes. Hubiera sido
demasiado arriesgado haberlas llevado consigo, o haberlas oculta-
do en la barraca, no solamente porque podrían haber sido robadas
o podían extraviarse (hurtaban todo lo que pudiera producir unos
cuantos kopeks; Dostoievski descubrió con asombro que todo podía ser
vendido) sino también porque, si las encontraba el mayor, le podrían
haber proporcionado a éste la justificación, durante tanto tiempo
buscada, para ordenar que fuera azotado. Además de anotar frases y
proverbios, Dostoievski también preservó las letras de las canciones
que ulteriormente incluiría en La casa de los muertos. Ciertas fra-
ses, que contienen nombres y fechas, evidentemente son recursos
mnemotécnicos para recordar los relatos o los incidentes que no podía
anotar en su totalidad. Dostoievski usó con amplitud este material en
el libro que emergió directamente de sus años en el campamento
de condenados, al igual que en muchas de sus novelas, en las que
incorpora las locuciones que anotó por primera vez en Siberia para
vivificar el texto. Desde entonces, estudiantes de etnología, folklor
ruso y lingüística han descubierto que Dostoievski era un observador
preciso y que registró fielmente la mentalidad campesina y la jerga
del penal.
A pesar de las privaciones y las agotadoras exigencias de la vida
en el campamento de trabajos forzados, la existencia de los Apun-
tes siberianos revela la inflexible determinación de Dostoievski, de
continuar su carrera literaria, y no abandonar la esperanza de que
algún día podría reanudarla. "No puedo encontrar palabras para ex-
presarte - le escribe a su amigo Apollon Maikov- la tortura que
sufrí por no poder escribir." 25 Durante sus años de presidio tuvo una
sola ocasión para expresarse con libertad, con una persona procedente
de la metrópoli. Sus preguntas más ávidas se refirieron a la escena
literaria de la cual había sido arrancado bruscamente. Esta conver-
sación tuvo lugar en el invierno de 1853 con Evgeni Yakushkin,
hijo de una familia decembrista exiliada. Yakushkin, después de

25 Pisma, v. l: p. 166; 13 de enero de 1856.


128 KATORGA

terminar sus estudios en Rusia, había retornado a Siberia en misión


de trabajo como agrimensor.
Estando de paso en Omsk, y sabiendo que Dostoievski se encontra-
ba prisionero allí, Yakushkin pidió a un oficial de la fortaleza, amigo
suyo, que arreglara un encuentro con el escritor. Al día siguiente le
asignaron al reo Dostoievski la limpieza de la nieve enfrente de
una de las casas que se utilizaban como alojamiento para los oficiales
de paso. Fue invitado a pasar al interior por su ocupante, un jo-
ven con el uniforme del Cuerpo de Agrimensores. "Recuerdo -es-
cribió Yakushkin en una carta, muchos años después- que el as-
pecto de Dostoievski me causó una impresión terriblemente dolorosa
cuando entró en la habitación con su ropa de forzado, sus grilletes
y su enfermizo rostro, en el que se notaban las huellas de una
grave dolencia." Después de los primeros instantes se estableció una
buena relación entre los dos, y charlaron vehementemente "sobre lo
que acontecía en Rusia, sobre la literatura rusa de la actualidad. Me
preguntó sobre los nuevos escritores que acababan de surgir, y habló
de su difícil situación con el numeroso grupo de condenados". 26 Ya-
kushkin instó a Dostoievski a que aceptara una cantidad de dinero,
y aceptó gustoso llevarle a Mijail una carta que fue escrita ahí mismo.
Quedó encantado cuando Dostoievski le dijo que el encuentro lo había
hecho volver a la vida. La comprensión y el interés que manifestó
Yakushkin le confirmaron al otrora escritor que era aún recordado,
y que no se había desvanecido en la estepa, como la heroína de su
novela Pobres gentes, sin dejar huellas.

Para Dostoievski, los dos últimos años en el campamento de trabajos


forzados fueron bastante dolorosos, pero no tuvieron las penalidades de
los dos precedentes. En primer lugar, el mayor Krivtsov fue arrestado,
enjuiciado por mala conducta y obligado a renunciar del servicio
gubernamental. El reino de terror que había establecido se fue con
él. Después de estos acontecimientos, Dostoievski tuvo la satisfacción

26 La carta está incluida en el articulo de V. Liubimova·Dorotvskaya: "Dostoevsky


v Siberii", Ogonek, número 46-47 (1946), pp. 27-28.
PRIMERAS IMPRESIONES 129

de encontrarse en la ciudad al ex mayor. Vio a un hombre destrozado


y triste, "a un civil con gastado abrigo y una gorra con escarape-
la" (v. 4: p. 218). Cuando Krivtsov se hubo ido "todos parecían respi-
rar más libremente y tener más confianza ... ; todos sabían que, en caso
de necesidad, uno podía arreglar las cosas con las autoridades, y que
el inocente no sería castigado en lugar del culpable, salvo por equi-
vocación" (v. 5: p. 219). También cayó en desgracia, y fue reemplaza-
do, el gobernador general Gorchakov, cuya querida (la esposa de un
respetado general del ejército) desvergonzadamente r~caudaba, por con-
cepto de sobornos, grandes cantidades de dinero. En la primavera
de 1853 los amigos que tenía Dostoievski en la Comandancia de In-
genieros de Omsk, tratando de obtener ventaja del nuevo y más fa-
vorable ambiente que prevalecía, solicitaron que fuera modificado
el estado legal de Dostoievski y Durov, para que éstos no tuvieran
que llevar grilletes. Pero el Ministro de Guerra notificó a Omsk que
el zar no había tenido a bien aprobar su petición.
A pesar de este revés, las condiciones externas de la encarcelación
de Dostoievski mejoraron en forma notable. "Disfruté de más privi-
legios en el último año que en los primeros de mi vida en prisión
-anota en La casa de los muertos-. Entre los oficiales de servicio
en la ciudad descubrí algunos conocidos, e incluso, antiguos compa-
ñeros de estudios. . . Por mediación de ellos pude obtener más di-
nero y hasta libros" (v. 4: p. 229). Se ignora quiénes eran esos
compañeros de estudios, pero sólo pudieron haber sido condiscípulos
de la Academia de Ingenieros, destinados a Siberia en aquel enton-
ces. Salvo por dos títulos -las traducciones al ruso de Los papeles
póstumos del Club Pickwick y David Copperfield-, desconocemos
los libros a los cuales tuvo finalmente acceso Dostoievski. Las dos no-
velas de Dickens le fueron prestadas por los moryachki, quienes se
sorprendieron de que, a diferencia de Durov, mostrara poco interés
en su repertorio de obras francesas de Alejandro Dumas, Eugenio
Sue y Paul Feval. En apariencia, la lectura de Dickens le produjo
una fuerte impresión, una profunda huella moral. Años más tarde
consideraría al señor Pickwick como uno de los precursores de su
príncipe Mishkin, "un hombre perfectamente bueno", la encarnación
de un ideal cristiano escarnecido y ridiculizado por el mundo.
Lo más importante es que la situación de Dostoievski se vio tam-
bién aliviada debido a que por fin logró establecer relaciones amis-
130 KATORGA

tosas con algunos de los presidiarios-campesinos, lo cual le propor-


cionó un bienvenido consuelo a su opresiva sensación de vivir en un
mundo en el que estaba rodeado sólo por la hostilidad y el odio.
Fue liberado de la penitenciaría en febrero de 1854 -no era en
lo absoluto una genuina liberación, puesto que pasó a servir como
humilde soldado en el ejército ruso durante un periodo indefinido-.
De todas maneras, el presentimiento de las dificultades que tendría
en el futuro no pudo suprimir el gozo inmenso de su tan esperada
libertad. Durante años había dado paseos solitarios todas las tardes por
la empalizada del campamento de forzados, contando cada día otra
estaca para marcar la expiración gradual de su existencia. ¡Por fin
había llegado el gran momento! Pero ningunas palabras pueden su-
perar el contenido sentimiento con el que pinta la mezcla de tristeza
y alegría de este acontecimiento que jamás olvidaría: la implícita la-
mentación por un doloroso pasado, y la trémula anticipación de un
incierto, pero infinitamente seductor futuro. "Los grilletes cayeron.
Los recogí. Quería tenerlos en mi mano, contemplarlos por última
vez. Creo que en ese momento me maravillé de que hubieran esta-
do en mis pies un minuto antes. '¡Que Dios te bendiga! ¡Que Dios
te bendiga!', exclamaron los reclusos con voces bruscas y rudas, en
las que, no obstante, había una nota de alegría. Sí, ¡que Dios nos
bendiga! ¡Libertad!, ¡una vida nueva!, ¡la resurrecci6n de entre los
muertos! ¡Qué instante tan glorioso!" (v. 4: p. 232).
VII. MUNDO DE HORROR MORAL

NINGÚN periodo de la vida de Dostoievski es más difícil de describir


satisfactoriamente que el intervalo de estos años en el campamento
de trabajos forzados. No es que falte material. Al contrario, su corres-
pondencia, las memorias de sus contemporáneos y la narración com-
pleta que realizó años después en La casa de los muertos parecerían
proporcionar amplia documentación. A pesar de tal abundancia apa-
rente de testimonios, subsiste el prolongado misterio, difícil de pe-
netrar, de qué es lo que aconteció exactamente. Ni en La casa de los
muertos ni en sus cartas, Dostoievski, el gran psicólogo, analiza jamás
las profundidades de su mente, salvo en los más vagos términos. En
ninguna parte proporciona la información que nos ayudaría a com-
prender la modalidad específica de su transformación. Ciertamente,
en contadas ocasiones en sus cartas, Dostoievski se aproxima al borde
de tal autoanálisis y autoconfesión, pero siempre se aparta en el
último momento: "Pero mi alma, mi corazón, mi mente; lo que ha
crecido, lo que ha madurado, lo que ha sido desechado junto con las
malas hierbas, eso no puede ser comunicado y registrado en una hoja
de papel. . . En términos generales, el reclusorio me ha quitado mu-
chas cosas y me ha entregado muchas otras." 1 Nunca jamás Dos-
toievski es más explícito. No desnuda los secretos de su alma. Dichas
palabras simplemente aguijonean la curiosidad, sin proporcionar ge-
nuina iluminación.
Sólo otro pasaje, escrito veinticinco años después, va más allá de
las vagas generalidades como las que se acaban de citar. En su Diario
de un escritor (1873), recordando Dostoievski "sobre la regeneración
de mis convicciones'', señala que ha sido algo muy prolongado. "No
ocurrió tan rápidamente -escribe-, sino en forma gradual, y des-
pués de largo, largo tiempo." 2 Si esto significa que coincidió en parte
con los años inmediatamente posteriores a los del penal, aún sigue .

1 Pisma, v. 1: p. 446; 30 de julio de 1854.


2 DW (1873), p. 152.

131
132 KATORGA

sin aclararse, pero tal inferencia parece ser confirmada por el énfasis
de las palabras de Dostoievski. Si es así, esto daría a entender que
Dostoievski no salió del campamento de condenados con un grupo
inalterable y firmemente definido de convicciones nuevas en reem-
plazo de las que había abandonado. Es mucho más plausible contem-
plarlo, al principio, tratando gradualmente de encontrar un sentido
humano a su exposición a una total gama de nuevas impresiones que
entraron en conflicto con sus nociones preconcebidas; y sólo poste-
riormente empezando a comprender en forma más certera, cómo
esta experiencia había modificado sus ideas. Tales "ideas" explícita-
mente formuladas habrían empezado a conformarse cuando Dos-
toievski, al tomar contacto una vez más con la vida sociopolítica y
cultural rusa de mediados del decenio 1850-1859 y de los comienzos
de la década 1860-1869, descubrió que era necesario definir una posi-
ción, rodeado por las abruptas transformaciones y por los aconteci-
mientos trascendentales de aquellos agitados años.
El mismo pasaje en el Diario de un escritor es igualmente valioso
porque indica una mayor motivación para cualesquiera cambios que
hayan ocurrido. Afirma Dostoievski que no fueron las penalidades del
exilio y los trabajos forzados los que habían alterado sus ideas y
las de aquellos como él entre los ex petrashevkistas. No habían sido
destrozados por las implacables penalidades físicas de su cruel des-
tino. "No, algo diferente. . . cambió nuestro concepto de la vida,
nuestras convicciones y nuestros corazones ... Este algo diferente fue
el contacto directo con la gente del pueblo, la fraternal fusión con
ella en común desventura, la comprensión de que [habíamos] llegado
a ser como esa gente, que nos habían convertido en sus iguales,
y que, incluso, pertenecíamos a su estrato más bajo." 3 Ya hemos visto
que tales palabras embellecen e idealizan una "fusión" que de nin-
guna manera había sido lo "fraternal" que Dostoievski desea que
crean sus lectores. No obstante, está incuestionablemente indicando
algo decisivo en el proceso de su transformación, a pesar de que lo
hace en términos que, en forma manifiesta, inducen a error, puesto
que lo que él subraya en las palabras arriba citadas es el producto
final de un proceso por el cual atravesó. La "fraternal fusión" sólo
fue el resultado de una compleja lucha interna, cuyos detalles se

3 DW (1873), p. 152.
MUNDO DE HORROR MORAL 133

abstiene Dostoievski de relatar en dicho pasaje, a pesar de que es


uno de los leitmotivs dominantes en La casa de los muertos.
Cualquier cosa que le haya acontecido a Dostoievski en la katorga,
por supuesto no debe ser considerado en forma aislada de los acon-
tecimientos trascendentales que antecedieron inmediatamente a su
partida. Los meses de aislamiento y de obstinada autodefensa en la
Fortaleza de Pedro y Pablo; la confrontación con la muerte y con
el atormentador misterio de la vida más allá del sepulcro, que ocurrie-
ron durante aque:Ios últimos momentos en el patíbulo; el encuentro
en Tobolsk con las esposas de los decembristas, testigos enternece-
dores de la sublime realidad del autosacrificio y la caridad cristia-
na .. . Todo esto dej ó huellas indelebles. La soledad en la cárcel le
había demostrado que la autonomía de la personalidad humana podía
ser una viviente realidad; la agonizante espera del final le había
otorgado un nuevo y trascendente significado (ya jamás exclusivamen-
te social y secular) a sus creencias cristianas. Había visto la esencia
moral de estas creencias conmovedoramente encarnadas en los bon-
dadosos visitantes al lugar de su cautiverio. Seguramente dichas ex-
periencias ayudaron a transformar a Dostoievski, pero su naturaleza
no era tal como para entrar en brusco conflicto con sus anteriores
convicciones. Estas experiencias más bien influyeron para acentuar
los aspectos puramente morales y religiosos de su previa concepción
del mundo, y para desligar éstos de su conexión con cualquier doctri-
na de acción sociopolítica. Solamente cuando llegó al campamento
de trabajos forzados y fue obligado a vivir en extrema cercanía con
los campesinos-presidiarios, algunas de sus opiniones primitivas fue-
ron directamente impugnadas. Solamente entonces empezó a perca-
tarse del grado en que había sido víctima de las ilusiones acerca del
campesino ruso y de la naturaleza de la realidad sociopolítica rusa.
Por consiguiente, existe cierta justificación para la prioridad que
él asigna a su encuentro con el pueblo ruso en la realización de
la transformación que acaeció, pues fue este encuentro el que lo
condujo al colapso de la totalidad de su equilibrio psíquico-emotivo,
y le hizo necesario hacer un desesperado esfuerzo para encontrar al-
guna forma de ajustarse a las inquietantes verdades que lo asaltaban por
todas partes. La notable reacción de Dostoievski ante este desafío
constituyó el eje sobre el cual giró su regeneración. Una vez que
apareció esta reacción, sus convicciones fueron gradualmente altera-
134. KATORGA

das para adaptarse a la nueva visión que él había adquirido de sus


compañeros de infortunio.

Muchas cosas permanecen inciertas con respecto a los cuatro años


de cautiverio que Dostoievski pasó en el presidio de Siberia. In-
cluso la cuestión de cómo leer el libro que escribió acerca de ese
periodo de su vida, La casa de los muertos, presenta ciertos pro-
blemas, puesto que, evidentemente, la novela contiene tanta fan-
tasía realista como verdad. Dostoievski adaptó sus experiencias de
acuerdo con un propósito artístico predominante. De ninguna ma-
nera su relato puede ser aceptado como una inocente reproducción
de su existencia diaria. A pesar de todo, su 'propósito consistió en
comunicar las correlaciones objetivas de lo que él sabía que era la
"verdad" interna de su mutación moral y espiritual. Difícilmente
puede ponerse en duda la "realidad" de esta mutación.
Por lo tanto, no importa cuánto halla embellecido o alterado sus
recuerdos y observaciones del pasado, puesto que todos esos "mejora-
mientos" tienen por objeto impartir el mayor significado posible a
la profunda alteración de su sensibilidad. De aquí que los incidentes
y los acorltecimientos ·sobre los cuales escribe -incluso si estuvieron
acompañados por muchos otros que se niega a comentar, o si están
comprimidos en un lapso diferente al de su duración real- pue-
den ser aceptados como exactos por lo menos en esencia, si no en
forma, y usados como material biográfico. Esto mismo se aplica a los
pensamientos y sentimientos de su narrador -el cual, no obstante, su-
puestamente no es Dostoievski-. Sin embargo, en la presente obra
no haremos casq de los recursos artísticos que emplea Dostoievski,
y nos centraremos en todas las claves que él proporciona, para ayudar-
nos a entender las causas subyacentes de su regeneración. El estudio
de La casa de los muertos, desde el punto de vista literario, será
reservado para el siguiente tomo, cuando lleguemos a la época en la
que fue finalmente escrito.
Para comprender en forma adecuada los años de prisión de Dos-
toievski, debe tomarse como punto de partida una irrebatible cer-
tidumbre: el primer periodo de su vida allí, que se extendió tal vez
un año o más, lo sumergió en un humor que puede ser considerado
MUNDO DE HORROR MORAL 135

como conmoción traumática. Por otra parte, a pesar de que Dostoievski


lo niega, los rigores físicos del régimen del presidio difícilmente pu-
dieron haber dejado de afectar su estado psíquico general. Es cierto
que no quedó destrozado por las penalidades que tuvo que soportar,
y que no modificó sus convicciones para atenuar su suerte o para
obtener algo mediante adulación. ¿Cómo pudo haberlo hecho así,
en vista de que jamás dijo una sola palabra con respecto de dichos
cambios, y los mencionó solamente en los términos más vagos, in-
cluso a su hermano? Pero sería ingenuo imaginarse que las duras con-
diciones de vida que describe en su carta, en la que registra enfer-
medades recurrentes provocadas por los desacostumbrados esfuerzos
excesivos a los que fue sometido su organismo, no influyeron en
ninguna forma su estado mental. Ciertamente, Dostoievski no había
sido rico, y apenas si había llevado una vida regalada, pero estaba
acostumbrado a las comodidades normales de la vida de la clase
elevada rusa. Arrancado de este relativamente confortable ambien-
te, fue arrojado con violencia a una situación de extrema caren-
cia, y su vigor corporal fue sometido a una tensión máxima. Resulta
completamente natural que las abrumadoras penalidades que tuvo
que soportar reaccionaran con su sensibilidad y colorearan todas sus
impresiones con un matiz extremadamente obscuro.
Tampoco debemos olvidar el terror constante bajo el cual vivía
Dostoievski: el de ser ignominiosamente castigado por órdenes del
mayor Krivtsov. Acabando de poner un pie en el campamento de
trabajos forzados, había sido amenazado con azotes a la más leve infrac-
ción a los reglamentos, por lo que vivió con el terror constante de
que esta amenaza se cumpliera. Krivtsov no había titubeado al ordenar
que azotaran al noble polaco Z (Zochowski), acerca de quien Dos-
toievski escribe con gran simpatía. Habiendo escapado el escritor por
escaso margen de tal castigo, estaba obviamente obsesionado por el
temor de que no tendría tanta suerte la siguiente vez. Esta constante
ansiedad ciertamente explica la morbosa curiosidad con la que, según
acepta él, interrogaba a otros acerca de sus sensaciones al ser azo-
tados. "En ciertos casos quería saber con precisión -escribe- qué
tan grande era [el dolor], con qué, finalmente, podía ser comparado.
En verdad no sé por qué sentía tanto deseo de saber. Recuerdo sólo
una cosa: no era curiosidad vana. Insisto: estaba terriblemente per-
turbado y agitado" (las cursivas se agregaron al texto). Le era im-
136 KATORGA

posible escuchar la información que solicitaba "sin que se me rese-


cara la garganta y mi corazón latiera con fuerza y violencia." (v. 4:
pp. 153-154). El atormentador presentimiento de ser sometido a tal
indignidad, y la torturadora duda de si podría comportarse con bra-
vura, son suficientes para explicar los síntomas de excitación nerviosa
que estimulaban invariablemente tales conversaciones. Pero Dos-
toievski no tan sólo reaccionaba ante una preocupación instintiva
por sí mismo; también mostraba el mismo tipo de reacción in-
terna ante la rutinaria brutalidad de la vida rusa, que lo había
caracterizado desde muchos años atrás. Cuando era adolescente vio
a un correo gubernamental golpear con indiferencia en la parte tra-
sera del cuello a su conductor-campesino, lo que produjo en Dos-
toievski un terible destello de comprensión de la verdadera natura-
leza de la sociedad rusa. A partir de ese momento empezó a odiar a
la autoridad que le concedía a un ser humano el derecho de herir
a otro ser humano. 4 A. l. Savelyev, quien conoció a Dostoievski como
cadete y como recién nombrado oficial de Ingenieros, atribuye su
negativa a permanecer en el servicio militar a su repulsión por el
diario castigo a los soldados desobedientes y a los reos, que se
llevaba a cabo en las cuadrillas de trabajo, y que Dostoievski se vio
obligado a presenciar mientras estaba estacionado en la Fortaleza
Kronstadt. 5 Savelyev exagera la importancia de esta causa en la de-
cisión de Dostoievski, pero si lo hace así, seguramente es porque
Dostoievski debe de haber expresado sus sentimientos con mucha vehe-
mencia. Sus compañeros del círculo Petrashevski también testificaron
sobre su furiosa indignación cuando se enteraba de cualquier azota-
miento, o de otros tipos de castigo corporal que eran infligidos a los
campesinos o los soldados (y la mayoría de los soldados rusos eran
de origen campesino). Ahora Dostoievski estaba viviendo con la ate-
morizadora posibilidad de que le ocurriera lo que siempre había
considerado intolerable para otros y de lo que, en el pasado, jamás
había sido capaz de enterarse sin tener un acceso de rabia. Su posición,
desamparada y desesperanzada, debe de haberlo inundado con una
amargura que era aún más dolorosa porque tenía que ser severamente
reprimida.

4 DW (1876), pp. 184-186. Véase también mi Dostoievshi. Las semillas de la rebelión,


1821-1849 (Fondo de Cultura Económica, 1984), pp. 99-102.
5 DVS, v. 1: p. 104.
MUNDO DE HORROR MORAL 137

No obstante, tales circunstancias summ1stran sólo el marco dentro


del cual ocurrió la crisis de Dostoievski. Por supuesto, deben to-
marse en cuenta, pero sería un error concederles demasiada impor-
tancia. Fueron únicamente elementos contribuyentes, no la causa
esencial. Después de todo, las repugnantes condiciones de vida im-
perantes en el campamento de trabajos forzados, y la tiranía sádica del
mayor Krivtsov, habían sido más o menos como Dostoievski tal vez las
había supuesto, a pesar de que la realidad (a diferencia de su reac-
ción ante el confinamiento solitario en la Fortaleza de Pedro y Pa-
blo) demostró ser mucho más horripilante de lo que px;obablemente
se había imaginado. Sin embargo, lo que no había previsto en
absoluto era el descubrimiento de que no había diferencia entre
el recibimiento que le dio el mayor Krivtsov y el trato que le dieron
sus compañeros de presidio. No puede saberse con certeza qué había
esperado Dostoievski; pero hemos citado tanto las cándidas fantasías
de Petrashevski como las palabras de Dostoievski en su entrevista
final, momentos antes de su partida. Le había dicho consoladoramente
a su hermano Mijail que no estaba siendo enviado a una selva
para vivir entre bestias salvajes, que estaría viviendo entre el pueblo
junto con otros seres humanos como él, tal vez mejores que él. In-
cluso aceptando cierta actitud teatral, provocada por la tensión del
momento, tales palabras manifiestan una esperanza que fue cruel-
mente defraudada.
Para entender cabalmente cuál pudo haber sido esta esperanza,
debemos recordar que la imagen que tenía del pueblo había sido
indiscutiblemente moldeada por las ideas humanitarias y filantrópicas
rusas de la década 1840-1849, y alimentada por sus lecturas de la
novela social francesa del decenio 1830-1839 (en particular, las de
Víctor Hugo y George Sand), con sus notorias insinuaciones de socia-
lismo y cristianismo "progresista" (estos conceptos aún no se habían
separado). Como ha señalado Maxime Leroy, dichas obras estaban im-
pregnadas de una "divinización del pueblo" y daban por hecho que
"la gente del pueblo era buena, que era moral, mejor que los ricos,
más moral que los ricos. " 6 Ningún escritor francés de la época pre-
6 Maxime Leroy: Histoire des idées sociales en France [Historia de las ideas sociales
en Francia] , 3 volúmenes (París, 1946-1954), v. 2: p. 442.
138 KATORGA

sentó con más expresividad esta "divinización" que el cristiano radi-


cal Abbé Lamennais, cuya obra Faroles d'un croyant [Palabras de un
creyenteJ fue traducida al ruso por Milyukov, alentado para ello
por Dostoievski, y leída en una de las reuniones del círculo Palm-
Durov. "Tengo la profunda convicción ~escribe Lamennais en otra
obra- de que en la actualidad el pueblo, el verdadero pueblo, igno-
rante, harapiento, el que vive cada día de su trabajo de ese día, es,
no obstante, la porción más saludable de la sociedad. En el pueblo
uno encuentra la mayor sensatez, la mayor justicia, la mayor huma-
nidad." 7 Pobres gentes, de Dostoievski, y en verdad, la mayoría de
sus escritos de los años cuarenta, están saturados por la misma con-
vicción. Si consideramos que el comentario que hizo a su hermano
fue sincero, es de pensarse que al marchar para compartir el destino
del pueblo en el campo de trabajos forzados, esperaba encontrar allí
una grata confirmación de tales puntos de vista.
En vez de ello, lo que halló fue una cruel y bestial realidad que,
bajo la conmoción por el primer choque, no diferían ni un ápi-
ce de los peores excesos del miserable Krivtsov. En efecto, uno
de los primeros incidentes que anota Dostoievski en La casa de los
muertos le demostró, en forma aterradora, que no era sólo Krivtsov
el que podía ejercer violencia sobre su persona. Habiendo arriba-
do el día anterior, Dostoievski y Durov entraron en la amplia cocina
del presidio para comprar una taza de té. Este lujo no estaba incluido
en las raciones del penal, pero el cocinero proporcionaba a los presi-
diarios cualesquier suplementos a la comida ordinaria que pudieran
pagar. Cuando los dos se sentaron y bebieron con placer sorbos de su
té, rodeados por otros que estaban ocupados en comer lo que tam-
bién habían comprado, fingieron no darse cuenta de las malignas
miradas que les lanzaban los campesinos-reclusos. De pronto, los dos
recién llegados fueron abordados por el borracho tártaro Gazin. Éste
era un hombre gigantesco, que se volvía temible cuando bebía. Les
preguntó con burla a los dos "caballeros" de dónde habían obtenido
los fondos para tal "banquete", y si habían sido enviados a Siberia
para disfrutar bebiendo té. Ya que ambos permanecieron silenciosos
ante esta desagradable provocación, Gazin tomó una enorme bandeja
de pan que estaba cerca y la levantó amenazadoramente sobre sus

7 Leroy, opus cit., p. 441.


MUNDO DE HORROR MORAL 139

cabezas. Ésta podía haberse estrellado sobre ellos en un momento


más; pero, bien sea por accidente o con deliberación (Dostoievski
no lo aclara), alguien llegó corriendo para avisarle a Gazin, un con-
trabandista de vodka en gran escala, que le habían robado sus exis-
tencias. El tártaro salió con prisa, sin causarles ningún daño. No
obstante, este ominoso acontecimiento hizo que en la mente de
Dostoievski no quedara ninguna duda de que estaba igualmente ex-
puesto a las atrocidades de sus compañeros de cautiverio, y que no
había diferencia entre la brutalidad de ellos y la rutinaria ferocidad
de los Krivtsovs.
En realidad, tales amenazas directas a la vida, en lo que concier-
ne a Dostoievski, resultaron por fortuna la excepción y no la regla.
Pero dicha amenaza, a pesar de que nunca se materializó, era siem-
pre evidente. Dostoievski recibió abundantes pruebas, por la forma
en que los forzados se trataban entre sí, que los amagos podían con-
vertirse en cualquier momento en mutilación criminal. Escribe acerca
de un presidiario: "Mucho le agradaba robar. Debido a eso era
golpeado con frecuencia por los otros. Pero ¿quién de los otros no
había robado nunca y quién nunca había sido golpeado por eso?"
(v. 4: p. 146). Las golpizas también eran acostumbradas cuando los re-
clusos se emborrachaban y se volvían ingobernables en tal grado que
podían provocar un gran disturbio, lo que causaría que "ocho ojos"
castigara a todos los de la barraca. Gazin era un serio ofensor de esta
clase, lo que Dostoievski sabía muy bien. A veces, incluso se abalan-
zaba sobre las personas con un cuchillo, cuando estaba enardecido
por el vodka. Lo que ocurría después fue presenciado muchas veces por
Dostoievski: "Doce hombres de la barraca se lanzaron sobre él al
mismo tiempo y empezaron a golpearlo. No es posible imaginarse
algo más terrible que esta lluvia de puñetazos: lo golpean en el pe-
cho, en el corazón, en la boca del estómago, en la ingle. Lo golpean
incansable y brutalmente. Sólo se detienen cuando está inconsciente
y parece un cadáver" (v. 4: p. 411).
Incluso cuando no se hallaba compelido a ser disgustado testigo
ocular de tales salvajes espectáculos, los que detestaba con cada fibra
de su ser, Dostoievski tenía que recordarlos constantemente debido
a los juramentos, insultos, amagos y amenazas que volaban de un lado
para otro, y que daban fe de la constante irascibilidad de sus com-
pañeros de penitenciaría. Le parecía como si siempre estuviera a
140 KATORGA

punto de iniciarse una reyerta cruenta. En la mayor parte de los


casos, lo que lo sorprendió al principio, la cuestión terminaba después
de una andanada de los más procaces denuestos. "Intercambiar in-
sultos, atacarse con palabras injuriosas -comenta-, estaba permitido.
Incluso era un poco de distracción para todos. Pero las peleas no
siempre eran toleradas [por los reos J. Sólo en casos excepcionales
los adversarios llegaban a las manos." (v. 4: p. 25). Sin embargo, utili-
zaban los golpes para evitar riñas que podían provocar mayores pro-
blemas. Apenas si había un instante en que la amenaza de violencia
no flotara en el ambiente.
Por lo tanto, la vida en la barraca era una interminable e irritante
agresión a uno de los puntos más sensibles de Dostoievski. No ha-
bía manera de escapar, según escribe en su carta, de "la eterna
hostilidad, de las riñas, discusiones, gritos, alboroto, estrépito ... "
No obstante, como sabemos, por fortuna había un medio para en-
contrar un refugio esporádico: fugarse al hospital, a pesar de que
este santuario entrañaba el riesgo de infección y el confinamiento en
una fétida sala, sin que existiera la posibilidad de aspirar una boca-
nada de aire fresco. "A pesar de todo, y especialmente al principio
-escribe Dostoievski-, fui con frecuencia al hospital, enfermo a
veces, a veces simplemente para permanecer en cama. Estaba huyendo
del presidio. La vida allí era insoportable, más insoportable que en el
hospital, moralmente insoportable" (v. 4: pp. 164-165; las cursivas no
están en el original).

Tal repugnancia moral no era solamente el resultado de la agresividad


reinante entre los prisioneros. También aumentaba considerablemente
por la aterradora depravación imperante entre ellos, de la cual muy
pronto se enteró Dostoievski, y que ciertamente sobrepasaba todo lo
que él pudo haber previsto. Dostoievski había descrito a personas que
vivían en la miseria, pero aquellos que eran en verdad depravados
siempre provenían de las clases altas, o trabajaban al servicio de los
libertinos de estas clases. Era evidente que Dostoievski se hallaba im-
preparado para encontrar entre los campesinos-presidiarios la dege-
neración moral que él había atribuido con anterioridad solamente
a la clase elevada. O bien, si había sospechado algo de esto, la realidad
MUNDO DE HORROR MORAL 141

demostró ser mucho más intolerable de lo que pudo haber pensado,


puesto que, como escribe, al ser arrojado de súbito dentro de la vida
carcelaria: "estaba perplejo y trastornado, como si hasta entonces no
hubiera sospechado u oído nada de esta clase, y sin embargo lo sabía
y había aprendido sobre ello. Pero la realidad produce una impresión
por completo diferente de lo que uno aprende en los libros y de
oídas" (v. 4: p. 65; las cursivas se agregaron). Por supuesto que lacen-
sura no le habría permitido escribir con demasiada claridad acerca
de las costumbres de los condenados, pero es bien poco lo que no
logra comunicar.
Describe con bastantes detalles las borracheras con vodka intro-
ducido ilegalmente. Incluso se ha sugerido que el desenmascaramiento
que hizo Dostoievski de los métodos usados por los contrabandistas
dificultó la tarea para las generaciones ulteriores de reos. Se alu-
de indistintamente a la prostitución, tanto femenina como masculi-
na; en forma explícita en el caso de la primera (en Omsk se podían
obtener mujeres y se podía sobornar a los guardias para que pasaran
por alto las ausencias en las cuadrillas de trabajo cuando se encon-
traban en la ciudad), de manera indirecta la segunda. No obstante,
lo que más asombró a Dostoievski fue la costumbre generalizada del
latrocinio, el hecho de que "hablando en términos generales, se roba-
ban [los presidiarios] unos a los otros terriblemente" (v. 4: p. 18). No
es de extrañarse que estuviera asombrado, puesto que había escrito
un pequeño relato conmovedor, Un ladrón honrado, en el cual un
beodo incurable, para conseguir un poco de vodka, roba unos pan-
talones de un amigo, casi tan menesteroso como él, y fallece debido
a la angustia y al arrepentimiento que le provoca haber realizado
tal acción. Dostoievski muy pronto se percató de que no existía esa
angustia en el campamento de condenados. "Algunos prisioneros, sos-
pechando que tenía dinero, empezaron a rondar a mi alrededor -es-
cribe, refiriendo los acontecimientos de su primer día en Omsk-.
Comenzaron de inmediato a tratar de congraciarse conmigo, enseñán-
dome cómo llevar mis grilletes. Me consiguieron (pagándoles, por
supuesto) un baúl provisto de cerradura, para que guardara las pre-
ciadas pertenencias que ya me habían entregado, y también un poco
de ropa interior que había llevado al penal. Al día siguiente ellos
mismos me lo robaron y lo vendieron para obtener bebida. Posterior-
mente uno de ellos me cobró verdadero cariño, si bien jamás re-
142 KATORGA

nunció a robarme en todas las ocasiones convenientes" (v. 4: p. 25).


La ecuanimidad de esta última frase no transmite el arrebato de
indignación que con seguridad experimentó Dostoievski al descubrir
el latrocinio, ni su consternación al encontrarse a merced de hombres
carentes de los principios más elementales de honestidad, de hom·
bres para quienes la "amistad" no" excluía el incesante hurto. Evi-
dentemente éste era un mundo en el cual las normas ordinarias de
moralidad habían dejado de existir. Dicha conclusión parecía con-
firmada al no encontrar ningún signo de arrepentimiento o remordi-
miento por sus delitos entre los campesinos-presidiarios, ni del pasado
ni del presente. "Durante varios años -observa Dostoievski- nunca
vi ninguna traza de arrepentimiento entre esta gente, ningún sín-
toma de abatida cavilación por sus crímenes. La mayoría de ellos.
consideraban internamente que habían obrado bien. Es.to es una reali-
dad. Sin duda, la vanidad, la jactancia, los malos ejemplos, la ver-
güenza mal entendida, son responsables de esto en gran medida. Por
otra parte, ¿quién puede afirmar que ha sondeado las profundidades
de estos corazones perdidos y ha leído lo que en ellos está oculto
para todo el mundo? Empero, seguramente durante todos estos años
habría sido posible percatarme de algo, tener alguna vislumbre que
hubiera testificado de alguna angustia interior, de sufrimiento en esos
corazones. Pero no estaban allí en verdad no estaban allí" (v. 4: p. 15).
Por lo tanto, Dostoievski infiere que "el crimen no puede ser in-
terpretado con preconcebidas opiniones convencionales" y que "la
filosofía del crimen es más complicada de lo que se supone" (v. 4:
p. 15). Está aquí indiscutiblemente expresando su desconcierto ini-
cial ante lo que estaba enfrentando en el campamento de condenados,
pues ¿no era él mismo el que había albergado dichas "preconcebidas
opiniones convencionales"? ¿No se había imaginado, como podemos
deducir, que encontraría a los campesinos-presidiarios agobiados por
el peso de sus pecados? Una ojeada a algunas de sus obras iniciales
aclarará por qué es muy probable que acariciara ese ingenuo con-
cepto erróneo.
Una y otra vez Dostoievski retrata a personajes de las clases bajas
(no campesinos, es verdad, sino personas de una condición subal-
terna similar · de la sociedad rusa) que están abatidos por la culpa
y el remordimiento, debido a sus tímidos e insignificantes deseos de
MUNDO DE HORROR MORAL 143

rebelión. Makar Devushkin (Pobres gentes) está aterrorizado por las


ideas "librepensadoras" que pasan por su mente como débil protesta
por su humillante condición. Golyadkin (El doble) es empujado
hacia la esquizofrenia por su temeridad al no aceptar el desaire social
que le hace su jefe inmediato. La arrebatadoramente bella heroína de
La patrona, Katerina, de familia de comerciantes, obviamente debe
de ser considerada como una imagen simbólica del pueblo ruso. Dos-
toievski la pinta padeciendo el aplastante peso de una culpa que es
astutamente avivada por el siniestro Murin, quien conserva su im-
perio sobre ella aprovechándose de sus temores de condenación eter-
na. Puede inferirse que Dostoievski esperaba encontrar en el cam-
pamento de Siberia un estado mental que correspondiera a tales
ideas preconcebidas, aunque quizás en una forma menos impresio-
nantemente sensacional. Empero, en vez de una conciencia cuyas
manifestaciones incluso podrían ser consideradas excesivas, tomando
en cuenta lo que las clases bajas se veían obligadas a soportar en la
sociedad rusa, descubrió horrorizado que no existía huella alguna de
inquietud moral.
Debido a ello, el ambiente corrupto en el cual se encontró Dos-
toievski lo llenó de consternación y horror. No se anda con rodeos
al manifestar su reacción ante dicho ambiente en La casa de los muer-
tos. En un pasaje en el que describe las largas noches invernales,
cuando los presidiarios eran encerrados temprano y tenían que estar
juntos varias horas antes de que el sueño los venciera, Dostoievski
desahoga la intensa misantropía que lo asaltó en sus primeros tiempos
de encarcelamiento. Pinta un sombrío cuadro y manifiesta un duro
juicio: "Ruido, alboroto, risas, juramentos, chocar de cadenas, humo
y tizne, cabezas rasuradas, rostros marcados con hierro candente, ropas
andrajosas .. ., todo corrompido y degradado. ¿A qué no puede so-
brevivir el hombre? El hombre es un ser que puede llegar a acos-
tumbrarse a todo. Creo que ésta es la mejor definición del ser
humano" (v. 4: p. 10; las cursivas se agregaron al texto). Un crítico
ha considerado que estas últimas palabras constituyen otro de los fre-
cuentes tributos que Dostoievski hace a la providencial flexibilidad
del espíritu humano, pero a mí me parece lo opuesto. ¿No son más
bien una sarcástica estocada a las abismales profundidades de deshon-
ra en las cuales los campesinos-reos -pero, desde luego, no Dostoiev-
144 KA TORGA

ski- habían aprendido a sobrevivir, e incluso a sentirse bastante


a gusto? 8

A estas alturas debe de estar claro por qué Dostoievski no hizo


el menor intento, como críticos hostiles a veces han sugerido que
pudo haber hecho, de explicar la naturaleza de su delito a los otros
penados. (Cualesquiera que hayan sido los desacuerdos entre Durov
y Dostoievski, los que abordaremos dentro de poco, el primero tam-
poco hizo un esfuerzo en tal sentido y probablemente arribó a un
juicio equiparable de la situación.) A Dostoievski le era imposible
tratar directamente este tema en La casa de los muertos; empero,
algunos pasajes de este libro arrojan cierta luz sobre este asunto.
Una de las primeras cosas que le dijo a Dostoievski un recluso
que había sido oficial del ejército, fue que a los campesinos-pri-
sioneros "no les agradan los caballeros, y en especial los prisio-
neros políticos. Se los comerían vivos, lo cual es comprensible. Ante
todo, ustedes son de otra casta, son diferentes de ellos. Siervos o sol-
dados, eso eran ellos. Juzgue por sí mismo si es posible que ustedes
les agraden" (v. 4: p. 28) . En otra parte, un comentario distinto se
refiere, aun en forma más directa, a la decisión de Dostoievski de
permanecer silencioso. "Si me hubiese esforzado para ganar su buena
voluntad tratando de congraciarme con ellos -escribe-, portándome
con familiaridad con ellos .. . , habrían supuesto de inmediato que lo
hacía por miedo y cobardía, y me hubieran tratado con desprecio"
(v. 4: p. 77).
Por consiguiente, Dostoievski no intenta aproximarse a los cam-
pesinos-reos; decide permanecer apartado de ellos. Pero, en apa-
riencia, lo que más le sorprende es el descubrimiento de la innata
e instintiva hostilidad de ellos. El por qué esto debió de haber
surgido como una revelación, presenta un problema. Después de
todo, considerando la estructura de la sociedad rusa, ¿por qué debió
haber esperado otra reacción? ¿Por qué Dostoievski, quien creía que
su padre había sido asesinado por sus siervos, y quien ciertamente es-

s Véase el comentario de Pierre Pascal en su excelente traducción al francés de


La casa de los muertos: R éci ts de la Maison des Morts (Parls, 1961), v. 2. p. 14.
MUNDO DE HORROR MORAL 145

taba enterado de otros casos de descontento campesino, se pudo imagi-


nar que sería recibido amistosamente? Un motivo probable es que, en
virtud de la igualdad de condiciones reinantes en el penal, Dos-
toievski supuso que surgirían en forma automática mejores relaciones
entre los campesinos y los "caballeros". Parece estar implícita tal
esperanza en observaciones como la que presentamos a continuación,
la que, por supuesto, confirma lo contrario: "En el presidio los
ex nobles eran tratados, como regla general, amenazadoramente y sin
afabilidad -observa Dostoievski-. A pesar de que habían sido pri-
vados de todos sus privilegios de casta y eran considerados iguales
en todos sentidos a los otros prisioneros, éstos jamás los aceptaron
como compañeros. Incluso esto acontecía sin que mediara ningún
prejuicio consciente, sino tan sólo, hablando con total sinceridad, in-
conscientemente" (v. 4: p. 26).
No obstante, otro motivo era quizás la despreciativa actitud, tan
común entre los rusos occidentalistas, hacia los campesinos rusos -ac-
titud que hemos visto reflejada en el testimonio que Dostoievski dio
ante la Comisión de Investigaciones-. Aunque un campesino con
seguridad devolvería golpe por golpe al recibir insultos personales y
malos tratos, generalmente era considerado como demasiado primi-
tivo e intelectualmente subdesarrollado para objetar conscientemente
su condición social. En u n famoso artículo sobre Pedro el Grande,
que puede ser conceptuado como manifiesto de la ideología de los ru-
sos occidentalistas, Belinski escribió en 1841 que "el muzhik ruso es
todavía semiasiático, pero a su manera: ama el placer, pero lo con-
cibe exclusivamente en la escudilla rebosante, en el comer y en el
acostarse en el escalón para dormir junto a su estufa. Está feliz
y satisfecho cuando la cosecha ha sido buena y posee pan en abundan-
cia. ¡No lo perturban pensamientos sobre el pasado ni el futuro!
Los hombres en su estado natural, salvo para satisfacer su hambre y
sus necesidades similares, son incapaces de pensar." 9 En caso de que
Dostoievski tuviera una opinión parecida del muzhik, podemos en-
tender por qué le provocó tal impresión encontrar pruebas de cierta
conciencia sociopolítica entre los presidiarios. Esto le permitió em-
pezar a comprender que el campesino ruso, lejos de vivir totalmente
en el momento y reaccionar a los estímulos únicamente en el nivel
de sus necesidades inmediatas, era capaz de pensar, y poseía un
9 V. G. Belinski: Obras filosóficas escogidas (Moscú, 1948), p. 125.
146 KATORGA

punto de vista propio, independiente y bien desarrollado.* No obs-


tante, de momento lo que más afectó a Dostoievski era ver reflejada
esta conciencia sociopolítica en la implacable hostilidad que mani-
festaban los campesinos-presidiarios hacia los nobles en general y hacia
él mismo en particular.

Desde las primeras horas en el reclusorio, Dostoievski se percatJ


con desasosiego de las "miradas sombrías" que le lanzaban. Confir-
mó el significado de tales miradas durante el incidente en la cocina
de la prisión, con Gazin. Los demás presidiarios no hicieron nin-
gún intento para intervenir en favor de los nobles, como segura-
mente lo habrían hecho si algunos de los campesinos-forzados hubie-
ran sido amenazados de semejante manera. "¡No emitieron una sola
palabra para defendernos! -observa Dostoievski-. ¡Nadie le gritó
a Gazin! ¡Así era de intenso su odio por nosotros!" Esta fue solamente
la primera de las múltiples ocasiones en que Dostoievski compren-
dió la veracidad de las palabras que había pronunciado uno de los
prisioneros polacos, que era también preso político, a quien Dostoiev-
ski le había preguntado cándidamente por qué los campesinos pre-
sos parecían haberse resentido con el té que él (Dostoievski) bebía,
siendo que muchos de ellos estaban también comiendo lo que habían
comprado. El noble polaco, quien tenía ya mucha experiencia en el
reclusorio, respondió: "No es por su té. Les tienen mala voluntad
porque ustedes fueron caballeros, porque no eran como ellos. A
muchos de ellos les encantará insultarlos ·a ustedes, humillarlos. Se en-
frentarán aquí con muchas cosas desagradables" (v. 1: p. 32).
Tales predicciones se corroboraron unos cuantos días después,
cuando Dostoievski fue enviado a su primer tarea con una cuadrilla

" Cabe mencionar que este punto de vista sobre los campesinos de ninguna manera
estaba restringido a los rusos occidentalistas; era común en toda Europa en el
último cuarto del siglo XIX, y en algunos países, incluso después. Balzac, por ejem-
plo, describió que los campesinos tenían "una vida únicamente material que se apro-
ximaba al estado salvaje." Jerome Blum ha entresacado citas que hacen patente la
m isma convicción, en varias otras novelas de distintos países. Consúltese su muy do-
cumentado artículo: "Fiction and the European Peasantry: The Realist Novel as a
Historical Source", Proceedings of the American Ph ilosophical Society, 2 (1982), p. 128.
MUNDO DE HORROR MORAL 147

de trabajo. No teniendo experiencia en trabajos manuales, descubrió


que "en todas partes estorbaba, de todas partes me apartaban casi
maltratándome. El más zarrapastroso, a pesar de ser un trabajador
pésimo que no se atrevía a alzar la voz a los otros presidiarios, quie-
nes eran más perspicaces y listos que él, se consideraba con derecho a
gritarme pretextando que le estorbaba si permanecía a su lado. Al
fin, uno de los más diestros me dijo franca y groseramente: '¿Dónde
estás empujando? ¡Lárgate! ¿Por qué te entrometes donde nadie
te llama? ' " Continúa diciendo Dostoievski que, en vista de eso, "tuve
que apartarme. Mantenerse apartado cuando todos están trabajando lo
hace sentir a uno avergonzado. No obstante, cuando me alejé y
permanecí en el extremo de la barcaza, gritaron de inmediato:
'¡Qué buenos trabaj adores nos dieron! ¿Qué trabajo se puede hacer
con ellos? Ninguno, ninguno'" (v. 4: p. 76) . .
Sólo podemos valorar la impresión que estas experiencias produje-
ron en Dostoievski, recordando la fama que tenía por su carácter se-
gún los datos que tenemos del periodo presiberiano de su vida. Se
le consideraba en los círculos literarios de Petersburgo como per-
sona de extremada susceptibilidad nerviosa y sensibilidad patológi-
ca, incapaz de controlarse a sí mismo cuando se enfrentaba a la más
leve indicación de oposición u hostilidad. Sus relaciones con los
otros jóvenes escritores de la pléyade de Belinski, inicialmente amis-
tosas e incluso cordiales, quedaron muy pronto envenenadas por
su desafortunada proclividad a ofenderse por cada observación he-
cha de paso. Al final de la década 1840-1849 había adquirido la
poco envidiable reputación de ser socialmente intolerable y mór-
bidamente suspicaz. A pesar de que no debemos considerar al per~
sonaje del Subsuelo como si fuera el retrato de su autor, existe,
sin embargo, un gran parecido entre la personalidad de Dostoievski
y las reacciones exacerbadas, la irritación autodefensiva del perso-
naje de Memorias del subsuelo con los otros seres humanos entre
los cuales se ve obligado a vivir, de buen o mal grado.* En resumen,
el susceptible y angustiosamente vulnerable Dostoievski, presto para
encolerizarse con el más mínimo pinchazo a su amor propio, estaba
ahora atrapado en una pesadilla pletórica de humillaciones, de la
" Seguramente el autor se refiere al protagonista de la obra de Dostoievski que, en
español, se ha publicado con diferen tes títulos, entre los cuales están: Memorias del
subsuelo, Apuntes del mbsuelo, Cartas del inframundo, Notas desde el subterráneo. (T.]
148 KATORGA

cual no podía escapar. Era una pesadilla que simplemente tenía que
aprender a soportar.
Para Dostoievski no fue ningún consuelo percibir que tan mala
voluntad no se dirigía personalmente a él, sino que incluía a todos
los otros nobles. En verdad, tal falta de discriminación sólo hacía
más difícil de soportar esa hostilidad, puesto que casi no podía evi-
tar sufrir por tan atroz injusticia. En La casa de los muertos una y
otra vez vuelve a confirmar el dolor tan profundo que le infligió
este implacable odio de clases. En efecto, llegó a considerar que el
más angustioso de todos los tormentos en el presidio siberiano fue
percatarse de estar eternamente rodeado por enemigos, eternamen-
te separado de la gran mayoría por un muro de animosidad, que
no podía derribar jamás con ningún acto suyo. Explica que un
campesino-reo común, "dos horas después de su arribo. se en-
cuentra en la misma conqición que todos los demás, se encuentra
en casa, tiene los mismos derechos que la comunidad considerada
como un todo, es comprendido por cada uno, y todos lo consideran
un camarada. Es completamente distinto con el caballero, hombre de
distinta clase social [las cursivas están en el original]. A pesar de que
sea sincero, bondadoso e inteligente, será odiado y despreciado durante
años. No será comprendido y, lo que es peor, no recibirá la confianza
de los campesinos-presidiarios [las cursivas se agregaron.] Él no es un
amigo, no es un camarada. Aunque pueda por fin en el curso de los
años obtener una posición entre ellos, y ya no reciba insultos, jamás
será uno de ellos, y siempre estará percatándose dolorosamente de que
está solo, de que está muy aparte de todos" (v. 4: p. 198).
Estas palabras atestiguan que Dostoievski reconocía que tendría
que acorazarse para sobrevivir en el remolino de una atroz enemistad
o, en el mejor de los casos, para enfrentarse con una actitud de com-
pasivo desprecio. Un campesino-recluso llamado Petrov, ex soldado que
tenía la reputación (muy justa, de acuerdo con Dostoievski) de ser
el más peligroso y decidido de la prisión -a pesar de que era mucho
menos belicoso y pendenciero que muchos otros, quienes alardeaban
de su temeridad-, fue uno de los pocos de su clase social que buscó
el trato con Dostoievski. Fue quien le robó a Dostoievski su Biblia,
no obstante haber tenido muchas atenciones afectuosas con éste en la
famosa escena del baño de La casa de los muertos, y de ir a visitarlo
todos los días para charlar amigablemente. Petrov, quien sabía leer,
MUNDO DE HORROR MORAL 149

poseía una mente inquisitiva, y le sonsacaba a Dostoievski toda clase


de información -algunas veces de política francesa; otras, sobre si la
gente de las antípodas caminaba en realidad de cabeza-. Empero, si
bien la sociabilidad de Petrov resultaba un bienvenido alivio, estaba
acompañada por una condescendencia de la que Dostoievski se per-
cataba totalmente. "Tenía la impresión -escribe- de que, en general,
me consideraba como si fuera un niño, casi como un recién nacido, in-
capaz de comprender las cosas más sencillas [ ... ]. Me pareció que él
había decidido, sin tomarse la molestia de reflexionar sobre ello, que
era imposible hablar conmigo en la forma que lo hacía con otros y que,
salvo de libros, yo no comprendía nada, que incluso era incapaz
de comprender ninguna cosa, por lo que no había motivo para mo-
lestarme con eso (v. 4: p. 86). Dostoievski estaba seguro, incluso cuan-
do le estaba robando, de que Petrov se compadecía de él por no ser
capaz de defender sus pertenencias. "Me dijo un día -recuerda Dos-
toievski- que yo era 'un hombre de buen corazón' y 'tan cándido,
tan cándido, que me hace sentir lástima por usted' " (v. 4: p. 87). Tal
actitud de desdeñosa superioridad, sin la piedad mostrada por Petrov,
era la que imperaba entre los presidiarios que no eran abiertamente
agresivos con Dostoievski. La relativa tolerancia de los primeros mi-
tigaba poco su apartamiento, y no aliviaba lo doloroso de su si-
tuación.

Más o m enos durante su primer año en el campamento de presidia-


rios (es difícil.precisar las fechas de algunos acontecimientos), Dos-
toievski no logró encontrar la forma para aminorar el aplastante
abatimiento causado por el agobiante peso físico, psíquico y moral
de la situación que describe en La casa de los muertos. Con franque-
za reconoce su estado de amarga autorrecriminación: "'Mis viajes, mis
paseos han terminado: ¡estoy en prisión!', me repetía constantemente.
'f:.ste será mi hogar durante muchos y largos años [ .. . J. Y . . . ¿quién
sabe? ¡Tal vez lo añore cuando lo abandone dentro de muchos años!',
agregaba, no sin cierto grado de ese maligno placer, el cual en oca-
siones es casi el deseo de abrir intencionalmente nuestras heridas,
como si uno deseara deleitarse con el propio dolor, como si perca-
tarse de la propia miseria fuera un real gozo" (v. 4: p. 56).
150 KATORGA

Dostoievski considera este odio masoquista como si formara parte


de sus reacciones iniciales ante el nuevo ambiente, pero oleadas simi-
lares de emoción continuaron recurriendo mientras siguió consi-
derando abominable todo lo que lo rodeaba. Un observador lo
describe como si fuera "un lobo en una trampa". "Su cara, dema-
crada, pálida, cetrina, cubierta con pecas obs.curas, jamás se ilu-
minaba con una sonrisa. Su boca se abría solamente para entregar
respuestas fragmentarias y breves, relacionadas con el trabajo o con
asuntos del servicio. Usaba la gorra bajada sobre la frente, hasta las
cejas. Su aspecto era fiero, de solitario, hostil. Mantenía baja la ca-
beza y fijos los ojos en el suelo." 10 La desesperación que sentía Dos-
toievski por su soledad se transmite en forma conmovedora en una
escena, en la que expresa su gratitud, en un momento en que re-
gresaba de trabajar, al ser recibido gozosamente por el perro de
la penitenciaría, Sharik, * al cual nadie acariciaba salvo Dostoievski:
"Y recuerdo que me resultaba verdaderamente grato pensar, como
si me estuviera enorgulleciendo de mi sufrimiento, que sólo había
un ser en el mundo que me amaba, que me era leal, que era mi
amigo: mi fiel perro Sharik" (v. 4: p. 77).
Nadie puede afirmar con exactitud lo que acontecía en las pro-
fundidades de la mente y del corazón de Dostoievski durante estos
torturantes meses, pero esta época de apartamiento marcó el co-
mienzo de un escrutinio de todas sus ideas y convicciones anteriores.
"En mi soledad espiritual -escribe Dostoievski- analicé toda mi
vida previa, la revisé hasta en sus más mínimos detalles, medité en
mi pasado, me juzgué severa e implacablemente, e incluso, a veces,
bendije al destino por enviarme a esta soledad, sin la cual no me
hubiera juzgado en esta forma, ni habría inspeccionado mi vida pa-
sada con tanta severidad" (v. 4: p. 220). Como podemos observar, Dos-
toievski no nos dice absolutamente nada acerca del contenido de estas
veladas acusaciones contra sí mismo; empero, algunas páginas de las
memorias de su encarcelamiento apenas si se pueden interpretar, sal-

10 P. K. Martianov: "V Perelome Veka". Istoricheskii Vestnik, números 10-11 (1895),


n. 11: p. 448.
" Como dato curioso se puede comentar que, tanto en La casa de los muertos, pu-
blicada en la colección Libro Amigo de Editorial Bruguera, como en la misma obra,
pero con el titulo de El sepulcro de los vivos, colección Sepan Cuantos ... , de Edito-
rial Porrúa, el perro se llama Bulot. [T.]
MUNDO DE HORROR MORAL 151

vo considerándolas una exposición esópica de su ciega insensatez como


aprendiz de conspirador revolucionario.
Estas páginas, que forman parte del capítulo denominado "Que-
jas", empiezan por describir que un día Dostoievski observó que la
mayoría de los condenados se había congregado en el patio de la pri-
sión a una hora desusada. Pensando que tal vez no había prestado
atención a alguna orden, Dostoievski se presentó de inmediato, como
si fuera un llamado a pasar lista. Mas, para perplejidad suya, su
acostumbrada presencia en las filas fue recibida con una granizada
de mofas e insultos. Se le dijo, con palabras muy claras, que aban-
donara el grupo. Él quedó asombrado por este inesperado ultraje,
y titubeó en obedecer a los gritos que le llegaban de todas direcciones.
Finalmente fue tomado por el brazo --cortés, pero firmemente- y
conducido a la cocina del reclusorio. Allí, contemplando el albo-
roto, se hallaban reunidos unos cuantos campesinos-presidiarios y to-
dos los demás nobles, quienes informaron con presteza a Dostoievski
que se había organizado una "protesta" en contra del mayor Krivtsov,
debido a un empeoramiento de la calidad de la comida. Entonces
se supo lo que había ocurrido: los campesinos-reclusos se habían
negado, espontánea y unánimemente, a permitir que un noble se
uniera a su protesta.
Resultó que la reclamación fue acallada con facilidad por el fu-
rioso mayor, quien simplemente ordenó que azotaran al azar a al-
gunos de los reclamantes. Empero, el tratamiento que Dostoievski
había recibido permaneció como un recuerdo irritante y admonitorio.
"Jamás había sido insultado así en el reclusorio -escribe, a pesar de
todas las otras humillaciones que le habían infligido-, y me sentí
muy amargado" (v. 4: p. 203). Nunca antes había deseado él con tanta
intensidad ser aceptado por los otros como uno de ellos; nunca an-
tes había sido rechazado tan groseramente. Además, las totales im-
plicaciones de este rechazo se pusieron todavía más de manifiesto
esa misma tarde, cuando hizo algunas investigaciones a propósito del
incidente.
Una vez más, contrariamente a lo que había supuesto, se dio cuenta
de que los campesinos-reclusos no daban muestras de resentimiento
o de enojo con aquellos que habían permanecido indiferentes a su
causa. Desconcertado por esta enigmática tolerancia, le habló de ella
a Petrov:
152 KATORGA

-Dime, Petrov -le dije-, ¿están enojados con nosotros?


-¿Enojados? ¿Por qué? -preguntó, extrañado.
-¿Están los presos enojados con nosotros ... , los caballeros?
-¿Por qué deberían estar enojados con ustedes?
-Porque no tomamos parte en la protesta.
-¿Por qué tendrían ustedes que protestar? -preguntó, como si tra-
tara de comprenderme-. Ustedes compran su comida.
-¡Por Dios! Pero de entre ustedes, algunos de los que tomaron par-
te en la protesta también compran su comida. Debimos de haber he-
cho lo mismo. . . como camaradas.
-Pero ... ¿cómo pueden ser ustedes nuestros camaradas? -preguntó
con perplejidad. [v. 4: p. 407]

Casi no necesitan ser comentadas las implicaciones sociopolíticas de


este intercambio verbal. Se introdujeron en la conciencia del conspi-
rador revolucionario de antaño, quien cierta vez había esperado pro-
mover una revolución campesina. Obviamente, la idea de que los
campesinos habrían aceptado el caudillaje de los nobles en cualquier
lucha para obtener la libertad, había sido la fantasía más gigantesca.
Debemos percatarnos de que, en el momento de este incidente, quizás
Dostoievski no había perdido los rebeldes impulsos sociomorales que
originalmente lo habían incitado a formar parte de las filas de los
petrashevkistas. ¿Habría permanecido con conocimiento de causa
entre los que protestaban, si éstos se lo hubieran permitido? Esta
pregunta continúa sin respuesta; lo que sí es indudable es que él
sintió la obligación moral de unirse a la causa de los campesinos-re-
clusos.
No obstante, sólo descubrimos el significado auténtico de esta con-
versación con Petrov si observamos las palabras con las que Dostoievski
bosqueja a Petrov en otra parte del libro. Lo describe como uno de los
tipos del pueblo ruso que "llegan claramente a los primeros lugares
y obtienen una posición prominente en la época en que surgen mo-
vimientos violentos de masas, o revoluciones, y así llegan al nivel
m áximo de sus posibilidades" . En otras palabras, Petrov era un re-
volucionario nato, exactamente el tipo de campesino a quien Spesh-
nev había querido recurrir. Pertenecía a los campesinos que, según
escribe Dostoievski, "son los primeros en escalar los peores obstácu-
los, enfrentando los peligros sin reflexionar, sin temer . .. " (v. 4: p. 87).
Dostoievski comprendió en el presidio que un hombre así encontraba
MUNDO DE HORROR MORAL 153

imposible entender cómo él (Petrov) y un caballero (a pesar de


ser uno con quien tenía buena relación) podrían unirse como cama-
radas en una protesta social. Jamás Dostoievski volvería a creer que los
esfuerzos de la intelectualidad radical podrían tener el más mínimo
éxito en agitar a las grandes masas del pueblo ruso. La historia iba
a demostrar que tuvo razón durante su vida ... mas no, ciertamente,
medio siglo después de su muerte.
Además, no sólo era imposible cualquier clase de cooperación en-
tre el pueblo y los intelectuales, sino que los caudillos surgidos del
pueblo mismo -esos caudillos que se colocan a la cabeza de las ma-
sas descontentas en épocas turbulentas- únicamente podrían condu-
cirlas al desastre. Pues tales "agitadores y cabecillas", quienes toman
el mando entre "cuadrillas de trabajadores, compañías de soldados,
etcétera" (en otras palabras, los cuadros de cualquier concebible suble-
vación popular rusa), son invariablemente "hombres fogosos, ansiosos
de justicia, que con total candidez y honestidad están persuadidos de
la inevitable, directa, y sobre todo, inmediata posibilidad de obtener
tal justicia." Estos caudillos "no son más estúpidos que sus compa-
ñeros. De hecho, entre ellos hay algunos muy inteligentes, pero son
demasiado impetuosos, lo que les impide ser astutos y calculadores"
(las cursivas se agregaron). No son tales caudillos los que tienen
la capacidad para controlar y dirigir un movimiento triunfal de ma-
sas. "Si existen hombres capaces de conducir con destreza a las masas
y obtener el triunfo, pertenecen a una clase diferente de héroes po-
pulares y caudillos naturales del pueblo, y son extremadamente es-
casos entre nosotros. Empero, los agitadores y cabecillas de quienes
estoy hablando casi siempre fracasan, y por lo tanto, son enviados a
prisión y a trabajos forzados" (v. 4: p. 201; las cursivas se agregaron).
Obviamente, tales palabras simbolizaban las campanas mortuorias
para la posibilidad de lograr algún tipo de cambio social en Rusia
mediante la agitación revolucionaria. El pueblo jamás seguiría a
los intelectuales, y sus propios caudillos podrían solamente lanzarse
por el camino de la autodestrucción: "A causa de su celo fracasan
[los caudillos], pero es su celo el que les otorga influencia sobre las
masas" (v. 4: p. 201). Con seguridad éstas son algunas de las tristes
conclusiones a las que comenzó a arribar Dostoievski cuando juzgó
su pasado "severa e implacablemente" .. Al hacerlo, es muy posible
que recordara las famosas líneas finales de La hija del capitán, de
154 KATORGA

Pushkin, novela situada en el escenario de la cruenta sublevación


de Pugachev, en el siglo xvm. En verdad, las palabras de Pushkin
pueden ser utilizadas para expresar el punto de vista al que acaba de
llegar Dostoievski: "Dios nos libre de presenciar una revuelta rusa,
insensata y cruel. Quienes fraguan imposibles levantamientos en-
tre nosotros, o bien son jóvenes y no conocen a nuestro pueblo, o
son hombres duros de corazón a _quienes importa un comino sus
propias vidas o las ajenas." 11

11 Alejandro Pushkin: "The Captain's Daughter" [La hija del capitán], traducida
al inglés por Natalie Duddington, reimpresa en The Poems, Prose and Plays o/ Pushkin
[Poemas, prosa y obras teatrales de Pushkin], revisada por Avrahm Yarmolinski (Nue-
va York, 1936), p. 741.
VIII. UN PATRIOTA RUSO

EL SOLO derrumbamiento de sus esperanzas políticas no habría sido


suficiente para arrojar a Dostoievski al estado de confusión interior y
a la crisis moral y espiritual que lo asedió. Con seguridad se recri-
minaba sin misericordia por la desesperada ingenuidad de la aven-
tura sociopolítica en la cual se había embarcado con tanta temeri-
dad. Sin embargo, él no era esencialmente un político -como
Petrashevski y Speshnev, por ejemplo-, y más tarde tuvo la tendencia
a considerar su participación en las actividades revolucionarias, más
o menos, como algo secundario en su vida. Esta opinión no era me-
ramente una ocurrencia tardí,a en años más equilibrados. Había estado
demasiado intranquilo por su intervención en dichas actividades, in-
cluso mientras las llevaba a cabo, y había hablado en forma fatalis-
ta de haber sido atrapado en el activismo político por su "mefistó-
feles" -Speshnev-, casi en contra de su voluntad. En lo más
profundo de su personalidad no entraba la política. A pesar de
que el trato que recibió durante la protesta había sido particular-
mente humillante, era sólo un ejemplo adicional, si bien más dolo-
roso, de la endémica hostilidad de los campesinos-reclusos. Lo que
le afectaba mucho más eran las graves consecuencias que le plan-
teaba su reacción ante dicha hostilidad.
Dostoievski estaba profundamente perturbado, no sólo por el tra-
to ofensivo recibido por sus compañeros de presidio, sino aún más
por su propia reacción horrorizada ante la conducta y comportamien-
to, pésimos, de los campesinos-forzados. Tanto los que habían resulta-
do ser los campesinos-reclusos, como la reacción que Dostoievski
había experimentado con ellos, le produjo una horrible revelación.
Manifiesta la magnitud de su consternación en un pasaje dirigido
directamente a los lectores. de La casa de los muertos (miembros,
como' él, de la clase culta, inspirados en gran parte por los mismos
sentimientos humanitarios hacia el pueblo). Todo lo que estos lec-
tores creen saber acerca de los siervos -les dice- está tristemente
155
156 KATORGA

equivocado. Ellos han tratado invariablemente con los siervos en el


curso ordinario de la vida social, y las impresiones que han recogido
en esos contactos son por completo erróneas. Uno sólo descubre cómo
son en realidad los siervos "cuando el caballero, obligado por las cir-
cunstancias, queda privado por completo de sus antiguos privilegios,
y es transformado en siervo. Pueden ustedes haber tenido con-
tacto durante toda su vida con los siervos, pueden haberse asociado
con ellos día tras día durante cuarenta años, de manera oficial, por
ejemplo, de acuerdo con las regulaciones administrativas, o, simple-
mente, en forma amistosa, como benefactores, o en cierto sentido,
como padres; pero, a pesar de todo, jamás los conocerán realmente.
Será una ilusión óptica y nada más. Sé que todos los lectores pensarán
que exagero. Pero estoy cabalmente convencido de esta verdad. He
llegado a esta convicción, no mediante libros, no mediante teoría
abstracta, sino mediante la realidad, y he tenido abundante tiempo
para comprobarla" (v. 4: pp. 198-199).
La autorreflexiva ironía de tales palabras muestra cómo se había
despojado Dostoievski desde un comienzo de todas sus nociones pre-
vias sobre los campesinos, ante quienes se había presentado induda-
blemente, al menos en intención, en el papel de benefactor, si no
de padre. Esta actitud benevolente había sido ahora remplazada por
un aborrecimiento a todo lo que lo rodeaba y, en especial, a los cam-
pesinos-reclusos. "Fue intolerable la miseria de todo el primer año
de prisión -escribe-. Este año me produjo un efecto irritante y
doloroso" (v. 4: p. 174). No existe ninguna duda con respecto a la
causa principal de su miseria: "El continuo aborrecimiento con el
que me trataron, por ser caballero, los prisioneros, durante los pri-
meros años, se convirtió en algo intolerable, envenenó toda mi vida."
(v. 4: p. 176; las cursivas se agregaron). No obstante, tales palabras
sólo describen el hostigamiento que padeció Dostoievski, y sus corro-
sivos efectos; pero él anota claramente otra reacción en una carta
a la señora Fonvizina, escrita poco después de que fue liberado:
"Había momentos [en el campamento de trabajos forzados J -le con-
fiesa- en que odiaba a todos los que me encontraba, inocentes
o culpables. Los miraba como si fueran ladrones que me estuvie-
ran robando mi vida con impunidad. Surge el más insoportable in-
fortunio cuando uno mismo se vuelve injusto, maligno, vil. Uno se
UN PATRIOTA RUSO 157

da cuenta, incluso se reprocha a sí mismo ... , pero simplemente no


se puede evitar." 1
Como resultado de su encuentro con el "odio obstinado e irre-
conciliable" de sus compañeros de reclusorio, Dostoievski se volvió
irreprimiblemente "maligno" y "vil" con ellos. Esta fue su reacción
por la colisión inicial al establecer contacto. Por lo tanto, sus emo-
ciones experimentaron un cambio total: su previo sentimiento huma-
nitario de compañerismo se invirtió. El hiriente sarcasmo con el
cual describiría a todos los ejemplos de compasivo "schillerismo",
puede ser considerado como la consecuencia artística de esta fase
inicial negativa de la "regeneración de sus convicciones". En efecto,
casi no es posible exagerar la importancia de la destrucción de la
fe en la humanidad que experimentó Dostoievski en la prisión de
Siberia, pero existe también cierto riesgo al situar esta destruc-
ción demasiado exclusivamente en el centro de la atención interpre-
tativa. A pesar de que Lev Shestov ha recalcado correctamente el
enorme significado de tal transposición psicoemotiva, ha ido más
allá, arguyendo que Dostoievski jamás superó el "odio a la huma-
nidad" que lo invadió durante los años pasados en la penitenciaría;
un odio que, según Shestov, brotó después en las ferozmente cáus-
ticas diatribas del hombre del subsuelo, en contra de todos esos
"sublimes y bellos" ideales en los que una vez había depositado su
fe en forma tan cándida el joven Dostoievski. "Dostoievski no
sólo quemó todo lo que previamente había adorado -sostiene Shes-
tov-, sino que lo pisoteó en el lodo. No solamente odió su primi-
tiva fe; también la despreció." 2
Como consecuencia, según Shestov, la nota humanitaria que con-
tinúa resonando en ciertas escenas de La casa de los muertos, y el
amor y el perdón característico de la prédica posterior de Dostoievski
son simplemente un medroso ocultamiento de la aterrorizadora ver-
dad acerca del hombre, verdad a la que ni siquiera Dostoievski tuvo la

1 Pisma, v. 1: p. 143; 20 de febrero de 1854.


2 Lev Shestov: "Dostoevski and Nietzsche, The Philosophy of Tragedy" [Dostoievski
y Nietzsche, la filosofla de la tragedia], en Essays in Russian Literature, The Conserva·
tive View: Leontiev, Rozanov, Shestov [Ensayos sobre literatura rusa. La opinión con-
servadora: Leontiev, Rozanov, Shestov] , compilados y traducidos por Spencer E. Roberts
(Athens, Ga., 1968), p. 6.
158 KATORGA

audacia de enfrentarse. "Pero las verdades que descubrió en el


campamento de trabajos forzados -arguye Shestov-, no importa cuán-
to haya tratado de adaptarlas y embellecerlas, retienen con demasiada
obviedad las huellas de su origen." 3 Hasta este punto, la opinión de
Shestov coincide con l.a mía, en cuanto que resalta los perturbadores
efectos que sobre la sensibilidad de Dostoievski tuvo la conmoción
sufrida en el campamento de prisioneros. Pero Shestov y yo diferimos
cuando él acusa al escritor de "falso" e "hipócrita" por no tener
el suficiente valor para conservar su amargado egoísmo como supre-
ma sabiduría. Al menos debemos hacerle justicia a Dostoievski acep-
tando la gama completa de sus emociones y de sus creencias. No
debernos medirlo, como hace Shestov, de acuerdo con las normas
extranjeras de Nietzsche.
Por supuesto, Shestov no comenta nada acerca de cómo Dostoievski
solucionó su crisis moral y espiritual. Tampoco se hubiese esperado
que lo hiciera, en vista de que, según su parecer, jamás existió nin-
guna solución genuina. Pero Dostoievski sí logró encontrar la ma-
nera de escapar de esta trampa psíquica, torturante y llena de
odio. Pasó por una experiencia que muestra todas las características or-
dinariamente observadas en los casos de conversión -bien sea reli-
giosos, como en el pasado, o en épocas más recientes, relacionados
con temas de lealtad política-. No obstante, antes de describir en
detalle qué aconteció, debemos examinar otros aspectos de la situa-
ción de Dostoievski en el campo de trabajos forzados, que están cru-
cialmente relacionados con el proceso de su regeneración.

Hasta este momento hemos enfocado solamente el cuadro de las re-


laciones de Dostoievski con los campesinos-reclusos, según lo pinta
el escritor en La casa de los muertos; pero también había prisio-
neros de su propia clase social, con los cuales estaba en mejores tér-
minos, si bien estas relaciones poco hicieron para mitigar su aflic-
ción y su angustia. "Aquél primer verano vagué por la pns10n casi
en completa soledad, sin un amigo ... También tenía compañeros

3 Shestov, opus cit., p. 68.


UN PATRIOTA RUSO 159

de mi misma clase, pero su camaradería no aligeró el peso que sen-


tía en el corazón -escribe-. Odiaba todo lo que veía, y me era
imposible escapar de ello" (v. 4: p. 199). No agrega nada adicional -o
por lo menos, nada en forma explícita~ que nos ayude a esclarecer
un enigma: ¿Por qué eran tan insatisfactorias tales amistades? Se-
gún sabemos, había otros doce prisioneros de la clase noble en Omsk
en la época en que Dostoievski estaba cumpliendo la sentencia, a pesar
de que Dostoievski anota únicamente once, y se niega a incluir a
Durov (por motivos que comentaremos muy pronto). De éstos, tres
eran rusos. Lo que Dostoievski nos explica acerca de ellos muestra
sobradamente, aunque en forma indirecta, por qué su presencia le
reconfortaba tan poco.
Uno era un ex oficial del ejército ruso en el Cáucaso. Dostoievski
lo llama Akim Akimich, pero su nombre real es Yefim Belij. Había
sido comandante de un fortín ubicado en la frontera. Cumplía sen-
tencia por haber tomado la ley en sus propias manos, al ejecutar a
un jefe tribal. Este jefe, teóricamente, había estado en paz con
los rusos, pero el celoso oficial, sospechando que había intentado trai-
cioneramente quemar el fortín ruso, decidió actuar por propia ini-
ciativa. Akim Akimich trató amistosamente a Dostoievski desde el
momento en que éste llegó; fue su guía y consejero durante los
decisivos primeros días. Difícilmente pudo haber sido más amable y
servicial, pero Dostoievski jamás pudo sentir simpatía por él, ni
establecer ninguna clase de intimidad. Resulta que Akim Akimich
era completamente vulgar y tan acostumbrado a la subordinación,
que para él la obediencia se había convertido en costumbre y segunda
naturaleza. Dostoievski comenta que, quizás, era el único prisionero
que estaba totalmente contento con su suerte. "Él era afable ... , pero
confieso -escribe Dostoievski- que a veces, y en especial al prin-
cipio, me producía una depresión intensa, que incrementaba aún más
mi miseria. . . En ocasiones ansiaba yo una palabra vivaz, aunque
fuera amarga, o impaciente, o malévola." Sin embargo, ninguna sur-
gió. Akim Akimich detallaba la rutina de la vida del ejército, la
cual resaltaba con amante devoción, "siempre con la misma voz, de-
corosa y monótona, como el gotear del agua". Dostoievski acepta
que, de vez en cuando, "yo (y siempre repentinamente) empezaba, sin
saber por qué, casi a odiar a Akim Akimich, y a maldecir al destino
160 KATORGA

que me había colocado con mi cabeza a la suya en la cama común"


(v. 4: pp. 208-209).
De otro presidiario ruso de clase noble comenta solamente que
era un "parricida". Su verdadero nombre es D. l. Ilinski, y tiene cierta
importancia en la carrera de Dostoievski. Su historia proporciona-
ría al novelista el argumento de Los hermanos Karamázov. Es pro-
bable que su personalidad le inspirara también algunas peculia-
ridades de Dimitri Karamázov. Ilinski era un ex oficial de quien
se sospechaba (pero sólo por circunstancias acusatorias) que había
asesinado a su padre para obtener la herencia, y que después había se-
pultado el cadáver en una zanja poco profunda y lo cubrió con
tablones. El difunto "estaba vestido y aseado. La cabeza, de cabellos
grises, la cual habían cercenado, se hallaba sobre el cuerpo. El asesi-
no colocó una almohada debajo de la cabeza" (v. 4: pp. 15-16). Ilinski
era, según Dostoievski, "un hombre misterioso, casquivano, irrespon-
sable en grado sumo, pero de ninguna manera estúpido", quien siem-
pre tenía "la vivacidad y la alegría a flor de piel'', y continuaba in-
variablemente negando su culpa (v. 4: p. 16).
Lo que fascinaba a Dostoievski era la discordancia entre la ani-
mación de Ilinski y la gravedad de su supuesto crimen, combinada
con la cínica burla puesta de manifiesto en la manera en que arre-
gló el cadáver. Ilinski parecía no tener ninguna conciencia de cul-
pa, e incluso se refería sin afectación a su "difunto padre", en el
curso de una conversación. Dostoievski comenta que "tal insensi-
bilidad salvaj e parece imposible" y que, quizás, era el resultado de
"cierto defecto constitucional, de alguna monstruosidad mental y
física todavía no comprendida por la ciencia" (v. 4: p. 16). En conse-
cuencia, no daba un crédito total a la culpabilidad de Ilinski, a
pesar de que las pruebas parecían abrumadoras de acuerdo con el
relato que le hicieron los que conocían todos los detalles.
Años después, mientras escribía el manuscrito final del libro so-
bre la penitenciaría, Dostoievski se enteró de que Ilinski había sido
liberado por juzgársele inocente: un criminal, arrestado por otro
delito, había confesado ser el asesino del padre de Ilinski. Por lo
tanto, la intuición psicológica de Dostoievski, basada en su observa-
ción del carácter de Ilinski, había triunfado contra todos los "hechos"
que indicaban la culpa del prisionero. Razumijin, en C't'.imen y cas-
tigo, usará exactamente el mismo tipo de observaciones para argüir
UN PATRIOTA RUSO 161

que Nikolai, el joven y despreocupado pintor de casas campesino, no


podía haber matado a la anciana prestamista y a la hermana de
ésta, en vista de que unos pocos momentos después de la hora que
se había establecido para el crimen, Nikolai había sido visto rién-
dose y peleando amistosamente con su compañero de trabajo en el
patio de la casa. Y Dimitri Karamázov dejará entrever, por las cua-
lidades humanas que manifiesta en medio- de su conducta alocada,
que no pudo haber asesinado a su aborrecible padre, a pesar de la
montaña de pruebas acumuladas en contra de él. Sin embargo, al
mismo tiempo que Dostoievski jamás olvidó al ex alférez ni la mo-
raleja obtenida de su encarcelamiento equivocado, Ilinski no era el
tipo de persona con la cual el escritor podía haber tenido mucho
en común.
El tercer noble ruso, mencionado solamente por la inicial A.,
era Pavel Aristov, un sujeto extremadamente siniestro, de quien le
habían prevenido a Dostoievski sus amistades de Tobolsk. La reali-
dad, con respecto de Aristov, resultó más sombría que las previsio-
nes de Dostoievski: era Aristov "el más repulsivo ejemplo de las
profundidades en las cuales puede un hombre hundirse y degenerar,
y del grado en que éste puede destruir todo sentimiento moral en sí
mismo sin dificultad o arrepentimiento" (v. 4: p. 62). Deseando obte-
ner fondos para llevar una vida de borrascoso libertinaje, Aristov ha-
bía denunciado a muchas personas, totalmente inocentes, a la poli-
cía secreta, como conspiradores políticos. Continuó descubriendo más
"subversivos" en tanto que le siguieron proporcionando dinero. Sin
embargo, después de cierto tiempo, incluso la Tercera Sección abrigó
sospechas. Después, Aristov fue enviado al campamento de con-
denados por fraude y denuncias falsas.* Allí se congració con el
mayor Krivtsov y le sirvió como espía e informador de los campe-

* Aristov obtuvo cierta fama en Petersburgo por haber embaucado a Ja policía se-
creta. Se encuentra una relación de sus acciones delictuosas en el valioso Diario de
A. V. Nikitenko, durante años importante funcionario de la censura y profesor
de literatura rusa en la Universidad de San Petersburgo. Hijo de siervos, sus
opiniones políticas eran moderadamente progresistas. Anota que setenta personas
en teramente inocentes fueron arrestadas como resultado de las denuncias de Aristov,
mientras éste tomaba parte en escandalosas orgías con el dinero suministrado por la
Tercera Sección. Véase: Alejandro Nikitenko, The Diary o/ a Russian Censor (El
diario de un censor ruso), condensado, publicado y traducido al inglés por Helen Saltz
Jacobson (Almhe1·t, Massachussetts, 1975), p. 120.
162 KATORGA

sinos-reos. Dostoievski estaba literalmente horrorizado al encontrar-


se en carne y hueso con . alguien de la ralea de Aristov, quien su-
peraba las más increíbles fantasías que Dostoievski pudo haber te-
nido con respecto de la maldad que un ser humano podía delibe-
radamente, y a sabiendas, tolerar y perpetrar. "Todo el tiempo que
pasé en el reclusorio -afirma Dostoievski-, A. me pareció un mon-
tón de carne con dientes .y estómago y una sed insaciable de los más
sensuales y brutales placeres" (v. 4: p. 63).
Para empeorar la situación, Aristov de ninguna manera era un
degenerado repulsivo cuya apariencia y conducta inequívocamente
traicionaran la dépravación abismal de su carácter. Por lo contrario,
"era astuto e inteligente, bien parecido, culto incluso, y tenía ta-
lento". Lo que hacía que la presencia de Aristov fuera literalmente
intolerable para Dostoievski era la maligna satisfacción con la que
aquél glorificaba su infamia. "¡Y cuán repulsivo me resultaba mi-
rar su eterna sonrisa burlona! Era un monstruo, un Quasimodo mo-
ral" (v. 4: p. 63). Así, para encontrar un punto de comparación,
Dostoievski se ve obligado a recurrir al deforme personaje de Nuestra
Señora de París, de Víctor Hugo -igualmente contrahecho, de acuer-
do con las normas humanas, pero el anverso de Aristov-, ya que el
original Quasimodo era monstruoso de cuerpo, mas no de alma.
Al igual que Dostoievski no olvidó a Ilinski, también Aristov per-
maneció como indeleble recuerdo en su memoria: las primeras refe-
rencias que anota Dostoievski en su cuaderno de apuntes del personaje
Svidrigailov, el cínicamente burlón aristócrata libertino de Crimen
y castigo, están registradas con el nombre de Aristov. 4 Más directa-
mente, Dostoievski hace responsab:e a Aristov de haber ahondado
y ensombrecido la crisis de valores que le provocó la vida en el campo
de trabajos forzados. "Envenenó mis primeros días en el reclusorio
-explica Dostoievski-, y los hizo todavía más miserables. Estaba yo
aterrorizado por la horrenda ruindad y degradación en la que había
sido arrojado ... Supuse que todo en este lugar era tan ruin y degra-

4 F. M. Dostoevski: The Notebooks for Crime and P-unishment [Los apuntes para
crimen y castigo] compilados y traducidos al inglés por Edward Wasiolek (Chicago, 1967),
p. 176. El profesor Wasiolek traduce con precisión el nombre de "Aristov" que apa-
rece en el original, pero parece no percatarse de su relación con Svidrigailov. En una
parte (67) le da al nombre la forma femenina. Para aclarar, véase: PSS l. 7: pá-
ginas 315, 348.
UN PATRIOTA RUSO 163

dado [como él]. Pero estaba en un error: todo lo juzgué según era A"
(v. 4: p. 64; las cursivas se agregaron al texto).

A pesar de que Sergei Durov se encontraba también en el campa-


mento de condenados, junto con Dostoievski, éste no lo menciona en
e1 capítulo intitulado "Camaradas", dedicado a sus compañeros de
reclusorio de clase noble. Esta omisión de Durov, que ha provocado
numerosos comentarios, puede ser explicada parcialmente en tér-
minos de estrategia literaria: haber hablado de Durov con cierto
grado de precisión inmediatamente habría revivido recuerdos del caso
Petrashevski, y por lo tanto hubiera hecho imposible la publicación
del libro. Además, el propósito primario de Dostoievski era el de
familiarizar a sus lectores con los habitantes del mundo del presidio
siberiano, introducirlos en un ambiente extraño e inexplorado, has-
ta ese momento envuelto en el manto de un terrorífico secreto. Ma-
nifiestamente, un prolijo retrato de Durov no concordaba con tal
intención. Pero, incluso si Durov hubiera sido bosquejado en for-
ma más extensa, esto no hubiese cambiado apreciablemente la pintura
que proporciona Dostoievski de su propia atormentada soledad, pues-
to que existen pruebas de que los dos pretrashevkistas ya no esta-
ban completamente de acuerdo en varios asuntos, y de que cierto
enfriamiento había ocurrido en su anterior amistad.
En apariencia, de acuerdo con las memorias de uno de los ex ca-
detes navales que eran amigos de los prisioneros políticos, cuando
Dostoievski y Durov fueron invitados al cuartel de la guardia, se
negaron a hablarse y se sentaron ceñudamente aparte en extremos
opuestos de la habitación. "Se odiaban cordialmente en lo más pro-
.fundo de sus corazones, uno y otro evitaban la mutua compañía y,
durante todo el periodo de su condena en el reclusorio de Omsk,
no intercambiaron una sola palabra." 5 Debemos poner en tela de
juicio el que tal testimonio sea concluyente. Las relaciones entre
Dostoievski y Durov, sin importar cómo se puedan haber comportado

5 P. K. Martianov: "V Perelome Veka", Istoricheskii Vestnik, números 10-11 (1985),


v. 11: p. 452.
164 KATORGA

en presencia de otras personas, jamás fueron tan implacablemente


hostiles como indican estas palabras. Cuando abandonaron el cam-
pamento de presidiarios en febrero de 1854, estuvieron pacíficamente
juntos durante un mes, en el hogar de Konstantin Ivanov. Y un año
después Dostoievski le pidió a un amigo en Omsk, en donde Durov
había permanecido: "Salude a Durov en mi nombre, deséele todo
lo mejor de parte mía. Confírmele mi afecto y mi genuina devoción." 6
Sin embargo, existen buenas razones para creer que Dostoievski
y Durov se mantuvieron separados durante los años de su encarcela-
miento, a pesar de que continuaron respetándose mutuamente y de
que no interrumpieron el contacto de manera total. Resulta que
Durov no sufrió grandes cambios pese a las severas pruebas que tuvo
que soportar en el penal (aunque su salud padeció grandemente), y
salió de la katorga siendo el mismo crítico acerbo del régimen ruso que
había ingresado al penal. Los dos deben de haberse percatado de la
creciente divergencia de sus opiniones cuando el punto de vista
de Dostoievski empezó a alterarse lentamente. Y, para Dostoievski,
la presencia de Durov debe haber sido un constante recordatorio de
todos los errores e ilusiones que en esos momentos lamentaba tan
amargamente. Verlo y hablarle significaba clavar un puñal en la
dolorosa herida de Dostoievski, y rememorar un pasado cuya insen-
satez estaba apenas empezando a comprender. No, una vez más Dos-
toievski no pudo encontrar ninguna fuente de paz o alivio. Su an-
tiguo camarada y otrora amigo sólo le provocaba un incremento a su
desventura.*

6 Pisma, v. 1: p . 202; 14 de diciembre de 1856.


" Algunas investigaciones r"ecientes han aportado nuevas pruebas de que la no alu-
sión de Durov por parte de Dostoievski en la Casa de los muertos no fue causada
por una profunda enemistad. Uno de los primeros actos de Dostoievski al regresar
a Petersburgo fue tratar de obtener, y conseguir, ayuda económica para el enfermo
Durov, quien entonces estaba viviendo en Odesa. Habiendo sido elegido miembro del
Fondo Literario, fundado para auxiliar a los escritores y eruditos menesterosos, Dos-
toievski presentó una solicitud pa1'a que se le concediera a Durov una subvención (la
cual, presumiblemente, le fue otorgada) el 28 de marzo de 1860. El erudito ruso sovié-
tico que descubrió esta información en los archivos del Fondo Literario comenta: "Esta
intercesión a favor [de Durov] por parte de Dostoievski, quien había recibido per-
miso de vivir · en la capital únicamente bajo vigilancia policiaca, fue un acto de
notable valor." P. B. Zaborova, "Dostoevsky i Literaturni Fond", Russayaka Litera-
tura, n. 3 (1975), pp. 158-170.
UN PATRIOTA RUSO 165

El presidio de Omsk también albergaba ocho polacos nobles. To-


dos ellos habían sido enviados a Siberia por haber participado en
una u otra conspiración para obtener la independencia de su patria
de la Corona rusa. Según opinión de Dostoiesvki, sólo tres de ellos
eran cultos. Con dos de estos tres parece haber estado en mejores tér-
minos de intimidad que con cualquier otro de los presidiarios aris-
tócratas. Muy pocos otros habitantes de La casa de los muertos son
descritos con las elogiosas frases que prodiga Dostoievski a los pri-
sioneros polacos amigos suyos. De M., cuyo nombre completo es Ale-
xander Mirecki, afirma Dostoievski: "Me llevé bien [con él] . . . des-
de el principio." Define a Mirecki como "un hombre de carácter
muy fuerte y muy noble." Comentando acerca de otro aristócrata po-
laco, B. (Joszef Boguslawski), Dostoievski lo considera como "muy
bondadoso e, incluso, magnánimo." A pesar de que después rom-
pió relaciones con todos los polacos, afirma de B.: "Jamás cesé
de amarlo. " Podemos suponer que éstas son palabras que Dostoievski
no usó a la ligera, y persisten como repentino pincelazo de brillante
color en la obscuridad reinante, iluminando el insólito grado de cor-
dialidad existente entre Dostoievski y estos dos polacos exiliados. El
escritor también habla muy elogiosamente de Szymon Tokarzewski,
cuyas memorias de su encarcelamiento en Omsk ya han sido men-
cionadas, y a quien Dostoievski encuentra "bondadoso y varonil; un
joven espléndido", a pesar de que "no era un hombre culto" (v. 4:
p. 209).
Como sabemos por informaciones de Tokarzewski, los dos exilia-
dos políticos rusos fueron recibidos con entusiasta calidez por los
polacos, quienes estaban gozosos por encontrar al fin hombres de su
clase social en el campamento de presidiarios, en lugar de sólo delin-
cuentes comunes. "Cuando los dos [Dostoievski y Durov] arribaron
a Omsk y vivieron conmigo bajo el mismo techo -escribe patética-
mente-, me pareció ver dos luces inmóviles resplandeciendo en el
lúgubre cielo del norte." 7 Sin embargo, tales exaltadas esperanzas

7 Waclaw Lednicki: Russia, Poland and the West [Rusia, Polonia y el Occidente]
(Nueva York, 1954), p . 276. El libro de Lednicki contiene una traducción de la mayor
parte del capítulo que Tokarzewski dedica a Dostoievski en su Siedem Lat Katorgi.
166 KATORGA

sufrieron un doloroso desengaño con la cercanía: la amistad inicial


con Dostoievski se fue transformando gradualmente en frialdad, y
después, al menos por parte de los polacos, en real antipatía. "Los
mejores de ellos [los polacosJ -escribe Dostoievski al reaccionar ante
tal situación- eran morbosos, censurables e intolerantes en grado
superlativo. Terminé por no hablar en lo absoluto con dos de ellos"
(v. 4: p. 209). Nada se dice acerca de los motivos para ese cambio
de opinión, pero Dostoievski sí comenta con respecto de Mirecki que
"lo que más le importaba era la política" (v. 4: p. 217). En efecto,
la política le interesaba a todos los exiliados polacos con los que
Dostoievski tenía más trato, y fueron los desacuerdos sobre po-
lítica los que principalmente, mas no exclusivamente, condujeron al
fin a su desavenencia con Dostoievski y al juicio de éste sobre la
"intolerancia" de ellos. Los polacos no toleraban las ideas del escri-
tor respecto a las relaciones entre Rusia y Polonia, en tanto que
él, con la misma finpeza, rechazó sus derechos a la independencia de
Polonia de la dominación rusa.
Los polacos habían supuesto, naturalmente, que Dostoievski, como
enemigo comprobado del zarismo, simpatizaría con la causa de la
independencia polaca. Tal actitud habría sido dada por supuesta
-y con buenas razones- en un ruso progresista de entonces y después.
Pero Dostoievski resultó ser tan furibundo y turbulento patriota ruso,
que los polacos quedaron totalmente desconcertados, en especial por-
que, según comenta Tokarzewski, "a juzgar por sus rasgos y por
su apellido se podía reconocer su origen polaco". Podemos sospe-
char que Dostoievski, quizás informado de esta opinión acerca de
sus antepasados, expresada como cumplido, respondió con el comen-
tario que registra Tokarzewski: "Dostoievski acostumbraba decir que
si alguna vez descubría que una sola gota de sangre polaca corría
por sus venas, haría que se la purificaran." 8
Sin embargo, más _importante era el virulento nacionalismo ruso
que Dostoievski osten~aba, cuando la charla se refería --como obvia-
mente acontecía- a la sagrada causa por la que los prisioneros pola-
cos estaban padeciendo su cruel castigo:

Qué doloroso era escuchar a este conspirador, a este hombre senten-


ciado a prisión por causa de la libertad y el progreso, cuando con-
8 Lednitki, opus cit., p. 275.
UN PATRIOTA RUSO 167

fesaba que sería feliz solamente cuando todas las naciones cayeran bajo
la férula rusa. Jamás admitió que Ucrania, Volinia, Podolia, Litua-
nia y finalmente, toda Polonia, fueran países invadidos por Rusia,
sino q_ue afirmaba que todas estas regiones del mundo habían sido
siempre propiedad de Rusia; que la divina mano de la justicia había
puesto estas provincias y regiones bajo el cetro real del zar ruso, por-
que jamás habrían podido existir independientemente, y porque du-
rante largo tiempo habrían permanecido en un estado de infausta
ignorancia, barbarie y abyecta pobreza. Según el parecer de Dostoievs-
k.i, las provincias bálticas le pertenecían a Rusia por derecho; colocaba
en la misma categoría a Siberia y al Cáucaso. Al escuchar estos argu-
mentos adquirimos la convicción de que Feodor Mijáilovich Dostoievski
estaba enajenado mentalmente.9

Las Memorias de Tokarzewski fueron publicadas después del fa-


llecimiento de Dostoievski, y aquél tenía pleno conocimiento de los
escritos en los cuales éste no sólo satirizaba a los personajes polacos
vengativamente, sino que pregonaba además su gran nacionalismo ruso
en las llameantes diatribas del Diario de un escritor. Es muy probable
que, aunque el libro de Tokarzewski está basado en los apuntes toma-
dos en el presidio, parte de la animosidad provocada por la obra pos-
terior de Dostoievski esté incorporada en la redacción final de la de
aquél. En efecto, lo que se supone que Dostoievski dijo en algunas
ocasiones parece tan trivial y absurdo que es difícil concederle mu-
cha credibilidad a semejantes afirmaciones. (Por ejemplo, se le acusa
de negarse a creer que los polacos habían hecho un contrato para
traducir, en 1844, El judío errante, de Eugenio Sue, presumible-
mente porque Dostoievski creía que la cultura polaca, ¡estaba muy
atrasada!) Igualmente se recon~ce con dificultad al admirador de
Schiller, Víctor Hugo, Balzac, George Sand, Dickens y Shakespeare
en el Dostoievski que se supone dijo que "la literatura de otras
naciones, comparada con la literatura rusa, es simplemente parodia
literaria" .10 Por otra parte, tenemos el comentario de Belinski, de
mediados de la década 1840-1849, y dado a conocer por la señora
Panaeva: "Cuando él [Dostoievski] se exalta no sabe lo que dice." La
señora Panaeva agrega por su parte que "cuando Dostoievski se veía

9 Lednicki, opus cit., p. 275.


10 Ibid.
168 KATORGA

acorralado [en una discusiónJ algunas veces defendía con pasión las opi-
niones. más ridículas" .11
Bien puede ser que lo que Tokarzewski informa corresponda a ta-
les incontrolables arrebatos de cólera -en aquellos tiempos menos
gobernables, debido a su incrementada debilidad física y nerviosa-,
por lo que no deben ser considerados como juicios meditados. No
obstante, sin tomar en cuenta lo que Dostoievski pueda haber dicho
en tales altercados, el hecho de que éstos tuvieran lugar está fue-
ra de duda, y no existen motivos para cuestionar el relato de To-
karzewski sobre los puntos de vista políticos de Dostoievski, quien,
siempre fiel patriota, había mostrado rasgos de xenofobia incluso en
el punto culminante de su aceptación de las ideas en favor de Occi-
dente, en el decenio 1840-1849. Jamás había llegado a los extremos
de rechazar la idea de nacionalidad como un prejuicio obsoleto y
obscurantista, como sí habían hecho algunos miembros del círculo
de Petrashevski, incluyendo a su íntimo amigo, Valerian Maikov. In-
cluso se puede advertir un toque incipiente de eslavofilismo en su
convicción de que Rusia estaba destinada a seguir una senda his-
tórica muy diferente de la de Europa.
Dostoievski calla tales argumentos políticos en La casa de los muer-
tos (la censura se lo habría prohibido de cualquier manera, aunque
ése hubiera sido su deseo), pero sí menciona una materia de discordia
con sus otrora amigos polacos, que probablemente irritó sus nervios
en forma más hiriente. Resulta que Dostoievski se hallaba muy
molesto por el aborrecimiento que sentían los polacos por los cam-
pesinos-presidiarios, a quienes veían con supremo desprecio, y consi-
deraban chusma criminal.
"A los presidiarios les desagradaban en especial los polacos, incluso
más que aquellos que habían sido rusos nobles --comenta Dos-
toievski al mencionar por vez primera al grupo polaco-. Los pola-
cos (estoy hablando exclusivamente de los prisioneros políticos) eran
rebuscada y ofensivamente corteses y en extremo reservados con ellos.
Jamás pudieron ocultar la aversión que sentían por los reos. És-
tos la percibían con mucha claridad y les pagaban con la misma
moneda" (v. 4: p. 26). Más adelante, Dostoievski se explayaba sobre
el desdén de los polacos.: "Lo único que veían en los presidiarios era

11 DVS, v. 1: pp. 140-141.


UN PATRIOTA RUSO 169

su brutalidad; no podían distinguir ninguna cualidad, nada huma-


no en ellos. En verdad no deseaban encontrarla" (v. 4: p. 210). Tal
descripción es confirmada por el relato que hace Tokarzewski de
cómo se comportó al entrar por primera ocasión en la barraca a la
que Dostoievski ulteriormente llegaría: "¡Dios mío! ¡Qué monstruo-
sas nos parecieron estas figuras! -comenta de los reos rusos-. Y
estos cuerpos de hombres o de réprobos se nos acercaron, nos ex-
tendieron las manos, que muchas veces se habían teñido de sangre,
que muchas veces se habían manchado con ofensas y crímenes. Y
nos vimos obligados, aunque con horror y repulsión, a ofrecerles
las nuestras. Yo retiré mi mano, hice a un lado a todos, y entré en
la barraca con la cabeza orgullosamente levantada." 12
Esta era la actitud de los polacos -y Dostoievski tendría que
haber sido considerablemente más obtuso de lo que era para no ha-
ber comprendido que también era la suya-. ¿No dice con franqueza
que creía que todos los campesinos-prisioneros eran otros tantos Aris-
tovs? ¿Qué puede significar esto, salvo que él también los contempló,
durante un tiempo, con el mismo indecible desprecio que sentían
por ellos los polacos? No obstante, el intensamente patriota Dos-
toievski se encontró muy pronto atareado en defender a su país, y
presumiblemente, a la mayoría de sus habitantes, en contra de las
únicas personas cultas en el campo de condenados, quienes le agra-
daban y a las que respetaba, y que le habían ayudado a mitigar, al
menos momentáneamente, su enajenante soledad. Pero ¿cómo po-
día argüir en favor de Rusia sin, simultáneamente, subyugar su vio-
lenta repugnancia por esa porción del pueblo ruso que existía a su
alrededor en carne y hueso, y cuya vida estaba condenado a com-
partir?
Podemos muy bien comprender por qué esta maraña de ideas-
sentimientos resultó ser, como lo veremos muy pronto, el agente ca-
talítico que provocó la conversión de Dostoievski; ya que sus dispu-
tas con los exiliados polacos solamente agudizaron e intensificaron
su crisis interna -la crisis inicialmente ocasionada por la destruc-
ción de su fe humanitaria en el pueblo-, llevándola hasta la inso-
portable cima de la enfermedad psíquica. Nada le era más emocio-
nalmente necesario a Dostoievski que encontrar alguna manera de

12 Lednicki: Russia, Poland and the West, p.p. 272-273.


170 KATORGA

reconciliar su indeleble amor por su suelo nativo, con sus reacciones


tan violentamente . negativas hacia los nauseabundos habitantes del
penal.

Un defecto que tiene La casa de los muertos es que Dostoievski


no incluya en sus páginas una relación de su experiencia de conver-
sión. ¿Por qué no lo hizo? Es difícil saberlo. Quizás influyó en
su decisión el temor a la censura; quizás era algo demasiado ínti-
mo y personal, que entrañaba una exposición psicológica demasia-
do grande para poder mezclarla adecuadamente con el tono de ob-
jetividad narrativa que deseaba mantener. Por supuesto, tampoco
hubiese podido hacerlo con la misma libertad ·con la que lo haría
tiempo después, cuando ya no tenía que ocultar las razones políticas
para su sentencia. De todas maneras, sólo veintiséis años después,
en un artículo de su Diario de un escritor (1876) intitulado "El
campesino Marey", Dostoievski proporciona las páginas faltantes de
sus memorias del reclusorio, que nos ayudan a penetrar en el enig-
ma de la "regeneración de sus convicciones." Esta regeneración im-
plica, esencialmente, un cambio de sentimientos hacia el pueblo ruso,
la recuperación de su fe en éste, pero una fe que difiere considera-
blemente de la que tenía en el pasado.
El artículo de Dostoievski apareció en el número de febrero de
1876 del Diario de un escritor, que era el segundo de esta nueva
publicación suya. Este artículo había sido precedido, el mes ante-
rior, por otro en el que exponía con mordacidad los vicios muy di-
fundidos entre el pueblo ruso. La embriaguez estaba carcomiendo su
fibra moral, golpear a las esposas era una práctica aceptada que
defendían los campesinos en los tribunales; el pueblo prefería salvar
la taberna y no la iglesia en caso de incendio en la aldea. "Todos
parecen estar consumiendo alguna clase de estupefacientes; parecen
estar bajo al influjo del estramonio,* tener un alocado impulso
por el libertinaje -escribe Dostoievski~. El pueblo se encuentra
influido por una inaudita perversión de ideas y una general ado-
i:ación al materialismo." 13 Ningún ruso occidentalista del decenio
• Hierba medicinal que se utiliza para el tratamiento del asma.
13DW (1876), p. 187.
UN PATRIOTA RUSO 171

1840-1849 habría fustigado al pueblo con tanta dureza como lo hace


Dostoievski en esta etapa posterior de su carrera, cuando ya, desde
tiempo atrás, era conocido por su creencia fanática en que la sal-
vación de Rusia se hallaba precisamente en la firmeza de las convic-
ciones morales y religiosas de su pueblo. Sin embargo, por el
momento se encontró Dostoievski emocionalmente sumergido en el es-
tado de ánimo que lo había inundado durante la primera fase de sus
años carcelarios. Y fue este temporal resurgimiento de aquella an-
tigua hostilidad -la hostilidad que lo había convertido en "injusto,
maligno y vil" en el campamento de trabajos forzados- la que re-
quería, como antídoto, la respuesta publicada en el siguiente número
de su Diario.
Para contrarrestar el desconcertante efecto producido por su ar-
tículo anterior donde, según acepta él, había descrito a la gente del
pueblo como "toscos e ignorantes, adictos a fa embriaguez y al
libertinaje" y como "bárbaros en espera de la luz", extrajo de su
memoria el incidente ocurrido en el campamento de Siberia que lo
rescató de la desesperación provocada por el peso de las mismas
desilusionantes impresiones. En otras palabras, las páginas faltantes
de sus memorias del cautiverio emergen bajo el estímulo de la mis-
ma crisis con la que se había visto obligado a combatir años antes.
Los recuerdos del campesino Marey revelan cómo triunfó Dostoievski,
en aquella época, al restaurar su equilibrio psicoemotivo. Según afir-
ma, no es por esta razón por lo que desea "relatar una anécdota"
de su pasado al lector, "sólo una remota reminiscencia que, por
cierto motivo, tengo el intenso deseo de narrar precisamente en este
momento, para concluir nuestro tratado sobre el pueblo". 14 Su in-
tenso deseo se vuelve perfectamente comprensible cuando captamos
que, después de haberse arriesgado a hundir a sus lectores en la misma
desesperación a la que él se enfrentó, estaba preparado para impar-
tirles su visión del pueblo, visión cuya luminosidad lo había con-
ducido a su propia regeneración.
Por supuesto, la importancia de este artículo ha sido reconocida
desde hace mucho tiempo pero, hasta donde abarca mi conocimiento,
nadie se ha preocupado por examinarlo a la luz de todo lo que sabe-
mos actualmente sobre la psicología de la conversión, ni por explo-

14 DW (1876), pp. 205-206.


172 KATORGA

rar todas las presiones físicas, mentales y emotivas que convergieron


en Dostoievski en aquel momento crítico. Sin embargo, sólo ha-
ciendo esto podemos tener la esperanza de complementar la reticen-
cia de Dostoievski en forma que trascienda la simple especulación,
y de dar un paso adelante en la comprensión de este misterioso y
decisivo episodio.
IX. EL CAMPES IN O MAREY

EL PROBLEMA de la convers10n de un grupo de creencias e ideas a


otro ha sido por lo general estudiado en el contexto de la historia
religiosa, en donde se ejemplifica de manera muy dramática en las
vidas de fundadores de la tradición religiosa occidental, con San
Pablo y San Agustín. Hasta épocas bastante recientes, la mayoría
de las veces el tema se ha tratado o bien en forma edificante o con
mofa e incredulidad. Los creyentes han atribuido las conversiones a
la intercesión divina, en tanto que los escépticos, partidarios de la
Ilustración, las han rechazado, considerándolas farsas e imposturas
por obra del clero, y manifestaciones de enfermedad mental.
Sólo con el surgimiento del historicismo, en las postrimerías del
siglo XVII, que empezó a explorar comprensivamente el funciona-
miento de la imaginación poética y mítica, ha sido posible trascen-
der las antiguas oposiciones y acercarse al tema en forma más obje-
tiva e imparcial. No se ha enjuiciado la verdad o falsedad de las
creencias que intervienen en la conversión, pero se ha explorado el
proceso subjetivo del que resulta éste, y sus consecuencias psicoló-
gicas fueron consideradas suficientes para explicar su necesidad y va-
lidez para el converso. Con esta intención escribió v\Tilliam James
su obra, hasta ahora insu pera da, Varieties of Re ligious Experience
[Las variedades de la experiencia religiosa]. En época más reciente, el
estudio de la conversión se ha transferido del campo de la religión
al de la política (o más bien se ha observado la semejanza entre
ambos), en relación con el uso de las técnicas del "lavado de cerebro".
En la actua1idad existe una considerable cantidad de bibliografía neu-
ropsiquiátrica consagrada a analizar los mecanismos psicofísicos con
los cuales se obtienen las conversiones. Los dos planteamientos nos
ayudarán a arrojar un poco de luz sobre lo que ocurrió en el caso
de Dostoievski.

173
174 KATORGA

Muchos escritores -alentados, debe admitirse, por el significado


de algunos comentarios de Dostoievski-, han afirmado que la rege-
neración de éste en el campamento de forzados entrañó fundamental-
mente la recuperación de su fe religiosa, que había perdido durante
la mitad de la década 1840-1849 como consecuencia de su encuen-
tro con el ateísmo hegeliano de izquierda. No obstante, tal punto de
vista, con falta de sentido crítico, acepta la engañosa versión de los
acontecimientos de su vida que proporciona Dostoievski, quien sutil-
mente los distorsiona para polemizar con los populistas rusos del
decenio 1870-1879. 1 Sin duda Dostoievski estaba muy familiarizado
con todos los argumentos hegelianos de izquierda en contra de la
religión, que habían sido abiertamente manifestados por la pléyade
de Belinski y en las reuniones del círculo Petrashevski. Indudable-
mente se había sentido perturbado y decepcionado por los ataques a
la divinidad de Cristo, pero no hay pruebas, como ya hemos hecho
notar, de que jamás cediera a éstos en forma total. Siempre tuvo
más afinidad con los socialistas utópicos franceses, quienes, si bien
rechazaban la religión oficial, expresada en la propia tradición cató-
lica romana de ellos, consideraban sus ideales sociales radicales como
la aplicación en el mundo moderno de la divinamente inspirada doc-
trina cristiana del amor. Según ha observado Maxime Leroy, "existe
en verdad algo religioso en el espíritu de los primeros socialistas, y en
particular de los primeros comunistas, quienes casi unánimemente
se consideraban continuadores de las enseñanzas de los primeros cris-
tianos." 2 Fue este tipo de socialismo el que ejerció la mayor influen-
cia en la mente y Ja imaginación de Dostoievski.
En vista de que Dostoievski siempre permaneció cristiano en cierto
sentido (aun cuando heterodoxo, pues aceptaba la substitución que
habían hecho los socialistas de un paraíso celestial por uno terrenal,
modificando así el mensaje cristiano), su conversión en el campa-
mento de forzados no debe considerarse como la de un extraviado
excreyente que retorna a Cristo. El epílogo de Crimen y castigo,

1 Para un an álisis más detallado de este punto véase mi Dostoievski. Las semillas de
la rebelión, 1821-1849 (Fondo de Cultura Económica, México, 1984), capítulo 14.
2 Máxime Leroy: Histoire des idées sociales in France, 3 volúmenes (París, 1946-
1954), v. 3: p. 82.
EL CAMPESINO MAREY 175

juzgado con frecuencia como fiel narración de la regeneración de


Dostoievski, ha sido usado para apoyar tal interpretación; pero, a
pesar de que el epílogo contiene muchos detalles idénticos a los de
La casa de los muertos y a los del artículo posterior sobre "El cam-
pesino Marey", Dostoievski modifica este material para adecuarlo a
las necesidades temáticas e ideológicas de su novela. La teoría de
Raskólnikov es una dramatización de las ideas que empezaron a des-
tacar en la cultura rusa a mediados de la década 1860-1869, y sus
puntos de vista de ninguna manera pueden identificarse con los de
Dostoievski cuando éste cumplía su pena en el penal de Siberia
entre 1850 y 1854. En efecto, una lectura cuidadosa del epílogo
pone de manifiesto la cautela que tuvo Dostoievski al presentar el
ateísmo de Raskólnikov solamente como una proyección de la ene-
mistad que por él habían tenido los campesinos presidiarios, y no
como un dato objetivo, afirmado y garantizado por el narrador. Cuan-
do en cuaresma le corresponde a Raskólnikov recibir el sacramento,
"fue a la iglesia y rezó con los demás. A raíz de esto, y sin que él
supiera por qué, se suscitó una pelea cierto día. Se volvieron furiosos
contra él". (Las cursivas se agregaron.) Fue entonces cuando los otros
gritaron : "¡Eres un ateo! ¡No crees en Dios!" (v. 6: p. 419). Sin embar-
go, el texto no corrobora en lo absoluto esta acusación si. tomamos en
cuenta la buena voluntad con la que Raskólnikov se unió a las cere-
monias religiosas y rezó sin impedimentos interiores o reservas.
Por lo tanto, no puede considerarse que la conversión de Dostoievski
llevó aparejada la fe en su sentido estricto, aunque sí fue influida
por poderosas asociaciones e implicaciones religiosas y aconteció en
circunstancias pletóricas de emoción religiosa. En todo caso, según
sabemos por 'Villiam James, el proceso de conversión puede suceder
en relación "con cualquier tipo de material mental, [el que] no nece-
sariamente adopta la forma religiosa". 3 No obstante, siempre ocurre
cuando la persona en cuestión está asediada por un conflicto interno
severo y se ha convertido en lo que James denomina "un ser dividi-
do'', o sea una persona que sufre un estado de confusión interior y
caos, al que debe poner fin como condición para seguir desempeñan-
do adecuadamente sus funciones. "La infelicidad suele caracterizar

3 William James: The Varieties of Religious Experience [Las variedades de la expe-


riencia religiosa] (Nueva York, 1929), p . 172.
176 KA TORGA

el periodo de ordenación y lucha -explica William James-. Si el


individuo posee conciencia sensible y vivos sentimientos religiosos,
la infelicidad tomará la forma de remordimiento moral y com-
punción; el individuo se sentirá vil e inmoral, y considerará que tie-
ne relaciones erróneas con el creador de nuestro ser y ordenador de
nuestro destino espiritual." 4 Dostoievski era, indiscutiblemente, "una
persona de conciencia sensible y vivos sentimientos religiosos"; cier-
tamente era desdichado, y sí se sentía "vil e inmoral" -las palabras
casi son las mismas que las de la carta que dirigió a la señora Fon-
vizina- por tener "relaciones erróneas" con la suprema autoridad
moral que él aceptaba. No podía evitar hacer los trabajos forzados
sintiendo la lesionadora carga de la culpa, debido a su violenta
antipatía por los campesinos-presidiarios -una antipatía que sabía,
en las profundidades de su conciencia, era una traición a la compa-
sión por el pueblo que desde tiempo atrás había aceptado como .
Ja esencia de las enseñanzas de Cristo-.
Al mismo tiempo, Dostoievski estaba viviendo en condiciones
que lo habían sometido, tanto física como mentalmente, a una pre-
sión insoportable. Los efectos de tal presión sobre el sistema nervio-
so han recibido mucha atención desde las investigaciones que Pavlov
hizo de los reflejos condicionados. Ya la aplicación de los descubri-
mientos neuropsiquiátricos de Pavlov a los seres humanos -no úni-
camente para realizar "lavados" de cerebro, sino también para miti-
gar casos severos de choque (shock) y depresión- ha demostrado
hasta qué punto la excesiva tensión emocional y física puede desor-
ganizar los patrones establecidos de respuesta del sistema nervioso.
Hambre, fatiga, tensión aguda causada por temor, maltrato físico o
mental, humillación extrema: todos estos factores, que trastornan los
patrones de reflejos condicionados del cerebro, hacen receptivo al su-
jeto a la formación de nuevos patrones y por lo tanto, sensible a ideas
nuevas. El doctor William Sargant, eminente neuropsiquiatra inglés,
ha hecho notar la similitud de las técnicas usadas en el "lavado"' de
cerebro, con los resultados obtenidos por los metodistas y los funda-
mentalistas en la reavivación del fervor religioso y la conversión a
sus creencias, tanto en el pasado como en el presente; con los resulta-
dos conseguidos en los cultos en los que se sujeta con las manos a

4 W. James, opus cit., p. 167.


EL CAMPESINO MAREY 177

serpientes, en la parte meridional de los Estados Unidos; con los


de las ceremonias vudúes en Haití, y con los rituales religiosos que
producen éxtasis, celebrados en todo el mundo. Todas estas prácticas
religiosas inducen un agotamiento nervioso que da como resultado
una "inhibición transmarginal" de las funciones del cerebro, y con
frecuencia provocan un colapso temporal. Los antiguos patrones de
reacción y conducta cerebral son borrados, y la persona, o el grupo,
se vuelven extremadamente susceptibles a las nuevas impresiones y
sugestiones, las que, en algunos casos, llegan a lo que Pavlov de-
nomina "la fase ultra paradójica". En este último grado se presenta
un cambio completo de las ideas y actitudes del pasado, y "la con-
versión" a una serie completamente nueva de convicciones opuestas. 5
Las penalidades de la vida carcelaria, a pesar de lo bien que pudo
haberse adaptado a ellas con el tiempo, lo sometieron precisamente
al tipo de tensión que conduce a la desorganización de las funciones
cerebrales. Un experto "lavador" de cerebros no podría haber dis-
puesto mejor la situación. Además, un componente decisivo en el
"lavado" de cerebro es despertar en el sujeto el sentimiento de
culpa que subraya William James. "Los 'lavadores' del cerebro usan
una técnica de conversión -según el doctor Sargant- que se basa
en fomentar en el individuo la ansiedad, el sentimiento de culpa
real o imaginario, y un conflicto de lealtades con suficiente intensi-
dad y durante un tiempo prolongado, para lograr un estado de co-
lapso."6 Debido a una serie de acontecimientos fortuitos, que de-
pendieron tanto de los azares de su destino como de sus ideas e
ideales previos, Dostoievski fue colocado involuntariamente en una
perfecta situación, física y psicológica, para que ocurriera una con-
versión. Y a pesar de que no aconteció un "colapso" literal, un efecto
similar al del colapso -la eliminación de antiguos moldes de reac-
ción cerebral para dar cabida a los nuevos- fue producido por el
inicio de sus ataques epilépticos.
Dichos ataques comenzaron, hasta donde sabemos, en 1850, y se
reanudaron, con periodicidad mensual, en 1853. Pueden también
haber existido esporádicas recurrencias en el intervalo de estas dos
fechas. Y dichos ataques deben de haber incrementado grandemente
5 William Sargant: Battle for the Mind [La batalla por la mente] (Nueva York,
1971), capitules 1-7.
6 Ibid., p. 223.
178 KATORGA

la fragilidad nerviosa y la maleabilidad psíquica y emotiva de Dos-


toievski. La epilepsia, hablando clínicamente, consiste en la sobre-
carga de estímulos al cerebro, hasta el punto de convulsión. Es una
enfermedad que produce exactamente el estado de "inhibición trans-
marginal" de que habla Pavlov. La terapia de electrochoques "es sim-
plemente la inducción artificial de un ataque epiléptico", 7 y dicho
tratamiento se utiliza para alterar cualesquiera patrones cerebrales
que estén causando una conducta psicopática, y así permitir que los
más saludables ocupen su lugar. Sin considerar la frecuencia o la
severidad, los ataques que sufrió Dostoievski pudieron únicamente
provocarle el efecto de hacerlo notable y continuamente receptivo a
una remodelación de sus valores y creencias anteriores.

El incidente que describe Dostoievski en su artículo sobre "El cam-


pesino Marey" ocurrió durante "el segundo día de la Semana San-
ta".8 Esto, de inmediato, presenta un problema de cronología. ¿Se
trata de la primera Semana Santa que pasó en el campamento de
condenados, o de la segunda? Dostoievski dice que tenía veintinueve
años, lo cual tiende a confirmar la fecha de 1850, pero hay cierto
motivo para dudar de la precisión de esta versión. Ya que Dos-
toievski atribuye a este acontecimiento la transformación de su ac-
titud hacia los campesinos-reos, si hemos de creer lo narrado en La
casa de los m uertos, no pudo haber ocurrido tan rápidamente.
Dostoievski arribó a Omsk a finales de enero de 1850. En la Se-
mana Santa debió de haber llevado allí unos dos meses y medio. Si
damos crédito a su afirmación de que, después de este tiempo, em-
pezó a ver a sus compañeros de penitenciaría bajo una nueva luz,
entonces es difícil comprender por qué en sus memorias relató que
este proceso tuvo una duración mucho mayor. "Durante el primer
año -declara explícitamente-, debido a mi miseria no pude dar-
me cuenta de muchas cosas. Cerré mis ojos y no quise ver. Entre
mis aborrecibles y hosti'. es compañeros no distinguí a los buenos

7 Sargant, opus cit., p. 130.


s DW (1876), p. 206.
EL CAMPESINO MAREY 179

(los hombres capaces de pensar y de sentir, a pesar de su repelente


aspecto exterior)" (v. 4: pp. 178-179; las cursivas se agregaron).
Por lo tanto, parecería plausible ubicar el episodio del campesino
Marey durante la segunda Semana Santa que pasó en el presidio. No
obstante, bien sea antes o después, sí ocurrió un cambio fundamental,
y, según opinión de Dostoievski, dicho cambio fue motivado por el
recuerdo del campesino Marey, que fue uno de los siervos de su
padre a quien había conocido en. su niñez.
En el artículo, Dostoievski no nos informa nada acerca de las cere ·
monias de Semana Santa en el campamento de forzados, pero existe
cierta información en La casa de los muertos que no puede ser des-
deñada como escenario y preludio. Durante la cuaresma todos los
prisioneros fueron divididos en siete grupos, uno por cada semana de
ayuno cuaresmal. Uno tras otro, cada grupo recibió el sacramento,
y Dostoievski estaba en el grupo programado para la sexta semana,
poco antes de la Semana Santa. Los prisioneros, exonerados del trabajo,
iban a la iglesia dos o tres veces al día durante esa semana. "Me
gustó mucho la semana de preparación para el sacramento. . . -es-
cribe Dostoievski-. Desde hacía mucho tiempo no había estado en
una iglesia. El servicio cuaresmal, tan familiar para mí en los le-
janos días de mi niñez en la casa de mi padre, las solemnes oraciones,
las postraciones ... , todo esto hizo revivir en mi corazón el lejano,
tan lejano pasado, y me hizo volver a los días de mi niñez ... " Los
prisioneros se colocaban en la parte trasera de la iglesia, tal como
lo habían hecho los campesinos cuando Dostoievski era muchacho.
Éste recordó cómo él, desde su posición privilegiada, los había ob-
servado en cierta ocasión "apartándose servilmente · para abrir paso
a un militar con densa charretera, a un corpulento hidalgo, o · a una
dama vestida con exageración, pero pía . . . En ese entonces acos-
tumbraba imaginar que en la puerta de la iglesia ellos no rezaban
como lo hacíamos nosotros, sino que oraban humildemente, fervo-
rosamente, humillándose y percatándose en forma total de su humilde
condición" (v; 4: p. 176).
De este modo, los preparativos para la Semana Santa naturalmen-
te evocaron recuerdos de la piedad religiosa que tuvo Dostoievski
en su niñez -los días cuando su ·fe había sido imperturbada y se-
rena-, y de la percepción sensitiva que, incluso en ese tiempo, tuvo
de que los campesinos eran más verdaderamente cristianos' en sus
180 KA TORGA

devociones que la altanera clase gobernante, la que los rechazaba con


tanta insensibilidad. También durante esta semana cuaresmal ocu-
rrió, quizás por vez primera, que Dostoievski lograra identificarse
emocionalmente con los campesinos-reos. "Los prisioneros rezaban
con total sinceridad, y todos, día tras día, llevaban su humilde kopeck
a la iglesia, para comprar un cirio o para la colecta. 'Yo también
soy un hombre', pensaban y sentían tal vez al entregarlo; 'ante los
ojos de Dios todos somos iguales ... ' Recibimos la comunión en
la primera misa. Cuando, con el cáliz en las manos, el sacerdote
leyó las palabras: ' . .. acéptame, Señor, como al ladrón', casi todos
se arrodillaron, provocando el sonido de las cadenas, aparentemente
aplicando esas palabras, en forma literal, a ellos mismos" (v. 4: p. 177).
Ciertamente tales impresiones empezaron a atenuar la noción que
tenía Dostoievski de que los presidiarios eran toscas réplicas de Aristov.
Tampoco debemos dejar de tomar en cuenta los posibles efectos del
oficio ortodoxo cuaresmal, el que, al celebrar el misterio central de
la resurrección de Cristo, otorgaba atención especial al amor fra-
ternal y al mutuo perdón que deberían unir a todos los creyentes
al celebrar con alegría el milagroso acontecimiento. En el ritual or-
todoxo es costumbre que todos los miembros de la congregación
se abracen y se besen en el momento culminante del oficio de la Pas-
cua de Resurrección.*

* Puede objetarse que todos estos detalles, tomados de la descripción que h ace Dos-
toievski del primer festejo de Pascua, no deben ser usados en relación con el inci-
dente del campesino Marey, que aconteció. durante la segunda Pascua. Sin embargo, me
parece a mi que la reseña de la Pascua en La casa de los muertos también corres-
ponde a la del segundo año, y que las observaciones y sentimientos que anota dificil-
mente pueden haber sido los registrados unos pocos meses después de su arribo al
penal.
De hecho, Dostoievski condensa profusamente el tiempo de los acontecimientos para
obtener una mayor unidad ' artlstica. Sabemos, por otras fuentes, que las representacio-
nes teatrales navideñas también acontecieron durante el segundo año de la estancia
de Dostoievski, aunque él da la impresión de que ocurrieron poco después del primer
mes. Como ha comentado Pierre Pascal: "Debe admitirse que si Dostoievski estaba
realmente describiendo hechos, los ordenó con cierta libertad, de acuerdo con sus
preocupaciones literarias." F. M. Dostoievski, Recits de la Maison des Morts (Narra-
ciones de Ja casa de los muertos) , traducida al francés por Pierre Pascual (Paris,
1961 ), p. 77.
EL CAMPESINO MAREY 181

Por lo tanto, el segundo día de la Semana Santa, Dostoievski ya ha-


bía pasado por un largo periodo durante el cual sus más exaltados
sentimientos habían sido despertados repetidamente. Debido a eso
se enfurecía mucho más al presenciar el horrendo espectáculo que
veía a su alrededor: "Era el segundo día de 'fiesta' en el penal.
Los prisioneros no habían sido llevados a trabajar; muchos estaban
borrachos. Estallaban por todas partes las maldiciones y las peleas.
Canciones repugnantes y obscenas. Grupos de jugadores sentados en
cuclillas al fondo de la cama-entarimado. Reos golpeados casi has-
ta la muerte con la aprobación general, por haber sido demasia-
do camorristas, tendidos sobre la cama-entarimado, cubiertos con
pieles de oveja hasta que revivían y despertaban. Salieron a relucir
los cuchil'.os varias veces. . . Todo esto, en el segundo día de fiesta,
me atormentó casi hasta enfermarme." !l Lo que finalmente lo obligó
a "salir corriendo [de la barraca] como enajenado" fue que "seis
robustos campesinos se arrojaron al mismo tiempo sobre el beodo
tártaro Gazin para someterlo, y empezaron a golpearlo. Lo golpearon
furiosamente -un camello habría muerto con tales golpes, pero sa-
bían que era difícil matar a este hércules, por lo que le pegaron
sin temor." 10
Incapaz de soportar este horripilante espectáculo ni un segundo
más, Dostoievski se dirigió con prisa al exterior, donde encontró un
día brillantemente iluminado por el sol, con un radiante cielo azul.
Empezó a caminar, como lo hacía con frecuencia, por el terreno que
estaba entre la empalizada y los edificios. La belleza del día no pudo
calmar la indignación que le hervía en el pecho. "Finalmente -re-
cuerda- mi corazón se llenó de rencor." Justo en ese instante se
encontró a uno de los prisioneros polacos, Mirecki, paseando por el
mismo desierto lugar, evidentemente por los mismos motivos. "Me
miró torvamente. Sus ojos llamearon y sus labios empezaron a tem-
blar. 'Je hais ces brigands!' [¡Odio a estos bandidos!] -murmuró
entre dientes, con voz semiestrangulada, y pasó de largo." 11
Estas palabras hicieron que Dostoievski abruptamente diera me-
o DH" (1876), p. 206.
10 ! b id.
11 ! bid.
182 KATORGA

dia vuelta y regresara a la barraca a pesar de que, escasamente un


cuarto de hora antes, había salido huyendo furioso de ésta. Dostoievski
no explica el porqué de este extraño cambio de dirección. pero en
la actualidad podernos comprender lo que él prefirió no decir: Mi-
recki, como si dijéramos, había podido leer su mente. El polaco había
expresado en voz alta los mismos ponzoñosos pensamientos, había
mostrado la misma cólera que hervía en el interior de Dostoievski,
lo que le provocó a éste una fuerte conmoción y le hizo percatarse
(o al menos entender en grado rnínirno) de la similitud de los pen-
samientos propios, con respecto de sus compatriotas rusos. Su retorno
a la barraca fue un gesto secreto de solidaridad con sus coterráneos.
De todas maneras, encontrando todavía imposible soportar la vis-
ta del pandemónium existente en el interior de la barraca, se
acostó sobre los pocos centímetros de carna-entarirnado que le corres-
pondían, y fingió dormir. Con frecuencia ponía en práctica esta estra-
tagema porque "las personas no molestaban a quien estaba durmien-
do" y, en esta posición, podía pensar y soñar sin ser perturbado. "Pero
en esta ocasión no pude soñar. Mi corazón latía alocadamente, y
pod1a escuchar las palabras de Mirecki resonando en rnis oídos: 'Je
hais ces brigandsl'" 12
Corno lo expresa con claridad el texto de Dostoievski, la intensidad
de este conflicto interno estaba acercándose al clímax. Fue por esta
razón por la que encontró tan difícil desvanecer el presente, corno
acostumbraba hacer con frecuencia, y permitir que su subcons-
ciente vagara con libertad por el pasado. Durante sus cuatro años
en el presidio empleó esta técnica de asociaciones involuntarias, la
cual probablemente da, hasta cierto punto, el mismo resultado que
el psicoanálisis o la tera7pia de drogas, al permitir la salida de re-
cuerdos reprimidos, y por lo tanto, liberar bloqueos psíquicos y
fijaciones patológicas. Esta técnica tenía la adicional y tranquiliza-
dora función de conservar vivas sus facultades artísticas en con-
diciones en las que le estaba prohibido escribir. "Acostumbraba em-
pezar con algo rninísculo -escribe con respecto de esas asociaciones-,
con algún rasgo -a veces casi imperceptible-. Después, gradual-
mente, éste se convertía en un cuadro completo -una estampa viva
y real-. Solía analizar estas estampas, agregando nuevos pincela-

12 DW (1876), pp. 206-207.


EL CAMPESINO MAREY 183

zos a situaciones vividas mucho tiempo atrás, y -lo que es más


importante-, acostumbraba hacer correcciones, continuamente hacía
correcciones." 13 De esta manera Dostoievski lograba ejercitar su ima-
ginación visual y mejorar y refinar escenas y personajes como podría
haberlo hecho al escribir sus relatos y sus novelas.
Sin embargo, en esta ocasión lo que surgió fue el recuerdo de
un incidente, olvidado durante mucho tiempo, de su niñez -un perio-
do de su vida que acababa de revivir en su subconsciente por las cere-
monias y los preparativos para la Semana Santa. La experiencia a que
nos referimos había entrañado las mismas emociones: pavor, choque
(shock) y temor, que habían sido provocadas por la orgía en el cam-
pamento de forzados. Un día, paseando por el bosque de la pequeña
y descuidada "finca" de su padre, el niño Dostoievski, de nueve
años de edad, súbitamente creyó escuchar un grito avisando que
había un lobo vagando en los alrededores. En efecto, el bosque es-
taba entrecruzado por barrancos, en los cuales a veces aparecían
lobos, por lo que la madre de Dostoievski le había advertido que
tomara precauciones. El atemorizado niño salió corriendo del bosque
y se dirigió a un campesino que estaba arando un campo cercano. Se
trataba de un siervo de su padre a quien el pequeño conocía solamen-
te como "Marey". El sorprendido Marey interrumpió su trabajo para
consolar al aterrorizado pequeñuelo, que estaba temblando y tenía
pálido el rostro, y le garantizó que nadie había gritado, y que no se
hallaba ningún lobo en la cercanía. Dostoievski recuerda que Marey
le sonrió tiernamente, "como una madre", que lo bendijo haciendo el
signo de la cruz, y que después el siervo se persignó también. A con-
tinuación le dijo que se fuera a su casa, y le aseguró que no lo
perdería de vista. "Todo esto volvió a mi' memoria de súbito, sin
que supiera por qué -escribe Dostoievski-, con sorprendente cla-
ridad y todos los detalles. De repente abrí los ojos, me enderecé sobre
la cama-entarimado y, lo recuerdo, en mi semblante aún permanecía
una dulce sonrisa de reminiscencia." 14
Dostoievski jamás habló de nuevo con Marey después de este úni-
co encuentro, e insiste en que había olvidado por completo el inci-
dente. "Y ahora, súbitamente -veinte años después, en Siberia-, me

13 DW (1876), p. 207.
H Ibid., p. 209.
184 KATORGA

encontraba recordando aquel encuentro con toda claridad, detalle


tras detalle." Dostoievski comenta: "Poi supuesto, cualquiera habría
consolado a un niño", pero no queda satisfecho con esta observa-
ción tan trivial, porque está seguro de que "en aquel momento, en
aquel solitario encuentro, había acontecido algo totalmente d istin-
to. Él [Marey] no me pudo haber mirado con una expresión en
la que resplandeciera más amor genuino, aunque yo hubiera sido su
único hijo. Y ¿quién lo obligó a hacerlo? Él era nuestro siervo cam-.
pesino. Yo, después de todo, era el hijo de su propietario. Nadie se
enteraría de su bondad y lo recompensaría por ella. . . Fue un
encuentro solitario, en el campo desierto, y sólo Dios, tal vez, vio
desde lo alto qué profundo y moral sentimiento humano, qué ter-
nura tan delicada, casi femenina, podía contener el corazón de este
campesino ruso, tosco, bestialmente ignorante, quien aún no esperaba,
ni siquiera sospechaba, que podía ser libre." 15
Y de repente, como resultado de este consolador recuerdo, Dos-
toievski descubre que su actitud total hacia sus compañeros de pre-
sidio ha experimentado una transformación mágica. "Recuerdo que,
al levantarme de la cama-entarimado y observar con atención los
alrededores, sentí de pronto que podía ver a es.tos infortunados con
ojos por completo diferentes. De súbito, como por milagro, todo
el odio y el rencor se desvanecieron en mi corazón. Caminé entre
ellos, contemplando los rostros que encontraba. Ese despreciado cam-
pesino, con cabeza rasurada y marcas de hierro candente en la
cara, tambaleante por la bebida, vociferando con voz aguardentosa
su canción de borracho . . . ¿no podrá ser Marey? Después de todo,
me es imposible ver su corazón." (Las cursivas se agregaron.) Esa
misma tarde se encontró Dostoievski una vez más a Mirecki. En
esta ocasión se sintió seguro interiormente, capaz de enfrentar la
acusación anterior con una desdeñosa punzada de piedad por los
pobres e infelices polacos. "Ellos no podían recordar a ningunos
Mareys, y no podían tener más opiniones acerca de esta gente que :
]e hais ces brigands.' ¡No, esos polacos tenían que padecer mucho
más que nosotros!'~ 16

15 DW (1876), p. 210.
16 !bid.
EL CAMPESINO MAREY 185

Según William James, las características de una experiencia de con-


versión son tres: "La dominante es una pérdida de toda preocupa-
ción, la sensación de que todo está completamente bien con uno, la paz,
la armonía, el deseo de ser, a pesar de que las circunstancias exte-
riores permanezcan igual." En segundo lugar "está la sensación de
percibir verdades desconocidas anteriormente". Por último, "una
tercera peculiaridad del estado de certidumbre es el cambio objetivo
que parece experimentar con frecuencia el mundo'', debido al cual
"un aspecto nuevo, fresco, embellece cada objeto" . Esta última ca-
racterística es a menudo acompañada por fenómenos alucinatorios,
o seudoalucinatorios, fotismos, para emplear el lenguaje de los psi-
cólogos. James cita numerosos ejemplos. Los más famosos son dos: la
visión de Cristo que tuvo San Pablo en el camino a Damasco, y
la cruz que vio Constantino en el cielo, durante la batalla del
puente Milvio .17 * Nada parecido le ocurrió a Dostoievski. No se
puede decir que el mundo a su alrededor haya quedado impregnado
de súbito, de manera evidente, por la belleza y la gloria de Dios ;
pero sí experimentó la paz interior, la armonía y la tranquilidad
de que habla William James, a pesar de que nada cambió externa-
mente. Dostoievski tuvo la clara sensación de percibir una verdad
que, aunque tal vez la había vislumbrado antes, jamás había sido
tan lúcida y trascendental.
Por otra parte, incluso con la ausencia de "fotismos", Dostoiesvki
creyó que podía por fin ver a través de la superficie del mundo y
encontrar una belleza oculta hasta ese momento a los ojos de su
sensibilidad moral. Usa esta figura retórica para expresar la nue-
va verdad que ha comprendido como resultado de recordar al cam-
pesino Marey. "Debido a las circunstancias -escribe-, práctica-
mente a través de toda la historia de Rusia, el pueblo ha sido muy
adicto al libertinaje. H a sido sometido a demasiada depravación
y seducción, a demasiadas torturas, por lo que es en verdad sor-
prendente cómo ha logrado preservar la imagen humana, para no ha-

17 James: Varieties of Religious Experience, pp. 242-246.


" Puente cercano a Roma, hoy Ponte M ello, en donde tuvo lugar una batalla entre
los césares Majencia y Constantino, en la que resultó vencedor este último. [T.]
186 KATORGA

blar de la belleza. Empero, el pueblo ha preservado también la be-


lleza de su imagen." Era esta "hermosa imagen" la que ahora podía
distinguir Dostoievski. Finalmente había aprendido cómo separar
"la belleza [del campesino ruso J de la enorme barbarie" y "descubrir
diamantes en su lodo". 18
Por lo tanto, lo que aconteció a Dostoievski tiene todas las seña-
les características . de una genuina experiencia de conversión, y llevó
aparejada, en nuestra opinión, la recuperación de su fe. Pero no
es la fe en Dios o en Cristo la que está en entredicho; más bien es
la fe en el hombre común ruso como, en cierto sentido, la imagen
humana de Cristo. Y este aspecto de la regeneración de Dostoievski
-el hecho de que ésta se centra primariamente en sus relaciones
con el pueblo- debe ser recalcada fuertemente a pesar de la única
otra posible explicación seria. Freud, en su enorme e influyen-
te ensayo sobre Dostoievski, ha argüido que su arresto, la fin-
gida ejecución y el encarcelamiento desencadenaron una necesidad
masoquista de someterse al castigo del zar-padre para mitigar la
culpa inconsciente provocada por el reprimido deseo edípico de
Dostoievski de cometer parricidio. No obstante, no existe la más
pequeña prueba empírica que demuestre que Dostoievski se sometió
al castigo, o lo buscó, del zar-padre. Su inflexible conducta durante
todos los interrogatorios, cuando se hallaba confrontado directamen-
te con las autoridades que representaban al zar, indica exactamente
lo contrario. Sólo del pueblo buscó Dostoievski la absolución, tanto
por el inmediato sentimiento de culpa causado por sus complejas
emociones en el campo de prisioneros como, tiempo atrás, por la
aceptación de su parte de culpa en el supuesto asesinato de su padre.
Pues Dostoievski sentía vagamente que sus exorbitantes exigencias
de dinero habían contribuido a las exacciones realizadas por su pa-
dre, y que podían haber llevado a la desesperación a los pacíficos
campesinos. En vista de que Dostoievski había pecado doblemente
contra el pueblo, por éste deseaba ser perdonado, y el recuerdo del
campesino Marey efectuó esta función precisa.

18 DW (1876), p. 202.
EL CAMPESINO MAREY 187

En esta forma Dostoievski resolvió su angustia mental y espiritual,


s.u sentimiento de culpa y la maraña de sus contrapuestas lealtades,
con lo que sólo puede ser llamado un "salto de fe" en la belleza
moral del campesinado ruso, en su infinita capacidad de amar y per-
donar a aquellos que desde tiempos inmemoriales habían pecado en
su contra. Ahora cada campesino ruso era un Marey en potencia,
que había logrado preservar en su alma las más elevadas y sublimes
virtudes cristianas. En esta forma, bajo condiciones de tensión ner-
viosa, de división psíquica y de agotamiento físico similares a aque-
llas en las cuales ocurren ardientes y súbitas alteraciones de creencias,
Dostoievski experimentó un notable cambio de opinión. Y aunque
pudiera parecer a primera vista como si él hubiese restaurado las
bas·es de su fe primera -regresan a sus convicciones filantrópicas
de los años cuarenta-, lo que ocurrió fue totalmente distinto. Pues
su aparente regreso al punto de partida ocurrió bajo circunstancias
muy complejas que le otorgaron a su opinión del pueblo un signi-
ficado completamente nuevo.
Entre otras cosas, esta opinión ya se refiere específicamente al pue-
blo ruso común, y por lo tanto, está impregnada de una intención
intensamente nacionalista. A toda costa le ha sido necesario a Dos-
toievski sentir simpatía por los campesinos-reos, por ser rusos, de-
bido al desprecio que por ellos tenían los polacos, y considerar
cualesquiera virtudes que pudiese detectar en los presidiarios como
algo exclusivamente nacional ("ellos no podían recordar a ningu-
nos Mareys"). Además, una notable alteración había tenido lugar
también en la antigua superioridad de clase del ruso occidenta-
lista, quien se había enorgullecido de asumir el papel de benefactor
y padre del pueblo. Todas las irritantes circunstancias de la vida
en el campamento de condenados, desde la obvia incapacidad de Dos-
toievski para los trabajos manuales, hasta la hostilidad y rechazo por
motivos de prineipios que había encontrado, habían borrado toda
huella de la condescendencia implícita en su previa filantropía. Ya no
podía considerar al pueblo como merecedor, y presumiblemente agra-
decido recipiente de la caridad de él, ni mitigar su sentimiento de
culpa con su intencional magnanimidad hacia el pueblo. Ahora era
el pueblo quien había adquirido el derecho -un derecho que él
188 KATORGA

aceptaba como totalmente justificado debido a su larga historia de


sufrimientos- a juzgar y perdonar. Y, finalmente, si el pueblo ruso
sí poseía las extraordinarias cualidades morales que ahora Dosto-
ievski encontraba en aquél, éstas le habían llegado a ser visibles
como resultado de las influencias purificadoras de las emociones re-
ligiosas de su niñez, las que estaban íntima e indisolublemente en-
lazadas con la fe ortodoxa que compartía con los campesinos. Por
consiguiente, su recuperación de la fe en el pueblo fue también un
redescubrimiento de la ortodoxia o, por lo menos, un alejamiento
de su anterior cristianismo "progresista'', cuyas doctrinas podía fus-
tigar por ser la fuente fatal de todas sus antiguas ilusiones.
Una característica esencial de tales doctrinas había sido una in-
genuamente optimista glorificación del pueblo como fuente inagota-
ble ele virtudes morales; pero tal imagen difícilmente podía seguir
siendo vá;ida para Dostoievski, en su forma sentimental, idílica, casi
rousseauniana. Esta forma había sido destruida por la realidad de
vivir bajo la amenaza de "ese despreciado campesino, con cabeza
rasurada y marcas de hierro candente en la cara, que se tambalea por
la bebida y vocifera con voz aguardentosa su canción de borracho"
-y muy presto para blandir su puño y usarlo ¡si alguien se cru-
zaba en su camino!-. No obstante, Dostoievski siguió creyendo en
la genuina esencia moral de este campesino, a pesar de las pruebas
que le proporcionaban sus sentidos y sus facultades razonadoras. Y
para reforzar esta creencia requería el apoyo de una fe que no
retrocediera ante lo paradójico, lo irracional, lo imposible, de una
fe que aceptara sin pestañear tanto la fealdad como el salvajismo y
que, al mismo tiempo, buscara -y encontrara- la salvadora chispa
de humanidad oculta debajo de la repugnante apariencia. Podríamos
decir que, al igual que la fe de Dostoievski en el milagro de la Resu-
rrección había sido estimulada y revivificada por las ceremonias de la
Semana Santa, también su fe en el pueblo ruso había sido renovada
por el "milagTo" de la resurrección de Marey en su conciencia. Sin
duda, la fe requerida para aceptar el triunfo de Cristo sobre la
muerte desempeñó un papel al estimular una fe parecida que trans-
formó su visión de los campesinos-presidiarios. En todo caso, las
características de ambas fes permanecerían para siempre fundidas en
la sensibilidad de Dostoievski, y finalmente lo conducirían a una
EL CAMPESINO MAREY 189

literal "divinización" del pueblo ruso que ulteriormente iba a pro-


clamar.
Mucho tiempo atrás, en la época de su adolescencia, Dostoievski
había escrito una carta infantilmente entusiasta en la que hablaba
de Cristo como encarnación de Dios y que fue enviado a la Tierra
para suministrar al mundo moderno "la organización de su vida
espiritual y terrenal". En aquella época había singularizado como
la mejor personificación temporal del mensaje de Cristo, "la in-
fantil tendencia cristiana" de la poesía de Víctor Hugo. 19 En el re-
clusorio abandonaría esta alianza cosmopolita y, en el futuro, en-
contraría las verdaderas enseñanzas de Cristo solamente en el mundo
del campesino Marey.

19 Pisma, v. 1: 58; 1 de enero de 1840.


X. NUEVA VISióN

LA IMAGINACIÓN de Dostoievski propendía siempre a dramáticos clímax


y a súbitos, bruscos cambios de sentimientos. Siempre capta a sus
personajes en momentos de tensión o crisis en sus vidas. En con-
secuencia, en todas las ocasiones en que escribió públicamente sobre
su vida, la reseñó en forma similar. Su artículo sobre el campe-
sino Marey capta uno de esos momentos, describe la resolución
("todo el odio y el rencor se desvanecieron de mi corazón") y fina-
liza con la edificante inferencia de que él, Dostoievski, se ha conver-
tido en un nuevo hombre. No obstante, sería un error aceptar esta
versión muy literalmente, y confundir esta hábil manifestación ar-
tística de un incidente de su vida con los perfiles verdaderos de su
evolución espiritual.
Es imposible saber con seguridad si el episodio del campesino
Marey ocurrió exactamente en la forma en que lo describe. Tampoco
podemos saber cuánto lo "mejoró" artísticamente al narrarlo; pero la
verdad de la experiencia que se propone transmitir, sin importar
la forma que haya tenido originalmente este episodio, indiscutible-
mente se encuentra en el origen de la mutuación moral y espiritual
que se inició en la actitud de Dostoievski. Sin embargo, el deslum-
brador momento de percepción de la n aturaleza íntima de algunas
cosas, de ninguna m anera fue permanente, y el proceso de regenera-
ción que este momento inició, según lo afirma Dostoievski, requirió
"mucho tiempo". Sin duda existieron reincidencias inevitables en
las antiguas actitudes y renovadas luchas para recuperar la inspira-
ción de la consoladora fe. Empero, durante todo este periodo, Dos-
toievski, estaba aprendiendo cómo ver a los campesinos-reos con
ojos nuevos, estando por fin liberado de la enconada amargura que lo
había cegado en el pasado. Hasta entonces, según admite, "todo
lo que me rodeaba era hostil (y terrible, puesto que, aunque no
todo era realmente en esta forma, así me lo parecía ... ). Por supuesto,
en ese entonces mucho había de lo que no me percataba. No me
190
NUEVA VISióN 191

daba cuenta de cosas que estaban ante mis ojos" (v. 4: pp. 56-57).
Así, el papel que desempeñó el incidente del campesino Marey
fue el de aclarar la visión de Dostoievski y permitirle, según cre-
yó, observar por vez primera en forma precisa lo que acontecía a
su alrededor. En La casa de los muertos muchos episodios relatan
este proceso de reeducación, el cual es, por supuesto, uno de los
temas dominantes de la obra; pero en vista de que el estilo de ésta
es impersonal y colectivo, en lugar de confesional y personal, dicho
proceso nunca es descrito de manera directa. Tiene que ser inferi-
do de indicios y comentarios secundarios, tales como las reacciones
de sorpresa del narrador, y de sus ocasionales peticiones al lector
para que ponga especial atención en una u otra observación. Tales
claves nos permiten comprender un tanto la manera en que las
percepciones de Dostoievski se iban alterando gradualmente, y nos
capacitan para observar algunas de las maneras en que sus conviccio-
nes fueron regeneradas.

Se puede encontrar un ejemplo palpable de tal cambio de perspec-


tiva en la narración que hace Dostoievski de cómo modificó la cer-
teza -certeza propia de un ruso occidentalista-, que tenía profun-
damente arraigada, de que el campesino ruso era un trabajador
chapucero e incompetente. Se puede encontrar la prueba de que él
abrigaba tal opinión en uno de sus primeros relatos, en el que un
burócrata joven y liberal -obviamente el portavoz del autor- co-
menta que un veterano retirado del ejército, acostumbrado a la
disciplina europea del ejército ruso, sabe cómo trabajar porque "la
destreza, el conocimiento de cómo hacer las cosas y la inventiva están
presentes en él en mayor grado que en el campesino". Al veterano
"no le agrada quejarse ruidosamente y pedir ayuda, como lo hace
un muzhik cuando tiene problemas, sino que lo ejecuta todo por sí
mismo, ordenadamente y sin gimoteos" (v. 2: p. 422).
Estas eran las ideas que tenía Dostoievski cuando se presentó a
la primera labor que le asignaron con una cuadrilla de trabajo. Des-
cubrió de inmediato lo que parecía ser una clara confirmación de
tan desdeñoso juicio. Siendo completamente inexperto en activida-
des manuales, escribe· sin embargo que "era totalmente irritante
192 KATORGA

[¿Para quién? ¿Por qué motivo?] ver a ese grupo de hombres for-
nidos que parecían ignorar enteramente cómo hacer el trabajo". Su
tarea consistía en quitar algunas de las vigas en buen estado, de
las barcazas que habían naufragado en el río Irtisch; pero "apenas
empezaron a desprender la primera y más pequeña de las cuadernas,
ésta se rompió. 'Se rompió sola', según le informaron al vigilante, a
manera de disculpa". No se hubiera podido proporcionar mejor prue-
ba de la incapacidad de los campesinos, la cual hizo surgir en Dos-
toievski la ira propia de la clase noble, a pesar de que no tenía
ningún interés personal en que el trabajo se hiciera en forma ade-
cuada.
Pero mientras la cuadrilla de trabajo mataba el tiempo y esperaba
a que llegaran otras herramientas, se presentó otro vigilante y asig-
nó a los reos una tarea. Si la terminaban antes de que concluyera
la jornada habitual, podrían regresar más temprano a la barraca. De
repente todos se pusieron a trabajar con entusiasmo. Resultó patente
que eso era lo que los campesinos estaban aguardando. "Se terminó
la pereza, se desvaneció la ineptitud. Zumbaron las hachas .. ; quedé
sorprendido porque [las cuadernas] quedaron desprendidas sin que
sufrieran ningún daño. El trabajo prosiguió con increíble rapidez.
De pronto todos parecían extraordinariamente inteligentes. Termi-
naron la tarea treinta minutos antes de la hora de descanso, y los
prisioneros se dirigieron a la barraca cansados, pero muy contentos"
(v. 4: p. 75; las cursivas se agregaron al texto). No se necesita decir más
de la proverbial ineptitud del mu.zhik (obviamente una antiquísima
estrategia campesina para desobedecer órdenes mediante sabotaje y
disfrazar la insubordinación con la máscara de la torpeza).
Lo que hizo que Dostoievski abriera más los ojos a la realidad fue
la habilidad y el talento desplegados por algunos campesinos actores
en las representaciones teatrales navideñas. En la actualidad nos es
difícil comprender totalmente, después de más de un siglo de nacio-
nalismo, el enorme desprecio que sentían los rudos occidentalistas
por la sabiduría popular de su país. Tenían la tendencia a conside-
rarla únicamente como el remanente de un bárbaro pasado. Belinski,
por ejemplo, constantemente denigraba todo intento de otorgarle
cierto valor a la poesía popular. Afirmó con respecto de El novio, de
Pushkin, que "en todas las canciones populares rusas, consideradas
en conjunto, no existe más cantidad de esencia popular que en esta
NUEVA VISióN 193

balada". 1 Dicho en otras palabras, tal material popular tenía que


ser filtrado a través de la refinada sensibilidad ruso-europea para
admitir si poseía alguna calidad literaria. Si suponemos, como es
muy probable, que Dostoievski compartía tal punto de vista, po-
dremos apreciar mejor el inesperado placer que sintió al escuchar
la orquesta de los campesinos-presidiarios (dos violines, tres bala-
laikas (de fabricación casera), dos guitarras, un tambqril, a los que
se agregaron posteriormente tres acordeones) que se presentó en las
festividades. "Palabra de honor -escribe, hablando como empeder-
nido asistente a conciertos- que no tenía la menor idea, hasta ese
momento, de lo que se podía hacer con los sencillos instrumentos
campesinos. Era simplemente asombrosa la mezcla y la armonía de
los sonidos y, sobre todo, el espíritu y el carácter de la concepción
y la ejecución de la melodía. Comprendí por vez primera todo el
incansable garbo y alegría de las chispeantes y gallardas canciones
bailables rusas" (v. 4: p. 123).*
De hecho, Dostoievski emite un juicio opuesto al de Belinski
cuando comenta sobre el espectáculo satírico Filatka y Miroshka,
presentado por los campesinos-reclusos con la participación de Dos-
toievski (a pesar de que sólo insinúa ésta). Él había visto muchas
veces esta sátira en Petersburgo, y descubre que el recluso actor

1 Andrzej Walicki: The Slavophile Controversy [La controversia eslavófila] (Lon-


dres, 1975), p. 417. Un pasaje citado en la misma página proporciona la impresión
general de la postura de Belinski: "La forma monótona de nuestra modesta poesia
popular es bastante para expresar el contenido limitado de la existencia tribal, natural,
intuitiva, semipatriarcal de la antigua Rusia; pero el nuevo contenido [de la vida
moderna] no era adecuado para esta forma monótona, no tenía cabida [en la vida mo-
derna]. [Ésta] también requería formas nuevas. Lo que necesitábamos no era patrio-
tismo, sino europeización . .. "
• Al escribir respecto de los esfuerzos hechos por los franceses humanitarios des-
pués de 1830 para estimular a los poetas de la clase trabajadora, Paul Bénichou ob-
serva: "Entre los contemporáneos, fue sobre todo George Sand quien, por m edio de
artículos en los primeros volúmenes de fa Revue Indéndante y de prefacios a diversos
libros de poesía, se interesó . en esta producción. Pero, de hecho, nadie pensaba enton-
ces en un a poesía proletaria <;onsiderada original, como ha ocurrido después; se cele-
braba el acceso de los obreros (habla también algunas obreras) a la poesla cuyo
modelo hablan dado los aut~res de las clases cultivadas." En lo referente a las artes,
esta actitud estaba aún más acentuada en Rusia, lo cual explica la grata sorpresa que
recibió Dostoievski. Paul Bénichou, El tiempo de los profetas, FCE, México, 1984,
p. 378 .
194 KATORGA

que hace el papel de Filatka -un ex soldado de nombre Baklushin,


quien tenía el don natural de la comicidad y de la mímica- es su-
perior a cualquiera que recuerda. "Filatka, actuada por Baklushin,
fue realmente espléndida. Desempeñó el papel con sorprendente pre-
cisión. . . Puedo afirmar positivamente que los actores citadinos eran
inferiores a Baklushin al actuar como Filatka. Comparados con él,
tenían mucha semejanza con los paysans * y no con los verdaderos
~ampesinos rusos" (v. 4: p. 124). Los actores profesionales, educados
en las tradiciones y los convencionalismos europeos, eran incapaces
de expresar las características reales del campesino ruso, como espon-
táneamente lo hacía Baklushin. El uso que Dostoievski hace de la voz
francesa transmite un significado de falsedad, de artificialidad, de
oropel que impartía esta mixtura europea. No hay duda de que
él también en la época en que presenció la comedia, empezó a
comprender que hasta ese momento había conocido al campesino ruso
con la deformadora apariencia del paysan a la Rousseau que había
encontrado en las páginas de George Sand y, anteriormente, en las de
Karamzin y Radishchev.

Ningún aspecto de la vida en La casa de los muertos le resultó


más difícil de desentrañar a Dostoievski que el de la relación de
los campesinos-reclusos con la nobleza -una relación que contenía
más complejidad que la que él pudo haber sospechado-. Hemos visto
que, habiendo esperado con ingenuidad ser recibido amistosamente,
descubrió que era brutalmente repudiado debido al encarnizado odio
de clases. A pesar de que era indiscutible que un caballero no po-
día ser aceptado entre los campesinos como uno de ellos, Dostoievski
descubrió que las actitudes de los campesinos eran mucho más com-
plejas de lo que había creído en un principio. Resultó que sí era
posible superar, o al menos mitigar, la hostilidad de los campesinos
en cierto grado si se comprendía un punto de vista acerca de la
vida y se tomaba en cuenta éste al tratar con ellos.
"Lo primero que me pregunté al entrar a la penitenciaría -es-
cribe Dostoievski- fue cómo debería comportarme, qué actitud debía

• Campesinos. En francés en el original. [T.]


NUEVA VISIÓN 195

adoptar con esta gente" (v. 4: p. 76). Es muy probable, consideran-


do que Dostoievski subraya la soledad interior de los primeros años,
que este problema se resolviera por sí mismo durante el periodo : de
la experiencia relacionada con el campesino Marey. Su repugnancia
por los campesinos-condenados debe de haber sido tan poderosa
que, como con los polacos, todo contacto con ellos fue ceremonioso
y superficial. No obstante, en el interín, en vista de que Dostoievski
no permanecía totalmente ajeno a lo que estaba aconteciendo a
su alrededor, hizo muchas observaciones que contradecían sus ideas
preconcebidas. Por ejemplo, se sorprendió mucho ppr cierta insis-
tencia de los campesinos-forzados en que conservara las normas de
conducta propias de su clase social. Dostoievski, siendo liberal y hu-
manitario progresista, trató de comportarse al principio lo más de-
mocráticamente posible, y de situarse en todo momento al mismo
nivel de los campesinos; pero descubrió que este intento, lejos de
ser considerado como un gesto de buena voluntad, sólo le hacía
parecer ridículo.
"De acuerdo con sus ideas. . . -comenta- debía incluso [haber
conservado] orgullosamente mi clase social, haciéndola respetar; des-
deñar todo. En otras palabras, desempeñar el papel de caballero ...
Esta conducta me habría atraído sus injurias, por supuesto, pero,
no obstante, privadamente me respetarían por ello" (v. 4: p. 76. Se
agregaron las cursivas al texto). Dostoievski comenta que le hubiera
sido .imposible comportarse en esta forma, porque "nunca adopté con
ellos las maneras que consideraban propias de los nobles" -o sea, las
de aquellos quienes siempre insistían en todos los privilegios que
les confería su rango social- (v. 4: pp. 76-77). Sin embargo, a pesar
de sus protestas, no pudo eludir completamente una situación simi-
lar, y disfrutó de los servicios de quien fue en realidad su sirviente,
a quien le entregaba una miserable remuneración.
Este deseo de los campesinos de preservar las reglas de la posición
social era también evidente en la actitud que tenían hacia los oficia-
les que los mandaban. Los que conseguían ganar su respeto, e in-
cluso su afecto, jamás lograban esto intentando manifiestamente
hacer caso omiso de las barreras sociales. Dostoievski expresa con
claridad la sorpresa que le produjo este descubrimiento: "Debo co-
mentar otra cosa extraña: a los prisioneros no les agradaba ser tra-
196 KATORGA

tados con mucha familiaridad y con mucha suavidad por sus oficiales
[las cursivas están en el texto]. Querían respetar a quienes tenían
autoridad sobre ellos, y la demasiada suavidad hacía que cesaran de
respetarlos. A los prisioneros les gustaba también que sus jefes tuvieran
condecoraciones, que estuvieran presentables. Les agradaba que quien
se encontraba al mando gozara del favor de una autoridad más ele-
vada, que fuera estricto, importante y justo, y les gustaba que con~
servara su propia dignidad y que no los insultara. En esta forma
sentían que todo estaba bien, que todo era como debería ser" (v. 4:
p. 91. Se agregaron las cursivas).
Por lo tanto, los campesinos-reclusos preferían espontáneamente a
los oficiales que se comportaban de acuerdo a su rango, pero sentían
genuino afecto por los que, además de hacer esto, no se jactaban de
su superioridad ni miraban con altanería y desdén a sus inferio-
res. Dostoievski observó con .curiosidad que los reos siempre ha-
blaban cariñosamente del teniente Smekalov, aun cuando éste les
había propinado tantas inmisericordes azotainas como los otros. "A
pesar de todo, el hecho es que, incluso sus azotainas eran recorda-
das con amor y satisfacción por los presidiarios. . . ¡Así de grande
era su éxito al serles grato! ¿Y cómo? ¿Cómo había ganado tal po-
pularidad?. . . Smekalov sabía cómo comportarse para que lo con-
sideraran uno de ellos, lo cual es un gran arte, o para hablar con más
precisión, una facultad innata, en la cual no piensan jamás ni siquiera
quienes la poseen. . . Esta clase de personas no desprecian, no se
burlan de la gente que está bajo su mando. Creo que en esto se en-
cuentra la explicación. En ellos no se ven trazas del elegante caba-
llero, ni de superioridad de clase. Y, ¡palabra de honor!, el pueblo
percibe esto en forma notable. . . Prefiere al hombre más severo
al más misericordioso, si aquél tiene un dejo de sencillez" (v. 4:
p. 150. Las cursivas se agregaron).
Dostoievski descubrió esos mismos rasgos de carácter en el te-
niente coronel G., quien estuvo al mando del Cuerpo de Ingenieros
de Omsk durante un breve periodo, y que rápidamente obtuvo el
aprecio de los prisioneros. "No podía encontrarse con ningún recluso
sin decirle algo amable y jovial, sin comentar algo chistoso o reírse
con él. Y lo mejor de todo es que en ello no existía ningún in-
dicio de autoridad, nada que evocara condescendencia, o amabilidad
meramente ceremoniosa. Él era su camarada, realmente uno de ellos.
NUEVA VISIÓN 197

Empero, aunque era espontáneamente democrático en conducta y


sentimientos, los presidiarios jamás fueron culpables de falta de
respeto o de familiaridad con él" (v. 4: p. 215. Se agregaron las
cursivas).
Es evidente que Dostoievski admiraba esta misteriosa facultad, la
cual obraba milagros al mitigar la habitual animosidad que po-
nían de manifiesto los condenados. La actitud de él se asemejaba a la
de dichos oficiales. Guardaba la distancia social adecuada que re-
querían las normas de conducta campesinas, pero trataba de mani-
festar su buena disposición para tener relaciones más amistosas que
podrían superar la desconfianza. "Me había hecho el propósito de
comportarme en la forma más sencilla e independiente posible -ex-
plica-, de no hacer ningún esfuerzo para tener con ellos un trato
muy familiar, pero de no rechazarlos si deseaban ser amistosos; de
no temer sus amenazas o su odio, y hasta donde fuera posible,
de fingir no percatarme de ello [ ... J. Por otra parte, no deseaba
cortar la comunicación con ellos mediante una cortesía glacial e in-
abordable, como hacían los polacos" (v. 4: pp. 76-77).
A la larga, las tácticas de Dostoievski produjeron los resultados
que deseaba, y logró adquirir esa posición intermedia desde la cual
conservaba su orgullo, respetaba las actitudes campesinas y conseguía
poco a poco vencer su arraigada enemistad. "Nada es más difícil
que ganar la confianza de las personas (especialmente de tales perso-
nas) y conquistar su afecto -escribe Dostoievski-. Estuve casi dos
años en el penal antes de que pudiera lograr obtener la buena
voluntad de los prisioneros"; pero, según él anota con satisfacción, "al
final casi todos ellos me tenían cariño y reconocían que yo era
'un buen hombre' " (v. 4: p. 26). Por supuesto, tal triunfo fue de gran
importancia, porque le permitió a Dostoievski soportar el peso psí-
quico del resto de su condena; pero además tenía una importancia
mucho mayor, puesto que eso lo convenció de una vez para siempre
de que, a pesar de que la mentalidad campesina no podía concebir
ninguna otra sociedad que la que ya existía, sancionada por el tiem-
po, el odio engendrado por las existentes relaciones entre las clases
podía ser superado, como ya había sucedido con él y unos pocos
más en La casa de los muertos. Por esta razón insistió posteriormente
con tanta vehemencia -en que el verdadero progreso social en Rusia no
se produciría mediante tentativas de cambiar el sistema sociopolítico
198 KATORGA

(de cuálquier modo, según su opm10n, todos los intentos estarían


condenados a un fracaso inevitable), sino más bien con una muta-
ción moral · cie la actitud de las clases elevadas. hacia el pueblo.

La creciente habilidad de Dostoievski para comprender la concepeión


del mundo que tenían los campesinos también lo hizo percatarse de
algunos aspectos moralmente positivos, según los consideraba, del
innato rechazo del pueblo por fingir "igualdad" con sus superiores
sociales. Ese darse cuenta es expresado de manera extraordinaria en
la descripción que hace Dostoievski de las representaciones teatrales
navideñas, que fueron un acontecimiento de vital importancia en
la · transformación de sus sentimientos -y que puede haber contri-
buido a la más espectacular regeneración que ocurrió, quizás, unos
pocos meses después-. Pues fue durante estas representaciones cuando
Dostoievski vio de súbito "regenerados" a los campesinos-presidiarios
por su sincero e ingenuo goce de la experiencia teatral.
"Todos los semblantes expresaban inocente expectación. . . Una
extraña luz de puro, infantil deleite, de placer tierno y puro, bri-
llaba en las mejillas y frentes cubiertas de arrugas, marcadas con
hierro candente; en esos rostros habitualmente taciturnos y sombríos,
en esos ojos que a veces centelleaban con fuego aterrador" (v. 4:
pp. 122-123). Durante la función "dejaron sin reservas que el deleite
corriera por sus caras", y al terminar la representación, se dispersaron
alegres y satisfechos. "Elogiaron a los actores, dieron las gracias al
sargento. . . Todos estaban excepcionalmente contentos, incluso, qui-
zás, felices. Se durmieron, no como otras noches, sino casi con paz es-
piritual. ¿Por qué?, me pregunto. A estos desventurados se les había
permitido solamente hacer un poco de lo que querían: estar alegres
como seres humanos, pasar una hora escasa corno si no estuvieran en
prisión. . . Y se habían transformado moralmente, aunque sólo fuera
por unos cuantos minutos ... " (v. 4: pp. 124, 129, 130).
Dostoievski también recibió una fuerte impresión por la manera
en que fue tratado al presentarse a la representación teatral. Ordi-
nariamente se comportaban con él en forma ruda y descortés. Lejos
de tenerle alguna consideración especial, o bien era premeditada-
NUEVA VISlóN 199

mente ignorado, o en los trabajos apartado con rudeza, por consi-


derarlo un estorbo más que una ayuda. Pero en aquel momento, al
entrar al pabellón militar que servía de teatro, Dostoievski se asom-
bró por el respeto, e incluso deferencia, que recibió. Le propor-
cionaron de inmediato un asiento en la primera fila, a pesar de que
era "increíble" el apiñamiento en el pequeño espacio, y de que los
pres.os se hallaban de pie, sentados sobre camas, e incluso mirando
desde la parte posterior del improvisado escenario. Explica que una
razón para esto era que "Petrov me había dicho con candor que de-
bería pagar más'', o sea, contribuir más en la bandeja que circularía
para recompensar a los actores. Pero Dostoievski se niega a aceptar
este motivo interesado como el móvil principal de la recepción que
le hicieron. O más bien, considera este propósito práctico como parte
de un significado más profundo de la recepción, significado que des-
cifra. Afirma que el tratamiento que le dieron los reos se debía
a que percibían su superior conocimiento teatral, que en este caso
ameritaba un respeto especial. "Me consideraban, hasta cierto punto,
una persona versada en teatro, un conocedor que había presenciado
representaciones muy diferentes de ésta. · Habían visto que Baklushin
me consultaba todo el tiempo y me trataba con respeto. Por tal mo-
tivo, en esta ocasión, recibí el honor de estar en primera fila" (v. 4:
pp. 121-122).
Por lo tanto, las muestras de cortesía recibidas por Dostoievski se
debían a que los campesinos-prisioneros le reconocían una genuina su-
perioridad en todos los demás aspectos de la vida en el reclusorio.
"Los presos podían reírse de mí al ver qué inepto era para los
trabajos manuales. Almazov podía mirarnos con desprecio por ser
'caballeros', y jactarse ante nosotros. de su conocimiento de cómo
calcinar el alabastro; pero había otro elemento mezclado con su per-
secución y sus mofas: habíamos sido caballeros, pertenecíamos a la
misma clase de sus antiguos amos, de los cuales no podía tener
recuerdos gratos. Sin embargo, en la representación teatral se hicie-
ron a un lado para que yo pasara." Según Dostoievski, tal deferencia
era prueba, no de humillación servil ante la autoridad (¿cómo hu-
biera sido posible eso, en vista de que los campesinos podían apar-
tarlo con tanta facilidad como a un insecto?), sino más bien a su
dignidad, que no les permitía ejercer su poder en un campo en el
que no eran competentes. "Hasta a los que menos les agradaba, es.-
200 KATORGA

taban (lo sé con seguridad) -afirma Dostoievski- ansiosos por re-


cibir mi aprobación por ·la representación teatral, y sin la menor
huella de servilismo, me dejaron el mejor lugar'" (v. 4: p. 121).
Interpreta en igual forma el comentario de Petrov con respecto
de la presunta contribución mayor de Dostoievski para los actores.
Era cierto que él daría una cantidad más grande que los otros y
que, por lo tanto, los actores serían recompensados con más amplitud,
pero no era el dinero la causa por la que habían acordado con-
cederle preferencia. Se · trataba de un deseo general del público
de entregar la mayor recompensa posible a quienes les habían pro-
porcionado tanto deleite. Dostoievski interpreta la conducta subcons-
ciente de los penados, manifestándola en los siguientes pensamien-
tos (ficticios): "Tú eres más rico que yo; por lo tanto, estarás
al frente. A pesar de que todos somos iguales, tú darás más. Un
espectador como tú le es más grato a los actores. Debes estar en pri-
mera fila, porque no nos encontramos aquí pensando en dinero,
sino mostrando nuestro respeto. Por eso debemos distribuirnos según
nuestra opinión." Dostoievski agrega: "¡Cuánto orgullo valioso y
genuino hay en esto! ¡No es un respeto al dinero, sino a sí mismos!"
Esta era la verdad. Dostoievski comenta posteriormente: "No puedo
recordar que ni uno solo de ellos se humillase por dinero" (v. 4 pá-
ginas 121-122).
Este episodio adquirió un significado simbólico decisivo para Dos-
toievski. Si realmente precedió al incidente del campesino Marey,
puede ser considerado como su prefiguración sociomoral, puesto que
revela la misma capacidad por parte de los campesinos-presidiarios
para superar su espontáneo carácter vengativo para con sus antiguos
amos por un motivo importante. La moraleja que obtuvo Dos-
toievski de estos acontecimientos fue que "la característica más ele-
vada y más sorprendente de nuestro pueblo es su sentido de la jus-
ticia y su anhelo por ésta. No hay huellas en la gente común del
deseo de ser los primeros en todas las ocasiones y a toda costa, lo
merezcan o no. Si descartamos la apariencia exterior y observamos
profundamente, con mucha atención y sin prejuicios, algunos podre-
mos ver en el pueblo cosas que jamás hemos sospechado. Poco es
lo que nuestros sabios pueden enseñarle. Por lo contrario, creo que
son los sabios los que deben aprender del pueblo" (v. 4: pp. 121-122.
Las cursivas se agregaron).
NUEVA VISIÓN 201

Una vez más nos encontramos en la fuente de las que iban a ser
las convicciones más apreciadas y hondamente arraigadas del Dos-
toievski post-siberiano. ¿Acaso no proclamó después, con tonos de
pasión profética, que el campesinado ruso estaba impregnado de un
sentido de rectitud moral que podía servir como resplandeciente ejem-
plo a sus "superiores"? Y a pes.ar de que tal idea fue con frecuencia
ridiculizada por sus oponentes, estaba tan firmemente enraizada en
las emociones redentoras de sus años carcelarios que Dostoievski
jamás puso en tela de juicio su validez. También podemos obser-
var cómo la negativa de los campesinos a hacer valer sus derechos
incondicionales de igualdad en todas las áreas de la vida, su acep-
tación de ceder la preferencia cuando estaba justificada, según su
parecer, pudo haber llevado a Dostoievski a la conclusión, según le
comentó a su amigo el barón Wrangel poco después de haber sido
liberado, de que "un cambio político en Rusia es inconcebible por
ahora. Es prematuro. Incluso, pensar en una constitución según el
modelo occidental es ridículo, debido a la ignorancia de las masas
campesinas" (las cursivas se encuentran en el texto). 2
En efecto, todos los asuntos sociopolíticos en los que Dostoievski
participó los abordaría con un estado mental predeterminado por
esos recuerdos indelebles. Jamás iba a olvidar cómo él y los otros
habían logrado conquistar el afecto de los campesinos-presidiarios, ni
el impresionante sentido de "dignidad" que había percibido en la
negativa de éstos de imponerse a él mediante la fuerza bruta en las
representaciones teatrales. Creía firmemente que tales experiencias le
habían proporcionado una excepcional percepción interior de las pro-
fundidades del alma social rusa. "En resumen -informa a Mijail
en esa primera carta que hemos citado en forma tan extensiva-,
no he desperdiciado mi tiempo [en el campamento de trabajos for-
zados]. He aprendido a conocer, si no a Rusia, al menos a su pueblo.
He aprendido a conocerlo bien, como tal vez pocos lo conocen. Helo
aquí: de esto es de lo que me enorgullezco un tanto. Es, confío,
perdonable" (las cursivas se agregaron al texto). 3

2 A. E. Wrangel. Vospomiraniya o F. M. Dostoevskom v siberii (San Petersbur-


go, 1912) p. 35.
3 Pisma, v. l: p . 139; 22 de febrero de 1854.
202 KATORGA

En los primeros días de su condena en el reclusorio, Dostoievski


trató de consolarse reflexionando, indudablemente con cierto sarcas-
mo masoquista, que los habitantes del campo de prisioneros estaban
compuestos por la misma mezcla de bondad y maldad que la de las
personas del mundo exterior. "Incluso cuando pensé esto -conti-
núa- me negué a aceptarlo. No obstante, ¡Santo Dios! ¡si hubiera
sabido en aquel entonces cuán cierto era!" (v. 4: p. 57). Al principio
había considerado a la vasta mayoría de los reclusos como otras tan-
tas réplicas del maligno y depravado Aristov. Después, inspirado por
la visión del campesino Marey, había rechazado su reacción inicial
y se había esforzado por tener una opinión más favorable. Una vez
que lo logró, descubrió que sus primeras reacciones habían sido to-
talmente equivocadas y que, como con muchas cosas más de la vida
en el campamento de trabajos forzados, había sido víctima voluntaria
de sus reacciones por pertenecer a la clase elevada.
A primera vista parece desconcertante descubrir a Dostoievski
declarando que había mucha gente "buena" incluso en un grupo de
hombres, quienes, en la mayoría de los casos, habían cometido por
lo menos un asesinato. Y esto, en verdad, ha producido una mala
interpretación muy popular y difundida. Con frecuencia se lee que,
a partir de cierto punto, la distinción entre el bien y el mal em-
pezó a desvanecerse en Dostoievski, y que llegó a admitir a criminales
por su "firmeza" (como había hecho primero Stendhal, y Nietzsche
lo haría ulteriormente). No obstante, tal opinión no puede quedar
incólume después de la lectura concienzuda y sin prejuicios del texto
de Dostoievski. Jamás justificó al crimen en sí, e incluso se tomó
la molestia de rechazar explícitamente el parecer de aquellos que
pueden tener la tendencia a hacerlo así. "De hecho, existen puntos
de vista -acepta- desde los cuales uno queda casi persuadido de
juetificar al criminal; pero, a pesar de todos los posibles puntos
de vista, todos admitirán que existen crímenes que siempre, en todas
partes, desde los comienzos del mundo, se han considerado indiscu-
tiblemente crímenes, y que seguirán considerándose así en tanto el
hombre siga siendo humano. Solamente en el reclusorio he escu-
chado relatos de las acciones más terribles, más anormales, de los
crímenes más monstruosos, narrados con las risas más espontáneas,
NUEVA VISIÓN 203

más infantilmente alegres" (v. 4: p. 15). Es probable que Dostoievski


se esté refiriendo al horrendo Gazin, de quien los otros presidiarios
afirmaban que había sido un sádico sediento de sangre, "al que le
agradaba asesinar a niños pequeños simplemente por placer" (v. 4:
página 41).
Es por lo tanto totalmente erróneo decir de Dostoievski que abri-
gaba alguna secreta simpatía por el criminal y la criminalidad, como
si los considerara manifestaciones de una grandeza que está "más allá
del bien y del mal". Jamás abandonó su convicción de que la hu-
manidad del hombre depende de la aceptación de un código moral
que preserve la frontera entre ambos. Pero esto no significa que
todos los asesinatos fueran cometidos necesariamente por las mismas
razones, o que todos los asesinos eran sádicos y pervertidos. Y mien-
tras más alcanza a conocer Dostoievski a sus compañeros de recluso-
rio, más llega a comprender que algunos llamados crímenes han
sido inducidos por motivos que él no puede condenar totalmente. Des-
cubrió que algunos habían sido errores o accidentes, y que las ra-
zones que los habían provocado no indicaban, en absoluto, que
existieran infamia o bajeza moral. En otros casos, por ser como eran
las condiciones predominantes en la vida rusa, los crímenes habían
sido con frecuencia el único medio de defensa del individuo ante
el abuso insoportable, la manifestación de su dignidad y el respeto a
sí mismo en presencia de una intolerable humillación, o su violenta
protesta en contra de la injusticia.
En el primer grupo, el de quienes habían llegado a la katorga
por fatalidad, podemos colocar a Akim Akimich, o a Alei, el tár-
taro de Daguestán (a quien Dostoievski pinta con vivos colores) ,
y al triste Sushilov, el reo que se convirtió en sirviente de Dos-
toievski, y que era recompensado de cuando en cuando con unos
pocos kopecks. Es evidente que Akim Akimich no puede ser consi-
derado de ninguna manera un criminal. Al asesinar al traicionero
caudillo local había simplemente llevado a cabo lo que considera-
ba su supremo deber como oficial ruso. Tampoco puede ser concep-
tuado Alei como criminal a pesar de que, junto con sus hermanos
mayores, había tomado parte en el homicidio de un comerciante
armenio y en el de su guardia personal, y en el saqueo de la ca-
ravana de aquél. Alei simplemente obedeció las órdenes de sus her-
manos mayores de acompañarlos, ignorando
., el propósito de su co-
204 KATORGA

rrería. Había sido víctima de su obediencia incondicional a la


autoridad familiar, la cual reverenciaba como uno de los principios
morales más elevados. "Era puro como casta doncella -escribe Dos-
toievski-. Cualquier acción repugnante, cínica, injusta o violenta
hacía surgir destellos de indignación en sus hermosos ojos, hacién-
dolos aún más hermosos" (v. 4: p. 52). Cuando Alei, quien era maho-
metano, aprendió a leer ruso mediante el Nuevo Testamento, bajo
la guía de Dostoievski, quedó profundamente conmovido por el man-
damiento de Jesús de "perdonar, amar, no herir a otros, amar in-
cluso a tus enemigos" (v. 4: p. 54). Las entusiastas palabras de Alei
acerca de Jesús le llegaron al corazón a Dostoievski, y seguramente
le ayudaron a fortalecer su convicción del interés universal que tiene
la enseñanza de Cristo del amor que todo lo perdona.
Dostoievski, en La casa de los muertos, dedica a Sushilov un espa-
cio considerable, y lo usa como ejemplo principal de cuán difícil
le había sido al principio ver a los campesinos-presos como eran
realmente. Puede haber quedado muy sorprendido por su equivo-
cación original, porque Sushilov, quien parece haber sido arrancado
de uno de los relatos de Dostoievski, debió haberle parecido inocen-
te a primera vista. Se ignora por qué había sido enviado a Siberia
este campesino inofensivo; probablemente fue resultado de un poco
de mala suerte, pero difícilmente de algo que pueda ser consi-
derado delito. No obstante, durante el trayecto, habiendo sido co-
locado en un convoy con quienes habían cometido delitos mucho
más graves, había sido embaucado para que cambiara su destino
(una práctica muy frecuente) con el de un convicto sentenciado por
crímenes capitales, quien previamente le había hecho beber mucho
vodka y después le había pagado con un rublo de plata y una ca-
misa colorada. No comprendiendo lo que había hecho hasta que
fue demasiado tarde, Sushilov fue destinado impropiamente a la "sec-
ción especial", que estaba reservada para los delincuentes más peli-
grosos, que tenían sentencias por tiempo indefinido. "Sushilov era
digno de compasión -nos comenta Dostoievski-, carecía totalmente
de ánimos, era un ser humilde, incurablemente humillado, a pesar de
que nadie lo pisoteaba. Humillarse era parte esencial de su ser"
(v. 4: p. 59). Sentía extremada devoción por Dostoievski, y un día
en que se le olvidó realizar una pequeña tarea, éste lo reprendió di-
ciéndole que recordara que le pagaba por su trabajo. Sushilov pa-
NUEVA VISlóN 205

reció deprimido durante varios días. Cuando Dostoievski le ofreció


dinero otra vez, se negó a aceptarlo. Salió corriendo, se golpeó a
propósito la frente contra la empalizada y rompió a llorar, debido
a que Dostoievski no había comprendido que lo servía por afecto, no
por dinero. ¡Incluso el desdichado Sushilov era capaz de albergar los
más nobles sentimientos de desinteresada devoción!

Las personas inofensivas y de débil voluntad, como Sushilov, eran la


excepción, y no la regla, en el reclusorio. Dostoievski también ad-
quirió una comprensión de la naturaleza interior de otros que tenían
características diferentes y eran mucho más rebeldes. Se dio cuenta
de que a éstos tampoco podía considerárseles en absoluto moral-
mente degenerados o humanamente irredimibles. Por supuesto, Dos-
toievski no podía hablar extensamente y con mucha claridad de los
motivos de los crímenes, pero una y otra vez tuvo la oportunidad
de narrar pormenores que hablan por sí mismos. Petrov, el hombre
más peligroso del campamento de condenados, había sido soldado.
"En cierta ocasión, antes de llegar al reclusorio ... , había sido gol-
peado por un coronel a cargo de la instrucción militar. Tal vez
había sido golpeado antes muchas ocasiones, pero esa vez no lo pudo
soportar y apuñaló al coronel a plena luz del día, enfrente del
regimiento" (v. 4: p. 84).
Luka Kusmich, a quien nadie en el penal tomaba en serio, a pesar
de que trataba de asumir actitudes de facineroso, había sido arres-
tado la primera vez por el insignificante delito de ser vagabundo.
Sin embargo, decidió "liquidar" al mayor que estaba a cargo de la
cárcel "porque la comida era mala, el mayor hacía lo que quería
con ellos" (los otros prisioneros), y porque aterrorizaba a todos gri-
tando : "yo soy el zar, soy también Dios'', cuando se presentaba.
Luka consiguió un cuchillo, hizo que el mayor se enfureciera repli-
cándole que sólo había un Dios y un zar, a quien "el mismo Dios
le dio el mando de nosotros'', y hundió el arma hasta la empuñadura
en el vientre del mayor. Después de hacer este relato, Dostoievski se
dedica a explicarle al lector, limitando cuidadosamente sus comen-
tarios al pasado, que desdichadamente, "muchas expresiones simila-
206 KATORGA

res eran usadas con frecuencia en los antiguos tiempos por muchos
comandantes", y que habían producido similares resultados. "Esta
acción temeraria de autoglorificación, esta pretensión exagerada de
ser capaz de hacer con impunidad cualquier cosa -comenta-, ins-
pira odio en los hombres más sumisos, y los hace perder totalmente
la paciencia" (v. 4: pp. 89-91).
De igual manera, el amable y bien parecido homosexual Sirotkin,
incapaz de acostumbrarse a los rigores de la vida del ejército, ha-
bía sido acosado y perseguido por cierto oficial. Después de que
había intentado torpemente escapar de su miseria suicidándose, ase-
sinó a su atormentador bajo la influencia de un ataque de cólera.
A Dostoievski también le pareció difícil ver en el bonachón Baklushin
a un empedernido criminal, y creyó en su relato: sólo había intenta-
do atemorizar al anciano alemán a quien había asesinado. Su pro-
pósito era amedrentarlo para evitar que se casara con la linda joven
alemana en contra de la voluntad de ella, que le había confesado
su amor al irreflexivo y paupérrimo soldado ruso. Sin embargo, la
insistencia del honrado burgués alemán en que Baklushin no se
"atrevería" a dispararle provocó al ruso en forma incontrolable. A
pesar de eso, tal crimen pasional le hubiera ocasionado una condena
relativamente leve si en el tribunal no hubiese protestado por los
insultos de su capitán, con quien riñó por injuriarlo "ante el símbolo
de la justicia" -el transparente prisma, coronado por la bicéfala
águila imperial, colocado en la mesa de todos los tribunales rusos-.
La preocupación de Baklushin por la dignidad del tribunal, y su no
aceptación de las afrentas lo condujeron a la sección especial.
Estos son unos cuantos ejemplos de los delincuentes a quienes
Dostoievski encontró cada vez más difícil condenar sin analizar sus
casos previamente. Un osado fragmento de La casa de los muertos
contiene incluso una exculpación general de muchos otros, cuyas his-
torias no describe en detalle: "Hay hombres que cometen delitos
adrede para que los envíen a trabajos forzados, para escapar de una
vida de trabajos forzados mucho más penosa en el exterior. Allá [el
prisionero] vivía en la degradación más completa, jamás contaba con
comida suficiente, y trabajaba desde la mañana hasta la noche para
su explotador" (v. 4: p. 43. Se agregaron las cursivas). Tales presos
habían descubierto que los trabajos forzados son mucho más prefe-
ribles a la vida como siervos bajo las órdenes de un inmisericorde
NUEVA VISióN 207

terrateniente. Dostoievski no hace ningún comentario que indique su


desaprobación a tal elección. En el contexto de tales consideraciones
debemos situar uno de los más famosos pasajes del libro, citado con
frecuencia, y malinterpretado con mayor frecuencia. "A pesar de todo
-afirma Dostoievski-, uno debe decir toda la verdad. Esos hom-
bres eran excepcionales. Tal vez eran los más dotados, los más
decididos de nuestro pueblo" (v. 4: p. 231). Pero no por ser criminales,
sino porque sus delitos surgían de una fortaleza de carácter, y con
frecuencia eran ocasionados por defender principios morales espon-
táneos, manifestados en circunstancias en las que otros habrían sido
completamente subyugados.
Poder apreciar en forma cada vez más precisa la diferencia mo-
ral entre un delito y otro provocó en Dostoievski (según sus propias
palabras) "un pensamiento que me persiguió con insistencia todo
el tiempo que estuve en el reclusorio, y un problema que no pude
resolver en forma total". Este problema consistía simplemente en
que, de acuerdo con la ley, los delitos iguales recibían más o menos
los mismos castigos; no obstante, los motivos por los que se habían
originado, hablando moralmente, eran infinitamente variados. "Un
prisionero puede haber cometido un asesinato por nada, por una ce-
bolla. Mató en el camino real a un campesino, y resultó que éste
sólo llevaba una cebolla." (Como dice un proverbio carcelario: "Cien
asesinatos y cien cebollas, y ya ganaste un rublo" [cada una valía un
kopeck]). "Otro le quitó la vida a un sensual tirano para defender
el honor de su prometida, de su hermana o de su hija. Otro es un
fugitivo [es decir, un siervo que huyó], rodeado por un regimiento
de rastreadores, y mata para salvar su libertad, su vida. Con frecuen-
cia se trata de alguien que está muriendo de hambre. Y otro asesina
a niñitos simplemente por el placer de matar, de sentir la sangre
caliente en las manos, de gozar con el terror de los infantes y con sus
postreros estertores, como aleteos de paloma, al penetrar el cuchillo.
No obstante, todos estos son remitidos a trabajos forzados." Las
variaciones en la duración de las sentencias no resuelven el proble-
ma, porque "hay tantos matices en las diferencias como en los
caracteres". Dostoievski, admitiendo la derrota, finalmente se resigna
ante la imposibilidad de dar una respuesta: "En cierta forma es un
problema insoluble, como lo es el de la cuadratura de un círculo"
(v. 4: pp. 42-43).
208 KATORGA

Tales palabras ant1Cipan la marcada avers10n que tendría Dos-


toievski por las formalidades legales de cualquier clase, las que
se apegaban a la letra de la ley y raramente permitían escudriñar
el corazón y la mente del criminal individual. Solamente alguien
muy peculiar, talentoso y sensible, con proclividad a examinar cui-
dadosamente cada caso, como Porfirio Petrovich de Crimen y cas-
tigo, puede comprender verdaderamente las complicadas razones que
aguijonearon a Raskólnikov; pero es obvio que un juez así es la
excepción. Ulteriormente Dostoievski iba a dejar escapar toda su
angustia por este tema en la descripción de las investigaciones del
supuesto crimen de Dimitri Karamázov, en las que tomaban en
cuenta sólo los "hechos" y se desdeñaban totalmente las observaciones
y las réplicas de Dimitri.
No obstante, por ahora podemos observar cómo esta creciente
percepción de la diversidad humana de sus compañeros de peniten-
ciaría incrementó enormemente la gama de las convicciones filan-
trópicas que poseía Dostoievski en la década 1840-1850, pero sin
nublarle la distinción entre el bien y el mal. Lo que había sido
compasivo sentimentalismo por los caracteres débiles y básicamen-
te apocados y tímidos, adquirió una trágica complejidad cuando la
simpatía de Dostoievski por los no subyugados campesinos-reclusos
alargó las fronteras de la moral tradicional hasta el punto de rup-
tura. Más importantes que el crimen en sí eran los motivos, la
situación humana de la que emergía éste. Si el patético Sushilov es
como flecha que apunta al pasado literario de Dostoievski, su cre-
ciente respeto por muchos de sus compañeros de penitenciaría lanzó
evidentes saetas hacia sus escritos futuros.

Si la actitud de Dostoievski hacia los campesinos-pns10neros era afec-


tada en esta forma por su creciente familiaridad con las causas de
sus crímenes, también fue enormemente influida por lo que podía ob-
servar en su espontánea aceptación del código moral cristiano y su
reverencia por éste. Es verdad que jamás pudo descubrir entre ellos

3 Pisrna, v. 1: p. 139; 22 de febrero de 1854.


NUEVA VISlóN 209

ninguna contrición o remordimiento, a pesar de que se niega a ex-


cluir la posibilidad de éste: "¿Quién puede afirmar que ha sondeado
en las profundidades de estos descarriados corazones?" Y también
logra comprender -o al menos elaborar una teoría al respecto-
por qué la conciencia del campesino no puede ser juzgada · de la
misma manera que la de un miembro de la nobleza. Desde el punto
de vista campesino, los delitos en contra de sus superiores no son
delitos, sino simplemente un episodio más en la eterna lucha de clases
que se libraba entre los dos grupos. "El criminal [campesino] sabe
sin lugar a dudas que el veredicto de su propia clase será de inocencia.
Sabe bien que ésta jamás lo condenará totalmente (y que la mayoría
lo absolverá completamente), siempre y cuando no haya pecado en
contra de sus iguales, sus hermanos, sus compañeros campesinos"
(v. 4: p. 147). La carencia de arrepentimiento por tales crímenes no
significaba, según concluyó con demasiado apresuramiento Dostoievs-
ki, que los campesinos-presidiarios estuvieran desprovistos de sensi-
bilidad moral; lo opuesto resultó ser verdad. Ya hemos visto a los
campesinos-reclusos mostrando su devoción durante los oficios de
Pascua. Y Dostoievski presenta numerosos ejemplos de cómo los va-
lores de la fe cristiana, impregnando la vida en el penal, ayudaban
a mitigar parte de la crueldad y la inhumanidad de éste.
Todos los prisioneros, como Dostoievski había aprendido con pesa-
dumbre en su primer día en el reclusorio, se robaban los unos a
los otros desvergonzada e incesantemente. Pero casi todos ellos, después
de cierto tiempo, entregaban su dinero a la custodia de un antiguo
creyente de Starodub,* quien había sido encarcelado por haber in-
cendiado un templo ortodoxo. Dostoievski retrata a este mártir de la
antigua fe, quien obtuvo la confianza general por sus cualidades san-
, tas, con palabras que anticipan la descripción que haría muchos
años después, en El adolescente, del campesino ruso peregrino Makar
lvanovich: "Era alegre. Se reía con frecuencia .. . con risa amable y
cándida, la cual contenía mucha simplicidad infantil" (v. 4: p. 34).
En forma parecida, el anciano prisionero polaco Z. (Zochowski), quien

• Starodub: ciudad de Rusia, en la región de Briansk. Antiguos Creyentes: los que


se negaron a aceptar las modificaciones al ritual, etc., realizadas en el siglo xvn, y se
separaron de la iglesia oficial rusa. Posteriormente se dividieron en numerosas sectas.
Algunos no difieren de la iglesia ortodoxa en principios, en tanto que otras difieren
grandemente de ella. [T.]
210 KATORGA

fue azotado al arribar al campo de trabajos forzados, obtuvo el respeto


de los reclusos porque no gritó al recibir los latigazos, y porque, cuan-
do éstos concluyeron, se arrodilló de inmediato a rezar. La genuina
piedad religiosa siempre causaba profundo agrado a los presidiarios,
quienes jamás ridiculizaban a nadie que la manifestara, ni se bur-
laban de él. Todos, en una y otra ocasión, demostraban sentimientos
similares. El día del onomástico de un campesino-prisionero, todos
los que tenían los medios para ello se regalaban con un banquete y
una borrachera, pero Dos.toievski también comenta que "el día de
su santo el preso colocaba una vela ante el icono y decía sus oracio-
nes tan pronto se levantaba" (v. 4: p. 35).
Como ya sabemos, Dostoievski sintió la mayoría de las veces exas-
perante y opresivo el ambiente de la barraca. Por lo tanto, quedó
aún más favorablemente impresionado con el cambio que ocurría, al
menos durante un corto tiempo, en las festividades religiosas. Escribe
con respecto de la Navidad: "Las grandes solemnidades de la Igle-
sia les producían a los campesinos desde la niñez una intensa im-
presión en la mente. Son los días de descanso de las rudas faenas,
los días de las reuniones familiares. El respeto por el augusto día se
ha convertido en costumbre observada estrictamente . por los pre-
sos. Muy pocos se embriagaban. Todos se comportaban con seriedad
y parecían preocupados, aunque muchos no tenían realmente nada
que hacer. Empero, bien sea que bebieran o que no hicieran nada, ·
trataban de conservár cierta dignidad. Si alguien perpetuaba el esta-
do de espíritu predominante, aunque fuera por accidente, los presos se
abalanzaban sobre él gritándole palabras injuriosas. Se enojaban con
él, como si hubiera cometido una falta de respeto al día santo."
"Este estado de ánimo de los reclusos -agrega Dostoievski- era
notable y positivamente conmovedor" (v. 4: p. 105). Ciertamente debe
de haber sido conmovedor - y al mismo tiempo un gran consuelo-
observar tales manifestaciones de decoro, grato paréntesis en la desen-
frenada conducta habitual.
Dostoievski comprendió el importante papel desempeñado por
el cristianismo de los campesinos al mantener al reo, sin impor-
tar cuál pudiera ser su delito, como miembro de la comunidad hu-
mana. "Además de su n atural reverencia por el gran día -dice Dos-
toievski-, los prisioneros percibían inconscientemente que por la
observancia de la Navidad se encontraban, por así decirlo, en contacto
NUEVA VISióN 211

con la totalidad del mundo, que no eran parias por completo, hom-
bres perdidos, que no estaban totalmente aislados del género hu-
mano, que en el reclusorio, como entre otras personas, estaba la Na-
vidad" (v. 4: p. 105). Esto de ningún modo era una fantasía de los
reclusos. Las solemnidades religiosas por lo general producían una
efusión de solidaridad moral con los prisioneros, que se manifestaba
como caridad. "Llegaba una inmensa cantidad de provisiones: roscas,
pas.teli'. los de requesón, pastas, bizcochos y otros sabrosos alimentos pa-
recidos. Creo que no había en la ciudad una sola madre de familia
de la clase media o baja que no enviara algo de lo que había hor-
neado, a manera de saludo navideño, a los 'infortunados' y a los
cautivos" (v. 4: p. 108) . Dostoievski excluye deliberadamente de tal
participación en el espíritu navideño a la alta sociedad culta. Co-
menta en otra parte de la obra que "las clases elevadas en Rusia no
se imaginan la preocupación tan grande que tienen nuestros comer-
ciantes, artesanos y campesinos, por 'los infortunados'" (v. 4: p. 18).
Una vez más, en esta parte de su libro, Dostoievski subraya los
efectos mitigantes que tiene la básica aceptación del código moral
cristiano en la conducta de los campesinos-reclusos. "Todos [los
regalos J fueron aceptados con igual gratitud, sin distinción de dones
o donadores. Los reos se quitaban los gorros cuando los recibían,
hacían una reverencia, entregaban sus saludos navideños y llevaban
el presente a h cocina. Cuando hicieron varias pilas con las dádivas,
enviaron a los presidiarios m ás antiguos para que dividieran todo
equitativamente en tre las barracas. No hubo represiones ni riñas.
Imperaron la honestidad y la equidad." El reparto en la barraca de
Dostoievski fue llevado a cabo por Akim Akimich y otro preso, quie-
nes pe rsonalmente entregaron s.u parte a cada presidiario. No hubo
la más leve protesta ni la más pequeña envidia. Todos quedaron
contentos. No podía sospecharse que hubiesen ocultado un regalo,
ni qu e la r epartición hubiese sido injusta (v. 4: p. 108). ¡Qué con-
traste con los habituales altercados y los perpetuos hurtos de sus per-
tenencias!
Durante las fiestas religiosas los habitantes de la ciudad enviaban
muchas más limosnas, pero éstas se recibían continuamente durante
todo el año, y en ocasiones la limosna era en efectivo, entregada a los
presidiarios cuando caminaban arrastrando los pies por las calles de
Omsk en cuadrillas de traba jo escoltadas. La primera vez que Dos-
21 2 KATORGA

toievski recibió caridad de esta manera fue "poco después de haber


llegado al reclusorio". Una niña de diez años (la hija de un joven
soldado, que había visto a Dostoievski cuando fue a visitar a su pa-
dre agonizante en el hospital militar) pasó al lado del novelista
cuando éste caminaba bajo escolta, y regresó corriendo para entre-
garle una moneda. "Toma, pobre desdichado, recibe este kopeck en
nombre de Cristo -gritó la niña al alcanzarme, al tiempo que po-
nía la moneda en mi mano-. Guardé como un tesoro este kopeck
durante mucho tiempo" (v. 4: p. 19). Esta última aseveración es ver-
dad literal: la segunda esposa de Dosto.ievski confirma que él conservó
la moneda como recuerdo durante largos años, y que se enojó mucho
cuando por un descuido se perdió. 4 Puede observarse lo que este in-
cidente significó para él en Crimen y castigo, cuando Raskólnikov se
aisló del género humano y declaró su rechazo a todo impulso de
simpatía y piedad, con la acción simbólica de arrojar al río Neva
una moneda de veinte kopecks que caritativamente le había regala-
do una pequeñita.

En tal forma, inmediata y conmovedora, Dostoievski conoc10 por vez


primera estas facetas cristianas y profundamente humanas de la vida
de la clase baja rusa, y pudo observar los buenos efectos de los re-
manentes de las mismas emociones en la conducta de los campesinos-
presos. Ciertamente, estas manifestaciones fueron una valiosa con-
firmación de la visión del campesino Marey. Aún más, indicaban la
posibilidad de que los ideales humanitarios, filantrópicos de sus pri-
meras obras, a los que él había considerado al principio como habien-
do sido introducidos a la vida rusa por la ideología progresista de
los rusos occidentales, estaban realmente incorporados en los reflejos
morales instintivos del muy despreciado y denigrado campesino ruso.
Por lo tanto, no es de m aravillarse que Dostoievski se convirtiera
ulteriormente en un enconado adversario de todos los que deseaban
remplazar los valores cristianos por otros conceptos morales. Estaba
apasionadamente convencido de que, si se hacía esto, se minarían los
cimientos morales esenciales de la vida rusa que él había aprendido

4 PSS, v. 4: p. 289.
NUEVA VISióN 213

a conocer - en circunstancias en las que la supervivencia de cualquier


clase de moral ¡podía solamente considerarse como milagro! Tam-
poco debemos olvidar que realmente el hombre más depravado del
campo de condenados, el canalla más siniestro y más odioso, era el
culto Aristov, cuyo cinismo no reconocía fronteras, y quien no te-
nía ninguna huella de los frenos morales tradicionales.
Por otra parte, al concluir su condena en el reclusorio, Dostoievski
había cambiado totalmente de opinión acerca de la mayoría de sus
compañeros de reclusorio. Y a pesar de que no pudo superar com-
pletamente su sentimiento de ser diferente, de ser un caballero, fue
capaz de identificarse con los otros, moral y emocionalmente, en un
grado que jamás había considerado posible. Tal identificación fue
también aceptada por un ulterior resurgimiento de los mismos senti-
mientos patrióticos y nacionalistas que habían provisto tan importan-
tes estímulos para su regeneración.
La guerra de Crimea, que estalló en 1853, continuó con violen-
cia durante el último año de su condena en el campo de presidia-
rios, pero las relaciones entre Rusia y Turquía (apoyada ésta por
Francia e Inglaterra) habían sido tensas y agitadas desde varios años
atrás, y los ecos ele la hostilidad ciertamente ' se habían filtrado por
los muros de la empalizada del penal. En sus inicios, la causa del
conflicto había sido una disputa por los derechos de los cristianos or-
todoxos oriental es en contra de los católicos romanos en Palestina.
Hay algunos indicios de que este tema puede haberse deslizado en
las venenosas disputas con los prisioneros polacos, que eran católi-
cos romanos.* De todas maneras, él salió del campamento de presi-

• En las Memorias de Tokarzewski se encuentra una anécdota referente a Dos-


toievski que claramente está relacionada con discusiones provocadas por la guerra de
Crimea. "Él [Dostoievski] llegó a afirmar que Constantinopla debió haber perte-
necido desde hada tiempo a Rusia, al igual que la totalidad de la Turquía europea, la
que consideraba que muy pronto se convertiría en la flor del Imperio ruso. En cierta
ocasión Dostoievski nos recitó su poema, una oda que describía la inevitable entrada
del vic torioso ejército ruso a Constantinopla. En verdad la oda era hermosa. No
obstante, ninguno de nosotros la alabó con sinceridad. Yo le pregunté: '¿Y no escribió
usted una oda para el viaje de regreso ?' Se puso tremendamente furioso. Se abalanzó
sobre mi, llamándome ignorante y bárbaro."
No aparece esta oda en los escritos de Dostoicvski, pero es probable que Tokarzewski
se esté refiriendo a un borrador inicial de "Sobre los acontecimientos de 1854", que
ta l Yez habla empezado Dostoievski a escribir mientras aún se hallaba en el campa-
mento de trabajos forzados (véanse pp. 263-266 de esta obra). Véase tamb ién, de vVaclaw
214 KATORGA

diarios firmemente convencido de que su reciente armonía con los


campesinos-presos estaba íntimamente engarzada con el amor que
él sentía por su suelo nativo. "Le garantizo -escribió Dostoievski
a Apollon Maikov en 1856- que me sentía tan íntimamente ligado
con todo lo que es Rusia, que ni siquiera los prisioneros me atemori-
zaban: ellos eran el pueblo ruso, mis hermanos de infortunio. En
más de una ocasión tuve la dicha de descubrir grandeza de alma
hasta en un bandolero, precisamente porque era capaz de compren-
derlo, puesto que yo también soy ruso." 5

Dednicki: Russia, Poland and the West (Rusia, Polonia y el Occidente) (Nueva York,
1954), p. 275.
5 Pisma, v. l: p. 166; 18 de febrero de 1856.
XI. "MONSTRUOS EN SU MISERIA"

Los AÑos que pasó Dostoievski en La casa de los muertos lo expusie-


ron a una extraordinaria gama de personalidades humanas (e inhu-
manas), entre las cuales la genuina santidad se hallaba rodeada por
la más ruin depravación. Casi todos, en algún instante decisivo, habían
rebasado las fronteras de la vida social normal para cometer un acto
violento que había decidido su destino de una vez para siempre.
Los relatos que Dostoievski escuchaba por todas partes rivalizaban
con las acciones más desesperadas de las novelas góticas y de la li-
teratura romántica que habían alimentado su juvenil imaginación.
Sin embargo, dichos relatos constituían una parte importante de
las existencias prosaicas y miserables de rusos totalmente comunes.
Por lo tanto, no es sorprendente que las obras maestras de Dos-
toievski se distinguieran en el futuro por la misma combinación de
extravagancias románticas engastadas en la vida cotidiana rusa. Y
si Dostoievski, un grado mayor que cualquier otro novelista, fue ca-
paz de elevar sus melodramáticos argumentos de asesinatos a la cate-
goría de la gran tragedia, ciertamente una razón era que había vi-
vido experiencias que lo habían arrojado a un mundo en donde las
sensaciones de melodrama eran más que un convencionalismo litera-
rio. Las había sentido cabalgando dentro de su propia sangre, y las
había recolectado de labios de personas con las cuales estaba obligado
a compartir su rutina diaria.
Desde luego, fue muy grande el efecto de tal exposición en la
comprensión imaginativa de la experiencia humana que adquirió
Dostoievski. Posteriormente sus descripciones de los personajes iban
a crecer cualitativamente en forma notable, tanto en profundidad
como en grado, lo que puede atribuirse directamente a esta causa.
No obstante, existía un aspecto particular de la vida en el campa-
mento de presos que se convertiría en la característica más pecu-
liar de su genio. La casa de los muertos contiene una notable serie de
análisis, los que, enfocándose en los impulsos inconscientes del alma
215
216 KATORGA

humana, describen la irresistible necesidad de ésta de imponerse a


sí misma y de ratificar su original dignidad. Dicha necesidad era tan
imperiosa que, incapaz de manifestarse en las condiciones represivas
del campamento de condenados, estallaba en toda clase de formas
irracionales, absurdas, e incluso, autodestructivas -en acciones que
a primera vista parecían inexplicables y carentes por completo de
sentido-. Dostoievski, siempre preocupado por las deformaciones de
carácter provocadas por la falta de libertad, había explorado este tema
en sus primeras narraciones, pero no había logrado ahondar en él.
La vida en el campo de prisioneros le proporcionó un medio extra-
ordinario para estudiar a los seres humanos que viven bajo extrema
presión psíquica, y reaccionan a tal presión con la conducta más
frenética. Una vez que Dostoievski se hubo controlado lo suficiente
para ser capaz de contemplar con lucidez su medio, empezó a com-
prender hasta esa conducta, que implicaba un reto al entendimiento,
como el producto de una necesidad humana, y ya nunca más la
consideraría como perversidades monstruosas de una colección de Qua-
simodos morales, escoria de la humanidad.
La verdad es que no podremos entender realmente la ulterior con-
cepción del mundo de Dostoievski, si aislamos por completo sus per-
cepciones y sus valores de las circunstancias psíquicamente represivas
en las cuales se remodelaron. Dostoievski estaba persuadido de que
ningún mandamiento humano podría demostrar a la larga ser viable,
a menos que reconociera -y ofreciera cierto alivio para- estas irre-
primibles exigencias del espíritu humano.

Con frecuencia se ha afirmado que Dostoievski descubrió la "mal-


dad" de la "naturaleza humana" en el campamento de prisioneros, y
que este descubrimiento lo aterrorizó y lo hizo aceptar que la fe
sobrenatural era el único baluarte de moralidad en contra de la in-
herente corrupción de la humanidad. Podemos argüir que en las pri-
meras narraciones de Dostoievski hay bastantes personas malignas
para ar rojar dudas sobre la novedad de tal descubrimiento. Este pa-
recer no está en concordancia con las pruebas existentes en La casa
de l os muertos. Si algún hallazgo hizo, fue precisamente el opuesto:
"MONSTRUOS EN SU MISERIA" 217

Dostoievski averiguó que la mayoría de los campesinos-reclusos eran


mucho mejores de lo que él había creído en un principio. De
todas maneras, hay bastante verdad en aquella interpretación como
para inducir a serios errores, y no debemos rechazarla sin antes ha-
cer un cuidadoso análisis de ella. Si se le limita y se le juzga en
forma adecuada, nos muestra un aspecto de la evolución de Dos-
toievski. Pero este aspecto no debe ser generalizado con demasiada
precipitación ni, en particular, juzgado en una estructura ajena a la
tradición de las premisas religiosas heredadas por Dostoievski.
Ante todo, ya que Dostoievski recalca con tanta firmeza la injus-
ticia que se comete al aplicar una norma única a la inmensa dife-
renciación moral entre un individuo y otro, seguramente es un
error atribuirle cualquier teoría primordial de la naturaleza hu-
mana. Tampoco la fe religiosa de Dostoievski, o su percepción de
que dicha fe era una genuina necesidad del espíritu humano, pue-
den imputarse primariamente al temor por las consecuencias de la
maldad humana no regenerada. Después de todo, él había creído
en Cristo mucho antes de que, presumiblemente, un temor semejante
empezara a existir en él. También debe subrayarse que la doctrina
del pecado original, la que considera a la naturaleza humana irre-
mediablemente esclavizada por el mal, tiene mucha menos validez
para un cristiano oriental que para un católico romano o un protes-
tante. Como ha hecho notar el teólogo Ernst Benza: "La conciencia
de que en el hombre fue impresa la imagen de Dios es tan dominante
[en las creencias de la iglesia ortodoxa], que la idea del pecado ori-
ginal jamás pudo quedar instituida en la iglesia ortodoxa en forma
categórica, como ocurre en Occidente." Las creencias ortodoxas con-
ciben el pecado como "nocivo'', o como "una mancha en la imagen
de Dios; pero éste no puede privar al hombre de su nobleza origi-
nal".1 Tal opinión concuerda mucho más con lo que Dostoievski
descubrió en La casa de los muertos que con el occidental dogma
agustiniano de que el hombre es ineluctablemente maligno. No obs-
tante, una vez dicho todo esto, es igualmente verdadero que Dostoievski
se percató de un horrendo abismo en algunos individuos, que supe-
raba a todo lo que había conocido con anterioridad. Y en tanto

1 Ernst Benzas The Eastern Orthodox Church [La iglesia oriental ortodoxa] (Nue-
va York, 1963), p. 18.
218 KA TORGA

que la mayoría de sus compañeros de reclusorio aún seguían siendo


humanos debido a su tradicional cristianismo, había algunos que,
habiendo perdido toda percepción de la distinción entre el bien y
el mal, parecían pertenecer a otras especies.
Por supuesto, Aristov era el ejemplo más notorio de tal pérdida.
Gazin también. Su aspecto le daba a Dostoievski la impresión de que
se hallaba "viendo una araña descomunal, gigantesca, del tamaño
de un hombre" (Dostoievski usa con mucha frecuencia la imagen de la
araña como símbolo de la maldad absoluta) . Gazin estaba en el
grupo de los que lo fascinaban por su horripilancia (v. 4: p. 40). Otra
persona repulsiva era el jefe de bandidos Korenev, quien no esta-
ba preso en el reclusorio. Era un convicto a quien Dostoievski ha-
bía visto durante su estancia en Tobolsk. "Era una bestia salvaje en
el sentido total de la palabra -escribe Dostoievski- . Cuando se
está cerca de él se siente instintivamente que está una criatura terrible
al lado, incluso antes de saber su nombre." Lo que más sorprendió
y llenó de temor a Dostoievski "fue la falta de vida espiritual en
ese hombre. La carne había subyugado completamente a todas las
características espirituales, que . a primera vista se podía ver en su cara
que nada había quedado, salvo una espantosa avidez por la gratifica-
ción física, por la sensibilidad, la glotonería" (v. 4: p. 47) .
Completamente opuesto en temperamento, pero igualmente ate-
morizador, era otro jefe de bandidos llamado Orlov, acerca de quien
Dostoievski había escuchado "relatos maravillosos" antes de que se
presentara en el hospital del ejército durante una de las estancias
de Dostoievski. Orlov "era un criminal como hay pocos, quien ha-
bía asesinado a sangre fría a ancianos y a niños. Poseía una tre-
m enda fuerza de voluntad, y se enorgullecía de ésta". En vez de
haber perdido su humanidad, como Korenev, debido a la subyuga-
ción de éste por la avidez carnal, según Dostoievski, Orlov "era in-
confundiblemente el caso de un triunfo completo sobre la carne.
Resultaba evidente que su poder de control era ilimitado, que
despreciaba toda clase de castigos y torturas, y que no le temía a nada
en el mundo". Obviamente era un hombre con un extraordinario
dominio de sí mismo. Dostoievski escribe que estaba "asombrado
por su extraña altivez. Contemplaba todo con increíble desdén, a
pesar de que no hacía ningún esfuerzo para sostener esta orgullosa
actitud. En cierta forma era natural" (v. 4: p. 47).
"MONSTRUOS EN SU MISERIA" 219

Federico Nietzsche, tremendamente entusiasmado con La casa de


los muertos cuando la descubrió, pudo haber considerado a Orlov
como la encarnación de su superhombre. Lo que Dostoievski nos
informa de las conversaciones que tuvo con el famoso bandolero no-
tablemente anticipa el concepto nietzscheano de la distinción entre
la moral del amo y la del esclavo.* Cuando Dostoievski empieza a
interrogar a Orlov acerca de sus "aventuras" éste se percata de que
su interlocutor "estaba tratando de penetrar en su conciencia para
descubrir alguna huella de . contrición". La única respuesta de Orlov

" Podemos colegir la opinión de Nietzsche sobre La casa de los muertos con los
siguientes pasajes tomados de La voluntad de dominio (libro tercero). El filósofo ale-
mán describe erróneamente a Dostoievski como sustentando uno de los propósitos
principales de Ja obra suya (de Nietzsche). "¿Ha sido mi esfuerzo espontáneo [un-
willkürlich] devolverle la buena conciencia a un ser humano maligno?, ¿y a un ser
humano maligno siendo, como lo es, precisamente el ser humano mds poderoso? Aqui
se debe introducir la opinión de Dostoievski sobre los criminales en el campo de
condenados." No obstante, en un segundo fragmento, se aproximaba mucho más al
punto de vista de Dostoievski: "En casi todos los delitos [descritos por Dostoievski]
saltan a la vista cualidades que no deberían estar ausentes en ningún hombre. No
sin justicia afirma Dostoievski que los reclusos del penal siberiano eran la porción
más poderosa y mejor del pueblo ruso."
Se encuentran ambas citas en el excelente articulo de Wolfgang Gesemann: "Nietzs-
che's Verhaltnis zu Dostoevsky auf dem europaischen Hintergrund der 80er Jabre",
Die Welt der Slaven, n . 2 (julio de 1961), pp. 129-156. Este artículo analiza todo mate-
rial basado en hechos referentes a la relación de Nietzsche y Dostoievski, y contiene
las citas importantes de la correspondencia y obras. Puede encontrarse también un
estudio sobre el problema Dostoievski-Nietzsche en: V. V. Dudkin y K. M. Azadovski,
" Dostoevskii v Germanii (1846-1921)", Literaturnoe Nasledstvo, n. 86 (Moscú, 1973), ca-
pitulo 3, pp. 678-688.
Con respecto del intento de equiparar a Dostoievski con Nietzsche, o de conside-
rarlo teniendo una secreta simpatía con las doctrinas de Nietzsche, véase el muy in-
fluyente libro de Lev Shestov, "Dostoevski and Nietzsche: The Philosophy of Tra-
gedy'', en Essays in Russian Literature, The Conservative View: L eontief, Rozanov,
Shestov, publicado y traducido por Spencer E. Roberts (Athens, Georgia, E.E.U.U.,
1968), pp. 3-183. Una refutación clara y convincente de dicha interpretación, que
aporta nuevo material recientemente descubierto en los archivos de Nietzsche (algu-
nos apuntes que él hizo de Los endemoniados), se ofrece en G. Fridlender, "Dos-
toevskii i Nitsshe" en Dostoevskii i Mirovaya Literatura (Moscú, 1977), pp. 214-254.
El razonamiento empleado por Friedlender, que no es nuevo en absoluto, se remonta
por lo menos a Georg Brandes, quien le dijo a Nietzsche que Dostoievski representaba
la moral del esclavo, moral a la que Nietzsche atacaba con sus argumentos filosóficos.
Nietzsche estuvo de acuerdo. R espondió en una carta (del 20 de noviembre de 1888):
"De todas maneras, lo considero [a Dostoievski] el material psicológico más valioso
que conozco. Estoy extremadamente agTadecido con él, por mucho que nnte siempre
mis más recónditos instintos." Citado en el artículo de Wolfgang Gesemann, p. 142.
220 KATORGA

fue mirar de soslayo a Dostoievski "con gran desprecio y altane-


ría, como si de súbito me considerara un niño estúpido con el
cual fuera imposible hablar como se hace con una persona mayor.
Incluso se apreciaba en su rostro un poco de piedad por mí. Un
momento después se carcajeó de mí. Fue una risa sincera, carente por
completo de ironía .. . " (v. 4: p. 48).
Dostoievski y Orlov salieron al mismo tiempo del hospital. Or-
lov se hallaba impaciente por sobrellevar la segunda parte del castigo
con las "varas" (o sea, correr entre un regimiento formado en dos
filas, teniendo cada soldado una vara), castigo del cual no saldría
vivo. Cuando estrechó la mano a Dostoievski, el escritor juzgó esta
acción como "una muestra de gran confianza que me otorgó". Em-
pero, Dostoievski llegó a la conclusión de que "no podía evitar el
despreciarme. Debe de haberme calificado como una criatura sumisa
y débil, digna de compasión, inferior a él en todo sentido" (v. 4:
p. 48) . Es imposible leer estas palabras sin recordar la apasionada dia-
léctica de Raskólnikov en Crimen y castigo, la cual, a pesar de estar
alimentada por ideologías que aún no habían hecho su aparición en
el escenario sociocultural ruso, ciertamente describe gran parte de
la vitalidad de su remembranza. Y bien puede considerarse · a Ras-
kólnikov un miembro de la intelectualidad con la conciencia debi-
litada -exactamente como Dostoievski en aquel momento-, que
ha tratado de obligarse a comportarse como un Orlov, pero que al
final descubre que le es moralmente imposible soportar las atroces
consecuencias de sus acciones.
Tampoco le habría parecido inverosímil a Dostoievski que un
Raskólnikov pudiese convertirse en un Orlov, al menos temporalmen-
te, obligado por las circunstancias. Tal posibilidad -que Dostoievski
hace patente en sus notables reflexiones sobre azotes y atormentado-
res en La casa de los m uertos- está latente en toda alma humana.
La aceptación de las prácticas crueles e inhumanas, o el habituarse
a ellas, puede conducir a un total embotamiento de la sensibilidad
moral. El escritor cita como ejemplo a un oficial que conocía, que
era "afable, incluso honesto, e .incluso respetado por la sociedad, a
quien, no obstante, le era imposible dejar ir con ecuanimidad a un
hombre, hasta que éste gritaba al ser azotado, hasta que suplicaba e
imploraba misericordia". Ésa era la reacción ritual, y el oficial se
sentía personalmente ultrajado hasta que éste se aproximaba (v. 4:
"MONSTRUOS EN SU MISERIA" 221

p. 155). "Quienquiera que ha experimentado una vez este poder -co-


menta Dostoievski-, este ilimitado dominio del cuerpo, la sangre
y el alma de un semejante hecho del mismo barro que nosotros,
de un hermano bajo la ley de Cristo ... Cualquiera que ha experi-
mentado este poder y la absoluta autorización para infligir la mayor
humillación a otra criatura hecha a la imagen de Dios, perderá sin
darse cuenta el control de sus emociones. . . Aseguro que el hábito
puede encallecer y embrutecer al mejor de los hombres" (v. 4: p. 154).
Por lo tanto, se infiere la importancia de mantener intacta una con-
ciencia cristiana que pueda servir como una barrera interna en contra
de la pérdida de la sensibilidad moral. Y si Dostoievski se convirtió
más tarde en enemigo intransigente de los radicales de la década
1860-1869, fue menos por rechazar sus ideales sociopolíticos, y más
por el temor de que las doctrinas éticas que estaban proclamando
pudieran destruir esta importantísima defensa contra la estupefac-
ción moral.

Si juzgamos por las pruebas que están en su libro, nada fascinó


más a Dostoievski, durante los años que pasó en La casa de los muer-
tos, que la confirmación que aquéllos le proporcionaron del inmen-
so poder de las necesidades irracionales, volitivas y emotivas del
espíritu humano. En efecto, las tendencias de las ideas de Dostoievski,
su percatarse íntimamente, emocionalmente, de los límites de la razón,
toda su orientación creativa, lo prepararon para aprovechar al máxi-
mo la extraordinaria oportunidad de observar el alma humana reac-
cionando ante coerciones y opresiones extremas, mucho mayores que
las que él pudo haberse imaginado antes.
Dostoievski siempre había tenido tendencia a cierto irraciona-
lismo teórico. Cuando era muy joven había defendido al arte en
lugar de la filosofía, como el medio más elevado por el cual se
podía lograr la cognición de las verdades eternas. (Ya que su herma-
no Mijail enunciaba el punto de vista opuesto, sus discusiones juve-
niles reflejan las influencias rivales de Schelling y Hegel en la cul-
tura rusa de los años treintas y cuarentas). Dostoievski también
había padecido ataques de lo que él denominaba "terror místico",
los cuales lo aterrorizaban por la aprehensión "de algo que no puedo
222 KA TORGA

definir, de algo incomprensible y ajeno al orden natural de las


cosas, pero que, sin embargo, puede tomar forma en este preciso ins-
tante, como burlándose de todas las conclu~iones de la razón, y acer-
carse a mí, y permanecer enfrente de mí como hecho innegable, re-
pugnante, horrendo e implacable" (v. 3: p. 208). Tales ataques de
terror no definido lo hacían darse cuenta de una "división interior"
bien definida entre la razón y la irracionalidad psíquica, y de la im-
potencia de la primera para ejercer un control efectivo sobre la
segunda. Como escritor, los mejores trabajos iniciales de Dostoievski
se habían concentrado precisamente en las necesidades emotivas, en
los impulsos del alma y en las insistentes exigencias de ésta de reco-
nocimiento y del derecho a la afirmación de sí misma. En vista de
que dichas exigencias eran implacablemente rechazadas por las con-
diciones sociales predominantes en Rusia, consideraba Dostoievski a
los inadaptados psicológicamente que había descrito, como las víctimas
de tales condiciones. Mas ya no necesitaba imaginarse el peligro
explosivo potencial de estas necesidades, las cuales, cuando eran
reprimidas, producían las desastrosas consecuencias que podía ver
aconteciendo ante sus propios ojos. No es de extrañarse que él ya
pudiera comprender, como nunca antes, el omnipenetrante poder de
esos irracionales impulsos de la personalidad humana, y lo fácilmente
que, en forma inevitable, subyugaban a todos los así llamados com-
ponentes razonables de la conducta humana.
La casa de los muertos es tan rica en ejemplos del poder de lo
irracional, y son tan diversos en su naturaleza e importancia, que
difícilmente se encuentra por dónde comenzar. Principiemos con los
comentarios de Dostoievski acerca de los psíquicamente desquiciantes
efectos de la vida comunal impuesta a los forzados . Como los mante-
nían en rebaño, jamás podían escapar realmente de la presencia de
los demás. Dostoievski estaba convencido de que esta proximidad con-
tribuía, en un grado mayor del que la mayoría se daba cuenta, a la
excesiva impaciencia e irritabilidad. "Estoy seguro -afirma- que
cada prisionero sentía esta tortura, a pesar de que en casi todos los
casos fuera en forma inconsciente." En cuanto a sí mismo, tal vez la
peor "tortura en la vida carcelaria, prácticamente más horrible que
ninguna otra ... [era] la obligatoria vida en común" (v. 4: pp. 20-22,
las cursivas aparecen en el texto). En otra parte del libro repite:
"Jamás pude haberme imaginado, por ejemplo, lo terrible y agoni-
"MONSTRUOS EN SU MISERIA" 223

zante que sería no estar nunca, ni un solo minuto, a solas durante


los [cuatro] años de mi encarcelamiento" (v. 4: p. 11).
Se comprueba la verdad de estas palabras con una importante carta
que escribió Dostoievski a la señora Fonvizina muy poco después de
su liberación: "Durante casi cinco años he estado bajo custodia en
medio de una multitud, y jamás estuve siquiera una hora a solas.
La soledad es una necesidad normal, como el comer y el beber. Por
ello, en esta vida comunal impuesta, uno se convierte en enemigo de
la humanidad. La compañía de otras personas se vuelve una insopor-
table tortura. Fue por esto mi mayor sufrimiento en esos cuatro años"
(el original no contiene cursivas). 2 Es sorprendente advertir con cuán-
ta anticipación identificó Dostoievski su existencia en el campamento
de condenados con la vida en una de aquellas utopías socialistas
(Fourier, Cabet) que muchos de sus amigos del círculo de Petrashevski
habían admirado tiempo atrás. Ciertamente, Dostoievski jamás había
aceptado por completo dichas utopías, pero en ese momento su recha-
zo estaba profundamente enraizado en su abrumadora percepción de
la necesidad que tiene la personalidad de protegerse a sí misma en
contra de la intrusión psíquica. Además, la exasperación que sobre-
viene por la incapacidad para resguardarse de tal intrusión, provoca
la supresión de todas las distinciones razonables que pueden (y de-
ben) hacerse entre las cualidades de varios individuos: en un arrebato
de odio son todos hacinados con indiscriminada repugnancia.
Un ejemplo mucho más dramático, y personalmente injurioso, del
poder de los impulsos irracionales sobre la conducta humana, es pro-
porcionado por los comentarios de Dostoievski sobre los prisioneros
que aguardaban el castigo con latigazos o golpes. "Para posponer el
momento de la punición . . . , a veces los reos recurrían a terribles
ex pedientes: al herir con cuchillo a alguno de los oficiales, o a un
compañero, conseguían un nuevo juicio, y el correctivo se difería
por unos dos meses, con lo cual lograban su propósito. No les impor-
taba que al llegar el castigo, dos meses después, fuera dos o tres tan- .
tos más riguroso ... " (v. 4: p. 144). En el hospital, uno de los pacientes
había bebido un vaso de vodka mezclado con rapé para retrasar la
punición, y murió a consecuencia de ello (Dostoievski utilizó este su-
ceso en su novela La aldea de Stepanchikovo, que escribió mientras

2 Pisma, v. 1: p. 143; 20 de febrero de 1854.


224 KATORGA

se encontraba todavía en Siberia). Como podemos observar, la pru-


dencia más elemental había sido anulada por un temor tan primitivo
que no se podía dominar.

Sin duda, dichos ejemplos permanecen todavía dentro de la gama


"normal" de reacciones ante las condiciones coercitivas de la vida
carcelaria. En una forma o en otra manifiestan el triunfo de los
impulsos emotivos sobre reacciones más razonables, pero no sobre-
pasan los límites de la comprensión, y sus componentes irracionales son
aún motivados por causas conceptuables. No obstante, éste no es el caso
de otros tipos de comportamiento, en los cuales la causa es tan pe-
queña que no es enteramente conmensurable con el efecto, o donde
no se percibe ninguna causa en lo absoluto. Se revela el notable ge-
nio de Dostoievski cuando se dedica a investigar estos extremos anor-
males e intuye el profundo significado humano de lo que, desde el
punto de vista de un observador común, puede ser considerado ex-
travagante insensatez, o incluso locura.
Característica peculiar y misteriosa de la vida de los campesinos
presidiarios, por ejemplo, era la actitud general acerca del dinero.
Éste tenía, como menciona Dostoievski, una "importancia enorme y
arrolladora" en el reclusorio, a pesar de que alimentaban y vestían
a los convictos y que, supuestamente, no necesitaban nada más. Em-
pero, la realidad era que el dinero permitía al prisionero obtener toda
clase de lujos prohibidos -comida adicional, tabaco, vodka, placer
sexual- que colaboraban para hacer la vida mucho más tolerable.
Por lo tanto, podemos suponer que los reos se aferraban a su
dinero como si en ello les fuera la vida, y que lo usaban con mucha
parquedad. Erµpero, lo contrario era la verdad. En vez de atesorar
cuidado~ai:nente sus kopecks, cada recluso que lograba reunir poco
a poco una cantidad suficiente, de manera invariable, en su onomás-
tico o en una fiesta religiosa, la despilfarraba gloriosamente en una
borrachera. Así, después de amasar el dinero "con grandes trabajos, o
mediante astucia extraordinaria, con frecuencia mediante robos y en-
gaños'', el condenado lo derrochaba en una forma que Dostoievski
llama "insensatez infantil".
Pero esto, se apresura a añadir, "no demuestra que él [el presidiarioJ
l. La fortafeza de Pedro y Pablo•.

2. El revelli'n Alekseevski.

Ilustraciones tomadas de :
Dostoevsky v Portretakh, illyust~atsiyakh, dokumentakh, ed. V.S.
Ncchaeva, Moscú, 19 72.
4. Natalia Fonvizina.

5. La empalizada alrededor del presidio de Omsk.


6. Calles de Semipalatinsk. Dibujos de George A. Frost, quien acompañ6 a
George Kennan en su viaje por Siberia. Tomados del libro de George Kennan,
Siberia and the Exile System, 2 vols., Nueva York , 1891.
7. El barón Alexander Yegorovich Wrangel. 8. Choleán Valijanov.

9. María Dimitrievna Isaeva.


10. Dostoievski en uniforme, 1858.
11. La casa de los Dostoievski en Semipalatinsk.

12. Aleksei Pleshcheev.


13. Dostoievski a finales de la década 1850-1859.
"MONSTRUOS EN SU MISERIA" 225

no lo aprecie [el dinero], aun cuando pueda parecer así a primera


vista". Al contrario, "si lo desecha como si fuera basura, tira ·todo lo
que considera de gran valor". ¿Y qué es más valioso para el preso que
todos los beneficios materiales que puede obtener con el dinero?
"Libertad, o la ilusión de libertad", responde Dostoievski. Debemos
comprender que "lo único que significa la palabra presidiario es,
a saber: un hombre que no puede ejercer su voluntad. Al gastar el
dinero está demostrando que ejerce su voluntad". Al emborracharse
y hacer una juerga, al quebrantar la disciplina de . la penitenciaría,
al fanfarronear con sus compañeros de miseria, el recluso está "fin-
giendo ante sus compañeros, e incluso convenciéndose a sí mismo de
que tiene, aunque sea por un tiempo limitado, más poder y libertad
de la que se supone". En otras palabras: "puede persuadirse de lo
que es completamente imposible para el pobre diablo" (v. 4: pp. 65-66.
Las cursivas están en el texto). Nada es más importante para el pre-
sidiario que creer que puede imponer su voluntad, y en esta forma
ejercer su libertad. No existe riesgo que se niegue a correr, ningún
castigo que no pueda soportar para conseguir esta satisfacción tem-
poral (e ilusoria), pero infinitamente valiosa.
En esta página Dostoievski ya no · está simplemente destacando el
papel dominante de los elementos irracionales de la conducta hu-
mana. La necesidad de la personalidad de ejercer su voluntad y, por
lo tanto, de experimentar una sensación de autonomía al hacerlo, es
considerada como el impulso más poderoso de la psique. Para satis-
facer este impulso los hombres sacrificarán otros bienes y otros valo-
res. Y si son incapaces de satisfacerlo de alguna manera (las orgías
son, por lo menos, una válvula de escape), los resultados pueden ser
desastrosos. Como si quisiera demostrar la validez de estas aseveracio-
nes, en la continuación del anterior pasaje Dostoievski hace un examen
de lo que en ocasiones sucede a prisioneros modelo, quienes se han
comportado durante años en forma irreprochable, por lo que son la
felicidad de las autoridades.
Un día "un prisionero [de esta categoría], sin razón aparente, se
aloca, parece poseído por el mismísimo demonio, hace travesuras,
bebe, escandaliza y a veces se atreve a cometer delitos graves ... ".
Las desconcertadas autoridades, quienes creían conocerlo, pueden s~
lamente "mirarlo y asombrarse". Empero, Dostoievski comprende lo
ocurrido:
226 KATORGA

Y posiblemente la causa de este súbito alocamiento en quien menos


. podíamos suponerlo, es simplemente el doloroso· e histérico anhelo de
expresar su individualida~, el ansia de .ser él mismo, el deseo de afir-
mar su propio ' yo, de hftcer valer los derechos de su sojuzgada perso-
riálidad, deseo que de súbito se apodera de él y lo eleva a la cumbre
de . la ftiria, del rencor, de la áberración mental, ~e arrebatos y con-
vulsi0nes nerviosas (v. 4: pp. 66-67).

No es esta clase ·de rebelión únicamente el resultado de las extre-


mas . represiones de la vida en el reclusorio. Existen en el exterior
condiciones similares, y muchos forzados han llegado al campo de pre-
sidiarios precisamente por haberse rebelado en contra de ellas. Habían
sido campesinos, siervos domésticos, soldados o artesanos que habían
llevado por largo tiempo una vida tranquila y pacífica, aceptando las
amarguras de su destino con paciencia y resignación. "De súbito
algo en él parece quebrarse. Se termina su paciencia y le entierra
un cuchillo a su enemigo y opresor." Dostoievski hace notar que un
acto de tal naturaleza es "criminal, pero [no obstante], comprensi-
ble". Lo que en ocasiones sucede a continuación es mucho menos
conceptuable, puesto que la persona que había sido tranquila y pacífica
empieza con frecuencia a asesinar indiscriminadamente "por diver-
sión, por una palabra insultan.te, por una mirada, para obtener un
núm ero redondo de homicidios, ·o simplemente por: '¡apártense!, ¡aquí
estoy!, ¡no se crucen en m i camino!' El hombre está, por decirlo así,
borracho, delirante. Parece como si, habiendo transgredido los lí-
mites de lo sagrado, empezase a gozar con el hecho de que nada es
sacrosanto para él. .. " (v. 4: pp. 87-88). Estos criminales tienen con fre-
cuencia los peores expedientes, pero ele ninguna manera son los más
determinados y desesperados. Tan luego como concluye el paroxismo,
se tranquilizan con gran rapidez, y su n aturaleza original readquiere
el control. Es igualmente válida para ellos la explicación que se dio
acerca de los prisioneros mode~o, aunque Dostoievski no establece
la relación explícita. ·
Entre los más impresionantes pasajes del libro se encuentra la des-
cripción de dichas personalidades sofocadas en forma insoportable,
que estallan con histérico frenesí y se rebelan en contra del yugo.
Las imágenes retóricas que . utiliza Dostoievski para analizar su com-
portamiento nos permiten percibir algunos de los procesos internos
"MONSTRUOS EN SU MISERIA" 227

por medio de los cuales transformó el novelista su neurosis en una


fuente fecunda de comprensión psicológica. Él mismo estuvo obse-
sionado por el temor de ser sepultado vivo, y en cierta época había
~ejado instrucciones por escrito, solicitando que, si, aparentemente mo-
ría al estar dormido, se pospusiera su entierro por varios días para
tener .en cuenta la posibilidad de error. Sin duda, se había imaginado
una y otra vez el terror de despertar en la tumba, y sus espantosas fan-
tasías se proyectaban en su tiempo presente en la situación que
se encontraba la personalidad humana: enterrada viva en el féretro
de todas las restricciones, tanto en el interior como en el exterior de
los muros .. del reclusorio, que ahogaban y asfixiaban su vida. Los
hombres pueden reaccionar en contra de este horrendo cautiverio con
la n¡.isma furia que Dostoievski en sus pesadillas, y cometer las lo"
curas. más salvajes y más inhumanas cuando son aguijoneados por tal
irreprimible necesi&d. Aquí nos encontramos evidetitemente con el
origen de lo que, con el tiempo, se convertiría en la insurrección del
hombre del subsuelo, pero esta obra sólo pudo ser escrita después
de que Dostoievski se convenció de que, en el mundo concebido
por la ideología radical de la década 1860-1 8.69; la situación de la
personalidad humana sería idéntica a la que · había observado y ex-
perimentado en el campo de presidiarios . .

Los estallidos irracionales e histéricos de la naturaleza en los que


hemos hecho hincapié era la excepción y no la regla de la vida
carcelaria. La mayor parte del tiempo todo proseguía con tranquilidad
y en forma rutinaria. Incluso cuando Dostoievski insiste en sus burlo-
n es comentarios sobre el excesivo temor a los presidiarios rusos, in-
variablemente demuestra que en una forma u otra tenía que tra-
tar con los prisioneros. El novelista atribuye el miedo que éstos
inspiraban a su apariencia externa (los grilletes, las ropas de re-
cluso, las cabezas .rasuradas en formas extrañas, las caras estigma-
tizadas), al igual que al vago presentimiento del enorme rencor que
bullía dentro de los muros del penal. "Cualquiera que se acerca al
reclusorio siente que toda esta multitud ha sido reunida no por su
propia voluntad, y que, sin ,importar cuáles medidas sean tomadas,
228 KATORGA

un hombre no puede ser convertido en un cadáver. Conservará sus


sentimientos, su sed de vida y de venganza, sus pasiones y el anhelo
de satisfacerlas." No obstante, Dostoievski afirma categóricamente "que
no es necesario temer a los reos. Un hombre no se arroja súbita y
fácilmente contra otro con un cuchillo" (v. 4: pp. 44-45).
Muchos pormenores de La casa de los muertos nos ayudan a com-
prender cómo los campesinos-presos lograban conservar su equili-
brio psíquico. A este respecto una vez más se recalca la prevalencia
de los componentes irracionales sobre otros aspectos del comporta-
miento de los reclusos. Uno de los factores más importantes que con-
tribuían a la estabilidad en la katorga era el trabajo que llevaban
a cabo los presos, pero Dostoievski hace una distinción marcada
entre el trabajo obligatorio y la labor realizada por los prisioneros por
propia voluntad. Como ya sabemos, los condenados preferían que les
asignaran una "tarea" en lugar de simplemente laborar el número
estipulado de horas. Fijarles una "tarea" los incitaba a afanarse
mucho más para obtener tiempo libre extra, con lo cual adquirían
cierto pequeño grado de control sobre sus vidas. Generalmente, por
este motivo, todos odiaban la labor obligatoria, y la hallaban espe-
cialmente agobiadora, a pesar de que Dostoievski quedó sorprendido
al descubrir que era relativamente ligera. Muchos campesinos-prisio-
neros habían trabajado mucho más rudamente en la vida civil. Dos-
toievski admite que comprendió "sólo mucho tiempo después ... que
el rigor, el carácter punitivo del trabajo no radica en su dificultad
o en ser ininterrumpido, sino en ser compulsivo, obligatorio, impues-
to por la fuerza" (v. 4: p. 20).
Se subraya con más firmeza el mismo contraste cuando Dostoievski
compara el trabajo obligatorio con las ocupaciones de los reos
después de éste. La mayoría eran hábiles artesanos que ganaban unas
monedas ejerciendo sus oficios y vendiendo los productos a la pobla-
ción local. Las autoridades no prohibían expresamente dicha labor,
pero las herramientas necesarias para realizarla sí estaban prohibidas
porque podían ser usadas como armas. No obstante, todos los presos
poseían dichas herramientas, por lo cual Dostoievski conjeturó que
"en algunos casos las autoridades fingían no tener conocimiento"
de tal infracción a las reglas, puesto que comprendían intuitivamente
que ese trabajo era una válvula de escape importante para los pri-
sioneros, quienes necesitaban cierto alivio emocional para su resen-
"MONSTRUOS EN SU MISERIA" 229

timiento reprimido en contra del trabajo obligatorio. "Si no hubiera


podido realizar su labor particular, a la cual se consagraba con toda
su capacidad mental, y a la que le dedicaba todo su interés -escribe
Dostoievski-, un hombre no podría vivir en prisión" (v. 4: pp. 16-17).
Por supuesto, esas ocupaciones también proporcionaban a los reclu-
sos dinero suplementario, pero más importantes eran los beneficios psí-
qu icos de su "trabajo particular" -o sea, faenas que se imponían a
sí mismos, que realizaban por voluntad propia, y a las que cada in-
dividuo podía consagrarse como individuo. 'Sin laborar, sin tener el
derecho normal a la propiedad, el ser humano no puede vivir: se
vuelve depravado y se transforma en bestia. . . El trabajo los aleja
del crimen. Sin el trabajo [particularJ los presos se habrían devo-
rado unos a los otros, como arañas en un frasco de cristal" (v. 4:
pp. 16-17. Se agregaron las cursivas). Son totalmente notorias las impli-
caciones sociopolíticas de esta aseveración, la cual manifiesta un
categórico rechazo a las bases morales del socialismo utópico (o socialis-
mo de otra clase), que considera a la propiedad privada como la
raíz de todo mal. La vida en el campamento de prisioneros conven-
ció a Dostoievski de que la ocupación particular, que le otorga al
individuo la sensación de dominio de sí mismo y de autonomía
moral, era fundamental para mantener estable la psique humana.
Dicha ocupación particular proporcionaba medios relativamente "nor-
males" de autoconservación no deliberada en contra de las fuerzas
destructivas de la vida carcelaria.
Pero, al igual que la personalidad humana puede ser compelida
a crímenes y autodestrucción totalmente irracionales, la personali-
dad tiene también una autodefensa interna totalmente irracional para
no llegar a un estado en el cual su único recurso sean tales extre-
mos desesperados. Y esta autodefensa, verdaderamente simple, es la
capacidad humana de confiar. La esperanza era una fuerza siempre
presente en la vida de los r eos. Dostoievski describe una gran gama
de variaciones de aquélla. Muchos reclusos, como él, habían sido
sentenciados a condenas relativamente cortas, y como es natural, pen-
saban constantemente en el gran día de su liberación. "Desde el
mismísimo primer día de mi vida en la prisión -comenta Dostoievs-
ki-, empecé a soñar con la libertad. " En el caso de muchos otros conde-
nados, "la pasmosa audacia de sus esperanzas me impresionó desde el
principio". Era como si la vida en el penal no formara parte de la
230 KATORGA

existencia de • los reclusos, y fueran emocionalmente incapaees de


aceptarla como tal. "Cada presidiario siente que no se encuentra en
su hogar, por decirlo en alguna forma, sino que está de visita. Con-
sidera veinte años como si fueran dos, y está absolutamente conven-
cido de que, cuando abandone la penitenciaría a los cincuenta y
cinco años, estará tan lleno de vida y de energía como en los treinta
y cinco que tiene en la actualidad" (v. 4: p. 79).
Hasta los reclusos condenados a cadena perpetua siguen teniendo
la esperanza de que cambie su suerte: por ejemplo, mediante una
orden repentina de Petersburgo que los enviará a las minas y limitará
sus condenas. Conservan la esperanza, a pesar de que no existe el más
mínimo motivo para creer que un acontecimiento milagroso como
ese pudiera ·ocurrir. Dostoievski atribuye la constante indocilidad de
los presidiarios a esta oculta y obsesiva expectación, la cual, a pesar
de todo, evitaba que enloquecieran. "Esta perenne inquietud, que se
revelaba inconfundiblemente, mas no con palabras, esta esperanza
extraña, impaciente e intensa, que a veces se expresaba involuntaria-
mente, que - en ocasiones era tan impetuosa que podía confundirse
con el delirio, tenía como característica más notable la de persistir en
hombres que gozaban, en apariencia, del mayor sentido común. Esta
extraña esperanza otorgaba un aspecto y un carácter especiales al
lugar ... , hacía que uno sintiera, casi desde el primer instante, que
no había otro sitio como éste más allá de los muros de la penitencia-
ria" (el subrayado es mío). En el decenio de los cuarenta, para Dos-
toievski la palabra "soñador" había significado un miembro muy
culto de la in telectualidad que estaba incapacitado para las tareas
sociomorales de la vida real, debido a los ilusorios deleites de la ima-
ginación romántica. En el penal la usa para caracterizar el estado
mental general de los reclusos. "Todos aquí eran soñadores; resulta-
ba evidente de inmediato" (v. 4: p. 196).
Para hacer patente el increíble poder de la esperanza, Dostoievski
recurre a una de sus evocaciones más alucinatorias. Recuerda que
vio en la prisión de Tobolsk a prisioneros encadenados a un muro, a
quienes mantenían en esa situación, en la que no podían caminar
más de dos metros, durante cinco años, y a veces diez. Y, sin em-
bargo, todos estaban tranquilos y tenían buena conducta, y "todos
se hallaban intensamente ansiosos porque llegara el final de su sen-
tencia. Uno se pregunta por qué. Yo les diré el porqué: saldrá el
"MONSTRUOS EN SU MISERIA" 231

reo del cuarto sombrío, sofocante, con techo de ladrillos, bajo y


abovedado, y caminará por el patio de la prisión ... , y eso es todo.
Jamás se ,le permitiría salir de la prisión. Él sabe que a los que han
sido encadenados se les mantiene siempre en la cárcel, engrillados
hasta el día de su muerte. Sabe eso, y sin embargo está desesperada.:
mente ansioso por que concluya el tiempo de cadenas. A no ser por
ese anhelo, ¿cómo podría permanecer encadenado cinco o seis años
sin perecer o volverse loco? Hay quienes no lo soportan" (v. 4:
pp. 79-80).
Por consiguiente, es su capacidad de esperanza fa que conserva
vivos y cuerdos a los presos, hasta en la más espantosas condiciones.
"Cuando ha perdido toda esperanza, cuando su vida carece de sen-
tido -escribe Dostoievski conmovedoramente-, a menudo el ser
humano se convierte en un monstruo en su miseria." Dostoievski
sólo comenta dos casos· de prisioneros a quienes juzga sin "esperanza".
Uno era el devoto Antiguo Creyente, a quien los presos le con-
fiaban ·su dinero; sin embargo, Dostoievski considera que "ha perdi-
do toda esperanza" y que "su miseria interior era horrenda ... Tenía
su forma de evasión psicológica, su solución: la plegaria y la idea
del martirio" (v. 4: p. 197). Otro presidiario, que era muy piadoso,
mas no miembro de ninguna de las sectas disidentes, "solía leer la
Biblia" constantemente, y a lo último decidió buscar "un medio de
escape mediante un martirio voluntario y poco menos que falso": se
lanzó, ladrillo en mano, sobre el odiado mayor Krivsov, intentando,
sin éxito, asesinarlo. Agonizando unos cuantos días después en el hos-
pital por no poder recobrarse del castigo, declaró que había actuado
"sin malevolencia, simplemente para 'aceptar el sufrimiento' " (v. 4:
p. 197). Este relato, del cual Dostoievski se enteró por medio de
otra persona, le causó una profunda impresión. Ulteriormente am-
bos "mártires" adquirieron para él un valor simbólico como prueba
de la forma tan completa en que el pueblo ruso había asimilado el
ideal del Cristo humillado y crucificado -el ideal cenótico *- que
es típico del cristianismo ruso, el cual, como escribió G. P. Fedotov,
• La definición que da de cenosis la Nueva Enciclopedia Sopena es: "Evacuación
general que disminuye a la vez todos los humores del cuerpo, como la sangrla." Aqul
la palabra está usada en el mismo sentido que la palabra inglesa kenosis, tomada del
griego: el acto de Cristo al despojarse de su naturaleza divina, y adquirir la forma
de siervo, · humillándose hasta el grado de padecer la muerte. Cenótico: concerniente
a la cenosis. [T.]
232 KATORGA

está basado en "la valoración del sufrimiento como bien moral supe-
rior, casi como un fin en sí mismo". 3
De este modo, el ideal del martirio puede apoyar incluso a quien
ha perdido toda esperanza, o inducir un acto de autosacrificio, pero
la gran mayoría de los condenados, envueltos en sus incesantes sue-
ños de libertad, afortunadamente jamás llegan a tal estado de ab-
soluta ~esesperación. De todas maneras, con referencia a este tema,
la imaginación de Dostoievski no resiste la tentación de hacer un
brusco cambio escatológico, que sería en el futuro tan característico
en él -un cambio al estado final de cualquier situación práctica que
esté considerando-, debido a lo cual, para dramatizar la importancia
suprema de la esperanza para la vida humana, deliberadamente in-
venta una situación en la cual dicha esperanza es sistemáticamente
destruida. Tal pasaje, el más obsesionante del libro, aparece rodea-
do por sus análisis de las diferentes reacciones ante el trabajo por
propia voluntad y el forzoso.
A pesar de todos los problemas que provoca, la labor obligatoria
no era totalmente intolerable para los presidiarios, porque tenía
sentido, y podía considerarse que tenía un propósito útil. Formaba
parte de un mundo comprensible, en el cual hasta su esperanza de
libertad, sus esperanzas de que aconteciera lo que no era dable
suponer ni predecir, podían aun hacerse realidad; porque la suerte
y el capricho forman también parte de la vida humana. Pero ¿qué
ocurriría si los reclusos fueran, a sabiendas y deliberadamente, envia-
dos a realizar un trabajo completamente inútil y, por consiguiente,
totalmente inhumano? Dostoievski responde a esta pregunta con fra-
ses que hieren profundamente sus convicciones religiosas:

Se me ocurrió la idea de que si se quisiera aplastar, aniquilar a un


hombre por completo, infligirle el más terrible de los castigos, en for-
ma tal que el asesino más feroz temblara y se aterrorizara por sólo
pensar en la punción, bastaría con hacer que trabajase en algo abso-
luta y completamente inútil e irracional. A pesar de que los trabajos
forzados que existen en la actualidad carecen de interés y son agota-
dores para el penado, el trabajo en sí es racional. El presidiario fa-
brica ladrillos, abre zanjas, enyesa, edifica, y en estas labores encuentra

3 G. P. Fedotov: The Russian Religious Mind [La mentalidad religiosa rusa],


2 volúmenes (Nueva York, 1968; Cambridge, Mass., 1966). v. 1: p . 341.
"MONSTRUOS EN SU MISERIA" 233

un sentido, una finalidad. El recluso trabajador en ocasiones se in-


teresa por su obra, trata de aplicarse más hábilmente, más rápido,
mejor. Pero si se obligara a trasladar agua de una tina a otra, y de
ésta otra vez a la primera, una y otra y otra vez, o de machacar arena,
o llevar montones de tierra de un sitio a otro, para después devol-
verlos al lugar original, creo que el reo se ahorcaría en unos cuan-
tos días, o cometería incontables delitos, prefiriendo la muerte a
soportar tal humillación, vergüenza y tortura (v. 4: p. 20).

Sólo hace falta alterar ligeramente las palabras de este pasaje para
observar sus cruciales impli~aciones metafísicas. Para el Dostoievski
de años más tarde, no creer en Dios y en la inmortalidad es estar
condenado a vivir en un universo carente por completo de sentido.
Los personajes de sus grandes novelas que arriban a este nivel de
autoconciencia inevitablemente se destruyen a sí mismos porque,
negándose a soportar el tormento de vivir sin esperanza, se han con-
vertido en monstruos en su miseria.*

• Lo que Dostoievski pudo solamente imaginar como inexistente posibilidad en el


siglo XIX se ha llevado a cabo en la realidad en el siglo xx. Su percepción intuitiva
sobre los efectos destructivos del trabajo carente por completo de sentido ha sido
confirmada por el relato de un testigo ocular con respecto de Ja reacción de un grupo
de prisioneros judíos húngaros en un campo de concentración alemán, cuando recibie-
ron la orden de realizar tal clase de trabajos como un "experimento de salud mental"
ideado por especialistas médicos de la S. S. [Abreviatura de Schultz Statfel, o Protección
de marcha del "Partido Obrero Nacional Socialista". Este cuerpo fue creado en sus
orígenes para la protección de la persona de Adolfo Hitler.] [T.] Eugene Heimler,
quien sobrevivió y se convirtió en psiquiatra inglés, dedicado a la asistencia social,
ha descrito el incidente.
En aquel tiempo Jos prisioneros hablan estado trabajando en una fábrica de com-
bustible sintético, pero ésta fue bombardeada y destruida por completo en agosto
de 1944. Entonces el comandante del campo de concentración "nos ordenó a unos
cientos de nosotros que trasladáramos arena de un extremo al otro de la fábrica [¿es-
tar!an leyendo a Dostoievski los "expertos"?]. Cuando ya hablamos terminado la tarea
recibimos la orden de regresar la arena a su sitio original. Al principio pensa-
mos que nuestros guardias tenían que haber cometido un error, pero pronto des-
cubrimos sin lugar a dudas que no había sido as!. A partir de entonces, día tras
día, semana tras semana, tuvimos que acarrear arena de un lado a otro, hasta que
poco a poco las mentes de las personas empezaron a desquiciarse. Resultaron afectados
hasta quienes habían estado trabajando sin interrupción en la fábrica antes de
que fuera bombardeada, pues el trabajo había tenido un uso y un propósito, aunque
se realizara en beneficio de los alemanes. Empero, al tener que realizar una labor
completamente sin sentido, las personas empezaron a perder su cordura. Algunos enlo-
quecieron y trataron de escapar, pero fueron baleados por los guardias. Otros se
234 KATORGA

De las obras más extensas de Dostoievski, La casa de los muertos es,


probablemente, la menos leída, y en verdad, la que se lee con me-
nos detenimiento, y la que los intérpretes y comentaristas tratan
más superficialmente. En sus páginas, evasivas y engañosamente ob-
jetivas, se encuentra un vislumbre del futuro Dostoievski. Según mi
parecer, un atento examen de éstas puede hacer comprensible mu-
cho de lo que ha producido las especulaciones más extravagantes y
rebuscadas. Por lo tanto, es La casa de los muertos la que propor-
ciona el texto adecuado para poder interpretar uno de los pasajes
más discutidos que Dostoievski redactó.
Encontramos éste en la carta, sincera y conmovedora, que escribió
a la señora Fonvizina poco después de ser liberado, y que contiene
indicios reveladores de los denominados combates que tenía Dostoievski
con el problema de la fe. En ese tiempo su antigua benefactora ha-
bía retornado a Rusia y estaba viviendo bajo vigilancia en una aldea
situada cerca de un camino que conducía de Moscú a la propiedad
campestre de la familia de Dostoievski. "Debo de haber recorrido
ese camino de arriba a abajo por lo menos unas veinte veces, y puedo
imaginarme con claridad el sitio de su refugio, o de su nueva en-
carcelación", le escribe. Las huellas de amargura que tiene la última
frase se vuelven aún más explícitas en la continuación de la carta.
Por el tono de su correspondiente, Dostoievski ha percibido que el
regreso al hogar la ha abrumado con sentimientos en los que pre-
domina la tristeza en vez de la alegría. "Lo comprendo- le afirma
Dostoievski-. A veces he pensado que si alguna vez vuelvo a mi
terruño mis impresiones encerrarán más sufrimiento que regocijo."
Considera que tal reacción es inevitable, y le explica la razón: "Creo
que cada exiliado, al retornar a su patria, tiene que revivir, en su
memoria y en su conciencia, todos sus infortunios pasados. Es como
usar una balanza en la que calculamos y evaluamos el peso verdadero

arrojaron sobre la electrificada alambrada de púas y perecieron calcinados". Un dla


el comandante expresó "en broma" que "ahora ya no es necesario usar el horno
crematorio". Eugene Heimler: Mental Illness and Social Work (Enfermedad mental
y trabajo social) (Harmondsworth, 1967), pp. 107-108.
"MONSTRUOS EN SU MISERIA" 235

de todo lo que hemos sufrido, soportado, perdido, y el de lo que


las personas virtuosas nos han arrebatado."
Así, después de eslabonar la tristeza del retorno con la rencorosa
animosidad que siente el exiliado por "las gentes virtuosas", Dos-
toievski ofrece a la señora Fonvizina el consuelo que él ha hallado
en su fe religiosa. Sus palabras sugieren que lo que va a decir lo ha
ayudado a controlar sus arrebatos de melancolía y cólera: ·

Muchas personas me han afirmado que usted es creyente, N. D. [ .. . ].


No es porque usted sea una persona religiosa, sino porque yo he vivido
y padecido eso [el abatimiento que siente ella], le diré que en tales
momentos uno siente tanta sed de fe como "la hierba abrasada por el
sol tiene sed de agua". Uno realiza al fin este descubrimiento porque
la verdad se vuelve notoria en los estados de infelicidad. Le confesaré
que soy hijo de este siglo, hijo de la incredulidad y de las dudas. Lo
soy en la actualidad y (bien lo sé) seguiré siendo así hasta el día de
mi muerte. Esta sed de fe me ha producido espantosas torturas, y me
las sigue produciendo. Cuando está más fuerte en mi alma, más ar-
gumentos puedo hallar en contra de ella. Y sin embargo, Dios a ve-
ces me envía instantes de calma total. En esos momentos amo a los
demás y me siento amado por ellos. En esos momentos he concebido
un Credo para mí, en el que todo es evidente y sagrado. Este Credo
es muy sencillo. Helo aquí: creer que nada es más bello, profun-
do, comprensivo, razonable, viril y perfecto que Cristo. Me digo a
mí mismo con celoso amor que no solamente no hay nada, sino que
no puede existir nada más. Aún más: si alguien me demostrara que
Cristo está apartado de la verdad, y que en realidad la verdad se en-
cuentra alejada de Cristo, preferiría permanecer con Cristo y no con
la verdad.4

La interpretación de este pasaje ha provocado ríos de tinta, pero


con demasiada frecuencia la corriente se ha alejado con mucha ra-
pidez de Dostoievski, y ha llegado al vasto mar de la especulación
teológica y filosófica, por las grandes "preguntas eternas" que sus-
cita. No es que tales preguntas sean ajenas a él, pero siempre de-
hemos recordar que sus respuestas, reveladas por primera vez en esta
decisiva carta, se originaron en las dos experiencias más trascenden-
tales de sus años carcelarios. U na es la visión del campesino Marey,

4 Pisma, v. 1: p. 142.
236 KATORGA

con sus consecuencias espiritualmente regeneradoras, que lo inspira-


ron para obtener esos momentos de tranquilidad interior y amorosa
identificación con los otros, y para poder formular su Credo. La otra
experiencia, que está contenida en su nueva percepción del poder
de lo irracional y de su papel altamente dominante en la vida humana,
fue el resultado de su inequívoca elección de Cristo por sobre "la
verdad".
Es cierto que lo que dice Dostoievski con respecto de la belleza
y perfección de Cristo pudo muy bien haberlo escrito en cualquier
momento anterior de su vida. Había sido profundamente perturbado
-en verdad, casi había derramado lágrimas- cuando, durante una
conversación en 1847, Belinski había atacado y denigrado a Cristo
utilizando los nuevos argumentos hegelianos de izquierda que aca-
baban de ser introducidos en la izquierda rusa. Pero en aquel tiem-
po, para Dostoievski, Cristo había sido el Hombre-Dios, y consideraba
su mensaje de amor fraternal e igualdad espiritual principalmente
como una doctrina de transformación social. El ideal y el mensaje
de Cristo ahora se habían convertido en algo mucho más íntimo y
personal, en algo mucho más fuertemente entrelazado con las nece-
sidades más angustiosas de su sensibilidad. La fe en Cristo lo había
amparado en el momento mismo en que se enfrentó a la muerte,
había demostrado ser el es.labón decisivo entre él y sus compañeros ru-
sos, tanto en el exterior como en el interior de la penitenciaría, y lo
había rescatado de la aterradora posibilidad de vivir en un uni-
verso carente de esperanza. Todas las dudas de Dostoievski como
"hijo de este sig;o" -y estaba familiarizado con ellas mucho tiempo
antes de conocer a Be:inski- habían sido subyugadas por su nueva
comprensión de las exigencias psíquicas y emotivas del espíritu hu-
mano.
Tales dudas ya no podían estremecer su fe, porque todo en
La casa de los muertos estaba en contra de éstas, y había proclama-
do la fragilidad y la futilidad de la razón cuando se enfrentaba con las
situaciones críticas de la existencia humana.
Con frecuencia se ha discutido sobre si el Credo de Dostoievs-
ki debe ser tomado al pie de la letra. Su aceptación de la posibilidad
de que la verdad esté alejada de Cristo ¿no delata un ateísmo que
no tenía la suficiente honestidad para reconocer? ¿Puede una per-
sona que admira tal permanente escepticismo ser considerada creyente
"MONSTRUOS EN SU MISERIA" 237

cristiana? Por supuesto, esta pregunta jamás podrá ser respondida


satisfactoriamente, y sería imposible y presuntuoso proponernos en
este libro evaluar el grado de sinceridad de las convicciones reli-
giosas de Dostoievski.
De todas maneras, podemos atrevernos a hacer unas cuantas con-
sideraciones pertinentes, a modo de conclusión.
La oposición entre la razón y la fe ha sido incesante en la tra-
dición cristiana desde San Pablo (quien sabía muy bien que su
fe era "necesidad para los griegos"), y una serie de filósofos cristia-
nos, empezando por Tertuliano y San Agustín, y continuando con
Lutero, Pascal y Kierkegaard, han hecho hincapié en la oposición
entre la razón y la revelación. Dostoievski tiene la mayor proximi-
dad psicológica con el notable danés, defensor de la fe, quien, al
afrontar el efecto total de la crítica hegeliana de izquierda, la que
consideraba a la religión como autoalienación del espíritu humano,
eligió aceptar esta crítica y separar por completo la fe de la razón
humana.
Al igual que Dostoievski, e incluso con más rigor, Kierkegaard
decidió aceptar la irracionabilidad de la fe en contraste con la ra-
zón, y llevar la oposición entre las dos hasta el extremo de la pa-
radoja. Afirma que la fe es "certidumbre subjetiva'', y la define
como "incertidumbre objetiva. . . percibida con la aprehensión de
la más vehemente intimidad" .5 Algunas frases de las libretas de apun-
tes de Kierkegaard son útiles para aclarar en mayor grado el aspecto
subjetivo, existencial de esa "más vehemente intimidad", en la cual
también se refugia Dostoievski para compensar la "incertidumbre
objetiva" de su creencia en Cristo. "Si tengo o no tengo fe -es-
cribe Kierkegaard-, jamás lo puedo determinar con inmediata cer-
teza, puesto que la fe es precisamente esa vacilante dialéctica, que
tiembla y teme incesantemente, pero que nunca pierde toda esperanza.
La fe es exactamente esta incansable inquietud por uno mismo,
que lo mantiene alerta y dispuesto a arriesgar todo, esta ansiedad
por saber si uno tiene en verdad fe. ¡Y observen!: precisamente esta
ansiedad, esta inquietud por uno mismo es fe." 6 No puede hacerse

5Walter Lowrie: Kierkegaard, 2 volúmenes (Nueva York, 1962), v. 2: p. 138.


6Citado en la obra de Walter Ruttenbeck: Soren Kierkegaard, der christliche Denker
und sein Werk (Berlín-Frankfort, 1927), p. 225.
238 KATORGA

mejor descripción del constantemente inseguro, constantemente ines-


table punto de · equilibrio de la fe de Dostoievski, la cual, como es-
pontáneamente ha manifestado en su Credo, siempre estará peligro-
samente suspendida, "con vacilante dialéctica", sobre el abismo de la
duda.*

· .. • En un interesante y convincente artículo en el que compara The Rime of the


.A,n¡:ient Mariner [La rima del viejo marinero], de Coleridge, con Crimen y castigo,
Richarcl Gill nos ofrece reveladores comentarios acerca de .Jo que denomina la "tí-
pica ' estrategia posrenacentista'', de hacer tanto hincapié en la irracionalidad de la
.fe. " De Pascal a Kierkegaard y sus seguidores entre los religiosos existencialistas del
siglo xx, tal opción, o 'salto de fe', ha proporcionado un modus vivendi para el cris-
tiano que es asediado por las formas modernas del escepticismo. Empero, este enfoque
antiintelectualista de la fe, si bien se ha convertido en la estrategia preponderante, no
'está carente de riesgos, como reconoció el propio Kierkegaard. Aceptar la imposibili-
dad de l::t certidumbre intelectual en materia de dogmas fundamen tales es perma-
necer susceptible a la angustia o a la duda y admitir la necesidad de la vigilancia
y de Ja renovada consagración religiosa. Esto es a{m más evidente con respecto de
Coleridge y Dostoievski en lo particular, porque la manera de p ensar más natural
del temperamento ambivalente de ambos era dialéctica. Los dos ponen de manifiesto
una notable sinceridad, e incluso fascinación, hacia la oposición y la contradicción.
1'1ientras sus correligionarios pueden hacer todo lo posible por obtener el consuelo de
Ias creencias tradicionales, ambos le conceden a su adversario el crédito que merece,
hasta el punto de admitirlo dentro del pórtico."
Gill, a continuación, cita el pasaje de la carta de Dostoievski a la señora Fonvizina,
que hemos usado como prueba de "esta ten sión dialéc tica enti·e [sus] necesidades re-
ligiosas y sus dudas intelectuales . .. " Véase: Richard Gill, "The Rime of the Ancient
Marinet and Crime and Punish ment: Existential Parables'', Philosophy and Literature
·(':La 1:ima del viejo ·marinero ·y Crimen y ·castigo : Parábolas cxistencialistas", en Filo so·
fía y literatura), v. 5: (otoño de 1981), p. 145 . .
TERCERA PARTE

PRIMER AMOR
XII. SED DE CONOCIMIENTO

DosTOIEVSKI fue liberado de la empalizada de Omsk el día 15 de


febrero de 1854, o en fecha muy próxima a ésta, y se convirtió, en el
sentido más evidente y literal de la palabra, en un hombre libre.
Mas la libertad, que tanto y tan impacientemente había aguardado,
todavía era mínima, y su futuro inmediato contenía solamente la
lúgubre perspectiva de servir durante tiempo indefinido en el ejérci-
to ruso.
Como observa con tristeza en su carta a la señora Fonvizina: "Con-
el gabán de soldado soy tan prisionero como antes." 1 Le permitieron,
por motivos de salud, permanecer en Omsk durante un mes, y en
este tiempo él y Durov vivieron en el hogar del hospitalario Kons-
tantin Ivanov y de su esposa. A mediados de marzo realizó el viaje
a Semipalatinsk y se incorporó al regimiento a que había sido asig-
nado: el Séptimo Batallón de Combate del Cuerpo del Ejército Si-
beriano.
Las cartas de Dostoievski nos proporcionan una viva y clara des-
cripción de las difíciles condiciones que experimentó como humilde
soldado. Leerlas a veces produce angustia, pues las dificultades de
su posición lo condujeron a un estado lamentable. Dependiendo por
completo de la buena voluntad de otros, e incluso de su caridad, se
vio comprometido a humillar su orgullo y a suplicar constantemen-
te ayuda.
Lo que empeoró su situación fue su convencimiento de que había
salido del campo de trabajos forzados con nuevas capacidades literarias
y de que, si le permitieran utilizar su talento, podría resolver sus
problemas de inmediato. No obstante, iba a requerir una lucha ar-
dua y prolongada, y a necesitar de la ayuda de amigos, que apelaron
inclusive a las personas m ás próximas al zar, antes de poder regre-
sar a la vida literaria y reafirmar su derecho a la eminencia, rodeado
de escepticismo y de abierta hostilidad.

1 Pisma, v. 1: p. 143; entre el 20 de febrero de 1854 y el final del mes.

241
242 PRIMER AMOR

Siempre había sido muy estrecha la relación de Dostoievski con Mi-


jail, su hermano mayor. En nadie había confiado tanto como en
él durante sus años presiberianos. Compartían también recuerdos
comunes del círculo Petrashevski. En la primera carta que le escribió
Dostoievski, y que le envió con un correo particular, no olvidó en-
viarle la información, que había obtenido en Siberia mediante la
transmisión clandestina de noticias y rumores, acerca de sus mutuos
conocidos. "Todos nuestros exiliados la están pasando bastante bien'',
le escribe, pormenorizando las nuevas que han llegado a sus oídos.
De gran interés son sus observaciones con respecto de Petrashevski y
Nikolai Speshnev. "Petrashevski tiene tan poco sentido común como
de costumbre", comenta sarcásticamente, confirmando de esta ma:
nera la opinión que ha tenido desde tiempo atrás de su errática per-
sonalidad. Lo que dice de Speshnev prefigura el efecto hipnótico
que provocará el futuro Stavrogin en aquellos con los que se pone
en contacto. "Speshnev está en la región de Irkutsk, y se ha ganado
el respeto y el afecto de todos. ¡Qué destino tan maravilloso el suyo!
En cualquier lugar que aparece, sin importar en qué condiciones, la
gente más ignorante, más ordinaria, lo rodea de inmediato y le entrega
su efecto y su devoción." 2 Dostoievski también le pregunta a Mijail
si, en Petersburgo, ha recibido noticias de Aleksei Pleshcheev, el único
del círculo Petrashevski con el que Dostoievski reanudaría en el futuro
relaciones más que ocasionales.
Dostoievski creía que Mijail era el único miembro de su familia
en el que podía confiar para recibir ayuda. Mientras se hallaba en el
reclusorio había sentido profundo desasosiego por no haber recibido
ni siquiera una breve misiva procedente de Petersburgo para man-
tener cierta comunicación entre ellos. Dostoievski estaba muy teme-
roso de que esto indicara tibieza de sentimientos que augurarían in-
fortunios para su futuro. Como sospechaba, en sus momentos pesi-
mistas, que Mijail lo había abandonado cuando más necesitado es-
taba de auxilio, sus cartas están llenas de desagradables presentimien-
tos, pero seguidos inmediatamente por rebuscados autorreproches por
haber sido capaz de albergar esas indignas conjeturas. "Escríbeme y
2 Pisma, v. 1: p. 140; 22 de febrero de 1854.
SED DE CONOCIMIENTO 243

respóndeme de inmediato. . . -le ordena a su hermano-. Haz una


carta detallada y larga. En la actualidad soy como una rama po-
dada de todos ustedes. Quiero volver a crecer, pero no puedo. Les
absents ont toujours tort.* ¿Es posible que a nosotros también nos
deba ocurrir esto? Pero no te contraríes, tengo confianza en ti." 3
Se descubrió después que las sospechas de Dostoievski eran total-
mente injustificadas. Varias semanas antes de la liberación de Dos-
toievski, Mijail había entregado en la Tercera Sección una carta que
contenía cincuenta rublos para su hermano; pero ésta no llegó has-
ta la primera semana de marzo. Dostoievski también había estado
preocupado por los anuncios que aparecían en periódicos, en los
que el nombre de Mi jail destacaba como primer fabricante de ci-
garrillos.
En 1852, la familia Dostoievski había vendido su propiedad al
doctor A. P. Ivanov - el esposo de Vera, hermana de Dostoievski-,
y el producto de la venta se había distribuido entre los hijos (ex-
cluyendo a Feodor Mijailovich, quien había enajenado su parte en
1845). Con el dinero que recibió de esta transacción, Mijail había
establecido una pequeña fábrica de cigarrillos. A Dostoievski le ha-
bía causado considerable recelo esta inesperada transformación de
poeta, escritor de relatos cortos y periodista literario, a hombre de ne-
gocios. ¿Estaría Mijail tan dispuesto y deseoso de ayudarlo como
había esperado? ¿O insistiría, a cambio de su ayuda monetaria, en que
su hermano siguiera el camino más "práctico" que él había elegido
para sí mismo?
Por todas estas razones bien podemos comprender por qué Dos-
toievski le había insistido a Mijail en que, en su respuesta, "relatara,
de la manera más exacta, todo lo más importante que ha ocurrido en
los cuatro años pasados". Pero a pesar de que Dostoievski le exige
esta tarea a su hermano como ineludible obligación, él rehuye
hacer esa clase de revelación. "¿Qué es más importante? -pregun-
ta meditativamente-. Y en estos últimos años, ¿qué ha sido real-
mente lo más importante para mí? Cuando pienso en ello me doy
cuenta de que no diré nada en esta carta. ¿Cómo puedo transmitirte
todo lo que está en mi cabeza y en mi mente, todo de lo que he

• Los ausentes siempre tienen la culpa. Refrán francés que equivale al español:
"Ni ausente sin culpa, ni presente sin disculpa." En francés en el original. [T.]
3 Pism a, v. 1: p . 133.
244 PRIMER AMOR

llegado a .convencerme, y en lo que confío? No lo intentaré. Una


tarea así es absolutamente imposible de realizar. No me gusta hacer
nada a medias. Carece totalmente de sentido expresar cosas incom-
pletas." 4 Lo único que podemos hacer es lamentar que Dostoievski
se aferrase con tanta terquedad a su decisión. Siendo incapaz de
decir todo, se resignó a no decir nada. Sus palabras tienen gTan
similitud con las que aparecen repetidamente en su correspondencia
de aquellos años.
Sería indebido cinismo no aceptar al pie de la letra la aseve-
ración de Dostoievski relativa a la necesidad emocional que sentía
de reintegrarse al seno familiar. No obstante, al menos con Mijail,
no intenta ocultar que tiene un propósito muy práctico al pedirle
un informe completo de todos sus parientes y del estado exacto de las
finanzas de Mijail. Lo que desea descubrir es si puede o no contar
con que su familia lo apoye en la batalla que ha decidido emprender
para recuperar su perdida reputación literaria, pues la razón funda-
mental de la carta de Dostoievski, una vez que ha explicado los acon-
tecimientos pasados, es precisamente su fiera determinación de luchar
para volver al campo literario ruso. Sabe que esto entrañará una larga
y difícil campaña, durante la cual su capacidad para sobrevivir de-
penderá de la ayuda que pueda obtener de su familia y de sus amigos.
"Necesito dinero -le dice con franqueza a Mijail-. Tengo que
subsistir, hermano. Estos años transcurridos no han dejado de pro-
ducir frutos . .. Lo que inviertas en mí no estará perdido. Si sobre-
vivo, te lo devolveré con intereses. . . Ahora ya no escribiré frus-
lerías. Escucharás comentarios sobre mí." 5 No solamente reafirma
apasionadamente Dostoievski su vocación literaria, s.ino que presiente
con acierto que los años en el campamento de trabajos forzados le
han abierto un nuevo y amplio horizonte de creación literaria.

Sin pérdida de tiempo, Dostoievski se embarcó en una doble cam-


paña para reintegrarse como ciudadano ruso y como distinguido

4 Pisma, v. l: p. 133.
5 !bid., p. 138.
SED DE CONOCIMIENTO 245

literato. Con insistencia pide a Mijail que se dirija a las autoridades de


San Petersburgo y las convenza, si es posible, de que lo transfieran
de Siberia a un cuerpo del ejército en servicio activo. En aquel entonces
el ejército ruso en el Cáucaso se hallaba luchando con Turquía. Es
probable que Dostoievski creyera que se incrementarían sus posibi-
lidades de obtener un perdón total en un futuro si mostraba su leal-
tad sirviendo en una zona de combate.
También solicitó a su hermano Mijail, en forma más apremiante,
que le enviara libros. Le había sido muy difícil obtener libros, y
peligroso leerlos bajo el reinado tiránico y caprichoso del mayor
Krivtsov. Incluso posteriormente, cuando el mayor ya había sido
destituido, la relación de Dostoievski con la literatura había sido tan
ardua y problemática que no le permitía leer un libro a la ligera.
Al tomar uno, inevitablemente se sentía atormentado por la pre-
gunta de si alguna vez podría reasumir su sitio en la literatura rusa.
Escribe en La casa de los muertos que el primer libro que leyó
después de un largo intervalo "me produjo una gran impresión, extra-
ña y peculiar. . . Estoy seguro de que, para muchas personas, [estas
impresiones] serían completamente incomprensibles" (v. 4: pp. 54-55).
Dostoievski prometió "hablar de estas impresiones detalladamente"
en una parte posterior de su texto. En las últimas páginas, justo an-
tes de describir su liberación, recuerda "la extraña impresión con-
movedora que me produjo el primer libro que leí en el penal" -que
resultó ser, no literalmente un libro, sino una de las voluminosas
publicaciones periódicas rusas, las cuales contenían obras literarias,
crítica de arte y comentarios sociales-. "Fue como si recibiera noti-
cias de otro mundo -explica-. Mi vida anterior reapareció ante mí,
pletór ica de luz y color, y traté de conjeturar, por lo que había leído,
el retraso que yo tenía. ¿Habían ocurrido muchos casos durante mi
ausencia? ¿Con qué se conmovía en la actualidad la gente? ¿Qué
temas le interesaban? Medité sobre cada palabra; traté de leer entre
líneas y de encontrar significados secretos y alusiones al pasado. Bus-
qué las huellas de lo que nos había afectado en mi época. Me dio
mucha tristeza percatarme de lo lejano que me hallaba de esa vida,
de lo marginado que estaba de todas las cosas. Tendría que acos-
tumbrarme a las innovaciones, familiarizarme con una nueva ge-
neración" (v. 4: p. 229).
Una reacción de esta naturaleza ayuda a explicar por qué Dos-
246 PRIMER AMOR

toievski tuvo tan escaso interés en las frívolas lecturas que le ofre-
cieron los moryachki, y por qué, al escribirle a Mijail, muestra un
deseo evidente y frenético de recuperar el tiempo perdido. En efecto,
suplica a Mijail que le envíe lo que de hecho sería una pequeña
biblioteca de investigación. "Me queda un poco de dinero -le dice-,
-pero no tengo ningún libro." Como podríamos suponer, Dostoievski
le solicita el envío de "revistas de este año; al menos, Notas de la
Madre Patria". Sin embargo, aun cuando se encuentra notoriamente
interesado en ponerse al día con las últimas tendencias de la literatura
rusa, parece estar aún más anhelante por sumergirse de nuevo en el
pasado en forma muy profunda y sistemática. "Esto es lo indispen-
sable: Necesito (con urgencia) historiógrafos antiguos (en traduc-
ciones francesas) y modernos. Me refiero a Vico, Guizot, Thierry,
Thiers, Ranke, etcétera. También requiero a los economistas y a los
Padres de La Iglesia. Elige las ediciones más baratas y más manuales.
Envíamelas de inmediato ... Te pido que entiendas que el libro que
más necesito es un diccionario alemán." 6
Unos párrafos después, Dostoievski vuelve a insistir en su gran ne-
cesidad de libros, y agrega algunos más a la lista. "Envíame el Carus, *
La crítica a la razón pura de Kant, y si puedes remitir cosas en forma
clandestina, no dejes de incluir furtivamente a Hegel, y en especial
su Historia de la filosofía. Todo mi futuro depende de eso." 7 Dos-
6 Pisma, v. 1: p. 138.
* La traducción que se da en esta carta no coincide con la redacción de la edición
rusa de la correspondencia de Dostoievski. En ésta, la palabra marcada con asterisco
está impresa: "Corán", y se ha considerado generalmente que designa al libro sa-
grado de la religión musulmana. Un articulo reciente del profesor Jean Droully, quien
le pidió a S. V. Velov, renombrado especialista ruso soviético en Dostoievski, que re-
visara el texto, aclara que la palabra no es "Corán", sino "Carus", y que la transcrip-
ción original está equivocada. Véase: F. M. Dostoievski, Pisma, revisada por A. S. Dolinin,
4 vols. (Moscú, 1928-1959), v. 1: p. 131 (22 de febrero de 1854); Jean Droully "Une
erreur dans l'edition russe de A. S. Dolinin des letres de F. M. Dostoievski", Études
Slaves et Est Européennes v. 19 (1974), pp. 118-120. [Es muy probable que Dostoievski
se refiera a alguna obra (sin duda bien conocida por él y por su hermano, por lo
que puede referirse a ella como "Carus" simplemente) del fisiólogo, psicólogo y médico
alemán Carlos Gustavo Carus. Fue presidente de la Academia Imperial en 1862. En
filosofía pertenecía a la escuela de Shelling. Merecen mencionarse, entre sus obras de
anatomía y psicología, las siguientes: Grundzüge der vergleichenden Anatomic und
Physiologic y Psyche: zur Entwickelungsgeschichte. Amigo de Goethe, escribió dos obras
acerca de él. Una de ellas fue publicada en 1843, y la otra en 1863. Nació en
1789, y murió en 1869. [T.]
7 Pisma, v. 1: p. 139.
SED DE CONOCIMIENTO 247

toievski repite varias veces que Mijail debe preguntar si se permite


enviarle libros, pero que, incluso si no es así, debe expedirlos a un
nombre ficticio (Mijail Petrovich), o enviarlos por conducto del
hermano de Konstantin Ivanov, y dirigidos a éste. Es manifiesto, por
las instrucciones que da Dostoievski a Mijail, a quien le advierte que
debe quemar la carta, que el novelista tiene el gran temor de recibir
un castigo; pero es tan grande su deseo de tener libros, que acepta
correr el riesgo de violar el reglamento para obtenerlos. Es imposible
asegurar si recibió en realidad todo lo que solicitó. Transcurrió
más de un año sin que hubieran llegado los libros de parte de Mijail,
a. pesar de que éste le había enviado una consignación a un mutuo
amigo, E. l. Yakushkin, para que la remitiera. Algunos deben de
haber llegado a su destino a fin ales de la primavera de 1855, pues
en esa fecha Dostoievski le agradece a Mijail que le enviara el pa-
quete. Sin embargo, es demasiado difícil que Dostoievski recibie-
ra todo lo que había solicitado: en esa época estaba compartiendo
una casita de campo con el barón Wrangel, quien se refiere a "la
desdeñable provisión de libros que tenemos'', y describe a Dostoievski
releyéndolos incontables veces. 8
La carta de Dostoievski revela también que él ha logrado des-
cubrir algunas de las estrellas que están emergiendo en el horizonte
literario. "¿Cuál es tu posición ante la literatura y dentro de la li-
teratura? -le pregunta a Mijail ansiosamente-. ¿Estás escribiendo
algo? ¿Qué novedades tiene Kraevski, y cómo son las relaciones de
ustedes? No me agTada Ostrovski. En cuanto a Pisemski, no lo he
leído, y Druzhinin me produce náuseas. Estoy entusiasmado con Ev-
geniya Tur. Me agrada Krestoevski." 9
A. N. Ostrovski, quien pronto se convertiría en el autor dramá-
tico ruso más famoso de mediados del siglo xrx, recién empezaba a
causar sensación con sus descripciones de la vida de los comerciantes
moscovitas. Muy pronto sería más favorable la opinión que de él
tendría Dostoievski. Aleksei Pisemski, cuyo nombre sin duda había
visto Dostoievski en artículos de crítica de arte, provocó un revuelo
entre 1851 y 1854 con una colección de novelas y relatos. Druzhinin
ya era ampliamente conocido por su Polinka Saks (1847), novela al
s A. E. Wrangel: Vospominaniya o F. M. Dostoevskom v Siberii (San Petersburgo,
1912), p. 66.
9 Pisma , v. 1: p. 140.
248 PRIMER AMOR

estilo de George Sand, que se ocupa en forma tolerante de la infide-


lidad de una esposa. Probablemente Dostoievski se está refiriendo a
los f eulletons * literarios de Druzhinin, los cuales disfrutaron de un
triunfo efímero en el intrascendente medio literario de la década
1850-1859.** Tanto Tur como Krestoevski son escritoras. El agrado
que sentía Dostoievski por Tur era compartido sólo en forma parcial
por Turguenev, quien le dedicó un artículo importante en El Con-
temporáneo (1850). Dostoievski también está preocupado por su
propio trabajo, y pregunta a Mijail si le entregaron las autoridades
el manuscrito de Un pequeño héroe. "Si lo tienes en tu poder, no
hagas nada con él ni se lo muestres a nadie", le recomienda. Además,
"¿quién es el Chernov que escribió un Doble en 1850?", inquiere
posesivamente. Es obvio que vigila con celo su propiedad literaria. 10

Dostoievski poseía una amplia gama de intereses intelectuales y


era más instruido de lo que generalmente se había supuesto. Sin
embargo, sorprende bastante el carácter predominantemente erudito
del material de lectura que solicitó. Es muy probable que la respuesta
sea que estaba reflexionando sobre varios proyectos que confiaba ace-
leraban su rehabilitación. Uno era un "artículo acerca de Rusia", el
cual menciona en una carta que escribió dos años después (1856),
aunque en esta fecha había abandonado su propósito. Hubiera sido,
le comenta a Wrangel, "un verdadero opúsculo político", pero había
desistido de llevarlo a cabo porque "dudo que, a pesar de las ideas
más patrióticas que contuviera, me fuese permitido empezar publi-
cando un opúsculo político".11 Las obras de historiógrafos y econo-

" Folletín, obra publicada por partes. Por extensión novelas de intriga, con sucesos
muy dramáticos, sorprendentes e inverosímiles. En francés en el original. [T.]
"" El desagrado que sentía Dostoievski por los feulletons de Druzhinin fue expresado
públicamente, pero en forma menos directa, unos cuantos años después, en La aldea
de Stepanchikovo. El odioso Fama Fomich, cuyo gusto literario es una mezcolanza
gro tesca de presunción e ignorancia, los considera la cumbre del ingenio y la vivaci-
dad (no se menciona a Druzhinin, pero la alusión es inconfundible). Véase PPS, v. 8:
pp. 70-512.
10 Pisma, v. 1: p. 140.
11 Ib id., v. 1: p. 183; 13 de abril de 1856
SED DE CONOCIMIENTO 249

mistas que solicitó le habrían proporcionado las bases para dicho


proyecto, y quería obtenerlas lo antes posible.
En la misma carta aparece otro plan en el que estaba trabajando.
Con respecto de éste, afirma que es "el resultado de diez años de
reflexiones. Lo concebí totalmente en Omsk, hasta la última palabra.
Ciertos capítulos incluirán páginas enteras del opúsculo. En resumen,
se refiere a la misión del cr.istianismo en el arte". Dostoievski tenía
la intención de llamar a su obra Cartas sobre arte, y de dedicarla a
Su Alteza María Nikolaevna, hija de Nicolás 1, quien era en aquel
entonces presidenta de la Academia de las Bellas Artes. "Deseo soli-
citar la autorización para dedicarle mi artículo a ella -explica-,
y publicarlo sin firma." 12 (El permiso para publicarlo, aun en forma
anónima, establecería un valioso precedente y le facilitaría salvar
en el futuro barreras burocráticas.) Si Dostoievski había meditado
dicho artículo en el campamento de presidiarios, habría deseado obte-
ner material para realizarlo inmediatamente después de su liberación
y las obras de los Padres de la Iglesia le habrían proporcionado in-
formación, tanto sobre teología como sobre la actitud de la Iglesia
primitiva acerca del arte. En cuanto a Kant y Hegel, manifiestan el
deseo de Dostoievski de fortificar los cimientos de su intelecto, y
son necesarios ambos para otro proyecto suyo: lograr ser publicado
haciendo traducciones .
Que Dostoievski estaba pensando en traducir lo indica su petición
de un diccionario alemán, "el libro que más necesito". También se
manifiesta esto, probablemente, en su requerimiento, un mes más
tarde, de "cualquier obra sobre fisiología" y de un libro de física. Si
deseaba que le enviaran tales textos científicos era porque deseaba
ponerse a trabajar en el "Carus" -el famoso médico, fisiólogo, pin-
tor y hombre de letras alemán Carlos Gustavo Carus-. Dostoievski
había pedido a Mijail que le remitiera el "Carus", queriendo decir
con esto el tratado, famoso en su época, sobre psicología, considerado
en ocasiones como el precursor del psicoanálisis, Psyche, zur Ent-
wicklungsgeschichte der Seele (1846) . * En una carta escrita diez me-

12 Pisma, v. 1: pp. 183-184.


" Véase de Lancelot Law White, The Unconscious Befoi-e Freud [El inconsciente
antes de Fre ud] (Nueva York, 1960), p. 149. White habla de Psyche como de una obra
deci siYa para el estudio del subconsciente, y hace notar que Freud tenla varios volú-
menes de Carus en su biblioteca (no se sabe si en ellos estaba incluido Psyche). "Si
250 PRIMER AMOR

ses más tarde (noviembre de 1854), poco después de conocer a Dos-


toievski, el joven Wrangel le informa a su padre que él y su nuevo
amigo tenían la intención de "traducir la Filosofía [?] de Hegel y la
Psyche [Psicología] de Carus".13 La forma imprecisa con que Dos-
toievski hizo su petición, refiriéndose solamente al nombre del autor,
da por sentado que Mijail sabrá qué obra particular deseaba. Se
ignora dónde y cómo encontró Dostoievski este libro, pero había
adquirido el hábito de pedir prestadas obras de medicina, especial-
mente las que se relacionaban con enfermedades mentales, de la bi-
blioteca de su amigo y médico de cabecera, el doctor Yanovski. Y
en vista de que Carus, quien había publicado su obra en tres tomos
System der Physiologie, utiliza los resultados de tal investigación en
su menos especializada Psyche, Dostoievski puede haber deseado tener
un fácil acceso a los equivalentes rusos del vocabulario técnico cien-
tífico alemán.
Resulta manifiesto que Dostoievski pensó en las traducciones como
un modesto medio de retornar a la literatura, y quizás también
como un bienvenido complemento a su escaso ingreso de vulgar
soldado raso. Raskólnikov, en Crimen y castigo, se burla de tal des-
preciable perspectiva, pero su amigo Razumijin, más práctico que
él, consigue ganar el suficiente dinero para vivir modestamente con
este tipo de monótono y humilde trabajo literario, a pesar de que
acepta que "mi alemán es a veces muy pobre, por lo cual me veo
obligado a inventar la mayor parte. Me consuelo con la idea de que
tal vez estoy mejorando el original" (v. 6: pp. 88-89). Es difícil
que el alemán de Dostoievski fuera mucho mejor, a pesar de que
había sido totalmente capaz, cuando joven, de juzgar la precisión
de las traducciones que de Schiller hacía su hermano. 14 Sin embargo,
el barón Wrangel, quien estaba suscrito a periódicos en francés
y alemán, nos informa que, en tanto que Dostoievski leía ávidamente

bien los conflictos que le interesaban primordialmente a Freud eran, hasta cierto pun-
to, omitidos por Carus .. . [éste] tenía una vívida percepción de la importancia de las
funciones sexuales, inconscientes en forma de instinto, y conscientes en forma de
voluptuosidad, en relación con la mente como un todo."
13 Wrangel: Vospom inaniya, p . 34.
14 "La prosa [de Schiller] está perfectamente traducida -desde el punto de vista
de la expresividad y la exactitud -le dice a su hermano-. Te quejas del lenguaje de
Schiller, pero observa, amigo mío, que su lenguaje no podía haber sido de otra
manera." Pisma, v. 2: p. 553; verano de 1884.
SED DE CONOCIMIENTO 251

uno que llegaba de Bruselas, sólo le daba una ojeada al A ugsburger


A llgemeine Zeitung porque "ni sabía alemán, ni le gustaba este
lenguaje". 15 Sin duda, por este motivo Dostoievski obtuvo de inmedia-
to la ayuda de su amigo, quien era oriundo de una familia de barones
del Báltico, y para quien el alemán era tan lengua materna como
el ruso.

Es posible, tomando en cuenta la alusión al respecto que hizo Wran-


gel un año después, que Dostoievski recibiera un ejemp'.ar de Psy-
che, pero es imposible tener la certeza de ello. Y aunque no lo
hubiera recibido, él estaba muy familiarizado con su contenido, y
muy atraído por éste. Esto nos. comunica en cierto grado la ten-
dencia de las ideas del novelista, puesto que lo que Dostoievski
debe de haber admirado en Carus, cuyas credenciales científicas y
médicas eran impecables -fue profesor en la Clínica Médica de
Dresden y médico de la corte del linaje gobernante de Sajonia-, era
que estaba totalmente al día en las teorías más recientes sobre bio-
logía y fisiología y que, no obstante, continuaba interpretándolas
con los antiguos términos de la Naturphilosophie de Schelling. Dos-
toievski había entrado en contacto con las ideas de Schelling cuando
aún era un escolar. El concepto idealista del universo que exponía
Schelling, quien se negaba a considerar el mundo simplemente como
un mecanismo desprovisto de alma, gobernado exclusivamente por le-
yes físicas , dejó una profunda y duradera impresión en la mente ju-
venil de Dostoievs:\<..i. Por lo tanto, debe haber experimentado una
armonía instantánea con Carus, quien juzgaba que tanto la naturaleza
como la vida humana se habían originado en una Idea Divina, y
consideraba que el alma individual era inmortal porque participaba
en la eternidad de este divino principio creativo.'~

15 Wrangel: Vospominaniya, p. 21.


" En la época actual Carus ha quedado más o menos relegado al olvido, pero
no obstante, continúa teniendo algunos admiradores. Ludwig Klages reeditó Psyche en
1926, y Alberto Béguin le consagró un entusiasta capitulo en su magistral estudio del
romanticismo germano: L'Áme romantique et le réve [El alma romántica y el sueño]
(París, 1939), libro 111, capítulo 8.
En otra parte, Iléguin escribió que las obras de Carus "contienen una psicología del
inconsciente, la cual, en muchos aspectos, se anticipa y en otros supera los resultados
252 PRIMER AMOR

A mediados del decenio anterior, cuando Dostoievski había dis-


cutido con Belinski sobre el libre albedrío, la responsabilidad moral
y Cristo, el vehemente occidentalista Belinski presentó la fisiología
de Littré como argumento en favor del ateísmo y de la aceptación
del materialismo y del determinismo. Para determinar su punto de
vista opuesto, Dostoievski debe haber blandido con fuerza su libro
de Carus, presentándolo como prueba de que es posible estar al día,
ser "científico" y, por añadidura, eminente fisiólogo, sin abandonar
la creencia en una especie de causa sobrenatural, o en los preceptos
de la moral cristiana. Dostoievski pudo descubrir en Carus un en-
tusiasta tributo al principio fundamental de esta moral -la ley
del amor-, apoyada en una cita del Nuevo Testamento. Es esta
ley del amor, que penetra todo en la naturaleza y se inicia con la dife-
renciación sexual, la que, según Carus, despierta inicialmente en el
género humano el impulso hacia la devoción y el autosacrificio y
por consiguiente, a la esencial conquista del egoísmo. Además, la
operación de esta ley en los niveles inferiores conduce a "la sumi-
sión incondicional a lo divino que se cierne sobre toda conciencia,
o sea al amor de Dios". Carus describe esta ley del amor en la natu-
raleza con un lenguaje que se anticipa, en cuarenta años, al del
Padre Zosima en Los hermanos Karamázov. De acuerdo con Carus,
el hombre es moralmente educado y transformado, no sólo por los
efectos del amor sexual, sino también por "un amor a todo en la·
creación, a la tierra en que crecemos, que nos alimenta; a las estrellas
que iluminan nuestro camino, al aire que respiramos, a las hierbas
y a los árboles, a los animales ... ", etcétera. 16
Como sabemos, las experiencias en la penitenciaría habían in-
ducido a Dostoievski a percatarse muy profundamente del poder de
lo irracional en la existencia humana. Esto debe haber confirmado

de la ciencia moderna. Carus estaba en deuda con Goethe y Schelling por su con-
cepción orgánica y 'vitalista' del universo, y con los filósofos de la naturaleza (Schu-
bert, Oken, Steffens ... , etcétera, todos los cuales están inspirados más o menos por
Novalis, y se remontan a través de él a Bohme y a Paracelso) por su idea del colapso
y de la edad de oro futura; pero Carus despojó a estas tesis, que estaban en boga
en aquellos tiempos, de su lenguaje astrológico y mágico". Tal vez esta última carac-
terística fue la que le granjeó la simpatía de Dostoievski. Véase Création et destinée
(Creación y destino) de Alberto Béguin, comp. Pierre Grotzer, 2 volúmenes (París, 1973-
1974), v. 1: pp. 55-56.
16 Carl Gustav Carus: Psyche (Pforzheim, 1846), pp. 297-298.
SED DE CONOCIMIENTO 253

lo que había aprendido de Carus, puesto que éste anuncia, en la


primera frase, que el tema fundamental de su libro consiste preci-
samente en subrayar este poder de lo irracional y lo inconsciente:
" La clave para la comprensión de la esencia de la vida consciente
del alma se encuentra en la región del inconsciente." 17 Empero,
por "inconsciente" Carus se refiere no únicamente a la vida psí-
quica sino a todo lo de la naturaleza que, en su opinión, posee vida
anímica y difiere de la psique sólo en grados de conciencia y de
autoconciencia. Y en tanto que las formas más elevadas de concien-
cia son indispensables para el desarrollo pleno de la personalidad
y del espíritu humano, Carus constantemente hace hincapié en que
deben conservarse en equilibrio con las fuerzas. inconscientes de la
existencia para no quedar carentes de balance. Se puede observar
en este esquema protojunguiano cierta analogía con la ideología de
Dostoievski de prochvennichestvo, la cual ciertamente sirvió de es-
tímulo para aquél, ideología que Dostoievski elaboró pocos años
después, y que exigía la fusión de la intelectualidad, ins.pirada por las
ideas occidentales de racionalismo y cultura, con las fuerzas morales
inconscientes que estaban latentes en las todavía incorruptas pro-
fondidades emocionales del pueblo ruso.
A este respecto Carus hace constante referencia al peligro de
una hipertrofia del intelecto en los niveles más elevados de con-
ciencia; y tiene para sí que el acto del suicidio, en ciertos casos, es
una expresión del más elevado desarrollo de la libertad de la auto-
conciencia (mas se apresura a añadir que tal acto casi nunca puede
justificarse en casos individuales). No obstante, un suicida total-
mente autoconsciente, incluso en el acto de destruir su vida -o
sea, destruyendo las bases inconscientes de su existencia- realiza una
afirmación de la libertad de la autoconciencia. Carus, usando una
cita del julio César de Shakespeare para que se comprenda en forma
total su tesis, acepta que un acto de tal naturaleza alcanza cierta
sublimidad. 18 Muchos de los suicidios, o de los pensamientos sobre
el suicidio en las novelas de Dostoievski, son motivados por una
concepción similar, y la autodestrucción personal se señala como el
efecto de un desarrollo patológico de la autoconciencia.

17 Carus, opus cit., v. l.


is Ibid ., pp. 201-202.
254 PRIMER AMOR

Otro eslabón temático con las creaciones de Dostoievski puede


encontrarse en la comparación que hace Carus de la perversidad
moral con la enfermedad física. Ambas son desviaciones de la condi-
ción normal de las fuerzas inconscientes que regulan la salud del
organismo. Pero, al igual que la naturaleza posee los medios para
restaurar el equilibrio en el caso de la enfermedad física, también
la conciencia moral tiene sus medios "inconscientes" -la concien-
cia" humana-, los que se ocupan de restaurar la salud moral de
la personalidad. 19 Esta imagen de la conciencia como regulador
natural e instintivo de la psique humana, cuya distorsión o perver-
sión conduce a una "enfermedad" literal del ser, se iba a convertir
en uno de los temas principales de las obras maestras que Dostoievski
escribiría.
Puede mencionarse que Carus también creía que las visiones y
las premoniciones tenían tal vez cierto significado objetivo, porque
toda la naturaleza es un vasto organismo, y las relaciones entre sus
partes en varios niveles inconscientes de ninguna manera estaban
totalmente exploradas. Por lo tanto, Dostoievski habría encontrado
en Carus la confirmación de su propia creencia en presagios y pro-
digios, sobre la cual comenta Wrangel con sentido del humor. "De
repente se volvió supersticioso -escribe su amigo con respecto de
cierto momento difícil en el cortejo de Dostoievski a su primera es-
posa-. Me empezó a hablar de clarividentes, y en vista de que (con-
taba yo veintidós años) en ese tiempo yo también tenía un idilio
amoroso, casi por la fuerza me llevó con una anciana que decía la
buenaventura mediante frijoles." 2° Carus también aseveraba que
eran reales varias misteriosas conexiones "magnéticas" entre las per-
sonas, pero Dostoievski, a pesar de que insinúa con frecuencia dichas
conexiones, cuidadosamente evita darles más importancia que su sola
presencia en la atmósfera en que se mueven algunos de sus perso-
najes.
Muchos otros puntos de contacto pueden ser (y han sido) obser-
vados entre las obras de Dostoievski y las ideas de Carus, pero re-
sultan simplemente sugestivos, pues no son concretos. 21 Sin embargo,

19 Carus, opus cit., p. 93 .


. 20 Wrangel: Vospom inaniya, p. 53.
21 George Gibian: "C. G. Carus Psyche and Dostoevski", American Slavic and East
SED DE CONOCIMIENTO 255

más que alguna "influencia" específica, el interés de Dostoievski


en Carus y en las ideas de Psyche revela una tendencia permanente
de su intelecto, puesto que siempre continuará ostentando una ávida
curiosidad por las obras eruditas que, al mismo tiempo que mani-
fiestan pleno conocimiento y dominio de las más recientes tesis de
la ciencia moderna y de la filosofía, persisten en la tarea de defen-
der el idealismo y un concepto religioso del mundo.

European Review [Psyche de S. G. Carus y Dostoievski, Reseña estadounidense, eslava


y europea oriental], v. 14 (1955), pp. 371-382.
XIII. DOSTOIEVSKI, SOLDADO RASO

CUALQUIER plan que Dostoievski pueda haber hecho para desarrollar


una actividad intelectual y literaria, tuvo que ser rápidamente aban-
donado debido a las implacables necesidades de su existencia. Le
escribió la prolija carta a Mijail durante su breve periodo de recu-
peración en Omsk, y terminaron sus horas de ocio cuando abandonó
el hospitalario hogar de los lvanov, cuyo tacto, bondad y generosidad
Dostoievski alaba a su hermano con sinceras palabras. "Habría muer-
to sin remedio si no hubiera hallado amigos aquí -le confiesa-.
Hizo todo lo que pudo por mí ... Le debo 25 rublos de plata. Pero,
¿cómo se puede pagar su cariñosa bienvenida, su disposición para
satisfacer todos mis deseos, su afecto y sus cuidados fraternales? Y
él no era el único. Hay muchas personas nobles en el mundo." 1
El viaje de tres días a Semipalatinsk, donde iba a iniciar su ser-
vicio militar, le proporcionó recuerdos inolvidables. Un año antes
de la muerte de Dostoievski, un amigo hizo una descripción de
"lo feliz que había estado cuando, después de abandonar la katorga,
partió para sentar plaza en la milicia. Salió caminando con los otros,
pero encontraron un vagón de ferrocarril que transportaba cuerdas,
y sobre éstas viajaron varios cientos de verstas. Él dijo que jamás
había estado tan feliz en toda su vida, y que nunca se había sentido
tan bien como cuando había estado sentado sobre esas incómodas
cuerdas, con el cielo por techo, vastos espacios a su alrededor, aire
puro y libertad en su alma" .2 Esos tres días de felicidad serían los
últimos que Dostoievski experimentaría durante mucho tiempo.

Semipalatinsk resultó ser, según la describe el barón Wrangel, "mitad


ciudad, mitad aldea", desparramada entre las ruinas de una antigua
1 Pisma, v. 1: p. 137; 22 de febrero de 1854.
2 DVS, v. 2: p. 312.

256
DOSTOIEVSKI, SOLDADO RASO 257

ciudad mongólica situada sobre la empinada pendiente derecha del


río Irtisch. 3 La mayoría de las casas eran de madera, de un solo piso.
únicamente la iglesia ortodoxa, que tenía que rivalizar con siete
mezquitas, estaba construida con piedra. U na gigantesca plaza de mer-
cado cubierta daba albergue a las caravanas de camellos y caballos
de carga que realizaban el floreciente comercio entre Rusia y el Asia
central.
En la ribera opuesta del río se podían observar las grandes tien-
das de campaña de fieltro, que pertenecían a los seminómadas kir-
ghizes, quienes, si poseían algunas casas, las usaban únicamente como
alojamientos de invierno.
El norteamericano George Kennan, corresponsal de prensa, quien
visitó Semipalatinsk en 1885, observó que "adentrándose en ella [la
ciudad-aldea], casi desde cualquier punto de vista presentaba un gris
peculiar, una monótona apariencia, debida en parte a la ausencia
total de árboles y césped, en parte a las casas, deterioradas por la
intemperie, de aspecto ceniciento, hechas de troncos; y parcialmente
a la errátil arena de las calles". Los oficiales rusos con los que
charló Kennan seguían llamando al lugar "la salvadera del diablo'',
mismo nombre que \..Yrangel había escuchado treinta años antes. Las
mezquitas y los camellos, lado a lado de los mullahs con barbas y
turbantes blancos, hicieron pensar a Kennan en "una ciudad maho-
metana construida en medio de un desierto del norte de Africa". 4
Semipalatinsk era también todavía una región fronteriza en el linde
de la etapa.
En la región no eran raras en absoluto las incursiones de bandas
de mongoles y de hostiles kirghizes, pero ninguna ciudad con guar-
nición sería amenazada dir ectamente.
Durante los primeros meses, Dostoievski tuvo de nuevo que en-
frentarse con el problema de adaptarse a vivir en común con un
grupo de hombres, reclutados principalmente entre el campesinado
ruso. Las barracas del ejército se parecían mucho a las del campo de
presidiarios, con tablones para dormir e incomibles alimentos. Aún
no había logrado obtener lo que le había dicho a la señora Fonvizina

3 Wrangel: Vospominaniya o F. F. Dostoevskom v Siberii (San Petersburgo, 1912),


p. 15.
4 George Kennan: Siberia and the Exile System [Siberia y el sistema de exilio],
2 volúmenes (Nueva York, 1891), v. l: p. 158.
258 PRIMER AMOR

que deseaba más que nada en el mundo: "libros, la posibilidad de


escribir, y estar solo durante varias horas cada día" (el texto no con-
tiene letras cursivas). 5 Sin embargo, sus compañeros soldados lo deja-
ban en paz, e incluso lo trataban con amabilidad. Por desgracia era
perseguido implacablemente por el sargento de su compañía, quien
había recibido órdenes de uno de los oficiales de no tener indulgencia
con el ex prisionero. A pesar de la fortaleza física adquirida durante
sus años de trabajos forzados, Dostoievski descubrió que era fasti-
dioso y extremadamente agotador el proceso de adaptación a la vida
del ejército; pero aceptó con cierto orgullo las obligaciones del ser-
vicio militar, y sufrió con estoica resignación lo que tenía que
soportar como justa consecuencia de sus errores. "No me estoy que-
jando. Ésta es mi cruz, y la he merecido'', escribe con arrepenti-
miento a Mijail. 6
El vecino de Dostoievski en la barraca era un cantonista judío
de diecisiete años, N. F. Katz (un cantonista era el hijo de un
soldado en una · de las colonias militares rusas), quien, por supuesto,
ignoraba que el adusto y concienzudo compañero de armas que
acababa de conocer fuera una persona importante; pero Katz, blanco
de continuos insultos de los demás en la barraca, estaba muy agra-
decido por la amabilidad y la bondad que con él tenía Dostoievski,
quien siempre se comportaba con él sin el menor dejo de superio-
ridad o condescendencia.
"Puedo ver a Feodor Mijáilovich como si en este momento estu-
viera ante mis ojos -comentó a un indagador muchos años después-.
Su estatura era término medio, con pecho plano. Sus mejillas, afei-
tadas y hundidas, lo hacían parecer de más edad. Tenía ojos grises y
una expresión seria y hosca. Ni yo ni mis compañeros soldados de
la barraca vimos una sonrisa verdadera en su rostro. A veces ocurría
que un bromista del regimiento, para diversión de sus camaradas,
hacía alguna travesura graciosa. Absolutamente todos nos desterni-
llábamos de risa, pero Feodor Mijáilovich sólo hacía un gesto de
desprecio, y tan tenuemente que apenas se notaba. Su voz era suave,
grave, agradable, y hablaba con claridad, sin apresuramiento. Jamás
le dijo una sola palabra acerca de su pasado a nadie en la barraca.

5 Pisma, v. 1: p. 143; entre el 20 de febrero y el final del mes.


6 !b id., p. 146; 30 de julio de 1854.
DOSTOIEVSKI, SOLDADO RASO 259

Por lo general hablaba muy poco. El único libro que poseía era el
Nuevo Testamento. Lo cuidaba con esmero, y era evidente que lo
tenía en gran estima. Nunca escribió nada en la barraca. Por supuesto,
un soldado tenía muy poco tiempo libre. Dostoievski raras veces
abandonaba la barraca. Por lo general se sentaba a solas, ensimismado
en sus pensamientos." 7
Aparece con mucha claridad en sus cartas lo que cavilaba Dos-
toievski mientras se entregaba a estas tristes reflexiones. Al escribir
a su hermano menor, Andrei, acerca de los horrores del campamento
de condenados, comenta con amargura que "mi liberación del re-
clusorio me pareció al principio como un luminoso despertar, como
la resurrección a una nueva vida . .. , pero me he encontrado tantas
nuevas dificultades en mi flamante vida, que mis condiciones han me-
jorado escasamente". 8 Una de tales "dificultades", de las que nos en-
teramos sólo por medio de los recuerdos de Katz, debe de haberle
provocado a Dostoievski una repulsión insoportable. Lo obligaron, lo
mismo que a los demás soldados, a ocupar su puesto en las filas
mientras los condenados al castigo corrían banquetas entre el regi-
miento para ser golpeados con "varas". Era imposible no tomar parte
en esta cruel ceremonia: un oficial caminaba de un lado a otro de
la fila para asegurarse de que los soldados cumplieran con su deber.
Los que no pegaban con vigor y precisión eran castigados en la
misma forma. No es de extrañarse que Dostoievski hablara con fran-
queza y energía en contra del castigo corporal unos cuantos años
después en La casa de los muertos, y declarara que "una sociedad" que
contempla con indiferencia un fenómeno de tal naturaleza, "está
depravada hasta los cimientos" (v. 4: p. 154).

Una vez más llegó al rescate de Dostoievski la providencial interven-


ción de los infatigablemente caritativos Ivanov. Por medio de los
buenos oficios de algunos de los cultos amigos que tenía en la alta
jerarquía del ejército de Semipalatinsk, Dostoievski recibió permiso

7 A. Skandin: "Dostoievski v Semipalatinske", Istorischeskii Vestnik, n. 91 (1903) p. 203.


s Pisma, \'. l: p. 148. Noviembre de 1854.
260 PRIMER AMOR

de vivir por su cuenta en la ciudad. ¡Al fin podría arrebatarle unas


horas a cada día para gozar de la soledad que con tanta desesperación
había anhelado en el campamento de trabajos forzados! Encontró un
modesto alojamiento situado cerca de las barracas, en un lugar más
desmido y despoblado que lo acostumbrado aun en el horrible Semi-
palatinsk. Su casa de campo, de una sola habitación, propiedad de
una anciana viuda, era razonablemente grande, pero sombría y con
techo bajo. Los muebles eran de lo más sencillo. Según el exigente
\Vrangel las cucarachas iban y venían en cantidades fabulosas sobre
mesa, cama y paredes.
De los quehaceres domésticos se ocupaban la hija mayor de la
familia, quien tenía veintidós años, y la viuda de un soldado, la que
notoriamente encontraba atractivo a Dostoievski, lo atendía con
afecto y parecía estar constantemente en su vivienda. Wrangel re-
cuerda que un día de verano en que bebió té con Dostoievski fuera
de la casa, se les unió con la mayor naturalidad del mundo el ama de
llaves en grand négligé (llevaba únicamente un delantal sujeto a
la cintura con una banda roja, y nada más). No es posible evitar la
pregunta de si Dostoievski, después de cuatro años en el campamento
de trabajos forzados, pudo haberse resistido a desaprovechar esos encan-
tos femeninos que fácilmente podía obtener. Hubiera sido lo más
sencillo, lo más natural. Sabemos que estaba muy interesado en los
asuntos de la familia, puesto que trató, sin éxito, de persuadir a la
madre para que no le permitiera a la muy atractiva hija menor,
de dieciséis años, que complementara el ingreso familiar prostituyén-
dose de vez en cuando con la tropa.
La presencia de un ex recluso llamado Dostoievski, quien había
adquirido en el pasado cierta notoriedad literaria, empezó gradual-
mente a ser conocida entre los miembros más ilustrados de la comu-
nidad rusa de Semipalatinsk. Eran muy escasas las personas cultas
en esa parte del mundo, y exiliados de todas clases (en especial
polacos) eran empleados como preceptores para complementar, e in-
cluso para sustituir, la insuficiente educación pública disponible
para los niños rusos. Como a Goryainchikov, el supuesto narrador de
L a casa de los muertos, a Dostoievski pronto le hicieron propuestas
para que diera lecciones particulares a los hijos de varias familias.
De esta manera empezó a entablar relaciones más estrechas con los
habitantes de varias casas.
DOSTOIEVSKI, SOLDADO RASO 261

La esposa del comandante de la compañía de Dostoievski, la se-


ñora Stepanova, lo trató con afabilidad, al igual que su esposo, bo-
rrachín empedernido, cuya afición por la botella le había ocasionado
el destierro en la inmensidad siberiana. Stepanov era poeta, además
de militar (la combinación no era rara en Rusia), y estaba muy
feliz por conocer a otro literato. La literatura demostró tener el poder
de derribar las barreras sociales, y Stepanov no titubeó en pedirle a
Dostoievski que corrigiera sus versos. Dostoievski también se rela-
cionó con el comandante de su batallón, el bonachón y bullicioso
teniente coronel Belijov, quien había adquirido su grado con esfuerzo,
empezando de soldado raso y que, por lo tanto, no era muy riguroso
con las normas sociales.
Este digno oficial, a quien agradaba estar al corriente de lo que
aco.n tecía en el mundo, hallaba aburrida la lectura, por lo que in-
vitó a Dostoievski para que le leyera periódicos y revistas. El con-
venio resultó tan satisfactorio, que el humilde soldado raso, cubierto
con el gabán del ejército, que tan mal le quedaba, era invitado con
frecuencia a quedarse a comer. Belijov era una persona sencilla,
cuyos gustos oscilaban entre el juego de cartas y el bello sexo, y cuya
elección raras veces se salía de los límites de las esposas e hijas de sus
soldados. Su amabilidad era tan grande que sus subordinados no le
escatimaban este esparcimiento que ocurría de tarde en tarde. Por
desgracia, como el padre de Katerina Ivanovna en Los hermanos Ka-
ramázov, un día iba a .abusar demasiado de su ingenio y habilidades,
desfalcaría fondos del ejército que tenía en custodia y honorable-
mente se daría un tiro para no soportar la deshonra. Una tarde, en el
hogar de los Belijov, conoció Dostoievski a Alejandro Ivanovich Isaev
y a su esposa, María Dimitrievna.

Isaev era otro de los incorregibles y simpáticos beodos rusos a quie-


nes Dostoievski había retratado en el personaje del viejo Pokrovski
(Pobres gentes). Los iba a inmortalizar, utilizando tal vez algunos
de sus recuerdos de Isaev, en el anciano Marmeladov, el padre de
Sonia en Crimen y castigo. En la época en que Dostoievski lo co-
noció, Isaev ya se encontraba en un estado deplorable. Había sido
262 PRIMER AMOR

maestro de escuela, y llegó a Semipalatinsk con el cargo de adua-


nero, pero por confusas razones había renunciado a su puesto. La
familia de Isaev, que incluía a su hijo Pasha, de siete años, vivía
en la miseria mientras el que ganaba el sustento supuestamente bus-
caba otro empleo. Entre tanto, las pequeñas cantidades de dinero que
él y su esposa lograban conseguir, Isaev las despilfarraba en borra-
cheras con sus camaradas entre la chusma de la ciudad.
Muchas familias del lugar habían cerrado sus puertas a los lsaev, no
tanto por la afición a la bebida que tenía Alejandro Ivanovich
(emborracharse era un pecado venial en el catecismo social ruso),
sino por la mala fama de las compañías que frecuentaba. Nos in-
forma 'Vrangel que Dostoievski era infinitamente caritativo con res-
pecto a toda clase de fallas y flaquezas humanas. Lo que dice el
escritor acerca del carácter de Isaev después de que falleció éste con-
firma las palabras de Wrangel. En una carta a Mijail, Dostoievski
comenta que Isaev había "padecido mucho por una inmerecida per-
secución de la sociedad local. Era tan negligente como un gitano,
egocéntrico, orgulloso, pero no se podía disciplinar, y como ya he
dicho, había caído muy bajo. Con todo, tenía mucha cultura y era
la bondad personificada. A pesar de su bajeza, era excepcionalmente
noble". 9 Sin embargo, no fue el esposo quien muy pronto indujo
a Dostoievski a dedicar todo su tiempo a los Isaev, sino la esposa,
que estaba destinada a convertirse en el primer gran amor de su
vida.
El apellido de la familia de María Dimitrievna era Constant, lo
cual indicaba su linaje francés . Su padre había sido director del
Instituto de Segunda Enseñanza en Astrakán, y en la época a la que
nos referimos estaba al frente del personal de cuarentena para los
viajeros que arribaban a esa ciudad portuaria del mar Caspio. To-
das sus hijas habían sido esmeradamente educadas en una escuela
particular de internos. La capacidad intelectual y las cualidades es-
pirituales de la señora Isaeva se hallaban inconfundiblemente muy
por arriba de las del promedio de las esposas de los miembros del
ejército y de los burócratas de Semipalatinsk.

María Dimitrievna tenía unos treinta años -escribe Wrangel-. Era


rubia, muy bonita, de mediana estatura, muy esbelta, de naturaleza
9 Pis ma, v. 2 : p. 560; 13 de enero de 1856.
DOSTOIEVSKI, SOLDADO RASO 263

apasionada y sublimes sentimientos. Desde aquel entonces un rubor de


mal agüero aparecía en su pálido semblante, y varios años después
la tuberculosis la llevó al sepulcro. Había leído mucho, era bastante
culta, ansiosa de conocimientos, amable y extraordinariamente vivaz
e impresionable. Se interesó mucho en Dostoievski y lo trataba con afa-
bilidad. Creo que era debido, no a que lo estimara profundamente,
sino más bien a que sentía lástima por ser él un infeliz ser humano
golpeado por el destino. Incluso es posible que le tuviera afecto, pero
de ninguna manera amor.10

Wrangel cree que ella sabía, desde el comienzo de la relación,


que Dostoievski padecía de "epilepsia", pero esto es demasiado du-
doso. Ciertamente, como casi todos en la ciudad, ella se daba cuenta
de que él tenía una "enfermedad", pero el mismo Dostoievski no
sabía con certeza el diagnóstico. "Ya te he hablado de mi enferme-
dad -le escribe a Mijail-. Extraños ataques, que tienen semejanza
con los epilépticos, pero que no son de epilepsia." 11 Es más con-
fiable la información de que ella lo juzgaba "con extremada necesidad
de recursos, y de que dijo que era un hombre 'sin futuro'. Feodor
Mijáilovich interpretó la piedad y la comprensión como amor mutuo,
y se enamoró desesperadamente con todo el fuego de su juventud". 12

Por primera vez en su vida surgió una gran pasión amorosa en Dos-
toievski, la cual le proporcionó un incentivo adicional para usar
cualesquiera medios a su alcance para reanudar su carrera literaria.
El primer intento vacilante que hizo al respecto fue mediante el úni-
co intermediario que pudo conseguir. En mayo de 1854, el teniente
coronel Belijov, comandante del Séptimo Batallón de Combate Sibe-
riano, le presentó al teniente general Yakovlev, jefe de Estado Mayor,
un poema del ex prisionero, soldado de segunda clase Dostoievski, in-
titulado "Acerca de los acontecimientos europeos en 1854". Belijov
respetuosamente le pidió a su superior que obtuviera el permiso para
que esa efusión patriótica se publicara en La gaceta de San Peters-
10 Wrangel: Vospominaniya, p. 38.
11 Pisma, v. 1: p. 146; 30 de julio de 1854.
12 Wrangel: Vospominaniya, p. 39.
264 PRIMER AMOR

burgo, y el teniente general Yakovlev, desconcertado por esta hete-


rodoxa ofensiva poética, envió el poema a la omnipotente Tercera Sec-
ción para que ésta tomara la decisión final.
Según los registros, Dostoievski jamás había escrito poesía, y nunca
lo haría en el futuro (salvo por las muy graciosas parodias que in-
cluyó en sus novelas). Por lo tanto, los poemas que escribió eran
un medio para llamar la atención, o para tratar de hacerlo, y no deben
considerarse demasiado seriamente como aportaciones a la musa rusa. El
primero de sus poemas está visiblemente influido por el famoso de
Pushkin: "A los calumniadores de Rusia", que fue escrito por el gran
bardo como réplica a las manifestaciones francesas de simpatía por
Polonia durante las sublevaciones de 1830. Los "acontecimientos en
Europa" a que se refiere Dostoievski fueron la alianza de Inglaterra
y Francia con Turquía en la guerra de Crimea -una alianza conso-
lidada justamente dos meses antes de que Dostoievski remitiera su
poema por medio de los conductos oficiales-. Incluso cuando h abía
glorificado las hazañas de Pedro el Grande en los años cuarenta,
Dostoievski no logró suprimir cierta animosidad en sus palabras. Y
la guerra de Crimea cristalizó para siempre su latente xenofobia anti-
occidental. El resultado es manifiesto en el poema, el cual expresa por
primera vez muchos de los sentimientos que ulteriormente Dostoievs-
ki continuaría exponiendo mediante su labor periodística.
Escritos en el anticuado estilo de las odas conmemorativas o triun-
fales, los versos están plagados de muchas de las frases estereotipadas
que usaban en la propaganda de guerra de aquel tiempo. Celebran,
con adecuada solemnidad, la grandeza y el poderío de Rusia. Reviven
los recuerdos de su glorioso pasado (especialmente el triunfo sobre
el poder conjunto de Europa en 1812), y predicen ·la inevitable vic-
toria de los ejércitos rusos. De todas maneras, Dostoievski logra inyec-
tar en estos temas tan trillados una nota inconfundiblemente suya:
pone de relieve la habilidad de Rusia para soportar las catástrofes y
el sufrimiento y emerger de las penalidades con más fuerza y vigor.
"Pero aprendan esto: que en el tormento final / seremos capaces ¡de
encontrar la fortaleza para sobrellevar el sufrimiento!" (v. 2: p. 403).
He aquí una premonición del futuro Dostoievski, y la afirmación de
la misión que Dios ha otorgado a Rusia en la historia mundial, misión
que hasta ese momento estaba limitada sólo al Oriente, pero que pron-
to se extendería también a Europa:
DOSTOIEVSKI, SOLDADO RASO 265

¡Es confusa para ustedes su predestinación! [de Rusia]


¡El Oriente le pertenece l Hacia ella un millón de generaciones
extienden las manos incansablemente.

y la resurreción del antiguo Oriente


por Rusia (como Dios lo ha ordenado), está muy próxima.
[v. 2: p. 405]

Otro tema frecuente en la poesía patriótica oficial era el de la


ignominia de las naciones nominalmente cristianas, como Francia
e Inglaterra, que se aliaron con los infieles mahometanos para lu-
char contra sus correligionarios cristianos. Dostoievski da a este
tema un sesgo imprevisto, especialmente vívido, al describirlo como
una nueva crucificación de Cristo. Jesús ya no es, como había sido
en la poesía utópica socialista de la década 1840-1849, el símbolo
de la humanidad oprimida y pisoteada, que es perseguida por los
opulentos y los poderosos de la tierra. En vez de eso es un Cristo
específicamente ruso y ortodoxo, crucificado por las así llamadas
naciones cristianas de Europa, que se han aliado con los turcos
para mantener sometidos a los eslavos ortodoxos del Imperio turco:

Miren, observen: en este momento Él está crucificado,


¡y su sangre sagrada mana otra vez!
Pero ¿dónde están los judíos que ahora crucifican a Cristo
y venden de nuevo su eterno amor?

¡Cristianos con los turcos en contra de Cristo!


Cristianos ... ¡los defensores de Mahoma!
¡Que el oprobio caiga sobre ustedes, apóstatas de la cruz,
que extinguen la divina luz!
[v. 2: p. 405]

Tales palabras tienen un sabor diferente al de la retórica convencio-


nal, y a pesar de su estilo rebuscado, expresan un genuino sentimiento
de traición. En lo sucesivo, a Dostoievski jamás le sería posible
creer que los valores cristianos y la auténtica fe cristiana continuaban
viviendo en los corazones y en los pensamientos de la gente de Eu-
ropa y, en particular, de la de Francia e Inglaterra.
A pesar del intachable carácter de sus sentimientos, el poema de
Dostoievski jamás logró aparecer en letras de imprenta. Al arribar
266 PRIMER AMOR

a Petersburgo fue escrupulosamente colocado en los espaciosos archi-


vos de la Tercera Sección ... y permaneció allí hasta que fue desen-
terrado en 1883, ¡dos años después del fallecimiento del novelista!
Nunca se ha encontrado una respuesta a Yakovlev, y presumiblemente
Dostoievski jamás se enteró del destino de este su primer conato poé-
tico, que pronto sería seguido por dos más. Nada podía hacer Dos-
toievski, salvo padecer su desilusión y refugiarse aún más en . el con-
suelo que le ofrecía la "amistad" de María Dimitrievna Isoeva. Se igno-
ra hasta qué grado manifestó sus sentimientos en este periodo inicial de
su relación. Lo único que sabemos es que se convirtió en íntimo
"amigo de la familia", asumió el cargo de preceptor del hijo de ésta
y según palabras de Wrangel, 'se pasaba días enteros con los Isaev".13
Ésta era la situación cuando Wrangel apareció en escena en noviem-
bre de 1854 para proporcionarle a Dostoievski una amistad más
estrecha y un patrocinio más grande que todos los que había logrado
adquirir.

13 Wrangel, Vospominaniya, p. 39.


XIV. UN AMIGO INFLUYENTE

DURANTE los agonizantes veinte o treinta minutos que permanec10


Dostoievski sobre el patíbulo en la Plaza Semenovski, bien pudieron
sus ojos en ocasiones haberse vuelto hacia la gran multitud que cir-
cundaba el espectáculo y lo contemplaba en silencio. Contenida a
prudente distancia por el cordón de tropa, podía tan sólo ser vista
como vaga, borrosa presencia en los extremos opuestos de las calles
adyacentes. Si Dostoievski hubiera podido distinguir a una persona
de otra y examinar las expresiones faciales, seguramente le habría
sorprendido un joven -de escasos diecisiete años, que llevaba tri-
cornio y gabán, uniforme del Liceo Alejandro, exclusivo para mi-
norías selectas, que estaba ubicado en Tsarskoe Seló- que estaba
observando el acto con expresión seria y pesarosa. Este joven era el
barón Alejandro Yegorivich Wrangel, y pertenecía a una de las aris-
tocráticas familias ruso-germanas de origen báltico, quienes, durante
el reinado de Nicolás 1, escalaron los más altos peldaños de la buro-
cracia y del ejército, y continuaron haciéndolo, en gran medida, bajo
el imperio de Alejandro II.
El joven A. Ye Wrangel de ninguna forma estuvo complicado en
el caso Petrashevski, pero había visto a Petrashevski, a N ikolai Spesh-
nev y a algunos otros de los que estuvieron en el patíbulo, cuando se
presentaron como lo hacían con frecuencia, a visitar el Liceo donde
una vez fueron estudiantes. La conmoción por el arresto de los
petrashevskistas había invadido también el sacrosanto recinto de esta
exclusiva institución, de la que Nicolás temía -y no sin cierta razón-
que se hubiese convertido en un semillero de conspiradores en
cierne. En consecuencia, se llevó a cabo una investigación en los
alojamientos de los estudiantes para ver si encontraban literatura
"subversiva". Pero los estudiantes fueron prevenidos con antelación.
Apresuradamente Wrangel escondió su ejemplar de los poemas de
Pushkin (!) debajo del colchón, y no ocurrió nada desagradable.
En su hogar, Wrangel también había escuchado conversaciones re-
257
268 PRIMER AMOR

lacionadas con el caso -charlas que eran mucho más que pláticas
intrascendentes de salón-. Uno de sus tíos abuelos había sido miem-
bro de la Auditoría General; y a un amigo íntimo de la familia, miem-
bro del Senado, se le informaba oficial y puntualmente los resultados
de la investigación. Con ávido interés el joven escuchó todo lo que
se comentaba, y prestó especial atención al oír el nombre de Dos-
toievski, pues acababa de leer Pobres gentes y estaba leyendo Ne-
totchka N ezvánova con gran admiración. Cualquier noticia relaciona-
da con el destino del talentoso e infortunado Dostoievski le despertaba
una curiosidad muy intensa, aunque evitó revelar públicamente un
gusto literario que hubiera podido considerarse políticamente sospe-
choso en su medio social.
El día de la fingida ejecución, Wrangel había observado la in-
sólita procesión de carruajes cerrados que desfilaban misteriosamente
por las calles, y que iban acompañados por caballería armada. Mien-
tras se hallaba asomándose por la ventana, se presentó un tío suyo
para explicar el significado de la imponente procesión. Este tío, ofi-
cial de un regimiento de Granaderos Montados, iba a unirse a la
tropa designada para tomar parte en la ceremonia. Wrangel se puso
rápidamente el abrigo, recogió su sombrero y acompañó a su tío a
la Plaza Semenovski. Allí se unió a la un tanto errátil multitud de
espectadores, quienes, a diferencia de él, no tenían la menor idea
de los motivos para la ceremonia de castigo y ejecución. Otro oficial,
también pariente del joven, al localizarlo entre la multitud, ardió
en cólera y le dijo que podría encontrarse en terribles dificultades
-podía ser hasta expulsado del Liceo- si sus superiores se entera-
ban de que había acudido voluntariamente a presenciar el castigo
de los petrashevkistas. Para moderar su curiosidad y apresurar su
partida, el oficial le reveló que las ejecuciones no se llevarían a
cabo: las originales sentencias de muerte se conmutarían en el úl-
timo momento. A pesar de estas tranquilizadoras noticias, Wrangel
permaneció hasta los últimos instantes de la macabra comedia, y no
se retiró hasta que · se disolvió la muchedumbre "persignándose y
bendiciendo la misericordia del zar" .1
Años más tarde, después de graduarse en el Ateneo, y solemne-
mente aburrido en el Ministerio de Justicia, vVrangel decidió unirse

1 W ra ngel: Vospominaniya o F. M. Dostoevskom v Sib erii (San Petersbur~o, 1912),


p. 8.
UN AMIGO INFLUYENTE 269

a algunos de sus condiscípulos y solicitar un puesto en Siberia. Con-


taba veintiún años de edad y, de acuerdo con sus propias palabras,
carecía por completo de experiencia práctica. Hasta ese momento
sus obligaciones habían consistido en firmar documentos relacionados
con temas de los que, en su mayoría, conocía poco y le interesaban
menos. De todas m aneras fue nombrado para el puesto de fiscal de
una región que incluía a Semipalatinsk, y empezó a hacer prepa-
rativos para su salida. Era obvio que había conocido a Mijail en
alguna ocasión en Petersburgo, y afirmó que tenía buena amis-
tad con él (sin embargo, las cartas de Dostoievski a Mijail dan a
entender que la relación fue sólo superficial). En todo caso, a Wran-
gel le agradó mucho visitar a Mijail poco antes de emprender su
larga jornada, y recibir de éste cartas de la familia para Feodor
Dostoievski, ropa, libros y cincuenta rublos. Wrangel fue a saludar
también a Apollon Maikov, a quien Dostoievski había tratado sin
éxito de reclutar para la sociedad secreta de Speshnev, y fue el por-
tador de otra carta que le envió al exiliado su viejo amigo, que en
ese tiempo presente ya estaba reconocido como poeta importante.

Antes de llegar a su destino final, Semipalatinsk, Wrangel se detuvo


en Omsk para presentar sus respetos al gobernador general, F. X . Gas-
fort, antiguo compañero de armas de su padre. En el hogar de los
Gasfort pasó una velada con los Ivanov. Se refiere a la señora Ivanova,
afirmando que era "una mujer afable y maravillosa, muy culta, pro-
tectora de los infortunados, y en especial de los prisioneros políticos". 2
Son de interés también algunas anécdotas del viaje, las cuales sirven
para demostrar lo exacto de uno de los más graciosos retratos sa-
tíricos de Dostoievski: el del gobernador general ruso-germano Von
Lembke, en Los endemoniados. Como recordarán Von Lembke des-
cansaba de la pesada carga de su empleo haciendo complicadas figuras
recortadas con notable ingenio. Fuera de esto, su característica más
sobresaliente es una total e incomprensible estupidez, que le impide
comprender aun las cosas más sencillas relacionadas con las respon-

2 Wrangel, opus cit., p. 13.


270 PRIMER AMOR

sabilidades de su posición gubernamental. La descripción de Dos-


toievski es tan tosca y bufonesca, que se le considera una simple ca-
ricatura, pero bien pudo la imaginación del novelista haber sido
alimentada por relatos similares a los que registra Wrangel.
La primera impresión que Wrangel tuvo de Gasfort, que anotó
en una carta a vVrangel padre, fue que el gobernador general "es
tan ignorante y estúpido que no comentaré mucho sobre él" .3 Un
suceso posterior confirmó ampliamente su valoración inicial. Wran-
gel estaba aguardando con impaciencia el arribo de Gasfort en Se-
mipalatinsk para hablarle acerca de una nueva prisión para rem-
plazar a la antigua -su condición había h orrorizado al compasivo
joven cuando la visitó por vez primera-, y también de la necesidad
de un hospital y una escuela. "Pero mi desencanto fue total -escribe
con tristeza-. El general le concedió atención preferente a su inven-
ción: mi uniforme [un traje especial diseñado por Gasfort para im-
presionar a los habitantes de la región J. 'Le viene bien. Realmente
saben coser bien en Petersburgo', m e dijo el general, 'pero el gabán
tiene ocho centímetros más de lo que m arca el reglamento: faites le
couper.' * En ese momento, a modo de aprobación, agregó: 'El año
próximo les daré a todos ustedes [nuevos] bridones reglamentarios,
mantillas para los caballos y sillas de montar'." 4 Ése fue el final de
la entrevista, y 'Vrangel jamás tuvo oportunidad de hablarle acerca
de las mejoras que tanto se necesitaban. Otro ruso-germano, el go-
bernador militar, general de división Friedrichs, era tamb ién un
antiguo amigo de la familia Wrangel, pero el joven le dice clara-
mente a su padre que Friedrichs es tan "estúpido como una estaca.
Escucha de pie los informes, tocando al mismo tiempo una fl auta. En
una balanza pesa los documentos que le llevan para que los firme, y
después alardea de los kilos que tiene que signar cada semana. En
pocas palabras, mi Adam [el analfabeto criado finlandés de Wrangel]
podría ser casi tan buen gobernador militar como él". 5
Después de estas desilusionadoras entrevistas iniciales con los fun-
cionarios públicos siberianos, Wrangel prosiguió su jornada y arribó
a Semipalatinsk el 20 de noviembre de 1854. Una de las primeras cosas

3 Wrangel, opus cit., p. 12.


* Hágalo cortar. En francés en el original. [T.]
4 Wrangel, op. cit., p . 76.
5 ! bid., p. 12.
UN AMIGO INFLUYENTE 271

que hizo fue preguntar por el paradero de Dostoievski. Un mensajero


del gobernador militar fue enviado para invitar al soldado raso Dos-
toievski a tomar té con Wrangel al día siguiente. "Dotoievski no
sabía quién le había requerido su presencia, ni por qué -recuerda
vVrangel-. Cuando se presentó estaba muy cauteloso. Llevaba puesto
su abrigo gris de soldado, tenía cuello rojo almidonado y charrete-
ras rojas. Su aspecto era arisco; su rostro pálido, enfermizo y cu-
bierto de pecas; sus cabellos cortos, de color claro. Su estatura era
un poco más que mediana. Me miraba atentamente con ojos pene-
trantes, color gris azul. Parecía querer escrutar mi alma. Pues bien,
¿qué clase de hombre es? Ulteriormente me confesó que se preocupó
mucho cuando mi mensajero le comunicó que lo mandaba llamar 'el
fiscal para asuntos criminales". 6
Dostoievski se tranquilizó cuando Wrangel se disculpó por haber
enviado tan autoritariamente por él, y se enfrascó en la lectura de
las cartas que vVrangel le había traído. Empezó a sollozar callada-
mente mientras leía las escritas por su hermano y por su hermana. A
Wrangel también le aguardaba un paquete de correspondencia. Con
avidez se dedicó a ella para consolarse de "la punzante tristeza y sole-
dad" que lo había invadido con frecuencia durante los largos meses
de viaje. Era la primera vez que se hallaba lejos de su hogar. Súbi-
tamente empezó también a sollozar, pero en forma incontrolable,
cuando surgieron en su mente los recuerdos de familia y amigos.
"Permanecíamos frente a frente, olvidados por el destino, solitarios ...
Me sentí tan acongojado que, a pesar de mi cargo elevado ... , invo-
luntariamente, por decirlo así, sin pensarlo, me arrojé en los brazos
de Feodor Mijáilovich, quien se hallaba frente a mí, mirándome con
expres10n triste y pensativa." 7 El hombre de más edad consoló al
más joven, y los dos prometieron verse con la mayor frecuencia
posible.
A pesar de ese m1c10, que no se sujetó a las costumbres habitua-
les, y que podía haber producido una mutua turbación cuando los
ánimos ya se habían enfriado, Dostoievski y Wrangel se convirtieron
en constantes amigos. La diferencia de edad (Dostoievski tenía treinta
y tres años) ayudó a tender un puente sobre la disparidad de la posi-

G vVrangel, opus cit., p. 17.


7 Ibid., p. 18.
272 PRIMER AMOR

ción social. Por otra parte, Wrangel sentía una genuina admiración
por Dostoievski, como escritor. El análisis que Dostoievski hace del
carácter de su joven amigo en una carta escrita un año después de
haberlo conocido, contribuye a explicar por qué su amistad pudo
haber sido tan estrecha y cordial. "Es muy joven -le explica Dos-
toievski a Mijail-, muy afable, aunque con un point d'honneur *
sumamente desarrollado. Es increíblemente bondadoso, un tanto or-
gulloso (pero sólo en apariencia, lo cual me agrada), con algunos
defectos propios de la juventud. Es instruido, pero no en forma bri-
llante ni profunda. Le agrada el estudio, tiene un carácter muy débil,
es .impresionable como una mujer, algo hipocondriaco y bastante
nervioso. Lo que irrita y enfurece a otros lo perturba, lo cual es signo
de magnífico corazón. Tres comme il faut." ** 8 Es patente que el orgu-
llo y la propia estimación de Dostoievski no tenían nada que temer
de una persona así, y aprendió con facilidad a adaptarse a este des-
cendiente de un mundo aristocrático con el que, en el fondo, sentía
demasiada poca afinidad.
De hecho, empezaron los dos a pasar tanto tiempo juntos, que
comenzaron las murmuraciones entre los que Wrangel denomina "los
burócratas 'acepta-sobornos'" 9 (en todo caso, sus enemigos natura-
les, y el barón se percató de que su correspondencia empezó a llegar
tres o cuatro días después de que se le habían distribuido a los otros.
El gobernador militar, tornando en cuenta la poca edad de Wrangel,
se sintió en la obligación de advertirle sobre Dostoievski y los
posibles peligros de permitirse caer bajo la influencia de un revolu-
cionario tan notorio. Decidiendo controlar la situación, Wrangel le pi-
dió a dicho oficial, con el cual ya tenía mucha amistad, que invitara
a Dostoievski a su hogar y juzgara por sí mismo. El complaciente
oficial, después de unos momentos de silencio, aceptó, y Dostoievski
fue invitado a asistir "sin hacer cumplidos", en su uniforme de sol-
dado. La visita fue todo un éxito. Se repitió la invitación, y a partir
de ese momento Dostoievski fue recibido, mediante los buenos ofi-
cios de Wrangel, en las casas de la buena sociedad existente en Se-
mi palatinsk.

* Pundonor, En francés en el original. [T.]


"" Como es debido. En francés en el original. [T.]
s Pisma, v. 2: p. 538; 13 de enero de 1856.
9 Wrangel: Vospominaniya, p. 25.
UN AMIGO INFLUYENTE 273

En esta forma, la aparición en escena de "\,Yrangel ayudó mucho


a mitigar las dificultades de la situación de Dostoievski, y ciertamen-
te elevó su categoría ante los ojos (tan importantes para él) de
María Dimitrievna. El novelista empezó pronto a pasar tanto tiempo,
si no es que más, en los cómodos alojamientos de Wrangel, como en
su sombría y deprimente casa de campo. En vista de que estaba divi-
diendo todo su tiempo libre entre 'Vrangel y los Isaev, trató, con
escaso éxito, de reunir a los tres lo más posible. Según comenta
vVrangel: "Mucho me insistía, y me llevaba [con los Isaev], pero
no me gustaba ese ambiente, por el esposo de ella." 10 No puede afir-
marse con certeza a qué grado de encaprichamiento por la señora
Isaeva había llegado Dostoievski en ese tiempo, pero las cartas del
novelista, fechadas más o menos un año después, indican que probable-
mente tenía más intimidad con ella de la que Wrangel sospechaba.
"¡Ay de mí! -le escribe, suspirando, a éste-. Jamás lo he revelado:
cuando todavía estabas aquí la llevé ·al borde de la desesperación
par ma jalousie incomparable . .. " * 11 Suponemos que si Dostoievski
creía tener el derecho de estar celoso, sus relaciones con María Di-
mitrievna habían progresado más allá de la simple amistad. En la misma
carta, después de garantizarle que sabe que María Dimitrievna lo
ama a él y no a un pretendiente rival, le confiesa: "¡Amigo mío!
En este asunto jamás he sido totalmente sincero contigo." 12 Ta-
les indicios sugieren inconfundiblemente que María Dimitrievna
había reaccionado ante las proposiciones de Dostoievski en forma tal
que hacía totalmente manifiesta la intensidad de su afecto.

Dos meses después de que Wrangel se presentara por vez primera


en Semipalatinsk, ocurrió un suceso que sacudió a toda Rusia y abrió
una nueva y más prometedora perspectiva para el futuro de Dos-
toievski: murió de súbito Nicolás 1, en circunstancias misteriosas, el
18 de febrero de 1855. Un mes después las noticias llegaron final-

10 Wrangel, opus cit., p. 39.


• Por mis incomparables celos. En francés en el original. (T.]
11 Pisma, v. 1: p. 168; 23 de marzo de 1856.
i2 !bid., p. I 70.
27~ PRIMER AMOR

mente al lejano fortín siberiano. Dostoievski y Wrangel asistieron a


un oficio funerario en la iglesia rusa, en donde el ambiente era res-
petuoso y solemne. Sin embargo, sólo unos cuantos viejos soldados
de cabellos grises lloraron sin vergüenza por el fallecimiento de su
comandante en jefe, que inspiraba temor reverencial, quien había
muerto cuando Rusia aún se hallaba trabada en un furioso conflicto
de vida o muerte. En lo que pensaban muchos políticos exiliados era
en las posibilidades de amnistía, la que tradicionalmente seguía a la
toma de posesión de un nuevo régimen. Por otra parte, "desde mu-
cho tiempo atrás h abían penetrado en Siberia rumores sobre la afa-
bilidad y el humanitarismo del nuevo zar". 13 Dostoievski compartía las
esperanzas de todos. Contando ya con el apoyo del influyente Wrangel,
cuya familia tenía relaciones en los círculos más elevados de la corte,
poseía fundados motivos para creer que sus esperanzas no serían de-
fraudadas.
Como era de suponerse, antes de que transcurriera un mes vVran-
gel escribió a su padre una carta en la cual, si hemos de juzgar por
el texto, le habla por primera vez de Dostoievski. "El destino me
ha asociado con una persona extraordinaria por sus cualidades de
mente y corazón -comenta-. Es el joven e infortunado escritor
Dostoievski. Le . estoy muy agradecido. Sus comentarios, sus consejos,
sus ideas, me fortalecerán durante toda mi vida." Después de men-
cionarle que tenían el proyecto de traducir a Hegel y a Carus, con-
t inúa Wrangel: "Él es muy religioso; también enfermizo, pero tiene
voluntad de hierro." Después aborda el tema decisivo: "¿Sabes, que-
rido padre, si habrá amnistía? Gran cantidad de infelices aguardan
esperanzados, como alguien que se está ahogando se aferra a un ma-
dero. ¿Es posible que el corazón de nuestro soberano, benévolo y mi-
sericordioso, no comprenda que la magnanimidad es la mejor forma
de conquistar a los rencorosos? Dos semanas más tarde envió una
carta a su hermana, encareciéndole que preguntara a su padre acer-
ca de las posibilidades existentes de amnistía para los prisioneros po-
líticos, y sugiriéndole que se podía hablar en favor de Dostoievski
con Dubelt o con el príncipe Orlov. "¿Podrá suceder que este
hombre extraordinario perezca en ese lugar siendo soldado? Esto sería

13 Wrangel, Vospominaniya, p . 39.


UN AMIGO INFLUYENTE 275

horrible. Me siento triste y afligido por él. Lo quiero como a un


hermano, y lo respeto como a un padre." H
En la época en que escribió estas cartas, Dostoievski y Wrangel
se habían alojado en una dacha, llamada afectuosamente "El jardín
del cosaco'', que se encontraba en las afueras de la ciudad. El clima de
Semipalatinsk durante los meses de verano era insoportablemente cá-
lido y Wrangel decidió escapar en los comienzos de la primavera,
cuando la estepa empezaba a florecer y a cubrirse de verde. Encon-
tró una quinta vacía a orillas del río, rodeada por exuberante ve-
getación. En vista de que el campamento de verano del regimiento
de Dostoievski estaba cerca, Wrangel arregló con facilidad com-
partir la casa con su amigo. El retrato que plasma vVrangel de su vida
juntos contiene una cualidad bucólica que Dostoievski no volvería a
experimentar durante muchos años. Wrangel, jardinero entusiasta y
con muchos conocimientos, estaba decidido a demostrarle a los luga-
reños que toda clase de flores y frutos, desconocidos en la región,
podían ser cultivados allí, y la labor relacionada con este plan "man-
tuvo ocupado y muy contento a Dostoievski, [quien] en múltiples
ocasiones recordó su infancia y la granja de su familia" .15
La pintura que hace Wrangel de Dostoievski como jardinero es
tan viva, que no podemos resistir la tentación de transcribir esta
breve visión de recreamiento campestre: "Todavía puedo recordar
con tal claridad la imagen de F. M. ayudándome con ahínco a
regar las plantitas de semillero, realizando agotador trabajo, despo-
jado de su gabán de soldado, llevando µnicamente un chaleco de
calicó color de rosa, desteñido por las lavadas. Invariablemente col-
gaba de su cuello una cadena para reloj hecha con pequeñas cuentas
azules de cristal, que alguien le había regalado. De la cadena pendía
un gTan reloj de plata, que tenía la forma de una cebolla. Por lo ge-
neral estaba muy absorto en su tarea, y era evidente que disfrutaba
mucho con este pasatiempo." 16 Los dos amigos también realizaban
extensas excursiones a caballo para visitar los campamentos kirghizes
en la estepa y comprobar la hospitalidad de los jefes amistosos (Dos-
toievski no sabía montar a caballo, pero adquirió esa habilidad). En
el curso de esas incursiones también pescaban, y capturaron dos ser-

14 Wrangel, ojms cit., pp. 34-35.


15 I bid., p . 43.
16 lbid ., p. 44.
276 PRIMER AMOR

pientes a las que domesticaron y llevaron a vivir a la terraza de la


quinta. Las serpientes acudían a beber leche en un recipiente a ho-
ras fijas. Cierta tarde las serpientes llegaron en forma inesperada
cuando se hallaban con ellos dos damas de la localidad, quienes se
habían presentado de visita, como hacían con frecuencia, para ad-
mirar el jardín -y por lo general, para molestia de Wrangel, para
despojarlo de sus flores, demostrando así lo mucho que les agra-
daban-. Surgió el pánico con la aparición de las serpientes. Durante
largo tiempo ninguna dama se presentó a visitar el vergel después de
este incidente, embarazoso pero providencial.
El interés de Dostoievski por la vida y las costumbres de los kir-
ghizes de la región fue enormemente estimulado por su cordial amis-
tad con Chokán Valijanov (con este nombre se le conocía en Rusia),
el atezado, apuesto y distinguido descendiente de una familia de
príncipes kirghizes, y sultán por derecho propio. Fue el primero
de su pueblo en recibir educación superior en el Cuerpo de Ca-
detes Siberianos, y en aquel entonces estaba sirviendo como oficial
en el ejército ruso. Su conocimiento de la región lo hacía inestima-
ble para las autoridades militares. Además de proporcionarles infor-
mación acerca de las tribus hostiles de la frontera, Valijanov tenía
también serios intereses científicos. Trazó los mapas de la agreste
región fronteriza entre Rusia y China, y se convirtió en el primer
etnógrafo de su pueblo al transcribir sus epopeyas populares, sus le-
yendas y sus canciones folklóricas. Colocó los cimientos para el co-
nocimiento que poseemos en la actualidad de la cultura kirghiz. En
la única carta de Dostoievski para él que ha llegado hasta nuestros
días, llena de las más cordiales expresiones de estimación (estima-
ción que era mutua), el novelista insiste a Valijanov en que haga
todo lo posible por continuar sus estudios en San Petersburgo, y que
se convierta en el "culto intercesor [de su puebloJ con los rusos" .17
Lo valioso del trabajo de Valijanov fue reconocido rápidamente por
los orientalistas rusos, sí llegó a la capital y ulteriormente también
fue a Europa. Sin embargo, su salud había quedado minada, tanto
por el clima de Petersburgo como por las agotadoras penalidades de
sus numerosas exploraciones. Falleció prematuramente en 1865, ya
completamente desilusionado de los dirigentes rusos, debido a los

17 Pisma, v. l: p. 201; 14 de diciembre de 1856.


UN AMIGO INFLUYENTE 277

persistentes malos tratos que recibían los kirghizes de sus despóticos


jefes supremos.

Las memorias de Wrangel son más bien prosaicas. La mayor parte


de lo que relata de Dostoievski se relaciona con los incidentes ruti-
narios que les acontecían en la vida diaria, lo cual ofrece un vislum-
bre de un Dostoievski ordinario que raramente encontramos en otras
fuente s, y es útil para que ocasionalmente recordemos que él también
se comportaba corno cualquier mortal común, y que no empleaba
todo su tiempo en lidiar con las verdades eternas. Empero, mezclada
con toda clase de trivialidades, asimismo felizmente se encuentra,
aunque con escasa frecuencia, información más iluminadora. Cual-
quier material de esta clase que no haya sido espigado de las páginas
de '\Vrangel puede ser convenientemente compendiado en esta parte de
nuestra narrativa.
Refiriéndose a la participación de Dostoievski en el círculo Pe-
trashevski, Wrangel comenta que "sombríamente se negó a hablar de
su juicio, y yo no insistí en el tema. Lo único que sé, por habérselo
escuchado decir, es que no le agradaba Petrashevski, y que le disgus-
taban completamente sus artimañas ... ". 18 Continúa el pasaje con la
observación que hizo Dostoievski, ya citada, acerca de que una
insurrección política era absolutamente imposible por el momento en
Rusia, y que era ridículo pensar en una "constitución" para Rusia
basada en el modelo europeo. Dostoievski, el ex speshevski había
estado a favor de una "sublevación", y el legalista Petrashevski ha-
bía deseado una constitución y una república democrática; pero am-
bos, según consideraba Dostoievski años después, habían estado igual-
mente engañados en sus esperanzas. Con respecto de sus antiguos
camaradas del círculo Petrashevski, Dostoievski hablaba con más
frecuencia de Durov, Pleshcheev y Grigoriev.
Buena parte ele la charla entre el escritor y Wrangel se refería a
las dramáticas noticias diarias, de las que se mantenían al corriente
con patriótica exaltación, pero también con ansiedad. Todas las tardes,
después de trabajar en el jardín, se sentaban en su terraza a beber

is Wrangel: Vospominaniya, p. 35.


278 PRIMER AMOR

té o a comer. Entonces "F. M. y yo leíamos los periódicos mientra~


fumábamos en pipa, recordábamos cosas de Petersburgo y de todos
nuestros seres queridos, y también hablábamos mal de Europa, ya
que continuaba la batalla en Sebastopol, y nos hallábamos tristes y
alarmados".19 Dostoievski recordó esos momentos de nerviosismo y gran
alarma por Sebastopol en una carta que escribió casi veinte años des-
pués, en la que responde a un artículo periodístico que describía el
estado de espíritu de los intelectuales rusos en aquella lejana época
-y con exactitud- como derrotista. El artículo afirmaba que, inclu-
so, habían tenido ciertas esperanzas de que ocurriera una victoria
de los aliados, lo cual habría representado el desastre para el intole-
rable régimen de Nicolás l.
"No, mi liberalismo no llegaba a tales extremos -explota Dos-
toievski-. Me encontraba en aquel tiempo todavía en el campa-
mento de condenados [un ligero error en cuanto a fechas J y no me
regocijaba por el triunfo de los aliados. Lo mismo que mis camara-
das, J.os 'infortunados' y los soldados, me sentía ruso, deseaba el éxito
de los ejércitos rusos y (a pesar de que retenía una buena dosis del
despreciable liberalismo ruso propagado por los buenos-para-nada,
como los escarabajos boleros Belinski y otros), no creía ilógico el
sentirme ruso." 20 Esta sensación de hallarse unido por un lazo ín-
timamente emotivo con el pueblo ruso, que surgió misericordiosamente
para mitigar el aislamiento y la enemistad que había padecido durante
todos los años en el campamento de trabajos forzados, afectó poderosa-
mente la ulterior tendencia de las ideas de Dostoievski.
·wrangel comenta que a Dostoievski le agradaba mucho leer a
Gógol y a Víctor Hugo. Cuando se hallaba en humor particular-
mente entusiasta, le encantaba declamar a Pushkin, y en especial su
"Festín de Cleopatra", esplendorosamente brillante y sensual (parte
del relato inconcluso, Noches egipcias.) La irresistible reina egipcia,
en la obra cumbre de Pushkin, alegra una orgía romana ofreciendo
pasar la noche con cualquiera que acepte pagar sus favores con el
sacrificio de la vida. Tres jóvenes enamorados aceptan el convenio
mortal, pero el poema se interrumpe antes de que se realice el pacto.
La pasión de Dostoievski, en llamas en aquel tiempo, sin duda lo

rn Wrangel, opus cit., p. 15.


20 Pisma, v. 2: p. 291: 9/21 de octubre de 1870.
UN AMIGO INFLUYENTE 279

hacía particularmente sensible al argumento del poema. Como descu-


briremos en breve, él también aceptaba con gusto llegar al extremo
del autosacrificio -por supuesto no al grado que en el poema- para
demostrar y expresar su devoción.
En la carta de Wrangel a su padre, aquél afirma que Dostoievski
era "muy religioso". Esto puede ser considerado como parte de la
campaña del joven para persuadir a su suspicaz progenitor de que
el ex prisionero político merecía el perdón que estaba tratando de
obtener. No obstante, en sus memorias también pinta a Dostoievski
como genuinamente piadoso, pero simultáneamente no partidario del
sacerdocio oficial. Su "religión", según Wrangel la describe, parece
haber sido muy personal, vagamente deísta, y con una pincelada de
panteísmo, pero al mismo tiempo centrada en Cristo.
A Dostoievski le gustaba acostarse sobre el césped por las no-
ches y "contemplar las miríadas de estrellas titilando en las azules
profundidades de los cielos. Esos minutos lo confortaban. El espec-
táculo de la majestad del Creador, la energía divina omnipotente, om-
nisciente, nos inundaba con una tierna emoción, nos otorgaba la cons-
ciencia de nuestra nulidad, y de alguna forma pacificaba nuestras
almas. Raras veces hablaba con Dostoievski sobre religión. Era muy
devoto, pero iba pocas veces a la iglesia, y no le agradaban los sacer-
dotes, especialmente los de Siberia. Hablaba de Cristo con arroba-
miento" .21 No hay duda de que parte de la sensibilidad anotada en
este pasaje se empleó en la creación de Alyosha Karamázov, quien, en
un momento de crisis espiritual en su vida, también elevó la vista a
las estrellas, brillando "numerosas e insondables" en el cielo noc-
turno, y sintió asimismo que "el misterio de la tierra era idéntico al
misterio de las estrellas", y estaba convencido de que, en aquel mo-
mento, "algo firme e inalterable como la bóveda celeste había pene-
trado en su alma" (v. 14: p. 328) .

Como ya sabemos, los sentimientos religiosos de Dostoievski se ha-


bían conmovido profundamente cuando ocurrió su ex periencia de

21 Wrangel : Vospominaniya, p. 52.


280 PRIMER AMOR

convers10n, y es muy probable que hayan sido inmensamente vivifi-


cados por sus ataques epilépticos. Se ha hablado de éstos solamente
en términos neurológicos, y se ha sugerido que coadyuvaron a condi-
cionar la regeneración de sus convicciones manteniendo su sistema
nervioso en un estado de receptividad altamente impresionable y
maleable. No obstante, existen buenas razones para conjeturar que
actuaron sobre él también en una forma más específica y determi-
nada. Sin duda alguna, este es un asunto muy controvertido. Neu-
rólogos competentes han sido incapaces de ponerse de acuerdo en
los debates que surgen por los ataques de Dostoievski. Así y todo,
las pruebas disponibles parecen ser bien definidas. Están basadas
en tres informes: su propia descripción del comienzo de un ata-
que -lo que se denomina el "aura epiléptica" - en El idiota; un
pasaje en la biografía de Strajov, que contiene su testimonio ocular
del efecto de tal "aura"; y otro pasaje en las memorias de Sofía Ko-
valesvskaya, quien conoció a Dostoievski a mediados de los años se-
senta, cuando ella era una adolescente y el escritor cortejaba a su
hermana mayor.*

• Por supuesto, existe considerable bibliografía médica con relación a la epilepsia


de bostoievski. Para el lector común, el análisis mejor y más completo se encuentra
en la magistral obra de Jacques Catteau La creation littéraire chez Dostoievski [La
creación literaria en Dostoievski] (París, 1978), capitulo 5 "La Maladie" [La enfer-
medad]. El libro del profesor Catteau es una de las contribuciones más importantes
que se han hecho en muchos años al estudio de Dostoievski. Ofrece un examen pe-
netrante e iluminador, basado en un perfecto dominio de las fuentes primarias y se-
cundarias, no únicamente de la epilepsia de Dostoievski sino también de muchos
otros temas. Es lamentable que este estudio fundamental no esté disponible en una
traducción inglesa.
Para los propósitos de esta obra, sólo necesitamos saber que especialistas compe-
tentes modernos han diagnosticado la epilepsia de Dostoievski como de un tipo cono-
cido como epilepsia psicomotora del lóbulo temporal, cuya causa con frecuencia se
encuentra en una lesión orgánica focal del cerebro. Este tipo se distingue de la
epilepsia primaria generalizada, a la cual no se le puede atribuir usualmente una causa
específica. La existencia de la epilepsia psicomotora del lóbulo temporal fue estable-
cida con más precisión en la década 1940-1949, gracias a los progresos realizados en
la investigación del cerebro. Desde ese decenio los sintomas de Dostoievski, que in-
cluyen la descripción que hizo él del "aura extática", se han considerado como confir-
mación de tal diagnóstico.
No obstante, esta conclusión fue puesta en tela de juicio en 1977 por el doctor
Henri Gastaut, especialista francés en epilepsia, de renombre mundial, quien, desde
mucho tiempo atrás, había tenido interés en Dostoievski. El doctor Gastaut había
sido uno de los más enérgicos defensores del punto de vista que en 1977 estaba
UN AMIGO INFLUYENTE 281

La famosa escena en El idiota es la única descripción de primera


mano sobre el "aura" que poseemos de la pluma de Dostoievski, y
aunque él escribe nominalmente acerca de su personaje, el príncipe
Mishkin, el retrato es claramente autobiográfico. Dostoievski nos dice
que en tales momentos "su mente y su corazón estaban inundados
con una luz extraordinaria. Todo su desasosiego, todas sus dudas,
todas sus angustias quedaron mitigadas de inmediato. Todas se fusio-
naron en una sublime quietud, pletórica de armoniosa y serena ale-
gría y esperanza; quietud colmada de conocimiento y de las causas
finales de las cosas". Tales instantes le impartieron una "sensación,
combatiendo. Un nuevo examen de los documentos lo persuadió de que Dostoievski
padecía de epilepsia primaria generalizada. Mediante un estudio exhaustivo de la
bibliografía existente sobre " auras", descubrió que, hasta la publicación de El idiota,
todas las descripciones médicas de "aura" se habían centrado en su carácter espantoso
y atemorizador. "Por consiguiente, puede admitirse sin posibilidad de error que al
finali zar el siglo x1x los más prestigiosos epileptólogos, quienes habían recopilado y
clasificado miles de auras epilépticas, pero que aún no habian leído las obras de
Dostoievski, poseían un conocimiento total de las auras emocionales de temor, terror
o angustia, mas desconodan en absoluto la existencia de las realmente eufóricas y,
por extensión, de las auras extáticas."
Solamente hasta después de que la novela de Dostoievski formó parte de la bibliografía
médica, al iniciarse el siglo xx, se observaron algunos ejemplos (todavia muy
raros) de "auras" placenteras o eufóricas. Por lo tanto, el doctor Gastaut llegó a la
conclusión de que él mismo, al igual que muchos otros, habla equivocadamente acep-
tado la existencia de las "auras extáticas" basándose en el testimonio de Dostoievski,
a pesar de que las pruebas de la existencia de éstas siempre habían sido dudosas.
Él sugiere que otra razón para tal aceptación es que el "aura extática" llenaba un
vado en la tipología clásica de las "auras", propuesta inicialmente por el famoso
neurólogo J· Hughlings Jackson. Según el parecer del doctor Gustaut, la descripción
de Dostoievski era una transformación de "los escasos segundos de desconcertadas
alteraciones de su conciencia, en los cuales se aislaba de sus alrededores y experi-
mentaba 'breves instantes. . . de perfecta armonía consigo mismo y con todo el
universo.' " En otras palabras, "el aura extática" de Dostoievski era inventada de
acuerdo con sus ideales religiosos, y no era un dato objetivo del acontecimiento. No
obstante, el doctor Gastaut agrega que Dostoievski "creía intensamente en la realidad
de las experiencias que describe".
Pero el relato aún no ha concluido. En un Congreso sobre Dostoievski que se ll evó
a cabo en Sophia Antipolis (Francia), en el verano de 1981, celebrado en honor del
centenario de la muerte de Dostoievski, el autor de la presente obra escuchó al
doctor Gastaut dar lectura a un ensayo, hasta ese momento inédito, en el que
cambiaba de opinión una vez más. Al releer las obras del autor ruso tuvo que re-
tornar a su diagnóstico de epilepsia psicomotora del lóbulo temporal. No recuerdo
con precisión si esto significaba asimismo el restablecimiento de la existencia del
"aura extática". De todas maneras, tal es el estado actual del debate médico sobre
este tema.
282 PRIMER AMOR

desconocida y no presagiada hasta esos momentos, de integridad, de


simetría armónica, de reconciliación y de éxtasis devoto que se fun-
dían en la suprema síntesis de la vida". Después, en el mismo pasaje,
se nos informa que Mishkin "se había dicho verdaderamente a sí
mismo en ese segundo que, debido a la infinita felicidad que había
sentido en ese instante, éste realmente podría valer por toda una
vida ... En ese momento me pareció [está hablando Mishkin] que de
alguna manera comprendía la extraordinaria afirmación de no har
brá más tiempo. Tal vez . . . éste es el mismo segundo que no duró
lo bastante para que el agua se derramara del jarro de Mahoma, a
pesar de que el profeta epiléptico tuvo tiempo de contemplar todas
las mansiones de Alá" (v. 8: pp. 188-189).
Estas palabras transmiten la extática elevación de conciencia que

El doctor Gilbert H. Glaser, catedrático de neurología en la escuela de medicina


de la Universidad de Yale, y uno de los sobresalientes expertos estadounidenses en
epilepsia, ha tenido la amabilidad de leer la relación anterior, y me ha hecho el
favor de hacer comentarios sobre el caso de Dostoievski. Según su parecer, "basado
en la lectura de varias descripciones... la epilepsia [de Dostoievski] se asemeja al
tipo psicomotor del lóbulo temporal más que a ningún otro". En igual forma, el
doctor Glaser cree que "esa aura no es incompatible. Muchos pacientes a los que
he tra tado personalmente, y muchos otros, cuyo historial he revisado, con inequivoca
epilepsia psicomotora del lóbulo temporal, han tenido ese tipo de aura. No nie-
go que ésta puede presentarse en la epilepsia más generalizada. No obstante, sabemos
que algunos pacientes pueden iniciar un ataque epiléptico con una aura específica
como ésta, después presentar signos y s!ntomas de un ataque p sicomotor del lóbulo
temporal, y a continuación tener convulsión generalizada (es decir, 'epilepsia secundaria
generalizada')".
Con relación a las oscilaciones del doctor Gastaut entre un d iagnóstico y otro, el
doctor Glaser observa -y esto debe recordarse siempre- que " es dificil estar seguros
cuando uno no posee una experiencia real, personal con un paciente". De todas
maneras, él llega a la conclusión ele "que, en este caso, la categoría de epilepsia psico-
motora del lóbulo temporal es la que más 'concuerda con los datos conocidos' ". (T odas
las citas corresponden a una comunicación personal del doctor Glaser, fechada el 2
de julio de 1982. En el original apar ecen las cursivas.)
Para información adicional, véase el libro de Catteau mencionado anteriormente.
Asi mismo: "Dostoevski's Epilepsy" [La epilepsia de Dostoievski], Brain [Cerebro], n. 86
(1963), pp. 209-218, de T. Alajouanine; de Henri Gastaut: "Fyodor Mikhailovich Dos-
toevsky's Involuntary Contribution to the Symptomology and Prognosis of Epilepsy"
[La involuntaria contribución de Feodor Mijáilovich Dostoievski a la sintomatología y
prognosis de la epilepsia], traducido al inglés por Roger Broughton, Epilepsia, n. 19
(1978), pp. 186-201; de Gilbert H. Glaser: "Epilepsy: Neurop~ychological Aspects" [Epi-
lepsia: aspectos neuropsicológicos] American Handbook aj Psychiatry, ed. Silvano Arieti,
segunda edición (Nueva York, 1975), Y. 4: pp. 314-335.
UN AMIGO INFLUYENTE 283

inundó a Dostoievski al iniciarse sus ataques, cuando éstos acontecían


en estado de vigilia (misericordiosamente la mayoría ocurrió cuando
se hallaba en estado de sueño ligero, en las primeras horas de la ma-
ñana) . Cuando se daba total cuenta de ellos era elevado sobre sí
mismo a una condición similar a la que describen ciertos místicos,
aunque él no les atribuye a sus sensaciones ningún contenido doc-
trinal específico. Más bien era una variedad de lo que R. C. Zaehner
ha denom inado una experiencia mística "natural", en la cual el ego
individual es anulado y se fusiona armónicamente con el cosmos." 22
Este momento de fusión se caracterizaba en mayor grado en Dos-
toievski por la trascendencia del tiempo, o para ser más precisos, por
la desaparición de toda sensación de tiempo y por una felicidad abru-
madora, debido a la aprehensión de una existencia en la eternidad.
Algunos místicos, al alcanzar idéntico estado de éxtasis, se han ba-
sado en éste para afirmar la irrealidad de la muerte y la inmortalidad
del alma, mas Dostoievski no hizo ningún intento de hacer tal afir-
. mación. Para él, lo que predominaba era la indescriptible bienaventu-
ranza por la unión y la reconciliación con "la suprema síntesis de la
vida" y por el contacto con un mundo del ser más allá del tiempo y
del cambio - un mundo cuya realidad, para Dostoievski, había sido
irrefutablemente confirmada por medio de la tangible prueba que
le proporcionaron sus sentidos.
L a información adicional que proporciona Strajov no incrementa
sustancialmente este cuadro. Nos informa de una conversación, que
fecha aproximadamente en 1863, y que ocurrió la víspera de la Pas-
cua de Resurrección (este día santo, que celebra la resurrección de
Cristo, desempeña un papel extraordinariamente simbólico en la
vida de Dostoievski) . Los dos hombres estaban enfrascados en ani-
mada plática acerca de un tema que no se menciona, y Dostoievski
caminaba de un lado al otro de la habitación, en el apartamento de
Strajov, con un estado de intensa agitación. "Lo que [Dostoievski]
decía estaba pleno de sublimidad y júbilo'', cuando de repente se
interrumpió como si no encontrara palabras para expresar su pensa·
miento. Luego, lanzando un agudo gemido, perdió la conciencia y se
desplomó. "Feodor Mijáilovich -escribe Strajov- me habló en varias

22 R. C. Zaehner: Mysticism, Sacred and Profane [Misticismo sagrado y profano)


(Nueva York, 1975), pp. 30-49.
284 PRIMER AMOR

ocasiones de los momentos de exaltación que precedían a una crisis:


'Por breves instantes experimento una felicidad inconcebible en un
estado normal, e imposible de imaginar por nadie que no la haya
vivido. Me encuentro entonces en perfecta armonía conmigo mismo
y con el universo entero. La sensación es tan intensa y tan deleitable
que, por unos segundos de tal felicidad, uno daría diez años de la vida
o tal vez toda la propia vida.' " 23
Quien sí da otra pincelada al cuadro es Kovalevskaya, la que su-
puestamente transmite una relación que hizo Dostoievski estando ella
presente. Una vez más nos encontramos en la víspera de la Pascua
de Resurrección, pero el lugar es ahora Siberia, años después de la li-
beración de Dostoievski del campamento de condenados. Un anti-
guo amigo de Dostoievski (de quien no sabemos nada más por con-
ducto de otra fuente) se presenta de visita, y los dos empiezan a
discutir acerca de Dios. El amigo es ateo, Dostoievski es creyente, y
hablan durante toda la noche en la forma en que los rusos eran no-
toriamente propensos a hacerlo sobre "las preguntas malditas" de la
vida humana. Precisamente en el momento en que Dostoievski estaba
proclamando con febril exaltación su creencia en la existencia de
Dios, "las campanas de la iglesia cercana empezaron a llamar para los
maitines de la Pascua Florida. El ambiente empezó a vibrar y a
danzar. 'Y yo tuve la sensación -prosiguió diciendo Dostoievski-
de que el cielo descendía a la tierra y me elevaba. Realmente aprehen-
dí a Dios, y lo sentí en cada fibra de mi ser. Entonces grité: ¡Sí, Dios
existe! Después de eso no recuerdo nada más' ". El relato finaliza cuan-
do Dostoievski afirma que, al igual que Mahoma, había visto el
paraíso, y que no cambiaría ese instante por todos los goces del
mundo. 2 4
Si aceptamos que esta narrac10n es digna de confianza, a pesar de
que algunas características la hacen parecer un tanto dudosa,* ésta

23 StrajoY: Biografiya, p. 214.


24 D VS, v. 1 : p. 347.
* Jacques Catteau ha publicado la narración de Kovalevskaya junto con la de
Strajov, y observó ciertas sospechosas similitudes en el lenguaje. El relato de Strajov
apareció en 1883, y Kovalevskaya empezó a escribir sus Memorias en 1887. Por su-
puesto, es posible que Dostoievski haya usado muchas expresiones similares cuando hizo
los dos relatos, pero no puede descartarse la posibilidad de una influencia directa.
Véase, de Jacques Catteau, La creation littéraire chez Dostoievski [La creación literaria
en Dostoievski] (París, 1978), pp. 156-157.
UN AMIGO INFLUYENTE 285

indicaría que Dostoievski encontraba cierta relación entre su fe re-


ligiosa y sus experiencias místicas. Sin embargo, es significativo que
la experiencia solamente confirma s.u creencia en Dios, no la ins-
pua.
Tampoco aparece en ésta una visión culminante de Dios, como
en los tipos de misticismo más tradicionales, sino más bien una fu-
sión con "la más elevada síntesis de la vida'', y la misma unidad de
cielo y tierra con la que ya estamos familiarizados. Es cierto que
en la última relación denomina al momento del éxtasis, caracterizado
por la desaparición del tiempo, con el tradicional nombre de "pa-
raíso", pero la referencia a Mahoma indica con seguridad que no
tiene una conexión específica con el cristianismo de Dostoievski. Por
lo tanto, su misticismo no era teísta, sino que más bien pertenecía a la
categoría que Zaehner denomina "panen-henística'', o sea la intui-
ción de que todo-es-uno, típica de la mayoría de misticismos-natura-
. les. 25 Desde este punto de vista, los ensueños de Dostoievski bajo un
cielo cuajado de estrellas, y el consuelo que le aportaban, pueden
considerarse como intentos de recapturar algo de la inspiración di-
vina que le proporcionaba su "aura epiléptica".
No obstante, el misticismo de Dostoievski poseía un atributo que
le otorgaba no un carácter sublime, sino más bien trágico -entendien-
do por "sublime" la aseveración triunfante que hace el espíritu hu-
mano de su capacidad para elevarse por encima de las limitaciones
del tiempo y la mortalidad. Sus ataques epilépticos, siendo involunta-
rios, no contenían tal afirmación, y estaban siempre acompañados por
el temor de hundirse en la degeneración mental o en la muerte, como
resultado de las convulsiones físicas. Estos temores están asimismo in-
cluidos en las meditaciones del príncipe Mishkin sobre su enferme-
dad y sus contradictorias consecuencias. "Pensando después en ese
momento [el de su trascendencia visionaria] cuando ya se hailaba
otra vez bien, se decía a sí mismo que todos esos destellos y resplan-
dores de 'las más elevadas sensaciones de vida' y autoconciencia, y
por lo tanto, de la más elevada forma de existencia, eran sólo una
enfermedad, un desgajamiento de las condiciones no:rmales. Si era
así, no representaban en absoluto la más elevada forma de ser, sino
que, al contrario, deberían considerarse como la inferior."

25 Zaehner: Mysticism, pp. 28-29.


286 PRIMER AMOR

Empero Mishkin -y presumiblemente Dostoievski- llegó a la "pa-


radójica conclusión" de que el morboso origen de tales "momentos"
no invalidaba su valor supremo, y de que, "sin duda ese instante
valía por toda una vida". No obstante, la duda persistía, "y [Mishkin]
no insistió en la parte dialéctica de su argumento. Como consecuen-
cia de estos 'momentos supremos', evidentemente le aguardaban es-
tupefacción, idiotez, negrura espiritual. Por supuesto, seriamente no
podría negarlo. Indudablemente existía un error en su conclusión -o
sea en el juicio que hacía de ese minuto-, pero la realidad de la sen-
sación lo dejaba un tanto perplejo. ¿Qué iba a hacer con esa realidad?"
(v. 8: pp. 188-189). En ausencia de otra documentación, nos permiti-
mos tomar esto como una expresión del desconcierto y de la confu-
sión de Dostoievski, que jamás le permitieron usar estos destellos de
revelación, como han hecho otros místicos, para resolver sus dudas
religiosas y obtener cierta paz interior. Mas tampoco podía aceptar
un mundo en el cual la realidad de estos destellos de lo absoluto, a
pesar del equívoco y del peligro que represen taban, fuera simplemente
invalidada o negada. 26

Por supuesto, las comodidades y las recreac iones que brindaba la vida
en "El jardín del cosaco" no impidieron a Dostoievski seguir persi-
guiendo su importantísima meta: el restablecimien to de su reputación
literaria. Continuó con firmeza trabaj ando en varios de sus proyec-
tos. Desgraciadamente la información que proporciona vVrangel es
escasa. Así y todo nos enteramos de los primeros borradores de La casa
de los muertos, y de los que después se convertirían en las dos nove-
las satíricas de Dostoievski: El sueño del tío y La aldea de Stepanchi-
kovo y sus habitantes (más conocida en inglés como The Friend of the
Family [El amigo de la familia]). Wrangel recuerda que Dostoiev-
ski comentó sobre la primera de estas novelas cuando "con un humor
alegre, con tagioso, riéndose a carcajadas, narró las aventuras de su
26 Hasta donde he llegado en mi lectura, se ha prestado muy poca atención a este
aspecto de los ataques de Dostoievski. No obstante, el doctor Alajouanine, neurólogo
francés, ha contrastado perceptiblemente los ataques epilépticos de Dostoievski con los
éxtasi5 de San Juan ele la Cruz. Véase, ed. Théophile Alajouanine: "Litérature et épi-
lepsie" [Literatura y epilepsia] en Dostoevshi, Cahiers de !'Heme [Dostoievski, cua-
dernos de Herne], número 24; compilado por Jacques Catteau (París, 1972), pp. 309-324.
UN AMIGO IN.FLUYENTE 287

'tío', mientras tarareaba fragmentos de una ópera ... " 27 Quizás la


animación de Dostoievski era el resultado de sus relaciones con Ma-
ría Dimitrievna, a quien visitaba con la mayor frecuencia posible.
De acuerdo con vVrangel, cada vez que volvía a casa se hallaba "en éx-
tasis, embelesado más allá de toda descripción, y sorprendido cuando
mi estado de humor no era como el suyo".28 A pesar de todo, no
empezó ninguna de las obras que estaba planeando (ni es probable
que terminar a alguna de las otras), durante la primavera y el verano
de 1855. La única composición de Dostoievski que no permaneció en
forma de borrador fue otro poema conmemorativo: "Sobre el pri-
mero de julio de 1855", cuyo título se refiere al natalicio de la ex
emperatriz, la esposa del recientemente fallecido Nicolás l.
El segundo poema de Dostoievski es mucho menos beligerante que
el primero, y menciona sólo de paso la guerra de Crimea. "¡Dios
decidirá entre ellos y nosotros!" (v. 2: p. 408); es la única (y muy bre-
ve) alusión a la trepidante batalla. En lugar de hablar de ésta, Dosto-
ievski se dedica a tratar de consolar a la afligida emperatriz por su pér-
dida, y le ruega que no se deje llevar por la desesperación y que
encuentre alivio en las grandes hazañas y logros de su desapareci-
do esposo . Éste continúa existiendo no solamente en las mentes y
en los corazones de todos los rusos, sino en los visibles monumentos
erigidos en su honor que se encuentran en todo el reino. Están pre-
sentes ciertos toques personales de los que carece el poema anterior.
Asimismo, Dostoievski se disculpa por su audacia al atreverse a diri-
girse - y más aún, al suponer mitigar el dolor- a tan exaltado per-
sonaje:

Perdonadme, perdonadme, perdonad mi anhelo.


Perdonadme el que me atreva a dirigirme a usted.
Perdonadme el que ose abrigar el insensato sueño de consolar su tris-
teza, de aligerar su sufrimiento.
Perdonadme el que yo, apesadumbrado proscrito, me atreva a elevar la
voz ante esta sagrada tumba.
¡Solamente Dios!, ¡nuestro juez para toda la eternidad!
Tú me enviaste tu juicio en los trastornadores instantes de la duda,
y en mi corazón descubrí que las lágrimas son expiación,
¡que otra vez era ruso, y otra vez era un hombre! [v. 2: p. 407]

2í Wrangel: Vospominaniya, pp. 30-31.


pp. 46-47.
2s !bid.,,
288 PRIMER AMOR

Si tomamos seriamente las últimas líneas, éstas indicarían que


Dostoievski había empezado a considerar su arresto y su condena como
un acto providencial de Dios que, al provocarle el derramamiento
de lágrimas expiatorias, lo había devuelto a la comunidad rusa, y
por lo tanto, le había restaurado el respeto por sí mismo como
hombre.
XV. UN CABALLERO ANDANTE CON ROPAJE
FEMENINO

LA BUCÓLICA tranquilidad de los primeros meses que Dostoievski pasó


en "El jardín del cosaco" le proporcionaron sólo un breve respiro
antes de que se sumergiera una vez más en el torbellino de atormen-
tadoras emociones. Su ilícito idilio con María Dimitrievna, el cual
para ese entonces quizá se había convertido en una relación amorosa
total, se volvió más preocupante y absorbente. La necesidad de poseer-
la completamente muy pronto alejó de su intelecto a todos los demás
pensamientos, y de su corazón a todas las otras emociones. Mientras
tanto proseguía su lucha por la rehabilitación, y en breve tiempo
ésta se convirtió en la clave para resolver su dilema sentimental.

Para sorpresa de todos, Alexander Isaev realmente triunfó en la ob-


tención de otro empleo -uno muy modesto -en la aldehuela de
Kuznetsk, un miserable y remoto lugar, perdido en el corazón de la
inmensa estepa siberiana. La noticia fue un rudo golpe para Dos-
toievski, y estremeció de repente el frágil mundo de relativa dicha
que había logrado laboriosamente construir. Lo que lo perturbaba
más era que María Dimitrievna, con práctico instinto femenino, ha-
bía aceptado la idea de la partida sin grandes protestas. "Fíjate, ella
está de acuerdo -le dijo a Wrangel con amargura-. No puso obje-
ciones; eso es lo más ofensivo." 1 Tales palabras seguramente indican
que Dostoievski tenía buenas razones para creer que María Dimitriev-
na podía en realidad haber elegido permanecer con él.
En vista de que los Isaev carecían virtualmente de dinero, los gas-
tos de viaje y de la mudanza estaban más allá de sus posibilidades. El

1 Wrangel: Vospominaniya o F. M. Dostoevskom v Siberii (San Petersburgo, 1912),

p. 50.

289
290 PRIMER AMOR

empobrecido Dostoievski, que consigmo prestado del complaciente


Wrangel, fue quien los ayudó a reunir la cantidad que necesitaban.
La partida se llevó a cabo en una apacible noche de mayo, bañada por
luz de luna. Wrangel y Dostoievski, de acuerdo con la costumbTe
rusa, acompañaron al grupo durante la primera etapa de su jornada,
después de que hicieron una pausa para efectuar una visita final a
"El jardín del cosaco". Wrangel le ofreció constantemente champaña
a Isaev, quien la aceptaba de muy buen grado, has.ta que quedó atur-
dido por los efectos de la bebida. Entonces Wrangel lo depositó en
un carruaje separado para darle a los enamorados un periodo de inti-
midad al partir. Cuando llegó el momento del adiós, Dostoievski y
María Dimitrievna se abrazaron, borraron las huellas de las lágri-
mas, y el jefe de la familia atontado por el champaña, fue reinstalado
en la ab ierta tarantás en la que los Isaev se habían visto obligados a
realizar el viaje. "Los caballos se agitaron, el vehículo inició la mar-
cha, nubecillas de polvo se elevaron del camino. Ya casi no se podía
distinguir al car ruaje y a los pasajeros, y el sonido de la campanilla
se desvanecía más y más ... , y Dostoievski aún seguía en el mismo
sitio, como si hubiera enraizado allí, silencioso, con la cabeza baja, las
lágrimas bajando por sus mejillas. Me acerqué a él y lo tomé de la
mano. P areció despertar de un profundo sueño. Sin pronunciar pala-
bra se subió al carruaje. Al despuntar el alba regresamos a casa." 2
De inmediato, con ritmo hebdomadario, empezaron a partir caTtas
de Semipalatinsk a Kuznetsk. Gracias a una de éstas (desafortunada-
mente la única que sobrevivió) podemos obtener ciertas impresio-
n es de primera mano de los sentimientos de Dostoievski y de la
lisonjera imagen que se h abía forjado de su primer gran amor. Sus
palabras hacen perfectamente comprensible la gran importancia que
María Dimitrievna había llegado a adquirir en su existencia. Afirma
que sin ell ase siente tan desolado como en 1849, cuando su arresto y
encarcelamiento lo habían arrancado de todo lo que amaba. "Jamás
he considerado que nuestro encuentro sea un encuentro común --le
escribe- . Ahora, privado de tu presencia, he comprendido muchas
cosas. Durante cinco años viví aislado de seres humanos, solitario, sin
tener a nadie, en el sentido completo de la palabra, con quien pu-
diera desahogar mi corazón .. . El simple hecho de que una mujer

2 \Vrangel, ojnts cit., p. 51.


UN CABALLERO ANDANTE CON ROPAJE FEMENINO 291

extendiera su mano hacia mí constituye una nueva época en mi vida.


En ciertos momentos, incluso el mejor de los hombres, si se me per-
mite decirlo así, es casi un zopenco. El corazón de una mujer, su
compasión, su interés, la infinita bondad que ni siquiera podemos ima-
ginarnos, y de la cual, por estupidez, no nos damos cuenta, es irrem-
plazable. En ti encontré todo esto ... " 3
Es obvio que su relación había tenido algunos instantes tormen-
tosos, y que el pasado tempestuoso no auguraba tranquilidad para el
futuro. Pero Dostoievski prefiere cargar con la mayor parte de la cul-
pa ("en primer lugar, yo fui un ingrato estúpido") y atribuir los
estallidos de María Dimitrievna a una naturaleza noble, "ofendida
por el hecho de que una inmunda sociedad no te valora ni te com-
prende. Y para una persona de carácter enérgico, como tú, es impo-
sible no rebelarse ante la injusticia. Este es un rasgo noble y honesto.
Es la base de tu carácter, pero, por supuesto, la vida y los pro-
blemas han exagerado e irritado mucho. Sin embargo, ¡Dios lo
sabe! , todo esto es resarcid o con creces, cien veces más". 4 Dostoievski
siempre seguirá viendo a María Dimitrievna con este lisonjero as-
pecto. La considerará como una persona cuya violenta indignación y
cuyas explosiones de cólera manifestaban una noble ira en contra de
las injusticias de la vida. Un día iba a inmortalizar este aspecto de su
personalidad en la trágicamente iracunda Katerina Ivanovna Marme-
ladova de Crimen y castigo.
La separación de Dostoievski y María Dimitrievna señaló el co-
mienzo de una agitada y torturador a relación, que al principio ofrecía
pocas posibilidades de tener un desenlace satisfactorio. La llegada de
cada carta sem anal, que contenía la relación de las enfermedades de su
amada, del tedio y la soledad de su existencia, de los cuidados que
tenía que entregarle a su alcohólico esposo (cuya salud estaba ya
agravándose), y de tratar de educar decentemente a Pasha a pesar
de sus aflicciones . .. Todo esto le provocaba a Dostoievski un estado de
frenética desesperación. No decreció su ansiedad con las referencias
cada vez más frecuentes a un comprensivo joven, maestro de escuela,
que era amigo de Alexander Ivanovich, quien obviamente había
empezado a desempeñar en su vida el papel que antes había estado

3 Pisma, v. 1: p. 152; 4 de junio de 1855.


4 l bid., p . 153.
292 PRIMER AMOR

a cargo de Dostoievski. "En cada carta -escribe Wrangel- las ex-


presiones relacionadas con él eran cada vez más entusiastas. Alababa
su bondad, su devoción, la nobleza de su alma. Dostoievski estaba des-.
trozado por los celos. Daba compasión observar su deprimente estado
mental, que, además, le alteraba la salud." 5
Su depresión llegó a tal punto que el alarmado Wrangel decidió
concertar un encuentro en una aldea situada a la mitad del camino de
ambos lugares. Obtuvo la ayuda de un amigo común, el médico mili-
tar exiliado Lamotte, quien difundió la noticia de que Dostoievski,
padeciendo los efectos de uno de sus ataques, estaba siendo atendido
en el domicilio de Wrangel. Era necesaria esta precaución porque
Dostoievski no tenía permiso oficial para realizar el viaje. Pero cuan-
do los dos amigos arribaron a la aldea, después de penosa jornada, en-
contraron, en lugar de María Dimitrievna, una carta en la que expli-
caba que no podía acudir a la cita porque el estado de salud de su
esposo había empeorado. Además, carecía de los fondos suficientes
para hacer el viaje.

Unos pocos meses después, en agosto de 1855, Alexander Ivanovich


Isaev exhaló el último suspiro, dejando a María Dimitrievna sola, en-
ferma y sin un solo centavo, luchando sin ayuda, lo mejor que podía,
en el difícil ambiente de Kuznetsk. Desesperado al recibir las noticias,
Dostoievski le escribió de inmediato a Wrangel, que en ese entonces
viajaba por asuntos oficiales, para pedirle que enviara a la desvalida
mujer un poco de dinero, si le era posible. Pinta un desgarrador cua-
dro del abatimiento de María al verse obligada a aceptar caridad, y
solicita a Wrangel que, si otorga la ayuda, lo haga con especial tacto
y cautela. L a deuda de gratitud la hará aún más sensible a cualquier
impropia negligencia en las frases. Nadie puede entender mejor que el
creador de Makar Devushkin en Pobres gentes las agonías de una per-
sona instruida y sensible, humillada por la pobreza y por una posición
social inferior.
El fallecimiento de Alexander Ivanovich Isaev le hizo posible a Dos-
toievski soñar por fin en poseer, legal y públicamente, a la dueña

5 Wrangel: Vospominan iya, p . 64.


UN CABALLERO ANDANTE CON ROPAJE FEMENINO 293

de su corazón, pero era inconcebible pedir su mano mientras perma-


neciera en su baja condición de soldado raso. Sin duda desde tiempo
atrás había apelado a personas influyentes para obtener su promoción.
Durante una comida oficial Wrangel había pedido al gobernador ge-
neral Gasfort que enviara el segundo poema de Dostoievski a la em-
peratriz viuda. El manuscrito sí llegó a ésta, aunque no se poseen da-
tos exactos de la forma en que se logró. Existen pruebas irrebatibles
de que el poema fue enviado por Gasfort, pero Wrangel hace un relato
más pintoresco. El virtuoso del piano Adolfo Henselt, quien les había
dado lecciones de música a todos los niños de la familia Wrangel,
también era amigo íntimo de los aficionados a la música en la corte de
la do:iente emperatriz. Presumiblemente se le convenció para que
hiciera llegar los versos de Dostoievski ante los ojos de la persona para
quien habían sido escritos. 6
A consecuencia de esto, Dostoievski fue promovido a la categoría
de un unter-ofitser (clase) en noviembre de 1855, y podía abrigar la
esperanza de tener más importantes muestras de favor en el futuro.
Un mes después Wrangel abandonó Semipalatinsk para visitar su ho-
gar en San Petersburgo (contaba con retornar a Siberia, pero jamás
lo hizo). Se proponía, mientras permaneciera en la capital, dedicarse
a trabajar en favor de la causa de Dostoievski. Más o menos por esta
época D ostoievski escribió una carta a Mijail, rogándole que le re-
mitiera cien rublos para pagar sus deudas (contraídas en gran parte
para ayudar a los Isaev) y para permitirle renovar su raído vestuario.
En otra carta, que envió con Wrangel, explica con más detalles su
situación, y la inicia disculpándose con su hermano por lo que podía
parecer una excesiva preocupación por sí mismo. Le explica que exis-
ten "dos circunstancias que me obligan a salir de mi aislamiento y me
provocan una febril preocupación por mí mismo ... Deseo escribir y
publicar. Más que nunca sé que no he transitado en vano por este
camino [el de la prisión y el exilio], y que mi paso sobre la tierra no
será en vano. Estoy convencido de que tengo talento y de que seré
capaz ele escribir algo bueno".
Continúa explicando Dostoievski que la segunda razón es que de-

6 Wrangel, opm cit., pp. 78-79. Véase también, de Leonid Grossmann: "Grazhdanskaya
Smert F. M. Dostoevskogo" , L iteraturnoe N asledstvo, 22-24 (1953), 683-692, con los corres-
pondientes documentos. Dostoievski creia firmemente en la versión de Wrangel, como
pued e obserYarse en sus cartas.
294 PRIMER AMOR

sea casarse. Como es la primera vez que le habla a su familia de su


tardío idilio amoroso, bosqueja la situación que ya conocemos. Des.cri-
be a María Dimitrievna: Es "atractiva, muy culta, muy inteligente,
buena, amable, graciosa, de corazón excelente y generoso". Los padeci-
mientos de la vida la han hecho "de índole difícil, nerviosa, irritable",
pero Dostoievski está convencido de "que en el fondo su carácter es
alegre y juguetón". Pase lo que pase, "si mi posición mejora, aunque
sea ligeramente, me casaré con ella. Sé bien que ella no se negará".
Concluye con esta lastimera confesión: "desde que me dejó en mayo,
mi vida ha sido un infierno". 7
Como es natural, la presencia de Wrangel en Petersburgo, en donde
podría interceder personalmente por Dostoievski, hizo que el ardiente
enamorado abrigara las mayores esperanzas. Pero si es que su caso
progresó, lo hizo con enloquecedora lentitud. Durante un considerable
periodo Wrangel no pudo informar de nada alentador. "Estoy ente-
rado -escribe- de que será emitida una proclama con indultos en la
coronación, pero nadie puede predecir con exactitud qué indulto será
concedido a los petrashevkistas. Incluso Dubelt . . . todavía no sabe
nada.
La falta de noticias perturbó terriblemente a Dostoievski. Crecía
su impaciencia, no día tras día, sino hora tras hora. Por alguna razón
"le era totalmente imposible comprender que yo, un insignificante bu-
rócrata siberiano, todavía carente de experiencia, no pudiera hacer
progresar su caso en un instante, y que muchos parientes míos, que
ocupaban altos cargos, tampoco pudieran hacer nada, en resumidas
cuentas, para acelerar su caso." 8 Por lo tanto, transcurrió bastante
tiempo entre el momento en que W'rangel llegó a la capital y en el que
escribió la primera carta en la que podía dar ciertas esperanzas a
Dostoievski, quien aguardaba muy nervioso en su monótono exilio las
noticias que decidirían su futuro.

La aplastante impaciencia que manifestaba Dostoievski hubiera sido


comprensible si sus relaciones con María Dimitrievna hubiesen per-
manecido estables y seguras, pero la situación era muy distinta. Ella se
7 Pisma, v. 2: pp. 559-561; 13 de enero de 1856.
s Wrangel: Vospominaniya, p. 192.
UN CABALLERO ANDANTE CON ROPAJE FEMENINO 295

encontraba, según Dostoievski le escribe a Wrangel, "melancólica, deses-


perada, constantemente enferma, perdiendo poco a poco la fe en mis
esperanzas y en el feliz ordenamiento de nuestro destino". Siendo viuda
joven, atractiva, sin dinero, con un hijo, inevitablemente recibió otras
ofertas de matrimonio. El estilo de sus cartas convenció a Dostoievski
de que le estaba ocultando algo. Llegaron a sus oídos los rumores de
que ella había aceptado a otro pretendiente. Dostoievski, frenético, se
sentó a plasmar su angustia en una carta, pero fue interrumpido por
la llegada de una de ellas en la que no se encontraba, según le
comenta a Wrangel, ni la menor "huella de esperanzas para nuestro
futuro. Parecía que ese pensamiento había sido descartado". Final-
mente surgió la pregunta que tanto había temido el novelista: ¿Qué
debería hacer ella si recibiese oferta de matrimonio de un hombre "de
cierta edad, con buenas cualidades, en el servicio militar y con su
futuro asegurado? ... "
La reacción de Dostoievski ante esta atormentadora misiva, que
contenía la petición de consejos fraternales, revela la melodramática
intensidad que manifestarán con frecuencia sus personajes al tener
líos amorosos. "Parecía que me hubiese caído un rayo. Me estremecí,
desfallecí y sollocé toda la noche ... Jamás he sufrido tanto en toda mi
vida ... Mi corazón agoniza con mortal desesperación. En mis noches
hay sueños, alaridos, y mi garganta es ahogada por espasmos. A veces
las lágrimas se niegan tercamente a fluir, y en ocasiones brotan en
torrentes." Podemos comprender por qué exclama Dostoievski: "¡Que
Dios preserve a todos de esta emoción horrible y dolorosa! Grande es
el goce del amor, pero los sufrimientos son tan aterrorizadores que
sería mejor no enamorarse nunca."
Sin embargo, lo peor de todo era el conflicto moral en el que
estaba hundido por la situación, agonizantemente ambigua. ¿Tenía
realmente el derecho de interponerse en el camino de un matrimo-
nio razonable, cuando sus propias perspectivas eran tan inciertas?
La carta de Dostoievski no deja dudas de que estaba obsesionado
por el temor de actuar con egoísmo y de perjudicar a la larga los inte-
reses de su amada. Pero imaginarse a alguien como María Dimi-
trievna "enferma, nerviosa, de refinado corazón, culta, inteligente'',
permaneciendo para siempre en Kuznetsk, con un marido que tal
vez "pudiera considerar que los golpes eran perfectamente legales en
el matrimonio". . . ¡lo sacaba de quicio! Tuvo la fantástica sensación
296 PRIMER AMOR

de estar viviendo el patético final de su primer novela, con María


Dimitrievna "en la situación de mi heroína de Pobres gentes, quien se
casa con [el brutal] Bykov (¡cuán profético resulté!". Además, estaba
seguro de que ella lo amaba, y que si estaba pensando en otro era sólo
por necesidad real. "A1ais elle m'aime, elle m'aime,* lo sé, lo perci-
bo. . . en su tristeza, en su angustia, en su melancolía. Me doy cuenta
de ello por los arrebatos que aparecen en sus cartas, y por muchas
cosas más de las que no escribiré." 9
Para tranquilizar su conciencia y alentar sus esperanzas, Dostoievs-
ki le pidió a María Dimitrievna que pospusiera cualquier decisión de-
finitiva hasta septiembre de 1856, cuando podría casarse de nuevo,
después del periodo prescrito de luto. Si para tal fecha el futuro de
él seguía siendo incierto, podría aceptar (aunque la decisión lo mata-
ría) que era necesario garantizar el futuro de ella con una unión
sólidamente ventajosa. Mientras tanto le rogó a Wrangel, con urgencia
rayara en histeria, que redoblara sus esfuerzos en Petersburgo para
lograr que fuera transferido al Servicio Civil, o que fuera promovido
a oficial. Lo más importante de todo era que necesitaba autorización
oficial para publicar (Dostoievski afirmaba que tendría finiquitados
una "novela" y un artículo en septiembre).
También le envió a Wrangel, violando los reglamentos del ejército,
una carta personal dirigida al General W. I. Totleben, a quien ya se
ha mencionado antes por haberse convertido en héroe nacional debido
a las geniales fortificaciones que había ideado para la defensa de Se-
bastopol. Wrangel ya lo había visitado para interceder por Dostoievski,
pero éste pensó, como último recurso, apelar directamente al hombre
del momento y tratar de atraer a su causa el enorme prestigio del ge-
neral, para acelerar una decisión favorable. Parecería remoto que una
carta escrita específicamente para implorar el valor de los poderosos,
y cuidadosamente redactada para producir el efecto adecuado, pudiera
contener algo en verdad revelador acerca de su remitente. A pesar de
ello, la misiva resulta ser mucho más interesante de lo que podría
suponerse. Quizás lo desamparado de su situación impelió a Dostoievski
a divulgar al fin, en forma elegante y precisa, algunas de las conclu-
siones de sus meditaciones en el campo de trabajos forzados, que en
vano hemos buscado en otras partes. Cualesquiera que hayan sido sus
* Pero ella me ama, ella me ama. En francés en el original. [T.]
9 Pisma, l. 1: pp. 168- 176; 23 de marzo de 1856.
UN CABALLERO ANDANTE CON ROPAJE FEMENINO 297

motivos, hay varios pasajes en los cuales. parece hacer menos estricta
su reserva por primera vez, y nos ofrece un atisbo de su conciencia que
había evitado tan cuidadosamente.
"Fui culpable - le confiesa a Totleben después de resumirle en po-
cas palabras su arresto, juicio y condena- . Lo reconozco completa-
mente. Fui culpable de haber tenido la intención (pero sólo eso) de
actuar en contra del gobierno. Me condenaron legal y justamente. Las
torturadoras y crueles tribulaciones que padecí durante largo tiempo
despejaron mi mente y modificaron mis ideas en muchos sentidos. An-
tes ... , antes estaba ciego; creía en teorías y en utopías ... " Al escribir
la carta, por primera vez Dostoievski atribuye su anterior creencia en
"teorías y utopías" a la enfermedad nerviosa que había padecido, la
cual se había iniciado en la primavera de 1846, y que había prose-
guido durante los dos años precedentes a su arresto. "Había estado
enfermo anteriormente durante dos años seguidos, de una extraña en-
fermedad moral. Era hipocondriaco. En ocasiones hasta perdía la ra-
zón por momentos. Era excesivamente irritable, mi impresionabilidad
rayaba en enfermedad, deformaba los hechos más comunes y les otor-
gaba otro aspecto y diferente dimensión. Pero sentí que, a pesar de
que esta enfermedad tenía una influencia maligna y poderosa en mi
destino, justificarme con ella hubiera sido un acto muy despreciable,
e incluso humillante. Sí, y además ni siquiera me percataba bien de
tal enfermedad en aquel tiempo." 10
Estas palabras nos conducen al origen de la conexión entre la en-
fermedad mental y la intoxicación ideológica que Dostoievski drama-
tizaría con mucha frecuencia en sus ulteriores retratos de tipo, ex-
traídos de la intelectualidad rusa. Por supuesto, ya había descrito la
enfermedad mental en diversas ocasiones, y tales personajes, perturba-
dos mentalmente, incluso han sido considerados (en forma un tanto
injurias.a) su especialidad como escritor. Así y todo, si sus figuras de
la década de los cuarenta perdían el control de sí mismas y se volvían
enfermas mentales, era porque carecían de la fortaleza interior para
sostener el esfuerzo de hacer valer sus derechos en un ambiente so-
cial poderosamente aplastante. Sin embargo, en la época en que es-
cribió la carta, la enfermedad mental adquiere un nuevo significado,
y la asocia -tanto como causa y como síntoma- con específicos

10 Pisma, v. l: p. 178; 24 de marzo ele 1856.


298 PRIMER AMOR

delirios ideológicos que tienen "una influencia maligna y poderosa"


en el destino de aquellos que son susceptibles a su perniciosa atracción.

Mientras el expediente de Dostoievski serpenteaba por el complicado


laberinto de la burocracia rusa, la situación se convertía de mala en
pésima para los dos enamorados, a quienes separaba la distancia
existente entre Semipalatinsk y Kuznetsk. Las frenéticas y abundantes
cartas de Dostoievski para su hermano y para vVrangel nos mantienen
informados del progreso -o más bien, de lo que parecía ser la inmi-
nente diso~ución- de su atormentado vínculo. Dostoievski trata de
justificar con Mijail su decisión de contraer matrimonio -decisión que,
como se da perfecta cuenta, le parece una locura a su familia, en
vista de su precaria condición-, y solicita su ayuda para asegurar a
María Dimitrievna que, si se convierte en su esposa, la familia le
dará una cordial bienvenida. Dostoievski le habla a Wrangel con mu-
cha más franqueza acerca de las dificultades y complejidades de su
embrollo sentimental.
El espectro de "un hombre de cierta edad, con una posición se-
gura" se había desvanecido porque, según parece, este excelente ca-
ballero había sido inventado solamente para comprobar el afecto
de Dostoievski. Temiendo ser abandonada, María Dimitrievna había
decidido poner a prueba la devoción de su pretendiente. "Basándose
en algo que realmente había acontecido -explica Dostoievski-, me
escribió: '¿Cómo debería responder si alguien le pedía su mano?' Si
yo hubiese contestado con indiferencia, ella habría tenido la prueba de
que yo la había olvidado. Cuando recibí esa carta le escribí una deses-
perada, terrible, que le provocó tormentos indecibles. Después le envié
otra más. En los últimos días había estado enferma. Mi carta realmente
la aniquiló. Pero parece que mi desesperación le fue grata, a pesar de
que sufrió por mi causa." Dostoievski disculpa la conducta inconfundi-
ble y sádica de su adorada, porque la atribuye a su orgullo herido al
sentirse abandonada. "Yo la comprendo: su corazón es noble y orgu-
lloso", le afirma a Wrangel. 11

11 Pisma, v. 1: pp. 184-185; 13 de abril de 1856.


UN CABALLERO ANDA.NTE CON ROPAJE FEMENINO 299

A pesar de la tranquilizadora aclaración, Dostoievski continúa in-


quieto por el futuro, y de ninguna manera está sereno con respecto de
posibles rivales. "Siento celos de cada hombre que menciona ella en
sus cartas'', admite. Se había proyectado que María Dimitrievna se
mudara a Barnaul, el centro del distrito minero de la región de Altai,
en donde Dostoievski tenía la esperanza de ser asignado, pero ya no
se tenía la seguridad de llevar a cabo el plan, porque "ella tiene
temor de irse a Barnaul, de ser aceptada allí de mala gana y con
desprecio, de ser tratada como pordiosera" . En vez de eso, María
Dimitrievna estaba aguardando noticias de su padre. Quería saber si
éste quería que ella retornara a Astracán. Le había sugerido a Dos-
toievski que le escribiera al padre de ella solicitando su mano, pero
sin revelar la degradante verdad de la condición social y situación
del novelista. "Para mí -le confiesa a Wrangel- todo esto es un tor-
mento, es el infierno." 12 Aún no sabía Dostoievski que le aguardaban
más tormentos en su futuro, a pesar de que ya debía haber sospechado
algo que con terquedad trataba de apartar de su mente.
La visita de Wrangel al magnánimo general Totleben, y la hábil
carta de Dostoievski habían logrado al fin superar el primer obstáculo
para la unión de los enamorados. El poderoso e influyente héroe aceptó
intervenir a favor de Dostoievski y solicitar al Ministro de Guerra. o
bien que lo promoviera a alférez, o que lo destinara al servicio civil
con el rango más bajo. En ambos casos Dostoievski también adquiri-
ría el derecho de publicar su obra literaria en las condiciones normales.
que señalaba la ley. Fue esta información la que provocó la extática
respuesta de Dostoievski del 23 de mayo de 1856 a la primera misiva
alentadora que había logrado obtener de Petersburgo. No se había
tomado aún ninguna decisión definitiva, pero, según escribe Dos-
toievski: "El asunto, si comprendo correctamente, va por buen cami-
no." 13 Como es natural, él se encuentra lieno de desbordante gratitud
hacia todos los que lo están ayudando a hacer realidad los deseos que
anidan en su corazón. Su agradecimiento está dirigido, en primer lu-
gar, a \Vrangel, y en segundo, al muy importante Totleben. Tiene
similares frases. de alabanza y agradecimiento para Adolfo Henselt.
Es notable, asimismo, la entusiasta reacción de Dostoievski ante

12 Pisma, v. 1: p . 186.
13 !bid., p. 183; 13 de abril de 1856.
300 PRIMER AMOR

lo que el propio Wrangel dice acerca del nuevo monarca. Un mes


antes había afirmado: "Dices que todo el mundo ama al zar ...
En cuanto a mí, yo lo adoro." 14 Al recibir las buenas nuevas, Dos-
toievski repite el estribillo: "¡Dios le conceda dicha al magnánimo so-
berano! ¡Sí, es verdad lo que todos han dicho sobre el ardiente amor
que sienten por él! ¡Qué feliz me hace esto! Más fe, más unidad. Y
si existe también el amor. . . ¡entonces todo puede hacerse!" (el
original no contiene letras cursivas). 15 Esta última frase casi puede
considerarse como el enunciado del ideal político al que, a partir de
ese momento, Dostoievski iba a consagrar su vida: el de unificar a
Rusia mediante la fe, la unidad y el amor, bajo el mandato y con el
apoyo de Alejandro II. Y aunque este ideal estaba ciertamente inspira-
do por la gratitud y devoción personales de Dostoievski, sus palabras,
tomando en cuenta las fechas de esas cartas (abril y mayo de 1856),
sin duda se refieren también a acontecimientos mucho más portento-
sos, pues en marzo de 1856, hablando ante la gente culta de Moscú,
Alejandro II había hecho su famosa declaración: "Es mejor iniciar des-
de arriba la abolición de la servidumbre, que aguardar hasta que ésta
empiece a abolirse desde abajo." 16 Dostoievski se había convertido en
revolucionario únicamente para suprimir la servidumbre, y solamente
después de que, en apariencia, se había perdido toda esperanza de que
terminara, citando a Pushkin, "por la mano del zar". Mas en ese mo-
mento presente, el día que sólo había soñado Pushkin estaba inicián-
dose gloriosamente, y el zar a quien Dostoievski iba a apoyar con tanto
fervor durante el resto de su vida, era el zar-liberador que finalmente
había decidido erradicar la intolerable llaga moral que existía en la
conoencia rusa.

A pesar de las buenas nuevas que recibió Dostoievski, tanto nacio-


nales como personales, su estado mental pronto retornó a su inaltera-
ble abatimiento. Una vez que habían sido pronunciadas las primeras
efusiones de gozo, reaparecieron ominosas referencias a su aciago em-

H Pisma, v. 1: p. 183; 13 de abril de 1856.


15Ib id. , p. 187; 23 de mayo de 1856.
16 W. E. Mosse: Alexander 11 and the Modernization of Russia [Alejandro II y la
modernización de Rusia] (Nueva York, 1962), p. 42.
UN CABALLERO ANDANTE CON ROPAJE FEMENINO 301

brollo amoroso. "Mis asuntos marchan muy mal -le confiesa a Wran-
gel-, y yo estoy casi desesperado." En aquel entonces María Dimi-
trievna se había negado categóricamente a irse a Barnaul. Para em-
peorar la situación, aunque sus cartas contenían "destellos de ternura",
también daban a entender "que no me podría hacer feliz, que los dos
éramos demasiado desdichados, y que sería mejor para ambos ... " (la
continuación se encontraba en dos páginas que fueron arrancadas por
la vengativa rnano de la segunda esposa de Dostoievski). Cuando con-
tinúa la carta nos enterarnos de que Dostoievski había decidido ir
a Kuznetsk para investigar la situación personalmente. "Estoy dispues-
to a ir a la cárcel por lograr verla. Mi situación es crítica. Tenemos
que conversar y decidir todo ¡de una vez por todas!" 17
Ya que se encontraba en la aldea fueron ampliamente confirmadas
las sospechas que tenía Dostoievski de haber sido reemplazado. "Por
lo tanto ahora puedo tener todas las esperanzas del mundo -le escribe
a vVrangel con amargura, refiriéndose a las palabras de aliento de
Wrangel-, pero. . . es demasiado tarde. Mi buen amigo, he estado
allí, la he visto. ¡qué alma tan noble y tan angelical! Lloró, rne besó
las manos, pero ama a otro." 18 El otro era el joven maestro de escuela,
Nicolás Vergunov, quien había ayudado a los Isaev cuando arribaron
a la aldea, y cuya relación con María Dimitrievna se había vuelto más
estrecha con el paso del tiempo. Sin duda María Dimitrievna, como
comprendió muy bien Dostoievski, había empezado a perder la pacien-
cia debido al lento mejoramiento de las perspectivas del novelista. Tal
vez había perdido por completo la fe en él. En las cartas recientes de
María, ésta había tratado con suavidad de desligarse de una relación
que le parecía tener tan escaso futuro. Un joven maestro de escuela,
incluso con un miserable ingreso, era preferible a un escritor cuya
penuria era todavía mayor, cuyas radiantes esperanzas de fama y fortuna
podrían no realizarse jamás. Dostoievski se niega a pronunciar una
sola palabra acusatoria sobre lo que bien podría haber considerado
una traición, y para un observador desapasionado, más de cien años
después, no existen motivos para hacer un juicio más severo.
Lo que ocurrió entre los tres, durante los dos días que estuvo
Dostoievski en Kuznetsk, rivaliza con las escenas más tormentosas de

17 Pisma, v. l: p. 188; 23 de mayo de 1856.


18 lbid., p. 189; 14 de julio de 1856.
302 PRIMER AMOR

una novela en tres tomos, y pocos años después fue llevado a las
páginas de Humillados y ofendidos. Es seguro que en éstas se describe
a sí mismo (o a su héroe novelesco, el joven literato que es el autor
de Pobres gentes) retirándose con desamparo, debido al encapricha-
miento de su amada por otro, pero en la vida real Dostoievski desem-
peñó un papel por completo diferente. De ninguna manera quería
abandonar el campo de batalla sin luchar, y su mejor arma resultó
ser su imaginación de novelista. Bosquejó, utilizando completamente
los recursos de su arte, todos los aterradores problemas que podrían
surgir en el futuro, debido a la incompatibilidad en edades y en ca-
rácter, entre María Dimitrievna y su joven enamorado (él tenía sólo
veintidós años). Incluso en los momentos en los que le relata a \Vran-
gel estos acontecimientos, Dostoievski se hallaba tan alterado que su
escritura es escasamente legible. Algunos pasajes son difíciles de desci-
frar, pero el sentido del texto nos permite entender con suficiente cla-
ridad su significado.
"¿Cómo pueden dos caracteres tan distintos, con diferentes puntos
de vista _sobre la vida, con diferentes necesidades, estar juntos en la
vida? -le preguntó a María Dimitrievna, y se lo repite a Wrangel-.
Y ... [laguna por ilegibilidad del texto] ¿no ocurrirá, dentro de varios
años, cuando ella todavía ... ? [laguna por las mismas razones]; ¿no
deseará él la muerte de ella? ... Quién puede saber hasta qué extremos
puede llegar el conflicto que preveo inevitablemente en el futuro ... "
"¿No le podría él reprochar ulteriormente que contó con su juventud y
que se enseñoreó de su vida únicamente para satisfacer sus volup-
tuosas exigencias?" "¡Y ella, ella!, ángel puro y hermoso, ¡tal vez tendría
que escuchar tales cosas!" Por supuesto, todas estas perturbadoras pre-
moniciones no habían sido expresadas con tanta franqueza cuando es-
tuvo conversando con ella. Dostoievski había sido más sutil, se había
expresado en forma indirecta, bosquejando tan sólo sus amenazadoras
visiones, presentándolas como conjeturas, al mismo tiempo que afir-
maba que Vergunov de ninguna manera podía comportarse así . . "No
la convencí de nada -calcula- , pero sembré algunas dudas. Ella
sollozó, y estaba atormentada." 19
En esos días ocurrió una peripecia que nos recuerda los súbitos mo-
mentos culminantes de la obra literaria de Dostoievski, cuando la mu-

19 Pisma , v. l: p. 190.
UN CABALLERO A:--ID ANTE CON ROPAJE FEMENINO '.103

tu a hostilidad se transforma en amor. "Sentí compasión por ella, y


entonces ella volvió completamente a mí. .. , ¡sintió compasión por mí!
¡Si supieras lo angelical que es, amigo mío! Nunca la llegaste a cono-
.cer. A cada instante surge en ella algo original, sensato, inteligente,
mas también paradójico, infinitamente bondadoso, verdaderamente no-
ble (un caballero andante con ropaje femenino). Tiene el corazón de
un caballero andante. Se arruinará a sí misma. No se conoce a sí mis-
ma, ¡pero yo sí la conozco!" Dostoievski también se entrevistó con
Vergunov, quien se anonadó y lloró por su presencia. "Me encontré
con él. Lloró, pero lo único que sabe hacer es llorar", comenta con un
dejo de desprecio. 20 Por sugerencias de María Dimitrievna, Dostoievski
le escribió una carta a Vergunov, resumiendo todas las razones de
peso que había comentado en contra de la unión inminente de la
pareja.
Es d ifícil reprimir una sonrisa cuando Dostoievski expresa cierta
indignación al encontrarse en la misma situación de Gil Blas (la com-
paración literaria es del novelista), quien pierde su lucrativa posición
con el arzob ispo de Granada después de decirle a éste, debido a su
insistencia, la atroz verdad sobre sus sermones. Dostoievski recibió la
misma recompensa por su franqueza: ella y él se pusieron fu riosos con
el literato. Con todo y eso, María Dimitrievna continuó con su volu-
bilidad de veleta, y le dijo a Dostoievski antes de la partida de éste:
"'No llor es, no te aflijas. N ada se ha decidido aún. ¡Tú y yo y n adie
más!' Éstas son exactamente sus palabras -le garantiza a vVrangel-.
No sé cómo pasé esos dos días. ¡Contuvieron arrobamiento y tortura
insoportable! Al finalizar el segundo día, me fui lleno de esperanzas." 21
Entre tanto, Dostoievski seguía haciendo continuados esfuerzos para
obtener la admisión de Pasha Isaev a los Cuerpos de Cadetes en Si-
beria. Le pidió a Wrangel que intentara persuadir al general Gasfort
de que usara su influencia para ayudar al joven solicitante a obtener
la plaza. Asimismo, suplica a Wrangel que le haga otro favor relacio-
nado con los Isaev. "Por el amor de Dios, por todos los cielos, no te
niegues. Ella no debe padecer. Si se casa con él, que cuente por lo
menos con algo de dinero." De suerte que Dostoievski insiste encare-
cidamente a Wrangel para que hable a favor de Vergunov con Gasfort.

20 Pisma, v. 1: p. 191.
21 ! bid., p . 189.
304 PRIMER AMOR

Dile que "es un valioso joven con magníficas habilidades. Alábalo en


forma notabilísima, di que lo conoces, que no sería mala idea
darle un empleo mejor ... Todo esto es por ella, solamente por ella.
¡Para que no termine en la miseria!". 22 Estos esfuerzos de Dostoievski
en ayudar a Vergunov a que incremente su ingreso y, por lo tanto,
para auxiliar indirectamente a María Dimitrievna -esfuerzos que ul-
teriormente incluyó en la actitud compasiva y desinteresada del narra-
dor de Humillados y ofendidos cuando se enfrentó con una situación
parecida-, han sido interpretados por Freud como un síntoma de
homosexualidad reprimida. Pero es permisible adoptar un punto
de vista menos prejuicioso y creer que Dostoievski, quien tenía intensas
experiencias personales y literarias de los dolorosos sufrimientos que
provoca la digna pobreza, se hallaba genuinamente conmovido por los
posibles aprietos futuros de la mujer a quien amaba apasionadamente,
y por quien sentía una inmensa deuda de gratitud. "Ella llegó en el
momento más triste de mi vida -le comenta a Wrangel pocos meses
después-, y resucitó a mi alma." 23

María Dimitrievna continuó con sus indecisiones durante el verano


de 1856, y Dostoievski siguió alternando la esperanza con la desespera-
ción. En julio le escribió una carta a Wrangel, pidiéndole que ayu-
dara a acelerar una petición de ayuda monetaria a la cual, como viuda
de un empleado del servicio civil, María Dimitrievna tenía derecho
según la ley. También renovó su petición de que tratara de hacer algo
en favor de Vergunov. A principios del otoño la promoción de Dos-
toievski resultó por fin confirmada oficialmente, y se convirtió en ofi-
cial, con respetable posición en la sociedad e ingresos aceptables. Al
recibir la noticia, su primer pensamiento, su único pensamiento, fue
que eso le permitiría visitar otra vez a María Dimitrievna. Dostoievski,
ya totalmente obsesionado por su consumidora pasión, le reconoce a
Wrangel: "La amo loca, locamente."
En verdad su estado mental era lamentable, y no hace intentos

22 Pisma, v. 1: p. 192.
23 !bid ., p. 198; 9 de noviembre de 1856.
UN CABALLERO ANDANTE CON ROPAJE FEMENINO 305

para ocultar los estragos que le provoca lo que, como sabe demasiado
bien, era fijación patológica. "No menees la cabeza, no me condenes.
Sé que en muchos aspectos me estoy comportando irracionalmente en
mis relaciones con ella, que casi no tengo esperanzas, pero me da lo
mismo si tengo o no tengo esperanzas. ¡No puedo pensar en nada
más! ¡Sólo en verla, en escucharla! Soy un pobre orate. Un amor
así es enfermedad. Lo percibo." Le confía que María Dimitrievna le
continúa escribiendo cartas "llenas de sincera, de extrema devoción".
A pesar de que ella intencionalmente lo llama "hermano'', Dostoievski
persiste en la creencia de que ella lo ama. 24 Es notorio que él esperaba
contra toda esperanza que otra visita tendría los reavivantes efectos
de la primera. Lleno de remordimientos por derrochar el dinero que
le había solicitado con tanta urgencia a su hermano, le pide a vVran-
gel que no le informe a Mijail del viaje que proyecta realizar para
convencer, si es posible, a su renuente enamorada.
Al mismo tiempo, Dostoievski Je encarece a Wrangel que se informe
si es factible, siendo ya oficial, pedir el retiro del ejército por motivos
de salud. Salvo un comentario anterior, hecho a la ligera, ésta es la
primera referencia que aparece en la correspondencia de Dostoievski
a que se ha convertido en una preocupación creciente por su condi-
ción mental y física. "Si deseo volver a Rusia -afirma -es solamente
para abrazar a quienes amo, y consultar a competentes médicos con el
objeto de saber cuál es mi enfermedad (epilepsia), qué son estos ata-
ques que siempre recurren, los cuales debilitan mi memoria y todas
mis facultades y que, me temo, pueden un día producirme locura. ¿Qué
clase de oficial soy?" 25 Además, Dostoievski no había recibido la in-
formación de si le era permitido publicar, y ruega a vVrangel que es-
clarezca este asunto tan crucial. Realmente tal permiso no había sido
concedido de manera específica con la promoción de Dostoievski: de-
pendía de su buena conducta en el futuro. Un comentario en la
misma carta fue inducido por el reciente nombramiento de Wrangel
para tomar parte en una expedición alrededor del mundo, que esta-
ba siendo organizada por la marina rusa. El importante novelista
I. A. Gonch arov había sido nombrado secretario del almirante que esta-
ba al mando de la escuadra, para llevar el diario de navegación durante

24 Pisma, v. 1: pp. 197- 198.


25 Ib id., p. 198.
306 PRIMER AMOR

el viaje (posteriormente Goncharov hizo otro relato, nada entusiasta,


de la travesía en La fragata Palas). "¿Te han presentado a Goncharov?
-le inquiere Dostoievski a su amigo-. ¿Qué te parece? Es un caba-
llero al estilo de los de la 'Sociedad Unida' [una organización de
caridad], de la que es miembro con alma de burócrata, carente
de ideas y con ojos de pescado hervido, a quien Dios, como si fuera por
broma, le concedió un brillante talento." 26
Una carta para Mijail, también fechada el 9 de noviembre, contiene
pormenores adicionales de las ocupaciones literarias de Dostoievski y
una gráfica descripción de los debilitantes efectos de sus ataques. "Sí,
amigo mío -le garantiza a Mijail-, sé que haré carrera y que seré
capaz de conquistar un sitio importante en la literatura ... Me ator-
menta la abundancia de lo que tengo que escribir ... Sé que puedo
hablar sobre arte en forma bastante notable. El artículo completo está
en mi cabeza y en apuntes escritos, pero mi novela me arrastra, me
distrae. Es una obra extensa: novela cómica que empieza en forma
humorística y se transforma en algo de lo cual estoy satisfecho." Dos-
toievski desea publicar de inmediato episodios ya concluidos de este
trabajo literario, y le pide a Mijail que averigüe si esto es posible.
Es optimista en cuanto a su carrera literaria, mas se encuentra terri-
blemente preocupado por su salud. "En cuanto a los accesos -le
explica con ansiedad-, continúan. Cuando creo que ya finalizaron,
empiezan otra vez. En cada ocasión provocan que mengüe mi valor, y
creo que debido a ellos pierdo la memoria y mis capacidades. Desalien-
to y cierta clase de estado moralmente humillante. . . son el resultado
de mis ataques." 27
No obstante, Dostoievski no permite que tales síntomas le impidan
segu ir en pos de María Dimitrievna. En diciembre de 1856 empren-
dió de nuevo la larga jornada a Kuznetsk y triunfó finalmente al obte-
ner el consentimiento de María Dimitrievna. Así y todo, todavía
continúa rodeando un ambiente de misterio a esta decisión tan labo-
riosamente obtenida. Dostoievski le informa a Wrangel que "si cierta
circunstancia no lo impide", el matrimonio se llevará a cabo con segu-
ridad, pero jamás aclara cuál puede ser esta "circunstancia". Aun así,
ya está seguro de que el afecto de María Dimitrievna no lo comparte

26 Pisma, v. 1: p. 199.
27 !bid., v. 2: p. 571; 9 de noviembre de 1856.
UN CABALLERO ANDANTE CON ROPAJE FEMENINO 307

con nadie más. "Lo que escribí acerca del pasado verano ha tenido
escasa influencia en su cariño por mí. Me ama. Lo sé con certeza ...
Muy pronto perdió todas las ilusiones por su nuevo afecto. Me enteré
de eso desde el verano, a través de sus cartas." 23

Todas las energías de Dostoievski se volcaron sobre la tarea de con-


seguir el dinero necesario para la boda, la que requería una suma
asombrosa para alguien que, ahogado por las deudas, contaba sólo
con su modesto salario de oficial. Dostoievski tendría que financiar,
no únicamente otro viaje a Kuznetsk para sí mismo, sino también el
de retorno con su futura esposa y su hijastro, en carruaje cerrado (se
hallaba a mitad del invierno), el transporte de los enseres domésticos
y la compra de todo lo necesario para poner una casa con estilo respeta-
ble. Por si esto fuera poco, tenía que hacer los gastos ocasionados por su
promoción, la cual requería que se habilitara de pies a cabeza con un
equipo que, literalmente, costaba su peso en oro en la remota Siberia.
Por fortuna, un amistoso y próspero capitán de ingenieros, destinado
a uno de los establecimientos mineros, le ofreció un préstamo a largo
plazo de 600 rublos, y una de las hermanas del novelista le había en-
viado poco tiempo antes 200 rublos en calidad de regalo. Considerando
que poseía manuscritos no publicados, los cuales según sus cálculos
tenían un valor de 1000 rublos, estaba seguro de que, tan pronto como
recibiera permiso de publicar, habrían terminado sus problemas. "Pero
si me prohíben publicar durante otro año más ... , estoy perdido." Por
lo tanto, Dostoievski renueva su súplica a vVrangel de que le comuni-
que de inmediato "las más insignificantes noticias que se refieran a la
autorización para publicar". Se encuentra tan desesperado que declara
su aceptación de dar a la imprenta, si es necesario para siempre, sus
escritos sin firmar, o con pseudónimo.
En esta época se vuelve mucho más tranquilo el tono con el que
se refiere a María Dimitrievna, y el nombre de Vergunov aparece
sólo una vez más. Inesperadamente Dostoievski afirma que él le es
"tan querido como un hermano", y agrega que "le llevaría mucho tiem-

28 Pisma, v. 1: pp. 204-205; 21 de diciembre de 1856.


308 PRIMER AMOR

po" explicarle a "\Vrangel la complicada historia de su relación.


Es probable que Vergunov aceptara con ecuanimidad la desfavo-
rable decisión de María Dimitrievna, y que se comportase según
el parecer de Dostoievski, con cierta dignidad y decencia. En todo
caso, le habla de él a Wrangel como de un individuo que merece to-
talmente su apoyo. "No es ninguna equivocación interceder por Ver-
gunov: se lo merece." 29 Se ignora si se obtuvieron resultados con los
esfuerzos de Dostoievski para obtener la promoción de Vergunov, quien
estaba a punto de ser examinado para un puesto superior.
Transcurrieron dos meses antes de que Dostoievski pudiera finiqui-
tar los preparativos para la boda. En ese lapso le escribió una carta
cuidadosamente redactada a su opulento . tío de Moscú, en la que
le pedía que le obsequiara el importe de la deuda que tenía con él.
Después partió hacia Kuznetsk, en donde permanecería dos semanas.
El 7 de febrero de 1857 se llevó a cabo la ceremonia, contando con la
presencia de varias personas respetables de la localidad, entre las que
se encontraba Vergunov, quien hizo su última aparición, esta vez
como testigo del casamiento de la mujer que había amado y del hom-
bre que había frustrado su galanteo.*

29 Pisma, v. 1: pp. 205-206.


" Por consideración a la historia, es conveniente incluir también en este capítulo
cualquier información adicional (si así puede llamársela) que sobre Vergunov existe
en las obras que tratan de Dostoievski. Procede de un libro escrito acerca de Dos-
toievski por su hija Liubov, quien tenía once años cuando murió su p adre, y por lo
tanto carecia de información de primera mano con respecto a este periodo de la
vida del novelista. El libro de Liubov es importante porque divulga por vez primera
la t.radición familiar acerca del supuesto asesinato del padre de Dostoievski a manos
de sus campesinos. Fuera de eso, está tan plagado con errores, prejuicios y fantasías,
que ningún crédito se puede conceder a sus aseveraciones, a menos que se encuentre
cierta corroboración para éstas en otras fuentes.
Probablemente agregando detalles falsos a lo que había escuchado de su madre (la
segunda esposa de Dostoievski, quien arrancó páginas enteras de la correspondencia
de su esposo con María Dimitrievna), Liubov Dostoievski informa primero lo que
conocemos: Vergunov habla sido el novio de María Dimitrievna en Kuznetsk, antes
de su segundo matrimonio. Pero después afirma que "incluso la noche anterior a
su matrimonio la pasó María Dimitrievna con su amante ... " Se supone que poste-
riormente Vergunov siguió a la pareja a Semipalatinsk "y ella continuó haciendo se-
cretas visitas nocturnas al joven preceptor". Declara que Dostoievski conocia al joven,
"pero el apuesto maestro era tan insignificante que jamás cruzó por la m ente de mi
padre el pensamiento de que pudiera ser su rival". Por supuesto, las cartas de Dos-
toievski prueban exactamente lo contrario, y esta refutación real demues tra por qué
UN CABALLERO ANDANTE CON ROPAJE FEMENINO 309

Los dos recién casados se dispusieron a realizar el agotador viaje de


regreso a Semipalatinsk. Interrumpieron la jornada en Barnaul para
aceptar la hospitalidad del conde Pedro Semenov, antiguo amigo de
Dostoievski y visitante ocasional del círculo Petrashevski. En época
más reciente se había dedicado (en compañía de Chokán Valijanov)
a explorar la cordillera Tian-Chan, situada entre Rusia y el Imperio
chino. Ocurrió en esta parada temporal algo que fue un mal presagio
para el desdichado matrimonio: "En el camino a casa -le escribe
Dostoievski a Mijail- me detuve en Barnaul, en el hogar de uno de
mis buenos amigos. Y entonces .intervino la mala · suerte: en forma
completamente inesperada tuve un ataque de epilepsia que aterrorizó
a mi esposa y me llenó de tristeza y abatimiento." 30
María Dimitrievna nunca había presenciado los espantosos alaridos,
el desmayo, los movimientos convulsivos de la cara y de los miembros,
la espuma en la boca, la involuntaria pérdida de orina qlie 'caracteriza-
ban los ataques agudos de Dostoievski. Sintió terror al descubrir
que había unido su destino a un esposo asolado por semejante en-
fermedad.
Para empeorar la situación, Dostoievski supo por primera vez la na-
turaleza real de su padecimiento. "El médico (culto y serio) me
informó, contrariamente a lo que habían dicho con anterioridad otros
doctores, que yo padecía de verdadera epilepsia, y que podía ocurrir
en alguno de los ataques que me asfixiara por los espasmos en la

el libro de Liubov Dostoievski no debe ser considerado un documento digno de crédito.


Tampoco podemos creer en el relato de que Vergunov siguió a la pareja a Tver
donde, después de que él finalmente rompió las relaciones, "ella confesó todo, des-
cribiendo su amorío con el joven preceptor con todo lujo de detalles. Con cruel re-
finamiento le dijo a Dostoievski cuánto les había divertido reírse del engañado ma-
rido, le afirmó que nunca lo habla amado [a Dostoievski], y que se habla casado con
él por mercenarias razones". Si bien es muy posible que algo similar pueda haberse
dicho en el curso de una disputa (o muchas) entre la pareja, parece ser simple in-
vención lo que se afirma como hecho real: la presencia de Vergunov en Tver como
amante oficial. Véase, de Aimée Dostoievski, Fyodor Dostoevsky (Londres, 1921), ca-
pítulo 9.
Liubov Dostoievski, quien murió en Italia en 1926, fue una escritora poco impor-
tante y fracasada de novelas y relatos. Era una mujer enfermiza, .neurótica, infeliz, que
pasó buena parte de su existencia recibiendo tratamientos en sanatorios, y que usó la
vida de su padre principalmente como un lienzo sobre el cual pintar sus propios
resentimientos y frustraciones.
30 Pisma, v. 2: pp. 579-580; 9 de marzo de 1857.
310 PRIMER AMOR

garganta y muriera por esta causa. Le supliqué y exhorté al doctor,


por su reputación de hombre íntegro, a . que fuera sincero y que me
diera pormenores. Hablando en general, me aconsejó que tuviera
cuidado los días de Luna nueva."
Si existen motivos para sospechar que María Di.m itrievna lamentó
sus recie:p.tes votos matrimoniales, no hay ambigüedad en cuanto a
los sentimientos de Dostoievski. "Ahora podrás comprender, amigo
mío -le confiesa a Mijail-, qué desesperados pensamientos vagaron
por mi cabeza. Pero ¿para qué hablar de ello? Tal vez no es verdad
que padezco de genuina epilepsia. Al casarme confié completamente
en los médicos que me dijeron que eran sólo ataques nerviosos, los
que se terminarían con un cambio de circunstancias en mi vida. Si
hubiese sabido sin lugar a dudas que tenía genuina epilepsia, no me
hUbiera casado [el original no viene en cursivas]. Para obtener paz
espiritual y poder consultar con genuinos doctores y tomar las medi-
das adecuadas, es necesario conseguir mi retiro lo más pronto posible y
volver a Rusia: Pero ¿cómo puede lograrse esto?" En vez de los gozosos
sentimientos de recién desposado lleno de alegría, que se regocija por
haber triunfado en la conquista, después de un arduo y prolongado
cortejo, lo que Dostoievski siente en su luna de miel es sólo tristeza
por la sombría perspectiva que aparece en lontananza y, sin duda
alguna, la torturadora culpa por haber engañado en forma involun-
taria a su esposa.
También parece desoladoramente entristecedora la descripción que
hace Dostoievski de las primeras semanas en su hogar. María Dimi-
trievna había llegado bastante enferma a Semipalatinsk. Por otra
parte, aunque Dostoievski había tratado de arreglar todo con antici-
pación, su falta de experiencia en asunto~ hogareños hizo que faltaran
muchas cosas necesarias. Por desgracia ocurrió al mismo tiempo una
revista de las tropas. "Todo esto me ha dejado exhausto." Es conso-
lador un comentario que hace de María Dimitrievna, pero ya se per-
cibe cierta reserva en las observaciones de Dostoievski acerca de los
desdichados efectos que tuvieron en el carácter de ella las dificultades
de su pasado. "Ella es una criatura afectuosa y buena, irritable a ve-
ces, nerviosa., impresionable en . extremo. Su vida pasada ha dejado
dolorosas huellas en su alma. Su estado anímico fluctúa con rapidez
increíble; pero jamás deja de ser noble y buena. Yo la amo mucho,
ella me ama, y de momento todo marcha bien" [eltexto no. tiene cur-
UN CABALLERO ANDANTE CON ROPAJE FEMENINO 311

sivas]. 111 Tales palabras insinúan qüe Dostoievski ha empezado a tener


úna nueva percepción de lo precario que es el equilibrio emocional
de María Dimitrievna, y que se estaba preparando para enfrentarse
con los momentos tan frecuentes en que el estado emotivo de ella
quedaba foera de control.

Una vez establecidos en Semipalatinsk, en donde los recién casados


rentaron un cómodo apartamento de cuatro habitaciones, Dostoievski
pudo al fin dedicarse seriamente, en el tiempo que le permitían sus
obligaciones militares, a continuar su carrera literaria. Mas la incer-
tidumbre seguía aletean.do sobre su derecho para publicar. Le es-
cribe a Wrangel, quien ya había retornado a Petersburgo después de
su viaje alrededor del mundo: "Dos cosas me atormentan: mi salud
y la posibilidad de publicar." 32 Aproximadamente un año después
de su casamiento, a mediados de enero de 1858, Dostoievski solicitó
oficialmente permiso para retirarse del ejército, basándose en incapa-
cidad física y en la necesidad de consultar médicos competentes en
San P eters burgo con respecto de su epilepsia.
Es muy escasa la información en la que podríamos confiar acerca
de la vida íntima . de . la pareja, aunque resulta obvio que hicieron
todos los esfuerzos posibles para parecer ante el mundo como un
matrimonio digno, unido y feliz. Pero tenemos que estar de acuerdo
con la opinión de A. S. Dolinin -quien realizó la revisión de la
primera edición seria de la correspondencia de Dostoievski, y es uno
de los mejores peritos rusos en la biografía del novelista-. Según
el parecer de Dolinin, "su infeliz vida familiar está cubierta por [unJ
secreto" que no se puede traspasar por falta de pruebas. 33 De todas
maneras, un estudio minucioso de la correspondencia de Dostoievski
durante los dos años que siguieron a su casamiento revela huellas de
desánimo y de pesimismo que, si bien pueden ser atribuidas a la
incertidumbre de su posición, contrastan notablemente con el valor
y la firmeza que había mostrado en ocasiones anteriores bajo circuns-
tancias mucho más difíciles. El lenguaje que emplea da a entender
31 Pisrna, v. 2: p. 580.
32 !bid., v. 1: p. 218; 9 de marzo de 1857.
33 !bid., v. 2: p. 517.
312 PRIMER AMOR

un creciente darse cuenta de que la unión por la que había luchado


con tanta pasión y persistencia había resultado ser una dolorosa equi-
vocación.
Un mes después de su matrimonio, justamente cuando él y Ma-
ría Dimitrievna se estaban instalando en su nuevo hogar, Dostoievski
todavía pudo escribirle a su hermano con el acento de esperanza
que había logrado retener durante todas sus tribulaciones. "En cuan-
to al futuro, no sé por qué creo ciegamente en él -afirma-. Sólo
desearía que Dios me concediera salud. Es curioso: he extraído de
las acerbas penalidades y las amargas experiencias no sé cuánto vigor
extraordinario y confianza en mí mismo." 34 No volveremos a escu-
char tales palabras durante largo tiempo. Tampoco los comentarios
de Dostoievski sobre su vida matrimonial indican un estado de pleni-
tud, o por lo menos de satisfacción. En vista de que sabía que su fa-
milia había mirado con desasosiego la unión, podríamos esperar que
se refiriera a ésta con las expresiones más entusiastas, pero sus pala-
bras crean la impresión contraria. "Vivimos medianamente -le es-
cribe a su hermana Bárbara, pocas semanas después de la carta a
Mijail-. No frecuentamos a muchas personas, escatimamos el dine-
ro (a pesar de que desaparece con increíble rapidez) y confiamos en
el futuro, el que resultará bien si Dios y el monarca así lo quieren." 35
Si Dostoievski había abrigado alguna esperanza de que María Dimi-
trievna fuera una ama de casa ahorrativa y eficiente, ésta parece ha-
berse evaporado con la misma perturbadora rapidez con la que se
desvanecían sus escasos recursos.
No obstante, virilmente Dostoievski se hizo cargo de sus nuevas res-
ponsabilidades. Logró el ingreso de Pasha Isaev en el Cuerpo Sibe-
riano de Cadetes, escribió respetuosas cartas a su suegro y a las her-
manas de su esposa (a quienes, por supuesto, no conocía personal-
mente). Puede ser algo más que coincidencia que en una de tales
cartas a una de sus distantes cuñadas, casi un año después de su
casamiento, manifieste una enorme fatiga que surgía de una profun-
da sensación de desagrado con su vida. "¿Sabes? -le comenta en
forma extraña-. Tengo algo así como un presentimiento. Creo que
moriré muy pronto. Cuando se posee temperamento nervioso se tienen

34 Pisma, v. 2: p. 580.
35 !bid., pp. 581·582; 15 de marzo de 1857.
UN CABALLERO ANDANTE CON ROPAJE FEMENINO 313

siempre tales premoniciones. Pero te garantizo que, en este caso, no


provienen de mi temperamento nervioso, y que tomo con calma total
la certeza de mi inminente fallecimiento. Me parece que ya he vivido
todo lo que se necesita experimentar en este mundo, y que ya no hay
nada a lo que pueda aspirar." Tales palabras indiscutiblemente tie-
nen cierta relación con los temores provocados por su epilepsia, pero
también expresan fatiga interior, cuya causa más probable residía en
el deseo de escapar de la pesada carga de la vida en común con Ma-
ría Dimitrievna.
Las referencias a ella desaparecen casi por completo de la corres-
pondencia al transcurrir el tiempo, salvo por breves comentarios que
nos permiten inferir un ambiente de disputas y recriminaciones. No
contribuía a mejorar la situación la resentida certeza que poseía Ma-
ría Dimitrievna de que la familia de su marido la desaprobaba. "Mi
esposa te envía saludos -le comenta Dostoievski a Mijail nueve meses
después de la boda-. Le escribió a Varinka y a Verochka [hermanas
de Dostoievski], pero ninguna de las dos le contestó. Yo le afirmo lo
contrario, pero es en vano . . . Es muy infeliz." 37 Después de trans-
currido otro año, Dostoievski es incluso más lacónico y está deses-
perado. "Mi vida es difícil y amarga -le confiesa a Mijail-. No te
escribiré ni una sola palabra sobre ello. Tal vez nos veamos pronto." 38
La referencia más clara a los sentimientos negativos de Dostoievski
por su tropiezo matrimonial puede encontrarse en una carta a Wran-
gel, con quien no tiene secretos en lo relacionado con María Dimi-
trievna. El escritor ya sabía que su amigo había considerado su
enamoramiento como un desafortunado accidente. Dos años después
de su matrimonio, Dostoievski le responde: "Si deseas saber qué me
pasa, ¿qué te puedo decir? He aceptado la carga de los cuidados de
una familia, y la sigo llevando a cuestas. Pero creo que mi vida aún
no ha terminado, y no deseo morir" (el original no tiene cursivas).
La imagen de Dostoievski enganchado como bestia de carga al ca-
rruaje de la vida familiar tiene un significado inconfundible, al igual
que la asociación delatora y espontánea, entre el matrimonio y la
muerte, la cual nos ayuda a confirmar la interpretación de la cita en
la carta a su cuñada. Parte del motivo para la tribulación de Dos-

36 Pisma, v. l: p. 228; 30 de noviembre de 1857.


37 !bid., v. 2: p. 588; 30 de noviembre de 1857.
38 !bid., p. 596; 13 de diciembre de 1858.
314 PRIMER AMOR

toievski aparece al final de la carta de la que estamos presentando


extractos, en la que habla explícitamente de María Dimitrievna. "Le
agradaría mucho verte", le garantiza a Wrangel. Después agrega
abruptamente: '.'Siempre está enferma." 39 María Dimitrievna falleció
de tuberculosis cinco años después, y los crecientes estragos de su
padecimiento incrementaron la irritabilidad e irascibilidad de un ca-
rácter que había fascinado tanto a Dostoievski por su capacidad para
indignarse justamente. Y, con toda imparcialidad, debemos reconocer
que ella tenía buenas razones para abrigar resentimientos con su
segundo esposo, y para sentirse traicionada por él, ya que la promesa
que le hizo de recapturar la fama seguía siendo exasperadamente
problemática, y sus ataques epilépticos continuaban ocurriendo con
alarmante frecuencia, sin que existieran esperanzas de un cercano
alivio.

39 Pisma, v. 1: pp. 253-255; 22 de septiembre de 1859.


CUARTA PARTE

SEGUNDO COMIENZO
XVI. UN CORAZÓN RUSO

LAS CARTAS de Dostoievski durante 1855-1856 contienen, en su mayo-


ría, o bien un torrente de palabras, vertidas con angustia, referentes
a los problemas prácticos que lo asediaban, o bien están dedicadas a
describir, justificar y favorecer su relación amorosa con María Di-
mitrievna. Pero incluso cuando estaba dedicado a la absorbente per-
secución de lo que él creía que era la felicidad, en ocasiones Dos-
toievski comentaba . sobre otros temas, y nos proporcionó valiosa
información sobre su evolución ideológica y espiritual.
Especialmente nos referimos a una extensa carta que le dirigió a
Apollon Maikov (18 de enero de 1856), en la que Dostoievski se
descubre a sí mismo en forma más completa que en ningún otro docu-
mento de esa época. Wrangel le había entregado una carta de Maikov
al llegar a Semipalatinsk, y la renovación del contacto de Dos-
toievski con este confidente literario le permitió sentirse otra vez:
parte de la cultura rusa. Sin embargo, la turbulencia de su vida
personal, combinada con las dificultades para comunicarse, hicie-
ron que demorara la respuesta más de un año. El retorno de
Wrangel a Petersburgo le proporcionó a Dostoievski la oportunidad
que estaba buscando. Entonces pudo escribir sobre sí mismo con más
franqueza de la que habría sido posible si la misiva la llevara un
correo menos digno de confianza. Además, Dostoievski sabía que po-
día contar con la discreción de Maikov, quien había mantenido es-
crupulosamente su palabra de no divulgar la afiliación de su amigo
a la sociedad secreta de Speshnev.
A pesar de que desafortunadamente la carta de Maikov a Dos-
toievski se ha perdido, podemos captar vislumbres de lo que dijo
mediante la respuesta de Dostoievski. Una mayor comprensión del
texto es proporcional por la evolución sociopolítica de Maikov en
los años de intervalo. El estallido de la guerra de Crimea señal6
una fecha importantísima en la vida de Maikov, quien, hasta esa
época, había sido un occidentalista progresista, conocido más por
317
318 SEGUNDO COMIENZO

su interés en la poesía que en la política. A pesar de ello, el ataque a


Rusia había despertado su latente fervor político, y había voceado
públicamente que eÍ conflicto era un punto crucial en el destino his-
tórico de Rusia. En efecto, la carta abierta de Maikov al novelista
A. F. Pisemski, publicada en La gaceta de San Petersburgo en 1854
como un manifiesto político-cultural, es uno de los documentos más
importantes que registran el incremento del nacionalismo patriotero
(evanescente en la mayoría de los casos, pero no en el suyo) que se
difundió en gr an parte de la sociedad culta rusa al iniciarse las hos-
tilidades.

La guerra actual -escribió Maikov- es un acontecimiento en nues-


tras vidas privadas, en la historia de nuestras opiniones, tan decisivo
e importante como en el campo de la política. Se necesitaría que fué-
semos tan ciegos y obstinados, tan insensibles como el flemático caracol,
para no reaccionar con la chispa eléctrica que ha sacudido a todas
las clases sociales de Rusia . . . Puedo profetizar que los acontecimien-
tos actuales representan un gran paso en nuestro progreso; con ellos
se inicia un nuevo periodo de nuestra vida histórica, aunque sólo sea
porque estos sucesos nos han obligado súbitamente a todos y cada
uno a hacer una pausa y preguntarnos:
"¿Quién soy yo?" Y cualquiera que sea nuestra educación, sea cual
fuere la fuente de donde emane el conocimiento y las opiniones de
la gente, todos con una sola voz y al unísono tenemos que decidir la
cuestión, y unánimemente, teniendo conciencia mientras emitimos el
juicio, responder: "¡Yo soy un ruso!". Nada puede suprimir en nues-
tra conciencia que es perfectamente posible ser instruido y educado,
y sentir, al mismo tiempo, que somos rusos, y que para nosotros, por
encima de todo, se encuentra el único y sagrado sentimiento de amor
por la madre patria. Sobre nosotros, los escritores, pesa una gran res-
ponsabilidad: inmortalizar la emoción que compartimos con todos los
demás. Nuestra tarea consiste en iluminar y delinear palpablemente el
ideal de Rusia que es perceptible para todos. 1

Es muy probable que Dostoievski leyera esta declaración de pa-


triótica fidelidad en las páginas del periódico. Es seguro -en vista
de que declara su conformidad con las ideas- que leyó el poema de

1 Citado en el escrito de Leonid Grossman: "Grazhdanskaya Smert F. M. Dos-


toevskogo", Literaturnoe Nasledstvo, 22-24 (1935), pp. 688-689.
UN CORAZÓN RUSO 319

Maikov, "El concilio de Clermont", que fue inspirado por el mismo


estado de espíritu manifestado en la carta abierta. El título del poema
se refiere al concilio convocado en Clermont (Francia) por el Papa
Urbano 11 en el siglo xr, para promover la Primera Cruzada para res-
catar los lugares sagrados del yugo sarraceno. En una serie de sor-
prendentes escenas, Maikov establece un contraste entre la conducta
de Europa en esos tiempos remotos, cuando se lanzaron a la defensa de
los cristianos oprimidos por los infieles mahometanos, y la con-
ducta de los europeos en la guerra de Crimea. El tema general de
esta poesía -la traición a Cristo por las naciones europeas, aliadas
de Turquía- es el mismo que el de la oda de Dostoievski "Sobre
los acontecimientos en Europa en 1854", pero Maikov es un poeta
genuino, y sus versos son mucho más evocativos y pictóricos que las
declamatorias diatribas de Dostoievski. Además, Maikov describe que
Rusia ha llevado a cabo en épocas anteriores su propia cruzada, y
ha contribuido a la defensa de la Europa cristiana sirviendo de pro-
tección para la invasión de los mongoles al corazón de Europa. Atri-
buye la ingratitud y la traición de las potencias europeas predomi-
nantes en ese tiempo presente, al temor del creciente poderío ruso:

Sobre una inconmensurable extensión


hemos allanado el terreno para la fundación; ante ella
palidecen los vetustos imperios,
y el reciente poder y la reciente gloria
del juvenil sol ¡los aterroriza!

El poema concluye con la profecía de que de "la Rusia tapizada por


hielo" surgirá "una raza de gigantes" con una "inexhaustible sed de
inmortalidad, gloria y bondad" -una raza prefigurada por el for-
midable gigante Pedro el Grande, quien también se había nutrido
del suelo ruso-. 2 Estos textos de Maikov proporcionan parte del es-
cenario en el cual la elíptica carta de Dostoievski adquiere su pleno
significado.

2 A. N. Maikov: Polnoe Sobranie Sochiru:nii, compilada por P. V. Bibikov, 3 volümc-


nes (San Pctersburgo, 191 4), v. 2 : pp. 13-20.
320 SEGUNDO COMIENZO

Dostoievski empieza evocando la vida ordinaria que había compar-


tido con Maikov y su anterior intimidad con su hospitalaria y ta-
lentosa familia. Valerian, hermano menor de Apollon, había sido
el alma de un pequeño círculo literario a mediados de los años
cuarenta, que había desempeñado un importante papel en la vida de
Dostoievski. Poco antes de su prematura muerte en 1847, el joven Mai-
kov había definido El doble en contra de Belinski en un artículo
extremadamente perspicaz, que contiene algunos de los mejores jui-
cios críticos que se han escrito sobre las primeras. obras de Dos-
to ievski.3 En la época del arresto del novelista, una copia manuscrita
de los ensayos de Valerian · Maikov fue encontrada entre los docu-
mentos de Dostoievski, y éste posteriormente solicitó que se los devol-
vieran a su familia. "¿Recibió ya Evgeniya Petrovna [la madre de
Maikov] un libro? (los ensayos y la crítica literaria que publicó el
inolvidable Valerian Maikov en Notas de la Madre Patria)'', inquiere
ansiosamente. 4 Estos recuerdos del pasado lo conducen inevitable-
mente a pensar en el abismo existente entre aquellos felices días y los
de su momento actual. Evidentemente Maikov también había ex-
presado esos pensamientos. En su respuesta, Dostoievski golpea la
nota que resonará como un leimotiv durante el resto de la misiva:
"Me dices que ha pasado mucho tiempo, que muchas cosas han cam-
biado. ¡Por supuesto que sí! Pero existe algo bueno: como hombres,
no hemos cambiado. Puedo afirmarlo de mí mismo" (el original no
contiene letras cursivas). 5
Parece evidente que la carta de Maikov había hecho alusión a las
circunstancias del arresto y fallo condenatorio de Dostoievski, y que
se pregunta por qué éste había sido señalado por el dedo del destino
para recibir tan duro golpe. "Afirmas que has pensado con frecuencia
en mí cariñosamente y que te has preguntado: '¿por qué? ¿por qué?'
Yo también te recuerdo con afecto, y en cuanto a tu '¿por qué?', no
diré nada. Sería superfluo." 6 De todos los amigos de Dostoievski

3 Para pormenores adicionales véase mi Dostoievshi, las semillas de la rebelión, 1821 ·


1849 (Fondo de Cultura Económica, 1984), capitulo 15-
4 Pisma, v. I: p. 164; 18 de enero de 1856.
5 !bid., p. 163.
6 !bid., p. 165.
UN CORAZÓN RUSO 321

que habían escapado al arresto, sólo Maikov conocía en verdad la


respuesta a la pregunta: "¿por qué?". Este es el significado de la en
apariencia inocente referencia de Dostoievski a la superfluidad. Después,
aludiendo a la afirmación de Maikov de que había tenido una vida
plena, Dostoievski le responde: "También yo he pensado mucho y
vivido muchas experiencias. Y existieron tales circunstancias, tales in-
fluencias, que necesité vivir y pensar de nuevo en ellas y meditarlas
mucho, incluso más de lo que puedo soportar. Como me conoces muy
bien, seguramente serás justo conmigo y creerás que siempre seguí la
senda que consideré mejor y más íntegra, que no engañé a mi cora-
zón y que a todo lo que me dediqué me entregué con pasión. No
creas que tales palabras se refieren a la causa por la que me encuentro
aquí. Estoy hablando ahora de lo que siguió. Este no es el momento de
ex presar lo anterior, y en todo caso eso fue tan sólo un accidente. Las
ideas cambian; el corazón permanece el mismo" (el texto no viene en
cursivas). 7 De nuevo tenemos el aserto de que, a pesar de las apa-
riencias, ni Dostoievski ni Maikov han cambiado verdaderamente.
Ambos son los mismos en lo profundo, en "el corazón'', sin importar
las alteraciones que puedan haber ocurrido en las "ideas" que pro-
fesan. Esto sirve como preludio para una importante declaración de
principios que hace Dostoievski, en la cual expone cómo considera
el pasado en esos momentos:

He leído tu carta y no he comprendido lo esencial. Me refiero al pa-


triotismo, la concepción de Rusia, el sentido del deber, el honor na-
cional, a todo lo que te refieres con tal entusiasmo. Pero, ¡amigo
mío!, ¿es posible que hayan sido distintas alguna vez tus convicciones?
Siempre he compartido los mismos sentimientos, las mismas creencias.
¿Rusia, deber, honor? ¡Sí! Siempre he sido esencialmente ruso. Te
digo esto con franqueza. ¿Qué hay de novedoso en este movimiento
que has visto nacer, y al cual te refieres como una nueva tendencia?
Te confieso que no te comprendo. He leído tus versos y los he en-
contrado hermosos. Comparto por completo tu sentimiento patriótico
acerca de la liberación moral de los eslavos. Este es el papel de Rusia,
de la noble y gran Rusia, nuestra sagrada madre. ¡Cuán bello es el
final, las últimas líneas de tu "Concilio de Clermont"! ¿En dónde en-
cuentras tal lenguaje para expresar tan magníficamente esa idea tan
inmensa? ¡Sí! Estoy de acuerdo contigo en que Rusia comprenderá
7 Pisma, v. l: p. 165.
322 SEGUNDO COMIENZO

a Europa y a su misión. Desde hace mucho tiempo esto ha sido evi-


dente para mí.s

Bien sea que la "carta" a la que se refiere Dostoievski sea una de


Maikov para él, o la "qarta abierta a Pisemski", no pueden existir
dudas de que la "misión" a la que alude Dostoievski es el logro defi-
nitivo del propósito de los cruzados cristianos: la reconquista de los
lugares sagrados que estaban. en poder de los infieles, y el fin del
dominio musulmán sobre los eslavos ortodoxos de la Europa Oriental.
Un pasaje posterior, que se refiere en forma más explícita al pasado
de Dostoievski, es interpretado por éste a la luz de su firme convic-
ción de que básicamente nada ha cambiado, ni en él mismo ni en
otros. "Quizás hace muy poco tiempo aún estabas preocupado por
la afluencia de ideas francesas a la clase social que piensa, siente y
estudia. Cierto, era excepcional. Pero cada excepción, por su misma
naturaleza, da origen a su contraria. Mas estarás de acuerdo con que
todas las personas de recto pensamiento, o sea las que marcan la pauta
para todo, consideraban las ideas francesas solamente desde el punto
de vista científico y siguieron siendo rusas aun cuando se consa-
grasen a lo excepcional. ¿En qué ves algo nuevo?" 9 Al hablar de
"ideas francesas", Dostoievski por supuesto se estaba refiriendo a las
corrientes radicales y utópico-socialistas del decenio 1840-1849, a
las que niega el poder para cambiar el carácter ruso. Incluso quienes
se encuentran bajo su hechizo "siguen siendo rusos aun cuando se
consagren a lo excepcional". Al igual que en la carta a Totleben,
podemos observar cómo Dostoievski incluye su propia interpretación
y anticipa sus posteriores creaciones: una y otra vez hará que sus
principales personajes muestren la persistencia de algo que él con-
sidera "ruso". Lo manifestarán incluso quienes están más pode-
rosa y corrosivamente influidos por las ideas de la Europa Occidental.
Pues Dostoievski estaba apasionadamente convencido (y aceptaba su
propia experiencia como irrefutable prueba de su verdad) de que los
sentimientos espontáneos y la lealtad de los rusos en una forma o
en otra se abrirían paso, sin importar cuán impenetrable pudiera
parecer la capa de cultura europea occidental en la estructura de
sus personalidades.
s Pisma, v. l: p. 165.
9 !bid., p. 166.
UN CORAZÓN RUSO 323

D os toievski, al continuar, explica el redescubrimiento de sí mismo


como ruso, y establece una importante relación entre éste y la
transformación de su actitud en el campamento de forzados. "Te
garantizo -afirma Dostoievski en un pasaje ya citado parcialmente-
que, por ejemplo, estoy unido con todo lo ruso en tal grado, que ni
siquiera los convictos me atemorizaban: ellos eran el pueblo ruso,
mis hermanos de infortunio, y tuve la dicha de encontrar generosidad
en más de una ocasión hasta en el corazón de un bandolero, preci~
samen te porque lo podía comprender, porqu e yo también era ruso.
La calamidad me hizo entender muchas cosas desde un punto de
vista práctico, y tal vez este espíritu práctico ha tenido gran influencia
sobre m í, pero he aprendido una cosa prácticamente: que siempre
en mi corazón he sido ruso. Uno puede tener equivocaciones en
cuanto a las ideas, pero es imposible equivocarse con el corazón y,
por error, ser ímprobo, es decir, actuar en contra de ias propias
convicciones" (el original no contiene letras cursivas). 1º
P or lo tanto, ser ruso significa estar unido a otros rusos con un
víncu lo que crea y evoca la sensación de la re3ponsabilidad moral
mutua. Y este lazo, proveniente del corazón, se introduce profunda-
m en te, y es mucho más importante que todas las falsas y' equivocadas
ideas que pueden distorsionar la visión rusa o embotar la sensibili-
dad m oral rusa. Muchos personajes de Dostoievski, pocos años des-
pués, serán atrapados precisamente en tal lucha interior entre su
corazón ruso y el poder maligno, corruptor y amoral de las ideas
no-rusas . En otras palabras, mientras Dostoievski explora y contem-
pla su pasado para beneficio de Maikov, lo que emerge son los
primeros vagos bosquejos de la dicotomía racional / irracional tan
caracter ística de sus creaciones postsiberianas. Y esta dicotomía ya
ha empezado a adquirir muchas de las connotaciones morales, psico-
lógicas e ideológicas a las cuales Dostoievski les daría tan brillante
expresión.

Por lo tanto, la carta de Dostoievski para Maikov es extremada-


mente valiosa como una fuente para el análisis de su evolución per-
sonal y artística. Pero ¿en qué forma debemos evaluar sus afirmacio-
10 Pisma, v. l: p. 166.
324 SEGUNDO COMIENZO

nes como enunciados tanto acerca de sí mismo como de la cultura


rusa? ¿Cuánto crédito puede concedérsele a su autointerpretación,
-su convicción de que, al exponer las opiniones que comparte con
Maikov, nada ha cambiado verdaderamente en él-? ¿Debemos con-
siderar esto tan sólo como un esfuerzo para ocultar -un rechazo
a admitir- la traición a sus antiguos ideales? ¿Y cuánta verdad yace
en su creencia de que los intelectuales rusos, considerados como un
todo, han sido afectados únicamente en forma superficial por las
" ideas francesas"?
Por lo que concierne a Dostoievski, mucho se podría comentar
acerca de aceptar como verdaderas sus afirmaciones. Se manifiesta
un fuerte rasgo de xenofobia en sus actitudes de un periodo remo-
to, y éstas de ninguna manera llegaron a desaparecer en su plena
fase radical.
A pesar de que rechazó, en un folletín de 1847, la idealización
eslavófila del pasado ruso, Dostoievski lanza mofas contra los europeos
que consideran imposible imaginar que Rusia pueda progresar me-
diante un estilo histórico autóctono, y seguir una senda muy dife-
rente del modelo de las naciones europeas occidentales. Y él declara
que la absorción por parte de Rusia de la civilización europea occi-
dental, en lugar de destruir el patriotismo ruso, conducirá "al triunfo
del nacionalismo, el cual, según mi parecer, no sucumbirá tan fácil-
mente ante la influencia europea, como muchos creen". (v. 18: p. 26).
Como podemos observar, D ostoievski siempre había tenido espíritu
ruso, siempre había vivido con una intranquilizadora tensión por los
impulsos subversivos (inspirados principalmente por su odio a la
esclavitud) que lo habían conducido a las filas de una conspiración
revolucionaria. En este sentido bien podía considerar -sin ser nece-
sariamente culpable de vergonzoso subterfugio- que su previo delito
en contra del estado había sido tan sólo un "accidente".
En lo relacionado con los rusos occidentalistas, a quienes Dos-
toievski tenía la natural tendencia a interpretar de acuerdo con las
características propias de él, la situación es mucho más compleja.
Se tien e la impresión de que Dostoievski creía que todos ellos, o al
menos una razonable mayoría, habían llegado a aceptar la postura
que en ese momento presente Dostoievski compartía con Maikov. En
otras palabras, que ellos también habían cerrado filas con el régimen
zarista. Este parece ser el significado de su comentario de que incluso
UN CORAZÓN RUSO 325

los más apasionados por las ideas francesas habían permanecido rusos
de corazón. Y si éste fu e el sentido de sus palabras, estaba lastimo-
samente equivocado, pues no sólo los occidentalistas, sino también los
patriotas eslavófilos se habían desalentado por la corrupción, el des-
orden y la incompetencia mostrados por el régimen de Nicolás I
durante la guerra de Crimea. La mayoría de los intelectuales, de todas
las tendencias políticas, compartían los sentimientos expresados en el
diari_o de A. l. Koshelev, eslavófilo relativamente liberal, quien es-
cribió que las derrotas rusas en la guerra de Crimea "no nos acongo-
jaron demasiado [es decir, ni siquiera a los eslavófilos intensamente
nacionalistas] porque estábamos convencidos incluso de que la de-
rrota de Rusia sería más soportable y más útil que la condición en
la que se hallaba Rusia en años recientes. El estado de espíritu de la
sociedad, y hasta el populacho, si bien en parte inconsciente, era
de la misma naturaleza." 11 Estando alejado de los centros de la vida ·
sociocultural rusa, viviendo en un ambiente predominantemente mi-
litar no acostumbrado al pensamiento independiente (e incluso hos-
til a éste), resulta obvio que Dostoievski ignoraba esa activa sub-
versión.
Así y todo, sería históricamente inexacto afirmar que no existe
verdad en las palabras de Dostoievski, una vez que las consideramos
fuera de su limitado contexto político. Pues si contemplamos la
cultura rusa como un todo, en vez de limitar nuestra visión al pro-
blema de apoyar al régimen, podremos entonces apreciar que una
evolución similar a la de Dostoievski está aconteciendo entre los
r usos occidentalistas en los años que abarcan precisamente su arresto
y exilio.
Ya es casi una costumbre considerar la regeneración de las con-
vicciones de Dostoievski como un acontecimiento estrictamente per-
sonal de su vida, y además, como un suceso bastante estrambótico
de ésta. Empero, la realidad es que la regeneración de las convic-
ciones de Dostoievski ciertamente anticipa, y después converge con un
cambio masivo en las actitudes socioculturales rusas que ocurrieron
precisamente en aquella época.
Este cambio había comenzado incluso antes de la detención de Dos-

11 Citado en la obra de A. A. Kornilov: Obshchestvennoe Dvizhenie pri A leksandre JI


(Moscú, 1909), p. 6.
326 SEGUNDO 'C OMIENZO

toievski, y puede fechársele a partir del famoso artículo de Belinski,


publicado en 1847, en respuesta a Valerian Maikov. Belinski, hasta
ese momento inflexible occidentalista, había declarado en su ensayo
que "sobre este tema [patriotismo], más bien me inclino al lado de
los eslavófilcis, en lugar de permanecer al lado de los 'humanistas
cosmopolitas'" 12 Gran parte de lo que Belinski dice en su artículo
acerca de Rusia y del posible papel histórico mundial del pueblo
ruso en el futuro, posteriormente aparece, casi palabra por palabra,
en los artículos periodísticos de Dostoievski. Era un texto que conocía
de memoria, y sin duda alguna lo tenía en mente cuando aseguró a
Maikov que la influencia de las ideas francesas había sido tan sólo
una moment<:lnea desviación del verdadero camino ruso. El artículo
de Belinski señaló el inicio de una tendencia que se alej aba del rí-
gido occidentalismo, inclinación que también puede ser observada
en el círculo Petrashevski unos años más tarde. Petrashevski empezó
a hablar de la obschina como una forma embrionaria del falansterio
fourierista, en tanto que Dostoievski, junto con algunos pocos, afir-
maba que las instituciones sociales del campesinado ruso proporcio-
naban "cimientos morales más sólidos" para la solución de los proc
blemas sociales rusos "que . .. todos los sueños de Saint-Simon y su
escuela."
Tales :ideas formaban parte de una tendencia que, observó P. A.
Annenkov, empezaba a destacar al final de la década 1840-1849, cuan-
do "el partido 'eslavo' [como llamaba él a los eslavófilos, a pesar
de las objeciones y críticas hechas en su contra], adquirió mayor in-
fluencia día tras día y persuadió a mentes que no eran sumisas por
naturaleza, logrando esto mediante la prédica acerca del patriotismo
ruso, desconocido, impropiamente apreciado y vergonzosamente des-
preciado." 13 Un redescubrimiento de la "rusianidad", en este amplio
sentido, había empezado más o menos por la época en que Dostoievski
fue arrancado de la literatura rusa, y continuó floreciendo y expan-
diéndóse en años posteriores. Todos los historiógrafos de la cultura
rusa están de acuerdo en que, durante el decenio 1850-1859, el

12 V. G. Belinski: Selected Philosophical Works [Obras filosóficas escogidas] (Mos-


cú, 1948), p. 371.
13 P. V. Annenkov: The Extraordinary Decade fLa década extraordinarial, compi-
lado por Arthur P. Mendel; traducido al inglés por Irwin R. Titunik (Ann Arbor,
1958), p. 159.
UN CORAZóN RUSO 327

fenómeno reciente más significativo fue la gradual asimilación de las


ideas eslavófilas por la opinión pública culta, considerada como un
todo, y la fusión de tales ideas en una nueva síntesis con las del
antiguo partido occidentalista. En vista de que las publicaciones más
importantes en las que había aparecido dicha síntesis habían visto
la luz pública fuera de Siberia, Dostoievski no podía estar enterado
de ella en su remoto destierro. No obstante, sus propias experiencias,
a pesar de ser indiscutiblemente personales, coincidían con esta am-
plia mutación cultural, y las opiniones expresadas en su carta a
Maikov, a pesar de estar equivocadas desde un punto de vista estric-
tamente político, intuían en forma correcta un profundo y muy dise-
minado cambio en la manera de pensar.

En gran medida esta nueva síntesis de ideas fue concebida y propa-


gada por Alexander Herzen, quien en aquel entonces ocupó du-
rante algún tiempo el sitio predominante en la cultura rusa que
h abía poseído Belinski en la década 1840-1849. Herzen decidió irse
a vivir a Europa en el año de 1847. Se había sentido inflamado por las
intoxicantes esperanzas de la revolución de 1848, cuyos triunfos ini-
ciales pudo observar tanto en Italia como en Francia, y quedó
horrorizado por la inmisericorde represión al levantamiento de la
clase trabajadora francesa durante los tristemente famosos días de
junio de 1848, cuando la rebelión fue aplastada por la Guardia
Nacional, comandada por el gobierno burgués de la nueva República
Francesa. Herzen dejó escapar toda su angustia y su desilusionada
repugnancia de los ideales políticos occidentalistas en su profundamente
conmovedor trabajo literario Desde la otra orilla, que todavía retiene
su poder como una profunda meditación en el destino histórico de
la moderna civilización occidental. La conclusión de Herzen era
que la Europa Occidental jamás sería capaz de llevar a cabo la
inevitable transición al nuevo milenio socialista, porque los princi-
pios de la propiedad privada, del centralismo monárquico (derivado
en última instancia del catolicismo romano) y de la obediencia a la
autoridad civil estaban tan fuertemente enraizados en el carácter
europeo, que no permitían un rompimiento con su tradición secular.
328 SEGUNDO COMIENZO

Desde la otra orilla es un penetrante grito de desesperación que


lanzó Herzen al ver sus viejos ideales de ruso occidentalista hechos
pedazos por las descargas cerradas que señalaron el fin de las suble-
vaciones de 1848 en todo el continente. El escrito no ofrece ninguna
opción al callejón sin salida en el cual Herzen estaba convencido de que
se encontraba irremediablemente atrapada toda la civilización occi-
dental. Empero, en una importante serie de escritos que dio a la luz
pública en los años siguientes (El pueblo ruso y el socialismo, Sobre
la evolución de las ideas revolucionarias en Rusia, y muchos otros
menos conocidos), Herzen pasó de la negación a la afirmación. Sus
recientes afirmaciones hacían fuerte contraste con lo que anterior-
mente había creído, puesto que profetizó que la subdesarrollada Rusia,
precisamente porque había permanecido desligada de la principal
corriente del desarrollo social e histórico de Europa, era el instru-
mento elegido por la historia para conducir al mundo en la nueva
era socialista. Adoptando algunas ideas de los eslavófilos, y unién-
dolas con las de algunos occidentalistas, Herzen realizó una gran-
diosa amalgama que inflamó la imaginación rusa y afectó decidi-
damente el curso del pensamiento sociocultural ruso durante el resto
del siglo.
La esencia de la postura de Herzen ha sido resumida muy bien
por el excelente historiador del eslavofilismo, el polaco Andrzej
Walicki. "De los eslavófilos -escribe- Herzen adoptó la idea de
la comuna aldeana como la etapa embrionaria de una nueva y más
elevada forma de sociedad, y la convicción de que el colectivismo
(al cual él denominaba 'el elemento socialista', o incluso 'comunismo')
era la característica nacional del pueblo ruso ... Al igual que los
eslavófilos, Herzen hacía hincapié en que el pueblo ruso no había
sido afectado por el legado de la ley romana y las ideas individualis-
tas sobre las relaciones de propiedad asociadas con aquélla. Como
los eslavófilos, Herzen valoraba el principio autónomo de las comu-
nas y la espontaneidad natural de las relaciones entre sus miembros,
las que no eran regidas por contratos o reglamentos legales. Por úl-
timo, también al igual que los eslavófilos, Herzen creía que la fe
ortodoxa en Rusia era 'más fiel a la enseñanza de los Evangelios que
el catolicismo', y que el aislamiento religioso afortunadamente permi-
tió al pueblo ruso eludir la desmoralización del catolicismo y per-
manecer alejado de la 'enferma' civilización de Europa. Gracias a
UN CORAZóN RUSO 329

este aislamiento -o sea, gracias a la ortodoxia- la gente ordinaria de


Rusia había sido capaz de preservar su comuna ... , no había cedido
ante las autoridades y había 'felizmente sobrevivido para presenciar
el surgimiento del socialismo en Europa.' " 14
Con palabras que en forma notable se anticipan a las que Mai-
kov y Dostoievski escribirían años más tarde, Herzen había puesto
sobre el papel en julio de 1851: "Jamás he sentido con más clari-
dad que en los últimos años hasta qué grado soy un ruso." 15 Y
Herzen asigna a Rusia la misma misión mesiánica de adalid mundial,
tal como lo harán Maikov y Dostoievski, a pesar de que aquél acari-
ciaba una imagen por completo distinta de la sociedad del futuro.
En 1849, cuando surgieron rumores del inminente conflicto entre
Rusia y Turquía, Herzen escribió al revolucionario italiano Giu-
seppe Mazzini que Rusia probablemente triunfaría en la toma de
Constantinopla (no previó la intervención de las potencias occiden-
tales), y que esta conquista sería la señal para la futura revolución
mundial. Supuso que los soldados-campesinos del ejército de Nico-
lás, una vez que se hubiera obtenido la victoria, se negarían a retornar
a su patria para seguir siendo siervos. En lugar de ello, haciendo un
llamamiento a los eslavos liberados de los turcos para que se unieran
a ellos, encabezarían una sublevación general eslava, con Rusia a
la cabeza de una nueva federación social demócrata. "Ya que Rusia
es el mundo eslavo organizado, el estado eslavo, a ella le corresponde
la hegemonía." 16 Tales palabras ilustran la convergencia, que por lo
general pasa inadvertida, entre las nuevas convicciones de Dostoievski
y la tendencia dominante en la cultura rusa de ese tiempo. Pues el
final de la década 1850-1859, tal como D. N. Ovsyaniko-Kulikovski ha
observado en su obra clásica sobre la historia de la intelectualidad rusa,
fue un período en el que el eslavofilismo "atrajo la simpatía total de
los elementos más progresistas de la sociedad rusa" .17
Herzen se fue a vivir a Londres en 1852 y estableció allí la pri-
mera prensa libre rusa en el exilio. Durante algunos años empezó
14 Andrzej Walicki: The Slavophile Controversy [La controversia eslavófila] (Lon-
dres, 1975), p. 587.
15 A. l. Herzen: Sobranie Sochinenii, 30 volúmenes (Moscú, 1954-1961), v. 24: p. 197;
14/ 26 de julio de 1851.
16 Véase, de Raoul Labry: Alexandre Ivanovic Herzen, 1812-1870 (París, 1928), p. 356.
17 D. N. Ovsyaniko-Ku!ikovski: lstoriya Russkoi lntelligentsii, 3 volúmenes (San
Petersburgo, 1909), v. 2: p. 4.
330 SEGUNDO COMIENZO

a dar a luz sus propios escritos, y también fundó varias publicaciones


nuevas. Entre éstas se encuentra un almanaque, editado a intervalos
irregulares, llamado La estrella polar (título de un almanaque simi-
lar que en cierto tiempo había sido dado a la estampa por el poeta
decembrista Rileev), y la más importante de todas, su famosa publi-
cación semanal La campana (Kolokol). Después de algunos años las
ideas de Herzen comenzaron a recibir una amplísima difusión en el
interior de Rusia, y La campana era leída en todas partes (incluso,
según rumores, en el mismo palacio imperial) a pesar de que estaba
prohibida en la nación y se obtenía únicamente por medio de ejem-
plares pasados de contrabando por la frontera . A finales del dece-
nio 1850-1859 y comienzos de la siguiente década, los principios bási-
cos del "socialismo ruso" de Herzen - con vivos matices de na-
cionalismo mesiánico, y con una nueva valoración de la vida y las
instituciones campesinas- se habían convertido en la ideología ge-
neral de la izquierda rusa, a pesar de que surgieron muy pronto
toda clase de divergencias en cuanto a la manera en que deberían
ser interpretados estos principios y, en particular, sobre cómo de-
berían ser aplicados a la situación sociopolítica existente en Rusia.
Así y todo, a pesar de las cada vez más vehementes disputas sobre
los temas políticos inmediatos, un substrato ideológico común de
ideas-sentimientos acerca del papel de Rusia en la historia mundial y
de las virtudes sociomorales del campesino ruso, había logrado unir
a todos los bandos de la intelectualidad.* Y fue la perceptiva pluma

" E. H. Carr también ha observado la misma convergencia de las doctrinas de los


occidentalistas radicales y las de los eslavófilos en Rusia, resultante de las revolu-
ciones de 1848. "En la época en que Bakunin empezó a proclamar al mundo el des-
tino revolucionario del pueblo ruso, Konstantin Aksakov, a quien había conocido en
Moscú, se hallaba elaborando una doctrina que, surgiendo de las mismas premisas y
mostrando muchas características similares, llegó a una conclusión diametralmente
opuesta. Los eslavófilos moscovitas, entre los cuales Aksakov era el más importante,
hacían destacar tanto como Bakunin el destino peculiar de la raza eslava. El sistema
comunal de la propiedad de la tierra en los distritos rurales pertenecía a una época
anterior a Pedro el Grande, mucho antes de que , éste convirtiera a Rusia en un
Estado moderno. Esta acción de Pedro, al igual que la 'civilización' de Rousseau, dio
origen a la degeneración de la era moderna. La misión de los eslavos era la de
combatir el materialismo de la civilización moderna y devolver a Rusia (y por medio
de Rusia al mundo) a ese estado de perfección primitiva que descubrieron los esla-
vófilos en la Moscovia de antes de Pedro. Eran reaccionarias las conclusiones de Aksa-
kov, en tanto que las de Bakunin eran revolucionarias. Pero las conclusiones de ambos
UN CORAZóN RUSO 33r

de Herzen, escribiendo en 1861 con respecto de la supuesta oposición


entre los eslavófilos y los occidentalistas la que mejor definió la situa-
ción, sin precedente en la cultura rusa, del decenio 1850-1859 -si-
tuación a la que mucho había contribuido a crear-. "Tanto ellos.
como nosotros -escribe Herzen- habíamos estado, desde muchos.
años antes, poseídos por un sentimiento poderoso, inexplicable, fisio-
lógico y apasionado, que ellos consideraban recuerdo y nosotros pro-
fecía -un sentimiento de infinito amor, que inundaba todo nuestro
ser, por el pueblo ruso, por la manera de vivir rusa, por la forma:
rusa de pensar-. Y, como Jano o el águila bicéfala, ellos y nosotros
mirábamos en direcciones opuestas, pero un solo corazón palpitaba',.
(el original no contiene cursivas). 18 Por lo tanto, en este sentido,
Dostoievski tenía razón al afirmar que el redescubrimiento de un
innato núcleo de "rusianidad" no le había sido únicamente una re-
velación otorgad aen exclusiva. P or el contrario, era un fenómeno·
mucho más extendido. Y esta es la razón por la cual Dostoievski
pudo más tarde, con tanta facilidad y en forma tan persuasiva, trans-
formar su historia personal en el ejemplar conflicto que da origen
eran puramente arbitrarias, y las enseñanzas de los dos eran idénticas en sus caracte-
rísticas esenciales: su teoría romántica del campesino ruso, y su creencia en la peculiar
misión mundial de los eslavos." E. H . Carr: Michael Bakunin (Londres, 1973), p. 180.
Esta unidad fundamental de la cultura rusa durante el siglo x1x es, por lo general,
desdeñada por los historiógrafos debido a la violencia de los choques entre ideologías.
más superficiales. No obstante, dicha unidad fundamental proporciona Jos cimientos
para el notable florecimiento de las artes que aconteció en esa época. Un perceptivo-·
libro sobre la d écada 1860-1869, escrito por Abbott Gleason, contiene también comen-
tarios sobre el mismo fenómeno. "A pesar de sus orígenes intelectuales en los valores-
románticos y contrarrevolucionarios, el eslavofilismo equilibra al pueblo ruso y al
estado ruso en una forma tan estimulante, que ha tenido las consecuencias más-
profundas para Ja cultura rusa en general y para el pensamiento social en particular ..
A partir de la década 1840-1849, las ideas eslavófilas han afectado a todos los seg-
mentos del espectro político ruso, desde la extrema derecha hasta la extrema izquierda."·
Gleason tambi én hace notar que las ideas eslavófilas están muy vivas en el pensa-
miento de Solzhenitsin, pero omite el comentar que dichas ideas provinieron tal ver
de Dostoievski. Véase: Young Russia [La nueva Rusia], de Gleason (Nueva York,.
1980), p. 36 y todo el capítulo II ("Eslavófilos y populistas").
Para encontrar una brillante e imaginativa interpretación de las raíces de tales
creencias en la historia rusa, o más bien en los mitos rusos acerca de su propia historia,
véase, de Michael Cherniavski, Tsar and People [El zar y el pueblo] (Nueva York,.
J969); especialmente los capítulos 4-7.
18 Alexander Herzen: My Past and Th oughts [Mi pasado y mis r eflexiones] . Tra-
ducido al inglés por Constance Garnett. Ed. cuidada por Humphrey Higgins, 4 vo-
lúmenes (Nueva York, 1968), v. 2: p. 549.
332 SEGUNDO COMIENZO

a sus más grandes obras -el conflicto entre las "ideas" occidentalistas
y el "corazón" ruso-. Pues él tenía buenos motivos para afirmar
que tal conflicto seguía ardiendo -aunque, en la mayoría de los
casos, inconscientemente- en el pecho de cada ruso culto.

Por lo tanto, la carta de Dostoievski a Apollon Maikov nos propor-


ciona un iluminador atisbo al interior de esa matriz psicológica-ideo-
lógica, todavía en su etapa formativa y maleable, de la cual un día
emergerían las futuras obras de Dostoievski. También contiene, más
inmediatamente, la información más extensa y digna de confianza
que poseemos con respecto de sus planes literarios y sus actividades.
"Durante las horas en que no tengo nada que hacer -escribe, ha-
ciendo la primera referencia específica a La casa de los muertos-
anoto algunos recuerdos de mi vida en prisión, hago apuntes de lo
más curioso que había allí. Sin embargo, hay sólo unas cuantas
cosas personales en éstos. Si los termino, y ya habrá una ocasión
muy conveniente, te enviaré el manuscrito como un recuerdo mío". 19
Tales palabras indican que Dostoievski había concebido el libro
como una relación totalmente privada de sus años carcelarios, escrita
para sí mismo y unos cuantos amigos. En verdad, la censura existente
en esa época, aunque ya había empezado a disminuir un tanto des-
pués de la muerte de Nicolás I, hacía muy improbable la publi-
cación de una obra de tal naturaleza. Por ello Dostoievski alude a
su borrador como un simple pasatiempo absorbente, y ya sea que
haya o no abrigado la esperanza de una posible aparición en letra
de imprenta, evidentemente no estaba pensando en ningún tipo de
"confesión" o de exploración de su vida interna. Desde el inicio se
subraya la impersonalidad de su proyecto, y todas las futuras referen-
cias a éste conservan la misma característica.
Dostoievski también revela a Maikov -y solamente a Maikov-
que urdió en su mente, durante sus años en el campamento de trabajos
forzados, lo que denomina "mi obra maestra, la definitiva", la cual
desafortunadamente, no ha podido llevar al papel. Le confiesa que

19 P isma, v. 1: p. 164.
UN CORAZóN RUSO 333

ha tenido miedo de que al transcurrir los años hubiese disminuido


su pasión por la obra, pero que felizmente seguía tan entusiasta como
siempre por ella. "El personaje que he creado, y que es el funda-
mento de todo el relato, requirió varios años para su concepción,
y estaba convencido de que hubiera echado a perder todo si hubiese
realizado el relato febrilmente y sin preparación." En forma ambigua,
Dostoievski explica que no había empezado a escribir este "relato
definitivo", poco después de su liberación, debido a su idilio con
María Dimitrievna ("una circunstancia, un acontecimiento, que tardó
mucho tiempo para aparecer en mi vida, y que llegó por fin, me
distrajo y me absorbió por completo"). Debido a esto, en lugar de dicha
obra de tanta importancia, emprendió algo mucho más relajante. "En
broma empecé una comedia, y en broma provoqué tantas circunstancias
humorísticas y creé personajes tan cómicos; tanto me agradó mi hé-
roe que deseché la forma de comedia, a pesar de ser adecuada,
solamente por el placer de continuar lo más posible las aventuras de
mi héroe y de reírme con ellas. Este héroe se parece un poco a mí.
En pocas palabras: estoy escribiendo una obra humorística, pero
hasta ahora sólo he escrito aventuras aisladas, de las cuales ya tengo
suficientes. Me encuentro en estos días. armando las piezas." 20 No
se sabe a ciencia cierta si estas palabras se refieren a El sueño del tío
o a La aldea de Stepanchikovo. Parece que es más probable que a
la primera, por las evidentes huellas que tiene de haber sido en sus
inicios una obra de teatro.
A pesar de que subraya que "casi no he leído nada este año",
Dostoievski comunica a Maikov algunas de sus impresiones sobre
la literatura reciente. "El que más me agrada es Turguenev -sólo
que es lamentable que un talento tan enorme carezca tanto de auto-
control." 21 Es imposible saber cuál de las obras de Turguenev tiene
en mente Dostoievski; pero Relatos de un cazador habían sido reuni-
dos en un volumen en 1852, obras de teatro y relatos siguieron apa-
reciendo durante 1856, y la primera parte de Rudin empezó a publi-
carse en El Contemporáneo el mes en que Dostoievski escribió la
carta que estamos citando. Dostoievski siempre conservó la admira-
ción por la obra que Turguenev creó durante el decenio 1850-1859
(particularmente por Nido de hidalgos, publicada en 1859). Esto no es
~o Pisma, v. 1: pp. 166-167.
21 !bid., p. 167.
334 SEGUNDO COMIENZO

sorprendente: los críticos literarios están de acuerdo en que Turgue-


nev, el occidentalista más impenitente de todos los escritores rusos
notables, se hallaba temporalmente, como todos los demás, pasando
en ese tiempo por una acentuada fase eslavófila. 22
Dostoievski también ariota que un escritor que firma su obra sólo
L. T. (Tolstoi, por supuesto, quien estaba haciendo su presentación
literaria), "me a.grada mucho"; pero a continuación profiere la
predicción literaria más monstruosamente errónea que se conoce:
"Según mi opinión, escribirá muy poco (pero tal vez estoy equivoca-
do)." 23 En efecto, estaba equivocado, a pesar de que el manifiestamen-
te autobiográfico carácter de las primeras obras de To1stoi (Niíiez,
Relatos de Sebastopof) pudo haber inducido a error a Dostoievski,
haciéndolo creer que el novicio carecía del poder imaginativo para
rebasar las fronteras de su propia vida cuando ese tema se agotara.
Dostoievski continúa mostrando interés en Ostrovski, de quien admite
haber leído tan sólo fragmentos. Es notorio que los encuentra excesi-
vamente superficiales, dedicados en demasía a reproducir el ambiente
local de los mercaderes moscovitas. "Tal vez conoce muy bien a
óerta clase en Rusia, pero me parece que no es un artista. Además,
aeo que es un poeta sin un ideal. Corrígeme, por favor. Envíame sus
mejores obras, te lo ruego, para que lo pueda conocer en otra forma
.q ue no sea la de las críticas literarias." 24
En la carta dedica unas palabras de alabanza a Pisemski, cuya repu-
tación iba en aumento en aquel tiempo, y a quien Dostoievski en-
cuentra "inteligente, benévolo e incluso cándido; sabe cómo contar
un relato". Pero opina que Pisemski escribe con demasiada prisa.
Lo que dice Dostoievski bien puede ser considerado como una me-
lancólica reflexión sobre muchos de sus propios esfuerzos en los años
cuarenta. "Las ideas brotan en abundancia cuando uno es joven, pero
no debemos pescar en el aire a cada una de ellas, no debemos di-
vulgarlas de inmediato. Es preciso no apresurarse a hablar libremente.
Es necesario aguardar una síntesis mayor; reflexionar más, y esperar

22 Henri Granjard califica a Nido de hidalgos como "la obra más eslavófila de su
carrera [de Turguenev]. Véase, de Granjard: !van Tourguénev et les courants politi-
ques et sociaux de son temps [Iván Turguenev y las corrientes sociopolíticas de su
época] (París, 1954), p. 242.
23 Pisma, v. I: p. 167.
24 !bid.
UN CORAZÓN RUSO 335

hasta que muchos pequeños fragmentos que expresan una idea se


acumulen en un todo más grande, en una imagen que sobresalga
notablemente y en relieve, y entonces exponerla. Personajes grandio-
sos, creados por escritores grandiosos fueron creados y recreados con
obstinación durante largo tiempo." Dostoievski compara a Pisemski
con la mayoría de escritoras, quienes, según su parecer, padecen de
una falta de paciencia similar, lo que da como resultado que nunca
sean realmente grandes artistas, "ni siquiera la indisputablemente
grandiosa artista George Sand ... " 25 Dostoievski también hace elo-
giosos comentarios de la poesía del gran bardo filósofo F. I. Tiutchev,
de quien poco tiempo antes (1854) Turguenev había hecho una co-
lección de sus obras, y las había publicado como suplemento de El
e ontemporáneo.
En esa época Dostoievski no se estaba apresurando a terminar nin-
guno de los proyectos creativos en los cuales estaba ocupado. Prosi-
guiendo con sus esfuerzos para demostrar su lealtad al trono, escribió
otro poema: "Sobre la coronación y la celebración de la paz", el cual
envió por un doble conducto: el general Gasfort y Wrangel. Poco
contiene de interés personal. Consiste fundamentalmente en una
invocación al Todopoderoso para que derrame sus bendiciones sobre
el nuevo zar y salvador de Rusia. También había escrito, según lo
que podemos suponer, el "panfleto patriótico" ya mencionado, pero
había abandonado el proyecto de intentar publicarlo, debido a la
terminación de la guerra de Crimea. Lo que más le hubiera gustado
sería trabajar en una novela, puesto que estaba convencido, según
escribió a Wrangel pocos meses después, de que sólo una novela "me
dará renombre y atraerá la atención sobre mí"; pero también estaba
persuadido de que no le concederían permiso de dar a la imprenta
una obra novelesca. "Ha sido y es considerada la novela como un pa-
satiempo", escribe, anticipándose a la opinión de las autoridades. 26
Lo que en aquel tiempo alimentaba sus esperanzas en grado mayor
eran sus Cartas sobre arte, la obra que había intentado escribir (o
que había escrito parcialmente), dedicada a "la misión del cristianismo
en el arte."

25 Pisrna, v. 1: p. 167.
26 Ibid., p . 184; 13 de abril de 1856.
336 SEGUNDO COMIENZO

Desafortunadamente no se ha encontrado ninguna huella de ese tex-


to entre los documentos de Dostoievski, a pesar de que su periodismo
literario de los inicios del decenio 1860-1869 refleja indiscutiblemente
las ideas sobre las que estaba meditando en la época sobre la cual es-
tamos escribiendo. Nos referimos a la relación del arte con un ideal
trascendental o sobrenatural. Sabemos que estaba seriamente ocupa-
do con el proyecto, y que había pedido a Wringel que consultara tanto
a Mijail como a Maikov sobre quién lo podría publicar. "El Contem-
poráneo siempre ha sido hostil hacia mí -comenta sobre el tema
que estamos tratando-, al igual que El Moscovita [la publicación
eslavófila]. El Mensajero Ruso publicó la introducción de Katkov
a su es tudio sobre Pushkin, y sus ideas son totalmente opuestas a las
mías. Sólo resta Notas de la Madre Patria, pero ¿en qué se ha con-
vertido Natas de la Madre Patria?" 27 El artículo de Katkov había
manifestado la postura de que la "poesía, en esencia, es lo mismo
que pensamiento cognoscitivo, lo mismo que conocimiento, lo mis-
mo que filosofía'', 28 y podemos suponer que Dostoievski rechazaba tal
identificación. Para él, la esencia del arte de ninguna manera se
podía equiparar al "pensamiento cognoscitivo", ya que el arte expresa
aspectos de la vida inaccesibles al pensamiento racional, y mucho más
allá de la comprensión de éste.
En lo relacionado con El Contemporáneo, la alusión de Dostoiev-
ski estaba motivada por el reciente recrudecimiento de la hostilidad
hacia él, que se había hecho palpable al final de la década de los
cuarenta. En el preciso momento en que Dostoievski meditaba febril-
mente en la mejor manera de conseguir que su nombre retornara al
medio literario, la tarea de recordarle su existencia al mundo cultu-
ral fue llevada a cabo sin n ingún esfuerzo por parte del novelista ... ,
pero en forma tal que provocó su indignación en vez de su gratitud.
En el número de El Contemporáneo fechado en diciembre de 1855, una
nota de I. l. Panaev (parte de una serie intitulada "Apuntes del
poeta nuevo en la vida de Petersburgo") contiene una sección que
obviamente alude al dudoso entusiasmo provocado por Pobres gentes,
27Pisma, v. 1: p. 184.
28Citado en la obra de Robert Louis Jackson: Dostoievsky's Quest for Form [La
búsqueda de la forma que realizó Dostoievski] (Nueva Haven, 1966), pp. 38-39.
UN CORAZóN RUSO 337

a consecuencia de la alabanza de Belinski, al posterior colapso de la


momentánea fama del autor y al abandono en que fue dejado por
todos los que previamente habían pregonado su gloria. No se men-
cionaban nombres (al joven escritor lo llamaban simplemente kumir-
chik, o sea el "idolito"), y es muy posible que los lectores no entera-
dos, quienes no estaban al tanto de los pequeños detalles de los chis-
mes literarios de Petersburgo, no hayan comprendido la referencia
a Dostoievski. Pero todas las personas que tenían importancia para él
-todos los antiguos miembros de la pléyade de Belinski, con quienes
antes había sido amistoso, y todos sus colegas y rivales literarios-
sabían perfectamente de quién se estaba burlando Panaev.
El apunte, intitulado "ídolos literarios, diletantes, etcétera", se
inicia con una mofa amable de Panaev a su propensión a celebrar y
glorificar a famosos literatos. Confiesa que esta tendencia lo caracte-
riza desde que era muy joven. Tal inclinación le ha provocado pro-
blemas algunas veces, ya que "mi naturaleza necesita de autoridades,
de los héroes de Carlyle, de la adoración . .. Y, en ausencia de héroes
genuinos, les he hecho reverencias a los idolitos creados por la gente
cercana a mí, en quien confío y a quien respeto [es decir, Belinski].
A uno de estos, convertido de esta manera en un ídolo, casi lo enaje-
namos con nuestro incienso y nuestras genuflexiones." Panaev des-
cribe cómo él y su grupo llevaron en hombros por las calles a este
"idolito'', gritándole al público: "Este es nuestro recién nacido ge-
niecito, quien con el tiempo matará con sus obras a toda la literatura
presente y pasada. ¡Háganle reverencias! ... " Estas palabras mani-
fiestamente satirizan los extravagantes elogios que con profusión ha-
bía dispensado Belinski al libro de Dostoievski, y que habían, en forma
instantánea, repetido como loros los del círculo de Belinski por
todas partes.
A continuación Panaev prosigue chismorreando acerca de cómo
"el idolito" -al ser presentado en un elegante baile a una joven
y hermosa dama de sociedad "con exuberantes bucles"- quedó total-
mente desmayado por un exceso de emociones (el incidente en
realidad aconteció a Dostoievski). Debido a esto "el idolito'', lleno
de vergüenza, se negó a regresar a la fiesta, y se fue a su casa a
soñar con una escena amorosa estelarizada por él y la preciosa dami-
sela de la aristocracia, quien se había visto irresistiblemente atraída
por su fama. Pero cuando despertó se dio cuenta de que era tan
338 SEGUNDO COMIENZO

sólo un ~ueño, y cubriéndose el rostro con las manos, empezó a so-


llozar desesperadamente. Unos instantes después, con pasos vivos, se
dirigió al impresor que iba a incluir su grandiosa obra en una an-
tología, y le insistió en que su creación literaria debería distin-
guirse de otras contribuciones · en dos formas: con una orla dorada
en cada página, y con la colocación de su texto al final del libro. Im-
presionado por la fama del "idolito", acepta el editor; su respuesta
la hace en verso, y citando una estrofa de un poema satírico escrito
por Turguenev y Nekrasov en 1846 para ridiculizar a Dostoievski.
Escribe Panaev que, a partir de ese momento, "nuestro idolito em-
pezó a hablar en forma carente por completo de sentido. Lo retiramos
de inmediato de su pedestal y lo olvidamos por completo. ¡Pobre
tipo! Lo arruinamos, lo convertimos en hazmerreír. No fue su culpa.
No pudo mantenerse en las alturas en las que lo habíamos co-
locado." 29
El ataque de Panaev, dirigido a un hombre que había pasado
cuatro largos años en un campo de trabajos forzados y que aún
cumplía su sentencia en el ejército ruso, era claramente malévolo,
resultaba ser un inmisericorde golpe disimulado. ¿Cómo podemos
explicar esta agresividad no provocada? Con seguridad no es simple-
mente un residuo de la vieja disputa con la pléyade de Belinski y
con El Contemporáneo, que en la época a la que nos estamos refi-
riendo era dirigido por Nekrasov y Panaev. No, el motivo es que
en el pequeño y estrecho mundo periodístico de San Petersburgo, en
el cual los editores y los escritores se codeaban diariamente con los
altos oficiales de la burocracia, se habían infiltrado rumores acerca
de los dos poemas de Dostoievski, y en especial del segundo, que había
leído la emperatriz viuda, y habían reavivado la antipatía hacia el
novelista, que tiempo atrás había sido muy generalizada. Dostoievski
leyó esta sátira virulenta. Podemos deducir su furia por un comen-
tario que aparece en una carta de Aleksei Pleshcheev: "Le dije
[a Nekrasov] con franqueza -le escribe a Dostoievski en abril de
1859- que tú habías decidido no acudir a él [es decir, a su revista],
salvo en caso de extrema necesidad, porque te habían tratado muy
mal. Nekrasov, después de escucharme, declaró que si realmente [?]

29 l. I. Panaev: Sobranie Sochinenii, 6 volúmenes (Moscú, 1912), v. 5 p. 1-11.


UN CORAZÓN RUSO 339

El Contemporáneo habló ignominiosamente de ti mientras te halla-


bas en el exilio, eso era muy repugnante. Lo admitió." so

La evasividad manifestada por Nekrasov al responder a las acusa-


ciones de Pleshcheev, y el evidente desasosiego existente en sus pala-
bras, bien pudieron haber sido causados por un trabajo literario
suyo que Dostoievski jamás leyó. Este misterioso texto, que se pu-
blicó finalmente en 1917, es a todas 1u ces una satírica relación de
lo que Dostoievski iba a narrar muchos años después en su Diario
de un escritor -la historia de cómo Nekrasov había llevado el ma-
nuscrito de Pobres gentes a Belinski, de cómo el gran crítico, al prin-
cipio escéptico, haba aclamado el trabajo considerándolo una obra
maestra, y de cómo N ekrasov había despertado a Dostoievski bien en-
trada la noche para comunicarle las buenas nuevas-. Todo esto
está ligeramente transpuesto, y presentado como un relato imagina-
rio -a Belinski se le llama Mertsálov; a Dostoievski Glazhievski;
Nekrasov es Chudov; y Pobres gentes recibe el nuevo título de Un
corazón insensible-; pero no hay posibilidad de error en cuanto a
las personas a las que se refiere. Se aprecia sin lugar a dudas que el
fragmento forma parte de un todo más grande, que describe, en for-
ma poco halagadora, la vida y las interioridades de la pléyade de
Belinski. A Dostoievski sólo le está dedicada una fracción del texto
existente. Se desconoce la fecha en que fue escrito, pero los más cali-
ficados eruditos están de acuerdo en considerarlo contemporáneo
del feuilleton de Panaev, lo cual nos permite suponer que la mordaz
descripción que contiene de Dostoievski era una reacción similar a
los esfuerzos de éste para obtener su rehabilitación.*

30 "Pisma A. N. Pleshcheeva k F. M. Dostoevskomu", en: F. M. Dostoevsky Materia/y i


lssledovaniya. Revisor: A. S. Dolinin (Leningrado, 1935), 444; 10 de abril de 1859.
Citada en lo sucesivo como DMI.
" Considerables debates eruditos hay en torno a si este fragmento, publicado pri-
mero como Un corazón insensible, es o no parte de una obra mayor intitulada
¡Cuán egregio soy!, publicada en forma independiente con una edición muy limitada.
Existen informes de testigos oculares que dan fe de la existencia de tal texto, pero
hasta el momento no se ha encontrado ningún ejemplar. Para tener más información,
que incluye indagaciones en cuanto a la fecha, véase el comentario en la obra de N. A.
340 SEGUNDO COMIENZO

El fragmento comienza con un afectuoso retrato de Belinski, quien


es descrito como una personalidad inflamable, que siempre se deja
llevar por arrebatos de indiscriminado -entusiasmo y que, aunque se
encuentra luchando en vano para controlar sus excesos, está reaccio-
nando en sus forma habitual después de haber leído el manuscrito
de Pobres gentes. Sin duda a Nekrasov le habían comentado acerca de
la obra, y obviamente apreciaba los méritos de ésta, pero se infiere
con total claridad que cree que el crítico ha dejado volar su imagina-
ción por los caminos de la fantasía cuando Mertsalov afirma: "Te lo
digo, Chudov . .. No cambiaría toda la literatura rusa por Un co-
razón insensible." 31
En gran medida, la mejor par te del fragmento es Ja que contiene
la imagen de Dostoievski -retrato que, a pesar de sus componentes
caricaturescos, es más perspicaz que el de Panaev a las genuinas tor-
turas que le causaba a Dostoievski la mezcla de extremada timidez y
excesiva vanidad. Encantado con las noticias de su éxito, Dostoievski
acepta encontrarse con Nekrasov al día siguiente y visitar a Belinski,
pero no acude a la cita. El impaciente Nekrasov lo descubre todavía
en cama en su casa y aterrorizado por la idea de acudir con Belinski.
"El gran hombre [como es llamado irónicamente Dostoievski] aún
no estaba vestido. Su rostro conservaba las huellas de prolongados
titubeos, de conflictos consigo mismo y de debilidad. " Por las frases
entrecortadas de Dostoievski, N ekrasov infiere que está temeroso de
que su apariencia personal en alguna forma contrarreste el efecto
producido por su obra. Aparece un comentario cruel, tachado pero
todavía legible: "Chudov se sonrió en forma involuntaria, compren-
diendo cuál era el problema: ... No obstante, ese temor estaba per-
fectamente justificado." 32
Exasperado por tal indecisión y abandonando el apartamento, Ne-
krasov fue detenido en la calle unos momentos después por el sir-
viente de Dostoievski, quien le rogó que aguardara. Los dos jóvenes
escritores se dirigieron juntos al alojamiento de Belinski. La misma

Nekrasov: Polnoe Sobranie Sochinenii i Pisem; compiladores: V. K. Evgeniyev- Maksi-


mov, A. M. Kroliva y K. l. Chukovski, 6 volúmenes (Moscú, 1950), v. 6: pp. 573-578.
31 K. Chukovski: "Dostoevski i Pleyada Belinskogo" en N. A. Nekrasov: Stati i Mate-
ria/y (Leningrado, 1926), p. 352.
32 ! bid ., p. 354.
UN CORAZÓN RUSO 341

comedia, que mucho hace recordar a El doble, se repite aquí: Dos-


toievski no tiene fuerzas para hacer sonar la campanilla y retrocede
a la escalera, pero cuando Nekrasov comenta que Belinski podría
disgustarse , retorna con rapidez y los dos entran al apartamento. La
descripción que se hace de Dostoievski cuando, caminando con timi-
dez, penetra en el aposento de Belinski para recibir el espaldarazo
del crítico, a pesar de ser exagerada, testifica la habilidad de Ne-
krasov para pintar a sus personajes, y contiene una mezcla de sim-
patía y comprensión por su otrora amigo.

Chudov [Nekrasov] hasta ese momento no logró comprender toda la in-


decisión de Glazhievski [Dostoievski], al observar el asombroso grado
de acobardamiento que mostraba el autor de Un corazón insensible
por los amenazantes ojos del crítico. En sus momentos de intensa ti-
midez tenía el hábito de apretujarse dentro de sí mismo, de retirarse
a su interior hasta tal punto, que la pusilanimidad ordinaria no
puede proporcionar la más leve idea de su estado. Podría describirse
únicamente con el término que él había inventado: stushevatsa, des-
vanecerse, desaparecer, anularse a sí mismo. Fue la palabra que en ese
momento llegó a la mente de Chudov. * De súbito el rostro de Glaz-
hievski quedó abatido; sus ojos se desvanecieron debajo de las cejas, su
cabeza se hundió en los hombros; su voz, siempre apagada, perdió toda
su claridad y libertad, sonando como si el genial hombre estuviera den-
tro de un barril vacío que contuviese escaso aire. Mientras tanto, sus
ademanes, sus deshilvanadas palabras, sus miradas de reojo y el ininte-
rrumpido temblar de sus labios, expresaban suspicacia y temor. Todo
esto tenía un significado tan trágico que no era posible reírse.33

Indiscutiblemente este retrato capta un aspecto del carácter de


Dostoievski, y constituye la más vívida semblanza que poseemos
de algunas de las impresiones que provocaba en otras personas en el
decenio de los cuarenta. Esta descr ipción, como ha observado K. I
Chukovski, también anticipa algunos aspectos del hombre del sub-
suelo, varios años antes de que Dostoievski creara a ese personaje.

" Dostoievski no inventó el vocablo, pero sí le daba el matiz apuntado por Nekrasov.
En el diccionario más completo del lenguaje literario ruso, la primera referencia que se
hace a esta palabra, con el sentido de "escabullirse sin ser obsen,ado, desaparecer",
contiene una cita de El doble, de Dostoievski. Slovar Sovremmenogo Russkogo Litera·
turnogo Yazh ika, 17 volúmenes (Moscú-Lening:rado, 1950-1965), v. 14: p . 1116.
33 Chukonki , opus cit., p. 356.
342 SEGUNDO COMIENZO

Pero sería un error suponer que el verdadero Dostoievski se siguie-


ra comportando de esta manera. La figura creada por Nekrasov ya
no existía en la época en que Un corazón insensible fue presumi-
blemente escrita. Dostoievski se había despojado de sU: paralizante
inseguridad e hipocondría en el campamento de condenados. "Si crees
que en mí permanece algo de esta nerviosidad, de ese recelo, de esa
tendencia a sospechar que yo tenía cualquier enfermedad imaginable,
como me ocurría en Petersburgo - le comenta a Mijail-, por favor
cambia de opinión: no existe la menor huella de eso, ni de muchas
otras cosas." 34 Dostoievski había sido fortalecido por el sufrimiento.
Y cuando, después de haber retornado del exilio, unos años después
entró en polémica contienda con El Contemporáneo, el otrora ridícu-
lo y timorato "idolito'', de quien tan fácilmente había sido bur-
larse, demostró ser un antagonista formidable.

34 Pisma, v. 1: p. 159; 21 de agosto de 1855.


XVII. TIPOS "DÉBILES Y FUERTES"

HALLÁNDOSE tan ansioso por reingresar a la vida literaria, Dostoievski


sintió muy vivamente las desventajas de estar tan alejado de los cen-
tros culturales rusos. Los libros y las revistas llegaban a la remota
Siberia sólo después de largos intervalos y retrasos. Comodidades tales
como una biblioteca eran prácticamente desconocidas. Se queja con
amargura, en una de sus car tas a Mijail, de las dificultades para
mantenerse en contacto con el escenario literario-cultural, y de com-
prender, en el distante lugar de su exilio, todos los sutiles detalles
de lo que estaba aconteciendo a sus seres queridos. "No es posible
que comprendas, hermano -le escribe- lo que significa hablar (por
ejemplo) de temas literarios a ciegas, lo que significa escribir ... sin
tener a la mano ni siquiera periódicos y los libros más necesarios.
Me hubiese gustado, con el título de 'Cartas desde la provincia', em-
pezar una serie de artículos sobre la literatura contemporánea. Mu-
cho se ha acumulado en mí a este respecto, y lo he anotado. Sé que
habría llamado la atención. He aquí lo que ocurrió: por falta de
material, es decir, de los periódicos de los últimos diez años, aban-
doné la idea. Así es como todo se derrumba: mis ideas literarias y
mi carrera literaria." 1
Para él cualquier carta era inmensamente valiosa, como la de
Apollon Maikov, que le proporcionara un atisbo de primera mano
dentro del ambiente cultural del que había sido arrancado por la
fuerza. Y, a este respecto, ninguno de quienes mantuvieron corres-
pondencia .con él durante esos años le fue más . útil que su antiguo
amigo Aleksei Pleshcheev, el vivaracho, simpático, el joven poeta fer-
vientemente idealista, quien había sido en el pasado uno de sus amigos
más íntimos. Ambos habían pertenecido a los mismos círculos; am-
bos habían permanecido juntos en la plataforma durante la cere-
monia de fingida ejecución. Y en el momento anterior en que Dos-
toievski (según creía él) sería conducido al paredón de fusilamiento,

1 Pisma, v. 1: p. 585; 3 de noviembre de 1857.


344 SEGUNDO COMIENZO

Pleshcheev fue uno de los dos que lo habían abrazado para entre-
garle su último adiós.
Al igual que todos los petrashevkistas, Pleshcheev también había
sido condenado formalmente a muerte, pero su sentencia la había con-
mutado Nicolás I por el servicio en el ejército ruso en calidad
de soldado raso, y fue enviado a la guarnición de Orenburg, en la
región meridional de los Urales. Sus primeros años habían sido
difíciles, pero de ninguna manera se podían comparar con las penali-
dades de aquellos que, como Dostoievski, habían sido sentenciados a
trabajos forzados. Su destino también había sido considerablemente
aligerado por las súplicas y peticiones de su madre, la viuda de un
general de división del ejército ruso. Después de tomar parte en
una expedición en contra de los kirhizes. en 1853 y distinguirse en com-
bate, Pleshcheev fue promovido a cabo. Dos años más tarde, des-
pués del fallecimiento de Nicolás, fue nombrado alférez y, con per-
miso especial de Alejandro II,. le fue permitido renunciar al ejército
y adquirir un empleo en el servicio civil.
Pleshcheev inició su correspondencia con Dostoievski a finales
de 1856, y después de unos meses de retraso -esto ocurrió en el
agitado periodo por el que pasó Dostoievski poco antes de su matri-
monio-, el novelista le contestó con mucho afecto . Por supuesto,
tenía muchas razones para hacerlo así, y a éstas se agregaba la re-
ciente posibilidad de entregar a la imprenta, tan grata para él. El siem-
pre generoso Pleshcheev, quien ya estaba en comunicación con editoria-
les y directores de publicaciones, tenía muchos deseos de ayudar a
su antiguo camarada, quien se había lamentado por su difícil situa-
ción pecuniaria. "Envíame todo lo que escribas, querido amigo -le
insistió Pleshcheev-. Ten la seguridad de que será publicado con
júbilo. Te lo garantizo." 2 También estaba viviendo en Orenburg en
aquella época M. L. Mijailov, quien pronto se convertiría en uno
de los caudillos de la agitación radical, a comienzos de los sesenta.
Pleshcheev le informó con alegría a Dostoievski que Mijailov tenía
relaciones con todos los periódicos, y tenía muchos deseos de obtener
manuscritos, que serían pagados de inmediato.
Por desgracia se han extraviado todas las cartas que envió Dos-
toievski a Pleshcheev. Existen sólo las respuestas del último, las cua-

2 "Pisma A. N. Pleshcheeva k M. M. Dostoevskomu", en DMI, p. 437.


TIPOS "DÉBILES Y FUERTES" 345

les a primera vista parecen tener .escasa importancia, y por lo tanto


han llamado poco la atención. Empero, las misivas de Pleshcheev
contienen bastante material valioso que nos permite con facilidad
reconstruir algunos de los puntos de vista de Dostoievski sobre el
escenario literario-cultural de finales de la década 1850-1859, y en-
tender la primera cristalización de ciertas actitudes que pronto
estarían destinadas a entrar en conflicto con influyentes tenden-
cias izquierdistas. Sintiendo mucha más simpatía por tales tendencias,
Pleshcheev le es útil a Dostoievski para establecer un contraste con
sus ideas, porque su buena amistad de luengos años le permite ex-
presar su desacuerdo sin inhibiciones.
Para comprender los temas sobre los que debatían será necesario
hacer un bosquejo del escenario cultural ruso en el cual los dos ca-
maradas llevaban a cabo sus amistosas disputas.

Siempre se había usado hasta cierto punto en Rusia la crítica litera-


ria como una forma para burlar la prohibición de analizar los asuntos
sociopolíticos. Y las primeras señales de la restauración del pensa-
miento liberal y progresista en los últimos años del decenio 1850-
1859 -los signos iniciales de recuperación después de los arrestos de
los petrashevkistas y de la rigurosa censura implantada después
de 1848- aparecieron, por lo tanto, en artículos que trataban sobre
temas literarios y estéticos. Muchos surgieron de la pluma de N. G.
Chernishevski, quien, siendo estudiante en San Petersburgo a fina-
les de la década de 1840-1849, se había convertido al socialismo.*
" Aunque es muy poco conocido fuera de Rusia, N. G. Chernishevski constituye una
pieza clave para la comprensión de la historia y la cultura rusas del siglo XIX. Sus
obras son incluso uno de los cimientos sobre los que se apoya la cultura oficial
soviética en nuestros días, a pesar de que sus ideas han cesado de tener mucha in-
fluencia entre la élite intelectualmente sofisticada y la artística. Por supuesto, existe
en Rusia una enorme litera tura acerca de él (se ha convertido en industria académica),
pero no es necesario atiborrar esta nota con datos sobre Chernishevski. Una guía
útil, si bien un tanto obsoleta, de la literatura en idioma ruso referente a él puede
encontrarse en: N. G. Chernishevsky, Seminarii, de M. P. Nikolaev (Leningrado, 1959).
Por fortuna existe un buen libro en inglés acerca de él: de William F. Woehrlin,
Chernyshevshy, The Man and the ]ournalist [Chemishevski, el hombre y el perio-
dista] (Cambridge, Massachusetts, 1971). Un soberbio esbozo general de su carrera,
346 SEGUNDO COMIENZO

Hijo de un sacerdote ortodoxo, en sus primeros años fue instruido


por su padre, miembro del clero inferior provincial, y desacostum-
bradamente receptivo a las ideas del mundo moderno. Su biblioteca
contenía obras de Herzen, Dickens y George Sand. Chernishevski fue
enviado posteriormente a un seminario conciliar. Después de graduar-
se, en vez de continuar los estudios para el sacerdocio, ingresó a la
universidad como estudiante devoto, empeñoso y solemnemente serio
de filología y literatura eslavas. Allí se encontró con personas que
lo pusieron en contacto con las ideas reinantes en el círculo de
Petrashevski. Incluso se relacionó con dos miembros del grupo de ami-
gos íntimos de Dostoievski: P. N . Filipov, quien pertenecía a la
sociedad secreta de Speshnev, y A. P. Milyukov. Fue sólo cuestión de
suerte, según lo anota él mismo en su Diario, que no empezara a
frecuentar el círculo de Petrashevski y que, por lo tanto, hubiese
escapado de la redada.
Después de un corto periodo en el que fue maestro de escuela en
su natal Saratov, Chernishevski retornó a Petersburgo en los inicios
de la década de los cincuenta, y empezó a escribir para varios perió-
dicos progresistas. El interesante estilo de sus artículos y de sus
críticas literarias atrajo pronto la atención. Y su incansable pluma,
aunada a su buena voluntad para aceptar la responsabilidad edito-
rial en breve lapso lo hicieron indispensable para Nekrasov en El
Contemporáneo. Contando con abundantes lectores devotos, y pose-
yendo el fervor de un cruzado, los intereses principales de Chernishevs-
ki eran la política, la economía y la histor ia, y no la literatura o la
filosofía. Si alguna inclinación tenía por éstas, era solamente porque
podía expresar por medio de ellas sus ideas radicales con un poco
más de libertad, usando hábilmente el lenguaje esópico.
Las opiniones de Chernishevski acerca de literatura se habían mol-
deado con los ensayos escritos por Belinski en su último periodo,
desde una pe1·spectiva sociopolítica, se encuentra en la obra de Franco Venturi: Roots
of Revolu tion (Las raíces de la revolución] (Nueva York, 1966), capitulo 5; y un
tratamiento muy competente, aunque para mi gusto demasiado apologético, aparece
en el libro de E. Lampert: Sons Against Fothers [Hijos contra padres] (Oxford,
1965), capitulo 3. Estas obras serán suficientes, a manera de introducción.
Un retrato cómicamente grotesco, basado en un amplio conocimiento de las fuen-
tes, y con dejos sorprendentes de simpatía y ternura, es realizado por Vladimir Na-
bokov en The Gift (El don], traducido al inglés por Michael Scammell y el autor
(Nueva York, 1963), capítulo 4. Nabokov transforma a Chernishe\'ski en un precursor
de su inmortal profesor Pnin.
TIPOS "DÉBILES Y FUERTES" 347

cuando el poderoso crítico había subrayado más y más la función


social y la responsabilidad del artista. Por lo tanto, el joven periodista
trata el tema de la escritura principalmente en relación con su con-
tenido social, valorándolo a la luz de su preferencia por una literatura
que siguiera la tradición gogoliana (según interpretación de Belinski)
de denuncia y exposición de las lacras de la sociedad. Estos artículos
irritaban la sensibilidad de los hombres cultos de letras que colabo-
raban con El Contemporáneo, quienes no apreciaban ni el descortés
trato a sus obras, ni su tono sarcástico y burlón, que consideraban
una falta de buen gusto .. Estos rechazos casi instantáneos que se le
hacían a Chernishevski, basados en el "buen gusto'', provocaron una
profunda escisión entre él y los otros, que tendría trascendentales
consecuencias para la cultura rusa.
La mayoría de los literatos rusos - Nekrasov, Turguenev, Tolstoi,
Panaev, Grigorovich y Maikov, para mencionar a unos pocos co-
laboradores de El Contemporáneo-, eran vástagos de la clase terra-
teniente o por lo menos, como Belinski y Dostoievski, habían sido
educados en sus tradiciones culturales. Pero Chernishevski había
sido educado en un seminario, lo mismo que el joven Nicolás Dobro-
liubov, a quien Chernishevski pronto reclutó como ayudante; asimis-
mo, fueron seminaristas muchos otros que serían ampliamente cono-
cidos como escritores, periodistas y publicistas, y que manifestaban
los sentimientos de una nueva generación. Ellos fueron los primeros
raznochintsi, hombres sin cargo oficial ni posición social elevada, quie-
nes desempeñaron un papel dominante en la cultura rusa durante
el resto del siglo. Ellos abrirían la senda por la que otros transita-
rían -una "senda" que instantáneamente provocó el enérgico desa-
grado de los representantes de la antigua generación de la década
1840-1849, pues el principal propósito de los raznochintsi era despla-
zarlos-.
Las disensiones que rápidamente empezaron a aflorar entre las dos
generaciones pueden ser atribuidas al abismo creado por sus distin-
tos antecedentes sociales y por la disparidad de su educación. Los
literatos de la alta burguesía miraban por encima del hombro a los
"seminaristas'', como los llamaban despectivamente, por su ordinariez
y mala educación.* Por su parte, los seminaristas aborrecían (y no
" Las memorias correspondientes a ese periodo están llenas de anécdotas que pin-
tan la profunda aversión de la vieja generación por la nueva. Un fragmento de las.
'348 SEGUNDO COMIENZO

deseaban adquirir) los modales elegantes, la cultura cosmopolita, la


reverencia por el arte como fuente de sabiduría que caracterizaban
.a la generación, de edad ligeramente mayor que ellos, del decenio
1840-1849. Para Chernishevski y Dobroliubov, tal reverencia por el
.arte tenía tufo a iglesia. Siendo vástagos de familias clericales, los
.dos habían sido intensamente religiosos en su juventud, pero se
habían convertido al ateísmo con idéntico celo, debido a la influencia
<le Feuerbach y de sus seguidores rusos de la izquierda hegeliana,
tales como Belinski, y más específicamente, Herzen. En todo caso,
las persistentes huellas de fanatismo en su modo de ser, y su supremo
desdén por los entrenamientos culturales, que consideraban vergon-
zosas frivolidades, pueden plausiblemente ser atribuidos a la herencia
de sus ancestros clericales.* Sea como fuere, ellos eran -o deseaban
ser- testarudos materialistas y positivistas que consagraban todas

memorias de la señora Panaeva, en la que apunta una conversación de sobremesa, es


representativa de muchas otras anotaciones de carácter similar. "Los antiguos cola-
boradores [de El Contemporáneo] -escribe la señora- afirmaron que la asociación
de Chernishevski y Dobroliubov produjo un tremendo tedio. 'Huelen a sepulcro',
·comentó Turguenev. 'Nada les interesa.' El erudito [D. V. Grigorovich, conocido por
sus mordaces comentarios] afirmó que podria reconocer a un seminarista hasta en
una casa de baños, cuando se estuvieran lavando. Se percibía la presencia de un
seminarista por el olor a aceite de madera y a hollín. Las lámparas empezaban a
iluminar débilmente porque ellos [los seminaristas] atraian todo el oxígeno hacia sí.
Resultaba dificil respirar." Véase, de A. Ya. Panaeva: t'ospominaniya (Moscú, 1956),
p. 253. Los seminaristas replicaban a estos insultos en privado con el inexpresable des-
precio que demostraban en letras de molde por la conducta de sus personajes de
creación, que representaban a los "hombres superfluos" de los intelectuales de la alta
burguesía.
* Abbott Gleason está completamente en lo justo cuando aplica a Chernishevski y
Dobroliubov las palabras usadas por Nicolás Berdiaev para caracterizar al nihilismo
ruso en general, a pesar de que el término "nihilismo" debe propiamente limitarse a
la ideología radical de mediados del decenio 1860-1869, después de la publicación
de Padres e hijos, de Turguenev.
Escribió Berdiaev que el nihilismo "creció en el suelo espiritual de la ortodoxia.
Era el ascetismo ortodoxo vuelto al revés, y ascetismo sin gracia divina. En los cimien-
t os del nihilismo ruso, cuando es percibido con su pureza y profundidad, yace el
rechazo ortodoxo al mundo, su captación de la verdad de que 'el mundo entero yace
sobre la iniquidad', su reconocimiento de la pecaminosidad de toda riqueza y lujo, de
toda profusión creativa en el arte y el pensamiento ... El nihilismo considera un lujo
pecaminoso no únicamente al arte, a la metafísica y a los valores espirituales, sino
también a la religión." Véase, de Nicolás Berdiaev: Tre Origins of Russian Communism
[Los orígenes del comunismo ruso] (Ann Arbor, 1960) p. 45; citado en la obra de
Abbott Gleasson: Young Russia [La nueva Rusia] (Nueva York, 1980), p. 103.
TIPOS " DfBI LES Y FUERTES" 349'

sus energías a producir los radicales cambios en la sociedad, en


los cuales veían la única esperanza para el futuro. Según el parecer de
ellos, la influencia sociocultural de la anterior generación era uno
de los obstáculos mayores para reorganizar la personalidad rusa e im-
primirle perfiles más viriles y enérgicos. Y tal remodelación era una
condición previa necesaria para obtener cualquier progreso posterior.
De este modo, una buena dosis de antipatía de clase envenenaba con
disgustos personales el conflicto de opiniones que pronto empezó a:
ocurrir entre los dos grupos. Tal como Herzen escribió en cierta oca-
sión, después de un irritante duelo verbal con Chernishevski -y sus.
palabras expresan una reacción extremadamente generalizada-: "Ellos,
y me refiero a nuestros avinagrados, podrían lograr con sus voces m-
ducir a un ángel a pelear y a un santo a maldecir." 3

Lo que al princ1p10 había sido un tenue murmullo de descontento,


se convirtió en un grito de rabia cuando Chernishevski publicó su
tesis. doctoral La relación estética entre el arte y la realidad, y después
dio a la imprenta una reseña de ésta (anónimamente) en las páginas.
de El Contemporáneo. Incluso antes, la defensa pública que hizo Cher-
nishevski de su obra en el anfiteatro de la Universidad de San Peters-
burgo, había tenido el carácter de una deliberada provocación a las au-
toridades, con evidente trasfondo sociopolítico, pues al rechazar los.
principios de la estética idealista germana se hallaba, en efecto, atacan-
do a todas las tentativas de engañar al género humano y hacerlo vivir
en un mundo de placeres y satisfacciones ficticios e imaginarios, en
tanto qu e las verdaderas necesidades materia~es de la gran mayoría
continuaban insatisfechas . El mentor filosófico de Chernishevski ha-
bía sido Ludwig Feuerbach; y así como Feuerbach había analizado
y desacreditado a Dios y a la religión, de los cuales afirmó que
eran simplemente anhelos sobrenaturales de los más elevados atri-
butos y capacidades del hombre, así Chernishevski emprendió la
misma tarea con respecto a lo que consideraba el substituto de la re-

3 Alexander H erzen: My Past and Thoughts [Mi pasado y mis reflexiones]. Tra-
ducción de Constance Garnett. edición al cuidado de Humphrey Higgins. 4 volúmenes.
(Nueva York, 1968), v. 4: p. 1581.
350 SEGUNDO COMIENZO

ligión para los idealistas: la religión del arte. Por supuesto, un ar-
gumento de esa naturaleza no podía expresarse explícitamente, pero
todos los lectores de Chernishevski sabían qué estaba en juego cuan-
do, como Marx ya lo había hecho con Hegel por motivos muy similares,
rechazó el modo de ver de los idealistas y, por así expresarlo, hizo
que el arte pusiera los pies sobre la tierra.
Los idealistas estéticos (Hegel y F. T. Vischer) consideraban el
arte como una función del deseo humano de enmendar las imperfec-
ciones de la naturaleza en nombre del ideal. Chernishevski, aportando
el punto de vista opuesto, afirmaba categóricamente que "belleza es
vida'', y que la naturaleza, lejos de ser menos perfecta que el arte,
constituía la única fuente de placer verdadero, y era infinitamente
superior al arte en todo sentido. De hecho, el arte existe únicamente
porque le es imposible al hombre satisfacer siempre sus requerimien-
tos reales. Por consiguiente, el arte es útil, pero sólo como un subs-
tituto mientras lo genuino se obtiene. "La imaginación construye
castillos en el aire - escribe con sarcasmo Chernishevski- cuando
el soñador carece no solamente de una buena casa, sino de una ca-
baña tolerable." 4 Por lo tanto, la función del arte es la de servir
como "un manual para aquellos que están empezando a estudiar la
vida. [Su] propósito es el de preparar al estudiante para leer en las
fuentes originales, y posteriormente el de servir como libros de con-
sulta de vez en cuando." 5 Al subordinar el arte a la vida y a sus
exigencias reales, era notorio que Chernishevski estaba diciendo al
artista que su principal tarea era la de satisfacer las necesidades so-
ciales del momento -cualesquiera que estas necesidades pudieran
ser en opinión del crítico-. También es patente que si las ideas
de Chernishevski resultaban aceptadas, al arte se le despojaría de
todo valor independiente, se le privaría de su categoría. "Llegados a
este punto -como ha observado René Wellek-, la estética ha lle-
gado a su nadir; o, más bien, se le ha solicitado que se suicide." 6 *

4 N. G. Chernishevski: Selected Philosophical Essays [Ensayos filosóficos escogidos]


(Moscú, 1953), p. 318.
5 !bid., p. 376.
6 René Wellek: History o/ Modern Criticism [Historia de la crítica literaria mo-
derna], 4 volúmenes (New Haven, 1955-1965), v. 4: p. 240.
"' Georg Lukács ha hecho hasta lo indecible para proveer de un penacho intelectual
a las ideas de Chernishevski sobre estética, pero hasta él finalmente se vio obligado a
argumentar que Chernishevski era "desleal consigo mismo" al otorgar al arte tan
TIPOS "DÉBILES Y FUERTES" 351

La publicación de la tesis de Chernishevski provocó una tormenta


en los periódicos rusos, y un torrente de críticas cayó sobre la cabeza
del audaz joven iconoclasta. Hasta Turguenev, que tenía modales
apacibles y era moderado, se encolerizó. Sus cartas de aquella época
muestran lo perturbado que se hallaba por este rudo ataque a su
devoción por el arte (en una incluso llama a Chernishevski "cuca-
racha apestosa", que merece ser flagelado con la más poderosa "mal-
dición hebrea"). 7 Al escribirle a V. P. Botkin y a Nekrasov, su tono
es más moderado : "En lo que se refiere al libro de Chernishevski,
esta es mi principal objeción: según su parecer el arte es, tal como
él lo expresa, únicamente un substituto de la realidad, de la vida, y
en esencia sólo es adecuado para gente inmadura ... Esto, según
mi opinión, es una tontería." 8 Asimismo expresa su gratitud a A. A.
Kraevski, el director de Notas de la Madre Patria, por haber publi-
cado una violenta crítica en contra del libro. "Gracias por haber
tratado con rudeza el ofensivo libro de Chernishevski. Hace mucho
tiempo que no leía algo que molestara tanto. Es peor que un libro
maligno. Es. . . una acción maligna." 9
Con certeza Dostoievski había percibido ecos de esta furibunda
controversia acerca de la tesis de Chernishevski, cuyo punto culmi-
nante, que ocurrió en 1855-1856, estableció la pauta para los debates
sobre arte que se llevarían a cabo durante la década 1860-1869.* Es

sólo la categoría de un substituto inferior de la ciencia. "Es notorio -escribe, obvia-


mente a desgana -que en este caso la particularidad, el verdadero significado
de la existencia del arte desaparece." Georg Lukács: Beitriige zur Geschichte der Aes-
thetik (Berlín, 1956), p. 157. Consúltese también, para encontrar un penetrante aná-
lisis de las implicaciones socioculturales de las opiniones de Chernishevski, de Rufus
W . Mathewson, hijo: The Positive Hero in Russian Literature [El héroe indiscutible de
la literatura rusa] (Stanford, 1975), pp. 63-83.
7 Citado en la obra de V. Evgeniyev-Maksimov: Sovremennik pri Chernyshevskom i
Dobrolyubove (Leningrado, 1936), p . 22.
8 l. S. Turguenev: Sobranie Sochinenii, 12 volúmenes (Moscú, 1953-1958), v. 12: p. 186
9 Evgeniyev-Maksimov: Sobremennik, p. 21.
" Una despreocupada alusión de la polémica de Chernishevski a favor de la naturaleza
y en contra del arte se encuentra en El sueño del tio, si bien Dostoievski en otros
textos aborda el tema con mucha seriedad. En el relato, el decrépito príncipe K., cuyo
alegre aspecto es en sl mismo un triunfo del arte sobre los estragos que causan los
daños, comenta sobre otro persÓnaje, quien, habiendo recibido un tentador catálogo
de barbas falsas, ordenó una para su cochero antes de recordar que el fornido hom-
bre, de la clase campesina, ya tenla una barba natural abundante. "Claro que estábamos
desconcertados. ¿Qué hariamos? ¿Rasurarlo, o devolver la barba que nos habían en-
352 SEGUNDO COMIENZO

probable que las Cartas sobre arte de Dostoievski, a pesar de haber


sido concebidas con anterioridad, hayan contribuido a la polémica;
pues Dostoievski se habría opuesto a las ideas de Chernishevski en
grado igual o mayor que Turguenev, Tolstoi y todos los demás
que habían clamado su indignación. Seguramente habría considera-
do tales ideas como una desafortunada consecuencia, llevada al ex-
tremo, de la postura que había impugnado mucho antes en sus dis-
cusiones con Belinski. ¿No había acusado a éste de desear, para
apoyar el tema del progreso social, reducir al arte únicamente a la
descripción de "escandalosos sucesos"? Se puede notar en qué forma
la defensa de Dostoievski del papel del cristianismo en el arte
se habría opuesto rotundamente a las implicaciones ateas del rechazo
de Chernishevski a la 'imaginación." Y, en efecto, dicha defensa sería
una importante estocada en el ataque que Dostoievski haría en unos
cuantos años más a la estética utilitarista de los radicales.

Éste era el conjunto de circunstancias imperante cuando Dostoievski


y Pleshcheev iniciaron su intercambio de cartas, precisamente en los
días en que éste iba a partir del exilio por primera vez para visitar
su hogar. "Me voy a la capital -informa a Dostoievski-.... Al fin
veré otra vez Petersburgo -un lugar que, dicho sea de paso, no
me provoca recuerdos felices-." Por supuesto, planea renovar sus
antiguas relaciones, pero se expresa con mucha cautela. "No creo
que hayan cambiado los círculos literarios -comenta a Dostoiev-
ski- ... la misma cerveza, las mismas opiniones de mal gusto, idén-
ticas intrigas. Al igual que en tiempos pasados, se siguen haciendo
cosas repugnantes." 10 Más que nada, siente aprensión por la forma
en que será recibido en la oficina de El Contemporáneo. "Visitaré
a Nekrasov -comenta-, pero si uno solo de ellos [los del círculo del
periódico] me habla despóticamente ... ¡jamás volveré a pisar su um-

viado y permitirle que usara la propia? Pensé, pensé sobre el tema, y llegué
a la conclusión de que era mejor para él portar la artificial." A esto su interlocutm
le responde festivamente: "¡Quizás porque el arte es mejor que la naturaleza. tío!"
(v. 2: p. 318; también p. 517).
10 DMI, p. 439; 10 de abril de 1858.
TIPOS "DÉBILES Y FUERTES" 353

bral! ¡Ya es bastante! Ya pasó el tiempo en que uno le hacía reve-


rencias a los grandes hombres, quienes resultaban ser personas com-
pletamente despreciables." 11
Las primeras cartas de Pleshcheev, escritas antes de su viaje, con-
tienen varios comentarios ofensivos acerca de Nekrasov. Éstos segura-
mente deben de haber agradado a Dostoievski, quien todavía continuaba
herido por el insultante feuilleton impreso en su contra. Pleshcheev
llama a Nekrasov "un tremendo chanchullero" cuando de rublos se tra-
taba. Cita el ejemplo de un joven escritor de Orenburg a quien le
publicaron unas escenas dramáticas en un número reciente del pe-
riódico, y que casi no recibió remuneración. Así y todo, se niega a
compartir la evidente opinión negativa de la poesía de Nekrasov. "Sin
embargo, no estoy de acuerdo en lo absoluto con lo que dices del ta-
lento de Nekrasov ... En su don se encuentra amor y compasión por
todos los que son pisoteados y padecen . .. En particular, sus obras más
recientes tienen un sentimiento mucho más suave y conciliatorio." 12
Con posteriordidad Dostoievski admiraría la poesía de Nekrasov, pero
en ese tiempo presente tal vez se hallaba descontento por el excesivo
sentimentalismo, del cual se burla, refiriéndose en particular, a uno de
los más conocidos poemas "humanitarios" de Nekrasov, en la novela
que estaba escribiendo (La aldea de Stepanchikovo).
Tan pronto arribó Pleshcheev a Petersburgo y se encontró cara
a cara con Nekrasov, su actitud se alteró en forma notable. Dostoiev-
ski debe de haber prestado mucha atención a lo que su amigo le
informó acerca de la conversación que tuvo con el poderoso editor.
Cuando Pleshcheev le dijo que, debido a los comentarios que se im-
primieron sobre Dostoievski, éste no le entregaría sus obras a El
Contemporáneo, salvo en caso de extrema necesidad, Nekrasov res-
pondió con las palabras citadas anteriormente.* Sin embargo, Plesh-
cheev agrega: "En cuanto a tu [de Dostoievski] pleito particular
con él, cuando estabas viviendo aquí [en los años cuarenta], Nekra-
sov afirmó que la causa era nuestra (o sea, tuya y de él) persistente
terquedad (son palabras suyas)." Resulta patente que Nekrasov estaba
siendo lo más conciliatorio posible. Pleshcheev se apresura a reforzar
esta impresión: "Bueno, por último diré tan sólo que se expresó sobre

11 DMI., pp. 440-441; 30 de mayo de 1858.


12 Ib id ., p. 441.
* Véase pp. 338-339.
354 SEGUNDO COMIENZO

ti con mucha simpatía. Y hablando en términos generales, es una


persona (así me lo parece) realmente buena, aunque a veces su com-
portamiento pueda más bien repeler a la gente." Pleshcheev escribe
consoladoramente de l. l. Panaev, el autor del artículo hostil sobre
Dostoievski: "Panaev es un cabeza hueca, y aquí nadie cree que
valga un kopeck, pero él lo sabe y no pretende ser una autoridad.
Por lo menos tiene el mérito de divertir con sus anécdotas."
Unas cuantas frases después, Pleshcheev comenta de Nekrasov que
"después de Turguenev (quien es simpático en grado superlativo) y
de Chernishevski, lo prefiero a él [NekrasovJ sobre todos los otros."
Estos "otros", entre los cuales no está incluido Chernishevski, son des-
cartados burlona y pintorescamente como: "liliputienses que se ima-
ginan ser Shakespeare." 13 Antes había escrito que "Turguenev ha-
bla de ti [de Dostoievski] con afecto." Tales noticias seguramente
habían sido halagadoras para Dostoievski quien, antes de su desavenen-
cia con Turguenev en el decenio 1840-1849, había reaccionado muy
favorablemente ante la gracia y la mundanidad de éste. Pleshcheev
es pródigo en elogios de la personalidad de Turguenev, y comenta
con ironía que "todo ese clan de Prometeos sobre sus pedestales,
desde el decadente optimista Druzhinin, hasta el amargado Nekrasov ...
no tienen la calidad suficiente para limpiar el polvo de sus botas.
¡Con cuánta razón un bromista, no hace mucho tiempo, llamó a
Turguenev el primo de Jesucristo! La verdad es que hay algo en
él, algo inexpresable que atrae". 14 En cierta ocasión había tenido
Dostoievski una reacción similar.
Otra persona que manifestó un gran interés en Dostoievski, de
acuerdo con Pleshcheev, fue (cosa un tanto sorprendente) el muy
conocido crítico literario y poeta, Apollon Grigoriev. No existen prue-
bas de que Dostoievski conociera en persona a Grigoriev en los
años cuarenta; éste, la verdad sea dicha, había mostrado poca ama-
bilidad hacia los primeros relatos de Dostoievski y la escuela del "na-
turalismo sentimental" creada por sus seguidores y sus imitadores.
De todas maneras, Pleshcheev informa a Dostoievski que "todavía
hay otra persona que ha preguntado por ti con gran simpatía: Apo-
llon Grigor iev. Cambia de opinión tantas veces como de ropa de

13 DMI, p. 444; 10 de abril de 1859.


14 !bid ., p. 443; 10 de febrero de 1859.
TIPOS " DÉBILES Y FUERTES" 355

cama (por cierto, es dudoso que cambie con frecuencia su ropa


de cama), pero es una excelente persona." 15 El comentario de
Pleshcheev con respecto a la volubilidad intelectual de Grigoriev
anticipa una relación muy importante que se establecería entre los dos
escritores; pues Grigoriev estaba destinado a convertirse en el princi-
pal crítico literario de las dos revistas editadas y dirigidas por los
her¡:nanos Dostoievski. Grigoriev y Feodor Dostoievski 'iban a descu-
brir que tenían mucho en común en sus ideas y valores.

A pesar de la evidente amabilidad del intercambio epistolar entre


Dostoievski y Pleshcheev es perfectamente claro, conociendo el futuro,
que los dos ya no estaban de acuerdo en cuestiones ideológicas. No
es que Pleshcheev, quien también hab ía padecido el exilio, consi-
derara que los esfuerzos de Dostoievski para obtener su r ehabilitación
con las autoridades contuviesen algún grado de apostasía. Pleshcheev
había escrito una carta personal a Alejandro JI en la que le pedía lo
transfiriera del servicio militar a un cargo civil, y aconsejó con insis-
tencia a Dostoievski que hiciera lo mismo para obtener su retiro del
ejército y el permiso para residir en San Petersburgo.
No, las divergencias ideológicas entre Dostoievski y Pleshcheev no
entrañaban algo tan bien definido como la manera de comportarse
con las autoridades. Más bien aqu éllas surgen por sus diferentes eva-
luaciones de varias obras literarias que estaban en aquel tiempo pu-
blicándose (obras que proporcionaron la oportunidad para que
aparecieran n uevas grietas entre los antiguos liberales de la pequeña
nobleza, del decenio 1840-1 849, y la nueva generación de raznochintsi
de los años sesenta). Chernishevski y sus seguidores admiraban m u-
cho la poesía de Nekrasov, y la crítica que hacía de ella Dostoievski
muestra ya las fisuras que estaban surgiendo. Sin embargo, en este
caso, algunos motivos personales pueden haber tenido tanto peso
como las preferencias artístico-ideológicas. Los dos amigos se alinearon
en lados opuestos en una controversia mucho más importante, que
era en realidad una nueva fase de la campaña de Chernishevski,

15 DM.I, p. 444; 10 de abril de 1859.


356 SEGUNDO COMIENZO

iniciada con su tratado sobre arte, para minar el prest1g10 y la au-


toridad espiritual de los intelectuales de la alta burguesía. En este caso
Chernishevski escogió un pequeño relato sin pretensiones de Turgue-
nev, Asya, y lo usó para lanzar una ofensiva en gran escala contra la
falta de fuerza de carácter demostrada por el "hombre superfluo" -el
liberal de la pequeña nobleza, culto, educado, lleno de ideas huma-
nitaristas occidentales, que soñaba con beneficiar a la humanidad
como un todo, pero que invariablemente se apartaba, derrotado, ante
el inmenso estancamiento, la inercia y el atraso cultural de Rusia-.
Tal personaje, que era uno de los favoritos de los escritores rusos,
al menos. desde Evgenio Onegin de Pushkin, había sido reencarnado
por Turguenev en los años cincuenta, en Rudin, y también en nu-
merosos relatos. La figura principal de Asya, un diletante ruso que
vaga por Europa, es un pequeño vástago de este árbol literario.
Narrado en primera persona por dicho "hombre superfluo", el
relato muestra su idilio con la heroína, cuyo nombre da título a
la obra. Ella viaja con su hermano, otro joven ruso "superfluo", que
está enamorado de la cultura europea. El narrador se lo encuentra
en una pintoresca aldea alemana, situada en la ribera del río Rin.
Resulta que Asya es realmente media hermana de su "hermano",
hija del padre de éste y de una sierva, pero ha sido reconocida y cria-
da como miembro de la familia. Su conducta es mucho más libre y
más espontánea que la de una joven común de su clase social,
y también más errática, ya que obviamente está preocupada por su
ambigua condición social. Es manifiesto que está enamorada del na-
rrador, y se lo confiesa a su hermano. Hallándose convencida de que,
por ser su madre una sierva, el narrador jamás se casará con ella, le
revela la situación a él y se dispone a partir. Durante una cita en
secreto, el narrador queda arrobado por la pureza y el candor de la
pasión de Asya, pero se arrepiente en el último momento perturbado
por las dificultades de la situación. Cuando comprende que está ver-
daderamente enamorado de Asya, ya es demasiado tarde: ella y su
hermano se han desvanecido y nunca los vuelve a encontrar.
El artículo de Chernishevski, exasperantemente llamado "Un ruso
en una cita", es más diatriba política que crítica literar ia. Hace hin-
capié en los titubeos y en la inseguridad del protagonista de Tur-
guenev, en la falta total de decisión que Chernishevski considera
típica de una gran cantidad de personajes pintados por el mismo
TIPOS "DÉBILES Y FUERTES" 357

autor. Sin usar los términos específicos, Chernishevski deja claramente


establecido que todos estos personajes pertenecen a la intelectualidad
liberal de la pequeña nobleza, y sin misericordia martillea sobre el
tema de que los miembros de la mencionada intelectualidad siempre
se comportan en forma similarmente pusilánime cuando llega el
momento de realizar una acción decisiva. En el instante en que se
enfrentan con el reto de poner en práctica sus exaltadas ideas y sen-
timientos, vacilan, se detienen y caen en un confuso estado. Cher-
nishevski escribe que de todas maneras él y otros como él, como se
les ha enseñado desde su niñez a creer que tales personas han sido
(y siguen siendo) la fuente de la cultura de la sociedad rusa, aún no
han abandonado todas las esperanzas en ellos. Empero, "más y más
firmemente estamos poco a poco empezando a considerar que esta
opinión sobre él [el tipo social del héroe de Turguenev] es sólo un
sueño. Percibimos intuitivamente que no debemos permanecer bajo
su influencia, que existen personas mejores que él, es decir, aquellas
a quienes él calumnia" (todas las otras clases socialmente inferiores
de la sociedad rusa, especialmente los raznochintsi). 16
Este reto a la hegemonía moral-espiritual de los intelectuales li-
berales de la pequeña nobleza inició una polémica que ardió furio-
samente durante toda la década 1860-1869, y a la cual hicieron sig-
nificativas contribuciones la mayor parte de los representantes más
notorios de la literatura rusa (Turguenev, Tolstoi, * Herzen, Cher-
nishevski, Dostoievski). La víspera y Padres e hijos, de Turguenev;
Los hombres superfluos y el bilioso, de Herzen; ¿Qué se debe ha-
cer?, de Chernishevski; y JVlemorias del subsuelo, de Dostoievski
todas estas obras fueron productos de la extraordinaria batalla que
se inició con el artículo de Chernishevski. Al finalizar la década, el
debate fue magistralmente finiquitado por Los endemoniados, de
Dostoievski.
No obstante, todas estas obras aún no estaban escritas, y la única

16 N. G. Chernishevski: Izbrannye Filosofskie Sochineniya, 3 volúmenes (Leningrado,


1950-1 95 1), v. 2: pp. 235-236.
* Tolstoi contribuyó con una comedia poco conocida: Zarazhennoe Semeistvo [Una
familia contaminada], que fue escrita, al igual que Notas desde el subterrdneo, como
satírica resp uesta a la novela de Chernishevski: ¿Qué se debe hacer'! (1863). L. N.
Tolstoi, Sobranie Sochinenii, 20 volúmenes (Moscú, 1960-1965), v. 11: pp. 469-508. Véase
también, de B. M. Eijenbaum: Lev Tolstoi, 2 volúmenes (Leningrado, 1928-1931),
v. 2: pp. 2II-222.
358 SEGUNDO COMIENZO

réplica notable que apareció en esa época fue entregada por el inse-
parable compañero y alter ego de Turguenev, el crítico literario P. B.
Annenkov. En un artículo denominado "La persona débil como tipo
literario", Annenkov no intenta refutar a Chernishevski y ni siquiera
discutir con él. Más bien analiza el problema de por qué la persona
débil se ha convertido en una figura tan importante en la literatura
rusa. Acepta Annenkov que el personaje de Turguenev es moralmen-
te débil e indeciso. Fue mucho mejor para la enamorada Asya no
haberse comprometido con su cobarde pretendiente, que era incapaz
de entregarle la misma sincera pasión que ella manifestaba. No
obstante, Annenkov continúa diciendo, si los escritores rusos mues-
tran una preferencia tal por una persona débil como héroe literario, se
debe (como una ojeada a la historia rusa lo comprobará) a que siem-
pre parece que los llamados personajes vigorosos (tselni) -los que
actúan natural y espontáneamente-, al comportarse así, liberan los
aspectos peores y más egoístas de la naturaleza humana. La persona
débil en la cultura rusa, alega Annenkov, tiene esta característica
porque siente el peso de los valores culturales de la humanidad
y de la civilización, y está moralmente desgarrada por el problema
de intentar vivir de acuerdo con dichos va'.ores. Digamos lo que
digamos para criticarlo, "en la naturaleza de este individuo [débil]
existe una cualidad sobresaliente: es capaz de comprenderse a sí
mismo y, cuando la ocasión lo requiere, de reconocer la pobreza de
su substancia moral." 17
No es ésta la única virtud que Annenkov encuentra en la persona
débil. Cualesquiera que sean sus otros defectos, este tipo también ha
desempeñado un papel social muy importante. "¿No era éste [indi-
viduo débil], entre otras cosas, uno de los primeros partidarios, y
por ello sujeto a sospechas, de las ideas de bondad que ahora reco-
nocemos incondicionalmente como buenas? Debemos aceptar que él
no sabía cómo lidiar con las circunstancias, que sus pasos no eran
firmes, que tenía el aspecto de un niño sedentario al que jamás ha-
bían enviado a la escuela para que hiciera ejercicio, pero que no
estaba desprovisto completamente de cualidades. La educación le
proporcionó muy pronto la capacidad de comprender el sufrimiento

17 P. V. Annenkov: Vospominaniya i Kriticheskie Ocherki, 4 volúmenes (San Pe-


ter.;burgo, 1877), v . 2 : p. 157.
TIPOS "DÉBILES Y FUERTES" 359

en todos sus aspectos, y de experimentar en sí mismo la desventura


e infelicidad de otros. Por esta razón su papel es el de representante de
los desposeídos, de los injustamente ofendidos y de los pisoteados.
Dicho papel requiere algo más que la simple compasión: precisa
de una intuición perspicaz y humanitaria." Por lo tanto, continúa
Annenkov, "diremos solamente que cuando echamos una mirada al-
rededor [y observamos] a los personajes 'fuertes' de la vida contem-
poránea, la necesidad de regresar al círculo de los 'débiles' para darle
descanso a nuestros pensamientos y sentimientos se convierte en
una necesidad apasionada e irresistible." 18

Puede suponerse, a pesar de que no se pueda comprobar, que Dos-


toievski estaba familiarizado con este duelo de opiniones, cuyos nu-
merosos ecos llenaban las páginas de las revistas literarias de aquel
tiempo. Tiene que haber sido así, puesto que este duelo se refería a
un tema en el cual tenía un interés muy especial. ¿No había .inti-
tulado a uno de sus primeros relatos cortos Un corazón débil (slaboe)?
¿Y no había descrito en La patrona, la relación entre los personajes
"fuertes" y los "débiles" -si bien con términos románticos trillados-
como de una gran importancia para la cultura rusa? Los personajes
débiles de Dostoievski no habían sido los opulentos liberales de la
alta burguesía a quienes excoriaba Chernishevski, pero pueden ser
considerados como una variante plebeya del mismo tipo literario, y
su impotencia interior revela el mismo dilema. En verdad, bien pue-
de haber sido el artículo de Annenkov el que ayudó a Dostoievski a
comprender mejor algunas de las principales implicaciones de sus
escritos iniciales, pues lo encontramos, aproximadamente un año
después, subrayando la importancia de El doble en términos que in-
dican una nueva percepción de las ramificaciones socioculturales de
esta obra. Uno de los proyectos que tenía para obtener dinero era
revisar esta novela para volverla a publicar. "Créeme, hermano -le
escribe a Mijail-, corregida, provista con un prólogo, tendrá tanto
valor como una nueva novela. ¡Ellos finalmente comprenderán lo

18 Annenkov, opus cit., pp. 164-167.


360 SEGUNDO COMIENZO

que en verdad es El doble! . . . No existe motivo para dejar perder


una idea notable, cuyo valor social es considerable, que yo fui el pri-
mero en descubrir, y de la cual yo fui el heraldo (el original no con-
tiene letras cursivas). 19 Resulta manifiesto que Dostoievski, en ese
tiempo, se consideraba el creador de un personaje-tipo (el débil e
indeciso Goliadkin), cuya importancia como figura simbólica en la
cultura rusa apenas empezaba a ser apreciada en forma total. Se puede
sospechar que el prólogo que menciona habría considerado a Goliad-
kin como un personaje que prefiguraba íos términos del debate de
Chernishevski-Annenkov, y que se habría hecho notar en dicho pró-
logo que los temas que suscitaba la controversia no estaban limitados
a los rasgos de las personalidades de los intelectuales de la pequeña
nobleza.
Cualquiera que sea el valor de tal conjetura, no existen dudas de
que las simpatías de Dostoievski en esta controversia estaban con los
débiles, y en contra de los fuertes. Su preferencia resulta obvia en un
fragmento de una de las cartas de Pleshcheev, que se refiere al desa-
cuerdo entre los dos acerca de la nueva novela de Turguenev, La
v íspera. Es probable que, como respuesta a la crítica de Chernishevski
a Asya, en aquélla el héroe de Turguenev es "fuerte" y "vigoroso".
Se trata de un revolucionario búlgaro llamado Insarov, quien opaca a
todos los rusos de carácter débil que lo rodean, y quien triunfa al
conquistar a la heroína rusa, Elena, y lograr que ésta comparta su
peligrosa pero ennoblecedora existencia. No obstante, a Dostoievski
no le parece que Insarov sea inspirador. La reacción de Pleshcheev
a sus comentarios no permite comprender el porqué.

Estoy muy enojado, amigo mío -le escribe Dostoievski-, por tu res-
puesta ante la novela de Turguenev. De acuerdo con eso, ningún ar-
tista se atrevería a delinear a ningún tipo representativo de una es-
pecie particular de gente, de una determinada clase de la sociedad.
Todos los personajes tendrán su etiqueta. Y ¿por qué es tan fácil
la vida para el búlgaro, quien está consagrado a la magna tarea de li-
berar a su patria? No sé si él cree que la vida es tan fácil ... , pero me
gustaría vivir tal existencia. Un temperamento intuitivo, vigoroso (tselni)
[el original viene en cursivas] que no está subordinado al análisis
ni al proceso de reflexión, que no ha quedado atrapado en las

19 Pisma, v. 1: p. 257; 1 de octubre d e 1859.


TIPOS "DÉBILES Y FUERTES" 361

redes de las contradicciones, puede encontrar la vida más fácil ... ,


pero cuando tales temperamentos ponen en peligro su existencia por
amor a la justicia, ¿por qué deben ser menos merecedores de simpatía
que Hamlet y la tribu de Hamlets? Y esos temperamentos prácticos,
activos ... ¿no aman, en su mayoría, el arte? Éste no es hecho que
continuamente se repite en la vida real. Turguenev tomó en cuenta
este hecho, y razón tenía al hacerlo así. De ninguna manera trató de
decir que esta gente no puede o no debe amar el arte. Él sólo mostró
cuál es la realidad. Generalmente los temperamentos artísticos no
pertenecen a personas de acción. 2º

Es patente que Dostoievski había criticado a lsarov considerándo-


lo un personaje que carecía de complejidad interna, una figura vigo-
rosa, no perturbada por las dudas y el autoescrutinio que aquejan a
las personas débiles. Por lo tanto, lo conceptuaba como un ser cuya
vida es simple y sosegada. Y en vista de que uno de sus fracasados
rivales en el amor es un joven escultor ruso, el contraste tan poco
halagüeño que se establece entre lnsarov y él -el juicio de valores
que se hace en el libro, en el que la vida artística se muestra como
inferior a la acción revolucionaria-, explica la objeción a la que
replica Plescheev. Es muy probable que Dostoievski conceptuara este
tratamiento del arte como una excesiva concesión a las opiniones que
Chernishevski había externado en su tesis, y que estuviera molesto
por la aparente defección de un escritor, cuyo talento admiraba, al
campo opuesto, antiartístico (por supuesto, Dostoievski no podía sa-
ber nada de las verdaderas opiniones de Turguenev, manifestadas en
las injuriosas cartas de éste).
Otro ejemplo de similar preferencia por los personajes débiles
puede encontrarse en la reacción de Dostoievski a Mil almas, de
Pisemski, que fue la sensación literaria en 1858. Pleshcheev se halla-
ba muy entusiasmado con el libro y le preguntó a Dostoievski si
lo había leído. Sabemos que sí lo hizo mediante una carta que le
envió su hermano Mijail a otro partidario de Pisemski, a quien co-
munica sus observaciones críticas. El principal protagonista de Pi-
semski, Kalinovich, un joven presumiblemente idealista, asqueado
por la corrupción de la sociedad, se casa por dinero y sin amor para
obtener así un puesto con poder burocrático, con el cual pueda ini-

20 DM.I, pp. 451-452; 17 de marzo de 1860.


362 SEGUNDO COMIENZO

ciar reformas sociales. Sin embargo, su enlace lo obliga a abandonar


a su primero y verdadero amor, Nastenka, a quien seduce y le pro-
mete matrimonio, y a quien a sabiendas traiciona. Dostoievski, que
considera que no convence en lo absoluto esa despiadada felonía,
juzga que el libro carece de genuina originalidad. "¿Es posible que
creas que la novela de Pisemski es maravillosa? -le pregunta, sor-
prendido, a su hermano-. En verdad sólo es una mediocridad con
oropel. ¿Hay en esta novela un ,solo personaje realmente nuevo, uno
que jamás hallamos visto? Todo esto ya lo hemos encontrado en
nuestros escritores originales, en Gogol en particular ... Una exce-
lente copia de la labor de otro, la obra de Sazikov basada en los di-
bujos de Benvenuto Cellini."
Analizando a Kalinovich detalladamente para provecho de su her-
mano, Dostoievski procede a documentar su juicio de que "el final
de la segunda parte es absolutamente increíble y horrendamente malo.
No es posible que Kalinovich sea, a sabiendas, un burlador. Kalinovich,
tal como con anterioridad nos lo ha delineado el autor, debería hacer un
sacrificio y proponerle matrimonio [a N astenka ], presentarse con un as-
pecto favorable, disfrutar de su nobleza en las profundidades de su alma,
y tener la absoluta certeza de que no la defraudará. Kalinovich es tan
jactancioso que, en lo recóndito de su corazón, no se considera un
pillo. Por supuesto, va a disfrutar de todo eso, a dormir con Nasten-
ka, y por supuesto la engañará, pero sólo después, cuando la reali-
dad lo obligue, y naturalmente se consolará a sí mismo, dirá que en
este caso también ha obrado con nobleza." 21 En otras palabras, Dos-
toievski cree que Kalinovich debería haber sido descrito como una
persona esencialmente débil, como una víctima de sus propias ilu-
siones y autoengaños -como Goliadkin en El doble, o como Ras-
kólnikov, quien aún no había sido creado-, y no como un personaje
vigoroso que actúa con vileza, percatándose en forma total de ésta,
para lograr sus propósitos.
A Dostoievski le agradaba más otra obra de Pisemski, la pieza
teatral Un amargo destino (1859). "No comparto tu entusiasmo por
el drama de Pisemski -le escribe Pleshcheev-. Me parece que
La tormenta [de Ostrovski] es incomparablemente superior." 22 Am-

21 Pisma, v. 1: p. 231; 31 de mayo de 1858.


22 DMI, p. 449; 13 de diciembre de 1859.
TIPOS "DÉBILES Y FUERTES" 363'

bos trabajos literarios aparecieron y fueron escenificados más O·


menos en la misma época, y la opinión de los radicales se inclinó
enérgicamente del lado de Ostrovski. Dobrolyubov iba pronto a
escribir un apasionado artículo en el que interpretaba (en forma muy
tendenciosa) el suicidio de la heroína de Ostrovski (la que se negaba
a volver con un esposo al que no podía amar), como un acto de re-
beldía revolucionaria. La obra teatral de Pisemski trata el mismo
tema, la infidelidad conyugal, pero ofrece un desenlace por completo
diferente. En ésta, la esposa de un orgulloso e independiente cam-
pesino, durante la prolongada ausencia de su consorte (él está tra-
bajando en Petersburgo para pagar al terrateniente la renta fija),.
se convierte en la amante de éste y da a luz un hijo del hacendado. Su
marido está dispuesto a perdonar el pecado, a aceptar como suya a la
c:riatura y a llevarse a la familia a la ciudad para ocultar su desgracia.
Pero la esposa, quien se había casado con él en contra de su vo!un-
tad, prefiere al terrateniente y se prepara para mudarse a la casa so-
lariega y vivir abiertamente como su amante. Durante un ataque de
furia, el colérico marido asesina al bebé y se refugia en los cercanos
bosques, en donde permanece oculto mientras se lleva a cabo una·
investigación burlescamente corrupta del asesinato.
El culpab~e tiene el dinero suficiente para huir a Petersburgo y
desvanecerse para siempre, si lo deseara así, pero finalmente se en-
trega a las autoridades porque resulta muy c~aro que su conciencia.
lo ha obligado a obrar de este modo. Aún más; cuando lo interrogan
no trata de disculparse, y se niega a revelar la verdadera causa de
su atroz crimen. Cuando se le insiste en que lo haga para aminorar
la sentencia, replica: "Aunque el'.a [su esposa] me hiciera algo in-
imaginable, no me corresponde ser su juez o atestiguar en su con-
tra. Mi pecado es mayor que el de cualquiera de ella, y no de-
seo que mi sentencia sea ni siquiera un poco menor." 23 Se va a
la prisión después de pedirles perdón a sus compañeros de aldea, y
después de haber abrazado y besado a su apesadumbrada cónyuge,
quien, al partir él, se desploma a sus pies con silenciosa desesperación.
Es fácil comprender por qué Dostoievski debe de haber admi-
rado la obra teatral de Pisemski, la cual indica que la sensibilidad.

23 A. F. Pisemski: "A Bitter Fate" [Amargo destino] en Masterpieces o/ the Russian


Drama [Obras maestras del drama ruso]. Edición al cuidado de George Rapall Noyes
(Nue\'a York, 1933), p . 454.
364 SEGUNDO COMIENZO

moral de la persona débil -una sensibilidad que Annenkov ha-


bía considerado solamente como atributo particular de los ilus-
trados "hombres superfluos"- existía en verdad como un rasgo de
carácter ampliamente difundido, inculcado y fomentado por el tra-
d icional cristianismo ortodoxo del pueblo ruso. Y si bien Dostoiev-
ski no escribió acerca de un ambiente campesino, su creación más
importante de ese período, La aldea de Stepanchikovo, también in-
ten tó poner de manifiesto la preeminencia moral de una persona
débil, llena de amor y perdón, sobre una persona fuerte, monstruo-
samente egoísta, devorada por la vanidad y el resentimiento.
XVIII. PROYECTOS LITERARIOS

Los ÚLTIMOS dos años de servicio que realizó Dostoievski en el ejército


ruso, y de su vida en Semipalatinsk, fueron mucho más opresivos y
exasperantes que los que había vivido anteriormente. Cualesquiera
que hayan sido sus dificultades en el pasado, sus esperanzas en el fu-
turo habían sido su apoyo y consuelo, al igual que el amor que
sentía por María Dimitrievna, amor que tenía el poder de devolver-
le su fortaleza. No obstante, su nuevo estado matrimonial no le
proporcionó la felicidad familiar que él había supuesto, y la an-
siedad por su salud se vio agravada al percatarse del horror de su
esposa por la espantosa enfermedad que él padecía. Se requeriría más
de un año, antes de que su petición para retirarse del ejército le fuera
aceptada (en mayo de 1859), y se vio obligado a esperar con desespe-
rada impaciencia, mientras aguardaba su libertad. Muchas de las
personas que lo habían ayudado a hacerle tolerable la existencia, o
bien habían sido transferidas a otras partes, o ya no vivían (como el
amistoso comandante de su batallón, Belijov, quien recientemente
se había dado un tiro). El substituto de Belijov, el mayor Denisov,
era un tipo bastante decente, pero de todas maneras, como comenta
Dostoievski, "un nuevo comandante" significa "un nuevo estado de
cosas". 1 La antigua y confortable rutina estaba perturbada, y era fasti-
dioso tener que amoldarse a inesperados requerimientos y exigencias.
Puede juzgarse cuán profunda era la depresión de Dostoievski du-
rante este periodo, por ei lamento expresado a E. l. Yakushkin en
diciembre de 1858. Le manifestó que el único consuelo que había
tenido en el pasado, sus labores literarias., se había convertido más
en carga que en bendición. "Vivo en Semipalatinsk -le escribe-, lo
que me provoca un aburrimiento mortal. La vida aquí se me ha vuelto
intolerable. En una carta breve no me es posible explicarte todo.
¿Puedes imaginarte que hasta la labor literaria ya no me sirve para
re '. ajarme, para refugiarme en ella, sino que se ha convertido en

1 Pisma, v. 1: p. 277; 23 de noviembre de 1857.

365
'366 SEGUNDO COMIENZO

tortura? Esto es lo peor de todo. La causa reside en lo que me rodea


y en mi enfermiza condición [su epilepsia]." 2 A pesar de ello continúa
·escribiendo, terca e incansablemente, durante las horas que le per-
miten sus deberes militares y los efectos de sus invalidantes ataques
·epilépticos, los cuales siempre le producen un estado de indolencia,
de embotamiento, y hacen que su mente no pueda funcionar en for-
ma adecuada.

Tan pronto como Dostoievski recibió su nombramiento de ofi-


dal (en marzo de 1857), y después de que le habían restituido sus
derechos de aristócra ta (en mayo de 1857), no volvemos a tener no-
ticias de sus Cartas sobre arte. En vez de dedicarse a ellas, en este
momento concentra todas sus energías en varios proyectos de no-
velas y relatos, en los cuales jamás había cesado de trabajar en los
tres años transcurridos desde su liberación del campamento de for-
zados. "No empezaré otra cosa que no sea una novela o un relato
-declara categóricamente a Yakushkin en junio de 1857-, aunque ten-
go otras cosas" (presumiblemente sus Cartas). 3 Aún no había obtenido
ninguna información acerca de si había recuperado el derecho de pu-
blicar, pero quienes sostenían correspondencia con él, incluyendo a su
hermano, le garantizaban que tal derecho estaba implícitamente inclui-
do en los que le habían otorgado. En todo caso, otros petrashevkistas
que hab ían retornado del exilio habían entregado sus obras para que
aparecieran en letras de imprenta sin que, en apariencia, su situación
estuviera en peligro. Como resultado de ello, Dostoievski decidió
seguir con sus planes y tratar de dar a la estampa sus escritos, sin
firma al principio, y ver si esto provocaba alguna reacción adversa por
parte de las autoridades.
El único trabajo que tenía inmediatamente disponible era el re-
lato que había terminado en la Fortaleza de Pedro y Pablo, el cual
le había sido enviado a Mijail después de la partida de Dostoievski
a Siberia. "Dime con exactitud (esto te lo ruego): ¿Está alguien in-
t eresado seriamente en publicarlo? -le pregunta a Mijail en marzo de

2 Pisma, v. l: pp. 240-241; 12 de diciembre de 1858.


3 !bid ., p. 221; l d e junio de 1857.
PROYECTOS LITERARIOS 367

1857- . Si es así, ¿alguien lo ha tratado? Y si no es así, ¿cuál es la razón


específica? Te hago esta petición porque supones ¡que en mi caso
se ha retirado la prohibición para publicar!" 4 En esta ocasión Dos-
toievski obtuvo resultados más rápidos que los que había considerado
posibles, e incluso deseables. Un pequeño héroe, firmado con _las ini-
ciales M. Y. fue publicado en el número de agosto de 1857 de
No tas de la Madre Patria. Al recibir la información, Dostoievski ex-
presó más pesar que satisfacción. "Las noticias de la publicación de
Un cuento para niiios [el título que él le había dado] no han sido
muy gratas para mí -le explica a Mijail-. Desde hace mucho tiem-
po había pensado en reescribirlo, y en reescribirlo bien. Sobre todo
suprimir el comienzo que no tiene ningún valor.* Pero ¿qué puedo
hacer? ¡Ya está publicado!" 5 De todas maneras, la publicación de
esta pequeña obra literaria demostró que Dostoievski podía entregar a
la imprenta y empezar a ganar un poco de dinero con su pluma, sin
atraer la ira ni de la censura ni de la policía secreta.

En esa época (el verano de 1857) los esfuerzos literarios de Dos-


toievski se concentraron en una obra que, como le comenta a E. l.
Yakushkin, era "tan voluminosa como una novela de Dickens", y lo
había mantenido atareado durante un año y medio, más o menos.
"Es una novela extensa -escribe-. Consiste en las aventuras del
mismo personaje, que tienen una conexión central, ininterrumpida
entre sí; pero al mismo tiempo está formada por episodios indepen-
dientes, completos .en sí mismos. Cada episodio es una parte. De ma-
nera que, por ejemplo, bien puedo publicarla por episodios, y cada
4 Pisma, v. 2: p. 581; 9 de marzo d e 1857.
" Dostoievski se está refiriendo al "marco", [recurso literario que consiste en ini-
ciar una obra con un relato secundario, de mayor o menor extensión, supuestamente
para incrementar el interés de la historia. El tema principal se narra en pasado, en
primera persona, ya sea por el personaje principal, por uno secundario, o por un
"observador" invisible (T.)], escrito en el tono sentimental y de agudo lirismo d e
Noches Blancas. Probablemente consideró -y con toda razón- que aumentaba poco
o nada el efecto del tema principal y que, incluso, le restaba efecto. Eliminó este
"marco" en la edición de su obra que se publicó en 1860, y nunca fue reintegrado.
El fragmento omitido puede encontrarse en PSS, v. 2: pp. 453-458.
5 Pisma, v. l: p. 231; l de marzo de 1858.
368 SEGUNDO COMIENZO

uno será una aventura o relato. Por supuesto, me gustaría publicarla


en orden." Dostoievski habla de un plan que abarcaría tres tomos,
pero "sólo he escrito cinco partes del primer tomo ... Todas están
escritas, pero aún no se encuentran publicadas. Ahora empezaré a
pulir la obra por secciones y te las enviaré". 6
Es demasiado dudoso que Dostoievski tuviera ya un manuscrito
en estado tan avanzado. Tenía la constante tendencia a exagerar los
progresos de sus múltiples planes y proyectos, y es muy probable
que esta idea aun no haya ido más allá de la etapa de las ano-
taciones preliminares y bosquejos. De todas maneras, las palabras
de Dostoievski sí revelan que desde los inicios de su época postsibe-
riana empezó a idear una serie de novelas sobre un solo personaje
central en varios periodos de su vida. El novelista retornaría a este
mismo plan fundamental en Memorias del subsuelo (que puede con-
ceptuarse como una realización en miniatura del proyecto que men-
cionó en su carta), y después, en escala mayor, en las notas para
la obra en cinco tomos que jamás escribió, Vida de un gran pecador.
Por supuesto, Los hermanos Karamázov es el primer tomo de una
obra que había planeado que tuviera exactamente el mismo tipo de
secuencia en varios tomos. Dostoievski le pide en su carta a Yakush-
kin que pregunte a los editores de Petersburgo si se interesan en el
primer tomo, y cuánto estarían dispuestos a pagar por página.
Basándonos en una carta que escribió a Mijail pocos meses des-
pués, resulta manifiesta la esperanza que Dostoievski había tenido de
publicar fascículos, según fuera terminándolos. Sin embargo, mani-
fiestamente Mijail le había dicho que tal plan no era práctico, y le
aconsejó que se apresurara a completar lo que en ese momento estu-
viese escribiendo. La respuesta de Dostoievski consiste en una angus-
tiosa declaración, en la que se niega a violentar sus dones literarios
(lo que creía haber hecho en el pasado con demasi ada frecuencia).
"Con respecto a mi novela, algo desagradable le ha ocurrido a ella
y a mí. La cosa es así: decidí, y juré cumplirlo, que nada hecho a
medias, nada inmaduro, nada hecho con apresuramiento (como antes)
sería publicado solamente porque necesite dinero. Decidí que uno
no debe tratar con frivolidad a una obra artística, que debe uno tra-
bajar honradamente y que, si escribo mal, como probablemente sucede

6 Pisma, v. 1: pp. 221-222; 1 de junio de 1857.


PROYECTOS LITERARIOS 369

a menudo, deberá ser porque carezco del talento para hacerlo mejor,
y no por falta de cuidado e inconstancia. Por esto, viendo que mi
novela está adquiriendo proporciones gigantescas, que está resultando
excelente, y que era necesario, absolutamente necesario (por dinero)
terminarla rápidamente .. ., empecé a titubear. Nada es más triste
que tal titubeo a la mitad de una obra. Vehemencia, voluntad, en er-
gía ... , todo se termina de pronto." El resultado de esto fue que
Dostoievski le informó a su hermano que "la novela entera, con todo
el material para ella, se encuentra empaquetada dentro del baúl" .7
En lugar de proseguir con esta obra extensa, Dostoievski comunica
a su hermano que decidió concentrarse en otros dos proyectos. Uno
es un "relato corto'', el cual, en ese m omento, pensaba enviarlo a una
revista relativamente nueva, El Mensajero Ruso, dirigida por Mijail
Katkov. Antiguo miembro de la pléyade de Belinski, conocido como
liberal occidentalista, y con simpatía para con los ingleses, Katkov
pronto cambiaría de actitud y se volvería m ás conservador. En efecto,
su revista estaba destinada a conver tirse en el más importante órgano
antirradical durante todo el resto de la existencia de Dostoievski, y
también tendría el honor de publicar la m ayoría de las grandes no-
velas, incluyendo las propias, que proporcionaron a la literatura r u sa
de ese periodo un renombre mundial. Ya habían hecho a Dostoievski
una invitación, por medio de Aleksei Pleshcheev, para colaborar en
esta revista, y el novelista había aceptado.
No se sabe con seguridad si este "pequeño relato" está relacionado
con alguno de los dos que Dostoievski escribió realmente entre 1858
y 1859. Puede haberse estado refiriendo a lo que ulteriormente se
convertiría en El sueño del tío. "Después de terminarlo -prosigue
comentando Dostoievski- escribiré una novela sobre la vida en
Petersburgo, al estilo de Pobres gentes (pero la idea es incluso mejor
que Pobres gentes). Hace ya tiempo que empecé estas dos cosas,
y están parcialmente escritas. No presentan problemas ... " 8 Esta idea
de una novela sobre la vida en Petersburgo sin duda está relaciona-
da con la obra que, cinco años después, se convertiría en Humillados
y ofendidos.
Al comenzar el año nuevo habían sido abandonados todos los

7 Pisma, v. 2: pp. 585-586; 3 de noviembre de 1857.


8 !bid.
370 SEGUNDO COMIENZO

planes de escribir una novela porque, por razones pecuniarias, Dos-


toievski decidió consagrarse a obras más cortas que le proporcionaran
ganancias inmediatas. En este tiempo ya había recibido un anticipo
de una revista que estaba proyectando: La Palabra Rusa (Russkoe
Slovo), cuyos dirigentes estaban muy deseosos de obtener manuscritos
de cualquier escritor que fuera conocido por el público. Envalentona-
do por esta prueba de que no tenía que entregar un texto termi-
nado para obtener dinero, Dostoievski escribió a Katkov solicitándole
un adelanto, y ofreciéndole como señuelo su novela extensa. La
realidad era que, como cándidamente lo confiesa a su hermano, ya
no tenía intenciones de escribir esta novela, pero tranquiliza su
conciencia con reflexiones sobre la gran urgencia que tenía de dinero
y con el cálculo de que, en todo caso, un buen relato finiquitaría la
obligación que había adquirido. Katkov envió con prontitud el dine-
ro, acompañado por una carta alentadora. Por lo tanto, Dostoievski
estaba comprometido a escribir dos obras cortas en el futuro inme-
diato. Empero, Dostoievski manifiesta con claridad que está haciendo
esto por estricta necesidad y con la mayor repugnancia. "Mi novela
(la grande) la haré a un lado por ahora. ¡No puedo terminarla en
la fecha que me indiquen en una revista! Sólo me causaría torturas.
Ya me ha torturado bastante tal como está. La dejaré pendiente has-
ta que exista cierta paz y estabilidad en mi vida. Esta novela es tan
valiosa para mí, se ha convertido de tal manera en parte de mí mismo,
que nada me hará que la olvide por completo. Por el contrario,
intento hacer de ella mi chef d'oeuvre." 9 *
Varios meses después, Dostoievski vuelve a explicar su situación a
Mijail, y le reafirma a su hermano, quien había gestionado el anticipo
de La Palabra Rusa, que no faltará a su compromiso con la publica-
ción. Hacerlo así sería, por supuesto, colocar en posición extremada-
mente embarazosa a Mijail. "En verdad estoy escribiendo para El
Mensajero Ruso (un relato largo) .. . También enviaré algo este
año a La Palabra Rusa. Al menos, eso espero. Mas no mi novela,
sino una narración." A continuación Dostoievski nos proporciona
un atisbo de cómo ha logrado consolarse por haberse visto obligado
a demorar su acariciado proyecto. "En cuanto a mi novela -con-

9 Pisma, v. 2: p. 589; 18 de enero de 1858.


• Obra maestra. En francés en el original. [T.]
PROYECTOS LITERARIOS 371

tinúa-, me ocuparé de ella cuando vuelva a Rusia. No puede ser


de otra manera. Contiene una idea bastante feliz, un nuevo personaje
que todavía no ha aparecido por todas partes. Sin embargo, como tal
personaje es, sin duda, muy común actualmente en Rusia en la vida
real, y especialmente en estos días si juzgamos por las tendencias y las
ideas que tienen todos, estoy seguro de que tan pronto como esté
de vuelta en Rusia enriqueceré mi novela con nuevas observaciones." 10
Debemos advertir la igualdad de "idea" y "personaje" -las dos
palabras son inseparables para Dostoievski, y usa los dos vocablos en
forma intercambiable-, y la ambición de pintar "un nuevo perso-
naje", que hasta ese momento no había aparecido en la literatura
rusa. Dicho personaje encarnaría las ideas "que tienen todos", o,
dicho en otras palabras, las tendencias socioculturales de ese periodo
agitado de la vida rusa, precisamente en vísperas de la liberación de
los siervos, y cuando el país estaba emergiendo de su prolongado es-
tancamiento ocurrido durante el reinado de Nicolás l. En esta forma
Dostoievski ya había empezado a adoptar la orientación explícitamen-
te "ideológica" de todas sus mejores obras postsiberianas, y a repre-
sentarse mentalmente su propósito creativo como destinado a la en-
carnación de personajes-tipo que fueran portadores de las tendencias
y corrientes que estaban retoñando. Sus primeros trabajos también
h abían sido concebidos de acuerdo con las ideas dominantes de la
década (los años cuarenta), pero tales ideas ya habían sido incorpo-
radas en un repertorio general de figuras gogolianas (el chinovnik,
escribano de la burocracia inferior; el soñador "romántico"; el zala-
mero y totalmente corrupto oficial, representante de la "respetabili-
dad" de las clases elevadas), de las cuales simplemente se apropió
Dostoievski, y las usó para sus propios propósitos. En lo venidero
consideraría que su tarea creativa debería usarse en la descripción de
tipos que aún no habían sido observados por otros, o que todavía se
encontraban en proceso de formación.

Cuando Dostoievski aceptó la oferta de La Palabra Rusa, escribió a su


hermano que ya tenía algo preparado, y que necesitaría poco tiempo
10 Pisma, v. 1: p. 236; 31 de mayo de 1858.
372 SEGUNDO COMIENZO

para que quedara listo para ser publicado. "En mi novela grande
-escribió- hay un episodio totalmente terminado. En sí mismo es
muy bueno, pero perjudica al todo. Quiero quitarlo de la novela. Más
o menos tiene la extensión de Pobres gentes, pero su contenido es
cómico. Posee nuevos personajes." 11 Aparentemente Dostoievski se
refiere a la "novela humorística" que había mencionado a Maikov
tiempo atrás, en 1856 -la obra que había iniciado como pieza teatral
(komediya), pero que, como las aventuras del personaje central le
habían agradado tanto, la había convertido en novela.
Como de costumbre, Dostoievski calculó que era menor el tiempo
que necesitaría para preparar la obra para su publicación ; o tal vez,
para hablar con más precisión, exageró el grado en el que su idea
creativa había adquirido la forma literaria final. Había tenido la es-
peranza de poder enviarla para septiembre de 1858, y se disculpa
con Mijail por h aber fallado, explicándole que su enfermedad lo
había mantenido lejos del escritorio. "El mes pasado tuve cuatro
ataques, lo que nunca me había ocurrido antes, y casi no trabajé.
Después de mis ataques me encuentro durante cierto tiempo en un
estado de abatimiento y melancolía, y me siento completamente ani-
quilado." 12 Proseguir la labor con El sueño del tío también era di-
fícil, porque Dostoievski lo escribió con repugnancia interna. "No
me gusta, y me entristece verme obligado a aparecer otra vez ante
el público en forma tan miserable. Lo más triste de todo es que estoy
obligado a aparecer así ... Pero ¿qué se puede hacer? No se puede es-
cribir lo que se quiere escribir, y se escribe algo sobre lo que ni siquie-
ra se desea pensar, si no se necesitara dinero .. Y debido al dinero me
veo obligado a inventar relatos intencionalmente. Ser un escritor ne-
cesitado en un oficio asqueroso." 13
Para hablar con toda propiedad, si hemos de creer en lo que
dijo Dostoievski en su carta anterior, de ninguna manera El sueño
del tia había sido inventado impulsivamente, tan sólo para cumplir
con La Palabra Rusa: había formado parte de la "novela humorística"
en la que había trabajado con tanto placer. De todas maneras, la
contradicción revela que el relato se había convertido en una carga
muy pesada.

11 Pisma, v. 2: p. 529.
12 !bid., p. 593; 13 de septiembre d e 1858.
13 !bid., pp. 594-595; 13 de diciembre de 1858.
PROYECTOS LITERARIOS 373

Otro comentario a Mijail pone de manifiesto el desgano que tenía


Dostoievski para abandonar sus creaciones más ambiciosas. "La na-
rración. para Kushelev [el financiador de La Palabra RusaJ estará ple-
tórica de detalles cómicos, e incluso, bastante aceptables -comenta
animadamente-, pero casi increíbles. ¿Qué se puede hacer? Estaría
muy contento si la escribiera mejor, pero todas las ideas que tengo
en la cabeza son para obras más extensas, y de tamaño menor sólo
poseo esta narración." 14 Había prometido que la tendría terminada
en noviembre, pero falló también y no cumplió con la fecha de en-
trega porque había suspendido el trabajo sobre El sueño del tío y se
había dedicado a La aldea de Stepanchikovo. A pesar de ello, había
prometido entregarlo a finales del año, y a mediados de diciembre
le anunció a Yakushkin: "Estoy escribiendo a toda prisa, y lo tengo
casi completamente terminado." 15 Lo enviaría pocos días después, y
fue publicado en la primavera (marzo de 1859) en La Palabra Rusa.
La aldea de Stepanchikovo tiene una historia más complicada, y
existen ciertas dudas acerca de si también parte originalmente de la
novela humorística de la que fue tomado El sueño del tío. Algunos
eruditos se inclinan a creer que es así, y la similitud en la inspi-
ración de las dos novelas es patente; pero en la misma carta en que
afirma que El sueño del tío forma parte de una obra más extensa,
Dostoievski parece estar refiriéndose a La a.ldea de Stepanchikovo
como una idea creativa totalmente nueva. "Hace ocho años tuve la
idea para una novela pequeña, del tamaño de Pobres gentes. Recien-
temente, más o menos a sabiendas, regresó esta idea a mi mente y
la bosquejé de nuevo. Ahora ya todo esto está preparado. Me pondré
a trabajar en esta novela y la escribiré." 16 Ésta es la idea que, según
podemos juzgar, se convirtió en La aldea de Stepanchikovo, a pesar de
que en una carta posterior, Dostoievski habla de haber elaborado sus
dos principales personajes "durante cinco años" (lo que la situaría
aproximadamente en la época en que empezó a escribir la pieza tea-
tral que se transformó en su novela humorística).17 De todas mane-
ras, sabemos que a finales de 1857 empezó a escribir algo para El
Mensajero Ruso, a lo que llama "una narración corta"; pero alusiones

14 P isma, v. 2: p. 594.
15 ibid., v. l: p. 241.
16 Ibid., v. 2: p. 589.
17 lbid., v. 1: p. 246; 9 de mayo de 1859.
374 SEGUNDO COMIENZO

ulteriores demuestran que la obra para Katkov se había ampliado, y


que el relato de pequeñas dimensiones que originalmente tenía pla-
neado para él, lo envió tal vez a La Palabra Rusa. 18
Al principio la actitud de Dostoievski hacia su narración extensa
era tan negativa y resentida como la que tenía con El sueño del tío.
"El relato largo que estoy escribiendo para Katkov -le comenta a
Mijail- me disgusta mucho. Se opone a mis tendencias naturales. Pero
ya tengo escrito bastante. Es imposible tirarlo a la basura y empezar
otro, porque tengo que pagar una deuda." No obstante, tiempo des-
pués, cuando ya había enviado tres cuartas partes del manuscrito, su
opinión es la opuesta. "¡Escucha, Misha! -le reprocha a su herma-
no-. La novela, claro, tiene grandes defectos, tal vez especialmente
porque se alarga mucho aquí y allá, pero de lo que estoy tan seguro
como de un axioma es de que, al mismo tiempo tiene las máximas
cualidades de mis mejores obras ... No sé si Katkov la va a apreciar,
pero si el público la recibe con frialdad, entonces, te lo confieso,
quizás me deje llevar por el abatimiento. Tengo puestas grandes
esperanzas en ella, y, aún más, espero consolidar con esta novela mi
reputación literaria." 19 Para su consternación, Katkov rechazó rotun-
damente la obra, y le pidió al autor que devolviera el anticipo; pero
Dostoievski no perdió la fe en su creación. "Escúchame, querido her-
mano -le escribe a Mijail--, estoy convencido de que hay muchas
cosas poco convincentes y malas en mi novela, pero tengo la certi-
dumbre (¡y me juego la vida por ello!) de que tiene cosas muy bue-
nas. Brotaron de mi corazón. Hay escenas de alta comedia que Gó-
gol podría firmar sin titubeos." 20

Después de deliberar un poco, los dos hermanos decidieron proponerle


la obra a Nekrasov, cuya disposición amistosa había sido transmitida
por Pleshcheev, y quien anteriormente había ofrecido, por interme-
dio de Mijail, enviar a Dostoievski un adelanto, si es que tenía apu-
ros económicos. La huraña respuesta de Dostoievski a este generoso
18 Pisma, v. 2: p. 593.
19 !bid., v. 1: p. 246.
20 !bid., p. 251; 13 de septiembre de 1858.
PROYECTOS LITERARIOS 375

gesto indica que ni había olvidado ni perdonado, y que todavía


estaba adolorido por las antiguas (y por las no tan antiguas) heridas
que le había causado El Contemporáneo. "Ahora me tienen lástima
- comenta a Mi jail- . Se lo agradezco de todo corazón, pero no me
gustaría que pensaran mal de mí. Todo lo que tienen que hacer es
prometerme dinero, y yo me apresuro a tomarlo. Quizás sea falso
orgullo . .. , pero así es. Por eso prefiero aguardar, y solamente como
un último (muy último) recurso adquiriré con ellos un compro-
miso financiero." 21 Con todo y eso, el rechazo de Katkov, que hizo
necesario devolverle el anticipo (Mijail, sumamente presionado, lo-
gró conseguir el dinero) , puso en aprietos a Dostoievski, y lo obligó
a aceptar la que parecía ser la oportunidad más viable para obtener
fondos de inmediato.
Nekrasov recibió el manuscrito a principios de septiembre de 1859,
y titubeó durante un mes antes de tomar una decisión -un mes du-
rante el cual Dostoievski, muy nervioso, pedía una y otra vez a su
renuente hermano que aguijoneara al indeciso director. "Me he en-
terado de que Nekrasov juega a los naipes todo el tiempo -comenta
con impaciencia (en realidad Nekrasov era un notorio, y muy exitoso
jugador)- . Tampoco Panaev le concede mucha atención a la revista.
Si no fuera por Chernishevski y Dobroliubov todo el negocio se
desmoronaría." 22 Empero, Mijail se negó a ser apresurado, quizás
comprendiendo mejor que su hermano el dilema en el que se hallo.ha
Nekrasov. Por una parte, a éste le hubiera agradado ayudar a Dos-
toievski, tanto por ser un ex prisionero político que regresaba, como
en recuerdo de su antigua amistad. Por otra parte, la novela de Dos-
toievski contenía ataques en forma de parodias a la escuela natura-
lista de los años cuarenta -y, por lo tanto, implícitamente, en contra
de Belinski- , ataques que Nekrasov (además de Chernishevski y Do-
broliubov) hallarían ofensivos. Para empeorar la situación, las pullas
incluían una referencia a un poema de Nekrasov.
A Nekrasov, como lo sabemos en la actualidad, no le agradó la
novela en lo absoluto, y lo expresó con palabras completamente
claras. "Dostoievski está acabado -se informa que dijo-. Jamás
volverá a escribir algo importante." 23 Mas no por nada Nekra-

21 Pisma, v. 2: p. 593.
22 Ib id ., v. 1: p. 255; 1 de octubre de 1859.
23 DVS, v. 1: p. 323.
376 SEGUNDO COMIENZO

sov era uno de los más prósperos directores de publicaciones de su


época. En lugar de rechazar abiertamente la obra, usando la diploma-
cia, la aceptó ... , pero ofreció pagar tan poco que ningún autor que
se respete a sí mismo podría aceptar sus condiciones. Dostoievski y
Mijail creyeron al principio que era una actitud de regateo. El no-
velista se hallaba muy entusiasmado por las noticias de que Nekrasov
se había presentado en la casa de su hermano, pero que no lo había
encontrado. Podemos suponer que el propósito de esa visita era el
de suavizar el rechazo mediante una conversación confidencial, pero
Dostoievski, lleno de esperanzas, creyó que eso significaba que el
director estaba ansioso por evitar que la obra se le fuera de las manos.
"Si Nekrasov entra en tratos y se vuelve más razonable, tiene la pre-
ferencia, pase lo que pase -le ordena a Mijail-. Lamento, lamento
extremadamente que no te haya encontrado en casa ... Ya sabes, es
muy importante que la novela sea publicada en El Contemporáneo.
Esta revista me despidió con cajas destempladas en cierta ocas10n, y
ahora se las arregla hábilmente para tener mi obra. Esto es muy im-
portante para mi posición literaria." 24
No obstante, Dostoievski se estaba engañando lastimosamente, y
Mijail en breve tiempo se dio cuenta de la verdadera situación. En-
tonces ofreció el manuscrito a A. A. Kraevski, para Notas de la Madre
Patria, en donde fue aceptada finalmente, después de algunas negocia-
ciones, y a un precio más elevado por página (120 rublos) que el
que Dostoievski había estado dispuesto a aceptar en otra parte. "Esto
se llama no perder la dignidad propia", escribe Mi jail con tono
triunfal. También le transmite algunos comentarios literarios de
Kraevski, perspicaz observador del mundo de las letras, a quien le
agradaba particularmente el personaje principal, Fomá Fomich Opis-
kin. Kraevski descubrió una de las parodias que había plasmado
Dostoievski. "Él [Fomá] le trae a la mente [a Kraevski] a N. V. Gógol
en el pesaroso periodo de su vida."
Otro comentario, esta vez negativo, de todas maneras es valioso
porque ayuda a definir la nueva tonalidad que se puede observar
en la obra de Dostoievski -una tonalidad que desconcertó a muchos
de sus antiguos admiradores. "Tú [Dostoievski] te dejas dominar por
la influencia del humor, y deseas que surja la risa -le escribe Mijail

24 Pisma, v. 1: p. 264; 11 de octubre de 1859.


PROYECTOS LITERARIOS 377

que afirmó Kraevski-. La fuerza de F. M., agregó [Kraevski], reside


en el sentimiento, en el patetismo. Tal vez en éstos nadie le iguala.
Por eso es lamentable que desdeñe este don." 25 En lo relacionado
con el exceso de humor no tenía tanta razón Kraevski, pero sí tenía
mucha al detectar una nueva y mayor agudeza satírica, que reempla-
zaba al anterior patetismo de Dostoievski. Esto resulta claro no sólo
en la segunda, sino también en la primera de sus novelas siberianas.
Ha llegado el momento de observar más directa y cuidadosamente
es tas obras.

25 "Pisma M. M. Dostoevskogo k F. M. Dostoevskomu", en DMI, p. 525; 21 de


octubre de 1859.
XIX. LAS NOVELAS SIBERIANAS

HAY UN marcado contraste entre el recibimiento que hicieron a Dos-


toievski en su segundo debut literario y el de quince años antes,
cuando había hecho su primera aparición en el escenario de la li-
teratura. Entonces causó sensación y se hizo bastante famoso de
la noche a la mañana, pero tal suerte no lo acompañó en su renovado
intento de conseguir notoriedad y fortuna. Ciertamente anhelaba
un éxito similar, al menos con La aldea de Stepanchikovo, y se hallaba
patéticamente ansioso por recibir cierta confirmación de que sus
esperanzas no eran vanas. Cuando Nekrasov estaba estudiando el ma-
nuscrito, con los resultados negativos que ya conocemos, Dostoievski
escribió a su hermano: "Observa todas las particularidades y todas
sus palabras. Te imploro, por favor, que me escribas sobre ello con
la mayor cantidad de detalles que puedas. Comprende que para mí
es muy interesante." 1 Dostoievski también pidió a su hermano que
le enviara cualesquier comentarios que pudieran aparecer en diarios
y revistas después de la publicación de las dos obras. Pero Mijail, qui-
zás para evitarle a Feodor heridas en su sensibilidad, explicó que
las revistas literarias ya no hacían comentarios sobre las obras en el
grado existente en los años cuarenta. La verdad es que no apareció
ninguna referencia en la prensa literaria acerca de las dos obras de
Dostoievski. No fueron tomadas en cuenta.

No es difícil comprender tal respuesta, o más bien, la ausencia de


respuesta, si atisbamos el periodo en el cual aparecieron las dos narra-
ciones. Para mencionar tan sólo a los escritores sobresalientes, esos
fueron los años en los que Turguenev estaba creando muchas de
sus mejores obras, y publicando casi una novela por año. Tolstoi

1 Pisma, v. 1: p. 252; 19 de septiembre de 1859.

378
LAS NOVELAS SIBERIANAS 379

acababa de irrumpir en la escena con sus obras Niñez, Adolescencia,,


Juventud, y con sus Relatos de Sebastopol. Ya se ha mencionado la
abundante actividad de Pisemski. Y Saltikov-Shchedrin había creado
un nuevo género de literatura, que ponía al descubierto la corrup-
ción y las ruindades de la vida en Rusia. Además, todo el país esperaba
febrilmente la inminente liberación de los siervos, y el general esta-
do de espíritu demandaba obras literarias con un sólido contenido
sociocultural. Los anticuados argumentos de las novelas de Dostoiev-
ski parecían no contener nada más trascendental que la pregunta de
si uno y otro personaje se casaría (o no se casaría) con el compañero
o compañera que ella o él habían elegido. Para empeorar las cosas,
La aldea de Stepanchikovo pinta la vida en un lugar campestre, en
el cual las .idílicas relaciones predominan entre los campesinos y el
afectuoso hacendado. Los únicos conflictos existentes son provocados
por la excesiva bondad de este propietario ejemplar, que dan origen
a situaciones cómicas. Los lectores de Dostoievski, socialmente cons-
cientes, preocupados como jamás lo habían estado por los abusos y la
in justicia que implicaba la institución de la servidumbre, difícil-
mente podrían aceptar semejante descripción, salvo como una bofeta-
da deliberada en el rostro. Como ha observado L. P. Grossman: en
aquel tiempo, pintar la vida campesina dentro del marco de una
novela humorística simplemente era coquetear con el desastre.2
Por lo tanto, no es sorprendente que los contemporáneos de Dos-
toievski no reaccionaran ante tales obras con entusiasmo, y que
las conceptuaran como una confirmación de la última opinión de
Belinski, emitida poco antes de su muerte. Belinski había afirma-
do que el talento de Dostoievski había sido valorado en exceso.
No fue solamente Nekrasov el que expresó un juicio despectivo
sobre Dostoievski en aquella época. Incluso alguien con tan buena
disposición como Aleksei Pleshcheev dijo que El sueño del tío era

2 L. P. Grossman: "Derevnya Dostoevskogo", en F. M. Dostoievski: Se/o Stepan-


chikovo i ego obitateli (Moscú, 1935), p. 28. Un comentarista más reciente, suscitando·
el mismo tema de la hostil recepción que recibió la novela de Dostoievski, da esta
opinión: "Sus contemporáneos no comprendieron la novela de Dostoievski. Es difícit
decir exactamente por qué. Difícilmente pudo haber sido por razones ideológicas, <>
sea por la extemporaneidad de La aldea de Stepanchikovo." Desafortunadamente no
se presentan argumentos para apoyar esta opinión. Sería bueno saber cuáles pudieron
ser. Véase, de V. A. Tunimanov: Tvorch estvo Dostoevskogo, 1854-1862 (Leningrado,.
1980), p. 65.
."380 SEGUNDO CO MIENZO

4
'demasiado bufo"', y observó que "no hay un solo personaje vivo"
en La aldea de Stepanchikovo, salvo uno de los dos protagonistas, el
-coronel Rostanev. Su apreciación final de esta obra, expresada a Ale-
jandro Milyukov con la petición de que no se la transmitiera a
Dostoievski, fue que "todo esto está falsificado, es artificial, terri-
blemente pomposo". 3
Como podemos observar, estas críticas no se refieren al contenido,
·sino a la forma literaria. Aunque quizás impliquen asimismo un jui-
.cio sobre el contenido, es conveniente considerarlas por su valor ex-
plícito. ¿Por qué estas obras produjeron tal impresión en un lector
.tan bien intencionado? Principalmente, según mi parecer, porque la
técnica que utilizó Dostoievski entró en conflicto con las normas que
·en ese entonces prevalecían en la prosa rusa. Estas normas habían
sido establecidas por la influencia dominante del "bosquejo fisioló-
:gico" durante el decenio 1840-1849 (estudios con color local de los
tipos sociales), el cual subrayaba la descripción del carácter y del me-
dio, y no la acción narrativa. Los novelistas rusos más importantes
·<le mediados del siglo xrx empezaron con tales bosquejos, o fueron
n otablemente influenciados porque éstos estaban de moda entre los
.escritores de la escuela naturalista que se desarrolló bajo la in-
fluencia de Belinski. Posteriormente, sus novelas continuaron te-
n iendo la más sencilla de las tramas, y retuvieron la importancia
-concedida a la descripción del personaje mediante incidentes enlaza-
dos entre sí por los acontecimientos de la vida ordinaria, triviales
en su m ayoría. (Incluso si las circunstancias no eran comunes, como
·en los Relatos de Sebastopol, de Tolstoi, eran tratadas como si no
fuesen extraordinarias en lo absoluto.) Las primeras obras de Dos-
toievski se ajustaron a esta tradición de la prosa rusa, a pesar de
·que se pueden encontrar huellas, en a~gunas de sus narraciones,
de una mayor manipulación en la trama que la que se acostumbraba.
Y la preferencia que tenía Dostoievski por pintar personajes en
momentos de grave conflicto y crisis en sus vidas crea siempre cierto
grado de tensión narrativa. No obstante, el propio Dostoievski, en
Pobres gentes, en El doble y en otras obras, había parodiado la moda
<le las novelas góticas y de aventuras, sensacionalistas y con una trama
p letórica de acción, que habían sido desplazadas por la escuela na-
t uralista.
3 Citado en PSS, v. 3: p. 505.
LAS NOVELAS SIBERIANAS 38r

Sin embargo, la novela que Dostoievski quería que fuese cómica,.


empezó siendo originalmente una farsa dramática (lo que los rusos.
llamaban un "vaudeville"). Las tramas elaboradas eran tradicionales.
en este tipo de obra, y los dos relatos largos que emergieron de su.
inspiración original retienen esta característica de su gestación. Por
consiguiente, las narraciones de Dostoievski deben haber parecido a
los primeros lectores como una poco afortunada regresión al ya des--
cartado estilo de las novelas del decenio 1830-1839, y como una vio-
lación al aceptado canon literario. Difícilmente puede esperarse que·
esos lectores se hayan dado cuenta de que el uso de tal técnica marca
un nuevo punto de partida de Dostoievski, y que no es meramente-
una indicación de su ineptitud artística.* En efecto, todas las nove-
las más importantes de Dostoievski (con la notable excepción de-
La casa de los muertos, la cual sólo es en parte fantasía), tendrán la
misma técnica y presentarán la misma preferencia por la trama dra--
mática. Todas exhibirán más o menos las mismas características esen-
ciales que provienen de tal elección de forma: una acción narrativa
extremadamente rápida y condensada, que ocurre en un periodo de-
tiempo muy corto; acontecimientos muy cambiantes, que se suce-
den en abundancia e inesperadamente, sin permitir al lector mo-
mentos de calma; personajes que son dados a conocer principalmente-
mediante diálogos y escenas dramáticas, en lugar de ser retratados.
analíticamente, o de ser presentados mediante la descripción extensa
de sus pensamientos y sentimientos; y momentos culminantes que-
por lo general acontecen en tumultuosas escenas de grupo, que se
" Para hablar con propiedad, tal abandono de la regla no es totalmente nuevo'
en Dostoievski. Había usado la misma técnica en dos obras muy pequeñas, escritas en
la década de los cuarenta: La mujer ajena (Una escena callejera) y Un marido·
celoso (Un acontecimiento extraordinario). Ambas fueron ulteriormente abreviadas.
y convertidas en un solo relato: La mujer ajena, o el marido debajo de la cama.
Como sugieren los titulos, estas narraciones son anécdotas cómicas relacionadas con
inadecuadas conductas sexuales. Son imitaciones de la farsa de alcoba francesa , llenas.
de abundantes e inesperadas sorpresas y de embarazosas situaciones.
Dostoievski escribió estas obritas únicamente para obtener un poco de dinero adi-
cional, y sobresalen por sus banales características entre sus otras narraciones de ·
esa época. No obstante, en el caso que estamos tratando, Dostoievski conjunta la misma-
forma externa con un material temático mucho más serio .. . , o al menos empieza a
hacerlo en sus dos novelas siberianas. Véase mi Dostoievski, las semillas de la .,-ebe-
lión, 1821-1849 (Fondo de Cultura Económica, 1984), pp. 412-414; y de Víctor Terras.
The Young Dostoevsky (1846-1849) [El joven Dostoievski (1846-1849)] (La Haya ~
1969), pp. 46-47.
382 SEGUNDO COMIENZO

han clasificado como "cónclaves", y se han comparado con el celebrado


final de El inspector general, de Gógol. 4
A pesar de que las dos novelas de Dostoievski tienen un aspecto
superficial claramente cómico, esto de ninguna manera significa que
su contenido esté completamente exento de seriedad. Lo contrario
es verdad. Una cuidadosa lectura -enfocada en las alusiones incrus-
tadas en la prosa y en el subtexto paródico- revela tanta sátira seria
como alegres payasadas en las páginas de Dostoievski. Por otra parte,
a pesar de que los conflictos de los personajes entrañan en apariencia
sólo problemas insignificantes, existe un notable incremento en el
surtido y variedad de los tipos, con respecto de los protagonistas de
las obras del decenio 1840-1849. Además, son ideados con perfiles
tan audaces y con una autoexpresión tan locuaz, que en cierta forma
casi parecen crecer físicamente en tamaño e importancia. Es difícil
imaginarse al Dostoievski de los relatos iniciales escribiendo las pos-
teriores novelas, pero el autor de estas novelas siberianas ya propor-
ciona indicios de su capacidad para hacerlo. Por último, cualesquiera
que sean los forzados juegos que fueron necesarios para sus argu-
mentos "cómicos", de todas maneras Dostoievski ya ha iniciado el
bosquejo del nuevo y magno tema -puede ser denominado "la crí-
tica de la ideología", el conflicto definido en sus cartas ante las
"ideas" y el "corazón"- que predominará, en una forma u otra, en
todos sus escritos postsiberianos.

"EL SUEÑO DEL TÍO"

La trama de El sueño del tío puede resumirse en pocas palabras:


el "tío" es un príncipe ruso, decrépito pero acaudalado, acercándose
a la senilidad, que un buen día llega accidentalmente a la aldea
Mordasov. De inmediato se hace cargo de él la poderosa "dama más
importante" de la localidad, María Alejandrovna Moskaleva. Ella con-

4 L. P. Grossman: "Dostoevsky-Judozhnik", en Tvorchestvo F. M. Dostoevskogo (Mos-


cú, 1959), pp. 344-348. Grossman inicia su análisis de este recurso literario con un
estudio de El sueño del tío, y también lo llama: " Acusación pública a El Inspector
general'', ubicando la fuente de El sueño del tío en la técnica dramática de Gógol.
LAS NOVELAS SIBERIANAS 383

cibe el plan de casarlo con Zina, su hija soltera de veintitrés años,


quien posee una soberbia belleza. María Alejandrovna derrocha in-
genio para llevar a cabo su proyecto, pero finalmente es derrotada,
lo que produce inmenso júbilo en sus numerosos rivales en la supre-
macía social, por los celos del rechazado pretendiente a la mano de
Zina, un joven burócrata de Petersburgo llamado Mozgliakov, quien
convence al príncipe, pariente lejano suyo, que es incapaz de dis-
tinguir sus sueños nocturnos de la diaria realidad, de que la pro-
posición de matrimonio que le hizo a Zina en estado de embriaguez
h abía sido "sólo un sueño".
Dostoievski adorna esta anécdota con un leve estilo fingidamente
heroico, y la presenta, obviamente parodiando la obra de Balzac
César Birotteau, como "la extraordinaria historia cabal de la exalta-
ción, gloria y caída solemne de María Alejandrovna y de toda su
familia" (v. 2: p. 516). La narración asimismo recibe el subtítulo de
"de los anales de Mordasov (v. 2: p. 296) -y tales tonos épicos, por
supuesto, sólo encubren la insignificancia de los acontecimientos (pocos
años antes Saltikov-Shchedrin había usado el mismo artificio en sus
Bosquejos provinciales, los que también son relatados por un fisgón
de la localidad, a quien se utiliza como narrador-. Este nuevo tipo de
narrador dostoievskiano es un cronista chismoso, tan interesado (si no
es que más) en el rumor y la calumnia, como en lo que puede verificar
con sus ojos y oídos. Ni siquiera logra interpretar siempre lo que le
consta personalmente. Un narrador así sería usado por Dostoievski
en otras obras, ubicadas también en la provincia rusa, tales como
Los endemoniados y Los hermanos Karamázov. Convirtió este re-
curso literario en un sutil instrumento para controlar la perspec-
tiva de sus novelas y relatos. Es particularmente valioso porque
le permitió pintar a sus personajes principales en un cuadro de
rumores, opiniones y difamaciones, que realizan, hasta cierto punto,
la función del coro griego en relación con la acción central.*

" Son todavia patentes las huellas de la forma original de comedia en El sueño del
tío, en especial en el comienzo del capítulo 3: "Son las diez de la mañana. Nos
encontramos en la casa de Maria Alejandrovna, ubicada en la calle principal. Estamos
en el cuarto que la señora de la casa llama su salón. María Alejandrovna posee también
su camarín. El piso del salón tiene colores apropiados, y las paredes, papel pintado
muy agradable, encargado exp1·esamente para el salón. En los muebles, muy toscos,
pr iva el color rojo. Hay una chimenea abierta; sobre la repisa de ésta, se encuentra un
espejo. Ante el espejo, un reloj de bronce con un cupido de muy mal gusto" (v. 2:
384 SEGUNDO COMIENZO

En El sueño del tío se pinta un lienzo de vida provinciana, con sus


eternas murmuraciones, calumnias y luchas para adquirir el dominio
sobre naderías. Las pinceladas tienen una buena dosis de humor mor-
daz y de insinuante ironía. El medio social de Semipalatinsk, si-
milar al de El sueño del tío, proporcionó a Dostoievski abundante
material, por las obligadas observaciones que tuvo que hacer. Pero
este lienzo provee solamente el telón de fondo frente al cual desta-
can con bien marcado relieve los principales personajes. Y ninguno
de éstos tiene más importancia que María Alejandrovna -quien, in-
cluso, es comparada con Napoleón, afirmándose que en realidad es
superior a Napoleón porque, venga lo que viniere, "no perdía el
aplomo bajo ninguna circunstancia" y "siempre fue la dama más
importante de Mordasov" (v. 2: p. 297).
María Alejandrovna, abierta y franca, muestra el deseo de do-
minar, al que escasamente tiene derecho por rango social o for-
tuna. Es la primera vez que Dostoievski presenta un personaje de
estas características en una obra en la que las reglas del realismo
se observan escrupulosamente. Existe sólo un personaje anterior a
este tipo: el fantástico y fascinante Murin, quien se impone a todos
los demás en la obra notablemente simbólica, La patrona. En otras
palabras, con anterioridad Dostoievski había sido capaz de concebir
la psicología de una figura así, sólo en términos de hipérbole román-
tica. No obstante, en El suefío del tío, ubica tal personalidad "fuerte"
en el más común de los escenarios provinciales rusos, dando así el
primer paso hacia la reasimilación del ámbito y la grandeza de los
temas románticos, y su fusión con la realidad social rusa que distin-
guirá a sus obras posteriores. En verdad, no importando cuán mez-
quina sea en este caso la forma adoptada por tal "grandeza'', el
nombre de Napoleón basta para alertarnos acerca de lo que Dos-
toievski realizará en el futuro con tal imperioso deseo de dominación.
María Alejandrovna no se muestra renuente a ejercer su poder

p. 403). Prosigue un tanto este pasaje con similar estilo, y describe a los personajes
como parte del escenario.
Estas páginas son tal vez los remanentes de un borrador intermedio, que contiene
en parte direcciones de escena, y en parte narrativa. Es significativo que se inicie el
capitulo en tiempo presente y cambie después, sin explicación alguna, a una narra-
ción en tiempo pasado. En apariencia Dostoievski se encuentra indeciso. No sabe
cómo dirigir exactamente la transición entre el presente de la comedia y la forma
narrativa.
LAS NOVELAS SIBERIANAS 385

en forma directa, como lo hace con su tonto y aterrorizado marido.


Tampoco pierde el tiempo peleando con sus rivales femeninas de
Mordasov, las cuales usan como armas la murmuración, la calumnia,
y si es necesario, la provocación de problemas hogareños en pequeño
grado. Su manifiesta superioridad se pone de relieve cuando se en-
frenta a una tarea mucho más difícil, que pone a prueba su inteli-
gencia: la de persuadir a Zina, orgullosa y de elevados principios,
para que acepte casarse con el decrépito príncipe. Se percata María
Alejandrovna de que, para conseguir sus propósitos, debe ofrecer una
expectativa verdaderamente tentadora. La escena en la cual convence
a su hija pone de manifiesto, mediante una magistral retórica, el
notable progreso de Dostoievski en el manejo del diálogo.
Debe aclararse que Zina está enamorada de un empobrecido maes-
tro joven de escuela, que está muriéndose de tuberculosis, y la madre
de ésta sabe que ha prometido no casarse mientras él se encuentre
en mortal agonía. Debido a ello, su primera táctica consiste en ofre-
cerle a Zina la esperanza de escapar de su torturadora situación
fingiendo al mismo tiempo simpatizar con su dolor: "Dejarás para
siempre esta detestable aldea, que está tan llena de recuerdos terribles
para ti ... Incluso podrías ir al extranjero esta primavera: a Italia,
a Suiza, a España. A España, Zina, donde están La Alhambra y el
Guadalquivir, no este despreciable y mísero riachuelo que aquí te-
nemos, con indecoroso nombre . .. " (v. 2: p. 234).
Sin embargo, como el recurso del exotismo romántico no tiene
éxito, María Alejandrovna se ve obligada a utilizar argumentos más
poderosos. Un matrimonio con el príncipe no sería de ninguna ma-
nera un matrimonio verdadero ("no tiene la capacidad para requerir
esa clase de amor"), y en todo caso, "el príncipe vivirá un año, dos
a lo sumo, y creo que es mejor ser una joven viuda (rica) que una
virgen anciana". No es posible que el joven maestro de escuela sienta
celos del príncipe, "si tiene una pizca de sentido común". Por lo
tanto, dice a Zina que "piense en que le va a dar a él nuevo valor,
¡y a tranquilizar su mente casándose con el príncipe!" Pero Zina se
percata de los sofismas de su madre y neutraliza la estrategia de ésta
con exasperante precisión: "Te comprendo, mamá, ¡te comprendo
muy bien! jamás has podido evitar la manifestación de sentimientos
nobles, incluso cuando realizas las acciones más repugnantes" (v. 2:
p. 325, el original no viene en cursivas). Estos "sentimientos nobles"
386 SEGUNDO COMIENZO

son la "ideología" de María Alejandrovna, y los extrae del baúl de


trivialidades creado por la literatura romántica de los años 1820-1839,
tanto en Rusia como en Europa.
Dándose cuenta de que está condenado al fracaso cualquier intento
para estimular el egoísmo, María Alejandrovna habla de un tema
elevado: el autosacrificio. ¿Por qué no considerar que el matrimonio
con el príncipe es un acto de devoción? "Según nuestro concepto es
penoso vendar heridas en un hospital. Se sienten náuseas. al respirar
el aire contaminado de las habitaciones de los enfermos; pero existen
ángeles de misericordia que hacen eso y le dan gracias a Dios por
su vocación. Hay un bálsamo para tu apesadumbrado corazón: la
ocupación, el autosacrificio ... Y curarás tus propias heridas. ¿Dónde
está el egoísmo? ¿Dónde está la ruindad?" (v. 2: p. 236). Dostoievski,
tal como la hará tantas veces en el futuro, no teme burlarse de las
ideas y de los ideales en los que cree, cuando, como en este caso, están
siendo usados solamente para ocultar el egoísmo. María Alejandrovna
termina su parlamento diciéndole a Zina que si le desagrada la rique-
za del príncipe puede renunciar a ella, entregársela a los pobres,
quedándose sólo con lo más indispensable, y "ayudar, por ejemplo, a
ese desdichado joven que ahora yace en su lecho mortal (ibid).
En este aspecto, en forma completamente inesperada, toca un punto
muy sensible. Como explica el narrador: "La inspiración, la genuina
inspiración descendió sobre ella" y se percató de que había encon-
trado una forma de llegar al auténtico idealismo de Zina: se sacrifi-
caría realizando un matrimonio degradante para ayudar a su amado
moribundo. En ese momento utiliza todos sus recursos para lograr
sus fines: "Él [médico de la localidad] me dijo que en España ...
[...], que en España está una isla extraordinaria, creo que se llama
Málaga... (como ciertos vinos),* en donde no sólo las personas
con pulmones débiles, sino también los tísicos se recuperan, simple-
mente con el clima. Las personas van allí con el propósito de ser tra-
tadas ... ¡Pero la mágica Alhambra [en Granada, no en Málaga], los
arrayanes, los limones, los españoles sobre sus mulas! Tan sólo eso

'' María Alejandrovna, muy entusiasmada, está confundiendo a Málaga, que no es


una isla, con Mallorca, cuyo clima tiene fama de curar a los pacientes tuberculosos.
George Sand fue allí con Chopin, precisamente por ese motivo. Había aparecido un
articulo sobre su viaje en El Mensajero Ruso, en 1856, y es probable que Dostoievski
haya obtenido el dato de esa fuente. Véase: PSS, v. 2: p. 517.
LAS NOVELAS SIBERIANAS 387

produciría una extraordinaria impresión en un temperamento poéti-


co". Una vez que el joven estuviera curado - y convenientemente
muerto el príncipe- los enamorados podían unirse en matrimonio.
Si no era así, el maestro de escuela moriría feliz, "confinado en su
amor, perdonado por ti, a la sombra de los arrayanes y de los limone-
ros, ¡bajo el exótico cielo azul!" (v. p. 327). Este largo parlamento,
del cual se han dado sólo unos cuantos ejemplos, derriba las defensas
de Zina. Queda anonadada, y otorga a desgano su consentimiento.
Una táctica bastante similar es usada con el incauto Mozgliakov,
quien es persuadido de que, a pesar de que Zina esté dispuesta a
casarse con el príncipe, lo ama a él con locura, y le está únicamente
poniendo a prueba el carácter con su decisión. Si se comporta con
nobleza, si piensa tan sólo en la felicidad de ella, y en las grandes
ventajas de tal matrimonio, las recompensas que en el futuro recibirá
sobrepasarán sus sueños más ardientes: "Debido a la salud del prín-
cipe, Zina irá al extranjero, a Italia, a España ... Tú los seguirás
aliá ... Y allá el amor de ustedes se manifestará con fuerza irresistible.
¡Amor, juventud! España. . . ¡Dios mío! Por supuesto, el amor de
ustedes es impoluto, es sagrado. . . Tú me comprendes, mon ami
(v. 2: p. 354). Después, ya fallecido el príncipe, la adinerada viuda Zina
se casaría con el hombre que había demostrado ser merecedor de su
amor. No obstante, una vez alejado el hechizo de la elocuencia de Ma-
ría Alejandrovna, Mozgliakov se serena con rapidez. Es él quien final-
mente arruina los planes de grandeza y logra derrotar a María Ale-
jandrovna. Pero incluso la momentánea aceptación de su abruma-
dor discurso demuestra la fuerza de la personalidad y el poder de
la ideología de ella (en este caso, romanticismo literario), para im-
poner sus nebulosas visiones sobre la horrenda verdad.

Ya se ha hecho notar que Dostoievski concedía escaso valor lite-


rario a El sueño del tío, incluso durante el tiempo en que lo estaba
escribiendo. Quince años más tarde no había cambiado en absoluto
su opinión. Contestándole a una persona que deseaba convertirlo en
pieza teatral (subsiguientemente se han hecho por lo menos veinte
versiones dramáticas de esta obra), Dostoievski replica que "lo es-
388 SEGUNDO COMIENZO

cribí en Siberia, inmediatamente después de la katorga, con el único


propósito de comenzar mi carrera literaria, y con un miedo terrible
de la censura (por ser ex presidiario). Por lo tanto, escribí algo peque-
ño, con la apacibilidad de un cielo azul y con notable inocencia". Con-
jetura que difícilmente la obrita puede tener suficiente material ni
siquiera para una "comedia'', a pesar de que incluye al príncipe,
"quien es el único personaje serio en toda la narración". 5 Dostoiev-
ski está siendo innecesariamente riguroso consigo mismo y con "la
dama más importante de Mordasov" quien es, como hemos tratado de
mostrar, algo más que un personaje de farsa. Empero, el comentario
del novelista indica la importancia que le seguía concediendo a
su retrato del príncipe K.
Sin duda, una razón para esto es que parece haberse identificado
con el personaje en alto grado. En su carta a Maikov, le explica que
el protagonista de su novela cómica es "un tanto similar" a él. 6 Su
segunda esposa informa, con cierta desaprobación, que Dostoievski
disfrutaba jugando a asumir en la vida real el papel de "un anciano
que trataba de parecer más joven de lo que era. Podía hablar durante
horas enteras con las palabras y los pensamientos de su héroe, el
viejo príncipe de El sueño del tío". 1
Según vimos antes, el primer idilio serio de Dostoievski (con María
Dimitrievna) ocurrió cuando él tenía más edad de la habitual para
este tipo de acontecimientos, y a pesar de que no era un anciano
en el sentido literal, bien podía imaginarse desempeñando tal papel,
si se compara con la mayoría de los hombres de su edad. Por
supuesto, tenía muchos más años que su segunda esposa, Anna Gri-
gorievna, a quien tal vez no le agradaba que le recordara este hecho
con su actuación teatral. Pero tal identificación difícilmente debe
de haber sido la única razón por la que Dostoievski conceptuara al
príncipe K. como un personaje "serio". El adjetivo debía referirse a
las connotaciones ideológicas que le otorgó a esta figura .
Los eruditos rusos han empleado gran cantidad de tiempo y de
ingenio en el anciano príncipe K., quien trata de ocultar su verda-
dera edad con la ayuda de cabellera postiza, dentadura postiza, bigote
postizo, monóculo y otras creaciones similares de la cosmética. En

5 Pisma, v. 3: pp. 85-86; 14 de septiembre de 1873.


6 !bid., v. 1: p. 167; 18 de enero de 1856.
7 Véase PSS, v. 2: p. 513.
LAS NOVELAS SIBERIANAS 389

efecto, "sólo mediante un examen minucioso se podía distinguir ...


que era algo así como un cadáver movido por mecanismos" y "que
estaba hecho en su totalidad con diferentes pedacitos".
H an sido localizados varios prototipos rusos en la vida real a quie-
nes Dostoievski pudo haber conocido. Asimismo se ha hecho notar
que un personaje grotesco con características similares puede encon-
trarse en el teatro de títeres ruso. En forma más pertinente, las
charlas y agudezas del príncipe se han comparado con el parloteo
de Jlestakov en El inspector general, de Gógol. Se ha mencionado
también la similitud que existe entre algunos rasgos de carácter del
pr íncipe K. y los personajes de otras obras de la literatura rusa -por
ejemplo, con uno del Conde Nulin, de Pushkin, y con otro de Gri-
boedov, en La desgracia de tener demasiado ingenio. Lo que otorga
al príncipe K. su sello distintivo es la consistente sátira de cierta
clase de occidentalismo ruso que usa Dostoievski al dibujarlo. Una
de las primeras pinceladas de este tipo, que marca la pauta, apa-
rece en unas cuantas frases en las que se describe al príncipe to-
mando aire fresco . "A veces se le veía también a pie, llevando un
abrigo y un sombrero de paja de ala ancha, un pañuelo para el cuello
color de rosa, de mujer; un monóculo en el ojo y un cesto de mimbre
en el que recogía hongos, azulejos y otras flores silvestres. . . Cuando
se encontraba a un campesino, éste se hacía a un lado, se quitaba el
sombrero, le hacía una gran reverencia y decía:
- Buenos días, príncipe, Su Excelencia, nuestro rayo de sol.
De inmediato dirigía el príncipe sus impertinentes hacia él, inclina-
ba graciosamente la cabeza y le contestaba con afabilidad:
- Bonjour, mon ami, bonjour! (v. 2: p. 302).
El atavío pastoral del príncipe y su saludo en francés revelan cuán
limitado es su conocimiento de la realidad de la vida campesina
rusa. A causa de su atolondramiento no se da cuenta de lo que
acontece en el mundo. Originalmente llegó a Mordasov por un acci-
dente que sufrió el carruaje. Él le garantiza a todos que el campesino-
cochero "estaba tratando de quitarme la vida. . . Sólo imagínense.
Ha adquirido algunas ideas nuevas, ¡ya saben! Hay cierto escepticis-
mo en él . . . En pocas palabras, es un comunista, ¡en el sentido cabal
de la palabra!" (v. 2: p. 312).
Los recuerdos incoherentes del príncipe están llenos de alusio-
nes al Congreso de Viena y a Lord Byron, y asimismo contienen re-
39() SEGUNDO COMIENZO

ferencias a una encantadora vizcondesa francesa que le arrebató un


barón alemán, "cuando estuve en el extranjero, en los años vein-
te". Por lo tanto, el príncipe es un producto del mismo periodo
de romanticismo literario cuyas obras proporcionaron a María Ale-
jandrovna su arsenal retórico. Y a pesar de que el atontado prín-
cipe es un personaje de comedia, Dostoievski no puede resistir
la tentación de evocar, aunque sea sólo por un instante, el torvo
escenario en el cual los rusos cultos de esa época proseguían su
despreocupada existencia. El príncipe recuerda a "una dama muy poé-
tica [moscovita]" que había conocido cuando se hallaba en el extran-
jero tomando las aguas. La dama tenía una hija de cincuenta años, y
"ella también casi hablaba en verso. Posteriormente tuvo un desafor-
tunado percance: mató a una de sus siervas en un ataque de furia y
fue juzgada por ello" (ibid.). Tal terrible vistazo a la realidad social,
hecho en un comentario dicho de pasada, puede fácilmente resultar
inadvertido en el contexto cómico, pero explica por qué Dostoievski
insistió en que el príncipe era en realidad un personaje "serio".

Otros dos aspectos del relato requieren cierto comentario. Uno es


la escena del lecho de muerte de Vasya, el joven maestro de es-
cuela, que acontece al día siguiente de la ignominiosa derrota de
María Alejandrovna, y conduce al final y devastador golpe al presti-
gio de ésta. Zina, para el escandaloso deleite de todo Mordasov, se
dirige apresuradamente a la cabaña en la que está expirando Vasya y
lo consuela en sus últimos momentos. Una patente tonalidad dicken-
siana en la escena del lecho de muerte pudiera haberla hecho empa-
lagosa y fastidiosa, pero se libra de esto por la implacable autocrí-
tica que se hace Vasya en sus postreros instantes. Por supuesto, él
es el tipo de personaje que Dostoievski ya ha creado antes: el joven
intelectual raznochinets) tal como el estudiante Pokrovski en Pobres
gentes) o los "soñadores" de La patrona y Noches blancas. Dostoievski
había pintado a este tipo con respeto e indulgente humor en la dé-
cada 1840-1849, aunque siempre había criticado un poco su aleja-
miento de la realidad. No obstante, en la obra a que nos estamos
refiriendo, su tono es mucho más rudo, y subraya con mucha más
LAS NOVELAS SIBERIANAS 391

dureza el egoísmo implícito en las aspiraciones culturales que han


nutrido las ambiciones de Vasya. "Era orgulloso, despreciaba a la
chusma -comenta Vasya-. ¿Y de qué manera era superior a otras
personas? No lo sé. ¿Pureza de corazón, generosidad de sentimientos?
Pero todo eso era un sueño, Zina, cuando juntos tú y yo leíamos a
Shakespeare ... " (v. 2: p. 391).
Resulta que Vasya había provocado su enfermedad por despecho
(bebiendo una mezcla de vodka y tabaco que le afectó los pulmones)
cuando Zina le había pedido que pospusieran el matrimonio. "Sabes,
Zina - le admite-, ¡no comprendí entonces lo que estarías sacrifi-
cando al casarte conmigo! Ni siquiera comprendí que al desposarte
podrías morir de inanición. . . ¡Sí, es mejor que me esté muriendo!
¡Es mejor que no te hayas casado conmigo! No habría entendido en
lo absoluto tu sacrificio, te hubiera atormentado, te hubiera preocu-
pado por nuestra pobreza. Habrían pasado los años, ¡y quién sabe! ...
Tal vez hubiera llegado a odiarte por sentirte como un estorbo
en rni vida . . . Al menos ahora mis amargas lágrimas han purificado
mi corazón". El implacable autoanálisis de Vasya, a causa de sus
frases trilladas y de sus pinceladas de sentimentalismo, constituye
una exposición mucho más hostil de este tipo que la que Dostoiev-
ski había hecho previamente. Y este episodio intercalado en el que
toma parte Vasya, que provoca reminiscencias del anterior "natu-
ralismo sentimental" de Dostoievski, indica la función que los te-
mas previos de Dostoievski continuarán realizando en su obra pos-
terior. Dicha función quedará relegada a la categoría de un episodio
secundario, enlazado con el argumento principal en forma significa-
tiva, pero sin proporcionar ya el punto focal de la acción, la cual
estará centrada en otra parte, y afectará a l?ersonajes y a temas cuya
complejidad moral no puede resolverse dentro de los límites del
previo genio humanitario de Dostoievski.
Para concluir, debemos dedicar unas palabras al epílogo de la
n arración, la cual, corno se ha percatado desde hace tiempo la crí-
tica literaria rusa, contiene una parodia de la famosa escena del baile
en el último tomo de Evgenio Onegin. Es la escena en la cual Evgenio
y Tatyana se encuentran otra vez después de muchos años. Ella ya
no es la joven provinciana, sino la reina de la sociedad de Petersburgo.
Él, en ese momento, se enamora perdidamente de la chica que había
desdeñado. María Alejandrovna había usado esta escena con anterio-
392 SEGUNDO COMIENZO

ridad para fascinar al desconcertado Mosgliakov, presentándole la


visión de un encuentro similar con Zina, siendo ya ésta la opulenta
y fascinadora viuda del príncipe K., abrazándolo con gratitud por la
nobleza de su alma ... Tres años después, habiendo sido enviado a un
lugar remoto del Imperio ruso, Mozgliakov conoce al gobernador ge-
neral ("un general alto, delgado, severo, militar de carrera, quien
había sido herido en batalla y llevaba sobre el pecho dos estrellas y
una cruz blanca") y es invitado al baile que, para celebrar el ono-
mástico de la esposa del general, será celebrado esa misma noche
(v. 2: p. 397).
Por supuesto su esposa resulta ser la bella y arrogante Zina, de
quien se dice que se comporta tan orgullosamente que "sólo baila
con generales". Zina desaira enteramente al perplejo Mozgliakov:
"Los ojos de Zina pasaron por el rostro de él, y de inmediato se diri-
gieron a otra persona." María Alejandrovna, quien tiene un aspecto
magnífico, posee más gracia que antes. Habla con él unos instantes
y después lo abandona sin comentar absolutamente nada sobre el
pasado. Mozgliakov permanece de pie "con una sonrisa cáusticamente
mefistofélica" y en actitud pintoresca. Se queda apoyado en una
columna durante horas, "pero su desilusionada actitud y todo lo de-
más habían desaparecido. En ningún momento lo observó Zina".
Por fin, hambriento y cansado ("corno infeliz enamorado no podía
permanecer para la cena"), se bate en retirada y abandona la ciudad
a la mañana siguiente. (v. 2: pp. 397-398).
Nadie parece haberse preguntado por qué Dostoievski utilizó a
Pushkin en esta forma irreverente, pero la parodia es útil para va-
rias funciones artísticas. En lo relacionado con la trama, confirma la
capacidad de María Alejandrovna para sobrevivir a cualquier desastre,
y su superioridad, ya afirmada antes, sobre Napoleón. La parodia pro-
porciona asimismo, en lo que respecta al tema, un desenlace muy
adecuado para los ataques al romanticismo literario que aparecen en
toda la obra en forma de subtexto. Al mostrar tan notoriamente el
triunfo de la "vida real'', con sus necesarios compromisos y limita-
ciones, sobre un pomposo y no terrenal idealismo alimentado por
clichés literarios, Dostoievski está estableciendo un principio al que
volverá una y otra vez en el futuro -por supuesto, en relación con
otras ideologías y con consecuencias mucho más serias cuando es puesto
en práctica-. Pero incluso en el caso de El sueño del tío, el uso
LAS NOVELAS SIBERIANAS 393

de esta idea temática puede poseer una resonancia mayor de la que


a primera vista parece poseer. ¿No habrá tenido Dostoievski la ten-
dencia a verse a sí mismo como la víctima de un engañoso idealismo
similar, y no habrá aprendido el costo humano de tal embriaguez?
Esta profunda característica, a pesar de que con facilidad se puede
descubrir en la obra, no es manifestada con claridad por el autor, y
sería una distorsión darle mayor preeminencia de la que le otorgó
Dostoievski.

"LA ALDEA DE STEPANCHIKOVO"

La aldea de Stepanchikovo es una obra mucho más ambiciosa que


El sueño del tío, aunque se encuentra en el mismo nivel y está escrita
con tonalidades parecidas de comedia burlesca. Considerándola su me-
jor obra hasta ese momento, Dostoievski la conceptuó como una au-
téntica expresión personal de sus opiniones. "Puse en ella mi alma,
mi carne y mi sangre -le comenta a su hermano-. No quiero decir
que me haya expresado a mí mismo completamente en ella. ¡Eso sería
una necedad! Todavía me queda mucho que deseo expresar. Ade-
más, no hay mucho interés romántico en la novela (o sea, el elemento
apasionado, como por ejemplo, en Nido de hidalgos), pero contiene
dos personajes inmensamente típicos, creados y puestos en papel du-
rante un periodo de cinco años, elaborados a la perfección (según mi
parecer). Son personajes completamente rusos, y hasta ahora presen-
tados en forma inadecuada en la literatura rusa." 8 Es patente que
Dostoievski se está refiriendo a las dos principales figuras, Fomá Fo-
mich Opiskin y el coronel Rostanev, cuya extraña relación constituye
la base de la historia.
Al menos con respecto del primero de estos personajes, Fomá Fo-
mich (su apellido, Opiskin, significa un error al escribir, o un res-
balón de la pluma), a través de los años se ha confirmado la convic-
ción de Dostoievski de que había producido un personaje "inmensa-
mente típico". Un juez de la categoría de Thomas Mann ha llamado
a esta figura "una creación de primera categoría, irresistible, que

8 Pisma, v. 1: p. 246; 9 de mayo de 1859.


394 SEGUNDO COMIENZO

rivaliza con las de Shakespeare y Moliere." 9 En efecto, el nombre


"Fomá Fomich" . se ha convertido en un apodo en Rusia, que se
aplica a cualquier insolente e impertinente hipócrita, adulador ser-
vil y parásito. Este apodo se utiliza mucho más que lo que los
nombres Uriah Heep y Pecksniff se usan en inglés. Como sugiere la
mención que hace Mann de Moliere, el papel que desempeña Fomá
Fomich en la casa del coronel Rostanev mucho nos recuerda al Tar-
tufo en la famosa pieza teatral de Moliere. Indudablemente esta obra
es una de las fuentes en que bebió Dostoievski. Se han descubierto
otras de menor importancia (como la poco conocida comedia de
Turguenev, El pensionista - 1848-, publicada en El Contemporáneo
en 1857). Una posible fuente de la vida real, como A. A. Kraevski
sugirió de inmediato, fue Nicolás Gógol en sus años postreros, cuando
vivía como huésped tiránico y despótico que se comportaba en la for-
ma más ultrajante con sus anfitriones. Yuri Tinianov también de-
mostró hace muchos años que gTan parte (si no es que toda) de la
retórica de Fomá es una parodia explícita de fragmentos de Trozos
escogidos de la correspondencia con mis amigos, de Gógol ... , una
obra que Dostoievski tenía buenas razones para recordar.
A pesar de la importancia que puedan tener éstas y otras fuentes,
es más iluminador considerar a Fomá como una nueva versión de
un personaje que Dostoievski había descrito con frecuencia en la
década 1840-1849. Como muchos de los protagonistas de sus primeros
trabajos literarios, Fomá es (o había sido) uno de los pisoteados, con
sólo la suficiente educación para hacerle sentir que su vaga condi-
ción social era una hiriente humillación. En el pasado, Fomá había
intentado todas las labores imaginables. En cierta ocasión consiguió
un trabajo en el gobierno (que perdió, presumiblemente, "por un
buen motivo", a pesar de que esta excusa es quizás sólo un rumor para
autoelogiarse); e incluso había hecho un intento literario con una
mala novela histórica. Por fin encuentra empleo como lector y acom-
pañante de un depravado general, un inválido que disfruta <legra-

9 Véase, de Thomas Mann: "Dostoievsky ... in Moderation" [Dostoievski .. ., con mo-


deración], que es el prólogo a The Short No vels of Dostoevsky [Las novelas cortas de
Dostoievski] . Traducción al inglés de Constance Garnett (Nueva York, 1945), xvu. El ori-
ginal en alemán está incluido en la obra de Thomas Mann: Neue Studien (Estocolmo,
1948). Se observa en el ensayo de Mann un error de fecha, pues cree que El eterno
marido fue escrito en 1848. La realidad es que se publicó por vez primera en 1870.
LAS NOVE LAS SIBERIANAS 3%

dando por diversión a su lacayo. "No hay ignominia que él no


soporte a cambio de comer el pan del general" (v. 3: p. 8).
Dostoievski siempre había tratado con anterioridad a tales perso-
najes con bastante simpatía, aunque también en ocasiones, como
en El doble, mezclando ésta con irónica condescendencia. Empero, en
la última obra que escribió antes de partir para Siberia, Netotchka
Nezvánova, se encuentra una importante excepción a esta regla. Re-
trata a un jactancioso músico fracasado, Yefimov, quien está conven-
cido de que es un gran genio, y cuyas frustraciones se convierten en
maltrato sádico a su pobre esposa-sirvienta, y en una explotación emo-
cional de su pequeña e inocente hijastra. Dostoievski con todo cui-
dado subraya la ausencia de cualquier causa social del resentimiento
de Yefimov en contra del mundo. Tal resentimiento brota únicamen-
te del enfermizo ensanchamiento de su romántica vanidad, cuyas
afirmaciones de superioridad nada hace Yefimov para justificar en la
práctica. La única manera en que Yefimov puede reaccionar a sus
autoinducidas humillaciones es vengándose de otros. A pesar de que
Dostoievski lo hace digno de lástima, lo muestra asimismo como mez-
quino y despreciable por la total indiferencia que muestra por el
destino de su familia.
En esta novela inconclusa Dostoievski ya no fundamenta su psico-
logía, como por lo general lo ha hecho antes, principalmente en la
situación social del individuo. En lugar de eso se está aproximan-
do a ubicar firmemente la responsabilidad moral en la persona por
las consecuencias de sus actos. Empero, Dostoievski aún se halla re-
nuente, en aquella época, a romper muy abiertamente con las filan-
trópicas presuposiciones de la escuela natural, dentro de cuyas filas
había iniciado su carrera y cuyos valores todavía aceptaba. Por lo
tanto, la condena moral a Yefimov, quien de ninguna manera es.
una víctima de la sociedad en sentido estricto, no se contrapone di-
rectamente con la tolerancia mostrada por la escuela natural a las.
fallas de quienes viven en la pobreza y sufren por una condición
social inferior. Además, el rudo tratamiento que da Dostoievski a
Yefimov está también acorde con la campaña en contra del roman-
ticismo que estaba siendo llevada a cabo por Belinski, e imitada por
los escritos jóvenes que se encontraban bajo su influencia. No
obstante, con Fomá Fomich, Dostoievski, firme y finalmen te, se en-
396 SEGUNDO COMIENZO

frenta a las suposiciones de la escuela natural y las rechaza sin ana-


lizarlas con meticulosidad.
Es evidente que Fomá Fomich se ha visto obligado a soportar las
más grandes humillaciones por su condición social inferior, y su
conducta sádica se atribuye en forma directa a su deseo de vengarse
en otros por lo que él ha padecido. Pero no está equivocada
la acusación que lanza Dostoievski en contra de la conducta de Fomá
cuando cambia su fortuna y obtiene una posición de poder. Es-
cribe el narrador:

Imagínense en qué puede convertirse este Fomá, quien durante toda


su vida había sido oprimido y sojuzgado, tal vez golpeado físicamente;
quien era presuntuoso y secretamente lascivo, quien había visto frus-
tradas sus ambiciones literarias; quien había hecho de bufón por un
mendrugo de pan, quien en su interior era un déspota a pesar de toda
su previa abyección e impotencia; quien era jactancioso e insolente cuan-
do triunfaba. Sí, imagínense en qué puede convertirse cuando se en-
cuentra de súbito en el puerto al que ha arribado después de muchos
altibajos, cuando lo honran y lo glorifican, lo complacen y lo adulan,
gracias a una protectora que es idiota y a un protector de quien abu-
san y que está presto a aceptar cualquier cosa. (v. 3: p. 13).

Lo que acontece es explicado sin demora: "¡Nos castigó por su


pasado! Un alma ruin, cuando escapa de la opresión, se convierte en
opresora" (ibid.; las cursivas no vienen en el original). En otras pala-
bras, nada de lo ocurrido en el pasado de Fomá puede justificar o
excusar su conducta detestable, si bien, como el comentarista está
dispuesto a aceptar, "la horrenda y exagerada vanidad" que tiene en
el presente puede ser "únicamente una falsa y fundamentalmente
depravada sensación de dignidad, dignidad que quizás fue ultrajada
primero en su niñez por la opresión, la pobreza, la inmundicia, aca-
so vomitadas sobre los padres del futuro paria delante de sus ojos"
(v. 3: p. 12). Nada de esto lo exime de la responsabilidad de ser "un
alma ruin", cuya definición es precisamente la inhabilidad para su-
perar la necesidad de dominar y humillar a otros en venganza de las
humillaciones y sufrimientos padecidos.
Acompañan a Fomá Fomich en el relato otros dos personajes cuya
función temática ha eludido a todos los comentaristas que conozco,
pero que sirven manifiestamente como "cuasi dobles", para hacer
LAS NOVELAS SIBERIANAS 397

resaltar el juicio que el autor hace de su vileza. Se encuentra entre


los otros huéspedes del hospitalario hogar del coronel Rostanev la
rica heredera Tatiana lvanovna, cuya historia tiene un paralelo
exacto con la de Fomá. Ella también, antes de heredar su fortuna
por una casualidad favorable, "durante el curso de su vida pobre ...
bebió hasta las heces la copa del sufrimiento, del desamparo, de la
humillación y del reproche, y había probado hasta la saciedad lo
amargo que es el pan ajeno". A pesar de ello, fa natural dulzura
y bondad de su carácter permanece inalterada cuando su posición
cambia de la noche a la mañana, aun cuando conserva ilusiones de
grandeza a su manera, y sueña con una gran pasión romántica
que transforme su vida. Tiene un carácter más parecido al de
Fomá el empleado Yezhevikin, quien es el empobrecido padre de Nas-
tenka, joven institutriz que h ace surgir el amor del coronel Ros-
tanev. Al igual que Fomá, Yezhevikin tiene una rencorosa envidia
de quienes poseen más que él. Al mismo tiempo que finge ser "el
más abyecto y servil adulador'', es n otorio que se está burlando de
aquellos con los que es verbalmente rastrero. Aun así, es genui-
namente honrado, y posee "un sensible y quisquilloso" sentimiento
de dignidad que no le permite usar a los otros para sus intereses
personales, y ni siquiera aceptar nada, salvo la más esencial ayuda
monetaria que por bondad le ofrece el coronel.
El "punto de vista" que utiliza Dostoievski para la narración en-
traña explícitamente cierta revisión crítica de su propio pasado, pues
quien relata la obra es un joven, sobrino del coronel, a quien éste
ha educado, y que recientemente ha egresado de la Universidad de
San Petersburgo. Lo que acontece en Stepanchikovo es visto por sus
incrédulos y asombrados ojos. La transformación que se lleva a cabo
con él tiene una gran importancia temática. Antes de encontrarse
personalmente con Fomá Fomich -y la aparición de quien se auto-
proclama "gran hombre" es cuidadosamente retardada para obtener
el máximo efecto dramático-, el narrador reacciona ante todos los
rumores relacionados con Fomá de acuerdo con los principios huma-
nitarios que le han sido inculcados por su progresista educación uni-
versitaria. Y estos principios resultan ser, en forma simplificada y pa-
ródica, precisamente los que inspiraron las obras de Dostoievski en
la década 1840-1849. Tal vez, comenta el joven narrador desmañada-
mente, Fomá es "un ser talentoso", quien "ha sido herido y aplastado
398 SEGUNDO COMIENZO

por los sufrimientos", y por eso se está vengando de la humanidad.


"¿Comprenden? Un hombre de noble naturaleza ... , con entendi-
miento . .. ¡y tener que desempeñar el papel de un bufón! ... Y se
volvió receloso de todo el género humano . . . Y quizás pudiera re-
.conciliarse con la humanidad ... resultaría ser una extraña natura-
leza, acaso una muy notable". El narrador abandona esta opinión
instantáneamente cuando ve a Fomá en acción. Su cambio de parecer
revela hasta qué punto Dostoievski se percataba de su ruptura con
la ideología de sus obras anteriores. A partir de este momento, la
perspectiva sociopsicológica que había conservado durante el decenio
1840-1849 será remplazada por una en la que la responsabilidad moral
de la persona adquiere precedencia sobre todas las otras considera-
oones.

C omo observa adecuadamente el narrador, Fomá Fomich no podría


haber obtenido la "insolente dominación" que ejerce en Stepanchi-
kovo si no fuera por el igualmente notable carácter del propietario
de la finca, el coronel Rostanev. Aunque en realidad no existe pre-
.cedente de éste, uno puede asociarlo con el benévolo general de
Pobres gentes, quien regala por bondad cien rublos al andrajoso
Makar Devushkin; o con el amante de la mús ica, el príncipe X de
Netotchka Nezvánova, qui en adopta a la heroína cuando es una huer-
fanita y la educa como miembro de la familia. No obstante, ambos
eran meramente pálidos bosquejos, en tanto que el coronel Rostanev
es un retrato de cuerpo entero.
Por lo tanto, ningún personaje dostoievskiano anticipa al coronel
Rostanev con tanta claridad como Yefimov lo hace con Fomá Fo-
mich, pero sin embargo el coronel puede ser asociado a una tendencia
temática que ya se puede observar en Netotchka Nezvdnova. Lo mismo
que en el caso de Yefimov, esto es, sin oponerse abiertamente a la
estructura sociopsicológica de la obra, Dostoievski hace resaltar en
la novela la necesidad de vencer el natural impulso del amor propio
humillado de devolver el golpe. Cada episodio importante ilustra en
cierta forma las atroces consecuencias morales del no conquistar el
resentimiento, y los estragos que provoca un egoísmo tan abismado
en sí mismo que es incapaz de perdón y has ta de misericordia. Ahora
LAS NOVELAS SIBERIANAS 399

bien, en La aldea de Stepanchikovo ensaya Dostoievski su primera


encarnación, en un solo personaje, de este tema. Es su primer intento
de crear ese ideal de un "hombre perfectamente bueno", ideal al cual
retornará repetidamente durante el resto de su vida. Y la yuxtaposi-
ción de Fomá y el coronel -la oposición frente a frente de un ego-
maniático de la intelectualidad rusa con un alma sencilla rusa, rebo-
sante de amor y caridad- anticipa obviamente un modelo similar en
muchas obras ulteriores.
Como ya sabemos, Dostoievski se había convencido en Siberia de
que las cualidades morales de caridad y desinterés típicas de tal
hombre perfectamente bueno existían como realidad moral -quizás
ocultas al ojo poco perspicaz, pero sin embargo presentes en las raíces
de la vida ordinaria rusa. Tal convicción había emergido principal-
mente como resultado de su asociación con los campesinos reos,
pero quienes lo habían ayudado en forma más concreta en sus peores
momentos fueron oficiales del ejército. Esto puede proporcionar la
explicación de por qué presenta su primera figura ideal bajo el
imprevisible aspecto de tal oficial, quien se ha retirado del ejército
para dirigir su heredad en Stepanchikovo. El coronel, después de
pasar toda su vida en el ejército, no se distingue por tener cualidades
poco comunes, ni en inteligencia ni en educación. De todas maneras,
al mismo tiempo que el coronel es la imagen cabal de una presumible
fortaleza masculina y de salud, posee una disposición moral sublime
por su dulzura, por su amabilidad, por su carencia de amor propio.
"A los cuarenta años era realmente un niño, extremadamente gene-
roso, siempre de buen humor. Para él, cada persona era un ángel ...
El coronel, uno de esos hombres muy generosos y puros de corazón,
se sentía positivamente avergonzado si llegaba a suponer que en otra
persona había maldad ... Por eso vivía siempre en un mundo ideal,
y cuando algo se malograba, él y los individuos como él siempre se
culpaban primero a sí mismos. Sacrificarse a sí mismos por el bienestar
de otros es su vocación natural" (v. 3: pp. 13-14).
Por lo tanto, el coronel Rostanev es un personaje "débil" en el
mejor sentido de esta palabra. Se adquiere la clara impresión de que,
al detallar sus cualidades, Dostoievski tiene en mente la cont~oversia
Chernishevski-Annenkov. Parece que nadie ha observado esta posi-
bilidad. Si no es así ¿por qué sintió el narrador la necesidad de hacer
la siguiente objeción?: "Algunas personas [¿quiénes?] lo podrían lla-
400 SEGUNDO COMIENZO

mar cobarde [al coronel Rostanev], de frágil voluntad y pusilánime.


Claro que era débil, y ciertamente de condición demasiado apacible,
pero no por falta de determinación, sino por el temor de herir, de
comportarse cruelmente, por un exceso de respeto a los demás y al
género humano en general. Así y todo, tenía voluntad frágil y co-
bardía cuando podían perjudicarse únicamente sus intereses, los cua-
les desatendía en forma total. Debido a esto era el blanco constante
de las burlas, con frecuencia hechas por las mismas personas por
quienes estaba sacrificando sus prerrogativas" (v. 3: p. 14).
F omá F omich obtiene su dominio inicial sobre el coronel cuando se
presenta con la comitiva de la madre de éste, quien es la viuda del
general que había usado a Fomá (y abusado de él) como su bufón.
Incluso en aquel periodo difícil de su vida, Fomá había logrado ob-
tener control sobre la crédula y supersticiosa mujer, quien rivalizaba
con él en egoísmo y en la satisfacción de sus propios apetitos, mas
carecía de la astucia e inteligencia de Fomá. "Fomá les leía en voz
alta [a Madame la générale y a sus repulsivos parásitos] obras de
edificación espiritual, derramaba elocuentes lágrimas al hablar de las
virtudes cristianas, les contaba anécdotas de su vida y sus hechos
heroicos, asistía a misa e incluso a los maitines; a veces predecía
el futuro, poseía una facultad peculiar para interpretar los sueños
y tenía la notable habilidad de culpar a los demás" (v. 3: p. 8). Como
explica mordazmente el narrador: "Y mi tío consideraba su deber
reverenciar a esta mujer idiota por el solo hecho de que era su ma-
dre" (v. 3: p. 14). Como resultado, el coronel transfiere a Fomá la
veneración que siente por su madre y Fomá, malicioso subordinado, se
aprovecha de esta devoción filial para convertir al coronel en juguete
de sus caprichos.
Fomá, como se nos muestra en forma extensa (demasiado extensa),
tiene el placer sádico de humillar e intimidar al coronel, y la impo-
tente y desdichada víctima se deja perseguir en un grado que,
tiene que admitirse, violenta los límites de la credulidad. "Ellos em-
pezaron demostrándole de inmediato a mi tío que era ordinario, im-
paciente, ignorante y egoísta en grado sumo ... También lo conven-
cieron de que Fomá había sido enviado por la Divina Providencia
para salvar su alma y someter sus desenfrenadas pasiones. Lo persua-
dieron de que era altanero, de que estaba orgulloso de su riqueza, y
de que era perfectamente capaz de reprocharle a Fomá Fomich que
LAS NOVELAS SIBERIANAS 401

comiese de su pan. Muy pronto mi pobre tío se convenció de su gran


degradación, y estaba dispuesto a arrancarse los cabellos e implorar el
perdón" (ibiá). Salvo la última parte, todo es lo opuesto a la verdad.
Es Fomá, consumado impostor moral, quien pone de manifiesto todos
los pecados que le imputa al coronel, pero éste, incapaz de encontrar
faltas en los demás, y demasiado dispuesto a acusarse a sí mismo,
está tremendamente impresionado por la pomposa recitación que hace
Fomá de pequeños fragmentos de los Trozos escogidos de Gógol (al
igual que de otras fuentes menos conocidas).
Gran parte de la acción consiste en los varios planes ideados por
Fomá, con ingeniosa maldad, para acosar y mortificar al coronel - to-
dos al mismo tiempo calculados para exaltar la insaciable vanidad del
otrora lacayo-. Muchos planes son simplemente bufonescos. Ejemplo
de ello es la insistencia de Fomá de que el coronel se dirija a él
llamándolo "Su Excelencia" (título reservado exclusivamente para los
generales). "Como una lección -explica Fomá-; para no sentir
éxtasis al ver a los generales, cuando tal vez existen otras personas
superiores a todos sus generales" (v. 3: p. 56).
Está claro que Dostoievski quería que otros pasajes se consi-
deraran también como bufonadas, pero al transcurrir el tiempo han
provocado tal vez malas interpretaciones. Por ejemplo, Fomá decide
que el coronel, bondadoso y ejemplar terrateniente, ha estado descui-
dando el desarrollo mental de sus campesinos, y se dedica a enseñarles
astronomía y pronunciación francesa, las cuales, por supuesto, no
tienen utilidad para ellos. La realidad es que Fomá muestra un
desprecio total por los campesinos, y su así llamada preocupación por
su educación es sólo una farsa. Sin embargo, esta sátira de Dostoiev-
ski pudo fácilmente haber sido malinterpretada como un ataque a la
causa de la educación campesina. En verdad, siempre fue un decidido
partidario de la educación de los siervos, pero al mismo tiempo tenía
la convicción de que la adquisición de un conocimiento superficial
de las ideas occidentalistas causaría a los campesinos rusos más mal que
bien. Para ilustrar tal peligro proporciona a Fomá un siervo-criado
refinado, que escribe malos versos y cambia continuamente de nombre
porque los otros campesinos siempre encuentran rimas "vulgares"
para cada uno que adopta. La asociación de este infortunado bobo
con Fomá, cuya vanidad y jactancia trata de emular, prefigura la
relación entre el ayuda de cámara y cocinero Smerdiakov con Iván
402 SEGUNDO COMIENZO

Karamázov, en Los hermanos Karamázov, y a pesar de que el tono


es festivo, el descarriado siervo termina en un manicomio.
Un nivel más serio de intriga entraña el plan, fraguado por Fomá
y la madre del coronel, para obligar al coronel a casarse con Tatiana
Ivanovna. Él está enamorado de Nastenka, la pobre y joven institu-
triz de los dos hijos del primer matrimonio del coronel. Dándose
cuenta de la inclinación de éste, Fomá y Madame la générale persi-
guen despiadadamente a Nastenka, con el fin de alejarla. Inicial-
mente el coronel invita a su joven sobrino a Stepanchikovo por ser
un posible pretendiente para Nastenka. Espera que él pueda obtener
el consentimiento de la joven. Empero, cuando el sobrino se presenta
en escena la situación se vuelve obvia, y el narrador le insiste a su
tío en que se resista a los conspiradores y se case con Nastenka.
El desenlace ocurre cuando finalmente Fomá se extralimita y acu-
sa en público al coronel de haber seducido y depravado a la joven.
Esto es demasiado, incluso para el sufrido coronel, quien, enfure-
cido por esa calumnia que empaña la reputación de Nastenka, arroja
a Fomá a través de una puerta de cristal, y lo saca de la casa. Pronto
retorna el invencible Fomá, golpeado y con cardenales, pero escar-
mentado lo suficiente como para percatarse de que debe cambiar de
actitud. Por lo tanto, bendice el matrimonio, fingiendo que todo el
tiempo había estado a favor de la unión, y vive feliz para siempre
en la abundancia con la agradecida pareja, causando problemas, ser-
moneando, comportándose como antes, pero teniendo cuidado de no
pasarse de la raya que por fin ha sido trazada. "Ella [Nastenka] n o
aceptaba que su esposo fuera humillado, e insistió en que sus deseos
se respetarán" (v. 3: p. 164).

A pesar de la trillada y convencional característica de la trama, a


causa del oportuno (y, debe confesarse, muy satisfactorio) castigo al
odioso Fomá Fomich, La aldea de Stepanchikovo es mucho más que
el entretenimiento superficial que inicialmente parece ser. Dostoiev-
ski hablaba con toda la verdad cuando declaró que la había es-
crito con "su carne y su sangre". Podemos ver ya reflejadas en
sus páginas algunas de las importantes consecuencias artísticas de sus
años siberianos. Estas consecuencias son más patentes, por supuesto,
LAS NOVELAS SIBERIANAS 403

en Fomá Fomich, quien aventaja en fuerza y grandiosidad a todos los


tratamientos previos que Dostoievski había realizado de la psicología
de la humillación, y quien delinea la intensificada comprensión de
Dostoievski del poder explosivo del resentimiento y la frustración
que borbotean en las profundidades irracionales de la personalidad
humana. Lo que ha sido sugerido en Yefimov únicamente como una
aberración del yo romántico, en esta obra es presentado como una po-
tencialidad humana mucho más difundida, que puede con facili-
dad dar lugar a situaciones de humillante dependencia. La incon-
mensurable vanidad de Fomá, tal como observa el narrador, puede
parecer un caso especial, pero en realidad "quién sabe, quizás en al-
gunas de estas degradadas víctimas del destino, los tontos y los bufo-
nes, la vanidad en lugar de ser disipada por la humillación, es inclu-
sive agravada por esa misma humillación ... y se ve obligada para
siempre a someterse y a autosuprimirse" (v. 3: p. 12). Tal comentario
brota directamente de los recuerdos indelebles que tiene Dostoievski
del campamento de trabajos forzados, en donde presenció la necesidad
de la personalidad de autoafirmarse a toda costa.
En verdad es posible -aunque tal vez un poco prematuro- concep-
tuar a Fomá Fomich como el primer bosquejo del hombre del sub-
suelo. Hablando en general, Fomá actúa de manera perfectamente
racional: todo lo que hace puede ser inspirado por el resentimiento,
pero al final es para su beneficio. El dominio que ejerce sobre el
coronel Rostanev le permite llevar una existencia de fastuosa intem-
perancia, la cual disfruta por completo. Cuando en el punto culmi-
nante de la narración las ventajas de su situación son amenazadas,
adopta de inmediato una diferente línea de conducta. A pesar de que
su comportamiento, considerado como un todo, difícilmente puede ser
comparado con la voluntariosa autodestructividad del hombre del
subsuelo, hay una escena en donde sí muestra la decisión de sacrificar
sus intereses inmediatos en aras de una "irracional" satisfacción de
su amor propio. Cuando el coronel le ofrece a Fomá una gran suma
de dinero para que abandone Stepanchikovo y se vaya a vivir en un
pueblo cercano, ofreciéndole asimismo comprarle una casa, Fomá
rehúsa con monumental escarnio, y grita con rabia que su "honor"
ha sido ultrajado. Al enterarse del incidente, otro personaje comen-
ta: 'Dudo que Fomá haya tenido un propósito mercenario [al ne-
garse]. No es práctico; es, a su manera, cierta clase de poeta ...
404 SEGUNDO COMIENZO

Debería de haber áceptado el dinero, ¿no es así?, pero no pudo resistir


la tentación de adoptar una pose y darse tono" (v. 3: pp. 93-94). Tal
predominio del impulso emotivo sobre los cálculos económicos es,
en el caso de Fomá, únicamente una momentánea veleidad, pero
da la pauta para la futura elaboración de su psicología, y la trans-
formación de ésta en la del hombre del subsuelo.*

También La aldea de Stepanchikovo adquiere profundidad por las


numerosas parodias, literarias e ideológicas que contiene, principal-
mente en los parlamentos de Fomá, y ocasionalmente en las respuestas
del coronel. Sería superfluo (y tedioso) enumerarlas todas. Incluyen
cáusticos sarcasmos a Notas de la Madre Patria, en cuyas páginas
apareció la novela. Y a pesar de su ansiedad por vender la obra, la
cual originalmente no había sido de ninguna manera destinada a esta
revista, Dostoievski se mantiene inflexible en cuanto a retener su
incisiva mordacidad. Algunas parodias son pasatiempos cómicos que
meramente ridiculizan absurdos y estupideces; otras se utilizan para
completar el retrato de Fomá, cuyos gustos y preferencias literarios
revelan la frivolidad de su mente y la extravagancia de sus preten-
siones. La obra, como ya hemos mencionado, contiene alusiones pa-
ródicas a los Trozos escogidos, de Gógol, y esta característica del
texto es la que ha atraído más la atención de los críticos.
Si, como Tinianov afirma, Fomá Fomich fue planeado como una
caricatura de Gógol y de ia retórica de su funesto libro, esto puede
permanecer sólo como tema de especulaciones. 10 El intento de demos-
• Además del hombre del subsuelo y del futuro "idiota" que se vislumbra en el
coronel Rostanev, también percibimos la prefiguración de Raskólnikov en una de las
tramas subyacentes. Un miserable joven, cazador de fortunas, quien es una variante
más culta, pero más apocada de Fomá, convence a Tatiana Ivanovna para que se
fugue. Cuando a tiempo es descubierto in fraganti, el culpable resulta ser un Raskól-
nikov que llegó antes de tiempo, que alega que no estuvo inspirado por "motivos
mercenarios". "Habría usado el dinero adecuadamente... -balbucea-. Habria ayu-
dado a los pobres. También querla apoyar la causa de la ilustración, y hasta soñé en
donar fondos para becas universitarias ... " (v. 2: p. 123).
10 El articulo de Tinianov, que apareció en letras de imprenta por primera vez
en 1921, ha sido reimpreso muchas veces. Véase, de Yuri Tinianov: "Dostoevsky i Gogol:
k Teorii Parodii", en: O Dostoevskom. Compilador: Donald Fanger, con una introduc-
LAS NOVELAS SIBERIANAS 405

trar que Fomá Fomich en realidad se parece físicamente a Gógol, o


que su conducta alude a la condición de Gógol como huésped pri-
vilegiado en el hogar de los Aksakov, no está apoyado por pruebas
muy convincentes. Por otra parte, Dostoievski había reaccionado iró-
nicamente desde 1846 con los informes de algunas de las peculiari-
dades de la conducta de Gógol. * No era renuente a emplear tal pa-
rodia puramente personal. Y sabemos por el comentario de Kraevski
que sus contemporáneos pensaron instantáneamente en Gógol cuando
estaban leyendo la novela. No obstante, existe algo incontrovertible:
Tinianov demostró ampliamente que partes de los Trozos escogidos
de Gógol, lo mismo que de su anterior Testamento, son ridiculizados
en el contenido de algunas de las peroratas de Fomá. Sin embargo,
el enfoque exclusivo que hace Tinianov en los textos de Gógol induce
un poco a error, en vista de que algunos otros escritores también
recibieron el mismo tipo de irreverente rudeza.
V. V. Vinogradov ha ajustado el balance describiendo a Fomá
Fomich, "en virtud de que es una figura históricamente representati-
va y no tan sólo un personaje humano", como "un tipo colectivo
de los ostentosos literatos a sueldo del decenio 1840-1849'', cuyas
opiniones se derivan (ridiculizándola) de "la actividad literaria de
N. Polevoi, Kukolnik y otros, y no únicamente de los Trozos escogidos
de Gógol." 11 Dostoievski puede haber estado originalmente inspirado
por la antipatía hacia el libro de Gógol, pero convirtió a Fomá Fo-
mich en un tipo más general, y encontró otros ejemplos literarios de
ción de él mismo (Providence, 1966), pp. 153-196. T r aducciones parciales al inglés pue-
den encon trarse en: Dostoevsky and Gogol, compilado por Priscila Meyer y Stephen
Rudy (Ann Arbor, 1979), pp. 101-117. También en Twentieth-Century Russian Literary
Criticism, revisado por Víctor Ehrlich (New Haven, 1975), pp. 102-116.
• "No deseo decir nada sobre Gógol -escribió Dostoievski a su hermano Mijail
en 1846-, pero he aquí los hechos: el mes entrante El Contemporáneo publicará un
artículo de Gógol, su testamento espiritual, en el cual renuncia a todas sus obras
y las declara inútiles, e incluso de mala calidad. Dice que no utilizará su pluma
durante el resto de su vida porque su tarea es orar. Afirma que está de acuerdo con
todas las críticas de sus adversarios. Ordena que sea distribuido su retrato mediante
increíble cantidad de copias, y que las utilidades las entreguen a los peregrinos que
vayan a Jerusalén, etcétera. Esta es la situación. Saca tus propias conclusiones."
En tales frases ya se insinúa un anticipo de parodia y de Fomá Fomich. Dostoievski
adquirió los datos en una conversación que tuvo con un intimo amigo de Gógol, y no
perdió la oportunidad de mofarse de un pasaje del Testamento en uno de los par-
lamentos de Fomá. F. M. Dostoievski: Pisma, v. 1: p. 93; 5 de septiembre de 1846
11 V. V. Vinogradov: Poetika Russkoi L iteratury (Moscú, 1976) , pp. 239-240.
406 SEGUNDO COMIENZO

la misma clase de engaño espiritual que deseó castigar. El blanco


de su ataque ya no es un individuo o libro particular, sino la acti-
tud de Fomá de autoglorificación y casi autodeificación. Tal excesiva
valoración· de sí mismo, como Dostoievski se había percatado dema-
siado bien en el campo de prisioneros, puede provocar terribles
consecuencias cuando un "alma vil", como el mayor Krivtsov, obte-
nía autoridad sobre otros.
Empero, la importancia que concede Tinianov al famoso texto
de Gógol como fuente paródica ha producido ciertas ideas equivo-
cadas acerca del concepto que tenía Dostoievski de los méritos de
Gógol. La mayoría de los críticos literarios consideran a La aldea
de Stepanchikovo como un repudio total de la actitud de Gógol.
Hasta un lector tan perspicaz como K. Mochulski lamenta que Dos-
toievski "no haya apreciado la enorme importancia, social y espi·
ritual de los Trozos escogidos, los cuales, como señala correctamente,
contienen mucho de lo que llegó a ser "la base del punto de vista
universal [de Dostoievski]" .12 Pero si a primera vista puede parecer
justificada dicha lamentación, la realidad es que Mochulski no exa-
minó con detenimiento la compleja forma en que Dostoievski redactó
su parodia.
Así es; puesto que difícilmente puede ser verdad que Dostoievski
hubiera querido repudiar las ideas expresadas por Fomá Fomich,
las que contienen preceptos y exhortaciones que ciertamente mani-
fiestan los ideales morales del autor ("Sé más suave, más atento,
más amoroso con los demás -aconseja Fomá al coronel-. Olvídate
de ti mismo en bien de los demás, y ellos te recordarán ... Sufre,
trabaja, ora y espera ... "), Dostoievski no satiriza el sentido literal
de tales preceptos cristianos, perfectamente respetables, los cuales
no tenía intención de socavar, mas sí la perversión que de ellos
se hacía para obtener y justificar el dominio sobre otros. Repu·
día a Fomá yuxtaponiéndolo con el coronel Rostanev, quien es una
auténtica encarnación de todos los valores morales que Fomá pro-
clama eternamente con palabras e ignora en forma total con sus
acciones. Una técnica similar es usada en El sueño del tío, en donde
el ataque al romanticismo literario no incluye a sus valores genui-

12 K. Mochulski: Doestoevsky, His Lije and Work [Dostoievski, su vida y su obra].


Traducido al inglés por Michael A. Minihan (Princeton, 1967), p. 177.
LAS NOVELAS SIBERIANAS 407

nos: Zina está dispuesta a sacrificarse con sinceridad por Vasya, en


tanto que la madre exalta el sacrificio tan sólo para ocultar hipócrita-
mente el deseo de conseguir sus propósitos . más viles. Recordemos
asimismo la escaramuza inicial de Dostoievski con Gógol en Pobres
gentes, en donde aquél se hace cargo del llamamiento filantrópico
de Gógol en El gabán, y crea un personaje (Makar Devushkin) que
es más digno de simpatía y piedad que el tonto Akaki Akakievich de
Gógol.
En cada caso Dostoievski realmente acepta los méritos de la fuen-
te parodiada, pero no la forma en la cual están encarnados. Por consi-
guiente, el personaje Fomá Fomich, según mi parecer, no implica
ningún repudio fundamental, al evocar los Trozos escogidos de
Gógol, de una utopía cristiana ideal. Lo que objeta Dostoievski es
la distorsión y la difamación de este ideal que hacen quienes abusan
o hacen mal uso de dicho ideal para ocultar la injusticia social (la
defensa de Gógol de la institución de la servidumbre) y el autoen-
grandecimiento. Tal interpretación puede ser apoyada por un comen-
tario que anotó muchos años después Dostoievski en su libreta de
apuntes, el cual refleja su inalterable actitud hacia los Trozos esco-
gidos. "Es extraño el ideal de Gógol -escribe en algún momento,
entre 1876 y 1877-. Interiormente es cristianismo, pero su cristia-
nismo no es cristianismo." 13 Dostoievski creó al coronel Rostanev
como su primera imagen "visible" de lo que él consideraba un genui-
no cristiano.

Sin embargo, el caso de la relación de Dostoievski con Gógol es


solamente un asunto secundario en el relato, o entra a formar parte
del tema mayor de la relación de Dostoievski con los valores de su
pasado. Ya hemos hecho comentarios sobre la notable disminución
de los sentimientos relativamente filantrópicos del narrador una vez
que conoce personalmente a Fomá. Dostoievski repite y refuerza este
motivo clave en el desenlace, en donde también agrega otra impor-
tante pincelada al personaje del coronel. Poco después de que Fomá
ha sido "domado" y apaciguado, el motivo-Fomá es reiterado en re-

13 Véase "Neizdanny Dostoevsky'', L iteraturnoe Nasledtvo, 83 (Moscú, 1971), p. 607.


408 SEGUNDO COMIENZO

lación con otro "gran hombre" y "de notable erudición" - Korov-


kin-, a quien el coronel conoció por casualidad un día en el camino
real e invitó a Stepanchikovo. Este insigne caballero se presenta en
los momentos culminantes, para regocijo general, vestido con mu-
grientos harapos y borracho. El coronel empieza a disculparlo usando
frases casi idénticas a las que anteriormente usó el narrador con
respecto de Fomá: "Saben, él puede ser un hombre excelente, pero
el destino ... Ha tenido infortunios ... Ustedes no lo creen, pero qui-
zás realmente es así." En este momento el afectuoso narrador, para
consolar a su avergonzado tío, finge estar de acuerdo con él:

Y empecé fervientemente a afirmar que incluso en la criatura que ha


caído más bajo pueden aún sobrevivir los más nobles sentimientos hu-
manos; que las profundidades del alma humana son insondables; que
no debemos despreciar a los caídos sino que, por el contrario, nuestra
obligación es buscarlos y levantarlos; que las normas comúnmente
aceptadas de bondad y moralidad no eran infalibles. Seguí y seguí ha-
blando en esta forma. De hecho, me encantó el tema, e incluso empe-
cé a comentar acerca de la escuela natural. Para finalizar incluso
repetí los versos: "Cuando por subyugación del funesto error ... ".
(v. 3; pp. 159-161; el origin al no tiene cursivas).

El verso mencionado parcialmente, tomado de un poema de N ekra-


sov (Dostoievski usará el mismo poema, citándolo más extensamente,
en el epígrafe de Memorias del subsuelo), celebra la magnanimidad
de un "progresista" enamorado de elevados sentimientos quien, es-
tando más allá del prejuicio social, "redime" a una prostituta con-
virtiéndola en su esposa. El n arrador de La aldea de Stepanchikovo
conceptúa que las palabras del coronel Rostanev son típicas de la ac-
titud indiscriminadamente bondadosa representada por el poema - la
misma actitud de la que ha logrado desprenderse apenas el nar:a-
dor-. Por lo tanto, cita el poema con ironía, como una notoria
expresión de esas ilusiones bien intencionadas pero ingenuas. Con
todo y eso el coronel, por su total inocencia, acepta las palabras del
narrador en su sentido literal. Lo que él dice, supuestamente acep-
tando, difiere en forma significativa de la progresiva letanía del na-
rrador: "Amigo, amigo mío -responde muy conmovido-, tú me com-
prendes cabalmente, y has expresado mucho mejor que yo lo que
quería manifestar. ¡Sí, sí! ¡Santo Dios! ¿Por qué el hombre es mal-
LAS NOVELAS SIBERIANAS 409

vado? ¿Por qué yo soy muchas veces malvado, cuando es tan es-
pléndido, tan agradable ser bueno?" (v. 3: p. 161; el texto no contie-
ne letras cursivas) .
Me parece que en este punto de la narración Dostoievski desea
que el lector sienta la evidente diferencia entre las efusiones del co-
ronel y la irónica recitación de benevolentes trivialidades que hace
el narrador -trivialidades que ya han sido usadas en las principales
intervenciones de Fomá- ; pero en vista de que la diferencia es más
sugerida que expresada con claridad, el matiz en las reacciones de
ambos no ha atraído la atención de los comentaristas. Lo que distin-
gue las dos actitudes es que, en el caso del coronel, su espontánea
simpatía por su prójimo entraña de inmediato la impresión de su
propia debilidad y falibilidad humana. No puede encontrarse nada
similar en el humanitarismo de la escuela natural, la cual contiene,
por !o contrario, una autocomplacencia latente, una implícita actitud
de superioridad y de protección a los "caídos'', quienes, por supuesto,
deben ser "buscados y levantados." *
Ciertas pruebas adicionales de tal interpretación pueden ser to-
madas del breve epílogo, en el que Dostoievski hace comentarios sobre
la misma altruista actitud que muestra Nastenka. Es ella quien man-
tiene reprimido a Fomá después de su matrimonio con el coronel.
Empero, el narrador hace notar que a pesar de todo Nastenka per-
donó a Fomá debido a la felicidad que sentía. "Además, creo que
ella, seriamente y de todo corazón, adoptó la creencia de mi tío en
"' K. Mochulski ha llamado la atención sobre otra faceta de la respuesta del coronel
en esta parte del relato: su himno a la naturaleza. Inmediatamente después del co-
mentario sobre su maldad, el coronel dice: "Sin embargo, observen qué sitio tan
glorioso es éste . .. ¡Qué escenario! ¡Qué cuadro! ¡Qué árbol! Miren: casi no pueden
rodearlo con sus brazos. ¡Cuá nto vigor! ¡Cuánto follaje! ¡Qué sol! ¡Cuán alegre
está todo, limpio después de la tormenta!. . . Se podrla pensar que hasta los árboles
entienden todo, que sienten y gozan de la vida ... Esto es indiscutible, ¿eh? . . . ¡El
creador es maravilloso, maravilloso!" (v. 3: p. 161).
En forma correcta Mochulski conceptúa este parlamento como la prefiguración
del "himno desde el subsuelo" de Dimitri Karamázov en la parte 1v, capítulo 4, de
Los hermanos Karamázov. Tal "estática" percepción de la naturaleza representa una
característica importante de la sensibilidad de Dostoievski; pero el uso de ésta en
La aldea de Stepanchikovo es puramente secundaria, y en mi opinión, temáticamente
menos importante en esta etapa de la carrera de Dostoievski que la afirmación que
el coronel hace respecto a que pertenece a las filas de los pecadores. K. Mochulski:
Dostoevsky, His Life and Work [Dostoievski, su vida y su obra], traducido al inglés por
Michael A. Minihan (Princeton, 1967), pp. 177-178.
410 SEGUNDO COMIENZO

que no se debía esperar demasiado de una 'víctima' que había sido


un bufón, sino que, por lo contrario, deberían curarse las heridas
de su maltrecho corazón. La pobre Nastenka había sido uno de los
'humillados', había sufrido, y lo recordaba" (v. 3: p. 164). Una vez
más, Dostoievski recalca la sensación personal de identificación con la
víctima o con el sufridor -compasión que surge, no de una doctrina
teórica de piedad social, la que implica la percepción de distancia y je-
rarquía, sino de un estado mental y emocional que ubica al que per-
dona exactamente en el mismo nivel moral y humano del perdonado-.
Erich Auerbach ha hecho notar que el realismo ruso, a diferencia
de las demás literaturas europeas del siglo xrx, "está basado en el
concepto cristiano y tradicionalmente patriarcal de la dignidad que
como ser creado le corresponde a cada ser humano, sin importar su
rango social o su situación en la vida", concepto que "se relaciona
fundamentalmente con el cristianismo primitivo más que con el rea-
lismo occidental moderno." 14 Podría sugerirse que en los pasajes ci-
tados con anterioridad, podemos sorprender a Dostoievski en el pro-
ceso de desechar sus creencias con tendencias occidentalistas de la
década 1840-1849, o con más exactitud, de transformar el acento pre-
dominantemente social de sus opiniones anteriores acerca de los
valores cristianos, en .un acento con proclividad a un sentimiento cris-
tiano más tradicional de culpabilidad moral universal y de respon-
sabilidad por la maldad y el pecado. Podemos interpretar a Dostoievski
afirmando: Sólo el amor a nuestro prójimo que surge de tal sen-
timiento puede liberarse de la carga del orgullo farisaico y de la
insultante condescendencia, y juzgar y perdonar a la vez.

14 Erich Auerbach: Mimesis [Mimesis.] Traducción al inglés de Willard A. Trask (Prin-


ceton, 1968), p. 521.
XX. REGRESO AL HOGAR

LA PUBLICACIÓN de las dos novelas siberianas de Dostoievski señala el


fin de su exilio artístico y el inicio de su retorno al centro de la
vida cultural rusa. Estas obras aparecieron en letras de imprenta
durante 1859, y al finalizar este año, a mediados de diciembre, Dos-
toievski por fin hizo realidad su tan largamente acariciado sueño de
volver a San Petersburgo. Empero, este regreso al h ogar no se reali-
zó en pocos días. Incluso después de haber llegado a la Rusia euro-
pea se vio obligado a permanecer durante varios meses en Tver,
ciudad de regular tamaño, situada entre Moscú y Petersburgo, y
enlazada con estas dos ciudades por ferrocarril. Él había elegido este
lugar de residencia cuando, a pesar de habérsele concedido el retiro
del ejército por razones de salud, le había sido negado el permiso
de vivir en San Petersburgo o en Moscú, en donde podía obtener
tratamiento médico adecuado. La exasperante disposición parece ha-
ber sido una pequeña torpeza burocrática provocada por un exceso
de precaución. El Ministro de Guerra no deseaba tomar la respon-
sabilidad de determinar el lugar de residencia de Dostoievski, y le
aconsejó que solicitara la autorización del zar por intermedio de Ja
Tercera Sección. Dostoievski decidió que mientras más cerca se ha-
llara de la autoridad central mejores serían sus oportunidades de ace-
lerar sus asuntos, y que al vivir en Tver por lo menos se encontraría
relativamente cerca de su familia en Moscú y de los directores y edi-
tores de publicaciones de Petersburgo, de quienes dependían sus
futuros medios de vida.
En consecuencia, en los primeros días de julio de 1859, Dos-
toievski inició el largo viaje de regreso a Rusia, en el que tardó
cerca de mes y medio, y para el que requirió otra vez una gran suma
de dinero, que logró reunir con la ayuda de un préstamo de Aleksei
P leshcheev. La partida se detuvo en Omsk durante pocos días para
pasar por Pasha lsaev, quien se había separado del Cuerpo Siberiano
de Cadetes. Allí encontró Dostoievski a viejos amigos, entre los que
se incluían el compasivo comandante de la fortaleza, general De Grave,
411
412 SEGUNDO COMIENZO

y Chokán Valijanov. Este último había sido llamado a Petersburgo, y


partiría un mes después. La carta en que Dostoievski describe el
viaje, que le escribió al antiguo comandante de su compañía, A. l.
Geibovich, contiene desacostumbrados pormenores y vívidos pasajes.
Un momento conmovedor aconteció cuando el tarantas de Dos-
toievski, pasando por los Montes Urales, llegó a la frontera entre Asia
y Europa. Diez años atrás, prisionero con grilletes, Dostoievski había
cruzado esta frontera en medio de una aulladora tormenta de nieve.
En el nuevo momento presente era una agradable tarde de verano,
como a las cinco, cuando se encontraron con "la hermosa columna
con una inscripción, y junto a ella, en una izba, un inválido [o
sea un veterano combatiente lisiado, cuyo trabajo era cuidarla].
Nos bajamos del tarantas y yo me persigné. Dios, por fin, me había
conducido al lugar en que podía ver la tierra prometida. Después
sacamos una botella llena de fuerte aguardiente de naranjas silves-
tres ... , y brindamos con el inválido por nuestra despedida de Asia.
Nikolaev [el guía] también bebió, y asimismo el cochero (¡y cómo
manejó a continuación!". 1
Los Dostoievski quedaron muy impresionados con la gran feria
de Nizhni-Novgorod, la que estaba en pleno apogeo cuando arribaron.
Todos los hoteles se hallaban ocupados, y vagabundearon durante
horas por las calles antes de lograr encontrar un modesto alojamiento.
No obstante, el momento culminante del viaje ocurrió durante una
nostálgica visita al monasterio de La Trinidad y San Sergio, en Za-
gorsk -el famoso 1ugar de peregrinación donde, cada primavera, hasta
la edad de diez años, Dostoievski había sido llevado por su madre-.
Difícilmente se puede exagerar la importancia de las impresiones
obtenidas por el niño durante estas visitas al sagrado santuario, en
donde las glorias del pasado ruso estaban inseparablemente entrela-
zadas con los símbolos sacros de la fe religiosa rusa. A pesar de los
muchos años transcurridos, el monasterio no había perdido su he-
chizo para Dostoievski. En medio de quejas sobre los malos caminos
y los codiciosos guías de la última etapa del viaje, agrega, sin embar-
go: "Pero el monasterio de San Sergio hizo que esto valiera la pena.
No había vuelto a ir en veintitrés años. ¡Qué arquitectura, qué
monumentos, qué capillas y templos bizantinos! La sacristía nos

1 Pisma, v. 1: p. 270; 23 de octubre de 1859.


REGRESO AL HOGAR 413

asombró. Las perlas en la sacristía (absolutamente soberbias) pesan


más de cien gramos, las esmeraldas miden como ocho centímetros,
los diamantes valen medio millón cada uno. Los atavíos correspon-
dientes a varios siglos, hech0s por las propias manos de las zarinas
y de las princesas imperiales; los ropajes que vestía en el hogar
Iván el Terrible, monedas, libros antiguos, toda clase de rarezas . . . ,
Era interminable." 2

Esperando que su estancia en Tver fuese muy corta, Dostoievski


alquiló un alojamiento amueblado para la familia, en lugar de rentar
un apartamento más cómodo y tener que comprar menaje. Sin em-
bargo, como era costumbre, la morosidad burocrática hizo que su
estancia se prolongara mucho tiempo. Le serviría de poco consuelo
el que la casa que estaba ocupando hubiese abrigado en cierta oca-
sión la augusta presencia de un personaje tan distinguido como
Pushkin. La vida en Tver lo abrumaba terriblemente. Habla de ello
en una carta para Wrangel, comentando que equivalía a un nuevo
aprisionamiento. "La verdad es que estoy encerrado en Tver, y la
situación es peor que la de Semipalatinsk. Y eso a pesar de que Se-
mipalatinsk había cambiado por completo en el curso del último
año, más o menos (ninguna persona realmente agradable, ningún
recuerdo feliz). No obstante, Tver es mil veces peor. Casas de piedra,
lóbregas y frías. Carece de vida y de interés. Ni siquiera hay una
biblioteca decorosa. ¡Es una genuina prisión! Intento irme de aquí
lo más pronto posible." 3 Ni la visita de su hermano Mijail y de un
viejo amigo, el doctor Yanovski, fue s11ficiente para calmar su inquie-
tud. La cercanía de Petersburgo, en donde las negociaciones sobre
su obra literaria estaban siendo llevadas a cabo por un representante,
únicamente servía para hacerle aún más intolerable la vida, apa-
rentemente olvidado por las autoridades de ese lugar.
Por fortuna su relativo aislamiento social en Tver terminó con
la llegada de V. A. Golovinski, un antiguo conocido a quien Dos-
toievski había presentado en el círculo Petrashevski y quien, después

2 Pisma, v. 1: p. 271.
3 lbid ., p. 254; 22 de septiembre de 1859.
414 SEGU ND O COMIENZO

de purgar una sentencia más o menos corta en el ejército ruso,


iba de viaje para ocupar un puesto en el servicio civil en Siberia. El
joven había sido uno de los amigos más íntimos de Dostoievski en la
época en que los arrestaron, y había sido no sólo un feroz partidario
de la liberación de los siervos, sino también uno de los que creían,
al igual que Dostoievski, que "el carácter esencial eslavo" de la obsh-
china "salvaría a Rusia de los terribles estragos del socialismo". En
Tver, Golovinski presentó a Dostoievski con el gobernador general,
el conde Baranov, cuya esposa resultó ser prima del escritor y conde
Sologub. Dostoievski descubrió que la había conocido años antes, en
la época de su fama literaria. Debido a esto todas las puertas se
abrieron para el novelista. Baranov se ofreció a ayudarlo para ob-
tener el permiso ele cambiar su lugar de residencia, pero le aconsejó
que aguardara hasta mediados de octubre, ya que el príncipe Dolgo-
ruki, el jefe ele la Tercera Sección, se encontraba en ese momento de
viaje con el zar, y nada se podría hacer hasta su retorno.
Aceptan do esta razonable advertencia, pero incapaz de contener
su desasosiego, Dostoievski escribió al general Totleben para pedirle
que acelerara su caso con Dolgoruki cuando fuera el momento apro-
piado. También escribió a Wrangel, rogándole que tratara personal-
mente con Totleben sobre su asunto. Pero después, por desgracia, el
imprudente Dostoievski cedió a lo que le pareció una inspiración ... :
¿Por qué no escribir directamente al zar, en lugar de acudir a sus
ministros? Baranov aprobó este plan, y le ofreció que su pariente, el
conde Adleberg, quien era conocido como uno de los confidentes
del zar, le entregaría personalmente la carta al soberano. La carta para
el zar fue enviada a mediados de octubre, como una semana después de
la que le había escrito a Totleben, y la misiva para Delgoruki fue remi-
tida el 4 de noviembre. Empero pronto se dio cuenta Dostoievski de
que había cometido un grave error al intentar usar al mismo tiem-
po dos conductos diferentes del mismo mecanismo burocrático, y el
resultado fue sólo confusión y demora adicional. Dolgoruki no po-
día hacer nada hasta que el zar no tomara la iniciativa. Y mientras,
¿quién podía saber si Adleberg había entregado la carta tan impor-
tante, o cuándo se dignaría hacerlo? Con sinceridad Dostoievski
admitió que había hecho un disparate. "Estoy de acuerdo contigo
-escribe a Mijail- en que en este asunto elegí el camino más difí-
REGRESO AL HOGAR 415

cil. Me culpo todos los días. . . y espero. ¡Si alguien le recordara a


Adleberg que existo!" 4
No obstante, ninguna de estas demoras aminoraron la ardiente vehe-
mencia del entusiasmo que sentía Dostoievski por el nuevo zar, el
que expresa con palabras que contienen la devoción más .pura en la
carta que envió a Geibovich. "Hay una esperanza inalterable: el
misericordioso soberano -le comenta-. ¡Qué hombre tan notable,
qué gran hombre es para Rusia!, Artemi lvanovich. Aquí [en la
Rusia europea] todo es más claro y más fácilmente perceptible.
Aquí he escuchado muchas cosas. ¡Y con cuántos obstáculos tiene que
luchar! Hay bribones a quienes no les agradan sus saludables d ispo-
siciones; son personas retrasadas que se han quedado en el fango." 5
Este fragmento muestra la indiscutiblemente genuina rever encia qu e
sentía Dostoievski por el zar, y asimismo, muy probablemente, el efec-
to de su relación en Tver con un ambiente social y político li-
beral. El comité de terratenientes de la región de Tver, quienes en
aquel entonces sesionaban para analizar las modalidades de la inmi~
nente liberación de los siervos, era el único de tales comités que
tenía una mayoría de liberales, y Dostoievski debió de escuchar ru-
mores acerca de la oposición que estaban encontrando los liberales de
los acérrimos reaccionarios .

Gran parte de las energías de Dostoievski, durante los meses que


pasó en Tver, fueron usadas en las negociaciones para obtener el
permiso de trasladarse a Petersburgo, pero también estaba ocupado
en sus futuros planes literarios. Como "hombre de letras proletario"
(usó este vocablo en una carta escrita el 9 de octubre de 1859), 6
cuya única fuente de ingresos era la pluma, se hallaba buscando cons-
tantemente ideas para nuevas obras, y calculando las posibilidades de
obtener un poco más de las ya publicadas. Aunque Mijail le seguía
proporcionando fondos, y hasta las ropas indispensables (por no men-
cionar un nuevo sombrero otoñal para María Dimitrievna), Dos-

4 Pisma, v. 1: p. 285; 12 de noviembre de 1859.


5 Ibid., p. 272; 23 de octubre de 1859.
6 Ibid., v. 2: p. 603.
416 SEGUNDO COMIENZO

toievski se percataba muy bien de que su hermano no podría conti-


nuar durante mucho tiempo con esta carga financiera.
Uno de los métodos más fáciles de obtener dinero era vender
los derechos para volver a publicar sus obras anteriores. El único
problema consistía en encontrar un comprador deseoso de darlas
otra vez a la estampa. Mijail le había escrito a Dostoievski, poco
antes de la partida de éste de Semipalatinsk, explicándole que se
estaban vendiendo ejemplares usados de Pobres gentes hasta en 15
rublos, y Dostoievski respondió con este comentario: "Sí, esto [las
noticias] habría halagado mi vanidad, y tal vez me hubiera consolado
en el pasado", pero en lo que piensa en esos momentos es en la posibi-
lidad de obtener beneficios de la información. "Si éstos [los ejemplares
del libro] son tan caros en la actuaiidad, no sería mala idea publi-
carlo de nuevo en los momentos en que cuestan tanto." 7 Dostoievski
sugiere a Mijail la idea de reeditar la obra con ilustraciones, finan-
ciada por el conde Kushelev, el acaudalado mecenas que acaba de
iniciar la publicación de La Palabra Rusa. Varios meses después este
proyecto se convirtió en una edición en tres volúmenes de las obras
de Dostoievski (con la excepción de El doble, el cual, como ya sabe-
m os, Dostoievski quería revisar, reeditar por separado y agregarle
un prólogo). El plan original de los hermanos Dostoievski era hacer
la publicación por su cuenta y cosechar todas las utilidades, pero una
vez más este viejo sueño resultó ser poco práctico. Posteriormente la
obra fue vendida a un editor llamado Osnovski en lo que Mijail con-
sideró una cantidad razonable: 2 000 rublos, y la edición, revisada y
corregida (en dos volúmenes), fue publicada en 1860.
A pesar de ello, Dostoievski no tenía intención de dormirse en los
laureles, especialmente porque se percataba muy bien de que las
glorias que había logrado -años atrás ya las consideraban anticuadas
las nuevas generaciones de lectores. Una vez que sus dos novelas ha-
bían sido publicadas, lo encontramos bregando hábilmente con una
desconcertante variedad de proyectos literarios, cuya relación con lo
que realmente escribió permanece, salvo unos cuantos casos muy
obvios, en el reino de las conjeturas. A finales de agosto de 1859,
cuando Mijail visitó a su hermano en Tver, Feodor le platicó sobre
una idea para dos novelas. Lo poco que sabemos acerca de éstas

7 Pisma, v. 2: p. 597; 14 de marzo de 1859.


REGRESO AL HOGAR 417

proviene de una carta que le envió Mijail varias semanas después:


"Piensas en una novela, luego en la otra; regresas a la primera ...
Creo que perderás mucho tiempo con tales oscilaciones. ¿Por qué
me narraste el tema? En cierta ocasión me dijo Maikov, hace mucho
tiempo, que lo único que se tiene que hacer para jamás escribir una
obra, es relatarla. Mi querido hermano, tal vez esté equivocado, pero
tus dos grandes novelas serán de la dase de El aprendizaje '}' las
divagaciones de Wilhelm Meister." 8
Nada más se sabe de las obras que tenía intención de escribir
Dostoievski, a las que se refiere Mijail, pero en una nota escrita en
el otoño de 1859, la cual contiene los títulos de los proyectos a ela-
borar en 1860, Dostoievski incluye el nombre Mignón. Por supuesto,
ella es la misteriosa y bella joven de Wilhelm Meister, que es perse-
guida por el recuerdo de un terrible pasado, y que es la compañera
inseparable del igualmente misterioso anciano conocido como el
Harper. El carácter y la situación de la pequeña Nelly en Humilla-
dos y ofendidos tiene evidentes semejanzas· con los de Mignón, y es
posible que lo que Dostoievski le narró a Mijail haya sido uno de
los primeros borradores de esta novela. La obra pudo haber sido pla-
neada en varios tomos, y el narrador, un joven escritor, bien pudo
haberle recordado a Mijail al Wilhelm de Goethe, personaje artísti-
camente ambicioso, mas personalmente pasivo. Otras anotaciones se
refieren a la revisión de El doble y a la obra que aún no había
escrito, La casa de los muertos (que en el memorándum se llama
Apuntes de un convicto). La frase Indiferencia e impresiones puede
ser el título de un artículo que pensaba escribir, en tanto que el
nombre Fatum se da a una "tragedia" que proyectaba. También se
menciona una "comedia", cuyo tema sería: "la esposa de un terrate-
niente encierra con llave a un preceptor casado, precisamente por-
que está casado." 9 Esta anotación puede ser el origen de lo que se
convirtió, siete años después, en la tormentosa relación del preceptor
Stepan Trofimovich Verjovenski con su acaudalada protectora Bár-
bara Petrovna Stravrogin en Los endemoniados.
Por medio de las cartas de Dostoievski colegimos que estaba preocu-
pado por la falta de lo que él denominaba "el elemento apasionado"

s DM.I, p. 515; 21 de septiembre de 1859,


9 PSS, v. 3: p. 447.
418 SEGUNDO COMIENZO

en La aldea de Stepanchikovo, y atribuye a esta deficiencia parte del


problema para vender la obra. Defendiendo esta creación ante Mijail
después del rechazo de Katkov, acepta sin embargo que "existe poco
interés amoroso en la novela (o sea, el elemento apasionado, como
por ejemplo, el que tiene Nido de hidalgos [de Turguenev])." 10 Sa-
bemos que, para compensar esa falla, Dostoievski quería escribir una
novela en la que este tema fuera descrito en abundancia. "Me dices
en tu carta ... que debo apresurarme -le responde a Mijail- y
tener preparada para el año nuevo la novela de que te hablé (con
el elemento apasionado), y así atraer la atención sobre mí." Así y
todo, una vez más Dostoievski se niega a dejarse apresurar, y declara
rotundamente que ~'esta novela ya ha sido eliminada"; 11 pero pode-
mos encontrar rastros de ella en los apuntes que hizo para el libro
que iba a ser llamado Amor en primavera. Tal título está anotado
en el memorándum mencionado con anterioridad, el cual contiene
frases que indiscutiblemente enlazan a la heroína que quería pintar,
con la creación de Turguenev que Dostoievski jamás cesó de admirar:
Lisa Kalitina, la apacible y abnegada protagonista de corazón puro
de Nido de hidalgos, que se recluye en un convento cuando su pri-
mero y único amor se frustra debido a las circunstancias.
Los dos personajes principales de la obra que tenía planeada Dos-
toievski eran un rico aristócrata, príncipe, y su compañero, que es
descrito como futuro escritor, y al que también se le llama algunas
veces "hombre de letras" (literator). Durante un viaje, los dos se
detienen en un pueblo pequeño, en donde viven el padre y la familia
del escritor, y él presenta al príncipe a la sociedad local. Una joven,
comprometida con un burócrata ignorante, se enamora dd príncipe,
se le entrega, y después le escribe una carta explicándole que lo hizo
únicamente para evitar desposarse con su repugnante prometido.
Dostoievski no podía decidir si la joven le pediría al príncipe que
se casara con ella, pero incluye en sus apuntes ambas alternativas.
La posible renuncia para hacerlo es su humilde condición social, su
percepción de ser socialmente inadecuada para un personaje tan emi-
nente como el príncipe. En una variante de los interminables bosque-
jos el escritor descubre el dilema de la joven y se casa con ella, mas

10 Pisma, v. 1: p. 246; 9 de mayo de 1859.


11 !bid., v. 2: p. 605; 9 de octubre de 1859.
REGRESO AL HOGAR 419

esta variante es sólo la primera versión de la novela. Son más intere-


santes los borradores que exhiben a Dostoievski cambiando su atención
al complejo antagonismo reprimido entre el príncipe y el escritor.
Redacta en varias formas las posibles relaciones entre los tres per-
sonajes centrales (realizando una noble acción, el príncipe se desposa
con la joven, o ella primero se entrega al escritor, y solamente después
se enamora del príncipe), pero lo que se convierte en crucial es la
rivalidad entre los dos hombres. "El escritor tenía una influencia
moral sobre el príncipe, y éste un ascendiente físico y financiero
sobre el escritor (y se venga inconscientemente por la influencia mo-
ral). En lo esencial, se odian mutuamente; pero de hecho, incluso
están convencidos de que son amigos." La secreta contienda entre
los dos supuestos amigos por la misma mujer anticipa una situación
similar en El idiota, y hay un pasaje en los apuntes que con seguri-
dad está relacionado con esta novela: "Una escena importante: donde
él [el príncipe] le propone matrimonio, y ella solloza como un niño
y le dice: '¡No soy apropiada, no soy digna!' Pero el príncipe la le-
vanta, le dirige unas pocas palabras fervientes y persuasivas y ella,
sometiéndose con docilidad al príncipe, comprende esto completa-
mente y se enorgullece del príncipe y le revela que ha pensado lo
mismo, pero que no se ha atrevido a decirlo ... " 12 La osada heroína
de estos apuntes, que decide por sí misma, obviamente provoca el
tema de la emancipación de la mujer -un asunto muy oportuno en
aquella época en Rusia y el cual, si bien en un ambiente social dis-
tinto, Dostoievski ubicará en el centro de Humillados y ofendidos-.
Las embrolladas relaciones entre el príncipe y el escritor parecen
haber proporcionado un modelo que se usó en esta novela sobre la
vida de Petersburgo, en la que un joven escritor y un vástago de
una familia principesca son competidores en el amor, a pesar de que
solamente se insinúa su rivalidad amorosa.

La ambición de Dostoievski de emular a Turguenev como retratista


del "elemento apasionado" fue pronto descartada, y su lugar fue ocu-

13 PSS, v. 3: pp. 443-446.


420 SEGUNDO COMIENZO

pado por otros planes, los que enuncia con entusiasmo a Mijail que
son "definitivos", pero unos cuantos días después éstos también son
cambiados por otros. Lo que deseaba descubrir, y desesperadamente
necesitaba encontrar era una idea que con seguridad provocara una
conmoción literaria y atrajera la atención del público, lo que incre-
mentaría su prestigio y el valor monetario de sus obras. El primer
día de octubre de 1859 afirma a Mijail que "después de maduras
reflexiones" decidió retornar a la "novela grande" que antes había
hecho a un lado con tanto pesar. Una vez más subraya su carácter
"ideológico". "Es una novela con ideas -le escribe-, y me pondrá
de moda." En la misma carta se refiere asimismo a El doble, y pone
otra vez de manifiesto sus frenéticos anhelos por volver a ser acla-
mado por el público lector. "Cuento con interesar a la gente, e in-
cluso con interesarla en alto grado", comenta con respecto al plan de
revisar su anterior relato y volver a publicarlo con un prólogo. "En
pocas palabras: le estoy declarando la guerra a todos (y, al fin y al
cabo, si no reviso ahora El doble, ¿cuándo lo haré?)".* 13
A pesar de ello, nueve días después lo encontramos cavilando de
nuevo sobre el rechazo que había hecho Katkov a La aldea de Ste-
panchikovo, y prohijando una nueva línea de conducta inspirada
por sus reflexiones. "Es verdad, la novela [Stepanchikovo J carece de
efecto externo", dice, tratando de desentrañar el significado de
los titubeos de Nekrasov en aceptarla. Anuncia que para remediar
este defecto, ha decidido con firmeza emprender en el acto la redac-
ción de la futura obra La casa de los muertos -un proyecto cuyo
"efecto externo" es inmediatamente manifiesto, y el cual, además, le
permitirá aprovecharse de la simpatía que le provocaba al público
lector un exiliado político que había retornado-. "Estos Apuntes de
"' ¿Por qué suponía Dostoievski que al revisar El doble y agregarle un nuevo prólogo
estaría "declarándole la guerra a todos"? Tal afirmación sólo puede refe rirse a que
su intención era escribir el prólogo, y que la imparcial belicosidad que tendría éste
tendería a fortalecer la especulación mencionada anteriormente (véase página 359).
Si, como damos por sentado, en el prólogo hubiera adoptado una postura en la contro-
versia Chernishevski-Annenkov sobre los tipos "débiles" y "fuertes", no habría estado
de acnerdo con ninguna de las dos partes. Es probable que Dostoievski pudiera haber
favorecido a los tipos "débiles", como lo hacía Annenkov, pero también habría com-
partido la burla de Chernishevski por la personificación de éstos como gente rica
y culta. Por lo tanto, se hubiera hallado declarándole "la guerra a todos" al adoptar
un punto de vista totalmente autónomo.
13 Pisma, v. 1: pp. 256-257.
REGRESO AL HOGAR 421

la casa de los muertos ya adquirieron forma en mi mente, de acuerdo


con un plan completo y terminado ... Mi persona desaparecerá. Estos
son los apuntes de un desconocido, pero garantizo que tienen interés.
El interés será máximo. Habrá lo serio y lo deprimente y lo humo-
rístico, y conversaciones campesinas con un especial colorido peniten-
ciario (ya te he leído varias expresiones que anoté en el reclusorio),
y la descripción de personajes desconocidos previamente en la litera-
tura; y lo conmovedor, y finalmente, lo más importante: mi nombre.
Recuerda que Pleshcheev atribuía el éxito de sus poemas a su nom-
bre (¿comprendes?). Estoy convencido de que el público leerá esto con
avidez." 14
Asimismo Dostoievski menciona otras dos ideas para trabajos li-
terarios, derivadas de sus años en el penal, uno de los cuales pretende
escribir en un futuro cercano. "En diciembre empezaré una novela
(pero no la que trata · del joven que asesinó y terminó en Siberia).
No. ¿Recuerdas que te . mencioné una confesión? -una novela que
deseaba escribir, por así decirlo, después de todo, lo que he tenido
que experimentar en la vida. Hace unos días decidí firmemente es-
cribirla de inmediato. Se amalgamó con la novela (el elemento apa-
sionado) de la que te hablé. Ésta será, en primer lugar, llamativa,
apasionada; y en segundo lugar, todo mi corazón y toda la sangre
en mi cuerpo serán vertidos en esta novela. La concebí en la katorga,
acostado sobre la cama de tablones, en dolorosos momentos de pesar
y autocrítica ... El efecto será más fuerte que el de Pobres gentes
(¡y de qué manera!) y el de Netotchka Nezvánova. Garantizo .. . que
la Confesión consolidará concluyentemente mi reputación." 15
La mención de esta novela en la forma de una "confesión" con
frecuencia se ha considerado como el núcleo original de Crimen y
castigo, cuyo primer borrador, en efecto, fue escrito en la forma de
una confesión en primera persona por el asesinato (Raskólnikov), y
cuyo último capítulo se ubica en el campamento de condenados de
Dostoievski. La primera frase de esta cita (que se omite con frecuencia
cuando se alude al pasaje) parecería excluir tal hipótesis, ya que
la novela acerca "del joven que asesinó" no es, a todas luces, la
"confesión". Los mejores eruditos modernos conceptúan esta última

14 Pisma, v. 2: p. 605; 9 de octubre de 1859.


15 !bid., p. 608.
422 SEGUNDO COMIENZO

idea, nacida "en dolorosos momentos de pesar y autocrítica", más bien


como la inspiración para Memorias del subsuelo, que originalmen-
te se anunció con el título de Confesión. 16 Empero, sería un noto-
rio anacronismo asociar la totalidad de la obra Memorias del sub-
suelo con el comentario que Dostoievski hizo en 1859. Según mi
parecer, él pudo haber estado pensando únicamente en lo que con
posterioridad sería la segunda parte de Memorias del subsuelo, ya
que es en esta porción en la que él satiriza las grandiosas fantasías
humanitarias de los años cuarenta que antes había compartido. Po-
demos imaginárnoslo acostado en su cama de tablones, cavilando y
burlándose de sí mismo con amargura por las exaltadas ilusiones po-
líticas que habían prohijado él y sus amigos -ilusiones cuya enorme
ingenuidad apenas estaba empezando a comprender-. El "elemento
apasionado" del que comenta que ha sido combinado con la "confe-
sión", también concuerda con la segunda parte de Niemorias del
subsuelo, la cual describe las. relaciones. del hombre del subsuelo
con la prostituta Liza, y revela la incapacidad de aquél para respon-
der espontáneamente a un amor genuino.

Las cartas de Dostoievski correspondientes a este periodo, además


de informarnos sobre sus abundantes planes e intenciones para el
futuro, contienen un diálogo que se llevó a cabo entre los dos her-
manos con respecto a una arriesgada empresa literaria. Hasta ahora
hemos conocido a Mijail Dostoievski solamente como un ex perio-
dista y cuentista de s ~gunda categoría que se convirtió en fabricante
de cigarrillos, y quien, debido a su generosidad de corazón, le ha
proporcionado a su más talentoso hermano ayuda pecuniaria y ha ac-
tuado como su agente literario. Con todo y eso, la liberalidad de
Mijail no proviene de una gran riqueza o de un éxito financiero.
Su negocio de cigarrillos era muy pequeño, y dependía principalmen-
te de la labor familiar. Incluso con posterioridad, cuando puso en
marcha la manufactura de cigarros puros, la empresa permaneció en
el nivel artesanal y jamás produjo grandes utilidades. Algunas quejas

16 Véase PSS, v. 3: p. 403.


REGRESO AL HOGAR 423

que probablemente hizo a su hermano con respecto de las dificulta-


des de su situación, provocaron las siguientes reflexiones de Feodor:
"¿Sabes? He pensado mucho en tus proyectos comerciales. Es posible
que no te vayan a compensar por todo lo que has abandonado (li-
teratura, servicio [en el ejército], que son ocupaciones más adecuadas
para tu carácter). Ya has tenido la fábrica durante varios años, y ¿hay
alguna esperanza positiva para el futuro? Y mientras tanto el tiempo
pasa, los hijos crecen, aumentan los gastos." 17
A pesar de que en el momento en que las escribió Feodor difícil-
mente pudo haberlo sabido, tales palabras pulsaron una fibra muy
sensible en el alma de su hermano. En efecto, Mijail había ren un-
ciado a la literatura debido a una extrema necesidad, y jamás había
abandonado la idea de retornar algún día a ella. Pocos meses después
de la carta de Feodor, otra misiva, escr ita por el perspicaz historiador
liberal K. D. Kavelin, describe el nuevo ambiente en Rusia que
ulteriormente permitiría a Mijail Dostoievski h acer realidad ese sue-
ño. "Aquí en P etersburgo -escribió Kavelin a principios de 1856-
la opinión pública se expresa más y más abier tamen te. Ya es impo-
sible reconocer los (anteriores) palacios del militarismo, los garro-
tes cortos, la ignorancia. Se habla de todo, todo se discute aquí y
acullá, a veces en forma estúpida, pero de todas maneras se discute
y, como resultado, se analiza." 18 Bajo el ímpetu de esta temeraria
sensación de libertad (todavía muy relativa, seguramente), ciento cin-
cuenta nuevos periódicos y revistas aparecieron en Rusia entre 1856
y 1860; y el 19 de junio de 1858 Mijail Dostoievski sometió al Co-
mité de censura de Petersburgo un plan para un semanario "político
y literario" que se in titularía Tiempo (Vremia). A finales de octubre
de 1858 se concedió el permiso para este periódico, y el censor nom-
brado para revisarlo fue nada menos que l. A. Goncharov.
Por razones desconocidas, y a pesar de que ya había estado man-
teniendo correspondencia con Feodor durante varios años, Mijail no
informó a su hermano por anticipado de este proyecto. A pesar de
ello, en una de sus cartas comenta en forma vaga que necesitará para
el siguiente año un relato de su hermano, lo cual provocó un impa-
ciente reproche de Feodor, en una carta que le envió a principios

17 Pisma, v. l, p. 157; 21 de agosto de 1855.


18 A. A. Kornilov: Obshchestvennoe Dvizhenie pri Alexander ll, p. 31.
424 SEGUNDO COMIENZO

de 1858: "Te censuro mucho por no escribirme con claridad. Es


decir: ¿qué deseas publicar, con quién, y cómo?" 19 Hasta un mes
después de la solicitud que había presentado en junio, Mijail no le
explicó lo que tenía en mente. Feodor le respondió con entusiasmo:
"Tu proyecto de un periódico sobre el que me escribiste me parece
hermoso. La idea de una publicación así desde hace mucho tiempo
me ha rondado por la cabeza, pero como un periódico exclusivamente
literario. Más importante: un folletín literario, un análisis crítico de
revistas, un análisis crítico de lo que es bueno y de lo que está equi-
vocado, un ataque a los interesados aplausos mutuos que son tan
comunes en la actualidad; más energía, fogosidad, perspicacia, firme-
za ... ¡eso es lo que necesitamos en estos tiempos! Te hablo de todo
esto con tanto entusiasmo porque he escrito y bosquejado varios en-
sayos literarios siguiendo estos principios: por ejemplo, sobre los
poetas contemporáneos, sobre la tendencia estadística en la literatura,
sobre la inutilidad de las tendencias en el arte ... Son ensayos es-
critos con vehemencia y hasta hirientes, pero, lo que es más impor-
tante, con amenidad. A pesar de todo, ésta es la dificultad: ¿podrás
dirigir un periódico? No será una tarea fácil, y menos aún teniendo
que administrar la fábrica. ¡Ten cuidado, hermano!" 20
Aunque Dostoievski no nos informa más acerca de los ensayos que
tiene la intención de escribir, es patente que está preparándose para
el enfrentamiento directo con el preponderante acento que ponían
los críticos radicales en la importancia de las "tendencias". Es bas-
tante inesperado el uso de la palabra "estadística'', pero ésta quizás
contenga una alusión a los escritos de Chernishevski, quebrantadores
de tradiciones: Ensayos sobre el periodo gogoliano de la literatura
rusa (1855-1856). Esta serie de artículos, que continúan siendo un va-
lioso estudio de lo que se denominaría "la estética de la aceptación"
de la obra de Gógol, era una defensa importante de la tradición go-
goliana, interpretada, de acuerdo con los principios fundamentales es-
tablecidos por Belinski, como de realismo social y sátira social. Va-
lerian Maikov, en un ensayo escrito en 1847, en el que compara
a Gógol con Dostoievski, había afirmado que "las obras completas
de Gógol pueden categóricamente denominarse las estadísticas artís-

19 Pisma, v. 2: p. 591; 18 de enero de 1858.


20 lbid., p. 593; 13 de septiembre de 1858.
REGRESO AL HOGAR 425

ticas de Rusia'', 21 y había argumentado que el planteamiento "psi-


cológico" de Dostoievski penetraba más profundamente en lo recón-
dito de la personalidad humana. Es muy probable que al singu-
larizar la "tendencia estadística", Dostoievski se esté refiriendo al
ensayo de Maikov y por lo tanto, implíCitamente a los esfuerzos de
Chernishevski para establecer tal "tendencia" como la única senda le-
gítima que debía seguir la literatura rusa.
Sin embargo, tendrían que transcurrir varios años más antes de que
Dostoievski tuviera la oportunidad de expresar tales opiniones en le-
tras de imprenta. Mijail, tal vez por razones financieras, no hizo
nada para iniciar la nueva publicación en 1858. En 1859 ésta seguía
en la etapa de planeación. Los dos hermanos deliberaron sobre el
tema durante la visita que Mijail hizo a Feodor en Tver, a finales
de agosto de 1859. Pleshcheev fue invitado a ser colaborador cuando
el otoño había terminado. Pero Mijail seguía titubeando sobre si aban-
donar la relativa seguridad de su negocio, a pesar de que era fastidioso
y poco remunerador. "Mira a otros: no tienen talento ni habilidad, y
destacan en el mundo, acumulan capital -escribe Dostoievski con
desconsuelo--. Y nosotros luchamos y luchamos ... Estoy convencido,
por ejemplo, de que tú y yo somos mucho más inteligentes, más ca-
paces, y que conocemos mucho más de negocios que Kraevski y
Nekrasov. ¡Caramba! Ellos son sólo campesinos [muzhiki] en lo que
se relaciona con la literatura, y aun así, son ricos, y nosotros nos halla-
mos en apuros de dinero." Dostoievski prosigue diciendo que Mijail
ha logrado únicamente obtener con su fábrica lo suficiente para vivir,
y que las perspectivas no entrañaban un mejoramiento substancial.
"No, hermano, es necesario pensar en esto, y seriamente; es preciso
arriesgarse y embarcarnos en alguna empresa literaria: una revista, por
ejemplo ... De cualquier modo, reflexionaremos sobre esto y charla-
remos de ello cuando estemos juntos. No es demasiado tarde." 22
Resulta evidente que la situación seguía incierta más de un año
después de que Mijail había recibido el imprimátur del Comité de
Censura para la publicación que había propuesto. Y observamos que
Dostoievski se encuentra en ese momento pensando, no en una re-
vista semanal (gazeta), sino en una "nutrida" publicación mensual
21 Véase mi Dostoievski, las semillas de la rebelión, 1821-1849 (Fondo de Cultura
Económica, México, 1984), p. 263.
22 Pisma, v. l: p. 286; 12 de noviembre de 1859.
426 SEGUNDO COMIENZO

(zhurna[), que podría competir con las de Kraevski y Nekrasov.


Todavía nada estaba decidido cuando, a finales de diciembre de
1859, Dostoievski arribó a San Petersburgo para establecer allí su
residencia. Su familia le había rentado un apartamento para él,
su esposa y su hijastro, la había amueblado lo mejor que pudo, e
incluso contrataron una cocinera, que aguardaba ansiosamente la
llegada de los Dostoievski porque tenía miedo de vivir sola en el
apartamento. Otras personas, en forma más discreta, también se halla-
ban esperando el arribo del novelista con su familia: el gobernador
militar general de Petersburgo escribió al jefe de la policía el 2
de diciembre que, por orden del zar, la vigilancia secreta bajo la que
había estado en Tver el exalférez Dostoievski debería proseguirse
cuando se presentara en la capital.

El regreso de Dostoievski al escenario de sus primeros triunfos li-


terarios provocó poco revuelo, y fue celebrado únicamente en el pe-
queño círculo de sus amistades íntimas y de su familia. El doctor
Yanovski recordaría, muchos años después, que "en Petersburgo todos
lo visitamos tan pronto como llegó. Estuvimos en la celebración del
estreno del apartamento: Apollon Maikov, Alejandro Milyukov, su
hermano Mijail con su familia, muchos otros, y también Speshnev,
quien había arribado ese mismo día a Petersburgo" .23 Por lo tanto,
Dostoievski se halaba una vez más frente a frente, en forma inespe-
rada, con el hombre a quien había llamado en cierta ocasión su
"Mefistófeles"', y quien, con el séquito del gobernador general de
Siberia Oriental, Nicolás Muraviev (como Stravrogin en el séquito
del gobernador general von Lembke), acababa de retornar del exilio.
Muraviev era un enérgico administrador con pretensiones liberales y
grandes ambiciones políticas, a quien agradaba codearse con exilia-
dos políticos, tales como su primo segundo Mijail Bakunin y Nicolás
Speshnev. Muraviev apreciaba el talento y la habilidad de Speshnev,
y lo había nombrado director de un periódico de Irkutsk, que era

23 Véase el fragmento de la carta inédita de Yanovski para A. G. Dostoievski en


_L iteraturnoe Nasledtvo, número 86 (1973), p. 377.
REGRESO AL HOGAR 427

patrocinado por el gobierno. También lo incluyó en su cuadro per-


sonal. Durante su estancia en San Petersburgo logró que le restable-
cieran a Speshnev sus derechos de aristócrata. Bakunin, quien había
logrado en aquella época salir de Siberia gracias principalmente a la
laxitud de Muraviev, también había quedado muy impresionado con
Speshnev, y le comunicó sus reacciones a Herzen. Escribió que el
ex conspirador era "un hombre notable" que inspiraba confianza
por su "serena fortaleza". Agregó asimismo que era "un caballero
de pies a cabeza" .24
Speshnev no había ido a Petersburgo meramente para reanudar re-
laciones con el antiguo miembro de su sociedad secreta. También
deseaba examinar personalmente a los conductores de la nueva gene-
ración radical. "Hoy, en el día de mi onomástico, no estaba alboroza-
do solamente por tu carta -le escribe Pleshcheev a Nicolás Dobro-
liubov desde Moscú (el 12 de febrero de 1860)- , sino también por
la visita de quien está muy cerca de mi corazón: Speshnev. Viene de
Siberia con Muraviev, y sin falta estará en casa de Chernishevski,
a quien desea conocer. También le di tu dirección. Lo recomiendo
como una persona que, además de poseer mente privilegiada, tiene
también otra cualidad, desafortunadamente muy rara entre nosotros:
sus palabras corresponden a sus hechos. Siempre ha puesto constan-
temente en práctica sus convicciones. Posee en el más alto grado un
carácter íntegro y una voluntad de hierro. Puede afirmarse en forma
absoluta que, entre nosotros, era la persona más notable." 25
Por desgracia no existe un documento similar de Dostoievski que
registre sus impresiones de Speshnev después de sus largos años de
separación, ni una extensa narración de un testigo ocular. Se cono-
ce únicamente la breve referencia del doctor Yanovski. Debemos con-
tentarnos con imaginar los pensamientos de Dostoievski cuando sa-
ludó, y tal vez abrazó, a quien lo había inducido a transitar por la
peligrosa senda de la aventura revolucionaria. De todas maneras,
ambos deben haberse regocijado por el hecho de que su magno sueño
-el de la liberación de los siervos- estaba a punto de convertirse
en realidad. Los dos deben haberse felicitado porque sus sacrificios
no habían sido en vano. Es. altamente dudoso que estuvieran de
24 Petrashevtsky. Compilado por P. S. Schegolev, 3 volúmenes (Moscú-Leningrado,
1926-1928), v. 1: p. 92.
25 DMI, pp. 490-491.
428 SEGUNDO COMIENZO

acuerdo en alguna otra cosa más, pero en aquellos días de jubilosa


expectación, cuando toda Rusia se hallaba al borde del gran reto
nuevo de libertad, eso importaba muy poco.

Entonces todo parecía posible, y durante unos cuantos años -de-


masiado pocos- todos los matices de la opinión sociopolítica se
unieron como nunca antes por la expectativa del cambio inminente.
No fue un adulador del gobierno, sino el intransigente Chernishevs-
ki quien había declarado hacía poco en El Contemporáneo (fe-
brero de 1858) que "la vida nueva que ahora comienza para nosotros
será más hermosa, más próspera, más brillante y más feliz, en com-
paración con la vida anterior, al igual que en Rusia los últimos cien-
to cincuenta años fueron superiores al siglo xvn". 26 Puede ponerse
en tela de juicio el deseo de Chernishevski de que tales palabras se
tomaran con total literalidad; pero esto no tiene importancia, por-
que reflejan y expresan el estado de ánimo reinante entre todos
los segmentos de la intelectualidad rusa en aquellos gloriosos días,
cuando "era una bendición estar vivo en esa alborada."
Todos se unieron, apoyando la liberación y la reforma, y comba-
tiendo a los empedernidos y egoístas reaccionarios, quienes se oponían
a las saludables medidas propuestas por el zar para mejorar el cuerpo
político. "El pequeño grupo que se presentó para celebrar el retorno
de Dostoievski compartía ese estado de espíritu, y aún no se percibía
que la alianza de Chernishevski y Dobroliubov no pudiera continuar
la amistad con Dostoievski y Maikov. Se necesitarían unos cuantos
años para que llegara la crisis que hiciera que resultaran imposibles
las relaciones personales, o al menos la antigua cordialidad. Pero las
tensiones aún no habían alcanzado ese punto, y debe comentarse
que en el futuro Dostoievski trataría con toda honestidad, mas sin
éxito, de evitar que las relaciones llegaran al grado de la ruptura.
En aquel momento de la historia rusa se percibía por todas par-
tes el ambiente de celebración, y Dostoievski tenía magníficas razones

26 Citado en la obra de William F. v\Toehrlin: Chernyshevskii, The Man and the


]ournalist [Chernishevsk i, el hombre y el periodista] (Cambridge, Mass., 1971), p. 193.
REGRESO AL HOGAR 429

personales para estar alegre, jubiloso. El ciclo siberiano de su vida,


que se inició cuando partió de San Petersburgo con grilletes, estaba
ya cerrado. A pesar de la epilepsia y de los desengaños que le provocó
su matrimonio, había logrado sobrevivir, e incluso prosperar, en los
onerosos diez años que acababan de concluir. Había salido de su
gran tribulación -los cuatro años en el campamento de tr abajos
forzados- con la convicción de que había adquirido nuevas facultades
como escritor y como hombre.
Sabía que ya nunca más escribiría "trivialidades", y que podría en-
frentarse con todo lo que el destino le deparara, si no con serenidad,
al menos con valor inquebrantable: había sido puesto a prueba y no
había fallado. Otra vez entregaba a la imprenta sus escritos, y ni u{i solo
momento dudó de que, a pesar del fracaso relativo de sus inexpertos
esfuerzos, recuperaría su encumbramiento literario. Su cabeza y sus
libretas de apuntes se encontraban llenas de planes para relatos,
novelas y ensayos, y estaba seguro de que sus · extraordinarias expe-
riencias le habían proporcionado valiosas percepciones del alma del
pueblo ruso que él, y sólo él, podía comunicar. Como presunto editor
de una publicación mensual iba a entrar en combate literario en
la época más emocionante y tumultuosa de la cultura rusa del si-
glo xrx. Una nueva vida estaba empezando para él ... -la vida de la
literatura, por la que había sentido tan desesperados anhelos cuando
había sido presidiario, cuando había sido soldado-, y sentía una
enorme impaciencia por subirse las mangas y ponerse a trabajar.
Y sí que trabajó en los cinco años venideros como redactor litera-
rio y principal colaborador de sus propias publicaciones -leyendo
manuscritos, entrevistándose con colaboradores, escribiéndoles cartas,
corrigiendo pruebas ... , y todo el tiempo dando a luz manuscrito
tras manuscrito con una fecundidad, con una fertilidad, con una
abundancia casi asombrosa si recordamos que se encontraba incapa-
citado por varios días consecutivos por la recurrencia constante de
su epilepsia-. Éstos fueron los años en los cuales .escribió dos obras
magnas Humillados y ofendidos y La casa de los muertos), tres rela-
tos (en los que se incluye Memorias del subsuelo), una brillante
serie de bosquejos de sus viajes por Europa (Apuntes de invierno de
impresiones de verano), y además un continuo torrente de ensayos
literarios y de artículos polémicos .
. . . Pero todo esto nos conduce a la parte medular del siguiente
430 SEGUNDO COMIENZO

tomo, y no debemos invadir los límites de éste. Terminemos la narra-


ción de esta parte de la vida de Dostoievski en el jubiloso instante
en que sus antiguos amigos se habían reunido para celebrar su retor-
no del exilio y brindar por su salud y felicidad. Abandonemos a Dos-
toievski antes de que la espontánea jovialidad de esta reunión se haya
roto por la enemistad ideológica, antes de que las obligaciones que
iba a tomar a su cargo empezaran a ser demasiado pesadas. Dejemos
al novelista mientras todavía se encuentra disfrutando de la cálida
bienveni_d a al hogar.
íNDICE ANALÍTICO

"Aclaración" para la Comisión de In- Balinski, Rebeca: 12


vestigaciones (F. M. Dostoievski): 60, Báltico, mar: 43
63, 70n, 74, 75, 78 Balzac, Honoré de: 146n, 167, 383
Adam, (criado del barón Wrangel): 270 -César Birotteau, 383
Adleberg: 414, 415 Baklushin: 194, 199, 206
África: 257 Bakunin, Michael A.: 330n, 426, 427
Agrimensores, Cuerpo de: 128 Baranov: 414
Agustin, San: 173, 237 Barnaul: 299, 301, 309
Ajsharumov, D. D.: 34, 80, 85-90, 94, 95 Béguin, A. : 25ln, 252n
Akimich, Akim: 159, 203, 211 -L'Ame romantique et le réve, 25ln
Aksakov (familia): 405 -Création et destinée, 252n
Aksakov, Konstantin: 330n Belchikov, N. F.: 34, 34n, 36n, 38, 38n,
Alajouanine, Théophile: 282n, 286n 60n-71n, 78n, SOn
-"Dostoevski's Epilepsy", Brain, 282n -Dostoevsky v Protsesse Petrashevtsev,
-Dostoevski, Cahiers de l'Herne, 286n 34n, 38n, 60n, 68n, 7ln, 78n, SOn
Alei: 203, 204 Belij, Yefin: 159
Alejandro 11: 22, 267, 300, 344, 355 Belijov: 261, 263, 365
Alekseevski, revellín: 33, 34, 98, 111
Belijovs (familia): 261
Alexis, zarevich (hijo de Pedro el Gran-
Belinski, la pléyade de: 73, 147, 174,
de): 31
337-339, 369
Alhambra, la (España): 385, 386
Almazov: 199 Belinski, Vissarion G.: 19-21, 56n, 70,
Amor cristiano: 101, 102, 174, 204, 399 72-75, 80, 83, 98n, 145, 167, 193, 193n,
Annenkova: 113, 114 236, 252, 278, 320, 326, 326n, 337, 340,
Antonelli, P. D.: 24, 28, 37, 59 341, 346-348, 352, 375, 379, 380, 395
Arban, Dominique: 123n -Obras filosóficas escogidas, 56n, 145n,
-Les années d'apprentissage de Fiador 326n, 327, 339
Dostoievski, 123n -Carta a Gógol, 72, 73, 75, 80, 83
Aristov, Pavel: 161, 16ln, 162, 162n, 169 Belkin, A.: l 9n
180, 213, 218 -F. M. Dostoevsky v Russkoi Kritike,
Asia: 257, 412 l9n
Astrakán (Rusia): 262, 299 Bellas Artes, Academia de: 249
Ateísmo: 50, 74, 175, 252, 348 Bénichou, Paul: 193n
Ateísmo hegeliano: 174 -El tiempo de los profetas, l93n
Ateneo: 268 Benza, Ernst: 217, 217n
Auditoría General (tribunal militar): 82, -The Eastern Orthodox Church, 217n
83, 268 Berberova, Nina: 12
Augsburger Allgemeine Zeitung (perió- Berdiaev, Nicolás: 348n
dico belga): 251 -The Origins of Russian Communism,
Autocracia: 65, 66, 67 348n
Auerbach, Erich: 410, 410n Biblia, la: 46, 57, 89, 90, 96, 113, 148,
-Mimesis, 410n 231
Azadovski, K. M. y Dudkin, V. V.: 219n -Antiguo Testamento: 46
-Literaturnoe Naledstvo, 210n -Evangelios, 47, 50, 328
-Nuevo Testamento, 46, 113, 204, 252,
Baal (dios): 55 259
Balasoglo: 37 Blum, Jerome: l46n

431
432 fNDICE ANALfTICO

-Proceedings of the American Philo- Comité de censura de Petersburgo: 423,


sophical Society, 146n 425
Boguslawski, Joszef: 165 Congreso de Viena: 389
Bohme, Jacobo: 252 n Considérant, Víctor: 76
Bonaparte, Napoleón: 24, 384, 392 Constant, María Dimitrievna: véase Dos-
Botkin, V. P.: 351 toievskaya, María Dimitrievna
Briansk, región de: 209 Constantino (hermano de Nicolás I):
Bronte, Charlotte: 47, 48, 48n, 185
-Jane Eyre, 47, 48, 48n (Jane Eyre, Constantinopla: 213n, 329
48, Rochester, 48) Contemporáneo, el: 333, 335, 336, 338,
Bruselas, (Bélgica): 251 339, 342, 346. 347, 348n, 349, 352, 353,
Brynolfson, Gaylord: 13 375, 376, 394, 405n, 428
Bulot, perro: véase Sharik, perro Controversia Chernishevski-Annenkov:
Butashevich-Petrashevski, Mijail: véase Pc- 399, 420n
trashevski, Mijail Butashevich Crimea, Guerra de: 59, 213, 213n, 264,
Buturlin, conde: 47 287, 317, 319, 325, 335
Byron, George Gordon, lord: 389 Cristo: 45, 49, 50, 50n, 74, 93, 124n,
174, 176, 180, 185, 186, 188, 189, 204,
Cabet: 223 217, 221, 231, 23ln, 235, 236, 237, 252,
Cadetes Siberianos, Cuerpo de: 276, 303, 265, 279, 283, 319
312, 411 Chermak, internado de: 49
Cambridge (Massachussetts): 26n Cherniavski, Michael: 23ln, 346
Carlyle, Tomás: 337 -Tzar and People, 33ln
Carr, E. H.: 330n, 33ln Chernishevski, N. G.: 345, 345n, 346-348,
-Michael Bakunin, 33ln 348n, 349, 350, 350n, 351, 35ln, 352,
Carus: véase Corán 354-357, 357n, 358-361, 375, 420n, 424,
Carus, Carlos Gustavo: 246n, 249, 250, 425, 427, 428
250n, 251, 25ln, 252n, 252, 253, 253n, -Diario, 436
254, 254n, 255, 274 -Ensayos sobre el periodo gogoliano
-Grundzüger der Vergleichenden Ana- de la literatura, 424
tomic und Physiologic y Psyche zur -Izbrannye Filosofskie Sochineniya,
Entwicke lungsgeschichte, 246n, 249, 357n
250, 251, 252n, 253n, 254n, 255 -¿Qué se puede hacer?, 357n
Caspio, mar: 262 -La relación estética entre el arte y
Catalina la Grande: 31 la realidad, 349n
Catteau, Jacques: 280n, 284n -Selected Philosophical Essays, 350n
-La création littéraire chez Dos- Chernov: 248
toievski, 280n, 282n, 284n -Doble, 248
Cáucaso (Rusia) 159, 167, 245 Cheshijin, V. I.: 2ln
Cellini, Benvenuto: 362 -T. N. Granovsky i Ego Vremia, 2ln
Censura a las publicaciones: 68-70, 168 China: 276
Circasiano: 118 Chopin, Frédéric: 386n
Clermont (Francia): 319 Chudov: véase Nekrasov
Clermont, concilio de: 319 Chukovski, K. l.: 340n, 341
Coleridge, Samuel Taylor: 238n -Dostoevski i Pleyada Belinskogo, 340n
-The Rime of the Ancient Mariner,
238n
Comandancia de Ingenieros de Omsk: Daguestán: 203
129 Damasco, camino de: 185
Comisión de Investigaciones del Caso Danilevski, N. Ya.: 30
Petrashevski: 25-27, 33, 35-37, 56, 56n, Davidov, I. I.: 49
58, 60-63, 73, 74, 76, 77, 79, 80, 82, De Grave: 121, 125, 126, 411
83, 90, 103, 143 decembristas (grupo disidente de los ofi-
ÍNDICE ANAUTICO 433

dales del ejército): 36, 112, 113, 127, 286, 353, 364, 373, 378, 379, 379n,
133 380, 393, 397, 399, 402, 404, 406, 408,
Dednicki: 214n 409n, 418, 420
-Russia, Poland and the West, 214n (Tatiana Ivanovna, 397, 402, 404n,
Denisov: 365 Korovkin, 408, Nastenka, 397, 402,
derechos civiles: 84 409, 410, Fomá Fomich Opiskin,
despotismo: 122 248n, 376, 393, 394, 395, 398-404, 404n,
determinismo: 252 405, 405n, 406, 407, 409, coronel Ros-
Dickens, Charles: 167, 346, 367 tanev, 380, 393, 394, 397, 398, 399,
-David Copperfield, 129 400, 403, 404, 404n, 406, 407, 408,
-Los papeles póstumos del Club Pick- Yefimov. 398, 403, Yezhevikin, 397)
wick, 129 -Amor en primavera, 418
(Pickwick, 129) -Apuntes de invierno de impresiones
Dios: 48, 49, 57, 72, 93, 175, 180, 184- de verano, 429
186, 189, 205, 217. 221, 233, 235, 264, -A puntes Siberianos, 127
265, 284, 285, 287, 288, 306 349 -Apuntes del subsuelo: véase Memo-
Dobrolivbov, Nicolás: 347, 348, 348n, rias del subsuelo
363. 375, 427, 428 -Apuntes de un convicto: véase Me-
Dolgoruki: 414 morias del subsuelo
Dolgorukov, V. A.: 35, 36 -Carta abierta a Pisemski, 322
Dolinin, A. S.: 28n, 35n, 246n, 311 -Cartas del inframundo: véase Memo-
-F. M. Dostoevsky v Vospominaniyaj rias del Subsuelo
Sovremennikov, 28, 28n, 36n, 37n, -Cartas sobre arte, 249, 335, 352, 366
39n -La casa de los muertos, 107, 119, 127,
Donskoi, príncipe Dimitri: 109 129, 131, 134, 138, 143, 144, 148,
Dorotyskaya-Liubimova. V.: 128n 149, 150n, 155, 157, 158, l64n, 165,
Dostoievski, Aimée: 309n 168, 170, 175, 178, 179, 180, 191, 194,
-Fyodor Dostoevsky, 309n 197, 204, 206, 215, 216, 219, 219n,
-Ogonek, 128n 220, 221, 222, 228, 234, 236, 245, 259,
Dostoievski, Andrei: 29, 29n, 30, 31, 32, 260, 286, 332, 381, 417, 420, 421, 429
32n, 33, 34, 35, 35n, 36, 41, 120n, 259 -Confesión, 421, 422
Dostoievski, Anna: 98n -Un corazón débil, 359
-Reminiscences, 98n -Un corazón insensible: véase Pobres
Dostoievski, Bárbara: 312 gentes
Dostoievski, Fedor Mijáilovich: passim:
-Un cuento de la niñez: véase Un
alteración nerviosa: 39, 40, 41, 42, 52,
94, 118, 135, 136, 177, 178, 297; ase- pequeño héroe
sinato de su padre, 122, 144, 308n; en- -Crimen y Castigo, 160,, 208, 212, 220,
fermedades, 42, 43. 97, 125, 135, 178, 238n, 250, 261, 291, 421
263, 280, 28ln, 297, epilepsia, 12, 120, (Marmeladov, 261, Katerina Ivanov·
122, 123, 177, 178, 280n, 282n, 309, na Marmeladova, 291, 404n, Niko-
310, 311, 366; castigo, 119, 120, 121, lai, 161, Porfirio Petrovich, 160, Ras-
223, 232, 247, 259; correspondencia, 10, kólnikov, 48, 63, 64, 175, 212, 220,
11, 43-52; deplorable gusto literario, 404n, 421, Razumijin, 160, 250, So-
33n, 45; librepensamiento, 62, 63, 64, nia, 261, Suidrigailov, 162, 162n)
65, 68; "regeneración de mis convic- -Diario de un escritor, 58, 58n, 113,
ciones", 10, [17] , 57, 108, 131, 157, 170; 131 , 132, 170, 171, 339
segunda esposa, 27, 39, 40, 301; vani- (el campesino Marey, 170, 171, 173,
dad, 51, 340 175, 178, 179, 180n, 190, 191)
Dostoievski, F. M. -Los endemoniados, 21, 79, 269, 383,
-El adolescente, 48, 209 (Makar Iva- 417 (Von Lembke, 269)
novich, 209, Versilov, 48) -El eterno marido, 394n,
-La aldea de Stepanchikovo, 223, 248n, -El Doble, 33n, 48, 143, 320, 341, 359;
434 ÍNDICE ANALíTICO

360, 362, 380, 395, 416, 417, 420, 97n, 128, 138, 143, 261, 268, 292, 295,
420n 302, 336, 339, 369, 372, 373, . 380,
(Golyadkin, 143, 360, 362, Yefimov, 390, 398, 407, 416
395) (Bykov, 296, 340, Makar Devushkin,
-Evgenio Onegin, 391 (Evgenio, 391, 51, 143, 292 , 398, 407, Bárbara Do-
Tatyana, 391) broselova, 51, Pokrovski, 261, 390)
-Fatun, 417 -Polnoe Sobranie Sochinenii, 15, 43n,
-Los hermanos Karamázov, 46, 160, 83n
252, 261, 368, 383, 402, 409n (Kate- -El sepulcro de los vivos: véase La
rina lvanovna, 261, Alyosha Kara- casa de los muertos
mázov 279, Dimitri Karamázov, 160, -El Sueiío del T ío, 286, 333, 35ln,
161 , 208, 409n, Iván Karamázov, 43n, 369, 372, 373, 374, 379, 382, 382n,
401, 402, Smerdiakov, 401, padre Zo- 384, 387, 388, 392, 393, 406
sima, 252) (Maria Alejandrovna Moskaleva, 382,
-Una historia común, 56n, 383, 38311, 384, 385, 385, 386n, 387,
(Pedro Aduev, 56n) 390, 391, Mozgliakov, 383, 387, 391,
-Humillados y ofendidos, 302, 304, 392, príncipe K., 388, 389, 392, Vasya.
369, 417, 419 390, 391, 407, Zina, 382, 383, 385,
(Nelly, 417, 429) 386. 387, 390, 391, 392, 407)
-El idiota, 39, 46, 90, 91, 93, 96, 280 , -Vida de un pecador, 368
281, 28ln, 282n, 404n, 419 -Vospominaniya, 29n, 32n, 33n, 35n
(hermanas Espanchin, 39, 92, Ippo- - T iempo, 423
lit, 43, prlncipe Mishkin, 39, 91 , 100, Dostoievski, Liubov: 308n, 309n
129, 281, 285, 286, 419) Dostoievski, Mijail: 29, 36, 40, 41, 42,
-Indiferencia e impresiones, 417 102, 137, . 226, 242, 243, 244, 269, 336,
-Un ladrón honrado, 141 413 , 415, 425, 426: correspondencia con
_;_Un ·marido celoso (un acontecimien- Feodor : 43, 44, 45, 46, 47, 49, 52, 95,
to extraordinario), 381 n 96, 97, 98n, 99, 100, 101, 107, 108, 123,
-El marido debajo de la cama: véase 128, 201, 245, 246, 248, 249, 250, 256,
Un marido celoso 258, 262, 263, 272, 293, 305, 306, 309,
-La mujer ajena (una escena calle- 31 0, 312, 313, 342, 343, 359, 366; 367,
jera), 38ln 368, 370, 372, 373, 374, 375, 376, 405n,
-Memorias del Subsuelo, 147, 14711 , 414, 416, 417, 418, 420, 422, 423, 424
357, 357n, 368, 404n, 408, 422, 429 Dostoievski, Varinka: 313
(Liza, 422) Dostoievski, Verochka: 313
-Neto tchka Nezvánova, 29, [41], 48, 53, Dresden (cllnica médica): 251
54, 268, 395, 398, 421 Droully, Jean: 246n
(Pedro Alejandrovich, 54, Alejandra - Études Slaves et Est Européennes,
Mijailovna, 54, Netotchka Nezváno- 246n
va, 48, príncipe X, 398) Druzhinin: 247, 248, 248n,' 354
-Noches Blancas, 53, 367n, 390 -Polinka Saks, 247
-Notas desde el subterráneo: véase Dubelt, Leonti Vasilevich: 30, 35, 37,
Memorias del Subsuelo 38, 274, 294
-The Notebooks far Crime and Pu- Dudkin, V. V. y Azadovski, K. M.: 219n
nishment, 162n -Literaturnoe Naledstvo, 219n
-La patrona, 48, 56n, 143, 359, 384, Dumas, Alejandro: 129
390 Durov, S'ergei: 36, 84, 89, 101, 108, llO,
(Karina, 143, Murin, 143, 384) 115, 119, 125, 129, 138, 144, 159, 153,
-Un pequeño héroe, 39, 52, 53, 55, 56, 164,. 164n, 165, 241, 277
88, 93, 248, 367, (Madame M., 54,
Señor M., 54, 55, 56, 56n) Edipo, complejo de: 8ln
-Pisma, passim Eichenbaum, Boris: ll, 357n
-Pobres gentes, 19, 38, 51, 70, 73, · _;_LeiJ Tolstdi, 357n
íl\'DICE ANALíTICO 435

ejército ruso: 10, 22, 84 Gasfort, F. X.: 269, 270, 293 , 303, 335
esclavitud: 28. 67 Gastaut, Henri: 280n, 28ln, 282n
escuela natural: véase naturalismo . -Fyodor Mikhailovich Dostoevsky's .ln-
eslavofilia: 70 voluntáry Contribution to the Symp-
eslavófilos: véase eslavofilia tomology and Prognosis of Ef>ilepsy,
España: 385-387 282n ·
especulación psicoanalítica: 10 Gazin: 138, 139, 146, 181, 203, 218
Estados Unidos: 177 Geibovich, A. I.: 412, 415
Europa: 21, 47, 65, 67, 76, 77, 109, 146, Gernet, M. N.: 32n
168, 264, 265, 276, 278, 319, 322, 327, -lstoriya Tsarkoi T iurmi, 32n
328, 329, 356, 386, 412, 429 Gesemann, Wolfgang: 219n
exilio: 103n, 132, 293, 294, 339, 355, 366, -Die Welt der Slaven, 2I9n
411, 426, 430 . Glaser. Gilbert H.: 12, 282n
exiliados antiguos: véase decembristas -American Handbook of Psychiatry,
282n ·
fe cr istiana: 102, 209, 265 Glazhievsk i: ·véase Dostoie,·ski, F. M.
Fedotov, G. P.: 231, 232n Gleason, Abbott: 33ln, 348n
-The Russian Religious J\!Iind, 232n -Young Russia, 33ln, 348n
Feodorovna, Emilia: 108 Godunov, Boris, 28, 109
Feuerbach, Ludwig: 348, 349 Goethe, Johann Wolfgan.g· von: 246,
Feval, Paul: 129 · 252n, 417
filantropía: 55, 56, 137, 187 -El aprendizaje y, ,las divagaciones .· de
Filatka y Miroshka (espectáculo satírico): Wilhelm Meister, 417
193 (Mignón, 417; El Harper, 417)
(F il a tka, 193) Gógol, Nikolai V.: 20, 72, 75, 278; 362,
Filipov, P. N.: 346 376, 382, 382n, 389, 394, 401, 404, 405,
Firestone, Biblioteca: 13 405n, 406, 407, 424
Fondo Literario: 164n .· -Almas muertas, 20, 72
Fonvizin: 69 -El capote, 20
Fonvizina, Natalia: 11 3, il4, 115, ·156, -El gabán, 407 (Akaki Akakiévich,
176, 223, 234, 235, 238n, 241 , 257 407)
formali smo ruso: 11 . -El inspector general, 382; 382n, 389
Fourier, Charles: 36, 66, 76, 103, 223 (Jlestakov, 389)
fouri e¡-ismo: véase socialismo utópico ~Testamento, 405, 406n
Francia: 20, 21, 65, 66, 76, 77, 114, 21 3, -Trozos escogidos, 72, 401, 404, 405,
264, 265, 319, 327 406, 407
Frank, Joseph: 13 · ·1 Goldstein, David: , 12
-Dostoievski, The Seeds of Rev·o1t, Golovinsky, Vasya k: 23, •25, 66, 79,
1821 -1849, 40n, 56n, 8ln; 94n, 123n, 413, 414
136n, 174n, 320n, 38 l n, 425n Goncharov, l. A.: 56n, 305, 306, 423
Frank, Marguerite: 13 -La fragata Palas, 306
Frantseva, M. D.: 11 3, 114, 114n, 115n, -Una historia común, 56n
-lstoricheskii Vestn ik, 114n, " 115n · Gorchakov: 114, U:>, 124, 129
Freud, Sigmund: 10, 8l n, 12Z, 186, 304 Granada (España) : 303, 386
Fridlender, G.: 219n · Granaderos Montados: 268 ·
-Dostoevskii i Mirovaya Literatura, Granjard, Henri: 334n
:219n -lvan Tourguénev et (t¡s courants pCY-
fund amentalistas: 176 litiques et soi;iaux de son temps,
334n
Gaceta de San Petersburgo, La: 263, Granovski, T. N.: 21
264, 318 Griboedov : 69, 389
Gagarin, P. P.: 35, 36 -La '.desgracia de tener demasiado in-
Garnett, Constance: 15, . 36n genio, 389
436 fNDICE ANALfTICO

Grigoriev, Apollon: 354, 355 ideal cenótico: 231


Grigoriev, Nikolai P.: 23, 83, 91, 94, idealismo: 255, 386, 393
277 idealismo estético: 350
-Una conversación de un soldado, 83 iglesia católica: 114
Grigorivich, D. V.: 347, 348n iglesia ortodoxa: 113, 209n, 217 , 257
Grossrnan, Leoned P.: 115n, 293n, 318n, iglesia protestante: 114
379, 379n, 382n Ilinski, D. l.: 160, 161
-Literaturnoe Nasledstvo, 293n, 318n, Imperio chino: 309
-Selo Stepanchikovo i ego obitateli, Imperio ruso: 23, 31, 115, 213n, 392
379n Imperio otomano: 21
-Tvorchestvo F. M. Dostoevskogo, Imperio Civil, Instituto de: 29
328n Ingenieros, Academia de (San Petersbur-
-Zhizn i Trudy F. M. Dostoevskogo, go): 37, 43, 59, 125, 129
115n Ingenieros Militares de Ornsk, Cuerpo
Guadalquivir, río: 385 de: 114, 124, 125, 196
Guggenheirn, fundación: 13 Inglaterra: 21, 213, 264, 265
Guizot, Frani;ois: 246 Instituciones republicanas: 66, 67
Irkutsk, región de: 242, 246
Irtish, rio: 109, 192, 257
Haití: 147
Isaev (familia): 262, 273, 289, 290, 293,
Heep, Uriach: 394
301, 303
Hegel, Georg Wilhelrn Friedrich: 221,
Isaev, Alejandro Ivanovich: 261, 262,
246, 249, 250, 247, 350
289-292
-Historia de la filosofía, 246. 250
Isaev, Pasha: 262. 291, 303, 312, 4II
Heirnler, Eugene [T]: 233n, 234
lsaev, María Dirnitrievna: véase Dos-
-Mental lllness and Social Work: 234
toievskaya, María Dirnitrievna
Henselt, Adolfo: 293, 299
Italia: 327, 385, 387
Herzen, Alexander l.: 18, 20n, 30, 30n,
Iván IV, (el Terrible): 413
67, 327-329, 329n, 330, 331 , 346, 348,
Ivanov (familia): 256, 259, 269
349, 349n, 357, 427
Ivanov, A. l.: 127
-La campana, 330
Ivanov, A. P. : 243
-Desde la otra orilla, 328
Ivanov, Konstantin: 114, 124, 164, 241,
-Los hombres superfluos y el bilioso,
247
357
Ivanova: 269
-My Past and Thoughts, 30n, 33ln,
Ivanovich, Arterni: 415
349n
-Sobranie polar (almanaque), 330
-Sobranie Sochinenii, 20n Jackson, Robert L.: 12, 336n
-Sobre el desarrollo de las ideas re- -Dostoievsky's Quest far Form, 336n
volucionarias en Rusia (A. Herzen): James, Williarn: 173, 175, l 75n, 176, 185
19 -Varieties o/ Religious Experience,
Higgins, Hurnphrey: 30n 173, 175n, 185n
historicismo: 173 Jano: 331
Hitler, Adolfo: 233n Jardín del cosaco, el (Sernipalatinsk):
Hornero: 49, 50 286, 289, 290
-Illada, 47 Jardines de Verano (San Petersburgo):
-Odisea, 49 28
Hopkins, Gerard Manley: [17] Jastrzernbski, I. F.: 33-35, 37, 44, 108-
Hugo, Víctor: 20, 93, 98, 99, 99n, 137, 112
162, 167, 189, 278 Jaynes, Julian: 12
-Le dernier jour d'uncondamné, 93, Jerusalén (Israel) 405n
98, 99n Jesús: 50, 204, 265
-Nuestra Señora de París, 162 jirguizes: véase kirghizes
(Quasimodo, 162) Juan de la Cruz, San: 286n
iNDICE ANALíTICO 437

Juzmin, P. A.: 32 -Histoire des idées sociales en France,


137n, 138n, 174n
Kalinovich: 362 Lesage, Alain René: 303
Kant, Emmanuel: 246. 249 -Gil Bias · de Santillana, 303
- La crítica de la razón pura, 246 (Arzobispo de Granada, 303)
Karamzin, N. M.: 67, 194 "librepensadores": 90, 143
-Historia de Rusia, 67 Liceo Alejandro: 267, 268
Kashkin, Kolya: 25 Liprandi, l. P .: 24-26, 37
Katkov, Mijail: 336, 369, 370, 374, 375 literatura socialista: 20
418, 420 Literalurnoe Nasledstvo: 9ln
Katz, N. F.: 258, 259 Littré, Émile: 252
Kavelin, K. D .: 423 Lituan ia: 167
Kennan, George: 257, 257n Londres (Inglaterra): 15. 329
-Siberia and the Exile System, 257n Lowrie, Walter: 237n
Kierkegaard, Soren: 237, 238n -Kierkegaard, 237n
kirghizes: 109, 257, 275, 276, 277, 344 Lukács, Georg: 350n, 35ln
Klages, Ludwig: 25ln -Beitriige zur Geschichte der Aesthe-
Korenev: 218 tik: 35ln
Kornilov, A. A.: 325n, 423n Lutero, Martín: 237
-Obshchestvennoe Dvizhe niepri Alek- Lvov, F. N.: 91, 9ln, 93, 93n
sandre ll: 325n, 423n
Koshelev, A. I.: 325 Madison (Milwawkee, EUA): 15
Kovalevskaya, Sof!a: 280, 284, 284n Maikov (familia): 96
- Memorias, 284n Maikov, Apollon N.: 61, 127, 214, 269.
Kraevski, A. A.: 29, 108, 247, 248, 351, 317-3 19, 319n, 320-324, 327, 329, 332,
376, 377 . 394, 425, 426 333, 336, 346, 347, 372. 388, 417, 426,
Krivtsov: 114, ll9-123, 124n, 125, 126, 428
128, 129, 135, 137-139, 151, 161. 231, -El concilio de Clermont, 319, 321
245, 406 -Polnoe Sobranie Sochinenii, 31911
Kronstadt, Fortaleza: 136 [Maikov], Evgenia Petrovna: 320
Kukolnik, Néstor V.: 405 Maikov, Valerian: 168, 320, 326, 424, 425
Kumanin (familia): 41 Maksimov. V. Evgenijev: 35ln
Kushelev: 373, 416 -Sovremennik pri Chernyshevskom
Kusmich , Luka: 205 Dobrolyubove, 351 n
Kuznetsk: 289, 290, 292, 295, 298, 301, Málaga (España): 386, 386n
306-308, 308n Mallorca, isla de (España): 386, 386n
Mann, Thomas: 393, 394n, 394
Labry, Raoul : 32911 -Neve Studien, 394n
- Alexandre lvanovich Herzen, 329n -The Short Novels of Dostoevsky:
Lama nski: 23 394n
Lamennais, F. Robert de: 138 Marey (campesino de Darovoe): 183-187,
-Parnles d'un croyant, 138 189, 191 195, 200, 202, 212, 235
Lamotte: 292 Mar ia, Virgen: 45
Lampert, E.: 346n Martianov, P. K. 121 , 121n
-Sons Against Fathers, 346n -lstoricheskii Vestnik, 12ln, 125n,
Lebedev, K. N.: 23-25, 83 150n, 163n
Ledn icki, Waclaw: 165n, 169n Marx, Carlos: 350
-Russia, Poland and the West, 165n, masoquismo: 95
166n, 167n, 169n materialismo: 170, 252, 330n
Leipzig, Alemania: 27 Mathewson, Rufus: 12
Lembke, von: 426 Mazzini Giuseppe: 329
Leningrado (URSS): 15, 23n, 29n Mendel, Arthur P.: 19n
Leroy, Maxime: 137, 174, l 74n Mensa¡ero, El: 336
438 fNDICE ANALfTICO

Mensajero Ruso, El: 336, 369, 386n Nicolás I: 19-24, 36, 47, 64, 68, 81-84,
Mertsatov: véase Belinski 112, 249, 267, 273, 278, 287, 325, 329,
Mijailov, M. L.: 23, 344 332, 344, 371
Milvio, batalla del puente : 185 Niebuhr, R einhold: 102n
Milyukov, Alexander: 27, 29, 36, 37, 78, -The Nature and Destiny of Man,
102, 103, 138, 346, 380, 426 102n
Miller, Orest: 27, 27n, 38, 38n, 40n, 84n, Nietzsche, Federico: 158, 202, 219, 219n
86, 86n, 89n, 90, 90n, 91, 9ln, Illn, -Los endemoniados, 219n
112n -La voluntad de domin io, 219n
-Biografiya, Pisma i Zametki iz Zapis- nihilismo: 348n
noi Knizhki F. M. Dostoevskogo, 27n, Nikitenko, Alejandro: 16ln
38n, 40n, 84n, 86n, 89n, 90n, 9ln, -The Diary of a Russia n Censor, 161 n
llln, 112n Nikolaev, M. P. 345n, 412
Mirecki, Alexander: 165, 166, 181, 182, -N. G. Chernishevsky, Seminarii, 345n
184 Nikolaevna, María (hija de Nicolás I):
Mirsky, Jeannette: 12 249
Mochulski, K.: 406, 406n, 409n Nizhni-Novgorod, feria de: 412
-Doestoevsky, His Life and Work, Notas de la Madre Patria (revista) : 29,
406n, 409n 41, 46-48, 52, 246, 320, 336, 351, 367,
Moliere, Jean-Baptiste: 394 376, 404
-Tartufo, 394 Novalis (Federico Leopoldo von Hard-
Moloch (dios): 55 enberg) : 252n
Mombelli, N. A.: 88, 91
Monas, Sidney: 26n Oberfranc, Grechten: 12
-The Third · Section: Police and So- ocho ojos: véase Krivtsov
ciety imder Nicho/as l, 26n Odesa (Ucrania) : 164n
mongoles: 319 Oken: 252n
Mordasov: 382-385, 388-390 Omsk, Hospital Militar de: 120, 256
Moscovia (Rusia): 330n Omsk, prisión de: 114-116, 119, 121, 128,
Moscú (Rusia): 41, 49, 72, 96, 234, 300, 129, 141, 159, 163-165, 178, 211, 241,
308, 330n, 411, 427 249, 256, 269, 411
Moscú, Universidad de: 21 Orenburg, guarnición de: 344, 353
Moshkin: 51 Orlov, A. l.: 23, 24, 29, 218-220. 274
Mosse, ,'\'. E.: 300n Osnovski: 416
-Alexander II and the Modernization Ostrovski, A. N.: 247, 334, 362, 363
of Russia, 300n -La tormenta, 352
Muraviev, Nicolás: 426, 427 Ovsyaniko-Kulikovski, D. N.: 329, 329n
Muravyeva: 113 -Istoriya Russkoi lntelligentsii, 329n

Nabokov, l. A.: 33, 35, 36, 102 Pablo, San: [17], 173, 185, 237
Nabokov, Vladimir: 33n, 346n Palabra Rusa, La: 370-374, 416
-Lolita, 33 Palacio de lnYierno: 31
-The Gift, 346n Palestina: 213
-Speak, Memory!, 33n Palm : 23
Nápoles (Italia): 39 Palm-Durov, circulo: 29, 59, 60, 72, 78,
naturalismo: 408, 409 79
naturalismo sentimental: 104 Pugachev, sublevación de: 68
Nekrasov: 338-340, 340n, 341, 34ln, 342, Pushkin, Alexander: 69, 264, 267, 278,
346, 347, 351-355, 374, 376, 378, 379, 300. 356, 389, 392, 413
408, 420, 425, 426 -A los calumniados de Rusia, 264
-Polnoe Sobranie Sochienenie i Pi- -Conde Nulin, 389
sem, 340n -Eugenio Oneguin, 356
Neva, río: 30, 212 -Festín de Cleopatra, 278
fNDICE ANALfTICO 439

- N oches egipcias, 278 - Mil almas, 361


- El Novio, 192 - Nas tenka, 361
-The Poems, Prose and Plays of Push - Plaza Semenovski: véase Semenovski, Pla-
kin, I54n za
Panaev, l. l.: 336-338, 338n, 339, 340, Pleshcheev, Alexei: 11 , 72, 101, 242, 277,
347, 354, 375 338, 339, 343-345, 352-355, 360-362, 369,
- Sobranie Sochinenie, 338n 374, 379, 411, 421, 425, 427
Panaeva, A. Ya.: 167, 348n Podolia: 167
-Vospominaniya, 348n Poetika Russkoi Litteratury (V. V. Vo-
paneslavismo: 30 nogradov): 99n
Paracelso: 252n Polevoi, N .: 405
París (Francia) : 24, 50n Polonia: 166, 167, 264
Pasaje, el (San Petersburgo): 24 Pommier, Jean: 50n
Pascal, Blas: 237, 238n -Un itiniéraire spiritual: 50n
Pascal, Pierre, 144, l 80n populistas rusos: 174
-Récits de la Maison des Morts, 144, Prescott, William: 47
I80n -La conquista de México, 47
Pavlov, Iván: 176-178 -La conquista del Perú, 47
- "inhibición transmarginal", 177, 178 Princeton, Consejo de Investigaciones de
Pecksmith: 397 la Universidad de: 13
Pedro, San: [17) Princeton, Nueva Jersey: 13
Pedro el Grande: ,30, 31 , 67, 7In, 145, Princeton, Universidad de: 13
264, 319, 330n Protección de marcha del " Partido Obre-
Pedro y Pablo, fortaleza de: 30, 33n, ro Nacional Socialista: véase Schultz-
133, 366 staffel
Pelech Orest: 13
Petersburgo: véase San Petersburgo racionalismo: 56, 263
Petrashevski, Mijail Butashevich: 21, 23- Radishchev, Alejandro: 31, 194
26, 29, 34, 37, 40, 59-62, 66, 71, 74- - Viaje de San Petersburgo a Moscú,
79, 82, 83, 88, 90, 91 , 95, 103, 137, 31
155, 242, 267, 277, 326. 427n Ranke, Leopoldo von: 246
Petrashevski, caso: 19, 23, 25-27, 63, 85, Razin, Stenka (sublevación de): 68
103, 163, 267 realismo ruso: 40
Petrashevski, círculo de: 20, 21, 23, 25, realismo social: 20
26, 29, 36, 37, 50, 58, 60-63, 72, 76, Renan, Ernest: 50n
79, 80, 82, 86, 88-90, 103, 104, 112- República Francesa: 327
114, 125, 136, 152, 163, 168, 174, 223, republicanismo liberal: 20, 77
242, 268, 277, 294, 309, 326, 345, 346, Reval, puerto de: 43
413 Riesenkampf: 120, 120n, 121
petrashevskistas: véase Petrashevski, Literaturnoe Naledstvo, 120n
círculo de Rileev: 330
Petrashevtsev, Delo : 104n Rin, río: 356
Petrashevtsky (P.S. Shchegolev, comp.): Rockefeller, Fundación: 13
23n, 25n, 27n, 33n, 34n, 37n, 80n Romanov (dinastía imperial): 31
Petrov: 148, 149, 151-153, 199 romanticismo literario: 20, 387. 392, 406
Petrovich, Mijail: véase Dostoievski, Feo- Rostov (Rusia): 45
dor Mijailovich Rostovski, San Dimitri: 45, 46, 57
Pisemski, Aleksei F.: 247, 318, 322, 334, -Las vidas de los santos, 45
335, 361-363, 363n, 379 Rostovtsev, Ya. I.: 35, 36, 38, 80
-Un amargo destino, 362, 363n Rousseau, Jean Jacques: 194, 330n
-Kalinovich, 361 Rufus, W. Mathewson: 35ln
- Masterpieces of the Russian Drama, The Positive Hero in Russian Litera-
363n ture, 35ln
440 fNDICE ANALfTICO

Rusia: 20, 21, 22, 26, 31, 49, 65, 66, 67 , Sebastopol (Ucrania): 59
71 , 7In, 76, 77. 82, 112, 113, 128, 166, Sebastopol, batalla de: 278
167, 168, 169, 171, 185, 193, 197, 201, Segunda Enseñanza, Instituto de: 262
209n, 211, 213, 213n, 214, 222, 234, Semenov, Pedro: 309
248, 257, 261, 264. 265, 273, 274, 276, Semenovski, Plaza: 82, 87, 93, 102, 267,
277, 300, 305, 309, 310, 318, 319, 321, 268
324, 325, 236, 328, 329, 330, 330n, 334, Semevsky, V. I.: 24n
335. 345, 345n, 356, 371, 379, 386, 395, Semipalatinsk (Kazakstán): 241, 256, 257,
411, 414, 415, 419, 423, 425, 428 259, 260, 262, 269, 270, 272, 273, 275,
rusos occidentalistas: 70, 7I n, 72, 145, 290, 293, 298 . 308n, 309-3ll, 317, 365,
146n, 170, 191, 212, 328 384, 413, 416
Russkaya Literatura: 51 n Séptimo Batallón de Combate del Cuer-
Russkie Zapiski : 24n, 82n, 83n po del Ejército Siberiano: 241, 263
Ruttembeck, Walter : 237n Sermón de la Montaña : 57
-Si\ren Kierkegaard, d er christliche Servicio Civil: 296, 304
Denker und sein Werk, 237n Servidumbre de los campesinos rusos:
20, 28, 31, 40, 66, 67, 70, 72, 81, 300,
Saint-Simon, Claudio: 78, 326 407
San Jorge, día de: 28 Shakespeare, William: 46, 167, 253 . 354,
San Petersburgo (Rusia): 19, 2ln, 22- 391, 394
25 . 27n, 30, 39, 76, 77, 82, 88, 98n, - Julio César, 253
102, 108, ll2, 123, 126, 147, l61n, l64n, -Hamlet, 361
193, 230, 242, 245 266, 269, 270, 276, Shaposhnikov, Pedro : 90
278, 293, 294, 296, 299, 3ll, 317, 337, Sharik, perro: 150
338 . 342, 345, 352. 353, 355, 363, 368, Shaw, J. Thomas: 15
369, 383, 391, 411-413, 415, 419, 423, -The Transliteration of Modern Rus-
426, 427, 429 sian for English Language Publica-
San Petersburgo, Universidad de: 24, 349, tions, 15
397 Shchedrin-Saltikov : 379, 383
Sand, George: 20, 137, 167, l93n, 194, -Bosquejos provinciales, 383
248, 335, 346 . 386n Shchegolev, P. S.: 23n
-Revue lndéndante, l93n Shestov, Lev: [17], 157, 157n, 158, 158n,
Sankt Pieter Burj: véase San Peters- 219n
burgo (Rusia) -Dostoevsky and N ietzsche, The phi-
Sara tov (Rusia): 346 losophy of Tragedy, [17] , 157n
Sargant, William: 176, l76n, 177, l77n -Essays in Rmsian L iterature, the
-Battle for the Mind , l77n, l78n Conservative View: Leontiev, Roza-
Savelyev, A. l. 136 nov, Shestov, 157n
Sazikov: 362 Shirinski-Shijma tor, príncipe: 21
Scott, Walter: 66 Siberia (URSS) : 10, 19, 22, 30, 31, 46,
-lvanhoe, 66 52, 59, 70, 95, 97, 100, 102, 107, 109,
Schelling, Federico Guillermo: 49, 221, 112, 113, 121-123, 127-129, 134, 138,
246n, 251, 252n 157, 165, 167, 171 , 175, 183, 204, 224,
-Naturphilosophie, 251 242, 245, 269, 274, 279, 284, 293, 307,
Schiller, Federico: 46, 167, 2.50n 327, 343, 366, 388, 395, 399, 414, 421,
-Historia de la guerra de los Trein- 426, 427
ta Años, 46 Skandin, A.: 259n
"schillerismo": 157 -Dostoievski v Semipalatinske, 259n
Schubert, Franz: 252n Sliwowska, Wiktoria: 24n
Schultz Staffel : 233n -Sprawa Pietraszwców : 24n
Schweitzer, Albert: 202n Smekalov: 196
-The Quest of the Historical Jesus, socialismo: 76-78, 328, 329, 345, 414
102n socialismo progresista: 137
1NDICE ANAL1TICO 441

socialismo ruso: 76, 330 Tiutchev, F. l.: 335


socialismo utópico: 56n, 66, 74, 76-78, Titunik, Irwin R.: l9n
174, 229, 322 Tobolsk, estación ferrocarril de: 107, 109
Sociedad Unida: 306 Tobolsk, penal de: 110, 111, 126
Sologub: 414 Tobolsk, población de: 109, 110, 133
Soloviev, Svevolod: 39, 53 Tobolsk, prisión de: 112, 113, ll5, ll6,
Solzshenitsin, Alexander: 331 n 161, 218, 230
Sophia Antipolis (Francia): 28ln Tokarzewski, Szymon: 120, 124. 165, 167,
Speshnev, Nikolai: 25-27, 38, 40, 59, 62, 168, 169, 213n
68, 74, 86, 88, 90, 93, 94, 110, 152, -Diario de un escritor, 167
155, 242, 246, 267, 427 -Memorias, 213n
Speshnev, sociedad secreta de: 40, 62, 63, -Siedem lat Katorgi, l24n
72, 88, 269, 317, 346 Tolstoi, León T.: 11, 53, 334, 347, 352,
Stannard, David E.: 123n 357, 357n, 378, 380
-Shrinking History, 123n -Adolescencia, Juventud, 334, 379
Starodub (Rusia): 209, 209n -Relatos de Sebastopol, 334, 379, 380
Stavrogin: 242 -Sobranie Sochinenii, 357n
Steffens: 252n Totleben, E. l.: 59, 296, 297, 299, 322,
Stendhal (Henri Beyle): 202 414
Stepanchikovo: 397-399, 402, 403, 408, transliteración: 15
420 Trezzini, Domenico: 31
Stepanov: 261 Trinidad y San Sergio, monasterio de
Stepanova: 261 La : 412
Strajov, Nicolás: 27n, 280, 283, 284n Troitksi: 125
Strauss, D . F.: 50 Tsarkoe Selo: 23
-Vida de Jesús, 50 Tsarkoe Selo, Colegio d e: 23, 267
Stravrogin: 426 Tunimanov, V. A.: 104n. 379n
Sublevación de los decembristas: 20, 31 Tvorchestvo Dostoevskogo, 104n, 379n
Sue, Eugene: 20, 129, 167 Tur, Evgeniya: 247, 248
-El judío erran te, 167 Turguenev, l. S.: 50. 51, 53, 98n, 248,
Suiza: 385 333, 334, 338, 347, 348, 348n, 351, 352,
Sushilov: 204, 205, 208 354, 356, 356n, 357, 358, 360, 361, 373,
Szymanski, Carol: 12 394, 418, 419
Asya, 356, 360
-Asya, 356, 358)
T ártaros: 109 -Jolostyak: véase El soltero
Tártaro de Daguestán, el: véase Alei -Nido de hidalgos, 333, 334n, 393 .
Tercera Sección de la Cancillerla Impe- 418
rial de su Majestad (policía secreta): (Lisa Kalitina 418)
23, 27, 28, 29, 30, 36. 37, 161, 16ln, -Padres e hijos, 357
243, 264, 266, 411, 414 -El pensionista, 394
Terras, Víctor: 38ln -Relatos de un cazador, 333
-The Young Dostoevsky : 38ln -Ru.din , 333, 356
Tertuliano: 237 Turguenev, l. S.:
Thiers, Adolfo: 246 -El soltero, 50 51 (María, 51)
Thierry, Agustín: 66, 67 . 246 -La v lspera, 357, 360
Tian-Chan, cordillera: 309 (Elena, 360, Insarov, 360, 361)
Timkovski, Konstantin: 90 Turquía: 21 , 213, 245, 264, 319, 329
Tinianov, Yuri : 394, 404, 404n, 405, 406 Tver, distrito de: 12, 309n, 4ll, 413,
-Dostoevski i Gogol: k Teórii Paro- 415, 416, 425. 426
dii, en : O Dostoevskom, 404n
-Twentieth-Century Russian Literary Uglich, campana: 109, IIO
Criticism, 405n Urales, Montes: 109, 344, 412
442 íNDICE ANALfTICO

Urbano II, Papa: 319 267, 268, 268n, 269, 269n, 270, 270n,
271, 27In,
Valijanov, Chokán : 276, 309, 412 -Vospominaniya O. F. M. Dostoevkom
Varsovia (Polonia): 24n v Siberii, 120n, 123, 123n, 20ln, 247n,
Vaska: véase Krivtsov 250n, 25ln, 254n, 257n, 262n, 266n,
Venturi, Franco: 346n 268n, 269n, 270n, 27ln, 272n, 273n,
-Roots of Revolution, 346n 274n, 275n, 277n, 278n, 279n, 287n,
Vergunov, Alejandro: 301-304, 307, 308, 296, 298, 299, 300, 301, 303, 304, 305,
308n, 309n 307, 308, 3II, 313, 314, 317, 335, 413,
Vico, Juan Bautista: 246 414
Vinogradov, V. V. : 51, 5ln, 405, 405n Wringel: 336
-Poetika Russcoi Literatury, 405n,
Vischer, F. T.: 350 Xenofobia: 168, 264, 324
Volinia: 167
Vonogradov, V. V.: 99n Yakovlev: 263, 264, 266
Yakushkin, Evgeni I.: 127, 128, 247, 365,
366-368, 373
Waclaw: 213
Yale, Universidad de: 282n
Walicki, Andrej: 193n, 328, 329, 329n
-Esmela de Medicina, 12
-The Slavophile Controversy, 193n,
Yanovski, S. D.: 40, 96, 413, 426, 426n,
329n
427
Wasiolek: 162
-Literaturnoe Nasledtvo, 426n
Wellek, René: 12, 350, 350n Yasnaya Polyana: 11
-History of Modern Criticism, 350n
White, Lancelot Law: 249n Zaborova, P. B.: 164n
-The Unconscious Before Freud, 249n -Russayaka Literatura, 164n
Woehrlin, William F.: 345n, 428n Zaehner, R. C.: 283, 283n, 285, 285n
-Chernyshevsky, The Man and the -Mysticism, Sacred and Profane, 283n
]ournalist, 345n, 428n 285n
Wolf, F. A.: 49, 50 Zagorsk: 412
Wrangel (familia): 270, 293 Zhdan-Pushkin: II4, ll5
Wrangel, Alejandro Yegorivich: 120, 201, Zhukovski, V. A. : 49, 135
20ln, 247, 248, 250, 251, 254, 256, 257, Zochowski, Z.: 209
257n, 260, 262, 263, 263n, 266, 266n, Zotov, baluarte: 33
fNDICE GENERAL

Prefacio . . 9
Transliteración de la edición en inglés 15
Abreviaturas 16

Primera Parte

LA FORTALEZA DE PEDRO y PABLO

I. Introducción . 19
II. El caso Petrashevski 23
III . El tesoro de la vida 39
IV. Listo, independiente, astuto y terco 58
V. El incidente en la Plaza Semenovski 82

Segunda Parte

KATORGA

VI. Primeras impresiones 107


VII. Mundo de horror moral 131
VIII. Un patriota ruso 155
IX. El campesino Marey . 173
X. Nueva visión . 190
XI . "Monstruos en su miseria" 21 5

Tercera Parte

PRIMER AMOR

XII. Sed de conocimiento . 241


XIII. Dostoievski, soldado raso 256
X IV. Un amigo influyente 267
XV. Un caballero andante con ropaje femenino 289
443
444 fNDICE GENERAL

Cuarta Parte

SEGUNDO COMIENZO

XVI . Un corazón ruso . 317


XVII . Tipos "débiles y fuertes" 343
XVIII. Proyectos literarios . 365
XIX. Las novelas siberianas . 378
El sueño del tío . 382
La aldea de Stepanchikovo 393
XX. Regreso al hogar 411

índice analítico. . 431


Este libro se terminó de imprimir el 5
de noviembre de 1986 en los talleres de
Editorial Galache, S. A. de C. V., Pri-
vada de Dr. Márquez, 81; 06720 México
D. F. En la composición se usó tipo
Baskerville de 11 :13, 10:11 y 8:10 pts. La
edición fue de 5 00 ejemplares.

N!! 17 O6
La obra emprendida por Joseph Frank, profesor de
literatura comparada de la Universidad de Princeton,
se convertirá, en poco tiempo, en una de las obras
fundamentales para comprender, in extenso, la vida
y el trabajo de Dostoievski . El primer volumen de
una serie que el autor proyecta fue publicado por
el Fondo de Cultura Económica en 1984 con el tí-
tulo Dostoievski. Las semillas de la rebelión ,
1821-1849. Se refiere a los primeros años y la ju-
ventud del autor de Crimen y castigo.
En este segundo libro, Dostoievski. Los años de
prueba, 1850-1859, Frank aborda un periodo de-
cisivo en la formación del genio ruso: la época en
que su compromiso con la intelligentsia radical de
San Petersburgo lo llevó a ser detenido por la poli-
cía zarista, que lo sometió a la tortura de un fusila-
miento simulado, y su condena a pasar, por el
mismo motivo, cuatro años de prisión en Siberia,
seguidos por tres de enrolamiento forzoso en el ejér-
cito. Asimismo trata su tempestuosa relación con
la culta mujer que se convirtió en su primera es-
posa y que contribuyó a reorientado en dirección
a la literatura.
René Welle k, el estudioso de la literatura, aho-
ra profesor emérito de la Universidad de Yale, con- ~
sidera que este segundo libro mantiene el interés ~
y el nivel de excelencia del primero; así como gran :::
penetración en el análisis y percepción para juz- ~
gar los motivos y los sucesos que contribuyeron a U.
hacer de Dostoievski uno de los autores rusos más ·~
notables y a mantenerlo vivo en nuestro tiempo. Ó

LENGUA Y ESTUDIOS LITERARIOS


FONDO DE CULTURA ECONÓMICA
( .1p1u1 .1clo l ' ll IH llJ poi lo1m.11 p.111t· cid ( 11culo Pct1a-
..,1in .,l..1 . m.11lle111do e n co11f111.1mtt·nto ..,oltl.1110. l<>1 lu1 aclo
<011 una \ltnulM1<Í11 ele fu.,1lamic11to. encT11.1<lo en Sihe1 ia
\, l111.d111entt'. obligado .1"(' I\11 en el c·1c1nto 1u ... o . l·1oclm
\lt_J.11 lm 1c h Dmto1<:\'>kt p.1-.0 l.1 clec .1cl.1 ele 1830- 1839
.tll'J·lclo ele l.1 <:..,tena e u1Lu1 ,tl t U\.I . Rl'c 011..,t 1u1 1 l'\ll' pt•-
110clo ck ,1i..,l,11n icnto l'C)ttl\ak a nho1,11 la t·t,1p.1 que· (-1
m i.,mo dcnomina 1ía "regeneración de mi.., com iccionc\".
.Jmeph Fra nk a pro\·echa rccur'\O'> \ fuentes a menudo
o h icladas, como la re lación con los p1 c.::-.o~ p ola co~ o ~u

co11 c..,pondcnc ia con Akl...,('i Pk~hclw cv, parn 1t·vl'lar el


<1 11..,ia dcM'"Pl't acla de Do..,1oi<:\ "> ki pot 110 perclc1 comano
con l;1 e ulu11 a ' dc'>c ubrir un intc1 ('., p1 imario e n hl't
traclic io nc\ literaria!> que lo conduciría a un a<,ceti<imo
ex u-cmo. Los 01ios de /mU'IHI, 1850-1859, se-
/ ) o \/01e11.\k1.

g undo \Olttmcn de la mon umenta l biografía del e~critor


1mo. log1a e-.clareccr la mo tivacionc'> q ue !levaron a e~a
mutación clcllnitiva e n e l periodo m;1s oscu ro en la vida
del autor ele Crimm y ca ligo.

.Jm 1·P11 FR"h. es profe or e mérito de literawra comparada


en la nivcrsiclacl de Princeton y profe o r c mfrito ele litc-
ratu1 a e omparada y de leng uas c~l avas en la Uni versidad
ele Sta 11 fo rcl.

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