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“LA REGENTA”

ESTILO INDIRECTO LIBRE

Don Fermín contemplaba la ciudad. Era una presa que le disputaban, pero acabaría de devorar
él solo. ¡Qué! ¿También aquel mezquino imperio habían de arrancarle? No, era suyo. Lo había
ganado en buena lid. ¿Para qué eran necios? También al Magistral se le subía la altura a la
cabeza; también él veía a los vetustenses como escarabajos, sus viviendas viejas y negruzcas,
aplastadas, las creían los vanidosos ciudadanos palacios y eran madrigueras, cuevas, montones
de tierra, labor de topo… ¿Qué habían hecho los dueños de aquellos palacios viejos y
arruinados de la Encinada que él tenía allí a sus pies? ¿Qué habían hecho? Heredar. ¿Y él?
¿Qué había hecho él? Conquistar.

ESTILO DIRECTO

Don Fermín contemplaba la ciudad. Era una presa que le disputaban, pero acabaría de devorar
él solo. Se decía para sí: ¡Qué! ¿También aquel mezquino imperio habían de arrancarle? Y se
contestaba: No, era suyo. Lo había ganado en buena lid. Insistía en su reflexión: ¿para qué
eran necios? También al Magistral se le subía la altura a la cabeza; también él veía a los
vetustenses como escarabajos, sus viviendas viejas y negruzcas, aplastadas, las creían los
vanidosos ciudadanos palacios y eran madrigueras, cuevas, montones de tierra, labor de
topo… Les reprochaba a sus habitantes: ¿Qué habían hecho los dueños de aquellos palacios
viejos y arruinados de la Encinada que él tenía allí a sus pies? ¿Qué habían hecho? El magistral
se respondía: ¡heredar!. Obsesivamente se volvía a preguntar: ¿Y él? ¿Qué había hecho él? Y
se reafirmaba: ¡conquistar!

ESTILO INDIRECTO

Don Fermín contemplaba la ciudad. Era una presa que le disputaban, pero acabaría de devorar
él solo. Se decía para sí que qué; que si también aquel mezquino imperio habían de arrancarle.
Y se contestaba que no, que era suyo. Lo había ganado en buena lid. Insistía en su reflexión
que para qué eran necios? También al Magistral se le subía la altura a la cabeza; también él
veía a los vetustenses como escarabajos, sus viviendas viejas y negruzcas, aplastadas, las
creían los vanidosos ciudadanos palacios y eran madrigueras, cuevas, montones de tierra,
labor de topo… Les reprochaba a sus habitantes que qué habían hecho los dueños de aquellos
palacios viejos y arruinados de la Encinada que él tenía allí a sus pies; que qué habían hecho. El
magistral se respondía que heredar!. ¿Y él? ¿Qué había hecho él? Y se reafirmaba que
conquistar.

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