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Monseñor Isaías Duarte Cancino un verdadero apóstol

en favor de los Derechos Humanos

Por: Henry Ruiz Gómez

Resumen

El siguiente artículo pretende recordar la obra de monseñor Isaías Duarte


Cancino, mártir por la Paz y los Derechos Humanos, en la ciudad de Cali en el año
2002. Reconocido por sus fuertes criticas contra los actores violentos y por la
organización de una consistente resistencia civil en el Valle del Cauca, fue un
abanderado incansable en la búsqueda de la paz y el respeto a la dignidad
humana. En la importante labor que cumplió como vocero de la sociedad civil, fue
uno de los más duros críticos de las situaciones que corrompían, violaban o
vulneraban los Derechos Humanos en todas las esferas de la sociedad hasta tal
punto que lo convirtieron en un verdadero “apóstol de la Paz”.

Palabras claves

Dignidad Humana, Derechos Humanos, Mártir, Paz, Liderazgo, Apostolado.

I
ntroducción

Desde su inicio pastoral estuvo en contacto directo con el conflicto armado.


Cuando fue nombrado obispo de la diócesis de Apartadó, en el Urabá antioqueño,
vivió el enfrentamiento entre grupos de autodefensa y guerrilla. Allí se convirtió en
uno de los promotores de la idea de celebrar diálogos con los actores armados,
con el fin de alcanzar la paz en la región.

En 1995 llegó a Cali, donde fue nombrado arzobispo de la arquidiócesis de la


ciudad. En su estadía en este lugar, fue un importante soporte de la comunidad
caleña afectada por el secuestro realizado por el ELN en la iglesia La María en
mayo1999 y, posteriormente, en el Kilómetro 18 de la vía Cali-Buenaventura. El
sacerdote exhortó a los alzados en armas y lideró frecuentes marchas y
manifestaciones en contra de este delito.

Sus últimas denuncias las realizó el mes de febrero de 2002. Esta vez, afirmó que
el narcotráfico estaría financiando campañas electorales para el Senado y la
Cámara en el norte del departamento.

Los frecuentes pronunciamientos de monseñor Duarte fueron acallados el 16 de


marzo de ese mismo año, cuando fue asesinado por un sicario momentos
después de salir de un oficio religioso de un matrimonio colectivo en el distrito de
Aguablanca de la ciudad de Cali.

MONSEÑOR ISAÍAS DUARTE CANCINO UN VERDADERO APÓSTOL EN


FAVOR DE LOS DERECHOS HUMANOS

Las constantes violaciones a los DD`HH en nuestro país no eran para monseñor
Isaías Duarte Cancino, algo nuevo o ajeno a su apostolado, ya que esto era
cotidiano en la labor pastoral que desarrolló durante siete años en la Diócesis de
Apartadó (Urabá antioqueño) creada en 1988, en la cual trabajó buscando el
bienestar de esta región antioqueña tan golpeada y abatida desde siempre por los
diferentes conflictos sociales y económicos de este país. Por eso, cuando llegó a
Cali trajo como lema: Servir al hermano que sufre, servir es amar, servir es
comprender, servir es celebrar. Por eso en su discurso de posesión, dejó claro
que: “En la arquidiócesis de Cali lo primero es el hombre, su dignidad, su destino
eterno, el respeto a sus legítimos derechos”1.

Por tal razón, monseñor pensando en el futuro de la sociedad y haciendo un


aporte a la convivencia con el medio ambiente, el estudio y la aplicación de los
DDHH y la educación, crea en 1996 la Fundación Universitaria Católica “Lumen
Gentium” (FUCLG), que como su nombre lo indica es una fundación Universitaria
de la Arquidiócesis de Cali para capacitar a los jóvenes del Valle del Cauca y de
esta región del Sur occidente colombiano, en los valores éticos cristianos. Por lo
tanto, el objetivo de la Universidad es la formación integral del hombre de cara a
Dios, de cara a la Naturaleza y de cara a la sociedad.

Lo anterior demuestra, que la meta de monseñor era formar líderes y defensores


de los DDHH, personas que pudieran responder a la comunidad con acciones y
actitudes concretas, como él mismo lo demostró en muchas de sus actuaciones.
Una de las más recordadas fue durante el lamentable hecho que afectó la
tranquilidad de los caleños cuando: el 31 de Marzo de 1999 un grupo guerrillero
del ELN incursionó en la iglesia de la María al sur de la ciudad de Cali, con el
objeto de secuestrar a más de un centenar de personas que a las 10 AM
participaban de la Eucaristía Dominical. Por su acompañamiento a la comunidad y
en especial con los familiares de los secuestrados y la forma como denunció los
delitos ante la comunidad internacional, Monseñor Isaías Duarte Cancino, ratificó
porqué era considerado un apóstol de Paz.

Otra de las causas por la que él anhelaba que la sociedad tuviera estos líderes,
fue que para él era muy importante que los DD HH fueran conocidos, respetados y
defendidos porque él consideraba que estas labores eran propias de la
Arquidiócesis. Como vemos, cuando dice:” la Arquidiócesis existe como iglesia
para servir al hombre como persona humana. Lo primero para nosotros es el
hombre y todo aquello que afecta de una manera especial a la persona humana.
Nuestro interés y nuestra preocupación; más aún para nosotros, la Gloria de Dios
1
DUARTE CANCINO Isaías, Discurso de posesión, Septiembre 23 de 1995, CD apóstol de la paz,
arquidiócesis de Cali, 2000.
es el hombre viviente y por eso cuando se ultraja la dignidad de la persona
humana, cuando se le priva de su libertad y se atenta contra su vida no podemos
permanecer indiferentes y hemos asumido entonces un compromiso especial en la
defensa de las personas secuestradas y en el trabajo por alcanzar la liberación de
las mismas” 2. Todos estos anhelos e ideales Monseñor esperaba lograrlos a
través de la acción y formación de seres humanos integrales.

De igual manera, dentro de su visión profética de anunciar el evangelio viviente de


cristo, pero, también de denunciar radicalmente los males y vicios que aquejan
nuestra sociedad, Monseñor consideraba que la educación tenía un gran campo
de acción para poder desarrollar estos proyectos. Esto lo podemos descubrir en
otra de sus alocuciones, así : “Sí la proyección mira realmente la evangelización
de todos nuestros fieles, hacer que Cristo sea conocido, amado y seguido, y que
estos valores evangélicos de una manera especial se vivan en el seno de nuestras
familias, donde se deben promover los valores humanos y cristianos de ellas.
Queremos insistir de manera particular, en la estabilidad de las familias, en el
amor de los esposos, en el crecimiento de los hijos, en la educación humana y
cristiana que ellos deben recibir. Y por eso junto a las familias hemos
implementado un esfuerzo grande en la educación; estamos educando
directamente 23 mil niños y jóvenes en los colegios parroquiales y estamos
prestando también una atención y una asesoría pastoral en muchísimos colegios
de la ciudad, para que realmente todos los colegios de hoy crezcan con valores
cristianos y el día de mañana sean hombres y mujeres de bien” 3.

FORMACIÓN DE LÍDERES EN DERECHOS HUMANOS

“En la situación que vive hoy Colombia detenernos a pensar por unos momentos
en la Declaración de los Derechos Humanos significa comprender que tenemos un

2
Ibíd.
3
Ibíd.
camino por recorrer para superar la violencia que nos embarga y encontrar las
sendas de la paz.

Iluminados por el Magisterio de la Iglesia, debemos decir que la pastoral de los


Derechos Humanos tiene también, en nuestra tierra, un rostro específico: el
trabajo por la paz. El reconocimiento de una común dignidad como hijos de Dios,
nos lleva a preocuparnos por el trabajo efectivo de pacificación en que nuestra
nación debe involucrarse. Esto implica, ante todo, el trabajo por el reconocimiento
de que la fe y la oración son nuestras armas espirituales, ciertamente más
poderosas que las armas destructoras y homicidas de los enemigos de la patria,
pero al mismo tiempo, el esfuerzo sostenido de cada uno de nosotros para que la
ley moral, que se desprende de nuestra común naturaleza, se impregne en todos
los estamentos de nuestra patria.

Siguiendo las enseñanzas de los pontífices, debe haber un trabajo de lucha frontal
contra el egoísmo, pues no es posible que erijamos nuestra personal conveniencia
en norma para calificar de buenas o malas las reformas que el país necesita con
urgencia, de modo que trabajemos eficientemente para que el bien común prime
sobre el bien particular.

Finalmente, como formas concretas de estos esfuerzos y compromisos es


necesario el desarme de los espíritus, el rescate de la justicia, el combate contra la
miseria, la defensa de los derechos humanos, la comunicación cristiana de bienes
y la reconciliación entre todos.”4

En estas palabras pronunciadas por Monseñor Isaías Duarte Cancino para


conmemorar el Quincuagésimo aniversario de la Declaración Universal de los
Derechos Humanos, encontramos el fundamento para la formación de Lideres en
dichos derechos; ya que él siendo un pleno conocedor de la situación de nuestro
país: pobreza, marginación, explotación, corrupción e impunidad, de la influencia
tan negativa y deshumanizante de tantos frentes políticos existentes en nuestro
4
DUARTE CANCINO, Isaías. Arzobispo de Cali. La Iglesia y los Derechos Humanos. En el
Quincuagésimo Aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
país, que con su afán de poder, cegados por el egoísmo, no les importa los
medios para alcanzar sus oscuros propósitos, creando en nuestra sociedad
inestabilidad en todos los ámbitos, sembrando en el corazón de nuestros
compatriotas el odio, la venganza, el terrorismo, y el itinerario continuo de la
muerte.

Monseñor que fue un instrumento de nuestra Iglesia, que se hizo voz para gritar al
mundo, que todos debemos ser solidarios por la causa del pueblo humilde y
pobre, abandonado en un nivel infrahumano de vida, maltratado y explotado por
migajas de pan; que debemos luchar por ellos y por todos los que sientan ofendida
su dignidad humana y cristiana. Él que era la voz del pueblo, de aquel que es
silenciado y atemorizado, del obrero, del trabajador, del campesino, de los que
tienen necesidad de educarse, de tener salud, trabajo y un techo donde albergar
su familia, del ser que quiere nacer exigiendo respeto a su vida, de los jóvenes
que proclaman un cambio social, anhelando una nueva humanidad, de las familias
que viven en la más completa deshumanización por el desempleo en que se
encuentran los padres, azotados cada día más por el costo de la vida, del anciano
que pide paz para morir.

Hizo un llamado a los jóvenes diciéndoles “Jóvenes, no tengan miedo, ustedes


son la esperanza de la Iglesia y de la sociedad, ustedes están llamados a la
construcción de nuestra nación, ustedes son el futuro de una mejor Colombia” 5; a
que los jóvenes se sientan responsables de ser agentes transformadores de su
patria, a que sean los constructores de su historia, a que ofrezcan a la sociedad su
vida, sus pensamientos, sus ideas, sus valores, su inteligencia, sus virtudes, su
espiritualidad, para construir una Colombia nueva, liderada por hombres nuevos.

Siempre invitó a los jóvenes a que lucharan sin violencia, por una nación libre y
justa, por una sociedad pacífica y acogedora; exhortaba a los jóvenes para que
por el camino del dialogo reconstruyan los errores del pasado. Para que le brinden
a la patria lo mejor de su persona, para hacer de nuestro pueblo, una nación joven

5
Ibíd. Pág. 3.
como ellos, en la cual la vida sea amable para todos, que sean constructores de la
justicia y de la paz; para que con el seguimiento a Cristo, por Él que están
llamados para ser continuadores de sus enseñanzas y a ser evangelizadores para
otros jóvenes que se debaten en la desesperación y angustia por el consumo de la
droga.

Monseñor les decía que no basta con solo seguir a Cristo, sino que hay que
anunciarlo con palabras y hechos. “No hay mejores apóstoles de jóvenes que los
mismos jóvenes”6. Por eso les pedía anuncien a Cristo en sus casas, en el círculo
de sus compañeros, su colegio, su universidad, su parroquia, su trabajo y en
todas partes. Díganles sin miedo a sus amigos: no a la droga, evitemos la vida
fácil, con paciencia sin desbordamientos placenteros.

Los impulsaba a que movieran a sus compañeros a rechazar toda forma de


ideales falsos y a que buscaran siempre la verdad, “ella está en sus corazones
hecha conciencia, escúchala y haz el bien”7.

Los persuadía a que proclamaran el amor verdadero, el que no se confunde con el


amor egoísta, sino que florece en el don de sí. Su deseo era que ellos, sembraran
a su alrededor los grandes valores de la civilización del amor: la solidaridad, la
divinidad de la persona humana, la superación de toda discriminación o
segregación social, el servicio de la justicia, la firme voluntad de construir la paz.

Para Monseñor Cancino era muy importante que cada día la humanidad sintiera la
necesidad de volver al evangelio, para descubrir en él la respuesta que ofrece
Cristo a los interrogantes de que depende el sentido de la vida. Su orientación
exacta y su realización.

Cuando releemos su último mensaje público para todos los colombianos


encontramos que para él, “el crucificado del calvario, aunque al tercer día resucitó,
sigue padeciendo en su cuerpo que es la Iglesia, que es la humanidad entera. Su

6
Ibíd. Pág. 4.
7
Ibíd. Pág. 4.
resurrección lo ha sellado con la esperanza de la gloria venidera, pero no nos libró
de nuestra parte de sufrimiento. Es por tanto indispensable que abramos los ojos
físicos, los ojos del alma y los del corazón a la gente que sufre y al inmenso valor
del sufrimiento humano”8.

“Cuántas personas no disponen de las cosas necesarias para vivir: el empleo, el


trabajo. A cuántos les falta el agua potable, la habitación, el vestido, la educación,
la salud, un mínimo para el futuro. ¿Nos hemos puesto a pensar y a sentir la
magnitud del sufrimiento que estas cifras implican para nuestro pueblo? ¿Hemos
pensado en que nosotros, cada uno, cada familia puede ayudar en algo al
prójimo? ¿Los que tienen más recursos que les ha dado la vida, han pensado que
tienen una responsabilidad mayor ante Dios y ante la sociedad, para colaborar de
tal manera que la vida sea menos adversa a muchos prójimos, a muchos
compatriotas?.

Hay niños y niñas; muchachos y jovencitas; ancianos y ancianas, familias enteras


que se sienten abandonadas de Dios, pero Dios no los ha abandonado, sino que
los ha dejado al cuidado de sus hermanos y éstos son irresponsables. Cada uno
está llamado a considerar: ¿Soy yo un hermano irresponsable? ¿Soy como Caín,
que cuando Dios le preguntó por su hermano, contestó: “soy yo acaso el guarda
de mi hermano”? “9.

De él aprendimos que “no es que Dios nos haya abandonado, sino que le hemos
impedido su presencia entre nosotros. Hay tantas personas que en la vida viven
sin esperanza de progreso material, de educación, de formar una familia, de
encontrar para ellos días de felicidad. Incluso muchos bautizados viven como
gente sin esperanza porque se les ha dicho que pertenecen a un cuerpo solidario,
pero no sienten la solidaridad y pierden la esperanza y viven en el mundo como

8
DUARTE CANCINO Isaías. Arzobispo de Cali. Palabras pregrabadas horas antes de su muerte,
último mensaje público para todos los colombianos, testimonio de extraordinaria importancia,
transmitido por RCN radio a todo el país el viernes Santo, 29 de marzo de 2002.
9
Ibíd.
paganos sin la presencia de Dios en sus vidas, porque no hay quien se la
muestre.”10

Y nos continúa diciendo: “En la situación presente de nuestra querida patria


colombiana, es necesario preocuparnos por las realidades públicas, por el bien
común, para que todos, en libertad y orden, disfruten de los bienes necesarios
para vivir con dignidad. En una palabra, para que practicando la justicia con amor
fraterno renazca la paz y florezca la esperanza.

Es indispensable queridos hermanos, reconocer a Dios como el principio del


mundo y del hombre, fuente de la dignidad humana y de sus derechos y deberes,
principio original de la autoridad, meta última de la humanidad y del cosmos. Es
necesario volver a cultivar desde el hogar, la escuela y en lo público, los valores
que dignifican al ser humano y la convivencia pacífica, la verdad, la justicia, la
solidaridad, la equidad, el amor, la gratitud, la humildad, la honradez, el servicio
desinteresado, porque en estos valores se edifica el progreso verdaderamente
humano de nuestra sociedad.

Es preciso que surjan hombres y mujeres responsables preocupados por el


progreso personal y el bien de la comunidad, por ayudar a que de estas ruinas de
nuestra patria surja de nuevo una Colombia gloriosa, en la cual haya una sociedad
constituida por un tejido social sano, con dirigentes, honestos, inteligentes,
sacrificados. Un estado fuerte, responsable, dedicado al bien común.

Pero queridos hermanos, no es posible dejarle solo al Estado la solución de todos


los problemas. Es de toda la sociedad, somos todas las personas las que
debemos colaborar para hacer salir a nuestra patria del espantoso túnel en que se
encuentra acorralada. Por eso todos estamos llamados a colaborar ante todo en lo
que es más urgente e importante: la defensa de la vida y la dignidad humana, la
libertad y la seguridad de las personas.”11

10
Ibíd.
11
Ibíd
Monseñor consideraba que habíamos perdido el sentido del Amor y por eso
tampoco acabamos de encontrar la paz; pero “sin embargo considero que el Amor
tiene un nuevo nombre: solidaridad. No podemos cerrar el corazón al hermano,
sea el que sea, especialmente al que más sufre o pasa necesidad. La solidaridad
entre las personas y entre los pueblos es camino indispensable de la paz. Educar
para la solidaridad es una de las mayores necesidades del mundo actual y la
Iglesia puede y debe ayudar a despertar ésta conciencia de solidaridad
anunciando a Cristo que se entregó a la muerte por la salvación de todos los
hombres.”12

Para Monseñor nuestra Patria es un mundo desorientado que necesita la guía de


personas honestas y que si en Colombia se desprecia la vida en todas sus formas
y de manera especial la vida humana, el joven debe tener una clara conciencia de
que su vida, sus capacidades y su preparación debe estar al servicio del bien de la
humanidad.

Esto es preciso por que el desconocimiento y el menosprecio de los derechos


humanos han originado actos de barbarie ultrajante para la conciencia de la
humanidad; y la Declaración de los Derechos Humanos se ha dado como la
aspiración más elevada del hombre, al advenimiento de un mundo en que los
seres humanos, liberados del temor y de la miseria, disfruten de la libertad de
palabra y de la libertad de creencias. Para ello, esa vivencia de la libertad, de la
justicia y de la paz tiene por base el reconocimiento de la dignidad humana.
Igualmente hay que reconocer el deber que tiene la persona con respecto a la
comunidad, puesto que sólo en ella puede desarrollarse libre y plenamente su
personalidad.

En el pensamiento de la Iglesia la preocupación por la persona humana es parte


fundamental de la misión evangélica; desde sus inicios la Iglesia ha puesto el
máximo de sus intereses en servir a la humanidad. El empeño evangelizador de

12
DUARTE CANCINO Isaías. Arzobispo de Cali. Archivo personal, pronunciamiento del 3 de
noviembre de 1996.
los primeros tiempos estuvo acompañado de muy creativas formas de promoción
humana; basta recordar el papel protagónico que tuvo la Iglesia en la creación de
hospitales y universidades; en el progreso científico y el cultivo de los campos; en
el cuidado por la persona y la vida social, política y económica de acuerdo a la
suprema ley del Amor.

El Papa Juan XXIII entendía que la paz en la tierra “no podía establecerse ni
consolidarse si no se respeta fielmente el orden establecido por Dios” 13. Dios,
seguía diciendo, hizo de la nada el universo, y lo dotó de un orden maravilloso.
Ese punto es central para la comprensión de un derecho humano. La propia
dignidad no surge de un consenso, de un ponerse de acuerdo sobre algunos
principios, sino que la dignidad humana está sólidamente asentada en la ley
natural: «en lo íntimo del ser humano -afirma la Encíclica-, el Creador ha impreso
un orden, que la conciencia humana descubre y manda observar estrictamente» 14.
No se puede creer, por un lado, que el hombre sea un elemento más de la
creación y, por lo tanto, que «las relaciones de los individuos con sus respectivas
comunidades políticas pueden regularse por las mismas leyes que rigen las
fuerzas y los elementos irracionales del universo, siendo así que tales leyes son
de otro género»15. Por otro lado, tampoco se puede pensar que las leyes humanas
dependen de la opinión de la mayoría.

Ante todo, precisa el Santo Padre, unidos a esos derechos están los deberes del
ser humano. Estos brotan «inmediatamente y al mismo tiempo de su propia
naturaleza». Es el Creador de todo quien ha grabado su imagen en el hombre; por
lo tanto, el esfuerzo racional del ser humano estará orientado no a crear unos
derechos sustentándose en una opinión común, sino a descubrir cuáles son esos
derechos a partir de una comprensión adecuada de quién es el hombre. "Sólo

13
Juan XXIII, Pacem in terris, 1. En: Arzobispo de Cali. La Iglesia y los Derechos Humanos. En el
Quincuagésimo Aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
14
Juan Pablo II, Discurso ante la Asamblea general de las Naciones Unidas, Nueva York, 2/10/79.
En: Arzobispo de Cali. La Iglesia y los Derechos Humanos. En el Quincuagésimo Aniversario de la
Declaración Universal de los Derechos Humanos.
15 ?
Juan XXIII, Pacem in terris, 1. En: Arzobispo de Cali. La Iglesia y los Derechos Humanos. En el
Quincuagésimo Aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
cuando entendamos que los derechos del otro son deberes nuestros estamos
respondiendo al espíritu y la intencionalidad profunda de la Declaración
Universal"16

El Papa Juan Pablo II nos dice: «No tengáis miedo» ha sido el mensaje que el
Santo Padre ha transmitido con vitalidad sorprendente desde el inicio de su
pontificado. Ese mensaje evangélico17 refleja la preocupación grave que siente el
Pontífice ante quien teme, principalmente, por el destino que ha labrado con la
obra de sus manos: «El hombre actual -nos dice- parece estar siempre
amenazado por lo que produce, es decir, por el resultado del trabajo de sus manos
y más aún por el trabajo de su entendimiento, de las tendencias de su voluntad» 18.
Las potencias humanas no están al servicio de su fin último, sino que son
utilizadas para la autodestrucción. Una de las más nobles actividades que el ser
humano puede realizar, como puede ser el uso de su entendimiento, es empleado
para destruir al mismo hombre.
Sentimos amenazada nuestra existencia no por otra causa sino por nuestras
obras. En diversas oportunidades y de varias maneras ha afirmado: «El hombre
contemporáneo tiene pues miedo de que con el uso de los medios inventados por
este tipo de civilización, cada individuo, lo mismo que los ambientes, las
comunidades, las sociedades, las naciones, pueda ser víctima del atropello de
otros individuos, ambientes, sociedades» 19. En muchos lugares no puede
manifestar la verdad de la que está convencido, la fe que profesa. El hombre de
hoy, en diversos lugares del orbe, ni puede obedecer a la voz de su recta
conciencia, coartado como está por la alienación o por regímenes que violentan lo
más íntimo de su ser: el "sagrario del Espíritu", que es la propia conciencia 20.

16
Comunicado de la Comisión Episcopal de Pastoral Social, con ocasión del 50 Aniversario de la
Declaración Universal de los Derechos Humanos, conmemorado por la LXX Asamblea Plenaria del
Episcopado Español (26-XI-1998). En: Arzobispo de Cali. La Iglesia y los Derechos Humanos. En
el Quincuagésimo Aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
17
Ver: Mt 8, 26;10,26;17,7.
18
Redemptor hominis, 15b. En: Arzobispo de Cali. La Iglesia y los Derechos Humanos. En el
Quincuagésimo Aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
19
Dives in misericordia 11ª. En: Arzobispo de Cali. La Iglesia y los Derechos Humanos. En el
Quincuagésimo Aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
20
Ver: Dives in misericordia, 11 b. En: Arzobispo de Cali. La Iglesia y los Derechos Humanos. En el
Quincuagésimo Aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
Para Juan Pablo II es preciso reflexionar sobre la verdadera naturaleza del ser
humano para poder saber cuál es su real dignidad y así descubrir el auténtico
sentido de sus derechos y deberes. Y es preciso, más aún, que el espíritu informe
la letra, y se haga vida en las obras de cada día.
Debemos descubrir cuál es su auténtica naturaleza del hombre, para así poder
definir con precisión cuáles son sus derechos, pues -afirma el Pontífice- «existen
unos derechos humanos universales, enraizados en la naturaleza de la
persona»21.
Veamos, entonces, cuál es la naturaleza del ser humano, cuál el sentido de la ley
moral que nos servirá de gramática común, en feliz expresión del Santo Padre. Él
mismo nos va a dar una clave de solución al afirmar siguiendo la doctrina del
Vaticano II: «El hombre, la única criatura a la que Dios ha amado por sí misma,
tiene una dignidad que le viene de su naturaleza espiritual, en la que se encuentra
la impronta de su Creador, ya que ha sido creado a su imagen y semejanza (cf.
Gn 1,26), y ha sido dotado de las más elevadas facultades que posee una criatura:
la razón y la voluntad. Estas le permiten decidir libremente y entrar en
comunicación con Dios, para responder a su llamada y realizarse según su propia
naturaleza. En efecto, al ser de naturaleza espiritual, el hombre es capaz de
acoger las realidades sobrenaturales y de llegar a la felicidad eterna, que Dios le
ofrece gratuitamente. Esta comunicación es posible, puesto que Dios y el hombre
son dos esencias de naturaleza espiritual»22.
El hombre posee una dignidad inalcanzable por cualquier otra criatura: posee la
misma esencia de Dios, lo que lo hace aspirar a vivir la vida misma de su Creador.
Así pues, la razón y voluntad humanas nos deben conducir a las realidades
eternas, a vivir de acuerdo a la vocación de hijo de Dios a la que el ser humano es
invitado. Toda realidad, para ser auténtica humana, debe ser acorde con la
esencia misma del ser humano. Si despreciamos el concepto de naturaleza

Juan Pablo II, Discurso a la Asamblea general de las Naciones Unidas, Nueva York, 5/10/95,3.
21

En: Arzobispo de Cali. La Iglesia y los Derechos Humanos. En el Quincuagésimo Aniversario de la


Declaración Universal de los Derechos Humanos.
22
Juan Pablo II, Discurso a los miembros de la Academia pontificia de ciencias reunidos en
asamblea plenaria, 27/10/98. En: Arzobispo de Cali. La Iglesia y los Derechos Humanos. En el
Quincuagésimo Aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
humana, mutilaremos al hombre; si despreciamos al hombre, mutilaremos su
naturaleza humana, dejaremos de lado la presencia viva de Dios en ese hombre
concreto.
Ese enfoque metafísico y ontológico, afirma el Pontífice, «nos permite comprender
el misterio de la Encarnación y la Redención, por el cual Jesús, verdadero Dios y
verdadero hombre, asumió la naturaleza humana (cf. Gaudium et spes, 22)» 23.
Jesucristo, como había afirmado el Vaticano II, mostrará al hombre cómo ser
hombre, le descubrirá el auténtico rostro, su real naturaleza. Esta afirmación es
vértice para comprender auténticamente la naturaleza humana, así como los
derechos y deberes que de ella se desprenden.
Ahora bien, ese concepto de naturaleza nos invita a la relación fraterna: «Hablar
de naturaleza humana nos hace recordar también que existe una unidad y una
solidaridad de todo el género humano, ya que hay que considerar al hombre "en la
plena verdad de su existencia, de su ser personal y a la vez de su ser comunitario
y social" (Redemptor hominis, 14)» 24. Naturaleza humana es estar en relación con
Dios y con los hermanos; nos revela que la vida del ser humano es una invitación
permanente a la comunión y participación con Dios y con los hombres. Como
afirmó al conmemorar el cincuenta aniversario del inicio de la Segunda Guerra
Mundial: «queremos repetir a la humanidad de hoy que el hombre no es auténtico
si no se acepta ante Dios como criatura; que el hombre no es consciente de su
dignidad si no reconoce en sí mismo y en los demás la señal de Dios que lo ha
creado a su imagen; que no es grande sino en la medida en que su vida es una
respuesta al amor de Dios y se pone al servicio de sus hermanos» 25.
El primer objetivo de la pastoral de los derechos humanos es, pues, lograr que la
aceptación de los derechos universales en la "letra" lleve a la puesta en práctica
concreta de su "espíritu" en todas partes y con la mayor eficacia, a partir de la
verdad sobre el hombre, de la igual dignidad de toda persona, hombre o mujer,
creado a imagen de Dios y convertido en hijo de Dios en Cristo» 26. Esto significa
23
Ibíd. Pág. 5.
24
Ibíd. Pág. 5.
25
Juan Pablo II, Carta apostólica con ocasión del 50° aniversario del comienzo de la Segunda
Guerra Mundial, 27/8/89, 13. En: Arzobispo de Cali. La Iglesia y los Derechos Humanos. En el
Quincuagésimo Aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
26
Juan Pablo II, Discurso a los participantes en el Congreso mundial organizado por el Consejo
que cada uno pueda conocer la verdad sobre sí mismo; que, de acuerdo a su
propia identidad personal, trabaje desarrollando su personalidad, los dones que
Dios ha depositado en su interior: en su trabajo intelectual, o como obrero, en su
familia, en la sociedad. Es, como vemos, el mismo trabajo que realiza la Iglesia...
El segundo objetivo de la pastoral de los derechos humanos -enseña el Papa-
«consiste en plantear "los interrogantes esenciales que afectan a la situación del
hombre hoy y en el mañana" (Redemptor hominis, 15), con objetividad, lealtad y
sentido de responsabilidad»27. En ese sentido, se deben atender las condiciones
económicas y sociales, sobre todo de quienes viven en un estado de pobreza
extrema, más contrastante aún cuando vivimos en medio de grandes avances
humanos y mucho empleo y despilfarro de riquezas. Los derechos sociales y
económicos derivan de esta perspectiva. Y, al mismo tiempo, se debe tener una
atención especial a la dimensión educativa, en donde se forja al hombre del
mañana.
Finalmente, iluminados por el Magisterio de la Iglesia, debemos decir que la
pastoral de los Derechos Humanos tiene también, en nuestra tierra, un rostro
específico: el trabajo por la paz. El reconocimiento de una común dignidad como
hijos de Dios, que nos lleva a preocuparnos por el trabajo efectivo de pacificación
en que nuestra nación debe involucrarse. Esto implica, ante todo, el trabajo por el
reconocimiento de que «la fe y la oración son nuestras armas espirituales,
ciertamente más poderosas que las armas destructoras y homicidas de los
enemigos de la patria»28, pero al mismo tiempo, el esfuerzo sostenido de cada uno
de nosotros para que la ley moral, que se desprende de nuestra común
naturaleza, se impregne en todos los estamentos de nuestra patria.

EL TRABAJO DE UN OBISPO ENTREGADO A SU MISIÓN.

pontificio Justicia y paz, 4/7/98, 3. En: Arzobispo de Cali. La Iglesia y los Derechos Humanos. En el
Quincuagésimo Aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
27
Ibíd. Pág.4.
28
Conferencia Episcopal Colombiana. .Bogotá, 1988.
El Señor Jesús, después de haber hecho oración al Padre, llamando a sí a los que
quiso, eligió a los doce para vivir con Él y enviarlos en seguida a predicar el Reino
de Dios (Mc 3, 13-19; Mt 10,1-42); a estos apóstoles los instituyó a modo de
colegio, es decir, grupo estable y puso al frente, elegido de entre ellos, a Pedro,
(Jn 21, 15-17). Los envió Cristo, primero a los hijos de Israel, luego a todas las
gentes para que, con la potestad que les entregaba, hiciesen discípulos suyos a
todos los pueblos, los santificasen y gobernasen (Mt 28; 16-20; Mc 16, 15; Lc 24,
45-48; Jn 20, 21-23) y así dilatasen la Iglesia y la apacentasen, sirviéndola, bajo la
dirección del Señor, todos los días hasta la consumación de los siglos.

En esta misión fueron confirmados plenamente el día de Pentecostés (Hch 2, 1-


26); según la promesa del Señor: “Recibiréis la virtud del Espíritu Santo que
vendrá sobre vosotros, y seréis mis testigos así en Jerusalén como en toda la
Judea y Samaría y hasta el último confín de la tierra”. Los apóstoles, pues
predicando en todas partes el Evangelio que los oyentes recibían por influjo del
Espíritu Santo, reúnen la Iglesia universal que el Señor fundó sobre los apóstoles
y edificó sobre el bienaventurado Pedro, su cabeza, poniendo como piedra angular
del edificio a Cristo Jesús (Ap 21, 14¸ Mt 16, 18; Ef 2,20).

Esta misión, confiada por Cristo a los apóstoles, ha de durar hasta el fin de los
siglos, puesto que el Evangelio que ellos deben transmitir es el principio de la vida
para la Iglesia en todo tiempo. Por lo cual los apóstoles, en esta sociedad
jerárquicamente organizada, tuvieron cuidado de establecer sucesores.

A fin de que la misión a ellos confiada se continuase después de su muerte, los


apóstoles, a modo de testamento, confiaron a sus cooperadores inmediatos el
encargo de acabar y consolidar la obra por ellos comenzada (Hch 20, 25-27; 2Tim
4,6s. 1Tim 5-22) encomendándoles que atendieran a toda la grey en medio de la
cual el Espíritu Santo los había puesto para apacentar la Iglesia de Dios.
Según atestigua San Ireneo, por medio de aquellos que fueron establecidos por
los apóstoles como obispos y como sucesores suyos hasta nosotros, se manifiesta
y se conserva la tradición apostólica en el mundo entero.

En la persona de los obispos, Jesucristo Nuestro Señor está presente en medio de


los fieles como Pontífice Supremo. Porque, sentado a la diestra de Dios Padre, no
está lejos de la congregación de sus pontífices, sino que principalmente, a través
de su excelso ministerio, predica la palabra de Dios a todas las gentes y
administra sin cesar los sacramentos de la fe a los creyentes y por medio de su
oficio paternal va agregando nuevos miembros a su Cuerpo con regeneración
sobrenatural; finalmente, por medio de su sabiduría y prudencia, orienta y guía al
pueblo del Nuevo Testamento en su peregrinación hacia la eterna felicidad. Estos
pastores, elegidos para apacentar la grey del Señor, son los ministros de Cristo y
los dispensadores de los ministerios de Dios (1Cor 4, 1) y a ellos está
encomendado el testimonio del Evangelio de la gracia de Dios y el glorioso
ministerio del Espíritu y de la justicia (2Cor 3, 8-9).

Así vemos de manera clara y descriptiva que para el Concilio Vaticano II, un
obispo es aquel que ha sido llamado por Dios para ser pastor de una comunidad
relativamente grande haciendo las veces de apóstol como los pastores de las
almas.

Donde su misión específica es mantener viva la fe en Cristo mediante la continua


comunicación con el santo padre y por medio de los sacerdotes, administra las
directrices formuladas por el sumo pontífice ya que el es conocedor de las
necesidades que azotan a los seres humanos, el obispo suple a la luz del
evangelio y cuida para que su misión evangelizadora sea un signo de esperanza
en una zona geográfica específicamente, en este papel de obispo le corresponde
delegar funciones a personas idóneas para que trabajen por un bien común.
El obispo debe tener apertura para acoger y cooperar con comunidades de otras
diócesis según lo amerite el momento. La diócesis debe amparar la vida de los
obispos cuando por anunciar o denunciar son perseguidos y amenazados de
muerte, para reubicarlos en un lugar seguro donde puedan continuar
desarrollando su misión pastoral y los apoyan a través de la oración.

El obispo es el mediador en la conversión, es quien invita a vivir y a buscar a


Jesús en la eucaristía siendo este el gesto más humano y divino que podamos
imaginar, reconociendo que en la eucaristía está la presencia viva de Dios en el
pan y en el vino que se ofrece, para que por medio de este signo quede unida toda
la comunidad fraternal.

Es de resaltar que los valores de honestidad, lealtad y verdad deben ser actitudes
de todo pastor, ya que él no puede estar de parte de un determinado grupo de
personas sino muy de la mano con la realidad denunciando las injusticias y
proclamando las verdades; el pastor con su palabra profética debe hacerse
cercano a los grupos en conflicto buscando el momento propicio para invitar a la
reconciliación y buscar salidas inteligentes al problema que se padece.

“Los pastores deben ser dinámicos para que al anunciar la buena nueva su
mensaje de paz pueda ser acogido por sus feligreses y haya compromisos de
acción.”29

Es por esto que Monseñor Isaías Duarte Cancino hizo como obispo, suyas todas
estas directrices de las que nos habla el Concilio Vaticano II. Por lo cual su
apostolado lo llevó a ser: un pastor humanista, confesor, consejero, amigo,
hermano, evangelizador, sacerdote y obispo que lo entrega todo por el que lo es
todo.

Su corazón estaba abierto al amor universal a todo ser y a toda criatura; un amor
incondicional y sin fronteras. Su vida estaba dinamizada, motivada e impulsada
29
Concilio vaticano II, los obispos con relación a las iglesias particulares o diocesanas Pág. 303 –
305.
por el amor, por ese amor a Dios y al prójimo lo realizó todo, lo dio todo, desgastó
todo su ser y su vida hasta donarla. Acepta y reconoce que no lo sabe todo que no
lo puede todo, que el otro también le enseña y le ayuda en la realización de su
proyecto como pastor evangelizador.

Su amor a Cristo lo llevó a ser pastor fiel a Jesús y su evangelio, fiel a su Santidad
el Papa, fiel a la iglesia, fiel a la concelebración vivida en la eucaristía y la
administración de los santos sacramentos, en especial el de la reconciliación, fiel a
sus principios e ideales, fiel a su sagrado celibato, fiel a sus plegarias y oraciones,
fiel a su apostolado, ejerciendo una caridad cada vez más perfecta, fiel con sus
amigos, fiel con sus feligreses y fiel con el pueblo colombiano.

Él era un convencido de que “los obispos tienen una clara misión pastoral de
formar la conciencia de los fieles y de no acusar a nadie” 30. La misión del pastor es
anunciar y denunciar las injusticias, de proclamar la palabra de Dios y de hacerla
vida en sus feligreses, es un medio que nos lleva a tomar conciencia del daño que
nos estamos haciendo de acusarnos los unos a los otros, de estar echándole el
agua sucia a los demás, de estar mirando el mugre del ojo del vecino y no nos
miramos a nosotros mismo nuestras debilidades y nuestro pecado. A la iglesia no
le corresponde acusar sino denunciar y reconciliar.

Los que están con Jesús son aquellos que establecen nuevas relaciones de
justicia y fraternidad entre los hombres. La medida del primer mandamiento, la
encontramos en el amor activo a los hermanos, en la construcción afectiva de la
comunidad, en la solicitud hacia los pobres, los enfermos, los desplazados, los
desposeídos, los desempleados, los agobiados, los explotados.

Nuestro pastor y líder espiritual nos dejó como ejemplo el que sigamos tras sus
huellas con la unidad de nuestra iglesia, en el cumplimiento de los consejos
evangélicos en las personas de la santísima Trinidad y bajo el manto de nuestra

30
LEIVA Pérez Ramiro, Mártir por la Paz, Editorial Mundo Grafico Editores, Cali, 2005, Pág. 70.
madre celestial; la santísima virgen Maria en comunión con todos los santos,
podemos lograr la conversión de nuestros corazones para perdonarnos, amarnos
como verdaderos hermanos y ser uno para todos y todos para uno. Pues en cristo
fundamos nuestras esperanzas por que solamente El es “el camino la verdad y la
vida”, no hay otro camino, no hay otra vida; el es el salvador de la humanidad, el
Hijo de Dios, el amor infinito, la misericordia desbordante, el perdón de nuestras
faltas, la luz del mundo y la razón de nuestra existencia.

Siendo aún joven Isaías Duarte Cancino anunció a su padre el deseo de ingresar
al seminario, Don Crisanto no estuvo muy de acuerdo pues habría preferido ver a
su hijo graduado de ingeniero o de abogado.

Isaías insistía en su deseo de consagrar su vida como donación total al dueño de


la vida. Después de 25 años de haberse ordenado como sacerdote marcó un
estilo y una actitud frente a la violencia como obispo de Apartadó, en el Urabá
Antioqueño, en este lugar tuvo la entereza de enfrentarse a los guerrilleros y
paramilitares, con la prédica de la verdad y la justicia social como únicas armas, el
corazón se le destrozó al ver la magnitud de la violencia en Necoclí y Arboletes,
mutilaciones, masacres, y gente quemándose vivas en sus casas incendiadas;
esta terrible experiencia acrisoló su sensibilidad humana y lo impulsó a abrir
debates, luchas y cátedras en defensa de los derechos humanos; a su llegada a
Cali como arzobispo de la ciudad monseñor ya tenia un claro compromiso frente a
la violencia y la justicia “aunque al principio la sociedad caleña no lo recibió muy
bien, porque aquí querían un obispo de otro talante”, como lo expresó el padre
Gersaín Paz. Monseñor Duarte Cancino empezó a ser mejor valorado tras el
secuestro en la iglesia de La Maria: “bendito Dios, por que significa que
monseñor fue el hombre de todos, de los ricos, de los desposeídos, de todos…
era un hombre fundamentalmente humanista y sensible al sufrimiento humano
venga de donde venga”31.

31
El arzobispo que conquisto a Cali. En: La voz Católica. Santiago de Cali (Febrero de 2002); Pág.
4.
Ahí, él siguiendo su misión de arzobispo se convirtió en líder espiritual y vocero
público de los familiares de los secuestrados y desde el púlpito les reclamó a los
subversivos que quería a los secuestrados “libres, vivos y en paz “.

En su lucha del no más al secuestro Duarte Cancino logró movilizar a casi un


millón de caleños en históricas marchas blancas de rechazo al plagio de personas,
pero la lucha no pararía allí: sin pelos en la lengua el prelado también denunció la
infiltración de dinero del narcotráfico en las campañas de algunos políticos.

“El era frentero”, recuerda su tío Ernesto Cancino. Por eso no lo sorprendió su

valentía de su pronunciamiento en medio de una sociedad intimidada” 32

NUESTRO APOSTOL DE PAZ VIVÍA Y SENTÍA LA NECESIDAD DE


DEFENDER Y PROMOVER EL RESPETO POR LA DIGNIDAD HUMANA

“Ningún colombiano puede sentirse


seguro mientras existan atropellos a
la dignidad de sus hermanos y ellos
vivan en la incertidumbre del atraco,
el secuestro o la muerte”33

La dignidad humana ha sido en la historia, y es en la actualidad, el puesto de


referencia de todas las facultades que se dirigen al reconocimiento y afirmación de
la dimensión moral de la persona. Su importancia en la génesis de la moderna
teoría de los Derechos Humanos es innegable.

Para tener una mejor noción de dignidad retomemos a I. Kant, uno de sus
mayores defensores quien sostiene en la metafísica de las costumbres lo
siguiente:
32
Ibíd. Pág. 5.
33
DUARTE CANCINO Isaías, archivos personales, escrito sobre la seguridad en Colombia, 1999.
Biblioteca de la Fundación Universitaria Católica Lumen Gentium, Cali.
“…El respeto que yo tengo por otro, o que otro puede exigir de mí es el
reconocimiento de una dignidad en los demás hombres, es decir, de un
valor que no tiene ningún precio, ningún equivalente con el que se pueda
intercambiar el objeto de estimación. Cada hombre tiene el derecho de
exigir el respeto de sus similares, y recíprocamente esta obligado él mismo
al respeto de los demás. La humanidad en sí misma es una dignidad,
porque el hombre no puede ser tratado por nadie (es decir, ni por otro, ni
por él mismo) como un mero medio, sino que debe ser tratado al mismo
tiempo como un fin; precisamente en esto consiste su dignidad (su
personalidad), gracias a la cual no solo se eleva por encima de los demás
seres de la naturaleza que no son hombres, destinado por esto a servirle de
instrumentos, sino que se eleva también por encima de todas las cosas”. 34

Entonces, tratar al otro al mismo tiempo como fin significa también compartir los
fines de felicidad, perfeccionamiento y desarrollo cultural de los demás. La
dignidad del otro nos impone, además de la prohibición de ejercer violencia sobre
su persona o de instrumentalizarlo, la obligación de colaborar con el logro de los
fines que él comparte conmigo como ser humano racional y moral. Por
consiguiente, el profesor Angelo Papachini propone la siguiente definición sobre
los Derechos Humanos: “…Son reivindicaciones de bienes primarios considerados
de vital importancia para todo ser humano, que concretan en cada época histórica
las demandas de libertad y de dignidad.” 35

Para entender lo que significó la dignidad para Monseñor Isaías Duarte Cancino
(Q.E.P.D), recordemos la frase de San Ireneo de Lyon, inscrita en la lapida que
protege su féretro, en la catedral de San Pedro de nuestra ciudad, la cual dice: “La
Gloria de Dios es el hombre viviente”. En ella descubrimos que, él identificaba en
estas pocas palabras todo el significado e importancia de lo que es la dignidad
34
KANT, Inmanuel, Fundamentación de la metafísica de las costumbres, editorial Ariel, Barcelona,
1996. Pág. 199
35
PAPACHINI, Angelo, Filosofía y Derechos Humanos. Ed. Univalle. Santiago de Cali, 1994. pág.
22
humana y por consiguiente la misión de la Iglesia de hoy en este propósito. Es así,
como continuamente repetía: “Gloria Dei homo vivens, todo lo que haga que el
hombre viva y viva dignamente, en su condición de persona y de Hijo de Dios, es
lo que de manera especial da gloria al señor” 36.

La búsqueda de un progreso verdaderamente humano que solo se puede


conseguir con valores que dignifican al hombre y permiten una convivencia
pacífica. Por eso él, abogaba por volver a cultivar desde el hogar, la escuela, lo
público, los valores de la verdad, la justicia, la solidaridad, la equidad, el amor, la
gratitud, la humildad, la honradez, el servicio desinteresado, la valentía, la
auténtica feminidad y la auténtica virilidad.

Toda su labor pastoral iba encaminada siempre hacia la búsqueda de la Paz, la


defensa de la vida, la dignidad humana y el respeto a los derechos de las
personas, no por nada desde su experiencia en vida, se ganó merecidamente el
calificativo de “Apóstol de Paz”. Pues, tal era su fascinación por estos temas que
las primeras palabras de su discurso inaugural como arzobispo de Cali, fueron:
“En la arquidiócesis de Cali lo primero es el hombre, su dignidad, su destino
eterno, el respeto a sus legítimos derechos”37.

Continuando con este tema descubrimos que el magisterio de la iglesia católica, al


cual acudía continuamente nuestro “Apóstol de la Paz”, dice que “La dignidad
personal es el bien más precioso que el hombre posee, gracias al cual supera en
valor a todo el mundo material. A causa de la dignidad personal, el ser humano es
siempre un valor en sí mismo y por sí mismo y como tal exige ser considerado y
tratado. Y al contrario, jamás puede ser tratado y considerado como un objeto
utilizable, un instrumento, una cosa”38

36
Ibíd.El papel de la iglesia católica en la construcción de la paz, Cali, Julio de 1996.
37
DUARTE CANCINO Isaías, discurso de posesión, Septiembre 23 de 1995, CD apóstol de la paz,
arquidiócesis de Cali, 2000.
38
Juan Pablo II, Christifideles laici, numeral 37.
Esto implica que “el reconocimiento efectivo de la dignidad personal de todo ser
humano exige el respeto, la defensa y la promoción de los derechos de la persona
humana. Se trata de derechos naturales, universales e inviolables. Nadie, ni la
persona singular, ni el grupo, ni la autoridad, ni el Estado pueden modificarlos y
mucho menos eliminarlos, porque tales derechos provienen de Dios mismo” 39

Precisamente fue ese el compromiso que como persona y como pastor de la


Iglesia decidió promover y enseñar en una sociedad donde el pan diario es
precisamente lo contrario, donde continuamente se viola el derecho a la vida, la
honra y la dignidad en todas sus formas y donde lastimosamente cada día esto es
más normal.

BIBLIOGRAFÍA

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ministerio arzobispal. En: La voz Católica. Santiago de Cali (Febrero de 2002).

 _______________, El arzobispo que conquisto a Cali. En: La voz Católica. Santiago


de Cali (Febrero de 2002).

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39
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 CAJAMARCA Carlos Enrique, Instituto Lumen Gentium, Componente Pedagógico,
Santiago de Cali, 1996.

 CD interactivo, apóstol de la paz, arquidiócesis de Cali, 2000.

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 DUARTE CANCINO Isaías, Archivos personales de Monseñor. Escrito sobre Paz y


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 LEIVA Pérez Ramiro, Mártir por la Paz, Editorial Mundo Grafico Editores, Cali, 2005.

 Nuevo Testamento, edición conmemorativa Apóstol de Paz, Ed. Sociedades Bíblicas


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 PAPACHINI, Angelo, Filosofía y Derechos Humanos. Ed. Univalle. Santiago de Cali,


1994.

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