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Resumen
Palabras claves
I
ntroducción
Sus últimas denuncias las realizó el mes de febrero de 2002. Esta vez, afirmó que
el narcotráfico estaría financiando campañas electorales para el Senado y la
Cámara en el norte del departamento.
Las constantes violaciones a los DD`HH en nuestro país no eran para monseñor
Isaías Duarte Cancino, algo nuevo o ajeno a su apostolado, ya que esto era
cotidiano en la labor pastoral que desarrolló durante siete años en la Diócesis de
Apartadó (Urabá antioqueño) creada en 1988, en la cual trabajó buscando el
bienestar de esta región antioqueña tan golpeada y abatida desde siempre por los
diferentes conflictos sociales y económicos de este país. Por eso, cuando llegó a
Cali trajo como lema: Servir al hermano que sufre, servir es amar, servir es
comprender, servir es celebrar. Por eso en su discurso de posesión, dejó claro
que: “En la arquidiócesis de Cali lo primero es el hombre, su dignidad, su destino
eterno, el respeto a sus legítimos derechos”1.
Otra de las causas por la que él anhelaba que la sociedad tuviera estos líderes,
fue que para él era muy importante que los DD HH fueran conocidos, respetados y
defendidos porque él consideraba que estas labores eran propias de la
Arquidiócesis. Como vemos, cuando dice:” la Arquidiócesis existe como iglesia
para servir al hombre como persona humana. Lo primero para nosotros es el
hombre y todo aquello que afecta de una manera especial a la persona humana.
Nuestro interés y nuestra preocupación; más aún para nosotros, la Gloria de Dios
1
DUARTE CANCINO Isaías, Discurso de posesión, Septiembre 23 de 1995, CD apóstol de la paz,
arquidiócesis de Cali, 2000.
es el hombre viviente y por eso cuando se ultraja la dignidad de la persona
humana, cuando se le priva de su libertad y se atenta contra su vida no podemos
permanecer indiferentes y hemos asumido entonces un compromiso especial en la
defensa de las personas secuestradas y en el trabajo por alcanzar la liberación de
las mismas” 2. Todos estos anhelos e ideales Monseñor esperaba lograrlos a
través de la acción y formación de seres humanos integrales.
“En la situación que vive hoy Colombia detenernos a pensar por unos momentos
en la Declaración de los Derechos Humanos significa comprender que tenemos un
2
Ibíd.
3
Ibíd.
camino por recorrer para superar la violencia que nos embarga y encontrar las
sendas de la paz.
Siguiendo las enseñanzas de los pontífices, debe haber un trabajo de lucha frontal
contra el egoísmo, pues no es posible que erijamos nuestra personal conveniencia
en norma para calificar de buenas o malas las reformas que el país necesita con
urgencia, de modo que trabajemos eficientemente para que el bien común prime
sobre el bien particular.
Monseñor que fue un instrumento de nuestra Iglesia, que se hizo voz para gritar al
mundo, que todos debemos ser solidarios por la causa del pueblo humilde y
pobre, abandonado en un nivel infrahumano de vida, maltratado y explotado por
migajas de pan; que debemos luchar por ellos y por todos los que sientan ofendida
su dignidad humana y cristiana. Él que era la voz del pueblo, de aquel que es
silenciado y atemorizado, del obrero, del trabajador, del campesino, de los que
tienen necesidad de educarse, de tener salud, trabajo y un techo donde albergar
su familia, del ser que quiere nacer exigiendo respeto a su vida, de los jóvenes
que proclaman un cambio social, anhelando una nueva humanidad, de las familias
que viven en la más completa deshumanización por el desempleo en que se
encuentran los padres, azotados cada día más por el costo de la vida, del anciano
que pide paz para morir.
Siempre invitó a los jóvenes a que lucharan sin violencia, por una nación libre y
justa, por una sociedad pacífica y acogedora; exhortaba a los jóvenes para que
por el camino del dialogo reconstruyan los errores del pasado. Para que le brinden
a la patria lo mejor de su persona, para hacer de nuestro pueblo, una nación joven
5
Ibíd. Pág. 3.
como ellos, en la cual la vida sea amable para todos, que sean constructores de la
justicia y de la paz; para que con el seguimiento a Cristo, por Él que están
llamados para ser continuadores de sus enseñanzas y a ser evangelizadores para
otros jóvenes que se debaten en la desesperación y angustia por el consumo de la
droga.
Monseñor les decía que no basta con solo seguir a Cristo, sino que hay que
anunciarlo con palabras y hechos. “No hay mejores apóstoles de jóvenes que los
mismos jóvenes”6. Por eso les pedía anuncien a Cristo en sus casas, en el círculo
de sus compañeros, su colegio, su universidad, su parroquia, su trabajo y en
todas partes. Díganles sin miedo a sus amigos: no a la droga, evitemos la vida
fácil, con paciencia sin desbordamientos placenteros.
Para Monseñor Cancino era muy importante que cada día la humanidad sintiera la
necesidad de volver al evangelio, para descubrir en él la respuesta que ofrece
Cristo a los interrogantes de que depende el sentido de la vida. Su orientación
exacta y su realización.
6
Ibíd. Pág. 4.
7
Ibíd. Pág. 4.
resurrección lo ha sellado con la esperanza de la gloria venidera, pero no nos libró
de nuestra parte de sufrimiento. Es por tanto indispensable que abramos los ojos
físicos, los ojos del alma y los del corazón a la gente que sufre y al inmenso valor
del sufrimiento humano”8.
De él aprendimos que “no es que Dios nos haya abandonado, sino que le hemos
impedido su presencia entre nosotros. Hay tantas personas que en la vida viven
sin esperanza de progreso material, de educación, de formar una familia, de
encontrar para ellos días de felicidad. Incluso muchos bautizados viven como
gente sin esperanza porque se les ha dicho que pertenecen a un cuerpo solidario,
pero no sienten la solidaridad y pierden la esperanza y viven en el mundo como
8
DUARTE CANCINO Isaías. Arzobispo de Cali. Palabras pregrabadas horas antes de su muerte,
último mensaje público para todos los colombianos, testimonio de extraordinaria importancia,
transmitido por RCN radio a todo el país el viernes Santo, 29 de marzo de 2002.
9
Ibíd.
paganos sin la presencia de Dios en sus vidas, porque no hay quien se la
muestre.”10
10
Ibíd.
11
Ibíd
Monseñor consideraba que habíamos perdido el sentido del Amor y por eso
tampoco acabamos de encontrar la paz; pero “sin embargo considero que el Amor
tiene un nuevo nombre: solidaridad. No podemos cerrar el corazón al hermano,
sea el que sea, especialmente al que más sufre o pasa necesidad. La solidaridad
entre las personas y entre los pueblos es camino indispensable de la paz. Educar
para la solidaridad es una de las mayores necesidades del mundo actual y la
Iglesia puede y debe ayudar a despertar ésta conciencia de solidaridad
anunciando a Cristo que se entregó a la muerte por la salvación de todos los
hombres.”12
12
DUARTE CANCINO Isaías. Arzobispo de Cali. Archivo personal, pronunciamiento del 3 de
noviembre de 1996.
los primeros tiempos estuvo acompañado de muy creativas formas de promoción
humana; basta recordar el papel protagónico que tuvo la Iglesia en la creación de
hospitales y universidades; en el progreso científico y el cultivo de los campos; en
el cuidado por la persona y la vida social, política y económica de acuerdo a la
suprema ley del Amor.
El Papa Juan XXIII entendía que la paz en la tierra “no podía establecerse ni
consolidarse si no se respeta fielmente el orden establecido por Dios” 13. Dios,
seguía diciendo, hizo de la nada el universo, y lo dotó de un orden maravilloso.
Ese punto es central para la comprensión de un derecho humano. La propia
dignidad no surge de un consenso, de un ponerse de acuerdo sobre algunos
principios, sino que la dignidad humana está sólidamente asentada en la ley
natural: «en lo íntimo del ser humano -afirma la Encíclica-, el Creador ha impreso
un orden, que la conciencia humana descubre y manda observar estrictamente» 14.
No se puede creer, por un lado, que el hombre sea un elemento más de la
creación y, por lo tanto, que «las relaciones de los individuos con sus respectivas
comunidades políticas pueden regularse por las mismas leyes que rigen las
fuerzas y los elementos irracionales del universo, siendo así que tales leyes son
de otro género»15. Por otro lado, tampoco se puede pensar que las leyes humanas
dependen de la opinión de la mayoría.
Ante todo, precisa el Santo Padre, unidos a esos derechos están los deberes del
ser humano. Estos brotan «inmediatamente y al mismo tiempo de su propia
naturaleza». Es el Creador de todo quien ha grabado su imagen en el hombre; por
lo tanto, el esfuerzo racional del ser humano estará orientado no a crear unos
derechos sustentándose en una opinión común, sino a descubrir cuáles son esos
derechos a partir de una comprensión adecuada de quién es el hombre. "Sólo
13
Juan XXIII, Pacem in terris, 1. En: Arzobispo de Cali. La Iglesia y los Derechos Humanos. En el
Quincuagésimo Aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
14
Juan Pablo II, Discurso ante la Asamblea general de las Naciones Unidas, Nueva York, 2/10/79.
En: Arzobispo de Cali. La Iglesia y los Derechos Humanos. En el Quincuagésimo Aniversario de la
Declaración Universal de los Derechos Humanos.
15 ?
Juan XXIII, Pacem in terris, 1. En: Arzobispo de Cali. La Iglesia y los Derechos Humanos. En el
Quincuagésimo Aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
cuando entendamos que los derechos del otro son deberes nuestros estamos
respondiendo al espíritu y la intencionalidad profunda de la Declaración
Universal"16
El Papa Juan Pablo II nos dice: «No tengáis miedo» ha sido el mensaje que el
Santo Padre ha transmitido con vitalidad sorprendente desde el inicio de su
pontificado. Ese mensaje evangélico17 refleja la preocupación grave que siente el
Pontífice ante quien teme, principalmente, por el destino que ha labrado con la
obra de sus manos: «El hombre actual -nos dice- parece estar siempre
amenazado por lo que produce, es decir, por el resultado del trabajo de sus manos
y más aún por el trabajo de su entendimiento, de las tendencias de su voluntad» 18.
Las potencias humanas no están al servicio de su fin último, sino que son
utilizadas para la autodestrucción. Una de las más nobles actividades que el ser
humano puede realizar, como puede ser el uso de su entendimiento, es empleado
para destruir al mismo hombre.
Sentimos amenazada nuestra existencia no por otra causa sino por nuestras
obras. En diversas oportunidades y de varias maneras ha afirmado: «El hombre
contemporáneo tiene pues miedo de que con el uso de los medios inventados por
este tipo de civilización, cada individuo, lo mismo que los ambientes, las
comunidades, las sociedades, las naciones, pueda ser víctima del atropello de
otros individuos, ambientes, sociedades» 19. En muchos lugares no puede
manifestar la verdad de la que está convencido, la fe que profesa. El hombre de
hoy, en diversos lugares del orbe, ni puede obedecer a la voz de su recta
conciencia, coartado como está por la alienación o por regímenes que violentan lo
más íntimo de su ser: el "sagrario del Espíritu", que es la propia conciencia 20.
16
Comunicado de la Comisión Episcopal de Pastoral Social, con ocasión del 50 Aniversario de la
Declaración Universal de los Derechos Humanos, conmemorado por la LXX Asamblea Plenaria del
Episcopado Español (26-XI-1998). En: Arzobispo de Cali. La Iglesia y los Derechos Humanos. En
el Quincuagésimo Aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
17
Ver: Mt 8, 26;10,26;17,7.
18
Redemptor hominis, 15b. En: Arzobispo de Cali. La Iglesia y los Derechos Humanos. En el
Quincuagésimo Aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
19
Dives in misericordia 11ª. En: Arzobispo de Cali. La Iglesia y los Derechos Humanos. En el
Quincuagésimo Aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
20
Ver: Dives in misericordia, 11 b. En: Arzobispo de Cali. La Iglesia y los Derechos Humanos. En el
Quincuagésimo Aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
Para Juan Pablo II es preciso reflexionar sobre la verdadera naturaleza del ser
humano para poder saber cuál es su real dignidad y así descubrir el auténtico
sentido de sus derechos y deberes. Y es preciso, más aún, que el espíritu informe
la letra, y se haga vida en las obras de cada día.
Debemos descubrir cuál es su auténtica naturaleza del hombre, para así poder
definir con precisión cuáles son sus derechos, pues -afirma el Pontífice- «existen
unos derechos humanos universales, enraizados en la naturaleza de la
persona»21.
Veamos, entonces, cuál es la naturaleza del ser humano, cuál el sentido de la ley
moral que nos servirá de gramática común, en feliz expresión del Santo Padre. Él
mismo nos va a dar una clave de solución al afirmar siguiendo la doctrina del
Vaticano II: «El hombre, la única criatura a la que Dios ha amado por sí misma,
tiene una dignidad que le viene de su naturaleza espiritual, en la que se encuentra
la impronta de su Creador, ya que ha sido creado a su imagen y semejanza (cf.
Gn 1,26), y ha sido dotado de las más elevadas facultades que posee una criatura:
la razón y la voluntad. Estas le permiten decidir libremente y entrar en
comunicación con Dios, para responder a su llamada y realizarse según su propia
naturaleza. En efecto, al ser de naturaleza espiritual, el hombre es capaz de
acoger las realidades sobrenaturales y de llegar a la felicidad eterna, que Dios le
ofrece gratuitamente. Esta comunicación es posible, puesto que Dios y el hombre
son dos esencias de naturaleza espiritual»22.
El hombre posee una dignidad inalcanzable por cualquier otra criatura: posee la
misma esencia de Dios, lo que lo hace aspirar a vivir la vida misma de su Creador.
Así pues, la razón y voluntad humanas nos deben conducir a las realidades
eternas, a vivir de acuerdo a la vocación de hijo de Dios a la que el ser humano es
invitado. Toda realidad, para ser auténtica humana, debe ser acorde con la
esencia misma del ser humano. Si despreciamos el concepto de naturaleza
Juan Pablo II, Discurso a la Asamblea general de las Naciones Unidas, Nueva York, 5/10/95,3.
21
pontificio Justicia y paz, 4/7/98, 3. En: Arzobispo de Cali. La Iglesia y los Derechos Humanos. En el
Quincuagésimo Aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
27
Ibíd. Pág.4.
28
Conferencia Episcopal Colombiana. .Bogotá, 1988.
El Señor Jesús, después de haber hecho oración al Padre, llamando a sí a los que
quiso, eligió a los doce para vivir con Él y enviarlos en seguida a predicar el Reino
de Dios (Mc 3, 13-19; Mt 10,1-42); a estos apóstoles los instituyó a modo de
colegio, es decir, grupo estable y puso al frente, elegido de entre ellos, a Pedro,
(Jn 21, 15-17). Los envió Cristo, primero a los hijos de Israel, luego a todas las
gentes para que, con la potestad que les entregaba, hiciesen discípulos suyos a
todos los pueblos, los santificasen y gobernasen (Mt 28; 16-20; Mc 16, 15; Lc 24,
45-48; Jn 20, 21-23) y así dilatasen la Iglesia y la apacentasen, sirviéndola, bajo la
dirección del Señor, todos los días hasta la consumación de los siglos.
Esta misión, confiada por Cristo a los apóstoles, ha de durar hasta el fin de los
siglos, puesto que el Evangelio que ellos deben transmitir es el principio de la vida
para la Iglesia en todo tiempo. Por lo cual los apóstoles, en esta sociedad
jerárquicamente organizada, tuvieron cuidado de establecer sucesores.
Así vemos de manera clara y descriptiva que para el Concilio Vaticano II, un
obispo es aquel que ha sido llamado por Dios para ser pastor de una comunidad
relativamente grande haciendo las veces de apóstol como los pastores de las
almas.
Es de resaltar que los valores de honestidad, lealtad y verdad deben ser actitudes
de todo pastor, ya que él no puede estar de parte de un determinado grupo de
personas sino muy de la mano con la realidad denunciando las injusticias y
proclamando las verdades; el pastor con su palabra profética debe hacerse
cercano a los grupos en conflicto buscando el momento propicio para invitar a la
reconciliación y buscar salidas inteligentes al problema que se padece.
“Los pastores deben ser dinámicos para que al anunciar la buena nueva su
mensaje de paz pueda ser acogido por sus feligreses y haya compromisos de
acción.”29
Es por esto que Monseñor Isaías Duarte Cancino hizo como obispo, suyas todas
estas directrices de las que nos habla el Concilio Vaticano II. Por lo cual su
apostolado lo llevó a ser: un pastor humanista, confesor, consejero, amigo,
hermano, evangelizador, sacerdote y obispo que lo entrega todo por el que lo es
todo.
Su corazón estaba abierto al amor universal a todo ser y a toda criatura; un amor
incondicional y sin fronteras. Su vida estaba dinamizada, motivada e impulsada
29
Concilio vaticano II, los obispos con relación a las iglesias particulares o diocesanas Pág. 303 –
305.
por el amor, por ese amor a Dios y al prójimo lo realizó todo, lo dio todo, desgastó
todo su ser y su vida hasta donarla. Acepta y reconoce que no lo sabe todo que no
lo puede todo, que el otro también le enseña y le ayuda en la realización de su
proyecto como pastor evangelizador.
Su amor a Cristo lo llevó a ser pastor fiel a Jesús y su evangelio, fiel a su Santidad
el Papa, fiel a la iglesia, fiel a la concelebración vivida en la eucaristía y la
administración de los santos sacramentos, en especial el de la reconciliación, fiel a
sus principios e ideales, fiel a su sagrado celibato, fiel a sus plegarias y oraciones,
fiel a su apostolado, ejerciendo una caridad cada vez más perfecta, fiel con sus
amigos, fiel con sus feligreses y fiel con el pueblo colombiano.
Él era un convencido de que “los obispos tienen una clara misión pastoral de
formar la conciencia de los fieles y de no acusar a nadie” 30. La misión del pastor es
anunciar y denunciar las injusticias, de proclamar la palabra de Dios y de hacerla
vida en sus feligreses, es un medio que nos lleva a tomar conciencia del daño que
nos estamos haciendo de acusarnos los unos a los otros, de estar echándole el
agua sucia a los demás, de estar mirando el mugre del ojo del vecino y no nos
miramos a nosotros mismo nuestras debilidades y nuestro pecado. A la iglesia no
le corresponde acusar sino denunciar y reconciliar.
Los que están con Jesús son aquellos que establecen nuevas relaciones de
justicia y fraternidad entre los hombres. La medida del primer mandamiento, la
encontramos en el amor activo a los hermanos, en la construcción afectiva de la
comunidad, en la solicitud hacia los pobres, los enfermos, los desplazados, los
desposeídos, los desempleados, los agobiados, los explotados.
Nuestro pastor y líder espiritual nos dejó como ejemplo el que sigamos tras sus
huellas con la unidad de nuestra iglesia, en el cumplimiento de los consejos
evangélicos en las personas de la santísima Trinidad y bajo el manto de nuestra
30
LEIVA Pérez Ramiro, Mártir por la Paz, Editorial Mundo Grafico Editores, Cali, 2005, Pág. 70.
madre celestial; la santísima virgen Maria en comunión con todos los santos,
podemos lograr la conversión de nuestros corazones para perdonarnos, amarnos
como verdaderos hermanos y ser uno para todos y todos para uno. Pues en cristo
fundamos nuestras esperanzas por que solamente El es “el camino la verdad y la
vida”, no hay otro camino, no hay otra vida; el es el salvador de la humanidad, el
Hijo de Dios, el amor infinito, la misericordia desbordante, el perdón de nuestras
faltas, la luz del mundo y la razón de nuestra existencia.
Siendo aún joven Isaías Duarte Cancino anunció a su padre el deseo de ingresar
al seminario, Don Crisanto no estuvo muy de acuerdo pues habría preferido ver a
su hijo graduado de ingeniero o de abogado.
31
El arzobispo que conquisto a Cali. En: La voz Católica. Santiago de Cali (Febrero de 2002); Pág.
4.
Ahí, él siguiendo su misión de arzobispo se convirtió en líder espiritual y vocero
público de los familiares de los secuestrados y desde el púlpito les reclamó a los
subversivos que quería a los secuestrados “libres, vivos y en paz “.
“El era frentero”, recuerda su tío Ernesto Cancino. Por eso no lo sorprendió su
Para tener una mejor noción de dignidad retomemos a I. Kant, uno de sus
mayores defensores quien sostiene en la metafísica de las costumbres lo
siguiente:
32
Ibíd. Pág. 5.
33
DUARTE CANCINO Isaías, archivos personales, escrito sobre la seguridad en Colombia, 1999.
Biblioteca de la Fundación Universitaria Católica Lumen Gentium, Cali.
“…El respeto que yo tengo por otro, o que otro puede exigir de mí es el
reconocimiento de una dignidad en los demás hombres, es decir, de un
valor que no tiene ningún precio, ningún equivalente con el que se pueda
intercambiar el objeto de estimación. Cada hombre tiene el derecho de
exigir el respeto de sus similares, y recíprocamente esta obligado él mismo
al respeto de los demás. La humanidad en sí misma es una dignidad,
porque el hombre no puede ser tratado por nadie (es decir, ni por otro, ni
por él mismo) como un mero medio, sino que debe ser tratado al mismo
tiempo como un fin; precisamente en esto consiste su dignidad (su
personalidad), gracias a la cual no solo se eleva por encima de los demás
seres de la naturaleza que no son hombres, destinado por esto a servirle de
instrumentos, sino que se eleva también por encima de todas las cosas”. 34
Entonces, tratar al otro al mismo tiempo como fin significa también compartir los
fines de felicidad, perfeccionamiento y desarrollo cultural de los demás. La
dignidad del otro nos impone, además de la prohibición de ejercer violencia sobre
su persona o de instrumentalizarlo, la obligación de colaborar con el logro de los
fines que él comparte conmigo como ser humano racional y moral. Por
consiguiente, el profesor Angelo Papachini propone la siguiente definición sobre
los Derechos Humanos: “…Son reivindicaciones de bienes primarios considerados
de vital importancia para todo ser humano, que concretan en cada época histórica
las demandas de libertad y de dignidad.” 35
Para entender lo que significó la dignidad para Monseñor Isaías Duarte Cancino
(Q.E.P.D), recordemos la frase de San Ireneo de Lyon, inscrita en la lapida que
protege su féretro, en la catedral de San Pedro de nuestra ciudad, la cual dice: “La
Gloria de Dios es el hombre viviente”. En ella descubrimos que, él identificaba en
estas pocas palabras todo el significado e importancia de lo que es la dignidad
34
KANT, Inmanuel, Fundamentación de la metafísica de las costumbres, editorial Ariel, Barcelona,
1996. Pág. 199
35
PAPACHINI, Angelo, Filosofía y Derechos Humanos. Ed. Univalle. Santiago de Cali, 1994. pág.
22
humana y por consiguiente la misión de la Iglesia de hoy en este propósito. Es así,
como continuamente repetía: “Gloria Dei homo vivens, todo lo que haga que el
hombre viva y viva dignamente, en su condición de persona y de Hijo de Dios, es
lo que de manera especial da gloria al señor” 36.
36
Ibíd.El papel de la iglesia católica en la construcción de la paz, Cali, Julio de 1996.
37
DUARTE CANCINO Isaías, discurso de posesión, Septiembre 23 de 1995, CD apóstol de la paz,
arquidiócesis de Cali, 2000.
38
Juan Pablo II, Christifideles laici, numeral 37.
Esto implica que “el reconocimiento efectivo de la dignidad personal de todo ser
humano exige el respeto, la defensa y la promoción de los derechos de la persona
humana. Se trata de derechos naturales, universales e inviolables. Nadie, ni la
persona singular, ni el grupo, ni la autoridad, ni el Estado pueden modificarlos y
mucho menos eliminarlos, porque tales derechos provienen de Dios mismo” 39
BIBLIOGRAFÍA
39
Ibíd.numeral 38.
CAJAMARCA Carlos Enrique, Instituto Lumen Gentium, Componente Pedagógico,
Santiago de Cali, 1996.
CIFUENTES, Muñoz Eduardo. ¿Qué son los Derechos Humanos? Defensoría del
Pueblo. Imprenta Nacional. Santa Fe de Bogota. 2001.
DUARTE CANCINO Isaías, Video sobre el último foro sobre DDHH, Fundación
Universitaria Católica Lumen Gentium, Cali Marzo 16 de 2002.
LEIVA Pérez Ramiro, Mártir por la Paz, Editorial Mundo Grafico Editores, Cali, 2005.