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San Buenaventura

Religioso. Cardenal. Escritor.


Año 1274
San Buenaventura:
pide a Nuestro Señor que nosotros
lo amemos como lo amaste tú.
Nació en Bañoreal, cerca de Vitervo (Italia) en 1221.

Un nombre profético
Se llamaba Juan, pero dicen que cuando era muy pequeño enfermó gravemente y su madre lo presentó
a San Francisco, el cual acercó al niñito de cuatro meses a su corazón y le dijo: "¡BUENA
VENTURA!"que significa: "¡BUENA SUERTE. BUEN EXITO!". Y el niño quedó curado. Y por eso
cambio su nombre de Juan por el de Buenaventura. Y en verdad que tuvo buena suerte y buen éxito en
toda su vida.
Un doctor muy especial
En agradecimiento a San Francisco su benefactor, se hizo religioso franciscano. Estudió en la universidad
de París, bajo la dirección de famoso maestro Alejandro de Ales, y llegó a ser uno de los más grandes
sabios de su tiempo. Se le llama "Doctor seráfico", porque "Serafín" significa "el que arde en amor por
Dios" y este santo en sus sermones, escritos y actitudes demostró vivir lleno de un amor inmenso hacia
Nuestro Señor
Escritor famoso.
San Buenaventura, además de dedicarse muchos años a dar clases en la Universidad de París donde se
formaban estudiantes de filosofía y teología de muchos países, escribió numerosos sermones y varias
obras de piedad que por siglos han hecho inmenso bien a infinidad de lectores. Una de ellas se llama
"Itinerario del alma hacia Dios". Allí enseña que la perfección cristiana consiste en hacer bien las
acciones ordinarias y todo por amor de Dios. El Papa Sixto IV decía que al leer las obras de San
Buenaventura se siente uno invadido de un fervor especial, porque fueron escritas por alguien que rezaba
mucho y amaba intensamente a Dios.

Una noticia muy alagadora. San Buenaventura fue nombrado Superior General de los Padres
Franciscanos, y el Papa le concedió el título de Cardenal. Y aunque era famoso mundialmente por su
sabiduría, sin embargo seguía siendo muy humilde y se iba a la cocina a lavar platos con los hermanos
legos (dicen que la noticia de su nombramiento como Cardenal le llegó mientras estaba un día lavando
platos en la cocina) y Fray Gil, uno de los hermanos legos más humildes, le preguntó un día: "Padre
Buenaventura, ¿un pobre ignorante como yo, podrá algún día estar tan cerca de Dios, como su Reverencia
que es tan inmensamente sabio?"
El gran sabio le respondió: "Oh mi querido Fray Gil: si una pobre viejecita ignorante tiene más amor de
Dios que Fray Buenaventura, estará más cerca de Dios en la eternidad que Fray Buenaventura". Al oír
semejante noticia, el humilde frailecito empezó a aplaudir y a gritar: "Ay Fray Gil borriquillo de Dios,
aunque seas más ignorante que la más pobre viejecita, si amas a Dios más que Fray Buenaventura, estarás
en el cielo más cerca de Dios que el gran Fray Buenaventura". Y de pura emoción se fue elevando por los
aires, y quedó allí suspendido entre cielo y tierra en éxtasis. Es que había escuchado la más halagadora de
las noticias: que el puesto en el cielo dependerá del grado de amor que hayamos tenido hacia el buen
Dios.
La simpatía de San Buenaventura
Este gran doctor, que por 17 años fue Superior General de los Padres Franciscanos y recorrió el mundo
visitando las casas de su comunidad y animando a todos a dedicarse a la santidad, y que fue el hombre de
confianza del Sumo Pontífice para resolver muchos casos difíciles, y que dirigió en nombre del Papa el
Concilio de Lyon y tuvo el honor de que la oración fúnebre el día de su entierro la hiciera el mismo Sumo
Pontífice, tenía una cualidad especialísima: una exquisita bondad en su trato, una amabilidad que le
ganaba los corazones, un modo conciliador que lo alejaba de los extremos, de la extrema rigidez que
amarga la vida de los otros y de la relajación que deja a todos seguir por el camino del mal sin corregirlos.
Sus virtudes preferidas eran la humildad y la paciencia, y la meditación frecuente en la pasión y muerte de
Cristo lo llevaba a esforzarse por cumplir aquel consejo de Jesús: "Aprended de mi que soy manso y
humilde de corazón". Su crucifijo lo tenía totalmente desgastado de tanto besarle las manos, los pies, la
cabeza y la herida del costado. Su amor a la Virgen María era intenso y por todas partes recomendaba el
rezo del Angelus (o de las tres Aves Marías).
Un santo elogia a otro santo. A San Buenaventura le recomendaron que escribiera la biografía de su gran
protector San Francisco de Asís (la cual resulto muy hermosa) y dicen que cuando estaba redactándola,
llegó a visitarlo el sabio más famoso de su tiempo, Santo Tomás de Aquino, el cual al asomarse a su celda
y verlo sumido en la contemplación y como en éxtasis, exclamó: "dejemos que un santo escriba la vida de
otro santo", y se fue.
Muerte solemne.
En el año 1274 se celebro el concilio de Lyon (o reunión de todos los obispos católicos del mundo).
Terminando el Concilio con gran éxito, todo dirigido por San Buenaventura, por orden del Sumo
Pontífice, el santo sintió que le faltaban las fuerzas, y el 15 de julio de 1274 murió santamente asistido por
el Papa en persona. Todos los obispos del Concilio asistieron a sus funerales y caso único en la historia, el
Santo Padre ordenó que todos los sacerdotes del mundo celebran una misa por el alma del difunto.
Un elogio muy especial. El Papa Inocencio V predicó la homilía en el entierro de San Buenaventura y
dijo de él: "Su amabilidad era tan grande que empezar a tratarlo era quedar ya amigos de él para siempre.
Y su unción al predicar y escribir era tan admirable, que escucharlo o leer sus escritos, era ya empezar a
sentir deseos de amar a Dios y conseguir la santidad". Bello elogio en verdad.

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