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Un ogro enamorado

Todos saben que un ogro da miedo, pero más miedo da un ogro

enamorado. Y Cirilo era un ogro enamoradísimo. Peor aun, si está

enamorado de una bruja. ¿Que por qué son tan peligrosos? Porque se

vuelven muy distraídos, y un ogro distraído es un peligro para todo el

bosque. Además, cada vez que Cirilo veía a Matilde se mareaba, y así

mareado andaba, a los tropezones. Los animales salían corriendo para

evitar los pisotones y las caídas de Cirilo, y los árboles terminaban con las

ramas todas rotas (para peor, en las ramas están los nidos que terminaban

desparramados en el piso, pobres pajaritos). Y así, de mareo en mareo y de

golpe en golpe, a Cirilo le salió un tremendo chichón en la cabeza. Como

el chichón se le agrandaba más y más, no le quedó otra alternativa que ir a

ver a la única enfermera de todo el bosque: la bruja Matilde. Las brujas

saben curar con sus hechizos, el problema es que a Cirilo no le salían las

palabras cuando veía a Matilde y... ¿cómo iba a explicarle lo que le

pasaba? Pero Matilde, ni bien vio el chichonazo en la cabeza de Cirilo, no

necesitó explicación alguna. Fue, buscó hielo y se lo puso en el chichón. -

¿Cómo te pasó esto? -preguntó Matilde. Y Cirilo, mudo.

-¿Te sentís bien? ¿Te lastimaste en otro lado? ¿Por

qué te late tanto el corazón? -preguntó Matilde. Y

Cirilo, mudo. Entonces, Matilde se dio cuenta

(porque por algo era bruja) que al pobre Cirilo le

brotaba el amor por los ojos.

-Bueno, bueno, ya estás curado -dijo algo nerviosa la

bruja Matilde.
Y cuando Cirilo ya estaba volviendo al bosque, le dijo:
-¿Volvés mañana? Hay que controlar ese chichón. -Bueno -contestó Cirilo.

¡Sí! ¡Le salió una palabra! La cosa fue que una visita llevó a otra y después

de una palabra luego fueron dos, tres, cuatro... mil. Hasta que, un día,

Matilde se enamoró también. Porque el embrujo de amor es el más

poderoso del mundo. Cirilo y Matilde se casaron en el bosque. Invitaron a

todos los animales y a todos sus parientes, ogros, ogras, brujos y brujas.

Los padrinos fueron el príncipe y la princesa, y hasta el rey asistió porque

no quiso perderse el casamiento. -Señor rey, le presento a la bruja de mi

esposa -dijo feliz el ogro Cirilo.

-Señor rey, le presento al ogro de mi marido -dijo feliz la bruja Matilde. Y

fueron felices por siempre. Aunque, de vez en cuando, Cirilo se sigue

mareando.

Gabriel Cortina

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