Está en la página 1de 15

\

30 cts.
AÑO I - NUMERO 1
PRENSA POPULAR
Madrid 9 Febrero 1925
Calvo Asensio, 3.,- Madrid.
- A p a r t a d o fl.OOS-

El alma caballeresca de don Juan, un don Juan contemporáneo, escéptico y sen^


sual, descreído y despreocupado, asomará en estas páginas, no como un Fauno
rijoso y solapado, sin otro culto que la carne por la carne^-el chiste procaz, el di-
bujo pornográfico—, sino como un gran caballero libertino, cuyas ligerezas estu-
vieran purificadas por « Í gracia, su talento, su espiritualidad... COLABORADORES:
Nuestro Don Juan, pues, no será un rufián de lupanar entre mancebas, sino un
Linares Rivas. - Alberto Insúa. - Fer-
romántico trovador de cuentos verdes, un viejo abate libertino... nández Flórez. - Emilio Carrere. - Ló-
De vez en cuando, entre frivolidad y frivolidad, ski dejar de reir nunca, hará Don pez de Haro. -Joaquín Belda - Federi-
co üarcÍH Sanchiz.-López Barbadilli).-
Juan un alto en sus carnales escarceos, para como un escéptico pensador hablarnos Díez de Tejada. . Vargas Vila. - A ntón
de las grandes incógnitas de nuestra alma voluble y caprichosa... del porqué las del Olmet.-Cansinos Asseris. - Her-
nández Cata. - Gómez de la Serna. -
mujeres y los hombres reáprooamente se engañan, a qué edad son más interesan- Diego San José.-Tomás Borras.-Al-
tes para quererse las unas y los otros; nos hablará, en fin, de la nueva psicología varo Retanri.- DIBUJANTES: Manuel To-
var. =. Robledano. - Tito y otnig,
del amor, tan descreído y tan metalizado... todo ello constelado de mil anécdotas
de amor. Os haremos pensar a retos, sin dejar de haceros reir nunca.
Esta Revista, pues, como las grandes cortesanas, dentro de su perversidad sabrá
guardar la delicada corrección de una gran señora... Ni erotismo ni grosería... Un
caramelo de menta todo lo más...

—Tú,"mi mejor amigo, engañarme... ¡¡el día de mi santo!!


—Justamente. He querido darte una grata sorpresa. AIJTÜÍH,'" propalaré, pero con tina condición: si es un niño se llamará
Aiejanaro, como yo...

—Tooue usted alguna cosa lenta... muy lenta... muriente.


— jOli! Octavio. Usted es como yo. Ama usted la música que ador- "Oye, me parece que hay algo muy interesante sobre el periódico.
mece.
—\o, es para adormecer a vuestra madre... y así nos quedaremos
t. anquiios.
(De LE RiRE.-Parfs.X
EL D E
Tiene la pulcritud mandóle con excesos
de un buen grabado embriagadores. Y al-
en e/couché de una re- gunas, hasta rezan poi
vista de lujo. El legendario él en la Magdalena, a sumo-
anciano, ha preferido ir apu- do, seduciendo al buen Dios
rando sus dotes naturales a como embaucan a su protec-
mixtificarlas o reemplazar- tor, en provecho del gigolo.
las con artificios; y así, por No sonriáis. Nada tan des-
ejemplo, sus escasos cabellos blancos parecen de interesado como la vehemencia de las pecadoras
seda sobre su calva de marfil, cosa que no inspira alrededor del ancianito. Gratitud, a lo más. Por-
''isa ni repugnancia, al contrario que los tintes con que le deben sus alegrías, sus placeres, su osten-
su aspereza o las amaneradas pelucas. Pálido el tación, el oro y la gloria. Digamos ya de una vez,
rostro y rasurado, en que la boca exangüe sonríe, revelemos el misterio de nuestro personaje. Lo que
y un ojo azul hace olvidar con su dulzura la im- movió a las gentes a denominarle EL PESCADOR DE
pertinencia del monóculo que no deja de espejear PERLAS. Ello se reduce para el experto y sutil cata-
nunca en su sitio. dor de la voluptuosidad, a un sport del que disfru-
Menudo, cenceño, el talle de un adolescente, y ta el campeonato. Astuta, disimuladamente, busca
los pies y las manos no son sino unos ligeros ose- en los arrabales, los talleres, las salas de baile
cicos enguantados en una epidermis casi inmate- público, en las porterías, a la chicuela delicada y
rlo.1. Su coquetería consiste en ponerse años. De hermosa, postergada por la suerte; la nueva Ce-
noche, en su palco, en el restaurant, en el cabaret, nicienta. Y la educa, la alhaja, la estiliza. Y no se
en lugar de ufanarse con su silueta de muchacho, mezcla en el padrinazgo ninguna inconfesable co-
que el frac acentúa, cubre ostensiblemente su crá- rrupción, ni siquiera una farsa erótica. Por fin,
neo con un gorro negro, un solideo judaico y de pa- lanza a la favorita, acompañándola a los parajes
triarca. Voluntaria y humorística alusión al otro de moda. Y el banquero, el duque, el político, se
gorro, blanco y de embudo, que debía usar a apresuran a disputarse la naciente estrella. Las
(aquellas horas en su cama, como todos los viejos antiguas desdichadas se cmvierten en reinas, y
de su edad. Vive en París, posee enormes rique- en tanto, el mago del solideo torna a sus pesqui-
^cis, desciende de la nobleza de las Cruzadas, y sas en los barrios miserables...
lo adoran las gentes. Solitario en su estirpe, con- Lector, lectora: a imitación del prodigioso mi-
virtió en familia suya a cuantas no se conmueven sionero de la belleza, yo me propongo cada sema-
con la ternura hogareña, y que, sin embargo, ne- na ir descubriendo una interesante aventura de
cesitan afectos íntimos—los artistas, los clubmen, amor que estuviese desconocida, y ofrecerla en es-
los raros—. Pero nadie le quiere como las veinte tas crónicas a vuestra curiosidad, que será coló •
niujeres más hermosas del bulevar. Le envían ro- caria en la cumbre de toda buena fortuna, diremos
sas, despachos halagüeños; le saludan por teléfo- con palabras de un clásico.
no al despertarse; le dan citas que envidiarían sus
(íniados, y le besan allá donde le encuentran, lla-

Los PENDIENTES DE LA C H E L I T O , POR MIGUEL DE CASTRO

:fid
cú de &oí¿<x(M tcAA^f
eXZa ole (ioí¿<xcíoi¿ ío- e¿.

Jui wuuÁvii yyiW^eleevvtel,


CÍL &cxAA^doi •M iw^ de oi-$aeloi4', a. ía- íiMz del ^cMeeto^
^elwudci oí '!}ihía) ía^ ^^a.uoi¿ tievievi' eí I/TMÁA'WÍ
eAAM'dia^a^ ¿ü- eleulotuAa., Ud>U/<¡^ di. iu¿ ^eví-dit-vd-LJ
LOS P E C A D O S
SIN P E R D Ó N , POR ALBERTO INSUA
El Padre Clarencio, de la Orden Seráfica, fué amigo rencio, todo resulta inexplicable: la vocación arrolladora
mío después de su exclaustración. Cuando yo le conocí que le lleva al claustro, las causas de su ruptura con la
era un hombre de cincuenta años, de apostura aristocrá- Iglesia, su modo de vivir y de pensar. Todo en él es am-
tica y perfil imperioso. Vestía siempre de negro: largos biguo y contradictorio. Ciertas frases y ciertos actos de
chaqués o entalladas levitas. Era altísimo y se encorva- su vida permiten concederle un alma franciscana y un co-
ba un poco al andar. Tenía una hermosa cabellera rubia, razón angélico. Otros actos y otras frases autorizan a
unos ojos claros y acerados y unas manos estrechas, que considerarle como un ser infernal. Yo le he oído hablar
parecían de marfil. Vivía solo, sin criados, en un piso de de los misterios del más allá con una fiebre mística con-
una casa muy antigua de París, frente al Sena. tagiosa. Y también le he oído burlarse de los mismos vol-
Su casa era elegante y misteriosa, como él... Muebles terianamente. De otra parte, en algunas ocasiones, me
de época, tapices admirables, cuadros y estampas de alto ha parecido un genio; en otras me he preguntado si su
mérito, cerámica primorosa, libros raros y bibelots que cerebro no era el de un hombre inferior. He comprobado,
revelaban el secreto de algún viaje a las honduras del sucesiva o simultáneamente, que era escéptico y crédu-
Extremo Oriente. lo, fatalista y supersticioso, generoso y mezquino, suave
Una casa original y, sobre todo, una casa fría. El Pa- y violento. En realidad no lo comprendí nunca. Cuando,
dre Clarencio era insensible a los rigores del invierno, poco después de su muerte, recibí de manos de un nota-
aumentados en su casa por las brumas y la humedad del rio el curioso manuscrito que me legaba, creí que iba a
Sena. El fuego encontrar el hi-
le inspiraba lo que me con-
una verdadera dujese por el
aversión. No dédalo de su ca-
me lo dijo nun- rácter. Ocurrió
ca, pero yo sor- todo lo contra-
prendí, poco a rio.
poco, aquella El manuscri-
antipatía por el to vino a au-
elemento mági- mentar mi con
co de la vida, fusión, suti ;»
por la lumbre zando cada uno
destructora y de los aspectos
creadora. La de aquel alma
primera vez extraordinaria,
que vino a ver- haciendo más
me, yo estaba hondo su miste-
frente a mi chi- rio. Yo espera-
menea, donde ba una biogra-
ardían varios fía, una confe-
leños perfuma- sión, unas me-
da y alegremen- morias, algo
te. Le invité a en que el Padre
calentarse. Clarencio ha-
— Gracias— blase de sí mis-
me dijo, vol- mo: de su vida
viéndose de es- monástica, de
paldas a la chi- su divorcio de
menea. Y agre- la Iglesia, de
gó: «Vamonos las causas ínti-
a la calle. París mas que le tra-
está todo neva- jeran a éste, de
do y pasear sobre la nieve es una delicia.» sus amores y de sus odios, de sus ideas y de sus dudas...
Accedí. Aquel mismo invierno tuvo que guardar cama. Yo esperaba la historia de un alma, y lo que recibía era
Tosía atrozmente. Se negó a recibir médicos y como yo el más inesperado, el más extraño documento que pueda
—sutínicoamigo—quisiera cuidarle y le propusiese un imaginarse. Era—no sé cómo decirlo—una cronología o
ponche, se puso a reir entre las pieles y mantas que le relación de las confesiones recibidas por el padre Cla-
envolvían. rencio, pero no de todas, sino de aquellas... en que no
—¿Cómo va usted a hacerlo?—me preguntó. había querido absolver al penitente. Titulábase el ma-
—En la cocina. nuscrito «Los pecados sin perdón» y estaba formado por
—No existe en esta casa. La he hecho quitar. capítulos sueltos, en cada uno de lo.s cuales un ser atri-
— Pero tendrá usted alcohol, un infiernillo... bulado por la culpa, por el crimen, por el sacrilegio, por
Su rostro se contrajo. el horror de alguno de los siete enemigos de la gracia,
—Nada, nada de eso hay aquí. Ni cerillas. Déme us- acudía al santo tribunal de la penitencia, o llamaba a los
ted ron, si le parece. Y no me pregunte nada más. pies de su lecho de agonizante a quien, en nombre de
Sólo más tarde, mucho más tarde, he podido explicar- Cristo, debía empujar la puerta estrecha que le separa-
me el horror que sentía el Padre Clarencio por el fuego. ba de la Gloria.
Y tal vez presumo demasiado al suponer que conseguí Impenetrable e inflexible, el Padre Clarencio «no ab-
explicarme aquel enigma del hombre más enigmático que solvía», bien dejando morir al penitente sin pronunciar
he encontrado en mi vida. En realidad, en el Padre Cla- las palabras de salvación o bien transformando la frase
que borra los pecados en una sentencia condenatoria; aprobarlos o rebatirlos entonces con algún conocimiento
bien afirmando—con rigor calvinista—la ausencia ab- del hombre que los inspira. Mas no se olvide que el al-
soluta de gracia en que había nacido el pecador, y ex- ma del padre Clarencio se parece a esos paisajes del
citándole, de este modo, a más graves y reiteradas desierto creados por el espejismo. Cuando el caminante
culpas. cree penetrar en un oasis o aproximarse al mar, una
Pero, ¿a qué insistir en mis indicaciones? Precisa- mutación de la luz le prueba lo falaz de su esperanza, y
niente doy a la estampa el manuscrito del Padre Cla- la llanura vuelve a presentarse a sus ojos: ardiente,
rencio para que los lectores me ayuden a descubrir la fascinante, homicida...
psiquis del insólito personaje. Releyendo, por cuarta o Y aquí concluye el prólogo de «Los pecados sin per-
quinta vez «Los pecados sin perdón >, las hipótesis y dón...»
los comentarios afluyen a mi pluma. He decidido reser-
vados para el final. Los que sigan estas páginas podrán (SLli-ehti ¿Ji/Uáo'

LA VIEJA ESPAÑA
G A L A N T E , POR DIEGO SAN JOSÉ
••• Y A P A L E A D O - —Y ¿cómo podrá ser eso, si vues- la avilantez de darme cita en el jar-
(Indiscreciones de un paje.) tro marido y amo mío está con vos? dín para esta noche.
«Es mi señora doña Silvia la más —repliqué yo espantado. Yo sólo pensaba en estar enterra-
gentil carne de falda que gocé en —Pues así ha de ser, y ello será do, que muerto ya lo estaba. Doña
"lis días. Venus al salir de los mares más para tu honra que para tu daño Silvia prosiguió, sujetándome más
la tomara enojos y celos el sol. con aquel enemigo. Mira ~ prosi- cada vez:
Como ya va mediando el otoño de guió—. Tú entrarás quedo y escon- —Ved, marido, que quiero que ba-
su bizarra vida, parece que quiere derte has entre los cobertores del jéis donde ese falso me espera y le
aromas de primavera y a todo ries- lecho, yo estaré ya sobre aviso y deis lo que se merece y no piensa
go los busca. no te irá mal, que para esta vez te encontrar.
Yo era simple y no hacía aprecio guardo las más bellas flores del jar- El tal púsose en pie de un salto.
de lo mucho que me regalaba mi dín de-mis delicias. La pécora continuaba:
atna, cuando aun no había una sema- Y fui. No había sino cumplir como —Para que no huya al veros, será
na que estaba a su servicio. Delante amante y obedecer como criado. bien que os pongáis mis vestidos;
de mí cambiaba de ropa y delante de Caminaba a tientas, curando de ponéoslos y no hagáis luz, porque
mí llegó a tomar el baño y mandar- no tropezar, y si'por acaso hacía rui- no advirtáis el color de la vergüen-
za que me toma el rostro al
haceros esta confesión.
Hizo mi amo como le decían,
y salió furioso hacia el huerte-
cillo.
Cuando hubóseme pasado el
susto merced ai nuevo agasa-
jo de mi ama y dueña, mandó-
me que con un buen fresno ba-
jase en busca de su merced y
fingiendo que le tomaba por
su liviana costilla, emprendié-
rala a golpes hasta que pidiese
confesar, diciendo mientras le
asaba a puros golpes:
—Tomad bellaca, falsa per-
jura, tusona de burdel calleje-
ro, ya que en tal estima tenéis
la limpia honra de mi amo,
'yie luego que la enjugara con un su- do, luego me estaba una hora con el pues con un criadillo suyo consen-
dario transparente a cuyo través di- un pie en el aire, como quien se ha tíais esta enlija, pues él no os la pro-
bujábase la carne fresca y mórbida pinchado. puso sino por probaros.
que era ganzúa de mi simplicidad. No hice más de llegar, y la corti- Hícelo así, y en Dios y en mi áni-
Un día se cambiaron las tornas; na que cubría el infierno de aquel ma que me despaché a mi gusto. A
^'la me atendió a mí, y desde en- matrimonio se alzó y saliendo una la media docena gemía el infeliz:
tonces todas las mañanas, aprove- mano de mi dama asióme de donde —¡Basta, Juanico, por tu vida, que
chando que mi amo estaba en el con- más sujeto me podía tener. ya sé en cuanto tienes la honra de tu
^^)o, el mayordomo en misa y las — Marido, marido, ¿no oís que os señor! Así te pague Dios este cuida-
criadas atendiendo al arreglo de la Hamo?—comenzó a decir—. Pare- do como yo pienso pagártelo mañana.
casa. céis un tronco. Así curáis del honor Desde aquel día soy el verdadero
Un día, que era burlona y mal in- vuestro que por osadías de un cria- dueño de la casa...
tencionada, díjome: do infiel se ve en trance de perder- Por la copia:
. ~-Juanico, quiero que esta noche se. Sabed que Juanico, el paje, me
'a pases en mi alcoba. ha requerido de amores y aun tuvo
PORQUE ENGAÑAN LOS HOM-
BRES A LAS MUJERES, POR FERNANDEZ FLOREZ
POR VARIAR de prendas. Al
Los recién f¡n,elilustrese-
casados habífin ñcr Poncet pu-
desaparecido do hacerse oir.
ya sin que, en —lEstam'os
el bullicio de la aquí — : di jo^—
fiesta, nadie lo muchos' hom-
advirtiese; pe- bres casados y
ro quedaban las algunos [que lo
suficientes mu- hemos sido. El
chachas guapas Que pueda afir-
y los suficien- mar, por su ho-
tes empareda- nor, que no ha
dos de jamón engañado a su
para que los in- mujer, que ha-
vitados no pen- ble.
sasen en imitar Se produjo
la conducta de los novios abandonan- tcrice a presumir que serán desgra- un silencio embarazoso.
do la espléndida morada donde se ha- ciados. El minúsculo señor Quzmán inda-
bía celebrado la boda. —No puedo augurar precisamente gó, mirando sobre el borde de su ta-
La gente joven había invadido el que serán de! graciados—replicó Pon- za dd te, si estaba su suegra en el
jardín, y en el gabinetiio donde iba cet—: la desgracia, más que las cir- gabinete. Poncet, con una débil son-
a ser servido el te, las «personas ma- cunstancias, la crean los tempera- risa irónica bajo el blanco bigote re-
yores» reuniéronse, sintiendo así co- mentos. Pero afirmo que este envi- cortado, se acomodó en un sillón y
mo el alivio de alejarse de aquel re- diable embeleso, que esta ansia amo- salió en amparo de aquella turbación
molino de risas, de chillidos, de co- rosa que a ellos mismos les parece general provocada por sus palabras.
mentarios, y también de ese prurito ahora que no podrá verse nunca sa- —Yo—dijo lentamente—tampoco
de hacer frases ingeniosas que aco- ciada, no durará mucho tiempo. En estoy exento de culpas, y no tengo
mete a la juventud cuando dos de una palabra: que el juramento de inconveniente alguno en hacer confe-
sus representantes declaran ante un fidelidad que acaban de hacerse se- sión de ellas, porque sé que ton in-
sacerdote que están dispuestos a in- rá quebrantado más pronto o más tar- herentes a la condición humana y que
tentar el sacrificio de multiplicarse. de, por cualquier pasión o por cual- nadie, después de oirías, me estima-
El ilustre señor Poncet, padrino de quier capricho. Y no es que exista en rá como un monstruo.
la boda, manteníase apartado en una este caso ninguna razón especial... «Algunos enlre ustedes han cono-
de las ventanas del gabinete, cuyo Es que es la ley humana, la ley in- cido a mi mujer y pueden decir si me
cristal empañaba la proximidad de su apelable y natural, que está por en- ciega el cariño al afirmar que era
aliento. Sus cejas habían trepado a lo cima de todirs las teorías y de todos guapa, inteligente y virtuosa como
alto de la frente, remontándose sobre los convencionalismos. la que pueJa serlo más. Me casé ena-
los lentes de oro, en ese gesto co- —Según eso... morado de ella, y enamorado de ella
mún a las personas abismadas en pen- —Según eso no hay un solo matri- estuve siempre. Su muerte fué el dis-
samientos de suave melancolía. La monio donde la traición o el engaño gusto más grande que he sufrido. Sin
obesa señora de Aguirre, a la que el no haya existido alguna vez. embargo, yo he engañado a mi mujer.
benedictine dotaba de una manía de — i Qué absurdo! «Si dijese ahora la razón brusca-
asociación que la hacía ser centro de Alzáronse algunas voces ofendidas: mente, ustedes la encontrarían acaso
un grupo numeroso, interpeló al so- —¡Hombre, Poncet!... Es una ge- un poco cínica, un poco brutal; pero
litario: neralización inadmisible. Afortuna- si me permiten explicar previamente
—¿Qué hace ahí el seño: Poncet? damente no ocurre así. el caso, reconocerán que es perfec-
¿Por qué no es de los nuesti os? —La excepción es precisamente tamente vulgar, el más vulgar de to-
El señor Poncet aproximóse, un esa. dos los casos. La primera incitación
poco encorvado, hundidas i s manos —¡Bueno andaría el mundo! la experimenté al poco tiempo de
en los bolsillos de su pantalón a ra- La anciana señora Mínguez maulló fijar nuestra residencia en Madrid,
yas. desde su butaca: casi en luna de miel todavía. Pasea-
—¿Qué hacía usted?—indagó la —Así son los matrimonios moder- ba por la calle de Alcalá y cruzó an-
señora de Ae-uirre, volviéndose ha- nos. Y no puede decirse que !a culpa te mí, casi rozándome, una mujer de
cia él tan violentamente que, al cho- ande muy lejos de estos bailes, de extraordinaria belleza. Cuando volví
car con su busto, el débil señor üuz- estas diversiones de hoy. Cuando yo el rostro para contemplarla mejor, el
mán tardó mucho en recobrar el equi- me casé sólo había juegos de pren- gentío la había ocultado. Mi imagi-
librio. das. Los juegos de prendas nunca nación ociosa discurrió sobre aquel
—Meditaba. han comprometido la felfciflad. nimio suceso. «He aquí—me dije—
—¿Y en qué meditaba? Las voces se entre nezclaban para una mujer que ha nacido y ha muerto
—En que acabamos de dar origen trenzar una unánime protesta contra para ti en un segundo. La has mira-
a una infelicidad. el criterio temerario del señor Pon- do, la has deseado, y murió; porque
—¡Oh! — protestaron algunos —. cet. En vano la señora Mínguez qui- es casi absolutamente seguro que no
¡A una infelicidad! so continuar desenvolviendo su teo- la vuelves a encontrar nunca, y eso
—Los recién casados—opinó la.se- ría de que la corrupción de las cos- equivale a su muerte.» Esta idea se
ñora de Aguirre—son jóvenes, son tumbres estaba estrechamente rela- repitió muchas veces en mí, en oca-
ricos, se adoran... Nada hay que au- cionada con el desuso de los juegos siones diversas, y cada vez era más
melancólica y más punzante. En los ternuras o sus crueldades? ¿Qué no- maridos: «¿Por qué engaña usted a
teatros, en los bailes, en los paseos, vela de amor podrá crear, en la que su esposa?», os tendrán que respon-
dondequiera que podía contemplar yo no seré nunca el protagonista?» der como yo: «Por variar...»
mujeres desconocidas, me afligía Y esto ocurre aunque améis ya cie- «¡Diablo', aseguro a ustedes que
aquella consideración que ya expuse. gamente a otra mujer, y aun podría me resistí cuanto pude. Mi mujer era
Por nada del mundo hubiese cambia- decir que ocurre especialmente cuan- morena, y, a los dos años de casado,
do a mi mujer, pero experimentaba do amáis a otra. Muchas veces basta a mi me gustaban casi todas las ru-
la avidez de gustar otros amures, de el simple contraste físico entre vues- bias. Yo estaba dispuesto a resistir
penetrar en otras almas, de dejar mi tra mujer y una mujer cualquiera, heroicamente en mi fidelidad... Se
recuerdo en otro corazón. No era el para que la tentación os asalte pode- me ocurrió una idea. Un día llevé a
ansia del conquistador vulgar, del co- rosamente. mi esposa un excelente tinte. «¿Por
leccionista de novias, que, por regla «Es ese mismo deseo, un poco con- qué no te tiñes de rubio?—le dije—.
general, es un pobre enfermo; sino fuso, que experimentamos muchas Es la moda.» Y cambió el color de
una mezcla de curiosidad, de ansia veces, de vivir otras vidas distintas su cabello,
de novedad y... de ese cansancio que a la nuestra. El aventurero constitu- —¿Y usted resistió la tentación.-"—
todo amor conseguido y sosegado de- ye el fruto de esta proteica ansiedad, inquirió la señora de Aguirre.
ja en el fondo de los espíritus. irresistiblemente agudizada. La mis- —Sí; las rubias dejaron de preocu-
«¿A quién no le ha ocurrido algo ma ocupación, los mismos ambientes, parme por aquel tiempo. Ptro mi
de esto? ¿Quién, en un baile, por fatigan. La misma mujer, el mismo mujer era, ademas de morena, me-
ejemplo, no ha sentido el afán de una amor, produce desmayos sentimenta- nuda, delgada y de carácter serio...
mágica multiplicidad que le permitie- les de los que algunos vuelven más Fué imposible evitar la «necesidad»
se ser la pareja de todas las muje- enamorados aún y otros... no vuel- de engañarla con mujeres altas, gor-
res? A veces, un gesto de «na des- ven nunca. Es, en una palabra, la ne- das y de carácter alegre. Me acuso
conocida, un ademán, el timbre de cesidad de la variación. Yo engañé de ello. Y, sin embargo, yo he que-
una voz, una frase que pudimos oir a mi mujer por variar, tan sólo por rido mucho a mi mujer.
3| pasar a su lado, el brillo de sus variar, y con otras mujeres que no
ojos o la forma de su boca, nos hacen eran tan guapas, ni tan inteligentes,
pensar: «¿Cómo amará? ¿Cuáles se- ni tan amorosas como ella. Y si pre- tu. J-cHM'om^olc'i S-ío^e/z
rán sus palabras, sus actitudes, sus guntáis al ochenta por ciento de los

~¿Oué número buscas? -¿Entonces?


—¡El1606!
r
-¡Imposible, querido!... Es la semana inglesa.
Dibujo de TITO. (De LE RmE.París.)
(^r,r, P1 fin del'^VjSar en España los estilos
de los d ferentí ¿'bulantes franceses, gloria
del arte univV»'' ^^™os a consagrar en
nnestíos númeP' sucesivos, una plana a cada
Sno de lsto™S^^'i'°^°8 ""-«stas, únicos en
s í ffánero c o * ? í ° ' ' ^ s de la VIE PARISIENNE,
f m f d e l a s ' S ' ^ ' ^ ^ ^ ^ revistas de esa Gre-
cia moderna qll ?^ llama.París... Empezamos
Dor^?oersonaS"P° Fabiano, cuyas mujeres
Sos r e ' c S a n L ' t " t % ,1« ^^^^-^^ ^e Mar-
cel Prevost y 0'^"® ^ ' " y -

De LAI VIE PARISIENNE


NOVELA TACHADA
UNA
POR LA C E N S U R A, P O R
(Dibujo de TITO.)
JOAQUÍN BELDA
Querido lector: Los distinguidos escritores que hicie- ** *
ron recientemente aquella campaña tan airosa y tan he- Era y con esa ausencia moral de órganos ....
roica contra la inmoralidad literaria, se han salido por fin que tienen el noventa por ciento de nuestros hom-
con la suya. Los Poderes públicos han restablecido la bres veía la vida a través de un devocionario,
previa censura para los libros, y he aquí el resultado. y no se metía una sola noche en la cama sin haberse dado
Las páginas que vas a leer a continuación, han sido en- unos disciplinazos feroces con el ptopio fajín de general.
viadas por mí, lleno de buena fe, a esta Dirección, y mi- Sus enemigos aseguraban que el Papa Negro, como
ra lo que me ha devuelto. le llamaba todo el mundo en la casa donde prestaba sus
Cada espacio en blanco es un concepto o una palabra servicios, tomaba mucho
tachada por el lápiz rojo; yo no soy responsable de esas Yo no lo creo, a no ser que lo hiciera por pura peni-
tachaduras. tencia, de lo cual ha habido muchos rasos en la Historia.
¿Verdad que no hay derecho? Lanzarote y él habían sido compañeros de academia,
Suple tú, con tu buen sentido, lo que en blanco apare- y en la casa de huéspedes toledana donde pasaron sus
ce, y mientras duren estas circunstancias, no escribas ni años mozos, más de una vez se la habían jun-
a ía familia. Es un consejo. tos ambos futuros héroes. Acaso de aquí databe su buena
amistad, pues es sabido que ciertas cosas unen nmcho,
FRAGMENTO DE UN SUEÑO QUE sobre todo cuando no se ha sabido despegarse a tiempo.
TUVE HACE ALGUNAS NOCHES El día en que el coronel Lanzarote juró su nuevo car-
go, fué a oir tres misas a la Encarnación acompañado por
El coronel de Infantería don Pedro Lanzarote y Tre- el general Ballesta, que era de antiguo, parroquiano del
bujana, era un verdadero héroe; acababa de cumplir los histórico templo. Don Pedro, de las tres misas, apenas
sesenta años; pero no consistía en esto su heroicidad, si oyó media, pues el resto del tiempo se lo pasó muy pre-
no que ella emanaba, como la miel del panal, de su bri- ocupado con las pantorrillas de cierta beata, que había
llante hoja de servicios. caído a su lado y que ca-
Había'hecho la cam- da vez que se arrodillaba
paña del Norte, la prime- o levantaba, enseñaba
ra y la segunda guerra hasta las proximidades
de C u b a , todas las de del
Melilla, y además una Y es que el coronel
temporada de seis meses Lanzarote era un
en el Hospital de Cara- en toda la exten-
banchel a causa de unos sión de la palabra, ¡que
que no le deja- vaya si es extensa! Ya
ban andar. se irá convenciendo el
En la guerra carlista lector en el curso de este
recibió una herida en el relato, de esa cualidad
pecho, en Cuba perdió voluptuosa del héroe de
un dedo de la mano iz- Guatánamo y de Sagua
quierda, en Melilla, el la Grande.
año nueve, le hirieron en El había venido a las
una pierna, y en Lara- tres misas de esta maña-
che, protegiendo el des- na porque sabía que era
plazamiento de unos ca- un bonito modo de agra-
ñones, le dieron un bala- decer al general lo del
zo formidable en los mismísimos Aun conserva- nombramiento y un excelente sistema de afianzarse en
ba la cicatriz, pero no la enseñaba más que a los muy ín- el nuevo cargo. A él, en el fondo, la Iglesia le tenía sin
timos. cuidado; los curas le parecían, por lo general, toreros sin
contrata; los obispos, salvo excepciones, se le antojaban
No habrá que decir que el bizarro coronel Lanzarote
poseía una colección de cruces que, vendidas al peso, le amas de casas de y los diáconos, encargadas.
labrían proporcionado una suma de dinero muy superior Pero ¡le gustaban tanto al general las cosas que trans-
i la que por ellas cobraba. Pero él, como militar clásico, cendían a incienso! Y, por darle gusto, Lanzarote estaba
ie hacía en el dinero, y sólo quería conser- dispuesto a confesar cuando el otro se confesase, a ir en
var la gloria de sus hechos famosos. una procesión empuñando un cirio o la vara de un palio,
siempre que el otro llevase otra y hasta a darse discipli-
Siendo ya coronel, y cuando sólo le faltaban dos !años na en los dos carrillos de siempre que el otro
)ara el ascenso a general, recibió una merced que era se la diese.
:omo el coronamiento de toda una carrera: fué nombrado Ahora que, esto último, como el coronel aun no tenía
lyudante del cargo muy parecido al de se- fajín iba a tener que hacerlo con la funda de un paraguas.
iora de compañía, pero que indudablemente disfrutaba AI salir de las misas aquella mañana, y camino de un
le un gran brillo social. gigantesco edificio de piedra blanca que se veía al fren-
La breva se la proporcionó el que proporcionaba casi te, el general iba diciendo al coronel:
odas estas brevas, o sea el tétrico y sombren general —¿Has visto qué cosa más grande, Pedro?
Jallesta, hombre de enorme influencia en altísimas esfe-
as, que era a más de beato y jesuitón como él sólo, un
con toda la barba.
Pero de este frailuno de Ballesta hay que hablar con
nás calma. (Continuará^
OPTIMISMO.
-Tiene usted una pieza de museo, querido señor.
•-Y usted también, querida señora. —Desde mi punto de vista, señora, todas las cosas son admirables.
(De LERIRE. París.) Dibujo de TITO.

A LOS DIBUJANTES DESCONOCIDOS


Brindamos las páginas de esta Revista a los dibujantes de talento. Tendremos una verdadera complacencia en lanzar
valores nuevos. En España hay un verdadero renacimiento en este género y queremos contribuir de esta manera a él.

CRIADA PARA TODO, POR ALVARO RETANA


PRESENTACIÓN Hermenegilda López y Esparra- la indiscreta autora de estás confi-
guera. dencias; pero yo sabré engatusarle,
Cuento en la actualidad cerca de La Menegilda de hace treinta años, con tanto acierto, y le prodigaré ta-
medio siglo, puesto que nací el 7 de es hoy la ilustre señora doña Qüda les caricias, quisicosas y monadas,
enero de 1878, y, sin embargo, to- López de Esparra, esposa legítima que su coronada testa se tranquili-
dos los revisteros de salones cele- del acaudalado marqués de X... pero zará definitivamente. Asf, pues, bas-
bran mi otoñal belleza y mi aristo- hoy, en el otoñodesu vida, la seño- ta ya de preámbulos y pasaré a auto-
crática elegancia cuando asisto a al- ra marquesa se ha sentido con ganas retratarme:
guna fiesta de nuestra buena socie- de reconstituir su pintoresco pasado, El mismo día que cumplí los cator-
dad. Como estoy desposada con un y amparándose en la impunidad del ce años, vine a la corte, destinada
político influyente que espera ser seudónimo, va a desnudarse ante los ocr mi madre, a sarvir de niñera en
niinistro de un momento a otro, se lectores de esta Revista, con tanta casa de un matrimonio joven, padres
me recibe en cualquier parte con habilidad, que no va a reconocerme de un vastago monísimo que contaría
Verdadero entusiasmo y se solicita ni mi propio marido. sus buenos cuatro meses cuando me
mi colaboración para toda función o Seguramente que más de cuatro fué encomendado.
proyecto benéfico. personas «bien» van a preguntarse He de decir que yo he nacido en
El mundo ha tendido sobre mi pa- durante el transcurso de mis Memo- San Fernando de Henares, y que los
sado un velo—o más bien, una al- rias: ¿Pero quién será esa aristócra- autores de mis días eran unos humil-
fombra—y mi título de marquesa de ta tan cínica y tan loca? Únicamente des jornaleros sin más descendencia
X... ejerce de Jordán purificador so- mi esposo, cuando llegue n\ capítulo que yo. Mis pa Ires eran los guardas
bre mi verdadero nombre, que es XXIIl, sospechará que pueda ser yo de un finca soberbia que el marqués
de Empinares poseía cerca del río rados, desmentían con su aparente simpática y dispuesta, y yo tampoco
Jarama; pero ellos, desetsos de po- felicidad los augurios de los res- disimulé mi satisfacción ante la pers-
nerme en condiciones de defensa pectivos suegros, que pronostica- pectiva de verme en Madrid elegan-
ante la vida, temiendo que la muerte ron a la pareja asolamientos y fie- temente vestida de negro con delan-
o alguna enfermedad de cualquiera ros males por haber fundado un ho- tales blancos, como las doncellas que
de ellos originase nuestro despido de gar sin contar con un ingreso razo- describían las novelas devoradas
la finca el día menos pensado, y yo nable. por mí,
quedase en situación difícil, determi- Tanto el marido como la mujer, ani- Por aquella época, un precoz des-
naron colocarme de sirvienta en la mosos y comunicativos, Cdyeron en arrollo me convertía en un capuliito
corte, seguros de que aquí me aguar- gracia a mis padres y los invitaron a femenino, nada despreciable. Yo en-
daba un porvenir más brillante que el coger algunas flores y frutos de la tonces no entendía de estética; pero
que me reservaba la reclusión en posesión, con lo cual los recién casa- al compararme con las chicas de mi
aquella posesión del marqués de Em- dos se dilataron satisfechos hasta el clase de San Fernando, me recono-
pinares. Y yo acepté encantada la límite de la dilatacióa. cía superior a todas ellas.
idea de mis progenitores, porque ha- Otro domingo el matrimonio re- Era yo entonces más bien alta que
bía empezado a irritarme la monoto- pitió su excursión a San Fernando, y baja, y a pesar de mi indumentaria
nía de la vida campestre y sentía no faltaron a saludar a mis padres, de palurda, tenía un especial ^aspec-
una malsana curiosidad por instalar- trayéndolos unos paste- to distinguido, como si fuera una se-
me en Madrid. Yo que siempre he les madrileños, y entre ñorita disfrazada de muchacha del
sido muy aficionada a las lecturas, las diversas cosas de pueblo. Me peinaba como
había devorado innunerables volú- que unos y otros ha- todas: con todo el pelo tiran-
menes de la biblioteca que el mar- blaron, se trató de la te, recogido ferozmente en
qués tenía en la finca y me hallaba mala calidad^ del ser- un moño sobre la nuca; pe-
realmente suge'^tionada por la Vida. vicio doméstico, que ro aquel tocado no restaba
Yo quería correr a un mundo más am- les había determinado atractivo a mi rostro, que
a prescindir de servi- dicho sea en honor a la ver-
dumbre. dad y modestia aparte, te-
La hija del comer- nía un óvalo bastante co-
ciante se lamentabade rrecto. El sol había tostado
mi Cutis más de lo debido,
prestando a mi cara el dora-
do tinte de las campe-
sinas, y quizá esto
contribuyese a que
resaltase más ostensi-
blemente el rojor de
mis labios demasiado
gruesos para no
resultar sen-
suales. Como la
madre natura-
ezaha tenido a
bien dotarme de
unos dientes
magníficos,
blancos y relu-
que las sirvientas cortesanas eran cientes, que en mi primera juventud
plio que a^iiei en que había trdnscu- parecían dos apretadas hileras de
rrido mi infancia, y en mis locos sue- todas unas sisonas, vagas, torpes e granizo y de unos ojos morunos, más
ños de ambición, en mis fiebres de insolentes criaturas, y acusó el hecho negros entre la sombra de arquea-
niña novelera, pensaba que Madíid de haberse visto precisada a cambiar das pestañas, yo resultaba, claro,
era el Paraíso guardador de inefa- doce veces de niñera—la única clase una chicarrona bastante guapa, re-
bles venturas, el lugar donde la Vida de servidumbre con que transigía— bosante de salud y tan dispuesta
culminaba, y yo, que sentía impa- en tres meses. fpara el trabajo, que verdaderamente
ciencia por vivir, acogí la idea de Mi madre, sugestionada por la in- no podía fracasar como doméstica.
mis padres con verdadera alegría. dudable simpatía de la esposa del Yo era dócil, discreta y me encontra-
Mis futuros señores, en una de empleado de Hacienda, miró a mi ba con ganas de agradar a mis pro-
sus excursiones domingueras a San padre con fijeza y exclamó pensa- tectores para no perder mi coloca-
Fernando, habíanse internado por te- tiva: ción y empezar el Via Crucis reser-
rrenos pertenecientes a Empinares y —¿Qué tal estaría que enviáse- vado a la pobre chica que tiene que
trabaron con los autores de mis días mos a la chica de niñera a Madrid servir. En estas condiciones, pues,
una banal conversación que más tar- con estos señores? hice mi entrada en la corte, bien aje-
de habia de influir tan evidentemen- —Si ella quiere, por mí no hay in- na a lat accidentadas alternativascon-
te en mi existencia. conveniente—dijo mi padre — . Ya que el Destino iba a favorecerme, y
Tratábase de un matrimonio de la sabes que hace tiempo tenía yo pen- sin vislumbrar, naturalmente, las vi-
burguesía; él empleado en el Minis- sado de enviada a Madrid. Algo jo- cisitudes porque iba a atravesar antes
terio de Hacienda y ella hija de un ven me parece entodavia; pero en de venir mi actual encumbramiento.
acreditado comerciante, que se ha- fin, para cuidar un crío ya servirá.
bían casado recientemente contra la El matrimonio, jubiloso, concertó
oposición de ambas familias; pero con mis padres el traslado a la corte,
ellos jóvenes, soñadores y enamo- porque me encontraban inteligente, (Continuara.)
UN C U E N T O
GALANTE, POR
Dib. de TovAR.
MANUEL LINARES RIVAS
LA MORAL BIEN ANALIZADA
CASI CUENTO... II
Por viejo sabe uno muchas cosas, pero después cada Tras de muchos años sin vernos apenas, y cuando nos
cosa, y solo por vivir unos días más, se desmorona de veíamos saludándonos indiferentes, presentóse una ma-
^u altar, y va llegando uno al fin de la vida convencién- ñana en mi casa la profética figura de don Melchor, tin-
dose de que las verdades son falsas, las ideas son equi- diéndome los brazos con inefable cariño.
vocadas, y las leyes, morales y físicas, son en- Tendíle los míos para que no resulta-
gañosas y efímeras. Queda el consuelo de que ran desairados los suyos, que ya me en-
Vendrán otras verdades... que ya no señaron las mujeres a esto de
tendremos tiempo de averiguar qup son abrazar sin cariño y sin afán
Tientira. ninguno. E inmediatamente y
No es mucho como llevado de una
•"O es algo. súbita explosión de
Y como no dan más franqueza, me contó
en esta lotería del vi- su vida. Vamos, lo
vir, bueno será el irse que quiso contarme
conformando con los de su vida.
premios que nos to- Yo,para correspon-
can, y adorar las ver- der, le conté lo que
dades mientras no lle- todos saben de la mía.
ga la precisión de Y después de esta
despreciarlas Que es p r u e b a de
precisamente afecto, en la
'o que le pasó que a m b o s
también a mi nos reserva-
buen amigo, mos lo más in-
camarada de teresante de
la juventud y nuestras v i -
dignísimo das, queda-
funcionario mos los dos
de no sé que persuadidos
rama adminis- de que nos
trativa, don franqueamos
Melchor Gon- mutuamente
zález de la con fraternal
Pepinera y sinceridad.
García de los Puede que
Bastos, caste- él pensara:
llano de Cas- —Si te fi-
tilla aunque guras que en
los apellidos, mi vida no hu-
por sus di- bo más que
jnensiones, át eso que te he
tuvieran mar-
cado tufillo de contado bien candi-
portugueses. do eres...
P e r o como yo
Era el tal don Mel- pensaba:
chor hombre de recia —Si tú te crees
complexión, de buen que voy a descubrir,
semblante con gran- de buenas a prime-
des barbas entreca- ras, lo que me inte-
'las, que más le acer- resa y me importa...
caban a profeta que a ¡¡aviado estás, Mel-
funcionario del Esta- chorcitoü
do, de buena salud, Resultó que esta
de sanas costumbres y mutua reserva nos
de rancias creencias. hizo simpatizar más.
A.fládase a esto sus cincuenta y tantos años, y se vendrá Y con esta simpatía llegamos suavemente al objeto de
a la debida consecuencia de que don Melchor González la visita de mi antiguo amigo y camarada.
de la Pepinera y García de los Bastos era persona de —¿Qué buen aire te empuja por aquí, Melchor?
'deas arraigadas y de principios inconmovibles. —Pues verás. Yo tengo dos hijas, Micaela y Petrita,
Que los hombres sanos, fuertes y bien emplazados mo- una con diez y ocho y otra con diez y nueve.
netariamente no cambian jamás de convicciones. Aunque no me dijo con diez y ocho qué, ni con diez y
Eso se queda para los infelices. Los dichosos tienen nueve qué, yo supuse desde luego que eran diez y ocho
Siempre certeza y seguridad en lo bien que marcha este y diez y nueve años respectivamente los de Micaela y
•íiundo. Y en lo bien que han de marchar en el otro. Petra.
Y me limité a afirmar con un signo de cabeza recono- en la falanje innúmera de meritorias con derecho a pre-
ciendo que no había objeción ninguna que poner a que senciar los ensayos, y a los dos días se hizo la presenta-
las niñas tuvieran esa edad. ción oficial.
—Las dos son muy instruidas, con educación muy es- Don Melchor González de la Pepinera y García de
merada y—permíteme que lo diga—las dos son guapas los Bastos no había mentido en las cualidades íntimas de
y tienen buena figura. sus niñas. Eran instruidas y de esmeradísima educación/
Nuevo signo mió afirmativo. Tampoco encontraba ob- Pero don Melchor González de la Pepinera y García
jeción para que fueran guapas. de los Bastos habíase excedido en la paternal alabanza
Aun sin saber de lo que se trataba, no me parecía de las cualidades externas. Eran dos pimpollos, sí, pero
mal en principio, que las chicas tuvieran excelentes cua- dos pimpollos desmedraditos e insigniticantitos.
lidades internas, externas... y hasta medio pensionistas. Sólo en una cosa tenían demasía: En lo lisas. Ersn muy
Animado con mi asentimiento, continuó Melchor: lisitas las pobrecitas...
—Pues las dos quieren dedicarse al teatro. III
—Muy bien. Con esas condiciones personales irán al Pasó la temporada aquella saturándose de ensayos.
triunfo seguramente. Salieron de acomoañamiento en una obra trágica e hicie-
—Eso creemos. Ya comprenderás, conociendo nuestra ron la Chula 1 " y Chula 2." en un saínete que no llegó
posición social y nuestras ideas, que nos hemos opuesto a ser cómico. Y después ya nada más.
en casa decididamente, pero es tan grande la vocación Quien define con reconocida autoridad en aquella casa
de las muchachas y fueron tantísimas las súplicas y los me dijo francamente:
llantos que al fin, su madre y yo, hemos pensado que no —Mire, Manolito, no sirven.
teníamos derecho a contrariar una vocación tan firme. ¡¡Manolito es otra de las cosas que se han ido al
—Si habéis meditado ya en todas las dificultades ínti- eclipse también...!! ¡Bueno! me dijo:
mas de la vida de entre bastidores... —Mire, Manolito, no sirven. Son muy simpáticas y
—Muchísimo. muy listas, pero no tienen condiciones físicas para el tea-
—Entonces... tro. Claro que se las puede utilizar en determinados pa-
—Las chicas valen y lo han demostrado ya en muchas peles, pero eso no es porvenir, sobre todo no necesitan-
representaciones de aficionados. do la materialidad de los sueldos pequeñísimos que po-
—No es lo mismo el éxito para un aficionado que para drían llegar a conseguir.
un profesional. Se aquilatan los valores de muy distinta Callé, convencido.
manera. El teatro es una gran cosa para las primeras figuras,
—Ya lo sé y por eso no pretendemos que se presen- pero es una cosa horrible para las medianías.
ten con pretensiones de primeras actrices sino modesta- IV
mente y de meritorias en una buena compañía para
aprender lo que el arte tiene de oficio. Al ir a empezar la temporada siguiente, se me presen-
—Muy bien... y muy fácil. tó don Melchor.
— Y para eso acudimos a ti, alegando nuestra antigua —Vengo con una pretensión. Que a las niñas les asig-
amistad, para que nos ayudes. nen un sueldo. El que sea, cualquiera, porque no nos pre-
—Con mucho gusto. ocupa hoy la cantidad que ganen; pero quieren pasar de
—Ya sabemos que no son todas moscas blancas e:i el meritorias a incluidas en la lista de la compañía, porque
teatro,.. de ese modo, seguramente, les repartirán mejor trabajo.
—Seguramente, sí.
—Ni en el no teatro,.. —Las niñas están entusiasmadas y cada día se arraiga
—Ya, ya... pero indudablemente ha de haber compa- más en ellas su vocación firmísima.
ñías honradas, en las que se pueda confiadamente entre- —Su vocación, claro.
garles una sefíorita sin riesgo de malos ejemplos. He aprendido hace mucho, que el repetir las mismas
—Indudablemente. palabras sostiene la conversación y no compromete a
—Pues dime una de esas compañías. nada, mientras uno piensa lo que efectivamente se debe
—¿Así, de pronto? jCaray, me pones en un conflicto! contestar. Y yo no sabía de qué manera decirle que las
—¿No recuerdas ninguna? niñas no servían, sin lastimar su amor propio ni herir
—Déjame unos días de meditación., porque así, tan sus entusiasmos.
en absoluto como tú lo pides, yo no digo que no las ha- —Y como realmente las chiquillas valen mucho, es hora
ya, digo solamente que yo no estoy bastante informado
para poner las manos en el fuego... ya de proporcionarles la ocasión de que lo demuestren.
—Tampoco pretendemos que sea un Colegio del Sa- —La ocasión, sí—; repetí aferrado a mi sistema.
grado Corazón sino compañías honorables en totalidad y —Tú conoces demasiado que en papeles de media do-
de prestigio artístico. cena de palabras no hay lucimiento posible ni les da tiem-
—Eso sí, muchas. po siquiera para reponerse de la impresión de salir a es-
—¿Tú conoces a Fernando Mendoza? cena.
—Sí, mucho. —Es verdad.
—Lo pedirás, ¿eh? Y para ti mismo será una gran sa-
Exajeré un poco, por el tono que me daba al decirlo, tisfacción cuando las veas triunfar en un papel bonito y
pero sabiendo ya que exageraba porque a Fernando grande...
Díaz de Mendoza no es fácil conocerle mucho. Es tan Y los ojos se le empañaban ante la idea futura del
fino que a veces hasta sus despegos van recamados de triunfo, y le temblaba el cuerpo nerviosamente haciendo
finura y hay que estarle agradecidos por ellos... temblar más aún las proféticas barbas.
—¿Y puedes recomendarlas? ¿Cómo se echaba por tierra aquella ilusión de las ni-
—Sí, hombre. ñas y aquella ilusión del mismo profeta administrativo?
Esto pasaba en época anterior a mi lamentable eclipse Pero era preciso, absolutamente preciso, y hasta de-
del teatro de la Princesa. ber de amistad era el no llevarlas al desengaño cruel por
—Pues te lo agradecemos. boca de un extraño. Y entonces, recordando sus buenas
—H' y mismo. costumbres de familia piadosa y sus arraigadas ideas de
Y efectivamente, hablé por ellas, quedaron admitidas moral y de honradez, busqué un camino de rodeo para
lo quitarles la ilusión —lo que me daba pena—y para no ligro? Y como tú no has de consentir que esas señoritas,
engañarlas, que no me parecía leal. no necesitándolo para vivir, se expongan a...
'^Mira, Melchor, entre hombres se debe hablar since- —üNoü
ramente. Mientras se trató del caprichito... Las barbas proféticas temblaron de ira.
^ D e la vocación—atajó Melchor. -¡¡No!!
—Bien, de la vocación... como meritorias; pero al lle- — Por mucha que sea la vocación de ellas...
Sat" a convertirse en profesionales del arte, es menester -¡jNo!!
que yo te diga, con mi experiencia, lo que tú no sabes —Estaba seguro y por eso me permití hacértelo ver.
sino de oídas. —Gracias. Hoy lo hablo en casa y hoy se terminó esta
^ D í lo que quieras. cuestión para siempre.
""-El teatro no es una profesión en que se entra y ya Y salióse del cuarto erguido y fiero.
8e queda, ascendiendo por grados y por tiempos. No es
una serie de oposiciones. Cada temporada es una batalla
para ingresar de nuevo. Cada obra es una batalla para Al día siguiente volvió a visitarme.
tener papel. — Lo hemos hablado en familia, se discutió mucho y
Los artistas consagrados no tienen que ocuparse de las niñas insisten.
eso; se les busca a ellos. Pero éstos son las excepciones —¿Insisten?
del oficio. Los demás artistas, la inmensa mayoría de los
demás artistas tienen ellos que buscar... —Sí. Su vocación es verdadera.
¿Te figuras lo que es para una mujer la necesidad de -iAh!...
buscar contrata cada año, en cada año dos veces por lo Un iah!... muy largo.
menos, y en cada temporada suspirar seis u ocho veces —¿Y vosotros? ¿Su madre y túi"
porque la Empresa, el director o el autor no se olvide —Cedemos ante la vocación.
de ellas en el reparto? ¿Te lo figuras? -¡Ah!...
Por consecuencia, la mujer, al empezar, necesita una Otro ¡ah!... más largo aún.
protección. O es eminentísima y se destaca por su pro- —Y si tú quisieras protejerlas...
pio mérito excepcional desde el primer momento—y esto —¿A las dos?...
convendrás en que es rarísimo—o necesita una mano —Claro, a las dos...
amiga y protectora. Algunas cuentan ya desde el princi- Miré al profeta. Y el profeta bajó su mirada ante la mía.
pio con ese apoyo por razón de familia; pero las que lle- —Ya te contestaré. No necesitas molestarte en volver
gan al teatro desde fuera, aisladas y desconocidas... hasta que yo te avise...
¿cómo van a subir? -¿No?
Pon un mérito igual en las seis muchachas que desean -No.
contratarse. ¿No contratarán antes a la recomendada]^ —Pues adiós...
Pon un mérito igual a las seis muchachas que ya están —Adiós.
en la compañía... y hay que repartir cuatro papelitos. Y lentamente, como dándome tiempo a llamarle toda-
|¿Nó quedarán excluidas las dos menos amigas? ¿Y de los vía, se fué e! profeta de mi casa... Como iba de espal-
i papelitos no se llevarán los mejores las más simpáticas y das no pude enterarme de si le temblaban las barbas o se
; las más amables? Ahora bien... o ahora mal. Si han de le erguían enmarañadas e hirsutas cubriéndole la cara.
pedir siempre... ¿se podrán negar siempre? ¿Ves el pe- /ploM'Ucí ÍÍUA<^^^ '^{^ai.
rifír-' I riliilll«Pi,illi,i„ J,?. Jíii M — ' T - r - m r m p 0 r y m -

<!Bñ.^ -Señorití;. Cs Quedaría altamente reconocido si le dijera usted al LA C R I S I S D E L C A R B Ó N


tril?,
trato. ?La
" " cabeza
' í*^^" solamente.
' ' T ^'^"?° ^ pedirle que consienta en hacerme un re-
—Veo, señor, que t imbién usted «posa» el desnudo. "Esp
spero hacerlo enrojecer.
(De LE;.RiRE.-?arís.) (D.; LE RiRE.-Paris)
TALLERES DE PRENSA POPULAR.—CALVO ASENSIO, 3.~APARTADO 8.008.—TELÉFONO J-624.—MADRID (8)

También podría gustarte