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LA GRAN PRIMAVERA DE LA IGLESIA

El comienzo del fin, y el anuncio de la Gran Paz, serán señalados por un gran prodigio
cósmico y universal, según las profecías.
Frente a las grandes tinieblas físicas, aparecerá un raro sol milagroso en el alba de la paz.
La estigmatizada de Westfalia, Ana Catalina Emmerich, nos lo describe proféticamente:
"Mientras que las filas de los combatientes, se aclaraban más y más alrededor del abismo,
y toda una ciudad desaparecía durante la lucha, el partido de los doce hombres
apostólicos, se aumentó en proporción; y de la ciudad, es decir de Roma, la verdadera
ciudad de Dios, un relámpago fulminante vino a caer sobre el abismo tenebroso. Vi al
mismo tiempo cernirse sobre la Iglesia menoscabada y humillada, una Augusta Señora,
cubierta de manto azul con pliegues muy anchos y coronada de estrellas; LA LUZ
RELUMBRABA, a su alrededor, como de su centro, y se esparcía gradualmente al través
del espesor de las tinieblas. Por todas las partes donde sus rayos penetraban se renovaba
la tierra y venía a ser floreciente". La hermana de la Caridad de Montreal, recibió de la
Virgen, la misma aclaración profética sobre la gran señal de la restauración. De los
documentos revelados el 14 de diciembre de 1949 y presentados a su Santidad Pío XII,
sacamos:
"Una noche y un día, otra noche y otro día, pues la noche siguiente, UN SOL HERMOSO
BRILLANTE COMO NUNCA HA BRILLADO, sucederá al horror de las grandes tinieblas".
María Terreaux, nos profetiza el milagro genéricamente: "Como comenzó la revolución,
así terminará. Se verán en los finales, las mismas cosas y los mismos males, que al
comenzar. La República, la mentira, la licencia... pero todo ira más rápidamente v
terminará POR UN BRILLANTE PRODIGIO QUE PASMARA AL UNIVERSO Y POR UN GRAN
ACONTECIMIENTO, en el que serán castigados los malos, de una manera espantosa. Se
me ha anunciado un acontecimiento espantoso, de manera que los que no estuvieren
prevenidos creerán tocar su última hora y hallarse en el fin del mundo. Pero
repentinamente acabará la revolución POR UN GRAN MILAGRO, que causará el asombro
del universo; los pocos malos que queden se convertirán. Las cosas que deben suceder,
serán una imagen del fin del mundo, y tan terribles, como para secarse de horror. Se me
ha dicho: ¡Ninguno de los que están por mi, perecerán, no perecerán, no perecerán! Más
yo he replicado. Es imposible que dejen de perecer algunos buenos. Y se me ha respondido:
"¡Si! podrá haber entre ellos algunas víctimas, pero no serán perdidas para mí..." El
beato Bartolomé Holzháuser, en su interpretación al Apocalipsis, resume así el hecho:
"Porque si bien en la quinta edad no vemos por todas las partes sino calamidades, las más
deplorables; devastado todo por la guerra, oprimidos los católicos por los herejes y malos
cristianos; siendo tributaria la Iglesia y sus ministros; trastornados los reinos, muertos los
monarcas, atormentados sus vasallos, y conspirando todos los hombres por erigir
repúblicas; SE HACE UN CAMBIO ADMIRABLE POR LA MANO DE DIOS OMNIPOTENTE, TAL
QUE NADIE PUEDE HUMANAMENTE IMAGINARSELO". La Venerable religiosa trapense,
que ya conocemos, nos refiere el principio del triunfo, con las mismas características que
la Madre Matiana: "He visto un ejército de realistas franceses, que iba delante del primero,
para recibir al Gran Monarca, y al reunirse ambos ejércitos resonaban en los aires, los
gritos de: ¡Viva la Religión! ¡Viva el Rey! y luego oí UNAS ARIAS DE MUSICA TAN
MARAVILLOSA QUE CREI SER CONCIERTOS CELESTIALES. . . Después de calmado el cielo y
de una horrenda noche, PASE AL MAS HERMOSO DIA DE CUANTOS HE VISTO. Se hacía
sentir una dulce primavera y todo parecía, entonces, en el orden más completo. Admiraba
yo todo esto, cuando oí UN CANTO TAN MELODIOSO QUE ME PARECIA VENIR DEL CIELO
AL QUE FUI ARREBATADA, y al mismo instante, vi una numerosa procesión de todas las
Ordenes Religiosas y Eclesiásticas, esto es, de Sacerdotes y Obispos, Arzobispos y
Cardenales, en fin, de todas las Jerarquías". Así, se presenta el Gran Pórtico a la gloria de
la Iglesia, bajo la grandielocuencia celeste en toda su plenitud. Si fué grande la
purificación y el aparato cósmico para la prueba, todo el cielo a una, se pondrá de fiesta
para asistir a ese desposorio de la Iglesia renovada con el Espíritu Santo. Y llega por fin la
Paz, que ya está a las puertas. Pío XII, en el mensaje de Pascua de 1957, decía anunciando
la inminencia de estos días grandes: "HAY TANTAS SEÑALES DE QUE TU RETORNO ESTA
CERCA". Y aquí las profecías y los anuncios llegan a su término. Todo tiene un final y el
final no es la Purgación. Es el puente purificador para la llegada de la Gran Primavera.
Sigamos a los profetas iluminados del cristianismo, desde sus celdas y desde sus éxtasis.
María Terreaux abre la puerta del espectáculo: "Después del gran combate será
reconocida la legitimidad y todos se abrazarán sin rencor. La religión reflorecerá y los
pueblos volverán A LA DICHA DE LOS PRIMEROS SIGLOS; los cristianos vivirán como
verdaderos hermanos". La Beata Isabel Canori, asiste también, a la gloria profética del
imperio recristianizado. "Vi después, bajar del cielo al apóstol Santiago, quien por orden
de Dios, recorrió el universo, encadenó a los demonios y presentándolos a San Pedro, este
principe de los Apóstoles, mandó que volviesen a las cavernas tenebrosas de donde habían
salido. Apareció, entonces, sobre la tierra UNA HERMOSA CLARIDAD, que anunciaba la
reconciliación de Dios con los Hombres. La Iglesia, fué reconstruida, restablecidas las
Ordenes Religiosas y las casas de los cristianos se asemejaban a los Monasterios. Todo se
sometió al Sumo Pontífice, Vicario de Cristo, reconociendo su autoridad". La paz
comenzará con un extraño sabor a paraíso celeste. El Padre Bernardo María Clausi,
muerto en olor de santidad, nos lo predice: "Las cosas llegarán al colmo, pero cuando la
mano del hombre no pueda más, y cuando todo parezca perdido, el Mismo Dios, pondrá
ahí su mano y arreglará las cosas en un abrir y cerrar de ojos. Cada uno sentirá con esto,
tal gozo, que le parecerá gustar de las delicias del paraíso, y los mismos impíos deberán
confesar que todo se ha hecho por la mano de Dios". Sor Margarita Landi, oyó del Padre
Clausi, las mismas ideas: "Que él no vería estos castigos, a los que seguirá una
reorganización general y un gran triunfo para la Iglesia. Felices los que vivan en aquellos
afortunados días, porque serán éstos el reinado verdadero de la caridad fraterna". El
canto más maravilloso, exultante y profético sobre esta Edad de Oro, ha sido el de Santa
Ildegarda. Su canto parece el oráculo solemne de la Sibila romana. Columpia los siglos y
forma un pórtico de gloria par encima de las edades, hasta llegar al día de primavera bajo
los arcos de triunfo. En el espíritu profético de esta notable santa, parece que se ha
quedado impresa la imagen señera y solemne de la Iglesia, que vaticina aquel lema:
"Allios ventos vidi aliasque procellas". He contemplado siempre, otras muchas borrascas:
"Más cuando la sociedad haya sido, en fin, purificada completamente por estas
tribulaciones y fatigados los hombres por tantos horrores, volverá plenamente la práctica
de la justicia y se someterán plenamente a las leyes de la Iglesia, que nos hace tan
agradables a Dios con su Santo temor. El consuelo, sucederá a la desolación. Así como la
Ley Nueva, ha sucedido a la Antigua, del mismo modo, los días de salud harán olvidar por
su prosperidad, las angustias de la ruina; si no fuera así, sino que se prolongaran,
inpunemente, la inconstancia y los escándalos del mundo, se vería oscurecida de tal
manera la verdad, que llegarían a quebrantarse las torres de la celestial Jerusalén, como
si ya no existiera Dios para los hombres. En aquel momento de renovación, se restaurarán
la justicia y la Paz por decretos tan nuevos y tan poco esperados, que llenos los pueblos
de admiración, confesarán abiertamente que nada semejante se había visto hasta allí. El
gozo de esta paz, en el mundo antes de los últimos tiempos, figurada, por la que precedió
al primer advenimiento del Hijo de Dios, se neutralizará, sin embargo, por la aproximación
del último tiempo, pero se apresurarán los hombres a pedir a Dios Omnipotente, que los
fortalezca en la fé católica. Los Judíos se unirán también a los cristianos, reconociendo con
alegría la venida de Aquel que habían negado hasta entonces. Esta paz, llegará al colmo
y perfeccionará la paz figurativa que reinó en el primer advenimiento del Hijo de Dios.
Entonces se presentarán Santos admirablemente dotados del dón de profecía y se verá
una abundosa florescencia de todo gérmen de justicia en los hijos de los hombres, como
fué anunciado por Isaías: "En aquel día será el pimpollo del Señor en magnificencia y
gloria, y el fruto de la tierra elevado y regocijado para aquellos de Israel que fueron
salvos". (4-2) En aquellos días de bendición, del seno de una suavísima atmósfera se
derramarán sobre la tierra, los más dulces rocíos. Se cubrirá de verdor y de frutos, porque
los hombres harán obras de justicia. Mientras, que los días precedentes, tan desolados
por las costumbres afeminadas del mundo, los elementos violentados por los pecados de
los hombres, quedaban reducidos a la impotencia y a la esterilidad. Los príncipes,
rivalizarán en celo con los pueblos para hacer reinar la ley de Dios en todas las partes. Se
prohibirá el uso de las armas, y el hierro se empleará solamente para el cultivo de la tierra
y para las necesidades de la vida. Los que de él hicieren distinto uso, serán castigados por
el hierro y desterrados. Así como las nubes fecundan la tierra, con su dulce rocío, el Espíritu
Santo, entonces, derramará con abundancia sobre los pueblos por el rocío de su gracia, la
ciencia, la sabiduría y la santidad. Todos se trasformarán en nuevos hombres. Se verá
entonces, como un verano espiritual, porque la influencia celeste todo lo restablecerá en
la verdad. Los sacerdotes y religiosos, las vírgenes y personas consagradas únicamente a
Dios, y las diversas clases sociales, perseverarán en el camino recto de la justicia y del bien,
sin cuidarse de la abundancia ni de la superfluidad de las riquezas porque por la gracia de
Dios, la vida espiritual excederá a la altura de la abundancia de los bienes de la tierra. La
verdad aparecerá sin sombras, la sabiduría abrirá sus tesoros de gozo y virtudes heroicas
y todos los fieles se verán en ella como en un espejo de salud. Sin embargo, el gozo de los
justos, que habrán llegado como a la tierra prometida, alentados además con la
esperanza de eternas recompensas, no será completo del todo, porque verán
claramente la proximidad del día del juicio. Los judíos y los herejes no pondrán límites a
sus trasportes. En fin, exclamarán: Ha llegado la hora de nuestra justificación: las
ligaduras del error han caído de nuestros pies; hemos arrojado lejos, la carga tan pesada
y tan larga de la prevaricación. La muchedumbre de fieles aumentará notablemente con
el gran número de paganos, atraídos por tanto esplendor y abundancia. Después de su
bautismo, se unirán a los creyentes para anunciar a Cristo, como en tiempo de los
Apóstoles. Dirigiéndose a los judíos y a los herejes todavía endurecidos, les dirán: "Lo que
vosotros llamáis vuestra gloria, vendrá a ser vuestra muerte eterna. Y aquel a quien
honráis como vuestro jefe, perecerá delante de vosotros en medio del más espantoso
horror y el más peligroso para vosotros. En ese día, os rendiréis a nuestro llamamiento
bajo los rayos de María, Estrella del Mar. Sin embargo, aun en aquellos días, la justicia
y la piedad tendrán momentos de fatiga y languidez, pero para volver a tomar luego su
primitiva fuerza; la iniquidad levantará otra vez, la cabeza, mas será nuevamente
aterrada; la guerra, el hambre, la peste, el azote de la muerte, ejercerán todavía sus
estragos, aunque se desvanecerán luego sin gravar mucho tiempo sobre el mundo
apareciendo hoy acá y desapareciendo mañana". La famosa profecía de Blois, de la
mandadera de las Ursulinas Sor Mariana, nos habla proféticamente de este día:
"Cantaréis un "Te Deum". Será ese "Te Deum", como jamás se ha cantado otro... Como,
a porfía, se verá que las madres querrán enviar a sus hijos al convento". La Srita. Leyrette,
le preguntó a la célebre monja: —¿Durará largo tiempo esta prosperidad? — ¡Ah! Señora,
no veréis su fin, ni tampoco las que están con vos...! ¡Qué unión y caridad! —"Por algún
tiempo no se sabrá qué partido tomar; pero no reinará quien se crea, sino el Salvador
acordado a Francia, con el cual no se contaba. Será menester 15 o 20 años para que
Francia se reponga de sus desastres. El triunfo de la religión será tal, cual jamás se ha
visto cosa semejante; se repararán las injusticias, se pondrán en armonía las leyes civiles
con las de Dios y de la Iglesia; la instrucción de los niños será eminentemente cristiana; se
restablecerán las corporaciones de obreros. Habrá tales cosas que los más incrédulos se
verán precisados a decir: "El dedo de Dios está aquí". En aquellos días maravillosos se
realizará aquel ensueño de la Santa Madre Vizcondesa de Jorbalán: "Comprendiendo los
hombres, el placer de amar a Dios, tomarán por asalto los conventos para servirle en
humildad y alabanza". La cosecha de santos, que se avecina, será una inundación y una
invasión sobre todos los remates del mundo. Isabel Canori, estigmatizada muerta en
santidad el 5 de febrero de 1825, recibió este mensaje profético de Cristo: "Yo reformaré
mi pueblo y mi Iglesia. Enviaré sacerdotes muy celosos, verificaré las Ordenes Religiosas
por medio de reformadores sabios y santos, y todos, poseerán el espíritu de mi muy amado
hijo, Ignacio de Loyola. Daré a mi Iglesia, un nuevo pastor, santo y lleno de mi Espíritu; por
su grande celo reformará mi rebaño".

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