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Números 22-24
Los israelitas llegaron a la tierra prometida y acamparon cerca
del río Jordán, en las llanuras de Moab. Entonces Balac, el rey
de Moab, vio a los israelitas y sintió miedo. Si ese pueblo
se asentaba allí, seguramente exterminaría a
los moabitas. ¡Estaban perdidos!
El rey
le envió mensajeros a un hombre
llamado Balán. El mensaje
era: «Ven para que maldigas
a los israelitas y yo pueda
derrotarlos». El rey creía que,
si Balán maldecía a alguien,
ese quedaba maldito y si lo
bendecía, quedaba bendito.
Cuando el profeta fue
con los oficiales del rey,
Dios envió a un ángel para
detenerlo. ¡Balán no lo veía,
pero su burra sí! El ángel
se interpuso tres veces en el
camino, y tres veces se detuvo la
burra. Primero se salió del camino;
después se pegó a una pared y al final se
agachó en el suelo.
Balán no entendía por
qué el animal se había echado en el suelo y
empezó a golpearlo con su vara. Entonces Dios le
dio a la burra la capacidad de hablar: