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1. TIPO
LOGÍAS TEXTUALES
Una tipología textual es una forma de clasificar los distintos textos en función de una
serie de rasgos que los identifican y los diferencian entre sí. La clasificación más comúnmente
aceptada distingue entre narración, descripción, argumentación y exposición. Sin embargo,
debemos señalar que, por lo general, no existen textos puros, es decir, que se ajusten a un único
tipo de tipología o modalidad textual, sino que, normalmente, hablaremos de textos
heterogéneos, donde habrá una tipología dominante y secuencias de otro tipo.
2. LA NARRACIÓN
Narrar consiste en contar unos hechos que han sucedido a unos personajes en un lugar y
un tiempo determinados. Podemos hablar, por tanto, de los siguientes elementos: acción,
personajes, espacio, tiempo y narrador.
2.1.1. LA ACCIÓN
Por acción entendemos la historia que se va desarrollando ante nuestros ojos a medida
que leemos el relato. En una narración pueden suceder varias acciones a la vez, las primarias y
las secundarias, que, entretejidas entre sí, forman el argumento. El orden de la acción, desde un
punto de vista clásico, suele responder a la siguiente estructura interna:
Planteamiento: es la presentación de los personajes y el establecimiento de la
acción que se va a desarrollar. Además, se expone el marco temporal y espacial
en que se situará la historia.
Nudo: la situación expuesta en el planteamiento comienza a evolucionar, es decir,
se desarrolla el conflicto en el que se verán inmersos los personajes.
Desenlace: es la resolución del conflicto y el final de los sucesos que se han
planteado. Puede ser positivo y alegre, neutro, o negativo y desgraciado.
2.1.2. EL TIEMPO
Hace referencia al momento en el que se desarrolla el argumento de la historia (pasado,
presente o futuro o incluso puede aparecer un tiempo concreto). Este tiempo de la novela no
tiene por qué presentarse de manera lineal u ordenada, sino que puede ser alterado libremente
por el autor con finalidad estilística, argumental o estructural. Esta técnica consistente en alterar
el orden lógico de la narración se denomina temporalización anacrónica, y cuenta con dos
recursos:
Analepsis: es un salto hacia atrás en el tiempo de la historia.
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Prolepsis: el autor adelanta acciones que aún no se han producido en el relato primario
de la novela, es decir, se trata de un salto hacia delante.
2.1.3. EL ESPACIO
Los personajes son los seres (personas, animales o ideas), reales o ficticios, que
desarrollan la acción. Los personajes principales o centrales son denominados protagonistas,
mientras que los demás son secundarios. Es fundamental que el narrador ofrezca al lector una
caracterización de los personajes, que puede ser: física, psicológica o mixta.
Según su importancia, pueden ser principales (son los agentes de la acción principal) o
secundarios; y según su posición en la obra pueden ser protagonistas o antagonistas (se oponen
al personaje principal).
Por otro lado, según su evolución podemos hablar de personajes redondos (complejos e
imprevisibles. A medida que avanza la narración cambian y suelen provocar fuertes reacciones
en el lector. Todo ello se deriva de las diferentes tramas argumentales) y personajes planos
(siempre ajustan su actuación a una cualidad, actúan del mismo modo, son previsibles, fáciles
de recordar y ayuda a complementar las cualidades de los redondos).
Finalmente, según sus características, podemos hablar de personajes tipo, que son
aquellos que representan un tipo social o psicológico concreto: el avaro, el pícaro, la mujer
virtuosa, el donjuán…
2.1.5. EL NARRADOR
Por narrador se entiende la voz que cuenta lo que sucede en la historia. El autor puede
narrar los hechos directamente, o bien, elegir a un personaje que, con más o menos
protagonismo, vaya contando desde dentro la historia. Además, en una misma narración puede
haber distintos tipos de narradores, es decir, voces diversas que aportan puntos de vista
distintos. Veamos más detenidamente cada uno de los tipos de narrador que hemos mencionado:
Narrador omnisciente: aparece en 3ª persona y nos cuenta todo lo que los personajes
hacen, dicen o piensan. Es un narrador que tiene un total conocimiento de la historia.
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Narrador personaje: en ocasiones, la historia es contada por uno de sus personajes,
aunque hemos de diferenciar entre el narrador-protagonista y el narrador-secundario.
En el primer caso, la narración suele ser autobiográfica, ya que el narrador
protagonista se sitúa como centro de la acción y relata los hechos desde su propio
punto de vista. En el segundo caso, el narrador testigo es espectador de la acción, y
la presenta según su mayor o menor proximidad a los protagonistas. Estos narradores-
personajes no suelen ser omniscientes, sino que solo cuentan aquello que conocen por
experiencia propia o por conocimiento ajeno.
Narrador observador: aparece en 3ª persona y narra los hechos que observa, sin
participar en ellos y sin conocer más allá de lo que ve.
Los textos narrativos tienen una serie de rasgos lingüísticos propios que los diferencian
de otras tipologías. Clasificaremos estas características por planos o niveles:
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Utilización de subordinadas adverbiales de causa, finalidad y consecuencia y de
coordinadas copulativas, que permiten la organización lógica de las acciones
La presencia de complementos circunstanciales de lugar y tiempo.
Las estructuras sintácticas dependerán del ritmo que el autor quiera dar al relato. La
sintaxis compleja aporta un ritmo lento al relato, frente a la simple que aporta rapidez
en el desarrollo de la acción.
Presencia de los estilos directo e indirecto.
3. LA DESCRIPCIÓN
La descripción consiste en representar con palabras seres, objetos, sentimientos… podría
definirse como “pintar con palabras”. Suele aparecer combinada con la narración.
Según la actitud del hablante, las descripciones pueden ser objetivas, si el objeto que se
describe aparece tal cual es, sin introducir ningún tipo de valoración personal; o subjetivas, si se
incluyen valoraciones por parte del autor.
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Las formas de elocución que pueden aparecer junto con la descripción es la narración,
que suele funcionar como marco de la descripción.
4. LA EXPOSICIÓN
La exposición es la explicación o desarrollo de un tema de un modo claro, ordenado y
coherente, por tanto, su finalidad es transmitir información objetiva. Se caracteriza por la
heterogeneidad temática, es decir, puede versar sobre una gran variedad de temas.
En cuanto a las partes de la exposición, debemos señalar:
Presentación del tema.
Desarrollo de la exposición, que puede incluir imágenes, gráficas, fórmulas…
Conclusión.
Estas partes pueden presentarse según las siguientes estructuras:
Analítica o deductiva. Se parte de afirmaciones generales para llegar a casos
particulares.
Sintética o inductivo. Se plantean casos particulares para llegar a una afirmación
general.
Encuadrada. El tema aparece al principio y vuelve a repetirse al final como conclusión
de lo expuesto anteriormente.
Junto a estas estructuras más comunes, podemos encontrar otras como las de
ejemplificación, contraste….
Según el tipo de receptor al que vaya dirigida la exposición, distinguiremos:
Exposición divulgativa. Destinada a personas que no son especialistas en la materia,
por lo que es de fácil comprensión. Esto se consigue mediante la ordenación del
contenido, los escasos tecnicismos, el empleo de la función metalingüística para
precisar el significado de términos que pueden ser desconocidos y la utilización de
ejemplos cotidianos o cercanos a la realidad del receptor.
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Exposición especializada. Está dirigida a un receptor docto en la materia. Se
caracteriza por el empleo de tecnicismos y por las presuposiciones que debe inferir
el receptor.
5. LA ARGUMENTACIÓN
Argumentar es dar razones para convencer a alguien o probar o justificar una determinada
afirmación, de ahí que la argumentación suela aparecer integrada con la exposición, pues en
numerosas ocasiones el autor se vale de datos objetivos como razones para convencer al
receptor de su punto de vista.
Dentro de los elementos de la argumentación, debemos distinguir:
Tesis. Es la idea que se defiende, es decir, de lo que pretende convencernos el emisor.
Argumentos. Son las razones que se dan para justificar la tesis. Suelen aparecer
formando un bloque argumentativo. Pueden ser de diferente tipo:
o Argumento de autoridad: Se apoya en la opinión de personalidades de reconocido
prestigio y se formaliza mediante el procedimiento de la cita textual. Ejemplo:
Según datos del Plan Nacional sobre Drogas, la edad de inicio en la bebida ha
disminuido.
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o Ejemplificación. Se ofrecen ejemplos para intentar convencer al receptor. Pueden
ser una experiencia personal o testimonios comprobados. Ejemplo: Los insultos
racistas han aumentado considerablemente. El último caso es el del jugador del
Barcelona Samuel E’too.
o Sentir general de la sociedad: La argumentación se sustenta en aquellos valores,
creencias o principios morales por los que se rige la sociedad.
o Comparación.: Se establece una comparación entre dos realidades. Ejemplo: En la
decisión de consumir alcohol influye el grupo de amigos, igual que ocurre con la
forma de vestir o de comportarse.
o Verdades evidentes, creencias generales o datos contrastados. En muchos casos,
están fijados por la tradición en proverbios, refranes o aforismos.
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LA NARRACIÓN Y EL DIÁLOGO
Volvió despacio a la ciudad, caminando junto a la barandilla del paseo Marítimo, salpi-
cado a veces por la fría espuma deshecha de los rompientes. El hombre del abrigo oscu-
ro y el sombrero aún estaba en el mismo lugar, mirando acaso a las gaviotas. Por las es-
calinatas del Acuarium bajó al puerto de los pescadores, aturdido, hambriento, un poco
ebrio, empujado por una exaltación moral que no se parecía ni a la felicidad ni a la des-
gracia, que era anterior o indiferente a ellas, como el deseo de comer algo o de fumar
un cigarrillo. Mientras caminaba iba diciendo en voz baja los versos de una canción que
Lucrecia había preferido siempre y que era una contraseña y una impúdica declaración
de amor cuando ella y Malcolm entraban en el Lady Bird y Biralbo comenzaba a tocar-
la, no entera, solo insinuándola, dispersando unas pocas notas indudables en otra melo-
día. Descubrió que esa música ya no lo emocionaba, que no aludía a Lucrecia ni al pa-
sado, ni siquiera a él mismo. Recordó algo que le había dicho Billy Swann: «No le im-
portamos a la música. No le importa el dolor o el entusiasmo que ponemos en ella cuan-
do la tocamos o la oímos. Se sirve de nosotros, como la mujer de un amante que la deja
fría».
Al regresar a su casa midió las fuerzas que le habían nacido y se asombró de lo grandes
que eran. «Ahora sí que se lo digo -pensaba-; ahora sí. No me faltan palabras, como no
me falta valor. Tan cierto es que hablaré, como ahora es día... Veamos; empiezo así:
“¡Hoy me confesé!...”. De esto a lo demás es llano el camino. Le diré: “Tenía un gran
pecado”. “¿Cuál es? ¿Lo puedo saber yo?”. “No solo puedes sino que debes saberlo,
pues antes de que lo sepas, no debo pensar en casarme”. Palabra tras palabra, va salien-
do. Si después de saber mi arrepentimiento insiste, le pondré por condición irnos a vivir
a un país extranjero para evitar complicaciones».
Segura y animosa, deseaba ardientemente que Caballero viniese pronto para plantear la
cuestión desde que entrara. Aquel día no podía faltar. Habían concertado que ella no
saliera los martes y viernes y que Caballero la visitaría en tales días para hablar con
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más libertad que en la casa de Bringas. Era viernes.
Poco después llamaron a la puerta. ¿Sería él? Aún era temprano... ¡Jesús mil veces, el
cartero!... De manos de aquel hombre recibió Amparo una carta, y verla y temblar de
pies a cabeza todo fue uno. Mirábala sin atreverse a abrirla. Conocía la odiada letra del
sobre. Por Celedonia, que días antes fue a pedirle limosna, sabía que su enemigo estaba
en el campo; pero no pensaba la infeliz que tuviera el antojo de escribirle. ¿Abriría la
epístola, o la arrojaría al fuego sin leerla? ¡Y en qué momentos venía Satanás a turbar
su espíritu, cuando se había puesto en paz con Dios, cuando había fortalecido su con-
ciencia!
«Pero la leeré -dijo-; la leeré, porque lo que diga aumentará mi santo horror, y me dará
fuerzas mayores aún. Hoy no me puede enviar Dios una nueva pena, sino el alivio de
las antiguas».
LA DESCRIPCIÓN
A
Felipe II fue un débil con poder, un hipocondriaco inexpresivo y taciturno, distante y
frío, terriblemente indeciso y muy tímido, aunque estuviera investido de todo el poder
del mundo. No deja de ser curioso que este hombrecillo, siniestro por muchas vueltas
que se le dé, y llamado con evidente desacierto «el rey prudente» por historiadores
aduladores, haya tenido siempre sus partidarios, que lo ha identificado con la íntima
esencia de España. […] Era un burócrata, un hombre gris (aun-que prefería el negro,
color que desde entonces fue imitado por la corte).
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a. En ambos textos se describe a una persona: ¿de qué tipo de descripción se trata? Jus-
tifícalo con ejemplos del texto.
b. Analiza la objetividad o subjetividad del texto A.
c. Señala las formas verbales utilizadas en el texto B. Indica las diferentes secuencias
narrativas y descriptivas.
A
La torre de la catedral, poema romántico de piedra, delicado himno, de dulces líneas
de belleza muda y perenne, era obra del siglo diez y seis, aunque antes comenzada,
de estilo gótico, pero, cabe decir, moderado por un instinto de prudencia y armonía
que modificaba las vulgares exageraciones de esta arquitectura. La vista no se fatiga-
ba contemplando horas y horas aquel índice de piedra que señalaba al cielo; no era
una de esas torres cuya aguja se quiebra de sutil, más flacas que esbeltas, amanera-
das, como señoritas cursis que aprietan demasiado el corsé; era maciza sin perder
nada de su espiritual grandeza, y hasta sus segundos corredores, elegante balaustrada,
subía como fuerte castillo, lanzándose desde allí en pirámide de ángulo gracioso, ini-
mitable en sus medidas y proporciones. Como haz de músculos y nervios, la piedra,
enroscándose en la piedra, trepaba a la altura, haciendo equilibrios de acróbata en el
aire; y como prodigio de juegos malabares, en una punta de caliza se mantenía, cual
imantada, una bola grande de bronce dorado, y encima otra más pequeña, y sobre
esta una cruz de hierro que acababa en pararrayos.
Ser de letras. En plena adolescencia a cualquier estudiante se le plantea a su manera la
duda de Hamlet: afrontar con ardua entereza el mundo de Pitágoras o dormir, tal vez
soñar, navegando plácidamente el cielo de Platón. A partir de un momento en su ánimo
se establece el dilema existencial entre álgebra o latín, cálculo o historia (…). Ser de le-
tras o de ciencias también es una forma distinta de ser y de vivir. Hasta ahora este ha
sido un país de letras, poblado de moralistas y leguleyos especialistas en retorcer el ver-
bo hasta convertirlo en puro flato. En las plazas y en los jardines públicos se levantan
las estatuas de insignes figuras del pasado, que en su mayoría han sido reyes, santos,
conquistadores, políticos, humanistas, jurisconsultos y otros próceres que han gastado
su vida echando palabras por la boca y ahora desde el pedestal con el brazo extendido
señalan con el dedo un camino de la historia generalmente equivocado; apenas hay al-
gunos científicos esporádicos que hayan merecido el honor del bronce o del mármol.
Hubo un tiempo en que por todas partes florecían los pensadores que nos tenían subyu-
gados, pero hoy no existe una figura en el campo del pensamiento, de la cultura, de la
política a la que agarrarse. Nadie sabe adónde han ido a parar aquellos intelectuales con
pipa, dueños de la verdad y de todas las certezas. El mundo ya no es de letras. En plena
confusión la ciencia ha ocupado todo el espacio. Ahora los intelectuales son los científi-
cos, los laboratorios son las sacristías de la nueva religión; en ellas la física cuántica
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también es filosofía, la biología molecular no se distingue de la poesía, la teología es el
vacío y allí entre la fe y la razón se juega a los dados nuestra salvación.
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